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Factores

de Riesgo
El cerebro pasa por grandes transformaciones durante el ciclo vital –en especial en
la etapa prenatal, primera infancia y adolescencia– y su crecimiento y desarrollo son
el resultado de la interacción armoniosa entre genética y experiencias del entorno.

El desarrollo del sistema nervioso y del cerebro obedece a una programación


genética que tiene principios básicos de organización. La construcción cerebral
empieza tan solo tres semanas después de la concepción, cuando la gran mayoría de
las gestantes aún no sabe que tiene una nueva vida en su vientre.

Es necesario y de vital importancia entonces, educar en la etapa prenatal a las


mujeres embarazadas sobre el desarrollo cerebral del bebé, ya que su estado de
salud, alimentación, la exposición o utilización de algunas sustancias químicas y
también su bienestar emocional, influyen y perfilan este proceso de formación.

La etapa prenatal es la primera etapa del ciclo vital y el vientre materno es el primer
entorno del ser humano y, aunque el cerebro no esté aún lo suficientemente
maduro, empieza a construir un organismo.

Para respetar la secuencia de acontecimientos relacionados a la estructuración y


funcionalidad del cerebro, las experiencias de la madre durante esta etapa son
trascendentes, pues determinan -favorablemente o no- las fases posteriores del
neurodesarrollo.

Al nacer, el cerebro de un bebé pesa aproximadamente la cuarta parte de lo que


llegará a pesar cuando sea un adulto, y esto gracias a todo lo que ha sucedido dentro
del vientre materno.

Aunque cada niño y niña nace con un cerebro programado genéticamente para sacar
del entorno (emocional, físico, social y cultural) toda la información que necesita para
desarrollarse y dar continuidad al proyecto arquitectónico cerebral que empezó en
el vientre materno, las experiencias vividas (o la privación de las mismas) van a
matizar el proceso del “cableado” cerebral. (Gudiño, 2016).

De acuerdo a todo lo esgrimido se mencionan los diferentes factores de riesgo que


influyen en el neurodesarrollo:

- Ambientales
- Físicos
- Químicos
- Herencia
Ambientales

Petitjan (2013) Afirma que también se le dice a la plasticidad cerebral o


neuroplasticidad a la capacidad que tiene el cerebro de modificarse a sí mismo como
respuesta a los estímulos del medio ambiente, lo cual le permite recordar eventos,
palabras, establecer nuevas asociaciones, aprender, mejorarse a sí mismo,
establecer nuevas conexiones, reforzar conexiones existentes, entre otros.

En la actualidad, se tiene a la mano mucha información sobre el desarrollo del


cerebro y la importante actividad presentada durante los primeros años de vida.
Sabemos hoy la importancia del medio ambiente en el que el bebé comienza a
desarrollarse, y cómo todos los estímulos que vienen de su entorno, impactan la
estructura de su cerebro. Si las condiciones del medio ambiente son favorables al
desarrollo cerebral, el niño tendrá la oportunidad de potenciar sus habilidades de
manera importante.

Cuando el niño nace, su cerebro está totalmente libre de conductas genéticas; lo


único que presenta son algunas respuestas reflejas, que le permiten sobrevivir y
comenzar su adaptación a su nuevo espacio de vida.

El bebé nace con miles de millones de células cerebrales o neuronas. Además,


aunque no crecerán nuevas células nerviosas, es durante la infancia cuando estas
células se mielinizan: es decir, desarrollan completamente la mielina, la sustancia
que las recubre y permite que establezcan conexiones unas con otras. Sin mielina el
impulso eléctrico no funciona bien.

Figura 1: Conexiones Sinápticas


Estas conexiones se conocen con el nombre de sinapsis, y para que se dé
adecuadamente estas conexiones, es necesario que el bebé entre en contacto con
su medio ambiente; cada vez que el niño reciba un estímulo del exterior, se generará
un sinapsis. Estos estímulos los recibe el niño a través de sus sentidos: con sus oídos,
su lengua, sus labios, su cuerpo, sus ojos, su olfato y su tacto.

Estas sinapsis dan lugar a estructuras funcionales en el cerebro, que van a constituir
la base fisiológica de las formaciones psicológicas que permiten configurar las
condiciones para el aprendizaje. Esto quiere decir que el cerebro del niño se
transforma de acuerdo con sus estímulos enviados desde su entorno inmediato.

