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Concejales:
Dr. Marco Andrés Ávila
Dr. Xavier Barrera
Srta. Gabriela Brito
Econ. Martha Castro
Sra. Paola Flores
Dra. Narcisa Gordillo
Dr. Iván Granda
Dra. Norma Illares
Tnlg. Carolina Martínez
Ing. Dora Ordóñez
Dr. Carlos Orellana
Mgs. Monserrath Tello
Lcdo. Lauro Pesántez
Dr. Cristian Zamora
LOOR A CUENCA
Gustavo Vega Delgado IX
PREFACIO
Hugo Burgos Guevara X
INTRODUCCIÓN 19
CAPÍTULO I
EN BUSCA DE TOMEBAMBA 37
CAPÍTULO 2
TRAS LAS HUELLAS DE LOS SABIOS: FUENTES PARA COMPRENDER EL MODELO 59
CAPÍTULO III
SEÑALES DE LA GEOGRAFÍA SAGRADA EN TOMEBAMBA 101
CAPÍTULO IV
LA GEOGRAFÍA SAGRADA DE TOMEBAMBA INCA 143
CAPÍTULO V
DINÁMICA DEL NUEVO MODELO 185
CONCLUSIONES 215
-
El correr de los tiempos hizo que la versión digital de la obra Santuarios de Tomebamba. Modelo
de geografía sagrada en tiempo de los incas, cuyo arte se fraguara primeramente en “Trama
Ediciones”, en noviembre de 2009, por el decidido apoyo del entonces llamado CONESUP y del
doctor Gustavo Vega Delgado, tuviera ahora la oportunidad de salir a la esfera pública y académi-
ca gracias al esfuerzo desplegado por el Gobierno Autónomo Descentralizado Municipal del
cantón Cuenca. El interés que creara la obra se convirtió en demanda, la que ha sido gratamente
recogida por la entidad Municipal de la ínclita ciudad. El auspicio de la investigación de campo fue
entonces generosamente compensado por el Banco Central de Cuenca, y por el entusiasmo cultu-
ral de Andrés Abad Merchán.
La capital ecuatoriana del Sur ha trazado una huella cultural desde los más antiguos tiempos, y en
esta obra se ha tratado de recoger la estela de testimonios prehistóricos cañaris e incas que ha sido
susceptible de comprobarse científicamente, y para ello, con los investigadores Patricio Álvarez y
Wladimir Galarza, ascendimos a la mayoría de cerros y colinas que rodean a la antigua Tomebam-
ba, para determinar finalmente un modelo de geografía sagrada de cerros y huacas, que fue incor-
porado por quien escribe, desde sus estudios en la Universidad de Illinois y archivos varios de
Europa y América. Se trata de un modelo propio entre Cuzco, Tomebamba y Quito de los incas. La
distribución de las señales sagradas de los pueblos aborígenes de Tomebamba forma la entraña
misma de esta obra con resultados algo sorprendentes. Al terminar el trabajo fue como si se
descorriera un inmenso telón donde los personajes incas y cañaris recobraran vida dentro de un
modelo conceptual y científico. Las generaciones actuales y futuras tendrán que dedicar tiempo
no corto para ir dilucidando los puntos sagrados prehispánicos que no fueron comprendidos por
los evangelizadores coloniales y que fueran recubiertos por una cruz.
A los cinco años de haber aparecido en versión electrónica, nos parece una obra densa, de referen-
cias certificadas por el uso riguroso del método de las Ciencias Antropológicas y la estructura de
un modelo comprobado desde hace setenta años por el Prof. Tom Zuidema.
Mi gratitud al doctor Gustavo Vega Delgado, que ha soñado en brindar estos cortos conocimien-
tos a la ciudadanía de Cuenca, en especial a la juventud universitaria. Reconocimiento hacia el
señor Alcalde de la misma ciudad, ingeniero Marcelo Cabrera Palacios, por haber hecho realidad
una contribución científica al mundo, a Eliana Bojorque Pazmiño, Directora Municipal de Educa-
ción y Cultura, a Silvia Ortiz Guerra, a cargo del proyecto editorial de esta dependencia, y a muchas
personas más. Los errores son responsabilidad del autor.
el autor
E
Página anterior: l Consejo Nacional de Educación Superior del Ecuador (CONESUP), representado por su
APU KARI.
Presidente, doctor Gustavo Vega Delgado, ha tomado la posta para adelantar a la ciudada-
Pieza de oro. Museo
Arqueológico del Banco nía, a los estudiosos y a las universidades del mundo, una edición digitalizada de la obra
Central de Cuenca.
Santuarios de Tomebamba. Modelo de geografía sagrada en tiempo de los incas, antes que salga
la versión impresa, para dar satisfacción al creciente interés que tiene el tema de las representa-
ciones político-religiosas de las culturas andinas. Éstas son vistas en la forma de modelos científi-
cos, creados por disciplinas antropológicas, etnohistoria, arqueología histórica, etnografía,
etnolingüística y antropología estructural, para descifrar su pasada organización.
En nuestro caso buscamos la influencia que tuvo la civilización inca y española sobre los prospec-
tos político-religiosos de los pueblos originarios, como cañaris, paltas y puruháes, que formaban
todo un contexto alrededor de Tomebamba, a la llegada hispánica. Los recursos permitieron
concentrarnos solo en las expresiones de la cultura inca-cañari, al crearse Tomebamba sobre
Guapondelig.
Acto tan inmerecido como relevante por parte del CONESUP estará compensado por la amplia
información que presenta la obra sobre el acaecer arqueológico e histórico que antiguamente
inició la búsqueda de las culturas ancestrales del Azuay. Pero la arqueología no ha sido suficiente,
por lo que fue complementada con paradigmas de la antropología estructural para el estudio de
las representaciones mentales y lingüísticas. Se utiliza principios de la arqueología histórica
porque se apoya en los documentos que ayudan a la arqueología a explicar la existencia de monu-
mentos y accidentes que tuvieron por base testimonios escritos de magia y religión. Igual con la
etnolingüística, para el significado de la lengua ancestral, dado que el proceso se dio al “momento
del contacto” entre tres, y no dos, lenguas y civilizaciones: pueblos originarios, incas y españoles.
La ironía es que la religión andina estuvo basada en el culto de los cerros y en la organización de
las huacas o adoratorios geográficos o humanos, trazados sobre un territorio (suyu), el cual a su
vez estuvo dividido en sayas o jerarquías: hurinsaya y hanansaya, así pues, la obra estudia tales
encuentros al momento mismo del contacto (final del siglo XV y principios del XVI).
Dejo constancia de la admiración a las universidades del país, quienes han sido las que propiamen-
te han demandado esta publicación, pues quieren incursionar en el terreno científico de la antro-
pología para explicarse los mitos del pasado o reinterpretar las fábulas que ha tenido que ir crean-
do el hombre de América, para encontrarse a sí mismo con aquel pasado de sus glorias culturales.
El reconocimiento también a Trama Ediciones, representado por su Director General, Rómulo Moya
Peralta, por su excelente diseño artístico.
H.B.G.
Quito, 3 de Noviembre de 2009
L
Página anterior:
as páginas de esta obra corresponden a una exploración antropológica efectuada
APU GUARMI.
Pieza de oro. Museo por el autor como un avance más en el desarrollo y verificación de sus teorías sobre
Arqueológico del Banco la organización político-religiosa que tuvieron las civilizaciones andinas, esta vez en
Central de Cuenca.
el sur de las tierras altas del Ecuador, en los siglos XV y XVI. Esta época fue crucial para
estas poblaciones; sus hombres y mujeres, sus jefaturas y gobernantes aborígenes se
enfrentaron a las conflagraciones traídas por la ocupación inca e invasión española en el
sur de la Sierra ecuatoriana, provincias del Azuay y Cañar. Por la guerra, quizá, ellos no
dejaron mayor información escrita como tampoco una crónica, con excepción de los
clásicos.
El tema presente enfoca el recorrido por los hitos geográficos que aquellas culturas
consideraron sagrados, como elementos claves en los que se organizaba su religión y
cosmología; éstos se representaban como seres dispersos y confusos de un mundo
sobrenatural que los protegía y al que invocaban. Unos eran seres de su mitología, otros
de su religión. La mayoría de éstos llegaron a conocerse como huacas o huaca muchha-
na, es decir, como “lugar de ídolos o adoratorios” (González Holguín [1613]: 165);
también eran tomados como lugares u objetos sagrado, a veces relacionados con algún
enterramiento humano. En la mitología cañari e inca, el término huaca se elevó a una
categoría más alta, viniendo a significar la personificación sobrenatural de ciertos
accidentes geográficos relacionados con los mitos de origen y gobernantes, además de
ser elementos de la naturaleza vegetal y aun animal, como serían los símbolos plasmados
en el halcón (guamán o curiquingue), el león americano (puma), el jaguar (otorongo), etc.,
siendo ellos símbolos sagrados o huacas. Estos sitios llegaron a estar organizados en una
constelación de espacios y categorías abstractas que realmente habíamos ignorado, pero
viene siendo ya un paradigma de la antropología poder descifrarlos y conocer el modo en
que tales elementos simbólicos estuvieron organizados. En el aspecto geográfico los
hemos llamado “santuarios”. Cuando el antropólogo logra descifrar su organización,
decimos que está construyendo un modelo teórico cuyo paso previo es la verificación de
un modelo empírico.
En otras ocasiones esta tarea se facilita porque existen documentos que pormenorizada-
mente describen el orden de estas huacas y santuarios, pero en el caso de la Tomebamba
cañari e inca no existió ningún documento. Entonces, como dice Lévy Strauss, el antropó-
logo está obligado a diseñar su propio modelo y confrontarlo con la teoría. Así, las expe-
riencias, los ensayos pasados, son abstraídos y reemplazados por modelos, y siguiendo al
antropólogo francés (1968: XXXII): “los modelos son sistemas de símbolos que respetan
las propiedades características de la experiencia, pero a diferencia de éstas, estamos en
condiciones de manipular”.
Hemos ascendido a buena parte de los cerros y accidentes del Azuay y Cañar que la docu-
mentación o la etnografía han considerado que eran sagrados. Cada experiencia de este
tipo ha sido una revelación, y creíamos que estábamos en un continente desconocido cada
vez que encontrábamos los sitios profanados por los “huaqueros” (excavadores clandesti-
nos), cuando estábamos en verdad cerca de las ciudades modernas; la recompensa era
grande cuando hacíamos algún hallazgo, sorpresa o descubrimiento. Para no hacer largo y
dar paso al lector a introducirse en este mundo misterioso, hemos tratado de reemplazar
esos monumentos y sitios sagrados organizándolos en un modelo empírico que llamamos
“modelo de geografía sagrada”, antes de trazar el modelo lógico-científico que también
estamos tratando de construir en una obra próxima.
El área cultural del Banco Central de Cuenca decidió apoyar mis ideas, otorgando un signi-
ficativo apoyo económico a esta investigación –otra parte de esta obra fue financiada por
mi familia. El autor agradece el interés del doctor Andrés Abad Merchán, Director, quien
desde el principio tuvo una actitud visionaria para incorporar mis modestos conocimientos
sobre las ciudades andinas prehispánicas a lo que era una tierra desconocida respecto a las
huacas y ceques que rodeaban la gran Tomebamba de los incas. Abad se comprometió en
el sueño de un antropólogo, porque en el Ecuador es impensable hacer una investigación
de aliento, por eso, el administrador cultural y el antropólogo no han escatimado esfuer-
zos, dentro de las limitaciones, para investigar y llegar a publicar este trabajo.
Mi familia, Inés, Hugo Demetrio Burgos y Ángela Serrano Durán Ballén, Álvaro Burgos y
María José Paredes Rhon, han estado pendientes de darme todo el apoyo para el feliz
término de esta obra, para ellos mi cariño y agradecimiento porque han sufrido en carne
propia las molestias de mis desplazamientos a los cerros de Cuenca.
Profesor Investigador de la
Universidad Internacional del Ecuador
C
Página anterior: uando el andar de los tiempos ha ido borrando la huella de las civilizaciones cañari
TUPU CEREMONIAL.
Pieza de oro. Museo
e inca, que ocupó largo tiempo los accidentes de la hoya del antiguo Azuay, Cuenca,
Arqueológico del Banco Ecuador, para los estudiosos que han llegado al siglo XXI quedan planteados varios
Central de Cuenca.
enigmas científicos sobre la gran ciudad de Tomebamba, que se convertía en uno de los
centros prehispánicos más importantes de los Andes septentrionales de Sudamérica, con
motivo de la conquista de los incas. Se creyó durante décadas que Tomebamba inca estuvo
asentada en el alejado valle de Yunguilla, al suroeste de la hoya de Cuenca. Si, como se
ha comprobado, Tomebamba se ubicó más bien en el extremo sur-oriente de la actual
ciudad de Cuenca, cuya área principal era el sitio llamado Pumapungo y Peraspata, todavía
quedan otras preguntas que no se han esclarecido del todo. ¿Qué representaban entonces
las ruinas del valle de Yunguilla, las que el renombrado religioso Angel M. Matovelle creyó
toda su vida que eran las ruinas de Tomebamba, la segunda capital de los incas? ¿Cuál
fue la articulación de esta micro-región ecológica y cultural con respecto a las áreas
circundantes, especialmente con el occidente tropical y la parte austral colindante con
Saraguro, Loja, etc.? ¿En qué medida Tomebamba inca tenía su interdependencia con el
área de Sigsig y sus filones auríferos, ciertamente al suroriente de toda la hoya?
Los restos del valle de Yunguilla, dispersos en toda un área de más de 40 kms.,
mayormente a orillas de los ríos Rircay y Jubones, representan uno de los enigmas
claves cuya resolución podría dar un giro a las disciplinas de la antropología cultural,
interesadas en explicar la influencia cultural mutua que provino y fue hacia las
regiones circunvecinas. En lo particular, la antigua área de Chaguarurco (hoy Santa.
Isabel), Cañaribamba, laguna de Buza, San Fernando, que son los altos del valle de
Yunguilla, necesitan una revisión etnohistórica y arqueológica, pues allí -según una
Desde agosto de 1981 el Banco Central del Ecuador organizó las excavaciones en el sitio de
Pumapungo, el prehispánico aposento del inca, que es gran parte son solo los cimientos de
un complejo arquitectónico inca. Además de los informes preliminares de los arqueólogos
Ernesto Salazar y Jaime Idrovo, y de las aportaciones de Olaf Holm y Holguer Jara,
últimamente se ha podido concentrar los resultados arqueológicos a lo largo ya de veinte
años de trabajo institucional, encabezado precisamente por uno de ellos. (Ver Tomebamba.
Arqueología e historia de una ciudad imperial, por Jaime Idrovo Urigüen, 2000).
La Audiencia de Quito en los siglos XVI y XVII: dela Periferia minera al centro manufacturero
SIMBOLOGÍA
Encontramos la posición del área de Cuenca, entre los siglos XVI y XVII, vista como una
“periferia minera” del sur, característica que la distingue frente a la región de los “obrajes”
o centro manufacturero del centro y norte de la Sierra ecuatoriana, formando ambas el
fuerte de la Real Audiencia de Quito. El objetivo de este gráfico es hacer notar la diferencia
geopolítica y natural del área de Cuenca del resto de la Sierra ecuatoriana. Está basado en
un valioso estudio y mapa de Jean Paul Deler (1987: 142).
El objetivo preliminar de nuestro estudio es conocer si los incas, y en todo caso los
cañaris, mantenían o no un culto a los cerros, como ocurría y era un patrón entre los
señoríos del centro y norte de la misma región serrana. Si no fueron solo los cerros, ¿qué
otras manifestaciones religiosas se podrían encontrar en la misma civilización? ¿Se ha
tratado de aplicar el "modelo de los ceques" del Cusco, como instrumento comparativo,
para poder determinar las anteriores preguntas? Las respuestas revelan el poco interés
de los estudiosos en adherirse al proceso investigativo de los simbolismos y estructuras
mentales prehispánicas. Siendo así, ¿puede el investigador intentar alguna aproximación
de la antropología cultural para abordar estos temas, en donde quepan los aportes de
varias de sus disciplinas?
···
Estas inquietudes se suscitan cuando un puñado de arqueólogos, etno-historiadores
y etnólogos contemporáneos, un solo lingüista, -algunos de ellos nativos de Cuenca-,
llamémosles abnegados idealistas, están acometiendo desde distintos ángulos su enfoque
disciplinario que se relaciona con lo que fuera un atípico epicentro inca en los Andes
australes del Ecuador. Hace ciento treinta años no fue así, sin embargo. Aunque la
arqueología no existía en el país, ni tampoco estaba desarrollada en los países centrales
como la conocemos ahora, y que en América se llamaba anticuaria,1 un joven cuencano que
iba para abogado, cabalgaba con sus amigos, en 1875, sobre el feraz valle de Yunguilla. Al
frente, exploraban los áridos repliegues sureños que descienden al río Jubones, conforme
éste va alimentándose del río Rircay que baja de Tarqui, del León que viene del suroriente,
1 “Anticuaria” era el nombre con el que se conocía a la arqueología en su fase más temprana del siglo XIX.
y curvando hacia el oeste, se nutre del famoso río Minas y, más al poniente, del San
Francisco. Siguiendo su marcha hacia Pasaje, Zaruma y Machala, el Jubones toma un
cauce principal y pasa alternativamente por encañonados que estrechan su curso, para
desahogarse nuevamente en playas extensas conforme baja la altitud. Tal es un punto
llamado Huascachaca (puente de sogas), un abismo compuesto por dos murallones que
dejan pasar el río, y que en tiempo inca estaban unidos por la fragilidad de un puente
(chaca) de cuerdas (o huasca) de donde derivaba su nombre. El primer murallón, un
gigante montañoso, se llama todavía Pachamama, y su opuesto justamente Huascachaca,
debajo del cual corre el río Jubones. Desde aquí alcanzaba a divisar, en la orilla opuesta
del Jubones, unas cuantas planicies, áridas unas, y otras, como la de Minas, cuyo verdor
parecía un oasis, que contrastaba con la aridez de las montañas circundantes. Cruzando el
Huascachaca, y ascendiendo a una de las planadas de enfrente, que se llamaba Sumagpamba
(luego Sumaypamba), lograron encontrar las cimentaciones y ruinas arqueológicas que
andaban buscando, cuyos trazados y aposentos eran supuestamente incas. "En medio del
color amarillento de la tierra, su desnuda aridez [que] daban verdaderamente a aquel sitio
el aspecto de una tumba" -como escribiría después-, los jóvenes verificaron que estaban
dentro de unos vestigios que tenían la forma de un inmenso trapecio que se extendían
sobre la amplia planicie, paralela al río principal, casi frente a Minas. En el gráfico siguiente
vemos la ubicación de estas ruinas, según Collier y Murra.
En su parte central, el hallazgo de los jóvenes tenía por base 260 pasos de extensión,
su lado opuesto otros 160 pasos de longitud, cruzado por lados de 95 pies. El formato
contenía en su interior 11 calles paralelas, de 8 a 6 pasos de ancho. "Todo el conjunto
2 Inicia esta obra con el “Discurso de presentación por el Dr. Remigio Crespo Toral” , seguido por la
mencionada “Conferencia del Dr. Max Hule: Las Ruinas de Tomebamba” (1923).
Entre asombrado y romántico, el testigo escribió pronto un artículo en el mismo 1876, sobre el
remanente conjunto de aposentos y estructuras encontradas, conjeturando que pertenecían
a una gran civilización andina; quien lo hacía era el señor José Julio María Matovelle, y el
artículo, que luego sería seminal, se intituló "Las ruinas de Tomebamba" (Matovelle 1876).4
Esta aventura será el primer testimonio de campo que tiene la arqueología del Azuay para
iniciar una marcha sistemática, con aciertos y yerros, en busca de Tomebamba inca.
Esta tesis vino a causar, sin embargo, una revolución intelectual entre otros selectos pensadores
que, hasta bien entrado el siglo XX, se dedicaban a discurrir sobre el origen de Tomebamba: ora
en Yunguilla, ora en Cuenca, y producir al mismo tiempo una larga serie de artículos y libros
3 Al tiempo de nuestro trabajo de campo estas ruinas casi se habían extinguido por manos de los
agricultores locales.
4 En la revista “La luciérnaga”, etc.
5 Definición dada a la arqueología a mediados del siglo XIX.
Pero Matovelle no estaba solo. El lustro 1871-1876 marca el nacimiento de una época
donde se crea conocimiento local, dedicado a la arqueología, a la geografía, a la geología,
a la etnografía e historia del Azuay y Cañar. De manera que el primigenio interés del
recién ungido sacerdote, era parte de un conjunto de esfuerzos investigativos que venían
realizándose por otros auto-didactas de la "anticuaria", talvez en forma independiente,
pero que coincidían en la ajena tarea de develar los misterios del pasado. Enigmas y
entresijos habían quedado flotando en las descripciones dejadas en el siglo XVIII por
viajeros extranjeros, quienes habían observado el territorio y admirado todavía en pie
algunos de sus monumentos antiguos. Viajeros y exploradores que pasaron por Cuenca
y Cañar, después de los académicos franceses y españoles, en la segunda mitad del siglo
XVIII, y luego los científicos de principios del XIX, con Rivet a la cabeza, dejaron señalando
rastros y pistas, a veces buenos croquis de los testimonios construidos por los cañaris
y los incas, y aún de los antiguos shuar, ya sea en monumentos arqueológicos o en la
connotación religiosa y sagrada que tenían algunos cerros y ríos de la hoya geográfica.
Relatando con unción la "bravura" de algunos páramos, como también la aspereza de
caminos y cuestas, o el peligroso cruce de puentes de sogas, y cuantos otros caminos
que, probablemente, fueron reocupados por los hispanos en la colonia, circunspectos
cronistas, viajeros, matemáticos, expedicionarios trashumantes y andariegos del siglo
XIX y principios del XX, reclamaron para cañaris e incas (inclusive para la cultura chimú)
la pertenencia de aquellos testimonios culturales y lenguas, solitarios y dispersos en
territorio tan espectacular como abandonado. Considerándolos especiales elementos de
una gran civilización de cultivadores avanzados, propios de un gran señorío aborigen que
entraba con la fuerza de su cultura arcaica en el siglo XVI, el interés por las exploraciones
y escritos, creció más y más.
Mientras nuestros jóvenes exploraban Sumay Pamba, un joven geólogo alemán (después
será el famoso geógrafo) Teodoro Wolf, en el mismo año, 1876, por primera vez en
la naciente república, venía desde Loja haciendo un estudio geognóstico6, llegando a
6 Viajes científicos por la República del Ecuador por el Dr. T. Wolf. Relación de un viaje geonóstico
por la Provincia del Azuay, con una carta geográfica y otra geológica. Guayaquil. Imprenta del
Comercio. 1879. Obra casi desconocida, y no citada en trabajos similares sobre el Azuay.
Valga esta introducción para dar cabal relevancia a los pioneros de la arqueología y etnología
del Azuay y del Cañar, adelantados que fueron en la historia y geografía de Tomebamba;
ellos, empíricamente, señalaron rutas que después serían comprobadas por la ciencia
antropológica y lingüística, no obstante que por sí mismo eran buenos investigadores,
grandes caminantes y ascensionistas, exploradores contumaces, conocedores de los
santuarios, de las "bocas de mina", de los "caminos incas" y de los monumentos antiguos,
duchos en la más antigua toponimia indígena, a la par, observadores perspicaces y escritores
eruditos. Con un gran olfato científico, a pesar de explicables errores, Matovelle, Arriaga,
Durán, Talbot y Wolf, como principales, marcan el inicio de una etapa científica en el Azuay,
que luego será compartida por otros, entre ellos Federico González Suárez, por un lado, y
Octavio Cordero Palacios, inclusive el filólogo Luis Cordero, por otro. Con la excepción de
Wolf, que se inclina por el aspecto geográfico, geonóstico y minero del área en cuestión,
los demás fueron aventajados en la interpretación de la historia cultural y lingüística de la
antigua Tomebamba y su provincia, muy a pesar de la falta de comunicaciones y la escasa
información científica que apenas llegaba a Cuenca a principios del siglo XX.
···
Capítulo aparte representa la figura del arzobispo Federico González Suárez, para quien
la historia ecuatoriana tiene ubicada una posición señera, más que todo como creador
de una historia que en el fondo es una versión eclesiástica e institucional del coloniaje
español, durante la Real Audiencia y Presidencia de Quito; indiscutiblemente completa
para la época, sobresale la precisión de sus fuentes documentales. No hace falta insistir en
que sus trabajos de reconocimiento arqueológico fueron de mayor impacto en un largo
período, entre los dos siglos. Pero no estamos seguros cuando se ha creído que González
Suárez haya sido el único iniciador ecuatoriano de la arqueología en el país, como asegura
Salazar (1993: 99):
7 Se refiere a los siguientes: Bamps (1879); Hamy (1897); Dalton (1898); Whymper; Heu-
zey 1870); Farabee (1921 Uhle 1922; Dorsey (1901); Saville (1924); R. Verneau y Paul
Rivet (1912).
8 Su ficha es: Estudio histórico sobre los cañaris. Antiguos habitantes de la provincia del Azuay
en la República del Ecuador, por Federico González Suaréz, Presbítero, Quito, Imprenta del
Clero por Juan Guzmán Almeida, 1878, 55 pp., cinco láminas representando 14 figuras arqueo-
lógicas de oro.
