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RECORRIDO FILOSÓFICO DEL TIEMPO A TRAVÉS DE LA HISTORIA

La razón humana tiene, en una especie de sus conocimientos, el destino particular de


verse acosada por cuestiones que no puede apartar, pues le son propuestas por la naturaleza de
la razón misma, pero a las que tampoco puede contestar, porque superan las facultades de la razón
humana.
Emmanuel Kant

La historia del mundo ha estado marcada por grandes personajes, los cuales han dejado
sus formas de pensamiento, sus hechos más importantes y, en fin, un gran legado a las próximas
generaciones. Esto sale a relucir de una manera muy especial en el campo de la filosofía, el cual se
constituye en un “receptáculo” muy antiguo y vasto de conocimientos que aún siguen vigentes. Así
pues, siendo tan antigua y amplia, en cada época de la historia hay una respectiva edad filosófica
que abarca varios pensamientos en específico. Pero en este momento, solo es importante hablar de
un tema en especial, y éste, es el tiempo; desde los primeros vestigios de la filosofía, hasta los días
del hombre contemporáneo.

Cuatro reflexiones filosóficas

En cada edad filosófica hubo grandes pensadores que abordaron el tema del tiempo,
teniendo esto en cuenta, se estudiarán a cuatro filósofos, cada uno perteneciente a una edad distinta,
(antigua, media, moderna y contemporánea) mostrando así, como el problema del tiempo ha estado
presente en toda la historia de la filosofía. Así pues, en la Edad Antigua se dará inicio con el
pensamiento de Aristóteles, seguidamente Agustín en la Edad Media, y en la Edad Moderna y
Contemporánea, se expondrá el pensamiento de Kant y Heidegger respectivamente, completando
así todas las etapas de la filosofía.
Se pretende pues, hablar sintéticamente de cada filósofo, empezando por la definición
que den acerca del tiempo, y después las razones por las cuales afirman esto. Toda esta información
servirá para la cuestión cronológica que se abordará en el segundo capítulo.

Según la Física de Aristóteles

Es necesario, antes que nada, saber cuál es la definición de tiempo que da Aristóteles,
para después así, poder saber cómo él llega a esa conclusión. Esta definición pues, reza así: “el
tiempo es número del movimiento según el antes y después” (Aristóteles, 1995, p. 156) Pero
Aristóteles antes de ofrecer esta definición se dedicó a establecer los distintos problemas que surgen
alrededor de la cuestión del tiempo (1995, p. 148) Estos problemas pues, han de tratarse de forma
somera de ahora en adelante.
Lo primero que plantea Aristóteles es la cuestión sobre la existencia del tiempo, lo que
es y no es, ciertamente esto implica hablar acerca de su naturaleza. Así pues, él empieza a hacer
una distinción entre lo que es el acontecimiento y lo que ha de venir, es decir, entre pasado y futuro
(1995, p. 148) pero, ¿dónde está el presente? ¿por qué Aristóteles lo excluye? ¿acaso éste no hace
parte del tiempo? Son muchas preguntas que tratarán de resolverse en este primer capítulo.
Lo dicho anteriormente por el Estagirita, implica que el tiempo se divide en partes,
como si fuera algo divisible. Esta divisibilidad pues, surge cuando Aristóteles empieza a hablar del
pasado y el futuro, ya que él los trata como partes. Así pues, una parte ya pasó, otra parte ha de
venir, pero aquí hay un problema: ninguna “es” o “está”. Es aquí entonces, dónde surge el presente
dentro del problema fundamental del tiempo. Pero puesto que no “es” ni “está”, el presente no es
una parte.
Pero ¿por no ser una parte, no “es”? surge la pregunta entonces, acerca de qué significa
para Aristóteles el término “parte”, a saber: “una parte es la medida del todo” (Aristóteles, 1995,
p. 149) Teniendo en cuenta esto, de que el ahora no es una parte, ya que no mide nada a plenitud
puesto que es algo instantáneo, algo que pasa rápidamente, se puede concluir por qué Aristóteles
no lo considera como parte del tiempo. Aun así, sigue la duda en pie, quizá aclarando el término
“ahora”, se esclarezca un poco más la situación, aunque ciertamente Aristóteles no da una
definición exacta, sino que dice lo siguiente: “el ahora, parece ser el límite entre el pasado y el
futuro” (Aristóteles, 1995, p. 149) si él ahora es considerado como un límite, significa que antes de
eso hubo algo, y ahí sí se podría hablar de tiempo, pero como dice Aristóteles antes de ese ahora,
pudo haber otro ahora simultáneo (Aristóteles, 1995, p. 149) Por lo tanto, es algo que puede llegar
hasta el infinito en cuanto a las distintas sucesiones.
Al fin y al cabo, el tiempo según Aristóteles, se encuentra dividido en estas partes;
pasado y futuro, y el presente lo excluye, puesto que es algo que no se puede medir porque es
instantáneo. Pero ahora falta otro problema clave por resolver, y no necesariamente está referido
al antes y al después (pasado y futuro) sino al tiempo en cuanto a número. El tiempo es el número
del movimiento, esto es según la definición clásica vista anteriormente, falta pues esclarecer, en
qué consiste ésta cuestión numérica.
El tiempo es un número, “pero «número» se puede entender en dos sentidos, ya que
llamamos «número» no sólo lo numerado y lo numerable, sino también aquello mediante lo cual
numeramos.” (Aristóteles, 1995, p. 154) Con esta afirmación, Aristóteles establece dos formas para
entender el número en función del estudio del tiempo, la primera en cuanto a que algo es numerado
y numerable, es decir, se puede medir, contar, cuantificar. Y la segunda sería, lo que permite
numerar eso. Pero de aquí surge una pregunta, si el tiempo en cuanto número se puede entender de
dos maneras según Aristóteles, entonces, ¿el tiempo sería lo numerable o lo por que se numera?
Aristóteles responde: “pues bien, el tiempo es lo numerado, no aquello mediante lo cual
numeramos.” (Aristóteles, 1995, p. 154) Porque lo que se mide y lo que se cuenta es el tiempo,
según su antes y después. Sería número de algo continuo, algo en constante movimiento. Puesto
que, el movimiento y el número se complementan, debido a que por medio de este último se
establece si este movimiento es mayor o menor (1995, p. 154)
Por ser número, no significa que sea principio y fin, entendidos estos como simples
partes, sino como extremos o principios de una gran línea. Pero, ¿porque no también estudiar el
tiempo en cuanto a movimiento? Sencillamente por esto: “el antes y después son ante todo atributos
de un lugar, y en virtud de su posición relativa. Y puesto que en la magnitud hay un antes y un
después, también en el movimiento tiene que haber un antes y un después, por analogía con la
magnitud.” (Aristóteles, 1995, p. 153) Al hablar de “antes y después” se cita implícitamente el
movimiento, es decir, esto ya se estudió un poco anteriormente.
Estos son solo algunos aspectos a estudiar en el tiempo “aristotélico” partiendo de la
definición clásica, (número del movimiento según un antes y un después) la cual es muy clara en
afirmar que el tiempo es la medida de los sucesos teniendo en cuenta su comienzo y su fin. Quedó
un aspecto por resaltar, y es el “ser en el tiempo”, lo cual significa que este posee un movimiento,
y es captado por el tiempo, de ahí que lo abarque y lo afecte. (1995, p. 158) Para no dejar en el aire
el “ser en el tiempo”, servirá de mucha ayuda estudiar a Heidegger para resolver esta cuestión.
Así pues, sobre este aspecto de los entes que son afectados por el tiempo se hablará
mucho más adelante, específicamente al final de este capítulo, cuando se estudie al filósofo
Heidegger, el cual “no ha olvidado una cuestión decisiva por el ser” (Küng, 1979, p. 668)
Finalizando esta primera parte, y después de tener claro qué es el tiempo tomando
como referencia a Aristóteles, sería pertinente hablar ahora acerca de unas cuestiones que van
mucho más allá de una definición, basándose en otro filósofo, pero esta vez no de la Edad Antigua,
sino de la Media.

