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MISIONEROS?
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La vocación misionera comenzó así…
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En un primer momento, los discípulos titubearon, no comprendieron el
mandato. Pero pocos días después, recibieron el Espíritu Santo y
entonces comprendieron la misión que Jesucristo les había
encomendado. Misión es evangelizar, es dar a todos lo que es de
todos: la salvación. Evangelizar es dar a conocer a Jesucristo a los que
no lo conocen es la responsabilidad fundamental de los cristianos,
constituye su misma identidad. El Espíritu les dio la fuerza y la valentía para
proclamar a todo el mundo la Buena Noticia y los impulsó hasta los
confines de la tierra.
Jesús enseñando
Vivió su infancia y juventud en Nazareth como uno más del pueblo, un
carpintero. Cuando tenía unos treinta años se lanzó por los caminos a predicar
el Reino de Dios y la salvación del hombre, a decirnos cómo podíamos hacernos
más plenamente personas y así vivir mejor. Reunió a doce amigos: Pedro,
Santiago, Juan, Lucas, Andrés, Felipe, Bartolomé, Tomás, Tadeo, Santiago hijo
de Zebedeo, Simón y Judas, gente como él que no tenían riquezas ni mucha
cultura.
Durante dos años convivió con ellos y les compartió la Buena Noticia que
Dios Padre le había enviado a predicar. El pueblo lo siguió y lo quiso porque
nadie jamás había hablado como El, ni los políticos, ni los doctores, ni los
sacerdotes.
Iba siempre rodeado de gente pobre y pasaba haciendo el bien a todos.
Remediaba necesidades, enseñaba una nueva forma de vivir. Se declaró Hijo de
Dios porque lo era, y por eso lo mataron, aunque pusieron otras excusas: que
era un blasfemo, un revolucionario. Selló con su muerte sus palabras. Murió en
una cruz porque fue fiel hasta el fin al amor. Murió para salvarnos.
Pero al tercer día resucitó y antes de irse definitivamente confirmó la
universalidad de su mensaje y de su salvación. Jesucristo se apareció a sus
discípulos y les ordenó: "Vayan por todo el mundo, prediquen el Evangelio a
todas las gentes".
Teresa de Calcuta
La Iglesia vive una profunda crisis de la que poco a poco se está
rehaciendo con grandes esfuerzos y que ha dejado una triste secuela de pérdida
de fe, de falta de vocaciones sacerdotales, religiosas y pastores de incertidumbre
y desorientación en muchos fieles.
Hay más gente a la que se debe orientar y atender y el número de
servidores de Dios es insuficiente para ello. La acción del laico se vuelve
indispensable para que la misión de la Iglesia llegue a cumplirse en todos los
hombres.
Han surgido, dentro del seno de la Iglesia, diversos grupos y
organizaciones que corrompen la pureza de la fe y la recta interpretación de la
doctrina, fomentando lo que ellos mismos llaman un “magisterio paralelo”,
opuesto a las enseñanzas del verdadero Magisterio de la Iglesia.
UN MANDATO, UNA MISIÓN
Ayudar al hermano
Las palabras del Señor: “Vayan, pues, y enseñen a todas las gentes,
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
enseñándoles a observar cuanto Yo les he mandado. Yo estaré con ustedes
siempre, hasta la consumación del mundo” (Mt 28, 16-20) contienen el así
llamado mandato misionero. Son deberes que Cristo confía a sus apóstoles y
definen al mismo tiempo la naturaleza misionera de la Iglesia.
El Concilio Vaticano II expresa esta verdad de esta manera: “La Iglesia
peregrinante es, por naturaleza, misionera, puesto que toma su origen de la
misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios
Padre”. Por tanto, La Iglesia se encuentra siempre en “estado de misión” y está
siempre en camino.
VOCACIONES MISIONERAS
Este esfuerzo de renovación nos debe ayudar a tomar conciencia
también de que en la Iglesia todos desarrollamos una labor evangelizadora. Más
aún, Cristo continúa eligiendo a los hombres que quiere “para que le acompañen
y para enviarlos a predicar a las gentes”. De este modo la narración del envío de
los apóstoles se hace historia de la Iglesia desde la primera a la última hora.
La calidad y el número de estas vocaciones son el signo de la presencia
del Espíritu Santo, porque es el Espíritu quien distribuye los carismas según
quiere para utilidad común. En efecto, para este bien supremo Él “inspira la
vocación misionera en el corazón de cada uno”. Así, pues, el Espíritu inspira y
mueve a los hombres elegidos, para que la Iglesia pueda encargarse de su
responsabilidad evangelizadora.
EN CONCLUSIÓN:
Dios constituyó la Iglesia de Jesucristo para que proclame el evangelio en
el mundo; para que edifique a los creyentes en Cristo; para que adore a Dios y
defienda las verdades infalibles de la Biblia.
La iglesia tiene que seguir esforzándose en la defensa de la fe, y tenemos
que hacerlo, porque los traficantes arremeten cada día con más fuerza; están
arrastrando a muchos buenos cristianos y están confundiendo a otros. Lo más
preocupante es, que hasta ministros de Cristo, están siendo arrastrados por las
corrientes de apostasía vigentes.
Jesús y los Jóvenes
La Iglesia verdadera de Cristo no puede quedarse pasiva y en silencio,
sino que asidos de las verdades del evangelio tenemos que “pelear la buena
batalla de la fe”.
También debemos recordar que a través de la historia, predicar el genuino
evangelio de Cristo siempre ha tenido un costo. Actualmente los cristianos están
siendo perseguidos en países de influencia atea o musulmana, como en Corea
del Norte Albania, en los países árabes, entre otros. En Costa de Marfil (África)
los cristianos son perseguidos, torturados y quemados; pero esas situaciones
jamás ha amedrentado a la iglesia fiel de Cristo. No han podido, silenciarla ni
detenerla en el cumplimiento de su misión.
La iglesia, en la autoridad soberana de Cristo, bajo el poder del Espíritu
Santo, tiene que seguir cumpliendo la Gran Comisión. Es nuestra
responsabilidad y privilegio como iglesia de Jesucristo.
No olvidemos que, todos estamos llamados a ser misioneros. Todos,
dentro de nuestras posibilidades, podemos sumarnos a esta tarea grandiosa de
anunciar a Jesucristo hasta los confines de la tierra.