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La historia del mundo ha estado marcada por grandes personajes, los cuales han dejado
sus formas de pensamiento, sus hechos más importantes y, en fin, un gran legado a las próximas
generaciones. Esto sale a relucir de una manera muy especial en el campo de la filosofía, el cual se
constituye en un “receptáculo” muy antiguo y vasto de conocimientos que aún siguen vigentes. Así
pues, siendo tan antigua y amplia, en cada época de la historia hay una respectiva edad filosófica
que abarca varios pensamientos en específico. Pero en este momento, solo es importante hablar de
un tema en especial, y éste, es el tiempo; desde los primeros vestigios de la filosofía, hasta los días
del hombre contemporáneo.
En cada edad filosófica hubo grandes pensadores que abordaron el tema del tiempo,
teniendo esto en cuenta, se estudiarán a cuatro filósofos, cada uno perteneciente a una edad distinta,
(antigua, media, moderna y contemporánea) mostrando así, como el problema del tiempo ha estado
presente en toda la historia de la filosofía. Así pues, en la Edad Antigua se dará inicio con el
pensamiento de Aristóteles, seguidamente Agustín en la Edad Media, y en la Edad Moderna y
Contemporánea, se expondrá el pensamiento de Kant y Heidegger respectivamente, completando
así todas las etapas de la filosofía.
Se pretende pues, hablar sintéticamente de cada filósofo, empezando por la definición
que den acerca del tiempo, y después las razones por las cuales afirman esto. Toda esta información
servirá para la cuestión cronológica que se abordará en el segundo capítulo.
Es necesario, antes que nada, saber cuál es la definición de tiempo que da Aristóteles,
para después así, poder saber cómo él llega a esa conclusión. Esta definición pues, reza así: “el
tiempo es número del movimiento según el antes y después” (Aristóteles, 1995, p. 156) Pero
Aristóteles antes de ofrecer esta definición se dedicó a establecer los distintos problemas que surgen
alrededor de la cuestión del tiempo (1995, p. 148) Estos problemas pues, han de tratarse de forma
somera de ahora en adelante.
Lo primero que plantea Aristóteles es la cuestión sobre la existencia del tiempo, lo que
es y no es, ciertamente esto implica hablar acerca de su naturaleza. Así pues, él empieza a hacer
una distinción entre lo que es el acontecimiento y lo que ha de venir, es decir, entre pasado y futuro
(1995, p. 148) pero, ¿dónde está el presente? ¿por qué Aristóteles lo excluye? ¿acaso éste no hace
parte del tiempo? Son muchas preguntas que tratarán de resolverse en este primer capítulo.
Lo dicho anteriormente por el Estagirita, implica que el tiempo se divide en partes,
como si fuera algo divisible. Esta divisibilidad pues, surge cuando Aristóteles empieza a hablar del
pasado y el futuro, ya que él los trata como partes. Así pues, una parte ya pasó, otra parte ha de
venir, pero aquí hay un problema: ninguna “es” o “está”. Es aquí entonces, dónde surge el presente
dentro del problema fundamental del tiempo. Pero puesto que no “es” ni “está”, el presente no es
una parte.
Pero ¿por no ser una parte, no “es”? surge la pregunta entonces, acerca de qué significa
para Aristóteles el término “parte”, a saber: “una parte es la medida del todo” (Aristóteles, 1995,
p. 149) Teniendo en cuenta esto, de que el ahora no es una parte, ya que no mide nada a plenitud
puesto que es algo instantáneo, algo que pasa rápidamente, se puede concluir por qué Aristóteles
no lo considera como parte del tiempo. Aun así, sigue la duda en pie, quizá aclarando el término
“ahora”, se esclarezca un poco más la situación, aunque ciertamente Aristóteles no da una
definición exacta, sino que dice lo siguiente: “el ahora, parece ser el límite entre el pasado y el
futuro” (Aristóteles, 1995, p. 149) si él ahora es considerado como un límite, significa que antes de
eso hubo algo, y ahí sí se podría hablar de tiempo, pero como dice Aristóteles antes de ese ahora,
pudo haber otro ahora simultáneo (Aristóteles, 1995, p. 149) Por lo tanto, es algo que puede llegar
hasta el infinito en cuanto a las distintas sucesiones.