Las Confesiones como punto de partida de la tradición agustiniana

Hay una dificultad inicial al hablar del tiempo según Agustín y es precisamente la
siguiente pregunta: ¿qué es el tiempo? porque “la dificultad de conceptualizar el tiempo la expresa
el obispo de Hipona con palabras que se harán célebres: “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo
pregunta lo sé, pero si trato de explicárselo a quien me lo pregunta no lo sé” (Revista de
Humanidades, 2008, p. 2)
Agustín no va a dar una definición concreta de tiempo, pero esta dificultad no queda
tan indefinida, teniendo en cuenta lo visto anteriormente con Aristóteles, el cual sí dejó un concepto
claro, al final se va a establecer una relación entre estos dos filósofos. Así pues, teniendo como
base la definición clásica del Estagirita, en el pensamiento de agustiniano solo se mostrarán algunos
aspectos, como, por ejemplo: la inexistencia entre la relación pasado-futuro, el presente inextenso,
el tiempo como medida. Por último, no hay que olvidar una cuestión que siempre va a marcar el
pensamiento de Agustín: Dios. El Dios cristiano va a significar la respuesta a la pregunta principal,
¿qué es el tiempo? Pues el mismo Agustín dirá: “Dame lo que amo, pues ciertamente lo amo, y
esto es don tuyo. Dámelo, ¡oh Padre!, tú qué sabes dar buenas dádivas a tus hijos; dámelo, porque
me he propuesto conocerlas y se me presenta mucho trabajo en ello, hasta que tú me las abras”
(Agustín, 2007, p. 106)
Vale la pena resaltar esto, debido a que Agustín se encuentra en una época en la cual
la filosofía está impregnada por el pensamiento cristiano, una época marcada por Dios. Y no es
extraño que debido a sus creencias y al contexto de su época, todo esto se vea reflejado en sus
obras, en las cuales se puedan encontrar atisbos cristianos inmersos en su pensar filosófico. Por
consiguiente, se resaltarán solo tres aspectos de este filósofo medieval.
Primero, la inexistencia entre la relación pasado-futuro: Independientemente si Agustín
conoce o no la definición de tiempo, hay un problema mucho más grande, y es, saber si este existe,
y, además, si existe en sus tres formas elementales: pasado, presente y futuro. En relación a esto,
él dice: “lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si
nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente” (Agustín,
2007, p. 101) Agustín plantea pues si en verdad el pasado y el futuro existen, si en realidad “son”.
Puesto que el pasado ya fue, en el momento en el que pasó, y el futuro todavía no “es”, porque aún
no ha llegado. Esta cuestión pues, es muy compleja, porque si supuestamente tanto pasado como
futuro no existiesen y entran a formar parte del tiempo, significa que, el tiempo no se podría medir,
ya que, “¿cómo es que puede medirse lo inexistente?” (Revista de Humanidades, 2008, p. 3)
Segundo, el presente inextenso: Después de haber visto anteriormente que ni pasado ni
futuro existen (supuestamente), surge la pregunta pues, de qué es lo que en realidad existe, esto es;
“el presente, el único tiempo que existe realmente” (Revista de Humanidades, 2008, p. 4) Bueno,
esto ya queda claro, pero ahora, parece que el presente fuese fugaz, instantáneo, lo cual hace pensar
que no se puede medir; es como si no tuviera espacio, como si no tuviera extensión alguna (2007,
p. 102) Seguidamente, el Obispo de Hipona, propone un ejemplo que habla acerca de años, meses,
días e incluso horas. Todo esto referido a la presencia del pasado y del futuro con respecto al
presente, y a la duración de estos, largos o breves. Él empieza afirmando: “Llamamos tiempo
pasado largo, a cien años antes de ahora, y de igual modo tiempo futuro largo a cien años después;
tiempo pasado breve, si decimos, por ejemplo, hace diez días, y tiempo futuro breve, si dentro de
diez días. Pero ¿cómo puede ser largo o breve lo que no es? Porque el pasado ya no es, y el futuro
todavía no es” (Agustín, 2007, p. 101)
A partir de esto, ¿cómo determinar la medida del tiempo? Teniendo en cuenta el
ejemplo, si empiezan a trascurrir esos años, no todos serían al mismo tiempo, sino uno a la vez, y,
aun así, este año se dividiría en sus doce meses, y se empezaría por el primer mes, y así
sucesivamente hasta llegar a los días y después a las horas, y, por último, acabar a un infinito. Con
todo esto, aun no se ha aclarado si el pasado y el futuro existen, menos mal que Agustín hace la
salvedad respecto a esto. Es decir, el plantea dos cuestiones (que en el fondo llevan un tinte
cristiano) para ayudar a resolver este problema: una respecto a los que predicen el futuro (profetas)
y otra los que narran hechos pasados ¿Cómo pueden hacer esto, si ellos no pueden ver ni futuro ni
pasado? Mediante estos ejemplos, Agustín afirma inmediatamente que tanto futuro como pasado,
sí existen (2007, p. 103) pero a pesar de que da una respuesta, él quiere saber en dónde se
encuentran estos, en dónde están. Este problema se abordará más adelante cuando se hable del
espíritu y la materia referido al tiempo.
Pero para no quedar en el aire, una posible solución a toda esta inquietud va en relación
