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31 DE M AYO DE 2019 1 9:00

Acosadores y pederastas, al banquillo


Por Pablo Gastón Ortiz, ABC Color

Los pederastas en la Iglesia tienen en común que el clero los apaña y la grey
los defiende, estigmatizando a las víctimas. En días más un sacerdote acusado
por acoso afrontará juicio y, días atrás, un exclérigo se fugó de su juicio por
coacción sexual.





/ ABC ColorAM PLIA R


En 2010 el sacerdote Juan Andrés López Sosa fue condenado a 8 años de prisión
por violar a un niño de 11 años en Ciudad del Este. Otra sentencia conocida y más
reciente es de 2016, con una condena de 6 años de prisión al sacerdote Estanislao
Arévalos, quien abusó de dos monaguillos en la Iglesia del barrio San Vicente de
Asunción.
También fue a juicio oral y público el sacerdote Teobaldo Velázquez, acusado de acosar
sexualmente a un niño de 12 años, pero fue absuelto. No son conocidos públicamente
otros casos en los que sacerdotes tuvieran que sentarse -metafóricamente- en el
banquillo de los acusados... hasta ahora.
LIMPIO

Silvestre Olmedo Lezcano (59) era párroco de Limpio y reconoció, en una “mano a
mano” con jóvenes de la Iglesia, que le tocó presuntamente los pechos a la coordinadora
de la Pastoral de la Juventud de esta ciudad. La víctima tenía 20 años. Lo que no sabía
el sacerdote es que estos chicos grabaron la conversación y la filtraron a la prensa.
Recién después de que el manoseo tomara estado público, las autoridades eclesiásticas
decidieron abrir una investigación y apartar a Olmedo del cargo; no antes. Igualmente,
ya adelantaron que el religioso no perderá su Ministerio, independientemente de si es
condenado o no la próxima semana. Su juicio es el 7 de junio.

Nota relacionada: Autoridades de la Iglesia explicarán “conducta indecorosa”


Lo concreto es que la Iglesia, en un principio, apañó a Olmedo. El mismo arzobispo de
Asunción, Edmundo Valenzuela, en una carta dirigida a la Pastoral de Juventud de
Limpio, calificó el hecho como "una piedrita" porque, según lo repitió en varias
ocasiones, el acoso sexual no es lo mismo que el abuso sexual de menores. Y si bien
confirmó que Silvestre Olmedo efectivamente manoseó a la víctima, también pidió a los
creyentes que se cuide la información de este tipo de incidentes para evitar daños
mayores. En otras palabras, no denunciar públicamente los casos. En realidad, si la
situación no salía a la luz en la prensa, probablemente Silvestre Olmedo seguiría siendo
párroco de Limpio.

Esto es un ejemplo de que clero, al igual que en la mayoría de los gremios, actúa
corporativamente. Entonces se entiende -pero sigue siendo irracional- que los feligreses
también apoyen ciegamente a abusadores y pederastas; que ataquen y estigmaticen a las
víctimas. Esto ocurrió en Limpio: hubo manifestaciones a favor de un sacerdote que
reconoció haber manoseado a una joven.

Probablemente, la víctima respetaba al pastor, lo admiraba y lo tenía como guía


espiritual. Allí radica el abuso de los sacerdotes que incurren en este tipo de prácticas:
aprovecharse de la fe y la jerarquía que se establece en la Iglesia (en la católica y en
todas la demás), cuya base es una grey que confía en el clero y lo respeta.

Silvestre Olmedo tiene que ir a juicio y si bien la expectativa de pena es de entre 6


meses y dos años de prisión, hay que aclarar que es un delito excarcelable. Y aunque
puede ser ser condenado, seguirá en el altar. Esto ya lo adelantó el mismo Valenzuela.
Es que el Art. 1395 del Código del Derecho Canónico establece la expulsión del estado
clerical cuando un sacerdote comete "un delito contra el sexto mandamiento del
Decálogo, cuando este delito haya sido cometido con violencia o amenazas, o
públicamente o con un menor que no haya cumplido dieciséis años de edad". Como se
dijo más arriba, la víctima en este caso tenía 20.
GUAIRÁ

Un caso más terrible sucedió en Paso Yobái, Guairá. Seis jóvenes de entre 16 y 21 años
entre los años 2011 y 2013 fueron manoseados, abusados y presionados a tener contacto
sexual por el entonces párroco Gustavo Adolfo Ovelar Núñez y el vicario Francisco
Javier Bareiro Acosta, según sostiene una acusación del Ministerio Público. Un
catequista empezó reunir los testimonios de las víctimas y, con la ayuda de un sacerdote
de San Juan Bautista, se organizaron para denunciarlos ante su congregación y ante la
Justicia, a fines de 2014.