Al fin y al cabo, el tiempo según Aristóteles, se encuentra dividido en estas partes;
pasado y futuro, y el presente lo excluye, puesto que es algo que no se puede medir porque es
instantáneo. Pero ahora falta otro problema clave por resolver, y no necesariamente está referido
al antes y al después (pasado y futuro) sino al tiempo en cuanto a número. El tiempo es el número
del movimiento, esto es según la definición clásica vista anteriormente, falta pues esclarecer, en
qué consiste ésta cuestión numérica.
El tiempo es un número, “pero «número» se puede entender en dos sentidos, ya que
llamamos «número» no sólo lo numerado y lo numerable, sino también aquello mediante lo cual
numeramos.” (Aristóteles, 1995, p. 154) Con esta afirmación, Aristóteles establece dos formas para
entender el número en función del estudio del tiempo, la primera en cuanto a que algo es numerado
y numerable, es decir, se puede medir, contar, cuantificar. Y la segunda sería, lo que permite
numerar eso. Pero de aquí surge una pregunta, si el tiempo en cuanto número se puede entender de
dos maneras según Aristóteles, entonces, ¿el tiempo sería lo numerable o lo por que se numera?
Aristóteles responde: “pues bien, el tiempo es lo numerado, no aquello mediante lo cual
numeramos.” (Aristóteles, 1995, p. 154) Porque lo que se mide y lo que se cuenta es el tiempo,
según su antes y después. Sería número de algo continuo, algo en constante movimiento. Puesto
que, el movimiento y el número se complementan, debido a que por medio de este último se
establece si este movimiento es mayor o menor (1995, p. 154)
Por ser número, no significa que sea principio y fin, entendidos estos como simples
partes, sino como extremos o principios de una gran línea. Pero, ¿porque no también estudiar el
tiempo en cuanto a movimiento? Sencillamente por esto: “el antes y después son ante todo atributos
de un lugar, y en virtud de su posición relativa. Y puesto que en la magnitud hay un antes y un
después, también en el movimiento tiene que haber un antes y un después, por analogía con la
magnitud.” (Aristóteles, 1995, p. 153) Al hablar de “antes y después” se cita implícitamente el
movimiento, es decir, esto ya se estudió un poco anteriormente.
Estos son solo algunos aspectos a estudiar en el tiempo “aristotélico” partiendo de la
definición clásica, (número del movimiento según un antes y un después) la cual es muy clara en
afirmar que el tiempo es la medida de los sucesos teniendo en cuenta su comienzo y su fin. Quedó
un aspecto por resaltar, y es el “ser en el tiempo”, lo cual significa que este posee un movimiento,
y es captado por el tiempo, de ahí que lo abarque y lo afecte. (1995, p. 158) Para no dejar en el aire
el “ser en el tiempo”, servirá de mucha ayuda estudiar a Heidegger para resolver esta cuestión.
Así pues, sobre este aspecto de los entes que son afectados por el tiempo se hablará
mucho más adelante, específicamente al final de este capítulo, cuando se estudie al filósofo
Heidegger, el cual “no ha olvidado una cuestión decisiva por el ser” (Küng, 1979, p. 668)
Finalizando esta primera parte, y después de tener claro qué es el tiempo tomando
como referencia a Aristóteles, sería pertinente hablar ahora acerca de unas cuestiones que van
mucho más allá de una definición, basándose en otro filósofo, pero esta vez no de la Edad Antigua,
sino de la Media.
