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Ceremonias rituales
Machaq Mara aymara (Ver artículo completo) Ceremonia conocida históricamente como el Marat’aqa o
separación del año. Esta fiesta es un momento para corresponder con ofrendas a la generosidad de la
Pachamama. Se hace un pago que es el reestablecimiento de la armonía.
Inti Raymi quechua (Ver artículo completo) Es una fiesta de agradecimiento a la naturaleza y al astro solar que
las culturas andinas heredaron de los Incas. A mediados del siglo XX y después que la conquista española
suprimiera el rito, la Fiesta del Sol volvió al Cusco, su antiguo centro ceremonial
Likan Antai atacameño (Ver artículo completo) En muchos lugares de los Andes, cuando las lluvias se atrasan
demasiado, se realizan ofrendas especiales para llamar a la lluvia con agua de mar o de manantiales grandes que
no se secan nunca.
We Tripantu mapuche (Ver artículo completo) También llamado Wiñoi Tripantu (regresa la salida del Sol). La
ceremonia comienza antes que el Sol se oculte en el horizonte. Habitualmente se realiza durante la noche del 23
de junio, y se espera hasta el amanecer la llegada del “nuevo Sol que regresa” por el oeste. El ritual, que invoca a
los antepasados, es dirigido por una machi o por el lonko del lugar.
Colla o Kolla (Ver artículo completo) Se celebra esta ceremonia en la actualidad en el centro ceremonial El Bolo,
ubicado a una hora de Copiapó hacia Inca de Oro. Comienza después de las siete de la tarde. Luego se enciende
una fogata y se preparan comidas tales como locro y asado de cabrito.
Aringa Ora o Koro Rapa Nui (Ver artículo completo) En ella se festeja el ciclo anual de la vida, relacionado con
la fertilidad y productividad. El ritual se realiza para simbolizar una nueva temporada de siembra de los recursos
naturales, tanto terrestres como marinos.
Pueblos que basan su economía en la agricultura como son los pueblos andinos, dependen de alguna manera de
los ciclos de la naturaleza, esto los lleva a tener una profunda relación con su entorno y una constante observación
de los astros, conocimiento al que le daban una utilidad práctica.
En tal sentido, el cielo fue objeto de permanente observación, por lo que crearon grandes templos que resultaron
ser los mejores observatorios astronómicos, donde los sacerdotes del templo Solar procedían a observar y calcular
el tiempo a base de los movimientos del astro central.
Para los pueblos andinos los eclipses de Sol y de Luna tienen una consideración especial. También toman
importancia las constelaciones, donde se reconoce la cruz del sur o la cruz de chacana, como parte de los
movimientos que ejercen influencias en los seres humanos.
El Sol es venerado como una de las mayores divinidades, porque se considera que con su luz y poder sostiene
todas las cosas de la tierra. Los Incas construyeron en Machupicchu el Intiwatana, piedra donde se adoraba e
imploraba al Sol, que de acuerdo a las tradiciones también servía para calcular las horas del día y los meses del
año.
Para el solsticio de invierno, el 21 de Junio, el Inca era el principal responsable de la fiesta al Sol o el Inti Raymi.
Cientos de habitantes de las diferentes comunidades del territorio llegaban con sus ofrendas a la plaza central. El
inca sobre un altar cargado por hombres rigurosamente vestidos con trajes tradicionales, ingresaba al templo
mayor junto con las autoridades de mayor rango para esperar la salida del Sol, cuando este se hacía visible todos
se ponían en cuclillas con los brazos abiertos y manos levantadas adorando con gran afecto a su padre natural.
El inca con un jarro de oro, iniciaba la ceremonia realizando un brindis de agradecimiento al Sol, que después del
primer sorbo invitaba y compartía con las autoridades más cercanas. Terminando estas ofrendas, se dirigían con el
cortejo a la plaza mayor, donde elegían una llama negra para realizar el sacrificio, dándole paso para que las
diferentes representaciones inicien sus sacrificios y ofrendas.
Así se inicia la fiesta, prenden fuego al nuevo Sol, donde asan carne y los hombres y mujeres engalanados con sus
mejores trajes, bailan en comparsas al ritmo de la música de las bandas con instrumentos tradicionales.