A esa gran capacidad que tienen los niños de asimilar la estimulación del mundo a su
alrededor es lo que se denomina plasticidad cerebral.

Esta información es de gran valor especialmente para los niños que nacieron en
situaciones especiales poniendo en riesgo su desarrollo, y su posibilidad de sufrir
retrasos significativos. Con estos niños el trabajo de estimulación temprana
representará la diferencia entre padecer una deficiencia importante de sus
capacidades, o recuperar el daño recibido mediante la transformación de su cerebro
gracias a la plasticidad cerebral.

La plasticidad continúa presentándose en todas las etapas del desarrollo, pero nunca
con la intensidad que se manifiesta en lo períodos sensitivos del desarrollo, en
especial, esos primeros 3 años de vida. Los padres pueden mejorar el desarrollo
cerebral del niño, es de suma importancia explicar a los padres este tema tan
trascendente para el desarrollo integral de los niños. Las funciones cerebrales son
consideradas hoy como parte fundamental en los procesos de aprendizaje y el éxito
educativo en el futuro.

El medio ambiente influye mucho. La nutrición y los diversos estímulos ambientales


(cognitivos, sensitivos, verbales, afectivos y motores) modelan el cableado cerebral.
Durante los primeros años de vida, las experiencias negativas pueden dejar daños
permanentes que se relacionan con dificultades de aprendizaje. Si un niño comienza
su proceso de aprendizaje tempranamente (de 1 a 3 años), la actividad cerebral
preponderante se radica en el hemisferio izquierdo. Si este proceso empieza entre
los 3 y 6 años, es posible observar actividad en el hemisferio derecho, siendo la
distribución bilateral más marcada entre los 11 y los 13 años.

Una mala alimentación impacta en el correcto cableado cerebral, así como un


ambiente negativo dificulta el proceso de cableado, lo que se traduce en un impacto
duradero.

Se ha comprobado que los niños que se desarrollan en ambientes de carencia


emocional y cultural presentan serias dificultades para el posterior proceso de
aprendizaje.

No obstante, si antes de que se cierre esta ventana (a los 3 años) se interviene con
una alimentación adecuada y estimulación verbal y psicoafectiva, queda tiempo para
la recuperación del daño, ya que vuelven a restablecerse las conexiones sinápticas.
Si no existe esta estimulación, el daño se vuelve permanente y el niño es lesionado
de por vida.
La pasividad de los padres, limitada a la propia alimentación del niño, sin
adecuar el medio ambiente al desarrollo cerebral infantil tendrá
repercusiones negativas en el futuro cognitivo, profesional y social de su
hijo.

La manera como los padres crían a sus hijos modula la plasticidad cerebral. Si
los padres son capaces de llevar a cabo una estimulación adecuada en la que
consigan bebés calmados y tranquilos pero con una buena actividad,
movimiento, interés por las cosas, mediante los recursos ambientales que
tienen a su alrededor (visuales, táctiles, auditivos, de movimientos, espaciales,
afectivos, emocionales...) mantendrán un buen desarrollo cerebral. También
evitarán consecuencias neurobiológicas negativas para el cerebro en
formación del bebé, que pueden tener consecuencias negativas en el futuro
desarrollo cognitivo, mental y emocional de su hijo.

Físicos

El siguiente paso consiste en realizar una exploración física completa, con la


intensión de encontrar datos físicos o signos específicos a través de maniobras que
puedan orientarnos hacia el tipo de problema y gravedad ante la cual nos estamos
enfrentando. La exploración física de todo niño menor de 16 meses que cursa con
riesgo de retraso en el desarrollo debe incluir tres aspectos fundamentales: una
exploración física pediátrica general, una exploración neurológica y una exploración
en el neurodesarrollo, estas dos últimas deben ser dirigidas.

a)Exploración física pediátrica general:

De forma inicial, deben realizarse las mediciones del perímetro cefálico, peso, talla
de tal manera que se documente el patrón actual de crecimiento y de ser posible,
debe correlacionarse con el patrón histórico del niño. Un pobre crecimiento
uniforme puede deberse a un patrón de crecimiento familiar, pero debe alertar
sobre la posibilidad de factores de riesgo tales como prematurez, síndrome
alcohólico-fetal, infecciones intrauterinas o síndromes genéticos. Por otro lado, un
pobre crecimiento no uniforme debe alertarnos principalmente de desnutrición, así
como de problemas endócrinos y/o genéticos.