Por la misma época, la provincia del Azuay era objeto de la mayor atención, para no decir
saqueo y búsqueda de sus tesoros arqueológicos, a través de la excavación clandestina,
antojadiza, del oro yaciente en sus sepulcros prehispánicos, llamados huacas. No es éste
el espacio para hacer relación de todas las degradaciones del patrimonio cultural de que
se tenga noticia. Sin embargo, era como que hubiera aparecido una "fiebre del oro"11 que
conmocionaba el área de Cuenca. Eran atraídos anticuarios y arqueólogos, diletantis, viajeros,
geógrafos y coleccionistas de toda condición. Las "antigüedades" del Azuay iban, como es
de imaginar, a parar a los museos del Europa, siempre y cuando hubieran escapado de no
ser molidos, cernidos o fundidos en lingotes, al momento de su hallazgo.12 Historiadores,
diplomáticos, hasta religiosos extranjeros, adquirían valiosas colecciones, inclusive reliquias
rarísimas, elaboradas al parecer por refinados artífices precolombinos y por expertos en la
extracción y manejo del metal precioso. Las piezas salvadas eran remitidas por barco a los
destinos de ultramar: todas provenientes del área de Cuenca (Emile de Ville, 1879; Anatole
Bamps 1887; Heuzey; Léonce Angrand, Bollaert, Eugéne Thirion, Saville, etc.). ¿Quien lo
diría? Hasta un destacado arqueólogo y viajero francés, el diplomático Charles Wiener,
9 Dice González Suárez: "la clasificación [de Velasco] carece, por lo mismo, de fundamento
científico...en la Prehistoria ecuatoriana no debe tomársele en cuenta." Citado por Salazar, “De los
objetos a las etnias”...., p. 110; énfasis mío.
10 La teoría difusionista está en la base de la interpretación “mayista” propugnada por Uhle.
11 Antonio Fresco, Arqueología de Ingapirca, p. 61
12 Se refiere a los siguientes: Bamps (1879); Hamy (1897); Dalton (1898); Whymper; Heuzey
1870); Farabee (1921 Uhle 1922; Dorsey (1901); Saville (1924); R. Verneau y Paul Rivet
(1912).
15 La ponencia de Hugo Burgos Guevara lleva por título: El primer documento sobre Arqueología que
se escribió en Ecuador: "Memoria para la Exposición Internacional de Chile, por el padre Banjamín
Rencoret". En: Memorias del I Encuentro de Arqueología y II de Antropología, realizado en Azo-
guez, Ecuador, dic., 1997, Casa de la Cultura Núcleo del Cañar, 1999.
16 Ídolillo de Mama Ollo mandado a fundir por su hijo Huayna Capac, según fuente. Creación artistica
de Hugo Burgos.
EN BUSCA DE TOMEBAMBA
N
Página anterior: uestro interés arranca de las nuevas tendencias de la etnología, etnohistoria,
OTORONGO.
Etnografía del Azuay. antropología estructural, y arqueología histórica, cuando desde la década
del sesenta John H. Rowe, John V. Murra y R. Tom Zuidema, desde diferentes
contextos, hacen aportes y propuestas teóricas de gran importancia para comprender
las formas de organización y visión del mundo que tuvieron los aborígenes andinos
(especialmente del Perú), siglos antes de la conquista ibérica.1 También consta el aporte de
Burgos (1995ª) sobre su modelo de Quito-inca, visto más adelante. De los anteriores, nos
interesa primeramente Zuidema -etnólogo holandés- por haber construido un modelo
teórico de etnología pura e historia estructural, abordando, como señala Burga:
"niveles casi invisibles de las realidades andinas. Las estructuras, tal como las
presenta Zuidema, quizá nunca aparecieron en la conciencia de los hombres
andinos...Es cierto que no aborda directamente la historia de lo material, de
las formas de subsistencia, de la organización económica del estado inca, ni le
preocupa mucho la historia de los acontecimientos, sino que más bien se interesa
1 En las palabras de Manuel Burga: "John H. Rowe se interesó preferentemente por la arqueología, la
etnohistoria y la historia del arte. John V. Murra comenzó estudiando a los campesinos de Otavalo
y terminó proponiendo el modelo recíproco-redistributivo para entender la especificidad de la or-
ganización económica del estado inca. R.T. Zuidema comenzó estudiando a las comunidades cam-
pesinas de España, para luego abordar el estudio de las regiones andinas, actuales e históricas,
y proponer un complejo modelo estructural para entender la organización social, política y ritual
del Cusco", (subrrayado mío), en Reyes y guerreros. Ensayos de cultura andina, por Manuel Burga
(1989), compilador, p. 21.
Este modelo no llegó al Ecuador sino cuando Burgos utilizó la sustancia del modelo de
Zuidema para reconsiderar los mitos ecuatorianos haciendo una revaloración crítica del
modelo frente a los mitos amazónicos y cañaris, luego quiteños, y pudo encontrar un
tipo de organización parecido a los ceques en el templo de Mullucancha localizado en
Pumapungo, como se puede leer en su obra El Guamán, El Puma y el Amaru (Burgos 1995a:
66-83). Según ésta, Mullucancha estaba frente a una gran plaza que los inca-cañaris la
habían conocido como Huachao Huaire Pamba (Ibid: 72), traducción que dilucidaremos en
su lugar. No se ha intentado una nueva interpretación fuera de la que hace el autor, también
porque la toponimia de Murúa podría estar errada ortográficamente. La conclusión del
modelo de Burgos apunta que en Mullucancha no había ningún templo del sol, sino que
era un santuario inca donde se evocaba al sol, colocando una estatua del mismo dios,
una piedra especial traída del Cusco, cuyo nombre era Guanacauri. Lo más importante es
que Mullucancha, es decir Pumapungo, y siguiendo a Burgos, venían a quedar en el centro
de una constelación de cerros sagrados, pero antes de la investigación de campo nunca
Podemos afirmar que La Relación de las Guacas del Cusco, relatado por Bernabé Cobo,
describe la lista de ceques en el Cusco (Historia del Nuevo Mundo, ms. 1653, libro trece
/f. 223 vta/, citado por Rowe 1981: 223-261), hasta hace poco tiempo no era conocido
en Ecuador, y por tanto no se había procesado un análisis etnológico, estructural ni
geográfico, de alguna importancia, mucho menos sobre Tomebamba. Escrito en 1551,
los célebres extirpadores de idolatrías de Collasuyu dejaron a descubierto la descripción
escrita de 320 santuarios o lugares sagrados que eran venerados por los incas en su
"capital ancestral"; consistían en ciertos accidentes geográficos, terrenos cultivados
(chacra), fuentes, caminos, etc., que eran representaciones sobre el terreno, otras señales
veneradas en los cerros, pilares y montañas alrededor del Cusco. Cuando se escribieron
dichas crónicas, las señales se encontraban circunvalando un epicentro supra-ceremonial,
que eran las áreas o montes que miraban a la ciudad del Cusco, quedando en el medio el
más reverenciado de todos, como queda dicho, el templo del sol o Coricancha2. Las marcas
sagradas tienen su nombres propios, localizadas en montañas nevadas, cerros, piedras
grandes, vertientes, sitios, plazas, calles, llanos, quebradas. sepulturas, laderas, aposentos,
etc. Ejemplos de tres huacas del Cusco:
"[Chinchasuyu: 3:5] la tercera guaca era otra fuente llamada, Ticicocha, que está
dentro de la casa que fue del dicho diego Maldonado, fue esta fuente de la coya,
o Reyna Mama Ocllo, en la cual se hacían muy grandes y ordinarios sacrificios,
especialmente cuando querían pedir algo a la dicha Mama ocllo, que fue la mujer
más venerada que hubo entre estos indios" (Relación: Cobo 1981: 225)
"[Collasuyu: 6:7] la setima se llamaba Huanacauri; la cual era de los más principales
adoratorios de todo el reyno; el más antiguo que tenían los incas despues de la
ventana [cueva] de Pacaritampu, y donde más sacrificios se hicieron. esta es un
cerro que dista del Cusco como dos leguas y media, por este camino que vamos
a collasuyu..por ser una piedra tosca...llevaban este idolo a la guerra mui de
ordinario, particularmente cuando yva el Rey en persona: y Guayna capa lo llevo
a Quito, de donde lo tornaron a traer con su cuerpo...Poníanlo para la fiesta del
Raymi ricamente vestido, y adornado de muchas plumas encima del dicho cerro de
Huanacauri." (Relación de las guacas, Rowe 1981: 237, subrrayado mío).
"[Cuntisuyu]-1:3] "la tercera se decia, Poma chupa (suena cola de león): era un
llano que estaba en el barrio asi llamado; y desde allí se ofrecia a aquellos dos
riachuelos que por alli corren" (Ibid: 239)
Los ceques dividían a la población del Cusco en cuatro cuarteles o cuadrantes, que
representaban la división cuatripartita (o tahuantinsuyu) del territorio incaico, el cual iba,
presuntamente, más allá de las fronteras de la ciudad. Esta división no corresponde con
los puntos cardinales modernos, pero se aproxima a ellos, así: Chinchasuyu, más o menos
en el norte (con inclinación a occidente). Collasuyu en su opuesto, el sur (inclinado hacia
oriente). Antisuyu en el este (la región amazónica, la selva) y Contisuyu en el oeste (costa
y mar). Analizado el documento de Cobo, Zuidema hizo notar que en tres de los cuatro
"cuarteles" o suyu (I, II; III) había 9 ceques en cada uno (27) agrupados por el autor en
haces de tres (a, b, c), excepto en el cuarto (IV) Cuntisuyu, en cuyo espacio habían catorce
ceques (cuatro grupos de tres y dos solitarios (27+14= 41) más uno central que era el
templo del sol = 42 ceques). Cada grupillo de tres ceques llevaban una denominación
repetitiva, collana, payan cayao, que, diremos, representa una división simbólica tripartita,
complejidad que solo puede entenderse conociendo cómo estaba escindida la sociedad
inca, metafóricamente, en "hijos" (nobleza), "sobrinos" (guerreros) y "nietos" (extraños
o "apegados" al Cusco). Siguiendo el documento de Cobo, cada ceque debía contener,
idealmente, 10 huacas, pero no todos lo cumplían. Pero si la propuesta hubiera sido
esa en el terreno, habría habido 360 huacas dentro de los 36 ceques. Si añadimos los
cinco ceques “extras” de Contisuyu (grupillo de 3 + 2 sueltos), tendríamos un total de
365 señales o huacas contenidos en los 42 señales o ceques del Cusco Incluyendo el
templo del sol). Sobre el terreno se encontró en realidad 328 huacas mencionadas por
sus nombres, pero si la idea original de los incas era de tener 365 huacas, estas parecen
corresponder exactamente con los 365 días del año solar, sacándose en claro que los
meses eran “solares” en esta civilización andina. Esta combinación compleja de ceques
y de huacas, ha llevado a descubrir al autor del modelo que el sistema de los ceques se
acercaba a constituir un “sistema de calendario inca” para poder ordenar las actividades
ceremoniales, agrícolas y muchas otras que teóricamente marcaban la vida religiosa y
social. A la complejidad del documento, se suman los datos de que en las montañas del
Cusco había 12 pilares o “sucanca” (que correspondían con los 12 barrios en que se dividía
la ciudad cuando llegaron los españoles.
Estos pilares marcaban el comienzo de los meses según el sol salía o se ponía el primer día
de cada mes iluminando esta columnas. Si se divide los 360 días entre 36 tendríamos =
10, que permite conjeturar que los días de la semana inca tenían 10 días (Guamán Poma,
foja 260). “Si cada grupo de tres ceques se conectara con un pilar que indica un mes la
Adicionalmente, exhibimos el plano de la ciudad del Cusco hecho por el padre R. Zárate, O.
Pr., en 1922, donde se observan los 12 barrios de la ciudad , a saber:
2. MODELOS Y DEFINICIONES
E
n otro lugar, Burgos (1995a: 38 y 43) hizo una síntesis teórica de otra parte del
modelo de Zuidema, donde se puede ver la interrelación de los niveles de jerarquía
social y administrativa inca (cuyos datos realmente se basan en Guamán Poma de
Ayala). Sin embargo, el antropólogo ecuatoriano, para demostrar su tesis: de que el Cusco
no operaba solo en los Andes sino que era un opuesto a las ideas políticas y sociales
provenientes de Quito aborigen, introdujo una variante al modelo de Zuidema, y construyó
su propio modelo, una oposición mítica e histórica: colocando a Tomebamba-inca entre Cusco
y Quito-inca, en la mitad de los opuestos políticos y reverenciados epicentros. Considerando
a los gobernantes incas, quedaban así: "HIJOS", simbolizando a los gobernantes ancestrales
del Cusco (Pachacútec), "SOBRINOS", los que materializaban la conquista, militares de
Chinchasuyu (Túpac Yupangui), y "NIETOS", para aquellos que eran vistos como "extraños"
al parentesco inca, o que habían construído o debían construír su propia panaca, fuera de
la capital ancestral, cuyo ejemplo más fehaciente encontramos en Huayna Capac, quien
tuvo que fundar la suya, Tomebamba-panaca. Lo mismo pasó finalmente con Atahualpa,
que instituyó la suya: Ticci-Cápac-panaca, o Quito-panaca, pero que fue continuada en el
En cuanto a Quito-inca no tenemos información sobre el templo del sol, excepto la tardía
información de Velasco (1789) en el cerro de Yavirac (Panecillo). Su forma arquitectónica
es todavía una incógnita a menos que se especule. En cambio, Quito tuvo no una sino
dos lagunas asociadas a su aposentos sagrados, las cuales llegaron a ser veneradas por
los incas. Más grandes que aquellas de Cusco y Tomebamba, la una se llamó Turubamba-
cocha bien al sur de las dos quebradas y centro de Quito-inca, situada al pie del volcán
Guagua Pichincha. La otra laguna es de Añaquito, al norte, formada con las corrientes
prehistóricas del Rucu Pichincha; ésta iba desde San Blas y El Ejido hasta La Carolina; los
lahares y erupciones que bajaron por el Rucu en el cuaternario, formaron una abertura
gigantesca, llamada hoy “quebrada de Rumipamba”. Datos del siglo XVI nos hicieron
reconocer que Turubambacocha estaba en territorio Hanansaya, y Añaquito en Hurinsaya
(Burgos, 1995ª: 276-9). Para el periodo formativo no es imposible que poblaciones
andinas prehistóricas hayan encontrado albergue para su cultura en los declives y cenizas
dejadas por las erupciones tanto del Guagua como del Rucu Pichincha. No disponemos
suficiente información sobre su sacralidad, pero la función ceremonial posterior si existe
para la época de Huayna Cápac; estos reservorios sagrados, Turubamba y Añaquito,
son mencionados en los libros de Cabildo de Quito. Ambas alojaron en el contorno a
poblaciones antiguas de tipo pre-inca, según muestra la geología, y los restos materiales
que se van encontrando [en Chilibulo y localidad “metrópoli”, respectivamente]. con el
avance de las construcciones modernas3
3 Investigaciones detenidas podrían encontrar mejores datos de esas áreas, en los documentos del
Cabildo de Quito. Llegados los hispanos, esas lagunas ceremoniales (lastimosamente) se convirtie-
ron pronto en ejidos, para pastorear ganado venido de España.
Dentro de este contexto, la importancia que había al imponer una guerra permanente
contra los “otros”. cobrado el señorío cañari, con su geografía tan a propósito de la religión
vigente, con una población organizada en curacazgos, sus minas y todas sus huacas (que
discutiremos después), con sus caminos abiertos a los trópicos, sufriría los estragos de la
apocalipsis guerrera. La guerra entre Collasuyu y Chinchasuyu era una hecatombe final.
Como hubiera exclamado Guamán Poma, santiguándose:
¡Jesuscristo, aucanacuscan pacha, cutiscan pacha!
[¡Ha llegado la era de las luchas, de la rebelión! (1602: 911 [925]).
Dando lectura al modelo creado por Burgos Cusco como el lugar del origen mítico de
los incas, Tomebamba representando la ciudad militar y centro religioso intermediario
4 Importantes autores, como Víctor Manuel Patiño (1967) nos dicen que: “Al sur de Quito, informa-
ciones de la misma época que las de Pimampiro, establecen que en la jurisdicción de Cuenca, los
nativos de Paccha compraban la coca a los que la producían en los valles cálidos. [Con la despobla-
ción[ de Leoquina y Pacaybamba, en la cuenca del río Tamalaycha o Jubones...en tiempo pasado
tenían toda la tierra cultivada de chácaras de coca; hoy en día no la hay.” [En Plantas cultivadas y
aminales domésticos en América equinoccial, III: 213).
En la organización del modelo trazado por el autor, se encontraron que las categorías
collana, payan, callao, dentro de la ceques del Cusco, que podían equipararse a los niveles de
"hijos" (incas reales), "sobrinos" (conquistadores fundando una ciudad y su propia panaca)
y "nietos" o ajenos (gobernantes de Chinchasuyu); éstos símbolos podían asimilarse en el
terreno, respectivamente, a las ciudades incas de Cusco (collana) = sagrado”; “principal”,
“padre”, “sol”; Tomebamba (payan) = pachamama = “tierra-madre”, “luna”, “mama-ocllo”,
“hijo”. Quito (callao) = “nieto” de collana, o “hijo de los primeros conquistadores en las
“mujeres de los segundos conquistados”, el “renaciente” será “quien fundará el nuevo
imperio”. Burgos encontró que Quito-inca representaba a las deidades amazónicas, por
tanto eran un “amaru” o boa. Tres metáforas que significaban respectivamente: 1. “sagrado”
2. “tierra-madre” y 3. “nuevo”.
Cada una de estas capitales, sin embargo, estaba asociada a una laguna sagrada, en su
orden, Ticci-cocha, para Cusco, Pomacocha para Vilcas-guamán, y Viracochabamba para
Tomebamba inca, según se ve en la organización que dimos en el mismo trabajo (Burgos,
Ibid: 58-75). Si Viracochabamba estaba asociada a “Tomebamba”, como dicen los cronistas,
en nuestro modelo se profundiza y parece estar directamente asociada a Pumapungo, o más
directamente al templo de Mullucancha, donde, de acuerdo a explicaciones anteriores, estaba
dedicado al espíritu femenino ancestral de Mama Ocllo, la “madre”, y la hermana y esposa
El concepto se aplica plenamente, en nuestro caso, a las hoyas geográficas de Azuay (hoya
del Paute) y Cañar (hoyadas de Azoguez y Cañar- El Tambo, Sisid) en la época previa a la
conquista. Más que todo viajeros extranjeros del siglo XVIII y XIX, hacen extensa relación de
la sacralidad de algunos accidentes geográficos del área, no así las crónicas del siglo XVI y
XVII, cuya información es reducida. Es necesario verificar la estructura social y conformación
de los señoríos cañaris e incas para épocas tardías, cuyos enterramientos y arqueología
vendrían a esclarecer enigmas hasta ahora irresueltos, sea desde su conformación físico-
osteológica hasta la cultural, y determinar la organización de poblaciones de agricultores
avanzados, como los que ocuparon el nicho ecológico-cultural en y alrededor de Tomebamba.
El antropólogo ecuatoriano Hugo Burgos Guevara inició en el país esta clase de estudios,
elaborando un breve modelo etnológico-estructural de "geografía sagrada" alrededor del
centro histórico de Quito. Para ello se contó con documentos de 1534-1690, que dividían
a la temprana ciudad aborigen "Quitu-inca-cara", en dos sayas incas, "hanansaya", hacia
el sur-ocidente, y "hurinsaya", hacia el norte-oriente, de acuerdo al pensamiento de los
gobernantes incas que efectivamente -está comprobado- se radicaron al pie de su volcán
tutelar, de dos picos: el Guagua-Pichincha y el Rucu-Pichincha. (Más adelante veremos
el simbolismo de este volcán, que es un complejo religioso relacionado con el ganado
sagrado de los dioses). Una síntesis del modelo quiteño-inca, presentamos enseguida.
1. El asiento aborigen de Quito, ocupado por los incas desde el mandato de Huayna Cápac,
estuvo localizado en la meseta semi-inclinada que se desliza hacia el este de los volcanes
Guagua Pichincha (en erupción en 1999), y el Rucu Pichincha, volcán decapitado y sin
humo, al norte del primero. El volcán y la ciudad están separados (y amparados de los
materiales piroclásticos) por una cuchilla enorme, llamada de Chili-bulu-Cruz-loma.
A la luz de la antropología ecuatorial, da la impresión de que el verdadero y antiguo
volcán habrá sido el Rucu-Pichincha, que explosionó hace miles de años, formando
con su lahar, la gran hondonada y quebrada de Rumipamba, que desemboca en la
antigua laguna de Añaquito, hoy Carolina. El volcan Guagua tiene a sus pies el lecho
de una lago, la exlaguna de Turubamba, hoy poblada por la nueva ciudad popular. No
estaría descartado que en los miles de años pasados, el Guagua Pichincha –más joven
que el otro- podría haber sido, simplemente un “domo” del Rucu.
2. El asiento del Quito de los incas estuvo compuesto por un estrecho terreno inclinado,
surcado por dos quebradas, siendo la principal, la de Ullaguangayacu ("río de los
gallinazos"). Entre esta quebrada o cava y la segunda, llamada de Zanguña o Pilisyacu
(al norte de la primera), se encontraban los principales aposentos incas; puede decirse
2. Hay varias crónicas, pero una puntual (Montesinos 1882 [1590]: 82), certifica la
existencia de varios cerros alrededor del Quito aborigen ocupado por los incas. Burgos,
por primera vez, llamó la atención de que cuatro elevaciones (y algunas más) tenían
la misma denominación de una parte de los cerros sagrados del Cusco. Contamos con
fuentes escritas y comprobación histórica, que las citan como cerros sagrados, desde 1534
al siglo XIX. Nada se opone a que hayan tenido un vínculo presuntamente religioso, sea
para los incas o para los pueblos pre-incas que precedieron en la ocupación del asiento
quiteño. Siempre a un nivel de 300 a 600 metros de altitud sobre el nivel de la ciudad,
2.870 s.n.m., se encontraban los cuatro cerros en una posición cruzada, uno diagonal al
otro. Aproximadamente, en el sentido norte-sur, se encontraba primero el Guanacauri
(hoy cerro de San Juan), frente al Yavirac (hoy El Panecillo), que dominan y limitan el centro
histórico con el lado norte y sur de la urbe, hoy una planada, donde antes de la llegada
hispana estaba la citada laguna de Turubamba. En la posición este-oeste (más bien NNE
y SSO) se ubican el cerro Itchimbía (antes Anahuarque). Este se halla opuesto a un
cerrillo incrustado en los declives más bajos del volcán Pichincha, junto a una chorrera,
llamado desde 1534: cerro de El Placer, donde Huayna Cápac, según la crónica, tenía
sus reales aposentos (y de ahí su nombre). Hay documentos que atestiguan que las
cinco elevaciones inmediatas a Quito, tuvieron una evocación religiosa, empezando
por la deidad más importante, el volcán que Albornoz señaló así: "Pichincha, huaca de
los indios Quito". Sin mayores evidencias por lo tardío de la crónica, Juan de Velasco
afirmaba también que en Guanacauri (San Juan) y en Yavirac (El Panecillo), estaban
ubicados respectivamente, "el templo de la luna" y el "templo del sol". Se ha hecho
difícil encontrar documentos que convaliden al historiador jesuita, excepto que en
la cumbre del Panecillo, por siglos, los oficiales españoles y religiosos, vieron unos
"pilares", presumiblemente prehispánicos, que de ser así se llamarían sucanca, puntos
destinados a observaciones astronómicas como en el Cusco, que proyectaban la
sombra del sol en solsticios y equinoccios, luz de la luna, el paso de las estrellas y las
estaciones, según determinados períodos.
5. El modelo de Burgos sostiene que la línea divisoria de Quito inca, entre "hanansaya" y
"hurinsaya", constitutía la quebrada de Pillisyacu, también Zanguña o quebrada del Tejar,
que luego se convertía en "Quebrada Manosalvas", partiendo la urbe antigua en dos sayas,
cortando en dos mitades el llamado centro histórico de Quito colonial. Esta Quebrada es
ahora la calle Espejo. La corriente de agua de Pillisyacu acababa uniéndose a una tercera
quebrada, antes que todas desembocasen en el río Machángara, 3 km. al este .
6. Ayudado por mediciones geodésicas muy precisas (efectuadas por expertos del Instituto
Instituto Geográfico Militar), hemos podido proyectar la línea divisoria "hanan-
hurin" de Quito inca; y ha resultado que las posibles líneas ceques de Quito-inca se
transformaran en líneas geodésicas que pueden analizarse hoy. Así por ejemplo, si la
línea divisoria “hanan-hurin” de “Quito inca” (que es la actual calle Espejo) se extendiera
hasta el infinito, el trazo, dentro del territorio nacional, avanzaría desde Punta Galera
en la costa, pasando luego por Mindo y Nambillo (señorío de Yumbos), seguiría por la
cumbre del volcán Guagua Pichincha, dividiría a Quito en las dos "mitades": Hurinsaya
("nororiente") y Hanansaya ("suroccidente"), hasta culminar en la cima del nevado
Antizana; luego se proyectará hasta el oriente amazónico, pasando por el pueblo de
Sarayacu (aunque en esta área no intentamos poseer ninguna correlación).
8. Quito inca tuvo como en el Cusco, el derrotero saliente de los "cuatro caminos hacia
el Tahuantinsuyu". Se hace presente, la cuatri-partición "tahuantin", en el croquis
que se ha basado Burgos (dibujado por Moranville y La Condamine, 1738-41).
9. El epicentro convencional del modelo quiteño era el sitio de la cruz de la Catedral (calles
Espejo y García Moreno), por donde cruzaba la línea hanan-hurin en el sentido NO-
SE), y a su vez es el cruce de líneas provenientes de los cuatro puntos cardinales. Los
caminos al Tahuantinsuyu era: La "Calle del Mesón" (hoy c. Maldonado, Terminal) que
salía hacia Collasuyu, el sur, siendo ésta la entrada y salida para el Cusco. En la misma
diagonal, pero sentido opuesto, hacia noroccidente, iba el camino llamado "Camino de
los Yumbos", uno de cuyas rutas subía por el volcán mencionado de Rucu-Pichincha
(ascendiendo por Cruz Loma).
