Вы находитесь на странице: 1из 435

Edward Schillebeeckx

CRISTO
Y
LOS CRISTIANOS
Gracia y Liberación

EDICIONES CRISTIANDAD
Huesca, 30-32
Publicado anteriormente

JESÚS,
LA HISTORIA DE UN VIVIENTE

692 págs. Ene. en tela


Este libro fue publicado por la editorial A MI PADRE
H. Nelissen, Baarn 1977
con el título «Y tú practica la lealtad y la justicia,
GERECHTIGHEID EN LIEFDE espera siempre en tu Dios»

Lo tradujo al castellano Os 12,7


A. ARAMAYONA
Revisión de
A. DE LA FUENTE ADANEZ

Derechos para todos los países de lengua española en


EDICIONES CRISTIANDAD
Madrid 1982
Depósito legal: M. 390.—1983 ' ISBN: 84-7057-327-6
CONTENIDO SUMARIO

Jesús, historia de una nueva praxis 13

AUTORIDAD DE LA EXPERIENCIA Y AUTORIDAD DEL NT

I. Autoridad de las nuevas experiencias 21


II. Autoridad del NT canónico 58
III. Una falsa alternativa 64

LA EXPERIENCIA DE LA GRACIA EN EL NT

Sección primera
I. Noción de gracia en el Tenak 92
II. La gracia en el judaismo primitivo 94

Sección segunda
I. Teología de la gracia en Pablo 105
II. El paulinismo fuera de las cartas auténticas de Pablo 170
III. Futuro de un mundo mejor (1 Pedro y Hebreos) 212
IV. Las Iglesias en proceso de consolidación hablan de un mundo
mejor 284
V. Jesús, el testigo del Dios-Amor: el joanismo 296
VI. Cristo, el testigo de que Dios es justo: el Apocalipsis 424

Sección tercera
I. El concepto de gracia y su contenido 453
II. Hacer la unidad del universo 502
III. El Dios de la gracia, Jesucristo, el Pneuma , 521

Sección cuarta
I. Buscad primero el reino de Dios 528
II. Las Iglesias neotestamentarias en las circunstancias concretas
de la historia 532
III. Experiencia neotestamentaria de la gracia y experiencias so-
ciales 548
i u
CONTENIDO SUMARIO
PROLOGO
IV. Vida de gracia y poder político en el NT 554
V. Vida de gracia y ética en el NT 572
VI. Israel y la Iglesia neotestamentaria 586

ELEMENTOS ESTRUCTURALES
DE LAS TEOLOGÍAS DE LA GRACIA Moisés, el que había sido abandonado en el río, educado bajo la pro-
tección de los egipcios y cuidado por la hija del faraón al margen de su
I. Dios y su historia con el hombre 622 pueblo, los hebreos, «fue adonde estaban sus hermanos» (Ex 2,11a)
II. Nuestra historia: seguir a Jesús 624 y «los encontró transportando cargas» (Ex 2,11b). En este primer en-
III. Una historia sin final histórico 625 cuentro con los suyos «vio cómo un egipcio maltrataba a un hebreo, uno
de sus hermanos» (Ex 2,11c). Moisés se encolerizó y dio muerte al
egipcio.
LA GLORIA DE DIOS Y LA AUTENTICA HUMANIDAD Al día siguiente, en un segundo encuentro con su pueblo, vio «a dos
hebreos riñendo» (Ex 2,13). Movido por su afán de justicia, quiso terciar
I. El hombre y su futuro 637 entre ambos y poner término a la riña. Pero los suyos, los hebreos, lo re-
II. Recuerdo crítico de la humanidad doliente 653 chazaron (Ex 2,14): «Esperaba que sus hermanos comprendiesen que
III. Dimensiones de la salvación del hombre 713 Dios los iba a salvar por su medio, pero no lo comprendieron» (Hch 7,
IV. Salvación cristiana 727 25-28: discurso de Esteban).
Algún tiempo después, mientras descansaba junto a una fuente, Moisés
vio cómo unas muchachas que habían llevado a abrevar su rebaño eran
EPÍLOGO 823 apartadas brutalmente por unos pastores empeñados en que sus rebaños
abrevasen primero. También entonces, con santa indignación, Moisés se
índice onomástico 855 alzó contra la violencia (Ex 2,15c-17).
Cuando acontecieron estos tres episodios, Dios no había llamado aún
índice general 865 a Moisés. Se trataba de un joven que, sin pensarlo dos veces, impulsado
por su corazón, tomó la defensa de los oprimidos. Pero, al mismo tiempo,
sus hermanos no lo aceptaban como jefe.
Pasaron muchos años, «y los israelitas se quejaban de la esclavitud y
clamaron. Los gritos de auxilio de los esclavos llegaron a Dios. Dios escu-
chó sus quejas y se acordó del pacto hecho con Abrahán, Isaac y Jacob;
y viendo a los israelitas, Dios se interesó por ellos» (Ex 2,23-25).
Dios llamó entonces al hombre que había demostrado tal solidaridad
con los suyos: Moisés, de quien más tarde se escribiría que hablaba con
Dios como con un amigo, «como habla un hombre con un amigo» (Ex
33,11), «cara a cara» (Ex 33,11; Nm 12,6-8). «El Señor le dijo: He visto
la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opreso-
res, me he fijado en sus sufrimientos. Y he bajado a librarlos... a sacarlos
de esta tierra para llevarlos a una tierra fértil, tierra que mana leche y
miel» (Ex 3,7-8). «Te envío al faraón para que saques de Egipto a mi
pueblo, a los israelitas» (3,10). Moisés debía decir a su pueblo: «Yo soy
me envía a vosotros» (3,14), o sea, «os tengo presentes» (Ex 3,16).
El nombre de Dios significa ser solidario con el pueblo.
Moisés, un siervo doliente de Dios «que soporta las cargas del pueblo»
(Dt 1,37; 4,21-22; Ex 32,30-32), «un profeta de los tuyos, de tus her-
manos» (Dt 18,15-18), es el libertador de Israel. «Por la fe, Moisés, ya
12 PROLOGO
INTRODUCCIÓN
crecido, rehusó ser adoptado por la hija del faraón, prefiriendo ser maltra-
tado con el pueblo de Dios al goce efímero del pecado. Estimaba mayor JESÚS,
riqueza el oprobio del ungido de Dios (el pueblo) que los tesoros de Egip- LA HISTORIA DE UNA NUEVA PRAXIS
to» (Heb 11,24-26).

«Porque la Ley se dio por medio de Moisés, el amor y la lealtad se


hicieron realidad en Jesucristo» (Jn 1,17).
Unos cuantos justos habrían podido salvar la ciudad de Sodoma (Gn
18,23-32), un solo justo habría bastado para salvar a Jerusalén (Jr 5,1),
y «muchos» son salvados gracias al profeta doliente, al siervo justo y do- 1. Todo comenzó con un encuentro. Unos hombres —judíos de len-
liente de Dios (Is 53). gua aramea y quizá también griega— entraron en contacto con Jesús de
Nazaret y se quedaron con él. Aquel encuentro y todo lo sucedido en la
El Nuevo Testamento confiesa que el único «justo doliente», el único vida y en torno a la muerte de Jesús hizo que su vida adquiriera un sen-
y exclusivo «profeta doliente» escatológico, Jesucristo, ha salvado al mundo tido nuevo y un nuevo significado. Se sintieron renovados y comprendidos,
entero. Ni la visión opuesta al sufrimiento ni el mensaje, aunque sea el y esta nueva identidad personal se tradujo en una solidaridad análoga con
de Jesús, proporcionan por sí mismos la salvación. Ambos fueron, de he- los demás, con el prójimo. El cambio de rumbo en sus vidas fue fruto de
cho, rechazados. Tampoco la pasión como tal otorga la salvación. Sólo el su encuentro con Jesús, pues sin él habrían seguido siendo lo que eran
testigo doliente, el crucificado, el hombre que se compromete hasta el ex- (cf. 1 Cor 15,17). No fue un resultado de su iniciativa personal, sino algo
tremo por la justicia y el amor, y que por ello sufre a manos de otros que les sobrevino desde fuera.
y en favor de ellos, por causa de un Dios volcado hacia la humanidad: Aquel encuentro sorprendente e imprevisto con el hombre Jesús se
sólo él trae la salvación. El hombre cae al fin de rodillas ante un hombre convirtió en el punto de partida de la concepción neotestamentaria de la
que entrega su propia vida y se muestra solidario con la identificación mi- salvación. Esto quiere decir que la «gracia» debe expresarse en términos
sericordiosa de Dios con los hombres vulnerables y, a la vez, malvados de encuentro y experiencia, y nunca al margen del hecho concreto y libe-
e insondables. Se postra ante él: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28). rador del encuentro. Pero implica además que cualquier reflexión ulterior
sobre el significado de la gracia y la salvación debe referirse siempre a la
«Otras muchas cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, me pa- primera «experiencia fontal», sin la cual cualquier teología de la gracia
rece que los libros no cabrían en el mundo» (Jn 21,25). Estas palabras cae pronto en mitología y ontología (en su sentido menos favorable).
reflejan la valentía con que el Nuevo Testamento actualiza no sólo el An- Así, pues, la historia de una nueva existencia, de una nueva praxis, se
tiguo Testamento, sino también los testimonios relativos a la vida de Jesús inició con un encuentro. Pero la interpretación comienza antes de que
de Nazaret. La biografía real de los cristianos constituye un quinto evan- surja la pregunta sobre qué sentido tiene lo que se ha experimentado.
gelio: forma parte del núcleo de la cristología. La identificación interpretativa es un momento intrínseco de la misma ex-
periencia, al principio quizá implícito, pero luego reflejo y consciente.
EDWARD SCHILLEBEECKX Los discípulos de Jesús comenzaron a reflexionar sobre el proceso de reno-
vación que el mismo Jesús había suscitado y promovido en ellos. Lo tema-
tizaron y precisaron y le concedieron un lugar en su conciencia, ocupada
por otros muchos asuntos e ideas: lo que ya sabían adquirió una nueva
perspectiva, ahora con un punto de referencia totalmente nuevo. Apoyán-
dose en su experiencia común, llegaron a lo que podríamos llamar una teo-
ría cristiana de la gracia, un primer paso hacia lo que en la tradición cris-
tiana se denomina «teología de la gracia»: una soteriología, una exposición
temática de lo que significa la redención y la salvación cristianas.
Estas vivencias se pusieron también por escrito. Todos los libros del
Nuevo Testamento, evangelios o cartas, se ocupan de la salvación experi-
mentada en Jesús y a través de él. Las experiencias de gracia reflejadas
en ellos para alabanza de Dios se refieren a un mismo acontecimiento fun-
damental, si bien cada escrito lo formula de un modo distinto. Esto nos
LA HISTORIA DE UNA NUEVA PRAXIS 15
14 INTRODUCCIÓN
librándonos de la muerte y llevándonos al reino pneumático de la luz, al
lleva a preguntarnos cuáles son los elementos que configuran, constituyen mundo propio de Dios. Esto entraña el grave peligro de que Jesús no sea
y soportan las ideas neotestamentarias sobre la gracia. Pregunta que afecta más que un punto simbólico de referencia para lo que, a partir de otras
al contenido de tales ideas en su estructuración lógica y en cuanto invita- fuentes, entendemos como salvación y perdición. Vemos, sin embargo, que
ción coherente que se dirige a un hombre en busca de felicidad y plenitud el Nuevo Testamento se opone constantemente a una representación tan al
existencial para el mundo y para sí mismo. alcance de la mano, por más que aparezca una y otra vez en las comunida-
Sin embargo, tanto los sinópticos como el paulinísmo y el joanismo des cristianas. Los autores neotestamentarios emplean ciertamente ideas re-
(por mencionar sólo tres corrientes fundamentales en el Nuevo Testamen- ligiosas pertenecientes a ese ambiente cultural, pero las distinguen clara-
to) contaban con una prehistoria en la que ya se había dado una experien- mente de sus experiencias de Cristo.
cia de la gracia y una tematización de la misma: el Antiguo Testamento, En la historia neotestamentaria de las experiencias de gracia con Cristo
la época intertestamentaria y el cristianismo primitivo. En el ambiente en las comunidades cristianas intervienen además una serie de presupuestos
cultural en que vivían los cristianos neotestamentarios y en que fue escrito vitales y antropológicos derivados de una cultura que, sobre todo en los
el Nuevo Testamento, el viejo sueño judío de un reino de justicia sobre la últimos decenios del siglo i, se vuelve cada vez más amorfa y sincretista,
tierra bajo el domino teocrático de Israel había dado lugar, tras una serie no por falta de ideas, sino por exceso de ellas. Desde el punto de vista
de decepciones, a la concepción de un mundo temporal y espacial en dos cultural, Palestina no era Siria, como tampoco Siria era Asia, la provincia
planos: el antiguo eón y el nuevo eón futuro, de origen celestial, que romana del Asia Menor, ni ésta se igualaba a Grecia y Egipto, cuya cultu-
descendería a la tierra o al que «ascendería» al menos una parcela de la ra, accesible en las dos grandes bibliotecas alejandrinas, era muy superior
tierra, el mundo de los justos. En ambos casos, cualquier renovación de a la colección palestinense de Qumrán. Se van entrelazando tradiciones
la vida se entendía como un modo de existencia supraterrena, celeste. Sin judías, orientales, helenistas y, poco a poco, también cristianas. Este con-
embargo, no se trataba propiamente de un «más allá», sino de una partici- junto pluriforme fue una especie de crisol cultural, del que más tarde (en
pación y una estancia terrena y misteriosa en las esferas supraterrenas del el siglo 11) surgiría, en una síntesis completamente nueva, una propia filo-
cielo, si bien no podemos suponer que aquella gente de la Antigüedad sofía religiosa de la vida: la gnosis o gnosticismo. En particular, la menta-
fuese tan ingenua como para no advertir que existía una diferencia entre lidad de la Antigüedad tardía, cuyo miedo a los demonios refleja un singu-
lo que ellos pensaban y los modelos según los cuales trataban de articular lar descontento frente al mundo y la sociedad, ejerce una gran influencia
la realidad pensada. De todos modos, para ellos «modelo» y «realidad» en el Nuevo Testamento, sobre todo cuando éste rechaza tal mentalidad.
estaban mucho más estrechamente unidos que para nosotros. Y en tal men- Quien observe todas estas cosas comprenderá con facilidad que no
talidad existía una serie de presupuestos que compartían de algún modo nos es posible actualizar inmediatamente la teología neotestamentaria de
los cristianos que se expresan en el Nuevo Testamento.
la gracia y la salvación. Cada vez resulta más claro que un análisis pura-
Al mismo tiempo, la noción neo testamentaria de gracia siguió desde el mente teológico del concepto que el Nuevo Testamento tiene de la gracia
principio los senderos trazados por la tradición judía, para la cual la infeli- no puede ser fuente de inspiración y orientación para los cristianos de hoy,
cidad es consecuencia de la desobediencia a los mandamientos de Dios, a menos que vaya acompañado de un análisis de las mediaciones históricas
de modo que el hombre se ve enredado en la culpa y en el pecado. Y la de ayer y de hoy.
salvación se entiende, obviamente, como una reconciliación del pecador La historia nos muestra, por otra parte, que el radicalismo o el monis-
con Dios que permite tener acceso a su reino. La idea es fundamental, mo en torno a la gracia han dado lugar, en la historia de la Iglesia, a una
pero para nuestra mentalidad de hoy no tiene en cuenta todo lo que pue- constante «contrahistoria»: Pablo da lugar a la carta de Santiago y, sobre
de significar una experiencia de no salvación. De hecho, si en algún caso todo, a las Pseudo-Clementinas, Agustín a Pelagio, Báñez a Molina, el jan-
tiene el hombre derecho a hablar es a la hora de determinar lo que siente senismo a la «doctrina jesuítica sobre la gracia», Martín Lutero a Tomás
como falta de salvación y de libertad (aunque también pueda tener en este Münzer, la doctrina tradicional sobre la redención a las actuales teologías
campo zonas oscuras). Así, la experiencia de no salvación formulada en la
de la liberación. Prácticamente, cada teología de la gracia suscita su propia
tradición judía podía dar lugar, en una nueva tematización, la cristiana,
crítica. Esta es reprimida invariablemente, pero siempre reaparece de algu-
a la experiencia de la «salvación en Jesús» (y ésta es precisamente la temá-
tica que encontramos en el Nuevo Testamento). na forma y, con frecuencia, termina por ser más o menos rehabilitada e in-
corporada a una nueva síntesis. Tal historia pendular indica que en el
Escuchar y experimentar que Jesucristo abre una nueva vía de salva- hombre (sobre todo si es realmente religioso) hay algo que se opone a una
ción colocaba a aquellos discípulos ante un peligro: el de limitarse a relle- exaltación de Dios a costa del hombre. Lo cual demuestra que una teolo-
nar con el nombre de «Jesús» la vieja imagen sociorreligiosa del mundo. gía de la gracia, si no tiene eso en cuenta, choca contra una protesta sur-
Si la desgracia es pecado, y la salvación es, por tanto, reconciliación y per- gida de lo profundo del hombre y desperdicia su oportunidad.
dón de los pecados, entonces Jesús es el hombre que expió la culpa del
pecado con su muerte en la cruz, el que nos introduce en el reino de Dios, Por otro lado, ninguna teología de la gracia que quiera ser cristiana
16 INTRODUCCIÓN LA HISTORIA DE UNA NUEVA PRAXIS 17

y coherente puede ignorar la iniciativa absoluta de Dios sin lesionar al den conseguir —a partir de lo ya alcanzado— a través de la historia de
mismo tiempo las posibilidades de nuestro ser humano. Cualquier hombre las formas, de la redacción y de la tradición. Desde el punto de vista lite-
tiene múltiples experiencias de «gracia», siempre que no adopte una pos- rario, la moderna exégesis dominante cometió un error al comenzar por el
tura egoísta en la vida y sepa que vive merced al favor y a la benevolencia final. Sin embargo, no conviene olvidar que al menos los primeros histo-
de los demás. Las personas alcanzan su propia identidad precisamente al riadores de las formas (sobre todo M. Dibelius) se inclinaban por un aná-
ser reafirmadas por los demás (dentro de unas estructuras y de una socie- lisis preferentemente literario de los textos. Pero su intención era más
dad que nos lo permitan). En esa solidaridad, mucha gente experimentará histórica que literaria. Les interesaba el Jesús histórico (cuya existencia se
en ocasiones un profundo misterio de misericordia universal y, tal vez, se llegaba a negar en ocasiones), como interesa también hoy, aunque desde
dirigirá «a Dios» en oración. un planteamiento distinto. Si queremos ver el movimiento cristiano no
En este libro me propongo analizar la experiencia neotestamentaria de como la religión de un libro ni como un proceso desencadenado por una
la gracia y la salvación de Dios en Jesucristo como orientación hacia lo literatura estimulante, sino como un movimiento impulsado por una per-
que podríamos llamar primer paso de una soteriología cristiana moderna. sona que vivió realmente en la historia, ese planteamiento histórico seguirá
siendo válido y fundamental, incluso desde el punto de vista religioso. La
2. La perspectiva aquí adoptada no es la misma que en Jesús, la histo- tradición de la historia eclesial de Jesús es, a este respecto, el presupuesto
ria de un viviente, obra de la que ésta es continuación. A diferencia del necesario para una argumentación histórica en el problema de Jesús.
primer volumen, aquí no trato de indagar qué hay en el «Jesús histórico» Pero si consideramos el Nuevo Testamento como una literatura que
que haya podido llevar a la confesión de fe que de él hace el Nuevo Tes- nos obliga a leer y comprender (y eso es ante todo para el exegeta y el
tamento; ahora se trata directamente de ver cómo el Nuevo Testamento creyente), entonces, como queda dicho en el primer volumen, pp. 79ss,
ha integrado lo que los cristianos experimentaron en su encuentro con no será precisamente la historia de las formas y de la redacción la que nos
Jesús, el Señor. Yo diría que el primero es un libro «sobre Jesús» que no haga comprender qué quiere decir el texto (aceptar una determinada tra-
se olvida de Cristo, mientras que éste es un libro «sobre Cristo» que tiene dición y descartar otra es ya un hecho «redaccional»; por tanto, desde el
presente a Jesús de Nazaret. Consecuencia de ello es que también el méto- punto de vista literario, todo es «redacción» en un texto). Pero entonces
do empleado es distinto del de mi libro anterior. Algunos críticos de no se podrá comenzar por dividir el texto en redacción y tradición, frag-
Jesús, la historia de un viviente han incurrido, con respecto al libro, en el mentándolo en unidades independientes. Hay que verlo en su conjunto.
mismo error que ellos me achacan con respecto la Sagrada Escritura, pues- Si el cristianismo no vive sólo de unos libros sagrados —aunque éstos sean
to que no respetan el género literario y el tipo de comunicación de un inseparables del mismo y representen en cuanto tales un fragmento de gra-
texto determinado (en este caso concreto, de mi libro). No han leído y cia— y si los textos neotestamentarios, además de otras funciones lingüís-
comprendido el libro «tal como aparece», sino que han pretendido seña- ticas, tienen una función de referencia, es decir, indican un hecho histórico
larle un lugar en la historia de las ideas, o bien, reaccionando contra la en, con y sobre Jesús de Nazaret, entonces no adelantamos nada con elu-
historia de las formas y de la redacción y propugnando justamente la ne- dir las cuestiones críticas invocando la lógica particular del «lenguaje reli-
cesidad de una elaboración analítico-estructural de los textos como un con- gioso» sobre la base de que tales textos son religiosos. Desde luego, no se
junto homogéneo, no han interpretado correctamente mi texto en su pro- puede negar la autonomía de este lenguaje, que tiene sus propios criterios
pio género literario, sino que lo han considerado como una obra motivada y su propia lógica. Al contrario, es de gran importancia teológica y su re-
por una única intención literaria dominante (la de adentrarse, del modo conocimiento evita muchos seudoproblemas teológicos. Pero esto no im-
más adecuado posible, en la historia de los orígenes del cristianismo). En el plica que entre los diversos lenguajes —histórico, religioso, etc.— no sea
primer volumen no me interesaban los textos neotestamentarios en cuanto posible una comunicación y que un mismo hombre deba moverse, al mis-
tales. En cambio, sí me interesan en éste. Aquí no se estudia ya la historia mo tiempo, en unos lenguajes totalmente cerrados y separados entre sí.
de las formas, de la redacción y de la tradición para llegar lo más cerca Estos serían como jaulas donde permanecerían prisioneros tales hombres
posible del «Jesús histórico», sino que se analizan los textos en su unidad en una situación esquizofrénica: por un lado, el creyente; por otro, el
y en su conjunto, a la vez que su contexto literario particular, teniendo historiador.
presente el trasfondo de la cultura literaria de la época y la realidad socio-
cultural concreta del mundo en que vivían las personas a las que iban No obstante, para mí está claro (más aún que en el primer volumen)
dirigidos estos textos del Nuevo Testamento, destinados a ser leídos en la que, aunque se tenga una intención histórica —la cual sólo puede lograrse
liturgia. a través de los textos disponibles—, hay que emplear ante todo el método
literario, y sólo después utilizar otros métodos que nos ayuden a sondear
Es de lamentar que la exégesis moderna del Nuevo Testamento no par- lo que históricamente «está detrás». Creo que así obtendremos una ima-
tiera de este método literario de «leer» y «comprender» los textos «tal gen del Jesús histórico más matizada y a la vez más rica que la que pre-
como aparecen», para después investigar qué.nuevas perspectivas se pue- sentan los que hoy recorren el camino inverso. Por otro lado, esto apunta
2
18 INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTE
a lo que he llamado estudio nunca acabado del acontecimiento de Jesús.
La utilización de determinados métodos es también un acontecimiento
dentro de una historia. AUTORIDAD DE LA EXPERIENCIA
Sin embargo, prescindiendo de si se ha juzgado correctamente la in- Y AUTORIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO
tención de mi primer libro sobre Jesús, en este segundo volumen ya no
intento precisar la aparición de Jesús en nuestra historia ni tampoco las
reacciones preneotestamentarias ante este hecho: es una temática que su-
pongo tratada (aunque no «solucionada» de una vez por todas) en mi pri-
mer libro. Lo que aquí nos interesa directamente es cómo el cristianismo
neotestamentario experimentó y tematizó la salvación en y a través de
Jesús y cuáles son las mediaciones históricas que (entonces y ahora) en-
vuelven este testimonio neotestamentario, el cual constituye una orienta-
ción normativa para nuestra experiencia e interpretación de la salvación
en Jesús. Por tanto, nos hallamos ante un planteamiento y un género lite-
rario distintos del primer volumen. Un autor que escribe sobre Jesús no
debe ser juzgado a partir de unos criterios «cristológicos» previos, sino
por el planteamiento y la perspectiva que adopte. Una cristología actual
que quiera ser fiel a Jesús y al evangelio, capaz de influir en nuestra con-
ciencia sedienta y de tener un papel mediador en la salvación, sólo puede
construirse por etapas. Quizá después de este segundo volumen se pueda
dar comienzo a lo que llamamos «cristología». Yo diría que también este
segundo volumen es un «prolegómeno». Y no movido por un escepticismo
crítico (ni por miedo a generalizaciones precipitadas), sino porque la visión
escatológica cristiana me hace pensar que una cristología significativa para
nuestra vida sólo es posible en forma de pro-legomenon —palabra penúl-
tima, búsqueda del legomenon o palabra justa—, pues en nuestra historia
la redención me es conocida exclusivamente por los fragmentos, vividos de
manera personal y colectiva, en que se apoya la promesa crítica y produc-
tiva, hecha por Jesús, de un futuro definitivo e indefinible de salvación.
En ningún sitio veo una redención «objetivamente realizada». No obstan-
te, creo que nuestra acción en favor del hombre y de su liberación polí-
tica, por fragmentaria que sea, tiene en sí y por sí un valor definitivo,
incluso en los fracasos, y creo también que el Dios vivo le ofrece un futu-
ro todavía mayor. El cristiano, incluso en su concepción cristiana de la
gracia y de la redención, tiene que ser consciente de su condición humana.
A él querría dedicar este segundo volumen en cumplimiento de una pro-
mesa que hice en el primero.
En muchos creyentes, y especialmente en algunos estudiantes de teo-
logía, se observa cierta resistencia ante una actividad teológica cuyo punto
de partida sea la Escritura y la tradición (un método que, para lograr re-
sultados positivos presupone el conocimiento de varias lenguas muertas:
hebreo, griego, latín, por mencionar sólo algunas). Opinan que una teología
moderna y viva debería partir de las experiencias actuales del hombre.
Quieren comenzar «por el otro extremo».
Yo creo que el problema, planteado en tales términos, es un falso
dilema (véase más adelante). Sin embargo, este planteamiento nos sitúa
ante una reserva que muchos teólogos del pasado formularon contra las
«experiencias». Al parecer, no se daban cuenta de que con ello socavaban
las raíces de toda «revelación divina». En mi opinión, semejante divorcio
entre fe y experiencia es una de las principales causas de la crisis actual
entre los cristianos fieles a la Iglesia.
Para entender qué se entiende por «teología de la gracia», de la reden-
ción y de la salvación, empezaré por un análisis de la autoridad que reside
en las «experiencias» y otro de la autoridad, aparentemente contraria a la
anterior, que compete a la Sagrada Escritura.
En tales análisis no se trata directamente de la experiencia en el sen-
tido superficial de «esto no me dice nada» o «esto tiene un sentido para
mí», aunque ello tenga que ver con el fenómeno que vamos a analizar.
Tampoco se trata de experiencias en el sentido de sensaciones, estados de
ánimo y sentimientos ni de tipos de vivencias, si bien tales aspectos emo-
cionales son importantes, sobre todo en las experiencias religiosas. En
nuestro análisis, el interés se centra en la peculiar fuerza cognitiva, crítica
y productiva de las experiencias humanas. En este aspecto, la revelación
tiene muchísimo que ver con la «experiencia».

CAPITULO PRIMERO

AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS

«Volved al duro fundamento».


L. Wittgenstein

Bibliografía sobre el concepto de «experiencia»: Th. Adorno, Negative Dialektik


(Francfort 1966; ed. española: Dialéctica negativa, Madrid 1975); Thesen über Tra-
dition, en Ohne Leitbild (Francfort 1967) 29-41; Ian G. Barbour, Myths, Models and
Paradigms (Londres 1974); Issues in Science and Religión (Londres 21968); H. D. Bas-
tían, Verfremdung und Verkündigung (Munich 1967); H. Berger, Erfahrung und
Gesellschaftsform (Stuttgart 1972); P. Berger y Th. Luckmann, Die gesellschaftliche
Konstruktión dcr Wirklichkeit (Francfort 1969; ed. española: Construcción social de
la realidad, Buenos Aires 1968); H. Blumenberg, Legitimitát der Neuzeit (Francfort
22 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS EXPERIENCIA INTERPRETADA 23

1966); P. Engelhardt, Die Frage nacb Gott, en Neues Glaubensbuch (ed. J. Feiner Erkenntnis und Interesse (Francfort 1968); Theorie und Praxis (Neuwied-Berlín
3
y L. Vischer; Friburgo de Br. "1975) 21-64, 72-100; H. G. Gadamer, Wahrheit und 1963); Technik und Wissenschaft ais «Ideologie» (Francfort 41970); W. Heisenberg,
Methode (Tubinga 21965) 329-344 (ed. española: Verdad y método, Salamanca 1977); Der Teil und das Ganze (Munich 1969); A. Holhveg, Theologie und Empirie (Stutt-
L. Gilkey, Naming the Whirlwind: The Renewal of God-language (Indianápolis y gart 31974); Kl. Holzkamp, Wissenschaft ais Handlung (Berlín 1968); Kritische
Nueva York 1969); A. Hahn, Religión und der Verlust der Sinngebung (Francfort Psychologie (Francfort 1972), espec. 88-98; M. Horkheimer, Kritische Theorie, 2 vols.
1964); E. Heintel, Einführung in die Sprachphilosophie (Darmstadt 1972); H. Heuss, (ed. A. Schmidt; Francfort 1968); Zur Kritik der instrumentellen Vernunft (Francfort
Verlust der Geschichte (Gotinga 1959); H. Holzhey, Kants Erfahrungsbegriff (Basilea- 1967); H. Koningsveld, Het verschijnsel wetenschap. Een inleiding tot de weten-
Stuttgart 1970); M. Kaiser, Identitat und Sozialitdt (Munich-Maguncia 1971); F. Kam- schapsfilosofie (Meppel-Amsterdam 1976); Th. S. Kuhn, The Structure of Scientific
bartel, Erfahrung und Slruktur. Bausteine zu einer Kritik des Empirismus und For- Revolutions (Chicago-Londres 21970); I. Lakatos, Criticism and the Methodology of
malismus (Francfort 1968); W. Kasper, Glaube und Geschichte (Maguncia 1970) 120- Scientific Research-Programmes: «Proceedings of the Aristotelian Society» (Londres)
143 (ed. española: Fe e historia, Salamanca 1974); A. Kessler, A. Schoff, Ch. Wild, 69 (1968) 149-186; Wetenschapsfilosofie en Wetenschapsgeschiedenis (Meppel 1970);
Erfahrung, en Handbuch philosophischer Grundbegriffe II (Munich 1973) 373-386; E. Nagel, The structure of Science (Londres 31971); W. Pannenberg, Wissenschafts-
B. Liebbrucks, Über das Wesen der Sprache, en Erkenntnis und Dialektik (La Haya theorie und Theologie (Francfort 1973; ed. española: Teoría de la ciencia y teología,
1972) 1-20; J. B. Metz, La dificultad de decir sí: «Concilium» 95 (1974) 157-162; Madrid, Ed. Cristiandad, 1981); C. A. van Peursen, Wetenschappen en werkelijkheid
D. Mieth, Narrative Ethik: FrZPhTh 22 (1975) 297-326; Dichtung, Glaube und (Kampen 1969); G. Pícht, Wahrheit, Vernunft, Verantwortung (Stuttgart 1969);
Moral (Maguncia 1976); H. Müller, Erfahrung und Geschichte (Munich 1970); M. Polanyi, Personal Knowledge (Nueva York 1969); K. Popper, The Logic of
W. Pannenberg, Die christliche Legitimitát der Neuzeit, en Gottesgedanke und mensch- Scientific Discovery (Londres 1969); Conjectures and Refutations. The Growth of
liche Freiheit (Gotinga 1972) 114-128; J. Pieper, Überlieferung (Munich 1970); Scientific Knowledge (Londres 1969); Objective Knowledge (Oxford 1972); P. van
M. Polanyi, The Great Transformation (Nueva York 1974); H. H. Price, Thinking Schilfgaarde, Het kennisbegrip in wetenschap en beroep; objectiviteit ais pretentie
and Experience (Hutcheson University 1953); L. Richter, Erfahrung, en RGG (Tu- (Alphen [Rhein] 1970); Fr. Schupp, Auf dem Weg zu einer kritischen Theologie
binga 31958) 550-552; L. Reinisch (ed.), Vom Sinn der Tradition (Munich 1970); (Friburgo 1974); H. Seiffert, Einführung in die Wissenschaftstheorie (Münster 1971);
P. Ricoeur y E. Jüngel, Metaphorische Wahrheit, en Metapher (número especial de W. Stegmüller, Probleme und Resultate der Wissenschaftstheorie und analytischen
EvTh) (Munich 1974) 22-44 y 45-70; H. Rombach, Erfahrung, en Lexikon der Pdda- Philosophie, 2 vols. (Berlín 1969-1970); J. Ziman, Public Knowledge (Cambridge
gogik I (Friburgo de Br. 21970) 375-377; W. Schapp, In Geschíchten verstickt (Ham- 1970). Obras colectivas: Der Positivismusstreit in der deutschen Soziologie (Neu-
burgo 1953); Philosophie der Geschichte (Leer 1959); R. Schaffler, Religión und wied 1969); Hermeneutik und Ideologiekritik (Francfort 1971); Hermeneutik und
kritisches Bewusstsein (Friburgo-Munich 1973); E. Schlink, Thesen zur Methodik Dialektik, 2 vols. (Tubinga 1970).
einer kontextuellen Theologie: KuD 20 (1974) 87-90; W. Schneiders, Die wahre
Aufkldrung (Munich 1974); S. Schmidt, Bedeutung und Begriff (Braunschweig 1969);
W. Stegmüller, Hauptstrbmungen der Gegenwartsphilosophie (Stuttgart 31965); Pro- I
bleme und Resultate der Wissenschaftstheorie II: Theorie und Erfahrung (Berlín
1970); M. Theunissen, Gesellschaft und Geschichte (Berlín 1969); J. Track, Erfahrung LA EXPERIENCIA ES SIEMPRE
Gottes. Versuch einer Annaherung: KuD 22 (1976) 1-21; Religióse Interpretation der EXPERIENCIA INTERPRETADA
Wirklichkeit: KuD 20 (1974) 106-136; S. Unseld, Zur Aktualitat Walter Benjamins
(Francfort 1972); B. Willms, Theorie, Kritik und Dialektik, en Über Th. Adorno
(Francfort 1968) 44-89; Benjamin Lee Whorf, Sprache, Denken, Wirklichkeit (Ham- «La distinción entre descubrimiento e invención o entre
burgo 1963); K. A. Wolff, Versuch zu einer Wissenssoziologie (Berlín-Neuwied 1968); hecho y teoría muy pronto resultará bastante artificial».
J. Wossner (ed.), Religión im "ümbruch (Stuttgart 1972); P. Zulehner, Sükularisierung
von Gesellschaft, Person und Religión (Viena 1973); Geschichte. Ereignis und Er- Thomas S. Kuhn
zdhlung, en Poetik und Hermeneutik (ed. R. Koselleck y W. Stempel) (Munich 1972);
Neue Anthropologie (ed. H. G. Gadamer y P. Vogler), 4 vols. (Stuttgart-Munich El término germánico correspondiente a «experimentar» (erfahren)
1972-1973). significa originalmente «viajar por todo el país» (durch das Land fahren) 1:
Por lo que se refiere a la relación entre experiencia (empiría) y ciencia, problema el que viaja conoce y con ello aprende. Experimentar quiere decir aprender
no tratado explícitamente, pero sí presupuesto en este capítulo, es importante la si- a través del contacto «directo» con los hombres y las cosas. Es la capaci-
guiente bibliografía: H. Albert, Traktat über kritische Vernunft (Tubinga 1968);
dad de elaborar percepciones.
Plddoyer für krilischen Rationalismus (Tubinga 1971); K. O. Apel, Scientistik, Her-
meneutik, Ideologiekritik, en Hermeneutik und Ideologiekritik (Francfort 1971) 7-44; En el proceso de aprendizaje a través de la experiencia, lo que se va
L. Boon, De nieuwe visie op de wetenschap. Een overzicht: «Mens en Maatschappij» viviendo se pone en relación con nuestros conocimientos adquiridos ante-
43 (1974) 350-379; M. Gatzemeier, Theologie ais Wissenschaft?, 2 vols. (Stuttgart-Bad
1
Cannstatt 1974 y 1975); L. Gilkey, Religión and the Scientific Future (Nueva York En las lenguas germánicas, «experimentar» (erfahren) significa conocer algo no
1970); D. S. Greenberg, The Politics of Puré Science (Nueva York 1967); A. D. de simplemente de oídas, sino por haber ido en su busca y haber estado en contacto
Groot, Een minimale methodologie op sociaal-wetensckappclijke basis (La Haya 1971); vital con ello. En latín, experiri es alcanzar un conocimiento a base de logros y fra-
J. Habermas, Gegcn einen positivistisch halbicrten 'Rationalismus (Francfort 1969); casos.
24 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS EXPERIENCIA INTERPRETADA 25

nórmente. Entonces se produce una interacción: el descubrimiento de la riendas. Para el creyente, esto significa que el dato religioso originario es
realidad, una vez efectuado y expresado en palabras, nos abre nuevas pers- expresado en las estructuras de las tradiciones vigentes; las experiencias
pectivas; dirige la atención de nuestras vivencias hacia algo determinado, están sujetas a una mediación social. Precisamente por ello la experiencia
selecciona y delimita, orienta nuestra mirada. Se convierte así en el marco no es competente si no tiene en cuenta los presupuestos de su nacimiento 2 .
en que interpretamos experiencias nuevas,-pero al mismo tiempo, con las Además, existe una forma social objetiva en la que —por ejemplo, en
nuevas experiencias, ese marco interpretativo es sometido a crítica y resul- Occidente— vivimos aquí y ahora. Esta forma social no se da sólo fuera
ta corregido, modificado o renovado. La experiencia se produce de una de nosotros, sino que también vive en nuestro interior. Así, el sujeto de
forma dialéctica: en una interacción entre percepción y pensamiento, pen- la experiencia es en realidad una parte de la sociedad dada, no un «indi-
samiento y percepción. La función de la experiencia no consiste en alma- viduo abstracto». Las necesidades personales, las expectativas y las posi-
cenar un material continuamente nuevo en unos esquemas mentales pre- bilidades de experiencia están ya en buena medida condicionadas por la
existentes e inmutables, que recibirían así una confirmación permanente sociedad en que vivimos. Nuestro mundo concreto de experiencias es tam-
(aunque también se den experiencias de tipo confirmatorio). No, la inter- bién un mundo manipulado. De ahí que las nuevas experiencias no posean
acción entre experiencia y pensamiento consiste en que el contenido siem- autoridad si no se tiene en cuenta todo esto.
pre imprevisible de nuevas experiencias pone constantemente en movi- La experiencia es, por consiguiente, un conjunto lleno de matices, en
miento al propio pensamiento. Por una parte, el pensamiento hace posible el que se dan cita la vivencia, el pensamiento y la interpretación, así como
la experiencia; por otra, la experiencia hace necesario un nuevo pensa- también el pasado, el presente y las expectativas de futuro. Esto nos plan-
miento. Nuestro pensar permanece vacío si no cuenta constantemente con tea con toda crudeza la cuestión de la objetividad y subjetividad de lo que
una experiencia viva. llamamos «nuevas experiencias» y, por tanto, la cuestión del peso que co-
Es verdad que reconocemos una diferencia entre lo objetivo y lo sub- rresponde a nuestra autoridad.
jetivo, pero estamos ya liberados del dualismo cartesiano de la subjetivi- La capacidad de respuesta o, dicho de otro modo, la caja de resonancia
dad y la objetividad. No es posible analizar plenamente la experiencia de que existe en nosotros y nos hace capaces de captar y elaborar una llama-
nosotros mismos y del mundo en términos de diferencia entre lo objetivo da que viene de fuera —o de lo más profundo de nosotros mismos—
y lo subjetivo. «Hallar salvación en Jesús» no es, pues, una experiencia influye en la magnitud y profundidad de nuestra experiencia. El compro-
subjetiva o un hecho objetivo. La experiencia de la salvación es a la vez miso personal no elimina de por sí la apertura a lo que se nos presenta
experiencia e interpretación. Al experimentar, identificamos lo experimen- objetivamente. Un hombre dotado de capacidad musical percibirá en una
tado, y lo hacemos sometiendo lo que experimentamos a modelos y con- sinfonía mucho más que otro de menor sensibilidad para la música. ¿Sig-
ceptos, esquemas o categorías ya conocidos, para ver si encaja o no. Veo nifica esto que tal hombre es más subjetivo? ¿No será más bien que su
una cosa y digo: una silla. Al experimentar este objeto, lo interpreto e capacidad subjetiva le abre a todo lo que se encierra en la realidad sinfó-
identifico en el acto mismo de la experiencia. No interpreto, en efecto, la nica? En otras palabras: nuestras experiencias reales no son puramente ob-
cosa como una silla, sino que veo una silla, de modo que el ver es ya una jetivas ni puramente subjetivas. No son lo primero porque no podemos
interpretación. Lo mismo ocurre con la visión de je. La fe religiosa es la cambiar arbitrariamente una cosa en otra. Al menos en parte existe un
vida humana misma en el mundo, pero experimentada como encuentro y, «dato» que no podemos manipular o modificar por completo; en la expe-
por tanto, como descubrimiento de Dios. Esto no es una interpretación riencia se nos presenta una oferta de realidad. Pero tampoco son pura-
en el sentido de una teoría que se establece a posteriori teniendo en cuenta mente objetivas, ya que la experiencia aparece cargada y coloreada por los
unas experiencias recordadas; es el modo en que los hombres religiosos recuerdos y sensaciones, proyectos y deseos de la persona que tiene la ex-
experimentan los hechos de su vida. La experiencia influye en la interpre- periencia. Los datos irreductibles de nuestras experiencias forman, pues,
tación y la suscita, pero también la interpretación influye en la experiencia. un conjunto en el que ya existe previamente una interpretación. Experi-
La experiencia es activa, se hace con todo lo que uno es y tiene, y no es mentamos interpretando, sin que podamos trazar una línea divisoria clara
posible establecer una clara distinción entre lo que pertenece al objeto entre el momento de la experiencia y el de la interpretación.
y al sujeto. Lo que experimentamos como objetivo —como algo frente a Hay, sin embargo, en nuestras experiencias elementos interpretativos
nosotros— depende de nuestras ideas y cuadros de referencia, pero tam- cuyo fundamento y fuente se hallan directamente en lo experimentado
bién de nuestros proyectos e intereses que entran en juego. como contenido de una experiencia consciente y, por tanto, transparente
Por otra parte, cualquier nuevo contenido de la experiencia es objeto en cierto modo; y al mismo tiempo hay elementos interpretativos que
de expresión; una experiencia nueva es también un hecho de lenguaje. provienen de otra parte, de algo externo a tal experiencia. Así, una expe-
El lenguaje es un elemento constitutivo de la experiencia. Pero en el len-
guaje que utilizamos como previamente dado está recogida toda una tra- 2
Cf. W. Korff, Norm und Sittlichkeit (Tübinger Theologische Studien 1; Magun-
dición de experiencias, la cual condiciona a su'vez nuestras propias expe- cia 1973) 131-142.
26 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS EXPERIENCIA INTERPRETADA 27
riencia de amor entraña en sí misma unos momentos interpretativos alen- mediación de su pensar y obrar. Gracias a la resistencia de la realidad se
tados por la propia experiencia concreta habida en ese campo. El amor abren nuevas perspectivas, sorprendentes e inesperadas. En este sentido,
vivido ya sabe qué es el amor, sabe incluso más de lo que en ese momen- la experiencia real sólo resulta productiva cuando se someten a crítica las
to es capaz de expresar. Esta identificación interpretativa es un elemento ideas obtenidas gracias a la resistencia de la realidad, cuando se experi-
esencial y constitutivo del amor experimentado. Posteriormente tal expe- menta algo nuevo o se observa de repente en un nuevo contexto aquello
riencia de amor podrá quizá expresarse además en un lenguaje, como el de que ya se tenía experiencia. Por nuestra parte, debemos experimentar,
de Romeo y Julieta, el del Cantar de los Cantares o el de los himnos de suponer, plantear hipótesis, «inventar», si es que queremos que la realidad
Pablo a la caridad, o quizá en la descripción filosófico-fenomenológica de venga a confirmar, corregir, destruir y reorientar lo que hemos ideado.
lo que es amor. Esta tematización ulterior no significa para el amor una Esta resistencia continua de la realidad frente a nuestros conocimientos
superestructura indiferente o superflua. La interpretación y la experiencia racionales nos lleva a elaborar modelos nuevos, no comprobados. El dis-
influyen la una en la otra; el amor real vive de la experiencia amorosa tanciamiento y la desorientación de lo adquirido y proyectado nos va acer-
y de la expresión interpretativa de sí mismo, la cual permite profundizar cando a la verdad. Con ello cae por tierra la «normatividad» o dogmatis-
la experiencia y, a partir de ella, lo revela al sujeto. Como veremos más mo de lo «fáctico» o del «puro dato». El principio hermenéutico que lleva
adelante al analizar el Nuevo Testamento, esto es válido también para lo a descubrir la realidad no es la evidencia, sino el «escándalo» que nos pro-
que los hombres creyentes llaman experiencia de la gracia, la cual precisa- duce la resistencia de la realidad 3 . La realidad es siempre diversa y más
mente tiene estrechas relaciones con la experiencia del amor. vasta de lo que pensamos. Es siempre una revelación sorprendente para el
Este análisis muestra que no hay experiencia sin «teorización»: sin pensamiento, el cual se limita a ser testigo de tal revelación. En estas ex-
errores, hipótesis y teorías. Las experiencias concretas, privadas, las deno- periencias de una realidad que se resiste a todas nuestras invenciones ter-
minadas «experiencias directas», están siempre sujetas a la mediación de minaremos por encontrar también el fundamento de lo que con razón lla-
conceptos generales, tanto en las experiencias prerreflejas como en la em- mamos «revelación».
piría científica y en la experiencia filosófica. Esto vale también para lo que Si la realidad se limitara a confirmar o «verificar» nuestros proyectos
llamamos «experiencias religiosas». En todos esos campos experimentamos humanos, nunca sabríamos con exactitud si nos hallamos ante la «reali-
la realidad siempre a través de modelos. Así, la experiencia cotidiana de dad». La confirmación puede hacer aparecer algo de la realidad, pero no
la salida del sol es una experiencia directa, pero está sujeta a la mediación tenemos ninguna garantía de ello; un proyecto lógico orientado de otra
de un modelo de la realidad, lo mismo que se ajustaba a un modelo la manera puede «casar» igualmente con la realidad. Un proyecto elaborado
«experiencia científica» de Copérnico y Galileo. En las experiencias pre- dentro de un sistema puede tener la misma coherencia, pero ésta no decide
críticas, los modelos quedan ocultos, no reparamos en ellos. De ahí la crí- de por sí sobre su verdad. De ahí que muchos científicos eviten el término
tica de E. Husserl al «mundo vivido» o al «lenguaje vivido» de M. Mer- «verdad» y hablen sólo de validez de las ideas científicas. No les falta
leau-Ponty, ya que las llamadas «experiencias inmediatas» están envueltas razón, pues, a algunos teóricos de la ciencia para quienes el principio de
en «construcciones» humanas. verificación (al menos como principio universal) no constituye un método
De lo dicho se desprende que el hombre es un ser racional que cons- decisivo, máxime teniendo en cuenta que sólo la simple convención es lo
truye: una existencia que proyecta. A pesar de ello, el criterio último es que decide en qué punto se debe poner término a una verificación sin fin.
siempre la realidad: ésta puede destruir o, al menos, obstaculizar o modi- En cambio, la «negatividad» se muestra fecunda desde el momento en que
ficar nuestros proyectos. Los hombres viven de suposiciones e hipótesis, nos permite revisar nuestras ideas anteriores en contraste con la realidad;
de proyectos y «construcciones» y, por tanto, de «pruebas y errores»; sus en cuanto «manifestación de la realidad», posee un significado muy posi-
proyectos pueden verse constantemente bloqueados debido a la resistencia tivo, aunque sea de forma dialéctico-negativa y crítica; los hombres apren-
u oposición de la realidad, que no siempre encaja en esas anticipaciones den en los fracasos: cuando ven bloqueados sus proyectos yfíeben comen-
racionales. Tales proyectos son muy diferentes entre sí y, en cuanto tales, zar de nuevo a tientas, con un exquisito respeto a la resistencia que ofrece
no tienen una validez universal. Pero cuando la realidad opone una resis- la realidad y a la orientación que en ella se insinúa.
tencia a esos proyectos y los modifica implícita e indirectamente, entramos Esto indica que la experiencia humana es finita, que el hombre no es
en contacto con una realidad independiente de nosotros, con algo que el dueño de la realidad a pesar de todas sus planificaciones, sin las que, por
hombre no ha pensado, ni hecho, ni proyectado. Entonces se manifiesta otro lado, serían imposibles las experiencias. El hombre no es capaz de un
un dato no manipulable, una fuerza «trascendente», algo que procede «de conocimiento absoluto, pero se resiste a refugiarse en el escepticismo.
otra parte», que se impone frente a nuestros proyectos y, no obstante, Como un imán oculto, la realidad guía constantemente nuestros planes
hace posible cualquier planificación, producción y reflexión humanas y las
orienta de un modo crítico-negativo. Evidentemente, al hombre no le basta 3
W. Kasper, en Glaube und Geschichte, op. cit., 235, llega a la misma conclusión
con el pensamiento humano, si bien todo lo que se manifiesta supone la partiendo de un análisis diferente.
28 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS EXPERIENCIA OPERATIVA 29

y pensamientos: nos hacemos más sabios con los fracasos que nos reorien- miento caiga en el escepticismo y que la voluntad renuncie a la verdad? A
tan. Esta conciencia implícita del imán oculto tiene algo extraordinaria- Nos preguntamos, pues, por un pensamiento que no se cierre dogmática-
mente positivo. Se trata de un saber que no es totalmente objetivable mente a nuevas experiencias y por una concepción de las experiencias hu-
y articulable. Precisamente por eso, la experiencia negativa de contraste manas en la que éstas no bloqueen, como una amalgama caótica y carente
no es un fin en sí misma; de serlo, resultaría destructiva e improductiva. de sentido, cualquier pretensión de alcanzar la verdad. De esto se infiere
La resistencia hace que nuestros intentos de planificación se vean cons- ya que la autoridad de las experiencias no tiene su origen en el mismo
tantemente reorientados. Gracias a ella, «la verdad» estimula y guía los experimentar ni en una capacidad de experimentar emocionalmente lo fas-
intentos ulteriores. Esto muestra que el hombre es un ser racional que cinante y tremendo (como afirma R. Otto). La cualidad de la vivencia no
construye teorías, pero también que está sujeto en este punto a la norma es la medida, sino lo medido; la autoridad de las experiencias (nuevas)
de una realidad que él no ha proyectado. Los hombres no son espejos depende de la misma realidad sorprendente, que siempre aparece como
inmaculados sobre los que la realidad proyecta sus imágenes. Al contrario, algo distinto de lo que nosotros pensamos. La realidad con que el hombre
por así decirlo, es el hombre quien proyecta teóricamente el mundo, pero tiene que habérselas en su experiencia es un acontecimiento sorprendente
experimentando continuamente la contradicción producida por la peculia- y siempre imprevisible.
ridad y diversidad de esa realidad que lo lleva siempre a seguir buscando Parece innegable que las instancias autoritarias y los grupos conformis-
y que siempre le lleva ventaja. Así, pues, la manifestación de la realidad tas suelen mostrar una desconfianza casi connatural frente a las experien-
en la actividad humana de proyectar y experimentar nunca se efectúa recu- cias nuevas o, sencillamente, frente a la «experiencia». Recelan como por
rriendo directamente a la «experiencia». La autoridad de las experiencias instinto que en las experiencias pueda aparecer una autoridad que signifique
se mostrará en un recurso dialéctico a la experiencia. Esta se ve sostenida una crítica contra la normatividad de lo fáctico y contra toda autoridad
y estimulada por una referencia permanente a la inagotabilidad de lo real. que pretendiese afirmarse como simple «facticidad» contingente y, por
Lo que abre el camino hacia una vida humana no es el dominio de la tanto, como poder. Pero, por otro lado, se ven obligados a reconocer la
realidad, sino el dejarse guiar por ella en todos los proyectos de dominio: fuerza crítica y productiva —la autoridad— de las experiencias, como lo
tener algo que decir y luego escuchar las reacciones. Así determinan los demuestra el hecho de que en muchas ocasiones traten de manipular las
hombres su camino: en la vida cotidiana, en la ciencia, en la religión. nuevas experiencias. Resulta también sorprendente que «los dominadores»
Teniendo en cuenta toda esta negatividad o la «resistencia», podemos decir (da lo mismo en qué campo) invoquen la experiencia sólo cuando ésta no
que la intensidad —y también la autoridad— de la experiencia vital cul- posee una función crítica y productiva y confirma lo ya establecido. De he-
mina en el «sufrimiento», en el sufrimiento del fracaso y del hundimiento, cho, también esas experiencias son instructivas y no pueden ser ignoradas;
en el sufrimiento del dolor y del mal, en el sufrimiento del amor. Ahí resi- pero en ellas aparece sólo un aspecto de la autoridad de las experiencias.
den los grandes momentos de la manifestación de la realidad en y a través Las experiencias que abren nuevas perspectivas son las que ponen en crisis
de las experiencias finitas del hombre. un modo establecido de pensar y actuar. Pero precisamente por miedo a la
reflexión y al cambio que ellas exigen, tales experiencias suelen ser objeto
de manipulación: no se deja que actúe su fuerza crítica, sino que se las
«integra», privándolas de su carácter punzante.
II Sólo teniendo en cuenta todas estas circunstancias se puede hablar de
la autoridad de las experiencias, de cómo presuponen la libertad y adquie-
EXPERIENCIA OPERATIVA ren un espacio en el plano institucional. El problema es si «el sistema», es
decir, no sólo la sedimentación del conjunto de las diversas experiencias
«Y ahora te predigo algo nuevo, secretos que no conoces; ya habidas y asimiladas, sino también las «experiencias» muchas veces
ahora son creados, y no antes, ni de antemano los oíste, para «manipuladas» —y, por tanto, transmitidas ideológicamente— pueden
que no digas: 'Ya lo sabía'». dejar sitio a experiencias nuevas. No se trata de una adaptación superficial
Is 48,6b-7 a lo ya establecido, sino de una modificación de lo adquirido, quizá en su
conjunto, sin eliminar la fuerza crítica que procura el recuerdo de expe-
El análisis anterior encierra dos cuestiones: a) ¿Cómo debe estar cons- riencias anteriores. Una experiencia nueva, «divergente», es un desafío:
tituido nuestro pensamiento para hacer posible la experiencia? Nos referi- somete a crítica los modelos de experiencia dominantes. Por esta razón,
mos a experiencias en las que lo real se presenta de tal forma que tras-
4
ciende todos nuestros proyectos y aparece, por tanto, como autoridad. Cf. un análisis del «dogmatismo» y el «escepticismo» en R. Schaeffler, Religión
b) ¿Cómo debemos entender una «experiencia» que, por un lado, derribe und kritisches Bewusstsein, op. cit., 235-242 (no obstante, sobre esta obra tengo
el dogmatismo del pensamiento humano y, por otro, evite que este pensa- graves reservas; cf. la cuarta parte).
30 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS EXPERIENCIA OPERATIVA 31

la experiencia nunca es «inofensiva». Además, es comunicable. Quien ha Estas no basan, evidentemente, su autoridad única y exclusivamente en el
tenido una experiencia se convierte eo ipso en testigo: tiene un mensaje. hecho de ser nuevas. No tenemos, en efecto, ninguna garantía de que la
Cuenta lo que le ha ocurrido. Y este relato abre a los demás una nueva historia de las experiencias humanas sea sólo progresiva y nunca regresiva.
posibilidad de vida, pone algo en movimiento. La autoridad de la expe- El discernimiento de los espíritus, la discretio spirituum, es, por tanto, un
riencia se vuelve, pues, operativa al ser narrada. La competencia experien- elemento esencial de lo que hemos venido en ñamar competencia o auto-
cial tiene una estructura narrativa5. ridad experiencial. Esta capacidad de discernimiento es precisamente fruto
El conjunto de experiencias de un individuo recibe el nombre de «ex- de unas percepciones elaboradas críticamente. Ya hemos dicho que la
periencia vital o personal», la cual coincide con un convencimiento de tipo experiencia es interpretativa y que la interpretación hace posible la expe-
vivencial. Cuando se trata, en cambio, de un colectivo histórico, hablamos riencia: la autoridad experiencial es, por tanto, una competencia que pro-
de tradición, conjunto de experiencias transmitidas en una colectividad cede de unas experiencias y apunta a nuevas experiencias.
que hace historia, como es el caso del cristianismo, el budismo, el Islam, Si la competencia experiencial es una autoridad conseguida a partir de
las culturas occidentales o africanas. La experiencia se conserva mediante experiencias pluriformes, pero orientadas en un determinado sentido —lo
el recuerdo y el lenguaje, se convierte en un «depósito» vivo que se trans- cual no quiere decir apertura anárquica al futuro, apertura carente de un
mite como tradición. Las experiencias transmitidas —la tradición— son recuerdo crítico de las experiencias pasadas—, y si al mismo tiempo está
a la vez un medio para objetivar nuevas experiencias y para integrarlas abierta a nuevas experiencias, entonces la posibilidad ulterior de integrar
en lo ya adquirido. La experiencia es tradición de la experiencia; por tanto, tales experiencias —no manipulando, sino dando una interpretación nueva
la experiencia y la tradición no se contraponen de por sí, sino que la una a lo ya adquirido— indica la fuerza vital de una determinada tradición de
hace posible la otra. Asimismo las experiencias nuevas son posibles única- experiencias. Lo cual prueba que esa tradición es auténtica y que se funda
mente en el ámbito de una tradición. Nuestros pensamientos y experiencias en la verdad. La credibilidad de la tradición se ve así reforzada o confir-
están influidos histórica y socialmente. Reflexionar significa pensar con pre- mada. De hecho, cuando una tradición —permaneciendo dinámicamente
supuestos. Esta vinculación a una tradición cultural de experiencia es po- la misma, sin eclecticismos ni falsas adaptaciones— es capaz de dar un
sitiva porque posibilita la comprensión; pero, por otro lado, es negativa espacio real a las experiencias nuevas, sobre todo a las «divergentes», apare-
porque limita nuestra comprensión, tiene carácter selectivo y orienta de cen con mayor claridad sus propias virtualidades. En cambio, una tradición
antemano las experiencias nuevas. En su orientación, tal comprensión está (religiosa) que no sepa qué hacer con las experiencias nuevas y, por tanto,
limitada por las características de la propia tradición 6 . Debido a ello, tam- las niegue, las evite o prescinda de ellas como si se tratase de «tentacio-
bién las tradiciones antiguas están sujetas al reto de las experiencias nuevas. nes modernas del demonio», pierde autoridad moral, aun cuando para jus-
tificar tal rechazo invoque tradiciones antiquísimas y venerables (unas
5
Bibliografía sobre la «narratividad»: R. Barthes, Mythologies (París 1957); tradiciones cuyos presupuestos no están claros). Además, se corre el peligro
E. Bochinger, Distara und Nahe (Stuttgart 1968); R. Dithmar, Die Fabel (UTB 73; de que la colectividad aferrada a esa tradición se convierta en un «resto
Paderborn 1971); W. Harnisch, Eschatologische Existenz (Gotinga 1973); A. Jolles,. sagrado» que afirma su identidad formando un ghetto o recurriendo a pos-
Einfache Formen (Darmstadt 21958); R. Koselleck, Historia magistra vitae, tJber die turas agresivas. En realidad, ese grupo no se apoya en la autoridad de su
Auflósung des Topos im Horizont neuzeitlich bewegter Geschichte, en Natur und tradición experiencial, sino en la letra de lo que en otro tiempo sirvió para
Geschichte (Hom. K. Lowith; Stuttgart 1967) 196-218; R. Koselleck y W. Stempel expresar sus experiencias auténticas en una determinada situación histórica.
(eds.), Geschichten und Geschichte (Munich 1972); C. Lévi-Strauss, Das wilde Denken
(Francfort 1968); G. Lohfink, Erzahlung ais Theologie. Zur sprachlichen Grund- Los puntos culminantes se convierten así en puntos de estancamiento.
struktur der Evangelien: StZ 99 (1974) 521-533; J. B. Metz, Erinnerung, en Hand- Lo mismo se puede decir en el plano individual. Quien ha tenido una
buch philosophischer Grundbegriffe I (Munich 1973) 386-396; El futuro a la luz experiencia personal o ha llegado a un convencimiento práctico procurará
del memorial de la pasión: Conc 76 (1972) 317-334; Breve apología de la narración: integrar las experiencias nuevas dentro de su misma experiencia personal.
Conc 85 (1973) 222-238; D. Mieth, Narrative Ethik: FrZPhTh 22 (1975) 297-326; Unas veces lo conseguirá; otras, no tanto. Y, con el tiempo, la resistencia
Dichtung, Glaube und Moral (Maguncia 1976); F. Mildenberger, Theologie für die de las experiencias nuevas puede llevarle a revisar algunos presupuestos
Zeit (Stuttgart 1969); W. Nestle, Vom Mythos zum Logos (Stuttgart 1940); K. Rein-
hardt, Vermachtnis der Antike (Gotinga 1960); W. Schapp, In Geschichten verstrickt
de sus propias convicciones. Al principio, el interesado suele transigir
(Hamburgo 1953); Philosophie der Geschichte (Leer 1959); K. Stierle, L'histoire o corregir en parte sus puntos de vista. Sólo cuando fracasen todos los
comme exemple, l'exemple comme histoire: «Poétique, Revue de théorie et d'analyse intentos de integración se verá ante la posibilidad de cambiar radicalmente
littéraires» 10 (1972) 176-198; H. Weinrich, Tempus. Besprochene und erzahlte Welt su convicción personal, al menos si quiere ser coherente consigo mismo.
(Stuttgart 21971); Literatur für Leser (Stuttgart 1971); Teología narrativa: Conc 85 (También es posible que, cuanto mayor sea la evidencia de la experiencia,
(1973) 210-221; H. Zahrnt, Religióse Aspekte gegenwartiger Welt- und Eebenserfa.hr- 6e afirme el propio derecho con mayor obstinación y agresividad). Esto de-
ung: ZThK 71 (1974) 94-122. muestra una vez más la autoridad de las experiencias críticas (al margen
6
P. Ricoeur, Finitude et culpabilité, 2 vols. (París 1960). de que se formulen certera o erróneamente). Sin embargo, podemos pre-
32 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS

guntarnos si un cúmulo de experiencias negativas logra de por sí que el III


partidario fiel de una causa cambie radicalmente sus convicciones. El cris-
tiano y también el estoico dirán: ni la muerte ni la vida, ni la angustia ni REVELACIÓN Y EXPERIENCIA
la tribulación, nada podrá separarnos... Ni el sufrimiento ni algunas prue-
bas empíricas parecen capaces de apartar al verdadero creyente de su fe «Yo declaro a favor de la experiencia y apelo a la experien-
en que Dios lo ama. Por muchos que sean los indicios empíricos en contra, cia... A quien me escucha, le digo: 'Es tu experiencia. Re-
no podrán hacer vacilar una fe semejante. Encontramos aquí una serie de flexiona sobre ella, y aquello sobre lo que no puedas reflexio-
elementos no cognoscitivos y emocionales que actúan en la experiencia nar trata de alcanzarlo como experiencia'... No tengo ninguna
y en la convicción personal. La experiencia de fe sabe convivir con la duda. doctrina. Me limito a mostrar algo. Muestro la realidad. Mues-
Dentro de sus distintos proyectos vitales, cada cual puede aducir, a pesar tro algo de la realidad, algo que no se ha visto o se ha visto
de las experiencias en contra, buenas razones para apoyar su convicción demasiado poco».
personal: la historia de nuestra experiencia humana nunca es claramente M. Buber
negativa o positiva. Especialmente las convicciones de tipo religioso o Bibliografía (además de la citada al principio de este capítulo).
pararreligioso, e incluso ateo, son extremadamente resistentes a la falsifica-
ción derivada de experiencias negativas. Si se quiere mantener la impor- 1. Concepto de «revelación»
tancia que la experiencia tiene para la fe, la experiencia negativa no podrá
ser la última palabra. Además, los elementos emocionales han de apoyarse Th. P. van Baaren, Voorstellingen van openbaring phaenomenologisch beschouwd
últimamente en el momento cognoscitivo o en la evidencia experiencial (Utrecht 1951); H. Berkhof, Christelijk geloof (Nijkerk 31973) 43-109; H. Bouillard,
de la convicción de fe. Si careciese de importancia el valor peculiar del as- La formation du concept de religión en Occident, en Humanisme et fot chrétienne
pecto cognoscitivo o de evidencia, no cabría la posibilidad de distinguir lo (París 1976) 451-462; W. Bulst, Offenbarung (Dusseldorf 1960); R. Bultmann, Das
ilusorio de lo real. Si una convicción vital no tiene ninguna relación con Problem der «Natürlichen Theologie», en Glaube und Verstehen I, 19, 294-312; Die
las experiencias actuales, perderá su densidad e importancia, aun cuando Frage der natürlichen Offenbarung, en op. cit. II, 79-104; Der Begriff der Offenbarung
im Neuen Testament, en op. cit. III, 1-34; K. Goldamer, Religionen, Religión und
parezca que la convicción no se disipa hasta que se ofrecen alternativas de christliche Offenbarung (Stuttgart 1965); F. G. Downing, Has Christianity a Reve-
mayor peso 7 . lation? (Londres 1964); E. Heck, Der Begriff Religio bei Thomas von Aquin (Pader-
Esto quiere decir (y quedará aún más claro en páginas posteriores) born 1970); F. Konrad, Das Offenbarungs-verstandnis in der Evangelischen Theologie
que la experiencia de lo nuevo y de lo sorprendente será también una ex- (Munich 1971); H. Kuitert, Zonder geloof vaart niemand wel (Baarn 1974); R. La-
periencia de lo habitual, si bien de un modo distinto a como se había tourelle, Theologie de la révélation (Brujas 1963; ed. española: Teología de la reve-
imaginado. A través de los distanciamientos o experiencias negativas des- lación, Salamanca 31977); W. Luypen, De erwtensoep is klaar (Bilthoven 1970); Theo-
cubrimos lo que nos es familiar, pero lo vemos de un modo que nos re- logische overwegingen (Brujas 1971); Theologie ist Antropologie (Meppel 1974); Chris-
telijk geloof. Een confessionele hogeschool?, en Tussentijds (Tilburg 1975) 203-235;
sulta sorprendente. Lo nuevo implica también un conocer de nuevo. Así, J. Moltmann, Gottesoffenbarung und Wahrheitsfrage, en Perspektiven der Theologie
pues, el distanciamiento del sujeto no queda eliminado, sino que constituye (Munich-Maguncia 1968) 13-35; G. Moran, Theology of Revelation (Londres 1966);
un elemento esencial en el propio conocimiento de la verdad, presenta lo G. Scholem, Offenbarung und Tradition ais religiose Kategorien im Judentum, en
nuevo como algo que hasta cierto punto nos es familiar y esperado, aun Über einige Grundbegriffe des ]udentums (Francfort 1970); Fr. Schupp, Auf dem
cuando supere todas nuestras expectativas. Lo nuevo no es nunca lo radi- Weg zu einer kritischen Theologie (Friburgo 1974); N. Seyboldt y otros, Die Of-
calmente diferente, por la sencilla razón de que nosotros mismos somos fenbarung. Von der Schrift zum Ausgang der Scholastik (Handbuch der Dogmen-
en nuestras experiencias una parte de esa realidad que se abre ante nos- geschichte 1/1; Friburgo de Br. 1969); W. Veldhuis, Geloof en ervaring (Bilthoven
1973); H. Waldenfels, Offenbarung (Munich 1969).
otros. La realidad ya se ha mostrado, pero de tal forma que no podemos
reconocer esa manifestación de lo que nos es familiar si no nos distancia-
mos de nosotros mismos 8 .
2. Lenguaje de fe, lenguaje religioso
o lenguaje de la revelación

Ian Barbour, Myths, Models and Paradigms (Londres 1974); P. Barthel, Inter-
pretación du langage mystique et theologie biblique (Leiden 1967); L. Bejerholm
(y G. Horning), Wort und Handlung (Gütersloh 1966); K. Bendall y F. Ferré,
' I. Barbour, Myths, Models and Paradigms, op. cit., 130. Exploring the Logic of Vaith (Nueva York 1962); M. Black, Models and Metaphors
8 (Ithaca 1972); W. T. Blackstone, The Problem of Religious Language (Nueva York
Si lo que se experimenta fuese «lo radicalmente distinto», la experiencia perdería
de hecho, sobre todo para la revelación, su significado hermenéutico. 1963); J. Bochenski, The Logic of Religión (Nueva York 1965); E. Bonvini, Interro-
3
34 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS REVELACION Y EXPERIENCIA 35

gations sur le langage religieux, en Humanisme et foi chrétienne (París 1976) 157-168; ción religiosa, la Iglesia, y a las evidentes adherencias socioculturales asu-
E. Cassirer, Philosophie der symbolischen Formen, 3 vols. (Berlín 1923, 1925 y midas por la misma Iglesia. En esta actividad, el teólogo es bastante vulne-
1929); M. Clavel, Dieu est Dieu, nom de Dieu (París 1976); Mircea Eliade, Images rable, pues se sitúa en una clara actividad de búsqueda, y sus afirmaciones
et symboles (París 1952); F. Ferré, Language, Logic and God (Nueva York 1961); se mueven en el terreno de lo experimental e hipotético. No está decidido
A. Flew (ed.), Logic and Language, 2 vols. (Oxford 1951); H. Fortmann, Ais ziende de antemano lo que en tales experiencias es importante y no importante
de onzienlijke, 3 vols. (Bussum 1964, 1965 y 1968); J. Gilí, The Possibility of Reli-
gious Knowledge (Grand Rapids 1971); G. Gusdorf, Mythe et métaphysique (París
para la fe cristiana. El teólogo busca la fuerza cognitiva y productiva de las
1953); P. Helrn, The Varieties of Belief (Londres 1973); R. Hepburn, Christianity nuevas experiencias y su significado en vez de limitarse a trabajar en torno
and Paradox (Londres 1958); J. Hick, Faith and Knowledge (Londres 21967); H. Hub- a los conceptos con que, en el Nuevo Testamento y en la historia de la
beling, Is the Christian God Conception Philosophically Inferior? (Assen 1963); Iglesia, se formularon las experiencias anteriores 9 . Pero tal búsqueda no es
A. Jeffner, The Study of Religious Language (Londres 1972); E. Levinas, Autrement caótica ni arbitraria, pues el teólogo procura —mediante el discernimiento
qu'étre ou au-delá de l'essence (La Haya 1974); J. Macquarrie, God-talk (Londres de espíritus— determinar si las nuevas exeperiencias son realmente el eco
1967); P. Munz, Problems of Religious Knowledge (Londres 1959); W. de Pater, actual de una primera inspiración y orientación, de modo que, recordando
Theologische Sprachlogík (Munich 1971); Theologie en taal ais communicatie, en el misterio bíblico de Cristo, actualizan su identidad, o si, por el contra-
Tussentijds (Tüburg 1975) 139-150; I. Ramsey, sobre todo: Religious Language
(Londres 21969); P. Ricoeur (toda su obra); sobre el tema, véase particularmente rio, no se produce en ellas un distanciamiento.
La métaphore vive (París 1975; ed. española: La metáfora viva, Madrid, Ed. Cris- En cualquier caso, del análisis de las experiencias en su contexto histó-
tiandad, 1980); R. Schaeffler, Religión und kritisches Bewusstsein (Friburgo de Br.- rico se desprende que contraponer sin más la autoridad de una revelación
Munich 1973); R. Schteiter, Eschatology as a Grammar of Transformation (Oxford transmitida y la autoridad de unas experiencias nuevas es, por lo menos,
1974); P. Tillich, Symbol und Wirklichkeit (Gotinga 1972); The Dynamics of ingenua y precrítica. Muchas veces se dice: de acuerdo, admito la impor-
Faith (Londres 1957); A. Vergote, Interprétation du langage religieux (París 1974); tancia de tales experiencias, pero además tenemos la autoridad de la reve-
J. Wisdom, Gods, en A. Flew, Logic and Language I (Oxford 1951); Paradox and lación, de la «palabra de Dios». Otros, en cambio, confunden lo que de-
Discovery (Oxford 1965); New Essays in Philosophical Theology (Londres 51966);
Metaphysical Beliefs (Londres 1957).
nominamos «experiencias» con las vivencias de tipo pietista o «personal»;
según sea su postura religiosa, interpretan lo que decimos en una línea
pietista o bien lo rechazan basándose en un racionalismo antipietista. Siem-
pre que en mis conferencias he tocado estas ideas ante «teólogos liberales»,
1. Religión y religiones de revelación éstos han rechazado despectivamente tales «experiencias». En cambio,
cuando he hablado sobre el tema ante un grupo de orientación más bien
El carácter narrativo de los testimonios sobre experiencias nuevas, las pietista, los oyentes han quedado entusiasmados. Creo que ninguna de las
cuales abren a otros un nuevo camino en su vida, es un rasgo constante dos categorías se enteraba de lo que les quería decir.
en el Nuevo Testamento. Todo él, a lo largo de sus escritos, es la historia Debemos partir de que la «revelación» forma parte de la autocompren-
de nuevas experiencias —experiencias de gracia—, aun cuando en su argu- sión de todas las religiones. Religiones y religiones de revelación son tér-
mentación procure ajustar a los cauces evangélicos experiencias que tienen minos sencillamente sinónimos. Este dato, aceptado en historia de las reli-
una orientación distinta (y que a menudo han sido manipuladas por la giones, no quiere decir que, además de las verdades accesibles a la razón
mentalidad «evidente» de la época). Originalmente, la autoridad reside humana, existan otras de carácter suprarracional que serían objeto de fe
más en las experiencias narradas que en la argumentación «apologética». religiosa.
Gracias a un acervo anterior de experiencia cristiana, el Nuevo Testa-
mento, que es el testimonio de unas experiencias colectivas de gracia, cons- 2. ¿Dos planos de verdad?
tituye una tradición. Es sobre todo, también para nosotros en la actualidad,
un recuerdo crítico y productivo en el que se nos ofrece la oportunidad La teología medieval comienza ya a identificar la revelación con una
de una experiencia, al menos cuando consideramos aquellas primeras expe- serie de verdades que se añaden cuantitativamente a las de la razón, se co-
riencias cristianas atendiendo más a su contenido que al viejo aparato con- munican de una forma autoritaria y deben ser aceptadas mediante someti-
ceptual con que fueron formuladas, aun cuando ambos elementos constitu- miento a una autoridad externa 10 . No obstante, esta teología distingue
yeran para los autores del Nuevo Testamento una unidad perfecta en entre revelación y verdad de fe. En la teología medieval, la revelación no
cuanto experiencia interpretada. es la doctrina sobre la salvación, sino una proposición relativa a su origen.
Uno de los cometidos fundamentales de la teología es precisamente in- El concepto de revelación tiene una función de «metalenguaje», expresa
tentar expresar en palabras las nuevas experiencias, junto con la crítica
que ellas implican para las experiencias anteriores, y también reflexionar ' J. B. Metz, La dificultad de decir sí: Conc 95 (1974) 157-162.
10
sobre las mismas y formularlas como un interrogante dirigido a la tradi- Por ejemplo, Tomás de Aquino, Summa Theologiae I, q. 1, a. 1.
36 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS
REVELACIÓN Y EXPERIENCIA 37
algo sobre el origen y la fuente inobjetivable de determinados enunciados.
Para Tomás de Aquino, todo lo que el creyente considera a la luz de la nismo parecía interpretar las proposiciones de fe como puros símbolos,
revelación de Dios es «revelable», es decir, objeto de la revelación u . como cifra de las experiencias y deseos del hombre. Se comenzó a ilustrar
el concepto de revelación en términos antitéticos: no partiendo de expe-
Con el trasfondo de la Ilustración y del deísmo imperante en aquella
riencias humanas, sino ex auditu, a partir de una escucha amparada en la
época, el Concilio Vaticano I sanciona, en un contexto antideísta, la iden-
autoridad de un Dios que se revela verticalmente en nuestro mundo 15 .
tificación entre la revelación y una serie de verdades adicionales que supe-
La reserva era explicable además en una época en que la razón humana, la
ran la razón a. Lo que anteriormente era un metalenguaje teológico se
«angosta» razón ilustrada, era concebida de un modo a-histórico y estric-
emplea ahora como lenguaje-objeto. El lenguaje «objetivante» del deís-
tamente racionalista como un saber de simple dominio (no obstante, mu-
mo rechazado por el Concilio Vaticano I se convierte así en un presu-
chos filósofos de la Ilustración se mostraron especialmente discretos a pro-
puesto particular de este concilio. De ello resulta que la revelación con-
pósito de las posibilidades de la razón humana). Equiparar la experiencia
siste formalmente en una ampliación cuantitativa de nuestros contenidos
a un «saber de dominio» que desemboca en un saber absoluto (como dice
de conocimiento gracias a una comunicación divina: la revelación se con-
más tarde Hegel, pero no la Ilustración) está en contradicción con la pro-
vierte en un conglomerado de verdades y proposiciones, en el objeto de
pia naturaleza de la experiencia16. Según hemos dicho, la experiencia se
la fe, junto a una serie de verdades accesibles a la razón 13 . Para la Ilus-
convierte en tradición, y la tradición suscita nuevas experiencias.
tración, la revelación era la forma histórica, externa, de un contenido ya
inmanente en la razón crítica del hombre, y el ideal religioso-moral del Sin embargo, la reserva de las Iglesias oficiales frente a las experien-
hombre consistía en descubrir sus propios contenidos, independientemente cias no era una proposición de fe, como lo demuestra el mismo Concilio
de la ayuda que pudiese prestar la forma externa de las revelaciones histó- Vaticano I, el cual ve una fuente de la comprensión de la fe precisamente
ricas (las cuales, sin duda, tuvieron una utilidad pedagógica en el pasado). en la mediación existente entre contenido de fe y experiencia humana 17 .
La revelación venía a ser el desarrollo de una totalidad inmanente de sen- Por lo demás, a lo largo de los siglos, la teología cristiana ha sido un in-
tido que se justifica por sí misma y alcanza su plenitud en la historia M. tento de unir entre sí la fe y la experiencia del hombre. Pero la historia
La salvación y la redención equivalían así a una determinación hecha posi- nos enseña que tales intentos han llevado en muchas ocasiones a una re-
ble por el desarrollo autónomo de la razón crítica y de la libertad humana. ducción de la fe, aunque deberíamos preguntarnos hasta qué punto no se
La Ilustración rechazó una revelación que ya en la escolástica del Barroco trataba de experiencias limitadas, manipuladas e interpretadas unilateral-
se presentaba como un incremento cuantitativo de un saber inaccesible a mente.
la razón y añadido a las verdades ya adquiridas en el plano racional. En Una vez que el deísmo de la Ilustración desapareció del horizonte de
nombre de la razón crítica y de la libertad en proceso de emancipación, la vida cristiana, la Iglesia pudo abrirse algo más a las experiencias huma-
la Ilustración protestó contra una información divina que alienaba la razón nas. Sin embargo, el resultado de la Dei verbum, la constitución dogmática
y la libertad, contra una revelación concebida en términos de autoridad del Vaticano II sobre la revelación, es una especie de compromiso entre •
y sumisión en la que nada tienen que hacer la experiencia y la teoría la reacción antideísta del Vaticano 1 1 S y la anterior concepción cristiana de
humanas. la revelación como autocomunicación histórico-salvífica de Dios, del Dios
misericordioso hecho hombre 19 . En la constitución pastoral Gaudium et
Con este panorama de fondo, las Iglesias oficiales, sobre todo la cató-
spes, del mismo Vaticano II, se concede más espacio a la experiencia hu-
lica, se muestran más bien reservadas ante el tema de las experiencias
mana: Dios se revela revelando el hombre a sí mismo 20 . La revelación de
(entendidas muchas veces también como «estados de ánimo» en el sentido
Dios está relacionada con la comprensión del mundo y de sí mismo y,
más restringido de la palabra: impresiones puramente subjetivas e inter-
consiguientemente, con la experiencia interpretada.
nas), sobre todo cuando la experiencia se convierte en criterio de los enun-
ciados teológicos. Tal reserva resultó más comprensible cuando el moder-
" Op. cit., q. 1, a. 3 ad 2.
12
Denz.-Sch., nn. 3004-3005. 15
13
Denz.-Sch., n. 3008 (véanse nn. 3004 y 3015). Cf. P. Grelot, Du bon usage des documents du «magistere». A propos du
14 décret «Lamentabili», Proposition n. 36, en Humanisme et fot chrétienne (Mélanges
Bibliografía sobre la Ilustración, por lo que se refiere a nuestro tema: Peter
scientifiques du Centenaire de Hnstitut Catholique de París; París 1976) 527-450.
Gay, The Enlightenment: An Interpretaron, 2 vols. (Londres 1966 y 1969); H. Hins- 16
H. G. Gadamer, Wahrheit und Metbode, op. cit., 329-344.
ke, Was ist Aufklarung? (Francfort 1973); W. Oelmüller, Die unbefriedigte Auf- 17
«E mysteriorum ipsorum nexu inter se et cum fine hominis ultimo» (Denz.-
klarung (Francfort 1969); H. M. Wolff, Die Weltanschauung der Deutschen Aufklar-
Sch., n. 3016).
ung in geschichtlicher Entwicklung (Berna-Munich 21963); W. Schneiders, Die wahre 18
Dei Verbum, n. 6.
Aufklarung (Francfort 1969); F. Valjavec, Geschichte der abendlándischen Aufklarung 19
Dei Verbum, nn. 1-5.
(Viena 1961). 20
Gaudium et spes, n. 41.
REVELACIÓN Y EXPERIENCIA 39

3. Encuentro con el mundo, pensamiento y lenguaje: arriba; el lenguaje religioso es un discurso de tipo responsorial. «Demasia-
experiencia y revelación do» me parece más problemático. De todos modos, es preciso admitir que
lo responsorial es, al mismo tiempo, interpretativo; en cuanto tal, vuelve
No intento ofrecer una teología «completa» de la revelación con todo a provenir «de abajo». Pero con ello no se resuelve el problema. Al anali-
zar la experiencia vimos que los hombres «tienen experiencias» sobre todo
lo que ella implica para la vida de la Iglesia. Me interesa únicamente
cuando sus planes y reflexiones, sus anticipaciones de saber, chocan con la
mostrar cómo la revelación se basa en la experiencia: sin experiencia no
resistencia de la realidad, la cual se manifiesta así indirectamente. Esta
hay revelación.
resistencia preside toda nuestra labor de reflexión: en ella se muestra una
El problema se plantea en los términos siguientes: por un lado, ningún
realidad independiente de cualquier planificación humana, procedente no del
argumento que venga desde fuera de la fe cristiana podrá nunca justificar
hombre, sino «de otra parte». Esto no significa que provenga «de arriba»,
esta fe; por otro, la salvación que se nos ofrece generosamente no podrá
pero sí que algo que escapa al conocimiento humano dominante hace posi-
quedarse fuera de la vida y de la experiencia humana. Esto indica ya que
ble tal conocimiento, lo orienta y destruye ciertas identificaciones. El fun-
la relación entre fe y experiencia exige una mediación y que no se puede
damento del pensar humano es lo no concebido por los hombres. Quizá
hablar de una correlación plena y directa. Dios se revela revelando el
esto sugiere que la verdad no radica tanto en nuestro discurso responsorial
hombre a sí mismo.
cuanto en algo que suscita preguntas y en nuestra ignorancia consciente.
La revelación, por su propia naturaleza, tiene que ver con la experien-
En la absoluta claridad de nuestras respuestas reside precisamente lo rela-
cia humana. Así lo demuestra el hecho de que se nos dé —por ejemplo,
tivo, lo que procede de nosotros mismos, lo que es superado por una rea-
en el Antiguo y el Nuevo— mediante un lenguaje humano. Pero el len-
lidad que no podemos aclarar nunca por completo y que nos interpela.
guaje es fruto de una experiencia común. La revelación es una experiencia
En cualquier experiencia tocante a lo que el hombre conoce o puede, éste
expresada con palabras; es la acción salvífica de Dios en cuanto experimen-
percibe una limitación. Y en tal experiencia de sus límites no es ya el
tada y expresada por el hombre. El lenguaje de fe, además, no es directa-
prisionero del sistema de su efímera planificación. De ahí que la razón
mente descriptivo y asertivo. Desde el punto de vista lingüístico, el con-
no sea racional si no conoce esa experiencia del límite. La realidad es
cepto de «revelación» constituye una protesta contra el carácter exclusivo
siempre distinta y mayor de lo que el hombre imagina. Aquí radica, en
del lenguaje directamente descriptivo y declaratorio. El concepto de reve-
sentido de crítica negativa, la experiencia de que el hombre no sea capaz
lación expresa metateóricamente una determinada forma de hablar, es decir,
de justificar las posibilidades de su propia existencia, de su conocimiento
un lenguaje que no habla primariamente describiendo y explicando, pero
y potencialidad mediante sus propios proyectos y reflexiones. Lo cual plan-
que a pesar de ello hace indirectamente expresable la realidad debido a
tea la cuestión de si la realidad, precisamente porque trasciende la plani-
experiencias reales 21 . Analicemos esto con más detenimiento.
ficación del hombre, no puede ni debe entenderse como un don que libera
al hombre del imposible intento de considerarse fundamento de sí mismo,
a) Dios se revela en términos humanos. a la vez que le permite pensar y planificar sin límite alguno, aunque tal
realidad independiente de él sea precisamente el fundamento y la fuente
H. Kuitert ha planteado el problema nítidamente: todo discurso hu- de la acción responsable del hombre a través de la razón, la libertad y los
mano sobre lo que viene «de arriba» («esto está revelado») es pronuncia- proyectos.
do por el hombre, es decir, «desde abajo»22. El cristianismo, sigue dicien-
Sin embargo, con esto no queda claro el carácter personal de ese don:
do, consiste en proyecciones, palabras y costumbres concebidos aquí abajo,
un don procedente de la mano de un Dios vivo y creador que es el fun-
no allá arriba. Conocemos las revelaciones de Dios sólo en forma de ideas
damento de todo sentido y abre con ello un futuro a los hombres. Pero
y palabras humanas acerca de la revelación divina. Según T. Baarda, «la
este discurso sobre Dios no es algo inventado por nosotros mismos, sino
tesis de que 'todo lo que se diga sobre lo de arriba proviene de abajo'
que lo encontramos ya en nuestra tradición humana como una posibilidad
significa en sí demasiado o demasiado poco» 23 . Ignoro qué quiere decir
histórica de la experiencia humana; lo encontramos como testimonio de
el autor exactamente, pero me hago cargo del problema. «Demasiado
una experiencia previa, sobre todo en muchas religiones. Dado que este
poco» significa que el «hablar desde abajo» se apoya en una iniciativa de
discurso sobre Dios es el origen y el fundamento de nuestra cultura y sigue
siendo una importante fuerza social, quien quiera vivir responsablemente
21
K. O. Apel, Transfortnatian der Philosophie II (Francfort 1973) 264-307' en nuestro mundo no podrá eludir la confrontación (quizá dura) con esa
Fr. Schupp, Auf dem Weg zu einer kritischen Theologie, op. cit., 89-94; A. Grabner- tradición del discurso religioso. Pero entonces habrá que preguntar si tal
Haider, Semiotik und Theologie (Munich 1973) 135ss. discurso no tiene su propio contexto precisamente en unas experiencias
22
H. Kuitert, Zonder geloof vaart niemand wel (Baarn 1974) 28. fundamentales de sentido en las que, al mismo tiempo, las experiencias
23
Tesis 19 de la disertación de Tj. Baarda, The Gospel Quotations of Aphrahat fundamentales de falta de sentido, como el sufrimiento originado por el
the Persian Sage (Amsterdam 1975).
40 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS REVELACIÓN Y EXPERIENCIA 41