Eran colaboradores de la Iglesia y los ataques se registraron en retiros espirituales y en


la casa parroquial.
Pero, parte de la culpa es de las autoridades de la Iglesia. En el 2006 (ocho años antes),
un exseminarista ya había denunciado a Francisco Bareiro por manosearlo.
Tenía 21 años y en una misión en Horqueta le tocó dormir en la misma habitación que
el sacerdote. Según contó el denunciante, a la noche el religioso se metió en su cama y
empezó a manosearlo. La congregación Oblatos de María Inmaculada ocultó el hecho.
El ataque sexual fue un episodio que incidió en su decisión de abandonar el seminario.
Y en medio del escándalo, un adolescente se animó a romper el silencio y contó que
cuando tenía 13 años -y para la ley era un niño- fue abusado sistemáticamente por
Gustavo Ovelar. El muchacho contó que sus padres le instaban y presionaban a que
ayudara en la Iglesia y que se quedara a dormir en la casa parroquial los sábados, a fin
de que a la mañana siguiente oficiara como asistente en la misa dominical.

Fin de semana de por medio, durante cuatro meses, Ovelar lo visitaba en las noches y
abusaba de él, de acuerdo con su denuncia. Al día siguiente, impoluto, oficiaba una
celebración eucarística mientras que la víctima hacía de monaguillo. Pero el joven narra
que no perdió la fe y que no le guarda rencor al sacerdote. Sí pide a la Iglesia Católica
trabajar para evitar que otro niño sufra lo mismo.

Este adolescente no se animó a declarar en el Ministerio Público. La Fiscalía no lo


presionó, para evitar la revictimización. La sociedad tiende a cargar la culpa a la
víctima. Y más en un “pueblo chico, infierno grande”. Es que para la comunidad
católica de Paso Yobái los degenerados no son los sacerdotes, y el dedo y los
cuchicheos señalan al chico que tuvo algún tipo de contacto sexual con un cura.

Cuando el caso ingresó a la Fiscalía, el obispado de Villarrica expulsó a ambos


sacerdotes y meses después, tras una sumario, se les sacó el ministerio. Pero la
comunidad católica de Paso Yobái amaba al párroco y al vicario, como a los demás
sacerdotes de la congregación de los oblatos, que tiene una casa de retiro en Guairá. El
pueblo católico veía una injusticia, apoyaba a los sacerdotes y consideraba falsas las
denuncias.

Tanto fue así que de los seis jóvenes que inicialmente se animaron a denunciar a Ovelar
y Bareiro, dos se retractaron. Pero con los elementos que se juntaron había pruebas
suficientes para sostener una acusación.
Sin embargo, Gustavo Olevar se fugó antes de la audiencia preliminar. Su exmano
derecha, Francisco Bareiro, se presentó en el primer día del juicio, el 17 de mayo
pasado, en el Palacio de Justicia de Villarrica. Pero al día siguiente ya no apareció. Se
sospecha que escapó ante la inminencia de una condena.
ANTECEDENTES

Otras denuncias que salpicaron a sacerdotes de Paraguay no llegaron a juicio oral y


público. El más sonado es del 2002, cuando un grupo de jóvenes denunció que fueron
victimas de abuso sexual de parte del obispo de Encarnación, Jorge Livieres Banks.
Finalmente fue sobreseído por la Fiscalía y falleció el año pasado.
Igualmente el párroco de Parroquia Virgen de Fátima de Pedro Juan
Caballero, Herminio Abel Casco, había sido imputado por coacción sexual y estupro.
En mayo de 2016 el mismo arzobispo de Asunción, Edmundo Valenzuela, denunció por
abuso sexual de menores al sacerdote Gumercino Caputo, de la parroquia Virgen del
Carmen de Villa Elisa.
Nota relacionada: Jerarquía de la Iglesia salpicada por escándalos
Otro caso polémico fue el del sacerdote Carlos Richard Ibáñez, quien era buscado
en Argentina, sospechoso de varios casos de abuso sexual infantil. Fue detenido en
Paraguay en 1997, pero como se rechazó su extradición, se quedó a salvo en nuestro
país y acá ejercía normalmente su ministerio.

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