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UNIVERSIDAD CATOLICA LOS ANGELES DE CHIMBOTE

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIA POLITICA

ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

SIPCOLOGÍA JURÍDICA

EL DELITO Y LA SIPCOLOGIA DEL DELINCUENTE

EUSEBIO DIAZ, ESTHER MELINA

VIII CICLO - SUA

CHIMBOTE – PERÚ
2019
INTRODUCCION

Existiendo inclusive una estructura cognitiva que excusa en el delincuente con


amplio prontuario delictivo que esta es una ―forma valida de surgimiento en la vida‖ para
lograr enriquecimiento y poder existen delitos acordes con cada tipo de mentalidad o
personalidad del hombre de este siglo avanzan acorde con la tecnología y conforme
aparecen formas degenerativas de la conducta humana.

Numerosos estudios meta analíticos han mostrado cómo los delincuentes carecen de este
tipo de habilidades socio cognitivas (Garrido, Stangeland y Redondo, 2001). Y la mayoría
de los estudios actuales siguen este camino (Ovejero y Rodríguez, 2005), centrándose en
el aprendizaje de la competencia social, entendida ésta como el conjunto de habilidades
socio cognitivas necesarias para una adecuada relación interpersonal, lo que nos está ya
permitiendo avanzar en la prevención y rehabilitación de la conducta delictiva. Por
consiguiente, no es de extrañar que sea la del aprendizaje social la teoría que más
aceptación concita actualmente a la hora de explicar la conducta violenta. Para entender
mejor el intrincado y complejo tema de la violencia, veamos dos distinciones muy
clarificadoras: la que distingue entre disposición a la violencia y actos agresivos o
violentos (Blackburn, 1993) y la que distingue entre agresividad y violencia (Sanmartín,
2004a, 2004b). Por tanto, aunque la gente, acudiendo al «error fundamental de
atribución», tiende a creer que los delincuentes lo son porque poseen una personalidad
que les lleva, casi inexorablemente, a delinquir, sin embargo está sobradamente
demostrado que «las variables de personalidad no son en sí mismas suficientes para
explicar la violencia, sino que reflejan patrones de desviación o disposiciones que pueden
incrementar la probabilidad de conducta violenta criminal pero que no conducen de forma
inevitable a los actos violentos» (López Latorre y Alba, 2006, p. 37).

Por consiguiente, de la propia definición de Psicología Criminológica se deduce que las


aportaciones que la Psicología Social puede hacer al ámbito de la Criminología tienen que
ver con el estudio del origen de la conducta violenta, de los factores que más inciden en
este tipo de conducta así como de qué puede hacerse para su prevención.
DEFINICION PSICOLOGÍA DEL DELINCUENTE

(Paredes Pérez, 2016) Señala lo siguiente:

Criminológica o psicología criminal tiene como sustrato los estudios de los procesos
mentales, conductuales, personalidad y motivación de los individuos que comenten actos
delictivos, mediante el estudio de la psicología individual, social, clínica y psicopatología
criminal. Estudia los factores que impulsan a una persona a cometer delitos, sus causas y
motivaciones, y como un sujeto hace del delito criminal una forma de conducta recurrente
y cada vez más agravada. En muchos de ellos no existen sentimientos de culpa ni temores
de arruinar sus vidas unos de otros. Los estudios se basan en el estudio integral del sujeto
como una unidad biológica, psicológica, social y espiritual. (p.41)

Es la última disciplina penal fundamental contemplada desde el plano causal explicativo


y que se ocupa concretamente del delincuente es la Psicología criminal, que se constituye
como el instrumento más eficaz de la antropología criminal, ya que se encarga de estudiar
la psique del hombre delincuente, determinando los desarrollos o procesos de índole
psicológica verificados en su mente.

Cabe resaltar que en la actualidad, la Psicología criminal ha rebasado en mucho él límite


de la observación individual del sujeto antisocial, extendiéndose hacia estudios de la
conducta criminal y de los factores psicológicos que influyen en la criminalidad, sean
estos individuales o colectivo

¿POR QUÉ TAMBIÉN LAS PERSONAS NORMALES ASESINAN?