10. La diagonal, llamada hoy "calle Guayaquil", era el camino conducente al extremo de
Chinchasuyu [pues Quito mismo era Chinchasuyu], en dirección norte, hacia Guaillabamba,
Cochasqui, Cayambe, Caranqui, Otavalo, Pastos, etc. En este punto hay un cercano "partidero"
entre la línea de Chinchasuyu (que va hacia el norte propio), el área de los antiguos caras, y
la otra que toma hacia el este, el camino mítico e histórico hacia el Antisuyu, vía Guápulo,
Cumbayá, Pifo, Papallacta, Baeza, Cofanes, etc. Pero habían varias entradas al Antisuyo, como
aquella que, continuando por El Quinche asciende a Oyacachi rumbo “a los Cofanes del
siglo XVI”, pasando por el pie del Cayambe. De la misma ciudad de Quito salía el "partidero"
tanto hacia Chinchasuyu como Antisuyo, el mismo que se dividía en el parque colonial de
la "Alameda", tomando para los dos rumbos, como se aprecia en el croquis de 1748 (Jorge
Juan y Antonio de Ulloa 1978, I: Lam. XII). Por la diagonal opuesta a Chinchasuyu, hacia el
"sur-occidente" salía el camino para Contisuyu, o sea a la Costa (hoy calle Bahía).
12. Los cuatro cuarteles de “Quito-inca” son un simil de lo que ocurre con las cuatro partes
de los ceques del Cusco. Se infiere en "Quito inca" que los cuatro cerros, y otros que
se está investigando, contenían determinada devoción a deidades o "huacas", siendo
probable -siguiendo la cosmovisión andina- que esos "santuarios" o señales religiosas,
constituyeran un ceque particular, cuya línea imaginaria se uniría con el epicentro de la
ciudad aborigen. Este sería talvez un recinto sagrado o "bohío", del que no sabemos su
ubicación. Siguiendo el modelo de la cuatripartición de Burgos, el que más promete como
"centro" sería donde se ubica hoy la cruz de la iglesia de la Catedral y la Capilla Mayor.
Podrían ser también el sitio donde se ubicó La Compañía de Jesús, o siguiendo la misma
línea, el templo de la Merced, porque desde aquí los académicos franceses trazaron la
línea meridiana que las unía, como se ha dicho. Se desconoce, de todos modos, si hubo en
Quito un templo para evocar al sol, como es clara la referencia histórica de Mullucancha
en Tomebamba, o de Coricancha en Cusco. Es de presumir que debió haberse construido
uno. De no encontrar otras evidencias, terminará la arqueología histórica aceptando
provisionalmente al Yavirac o Panecillo, como el sitial preponderante donde pudo
estar el adoratorio del sol en Chinchasuyu. Finalmente, la veneración precolombina
al volcán Guagua Pichincha, deberá ser un factor preponderante, que podría alterar
significativamente estas determinaciones., pero hace falta mas investigación.
c. CONCLUSION DE MODELOS
a. Las ciudades incas tienden a construirse dentro de dos ríos o quebradas importantes.
b. Como son territorios de altura (sobre los 2.500), el espacio citadino está al amparo de cerros
y ríos a los que se atribuye una religiosidad ancestral, asociada a un contexto mítico.
d. Con seguridad, Tomebamba y Quito inca tuvieron a los cerros cercanos como
símbolos religiosos, lo que hace que toda su geografía circundante sea susceptible
de interpretación dadas las toponimia parecidas. Las innovaciones que se hagan al
modelo del Cusco, de Tomebamba y Quito inca, se benefician de las articulaciones
geográficas y culturales que se halla en el entorno de los señoríos vecinos, o regiones
naturales circundantes. Estas articulaciones han guiado la organización de los modelos
en las tres ciudades prehispánicas.
P
artimos ahora de varias preguntas, una vez que conocemos la teoría preexistente.
¿Hasta qué punto Tomebamba ocupada por los incas desarrolló una organización
político-religiosa, cuyos símbolos se plasmaron en su entorno geográfico? ¿En qué
sentido tal organización es similar o diferente a la del Cusco o Quito inca? ¿En qué dirección
las fuentes históricas, etnológicas y arqueológicas, pueden contribuir a conocer o rechazar,
si en Tomebamba inca hubo un "sistema de ceques" semejante al del Cusco? ¿Cuál es el símil
etnológico-estructural que podría aplicarse en Tomebamba, partiendo de los modelos ya
conocidos, de Cusco y Quito? ¿Qué innovaciones puede hacer el etnólogo a la construcción de
nuevos modelos andinos, partiendo de los de Cusco y Quito, y aplicarlas a Tomebamba, para
el período prehispánico? ¿Qué significado tienen las fortalezas prehispánicas construídas
sobre cerros de mediana altura en Tomebamba? ¿Por qué éstas se llaman "churos" y no
"pucarás"? ¿Cuál fue la vocación cultural de los incas frente a aquella de los cañaris, paltas,
puruhaes, shuaras, quitos, etc., en la ocupación de su espacio geográfico con fines religiosos,
y si ello puede proporcionar inferencias aceptables con respecto a Tomebamba?
C
Página anterior: omo en todo trabajo científico, antropólogos, etnólogos, etnohistoriadores,
vaso ceremonial.
Arqueología del área.
arqueólogos, etc., coinciden en que la sustentación de sus teorías es producto
de una acertada recolección de fuentes, de un valorado acopio de las mismas,
y luego de su crítica. Factores poco reconocidos hicieron que la mayor documentación
histórica escrita sobre supuestas apostasías y sacrilegios, que creía haber encontrado
la iglesia medieval en América, en la religión aborigen andina al tiempo de la conquista,
se concentrara en las capitales consideradas sagradas por las últimas civilizaciones
sudamericanas. La cúpula de eclesiásticos ungidos por la especulación de la verdad divina,
llamó a aquellas adoraciones idolatrías, y “satanizó” sus creencias religiosas, especialmente
del siglo XVI y XVII. El Obispo Pedro de Villagómez exhortaba así, en su clásico manual:
“..a cortas jornadas daremos con el principio de la fe de esta gente [los andinos],
pues no se halla memoria cierta del que tuvieron en esta tierra su paganismo, sus
idolatrías, supersticiones y errores, porque (como es notorio) cuando vinieron a ella
los primeros españoles, ya entonces estaba aquí en posesión de tiempo inmemorial
el uso de adorar estos indios al demonio, en muchas y diversas criaturas con varios
ritos supersticiosos, y abominables, y por diversos grados de ministros execrables,
y con creencias de casi infinitos errores. Y assi el demonio se hallaba entonces
entre estos míseros, hecho aquel fuerte armado..” (Exortaciones [así], de Pedro de
Villagómez ([1646]1919: Cap. II, p. 6, énfasis mío).
Cusco y otras ciudades eran poseedoras de los principales templos aborígenes, de los
monumentos y señales religiosas más insignes, donde predominaba el centralismo político-
religioso-inca y se trataba de implantar una religión de Estado, con la adoración del sol y
un conjunto selecto de nuevas huacas a él asociadas. Por estas razones, en Collasuyu (léase
“sur-este”) abunda la documentación sobre extirpación de idolatrías, mientras que sobre
su opuesto, Chinchasuyu o sitios donde la conquista incásica no había concluido, como
Palta, Cañari, Tomebamba, Hatun-Cañar, Cañaribamba, Puruhá, Mocha, Chimbo, Tacunga,
Quito, Cayampi, Caranqui, Cochesqui, etc., [para pérdida de la etnohistoria!] casi no existe
escrito alguno de importancia; pudieron escribirse relaciones amplias y completas sobre
tales idolatrías, pero no reposan en los catálogos oficiales de la Inquisición ni cámaras de
la audiencia real, por lo que la documentación hasta ahora encontrada es extremadamente
1 Este documento fue descubierto por González Suárez, y luego en manos de J. Jijón y Caamaño por
décadas, se dio paso a su publicación por primera vez gracias a Pierre Duviols, 1967).
Pero Montenegro se contradice luego, cuando reconoce que “Este mismo engaño [las
idolatrías] se puede presumir en esta tierra, porque también éstos [los de Quito] son hijos
de idólatras....”
“aquí tienen también a cada paso los ríos, las peñas, las sierras nevadas, en que de
ordinario idolatran...” Enfasis del autor].
“Y entre muchas razones que hacen mucha más fuerza, es de ver que en ciento
treinta y cinco años que son Christianos, no han salido Visitadores que, con especial
Comisión averigüen las idolatrías, supersticiones, ritos gentílicos errores antiguos,
que heredaron de sus padres...” [Y reafirma:]
“Yo aseguro que si saliera un Visitador amparado de las Audiencias reales, que
efectivamente se descubrieran graves daños que también aquí tienen los montes
a la vista, piedras grandes, sierras nevadas, y gozan los resplandores del Sol, Luna y
Estrellas, y tienen ministros por cuyo medio consultan al demonio, y con hechizos o
maleficios, quitan la salud y vida, y muchos están asi tan bárbaros, y sin conocimiento
de Dios, como en la Gentilidad.” (De la Peña Montenegro, Ibid. Enfasis mío).
En otro lugar he demostrado que los primeros obispos de Quito -hablamos del siglo
XVI- aunque con parquedad, dieron a conocer esquemas básicos de las creencias de los
señoríos quiteños (Vide: Burgos 1995; Atienza (1996 [1572-75]). La geografía de las tierras
altas del Ecuador fue objeto también de adoración y reverencia, y mucho más sus montes
y volcanes activos que de período en período provocaban violentas erupciones, a la par
que inesperados terremotos impactaban en la Sierra, o cuando grandes inundaciones
destruían la Costa (Wolf, Burgos 1989). Pero éstos, salvo excepciones, no fueron relatados
por los cronistas, ni aparecen en fácil documentación, ni tampoco las huacas eran vistas
como deidades poderosas; o quizá, por el descuido de la Iglesia, como señala De la Peña,
a veces sus ministros no parecían abiertamente interesados en concebir a las idolatrías
como peligros inmediatos, ni idearon campañas de extirpación en Quito. La etnohistoria
ecuatoriana no conoce todavía un proyecto delineado para profundizar la religión
precolombina, no obstante la llegada del tercer milenio.2
2 Véae sin embargo la obra Primeras Doctrinas en la Real Audiencia de Quito 1570-1640, por Hugo
Burgos Guevara, Ph.D. Uno de sus cuatro objetivos se refiere a “idolatrías” del siglo XVI, siendo los
otros: reducciones, lenguas aborígenes e impacto de las doctrinas en la sociedad.
Hay dos cronistas indirectos, sin embargo, que se refieren a nuestra área. Por 1560 pasó
por la provincia Girolamo Benzoni, quien refiere la situación “idolátrica” en Cañar, relatada
a él nada menos que por Fray Jodoco Ricke:
“a la postre que perdía su tiempo, y que no había esperanza de obtener “... no quiero
dejar de contar lo que escuché en Quito de un religioso flamenco de la orden de San
Francisco, llamado Fray Jodoco, quien me dijo que habiendo ido a la provincia de
Cañari a construir un monasterio, llamó a todos los señores de esos pueblos, pero
que solo se presentaron tres, a los cuales les hizo un hermosísimo razonamiento
en la lengua del Cusco, dándoles a entender las cosas de la fe y vituperando sus
ritos y diabólicas ceremonias y de esta manera, y a pedido de ellos mismos, los
bautizó y los dejó regresar a sus casas; pero viendo luego que no venían a la
iglesia, se fue de nuevo a buscarlos rogándoles que quisieran perseverar su buen
propósito; comprendió sin embargo ningún fruto [de Fray Jodoco], pues se reían de
él, diciéndole que las cosas de los Viragcochas no eran para ellos y que tenían otros
quehaceres más importantes que ir a la iglesia; así, al cabo de seis meses se regresó
a Quito a su monasterio.” (Benzoni 1985 [1565]: 122).
El área de Tomebamba y Cañar era una de las zonas donde la religión católica medieval
tuvo poco impacto. Primero fue una zona de mineros, poco preocupados por la fundación
de ciudades artesanales y de mercado. El mismo Benzoni (Ibid: 123) nos contará que databa
de antiguo la importancia de las minas de Santa Bárbara, al este de Sigsig, consideradas
sus santuarios de veneración vernacular. En otro lugar he hecho notar el sentido religioso
de las “Lagunas de Santa Bárbara (Burgos 1995ª: 97)3.
Hay sin embargo una altísima autoridad, que resultará el pilar fundamental en la construcción
de héroes míticos en Cañar, que es citado por los especialistas más respetados. Se trata de
Cristóbal de Molina “El cuzqueño”, autor de la imprescindible obra Fábulas y ritos de los
incas (1943 [1572]:15 y 16). Será Molina, párroco de Nuestra Señora de los Remedios del
Hospital de los Naturales del Cusco, quien recogerá la máxima tradición de los cañaris,
dictada entonces por un mezclado grupo mitimae, llevado desde Tomebamba por Túpac
3 Un documento de 1640, decía: “Y así es tanto su barbarismo que no hay indio a trabajar en las
lagunas, que cuando sale no lleva una piedra a su pueblo, de las que sacan en el corte [de las lagu-
nas], y esto para tenerla en su casa: que dicen que con aquellas, aunque se desagüen las lagunas
de Sta. Bárbara
Viene al caso otra disyuntiva sobre este mito, que analizaremos en el lugar de las “Huacas
de origen”. Hemos encontrado, sin embargo (y no sin sorpresa), que el nombre del cerro
Guasaynán se halla citado por uno de los más importantes cronistas de las idolatrías
andinas. Hablamos de Cristóbal de Albornoz. En su clásica y recortada “Introducción”,
cuando trata de la “Provincia de Tomebamba” señala claramente:
“Guasayñán guaca prencipal de todos los indios Hurin Anansayas es un cerro alto
de donde dicen proceder todos los cañaris y donde dicen huyeron del diluvio y otras
supersticiones que tienen en el dicho cerro” (Albornoz, (1585) 1967: fol 11r, énfasis mío).
4 Nuestra investigación de campo al pie de Cañaribamba encontró con sorpresa que algunos campe-
sinos si recuerdan que uno de los cerros cercano al monte San Pablo (laguna de Buza) si se llamaba
Faysañán, pero el dato no ha podido ser confirmado del todo con nuevas investigaciones.
Es tierra templada: está al pie del volcán llamado Chimborazo, que quiere decir
en su lengua del Inga “cerro nevado de Chimbo”, el cual tienen gran veneración
y lo adoraban y adoran, porque no al descubierto, porque dicen nacieron de él.
Sacrificaban en este cerro muchas doncellas vírgenes (Ibid: 261-2).
“Y alrededor de él, al pie de la nieve hay hoy día algunos edificios caídos, donde
acudía toda la tierra a ofrecer....
Del primero dice: “El cerro junto adonde está poblado es muy alto y sumptuoso:
llámase Abgna.. [hoy Abuga]. Es muy célebre entre los indios, y se entiende que
en tiempo antiguo solían adorarle los [cañari] de esta provincia. Y del Cojitambo:
“Entiéndese [que] el Inga hacía adorar este cerro, porque es muy nombrado en
todo el Pirú, y hay sobre el dicho cerro y fuerte muchos edificios..” (Ibid: 276).
2. VISION DE LA ARQUEOLOGÍA
E
l apoyo de la arqueología tiene el objetivo de ubicarnos en la temporalidad de las
obras culturales del pasado remoto, con no más testimonios que restos materiales
(líticos, cerámicos y óseos, también metálicos), de modo que la perspectiva prehistórica
permita conjeturar con acierto sobre el medio natural y observar lo que fue modificado por la
cultura del hombre. Nos ayuda a determinar las transformaciones sufridas en sus técnicas e
ideas, como parte de un período arcaico, en nuestro caso, llamado formativo de los Andes. El
requisito es que haya un contexto en el sitio, y que tales materiales se encuentren asociados a
otros fenómenos con lo que puede obtenerse indicios del uso, la edad, y la cronología posible
de una dato potencial. “Cuando un grupo de tipos se encuentra reunido bajo circunstancias
que sugieren uso contemporáneo, se dicen que los tipos están asociados.”, nos enseña V.
Gordon Childe5 (1958: 37). “Una mera yuxtaposición física no garantiza la asociación.” (Ibid).
5 El profesor Vere Gordon Childe fue uno de los grandes maestros de la arqueología moderna (Sydney,
1892-1957).
El valle que forma el río Tomebamba es parte de un amplio complejo de redes fluviales,
encañonadas en Andes del Austro, pero toma un giro especial en las hoyas interandinas
Cañar y Azuay, separadas por una macizo que proviene de la cordillera oriental, denominado
nudo de Buerán-Curiquingue. Por cada cuenca mayor (de Azuay y Cañar) se conducen dos
vertientes hidrográficas opuestas que son claves en la definición de los climas y la cultura. Por
la de Tomebamba fluye hacia oriente el gran río Paute, acarreando corrientes de magnitud
de toda el área; infiltrándose primero hacia el norte, el Paute rompe la cordillera oriental,
para dirigirse al este, formar el Zamora y penetrar en la Amazonia. En la hoya norteña, el río
Cañar recorre hacia el noroeste, saliendo como R. San Antonio desde la alta depresión del
nudo del Azuay, para ir a desembocar en el golfo del Guayas con su propio nombre, Cañar,
formando en su curso una micro-región fluvial y agrícola de tipo tropical.
Ha sido sobre el espacio geográfico del Paute, que la investigación arqueológica ha llegado
a evidenciar restos de ocupaciones humanas tan antiguas, que llegan a relacionarse con el
La cerámica del formativo del Austro, según Karen Olsen (1997) ofrece dataciones bastante
antiguas en las que se verifica que Pirincay tiene como fecha los 1.400 a.C, habiendo tenido
una ocupación permanente hasta los primeros siglos de nuestra era. En el caso de Cerro
Narrío (vecino a ciudad de Cañar) la antigüedad es similar (1.500 a.C), aunque cuando
los visitara Collier y Murra (1941) se había removido y saqueado el sitio desde 1912 por
el huaquerismo, y la tierra estaba muy revuelta que no permitía asegurar resultados de
importancia. En el mismo cerro, había otra ocupación que duró hasta bien entrada la era
cristiana. “En los siglos finales de la prehistoria, se utilizó Cerro Narrío como un cementerio
de la cultura Cashaloma, cuya cerámica probablemente representa la cultura material
de los Cañaris históricos” (Olsen 1997: 3). Se deben añadir los sitios de Monjashuaico y
Huancacucho, estudiados por W. Bennett, que parecen haber sido ocupados entre 1500-
400 a.C. Por estar a orillas de los ríos propensos a inundaciones, es posible que tales
asentamientos tuvieran que cambiar de lugar y hacer difícil su interpretación.
En Cerro Narrío pasó lo mismo, una ocupación a mayor altura, que pronto fue abandonada, y
llegó a ser usada como un cementerio en la prehistoria tardía (como también en el presente).
En contraste, Cotocollao, cerca de Quito, fue abandonado alrededor de 500 antes de Cristo,
denotando que las erupciones volcánicas (lo más probable del Pichincha) eran las que influían
en la declinación de tales culturas. Pero en el Cañar y Azuay, que tuvo una fase volcánica
mucho menor, y más antigua, el hombre se desplazaba para otros espacios, en busca de
refugios seguros, lugares de caza, ubicándose junto a la corriente de los ríos, cerca de los
yacimientos de arcillas moldeables para la cerámica, lo que vino a culminar en la conformación
del nuevo período arqueológico (el de Desarrollo Regional (500 aC - 500 dC), y su representación
postrera en el austro, como es Cerro Narrío Tardío, 700-800 d.C, (Levine 1996: 4). De aquellas
primigenias épocas, obviamente, no quedan evidencias ni restos de adoración a los cerros,
pues hacia la era de los volcanes del pleistoceno, el hombre del área no aparecía.
Toda la Sierra ecuatoriana está llena de cerros y montes que revelan la grandiosidad de
la naturaleza, y en su era la falta de poder del hombre primitivo para controlarla. Sin
fuerzas explicativas del universo, solo contando con el discurrir de su mente, los cerros
andinos empezarían a ser contados como piezas simbólicas y referencias de adoración.
La tentación del hombre, de controlar con su vista los espacios terrenales y celestes,
los campos y el firmamento. ¿Tendría para ello una técnica? Lo más probable es que
trataría de controlar los fenómenos por medio de la magia, aquella pseudo-ciencia, que
7 Además del sitio Pirincay, que tiene acceso al valle del Upano en la amazonia, “al norte, en Cañar,
Cerro Narrío controla la ruta importante a la Costa por medio del río Cañar y el acceso al mismo
valle de Cañar. Los sitios de Loma Pucara en el valle del río Cebada, a media distancia entre Rio-
bamba y Alausí, y del río Jubones cerca de Sta. Isabel, también controlan importantes rutas a la
selva y a la Costa. Solo con mirar la ubicación de muchos de los sitios formativos, se puede deducair
que el intercambio entre los ecosistemas mayores del Ecuador, era unfactor de importancia en eñl
desarrollo de la cultura formativa en la Sierra sur.” (Karen Olsen 1997: 3, Ms).
Tratando de explicar el Formativo Tardío en el sur del Ecuador (1500-500 AC), los arqueólogos
indicados se enfrentan a los hechos y dan luces de lo que podría ser una secuencia de las
fechas obtenidas en varios sitios, plausible compendio que nos ayuda a ubicarnos en el
conocimiento de las llamadas sociedades agro-alfareras más desarrolladas. Tratando de
interpretar lo dicho, Hocqueghem, et.al. (1993: 458), encuentra esta secuencia y datación
de tradiciones de cerámica:
Creen que hay una cerámica bastante elaborada entre los 1500 y los 1000 a.C. Por ciertas
contradicciones cuestionan además el trabajo Elizabeth Carmichael en 1972, en Cerro
Narrío. Lo anterior conduce a estos investigadores a vislumbrar el aparecimiento de los
llamados Desarrollos Regionales en nuestra zona de estudio, aduciendo la llegada de un
desarrollo cultural mucho más temprano, lo que aleja cualquier posibilidad de la influencia
centroamericanas, o de ultramar, como habían creído los pioneros. Tanto la cerámica
como el uso del cobre, sugieren la influencia de la costa, como también del sur, vista la
semejanza con la cultura arqueológica Vicús del Perú. Textualmente:
“Período de los Desarrollos Regionales. En las provincias del Azuay y Cañar se dio la
continuidad desde Chaullabamba, Narrío, Pirincay, y Putushio hacia lo que ha sido
conocido como Tacalshapa, que produjo un tipo de cerámica que siendo la proyección de
algunos elementos del Formativo Tardío (grabado en diseños geométricos, rojo y negro
pulido, etc.), se dio paso a la incorporación de nuevas técnicas y formas, entendidas las
primeras en el blanco sobre rojo, negativo, policromía, etc.; mientras que las segundas se
adaptaron a las botellas de cuerpos circulares y lentiformes, con gollete antropomorfo,
tubular y vasos en forma de kero. Todo un conjunto de realizaciones señalan el paso de
una sociedad de tipo de “cacicazgos incipientes” hacia una nueva, que amplió las fronteras
agrícolas mediante la incorporación del cobre en la fabricación de los instrumentos de
labranza y, consecuentemente, la estructuración de “cacicazgos desarrollados” con una
economía agrícola excedentaria, mayor volumen de mercaderías traficadas (sobre todo
suntuarias), mayor territorio de influencias, o lo que significaría luego una dirección
política mejor estructurada que controlaba poblados y las rutas de comercio (Idrovo en
prensa).” (Ibid: 459).
8 Olsen-Burns demuestra que aun “En los estratos tempranos de Pirincay hemos descubierto eviden-
cias de intercambio con los valles vecinos de la sierra y también en la costa pacífica en forma de
cerámica importada, de influencia estilística en la cerámica, y en artefactos y materias primas de
origen lejano al valle del río Paute.” (Brhuns 1987: 61).
9 “En este mi viaje encontré grandes monumentos hasta ahora desconocidos, como Mollepongo, con
sorprendentes ruinas que las estimo de una fortaleza regia, con su lugar de atalaya, todo en buen
estado relativo de conservación; un curioso sistema de acueducto aun funcionando, y cuya fuente
nadie sabe dónde está. De todo este MollePongo le incluyo una fotografía panorámica.
“En la misma región, cerca de las mencionadas ruinas, está la lagunita de Nari Huiña, de la cual cuen-
tan muchas supersticiones cuya fotografía igualmente incluyo. Con una X está señalado...el punto de
atalaya desde donde se contempla una magnífico panorama. Desde allí se descubre, en la costa, el
cantón del Pasaje, ciudad de Machala, el Puerto Bolívar....En forma de triángulo cierra este incompa-
rable observatorio muros como de veinte metros de lado, y a cortas distancias se hacinan otras ruinas
de diversas formas. (En: “Dos Cartas sobre asuntos arqueológicos”, por Miguel T. Durán. Revista del
Centro de Estudios Históricos y Geográficos. Vol. VIII, Cuenca, octubre de 1937. Entrega 29.
El estudio de las rutas del mullu en la región Azuay-Cañar no había sido intentado antes,
por tanto, quedaban incógnitas importantes sobre los materiales con que se construían
los “palacios” en Tomebamba, ya en el período inca. El mayor de estos es Mullucancha,
cuya denominación justamente obedece al adorno de mullu en su templo. Está aceptado
que Mullucancha fue el templo mayor, dedicado a la evocación femenina de una reina
mítica, esposa y hermana del fundador Manco Cápac. En otro lugar, Burgos (1996 a:
66-92) ha hecho un avanzado análisis etnohistórico de las deidades del palacio de
Mullucancha, además de su simbolismo estructural, dentro del modelo político-religioso
que permiten extraer las crónicas incas. La traída de la concha Spondylus a Mullucancha,
tendría magnas aplicaciones, como lo atestiguan los cronistas:
Siguiendo este enfoque, Burgos ha llegado a poner en duda de que el templo de Mullucancha
haya sido realmente el santuario dedicado al sol en Tomebamba, habiendo demostrado
con documentos que era un templete dedicado a una asociación de deidades femeninas,
encabezadas por la madre de todos los gobernantes, Mama Ocllo, cuya evocación provino
de Túpac Yupangui y posteriormente Huayna Cápac. Sea o no por coincidencia, la madre
de Huayna Cápac también se llamaba Mama Ocllo, y según todas las crónicas a su
nombre y a la luna fue dedicado el famoso templo. En Mullucancha, fue colocada una
estatua de oro de Mama Ocllo, y el mismo autor estableció la asociación de esta “reina”
con las lagunas de Ticci-cocha, Poma-cocha y Viracochamba, respectivamente, situadas
en el modelo “Cusco-Vilcasguamán-Tomebamba”. Además, como deidad femenina,
10 Los cimientos de Pumapungo han sido preservados muy celosamente por el Banco Central del
Ecuador, Area Cultural de la Regional de Cuenca. Últimamente han sido reabilitados de manera
muy profesional.