mal y la injusticia, el sufrimiento provocado por el dolor y las deficien- y reductivo (una objetividad restringida que no puede servir de modelo
cias y el sufrimiento nacido del amor, son elaborados como elementos no para lo que nosotros llamaríamos «objetividad»). Sólo en la experiencia
susceptibles de racionalización y solución y que ninguna acción humana de histórica del hombre y en su praxis aparece la revelación como acción de
tipo proyectivo y productivo logrará jamás eliminar. Esta aparición y des- Dios, acción que, debido a su trascendencia, no puede sumarse simple-
aparición de sentido nos indica que el sentido nos es inapresable y nos mente a la actuación mediante la cual los hombres históricos confieren
viene de la realidad: nos interpela, nos invita, nos provoca. Todo ello sentido a las cosas. Y si no puede sumarse a la acción humana, tampoco
tiene una estructura tal que, para lograr suscitar plenamente tal experien- es reducible a la acción liberadora del hombre. Por eso tiene razón A. Ver-
cia de sentido, habremos de recurrir —tal vez a tientas— al modelo de gote al afirmar que el lenguaje religioso necesita modelos de verticalidad
persona, prescindiendo de la necesaria distancia que media entre dos per- desde arriba y de verticalidad desde abajo, a fin de dar una imagen a la
sonas por íntima que sea su relación. «trascendencia» y expresar simbólicamente la «inmanencia»2S. Pero se
Podemos preguntarnos si la experiencia de Dios no tiene una clara base trata de un sentido de profundidad o de altura en el encuentro directo
precisamente en el contexto de las experiencias de sentido. En otras pala- o en la convivencia histórica de los hombres en el mundo. El don o gracia
bras: si dentro de nuestro horizonte experiencial no se abre una perspec- de Dios no se manifiesta desde arriba ni desde abajo, sino de frente: en el
tiva hacia un sentido que no es reducible a nuestra historia de proyectos, encuentro con los demás hombres dentro de nuestra historia humana.
invenciones y racionalizaciones y que, no obstante, se manifiesta precisa-
mente en esa historia de proyectos humanos. Pero esto no es posible
a menos que tal perspectiva sea experimentable como perspectiva: como b) ¿Es la revelación una interpretación?
signo de una salvación futura, más amplia y definitiva; o, dicho de otro Se dice a veces que la revelación no se da en la experiencia, sino en
modo, a menos que se den efectivamente experiencias parciales de sentido, su interpretación. En tal caso, la revelación sería tan sólo una interpreta-
de salvación o de «totalidad». Lo que hace que las experiencias de con- ción. Ya hemos explicado que la experiencia es un fenómeno dialéctico,
traste, con toda su negatividad, sean productivas es el sentido que se expe- una íntima trabazón de encuentro con el mundo (sobre todo, en y por la
rimenta en ellas, que se capta al padecer el contraste. Tal es la razón de praxis), pensamiento y lenguaje dentro de una «red de historias». La exis-
que las experiencias parciales de sentido y de salvación se realicen en la tencia humana es esa trama dialéctica. El encuentro de diversas genera-
praxis: no se trata de una teoría de la salvación desligada de la praxis. ciones con el hombre y el mundo hace que el lenguaje de una cultura sea
Una opción de fe desligada de la experiencia humana es irracional (se le lo que es. Por tanto, la experiencia es el horizonte previo y prerreflejo, la
llame o no puro «decisionismo» o «intuición»). En tal caso, lo que decide totalidad (inconclusa) del modo en que un determinado grupo de hombres
sobre la objetividad y validez de la revelación de Dios es el juicio sub- se sitúa ante su mundo y este mundo llega hasta ellos. Una tradición de
jetivo. experiencia es la expresión histórica constante del modo en que ciertos
Sólo la experiencia parcial de sentido y salvación en el ámbito de nues- hombres se relacionan con el mundo, viven en él y lo comprenden. En
tra historia permite hablar de una promesa de sentido total sin que ésta otras palabras: es el horizonte histórico de la experiencia de determinados
sea un discurso vacío o una interpretación estéril. Sólo entonces podemos hombres.
entender razonablemente la revelación como manifestación de un sentido El lenguaje religioso implica la misma trama dialéctica de encuentro
trascendente en nuestro horizonte histórico de experiencia y en la acepta- con el mundo, pensamiento y lenguaje. En el pensar, hablar y experimen-
ción de tal manifestación. El ofrecimiento de la gracia y la respuesta cre- tar, el lenguaje religioso es la expresión de un encuentro peculiar con el
yente son dos facetas de una misma e idéntica realidad compleja, de modo mundo. La religión significa, pues, una forma peculiar de existencia hu-
que podemos afirmar con Lévinas: «El llamamiento se percibe en la res- mana, una forma específica de unidad dialéctica entre encuentro con el
puesta» M. Pero ello no quiere decir que la acción de Dios se reduzca a la mundo, pensamiento y lenguaje. Así, en las experiencias humanas inter-
acción humana. Esta, por su naturaleza, es sólo una indicación. La tras- pretativas, responsoriales y expresadas en palabras, la revelación se con-
cendencia radica en la experiencia humana y en su formulación de fe, pero vierte formalmente en «revelación» aceptada.
en cuanto indicación intrínseca de lo que ha suscitado esa experiencia y ese
Ahora bien, ¿qué tipo de relaciones hay en esa unidad dialéctica? ¿Es
lenguaje. En la respuesta religiosa se manifiesta la interpelación divina.
religioso el encuentro del hombre creyente con el mundo? ¿Es religioso
No se puede hablar de la revelación de un modo descriptivo y objetivante,
su modo de pensar? ¿Y su modo de hablar? ¿Se trata de experiencias
al margen de la fe de la comunidad. Lo cual no es negar la validez objetiva
religiosas o de interpretaciones religiosas de experiencias humanas? ¿Tie-
de la revelación, sino sólo una objetividad «científica» de tipo objetivista
nen las experiencias importancia desde el punto de vista religioso o son
24
E. Lévinas, Auírement qu'étre ou au-dela de l'essence (La Haya 1974); «la
25
'provocación' que viene de Dios consiste en su invocación» (190). A. Vergote, Interprétation du langage religieux, op. cit., 95-116.
42 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS REVELACIÓN Y EXPERIENCIA 43
simplemente experiencias humanas corrientes interpretadas en clave reli- terpretamos como si...? La distinción es sutil, pero tiene su importancia.
giosa? Sobre todo cuando tenemos experiencias de totalidad, nos encontramos en
Plantear en términos antitéticos la unidad dialéctica del encuentro con una especie de «crepúsculo» en el que son posibles experiencias —o tal
el mundo, el pensar y el lenguaje equivale a destruirla. Lo «religioso» no vez interpretaciones— muy diferentes. Es conocida la parábola de J. Wis-
se puede separar en uno de estos tres elementos de una única experiencia dom 29 . Tras un largo período de ausencia, dos individuos vuelven a la
que es interpretativa en su mismo experimentar y en la que el lenguaje jungla, donde habían dejado su jardín sin encargar a nadie que lo cuidase.
constituye un componente esencial. Según L. Gilkey, hay criterios que Al llegar, ven que, al lado de la maleza, hay flores primorosamente cuida-
permiten considerar como importantes, desde el punto de vista religioso, das que embellecen el jardín. Se entabla una conversación entre el «creyen-
ciertas experiencias al margen de la interpretación y del lenguaje religio- te» y el «no creyente». El primero dice: «Aquí ha tenido que estar un
so 26 . Yo no llego a entenderlo. Las experiencias llevan siempre —aunque hombre, un jardinero». Pero tras indagar más detenidamente, hay que
implícitamente— una interpretación y una carga de teoría. El mismo cri- rechazar tal hipótesis. Y lo mismo la de que alguien hubiera venido mien-
terio depende de modelos y paradigmas, como lo demuestra el hecho de tras todos estaban durmiendo. Un jardinero habría quitado la maleza.
que el propio Gilkey identifique a priori la «búsqueda de lo definitivo» Sin embargo, es claro que el jardín ha recibido algún cuidado. «Aquí se
con el problema religioso. Podría ser cierto, pero hay que demostrarlo esconde algún designio», dice el primero. Ciertos detalles parecen indicar
críticamente. No obstante, así se determina el lugar y el contexto en que la presencia de un jardinero; otros (la maleza: algo sin sentido) indican
el lenguaje religioso tiene un sentido comprensible, y queda claro por qué más bien su ausencia o quizá la intervención de algún malvado. Pero ni
hay hombres que no quieren hablar en términos religiosos. Por eso yo pre- el cercado, ni los perros guardianes, ni la alambrada electrificada presentan
feriría decir que para el creyente esa unidad dialéctica es religiosa, de huellas de un visitante misterioso. El creyente, entonces, dice: «El jardine-
modo que, en la «jerarquía» de los tres elementos, el aspecto «anteceden- ro debe de ser alguien invisible, a quien no se puede oír ni tocar». El es-
te» tiene una mayor densidad que lo que se expresa inadecuadamente en céptico replica: «¿Qué queda entonces de tu jardinero del principio?
el aspecto «subsiguiente», si bien no se trata de elementos cronológicos, ¿Cómo se puede distinguir un jardinero real al que no se puede ver, ni es-
sino de tres momentos de un análisis de lo que abarca la «experiencia». cuchar, ni aferrar de ningún modo, de un jardinero inventado por nos-
Así, en el conjunto de esta unidad dialéctica, el lenguaje, y concretamente otros? Estas afirmaciones están condenadas a morir sin remedio». Al final,
el lenguaje religioso, es el momento más débil. el primero sigue convencido de la existencia de un «Dios bueno», mien-
Aun suponiendo que lo religioso, o la fe, es coextensivo con la revela- tras que el otro no puede imaginárselo. Tales enunciados, dice Wisdom,
ción —ésta se manifiesta en la respuesta religiosa—, tampoco será posible no reflejan ninguna diferencia en relación con lo que los dos individuos
reducir el elemento de revelación a una interpretación de fe. Se da un ofre- han visto realmente en el jardín: maleza y cosas bellas. A esas alturas,
cimiento de revelación y una experiencia humana que la interpreta. El añade Wisdom, la «hipótesis del jardinero» ha dejado de ser experimental.
hombre religioso no sólo interpreta de una forma distinta, sino que vive La diferencia entre el que la niega y el que la acepta no estriba en que
en un mundo distinto y tiene experiencias distintas de las del no creyente. uno espera algo y el otro no. El enunciado «tiene que haber un Dios bue-
Así, para el creyente, el paso del Mar Rojo puede tener de hecho validez no» no es una predicción de unos sucesos de este mundo distintos de los
como expresión de una experiencia y no como una interpretación o super- que espera quien no cree en Dios. En otras palabras: ese enunciado no
estructura secundaria, separable de ese contexto de experiencia27. proporciona información alguna sobre lo que ha sucedido en realidad:
Debemos precisar con más detalle, remitiéndonos a la revelación y su «sentido» y «sinsentido». Se trata de enunciados vacíos de información
correlato, la fe religiosa, por qué hemos dicho que la experiencia es «in- y, desde el momento en que quieren ofrecer una información, son seudo-
terpretada». Partamos del ejemplo aducido por L. Wittgenstein: a la hora enunciados.
del crepúsculo vemos un pequeño matorral y creemos que es un conejo28. A. Flew saca de la parábola esta conclusión y eleva el pensamiento
¿Qué ocurre en realidad? ¿Vemos algo, o vemos algo como si..., o lo in- científico a la categoría de criterio y paradigma de todo conocimiento.
Wisdom interpreta la parábola de modo diferente. Para él, la discusión
26 no termina en un «no ha lugar», en que no hay ningún problema o moti-
L. Gilkey, Naming the Whirlwind, op. cit., 305-413; cf. N. Schreurs, Naar de
basis van ons spreken over God: de weg van L. Gilkey: TvTh 11 (1971) 275-292; vo de discusión entre el creyente y el no creyente. El creyente afirma algo
Ervaring en interpretatie van de religieuze dimensie: een reactie, op. cit., 293-302. referente a lo que él ha experimentado (el jardín). Por tanto, ¿no será que
27
Por lo demás, ése es el caso de los llamados «enunciados fundamentales» en el punto de controversia entre ambos individuos tiene un carácter «no
las ciencias empíricas. En vez de reflejar «hechos elementales puros», encierran experimental»? El uno, al hablar del jardín, utiliza el término «Dios»;
un gran número de teorías e interpretaciones (cf. W. Pannenberg, Teoría de la ciencia el segundo, no. Además de esta diferencia referente a lo que dicen sobre
y teología, op. cit., 58-66).
28 M
L. Wittgenstein, Philosophische Untersuchungen (Francfort 1969) 194e. J. Wisdom, Gods, en A. Flew, Logic and Language I (Oxford 1951) 194-214.
REVELACIÓN Y EXPERIENCIA 45
44 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS
Los hechos pueden ser experimentados o interpretados en un sentido o en
el jardinero, hay otra que se refiere a la actitud, a las emociones y a las el otro. Los enunciados referentes a los mismos muy difícilmente pueden
cualidades de la vivencia. Una denominación semejante, en cuanto expre- ser refutados. Según Haré, tienen sentido como expresiones de una «mi-
sión de una actitud, aunque no puede ser probada, puede referirse a lo rada», como una postura que precede a cualquier conocimiento del mundo
experimentado, al jardín, y no es arbitraria. Así, el amor de Dios es dife- y constituye un presupuesto del mismo. Para Haré, este nivel de sentido
rente al amor humano; no es incompatible con la «permisión del sufri- es más profundo que el de los enunciados puramente descriptivos, pero no
miento», antes bien, parece compatible con todo. Pero Flew pregunta a es verificable ni falsificable.
Wisdom: ¿Qué queda entonces del concepto de «amor»? ¿Qué diferencia
Posteriormente, la discusión cambió de terreno. En ambos casos —cre-
hay entre el enunciado «Dios nos ama» y el enunciado «Dios nos odia»,
yente y no creyente— parece tratarse de un «ver como» (ver el mundo
cuando cualquier circunstancia (favorable o adversa) es compatible con
como creación de Dios, como autosuficiente). La pregunta sería: ¿Qué es
ambos enunciados? Al explicar la parábola, A. Flew subraya los elementos
esto exactamente? ¿Habría que decir: «Yo experimento, veo algo como...»,
que denotan una semejanza, una consonancia entre las experiencias del
o bien: «Yo interpreto lo experimentado o visto como...»} Muchos de los
creyente y las del no creyente, mientras que J. Wisdom pone de relieve
participantes en la polémica han abandonado el puro empirismo y sostie-
la diferencia existente en la interpretación de las mismas. El primero ve el
nen que la misma experiencia es interpretativa; la diferencia surge a la
jardín, objeto de la experiencia de ambos, como creación de Dios; el otro
hora de determinar si la identificación se limita al plano de la interpre-
lo ve como una realidad que se basta a sí misma.
tación o llega al de la experiencia. Considerar, por ejemplo, un aconteci-
La parábola continúa (en el mundo de la filosofía de la religión). miento como experiencia de gracia es para unos efectivamente una expe-
Dos hombres hacen un viaje juntos. El primero ve siempre el viaje como riencia de gracia, mientras que para otros significa interpretar como gracia
una peregrinación a la ciudad celestial; interpretando las cosas más pla- una experiencia de un hecho accesible a todos los hombres. Según R. Hep-
centeras del camino como un aliento para seguir, y los obstáculos como burn 32 , los teístas y los ateos tienen las mismas experiencias, pero las
una prueba para su cometido. El segundo no cree en nada de eso; para interpretan de modo diferente. En muchos autores se dan todavía presu-
él se trata de un viaje sin objeto. Como no hay posibilidad de opción, puestos «empiristas», y en especial el aspecto «cognitivo» se identifica con
no se alegra en los trayectos hermosos y soporta como puede los momentos una verificabilidad de tipo empírico; cuando tal verificación es imposible,
dolorosos del viaje. La discusión que mantienen estos dos hombres mues- los enunciados son simples expresiones de unos estados psíquicos33. John
tra que no hay diferencia en las experiencias «experimentales» de cosas Hick 34 opina que sería más exacto decir: «Yo experimento o veo algo
agradables o desagradables, pero sí en el sentido y objetivo del viaje. como (una silla, un arbusto, un conejo)»; I. Barbour 35 , en cambio, prefiere
«Cuando alcancen el último recodo del camino, se verá que uno de los dos decir: «Yo interpreto algo como...», si bien habla sólo de una diferencia
tenía razón» 30. En el fondo, esta idea de una verificación escatológica es de acento.
correcta. «Juzgará a los vivos y a los muertos». Pero el cristianismo quiere En mi opinión, el error de Barbour radica en el punto de partida: en
evitar un «puro escatologismo» desde el momento en que se remite a la su interpretación, parte de experiencias que son ilusiones o proyecciones
experiencia efectiva de un acontecimiento histórico: Jesús. El cristiano (al atardecer se confunde un arbusto con un conejo), aunque tengan una
hace un enunciado sobre Dios, pero referido a una realidad terrena base en la experiencia de la realidad. Si la experiencia es interpretativa,
—Jesús de Nazaret—, y sólo sobre esta base tiene sentido para él la veri- puede haber también falsas interpretaciones. De hecho, las experiencias se
ficación escatológica. Tiene que haber desde ahora una base de experiencia. nos dan dentro de un concepto (experimento o veo una silla). Somos cons-
Sin ella los enunciados religiosos son, «de momento», puramente hipo- cientes de la posibilidad de distintos marcos de referencia. Lo grave del
téticos: no se puede saber. problema es que las personas conscientes nunca tienen una experiencia no
Para otros —según el ejemplo de R. M. Haré—, los enunciados cre- interpretada. La alternativa en que Hick y Barbour colocan el problema
yentes o no creyentes sobre la totalidad expresan una «mirada» o «pos- deforma la complejidad del dato real. No sólo la conciencia refleja, sino
tura» 31. Dos hombres pueden estar plenamente de acuerdo sobre los ele- incluso la prerrefleja, identifica al tiempo que experimenta. Ambos autores
mentos demostrables de su experiencia, pero disentir radicalmente a la descuidan demasiado el momento de la identificación y se fijan exclusiva-
hora de expresar su propia opinión al respecto. Así, lo que el «progresis- mente en el momento interpretativo que se da en tal identificación. La
ta» interpreta como claro síntoma histórico de una distensión en la política
rusa, el «anticomunista» lo verá como una prueba más de la diabólica 32
R. Hepbutn, Christianity and Paradox (Londres 1958).
astucia de la Unión Soviética con vistas a monopolizar el domino mundial. 53
J. H. Randall, The Role of Knowledge in Western Religión (Londres 1958);
P. Munz, Problems of Religious Knowledge (Londres 1959).
34
30 J. Hick, Faith and Knowledge, op. cit., 142-143.
J. Hick, Faith and Knowledge (Londres 21967) 150-151. 35
I. Barbour, Myths, op. cit., 51-52.
31
R. M. Haré, en New essays, op. cit., 99-103.
46 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS REVELACIÓN Y EXPERIENCIA 47
psicología de la forma o estructura 36 ha mostrado que, por ejemplo, un concepción experimental40, puesto que se da una unidad dialéctica entre
conjunto de bloques dibujados puede verse de maneras distintas según el encuentro con el mundo, el pensamiento y el lenguaje. Los enunciados,
desde donde se mire: no sólo se interpreta, sino que se ve de manera si quieren comunicar sentido y verdad, deben estar enraizados como expe-
distinta. Las cosas se ven dentro de un marco u horizonte. El momento riencia en la existencia humana. De hecho, si la fe religiosa se limita a
estructural no es algo añadido, sino un componente intrínseco de la per- decir «amén» a unas proposiciones enunciativas, esta aceptación (o, even-
cepción. Por tanto, también varía el modo de ver. Podemos pensar conjun- tualmente, rechazo) no significa nada de hecho. El lenguaje religioso no es
tamente las diferentes perspectivas, pero no verlas todas al mismo tiempo. válido sino en el contexto experiencial —lingüístico y no lingüístico— de
El momento de la identificación reside, pues, en la experiencia misma (po- tal lenguaje. No es posible prescindir de una concepción proposicional de
dríamos decir que vemos «la interpretación» o, mejor aún, que vemos la revelación, pero hay que mantenerla en relación con la experiencia inhe-
interpretando). No hay datos neutrales de experiencia, pues las interpreta- rente al lenguaje proposicional. El elemento «revelación» se da a conocer,
ciones alternativas influyen en el modo de experimentar el mundo. pues, en el encuentro experiencial con la realidad mundana, en la inter-
La naturaleza y la historia humana son asimismo «ambivalentes»: pue- pretación de tal experiencia como momento intrínseco de la misma y en el
den ser contempladas como «figuras» sobre trasfondos distintos y, por lenguaje religioso de la fe, si bien (con la misma «secuencia lógica») en
tanto, experimentarse de modos distintos 37 . Precisamente en el lenguaje una medida cada vez menor y más débil, ya que el saber «dominativo»
metafórico o simbólico se expresa una determinada visión alternativa de la y los «proyectos» humanos aumentan en la misma medida. El dejarse de-
realidad del mundo. Este lenguaje simbólico es el único modo adecuado38 terminar por la sorprendente apertura de la realidad se expresa de forma
para poder expresar determinadas dimensiones. Sólo quien considere el len- humana y limitada.
guaje directamente descriptivo como lenguaje adecuado y, por tanto, como
criterio de todo discurso hablará de un lenguaje «sólo simbólico». Pero tal
c) ¿Puede expresarse la realidad de la revelación?
postura olvida que no existe un lenguaje directamente descriptivo y que
todo lenguaje de este tipo entraña una teoría y una interpretación. Tam- Hemos dicho que la trascendencia radica en la experiencia humana,
bién el hombre religioso experimenta así la gracia: no se limita a interpre- pero de forma que el contenido de la experiencia supone una referencia
tarla. Por ello, me parece un punto de vista demasiado estrecho afirmar intrínseca a aquello que hace posible tal experiencia y cuya realidad no
que el no creyente se apoya exclusivamente en sus experiencias; mientras depende de ella. ¿Podemos decir algo sobre esa realidad que se nos esca-
que el creyente se sirve de esas mismas experiencias para construir casti- pa? ¿Es posible expresarla de algún modo? Opino que es posible y nece-
llos. No se trata de contraponer experiencia e interpretación, sino de «ex- sario: a) en una dirección «mística» y P) en una dirección ética.
periencias interpretativas» de otro tipo. Tanto el creyente como el no
creyente interpretan al tiempo que experimentan. Como dice L. Wittgen-
stein, el mundo es diferente para el hombre feliz y para el desgraciado39; a) Tematización mística de lo inefable.
éste vive en otro mundo. Decir que Dios es bueno, incluso en el sufri- En la llamada tematización mística o «religiosa» se quiere expresar
miento, supone una definición de «bueno» en la que «Dios» y «bueno» el fundamento y la fuente de la respuesta de fe del hombre religioso, por
concuerdan entre sí, con lo cual se destruye nuestra estrecha noción de más que se proceda a tientas y, dada su trascendencia, se emplee un len-
bondad. Sólo cuando llamamos «bueno» a Dios sabemos lo que un cristia- guaje simbólico. No nos hallamos, pues, ante un esquema de «dos mun-
no entiende por «bueno»; entonces se llega a una noción de bondad que dos»: el nuestro y otro distinto. Precisamente nuestra realidad es distinta
es escatológica y se funda en experiencias parciales. y más amplia de lo que nosotros creemos; ella misma —y no otro mundo,
De este análisis se deduce que no hay razón para contraponer una con- ultraterreno— es una revelación sorprendente de algo que los hombres
cepción «proposicional» de la revelación (por ejemplo, el credo) y una nunca habían pensado. Para el creyente, la existencia del hombre y del
mundo es ya un símbolo o manifestación de lo divino, pero de tal modo
36
que se da siempre una identidad necesaria entre revelación y ocultamiento
Por ejemplo, P. Guillaume, Psychologie de la forme (París 1942) 48-114. de lo divino. En toda manifestación de lo divino se experimenta la reserva
Cf. también E. Strauss, Vom Sinn der Sinne (Berlín 21956). esencial de Dios: Dios nunca se manifiesta por completo en ninguna de
37
Cf. A. Jeffner, The Study of Religious Language (Londres 1972) 116-125.
38
Es decir, acorde con la realidad correspondiente. Por tanto, no significa sus manifestaciones. La realidad seguirá sorprendiéndonos. Esto vale tam-
«exhaustivo»; sólo queremos decir que el lenguaje directamente descriptivo no se bién para la religión y para el lenguaje religioso de fe, que revelan a Dios
puede erigir en norma de un conocimiento «adecuado», como si tal lenguaje no fuese a la vez que lo ocultan y que hablan en sus propios signos de un Dios
también inadecuado y no estuviese cargado en su descripción de una serie de teorías.
39
L. Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus. Logischphilosophische Abhand- * P. de Pater, Het theologisch verificatiebeginsel en de analytische filosofie, en
lung (Francfort 61969) n. 6.43 (pág. 113). Tussentijds, op. cit., 139-150.
48 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS
REVELACIÓN Y EXPERIENCIA 49
que ya se manifiesta en signos: el hombre, el mundo y su historia. La in-
suficiencia de nuestro lenguaje sobre Dios no constituye, sin embargo, un tiva autónoma del hombre, sino que tiene su origen en la fuerza y autori-
motivo para guardar silencio (como ocurre en las ciencias). Esta realidad dad que le confiere la realidad. El hombre no es dueño de la realidad, sino
que se nos escapa, pero que constituye nuestro fundamento, si po es expre- su administrador. De ahí se sigue que el lenguaje sobre Dios y su revela-
sada de algún modo, aunque sólo sea con la «pobreza» de unas expresiones ción no se pueda desligar de una experiencia que interpreta a la luz de la
simbólicas, corre el peligro de quedar relegada en el olvido: lejos de las fe la realidad del hombre y del mundo. Toda proposición sobre el Dios
miradas y del corazón del hombre. Debido a ello, la confesión de fe y la que se revela es una proposición sobre el hombre y su mundo, pero bien
liturgia son una anamnesis o recuerdo necesario y peligroso. La relación entendido que todo enunciado religioso sobre el hombre y su mundo es
con lo no conocido y no expresado es un elemento constitutivo de la ra- asimismo un enunciado sobre Dios. La teología no es antropología, pero
zón crítica del hombre; el «dogmatismo», en cambio, identifica lo real con un enunciado teológico es al mismo tiempo un enunciado antropológico.
lo expresado adecuadamente, mientras que el escepticismo, ante nuestra En otras palabras: la religión implica en su raíz una determinada concep-
ignorancia, se sume en el mutismo. El conocimiento crítico de la propia ción —religiosa— del hombre y del mundo. Dios es siempre mayor que
ignorancia no renuncia a la verdad, si bien rechaza cualquier tipo de saber el modo como se da a conocer a los hombres en nuestra historia, mayor
absoluto. Se atreve a expresar imperfectamente lo inefable, convencido de que la salvación del éxodo de Egipto, mayor también que el juicio en la
que eso está más cerca de la realidad que el silencio empecinado o la su- cautividad babilónica. Y Jesús llega a decir que sus discípulos harán cosas
ficiencia dogmática. más grandes que las realizadas por él mismo.
La teología simbólica y «negativa» acepta los mil nombres dados a
Desde Kant, la filosofía ha abordado este problema distinguiendo entre
Dios por el hombre y quizá añada otros más en consonancia con nuestro
la «cosa en sí» y el «objeto para mí», distinción tan inevitable como incom-
tiempo, pero a la vez reconoce que ninguno de ellos es adecuado y deja
probable 41 . Inevitable porque lo real no se agota por el hecho de ser cono-
abierto un espacio por el que pueda sorprendernos la realidad. La fuente
cido; incomprobable porque el hombre no puede distinguir lo que no conoce;
de nuestra vida es para muchos algo anónimo, pero el creyente y teólogo
debería conocer la «cosa en sí» precisamente en lo que se distingue de la
procuran constantemente dar nombre a esa realidad última, no dejándola
«cosa para nosotros». Además, tal distinción cae de nuevo en nuestra con-
en el anonimato, aun «a sabiendas de que no saben».
ciencia, al menos en la medida en que deja abierto un espacio a lo que no cae
dentro de nuestra misma conciencia: «un espacio» que no podemos llenar Sin embargo, no entendería correctamente la tematización «contempla-
«mediante una posible experiencia ni mediante la razón pura», como afir- tiva» de lo inefable quien afirmara que tal «contemplación» se basa por
ma el propio Kant 42 . La dificultad radica en cómo se puede describir el completo en sí misma y no tiene una fuerza crítica propia. La acción de
modo en que lo real se da a conocer a la conciencia precisamente bajo el gracias y la alabanza no son de hecho acciones con una finalidad —-«útiles
aspecto que se le escapa. Este conocimiento de la propia ignorancia forma para...»—, sino que poseen un valor y un sentido en sí mismas. Poseen
parte de la estructura de la razón crítica, en la que la relación con lo no además una fuerza crítica. Muestran claramente que el lenguaje sobre lo
conocido es un elemento constitutivo del pensamiento limitado del hom- divino no se entiende correctamente sino en la medida en que se somete
bre, continuamente superado por la realidad. La realidad y la verdad «se a crítica, al tiempo que urge la necesidad de tal discusión, sin la cual el
dan» al conocimiento humano precisamente en la medida en que el hombre hombre, para detrimento de su humanidad, quedaría abandonado a la sole-
experimenta y tiene en cuenta la insuficiencia de su propio pensamiento dad de un diálogo consigo mismo. El lenguaje litúrgico y simbólico y la
y lenguaje. De ello se desprende que lo suprarracional forma parte de la tematización teológica dan expresión a lo absoluto, pero sin expresarse en
estructura de la racionalidad humana, sin que sea preciso invocar un es- términos absolutos. Este lenguaje no es «dogmático» ni escéptico. La litur-
quema de «dos mundos». gia y la teología hablan de lo inefable, y precisamente por ello son un
recuerdo peligroso para todos los hombres, un contrapeso al exclusivismo
Supuesta tal estructura del pensamiento humano, la reacción ante lo característico de todo «saber dominativo». Lo que en las ciencias posee
inefable que aflora en la tradición humana no puede ser el silencio, por una función de «condición secundaria» tiene que ver «de algún modo»
más que de ello sólo podamos hablar con lenguaje aproximativo y siempre (aquí la expresión es apropiada) con lo que constituye el tema del lenguaje
sujeto a crítica. Este lenguaje religioso, simbólico, es experimentado por el religioso. La realidad es siempre diferente de como la pensamos. Va reve-
creyente como un don gracioso de aquel a quien él confiesa en su fe. lando como con cuentagotas su misterio, de modo que lo nuevo nunca es
El Dios vivo es para el creyente la fuente, el motor y la condición de po- la negación de lo que ella misma había revelado: la esperanza se ve sor-
sibilidad de tal lenguaje. Y éste —por humano que sea— no es una inicia- prendida por lo inesperado, pero nunca decepcionada. La verdad del len-
41
guaje religioso y la confianza de la esperanza tienen su origen en la misma
R. Schaeffler, Religión und kritisches Bewusstsein, op. cit., 240-241. fuente que esa novedad que reaparece constantemente y supera todas nues-
42
I. Kant, Kritik der reinen Vernunft, en Gesammelte Schriften (ed. de la Konig- tras concepciones y expectativas religiosas. De ahí que la revelación penetre
lich Preussische Akademie der Wíssenschaften; Berlín 1911) tomo 4, pág. 185, n. 289. en ese lenguaje religioso aproximativo que se ve obligado a hablar de la
4
50 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS REVELACIÓN Y EXPERIENCIA 51
misma revelación a pesar del ocultamiento. Este lenguaje no es la verdad, lico de la conciencia religiosa; lo sabemos por la crítica que Marx, Feuer-
pero sí un signo de ella. Cuando se tiene explícitamente en cuenta la dis- bach y Freud hacen a la religión. Sin embargo, en esta cultura occidental
tinción entre «verdad» y «manifestación», se puede hablar de la verdad de vía única se puede comprobar también cómo el exclusivismo y absolu-
o fuerza iluminadora de la manifestación (en nuestro caso, del lenguaje tismo de un pensamiento puramente científico y técnico (que no reflexiona
religioso). sobre sus propios presupuestos) elimina o atrofia una serie de ámbitos de
Debido al predominio del pensamiento científico en la cultura occiden- nuestra existencia humana, produciendo asimismo una alienación del hom-
tal, el pensamiento simbólico de la fe religiosa se suele relacionar con el bre 48. Es muy ilustrativo el hecho de que el hombre que no adora a un
estadio infantil de la existencia humana 43 ; ello supone una preferencia Dios divino se postra ante un Dios no divino 49. La verdad sobre el hom-
exagerada por la «razón instrumental» (muchas veces de tipo positivista). bre en su encuentro con el mundo no se agota en su dominio del mismo
El lenguaje religioso tendría un valor emocional, pero no cognoscitivo. Así, mundo mediante la ciencia y la técnica. Este intento humano, evidentemente
J. Piaget, identifica lo «cognoscitivo» con una comprensión orientada esen- legítimo, choca siempre con la resistencia que la realidad opone a todo
cialmente a la «regularidad», a las explicaciones y deducciones de tipo conocimiento exclusivamente dominativo y manipulante. De todos modos,
causal "A. Según esto, el saber simbólico no posee valor alguno cognoscitivo la ciencia hace, por así decirlo, hablar a la realidad. Pero ésta, con frecuen-
o de verdad 45 , sería un «pensamiento infantil». Esta valoración se debe cia, no dice lo que se espera. Por tanto, la resistencia de la realidad y el
única y exclusivamente a que el pensamiento simbólico nunca es verificable recuerdo de un sufrimiento no racionalizable —sufrimiento debido al mal
empíricamente; por ello sería «un pensamiento mítico y colectivo propio y a la injusticia, al dolor, al amor, etc.— pertenecen a la estructura de la
de primitivos» 4é. No obstante, para Piaget el pensamiento simbólico, reli- razón crítica del hombre, la cual pretende ser liberadora en la práctica.
gioso, no es una «actividad carente de sentido»: toda la actividad del Las ciencias en cuanto tales no son reductivas (aunque a menudo lo parez-
hombre es reducible a la ciencia. La tarea específica del lenguaje ideoló- can); se limitan a plantear problemas limitados, a los que se puede dar
gico-religioso consiste, según esa concepción, en la coordinación de los una respuesta acertada, pero siempre limitada en su planteamiento. Sólo
valores, los cuales son más importantes que su significado cognoscitivo 47. son reductivas cuando se las considera como la única respuesta. De ahí que
No es preciso demostrar que tal concepción del pensamiento puramente no puedan discutir (o criticar) la esencia del hombre o de la religión; estos
científico e instrumental es incapaz de captar el valor cognoscitivo inheren- temas son accesibles únicamente a la filosofía, la reflexión crítica y la
te al pensamiento simbólico del lenguaje religioso. Denota una concepción teología.
puramente cientificista de la existencia humana, cuya peculiaridad no se
tiene en cuenta, y una determinada concepción de la racionalidad humana
que ignora el presupuesto suprarracional que hace posible tal racionalidad. (3) Expresión ética de lo inefable.
En último término, las ciencias no crean los fenómenos psíquicos, sociales
o religiosos que pretenden explicar racionalmente; no crean al «hombre De lo dicho se desprende que la religión no es «sólo» ética ni se puede
en el mundo» con sus dimensiones sociales, psíquicas, éticas y religiosas. reducir a la ética. Sin embargo, existe una estrecha relación entre religión
Y la parte objetivada del hombre y del mundo, la parte que estudian las y ética, de forma que la ética confiere una densidad real a la tematízación
ciencias, no es el hombre entero, ni la naturaleza o la historia en su tota- «mística».
lidad. No obstante, sería ingenuo suponer que concepciones como la de La ética emplea un lenguaje distinto del de la religión 50. La noción de
Piaget, en una forma popularizada, no alimentan muchos espíritus en esta bien y mal precede lógicamente a la noción de Dios y de cumplimiento
época de (neo)positivismo, con el consiguiente perjuicio para la fe. de su voluntad. Esto quiere decir que no podemos definir en primer tér-
Podemos considerar empíricamente comprobable que el hombre se
aliena de su propio ser cuando cree que le basta con el pensamiento simbó- 48
G. Gusdorf, Mytbe et métaphysique (París 1953) 189, y la crítica moderna a
la razón puramente instrumental en H. Marcuse, Der eindimensionale Mensch (Neu-
43
wied 71969); J. Habermas, Technik und Wissenschaft ais Ideologie (Francfort 41970)
J. Piaget, Biologie et connaissance (París 1967); La jormation du simbole chez 48-103; M. Horkheimer, Zur Kritik der instrumentellen Vernunft (Francfort 1967).
l'enfant (Neuchátel 1945); Sagesse et illusions de la philosophie (París 1965). 49
M. Bellet, Naissance de Dieu (Brujas 1975); P. Tillich, Dynamics of Faith
44
J. Piaget-Inhelder, L'image mentale chez l'enfant (París 1966) 450-451. (Londres 1957) 1-4.
45
Op. cit., 449-450 y 458. 50
Cf. G. Rombold, Die Frage nach dem Unbedingten, en K. Krenn, Die wirkliche
46
J. Piaget, Pensée égocentrique et pernee socio-centrique: «Cahiers Internatio- Wirklichkeit Gottes (Munich-Paderborn 1974) 77-91; H. Kuitert, De wil van God
naux de Sociologie» 10 (1951) 34-49. doen, en Ad Interim (Hom. R. Schippers; Kampen 1975) 180-195; D. Z. Philips,
47
J. Piaget, Sagesse et illusions, 67 y 92. Cf. también W. de Bont, Religieus en God and Ought, en I. Ramsey (ed.), Christian Ethics and Contemporary Philosophy
rationeel denken: TvTh 9 (1969) 79-81. Cf. la crítica de J. Pohier, Psychologie et (Londres 1966) 133-139; H. G. Hubbeling, Criterium ais kenmerk en norm (Discurso
théologie (París 1967). inaugural en Groninga; Assen 1968).
52 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS REVELACIÓN Y EXPERIENCIA 53

mino nuestras obligaciones morales partiendo de Dios y de su voluntad. entre sí o enfrentadas polémicamente51. Recurriendo a nociones de la tra-
Por otro lado, el hombre creyente puede y debe ver la voluntad de su dición religiosa judía, podríamos decir que la corriente hasídica (M. Buber)
Dios en aquello que ha aprendido a considerar bueno o malo. Así, el cono- es «teórico-práctica». Las dimensiones mística y ética son un rasgo típico
cimiento de la voluntad de Dios está sujeto a una mediación histórica, de casi todas las religiones. Al dar un nombre personal al fundamento
y ello de un modo esencial, pero que no va en detrimento de la seriedad de último y fuente del ethos e invocar el nombre de Dios, estamos indicando
la voluntad divina. Los medievales tenían razón cuando —con un modelo de la única forma que nos resulta posible, la simbólica-real, cuál es la
hoy superado de «naturaleza»— decían que la ley natural es la norma fuente de toda ética. Así sucede en la liturgia religiosa de acción de gra-
ética inmediata y, por tanto, una mediación histórica entre el precepto y la cias y de alabanza. Por tal motivo, el pensamiento teológico, más que una
voluntad de Dios (lex aeterna) y nuestra conciencia ética. Lo ético posee tematización teórica de dicho fundamento (exceptuando la forma de la
cierta autonomía, pero el hombre creyente o religioso ve en la realidad teología negativa), es la «teoría» que debe garantizar en un plano argu-
de Dios la fundamentación más profunda, la fuente y la base de lo ético. mentativo la trascendencia inefable de Dios, tal como de él se habla en la
La gracia y la religión son, por tanto, esencialmente una tarea ética: historia de los hombres religiosos; la «teoría» que debe examinar la posi-
un individuo religioso no puede desgajar la vida de gracia y la vida ética. ción y el contexto humano experiencial en que puede conservarse y acti-
«Llevad a la práctica el mensaje y no os inventéis razones para escuchar varse esa historia con pleno sentido. La teología es un esbozo que intenta
y nada más» (Sant 1,22). «Ese encontrará su felicidad (makarios, como en garantizar la salud de un credo y de una liturgia, enraizados en una pro-
las bienaventuranzas) en practicarla» (Sant 1,25c). «Los que ya creen en funda experiencia humana, y articular unos contextos de experiencia en los
Dios pongan su empeño en señalarse en hacer el bien. Eso es lo bueno que el lenguaje sobre Dios puede tener un sentido. La auténtica «temati-
y lo útil para los demás» (Tit 3,8b). La carta de Santiago reacciona contra zación» del elemento real de revelación dentro de la experiencia humana
un monismo religioso de la gracia: «¿De qué le sirve a uno decir que tiene se realiza tanto en la liturgia simbólica de la invocación explícita y en la
fe si no tiene obras? ¿Es que esa fe podrá salvarlo?» (Sant 2,14). Además adoración (elemento «místico») como en la configuración ética (elemento
de la mística kerigmática del Nuevo Testamento, encontramos aquí un eco «ético»).
auténticamente neotestamentario, que recoge de lleno la espiritualidad del Se puede preguntar qué elemento posee mayor densidad real: la refe-
Tenak, donde Yahvé quiere la justicia ya en este mundo. Es una «tema- rencia indirecta y «ortopráctica» a Dios en el comportamiento ético o la
tización» ético-práctica del misterio de Dios, del fundamento y la fuente referencia simbólico-indirecta a la fuente de esa praxis mediante la invoca-
de la experiencia religiosa, es una «interpretación» peculiar, casi necesaria, ción explícita: «Dios mío», «Dios nuestro». A mi juicio, ambas son in-
del misterio inefable. Lo que Dios es debe inferirse de nuestro compromiso dispensables; pero —considerando la estructura experiencial de la revela-
incondicional con el prójimo, de nuestras relaciones interhumanas y de la ción— el lenguaje simbólico-religioso sobre Dios debe su densidad real
creación de estructuras liberadoras, sin las que la salvación del hombre a la mediación de la existencia ética. En esta perspectiva querría seguir
resulta imposible. a E. Lévinas: «Todo lo que sé de Dios y todo lo que puedo percibir de su
Sin embargo, el hombre es un ser limitado en su comportamiento ético palabra y decirle razonablemente debe hallar una expresión ética» 52. La
responsable y conoce la experiencia de tal limitación (cf. la cuarta parte salvación no se alcanza primariamente mediante una correcta interpretación
de este libro). La racionalidad de la conducta humana es racional sólo en de la realidad, sino obrando según las exigencias de la realidad. Se puede
la medida en que deja libre espacio al acontecimiento sorprendente de la obrar «justamente», sin poseer un modelo teórico correcto de la realidad
realidad, el cual supera la racionalidad ética del hombre. No es posible y sin ser cristiano en un plano confesional53. Ser cristiano implica esencial-
dominar totalmente el futuro a través de una planificación racional y éti- mente alabar y dar gracias a Dios en la liturgia. Pero estas dos expresiones
camente responsable (por muy necesaria que ésta sea). Por eso, la ética de carecerán de base y densidad reales sí no las acompaña el ethos de un amor
la liberación humana constituye el contexto experiencia! en que es posible
51
perfilar con la máxima claridad el problema de Dios. A pesar de su rela- Cf., por ejemplo, la polémica —en mi opinión, exagerada por ambas partes—
tiva autonomía (en virtud de la cual es posible una ética no fundada en entre C. Verhoeven y J. Sperna Weiland, en Ethiek en Religie (Congreso de teología
la fe, y «no creyente» no se identifica con «no ético»), el ethos exige, en moderna, celebrado el 21 de octubre de 1974): «Radarpeiling» 10 (1975) n. 2, 7-17
definitiva, la religión y una tematización «mística» del sorprendente hecho y 17-23.
52
del mundo. E. Lévinas, Difficile liberté. Essais sur le ]uddisme (París 1963) 33. También
K. Rahner ve la profundidad del amor místico a Dios originariamente en el radicalis-
mo del amor al prójimo: Sobre la unidad del amor a Dios y el amor al prójimo, en
y) Relación entre configuración «mística» y ética. Escritos de Teología VI (Madrid 1967) 271-292; también E. Schillebeeckx, Stilte,
gevuld met parabels, en Politiek of mystiek (Brujas 1973) 69-81 (cf. la cuarta parte
En todas las religiones, a la hora de representar o «explicitar» la fuen- de este libro).
53
te de revelación de la vida humana, aparecen dos tendencias, combinadas Cf. también G. Schiwy, Strukturalismus, op. cit., 22-23.
54 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS REVELACIÓN Y EXPERIENCIA 55

y una justicia humanos, que ayudan, salvan y liberan al hombre. La tema- sorprendente, éste manifiesta en nuestra historia lo que nunca habríamos
tización religiosa (siempre indirecta o «simbólica») carece de fundamento podido imaginar. Y eso que nunca habríamos imaginado aparece en la
si pierde su base de experiencia, es decir, el ethos o conducta humana que inmanencia de nuestras experiencias históricas. En el encuentro con Jesús,
se siente responsable del destino de la humanidad, pero busca el sentido, la autoridad de la experiencia (cristiana) suscitada por él coincide con la
el fundamento y la fuente del éxito histórico no en la autonomía personal, autoridad de la revelación divina. Hasta aquí he prestado quizá menos
sino en el misterio gratuito que orienta todas nuestras experiencias, las atención al concepto de revelación tal como se presenta en las distintas
derriba y les da una nueva orientación: «Mis planes no son vuestros pla- religiones que a la concepción específicamente judeocristiana.
nes» (Is 55,8). El problema de la religión y del ethos reaparece hoy con
toda su magnitud cuando se pregunta qué relación existe entre redención
y autoliberación emancipadora. Este libro se propone señalar el camino 5. Una experiencia actual de la salvación en Jesús
hacia una solución coherente.
Si el hombre cambia, es decir, si las nuevas experiencias significativas
modifican la idea que tiene de sí y del mundo, también cambia lo que
4. Creer por la autoridad experimenta como salvación y felicidad. Evidentemente, en todos estos
cambios hay una serie de «constantes antropológicas» formales, pero sus
Tras dedicar tanto espacio al tema de la experiencia humana en cuanto matices varían constantemente. El problema, por tanto, consiste en deter-
mediación de la revelación divina, podemos preguntarnos qué es lo que minar cómo debemos articular la salvación en Jesús —es decir, la razón
queda del «creer tras haber oído» (Rom 10,14.17). Queda todo, aunque por la que hoy, en el siglo xx, seguimos necesitando a Jesús— para que
no en el sentido precrítico de una fe ciega en una autoridad exterior y responda a nuestras expectativas de salvación (analizadas críticamente) y
autoritaria. La fe religiosa es creer «por la autoridad de Dios», no por la a nuestra realidad personal, sin que por ello Jesús y su salvación queden
autoridad de unos proyectos humanos. Si la experiencia (tanto la cotidiana recortados a la medida de nuestros criticables deseos y anhelosS4. El pro-
como la científica) se realiza en un movimiento dialéctico de proyectos blema de muchos cristianos, su crisis, no consiste en que hayan cambiado
y experiencias y de una crítica de tales proyectos basada en la resistencia los tiempos y se reproche a los cristianos que cambian con el tiempo
de la realidad, la autoridad de Dios se manifiesta precisamente en el y con los nuevos problemas que éste plantea. La crisis consiste, por una
hecho de que los planes de Dios son muy distintos de los planes humanos. parte, en que Jesús es presentado como salvación y gracia en unos térmi-
La «realidad» se manifiesta en el pensamiento del hombre y en la «actua- nos que ya no son válidos en nuestro mundo de experiencia (es decir, en
ción directiva» de Dios. Esto es lo que debió de experimentar constante- términos de experiencias anteriores); por otra, en que ya no parecemos
mente Israel en su historia. Lo importante no era lo eme Israel proyectaba capaces de dar, de palabra y obra, razón de nuestra esperanza (1 Pe 3,15).
y cavilaba sobre la salvación —eso precisamente lo llevaría a la ruina—, ¿Vivimos de acuerdo con la fe y la esperanza que confesamos en nuestro
sino la forma sorprendente en que el Dios de Israel corregía esos planes, credo? 5S ¿No existe quizá una falsa adaptación? Si el servicio de los cris-
los destruía, les daba una nueva orientación, para terminar él mismo con- tianos al mundo es un servicio prestado a Dios, entonces en la medida en
cediendo la salvación de una manera totalmente inesperada, una salvación que cumplamos nuestro cometido específicamente religioso, cristiano, ipso
que satisface las expectativas más profundas y, a la vez, supera cualquier jacto prestaremos un servicio específicamente cristiano al mundo, un servi-
idea de la misma. Esta fe es creer por la autoridad de Dios. cio que no un simple duplicado de lo que el mundo ya hace (y quizá per-
La religión no consiste en un mensaje que hay que creer, sino en una fectamente).
experiencia de fe propuesta como mensaje. Por una parte, el mensaje reli- De lo dicho hasta aquí resulta claro que la revelación posee una es-
gioso es expresión de esta experiencia colectiva; por otra, su anuncio es el tructura experiencial. El bien que unos hombres experimentan en Jesús
presupuesto para que otros puedan tener la misma experiencia. La revela- es identificado como salvación procedente de Dios. Lo que los cristianos
ción tiene lugar en las experiencias históricas humanas acaecidas en este experimentan realmente en Jesús no es una pura consecuencia ni una sim-
mundo, pero al mismo tiempo nos invita a salir de la vulgaridad de nues- ple experiencia «directa», sino una experiencia interpretativa: una expe-
tro mundo limitado. Por tanto, no se presenta como un recurso inmediato riencia de fe; una experiencia nueva y sorprendente que ellos quieren co-
a nuestras experiencias corrientes del mundo. En cuanto experiencia, la re- locar expresamente en la línea de su tradición religiosa judía, gracias a la
velación es una superación de los límites en el ámbito de la existencia
humana. 54
H. Kuitert y E. Schillebeeckx, Jezus van Nazareth en het heil van de wereld
La estructura experiencial de la revelación aparece con la máxima cla- (Baarn 1975) 16.
!S
ridad en la revelación cristiana, que comenzó con el encuentro histórico Cf. Unsere Hoffnung. Ein Glaubensbekenntnis in dieser Zeit (Arbeitshilfen zur
de unos hombres con otro hombre: Jesús de Nazaret. De la forma más Synodenvorlage; Ausburgo 1975) 19.
56 AUTORIDAD DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS REVELACION Y EXPERIENCIA 57

cual su experiencia interpretativa de Jesús adquiere los rasgos con que se quema actual de experiencias y expectativas, puede proporcionar un con-
nos presenta. A partir de ahí se desarrolla naturalmente la llamada prueba texto para una nueva experiencia de la salvación de Dios en Jesús. A veces
de la Escritura (fundada en el Tenak): se quiere tematizar la continuidad pienso: si no hubiéramos empleado nunca la palabra «Dios», ¿cómo se
de las nuevas experiencias con Jesús dentro de una tradición de fe cen- podría incluir con pleno sentido esta palabra en nuestro lenguaje? Es una
trada en la alianza de Dios con su pueblo. Al mismo tiempo, esto conduce idea que merecería ser estudiada. Por lo demás, eso es lo que ocurre
a una reinterpretación de esa historia a partir de la experiencia de una a veces en una conversación humana normal, al menos cuando la palabra
nueva historia. Y de ahí surge, en fin, una concepción religiosa de toda «Dios» no aparece demasiado pronto ni demasiado tarde.
la historia: la unidad de un plan divino, de un designio o disposición de
Dios que se desarrolla en y a través de la historia humana.
Cuando surjan situaciones nuevas, la comunidad cristiana se limitará
a decir, empleando nuevas formulaciones e incluso conceptos filosóficos
más o menos complicados, que en Jesucristo experimenta la salvación de-
finitiva que viene de Dios. Cuando los antiguos términos y elementos in-
terpretativos no responden ya a las nuevas situaciones, y cuando cambian
las necesidades y exigencias, cambian también los elementos interpretativos.
Pero en todos esos cambios subsiste la experiencia original: dentro de las
propias y distintas circunstancias, se sigue experimentando en Jesús la
salvación que viene de Dios. Tales cambios no producen, en cuanto tales,
crisis alguna. Mientras subsista la base experiencial —la experiencia de
salvación en Jesús—, las eventuales crisis se limitarán prácticamente al
ámbito de la interpretación de conceptos.
En cambio, la situación se hace crítica cuando cae por tierra la base
de experiencia, cuando ya no se ve por qué hay que buscar la salvación
en un Jesús que vivió hace dos mil años. Entonces no hay ya experiencia
de salvación en Jesús. Y tener que esperar la salvación de alguien apoyán-
dose únicamente en la autoridad de otras personas, sin ninguna base en la
experiencia personal, termina por destruir la fe. Esta va muriendo silen-
ciosamente, debido a su propia inconsistencia y al fallo de las experiencias
humanas.
Naturalmente, también es posible opinar que la fe cristiana se opone
diametralmente a toda experiencia humana, que creemos en contra de cual-
quier clase de experiencia y que no existe ninguna correlación o nexo entre
fe y vida. Pero entonces Dios sería tan trascendente, tan «totalmente dis-
tinto», que un hombre de carne y hueso concluirá inmediatamente que él
no tiene nada que ver con un Dios tan ajeno a su propia vida. Tal concep-
ción se opone al conjunto de experiencias a partir del cual nació y se des-
arrolló el cristianismo judío; ignora la historia de sus orígenes. Además
reduce la experiencia humana a sus elementos proyectivos y productivos
y pasa por alto lo que, precisamente en la experiencia, se presenta como
acontecimiento sorprendente y arrollador y corrige y confunde todos nues-
tros planes y realizaciones. Eso justamente es lo que convierte al individuo
en «persona experimentada».
Si no es posible aceptar la salvación ni hablar de ella a nadie en vir-
tud de una autoridad puramente externa, los cristianos que continúan ex-
perimentando la salvación decisiva en Jesús podrán ayudar a los demás
a conseguir una nueva posibilidad de experiencia, siempre que, partiendo
de su propia comprensión cristiana, busquen lo que, dentro de nuestro es-
LA FORMACIÓN DEL CANON 59

CAPITULO II pretaba la experiencia cristiana a la luz del Tenak, la Biblia de los prime-
ros cristianos, que posteriormente, sobre la base de la novedad experimen-
AUTORIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO CANÓNICO tada en Jesús, recibiría el nombre de «Antiguo Testamento», constituyendo
una parte esencial de la Biblia cristiana. En aquella literatura cristiana se
narraba, de formas diversas y a veces divergentes, lo que había acontecido
a Jesús y a sus discípulos. Debido a la variedad y a las diferencias cada
vez más notables que se observaban en tales escritos, en los que, a juicio
de algunos, habían surgido también desviaciones respecto al anuncio ori-
ginal de Cristo, se llegó a preguntar en cuáles de todos aquellos escritos
Bibliografía: Los artículos más importantes sobre la formación del canon neo- se podía reconocer plena y auténticamente el movimiento cristiano. De he-
testamentario están recogidos en E. Kásemann (ed.), Das Neue Testament ais Kanon
(Gotinga 1970). Véase además: N. Appel, Kanon und Kirche. Die Kanonkrise im cho, las generaciones posteriores no tuvieron ya ocasión de conocer históri-
heutigen Protestantismus ais kontroverstheologisches Problem (1964); W. Bauer, camente a Jesús.
Rechtgláubigkeit und Ketzerei im altesten Christentum (Tubinga 1964); P. Benoit, Algunos de estos escritos, en los que se daba testimonio de Jesús y su
Inspiration de la tradition et inspiration de l'Ecriture, en Mélanges M. D. Chenu «comunidad», eran empleados en el culto de muchos grupos cristianos.
(París 1967) 111-126; J. Beumer, Die Inspiration der Heiligen Schrift (Handbuch Sin embargo, había notables divergencias entre las diversas comunidades
der Dogmengeschichte I/3b; Friburgo de Br. 1968); H. Freiherr von Campenhausen, cristianas: aunque estaban de acuerdo con respecto a muchos escritos, algu-
Die Entstehung der christlichen Bibel (Tubinga 1968); J. Frank, Der Sinn der Kanon- nas se negaban a utilizar en sus reuniones litúrgicas ciertos textos que
bildung (Friburgo de Br. 1971); J. Leipoldt y S. Morenz, Heilige Schriften (Leipzig otras tenían en gran estima. En un largo proceso de maduración, y con-
1952); O. Loretz, Das Ende der Inspirationstheologie: Chancen eines Neubeginns I tando con una crítica recíproca, de toda una gama de literatura cristiana
(Stuttgart 1974); K. H. Ohlig, Die theologische Begründung des neutestamentlichen
Kanons in der alten Kirche (Dusseldorf 1972); K. Rahner, Inspiración de la Sagrada se escogieron determinados textos, que los cristianos reconocieron como
Escritura (Barcelona 1970); A. Sand, Kanon. Von den Anfangen bis zum Fragmentum «Sagrada Escritura» (junto con su Biblia judía o grecizada). Bajo el im-
Muratorianum (Handbuch der Dogmengeschichte I/3a; Friburgo de Br. 1974); pulso del Jesús histórico, interpretado a la luz del Tenak, una serie de
B. Vawter, Biblical Inspiration (Filadelfia-Londres 1972); Faith and Order-report: libros cristianos fueron considerados «Escritura»: el Nuevo Testamento
The Authority of the Bible (Lovaina 1971). como parte de la Sagrada Escritura (si bien no había acuerdo entre los
judíos de la época de Jesús sobre los escritos que eran graphé o pertene-
En mi primer libro sobre Jesús señalaba cómo el reagrupamiento de cían al Tenak).
los discípulos (comienzo de la formación de la Iglesia), una vez que supe- En otras palabras: los escritos elegidos fueron «canonizados» como
raron el pánico tras el apresamiento y la muerte del Maestro, la experien- norma para la transmisión de la historia de Jesús. En esa base se apoyaban
cia pascual y el envío del Espíritu son sólo aspectos distintos de un único las numerosas comunidades cristianas diseminadas por el mundo antiguo
acontecimiento salvífico en el que los discípulos experimentaron a Jesús para considerarse «la única Iglesia universal o católica de Cristo». Así se
como el Resucitado que estaba en medio de ellos. El «movimiento de alcanzó una identidad de grupo normativa y clara que en adelante tendría
Jesús», iniciado durante su vida, entró así en nuestra historia definitiva- como fundamento esta literatura canónica aceptada (no sin numerosas con-
mente como movimiento de Cristo. Este movimiento no cesa de contar troversias) por todas las Iglesias cristianas*.
por todas partes lo que Jesús hizo, lo que le ocurrió, lo que ocurre al mo- 56
Canon (cf. también H. Beyer, kanon, en ThWNT III, 600-606); este término
vimiento mismo y lo que puede ocurrir a todos los que escuchen tal his- griego es una palabra tomada del semítico qane, que significa «caña, vara (utilizada
toria. En esto consistía su buena noticia para los hombres. para medir), bastón, estaca», y de ahí «medida, regla». Los LXX nunca traducen este
Lo que los discípulos vivieron con Jesús es el punto de arranque de término como kanon (lo encontramos, en cambio, en 4 Mac 7,21). El griego kanon
un movimiento religioso y, por tanto, la fundación efectiva de la Iglesia. significa regla, instrucción o ley y, por tanto, pauta, norma o criterio. Así, los gra-
El encuentro con sus dirigentes era un eco de lo que Jesús mismo fue, máticos alejandrinos redactaron un canon de autores cuyo griego servía de norma.
hizo y dijo. Lo que había animado a Jesús comenzó a animarles, por amor Sin embargo, dado que, según la mentalidad griega, el bien y la belleza están en la
misma línea (kalokagathia), «canon» significa también la ley moral y el ideal de vida.
a Jesús, también a ellos; el mensaje estaba respaldado por unos hombres. Este significado se encuentra asimismo en los filósofos: filosofar quiere decir «esta-
El movimiento y su gobierno estaban sujetos a la única norma de Jesús blecer normas o cánones» (Epicteto, Diss. II, 11-24). En el Nuevo Testamento,
de Nazaret. Esta referencia religiosa al Jesús histórico era esencial. kanon aparece en Gal 6,15-16 y 2 Cor 10,13-16 (tres veces). En la segunda carta
Los relatos de este movimiento cristiano, que iba formando en nume- a los Corintios, canon o norma son Cristo y el «apostolado». En la Iglesia primi-
rosos lugares grupos de adeptos, cristalizaron poco a poco en determinadas tiva, «canon» se emplea para afirmar la unidad, incluso externa, de las numerosas
tradiciones y modelos. Tras varias generaciones de vida cristiana, de praxis comunidades cristianas extendidas por el mundo; los libros del Nuevo Testamento
y reflexión, había surgido toda una literatura cristiana, en la que se inter- se convierten así en la pauta de la única Ecclesia catholica ortodoxa. La Escritura es
60 AUTORIDAD DEL N T CANÓNICO NORMA DE FE 61

El punto de partida del movimiento cristiano lo constituían, en un con- asegurada institucionalmente frente a cualquier posible distorsión o falsi-
junto inextricable, el ofrecimiento de salvación por parte de Jesús y la ficación en el transcurso del tiempo. Recibe una ratificación oficial.
respuesta cristiana de fe. Y así como la presencia viva de Jesucristo resu- En su origen, este reconocimiento general, históricamente espontáneo
citado entre los suyos en la tierra fue el comienzo y el estímulo perma- y necesario (si bien hubo controversias en algunos casos marginales) no
nente del movimiento cristiano, así algunos textos cristianos, debido a su supuso ningún extrañamiento. Al contrario, el proceso de canonización res-
contenido, fueron elevados al rango de norma canónica, al tiempo que las pondía a la creciente concienciación de un movimiento esencialmente «evan-
numerosas comunidades de fe, identificándose con tales textos, se consoli- gélico» que, en su expansión, no habría sido capaz de mantener su autenti-
daban en una mutua identidad de grupo, claramente reconocible para todos cidad e identidad sin fijar al menos unas reglas fundamentales e introducir
los creyentes. El movimiento cristiano se reconoce plenamente en el con- una serie de elementos institucionales. Para los miembros del movimiento
tenido de esos escritos. De igual modo que el comienzo del movimiento cristiano, la normatividad canónica de estos textos no significaba una coer-
cristiano fue obra de la comunidad y de sus dirigentes, así también la pos- ción confesional ni tampoco una prohibición formal de toda crítica y herme-
terior consolidación de tal identidad fue, históricamente, obra de la comu- néutica. Dentro de esta literatura, llamada ahora «neotestamentaria», se da
nidad y de sus dirigentes, mediante el reconocimiento conjunto del valor incluso una crítica recíproca (cf. la segunda parte del libro). Existencialmen-
canónico de determinados textos doctrínales, que, utilizados oficialmente te, aquellas comunidades no podían actuar de otra forma; se trataba de
desde hacía largo tiempo por las comunidades cristianas en su liturgia, identificarse en concreto con tales textos. Y, de hecho, se identificaron
fueron confirmados después por la jerarquía de la Iglesia como los únicos plenamente con estos modelos cristianos y no con otros (aunque muchos
oficiales. Esta confirmación global tuvo lugar en la segunda mitad del si- cristianos leyeran con agrado literatura cristiana no canónica). Para unos
glo IV. En Oriente se impuso la autoridad de Atanasio; las Iglesias afri- cristianos que habían promovido esta institucionalización y se habían re-
canas fijaron su postura en los sínodos celebrados a finales del siglo iv y
conocido en ella no había graves problemas. Estos surgen cuando tal
principios del V; Occidente siguió la autoridad de Agustín (en cualquier
«institución» es transmitida a las nuevas generaciones cristianas, que no
caso, estas resoluciones episcopales o sinodales son una ratificación de tra-
diciones mucho más antiguas, y las Iglesias cristianas siguen empeñadas han vivido el nacimiento de la «Escritura canónica». Entonces la «institu-
en una discusión que ha llevado al concepto, aún vigente en la actualidad, ción» tiene que ser legitimada; necesita una explicación y una justifica-
de escritos «protocanónicos» y «deuterocanónicos»). ción. No porque haya perdido eficacia —las instituciones tienden a conso-
lidarse—, sino porque el significado y la naturaleza de la institución elegida
son para las generaciones posteriores una «entidad histórica»; aquello se
La lógica inmanente de una identidad de grupo conseguida a través
de unos escritos canónicos tiene, desde el punto de vista sociológico, pro- presenta a las nuevas generaciones como tradición (y no primariamente
fundas consecuencias. En efecto, estos escritos, mediante su canonización, como expresión de una experiencia propia).
adquieren, no sólo por su contenido inspirado, sino más allá del mismo, un En cuanto testimonio de unas experiencias propias, la Escritura es un
significado nuevo, institucional y, por consiguiente, social dentro de la co- ofrecimiento, una posibilidad de experiencias abierta a otros. Pero, en
munidad. Desde un punto de vista institucional, los textos definen la iden- cuanto institución histórica, se presenta a las nuevas generaciones como
tidad cristiana del grupo. En lo sucesivo, en virtud de su canonización una exigencia fundada en la autoridad, desvinculada ya, al menos directa-
oficial, serán más vinculantes precisamente porque el grupo y sus dirigentes mente, del proceso de experiencia personal. Institucionalmente, la autori-
les reconocen un valor normativo social. Debido a su canonización o ele- dad es, por así decirlo, anterior a la experiencia de fe de los creyentes pos-
vación al rango de norma del evangelio cristiano y de la vida según el teriores. En otras palabras: la autoridad no se revela en la definición de la
evangelio de Cristo, estos textos se caracterizan por el hecho de que el propia experiencia interpretativa; tiene una precedencia «jurídica», si bien
proceso de formación a través del cual unos hombres se vinculan al men- ésta no es más que la expresión institucional de la autoridad que se había
saje evangélico y a su praxis consiguiente se convierte en un proceso a manifestado en las experiencias cristianas precedentes. En la fase de for-
través del cual los creyentes se integran pedagógica, ética y socialmente mación del canon, la autoridad de la Escritura no es realmente jurídica
en un grupo social que determina su propia identidad a partir de la rela- o formal (una autoridad desde fuera). Al principio, estos escritos no fueron
ción con tales textos. La canonizado:! de los documentos originarios de considerados como lo serían después, debido precisamente a la fijación
la fe es también una primera institucionalización del mensaje cristiano o institucional del canon; más tarde se dirá que la Sagrada Escritura del
de la verdad liberadora del movimiento cristiano, el cual consolida y ga- Nuevo Testamento tiene autoridad, porque está inspirada por Dios.
rantiza así su identidad de grupo. La verdadera historia de Jesús queda Pero al principio el planteamiento era muy distinto. Un grupo reli-
el «canon de la verdad», «canon de la fe» (regula fidei) y «canon de la Iglesia» gioso, los cristianos, cautivados por Jesús, que para ellos era la salvación
(la Iglesia como canon). Los escritos extracanónicos se leían también (sobre todo entre procedente de Dios, habían reconocido su identidad en unos escritos inspi-
los catecúmenos), pero no dentro del culto litúrgico. rados que recogían las experiencias de otros cristianos dentro de una tradi-
ción cristiana en formación y de una regula fidei o norma de fe ya exis-
62 AUTORIDAD DEL NT CANÓNICO NORMA DE FE 63

tente: las líneas fundamentales de lo que sería el símbolo de fe. En el históricas, contingentes, implícitas en las anteriores respuestas de fe y en
desarrollo de su identidad cristiana los habría ayudado también la lectura sus consecuencias éticas, y —lo que es más grave— se puede olvidar la ten-
litúrgica de tales escritos. Para ellos, esta literatura tenía autoridad en un sión existente entre Jesús y el Nuevo Testamento, con el riesgo de conver-
plano existencial, de contenido; era la expresión de su visión de Jesús tirlo en una especie de «libro rojo». La canonización no debe hacernos
y de su identidad cristiana. Aquellos cristianos, en fin, podían formular olvidar que esta literatura ha establecido como modelo únicamente la his-
esta autoridad existencial en un lenguaje de fe y decir: «Estos escritos toria fundamental. Queda abierta la posibilidad de nuevas historias de ex-
han sido inspirados por Dios», de igual modo que todo el movimiento periencias cristianas, siempre que éstas sean remodelaciones legítimas de la
cristiano había encontrado su origen y su inspiración en Jesús, el enviado historia original y se hable en ellas de la persona de Jesús teniendo en
de Dios. Pero lo primero no fue la autoridad formal, sino el acontecimien- cuenta la mediación de otros condicionamientos históricos. En los siglos
to de una nueva experiencia de salvación, narrado en unos textos cuyo posteriores a la fijación del canon bíblico, las Iglesias así lo entendieron
sentido evocador o impulsivo se había experimentado, reconocido y afirma- también, no tomando la Escritura como letra, sino como pneuma: como
do existencialmente. Lo importante era la autoridad de la experiencia inspiración y orientación concreta y precisa. Escribieron su historia de
misma de Jesús, a la que se reconocía un valor decisivo para la vida de la Jesús teniendo en cuenta los rasgos de su propio mundo cultural, fieles
Iglesia; ahí es donde se veía un sentido y se hallaba inspiración. La auto- a la historia primigenia, pero dibujándola, y a veces desdibujándola, de
ridad primigenia de la Biblia reside, pues, en el elemento de revelación acuerdo con el espíritu de su época. (¿No es eso lo que ha ocurrido a lo
que pasa por la experiencia y la interpretación de aquellos primeros cristia- largo de los siglos en el terreno artístico con las «imágenes de Cristo»?) 57 .
nos. Una peculiaridad de la comunidad eclesial es que toda ella encontró Sin cerrar los ojos ante los peligros reales de una institucionalización
una expresión auténtica de lo que le había ocurrido en su experiencia de los documentos cristianos origínales, no conviene olvidar que el movi-
cristiana. En otros términos: aquí se hace justicia al elemento de revela- miento cristiano, sin una fijación del canon, se habría volatilizado hace
ción que siempre se nos escapa: aun recurriendo a palabras pobres y hu- mucho en un eclecticismo o esoterismo, como lo demuestran algunos claros
manas, la revelación encuentra un modo de expresarse. ejemplos de escritos cristianos extracanónicos de la Antigüedad. No se
La canonización explícita significa además un «consagración institucio- puede hacer de Jesús cualquier cosa cuando el momento de la revelación
nal» de los textos suscitados por Jesús, unos textos que inspiran y orien- no confirma precisamente nuestros proyectos e ideas, sino que se resiste
tan la vida y poseen un atractivo interno. En el plano institucional adquie- a todos nuestros planes. No obstante, debemos admitir que los límites
ren (para los cristianos) una autoridad jurídica y formal que puede crear entre lo que la Iglesia incipiente llama «Nuevo Testamento» (como libro)
problemas a las generaciones posteriores, dado que no han vivido el pro- y otros escritos de la Antigüedad cristiana son, en ciertos casos, vagos y
ceso de formación del canon. De hecho, la canonización de estos escritos poco precisos. Desde el punto de vista de la literatura cristiana, se puede
implica una ratificación de la historia de Jesús. En esta ratificación norma- decir que la Iglesia primitiva supo resolver la cuestión con gran acierto.
tiva de determinados relatos, que les confiere un carácter oficial —necesi- Para quienes ven en la Iglesia «la comunidad de Dios» —los cristianos—,
dad ineludible de todo movimiento en expansión—, se esconde una pri- esta Biblia es un fragmento de gracia; o, dicho en lenguaje religioso,
mera posibilidad de esclerosis para la historia del Jesús viviente, una his- encuentra su inspiración en Dios, al igual que Jesús y su comunidad.
toria que deben hacer suya los cristianos de todos los tiempos. Nace el Así, pues, la unidad y tensión dialéctica entre ia Iglesia como movi-
peligro de que las eventuales «remodelaciones» de esa historia se miren, miento y la Iglesia como grupo identificado institucionalmente por sus
si no como algo imposible, al menos con desconfianza. La identidad diná- escritos sagrados forma parte de la realidad histórica que podemos llamar
mica de un grupo puede convertirse en estabilidad social: de ser un mo- de hecho «Iglesia de Cristo». Y es de notar que el término «movimiento»
vimiento en torno a Jesucristo, el cristianismo puede pasar a ser la religión es aplicable tanto a la comunidad de fe como a sus ministros o dirigentes,
de un libro, en la que quien establece la orientación de la comunidad de igual modo que la «institución» se da en el elemento ministerial y en
de fe no son ya los miembros de la misma con sus dirigentes carismáticos, la comunidad. Teniendo en cuenta la historia de la formación del canon,
sino los «escribas». difícilmente podemos poner lo institucional de la Iglesia exclusivamente
En virtud de esta canonización, las respuestas de fe al ofrecimiento del lado del ministerio y el movimiento exclusivamente de parte de la co-
salvífico de Jesús, las respuestas que encontramos en los textos canónicos munidad. La historia nos ensaña que a veces los que se mueven son los
con cierta variedad, pero también con una unidad de fondo, pueden apare- ministros, mientras que la comunidad permanece paralizada como grupo
cer como algo independiente, aislado (con el consiguiente peligro de que se establecido; también a veces ocurre lo contrario.
57
lean prescindiendo del contexto literario no canónico en que nacieron). Véase un buen ejemplo de cómo representar hoy a Cristo en G. Biemer-
Con el tiempo, todo esto puede hacer creer que el tema de Jesús, tan rico R. Russ, Wenn das Antlitz sich vergibt. Christusbilder von Roland Peter Litzenburger
e inagotable, no admite otra respuesta de fe que la que hallamos en el (Stuttgart 1975), en especial los temas del «Cristo ecológico» y «el grito por la
Nuevo Testamento. Además se pierde la sensibilidad para las mediaciones creación» (pp. 105-106).
PARTIR SOLO DE LA EXPERIENCIA 65

CAPITULO III identidad «no puede remediarse mediante una reactualización teórica de las
tradiciones cristianas» so.
UNA FALSA ALTERNATIVA La tarea de la teología cristiana consiste precisamente en establecer una
interrelación entre «el análisis del presente» y un análisis de la experiencia
histórica de la vida cristiana y de la reflexión hermenéutica sobre tal ex-
periencia, a fin de sacar de ese conjunto una orientación que nos permita
vivir como cristianos de modo responsable y abierto al futuro. El presente
es, de hecho, la «situación hermenéutica» que vivimos. Pero no podemos
considerar ese presente como punto culminante de la historia. El presente
tiene también sus presupuestos y zonas oscuras, a la vez que muestra una
Al principio de nuestro análisis sobre la autoridad de las experiencias sensibilidad peculiar que no tuvieron nuestros antepasados. El presente es
y del Nuevo Testamento aludíamos a que algunos opinan que la teología sin duda una fuente original de nuevas experiencias e ideas en cuanto mo-
debería partir de las experiencias actuales, y no ya de la Escritura y la tra- mento de una nueva praxis. PeTo también en este punto puede ser unila-
dición. Apoyándome en razones antropológicas, hermenéuticas y religiosas, teral. La actualidad, en cuanto tal, no puede ser un criterio, una norma
considero que tal postura es una falsa alternativa. para juzgar de todo. Nuestra experiencia actual está «situada» y es tan
1. Los hombres viven efectivamente en el presente, pero cuentan con limitada como la de cualquier hombre a lo largo de la historia. No obs-
un pasado y tienden hacia un futuro. El presente es importante en extre- tante, constituye el horizonte dentro del cual pensamos, experimentamos
mo, debido precisamente a que constituye el punto de intersección entre e interpretamos todas las cosas. Es necesario analizar e interpretar ese
el pasado y el futuro. Pero el presente no es un punto absoluto de par- presente si queremos armarnos de la fuerza crítica que nos permita opo-
tida; en cuanto presente, supone también una tradición de experiencia. nernos a ciertos presupuestos de nuestro tiempo que se consideran evi-
Aun cuando se rechace el propio pasado, colectivo o individual, no se su- dentes.
pera ese pasado, que es un fragmento del propio presente oculto. Precisa- En mi opinión, el primer requisito —aun en el caso de que se adopte
mente cuando esa oposición es más fuerte, el pasado se manifiesta como una actitud de oposición— es no negar la solidaridad con el propio pasa-
un presente opresivo.
do, sino reconocerla. Rechazar radicalmente el pasado tiene como conse-
La relación con el futuro, que es determinante para la praxis, y la re- cuencia una pérdida de identidad, pues el rechazo radical no es una liqui-
lación hermenéutica y teórica con el pasado no pueden considerarse en nin- dación del pasado; el modo más seguro de convertirse en víctima del pro-
gún caso como alternativas. La relación con el futuro no es posible sino pio pasado es negarlo o ignorarlo.
a través de nuestra relación con el pasado, y viceversa, nuestra relación Es preciso, además, comprender la verdad originaria de las institucio-
con el pasado, sea del tipo que sea —tradicional o crítica—, supone ya nes y tradiciones, sobre todo cuando nos resulten extrañas. Por regla ge-
una decisión sobre el futuro; de ahí que la relación con el pasado no neral, al principio no eran represivas u opresivas; se hicieron tales des-
tenga nunca un carácter puramente teórico-hermenéutico. pués, cuando cambiaron los tiempos. Casi siempre nacieron como instru-
La vinculación de la fe cristiana a la historia pasada de Jesús y del mento para liberar y proteger a los débiles. Por ello es necesario indagar
cristianismo no es inconciliable con una orientación teológica hacia el futu- desde cuándo y por qué una institución o tradición se convirtió en absurda,
ro, con tal de que, como he dicho, no se contraponga unilateralmente el esclerótica y opresiva. Jacques Ellul M ha mostrado históricamente que,
futuro al presente y al pasado. Esta rotunda contraposición suele olvidar por ejemplo, las leyes positivas fueron creadas en realidad por las clases
que una determinada orientación hacia el futuro supone siempre la media- dominantes, pero rara vez fueron decretadas para favorecer la posición de
ción de unas experiencias actuales y pasadas que nos han sido transmitidas. dominio de tales clases; al contrario, su objetivo originario era frenar pal-
La importancia que el pasado tiene para cualquier nuevo presente aparece mo a palmo el poder de la clase dominante y evitar la arbitrariedad.
clara en el proceso de la tradición. La eventual repercusión del pasado 59
en el presente depende de la respuesta que demos a la cuestión de hasta qué J. B. Metz, «El procedimiento hermenéutico es un procedimiento que en
cuanto tal dice relación a la praxis, en la medida en que trata de clarificar no sólo
punto la historia del pasado encierra un futuro que aún no hemos tenido
las condiciones y el horizonte de comprensión dentro de un contexto determinado de
en cuenta, hasta qué punto esa historia es capaz de iluminar la experiencia conocimiento y de acción, sino también el problema del cambio de tales condiciones
de un presente posterior en su relación al futuro S8. Con razón J. B. Metz, y horizontes» («Politische Theologie» in der Diskussion, ed. H. Peukert [Maguncia-
partiendo de esta correlación hermenéutica, concluye que la pérdida de Munich 1970] 80); tampoco W. Pannenberg (op. cit., 109-110 y 202-204) considera
el hecho hermenéutico como algo puramente contemplativo.
38
™ J. Ellul, Aliénation et temporalité dans le Droit, en Temporalité et aliénation
W. Pannenberg, Teoría de la ciencia y teología, op. cit., 212ss. (Cahiers Castelli; París 1975) 191-205.
5
66 UNA FALSA ALTERNATIVA «ROMANTICISMO DE LOS ORÍGENES» 67

En sus orígenes hay una especie de autolimitación, aunque no debida a «revisionismo» es una traición). Cuando se intenta una interpretación ac-
propósitos altruistas, sino simplemente como exigencia del grupo para tualizadora —llamada por otros «reformista»— del patrimonio antiguo
poder subsistir. Sólo posteriormente, al cambiar las relaciones, las leyes surgen siempre «comunidades separatistas».
(mantenidas como inmutables) adquieren con frecuencia un significado reac- Esto indica que cualquier recurso a las fuentes o al origen se mueve
cionario. Por lo demás, la afirmación de que la ley —como tipo de la en un círculo hermenéutico, en el que el presente y lo que está entre el
«institución»— sirvió originariamente para consolidar el poder de la clase pasado y el presente (toda la tradición cristiana) tienen ya una función
dominante es una tesis más positivista que marxista61. La máxima aliena- de mediación. Cuando intentamos someter el presente a la crítica de los
ción consiste precisamente en no tener leyes; entonces surge el caos del orígenes, quedamos «desconcertados». No podemos descalificar a priori
poder de los más fuertes. Todo esto quiere decir que la alienación nace el período intermedio entre ambos —la tradición— como una apostasía
cuando se atribuye a unas leyes hechas en el pasado un peso supratem- (a partir de A. Harnack, el fenómeno se da sobre todo entre los teólogos
poral. Esas leyes son las que critica Karl Marx: tras la máscara de «valo- protestantes); pero tampoco podemos legitimar a priori la tradición (como
res absolutos», están al servicio de los fuertes y poderosos. hacen con frecuencia ciertos teólogos católicos). En cualquier caso, no po-
Para superar el pasado hay que conocerlo. En este sentido, la ciencia demos pasar por alto el período intermedio entre los orígenes y el presen-
histórica es una catarsis 62 , una liberación de lo que sociológicamente está te, ya que así no conseguiríamos ver las condiciones que en cada época,
inconsciente en nosotros, pues nuestro origen nos permanece oculto. Por incluida la de los orígenes, hacen posible una comprensión correcta de la
esta razón, un enraÍ2amiento creativo en el propio pasado es presupuesto verdad de los orígenes cristianos.
de un nuevo futuro. La idealización de los orígenes denota en muchas ocasiones un dualis-
2. Por otra parte, desde un punto de vista hermenéutico, está igual- mo hermenéutico: un núcleo o esencia y un revestimiento o forma his-
mente fuera de lugar lo que llamaríamos un «romanticismo de los oríge- tórica. Pero también en la fase de los orígenes o comienzos del cristianis-
nes». A menudo se juega con el término primum o principium en su doble mo se da una mediación de fe y condicionamientos históricos. Para resolver
acepción de comienzo y principio (norma); entonces resulta que el origen nuestros problemas no basta determinar exegéticamente, por ejemplo, cómo
es la norma que preside todo, la «esencia» de un movimiento, tradición funciona en la Iglesia primitiva el ordenamiento eclesial. Es claro que
o institución: norma normans, non normata. También ahí hay un fondo de nuestro planteamiento nos remite también a la mediación de los orígenes
verdad 63 . Cuando se trata de un movimiento histórico, el origen tiene, de desde el momento en que pensamos que éstos se hallan condicionados his-
hecho, carácter normativo. Sin embargo, en este punto debemos tener en tóricamente. Lo que en el pasado fue una estructura legítima de la Iglesia
cuenta muchas implicaciones hermenéuticas. Ninguna época, ni siquiera (teniendo en cuenta los condicionamientos históricos) puede llegar a pare-
la de los orígenes, se puede absolutizar al margen de la historia otorgán- cer, en otras circunstancias sociales, una estructura ilegítima, cristiana-
dole una normatividad exclusiva. Por lo demás, el comienzo, considerado mente desfavorable o inconveniente. Ya no sería un despliegue válido de
como canon o norma, nunca ha sido un problema en los orígenes, sino en los orígenes. Por tanto, no cabe más que una justificación bíblica indirecta,
fases ulteriores. Las preguntas sobre el carácter normativo de los comien- que tenga en cuenta las mediaciones históricas: en cualquier época, las ex-
zos están siempre condicionadas por el horizonte histórico, posterior de periencias sobre el mundo y el hombre y las estructuras sociopolíticas
quien las formula. Ni Pablo ni los evangelistas consideraron sus propíos vigentes en ese momento influyen en la figura concreta que asumen la fe
escritos como graphé o Sagrada Escritura; esto lo harían las generaciones y la Iglesia. ¿Qué razón hay para que los cristianos no hagamos hoy lo que
posteriores, no las iniciales, cuando existe una larga tradición cristiana en siempre ha hecho la Iglesia? Ni las antiguas estructuras de la Iglesia ni
la que se dan diferentes opiniones (igualmente, los libros de K. Marx no nuestra exigencia de reforma estructural de la misma pueden fundamen-
se convierten en «canon» hasta que se consolida el partido comunista). tarse directamente en la Biblia; por tanto, no podemos absolutizarlas. Di-
Sólo entonces el período inicial se convierte globalmente en norma (aun- ríamos incluso que, por ser lo religioso una dimensión del conjunto de la
que con cierta selectividad), y una determinada tradición teológica habla cultura, toda religión (también el cristianismo) es al mismo tiempo libera-
incluso del «final de la revelación con la muerte del último apóstol». dora y alienante. En nuestro mundo no existe una Iglesia exclusivamente
Al parecer se trata de un fenómeno sociológico propio de casi todos los de santos y «puros»; para el catolicismo eso sería incluso una «herejía».
grupos con identidad propia (también para algunos marxistas ortodoxos la Pero, por esta misma razón, la teología debe estar en constante alerta para
«revelación marxista» concluye con las obras de Engels y Lenin; cualquier ver hasta qué punto la religión sabe mantener la tensión crítica con la cul-
tura total en que vive. Es una situación cargada de peligros y riesgos; sin
61
L. Dumont, Homo hierarchicus (París 1967). embargo, ninguna religión puede sustraerse a ellos, a no ser que se con-
62
H. Marrou, De la connaissance historique (París 31958) 233-234. vierta en un ghetto ajeno al mundo y sin eficacia en nuestra historia.
63
W. Dupré, Anfang, en Handbuch philosopbischer Grundbegriffe I (Munich Lo dicho prueba suficientemente que es una falsa alternativa preguntar
1973)^9-90; P. Levert, L'idée de commencemcnt (París'1961). si debemos partir de la Escritura y la tradición o de nuestras experiencias
68 UNA FALSA ALTERNATIVA NT Y «EXPERIENCIAS ACTUALES» 69

actuales. Presente y pasado no son «dos cosas» yuxtapuestas. El mensaje Hemos dicho que los enunciados teológicos sobre Dios están sujetos a la
neotestamentario y nuestras vivencias actuales no son en realidad dos cosas mediación de los enunciados antropológicos (en cuanto que son momentos
yuxtapuestas o contrapuestas. Están en mutuo contacto. Este mensaje se de la experiencia humana). La historia humana ya se había iniciado cuando
halla presente entre nosotros aquí y ahora, al menos en forma de preten- Jesús entró en ella, y sigue su marcha con o sin Jesús. El símbolo funda-
sión eclesial. Cuando hablamos de dificultades de comunicación entre la mental o la manifestación de Dios es la realidad mundana del hombre y su
Biblia y nuestro tiempo actual, nos hallamos ante el problema de que la historia dentro de la naturaleza. La experiencia religiosa coincide con una
Iglesia alega hoy, fundándose en el pasado, una pretensión de sentido y determinada interpretación del hombre y del mundo. El lenguaje religioso
verdad. Mientras miremos el pasado como algo que hay que buscar en un está esencialmente unido a la posibilidad de dar una expresión religiosa
punto lejano, apartado de nuestra cultura y de nuestra mentalidad actual, a nuestras experiencias del mundo. Esta hermenéutica fundamental del
estaremos en un terreno teórico abstracto que sólo admite análisis forma- hombre y del mundo sigue siendo la raíz de una interpretación específica-
les de la estructura hermenéutica de nuestra experiencia. El esquema «pre- mente cristiana del Nuevo Testamento y de la gran tradición bíblica del
sente-pasado» valora en sentido negativo la distancia entre el presente cristianismo. A la luz de Jesucristo, el propio evangelio es una hermenéu-
y el pasado: existe una «dificultad de comunicación». Evidentemente, se tica de las experiencias fundamentales del hombre. Lo que nos interpela
parte de que tiene que haber una comunicación y una unidad con el pasa- en Jesús es su humanidad: ella abre nuestras posibilidades más profundas,
do. El esquema opera ya con una interpretación. Pero no está claro por y en ella se expresa Dios. La revelación divina llevada a cabo en Jesús nos
qué ese hiato tiene que ser forzosamente negativo. Otros podrían afirmar remite al misterio del hombre. Por tal motivo es imposible e inútil pre-
que el pasado, debido precisamente al presente, debe continuar siendo pa- tender que los hombres acepten la revelación cristiana antes de que hayan
sado, algo ya definitivamente superado, y que ei presente es una emancipa- aprendido a experimentarla como la definición de su propia vida. Preten-
ción del pasado. Pero también en este caso se parte de un presupuesto y derlo va contra la estructura de la revelación.
una interpretación: de que la influencia del pasado sobre el presente, me- Es esencial, por tanto, un continuo movimiento pendular entre la inter-
diante una comunicación consciente, impide la comunicación en el presente pretación bíblica de Jesús y la interpretación de nuestras experiencias ac-
y futuro. En ambos casos es imposible mantener la contraposición abstracta tuales. No se puede comenzar con un extremo prescindiendo del otro so
entre presente y pasado; ambas posturas condicionan él presente y el pasa- pena de fracaso (para el cristiano) en la interpretación de la Biblia y en la
do en un sentido positivo o negativo. de las propias experiencias. Precisamente el Nuevo Testamento y su «his-
Todo esto significa que el problema de la comunicación se plantea toria efectiva» nos ayudan a comprender nuestras experiencias en su carác-
siempre dentro de un marco interpretativo: a) partiendo de la idea de una ter de actualización del recuerdo escatológico de Jesucristo o a rechazarlas
emancipación crítica frente a una «prehistoria autoritaria», b) o de la idea como una fantasmagoría. Se puede «partir» de un análisis crítico de las
de una prehistoria que —de una u otra forma— es normativa para nos- experiencias actuales para juzgarlas después a la luz del evangelio (que
otros, c) o bien de la idea de un sentido más profundo que se nos ofrece en todo caso será preciso conocer). Se puede partir asimismo de un análi-
entre las cosas normales y casuales de la historia. sis exegético de la Escritura y de la tradición, siempre dentro del propio
Siempre que se habla, pues, de comunicación se da una interpretación. contexto sociocultural, para después relacionar el mensaje encerrado en
Con razón habla H. G. Gadamer del papel fundamental —de la prima- ellas con nuestras experiencias actuales (pero la formulación de tal men-
cía— que tiene el lenguaje en nuestro diálogo histórico 64 , y P. Ricoeur saje nos resultará extraña mientras no consigamos expresarlo en términos
afirma que la primera tarea de la reflexión es «acordarse en el lenguaje» 65. de experiencias actuales; por supuesto, interpretadas críticamente). La con-
Pero no hay que elevar al lenguaje al rango de entidad metafísica: es sim- traposición entre ambos puntos de partida es, por tanto, un falso dilema.
plemente un modelo de la realidad. Por tanto, no se puede solucionar her- Ninguno de los dos puede prescindir del otro: la revelación se realiza en
menéuticamente el problema de la comunicación de una forma puramente experiencias. La escucha actual de la revelación cristiana se realiza en las
teórica. experiencias interpretativas actuales (con la mediación del anuncio vivo
3. Existe, en fin, un motivo religioso para afirmar que la contrapo- de la Iglesia).
sición entre «Nuevo Testamento» y «experiencias actuales» es una abstrac-
ción. El precedente análisis de la relación existente entre revelación y ex- Por lo que se refiere al problema de la relación existente entre revela-
periencia ha demostrado que la religión necesita del mundo para ser ella ción y experiencia, lo dicho hasta aquí muestra que en ningún caso podre-
misma y que el mundo precisa de la religión para mantenerse vitalmente mos avanzar con un análisis «puramente teológico» de los documentos
atento a los presupuestos de su propia racionalidad que superan a la razón. neotestamentarios y eclesiales ni con un recurso adialéctico a la experiencia
humana. Se necesita lo siguiente: a) Un estudio de los motivos que han
64
H. G. Gadamer, Wabrheit und Methode, op. cit., 361-414. dado lugar a determinada articulación o desarrollo de la fe en la vida de
45
P. Ricoeur, Finitude et culpabilhc (París 1960) II/2, 142. la Iglesia primitiva y posterior. Aunque tales motivos no sean decisivos,
70 UNA FALSA ALTERNATIVA NT Y «EXPERIENCIAS ACTUALES» 71

nos permiten entender mejor los argumentos empleados y valorar indirec- rada. «Mis planes no son vuestros planes» (Is 55,8). Los profetas sabían
tamente el resultado final, b) Un análisis de las razones en que se apoyan, esto no por una especie de conexión telegráfica especial con el cielo, sino
por ejemplo, los argumentos de las cartas a los Colosenses y a los Efesios por su propia experiencia religiosa interpretada.
frente a las cartas auténticas del apóstol Pablo y a cuya luz pueden sacarse Si en este libro parto de la historia neotestamentaria, en la que unos
algunas conclusiones. Se trata, pues, de ver por qué las cartas deutero- cristianos articularon su experiencia de la gracia, este punto de partida
paulinas, por ejemplo, rechacen ciertas interpretaciones alternativas en su teológico no está en contradicción con un punto de partida desde el «otro
polémica contra las tendencias presentes en algunas Iglesias. De hecho, extremo», desde nuestras experiencias actuales. Además, nos encontramos
fueron decisiones históricas. Rechazar, en un momento dado, una de las frente al hecho incontrovertible de que Jesús de Nazaret apareció en nues-
alternativas históricamente posibles puede significar una renuncia al sentido tra historia y dio lugar a una historia increíble: de libetación para muchos
del impulso cristiano originario, c) Hay que explorar el camino a través hombres, pero también de esclavitud para otros. De cualquier forma, el
del cual se han ido expresando las nuevas visiones de fe e investigar cómo cristianismo es una parte de nuestras experiencias actuales. Este efecto
estas nuevas visiones se han integrado en las anteriores: ¿ha sido por sim- positivo y negativo de Jesús, al que los cristianos llaman Cristo, es un
ple adición o por actualización de la fe recibida? d) Este triple estudio dato insoslayable tanto para el cristiano como para el no cristiano: consti-
debe ir acompañado por la investigación de las mediaciones histórico-socia- tuye nuestra prehistoria y la de todos los que de algún modo han entrado
les y políticas. ¿Por qué, por ejemplo, los primeros cristianos adoptan una en contacto con el cristianismo, a través de las Iglesias cristianas o de la
postura de lealtad frente a las fuerzas romanas de ocupación? ¿Es una cultura occidental influida por el cristianismo, lo cual constituye una dimen-
consecuencia interna de su concepción de la gracia —normativa para todos sión —quizá oculta— de su propio presente. El hecho de que otras per-
los cristianos— o una postura prudente, condicionada por las circunstan- sonas puedan decir algo similar basándose en su propia tradición religiosa
cias históricas, que permitió proclamar el evangelio en una situación opre- —religiosidad judía, budismo, hinduismo, Islam— es un motivo más para
siva? e) Sólo raras veces será posible realizar un estudio del carácter de meditar sobre el significado de nuestras propias pretensiones cristianas.
un autor neotestamentario. Sin embargo, a juzgar por sus cartas auténticas, Los cristianos están convencidos de poseer un mensaje destinado a todos
Pablo es un individuo difícil y agresivo, de carácter extremista, que no los hombres, pero esto no significa que tengan el monopolio de la verdad.
sólo había perseguido cruentamente a los cristianos, sino que tras su con-
versión al cristianismo se distingue por sus constantes reacciones agresivas
frente a sus adversarios y por las divergencias que tiene con casi todos sus
colaboradores (Marcos, Apolo, Bernabé, Lucas... Pedro). Su concepción
exclusiva, casi agresiva, de la gracia tiene también que ver con su carácter:
en sus cartas no hay más que una norma, Jesucristo, pero es el «Cristo
de Pablo», su evangelio (Gal 1,8; 1 Cor 4,15; Gal 5,10; cf. 1 Cor 1,
12-13). En la tradición neotestamentaria de la fe, la revelación de Dios
está siempre sujeta a la mediación de signos humanos, como es el lenguaje,
en el que entra todo lo que es propio del hombre: su experiencia, forma-
ción, educación, su estilo y forma, toda su personalidad. El hecho de que
los rasgos caracterológicos —«normales» o «anormales»— de cada autor
neotestamentario hayan dejado su huella en los diversos escritos forma
parte del carácter profundamente humano de la revelación de Dios, la cual
nada tiene que ver con un juego de manos.

Así, pues, en la dimensión de una historia totalmente humana, la reve-


lación es para el creyente una obra de Dios experimentada por el mismo
creyente, interpretada en lenguaje religioso y, por tanto, expresada de un
modo humano. En este complejo contexto, el momento de revelación que
penetra todo con su autoridad no es el acto de la experiencia interpretati-
va, sino lo que en ella se experimenta.
El análisis realizado a lo largo de estos tres capítulos nos lleva a con-
cluir que en nuestras experiencias humanas podemos experimentar algo que
supera nuestra experiencia y que se presenta én ella como gracia inespe-
SEGUNDA PARTE

LA EXPERIENCIA DE LA GRACIA
EN EL NUEVO TESTAMENTO
JUSTIFICACIÓN METODOLÓGICA

Dentro del Nuevo Testamento, la palabra «gracia» (charis) no aparece


en el Evangelio de Marcos, que tampoco emplea el término griego afín
eleots (misericordia otorgada por gracia), usado por los LXX. Mateo em-
plea tres veces la palabra eleos, pero nunca charis. En el Evangelio de
Juan no aparece el término «gracia» (ni charis ni eleos), excepto cuatro
veces charis en el prólogo (muy probablemente, el término existía ya en el
himno tradicional que Juan integra orgánicamente en su evangelio, modi-
ficándolo de acuerdo con su propio estilo). Tampoco aparece en la primera
ni en el segunda carta de Juan.
Encontramos la palabra charis en la primera carta a los Tesalonicenses
y en la carta a los Filipenses, pero sólo en las fórmulas tradicionales de
saludo. Lucas la emplea con más frecuencia (ocho veces, más siete el tér-
mino eleos; y diecisiete en los Hechos de los Apóstoles), pero por lo ge-
neral no en un sentido teológico (excepto eleos, donde Lucas sigue a los
LXX). Sorprende, pues, que en el corpus paulino aparezca charis unas
cien veces, de ellas unas sesenta en las cartas auténticas de Pablo '.
Los datos estadísticos no dicen de por sí mucho, y a veces nada. Pero
invitan a reflexionar. En cualquier caso, de estos datos estadísticos2 se
desprende —teniendo en cuenta el contenido de charis en los diversos con-
textos— que el empleo teológico explícito de charis en el Nuevo Testa-
mento corresponde casi exclusivamente a Pablo y a su escuela. Esto no
quiere decir que Pablo nos ofrezca una «teología de la gracia», ni que una
teología de este tipo no exista en otros lugares del Nuevo Testamento, ni
—menos todavía— que los restantes escritos no conozcan la realidad que
Pablo designa como gracia. Sin embargo, se observa que Pablo utiliza con
frecuencia en su vocabulario personal el término charis; esto sugiere que
la palabra se asocia en él a temas típicamente paulinos (dentro del Nuevo

1
Relación de los pasajes en que aparece charis en el Nuevo Testamento: a) Cor-
pus paulino: Rom 1,5; 1,7b; 3,24; 4,4; 4,16; 5,2; 5,15a y 15b; 5,17; 5,20; 5,21;
6,1; 6,14; 6,15; 6,17; 7,25; 11,5; 11,6; 12,3; 12,6; 15,15; 16,20; 1 Cor 1,3; 1,4;
3,10; 10,30; 15,10; 15,57; 16,3; 16,23; 2 Cor 1,2; 1,12, 1,15; 2,14; 4,15; 6,1;
8,1.4.6.7.9.16.19; 9,8; 9,14; 9,15; 12,9; 13,13; Gal 1,3; 1,6; 1,15; 2,9; 2,21; 3,19
(preposición); 5,4; 6,18; Flp 1,2; 1,7; 4,23; 1 Tes 1,1 y 5,28; 2 Tes 1,2; 1,12;
2,16; 2,18; Ef 1,2; 1,6; 1,7; 2,5; 2,7; 2,8; 3,2; 3,7; 4,7; 4,29; 6,24 (3,1 y 3,14:
preposición); Col 1,2; 1,6; 3,16; 4,18; 1 Tim 1,2; 1,12; 1,14; 5,14 (preposición);
6,21; 2 Tim 1,2; 1,3; 1,9; 1,10; 2,1; 4,22; Tit 1,4; 2,11; 3,7; 3,15 (1,5 y 11,11:
preposición); Flm 3 y 25. b) Resto del Nuevo Testamento: Le 1,30; 2,40; 2,52;
4,22; 6,3234; 7,47 (preposición); 17,9; Hch 2,47; 4,33; 6,8; 7,10; 7,46; 10,45;
11,23; 13,43; 14,3; 14,26; 15,11; 18,27; 20,24; 20,32; 24,27; 25,3; 25,9; Jn 1,
14-17; Heb 2,9; 4,16; 10,29; 12,15; 12,28; 13,9; 13,25; Sant 4,6; 1 Pe 1,2; 1,10;
2,19; 3,7; 4,10; 5,10; 5,12; 2 Pe 3,18; 2 Jn 3 (en 1 Jn 3,12, charin es preposición);
Jds 4; Ap 1,44; 22,21.
2
Cf. R. Morgenthaler, Statisttk des Neutestamentlichen Wortschatzes (Zurich-
Francfort 1958); id., Statistische Synopse (Zurich-Stuttgart 1971); G. Morrish, A Con-
cordance to the Septuagint (Londres 1974).
76 JUSTIFICACIÓN METODOLÓGICA JUSTIFICACION METODOLÓGICA 77

Testamento), lo cual no quiere decir que sean exclusivamente paulinos, tión de cómo experimentaron los cristianos del Nuevo Testamento la sal-
pues pueden recoger una temática intertestamentaria (cf. infra). vación de Dios en Jesús. Empleando términos tradicionales, el tratado de
Si comparamos esta estadística terminológica con la teología de la gracia la gracia es, de hecho, una tematización de segundo orden con respecto
(charis y grada) de la patrística, vemos que la «gracia» nunca ocupó for- a la doctrina sobre la redención, una especie de «formalización» de la
malmente el centro de la reflexión teológica hasta las últimas obras de misma. Y ésa es la razón de que no queramos disociarlos.
san Agustín en su polémica con Pelagio. Esto no significa que hablar de
la gracia equivalga a un enunciado «de segundo orden», es decir, a un
enunciado sobre otro enunciado que dice algo distinto. En tal caso, la gra-
cia no sería un dato inmediato de experiencia, sino un enunciado ulterior
sobre una determinada experiencia: la experiencia de Jesús como Cristo.
La tematización o reflexión posterior sobre la gracia como momento de
experiencia es una empresa de segundo orden, una especie de reflexión
«objetivante» sobre lo que ya se ha dado en la experiencia. Desde el
punto de vista cronológico es una empresa que supone una larga tradición
de experiencias de gracia: en la «teología de la gracia» se analiza formal-
mente un aspecto de la experiencia relativa a la salvación de Dios en Je-
sús. Según esto, en el Nuevo Testamento hallamos solamente un punto
de partida para una teología de la gracia.
La experiencia de la gracia no se identifica simplemente con una deter-
minada articulación de la misma, pero el empleo de ciertos términos (por
ejemplo, charis, eleos) para expresar tal experiencia es un primer paso que
nos encamina a entender mejor lo que el Nuevo Testamento quiere decir
con su experiencia cristiana. En la primera parte del libro hemos dicho
que se da un influjo mutuo entre la experiencia y la interpretación; el mo-
mento interpretativo del lenguaje concreto repercute sobre la propia expe-
riencia. No carece de sentido, pues, que analicemos el léxico de que dispo-
nían los autores neotestamentarios para expresar el carácter gracioso de
sus experiencias cristianas y veamos en qué dirección el campo semántico
de tales términos pudo orientar su interpretación de la experiencia de sal-
vación en Jesucristo. Sin embargo, este influjo no es decisivo, pues su nue-
va experiencia pudo superar la fuerza y el marco expresivo de las expe-
riencias anteriores. La tradición y la novedad pueden coincidir en la utili-
zación de un mismo término (por ejemplo, charis).
Esto constituye a la vez una pauta metodológica, sobre todo porque
el Tenak, o Antiguo Testamento, es el contexto más importante para inter-
pretar el Nuevo Testamento. Así, en primer lugar, estudiaremos el signi-
ficado de charis (gracia) en el lenguaje profano y religioso del helenismo.
Pero, como los judíos de habla griega tradujeron al griego los términos
que expresaban la concepción hebrea de la gracia, con el consiguiente tras-
vase de conceptos hebreos a palabras griegas, deberemos estudiar también
el concepto que los LXX tenían de la gracia, así como el campo semántico
hebreo anterior, el cual tuvo una influencia directa en el nacimiento de la
literatura del Nuevo Testamento. Pero como, según hemos visto, esclarecer
la estructura formal de la revelación equivale a decir algo sobre su conte-
nido, poco se podrá decir con sentido sobre «la gracia» sin hablar del
contenido salvífico que se experimenta como don. El problema de la gracia
en el Nuevo Testamento debe proporcionar además una respuesta a la cues-
LA ACTIVIDAD GRACIOSA DE YAHVE 79

SECCIÓN PRIMERA comparar los estudios sobre hanan y hen de W. Zimmerli, A. Jepsen y
H. J. Stoebe en los distintos diccionarios teológicos. Es lo que sucede
EL CAMPO SEMÁNTICO sobre todo cuando el significado etimológico de una palabra es descono-
cido o incierto, ya que entonces el contexto en que se halla tal palabra
tiene una importancia fundamental para determinar su significado básico.
Además, el significado peculiar de un término en un texto está condicio-
nado formalmente por su contexto. Entonces la interpretación teológica
—que a menudo depende de motivos confesionales, especialmente cuando
se toca la teología de la gracia— ejerce una gran influencia. Esta reserva
Bibliografía: H. J. Stoebe, hesed (bondad), en Diccionario teológico manual del vale también para el análisis que sigue.
Antiguo Testamento I (Madrid, Ed. Cristiandad, 1978) 832-861; id., hanan (y hen), El significado de la raíz hnn (hanan) es «ser benigno, compadecerse
ibíd. I, 815-829; H. Wildberger, ""aman ('emet), ibíd. I, 276-319. También los términos
correspondientes griegos en ThWNT, espec. charis, IX, 366-377 (W. Zimmerli); eleos, II, de alguien». Lo que aquí destaca no es tanto la idea de inclinarse hacia
474-483 (R. Bultmann); aletheia, I, 233-237 (G. Quell); hosios, V, 488-492 (F. Hauck); alguien con una especie de condescendencia (de todas formas es algo que
M. Bailly, charis, en Dictionnaire grec-franeais (París 9s. f.) col. 2124 C-2125 B; W. Bauer, se sigue debatiendo entre los especialistas) cuanto la ida de dedicarse,
Griechisch-Deutsches Worterbuch (Berlín 21952) s.v. charis, col. 1592-1595; H. G. Lid- aproximarse a una persona, de modo que esta dedicación no significa sólo
dell y R. Scott, charis, en Greek-English Lexicón (Oxford 1966) 1978-1979. Además, ni preferentemente un sentimiento interior, sino una acción determinada
F. Asensio, Misericordia et veritas (Roma 1949); Kl. Berger, «Gnade» im frühen Christen- en la que se concreta la aproximación benevolente. Lo que sobre todo
tum: NTT 27 (1973) 1-25; P. Bonnetain, Gráce, en DBS III, 701-1319; N. Glück, Das cuenta en hanan (a diferencia de la charis griega) es la dedicación al pró-
Wort Hesed (BZAW 17; Berlín 1927); J. Haspecker, Der Begriff der Gnade im Alten jimo. El mundo hebreo no conoce el dualismo entre un sentimiento inte-
Testament, en 2LThK IV, 977-980; A. Jepsen, Gnade und Barmherzigkeit im Alten
Testament: KuD 7 (1961) 261-271; id., ^aman Oemet), en Diccionario teología del rior que luego se expresa externamente en actos de benevolencia. La gracia
Antiguo Testamento (Madrid, Ed. Cristiandad, 1973) 310-343; W. Lofthouse, Cheen (hanan) es la benevolencia que se expresa en un don o regalo. Yahvé es
and chesed in the Oíd Testament: ZAW 51 (1933) 29-35; U. Masing, Der Begriff misericordioso con Jacob en el don de sus hijos (Gn 33,5). El don de la
Chesed im alttestamentlichen Sprachgebrauch (Hom. I. Kopp; 1954) 27-63; D. Michel, tora es el favor de Dios (Sal 119,29). No hay, por tanto, dualismo alguno
Aemaet. Untersuchung über «Wahrheit» im Hebr.: «Archiv für Begriffsgeschichte» 12 entre la actitud interior, o benevolencia de gracia, y los dones o regalos
(1968) 30-57; J. Montgomery, Hebrew hesed and Greek charis: HThR 32 (1939) externos. El mismo don es la entrega de una persona a su prójimo. Se pue-
97-102; G. Morrish, A Concordance to the Septuagint (Londres 1974); H. Rowley, de decir que «lo que importa son las cosas pequeñas», no sólo el senti-
The Biblical Doctrine of Election (Londres 1950); H. Stoebe, Die Bedeutung des
Wortes Haesaed im Alten Testament: VT 2 (1952) 244-254; Th. Vriezen, Geloven
miento interior. La palabra hanan (ir al encuentro de alguien con benevo-
en vertrouwen (Nijkerk 1957); G. Wetter, Charis (UNT 5; Leipzig 1913); J. Wobbe, lencia) no tiene primariamente un sentido religioso. El campo semántico
Der Charisgedanke bei Paulus (NTAbh 13/3; Münster 1932). del término refleja, ante todo, el trato normal entre los hombres: ahí tiene
su contexto existencial.
Este concepto de benevolencia presupone en la persona que es objeto
de la misma una privación, privación que puede traducirse en una petición
suplicante, hasta el punto de que hanan es sustituido a veces por otra
CAPITULO PRIMERO palabra hebrea que significa «responder» Canah). La persona privada de
algo —o de todo— recibe algo gracias a la benevolencia de otra persona,
NOCIÓN DE GRACIA EN EL TENAR lo que implícitamente quiere decir que el bienhechor, al dar, se entrega
al otro de corazón, con una solicitud que es a la vez respuesta a la priva-
ción suplicante de ese otro. Gracia, en el sentido del verbo hanan, signi-
fica, por tanto, una solicitud cordial de una persona hacia otra, al menos
I como respuesta implícita a una enorme privación, sea o no formulada ésta
por la persona que recibe el don. Pero precisamente de esta estructura se
LA ACTIVIDAD GRACIOSA DE YAHVE desprende que la posición del bienhechor con respecto al necesitado es pa-
recida a la del superior con respecto al inferior. Por tal razón, hanan, junto
1. Hanan: entregarse con amor con sus derivados, dice relación a la actitud del rey para con sus subditos,
de los cuales tiene que preocuparse. Hanan significa mirar por los demás
Entre los teólogos (exegetas) que estudian el significado semántico y, por tanto, en muchas ocasiones, mirar desde la propia altura (pero nunca
de los términos hebreos existen varias interpretaciones. Para verlo, basta en sentido desfavorable). El término posee, pues, los matices de tener en
80 NOCIÓN DE GRACIA EN EL TENAK LA ACTIVIDAD GRACIOSA DE YAHVE 81

cuenta a alguien, inclinarse hacia alguien y, finalmente, mostrarle bene- Dios y en su solicitud misericordiosa {hanan) 5. La gracia solicitada es, en
volencia. general, que sea escuchada la petición (Sal 4,2), la cual se especifica en
Sobre todo en la literatura sapiencial, hanan adquiere el significado con- cada caso: curación (Sal 6,3; 41,5), liberación de la miseria provocada por
creto de compadecerse de los pobres (Prov 14,31) y de los indigentes los enemigos o por la desgracia (Sal 9,14), liberación de la angustia (Gn
(Prov 28,8), dándoles algo (Sal 37,21; 37,26; 112,5). El verbo se aplica 42,21; 2 Re 1,13; Job 19,16), redención o salvación (Sal 26,11), «restable-
también a la actitud del vencedor que «respeta» o «perdona» a los que cimiento» (Sal 41,11), perdón de los pecados (Sal 51,3), fuerza (Sal 86,16),
ha derrotado en la guerra. Hanan adquiere así el significado de conceder liberación de una amenaza de muerte o del seol (en muchos salmos de
perdón, indultar u otorgar gracia (aspecto que no recoge el término griego lamentación), etc. La «gracia» que se suplica o se obtiene tiene relación
charis, por lo cual los LXX prefieran traducir hanan por eleos más que con la «vida humana».
por charis) 3. La gracia que se concede tras una guerra supone la estipu- Es muy significativo que en todos estos textos la gracia se experimente
lación de una alianza (Dt 7,2). El amor de benevolencia se convierte así como gracia precisamente en una situación de diálogo: la oración. En todos
en amor de alianza con una nota de reciprocidad. En un plano puramente ellos aparece expresamente la convicción de que Yahvé tiene una solicitud
«profano», gracia y alianza son términos correlativos, aunque hanan impli- especial por los débiles, los pobres, los perjudicados a manos de otros, los
que de por sí un amor de alianza. perdidos y oprimidos. Lo demuestra ya el uso religioso de hanan, pero más
Partiendo del marco de las relaciones intrahumanas, se recurre a este aún la súplica honneni, «ten piedad de mí», con que se concluye la peti-
significado «profano» para expresar las experiencias relativas a Dios. En ción concreta de un favor (Sal 4,2; 6,3; 9,14; 27,7; 30,11; 41,5.11; 51,
este sentido religioso, hanan asume en todo el Tenak un significado típico 3-4; 86,16). Lo mismo sucede en la fórmula de bendición: «Dios tenga
que ejercerá una clara influencia en el Nuevo Testamento. De las sesenta piedad de ti» (Nm 6,25; Sal 67,2). La gracia mira a los hombres sencillos
veces aproximadamente que aparece el término hanan, en más de cuarenta y humillados: Dios los «levanta». En eso consiste la gracia. En sí no es
el sujeto es Dios; veintiséis de ellas corresponden a los salmos, que son, algo exclusivo de la espiritualidad del Tenak; oraciones de súplica simila-
por tanto, el testimonio más importante de la benevolencia veterotesta- res forman parte del patrimonio religioso de otros muchos pueblos. Lo es-
mentaria de Dios. Si, en el Nuevo Testamento, Pablo ve la relación de pecífico de esta confianza en la solicitud misericordiosa de Dios (hanan)
Dios con el hombre sobre todo bajo el prisma de la gracia, en los Salmos es que Israel y el israelita orante fundan todo ello en la gracia de alianza
hallamos un «monismo» similar. También aquí es característica la correla- o hesed (cf. infra) de Yahvé y, por tanto, en la promesa de la solicitud
ción entre privación y favor: Dios responde a la oración suplicante de los de Yahvé hacia su pueblo (Sal 51,3 y 119,58; 2 Re 13,23). Considerando
justos. Es de notar a este respecto que la «súplica», a la que responderá la pecaminosidad del hombre, toda situación de necesidad se resume en «he
la actitud de gracia, es expresada mediante un término derivado de la raíz pecado contra ti» (Sal 41,5), de forma que el hanan, o solicitud y com-
hanan (sobre todo en los salmos de lamentación) 4 . La gracia y la petición pasión de Dios por el hombre, implica también el perdón de los pecados.
de gracia (impotencia) son términos correlativos y proceden de la misma Sobre este trasfondo adquiere pleno significado la bendición «sacerdo-
raíz (hnn). Precisamente la forma reflexiva de hanan significa pedir que tal» en que se suplica la solicitud graciosa de Dios. «Dios te dé su favor
se tome en consideración la situación propia y se atienda al propio estado (hanan), hijo mío» (Gn 43,29), dice el patriarca José a Benjamín. En la
de miseria; o, en términos generales, pedir la gracia de que la plegaria, bendición de Aarón (Nm 6,25; cf. 6,27), el nombre de Yahvé y su favor
si no atendida, sea al menos escuchada (cf. 1 Re 8,30.45; 2 Cr 6,35-39; se invocan sobre el pueblo. Esto indica una voluntad original de gracia
Sal 6,10). La petición de gracia tiene, pues, un doble fundamento. Por una por parte de Dios, prometida al pueblo en virtud de una alianza particular.
parte, la propia deficiencia (situación de necesidad: Sal 4,2; 6,3; 9,14; Pero la gracia de Dios es un don libre, como se dice claramente a Moisés,
25,16; 52,2), que debe especificarse según los distintos casos: debilidad el mediador de la alianza: «Yo me compadezco de quien quiero y favo-
(Sal 6,3), soledad (Sal 25,16), calamidades de diverso tipo (Sal 31,10; rezco (hanan) a quien quiero» (Ex 33,19). En su significado teológico,
123,3), gran miseria (Sal 86,3). Por otra parte, fe en la misericordia de hanan no puede vincularse demasiado a la alianza (a diferencia de hesed),
ya que hanan implica a fin de cuentas la libertad soberana de Dios en su
3
misericordia6. Pese a la diferencia existente entre el interlocutor divino y
En relación con la protección del débil (cf., por ejemplo, Job 19,21), hanan, el humano, una situación de hanan supone cierta reciprocidad. Gracia es
en un sentido menos denso, puede significar simplemente «tratar a alguien o hablar
con él de modo amistoso» (Prov 26,25).
4 5
En la forma hitfal, hanan significa pedir suplicando: Gn 42,21; 2 Re 1,13; Más tarde se llega a una postura más legalista: en la miseria se apela a la
Job 19,16; Est 4,8; 8,3; pedir a Dios suplicando: Dt 3,23; 1 Re 8,33.47.59; 9,3; gracia de Dios, haciendo referencia a la propia fidelidad y al cumplimiento de los
2 Cr 6,24.37; Os 12,5; Sal 30,9; 142,2. Esta forma da lugar a derivados sustantivos mandamientos de Dios (Sal 26,11).
que significan oración de petición (1 Re 8,30; 2 Cr 6,21; Jr 37,20; 38,26; Prov 18, ' En Ex 33,19 hallamos una repetición de hanan y de raham; este último término
23; Sal 28,2.6; 31,33, etc.). explícita un matiz de .hanan: la ternura y compasión cariñosa.
6
82 NOCIÓN DE GRACIA EN EL TENAK LA ACTIVIDAD GRACIOSA DE YAHVE 83