Hay una dificultad inicial al hablar del tiempo según Agustín y es precisamente la
siguiente pregunta: ¿qué es el tiempo? porque “la dificultad de conceptualizar el tiempo la expresa
el obispo de Hipona con palabras que se harán célebres: “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo
pregunta lo sé, pero si trato de explicárselo a quien me lo pregunta no lo sé” (Revista de
Humanidades, 2008, p. 2)
Agustín no va a dar una definición concreta de tiempo, pero esta dificultad no queda
tan indefinida, teniendo en cuenta lo visto anteriormente con Aristóteles, el cual sí dejó un concepto
claro, al final se va a establecer una relación entre estos dos filósofos. Así pues, teniendo como
base la definición clásica del Estagirita, en el pensamiento de agustiniano solo se mostrarán algunos
aspectos, como, por ejemplo: la inexistencia entre la relación pasado-futuro, el presente inextenso,
el tiempo como medida. Por último, no hay que olvidar una cuestión que siempre va a marcar el
pensamiento de Agustín: Dios. El Dios cristiano va a significar la respuesta a la pregunta principal,
¿qué es el tiempo? Pues el mismo Agustín dirá: “Dame lo que amo, pues ciertamente lo amo, y
esto es don tuyo. Dámelo, ¡oh Padre!, tú qué sabes dar buenas dádivas a tus hijos; dámelo, porque
me he propuesto conocerlas y se me presenta mucho trabajo en ello, hasta que tú me las abras”
(Agustín, 2007, p. 106)
Vale la pena resaltar esto, debido a que Agustín se encuentra en una época en la cual
la filosofía está impregnada por el pensamiento cristiano, una época marcada por Dios. Y no es
extraño que debido a sus creencias y al contexto de su época, todo esto se vea reflejado en sus
obras, en las cuales se puedan encontrar atisbos cristianos inmersos en su pensar filosófico. Por
consiguiente, se resaltarán solo tres aspectos de este filósofo medieval.
Primero, la inexistencia entre la relación pasado-futuro: Independientemente si Agustín
conoce o no la definición de tiempo, hay un problema mucho más grande, y es, saber si este existe,
y, además, si existe en sus tres formas elementales: pasado, presente y futuro. En relación a esto,
él dice: “lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si
nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente” (Agustín,
2007, p. 101) Agustín plantea pues si en verdad el pasado y el futuro existen, si en realidad “son”.
Puesto que el pasado ya fue, en el momento en el que pasó, y el futuro todavía no “es”, porque aún
no ha llegado. Esta cuestión pues, es muy compleja, porque si supuestamente tanto pasado como
futuro no existiesen y entran a formar parte del tiempo, significa que, el tiempo no se podría medir,
ya que, “¿cómo es que puede medirse lo inexistente?” (Revista de Humanidades, 2008, p. 3)
Segundo, el presente inextenso: Después de haber visto anteriormente que ni pasado ni
futuro existen (supuestamente), surge la pregunta pues, de qué es lo que en realidad existe, esto es;
“el presente, el único tiempo que existe realmente” (Revista de Humanidades, 2008, p. 4) Bueno,
esto ya queda claro, pero ahora, parece que el presente fuese fugaz, instantáneo, lo cual hace pensar
que no se puede medir; es como si no tuviera espacio, como si no tuviera extensión alguna (2007,
p. 102) Seguidamente, el Obispo de Hipona, propone un ejemplo que habla acerca de años, meses,
días e incluso horas. Todo esto referido a la presencia del pasado y del futuro con respecto al
presente, y a la duración de estos, largos o breves. Él empieza afirmando: “Llamamos tiempo
pasado largo, a cien años antes de ahora, y de igual modo tiempo futuro largo a cien años después;
tiempo pasado breve, si decimos, por ejemplo, hace diez días, y tiempo futuro breve, si dentro de
diez días. Pero ¿cómo puede ser largo o breve lo que no es? Porque el pasado ya no es, y el futuro
todavía no es” (Agustín, 2007, p. 101)
A partir de esto, ¿cómo determinar la medida del tiempo? Teniendo en cuenta el
ejemplo, si empiezan a trascurrir esos años, no todos serían al mismo tiempo, sino uno a la vez, y,
aun así, este año se dividiría en sus doce meses, y se empezaría por el primer mes, y así
sucesivamente hasta llegar a los días y después a las horas, y, por último, acabar a un infinito. Con
todo esto, aun no se ha aclarado si el pasado y el futuro existen, menos mal que Agustín hace la
salvedad respecto a esto. Es decir, el plantea dos cuestiones (que en el fondo llevan un tinte
cristiano) para ayudar a resolver este problema: una respecto a los que predicen el futuro (profetas)
y otra los que narran hechos pasados ¿Cómo pueden hacer esto, si ellos no pueden ver ni futuro ni
pasado? Mediante estos ejemplos, Agustín afirma inmediatamente que tanto futuro como pasado,
sí existen (2007, p. 103) pero a pesar de que da una respuesta, él quiere saber en dónde se
encuentran estos, en dónde están. Este problema se abordará más adelante cuando se hable del
espíritu y la materia referido al tiempo.