Con respecto al perímetro cefálico, vale la pena mencionar que tanto la microcefalia
como la macrocefalia pueden estar asociadas a un sinfín de patologías causantes de
retraso en el desarrollo, las cuales van desde causas genéticas, metabólicas y
congénitas, entre otras. Tras estas mediciones, deberá completarse la exploración
física pediátrica general con el objetivo principal de encontrar datos sugestivos de
una patología genética o congénita subyacente, tales como lesiones o estigmas
cutáneos sugestivos de síndromes neurocutáneos, defectos de la línea media
faciales, cardiacos y genitoourinarios o cualquier otra característica dismórfica en
cabeza, cara, oídos, columna, extremidades, etc.
b)Exploración neurológica:

Fundamental dentro del estudio del niño con probable retraso en el desarrollo dado
que es capaz de proveer datos objetivos sobre la presencia y gravedad del retraso.
Esta exploración neurológica debe incluir una evaluación sistematizada de los
nervios craneales, de la fuerza, tono y reflejos de estiramiento muscular, así como de
los reflejos primitivos y reacciones posturales acorde a la edad del sujeto en
evaluación y por último la valoración de la sensibilidad, función cerebelosa y marcha,
esta última según aplique. Se puede consultar como realizar este apartado en el
“Manual de exploración neurológica para niños menores de cinco años en el primer
y segundo nivel de atención” (Comisión Nacional de Protección Social en Salud,
2013) diseñado específicamente para este fin.

c)Exploración del neurodesarrollo:

Este último aspecto, sólo tiene la intensión de expandir la exploración física


pediátrica general tradicional para confirmar la historia del desarrollo proporcionada
por los padres o el cuidador y fortalecer así las impresiones que se tienen sobre el
desarrollo del niño. Ésta consiste en la observación directa del niño para ejecutar las
habilidades del desarrollo acorde a su edad.

Químicos

Sustancias químicas

Una mujer bien informada de los efectos nocivos que entraña para su bebé el
consumo de ciertas sustancias puede abstenerse de tomar fármacos oi replantearse
su comportamiento adictivo. SIn embargo, a veces los peligros acechan más allá de
la propia voluntad. Éste es el caso de la explosión involuntaria a sustancias químicas
que pueden llegar por medio de los alimentos o del ambiente que nos circunda.

Lamentablemente, el uso de sustancias químicas tóxicas en los pesticidas, abonos


orgánicos, fertilizantes para animales de granja, colorantes alimenticios, entre otros,
está a la orden del día a pesar de las leyes medioambientales que intentan
protegernos.

Los herbicidas, por ejemplo, que contienen dioxina, han causado un gran número de
abortos, malformaciones y cáncer (P.H. RIce, 1997). Los residuos industriales que
contienen mercurio y son desechados en los océanos han llegado a nosotros por
medio de la ingestación de peces contaminados. La exposición al plomo que han
sufrido muchas mujeres pro trabajar en industrias que utilizaban este metal es otro
caso digno de mención. Algunos anestésicos gaseosos utlizados en hospitales
tuvieron también altos efectos nocivos para el embrión o feto (Bronson, 1977).

La exposición a sustancias tóxicas puede provocar diferentes anomalías o


alteraciones congénitas. El mercurio orgánico o metilmercurio puede causar
alteraciones neurológicas similares a la parálisis cerebral y retraso mental.
El plomo es una metal muy tóxico que puede provocar abortos espontáneos, retraso
en el crecimiento intrauterino, anomalías fetales y alteraciones del proceso de
desarrollo psicomotriz (Moore-Persaud, 1990).

Herencia

Para Comin (2016). Los niños en los Estados Unidos, hoy en día se encuentran en un
inaceptablemente alto riesgo de desarrollar trastornos del neurodesarrollo que
afectan el cerebro y el sistema nervioso, incluyendo el autismo, trastorno de
hiperactividad con déficit de atención, discapacidad intelectual, y otra
discapacidades de aprendizaje y de comportamiento. Para estudiar este aspecto en
profundidad se ha puesto en marcha el proyecto TENDR “Targeting Environmental
Neuro-Developmental Risks”

, para ello un grupo extenso de científicos se unió en el año 2015 para llevar adelante
este gran proyecto.