«ponerse en marcha juntos», como dice delicadamente Ex 33,12-23: orden inverso, Ex 20,5-6; Dt 5,9-10). En once textos encontramos esta
«Moisés dijo al Señor: Mira, tú me has dicho que guíe a este pueblo, doble fórmula: Ex 34,6; Jl 2,13; Jon 4,2; Sal 86,15; 103,8; 111,4; 112,4;
pero no me has comunicado a quién me das como auxiliar, y, sin embargo, 145,8; Neh 9,17.31; 2 Cr 30,9; unas veces sólo hannun**, otras con ele-
dices que me tratas personalmente y que gozo de tu favor; pues si gozo mentos adicionales: «Tú eres un Dios compasivo y clemente, paciente,
de tu favor, enséñame el camino, y así sabré que gozo de tu favor; misericordioso y fiel» (Ex 34,6; sobre hesed y "emet, cf. infra); esta
además, ten en cuenta que esta gente es tu pueblo. Respondió Yahvé: ampliación de ia fórmula significa que el favor divino se mantendrá a
Yo en persona iré caminando para llevarte al descanso. Replicó Moisés: pesar de las negativas del pueblo. La alabanza litúrgica aparece también
Si no vienes en persona, no nos hagas salir de aquí. Pues ¿en qué se en la proclamación festiva del nombre de Yahvé dentro del marco de la
conocerá que yo y mi pueblo gozamos de tu favor sino en el hecho de alianza sellada en el Sinaí (Ex 34,6; este texto ha influido en Nm 14,18;
que vas con nosotros? Esto nos distinguirá a mí y a mi pueblo de los Jl 2,13; Jon 4,2; Sal 86,15; 103,8; 145,8; Neh 9,17. Probablemente, Ex
demás pueblos de la tierra. Yahvé le respondió: También esa petición te 34,6 debe considerarse como una especie de etiología u «origen» de esta
la concedo, porque gozas de mi favor y te trato personalmente. Entonces oración litúrgica en el templo) 10 . La experiencia de la benevolencia de
él pidió: Enséñame tu gloria. Le respondió: Yo haré pasar ante ti toda Dios —que en sí es ya un hecho dialogal— culmina en una especie de
mi riqueza y pronunciaré ante ti el nombre 'Yahvé', porque yo me com- antífona: en la acción de gracias y en la alabanza litúrgicas. Este aspecto
padezco de quien quiero y favorezco (hesed) a quien quiero; pero mi será también característico de la experiencia neo testamentaria de la gracia.
rostro no lo puedes ver, porque nadie puede verlo y quedar con vida»
(Ex 33,12-23). En este texto flota toda la temática del Tenak sobre la
gracia: elección, protección, caminar juntos, mutuo conocimiento del nom- 2. Hen, derivado principal de hanan
bre del otro —hablarse de tú—, el rostro de Dios dirigido al hombre, a
Israel —Dios se vuelve hacia Israel—, mientras que, por otro lado, este El verbo hanan carece de sustantivo. El nombre hen —infinitivo sus-
Dios de gracia sigue siendo un Dios oculto que, manifestándose en el tantivado del verbo hanan— habría sido el más adecuado para expresar
ocultamiento, mantiene despierto el deseo de Israel. Es sorprendente sobre en forma nominal los significados de «gracia»: hanan significa mostrar a
todo: «Yo haré pasar ante ti toda mi riqueza y pronunciaré ante ti el alguien hen (favor). Tal era inicialmente el significado de hen, como apa-
nombre 'Yahvé', porque yo favorezco a quien quiero». El texto insinúa rece en un texto de Zacarías: «Sobre la dinastía davídica y los vecinos de
que el nombre de Yahvé significa favor libre y soberano 7 . El Dios de la Jerusalén derramaré un espíritu de compunción (hen) y de pedir perdón»
libertad soberana no es ya el potentado caprichoso del Oriente antiguo, (Zac 12,10). Resulta extraño, sin embargo, que hen (sólo en singular) se
sino el Dios de Israel, Yahvé, solícito y compasivo. El nombre de Dios emplee raramente en frases que tienen a Yahvé como sujeto y, además,
que aparece en el Éxodo: «Soy el que soy» (Ex 3,14) se explica aquí en que los Salmos, donde principalmente hallamos el término hanan, salvo
el sentido de soy un Dios solícito por los hombres, como rey (hanan) algunas excepciones (sin importancia teológica: Sal 84,12 y 45,3) no
y como padre y madre al mismo tiempo (raham) (la influencia de Ex 33, utilicen la palabra hen11. El distanciamiento del significado etimológico
19 puede verse en 2 Re 13,23; Is 30,18 y probablemente en Is 27,11). de hanan se debe a que hen centra la atención en un rasgo y cualidad de
Dios es un Dios de los hombres. una persona, debido a lo cual otra —siempre un superior con respecto
Es curioso que los grandes profetas escritores no aludan al hanan de a un inferior (en especial el rey: 1 Sm 16,22 27,5; 2 Sm 14,22; 16,4;
Dios (a excepción de Am 5,15, el cual, tras haber amenazado con la des- 1 Re 11,19; Est 5,2.8, etc.)— le profesa sentimientos de benevolencia.
gracia como posibilidad extrema, habla también de la misericordia de Dios Se trata de hallar benevolencia «a los ojos» de un superior (la corte real
con el resto de José) 8 . Esto indica que, para esos profetas, lo más im- es, sin duda, el contexto existencial del empleo de hen, aunque posterior-
portante es la amenaza de desgracias debidas a las infidelidades cometidas mente se democratizará el sentido de la palabra; por ejemplo, Gn 32,6).
contra Yahvé, y no el favor divino. El reverso de la única misericordia En la mayoría de casos, hen va acompañado de «a los ojos de»: se
de Dios es el juicio. es agradable a juicio de otro. Originariamente, este derivado de hanan
Finalmente, la fuerza crítica y eficaz del favor de Dios en el Tenak significa «fijarse en», «tener en cuenta». Pero, a diferencia de hanan, la
se ve corroborada por el culto litúrgico. «Piadoso» se convierte en un
atributo doxológico que emplea la liturgia para alabar a Dios en forma 9
Ex 22,26; Sal 116,5.
de rima: rahum wehannun, Dios compasivo y piadoso (Ex 34,6; y en 10
Cf. J. Scharbert, Formgeschichte und Exegese von Ex 34,6-7 und seiner Paral-
lelen: Bib 38 (1957) 130-150.
7
Quizá nos encontramos ante una yahveización de la antigua idea mesopotámica " En el libro de los Proverbios aparece con frecuencia (Prov 1,9; 3,4; 3,22; 4,9),
—asiría o babilónica— de un Dios prepotente y arbitrario, gran potentado. pero en sentido «profano», de tal forma que hen pasa a ser una simple propiedad;
8
También en textos secundarios; por ejemplo: Is 27,11; 30,18.19; 33,2; 26,10. por ejemplo, «una gacela con hen», o sea, una gacela grácil y hermosa.
84 NOCIÓN DE GRACIA EN EL TENAK CONCEPCIÓN JUDIA DE «HESED» Y « 3 EMET» 85

mirada no va del bienhechor al favorecido, sino en sentido contrario. Por (charis, gracia) haya perdido toda relación con el significado original de
consiguiente, hen no es siempre el resultado, sino más bien el objeto o hanan en cuanto solicitud benévola por alguien (tal es la tesis de Zim-
motivo de que alguien encuentre complacencia en otra persona (cf. 2 Sm merli), sino que tal solicitud benévola se ha desplazado, refiriéndose ahora
15,25). Cada vez más, tener hen es el motivo de que una persona goce al reconocimiento de que alguien posee hen.
del favor de otra. En otras palabras, el desarrollo semántico de hen (a di- Este desplazamiento semántico en el empleo del término hen nos per-
ferencia de hanan) tiende a excluir al sujeto del hen y a reflejar única- mite ver una interesante evolución. Dado que en el campo semántico de
mente el motivo o la cualidad de alguien por la que un tercero se mues- hanan no existe un sustantivo correspondiente, el lugar es ocupado por
tra benevolente hacia él. En la literatura sapiencial llega hasta tal punto otro sustantivo: el término hesed. Aunque procede de una raíz total-
esta evolución, que hen termina por designar las cualidades de una per- mente distinta de hanan, sirve de hecho como forma sustantiva (la gra-
sona o incluso de un animal, sobre todo al donaire y a la elegancia. Así, cia) del verbo hanan (ser benévolo)14. En los LXX, a excepción de al-
especialmente en la literatura sapiencial más reciente, una «gacela con gunos casos tardíos (cf. infra), hesed no es traducido nunca por charis,
hen» es simplemente una gacela grácil y esbelta, o bien se habla de una sino por eleos (compasión), mientras que, por otro lado, el verbo griego
«mujer hermosa», de una «diadema esplendente» (Prov 11,16; 1,9; 3,22; elein (compadecerse) corresponde en los LXX normalmente a hanan. En
4,9), de la gracia que fluye de los labios del esposo (Sal 45,3; cf. 84,12). otras palabras: estos traductores vieron claramente el nexo existente entre
Aunque los especialistas introducen aquí una serie de matices, podemos hanan y hesed, a pesar de que ambos términos tengan diferentes raíces.
afirmar que el término hen tiende a prescindir totalmente del significado
fundamental de hanan en cuanto iniciativa de solicitud por alguien. Esto
es tanto más notable cuanto que los LXX traducen el término hebreo hen II
siempre por charis (gracia, en cuanto algo que se recibe; cf. infra) n.
En el término hen no desaparece la idea de mostrarse complaciente, CONCEPCIÓN JUDIA DEL «HESED» Y LA «'EMET» DE DIOS
pero se desplaza: el hen no es el don de gracia otorgado con una actitud
de hanan; el tener hen (venga de donde venga) es, por el contrario, la Como en el caso del auténtico significado de hanan y hen, los filólogos
razón de que una persona mire favorablemente a otra, la cual obtiene el (teológicos) discuten también sobre la noción de hesed; a veces, en la
favor de la primera. De ahí el significado de «hallar gracia a los ojos de discusión intervienen inconscientemente motivos teológicos y confesionales.
otro», de un tercero 13, que en la mayoría de casos es un superior; y, fi- ¿Indica hesed una interrelación de derechos y deberes? ¿O va más allá
nalmente, de Dios. «Noé halló gracia a los ojos de Dios» (Gn 6,8; Ex 33, de las obligaciones interpersonales e incluso de la relación basada en la
12; 33,13.16.17). Debido a ese desplazamiento, hen puede ser una fórmu- alianza? ¿Supone hesed una relación de comunión entre dos partes o es
la general, incluso una simple fórmula de cortesía, en el sentido de «por el fundamento de tal relación? La etimología de hesed es muy incierta
favor»: «Mátame, si he hallado gracia ante tus ojos» (Nm 14,15 = «por y no indica una dirección concreta; sin embargo, es seguro que el término
favor, quítame la vida»). tiene su base en unas relaciones interhumanas y, sobre todo, procede
En el lenguaje «profano» o en el trato normal entre la gente es muy de las relaciones recíprocas existentes en un grupo humano sociológica-
frecuente este empleo de hen, gracia. «(Putifar) tomó afecto (favor; halló mente estable. Propiamente, hesed es la postura y la conducta de los miem-
gracia; alcanzó la benevolencia de...) a José» (Gn 39,4); Jacob envía un bros de un grupo, gracias a las cuales éste encuentra su cohesión. Pero
regalo a Esaú, para obtener la gracia —alcanzar el favor— de Esaú (Gn con esto no se dice nada todavía sobre la opinión que se tiene con res-
32,6). Lo que suscita el aprecio del otro, o sea, el hen, puede ser en pecto a las características del propio grupo. Tras la aparición del impor-
realidad un don de Dios, pero la palabra ya no lo dice. Un ejemplo típico tante estudio de N. Glück, al que han seguido numerosos exegetas, en los
de esto es que Yahvé otorga hen a los israelitas a los ojos de los egipcios, últimos años se ha producido un sensible cambio en la interpretación. Con
de forma que éstos regalan a los israelitas en su partida objetos preciosos Glück, muchos han afirmado que hesed no significa una bondad y bene-
(Ex 3,21; 11,3; 12,36). En Sal 84,12, Dios da a los suyos hen y kabod, volencia espontánea y sin motivo, sino una forma de conducta resultante
«favor y gloria», es decir, el aprecio de los demás (cf. también Gn 39,21). de una relación vital determinada y regulada por derechos y obligaciones,
Se trata siempre de un tercero: «ser bien visto por otro». La diferencia como la relación entre marido y mujer, padres e hijos, rey y subditos.
entre hanan y hen estriba, pues, en que, si bien Dios es la causa del Aplicado a Dios, hesed significaría el amor basado en la alianza. El sen*
hen que alguien tiene ante un tercero, la palabra no se refiere al dador, tido de hesed como bondad y benevolencia generosa sería secundario,
sino al aprecio y reacción favorable de un tercero. No es que hen sobre todo debido a la unión de hesed con rahamim (bondad) y otros
términos muy precisos, como 'emet. Por su propia naturaleza, hesed es
12
Cf. Gn 39,21; Ex 3,21; 11,3; 12,36; Sal 84,12; Prov 3,34; 13,15.
" Unas cuarenta veces en el Antiguo Testamento. " Así, W. Zimmerli, en ThWNT IX, 366-377.
86 NOCIÓN DE GRACIA EN EL TENAK CONCEPCION JUDIA DE «HESED» Y «'EMET» 87

una fidelidad recíproca: presupone una relación vital entre las partes in- natarios de una alianza), supera la estructura de derechos y obligaciones.
teresadas y dentro de un contexto común (por ejemplo, mediante la rati- Hesed no es simplemente buena voluntad expresada realmente en obras,
ficación de una alianza); el hesed funciona en ese ámbito de comunión. sino generosidad, bondad inesperada y arrolladura, que, olvidándose de sí,
En los estudios más recientes se ha abandonado este punto de vista se muestra totalmente abierta y disponible para el «otro». De quien recibe
un tanto extremo. Por ser una relación interhumana, el hesed está rela- ese hesed o compromiso de amor se debe esperar un hesed igual, es decir,
cionado sin duda con la comunión, pero con ello no se dice nada sobre sorprendente y que no se quede en el ámbito de las obligaciones. El
la naturaleza propia del hesed. No podemos comprender el uso hebreo de hesed no se refiere sólo a la reciprocidad, sino a la calidad de ésta: a la
hesed en una colectividad humana a partir de nuestras concepciones mo- sobreabundancia en el amor y en la respuesta de amor.
dernas. En hartan se trata primariamente de la solicitud de una persona El empleo religioso y teológico de hesed tiene sus raíces en esta pers-
por otra, no de algo que demuestre una relación común. También en pectiva de las relaciones interhumanas. Propiamente, pues, se trata de
hesed es capital la dirección que parte de la persona que demuestra hesed, un uso muy antropomórfico, pero también del lenguaje más adecuado para
pero la relación no es nunca unilateral: evoca siempre una reciprocidad. poder decir algo sobre la actitud de Dios para con el hombre y para
Lo mismo sucede con hanan, pero este término, a diferencia de hesed, bosquejar la posible profundidad de la respuesta personal del hombre. La
no implica tal reciprocidad. Existe hesed entre el anfitrión y el invitado importancia decisiva de hesed para establecer la relación entre Dios y su
(Gn 19,19), entre parientes (Gn 47,29), entre aliados (1 Sm 10,8) y tam- pueblo radica en el hecho de que hesed ha sido incluido entre los predi-
bién entre quien ha recibido un favor y quien lo ha hecho (1 Re 20,31; cados divinos de los himnos y de la liturgia, en los que el Tenak pro-
Jue 1,24; Jos 2,12.14). Sin embargo, es un falso dilema preguntar si el clama la esencia de Dios como «Dios de los hombres» (Ex 34,6-7); el
hesed es fundamento de la relación mutua o la relación fundamento del Señor es «un Dios compasivo y clemente, paciente y rico en hesed y
hesed. En Gn 21,23, Abimelec pide a Abrahán que le otorgue hesed, 'emet» (esta fórmula resuena en Nm 14,18; Jl 2,13; Jon 4,2; Sal 86,15;
como él ha hecho con Abrahán, para así poder establecer una alianza con 103,8; 145,8; Neh 9,17). Es significativa la explicación ulterior de este
él. En 1 Sm 20,8, David invoca el pacto que Jonatán había hecho con él hesed: un Dios que «conserva la misericordia hasta la milésima genera-
y le suplica, en virtud de tal pacto, que demuestre también ahora hesed. ción, que perdona culpas, delitos y pecados, aunque no deja impune y cas-
Se puede pedir hesed en virtud de una alianza, pero también se puede tiga la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos» (Ex 34,7). Se
solicitar una alianza en virtud del hesed demostrado. Si bien un pacto contrapone una misericordia que llega «hasta la milésima generación» (de
implica derechos y obligaciones, esto no explica el significado peculiar de ahí el nexo entre hesed y yemet: fidelidad) y el castigo que a lo sumo
hesed, aunque sí indique que tal significado afecta en especial a las partes alcanza a la cuarta generación. En el segundo mandamiento del decálogo
que han establecido o van a establecer un pacto. En otras palabras, hesed (Ex 20,5b-6; cf. también Dt 7,9), el hesed de Dios es mencionado junto
requiere una respuesta en el hesed mismo. Está clara la reciprocidad, pero con su «celo»: es un Dios celoso, que defiende sus derechos y castiga a
no el significado específico de la misma. los que le «aborrecen» hasta la quinta generación, «pero actúo con lealtad
En el uso de hesed se alternan el singular y el plural, sobre todo en (hesed) por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos».
los textos tardíos (Sal 106,1.7.45; cf. también Is 55,3; 63,7; Sal 17,7; Hesed indica, pues, la sobreabundancia de gracia, que es mucho mayor
25,6, etc.). Hesed es, por tanto, una actitud básica que se traduce en que el castigo que merece la maldad (cf. Rom 5,18-21). En ese texto se
actos de bondad y amistad. A este respecto, hesed dice algo peculiar sobre pone también de relieve la sobreabundancia de la gracia de Dios, que ya
la actitud recíproca, y ese elemento peculiar es lo que determina propia- se había mencionado en el primer mandamiento (Ex 20,2), y se relaciona
mente el hesed, que supera la esfera de lo obligatorio y evidente en una con la antigua manifestación de hesed por parte de Yahvé: la liberación
relación interpersonal. En los textos narrativos antiguos, hesed indica una de Egipto. Así es Dios, así lo fue y lo seguirá siendo: sobreabundancia
bondad y benevolencia inesperadas y sorprendentes, algo con lo que no de gracia. Gn 32,10-13 —una oración de Jacob— expresa oportunamente
se contaba (1 Re 20,31; también Gn 39,21; 40,14; 47,29; 20,13; 21,23; (según la concepción yahvista) esta espiritualidad del Tenak. Por su fe,
Jos 2,12; 1 Sm 15,6; 2 Sm 3,8 y 16,17). Un hesed de este tipo hace Israel está convencido de que Yahvé recorre, por así decirlo, inadvertida-
posible una alianza, pero no es su presupuesto: trasciende el esquema de mente el mismo camino del mundo pecador («caminar juntos» es una
prestación y contraprestación. expresión que ya hemos visto en relación con hanan) para conducirlo
Hesed, en cuanto relación interhumana, es difícil de traducir a las finalmente a puerto seguro. El conjunto se expresa con el término hesed.
lenguas modernas. Gracia y benevolencia son insuficientes. Esencialmente, «Vosotros intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien» (cf.
hesed es algo que acontece palpablemente en una situación concreta, pero Gn 50,20). Pero es en los Salmos (de los 237 pasajes en que aparece
que la supera; tiene que ver con el compromiso por la vida de otro e hesed, 127 corresponden a los Salmos) donde más aparece este carácter
implica, por tanto, toda la persona del sujeto del hesed. Aunque se realiza sorprendente y admirable del hesed de Dios. Hesed está relacionado tam-
en las estructuras sociales existentes (padres é hijos, rey y subditos, sig- bién con el milagro (Sal 107,8.15.21.31), y el judío piadoso suplica a Dios
88 NOCIÓN DE GRACIA EN EL TENAK CONCEPCIÓN JUDIA DE «HESED» Y «'EMET» 89

que haga «un prodigio de lealtad» (hesed) (Sal 17,7; 31,22). El hesed Los LXX traducen generalmente 'emet por «verdad» (aletheia) y
de Dios es el trasfondo grandioso sobre el que brilla cada una de las algunas veces por pistis (confianza, motivo de confianza o seguridad); hay
demostraciones divinas de gracia (de ahí también el empleo del plural; quienes están de acuerdo en ello, pero no los filólogos modernos. De to-
Sal 6,5; 25,3.7; 31,17; 44,27; 69,17-18; 109,21.26; 119,88.124.149.159). dos modos, «verdad» (motivo de confianza) es uno de los significados fun-
El judío invoca en su oración este hesed pidiendo ser escuchado en sus damentales de 'aman y 'emet; y, referido al hombre, en muchos casos se
súplicas (Sal 119,149), ser salvo (Sal 109,26) y redimido (Sal 44,27; puede traducir por «verdad». Referido a Dios, 'emet significa siempre
130,7), seguir con vida (Sal 119,88.159) y ser perdonado (Sal 25,7). Como fidelidad, validez eterna y lealtad (también en Is 59,14-15; Sal 25,5; Sal
término paralelo de hesed encontramos a veces yesitah, que significa ayuda 19,10; Sal 119). Hasta el libro de Daniel no tiene 'emet, referido a Dios,
o cualquier tipo de salvación (Sal 36,11; 103,17). Dado que el hombre el significado específico de verdad revelada por Dios (Dn 8,26; 10,1; 11,2)
es pecador, el hesed de Dios significa también compasión y perdón de los e incluso el de veracidad de Dios (Dn 8,12; quizá Ecl 12,10 y, sobre
pecados (Sal 86,5; Ex 34,7a; Neh 9,17). La gracia es también perdón de todo, Sal 51,8 apuntan ya en esta dirección)18.
los pecados. Al principio casi no se pensaba explícitamente en la respuesta que el
Este hesed superabundante, mantenido fielmente por Yahvé, se expre- hombre debe dar al hesed de Dios, aunque tal respuesta estuviera implí-
sa a menudo en una especie de binomio, con una fórmula conocida tam- cita en la frase «aquellos que me aman» (Ex 20,6; Dt 5,10), que se
bién en el lenguaje «profano», pero utilizada sobre todo en relación con refiere precisamente al hesed de Dios. Oseas dedica gran atención a esta
Dios: hesed waemet, gracia y fidelidad o lealtad de Dios (sobre todo en reciprocidad, que él expresa mediante la imagen del amor de Dios a su
los Salmos: 25,10; 40,12; 57,4.11; 85,11; 89,15; 138,2; también Sal 61, pueblo (Os 2,21). Los bienes que Dios ofrece como esposo son «la jus-
8; 86,15; 115,1; Gn 24,27; cf. 24,49; 32,11; 47,29; Ex 34,6; 2 Sm ticia y derecho, el afecto y cariño, la fidelidad». Encontramos aquí, entre
2,6; 15,20; Prov 3,3; 14,22; 16,6; 20,28). Hesed está siempre en primer hesed y rahamim, una conexión que será cada vez más frecuente (rehem
lugar (a excepción de Os 4,1; Miq 7,20; Sal 89,25), lo que ha llevado es el seno materno, Jr 20,17; la parte débil del hombre, Gn 43,30;
a W. Zimmerli 15 a afirmar que 'emet es un determinativo de hesed, es rahamim es el plural abstracto de rehem y significa el amor cariñoso,
decir, el hesed prometido, afirmado bajo juramento, el amor perpetuo de natural y emocional de la madre hacia su hijo y, por tanto, la compasión:
Dios (éste es probablemente el significado de la fórmula en Jos 2,14; Os 11,8; Gn 43,30; 1 Re 3,26; Prov 12,10; Is 63,15; se utiliza siempre
2 Sm 15,20; Prov 3,3; 14,22; 16,6; 20,28). Sin embargo, parecen más en la relación de un superior con un inferior). Unido a rahamim, el hesed
convincentes los argumentos aducidos por A. Jepsen 16 y, sobre todo, por de Dios adquiere el significado de amor maternal delicado, casi vulnerable.
H. Wildenberger17, según los cuales en esta fórmula no se puede ver Así sucede especialmente en Oseas. Pero esta conjunción de los dos tér-
siempre una endíadis, sino la alusión a dos atributos divinos independien- minos se hace cada vez más frecuente (Jr 16,5; Zac 7,9; Sal 25,6; 40,12;
tes: su amor y su fidelidad (en especial Sal 85,11-12, donde hesed y 'emet 103,4; Dn 1,9; la relación es menos estrecha en Sal 69,17). La solicitud
se encuentran y actúan claramente como dos personas; también Sal 89,15, libre y cordial de Yahvé por Israel es el fundamento de la alianza (Os
donde hesed y 'emet aparecen como dos hipóstasís ante el trono de Dios). 2,21). Por ello, Yahvé espera también el hesed de Israel como reconoci-
Referido al hombre y a Dios, 'emet significa alguien en cuyas palabras, miento agradecido de lo que él ha hecho. En su discurso contra el pueblo,
actos o amor se puede confiar, alguien en quien es posible apoyarse: con el profeta clama: «No hay verdad ni lealtad Cemet), ni conocimiento de
el matiz de veracidad (de la raíz aman: que da estabilidad, seguridad; por Dios en el país» (Os 4,1-2). «Vuestra lealtad (hesed) es nube mañanera,
tanto, también durabilidad). Como los hombres suelen ser infieles y men- rocío que se evapora al alba» (6,4). El hesed exige, pues, reciprocidad: la
tirosos, 'emet se refiere sobre todo a Dios: Dios es un 'el 'emet, un Dios gracia, hesed, es un vínculo recíproco de amor entre Dios y el pueblo.
fiel y leal, un Dios en el que se puede confiar (Sal 31,6) incluso eterna- Pero esta reciprocidad, debido al don esponsalicio de Yahvé, es también
mente (Sal 146,6). Dios es rico en hesed y 'emet (Ex 34,6; Sal 86,15), una gracia y parece consistir en el hesed y la 'emet con que se trata al
y en especial sus palabras son de fiar (2 Sm 7,28; Sal 132,11, etc.; el prójimo, al compatriota19. El hesed de Dios es el presupuesto y al mismo
salmo 119 tiene gran importancia en este sentido porque es un himno de tiempo el modelo del hesed recíproco de Israel (Os 10,12): «sed buenos
alabanza a los preceptos de Dios, eternos y dignos de toda confianza). con Dios». Oseas lo resume también en una doble fórmula: «lealtad y jus-
Por tal motivo, el hombre que ora puede invocar también la 'emet de
Dios: su hesed y su 'emet son escudo y protección (Sal 91,7; 40,12).
'" H. Wildberger, op. cit., 316, supone aquí influencias extrañas, quizás iranias.
F.n el judaismo predomina ese sentido. Así resulta comprensible la traducción de los
15
W. Zimmerli, op. cit., 373, nota 78. LXX ('emet es aquí aletheia o verdad).
16
Cf. A. Jepsen, hesed, en ThWAT VII, 338-339, y H. Stoebe, bañan, en " Lo mismo se puede decir de numerosos términos veterotestamentarios. Cf. sobre
DTmAT I, 815-829. rl término «amor»: W. Grossouw, Wat leert het nieuwe testament over de liefde tot
" H. Wildberger, ->emet, en DTmAT I, 307. God?: TvTh 3 (1963) 230-251.
90 NOCIÓN DE GRACIA EN EL TENAK CONCEPCION JUDIA DE «HESED» Y «'EMET» 91

ticia» (12,7), donde el acento recae en las relaciones interhumanas, enten- na en la liturgia, como se observa en ciertas fórmulas doxológicas, sobre
didas precisamente como hesed recíproco para con Dios (cf. también «de- todo en la estrofa antifonal: «porque es eterno su hesed» (bondad arrolla-
fender el derecho y amar el hesed» en Miq 6,8). dura; Sal 136; 107). Según los libros de las Crónicas, en todas las asam-
Siguiendo a Oseas, Jeremías aduce el ejemplo del antiguo noviazgo bleas litúrgicas se canta: «Dad gracias a Yahvé porque es bueno, porque
(Jr 2,2), una época que también Dt 6,5 y 11,1 recuerda como tiempo en es eterno su hesed» (1 Cr 16,34; 2 Cr 5,13; 7,3.6; Est 3,11); esta alaban-
que Israel amaba a Dios. Aquí se ve que hesed no es de por sí sinónimo za se entona incluso en tiempo de guerra (2 Cr 20,21). Por esta razón,
de fidelidad (pues Israel había olvidado su antiguo amor de juventud), sino también «el día» por antonomasia, cuando cambien los tiempos, será cele-
que se refiere formalmente a la cordialidad y generosidad espontánea que brado como un día en que se cantarán las alabanzas del hesed de Yahvé
implica la entrega de sí. Jr 31,3 subraya, por su parte, que el hesed de (Jr 33,11; cf. también Eclo 51,12). El amor misericordioso de Dios suscita
Dios precede siempre a la respuesta del hombre. Además de Os 6,6 y 10, el gozo (Sal 31,8; 90,14; 101,4; 138,2). Por ello se habla entusiásticamente
7.12, también hablan de la reciprocidad del hesed Jr 9,23; 16,5; 31,3 y el de la gracia y del favor de Dios con imágenes espaciales y temporales:
Deuteroisaías (Is 54,8-10). Lo mismo sucede con la *emet o fidelidad cons- el hesed llena la tierra (Sal 33,5; 119,64) y llega hasta el cielo (Sal 36,6;
tante: «respetad al Señor y servidlo con *emet» (1 Sm 12,24; cf. también 57,11; 103,11; 108,5), es perpetuo (Sal 89,3; 103,17; 138,8). La 'emet
Sal 15,2; Sal 145,18; 1 Re 2,4). Pero es poco frecuente la *emet humana. (en muchos casos unida al hesed) también es objeto de alabanza (Is 38,19;
La fidelidad mutua es, por tanto, una visión escatológica: llegará un día 40,11; Sal 57,11; 71,22; 108,5; 115,1; 117,2; 138,2).
en que Jerusalén será llamada ciudad de 'emet (Zac 8,3), una ciudad en la El tema de la reciprocidad nos conduce a la relación existente entre
que también Dios podrá confiar (para Is 10,20, esto se refiere a un resto hesed y berit, amor misericordioso y alianza, o amor de alianza. Es caracte-
de Israel). rística la expresión, más bien infrecuente, habberit ufhahesed, la alianza y
Llama la atención, sin embargo, que el carácter recíproco de hesed el hesed (Dt 7,9-12; 1 Re 8,23; Dn 9,4; Neh 1,5; 9,32; 2 Cr 6,14). Pre-
y 'emet se aplique raras veces de una forma directa a la relación del hom- cisamente el Deuteronomio (y los textos dependientes de él) es consciente
bre con Dios. La respuesta humana a la gracia y a la fidelidad de Dios con- de la relación existente entre gracia (hesed) y alianza (Dt 5,10; 7,9.12).
siste, por un lado, en la alabanza de Dios por su hesed (lo cual vale tam- No es que el hesed sea una relación resultante de la alianza (aunque esto
bién para su 'emet) y, por otro, en el amor, verdad y veracidad para con no es falso materialmente). De hecho, en los textos más antiguos del Deu-
el prójimo (el 'emet recíproco que mira directamente a Dios aparece sólo teronomio, la berit o alianza está subordinada al juramento hecho por Yah-
en algunos textos tardíos: 2 Cr 31,20; 32,1). El problema del hesed hu- vé a los patriarcas; la propia alianza se basa en la libre decisión del amor
mano, entendido como respuesta al hesed de Dios, se plantea sin ambages de Yahvé: Dt 7,8 pone en primer lugar el amor de Dios. La conexión
en Gn 24 y en el libro de Rut. Si los hombres quieren vivir en el amor entre hesed y alianza aparece asimismo en la literatura deuteronomista.
benevolente de Dios, deben estar dispuestos a darse mutuamente muestras Luego hesed no se puede traducir sin más por «amor de alianza». En 1 Re
de hesed (Gn 24,49; Rut 1,8; 3,10). El amor que Dios nos tiene es el 8,21.23, la alianza viene a ser «el documento de las obligaciones que im-
fundamento de nuestro amor al prójimo, en el que adquiere una forma con- plica el establecimiento histórico de la alianza»7SS, pero en 8,23 se advierte
creta la reciprocidad entre Dios y el hombre. Por eso se suele decir que una restricción. También en Sal 89,29 y 89,3-4, el fundamento de la alian-
la respuesta del hombre al hesed de Dios está en la fdaqah, la justicia za es el hesed de Dios, y no al revés. La alianza es una manifestación ex-
(dentro de la comunidad de Israel) (1 Re 3,6): esto lleva a la salvación terior, aunque fundamental, del hesed divino.
y la paz, a una vida sin menoscabo en el seno de la comunidad. Pero tam- La alianza, sin embargo, encuentra su realización plena sólo en la reci-
bién el gran mandamiento, «amar a Dios de todo corazón» (Dt 6,5; 10,12; procidad. «Con misericordia eterna te quiero, dice el Señor, tu redentor...
11,13; 13,4; 30,6) —que, como insinúa la palabra hesed, supone una en- así juro no airarme contra ti ni amenazarte... no se retirará de ti mi mise-
trega de sí absoluta y cordial— tiene que ver con el hesed propio de Dios. ricordia, ni mi alianza de paz vacilará, dice Yahvé, que te quiere», comenta
En los textos más recientes, esta cordialidad y bondad del hesed se suele el Deuteroisaías (Is 54,8-10). Pero esta paz, que incluye hesed y ''emet,
subrayar con la adición de tub (bondad) o tob (bueno) (Ex 33,19 con implica la conversión de Israel a Dios: «Tendrás firme asiento en la justi-
34,6; Is 63,7; Sal 69,17; 100,5; 106,1; 107,1; 118,1.2.3.4.29; 136,1-26; cia» (Is 54,14). La realización definitiva de esta conversión es escatológica:
Esd 3,11). tiene lugar en la nueva alianza (Is 55).
Ahora bien, la auténtica respuesta del hombre al amor y fidelidad de El concepto de gracia en la espiritualidad del Tenak se encuentra, final-
Dios consiste no sólo en recordar su hesed (Sal 106,7), meditarlo (Sal 48, mente, con una limitación: «¿Se anuncia en el sepulcro tu lealtad (hesed)
10), comprenderlo (Sal 107,43; la gracia y el conocimiento de Dios van o tu fidelidad en el reino de la muerte?» (Sal 88,12). Mientras no hay
estrechamente unidos) y en esperar sin tregua la ayuda benévola de Dios perspectivas de vida eterna, también el hesed de Yahvé parece chocar con
(Sal 33,18.22; 147,11), sino también en alabarlo: en la doxología el hom-
bre ensalza y alaba agradecido el hesed y la 'emet de Dios. La gracia culmi- Así, H. J. Stoebe, hesed, en DTmAT I, 855.
92 NOCIÓN DE GRACIA EN EL TENAK E S P I R I T U A L I D A D DE LA GRACIA 93

una barrera. No obstante, el salmista creyente no lo considera como tal: llegan a ser los predicados divinos más importantes en la liturgia o doxo-
«Tu lealtad (hesed) vale más que la vida» (Sal 63,4). Esta espiritualidad logía: Dios es fiel y leal, un Dios que cuida de los hombres, un Dios de
choca con el problema de la muerte, donde el amor de Dios tiene su final los hombres. No obstante, es soberanamente libre, pero con una libertad
como objeto histórico. Pero mientras hay vida, se puede decir: «No os que es la del amor, no de la arbitrariedad; el reverso de la gracia es, por
pondré mala cara, porque soy hasid» (Jr 3,12): lo es quien actúa con tanto, el juicio. El amor y la lealtad de Dios —su gracia— llegan a ser
hesed21. En resumidas cuentas: en la vida y en la muerte, «tu diestra me una especie de hipóstasis: Yahvé envía la gracia como si se tratara de un
sostiene» (Sal 63,9). La última y suprema posibilidad del hesed divino enviado a los hombres (Sal 57,4); la gracia sale al encuentro del hombre
aparece como una perspectiva insospechada que va más allá de la muerte. (Sal 59,11.18.19; 89,15; 85,11) y le siguen toda la vida (Sal 23,6).
La gracia se experimenta; funciona en una relación de plegaria. Esta
estructura dialogal culmina, por parte del hombre agraciado, en la respues-
Conclusión ta leal de una conducta ético-religiosa encaminada a la salvación, prosperi-
dad y paz de todo el pueblo de Dios —justicia y amor al prójimo—, pero
E S P I R I T U A L I D A D DE LA GRACIA EN E L TENAK también en la liturgia doxológica, es decir, en la acción de gracias y en la
alabanza gozosamente dirigidas a Dios. La gracia tiene, pues, dos dimen-
Una vez que hemos analizado en sus expresiones «técnicas» las expe- siones: ética y místico-litúrgica.
riencias de gracia o salvación en Israel, podemos decir que el favor y la Dado que el hombre es pecador, la solicitud benévola de Dios tiene
gracia de Dios no aparecen primariamente como una cualidad interior de también siempre el significado de compasión, misericordia y perdón de los
Dios, sino como su inclinación generosa hacia los hombres que se mani- pecados. Pero la gracia va todavía más lejos: Dios está siempre dispues-
fiesta en muestras de amor sorprendentes e inesperadas. Ahora bien, el to a ayudar y conceder todo tipo de salvación o yesutah (cf. Sal 36,11;
favor de Dios va más lejos que cualquier prueba de amor, dado que su 103,17).
hesed consiste, ante todo, en un compromiso en favor de toda la vida del Aunque el hombre agraciado se encuentra un tanto confundido por la
hombre. Para expresar esto, Israel utiliza términos de su lenguaje normal perspectiva de la muerte y de la desgracia última, sigue siendo capaz de
y cotidiano. Hanan designa la benévola condescendencia de Dios, subrayan- creer —a pesar de todo— en el amor y lealtad definitiva de Dios para con
do su preocupación por los hombres, en especial su solicitud y solidaridad el hombre: «tu diestra me sostiene» (Sal 63,9; cf. 63,4) 22 .
con los débiles y oprimidos, con los que padecen necesidad. Hesed, en
cambio, se refiere principalmente al amor que está por encima de cualquier
obligación, a la sobreabundancia gratuita, cosa que, sin embargo, se consi-
dera «evidente» en una relación de comunión tanto por parte de Dios
como —en cuanto respuesta al que nos ha amado primero— por parte del
hombre. El sobreabundante favor del amor que Dios nos tiene exige como
respuesta histórica nuestra justicia y nuestro amor al prójimo. Incluso los
textos en que hesed significa específicamente amor de alianza subrayan la
prioridad de la iniciativa amorosa de Dios (de todos modos, en ocasiones
encontramos también la idea de que Dios debe recompensar con su hesed
o favor el cumplimiento de sus preceptos).
La sobreabundancia de gracia, la fidelidad y lealtad de Dios tienen en
la espiritualidad de Israel una posición tan central que «gracia y fidelidad»
21
El adjetivo hasid, traducido generalmente como «piadoso» o «fiel», designa pro-
piamente al que practica hesed (Jr 3,12; Miq 7,2; Sal 4,4; 12,2; 18,26; 32,6; 43,1;
86,2; 145,17). En algunos textos, Yahvé es llamado hasid (Jr 3,12; Sal 145,17). Los
hasidim son los creyentes piadosos y fieles a Dios. En principio, todo Israel es «la
congregación de hasidim» (Sal 50,5), de los fieles a la alianza. Hasid significa, pues,
miembro de la comunidad de fe de Israel, del ámbito en que Dios muestra su favor
(cf. Sal 31,8.17.22.24; 32,6.10; 52,10.11; 85,8.9.11, etc.); un hasid es alguien con
22
el que se participa el favor o la gracia. A partir de la época de los Macabeos, algunos En relación con los significados del término «gracia» en el Antiguo Testamento,
restringen el alcance de este título y lo reservan para el grupo judío que luchaba podemos recordar que la etimología del correspondiente término germánico significa
por la pureza de su fe. descanso, comodidad, gracia, ayuda, agradecimiento.
LA «CHARIS» HELENISTA 95

CAPITULO II que procede de la elegancia, belleza y donaire. En este sentido, charis re-
fleja un modo de ver la vida típicamente griego. En relación con este sig-
LA GRACIA EN EL JUDAISMO PRIMITIVO nificado, charis recibe también el sentido de favor del destino (simbolizado
por las tres Carites o Gracias, las tres diosas del destino), b) En estrecha
relación con lo anterior, charis significa también simpatía, aprecio, favor,
benevolencia, cuidado solícito por alguien, tanto en sentido activo, sobre
todo por parte de un emperador o dignatario para con sus subditos (en
esto consiste la verdadera relación con el hebreo bañan), como en sentido
pasivo: la charis es el favor, el don o la limosna, así como la benevolencia
I o simpatía, que una persona experimenta de otra, siempre como favor que
proporciona alegría, c) Consecuencia de ello es que, de acuerdo con la con-
LA «CHARIS» HELENISTA cepción griega, la charis exige una respuesta. La charis (demostración de
amor) produce charis, es decir, una actitud que se traduce en el reconoci-
Los judíos fieles a Yahvé que, en la diáspora, vivían en territorios don- miento del favor. La expresión «dar gracias» significa precisamente reco-
de se hablaba prevalentemente griego y que utilizaban esta lengua en su nocer la «gracia» o favor recibido. Tal es el tercer significado de charis.
vida diaria se vieron obligados a traducir su Biblia hebrea al griego. Con De ahí viene la expresión, más o menos gastada por el uso, tois theois
ello, la espiritualidad del Tenak entra en estrecha relación con el lenguaje charis, «gracias a Dios (a los dioses)». A diferencia del hesed hebreo, en
religioso del helenismo. ¿Qué términos griegos debían emplear para tradu- la charis griega se pone especialmente de relieve la idea de una contrapres-
cir la espiritualidad judía de la gracia? ¿Cuál es el significado específico tación obligatoria (charis), aunque tal obligación no parece ser primaria.
griego de tales términos? El sentido peculiar de los términos griegos podía El agradecimiento es gratia reddita: como si con el agradecimiento se de-
enriquecer o empobrecer la Biblia originalmente hebrea introduciendo nue- volviera la charis recibida (la devolución va implícita en el agradecimiento).
vos significados. Los autores griegos (también Pablo) juegan a veces con estas dos acepcio-
Sorprendentemente, los LXX no traducen el hesed hebreo por charis nes de charis: agraciar y agradecer (Sófocles, Aristóteles) 7i .
(salvo en algunas partes tardías de dicha traducción; cf. infra), sino que En la lengua griega, los tres significados profanos que acabamos de ver
charis es la traducción de hen, que se ha distanciado mucho del concepto tienen también aplicación en el ámbito religioso: la benevolencia de los
de gracia, mientras que hesed es traducido generalmente por eleos (compa- dioses; pero en griego (extrabíblico) charis no es un concepto religioso cen-
sión, misericordia). Por tanto, teológicamente, la charis de los LXX sig- tral ni tampoco un concepto explícitamente filosófico. Sólo en la Estoa, la
nifica muy poco en la terminología de la gracia. Por su parte, la charis del charis divina llega a ser un concepto fundamental. Cleantes escribió un
Nuevo Testamento poco o nada tiene que ver con hen —la charis de los libro (que no ha llegado hasta nosotros) titulado Veri chantos (Sobre el
LXX—, pues equivale al hesed hebreo (en los LXX, eleos). ¿Qué ha su- amor como gracia). Por ciertos testimonios sabemos que en este libro se
cedido para que chatis no corresponda en los LXX al concepto de gracia? subrayaba el sentimiento de benevolencia. A la arete, la virtud griega del
Para dar una respuesta, estudiaremos en primer lugar el significado griego hombre fuerte y bueno, la charis añade el aspecto gozoso y atractivo de la
de charis. virtud (kalokagathia, o sea, kalos kai agathos, el bien acompañado de la
belleza que agrada a la vista, que suscita aprecio); charis es el encanto de
Charis y chairo (alegrarse) tienen en griego una misma raíz: char-, algo la verdadera vida virtuosa. Es curioso que la escuela estoica hable de la
que brilla o lanza destellos y así alegra al hombre o le agrada, algo que gracia (charis) de Dios, pero no de su ira.
le proporciona alegría y placer. En sentido objetivo, char- es, pues, algo En el griego de la Antigüedad tardía, o época imperial, charis evolucio-
o alguien que resulta agradable; en sentido subjetivo, encontrar placer na sorprendentemente en dos direcciones distintas (lo cual tendrá cierta
en, anhelar o saborear algo, hallar agradable algo —palabras, acciones, per- repercusión en el Nuevo Testamento griego): a) Charis es un término que
sonas o cosas—, alegrarse de ello, tener gusto o anhelar, recrearse en algo. designa favor o merced que alguien obtiene del emperador (por ejemplo,
En todo el campo semántico griego de charis encontramos el mismo signi- una concesión o subvención legal) o de un alto funcionario. En este sen-
ficado básico. De ahí nacieron tres grandes líneas semánticas: a) Charis es tido se habla a menudo de la filanthropia del emperador (cf. Tit 3,4).
algo que proporciona alegría, mientras que chara (alegría) es la reacción Charites son entonces los dones concedidos M, mientras que charis (en sin-
consiguiente. En concreto, charis es atractivo amoroso, donaire, encanto, 25
Por ejemplo, Aristóteles, Etica a Nicómaco V, 8,1133a.
algo que produce agrado. Lo esencial no es que una cosa, acción, palabra " Hai to Sebaston charites (muestras del favor imperial) se dice en una inscrip-
o persona sea bella y atractiva (aunque esto se dé por supuesto), sino que ción oriental del siglo i a. C. (Orientis Graeci inscriptiones selectae, ed. W. Dittenber-
eso que «deslumhra» produce alegría; se trata de lo placentero y agradable Kcr [Leipzig 1903] 669.44).
96 LA GRACIA EN EL JUDAISMO PRIMITIVO LOS LXX Y PRIMERA LITERATURA JUDIA 97

guiar) indica más bien un sentimiento favorable o benévolo. Un caso típico ¿se dio, con posterioridad a la traducción de los LXX, en la literatura de
de favor (imperial) o de charis en sentido jurídico es el del indulto, la los judíos de habla griega una evolución que permita explicar el empleo
concesión de gracia, o sea, la remisión o condonación de un castigo (así, que el Nuevo Testamento hace de charis?
en el Evangelio de Lucas, Barrabás es «agraciado»), b) Existe también,
según algunos especialistas, un segundo tipo de evolución en el griego
de la Antigüedad tardía, si bien en mi opinión no deja de ser proble- II
mático: charis (gracia, favor) pasa a ser sinónimo de poder, en el sen-
tido de «poder de lo alto», procedente de esferas supraterrenas, sobrena- LA GRACIA EN LOS LXX Y EN LA PRIMERA LITERATURA JUDIA
turales. Es cierto que el griego clásico (por ejemplo, Eurípides) conocía el
poder de la charis o de demostración de amor, pero ahora se trata de otra Como queda dicho en páginas anteriores, el concepto de hesed, que
cosa: charis alude a un poder de tono esencialmente religioso, a una ener- tiene un carácter eminentemente religioso sobre todo en los Salmos, no lo
gía procedente de un mundo superior que invade a determinados hombres. traducen los LXX por charis, sino por eleos (compasión). Sólo hay tres
Charis se convierte así (a diferencia del griego clásico) en un concepto es- excepciones: Est 2,9 y 2,17 (en ambos casos: «hallar gracia ante alguien»),
pecíficamente religioso. La dynamis de la gracia (virtus gratiae) es una Eclo 7,33 (charis domatos: favorecer con un don) y 40,17 (la charis es
fuerza supraterrena que se manifiesta sobre todo en los taumaturgos. Y la como un paraíso bendecido). Vistos en un marco más amplio, a la luz de la
charis se revela como fuerza sobrenatural en milagros, portentos y obras historia de la tradición, estos textos, más bien tardíos, de los LXX son
de magia. Pero este último aspecto es el que me parece problemático. Líd- sintomáticos. Resulta, en efecto, que las traducciones griegas posteriores
dell-Scott no mencionan este significado, si bien conocen la charis en el (después de Cristo, Símmaco y la Quinta), a diferencia de los LXX, tra-
sentido de demostración de homenaje que el hombre debe a los demo- ducen normalmente el hesed hebreo por charis, a la vez que un judío de
nios a . Ahora bien, en la hermética posterior y en la de la gnosis se ha- habla griega como Filón prefiere traducir hesed por charis y no, como los
blará del poder de gracia en algunos hombres de Dios *; lo que me parece LXX, por eleos. Estos hechos demuestran que, cuando se terminaba la
problemático es que esa charis esté relacionada con prodigios y magia. traducción de los LXX y sobre todo después, surgió una tendencia greco-
Si comparamos el concepto griego de charis con el campo semántico judía a traducir, en contraposición a los LXX, hesed por charis. Esta ten-
de los términos hebreos hesed, hanan y hen, advertimos grandes afinida- dencia se ve confirmada en el Nuevo Testamento, o, mejor dicho, el Nuevo
des, pero también notables diferencias. En primer lugar, charis no es, como Testamento, en lo que respecta al uso del término charis, se encuentra
hesed, un concepto específicamente religioso en el griego clásico. Sin em- dentro de un proceso histórico en el que hesed tiende a traducirse cada
bargo, es sorprendente la afinidad existente entre el hebreo hen y la charis vez más por charis, y no por eleos. Probablemente esto obedeció a que,
griega; esto explica que los LXX prefieran traducir hen por charis y no sólo una vez concluida la traducción de los LXX, la charis griega se hizo
por eleos. El hecho de que traduzcan hanan y hesed por eleos (compasión) popular en su sentido religioso, lo cual es seguro por lo que toca a los
indica que no consideraban adecuada para ello la charis del griego clásico. judíos de habla griega, mientras que en el griego clásico no se registra un
En el hesed divino y en su solicitud (hanan) por los hombres, Dios no se fenómeno análogo.
mueve por las cualidades «resplandecientes» que ve en el hombre, sino que Según los estudios, ya antiguos (1913), de G. Wetter 27 , ese cambio
es su solicitud amorosa la que hace «agradable» al hombre. Por otro lado, en el concepto griego de charis está relacionado con el naciente culto al
la charis griega nunca tiene el significado de perdón de los pecados (sólo emperador, cuando se empezó a darle el título de kyrios. De los papiros
en el griego de la época imperial adquiere charis el significado de absolu- de la época se desprende que también los judíos de la diáspora empleaban
ción, lo cual influirá en la literatura intertestamentaria y también en el entonces la palabra charis en un sentido claramente religioso (desconocido
Nuevo Testamento). El griego de la época imperial se presta especialmente en el griego clásico). Según esta opinión, el significado teológico de charis,
para traducir hesed por charis, hecho que —una vez concluida la traduc- gracia (traducción del término religioso judío hesed), habría nacido debido
ción de los LXX— influirá en los judíos de habla griega. Pero, al margen a una influencia no judía sobre el cristianismo. ¿Fue así en realidad?
de todo esto, la charis griega parece demasiado «humanista» para poder Hen (en los LXX, charis), como hemos dicho, no aparece en los Sal-
ser la traducción de un término tan marcadamente religioso como hesed. mos (salvo en algunos casos de carácter no teológico), mientras que los
Ahora bien, ¿cómo se enfrentaron al problema los propios traductores de mismos Salmos son el testimonio principal de la espiritualidad veterotesta-
la Biblia al griego? ¿Influyó la peculiaridad del griego en la espiritualidad mentaria del hesed o de la gracia. Por eso el empleo de hen es tanto más
de la gracia propia de la interpretación greco-judía del Tenak? Finalmente, sorprendente en la literatura sapiencial, sobre todo en la tardía. Aquí este
27
25
Liddell-Scott, charis, op. cit., col. 1979 A. G. Wetter, Charis, op. cit., 29; también H. Conzelmann, charis, en ThWNT
26
Corpus Hermeticum I, 32; XIII, 12. IX, 362-392.
7
98 LA GRACIA EN EL JUDAISMO PRIMITIVO LOS LXX Y PRIMERA LITERATURA JUDIA 99

término designa a menudo una cualidad o conducta en virtud de la cual nizante, pero no se ha tenido en cuenta la situación concreta de los judíos
una persona resulta agradable a los ojos de otra, «agrada» a los demás de había griega que, en la diáspora, vivían un compromiso religioso; en
y los dispone favorablemente (significado típico tanto del hebreo hen como aquel mundo ajeno a su fe adoptaban una actitud apologética y propagan-
de la charis griega). Si bien es cierto que en el Tenak hebreo aparece en dística cuando entraban en contacto con paganos simpatizantes del judais-
repetidas ocasiones tal significado en relación con Dios (ser agradable a los mo. En su apologética y propaganda partían de la espiritualidad del Tenak,
ojos de Dios), llama la atención que en la literatura judía posterior a los pero hablando de manera que los entendiesen sus oyentes de habla griega.
LXX este concepto de «ser agradable de Dios» sufre una nueva y particu- Tal tendencia se inicia claramente en el Eclesiástico y tiene su continua-
lar evolución. «Los que temen al Señor encontrarán charis» (Símmaco: ción en todo el judaismo alejandrino. Frente a la sabiduría griega de la
Eclo 32,16; pero ya Eclo 35,20 = 35,16: «El que sirve al Señor según razón se pone de relieve la superior sabiduría revelada por Dios. Si Job 28
su agrado, halla charis en él»). Cada vez más expresamente, charis aparece dice que la sabiduría es insondable para el hombre y permanece oculta en
como la recompensa futura de los que temen a Dios, de los justos. «Los Dios, Prov 8,22-31 afirma que es accesible a los hombres que saben bus-
que confían en él comprenderán la verdad, los fieles a su amor seguirán carla. La sabiduría ya no es la preferida exclusiva de Dios (Prov 8,30),
a su lado; porque reserva a sus devotos charis y eleos» (Sab 3,9); o bien: sino una anfitriona regia, maestra de los hombres que aceptan su invita-
«Como su alma era agradable a Dios, se dio prisa en salir de la maldad... ción (Prov 9,1-3; 9,4ss). La sabiduría tiene, pues, un papel mediador en la
Reserva a sus elegidos charis y eleos» (Sab 4,14-15). Y en otro texto sa- revelación. La salvación divina se ¡revela mediante el llamamiento personal
piencial se lee: «Porque Dios no le concedió charis, y le falta toda sabi- de la sabiduría (Prov 1-9). La sabiduría es la mediadora de la revelación29.
duría» (Eclo 37,21). En códices importantes leemos en Prov 8,17: «Los Debido a esta influencia helenista y a la apologética propagandística de
que buscan la sabiduría recogerán charis». De estos textos se infiere que los judíos de la diáspora, la sabiduría reveladora empalma con la sabiduría
charis y eleos se emplean, más claramente que en los LXX, de una forma creadora. Yahvé crea «con sabiduría y pericia» (Prov 3,19; cf. Job 38-43;
paralela y que ambos son, por decirlo así, el premio escatológico de los Sal 104,24; Sal 136,5). La sabiduría fue creada antes que las demás cosas
elegidos. (Eclo 1,4.9.10a; Job 28,27). En Eclo 24,5-6, la sabiduría tiene un sentido
Esta nueva tendencia es aún más clara en la literatura apocalíptica. universal, cósmico, se convierte en una especie de «logos del mundo» (la
Por una parte, charis es la recompensa escatológica de los justos; por otra, sabiduría que penetra en todas las cosas: razón del mundo y —rasgo
es el término que, por así decirlo, designa globalmente todo lo que signi- auténticamente griego— norma ética), pero la apologética judía añade que
fica «salvación futura». En el Henoc griego se dice que el malvado no esta sabiduría universal del Eclesiástico equivale a la ley judía, la tora, la
posee charis (99,13). Resulta complicado saber qué se entiende aquí por charis o gracia de Dios concedida a Israel x . «Todo esto es el libro de la
charis, ya que, por un lado, charis «se formaliza» y, por otro, es intercam- alianza del Altísimo, la Ley que nos dio Moisés como herencia para la co-
biable con una serie de términos relativos a la salvación: eirene (paz), munidad de Jacob» (Eclo 24,23). En otras palabras: la sabiduría cósmica
eleos (compasión), soteria (salvación), phas (luz), zoe (vida), agalliasis (ale- (griega) es relacionada por los judíos con la historia de Israel y con el don
gría), y entre ellos, charis (Hen[gr] 5,4-8; cf. en 1,8 una enumeración si- de la tora a Israel; la sabiduría ya no es accesible sin más para todos los
milar más breve). Todos estos términos son bastante abstractos e inter- hombres, y por eso se añade: «a los que le temen»: «la repartió entre los
cambiables, si bien charis tiende a englobar los demás. La Didajé cristiana vivientes, según su generosidad; se la regaló a los que le temen» (Eclo
será un elocuente testimonio a este respecto; aludiendo claramente al «ven- 1,10). Esta tensión entre universalidad y exclusividad concedida por gracia
ga a nosotros tu reino» del padrenuestro, dice: «Venga tu charis, acabe a Israel se manifiesta asimismo en Eclo 24,6-8, donde se dice: «regí ( = la
este mundo» (Did 10,8). En esta «cultura de intercambio» de términos sabiduría) las olas del mar y los continentes y todos los pueblos y nacio-
abstractos pueden intercambiarse fácilmente, por ejemplo, eleos, charis nes» (24,6); pero se añade: «Por todas partes busqué descanso... entonces
y eirene (paz) (el fenómeno se observa también en las fórmulas de saludo
de las cartas privadas y «oficiales»). «lo II a. C), pero contienen retoques e interpolaciones de manos cristianas. Cf.
Es también de notar la formación de ciertas combinaciones de térmi- |. Hecker, Uníersuchungen zur Entstehungsgeschichte der Testamente der ziv'ólf Pa-
nos: charis (gracia), «conocimiento» (luz y vida) y «no pecar más», «obser- Iriarchen (Leiden 1970), y L. Rost, Einleitung in die alttestamentlichen Apokryphen,
var la ley o los mandamientos de Dios» constituyen una amalgama muy Vseudepigraphen, einschliesslich der grossen Qumranscbriften (Heidelberg 1971).
frecuente que nada tiene de casual. Es particularmente usual la combina- " F. Christ, Jesús Sophia (Zurich 1970); M. Hengel, Judentum und Hellenismus
(Tubinga 21973) 275-313; C. Larcher, Etudes sur le livre de la Sagesse (París 1969);
ción de charis y gnosis (conocimiento), como también charis y cumplimien- lí. Wilckens, Weisheit und Torheit (BHTh 26; Tubinga 1959); R. G. Hamerton-
to de la ley, «no pecar más» 28. Se ha visto en ello un intelectualismo hele- Kclly, Precxistence, Wisdom, and the Son of Man {Cambridge 1973); B. Lang, Frau
Wrisheit (Dusseldorf 1975).
28
TestLev 18,9; Testjud 24. La historia de la redacción de estos Testamentos " Cf. también K. Schubert, Einige Beobacbtungen zunt Verstandnis des Logos-
constituye un factor de inseguridad. Muy probablemente son de origen judío (si- henríffes im frührabbinischen Schrifttum: «Judaica» 9 (1953) 65-80, espec. 67-88.
100 LA GRACIA EN EL JUDAISMO PRIMITIVO
LOS LXX Y PRIMERA LITERATURA JUDIA 101
el creador del universo me ordenó, el creador estableció mi morada: Habita
en Jacob, sea Israel tu morada» (24,7.8). En otras palabras: la sabiduría la apocalíptica sapiencial reciente como ya en la hasídíca o anterior M (esta
que vale para todos los hombres se da como charis de la elección de Dios temática está presente también en el paulinismo). Sin embargo, adquiere
a Israel. Un dato anterior: «Ponedlos por obra (las prescripciones y man- un significado en los ambientes misioneros greco-judíos de la diáspora. Los
datos de Yahvé), que ellos serán vuestra prudencia y sabiduría ante los no judíos conocen y participan de la revelación de Dios a Israel, del credo
demás pueblos» (Dt 4,6), es recogido en un contexto sapiencial (cf. Sal 1 y de la ética (las buenas obras) de Israel. Este hecho es considerado de una
y 119, que proceden del siglo n i a. C ) . La identificación de la sabiduría forma especial como charis de Dios. Abrahán, el padre de todos los creyen-
hipostasiada con la tora judía aparece con particular claridad en la traduc- tes, se convierte —ya antes del cristianismo— en el modelo de la elección
ción de los LXX de Prov 8,22-31 (que se desvía bastante del texto hebreo). y justificación «por gracia», sin merecimientos. Charis es la gran gracia de
La sabiduría reveladora es preexistente y realiza la creación de Dios. Los la conversión de un pagano a la fe de Israel, a la sabiduría de Israel o re-
caminos de la sabiduría son caminos de vida (8,35). En realidad, se está velación de Dios 35 . Así, con anterioridad a Pablo, en el judaismo griego
pensando en la Tora 31 . Un salmo sapiencial originalmente hebreo, recogido se establece una relación entre la charis o gracia y la justificación por la fe
en Baruc, habla al judaismo de la diáspora y le recuerda los «mandatos de en el Dios de Israel o, más concretamente, por la fe en el don (charis)
vida» (Bar 3,9); Israel «ha abandonado la fuente de la sabiduría» (3,12); divino de la ley. Charis y conversión, o justificación por la gracia —por
«aprende dónde se encuentra la prudencia, el valor y la inteligencia; así la gracia de la ley—, se resumen en esta primera literatura judía mediante
aprenderás dónde se encuentra la vida larga, la luz de los ojos y la paz» la fórmula «hallar gracia ante Dios». Charis, concesión de gracia, se em-
(3,14); «¿quién subió al cielo para cogerla, quién la bajó de las nubes?» plea preferentemente (sin excluir la santificación ulterior) para indicar el
(3,29); «investigó el camino de la inteligencia y se lo enseñó a su hijo gran momento en que un pagano, debido a la libre elección por parte de
Jacob, a su amado Israel. Después apareció (ophthé) en el mundo y vi- Dios, recibe por la fe la revelación o «doctrina salvífica» (el credo y la
vió entre los hombres» (3,37-39); «es el libro de los mandatos de Dios, etica) de la religión de Israel. (Con esto se ponen las bases de la idea neo-
la ley de validez eterna; los que la guarden vivirán» (4,1); «¡dichosos nos- testamentaria, sobre todo paulina, de la relación existente entre elección,
otros, Israel, que conocemos lo que agrada al Señor!» (4,4). Es un himno conversión, justificación y bautismo cristiano; pero el punto determinante
a la sabiduría de Israel, que procede de Dios y va mucho más allá de ya no es la ley, sino Cristo. Sin embargo, la temática existe en el judais-
la sabiduría griega. La ley es una luz (Eclo 45,17; Bar 4,2; cf. también mo). Charis, gracia, equivale así a la conversión del pecador a Yahvé, úni-
TestLev 14,4; 19,1; 4 Esd 14,20-21; ApBar[sir] 59,2) 32 . co Dios verdadero de Israel y, a través de Israel, de todos los pueblos.
Sabiduría, revelación, inteligencia y conocimiento, vida, cumplimiento En este marco, charis supone esencialmente un conocimiento de la verda-
de los mandatos o ley de Dios, luz y paz son, en la literatura sapiencial, dera revelación (en el sentido de gnosis o epígnosis).
conceptos casi equivalentes que terminan por unirse con la charis de Dios En contraposición con lo que Wetter sostuvo en su tiempo, el Nuevo
hacia Israel: el don de la ley, que el hombre —por ser libre— puede Testamento, por lo que respecta a la gracia, no refleja ninguna influencia
abandonar o cumplir; sin embargo, Dios juzgará a cada uno según sus njena al judaismo. Sí refleja, en cambio, la influencia del elaborado concep-
obras. En estos ambientes de la diáspora, abiertos a la propaganda entre to judío de gracia que tenía su contexto existencial en la situación misio-
los paganos, el proselitismo o acceso de los paganos a la sinagoga judía fue nera, catequético-apologética, del judaismo de la diáspora (un concepto
visto en la perspectiva de estas especulaciones sobre la sabiduría = tora. ¡udeo-helenista que sería «mitigado» en su significado expresamente reli-
En tal situación misionero-catequética, la antigua expresión «hallar gracia K¡oso por el auge del significado de la charis griega en la época imperial).
ante Dios» se convirtió, por decirlo así, en un tópico o fórmula típica para Precisamente en esta espiritualidad de los judíos de la diáspora arreció
designar la gracia de la elección divina de los paganos, los «temerosos de ln discusión en torno al conflicto sobre «la gracia y las obras». Se trataba
Dios» convertidos a la religión judía. Ahora son partícipes de la gracia de di- una problemática típicamente judía en tales ambientes. Israel fue esco-
la sabiduría de la revelación de Dios a Israel 33 . cido en virtud del don divino de la tora o ley; esto hace que los pecado-
La conexión de la charis con la revelación de los misterios ocultos en res judíos sean muy distintos de los paganos, que no conocen a Dios ni la
Dios y, consiguientemente, con el conocimiento de la sabiduría revelada ley tic Israel. Pero en Israel hay sólo un pequeño grupo de hombres real-
se convirtió en un tópico para los judíos del período helenístico, tanto en mente «justos» que realizan «obras de justicia» y que obtendrán la charis
31 H
R. Meyer, Tradition und Neuschopfung im antiken ]udentum, en Berichte über Cf. J. Fichter, Die altorientalische Weisheit in ihrer israelitisch-jüdischen Aus-
die Verhandlungen der Sachsischen Akademie 110-112 (Leipzig 1965) 7-88. l'iih'.ni'R (BZAW 62; Giesen 1933). Sobre todo, A. J. Festugiére (La révélatéon
32
Cf. también Strack-Billerbeck, II, 357. J'l Uriñes Trismégiste I, París 1950) ha analizado cómo la idea de la «sabiduría
33
Kl. Berger, Gnade, op. cit., 4. A la bibliografía sobre la charis paulina hay irvclaila» y el interés por la sabiduría del Oriente antiguo atrajeron a una élite
que añadir D. J. Doughty, The Priority of Charis. An Investigation of the Theological InicliTlual desde la ocupación helenista del Próximo Oriente hasta los siglos II y III
Language of Paul: NTS 18 (1972) 163-180. clfNpués de Cristo.
" l'or ejemplo, Filón, Immutationes, 104ss.
102 LA GRACIA EN EL JUDAISMO PRIMITIVO LOS LXX Y PRIMERA LITERATURA JUDIA 103

de Dios como recompensa por sus obras 36 . Sin embargo, el Dios de Israel credo, ya que «a los más humildes (elachistos) se les compadece (eleos)
es rico en misericordia: se compadece de aquellos judíos cuyas manos están y perdona» (Sab 6,6) (en Pablo encontramos afirmaciones similares, enten-
vacías de buenas obras, pero en especial se apiada de los paganos, que no didas en sentido cristológico).
hacen buenas obras debido a que ni siquiera poseen la ley. Dios justifica En esta literatura —que coincide globalmente con los últimos libros
«gratis» al pecador. La posesión de la ley es la elección, la chatis divina, del Antiguo Testamento y con los escritos del Nuevo— hay dos temas
versión judía del hesed de Yahvé que reposa sobre Israel. En otras pala- sobre la charis (que volvemos a encontrar, en un marco cristológico, en
bras: lo que antes era hesed, gracia de Dios, ahora es la ley. En su lucha Pablo): a) la contraposición judía entre gracia y obras x en relación con la
contra los dominadores que pretendían abolir en Israel la ley incluso por teología de la creación y de la alianza; la justicia proviene de la gracia de
las armas, el primer judaismo se centró en la ley. Hesed, charis y ley que- elección de Dios, si bien existe una identidad entre «fe» y «obras»; b) la
dan identificados. Este judaismo no ve contradicción entre justificación por contraposición histórico-salvífica entre charis y hamartia, entre gracia y pe-
la gracia y justificación por la ley o por las obras de la ley. Por eso no se cado: «allí donde domina la charis, desaparece el pecado» (Hen[grj; Tes-
podrá plantear ninguna antítesis ni decir: «justificación sólo por la gracia» tamentos de los Doce Patriarcas; cf. supra).
(de acuerdo) y, «por tanto, no por las obras» (la conclusión no es lógica). Según el judaismo primitivo, la salvación y el perdón de los pecados
Ahora bien, la justificación sólo por la fe en la sabiduría o revelación de proceden únicamente de la gracia de Dios (concepción de todo el judais-
Dios en la ley es esencial para este primer judaismo. Quien no tenga pre- mo) en virtud del don divino de la ley: ésta es el gran don exclusivo de
sente tal concepción judía interpretará casi irremisiblemente de un modo Dios a Israel. En Qumrán, el tiempo escatológico de salvación es también
falso la doctrina paulina sobre la justificación. el tiempo de la plenitud perfecta y del cumplimiento pleno de la ley
En esta línea de sensibilidad judía por la trascendencia de Dios se (4QFlor); al tiempo del pecado siguió el de las obras de los justos prepa-
subraya que el Creador es también la única causa de la salvación. El he- radas por Dios. En la versión judía alejandrina, a diferencia de la concep-
cho de que sólo Dios otorgue el perdón de los pecados se fundamenta ción de los fariseos, la justificación por la gracia es formulada con gran
en la omnipotencia de su acto creador. Esta tradición mantenía vivo el precisión. Por otro lado, hay también judíos que cumplen escrupulosa-
tema de los héroes de la historia de la salvación —Noé, Melquisedec, mente la ley; su recompensa será la charis. Existe una gran diferencia entre
Abrahán, Isaac, Jacob, Esaú— que hallaron gracia ante Dios sin que an- la concepción de este judaismo y la concepción rabínico-farisea de la onto-
teriormente hubiesen realizado ninguna obra buena (cf. Heb 11; Rom 4 logía de la Tora, en la que la revelación de Dios a través de la historia
y 9,20-22). Según Filón, «todo es gracia»: el mundo de los hombres y de es reemplazada en realidad por la revelación mediante el libro sacrosanto
las cosas es dorea, energeia, charisma de Dios. Dios es anterior a nuestra de la Biblia, centrada en la ley (de tal modo que los libros históricos y pro-
voluntad, su charis es previa a todas las cosas. Nadie es justo ante la faz féticos tienen sólo una autoridad derivada de la Tora).
de Dios (Hen[gr] 81,5). «Porque el mundo entero es ante ti como grano Así, pues, el problema de la gracia y las obras, la gracia y el pecado,
de arena en la balanza... Pero te compadeces de todos, porque todo lo la gracia y la justificación es —sobre todo en la tradición sapiencial tardía,
puedes y cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se arre- que sigue actuando de manera especial en el judaismo alejandrino— un
pientan» (Sab 11,23). La elección gratuita es «anterior a la creación de problema que está sobre el tapete ya antes de Pablo. La diferencia funda-
todas las cosas». La contraposición entre kata charin (por gracia) y ka? mental entre el judaismo y el cristianismo consiste en que para éste el
opheilema (por mérito) es judía (y no sólo paulina); esta distinción tiene punto de referencia de la justificación por la gracia no es la ley, sino Je-
su contexto en la distinción entre judío piadoso y justo que cumple la ley sús, el Cristo. El punto central no es la contraposición entre «gracia» y
y el judío que, como tal, en virtud del don de la ley, goza de la elección «obras», sino entre la gracia de la ley y la gracia de Cristo. Esto es lo que
gratuita de Dios 37 . queremos analizar a continuación.
Por otra parte, la gracia de Dios se hace visible sobre todo cuando el
judío se abre a la gracia divina confesando humildemente su condición de
criatura y de pecador. «La charis se adelanta al hombre modesto» (Eclo " El concepto de «obras» tiene distintos significados dentro del judaismo. Cf.
32,10). «Dios se burla de los burlones y concede su charis a los humildes» O. Bertram, erga (nomou), en ThWNT II, 642-645; Strack-Billerbeck, III, 160-162.
(Prov 3,34). La espiritualidad que afirma que la gracia se alcanza precisa- lín la literatura del rabinismo primitivo se habla de «obras» (m/fasim), a veces de
«buenas obras» (mtf-asim tobim, que en ocasiones son obras no obligatorias) y, final-
mente en la debilidad es, en esta línea literaria del judaismo primitivo, un mente, de «obras de la ley» (miswot, en singular miswah) (cf. G. Liedke, Swh, en
Tlil InndWAT II, 530-536). Miswah significa propiamente una orden —mandato o
36
Todo el Eclesiástico; 4 Esd 8. |H(ihibición—, así como su ejecución y, por consiguiente, con respecto a la tora,
37
Cf. H. Reventlow, Rechtfertigung im Horizont des Alten Testamente (Munich «obras de la ley»: hacer lo que exige la ley. La ley es el principio de gracia de la
1971), y R. Gyllenberg, Rechtfertigung und Altes Testament bei Paulus (Stuttgart conducta nioral; las obras de la ley son la respuesta humana al don misericordioso
1973). i Ir la ley por parte de Dios.
UN NUEVO CAMINO DE SALVACIÓN 105

SECCIÓN SEGUNDA todos modos, ese análisis teológico carecerá de valor si no se analizan
al mismo tiempo las «mediaciones históricas», como explicaremos en la
EXPERIENCIA E INTERPRETACIÓN DE LA GRACIA sección cuarta de la segunda parte de la presente obra.
EN EL NUEVO TESTAMENTO

CAPITULO PRIMERO

TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO


INTRODUCCIÓN

La estructura formal de la revelación indica en cierta manera su con- Si consideramos como una unidad exegética las cartas indudablemente
tenido. Si, a través de las experiencias de unos hombres, conocemos la re- auténticas de Pablo —primera a los Tesalonicenses, primera y segunda a
velación formalmente como tal en la conciencia del creyente, sabremos ya los Corintios, Gálatas, Romanos, Filipenses y Filemón—, advertimos que
no poco sobre su contenido. su concepto de la charis sufre una evolución. Si al principio utiliza Pablo
Presentar una teología completa sobre la gracia en el Nuevo Testamen- este término con el significado normal que le da el vocabulario griego,
to es una empresa imposible, como sería injustificable elegir arbitrariamente en un determinado momento lo convierte en la palabra clave con que se
el material neotestamentario, al menos para quien quiera hallar un funda- refiere al acontecimiento salvífico de Dios en Jesús. Tras la preparación
mento bíblico que permita entender hoy el mensaje evangélico a partir de de la carta a los Gálatas, la línea divisoria está evidentemente en la carta
las exigencias y problemas del momento. Por tanto, me propongo analizar a los Romanos (donde aparece con mayor frecuencia el término charis:
atentamente los grandes bloques de tradición del Nuevo Testamento: el 24 veces). Su propia experiencia de un acto muy específico de amor por
paulinismo, el joanismo, la teología (emparentada con estas dos tendencias, parte de Dios, su vocación al apostolado entre los paganos, constituye para
pero con matices propios de la primera carta de Pedro y de la llamada Pablo el punto a partir del cual da una denominación técnica al aconteci-
carta de los Hebreos, las últimas cartas apostólicas y, en fin, el Apocalipsis miento salvífico en cuanto gracia procedente de Dios.
cristiano). Dado que ya he estudiado los evangelios sinópticos en mi libro
Jesús, la historia de un viviente, aquí no vuelvo sobre ellos, al menos de Bibliografía (principalmente sobre s'daqah, justicia): Kl. Berger, «Gnade» im frühen
forma directa. Cbristentum: NTT 27 (1973) 1-25; J. Blank, Schriftauslegung in Theorie und Praxis
(Munich 1969) espec. 129-187; Paulus und Jesús (Munich 1968); G. Bouwman, Gods
El análisis que sigue intentará mostrar cómo todos los autores descri- nerechtigheid bij Paulus: TvTh 11 (1971) 141-157; H. Cazelles, A propos de quel-
ben una misma experiencia fundamental —la experiencia de la salvación ques termes difficiles relatifs a la justice de Dieu dans l'Ancien Testament: RB 58
decisiva y definitiva de Dios en Jesús—, pero cada uno desde su propio (1951) 169-188; L. Cerfaux y A. Descamps, Justice et justification, en DBS IV
horizonte experiencial y hermenéutico y desde las dificultades y problemas (1949) 1417-1510; A. Descamps, Les justes et la justice dans les évangiles et le chris-
presentes en las comunidades cristianas a las que se dirigen sus cartas o su tianisme primitif (Lovaina 1950); id., La justice de Dieu dans le Bible grecque
evangelio (Juan); dicho de otro modo: intentará mostrar cómo experimen- (Studia Hellenistica 5; Lovaina 1948) 59-92; J. Dupont, Les beatitudes, 3 vols. (París
tan interpretando. A partir de la diversidad de tales experiencias interpre- 1973); A. Dupont-Sommer, Les écrits esséniens découverts pres de la Mer Morte
(París 1959); J. Eckert, Die urchristUche Verkündigung im Streit zwischen Paulus
tativas y de su comparación mutua aparecerán unos principios estructura- und seinen Gegner nach dem Galaterbrief (Ratisbona 1971); J. M. Fiedler, Der
les configurativosl que sirven a los cristianos actuales de inspiración y licariff der Dikaiosyné im Evangelium des Matthdus, auf seine Grundlage untersucht
orientación normativa para formular de nuevo, respetando el patrimonio (llnlle 1957); W. Grossouw, De vrijheid van de christen volgens Paulus: TvTh 9
de la fe transmitido por los apóstoles y con la franqueza con que actuaron (1969) 269-283; De brief van Paulus aan de Galaten (Bussum 1974); W. Grundmann,
los autores del Nuevo Testamento, la misma experiencia cristiana funda- Der Lchrer der Gerechtigkeit in der Theologie des Apostéis Paulus: RQumran 2
mental, interpretada de acuerdo con nuestro tiempo y dentro de nuestro (1960) 237-259; R. Gyllenberg, Rechfertigung und Altes Testament bei Paulus (Stutt-
horizonte (también sometido a crítica) de experiencia y comprensión. De jiurt 1973); E. Kásemann, Gottesgerechtigkeit bei Paulus, en Exegetische Versuche
und ñcsinnungen II (Gotinga 21965) 181-193 (ed. española: Ensayos exegéticos [Sa-
Imtuinca 1978]); O. Kaiser, Gerechtigkeit und Heil bei den israelitischen Propheten
1
Véase lo que he escrito sobre «el criterio de la norma proporcional» en Geloofs- und uricchischen Denkern des 8.-6. Jahrhunderts: NZSTh 11 (1969) 312-328; K. Ker-
verstaan: interpretatie en kritiek (Theologische Peilingen 5; Blocmendaal 1972) 98-105 trluc «Rechtferligung» bei Paulus (Münster 21966); G. Klein, Gottes Gerechtigkeit
(ed. italiana: Intelligenza della fede, Roma 1974). ,il\ \hcma der neuesten Paulus-Vorschung: VuF 12 (1967) 1-11; K. Koch, Sdq im Alten
106 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO
UN NUEVO CAMINO DE SALVACIÓN 107
Testament. Eine traditionsgeschichtliche Untersuchung (Heidelberg 1953); id., s'daqa,
en ThHandWAT II (1976) 507-530; T. C. de Kruyff, Justice and Peace in the New 15,20; ApBar[sir] 78,2; Est 9,30: «paz y verdad»), mientras que eleos
Testament: Bijdr 32 (1971) 367-383; S. Lyonnet, De iustitia Dei in Ep. ad Romanos: y charis son empleados en esta misma época como términos equivalentes
VD 25 (1947) 23-34, 118-121, 129-144; 193-203; 257-261; U. Luck, Gerechtigkeit in (cf. supra).
der Welt. Gerechtigkeit Gottes: WuD 12 (1973) 71-89; D. Lührmann, Der Verweis Fuera de las fórmulas de saludo, no aparece charis en la primera carta
auf die Erfahrung und die Frage nach der Gerechtigkeit, en G. Strecker (ed.), Jesús a los Tesalonicenses. En esta carta Pablo es, por decirlo de algún modo,
Christus in Historie und Theologie (Hom. H. Conzelmann; Tubinga 1975) 185-196; el transmisor fiel de una tradición anterior a él, muy antigua, quizá la más
Rechtfertigung und Versóhnung: ZThK 67 (1970) 437-452; R. Mach, Der Zaddik in
Talmud und Midrasch (Leiden 1957); C. Müller, Gottes Gerechtigkeit und Gottes antigua, y también de un lenguaje judeo-helenístico. Desde el principio,
Volk. Eine Untersuchung zu Rómer 9-11 (Gotinga 1964); F. Mussner, Der Gala- Pablo habla «del evangelio de Dios» (1 Tes 2,2; 2,8; 2,9), que es al mis-
terbrief (HThKNT 9; Friburgo de Br. 21976); F. Notscher, Das Reich Gottes und mo tiempo «el evangelio de Cristo» (3,2). Comienza su carta aludiendo a
seine Gerechtigkeit (Mt 6,33; vgl. Lk 12,31): Bib 31 (1950) 237-241; A. Oepke, «nuestro evangelio» (1,5), mientras que en 2,4 habla simplemente del
Dikaiosyné tou Theou hei Paulus in neuer Beleuchtung: ThL 78 (1953) 257-264; «evangelio» que Dios le ha confiado. Este evangelio abarca la confesión de
H. Reventlow, Rechtfertigung im Horizont des Alten Testaments (Munich 1971); la «fe en Dios» y de la «fe en el Jesucristo venidero»: se han «convertido
K. H. Schelkle, Gerechtigkeit nach dem Neuen Testament: BuL (1968) 83-94; E. Schille- a Dios, abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero» y
beeckx, Jesús, la historia de un viviente (Madrid, Ed. Cristiandad, 1981) 97-162; «aguardar la vuelta desde el cielo de su Hijo, al que resucitó de la muerte,
H. H. Schmid, Gerechtigkeit und Weltordnung. Hintergrund und Geschichte des alt- de Jesús, el que nos libra del castigo que viene» (1.9-10). Este es el kerig-
testamentlichen Gerechtigkeitsbegriffs (BHTh 40; Tubinga 1968); G. Strecker, Der ma prepaulino, monoteísta y cristológico, destinado a los paganos, en el
Weg der Gerechtigkeit (FRLANT 82; Gotinga 31971); P. Stuhlmacher, Gerechtigkeit
Gottes bei Paulus (FRLANT 87; Gotinga 1975); P. Trude, Der Begriff der Ge- que se ha cambiado quizá la expresión original «Hijo del hombre» por
rechtigkeit in der aristotelischen Rechts- und Staatsphilosophie (Berlín 1955); Recht- la de «Hijo de Dios» (probablemente una confesión bautismal). El mensaje
fertigung im neuzeitlichen Lebenszusammenhang. Studien zur Interpretation der cristológico está orientado aquí escatológicamente a la parusía, pero sobre
Rechtfertigungslehre (Gütersloh 1974). También los comentarios a las cartas paulinas. la base de la resurrección de Jesús de entre los muertos. «¿No creemos
que Jesús murió y resucitó? Pues también a los que han muerto, Dios,
por medio de Jesús, los llevará con él» (4,14). Este es el evangelio de
Dios, de Cristo, nuestro evangelio, dice Pablo. Su predicación y aceptación
se apoyan en la elección amorosa de Dios (1,4), que «os ha llamado a su
I reino (hasileia) y gloria» (2,12). Son palabras del cristianismo primitivo
anterior a Pablo, de los cristianos judíos de habla griega (el cristianismo
«CHARIS»: UN NUEVO CAMINO DE SALVACIÓN «de Esteban»). Ese evangelio —«la palabra divina de la predicación»
(2,13)— no es «palabra humana, sino... palabra de Dios» (2,13b), que
1. «Charis» y el «evangelio» de Pablo en sus primeras cartas Pablo predica «con la fuerza exuberante del Espíritu Santo» (1,5).
El trasfondo sobre el que se desarrolla la noción de charis en el Nuevo En toda la primera carta a los Tesalonicenses nada se dice sobre la
Testamento es el deseo de gracia con que comienzan o terminan las cartas charis y la justificación, que después serían conceptos clave de Pablo. La
cristianas. Ya en su carta más antigua, en la que no aparece el concepto de idea central de esta carta es la inminente parusía de Jesús (2,19; 3,13;
charis, Pablo saluda a los cristianos de Tesalónica al principio y al final de 4,15; 5,23; idea que, fuera de aquí, dentro de las cartas auténticas de
su misiva con la fórmula: «La gracia (he charis) de nuestro Señor Jesu- Pablo, reaparece en 1 Cor 15,23). No obstante, esta carta permite adivinar
cristo os acompañe» (1 Tes 1,1 y 5,28). Este saludo de gracia se encuentra cuántas dificultades había encontrado Pablo en su predicación a los paga-
en todas las cartas del corpus paulino 2 . Los griegos y los judíos de habla nos (2,16). Su predicación de la salvación a los paganos contiene ya los
griega comenzaban sus cartas con la palabra chaire (¡salve!) (cf. Hch 23,26; principios que posteriormente desarrollará el propio Pablo.
15,23). Los judíos solían utilizar un doble saludo 3 . Muchos exegetas sos- El motivo inmediato de la carta parece ser dar una respuesta al proble-
tienen que fue el propio Pablo el que cristianizó tal saludo. Pero esto es ma surgido en la comunidad: habían muerto cristianos (4,13-18; cf. tam-
un tanto problemático, ya que en la literatura greco-judía anterior a Pablo bién 5,10: «despiertos o dormidos»). Pablo anuncia la expectación del cris-
era corriente la doble expresión «gracia (eleos) y paz» (Tob 7,12; cf. 2 Sm tianismo primitivo sobre la pronta venida de Jesús; su aportación personal
consiste en dar una respuesta a la comunidad, inquieta a causa del destino
tic los cristianos muertos, pues se temía que éstos no estuviesen presentes
2
Rom 1,7b y 16,20; 1 Cor 1,3 y 16,23; 2 Cor 1,2 y 13,13; Gal 1,3 y 6,18; cu la parusía de Jesús. Pablo responde dentro de un marco judío apocalíp-
Flp 1,2 y 4,23; 1 Tes 1,1 y 5,28; 2 Tes 1,2 y 2,18; Ef 1,2 y 6,24; Col 1,2 y 4,18; tico (4,15-17): los cristianos que han muerto («los difuntos en Cristo»,
1 Tim 1,2 y 6,21; 2 Tim 1,2 y 4,22; Tit 1,4 y 3,15; Flm 3 y 25. 4,16b) resucitarán e irán al cielo o serán «arrebatados» o «conducidos»
3
Cf. J. Th. Nelis, II Makkabeeen (Bussum 1975) 46-48. ¡iI ciclo junto con los que queden vivos, yendo al encuentro de Cristo
108 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO
UN NUEVO CAMINO DE SALVACIÓN 109
(4,16-17). Por tanto, unos resucitarán, y otros (los que todavía viven) dente con la de la parusía del Hijo del hombre): según el núcleo de 1 Cor
«serán arrebatados». Evidentemente, se esperaba la parusía como algo in- 15,3b-5a o 15,3b-7 (también los elementos prepaulinos presentes en Rom
minente. Esto muestra que determinadas circunstancias históricas han influi- 1,3-4). La muerte y la resurrección son en lo sucesivo para Pablo el núcleo
do en un dogma tan fundamental como el de la resurrección. Posterior- de su evangelio (cf. 1 Cor 1,23; 2 Cor 2,12; 5,18-21, etc.). Por lo demás,
mente, Pablo hablará sobre el tema de modo diferente. De todos modos, las dos cartas a los Corintios tratan del ministerio apostólico en cuanto
los cristianos poseen ya el don escatológico del Espíritu (4,8; 5,19). «servicio de reconciliación» (2 Cor 5,18-21; esta perícopa será estudiada
En las dos cartas de Pablo a los cristianos de Corinto (la carta a los más adelante).
Gálatas se sitúa cronológicamente entre ambas) aparece con mucha frecuen- Es, sin duda, interesante lo que se dice en 1 Cor 1,9: «Fiel es Dios,
cia la palabra charis (10 veces en 1 Cor, 18 en 2 Cor). Se emplea en sus y él os llamó a ser solidarios de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro»; a par-
distintas acepciones griegas: como acción de gracias (1 Cor 10,30; 15,57; tir de la carta a los Gálatas se expresa mediante el concepto de charis
2 Cor 2,14; 9,15) y, sobre todo, como demostración de favor u obra de Theou, la gracia de Dios (Gal 2,19-21). En Pablo, charis pasa a ser un
amor, aludiendo concretamente a la obra de caridad (limosna) de los cris- concepto teológico técnico. «El evangelio» se identifica ahora con lo que
tianos de Corinto en favor de los pobres de la comunidad de Jerusalén Pablo llama en Gálatas el evangelio de la justificación. El contenido del
(1 Cor 16,3 y, sobre todo, 2 Cor 8,1.4.6.7.9.16.19). Esta generosa dádiva Evangelio de Pablo es aquí la cimentación de la vida cristiana en la charis
de amor (charis) es a la vez una demostración del favor de Dios a estos de Dios y, por tanto, un rechazo del «camino de salvación» de la justicia
corintios, que ya tienen todo lo suficiente (2 Cor 9,8) y pueden dar a los humana basada en las obras de la ley. La «verdad del evangelio», su conte-
pobres lo que íes sobra (9,8). Aparece aquí el término charis en el sentido nido, es ahora la justificación del pecador en virtud del misterio de Cristo
de algo que se entrega como deuda de honor, y Pablo le da un fundamento (Gal 2,14). El Evangelio de Pablo es to euangelion tes akrobystias (2,7),
cristológico: «Porque ya conocéis la generosidad (charis) de nuestro Señor como el de Pedro es to euangelion tes peritomes, o sea, Pablo predica el
Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con evangelio a los incircuncisos, y Pedro a los judíos (circuncisos); pero am-
su pobreza» (2 Cor 8,9; cf. Flp 2,6-11). En estas cartas charis tiene tam- bos lo hacen por mandato divino.
bién el sentido de auxilio, asistencia o demostración de favor por parte de
Precisamente este mandato divino tiene una gran importancia en el
Dios (2 Cor 9,8 y 12,9; pero, como se verá más adelante, se trata de la
empleo que la carta a los Gálatas hace de charis. Pablo se considera me-
charis de Dios para con el apóstol).
diador de algo que ha recibido de Dios en Jesucristo. En toda la carta el
Llama la atención, sin embargo, en estas cartas (directa o indirecta- Apóstol transmite lo que ha recibido de Dios 4. De hecho, en la literatura
mente) la combinación de gracia y ministerio apostólico (1 Cor 3,10; del primer judaismo charis era la gracia de una revelación que se ha recibido
15,10; 2 Cor 1,12 y 12,9), de forma que también aquí «gracia» tiene el y se vuelve a transmitir. Por eso, cuando Pablo inicia sus cartas con un
significado técnico de revelación salvífica de Dios en Cristo y, por tanto, deseo de gracia, está indicando cómo entiende él su apostolado. Existe un
designa la elección al cristianismo: «el favor que os ha concedido mediante nexo histórico entre la antigua expresión «el Señor esté con vosotros» y la
Jesucristo» (1 Cor 1,4), el llamamiento a la vida cristiana. La gracia tiene, expresión neotestamentaria «la gracia esté con vosotros», ya que en el pri-
pues, un sentido absoluto: «os exhortamos también a no desperdiciar esta mer judaismo se reemplazaba a menudo el nombre de Dios por «la gracia»
gracia de Dios» (2 Cor 6,1). Aquí se pone más de relieve la elección ge- (en la línea de un uso creciente de sustantivos abstractos). Así, pues, el
neral al cristianismo que la elección al ministerio apostólico, por el que se empleo de charis no se inspira directamente en el hesed del Antiguo Tes-
da a conocer la revelación de la salvación. En todos estos casos, «gracia» tamento, sino en el sentido que este término recibió en los ambientes sa-
tiene el significado griego de «hecho rico de todos los dones» (1 Cor pií-nciales y apocalípticos: charis es el conocimiento y la doctrina (lo que
1,5-6), como Pablo define en 1,4 la «gracia» al afirmar que los ricos co- NO refiere a la salvación y a la conducta moral) recibidas a través de la re-
rintios «en ningún aspecto se quedan cortos». «Gracia», pues, no tiene velación (para Pablo, en y a través de Cristo). Esto explica asimismo el
aún el significado técnico paulino, como tampoco en 2 Cor 9,8: «Poder primer empleo técnico de esta palabra por parte de Pablo. El Apóstol habla
tiene Dios para colmaros de toda clase de favores». Entre estos abundan- de un favor de Dios muy concreto: «la gracia que se me ha concedido» es
tes dones de la gracia, el punto central lo ocupa, igual que en la primera desde el principio una alusión al llamamiento divino de Pablo como após-
carta a los Tesalonicenses, la parusía: «Mientras aguardáis la manifestación tol de los paganos (Gal 1,15-16; 2,9; 1 Cor 3,10; Rom 1,5; 12,3; 15,15;
de nuestro Señor Jesucristo» (1 Cor 1,7b). Sin embargo, la «comunión cf. también 1 Cor 15,10); de ahí que su visita apostólica a la comunidad
con su Hijo», otorgada a través de la resurrección de Jesús (1 Cor 1,9), NCII asimismo una charis, un hecho gozoso (2 Cor 1,5; quizá Flp 1,7; cf. Ef
adquiere mayor énfasis: «Nosotros predicamos un Mesías crucificado» 1,2; 3,6-7). Frente al empleo general de charis en las fórmulas de saludo,
(1 Cor 1,23). En contraposición con la primera carta a los Tesalonicenses lit revelación graciosa de la salvación por parte de Dios (charis) es perso-
se subraya, ante todo, el fundamento de la parusía —la muerte y resurrec-
ción de Jesús— sobre la base de una tradición prepaulina (y no coinci-
* K. Hcrgcr, Gnade, op. cit., 8-10.
110 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO

