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Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas


Cuerpo y marcas de goce
Mariana Aristizábal Salas

Reseña: El cuerpo acontecimiento de discurso1

El cuerpo que nos permite experimentar el goce, es un cuerpo atravesado por el


discurso. Desde nuestro nacimiento y luego en los primeros años, comenzamos el
proceso de domesticarlo, de manera que se ajuste a los parámetros de normalidad
que impone la cultura. Esta normalidad está dictada por el ya mencionado “discurso”,
que se podría traducir en fórmulas preestablecidas que configuran las vías de goce
aceptadas y estandarizadas. En el inconsciente de cada sujeto, se articulan estas
formas con la propia historia de vida, lo cual desemboca en incongruencias y vacíos,
puesto que no todas las formas de goce pueden ser ajustadas al estándar que
dictamina el discurso. Surge entonces, el binarismo: Cuerpo civilizado / cuerpo
sintomático; y el psicoanálisis se presenta como una ciencia con la posibilidad de
interpretar el síntoma y de asumirlo como un mensaje, más que como una falla en el
cuerpo orgánico.

El goce es moldeado por nociones culturales. En este sentido, lo que pretende el


discurso es agrupar humanos a partir de unas formas de goce estereotipadas, que
brindan al sujeto la ilusión de pertenecer, así como permite excluir y juzgar formas de
goce disidente con respecto al modelo dominante de orden. Soler, toca un punto en
su texto, que ilustra un aspecto representativo de esta cuestión; el buen gusto.
Textualmente nos dice:

“El buen gusto es siempre segregativo, el buen gusto quiere decir: mi


gusto es el bueno. Es como el buen sentido, el buen sentido quiere decir
el sentido que doy a la realidad es el bueno [...] El buen gusto, de la
misma manera entra en lucha con los otros, y por supuesto, funda las
complicidades, especialmente de clase social. Es siempre el gusto
peculiar de un grupo o de un conjunto que intenta imponerse como un
valor y que apunta a presentarse como algo que vale universalmente a
pesar de su peculiaridad”

La identidad se asume a partir del reconocimiento de que hay un Otro. Ese otro
que está fuera de mi, incide en mi individualidad, en la medida en que me
permite contrastar las diferencias, y así asumir las características que me
hacen sujeto a una cultura y no a otra. Hay que ver que el Otro se materializa

1
SOLER, Colette. “El cuerpo acontecimiento del discurso”. Conferencia pública, Pontificia Universidad
Javeriana, Bogotá 2002.
a distintas escalas; ya sea que hablemos de lo que representa una madre para
el infante, o lo que representa un extranjero para una persona de determinada
nacionalidad. En el primer caso -El de la madre-, ella al ser la primera
cuidadora, es una portavoz que introduce al niño al lenguaje y
consiguientemente, a la cultura. Ella influirá grandemente en el cuerpo pulsional
producto de la erogenización de ciertas zonas.

El discurso se vale del lenguaje para definir categorías de sentido, y generar


una lógica en la cual se inserta el sujeto, y su manera de ser y percibir el mundo
se encontrará condicionada por el marco ideológico al cual se adscriba. En este
sentido, en el segundo caso -el del extranjero- si el discurso promoviera la
xenofobia, esta otredad representada por el extranjero sería atacada y
repudiada.

Remitiéndome nuevamente al concepto de goce, podemos decir que alude a


“todos los modos de satisfacción que uno puede obtener de su cuerpo” (Soler).
Este goce puede ser placentero o bien puede estar ligado al sufrimiento. El
sufrimiento puede ser causado en la medida en que este goce sea dañino para
el cuerpo orgánico o porque es una forma no aceptada por la sociedad.

Al no lograr entrar en el paradigma del cuerpo civilizado -obediente del


discurso- nace en contrapartida el cuerpo sintomático. Un cuerpo inconformista,
que es insurrecto en su gozo. En él, las zonas erógenas se hallan fuera del
orden admitido. Es un cuerpo que nace del evento traumático impreso en la
historia del sujeto, así como en su organismo y en su psique.

Entonces… ¿Trauma o verdad?. Son las dos tesis que la autora confronta.
Mientras que Freud aborda el síntoma como un trauma, lo que Lacan dirá, es
que es un mensaje cifrado que conducirá a una verdad en la medida que sea
analizado a través de la terapia psicoanalítica, es decir, que se entiende que el
síntoma es equivalente a una verdad, y esta verdad se liga al goce; un goce
que enferma en cuanto es prohibido y vergonzoso para el sujeto.