En base a la evidencia científica disponible, los investigadores están identificando los


productos tóxicos que más aumentan los riesgos en el neurodesarrollo, tanto a nivel
prenatal como postnatal.

La realidad sobre los tóxicos y las alteraciones del neurodesarrollo se enfocó,


equivocadamente, durante muchos años en el compuesto organomercuriado que se
usaba como conservante en las vacunas, denominado tiomersal. Este aspecto hizo
que muchos países, y como medida de precaución, lo eliminaran de las vacunas
pediátricas ante el pánico general y su posible relación con el autismo. Quince años
después de la retirada de este compuesto de las vacunas de uso pediátrico, no se ha
observado ninguna variación en la prevalencia del autismo en ninguno de los países
que lo eliminaron. Por tanto, quizá las causas están en otra parte. Esto es el objetivo
del proyecto TENDR, identificar los agentes químicos que sí están demostrando de
forma sostenida y con evidencia su impacto en el neurodesarrollo.

El proyecto TENDR

Trabajos como el de Di Renzo y colaboradores (En libre acceso), publicado en


diciembre de 2015, aportan una visión basada en un amplio cuerpo de evidencia
científica sobre cómo la exposición a determinados tóxicos impacta en el
neurodesarrollo.

En el año 2009, la Endocrine Society’s, publicó su primera declaración sobre el


impacto de los disruptores endocrinos ambientales, y en 2015 hizo públicas una serie
de advertencias sobre el impacto directo en la salud de este tipo de compuestos, los
cuales por cierto, nos rodean. Hicieron especial hincapié en:
• Bisfenol A, presente en muchos plásticos. Afecta a nivel embrionario, a través de la
leche materna y de forma ambiental. Se encuentra en el revestimiento de muchos
alimentos y bebidas enlatadas tal que prácticamente todo el mundo está expuesto
de forma continua.

• Ftalato, se usan con frecuencia en los esmaltes de uñas, adhesivos, masillas,


pigmentos de pintura, juguetes de niños y en la mayoría de los juguetes sexuales.

• Atrazina, un herbicida ampliamente utilizado.

• Bifenilos policlorados y polibromodifenil éteres, una amplia variedad de


aplicaciones utilizan estas mezclas, incluyendo plastificantes en caucho y resinas,
papel autocopiativo, adhesivos y pinturas y tintas.

• DDT ( dicloro difenil tricloroetano) y DDE (Diclorodifenildicloroetileno) , el DDT es


un insecticida industrial y doméstico sintético con una larga vida media, el uso
extenso, y naturaleza lipofílica que ha hecho que sea un prominente contaminante
ambiental. Estados Unidos prohibió el DDT en 1972 debido a sus efectos sobre el
medio ambiente y los posibles efectos en la salud humana. El DDT y sus metabolitos,
diclorodifenildicloroetileno (DDE) y diclorodifenildicloroetano (DDD), se han
asociado con enfermedades endocrinas tales como tumores testiculares, cáncer de
endometrio, cáncer de páncreas , diabetes mellitus tipo 2, y cáncer de mama.

Un estudio español estudió la asociación entre niveles maternos prenatales de


diclorodifenildicloroetileno (DDE) e infecciones respiratorias de vías bajas (IRVB) en
lactantes, aislándola del posible efecto de otros organoclorados

. Se incluyeron 657 mujeres que acudieron al centro de salud para la revisión del
primer trimestre de embarazo desde julio del año 2004 a julio de 2006. El 13% de
los lactantes tuvo IRVB recurrente en los primeros 14 meses de vida. El DDE fue el
único organoclorado que, ajustando por factores de confusión, mostró asociación
con IRVB tanto aislada como recurrente.

El estudio de Boyle y colaboradores del 2011, cuantificó en un 17% de niños en EE.UU.


con algún problema en el neurodesarrollo.

Otro estudio reciente, llevado a cabo en la Unión Europea, y publicado en 2015, y


también de libre acceso, aporta datos del costo económico asociados a las
alteraciones del neurodesarrollo relacionadas con alteraciones de tipo endocrino.
Identificaron una probabilidad del 70 al 100% de que la exposición al
polibromodifenil éteres (PBDE) y a organofosforados, contribuye a una pérdida de
cociente intelectual. Genera un costo estimado de 9.590 millones de euros en casos
de discapacidad intelectual. La exposición a organofosforados un costo de 1.460
millones de euros. En el caso de autismo 199 a 399 millones de euros. En el caso de
TDAH 1.210 a 2.860 millones de euros. Un costo general aproximado de 15.000
millones de euros anuales.