nalizada en Pablo, con lo cual se orienta a un servicio muy determinado 2. ha «charis» greco-judía:
en favor de los demás: la predicación apostólica del evangelio por medio carta a los Gálatas y Evangelio de Lucas
de Pablo a los paganos. La gracia fue concedida a Pablo «para que anun-
ciara a Cristo entre los paganos» (Gal 1,15; Rom 1,5; 12,3; 15,15; cf. Ef Resulta sorprendente que el concepto de charis casi no aparezca fuera
3,2: «con vistas a vosotros»; también Ef 3,6-7; cf. 1 Cor 3,10). En Gal del corpus paulino y de los textos del Nuevo Testamento influidos por el
1,15 este concepto de charis es objeto de una especie de definición: el após- paulinismo. Lucas, su evangelio y los Hechos de los Apóstoles, constituye
tol elegido es llamado por la gracia en virtud de que se le ha revelado el a este respecto una excepción notable. Y vamos a ver cómo también la
Hijo de Dios, contenido del evangelio. En este primer empleo técnico de idea lucana de gracia hunde sus raíces en el ámbito de los judíos de la
charis se da una clara relación con el ministerio apostólico. Aquí charis diáspora que «misionaban» entre los paganos.
significa, como en toda la apocalíptica, la comunicación de un conocimiento En Lucas predomina el significado de charis propio de los LXX, que
sobrenatural (fundado en una visión vocacional). Esta gracia de Pablo es no traduce el hesed hebreo, sino el hen: un significado muy vinculado a la
reconocida «por las columnas de Jerusalén» (Gal 2,9): éstos reconocen la charis auténticamente griega: proporcionar alegría a otros debido al atrac-
charis de Pablo y, con ello, la legitimidad de su visión vocacional y del tivo o a determinadas cualidades agradables o éticas, serles propicio, «hallar
evangelio recibido en la misma. En la línea de la concepción que el primer gracia a los ojos de alguien». Así, los cristianos hallaban charis ante todo
judaismo tenía de charis, este término significa aquí la visión vocacional el pueblo (Hch 2,47), es decir, gozaban del favor del pueblo (también
de Pablo, cuyo contenido es su dedicación a los paganos. Gracia es la doc- Hen 7,10: cita de Gn 41,40-41 según los LXX, y Hch 7,46; este mismo
trina ortodoxa, revelada (frente a la doctrina falsa y extraña; cf., por ejem- significado tiene sin duda Hch 4,33). Es característico también que Este-
plo, Heb 13,9; también 1 Tim 1,3-4 y Tit 3,7-9 contraponen charis y pis- ban, «lleno de gracia (charis) y poder, realizaba grandes prodigios y seña-
tis a falsa doctrina). «Abandonar la gracia» (Gal 1,6) quiere decir pasarse les en medio del pueblo» (Hch 6,8); aquí parece resonar ya el significado
a un evangelio distinto. Charis significa, por tanto, sobre todo teniendo que tomará charis en la época imperial: poder ultraterreno (cf. páginas an-
en cuenta Gal 1,6; 1,15 y 2,21, la verdadera doctrina recibida por Pablo teriores); pero puede también significar simplemente charis en cuanto hen.
en la revelación. «Charis» es una apocalypsis, una revelación de la que Cuando Lucas (Le 1,30) dice que «María ha encontrado charis ante Dios»
Pablo es apóstol. En la carta a los Gálatas, «gracia» tiene el significado no se trata formalmente del hesed, sino del hen, es decir, Dios se compla-
judío de nueva revelación divina de la salvación: relación típicamente sa- ce en María y le concede su favor. Lo mismo podemos decir de Le 2,52:
piencial y apocalíptica entre charis y (epi)-gnosis o conocimiento de revela- «Jesús iba creciendo en saber y en charis ante Dios y ante los hombres»;
ción (cf. también 2 Pe 1,2-3 y 3,18); Jesucristo como vía iluminadora de
literalmente: el adolescente agradaba a todos, a Dios y a los hombres, de-
salvación, lumen gentium.
bido a su sabiduría y atractivo. También, en Hch 18,27, Apolo, «con su
«Os advierto además, hermanos, que el evangelio que os anuncié no es charis, contribuyó mucho al provecho de los creyentes, pues rebatía vigo-
invento humano; porque tampoco a mí me lo ha transmitido ni enseñado rosamente en público a los judíos, demostrando con la Escritura que Jesús
ningún hombre, sino una revelación de Jesucristo» (Gal 1,11). En deter- es el Mesías»; anteriormente se dice que Apolo era «un hombre elocuente
minados círculos del judaismo primero no se aplica el término charis a la y muy versado en la Escritura» (Hch 18,24; cf. Prov 22,11). También
sabiduría humana, sino precisamente a la sabiduría de la revelación. No de aquí charis equivale a hen, ser apreciado por los demás debido a determi-
hombres; sin consultar a nadie (1,16c); «yo subí por una revelación» nadas cualidades o talentos (quizá esté presente también el significado de
(2,2); «la verdad del evangelio» (2,5.14); «ellos reconocieron el don «poder», virtus gratiae, que adquiere charis de la época imperial). Hablar
que he recibido» (2,9): todas estas expresiones se refieren a la charis en de manera convincente se expresa a menudo con la fórmula en chariti
cuanto verdad divina revelada. En ese primer empleo técnico del concepto (cf., por ejemplo, Col 4,6) (por tanto, no se trata formalmente de los
de gracia por parte de Pablo, la gracia es la doctrina de salvación transmi-
«dones de gracia» de Apolo). Le 2,40 oscila entre charis como hesed y
tida a los apóstoles por el Padre a través de Jesús, es decir, la doctrina
como hen: «Jesús... adelantaba en saber y la charis de Dios lo acompa-
de la elección de todos los hombres en Jesucristo. Con tal doctrina, Pablo
no «inutiliza» la gracia de Dios, es decir, la elección de Israel (2,21). En el ñaba»; en este pasaje se trata de la gracia y la benevolencia de Dios. En
cristianismo primitivo, la «gracia» es, por tanto, esencialmente revelación otras palabras: el hen que posee Jesús (Le 2,52) tiene su origen real en el
en y por Jesús, el Cristo y el Hijo; Jesús es el único maestro (cf. Jn 1, hesed de Dios (Le 2,40). Posteriormente, Lucas emplea charis en el sentido
14-17: «gracia y verdad» en la acepción del primer judaismo). Jesús es la griego de agradecimiento (Le 6,32; 6,34; 17,9) y en el sentido general de
nueva revelación que supera a la mosaica. El concepto implica, por consi- favor, dones o demostraciones de favor (Hch 24,27; 25,3; 25,9).
guiente, la elección de aquel a quien se concede tal revelación. Sin embargo, el significado propiamente teológico del empleo lucano
de charis está en otros lugares. Jesús habla «palabras de charis» (Le 4,22),
«el evangelio de la charis de Dios» (Hch 20,24), «la palabra de su gracia»
(Hch 20,32) y, finalmente, dieron testimonio de la «palabra de la gracia
112 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO
JUSTIFICADOS POR LA FE EN CRISTO 113
de Dios» (Hch 14,3). Son cuatro textos en los que existe una estrecha
vinculación entre charis y palabra o evangelio, lo cual constituye dentro Lucas no consiste (formalmente) propiamente en «una prueba absoluta
del Nuevo Testamento un concepto de gracia típico de Lucas. Pablo rela- de gracia» (como para Pablo en la carta a los Romanos), sino en la dimen-
ciona en la mayoría de casos euangelion (evangelio o buena noticia) con sión gozosa de la sabiduría divina comunicada a los hombres en Jesús y en
dynamis o fuerza, no con charis. ¿Qué sentido tiene charis en esos cuatro el evangelio de la Iglesia. Así, como Pablo, Lucas puede unir entre sí cha-
textos? Le 4,22 nos ofrece una pauta. El Jesús de Lucas comienza su ris y dynamis, poder de la gracia (Le 4,33; 6,8; 20,32; cf. 14,26; 15,40;
vida pública con una homilía sinagogal sobre el texto de Is 61,1-2: el Es- 18,27, etc.).
píritu de Dios que está sobre el ungido, el cual ha sido enviado por Dios Si la palabra euangelion 5 (con su prehistoria judía y griega) tiene su
para anunciar a los pobres la buena noticia (eu-angelisasthai), sanar a los contexto existencial preferentemente entre los judeocristianos de habla
ciegos, poner en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del griega anteriores a Pablo y Marcos (los cuales estaban abiertos a los paga-
Señor (en el que se anula la acumulación injusta de propiedades). Esto nos), charis tiene un contexto semejante: se refiere a la sabiduría judeo-
concuerda con la imagen que Lucas ofrece de Jesús (Le 7,21). La reacción cristiana, desconocida para los paganos, «proveniente de arriba», comuni-
de los oyentes a las palabras de Jesús fue según Lucas: «Todos estaban cada por Jesús a los elegidos y transmitida por éstos en el evangelio o en
extrañados de que salieran de su boca unas palabras tan llenas de charis. la predicación eclesial a todos los que quieren escucharla. En un tono casi
Decían: ¿No es éste el hijo de José?» (Le 4,22). Aquí charis no significa paulino, Lucas puede afirmar: «Creemos que nosotros nos salvamos por la
únicamente «atractivo». Del contexto se deduce que charis tiene en este charis del Señor Jesús y ellos lo mismo» (Hch 15,11, precisamente en un
caso el primitivo significado griego de «algo que proporciona alegría». «relato» en el que se discuten las concepciones de Pablo; cf. también
El término charis está «provocado» por eu-angelion, un mensaje que pro- Hch 13,43; 14,26; 15,40). Este concepto de charis es el que prevalece
porciona gozo: charis es el evangelio anunciado a los pobres. A ellos se en la carta de Pablo a los Gálatas.
refiere la gozosa novedad. Propiamente, el término charis en este contexto
explica el eu (el elemento de bondad y gozo) de eu-angelion. Lucas em-
plea aquí la palabra en su sentido griego original (charis es «lo que da II
alegría»), acercándose más al hen que al hesed hebreos. Lucas subraya así,
mediante su concepto de charis, el carácter alegre del evangelio, que llega JUSTIFICADOS POR LA FE EN CRISTO:
hasta el corazón de los hombres (cf. también Hch 4,33). LA CARTA A LOS GÁLATAS Y 2 COR 5 , 1 8 - 2 1
No obstante, esta concepción típicamente griega y específicamente luca-
na de la gracia es al mismo tiempo propia del primer judaismo helenista. En nuestro análisis del concepto de charis no ha aparecido todavía una
Ya hemos dicho que en el judaismo helenístico sapiencial era muy corriente contraposición entre «gracia» y «ley», pues también para los judíos la ley
el empleo de charis en el sentido hebreo de hen (no de hesed). Hemos era una charis o revelación graciosa de Dios que estaba reservada a Israel;
dicho también que, en la literatura greco-judía intertestamentaria, charis, también en este caso van de la mano la elección y la gracia en cuanto
en cuanto sabiduría suprahumana, y revelación formaban casi una pareja revelación de una sabiduría superior.
de términos. Y es de notar que Lucas emplee en dos ocasiones «sabiduría Por eso, sin polemizar contra la ley, Pablo puede formular su doctrina
y charis» como expresión unitaria (Le 2,40 y 2,52), al igual que en la lite- ttobre la justificación en 2 Cor 5,18-21: «Dios, mediante Cristo, estaba re-
ratura sapiencial. Cuando Lucas emplea charis en sentido teológico (Le 4, conciliando el mundo consigo, cancelando la deuda de los delitos humanos»
22; Hch 14,3; 20,24 y 20,32), lo hace siempre en relación con la predica- (5,19) y «al que no tenía que ver con el pecado, por nosotros lo cargó
ción de la palabra de Jesús o de la tradición apostólica. Los oyentes se con el pecado, para que nosotros, por su medio, obtuviéramos la justicia
extrañan precisamente de esa palabra, del evangelio: ¿No es éste el hijo de Dios» (5,21). La muerte de Jesús es una muerte expiatoria por la que
de José? (Le 4,22). La charis de las palabras de Jesús denota una sabidu- non borrados los pecados, y la propia justicia de Dios o fdaqah pasa a ser
ría sobrehumana: una sabiduría revelada, procedente de lo alto, no una nuestra justicia. Esta idea, central en la carta a los Romanos (dikaiosyne
sabiduría humana racional, producto del conocimiento humano. Aquí radi- tou Thcou), está ausente por completo en la carta a los Gálatas, pero en
ca el concepto lucano de gracia, en el mismo terreno que el concepto que KU formulación básica presupone, a mi juicio, la doctrina paulina sobre la
ofrece Pablo en la carta a los Gálatas: es el concepto helenista que los jiiNtificación expuesta en la carta a los Gálatas. En la segunda carta a los
judíos de la diáspora tenían de charis como sabiduría supraterrena revela- Corintios esta perícopa sobre la reconciliación y la justificación no está
da (la cual —ahí reside el matiz griego de Lucas— proporciona alegría
a los hombres, los alegra). Esto explica también por qué Lucas dice en
Hch 11,23 que la expansión de la Iglesia es una «charis de Dios», conclu- ' (.'.(. Jesús, la historia de un viviente, 97-103, y el estudio, aparecido posterior-
yendo que «él (Bernabé) se alegró mucho de eljo» (11,24). La charis para luriile, de (!. Strccker sobre el concepto de evangelio, Das Evangelium Jesu Christi,
rn (i. Strccker (cd.), Jesus Christus in Historie und Theologie (Hom. H. Conzelmann;
TUIIIIIHH 1973) 503-548.
H
114 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO
JUSTIFICADOS POR LA FE EN CRISTO 115
en un contexto de polémica contra las obras de la ley, sino en relación
con el «servicio de reconciliación», el apostolado peculiar de Pablo. Ahora tro Dios y Padre (Gal 3,4). En Cristo resucitado ya está presente el eón
bien, este apostolado se dirige precisamente a los paganos, a los incircun- venidero, y nosotros con él: la Jerusalén de arriba está ya presente en la
cisos, a los no judíos. Por tanto, no podemos dejar de preguntar si la charis comunidad cristiana terrena (4,26); se trata de una «nueva humanidad»
de la revelación de Dios en la reconciliación por medio de Jesucristo sobre- (6,15). Esto lo expresa Pablo diciendo que Dios llama a los hombres en
pasa a la charis de la Tora. En efecto, si Dios ha reconciliado el mundo chariti, o sea, graciosamente. Charis indica aquí que el llamamiento de
consigo en Cristo, de modo que esa reconciliación es realmente perdón Dios acontece por gracia (no así en 5,4). El término «gracia» se emplea
de los pecados, vía de salvación hacia Dios, entonces se afirma el principio en sentido absoluto (1,6 y 5,4): se trata de un sistema de la gracia en con-
de solus Christus; la charis de la ley queda superada por la gracia mani- traposición con el sistema de la ley. Nunca aparece la expresión charis
festada en Cristo, y ningún pagano convertido al cristianismo puede ser Christou (y menos aún charis Jesou), sino la charis «de nuestro Señor
obligado a la circuncisión y a la ley. Para Pablo, no aceptar esto es «apos- Jesucristo» (Gal 6,18; cf. Rom 16,20-24; 1 Cor 16,23; 2 Cor 13,13;
tatar de la gracia», es decir, de Cristo, como única vía de salvación. Con Flp 4,23; 1 Tes 5,25; Flm 25; cf. 2 Tes 3,18 y 2 Cor 8,9). En otras pala-
Jesús se ha manifestado una nueva revelación y, por tanto, una autoridad bras: el Cristo resucitado es para Pablo la charis de Dios. En ningún caso
nueva. «Si la justificación se consiguiera con la ley, entonces en balde mu- llama Pablo al Jesús histórico «una gracia» (a diferencia, por ejemplo, de
rió Cristo» (Gal 2,21; también 5,4)- El dilema será, pues, «salvación en la Lucas y de las cartas deuteropaulinas).
ley» (5,4) o «salvación en Cristo». Se trata de la autoridad decisiva y de- En la carta a los Gálatas, charis es una forma de designar el llamamien-
finitiva de la revelación de Dios o charis: la ley o Jesucristo. to de Dios (1,6; 1,15) o es una especie de hipostatización de la gracia de
En la comunidad de los gala tas había surgido un nuevo conflicto. Se la acción salvífica de Dios (2,20c-21 y 5,18); es también una gracia que
había «acordado» anteriormente entre los apóstoles (Gal 2,6-10) que el hemos recibido (5,4), es decir, la existencia cristiana en cuanto don de
ámbito misionero de Pablo eran los paganos, y el de Pedro los judíos Dios; y, sobre todo, Pablo llama charis a su ministerio apostólico. En re-
(también los de la diáspora); así se había logrado resolver, al menos bási- sumidas cuentas, la idea de gracia tiene en la carta a los Gálatas el signi-
camente, el primer gran conflicto. Pero en la comunidad de los gálatas los ficado de «régimen de gracia», sistema de gracia, frente al «sistema de la
problemas no eran los mismos que habían planteado los judaizantes dentro ley» (cf. Gal 5,4). Esta contraposición se expresa en «la verdad del evan-
de la comunidad cristiana. Pablo entra en conflicto con un grupo que con- gelio» (2,5.14), caracterizado como evangelio libre de la ley (cf. 2,15-21).
sidera necesaria la circuncisión también para los paganos que quieren ha- El llamamiento misericordioso por parte de Dios adquiere, debido a este
cerse cristianos. Estas personas practican además una especie de «piedad contexto polémico, el significado de «independientemente de nuestras obras
de calendario» (según las distintas posiciones del sol y de la luna) y toda de la ley», sin mérito alguno por nuestra parte (2,15-21, donde Pablo pre-
suerte de costumbres cultuales (Gal 4,10). Con ello presionan a los demás senta breve y vigorosamente su doctrina sobre la justificación). Este favor
cristianos y crean desórdenes (1,7; 5,10). Pablo interpreta la tesis de aque- mira tanto a los judíos como a los gentiles, si bien Pablo ve cierta dife-
lla gente de un modo polémico y afirma que «por tal razón» defienden la rencia en la pecaminosidad de unos y otros: los paganos son pecadores
necesidad de observar la ley judía, aunque ellos mismos no la cumplen «en cualquier caso» (fysei, por naturaleza, por nacimiento); los judíos lo
(5,2-3; 6,12-13). Gal 2,15 considera a sus adversarios como «judaístas» son también, pero no por nacimiento, ya que por nacimiento mora más
en el sentido fariseo (como se insinúa en Hch 15,5; cf. Gal 2,15), «judai- bien en ellos la promesa de Dios (en Gal 2,15 no explícita la idea, pero sí
zantes» que pretendían combinar la fe cristiana con la religión judía, lo en Rom 3,2). No obstante, esta distinción es importante, como lo recono-
cual es interpretado por Pablo como querer ser justificados por la ley cieron muchos movimientos del primer judaismo. En cuanto al problema
(4,21; 5,4). Pablo dice que esto es apostatar de Cristo (1,6-7; 5,4), una de la relación entre gracia y obras existen en el primer judaismo dos tra-
consecuencia quizá no pretendida ni prevista por sus adversarios. Yo creo diciones: a) Dios concede la gracia no por las obras del individuo, sino
que en Galacía había una forma de sincretismo que luego revestirá en Asia por la elección de Israel y la alianza con los antepasados; h) Dios recom-
Menor unos rasgos más acusados y en el que desempeñaba cierto papel pensa según las obras. Según la primera concepción, todos los israelitas son
la peritome judía (la circuncisión, la cual estaba entonces de moda también elegidos: «justos»; en ellos descansan las promesas a pesar de sus pecados.
entre los no judíos) (Colosenses; Efesios; Hebreos; escritos joánicos). El Únicamente los paganos son los auténticos «pecadores» (cf. Gal 2,15).
«error» de los gálatas va, a mi entender, en esa dirección (cf. Gal 3,19-20; I .es falta la gran gracia de la ley. La nueva cuestión que sé plantea con el
4,8-10, donde se habla, al igual que en la carta a los Colosenses, de «las cristianismo es si la elección depende de la posesión de la ley o del don
fuerzas del cosmos», que tienen algo que ver con la ley —tanto la tora de Cristo resucitado. En lo que se refiere a la relación esencial entre gra-
como el nomos, ley— que rige a los hombres). da y elección están de acuerdo Pablo y sus adversarios. La divergencia
Pablo piensa en términos apocalípticos: Cristo se ha entregado por indica en si la elección tiene como centro la ley o Jesucristo.
nuestros pecados, para sacarnos de «este eón» según los designios de nues- El llamamiento gracioso de Dios significa que «el hombre no se justi-
fica por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo»; por eso, «tam-
lió TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO
JUSTIFICADOS POR LA FE EN CRISTO 117
bien nosotros hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe
está en comunión con Yahvé (1 Sm 26,19; 2 Sm 14,16). En el judaismo,
en Cristo y no por observar la ley, pues por observar la ley no será reha-
la heredad de Yahvé es sinónimo de la salvación mesiánica. Por el hecho
bilitado ningún mortal» (Gal 2,16; también 3,2.5.10). Pablo argumenta
de que Dios pronunció la promesa de la heredad futura, tal promesa es
aquí apoyándose en la concepción rabínico-farisea de la justificación. Todos
indefectiblemente válida. Ahora bien, la ley vino después de esa decisión
estaban de acuerdo en que sólo Dios justifica y salva al hombre 6 . Aquí se
divina sobre la ley, demasiado tarde para poder cambiar nada 10. Pablo
trata únicamente de la vía de tal justificación por la gracia de Dios 7 . Para
habla de la charis de esta promesa (3,18), o sea, de la voluntad graciosa
los judíos, esto ocurre mediante la fe en la gracia de la tora; para Pablo
de Dios. En tiempos de Pablo, «heredad» significa también todo lo que
mediante la fe en la gracia de Cristo. Pablo contrapone ambas vías de sal-
no se ha adquirido con el propio trabajo u ; de ahí que el concepto de kle-
vación. Para la concepción judía rabínico-farisea, la llamada «ortodoxa»
ronomia, heredad, sirviera de hecho para poner de relieve la contraposición
fe y obras constituyen un conjunto unitario; para ella, la fe en Dios es una
entre gracia y obras (Gal 4,7; cf. Rom 8,17 y Mt 21,37-38). Por tal razón,
obra de la ley, incluso el primer mandamiento de la ley. La doctrina de
Pablo llama a los cristianos hoz ek písteos (Gal 3,7.9): hombres de fe,
la justificación por la fe es veterotestamentaria (Gal 3,6-9). Fue Abrahán
«hombres para quienes la fe es el punto de partida, la fuente y el origen
quien «introdujo» este primer mandamiento de la confianza de fe en Dios
de toda su vida» 12. Con esta interpretación del texto, Pablo puede incluir
(cf. Sant 2,20-24). En cambio, para Pablo, la «fe en Cristo» no es un
todas las naciones en las promesas de Abrahán n. Para él, el Antiguo Tes-
ergon, una obra de la ley, aunque sea una intensa actividad del hombre
tamento habla ya de «justificación de todos los pueblos por la fe» (Gal 3,
(Gal 5,6). Fe y obras se contraponen mutuamente (Gal 2,16; 3,2.5.10).
8.14). Como antes la ley, la fe se convierte ahora en un régimen o en un
Pablo rechaza la observancia de la ley en cuanto principio salvífico. E n
sistema: «una vez llegada la fe» (Gal 3,25; 3,23a). No obstante, hay una
cuanto principio salvífico, también Cristo exige una vida ética consecuente
diferencia entre ambos sistemas: la ley «vino» (genomenon), mientras que
y demostrada con obras (2,17-19; 5,13-15). Es evidente que Pablo consi-
la fe «es revelada» (Gal 3,23.25): la fe es misterio, oculto por los siglos
dera la ley como un sistema o régimen legal, una «ley a la que estamos
en Dios, que se revela ahora con Cristo en el tiempo.
sometidos» (4,4), un sistema de poder. Cristo ha vencido a «los elementos
de este mundo» (4,3-9). El poder de la ley y, por consiguiente, la tutela Para Pablo, «judío» y «pagano» son primariamente conceptos religio-
bajo la ley, han sido destruidos por Jesús en la cruz (3,13; 4,5; cf. 2,11) sos, lo cual significa que tanto la religión judía como la pagana están su-
Creer que Cristo ha destruido el poder de la ley equivale a creer en la peradas en Cristo: «ya no hay judío ni griego..., pues vosotros hacéis
gracia de Dios (2,21). Por tanto, la muerte en cruz es la única fuente de todos uno, mediante Cristo Jesús» (Gal 3,28); o bien que el cristianismo
salvación (3,1b). Pero no es eso propiamente lo que se discute. constituye un tertium genus junto a judíos y paganos («judíos, griegos,
la comunidad de Dios»; 1 Cor 10,32). La fe en Cristo como salvación
Resulta sorprendente que en la carta a Jos Gálatas brille por su ausen-
que viene de Dios libera a los cristianos de lo que, tanto en el judaismo
cia el concepto central de la carta a los Romanos: la «justicia de Dios».
apocalíptico como en el paganismo, era la tutela del hombre bajo los cos-
Pablo argumenta desde un plano judío: ser justificado quiere decir que el
mocratores o espíritus celestes (Gal 4,3.9), que dominaban a los judíos
hombre ya no es considerado culpable (cf. Gn 15,6; Sal 32,2). Se trata
por medio de la ley (3,19: el mediador de la ley no es Moisés, sino un
del juicio escatológico de Dios (cf. Gal 5,5); únicamente Dios justifica
cosmocrator espiritual; para los paganos, es el nomos o la ley de la natu-
o absuelve. La fe en Cristo nos hace, pues, partícipes de las promesas del
raleza, Gal 3,23; para ambos, 4,9). Negar a Cristo quiere decir volver
Antiguo Testamento; la bendición de Dios a Abrahán, el orgullo judío de
a ponerse bajo la tutela de estos cosmocratores espirituales, sean buenos
llamarse «hijo de Abrahán» 8 , es también patrimonio de los prosélitos 9 -
una bendición otorgada a Abrahán en sus hijos y previsión de la heredad 0 malignos. Pablo habla de la ley en cuanto minoría de edad bajo la tutela
que le fue prometida (Gal 3,6-14): la kleronomia, la participación en los de los cosmocratores, pero no la rechaza en cuanto sometimiento a Cristo
bienes o herencia (nahalah). Este concepto procede de la tradición sacer- (nomos tou Christou, Gal 6,2). El Apóstol es contrario tanto a un some-
dotal y deuteronomista. «La heredad de Israel» es «la tierra que Yahvé timiento a la ley como a un libertinismo pneumático (Gal 5,13-15). La
vuestro Dios, os dará» (Dt 4,21.38; 12,9; 14,4; 19,10, etc.; también alternativa no es propiamente obras de la ley o gracia, sino elección (gra-
Jr 3,19; 12,14-15; 17,4; y Sal 105,11; 135,12; 136,21-22). Por otro lado, cia) en virtud del don o posesión de la ley (la cual exige obras) o en vir-
Israel es para Jeremías la heredad de Dios (Jr 2,7; 12,7-9; 10,16; 50,11;
también Sal 68,10). Quien vive en esa heredad o comunidad con Israel 10
Véase en Heb 7,1-22 un razonamiento análogo sobre el sacerdocio levítico
después de la promesa hecha a Abrahán. Un evidente tópico del primer judaismo.
6
F. Mussner, Galaterbrief, op. cit., 168-169. " Grossouw, Galatenbrief, op. cit., 135-136.
12
7
Grossouw, Galatenbrief, op. cit., 102-103 y 106. Grossouw, op. cit., 123-124.
8
Strack-Billerbeck, I, 116-120; III, 539-541. " Conectando Gn 12,3 (griego) con Gn 18,18; cf. F. Mussner, Galaterbrief, 220.
9
Op. cit., II, 523 (cf. Jn 8,33). 1 ,n evolución seguida parece ser Gn 12,3 ->• 18,18 ->• 22,18 -» 26,4 -» 28,4 -»• Sal 72,
.'7 -+ Eclo 44,21 -> Ilch 3,25 -> Gal 3,8 (Grossouw, op. cit., 124, nota 17).
118 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO TEORÍA PAULINA DE LA GRACIA 119
tud del don de Jesucristo y de la fe en él (una fe que tiene que hacerse sino como algo debido (kaf opheilema)». «Por gracia» califica la relación
efectiva, sobre todo en el amor fraternal y en otras obras). Así se dedu- entre el hombre y Dios (cf. también Rom 4,16); charis, por decirlo así, no
ce de la conclusión final que Pablo saca de su concepción de la gracia es aquí un sustantivo, sino una cualidad de la acción de Dios en el hom-
(Gal 3,28). bre: generosa, sin poner ninguna clase de condiciones.

El tema de la carta a los Romanos es «la buena noticia, fuerza de Dios


III para salvar a todo el que cree, primero al judío, pero también al griego,
pues por su medio se está revelando la justicia que Dios concede única
TEORÍA PAULINA DE LA GRACIA: y exclusivamente por la fe» (Rom 1,16). Literalmente dice el texto: «en
LA CARTA A LOS ROMANOS ese evangelio se revela la justicia de Dios desde la fe hasta la fe». En un
contexto en que no se habla directamente del crecimiento dinámico de la
Puede ser una casualidad, pero Rom 15,25-29 —donde se habla de la vida de fe en el individuo y en la Iglesia (tal es el caso de las cartas a los
colecta para los pobres de Jerusalén (cf. 2 Cor 8)— no utiliza ya el tér- Colosenses y Efesios), sino del sistema salvífico de la ley o de la gracia,
mino charis. Ello podría indicar que en la carta a los Romanos charis se la fórmula desde (ex) ... hasta (eis) significa la plenitud, es decir, que
emplea temáticamente con un significado muy específico. En realidad, este la justificación pertenece en su conjunto ai ordenamiento de la fe. Es cierto
donativo a los hermanos de Jerusalén es una especie de deuda de honor que la frase «única y exclusivamente por la fe» tiene sabor targúmico,
(Rom 15,27). Este énfasis griego en una obligación de honor no permite pero refleja exactamente el alcance de la frase griega. En esta carta, Pablo
utilizar el término charis después de todo lo que Pablo ha dicho sobre la quiere desarrollar una teoría cristiana de la gracia. A continuación (movido
charis en la misma carta a los Romanos. por el interés teológico que nos lleva a analizar este texto) presentaré la
Tras mostrar que todos, judíos y paganos, si bien por distintos motivos, estructura del pensamiento de Pablo de acuerdo con el siguiente esquema:
son pecadores y están alejados de Dios, Pablo dice: «Pero graciosamente 1. Ni el paganismo ni el judaismo procuran la salvación en el sentido
van siendo justificados por su charis, mediante el rescate presente en Jesu- de justicia de Dios (1,18-3,20).
cristo» (Rom 3,24). «Por su gracia» se subraya aún más por medio de «gra- 2. La revelación de la justicia de Dios (3,21-31), ejemplificada a tra-
ciosamente»: ¿orean te autou chariti. Dorean significa «en forma de don», vés de:
con la posible acepción secundaria de «a fondo perdido»; como si el dador a) una versión paulina de un midrás tradicional, procedente del pri-
no tuviera que recibir nada a cambio y hubiese sido bueno «en balde»
mer judaismo, sobre Abrahán (4,1-23);
(por ejemplo, en el Job griego 1,9; cf. 2 Cor 11,7, donde se dice que
b) una versión paulina de un midrás, procedente también del primer
Pablo predica «en balde», es decir, sin pretender una remuneración econó-
mica por parte de su comunidad). El término «gracia» en la carta a los judaismo, sobre Adán (5,12-21).
Romanos índica el carácter particular de la acción salvífica de Dios: la li- 5,1-11 es un texto de transición entre ambas partes y constituye un resu-
beralidad graciosa de Dios frente a la humanidad pecadora. Pablo llama men de 3,21-31.
charis o gracia al amor benévolo de Dios que sale a nuestro paso debido 3. La justicia de Dios, realizada en la conversión a la fe en Cristo:
a una magnanimidad gratuita, absolutamente libre, inmerecida, excesiva el bautismo cristiano (6,1-11).
y, valga la palabra, inútil como tal. Charis es aquí un amor que sale al en- 4. Parénesis cristiana: comportamiento cristiano como consecuencia
cuentro sin poner ninguna condición. La gracia es absolutizada hasta tal de la justicia de Dios (6,[1.]12-13); con una exposición sobre la ley de la
punto que algunos ven en ella una especie de salvoconducto para el liberti- carne y del espíritu (7,1-25 y 8,1-27), otra sobre el combate cristiano (7
nismo (Rom 6,1). 1 Cor 15,10 demuestra que Pablo no pretende nada de y 8,1-27) y un cántico de alabanza a la gracia de Dios en Cristo.
esto y que la gracia no es «vana»: «Ese favor suyo no ha sido en balde»; 5. Partiendo de la manifestación de la justicia de Dios en Cristo,
pero este mismo carácter de «inutilidad» es una gracia: «He rendido más Pablo se pregunta cómo hay que considerar últimamente la elección divina
que todos ellos, no yo, es verdad, sino el favor de Dios que me acom- de Israel (9,1-11,35) (Este tema lo tratará expresamente nuestro libro en
paña». También 2 Cor 6,1: «Os exhortamos a no desperdiciar esta gracia el capítulo sobre «Israel y la Iglesia en el Nuevo Testamento).
de Dios». Pablo define la gracia del modo siguiente: «Y si es puro favor,
ya no se basa en las obras; si no, el favor dejaría de serlo» (Rom 11,6).
Además de la expresión adverbial dorean (en balde, graciosamente), 1. Ni el paganismo ni el judaismo procuran salvación o «charis»
Pablo utiliza también otras expresiones adverbiales, sobre todo kata charin
(como favor inmerecido); por ejemplo, en Rom 4,4: «Ahora bien, a uno En Rom 1,18-3,20, Pablo muestra que, a pesar de las diferencias fun-
que hace su trabajo el salario no le vale como-gratificación (kata charin), damentales del plan divino de salvación en lo que se refiere a judíos y pa-
líanos, todos son pecadores y necesitan reconciliarse con Dios.
120 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO
TEORÍA PAULINA DE LA GRACIA 121
Sigue en pie lo que se decía en Gal 2,15: «Nosotros éramos judíos de
nacimiento, no de esos paganos pecadores». Israel posee el verdadero co- en los judíos (2,1-13 y 2,17-29). En lo que se refiere a los paganos, aun-
nocimiento de Dios, de Yahvé; no es a-theos, o sea, «sin Yahvé», como que no conocen la voluntad de Dios mediante la Tora, tienen una concien-
los paganos (cf. también Ef 2,1-2: «También vosotros ( = paganos) esta- cia (Rom 2,15) por la que de algún modo saben lo que es bueno o malo
bais muertos por vuestras culpas y pecados, pues tal era vuestra conducta, a través del mundo creado (2,14-15) y conocen el misterio absoluto de
siguiendo el genio de este mundo, siguiendo al jefe que manda en esta Dios (1,19-23; un dato sapiencial: Sab 13-15,19; Job 12,7-25). Conocen
zona inferior, el espíritu que ahora actúa eficazmente en los rebeldes»). a Dios, pero no lo reconocen en su conducta (Rom 1,21), se han perdido
Esto no es propiamente una concepción cristiana, sino tradicionalmente en la idolatría (Rom 1,23; cf. Sab 13-15,19). Pablo evoca claramente aquí
judía: Israel posee en la Tora el conocimiento de Dios y de su voluntad; el principio sapiencial del yeser o capacidad humana de libre decisión (Eclo
los paganos están excluidos de tal conocimiento. Es verdad que Israel peca, 15,14-15; cf. infra). «No tienen disculpa» (Rom 1,20b = Sab 13,8). Aho-
como pecan los paganos; pero, a pesar de ello, Israel es el pueblo elegido. ra bien, Dios recompensa según las obras (Eclo 4,1.9.10; 21,5): la inmora-
Dios tiene en consideración su elección y su alianza, por la que se muestra lidad de los paganos, que Pablo observa en las ciudades de la diáspora,
clemente con la pecaminosidad de Israel. Esta era la concepción judía pre- es para él expresión de la ira de Dios, resultado lógico del no reconoci-
via a Pablo sobre el pecado de Israel y el de los paganos. miento práctico del único Dios verdadero. Quien no tiene Dios se cons-
Ahora bien, Pablo subraya que, en lo que se refiere a la conducta per- truye ídolos y convierte en todo lo imaginable a simples seres creados
sonal, a pesar de esa prerrogativa de Israel, no existe diferencia alguna (1,24-32). El requisito fundamental para que los cristianos acepten el cris-
entre paganos y judíos. En particular, el primer judaismo (después del exi- tianismo es, por tanto, la conversión al único Dios verdadero (1 Tes 1,5;
lio) ve al mundo dividido en dos grandes bloques de pueblos: «judíos» cf. Hch 14,15; 17,22-31; cf. infra el capítulo titulado «Hacer la unidad
y «no judíos», o sea, el pueblo de los paganos (goyim) frente a Israel, el del universo»).
l
am, laos o pueblo de Dios M (aunque tal distinción no tiene ninguna im- Sin embargo, también los judíos pecan a pesar de que conocen a Dios
portancia en los textos más antiguos del Tenak). La diferencia es ante y su voluntad en la Tora. No pueden apelar al hesed y la 'emet de Dios
todo de naturaleza religiosa, de modo que los pueblos paganos son consi- (cf. Rom 2,4) para disimular su propia pecaminosidad. (También esto es
derados como «extranjeros» y «enemigos de Israel» (2 Re 17,33; 18,33; un dato sapiencial: Eclo 5,1-6; el reverso del hésed es la ira de Dios:
19,12.17; Jr 3,17; 31,10). A este respecto, es esencial el hecho de que Eclo 5,6. El libro del Eclesiástico ejercía gran influencia entre los fariseos,
los goyim no invocan el nombre de Dios (Jr 9,25; 10,2.25; 14,22; 16,19; a los que Pablo había pertenecido). «Dios pagará a cada uno según sus
Ez 23,30; Sal 79,6); son «pueblos olvidados de Dios» (Sal 9 y 10), esto obras» (Rom 2,6; también es un principio del Eclesiástico). La retribución
es, paganos (en sentido judío). Israel busca su fuerza en una separación por el mal y la ira de Dios afectan tanto a los judíos como a los paganos;
estricta de estos pueblos. De ahí que al principio, en el Deuteronomio, pero, debido a la situación de privilegio del israelita, «en primer lugar al
no se hable de que la elección de Israel implicaba una misión a todos los judío, pero también al griego» (Rom 2,9), lo cual puede aplicarse también,
pueblos; éstos pueden a lo sumo maravillarse ante Israel (Dt 6,4). Sin con ciertos matices, a la retribución del bien (2,10-11). Pese a que Israel
embargo, algunos textos (una línea que parte de Gn 12 y llega a Is 60 goza del privilegio de la ley (que los judíos llaman charis de la ley), Dios
pasando por Ex 12) tienen una concepción distinta: Israel ha sido elegido paga a cada uno según sus obras, sin favoritismos (2,11-12). Porque «no
para conducir a Yahvé todas las naciones. El exilio y la diáspora favore- basta escuchar la ley para estar a bien con Dios, hay que practicar la ley
cieron precisamente esta evolución, en la que la Tora 15, como «el siervo para recibir su aprobación» (2,13). En este texto, los argumentos del cris-
de Yahvé», es denominada «luz de los goyim» (Is 49,6). tiano Pablo son puramente judíos, y se muestra de acuerdo con ellos.
Pero, en realidad, pecan tanto los paganos como los judíos: Pablo Pablo afirma, pues, el principio judío de la recompensa según las obras.
afirma esto como punto de arranque (Rom 1,18) para analizar a renglón No podemos olvidarlo al analizar Rom 4-5. Pablo no puede aducir en
seguido esta pecaminosidad universal en los paganos (1,19-32) y después Rom 2 un principio que le sirve para explicar el tema de la pecaminosidad
humana universal para atacarlo después en Rom 4-5. En otras palabras,
14
A. R. Hulst, <«« (goy), en ThHandWAT II, 290-325; W. Grundmann, demos, ¡i juzgar por lo que dice en Rom 2, es imposible que en Rom 4-5 pretenda
en ThWNT II, 62,64; G. Bertram y K. L. Schmidt, ethnos, op. cit., II, 362-370; atacar ese principio judío relativo a la remuneración.
H. Strathmann y R. Mayer, laos, op. cit., IV, 29-57. La diferencia originaria de estos A partir de esta pecaminosidad universal, Pablo se pregunta en qué
términos consiste en que ^ammim significa «pueblos» (los hombres), mientras que consiste la situación privilegiada del judío. Trata aquí, una vez más, de
goyim son esos mismos hombres en cuanto agrupados en estados, reinos, es decir, conectar con la concepción del primer judaismo, según la cual «el saber
sobre la base de las formas específicas sociopolíticas, históricas (y, por consiguiente, y la verdad están plasmados en la Tora» (Rom 2,20b) y, por consiguiente,
religiosas) que los distinguen entre sí. Sólo más tarde goyim se aplicará en especial Israel es «la luz de los goyim» (lumen gentium): «luz de los que viven en
a los pueblos no judíos, «no creyentes» o paganos.
15
Cf. Jesús, la historia de un viviente, 354-355 (véase allí la referencia a Is 49,6).
tinieblas» (Rom 2,19). Sin embargo, Pablo dice: «Mientras te glorías de
In ley, ¿afrentas a Dios violando la ley?» (2,23); evidentemente, un mal
122 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO
TEORÍA PAULINA DE LA GRACIA 123
ejemplo para los goyim (2,24, donde se cita la versión griega de Is 52,5).
El ser judío, cuyo signo es la circuncisión, ¿no otorga, pues, ningún privi- don de la tora a Israel, la cual es para Pablo, pese a todas sus observacio-
legio? Sí (2,25), con la condición de que se cumpla aquello que la circun- nes críticas a propósito de la ley, una realidad perteneciente a «la alianza
cisión significa, es decir, la legislación de la alianza de Dios. Pero también de la promesa» (cf. Rom 9,4; es «la ley de Dios», 7,22.25; 8,7; es santa,
es verdad lo contrario: un pagano que cumple lo que dice la Tora, aunque 7,12; justa y buena, 7,12; está destinada por Dios «a dar vida», 7,10;
no la conozca formalmente, «será ante Dios como si estuviera circuncidado» cf. Gal 3,12). Pero «la carne y la sangre», el hombre en cuanto sarx, no
(2,26). Un pagano de buena conducta ética es una condenación para el está en condiciones de no pecar; ni el nomos ni la sophia le dan fuerza
israelita pecador, aunque éste se aferré al código de la ley (2,27). Siguien- para ello (cf. Rom 8,3; Gal 3,21). Pablo encuentra este dato de la expe-
do una concepción muy extendida en el primer judaismo, y sobre todo riencia sapiencial ya formulado en el Tenak, y así concluye su exposición
entre los judíos de la diáspora, dice Pablo: «Judío se es por dentro, y cir- sobre la universalidad del pecado (en el sentido indicado) con una serie
cuncisión es la interior, hecha por el Espíritu» (2,29). Toda esta exposi- de citas bíblicas. Estas tienen como objetivo hacer callar a los judíos, pues
ción es judaica, y Rom 1,18-2,29 podría haber sido escrito perfectamente el Tenak está destinado precisamente a ellos (3,19). Por eso dice: «El mun-
por un judío no cristiano. Pero téngase presente que, cuando Pablo habla do entero (pas ho kosmos) queda convicto ante Dios» (3,19). Y con una
sobre la pecaminosidad universal de la humanidad, no piensa en individuos cita bíblica (Sal 143,2: «nadie podrá justificarse ante él») prepara, a modo
(aunque sólo individuos pequen), sino en «bloques» o colectividades, pues de conclusión, su siguiente exposición, añadiendo de su propia mano «por
tanto peca el pueblo de Dios como los goyim o pueblos paganos; la ob- las obras de la ley»: «pues nadie (la sarx débil) es justo a los ojos de Dios
servancia efectiva de la ley por los individuos —paganos (2,14-15) o judíos por las obras de la ley» (3,20). Esta conclusión no se sigue de la exposi-
(cf. 2,25 y 2,28-29)— sólo aparece de pasada. Se trata del status del judío ción de Rom 1,18-3,19. Por tanto, Rom 3,20 es el final de 1,18-3,19, pero
o del pagano en cuanto tales, y la pecaminosidad se da en ambos. Lo que no una consecuencia directa de este pasaje, sino una preparación de lo que
Pablo quiere decir es que los dos bloques (toda la humanidad: judíos y no viene a continuación. Lo cual significa además que en toda la sección pre-
judíos) viven en un sistema en que domina el pecado; literalmente: «Aca- cedente aparece un «nuevo» concepto de justicia, distinto del de «absolu-
bamos (o sea, yo, Pablo, pero es algo en que cualquiera estará de acuerdo) ción del saddiq o fiel a la ley», que estaba vigente en el judaismo oficial.
de probar (Rom 1,18 y 2,9) que todos, judíos y paganos, están bajo el do- Lo vamos a ver en las páginas que siguen.
minio del pecado (hamartia)» (3,9). En otras palabras: antes de la venida
de Cristo, la humanidad vivía bajo el dominio del pecado. Pablo está pen-
sando en clave «apocalíptica» en términos de la sucesión de eones: con la 2. Revelación de la «justicia de Dios» en Jesucristo
actividad de Jesús, con su muerte, ha llegado el nuevo eón, el eón en que
domina la charis. a) Sedaqah, justicia: del judaismo al cristianismo paulino.
Pero entonces, ¿en qué es superior el judío? (3,1). Pablo responde en
una línea judía: «en mucho, bajo cualquier aspecto» (3,2). En primer lugar, El concepto de justicia —en forma masculina, sedeq; en forma feme-
porque a Israel se le confiaron los logia tou Theou, las palabras de Dios. nina, fdaqah (en los LXX, dikaiosyne)— tuvo en Israel y en el primer
La infidelidad de los israelitas no anula la fidelidad de Dios con Israel judaismo una historia muy interesante: a partir del concepto profano se
(3,3-4). «Sólo Dios es leal» (Rom 3,4b), dice haciéndose eco del Eclesiás- llegó al concepto religioso, incluso sagrado, de justicia, el cual se bifurca
tico: Kyrios monos dikaiothesetai (Eclo 18,2: «el Señor es el único sin posteriormente en dos corrientes dentro del judaismo: por un lado, una
tacha»; cf. Sal 51,6b: «Tus argumentos te darán la razón, del juicio re- justificación basada exclusivamente en la gracia de Dios; por otro, la justi-
sultarás inocente»). Por otro lado, el pecado del pueblo de Dios hace resal- cia humana frente a Dios en virtud de la observancia de la ley. Este proce-
tar la misericordia de Dios (3,5), aunque no se puede abusar de ello e in- so está relacionado no sólo con la espiritualidad de Israel, sino también
terpretar falsamente esta afirmación (2,5b-8). A modo de conclusión (en con circunstancias de tipo histórico-social. Tras un empleo profano de fda-
3,20b) añade Pablo: «pues la función de la ley es dar conciencia del peca- qah, el concepto religioso de «justicia» se fue desarrollando en una época
do» (formalmente como pecado). de concepciones teocráticas y nacionalistas, según las cuales la autoridad
y el poder jurídico eran sagrados. En Israel toda autoridad se ejercía
Pero, fuera de estos dos aspectos de la superioridad de Israel respecto entonces en nombre de Yahvé, el único rey verdadero de Israel, tanto en
a los demás, «nosotros, los judíos, ... no tenemos ninguna ventaja» (3,9). el ámbito religioso como en el temporal. La justicia humana estaba en
Y Pablo repite la conclusión que ha sacado antes: la acusación contra relación con la justicia de Dios. Religión y sociedad eran una misma cosa:
todos, judíos o no judíos; la humanidad es una historia de pecaminosidad. el pueblo de Dios. Sin embargo, posteriormente, también en tiempos de
La historia humana está bajo el dominio del pecado (cf. 3,9b), a pesar de Jesús, los judíos no gozaban de independencia. Autoridad y sociedad, auto-
la conciencia humana (o de la sophia o sabiduría humana), con la que po- ridad y religión, quedaron separadas. El pueblo de Dios estaba sometido
demos discernir de algún modo el bien del mal,- y a pesar del nomos o del ii una autoridad extranjera, la cual tenía en sus manos el ejercicio de la
124 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO
TEORÍA PAULINA PE LA GRACIA 125
justicia. Como consecuencia de ello, el concepto de justicia se «desacrali-
cuando hay dos grupos en litigio, se perturba la fdaqah. La mentalidad
za» y ocupa a menudo un puesto marginal en la vida religiosa de los ju-
hebrea no entiende que ninguna de las dos partes tenga razón. En los con-
díos. Pablo se enfrentará vigorosamente a esta situación. Pero es curioso
flictos se da una polarización: uno es bueno; el otro obra mal. No obstan-
que Pablo, en este punto, empalma con la corriente apocalíptica del primer
te, en tal caso no se da fdaqah ni en uno ni en otro. Tendrá que venir la
judaismo, la cual, si bien no era la concepción judía oficial y farisea —con-
sentencia a restablecer la justicia. Incluso un hombre justo cuya conducta
siderada por algunos como «heterodoxa» dentro del judaismo—; constituía
se ha hecho sospechosa para la opinión pública —por ejemplo, mediante
una tendencia muy virulenta dentro de la espiritualidad judía (también en
una acusación— pierde su fdaqah, se convierte en objeto de escarnio por
la comunidad de Qumrán) que se desarrolló desde mediados del siglo II
parte del pueblo (Ex. 33,7-8). En tales pleitos, lo principal no es la justicia
antes de Cristo hasta finales del i después de Cristo.
del juez (Lv 19,15), sino el restablecimiento de la justicia del acusador
A veces se dice que el concepto veterotestamentario de fdaqah está es- o del acusado. La fdaqah no se restaurará sino con el castigo del verdade-
trechamente relacionado con el pensamiento del Antiguo Oriente sobre un ro culpable. La absolución de una de las partes es, por tanto, condena de
orden cósmico avalado por Dios 16. Sin embargo, la raíz sdq (fdaqah) no la otra, y así reina de nuevo la fdaqah (Dt 25,1-3; 19,19).
tiene nada que ver en el Tenak con el orden del mundo (hay otros térmi- La fdaqah es, por tanto, la situación de quien vive, en la esfera per-
nos para designar ese orden). El concepto de justicia tiene más bien su sonal y social, de una manera íntegra e irreprochable. Tal estado de pros-
contexto experiencial en todo el conjunto de la actividad humana y en sus peridad, bienestar y felicidad está relacionado con la buena conducta, cuyos
consecuencias, buenas o malas, para la comunidad y para el sujeto agente. frutos son precisamente ésos. Sin embargo, la acusación por parte de otro
En primer lugar, encontramos el concepto en relación con el rey, el hace que incluso el saddiq pierda su justicia: es el justo doliente, cuya
cual se preocupa de que la justicia reine en el pueblo y en su beneficio justicia se pone públicamente en duda. Él concepto de fdaqah indica, pues,
(2 Sm 8,15; 1 Re 10,9; Jr 22,3.15;' 23,5; 33,15; Ez 45,9; cf. Dt 33,21). una íntima relación entre las obras buenas del hombre y su situación de
En su condición de justo o saddiq, el rey debe ser, por decirlo así, el sol prosperidad, bienestar, salud y felicidad; en una palabra, la vida. Mediante
que hace vivir al pueblo (2 Sm 23,3); es el protector de los débiles y debe su actividad, el hombre se crea una atmósfera, un campo de fuerzas, que
administrar justicia, es decir, declarar saddiq a quien ha sido inculpado lo rodean permanentemente como desgracia o felicidad, también ante los
injustamente (2 Sm 15,4). Por su parte, el subdito es justo si no se rebela ojos de los demás. Precisamente este «a los ojos de» constituirá toda la
contra el rey (1 Sm 24,18; 26,23); si es leal a su rey, posee fdaqah ante él problemática en torno al concepto de fdaqah, suscitará la idea del «justo
(2 Sm 19,29). Es decir, la justicia implica también el reconocimiento pú- doliente» y, por fin, pondrá en crisis la religiosidad judía. En efecto, los
blico de las buenas acciones de un hombre; tal reconocimiento es esencial problemas del saddiq no se reducen a ser acusado falsamente. Los justos
para que dicha conducta justa alcance su pleno e íntegro sentido. tendrán también la experiencia de que la relación entre buena conducta
y vida sana y feliz se perturba con frecuencia: es el problema de Job.
Existen también relaciones de justicia entre amos y siervos (Gn 30,33).
La relación, supuestamente evidente, entre una vida ética justa y una vida
Sedaqah es entonces el fiel compromiso del siervo frente a su amo, aun
sana y feliz se convierte con el tiempo en un problema religioso, especial-
prescindiendo de toda esperanza de recompensa. Precisamente por su fide-
mente cuando la espiritualidad judía se centra totalmente «en este mundo»
lidad, el siervo alcanza «justicia» a los ojos de su señor. También, sobre
y no espera ningún futuro después de la muerte.
todo a propósito del saddiq, se habla de justicia entre iguales (2 Sm 4,11;
1 Re 2,32), mientras que no es posible la fdaqah entre personas de la En ningún texto anterior al destierro encontramos la fdaqah vinculada
misma sangre. (En el único texto en que aparece, Gn 30,33, se trata de a una norma divina, e incluso posteriormente raras veces aparece este tér-
una relación laboral entre Jacob y su suegro). Existe también justicia entre mio en relación con la tora (cf., sin embargo, Dt 4,8; Sal 19,10 y Sal 119).
el anfitrión y su invitado (Gn 44,16). Moisés dice a sus asistentes: «Escu- Las concordancias, con sus estadísticas de palabras, muestran claramente
chad y resolved según justicia los pleitos de vuestros hermanos, entre sí que la raíz sdq (justicia) aparece dos veces de cada tres en Isaías, Eze-
o con emigrantes» (Dt 1,16), «que la sentencia es de Dios» (Dt 1,17c). quiel, Salmos o Proverbios, es decir, en textos que recogen tradiciones
relativas a Jerusalén y al culto o bien de tipo sapiencial. Estos textos sue-
La justicia se refiere, pues, a relaciones de tipo comunitario; tiene que
len tener como trasfondo la relación entre justicia divina y justicia humana.
ver con una determinada forma de «fidelidad a la comunidad». G. von Rad
La justicia es aquí como una atmósfera que envuelve a Dios y sus actos
llama saddiq a la persona «que reconoce y cumple las exigencias de la co-
(Sal 89,17; 97,2). Desciende del cielo para restablecer la justicia humana
munidad a la que pertenece» ". Pero ¿en qué terreno? Es de notar que,
lesionada (Sal 85,11-14; 99,4). La conducta humana tiene que ser resta-
16
Esta es la tesis sostenida en el libro de H. Schmid, Gerechtigkeit und Welt- blecida constantemente (Sal 118,19-20; 24,5-6; 68,3-4). En la tradición
ordnung, op. cit. sacerdotal, ese restablecimiento se realiza sobre todo por medio del culto,
11
G. von Rad, Weiskeit in Israel (Neukirchen 1970) 108 (ed. española: La sabi- probablemente mediante los sacrificios hechos en el templo (Sal 4,6; 51,21;
duría en Israel, Madrid, 1973). Dt 33,19). No se trata, pues, de la justificación de un pecador, sino preci-
126 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO TEORÍA PAULINA DE LA GRACIA 127
sámente de un saddiq u hombre (ya) justo 18. Según la liturgia de entrada 19, ranza y la búsqueda de una nueva justicia (Jr 4,1-2; Sof 2,3). Ezequiel es
sólo el saddiq puede traspasar el dintel del templo (Sal 118,19-20); el quien relaciona por primera vez fdaqah con la observancia de la ley (E^
pecador debe quedarse al fondo del templo (cf., en el Nuevo Testamento, 14,14; 18,5-9.14-17.20). En Jeremías la justicia adquiere matices escatoló-
la parábola del fariseo justo y el publicano pecador, Le 18,9-14). El sacer- gicos y se relaciona con el futuro rey salvífico (Jr 23,5) y la nueva Siól»
dote declara justo al que se presenta como saddiq: «no culpable en el sen- (31,23; 50,7). Fuera de la tradición sacerdotal de Ezequiel no se establece
tido de la ley»; por tanto, saddiq hu, hayoh yihyeh, «él es justo, vivirá» ninguna relación entre fdaqah y la concepción cultual de la misma en las
(modelo litúrgico en Ez 18,9; cf. Ez 33,12-14 y Sal 15,5b y 24,5)*>. Lv tradiciones sacerdotales y deuteronomistas.
18,5 había dicho-. «Cumplid mis leyes y mis mandatos, que dan vida al que Según el Deuteroisaías, la justicia está al llegar en un futuro próximo
los cumple. Yo soy el Señor». En la liturgia de entrada, el sacerdote puede (Is 46,13; 51,5), y se trata, como en los Salmos, de la «justicia redentora»
constatar la situación de saddiq sólo exteriormente y, por tanto, expresarse de Dios (Is 46,12; 48,1; 51,1.7). En cambio, para el Tritoisaías, esta jus-
sobre ella de una forma «forense», jurídica. Aparece aquí claramente la ticia está todavía muy lejos (Is 59,14). En esta literatura la justicia de
relación esencial entre conducta justa y fiel a la ley y vida (vida saludable Dios es una fuerza que se derrama sobre el pueblo fiel como una corriente
en la salvación). Yahvé es «el Dios de mi justicia» (mí defensor) (Sal 4,2; de agua (Is 48,18). El sedeq (masculino) proviene del cielo, para que H
cf. Sal 35,27; 31,2-3; 71,2; 143,1; también 36,7-11), o sea, Dios es mi fdaqah (femenino) pueda germinar en la tierra (Is 45,8). El Mesías que
salvación y mi prosperidad, incluso en el sentido de que le debo mi pros- ha de enviar Dios es el saddiq, el justo (Sal 45,4; Jr 23,5), el hombre que
peridad; o, en caso de calumnia, Dios restablecerá mi verdadera situación configura la justicia divina como justicia humana. Finalmente, en la pers-
de saddiq. La justicia humana y divina están tan estrechamente vinculadas pectiva de una salvación definitiva o escatológica (Is 41,1-7; 46,12-13),
entre sí que a veces resulta difícil determinar quién es el auténtico sujeto fdaqah será sinónimo de estado de salvación. En el versículo del profeta
de la misma (Sal 146,8). No obstante, se trata siempre de un significado Habacuc, que Pablo citará por dos veces (Gal 3,11; Rom 1,16-17), lo que
fundamental de fdaqah: ser reconocido como justo también por los demás. establece una relación entre fdaqah y vida saludable es la confianza (en la
En una concepción religiosa de la justicia, ser justo «a los ojos de Dios» palabra profética): «El saddiq, por fiarse (creer), vivirá» (Hab 2,4) (texto
es el elemento decisivo, lo que el saddiq acusado u oprimido por los hom- que hay que interpretar en la misma línea de Ez 33,12-14).
bres estima, a fin de cuentas, mucho más que lo que éstos pueden pensar En la introducción a su traducción griega de un texto hebreo de su
de él. En los salmos reales, el rey es el mediador entre Israel y la justa abuelo, el autor del libro del Eclesiástico dice: «Lo que se expresó origi-
sentencia de Dios (Sal 72,1-6). nalmente en hebreo no conserva el mismo sentido traducido a otra len-
La cimentación religiosa de la justicia en Yahvé no destruye la relación, gua. Y no sólo este libro, sino también la Ley y los Profetas y los restantes
típica de la sedaqah, entre conducta justa, bienestar y aprecio por parte libros son muy distintos en su lengua original» (prólogo al Eclesiástico).
de los demás'(Sal 72,7; 92,13; 58,12; 75,11; 112,3.9), ya que el hombre Esto lo dice una persona que domina el hebreo y el griego. Los judíos de
religioso, aun ultrajado por otros, puede poner su esperanza en la justicia habla griega encontraban dificultades a la hora de traducir el concepto he-
o justificación de Dios. Esto es decisivo. Pero sigue en pie la idea de que breo de fdaqah. Los griegos poseían una idea muy particular de justicia.
Dios «justifica» no al pecador, sino al saddiq. Este es quien halla justicia Aunque dikaiosyne tenía originalmente también un significado religioso (la
en Dios (Sal 69,28-29; 143,1). Tal es el tono con que se expresa en los hija de Zeus se llama «Dike»), la función de este concepto adquirió en el
salmos de lamentación el saddiq afligido por la desventura o la calumnia. pensamiento griego un significado totalmente distinto. «Justicia» es una
En la literatura profética, el término fdaqah no aparece con mucha virtud o actitud humana moral, sobre todo en el ámbito sociopolítico y,
frecuencia. Según los profetas babilónicos, la justicia ha desaparecido del por tanto, no sirve para traducir la fdaqah religiosa. Por tal motivo, los
pueblo a causa del pecado del reino del Norte, Israel (Jr 3,11; Ez 16, I,XX traducen la palabra hebrea por dikaiosyne, pero también —para evi-
51-52). No obstante, Dios sigue siendo saddiq (Jr 12,1); surge así la espe- tnr la reducción que ello implicaba— por salvación, redención, etc., mien-
tras que ciertos términos hebreos, como hesed, amor de alianza y piedad,
18
Según K. Koch, en ThHandWAT II, 520, la justificación de un pecador por Tan también traducidos por la palabra dikaiosyne. De esta forma, dikaiosy-
Dios o que Dios lo rehabilite es impensable para la mentalidad judía. A esta tesis ne recibe en el lenguaje de algunos judíos de habla griega toda la riqueza
se opone H. Reventlow, Rechtfertigung im Horizont des Alten Testaments, op. cit. inherente a fdaqah21, una riqueza semántica de la que un no judío no
Además, es de notar que existe un doble concepto de fdaqah: a) hacer justicia al podía percatarse. La dikaiosyne greco-judía significa, por tanto, que el hom-
saddiq (que sufre) y b) el concepto posterior, equivalente a perdón de los pecados
(sobre todo en algunos círculos judíos no oficiales). Uic fiel a Dios se encuentra comprometido, dentro de sus relaciones socia-
" Cf. K. Koch, Tempeleinlassliturgien und Dekaloge, en R. Rendtorff y K. Koch les y humanas, en un mundo en que se realizarán definitivamente las pro-
(eds.), Studien z. Theol. der alttest. Überlieferungen (Hom. G. von Rad; Neukirchen
11
1961) 45-60. Cf. Sal 15; 24; Is 33,14b-16. Cf. Tí. Cazelles, Quelqucs termes difficiles, op. cit., 169-188; también J. Friedler,
20
W. Zimmerlí, Ezechiel I (BKAT XIII/1; Neukirchen) 406-409. llrr Begriff der Dikaiosyne, op. cit.
128 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO TEORÍA PAULINA DE LA GRACIA 129

mesas y el derecho de Dios. Comienza así una tendencia en la que no sólo tiene de Dios. Lo que él somete al juicio crítico de la experiencia humana
fdaqah, sino también dikaiosyne lleguen a ser los términos principales que es la idea de un Dios garante de una justa recompensa y armonía entre
sinteticen ese don de Dios que es la correcta actitud religiosa y ética. una vida acorde con el derecho y un bienestar material. Ese Dios no es
No obstante, esta tendencia se consolida sólo en una corriente del primer Yahvé, el Dios vivo, sino un engendro del pensamiento teológico. Frente
judaismo. a tal concepto de Dios reivindica los derechos del hombre 3 . Rebelándose
Ya en el libro de los Proverbios encontramos indicios de un primer contra un determinado concepto de Dios, este saddiq, en su miserable si-
desplazamiento semántico. Sedaqah significa aquí la justicia que el hombre tuación, confía en el verdadero Dios, el cual está más allá de cualquier
se procura mediante un comportamiento sensato, de modo que Yahvé ac- sistema teológico. Job ve que nuestro mundo humano «no funciona»; se
túa, por decirlo así, desde lejos (Prov 3,33; 10,3.6-7; 18,10). La justicia niega a justificar teológicamente semejante situación; en eso consiste su
está unida, en clave sapiencial, a la conducta inspirada por la sabiduría y la rebeldía. Un Dios que quisiera una historia tan absurda no sería Dios.
inteligencia (Prov 1,3; 2,9); en vez de la relación entre justicia y culto, La justicia de Dios tiene que ser distinta de la que se deduce de todas
surge ahora una vinculación de la justicia con la sabiduría y la inteligencia. esas tentativas de armonización. Job sigue teniendo fe en el derecho del
No obstante, sigue en pie la antigua relación entre la «conducta recta» hombre a la felicidad y a la prosperidad, pero al mismo tiempo cree en el
y la vida o salvación. «El que busca la justicia, vivirá» (Prov 11,18-19; Dios verdadero. Permanece abierto a la gracia de Dios. Job es, en cierto
11,30), y «en la casa del honrado hay abundancia» (15,6). modo, el preludio veterotestamentario de Jesús de Nazaret con su anuncio
Por lo que se refiere a este concepto, y también a la religión judía, de un reino de Dios en el que mora la justicia.
surge una crisis que se refleja en Job y en el Eclesiastés, si bien la solución Qohélet (nombre que significa presidente o predicador en una asam-
de ambos es muy distinta. En estos libros ya no es evidente, ni mucho blea y que se traduce, a través del latín, por Eclesiastés) parte de la misma
menos, la relación entre una conducta justa y buena y una situación feliz experiencia crítica y llega a una reacción parecida, pero con una solución
y saludable (Job 22,2-3; 36,6-7; 33,26; 35,6-8). A pesar de su desesperada burguesa completamente distinta. Qohélet comienza su libro con lo que
situación, Job está convencido de su justicia. podría ser el lema del mismo: «¡Vanidad de vanidades; vanidad de vani-
La historia de Job es muy significativa para nuestro problema. Job, dades, todo es vanidad!» (Ecl 1,2)... «Todas las cosas cansan y nadie es
que desde su inmerecida miseria se lamenta al principio de que Dios no capaz de explicarlas» (1,8). Para este autor se ha roto por completo la
obra con justicia (Job 34,5), oye cómo su amigo Elihú dice que el Dios relación tradicional entre vida recta y felicidad y prosperidad humana.
creador no tiene favoritismos; todos y cada uno de los seres han sido crea- Si miramos a nuestro alrededor, podemos ver cómo un saddiq, pese a su
dos por él: los príncipes (sarim), los nobles (soHm) y los pobres (dallim) justicia, puede perecer en este mundo, mientras que gente malvada prospe-
son iguales ante Dios (34,19). La justicia de Dios se manifiesta sobre todo, ra por su maldad (Ecl 7,15; 8,14). A partir de ahí, este analista de la cul-
según argumenta Elihú, en que Dios tritura a los poderosos (kabbirim), tura llega a una prosaica conclusión: «No exageres tu honradez ni apures
cuando éstos, apartándose de Yahvé, cometen tales injusticias sociales que tu sabiduría: ¿para qué matarse? No exageres tu maldad, no seas necio:
provocan el clamor de los pobres al cielo (Job 34,28). Por otra parte, el ¿para qué morir malogrado?» (Ecl 7,16-17); es como afirmar «una de cal,
hombre no puede tener razón contra Dios (4,17; 9,2; 25,4). Pero ése es otra de arena». El autor del Eclesiastés reivindica a su modo (no como
precisamente el problema de Job, quien se considera saddiq, o sea, «no Job) el derecho a vivir una vida humana. Experimenta, como Job, una
culpable en el sentido de la ley». El problema de la justicia de Dios se ruptura entre el individuo y su entorno. Y opta por el individuo. La per-
plantea precisamente a partir de las experiencias de contraste que se tienen sona humana y sus actos son considerados con mayor autonomía respecto
de la injusticia existente en el mundo 72 . Job descubre que la historia del a la naturaleza y a la sociedad; la armonía de un orden perfecto del mundo
sufrimiento humano no admite ninguna explicación teológica y que la teo- cede ante los derechos del individuo.
logía de la relación entre conducta justa y recompensa terrenal no tiene Esto es claramente signo de un gran cambio cultural que se produjo
sentido. Nada le reprocha su conciencia humana. Pero ¿qué es el hombre desde mediados del siglo n i a. C. Se pasan por alto las anomalías sociales
frente a Dios? Frente al Santo ningún hombre es saddiq o justo (Job 9,2; y se busca un refugio en la interioridad, en clara contraposición con los
40,8). La conexión anterior no queda completamente destruida: tiene que tiempos de los profetas. «Todo es vanidad y caza de viento, torcedura
haber alguna relación entre la conducta ético-religiosa y la salvación. Pero imposible de enderezar, pérdida imposible de calcular» (Ecl 1,15). Era
¿acaso conocemos los hombres la auténtica justicia según el corazón de una época en la que la actividad política de los «ciudadanos» se veía muy
Dios? Lo que Job pone en duda es el concepto tradicional que su religión
11
Pr. Stier, Das Buch Ijob. Hebraisch und Deulsch (Munich 1954) 237-238;
a
Cf. J. Jocz, God's «poor» People: «Judaica» 28 (1972) 7-29; también H. Don- cf. también G. von Rad, Weisheit in Israel (Neukirchen 1970); J. Blank, Begegnung
ner, Die soziale Botschaft der Propheten im Lichte der Gesellschaftsordnung in Israel: tnit dem Heiligen ais Krise und Entscheidung, en J. Sudbrack y otros, Heilskraft des
«Oriens Antiquus» 2 (1963) 229-245. Heiligen (Friburgo 1975) (45-77) 64-68.
9
130 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO
T E O R Í A PAULINA DE LA GRACIA 131
limitada debido a la dominación extranjera. El Eclesiastés ve perfectamente
que existe mucha injusticia: «En la sede del derecho, el delito; en el tri- interpretan la Escritura teniendo en cuenta la realidad presente. Al igual
bunal de la justicia, la iniquidad» (3,16; cf. 4,1). ¿Qué se puede hacer? que en el helenismo con su veneración por los «héroes del pasado» (de
«Si ves en una provincia oprimido ei pobre, conculcados el derecho y la viris illustribus), surge por entonces entre los judíos el tópico de los gran-
justicia, no te extrañes de tal situación: cada autoridad tiene una superior, des guías de Israel: evidentemente, un tema preferido en la predicación
y una suprema vigila sobre todas» (Ecl 5,7). La mirada de Qohélet no es sinagogal para exhortar y animar a los fieles. Con ello se llega además a
menos aguda que la de los profetas. Su crítica social no es religiosa, sino una especie de sucesión (apostólica) (Eclo 44,17; 46,12; 48,8) 2S : la conti-
más bien un precedente de nuestra crítica profana moderna: se limita al nuidad de la tradición confiere autoridad a esa transmisión.
análisis de los hechos. Sobre este trasfondo, afirma Ben Sirá que las buenas obras significan
Pero el Eclesiastés capitula ante los hechos, no encuentra ningún asi- realmente vida y salvación; quien lo niegue es un necio (Eclo 16,22-23).
dero. Frente al mundo y a la sociedad se impone una actitud general de Ataca con dureza a los ricos opresores (13,2-5), pero no de manera «dis-
pesimismo con cierta dosis de duda existencial. «Y así aborrecí la vida, tanciada», como el Eclesiastés; la búsqueda desenfrenada de riquezas lleva,
pues encontré malo todo lo que se hace bajo el sol; que todo es vanidad en su opinión, a una conducta injusta (11,10; 31,5). Como anteriormente
y caza de viento» (Ecl 2,17). «De día su tarea (la del hombre) es sufrir los profetas, también él pone en la picota la falta de conciencia de quien,
y penar, de noche no descansa su mente» (2,23). Se crítica el proceder a pesar de ello, traspasa el dintel del templo y se presenta como saddiq
humano. La vieja evidencia de que vida recta significa vida buena y feliz (34,24-27 = gr. 31,24-27). Ben Sirá se remite al viejo principio judío de
ha desaparecido, borrado por las nuevas experiencias. Pero el reverso de la retribución: Dios recompensa según las obras (4,1.9.10; 21,5). Sin em-
este pesimismo es un universalismo creciente. Qohélet evita el nombre de bargo, es nueva la idea de la compensación: la sobreabundancia de obras
Yahvé y emplea el nombre genérico de Elohim, pero en el sentido de «el buenas, por ejemplo, obras de caridad, pueden constituir un contrapeso
Elohim» (con artículo). No se fija tanto en la historia de Israel cuanto en a los pecados cometidos; la fdaqah expía el pecado (3,30; lo cual no sig-
la historicidad del hombre, en la condición humana. Este modo de pensar nifica un perdón de los pecados por gracia). Además, la antigua noción de
no es oriental, sino de influencia griega24. Existe una ruptura entre la omni- recompensa tiene aquí un nuevo fundamento (griego): Dios otorga a cada
potencia de Dios y las injusticias existentes en el mundo. No es que el hombre su propio yeser o capacidad de libre decisión, que le permite cum-
Eclesiastés dude de Dios, sino de todo lo que el hombre tiene en la cabeza. plir los mandamientos de la ley (Eclo 15,14-15; algo similar a lo que en el
Además, la muerte convierte a todo en algo sin sentido (Ecl 3,19-21). cristianismo se llamará «pelagianismo»). El hombre posee en sí mismo el
Todo acaba con la muerte, tanto para los buenos como para los malvados. poder y la libertad de elegir entre «la vida y la muerte» (15,17) y, por
Esto constituye una experiencia negativa para el autor. Y polemiza (como tanto, de optar (siguiendo el principio de la íntima relación entre conducta
justa y vida próspera) por un comportamiento bueno o malo. En continui-
Job) contra la anterior «teología de los sabios», los cuales creían poder
dad, pues, con las antiguas tradiciones de Israel, pero también como reac-
descifrar el misterio de la vida y daban la impresión de saber exactamente
ción frente a la aristocracia helenizante de Israel —y, por tanto, con ayuda
qué está de acuerdo y qué en desacuerdo con la fdaqah. Todo eso le pare- de ideas griegas—, Ben Sirá intensifica la piedad en torno a la ley. Ahora
ce pura teoría en contradicción con la experiencia de la vida. También bien, tal énfasis en el libre albedrío humano es algo nuevo (greco-judío)
aquí descubrimos una crítica del concepto ortodoxo de fdaqah y del de en Israel. Sin meditarlo mucho, Israel había puesto el fundamento del bien
recompensa, tal como se utilizaba con demasiada facilidad. La crítica griega y del mal en el Dios soberano, sin considerar que ello afectara a la santi-
contra los dioses pesa sobre el Eclesiastés, si bien éste sigue creyendo en dad divina. Para Ben Sirá, la antigua "emuna o fidelidad de la fe reside
que Dios guía al mundo. Si Job era un monumento religioso en toda la en la libre decisión del hombre: observar la ley o rechazarla en la práctica.
historia humana, el Eclesiastés es un documento humano. Lo que se ha venido en llamar piedad típicamente judía adquiere así un
La literatura sapiencial posterior vuelve, en cierto sentido, a la doctri- fundamento filosófico de tipo griego. Por primera vez en la historia judía
na de la «sabiduría antigua». El sofer o escriba (cf. Eclo 38,24-39,11) Ben se habla expresamente de una doctrina de los dos caminos (Eclo 2,12):
Sirá (entre 190 y 175 a. C.) se enfrenta en Jerusalén al liberalismo hele- es una implicación del libre albedrío humano (yeser). No obstante, éste
nista que ya antes de los Macabeos había reinado en la ciudad (cf. Eclo 37, tiende naturalmente al mal; a partir de ahora se empleará la expresión
19-26). Aduce sorprendentemente experiencias pasadas por el tamiz de la «carne y sangre» para designar la debilidad de la criatura humana y su
crítica (34,9-13; o gr. 31,9-13). La Tora y la antigua sabiduría profética propensión al pecado (14,18; 17,31).
(en la que Moisés es llamado también profeta, 46,1) son objeto de su ve- Sabiduría, fidelidad a la ley y fdaqah se identifican prácticamente (cf.
neración (Eclo 38,34; 39,7-8). A fin de cuentas, los escribas como Ben 1,14; 1,26). Toda sabiduría es obediencia a la Tora (19,20.22-24; 1,26).
Sirá están prácticamente en el mismo terreno que el profetismo antiguo;
24 " Flavio Josefo, Contra Apionetn, 1,41, habla en este contexto de la diadoche,
M. Hengel, Judentum und Hellenismus, op. cit., ,241-274. cu el sentido de una sucesión profética.
132 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO
TEORIA PAULINA DE LA GRACIA 133
De esta forma, la sabiduría universal se reduce a un don exclusivo que
kaiothesetai, «el Señor es el único sin tacha». Aparece aquí en la fe judía
Dios otorga a Israel, lo cual va contra la sabiduría racional de la joven
la teodicea, en el sentido literal de la palabra. Mediante su teoría especu-
aristocracia judía helenizante de Jerusalén (Eclo 3,21-24). Tal exclusivismo
lativa, el hombre justifica el proceder mismo de Dios. El Señor llena todo
se manifiesta también en la afirmación de que todas las naciones tienen un
de su gloria, y en una línea estoica, al menos en lo que respecta a la ter-
arconte o protector espiritual (un «ángel custodio», como consecuencia del
minología, exclama Ben Sirá: «El lo es todo» (43,27). El escriba Ben Sirá,
fin del «henoteísmo», para el que cada pueblo tiene su propio dios), pero
que hace suyas las antiguas tradiciones de Israel, acepta —por motivos
sólo Israel es directamente propiedad del Señor (17,17).
apologéticos y propagandísticos— algunas ideas griegas fundamentales.
A la vista del talante libertino de los ricos de entonces, Ben Sirá critica
La concepción que Ben Sirá tiene de la vida es aún «terrena»: nada
a la clase acomodada que cree que Dios es misericordioso y perdonará los
sabe de una vida después de la muerte ni de una resurrección (como poco
pecados (5,1-6). Sin embargo, la gracia de Dios tiene un anverso y un re-
tiempo después afirmarán Daniel y los libros de los Macabeos). No obstan-
verso: hesed e ira (5,6), dice nuestro autor. Pablo recogerá este tema de
te, sigue manteniendo su principio de la retribución. No pertenece, pues,
Eclo 5,4: «No digas: He pecado y nada malo me ha sucedido, porque él
todavía a la literatura hasídica y es cronológicamente anterior a la frag-
es un Dios paciente; no digas: El Señor es compasivo y borrará todas mis
mentación del judaismo en diversos «partidos religiosos». Sin embargo,
culpas. No te fíes de su perdón para añadir culpas a culpas, pensando: es
hallamos ya en él muchos de los elementos que caracterizarán posterior-
grande su compasión y perdonará mis muchas culpas» (Eclo 5,4-6). Para
mente a algunos de esos grupos: «Hasta la muerte lucha por la justicia,
los adversarios de Ben Sirá, lo principal era la vida regalada, y la experien-
y el Señor peleará a tu favor» (4,28). Percibimos aquí un tono auténtica-
cia mostraba que este bienestar era independiente de una vida recta o
mente judío, si bien en el ámbito de un pensamiento influido por el hele-
mala. A esto Ben Sirá opone de nuevo la antigua doctrina sobre la retri-
nismo, dado que el autor escribe también para no judíos. No se puede
bución, aun cuando ésta había sido ya criticada por Job y el Eclesiastés
minusvalorar la repercusión que el libro del Eclesiástico tuvo en los fari-
(también Sal 49 y 73). Los petimetres que seguían la moda helenizante
seos posteriores y en todo el primer rabinismo, si bien los rabinos no acep-
conocían evidentemente esa crítica y disfrutaban al máximo de lo que la
taron el libro como «Sagrada Escritura». En particular, las ideas de Ben
vida podía ofrecerles. Ben Sirá sigue, no obstante, firme en su idea: la in-
Sirá sobre la recompensa y la retribución se convertirán en un dogma ra-
fidelidad a la ley provoca (ya en esta vida) el castigo de Dios. Se da una
bínico M.
relación esencial entre la buena conducta y la vida feliz y dichosa (recom-
La crítica griega contra los dioses, que influyó evidentemente en la
pensa divina) (cf. Eclo 2,8; 3,14-15.31; 4,10.13.28; 5,7-8; 6,16; 7,1-3;
crítica del Eclesiastés, y también la nueva experiencia religiosa de Job
9,11-12; 10,13-14; 11,17). A juzgar por su insistencia en la idea de la
con su crítica de la imagen tradicional de Dios, provocaron poco a poco
recompensa, Ben Sirá la considera como carne propia. Propiamente, no se
un renacimiento religioso, en el que influyó también la creciente experien-
trata ya de una especie de justicia inmanente, sino del ser de Dios; Dios
cia de la historia humana como itinerario lleno de injusticias y sembrado
garantiza la recompensa del bien y el castigo del mal: «Pues él es un
de «justos dolientes». La sabiduría humana racional del helenismo no daba
Dios de la recompensa» (35,13; 17,23).
una respuesta satisfactoria a esta historia de frustraciones y fracasos. Como
Esta idea está estrechamente relacionada en la obra de Ben Sirá con reacción frente a la sabiduría helenista nacieron, a partir del siglo n, en
su fe en la creación. Es interesante su reacción frente a la idea (que se va todo el mundo helenista una serie de movimientos religiosos que apelaban
imponiendo como resultado de ver que la vida humana es un camino de a una sabiduría superior, revelada (cf. capítulo II, II). Inmediatamente
sufrimientos) de que Dios no se preocupa de los hombres o incluso que es después de Ben Sirá, a pesar del influjo de sus ideas, también en Israel
la causa del mal en el mundo (una tesis griega de la época). En sus himnos se impuso esta corriente, especialmente en la apocalíptica primera y hasí-
a la creación, Ben Sirá exalta las obras buenas y útiles de Dios (39,24-34). dica. La fdaqah religiosa, en el sentido de entrega a la voluntad salvífica
Con esa actividad creadora de Dios relaciona el principio de la retribución de Dios manifestada en el don de la Tora, se convierte en el concepto cen-
(40,10) como una especie de teodicea racional (cf. en especial 40,1-41,4). tral de la salvación escatológica concedida por Yahvé (Dn 9,24). También
Critica el pesimismo dominante. A pesar de todo, el mundo es bueno; la en los comienzos del movimiento esenio la justicia es una idea religiosa
libertad humana es responsable del mal que existe en él, pero el bien central. Su fundador, nunca llamado por su nombre, es el «Maestro de
triunfa finalmente en la tierra mediante la recompensa y el castigo. De esta fdaqah», y la comunidad de adeptos esenios reúne a los «hijos de la justi-
forma se da una armonía perfecta en la creación (cf. Eclo 42,15; 42, cia» (1QS 3,20.22; 9,14). A pesar de la marcada exigencia de obediencia
22-25), aunque sea un equilibrio dialéctico (de ahí la idea de «bipolari- u la Tora, aquí se da una ruptura con la concepción antigua de que Dios
dad», Eclo 42,24 y también 33,13-15). Los colores luminosos y los rincones justifica únicamente al saddiq. Al contrario, Dios justifica precisamente al
oscuros de la creación y de la historia constituyen, en opinión de Ben Sirá,
una armonía admirable. Sin el mal no podría verse el fulgor del bien.
"• Cf. en especial SalSl 9,7-9; Strack-Billerbeck, I, 583; IV, 7; y R. Mach, Der
Así, toda la doctrina de Ben Sirá tiene como lema: Kyrios monos di- '/.addiq, op. cit., 41ss.
134 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO TEORÍA PAULINA DE LA GRACIA 135

pecador. Su justicia se relaciona con el perdón de los pecados (lQS 11,2-4; influencia de Pablo, el cristianismo primitivo preneotestamentario apenas
1QH 3,21; 7,30) 27 . En la apocalíptica posterior (siglo i d. C ) , la fdaqah utilizó este lenguaje. Por otro, el concepto de «justicia» propio del judais-
sigue siendo el término preferido para designar la salvación (4 Esd 7,114). mo ortodoxo y oficial. Mateo enumera, curiosamente, las tres categorías
Al final de los tiempos, no habrá entre los hombres «fe» ni fdaqah (4 Esd judías de «obras buenas»: limosna, ayuno y oración (Mt 6,1-4.5-14.16-18),
5,11; cf., en el Nuevo Testamento, Le 18,8b). Entonces se manifestará la y precisamente como sinónimo de la perfección cristiana. «Justo» es el
fdaqah de Dios (cf. Pablo en Rom 3,21: «Ahora se ha manifestado la jus- hombre virtuoso que cumple los mandamientos de Dios (Mt 1,19; 13,17;
ticia de Dios»), no tanto como justicia punitiva cuanto como misericordia 23,29; cf. Le 1,6; 2,25; Hch 2,22). «Justicia» no es aquí el concepto
de gracia, precisamente para quienes no han reunido en el cielo tesoros paulino de salvación, sino una vida moralmente virtuosa (Mt 5,20; 6,1-33),
de obras buenas (4 Esd 8,48-49). Se trata, pues, de una justificación ba- pero como consecuencia de la fe en la redención de Jesús. Mateo no critica
sada no en obras buenas, sino en la gracia. Esta concepción es ya propia- el concepto judaico de justicia, por más que eche en cara a los dirigentes
mente judía. La diferencia con el cristianismo estriba no en la justificación judíos el que hayan olvidado el mandamiento principal: la misericordia
por la gracia, sino en la cuestión de si este don gracioso de Dios se iden- (Mt 23,23-24); les echa en cara su hipocresía: cargan pesados fardos sobre
tifica con el don salvífico de la Tora o con el don divino de Jesús, mani- los débiles y pobres (Mt 23,3-4). También Lucas utiliza una idea similar:
festado como el Cristo. «Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos si ellos le gritan día y noche?;
Sin embargo, esa concepción no era lo que llamaríamos concepción «ju- ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar» (Le 18,7-8a).
día oficial». En ella se observa, más bien en la línea del Eclesiástico, una Es la misma vieja idea de que Dios hace justicia al saddiq (doliente). De
evolución posterior de la idea de retribución y apremio. La sinagoga judía ahí que se relacione frecuentemente con la anterior idea judía del «justo
reducía la fdaqah a una actividad humana, sobre todo a las «buenas obras» doliente» (por ejemplo, Mt 5,6.10). En este sentido, una determinada tra-
(la tríada clásica: limosna, ayuno, oración) que acumulan un tesoro de mé- dición presenta a Jesús como el saddiq, «el justo» (pero sólo en la obra
ritos en el cielo. Con este espíritu se comprende la consternación del autor posterior de Lucas: Hch 3,13-15; 7,25; 22,14; aunque estos textos podrían
de 2 Baruc, quien se sorprende dolorosamente de que haya podido ocurrir reflejar también la idea griega de dikaios). El concepto auténticamente
la caída de Jerusalén (en el año 70), donde los judíos habían acumulado paulino de «justicia divina» —procedente del primer hasidismo, de la apo-
tantos tesoros de méritos (2 Bar 14,4-7). Este buen hombre comienza a calíptica y de Qumrán— no aparece en ningún otro lugar del Nuevo Tes-
dudar de las promesas de Dios e incluso del sentido que tienen las obras tamento, a excepción de un importante pasaje: «Buscad primero el reino
buenas a . Su relato refleja bastante bien la doctrina oficial del judaismo en de Dios y su justicia» (Mt 6,33; cf. Le 18,14); en otras palabras: aquí en-
la época neotestamentaria. Sin embargo, no se puede considerar esta «doc- contramos el concepto salvífico escatológico de la fdaqah de Dios, de la
trina oficial» como la praxis concreta del pueblo y de los hombres piadosos. iustitia Dei, que, fuera del paulinismo, no aparece en el Nuevo Testamento,
Ellos sabían que su vida dependía sólo de la misericordia de Dios y no de al menos con el término «justicia». Es verdad que el Nuevo Testamento
sus propios méritos s . ofrece una concepción unitaria de la gracia de Cristo y de su perdón de
los pecados; pero, en lo que respecta al empleo del término fdaqah, está
Esta panorámica muestra que, en tiempos de Jesús y del nacimiento influido claramente por dos distintas corrientes y temas judíos.
del Nuevo Testamento, había dos corrientes en la concepción judía de fda- Pablo, para explicar la gracia y la salvación en Jesucristo, recurrirá al
qah: por una parte, la idea de una justificación por gracia, no en virtud de antiguo concepto de «justicia de Dios» (vivo todavía en su tiempo en de-
las obras, aunque la gracia se manifiesta también en la observancia de la terminados círculos no oficiales), frente al empleo, corriente en los círculos
ley; por otra, Dios justifica o hace justicia al saddiq, no al pecador. Esta oficiales judíos, de «justicia» como calificación de un obrar humano y ético
última concepción era la tesis de las clases dirigentes de Israel (exceptua- (liel a la Tora), al que Dios hará justicia. A su modo, Pablo pasó por la
dos los herodianos, los círculos clericales prerromanos). Además, se trata experiencia de Job. Aprendió por propia experiencia que no es posible
de dos temas diferentes que no tienen por qué considerarse como anti- runfiar en la valoración de las propias obras buenas, pues él había consi-
téticos. derado y vivido existencialmente su actividad perseguidora de los cristia-
Es de notar que, en una perspectiva distinta —cristológica—, encon- nos como algo agradable a Dios. Más tarde tuvo que pensar: ¡cómo es po-
tremos en el Nuevo Testamento las dos corrientes judías que acabamos de il)lc! Aquella idea religiosa de justicia interpretada con esquemas humanos
ver. Por un lado, el paulinismo, la justificación por la exclusiva misericor- < iiyó por tierra gracias a su experiencia de la misericordia de Dios en Cris-
dia de la gracia divina, si bien, fuera de la escuela paulina y del ámbito de iii. Para Pablo, el error de su actividad anterior no consistía propiamente
27 • •II su celo ético por lo que él consideraba bueno en conciencia, sino en
Sobre todo, P. Stuhlmacher, Gerechtigkeit Gottes, op. cit., 154-166.
28
Cf. la obra de A. Marmorstein, The Doctrine of Merits in Oíd Rabbinic Litera-
liiiber equivocado el «objeto»: atacaba lo que precisamente era la fuente
ture (Nueva York 21968). • Ir la santificación y de la gracia. Ese fue su error fundamental («su igno-
25
Cf. R. Mach, Der Zaddiq, op. cit., 39ss. iincia», como dirá más suavemente la escuela paulina, 1 Tim 1,13). Recu-
136 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO TEORÍA PAULINA DE LA GRACIA 137
rriendo a la antigua idea religiosa de justicia —justicia de Dios—, trata, b) La justicia de Dios, revelada en Jesucristo (Rom 3,21-5,21).
por un lado, de establecer un nexo entre Israel y la Iglesia, mientras que,
por otro, acentúa la novedad que supone Cristo. El don salvífico escato- Cuando Pablo, frente a la pecaminosidad general del mundo —judíos
lógico de Dios no es la Tora, sino Jesucristo; él es quien, en lo sucesivo, y paganos—, presenta la charis que Dios muestra en Jesucristo, a la acu-
dará a cada uno según sus méritos (Rom 2,1-16; 1 Cor 4,3-5). También sación de que «todos están bajo la ira de Dios» contrapone a Jesús como
para Pablo el don libre de la justicia por parte de Dios se manifiesta en Cristo; se trata de un dato apostólico: «Ahora, en cambio, independiente-
una conducta cristiana ética. Si eliminásemos de los escritos paulinos las mente de toda ley, se ha manifestado la justicia de Dios» (3,21b). Pero
exhortaciones éticas, nos quedaríamos con menos de la mitad. Pablo añade: «Avalada por la ley y los profetas (el Tenak)» (3,21b). De
El «problema de Pablo» estriba en que su renovación de la antigua un lado, la novedad en Jesús, manifestado como Cristo; de otro, lo avala
fdaqah religiosa de Dios (y de la concepción que sobre la misma tenía el todo el Tenak. ¿Qué es lo que avala? «La justicia que Dios otorga por
movimiento hasídico y apocalíptico) se sitúa, dentro de su polémica, en el la fe en Jesucristo a todos los que tienen esa fe. A todos sin distinción»
contexto oficial judío de la temática sobre la «justicia humana» o conducta (3,21b-22), o sea, tanto a judíos como a paganos.
ética. Pablo concilia bastante sutilmente la gratuidad de la gracia con el El punto de partida de la nueva argumentación es la conclusión a que
mérito o [retribución cristiana. Se entremezclan dos tipos de problemas, llega en los capítulos anteriores: «porque todos pecaron y están privados
y algunos cristianos encuentran dificultades a la hora de seguir el hilo de de la presencia de Dios» (3,23). Pero al mismo tiempo dice como con-
sus argumentos (cf. 2 Pe 3,15-16). Pablo tiene que dar un contenido nuevo traste: «Graciosamente todos son justificados por la generosidad de Dios,
a la idea de iustitia utilizada por el judaismo oficial; pero semejante ope- mediante la redención presente en Jesucristo» (3,24). La «redención»
ración semántica llevada a cabo por un solo hombre dentro de un campo (apolytrosis) se centra aquí en la muerte de Jesús en la cruz: «expiación
semántico distinto (vigente también entre los cristianos judíos) es siempre por su propia sangre» (3,25). Ahí es donde se manifiesta la «justicia de
una empresa arriesgada: o no tiene éxito o da lugar a malentendidos. Dios» (cf. 3,21), y de tal forma «que así demuestra Dios que él es justo
Sant 2,24 presenta su opinión con no menos audacia que Pablo: «Ya ves y que justifica a quien alega la fe en Jesús» (3,26). En estos versículos
que un hombre está rehabilitado por las obras, no por la fe sola». Se trata (3,21-26) se refleja el núcleo de lo que Pablo quiere demostrar en Rom 4-5
de armonizar «la justicia humana», la ética, con la dikaiosyne tou Theou, mediante una argumentación de tipo judío. Ya en Rom 3,27-31 anticipaba
con la justicia de Dios o la vida de gracia. Más tarde, Agustín se enfren- las conclusiones: no hay motivo alguno de orgullo (3,27). El Dios vivo no
tará a una empresa aún más difícil. Se encuentra con un concepto de jus- es sólo Dios de los judíos. Del Tenak no se puede concluir lo contrario.
ticia secularizado, bien arraigado en el mundo greco-romano —uno de los El Dios único es también Dios de los paganos (3,29). Sin atenuar el sen-
elementos más humanistas y filantrópicos de la cultura antigua tardía— tido histórico-salvífico de la Tora querido por Dios (3,31b), el Tenak da
y debe conciliario con la iustitia Dei o gracia de Dios. En el marco de la más bien pie a afirmar que «Dios justificará en virtud de la fe» (3,30) a
dikaiosyne humanista y pagana, eminentemente ética (la actitud cardinal los judíos y a los no judíos. Pablo quiere demostrar ahora esa tesis. En su
al menos de la antigua ética dogmática greco-romana), tiene que hablar de argumentación hay que distinguir dos tipos de problemas: la contraposi-
la gracia que Dios concede sin méritos humanos. También entre él y el ción judía entre gracia y obras (Rom 4) y la contraposición entre gracia y
piadoso presbítero Pelagio (que en realidad era también un crítico de su pecado, pero teniendo presente que la segunda cuestión está implicada en
sociedad y para quien la gratia romana significaba favor, lo cual equivalía la primera y ésta influye en la segunda.
entonces en las altas esferas del Imperio romano a nepotismo y corrupción)
surgieron bastantes malentendidos que, lejos de aproximarlas, endurecieron
las posiciones de ambos. a) Versión paulina del midrás sobre Abrahán (Rom 4,1-25).
Dado que Jesús se expresó (al menos en la medida en que podemos re- En esta sección Pablo habla de la justificación por la fe: «por gracia»
construir sus palabras) no en términos de justicia, sino de reino de Dios, (kata charin) se contrapone aquí a «como deuda» (kaf opheilema)
eludió de hecho un problema que procedía (en parte) más del concepto (Rom 4,4). El análisis de Rom 1-3 ha mostrado que, debido a la pecami-
de iustitia que de la realidad en cuestión. Este problema, cuando se lee a nosidad universal, la «redención», la victoria sobre el pecado o la remi-
Pablo, puede empañar el problema de fondo. Pablo no se refiere tanto al nión de los pecados es una gracia de Dios, tanto para los judíos como para
problema de la «gracia» y de la «actividad humana» cuanto al de si la sal- los paganos. La verdadera justicia consiste en pertenecer a Jesús, confesar
vación definitiva se encuentra en el don divino de la Tora o en el don II Jesús como Cristo, resucitado de la muerte. En Cristo, la contraposición
divino de Jesucristo. El primer problema está subordinado al segundo y, religiosa entre pueblo de Dios y goyim o paganos pertenece totalmente
fuera de este contexto, se convierte en una especie de diálogo de sordos ni pasado.
en el que se emplean dos códigos de señas. Esto quedará más claro en el Para demostrarlo, y sobre todo para que puedan entenderlo los judíos
análisis siguiente. (los cristianos de Roma a los que Pablo dirige su carta eran en su mayoría
138 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO
TEORÍA PAULINA DE LA GRACIA 139
de origen judío), Pablo quiere relacionar el hesed o charis de Dios con el
fenómeno de Jesucristo. Para ello recurre, de una forma típicamente pauli- de la ley, sino de la pecaminosidad, de la ira producida por la ley y de la
na, a un antiguo miarás judío sobre Abrahán (Rom 4,1-25) 30 . El nervio charis dimanada de Cristo. Por ello, charis equivale a perdón de los peca-
de esta exposición es que, según el propio Tenak, la justicia (fdaqah) dos. Casi sin darse cuenta, Pablo cambia la contraposición judía entre
está unida esencialmente a la fe, de igual modo que está unido, según la gracia y obras por la contraposición entre gracia (perdón de los pecados)
tradición judía, el hesed (o favor de Dios) y la justicia o fdaqah: gracia, y pecados. El fundamento de la misericordia de Dios, de la elección, ya no
justicia y fe forman, desde el punto de vista judío, un único conjunto uni- dice relación al don de la ley, sino a la nueva situación exclusiva de Je-
tario. En el desarrollo de la argumentación de Pablo se combinan, pues, sucristo.
dos datos: por un lado, el trinomio preexistente (al menos en determina- Para Pablo, la elección se da exclusivamente por la fe en Cristo; debi-
dos círculos judíos) de gracia, justicia y fe; por otro, el dato cristiano apos- do a ello, quiere dejar sin efecto la elección basada en el don y posesión
tólico de la fe en Jesucristo como salvación procedente de Dios. De esta de la ley. Hace suyo el midrás tradicional sobre Abrahán, pero lo modifica
fusión de determinados conceptos del primer judaismo con el credo fun- con vistas a ese propósito. La fe apostólica en la salvación de Dios en Je-
damental de la fe apostólica no se sigue directamente la contraposición sucristo no puede por menos de socavar la posición privilegiada del judais-
entre ley y charis o entre ley y Cristo, que es la que interesa a Pablo. mo, basada sobre todo en la charis de la ley, y Pablo deberá mostrar
Por eso va a modificar el midrás judío sobre Abrahán, a fin de que apa- que, con o sin la Tora, todos los hombres son pecadores y necesitan la
rezca claramente tal antítesis. Comparando este midrás con la versión charis del perdón misericordioso de Dios. Es muy de notar que estos pri-
paulina del mismo se ve que los versículos Rom 4,6-8; 4,13-15 y 21.24-25 meros capítulos contraponen vigorosamente la ira de Dios y su gracia, y
son una reelaboración redaccional del material tradicional judío. Lo esen- no ocupa un lugar central la observancia de la ley, sino la pecaminosidad
cial de la modificación consiste en que Pablo identifica la contraposición de todos los hombres, incluidos los judíos, los cuales cumplen los preceptos
judaica entre charis (gracia) y ergon (obra) con una contraposición entre de la ley. La ira de Dios es precisamente fruto de la ley («la ley no trae
gracia y obras de la ley (como ya se insinúa en la conclusión de 3,20, más que ira, pues donde no hay ley no hay violación posible», 4,15). Si la
donde se añade ex ergon nomou, «por la observancia de la ley») y, ade- gracia se contrapone a la ira, también la charis se contrapondrá a la ley.
más, en que, casi sin darse cuenta, termina contraponiendo gracia y peca- De la versión paulina del midrás sobre Abrahán se sigue este díptico:
do. Tal modificación da lugar a la contraposición entre la charis de Cristo charis, justicia y fe frente a ira, ley y obras. Aparece así una oposición no
y la Tora. Veamos esto más detenidamente. judía entre «fe» y «obras»: concepción que no entenderán muchos judeo-
Rom 4,6-8 se refiere ya a la versión que Pablo ofrece del midrás sobre cristianos. Pero hay que comprender correctamente las intenciones e ideas
Abrahán: «En esta línea llama también David dichoso al hombre a quien propias de Pablo. Tanto «obras» como «fe» tienen en su exposición un
Dios hace valer la justicia independientemente de las obras: 'Dichosos los significado particular: «las obras» son relacionadas con la Tora (obras de
que están perdonados de sus culpas, a quienes han sepultado sus pecados. la ley) al igual que la «fe» es identificada con la fe en Cristo. Para un
Dichoso el hombre a quien el Señor no le cuenta el pecado' (Sal 32,1-2)» cristiano, la salvación tiene que vincularse a Jesucristo; ése era el núcleo
(Rom 4,6-8). La gracia se contrapone no sólo a la falta de obras, sino a la de la tradición: «la salvación no está en ningún otro» (Hch 4,10-12). De
presencia del pecado. Esto último indica la necesidad de la muerte de Je- esta forma, Pablo debía mostrar que la ley no podía ser un don escatoló-
sús: «Nos valdrá a nosotros porque tenemos fe en el que resucitó de la KÍCO de salvación. El no niega que la fe tenga que hacerse efectiva «en
muerte a Jesús Señor nuestro» (4,24). También 4,13-15 pertenece a la obras» (sobre todo en obras de amor fraterno, Gal 5,6, y «en todo lo
reelaboración redaccional que Pablo hace del peser tradicional sobre Abra- justo», «en cualquier virtud o mérito que haya», Flp 4,4-9, y hasta en el
hán: las promesas hechas a este patriarca no se basan en la ley, sino en la compromiso ético «por todo lo que es bueno, conveniente y acabado»,
justicia de la fe. El período de la soberanía de la ley no sólo impedía el Rom 12,2; 12,21; 2 Cor 8,13b, etc.). Pablo se refiere a otra cosa: así
cumplimiento de la promesa, sino que, en vez de charis, producía la ira de como el judío declara su fe en la Tora mediante el cumplimiento de la ley,
Dios (4,14-16). Finalmente, 4,24-25 indica que la «justicia de la fe» impli- «sí también el cristiano confiesa a Jesús como Cristo mediante la fe. La
ca esencialmente el perdón de los pecados. No sólo se trata de las obras opción está entre la exclusividad salvífica de la ley o de Cristo. Por eso
l'nblo concluye de su midrás sobre Abrahán: «Esa es la razón de que la
30
promesa dependa de la fe, para que, siendo gratuita, esté segura para toda
Cf. Strack-Billerbeck, III, 186-217; O. Schmitz, Abraham im Spatjudentum und la descendencia; no sólo para la descendencia que sigue la ley, sino tam-
im TJrchristentum, en Aus Schrift und Geschichte (Hom. A. Schlatter; Stuttgart 1922) bién para la que sigue la fe de Abrahán. Que él es nuestro padre común,
99-123; E. Jacob, Abraham et sa signification pour la fot chrétienne: RHPh 2 (1962) lo dice la Escritura: Te he destinado a ser padre de todos los pueblos»
148-156; H. J. Schoeps, Paulus (Tubinga 1959) 144-152; I. Jacobs, The Midrashic
(4,16-17). «Nuestro padre común Abrahán» es padre no sólo de los judíos,
Background for James II, 21-23: NTS 22 (1976) 457-464; R. le Déaut, La nuit pas-
éale (Roma 1963) 100-110. niño de todos los pueblos; mucho antes de que existiese la ley, Dios inau-
guró en él su plan salvífico de gracia y de fe para todos los hombres. «Dia
140 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO TEORIA PAULINA DE LA GRACIA 141
touto ek písteos, hiña kata charin» (4,16a): Lo que Pablo acentúa es la fe dad tiene la charis en cuanto potencia del segundo. Si en Rom 4 Pablo
exclusiva en Cristo, y la expresión «de esta forma, gratuita» (pues para pasa casi inadvertidamente de las obras de la ley a los pecados, en Rom 5-6
muchos judíos la ley era precisamente la gran charis). No se pone el acento olvida las obras de la ley al contraponer la gracia y el pecado. Colocadas
en la gracia, sino en esa gracia —la gracia de la fe en Cristo—, pues tam- fuera del ámbito salvífico de la gracia, esas obras son para Pablo expresión
bién los judíos creían que la salvación viene por hesed o misericordia de hasta qué punto depende de la ley esa potencia llamada pecado. La
de Dios. tipología de Adán, otro midrás tomado del primer judaismo 31 , domina esta
El objetivo de la argumentación de Pablo es que la ley, por ser causa nueva exposición. Pablo utiliza este midrás tradicional para destacar la sin-
de ira, constituye un obstáculo para la charis de Dios. Pablo, invocando gular posición escatológica de Cristo como único mediador de la gracia de
la figura de Abrahán, anterior a la Tora, rompe el carácter restrictivo de Dios. Sólo quien está vinculado a Jesucristo por la fe participa de la elec-
una elección divina de gracia sólo en favor de los circuncisos (Rom 4,10: ción de Dios y se halla en el ámbito de la charis de Dios, lo cual implica
«Abrahán aún no había sido circuncidado en aquel entonces»). Se trata de una serie de consecuencias éticas: vivir sin pecado. Frente a la ética de la
un nuevo concepto de elección, sin condiciones previas (esto es judío), pero Tora aparece ahora la ética del que se halla unido a Cristo por la fe y el
no limitada a un pueblo, aunque pase por Abrahán como padre de todos bautismo y «está muerto al pecado» (6,11; 6,17-18; 6,22).
los pueblos: salvación, «primero al judío, pero también al griego» (Rom Para explicar este carácter exclusivo de Cristo (solus Christus), Pablo
1,16; 2,10; cf. 9,1-11,35; cf. infra el capítulo sobre «Israel y la Iglesia»). (como hizo en Rom 5 con el midrás sobre Abrahán) relaciona ahora el
La condición de hijo de Abrahán queda así desligada de la Tora. El único midrás tradicional sobre Adán con la ley (Rom 5,12-21). (También la tra-
camino de salvación, el que ha existido desde muy antiguo, es el de la fe: dición recogida en Heb 2,6-9 conoce este midrás sobre Adán, relacionado
la fe de Abrahán en el Cristo futuro, en la descendencia de Abrahán. «Se- con Sal 8,5-7 y Gn 1,27-28, como lo conoce Pablo en 1 Cor 12,45, si bien
guir las huellas de la fe que tuvo nuestro padre Abrahán antes de circun- en este caso sin conexión con la ley). En su nueva argumentación, Pablo
cidarse» (4,12b). utiliza ese procedimiento a fin de esclarecer la contraposición entre Cristo
y la ley. La ley proporcionaba a la potencia del pecado una buena ocasión
¡3) Versión paulina del midrás sobre Adán (Rom 5,12-21). de dominio, pues el pecado es formalmente una transgresión de la ley. La
ley manifiesta el pecado en cuanto pecado y también su proliferación.
En Rom 5,1-11, Pablo hace un resumen de lo ya dicho: justificados Rom 5,13-14 interrumpe la argumentación para poner de relieve la uni-
por la fe, vivimos en paz con Dios por mediación de Cristo. Esta vida es versalidad del pecado. De lo contrario, el nexo entre pecado y ley no apa-
una «situación de gracia» (5,2) que, por una parte, aún no es la consu- recería con tanta nitidez. Pablo quiere, pues, mostrar por qué en el período
mación escatológica, aunque sí una esperanza razonable de la misma (5,2), comprendido entre Adán (que vivía bajo una prohibición divina, Gn 2,17)
y, por otra, se ve confirmada y consolidada entre tanto por los sufrimientos y la legislación mosaica, pese a ser un período «sin leyes», dominaba la
y contrariedades que todavía hay que soportar. Porque si Dios nos amó muerte (como castigo del pecado). También aquellos hombres eran pecado-
«cuando éramos aún pecadores» (5,8b), la fe nos permite afrontar el juicio res, aunque no porque transgrediesen un mandamiento o precepto que se
con mayor confianza, una vez que «Dios nos ha justificado por la sangre les hubiera dado expresamente: murieron por el pecado de Adán, que fue
de Cristo» (5,9). La reconciliación ya se ha realizado (5,11), pero la reden- la transgresión de una ley. Ahí tenemos el tipo y el antitipo del díptico:
ción (o sea, la salvación corporal y espiritual) tiene aún que llegar (cf. universalidad de la desgracia imputable a un primer Adán frente a la uni-
8,24). versalidad de la salvación presente en el segundo Adán, Cristo. La tipolo-
Tras detenerse en estas consideraciones, Pablo continúa su exposición. gía alcanza su punto culminante en la sobreabundancia de la gracia frente
El tema es ahora la contraposición entre gracia y pecado, como si se tra- n la proliferación del pecado. Así como en la fe de Israel Dios castiga
tara de dos campos de fuerza independientes: el de la charis (gracia) y el hasta la cuarta o quinta generación, pero muestra hesed «hasta mil gene-
de la hamartia (pecado); la época de la iniquidad, en la que dominaba la raciones» H , en la universalidad del pecado y de la gracia Pablo subraya
gran potencia del pecado, frente al período del dominio apacible de la se- la sobreabundancia de la gracia, que supera cualquier posible medida: «el
ñora Charis; el viejo eón frente al nuevo, pues Pablo, en esta carta, no don de gracia que correspondía a un hombre solo, Jesucristo» (5,15b), el
piensa en individuos, sino en «eones»: un período de desgracia y otro de nuevo Adán u hombre nuevo. «Sobra de gracia y de perdón gratuito por
salvación, inaugurado éste por la muerte propiciatoria de Jesús. En Rom 5-6 obra de uno solo, Jesucristo» (5,17). La gracia supera sin medida la proli-
desaparece la contraposición entre judíos y paganos y es sustituida por la
contraposición entre el primer eón, el reino del pecado (para judíos y pa-
ganos), y el segundo eón, el reino de la gracia, «primero para el judío, " J. Jervell, Imago Dei. Gen. 1,26-27 im Spatjudentum, in der Gnosis und in
tlcn paulinischen Briefen (Gotinga 1960); E. Brandenburger, Adam und Christus
pero también para el griego» (cf. Rom 1,16). Ahora se trata de precisar (WMANT 7; Neukirchcn-Vluyn 1962).
qué efectividad tiene la potencia que domina el primer eón y qué efectivi- b " Cf. supra, p. 87.
142 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO TEORÍA PAULINA DE LA GRACIA 143