Pero para no quedar en el aire, una posible solución a toda esta inquietud va en relación
con la invisibilidad del pasado y del futuro, porque ninguno de los dos (como se dijo anteriormente)
se pueden ver, lo único que se puede hacer es recordar y predecir (2007, p. 103) Entonces si esto
es así, la única respuesta para medir el tiempo se hallaría en el presente, porque esto es lo único
que se puede ver en él, y como se puede ver, entonces existe (2008, p. 6) Pues la verdad no, hay
que recordar que el tiempo no tiene extensión para ser medido, entonces ¿no hay solución alguna?
Agustín tratará de darla en el siguiente aspecto.
Tercero, el tiempo como medida. Este aspecto inicia negativamente, porque si se
establece el tiempo como medida, ¿qué va a medir? Puesto que no se puede medir lo que no existe
(pasado y futuro) ni tampoco lo que no posee extensión alguna (presente). Para resolver esto,
Agustín propone analizar al tiempo junto con el movimiento (2008, p. 6) lo cual suena un poco
Aristotélico, como lo visto anteriormente con la Edad Antigua. Pero para poder seguir, cabe aclarar
que no se debe confundir el tiempo con el movimiento en especial, si es el de los astros, pues estos
no son lo mismo. Agustín dice al respecto (con el pensamiento cristiano de trasfondo): “Nadie,
pues, me diga que el tiempo es el movimiento de los cuerpos celestes; porque cuando se detuvo el
sol por deseos de un individuo para dar fin a una batalla victoriosa, estaba quieto el sol y caminaba
el tiempo” (Agustín, 2007, p. 107)
Sabiendo esto, ¿qué significa medir el tiempo? ¿Qué cosa es lo que mide este? Pues
“medir otros tiempos que pasan” (Agustín, 2007, p. 107). Mide además el movimiento y aquello
que está en reposo. Esto no es suficiente para resolver esta cuestión, así pues, se hace necesario
dentro de este aspecto, tratar dos puntos claves que se mencionaron hace poco: la materia y el
espíritu.
Materia: Esta se hace necesaria para la medición del tiempo, puesto que anteriormente
se habló de que ni pasado ni futuro “existían” puesto que no se podían ver, pero el presente sí,
porque es lo único que se puede ver, y como se puede ver, entonces existe, y como “es”, significa
que posee una materia que la hace parte de la realidad. Así pues, no puede faltar la materia, porque
lo anterior “implica que sólo existirá tiempo donde haya entes materiales, ya que sólo en ellos se
da el movimiento” (Revista de Humanidades, 2008, p. 7) Agustín coloca un ejemplo bíblico que
ayuda a iluminar un poco: “Tú, Señor, hiciste el mundo de una materia informe, un casi nada sacado
por ti de la nada, para hacer de ella las cosas grandes que nos llenan de admiración a los hijos de
los hombres...” (Agustín, 2007, p. 112) La tierra está vacía y no posee forma, si esto es así, no
existe orden alguno de días u horas, y como no hay, no se puede hablar de movimiento, ni mucho
menos de tiempo, porque aunque había materia, faltaba la forma. Pero sobre esta tierra informe,
Dios construiría la tierra como tal (2008, p. 7)
Por consiguiente, si hay ausencia de materia y de forma, no hay ni movimiento ni
tiempo, “porque los tiempos se forman con los cambios de las cosas, con las variaciones y
sucesiones de las formas sobre la materia, que es la tierra invisible a que aludimos” (Agustín, 2007,
p. 112) Entonces, falta aclarar el tema del espíritu, que de seguro ayudará a dar clara respuesta a
todo lo dicho anteriormente.
