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Y entonces abrió la boca,

El despertar de 47 lunas ha llegado,

No queda una gota de elixir hechizado,

Corre dijo la bruja

Están siguiéndonos,

la flecha atravesó su corazón.

La brisa del mar se alzaba sobre el acantilado acariciando los verdes pastos, la tierra seca los árboles
quemados por el sol, por los años, por los tiempos, luego las piedras dibujadas de formas
fantasmagóricas y retorcidas que se enredaban con las hierbas muertas en ese acantilado sombrío,
y ella con su antiquísimo sombrero, su ropa desgastada sus cabellos negros volando por el viento ,
la blanca luna pálida y mercurial que besaba su rostro , su cuello , y resaltaba sus facciones suaves
y sus ojos profundos , pozos prohibidos para cualquier mortal, y a su lado el gran lobo blanco, atento;
con su fuerte pelaje mecido por el viento , despeinándolo, acariciándolo, y su larga y profunda
mirada, ambos permanecían estáticos, sumergidos en el paisaje como si fueran parte de él, de sus
recuerdos, de su historia, desde el principio de los tiempos.

Luego una nube cubrió la luna y todo desapareció, la obscuridad cubrió por completo, por segundos
y al reflejarse la luna nuevamente ambos habían desparecido, como si nunca hubiesen estado ahí…

No puedo recordar la hora, ni la fecha exacta, no puedo recordar el principio o el final de nuestra
historia pero es mi deber contarla para que no quede olvidada entre las sombras de la noche.

Recuerdas , recuerdas Learsi, el mar y ese amanecer violeta, no puedo recordar la hora ni la fecha
exacta pero las siluetas del tiempo empiezan a tomar formar con retorcidos y fantasmagóricos
rostros, somos nosotros , en otra piel, con otra sangre, en otros cuerpos, pero ya no logramos
reconocernos, olvidar, para olvidar debemos de lavar con sal y sangre nuestra historia.

Te conozco desde el principio de los tiempos aún más antes de la historia, estoy contigo y sé que
hemos estado siempre, aun desde la fuente raíz de luz, y he muerto más de 800 veces en la hoguera
quemada y has roto cadenas y has soplado y resoplado, mordido las cuerdas para intentar salvarme,
has vagado caminos, lomas , y has permanecido oculto hasta el próximo nacimiento hasta la luna
de febrero buscando entre los recién nacidos mi perfume.

La soledad es parte nuestra, la historia es nuestra , nadie tiene que entenderla, pero es tan similar
a tantas, crecimos rodeados de cardos y espigas, la luna en cuarto ménguate a mi me pone en celo,
la luna en cuarto creciente te entristece, hemos estado rodeados de vampiros , soy mitad bruja ,
mitad loba, eres mitad lobo mitad hechicero.
Hemos entrado al infierno varias veces.

Ella empezó a caminar, quienes la veían le temían,

Sabes que me gusta de ti, que me miras a los ojos mientras hablas y siempre de frente, no necesito
maquillarme frente a ti. NADIE PUEDE NEGAR SU NATURALEZA.

Temes dijo la bruja, es un juego demasiado peligroso, nunca juegues con una bruja si no vas a llegar
al final.

No hay forma de continuar sin decirnos la verdad.

Toco s mano y una corriente de energía la recorrio completa, integra , había tantas cosas a su
alrededor, la vieja mesa, la casa redonda, el mundo girando y girando y la gente hablando y las luces,
los olores, las presencias, las ausencias, ellos entre nosotros entre ustedes, entre el mundo , nuestro
mundo y entonces volvió en si.

Juego peligroso es tocar el alma, dijo la bruja.


Jaime Sabines

Los amorosos callan.

El amor es el silencio más fino,

el más tembloroso, el más insoportable.

Los amorosos buscan,

los amorosos son los que abandonan,

son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,

no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos

porque están solos, solos, solos,

entregándose, dándose a cada rato,

llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos

viven al día, no pueden hacer más, no saben.

Siempre se están yendo,

siempre, hacia alguna parte.

Esperan,

no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.


El amor es la prórroga perpetua,

siempre el paso siguiente, el otro, el otro.

Los amorosos son los insaciables,

los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.

Las venas del cuello se les hinchan

también como serpientes para asfixiarlos.

Los amorosos no pueden dormir

porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la oscuridad abren los ojos

y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana

y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,

sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas

temblorosos, hambrientos,

a cazar fantasmas.

Se ríen de las gentes que lo saben todo,

de las que aman a perpetuidad, verídicamente,

de las que creen en el amor

como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,

a tatuar el humo, a no irse.

Juegan el largo, el triste juego del amor.

Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.

Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,

la muerte les fermenta detrás de los ojos,

y ellos caminan, lloran hasta la madrugada

en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,

a mujeres que duermen con la mano en el sexo,

complacidas,

a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios

una canción no aprendida,

y se van llorando, llorando,

la hermosa vida.

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