11 El texto de Murúa dice: “Esta casa tenía el suelo a manera de empedrado, que los indios llaman
raíces de oro... Las paredes del patio estaban aforradas por fuera de tallas de cristal, que fueron
llevadas para este efecto desde la provincia de Huancavelica” (Vide: Burgos 1996ª: 69).
La época que ocupa nuestro estudio parte desde las últimas fases del Período de
Integración (700/800 antes de Cristo al año 1533 d.C., un icono relacionado con la caída
de los señoríos andinos y del imperio incásico [ajusticiamiento de Atahualpa]). Los datos
trascendentes vendrán, empero, desde 1736 con la llegada de los académicos franceses y
españoles que son los que miran el paisaje y miden la curvatura de la tierra, y sigue hasta
el siglo XIX, cuando los viajeros extranjeros más ilustrados cabalgaban libremente por las
alturas andinas, constatando el misterio encerrado en las tradiciones indo-ecuatorianas
sobre la adoración de los cerros como huacas.
Los finales del período de Integración, como es conocido, atestiguan que en la vecina
región de la Costa, otras civilizaciones amerindias estaban en la plenitud de su vida
cultural. Empezando por las culturas más tardías, subsistían en la Costa Meridional,
los señoríos de Milagro, Quevedo, Manteño y Huanca Vilca. En la Costa Central, las
culturas de Bahía II, Manteño y Jama Coaque II. En la Costa Septentrional , Atacames.
Para la región Andina, así mismo, en la Sierra Meridional: nuestra área de estudio, una
combinación de rasgos de la cultura Inca y Cañari. En la Sierra Central, los materiales
3. CRÓNICAS T EMPRANAS
L
a investigación interdisciplinaria ha recurrido a casi todas las crónicas españolas,
del temprano siglo XVI, que hablan del apocalíptico y sangriento período de
conquista e implantación del coloniaje de ultramar sobre este territorio, que iba
desde Tiquizambe (Tixán) hasta el río Jubones. Era el enclave de los pueblos “Situma”,
luego llamados “Cañaris”. Seria innecesario hacer un recuento de las relaciones que se
refieren a Tomebamba. La citan siempre como una parte, acaso, la “capital” de la tierra
de los “cañares”. Hasta donde las últimas investigaciones indican, el gentilicio que denota
la identidad “cañari” o “cañare” fue impuesto por los incas, para dirigirse a un cuerpo de
soldados, bien reconocidos por su valor y lealtad a las causas del Estado de los gobernantes
incas, en otros casos desarraigados de sus terruños, que aparecen comprometidos hasta
con sus luchas de conquista. En otro lugar he expuesto como ha avanzado la discusión de
su nombre como nación prehispánica.12 Los primeros cronistas vieron a Tomebamba como
Encontraremos cronistas indios localizados en Cusco. Ellos, más bien, en un español antiguo
“quichuaizado”, a veces ininteligible, a pesar de la distancia, recogían ciertas hazañas
legendarias sobre Tomebamba, que eran contadas por las mujeres de los gobernantes
difuntos (Juan de Betanzos, Santacruz de Pachacuti Y.) o por los ancianos de los últimos
ayllus reales sobrevivientes (Sarmiento de Gamboa).
Para no hacerle dura la vida al lector, podríamos clasificar a las crónicas tempranas de Tomebamba
de manera simple y selectiva, frente al tema que nos ocupa. Serían las siguientes:
En 1542, veía que a tres leguas del nudo de Tiocajas, están los aposentos principales
de Tiquizambi, y los tambos de Pomallata, Quizna, Macas, y otros aposentos en
Chanchán (cálidos). Es el primero en vislumbrar que desde aquí hay tres epicentros
de los inca-cañaris: Tomebamba, Cañaribamba y Hatun-Cañar. Los “reales y
En nada inferior a Cieza, recoge sus crónicas durante su estancia en Quito (tres
años y medio, 1577 y 1581) de labios de los tíos de Atahualpa, especialmente de
don Mateo Yupangui y su ayllu. Por eso son tan fecundas y pormenorizadas. Es
importante su relación de lo acontecido en Tomebamba en la época de Huayna
Cápac hasta las guerras de Atahualpa contra los cañaris. Es el único en nombrar
a Pumapungo, como cuartel y aposento del Inca, y a Mullucancha como el templo
en honor de la madre del primero, incluyendo su relación de la estatua de Mama
Ocllo en el santuario de las deidades femeninas, la Luna, el Agua y los Ríos de
Tomebamba.
Cabello Balboa y Murúa encuentran que el templo de Mullucancha símbolo de
la orden inca, fue denominado Tomebamba-Pachamanca (Cabello B. 1945: 343),
y lo mismo, Tomebamba-Pachamama (Murúa 1987: 112-3) a la figura de oro
de su madre Mama-Ocllo ubicada en el famoso templo. H. Burgos (1995ª: 68-9)
ha hecho una amplia discusión sobre el significado de estas dos metáforas,
denotando la conjunción del simbolismo femenino, tanto como para la ciudadela
sagrada de Pumapungo, llamada “Madre Tierra de Tomebamba”, como para la
representación de Mama.Ocllo, (tanto mítica como histórica), como diosa de la
misma ciudad.
Cronistas indígenas:
Juan de Sancta Cruz Pachacuti Yamqui. Con un español enrevesado con el quichua,
ofrece las referencias claves de Tomebamba inca. El también relata que “Tomebamba
pachamama” es la denominación del emplazamiento militar recién fundado, e igual
calificación se destina para la madre del gobernante Huayna Cápac, cuyo ídolo
vaciado en oro está representado en un altar de Mullucancha, con ese nombre.
Lo más representativo de Sanctacruz Pachacuti es su posible metáfora, sobre una
acequia legendaria que Huayna Cápac hace construir a la época que vuelve del Cusco
(asediado por la huaca de Pachacámac, principal de los llanos del Perú). Resulta
contraproducente con la historia y congruente con el mito, cuando apunta: “la gente de
guerra llega al pueblo y ciudad de Tomebamba, en donde la gente mueren de hambre
..y... Guayna Cápac, llegando allí, manda a traer agua de un río, horadando el serro y hace
una ciudad, en ella entra la asequi[a] caracoleada de esta manera (así)”.
Su enigmático significado trataremos de explicarlo al analizar todas las huacas (Cap. III).
Juan de Betanzos: Su nueva versión (1989) aclara incógnitas dejadas por su primera obra.
13 Hay una nueva versión de este Catalogo en las transcripciones de Pilar Ponce Leiva, Relaciones
Histórico-geográficas de las Audiencia de Quito (Siglo XVI-XIX), de 1992.
Para que los cerros sean adorados, primero tienen que ser minas de metales nobles.
He aquí su jerarquía:
“Usaban los indios que van a las minas de plata, de oro o de azogue, adorar los
cerros o minas, pidiéndoles metal rico, y para ellos velan de noche, bebiendo y
bailando, sacrificio que hacen a la riqueza, a los de oro llaman Coya, y al Dios de las
minas de plata y a sus metales, Mama, y a las piedras de los metales, Corpa. Adoran
besando y lo mismo al soroche, al azogue y al mermellón del azogue, que llaman
Ichma o Linpi (Ibid: 371) y es muy preciado para diversas supersticiones.
Su significado literal sería:
Los cerros que eran adorados por ser, a la vez, minas de metales, resultan ser de una
”parcialidad” femenina. Pero estas denominaciones las tratamos como metáforas que
producirán una estructura lingüística paralela. El asunto que nos servirá en futuras
La estructura de las idolatrías del Visitador Calancha, nos Cada provincia (tenía): huaca común
lleva igualmente a delinear otras estructuras que él postula Cada pueblo: conopa
en Chinchasuyu, así: Cada familia: pacarinas, apachetas
Soldado, don Pedro Sarmiento de Gamboa (1942 [1572]: 37-8), recogió en el Cusco una
información estructuralmente igual a la de Molina, donde el origen de los cañaris
se da por un diluvio alrededor del cerro Guasano, donde se refugian dos hermanos
cañaris, llamados Atao Rupagui y Cusicayo. Son dos mujeres de la misma etnia
quienes los socorren, mientras pasa la inundación. Un hermano se ahoga en la
laguna, y otro es el que procrea a diez hijos, lo que da lugar a dos “parcialidades” de
cinco niveles cada una, lo que recuerda la división dual del diez reyes incas, cinco de
hanan y cinco de hurin. (Existe en la hoya del Jubones una localidad con la misma
denominación de Guasanan). Hay otra mitología sobre el mismo origen, encontrado
en la hoya amazónica, lo que permite ver que la extensión de los mitos de origen
cañari, no tuvo un solo foco. Se impone un estudio lingüístico en su interpretación.
Por lo dicho a comienzo de este capítulo, las crónicas tocan la función cultural de adorar
a los cerros, desde diverso ángulo, pero no se ha encontrado una sola memoria que
informe de este proceso, que sea solo para Tomebamba o para el área del sur de la Sierra
ecuatoriana. De todos modos, las alusiones encontradas son de por sí valiosas, con las
cuales se puede aplicar el análisis respectivo.
4. MISIONES GEODÉSICAS
E
s por todos conocido del valor de la expedición científica francesa y española,
conocida como de los Académicos Franceses y Marinos y Geómetras Españoles,
profesores Charles Marie de la Condamine, Pierre Bouguer, y Louis Godin, además
de los Tenientes de Navío, don Jorge Juan y don Antonio de Ulloa, respectivamente. Los
franceses estaban asistidos por una selecta compañía de dibujantes, ingenieros y médicos.
Iniciada en 1736, y después de sufrir muchas penalidades en la colonias americanas,
lograron determinar cuál era la inclinación de un cuadrante de la esfera terrestre, a fin de
comprobar complejas teorías sobre la forma del globo terráqueo.
La suerte de la colonia sudamericana, que para entonces tenía ya casi dos siglos de haberse
desempeñado como la Real Audiencia de Quito (correspondiente a los Virreinatos del Perú
y de Santa. Fe), consistió en que por ella pasaba (y pasa) la línea del ecuador. Todos los
Como las mediciones debían realizarse desde lo alto de los cerros, veremos que las cinco
hoyas del área cañari, hoya de Alausí, de Hatun-Cañar-El Tambo, de Azoguez-Biblián, del
Paute o Cuenca y del valle de Yunguilla-Jubones, ofrecían un entorno de cordilleras, cuchillas
y nudos, cuya altitud no solo era fácilmente accesible (con excepción del nudo del Azuay), sino
agradable al espíritu de la exploración terrena, a la vocación geodésica y la caza incierta de
fenómenos celestes en la observación astronómica. La mayor curiosidad científica animaba
a los científicos europeos en la Sierra del Ecuador colonial. Visto el paisaje desde cualquier
elevación, aun hoy, es un impresionante relieve formado por puntas, farallones y cerros de las
más caprichosas formas, junto a hondonadas y vallecillos verdes, muy distinto al territorio de
los nevados y volcanes de las provincias norteñas. Los académicos estaban ante “otro país”.
Los científicos trabajaron en todas las hoyas del callejón interandino –obra gigante
contando la logística de la época- y el país de Quito, gracias a la obra dejada por estos genios,
inexorablemente pasó a llamarse “Ecuador”, como su línea paralela. El trabajo comenzó
ubicándose en los principales cerros, donde fueron ubicando “estaciones” y colocando
cientos de señales de observación, para sus objetivos científicos. América no había visto
antes un concurso tan selectivo de ilustrados trasladados a las alturas. El primer testimonio
para la humanidad sería el trazo de un sistema de triangulación geodésica entre los cerros
de la Sierra, que cubría todos los páramos y cumbres, trabajo que dio como resultado la
disposición de una preciosa colección de datos geográficos, geodésicos (y aun etnográficos)
para los interesados en las investigaciones andinas. Gracias a ellos, conocimos cómo eran
los cerros de Tomebamba, a mediados del siglo XVIII. Sin embargo, los académicos no
prestaron mucha atención a lo intangible de los accidentes geográficos, la representación
y simbolismo religioso que esos cerros mantenían como partes arcaicas del mito, del
ritual y de las ceremonias actuales. Sabían que eran poseedores de una doble cualidad o
habían sido sujetos a un desdoblamiento nativo-religioso, como “santuarios”, “huacas”,
“pacarinas”, etc., pero no les importaba ni investigaron (no era su misión) en su papel de
deidades prehistóricas de sus antiguos habitantes, sean situmas, cañaris o incas. Casi todos
dejaron una toponimia expresa y un inventario de leyendas sobre distintas “propiedades” de
cada uno. Para entonces, la toponimia de vocabulario generalmente quichua, estaba en su
plenitud, y se daban pocos cambios lingüísticos y culturales. La gran obra había comenzado,
la que se plasmaría luego en varias publicaciones presentadas a la Academias de París, Berlín
y Madrid, como “Memorias” de La Condamine, La Figure de la Terre, de Pierre Bouguer
(1749). Los marinos españoles no tardarían en publicar su monumental Relación Histórica
Pierre Bouguer:
El páramo del Chusay fue una de las Estaciones más largas de la Meridiana; porque
se hizo preciso detenernos en aquel Cerro desde el día 3 de Febrero [1739], hasta el
24 de Marzo; y esto se originó de ser difícil hallar sitio, en donde colocar las señales,
que seguían, de forma que se descubriesen unos de otros, y formasen Triángulos
regulares, en lo cual se encontraban muchas dificultades; porque los empinados
cerros de la Cordillera del Azuay, donde se habían de situar, se hacían estorbo los
unos a los otros. Además del largo tiempo de la Estación, fue también penosa por
el Temple, por los Vientos, y por lo que en tanta soledad, y falta de toda suerte de
comodidades es regular que se padezca.” (Juan y Ulloa, 1748, (Énfasis puesto).
14 Una toesa (o pértica de París) era igual a 7 pies castellanos y una línea; cuando una vara castellana
era igual a 3 pies castellanos (Juan de Velasco I: 13).
91
En este gráfico de mediados del siglo XVIII, orientado en
la versión este (al norte) y oeste (al sur), se puede observar Tioloma
una cadena de 10 ”triangulaciones” cuya primera aparece
como Tioloma-Chuzay-Sinanzaguán, dentro del cual
quedan Alausí, Guasuntos, Pomallacta, el “ingapirca” de
Pomallacta –llamado Castillo del Inga- y una tal “Capilla
del Azuay” (que hoy no la podemos identificar).
• Tioloma-Sinanzaguán-Chusay
• Quinoa-loma, Tioloma-Sinanzaguán
• Quinoa-loma-Sinanzaguán-Buerán (muy importante)
• Nudo del Yasuay-Buerán Surampalte
• Nudo del Yasuay-Ñamurelte-Guanacauri de Paccha
• Guanacauri de Paccha-Ñamurelte-Los Baños [cerro Güishil]
• Guanacauri de Paccha- Ñamurelte-Cuenca [Torre de Catedral]
• Nudo del Yasuay-Pugín-Pillachiquir
• Borma-Ñalmurelte-Pugín y
• Pillachiquir-Pugín-Chiñán
Ambos extremos abarcan el Nudo del Azuay hasta el nudo del Portete, en el sur. Se ve que
las triangulaciones no eran necesarias (o no fueron trazadas) en la hoya de Girón y río
Jubones, donde está el valle de Yunguilla, y sus asentamientos arqueológicos de Minas-
Sumagpamba. Esta observación geodésica, vital para los académicos europeos, cubría lo
que en términos de la historia cultural, correspondía al habitat de los antiguos cañaris e
incas, últimos representantes de las civilizaciones surandinas, al arribo de España al sur
de Alausí.
5. Viajeros europeos
T
rataremos de esquematizar el itinerario de cuatro importantes viajeros europeos
que visitaron la zona de Cañar-Azuay entre los siglos XVII y XIX. Resaltan porque son
desconocidos en la literatura antropológica, y sus papeles no han sido citados antes.
Entre otros, hallamos a Francois Coreal, al “Noble Español Incógnito”, un extenso periplo
del siglo XVIII descubierto por nosotros en Europa, el inexplorado diario del prócer Carlos
Montúfar y Teodoro Wolf, en su relato del primer viaje científico.
NOBLE ESPAÑOL INCÓGNITO: 1767. Huyendo de las revolución de las Alcabalas en Quito,
un noble español se refugió de incógnito en el pueblo pasto de Guachucal, cercano
a Ipiales. En ese año emprende un retorno pero a Lima, para lo cual tendrá que pasar
por toda la sierra ecuatoriana. Llegado a nuestra región, hará un minucioso relato de
los pasos, terrenos y haciendas de las hoyas citadas. Llega a tierra cañari por Alausí,
pasa a a Pomallacta, Guasuntos, Achupallas, norte, por el antiguo camino de los incas,
llegando hasta Oña y Nabón, en el sur. Cruza todas las hoyadas de Alausí hasta Cuenca,
y cuenta de los pueblos y hoyas hidrográficas de El Tambo-Cañar, Biblián-Azoguez-.
Déleg, hoya de Tomebamba-Paute, luego Cumbe-Tarqui, Yunguilla-Jubones, hasta
Oña y Zaraguro. (Luego proseguirá a Lima). Vio haciendas, gentes e iglesias, pero
deja una toponimia precisa, aunque muchos sitios pueden haber desparecido al paso
del tiempo. Estuvo en la ciudad de Cuenca, pero no supo de Pumapungo, aunque
describe la ciudad con elegancia. Son extensas y valiosas sus observaciones del área
pero el espacio concedido impide transcribir una geografía muy sugerente al tema.
Solo escogemos pequeña muestra. A) “En el Ejido hermoso de esta ciudad, arrendado
a los mestizos que componen el número de 6.000 almas repartidas en las caserías
que han formado sobre su terreno, pagando a la ciudad dos pesos por cuadra, pero
como éstos pertenecen a la Iglesia Principal de La Matriz, no obstante que pagan
los 6.000 pesos, lo que contribuyen a su párroco, creo que son éstos los que más
carecen del paso espiritual, porque la falta de gobierno y sobra de complacencia,
prefiere la comunidad de un solo cura a tantas almas que necesitaban desesperado
cura, porque el río Matadero se crece con frecuencia, ejecuta bastantes estragos en
los que solicitan venir a su parroquia. (Énfasis mío). B) “Jueves 28 de Agosto... Es el
llano de Tarqui , hermoso, por su extensión, por la abundancia de sus aguas, por lo
bien poblado de sus campiñas y sementeras, ganados mayores y menores, y por lo
bien cultivado de sus tendidas lomas. Los pobladores de las haciendas y rancherías
de todo el llano de Tarqui pertenecen en su administración espiritual a Cuenca, y
a San Bartolomé, que tiene por anejos a San Luis de Cumbipirca [hoy, Cumbe], San
Miguel de Jima y a San Luis de Ludo.” C) “Lunes 1 de septiembre... A las 6 ¾ de la
mañana salí del pueblecito de Oña, y subiendo y bajando sus ásperas lomas, bajé por
una ladera bastante pendiente a tomar el puente de Oña, que es como todos los que
tienen los más de los caudalosos ríos de la provincia de Quito, reducidos a cuatro
maderos, puestos en las mayores angosturas, sostenidos de unos pequeños palos o
reatas amarradas con enredaderas y terraplaneados de tierra y piedra, y todo sin
15 En: Viajeros Españoles por la avenida de los volcanes, trabajo de Hugo Burgos Guevara, 1993. Y
también en: Plumadas geográficas del Azuay y Cañar, 1998, Ms., por el mismo autor.
segundo todavía existe en vía de restauración. Alcanzó a evidenciar Montúfar las paredes
del primer edificio inca (Pumallacta, como lo llama) y una piedra rota y abandonada, donde
estaba en bajo relieve las imágenes del sol y la luna.
TEODORO WOLF 1867. Hace una viaje geonóstico por las provincias de Loja y Azuay
(incluye Cañar). Minuciosa descripción geográfica, geológica y mineralógica,
especialmente del Antiguo Azuay. No debe confundirse esta inicial obra con la
Geografía del Ecuador, que es posterior a todos sus estudios. No se interesa Wolf
por las tradiciones indígenas e históricas, asociadas a tales accidentes. Llama
la atención, sin embargo, la abundancia de éstas, como cerros y minas: “18 de
agosto 1867. . . Todo el camino es bueno y sigue siempre orillando el río Azoguez.
En el pueblo de Chuquipata me llamaron la atención las enormes piedras de
una roca volcánica que se ven en el camino...hacia el cerro de Cojitambo. Este
se levanta aislado al noroeste del pueblo presentándose primero como un pico
Y continúa Wolf: “De Chuquipata se llega en una hora a Azoguez. Esta villa es la población
más grande y más hermosa después de la capital de la provincia... Azoguez me
sirvió durante ocho días de punto central para mis operaciones y excursiones. Esta
fueron dirigidas a las ‘minas de mercurio’ de Huaizhun, a las fuentes termales de
Huapán, al valle de río Tabacay, a las ‘minas de plata’ de Pilzhun, y a los pueblos
de Taday y Pindilic.
PAUL RIVET Y VERNAUD. La “Etnografía antigua del Ecuador” contiene las mejores
descripciones de los sitios arqueológicos, ruinas, monumentos y enterramientos
del área de estudio, con los mejores croquis para su época.
6. RECAPITULACIÓN
U
na visión intangible de la sacralidad de los cerros y de otros accidentes geográficos,
dados por las antiguas civilizaciones del Azuay, se proyecta a través de la denuncia
de idolatrías que hacía la iglesia católica colonial, cuando enfrentaba el sistema de
creencias religiosas y cosmogónicas de los primeros cañaris e incas. Tanto la etnohistoria
como la arqueología histórica han registrado testimonios materiales e intangibles. La
arqueología nos ha señalado rutas de comercio y sitios de control de la movilidad de
los pueblos vecinos, generalmente considerados como enemigos o conquistadores. Las
misiones geodésicas europeas se valieron de las mismas señales, del mismo sistema de
cosmología y geografía sagrada indígena, pero aplicar otras clase de medidas, las medidas
de la racionalidad matemática y geodésica que imponía la modernidad de Europa para
conocer al planeta tierra. Los viajeros europeos, que son muchos, legaron a la antropología y
ciencias afines, grandes testimonios visibles y materiales de dicha religiosidad y cosmología
utilizando el legado indígena americano. Cañar y Azuay prehistóricos, se han beneficiado
de tales aportes, para el conocimiento de la ciencia y de las nuevas generaciones.
16 NOTA DE T. WOLF: “(12) Esta meseta está cubierta de “huacas” y parece haber sido un cementerio
principal de los indios de esta provincia. Los huaqueros sacaron preciosidades de toda clase, sobre
todo de oro, y es una pérdida irreparable para la ciencia que estos objetos no fueron reunidos en
un museo nacional de antigüedades, con mucho otros, que se han encontrado en otros lugares de
la provincia.”. En Viaje geonóstico..1867.
SEÑALES DE LA GEOGRAFÍA
SAGRADA EN TOMEBAMBA
P
Página anterior: ara el lector enterado, nadie mejor que Cieza de León, el “príncipe de los cronistas”,
MASCARA.
Para la escaramuza.
para dar verificado testimonio del ambiente natural y cultural que caracterizaba, en
la cuarta década del XVI, a la región del antiguo Azuay en cuyo centro se paraban las
paredes, naves y aposentos de lo que había sido por años el gran palacio de Pumapungo.
El hábitat original, como es de suponerse, había sido profanado por la acción humana
cerca de dos mil años comenzando desde estadios muy remotos de la evolución cultural, el
“formativo mediano y tardío”, para constituirse en creadores de cultura más desarrollada,
con herramientas de piedra, una tosca alfarería y el posterior perfeccionamiento y cultivo
agrícola. Hacia 1526, sin embargo, la región de Tomebamba, como el resto del área
cañari-inca, era una “provincia” arrasada, sea por la reciente conflagración de carácter
estatal y aun Inter-tribal, o por la despoblación humana. Los señoríos del norte, con
Quito, Coquesqui y Cayampi a la cabeza, para entonces gobernados por los incas, habían
desconfiado de las huestes cañaris- a la muerte de Huayna Cápac (1524). En solo siete
años, haciéndose llamar TICCI CAPAC, el Nuevo Fundamento de los Incas (Burgos 1995ª:
157ss), Atahualpa había diezmado Tomebamba y sus parcialidades vecinas, desde Cañar a
Cañaribamba, desde Cojitambo a Sigsig. Por estrategia, se habían podido salvar los altos
placeres y minas que quedaban en la cordillera oriental.
En su paso por la tierra aniquilada, Cieza de León, entonces, no pudo ver en detalle -al
menos no lo describe- la composición del espacio y ambiente natural que había podido
resistir la destrucción apocalíptica traída las huestes guerreras de Atahualpa, en sus
Pues no todo era tan feliz porque, de los 8.000 tributarios –mayormente cañaris-, 4.000
habían sido trasladados paulatinamente al Perú, desde la época de Pachacútec, en calidad
de mitmajkuna o mitimaes, para ser esparcidos en activos epicentros incas en la sierra
peruana. Esta forzada emigración había sido continuada, y casi completada, por el mismo
padre de Atahualpa. De modo que el heredero apenas remataba una política demográfica
pensada e iniciada por sus ancestros, desde el Cusco. A la emigración habían seguido las
nuevas enfermedades traídas por los españoles, y si a esto se añade los estragos de las
guerras fratricidas, el bueno de Cieza de León, con su talento y planificación, solo había
visto la superficie del ambiente natural, aunque mucho de los monumentos y edificios
que estaban en pie en la región cañari de Tomebamba. Son comparativamente largas sus
descripciones de la gran infraestructura construida en la región. Aunque reiteradas, no
podrían faltar notas como éstas:
“Ay de estos aposentos [de Tiquizambi] hasta los Areas de la Cultura Cañari-Inca
reales y sumptuosos de Tomebamba casi veynte (ca. 1524). Elaboración Hugo Burgos G.