Espíritu: La pregunta sigue en pie, ¿qué es lo que se mide? Respecto a esto, Agustín
ahora propone el ejemplo de las sílabas. No sabe en qué momento han de decirse si estas son largas
o breves, porque aún no hay forma de medirlas. Mientras una termina la otra va iniciando, y así
sucesivamente, y cuando dejan de ser pronunciadas inmediatamente dejan de existir. Entonces
¿cómo mido (si es que lo hago) lo que ya no es? Agustín al fin responde: “Lo que mido es algo que
tengo en mi memoria y que permanece fijo en ella” (Agustín, 2007, p. 110)
Todo esto lleva a inducir claramente, que el espíritu es lo que mide el tiempo, así pues,
pasado y futuro solo pueden ser captados por las facultades propias del espíritu. Ya se sabe quién
lo mide, pero ¿cómo lo hace? ¿qué posee el espíritu que lo hace capaz de medir el tiempo en sí?
Pues posee “memoria, atención y expectación que son los tres “factores” en los que están presentes
al espíritu pasado, presente y futuro” (Revista de Humanidades, 2008, p. 7)
Pasar por estas dos grandes etapas de la filosofía ciertamente es un reto, primero por el
nivel de complejidad de los filósofos y además por el contexto histórico de cada uno. Es justo
entonces, desarrollar dos ideas claves sobre todo lo dicho, que desemboquen en una primera
síntesis, para después poder avanzar a la Edad Moderna y Contemporánea respectivamente.
Primera, ¿qué es el tiempo?: A lo cual responde Aristóteles: “el tiempo es número del
movimiento según el antes y después” (Aristóteles, 1995, p. 156) A partir de esto, él confiesa que
el tiempo posee una divisibilidad, a saber; pasado, futuro y presente. Afirma que el presente existe;
(aunque es instantáneo) entonces, uno no ha sido, otro será, y otro si es, pero pasa muy rápido.
Segunda, ¿cómo se mide el tiempo?: A lo cual responde Agustín: “Lo que mido es algo
que tengo en mi memoria y que permanece fijo en ella” (Agustín, 2007, p. 110) Con base en esto,
Agustín propone lo mismo que Aristóteles en cuanto a pasado, futuro y presente, pero aclara que
el espíritu mide el tiempo, pues posee las suficientes facultades para hacerlo; memoria, atención y
expectación.
Síntesis: “Con lo anterior, Agustín llega a resultados claramente similares a los de
Aristóteles en la Física. La genialidad del obispo de Hipona es que llega a tales resultados sin haber
conocido en absoluto la obra del Estagirita” (Revista de Humanidades, 2008, p. 7)
La Edad que viene a continuación es la Moderna, una época marcada por el inicio del
Renacimiento y las revoluciones que trajo consigo, y además por la Ilustración, período en el cual
se encuentra el filósofo que va a hablar del tiempo, el cual “siempre va a estar buscando algo más
allá de la razón pura… y cuyo punto de partida no va a ser el objeto, sino el entendimiento humano”
(Küng, 1979, p. 731)
“La razón humana tiene, en una especie de sus conocimientos, el destino particular de
verse acosada por cuestiones que no puede apartar, pues le son propuestas por la naturaleza de la
razón misma” (Kant, 2002, p. 2)
Kant y la razón pura
“Heidegger quiere ser, no filósofo de la existencia como el Jaspers, sino pensador del
ser: ahora al servicio de un nuevo humanismo” (Küng, 1979, p. 672) Con este último pensador, se
finalizará el primer capítulo, sirviendo a la vez como una “bisagra” para el segundo. Con la anterior
cita sobre Heidegger, hay que tener claro, que, para poder estudiar el tiempo, se debería hablar
sobre el Ser (Dasein) sea al principio o al final; o en el peor de los casos, en ninguno.
