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Los noticiarios hablan de hectáreas de bosques que arden durante días y nos muestran los
desesperados y a veces inútiles esfuerzos de los bomberos. A menudo, el viento cambia de dirección
y es frecuente que alguien pierda la vida envuelto en llamas. El drama es inmenso no solo para
ellos,sus compañeros y sus familias; en el crepitar de las llamas se esconde también el sufrimiento
y el grito despavorido de todas las especies animales que habitan el bosque incendiado. Y tras el
fuego extinguido solo queda la desolación y el silencio de un paisaje muerto.
Compañeros indeseables
No son los incendios los únicos agentes destructores medioambientales, como bien sabemos. Como
todas las desgracias, también esta tiene compañía. La emisión de metano, dióxido de carbono, y
otros gases que parten de la ganadería industrial, los motores y toda clase de emisiones insanas son
algunas de ellas. A diario vemos cómo se envenena la atmósfera de las ciudades y zonas
industriales, pero también los ríos y mares con los vertidos industriales, los plásticos, los
hidrocarburos y la suciedad que desemboca en los océanos se suma a la que vierten por millones
de toneladas los petroleros que se averían frecuentemente y las sentinas de los transatlánticos que
circulan por todos los mares.
En un suma y sigue infernal,se envenena la tierra con los vertidos de toda clase de basuras que no
cesan de acumularse en todas partes, y con los innumerables plaguicidas y residuos radiactivos que
finalmente va a los acuíferos y a los grifos de nuestras casas.
Se envenena el aire. Nuestros grandes proveedores de oxígeno, que son los arboles y algas, o se
queman, se talan, o mueren en mares contaminados. Esto contribuye enormemente a que la cantidad
de oxígeno disponible en la atmósfera disminuya. El aire que respiramos contiene cada vez menos
proporción de este gas vital, pero más medida de gases “ sucios”. Esto nos aproxima a comprender
el origen de infinidad de problemas respiratorios, alergias y enfermedades pulmonares que se
agravan si alguien es fumador.
Micro venenos
Es frecuente escuchar la voz de alarma de los científicos y ecologistas sobre la enorme cantidad de
microplásticos hallados hasta en las más profundas fosas oceánicas, y que comen toda clase de
animales marinos, incluidos, por supuesto, los que venden las pescaderías, y van a nuestras mesas
con invisibles partículas plásticas que pasarán a la sangre del consumidor de pescado. También a
través de la sal marina. Los estudios sobre la composición de nuestra sangre muestran algo
desolador: metales pesados, productos químicos cuyos efectos desconocemos a largo plazo, aunque
ya sabemos de la perversidad de algunos que vienen a nuestra mesa en verduras y frutas bien
fumigadas. Venenos bien conocidos, como el DDT, se han encontrado hasta en la leche materna de
madres esquimales.