1 Fue comprobado que en el desierto de Palmira, área cultural Puruhá, se levantaba una fortaleza
de 280 m. de construcción, sostenida por un graderío gigantesco cuyas 12 terrazas tenían 25 m.
de ancho, dando una imagen descomunal al monumento. Se llamaba indistintamente, “Pucará de
Atapo”, “Pucará del Inca”, “Palacio de la Palla”, como lo vió en agosto de 1918, el Dean Juan Félix
Proaño. EN: Barro antiguo, por Alfredo Costales, et. al., pp. 69-70, Quito, 2001. Las huellas de esta
reliquia hoy han desparecido.
Contando con datos modernos, podría dividir al área de estudio en varios espacios
naturales o habitat, que han sido registrados por mis observaciones de campo, que
pueden ajustarse mejor que el estereotipado esquema de “hoyas-cordillera y nudos”. La
realidad geográfico-cultural de cualquier hoya de la Sierra ecuatoriana, va mucho más
allá. Forma siempre un abigarrado conjunto de cuchillas, cordillera y montes, dejando en
su interior sendos valles o playas fluviales, que le confunden a cualquier investigador. En
el caso del “Austro prehispánico”, a reserva de involuntarias omisiones, podría especificar
las siguientes áreas geográfico-culturales que nos servirán para comprender los datos
etnohistóricos y arqueológicos. Y son los siguientes:
1. Declives a la Costa ( “salidas” a base de los ríos Chimbo, Chanchán, Cañar y Jubones).
2. Nudo del Azuay y pueblos prehispánicos de Poma-llacta, Guasuntos, Achupallas
y Puma-chaca.
3. Hoya de El Tambo-Caguanapamba-Cañar
4. Subcordillera del Buerán-Sisid
5. Hoya de Azoguez-Biblián
6. Hoya de Cuenca
7. Hoya del Paute-Pindilic
8. Declives de la cordillera Oriental (base de las poblaciones de Leal, Chordeleg y Sigsig).
En un croquis del Almirantazgo Británico (1870) graficamos las áreas norteñas del Azuay
prehispánico que llegaba hasta el nudo de Pomachaca (norte de Alausí) y los interesantes poblados
coloniales de su entorno, teniendo como eje divisor al renombrado nudo del Azuay.
Para adentrarnos en la región, así dividida, ubiquémosla más bien en el contexto general
del antiguo Ecuador. Tomaremos una de las grandes descripciones del Nuevo Mundo
Español, del religioso Antonio Vásquez de Espinosa, de su obra Compendio y Descripción
“..tiene el obispado de largo Norte-sur, Camino Real del Piru, desde la ciudad de
Pasto, que es lo último del obispado al Norte, 45 leguas [sic] de Quito hasta las
provincias de los calvas y los paltas, que es lo último del obispado al sur...
“La ciudad de Cuenca...la mandó a fundar el Marquez de Cañete, siendo Virrey del
Piru, a Jil Ramírez de Avalos, entre la provincia de Paute y los Cañares.
“Hay en esta ciudad Corregidor proveido por S.M que la gobierna con todas sus
provincias, que son la de Paute con los Cañares, Jirón y Alausí que es la ultima al
norte que confina con el Corregimiento de Riobamba.
“Hay en el distrito edificios muy suntuosos como el de Tomebamba y otros del
tiempo de los Reyes Incas.
“Está sitiada la ciudad en un valle de tierra llana, de más de 10 leguas entre dos ríos
que pasan por cerca de la ciudad, y todas aquellas sierras, que muchas de ellas son
de los Cañares, tienen riquísimas minas de pla[ta], y otro asogue, y otros minerales.
La ciudad tiene más de 500 vezinos españoles, su temple es de primavera, de buen
cielo y suelo, y la tierra muy alegre, apacible, abundante [mente] regada y barata,
tanto como la ciudad de Quito...
“La provincia que habitan es de las más ricas de oro que hay en todo lo descubierto,
tanto que los indios sacaban para los Reyes Incas toda la riqueza que tenían de
oro, de las vertientes de las minas de Santa Bárbara.
“Hay en este distrito muchas minas de plata, azogue, hierro, azufre y otros metales,
y una legua de la ciudad está una ermita de devoción, y junto a ella unos baños
muy buenos de agua caliente y muy saludables para los enfermos que van a ellas.”
(Vázquez de Espinosa, Compendio... [1629] 1948: 354-355. Énfasis puesto).
Y sobre un tal riachuelo o “acequia de Cullca”, en Cuenca, dice:
“Corre del este al oeste por la banda del norte de la ciudad, un río pequeño de
cristalinas aguas, en cuyas riberas hay muchos molinos de pan y huertas de
frutales, así de la tierra como de España..” (Ibid: 356).
Este es el comienzo de diversas descripciones que se hace del paisaje natural, combinado
con las preocupaciones sobre la minería o la tierra de “pansembrar”. Los ríos tienen una
atención importante, y casi siempre son citadas sus denominaciones.
Siglo y medio después, cuando se erigía el obispado de Cuenca en 1776, el Maestre don
Miguel de Unda y Luna, encargado de las divisiones del Obispado de Quito y Cuenca,
delimitaba así al territorio de esta última:
“Este país poblado se divide para los dos Obispados en el río que llaman de Pumachaca,
que es el que naciendo de las cabeceras de la serranía de Atapo, a dos grados seis
El investigador se verá beneficiado si ve las cosas más de cerca y recurre a las (ahora muy
usadas) Relaciones Geográficas enviadas en 1582 al Virrey del Perú, por el corregidor de
Cuenca, el capitán Antonio Bello Gayoso, sobre distintos pueblos y doctrinas del distrito
de Cuenca. Aquí el paisaje natural y humano cobra vida, al conocerse el nombre de los
pueblos, junto al de cerros y ríos, y otros accidentes y propiedades que caracterizan al
contexto de estudio.
Hernando de Pablos, uno de los relatores, es quien ratifica a Cieza de que Cuenca es una
llanura o valle, ni muy fría ni muy cálida, y traza su longitud desde el pueblo Los Baños
(hoy conserva el mismo nombre) hasta la ribera del río Machángara, en el extremo opuesto
(oriental). Recalca la lengua de los cañares, y la denominación que el valle pre-inca se llama
Guapondelic.2 Es tan completa esta relación que no hace falta aducir más. A nuestra cuenta,
nos favorece citando un cerro cercano a la ciudad donde existían minas de oro, llamada de
Todos Santos (Ponce Leiva 1992: 377) . Hoy sabemos que esta elevación es el cerro Huishil
y consta en los mapas actuales. Un habitante de la población de Baños, y su hija, conocen
hoy cómo identificar en el cerro la extinguida (y oculta) mina de Todos Santos.
Fray Domingo de los Angeles habla sobre los indios reducidos en el pueblo de San Francisco
de Paccha y San Bartolomé de Aroxapa). Ubica a Paccha en el centro de otros cuatro
pueblos conocidos, como se observa en este orden:
Paute
San Bartolomé
Smo.
Sacramento
2 La consabida traducción de esta palabra como “llano grande como el cielo” debe ser sometida a
una análisis lingüístico más profundo, pues bien pudo ser un estereotipO de los cronistas y de la
tradición oral española, que se conserva sin crítica hasta la actualidad. La verdad es que el asiento
de Cuenca ocupa una llanura rodeada de una cadena de colinas, regadas por tres ríos conocidos,
que le dan una belleza particular en toda la Sierra ecuatoriana. Pero debe superarse investigarse
mejor la palabra no quichua, guapondeleg.
Interesante verificar que estos ayllus no son originarios sino venidos (“reducidos”) de
otros ayllus y provincias. El ambiente natural de Paccha, de la época pre-inca, debe haber
sido de lo más interesante, debido a una falla geológica que (hemos constatado) cruza
la micro-región, como también a sus fuentes de agua. Quizá por ello, en el Libro Primero
de Cabildos de Cuenca (1957-1563 [1557]:
33, Acta No. 6) lo llamaban el “pueblo de
las Pacchas”, es decir, la reducción con
numerosas caídas de agua, en parte por las
grietas de más de dos fallas geológicas. (La
población actual señala todavía unos pocos
sitios por donde se precipitaba el agua). Otra
característica es que en Paccha abundaban
las terrazas prehispánicas, llamadas en el
Acta “cabezadas de andenes”.
DON FABIÁN
GUARTATANGA
NORANCHUG
DON GREGORIO
GUARTATANGA ESPERANZA
Se trata del actual asiento de Taday y el pueblo de Macas, que ha sido identificado ya por
otro investigador. La traducción de Pueleusí asegura el cronista que es “campo amarillo”.
Esta y otras traducciones que se encuentran en las relaciones de Gayoso, debe tomarse
con cautela, porque los cronistas conocían poco a nada del idioma nativo, y hasta no
ser debidamente identificados con el quichua, o con la supuesta lengua “cañare”, no es
posible aceptar las traducciones dejadas por ellos.
Cobra mayor interés Fray G. de Gallegos cuando declara que los pobladores nativos de
Azoguez, en tiempo prehispánico mantenían “guerra” contra aquellos de Hatún Cañar,
capital del señorío. Geográficamente ambas poblaciones se encontraban –como hasta
hoy- en dos hoyas geográficas vecinas, cada cual con su río que va a la Costa, la de
Azoguez, el Burgay, y la de Cañar, con el río de su nombre. A pesar de existir varias
cuchillas, finalmente, se las ve articuladas por la cordillera del Buerán, hasta hoy, “padre y
madre” de todos los cerros sagrados de la hoya del Cañar. Aparece la población de Hatún
Cañar caracterizada como la “provincia grande de los cañares”, “principal cabeza de estos
cañares”. Se admira el frayle de que todavía en 1582 haya “grandes y suntuosos edificios”
(en el área de Cañar). Y podemos detectar que en esta temprana relación aparece por
primera vez nombrado el templete de Ingapirca, cuando concluye lo anterior:
“..y [hay] entre ellos una torre muy fuerte.[No queda duda si esta torre no
habría podido ser el monumental edificio y las construcciones aledañas que hoy
conocemos como Ingapirca].
Todo hace pensar que entre pueblo y pueblo (así reducidos) había una relación de
complementaridad cultural, y estaban organizados en “mitades” complementarias, inclusive
correspondiendo a una unidad mayor, que se mantenían en oposición, talvez, por motivos
rituales, (que los hispanos confundieron con “guerras”, recordando los señoríos feudales de
Europa). Por esta documentación se ve que las “guerras” de los pueblos prehispánicos de
los Cañari podrían ser oposiciones demográficas y étnicas que se expresaban o culminaban
con una “guerra florida” o “batallas rituales” (a veces sangrientas), donde la oposición
Un cerro tutelar, vecino a San Francisco de Azoguez, aparece en todos los datos, y se lo
cita como Abgna, más hoy es el Abuga. Y un tanto alejado hacia occidente, se nombra
al no menos deslumbrante cerro de Cojitambo. Gallegos no llega a conocer a un tercero,
que es el Pilzhun no tan alejado del Abuga, y que figura como una de las principales
minas de plata junto a la del azogue. Hemos tenido la oportunidad de encontrar un
dibujo colonial donde se observa la mina de azogue del cerro Guazún en 1799. El grabado
pertenece a don Pedro García de la Vera (ordenado por el gobernador A. Vallejo). Se
muestra un panorama de los montes que rodean a la ciudad de Azoguez. Al occidente
tenemos al Cojitambo, sobre Azoguez aparecen los cerros Abuga y Upar, y al oriente
se perfila completo el cerro Guazún, la mina de azogue, cuyos socavones, antiguos y
modernos para la época, denotan la intensa explotación del mineral, de donde el poblado
principal tomó su nombre. Luego Azoguez se convirtió en la segundo asiento colonial del
espacio cultural que estamos analizando.
Pedro Arias Dávila escribe sobre el pueblo de Girón y de su laguna sagrada de Leoquina
o Pacaybamba. La traducción de que Leoquina o Pacaybamba se traduce como laguna de
la culebra, ha hecho que los historiadores la tomen como una certeza inamovible, para
asegurar el origen mítico de los cañares. Veremos que la laguna Leoquina, puede dar lugar
a otras interpretaciones como laguna sagrada del área occidental de los cañares. Estamos
hablando de un área densamente poblada, siquiera unos 10.000 habitantes. Siendo la
Podríamos seguir con los pueblos de frontera étnica, como sería aquel de Santo Domingo
de Chunchi (por Martín de Gaviria), Alausí y Cuenca (por Hernando Italiano), que todos
nos traen el testimonio de un conjunto abigarrado de poblaciones de altura en los Andes
coloniales sur-ecuatorianos, que tenían como denominador común la articulación de los
arcaicos poblados con un medio ecológico más distante y complementario, especialmente
con la Costa, Machala y cuenca del Guayas, sin faltar los avanzados puestos y estaciones
de la cordillera oriental y sus sistemas de montaña, el extenso sistema de Paute,
Chordeleg, Sigsig, Jima, Cuyes, y otros poblados que articulan a la región con el Amazonas.
Para el antropólogo, queda también otro enigma, la constancia de dos sistemas de lagunas,
a ambos lados del sur de la región, la laguna de Buza y su sistema Leoquina, al SO y, su
paralelo, las lagunas de Ayllón y Sta. Bárbara, al SE. Habremos de encontrar que los mitos
de origen, más relevantes en el área de Azuay prehispánico, coinciden con estas lagunas,
donde se originan dos sistemas geográficos diferentes.
El espacio natural en 1526 debió ser, para las poblaciones étnicas donde predominaban
los cañares, tanto del Azuay como de Cañar, un complejo ecológico y cultural,
suficientemente diferenciado, que satisfacía las necesidades inmediatas dentro de
un sistema de archipiélago ecológico cuyos productos provenían de los paisajes más
contrastantes. Al mismo tiempo, los cerros helados del nudo del Azuay, las cordilleras,
aun las pequeñas colinas, ríos y lagunas, se tendrían que reinterpretar místicamente,
para satisfacer las necesidades religiosas de una población en busca de explicaciones
trascendentes frente a la crudeza y belleza del medio natural. Actualmente, el
acercamiento a un modelo de geografía sagrada es una de las opciones que mejor
se adaptan para responder los interrogantes sobre la sacralización histórica de estos
importantes lugares. Que la veneración del paisaje natural haya sido producto de la
cultura cañari o de los incas, por ahora es un reto casi inútil por dilucidar. Todo pueblo
lo ha hecho por ser una etapa del pensamiento humano. El hombre de las alturas del
Ecuador, como todos los andinos, veneró el paisaje más en función de su cosmovisión
particular que por motivos económicos.
2. EL PROCESO DE INCAIZACIÓN
P
ara manejar un contexto de informaciones geográficas y etnológicas bastante
amplio, se hizo necesario introducir al lector en terrenos nuevos de la influencia de
la cultura inca en Tomebamba entre los siglos XV y comienzos del XVI, aunque la
agenda deberá ser breve pero profunda, tanto que nos conduzca a confeccionar y poder
reconocer un nuevo modelo de pensamiento político-religioso y social de las civilizaciones
enfrentadas en un momento crucial y decisivo de la historia andina y europea.
Para corregir este sesgo, debemos recurrir a los principios interdisciplinarios de las ciencias
históricas y antropológicas, que nos indican que un hecho político del pasado no puede
evaluarse con los parámetros del presente, que su escala de valores no puede ser conocida
ni interpretada, utilizando nuestra propia escala de valores que, por lo menos ahora se
basan en la historia de las clases gobernantes. Otra cosa es estudiar los procesos políticos,
sociales y culturales que ocurren en una civilización arcaica, como parte de un contexto
universal de la cultura, a fin de ubicar su nivel y estructura dentro los hechos político-
religiosos del remoto pasado.
En el caso de los incas, los procesos se dirigen hacia la constatación de una convivencia de
conflicto y acomodación entre civilizaciones o pueblos que estaban testimoniando sus objetivos
vitales frente a los recursos objetivos y subjetivos del área andina, sean éstos de conquista
o resistencia. Súmese a ello los factores demográficos, ecológicos, políticos, económicos y
culturales, que se presentan por el choque entre estructuras sociales opuestas.
En otra parte, hemos asentado que los diferentes señoríos del (bien o mal aceptado) Reino
de Quito habían llegado a obtener una nivel de independencia cultural de las culturas y
Siguiendo este esquema, los señoríos del Quito aborigen conocían todos los secretos de la
cultura agraria, ajustado a un calendario ritual, que eran la base de la cultura andina en
su estadio cultural avanzado, tanto entre los chibchas, como entre las culturas del norte
del Perú, como en el propio país de Quito, los cuales se guiaban bajo otros principios
de desarrollo político y religioso, debido a su distinta geografía, diferente manejo del
ambiente y otra cosmovisión e influencia. Para aprovechar sus recursos naturales, se
guiaban también por una diferente orientación tecnológica. Y las diferencias eran grandes.
La mitad norteña del país conquistado tenía como característica una geografía de volcanes
activos, colindando con fajas costeras. De alimentación marítima, llenas de manglares,
con extensas playas, y bosque selvático primario, vecinos de densos piedemonte de bosque
nublado, ríos correntosos, lagos, lagunas y cascadas asombrosas, extensas playas e islas,
además de una selva profunda e inexplorada, pero habitada por portadores de culturas
selváticas, como es Antisuyu (la región Amazónica). La parte austral del país, en cambio,
no tenía volcanes (los pocos que hubieron eran extintos) con excepción de una densa
y alejada cordillera oriental donde se ubica el activo volcán Sangay, el cual no es un
emblema del Azuay sino de Macas. (Un fotógrafo alemán, Voigt, lo veía así en 1940).
Las cordilleras andinas del austro prehistórico, tenían el encanto de ser montañas de
articulación con el trópico profundo y con el océano, ambos tan cercanos como en
ninguna otra región del Ecuador. Al no tener volcanes no habían erupciones ni ceniza,
ni los senderos se revestían y obstruían con los lahares y deshielos provocados por
Los cronistas Guamán Poma, Gutiérrez y Las Casas nos proporcionan una dinastía
aparentemente histórica. El estudio moderno indica que eran dos dinastías contemporáneas,
de cinco miembros cada una, que venían sucediendo en cada una de las mitades del Cusco.
En la cosmovisión inca, sin embargo, tales “reyes” estaban acoplados simultáneamente
a una mitología y a una historia. En otras palabras los incas veían la historia de otra
manera. En la tradición oral y los quipos, subsistían los mitos, se sucedían acontecimientos
legendarios, epopeyas y un parentesco mítico, como también una asociación a ciertos
dioses reales de la naturaleza, atmosféricos y celestiales, como el rayo, el granizo, o el sol,
construidos en una compleja cosmología. En las relaciones de los ceques, los santuarios
terrenales escondían las momias o huacas de estos “antepasados”, que eran adorados
y cuidados por distintas clases matrimoniales, ayllus y acllas, que no sería pertinente
describir aquí. Lo importante es entender que no existía una sucesión directa de la
SOL-GUANACAURI Huayna Cápac
EN TOMEBAMBA
TICSI – CÁPAC
“Muchos cronistas afirman que durante la vida de Pachacuti, su hijo Topa Inga [T.Y]
tomó el comando del ejército inca en una forma similar como Capac Yupangui lo
hiciera antes. Es a causa de esta afirmación que Rowe establece que Topa Inga
[T.Y.] conquistó la totalidad de los Andes norteños, tan lejos como Quito y Manta,
en el nombre de Pachachuti y que, después, él regresó a Tumbez para conquistar el
imperio Chimú desde el norte.” (Pärssinen 1992: 89-90).
“El (T.Y.) conquistó la provincia de los Cañares. Y aquellos que resistieron, él los
diezmó totalmente. Y los Cañares capitularon aun con temor. El se apoderó de
sus curacas llamados Pisar Cápac, Cañar Cápac y Chica Cápac, y construyó una
impresionante fortaleza en Quinchicaxa” (Sarmiento, citado por Pärssinen 1992:
92, énfasis mío para explicación posterior)”.
Ahora que tenemos mayores evidencias, no causa sorpresa que hayan sido tres señores del
área cañari que sostuvieran la defensa de su heredad. Por supuesto habrán habido otros más.
Tenemos la sospecha de que los curacas mencionados en estos documentos correspondían
a las tres regiones que hemos delineado en nuestro habitat, según las encontró Cieza de
Léon. En mi tesis, es bastante seguro que el segundo, Cañar Cápac, no haya sido otro que
5 Este también es otro enigma, valga la digresión: ¿cómo los primeros habitantes del Quito pre-inca
habrían preferido ubicarse –en asientos dispersos- en los extensos declives y periferia de un vol-
cán en constante erupción? Periódicamente el cráter enviaba bramidos y ceniza, y acaso lava? La
respuesta aparece de inmediato. La lava, lahares y piroclásticos del Guagua Pichincha se vuelcan
hacia el occidente, y no al oriente donde está Quito, formando así el río Nina-yacu, agua hirviente
que sale del volcán, (hoy llamado Cristal por la burocracia), evitando que los lahares lleguen donde
está la ciudad, con excepción de la ceniza volcánica. Además hay una barrera montañosa frente a
ella, Ungüi-Cruzloma, que impide los aludes. ¿Pero por qué los incas tampoco tuvieron reparos en
adoptar esta –presuntamente peligrosa- ubicación? Los incas, como los españoles [quizás nosotros
también], tuvieron que aprender de los pioneros aborígenes de Quito, la sabiduría y tolerancia de
convivir entre volcanes.
Son conducentes los testimonios de Sarmiento, donde añade que la resistencia a los incas
de Túpac Yupangui fue organizada gracias a una alianza de Písar (Puezar) Cápac de los
cañares con el curaca Pillahuaso de Quito, quienes habrían luchado contra el ejército
inca. La defensa fue destruida, sin embargo; Túpac Yupangui se instaló en el asiento
Guapondeleg, al que llamó Tomebamba, empezó a construir Pumapungo, y luego dividió
su ejército en tres partes, para ir a la conquista de los Huancavilcas, quienes también
defendieron el patrimonio por tierra, por mar y con balsas, desde Tumbez hasta Guañapi,
Guamo, Manta, Taruca y Quisin (Ibid: 93). Aseveraciones de otros cronistas no desdicen
estas afirmaciones.
Por otra parte, Quito como designio de una planificación remota, visible en los mitos y
tergiversada en la historia, era el trofeo para mil objetivos, además que constituía el soñado
acercamiento a la “línea” (ecuatorial), único lugar desde donde, decían los vaticinadores
y astrólogos, se podría ver al sol en pleno zenith (hoy “sol recto”). Esto también sería
cumplido por su propio hijo, Túpac Yupangui. Se pueden encontrar crónicas de que las
expediciones al Chinchasuyu (señoríos de Tomebamba, Cañar y Quito) fueron ejecutadas
por tres de los más destacados militares descendientes de Pachacútec, como son Túpac
Yupangui, Yanqui Yupangui y Tilca Yupangui, como correctamente asegura Pärssinen,
siguiendo la crónica de Sarmiento (Ibid: 91).
Podemos colegir que el proceso de expansión incásica fue uno solo, organizado por
Pachacútec, aplicado luego por sus herederos reales, dentro de un esquema de parentesco
normativo y complejo, basado en la alternancia de clases matrimoniales enunciadas antes
(Burgos 1995ª: 181-183), como fueron Hatun Ayllu y Cápac Ayllu, dos panacas reales
que vieron cristalizar sus diferencias no en el Cusco sino en los dos suyus adicionales que
ambas sociedades los mantenían en actividad. No estamos lejos de concluir que Hatun
Ayllu y Cápac Ayllu eran dos alianzas matrimoniales y a la vez dos corrientes contrarias,
que servían más bien para la expansión antes que para el estacionario y sacralizado juego
de poder en el Cusco.
Ante el caos producido por la guerra, los incas no pudieron aplicar en Tomebamba los
distintos paradigmas cosmológicos y divisiones terrenales, aunque hubieran existido
otras propias de los “cañares”. Mitades o moieties, prevalecieron sobre triparticiones,
Sería Huayna Cápac, el príncipe heredero del Hatun Ayllu, quien iría a ocupar y santificar
los templetes y aposentos de Pumapungo, ubicados (según la “cosmología” de su clase
matrimonial) en la “mitad alta” del territorio: Hanan-Tomebamba. Pumapungo se
convertiría así, por obra de la mitología, en el epicentro de un gran panteón de huacas
cañaris-incas. En Sarmiento (1942 [1592]: 126) encontramos una pista, que “los de la
panaca Atún Ayllu eran “hanan”; por tanto la panaca real a la que pertenecía Huayna
Cápac (Hatun Ayllu) era Hanan. Correspondientemente, los aposentos Pumapungo, donde
Por otro lado, suyu admite una distinción horizontal-espacial, y en la versión inca tenía las
cuatro divisiones conocidas pero en oposición, esto es, Chinchasuyu opuesto a Collasuyu,
y Contisuyo opuesto a Antisuyu. Tanto la teoría de hanan y hurin podríamos remontarla a
representaciones más complejas, particularmente su origen en dos arroyos o corrientes de
agua que cruzan las ciudades sagradas, pero no es pertinente hacerlo aquí (Es más visible
en mi teoría sobre Quito-inca). Baste decir que la integración de los términos SAYA-SUYU
Para tener idea de lo que fue la concepción tahuantin, “cuatro lados”, dentro de la provincia
de Tomebamba, tenemos que recurrir a una mínima inducción sobre el ambiente natural, la
ecología primigenia, sus rutas de comunicación con la serranía remota, con el mar y la selva,
esto es el hábitat culturalmente modificado, pues por las rutas llegaban las nuevas culturas
y aun por el espacio celeste deambulan los dioses en forma de astros y planetas.