Después de esto, queda aún algo más por abordar, que se dijo antes de exponer el
pensamiento de Heidegger, pero en realidad nunca se supo en qué consistía, sino hasta ahora, y por
eso se hace necesario echar una mirada atrás, no para retroceder en la investigación, sino para
avanzar. Cuando finalizó la tesis sobre el pensamiento de Agustín, se hizo una comparación entre
él y Aristóteles, que fue necesaria para ver la convergencia de ambos pensadores. Por consiguiente
(¿y por qué no?) sería bueno “hacer lo mismo” con Heidegger, y con el pensador que le precede,
es decir, Kant. Pero desde otro camino.
Pasar por la Edad Moderna y contemporánea ha sido un reto mucho más problemático
que la Antigua y la Media. Abandonar la visión que depende de Dios y de la Naturaleza, para
situarse en un modo de pensar a partir del mismo hombre, a partir de su sentido interno, y además
llegando a rastrear los pasos del Ser. Con esto y mucho más, vuelve a ser justo realizar dos ideas
claves sobre todo lo dicho, que desembocarán en una síntesis.
Primera, ¿qué es el tiempo?: A lo cual responde Kant: “el tiempo es una representación
necesaria que está a la base de todas las intuiciones” (Kant, 2002, p. 33) A partir de esto, él confiesa
que el tiempo no posee un carácter objetivo, no es facto, por lo tanto, se constituye solo en una
forma del sentido interno, que hace posible las realidades externas.
Segunda, ¿cómo se mide el tiempo?: A lo cual responde Heidegger: “el sol sirve para
datar el tiempo interpretado en el ocuparse. De esta datación surge la medida “más natural” del
tiempo: el día” (Heidegger, 1953, p. 396) Con base en esto, Heidegger propone una medición
mucho más “natural” basada en el universo, cuya máxima concretización se da en el reloj digital.
Síntesis: Con lo anterior, los resultados entre ambos no son lo más parecidos, pero de
una u otra manera sus pensamientos se funden para elaborar una buena respuesta a la inquietud del
tiempo y su medición.
Ha sido un camino un poco largo y difícil, el haber estudiado a estos filósofos, cada
uno con sus interrogantes e inquietudes. Puesto que escribir acerca de ellos, conlleva a hablar de
distintas épocas y formas de pensar. Lo importante es que se ha tratado de mantener una línea que
unifique estos pensamientos tan ricos y a la vez tan vastos. Por eso tantas veces se insistió en la
necesidad de hacer fórmulas que ayudaran a sintetizar tanta información dada en este primer
capítulo, tanto así, que puede parecer que se han repetido cosas innecesarias. Además, algunos
comentarios “parecen” estar repetidos, pero en realidad, ayudan a entender un poco más el texto.
Es obvio que no se estudió a profundidad el pensamiento de cada filósofo, puesto que, para una
empresa de este tamaño, lo más propicio sería escribir un libro, en vez de escribir solo veinte hojas.
El próximo capítulo va a estar marcado por la medición del tiempo, es decir, la cronología.
Ciertamente todo el contenido filosófico expuesto anteriormente, servirá más adelante, en especial
Heidegger, que no por coincidencia cierra este primer capítulo, sirviendo su pensamiento como un
“puente” entre la filosofía y la cronología. Así pues, se hablará del reloj, del calendario y los
distintos husos horarios empleados a nivel mundial, por consiguiente, cabe advertir que en adelante
no se hablará de filosofía (cosa que ya se hizo, ¡y mucho!) sino que tendrá un aspecto mucho más
social. Es seguro que al final del siguiente capítulo se encuentren ideas mucho más interesantes
respecto a la medida del tiempo que el primero. Es bueno mostrar una de esas conclusiones, y se
hará citando a un filósofo francés que se ha omitido en este trabajo por razones de brevedad, pero,
aun así, vale la pena mostrar una frase de su actividad filosófica, la cual se ha de tomar con seriedad,
porque como ya se dijo, es un atisbo de una conclusión muy interesante.