con la invisibilidad del pasado y del futuro, porque ninguno de los dos (como se dijo anteriormente)
se pueden ver, lo único que se puede hacer es recordar y predecir (2007, p. 103) Entonces si esto
es así, la única respuesta para medir el tiempo se hallaría en el presente, porque esto es lo único
que se puede ver en él, y como se puede ver, entonces existe (2008, p. 6) Pues la verdad no, hay
que recordar que el tiempo no tiene extensión para ser medido, entonces ¿no hay solución alguna?
Agustín tratará de darla en el siguiente aspecto.
Tercero, el tiempo como medida. Este aspecto inicia negativamente, porque si se
establece el tiempo como medida, ¿qué va a medir? Puesto que no se puede medir lo que no existe
(pasado y futuro) ni tampoco lo que no posee extensión alguna (presente). Para resolver esto,
Agustín propone analizar al tiempo junto con el movimiento (2008, p. 6) lo cual suena un poco
Aristotélico, como lo visto anteriormente con la Edad Antigua. Pero para poder seguir, cabe aclarar
que no se debe confundir el tiempo con el movimiento en especial, si es el de los astros, pues estos
no son lo mismo. Agustín dice al respecto (con el pensamiento cristiano de trasfondo): “Nadie,
pues, me diga que el tiempo es el movimiento de los cuerpos celestes; porque cuando se detuvo el
sol por deseos de un individuo para dar fin a una batalla victoriosa, estaba quieto el sol y caminaba
el tiempo” (Agustín, 2007, p. 107)
Sabiendo esto, ¿qué significa medir el tiempo? ¿Qué cosa es lo que mide este? Pues
“medir otros tiempos que pasan” (Agustín, 2007, p. 107). Mide además el movimiento y aquello
que está en reposo. Esto no es suficiente para resolver esta cuestión, así pues, se hace necesario
dentro de este aspecto, tratar dos puntos claves que se mencionaron hace poco: la materia y el
espíritu.
Materia: Esta se hace necesaria para la medición del tiempo, puesto que anteriormente
se habló de que ni pasado ni futuro “existían” puesto que no se podían ver, pero el presente sí,
porque es lo único que se puede ver, y como se puede ver, entonces existe, y como “es”, significa
que posee una materia que la hace parte de la realidad. Así pues, no puede faltar la materia, porque
lo anterior “implica que sólo existirá tiempo donde haya entes materiales, ya que sólo en ellos se
da el movimiento” (Revista de Humanidades, 2008, p. 7) Agustín coloca un ejemplo bíblico que
ayuda a iluminar un poco: “Tú, Señor, hiciste el mundo de una materia informe, un casi nada sacado
por ti de la nada, para hacer de ella las cosas grandes que nos llenan de admiración a los hijos de
los hombres...” (Agustín, 2007, p. 112) La tierra está vacía y no posee forma, si esto es así, no
existe orden alguno de días u horas, y como no hay, no se puede hablar de movimiento, ni mucho
menos de tiempo, porque aunque había materia, faltaba la forma. Pero sobre esta tierra informe,
Dios construiría la tierra como tal (2008, p. 7)
Por consiguiente, si hay ausencia de materia y de forma, no hay ni movimiento ni
tiempo, “porque los tiempos se forman con los cambios de las cosas, con las variaciones y
sucesiones de las formas sobre la materia, que es la tierra invisible a que aludimos” (Agustín, 2007,
p. 112) Entonces, falta aclarar el tema del espíritu, que de seguro ayudará a dar clara respuesta a
todo lo dicho anteriormente.
Espíritu: La pregunta sigue en pie, ¿qué es lo que se mide? Respecto a esto, Agustín
ahora propone el ejemplo de las sílabas. No sabe en qué momento han de decirse si estas son largas
o breves, porque aún no hay forma de medirlas. Mientras una termina la otra va iniciando, y así
sucesivamente, y cuando dejan de ser pronunciadas inmediatamente dejan de existir. Entonces
¿cómo mido (si es que lo hago) lo que ya no es? Agustín al fin responde: “Lo que mido es algo que
tengo en mi memoria y que permanece fijo en ella” (Agustín, 2007, p. 110)
Todo esto lleva a inducir claramente, que el espíritu es lo que mide el tiempo, así pues,
pasado y futuro solo pueden ser captados por las facultades propias del espíritu. Ya se sabe quién
lo mide, pero ¿cómo lo hace? ¿qué posee el espíritu que lo hace capaz de medir el tiempo en sí?
Pues posee “memoria, atención y expectación que son los tres “factores” en los que están presentes
al espíritu pasado, presente y futuro” (Revista de Humanidades, 2008, p. 7)

Con esto ha finalizado el pensamiento agustiniano, que ciertamente ha sido un poco


extenso, pero gracias a él se han aclarado las cuestiones respecto al tiempo planteadas al inicio.
Hay que admitir también, que no se han tocado cuestiones relativas a Dios, como, por ejemplo:
Dios y la eternidad, Dios creador del tiempo y otras más. Además, no hay que olvidar el análisis
del pensamiento aristotélico, el cual ha dado una definición clara, y Agustín ha complementado un
poco con los aspectos mencionados anteriormente. Por último, antes de pasar a la Edad Moderna,
es necesario establecer la relación existente entre Aristóteles y Agustín, y después de esto, un
primer conjunto de ideas resolutas respecto a estos dos filósofos.

Aristóteles y Agustín: ¡dos pensadores análogos!