Estamos preparados para comprender que varios principios de organización social fueron
re-utilizados por los incas en tierras de lo que hoy es Ecuador. Pero solo dos fueron
definitivos, el primero fue la división dual. Tenemos bases para sostener, sin embargo, que
la clásica división HANAN Y HURIN es parte de un concepto unitario de “complementaridad”
que nació en los Andes prehistóricos. La explicación podría empezar por el estudio de la
composición binaria del pensamiento en la formación de los mitos de sociedades arcaicas
compartiendo varios “hábitat” contrastantes, fuentes de agua abundantes, etc. De ninguna
manera se podría afirmar que esta división fue un invento del pensamiento inca; antes
se podría demostrar que tal concepto ya fue utilizado por las culturas andinas de Bolivia
como de Ecuador, incluso el mismo Perú. Aún más, la división en mitades fue conocida
por culturas primigenias de la Amazonía brasileña, como los Bororo (inicialmente sugerida
por Zuidema 1964: 245; planteada como “dualismo” por Lévi-Strauss 1968: 128-129).
Sin embargo, esta arcaica división en mitades o moities llegó a ser sacralizada como
mecanismo de poder por el gobernante inca, para operar las nuevas estructuras en lo que
era el Ecuador aborigen (condiciones sociales, religiosas y políticas).
Los especialistas en las estructuras andinas arcaicas, no hemos descifrado del todo un
problema complejo, los principios dentro de los cuales los incas organizaron su desarrollo
La división de los cuatro caminos oficiales que salían de Tomebamba inca –como ya
se ha demostrado- no eran nuevos, pero los incas les dieron funciones múltiples y les
sacralizaron , probablemente las usaban como líneas ceremoniales (para sacrificios y
peregrinaciones) surcos llamadas “ceques”, que en los documentos y relatos de viajeros
nos sugieren rutas concretas. Con la ayuda de mi asistente Wladimir Galarza, pudimos
establecer evidencias de que la línea para Collasuyu (Cusco) era una sola con la que salía
para Chinchasuyu (Quito) y pasaba por el centro de Cuenca colonial, uniendo la conocida
“Calle Loja” proveniente del surocidente, con la llamada “Calle Vieja” hacia el nororiente.
(Pero podría darse otra posibilidad, de que la actual calle Huayna Cápac fuera la ruta
ceremonial que uniera el norte con el sur de Tomebamba dentro de otro esquema,
convirtiéndose en una línea sagrada de peregrinaciones que partía de Pumapungo tanto
hacia el sur como hacia el norte sin pasar por el epicentro).
La línea que une “Calle Loja” y “Calle Vieja”, sin embargo, parece ser la más probable
huella de la división entre Hurinsaya (noroccidente) y Hanansaya (suroriente) de la
citada Tomebamba inca. Y este trazo limítrofe se extiende al infinito del territorio en
estudio, dejando al lado y lado los pueblos “hurin” al norte, y los “hanan” al sur, como se
demuestra en una cantidad de documentos históricos e interpretaciones que citaremos
más adelante.
Siguiendo la tesis de los cronistas de que se construían la división en cuatro con dos
diagonales llamadas “a guisa de cruz”, la complementaria sería la línea occidente-
oriente formando la cruz de los caminos andinos. Hacia el sur, la línea verdadera salía de
D. Pruebas de La Division
• GUAMÁN POMA DE AYALA (1988: foja. 1086 (1096), y foja 1084 (1094):
Quenca Tume (pamba). Comenzando desde la ciudad Novo Reyno hanan tumi runa.
Comprendemos a “tumi” como los aposentos de la gente de Tomebamba, en su lado
“hanan”, al sur.
“La extensa región ocupada por las etnias cañari queda dividida en dos partes,
Hurin Saya y Hanan Saya, cada una dominada por una capital, respectivamente
Hatun Cañar (Ingapirca) en la mitad de abajo, al norte, y Cañaribamba, en la
mitad de arriba, al sur, contigua al territorio palta: Cieza (1947: 396) evoca a
dos importantes caciques, Cañaribamba y Hatuncañar, y recalca la profunda
incaización de la zona, a nivel de las costumbres, idioma e indumentaria en
todo el territorio”.
Como hemos visto, cada uno de estos caminos estaba asociado hacia un contexto
mitológico particular. Collasuyu: hacia lo sagrado y arcaico, la ciudad de las momias
reales, el Cusco. Chinchasuyu: hacia lo nuevo, la línea equinoccial, donde se consideraba la
capital del nuevo imperio. Antisuyu: hacia el reino del amarum o yacu-mama (anaconda),
deidad fluvial de las civilizaciones amazónicas en América del Sur; su ruta sería por Sigsig.
También el Otorongo era el símbolo masculino de Antisuyu, como representación del mayor
felino o “shamán” de estas poblaciones. Hacia Contisuyu, el camino era probablemente el
más antiguo, el océano por donde venía el mullu, el algodón, la coca y la sal, además, por
donde había venido un milenario héroe cultural, Virococha. Así quedaban señaladas las
rutas para entrar en el mundo de las huacas.
Pero nos encontraremos con que no hubo solo el tahuantin sino que los primeros incas
dejaron la huella de nombrar ciertos reductos de Tomebamba con algunos nombres que
recordaban ciertos “barrios” del Cusco, solo explicables cuando hablemos de la dinámica
de la geografía sagrada de la importante ciudad aborigen.
E
l subtítulo es demasiado ambicioso porque hispanización parecería indicar el amplio
proceso de modernización que ha sufrido el área de estudio en los siglos de la
dominación ibérica. Mas, no se trata de algo tan amplio, sino de la hispanización
del hábitat urbano sobre los que se fueron asentar los colonizadores, al desplazar a los
nativos que vivían organizados junto a Pumapungo. Los españoles re-utilizaron la ecología
“urbana” aborigen y la distribución de los espacios, especialmente usaron el mismo hábitat
para coexistir con las poblaciones dominadas.
Ni en Cuenca ni en otras ciudades aborígenes andinas ocurrió tal. Hasta donde los
documentos etnohistóricos nos acompañan, Tomebamba en manos de los incas formaba
un sistema étnico y religioso acomodado a las necesidades de los gobernantes, pero
teniendo los gobernados mismos un espacio particular tanto en jerarquía (“saya”) como en
territorio (“suyu”). Tomebamba no era solo Pumapungo, separada del “área de fundación”,
como se pinta con prejuicios en casi todos los croquis publicados. Estaba formada siquiera
por cuatro o cinco sectores étnicos originales, que formaban lo que llamamos “epicentro
nativo”, cuyos nombres quichuas, en realidad, no hemos podido establecer, pero coinciden
con aquellos asignados por los primeros hispanos. Así:
Con la llegada de los incas se consolidaron y añadieron otros nombres a “sitios” que
recordaban a algunos barrios del Cusco, todo lo cual llegaría a formar un sistema dinámico
de la geografía de los ceques (que refiero en el siguiente capítulo). Los cinco primeros
señalados arriba parece que fueron el original patrimonio de los barrios cañaris u originarios
de Guapondeleg, más otras aldeas aledañas que se relacionaban con Pumapungo. Estamos
ciertos que con mayor investigación podrán identificarse las denominaciones quichuas de
estos cinco sectores, inclusive podrían aparecer huellas de otros asentamientos originales
alrededor de la ciudad.
Hacia el sureste de la ciudad quedaban los aposentos incas de Pumapungo, que Cieza de
León ya los vio como tambos reales, bastante arruinados en 1545. Al otro lado del río,
quedaba otro conjunto de ayllus originarios asociados al contexto, compuesto por cañaris
procedentes de distintas jurisdicciones, sector que pronto dio en llamarse El Ejido.
Algo sobresaliente es que las iglesias de San Sebastián y San Blas, debieron recoger
ciertas funciones ceremoniales muy diferenciadas que tenían los ayllus sobre los que se
6 Colocar a Cuenca hispana solo como el “damero” es un gran error de perspectiva histórica y polí-
tica, que se hace al patrimonio cultural de la ciudad.
A
SAY
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fundaron. Tan así la oposición que San Blas quedaba en “hurinsaya”, contrapuesto a San
Blas en “hanansaya”.
El contraste de las dos primeras doctrinas y luego parroquias católicas radica en una antigua
división, pues, los ayllus de San Sebastián aparecen en el barrio inca jerárquicamente
“bajo” y “San Blas” en el jerárquicamente “alto”, otorgando una huella de la distinción que
indudablemente tenían esos agrupamientos cuando existía Pumapungo. Podemos suponer
que los dos “pueblos” eran étnicamente diferentes y debían cumplir distintas funciones
como hemos delineado en el diagrama anterior. Cuál era el destino diferencial de las dos
parroquias, que tenían en la colonia? es una tarea que queda para los historiadores de la
importante ciudad. En el Capítulo IV aportaremos nuevos puntos de vista del epicentro
colonial de Cuenca de los Andes, pero ya dentro del modelo de geografía sagrada.
LA GEOGRAFÍA SAGRADA
DE TOMEBAMBA INCA
1. INT ROITO
H
Página anterior: ablar de una geografía sacralizada por los mitos de las culturas andinas, es
ARIBAL INCA.
entrar en el pasado de hace unos seiscientos años, cuando dominaba el peso
sobrenatural del mundo de las huacas, en el terreno de los ancestros difuntos,
en los hallazgos de momias en cuevas ocultas, de ajuares de oro enterrados en tumbas
de pozo profundo. Todo estaba rodeado por la divinidad de los cerros, atemorizado por
el hechizo de los ríos torrentosos y el susurro indeleble de cascadas y acequias adoradas
ante el ceño de árboles centenarios. Entrar en este mundo es toparse con la eternidad
de los accidentes geográficos que hoy lucen impolutos y acaso desgarbados, pero, en la
mente de los transpuestos por el tiempo, figuraban como dioses, ininteligibles señales que
orientaban la vida, el destino y la muerte. Eran éstos los conductores del hombre al otro
mundo. También eran los conservadores de las momias reales, cetrinas y enjutas reliquias
agazapadas en las señales de los ceques de Tomebamba, trazados por los innovadores.
Sus espíritus eran los guardianes del oro sumergido en las lagunas, desdobladas como
santuarios de las montañas, donde habitaban otros señores. Huacas eran también los
astros, iluminados cruceros del arcano celestial, que cruzaban el tiempo de labranzas y de
sacrificios. Hoy, los “renacientes” talvez no alcancen a comprender lo trascendental de
las explicaciones enigmáticas, ni la trascendencia del “mana” o la fuerza que llevaban en
su interior las piedras y las fortalezas del arcaico pasado. Hablar de la geografía sagrada
es también asistir al diálogo del hombre prehispánico con las fuerzas atmosféricas, con
las heladas, el granizo, la sequía o la lluvia y las inundaciones, organizadas simbólicamente
en el altar mayor de Mullucancha, que ordenara el antropólogo en su libro El Guamán,
El Puma y el Amaru. Todos los eventos eran considerados castigos o recompensas de los
La geografía del continente americano es una cosmografía que esconde dioses, crímenes y
santos. En Azuay y Cañar, la topografía es hoy un panteón abandonado por la modernidad,
aunque algunas ciencias del hombre, últimos cruzados del optimismo, creen poder
encontrar rastros, monumentos, tumbas y grabados, huellas insondables, como lo quería
en el XIX el padre Julio María Matovelle. El sacerdote historiador no en vano buscó en
“Las ruinas de Tomebamba”, una ciudadela testigo que le indicara el tiempo arqueológico
por donde habían pasado los incas. Por eso estaba correcto el bueno de Matovelle, solo
que en “ Yunguilla” se equivocó de tiempos pero no de culturas. La antropología cultural,
y algunas de sus hijas, la arqueología, la etnohistoria, y la arqueología histórica, están
desbrozando hoy nuevos canales que conducen al vergel del gran templo ignorado.
Los restos del Azuay prehistórico y del Cañar monumental, no son culturas perdidas en
las sombras, son representaciones del tiempo disimulado entre los montes con el nombre
de urcu yaya, taita buerán por un lado, o mama huaca, mama zhun-zhun, por el otro. Y
hay otros nombres. A lo mejor son aquellos montes el mismo arcano que en el otro lado,
arrebatado por los vientos del desierto, puso su sello e hizo decir a Napoleón su famosa
frase ante las pirámides de Egipto:
2. EL EPICENT RO DE TOMEBAMBA
L
os incas también basaron sus estructuras mentales en las civilizaciones que
conquistaron, y no sólo en sus propios mitos. Con éstos interpretaban la religión y
la organización de la vida cotidiana.1 Abogamos por que en el Austro Prehistórico,
aquellos transformaron la idea de los “cañaris” elaborando un nuevo esquema de
imágenes, tres de ellas aspectos cognitivos, como vamos a exponer: Oro, Taller y Madre
Tierra-Agua, pensamientos que vendrían a ser el epicentro de un mapa abstracto de las
huacas y ceques de Tomebamba cañari-inca.
1 De Chan Chán,Chimú.Trujillo, extrajeron el concepto decimal para recolectar los tributos, y dar paso
a la organización decimal de provincias, pueblos y curacas.
Según los datos, se colige que formaban una sola estructura mental, culturalmente
determinada tanto por los mitos como por la nueva geografía. El sol en Tomebamba ha
sufrido una superposición. En tiempo de cañaris e incas, la información histórica era mítica
Las tres eran representaciones que acogían grandes complejos religiosos, geográficos e
históricos en que se debatía la vida humana, que se desdoblaban en otra cantidad de
elementos, alguno de los cuales lograron ser captados y descritos por los cronistas (y se
leen todavía en las crónicas) como elementos aislados, mas no como conjuntos simbólicos
parecidos a las representaciones inconscientes, debido la evolución de los mitos. Oro,
por ejemplo, es una asociación a la geografía, la profundidad de la tierra, pero al mismo
tiempo es el sol reemplazado aquí por el noble metal.
Taller, incorpora un trabajo mágico del hombre. Convertir el oro en dios. Templo Tierra-
Agua-Luna, representa lo sacro de la tierra, el regadío, la agricultura y la mujer. Cada
cual se desdobla en deidades y asociaciones con los gobernantes y con los subordinados,
que es fácil deducir. Por los datos presentados en este libro, podemos ir sintetizando las
siguientes representaciones:
A. MADRE-TIERRA-AGUA-LUNA
TALLER ORO
B. TOMEBAMBA-PACHAMAMA-YACU-QUILLA
Desde este cerro se podía ver (o nacía) el arco iris que era la representación mítica del “halcón
sagrado”, atornasolado pájaro, llamado originalmente Guanacauri en la capital ancestral.
2 Ya sabemos el arcaico origen de Huanacauri, relativo a ser el halcón de piedra en que se convirtiera
uno de los cuatro hermanos en los mitos de origen (Ayar Ucho). La estatua era traída a Tomebamba,
para representarlo.
Las tempranas exploraciones arqueológicas y los saqueos de huaqueros del siglo XIX
hasta la mitad del XX, habrían excavado y sacado tantas planchas y reliquias de oro (y
acaso momias), como nos han contado Bollaert (1860), (Heuzey (1870), Bamps (1879),
González Suárez (1878), (Max Hule (1922), Saville-Segarra ([Saville 1924] 2000: 37); los
mismos excavadores Serrano (1940); otras, para 1875 (Burgos, 2002)3. Los objetos de oro
cuyas láminas conocemos (presentados por Heuzey y González Suárez) corresponden a
la misma colección llamada el “tesoro de Cuenca”, recuperada entonces por el cónsul
en Venezuela, un tal Eugene Thirion, y pesaba más de 10 kilogramos (Huezey: 1870: 113)
Poco se ha escrito que la gran “colección de oro, cobre, y cerámica, aunque era de todo el
Ecuador, que fue a parar al Museo Real de Bruselas, fue donada por un diplomático en el
país: “el Museo debe su colección ecuatoriana a la generosidad del señor Emille de Ville”
(Bamps 1879: 64). El tal señor De Ville, entonces, cónsul de Bélgica en Quito había sido un
perseverante coleccionista de “antigüedades, objetos etnográficos” y de la sobresaliente
colección de oro y cobre que, según Bamps, llegó a Bruselas en ese año.
D
espués de haber encontrado el “epicentro” de la geografía sagrada de Tomebamba,
pasaremos a examinar sus ceques. Una definición de ceque ha sido planteada en
páginas anteriores. Solo para recalcar que ceque es un nombre hallado en las crónicas
andinas del siglo XVI, para el Cusco, que nos relatan ser una línea imaginaria entre el llamado
“epicentro” o “templo del sol” y las santuarios geográficos o naturales de su alrededor, que
han sido señalados en la mitología como “huacas”. En el modelo andino muchos cerros
fueron huacas, pero hay otros elementos naturales con la misma denominación. Ceque era
entonces la línea imaginaria entre el templo del sol y la huaca, Los ceques que rodeaban a
alguna ciudad sagrada formaban un sistema radial, como vimos en el Cusco inca, circundado
de 320 huacas y sus respectivos ceques que convergían en Coricancha.
En ninguna otra ciudad de los Andes se ha encontrado crónicas hispanas que nos hablen
de un sistema de ceques como en el Cusco, no así con respecto a “huacas”, que son más
3 Se refiere a una colección distinta pero igualmente valiosa, enviada a Chile en 1875 por el Visitador
Mercedario, padre Benjamín Rencoret, y que nunca volvió.
4. EL DOCUMENTO DE CRISTÓBAL
DE ALBORNOZ
U
n documento que proviene de la extirpación de idolatrías en Perú, principios del
siglo XVII, viene a colación, pues, aunque en forma bastante incompleta aborda
un listado de huacas por provincias e incluye a algunos señoríos del Ecuador pre-
inca. Se trata de la Instrucción para descubrir todas las huacas del Perú y sus camayos
y haciendas, ritos, bayles, adornos, de Cristóbal de Albornoz, Siglo XVI. Al referirse a lo
nuestro, Albornoz enuncia aquellas huacas de la “Provincia de Tomebamba”, pero en
tan poca proporción que apenas se vislumbran tres o cuatro hitos del enorme panteón
inca-cañari. Nombra a Guasayñán (tal vez Fasayñán), Puna (con seguridad, Pumahuaca), y
Mollotoro (Molleturo). Las dos primeras representan las huacas que salvaron a los héroes
culturales cañaris del diluvio, y fueron su origen. Igual, Molleturo, un conjunto de huacas
presuntamente puestas por Túpac Yupangui, como un panteón inca. También reitera
que Puna(huaca) es un adoratorio en el pueblo de Pomallacta, situación geográfica que
hemos localizado como frontera norteña de los cañaris con los puruháes, justamente en
Pumallacta, Achupallas, cerca de Alausí. Un análisis bastante completo sobre los sistemas
religiosos nor-andinos ha organizado Cristóbal Landázuri N. (1993: 275-336). Aquí se ve
en detalle el documento de Albornoz, respecto a las huacas cañaris que perfila el extirpador
de idolatrías. Una característica general de Albornoz es que, en donde conoce, distingue
Reinterpretando lo dicho por Albornoz, dentro de nuestro modelo, aunque son pocas,
las huacas que él menciona enfocan las tres regiones básicas pero diferentes de la
cultura cañari. 1) Fasayñan (Sigsig), los mitos de origen probablemente amazónico,
correspondientes al Antisuyu; 2) Pumahuaca, que son las huacas que corresponden a
parte del nudo del Azuay, las deidades de la nieve, el frío, en el límite septentrional del área
(que hemos referido); y 3) las de Molleturo, que es huaca importante en el nor-occidente
selvático del territorio estudiado. Curiosamente, las tres de Albornoz son “huacas de
articulación” en el modelo de Burgos.
E
n concordancia con los factores ecológicos, geográficos y mitológicos que existían
en la gran cuenca del río Tomebamba del siglo XV, recordemos la conversión de los
caminos que partían desde los ayllus cañaris asentados en la explanada Paucarbamba
(denominación del quechua cuzqueño que significa “llano florido”, González Holguín 1952)
HUACAS EPICENTRALES
HUACAS PERIFÉRICAS
HUACAS DE ARTICULACIÓN
a. HUACAS EPICENTRALES
Con estos soportes, presentamos la figura, donde se puede apreciar una preferente visión
de las huacas o adoratorios de Pumapungo, En primer lugar encontramos las “huacas
epicentrales”, en donde sobresalen lo que llamaremos dos “complejos geográficos-
sagrados” de gran importancia:
A. Un conjunto de cerrillos de poca altura (no más de 3.000 m.), formando una
amplia faja de elevaciones situadas al sur de Tomebamba (hoy de la ciudad de
Cuenca), a cuya fusión el autor les ha denominado cerros “Guirnalda Sagrada
de los Incas”, puesto que algunos constan como sitios adorados con veneración
religiosa, en tiempo de los incas, ejemplo Monay. Un gigantesco pucará constituía
el cerro llamado últimamente Monjas, al sur de Turi. Al occidente de la Guirnalda
Sagrada se eleva el cerro Huishil, en 1557 mencionado como Mina o Cerro de
Todos Santos. Más adelante, ampliaré su simbolismo religioso.
Pucará Burgos-urcu y Están flanqueados estos cerros-huaca por el Hushil (O) y por
Guaguazhumi (E), pudiendo formar el conjunto una especie de
Tambo de Mariviña rombo que rodea directamente a Pumapungo, como se aprecia en
la figura siguiente. Casi todos los cerros epicentrales han registrado
SUR referencias etnohistóricas de religiosidad aborigen, que anotaremos
llegado el caso. La característica de las huacas epicentrales, dentro
de la lógica de nuestro modelo, es la de estar relacionadas con Pumapungo de una manera
directa a su religiosidad. Su contenido cultural es que sus nombres y significados pueden
tener alguna similitud con huacas, cerros o barrios sagrados del Cusco prehispánico.
Curitaqui
Habíamos dicho que el territorio cultural del Austro prehispánico es como un panteón
arqueológico abandonado. Sus cerros-huaca están surtidos en distintas partes y
que serían las disciplinas antropológicas (en este caso, la arqueología histórica, la
etnohistoria y la lingüística) las que se combinarán para develar los misterios que
la arqueología pura no podría esclarecer. Nuestra misión es trabajar con accidentes
geográficos sacralizados, monumentos y ruinas, restos arqueológicos acompañados por
documentos históricos, entre otros, los que nos señalen o sugieran las estructuras
de religiosidad ancestral. Lo “cañari-inca” sufrió la acometida de la modernidad de
Occidente. Mucho falta por investigar acerca de las invasiones inca e ibérica a esta
área. Si conocemos ya el esbozo de unas huacas “epicentrales”, éstas se relacionan más
con las expresiones político-religiosas centralizadas en los gobernantes y sus “palacios”,
con sus adoratorios matrices, sus monumentos personales. Pero sabíamos asimismo
que el gobierno, la religión y la milicia del inca, inclusive la economía, contemplaban
su interés e interdependencia con la ecología y los recursos lejanos (acaso exóticos),
de otras regiones, remotas culturas y civilizaciones: los entes sobrenaturales y señores
protectores, podrían existir más allá de llacta natal. Las fronteras inmediatas de la nueva
entidad cultural (¿ciudad-estado?, ¿aldea-centro ceremonial? ¿palacios?, etc.) estaban
rodeadas por un entorno sobrenatural, de donde iban y venían las instrucciones y
“saberes” de una nueva visión del mundo y su cosmogonía. También hemos anotado
que los incas se mantuvieron asombrados y expectantes ante la cultura de los señoríos
ecuatoriales que iban conquistando. Del Yazuay prehistórico admiraban muchas cosas,
pero nos sirven perentoriamente los paradigmas anotados, agua, oro y tierra. Si hubo
o no un sincretismo con las huacas locales, por el momento no es tan importante, pero
si sabían que las huacas de allende la “ciudad” eran importantes y tan veneradas como
ellos mantenían a las suyas, de manera que no estaban imponiendo sino asociando a su
haber los templos y santuarios del mundo andino, allende del epicentro ancestral. Con
esta premisa es que el modelo del autor ha creado lo que será otro circuito concéntrico;
éste rodea a aquel de las huacas epicentrales. Lo hemos denominado el conjunto de las
Huacas Periféricas.
Por círculo de las huacas periféricas entendemos el conjuntos de accidentes naturales que
tienen significados religiosos prehispánicos, pero que pertenecen a otra regionalización
del pensamiento religioso, y no se relacionan necesariamente con el epicentro matriz
que es Mullucancha-Pumapungo. Están asociados a éste, pero no dependen de su
geografía, ni geología, ecología o manejo de los recursos naturales. Un ejemplo está al
NO, el cerro Cojitambo situado al noroeste, igualmente la cordillera de Chordeleg. Esta
es una de las huacas periféricas de las mas importantes de la región. Tampoco están
directamente asociadas, pero existen las dos cuchillas de la actual parroquia de Cumbe,
que en nuestros datos eran dos elevaciones de baja altura que rodeaban al conjunto
de pucaráes y poblaciones prehispánicas que en los documentos históricos aparecen
como Cumbipirca (muros de piedra trabajada sobre elevaciones del sitio Cumbi). En los
Los componentes de las Huacas Periféricas a Pumapungo son numerosos, pero en nuestros
datos tenemos aceptables evidencias solo para los que ha logrado determinar nuestra
investigación, así:
1. Al occidente: la gran cordillera del Cajas, conjunto montañoso que domina la ciudad
de Cuenca, que en nuestra pesquisa no ha sido estudiada por razones expuestas en
la introducción. “El Cajas”, como se le conoce hoy, es al mismo tiempo una periferia
montañosa y lacustre de lo más espectacular; sus parajes, elevaciones, cuevas, lagos,
quebradas, fauna y flora especial, etc., que luego descienden a la Costa, necesitan
ser estudiados con detenimiento, desde el ángulo de la arqueología histórica y la
etnohistoria, (y la propia arqueología), pues más de una vez se demuestra que fue
un sitio de paso entre las culturas prehispánicas. En su descenso está Molleturo,
conjunto monumental clave en nuestro modelo. Este trabajo no ha intentado, por
la magnitud, tratar de descifrar tan importante eje montañoso, pero es un legado
natural y cultural digno de mayor relieve. Para motivarse, baste leer las andanzas
de un caminante que en 1872 hizo un recorrido a caballo y a pie, desde Naranjal a
Cuenca a través del Cajas.5
3. El complejo de cerros sagrados cercanos a Azoguez, esto es, Cojitambo, Abuga, sobre
esta ciudad, y el Supay Urcu o cerro de Borma. Todos al NO de Cuenca.