Sorprendentemente, y en contra de la creencia general, la mayoría de los crímenes no los


comenten «personas criminales», sino «personas normales». En efecto, y por no poner
sino sólo unos pocos ejemplos, buena parte de los muertos violentamente durante el siglo
XX lo han sido en la guerra, a manos de militares que no tenían ningún trastorno
psiquiátrico especial sino que lo único que hacían era obedecer. Está igualmente
demostrado que incluso los asesinos a las órdenes del régimen alemán nazi no eran
criminales en sentido psiquiátrico, como tampoco lo son la mayoría de los terroristas,
como veremos en el capítulo 8.
De manera similar, las mujeres que, en un número vergonzosamente alto, son asesinadas
en nuestro país todos los años, no lo son a manos de extraños psicópatas, sino a manos de
sus parejas o ex parejas y no son los trastornos psiquiátricos de éstos los que explican su
conducta violenta sino su «cultura machista» que les lleva a tener unos celos exorbitados
producidos por un sentimiento de posesión exclusiva de «su» mujer o «su» novia. En
definitiva, no es imprescindible tener algún trastorno cerebral o psiquiátrico para llegar a
matar. Es más, los crímenes cometidos por personas que tienen tales tipos de trastornos
son fáciles de explicar. Lo difícil —y lo interesante— es explicar por qué llega a matar
una persona «normal»; por qué alguien puede llegar a asesinar a su esposa, a la que poco
antes la quería intensamente; por qué un adolescente «normal» puede entrar en su propia
escuela y matar a sus profesores y compañeros; por qué un joven «normal» ingresa en un
grupo terrorista, conociendo de antemano cuáles son sus prácticas criminales, y es capaz
poco después de poner una bomba y matar a docenas de inocentes; por qué, en fin,
personas incapaces de hacer daño a nadie se alistan en el ejército y llegan a matar
fríamente incluso a civiles «enemigos». La razón que explica todo ello estriba en que
nuestra conducta depende más de variables ambientales y de la situación que de variables
personales, que de nuestra propia personalidad.

Algo similar hay que decir de la conducta violenta: no es consecuencia de nuestra


biología, ni está en nuestros genes, sino que es algo inherente a nuestra cultura. Son
razones sociales y culturales las principales responsables a la hora de explicar nuestra
violencia. Nuestra conducta violenta depende más de la situación y de variables
ambientales que de nuestra propia personalidad. De hecho, el psicólogo social Stanley
Milgram (1981), en un experimento ya citado, demostraba que personas completamente
normales, puestas en una situación muy concreta, eran capaces de administrar descargas
eléctricas de alto voltaje a una persona inocente que nada les había hecho.

Pues bien, no sólo no eran sádicos y, por consiguiente, no disfrutaban con su conducta
violenta, sino que sufrían lo indecible: pero eran incapaces, en esa situación, de
desobedecer, por lo que, muy a pesar suyo, llegaron todos a administrar descargas
eléctricas de hasta 300 voltios y dos tercios de ellos hasta el máximo, que era de 450
voltios.
INFLUENCIA DEL AMBIENTE Y DE LA SITUACIÓN EN LA CONDUCTA VIOLENTA

(Paredes Pérez, 2016) Señala que:


Lo que quiero decir no es que no haya crímenes cometidos por personas con
trastornos psiquiátricos. Claro que los hay: existen algunos individuos con
personalidad psicopática que realizan los más execrables crímenes sin tener el más
mínimo remordimiento por ello. Esto es evidente. Pero lo que quiero decir es que,
por una parte, hay otras personas, psicópatas o con un indiscutible componente
psicopático, que son considerados como personas normales y que, sin embargo,
hacen mucho daño a otros comportándose con ellos con gran violencia (aunque su
violencia suele ser psicológica), como es el caso de muchos líderes de sectas, que
veremos en el capítulo 8, o de los acosadores laborales, que veremos en el capítulo
9, y, sobre todo, que en ciertas situaciones muchos de nosotros también
llegaríamos a implicarnos en conductas violentas hasta niveles que ni
sospechamos. De hecho, si antes de participar en el experimento de Milgram, a los
sujetos se les hubiera preguntado qué número de voltios llegarían ellos a
administrar a una persona inocente, su respuesta hubiera sido probablemente
unánime: no más de cero o quince, jamás harían daño a nadie. Y sin embargo,
puestos en la situación en que les puso Milgram, el 65 de ellos llegaron al máximo
del voltaje posible, llegaron a administrar descargas eléctricas de 450 voltios. (p.
201)