El inconsciente, mediante el registro simbólico e imaginario, cifra un deseo


prohibido, que, para Freud, es del orden de la sexualidad, puesto que se
inscribe en el cuerpo erógeno; ese cuerpo que goza y es comandado por lo
pulsional y el deseo:

“El cuerpo es todo goce y el goce es sexual. ¿qué otra cosa es el goce
sino el empuje de energía del inconsciente cuando está engendrado por
los orificios erógenos del cuerpo; cuando se expresa ya sea
directamente a través de , la acción, ya indirectamente a través de la
palabra y del fantasma; cuando es ese impulso guiado siempre por el
horizonte inalcanzable de la relación sexual incestuosa? Efectivamente,
el goce sólo puede ser sexual porque el fin ideal al que aspira es sexual.
Y por lo tanto, todo lo que toca y arrastra en su flujo se sexualiza, ya sea
una acción, una palabra, un fantasma o un determinado órgano del
cuerpo que se hizo erógeno” (Nasio, 1998)

El inconsciente articula el lenguaje del discurso, con las experiencias reales del
sujeto, que dejaron su huella en el cuerpo, y de las incongruencias que se
deduzcan entre la “verdad de goce” y del goce producido por el discurso de la
sociedad2, es lo que desencadenará en un síntoma, el cual se trata de una
formación de goce no estándar que puede o no afectar directamente al cuerpo
orgánico y sus funciones. Cuando hay un exceso de goce en algún órgano,
esto puede perturbar sus funciones fisiológicas.

La psique influye en el cuerpo orgánico. En la histeria,

“Un órgano del cuerpo que realiza normalmente su función fisiológica,


súbitamente se ve investido en forma masiva por la libido, que de este
modo lo transforma en equivalente de un órgano genital. El rol funcional
ha sido pervertido en beneficio del rol erógeno. Pero en ocasiones
sucede que la libido se acumula y se estanca en dicho órgano a tal punto
que su sustrato celular es alcanzado por ella” (Nasio, 1998)

En el cuerpo histérico aparece lo que Freud nombró “conversiones”. No se trata


aquí de una enfermedad del organismo, sino que se trata de una enfermedad
del individuo hablante, y esto quiere decir, que va estrechamente relacionado
con el lenguaje y su efecto en la psique. El cuerpo, no se separa de los
significantes de la psique, y en este sentido, la parálisis responde a la idea que
tenga cada individuo de las partes de se cuerpo.

Mientras que el sujeto corresponde docilmente al orden dictado por el amo, su


cuerpo rechaza este enamoramiento, “Tenemos así, por una parte, las
enamoradas y los enamorados, lo cual implica docilidad, admiración,
estimulación, identificación, pero a nivel del síntoma hay una hiancia. Al nivel
del síntoma no es un cuerpo que se da al amo, no es un cuerpo que se da todo
a las normas de regulación, es un cuerpo que en su síntoma objeta” (Soler,
2002).

Entender el síntoma como un lenguaje estructurado que nos transmite un


mensaje, hace de la terapia psicoanalítica un medio para la liberación del
sujeto. Aplaudo el punto de vista de Soler, cuando dice que el discurso analítico

2
“Goce producido” y “verdad de goce” son ambos conceptos acuñados por Lacan. Mientras que el
primer concepto hace referencia al goce que profesa el discurso, la segunda idea, lo que dice es que
-ya puesto en contexto- el goce puede encarnar distintas formas que no necesariamente concuerdan
con el modelo generalizado.
“en su apuntar a la diferencia original, a la vez en el sentido del origen y de la
singularidad [..] permite al sujeto saber de qué dispone al nivel de lo que heredó
del otro y a nivel de lo que encontró para ordenar su vida en conexión con su
ser y no bajo el velo de los modelos del consumo estándar”.

El analista a su vez, le da sentido a lo real y abstrae la enfermedad desde el orden


de lo simbólico.

ENSAYO: Cuerpo escenario de conflicto

El cuerpo y la manera en que el sujeto lo concibe y se lo apropia, corresponde


íntimamente a la cultura en la cual se inserta. Desde esta, se generan una serie de
mandatos que regulan cuestiones como la estética, el lenguaje, lo permitido y lo no
permitido, y por no decir más, el modo de portar el cuerpo. Es decir, hace al sujeto
partícipe de la cadena de significantes que pasarán a definirlo ante el mundo y
definirán el mundo para él o ella. El sujeto establece una relación con su cuerpo
permeada de simbolismos que se aprehenden por medio de la palabra, hasta que
finalmente son integrados por el cuerpo orgánico, simbólico e imaginario. En este
ensayo, me referiré a esta relación, específicamente en la etapa de la niñez y la
adolescencia.