Increíblemente estos pensadores llegan a converger tanto en cuanto al tiempo,


especialmente cuando se refieren a la cuestión del espíritu (o alma) porque este es necesario para
que el tiempo exista, este es quien lo mide. Por eso se puede afirmar que Agustín posee una
concepción psicológica del tiempo, de la cual Aristóteles no está nada alejado, ya que él mismo
llega a afirmar: “resulta imposible la existencia del tiempo sin la existencia del alma” (Aristóteles,
1995, p. 165) Sea pues alma o espíritu, Aristóteles o Agustín, la medición del tiempo se encuentra
fuera de cualquier forma material o tangible, escapa de la realidad conocida, entonces ¿qué mide
el reloj?... (esta cuestión se tratará al final de este capítulo y al inicio del segundo) lo que por ahora
interesa es la síntesis filosófica de estos pensadores, porque con todo lo visto anteriormente, no se
puede negar la relación entre ellos.
A modo de síntesis: primer bloque de ideas

Pasar por estas dos grandes etapas de la filosofía ciertamente es un reto, primero por el
nivel de complejidad de los filósofos y además por el contexto histórico de cada uno. Es justo
entonces, desarrollar dos ideas claves sobre todo lo dicho, que desemboquen en una primera
síntesis, para después poder avanzar a la Edad Moderna y Contemporánea respectivamente.
Primera, ¿qué es el tiempo?: A lo cual responde Aristóteles: “el tiempo es número del
movimiento según el antes y después” (Aristóteles, 1995, p. 156) A partir de esto, él confiesa que
el tiempo posee una divisibilidad, a saber; pasado, futuro y presente. Afirma que el presente existe;
(aunque es instantáneo) entonces, uno no ha sido, otro será, y otro si es, pero pasa muy rápido.
Segunda, ¿cómo se mide el tiempo?: A lo cual responde Agustín: “Lo que mido es algo
que tengo en mi memoria y que permanece fijo en ella” (Agustín, 2007, p. 110) Con base en esto,
Agustín propone lo mismo que Aristóteles en cuanto a pasado, futuro y presente, pero aclara que
el espíritu mide el tiempo, pues posee las suficientes facultades para hacerlo; memoria, atención y
expectación.
Síntesis: “Con lo anterior, Agustín llega a resultados claramente similares a los de
Aristóteles en la Física. La genialidad del obispo de Hipona es que llega a tales resultados sin haber
conocido en absoluto la obra del Estagirita” (Revista de Humanidades, 2008, p. 7)

La Edad que viene a continuación es la Moderna, una época marcada por el inicio del
Renacimiento y las revoluciones que trajo consigo, y además por la Ilustración, período en el cual
se encuentra el filósofo que va a hablar del tiempo, el cual “siempre va a estar buscando algo más
allá de la razón pura… y cuyo punto de partida no va a ser el objeto, sino el entendimiento humano”
(Küng, 1979, p. 731)

“La razón humana tiene, en una especie de sus conocimientos, el destino particular de
verse acosada por cuestiones que no puede apartar, pues le son propuestas por la naturaleza de la
razón misma” (Kant, 2002, p. 2)
Kant y la razón pura

“Emmanuel Kant nació en 1724 en Königsberg, ciudad de Prusia Oriental en el seno


de una familia modesta de artesanos, probablemente de origen escocés. Su padre era guarnicionero
y su madre, ama de casa” (Reale & Antíseri, 2011, p. 528) Este hombre va a ser el más brillante
pensador de la Edad Moderna, caracterizado por la radicalidad con la que revolucionó la filosofía,
siendo así, como Copérnico en la astronomía (2011, p. 528) Teniendo esto en cuenta, a
continuación, se va a estudiar la concepción de tiempo que maneja este filósofo, la cual está inmersa
en su máxima obra: Crítica de la razón pura.
Antes de empezar a mostrar el pensar de Kant respecto al tiempo, sería bueno explicar
a nivel general, cómo se da el conocimiento según este filósofo.
El conocimiento humano se divide en dos ramas; el de sentido y el de entendimiento.
Con el primero, los objetos son “dados” (espacio) y con el segundo son “pensados” (tiempo). Una
es “sensación” y la otra es “percepción sensorial”. Esto va a significar la estética trascendental, ya
que estudia las estructuras de la sensibilidad, siendo así, como el hombre recibe las sensaciones y
forma con estas el conocimiento (2011, p. 546) El tiempo pues, se ubica dentro de las “cosas
pensadas”, es decir, en la parte del entendimiento. Anteriormente se había dicho que la época de
Kant va a estar marcada por el pensamiento subjetivo, es decir desde el yo (solipsismo), esto va a
ocasionar una nueva definición del tiempo, distinta a la de Aristóteles y Agustín, pero parecida en
un aspecto muy especial, que se explicará al terminar de exponer el pensamiento del filósofo
alemán.
Todo lo que Kant dice acerca del tiempo, se encuentra en su Crítica a la razón pura,
exactamente de la Segunda Sección de la Estética Trascendental; esto lo hace después de haber
explicado todo lo concerniente al espacio. En esta parte de su obra, plantea la tesis del tiempo
dividida en tres partes: exposición metafísica, exposición trascendental y explicación. A
continuación, se abordará (sintéticamente) cada una de estas partes.
Exposición Metafísica: Kant partirá a hablar del tiempo, a partir de lo que este no es.
A saber: “el tiempo no es un concepto empírico que se derive de una experiencia” (Kant, 2002, p.
33) como tal, el tiempo no se localiza en un lugar específico, con los sentidos externos el ser
humano no puede conocer esta realidad, entonces queda claro que le tiempo no depende de la
experiencia, entonces, sigue la pregunta, ¿qué es el tiempo para Kant?
A saber: “el tiempo es una representación necesaria que está a la base de todas las
intuiciones” (Kant, 2002, p. 33) Con esta primera definición, se presenta al tiempo como algo
necesario, algo que debe estar presente en todos los fenómenos, ya que, sin él, no podrían existir.
Es la base de todo aquello que conocemos, con razón se viene a decir, que el tiempo es dado a
priori (no necesita de la experiencia). Por último, Kant dice que el tiempo no es un concepto
universal, sino que es una intuición pura, entendiendo a esta, como aquello que no necesita de las
cosas concretas, porque, aunque estas no estén, el tiempo si lo estará (2002, p. 33)
Exposición Trascendental: Nuevamente empieza a hablar, a partir de lo que no es el
tiempo. “El tiempo no es algo que exista por sí o que convenga a las cosas como determinación
objetiva” (Kant, 2002, p. 34) el tiempo pues, determina lo que conocemos a un nivel subjetivo,
siendo así, la pregunta queda aún abierta, ¿qué cosa es el tiempo?
El tiempo pues, es: “nada más que la forma del sentido interno, es decir, de la intuición
de nosotros mismos y de nuestro estado interno” (Kant, 2002, p. 34) esto da a significar, que el
tiempo, no es una determinación de los objetos, ni mucho menos, que se localiza en un espacio
concreto, el tiempo es llevado por el ser humano en su interior, y mediante este, es que logra dar
un sentido pleno de aprehensión a los objetos, teniendo en cuenta, que ya posee la noción de espacio
gracias a las sensaciones externas (2002, p. 34) Antes de avanzar a la explicación final, Kant da
nuevamente otra definición de tiempo, y esta dice así: “El tiempo es, pues, solamente una condición
subjetiva de nuestra (humana) intuición (la cual es siempre sensible, es decir, por cuanto somos
afectados por objetos) y no es nada en sí, fuera del sujeto” (Kant, 2002, p. 35) Hasta ahora (y con
esto último) ha quedado claro, que el tiempo es representado de manera subjetiva, pero, si el tiempo
contribuye a la representación de las objetos, y estos a su vez son exteriores, y por ser así, ¿el
tiempo no adquiriría una valoración empírico-objetiva? Pues frente a esta inquietud, Kant
responderá positivamente: “Nuestras afirmaciones enseñan, pues, la realidad empírica del tiempo,
es decir, su validez objetiva con respecto a todos los objetos que pueden ser dados a nuestros
sentidos” (Kant, 2002, p. 35) ¿Qué consecuencia pues, trae todo esto? ¿es el tiempo un objeto?
Explicación: Contra todo pronóstico Kant va a terminar esta Segunda Sección de la
Estética Trascendental afirmando la realidad que posee el tiempo, pero no real a la manera objetiva,
sino ideal: “El tiempo es, desde luego, algo real, a saber: la forma real de la intuición interna”
(Kant, 2002, p. 36) Así pues, el tiempo es real, pero de una forma subjetiva, quien tiene su
representación e imagen, es el hombre. Entonces, el tiempo no es real en cuanto a objeto, sino en
el modo en el que es representado en los objetos. Por consiguiente, el tiempo no es inherente en las
cosas, sino en el sujeto (2002, p. 36)
Parece que todo ha quedado claro, pero aún hay otra cuestión por aclarar, y ésta ya se
había planteado al iniciar a estudiar el pensamiento kantiano: ¿en qué aspecto especial se parece el
pensamiento de Kant al de Aristóteles y Agustín visto anteriormente? ¿si se puede hallar relación?
Bueno pues, ¡evidentemente sí! Con todo lo dicho en relación a estos filósofos, hay un gran punto
de comparación que salta a la vista.
Para Aristóteles es el alma, para Agustín el espíritu y para Kant el sentido interno, en
esto llegan a coincidir; la percepción del tiempo (e incluso medición) se da por las facultades
internas del ser humano. Todos concuerdan pues en esto, independientemente de las edades en que
se ubican, falta por corroborar si en la Edad Contemporánea sucede esto.