5 Impresiones de Viaje. De Guayaquil a Cuenca. Por Francisco Campos. Imprenta del Comercio,
1879. Veamos algo: En Migüir comienza el páramo, el famoso páramo de Cajas. En la cumbre se
encuentra una piedra o “silla de montar”, de tres metros de longitud, Esta se llama la cueva del Pa-
dre Machay. Luego vendrán unos lagos, Cajas, el primero, Quinuas (a 4462 m. altitud), el segundo.
Una gran descripción de los aposentos prehispánicos hace el autor, no precisamente de Molleturo y
“Paredones”(3.605 m.a.)
Abajo: Ñamurelte.
c. HUACAS DE ARTICULACIÓN
Podría decirse que las huacas de articulación representan para la vida cultural del
Azuay cañari-inca, la más elaborada representación de los mitos de Tomebamba. Como
se aprecia en la Fig. 36, la situación de las supuestas huacas están ya bien alejadas de
Pumapungo, puede decirse, se hallan en los extremos de la región cultural. Si hablamos
de los mitos, encontraremos las leyendas del origen cañari, expresados en los estanques
y lagos permanentes, siendo en nuestro estudio las lagunas de Buza o Leoquina (al
suroccidente), y laguna del Ayllón y Santa Bárbara (al suroriente del epicentro). Estamos
hablando de los últimos confines de la región; lo que serían los remates, tanto de la
cordillera occidental (SO), como de la oriental (SE) en relación a Tomebamba. Al norte
encontramos el complejo Hatun Cañar, el llamado Ingapirca y la laguna de Culebrillas.
Especialmente esta última está referida de muy diversa gradación en los mitos acerca
de ella, destacándose en las citas el nudo del Azuay, cerro Tres Cruces y la cueva de
Taita Espindola.
El complejo de las huacas de articulación debe su nombre a que los seis elementos proto-
religiosos andinos de la Fig. 36 (aunque pueden ser más), circundan toda la geografía,
espacio natural y sus asientos ceremoniales. No son de articulación por estar más alejados
de los demás, sino porque representan las conexiones del Azuay cañari-inca con una
ecología y cultura distinta, unidas de alguna manera con el resto de las áreas culturales
amazónicas y costaneras vecinas, particularmente el piedemonte nublado, el bosque
húmedo, y el pleno el trópico selvático y tupido de los siglos XV y XVI. También contamos
con dos asientos emblemáticos al extremo norte y sur de la región aborigen: el cerro
o cordillera del Buerán (Cañar) en el norte, o la comarca de los nombrados pucaráes
de Nabón y Duma-Para, en el extremo sur, ambos poco investigados. Hacia el noroeste
y noreste de Pumapungo encontramos los aposentos y paredones de Molleturo (NO) y
Guarainag (NE). Nabón es conocido por sus fortalezas o pucaráes ocultos entre una enorme
cantidad de cerros aledaños, y Buerán es una de las huacas más importantes del Cañar,
un cerro representativo, mencionado por los visitadores de idolatrías en esta provincia.
E
l agua constituía el mayor bien terrenal para las civilizaciones andinas. La
representación arriba elaborada, de Tomebamba-Pachamama-Yacu-Quilla, aparece
como el mayor signo de identidad ancestral del fugaz señorío epicentral, inca-
cañari. No es demás reiterar que la abundancia y disposición de las corrientes de agua en
la hoya de Tomebamba, siglo XV, fue el justificativo mayor que tuvieron los hijos de Manco
Cápac para preferir asentarse en esta cuenca hidrográfica y no en otras más fértiles. Los
documentos del Perú antiguo dejan entrever que se estaba dando un proceso de gran
desertificación en la costa norte y pie de monte peruanos. En el sur, en cambio, se estaba
dando una considerable glaciación entre 1493 y 1880, ocupando territorio aledaño al
lago Titicaca y otras zonas de Bolivia prehispánico. Por datos de Santacruz Pachacuti
Yampqui nos enteramos que la sequía llegaba aun hasta la misma Tomebamba, algo
insólito para una cuenca cruzada por cuatro ríos importantes, y que más bien era víctima
de las inundaciones prehistóricas. La sequía y la miseria estaban presentes. Pero se impuso
el mito traído por Santacruz Pachacuti: Huayna Cápac ordenó cavar un túnel a través de
una montaña para llevar el agua a Tomebamba.
Lo que se había creado, en el mito del cronista Santacruz, era un sistema de irrigación,
dividido según el curso de los diferentes afluentes hidrográficos, alimentando un río
principal, y en cierto modo articulado al santuario principal, en este caso, Pumapungo.
Consecuentemente, y a igual que los cerros-huacas, nos topamos con los distritos de
irrigación del agua o chapas de Tomebamba con la denominación del quechua cuzqueño).
Los distritos, como no puede ser de otra manera en un sistema fluvial andino, los chapa,
E
l caos causado por los avances de una civilización europea-ibero-americana,
sobre la geografía de lo que fue Tomebamba de los incas, ha dejado estragos
imperecederos en su estructura, en su cambiante cultura de cinco siglos y en su
historia. Lo que hacen las ciencias antropológicas es tratar de recopilar esas piezas y
reconstruirlas en un sistema de ideas referentes al hábitat sacralizado en el pasado, como
que se encontrara con los vestigios de un gigantesco museo depredado por el tiempo y
por el hombre. No solo lo material sino también lo intangible recobra la antropología, y
en esto alcanzamos a explicar los mitos antiguos como creadores de una nueva mitología
que se va construyendo y de-construyendo día a día, que es la identidad cultural que
adoptan las nuevas generaciones de Tomebamba inca-cañari.
Nos permitimos exponer de manera sintética la idea que tenían los hombres del temprano
siglo XVI en torno al espacio geográfico y las deidades a venerar, como que fueran ciclos
1. ASIMILACIÓN O IMPOSICIÓN
E
Página anterior: s necesario plantear aquí un proceso de crítica y reflexión sobre los mitos, leyendas
MONO.
Ícono en las y deidades, que entraron a operar como entidades en el proceso caótico de la doble
festividades rurales. conquista. Señalaremos estos puntos.
A. Lo que hasta aquí hemos presentado es un tipo de distribución espacial de las huacas y
sus respectivos ceques, en Tomebamba gobernada por los incas. Según su cosmovisión,
a la llegada de Huayna Cápac no se evidencia que existieran grandes diferencias
entre cañaris e incas, que no sea el refinamiento del pensamiento religioso incaico,
orientado a dar a sus creencias un sentido político generalizado, es decir, imponer el
orden estatal de la religión. No podemos saber, sin embargo, hasta dónde los mitos
incas habrían podido ser asimilados por la cultura de los señoríos del Ecuador; las
ciencias afines no están en condiciones de señalar las reales condiciones de poder
que alcanzaron a imponer los incas sobre pueblos meridionales del país aborigen.
Lo que se ha dicho en aquellas obras, es un discurso de la historia, un meta-relato.
Cuando entramos al manejo de categorías abstractas derivadas de la etnología, o la
profundización simbólica que conlleva la antropología estructural, la tarea de explicar
cambia a favor de la ciencia, no obstante la mencionada falta de materiales históricos
como de enfoques especializados. Hemos avanzado más en las teorías que en la
investigación etnohistórica de esta área.
B. Presumimos también que las estructuras incas no se llegaron a aplicar sobre los
señoríos en estudio, como si éstos hubieren sido tabla rasa. Según lo que tenemos a
C. Por otra parte, es notoria la gran influencia de las tribus amazónicas sobre el territorio
cañari y palta. Los shamanes y curanderos locales deben haberse nutrido, en sus
creencias y prácticas, más de los sabios amazónicos que de las culturas del Perú. La
dinámica de nuestro modelo se basa, primeramente, en los mitos cañaris contados
por ellos cuando eran mitimaes en el Perú, especialmente en la parroquia Santa Ana
del Cusco, y otras latitudes donde habían sido trasladados. Pero no encontramos un
patrón cañari donde estén estandarizadas sus creencias y mitologías. Otra parte de
los hechos legendarios de Tomebamba, han sido rescatados tardíamente, cuando
los cronistas primigenios del Cusco –estudiados aquí- habían sido cubiertos por los
siglos. Con todo, nuestros señalamientos de posibles hitos, personajes y huacas, en
la geografía e historia de la región, están convalidados por documentación dejada
por antiguos viajeros y académicos. Muchas tradiciones y dialectos del idioma
materno se han perdido. Y otros complejos se han ido deformando con el tiempo,
porque ese es el curso de la tradición oral, donde solo queda la idea medular, pero el
lenguaje y la versión del mito cambia. La asimilación de las poblaciones aborígenes
hacia un nivel social mejor, que les eximiera de las condiciones de servidumbre y
esclavitud, no se dio en el período colonial, por el contrario, éstas se extremaron;
todo ello abonó para una de-construcción de la cultura, acelerando negativamente
los cambios culturales y lingüísticos, deteniendo las innovaciones, lo que se
transformó en factor adicional en la pérdida de la memoria mitológica y religiosa
de nuestros sujetos de estudio.
D. Estamos obligados a tener mayor cautela con el marco textual de los mitos cañaris o
incas. Al entrar en el proceso de asimilación y aculturación de doble vía, la cosmovisión
aborigen se plasmó con los arquetipos de la religión cristiana, expresamente interesada
en hacer un traslape del mito aborigen hacia sus arquetipos proto-cristianos.
1 Vale reiterar lo expuesto en nueva fuente. Cieza de León, en la Tercera Parte (versión completa),
cita cuántas veces los cañaris pelearon al lado de Benácázar desde Tomebamba, luego ayudaron
a sus soldados en las batallas de Tiocajas, Puruhá, Mocha, Tacunga, Quito y Yahuarcocha (Cieza
[1544] 1984, Descubrimiento y conquista del Perú, desde Folio LXIX-capítulo LV, en adelante. Edito-
rial Zero, Madrid, y Jamkana, Buenos Aires). O sea que la conquista de Quito, Cayambi y Caranqui,
fue también una conquista de los cañaris sobre el norte, lo que indica la gran escisión cultural y po-
lítica entre Tomebamba y Quito, que funcionaban como países enemigos durante la devastación.
E
n la figura siguiente, presentamos una versión más detallada de nuestro modelo.
Obtenemos una visión completa de los tres niveles de huacas, acogiendo la
orientación político-religiosa y ecológica de cada unidad, en formatos concéntricos
convencionales. Pensamos que así habrán podido percibir, en parte, los gobernantes y
sacerdotes acerca del mundo de las huacas. El problema no ha sido de diseño, pero el
nuestro es un modelo de creencias político-religiosas que ha tenido que ajustarse a una
tremenda geografía, seleccionando valiosas pero dispersas fuentes. En el nuestro cuenta
la regionalización de la cosmología sin desestimar el entorno humano y cultural, o sea,
las regiones vecinas, pobladas de señoríos importantes y, por supuesto, percibiendo los
designios y planes fincados en lejanas capitales, sitios ancestrales y nuevas deidades,
como eran las de Cusco, Vilcashuamán y Quito.
• Las huacas epicentrales son las huacas de la religión, conectadas con el agua, la
irrigación y santuarios y palacios de los gobernantes incas.
• Las huacas periféricas coinciden más con las minas, los tambos e ingañán, y otros
aprovechamientos utilitarios en el espacio natural.
a. TOMEBAMBA REINTERPRETADO
2 [ADVERTENCIA: esta presentación fue llevada a efecto antes de que se hayan iniciado y terminado
las excavaciones para rehabilitar los muros de Pumapungo, y toda la puesta en valor del complejo
llamado “Jardines del Inca”. Este ha sido un trabajo más que todo de arqueología histórica, desa-
rrollado por el Area Cultural del Ecuador, Cuenca, entre 2002-2003. Una nueva interpretación sobre
los materiales arqueológicos encontrados, será adelantada por el autor, una vez re-analizadas las
obras y los importantes hallazgos conseguidos por la entidad, a partir de esos años].
b. MULLUCANCHA NO ES CORICANCHA
3 Desconocida versión de Cieza hasta 1989. Esta obra, Descubrimiento de Conquista del Perú, llamada
III parte, permaneció oculta por cuatrocientos años, salvo algunos fragmentos conocidos antes. La
americanista italiana, Francesca Cantú, culminó exitosamente la búsqueda, cuando halló el manus-
crito autógrafo de Pedro Cieza de León, en la Biblioteca Apostólica Vaticana, y que publicara una ver-
sión en su idioma en 1979. Este fue uno de los mayores logros para la etnohistoria en el siglo XX.
En el inicio del Capítulo I, manifestamos la estructura y función del templo más importante
de esa capital. Max Uhle fue el primero que dejó un testimonio arqueológico gráfico y
explicado de los cimientos y muros de Pumapungo. El templo de Mullucancha consta, en
su croquis, como uno de los dos principales aposentos del complejo, situados en el extremo
opuesto a la entrada de Pumapungo. A la luz de las excavaciones modernas (2002-2003),
no se puede negar la existencia del “templo”, pero su ubicación podría seguir siendo
debatida. Hemos proporcionado una extensa suma de materiales extraídos de casi todas
las crónicas conocidas sobre el tema. Consecuente con ello, deberemos también intentar
situar algo que dinamizaba la vida de Pumapungo. Se trata del sitio, plaza o planicie, que
se llamaba Huachao Huaire Pamba, según nuestro hallazgo (Burgos 1995ª: 72).
El cronista presupuso que era una plaza. Se ve que hay alguna deformación en el idioma
quechua, pero se puede recoger el sentido de la frase. Si se conserva pamba, se trata de un
llano o planicie, aunque el español de Murúa aluda a una “plaza”. Todo sugiere, sin embargo,
que estuvo dentro de Pumapungo. Un detenido análisis del quechua del XVI, verifica algo
que nos parecerá espectacular. Primero debemos aceptar que el cronista no captó todos los
rasgos fonéticos, o escribió peor, de manera que huachao pudiera ser una deformación de
huaccha = pobre, y si fuera huachacuyac, diría: “nombre que daban al inca reinante por
ser benefactor de los pobres”. Parece que no es esa la dirección. Otra palabra, huachaqui,
tiene el sentido de ser madre. Huachacuni y huachani, significan parir; huachachini,
ayudarle a parir la partera (según González Holguín, 1952: 168). Y huachayu es parto, a
igual que huachac, la que pare (Ibidem). Lo que se parece a huachao (que está mal escrito),
puede ir por el significado huachayu, de madre que pare. Pasando a la siguiente, huayre,
también mal escrito por Murúa, debe ser huayra, palabra más conocida, cuyo significado es
“viento” (Ibid: 692). Pero también huayra significa “fuelle” u “crisol”, en el que los hablantes
del quechua soplaban para fundir los metales. Fundían el oro soplando en la “huayra”. No
tenemos espacio para reproducir piezas arqueológicas donde se ve a un número de hombres
como “sopladores” del horno de metales o huayra (Ver gráficos de Segarra, 2000: 77, y un
dibujo de 1555, de G. Benzoni, ([1572] 1985: 120). Un viajero italiano que recorrió Cuenca
en 1547, Girolamo Benzoni, nos habla de que “funden el oro y la plata, colocan el metal en
un crisol largo o redondo... lo ponen al fuego con la cantidad de metal que pueda caber en
él, y con cinco o seis cañutos de caña, tanto soplan que éste termina por fundirse y colar”
(Ibid: 119). Quedaría la frase: huachayu huayra pamba, con el significado: “valle del horno
donde nacen (se soplan y funden) las figuras de oro del Inca”. Más preciso: “valle donde el
viento de la huayra produce el engendramiento” del oro para el inca. En otras palabras,
Pumapungo contenía en su interior un apartado recinto, donde las huayras fundían el oro
traído de la cordillera de Chordeleg-Sigsig para el gobernante. Este “taller” no podía estar
fuera de los recintos reales, de manera que la frase es precisamente metafórica, “recinto
donde las huayras paren las piezas de oro para el inca”. Tomando cierta libertad de lo
textual, el autor podría deducir que Huachayu Huaira era la “casa de la fundición” inca
situada en Pumapungo. Este hallazgo nos lleva a configurar mejor las funciones del predio
¿Dónde pudo estar el taller de fundición aquí descubierto? Si quisiéramos responder algo
congruente, empezaríamos por dónde no tuvo que estar; los hornos “huachayu-huayra” no
debían estar junto a los aposentos del gobernante, pero sí dentro del alejado perímetro de
Pumapungo, en los accesos que dieran al río hoy conocido como Tomebamba. Pero, soplar
las huayras también habrá sido un acto natural y mágico, al mismo tiempo. El humo y los
rescoldos de la fundición utilizada, no pudieron estar cerca del templo y aposento real. Más
bien estar cercano al río, para evacuar por el canal interno los desperdicios de la quema
en el gran torrente. Solo ciertos días deberían hacerse “huayra”. En la parte de distritos del
agua, avanzaremos con nuevos hallazgos. Se perfila, sin embargo, que habían dos tipos de
corriente de agua, una por decir así, “higiénica”y, otra, agua “sagrada” para los rituales.
Los distritos “chapa” de agua de Tomebamba servían para el regadío. Podemos asegurar
que en ésta había mucho más corrientes de agua que en el Cusco ancestral. No podemos
afirmar en qué medida los incas aplicaron los mismos principios del Cusco para aprovechar
el agua de Tomebamba. Un documento tan valioso como lo anterior nos guiaría para
estimar cómo fue utilizada el agua en la nueva capital. Una parte del río Tomebamba debió
haber sido sagrada, tanto para el rito como para las fiestas, de esto no cabe duda. El resto
era para evacuar despojos y escorias. Un libro de Margarita Vega de Córdoba (1997), es
una valiosa contribución moderna a la historia y geografía de este río4, que nos ayuda a
re-interpretar las funciones prehispánicas con otros documentos.
Pero hay algo más importante en la leyenda de Santacruz Pachacutic. Primero Huayna
Cápac rompe el cerro para conducir el agua a la ciudad. Luego, el agua llega “caracoleada”,
o sea en una apariencia de espiral, que dibuja este cronista. Un canal cruza los anillos y se
ubica en el centro de la figura, así construida por él.
Toda la Figura de Pachacuti Yamqui puede considerarse una metáfora antes que un dibujo
real de la sequía y llegada del agua a Tomebamba. Lo que sí sorprende es el simbolismo de
la imagen o espiral. Parece más bien que el cronista quiso representar a Tomebamba como
una concha de mar, o expresarla en forma de un caracol (“entró así caracoleada”, escribía).
Hacía alusión al ya conocido mullu o concha Spondylus de que estaba adornada todo el
templo de Mullucancha y la misma ciudad se llamó Tomebamba Pachamama y el significado
de Tumi como cuchillo podemos cuestionarlo. Quiso simbolizarla, más bien, como que fuera
un “churu” o “mullo”, como lo voy a demostrar. Un cronista, tan importante como Guamán
Poma de Ayala (1980 [1583-1615]: 350), al presentar la figura del Chasqui o Correón Mayor
y Menor, éste se viene anunciando con un churo, y el personaje es lo que él llama churo
chasque o mullu chasqui; Estos postillones estaban ubicados cada media legua del
camino, para que corrieran veloces en su tramo. Tan ligeros eran los
mullu chasque que el inca podía recibir los crustáceos vivos todavía,
en el mismo día. Textualmente:
“Dicen que el caracol de hazia Nobo Reyno que llaman tumi llegaba
vivo al Inga al Cusco.(Guamán Poma, 1980: 351).
Resulta una sorpresa, para los que creen que tumi tenía solo un
significado, el de hacha andina semi-circular: Tumi también
significaba caracol o concha, nombre con que era conocidos en el
llamado Nuevo Reyno, aplicado a nuestro caso, a tierra del actual
sur de Colombia. Pero como el Inca nunca llegó a estar en esos
territorios, debemos asumir que el “tumi” que le traían los churu
chasqui al inca, debió haber ido hacia territorios del Ecuador. Y
más seguro, hacia el inca de Tomebamba, a donde el churo chasqui
traía vivos los tumi, las conchas, siendo sin duda Huayna Cápac
e. ARROYOS Y ACEQUIAS
Quisiera hacer una breve referencia a las acequias o arroyos que entraban históricamente
a Tomebamba, hoy Cuenca. Debemos partir de dos elevaciones opuestas que se encuentran
al norte y sur de la ciudad moderna, para orientarnos. Se trata de la oposición geográfica
que tiene la colina de Cullca (que significa “depósitos”), al NO, frente a aquellos cerrillos
del SE que en mi modelo constan como “Guirnalda sagrada de los incas”. Cullca fue antes
una colina claramente visible en la ciudad; hoy ha sido casi borrada por un proceso intenso
de urbanización. Cuatro ricachuelos o arroyos entraban a Tomebamba en tiempo de los
incas, con la nota que todos corrían del occidente al oriente. Así:
Uno, pasaba al pie de los declives de la colina Cullca. Su origen es prehispánico. Llegados los
españoles la utilizaron como agua corriente para mover los molinos al pie del mismo cerro,
y la llamaron Acequia de los Molinos. Diego Arteaga ha encontrado puntos nuevos para el
sitio de Cullca, sobre la que hay referencias de haber tenido “un conjunto arquitectónico
compuesto de corrales (incas), paredones, acequias y un enterramiento (Arteaga, 2001:
17). Este es el testimonio más antiguo que he visto de la elevación Cullca. También es de
mucho interés el punto de que al mismo arroyo que pasaba por esta elevación, ya en el
siglo XVIII, se lo conocía como Supayhuaico (Ibid: 18). Se traduciría como quebrada del
demonio. Todo indica el carácter religioso que tenía el mirador nor-occidental de la ciudad
de Cuenca.
Dos, viene la más importante corriente de agua, después del río Tomebamba, llamada
en mis documentos Acequia del Gallinazo, si traducimos su original nombre escrito
como Ullaguanga–yacu, (río del gallinazo), es cuasi paralelo al río Tomebamba. Esto
despierta alguna expectativa histórica, porque en Quito inca también encontramos que
la corriente principal que bajaba del Rucu Pichincha (en el sentido O-E), se denominaba
de igual forma, Ullaguanga-yacu (después llamada Quebrada de Jerusalén, 1700-1800,
La cuarta acequia –que no hemos podido saber su nombre aborigen- se desprendía desde
la Acequia del Gallinazo, y se conectaba directamente con un largo aunque delgado canal
que iba a desembocar en un estanque en Pumapungo. La rápida urbanización de Cuenca
moderna ha hecho perder los perfiles de estas corrientes, pero algunas personas mayores
recuerdan bien a estas acequias, y hasta con sus propios nombres, como lo sugerimos aquí.
Quiero volver brevemente a la similitud del Ullaguanga yacu de Tomebamba, con su similar
que he encontrado en la ciudad de Quito-inca (Burgos 1995ª: 279). En mi teoría sobre
las ciudades incas, demuestro que eran construidas en medio de dos ríos principales. Por
causas todavía no bien conocidas, uno de ellos debía llamarse Ullaguanga-yacu, aplicable
por lo menos para Quito como a Tomebamba inca, pero no para el Cusco. En ésta, hacia el
SE, descendían dos ríos, uno se llamaba Tullumayo (norte), y el otro, Huatanay, formando
5 Un estudio aparte sobre la quebrada de Ullaguangayacu, que cruza la parte central del Quito anti-
guo, tengo escrita con el mismo nombre.
Para nosotros, es forzar demasiado las posibles homonimias entre Cusco y Tomebamba.
Inclusive es equivocado otro punto, como es tratar de encontrar en el presunto diseño
del “puma”, sin que haya en todos los Andes un documento o señal que sugiera que el
original diseño que presuntamente Pachacútec dio para el Cusco (según Betanzos), él
u otro gobernante, o la tradición inca hubieran tenido como norma hacer el trazado
original de las “ciudades” conquistadas por los incas en la forma del felino ancestral. Cusco
tuvo la crónica de que su traza pudo tener la forma de puma (lo cual es aceptable, pero
todavía se discute si ese diseño constituyó una forma arquitectónica real (John Rowe) o el
puma de la crónica fue ideado más bien como una metáfora (Tom Zuidema). Por tanto, es
ilusorio que los ecuatorianos gastemos imaginación en vano, creando el “Puma” como un
rompecabezas en cada ciudad que ocuparon los incas del siglo XVI. Los datos de Arteaga
y del autor, dicen todo lo contrario. Además, Idrovo (2000, figura de pag. 87) encuentra en
Tomebamba “cabeza de puma”, “Patas de puma”, “cola del Puma”, sin dar referencia que
justifique el trazado del animal andino.
Con la munificencia del lector, podemos ver que Tomebamba tiene dos ríos, el Tomebamba y el
Yanuncay; pero aceptando la evidencia podríamos considerar que la acequia de El Gallinazo,
o mejor Ullaguanga-yacu, fue en tiempo inca una corriente de agua semejante al de un
río. Pero éste fluido era artificial. Y aquí puede caber la metáfora de Santacruz Pachacutic
Yampqui, de haber sido introducido por Huayna Cápac. Este río antiguo, curiosamente, une
los opuestos ayllus de San Sebastián con los ayllus de San Blas, situados en hurinsaya y
hanansaya, respectivamente. Podríamos decir que el complejo arquitectónico Tomebamba
inca estuvo entre el río Ullaguangayacu (“hacia al norte”) y el río Tomebamba, al sur, o
Hay bases para pensar que los incas, de alguna manera, lograban manipular el curso de los
ríos, tanto para fines prácticos como ceremoniales, pues aquella forma cuasi triangular, cuyo
vértice apunta al sur-este, es todavía enigmática. Del mismo modo, a la cabecera de la misma
traza, apunta en las tres ciudades, hacia el nor-oeste. Si una parte del río Tomebamba, llamado
así por los españoles, tuvo funciones prácticas, otra parte del mismo río pudo tener para los
incas funciones ceremoniales, y aquí es donde intervienen los rituales, que presentaremos al
final de este capítulo.