A partir de esta tripartición del cuerpo; lo real, lo simbólico y lo imaginario, se constituye


la estructura del llamado “sujeto”. Hablemos de un bebé recién nacido. Este ser que
acaba de llegar, aún no entra en la categoría de sujeto puesto que aún no ha sido
atravesado por el lenguaje y por tanto es un humano no sujeto a la cultura. También
lo podríamos denominar un “no-iniciado”.

Como parte del proceso natural de la vida, este no-iniciado comenzará su incursión a
la cultura. Puesto que no puede hacerse cargo de sus propias necesidades, depende
del Otro para que se ocupe de satisfacerlas. Inicialmente, sus placeres serán
autoerógenos, ya que al poseer un cuerpo aún fragmentado, no distingue qué partes
le pertenecen y qué objetos son externos. Pero pronto, se verá asimilado por el orden
simbólico que es transmitido en primera instancia por sus padres. Según los
ofrecimientos que el Otro le haga en aras de satisfacer una necesidad, se generan las
demandas del infante, “El Yo se constituye seleccionando eso que recibe, rechazando
lo que le provoca displacer e incorporando lo que es fuente de placer” 3. No pasará
mucho tiempo hasta que la necesidad sea reemplazada por placer. Esta identificación
y esta categorización es la manera en cómo la cultura nos limita y nos castra. En este
sentido, el recorte simbólico a lo que apunta es a una pérdida, a merced de los
significantes del Otro introducidos en el organismo y en el inconsciente.

El no-iniciado sigue teniendo un cuerpo fragmentado -que es lo que implica la etapa


autoerógena- así que naturalmente, necesitará de la identificación con una imagen
que le brinde la sensación de completitud de su cuerpo. Por eso, como lo expone
Menés:

“Es el encuentro con su imagen lo que va a aportarle al pequeño sujeto


el sentimiento de su unidad corporal. El niño se ve unificado en el espejo
mientras; que la vivencia de su cuerpo es fragmentada y permanece en
la indistinción de sus límites corporales. Existe una condición,,sin
embargo, para que aquello que Lacan nombra “el estadio del espejo”
tenga una función identificatoria- que una palabra de confirmación
acompañe a la visión. Es necesario, en efecto, que la palabra del Otro
haga de tercero entre el sujeto y su imagen, arrancándolo de la
captación por la imagen [...] proponiéndole un trazo de identificación
ideal [...]. El cuerpo, que aparece como una forma exterior, no alcanza

3
MENES, Martine. “Construir cuerpo”, en: La lettre de l’infance et de la adolescente. Traducido por Sylvia
de Castro Korgi.
una imagen constituyente sino bajo la condición de la existencia de lo
simbólico”

El registro imaginario será de vital importancia para adquirir esa primera noción
de identidad, pues brinda los cimientos que estructuran al Yo. El niño que hasta
ahora es objeto de deseo de la madre, se abstrae de esta posición, de manera
que en el reflejo, él es, lo que se desprende del Otro. Percibe la imagen de su
cuerpo, fuera de este; esto quiere decir que el reconocimiento del Otro y de la
propia imagen sucede a la misma vez, y en este punto quiero destacar, que
esta primer imagen resalta su carácter andrógino e inocente, que es que suele
favorecer el narcisismo de los padres y de la sociedad.

Las representaciones que no logran ser aprehendidas por medio de la imagen


o del símbolo pasan a ser del dominio de la dimensión “Real” del cuerpo. Lo
real es aquello que no puede ser nombrado, y en este sentido, es traumático
para el sujeto.

Cuerpo pulsional

Las zonas erógenas, pueden ser entendidas como lugares de intercambio en el


cuerpo que me permiten relacionarme con el mundo, es decir; la boca, los ojos, los
oídos, el ano, la uretra y la nariz. Estas zonas serán definidas por medio del contacto
con el primer cuidador -la madre- y corresponderán al cuerpo pulsional.

La pulsión es un impulso que hace que el cuerpo se movilice. Podría ser equiparada
con el instinto en cuanto es del orden de lo inconsciente, la diferencia radica en que
mientras que el instinto opera en aras de satisfacer una necesidad, la pulsión es la
fuerza que mueve al sujeto a satisfacer un deseo sexual. Pero tanto pulsión como
instinto, pertenecen a un mismo origen, que data de la época del recién nacido, y
proviene de la significación que el Otro hace del propio cuerpo. La madre, es quien al
intentar suplir la necesidad que hace que el bebé llore, hace un ofrecimiento que
transforma la necesidad en deseo. Este ofrecimiento presta los significantes que
conforman el cuerpo pulsional.