“Heidegger quiere ser, no filósofo de la existencia como el Jaspers, sino pensador del
ser: ahora al servicio de un nuevo humanismo” (Küng, 1979, p. 672) Con este último pensador, se
finalizará el primer capítulo, sirviendo a la vez como una “bisagra” para el segundo. Con la anterior
cita sobre Heidegger, hay que tener claro, que, para poder estudiar el tiempo, se debería hablar
sobre el Ser (Dasein) sea al principio o al final; o en el peor de los casos, en ninguno.

Martin Heidegger: Ser y Tiempo


“Ser y tiempo se reduce a una analítica existencial sobre el ente que se interroga acerca
del sentido del ser” (Reale & Antíseri, 2011, p. 314) Así pues, dentro de esta magna obra, la
cuestión del tiempo va a ser muy importante y a la vez un poco compleja. Sería bueno recordar,
que al final de la exposición del pensamiento de Aristóteles, ya se había hablado (brevemente)
sobre este filósofo. Por consiguiente, la presentación del tiempo según Heidegger se va a referir a
ofrecer una “definición” de tiempo, los entes afectados por el tiempo, un paso por el problema de
los relojes (medición), objetividad o subjetividad del tiempo, y otro aspecto muy importante que
se dará a conocer al finalizar el pensamiento de este filósofo alemán. El capítulo sexto de Ser y
tiempo será la gran fuente a trabajar.

El tiempo según Heidegger


¿Qué decir pues acerca de esto? ¿Es concebible otra definición de tiempo, después de
haber visto las anteriores? Bueno, sencillamente sí. Pero hay un problema a la hora de explicarlo,
y es que Heidegger, utiliza a dos autores para esta definición: a Aristóteles y a Hegel. Aunque
ciertamente, él no da definición exacta, solo se podrá entender el tiempo a partir de estos dos
autores. El problema pues, no es tanto por Aristóteles, puesto que ya se ha estudiado su pensamiento
respecto al tiempo, sino por lo complejo que es Hegel, tanto así que: “él es, sin duda, el más difícil
de los filósofos alemanes, siendo todos ellos notoriamente difíciles. Y la carne dura no la torna
blanda ni el más refinado cocinero” (Küng, 1979, p. 190) aun así, se va a tratar de exponer.
Primero, Heidegger empieza desde Aristóteles, haciendo un análisis ontológico-
existencial de la definición clásica: “Es lo numerado que se muestra en el seguimiento presentante
y numerante del puntero en movimiento, de tal modo que la presentación se temporiza en la unidad
extática con el retener y el estar a la espera horizontalmente abiertos según lo anterior y posterior
(Heidegger, 1953, p. 389) En esto pues se constituye el tiempo, y en palabras más sencillas, es solo
la definición del tiempo de Aristóteles, la cual ya se vio al inicio. Así pues, el tiempo se va
comprendiendo como una sucesión de los “ahoras”, ya que estos pasan y así forman el pasado, aún
no están, y así formarán el futuro (1953, p. 405)
Segundo, Heidegger continúa desde Hegel, teniendo en cuenta el análisis espacio-
temporal: “El tiempo, en cuanto unidad negativa del estar‐fuera‐de‐sí, es asimismo algo
absolutamente abstracto, ideal” (Heidegger, 1953, p. 389) También Hegel lo llama “devenir
intuido”, entendiendo devenir como el paso de la nada al ser y viceversa, esto implica, además, que
los “ahoras” no poseen primacía alguna sobre el tiempo. Algo parecido a lo que se vio con
Aristóteles y con Agustín, así pues, teniendo en cuenta estos “ahoras” y su sucesión “dentro del
tiempo”, se puede decir de forma concomitante con Heidegger: “El tiempo es, por consiguiente,
infinito “en ambas direcciones” (Heidegger, 1953, p. 389) Siendo esto así, vemos Heidegger, toca
en común el tema de los “ahoras” en estos filósofos, aun así, teniendo esto claro, no se va a seguir
hablando de Hegel, puesto que a continuación va a señalar la conexión entre el espíritu y el tiempo,
y abordar esto sería un embrollo más. Hasta este momento pues, es necesario sintetizar en dos
fórmulas brevísimas estos pensamientos, para poder dejar un poco clara la definición y seguir
avanzando.
Aristóteles: El tiempo aparece inmerso en el contexto de la ontología de la naturaleza,
dentro de la obra Física, y cuya definición aparece en conexión con el lugar y el movimiento. Así
pues, el tiempo llega a ser el número del movimiento según un antes y un después.
Hegel: El tiempo aparece inmerso en el contexto de la mecánica, dentro de la obra
Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, en la segunda sección, llamada Filosofía de la
naturaleza, y cuya definición aparece en conexión con el espacio. Así pues, el tiempo y el espacio
llegan a ser exterioridad abstracta (1953, p. 412)