1. El grupo andino
2. Agricultores del norte: atacameños
3. Los Colla o Kolla
4. Los changos: Pescadores marítimos
Los Colla llegaron en la segunda mitad del siglo XIX y poblaron la zona de la Cordillera de Atacama. Las primeras
familias Colla comienzan a migrar a estos territorios desde el noroeste argentino y desde el sur de la puna
atacameña, sus principales actividades económicas se sustentan en la ganadería y cultivos en pequeña escala.
La familia Colla es la contenedora de todas las actividades productivas, sociales, políticas y rituales. La
denominación Colla fue utilizada para identificar a los indígenas que habitaban las quebradas y el extremo
meridional de la puna del norte chileno, del noroeste argentino y del sur de Bolivia, a los habitantes de las
zonas de pastoreo, dedicados a las actividades ganaderas y la trashumancia en extensos recorridos.
Los sitios rituales y sagrados Colla son frecuentados por las comunidades en su circuito trashumante, algunos de
ellos ocupados desde larga data. El Pueblo Colla se compone de nueve comunidades que habitan en la cordillera,
ubicados en las comunas de Copiapó, Tierra Amarilla y Diego de Almagro.
Una segunda área de poblamiento Colla son las Quebradas Paipote, San Andrés y San Miguelcomo terrenos de
invernada complementadas por los campos de pastoreo de El Patón y Llano del Leoncito en la cuenca alta del río
Figueroa, más la quebrada y el Salar de Maricunga que actúan de veranadas. En la primera área de poblamiento,
los Colla comienzan a ocupar extensos territorios de pastoreo en el sector Puneño y quebradas, teniendo su
principal asentamiento el sector Agua Dulce, lugar cercano a la quebrada Pastos Cerrados o Quebrada Jardín. Las
familias Colla provenientes del noroeste argentino que recorren estos parajes son los Ramos, Villanueva, Quispe,
Jerónimo, Marcial y Julio. Durante la década de los ?40, el poblamiento indígena de las quebradas y la puna en
Potrerillos comenzó a ser afectado por la acción de la fundición minera de Potrerillos que contaminará los pastos
provocando el éxodo de las familias Colla.
A la llegada de los Colla, las tierras de la Hacienda Potreros, se encontraba abandonada, sin actividad agrícola y
ganadera, sólo albergaban en su seno algunas minas, las tierras de la gran hacienda estaban ocupadas por los
Colla y por algunas familias de pastores que provenían del pueblo de indios de San Fernando, ubicado entre la
ciudad de Copiapó y la junta de la quebrada de Paipote, lugar donde en la actualidad se encuentra el poblado
Estación Paipote. De allí, que las quebradas y la puna de la cordillera constituyeron espacios de encuentros entre
Colla del noroeste argentino, algunos pastores de los pueblos de indios, pirquineros eventuales y arrieros.
Potreros, permitió por varias décadas la ocupación tranquila e interrumpida de los Colla, cuestión que cambiará una
vez iniciado el siglo XX, al ser arrendados los terrenos por la familia Cousiño que le disputará el dominio y
ocupación de la hacienda. Ambos factores, la disputa territorial y la contaminación de los suelos, provocaron la
emigración de algunas familias a la Argentina, otras familias se enrolarán en el trabajo minero, para luego volver a
las actividades ganaderas y mantenerse en los territorios que habitan desde décadas.
En Potrerillos, desde 1894 operaba la Compañía Minera de Potrerillos con pequeñas explotaciones mineras con
métodos manuales y antiguos, la instalación de la mina de Potrerillos provocó la huída de las familias Colla,
desplazándolos en 1922 hacia territorios ubicados al norte y sur de la quebrada Jardín
Desde 1950 a 1973, las familias Colla de Potrerillos se abocaron al trabajo ganadero, agrícola, combinando el
pastoreo con el trabajo minero, mientras otras familias se quedaron en el circuito trashumante entre las aguadas de
invernada cercanas a Potrerillos, El Salvador y los campos de veranada de Pedernales y Cerro Blanco, ocupando
también las tierras de la quebrada de Agua Dulce y de la Quebrada El Asiento.
El conflicto por la ocupación de las tierras se mantuvo hasta 1957, cuando se logra un acuerdo en la vega La
Guardia, quedando para las familias Colla los terrenos fiscales de la parte superior del río Jorquera y sus afluentes,
no obstante, estas familias siguieron ocupando materialmente los terrenos, debido a que estos eran parte de las
invernadas bajas con buenos suelos para cultivos y campos de pastoreo.