Rojas M. 1997, señala que “Sin embargo, a pesar de que no es necesario tener una
personalidad patológica o un cerebro dañado para matar, la mayoría de la gente cree
que existe una estrecha relación entre enfermedad mental y violencia”. (p. 110)

De hecho, en 1989, una investigación sobre los caracteres de las series televisivas
demostró que el 72% de los personajes de la pequeña pantalla que representan a individuos
que sufrían problemas mentales, eran escenificados como agresivos y hostiles. A los ojos
de Hollywood, el trastorno psiquiátrico se ha convertido en una condición suficiente para
el crimen diabólico. En resumidas cuentas, «las noticias sobre individuos enajenados que
cometen actos de violencia tan espectaculares como incomprensibles, aunque poco
frecuentes, son muy populares entre los medios de comunicación» (Rojas Marcos, 1997,
p. 111). Frente a ello, «las investigaciones más recientes sobre la relación entre la
enfermedad mental y la violencia casual demuestran que la gran mayoría de los hombres
y mujeres que sufren trastornos mentales graves no son personas agresivas» (Rojas
Marcos, 1997, p. 113). Por ejemplo, en el caso del maltrato infantil, alrededor del 10% de
los casos han sido causados por personas con graves trastornos mentales o de
personalidad, mientras que el 90% restante lo han sido por personas «normales», a
menudo sus propios padres, tutores u otros familiares próximos.
Como consecuencia de las últimas investigaciones, se han ido abriendo los hospitales
psiquiátricos, lo que, sin duda, ha provocado miedo y hasta pánico en muchos ciudadanos,
lo que no es sino el efecto de que poseían un falso estereotipo que les había llevado a
fuertes prejuicios contra los enfermos mentales. Pero, como sostiene el propio Rojas
Marcos, al abrir los hospitales psiquiátricos, los únicos que realmente corren peligro son
los propios enfermos.

CONCLUSIÓN

Como es fácilmente perceptible, la violencia, las conductas agresivas y el crimen poseen


una destacada saliencia estimular por lo que son fácilmente noticia: son conductas
minoritarias entre otras muchas que no son violentas. Por ello destacan tanto. Sin
embargo, existen también otras muchas conductas humanas que son esencialmente
altruistas. Como escribe Rojas Marcos (1997, pp. 217-218),

La prueba fehaciente de que la gran mayoría de hombres y mujeres somos benevolentes


es que perduramos. Si fuéramos por naturaleza crueles y egoístas la humanidad no hubiera
podido sobrevivir. Como tantos antropólogos y sociólogos han argumentado, ninguna
sociedad puede existir sin que sus miembros convivan continuamente en armonía y
sacrificándose los unos por los otros.

Además, como hemos dicho, son factores biológicos los responsables de la agresividad,
dado que ésta existe en todas las especies animales, incluyendo la humana, porque
incrementan su eficacia biológica, es decir, su capacidad de sobrevivir como individuos y
como especies, por lo que dependiendo del tipo de cultura en que se socializan los seres
humanos, así serán de violentos los miembros de una sociedad.

En líneas generales, podemos decir que habrá más violencia donde hay pobreza, más
desempleo, discriminación, alcoholismo, donde es más fácil el acceso a las armas, donde
más violencia en las pantallas y más horas ante ellas pasan los niños y adolescentes, donde
hay una educación familiar punitiva, autoritaria y arbitraria, donde existe un sistema
escolar ineficaz y una política penal deshumanizada y revanchista que ignora las medidas
más básicas de rehabilitación
Referencia Bibliográfica
ADD, C. (s.f.). http://carlosadd.blogspot.com/2015/02/definicion.html. Obtenido de
http://carlosadd.blogspot.com/2015/02/definicion.html

Obejero Bernal, A. (2009). Criminal, Fundamentos de Psicología Juridica e Investigación.


Salamanca: Ediciones Universidad.

Paredes Pérez, J. (2016). COMPILADO DE PSICOLOGIA. CHIMBOTE : ULADECH.


ED

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