feración del pecado (5,12-21); «no hay proporción entre las consecuencias Sal 15,56; 24,5) «en nombre de Dios»: «Así dice Yahvé» (Ez 18,9b). La
del pecado de uno y el perdón que se otorga» (5,16); «... mucho más los cuestión del perdón de los pecados es algo distinto: pertenece exclusiva-
que reciben esa sobra de gracia y de perdón gratuito, viviendo reinarán...» mente a Dios. Sólo en algunos círculos «no oficiales» del primer judaismo
(5,17). En especial, Rom 5,20 destaca la sobreabundancia por ambas partes se opinaba que Dios concede el perdón no sólo al saddiq, sino también al
para subrayar la inmensa sobreabundancia de la gracia. (Es difícil traducir pecador. El cristianismo primitivo unió estas dos concepciones judías: Dios
fielmente el texto griego de 5,20. La Vulgata dice: ubi abundavit delictum, concede el perdón de los pecados en Cristo, el cual realizó la expiación de
superabundavit gratia: epleonasen frente a hypereperisseusen). Cuando el los pecados mediante su muerte cruenta («justificados por su sangre»,
pecado ya ha llegado al límite, la gracia sigue siendo abundante. Pablo Rom 5,9). Así se pone de relieve el carácter de gracia tanto del sacrificio
ofrece aquí, sin lugar a dudas, una concepción cristiana del antiguo hesed expiatorio como del perdón de los pecados. En Gristo, Dios lleva a cabo,
judío de Yahvé: el multo magis del hesed de Dios en Cristo. Sólo aquí únicamente Dios, la reconciliación (2 Cor 5,17-19).
se habla de la charis de Dios (5,15) en Cristo. Esta combinación de dos concepciones judías diferentes explica, en mi
Pero hay una segunda contraposición entre estos dos bloques de fuerza opinión, la curiosa bipartición que encontramos en Rom 4,25: «Entregado
universales, el del pecado y el de la gracia. En el dominado por el pecado por nuestros delitos y resucitado para nuestra justificación»; sacrificio ex-
y la muerte se produce una opresión tiránica de los hombres; en el domi- piatorio y justificación y absolución (tras el sacrificio expiatorio), pero ya
nado por la gracia, el hombre está liberado y actúa libremente: «Si por no en un sentido «forense», sino por medio del perdón de los pecados;
el delito de aquél solo la muerte inauguró su reinado..., mucho más los «muertos al pecado y vivos para Dios, mediante Cristo Jesús» (6,11; 6,22),
que reciben esa sobra de gracia y de perdón gratuito, viviendo reinarán» es decir, gracias a la charis de Dios (5,15). Bautizarse, entrar en la comu-
(5,17). El antiguo vínculo entre «conducta recta» y «vida» se convierte nidad de Dios, es para Pablo perdón de los pecados y justificación33, los
así en un vínculo esencial entre gracia y vida (cf. 5,10; 5,17.18.21; 6,4), cuales coinciden formalmente con la conversión al cristianismo: la vincula-
en contraste con el vínculo igualmente esencial entre pecado y muerte: ción a Gristo por la fe, signo de la elección misericordiosa de Dios. Pablo
«Mientras el pecado reinaba dando muerte» (5,21a), «la gracia reina con- llega así a distinguir formalmente entre la justificación (iustificatio impii)
cediendo una justicia que acaba en vida eterna» (5,21b). y la santificación que se sigue de ella, una distinción que pierde práctica-
En 5,18-19 vuelve a aparecer la tipología Adán-Cristo, ahora bajo el mente su importancia en las comunidades cristianas ya establecidas (como
aspecto de lo que está en el origen de los dos bloques de fuerza o eones: se observa ya en las cartas a los Colosenses y a los Efesios; cf. infra). No
por un lado, un único delito de un solo hombre —multiplicado por los obstante, de Rom 1-6 se infiere que la redención por medio de Jesús,
propios pecados de cada individuo (5,20)— supuso la condena de todos charis y perdón de los pecados, está esencialmente unida a la exigencia de
los hombres; por otro, el acto de fidelidad de uno solo, Jesucristo, se con- llevar una vida ética y religiosa: las obras de la gracia son esenciales en
virtió en justificación o en amnistía para todos los hombres. Este acto de la concepción paulina de la gracia. La vida de gracia es propiamente «vida
fidelidad (5,18) de un solo hombre, que nos ha reportado charis y salva- sin pecado» (como dirá también el joanismo; cf. infra).
ción, es para Pablo el sacrificio obediente de Jesús en la cruz (4,25; 5,6; Como consecuencia de esta estrecha conexión de la charis de Dios con
5,8; 5,9-11). la muerte de Jesús en la cruz, la noción sapiencial y apocalíptica que el
primer judaismo tenía de la charis, en el sentido de una sabiduría comu-
y) Concepción paulina de la justificación. nicada sobrenaturalmente por revelación (cf., sobre todo, en la carta a los
(¡álatas), aunque no desaparece por completo, pasa a segundo término en
En esta larga exposición (Rom 3-5), la charis aparece vinculada a la la acepción técnica que la gracia tiene en la carta a los Romanos (y no
muerte de Jesús en la cruz, considerada evidentemente como una muerte reaparecerá hasta Rom 8). Esto confiere a la idea paulina de charis un
para expiación de los pecados, la cual se identifica a su vez con el perdón NÍgnificado muy específico: gracia de Dios es la muerte de Jesús en la cruz,
de los pecados. Pero no era ésta la concepción que el judaismo tenía de «porque todos pecaron y están privados de la doxa o gloria de Dios (ho
expiación de los pecados. El sacrificio expiatorio era la exigencia «canó- 'I'heos: el Padre); pero graciosamente (como puro don gratuito) van sien-
nica» para obtener la absolución «forense» o jurídica de los pecados, en el do justificados por la generosidad de Dios, mediante la apolytrosis (res-
sentido de «no culpable (ya) ante la ley»; pero este plano jurídico no olte), que hemos obtenido en Cristo Jesús: Dios nos lo ha puesto delante
significa de por sí el perdón de los pecados, reservado exclusivamente a como hilasterión (sacrificio expiatorio) —para quien cree— con su propia
Dios. En el judaismo «oficial», una persona era absuelta de sus pecados mingre» (3,23-25b). Es decir, Pablo une la charis del perdón de los peca-
si era saddiq o, en el caso de haber transgredido la ley, si había reparado
la transgresión mediante un sacrificio expiatorio. En ambos casos, esa " 7.a comunidad de Qumrán, que admite el perdón escatológico de ios pecados
persona es saddiq en el plano de la ley. Eso era suficiente, pues el sacer- v I» justificación por la gracia, los condiciona a la pertenencia al «resto» escatológico
dote declaraba a uno saddiq y le reconocía el- derecho a la vida (Ez 18,9; ilr Qumrán.
144 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO TEORÍA PAULINA DE LA GRACIA 145

dos puramente escatológico (judío) a un hecho histórico, el sacrificio expia- «entrado al servicio de Dios» (6,22). Tal distinción corresponde a lo que
torio de Jesús. Aunque la resurrección de los creyentes es un aconteci- Rom 4 había afirmado sobre «Jesús Señor nuestro, entregado por nuestros
miento futuro, el perdón escatológico de los pecados es ya una realidad delitos y resucitado para nuestra justificación» (4,25, aunque Pablo ve nor-
actual. Y aunque la salvación no se ha realizado todavía plenamente en la malmente la muerte y la resurrección como un conjunto unitario que
dimensión de nuestra historia, es ya una realidad presente en ella y una posee fuerza salvífica). Esta distinción formal de dos aspectos en el único
parte esencial de la misma: la santificación, la liberación del pecado y la acto salvífico de Jesús permite afirmar fundadamente en Rom 6: muertos
vida para Dios. El ésjaton actúa ya en la historia. al pecado, vivos para Dios. Pablo considera tanto más necesaria esa distin-
Por importante que sea este nexo casi exclusivo de la charis con la ción cuanto que para él (a diferencia de las cartas deuteropaulinas) el bau-
muerte de Jesús en la cruz, es también una restricción del concepto gene- tismo no es un «resucitar con» Jesús. El bautismo es sólo «un morir con»
ral que el Nuevo Testamento tiene sobre la gracia. Dicho de otro modo: y un «ser sepultado con» Jesús, un «morir al pecado» (6,3; 6,4; 6,6; 6,7).
esta charis centrada en un punto adquiere en el conjunto del Nuevo Tes- El propio Jesús ha resucitado de entre los muertos (6,9), nosotros aún no.
tamento un contexto más amplio. Y es dentro de tal contexto donde la «Una resurrección semejante» a la de Jesús (6,5) tiene, mientras espera-
concepción paulina sobre la gracia adquiere su pleno y auténtico sentido. mos nuestra resurrección, un significado distinto. La vida de Jesús resuci-
En la carta a los Romanos, la problemática de la gracia se reduce funda- tado «es un vivir para Dios» (6,10b); y esto significa que «vivir», en el
mentalmente al problema de la iustificatio impii: la conversión al cristia- auténtico sentido de la palabra, dice siempre relación a vivir para Dios,
nismo, un hecho que en el resto de los escritos neotestamentarios no suele en comunión con Dios. Por ello, el bautismo cristiano significa: a) «no ser
ocupar un puesto central. Se trata de un planteamiento del cristianismo ya esclavos del pecado» (6,6), morir al pecado de una vez para siempre
primitivo, mientras que más tarde las preocupaciones presentes en el Nuevo (6,10) y, por tanto, «vivir para Dios» (6,11); b) pero no significa todavía
Testamento serán más bien la santificación de los cristianos, su fidelidad haber resucitado con Cristo, salvo en un sentido espiritual, «como muertos
y perseverancia. Por otro lado, en la carta a los Romanos, la cual, a dife- (por el pecado) que han vuelto a la vida» (6,13), a la vida para Dios sin
rencia de la carta a los Gala tas, ofrece una síntesis al margen de la pro- pecado. Quien vive de este modo, va ganando «una santidad que lleva a la
blemática suscitada por los adversarios, toda la exposición dogmática está vida eterna» (6,22), es decir, a la resurrección corporal. Pero esa ganancia
al servicio de la parénesis exhortatoria (Rom 6-7): la santificación del cris- es, al mismo tiempo, un don de Dios: «la paga del pecado es la muerte,
tiano, en quien no ha muerto la inclinación al pecado. De hecho, aunque mientras que el don (charisma) de Dios es la vida eterna por medio de
la Tora específicamente judía no obliga a los cristianos, permanecen en Cristo, Jesús Señor nuestro» (6,23; cf. 6,22).
vigor las consecuencias éticas de la vida de gracia.
b) Imperativo de la ley de gracia.
3. Consecuencias ético-religiosas de la vida de gracia Debido a que la redención, en cuanto salvación corporal (o resurrec-
ción), aún no se ha realizado, la vida reconciliada con Dios tiene que vi-
En Rom 6,1-7,25 Pablo fundamenta el imperativo de la moral cristiana virse en las condiciones del viejo eón, de una sarx aún no sanada o de una
sobre el indicativo de la reconciliación llevada a cabo. La soteriología, o humanidad débil, cuyo exponente es «el ser mortal» (6,12) M. «Servir en
doctrina sobre la salvación, desemboca en una forma de vida cristiana. virtud de un espíritu nuevo» no modifica la estructura de la sarx o del
hombre débil, que ve el bien y en el fondo lo desea, pero que —«abando-
nado a sí mismo» (7,25b)— no puede realizarlo (7,18b-21). Pablo utiliza
a) El indicativo del hecho bautismal. uquí (7,7-25) el tema estoico de la escisión antropológica entre el logos
«El pecado no tendrá dominio sobre vosotros» (6,14a), pues «ya no (razón) y la sarx, pero cristianizando tal escisión en forma de conflicto
estáis en régimen de ley, sino en régimen de gracia» (6,14b); «gracias a entre «el régimen del Espíritu de la vida de Cristo» (8,2) y «los bajos
Dios, aunque erais esclavos del pecado, respondisteis de corazón a la doc- instintos» de la sarx (8,6); aquí se trata del hombre en su conjunto, que
trina básica que os transmitieron y, emancipados del pecado, habéis entra- tiende al bien y lo hace por el Espíritu divino (8,2-4), pero que, «por sí
do al servicio de la justicia» (6,17-18). «Vosotros no estáis en régimen de mismo», contra los criterios de la razón (7,25b), hace el mal.
ley, sino en régimen de gracia» (6,14). Este paso del eón del pecado al En esta sección, sarx es el propio hombre en su debilidad física y ética,
de la gracia se realiza en cada cristiano por el bautismo: «vinculándonos debido a la falta del Espíritu de Dios en Cristo. Dado que el Espíritu de
a Cristo Jesús» (6,3). «Participando en su muerte», el bautizado está l)ios es el fundamento de la futura resurrección corporal —«vivir según
«muerto al pecado y vivo para Dios, mediante Cristo Jesús» (6,11). Pablo '•I nneuma» (cf. 1 Cor 15,29; 2 Cor 5,5; Rom 8,23; Flp 3,21)—, el soma
distingue dos aspectos: a) «muerto al pecado» (6,11) o «emancipado del
pecado» (6,22), y h) «vivo para Dios mediante Cristo Jesús» (6,11) o " E. Schweizer-R. Meyer, sarx, en ThWNT VII, 98-151.
ID
146 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO DOCTRINA DE PABLO SOBRE LA JUSTIFICACIÓN 147

o cuerpo humano tiene en Pablo, especialmente en Rom 7 y 8, un papel (8,23), es decir, no a causa de su cuerpo, sino porque espera un cuerpo
esencial en este empleo de sarx; de no ser así, no tendrían ningún sentido «pneumático».
aquí expresiones como «ser mortal» (8,11; 7,24) y «miembros del cuerpo» En Pablo —como en toda la cultura antigua tardía— no son separables
(7,5; 7,23). En todo ello subyace la contraposición estoica entre el nous, lo físico y lo ético. Sarx es -—sin olvidar la relación formal con el cuerpo
la razón, que está dirigida hacia el bien, y el soma, el cuerpo, que no mortal— el hombre privado de pneuma; y dado que el cuerpo, a pesar del
puede ser dominado por el espíritu. En Rom 7 y 8 se emplean siempre don del pneuma recibido en el bautismo, aún no es pneumático, sigue
soma y sarx como términos equivalentes, y toda la exposición se desarrolla siendo una tarea ineludible para el cristiano la lucha contra cualquier clase
bajo el lamento: «¿quién me librará de este soma tou thanatou (de este de pecaminosidad: la lucha del «hombre nuevo» contra «el hombre viejo»
ser mío —corporal—, instrumento de muerte)» (7,24), del cuerpo que, (cf. Rom 6,6; Gal 5,24): «el hombre viejo fue crucificado con él, para que
dominado por la muerte, no es aún un cuerpo pneumático. El cuerpo físi- se destruyese el cuerpo pecador y así no seamos más esclavos del pecado»
co, en cuanto no resucitado, es para Pablo un foco de pecado: «En la (6,6). En todo esto no se trata de «pecados corporales», de una especie de
sarx no anida nada bueno» (7,18), y en 7,22-23 aclara que esta sarx dice hostilidad frente al cuerpo humano, sino de pecados de cualquier tipo, si
relación evidente con el cuerpo humano (no resucitado). Rom 7,24 habla bien el cuerpo mortal, en el razonamiento de Pablo, es el exponente de
de soma, y 7,25 concluye con sarx. Así dice: «no reine más el pecado en nuestra falta de redención corporal. Sin embargo, ho tkanatos, la muerte
vuestro cuerpo mortal» (6,12). El «cuerpo de pecado» (6,6) es, sin duda, no es para Pablo siempre la muerte física, aunque tal dimensión esté im-
el «cuerpo de muerte» (7,24). Rom 7,14-25 supone, pues, claramente la plicada formalmente (5,12-14); esta muerte tiene también un significado
escisión estoica entre sarx (soma) y nous. Sarx o soma es el cuerpo some- ético-religioso (1,32; 6,16; 6,21; 7,5; 7,8-13; 8,6-13; cf. 2 Cor 5,14;
tido al dominio de la hamartia o pecado, aún no liberado. El nous y la 7,10). Lo mismo se puede decir del concepto de apoleia o corrupción
sarx tienen sus propias leyes: «la ley del nous» (7,22-23) y la «ley de (Rom 2,12; 9,22; cf. 8,21; también 1 Cor 1,18; 8,11; 15,18; 2 Cor 2,15;
la sarx» (cf. 7,23), al igual que se habla también «del régimen del pecado 4,3; 1 Tes 5,3; Flp 1,28; 3,19) y del concepto de phthora, caducidad
y de la muerte» (8,2) y «de la ley de los miembros» (7,23). (Rom 8,21; Gal 6,8; 1 Cor 15,42).
No obstante, este principio estoico utilizado por Pablo se convierte en
la contraposición paulina entre sarx, o sea, el conjunto del hombre que
no tiene pneuma, y pneuma, el hombre que posee la gracia del pneuma de Conclusión
Dios. Esto se infiere de una formulación como «cuando estabais sujetos a
la sarx» (7,5); en otras palabras, mediante el don del pneuma, fundamento DOCTRINA DE PABLO SOBRE LA JUSTIFICACIÓN
de la resurrección futura (cf. 8,24), el cuerpo humano es despojado en
principio de su condición de sarx. En principio, el cristiano que posee el De todo lo que Pablo dice acerca de la justificación (cartas a los Gála-
pneuma no puede ya pecar (un principio que el «joanismo» formulará aún tas y a los Romanos, con un breve y vigoroso resumen en 2 Cor 5,18-21
más drásticamente). Ahora bien, un «cuerpo mortal» es, en este razona- y Flp 3,8-9), resulta claro qué entiende Pablo por «fe» y por «obras de
miento, un cuerpo sometido todavía al dominio de la muerte, dado que él la ley». Fe es ponerse bajo la guía de Jesucristo; «obras de la ley» es
mismo es fruto del poder del pecado (5,21; 6,23; 8,10; cf. 1 Cor 15,56). aceptar la soberanía de la Tora, de la que Pablo ha demostrado que está
Para un cristiano, la muerte aún no ha sido vencida: es el último enemigo bajo el dominio de la «ley del pecado». Casi inadvertidamente, la Tora, la
(1 Cor 15,26), si bien «el régimen del pecado y de la muerte» (Rom 8,2) ley, se convierte, a lo largo de la argumentación, en «ley del pecado», de
está derogado para el bautizado en posesión del pneuma de Dios. Un cris- forma tal que también las obras de la ley forman parte del ámbito histó-
tiano tiene, pues, que vivir ya en el cuerpo según las exigencias del pneu- rico en que domina la «señora Hamartia». Para un judío no cristiano, la
ma. La renuncia a la sarx en el bautismo es, al mismo tiempo, un impe- argumentación de Pablo tiene que resultarle extraña, pero el Apóstol escri-
rativo ético para toda la vida cristiana (8,13). Lo contrario de «en la sarx» be para judíos cristianos, los cuales experimentan de hecho la salvación
es «en Cristo» (8,1) o la inhabitación del Pneuma (8,3; cf. 8,10; 13,4) definitiva de Dios en Jesús. Al principio había dicho que la justicia de
o «en el Señor» (Flp 4,1). Por el bautismo, el hombre es una «nueva Dios recompensa según las obras (obras de la ley; 2,6-10) y, por tanto,
criatura» (2 Cor 5,17). Por eso, «revestios del Señor Jesucristo y no deis procura «justicia» a quien observa la ley; pero en los capítulos posteriores
pábulo a los bajos deseos (sarx)» (Rom 13,14; cf. Gal 5,16). Sarx y (preparados mediante la interpolación paulina de la cita de un salmo en
pneuma (en sentido cristiano) aparecen aquí como grandes potencias vivien- Kom 3,20) se dice que «ser saddiq» ante la ley no es una manifestación
tes (cf. también Gal 5,16-17; Rom 8,5-14). Esta sarx tiene una actitud de la justicia de Dios (véase el anuncio del tema en 1,17 y la proclamación
hostil a Dios (8,6; cf. 8,8; 7,14-25). Dado que el cuerpo es todavía mortal ilc este hecho en Jesucristo, 3,21-23). Esta manifestación se ha hecho pa-
y, por tanto, constituye la puerta de acceso para los ataques de la hamartia, tente «independientemente de toda ley» (3,21a), aunque respetando el pro-
«el cristiano gime en lo íntimo... a la espera del rescate del cuerpo» pósito fundamental del Tenak (3,2lb). Está claro que Pablo contrapone
148 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO DOCTRINA DE PABLO SOBRE LA JUSTIFICACIÓN 149
e
entre sí la ley en cuanto principio de salvación y Cristo en cuanto vía d El hombre «encontrará su felicidad... en la práctica de la ley» (Sant
salvación y, partiendo de la fe en la salvación en Cristo, niega que la ley 1,25): «Ya ves que un hombre se justifica por las obras, no por la fe
sea principio de salvación (por mucho valor que haya podido tener). sola» (2,24). Esto parece una antítesis de Pablo. Pero no es así. Sin em-
Se trata exactamente de la fe apostólica: «En ningún otro está la salva" bargo, no se puede negar que el énfasis que encontramos en Sant 2,14-26
ción» (Hch 4,12). Los judíos habían interpretado erróneamente su Tenak> tiene algo que ver con el «paulinismo», tal como éste era entendido de
centrándose en la ley y en la circuncisión, cuando el verdadero fundamento hecho por algunos cristianos procedentes del paganismo. El propio Pablo
de Israel (cf. Rom 9,30-33) es la fe de Abrahán en la «descendencia pro- tuvo que enfrentarse con una especie de seudopaulinismo (Rom 3,8; 6 1-
metida» por Dios, Jesucristo (Gal 3,16). El resultado fue que, con su «celo cf. Gal 2,11).
por la ley de la justicia», los judíos «no alcanzaron el fin de la ley» (9,31).
Pablo interpreta este hecho del modo siguiente: «Olvidándose de la justi- El problema de si es Pablo quien se opone al grupo de Santiago o éste
cia de Dios y porfiando por mantenerla a su modo, no se sometieron a la el que critica a Pablo depende, entre otros cosas, de la datación de la carta.
salvación de Dios» (10,3), es decir, rechazaron el nuevo eón, en el que Para algunos autores, la carta de Santiago es el escrito más antiguo del
domina la charis (el nuevo eón que la carta a los Hebreos identificará Nuevo Testamento ib ; otros la datan a mediados del siglo n 3 7 , pero sin
simplemente con la «charis de Dios»; cf. infra). La Didajé afirmará: «Ven- razón, ya que después del 70 las comunidades judeocristianas (a las que se
ga a nosotros la charis —el nuevo eón—, y pase 'este mundo' (el primer dirige la carta, 1,1) no significaban nada; otros, en fin, la hacen contem-
eón)» s , y l Clem 7,4 dirá, en una línea paulina, que la sangre que Jesús poránea de la carta de Pablo a los cristianos de Roma y le asignan, por
ha derramado por nuestra redención ha traído «al mundo entero la charis tanto, una fecha en torno al año 60 M (aunque el autor no conoce Roma).
de la metanoia (conversión)». En sentido paulino, la charis es la salvación Todo indica que la carta de Santiago procede del grupo de discípulos de
universal de la humanidad en cuanto actuación salvífica de Dios en Jesu- Santiago el Menor, el gran jefe de la Iglesia madre de Jerusalén, y que es
cristo. Por eso, Pablo puede afirmar en Gal 3,22: «La Escritura encerró anterior al año 70 (entre el 50 y el 60).
todo en el pecado, para que lo prometido se dé por la fe en Jesucristo Para entender la doctrina de Santiago sobre la justificación, hay que
a todo el que cree». La «Escritura» es aquí la promesa hecha a Abrahán situarla en el contexto de la teología de los pobres, que caracteriza la carta
y contenida en el Tenak; y dado que Dios habla en la Escritura, Pablo (1,9-11; 2,1-23; 5,1-6). El autor no conoce la teología paulina de la cruz;
puede concluir en la carta a los Romanos: «Synekleisen ho Theos tous está evidentemente más interesado en Jesús de Nazaret, el gran profeta
puntas eis apeitheian, hiña tous pantas eleese (Rom 11,32): Dios encerró del amor, y parece moverse en la tradición Q; además, está familiarizado
a todos en la rebeldía, para tener misericordia de todos», judíos y paganos. con las fuentes propias de Mateo y de Lucas. Su modelo teológico es el de
En lo sucesivo, «las obras» serán expresión y consecuencia de la «salva- la humillación y la exaltación, la pobreza y la riqueza. «Pobres de Jerusa-
ción en Jesús», no de la «salvación en la ley»; a pesar de todo, Pablo no lén» es, por lo demás, un término técnico en el Nuevo Testamento; son
critica las obras de la ley en cuanto tales, sino en cuanto principio de «el resto de Israel», los pobres (Sof 3,12; cf. Gal 2,10; 2 Cor 8,9; Hch
salvación. 11,29). Se sabe que los cristianos de Jerusalén procedían de las clases más
pobres de la ciudad. Así, los judíos que perseguían a la joven Iglesia (Hch
4. Seudopaulinismo y carta de Santiago 7,25; 1 Tes 2,14-16) son para Santiago «los ricos» que persiguen a los
pobres. Santiago desarrolla su teología de los pobres sobre todo en 2,1-13.
Bibliografía (véase también la bibliografía ofrecida anteriormente sobre la fdaqah): Critica la mentalidad mundana; existe el peligro de que la violenta dife-
Th. Boman, Die Jesus-Überlieferung im Lichte der neuen Volkskunde (Gotinga 1967) rencia de clases típica de la Antigüedad se introduzca también en la Iglesia.
196-207; M. Dibelius, Der Brief des Jakobus (Meyer 15; Gotinga 101959); F. Groshei- Supongamos que en una asamblea cristiana «entra un personaje con sorti-
de, De brief aan de Hebreeen en de brief van Jakobus (Kampen 1955); Irv. Jacobs,
The Midrashic Background for James II, 21-23: NTS 22 (1976) 457-464; J. Kittel, jiis de oro y traje flamante» y «entra también un pobretón con traje mu.
Der geschichtliche Ort des Jakobushriefes: ZNW 41 (1942) 94-102; J. Marty, L'építre giirnto»; si se le dice al vestido flamantemente: «Tú siéntate aquí cómodo
de Jacques (París 1935); M. Meinertz, Der Jakobusbrief (BNT 9; Bonn '1932); rn este lugar de honor», y al pobre: «Tú quédate de pie o siéntate aquí
A. Meyer, Das Ratsel des Jakobushriefes (Giessen 1930); J. Michl, Die kathoUschen en el suelo junto a mi estrado» (2,2), ¿es conciliable tal actitud con l a
Briefe (RNT 8; Ratisbona 1953); F. Mussner, Der Jakobusbrief (HThK; Friburgo fe en nuestro Señor Jesucristo? (2,4 con 2,1). Santiago afirma que Di 0 s
de Br. 31975); H. Rendtorff, Horer und Tater. Eine Einführung in den Jakobusbrief «cli'ii» de modo distinto: antepone a los pobres y les ofrece el puesto de
(Hamburgo 1956); A. Schlütter, Der Brief des Jakobus (Stuttgart 21956); J. Schneider,
Die Briefe des Jakobus, Petrus und Johannes (NTD 10; Gotinga 1961); E. Tobac,
Le probléme de la justification dans saint Paul et dans saint Jacques: RHE 22 (1926)
" F,n especial, G. Kittel, Der geschichtliche Ort des Jakobushriefes, op. cit.a
797-805.
'M 102; Th. Boman, Die Jesus-Überlieferung, op. cit., 196-207.
35 " A. Tlarnack, M. Dibelius, K. Aland, etc.
Didajé 10,8, preces eucarísticas; cf., por ejemplo, C. Kirch, p. 4, nota 3.
'" AHÍ, I'. Mussner, Der Jakobusbrief, op. cit., 19.
150 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO
DOCTRINA DE PABLO SOBRE LA JUSTIFICACIÓN 151
honor (2,5). Lo que carece de interés es precisamente lo que Dios escoge
(cf. 1 Cor 1,27-28). Dios llama a los pobres, y vosotros afrentáis al pobre actos de amor al prójimo; como dice también el propio Pablo: «Lo que
(2,6), mientras que —Santiago aduce aquí un tema habitual en el Antiguo vale es una fe que se traduce en amor» (Gal 5,6).
Testamento— son los ricos los que oprimen a los pobres (2,6b; cf. Sab De todos modos, no deja de ser sorprendente que tanto Pablo como
2,10; 17,2; Hab 1,4; Am 4,1; 8,4; Zac 7,10; Jr 7,6; 22,3; Ez 18,12; Santiago presenten como fundamento bíblico de su modo de entender
Is 59,9; Miq 6,11-12, etc.). Esto es un comportamiento «impío» (Jr 5, la justificación el modelo de Abrahán (Rom 4; Sant 2,21-23) y que ambos
26-27; Is 59,9), un ultraje al nombre de Jesús que ha sido impuesto a los citen Gn 15,6. Pablo concluye de tal exégesis: «Por tanto, independiente-
cristianos, a los pobres, en el bautismo (2,7): una humillación del pobre mente de las obras» (Rom 3,28); Santiago, en cambio: «Por tanto, no
exaltado por Dios (cf. también Prov 14,21; Eclo 10,27). independientemente de las obras» (Sant 2,24). En realidad, como vamos
Para Santiago, el amor al prójimo y la ayuda a los pobres es «la ley a ver, no hay propiamente oposición entre Santiago y Pablo, pero parece
del reino» (2,8; cf. Lv 19,18); esta ley del amor tiene el supremo rango innegable, a juzgar por todo el contexto, que Santiago tenía ante la vista
real entre todas las obras de la ley. No cumplir esta ley del amor es como una especie de «seudopaulinismo». Estudiemos, en primer lugar, el funda-
despreciar toda la ley (2,10-11). Denegar el amor al prójimo y el socorro mento bíblico de Sant 2,21-26. Sant 2,21 remite, en definitiva, a Gn 22,
a los pobres equivale a cometer un homicidio (2,11; cf. Eclo 34,26, texto 9.10.12, al sacrificio de Isaac (cf. Heb 11,17); pero pone este texto en re-
que influye sensiblemente en la parénesis de la carta de Santiago). El autor lación con Gn 15,6 (según un principio hermenéutico de la época, «en la
llama a esto «la ley de hombres libres» (2,12), «ley perfecta, la de los Tora no hay 'antes' ni 'después', o sea, orden cronológico»)39. Sant 2,21
hombres libres» (1,25), o sea, la que lleva al hombre a ser libre. La ley cita textualmente Gn 22,9, excepto una palabra: escoge la expresión «ofre-
de los hombres libres es el eleos, la misericordia (2,13), la solidaridad con ció en sacrificio» (presente en Gn 22,2.13: anapherein) como fórmula téc-
los pobres. El cristianismo es amor al prójimo y, sobre todo, solidaridad nica del sacrificio. Esta disponibilidad de Abrahán para sacrificar al hijo
con los pobres y los oprimidos. De ahí que el juicio de Santiago contra de la promesa, Isaac, este ergon u obra fue el motivo de su justificación
los ricos antisociales sea particularmente duro (5,1-6): «Vamos ahora con por Dios.
los ricos: llorad a gritos por las desgracias que se os vienen encima... Gn 22,16-18 dice realmente: «Por haber obrado así, por no haberte
Atesorasteis... para los últimos días. Mirad: el jornal de los braceros que reservado tu hijo, tu único hijo, por eso te bendeciré, multiplicaré a tus
segaron vuestros campos, defraudado por vosotros, está clamando, y los descendientes...». Santiago, con razón, ve en la frase «por haber obrado
gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos... así» un ergon, una obra. Por otro lado, Gn 15,16 dice: «Abrán creyó al
Condenasteis y asesinasteis al inocente: ¿no se os va a enfrentar Dios?». Señor, quien se lo reputó como justicia». Un texto del Génesis habla de
Se trata, sin lugar a dudas, de un lugar común del judaismo, pero puesto «justificación por la fe»; el otro, de justificación «por las obras». Santiago
ahora en relación con la «fidelidad a nuestro Señor Jesús» (2,1). En este los combina: en la justificación hay una synergeia de fe y obras; synergei
judeocristianismo de la Iglesia de Jerusalén tiene un gran peso el Jesús {he pistis) tois ergois autou (Sant 2,22), es decir, la fe de Abrahán colabo-
sinóptico, su predilección por los pobres y sus invectivas contra la servi- ra con sus obras (synergei); la fe y las obras forman un todo indisoluble.
dumbre a las riquezas, así como la apertura del reino de Dios a los pobres, lili las «obras» se hace efectiva y «se realiza» la fe (2,22b); así resulta
clara la verdad contenida en la Escritura: «Abrán creyó al Señor...» (Gn
tullidos y ciegos (cf. Le 6,20; 14,13; 14,21; Me 4,19; 9,38 par.; 10,
15,6), por lo cual no sólo quedó «justificado», sino que pasó a ser «amigo
21 par.; Mt 11,5 y Le 7,22; Mt 6,24 par.; 6,19-20 par.; 10,9-10). Cuando
tic Dios» (2,23). La fe de Abrahán se muestra en su disponibilidad para
Santiago habla de «obras», piensa ante todo en las obras del amor al pró- Nttcriíicar a Isaac. Por tanto, la fe justifica, pero «no sola», sino en cuanto
jimo (cf. también Jn 4,34; 7,17; 9,31; 15,14). que se demuestra con obras. Abrahán no es un ejemplo de la iustificatio e
En este marco habla de la función de la fe y de las obras en la justi- mía fide ni tampoco e solis operibus, sino exactamente de esa synergeia o
ficación (2,14-26). «La fe sin obras es inútil» (2,14-20). Santiago no se colaboración entre «fe» y «obras». Lo peculiar de esta argumentación estriba
opone a Pablo, sino a un seudopaulinismo. Supongamos, dice, que a un en que une Gn 22 con Gn 15,6. Ahora bien, esto no responde a una in-
pobre de solemnidad se le dan unos golpecitos amistosos en la espalda y se vención de Santiago, pues tal nexo existía ya en el primer judaismo. La idea
le dice quedamente: «A tener ánimo, ¿eh?», o algo similar. ¿Qué sentido npnrece ya, todavía un tanto vaga, en 1 Mac 2,52: «Abrahán demostró
tiene eso? (2,14): «Pues lo mismo la fe: si no tiene obras, ella sola es un ÑU fidelidad en la prueba y Dios se lo reputó como justicia» (este dato ha
AD
cadáver» (2,17). «Tener fe» es algo que hay que demostrar con obras en MIIIO recordado por F. Mussner) ; aparece más expresamente en Eclo 40,
consonancia; sin éstas, la fe puede ser una pura fantasía, palabras vacías 20 21, donde el sacrificio de Isaac (Gn 22) está ya en relación con el jura-
(2,18; cf. Is 58,7; Prov 3,27-28). Precisamente la falta de misericordia menio que Dios hizo a Abrahán y, por tanto, con la fe de Abrahán (Gn
para con los pobres (2,1-13) ofrece a Santiago una buen ocasión para ata-
"• I. Jacobs, The Midrashic Background for James II, 21-23: NTS 22 (1976) 463.
car un falso concepto de «justificación sólo por la fe»: la «fe sin obras» " I'. Mussner, Der Jakobusbrief, op. cit., 145.
(2,26) es inútil, una empresa inacabada; para Santiago, «obras» son los
152 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO DOCTRINA DE PABLO SOBRE LA JUSTIFICACIÓN 153
41 <l
15); y, todavía con mayor claridad , en el Pseudo-Filón , quien «inter- tata Rajab (tema popular en el primer judaismo y en el cristianismo pri-
preta» sencillamente Gn 15 a base de Gn 22, según una hermenéutica ya mitivo; cf. Sant 2,25; Heb 11,31), una pagana que, por su fe demostrada
comprobada en el primer judaismo. Dios —y no Santiago— es, pues, con obras, no sólo fue salvada de la ruina de la ciudad (Jos 6,22-25),
quien declara «justo» a Abrahán, «amigo de Dios», en virtud de su syner- sino que, según una leyenda judía, llegó a ser madre de una numerosa
geia o concurso de fe y obras (2,23). La conclusión general (aplicable no descendencia de profetas y sacerdotes M; según Mt 1,5, también antepasada
sólo a Abrahán) es la siguiente: «Ya ves que el hombre es justificado por de Cristo. Por tanto, la fe sin obras de amor es «un cadáver» (2,26).
las obras, no por la fe sola»; o lo que es lo mismo: el hombre se justifica Pablo y Santiago están básicamente de acuerdo; éste critica la carica-
por la fe, pero una fe demostrada con obras. Una exégesis convincente. tura que algunos hacen del paulinismo. No obstante, la teología de las an-
Santiago no defiende, pues, en absoluto el principio del mérito; está tiguas comunidades judeocristianas de Jerusalén, centradas en Jesús de Na-
totalmente de acuerdo con Pablo en que la fe debe hacerse efectiva en el xaret, presenta unos rasgos diferentes de la teología paulina, centrada en
amor fraternal, ya que, de lo contrario, es inútil (Sant 2,14-17; Gal 5,6). «el Crucificado». Son dos aspectos distintos de un mismo Jesús; pero San-
Ahora bien, ergon significa para Santiago obra del amor; mientras que tiago ve en él no tanto al que ha entregado su vida en holocausto cuanto
para Pablo significa (en las cartas a los Gálatas y a los Romanos) obras de al gran profeta del reino de Dios para los pobres, al profeta del amor ra-
la ley. Pablo podría suscribir perfecta y totalmente la «justificación» de dical al prójimo. Para Pablo, en cambio, esto aparece con la máxima fuerza
Santiago, pero él se enfrenta a unas personas que consideran la Tora como en su sacrificio expiatorio. Santiago se mueve en una tradición que recuer-
camino de salvación también para los paganos convertidos al cristianismo. da profundamente lo que Jesús hizo; Pablo, en una tradición que reflexiona
El camino de las obras de la ley se opone al de la fe en Cristo, hecha sobre las consecuencias de la muerte de Jesús. Los resultados son los mis-
efectiva en el amor (Rom 3,20.27.28; 4,2.6; 9,12.32; 11,6; Gal 2,16; mos. Santiago pone el acento en Jesús; Pablo, en Cristo. Pero los resulta-
3,2.5.10). Sin embargo, esta fe en Cristo exige, como sostiene Santiago, dos, repito, son los mismos: Jesús de Nazaret es el crucificado resuci-
«buenas obras» (Rom 2,7; 13,3; Flp 1,6; paulinismo: Ef 2,10; Col 1,10; tado. Tanto la ortopraxis de Pablo como la de Santiago ponen de relieve
3,17; 2 Tes 2,17). Pablo acepta además la «recompensa según las obras» una misma ortodoxia.
(Rom 2,6; 14,10b; 1 Cor 3,12-17; 9,23-27; 10,11.12; 2 Cor 5,10; 6,1; Finalmente, Santiago se sitúa en la misma línea de tradición que la
Flp 2,12; 3,8.14). Santiago, en cambio, critica a los cristianos que dicen primera carta de Pedro. No se trata sólo de contactos literarios (Sant 1,1
«Señor, Señor», que «creen» (cf. Mt 7,21), al tiempo que humillan a los - » 1 Pe 1,1; Sant 1,10-11-> 1 Pe 1,24; Sant 1,18-» 1 Pe 1,23; Sant
pobres. La posterior controversia entre Agustín y Lutero no tiene nada que 4,6 - » 1 Pe 5,5; Sant 4,10 -> 1 Pe 5,6; Sant 5,20-» 1 Pe 4,8); en San-
ver aquí. Para Pablo y para Santiago no hay fe si no hay amor fraterno tiago es también central el problema del sufrimiento (típico de Me, 1 Pe
y solidaridad con los pobres menospreciados. Pero ambos se enfrentan a y Heb). Creer significa tener confianza en Dios (1,3; 1,6-8) (en el sentido
distintas «falsas doctrinas». También Santiago afirma que justifica la fe en judío); es una fe en el futuro escatológico y, por tanto, una «fe en Jesu-
Cristo (2,14; 2,17; 2,18; 2,20; 2,22; 2,26), pero una fe consecuente, ma- cristo» (2,1), pero a la vez una fe o una «ortodoxia» que se manifiesta en
nifestada en el amor; de lo contrario, no habría manera de saber si hay fe la ortopraxis del amor (1,21-27; 2,14-26) y en la dimensión ética de la
(2,18). Santiago se dirige, evidentemente, a cristianos procedentes del paga- obediencia de fe a Dios (1,27b; 3,18; 4,13-15). También para Santiago
nismo, que creen ahora en el único Dios verdadero («Tú crees que hay «la ley» es el evangelio de Jesucristo (1,21-22). Pero la fe tiene que pasar
un solo Dios; muy bien hecho...», 2,19), y están entusiasmados por esa la prueba de los peirasmoi (1,12-18): el sufrimiento acrisola la fe. Santia-
nueva experiencia. Sin embargo, «también los demonios oreen y tiemblan» go se resiste a decir que es Dios quien tienta (1,13). Sólo bondad emana
(2,19c). Lo tremendum del monoteísmo 43 no justifica (aquí se ve claramen- de Dios, que es la fuente de todo esplendor (1,13-17) y el creador de la
te que Santiago no tiene presente al auténtico Pablo): debe impulsar a un luz. Los cristianos han sido «engendrados por Dios» mediante el bautismo
amor solidario. Un creyente es «un ejecutor de la palabra» (1,25), «pone y son así como «primicias de sus criaturas» (1,18; de igual modo que Is-
por obra la ley» (1,25), es «cumplidor de la ley» (4,11); pero esto es lo rael es el «primogénito de Dios», Ex 4,22; Jr 2,3; cf. Rom 16,5; 1 Cor
que Pablo afirma con la misma fuerza en Rom 2,13. 15,20, 16,15; Ap 14,4), primicias de la nueva creación de Dios (en espe-
Además del de Abrahán, Santiago aduce un segundo ejemplo de la fuer- cial los cristianos judíos de Jerusalén). Pero este nacimiento de Dios
za justificante de la fe que se «demuestra» con obras: el caso de la prosti- (véase también el joanismo, que tiene fuentes palestinenses) va acompañado
41
dr «dolores de parto» «por la vida»: «Dichoso el hombre que resiste la
I. Jacobs, op. cit., 462-464. prueba, porque, al salir airoso, recibirá en premio la vida que Dios ha pro-
42
Pseudo-Filón, Líber Antiquitatum Biblicarum, 18,5 (ed. Kísch, 159; trad. inglesa mrtido a los que lo aman» (1,12). En 5,7-11, el autor vuelve a hablar de
de M. James, Londres 1917, 123-124; trad. española en Apócrifos del AT II, Madrid, ente padecimiento previo a la parusía.
Ed. Cristiandad, 1983).
43
Y entonces era un motivo corriente (Josefo, Lh bello judaico V, 438; OrMan 4). M
Strack-Billerbcck, I, 22.
154 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO DE PABLO AL PAULINISMO 155
En la carta de Santiago reconocemos todos los rasgos propios de la pri- realizar algunas «suturas». Una división razonable sería la siguiente:
mitiva comunidad de Jerusalén (aramea y greco-judía) a través quizá de los 1) «Flp A»: l,l-3,la y 4,2-7.10-23 (datable quizá entre el 55 y el 60),
judíos helenistas de la ciudad. Es de notar que las primeras alusiones a la y 2) «Flp B»: 3,lb-4,1.8-9 (de fecha posterior; la fusión redaccional de
carta de Santiago las hallamos en Egipto (Alejandría). ¿Tenemos en esta ambas partes habría ocurrido, como muy tarde, en los años noventa) 45 .
carta una referencia a las comunidades judeocristianas de Alejandría no Pero en lo que respecta a nuestra exégesis teológica, este problema tiene
mencionadas por Lucas? El autor se llama a sí mismo «Santiago» (el Me- poca importancia. Mi opinión personal es que la segunda parte de la carta
nor) y dirige su carta a las doce tribus de Israel «en la diáspora», a la co- muestra rasgos deuteropaulinos y supone una «veneración de Pablo» en la
munidad primitiva en cuanto «resto de Israel». Aquí habla sin duda, con escuela paulina (3,1-15).
su característico «entusiasmo», del cristianismo palestinense, que no posee
una cristología elaborada, pero ha conservado un «recuerdo peligroso» de
la actuación de Jesús. Esto nos permite hacernos una idea sobre los malen- 1. Jesucristo como «Soter»: bienhechor y salvador
tendidos que «el paulinismo» había suscitado en la Iglesia primitiva (cf.
también 2 Pe 3,15). En la carta de Santiago percibimos un eco vivo de la En la segunda parte (más tardía) de su carta (Flp 3,lb-4,1.8-9), Pablo
tradición Q, amante de la paz, un tanto replegada en sí misma, volcada emplea efectivamente un tono más áspero que en la primera. ¿Qué ha ocu-
hacia la parusía y el juicio final; una tradición que lleva el sello de unas rrido? Filipos, la comunidad preferida de Pablo, parece haber caído en al-
comunidades muy concretas: las comunidades judeocristianas. gunos errores doctrinales, que sólo podemos reconstruir a partir de la reac-
ción del propio Pablo.
En toda Grecia, pero sobre todo en la Macedonia oriental, el sincretis-
IV mo de la Antigüedad tardía, debido sobre todo a la presión de ciertos pro-
pagandistas dentro de la comunidad cristiana, comienza a enturbiar la fe
DE PABLO AL PAULINISMO: LA CARTA A LOS FILIPENSES apostólica. Junto a la fe cristiana se desarrollan ciertos elementos proce-
dentes del judaismo, del helenismo y de Asia Menor. Pablo interpreta
Bibliografía: F. W. Beare, A Commentary on the Epistle to the Philippians (Nueva —sin razón— este fenómeno como una nueva forma de judaización del
York 31973); G. Bornkamm, Zum Verstandnis des Chrístus-Hymnus Phil 2,6-11, en cristianismo, ya que los propagandistas son favorables a la circuncisión
Gesammelte Aufsatze II (Munich 1959) 177-187; L. Cerfaux, L'bymne au Christ- (Flp 3,3), y ello en una comunidad con predominio de los cristianos de
Serviteur de Dieu, en Miscellanea histórica I (Hom. A. de Meyer; Lovaina 1946) origen pagano. Sin embargo, en la carta a los Colosenses, la «circuncisión»
117-130; J. Collange, L'épitre de saint Paul aux Philippiens (Neuchatel 1973); significa claramente una especie de religiosidad mistérica, por la que el
R. G. Hamerton-Kelly, Preexistence, Wisdom and the Son of Man (Cambridge 1973)
156-168; J. Huby, Saint Paul. Les ¿pitres de la captivité (París 1947); D. Georgi,
fiel se despoja del «hombre viejo» y, mediante la iniciación, se llena de
Der vorpaulinische Hymnus Phil 2,6-11, en Zeit und Geschichte (Hom. R. Bultmann; «lo divino». También entre los paganos la circuncisión (judía o no), dado
Tubinga 1964) 263-293; J. Gnilka, Der Philipperbrief (Friburgo de Br. 21976); el sincretismo de la época, era tenida en gran estima: formaba parte de la
J. Jeremías, Zu Phil 2,7, eauton ekénósen: NT 6 (1963) 182-188; E. Kasemann, «nueva moda». En Filipos, los falsos maestros se consideran «perfectos»
Kritische Analyse von Phil 2,5-11, en Exegetische Versuche und Besinnungen I (cf. 3,15), llenos del pneuma, aunque no defienden un libertinismo basado
(Gotinga "1965) 51-95; A. Klijn, De brief van Paulus aan de Filippenzen (Nijkerk en la gracia (3,15-16). Sin embargo, niegan que el sufrimiento conduzca
1969); E. Lohmeyer, Der Brief an die Philipper, Kolosser und an Philemon (Gotinga n la glorificación. Según la interpretación de Pablo, rechazan la cruz (3,18).
I0
1956); R. Martin, Carmen Christi, Phil. II, 5-11 in Recent Interpretation and in Invidentemente, sus adversarios obran así movidos por un entusiasmo
the Setting of Early Christian Worship (Cambridge 1967); G. H. Schegget, Het
lied van de mensenzoon. Studie over de Christuspsalm in FU. 2,6-11 (Baarn 1975); «pneumático» por la perfección (3,12-16). Es de notar que Pablo interpreta
J. A. Sanders, Dissenting Deities and Philippians 2,1-11: JBL 88 (1969) 279-290; In postura de estos cristianos entusiastas como una negación de la resurrec-
The New Testament Christological Hymns (Cambridge 1971); G. Strecker, Redaktion ción, al menos en el sentido de que ya no sienten la necesidad de la resu-
und Tradition im Christus-Hymnus Phil. 2,6-11: ZNW 55 (1964) 63-78; E. SchweÍ2er, rrección (cf. también 1 Cor 15,12; como algunos afirmarán posteriormente:
Erniedrigung und Erhohung bei Jesús und seinen Nachfolgern (Zurich 1962); «la resurrección se ha efectuado ya», cf. 2 Tim 2,18). Ya Filón había ha-
C. H. Talbert, The Problem of Pre-existence in Phil. 2,6-11: JBL 86 (1967) 141-153; blado de una «llamada de lo alto» hacia lo divino, que sería característica
Kl. Wengst, Christologische Formeln und Lieder des Urchristentums (Gütersloh 1973). ele ciertos hombres llenos de pneuma, convencidos de que estaban de paso
por la tierra, ya que su politeuma o auténtica patria era el cielo46. Estos
No existe acuerdo entre los exegetas sobre la autenticidad paulina de " Así, J. Gnilka, Der Philipperbrief, 5-11.
esta carta. Hay, sin embargo, muchos datos que inducen a suponer que '" «Serán llamados hacia lo alto» (pros to theion ano klesis) (Filón, Plant., 23).
algún miembro de la escuela de Pablo fusionó dos cartas del Apóstol rela- I ',u el Apocalipsis griego de Baruc ano klesis equivale a la entrada en el paraíso.
tivas a dos situaciones totalmente diferentes, y que para ello tuvo que l'Hinliién l'Ip 3,14 habla de ano klesis.
156 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO DE PABLO AL PAULINISMO 157

falsos maestros hablan claramente de un Soter o salvador, se jactan de en el cielo, poseen «el verdadero conocimiento» y utilizan las Escrituras,
hacer una interpretación alegórica del Tenak y (como en Gal y después interpretadas alegóricamente, para expresar sus experiencias celestiales. Se
en Col) conceden importancia a la piedad de calendario y a las estaciones. trata de una especie de falso «pentecostalismo», un estadio ulterior de lo
En pocas palabras: una espiritualidad entusiasta que, según la visión de que encontramos en la segunda carta a los Corintios; en ambos casos, estos
Pablo, pasa por alto la cruz y la esperanza en una resurrección todavía por propagandistas centran su actividad en Grecia. En este crisol cosmopolita
llegar y se recrea en experiencias «pneumáticas» de perfección, plenitud y empieza a manifestarse algo que luego aparecerá de una forma más nítida
cumplimiento (3,12-16). en Asia Menor. La ano klesis o «llamamiento de o hacia lo alto» (una idea
D. Georgi y J. Gnilka ven en ello la filosofía o concepción helenista del que Pablo toma evidentemente de sus adversarios) indica una estancia de
theios aner, según el modelo del sinaitismo mosaico que hallamos, por estos «pneumático» extáticos en las esferas celestes. Las cartas a los He-
ejemplo, en Filón 47 . El problema consiste en si esa elaborada filosofía del breos y a los Colosenses criticarán este fenómeno, pero de un modo bas-
theios aner es una construcción de gente erudita, suponiendo que en ella tante positivo; lo que hacen es «cristianizar» esa tendencia (cf. infra).
se hable de «taumaturgos» 48 . Es cierto, de todos modos, que se tiene co- Pablo, en cambio, la ataca, pues teme que con ella se corra el peligro de
nocimiento de «hombres de Dios» en el sentido de hombres que disfrutan destruir los principios de la fe apostólica. «¡Ojo con esos perros, malos
de una unión mística con Dios. En este sentido, la expresión refleja bien obreros, circuncisos! Porque los circuncisos somos nosotros, que damos
lo que estaba ocurriendo en Filipos (aunque tampoco aquí se hable de culto con el Espíritu de Dios» (3,2).
taumaturgos). Pero no entiendo, como afirma J. Gnilka"9, que la falsa doc- A tal herejía Pablo opone lisa y llanamente «la rectitud que viene por
trina consistiera en una sobrevaloración del Jesús histórico como taumatur- la fe en Cristo» (3,9). La unión «pneumática» con Cristo —«el ser en
go. En tal caso, esa gente formaría parte de una tendencia universalista Cristo»— encuentra su fundamento en la «justicia de Dios» (dikaiosyne
del judaismo griego de la época, según la cual sería suficiente para la sal- tou Theou, tema principal de la carta a los Romanos). De hecho, los cris-
vación humana el Jesús terreno con su dynamis divina; la cruz y la resu- tianos de Filipos conocen la doctrina de Pablo sobre la justificación. Frente
rrección serían, en cambio, superfluas. La fuerza divina de Cristo se tradu- al ansia de perfección de los herejes, Pablo presenta el «ser Iglesia en ca-
ciría en el optimismo y el ímpetu de estos cristianos, en contraste con la mino» (3,12-16 y 3,17-21), y sobre todo critica el desconocimiento de la
debilidad y apariencia enfermiza de Pablo (que fue, al parecer, un hombre cruz (3,18) en que pueden incurrir tales vivencias místicas. Pablo ataca,
de complexión débil, poco agradable y enfermiza, debido a lo cual tenía pues, la experiencia de una «escatología realizada» por parte de cristianos
quizá un carácter agresivo). Para aquella gente, los padecimientos y la de- que creen vivir ya en el cielo. Ya Filón había escrito: «La región celeste
bilidad van en descrédito de la fuerza de la predicación y de sus mensaje- en que moran los sabios como ciudadanos es para ellos su propia patria» 51.
ros. En mi libro Jesús, historia de un viviente adopto una postura crítica En un pasaje tomado quizá de un canto anterior, Pablo dice: «Nosotros,
respecto a una cristología del theios anerm. En Filipos no encontramos en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos como salva-
indicio alguno de tal cristología. Se trata de una mística judía heterodoxa dor (Soter) al Señor Jesucristo» (3,20). «El transformará la bajeza de nues-
de los «perfectos», personas que, por estar llenas del Espíritu, viven ya tro ser reproduciendo en nosotros el esplendor del suyo, con esa energía
que le permite incluso someterse el universo» (3,21). Pablo admite que la
47 patria de los cristianos es el cielo, donde mora el Soter Cristo, pero aún
Filón, Vita Moysis II, 69-70. tienen que venir la resurrección, la glorificación y la vida eterna. Pablo
48
Cf. C. R. Holladay, Theios Aner in Hellenistic-Judaism: A Critique of the Use
of this Category in New Testament Christology (Cambridge 1974) obra mecanografiada.
emplea aquí, por primera vez, un término religioso del vocabulario griego:
La conclusión a que llega este estudio es que existían diversas representaciones de soter, bienhechor, quien otorga soteria o salvación, o sea, perdón de los
ese tipo y que theios tenía por lo menos cuatro significados diferentes. Theios aner lacados, protección frente a las potencias demoníacas y el don de la vida
es: a) una persona inspirada; b) una persona que tiene una relación particular con rterna 52 . Al parecer, soter y politeuma eran términos corrientes en labios
Dios; c) un hombre extraordinario, y d) un hombre divino. Sin embargo, nunca apa- <le los herejes; Pablo los acepta críticamente, pues la vida celeste de estos
rece claro que theios aner sea un hombre divino que hace milagros. En la mística cristianos tenía como consecuencia cierta indiferencia ética frente a lo cor-
greco-judía, este concepto significa aproximadamente lo que entendemos por un «hom- poral. Cristo transformará nuestro cuerpo «con esa energía que le permite
bre de Dios». En Filón y Josefo, los grandes héroes de la historia de Israel son incluso someterse el universo» (3,21b). Sal 6,7 (en griego) es aplicado aquí
llamados simplemente «hombres de Dios», en el sentido de hombres que tienen una
relación mística con Dios, pero no en el sentido de taumaturgos. ni propio Cristo; lo cual suena más a «deuteropaulino» que a «Pablo»:
49
J. Gnilka, Philipperbrief, op. cit., 269-270.
fi\ atribuye siempre tal sometimiento a Dios, no siendo en ningún caso
50
Jesús, la historia de un viviente, 393. Nótese que el título lleva un signo de
interrogación. Tras la aparición del libro de Holladay, prefiero no hablar de una
cristología del theios aner (aunque sí, como lo he hecho, de una cristología del hijo " Filón, Conf. ling., 78.
de David salomónico). " 11. Haerens, Sóter et Satería (Studia Hellenistica 5; Lovaina 1948).
158 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO DE PABLO AL PAULINISMO 159

Cristo sujeto activo del mismo. No obstante, tampoco Pablo es ajeno a la blicamente la verdadera grandeza de este hombre, una grandeza que está
idea de que Cristo es Señor no sólo de la Iglesia, sino también del univer- oculta a los ojos del mundo. Esa es la lección moral que Pablo da a sus
so (cf. 1 Cor 15,25-28). cristianos con ayuda del himno cristológico.
El himno cristológico prepaulino que Pablo incorpora a su carta no
tenía la misma intención que ahora tiene en Pablo. Su autor quiere ofrecer
2. El canto del realmente Grande, una cristología, una confesión de fe en Jesucristo como Cosmokrator, Señor
es decir, del Humilde (Flp 2,6-11) del universo, al que está sometido todo, en el cielo, en la tierra y en el
abismo. Ahora bien, las interpretaciones del himno difieren bastante entre
Desde el punto de vista teológico, en la primera sección de la carta sí, aunque existe cierta unanimidad en cuanto a la estructura: a) 2,6-7a;
(l,l-3a y 4,2-7.10-23) es importante el himno cristológico, uno de los nu- b) 2,7bc-8b; c) 2,9, y d) 2,10-11; en otras palabras: preexistencia - encar-
merosos himnos compuestos en honor de Cristo por cristianos procedentes nación - exaltación - reconocimiento universal de Cristo Jesús soberano. La
del judaismo helenista que se interesaron por la misión evangélica a los diversidad de interpretaciones obedece a que muchos exegetas siguen par-
paganos. Pablo hace suyo el himno con un propósito claramente parené- tiendo de una neta distinción entre influencias «judeopalestinenses» y «he-
tico: «Entre vosotros tened la misma actitud de Cristo Jesús» (Flp 2,5), lenistas», lo cual ya no es sostenible desde un punto de vista histórico;
tras lo cual comienza el himno. Esto quiere decir que, prescindiendo del en el siglo i d. C , el judaismo, incluso en Palestina, se caracteriza por una
significado que tuviera el himno al margen de la carta, Pablo ve en él un mezcla sincretista de influencias judías, griegas y helenístico-orientales.
modelo de lo que él mismo exige a sus cristianos: que se traten con tapei- E. Lohmeyer y J. Jeremías piensan en un contexto puramente judeo-
nophrosyne, es decir, que consideren humilde y modestamente a los demás |>nlestinense: el himno sería una combinación del siervo doliente de Dios
superiores a sí mismos y se preocupen más de los intereses ajenos que de (Is 53) con el Hijo del hombre del libro de Daniel (Dn 7,13). E. Kase-
los propios (2,3-4). Preciamente en el himno (2,8) la tapeinosis de Jesús mann ve en él un modelo griego gnóstico: el mito del anthropos o el reía-
tiene una importancia capital. ¿En qué consiste esta humillación de Jesús? lo mítico del hombre primordial, identificado en la literatura sapiencial,
El «se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo» (2,7). En esta y también en Filón, con la Sabiduría o Logos. En el himno, Cristo es el
cultura de la Antigüedad tardía, doulos es el hombre en cuanto sometido «ntitipo del adam o primer hombre desobediente; es el hombre escatoló-
a las potencias celestes, supraterrenales, que determinan el destino humano H¡co obediente que, sometiéndose libremente a la muerte, ha destruido el
(cf. también Gal 4,3-4.8-9; Rom 8,21; fuera de Pablo, Heb 2,15 y passim; poder de la muerte y ha liberado al hombre. Esta opinión, con diversas mo-
cf. infra sobre Col 2,20). Doulos es la condición humana tal como la en- dificaciones, es compartida por numerosos exegetas que ven el himno como
tendía la Antigüedad tardía: un juguete en manos de la heimarmene o des- una combinación de tradiciones palestinenses y griegas. Un buen represen-
tino y de otras muchas potencias suprahumanas53. Sobre todo en la carta tante de esta tesis es J. Jervell en su obra ya clásica Imago dei56. D. Geor-
a los Hebreos (cf. infra), la condición humana significa humillación, espe- ui, por el contrario, quiere subrayar la influencia de Is 45,23, es decir,
cialmente para un ser celeste preexistente, que, según la interpretación de Iti influencia judeohelenista de los LXX, como ocurre en Sab 1-9, donde
Sal 8,5-7 en el judaismo primitivo, es «inferior a los ángeles» M. También III snbiduría entra en el hombre sabio, pero no se identifica con él. El him-
para Filón tapeinosis significa la existencia humana vana, caduca, condenada no, en cambio, habla de una identificación. No obstante, Georgi indica
a la muerte 55 ; ser hombre quiere decir entrar en la ardua historia de pade- ion razón que en Sab 3 y 4 la muerte de un sabio es una «exaltación»
cimientos de la humanidad. El hecho de que Jesús haya aceptado esta exis- V que la doxología de Flp 2,11 muestra rasgos afines a los de Sab 18,13.
tencia humana libremente y obedeciendo hasta la muerte, el punto más I,. Cerfaux había descubierto ya una clara afinidad entre este himno cristo-
profundo de la condición de douleia o esclavitud del ser humano, demues- Iónico y el Isaías griego (Is 49,4; 53,8; 53,12; 49,7) S1, opinión compar-
tra la grandeza del hombre que abraza libremente tal humillación. Al menos tida por J. Sanders, quien precisa que las analogías con el texto hebreo de
58
para Pablo, es una cuestión secundaria determinar si la dignidad de Cristo INIIÍHS son aún más significativas, sobre todo en el caso de Is 53 . Por
consiste en una preexistencia «escatológica» (res rapienda) o en una pre- olio lado, Sanders ve también afinidades con la apocalíptica judía, en la
existencia «protológica» (res rapta); lo que pretende decir con este himno i|tir ciertos «seres celestiales» se muestran celosos del hombre, quieren
es que la verdadera grandeza se manifiesta en la humildad, en la identi- luiu'i-sc «semejantes a Dios» y se rebelan contra él 59 . G. Strecker busca
ficación con el hombre esclavizado y caído, y que precisamente tal actitud
obtiene definitivamente la bendición de Dios. Dios mismo proclamará pú-
I. Jervell, op. cit., 212-213.
L. Ci-rfaux, L'hymne au Christ-Serviteur, op. cit., 117-130.
53
J. Jervell, Imago Dei, op. cit., 229. F. 'I'. Sanders, Christological Hymns, op. cit., 60.
54
Cf. infra, sobre Heb 1,6-10. í. A. Sanders, Dissenting Deities, op. cit., 281-282 (1 Hen 6,2; Vida de Adán
55
Filón, Quis rerum divinarum heres, 29. i).
160 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO DE PABLO AL PAULINISMO 161
la solución totalmente en la misma línea, de acuerdo con Flp 3,20-21 í0 . para los contemporáneos esa postura de humilde identificación con la con-
E. Schweizer, L. Ruppert y G. Nickelsburg hacen hincapié en que el «justo dición humana de esclavo contrastaba rotundamente con lo que la literatura
doliente» y exaltado del Deuteroisaías era identificado ya en el primer de la época (intertestamentaria) escribía sobre los ángeles soberbios que
judaismo con el Hijo del hombre apocalíptico61. Finalmente, R. Hamerton- se mostraron celosos del hombre, «imagen de Dios» y «señor de la crea-
Kelly realiza una síntesis, hermosa en abstracto, según la cual en Flp 2,5-11 ción» (Gn 1,28), e intentaron poner su trono en lo más elevado del cielo **,
confluyen el redentor celeste de la apocalíptica judía y el anthropos celeste 0 bien intentaron hacer caer al hombre, culmen de la creación, incitándolo
del Corpus Hermeticum 1,12-14 62. Lo cierto de esta posición es que en el a «ser como Elohim» (Gn 3,5) 65.
siglo i d. C. se entremezclan de modo sincretista la apocalíptica judía, el En mi opinión, el trasfondo de este himno —además del Siervo de
misticismo griego y las tradiciones sapienciales63. Yahvé (L. Cerfaux y J. A. Sanders han mostrado las claras afinidades ter-
De todo este conjunto de interpretaciones se colige que la investigación minológicas que existen entre esta figura y el himno)— es la especulación
se ocupa más de los contextos religiosos que del significado del himno del primer judaismo sobre el hombre como imagen de Dios y señor del
en la estructura de la carta a los Filipenses. Naturalmente, existe una estre- mundo (Gn 1,26), relacionada por la exégesis judía de tipo peser con Sal
cha relación entre ambos aspectos. Lo más importante de toda la discusión 8,5-7: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo del hombre
es saber si la forma dei, la «categoría de Dios», de que habla Flp 2,5, es (el ser humano) para que te ocupes de él? Lo hiciste poco menos que un
una res rapta o una res rapienda: si el «ser igual a Dios» es una condición dios, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras
preexistente de Cristo o algo a lo que se aspira (como los ángeles en la tic tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies» (citado también en Heb
apocalíptica judía). En otras palabras: si se trata de una preexistencia pro- 2,6-9). Imagen de Dios y señor del mundo eran en este tipo de especula-
tológica (es decir, de la divinidad de Cristo) o de una preexistencia esca- ción ideas correlativas **, al igual que en todo el Nuevo Testamento, Cristo,
tológica. Lo primero que se puede —y, en mi opinión, se debe— pregun- ctkon de Dios, va unido siempre a la idea de su mediación en la creación:
tar es cómo Pablo, dado su objetivo parenético, entendió el himno. No se <*1 sostiene el universo (Heb 1,3; Jn 1,3; Col 1,15-17; 2 Cor 4,4; cf. la
trata de una inclinación preexistente, sino de la obediencia en el ámbito tradición sapiencial: Sab 7,21.25-26; 9,12 con 16,21; Eclo 1,4; Prov 8,30),
de la existencia humana. La opción por la humillación se atribuye única- concepciones particularmente familiares en el judaismo helenista. Detrás
mente al hombre Jesús: «Así, presentándose como simple hombre, se aba- de este himno está, sin duda, la especulación del primer judaismo sobre
jó... hasta la muerte», mientras que en 2,7 se habla de una kenosis, o sea, el primer hombre, el adam desobediente, y el futuro «hombre celestial»,
de la encarnación misma. Existe una diferencia entre la kenosis o autova- rscatológico y obediente (cf. en Pablo 1 Cor 15,22.45; Rom 5,12-21), y no
ciamiento, el «hacerse hombre», y la tapeinosis o humillación, término que un mito helenista (difícil de encuadrar cronológicamente) sobre el anthro-
se refiere a la muerte. Aquel que por su propia naturaleza es realmente pos, pese a cierto parentesco de ideas. En la carta a los Hebreos aparece
grande no sólo «se despoja de su rango» al hacerse hombre, sino que, en el mismo pensamiento —la encarnación significa un rebajamiento «por de-
cuanto hombre, acepta la muerte ignominiosa de cruz. Por ello me pregun- lntjo de los ángeles»—, así como la exaltación sobre los ángeles, pensada
to si, en contra de lo que sostienen muchos exegetas, la expresión «hasta por Dios desde la eternidad, es la recompensa benévola por esa humilla-
la muerte y muerte en oruz» no formaba parte del himno original, pues ción transitoria (cf. infra). Gn 1,26 y Sal 8,5-7, tal como eran entendidos
de lo contrario no tendría sentido distinguir entre kenosis y tapeinosis; de m el primer judaismo, pueden explicar todo el himno en su situación his-
hecho, la forma serví comprende ya la mortalidad y la muerte, pero no tórica. (No es imposible que en esta exégesis judía hayan influido ciertos
de por sí la humillación de una muerte en cruz. El hyper del «(super)en- mitos de Canaán y del Oriente antiguo, pero —dada la inseguridad que
cumbramiento» («Dios lo encumbró sobre todo»), en mi opinión, se refiere trina en el aspecto cronológico— creo que tal influencia está aún total-
primariamente al resarcimiento divino por esa doble humillación —kenosis mente por demostrar, a pesar del Corpus Hermeticum I, 12-14). Con fre-
y tapeinosis—; Dios honra no sólo la primera, sino también la segunda n inicia se actúa como si los autores neotestamentarios hubiesen escrito sus
«degradación»; de ahí el hyper. Por tanto, a tenor del espíritu del himno (Hilas pastorales en una gran biblioteca. Cada época tiene idea y concep-
y de su comprensión por parte de Pablo, debemos convenir en que se trata i iones que pasan a formar parte de su «patrimonio común». (Quienes hoy
de una preexistencia protológica en sentido estricto. Es, pues, evidente que Imlilnn de «vivencias existenciales» o de «alienación» humana no tienen
1 mi qué saber nada de existencialismo o marxismo).
60
G. Strecker, Redaktion, op. cit., 75. I'ero lo importante es que la concepción del primer judaismo sobre el
61
E. Schweizer, Erniedrigung, 30; L. Ruppert, Jesús ais der Leidende Gerechte?
(Stuttgart 1972) 70; G. Nickelsburg, Resurrection, Immortality, op. cit., 77-78.
62
R. Hamerton-Kelly, Pre-existence, op. cit., 167. "' I [en(csl) 29,4-5.
63
Res rapta es el botín ya conseguido; res rapienda es el botín que todavía se " I Icn(esl) ibíd.
debe conseguir. Cf. P. Schoonenberg, Kenosis: Conc 11 (1966) 51-71. "" I. Jcrvcll, Imago Dei, op. cit., 230-231.
II
162 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO DE PABLO AL PAULINISMO 163
hombre como imagen de Dios y señor del universo o cosmokrator tiene su parte del consejo celeste 68 . Si tienen que salir a luchar, combatirán «las
contexto histórico en las tradiciones reales palestinenses. Muchos exegetas estrellas» o los ángeles celestiales con ellos e Israel (cántico de Débora,
han indicado que la prehistoria yahvista de Israel contenida en el Génesis, fue 5,20). El rey David es una especie de «ángel de Dios» (1 Sm 29,9;
la de los patriarcas y la de los orígenes se configuran a partir de la situa- 14,17.20). La nobleza de Israel, sus «hijos de hombre» son llamados fre-
ción de la monarquía unificada de Israel y Judá bajo David y Salomón67. cuentemente elohim debido a su condición y a su pertenencia al consejo
En otras palabras, Gn 2-11 tiene como trasfondo las condiciones socio- celestial de Dios (Sal 82; 45,6; 58,1). Pero son solamente «hijos del Altí-
históricas de la época davídica. David, visir de Dios y soberano de Israel, simo», «como ángeles y estrellas». En Sal 8,5-7 (una proyección retrospec-
es el modelo según el cual se describe «el adam» que vive en el edén del tiva del rey David al «primer hombre») se dice de Adán: Yahvé lo hizo
Génesis. En la tradición yahvista, el «hombre» o adam tiene unos rasgos poco menos que un elohim o ángel. Creerse superior es, según esto, una
semejantes a los que más tarde asumirá el rey de Israel: el adam es pro- especie de usurpación. De un «hijo de hombre» como el príncipe de Tiro,
piamente «el rey». El hombre tiene una condición real dentro del universo, que se tenía por Dios (Ez 28), y del rey de Babilonia, que pensaba subir
de igual modo que David fue «sacado del polvo» —de la nada— y elevado «por encima de las estrellas (ángeles) de Dios» (Is 14), se dice «que cae-
a la condición real (cf. 1 Re 16,2). Además, ya en la estructura semiíeudal nin del cielo» (a la fosa).
de Canaán, el rey y los cortesanos son llamados «hijos de hombre» (gen-
tileshombres) frente al «hombre» sencillo, el vulgo. Todo el Oriente anti- El Yahvista y también Ezequiel democratizarán el concepto de «hijo
guo conocía en su lenguaje esa diferencia (y casi todas las lenguas poseen dt* hombre»: todos los hombres son gentileshombres. Pero todo noble u
denominaciones análogas de tipo aristocrático, que se irán democratizando «hombre» es, por tanto, sólo hombre; de este modo, el hijo de hombre se
con el tiempo; para los primeros colonizadores, los «negros» o «amarillos» tonvierte finalmente en «un gusano de nada» (Job 25,5-6). Es interesante
no eran «hombres» o, más exactamente, eran hombres, pero no hombres ver cómo la antigua historia de los nefilim —«los grandes» de este mundo
blancos o gentileshombres, «hijos de hombre»). Inicialmente, hijo de hom- (< ¡n 6,1-4), o sea, los «hijos de hombre»— fue interpretada en el primer
bre era el individuo que poseía una condición legal muy privilegiada: prín- ¡lulnísmo. Ya no son (como en la historia original) nobles, príncipes, vasa-
cipe, rey, notable o persona de alto linaje. David, un pobre pastor («saca- llos o notables del pasado, sino «ángeles caídos» (que habían estado aso-
do de los apriscos») se convirtió en príncipe (2 Sm 7,8; 7,9: «famoso rlmlos con hombres de los que nació una raza de gigantes). La idea de que
como los famosos de la tierra», un hijo de hombre, en expresión de la ION notables de Israel eran miembros de la corte celestial adquiere así un
época). En Sal 80,16-17, David es llamado príncipe, «el que está a tu dies- «entido mítico.
tra»: un «hijo de hombre». Esto tiene consecuencias importantes. En efec- En la apocalíptica del primer judaismo renacen estas antiguas ideas, que
to, nobles, príncipes y reyes formaban en el Oriente antiguo, como también lutbftm permanecido olvidadas. Con ayuda de ideas griegas se llegó a un
en la Jerusalén preisraelita, una especie de consejo regio del Dios celestial ••universo en dos pisos» w. En vez del único grupo de los nobles dirigentes,
junto a su consejo celeste de elohim. Cuando David se convierte en prínci- (iptiircc ahora (gracias a la democratización del concepto de hijo de hom-
pe, entra con toda su familia real a formar parte de la corte celestial con l'i< ), junto a los ángeles de la corte celestial, todo el pueblo elegido de
sus ángeles en el monte Sión (Sal 89,5.7). Los «hijos de hombre» forman Cada nación tiene su propio guía celeste («los ángeles de las nacio-
). Así como David era una especie de «ángel de Dios» durante la mo-
67
iifn, de igual modo en tiempos más democráticos todo el pueblo ele-
Bibliografía. General: H. Wolff, The Kerygma of the Jahwist: Int 20 (1966) -~cn realidad, su resto santo— es «como estrellas» o ángeles del
131-158; R. Clements, Ahraham and David (SBTh 215; Londres 1967); W. Brüg- (Dn 12,3). La figura celestial «como un hijo de hombre» (Dn 7,13)
geman, David and his Theologian: CBQ 30 (1968) 156-181; B. Mazar, The Historical
Background of the Book Génesis: JNES 28 (1969) 73-83; A. Alt, Kleine Schriften
'I mismo tiempo el «príncipe celestial» en la corte celeste, en la que
tur Geschichte des Volkes Israel, 3 vols. (Munich 1953-1959). Análisis parciales:
W. Wifall, Son of Man. A Pre-Davidic Social Class?: CBQ 37 (1975) 331-340; id., I Collins, Son of Man and Saints of the Most High: JBL 93 (1974) 50-66.
The Breath of this Nostrils, Gen 2,7b: CBQ 36 (1974) 237-240; id., Gen 3,15. itiiimnü representaciones existían en Egipto; con ellas están emparentadas las
A Protevangelium: CBQ 36 (1974) 361-365; id., Gen 6,14. A Pre-Davidic Royal • iiinrH reales de Israel (H. Frankfort, Ancient Egyptian Religions, Nueva York
Myth?: BTB 5 (1975) 294-301; id., David, Prototype of Israels Future: BTB 4 (1974) i i
94-107; W. Brüggeman, The Trusted Creature: CBQ 31 (1969) 484-498; id., King-
I Collins, Son of Man, op. cit., 55-60. En las obras citadas en la nota 67
ship and Chaos: CBQ 33 (1971) 317-332; id., Neariness, Exile and Chaos: CBQ 34
i linio, las de Wifall y Collins) se descarta de un modo convincente lo que,
(1972) 19-38; id., Of the same flesh and bone: ibíd. 32 (1970) 532-542; id., From
il opinión, no estaba claro en la prehistoria del concepto «Hijo del hombre»
Dust to Kingship: ZAW 84 (1972) 1-18; J. Wijngaards, Vazal van Jahwe (Baarn
. t(/i, la historia de un viviente, 426-439). Esta revisión del tema no aporta nada
1965). Las promesas hechas a Abrahán reflejan las circunstancias sociopolíticas del
• mihiT rl empleo del término «Hijo del hombre» en el Nuevo Testamento. Pero
reino de Israel, y las promesas de la alianza reflejan las circunstancias de la llamada
rtii por qué Jesús pudo recibir tanto el título de Hijo de David como el de
alianza davídica presente en 2 Sm 7.
i|p| hombre: orin¡nnr¡nmente, ambos títulos eran casi sinónimos.
164 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO
DE PABLO AL PAULINISMO 165
ocupa un puesto como jefe y representante de Israel en la tierra: un eikon
celeste del Israel terreno. diante la tapeinosis, la profunda humillación de una existencia humana ya
Esta historia del concepto «hijo de hombre», ligada originalmente a Da- humillada, o sea, mediante la aceptación por parte de Jesús del tabú más
vid y a sus hijos —príncipes y notables, y como tales miembros de la corte horroroso de aquel tiempo: la muerte en cruz. Kenosis y tapeinosis son
celeste—, adquirió una importancia fundamental para el cristianismo, una experimentadas por el hombre Jesús como un acto de obediencia, no a las
vez que resurgió en la apocalíptica con la figura del hijo celeste del hom- fuerzas del destino o heimarmene, sino al Dios vivo. En esto radica la
bre, protector del hijo terreno de David y de Israel como pueblo de Dios. auténtica grandeza que se ha manifestado en su superexaltación por Dios
En el cristianismo primitivo, «Hijo de David» e «Hijo del hombre» es- (el cual tasa todo en su auténtico valor), al menos por lo que se refiere
tán estrechamente ligados, y toda esa prehistoria judía establecerá en el a los seres celestes y a los que creen en él, los hombres que cantan este
cristianismo primitivo una íntima relación entre cristología y angelología himno a Cristo. Pero el mundo aún no lo ve; se queda en el aspecto que
(cf. lo que decimos infra sobre la carta a los Hebreos y el joanismo). Esto ello tiene de ignominia: un ser humano, inferior a los ángeles y muerto
nos permite entender de algún modo la identidad joánica del Espíritu y el en la cruz.
Paráclito, así como la tendencia del cristianismo primitivo a llamar a Jesús No se puede decir (según el tenor de este himno cristológico) que Dios
«ángel» («cristología angélica»), o la misma carta a los Hebreos, cuyo in- se limita a afirmar y reconocer la grandeza y el valor que por sí misma
terés principal es mostrar que el que está sentado a la diestra de Dios no posee esa humillante solidaridad con lo que la Antigüedad tardía considera-
es un ángel, sino un hombre (Heb 1,5-14 hasta 2,1-9) y, en fin, una de las ba «humanidad despreciada». Era muy grande la tentación en tal sentido,
más antiguas fórmulas «trinitarias»: Padre, Cristo y Ángel (cf. infra). pero es ajena a este himno cristológico. Tanto más cuanto que este himno
es el único texto del Nuevo Testamento, que yo sepa, donde se dice expre-
En mi opinión, este análisis demuestra que el canto cristológico de
samente que la exaltación de Jesús es para él mismo una charis o favor de
Flp 2,6-11 es plenamente comprensible a la luz del «hijo de hombre» de
Dios. Es ante todo Jesús quien recibe una gracia: ho Theos... echarisato
la exégesis judía de Gn 1,26 y Sal 8,5-7 en combinación con el «siervo
auto to onoma hyper pan onoma, es decir, Dios le favoreció con la charis
doliente» del Deuteroisaías. Este análisis, en caso de que otros lo conside-
de «un título que sobrepasa todo título» (Flp 2,9b): el título de Kyriós
ren correcto, sería una prueba más de las dificultades que el cristianismo
(el título sinagogal de Adonay o Dios) (Flp 2,11b). En esta exaltación Dios
tuvo que encontrar en la cultura de la Antigüedad tardía, especialmente
le concede su propio nombre, con lo cual está claro para los creyentes que
entre la aristocracia cultural de la época, a la hora de proclamar la salva-
él, Dios, es un Dios de los hombres y, por tanto, todos los seres del cielo,
ción o redención por medio de un hombre —no de un ángel o un héroe
de la tierra y de los abismos deben doblar la rodilla ante este Humilde
celeste—, y de un hombre mortal crucificado, e introducirla en una cultura
que, desde el punto de vista cósmico, es sólo un hijo de hombre, no un
centrada en esferas y seres celestes, que esperaban nostálgicamente el adve-
ángel: un «derrotado». Según el tenor de este canto del Humilde, la salva-
nimiento de un redentor celestial. Obviamente, el cristianismo hubo de
ción, aunque proviene de Dios, debe encontrarse en una modalidad deter-
hacer frente a la tentación de interpretar a Jesús según las pautas marcadas
minada de existencia y vida humana. A pesar de todas las ideas sobre la
por las expectativas de la época. Es de notar, sin embargo, que —fuera
preexistencia, en este himno se acentúa, por un lado, el «autovaciamiento»
del joanismo (cf. infra)— el Nuevo Testamento, comenzando por el pauli-
y el sufrimiento injusto de la existencia histórica de Jesús y, por otro, el
nismo, ve el carácter celestial de Jesús de una forma fundamentalmente
hecho de que esto no es definitivo. Una vida semejante posee por sí misma
escatológica: la exaltación de Jesús por Dios después de su muerte, según
un valor definitivo, irrevocable. Se vive así no porque se espere una recom-
un plan pensado por Dios desde la eternidad, en el que Jesús, don esca-
pensa: eso estaría en contradicción con la incondicionalidad de la entrega
tológico apocalípticamente preexistente en Dios, está ya dispuesto para los
en kenosis y tapeinosis. Además, lo pasado, pasado está. Esta irrevocabili-
tiempos futuros, pero sin que ello signifique una interpretación «protoló-
dad, incluso humana, no puede ser la última palabra, sobre todo cuando
gica» de esa preexistencia, dato muy antiguo en el cristianismo primitivo.
el interés no está sólo en unos «valores», sino también en el hombre vivo
En estos ambientes cristianos (fuera del joanismo) se trata de una preexis-
que los encarna. Luego la afirmación divina de la profunda irrevocabilidad
tencia escatológica (apocalíptico-sapiencial).
y de la postura definitiva y decisiva de Jesús tiene que significar algo real
De este Jesús escatológico preexistente dice la carta a los Filipenses para la propia persona de Jesús. De lo contrario, no se trataría ya de un
que se hizo uno más entre los hombres (anthropon): entra en nuestra his- hombre, sino de unos ideales, valores y conceptos abstractos, o de una abs-
toria humana como hombre. A diferencia de los primeros «hijos de hom- tracción, «la humanidad», o del ben adam, al que hay que sacrificar todos
bre», Jesús acepta el destino humano «por debajo de los elohim» o ánge- los hombres concretos70. En cualquier caso, antes de actualizar «con esque-
les y no pretende nada más. Asume la humilde condición humana. En una
época en la que se busca la ayuda de seres celestes, esto representa eviden-
'" Entre otros, G. ter Schegget afirma que tras la muerte de Jesús no comienza
temente un acto de «autovaciamiento»: Jesús no es un elohim ni quiere una nueva fase, con todas las consecuencias que esta abstracción implica (cf. Het lied
serlo. Más aún: este autovaciamiento (kenosis) se hace miín intruso me- van de mensenzoan, op. cit., 138).
166 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO LA «CHARIS» EN LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO 167

mas modernos» este himno cristológico, habrá que reconocer que, según el fica ser hombre y lo ha vivido en su propia carne. Es interesante observar
tenor de este canto al Hijo del hombre, la charis de Dios significa un com- que en la carta a los Filipenses esta kyriotes o señorío de Cristo no se
padecerse de la persona del Jesús muerto por sus ideales, y no simplemente refiere —como Pablo hace casi siempre— a la comunidad o a la Iglesia
una corroboración divina de los valores e ideales por los que Jesús vivió de Dios, sino al universo.
y por los que de hecho fue condenado a muerte. De ser cierta esta última Para Isaías, esta grandiosa inauguración era un acontecimiento futuro,
hipótesis, estaríamos ante un Dios de ideales grandiosos, pero no ante un escatológico. Según una concepción extendida en aquella época, en el juicio
Dios de los hombres. Aun dentro de una cultura antigua preocupada por final serían aniquiladas todas las potencias demoníacas (cf. Ap 19,20;
los seres angélicos, está claro de qué se trata. El testimonio de la carta 20 14; Mt 25,41). En la carta a los Filipenses tales potencias no son des-
a los Filipenses consiste en que Dios es un Dios de los hombres. Con truidas, sino sometidas: su servil aclamación es un elemento esencial de la
todos sus rasgos hieráticos, orientales, judeohelenistas, este himno cristiano entronización 71. Aquí no se dice que el dominio de Cristo tenga una dura-
es un canto a la misericordia de Dios con el hombre precisamente en su ción limitada (como se insinúa aún en 1 Cor 15,14), aunque Pablo siga
condición humana más dolorosa. Al mismo tiempo, es también un canto afirmando el sometimiento de Cristo a Dios. Esto se expresa también en la
de alabanza a la verdadera grandeza del hombre, oculta en la insignificancia doxología que (a tal fin) añade muy probablemente el propio Pablo: «para
de la humillación. gloria de Dios Padre» (2,11b; cf. también 1 Cor 15,24; 3,23; 11,3; Rom
Este himno muestra también que su esquema fundamental no es el es- 15,7). La salvación del hombre y la gloria de Dios son para Pablo una mis-
quema paulino de «muerte-resurrección», sino el de «encarnación-exalta- ma cosa; pero Dios es Dios, y únicamente él. Este acto de solidaridad de
ción». Tras su muerte, Jesús es sencillamente «objeto» de la acción de Jesús con la «humanidad degradada» (según los esquemas de la Antigüe-
Dios, lo cual tampoco tiene nada que ver con el modelo de la katabasis dad tardía) Pablo lo convierte en modelo de vida ético-religiosa para los
(descenso) y anabasis (subida) (como, por ejemplo, en Ef 4,8-10; Jn 3,13). cristianos. Precisamente por eso cita este himno cristológico. El himno no
Jesús es «superexaltado» (hyperhypsosen) por Dios. En esta concepción puede decirnos cómo esa solidaridad de los cristianos debe manifestarse en
interviene también un esquema espacial: Jesús sube al más alto de los cie- las situaciones actuales. Hay una serie de condicionamientos históricos que
los, por encima de las esferas celestes en que moran los ángeles, hasta la el cristiano tiene que analizar e interpretar personalmente.
morada de Dios (la misma idea aparece en la carta a los Hebreos, con la
que este himno tiene grandes afinidades; cf. infra). En otras palabras: el
Jesús que como hombre estaba colocado por debajo de los ángeles, es en- Conclusión
cumbrado por Dios sobre todos los ángeles, «a la diestra de Dios»; es ver-
dad que el himno no dice expresamente esto último, pero está implícito LA «CHARIS» DE JESUCRISTO EN LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO
en su entronización como Señor del universo. Por ello, tanto los ángeles
como los hombres y los seres de los abismos (2,10b) deben doblar la rodilla
Pablo remite repetidamente al principio del solus Christus, con una
ante su nuevo Señor y Dueño, ante el Humilde exaltado: Jesús de Naza-
exclusividad y una insistencia en la gracia que se dirían nacidas de su celo.
ret. La exaltación o ascensión al cielo (formalmente no se emplea el mo-
«Por él perdí todo aquello y lo tengo por basura con tal de ganar a Cristo
delo de la resurrección) de Jesucristo (cf. también 1 Tim 3,16; Heb 1,3-4)
e incorporarme a él, no por tener la propia justicia que concede la ley,
es presentada según el modelo de la entronización de un soberano univer-
sino la que viene por la fe en Cristo, la justicia que Dios concede como
sal, con las tres fases tradicionales entonces: a) presentación, b) proclama-
respuesta a la fe» (Flp 3,8-9). «Quiero así tomar conciencia de su persona,
ción, c) proskynesis (doblar la rodilla o rendir tributo y venerar) y exomo-
de la potencia de su resurrección y de la solidaridad con sus sufrimientos,
logesis (aclamación) por parte de todos los asistentes. El trasfondo de este
reproduciendo en mí su muerte para ver de alcanzar como sea la resurrec-
modelo es el texto griego de Is 42,22-25. En Isaías todos los pueblos son
ción de entre los muertos» (Flp 3,10-11). Esta es sencillamente la doctrina
llamados a la salvación por Yahvé, y es ante el Dios único Yahvé ante
de Pablo sobre la gracia. No hay otro principio de salvación fuera de Jesu-
quien «se doblará toda rodilla y jurará toda lengua» (Is 45,23b en el con-
cristo. Todos los otros caminos de salvación, incluso el de la Tora, quedan
texto de 45,22-25; cf. Rom 14,11, que cita directamente Is 45,23). Flp 2,
cerrados por esta exclusividad. La revelación de la salvación está histórica-
10-11 aplica todo esto a Cristo: el universo, todas las potencias superiores
mente unida a Jesús, sobre todo a su muerte en la cruz, y se concede a los
e inferiores, deben rendir homenaje al nuevo soberano presentado por Dios,
elegidos; este dato se halla implicado en el concepto judío que Pablo tiene
el cual (por primera vez se cita el nombre) es Jesucristo, Jesús, el hombre
de charis: la charis es elección. «Porque Dios los eligió primero, destinán-
histórico que ha compartido solidariamente nuestro destino humano. La
dolos desde entonces a que reprodujeran los rasgos de su Hijo, de modo
universalidad se hace «cósmica»: todo lo que en el universo no es Dios
debe reconocer la supremacía, el señorío del Jesús exaltado, del nuevo
kosmokrator; no de un tirano, sino de una persona que sabe lo que signi- " Cf. también F. Hahn, Christologische Hoheitstitel. Ihre Geschichte im frühen
Chrtstentum (Gotinga 1963) 120-121.
168 TEOLOGÍA DE LA GRACIA EN PABLO LA «CHARIS» EN LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO 169

que éste fuera el mayor de una multitud de hermanos; y a los que había en Cristo Jesús sois todos hijos de Dios» (Gal 3,26), huiothesia o adop-
predestinado, los llamó; a los que llamó los rehabilitó, y a los que rehabi- ción (carta a los Gálatas, Rom 8,14-15) y, por tanto (Rom 8,15), posesión
litó les comunicó su gloria» (Rom 8,29-30). El carácter exclusivo de Cristo del Pneuma (Rom 8,9), fundamento de la herencia que obtendremos de
hace que la comunidad cristiana tenga una identidad social como grupo. Dios con Jesús (Rom 8,17; cf. 8,29; Gal 4,5). Para Pablo, la gracia es
¿Cómo se puede hablar entonces de una universalidad cristiana? Pablo comunión de vida con Dios en virtud de la mediación de Jesucristo en la
resuelve el problema invocando la charis peculiar de la predicación apos- fuerza del Espíritu; y, en consecuencia, liberación para el amor fraterno
tólica: por medio de la predicación, especialmente la de Pablo, la revela- y para todo «lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo lim-
ción de la salvación se unlversaliza al ser comunicada a todos los pueblos. pio, todo lo estimable, todo lo de buena fama, cualquier virtud o mérito
La charis, el don del misterio salvífico revelado a los escogidos, se hace que haya» (Flp 4,8), «para el amor recíproco y un interés unánime por la
al mismo tiempo universal mediante la charis específica del apostolado. unidad» (Flp 2,2) o, en una palabra: para el amor (1 Cor 13,1-13). El ob-
«Dios estaba reconciliando el mundo consigo... poniendo en nuestras ma- jetivo y el sentido último de toda esta iniciativa salvífica de Dios es la
nos el mensaje de la reconciliación» (2 Cor 5,19). «Somos, pues, embaja- salvación del hombre para gloria del Padre (Rom 5,2; 2 Cor 4,15). La
dores de Cristo y es como si Dios exhortara por nuestro medio. Por Cristo charis (gracia) produce charis (acción de gracias) (2 Cor 9,10): «para gloria
os lo pido, dejaos reconciliar con Dios» (2 Cor 5,20). La particularidad de Dios Padre» (Flp 2,11b).
(relación con la muerte histórica de Jesús en la cruz y con la comunidad
elegida de Dios) se convierte en universalidad a través de la predicación
por todo el mundo. Esta tensión es patente en el concepto paulino de gra-
cia. Si en virtud de la predicación a todos los paganos se prepara la con-
versión escatológica de Israel (Rom 9,1-11,33; cf. infra), la exclusividad de
la charis en Cristo es un acontecimiento universal que afecta a toda la hu-
manidad. La universalidad no es un dato objetivado, sino una tarea que
debe realizarse mediante la misión y presencia en todas las partes del mun-
do en virtud de la elección o de la existencia cristiana efectiva (esto es lo
que Pablo llama elección). La charis abarca, pues, la revelación de Dios y
la paradosis apostólica o tradición, es decir, la predicación de un evangelio
liberado de la ley, que para Pablo viene a expresar lo que él entiende por
«gracia». La luz de todos los goyim, «luz del mundo», es Jesús en cuanto
Cristo, es decir, el resucitado de la muerte, el viviente. Charis es la reve-
lación —en el tiempo— del misterio y de la voluntad salvíficos preparados
por Dios desde toda la eternidad y, al mismo tiempo, la fuerza para acep-
tar ese misterio de la revelación y cumplir las exigencias éticas que se deri-
van del mismo en la praxis. En otras palabras: charis o gracia, en el senti-
do paulino, es conocimiento «sobrenatural» del misterio de la salvación,
o fe en tal misterio, y una fuerza ética; ambos, mediante el perdón de los
pecados y la justificación, sellados por el bautismo, hacen del hombre una
nueva criatura (2 Cor 5,17).
Cuando se trata del carácter gratuito e incondicional del favor de Dios,
se pone el acento en la riqueza y superabundancia del mismo (Rom 5,15;
5,20; 6,1; 2 Cor 9,8; 9,14). Dado que esta riqueza que Dios ha dado al
hombre en Cristo (1 Cor 1,14; 1 Cor 2,12; 2 Cor 9,8.14) afecta al peca-
dor, la charis es al mismo tiempo redención: liberación, salvación, reconci-
liación y rescate (2 Cor 6,1; Gal 2,21), la justicia de Dios en el hombre
(Rom 4,5; 5,7.21; 2 Cor 5,21b). La totalidad de la gracia divina como
salvación para el hombre es el único hombre Jesucristo (Rom 5,12b; cf.
8,32), el crucificado y resucitado. Para Pablo, la gracia es, pues, participa-
ción en la pasión y muerte de Jesús a través de la fe y del bautismo (Gal
3,26.27; Rom 6), una participación sobre todo en su condición: «Por la fe
EL CRISTIANISMO EN ASIA MENOR 171

CAPITULO II correctamente las intenciones y necesidades de los habitantes de Asia Menor


ni vieron las implicaciones de su deseo de compaginar la sobria fe apostó-
EL PAULINISMO FUERA DE LAS lica con la necesidad oriental de «experiencias» y vivencias intrapsíquicas.
CARTAS AUTENTICAS DE PABLO Lo cierto es que los autores de las cartas emplean el lenguaje de estos cris-
tianos «escurridizos», pero no ceden un milímetro ante ellos cuando opinan
que existe el peligro de comprometer el monismo de la gracia de Dios en
Cristo. Las cartas a los cristianos de Colosas y de Efeso son un buen ejem-
plo al respecto. Muestran cómo sus autores siguen la doctrina de su maes-
tro «Pablo», pero actualizándola a tenor de las nuevas situaciones profanas
y eclesiales. Así, pues, con la autoridad del Nuevo Testamento, son un
Introducción modelo para cualquier «reinterpretación» teológica de la fe apostólica y,
por tanto, para la inculturación del cristianismo en otra cultura.