Situacion actual
Estas restricciones afectaron a todas las familias Colla de la cordillera, desde Potrerillos hasta río Jorquera,
debiendo abocarse casi exclusivamente al trabajo de la ganadería, obligando a muchos descendientes a migrar
para desarrollar trabajos relacionados con la fruticultura en el valle de Copiapó, como empleados u obreros en
ciudades y en faenas mineras, manteniendo siempre los vínculos con la cordillera. Todo lo anterior, significó un
despoblamiento relativo de los espacios ocupados ancestralmente, debido a que muchas familias migraron
obligadamente a centros mineros, ciudades y pueblos cercanos, en busca de trabajo y educación para sus hijos,
manteniéndose la actividad ganadera por familias que siguieron pastoreando sobre amplios territorios de las
quebradas y la puna.
La Ley Indígena permitió la organización en comunidades, iniciándose un proceso de organización Colla que
agrupó a las familias que se encontraban en la zona cordillerana de Potrerillos, Quebrada Paipote y Río Jorquera,
teniendo como base las relaciones de parentesco, linajes e incorporación de familias sin tener lazos de
consanguinidad. Estos comprenden los campos de pastoreo, vegas, aguadas, lugares de asentamiento, de
recolección y caza, lugares con recursos mineros, espacios sagrados y rituales que son comprendidos dentro de un
perímetro de cumbres y filos de cerros. La demanda de tierras representa sólo el 2,93% del total territorial
demarcado en 1996.
Las comunidades Colla, enfrentan actualmente disputas por los derechos de aguas con empresas mineras.
Considerando las dificultades para el asentamiento permanente, muchas familias siguen poblando las quebradas y
recorriendo durante el verano la puna en la actividad ganadera trashumante, demandando el reconocimiento de las
tierras para iniciar el re-poblamiento y el desarrollo seguro de sus actividades económicas.
Año Nuevo Indígena: Ceremonias rituales
Desde tiempos inmemoriales los pueblos indígenas han identificado los equinoccios y solsticios,
correspondientes a la trayectoria del Sol, examinando el comportamiento de su entorno natural. De acuerdo a esas
observaciones, trazaron calendarios anuales que les permitieron llevar una convivencia armónica con la naturaleza.
La profunda espiritualidad indígena está directamente relacionada con la naturaleza que es la que da la vida.
Fecha clave en esta concepción de mundo es el solsticio de invierno, que marca el inicio del nuevo ciclo de vida.
En el hemisferio sur esto ocurre en el mes de junio, entre los días 20 y 24.
Los calendarios Aymara, Quechua, Likan Antai, Rapa Nui y Mapuche, consideran los movimientos del Sol y la
Luna para establecer los tiempos de la siembra y la cosecha, celebrando las ceremonias espirituales de
agradecimiento correspondientes a cada proceso productivo.
¿Quiénes lo celebran?
Los pueblos de cultura andina: Aymara, Quechua y Atacameños realizan ceremonias rituales del Año Nuevo. En
ellas dan gracias a la madre tierra (Pachamama) y al padre sol (Tata Inti) y le solicitan les traiga un año productivo
y rico en animales y cosechas para la comunidad. Los Likan Antai ruegan a la Pata Hoiri (madre tierra) y las
comunidades Colla en los últimos años han realizado ceremonias con el mismo fin.
El pueblo Mapuche celebra el Año Nuevo dando gracias a la madre tierra (Ñuke mapu) por su generosidad y
solicitándole sea benéfica con la comunidad en el año que comienza, que la tierra sea productiva.
Ceremonias rituales
We Tripantu mapuche
También llamado Wiñoi Tripantu (regresa la salida del Sol). La ceremonia comienza antes que el Sol se oculte en el
horizonte. Habitualmente se realiza durante la noche del 23 de junio, y se espera hasta el amanecer la llegada del
“nuevo Sol que regresa” por el oeste. El ritual, que invoca a los antepasados, es dirigido por una machi o por el
lonko del lugar.
Colla o Kolla
Se celebra esta ceremonia en la actualidad en el centro ceremonial El Bolo, ubicado a una hora de Copiapó hacia
Inca de Oro. Comienza después de las siete de la tarde. Luego se enciende una fogata y se preparan comidas
tales como locro y asado de cabrito.