Durante mucho tiempo se habló de que la dosis hace el veneno, hoy sabemos que
incluso en bajísimas dosis, determinadas moléculas y compuestos químicos son
tremendamente tóxicos para el neurodesarrollo.
Y tienen un efecto tanto a nivel de alteración genética -y epigenética– como
hereditaria. Varios estudios han identificado estos riesgos, así como diversos
compuestos tóxicos que impactan. El estudio de Lanphear del 2015

sobre infancia en EE.UU. es un ejemplo tremendo (ver vídeos a continuación) de


cómo estas sustancias afectan al desarrollo cerebral, e incluso como afectan de
forma posterior. Según el estudio, en EE.UU., el 89% de los niños contienen trazas
importantes de mercurio, el 100% de plomo, el 100% de organofosforados, el 100%
a Bifenilos policlorados (PCB), el 96% a Bisfenol A, el 100% a polibromodifenil éteres
(PBDE), entre otras muchas otras sustancias que son tóxicas a muy bajas
concentraciones. Además podemos añadir el plomo, que tras el escándalo de Flynt
ha vuelto a copar portadas. Vemos que compuestos como el Bisfenol A son tóxicos
en concentraciones de una parte por trillón, solo por poner un ejemplo.

Y otro estudio, Maternal lifestyle and environmental risk factors for autism spectrum
disorders, publicado en 2014, nos habla de como los estilos de vida inciden
directamente en los factores de riesgo del autismo. Estilos de vida relacionados,
obviamente, con impactos tóxicos. Estos factores de riesgo se relacionan con un
impacto en la construcción del cerebro del bebé durante el proceso de gestación,
así como factores de alteración en os procesos oxidativos del organismo,
alteraciones en el sistema inmune,entre otros.

Otro estudio de reciente publicación, y también publicado en libre acceso, nos habla
de como el feto está expuesto a sustancias químicas, y de cómo estas afectan al
desarrollo del bebé. En el citado estudio de revisión identifican seis clases
principales de sustancias tóxicas (seguro les suenan): ftalatos, fenoles, compuestos
perfluorados (PFC), retardantes de llama, bifenilos policlorados (PCB), y plaguicidas
organoclorados (OC). Muchos de estos compuestos pueden, por una parte alterar la
herencia genética, y por otra, ser transferidos al bebé durante el embarazo, o incluso
durante la lactancia. Esto NO CULPA A LAS MADRES, todo lo contrario, ya que los
contaminantes están ahí, y sencillamente formamos parte del vector de transmisión.
Quién debe ser culpado es el sistema que permite que se sigan usando estos
compuestos de forma indiscriminada. En el estudio vemos como muchos de estos
tóxicos se encuentran en el organismo de forma persistente.

Para finalizar el autor concluye que el cuerpo de evidencia sobre cómo sustancias
tóxicas impactan en el neurodesarrollo infantil, ya sea por cómo impactan a nivel
genético en sus padres afectando por tanto a la herencia genética, a nivel del
proceso del embarazo, o posterior al nacimiento, es inmenso. Ya no solo hablamos
de correlación, de probabilidad estadística, determinados compuestos tóxicos ya
tienen causa-efecto demostrada.
Referencia

Daniel Comin, "Tóxicos y alteraciones en el neurodesarrollo infantil", en Autismo


Diario, 14 agosto, 2016,
https://autismodiario.org/2016/08/14/toxicos-y-alteraciones-en-el-neurodesarrollo-in
fantil/.

Comisión Nacional de Protección Social en Salud. (2013). Manual para la evaluación


de menores de cinco años
con riesgo de retraso en el desarrollo. Primera edición. México D.F.: Secretaría de
Salud

Gudiño,V. (2016). Neurodesarrollo: El Rol de los Educadores.Recuperado de:


http://www.neurocapitalhumano.com.ar/shop/otraspaginas.asp?paginanp=294

Sarduní, M., Rostán, C., Serrat, E. (2008). El Desarrollo de Los Niños Paso a Paso.
Tercera Edición. Editorial UOC. Barcelona.

Petitjean, N. (2013). Plasticidad Neuronal en el Niño. Recuperado de:


http://cerebroniad.blogspot.com/2013/08/plasticidad-neuronal-en-el-nino.html

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