EL CRISTIANISMO EN ASIA MENOR Bibliografía (sobre las cartas a los Colosenses y a los Efesios): D. Amand, Vata-
lisme et liberté dans l'antiquité grecque (Lovaina 1945); P. Benoit, Rapport littéraire
De muchos datos se deduce que, después del año 70, el centro de todo entre les ¿pitres aux Colossiens et aux Ephésiens, en Neutestamentliche Aufsatze
el cristianismo se trasladó al Asia Menor occidental, el entonces proconsu- (Hom. J. Schmid; Ratisbona 1963) 11-22; E. Best, One Body in Christ (Londres
lado romano de Asia, y concretamente a Efeso. Esta ciudad era en aquel 1955); M. Dibelius y H. Gteeven, An die Kolosser, Epheser, an Philemon (Tubínga
tiempo capital de la región y residencia del procónsul romano y, en el pla- '1953); C. Colpe, Zur Leib-Christi-Vorstellung im Epheserbrief, en Judentum, Ur-
no eclesial, lo que podríamos llamar una «ciudad episcopal». Aquí conflui- christentum, Kirche (Hom. J. Jeremías, BZNTW 26; Berlín 21964) 172-187; J. Du-
rán el paulinismo y el joanismo (en Efeso se recopiló más tarde el corpus pont, Gnosis (Lovaina-París 21960); A. J. Festugiére, L'idéal religieux des Grecs et
í'Evangile (París 21932); id., La révélation d'Hermés Trismégiste, 4 vols. (París 1944-
joánico, si bien en Egipto se han hallado manuscritos muy antiguos del 1954); J. Gnilka, Der Epheserbrief (HThKNT X/2; Friburgo de Br. 21977); H. Gross,
Evangelio de Juan). Aunque toda la oikoumene de entonces era helenista, Der Engel im Alten Testament: «Archiv für Liturgiewissenschaft» 6 (Ratisbona 1959)
el helenismo de Asia Menor presentaba unos rasgos orientales más marca- 28-42; H. Hegemann, Die Vorstellung von Schópfungsmittler im hellenistischen
dos, ya que esta zona era punto de confluencia de culturas orientales y oc- Judentum und Urchristentum (TU 32; Berlín 1961); J. Huby, Les ¿pitres de la
cidentales, con sus propias características sociales (la mujer, por ejemplo, captivité (París 21947); J. Jervell, Imago Dei. Gen. 1,26-27 im Spatjudentum, in der
especialmente la viuda, gozaba de mayor consideración que en Palestina Gnosis und in den paulinischen Briefen (FRLANT 76; Gotinga 1960); E. Kasemann,
o incluso que en Grecia, al menos en la región ática). El cristianismo de lixcgetische Versuche und Besinnungen (Gotinga 41965) I, 158-168; II, 253-262 y
262-267 (ed. española: Ensayos exeg¿ticos (Salamanca 1978); Kolosserbrief, en RGG
Asia Menor tiene incluso su «propia gramática» dentro de la koiné hele- 'III, 1727-1728; E. Lohmeyer, Die Briefe an die Philipper, an die Kolosser und an
nista general (el griego corriente de la época). La exuberancia oriental, la l'hilemon (Gotinga "1964); E. Lohse, Christusbotschaft und Kirche im Kolosserbrief:
necesidad de experiencias pneumáticas, la impresión de vivir en un mundo NTS 11 (1964-1965) 203-216; id., Die Briefe an die Kolosser und an Philemon
de ángeles y demonios, todo ello era en aquella región un problema exis- (Gotinga "1968); J. Meuzelaar, Der Leib des Messias (Assen 1961); J. Michl, Engel,
tencial. Tras las acciones humanas buenas hay espíritus buenos; tras las rn RAC V, 53-200; Fr. Mussner, Der Brief an die Kolosser (Dusseldorf 1965);
malas, potencias malignas, demoníacas o kosmokratores, frente a los cuales id., Christus, das All und die Kirche (Tréveris 21968); P. Pokorny, Epheserbrief und
se busca protección mediante ritos muy diversos. La astrología y los cómpu- Unostische Mysterien: ZNW 53 (1962) 160-194; Der Epheserbrief und die Gnosis
tos basados en el calendario, según las distintas fases del sol y de la luna, (Hcrlín 1965); H. Schlier, Machte und Gewalten im Neuen Testament (Quaest. disp.
1; Friburgo de Br. 1958); id., Der Brief an die Epheser. Ein Kommentar (Dusseldorf
eran parte integrante de la vida de muchas personas; se consultaban ansio- M965); id., Christus und die Kirche im Epheserbrief (Tubinga 1930); P. Schubert,
samente los horóscopos. l'urm and Functions of the Pauline Thanksgivings (BZNW 20; Berlín 1939); C. H. Tal-
En una cultura de este tipo, ansiosa de salvación y de una vida conso- bcrt, The Myth of a Descending-Ascending Redeemer in Mediterranean Antiquity:
lidada y segura, cualquier tipo de vida —incluido el cristianismo— tenía N'l'S 22 (1976) 418-440; G. Thompson, The Letters of Paul to the Ephesians, to
su oportunidad. La gente de Asia Menor buscaba un camino, una filosofía the Colossians and to Philemon (Cambridge 1967).
de la vida: cosa tanto más significativa si tenemos en cuenta que vivía en
una zona geográfica que era punto de confluencia de diversos mundos. Los
autores neotestamentarios que se dirigen a los cristianos de Asia Menor
piensan y sienten en sintonía con ese clima cultural, pero se muestran crí-
ticos cuando el sincretismo choca con el principio del solus Christus. Quizá
estos autores cristianos, a la hora de reaccionar, no siempre entendieron
I 1. Trasfondo hermenéutico de la carta a los Colosenses:
la «filosofía de la vida»
CRISTO, PLENITUD DE DIOS;
LA IGLESIA, PLENITUD DE CRISTO: En Asia Menor, especialmente en ciudades como Colosas y Efeso, vive
CARTA A LOS COLOSENSES gente de muchos países, gente sin patria, que busca una salvación indivi-
dual y tiende a un eudemonismo celeste72. Tales personas presienten una
La carta a los Colosenses quiere mostrar el significado universal de ruptura cósmica, una especie de catástrofe universal, un divorcio entre el
Cristo mediante su triunfo sobre las potencias cósmicas y precisar así la mundo superior (celestial) y el inferior (terrenal). El problema del sentido
posición de la Iglesia y el cometido del ministerio apostólico. El punto y del absurdo se vive en una dimensión cósmica y se expresa en un anhelo
central de su testimonio cristiano es la presencia viva de la salvación de salvífico de restaurar la unidad cósmica. En este contexto, algunos han ha-
Dios en Cristo, otorgada ya a los hombres, si bien esta salvación actual blado de una especie de «acosmismo pancósmico», un sentimiento de la
está orientada hacia la esperanza del futuro escatológico, manifestado al unidad del universo en el que lo terreno quedaría como reabsorbido. Las
mundo mediante la predicación apostólica de la Iglesia (1,5). A este res- nuevas concepciones sobre la vida y los nuevos modos de comportamiento
pecto, la realidad viva de Cristo es el fundamento de la comunidad y de reciben el nombre de philosophia, pero tienen poco que ver con la filosofía
su esperanza (1,27) para el mundo. griega. «Filosofía de la vida» es la expresión helenista con que se designa
un comportamiento religioso. Así, los judíos helenistas llamaban «filosofía»
Fuera de los saludos (1,2; 4,18), el término charis se emplea en el sen- a toda la mentalidad no judía 73 , y Josefo llama simplemente «escuelas filo-
tido paulino de «gracia del ministerio apostólico» (3,16) y una vez en rela- sóficas» a los grupos religiosos existentes en el judaismo, como fariseos,
ción con la vocación cristiana: «Desde el día en que escuchasteis la buena saduceos y esenios74. También las religiones mistéricas eran llamadas en-
noticia y comprendisteis de verdad lo generoso que es Dios» (1,6). Eviden- tonces «filosofías». (Por tanto, la reacción de la carta a los Colosenses con-
temente, «gracia» tiene aquí el significado —típico en el primer judaismo tra la «filosofía» no puede considerarse, pese a que así suceda con frecuen-
y en el cristianismo primitivo— de sabiduría o verdad revelada, manifesta- cia, como desconfianza del Nuevo Testamento frente a la filosofía o al
da a los escogidos y transmitida por la gracia del ministerio apostólico a fin pensamiento cristiano; es algo totalmente diferente).
de que otros puedan ser partícipes de esta elección (cf. supra). Conse-
cuencia de ello es la charis en el sentido de acción de gracias por la gracia ¿A qué filosofía religiosa se refiere la carta a los Colosenses? Del aná-
obtenida, acepción clásica en todas las cartas helenistas y en el judaismo lisis de ésta sacamos una idea bastante fragmentaria. La filosofía que cons-
griego. tituye un peligro para la comunidad (2,8) se funda evidentemente en una
La comunidad de Colosas ha conocido y aceptado como verdad la pa- respetable tradición (2,8) y pretende transmitir un recto conocimiento y
labra anunciada por Epafras (1,7-8). Se trata de la «gracia de Dios» (1,6; saber (sophia: 1,9.28; 2,3.23; 4,5; synesis o saber espiritual: 1,9; 2,2;
cf. Gal 5,4). En este sentido, la. carta a los Colosenses no tiene un concepto gnosis o conocimiento: 2,3; epignosis, conocimiento profundo, es un térmi-
propio de gracia; el autor se limita a analizar su contenido, es decir, el no que en el helenismo equivale simplemente a gnosis: 1,6.9.10; 2,2; 3,10),
contenido de la sabiduría, que estaba oculta como misterio en Dios desde pero sobre todo un conocimiento de los stoicheia tou kosmou (2,8.20)
la eternidad, pero ha sido revelada en Cristo y se transmite mediante el —expresión que aparece en muchos textos neotestamentarios—, «poten-
ministerio apostólico en la Iglesia. El conflicto paulino entre gracia y bue- cias del mundo», seres celestes o ángeles (2,18) o fuerzas (personales) cós-
nas obras es ajeno al autor; está superado. El autor hace hincapié en la micas (2,10.15). Stoicheia, elementos, significa literalmente lo que está dis-
necesidad de buenas obras, rasgo común a todas las cartas deuteropaulinas puesto siguiendo un orden regular (por ejemplo, los eslabones de una ca-
(1,10; 1,21; 3,17; cf. Ef 2,10; Tit 1,16; 3,1; 1 Tim 2,10; 5,10; 2 Tim dena); por tanto, principio o fundamento. El término se aplicaba sobre
2,21; 3,17). Quien escribe la carta a los Colosenses procede de la escuela todo a los elementos que consideraban constitutivos del universo: agua
de Pablo. La concepción paulina de la salvación definitiva y exclusiva de fuego, aire y tierra. En el sincretismo helenista, estos principios constitu-
Dios en Cristo es para él una norma apostólica: «Cristo es nuestra vida» tivos del mundo fueron mitologizados: se convirtieron en seres vivientes.
(3,4). Pero esta perspectiva salvífica es actualizada en unas situaciones com- Pero también las estrellas forman parte de estos «elementos» y determinan
pletamente nuevas. el curso del universo y el destino del hombre. Así, también los doce signos

" Véase también la bibliografía de las pp. 532s sobre la espiritualidad de la Anti-
güedad tardía.
" Por ejemplo, 4 Mac 5,11.
14
Josefo, De bello judaico II, 119; Antiquitates, 18,11.
174 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO CRISTO, PLENITUD DE DIOS 175

del zodíaco son llamados stoicheia15; de ahí la gran importancia de los varios grupos religiosos. El peligro para los cristianos era creer que en
horóscopos (también en Qumrán se ha encontrado un gran número). esas filosofías de la vida se podía encontrar una experiencia suplementa-
Quien conoce el curso de los astros obtiene poder; mediante la magia o ria, una seguridad adicional. (El problema es parecido al de algunos cris-
iniciación, el hombre puede poner a su servicio el poder de estos seres tianos actuales que practican el budismo-zen).
celestes. Para los judíos de la época, las estrellas estaban ya «desespiritua-
lizadas», pero cada una estaba gobernada por un ser celeste espiritual, un
ángel, y el arcángel Uriel dirigía todos los movimientos de las estrellas en 2. Reacción de la carta a los Colosenses
el cielo (1 Hen). Sin embargo, en este período de sincretismo, por lo me-
nos en el ámbito de la fe popular, las estrellas eran veneradas como seres Si Pablo invitaba a elegir entre la «ley» y «Cristo», la carta a los Co-
divinos (la frontera entre «estrellas» y «ángeles» era un tanto vaga). El losenses responde al desafío de esa filosofía de la vida con el mismo espí-
hombre es un ser constituido por los mismos elementos fundamentales: ritu. La alternativa es ahora vivir kata stoicheia tou kosmou o vivir kata
es un microcosmos dentro de un macrocosmos (esta idea fue divulgada por Christon (Col 2,8). No es posible combinar «estos ángeles» y «Cristo»
el estoicismo). como dos caminos distintos de salvación, pues desde el punto de vista apos-
Así, pues, el concepto fundamental de la filosofía contra la que reaccio- tólico la salvación está sólo en Cristo y, por tanto, hay un solo camino de
na la carta a los Colosenses es el de stoicheia tou kosmou, las potencias ce- salvación. A partir de este nuevo clima espiritual, lo que Pablo llama «la
lestes que se veneran para obtener el acceso al pleroma o plenitud (divina) gracia que es Cristo» recibe una interpretación distinta. El criterio sigue
(2,9); en otras palabras, el culto de los ángeles tenía como objetivo la ex- siendo el mismo: la salvación de Dios en Cristo Jesús. El autor habla de
periencia de una plenitud divina (2,10). En la carta a los Colosenses no se la gracia de Cristo en una nueva situación hermenéutica, de la que procede
precisa la relación entre stoicheia y pleroma. ¿Se trata de potencias ame- la nueva terminología utilizada por la carta a los Colosenses para abordar
nazadoras que, en caso de no ser veneradas, obstaculizan el acceso al plero- el tema de la salvación actual en Cristo. La carta dice que el pleroma divi-
ma (plenitud)? De todos modos, el hombre no puede gozar de la plenitud no (la plenitud) habita sólo en Cristo, y habita, y ello somatikos, como si
divina si no rinde culto a tales potencias cósmicas. Libremente, el hombre se tratase del propio soma, corporalmente (2,9). El autor recoge aquí los
se muestra dispuesto (ethelothreskia, 2,23) a honrar a tales ángeles (2,8) términos clave de la filosofía de la vida. Sólo en Cristo se da la «plenitud».
y a observar toda una serie de tabúes: «No tomes, no pruebes, no toques» Y cita un himno conocido por los colosenses: 1,12-20. Cristo es el Señor,
(2,21), y a celebrar una serie de festividades de acuerdo con el calendario el Kyrios de la Iglesia: así lo enseña la doctrina apostólica; pero la carta
(2,16). Mediante una ascesis rigurosa, el iniciado se aparta del mundo a los Colosenses quiere situar a Jesús en el conjunto del macrocosmos con
(2,11; 2,23), observa con exactitud los días y períodos que la astrología sus esferas celestes.
declara «sagrados» (2,16) y se abstiene de determinadas comidas y bebidas Cristo es el eikon de Dios, es decir, aquel en quien Dios se nos mani-
(2,16.21). De esta forma, sigue la orientación de las leyes del cosmos, que, fiesta (1,15), la visibilidad de Dios (Sab 7,25-26: la sabiduría es el eikon
por ser leyes del macrocosmos, son también norma para el microcosmos de la bondad de Dios). Cristo, pues, se halla totalmente en la dimensión
del hombre. divina, por encima del cosmos: es prototokos, «nacido antes que toda cria-
El mundo es, pues, por decirlo de algún modo, el soma, el cuerpo de tura» (1,15b) y pro pontón (1,17) («antes que todo»), preexistente en sen-
un único Logos o «espíritu» universal, presente en todas las cosas. Tam- tido sapiencial (cf. Prov 8,22; Eclo 1,4; 24,9; Sab 9,9 y 9,4). Cristo es el
bién la escuela estoica —que en su origen no fue un fenómeno específica- «primogénito», anterior a los demás (cf. también Heb 1,6), ya que es el
mente griego, sino creado por griegos que vivían fuera de su patria que mediador de la creación. En cuanto Señor, está frente al mundo creado,
estaban en contacto con la espiritualidad del Asia Menor— se movía en aunque también él haya sido creado. Creado, pero preexistente. Se trata de
este mismo clima intelectual (en cualquier caso, estas corrientes religiosas una preexistencia escatológico-apocalíptica, sapiencial: Jesús es el bien sal-
buscan el logos o la razón: «La religión, dentro de los límites de la razón vílico escatológico, preparado por Dios desde la eternidad para manifestarlo
pura», podríamos decir de la escuela estoica, siguiendo una expresión de a su debido tiempo. (Este texto no habla de preexistencia en sentido tfini-
Kant). No se trata, por tanto, de una gnosis, sino de un sincretismo de la tnrío, de una existencia previa de la segunda persona de la Trinidad).
Antigüedad tardía, del que nacerá la gnosis ulterior. Lo importante en él Esta confesión apostólica del Kyrios es explicada luego con una termi-
es la necesidad de sentirse colmado de las fuerzas divinas que vienen nología que se remonta a la escuela estoica y que quizá era utilizada tam-
del «alma» de la realidad, sobre todo de la epourania (las esferas celestes bién por esta filosofía de Asia Menor (pero no en relación con Cristo):
con sus habitantes misteriosos). •«Por su medio se creó el universo» (1,16). Dios es el creador, pero «por
En aquel tiempo cabía la posibilidad de pertenecer simultáneamente a medio de Cristo». En la escuela estoica existía un himno de alabanza a la
l'hysis o naturaleza universal: o physis, ek sou panta, en soi panta, eis se
Diógenes Laercio, IV, 102. l>anta: «Oh naturaleza, todo proviene de ti, todo está en ti, todo tiende
176 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO CRISTO, PLENITUD DE DIOS 177
hacia ti» 76 . Este panteísmo había sido eliminado ya en el judaismo hele- miembros de ese único cuerpo. Esta imagen era conocida también en el
nista, pero su terminología pasó al cristianismo primitivo a través de la judaismo helenista81. Para Filón, lo más cercano a la morada de Dios es
sinagoga griega. Ya Pablo conocía la tríada: ex, eis y dia («de», «a» y el mundo supraterreno, celestial, soma tou Logou o cuerpo del Logos, el
«por», 1 Cor 8,6; Rom 11,36), pero el ex quo (de quien) se dice única- cual es su cabeza: su principio vital u . El himno cristiano se inspira en esos
mente de Dios (1 Cor 8,6), mientras que sólo a Cristo se aplica el in quo cantos al Logos: «El (Cristo) es también la cabeza del cuerpo». En un am-
(en quien), a quo (dia: por medio de) y ad quem (a quien). Sólo Dios es biente helenista, esto significaría que él da vida y consistencia al cosmos83.
creador 77 . Pero la carta a los Colosenses corrige drásticamente la idea de aquella
No debemos olvidar que lo que se dice de Cristo en la primera estrofa cultura. La idea básica es que sólo en Cristo está la salvación y el principio
del himno cristológico de la carta a los Colosenses se enmarca en la pers- de vida (relación caput-corpus). La corrección que introduce la carta a los
pectiva de lo que se afirma en la segunda estrofa: la salvación escatológica Colosenses es: entiendo por «cuerpo» la Iglesia. Por tanto, no el cosmos.
que Jesús nos ha traído. Esa es la razón de que él exista como consejero Esto cambia toda la perspectiva del sustrato cultural y religioso de la época
en el protón, o sea, antes de la creación, la cual existe por él. Así se expre- (e incluso quizá del himno cristológico citado en la carta). El trasfondo
sa el significado cósmico-universal de Jesús (cf. 1 Cor 8,6; también Jn 1,3; cósmico es corregido en términos histórico-salvíficos y eclesiológicos. De he-
Heb 1,3; 2,10). Todo —también los seres celestiales— existe «en él». cho, Cristo ejerce ya su soberanía universal (para Pablo esto era un aconte-
Se mencionan cuatro clases de seres celestes: «majestades y señoríos» (ky- cimiento escatológico futuro), pero lo hace únicamente como cabeza de la
riotetes o legiones celestiales; cf. 1 Cor 8,5) y «soberanías y autoridades» Iglesia, su cuerpo, al que proporciona vida y energía. La carta a los Colo-
(archai y exousiai), o sea, «seres supraterrenos» (cf. 1 Cor 15,24; Rom senses afirma, pues, que el cosmos no es «cuerpo de Cristo», sino sólo la
8,38; también Ef 1,21; 3,10; 6,12) 78. Por ser Señor, Cristo está por enci- Iglesia. En otras palabras: el soma tou Christou está en un único punto
ma de todas las potencias (además de Col 2,10.15, cf. Ef 1,21; 1 Pe 3,22). del mundo, allí donde está la Iglesia M.
«Todas las cosas fueron creadas para él» significa que Cristo es el sentido Contrariamente a lo que muchos sostienen, la carta a los Colosenses no
del universo. El tiene el mundo en su mano, el universo tiene en él su presenta un horizonte cósmico, sino eclesiocéntrico, si bien la Iglesia es
consistencia (synestekenai es también un término del platonismo medio entendida a partir de la representación del cosmos como cuerpo del Logos,
y del estoicismo que expresa la admirable unidad y cohesión del universo). el cual confiere vida y consistencia. Resultado de esta corrección es que
El mundo se mantiene organizado gracias al Logos (cf. también Eclo 43,26; Cristo ejerce su soberanía sobre el mundo por medio de la Iglesia, y desde
Heb 1,3). Y se da la razón de ello: kai (que aquí significa «porque»); en ahora. Cristo es Señor del universo, «cabeza de toda soberanía y autori-
mi opinión, esta frase no pertenece a la segunda estrofa, sino al final de la dad», dice expresamente Col 2,10, pero esas potencias no son su cuerpo.
primera, ingeniosamente modificada en la carta a los Colosenses (cf. infra). Y el señorío cósmico se manifiesta en que la Iglesia, mediante su predica-
El universo tiene en él su consistencia, «porque él es la cabeza del cuerpo» ción, anuncia a Cristo a todos los pueblos (Col 1,27-28). Para la carta a los
(1,18, pegado a 1,17), como cabeza mantiene ligado al soma o cuerpo. Colosenses, la Iglesia es el lugar en que Cristo ejerce, aquí y ahora, su
Esa era precisamente la idea de la espiritualidad del Asia Menor: el Logos dominio universal: mediante la predicación de la salvación y de la recon-
es la cabeza del cosmos, que es su cuerpo cósmico79. ciliación. El sentido del himno —a tenor de la función que cumple en la
En este sincretismo de la Antigüedad tardía, la idea del cuerpo cósmico carta (y esto es lo que nos interesa)— se indicaba ya en 1,13-14: «Porque
iba unida a nociones iranias m. Según estas ideas, el Dios supremo está pre- él nos sacó del dominio (exousia) de las tinieblas, para trasladarnos al
ñado y da a luz todo el universo: de su cabeza proviene el cielo; de los reino (basileia) de su Hijo querido, por quien obtenemos la redención, el
pies, la tierra, etc. El cosmos como cuerpo del Logos divino y los elemen- perdón de los pecados». Exousia (en hebreo, memsalah) significa «ámbito
tos como miembros de ese cuerpo responden a una idea muy extendida en
aquel tiempo (en el ambiente panteísta). Entonces estaba de moda este 81
H. Hegermann, Die Vorstellung vom Schopfungsmittler, op. cit., 58-59; 63-66;
aforismo: «Zeus es la kephale (cabeza) del cosmos y con su fuerza está pre- 100-101.
sente en todo el universo» (de un fragmento órfico). La escuela estoica " Filón, De somniis I, 128.
sabe también que todo el cosmos está lleno de Dios y los hombres son " «Cabeza» no debe entenderse aquí en un sentido veterotestamentario. En el
Tcnak, «cabeza» significa «jefe», «señor»; no sugiere la idea de principio vital, que
es de lo que aquí se trata. «Cabeza» debe entenderse, pues, en su sentido helenista.
76
Marco Aurelio, VI, 23,2. Además, en el Antiguo Testamento «cabeza» no se opone nunca a «cuerpo».
77 14
Filón dice acerca de la sabiduría: dia hes ta hola elthen eis genesin (De fuga, Además, aquí hay una diferencia con respecto al soma de Pablo. En 1 Cor 12
109): «Por medio de ella tuvieron existencia todas las cosas». V Rom 12 se habla de las relaciones recíprocas existentes entre los miembros de un
78
Strack-Billerbeck, III, 583. mismo cuerpo, no de una relación «cabeza-cuerpo». 1 Cor 1,13 va ya más en la línea
79
Ya en Platón, Timeo, 31b; 32ac; 39e; 47c-48b. Je la carta a los Colosenses: el único cuerpo, en el que hemos sido bautizados, y el
80
Así, E. Lohse, An die Kolosser und an Philemon, op. cit., 93. «cuerpo eucarístico».
12
178 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO CRISTO, PLENITUD DE DIOS 179

de poder»; la carta a los Colosenses piensa en términos más espaciales que Y tal derrota es obra de la muerte expiatoria de Cristo. En la cita de otro
temporales (en consonancia con el trasfondo cósmico, este carácter espacial fragmento se dice: «Dios os dio vida con él, perdonando todos nues-
adquirirá cada vez mayor importancia en las cartas posteriores). Estamos tros delitos, cancelando el recibo que nos pasaban los preceptos de la
ante una transferencia de poderes: así como un rey puede trasladar a todo ley; éste nos era contrario, pero Dios lo quitó de en medio clavándo-
un pueblo de su lugar de residencia a otro lugar, así también Cristo ha sa- lo en la cruz. Destituyendo a las soberanías y autoridades, las ofreció en
cado a los cristianos del ámbito «de este mundo», donde ciertos seres su- espectáculo público, después de triunfar de ellas por medio de Cristo»
praterrenales determinan con horóscopos el destino humano, y los ha tras- (2,13c-15). La muerte reconciliadora en la cruz, cuya consecuencia es el
ladado a otro ámbito, a un reino (basileia) cuyo único soberano es Cristo. perdón de los pecados (2,13c), es explicada en 2,14-15. La culpa contraída
Pablo habla del «reino de Dios» en futuro (1 Tes 2,12; Gal 5,21; 1 Cor por el pecado es interpretada con esquemas jurídico-rabínicos: el pecador
6,9-10; 15,50): únicamente en 1 Cor 15,23-28 se habla del «reino de Cris- se encuentra ante Dios como el deudor frente al acreedor, el cual posee el
to», pero se trata de una soberanía temporal y transitoria, que dura hasta recibo de la deuda. Según el judaismo oficial, Dios no cancela el recibo si
que Cristo devuelva su poder al Padre; hasta entonces no comienza el reino no se ofrecen en compensación buenas obras, méritos y sacrificios expiato-
de Dios. En la carta a los Colosenses, en cambio, Jesús ejerce su soberanía rios 85. La comunidad cristiana proclama que, mediante la muerte expiatoria
ya ahora; ya ahora «Cristo es todo en todo» (3,11). de Jesús, Dios ha cancelado el recibo y ha perdonado nuestros delitos:
Esta concepción espacial tiene muchas consecuencias. Los cristianos, en nadie puede demostrarnos lo contrario, pues los documentos acusatorios
virtud de su bautismo, no sólo mueren con Jesús, sino que resucitan con han sido cancelados. Los pecados, por consiguiente, han perdido su vigen-
Cristo (2,12); han sido «trasladados»: moran allá arriba, en el ámbito ce- cia. La carta a los Colosenses recuerda aquí un dato del cristianismo primi-
lestial de Cristo (1,13), soma Christou. Sólo ese mundo superior está lleno tivo: la remisión de los pecados en virtud de la muerte de Jesús en la cruz,
de la fuerza de Cristo. Pero ese mundo es la Iglesia. La conclusión es ob- en la que hemos sido sumergidos por el agua bautismal. Gracias a ello,
via: «Por tanto, si habéis resucitado con Cristo, buscad lo de arriba, donde el poder de los espíritus celestes ha sido derrotado: éstos son conducidos
Cristo está sentado a la derecha de Dios... vuestra vida está escondida con como prisioneros tras el carro triunfal en el que el soter o vencedor hace
Cristo en Dios» (Col 3,1-4). No hay que buscar los epigeia, lo terrenal, su entrada grandiosa después de la batalla: «ha ofrecido en espectáculo pú-
sino los epourania, lo celestial. La carta a los Colosenses se mueve, pues, blico» a los jefes derrotados (2,14-15). La derrota es visible para todos:
en el horizonte de la espiritualidad de Asia Menor, pero llamando a las en la vida de los cristianos, que nada tiene ya que ver con tales seres su-
cosas por su nombre cristiano: todo esto, una vida repleta de realidades praterrenos, demonios y kosmokratores. Para los cristianos no significan
celestes, sólo es posible en Cristo, que ha resucitado realmente y vive junto nada: en Cristo ya no hay motivo para temores cósmicos, el grave proble-
al Padre. La carta a los Colosenses se limita a afirmar este punto de la fe ma de aquel tiempo. Esta es la experiencia de gracia que proclama la carta
apostólica —nada nuevo, por tanto—, pero en un ámbito completamente a los Colosenses, una experiencia en la que el perdón de los pecados abre
distinto. Los stoicheia tou kosmou, los principios celestes que rigen este la perspectiva a una radical confianza en Dios por Cristo, mediante la cual
mundo, siguen existiendo, pero los cristianos no viven ya en ese mundo los creyentes se convierten en hombres libres que ya no tienen por qué
(2,20), sino en otra parte, «allá arriba». El autor puede mostrar así que la temer nada ni a nadie. Si la salvación está únicamente en Cristo, el cris-
plenitud celeste que estos hombres buscan en la «filosofía» es concedida tiano está liberado de «devociones a ángeles» (2,18) y de todos los tabúes
sólo por medio de Cristo. Procura relacionar la «fe apostólica» con la «ex- (2,21) que prohiben comer o beber esto o aquello (2,20-21). Y añade el
periencia humana» de una forma similar a como obran los modernos teó- autor: todo eso son dones buenos que Dios nos otorga (2,22). La «vida
logos de la correlación. cristiana allí arriba» no está, pues, tan al margen de lo terreno como po-
Pero profundicemos en este modelo presente en la carta a los Colosen- dría sugerir este modelo.
ses. De hecho, la traslación de los cristianos al mundo de arriba, en cuanto En la segunda estrofa del himno cristológico (l,18b-20) se pone de ma-
«cuerpo del Señor resucitado», tiene un contenido puramente apostólico: nifiesto el fundamento de los predicados cósmicos que en la primera estrofa
se trata de la apolytrosis (1,14), la redención o liberación, lo que en la se aplican a Cristo. Cristo es arche (principio), o sea, prototokos ek ton
carta a los Colosenses equivale al perdón de los pecados por el bautismo nckron (1,18b), el primogénito de entre los muertos. También en la litera-
cristiano (1,14; cf. Ef 1,7). Pablo consideraba el pecado como una poten- inra sapiencial, la Sabiduría (y en los escritos intertestamentarios, el Logos)
cia, un tirano que domina al hombre (Rom 5,12), pero una potencia que es llamada arche (Prov 8,23). En la carta a los Colosenses no se dice que
ha sido vencida por la superpotencia de Jesús, por su muerte en la cruz Cristo sea arche tes ktiseos tou Theou (comienzo y principio de la creación
(Rom 8,3; 2 Cor 5,21; cf. Rom 5,25). También para la carta a los Colosen- di- Dios; cf. Ap 3,14). Es arche por ser «el primogénito de entre los muer-
ses, el contenido de la salvación es perdón de los pecados y comunión de ios», el primero que ha resucitado y, por consiguiente, aparche (primicia)
vida con Dios en Cristo; pero esto se entiende en el sentido de una derrota
del poder de los seres celestes que manejan en la tierra el bien y el mal. Snack-Billerbeck, III, 78-79.
180 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO
CRISTO, PLENITUD DE DIOS 181
de la futura resurrección (cf. 1 Cor 15,20.23), «autor (archegos) de la vamente a una tienda— indujo a los LXX a traducir el término hebreo
vida» (Hch 3,15), «el primero de los muertos en resucitar» (Hch 26,23), equivalente a «morar» por skenoun, «plantar la tienda»; en hebreo, esto
«el primero en nacer de la muerte y el soberano de los reyes de la tierra» ocurre sólo en casos excepcionales, como Gn 9,27; Jue 8,11 87 . En el len-
(Ap 1,5): una tradición del cristianismo primitivo. La carta a los Colosen- guaje religioso se emplea esta palabra para expresar que Dios habita «en
ses dice: «Para tener en todo la primacía» (1,18), es decir, Jesús, el Cristo, medio de los suyos» (Nm 5,3; 35,34), sobre todo en Israel (Ex 25,8; 29,
es el primero (proteuon: el que precede a todos y a todo, el que tiene 45-46; Ez 43,9, etc.), en el monte de Sión o en Jerusalén (Is 8,18; Jl 4,
prioridad absoluta) en el orden de la creación y en el de la resurrección 17.21; Sal 135,21) o en el cielo, oculto por una nube (1 Re 8,12). La idea
o salvación. de que Dios hace habitar sólo su nombre en un lugar es más reciente.
Ahora se aduce la razón de todo ello: «Pues Dios, la Plenitud total, Col 1,19 (katoikein, también en 2,9) dice: Dios habita en Cristo, y ello
quiso habitar en él» (1,19; pan to pleroma). También aquí recoge el him- «para por su medio reconciliar consigo el universo» (1,20). Col 2,9 precisa
no cristológico una expresión típica de la espiritualidad cósmica de Asia lo que en el himno cristológico se entiende por «habitar»: el pan to ple-
Menor. El autor (o el himno) no retroceden ante lo que, comparado con roma o plenitud total es la de Dios (no theiotes, sino theotes, es decir, el
la fe tradicional, podría calificarse de «modernismo». La idea de pleroma propio ser divino). La plenitud divina se puede encontrar sólo en Cristo,
nada tiene que ver aquí con el gnosticismo, pues en la gnosis del siglo n por lo que las devociones a ángeles no tienen sentido y son inútiles en
no se dice que Dios sea pleroma; este término se aplica al conjunto de cuanto camino de salvación.
emanaciones procedentes de Dios, es decir, el mundo «pneumático» supre- Col 2,9 no explica sólo qué es esa plenitud, sino también cómo habita:
mo y más próximo a Dios, un mundo separado de lo terrenal por un muro. somatikós. Este término se emplea de muy distintas maneras. Somatikós
En la gnosis cristiana posterior, Jesús es el fruto perfecto del pleroma: se refiere a la verdad, a la realidad de la inhabitación de Dios en el hombre
que desciende del mundo del pleroma como redentor para reunir de nuevo Jesús. Soma es la realidad en oposición a la apariencia o, por lo menos,
en este pleroma todo lo que primigeniamente era «pneumático». En la car- a una copia de la realidad, a una realidad umbrátil: «Esto es sólo una som-
ta a los Colosenses, el pleroma es Dios mismo, lo cual nos sitúa ante un bra de las cosas venideras: la realidad misma (soma) se halla en Cristo»,
concepto veterotestamentario: Dios llena el cielo y la tierra (Jr 23,23; Is dice Col 2,17. Somatikós significa en Col 2,9, por tanto, que la plenitud
6,3). Aquí se trata de un concepto corriente en la Antigüedad y procedente de Dios habita realmente en Cristo. Esto, a su vez, está en relación con
del sincretismo. El contexto precisa el significado exacto de esa plenitud. Col 1,18, donde la Iglesia es llamada soma tou Christou. En otras pala-
Pero el trasfondo de la idea se halla en la distinción entre Dios y el mun- bras: así como la Iglesia es el soma de Cristo, así Cristo es el soma de
do. El Corpus Hermeticum (6,4) llama al mundo «pleroma del mal»; Dios, Dios. Por estar lleno de Dios, Cristo llena a la Iglesia. «En Cristo habita
en cambio, «pleroma del bien», y el cosmos, que está unido íntimamente realmente la plenitud total de la divinidad» (2,9).
a Dios, son llamados pleroma tes zoes (Corp. Herm. 12,15), «plenitud de
En Col 1,20 se da por supuesto que el mundo necesita reconciliación,
la vida». El sincretismo aparece en el hecho de que los mismos escritos
uunque no se aduzca el motivo. El punto de partida es que la situación
herméticos llaman a Dios «el universo» (el todo), y tal plenitud no admite
existente no está en orden, algo ha fallado. Se advierte una ruptura cósmica
duplicados, sino que es única (ibíd., 16,3). De este modo, Dios mismo es
entre el mundo superior y el inferior de la que son víctimas los hombres,
el pleroma, porque es el Dios único que llena todas las cosas8é. Todo lo
como se ve en la historia humana, hecha de sentido y absurdo, de sufri-
que aquí se dice viene a coincidir con la idea que en aquel tiempo se tenía
miento y culpas, en una vida sometida a la presión del destino. Los hom-
comúnmente de Dios. El pleroma es Dios. Tal es también el sentido que
bres quieren con frecuencia el bien, pero hacen el mal. Esto constituía un
tiene pleroma en la carta a los Colosenses.
grave problema en la antigüedad. Por tanto, la reconciliación deberá con-
Pablo empleaba pleroma ya en sentido judío (Rom 11,12.15; 13,10; sistir en un restablecimiento de esa ruptura cósmica. La argumentación de
15,29; 1 Cor 10,26). Pero el concepto teológico-cósmico pasa a ser en la III carta a los Colosenses se propone, pues, demostrar que el universo está
carta a los Colosenses una idea cristológica y soteriológica: «Pues Dios... reconciliado por el hecho de que, en virtud de la resurrección de Cristo
quisó habitar en él» (Col 1,19). Esto coincide con la antigua teología deu- V de su exaltación junto a Dios, el cielo y la tierra (el hombre) están si-
teronomista: Yahvé escoge su morada (versión griega de Dt 12,5.11; 14, limdos de nuevo en el orden previsto por Dios en su creación. La diastasis
23; 16,2.11; 26,2; 2 Mac 14,35; también 3 Mac 2,16). La skenosis o mo- entre mundo inferior y mundo superior, origen de todas las desgracias, es
rada no significa en absoluto plantar la propia tienda, sino «habitar en al- imperada por el hecho de que la plenitud de Dios habita corporalmete en
gún sitio» (por un período más o menos largo). La práctica coincidencia de i-1 hombre terreno Jesús, que ha traído la reconciliación y ejerce su sobe-
las consonantes del hebreo skn y del griego skene —que se refiere efecti-
86 "' A. R. Hulst, Skn, en ThHandWAT I I , 904-909; W. Michaelis, skene, en
Atnphoteron henos ontos (Corp. Herm., 16,3). Cf. OdSl 7 (E. Lohse, An die TliWNT V I I , 369-396; R. de Vaux, Le lieu que ]ahvé a choisi pour y établir son
Kolosser, op. cit., 99). IIWII (Hom. L. Post, BZAW 105; Berlín 1967) 219-228.
182 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO CRISTO, PLENITUD DE DIOS 183

ranía en el mundo. También en la Iglesia, comunidad de los creyentes en devociones a ángeles, que se enfrasca en sus visiones y se engríe tonta-
Cristo, el conjunto está bajo una sola cabeza, Cristo. Así, la paz cósmica mente con las ideas de su amor propio» 89. El autor critica la experiencia
se realiza y se manifiesta ya en la Iglesia (1,2o) 88 . extática de una especie de «visión» del orden oculto del universo, que se
Porque Cristo es el mediador de la reconciliación, del ésjaton, también daría cuando el iniciado (en esa filosofía de la vida) se despoja de sus an-
es el mediador del protón, de la creación. El nexo entre creación y Cristo tiguas vestiduras y se pone las nuevas. Col 2,23 añade: «Esto tiene fama
(primera estrofa del himno) consiste en que Cristo, en cuanto redentor, es de sabiduría por sus voluntarias devociones, humildades y severidad con el
fin, sentido, eschaton de la creación. Sin embargo, el autor, siguiendo una cuerpo», pero nada tiene que ver con la time, con el honor; no es plenitud
línea paulina, añade que esto acontece por medio de la sangre derramada del Espíritu, sino narcisismo y amor propio (time significa en los círculos
en la cruz, y así une la theologia gloriae (del triunfo) y la theologia crucis mistéricos elección y divinización). En la «filosofía de la vida» (o religión)
(mediante la pasión y la muerte) (cf. también Col 2,14-15). La paz univer- practicada en Colosas tenía gran importancia la experiencia de un estado
sal queda restablecida no por medio de un drama supraterreno, sino por de felicidad. Pero, según la carta, quien no está en Cristo como cabeza
medio de la muerte histórica de Jesús en la cruz. Los enunciados soterio- (2,19) no puede ser llenado, ya que la vida va de la cabeza al cuerpo, y
lógicos de la segunda estrofa nos permiten comprender correctamente la sólo en Cristo se encuentra somatikds (corporalmente) la plenitud de Dios
cristología cósmica contenida en la primera estrofa. Esto se desprende de (2,9). Son cristianos quienes «han obtenido su plenitud en él» (2,10). De
la identificación del «cuerpo de Cristo» con la Iglesia: por medio de la ahí que el misterio salvífico de Dios sea Christos en hymin, Cristo en vos-
Iglesia, el Cristo exaltado ejerce su soberanía de paz en todo el mundo, otros (1,27), es decir, el Cristo predicado a las naciones y aceptado por los
ya que, en su calidad de cabeza, da vida a su cuerpo, la Iglesia. «La paz cristianos en la fe (cf. 2 Cor 1,19: ho en hymin dia hemon kerychtheis, «el
de Cristo» (3,15) se realiza por medio de la Iglesia y en la Iglesia. En Cristo que os hemos predicado nosotros»). «El misterio de Dios, Cristo»
otras palabras, la paz cósmica ya está realizada, pero de momento sólo en (2,2), no es una experiencia placentera de carácter subjetivo, sino una fe
la comunidad eclesial, el ámbito del poder de Cristo. en el Cristo predicado. El Nuevo Testamento muestra cierta reserva frente
Hemos dicho que Col 1,13-14 muestra cómo hay que comprender en a experiencias místicas no sometidas a la crítica de la fe apostólica. Tam-
esta carta el himno cristológico. Es de notar (hecho insólito en el resto del bién Pablo se muestra orí tico frente a tales experiencias.
Nuevo Testamento) que se afirma la dimensión cósmica de Cristo (su
papel en la creación), pero sin más explicaciones. Todo lo cósmico se redu-
ce a que el cristiano ya no tiene motivo para albergar temores cósmicos, 3. La carta a los Colosenses y Pablo
observar horóscopos o seguir los dictámenes del destino (2,16-23). «El
secreto de Dios es Cristo» (2,2); el Cristo anunciado por la Iglesia a todos La carta a los Colosenses es claramente una actualización de la visón
los pueblos (cf. el contexto 1,24-2,5: el ministerio apostólico de Pablo) es cristiana de Pablo dentro del horizonte experiencial y hermenéutico de Asia
la esperanza del mundo y el fundamento de la comunidad eclesial. La pre- Menor. Existen puntos esenciales de contacto con Pablo: «Para nosotros
dicación de este misterio de Cristo descubre al mundo su futuro escato- no hay más que un Dios, el Padre, de quien procede el universo y a quien
lógico (1,5; cf. 1,23 y 1,27). El contenido del mensaje eclesial es «Cristo» estamos destinados nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien existe
(1,27), nuestra esperanza. el universo y por quien existimos nosotros» (1 Cor 8,6); o bien: «¿Quién
A la «filosofía» de Asia Menor la carta a los Colosenses contrapone podrá privarnos de ese amor de Cristo?... ni muerte ni vida, ni ángeles ni
simplemente la fe apostólica, traducida a una filosofía que es la predicación soberanías... ni alturas, ni abismos, ni ninguna otra criatura podrá privar-
del Jesús crucificado y resucitado. En Col 1,21-23, el autor señala que los nos de ese amor de Dios presente en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Rom
cristianos de Colosas eran antes paganos, es decir, atheioi en sentido judío: 8,11-39). La carta a los Colosenses dice en definitiva lo mismo. Pero el
no «ateos», sino personas que viven al margen del único Dios verdadero. uutor tiene nuevos puntos de vista. Dios habita en Cristo realmente como
Un motivo más para no volver, ahora que son cristianos, al sendero que si se tratara de su propio cuerpo (Col 2,9). Cristo es la cabeza de toda
ofrecen las doctrinas salvíficas no cristianas. Siguiendo la doctrina de Pa- soberanía y autoridad (2,10) no sólo en un sentido apocalíptico y escato-
blo, el autor pone de relieve que su conversión a Cristo se realizó «por lónico, sino desde ahora. Pablo no conoce esta soberanía actual (1,15-20;
la fe» (2,12; 3,3). Sin embargo, «fe» tiene aquí un significado particular: 2,9-10; 3,1-2; 3,11), si bien las diferencias son más aparentes que reales,
se contrapone a la experiencia «engreída» (2,18) de «plenitud» que se da lin efecto, en la carta a los Colosenses, Cristo ejerce esta soberanía actual
en los partidarios de la philosophia, un engreimiento que no es estar llenos como cabeza de la Iglesia, de su cuerpo (1,24), es decir, a través de la
de Dios, sino de sí mismos (2,18): «gente que se recrea en humildades y
" El texto de Colosenses es muy oscuro (quizá está corrompido). En mi opinión,
88
Sobre el tema de la «reconciliación cósmica», cf. Ascls 11,23; Strack-Billerbeck, lu i inducción de Lohse es la que mejor refleja la filosofía de la vida que se combate
I, 420. En la gnosis es impensable una reconciliación entre el cielo y la tierra. 'ii In carta. Cf. E. Lohse, An die Kolosser, op. cit., 168 y 173-178.
184 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO LA PAZ DE CRISTO ENTRE LOS PUEBLOS 185
misión universal de la Iglesia (un elemento paulino). Su cuerpo no son las ción (genitivo final); el amor es un vínculo que lleva a la perfección. Une
potencias angélicas, que también le están sometidas. Cristo gobierna —en entre sí a los miembros de la comunidad en el único cuerpo de Cristo,
este mundo— allí donde se reúnen los consagrados en Cristo (1,2), unidos produciendo así la perfección en ella. Tal es «la paz de Cristo» (3,15) que
por el amor, que es el «cinturón perfecto» (3,14). La predicación del evan- el autor desea a la comunidad (cf. Jn 14,27; 1 Tes 3,16). Esta expresión
gelio (1,5.23.27) «a toda criatura bajo el cielo» (1,23; cf. 1,26-27; 4,3-4) no significa propiamente una «paz del alma», ya que la paz es, por decirlo
se refiere a la dimensión cósmica, es decir, universal, de la salvación en así, el medio en que vive el hombre nuevo, el cuerpo de la Iglesia, esa
Jesús. Queda intacta la esperanza en un acontecimiento futuro; no des- parte del mundo que ya ha sido reconciliada, donde reina la paz y de donde
aparece la tensión escatológica, sino que constituye el núcleo de lo que se debe provenir una actividad que sea fuente de paz para el mundo (la carta
llama «evangelio» (1,5; 1,23; 1,27). No obstante, la mirada hacia adelante a los Efesios pondrá este punto en el centro de su temática).
es, más que en Pablo, una mirada hacia lo alto, con una dimensión más La carta a los Colosenses es, por tanto, una nueva versión de la expe-
espacial: allá arriba está ya reservada la heredad (1,5). La fides quae cre- riencia de salvación de Dios en Cristo —una experiencia nueva—, que, sin
ditur, el contenido de la fe (cf. 2,7 y 1,23), adquiere más relieve que embargo, es la misma de la fe apostólica. Es una soteriología eclesiológica,
la fides qua. Para Pablo, la esperanza se fundamenta en la fe (Rom 4,18); no individualista, sino comunitaria, una cristología aplicada. Partiendo de
en la carta a los Colosenses, la esperanza es el contenido del evangelio la cristología apostólica, se desarrolla eclesialmente el tema de la gracia, de
predicado por el mundo. la salvación en Cristo, con un significado «cósmico», es decir, un mensaje
También el bautismo adquiere un nuevo significado. Para Pablo, el bau- de paz para todos los hombres.
tismo cristiano es un morir con Cristo, sobre todo un morir al pecado, una
prenda del Pneuma y, por tanto, motivo de esperanza en la resurrección fu-
tura con Cristo (Rom 6,1-11). En la carta a los Colosenses, el bautismo no II
es sólo un morir con Cristo, sino sobre todo un resucitar con él (Col 2,12
y 3,1, si bien esta carta aún no afirma lo que se dirá en la carta a los LA PAZ DE CRISTO ENTRE LOS PUEBLOS:
Efesios: ya ahora estamos sentados con Cristo a la derecha de Dios, Ef 2, LA CARTA A LOS EFESIOS
6). Sólo esperamos todavía que se manifieste lo que ya somos, pero que
está oculto en Dios (Col 3,3). La carta a los Colosenses acepta, en la me- Según la carta a los Efesios, Pablo la escribe desde la cárcel. Lo cierto
dida de lo posible, la filosofía de la vida que ella misma critica, pero sólo es que su autor es más paulinista aún que el de la carta a los Colosenses.
para mostrar que la plenitud celeste de vida sólo se halla en Cristo, el Por otro lado, el estilo, la redundancia, incluso el fondo cultural son tan
resucitado. Pablo orienta sus exhortaciones éticas hacia la futura resurrec- típicos de Asia Menor que la carta podría atribuirse al propio Pablo. Dice
ción, si bien sobre la base del bautismo; en cambio, la carta a los Colosen- el texto que Tíquico (según Hch 20,4, natural de Asia Menor) llevará la
ses acentúa la realidad actual. «Si habéis resucitado con Cristo, buscad lo carta (¿se trata del autor de la misma?). Los mejores manuscritos no dicen
de arriba» (3,1). a qué comunidad se dirige la carta. Además, el autor afirma en Ef 3,1-2
Ya no se habla de la doctrina de Pablo sobre la justificación en cuanto no conocer a los lectores de su carta, mientras que, según Hch 19,10, Pablo
tal. La carta a los Colosenses es un paulinismo en unas circunstancias dis- estuvo durante dos años en Efeso. No se alude en la carta a circunstancias
tintas, una teología que quiere actualizar a Pablo, lo cual implica sin duda particulares de una comunidad determinada. El autor adopta una actitud
muchos riesgos, como también los implicaba la concepción de Pablo sobre impersonal frente a sus lectores.
la fe apostólica. El «hombre nuevo» de que el cristiano se reviste en el A mi juicio, la carta a los Efesios es una versión «asiática» de la carta
bautismo (Col 3,10a), creado a imagen (eikon) del Creador (3,10b) su- a los Romanos. Temáticamente, el autor pretende exponer «la esperanza
pone también una desviación con respecto a Pablo. Este hablaba de «reves- a que están llamados los cristianos» (1,18) sobre el trasfondo cultural de
tirse de Cristo» (Gal 3,27; Rom 13,14); la carta a los Colosenses, de Asia Menor en la Antigüedad tardía. Probablemente, se trata de una es-
revestirse «del hombre nuevo», configurado a imagen de Dios, o sea, se- pecie de encíclica enviada a diferentes iglesias de Asia Menor. Indicio de
gún Cristo. Pero la novedad de esta vida en el ámbito de Cristo, sin la ello es 1,1, donde originalmente no se leía «en Efeso». Podríamos suponer
tiranía de las potencias celestes, significa concretamente misericordia amo- una fórmula similar a «a los creyentes de...», que Tíquico debería comple-
rosa, bondad para con el prójimo, preocupación por los demás y no por mr con el nombre de la comunidad eclesial en que iba a ser leída la carta
uno mismo, inducir a los demás al buen camino, ser tolerantes (3,12): (Laodicea, Hierápolis, Efeso, etc.). Posiblemente, el primer «editor» de la
cinco virtudes que se practican sin duda en la convivencia humana de cada curta la halló en Efeso y añadió «en Efeso», o bien publicó una copia en
día. El autor añade: estar dispuestos a perdonar como Cristo, en cuyo I» que ya estaba escrito «carta a los Efesios». Efeso era además la capital
nombre hemos sido bautizados (3,13) y, sobre todo, la ágape o amor (3, ile las iglesias de Asia Menor.
14), pues es el syndesmos (vínculo que une partes separadas) de la perfec- En esa actualización del pensamiento de la carta a los Romanos, el
186 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO

autor de Ef parece conocer bien la carta a los Colosenses (no al contrario; 1. Presupuestos religiosos y culturales
cf. Col 1,5 con Ef 1,13-14; Col 1,23 con Ef 3,6; la cita de Is 52,7 en de la carta a los Efesios
Ef 6,15 —cf. Ef 2,17— es secundaria con respecto a Col). Así, pues, el
autor reescribe, por decirlo así, a su modo la carta a los Colosenses. (Esta Cuando se escribió la carta a los Efesios, Jesús era ya un «trozo de
relación entre Ef y Col podría explicarse también diciendo que ambas se cultura», una parte integrante del sincretismo de la Antigüedad tardía. En
apoyan en el mismo material, sin que se dé un conocimiento directo de otras palabras, se habían convertido al cristianismo judíos y paganos que
Col por parte de Ef). El concepto clave de la carta a los Efesios es la tenían una mentalidad sincretista. Estos aportaron todo su bagaje cultural
eirene o paz, la cual constituye el contenido de su buena noticia, el «evan- a la Iglesia. El interrogante que subyace al intento de la carta a los Efesios
gelio de la paz» (Ef 6,15), es decir, el misterio de Cristo anunciado a todos es el siguiente: ¿hasta qué punto pueden los cristianos conciliar su cultura
a través del ministerio apostólico, pero también a través de toda la Iglesia con la verdadera orientación de la fe apostólica, que aquí —como en la
(5,15); paz que se consigue tras un denodado combate contra las potencias carta a los Colosenses— se identifica con la fe apostólico-paulina y, a tra-
de las tinieblas (6,12-17), que para el autor son potencias misteriosas del vés de ella, con el misterio de Jesús? Es de notar que en la carta a los
cielo. Con el triunfo sobre esas fuerzas celestes enemigas del hombre se Efesios encontramos un dato único fuera de los cuatro evangelios: en Ef 4,
establece un puente entre los pueblos —judíos y no judíos— en la paz 20-21 «Jesús» es contrapuesto a «Cristo» 90 . ¿Responde este hecho a una
de una Iglesia constituida por judíos y paganos. reacción ante ciertas especulaciones cósmicas sobre Cristo o ante una con-
La mentalidad y el talante de Asia Menor explican el estilo recargado cepción de Cristo plasmada al margen de Jesús de Nazaret (o, como diría
de la carta (el de la carta a los Colosenses es, en cambio, hierático y seco). Pablo, al margen de su entrega sacrificial a la muerte), según los presu-
Exposiciones que ocupan catorce versículos son interrumpidas por fórmulas puestos religiosos de la cultura de Asia Menor? (cf. infra).
como «gracias a su gloriosa generosidad» (1,6), «estáis salvados por pura El problema que acucia constantemente a «la comunidad de Dios» (Ef)
generosidad» (2,5b), «por el gran amor que nos tuvo» (2,4), «qué gran es el de una Iglesia que no es del mundo, pero vive en el mundo. Por
esperanza», «qué tesoro es la herencia», «qué extraordinaria su potencia» tanto, hay que preguntar si la Iglesia mantiene una tensión crítica y crea-
(1,18), «su espléndida e incomparable generosidad» (2,7), etc. En parte, tiva frente a ese entorno sociocultural, que es el suyo propio y que cons-
este estilo se explica también por el patrimonio tradicional, confesiones de tituye la atmósfera que respiran a diario sus miembros. A diferencia de
fe e himnos, procedente de modelos veterotestamentarios (sinagogales) o la carta a los Colosenses, la dirigida a los Efesios no es abiertamente po-
de los cánticos cristianos de alabanza que se recitaban con ocasión del lémica (como tampoco lo es Rom en comparación con Gal). No se habla
bautismo de un catecúmeno. La insistencia en la predestinación y en la en ella de adversarios, como en Gal y Col. Podríamos decir que la rela-
superabundancia de la gracia denota además grandes afinidades con el ción de Ef con Col es similar a la de Rom con Gal. La polémica se des-
ambiente de Qumrán (una relación, más bien indirecta, que los exegetas arrolla en un tono más sereno en lo que al tema se refiere. En la carta
han ido precisando en los últimos años). El autor escribe un griego muy a los Efesios no encontramos indicio alguno de devociones a ángeles (como
bueno. Sobre todo, los tres primeros capítulos son una perla de construc- en la carta a los Colosenses). El análisis de la misma carta nos dirá si en
ción literaria, en la que no podemos detenernos. ella se da un distanciamiento implícito con respecto a una cristología que
Prescindiendo de una introducción de carácter orientativo (una extensa desemboca en una especie de entusiasmo cósmico de liberación y en una
acción de gracias en forma de himno), la carta consta de dos partes: a) una identificación con el universo, en la atmósfera de fraternidad cosmopolita
parte dogmática: «Para que comprendáis qué esperanza abre su llama- que por entonces empezaba a tomar cuerpo (estimulada sobre todo por la
miento» (1,18), «llamados a la esperanza» (1,15-23), que se explica en escuela estoica y por la unidad del Imperio helenístico-romano). A mi
Ef 1,3; b) una parte de exhortaciones éticas o parenética, fundamentada entender, es mucho más difícil identificar el trasfondo cultural de Ef que
en la parte dogmática: «Vivid a la altura del llamamiento que habéis reci- el de Col o Gal, por ejemplo, donde encontramos referencias explícitas a
bido» (4,1), que comprende Ef 4-6. Como hijo de su tiempo y del am- las tesis de los adversarios. Aunque suponiendo que ese trasfondo sea el
biente cultural con sus ideas universales y cósmicas, el autor ve con sim- sincretismo de la Antigüedad tardía, éste presenta rasgos muy diversos.
patía las concepciones de su época, si bien sólo las considera válidas y De ahí que las interpretaciones exegéticas difieran sensiblemente.
lícitas cuando se acepta en serio la responsabilidad histórica de la Iglesia. Según H. Schlier y E. Kasemann, en la carta subyace un modelo gnós-
Es típica la expresión: «A Dios dé gloria la Iglesia con Cristo Jesús» tico, mezclado con elementos estoicos de una síntesis del mundo y de una
(3,20-21). Si en algún sitio del Nuevo Testamento se nos ofrece la base
para una teología «política», es sin lugar a dudas en la carta a los Efesios, w
Los exegetas han prestado poca atención a este punto. Cf., sin embargo,
si bien el autor no alcanzó a ver las consecuencias o implicaciones histó- K. I.arsson, Christus ais Vorbild (ASNT 23; Upsala 1962) 226; K. Wegenast, Das
ricas de tal teología. Esto es lo que querríamos dejar claro en el análisis Verstündnis der Tradition bei Paulus und in den Deutero-Paulinen (Neukirchen
que sigue. l%2); J. Gnilka, Der Epheserbrief, op. cit., 227-229.
188 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO LA PAZ DE CRISTO ENTRE LOS PUEBLOS 189

fraternidad universal. En opinión del cristólogo checo P. Pokorny, se trata que son los primi motores del mundo astral, I, q. 53 y q. 110). Estas fuer-
dé una forma mitigada de gnosticismo, mientras que C. Colpe habla del zas celestes actuaban en la naturaleza y en la historia. La vida y la muerte
mito del hombre primordial, un salvador que desciende de las esferas supe- estaban sujetas de algún modo al influjo de estos kosmokratores, «sobera-
riores para liberar a las almas sumidas en lo corporal y terrenal. J. Gnilka nos del universo», como se solía decir. También el Nuevo Testamento
investiga en la dirección del «filonismo»: el Logos, cabeza del cosmos, comparte esta imagen del mundo, si bien no muestra mucho interés en la
presentado como un macrocosmos. E. Schweizer está convencido que lo minuciosa clasificación de estas jerarquías celestes (a diferencia de la lite-
que ha influido en la carta a los Efesios es el modelo del Adán escato- ratura intertestamentaria, con sus interminables especulaciones sobre los
lógico; el tono triunfalista y quietista de este modelo explicaría por qué coros angélicos). Por otro lado, en esta representación del universo no se
la carta acentúa tanto la necesidad de buenas obras. J. Dupont, en fin, un distingue con precisión entre seres celestes buenos (ángeles) y malos (de-
especialista en gnosticismo y estoicismo, ve sencillamente en la carta las monios), aunque se suele pensar que algunos ángeles pecaron (lo cual no
especulaciones estoicas en torno al soma y al pleroma. aparece en el Nuevo Testamento fuera de una cita de un libro apócrifo en
El hecho de que sean posibles tantas interpretaciones diferentes es la la carta de Judas y en la segunda de Pedro) 91 . Habitan en la atmósfera
mejor prueba de que nos hallamos ante un trasfondo cultural sincretista, inmediata a la tierra, en las «regiones inferiores», en el espacio aéreo
un hervidero de ideas que se han encontrado y han ejercido una influencia terreno (cf. Ef 2,2), donde habita «el genio de este mundo terrenal» (2,2),
mutua, pero que difícilmente son reducibles a un denominador común. De el espacio aéreo considerado en la cosmología antigua como «caótico» (la
la carta a los Colosenses se desprendía que el cosmos era considerado como zona de las nubes, rayos y truenos y granizo), en contraposición a la eterna
un anthropos (macrocosmos del microcosmos que es el hombre) y como quietud armónica y al curso fijo de todo el mundo astral supraterreno.
soma o cuerpo del Logos. Esto tiene evidentemente su importancia, pero A pesar de este primitivo criterio geocéntrico, en esa imagen del mundo
no es «filonismo» (el cual es una versión particular de ideas sincretistas). todo gira en torno al inmenso mundo estelar (según esta espiritualidad, la
La carta a los Efesios ha podido tomar esa idea de la carta a los Colo- tierra no era el centro de la tierra; basta leer 1 Hen para ver hasta qué
senses. Creo que lo procedente es dilucidar los presupuestos de la carta punto los astros eran, para estos hombres, el centro de todas las cosas,
a los Efesios partiendo del texto de la misma (y no de los conocimientos aunque se trate propiamente del hombre). Otra tradición cuenta que una
sobre las religiones de la Antigüedad, los cuales son simplemente una parte de los ángeles caídos está cautiva en cavernas subterráneas (carta
ayuda). Sólo así podremos saber en qué medida la mentalidad sincretista de Judas y segunda de Pedro, cf. infra). Este pluralismo está relacionado
ha influido en la carta a los Efesios. Según esto, aparecen tres nociones con la temática de la Antigüedad tardía, intertestamentaria, sobre el «tras-
fundamentales. lado» del reino de los muertos, que antes se localizaba en el mundo sub-
terráneo (el seol o el hades) y que ahora se sitúa en las esferas celestes
superiores (la muerte se convierte así en una «ascensión del alma», en
a) Potencias espirituales celestes. una anabasis). En opinión de otros, estos «espíritus de la atmósfera» sólo
Ya en Ef 1,21-22 se afirma que Cristo, después de su resurrección de al final de los tiempos serán precipitados a las cavernas subterrráneas del
la muerte, «(fue puesto) por encima de toda soberanía, poder y dominio», infierno (cf. Le 10,18; Ap 12,9-12; 20,10).
tres denominaciones o clases dentro de la jerarquía de los espíritus celes- Este interés por el mundo astral (asimismo influido por la astrólo-
tes. Y nosotros acabamos de decir que el problema vital del hombre an- ga científica del Oriente) comienza a manifestarse hacia el siglo n a. C ,
tiguo estaba condicionado por los planteamientos astrológicos o «celestes» entre otras cosas como reacción frente al «racionalismo» dominante del
de la época. La discordia entre los espíritus celestes y los hombres era espíritu griego. En esta situación se fue desarrollando una actitud de sim-
un supuesto habitual en esta cultura, como también en el judaismo apoca- patía hacia el Oriente: ex oriente lux. Surge entonces por todas partes una
líptico (Hen[et] 56,5). Esta imagen del mundo contaba con un terreno «literatura de revelación» en torno a una sabiduría suprarracional: sabi-
muy propicio. Como ocurre en todas las épocas, también entonces el hom- duría sibilina, hermética, órfica, judeo-apocalíptica y astrológica. Viejas
bre veía que no es dueño de su propio destino, de sus actos y omisiones. ideas fragmentarias se desarrollan hasta convertirse en «filosofías de la
Queremos el bien y hacemos el mal, dice Pablo haciendo suya una idea vida», si bien los primeros escritos datables de este tipo no son anteriores
estoica. El hombre se sentía dominado por fuerzas y poderes que no pue- a los siglos II y n i d. C. (lo cual es causa de una gran inseguridad). Para
de controlar: un hecho inherente a la condición humana que todas las judíos y cristianos, estos espíritus eran criaturas de Dios, sometidas última-
épocas han intentado explicar. La Antigüedad lo explicaba recurriendo al mente a él. El monoteísmo judío y cristiano no conoce un dualismo meta-
«destino», el fatum, la heimarmene, que para algunos era una entidad in- lísico. Por tanto, la redención es posible o, al menos, no queda excluida.
determinada, pero para la mayoría era una realidad espiritual viva que
mora en las alturas. (Todavía en el siglo x m , Tomás de Aquino dedicará "' Cf. infra, sobre la carta de Judas y la segunda de Pedro y también la síntesis
toda una quaestio no sólo al fatum, S. Th. I, q. 116, sino a los ángeles, (Ir Ins pp. 496s.
190 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO LA PAZ DE CRISTO ENTRE LOS PUEBLOS 191
La fractura que observamos en la creación de Dios tiene, pues, que ser la debilidad humana (Ef 6,12a) ni, por tanto, un simple llamamiento a la
efecto de una causa no divina. La escisión existente en nuestro mundo «buena voluntad»; va mucho más lejos (6,12b). Existe un nexo esencial
humano —creado por Dios y, en consecuencia, bueno, pero pecador de entre la redención por medio de Cristo y la liberación frente a las poten-
hecho y, por tanto, hostil a Dios— se proyecta en esta antigua mentalidad cas (celestes) enemigas del hombre.
al mundo de las potencias celestes, donde parece dominar la misma mezcla
de bondad y maldad. Si no hay ángeles ni demonios, el propio hombre es b) Mitos de redención en la carta a los Efesios.
un demonio, lo cual le resulta inaceptable a pesar de todas sus experiencias
de falta de sentido; se siente débil, pero también lleno de buena voluntad. Cuando la carta a los Efesios habla sobre la redención cristiana, parece
Algo de este mecanismo psicológico funcionaba ya en aquella vieja imagen claramente influida por dos caminos de salvación aceptados en el mundo
del mundo. Es de notar en especial que ni el Tenak ni el Nuevo Testa- antiguo.
mento muestran interés por estos espíritus celestes en sí mismos, sino
sólo por sus relaciones con el hombre y con el mundo humano. Satanás a) La brecha abierta en el muro.
les interesa únicamente porque es «el dios (príncipe) de este mundo»
(Ef 2,2; cf. Ap 12,9-12; 20,10; Le 10,18, etc.). La idea dominante es que Los griegos habían afirmado, varios siglos antes de Cristo, que el
«el mundo entero está en poder del malo» (1 Jn 5,19). Todas las potencias potemos, guerra, hostilidad y discordia, es «la ley de las cosas» (presocrá-
celestes parecen ser aliados del diablo (Ef 1,21; 2,2). La tierra es para ticos). A partir de esta experiencia, surgieron mitos de redención: los hom-
los cristianos el campo de batalla en el que han de resistir al poder tiránico bres intentaban precisar e identificar en tal experiencia de contraste qué
de esas potencias celestes: «Porque la lucha nuestra... es la del cielo, con- es lo que está debilitado y herido en el hombre. Estas experiencias pre-
tra las soberanías, contra las autoridades, contra los jefes que dominan en suponen al menos la conciencia implícita de una perspectiva de sentido, la
estas tinieblas, contra las fuerzas espirituales del mal» (Ef 6,12; cf. Rom cual, por lo demás, se hace explícita en las experiencias originarias de
8,35-39; 2 Cor 4,4; carta a los Hebreos). Según esta concepción, pecar sentido y felicidad. Todo esto conduce a la expectación proyectiva de un
significa someterse a las potencias celestes (Ef 2,1-3; cf. 2 Cor 4,4). Y el sentido global que también se intenta identificar. Y estas identificaciones
perdón de los pecados mediante la muerte de Jesús en la cruz es ipso interpretativas son las que dan lugar a los mitos de redención.
jacto un triunfo sobre las potencias del cielo. En la Antigüedad, la antro- ¿Con qué mito polemiza la carta a los Efesios? En Ef 2,14-17, por
pología y la ética están enmarcadas en un contexto cósmico, dominado por muy cristianas que sean su inspiración e interpretación, subyace una tra-
espíritus celestes. Por tal motivo, también la resurrección de Jesús es ipso dición que tenía una orientación distinta. En el contexto de la carta a los
jacto una entronización del señorío de Jesús sobre todas las potencias an- Efesios se expresa la idea de que en la Iglesia, comunidad de Dios, el
gélicas. No obstante, el mundo terreno sigue su curso. Por ello, las po- cristianismo aparece como una realidad nueva: unión de judíos y paganos.
tencias celestes siguen siendo una realidad amenazadora; sobre todo, sigue La Iglesia es el espacio en que se repara la ruptura entre los pueblos y
existiendo la muerte, el último enemigo (cf. 1 Cor 15,24-28). donde éstos son reconciliados. Tal es la soteriología peculiar de la carta
En todo el Nuevo Testamento se advierte cierta inseguridad sobre si a los Efesios. Pero la terminología empleada en ella deja entrever otro
estas potencias celestes han sido sometidas o no por Cristo. Tres factores mito distinto. Así lo confirma Ef 4,8-9, donde se habla de una reconcilia-
pueden ser una explicación de ello. En primer lugar, el género literario de ción basada en el hecho de que un mediador divino repara la ruptura exis-
los himnos, en los que Dios es alabado por sus prodigios realizados, como tente entre el mundo superior y el inferior mediante un acto de «descen-
si todo se hubiera cumplido (debido a la seguridad de la esperanza; ya en so» y «ascenso», mediante un recorrido por los mundos supraterrenos, te-
Sal 97 y 98; Le 1,46-55; 1,68-69; Ap 11,17-18; Heb 1,6-14). Por otro rrenos y abismales, para retornar después a los epourania o esferas celestes.
lado, la antigua imagen del basileus o soberano: el rey domina precisa- Este modelo de redención estaba muy extendido en aquel tiempo.
mente en y por la lucha contra sus enemigos (cf. Sal 110). Luego la so- Pero pensemos ante todo en la tradición de Israel (influida siempre
beranía universal de Cristo, proclamada por la comunidad de Dios, signi- por Canaán). «Ascenso» y «descenso» (lalah, «subir», y yarad, «bajar») K
fica que Cristo domina en y por el combate contra las fuerzas del mal, tienen en el Tenak un significado teológico cuando se habla de Yahvé, de
que en la Antigüedad tardía eran Satanás y sus huestes. Aunque todavía i|iiien se supone que mora en las alturas. La manifestación misericordiosa
se dé una resistencia activa, Cristo ejerce su dominio. Finalmente, tiene ile Yahvé entre los hombres es, por tanto, un «descenso» (katabasis) y un
también su importancia en este punto el «ya» y el «todavía no» de la sal- «ascenso» (anabasis), lo cual no constituye propiamente un antropomor-
vación, típico del Nuevo Testamento. fismo, sino una expresión de la trascendencia de Yahvé. Yahvé visita a su
Lo esencial de esta imagen del mundo es que en la vida del hombre
existen potencias y fuerzas que condicionan su destino de una forma que -2 G. Wehmeier, <lh, en ThHandWAT II, 272-290; J. Schneider, baino, en ThWNT
él no puede controlar. La lucha contra el mal no es sólo una lucha contra I, 516-521.
192 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO

pueblo, «desciende» para liberarlo (Ex 3,8; Is 31,4; 63,19; Sal 144,5-8) 0) Todo es uno: patita hen.
o para castigarlo (Gn 17,7; Miq 1,3). A este respecto son de particular
interés los salmos sobre «Yahvé rey» (sobre todo Sal 47; 68; 97). En Los estoicos propagaban por entonces con gran éxito un camino de
ellos se dice que Yahvé sube a los cielos y es entronizado como soberano redención completamente distinto. No negaban la necesidad de redención,
universal (Sal 47,3 con 47,6; 47,10 y 97,9). En Sal 68,19, Yahvé, en su pero tampoco la veían como un acontecimiento mítico. Todo está recon-
subida al cielo, lleva consigo a prisioneros que le ofrecen dones como ciliado y unificado desde la eternidad. Existe en el mundo una armonía
tributo: se trata de la soberanía universal de Dios (Ef 4,8-9 cita precisa- oculta, en la que cada cosa tiene su sitio y que va en beneficio del con-
mente este salmo). Ascenso al cielo y soberanía universal de Dios son junto total. El Logos penetra todos los seres, da vida y regularidad a todos
términos coincidentes. En consecuencia, Dios es llamado 'elyon, Altísimo, y coloca a cada uno en su puesto. Es eliminado todo el mundo angélico;
por encima de los demás dioses (los cuales se convertirán más tarde en no hay nada supraterreno. Lo supraterreno es el alma de todo lo que vive.
"elohim o ángeles; Sal 97,9) y de quienes ostentan el poder político y El principio vital unificador de todas las cosas es trascendente y, al mismo
militar en la tierra (Sal 47,10). En cuanto "elyon, Dios es soberano uni- tiempo, inmanente. Los estoicos «toleran» los numerosos «espíritus» del
versal (por ejemplo, Sal 7,18; 9,3; 50,14; 92,2) al que hay que alabar pensamiento popular, pero no les conceden ninguna importancia. Dios es
debido a su majestad. Este antiguo nombre de Yahvé es muy usado en la todo, pero está, en cierto sentido, por encima de todo. Es el Padre de
época anterior a Cristo y en toda la literatura intertestamentaria: «el Altí- todos los seres. Todo el cosmos es un cuerpo animado por un Pneuma o
simo» con «su reino eterno» (Dn 4,12.22.29; 5,18; 7,18-27), la soberanía Logos.
universal de Yahvé. «Todas las cosas son uno». Debemos llegar a ese conocimiento más
¿Y qué más obvio que presentar la fe cristiana en un Dios que ha profundo para poder contemplar la armonía y alcanzar la redención. La
visitado en Jesús a Israel siguiendo el modelo de la anabasis-katabasis de redención consiste, según esto, en la liberación de uno mismo a través del
Yahvé y relacionar la resurrección de Jesús con los salmos sobre «Yahvé conocimiento. Sin duda, tras la terminología de Ef 4,5-6 hay una idea
rey»: la entronización de Cristo como soberano universal por haber triun- estoica (reinterpretada cristianamente): «Esforzaos por mantener la unidad
fado sobre todas las potencias celestes? Es verdad que este motivo procede que crea el Espíritu, estrechándola con la paz. Hay un solo cuerpo y un
del antiguo Canaán, aunque haya sido yahveizado; pero el cristianismo solo Espíritu... un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos,
judío podía recurrir a su propio arsenal para desarrollar este modelo de que está sobre todos, entre todos y en todos». La terminología del panta
katabasis-anabasis. hen aparece aquí en la versión que le había dado el judaismo griego de la
Esto tiene, sin duda, un importante papel en la carta a los Efesios. Se época: «un solo Dios, un solo templo, una sola ley, un solo pueblo». La
trata de un motivo judío fácilmente vinculable a mitos extrajudíos. Así, fórmula de Ef 4,5-6 denota influencias del helenismo y del judaismo, pero
en el libro de Henoc etiópico (14,9), «el salvador» choca, en su recorrido conserva su propio carácter cristiano, tanto en sentido exclusivo como
por los cielos, con un muro de cristal que separa el mundo celeste del inclusivo: para la carta a los Efesios, Dios es el Padre de todo, no simple-
terrenal. También en el Testamento de Leví (2,7) y en el Apocalipsis de mente origen común de todas las religiones, las cuales expresan en una
Baruc (2,1-2) se habla de una barrera cósmica. En su ascensión, este sal- forma mítica y bajo los más diversos nombres divinos lo que los estoicos
vador y héroe abre una brecha en el muro. Esto no es propiamente gno- designan con la expresión «un solo Dios y Padre de todo». Dios no está
sis, aunque la gnosis posterior empleará estas categorías para presentar su ligado a un solo país o pueblo, sino que es «el Padre del universo y está
concepción global de la vida. En el judaismo helenista, la ruptura entre sobre todo» (Ef 4,6; cf. 1,10.23; 3,9-10.15). Aunque este fondo cultural
los dos mundos se convirtió en un tema frecuente (Hen[et] 56,5). En la explica la insistencia de la carta a los Efesios en la unidad, la paz y la
gnosis, además, no se conoce una reconciliación entre ambas partes del fraternidad universal, no se trata de una unidad o una paz basadas en el
mundo, pero sí una redención. Sólo en el Corpus Hertneticum se llama Logos cósmico que anima todas las cosas, ni de una unidad basada en un
al mundo terrenal «pleroma del mal» y a Dios «plenitud del bien» (Corp. soberano romano universal, ni de una unidad basada en un mito de re-
Herm. 12,15). Esta reconciliación cósmica consiste en que un héroe celeste dención, sino de una unidad basada en la muerte histórica de Jesús en la
reconcilia las dos partes del mundo divididas por una barrera infranquea- cruz y en su exaltación junto al «Padre de todos».
ble, haciendo de ambas un «solo hombre», el único gran macrocosmos. Es
un drama cósmico que tiene lugar en las esferas superiores y que aporta
a los hombres salvación y redención. Ideas análogas circulaban por toda el 2. La paz cristiana
área mediterránea. El autor debió de tener noticia de ellas, como se deduce
de la terminología empleada («muro divisorio», un «solo hombre»), pero ¿Qué se entiende en Ef 1,10 por «hacer la unidad del universo por
ya no se trata de un drama mítico, sino del acontecimiento histórico de la medio de Cristo», que para el autor es el contenido del misterio o designio
cruz (cf. infra). divino? El sentido de esta frase se explica en 2,1-21. Para la carta a los
13
194 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO LA PAZ DE CRISTO ENTRE LOS PUEBLOS 195
Efesios está en primer plano un hecho histórico: la escisión entre los pue- la carta a los Hebreos), el templo reproducía «a modo de sombras» la
blos: judíos y no judíos. Los paganos estaban excluidos de la promesa he- estructura del universo. Así, la imagen judía del muro divisorio podía
cha a Abrahán en beneficio de Israel; por tanto, estaban alejados de Dios, contemplarse en el templo sobre un trasfondo cósmico: un muro cósmico
eran atheoi (4,8; cf. Col 1,21). No tenían acceso al Dios verdadero; la que separaba la morada celeste de Dios, con su corte celestial, del mundo
prueba más clara era que no podían acercarse al sancta sanctorum del humano. Ambas figuras son complementarias y correlativas. Nadie puede
templo. La Tora era un muro divisorio entre los pueblos. Esto no res- por sí mismo ascender de la tierra a lo alto. La fractura cósmica es, en
ponde a una interpretación cristiana, sino que es un enunciado del propio definitiva, la «diástasis» que existe entre el Dios trascendente e inaccesible
judaismo93. La ley era un distintivo de los judíos, los separaba de los y la criatura pecadora, simbolizada en la tierra por el pueblo de Dios,
paganos. La ley judía constituía así un obstáculo para la paz entre los Israel, con su sancta sanctorum, que ningún no judío podía traspasar; el
pueblos. Así se consideraban los judíos y así eran considerados por los judío, solamente representado por el sumo sacerdote. (La carta a los
paganos. Cuando, en el mundo de la Antigüedad tardía, la philanthropia Hebreos analiza más detalladamente este tema). El divorcio existente entre
estoica o amistad universal tendía a convertirse en una especie de solida- judíos y no judíos en la tierra es símbolo de la trascendencia sagrada de
ridad internacional, la actitud aislacionista de los judíos suscitaba una reac- Dios sobre las criaturas. Cristo ha destruido los dos muros divisorios y ha
ción antijudía casi general (ya en el propio libro de Ester). fundado la paz universal: ha reunido (en la Iglesia) los dos pueblos (judíos
La carta a los Efesios comparte la convicción de que la ley judía es y no judíos), y de este modo, unidos, les concede el acceso a Dios: «Por-
la causa de la discordia y hostilidad existentes en los dos grupos humanos que él es nuestra paz: él, que de los dos pueblos hizo uno y derribó la
(2,14-15). La carta subraya además que la ley impide a los mismos judíos barrera divisoria, la hostilidad, aboliendo en su vida mortal la ley de los
el acceso a Dios: según la ley, también ellos son pecadores. La ley, en minuciosos preceptos: así, con los dos, creó en sí mismo una humanidad
cuanto muro divisorio, adquiere una expresión simbólica en el templo de nueva, estableciendo la paz, y a ambos, hechos un solo cuerpo, los recon-
Jerusalén, donde una pesada cortina delimitaba los lugares en que no cilió con Dios por medio de la cruz, matando en sí mismo la hostilidad.
podían penetrar los no judíos bajo pena de muerte (cf. la acusación contra Por eso, su venida anunció la paz..., pues gracias a él unos y otros, por
Pablo: Hch 21,28-29; 24,6). Precisamente por eso, los paganos eran atheoi un mismo Espíritu, tenemos acceso al Padre» (Ef 2,14-18). El texto, de
(Ef 2,22), estaban excluidos de la comunión con el Dios de Israel (2, factura hímnica, está lleno de alusiones a la literatura del Antiguo Testa-
12-13). «Ahora, en cambio, gracias a Cristo Jesús, vosotros, los que antes mento y del primer judaismo. Ef 2,17-18 relaciona Is 57,19 con 52,7: tras
estabais lejos, estáis cerca por la sangre de Cristo» (2,13). El autor se la adquisición de la paz, ésta tiene que ser «anunciada»; en otras palabras,
sitúa en el punto de vista judío y alude a Is 57,19: «Paz al lejano, paz el ministerio o anuncio de la reconciliación es parte esencial de la recon-
al cercano, dice el Señor». «Cercanos» son los que poseen los plenos dere- ciliación (cf. 1 Cor 5,17-21) **. Si podemos decir que la carta tiene como
chos de un israelita; «lejanos», los paganos y los pecadores públicos judíos trasfondo un «mito cósmico», poco ha quedado de él: lo que interesa al
(por ejemplo, los recaudadores). «Acercar» pasó a ser un término técnico, autor es el hecho de la pacificación entre los hombres y con Dios; en la car-
procedente del proselitismo judío, para expresar la aceptación de un indi- ta, la Iglesia es la nueva humanidad en la que ya no hay enemistad alguna
viduo como miembro privilegiado de la comunidad judía (aceptación que —todos forman entre sí un solo cuerpo (1,23)—. La carta a los Efesios es
implicaba la circuncisión). En la carta a los Efesios, este término se aplica un «evangelio de paz» (6,15), por el que se anuncia a los paganos «la in-
al bautismo cristiano. Gracias a la muerte de Jesús, los paganos obtienen imaginable riqueza de Cristo» (3,8). Y el autor dice que Dios lo ha dis-
el acceso al Dios de Israel, al único Dios verdadero (cf. 2,1-3). Por tal puesto todo de tal forma que «desde el cielo, por medio de la Iglesia, se
motivo, «Cristo es nuestra paz» (2,14), el que trae la paz escatológica dan a conocer a las soberanías y autoridades las múltiples formas de la
anunciada en Is 57,19; 52,7; Zac 9,10 y Miq 5,4. Los extranjeros (xenoi) sabiduría de Dios» (3,10). El modelo cósmico está sin duda presente, pero
y residentes (paroikoi) se convierten en «conciudadanos» (Ef 2,19). Tam- la carta a los Efesios piensa históricamente: el anuncio del «bautismo del
bién éstos son términos jurídicos judíos. Los rabinos aplicaban las leyes |>erdón de los pecados» y de la «nueva vida» muestra claramente a las
prescritas en el Tenak para los emigrantes (Lv 19,33-34) a los prosélitos fuerzas del mal que los hombres pueden ahora evitar el pecado, es decir,
religiosos. Los emigrantes residentes (paroikoi) obtenían parcialmente los la esclavitud de las fuerzas del mal, y tener libre acceso a Dios (3,12;
derechos civiles de los judíos. En el Nuevo Testamento reciben por el cf. 3,4). La reconciliación entre todos los hombres es libre acceso a Dios
bautismo plenos derechos de ciudadanía. (2,18 y 3,12). Evidentemente, de acuerdo con este razonamiento, los espí-
El templo, muro divisorio entre judíos y no judíos, era un símbolo ritus malos quieren impedir que los hombres de la tierra tengan acceso a
terreno de la morada celestial. Desde el punto de vista arquitectónico, Dios: idea que tenía un papel importante ya en la representación de la
mediante la representación del firmamento en la cortina (cf. infra, sobre
" Cf. Sab 9,8; TestLev 5,1-2; ApBar(sir) 4,3-6; 4 Esd 7,26; 8,52; 13,36; TestDan
93
Strack-Bilkrbeck, III, 588-591; Josefo, Contra Apionem, 1,11. 5,12. También, Gal 4,26; Ap 3,12; 22,10; SalSl 17,25.
196 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO LA PAZ DE CRISTO ENTRE LOS PUEBLOS 197
serpiente del libro del Génesis. Al hombre se le prohibió, como castigo beza (kephale), Cristo» (aunque esto sea verdad desde un punto de vista
de su pecado, el libre acceso al Edén, donde podía pasear libremente con material), sino de que Cristo «reúne» todas las cosas, establece la paz.
Dios por el jardín. Los querubines vigilan la entrada, al igual que vigilan Dado que la carta a los Efesios habla de Cristo como kephale, cabeza
el arca de la alianza y el sancta sanctorum del templo. Una serie de ideas (1,22), algunos exegetas, a pesar de la gramática griega, creen que el autor
antiguas, junto con otras nuevas derivadas de ellas, estaban vivas en el entiende por anakephalaiosis «poner todo bajo una cabeza» (como dicen
judaismo helenista, el cual había podido conocer en este núcleo del sin- muchas traducciones de la Biblia), lo cual no responde, en mi opinión, al
cretismo otros mitos distintos. La carta a los Efesios «desmitifica» todo conjunto de la carta 96 . Ef 1,22 dice: «Todo lo sometió bajo sus pies»,
esto, pues el autor dice sobriamente que lo único que nos impide el ac- Cristo es el Señor de todas las cosas (cita de Sal 8,6: la exaltación de
ceso a Dios es nuestra pecaminosidad. Sin embargo, tal pecaminosidad está Jesús sobre todas las cosas). Pero en ningún caso se dice en la carta que
sujeta al viejo dominio de los malos espíritus (2,1-3). Cristo sea también kephale, cabeza de todo. La carta a los Efesios se opone
Pero el marco cósmico, religioso y cultural, no desaparece por com- precisamente (a diferencia de la carta a los Colosenses) a ello: «Dios lo
pleto. «Por eso dice la Escritura: Subió a lo alto llevando cautivos, dio hizo, por encima de todo, cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo» (1,22;
dones a los hombres. Ese 'subió' supone necesariamente que había bajado también 4,15b y 5,23). En la carta a los Colosenses Cristo es la «cabeza
antes a lo profundo de la tierra; y fue el mismo que bajó quien subió por de todas las cosas» porque es cabeza del cuerpo, que es la Iglesia. Así,
encima de los cielos para llenar el universo» (4,8-9). Tanto Ef 2,14-16 pues, la carta a los Efesios mantiene también la función de Cristo como
como 4,8-9 reflejan un modelo cósmico de redención, al que se enfrenta cabeza de la Iglesia, y sólo de la Iglesia (la carta a los Colosenses es
evidentemente la carta. Sin embargo, el autor interpreta ese modelo en incongruente en este punto). De lo contrario, dentro de este mismo con-
términos radicalmente nuevos (suponiendo que se trate de un modelo no texto habría que admitir un doble sentido de la palabra «cabeza»: cabeza
israelita o no judío). En Ef 4,8-9 aparece claramente el esquema del «as- de todas las cosas (posición de la carta a los Colosenses) lo es sólo en
censo-descenso»: un modelo israelita y judío que, ni por su antigüedad cuanto Kyrios, Señor, al que están sometidas todas las cosas (lo cual es
ni por su forma, se ha desarrollado totalmente en su propio terreno. La de hecho una idea veterotestamentaria: gr. Jue 10,18; 11,8.9.11; Is 7,
idea es que la salvación universal debe llenar todas las cosas. Pero esta 8-9); en cambio, «cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo» tiene un signi-
gente piensa también en términos espaciales, cósmicos: el universo abarca ficado helenista, estoico: el principio unificador que llena todo con su vida
lo supraterreno, lo terreno y lo infraterreno. Por tanto, un salvador uni- y energía.
versal tiene que recorrer todos esos lugares y «llenarlos» con su llegada En mi opinión, la idea de Christus, caput omnium, cabeza de todas las
(el autor no habla del mundo subterráneo, pues para él la zona más pro- cosas, es ajena al espíritu de la carta a los Efesios, y el autor de ésta —si
funda es nuestra tierra). Pero, a pesar de todas estas imágenes, lo que en conoce la dirigida a los Colosenses— corrige aquí Col 2,10. La carta a los
definitiva afirma la carta a los Efesios es que la salvación universal se nos Efesios es, pues, más paulina que la carta a los Colosenses. Porque Cristo
ha dado «con su sangre» (1,7), mediante su muerte en cruz; y su paso ha resucitado y ha sido exaltado al cielo, es el Señor universal de todas
triunfal por las diversas esferas del universo significa en concreto el per- las cosas: «exaltado por encima de las potencias celestes» y «de todo título
dón de los pecados (1,7). Esto es puro paulinismo trasplantado al contexto reconocido no sólo en esta edad, sino también en la futura» (1,21). Pero
de la Antigüedad tardía y de Asia Menor. El elemento cósmico de la carta cabeza lo es sólo de la Iglesia, porque esto significa perdón de los pecados
a los Efesios consiste en que el pecado es considerado como una vida y vida. En la medida en que se da perdón de los pecados y vida nueva en
(libremente aceptada) bajo el dominio del diablo (2,1), mientras que la el Espíritu, las potencias espirituales están también sometidas en esa mis-
decisión salvífica de Dios es la anakephalaiosis o reunificación de todas las ma medida a Cristo, dentro de la comunidad eclesial. Por tal motivo, el
cosas (ta panta) por medio de Cristo (1,10). ¿Qué es esta anakephalaiosis, perdón de los pecados implica asimismo una lucha constante contra las
que constituye el núcleo de la carta? El término griego no tiene nada que fuerzas del mal (6,12). La visión, sobria y nada «cósmica», de la carta
ver con «poner bajo una cabeza» o, dicho de otro modo, con kephale H los Efesios consiste en que las potencias están sometidas a Cristo en la
(cabeza, jefe), sino con kephalaion, repetición o recapitulación, en el sen- medida en que los hombres dejan de pecar. En esta visión, instrumento de
tido de síntesis concisa y reiterativa (cf. también Rom 13,9; Heb 8,1). El salvación lo es únicamente la Iglesia, no el mundo. «No dejéis resquicio
término viene de la gramática griega; el gramático Quintiliano escribe: ni diablo» (4,27). Anakephalaiosis significa, pues, en mi opinión, reunir,
«Rerum repetitio et congregado, quae graece anakephalaiosis dicitur...» 95; pacificar (lo cual, además, responde mejor al espíritu de la lengua griega).
anakephalaiosis o recapitulación es recomponer las partes que estaban dis-
persas. Esto concuerda perfectamente con el núcleo de la carta a los Efe- u
La Bible de Jérusalem traduce: «ramener toutes les choses sous un seul chej,
sios, es decir, con 2,14-16. No se trata de «poner todo bajo una sola ca- Ir Christ», con la ambigüedad inherente al francés chej. La New Bible traduce, en
mi opinión, correctamente: «that the universe, all in heaven and on earth, might be
Quintiliano, 6,1. lnniiífhr into a untty in Christ».
198 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO LA PAZ DE CRISTO ENTRE LOS PUEBLOS 199
El propósito de toda la carta, incluido 1,10, es afirmar que Cristo es el Cristo, como cabeza de su Iglesia, es llamado «redentor de la Iglesia»
pacificador universal. Con ello no se niega el aspecto cósmico de tal paci- (5,23b). «Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella: quiso así consa-
ficación, pero se sitúa en un marco eclesiológico: por medio de la muerte grarla con su palabra, lavándola en el baño del agua, para prepararse una
de Jesús y de su resurrección, todos los hombres, sin distinción, tienen Iglesia radiante» (5,25-27). Aquí luego la imagen varía: «Somos miembros
ahora la posibilidad de obtener el perdón de los pecados y el acceso a de su cuerpo» (5,30). ¿Miembros de la Iglesia, del Señor? ¿O miembros
Dios. Ahora ya es posible una «vida consagrada». El poder del pecado de su cuerpo glorificado en cuanto miembros de la Iglesia? Ambas imá-
—los «espíritus malignos»— ha sido ya derrotado y sometido a Cristo. genes parecen confundirse: Iglesia y cuerpo de Cristo son «una sola carne»,
Esto confiere a la Iglesia de Dios un cometido cósmico, es decir, universal. como el hombre y la mujer en el Génesis (Gn 5,31-32). De hecho, según
A excepción de esos «espíritus malignos», no encontramos en la carta a los afirma la carta a los Efesios, en Gn 2,24 se alude ya a la relación entre
Efesios ningún elemento «cósmico»: menos aún que en Pablo, para quien Cristo y su Iglesia, a su íntima unión.
toda la creación material gime en espera de que se manifieste la redención Por tal motivo, la carta a los Efesios introduce el concepto de pleroma,
definitiva del hombre. conocido ya por la carta a los Colosenses, donde es la plenitud de Dios
Otra variante de Efesios con respecto a Colosenses, análoga a la que que habita en Cristo. Pero la carta a los Efesios adopta de nuevo una pers-
acabamos de ver (el cuerpo de Cristo no es el cosmos, sino únicamente pectiva eclesial: en cuanto cuerpo, la Iglesia misma es pleroma Christou
la Iglesia), es la relativa al concepto de kephale o cabeza: Cristo no es (1,23; 3,19; 4,13; 5,18). Si la carta a los Colosenses se mueve en un plano
cabeza, de la Iglesia y además cabeza del universo (así opina, entre otros cristológico y cristocéntrico (Cristo es el pleroma de Dios), la carta a los
muchos, Gnilka); en la carta a los Efesios todo está sometido a Cristo, Efesios —sobre la base de aquélla— se mueve en un plano eclesiológico;
pero Jesús es cabeza únicamente de la Iglesia. Su resurrección es presencia el autor actualiza la carta a los Colosenses en sentido eclesiológico: la
entre nosotros, pero tal presencia es la comunidad de Dios, no una especie Iglesia es el pleroma de Cristo. El punto de partida de esta interpretación
de omnipresencia cósmica. En la carta a los Efesios, Cristo es Kyrios, Se- es Col 1,19 y 2,9-10: Cristo es la plenitud de Dios y los cristianos «han
ñor de «ta panta», y kephale, cabeza de la Iglesia. Precisamente porque obtenido por él esa plenitud» (Col 2,10). En cuanto al contenido, la carta
soma, cuerpo (y, por tanto, también su pleroma, plenitud) está reservado a los Colosenses conoce ya la idea de la Iglesia como pleroma Christou,
a la Iglesia, para la carta a los Efesios Cristo no es un «caput mundi», pero alude a ella sólo de pasada. La carta a los Efesios desarrolla en sen-
un soberano del mundo, a no ser por medio de la obra de pacificación que tido eclesiológico el contenido soteriológico de la carta a los Colosenses
lleva a cabo la Iglesia97. Es de notar además que la carta a los Efesios (estamos llenos de la plenitud de Cristo). La Iglesia, plenitud de Cristo,
elude el empleo del título «Hijo de Dios»; sólo lo emplea una vez (4,13) es el espacio llenado por el poder vivificante de Cristo, el espacio en que
y quizá contra una cristología cósmica en la que el mundo es llamado se encuentran los creyentes. El pleroma explica así la función de Cristo
cuerpo del «Hijo de Dios». En mi opinión, es un hecho evidente que se como cabeza en relación con la Iglesia, su cuerpo. La carta a los Efesios
da una transformación eclesial del concepto cósmico, típico de la Antigüe- habla indistintamente de «plenitud de. Dios» (en Cristo) y de «plenitud
dad tardía, según el cual el cosmos es «cuerpo del Logos» (ya desde Col; de Cristo» (en la Iglesia). Por ello, la Iglesia de la carta a los Efesios se
cf. Ef 1,23; 5,23); el autor saca una serie de consecuencias válidas tam- encuentra ya «en los cielos», en la morada celeste (cf. 2,6). Para esta carta
bién para el concepto de kephale (que Col no había tenido en cuenta). La es el pleroma lo que para Pablo es el Pneuma o Espíritu.
carta a los Efesios no conoce, o al menos no emplea, predicados de Cristo Aunque Cristo «ha llenado el universo» (4,10), únicamente la Iglesia
relacionados con la creación. Pero sí emplea expresiones de carácter cós- es su soma y pleroma, el campo de acción de Cristo, donde Dios actúa en
mico: anchura y largura, altura y profundidad (3,18), las cuatro dimensio- Cristo en el mundo. Para la carta a los Efesios, la Iglesia no es un espacio
nes de todo posible objeto, cosa o ser viviente, del universo. Esta termino- cerrado; Cristo se sirve de ella como de medio para llenar el universo.
logía proviene probablemente, de manera directa o indirecta, de la escuela En la carta a los Efesios se trata de un proceso histórico en el que la Igle-
estoica, pero nuestro autor alude con ella al amor (y conocimiento) uni- sia hace de mediadora de la salvación y de la paz para el mundo. Nos en-
versal de Cristo (3,19). contramos, en definitiva, ante el concepto moderno de la Iglesia como sa-
97
cramentum mundi, de igual modo que Cristo es el medio salvífico de Dios.
Aunque Pablo conoce la idea de Cristo como cabeza (1 Cor 11,3), no habla de Ln Iglesia es el ámbito de salvación: en ella están reconciliados judíos
Cristo como cabeza de la Iglesia: «Cristo es cabeza de todo hombre, el hombre
cabeza de la mujer y Dios cabeza de Cristo». Lo afirmado en 1 Cor 11,3 suena así
y paganos, formando la nueva humanidad que prefigura lo que debe ocurrir
en Ef 5,23: «El marido es cabeza de la mujer, como Cristo, salvador del cuerpo, es en el mundo.
cabeza de la Iglesia», es decir, animación y principio vital. Pablo sabe también que La carta a los Efesios sabe que los cristianos pecan, que niegan la esen-
Cristo es Señor de todas las cosas (por ejemplo, Flp 2,9-11), pero no «cabeza de cia de la eclesialidad (cf. Ef 4-6). La Iglesia, «radiante, sin mancha ni arru-
todas las cosas». En el mundo de la Antigüedad tardía, «cabeza» no significaba ga ni nada parecido» (5,27), es considerada como una magnitud indepen-
«jefe», «guía», sino el principio vital que está presente en todas las cosas. diente, como una «entidad», y se habla de ella como de un imperativo;
200 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO LA PAZ DE CRISTO ENTRE LOS PUEBLOS 201
pero no una entidad que flota por los aires en cualquier sitio a modo de rrección corporal). Por la fe y el bautismo, los cristianos han resucitado
«modelo ejemplar», sino que tiene un rostro (¿dónde?, ¿cómo?) concreto ya con Cristo (Colosenses), y la carta a los Efesios añade expresamente:
entre los cristianos, aunque todavía esta Iglesia deba crecer hacia la dimen- están sentados ya a la derecha de Dios junto a su Señor (2,6). La carta
sión de Cristo (4,15b-16) y sea necesario construir la comunión «en el a los Efesios habla, pues, de sesosmenoi (2,8-10): estamos ya redimidos;
amor» (4,16b; cf. también 4,12b-13). «estáis salvados por pura generosidad» (2,5.8), poniendo marcadamente
de relieve la acción de Dios: en Cristo, Dios nos ha bendecido (1,3), esco-
A mi juicio, en la carta a los Efesios se da una drástica desmitificación gido (1,4), favorecido (1,6), perdonado (4,32), resucitado (2,6).
de una «cristología cósmica» que quizá existía por entonces. La carta «De hecho, gracias a esa generosidad estáis ya salvados por la fe; es
quiere inculcar en los cristianos la idea de que la Iglesia debe ser para el decir, no viene de vosotros, es don de Dios; no es por lo que hayáis he-
mundo un sacramentum pacis, un signo efectivo de pacificación. Del pasaje cho, para que nadie se engalle. Somos realmente hechura suya, creados,
tradicional de tono cósmico que subyace a Ef 2,15-16 (cf. 4,8-10) se des- mediante Cristo Jesús, para hacer el bien que Dios nos asignó de antemano
prende que el autor piensa en términos históricos y eclesiales, no en tér- como línea de conducta» (2,8-10). Esto es puro paulinismo, pero con otros
minos pancósmicos. Pleroma debe entenderse, por tanto, fundamentalmente matices. La justificación en el bautismo es considerada como un paso de la
en sentido pasivo: la Iglesia está llena (llenada) por la fuerza divina vivi- muerte a la vida (cf. ya Rom 4,5). La expresión «justicia de Dios» tiene
ficante de Cristo. Con este sentido se mezcla otro activo-medio: «La Igle- unas resonancias y reminiscencias tan judías que no dice nada a los cristia-
sia, que es su Cuerpo, la plenitud del que llena totalmente el universo» nos procedentes del paganismo. En cambio, están familiarizados con el tér-
(to pleroma tou ta patita en pasin pleroumamenou, 1,23). En vez de re- mino «vida»: una vida no sometida a fuerzas destructivas ni dependiente
currir a la dimensión «cósmica» de la carta a los Efesios, nosotros podría- de ellas, que no es producto de un misticismo ascético, sino don obtenido
mos hablar de la responsabilidad que la Iglesia tiene para con el mundo, en Cristo y que sólo se puede recibir mediante una respuesta de la fe.
de su obra universal de paz, dado que «la paz de Cristo» se concreta en eí Ser bautizado significa pasar de la muerte a la vida (3,1-3; cf. Col 2,13);
cuerpo de Cristo. La carta a los Efesios no anuncia —a pesar de las ideas Pablo decía «morir al pecado» (Rom 6,10-11; cf. Col 2,12). En la carta
y circunstancias propias de la Antigüedad tardía— un individualismo o pri- a los Efesios, la justificación consiste en que los muertos son llamados
vatización de la salvación (cf. 4,12-13). Las aclamaciones al Kyrios —«¡Se- a la vida (2,5; 2,1.3; cf. Rom 1,18-3,20; Ef 2,3 y 5,6 con Rom 2,5-11;
ñor! ¡Señor!»— no pueden ser un obstáculo para la realización de una cf. Jn 5,24; 1 Jn 3,14 y Le 15,24.32). Esto implica morir al pecado y,
pax Christi histórica, aunque la carta a los Efesios tenga en gran estima por tanto, santidad, la propia santidad de Dios. Pero en la carta a los
los «cánticos inspirados» y los himnos de alabanza a Dios (5,18-19). Efesios «resucitar a la vida» no se refiere al futuro de la resurrección cor-
La Iglesia, en cuanto pleroma de Cristo, es el ámbito en que se derra- poral (como en 2 Cor 4,4; Flp 1,2.3; Mt 19,28; 26,29; Ap 3,21), sino
ma el amor de Cristo (3,18-19). Cristo ejerce su poder salvífico en el mun- a la resurrección espiritual que se da ya ahora: los cristianos han muerto
do mediante el amor de los creyentes (cf. también 5,25ss), el mismo amor con Cristo, han resucitado con él y se sientan junto a él en las alturas
con que él aceptó su muerte (5,2 y 5,25b). Es una obra eclesial de paz, (Ef 2,6; cf. la analogía existente entre 1,19-23, a propósito de Cristo,
fruto no del poder, sino del amor. y 2,1-10, a propósito de los cristianos). La escatología, más aún que en
Pablo, se centra en el presente, pero no se opera ninguna desmitificación
del ésjaton: la redención final pertenece al futuro (4,30; cf. 1,13-14), si
3. Edificación interna de la comunidad eclesial bien algunos cristianos proponen constantemente la idea de que ya hemos
resucitado (¡aleluya!), la cual se manifiesta en experiencias «pneumáticas»
Los cristianos a los que se dirige esta carta provienen del paganismo. que olvidan el «todavía no» de la redención. Dado que en todo el Nuevo
Estos cristianos han sido bendecidos y consagrados por Dios (1,3-4), llama- Testamento no son separables la cruz y la resurrección, la carta a los Efe-
dos a la esperanza (1,15-23), llevados a la vida (2,8-10) y convertidos en sios, al igual que Pablo, puede insistir en la muerte de cruz para hablar
conciudadanos de la Iglesia de Dios en la tierra (2,17-22): han sido acogi- de la resurrección, pero también puede hacer lo contrario (por ejemplo,
dos en «la paz de Cristo», la comunidad de Dios y son, por tanto, paci- Ef 1,17-2,10 frente a 2,11-22; asimismo 1 Cor 1,17-2,5 frente a 1 Cor
ficadores. 15,12-19).
En la carta a los Efesios, la expresión «llevados a la vida» equivale A diferencia de la carta a los Colosenses, en la carta a los Efesios la
últimamente a lo que Pablo llamaba «justificación». Estos autores, en su mediación de Cristo en la creación se hace escatológica: «hacer la unidad
ortodoxia, no se dejan arrastrar por ningún fetichismo terminológico. En del universo» en Cristo (1,10). Si la carta a los Colosenses dice: «por su
la carta a los Efesios desaparece por completo la distinción, tan importan- medio se creó el universo» (Col 1,16), la carta a los Efesios dice que sólo
te para Pablo, entre justificación (por medio del bautismo en la fe) y san- Dios es el creador del universo (3,3b); Cristo es el mediador en la orden
tificación y soteria o salvación en cuanto acontecimiento escatológico (resu- de la salvación, el cual es la paz escatológica de toda la creación. No obs-
202 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO LA PAZ DE CRISTO ENTRE LOS PUEBLOS 203
tante, la carta a los Efesios asigna a Cristo en esta mediación salvífica un la paz del universo. La relación entre creación y salvación es distinta, por
papel más activo que Pablo, el cual emplea frecuentemente la forma pasiva ejemplo, de la que aparece en el himno cristológico de Col 1,15-21 (no
(Rom 1,17; 1 Cor 6,11; 15,22; 2 Cor 1,19-20; 5,21; en forma activa: obstante, he dicho que la primera estrofa de este himno recibe su significa-
2 Cor 5,19 y 2,14). Así, en la carta a los Efesios la charis o gracia se con- do protológico de la segunda). En este sentido, la carta a los Efesios tiene
vierte en el principio de la acción salvífica: «estáis salvados por pura ge- un carácter menos mítico en su exposición que la carta a los Colosenses
nerosidad» (2,5.8), por la gracia hemos sido perdonados (1,7) y en virtud (y que los textos afines a Col l,15ss). Sólo ahora, gracias a Cristo, sur-
de la gracia Pablo se convierte en «ministro del evangelio» (3,7). La carta ge el hombre paradisíaco del Génesis (cf. Ef 4,21c; cf. Col 3,10; 1,15;
a los Efesios no conoce la polémica contraposición entre gracia y obras. 2 Cor 4,4).
Para el autor, la justificación consiste en haber sido creados para hacer el Da la impresión de que lo que Pablo llama en Rom 1,18-3,20 la situa-
bien, lo cual ya es un don de Dios (2,10). En conjunto, «somos realmente ción de los judíos y de los no judíos —es decir, de todos los pueblos—
hechura suya, creados por él», una nueva criatura (2,10; cf. 2 Cor 5,17). «bajo la ira de Dios» (o, en otras palabras, la historia anterior a la llegada
Ser llevados a la vida tiene, por tanto, un doble significado: a) vivir, en de Jesús) la carta a los Efesios lo ve como el caos primigenio anterior a la
contraposición a la muerte; de esta forma, la vida es un don del Creador, creación: como discordia. Con Jesucristo todas las cosas son creadas... en
no una recompensa por las buenas obras; pero b) vivir es también un la paz. Lo mismo vienen a decir las repetidas alusiones que hace la carta
modo de vida (2,3; 4,1.17; en este sentido, la Biblia griega habla más bien a la oposición entre tinieblas y luz (aunque estos dos términos se empleen
de «caminar» que de «vivir»). En la carta a los Efesios, «vida» responde también en la apocalíptica, en la Antigüedad tardía, entre los fariseos y en
más bien al primer significado (la justificación de Pablo); sin embargo, una Qumrán). «Antes, sí, erais tinieblas, pero ahora, como cristianos, sois luz»
vez «llevado a la vida», el cristiano tiene también que vivir, o sea, hacer (5,8-14). «Dijo Dios: Que exista la luz. Y la luz existió» (Gn 1,3). Y vio
el bien, «vivir a la altura del llamamiento» (4,1-6). La nueva vida se da Dios que todo era bueno, que era muy bueno. Para la carta a los Efesios,
por pura generosidad, a fin de hacer posible un nuevo modo de vida. esto ya se ha realizado en Cristo, y no de un modo mítico-apocalíptico
(Cristo como sabiduría preexistente, consejera en la primera creación, como
La carta a los Efesios presenta la misma obra de salvación en términos
por ejemplo en la carta a los Colosenses), sino de un modo histórico: por
de creación. «Somos realmente obra de Dios» (2,10) se refiere a la nueva su cruz y su resurrección, como creación del «hombre nuevo», del hombre
creación de la salvación, mientras que Pablo emplea tal expresión para de- del amor fraterno (4,31-32), el cual «mantiene el vínculo de la paz» (4,3),
signar la condición de criatura (Rom 1,20). Nuestro estado de gracia es «soportándose mutuamente con amor» (4,2b).
obra de Dios. La redención es, por tanto, una obra creadora de Dios,
vinculada a Cristo. Para la carta a los Efesios, el vínculo que liga la «crea- Sin embargo, con la creación (el bautismo) del hombre nuevo no todo
ción» (ktisis) a Cristo (2,15; 3,9; 4,24; cf. Col 3,10; 1,16) se sitúa dentro se ha llevado a término. Esta nueva creación debe empezar a caminar,
del orden salvífico, que es una «creación», el sentido definitivo de la pri- iniciar su propia historia: edificación y crecimiento. Debe alcanzar el des-
mera creación. Se pone así de relieve la gran fuerza creadora de la gracia. arrollo del «hombre perfecto» (4,13), en el sentido de «hombre maduro»
La acción salvífica de Dios se hace visible en el terreno de nuestra historia (el que no es menor de edad): «el desarrollo que corresponde a la plenitud
humana a través de las buenas obras del «hombre nuevo» (2,10; cf. 2 Cor de Cristo» (4,13b). El autor habla una vez más en términos espaciales:
9,8; Col 1,10). No hay contradicción, pues, entre lo que hace Dios en Dios ha determinado de antemano una medida para la Iglesia ya elevada
Cristo y lo que hace la Iglesia como plenitud de Cristo. hasta Cristo en los cielos. En la preexistencia apocalíptica de todos los bie-
nes salvíficos está determinada la medida definitiva de la Iglesia, la cual
El modelo de esta (nueva) creación del hombre por Dios es Cristo. debe crecer en la tierra hasta conseguir esa medida, eis metron helikias tou
A diferencia de Pablo, la carta a los Efesios habla de un «re-crear» kata pleromatos tou Christou, el nivel de la edad perfecta que corresponde a la
Theon (4,24), no «a imagen de Dios». En las deuteropaulinas, el cristiano iglesia como «plenitud de Cristo». De esa visión nace la fuerza para ca-
no se reviste en el bautismo «de Cristo» (Pablo), sino del «hombre nue- minar por la tierra; es un proceso que puede ser frenado, pero que se im-
vo», que no es «Cristo», pero se ajusta a la medida de Cristo (cf. infra). pondrá, apoyándose en la visión —de una promesa—, mientras haya «hom-
Este cambio de «creados a imagen de Dios» (Col 3,10) por «creados según bres nuevos». La carta a los Efesios no piensa exclusiva ni principalmen-
Dios» no es, en mi opinión, una simple consecuencia de la alusión a Gn 1, te en el individuo, sino en un proceso eclesial. Dado que la Iglesia ya
26-27. Es cierto que tras el kata Theon está la idea de eikon (imagen) de está «elevada», su crecimiento no es un movimiento espacial hacia arriba,
Dios de Col 3,10. Pero hay más: la carta a los Efesios ve la gracia como diño una expansión interna. La Iglesia, en cuanto espacio, es «la ciudad ce-
la creación realmente plena: el hombre nuevo es imagen de Dios y no lestial» (2,19ss; 2,5-6; 3,18), que debe ser llenada con «hombres nuevos».
creado a imagen de Dios; sólo ahora, por medio de la redención de Cristo,
el hombre es kata Theon, imagen de Dios. Por eso se dice: «procurad pa-
receros a Dios» (5,1). Es claro que el autor relaciona su terminología crea-
cional exclusivamente con el orden de gracia'de la salvación escatológica:
LA «TEOLOGÍA POLÍTICA» DE EF 205