El tiempo y los entes


Como se dijo anteriormente, es prácticamente imposible omitir la cuestión del Ser
(Dasein) ya que este ayuda a explicar el tiempo “público”. Pero, aun así, se va a exponer solo el
tiempo que se ocupa de los entes, más no del tiempo del Ser (¡y mucho menos del mismo Ser!),
por consiguiente, si el lector desea profundizar más en el tiempo del Ser, puede leer ese fragmento
de la obra, ya que aquí no se abordará como se merece. Cabe resaltar, que este autor va mucho más
allá que los anteriores, llegando incluso a hablar sobre la datación y medición del tiempo.
“El tiempo “en el que” los entes comparecen demanda tanto más necesariamente un
análisis fundamental, cuanto que, fuera de la historia, también los procesos de la naturaleza están
determinados “por el tiempo” (Heidegger, 1953, p. 389) Así pues, con esta afirmación se va a
empezar a hablar del tiempo. El tiempo afecta a los objetos, llegando incluso a ser una causa de
destrucción, como llega a decir Aristóteles: envejece las cosas (1995, p. 160)
Heidegger, antes de avanzar llega a la conclusión de que el Ser cuando se ocupa del
tiempo, hace que el tiempo sea público para los demás entes, y los introduce en lo que se llama la
temporeidad, así pues, desde el Ser se entiende este tiempo, por eso dirá este filósofo con gran
precisión: “En él se temporiza el verdadero hacerse público del tiempo; y de esta manera se debe
decir que la condición de arrojado del Dasein es la razón de que “haya” un tiempo público”
(Heidegger, 1953, p. 396) Con todo esto, se puede entender que existe un tiempo, en el cual el ser
humano está, y de él no puede escapar. Y no solo el ser humano, sino también el mundo, la
naturaleza, los objetos, absolutamente todo. Este tiempo, se denomina público, y posee un carácter
mundano (no en sentido paganizante) simplemente porque pertenece al mundo. A partir de esto,
no se hace tan difícil entender este tiempo, incluso puede el lector con toda confianza preguntarse:
¿cómo es este tiempo? Y de seguro responderá de la manera más acertada, teniendo en cuenta que
es el mismo tiempo del cual habla Aristóteles, el mismo tiempo de Agustín y hasta el mismo de
Kant, pero que en Heidegger posee un carácter más estructural, e incluso, cronológico, el cual se
hace más accesible al conocimiento humano. Pero para no caer en el error, se hace necesario leer
al propio Heidegger, cuando dice: “ya es posible caracterizar estructuralmente de un modo
completo el tiempo de que nos ocupamos: este tiempo es datable, tenso, público y pertenece, en
cuanto estructurado de esta manera, al mundo mismo” (Heidegger, 1953, p. 396)