“Y la otra fiesta es la que llamó el Inca Yupanqui purap upiay , también en este mes
de septiembre. La cual mandó que se hiciesen a las aguas y que así mismo se hiciesen
sacrificios; y en estos sacrificios mandó que se ofreciese mucho ropa, ovejas y coca, y
de todas cuantas yerbas y plantas que había en los campos, trujesen las flores de ellas,
todo lo cual mandó que se ofreciesen a las aguas [énfasis mío] en esta manera: que
tomaren mucha cantidad de ropa y la echasen en aquel río del Cusco, en la parte donde
se juntan los dos ríos (id.) [o sea en Pumachupam]; que así mismo trujesen muchas
ovejas y corderos y que los ofreciesen al agua y los degollasen en aquel lugar donde la
ropa era echada, y que hiciesen luego ahí un gran fuego en el cual quemasen estas ovejas
y corderos, y que la ceniza de tales así quemados, la lanzaran en el agua, en aquel mismo
sitio, y que luego tras esto, lanzasen en el río las flores que ya habeis oido; y tras esto
mandó que echasen en el agua mucha coca molida y desmenuzada.” (Betanzos: 1987, cap.
15, ortografía modernizada; también citado por Zuidema 1989: 355-356).
El ritual de la fiesta de las aguas o Fiesta de la Sitúa, es mucho más complejo. Un episodio
siguiente era la bebida de los guerreros en honor de las aguas (del río), o sea vasos de chicha que
los guerreros tomaban “fingiendo que bebían con las aguas” . El otro acto era una carrera que
emprenden los mismos guerreros “siguiendo el río” hasta un sitio ceremonial a treinta leguas del
Cusco. Este era el envío de las cenizas sagradas de la fiesta anterior, que flotan hasta el océano en
honor de Viracocha. En una palabra, la fiesta de la Sitúa enseptiembre era una fiesta “para echar
las enfermedades y males de la tierra” (Molina 1943: 30). Con dicho motivo todos los extranjeros
(mitimaes e incas por privilegio era sacados de la ciudad). Después del ritual, se abrían las puertas
y había una fiesta donde se holgaban todos con bebida, comida y taqui o baile.
Lo interesante del final de la fiesta de la Sítua es que intervienen cuatro grupos de soldados,
destinados a los cuatro rumbos del Tauantinsuyu, y los principales llevaban cubiertos la
Uno de los cerros que corresponde a las huacas epicentrales, y que tiene el mayor sello de
la religión inca, es el cerro Guanacauri que se halla de 30 km. al sur del Cusco. En el Azuay
prehispánico encontramos tres Guanacauri cercando a Pumapungo, la denominación tal
subsistió hasta el siglo XIX, aunque el principal era conocido unas pocas décadas después.
Dos están al sur y suroeste de Cuenca. Otro en Borma y uno más en Cañar. Hemos visto
que Guanacauri es el mismo nombre de uno de los cuatro hermanos Ayar, fundadores de
aquella capital; en las crónicas se lo cita como, Ayar uchu ( de ají), quien quedó convertido
en un halcón de piedra en el acto de la fundación, y fue el padre o primer sacerdote de la
religión inca. Su símbolo es el arco iris, que es representado en un halcón atornasolado en sus
plumas. Era considerado ave sagrada, y es un desdoblamiento del propio sol. Su expresaba en
la presencia de un cerro marcadamente ceremonial, bautizado con el mismo nombre.
Su dinamia radica en que se asociaba en el Cusco a otras dos elevaciones sagradas, donde
se completaban los ritos, esto es, las huacas Anahuarque y Yavirag. La similitud se produce
con Quito-inca, pero no en Tomebamba, al menos con la denominación, donde los dos
acompañantes no existen, pero pueden haber sido reemplazados con otros cerros locales.
En Guanacauri debía realizarse el rite de passage de los jóvenes que iban a ser incorporados
como “orejones”, igual a horadarse las orejas y colocar en ellas un “cañuto”, al menos
inicialmente, y así convertirse en soldados con el grado inicial de guamán (Burgos 1995ª):
Sometidos a duras pruebas, la más importante era correr desde Guanacauri a un cerro
que estaba algo distante, Anahuarque, llevando una parafernalia, entre lo que se destaca
atados de paja y lana negra, entre las dos elevaciones. La carrera continuaba hacia la huaca
Yavira, donde se sacrificaba llamas, había efusión de sangre, y otras ceremonia consistentes
en mortificaciones, ayunos y castigos para los noveles. El rito se llamaba huarachico, que
significa poner pantalón al joven soldado.” Huara” era un pantalón ceremonial en el Cusco.
Era una ceremonia complicada que durante dos días, que terminaba con la bebida de la
chicha ceremonial en el usno, una pila sagrada donde se amarraba al sol, según la creencia.
Sobre el Huarachico y las tres huacas de recorrido hablan casi todos los cronistas principales,
con versiones ligeramente distintas. Teniendo entre sus huacas al cerro Guanacauri como
principal de Tomebamba, ¿podríamos deducir que ésta era una huaca semejante a la del
Cusco? La respuesta debería ser afirmativa, por la explicada razón de recrear “otro Cusco” en
Un punto que llamó nuestra atención fue que los pobladores aparentemente mestizos,
no lo eran tal sino mujeres cañaris en la indumentaria de la chola cuencana rural; éstas
hablaban parcialmente un quichua deformado, o su bilingüismo era precario en español; al
preguntárseles sobre el nombre que tenía el cerro, y especialmente el lado supuestamente
ceremonial del Guanacauri, dijeron que los cerros se llaman CUSCO AYLLU. La etnología
podría tejer aquí muchas redes e interpretaciones. Nos da la idea que estábamos ante
una parentela de cerros. Lo interesante es que una simple observación etnográfica nuestra
venga a coincidir con los datos del padre Arriaga (1922: 34) quien también registró de
los labios de un niño indígena que la planada más alta del cerro se llamaba igual que la
nuestra, aunque Arriaga la nombra COSC-AYLLU (sin la o final).
Una constante es que el cerro Boquerón-Guanacauri fue una huaca ocupada por los incas.
También supimos que el lado norte del cerro, que da a la ciudad de Cuenca, hasta el
6 Según la escritura cuyo Certificado No. 8969 del Registrador de la Propiedad del Cantón Cuenca.
En el sentido norte-sur, las huacas epicentrales forman una extensión “vertical”, conformada
por los cerros de Turi-urcu, el Pucará Burgos-urcu y el Tambo de Mariviña. Los tres forman
una unidad, pero solo Turi ha sido realmente reconocido en los estudios de Arriaga en 1922;
los otros dos han surgido dentro de nuestra investigación. Turi es actualmente una elevación
que sirve al turismo como mirador de la ciudad de Cuenca. Pero desde siglos atrás ha sido
motivo de veneración por el catolicismo campesino. Se rinde culto católico en la Cueva del
Señor de Belén, hecha artificialmente por el señor párroco. Es notable el sincretismo puesto
que informaciones anteriores indican que los nativos ponían diversos ofrendas en la cueva
antigua que está en el mismo Turi. Para nosotros, Turi, Pucará Burgos-urcu y Tambo de
Mariviña y alguno más (ver croquis), formaban una unidad proto-religiosa inca-cañari, y era
el destino de peregrinaciones venidas de otros puntos.
Debo hacer hincapié en la parte de Monay, un grupo de elevaciones de 2800 m. de altitud. Están
situadas en la Guirnalda, casi al frente de Pumapungo pero al otro lado del río Tomebamba,
siguiendo la curva de su curso. El más alto de los Monay ha adoptado el nombre de Rayo-loma,
Esta línea que sale al sur de Pumapungo es un verdadero ceque. quiero anunciar desde aquí
una nueva concepción de los ceques de Tomebamba. Ceque en los Andes ecuatorianos
parece convertirse en una línea imaginaria por donde se conducían las peregrinaciones
religiosas prehispánicas, entre una huaca y otra. Si éstas son cerros, el camino debería
ser en línea recta (a campo-traviesa). Y por estos lindes se trazaba paralelo el camino del
inga o Ingañán. Nada extraño resulta ahora que se hagan importantes peregrinaciones a
la Cueva del Señor de Belén de Turi, desde varias otras capillas distantes.
H. GUAGUALZHUMI Y CURITAQUI
“Tenía que completar todavía mis estudios en los alrededores de Cuenca. Entre
otros puntos el cerro alto de Guagualzhuma, cerca de Paccha, fuera de su interés
que presenta al geólogo, es digno de ser visitado por cuantos son amigos de
contemplar hermosos paisajes. Es un mirador que presenta el panorama más lindo
de la provincia del Azuay, y recompensa abundantemente el pequeño tranajo de
la subida, que por lo demás se hace a caballo hasta muy cerca de la cumbre, de
manera que las señoras más delicadas podrían hacer paseo. (...). Muy pocas serán
las personas de Cuenca, que han subido al Guagualzhuma... Tiene una altura de
3.090 metros sobre el nivel del mar, y de 514 sobre la plaza de Cuenca.
I. PUCARÁ BURGOS-URCU
No tenemos información histórica sobre este montículo que fue usado por los
incas, excepto admirar su posición estratégica. Ubicado en el flanco oriental de
la cuchilla de Turi, su descubrimiento fue más bien obra de la casualidad, pues el
El territorio ocupado por los incas hizo uso de las huacas cañaris y las incorporó en su
panteón religioso. Ahora no hay duda de que la ocupación inca no pudo ni trató ni quiso
eliminar los mitos de la nación conquistada. Después de este largo análisis, podríamos
dividir la organización mitológica, de acuerdo a las pocas fuentes primarias y crónicas que
disponemos, en por lo menos tres campos del saber mitológico, que estuvo dinamizando
la vida social, política y religiosa. Lo probable es que hayan habido muchos otros mitos o
una constelación del saber religioso inca-cañari que no nos ha podido ser develado (por
razones explicadas). Combinando nuestros datos de campo con las crónicas indicadas,
podemos distinguir tres fases del saber mitológico adscrito a sus correlaciones de geografía
sagrada. Estos serían:
C
Vista lateral asi dos décadas antes de la fundación de Cuenca, soldados de la conquista habían
del Fasyñán .
abandonado Quito y buscaban el oro de los incas en la cordillera de Chordeleg y
Sigsig. Les movía la codicia por el metal, y no estaban extraviados. Los encontramos
tratando de descubrir los supuestos tesoros y piezas de oro que presuntamente, sea por
antiguos rituales o por la capitulación, habían sido arrojados al sistema de lagunas de Santa
Bárbara, conocidas hoy como Santo Domingo, Santa Bárbara y El Ayllón. Mas precisamente,
los invasores trataban de disecar las lagunas para hallar los tesoros. Mi trabajo en Sevilla
pudo detectar varios documentos al respecto, luego respetables académicos españoles han
trabajado mejor el tema y hay ahora consistente información sobre la desatinada aventura
de intentar disecar las lagunas sagradas que están junto al gran cerro Fasayñán. El mito
de Cristóbal de Molina nos habla del cerro de Huacayñán, sobre el origen de los cañaris
de Cañaribamba. Este puede confundirse con el verdadero nombre de Fasayñán que es la
elevación más pronunciada que –por decir así- protege las lagunas de Santa Bárbara sobre
la cordillera de Sigsig. Como se puede apreciar en la fotografía Fasayñán es una elevación
colosal situada en la cordillera sur-oriental del Azuay que mira tanto al sur como a la
región amazónica. (Las mismas lagunas se hallan ya en la provincia de Morona Santiago).
La etnohistoria de los mitos cañaris no ha podido determinar hasta ahora si el mito de
Molina se refiere al cerro Huacayñán como consta en la crónica (Molina 1943 [1553]: 15),
faktta foto de
fasañan. al
medio del 5
E
ste se relaciona con la parte más septentrional del territorio histórico de los cañaris
e incas de ocupación. Corresponde a una geografía de gran altura situada a partir
del Nudo del Azuay. La expresión más cabal es el cerro Quimsa Cruz (Tres Cruces),
la cadena de cerros que descienden al sur, y la laguna de Culebrillas. Cronistas, viajeros
del siglo XVIII y XIX, nuevos investigadores, coinciden sobre la existencia de un amplio
repertorio legendario y mitológico sobre estos accidentes geográficos. Un punto cultural
sobresaliente es la existencia del complejo arqueológico de renombre, como es Ingapirca.
Hemos revisado información primigenia de que el tambo, o templo de Ingapirca, se
denominaba en tiempo pre-inca como QUINCHI-CAXA. Su mención es correcta, pero no
alcanzamos, por ahora, a desarrollar un análisis lingüístico más profundo para explicarlo.
Queda como una hipótesis, el nombre y significado. Pero estos accidentes nos hablan de
los mitos y religión de los Hatun Cañar, que los españoles luego la habitaron y llamaron
Hatun Cañar, hoy la andina ciudad de Cañar. Grandes son las posibilidades de integrar en
un modelo norteño de organización aquellos sitios nombrados como sagrados, como son
Cerro Narrío, Shungumarca, etc.
En Cañar, la cordillera del Buerán, la laguna de Culebrillas y el nudo del Azuay, constituyen
la esencia de los cañaris propios, y éstos fueron más que respetados por los incas. El ser
tutelar es el Urcu Yaya, el espíritu del cerro, con toda una leyenda de fastuosidades y oro
guardado en el interior del cerro. Solo se abre en Carnaval, y lo reparte un desdoblamiento
del Urcu Yaya, que es Taita Carnaval (Ver también mi artículo sobre Urcu Yaya, Burgos 1992).
Hay una división dual, sin embargo, mientras que en Hurinsaya (posición noroeste) de la
región predomina el linaje masculino del espíritu de los cerros, en Hanansaya (sureste) de
la región impera el espírutu femenino, el temor a Mamahuaca, que es el linaje femenino
de los dioses de los cerros. Urcuyaya persigue a las mujeres casadas que se atreven a
pasar solas por el páramo, y las hace suyas. Aquí el origen de la laguna Culebrillas, cuyos
meandros se forman cuando el marido rescata a la mujer cautiva, después de haberle
cortado la cabeza al Urcu yaya, y ésta rueda del cerro, formando las sinuosidades del
río que desemboca en la laguna Culebrillas, desprendiéndose del nudo del Azuay. Por
su lado, Mamahuaca, está imbuida aparentemente de mitos europeos, pues es una vieja
D
ada la influencia compartida de las civilizaciones que participaron en el conflicto
de invasión, conquista y asimilación de los incas, españoles y cañaris, se requiere
entrar en un proceso de purificación de las mitologías indígenas, pues casi todas
se encuentran mezclados con arquetipos de la religión católica temprana, cuando se trata
de algunos mitos de origen. Nuestro modelo de organización responde a los materiales
con los que cuenta actualmente el saber escrito de la sociedad dominante. Se debe
rescatar y reinterpretar el pensamiento que queda en la filosofía, cosmovisión y religión
aborigen, de manera que podamos contribuir con propiedad a una reestructuración
del análisis del pensamiento y filosofía andinos, alimentados por siglos con tantas
T RATAMIENTO DE LA DOCUMENTACIÓN
Y EL T RABAJO DE CAMPO
E
l camino seguido para haber abordado tema tan amplio, ha tenido que sustentarse
en un proceso lógico complejo, de búsqueda conceptual y de organización de las
fuentes, y a la vez en el recorrido planificado de un original escenario geográfico
en los Andes del Ecuador. La tarea no ha sido menos ardua para rescatar tradiciones,
mezcladas éstas con estereotipos, cercados por viejas sentencias que se tenía sobre
la etnohistoria y la arqueología histórica de Tomebamba. Gastamos más esfuerzo
en el proceso de búsqueda que en la organización de las señales, ceques y puntos
religiosos prehispánicos y modernos, que contiene la privilegiada geografía del Azuay
Histórico. Dicha lógica nos permitió arribar a la confección de un modelo etnológico-
geográfico que pudo haber estado pensado por la civilización de los cañaris e incas,
quienes tuvieron en los aposentos reales de Pumapungo un epicentro monumental
de gobierno, religión y ornamentación, que recíprocamente se influía con una extensa
región de Cañay y Azuay. Para guía del lector, y más para las generaciones futuras, que
esperamos se beneficien de estos conocimientos, y los mejoren, hicimos que tal camino
haya tenido los siguientes hitos:
Búsqueda. Teníamos que contar con estudios científicos serios que hayan
dejado una teoría comprobada, por tanto, acudimos a nuestra experiencia sobre el
modelo de representaciones simbólicas de la geografía sagrada que hemos planteado
Organización del modelo. Este fue el trance de contrastar dos o tres procesos
histórico-antropológicos, esto es, la introducción de la cultura incásica (incaización) y su
sincretismo con la cultura hispánica colonial (hispanización) frente a los cambios de la
modernidad. Nunca hubo un modelo de organización de los sitios sagrados de la geografía
de Tomebamba, por lo menos en algún documento histórico o crónica. El modelo lo
tuvimos que elaborar nosotros acudiendo a todos los conocimientos posibles de las ciencias
antropológicas e históricas. Alcanzamos a determinar un modelo compuesto de tres niveles
de santuarios o huacas que rodeaban presuntamente a la ciudad inca de Tomeba,mba. No
todas pudimos visitar ni constan en el modelo, pero aparecen las principales que pudieron
estar en la mente de los gobernantes y sabios cañaris e incas, entre el siglo XV y XVI de nuestra
era. En parte, el modelo ha sido enriquecido por aportes de la arqueología histórica.
1. Estas apuntan a responder las preguntas iniciales. Tomebamba de los incas ¿vivió
su propia historia o estuvo articulada a los sucesos, espacios y “saberes” de otras
regiones? Tomebamba estuvo articulada como la que más al mundo de la doble
conquista, inca y española. En el sentido simbólico, Tomebamba son los inca-cañaris
vivientes de entonces. Estaba articulada al Cusco, que era la capital ancestral de
las ideas arcaicas, los mitos y las momias. Quito inca era el futuro donde se iba a
fundar el “nuevo Cusco” que ya existía en Tomebamba. Quito representa el centro
de la nueva política más cercana al Renacimiento europeo que a la originalidad
incásica. Pero no menos aborigen como región Quito-Cara. Se verifica mi teoría
sobre el fundamento y fundación de las ciudades andinas prehispánicas, Cusco es el
mito, Tomebamba es el presente, Quito, el futuro. Tomebamba estuvo más articulada
a los españoles como Quito lo estuvo a la resistencia y fundación de un nuevo orden
con Ticci Cápac (Atahualpa).
3. El conocido mito de los cañaris es solamente una pieza de un gran complejo mítico,
expresado luego en las señales de la geografía sagrada de Tomebamba. Por un
accidente de la historia los cañaris, mitimaes trasplantados a una parroquia del
Cusco, dejaron, ante un eminente doctrinero, el esbozo de su mito de origen. Resultó
que ese mito era uno correspondiente a una serie de mitos faltantes que deberían
tener las otras regiones del Azuay Histórico. Vino aquel a ser el mito de los cañaris de
Cañaribamba. Carecemos aquellos mitos de origen de Hatun Cañar y de Tomebamaba
mismo. Nuestra señales nos hacen pensar que hay que volverse a preguntar cuál fue
el nombre original de Tomebamba (más allá de los estereotipos). Pero Tomebamba
también fue nombrada con la palabra quichua equivalente a una concha. O sea Tumi
puede ser concha (Spóndilus). O sea Tumi es mullu. Tomebamba es equivalente a
Mullucancha, y su carácter es lunar y no solar. Por su lado, los mitos de Hatun Cañar
son los fundadores de las naciones cañaris más cerradas por su lengua y su cultura, en
el norte y centro-sur de la Sierra. El Nudo del Azuay es el padre geográfico de toda la
cosmogonía cañari. Huanacuari es la huaca de los incas que lo contrasta en el centro
de Tomebamba. El monumento de Ingapirca debió seguirse llamando Quinchi-caxa,
mientras que Huanacuari yace olvidado al pie de Cuenca.
6. No hubo una crónica sobre los ceques de alguna región aborigen del Ecuador.
Hemos tenido que crear un sistema lógico-ecológico para re-interpretar los mitos de
Tomebamba. Pero si debe enfatizarse las huacas epicentrales en lo que hemos llamado
“Guirnalda Sagrada de los Incas”; ésta debió haber sido la más vistosa exhibición de
santuarios, pucarás y fortalezas netamente incas, frente a Pumapungo. El pucará
Burgos-urcu, oculto por cientos de años, tiene una religiosidad muy ligada a la llanura
de Tarqui. Una mayor investigación develará grandes secretos de la cosmología del
área. El resto de las huacas periféricas desempeñaron vinculación con los señoríos y
curazgos de ambas culturas.
7. Cusco, Tomebamba inca y Quito inca, y ahora debo incluir la Antigua Riobamba,
tienen diferentes mitologías, pero los principios de organización de la geografía
sagrada, netamente aborígenes, fueron los mismos, y éstos fueron re-tomados por
los incas y españoles, para la nueva cristianización frente a las “idolatrías” de estas
grandes ciudades de los Andes.
HBG
Cuenca: Siglo XVII (versión de Diego Arteaga). Reconstrucción e investigación Hugo Burgos G.
223
Cuenca 1909 ( Guia Comercial). Restaurado por Hugo Burgos G. 1998.
224
Urkus Tutelares ANEXO
CACHIPAMBA Ó EL SALADO
225
TURI
WANAKAURI Ó BOQUERON
MONAY Ó MUNAY
Su nombre proviene de la voz kichwa Munay que proviene del verbo kichwa munana
que significa amar por lo tanto su equivalente sería amado, querido, etc.
Es una zona localizada hacia el este de la antigua Tomebamba. Los inkas, al fundar la
antigua Tomebamba, siguiendo la ya mentada analogía toponímica entre Tomebamba
226
y Cusco, la última de las de las citadas poseía el barrio denominado de Munaykuna,
donde debía morar al parecer los amados o preferidos del inka. En el caso nuestro se
trata de una de las zonas de mayor renombre dentro del círculo de investigadores de
los sectores antiguos de Cuenca. Mario Jaramillo (1976), siguiendo a González Suarez
sostiene que en este sector se encontraba el Intiwatana de Tomebamba. El Intiwatana
proviene de las voces kichwas: Inka que significa soberano Inka y Watana que viene
del verbo amarrar; es decir, el lugar donde se amarraba el sol. Se trataba de retener
al sol como una forma de perennizar su influencia, lograr sus beneficios. También
se especula con la posibilidad de que se trataba de una especie de observatorio
astronómico, en el que se realizaban mediciones de los solsticios y equinoccios. Es
sabido que, solo ciudades importantes dentro del imperio incásico poseían Intiwatanas
como por ejemplo. Macchupicchu, Inkapirka, Tomebamba, etc
WAWALSHUMI
Cerro localizado hacia el noreste de Tomebamba, se trata de de uno de los dos Wanakauris,
con los que se encontraron los Inkas al llegar al valle de Cuenca. Su nombre a decir de
González Suárez, significa puma ó tigre, también se puede especular que su nombre
puede provenir de las voces Kichwhas. Wawa Shimi es decir Wawa que significa niño
y Shimi que significa Boca. En realidad, su apariencia desde la ciudad de Tomebamba
semeja a una gigantesca Boca, su nombre debió ser endilgado debido al que, se sostiene
que en su cúspide se realizaron anualmente el sacrificio de uno cien niños de allí su
nombre. Geológicamente corresponde a un volcán, cuya cima se partió hace miles
de millones, el mismo que se halla inscrito dentro del vulcanismo del cuaternario o
vulcanismo antiguo; sus lavas solidificaron hacia su costados laterales dando origen a
formaciones como El Plateado, el Curitaqui, etc. En su cima es posible todavía observar
restos de alfarería Kañari e Inka. También existen restos de edificaciones, una especie
de Chapana Wasi, (Chapana=observar y Wasi casa) es decir de una casa de vigilancia
que controlaba el valle Bajo de Chaullabamba (Chaulla o Chuallla= pescado y bamba,
es decir llanura del pescado).
KURITAKI
227
baile del oro. En nuestros recorridos también pudimos recolectar muestra de alfarería
superficial Kañari e Inka, lo que nos habla de una de las zonas de mayor importancia
cultural, entre las huacas periféricas de la antigua Tomebamba.
PATAMARKA
PUMAPUNKU
228
Diagramas ANEXO
Arriba: En Tomebamba el templo del sol estuvo ocupado por la estatua de piedra de Guanacauri o arco iris, traído desde el Cusco.
Abajo: Correlación de los dos Guanacauri en tiempo colonial.
229
Arriba: Visión norteña de los santuarios incas.
Abajo: Los cuatro suyus de Cuenca.
230
Arriba, izquierda: Alineación de los meridianos de Quito y Cuenca. Derecha: La ciudades incas se construyeron en medio de dos ríos o quebradas.
Abajo: Articulación arcaica de la cultura (Noción cognitiva).
231
Plano del Cusco incaico. Original de Gasparini y Margolies, 1977
232
Apéndice fotográfico ANEXO
233
Arriba: Investigadores de santuarios.
Abajo: Pucará Cundor-Caca (hermano de la madre).
234
Arriba: Investigadores en corte del Cojitambo.
Abajo: Farallón de Guanacauri de Pacha o Guagualzhumi.
235
Arriba: Meseta de Pachamama.
Abajo: Cerro Icto-Cruz.
236
Arriba: Portal de Gualaceo.
Abajo: Pareja residente en Tambo de Mariviña.
237
Arriba y abajo: Investigación en tumba de Pucará.
238
Arriba: Kapak ñán a orillas de laguna Culebrillas.
Abajo: Centro histórico de Cuenca.
239
Ciudad Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca.
240 Santuarios de Tomebamba. Modelo de Geografía Sagrada en tiempo de los Incas
HUGO BURGOS GUEVARA 241
242 Santuarios de Tomebamba. Modelo de Geografía Sagrada en tiempo de los Incas
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