Dentro de las pulsiones, se pueden distinguir cuatro tipos. La invocante, que tiene que
ver con la escucha y la voz. La escópica, ligada a la mirada. La incorporación,
relacionada con lo oral, y por último, la de contener o expulsar, asociado con los
excrementos.

De manera que, así se va conformando el cuerpo. En esta época -de la niñez- a


medida que los niños crecen se encuentran cada vez más inmersos en la cultura. Es
decisivo el ingreso a la vida académica en alguna institución educativa, e
inminentemente, comienza la apropiación de las normas y valores de la sociedad. Es
cuando los infantes se enteran de los binarismos como el de Mujer/Hombre, y lo que
esto implica en la constitución del sujeto con su cuerpo. Son especialmente estrictos
con el cumplimiento del orden bajo el cual ellos han aprendido a organizar el mundo,
y todo lo desconocido tratarán de incluirlo en alguna de las categorías que
correspondan a su noción de normalidad.

Adolescencia e imagen

Inicia una etapa en donde la sociedad exige al sujeto una identificación sexual. En
este momento, los ahora adolescentes, deben decidir si aceptan o no su sexo
biológico, o, dicho de otro modo, si este concuerda con la percepción simbólica e
imaginaria que tienen de su cuerpo. Los niños dotados de una imagen angelical…

“Más tarde, con la pubertad, los rasgos sexuales secundarios trastornan


esa imagen y ese trastorno de la imagen es un momento difícil de
asumir; señala la entrada en la adolescencia con todo tipo de
perturbaciones que uno puede observar, de las que muchas son
perjuicios a nivel de la imagen del cuerpo: tatuajes, piercings,
escarificaciones, anorexia... Al nivel del vestirse, lo habrán notado, los
adolescentes se refugian en el uniforme unisex. Pues es un intento de
regresar a la indiferenciación sexuada por el sesgo de la imagen”
(Nominé, 2016)

Para algunos sujetos será especialmente problemático insertarse en una categoría de


hombre o de mujer, puesto que lo real de su sexo, no concuerda con lo simbólico o
con lo imaginario. Para esto, Nominé, propone, reemplazar el pensamiento de
representaciones binarias, por uno que diera cuenta de los conflictos que supone esta
tripartición de lo real, lo simbólico y lo imaginario. Sólo así, podríamos entender en un
amplio sentido, todos los aspectos que debe interiorizar el sujeto a la hora de
inscribirse con seguridad dentro de un género que lo identifique.

Asimismo, las características del cuerpo pueden tener un impacto singular en cada
sujeto a la luz de los ordenamientos sociales en los que se encuentre inmerso como
también sus propias vivencias. Ejemplo de ello es que ciertas características
corporales pueden convertirse en un drama para algunos sujetos. Se genera así, una
estrecha relación entre lo inconsciente y la represión, y todos como sujetos nos vemos
abocados inevitablemente a enmascarar algo.

El cuerpo se apropia del sujeto y el sujeto se apropia del cuerpo. Es una relación
recíproca, donde ambos se entretejen y se influyen mutuamente. Esta relación es
además conflictiva, y cada época en el ciclo de la vida se encuentra marcada por
dificultades específicas que agobian por igual a las personas de una misma cultura
que se encuentran atravesando esa misma etapa. El cuerpo,se torna un escenario de
conflicto, en donde cada quien ubica sus inconformidades. Esto va, acompañado de
que el ser humano, nunca podrá encontrar la satisfacción plena, viéndose
permanentemente obligado a enfrentarse a la pérdida y la inconformidad. No hay un
objeto pulsional que pueda brindarnos total satisfacción, ni siquiera el objeto a, el que
primero deseamos y el que primero nos es arrebatado, viéndonos obligados a
renunciar a él definitivamente una vez asimilamos y somos asimilados por la cultura.

BIBLIOGRAFÍA

MENES, Martine. “Construir cuerpo”, en: La lettre de l’infance et de la adolescente. Traducido por Sylvia de
Castro Korgi.

NASIO, Juan David. "El cuerpo", Quinta lección, en: Cinco lecciones sobre la teoría de Jacques Lacan.
Barcelona: Gedisa, 1998.

NOMINÉ, Bernard. "El cuerpo humano entre el sexo y el género", en: ¿Cómo habla el cuerpo? Medellín:
Asociación Foro del Campo Lacaniano de Medellín, 2016.

SOLER, Colette. “El cuerpo acontecimiento del discurso”. Conferencia pública, Pontificia Universidad
Javeriana, Bogotá 2002.

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