4. Salvación del hombre para gloria de Dios reunión de un grupo de allegados en la que se toman decisiones: resolu-
ción que se toma tras haber hablado sobre un determinado proyecto. Si lo
El autor concluye el comienzo hímnico de su carta con las palabras: hablado y convenido en secreto no se puede contar a otros, sod significa
«para liberación de su patrimonio, para himno a su gloria» (l,13e). La gra- también «secreto», «misterio» (Prov 11,13; 20,19). Desde el punto de
cia debe desembocar en acción de gracias, la cual es parte esencial de la vista religioso, sod es originariamente el consejo celeste de Yahvé («en la
gracia y no una superestructura superflua de la misma. Siguiendo el mo- asamblea de los santos»; Sal 89,8; 82,1; Jr 23,18.22), y finalmente, el
delo de la beraká, o bendición sinagogal judía (modelo de la plegaria euca- designio de Dios. Este término ha sido traducido al griego por diversas
rística cristiana; cf. Ex 18,10; 1 Cor 1,4-8; 2 Cr 2,12; Nm 6,24-26), la palabras, que aparecen casi todas en el preludio hímnico de la carta a los
carta a los Efesios describe en el himno introductorio, a título de confe- Efesios (y que, precisamente por ello, hacen pensar en una liturgia sinago-
sión de fe, la obra redentora de Dios en Cristo, de la que los lectores han gal): eudokia tou thelematos, «el querer de su voluntad» (1,5); mysterion
oído hablar en la catequesis bautismal (1,13), en la que comienzan a creer tou thelematos, «el designio secreto que él tenía» (1,9); boule tou thele-
(1,13b) y para la que han sido sellados en su bautismo (1,13b) con el Espí- matos, «el designio de su voluntad» (1,11). En este concepto encontramos
ritu escatológico prometido, presente ya en ellos como prenda de la heren- plenamente desarrollado el significado que tenía charis en el primer judais-
cia futura o de la salvación escatológica consumada (l,13d). Y después de mo y en la época intertestamentaria: la revelación de un plan de salvación
la alabanza: «¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo!», se y un designio, ocultos en Dios desde la eternidad, que es confiada a unos
enumeran, como era normal en toda beraká, en forma de confesión, las ra- allegados o predestinados, en virtud de tal resolución y en un momento
zones para alabar y dar gracias a Dios: Dios nos ha bendecido en Cristo, preestablecido de nuestra historia; esos allegados o predestinados reciben
nos ha elegido en él, para alabanza de su gloriosa generosidad, que ha una «sabiduría de lo alto» y transmiten el misterio a otros (en la carta a
derramado sobre nosotros por medio de su Hijo querido, revelándonos su los Efesios, por primera vez, esto se lleva a cabo no sólo mediante el minis-
designio secreto, que consiste en llevar todas las cosas a la unidad en terio apostólico, sino también mediante toda la comunidad eclesial, 6,15).
Cristo, en el que nosotros también participamos... nosotros que ya espe- El contenido de tal designio y, por consiguiente, del «evangelio» es la paz:
rábamos en Cristo, por quien fuimos sellados con el Espíritu prometido «el evangelio de la paz» (6,15), formulado en 1,10 como «hacer la unidad
(cf. 1 Pe 1,3-5; esto indica que en ambos casos se utilizan probablemente del universo o pacificar todas ias cosas en Cristo». Así, este concepto de
modelos de alabanza usados tras la recepción del bautismo cristiano). El gracia está ligado esencialmente a la profunda sabiduría en que tanto in-
himno empieza con la inserción en tois epouranois (1,3), en las moradas siste la carta a los Efesios.
celestiales, idea que, como hemos visto, es una de las predilectas del autor
(1,3; 1,20; 2,6; 3,10; 6,12). Los dones de la gracia son llamados «bendi-
ciones celestiales» (1,3). Son de notar las expresiones: «bendito sea Dios, Conclusión
Padre» (1,3), «en Cristo» (núcleo de 1,3-14) y «sellados con el Espíritu
Santo» (1,13c). El himno cristiano de alabanza o eucharistia (eulogia) co- LA «TEOLOGÍA POLÍTICA» DE LA CARTA A LOS EFESIOS
mienza evidentemente a adoptar una estructura de la doxología «trinitaria».
«En Cristo», el cristiano ha sido destinado a la huiothesia o adopción: Tras el análisis que acabamos de realizar, resulta totalmente inexacta
hijos de Dios (1,5) que llevan una vida consagrada (1,4); en él nos de- la afirmación, bastante corriente por cierto, de que Pablo piensa en térmi-
muestra Dios su amor y lleva a cabo su designio: «revelándonos su desig- nos de historia de la salvación, mientras que la carta a los Efesios lo hace
nio secreto, conforme al querer y proyecto que él tenía para llevar la his- en términos cósmicos. En la carta a los Efesios, la responsabilidad eclesial
toria a su plenitud» (1,10; cf. Gal 4,4; Me 1,15). En la muerte de Cristo de predicar la paz y «aunar» todos los pueblos es la perspectiva especí-
en la cruz se nos ha dado el «rescate» (apolytrosis; cf. la síntesis que ofre- fica del «evangelio de la paz» (Ef 6,15): la paz universal. Particularmente
cemos más adelante), es decir, los cristianos han sido liberados del pecado en aquel hervidero de pueblos que era Asia Menor no resultaba extraña
(perdón de los pecados) y se les ha otorgado una «nueva sabiduría» que la idea de una fraternidad cosmopolítica. En tal sentido, la carta a los Efe-
viene de lo alto (1,8-10). Todo el himno explica, en fin, qué se entiende sios no es cósmica, sino cosmo-política. No se basa en un sentimiento
con ese término tan repetido de charis. En mi opinión, es justamente la cósmico-romántico de unidad, sino en la reconciliación que la muerte de
definición del concepto judío (sapiencial e intertestamentario) de gracia. Jesús en la cruz ha traído a todos los hombres, o sea, en el perdón de los
Mysterion (1,9) es traducción de la palabra hebrea sod™, que prácticamente pecados y en una vida renovada que es el fundamento de cualquier clase de
aparece sólo en la literatura sapiencial del Antiguo Testamento. Significa puz. La carta a los Efesios lo llama «liberación», apolytrosis; Jesús pagó
con su muerte el rescate para liberar a la humanidad cautiva en manos de
98
Cf. M. Saebo, sod, en ThHandWAT II, 144-148; G. Schrenk, boule, en unas espantosas potencias celestes. Aquel cuyos pecados han sido perdona-
ThWNT I, 631-636. dos y cuya vida está renovada, se halla libre de esos dominadores celestes
206 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO LA «FE VERDADERA» 207

del mundo. Sólo a través del pecado y de la injusticia humana pueden contra los que él llama «grandes dominadores del mundo» y grandes po-
seguir influyendo en el hombre. El hombre nuevo, creado por medio de tencias, que promueven la discordia. Esta comunidad cristiana no tiene
Cristo, es un hombre libre, no esclavizado ni encadenado. Pero los hom- miedo ante tales potencias, las cuales encuentran en ella un obstáculo.
bres no dejan de ser hombres. Las fuerzas sobrehumanas del mal siguen
actuando en esa medida como los grandes adversarios de la tarea de paci-
ficación que el hombre re-creado en Cristo está llamado a cumplir, para lo
III
cual tiene que «abrocharse el cinturón de la verdad, ponerse por coraza
la honradez, bien calzado» (6,14), dispuesto a luchar «no contra hombres
UNA COMUNIDAD SE INTERROGA SOBRE LA «FE VERDADERA»:
de carne y hueso, sino contra las soberanías, contra las autoridades, contra
LA SEGUNDA CARTA A LOS TESALONICENSES
los jefes que dominan...» (6,12).
No necesitamos hacer una «exégesis materialista» para resucitar, en
En este análisis del paulinismo deberíamos analizar, además de la se-
unas circunstancias históricamente distintas, en unos tiempos y contextos
gunda carta a los Tesalonicenses, las pastorales, pero prefiero hablar de
culturales diversos, la fuerza extraordinaria e innovadora de este evangelio
ellas en otro capítulo (tras analizar la carta a los Hebreos), ya que las pas-
de paz anunciado a los pueblos. Una actualización moderna de la carta
torales, junto con la carta de Judas y la segunda de Pedro, reflejan una
a los Efesios (la cual es, a su vez, una actualización de Col y Rom) abre
situación «apostólica tardía» o incluso posapostólica.
grandes perspectivas, si bien de tipo religioso: la reconciliación y la paz
En la segunda carta a los Tesalonicenses sigue resonando la voz apos-
entre los hombres mediante el acceso común a un mismo y único Dios.
tólica del maestro del paulinismo, pero todos los elementos de la carta re-
La carta a los Efesios proporciona un fundamento bíblico para una teolo-
velan una situación pospaulina. El autor de la carta se presenta como «Pa-
gía política y una teología de la liberación, pero al mismo tiempo consti-
blo, Silvano y Timoteo» (1,1a); así empieza también una carta ciertamente
tuye una crítica de las fórmulas que se limitan a copiar lo que el mundo
auténtica de Pablo, la primera a los Tesalonicenses (donde los tres apare-
ya hace. La dimensión religiosa —con su singular fuerza liberadora y crí-
cen como una especie de equipo pastoral). La carta va dirigida «a los que
tica— es el núcleo esencial de la teología liberadora de la paz que hallamos
en Tesalónica forman la Iglesia de Dios nuestro Padre y del Señor Jesu-
en la carta a los Efesios. Esta no puede decirnos cómo se debe hacer hoy
cristo» (1,1b).
tal teología, pero nos ofrece estímulos, orientaciones y elementos críticos
que debemos tener muy en cuenta al efectuar la actualización para nuestra Bibliografía: P. Andriessen, Celui qui retient la venue du Seigneur: Bijdr 21
época, si queremos llegar a resultados concretos fundados en la fe apostó- (1960) 20-30; L. W. Dewailly y B. Rigaux, Les ¿pitres de saint Paul aux Thessalo-
lica: la salvación de Dios en Cristo. Naturalmente, las fórmulas y la sen- niciens (París 1954); M. Dibelius, An die Thessalonicher I.II. An die Philipper
sibilidad de la carta a los Efesios pertenecen a la cultura de la Antigüedad (HNT 11; Tubinga 31927); E. van Dobschütz, Die Thessalonicherbriefe (Meyer 10;
tardía, y muchos conceptos de la carta presentan afinidades con otros de Gotinga 71909); A. Oepke y otros, Die kleineren Briefe des Apostéis Paulus (Go-
Qumrán. (No sé cómo, pero probablemente no de un modo directo, sino tinga 21962); B. Rigaux, Saint Paul. Les ¿pitres aux Thessaloniciens (París 1956);
a través de tradiciones comunes; quizá porque, tras el desastre del 70, K. D. Schunk, Der «Tag Jahwes» in der Verkündigung der Propheten: «Kairos» 11
algunos miembros de Qumrán se convirtieron al cristianismo; de hecho, (1969) 14-21; A. Strobel, Untersuchungen zum eschatologischen V'erzogerungsproblem
(Leiden 1961); W. Trilling, XJntersuchungen zum zweiten Thessalonicherbrief (Erfurter
muchos de ellos emigraron entonces a Egipto, Siria, TransJordania y Asia Theol. Studien 27; Leipzig 1972).
Menor). En cualquier caso, debido a la fe apostólica expresada en ella, la
carta a los Efesios es completamente diferente de la espiritualidad de
Qumrán, a pesar de sus afinidades. Sobre todo, la idea de ser una comu- Así como la carta a los Efesios es una actualización de la carta a los
nidad que se identifica con «el resto» es totalmente ajena al cristianismo Colosenses, de igual modo la segunda a los Tesalonicenses es una actuali-
apostólico, pese a que los cristianos dan gracias por haber sido elegidos; zación de la primera. Los temas de la misma nos muestran una comunidad
de hecho, la elección se vive como una condición de la que hay que hacer evidentemente inquieta, insegura sobre algunos puntos de la fe. La comu-
partícipes a los demás. nidad, que había sido instruida por la predicación de Pablo, no sabe afron-
Lo que más llama la atención en la carta a los Efesios es, en mi opi- tar las nuevas situaciones que se le presentan. A esto se refiere la segunda
nión, su gran valentía ante el futuro. En una época en que las comunida- carta a los Tesalonicenses, invocando la autoridad de Pablo, responsable
des cristianas eran células casi invisibles en medio del mundo, grupúsculos de la tradición paulina.
minoritarios en las grandes ciudades, sin posibilidad de influir en el «gran Tesalónica era la ciudad portuaria más importante de Macedonia, el
mundo» ni en la sociedad circundante, una magnitud despreciable, el autor principal punto de unión entre Roma y las provincias romanas de Asia
de la carta se atreve a decir que la «comunidad de Dios» es el gran instru- Menor, a la vez que capital de la «provincia Macedoniae». Tales ciudades
mento universal de paz en el mundo, una comunidad que acepta la lucha fueron siempre un punto de reunión de las más diversas ideas. Sus habi-
208 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO LA «FE VERDADERA» 209

tan tes griegos acogieron con agrado las ideas orientales, procedentes de hasta instalarse en el templo de Dios, proclamándose él mismo Dios»
Asia Menor, en particular la «exuberancia oriental». Así se desprende (2 Tes 2,4; cf. Dn 11,36 junto con Ez 28,2). Este hombre que conculca
también de la segunda carta a los Tesalonicenses. Lo característico de esta todas las leyes (judías; de ahí que se le llame «hombre sin ley», «hombre
carta es su interpretación del juicio escatológico, al que, según 1 Tes 1,10, destinado a la ruina») no ataca sólo al Dios de Israel, sino toda manifes-
escaparán los cristianos, pues —como Pablo había enseñado— Jesús los tación de «religiosidad», excepto la que se refiere a su insignificante perso-
preservará del castigo que viene. La segunda carta a los Tesalonicenses na; se trata de Antíoco IV, el cual mandó erigir una estatua suya en el
afirma, en cambio, que el evangelio del juicio final implica precisamente santo templo de Israel: gesto sumamente blasfemo e impío, una abomina-
para los cristianos un juicio sobre su comportamiento ante el «evangelio ción para los judíos creyentes en Yahvé (Dn 11,31; cf. también 9,26-27,
de nuestro Señor Jesús» (2 Tes 1,8). En relación con la primera a los Tesa- que los evangelios sinópticos interpretan en una perspectiva cristiana:
lonicenses, esto supone (al menos en cuanto a la letra) un aspecto total- Me 13,14; Mt 24,15). Este hecho histórico fue un trauma para el Israel
mente nuevo. En la comunidad de Tesalónica se había difundido, al pare- teocrático. El «impío» se convirtió en un tópico del primer judaismo: el
cer, una expectación escatológica exagerada (2,1-2). Los cristianos se habían antimesías de Israel (ofreceremos una síntesis de esta evolución en el capí-
convertido en una especie de «adventistas»: si Cristo está al llegar —como tulo sobre «salvación religiosa y poder político en el Nuevo Testamento»).
Pablo les había enseñado—, ¿para qué seguir trabajando y ocuparse de los Los cristianos de origen judío tomaron este concepto (interpretado en el
asuntos cotidianos? Además, quizá otros miembros de la comunidad se pre- judaismo ya de una forma escatológica) del antidiós y antimesías de su tra-
guntaban por el sentido que tenía el sufrimiento de los cristianos: a los dición judía reciente y lo trasplantaron al cristianismo. Ahora bien, argu-
paganos les va bien, mientras que nosotros vivimos en la opresión y el menta la segunda carta a los Tesalonicenses, por difíciles que puedan ser
desprecio (1,4-10). ¿Acaso es esto liberación cristiana? los tiempos (en este sentido, está ya presente «el misterio de la impiedad»,
El autor responde a esta problemática. Los cristianos han sido «esco- 2,7), aún no vemos en torno a nosotros ese poder escatológico antidivino
gidos como primicias para salvaros (sotena) consagrándoos con el Espíritu y antimesiánico. A pesar de «los dolores de parto mesiánicos», la parusía
y dándoos fe en la verdad» (2,13). Esto es ciertamente paulino, si bien no está al llegar.
Pablo no habló nunca de «fe en la verdad» en sentido absoluto, sin añadir El segundo factor que explica el retraso de la parusía es llamado ho
una serie de precisiones al respecto. «Dios nuestro Padre, que nos ha ama- katechon arti (2,7b), literalmente: «lo que todavía frena». Es un factor
do tanto y que graciosamente nos ha dado un ánimo indefectible y una que «retiene» de momento la aparición del «adversario» antidivino y anti-
magnífica esperanza» (2,16). La carta se ocupa precisamente de esta espe- mesiánico. La segunda carta a los Tesalonicenses dice: «Sabéis a lo que
ranza: de la parusía o de la llegada inminente de Cristo o de «la gloria me refiero» (2,5-6), y no da más explicaciones. Aquí interviene un dato
de nuestro Señor Jesucristo» (2,14). Respecto a esta venida, se advierten «apócrifo» intertestamentario. En textos como Jds 6 y 2 Pe 2,4, donde
en Tesalónica síntomas de una tensión psíquica exagerada y fenómenos so cita un escrito apócrifo identificable (el libro de Henoc), se dice que los
sospechosos (2,1-17). El autor reacciona afirmando que de hecho no cono- ringeles caídos permanecerán de momento encerrados en cavernas subterrá-
cemos el día de la llegada de Cristo. Es posible que algunos estimaran neas, vigilados por los ángeles celestiales, en espera del juicio final. En
que Cristo estaba a punto de llegar. Pero, si Pablo dice que Cristo vendrá otras palabras, se trata de una variante del tema judío-apocalíptico del «en-
como ladrón nocturno —lo cual puede ocurrir en cualquier momento—, cadenamiento provisional de Satanás» (cf. en especial Ap 20,1-3.7-10; 9,
antes de esta venida tienen que cumplirse algunas condiciones. Hay sínto- I VI5; Le 4,13 contiene un débil eco de tal idea). To katechon (2,6a) y ho
mas que anuncian la venida de Cristo, pero no vemos todavía ningún signo katechon (2,7b): algo o alguien que «frena» (la alternancia de «el» [mascu-
de ello. La segunda carta a los Tesalonicenses no piensa, pues, en un acon- lino | y «lo» [neutro] puede significar un sujeto colectivo). El que frena
tecimiento que pueda ocurrir de hoy a mañana. Enumera dos clases de (o los que frenan) es (o son), por tanto, los ángeles que en nombre de
signos o condiciones que deben cumplirse previamente: por un lado, una Dios retienen, hasta los últimos días, a las fuerzas diabólicas, antidivinas.
apostasía masiva, unida a la aparición del «impío», del hombre claramente I''.Monees se dejará en libertad al antimesías y comenzará la lucha final
opuesto a Dios (2,8-12), que más tarde será llamado «anticristo»; por rucutológica entre Satanás y el ungido de Dios (para el cristianismo, Jesu-
otro, un «factor que frena» tal venida (2,6a y 7b). cristo).
Él primer motivo está tomado del relato bíblico sobre Antíoco IV No se puede decir sin más que la segunda carta a los Tesalonicenses
Epífanes, el modelo de «hombre impío», causa de la apostasía de muchos »c rsté refieriendo a este teologúmeno judío. Para el autor, el «impío» no
judíos en tiempos de los Macabeos (cf. 1 Mac 1,41-58; 2,15-18). Ya Dn 9, r» Satanás, sino un instrumento de éste (2,9). Por otra parte, la expresión
26-27 y 12,11 interpretan este hecho en una perspectiva escatológica. La ron que se alude al ángel que frena a Satanás («apenas se quite de en
segunda carta a los Tesalonicenses remite al primer libro de los Macabeos, medio el que por el momento lo frena»: ek mesou genetai, 2,7) es poco
cuando dice que este hombre «sin ley» es «aquel que se enfrentará y se mira nula y bastante oscura. Existían muchos modelos intertestamentarios
pondrá por encima de todo lo que se llama- Dios o es objeto de culto, irlittivos a la gran lucha del final de los tiempos. Y, sin duda, la segunda
i I
210 EL PAULINISMO FUERA DE LAS CARTAS AUTENTICAS DE PABLO LA «FE VERDADERA» 211
carta a los Tesalonicenses se refiere a uno de ellos. La ambigüedad de la agobian a los cristianos (1,4b)? ¿O a los «adventistas» cristianos de 2,1-3?
expresión puede obedecer también a la vaguedad de las formulaciones de Es difícil determinarlo; pero la amenaza de «excomunión» (3,6; 3,14) y
estas tradiciones intertestamentarias. En cualquier caso, el autor habla de ciertas expresiones de carácter absoluto, como «fe en la verdad» (2,13b),
una «parusía especial de Satanás» (una manifestación acompañada de por- «amor a la verdad» (2,10) y «no dar fe a la verdad» (2,12), sin ninguna
tentos y prodigios) (2,9), lo cual hace pensar que se trata de la batalla aposición cristiana (como sería «la verdad del evangelio», según se dice
apocalíptica entre Satanás y el ungido de Dios (lo de menos es la forma en otros lugares del Nuevo Testamento), y, en fin, el recurso a argumen-
en que se produce). Los cristianos procedentes del judaismo hicieron suyo tos de autoridad, sobre todo a la de Pablo (aunque el propio Pablo conoce
este teologúmeno judío. Pero en la batalla final Jesucristo destruirá «con la autoridad de la predicación apostólica, el recurso a Pablo en esta carta
su aliento» (2,8) a Satanás. Lo que la segunda carta a los Tesalonicenses tiene unas resonancias distintas; cf., por ejemplo, 2,5): todo esto denota
(lo mismo que el Apocalipsis) presenta como un acontecimiento dramático una situación eclesial posterior. Lo más probable es que se aluda a cristia-
del final de los tiempos —el triunfo de Cristo sobre las potencias (hoy las nos que ofuscan el evangelio y sacan de él falsas conclusiones. Ante la
llamaríamos «infernales», pero entonces las llamaban «celestes»)—, en las nueva situación que se había creado en la comunidad de Tesalónica, Pablo
cartas a los Gálatas, a los Colosenses, a los Efesios y a los Hebreos apare- habría respondido con más fuerza y precisión, no recurriendo a datos apó-
ce como un acontecimiento que en principio se ha llevado a cabo con la crifos, sino al núcleo de la fe apostólica. La segunda carta a los Tesaloni-
muerte de Jesús y constituye para los propios cristianos una manifestación censes no constituye una pieza fundamental dentro del Nuevo Testamento.
histórica de la resistencia a las fuerzas sobrehumanas del mal (cf. Ef 6, También esto tiene su importancia teológica; no todos los autores del Nue-
11-17). (El propio Pablo no habría hablado nunca con ese lenguaje mítico vo Testamento estaban en las mismas condiciones que Pablo, o que las
de los apócrifos, aunque conocía tan bien como la segunda carta a los Tesa- cartas a los Efesios y a los Hebreos, por dar la exacta respuesta pastoral
lonicenses dicho teologúmeno). Sin embargo, la conclusión que la segunda que requerían las circunstancias. Quienes hablan en el Nuevo Testamento
carta a los Tesalonicenses saca de esta historia mítica (que refleja una pro- son creyentes, pero también hombres, que interpretan sus experiencias de
funda realidad humana) es realmente paulina: el autor recuerda a los cris- la salvación en Jesucristo.
tianos las obligaciones que deben cumplir en el mundo (3,6-15). «El que
no quiera trabajar, que no coma» (3,10) —un dicho que ya entonces refle-
jaba una cruda experiencia humana—, dice a los que estaban pendientes
de la parusía («¡Jesús viene!»). El autor amenaza con sanciones eclesiales
—excommunicandus vitandus (cf. 3,6; 3,14)—, si bien en esta excomunión
hay cierto tono de fraternidad (3,15).
Otro problema que afectaba a la comunidad era el sufrimiento de los
cristianos, problema que terminaría por ser una amenaza para los entusias-
tas del «¡Jesús viene!»; iba minando el espíritu tras la exaltación inicial,
como la postración que sigue a los estados de paroxismo. Sin embargo,
la solución que ofrece la segunda carta a los Tesalonicenses es típicamente
rabínica, en la línea del Eclesiástico (cf. 2 Tes 1,6; el principio del «ojo
por ojo»; el autor no parece advertir la relación con el primer problema).
Dios castiga a los malvados y recompensa a los justos (1,8-9). Pero él sabe
por Pablo que el sufrimiento de los cristianos es un «sufrimiento por el
reino de Dios» (1,4-5; Pablo lo dice de una forma distinta, en términos
cristológicos). Una idea típica de la segunda carta a los Tesalonicenses es:
«Hará justicia contra los que se niegan a reconocer a Dios y a responder
al evangelio de nuestro Señor Jesús», mientras que los cristianos «que
aceptan el evangelio» son recompensados (1,5): en ellos «será glorificado
el nombre del Señor Jesús» (1,12 con 1,10). Evidentemente, estas expre-
siones y esta terminología no son paulinas, sino veterotestamentarias. Es de
notar la dura reacción contra quienes «se niegan a responder al evangelio»
y «a reconocer a Dios» (esta expresión es la definición clásica de los «paga-
nos»). ¿A quién se alude en la primera frase? ¿A los judíos, que recono-
cen a Dios, pero niegan el evangelio de Cristo? ¿A los que persiguen y
EL EVANGELIO DEL SUFRIMIENTO 213
CAPITULO III 10
1967); E. Schweizer, 1 Petr. 4,6: ThZ 8 (1952) 152-154; E. G. Selwyn, The First
Epistle of St. Peter (Londres 21947); C. Spicq, La prima Petri et le témoignage
SUFRIR POR LOS DEMÁS. évangélique de saint Pierre: StTh 20 (1966) 37-61; id., Les ¿pitres de saint Pierre
FUTURO DE UN MUNDO MEJOR (Sources Bibliques; París 1966); G. Thevissen, De eerste brief van Petrus (Roermond
1973); R. Thurston, Interpreting First Peter: JETS 17 (1974) 171-182; H. J. Vogels,
Christi Abstieg ins Totenreich und das Lauterungsgericht an den Toten (FThSt;
Friburgo de Br. 1976); G. Wohlenberg, Der erste und der zweite Petrusbrief (KNT
15; Leipzig 1915).

La primera carta de Pedro muestra rasgos del cristianismo de Pablo


Introducción —podríamos llamarla «paulina»—, pero tiene una teología peculiar. Uría
serie de pequeños indicios hacen pensar en una fecha de composición más
Considerando el tenor y el contenido de la llamada carta a los Hebreos, bien «tardía». «Como cristiano» (hos christianos, 4,16) se ha convertido
como asimismo de la primera carta de Pedro, me he visto obligado a pre- ya en una denominación técnica habitual. También 1 Pe 1,12b, donde se
sentar ambos escritos neotestamentarios en un mismo capítulo (dividido dice que el mensaje ha sido transmitido a las comunidades «por medio
en dos «cuestiones»). Numerosos detalles de mayor o menor importancia de los que os trajeron el evangelio», apunta a una generación cristiana pos-
indican que los dos escritos están estrechamente relacionados en lo que terior. A diferencia de la concepción que el cristianismo primitivo tenía
respecta a su espiritualidad y temática. Siguiendo la línea del Evangelio de la redención como liberación de los cristianos ante la ira de Dios en el
de Marcos, descubrimos en ambos, como si se tratase de un hilo briscado, juicio final (1 Tes 1,10), en esta carta, al igual que en la segunda a los
la «necesidad» y libertad de un sufrimiento por los demás que es portador Tesalonicenses (2 Tes 1,8), el objeto del juicio de Dios es la postura de
de salvación y abre la puerta al futuro, un «amor indefenso» que desarma, los cristianos ante el evangelio de la Iglesia (1 Pe 4,17; cf. la diferencia
pero es a la vez vulnerable. Por eso, un autor —el de Hebreos— llama a entre estos dos textos y otro, bastante paralelo, de Pablo: 1 Cor 11,32).
Jesús «sumo sacerdote», y el otro —el de la primera carta de Pedro—
presenta conscientemente a la comunidad cristiana como pueblo de Dios No obstante, surgen continuamente voces que aducen nuevos argumen-
sacerdotal. El antiguo sacrificio cultual es reemplazado por el «sacrificio tos para defender la paternidad petrina de la carta (Schelkle, Kelly, Gun-
espiritual» de la solidaridad con el sufrimiento de los otros. dry, Spicq; cf. bibliografía). En mi opinión, sólo demuestran que detrás
de la carta hay una tradición protocristiana, «petrina». El propio autor,
bajo el nombre de Pedro, afirma haber escrito la carta «por mano de Sil-
vano» (5,12). Pero Silvano fue durante años colaborador de Pablo (cf.
CUESTIÓN PRIMERA 1 Tes 1,1 y Hch 15,40; 18,5) y acompañó a Pablo en sus viajes misione-
ros. Esto explica el «paulinismo» de la carta. Por otro lado, las referencias
SUFRIMIENTO DEL INOCENTE: explícitas al Deuteroisaías en el Nuevo Testamento (por ejemplo, en 1 Pe
LA PRIMERA CARTA DE PEDRO 2,22-25; cf. 1,24) indican un estadio bastante avanzado de reflexión teo-
lógica.
I La carta va dirigida a diversas comunidades cristianas de origen pagano
existentes en Asia Menor, y ha sido escrita, como se puede concluir de
EL EVANGELIO DEL SUFRIMIENTO POR LOS DEMÁS diversas alusiones, en una época en que los cristianos eran perseguidos por
los paganos (cf. 4,12; 3,16; 4,14-15; 5,7-9), síntoma de una incipiente
Bibliografía: R. Bultmann, Bekenntnisse und Liedfragmente im ersten Petrusbrief
(Coni. Neot. 11; Lund 1947) 1-14; W, Dalton, Christ's Proclamation to the Spirits persecución de la Iglesia, quizá anterior a la de Domiciano (81-96).
(Roma 1965); R. Gundry, «Verba Christi» in 1 Peter. Tbeir Implications Concerning Para el autor, el contenido del evangelio es «la salvación de vuestras
the Authorship of 1 Peter and the Authenticity of the Gospel Tradition: NTS 13 almas» (sotena psychon, 1,9), sobre la base del kerigma de Cristo muerto
(1966-67) 336-350; H. Gunkel, Der erste Brief des Petrus (SNT 3; Gotinga 31917); y resucitado, que el autor precisa de un modo singular, como ta eis Chris-
J. N. Kelly, A Commentary on the Epistles of Peter and of Jude (Black's NTC; ton pathemata («los sufrimientos por Cristo») y como hai meta tautd doxai
Londres 1969); R. Knopf, Die Briefe Petrí und luda (Meyer 12; Gotinga 71912); («los triunfos que seguirán», 1,11). La pasión y la muerte de Jesús, enten-
J. Michl, Die Katholischen Briefe (RNT 8; Ratisbona 31968); K. H. Schelkle, Die didas como muerte expiatoria, son propuestas como modelo a los cristianos
Petrusbriefe. Der Judasbrief (HThK XIII/2; Friburgo de Br. "1976); A. Schlatter,
Die Briefe des Petrus (Stuttgart 1964); id., Petrus und Paulus nach dem ersten
que sufren (2,21-25; 3,17-18, etc.).
Petrusbrief (Stuttgart 1937); J. Schneider, Die Kirchenbriefe (NTD 10; Gotinga
EL EVANGELIO DEL SUFRIMIENTO 215

1. El sufrimiento en favor de los vivos En esta carta no se hace en absoluto hincapié en «el sufrimiento» como
tal (como tal vez en Pablo), sino en el sufrimiento inmerecido, en contra-
En la primera carta de Pedro, el Cristo doliente ocupa el punto central posición con el que merecemos por nuestra estupidez o nuestros pecados.
como modelo para los cristianos que sufren (1,6; 2,19-20; 3,9.14.17; 4, Pablo y los suyos —si se les preguntara— no negarían esta distinción,
14-16.19; 5,6.9.10); se trata, evidentemente, de un «sufrimiento inmereci- pero, de hecho, carece de importancia en el paulinismo. En la carta pri-
do» (2,20; 3,17; 4,15). mera de Pedro constituye el núcleo de toda su exposición: se trata del
Para el autor, la charis o gracia es la «salvación de Dios en Jesús» (1,10; justo que sufre y, teniendo en cuenta 2,21-24, en relación expresa con el
1,13). Charis sigue teniendo el significado de «misterio revelado», oculto siervo doliente de Yahvé del Deuteroisaías. Esta referencia explícita es
en Dios desde la eternidad y manifestado escatológicamente: «Os rescata- una prueba de que estamos ante un estadio cristiano posterior en el em-
ron ... con la sangre preciosa de Cristo, cordero sin defecto y sin mancha, pleo de las pruebas de la Escritura: ya en el cristianismo primitivo se alu-
escogido desde antes de la creación del mundo y manifestado en los últi- de en ocasiones al Siervo doliente de Yahvé, pero sin referencias a la Es-
mos tiempos por vosotros» (1,20; cf. 1,10; también hay aquí muchos ras- critura 1.
gos comunes con la carta a los Hebreos). El carácter relativamente «tardío» En dos pasajes y casi con las mismas palabras, la primera carta de Pe-
de la carta se muestra en que los ángeles quisieron ver las consecuencias dro habla de agathopoiountes paschein, padecer por hacer el bien (2,20s
de este designio eterno de Dios (1,12c) y en que los profetas, en todos sus y 3,17), en contraposición con el sufrimiento merecido (2,20; 3,17; 4,15).
libros, «indagaban, queriendo saber» algo de este misterio o designio divi- Aparece expresamente en 3,17, donde se dice que «es mejor» (kreitton)
no. Pero esta charis miraba «a vosotros» (1,10; 1,12), «por vosotros» la primera categoría: el sufrimiento inmerecido; «más valdría padecer por-
(1,20): los elegidos. En la carta aparece con fuerza el énfasis sapiencial que uno hace el bien, si tal fuera el designio de Dios, que por hacer el
y apocalíptico en la predestinación de los elegidos a los que se revela el mal». Esta es, en mi opinión, la clave hermenéutica para entender la pri-
misterio. El contenido de este misterio abarca dos grandes capítulos: a) la mera carta de Pedro.
muerte de Jesús, vista como «muerte expiatoria» (los significados neotesta- En 2,19, el autor da a este sufrimiento —el del «justo doliente»— los
mentarios de esta expresión no se tratan en el análisis sobre cada autor, nombres de charis y kleos, o sea, gloria, honor, con lo cual charis no se
sino en la síntesis que ofrecemos más adelante): «El, en su persona, subió interpreta como hesed, sino como el hen hebreo, es decir, como algo que
nuestros pecados a la cruz, para que nosotros muramos a los pecados y vi- de por sí no nos es dado por Dios, sino que Dios encuentra agradable
vamos para la justicia» (2,24, en el contexto de 2,22-23, que también tiene y bueno en nosotros (cf. supra el análisis de charis como hen), como
analogías con la carta a los Hebreos; además, 1,2b; 1,11; 2,21; 3,18a; algo que es «agradable a los ojos de Dios». El sufrimiento inmerecido
4,1). El precio o rescate pagado para ser liberados «del modo de vivir —que Dios no quiere positivamente para nosotros (se censura al amo que
idolátrico que heredasteis de vuestros padres» (1,18; el autor escribe a trata injustamente a sus esclavos; el sufrimiento inmerecido no es una
cristianos procedentes del paganismo) es «la sangre preciosa» (1,20); b) la gracia otorgada por Dios, sino algo causado por la injusticia de los otros;
resurrección de Jesús (1,3c; 1,21b; 3,18c; 3,21c; 4,13c). No sin razón el «si tal fuera el designio de Dios» de 3,17 viene a ser una permisión
habla 1,11 de «los triunfos» (hai doxai), en plural. En efecto, la resurrec- por parte de Dios, 4,19)— es una charis en el sentido de que Dios está
ción, exaltación o ascensión constituye un largo viaje: en primer lugar, un detrás de tal sufrimiento, se identifica con él; se trata de algo «agradable
descenso al mundo inferior, donde los «espíritus» están prisioneros (3,10; a sus ojos» (cf. 2,19 con 2,20b). Tal sufrimiento «indica que el Espíritu
cf. 4,6). Allí Jesús comienza su anuncio del «kerigma eclesial» de la muer- de la gloria, que es el de Dios, reposa sobre vosotros» (4,14). Por tal
te y la resurrección (universalidad de la salvación en Jesús). Luego, sube motivo, el autor añade: «que a ninguno de vosotros lo castiguen...» (4,15).
por todas las esferas del cielo (3,22): «después de someter ángeles, autori- La carta no defiende una mística del sufrimiento, pero esto no significa
dades y poderes» (3,22b), «llegó al cielo», y «está a la derecha de Dios» que para ella no tenga un especial significado el sufrimiento en favor de
(3,22a). En esta ascensión al cielo, pasando a través de las morada^ celes- otros. Pero ¿por qué? El sufrimiento merecido (castigo) no es charis ni
tiales de los ángeles (donde se realiza su sometimiento), Jesús llega al santo honor (2,19 y 2,20); no tiene nada de particular. Tal padecimiento tiene
de los santos, junto al trono de Dios (la carta a los Hebreos se detiene un valor expiatorio del delito cometido; remedia la falta. Pero el sufri-
también en este tema). miento inmerecido (4,19), «padecer porque uno hace el bien» (2,20b y
La muerte expiatoria y la resurrección de Jesús son, sin duda, la «fe 5,17), «sufrir por ser honrados» (3,14), «sufrir por ser cristiano» (4,16),
apostólica» en que se apoya toda la primera carta de Pedro. Ambos datos «sufrir por hacer el bien» (3,17), es padecer por los demás y expía el
aparecen en la carta como fórmulas ya fijas y acuñadas, en una línea pauli- mal hecho por otros. A eso se refiere la primera carta de Pedro. Por eso,
na. Sin embargo, esto no es lo especifico de la carta; se trata de una pecu-
liaridad que, sin dejar de ser paulina, confiere a la primera carta de Pedro ' Cf. Jesús, la historia de un viviente, 265-268. Ef 6,15 cita al Deuteroisaías
un carácter que no es típico del «paulinismo». [ Is 57,19 [gr.]), pero no así el texto paralelo de Col 4,3.
216 SUFRIR POR LOS DEMÁS EL EVANGELIO DEL SUFRIMIENTO 217

el «siervo doliente de Dios» (2,21-25, que cita expresamente el cántico también la insistencia en los buenos modos frente a los obstinados en Tit
del Siervo de Yahvé, Is 53,9 y 53,4) es «el Jesucristo que sufre» (3, 3,2; 2 Tim 2,24-25; finalmente, Gal 6,1; 2 Cor 10,1; Sant 1,21; 3,13).
17-18ss), el hypogrammos (2,21) de todos los cristianos (literalmente: las En el Nuevo Testamento, la vida honrada, el amor y los buenos modos
letras, vocales y consonantes, que los alumnos debían copiar según el dicen siempre relación al arrepentimiento del prójimo. El dominio de uno
modelo de la «caligrafía» del maestro). El tema de la primera carta de mismo, la paciencia, la mansedumbre del «siervo doliente» sin ira (2,
Pedro es la imitatio Christi, el «seguimiento de Jesús» de los sinópticos. 22-25) tienen un significado soteriológico, redentor para los demás, mien-
La idea de que Dios puede convertir el sufrimiento inmerecido en un tras que el sufrimiento merecido vale tan sólo para quien lo padece (ex-
valor positivo para los demás aparece ya en la literatura intertestamentaria 2 piación de las propias culpas). A esto se refiere el «es mejor» de 3,17 y,
y también en algunos escritos que (según la concepción católica del canon) en cuanto al contenido, de 2,20; Jesús ha ido por delante en este punto
forman parte del Antiguo Testamento: además de en el cántico del Siervo (3,18; 2,21). En 2,12 aparece nítidamente el tema del «saddiq doliente»
de Yahvé, en algunos libros sapienciales y en el primer libro de los Ma- o del justo eliminado por sus enemigos, los cuales se verán obligados a
cabeos 3 ; pero en el Nuevo Testamento, en virtud de la pasión y muerte verlo exaltado en la corte celestial y a reconocer sus propias culpas di-
de Jesús, esto constituye un dato esencial. Para 1 Pe 2,21, los cristianos ciendo: «Este es un verdadero hijo de Dios». El justo que sufre es re-
han sido llamados a mostrarse dispuestos a aceptar ese sufrimiento in- habilitado por la corte celestial, y deberán reconocerlo públicamente los
merecido por los demás. Su fundamento y modelo es: «Porque también que antes lo habían denigrado 4 . Este motivo, mezclado con tradiciones de
Cristo sufrió por vosotros» (2,21b). El autor no se refiere a lo que más tipo sapiencial, es el trasfondo de toda la primera carta de Pedro. Aún
tarde se llamará el «sufrimiento vicario» (cf. infra), sino al sufrimiento más: es la anticipación del juicio final. Para esta carta, el fruto específico
en favor de los demás. En esto estriba la charis peculiar y el honor peculiar del sufrimiento por los demás es «avergonzar a fin de que puedan recti-
de ese sufrimiento. Jesús, el inocente (2,22), «subió en su persona nues- ficar» (3,16; 2,12; cf. 3,1), o sea, a fin de que se conviertan. «Porque
tros pecados a la cruz» (2,24a; Is 53,4; cf. infra la síntesis sobre «llevar también Cristo sufrió una vez por los pecados, el inocente por los culpa-
los pecados»). El valor para los demás consiste en que así «morimos a los bles, para llevarnos a Dios» (3,18). Mediante el sufrimiento de Jesús por
pecados y vivimos para la justicia» (2,24b; 2,24c; Is 53,6). El autor no los pecadores (los demás), rectifican y se convierten a Dios. Lo mismo
habla sólo de «sufrimiento inmerecido» —que quizá se aguanta con enfa- ocurre con el sufrimiento cristiano por los demás: es en favor de otros,
do e imprecaciones—, sino de que «cuando lo insultaban no devolvía el los lleva a la metanoia. Por tanto, «dado que Cristo sufrió (por los de-
insulto... se ponía en manos del que juzga rectamente» (2,23). A la hora más)... armaos también vosotros del mismo principio» (4,1). Percibimos
de dar una explicación, 1 Pe 3,16 exige «buenos modos y respeto» ante aquí un vivo eco del Evangelio de Marcos.
los «difamadores». Hay que imitar el ejemplo de Jesús: «No devolváis Es totalmente ajeno al pensamiento de la primera carta de Pedro
mal por mal ni insulto por insulto; al contrario, responded con bendicio- afirmar que para mí «es mejor» padecer inmerecidamente, porque después
nes» (3,9). El «siervo doliente» no se mueve por venganza o rabia. —en el «más allá» y quizá ya desde ahora— yo seré recompensado por
Ya he dicho que la carta primera de Pedro no se refiere a un sufri- centuplicado. La carta ve el «sufrimiento salvífico» como algo que bene-
miento «vicario», sino a un sufrimiento por los demás, en favor de los ficia a los demás: dikaios hyper adikon (3,18), el inocente por los culpa-
otros. ¿Cómo? Refiriéndose a las fuerzas de ocupación romanas, hostiles bles, pero de suerte que, a través de ese sufrimiento inmerecido, los cul-
a los cristianos, dice la carta: «Portaos honradamente entre los paganos; pables (que merecen ciertamente sufrimiento o castigo) son llevados al
así, ya que os tachan de malhechores, las buenas acciones de que son tes- arrepentimiento y a Dios. El ansia apocalíptica de venganza, que encon-
tigos los obligarán a rectificar el día que Dios los visite» (2,12); y tam- tramos en algún libro intertestamentario, como el de Henoc, en el sentido
bién: por vuestro sufrimiento inmerecido y vuestra buena conducta cris- de que nosotros, que sufrimos sin merecerlo, lanzaremos pronto una carca-
tiana (3,16 en relación con 3,17), «los que denigran vuestra buena con- jada cósmica-escatológica sobre nuestros opresores, cuando nosotros sea-
ducta cristiana quedarán en mal lugar» (3,16). Ahora bien, «ser denigra- mos glorificados y contemplemos los tormentos infernales de los que hasta
dos a causa del bien» significa que el justo que sufre hace meditar a los ahora nos han oprimido (una estrofa de la «Internacional» viene a decir
demás y quizá los mueve a conversión. La estrecha relación entre «vivir lo mismo), está en los antípodas de lo que la primera carta de Pedro
de un modo ejemplar» y «dar gloria a Dios» es común a todo el Nuevo piensa y dice expresamente. Su objetivo no es transformar a los opresores
Testamento (1 Pe 3,15; 2,12; 2,14; 3,1; 3,16; 4,4; 4,19; cf. Mt 5,16; en oprimidos, sino llevarlos al bien. Es cierto que la carta concede que, lo
mismo que ha ocurrido con Cristo (3,22), el sufrimiento de todos los
2 justos (1,6-7; 4,13) por los demás recibe la bendición y confirmación esca-
Strack-Billerbeck, II, 279-280; III, 260-261; cf. también H. Kessler, Die theolo-
gische Bedeutung des Todes Jesu (Dusseldorf 1970) 256-264; K. H. Schelkle, Petrus-
4
brieje, op. cit., 212-213. Ibíd., 250-257 (con la bibliografía, sobre todo las obras de L. Ruppert y
3
2 Mac 7,37-38; cf. Jesús, la historia de un viviente, 267. G. Nickelsburg).
218 SUFRIR POR LOS DEMÁS EL EVANGELIO DEL SUFRIMIENTO 219
tológica por parte de Dios. «Dios concede gracia a los humildes» (5,5c-6). miento por los demás, a fin de que éstos lleguen a reflexionar y a conver-
Pero ése no es el tema fundamental de la carta: el siervo doliente «se tirse: «ser llevados a Dios» (3,18), de igual modo que los cristianos, pe-
pone en manos del que juzga rectamente» (2,23), «se pone en manos del cadores, alcanzaron la conversión por medio de los padecimientos de Jesús
Creador» (4,19b). Esto implica, sin embargo, que ya ahora tiene razón, por los demás.
antes de que se pronuncie públicamente la sentencia, y que, por consi-
guiente, su posición existencial posee en sí misma —y no mediante algo
externo— un valor decisivo y definitivo, que precisamente por eso es con- 2. El sufrimiento en favor de los muertos
firmado por Dios, aunque en el intervalo, a los ojos del mundo, no esté
claro su comportamiento, resulte ambiguo y quizá suscite desprecio. Existe, sin embargo, un significado más profundo en la concepción de
La primera carta de Pedro no es un relato kerigmático al estilo de los la primera carta de Pedro, en su meditación sobre el sufrimiento de Jesús
cuatro evangelios. Sin embargo, su lectura —una vez planteada, con ayuda por los demás. Las cartas a los Efesios y a los Colosenses pensaban sobre
de los evangelios, la «cuestión del Jesús histórico» (véase mi primer libro todo en las potencias angélicas celestes. La primera carta de Pedro, en
sobre Jesús)—, obliga a reconocer que estamos ante un perfecto reflejo cambio, las nombra sólo en una ocasión y de una forma incidental: la exal-
de lo que debió de ser Jesús de Nazaret y de cómo fue acogido por los tación de Jesús junto al Padre es, naturalmente, una exaltación por encima
cristianos de la segunda generación, según la experiencia de este cristiano de todos los seres del cielo (3,22b); se trata casi de un «cliché». El autor
autor de la primera carta de Pedro 5 . En el «seguimiento de Jesús» reali- introduce una referencia al «mundo inferior». Es el autor neotestamentario
zado por estos cristianos se refleja la imagen de lo que Jesús fue realmente. que habla expresamente del descenso de Jesús a los infiernos (3,19; im-
(Para la primera carta de Pedro son importantes los siguientes textos de plícitamente en Hch 2,24; cf. Mt 12,40; Rom 17,7). Habla, además, de
la tradición Q: Mt 24,42-51 par.; 23,12 par.; 6,25 par.; 5,10.11.12.16; la actividad que Jesús realizó allí: «anunciar» (en el Nuevo Testamento
de la tradición propia de Lucas: Le 2,20; 6,33; 24,25-26; y en relación siempre se trata de anunciar la salvación; existen algunos paralelos, pero
con 1 Pe 5,2 también Le 12,32). En la primera carta de Pedro se expresa siempre implícitos: Mt 8,11-12 par.; Le 13,28-29; tradición Q, y, sobre
nítidamente la idea de que no sólo el kerigma apostólico, en cuanto pro- todo, Jn 5,25-27: «Sí, os aseguro que se acerca la hora, o mejor dicho,
clamación de la resurrección, procura la salvación a los hombres, sino tam- ha llegado, en que los muertos escucharán la voz del Hijo de Dios y al
bién la praxis cristiana, el fenómeno histórico, contemplado por los no escucharla tendrán vida»). La primera carta de Pedro se apoya claramente
cristianos (epopteuontes: 1 Pe 2,12; 3,2) de cómo los cristianos, sin pa- en una tradición cristiana anterior. Muchos exegetas (movidos también por
labras (aneu logou, 3,1), abren una brecha en la testarudez de los otros, motivos confesionales relativos a la idea de purgatorio), mostrando un
de los paganos, mediante su praxis de siervos dolientes, mediante una gran conocimiento de la literatura intertestamentaria, pero sin realizar un
conducta en la que se perfila ya la visión del hombre del futuro. Y esto análisis estructural de la función de 3,18-22 en el contexto inmediato y
aun cuando se vea que ese amor inerme, lejos de desarmar o doblegar a mediato de toda la carta, han evocado todo un targum sobre la predica-
los otros, recibe en pago una patada más fuerte todavía. ¡Aun entonces!, ción de Cristo, después de su muerte, a los «ángeles caídos» que perma-
dice la primera carta de Pedro. Sin embargo, la indefensión no significa necen encarcelados en los abismos infernales y son juzgados definitivamente
ingenuidad impotente: tales cristianos, dice el autor, tienen que defen- por Jesús resucitado. Para unos teólogos se trata de un anuncio de la
derse, tienen que explicar los motivos de su esperanza, pero siempre «con salvación (incluso para los ángeles caídos); para otros, de un juicio con-
buenos modos y respeto» (3,15-16). denatorio definitivo.
La gran diferencia de la primera carta de Pedro con la carta a los Del texto se desprende inmediatamente que el descenso de Jesús a los
Hebreos (cf. infra) radica en el hecho de que la primera, aunque inter- infiernos debe entenderse como sinónimo de «morir», o sea, descender
preta el sufrimiento por los demás como un «sacrificio expiatorio», no lo al íeol o mundo inferior (Gn 37,35; Nm 16,30; Is 5,14; 38,18; Ez 26,20;
entiende en un sentido cultual (sacrificium propitiatorium), sino como un 31,14-17; Sal 22,30; 28,1; 30,4.10; 55,16; Job 7,9; 33,24; Prov 1.12;
desafío dirigido a los demás: el desafío del amor inerme. Ahí reside la 5,5, etc.). La expresión, tal como se utiliza en la primera carta de Pedro,
esperanza, de la que el autor dice que los cristianos tienen que estar «dis- no pretende decir que Jesús murió realmente, contra supuestas hipótesis
puestos siempre a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida de docetismo o muerte aparente. No observamos indicio alguno de peligro
una explicación» (3,15). Los cristianos deben narrar la historia de su docetista. La traducción: «Sufrió la muerte en su cuerpo, pero fue resuci-
esperanza, pero —añade el autor— no de una forma triunfalista, sino con tado para la vida. Así fue (poreutheis) y proclamó la victoria a los espí-
«buenos modos y respeto» (3,16): es una esperanza basada en el sufri- ritus encarcelados» (3,18c-19), es ambigua. El descenso a los infiernos
parece ser un momento de la ascensión de Jesús, cuando el Jesús glorifica-
5
Cf. C. Spicq, La prima Petri, op. cit., 37-61; R. Grundry, Verba Christi, op. cit., do habría predicado el evangelio a estos «espíritus encarcelados». Pero,
336-350; H.-J. Vogels, Christi Abstieg, op. cit., 72-73. ' para el autor, la resurrección es un resurgir del mundo de los muertos
220 SUFRIR POR LOS DEMÁS EL EVANGELIO DEL SUFRIMIENTO 221

(ek nekron, 1 Pe 1,3.21). El descenso a los infiernos forma parte, pues, e incluso de ios espíritus encarcelados. En 4,1 vuelve a tomar el hilo de
de la muerte de Jesús, no de su resurrección. No obstante, para algunos sus exhortaciones, y toda la cita (con la explicación del autor) es com-
círculos del primer judaismo, el abismo infernal de los ángeles caídos no pletada, por un lado, con epathen (3,18: padeció; según una lectura va-
estaba situado en el mundo subterráneo, sino en las esferas inferiores del riante: apethanen, «murió») y, por otro, prosiguiendo el hilo del discurso
cielo, donde moran también los difuntos justos. Pero el problema decisivo en 4,1: Christou oun pathontos, «por tanto, dado que Cristo sufrió...».
es si aquí se trata de «ángeles». Expresamente se afirma que estos indi- El sufrimiento en favor de los demás (en cuanto modelo para los cristia-
viduos son «injustos». El en ho griego no se refiere a «el Espíritu en el nos) se ilustra con una serie de ejemplos en 3,18-22. En cualquier caso,
que...», sino que significa «al mismo tiempo»: al tiempo de su pasión de esto se infiere que el autor pretende afirmar que la muerte de Jesús
y muerte fue al mundo de los muertos, donde «predicó a los espíritus en- no se ha realizado sólo en beneficio de los cristianos, sino también de esos
carcelados» (antes de su glorificación). ¿Quiénes son estos espíritus? espíritus encarcelados (kai tois pneumasin).
De hecho, en el judaismo inicial y en el cristianismo (cuando ya no se En esta «sección dogmática», introducida en el cuerpo parenético, hay
entendía el significado original de «hijos de Dios» de Gn 6,1-6) 6 , estaba una serie de enunciados cristológicos (3,18 y 22) y bautismales (3,21). En
vivo un mito relativo a la caída de los ángeles (puesto en relación también 1 Pe 3,20-21 se habla del bautismo siguiendo ei esquema del tipo y el
con el mito griego de la caída de los titanes) 7 . Según una tradición, estos antitipo: antes y ahora. Por un lado, muchos se hundieron en el diluvio
ángeles fueron encarcelados en el mundo subterráneo. Incluso Jds 6 y universal, y sólo unos pocos fueron salvados; por otro, ahora, por el bau-
2 Pe 2,4 se refieren implícitamente al libro apócrifo de Henoc, el cual tismo, hay salvación para muchos (3,21a); 3,21b explica lo que significa
habla de ángeles (Hen[gr] 6-11, en el llamado Apocalipsis de Noé). Pero exactamente el bautismo. 1 Pe 3,18-22 quiere ilustrar por qué es mejor
en ninguna parte del mismo se dice que estos ángeles estuviesen encarce- sufrir por los demás que por las propias culpas. En 3,18 se dice que la
lados. En una visión, Henoc puede visitar a los ángeles y anticiparles su muerte de Jesús va en beneficio de los pecadores. Con esto empalma 3,19,
condena definitiva. Considerado en sí mismo, prescindiendo del contexto, que alude a un nuevo hecho de Cristo: por qué su pasión redunda en
1 Pe 3,19 podría decir que el autor atribuye a Cristo simplemente el papel beneficio de los demás. «Fue entonces cuando proclamó la victoria incluso
de Henoc. Pero entonces habría que suprimir todo el contexto. ¿Por qué a los espíritus encarcelados» (3,19), en otras palabras, teniendo en cuenta
la primera carta de Pedro cita el kerigma eclesial sobre la muerte expia- el contexto, tal predicación tuvo que ir también en beneficio de tales
toria y la resurrección (3,18; 3,22) y el versículo hímnico: thanatotheis espíritus. El sufrimiento inmerecido de Jesús y su glorificación no sólo
men sarki, zoopoietheis de pneumati (sufrió la muerte en su cuerpo, pero van en beneficio de nosotros, los que creemos en él y que anteriormente
recibió vida por el Espíritu; 3,18c)? Estos fragmentos de un himno cristo- éramos pecadores, sino también en beneficio de los espíritus encarcelados,
lógico y estas fórmulas kerigmáticas tienen en sí un carácter de alabanza hasta los cuales Jesús descendió. Lo que se dice en 3,18 (sobre el fruto
a Dios y de confesión de fe, pero aquí son citadas (como en Pablo, Flp 2, de los padecimientos de Jesús: para él, glorificación; para los cristianos,
6-11) con una intención parenética. La clave para su interpretación es perdón de los pecados) va también en beneficio de «estos espíritus». El
3,17. Con tales citas el autor pretende decir que de hecho es mejor sufrir autor quiere ofrecer otro ejemplo para ilustrar lo dicho en 3,17. En 3,19,
por los demás que recibir un castigo merecido, con lo cual invita a la pues, se alude a un nuevo momento soteriológico, como se deduce de su
perseverancia en las persecuciones. El autor quiere mostrar que la muerte marco estructural. La intención de 3,19, como la de 3,18, es afirmar que,
expiatoria de Jesús —la muerte de un inocente por los culpables (3,18b)— mediante la muerte de Jesús, «son llevados a Dios» (3,18) también estos
se ha realizado de hecho en favor de otros: de nosotros, los cristianos, espíritus. Todo el texto y el contexto nos obligan a ver en 3,19 un acto
salvífico y redentor de Jesús, no una condena. Y esto nos da ya cierta idea
6 sobre quiénes son los «ángeles caídos». En 3,20-21 queda bastante claro
Cf. C. Westermann, Génesis (BK I, 1; Neukirchen 1974) 491-517. Aquí, el
autor yahvista no pensaba en ángeles, sino en hijos de Dios o «hijos de hombre»
que pneumata se refiere simplemente a los difuntos que se habían mos-
nobles, como David y el faraón, los reyes y notables, que escogían todas las mujeres trado obstinados en tiempos del diluvio y habían sido castigados por ello
a su arbitrio, razón por la cual, según el relato J, Dios castiga al hombre a vivir (en la cárcel: para el primer judaismo, la parte del mundo de los muertos
como máximo ciento veinte años. Sin embargo, el primer judaismo y el cristianismo en que moraban los injustos); también ellos se benefician de la muerte de
interpretaron Gn 6,1-4 como si la historia se refiriera a los ángeles. Jesús. Nyn sozei baptisma, «ahora salva el bautismo» (3,21), y no sólo
7
Cf. Ascjr 9-11; OdSl 22; 24; 42; EvPe 10,41-42; EvNic 17ss. Véase M. Hengel, el arca con unos cuantos supervivientes. Los padecimientos de Jesús no
]udentum und Hellenísmus (Tubinga 21973) 163, 347-348, 423-424. Él problema fun- licnen valor expiatorio sólo «para vosotros» (3,18), sino para la multitud
damental es si 1 Pe 3,19 se refiere a esta explicación de Gn 6,1-4 o más bien al que perdió la vida en el diluvio. Ahora se obtiene la salvación por el
relato que sigue a continuación (el diluvio). Cf. los estudios más recientes sobre el mismo medio con que algunos se salvaron del diluvio: «por medio del
tema, que por cierto difieren bastante entre sí: W. Dalton, Christ's Proclamation to
the Spirits, op. cit., y H.-J. Vogels, Christi Abstieg ins Totenreich, op. cit., cuyos a^ua» (3,20b; dia hydatos). Esta es la tipología que explica 3,21; el bau-
argumentos me parecen decisivos. tismo es el antitipo del arca en el diluvio. Los vivientes son salvados por
222 SUFRIR POR LOS DEMÁS
EL EVANGELIO DEL SUFRIMIENTO 223

La posibilidad, no de una conversión de los muertos, sino de s>u re-


medio del bautismo cristiano, que es «la petición de una buena conciencia»
conciliación por medio de las buenas obras de los vivos, se afirmó con
(del perdón de los pecados y la santificación) (3,21c; syneideseos agathes
fuerza en el primer judaismo desde 2 Mac 12,43 (aunque este «purgatorio»
eperotema. En la Iglesia antigua, el bautismo iba unido a una oración,
no llegó a ser un dogma rabínico hasta el siglo n d. C ) . La idea de re-
una epiclesis, más que a una fórmula bautismal de tipo indicativo). Esta
conciliación, ya mencionada en 1 Pe 3,19, se precisa en 4,6. Estos muer-
petición da fruto en virtud de la resurrección de Jesús (3,21c). Pablo
tos, una vez juzgados, es decir, una vez que se sopesa lo que en ellos hay
había dicho: «Entregado (muerto) por nuestros delitos y resucitado para
de bueno y de malo, pasan a «vivir en la esfera pneumática (celeste) de
nuestra justificación» (Rom 4,25; cf. supra); la inmersión en el agua nos
Dios» (4,6b). Jesús proclama su mensaje de salvación precisamente para
limpia «de pecados», y al «emerger del agua» obtenemos una buena con-
poder realizar esa krisis o distinción (hiña krithosin). El autor está pen-
ciencia, o sea, la justificación. Lo que ahora, por medio del bautismo, va
sando en la «desobediencia» de los paganos que persiguen a los cristianos.
en beneficio de los pecadores vivos, dice la primera carta de Pedro, es
Por ello vuelve a citar un dato de tradición: «él... está preparado para
útil también para los pecadores de antaño, los cuales no escucharon las
juzgar a vivos y muertos» (4,5). Cristo está preparado también para juzgar
admoniciones de Noé y por tal motivo fueron castigados con la muerte
a estos paganos. La predicación a los muertos apunta en primer lugar al
del diluvio. Esto se debe a la predicación realizada por Jesús en su des-
juicio, pero después también ellos vivirán. Evidentemente, aquí no se
censo a los infiernos.
trata del juicio final, ya que la salvación sigue siendo posible: krithosi
La muerte de Jesús tiene también valor expiatorio para los pecadores men, zosi de (4,6; cf. 1 Cor 3,12-15: «salir con vida, como quien escapa
de la antigua alianza. Esta idea reaparece, sorprendentemente, en la carta de un incendio»). El autor quiere consolar a los cristianos perseguidos y
a los Hebreos, tan afín a la primera de Pedro: «Una muerte que librase avisar a sus perseguidores, recordándoles el juicio ineludible que les espera
de los delitos cometidos con la primera alianza» (Heb 9,15). La primera después de morir (4,5; prueba de ello es el juicio de los pecadores en
carta de Pedro no pretende limitar esta reconciliación a los pecadores de tiempos de Noé: 3,19-20). «¿Para qué, si no, se anunció el evangelio a los
la época de Noé. «En tiempo de Noé» es un tópico, un ejemplo para muertos? Para que después de haber recibido en su carne mortal la sen-
aludir a todos los injustos de la antigua alianza (cf. también Mt 24,27-39 tencia común a todos los hombres viviesen por el Espíritu con la vida de
par.; Heb 11,7; 2 Pe 2,5); también el Yahvista considera el diluvio como Dios» (4,6). No se dice en sarki y en pneumati, sino sarki y pneumati,
un castigo infligido por Dios a toda la humanidad pecadora. 1 Pe 3,19 lo cual en la primera carta de Pedro significa siempre lo mismo (cf. 4,2;
se refiere, pues, a una predicación de la salvación que Jesús, después de 3,18): sarx es el ámbito natural del hombre no redimido; pneuma es el
su muerte, dirige a todo el mundo de los muertos (nada se dice sobre si ámbito «pneumático» (3,18; 4,6). Se trata de la situación del hombre
estos muertos han respondido a su llamada; cf. infra, en relación con entero después de morir. «Recibir la sentencia en carne mortal» se refiere
1 Pe 4,6). Los pneumata, o espíritus, de 3,19 son los nekroi, los muertos, al castigo después de la muerte, la cual es provisional: purificadora, ya
de 4,6. A menudo, en el judaismo helenista (ya en la literatura sapiencial: que después vivirán «por el Espíritu en la vida de Dios». Aquí se contra-
Sab 2,3; 15,11; 16,14), pneumata son las almas de los muertos (mientras pone kata anthropous y kata Theon: la suerte de todos los hombres (cf.
que precisamente en el Henoc griego, al que con tanta frecuencia se re- 1 Pe 1,16) es que tanto los vivos como los muertos son juzgados; pero,
curre, los ángeles son llamados pneumata sólo excepcionalmente, en su al igual que Dios, vivirán en el ámbito del Espíritu. Los vivos son una
Apocalipsis de Noé; también allí pneumata se suele referir a las almas de especie de modelo del juicio que deben sufrir los muertos, al igual que
los difuntos; Hen[gr] 22,3.6-9.11-13; cf. también Heb 12,23, que habla Dios es el modelo de la vida de los muertos purificados.
claramente de «las almas de los justos llegados a la meta» en la antigua
alianza). El destino de las «almas» de los hombres que perdieron la vida En 1 Pe 3,19 y 4,6, el autor se refiere a un juicio de purificación para
en el diluvio es narrado ampliamente en Gn 6,5-9,24 (al que, por su los muertos, que tendrá lugar una vez que Jesús haya «predicado» y que
terminología, remite 1 Pe 3,19, y no a la historia de los «hijos de Dios» ofrece una oportunidad definitiva de salvación. Por lo que se refiere al
de Gn 6,1-4) 8 . Además, la primera carta de Pedro utiliza constantemente núcleo dogmático, el autor subraya el valor salvífico universal de la muer-
otros nombres para designar a los «ángeles» (cf. 1 Pe 1,22; 3,22). Final- te expiatoria de Jesús. Esta muerte ofrece un futuro incluso a los que han
mente, estos «espíritus» son también prisioneros, se encuentran «encarce- malogrado su vida en el pecado. Gracias a la purificación y el perdón, hay
lados» (3,19), es decir, en la parte del seol o mundo subterráneo en que un futuro también para los muertos, en virtud de la fuerza infinita de los
moran los injustos (cf. también Le 12,57-59 par., texto al que se alude padecimientos de Jesús en favor de los demás, tanto vivos como difuntos.
claramente; también Hen[gr] 22 habla de dos lugares distintos para los De acuerdo con la tradición cristiana (cf. Rom 6,10; Heb 9,26-28; 7,27;
muertos, según sean justos o pecadores). 10,10), esa fuerza de los sufrimientos de Jesús por los demás es para
I Pe 3,18 un hapax, algo que ocurre «una vez por todas» en nuestra
historia humana; en consecuencia, todos los «justos dolientes» podrán pa-
8
Vogels, Christi Abstieg, op. cit., 101-105. decer también en favor de los demás. La teoría de una condena definitiva
224 SUFRIR P O R LOS DEMÁS PUEBLO SANTO, REAL Y SACERDOTAL 225

de los ángeles encarcelados9, si nos atenemos a un análisis estructural y 3,9.15-16; 4,14). Aunque extranjeros, los cristianos están al servicio del
terminológico, no tiene ninguna posibilidad de encontrar un apoyo en el mundo: «Portaos honradamente entre los paganos, así... las buenas accio-
texto de la primera carta de Pedro; además, hace totalmente incompren- nes... los obligarán...» (2,12). Deben vencer el odio con buenas y her-
sible el pasaje de 3,19-21. Naturalmente, hay que distinguir la forma y el mosas acciones (kalokagathia) (2,12). Pero la comunidad de Dios no es
contenido: por una parte, el descenso a los infiernos (el morir) y la pro- sólo santa, sino también «sacerdotal». El autor lo explica cuando habla de
clamación de la salvación (por parte de Jesús muerto); por otra, el valor «ofrecer sacrificios espirituales que acepta Dios por Jesucristo» (2,5b).
expiatorio que la muerte de Jesús tiene incluso para los injustos muertos Aquí reaparece en primer término la idea de «sufrir por los demás»: es una
de la antigua alianza (es decir, para los muertos que no han conocido a charis, no en el sentido de gracia (hesed) que Dios nos envía (son los
Cristo, entonces y ahora). hombres los que hacen sufrir a los cristianos), sino de hen que tienen los
cristianos, beneplácito a los ojos de Dios. Es un sacrificio «propiciatorio»
en virtud del cual este pueblo es sacerdotal «por Jesucristo» (una vez
II más nos hallamos cerca de la carta a los Hebreos): un «siervo doliente»
sacerdotal, es decir, que padece por los demás. El autor es consecuente
PUEBLO DE DIOS SANTO, REAL Y SACERDOTAL hasta en los detalles con su concepción fundamental. Los cristianos, por
ser un pueblo sacerdotal, deben proclamar las proezas de Dios (aretai, un
El fruto salvífico de la muerte expiatoria de Jesús y de su glorificación término marcadamente helenista) que ellos mismos han experimentado
a la derecha de Dios es sencillamente la comunidad cristiana, presentada (2,9b). El ideal de Israel era ser el pueblo sacerdotal y real de Yahvé
como «linaje elegido, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo adquirido (Is 61,6; 62,3). Según la primera carta de Pedro, ese ideal se ha cumplido
por Dios, para publicar las proezas del que os llamó de las tinieblas a su en la Iglesia. Ahora tiene todo el pueblo acceso directo a Dios en Cristo;
maravillosa luz. Los que antes no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios; todos ofrecen sacrificios espirituales (2,5) y todos publican las proezas
los que no habíais alcanzado misericordia, ahora habéis alcanzado miseri- (2,9). El autor dice esto a cristianos procedentes del paganismo, «los que
cordia» (2,9-10; cf. 2,5 con Ap 1,6 y 5,9, el único lugar del Nuevo no habían alcanzado misericordia y ahora han alcanzado misericordia» (2,
Testamento en que se llama a la comunidad cristiana «pueblo de Dios 10). La gracia es «acceso a Dios» por medio de la muerte y resurrección
sacerdotal y real»). Esta perícopa encierra numerosas referencias al Tenak de Jesús (2,18).
(Ex 19,6; Is 43,20; Os 1,9; 2,1.3; cf. Rom 9,25-26). Indudablemente La comunidad eclesial es ahora «el templo», cuya «piedra angular» es
aquí no se aborda el problema de la relación entre la Iglesia e Israel, pero Cristo (2,6-7), por quien todo tiene consistencia (cf. Sal 117,22 con 1 Pe
la primera carta de Pedro afirma que la comunidad cristiana es laos, o sea, 2,4 y 2,7; Is 28,16 con 1 Pe 2,4.6; Is 8,14 con 1 Pe 2,8). La piedra
pueblo de Dios. El autor se dirige patentemente a una comunidad de desechada es Israel, despreciado y desechado antes por los paganos, los
paganocristianos; para ellos no constituye problema la relación entre la cuales persiguen ahora a los cristianos. La Iglesia es el Israel doliente.
Iglesia e Israel. La evocación de Os 2,25 —antes no erais mi pueblo, pero Pero este pueblo está ahora totalmente rehabilitado (según Sal 117,22;
ahora sois pueblo de Dios— se aplica en primer término a los paganos cf. Mt 21,42; una aplicación diferente de la que ofrece 1 Pe). En Is 28,
(2,10, como Rom 9,25-26; cf. Hch 15,14; Tit 2,14). 16, el pueblo y sus dirigentes están en guerra con los asirios; tienen con-
En su condición de pueblo santo, la comunidad cristiana ha sido «sa- fianza, pero no en Dios, sino en la ayuda de los egipcios paganos; olvidan
cada del mundo» (1,1), «consagrada» (1,2), de igual modo que Dios es que Yahvé es la única piedra angular que da consistencia a todo el edificio
«el Santo» (Nm 15,40; Dt 7,6; 26,19) y también lo es Cristo (1 Pe 1, de Israel. También el rabinismo interpreta este texto en sentido mesiánico.
19). «Consagrada» tiene para esta comunidad perseguida un significado Según 1 Pe 2,6-7, quien confía en Cristo, no será confundido. Finalmente,
especial. Son cristianos que padecen persecución (5,9), viven retirados Is 8,14 es una amenaza profética: en caso de incredulidad, Israel encon-
«como forasteros y emigrantes» (2,11; 1,17; 1,1). Esto no sólo extraña trará en Yahvé la piedra en que tropiece: otro pasaje que los rabinos
a los simpatizantes (4,3-4), sino que da pie a burlas y vituperios (2,12; interpretan mesiánicamente. En la primera carta de Pedro se critica a
Israel por no haber reconocido a Jesús como el Cristo, el siervo doliente,
y por no haber aceptado su muerte como un acontecimiento mesiánico.
' Esta teoría no hizo su aparición en la exégesis moderna hasta 1890, tras la
publicación del libro de F. Spitta, Christi Predigt an die Geister (Gotinga 1890), El verdadero fruto esperado siempre por la comunidad de Dios es la
y fue aceptada sin más investigaciones por la mayor parte de los exegetas. En la «herencia celestial», la tierra prometida, que no decae, ni se mancha, ni se
exégesis católica aparece con la obra de K. Gscbwind, Die Niederfahrt Christi in die marchita (1,4; otro pasaje muy afín a la carta a los Hebreos y griego en
TJnterwelt (Münster 1911). También H. Küng la defiende en su libro Ser cristiano. su terminología). Este fruto definitivo es soteria, salvación (1,9-10; término
En mi opinión, se trata de una tesis condicionada por factores de tipo confesional, helenístico; cf. infra en la síntesis), un concepto que en el Nuevo Testa-
aceptada por algunos exegetas católicos sin la oportuna crítica. mento tiene carácter mesiánico (Le 1,69.71.77; 2,11; Jn 4,22; Hch 4,12;
n
226 SUFRIR POR LOS DEMÁS LA GRACIA DE DIOS Y EL MUNDO FUTURO 227

5,31; 13,23; 1 Tes 5,9-10; Rom 1,16; Heb 5,9; 2 Pe 3,15; Jds 3; 1 Jn muerte de Jesús no es un fracaso, sino algo previsto en el designio in-
4,14; Ap 12,10). Dice el autor: «Vosotros no visteis a Cristo, pero lo escrutable de Dios (cf. 1,19-20). El autor concluye: «Dios, que es todo
amáis» (1,8a); «creéis en él sin verlo» (1,8b); «sentís un gozo indecible, gracia y que os llamó por Cristo a su eterna gloria, él en persona os res-
radiantes de alegría, porque obtenéis el resultado de vuestra fe, la salva- tablecerá, afianzará, robustecerá y dará estabilidad» (5,10). Este breve re-
ción personal (sotena)» (1,9: la «salvación de vuestras almas», expresión sumen de la doctrina cristiana —centrado en el «Siervo doliente», en el
greco-judía). Este «resultado» es sencillamente «la gracia» (1,10; 1,13), sufrir por una buena causa— es definido por el autor, al término de su
y en otro lugar, «la bendición» o «la gracia de la vida» (3,9). La gracia carta, como «la verdadera charis de Dios» (5,12b), en la que sus lectores
es la salvación de Dios en Jesús, lo cual sólo encontrará su plenitud en la deben perseverar (5,12c).
parusía (1,13).
El intervalo comprendido entre la ascensión de Jesús y la parusía es
para la comunidad cristiana perseguida un éxodo hacia el exilio. En este
período, los cristianos deben: a) ser un modelo para el mundo a través CUESTIÓN SEGUNDA
de sus acciones santas, buenas y agradables (2,12); b) imitar a Cristo,
LA GRACIA DE DIOS Y EL MUNDO FUTURO:
paciente e inocente, en sus padecimientos sufridos en favor de los demás LA CARTA A LOS HEBREOS
(2,21-25; 3,18-4,6); c) hacer frente como cristianos al emperador, cuando
se trata de los asuntos de Dios (5,8-9), pero si éste no es el caso, acatar Bibliografía: P. Andriessen y A. Lenglet, De brief aan de Hebree'én (Roermond
respetuosamente las instituciones civiles (2,13-17; cf. infra en la síntesis). 1971); J. Bonsirven, Saint Paul, Épitre aux Hébreux (París 61943); F. Bruce, The
La primera carta de Pedro pone de relieve la auténtica grandeza del hom- Epistle to the Hebrews (NLC; Londres 21967); «To the Hebrews» or «to tbe Es-
bre humilde, el cual está bajo la gracia de Dios (5,5c). «Haceos humildes senes»: NTS 9 (1962-63); A. Cody, A History of Oíd Testament Priesthood (Roma
para estar bajo la mano poderosa de Dios» (5,6). La predilección que Dios 1969); J. A. Fitzmyer, Furtber Light on Melchisedek from Qumran Cave XI: JBL
muestra por los justos que sufren, denigrados y oprimidos, es un tema 86 (1967) 25-41; G. Friedrich, Das Lied vom Hohenpriester im Zusammenhang von
que la primera carta de Pedro tiene en común con la carta a los Hebreos Hebr 4,4-5,10: TZ 18 (1962) 95-115; R. G. Hamerton-KeUy, Pre-existence, Wisdom,
y con todo el Nuevo Testamento. Y esto lo dice el autor también en and the Son of Man (Cambridge 1973); A. T. Hanson, Jesús Christ in the Oíd
Testament (Londres 1965); A. J. Higgins, The Priestly Messiah: NTS 13 (1966-67)
relación con los responsables de la Iglesia (5,1-4 y 5,5). Cada uno tiene 211-239; M. de Jonge y A. S. van der Woude, 11 Q Melchisedek and the New
una tarea específica dentro de la comunidad, pero «todos, en el trato Testament: NTS 12 (1965-66) 301-326; J. L. Martyn, History and Theólogy in the
mutuo, revestios bien de humildad» (5,5b). Ya se trate de ministros ecle- Fourth Gospel (Nueva York 1968); W. A. Meeks, The Prophet-King (Leiden 1967);
siales, ya de simples miembros de la Iglesia, «las dotes (charismata) que O. Michel, Der Brief an die Hebrder (Meyers kritischexegetische Komm. 13; Gotinga
lz
cada uno ha recibido úselas para servir a los demás, como buenos admi- 1966); H. W. Montefiori, Rabbinic Literature and Gospel Teachings (Londres 1930);
nistradores de la múltiple gracia (charis) de Dios» (4,10). G. Schille, Erwagungen zur Hohenpriesterlehre des Hebrderbriefes: ZNW 64 (1955)
El fruto de la muerte expiatoria y de la resurrección de Jesús es, por 81-109; C. Spicq, L'épitre aux Hébreux, 2 vols. (París 1952); V. Taylor, The Ato-
nement in the New Testament Teaching (1940); A. Vanhoye, La structure littéraire
tanto, la comunidad cristiana en cuanto pueblo de Dios (2,9-10), un pue- de l'épitre aux Hébreux (Brujas-París 1963); G. Vermes, The Dead Sea Scrolls in
blo real y sacerdotal que tiene libre acceso a Dios (3,18; 2,9-10), debido English (Harmondsworth 1962); R. Williamson, The Epistle to tbe Hebrews (1964);
a «haber nacido de nuevo» (1,3; 1,33) por medio del bautismo (3,20-21), id., Philo and the Epistle to the Hebrews (Leiden 1970); A. S. van der Woude,
creyendo y esperando en Dios (1,21) y practicando el amor fraterno (1, Melchisedek ais himmlische Erlosergestalt in den neugefundenen eschatologischen
22). Esta esperanza mantiene a la comunidad orientada hacia el fin, la Midraschim aus Qumran-Hóhle XI: OTSt 17 (1965) 354-373 (cf. también M. de
salvación (1,10), la herencia celestial (1,14), «reservada en el cielo para Jonge); Y. Yadin, The Dead Sea Scrolls and the Epistle to the Hebrews: «Scripta
vosotros... dispuesta a revelarse en el momento final» (l,4-5b), pues el t lierosolimitana» 4 (1958) 36-55.
acabamiento es escatológico (1,5b; 1,6; 1,20; 4,5.7-17; 5,10). Charis, pues,
tiene aquí también el significado de designio divino o misterio oculto en
Dios (1,12c; cf. 1,4-5), que los ángeles desean contemplar (1,12c) y que Introducción
fue investigado por los profetas (1,10-12), pero que se ha revelado única-
mente a los cristianos mediante la predicación evangélica de Jesús como Debido a la complicada exégesis sinagogal que emplea la carta a los
Cristo (1,12). Sin embargo, ya los profetas habían descubierto que este Hebreos, debido también a la valoración negativa que —sobre todo a
misterio divino es un plan salvífico que lleva a la glorificación pasando partir de los años cincuenta— algunos exegetas I0 han hecho de este es-
por el sufrimiento (1,11). Lo cual significa que el sufrimiento de Jesús
por los demás es «según las Escrituras» y, por consiguiente, es asumido 10
A mi juicio, el principal responsable de esta actitud es el comentario, por lo
en el designio divino (la «necesidad divina» del Evangelio de Marcos). La demás muy importante, de C. Spicq, L'épitre aux Hébreux, op. cit.
228 SUFRIR POR LOS DEMÁS LA GRACIA DE DIOS Y EL MUNDO FUTURO 229

crito neotestamentario y debido, en fin, a diversas tendencias antisacer- amplio de las exhortaciones contenidas en 5,11-6,12 y 10,19-39) principal-
dotales presentes en la cultura y en las Iglesias de nuestro tiempo, esta mente de 10,25 y 6,6. Algunos cristianos de origen judío volvían la espalda
carta es para muchos creyentes un texto desconocido. Y es lástima, porque a la Iglesia para volver a su fe anterior o bien porque se sentían atraídos
quien ha logrado comprender de alguna manera el carácter de la exégesis por la religiosidad sincretista y cómoda de la Antigüedad tardía. Por otra
judía y se ha liberado de las concepciones de determinados exegetas, des- parte, según parece, una de las razones del cansancio y la frustración exis-
cubre en la carta a los Hebreos el documento humano más exquisito de tentes en el cristianismo de la época era la actitud de la Iglesia, que algu-
toda la literatura neotestamentaria y, al mismo tiempo, una desmitificación nos consideraban demasiado sobria, respecto a los ángeles en su relación
de ciertas imágenes «sacrales» sobre el sacerdocio a pesar del grandioso con Cristo. Todo el ambiente religioso, con su gran interés por los ángeles,
aparato escénico que aparece en el escrito. En lugar de una «rejudaiza- que en el mundo de la Antigüedad tardía eran de una importancia real-
ción» sacral de Jesús como el Cristo y de una helenización radical de la mente existencial, hacía que algunos cristianos no se sintieran a gusto en
cristología, el lector percibe en esta carta el vivo latir de un corazón el cristianismo. Este mundo se hallaba en fuerte contraste con la distancia-
judeocristiano que —conociendo el acervo cultural griego de la comunidad da actitud del cristianismo apostólico frente al problema capital de la
a la que se dirige el autor— no tiene más interés que articular la expe- época: el hado y las potencias espirituales celestes. La cultura de entonces
riencia de la fe apostólica (la experiencia de la salvación decisiva y defini- no centraba precisamente su preocupación e interés en el hombre, y me-
tiva de Dios en Jesús) mediante expresiones hondamente humanas perte- nos en un hombre crucificado.
necientes a su propio mundo intelectual y vivencial, y ello ante la inmi- Según la carta a los Hebreos, este modo de proceder implica una total
nencia de una apostasía quizá masiva en vísperas de una persecución de incomprensión del significado de la vida de Jesucristo. El autor acusa a
la Iglesia. Aunque la última conclusión pastoral de la carta («salgamos, estos cristianos de inmadurez teológica, la cual les hace frágiles ante la
pues, a encontrarlo fuera del campamento», 13,13) plantea en la actuali- apostasía de la fe (5,11-6,12). Tales cristianos no distinguen entre el «bien»
dad problemas críticos (que, en cualquier caso, no pueden ignorar los y el «mal»; cosa que, en este contexto, significa su incapacidad para dis-
condicionamientos históricos que se dan cita en la espiritualidad del hagió- tinguir entre una cristología sana y una cristología falsa. En particular, no
grafo), el autor de la carta tiene mucho que decirnos hoy a los cristianos, comprenden las implicaciones cristológicas del Antiguo Testamento; pre-
y en muchos casos de una forma patética. cisamente esta laguna es la que propiciaba la apostasía de los cristianos de
A diferencia de Pablo, la carta a los Hebreos no está muy interesada procedencia judía. Por eso el autor quiere ilustrar qué significa que Jesús
en la contraposición entre gracia y ley, si bien no la desconoce (10,1; es el Cristo, es decir, (para él) el Mesías sacerdotal escatológico. Para ga-
cf. 8,5), ni tampoco en la contraposición entre Antiguo y Nuevo Testa- rantizar una correcta comprensión de este misterio, quiere establecer un
mento (8,6); su tema central es la contraposición entre la impotencia e sólido fundamento con materiales tomados del Tenak. Como ningún otro,
insuficiencia del culto judío, mosaico y la gracia eficaz del ministerio de quiere garantizar el fundamento judío del cristianismo y mostrar que el
Jesús, llevado a cabo con fidelidad a Dios y en solidaridad con los hom- propio Tenak confería un carácter provisional al sacerdocio levítico.
bres que sufren. Pero este contraste entre ambos elementos es sólo parte No conocemos bien las circunstancias sociales que llevaron a esa apos-
de una dialéctica más fundamental entre lo que el autor llama, según las tasía. Pero lo cierto es —como se desprende de la carta a los Hebreos—
categorías de la apocalíptica greco-judía, «este mundo» o eón presente y que los cristianos pasaban por una difícil situación social. Debido al pa-
la oikoumene mellousa (2,5), el mundo futuro o eón futuro. La perspectiva ganismo de toda la vida pública (incluidas las diversiones ciudadanas), los
del autor es «cósmico-ecuménica», y la contraposición entre la Iglesia y la cristianos se aislaron totalmente de la vida civil, y la carta a los Hebreos
sinagoga es sólo una parte llamativa de la misma: un hecho, lógicamente, alienta esa postura. Por tal razón, los romanos los llamaban «misántro-
doloroso para un cristiano de origen judío que, antes de convertirse al pos». Ya entre los años 54-68, Tácito escribía en su ensayo sobre Nerón
cristianismo, había vivido en la diáspora de Alejandría, estaba familiarizado que los chrestiani se caracterizaban por su odium generis humaniu. La
con algunas ideas griegas de moda por entonces en Egipto y se había carta a los Hebreos alude a encarcelamientos y confiscación de bienes (10,
entregado como ningún otro al estudio de la espiritualidad judía, especial- 32-34), y el tema de los padecimientos de los cristianos recorre de punta
mente a la del llamado «sinaitismo» de las corrientes menos «ortodoxas» a cabo toda la carta. La fractura entre la Iglesia y la sinagoga (el judaismo
o místicas del primer judaismo en la segunda mitad del siglo i d. C. era una religio licita, reconocida o tolerada, en el Imperio romano) comen-
Dentro de esa espiritualidad judía, el autor de la carta a los Hebreos zó a tener consecuencias en el plano social. Los cristianos fueron declara-
intentará transmitir fielmente el patrimonio de la fe apostólica. dos fuera de la ley. Quizá debido a estas contrariedades, algunos abando-
Una de las principales razones de que el autor escribiera esta carta naron la Iglesia; no aparecían ya por las reuniones (10,25).
—propiamente no es una carta, sino una especie de homilía que debió El autor de la carta a los Hebreos se presenta como un apologeta cris-
de pronunciarse con ocasión de una asamblea litúrgica cristiana— fue sin
11
duda el peligro de una apostasía. Así se deduce (dentro del contexto más Tácito, Ñero (cf. Kirch, n. 25).
LA GRACIA DE DIOS Y EL MUNDO FUTURO 231
230 SUFRIR POR LOS DEMÁS
carta a los Hebreos: «La obra de Dios estaba terminada desde la creación
tiano que quiere mostrar cómo Jesús es el cumplimiento de todas las pro- del mundo» (4,3c); para la apocalíptica, todos los bienes salvíficos pre-
mesas del Antiguo Testamento; en otras palabras, quiere mostrar que el existen en las esferas celestes (epourania). Este aspecto queda bastante
cristianismo tiene una base judía, auténtica y sólida. Ofrece una cristología desfigurado en el estudio de Williamson. La historia terrena tiene una
basada en su estudio personal (un estudio que sigue la línea de la exégesis relación misteriosa con esa «historia» supraterrena, preexistente, atempo-
sinagogal de la época) de las Escrituras del judaismo. En mi opinión, esta ral. Pero cuando se aproxime el tiempo final, desaparecerán las fronteras
carta no intenta en absoluto ofrecer una justificación teológica de la que dividen ambas historias; todo lo que exista sobre la tierra podrá en-
ruptura fáctica entre la Iglesia y la sinagoga, ruptura que tendría una tonces participar en las reuniones festivas celestes (cf. 12,22-24). En esta
especie de confirmación oficial en Heb 13,10 («nosotros tenemos un altar apocalíptica de los dos eones encontramos, pues, una dimensión horizontal,
del que no tienen derecho a comer los que dan culto en el tabernáculo», histórica (este mundo en contraposición al mundo futuro), y otra vertical,
interpretado erróneamente —cf. infra— como una exclusión de los judíos en dos planos (el mundo terrenal frente a la realidad eterna, celestial).
de la celebración eucarística de los cristianos). Esta interpretación está en
(Ambas dimensiones aparecen claramente en 8,5-6 y 9,23-28). Esta apo-
contradicción con todo el espíritu de la carta a los Hebreos y también con
la complicada exégesis sinagogal empleada por el autor para mostrar la calíptica judeo-helenista es precisamente el punto de vista de la carta a los
base judía del cristianismo. El autor de la carta a los Hebreos no tiene Hebreos; forma parte de los presupuestos del autor, de su mundo cultural
ninguna intención de desvalorizar la Tora, cosa que sí observamos en Pa- e intelectual. (Por eso debemos distinguir críticamente entre lo que el
blo en su carta a los Gálatas (cf. supra). Las instituciones veterotesta- autor pretende decir en un plano cristiano —la salvación de Dios en Je-
mentarias son indudablemente insuficientes y provisionales, pero son tam- sús— y los presupuestos culturales que utiliza para tematizar sus enun-
bién prefiguraciones de la verdad futura, Cristo Jesús. Fuera de lo que ciados de la fe). Mucho antes de la carta a los Hebreos, el llamado hele-
en el Antiguo Testamento es imperecedero (cf., por ejemplo, Heb 11), para nismo había sido judaizado y utilizado en esta apocalíptica (mientras que
el autor de la carta ya ha cumplido su función todo lo que se halla en el en el caso de otro judío alejandrino, Filón, observamos una relación inver-
mismo. El autor es un alejandrino helenista, pero a la vez un judío de sa: el esquema apocalíptico judío es absorbido y neutralizado por el esque-
cuerpo entero. En cuanto judío de la diáspora convertido al cristianismo, ma filosófico griego). El autor de la carta a los Hebreos puede, pues, to-
quiere, partiendo de esos dos ámbitos culturales, exponer el cristianismo mar tranquilamente de su entorno alejandrino una terminología filónica,
en toda su pureza: la salvación de Dios únicamente en Cristo Jesús. pero dentro de su propio esquema judeo-helenista, esencialmente distinto
Si en la carta a los Hebreos hay oposición entre la Iglesia e Israel, tal del de un Filón. La carta a los Hebreos no habla en absoluto de una
oposición se sitúa en un marco más amplio de tipo ecuménico-cósmico. helenización del cristianismo, ni siquiera a través de una «rejudaización»
El propio autor dice que su auténtico tema (2,5) es el de la oikoumene sacerdotal. El autor se sitúa en la tradición de los judíos de la diáspora,
mellousa, el mundo o eón futuro. El trasfondo religioso-cultural es la una tradición que, por ejemplo en el libro de la Sabiduría, había adquirido
apocalíptica judeo-helenista de la Antigüedad tardía: la suposición de que ya una forma puramente judía, si bien utilizando categorías de tipo griego.
existen dos regímenes cósmicos o eones. En el ambiente alejandrino en La datación de la carta es una cuestión que debemos dejar abierta. La
que se desenvuelve el autor, el esquema de los dos planos se ha heleni- cita ya la primera carta de Clemente (escrita el 96). Por tanto, la fecha
zado, dando lugar a un mundo visible y transitorio frente al kosmos más tardía tiene que oscilar entre los años 93 y 97. Por otro lado, es
noetos, el mundo suprasensible de las ideas (concepción platónica). Como de notar que en Heb 13,7 el autor demuestra conocer ya una veneración
helenista, el autor conoce perfectamente esta concepción griega de un cristiana hacia los apóstoles: los cristianos tienen que recordar a los gran-
mundo dividido en dos planos, pero como judío (perfecto conocedor de des responsables que ha tenido la Iglesia —«su vida y cómo acabaron su
la Biblia de los LXX) mantiene el esquema judío «histórico» de un «mun- vida»—; en rigor, viven ya en un período «posapostólico». Parece, ade-
do actual» en contraposición al mundo futuro, es decir, el esquema de la más, inminente una persecución de la Iglesia. Hubo persecuciones de ju-
apocalíptica judía (helenista). Es lo que sostiene, en mi opinión convin- díos y cristianos en Alejandría ya en el 38 y en el 66; en Roma, bajo
centemente, R. Williamson, frente a la incomprensible caricatura que Claudio, en el año 49 13, y bajo Nerón en los años 63-66 14 (durante esta
C. Spicq ofrece de la carta a los Hebreos (a pesar de una serie de indica- última coloca la tradición la muerte de Pedro y de Pablo). Siguen las dos
ciones de indudable valor). Sin embargo, como ocurre frecuentemente, grandes persecuciones de Domiciano (81-96) y de Trajano (98-117). ¿Es
también se puede caer en el extremo contrario. Williamson olvida un as- la carta a los Hebreos inmediatamente anterior a Domiciano? ¿O fue es-
pecto muy real de la apocalíptica de aquel tiempo. Para la apocalíptica, crita entre Domiciano y Trajano? Es una cuestión que debemos dejar
en efecto, lo que en la historia hay que considerar todavía como «actual» abierta (al menos por el momento).
o «inminente» existe ya en las esferas celestes n. Eso es lo que piensa la
11
12
Suetonio, Vita Caesaris Claudii, 25,3-4.
Cf. Jesús, la historia de un viviente, 109-113. 14
Tácito, Annales XV, 44.
PRESUPUESTOS RELIGIOSO-CULTURALES DE HEB 233