El problema de los relojes


Ciertamente, es aquí donde se marca un gran punto decisivo de distinción respecto a
los filósofos vistos con anterioridad, con razón se ha dicho, que Heidegger tiene una perspectiva
de tiempo distinta (obviamente por su contemporaneidad) al empezar a hablar del reloj. Por
supuesto, no puede hablarse de este tema, sin hablar también de la medición y datación.
Ahora pues, ¿por dónde empezar? ¿cómo se conoce este tiempo? ¿acaso hay que repetir
la misma cátedra vista de Aristóteles basándose en la naturaleza? Entonces pues, ¿sería prudente
establecer de nuevo la visión de Agustín, la cual depende de Dios? Más aún, ¿no ayudaría a la
investigación ver otra vez el discurso subjetivista de Kant? Pues hay una respuesta a esto:
¡Evidentemente no! Basta pues con decir acerca del conocimiento de este tiempo: es necesario solo
“ocuparse del tiempo que nos es conocido como cómputo astronómico del tiempo especificado por
medio del calendario” (Heidegger, 1953, p. 396) Queda claro que solo importa lo que es
cuantificable, y aquí el tiempo lo es, ya que este afecta a los demás entes por el mero hecho de
abarcarlos y ocuparlos. Obviamente con esto es posible datar el tiempo, pero, aun así, hay algo
más, ¿qué permite esta medición o datación? La respuesta ahora puede ser más obvia y más cerca
del alcance humano de lo que parece, tanto así que está tangible en el universo, entonces pues, ¿qué
sirve para esta datación?
Pues “el sol sirve para datar el tiempo interpretado en el ocuparse. De esta datación
surge la medida “más natural” del tiempo: el día” (Heidegger, 1953, p. 396) Este astro que dispensa
luz y calor, proporciona al ser humano la capacidad y noción de la medida del tiempo. Esto no
significa que hay que olvidar el alma (Aristóteles) el espíritu (Agustín) y el sentido interno (Kant),
sino que el sol ofrece al hombre moderno de hoy una visión mucho más clara, es pues “una forma
de indicar el tiempo que, en la convivencia “bajo el mismo cielo”, “cualquiera” puede realizar en
cualquier momento y de la misma manera” (Heidegger, 1953, p. 396) es una posibilidad abierta
para la medición, y suena mucho menos complejo que las anteriores formas para medir el tiempo.
Con todo esto claro, acerca de que el sol sirve para la datación, surge una pregunta
concreta, y es, ¿sólo el sol juega el único rol aquí? ¿cómo se puede concretizar más esta datación
y hacerla mucho más tangible? Pues mediante un medidor, llamado reloj; ya que “esta datación
toma en cuenta el tiempo, en el sentido de una medición del tiempo, y, por consiguiente, necesita
de un medidor del tiempo, es decir, de un reloj” (Heidegger, 1953, p. 398) Es bueno saber, que
Heidegger habla de un reloj “natural” (dado de la naturaleza) que se caracteriza por estar arrojado
entre los entes, y que a su vez este motiva a la producción de relojes “artificiales”; así como tener
a la mano algo accesible al tiempo, por consiguiente, debe existir una sincronización de los relojes
artificiales con el natural para una buena medición (1953, p. 398)
Pero no basta solo con esta explicación, ya que al hablar del reloj “natural” se estaría
afirmando que siempre se necesita al sol (¿reloj de sol?) para la correcta medición del tiempo y
¿qué pasa entonces cuando venga la noche con su oscuridad? ¿el tiempo no se medirá y así resultará
inútil cualquier reloj “artificial”? Para responder a estas preguntas, Heidegger habla del Ser
(Dasein) diciendo que este ha tenido un progreso en la historia, siendo así que la ausencia de luz
solar no va a ser impedimento para la medición del tiempo. Este progreso (del Ser) alcanza en
magnitud hasta los mismos relojes artificiales: “Igualmente ya no necesita tampoco hacer una
observación explícita e inmediata de la posición del sol para determinar el tiempo. La construcción
y el uso de un instrumento adecuado de medición hace posible la lectura directa del tiempo en el
reloj hecho expresamente para ello” (Heidegger, 1953, p. 399) Ha quedado claro, que el reloj
artificial puede medir el tiempo independientemente de la fuente de su medición (sol) que está en
el universo. Teniendo ya concreta la medición, falta explicar, cómo leer esa medición, para así
llegara a una interpretación. Como cuando alguien le pregunta a una persona qué hora es. ¿Qué
responderá la otra persona? Esta pregunta no es tan fácil como parece, en el fondo carga una
afirmación, tal como llegar a preguntar, en qué tiempo estoy. ¿Qué hará pues, la otra persona? La
respuesta llega a ser tan sencilla que en vez de que el lector se ría, le cause en cambio rabia, pues
simplemente, “mirar el reloj para ver la hora” (Heidegger, 1953, p. 400) pero atención, al hacer
esto, no solo va a observarlo y seguir con su mirada la ubicación del puntero, ¡para nada! Sino que,
al pronunciar la hora, el ser humano se adueña del tiempo y lo toma para sí; mejor aún, es capaz de
captar algo que tanto Aristóteles como Agustín llegaron a catalogar como algo fugaz e instantáneo,
el ahora.
Ciertamente es algo impresionante, cuando el hombre dice la hora, implícitamente
también dice el ahora, ahora es tiempo de esto o de aquello. Pero lo más extraño de todo esto, es
que “es tan “obvio” que él no lo advierte en absoluto, ni menos aún tiene un conocimiento explícito
de que aquí él ahora es comprendido e interpretado” (Heidegger, 1953, p. 400) Porque el número
que se marca puede ser leído inmediatamente con claridad.

¿Tiempo objetivo o subjetivo?


Con Kant se dijo que el tiempo posee un carácter subjetivo, ¿pasará lo mismo con
Heidegger? ¿Acaso él también plantea esta cuestión? Y por extensión de la pregunta, ¿llega a
converger con Kant? Es muy justo hacer mención de esto (de forma sintética), pues servirá dentro
de poco para realizar una analogía entre estos dos filósofos. Con esto hay que ser directo
inmediatamente: para Heidegger el tiempo no es ni objetivo ni subjetivo. Pero es necesario ver el
porqué de esto, ya que después afirma que uno es más objetivo que subjetivo y viceversa.
“El tiempo del mundo es “más objetivo” que todo posible objeto… por eso, al tiempo
del mundo se lo halla tan inmediatamente en lo físico como en lo psíquico, y no precisamente por
un rodeo a través de éste” (Heidegger, 1953, p. 403) Parece que con esto se opone a Kant, pero aun
así el problema queda abierto. El sujeto no solo conoce el tiempo por el sentido interno, sino que
también llega a ser una forma objetiva y concreta apreciada en el exterior.
“El tiempo del mundo es también “más subjetivo” que todo posible sujeto, porque
contribuye a hacer posible el cuidado” (Heidegger, 1953, p. 403) Parece que con esto favorece a
Kant, pero aun así el problema queda abierto. El tiempo no es solo un objeto dado ahí (tangible),
sino que también llega a ser aprehendido de forma subjetiva por el ser humano, que lo analiza y
cuantifica.
Entonces, ¿qué decir en torno a este problema? ¿más objetivo que subjetivo y
viceversa? Pues no, Heidegger, al contrario, dice esto: “El tiempo no es algo que está‐ahí ni en el
“sujeto” ni en el “objeto”, no está “dentro” ni está “fuera”, sino que “es” “anterior” a toda
subjetividad y objetividad” (Heidegger, 1953, p. 403)

Después de esto, queda aún algo más por abordar, que se dijo antes de exponer el
pensamiento de Heidegger, pero en realidad nunca se supo en qué consistía, sino hasta ahora, y por
eso se hace necesario echar una mirada atrás, no para retroceder en la investigación, sino para
avanzar. Cuando finalizó la tesis sobre el pensamiento de Agustín, se hizo una comparación entre
él y Aristóteles, que fue necesaria para ver la convergencia de ambos pensadores. Por consiguiente
(¿y por qué no?) sería bueno “hacer lo mismo” con Heidegger, y con el pensador que le precede,
es decir, Kant. Pero desde otro camino.

Kant y Heidegger: ¿dos pensadores análogos?


