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Código: 2017200514
Los capítulos dos, tres y quince del Proslogion se consideran la exposición del
argumento ontológico, sobre todo el capítulo tres. A continuación, se transcribe
parte de ese tercer capítulo en la traducción al castellano que hicieron Ribas y
Corominas (1998) tomando como base la de F.S. Schimitt de la obra de San
Anselmo:
Nadie que entienda, pues lo que Dios es puede pensar que Dios no
existe, aunque pueda decir estas palabras en su corazón sin darles
ningún significado, o dándoles algún significado impropio. Puesto que
Dios es aquello mayor que lo cual nada se puede pensar. Quien
entiende esto, entiende sin duda que es un ser tal que ni siquiera en el
pensamiento puede no existir. Por consiguiente, quien entiende así el
ser divino no puede pensar que no existe.
De lo que se entiende que aquello de lo cual nada mayor puede ser pensado, si
en verdad es lo mayor, ha de existir porque realmente lo mayor es aquello que
existe en el mundo real y no solo es pensado. Pero Dios puede ser pensado por
todos como lo mayor, pero, recapitulando, para ser mayor, debe ser real
necesariamente. En consecuencia, Dios existe, lógicamente Dios existe.
3. Si la idea de Dios solo es una posibilidad que no puede ser real, entonces
dicha idea de Dios puede ser lo mayor que puede existir.
7. Ya que el Dios real es mayor que el Dios pensado (idea de Dios), porque de
lo contrario no sería Dios y la idea de Dios no sería una válida idea de Dios.
Siguiendo el trabajo que sobre esta materia que tiene Marion (2007), el
argumento tiene el “error” de asumir que se cuenta con un concepto o idea Dios
comprensible, ya que el mismo argumento dice que Dios es aquello de lo cual
nada mayor puede ser pensado, y al ser lo mayor, escapa del terreno de los
conceptos, escapa de la reflexión del ser, y se ubica en el campo de las
cualidades del ser. Para este filósofo francés, el argumento ontológico no es
ontológico (metafísico), sino valorativo de algo que no se puede comprender ni
estudiar. Por lo menos, es lo que, según Marion (2007) propone el propio San
Anselmo, ya que al final este último presupone la fe, que no es filosofía.
BIBLIOGRAFÍA