Ciertamente estos filósofos no se parecen tanto en la forma de pensar. Puede haber
mucha más diferencia que algún punto en común. Porque lo más similar entre ellos tiene que ver
con la subjetividad del tiempo, pero, aun así, Heidegger supera esto al hablar de una anterioridad.
Teniendo en cuenta eso, el problema se extiende aún mucho más allá de Kant, ya que
él tiene algo en común con Aristóteles y Agustín, lo cual llega a desembocar en la siguiente
pregunta: ¿Al hablar de anterioridad, Heidegger también estaría sobrepasando la concepción del
tiempo que tuvieron Aristóteles y Agustín? Pues así es, e incluso el mismísimo Heidegger cita a
todos estos filósofos en su obra, para tratar de dar un nuevo rumbo bajo la guía del Ser (Dasein)
Parece pues, que todos estos filósofos llegan a confluir en Heidegger, y él hace en poco menos de
un párrafo una síntesis de los tres que hacen referencia al tiempo en cuanto al sujeto; que se hace
necesario ver a continuación. Para que no le parezca extraño al lector lo que ahora se va a hacer (y
no debería puesto que ya sabe la definición) se va a tener en cuenta una opinión acerca del nuevo
lenguaje de Heidegger según “en palabras de Walter Jens: Heidegger, un artista del pensamiento,
que, disponiendo de dos lenguajes para hacerse entender, el griego de los presocráticos y el latín
de los Escolástica, se forjó además un tercer lenguaje, sumamente artificioso: un nuevo alemán…”
(Küng, 1979, p. 673) Así pues, en Aristóteles se escribirá griego, y en Agustín, latín.
En base a Aristóteles: “εἰ δὲ μηδὲν ἄλλο έφυκεν ἀριθμεῖν ἢ ψυχὴ καὶ ψυχῆς νοῡς,
ἀδύνατον εἶναι χρόνον ψυκῆς μὴ οὔσης” (Heidegger, 1953, p. 410) Esta afirmación, esclarece más,
la situación de como el alma, posee la capacidad de captar el tiempo, junto con su medición.
En base a Agustín: “inde mihi visum est, nihil esse aliud tempus quam distensionem;
sed cuius rei nescio; et mirum si non ipsius animi” (Heidegger, 1953, p. 410) Aquí nuevamente,
se retoma, pero desde el espíritu, como aquel que puede medir el tiempo, a pesar de que existe el
pasado, presente y futuro.
En base a Kant: “para Kant el tiempo es ciertamente “subjetivo”, pero queda “junto”
al “yo pienso”, sin vinculación alguna con él” (Heidegger, 1953, p. 411) Por último, queda aún
más explícita la subjetividad del tiempo.
En base a todas estas explicaciones, queda claro la diferencia entre todos los filósofos
que preceden a Heidegger en esta investigación, aunque es bueno decir que él no se opone del todo
al aspecto subjetivo, pero intenta superarlo y darle un nuevo sentido. Pese a que no haya un punto
tan convergente entre Heidegger y los demás, vale la pena al igual que con Aristóteles y Agustín,
realizar el segundo bloque de ideas.

A modo de síntesis: segundo bloque de ideas

Pasar por la Edad Moderna y contemporánea ha sido un reto mucho más problemático
que la Antigua y la Media. Abandonar la visión que depende de Dios y de la Naturaleza, para
situarse en un modo de pensar a partir del mismo hombre, a partir de su sentido interno, y además
llegando a rastrear los pasos del Ser. Con esto y mucho más, vuelve a ser justo realizar dos ideas
claves sobre todo lo dicho, que desembocarán en una síntesis.
Primera, ¿qué es el tiempo?: A lo cual responde Kant: “el tiempo es una representación
necesaria que está a la base de todas las intuiciones” (Kant, 2002, p. 33) A partir de esto, él confiesa
que el tiempo no posee un carácter objetivo, no es facto, por lo tanto, se constituye solo en una
forma del sentido interno, que hace posible las realidades externas.
Segunda, ¿cómo se mide el tiempo?: A lo cual responde Heidegger: “el sol sirve para
datar el tiempo interpretado en el ocuparse. De esta datación surge la medida “más natural” del
tiempo: el día” (Heidegger, 1953, p. 396) Con base en esto, Heidegger propone una medición
mucho más “natural” basada en el universo, cuya máxima concretización se da en el reloj digital.
Síntesis: Con lo anterior, los resultados entre ambos no son lo más parecidos, pero de
una u otra manera sus pensamientos se funden para elaborar una buena respuesta a la inquietud del
tiempo y su medición.

Ha sido un camino un poco largo y difícil, el haber estudiado a estos filósofos, cada
uno con sus interrogantes e inquietudes. Puesto que escribir acerca de ellos, conlleva a hablar de
distintas épocas y formas de pensar. Lo importante es que se ha tratado de mantener una línea que
unifique estos pensamientos tan ricos y a la vez tan vastos. Por eso tantas veces se insistió en la
necesidad de hacer fórmulas que ayudaran a sintetizar tanta información dada en este primer
capítulo, tanto así, que puede parecer que se han repetido cosas innecesarias. Además, algunos
comentarios “parecen” estar repetidos, pero en realidad, ayudan a entender un poco más el texto.
Es obvio que no se estudió a profundidad el pensamiento de cada filósofo, puesto que, para una
empresa de este tamaño, lo más propicio sería escribir un libro, en vez de escribir solo veinte hojas.
El próximo capítulo va a estar marcado por la medición del tiempo, es decir, la cronología.
Ciertamente todo el contenido filosófico expuesto anteriormente, servirá más adelante, en especial
Heidegger, que no por coincidencia cierra este primer capítulo, sirviendo su pensamiento como un
“puente” entre la filosofía y la cronología. Así pues, se hablará del reloj, del calendario y los
distintos husos horarios empleados a nivel mundial, por consiguiente, cabe advertir que en adelante
no se hablará de filosofía (cosa que ya se hizo, ¡y mucho!) sino que tendrá un aspecto mucho más
social. Es seguro que al final del siguiente capítulo se encuentren ideas mucho más interesantes
respecto a la medida del tiempo que el primero. Es bueno mostrar una de esas conclusiones, y se
hará citando a un filósofo francés que se ha omitido en este trabajo por razones de brevedad, pero,
aun así, vale la pena mostrar una frase de su actividad filosófica, la cual se ha de tomar con seriedad,
porque como ya se dijo, es un atisbo de una conclusión muy interesante.

“Dentro de mí se desarrolla un proceso de organización o de mutua compenetración de


los hechos de conciencia, que constituyen la verdadera duración” (Bergson, 1999, p. 81)

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