I sometimiento o esclavitud a los ángeles malos del cielo, especialmente al


diablo (2,14-16). El miedo existencial del hombre antiguo, que vivía entre
PRESUPUESTOS RELIGIOSO-CULTURALES el sentido y el absurdo, tiene en esta cultura como explicación el some-
DE LA CARTA A LOS HEBREOS timiento del ser humano a diversas potencias espirituales, supraterrenas,
humanamente incontrolables, que parecían determinar la suerte de los hom-
1. «Este mundo» y el «mundo futuro» bres y guiar su destino. En la carta a los Hebreos tiene una importancia
fundamental la interpretación cristiana del pensamiento apocalíptico, según
Los dos mundos —éste, el de la creación (9,1), y la oikoumene la cual ese sistema duraría poco y esas relaciones cambiarían de sentido
mellousa o mundo futuro (2,5; cf. 6,5; 9,9-10)— son, por un lado, la gracias al Hijo del hombre, Cristo, descendiente de Abrahán. Para el
realidad terrena, provisional y perecedera; por otro, la realidad celeste, autor, esto es un signo de la predilección de Dios por lo inferior, lo
imperecedera y definitiva. Nos encontramos evidentemente ante una termi- débil, sea cual sea su posición en el cosmos; una idea que aparece fre-
nología helenista. Sin embargo, la carta a los Hebreos ve en Jesús, el cuentemente en la carta a los Hebreos. En consecuencia, la charis o gracia
Hijo, el gran punto de ruptura —dentro de nuestro mundo— entre am- tiene de por sí en la carta el matiz de misericordia divina para con los
bos mundos. Por ser el Hijo, Cristo está por encima de los eones, mien- débiles, los jóvenes que carecen de derechos de primogenitura, para con
tras que el eón nuevo está sometido únicamente a él: Cristo está por en- Rajab, la prostituta, para con todos los que sufren. Nada es insignificante
cima de todas las potencias celestes (1,4-9; 1,13-14; 2,2-4), es el heredero para la charis de Dios, y menos aún el humilde: Dios lo ensalzará.
de todo (1,2), Señor y maestro (2,5-9). Esto rompe el esquema helenista Esta carta, llena de conceptos sobre el sacerdocio judío, ajenos a
de los dos planos. El autor modifica una serie de conceptos helenísticos nuestra mentalidad, encierra un humanismo profundísimo, más claro que
para poder esbozar una imagen de la historia de tipo apocalíptico, judeo- en ningún otro escrito neotestamentario, aunque envuelto en una sacralidad
cristiano. exterior, que la carta a los Hebreos quiere precisamente desmitificar.
1. El primer eón es «este mundo creado» (9,11): el mundo visible 2. A este primer eón se contrapone el segundo eón, apocalíptico: la
(11,3), material y pasajero (1,10-12; 7,12.18.23; 8,7.13; 12,26-27), el cual, oikoumene mellousa (2,5), identificada en la carta a los Hebreos con Cris-
según las ideas de la época (sobre todo en la apocalíptica) está sometido to y los suyos, junto con todos los moradores del cielo. Es el mundo de
a unos kosmokratores celestes, o sea, a distintos ángeles del cielo (2,5). las realidades imponentes (1,4; 7,19.22), de una realidad permanente e
A este primer eón —el mundo en que vivimos— pertenecen también las imperecedera (10,34), suprasensible (11,1) e inconmovible (12,28), dura-
instituciones humanas: son defectuosas (8,7) y terrestres (9,1). También dera. A este mundo invisible e imperecedero no pertenece el mundo astral,
Israel, con su sacerdocio, su ley y sus instituciones pertenece a esta pri- o sea, el firmamento, que en la carta a los Hebreos aparece ya claramente
mera creación (2,2). Hay también ángeles que han dictado a los hombres desmitificado, convertido en parte integrante del mundo material y pasa-
la Tora judía y los han sometido a ella (2,2-4; cf. Ex 19,16.19; 20,18; jero (cf. 1,10-12; 9,11; 12,26). Al segundo eón, imperecedero, la patria
también Hch 7,53; Gal 3,19; Col 2,14-15) 15 . La carta a los Hebreos celeste (11,16), pertenecen los ángeles del cielo. Según el judaismo hele-
supone que nuestro mundo terrestre está sometido a los ángeles (cf. 2, nista, éstos fueron creados con una naturaleza imperecedera (versión griega
5-9; 1,4). Esta concepción, muy difundida en la Antigüedad, se encuentra de Gn 1,1; el texto hebreo habla de la «creación del cielo y de la tierra»,
ya de algún modo expresada en Sal 8,6-7, donde se dice que en la crea- o sea, de nuestro cosmos, pero los LXX lo interpretaron como «creación
ción el hombre fue hecho «poco menos que los elohim» o ángeles. En la de nuestra tierra y del cielo de los seres celestes»). Además, estos seres
literatura apocalíptica judía, este «poco menos que» se interpreta como celestes previamente creados asisten a Dios en la creación del cosmos y de
«por poco tiempo», es decir, provisionalmente: en espera del tiempo en todo lo que en él existe (cf. Job 38,7; Ap 7,1; 14,18; 16,5). En aquel
que tales relaciones fueran totalmente cambiadas, o al menos modificadas, tiempo, esta idea era patrimonio común de toda la teología judía. Por
por un acontecimiento apocalíptico, escatológico. «Poco inferior» a los eso, la carta a los Hebreos subraya que todo ha sido creado (1,2) por
ángeles se entendía entonces como «por breve tiempo» (cf. 2,7), no por medio del Hijo, Jesús (y no por medio de los ángeles, 1,3); todo le está
siempre (cf. 12,2). En los círculos apocalípticos judíos de la época se sometido, y, por tanto, también el mundo futuro (2,5).
tenía la convicción de que el «Hijo del hombre», en su exaltación, obten- Todo lo que en el primer eón, el nuestro, es imperecedero y tiene
dría una nueva relación con las potencias celestes angélicas e incluso do- valor permanente pertenece también al «mundo futuro», como la fe de los
minaría sobre ellas 16. justos del Antiguo Testamento (Heb 11) y, sobre todo, el «amor fraterno»
Un representante destacado de este eón es la muerte, entendida como (13,1), que es una de las cosas que siempre durarán. Por lo demás, según
la apocalíptica judía, el eón celeste actuaba ya, de un modo oculto, en el
15
También Josefo, Antiquitates, 15,5,3 (cf. Kirch, n. 34). viejo eón. Los epourania o las cosas celestes abarcan, pues, todo lo que
" Por ejemplo, Hen(heb) 10,3. es invisible, imperecedero y no está sometido al curso del tiempo (3,1;
234 SUFRIR POR LOS DEMÁS PRESUPUESTOS RELIGIOSO-CULTURALES DE HEB 235

6,4; 9,23). Como hemos visto, «la obra de Dios quedó terminada con la te por eso, para la carta a los Hebreos la historia del sufrimiento humano
creación del mundo» (4,3c); es decir, para la apocalíptica, todos los bie- constituye la gran prueba del cristianismo, tanto para Jesús como para los
nes celestes —y, en primer lugar, Cristo— preexisten ya en los cielos. cristianos (2,18). La carta insiste en que Jesús no es simplemente un mo-
Este enunciado no es de tipo metafísico, sino sapiencial y apocalíptico delo de los problemas eternos del hombre (como si fuera un representante
(pero no por eso «menos real»). Todo lo que ha sido rescatado histórica- mítico del destino humano); toda la carta muestra que Jesús ha sido un
mente mediante el sacrificio de Jesús pertenece, pues, al ámbito del «mun- hombre entre los hombres, humano en todos los aspectos (kata panta,
do futuro» de los epourania o cosas celestes, un mundo preexistente, pero 2,17), que ha participado de nuestra condición en su realidad de hombre
que tiene aún que venir a nuestro chronos o tiempo (9,23; 3,1). concreto, no como eikon o modelo de la situación humana. En la carta a
Todo lo que en el primer mundo, pasajero, no tiene una relación de los Hebreos nos habla un judío con mentalidad griega que somete la grae-
relieve con el mundo futuro —para la carta a los Hebreos— ha concluido citas a la crítica del cristianismo apostólico, pero sigue pensando con esque-
ya su misión con la venida de Cristo. En cambio, lo que posee esta rela- quemas en gran parte griegos, como se deduce de numerosos pasajes de la
ción es imperecedero. Así, los hombres de fe del Antiguo Testamento, la carta. En ella el cristiano mira realmente hacia lo alto, hacia el mundo
Ecclesia ab Abel (la expresión no aparece, pero sí el contenido; cf. 11,4), invisible de los ángeles donde mora Dios, pero simultáneamente mira hacia
pertenecen a la comunidad de Dios, que es «celeste» en Cristo; pertenecen adelante: hacia el mundo futuro, hacia la próxima parusía de Cristo Jesús
al «mundo futuro»; están en el mundo, pero no son de este mundo, en (9,28; 10,25.27.37; 12,26-27). Para él, este mundo de la parusía es la
el sentido que le da el autor de la carta a los Hebreos. charis venidera, en la que el cristiano vive en un «ya» pero «todavía no».
Sin embargo, para cuanto en la tierra participa ya del mundo venidero, 3. Son, pues, dos las dimensiones de la realidad: la del mundo terre-
el mundo primero sigue su curso normal (9,9). Él nuevo mundo es un no y transitorio y la del mundo imperecedero que se ha manifestado en
kairos u oportunidad de vida que deja atrás lo que es viejo (9,9-10), pero nuestra historia con Cristo. Sobre ambas domina Dios, el cual, dada la su-
los chronoi —nuestro tiempo cronológico (cf. 3,13)— siguen simplemente premacía del mundo «celeste», es llamado «Padre de los espíritus celestes»
su marcha hasta alcanzar el telos o fin (cf. 3,14; 6,11). Es de notar que (12,9; cf. Ap 22,6; y más en general Hen 37,4; 59,2; cf. Nm 16,22;
para la carta a los Hebreos el kairos del acontecimiento de Jesús se sitúa 27,16).
en el plano de nuestro chronos terrenal (9,11). La humanidad del «hijo» Por ser el gran mediador entre el primer eón y el futuro, «el Hijo»,
(1,2) no es un acontecimiento mítico o supratemporal, sino que se pre- Cristo, ocupa un puesto de dominio sobre todas las cosas (1,2; 2,5). Y por
senta en la dimensión de nuestros chronoi o historia terrena. Jesús murió ser en la tierra el punto de ruptura entre ambos mundos, abarca los dos,
«en la cúspide de los tiempos» (epi synteleia ton aionon), y los cristianos «nombrado por Dios heredero de todo, lo mismo que por él había creado
viven en el tiempo terreno comprendido entre la ascensión de Jesús y la los mundos (o eones) y las edades» (1,2). Por tal razón, Jesucristo no es
parusía (10,13; 9,28). La carta a los Hebreos pone, pues, de manifiesto sólo el punto de ruptura de los dos eones, sino al mismo tiempo también su
la historicidad de Jesús, pero también la importancia eternamente válida lazo de unión: es el vínculo entre lo que en el mundo creado es imperece-
de lo que Jesús ha llevado a cabo históricamente (10,14). De una forma dero, sobre todo en virtud de la fe en Dios, y lo esencialmente imperece-
absolutamente ajena a la mentalidad griega, el autor afirma que ciertos dero del segundo eón. De hecho, también en nuestro mundo creado existen
hechos acontecidos en la cronología de nuestro tiempo terreno pueden hombres, de los cuales el autor dice con tono emocionado (sapiencial): «El
tener una importancia decisiva y definitiva (escatológica). El hecho de que mundo no se los merecía» (11,38).
se pueda afirmar tan rotundamente el acervo cristiano apostólico —la re-
lación fundamental a Jesús como acontecimiento histórico— con un espí-
ritu alejandrino, y a la vez en contra de la sensibilidad de cualquier ale- 2. El midrás de Melquisedec
jandrinismo griego, es para mí uno de los signos más evidentes de que la
referencia religiosa al Jesús histórico constituye una nota característica del En una primera lectura, Heb 7 parece ofrecer una argumentación par-
cristianismo y de que renunciar a esa relación es atentar contra la esencia ticularmente enigmática en relación con Melquisedec y el culto judío. El
del cristianismo. culto a que se refiere la carta a los Hebreos no es el del templo de Jerusalén
El cristianismo en cuanto religión se caracteriza por su referencia a una —se trata, en definitiva, de la situación de los judíos de la diáspora—,
fuente histórica, a un individuo histórico, y no en primer término por una sino del culto sacrificial ligado a la tienda de la alianza en la época funda-
referencia a experiencias humanas, ejemplares, por más que éstas sean esen- cional de Israel: travesía del desierto, donación de la ley en el Sinaí y cul-
ciales, dado que no es posible ver la salvación en Jesús más que en el to. El autor es un judío de la diáspora, y como tal nos remite al punto
acto en que se resuelve una problemática existencial humana 17. Precisamen- culminante de la historia de Israel: a Moisés, guía y responsable del pue-
blo de Dios, y al paso de Israel por el desierto camino de la tierra pro-
17
Cf. supra, pp. 68-69. metida. Este tema constituye también el núcleo de su escrito: el nuevo
236 SUFRIR POR LOS DEMÁS PRESUPUESTOS RELIGIOSO-CULTURALES DE HEB 237

Moisés, mayor que Moisés, «pionero de su salvación» (2,10; 12,2), Jesús, cipio exegético23 (identificando a Melquisedec con el Logos y Sumo Sacer-
nos precede a la tierra prometida, a la patria celeste de Dios y al cielo dote celestial): en trece fragmentos procedentes de la gruta 11 de Qumrán
de los seres espirituales (cf. Heb 3,1-6; 11,23-31; 13,20-21; 12,2; también hallamos una tradición que identifica a Melquisedec con el caudillo escato-
2,14.15.18; 3,1; 4,15; 5,2; e implícitamente 1,2; 10,4; 12,23; 13,13). lógico de las huestes angélicas del cielo 24 . A mi juicio, esto debe situarse
Mediante una exégesis sinagogal de tipo peser18, la carta a los Hebreos en el marco apocalíptico del «universo en dos pisos»2S. La batalla escatoló-
muestra cómo, en los momentos decisivos de su historia, el pueblo falló gica que dirige en la tierra el mesías rey y guerrero es repetida o prece-
siempre. Pese a la inclusión de Abrahán y de la figura de Melquisedec, en dida en el cielo por la lucha entre los buenos espíritus y los malos. El jefe
el centro de la exposición está Moisés. Pero se trata de un Moisés muy de los ángeles buenos es Miguel, que al mismo tiempo es Melquisedec.
peculiar, tal como, a partir de la tradición deuteronomista, aparece lo ve- Aquí predomina el mesianismo real, guerrero (que responde a una fase
nera el primer judaismo: el guía del pueblo es además profeta, rey y hiero- ulterior en la comunidad de Qumrán). La concepción del mesías rey, Mel-
fante o sumo sacerdote; por añadidura, siguiendo la línea de Dt 5,23; quisedec, y la filoniana del mesías sumo sacerdote, Melquisedec, reflejan el
9,9.18.26, asume también los rasgos del siervo de Dios doliente (cf. Hch sincretismo dominante en la época. En Qumrán, en Filón y en la carta a
7,17-44, donde Moisés aparece como el enviado de Dios incomprendido los Hebreos encontramos siempre el mismo método midrásico de la exége-
y rechazado)19, y por la misma época, entre los judíos más «ortodoxos», sis sinagogal con el resultado de que el mesías futuro adquiere los rasgos
adquiere el significado de gran legislador de Israel, el hombre de la Tora. de Melquisedec. En la carta a los Hebreos, sin embargo, Jesús-Melquisedec
Un judío de la diáspora como Filón habla incluso del divus Moyses, el di- no es un ángel, sino «el Hijo», un hombre.
vino Moisés20. La carta a los Hebreos no desconoce ese mundo intelectual Según el Génesis, Abrahán, tras haber vencido a cuatro reyes, se en-
(alejandrino), en el que la temática sapiencial se ve influida por lo que se cuentra con un quinto rey, que es presentado como Melquisedec, rey de
ha venido en llamar sinaitismo del primer judaismo. El autor sigue esa Salem, sacerdote del Altísimo. La carta a los Hebreos interpreta melek
tendencia general, pero sin asumir ninguna de sus formas concretas, como salem (Gn 14,18, donde tiene el sentido de «vasallo», un rey que está
sería, por ejemplo, la de Filón. dispuesto a someterse) como «rey de Salem»: rey de paz, Melquisedec, o
En un contexto similar, la carta a los Hebreos menciona a Melquisedec melek del zedeq, «rey de justicia». Esta etimología constituye en la carta
en Heb 7. La exégesis del autor se basa en dos principios hermenéu ticos un preludio de su interpretación cristiana de Cristo-Melquisedec, rey de
de la interpretación bíblica de entonces: a) quod non in thora, non in justicia y de paz.
mundo2l, lo que no se encuentra en el Tenak o en los libros sagrados del Al igual que la exégesis protojudaica, la carta a los Hebreos muestra
judaismo debe considerarse como no existente (una especie de argumen- un marcado interés por el hecho de que en el Génesis Melquisedec desapa-
tum e silentio), y b) la regla hermenéutica sinagogal de Rabí Hillel: si rece del relato tan de repente como había aparecido (la realidad es que el
dos pasajes distintos de la Sagrada Escritura contienen una misma palabra redactor final incluyó en el relato del Génesis una leyenda o tradición local
(en este caso, Melquisedec), ambos textos son complementarios y se expli- prejerosolimitana). A este dato se le aplica luego el primer principio exe-
can entre sí 22 . Así, la exégesis un tanto enigmática de la carta a los He- gético: lo que no se halla en el Tenak no existe; por tanto, Melquisedec
breos resulta más clara. En efecto, tanto Gn 14,18-20 como Sal 110,4 es un ser sin comienzo ni fin. Pero apareec como rey y sacerdote26; por
hablan de Melquisedec; luego ambos textos deben aclararse mutuamente. tanto, es un sacerdote rey «sin padre, madre y genealogía, sin principio
Sin embargo, la carta a los Hebreos no es la primera en haber visto esa de sus días y sin final de su vida, lo cual le asemeja al Hijo de Dios»
relación. No sólo Filón había explicado ya ambos textos mediante tal prin- (Heb 7,3) 27 . Lo cual viene a indicar que Melquisedec es sólo un antitipo:
18
el «tipo» a que se asemeja es Jesús, el Hijo de Dios. Melquisedec es, pues,
Cf. en el glosario de términos técnicos (al final del libro) peser y miarás.
19
J. Jeremías, Moyses, en ThWNT IV, 852-853; L. Perlitt, Moses ais Prophet:
25
EvTh 31 (1971) 588-608; en la bibliografía citada, J. L. Martyn, History and Theo- Filón, Leg. Alleg. III, 82.
logy, 122-125; W. Meeks, The Prophet King, lOOss, 117-125 (cf. infra, sobre el " A. van der Woude, op. cit.: OTS 17 (1965) 354-373; M. de Jonge y Van der
«joanismo»). Woude, 11 Q Melch, op. cit., 301-326; J. Fitzmyer, Further Light, op. cit., 25-41.
20
Filón, Quest. in Exodum II, 29: «Transmutatur in divinum, ita ut fiat Deo Para este último autor, Melquisedec es sumo sacerdote; para los otros dos, no.
25
cognatus, vereque divinus». También en otra obra de Filón: De vita Moysis I, 155; Cf. Jesús, la historia de un viviente, 107-114 (con datos bibliográficos).
26
II, 107, 111, 214. Cf. Josefo, Antiquitates II, 201-204, 233ss; V, 326. Véase Desde el punto de vista de la historia de las religiones, está claro que, origi-
W. Meeks, The Prophet King (Leiden 1967) 103-107, 110-111 y 192-195. Cf. infra nariamente, el sacerdocio y la realeza iban unidos; sólo después se diferenciaron como
sobre el «joanismo». dos funciones distintas. Cf. L. Dumont, On the Comparative Understanding of Non-
21
Tal es la expresión de Filón, Quod det, 178; Sttack-Billerbeck, III, 694-695; Modern Civilizations: «Daedalus» 104/2 (1975) 153-172.
27
M. de Jonge y A. S. van der Woude, 11 Q Melch: NTS (1965-1966) 320-321. «Asemejándolo al»: aphomoiomenos (participio pasivo); cf. De Jonge y Van
22
R. Williamson, Philo and to the Hehrews, op. 'cit., 440. ,1er Woude, art. cit.: NTS (1965-1966) 321, nota 4.
238 SUFRIR POR LOS DEMÁS PRESUPUESTOS RELIGIOSO-CULTURALES DE HEB 239

un personaje eterno, un ser preexistente de origen celestial (así también en a Jesús Mesías escatológico sacerdotal, mediante el cual todos tienen ahora
la exégesis qumráníca sobre Melquisedec). acceso a Dios (mientras que en el judaismo sólo el sumo sacerdote —y aun
Pero la lectura del Génesis permite ir más allá dentro de esta perspecti- éste, una sola vez al año— podía entrar en el santo de los santos.
va. Melquisedec imparte a Abrahán la bendición sacerdotal, no al revés. Esto es evidente si se piensa (7,15) que Jesús es presentado como
«Está fuera de discusión que lo que es más bendice a lo que es menos» sacerdote «en la línea de Melquisedec», o sea, según un sacerdocio que no
(7,7): esto es evidente desde el punto de vista judío (cf. 2 Pe 2,19). Mel- depende de una genealogía o de un linaje levítico (7,15-17; en toda esta
quisedec es, por tanto, superior a Abrahán. Las consecuencias de esta idea comparación carecen de importancia el pan y el vino que intervienen en el
son amplias, pues en contrapartida por la bendición Abrahán paga a Mel- rito mediante el cual Melquisedec establece su alianza con Abrahán. Esto
quisedec un diezmo de su botín de guerra. Un judío sabe que todo hijo responde a un midrás cristiano posterior, opuesto al tenor de la carta a los
de Abrahán debe pagar un diezmo a los sacerdotes levíticos (Nm 18,21-24; Hebreos, la cual, si bien conoce dirigentes y responsables de la Iglesia,
Heb 7,5). Pero aquí es Melquisedec quien recibe el diezmo, y lo recibe de Heb 13,7, nunca los llama «sacerdotes», pues el único sacerdote es Jesús).
Abrahán, el padre de los judíos, el padre también de la estirpe sacerdotal «En la línea de Melquisedec» indica el carácter perpetuo de este sacer-
de los hijos de Leví y depositario de todas las promesas (Heb 7,6). Por docio, algo que forma parte, pues, de la oikoumene mellousa, del segundo
tanto, en el relato del Génesis no se dice sólo que Abrahán, rico ya en eón o mundo futuro: algo que Dios ha dispuesto ya antes de la creación
promesas, recibe ahora la bendición sacerdotal (por decirlo así, Abrahán es del mundo, que se manifiesta en el tiempo y que es permanente en el cielo.
consagrado sacerdote por el sumo y eterno sacerdote Melquisedec), sino El sacerdocio levítico, en cambio, sólo puede continuar por sucesión, con-
también que está subordinado a Melquisedec. La conclusión del midrás es forme van muriendo los sacerdotes individuales (7,23-24). Para una mente
evidente: el sacerdocio levítico judío tiene un rango inferior al de Melqui- que razona según categorías griegas (y judías), esta multiplicidad de sacer-
sedec. Ser sacerdote en la línea de Melquisedec significa pertenecer a un dotes es ya un signo de imperfección y provisionalidad. La peculiaridad
orden trascendente, muy superior al del sacerdocio judío. Aunque en tiem- del sacerdocio de Jesús-Melquisedec se ve confirmada por el hecho de que
pos de Abrahán no había sacerdotes levíticos, esto no crea problema: ya la constitución como sacerdote —a diferencia del sacerdocio judío— va
«estaban presentes en su padre» Abrahán (7,10). En Abrahán fueron los acompañada de un juramento divino (7,20-22; cf. Sal 110,4; se trata de
propios sacerdotes judíos quienes pagaron el diezmo en vez de recibirlo un argumento judío).
(7,10); así reconocieron la superioridad del sacerdocio en la línea de Mel- Yigael Yadin 28 sostiene que el objetivo de la carta a los Hebreos es
quisedec. mostrar que Jesús, aun no proviniendo de una tribu sacerdotal (7,14), es
La carta a los Hebreos ha leído el relato del Génesis a la luz de Sal sumo sacerdote y de un rango superior al sacerdocio en la línea de Aarón.
110,4, y llega a la conclusión de que también el sacerdocio del futuro Mel- Jesús es Mesías real y sacerdotal: es esto lo que la carta a los Hebreos
quisedec mesiánico es muy superior al sacerdocio levítico. Sal 110,4, donde querría inculcar a un grupo de creyentes que esperaban dos mesías (un
se habla de Melquisedec, dice: «Tú eres sacerdote perpetuo en la línea de grupo parecido al de Qumrán), diciéndoles que Jesús asume en sí ambas
Melquisedec». Este pasaje muestra que en Israel se esperaba un sacerdote funciones mesiánicas. En mi opinión, sin embargo, esta interpretación no
escatológico (también Qumrán interpreta este versículo en sentido mesiá- es totalmente correcta. Es cierto que, al comienzo de la carta, la realeza
nico, y el propio salmo es ya una interpretación de tipo peser de Gn 14). del Mesías se manifiesta en la exaltación de Jesús sobre el mundo y sobre
La carta a los Hebreos une ambos textos bíblicos para concluir que el todos los ángeles, pero en relación con el Mesías sacerdotal nunca se acen-
sacerdote mesiánico y escatológico de la promesa (Sal 110,4) es un sacer- túa esta realeza, sino el carácter eterno de su sacerdocio. La carta a los
dote «en la línea de Melquisedec», del cual el Génesis ya afirma que es Hebreos no persigue el propósito que le atribuye Yadin, si bien en aquel
muy superior al sacerdocio levítico: es un sacerdote eterno, real, al margen tiempo existía la problemática indicada por este autor. La carta a los He-
de la sucesión aarónica y levítica. Para los judíos, Sal 110 es un salmo breos se sitúa más bien en la tradición del mesianismo sacerdotal.
davídico, compuesto, pues, en una época posterior a la ley mosaica. Y este Dado que el sacerdocio de Jesús es superior al sacerdocio judío y per-
salmo anula todas las prescripciones de la ley mosaica sobre los sacerdotes tenece a una línea distinta, su ministerio es el de una alianza totalmente
(Heb 7,12-14; sobre todo, 7,28). Para los judíos es además evidente que nueva (7,22; cf. 8,6-13; 10,15-18); es un sacerdocio que encierra la fuerza
jesús no procede de la tribu de Leví (7,13), sino de la de Judá, la cual de vida eterna, preexistente y resucitada o exaltada (7,16). No es de extra-
nada tiene que ver con el sacerdocio (7,13-14; cf. Gn 49,10; Miq 5,1; ñar, por tanto, que la obra de este sacerdote sea denominada «causa de
Sal 110; Is 11,1.10; también Mt 22,43-45; 1,2; Le 3,33; Ap 5,5). Jesús salvación eterna» (5,9); «de ahí que puede también salvar hasta el final
no es sacerdote según los esquemas oficiales del judaismo. Desde el punto a los que por su medio se van acercando a Dios, pues está siempre vivo
de vista judío, no es sacerdote, sino laico (como, fuera de la carta a los para interceder por ellos» (7,25).
Hebreos, lo afirma todo el Nuevo Testamento). Sin embargo, la carta a los
Hebreos quiere superar la distinción judía entre sacerdotes y laicos y llama " Y. Yadin, The Dead Sea Scrolls, op. cit., 36-55.
CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 241
240 SUFRIR POR LOS DEMÁS

la hypostasis de Dios (cf. Sab 16,21), dice la carta a los Hebreos; lo cual
Todo esto nos puede parecer una exégesis fantástica del Tenak; pero
significa que en Jesús se hace visible lo que hace que Dios sea Dios. Los
no lo era para los judíos de entonces. Naturalmente, el autor —antes de
atributos de Jesús son aquí los de la sabiduría (Sab 7,26; cf. Sab 7,25-8,1;
iniciar su argumentación— contaba con la imagen de Cristo procedente de
9,12; cf. Sal 110,1). La adición de estos atributos a la mención del
su experiencia cristiana. Experimenta de una forma decisiva y definitiva la
Hijo no es sólo consecuencia de la solemnidad con que comienza la ho-
salvación de Dios en Jesús, junto con la fe apostólica, que llevaba ya varios
milía. El autor prepara con ello la imagen del sacerdote que nos va a
decenios de existencia; comparado con eso, todo lo demás significa poco.
presentar: como reflejo e impronta de Dios y como mediador de la crea-
Propiamente, la carta a los Hebreos no necesita estos argumentos basados
ción (Heb 1,3b), Jesús está en el ámbito de Dios. La realidad que es Dios
en la Escritura, que pueden incluso ser interpretados erróneamente. La ex-
se ha manifestado anteriormente de muchas maneras, lo cual significa (para
periencia cristiana posee en sí una autoridad que no se basa en pruebas
un espíritu griego) que se ha manifestado de un modo fragmentario e im-
sacadas de viejos textos, por sagrados que sean. Por otra parte, nadie tiene
perfecto, mientras que ahora lo hace «de una vez por todas» en el Hijo,
nuevas experiencias al margen de la tradición en que está inserto y que
en un hombre de carne y sangre (2,14), que ha pasado la prueba del dolor
le permite articular lo nuevo. En esta perspectiva, la exégesis midrásica
y de la tentación (2,18), y que ha conocido por propia experiencia nuestras
de la carta a los Hebreos, a pesar de los problemas críticos que plantea,
debilidades (3,15; y en especial 5,7-9). En la humanidad de Jesús vemos
tiene una importancia particular, especialmente en la época del primer ju-
(charakter) quién y cómo es Dios. Como ningún otro autor neotestamen-
daismo y del cristianismo primitivo.
tario, el de la carta a los Hebreos ha mostrado así concretamente la forma
en que Jesús es eidos o charakter, impronta y expresión de Dios. La perte-
nencia de Jesús al ámbito de Dios es designada en términos de charakter,
II o sea, en términos de visibilidad humana, lo cual indica al mismo tiempo
que Jesús pertenece también al ámbito de nuestra existencia humana y de-
UNA CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA Y LA SALVACIÓN fine el segundo aspecto del «sacerdocio». Por un lado, Jesús es la manifes-
tación visible de Dios, que se revela en la fidelidad a Dios (cf. infra); por
1. Fundamento: Jesús es «de Dios» y «de los hombres» otro, es un hombre como nosotros: el Hijo conoce «los días de su vida
mortal» (5,7), una vida humana normal; por ello es el hermano de los
a) Jesús es el Hijo, no un ángel. hombres (1,5-2,18), primogénito de muchos hermanos (2,10). Ambos as-
pectos —Jesús toma partido por la causa de Dios y, al mismo tiempo, es
«En múltiples ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente solidario con los hombres y defiende su causa— llevan al autor de la carta
a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha habla- a los Hebreos al convencimiento de que todo lo que la experiencia cristia-
do por un Hijo, al que nombró heredero de todo, lo mismo que por él na apostólica denomina salvación de Dios en Jesús puede expresarse igual
había creado los mundos y las edades» (Heb 1,1-2). Así comienza este pre- de bien en términos sacerdotales. El autor no pretende evidentemente decir
dicador su homilía, con un tono solemne, oriental. Quizá su núcleo sea un nada nuevo, sino articular la fe apostólica en unos términos que, por algu-
himno cristiano, como los que hallamos en los círculos de la misión judeo- na razón, gozan de favor en las iglesias en que la homilía es pronunciada
helenista de los cristianos a los paganos (por ejemplo, Flp 2,5-11; Col 1, o leída.
15-20; 1 Tim 3,16; 1 Pe 3,18-22; Jn 1,14)29, pero más probablemente es Antes de desarrollar el tema, la carta a los Hebreos cita (tomándolos
el mismo autor quien redacta este exordio hímnico. El mensaje que se nos quizá de una antología) siete textos del Tenak para mostrar, con ayuda
ha transmitido a lo largo de los siglos por medio de los profetas tiene de una exégesis de tipo peler, que el Hijo está por encima de todos los
ahora su culminación y expresión definitiva en el Hijo. «El Hijo» ocupa el ángeles del cielo31. Al parecer, quiere disipar algunos malentendidos exis-
puesto central. tentes en aquellas iglesias e insistir una vez más en la fe tradicional en el
Por ser el Hijo, Jesús es «reflejo de la gloria de Dios» e «impronta Jesús glorificado, antes de precisar su forma de entender la exaltación o
de su ser» (1,3; charakter; 2 Cor 4,4 y Col 1,15 hablan de eíkon de Dios. perfección de Jesús. En algunos ambientes de la época, los ángeles eran
El significado es «impronta», cf. Sab 7,25-26). Jesús es el charakter'® de «los liturgos del cielo y de la tierra» encargados de ordenar todas las co-

29 ambiente alejandrino, donde tal palabra estaba muy extendida; sin embargo, la carta
Así, R. Fuller, fundamentos de una cristología neotestamentaria (Madrid, Edi-
u los Hebreos utiliza su significado formal para expresar un dato de la tradición
ciones Cristiandad, 1978) 212-242. sapiencial.
30
Charakter aparece sólo aquí, dentro del Nuevo Testamento, y sólo dos veces 11
Cf. S. Kistemaker, The Psalm Citations in the Epistle to the Hebrews (Ams-
en los LXX (Lv 13,28; 2 Mac 4,10); en la literatura intertestamentaria se encuentra
imlnm 1961) 88-94.
una vez. Se .trata de un término platónico que la carta a los Hebreos ha tomado del
16
242 SUFRIR POR LOS DEMÁS
CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 243
H
sas ; la liturgia celestial es un elemento esencial de la apocalíptica judía
y se sitúa en el contexto de la expectación de un mesías sumo sacerdote33. Esta polémica sobre los ángeles tiene en Heb 2,5-8 una rotunda y de-
Esta digresión, con la que el autor quiere dejar claro que Jesús no es un cisiva conclusión basada en Sal 8,5-7. El hombre es «un poco inferior a los
ángel, sino un hombre, pero que está por encima de los ángeles, tiene que ángeles»; brachy ti («un poco») puede tener también sentido temporal:
ver también con la figura de Melquisedec (un elemento estructural de la «por poco tiempo», y así se entendía entonces este versículo del salmo.
carta), ya que precisamente en la tradición sobre Melquisedec esta figura Dentro de poco, el hombre humillado será coronado con honor y todas las
enigmática era considerada, en el primer judaismo, como un ángel deter- criaturas deberán someterse a él (2,5-8). El fondo de toda esta argumenta-
minado M. Por tal motivo, el comienzo de la carta coloca en pleno centro ción (ya intertestamentaria) es Gn 1,26: el hombre es «imagen de Dios»
«al Hijo», que se ha hecho hombre y no es ángel. y «señor del universo» 36. Jesús es el último Adán, a quien están sometidas
todas las cosas. Es el humillado exaltado. Con ayuda de Sal 110,1, la carta
Las siete citas del Tenak responden en su totalidad a la traducción
a los Hebreos nos ofrece aquí una exégesis de Sal 8 (ambos textos apare-
griega. Son las siguientes: a) Sal 2,7 (Heb 1,5a). Qumrán lo interpretó
cen también en 1 Cor 15,25-27, donde Jesús es el «hombre del cielo»
como una profecía mesiánica (lQSa 2,11). También el cristianismo primi-
y el «último Adán», 1 Cor 15,22.45). En la carta a los Hebreos no se
tivo vio el texto en una perspectiva mesiánica, pero originalmente sólo en
habla expresamente de Adán, sino del «hombre» y de «Jesús» 37, vistos
relación con la resurrección de Jesús (Rom 1,4; Hch 13,33); posteriormen-
siempre en una misma línea (tres veces auto, aplicable tanto a cualquier
te, la cita fue combinada con Is 42,1, y de esa combinación resultó lo que
hombre como a Jesús; Heb 2,5-7; cf. 2,10-18). Todos los hombres, inclui-
se ha venido en llamar «palabras del cielo» con ocasión del bautismo de
do Jesús, están sometidos provisionalmente al poder de los ángeles. Pero
Jesús (Me 1,11 par.) o de su transfiguración (Le 9,35). b) 2 Sm 7,14 (Heb
Jesús resucitado es el hombre escatológico exaltado por encima de todos
1,5b). También este texto fue interpretado en Qumrán mesiánicamente
los ángeles, los cuales ahora tienen que adorarlo. La humanidad de Jesús
(4QTest). En 2 Cor 6,18, Pablo lo une con Is 52,11, y Ap 21,7 con Sal
es una identificación sacerdotal con el pueblo, con sus hermanos. Jesús, el
88,26 (griego). La carta a los Hebreos lo emplea para apoyar la condición
Hijo —y no los ángeles—, es el mediador entre el cielo y la tierra.
eterna, permanente, del Hijo en su relación especial con el Padre, c) Dt
32,43 (Heb 1,6), una tradición que tiene afinidades con Le 2,13, donde se La carta a los Hebreos polemiza claramente con una «cristología an-
habla de ángeles con ocasión del nacimiento de Jesús. Dt 32,43, que origi- gélica», de la que tenemos otros indicios en la Iglesia primitiva M, o con
nariamente se refería a Dios, es aplicado a Jesús en la carta a los Hebreos: un culto a los ángeles por encima de la fe en Cristo: una mezcolanza de
él es venerado por encima de todos los ángeles, d) Sal 103,4 (Heb 1,7); apocalíptica judía y de misticismo judeohelenista, una serie de ideas que
originalmente citado en el marco del Pentecostés cristiano (Hch 2,2). La circulaban por las sinagogas griegas, alejandrinas, donde se daban cita la
carta a los Hebreos lo utiliza para mostrar que, a diferencia del Hijo, los influencia de Qumrán (o de una mentalidad análoga) y el sincretismo típico
ángeles han sido «creados», e) Sal 44,7-8 (Heb 1,8-9). En este salmo real del platonismo medio. Ese es, sin duda, el trasfondo de la carta. Después
se dice del rey: «Dios es mi trono». La carta afirma aquí indirectamente de su aclaración introductoria, el autor inicia el desarrollo del tema. Los
que el hijo es ho Theos, Dios (Heb l ^ b ^ ) 3 5 . f) Sal 101,26-28 (Heb 1, dos aspectos del Hijo, es decir, su condición de «reflejo e impronta de
10-12); aplicado a Jesús: es creador y juez escatológico. g) Sal 110,1 (en 36
J. Jervell, Imago Dei, Gen I, 26ff im Spatjudentum, in der Gnosis und in den
griego, 109,1) (Heb 1,13). Este versículo es citado frecuentemente en el paulinischen Briefen (Gotinga 1960) 15-51 y (sobre Pablo) 171-336.
Nuevo Testamento (Rom 8,34; Ef 1,20; Col 3,1; 1 Pe 3,22; Ap 5,1; 37
W. WifaU, Son of Man: CBQ 37 (1975) 331-340. En mi opinión, este autor
Me 12,35-37, etc.). Jesús es preexistente, como la sabiduría. Lo que al arroja una nueva luz sobre los conceptos de «Adán» e «hijo de hombre». Los dos
principio se consideraba como prueba de la Escritura en favor de la resu- proyectan a los tiempos de los orígenes las circunstancias sociales del período daví-
rrección o exaltación de Jesús se convierte, en la carta a los Hebreos, en dico. Originariamente, «hijo de hombre» quería decir «gentilhombre» frente al «hom-
un argumento probatorio de su preexistencia. bre» vulgar. «Hijo de hombre» es, pues, un notable, una persona que posee una
condición social superior. Con el proceso normal de democratización, este concepto,
32 empleado inicialmente para designar a quien pertenece a una clase privilegiada •—la
Toda la literatura intertestamentaria habla de la liturgia celeste, en la cual tienen
corte davídica—, se aplica luego a todos los hombres. «Hijo de hombre» —gentil-
un papel fundamental los ángeles; cf. en especial TestXII y, como ejemplo, TestRub
hombre o «gentleman»— se refiere entonces a todos los hombres. La acepción ori-
6; TestSim 7; TestLev 2,3.8.18, etc.; también Qumrán: 1QS 9,10-11; 1QS 6,4-6;
ginal, en el sentido de preeminencia, vuelve a implantarse más tarde, pero en un
lQSa 2,18ss.
33 contexto totalmente distinto: el contexto religioso de la apocalíptica.
K. G. Kuhn, The Two Messiahs of Aaron and Israel, en Kr. Stendahl (ed.), 38
The Scrolls and the New Testament (Nueva York 1957) 54-64; E. Kásemann, Das J. Barbel, Christos Angelos (Bonn 21964); A. Bakker, Christ an Ángel? A Study
wandernde Gottesvolk, 125ss. of Early Christian Docetism: ZNW 32 (1933) 255-265; J. Daniélou, Théologie du
34
Qumrán: HQMelch; cf. M. de Jonge y A. van der Woude, art. cit.: NTS 12 judéo-ehristianisme (París 1958) 167-198; G. Kretschmar, Studien zur frühchristlichen
(1965-66) 301-326, y A. van der Woude, art. cit.: OTSt 17 (1965) 345-373. Trinitatstheologie (Beitr. z. Hist. Theol.; Tubinga 1956); R. Longenecker, The Christo-
35
R. Brown, Does the New Testament cali Jesús God?: ThS 26 (1965) 562-563. logy of Early Jewish Christiantty (Naperville 1970); M. Werner, Die Entsehung des
christlichen Dogmas (Leipzig 1941).
244 SUFRIR POR LOS DEMÁS CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 245
Dios» (estar de parte de Dios) y de «hermano de los hombres» (estar de Asumir la vida «de carne y de sangre» (2,13-14) significa para el Hijo una
parte de los hombres), sobre todo con la disponibilidad al sacrificio de sí humillación: para él, hacerse hombre significa degradarse por debajo de los
mismo, proporcionan al autor el concepto de «sacerdocio». A partir de ángeles. Esto constituía el punto más difícil para muchos de los cristianos
aquí procede a una reinterpretación de la tradición apostólica en toda su a quienes se dirige la carta. Al menos provisionalmente, dice la carta a los
integridad: una cristología, soteriología y doctrina sobre la gracia de tipo Hebreos, Jesús es el inferior, el sometido: se trata de un dato sinóptico
sacerdotal, o sea, mesiánico-sacerdotal. Esta cristología, fundada en el amor y neotestamentario que la carta sitúa en una perspectiva cósmica, en la que
al hombre, aunque utiliza una noción sacerdotal muy sencilla, nos resulta el mundo de los espíritus pertenece a una realidad más alta que el mundo
difícil de entender debido a las complicadas comparaciones con el culto terreno de los hombres. Materialmente, esta humillación es idéntica a la
sacrificial veterotestamentario y judío del gran Día de la Reconciliación mencionada en el himno cristológico de Flp 2,6-11, pero la carta a los
(kippur) y con el culto de la época mosaica. Esto, que parecería una reju- Hebreos le confiere un contenido más humano.
daización sacral del laico Jesús, para la carta a los Hebreos constituye una El autor podría haberse referido directamente a las palabras y hechos
desmitificación de la imagen judía del sacerdocio. Para el autor, sacerdocio, evangélicos del Jesús terreno, tal como se narraban en las comunidades
en el auténtico sentido de llevar los hombres a Dios, es el amor del Jesús cristianas, pero prefiere hacerlo de una forma indirecta, recurriendo a la
humano, que padece por los demás, fiel a Dios y solidario con la historia Escritura. El modelo es ahora Moisés (superado, evidentemente, por Jesús).
del sufrimiento humano. Moisés era hijo (adoptivo) del faraón (Ex 2,10); pero, afirma la carta a los
Hebreos, cuando vio el sufrimienter de su pueblo (Heb 11,23-27), se soli-
b) El núcleo de la carta a los Hebreos. darizó «con sus hermanos» (2,11; 2,17; 5,1; cf. 12,2) y se puso del lado
de sus hermanos ante Yahvé, el Dios de Israel (11,25; 3,1-6). Moisés pre-
En Heb 3,1-6 y 4,15-5,10 se formulan los dos aspectos del tema que firió aceptar la humillación del sufrimiento solidario a gozar de los placeres
será desarrollado en 7,1-10,18 39. En 3,1-6 se habla de la fidelidad de Jesús a que estaba destinado por ser hijo adoptivo del faraón (el contenido for-
a Dios; en 4,15-5,10, de su solidaridad con los hombres que sufren40: las mal de la morphe ton Theou —la categoría de Dios— y del homoioma
dos facetas del sacerdocio de Jesús. «De eso nos queda mucho por decir», ton anthropon —el hacerse semejante al hombre— de Flp 2,6-11 recibe
confiesa el autor (5,11), mientras que en 8,1 afirma expresamente que su significado, en la carta a los Hebreos, del modelo de Moisés; en reali-
el núcleo de su exposición es la exaltación de Jesús junto a Dios. dad, es la propia vida de Jesús lo que induce al autor a emplear tal mo-
El hecho de que Jesús, el Hijo preexistente (1,2), sea hombre tiene delo, bien conocido por los judíos de la época). Moisés volvió la espalda
como consecuencia (de acuerdo con la concepción del autor) que, por su a los tesoros de Egipto para ponerse solidariamente de parte de su pueblo
humanidad, al igual que sus hermanos los hombres, es «un poco inferior escarnecido (11,26). Lo mismo ocurre con Jesús: a pesar de ser «el Hijo»,
a los ángeles» (2,5-8; Sal 8,5-7), lo cual, como hemos visto, se interpreta- se solidariza con la causa del hombre y se hace hombre pasible (2,9-18;
ba entonces en el sentido de que está «por poco tiempo debajo de los án- 4,15) a fin de liberar a sus hermanos de la esclavitud (y, por tanto, del
geles». Con gran realismo se subraya aquí la verdadera humanidad de sometimiento a los ángeles) (2,15). También en este punto, Jesús, el nue-
Jesús: ser hombre significa (para el hombre de la Antigüedad tardía) estar vo Moisés, es superior al primero: el autor lo ve así al considerar que el
sometido a los seres celestes superiores. Ello implica que Jesús es un hom- sufrimiento de Moisés fue una participación en los padecimientos de Jesús
bre que puede vivir desde dentro el destino humano: lo comparte. Así, (13,13; Jesús es el punto de ruptura, pero también el vínculo entre los
debido a que vive en un mundo sometido a espíritus buenos y malos, Jesús dos eones). Como en la esclavitud egipcia de los judíos, sus hermanos,
puede, en su solidaridad con todos los hombres, ser tentado (4,15) y sufrir estaba en juego la causa de Dios, «Moisés apartó su mirada» (11,26: ap-
(2,10-14; 5,7; 2,16-18; 12,2-3, etc.). «Por esta razón no tiene él reparo eblepen) de la felicidad que le estaba destinada y la puso en los sufrimien-
en llamarlos (a los hombres) hermanos» (2,11), de igual modo que «Dios tos de su pueblo. Esta interpretación de la figura de Moisés muestra, por
no tiene reparo en que lo llamen su Dios» (11,16). El autor es capaz de un lado, cómo la experiencia cristiana de Jesús podía ser accesible así tam-
sintetizar en una frase breve y densa toda una cristología soteriológica. bién a los judíos y, por otro, cómo el motivo interpretativo, o el modelo,
condiciona el modo de experimentar a Jesús y de hablar de él en el Nuevo
39 Testamento. Teniendo presente la imagen de Moisés, dice el autor: «Hijo
En relación con la estructura de la carta a los Hebreos (que tengo presente,
pero que no sigo en esta exposición teológica), cf. A. Vanhoye, La structure littéraire, y todo como era, sufriendo aprendió a obedecer (es decir, asumiendo situa-
loe. cit. ciones humillantes para él)..., se convirtió así en causa de salvación eterna
* G. Schille, Erwagungen, op. cit., y G. Friedrich, Das Lied vom Hohenpriester, para todos los que le obedecen a él» (5,7-9). A la vista de la historia real
op. cit., ven detrás de Heb 4,15-5,10 un antiguo himno cristológico. Tal hipótesis ile los padecimientos humanos, la carta a los Hebreos considera que este
me parece poco convincente; estos autores minusvaloran la capacidad creadora del modo de proceder de Dios es adecuado: «De hecho, convenía que Dios,
autor de la carta a los Hebreos. lin del universo y creador de todo, proponiéndose conducir muchos hijos
246 SUFRIR P O R LOS DEMÁS CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 247
a la gloria, al pionero de su salvación lo consumara por el sufrimiento» Porque no es a los ángeles, está claro, a los que él tiende la mano, sino
(2,10). El dei (Cristo debía padecer), un tanto duro y apriórico en los a los hijos de Abrahán. Por eso tenía que parecerse en todo a sus herma-
Evangelios de Marcos y de Lucas, aquí es suavizado y se convierte en un nos» (2,14-17). Ese es el núcleo de la carta a los Hebreos (8,1): la con-
modo obvio de redención y liberación. cepción teológica que tiene el autor de la experiencia de la salvación de
La doble idea de estar del lado de Dios, lo cual para el Hijo hecho Dios en Jesús. El autor analiza después en detalle los dos aspectos de la
hombre (3,1-6) significa fidelidad a Dios, y de tomar partido por el hom- misma, por lo menos en el sentido de que los explica (de una forma inteli-
bre, o sea, compadecerse solidariamente sobre todo del hombre que sufre gible para los judíos cristianos) partiendo del modo judío de entender el
(4,15-5,10), traduce en la carta a los Hebreos la única realidad del sacer- culto o ministerio sacrificial.
docio. El problema es el siguiente: ¿cómo puede Jesús hacer de mediador Ahora bien, según el modelo sacrificial judío (Dt 18,5; Nm 3,12.41;
entre Dios y los hombres, si renuncia a su posición divina y se somete 8,6) hay que distinguir —pero no separar— dos funciones en el sacer-
a la suerte de la condición humana? ¿Cómo puede «consumarse» ese servi- docio. Un sacerdote debe: a) «representar a los hombres ante Dios» (5,1);
cio? El autor no reflexiona sobre el significado de la encarnación en cuanto por tanto, interceder ante Dios en favor del hombre (2,17b); b) «ofrecer
tal; su perspectiva es el «mundo futuro» (2,5). Por eso considera que la dones y sacrificios por los pecados» (5,1b); por tanto, «expiar los pecados
consumación de Cristo, la glorificación de Jesús a la derecha de Dios, es del pueblo» (2,17c).
el kephalaion, núcleo de su exposición (8,1). Sólo así se analiza plenamente Si relacionamos lo que la carta a los Hebreos llama núcleo de su expo-
el concepto de sacerdocio, y sólo así s? logra superar la humillación o so- sición, y que constituye la línea maestra de su cristología soteriológica, con
metimiento de Jesús a los ángeles, resultante de la encarnación. El acento ese modo judío de entender el culto sacerdotal, habremos de concluir que
recae en el sacerdocio celeste de Jesús. En efecto, durante su vida terrena, el autor quiere ilustrar y hacer inteligible la fe apostólica tradicional me-
Jesús puede «estar de parte de Dios» únicamente en términos de fidelidad diante la vida terrena de Jesús —en cuanto fidelidad a Dios en solidaridad
obediente del hombre a Dios (3,1-6). Mediante tal fidelidad se manifiesta con los hombres— y mediante la muerte y resurrección o glorificación del
su charakter Theou, es decir, en ella se hace visible quién y qué es Dios: mismo Jesús junto a Dios, con la mirada puesta no sólo en los judíos
un Dios de los hombres. Esto implica una serie de consecuencias. Aunque convertidos al cristianismo que centraban su vida religiosa en el culto, sino
la existencia humana de Jesús, obedeciendo fielmente a Dios hasta la en- también en aquellos otros que (contaminados por el sincretismo del primer
trega de su propia vida, constituye un aspecto esencial de su sacerdocio, judaismo) soñaban con participar en la «liturgia celeste» de los ángeles.
lo que se acentúa es su sacerdocio consumado, o sea, celestial. Sólo enton- Lo que el autor califica en 8,1 como «núcleo de la exposición» —Jesús
ces es elevado, por encima de los ángeles, al ámbito supremo de la reali- está sentado a la derecha de Dios (un dato de la fe cristiana tradicional)—
dad: junto a Dios. De hecho, el punto capital de toda la exposición de la va a explicarlo en términos de una «liturgia celestial» por la cual queda
carta a los Hebreos es la íeleiosis o consumación. El resultado es que uno derogado el culto sacrificial judío. Si en el paulinismo la gracia de Cristo
de los nuestros nos ha precedido a las alturas supremas, por encima de las invalida la ley, en la carta a los Hebreos anula el culto (judío). La gracia
siete esferas celestes y del mundo de lo ángeles, hasta llegar al santo de de la ley y la gracia del culto son sustituidas por la gracia definitiva de
los santos, donde mora el Dios vivo. Sólo entonces la causa del hombre Jesucristo: la ley y el culto tuvieron un significado positivo, pero provi-
puede ser defendida por un hombre ante Dios en el plano más alto. Sólo sional.
así el futuro deja de ser una utopía y se convierte en una esperanza real
y fundada para el hombre. «Entró en el mismo cielo, para presentarse
ahora ante Dios en favor nuestro» (9,24), «se sentó para siempre a la de- c) Jesús es el sumo sacerdote escatológico.
recha de Dios» (10,12); así puede representarnos ante Dios (5,1) para in-
«Todo sumo sacerdote es tomado de entre los hombres y establecido
terceder por nosotros (2,17b).
en favor de los hombres» (5,1). El sacerdocio o mediación presupone un
Al mismo tiempo, la carta a los Hebreos quiere mostrar la predilección llamamiento y una investidura («tomado de» quiere decir elección, pero
de Dios por lo que es inferior y está humillado. Dios eligió lo que estaba también «segregación»); nadie puede arrogarse esa dignidad (5,4). Tampoco
por debajo de los ángeles; «¿a cuál de los ángeles dijo jamás: siéntate a mi podía hacerlo el sumo sacerdote escatológico. Dios es quien le establece
derecha?» (1,13; 2,16; 2,5; cf. Is 41,8-9). Dios tiende la mano al que en el ministerio sacerdotal {5,5). Esto tuvo lugar «cuando Dios dijo: Mi
está debajo (epi-lambanein), se preocupa de él, se compadece de él, se in- hijo eres tú, yo te he engendrado hoy (Sal 2,7), o como dice en otro pasa-
teresa por la suerte de los hombres, de la descendencia de Abrahán. «Por je: Tú eres sacerdote perpetuo en ia línea de Melquisedec (Sal 110,4)»
eso, como los suyos tienen todos la misma carne y sangre, también él asu- (Heb 5,5b-6; 5,10). Combinando Sal 2,7 y Sal 110,4, el autor quiere fun-
mió una como la de ellos, para con su muerte reducir a la impotencia al damentar bíblicamente su decisión de relacionar el dato tradicional (filia-
que tenía dominio sobre la muerte, es decir, al diablo, y liberar a todos ción y resurrección de Jesús) con el concepto de sacerdocio. Y era necesa-
los que, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos. rio si tenemos en cuenta que Heb 5,5b-6 es el único texto del Nuevo Tes-
248 SUFRIR POR LOS DEMÁS CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 249

tamento en que aparece tan curiosa argumentación. Esta consiste en lo vagamente: Pablo dice de Jesús que «está a la derecha de Dios e intercede
siguiente: si Sal 110,1 se aplica a Cristo, a su exaltación junto al Padre en favor nuestro» (Rom 8,34; en el fondo, esto es lo mismo que la carta
(o a su «estar sentado a la derecha de Dios») —como sucede generalmente a los Hebreos llama sacerdocio celeste de Jesús: Heb 7,25). El segundo
en toda la Iglesia primitiva (Me 12,36; 14,62; 16,19; Mt 22,44; 26,64; texto (Ap 1,13) es más claro: Jesús aparece vestido de túnica talar sacer-
Le 20,42-43; 22,69; Hch 2,34; 5,31; 1 Cor 15,25; Ef 1,22; Col 3,1; dotal, con una faja dorada a la altura del pecho, que era la que llevaban
y en Heb 1,3; 1,13; 8,1; 10,12-13; 12,2; 5,6-10; 6,20; 7,3.11.15.17.21. los sacerdotes (cf. infra lo que decimos sobre el Apocalipsis).
24.28; cf. Flp 2,9 y 1 Pe 3,22)—, entonces hay que ser consecuentes y Podemos, pues, afirmar con fundamento que el paso que da la carta
aplicar también a Jesús Sal 110,4: la exaltación real (110,1) de Cristo es a los Hebreos —llegar a una interpretación cristológica de Sal 110,4 a par-
al mismo tiempo su exaltación como sacerdote (Sal 110,4) (cf. también tir de Sal 110,1— es casi obvio, incluso tomando como punto de arranque
Heb 1,5; 1,13; 7,21): «Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi de- la tradición cristiana. Además, esta interpretación cristiana se vio favore-
recha, que voy a hacer de tus enemigos estrado de tus pies» (Sal 110,1) cida por el hecho de que en el primer judaismo, por ejemplo, en Qumrán,
y «el Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno ya se interpretaba Sal 110,4 en sentido mesiánico41. Así se explica que
según el rito de Melquisedec» (Sal 110,4). La cita de Sal 2,7 en la carta ningún otro texto del Nuevo Testamento llame a Jesús «sacerdote», mien-
(Heb 5,5b-6; cf. 5,10): «El me ha dicho: Tú eres mi hijo, yo te he en- tras que tal denominación resulta obvia para la carta a los Hebreos. En
gendrado hoy» aún hace más chocante la combinación de Sal 110,1 y 110,4 cuanto al contenido, la afirmación de que Jesús es sacerdote la hallamos
en relación con Jesús, «el Hijo» (cf. Heb 1,2). El hecho de que no sólo en todo el Nuevo Testamento, pero sólo la carta a los Hebreos lo dice de
un versículo de este salmo (Sal 110,1) se refiera a Jesús, sino que todo el una forma explícita. El cristianismo primitivo no podía formular este con-
salmo debe comprenderse cristológicamente es un caso único en el Nuevo tenido mediante expresiones de tipo sacerdotal, al menos por lo que se
Testamento; en ningún lugar Jesús o «Cristo» es llamado (sumo) sacer- refiere al ministro del sacrificio, porque «sacerdote», según la concepción
dote. ¿Se trata de un «hallazgo» del autor de la carta a los Hebreos? ¿Es judía, coincidía con «levítico»: perteneciente a la tribu de Leví. Y Jesús
algo puramente arbitrario? ¿O ya había en la tradición cristiana razones no procedía de esta tribu, sino de una tribu laica, la de Judá. Pero el autor
de peso para esa nueva interpretación? de la carta a los Hebreos puede llamar sin reservas a Jesús «sacerdote»,
Esto último es lo que realmente sucedió. Ya antes de la carta a los He- porque a lo largo de toda su exposición (sobre todo en Heb 7) ha separa-
breos, la muerte de Jesús es explicada en términos de sacrificio, es decir, do la figura del sacerdote del requisito judío de un origen levítico. Sin em-
en términos procedentes del culto sacrificial judío. Ya Me 10,45 dice que bargo, la carta a los Hebreos no elimina los restantes significados y funcio-
la muerte de Jesús es «un rescate por muchos». También en 1 Cor 1,30 nes —también judíos— tocantes al contenido del ministerio sacerdotal:
y 7,23; Rom 3,14; Col 1,14; Ef 2,18 y 1,7; 1 Pe 1,18; 1 Tim 2,5-6; representar ante Dios a los hombres y propiciar la expiación de los peca-
Ap 1,5 y 5,9, el ministerio redentor de Jesús es expresado con términos dos. Estas dos funciones son precisamente los ejes sobre los que gira toda
tomados del ministerio sacrificial judío. Pablo presenta a Jesús como cor- su exposición. La carta a los Hebreos puede así hablar sin ambages del
dero inmolado (1 Cor 5,7; también las cartas deuteropaulinas: Ef 5,2; mesianismo sacerdotal de Jesús, sin que ello signifique entrar en conflicto
y, bajo la influencia del paulinismo, 1 Pe 1,9; 3,18). Juan habla del «cor- con el resto del Nuevo Testamento. Esta carta no es, desde ningún punto de
dero que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29-36; cf. Jn 19,36). Final- vista, una «rejudaización». Podemos afirmar, por el contrario, que desmi-
mente, en el libro del Apocalipsis aparece unas veintiocho veces la expre- tifica la figura que el judaismo y la Antigüedad tardía tenían del sacerdote
sión «cordero inmolado». Además de esto, Pablo alude al «propiciatorio» como pontífice sacralizado, desde el momento en que la humaniza en una
(hilasterion; en hebreo: kapporet) de la tienda de la alianza (Rom 3, línea de solidaridad con el hombre que sufre; Dios confirma esa actitud
24-25). El tema de que «Jesús es una ofrenda» puede ser considerado, existencial y Jesús defiende en el cielo ante Dios la causa de los hombres.
pues, como común a todo el Nuevo Testamento: «víctima» en sentido sa-
41
crificial. Por lo demás, esta idea estaba presente en la liturgia cristiana con Muchos autores aceptan en la actualidad que Qumrán interpreta Sal 110,4
anterioridad al Nuevo Testamento: en las «palabras de la institución de la mesiánicamente (bien en la línea mesiánico-sacerdotal, bien en la mesiánico-real).
eucaristía», interpretadas como sacrificio de la alianza (Le 22,20a; Me 14, Cf. las obras citadas de Yadin, Rigaux, Fitzmyer, Higgins, De Jonge, Van der Woude,
24; 1 Cor 11,25) o como sacrificio expiatorio (Mt 26,26-28). Cristo es una Schille, Friedrich; además, E. Kasemann, Das wandernde Gottesvolk. Bine Unlersu-
ofrenda: en esto consiste simplemente el patrimonio apostólico para el chung zum Hebraerbrief (FRLANT 37; Gotinga 1938) 124ss, y Hamerton-Kelly,
Preexistence, op. cit., 245. Unos están en contra (por ejemplo, S. Kistemaker, The
autor de la carta a los Hebreos. A pesar de ello, en esta fe apostólica tra- Psalm Citations, op. cit., 88-94) y otros a favor (por ejemplo, F. M. Cross, The
dicional no se dice nunca expresamente que Jesús, además de ofrenda, sea Ancient Library of Qumrán [Nueva York 1961] 218-219) de la tesis según la cual
oferente y sacerdote. No obstante, esta idea no puede considerarse inven- Qumrán poseía testimonia, es decir, una lista de textos veterotestamentarios, que eran
tada por el autor de la carta a los Hebreos. Además de esta carta, hay dos interpretados mesiánicamente. Cf. también F. Bruce, To the Hebrews, op. cit., 221,
textos neotestamentarios que aluden al sacerdocio de Jesús. El primero nota 6.
250 SUFRIR POR LOS DEMÁS CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 251

d) «Cristo» significa «sumo sacerdote mesiánico». Hebreos lo llama «constitución celeste» de Jesús (en el sentido de consu-
mación o entrada en vigor) como sacerdote mesiánico ( = Cristo). Incluso
De nuestro análisis se deduce también el significado especial que la el texto de Heb 5,5: «Tampoco Cristo se adjudicó los honores de sumo
carta a los Hebreos confiere al término tradicional «Cristo». Muchos exe- sacerdote» —donde esperaríamos el empleo del término «Jesús»: tampoco
getas han observado que esta carta habla como ningún otro escrito neotes- Jesús se atribuyó el título de Cristo—, no es una objeción, sino una con-
tamentario (fuera de los evangelios y de los Hechos de los Apóstoles), firmación a este respecto. En dicho texto aparece ho Christos, lo cual da a
de Jesús en muchos casos en forma absoluta, sin añadir «Cristo» (así, 2 9 • entender que ni siquiera el único sumo sacerdote verdadero (el sacerdote
3,1; 4,14; 6,20; 7,22; 10,19; 12,2.24; 13,12 y 13,20; prescindiendo dé mesiánico) se adjudicó esta dignidad mesiánica, sino que le fue conferida
Jesús = Josué en 4,8). Otras veces, en cambio, la carta a los Hebreos benévolamente por elección. En mi opinión, la interpretación según la cual
utiliza el término «Cristo» sin mencionar a Jesús: ho Christos (5,5; 9,28; «Cristo» significa para la carta a los Hebreos «(sumo) sacerdote» resulta
3,14; 6,1; 9,14). Sin contar 11,26, donde «el Cristo» o el Ungido es el bastante evidente considerando el contexto global de Lv 4,1-5,13, especial-
pueblo judío, ni Christos sin artículo (3,6; 9,11; 9,24), ni tampoco la ex- mente 4,3-12, donde se habla de «cristo», del sacerdote como ungido, que
presión, tres veces repetida, Iesous Christos (10,10; 13,8; 13,21) 42 , son ofrece sacrificios por los pecados (éste es el marco en que se mueve
unos diez los pasajes de la carta a los Hebreos en que «Jesús» se refiere la reflexión de la carta a los Hebreos). En contraste con la clara actitud
enfáticamente al Jesús de Nazaret histórico. Esta interpretación es seduc- del Nuevo Testamento, esta carta no muestra un interés especial por el
tora, sobre todo para quien tiene al Jesús de Nazaret terreno como norma Jesús terreno; el autor utiliza «modelos (judíos)» conocidos por sus oyen-
y criterio de su pensamiento cristológico. No obstante, opino que esa in- tes. Si lo hace en relación con Jesús se debe sin duda a lo que él ha oído
terpretación del empleo absoluto de «Jesús» en la carta se basa en un es- sobre Jesús en la predicación apostólica. No obstante, se centra en el mo-
pejismo. delo conocido por los judíos (cristianos) —Moisés y el sinaitismo— a fin
En casi todos los textos que hablan de «Jesús», este nombre va acom- de poner de manifiesto precisamente el significado salvífico de Jesús.
pañado inmediatamente por el término «sacerdote», en el sentido del me- La carta a los Hebreos sigue la línea de la tradición sapiencial y de
sianismo sacerdotal. En la tradición de tal mesianismo, «Ungido» o «Cris- las especulaciones del primer judaismo sobre las características reales y
to» significa precisamente «sacerdote». Jesús sumo sacerdote significa, pues, sacerdotales del Mesías o Cristo. Desde la época de los Macabeos, surge
simplemente, Jesucristo. De alguna forma, en la carta a los Hebreos, cuan- en el judaismo el problema de si las funciones reales y sacerdotales iban
do se habla de «Jesús» en forma absoluta, se entiende siempre «Cristo». unidas o no 43 ; también en Qumrán se advierte una continua oscilación.
Así, en Heb 3,1: «Jesús, el apóstol y sumo sacerdote», significa: Jesús, Durante mucho tiempo esta comunidad esenia subrayó el mesianismo
el sumo sacerdote enviado por Dios. O bien: «Tenemos un sumo sacer- sacerdotal, mientras que los fariseos acentuaban el mesianismo real, daví-
dote extraordinario ( = un Cristo), Jesús» (4,14). «Hasta el lugar donde dico. Sin embargo, poco a poco se fue delineando en Qumrán la tendencia
como precursor entró por nosotros Jesús, hecho sumo sacerdote ( = Cris- a unir el mesianismo real (de tono guerrero) con el sacerdotal o bien a
to)» (6,20). «Jesús, pionero y consumador de la fe» (12,2: Jesús como esperar dos mesías distintos. En lo que respecta a la terminología, la carta
consumador, para la carta a los Hebreos, la esencia de su imagen sacer- a los Hebreos no sigue la línea del mesianismo de tipo real-guerrero, sino
dotal, cf. 8,1). «Jesús, el mediador ( = sacerdote = Cristo) de una nueva la del mesianismo sacerdotal, tal como estaba (o había estado) vigente en
alianza» (12,24; lo mismo en 13,20). En Heb 7,21 se afirma solemnemente la comunidad de Qumrán, entre aquellos fieles judíos que querían «vivir
el título de Cristo o sacerdote en relación con Jesús (7,22). Quedan sólo como los ángeles», «esperando el mundo del futuro» ¥>. Aun no siendo ésta
dos textos en los que «Jesús» parece empleado en forma absoluta: «la la intención primordial de la carta, el autor une ambos rasgos mesiánicos
sangre de Jesús» (10,19) y «Jesús... murió fuera de las murallas» (13,12), atribuyéndolos a una única persona que procede de Judá (7,14). Esto es
donde se alude a un hecho muy concreto de la vida del Jesús terreno: desconocido tanto en Qumrán como en la literatura apócrifa. Para la
su crucifixión en el Gólgota, que entonces se hallaba extramuros de la ciu- carta a los Hebreos, Jesús es el Cristo, o sea, el sumo sacerdote escato-
dad de Jerusalén. De hecho, aquí es importante la sutil distinción entre lo lógico, al igual que Melquisedec es rey y sumo sacerdote. Si se destaca
que acontece a Jesús en la tierra y lo que le acontece en el cielo (distin- el aspecto real es para poner de manifiesto la superioridad escatológica
ción que encontramos también en Pablo; por ejemplo, Rom 8,11; 2 Cor de Jesucristo sobre los ángeles; sin embargo, en esta realeza el autor ve
4,10; Gal 6,17). Lo que en el Nuevo Testamento se denomina constitu- más el carácter celeste, imperecedero y eterno de la mesianidad sacerdo-
ción de Jesús como Cristo o como Hijo de Dios —el reconocimiento pú- tal de Jesús: es un sacerdocio eterno «en la línea de Melquisedec» (cf. 5,
blico de la misma en la resurrección (Rom 1,4; Hch 2,36)— la carta a los
43
Jesús, la historia de un viviente, 418-423.
44
42
Algunas traducciones dicen a veces «Jesús» donde, en el texto griego, sólo Cf. A. S. van der Woude, Die messianischen Vorstellungen der Gemeinde von
aparece «él». ' Qumrán (Assen 1957) 218.
252 SUFRIR POR LOS DEMÁS CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 253

10; 6,20; 7,8.16.17.21.24.25.28; 10,12.14). De acuerdo con la imagen relato sinóptico de la pasión). Para la mentalidad judía, la obediencia es
sacerdotal que ofrece la carta a los Hebreos (el hombre doliente y fiel a un componente esencial de la filiación (cf. Heb 10,5-10; Jn 4,34; 5,30;
Dios, con una clara alusión al Siervo de Yahvé), podríamos hablar de un 6,38-40). La carta a los Hebreos dice: «aunque él era Hijo de Dios...».
sacerdocio análogo a lo que los exegetas anglosajones suelen denominar Se trata, en efecto, de una obediencia prestada en la situación humillante
«Servant Messianism». de sometimiento a los ángeles, es decir, a la muerte (cf. Heb 2,15), del
mismo modo que Moisés, «aunque era hijo del faraón», fue obediente a
Dios por solidaridad con sus hermanos (11,24-26). «Por la dicha que le
2. El servicio de Jesús, sacerdote mesiánico esperaba, sobrellevó la cruz, despreciando la ignominia» (12,2b). Jesús
aprendió a obedecer en una situación de sufrimiento. Emathen apti" hón
Un sacerdote, según Heb 5,1 y 2,17b, defiende a los hombres ante Dios epathen (5,8) es un dicho griego corriente en la pedagogía de los antiguos:
y, según Heb 5,1b y 2,17c, ofrece sacrificios a Dios para expiar los pe- algo así como «la letra con sangre entra»; los griegos decían (haciendo un
cados. ¿Cómo y dónde encuentra el autor esta doble función en el minis- juego de palabras): el pathos (sufrimiento) lleva al mathos (doctrina o
terio mesiánico de Jesús? sabiduría) ^ (cf. también Heb 12,2-13). Según esto, la traducción correcta
sería: «en la escuela del sufrimiento» conoció Jesús los designios que Dios
1) Solidaridad de Jesús con el sufrimiento humano. tenía en relación con su vida. De esta forma fue fiel a los intereses de
Dios (3,1-4,13): «Fue fiel al Dios que lo nombró» (3,2); también como
La carta a los Hebreos fundamenta la capacidad de Jesús para represen-
Moisés, pero de una forma eminente (3,2-6), pues Moisés fue «el fiel en la
tar ante Dios los intereses del hombre apoyándose en su llamamiento o elec-
casa de Dios», mientras que Cristo es fiel como Hijo, constituido sobre
ción divina (5,5); sin embargo, esta elección tiene un contenido humano
la casa de Dios (3,6a).
muy concreto: «No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse
de nuestras debilidades, sino uno probado en todo igual que nosotros, En la carta a los Hebreos, el servicio sacerdotal de Jesús, realizado con
excluido el pecado» (4,15); «es capaz de ser indulgente con los ignorantes fidelidad a Dios y solidaridad con la humanidad que sufre, estriba en la
y extraviados, porque a él también la debilidad lo cerca» (5,2); «en los muerte de Jesús en la cruz, interpretada por el autor como sacrificio sacer-
días de su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas, a gritos y con lágri- dotal de expiación y de alianza. De hecho, la expiación de los pecados es
mas, al que podía salvarlo de la muerte» (5,7); «Hijo y todo como era, una de las dos funciones que debe realizar el sacerdote: «ofrecer sacrificios
sufriendo aprendió a obedecer» (5,8). La carta a los Hebreos —al igual por el pueblo». La fórmula técnica de Lv 4,1-5,13 (repetida en diversas
que Marcos y la primera carta de Pedro— ve expresamente el ministerio ocasiones) dice así: «El sacerdote realiza así por ellos la expiación de sus
sacerdotal de Jesús en su solidaridad con el sufrimiento humano. La soli- pecados (también de los propios); y así se les (le) otorga el perdón» (Lv
daridad humana y la disponibilidad para entregarse al sacrificio constituyen, 4,20; 4,26b; 4,31c; 4,35c; 5,6b). Se trata de fórmulas rituales. La carta
en la perspectiva de la carta a los Hebreos, el proyecto vital de Jesús (10, a los Hebreos atribuye la fórmula estereotipada «el sacerdote realiza así
5-7). por ellos (el pueblo) la expiación de los pecados» a Jesús, el verdadero
«sacerdote ungido» o el Cristo (como es llamado en repetidas ocasiones el
«En todo igual que nosotros, excluido el pecado». La idea de que el
sacerdote en Lv 4,1-5,13). El autor ZXI2XYZ& expresamente esta satisfacción
Mesías no tiene pecado es una afirmación desconocida en la literatura rabí-
de Jesús por los pecados de los hombres, contraponiéndola a lo que hacen
nica, pero también un dato corriente en la apocalíptica judía 45 . Se trata
los sacerdotes judíos.
de una tradición arraigada en el cristianismo primitivo (Jn 8,46; 2 Cor 5,
21; 1 Jn 3,5; 1 Pe 2,22). A pesar de toda su disponibilidad para el A los sacrificios judíos, que se repetían «muchas veces», y al sacrificio
sacrificio, Jesús conoció debilidades y tentaciones (4,15; 5,7): «a gritos y del gran Día de la Reconciliación, que tenía lugar «una vez al año», la
con lágrimas» puede ser una alusión a los acontecimientos de Getsemaní carta a los Hebreos contrapone el ephapax definitivo, el sacrificio único,
mencionados por los sinópticos, pero puede inspirarse también en Sal 116 irrepetible y suficiente del sumo sacerdote Jesús (7,23; 10,1-2.11-12). Aquí
y Sal 22,3.25; 31,23; 39,13; 69,14 (salmos que influyen también en el aparece también la idea griega de que «lo múltiple» es necesariamente
45
fragmentario e imperfecto, mientras que «lo único» es perfecto (cf. tam-
SalSl 17; TestLev 18. También Filón, De specialibus legibus I, 230, denomina bién 1,1). Pero el autor ve algo más en todo esto. Dada la naturaleza
al sumo sacerdote, que es el logos divino, «un sacerdote sin pecado». En relación eminente de su sacerdocio en la línea de Melquisedec (7,1-28), Jesús ofrece
con la humanidad de Jesús, igual a la de todos los hombres menos en el pecado, un sacrificio perfecto (consumado por Dios): su propia vida. Es lo que se
Heb 2,11 dice en una frase un tanto enigmática: «El consagrante y los consagrados
explica con la escenografía del kippur en 9,1-28. El sumo sacerdote judío
son todos del mismo linaje» (ex henos). Sea cual fuere el contexto histérico-religioso
de esta fórmula, lo que la carta a los Hebreos quiere decir con esta frase es que Je- 44
sús, origen de la santificación, y los hombres provienen de la misma estirpe de Adán, Por ejemplo, Filón, De fuga, 138; Quis rerum divinarum heres, 73; cf. Prov 3,
son realmente hombres kata panta: en todo (Heb 2,17).' 11-13; 13,24; 22,15; 23,13-14.
254 SUFRIR P O R LOS DEMÁS
CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 255

ofrece en ese día, una vez al año, un toro como sacrificio por sus propios derada como un sacrificio cruento (1,3; 9,7; 9,18; cf. 9,25; 10,29; 13,12;
pecados y por los de su tribu sacerdotal (7,27); después entra en el santo 13,20). Por el amor que se expresa en su entrega al sacrificio, Jesús es «el
de los santos para incensar el propiciatorio, que se encuentra sobre el arca mediador de una nueva alianza, cuya sangre derramada clama con más
de la alianza47; entra por segunda vez para rociar el arca con la sangre del fuerza que la de Abel» (12,24; aquí las imágenes van del sacrificio del
animal. Según este ritual, ofrece un segundo sacrificio, un macho cabrío, kippur al asesinato del justo Abel) y cuyo fruto es sobre todo (cf. infra)
por los pecados de todo el pueblo, y vuelve a rociar el propiciatorio con el perdón de los pecados y el acceso a Dios. Indudablemente, no se pone
su sangre. En Heb 9,1-10, estos dos sacrificios cruentos y la utilización de aquí el acento en el carácter cruento de la muerte, sino en la entrega de
la sangre en el santo de los santos, donde está el arca o «trono de Dios», sí mismo realizan en esta muerte cruenta (cf. supra; también 2,6-10.17.18;
son considerados como una sola cosa, que el autor compara con la muerte 5,7; y todo el capítulo 9). El autor relaciona la idea, ya corriente en el
de Jesús en la cruz, a fin de mostrar la insuficiencia de los sacrificios ri- Nuevo Testamento, de la muerte de Jesús en la cruz como sacrificio expia-
tuales (9,11-22). torio (el llamado esquema soteriológico)49 con el sacrificio cruento reali-
La carta a los Hebreos presenta la intención más profunda de Dios zado por un sacerdote judío. La imagen, presente en todo el Nuevo Tes-
con respecto a Jesús y el «aprendizaje de Jesús en la escuela del sufri- tamento (cf. en especial 1 Pe 1,9 y los pasajes mencionados anterior-
miento» como un diálogo entre el Padre y el Hijo en el momento de la mente), de la «sangre preciosa» no experimenta en la carta a los Hebreos
encarnación (pero ya en nuestro mundo): «Por eso, al entrar en el mundo, ninguna «espiritualización» (debida al énfasis en el amor y en la volun-
dice él: Sacrificios y ofrendas no los quisiste, en vez de eso me has dado tariedad), sino una mayor «humanización»: se subraya la disponibilidad
un cuerpo a mí; holocaustos y víctimas expiatorias no te agradan; entonces para ofrecer la propia vida en solidaridad con los hermanos que vienen
dije: Aquí estoy yo (en el libro hay un título que se refiere a mí) para oprimidos por el miedo a la muerte (cf. 2,15) y están sumidos en el
realizar tu designio, Dios mío» (10,5-7). Las palabras de Sal 40,7-9 se sufrimiento.
presentan como pronunciadas por Jesús al entrar en el mundo de los hom- La carta a los Hebreos considera la muerte en la cruz como sacrificio
bres. Jesús rogó con gritos y lágrimas a quien podía salvarlo de la muerte de expiación y de alianza e integra así las dos tradiciones: la muerte en
(5,7), pero la libre aceptación de su muerte formaba parte del propio la cruz como sacrificio de alianza (1 Cor 11,25; Me 14,24; Le 22,20a y
proyecto vital de Jesús, marcado por la fidelidad frente a la misión que Mt 26,28a) y como sacrificio de expiación (Mt 26,28b) so . El Tenak dis-
Dios le había encomendado. Al igual que Pablo, el autor de la carta a los tinguía claramente estas dos clases de sacrificio: el sacrificio de alianza se
Hebreos centra la redención realizada por Jesús en la muerte (y resurrec- realizaba con vistas a la comunión con Dios; de ahí que concluyera con
ción) de Jesús. «Por esa voluntad hemos quedado consagrados, mediante el acto de comer la carne sacrificada. La carne del sacrificio de expiación,
la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, única y definitiva» (10,10). El signifi- en cambio, no podía ser comida: debía ser quemada fuera del campa-
cado de la vida de Jesús reside en su muerte en la cruz, entendida como mento o de las puertas de la ciudad hasta reducirla a cenizas (Lv 16,27;
sacrificio voluntario de la propia vida (9,14; 9,22; 9,25.26.28) o en el Heb 13,11). Sin embargo, con el tiempo todos los sacrificios fueron con-
ofrecimiento de sí como sacrificio (10,9; también 2,10.18; 4,15; 5,9), que siderados expiatorios, pues el hombre, para entrar en comunión de alianza
por lo demás es ya una interpretación tradicional en el cristianismo (1 Tes con Dios, tiene antes que purificarse de sus pecados. Por eso, en la carta
5,10; Gal 2,20; Mt 20,28; Jn 3,16; 12,12-13, etc., y posteriormente: a los Hebreos, los modelos no pueden interpretarse por separado. Lo que
1 Jn 3,16; 4,10). «Una vez para siempre» (7,27; 9,12; 10,10; cf. 9,26 interesa al autor es el sacrificio personal de Jesús. Existe una íntima
y 9,28), o sea, de una forma irrefutable, decisiva y definitiva; ya no son conexión entre las imágenes de la alianza, la reconciliación e incluso la
necesarios otros sacrificios. En esta ofrenda sacrificial, el autor subraya la sangre de Abel (la cual nada tiene que ver con la alianza y la reconcilia-
entrega de la persona de Jesús, con lo cual relativiza, sin negarla, la «teo- ción). (En 9,18-22 se ve claramente cómo la idea del kippur desemboca
logía de la sangre» que encontramos en la carta a los Hebreos debido al en la del rito previsto para establecer la alianza).
contexto del kippur en que el autor sitúa la muerte de Jesús y a la teo- Sin embargo, la imagen que el autor tiene especialmente ante los ojos
logía de la sangre que, según la interpretación de Lv 17,11, es propia de es la del sacrificio expiatorio (y, por tanto, el perdón de los pecados). El
los sacrificios expiatorios judíos''*. También la muerte en la cruz es consi- contexto de su exposición es el yom hakkippurim, el gran día judío de la
reconciliación (9,1-10). Fuera del lenguaje sacerdotal, kippur significa lo-
47
El autor de la carta a los Hebreos interpreta esto como si el humo del incienso, grar la reconciliación mediante la entrega de un don; en el lenguaje sacer-
a modo de nube, evitara que el arca de la alianza fuese vista por el sumo sacerdote dotal adquiere el sentido preciso de lograr la reconciliación mediante un
(Heb 9,1-10). Según el autor de la carta, no se puede hablar de acceso libre.
48
rito conciliatorio previsto por la ley (Lv 4,31-35) 51 . Para el judaismo,
La sangre es la vida de toda carne, pero Dios ha puesto la sangre al servicio
del altar. De este modo, la sangre, a través de la vida, trae la reconciliación (Lv 17, 49
Jesús, la historia de un viviente, 265-268. w
lhíd., 275ss.
11). Cf. D. J. McCarthy, The Simbolisme of Blood and Sacrifice: JBL 88 (1969) 51
F. Maass, kpr, en DTmAT I, 1152-1171.
166-176.
256 SUFRIR POR LOS DEMÁS
CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 257
como para la literatura rabínica, sólo Dios puede perdonar los pecados. (5,9), en contraposición con los estériles sacrificios de animales (8,1-9,28);
El rito sacrificial tiene un valor de reconciliación cuando se realiza de la c) por ello Jesús es proclamado sumo sacerdote en el pleno desempeño
manera prescrita por Dios (Lv 7,11): entonces los pecados no son tenidos de sus funciones (5,10) y es «causa de salvación eterna» (5,9), pues su
en cuenta. Reconciliación significa, según esto, eliminar, no imputar y consumación consiste en que «Dios lo proclamó sumo sacerdote en la línea
expiar los pecados (Heb 2,17; cf. Sal 65,4; Eclo 3,3.30). Para la carta de Melquisedec» (5,10): es un sacerdocio real eterno (7,1-28) como el de
a los Hebreos, el único y definitivo sacrificio kippur es la muerte de Jesús Melquisedec, pero de un rango superior (7,25); d) el consuelo evangélico
en la cruz, mediante la cual han sido cancelados todos los pecados (9,15. que el autor ofrece en la parte parenética, con que concluye su carta, tiene
22.26.28; 10,17-18): «Mediante sangre no de cabras y becerros, sino suya como fundamento esa base dogmática (10,19-39).
propia, entró de una vez para siempre en el santuario, consiguiendo una
liberación irrevocable» (9,12). Debido a su carácter irrevocable y definitivo,
este sacrificio expiatorio es también el sacrificio de una nueva alianza: a) Dios consuma el sacrificio de Jesús.
«Por esa razón es mediador de una nueva alianza: para que, después de «Hijo y todo como era, sufriendo aprendió a obedecer, y así consumado
una muerte que librase de los delitos cometidos con la primera alianza, (teleiotheis), se convirtió en causa de salvación eterna para todos..., sien-
los llamados puedan recibir la herencia perenne, objeto de la promesa» do proclamado (prosagoreutheis) por Dios sumo sacerdote en la línea de
(9,15). La aspersión de toda la tienda de la alianza por Moisés (no Aarón, Melquisedec» (5,8-10). La perícopa establece una estrecha relación entre
el cual debía ofrecer el sacrificio de expiación) era un rito conseoratorio teleiotheis y prosagoreutheis, dos formas de «pasiva teológica», donde la
por el que la tienda y todos sus enseres quedaban sustraídos al uso pro- persona que actúa es Dios, sin que ello se explicite. Precisamente en la
fano y consagrados a Dios. Así, para la carta a los Hebreos, la muerte de relación entre ambos elementos, la carta a los Hebreos ve el kephalaion,
Jesús en la cruz no es sólo purificación de pecados, sino también santifica- el núcleo y compendio de lo que quiere decir a lo largo de toda su expo-
ción, en el sentido de entrega personal al Dios de la alianza. De esta for- sición. ¿De qué tipo es esta relación? Nos lo dice la noción hebrea de
ma, los cristianos no son ya «terrenales» o «de este eón», sino celestiales: «sacrificio», que constituye el trasfondo de la carta a los Hebreos.
pertenecen «al mundo futuro» (cf. 9,21-23). La raíz de qarab51 significa acercarse o estar cerca, tanto en sentido
Con la purificación de los pecados (10,2) y la santificación (hagiazein; espacial (acercarse a una persona o cosa) como en sentido temporal (acer-
10,10; 13,12; cf. también Jn 17,19) no se consuma todavía, según la carse un acontecimiento); en el plano teológico se tirata principalmente
carta a los Hebreos, el sentido del auténtico sacrificio: éste exige una del tiempo de la salvación o del juicio: Is 51,5; 56,1; Ez 36,8. Acercarse
teleiosis, una consumación por parte de Dios (10,14). Por mucha impor- «espacialmente» a alguien, que en sentido teológico es «acercarse a Dios»,
tancia que tenga el sacrificio personal de Jesús, sin esa consumación divina significa «acercarse a Yahvé» (Ex 16,9; Lv 16,1), lo cual coincide material-
se reduciría, para la carta a los Hebreos, a un inútil sacrificio por amor. mente con «ponerse ante el Señor» (cf. Lv 9,5; Dt 4,11; Ez 44,15-16).
Esa consumación es lo que ahora le interesa: «Estamos en el núcleo de la En las partes más antiguas del Tenak tiene el significado concreto de ir
exposición» (8,1); o como dice en 2,5: «Estamos hablando propiamente al lugar sagrado (o lugares sagrados) donde Yahvé está presente (Ex 3,5;
del mundo futuro» (cf. 8,1-2; 10,1; 11,1 y 2,5). ¿En qué consiste esa Dt 5,26-27; 4,11; Gn 28,16-17; 32,31), especialmente al monte santo
consumación? (Dt 4,11), a la tienda de la alianza (Lv 9,5; Nm 18,22) y, sobre todo,
al santuario, donde se halla el arca de la alianza, trono de Yahvé (Jos 3,
2) Abogado del hombre ante Dios. 4, etc.). En todos estos textos más antiguos encontramos la idea de que
ningún mortal puede acercarse a la morada de Yahvé sin que muera (Ex
En el resumen (5,7-10) de lo que luego analizará detalladamente, el 3,5; Jos 3,4; cf. Gn 28,16.17). Cuando se dice que el pueblo se aproxima
a Yahvé, lo hace a una respetable distancia (Dt 5,26-27; Ex 16,10: sepa-
autor presenta de una forma técnica los tres momentos principales que se
rado por una nube). Sólo Moisés puede acercarse realmente a Yahvé (Dt
dan en un sacrificio definitivo y eficaz: a) ser escuchado (5,7); b) ser con-
4,11; 5,26-27; Ex 19,12). Posteriormente, sólo los sacerdotes pueden
sumado (5,9), y c) ser proclamado y constituido sumo sacerdote (5,10).
«Estamos en el núcleo de la exposición, y es que tenemos esa clase
52
de sumo sacerdote: uno que en el cielo se sentó a la derecha del trono J. Kühlewein, qrb, en ThHandWAT I I , 132-133; J. Schneider, proserchomai,
de su Majestad» (8,1). El autor nos ha anticipado este tema en repetidas en ThWNT I I , 680-682; K. Schmidt, prosago, ibíd. I, 131-133; K. Weiss, prosfero,
ocasiones (por ejemplo, 7,19; 7,25b). Lo que expone ampliamente en 5, ibíd. IX, 67-70; H. Preisker, engys, ibíd. I I , 329-332; J. Statnm, Erlosen und Ver-
geben itn Alten Testament (Berna 1940); S. Lyonnet, De ratione expiationis: V D 37
11-10,39 lo había resumido en 5,9-10: a) a gritos y con lágrimas ofreció
(1959) 336-352 y 38 (1960) 66-75. Véase la obra general de R. de Vaux Les institu-
oraciones y súplicas a Dios...; debido a su piedad (es decir, a su temor tions de l'Ancien Testament, 2 vols. (París 1960-61) I I , 294-348 y 245-430 (ed. es-
de Dios, eulabeia, a su humilde fidelidad a Dios) fue escuchado (5,7); pañola: Instituciones del Antiguo Testamento, Barcelona 1964).
b) en él se consiguió la consumación definitiva o teleiosis del sacrificio
17
258 SUFRIR POR LOS DEMÁS CONCEPCION SACERDOTAL DE LA GRACIA 7$
acercarse al santuario de Dios (al menos en las tradiciones sacerdotales: bra de los bienes definitivos» (10,1; cf. 9,8-9 y 10,24)—, los sacrificio5
Nm 1,51; 3,10.38; 17,28; 18,7). En épocas ulteriores, la presencia de de animales no podían conseguir dicha teleiosis. «La ley posee sólo t^f
Yahvé no está vinculada tan exclusivamente a los santuarios; Dios es un sombra de los bienes definitivos y no la imagen misma de lo real» (10,1)'
«Dios cercano» (Jr 23,23), siempre y en todas partes (Dt 4,7; Is 55,6; por tanto, «con los sacrificios, siempre los mismos, que se ofrecen in¿ e '
Sal 145,18). Acercarse a Dios significa entonces dirigirle oraciones y sú- fectiblemente año tras año, los que se acercan nunca pueden obtener 1*
plicas, pedir su ayuda (1 Re 8,59; Sal 22,12; 69,19; 119,169). Además teleiosis» (10,2; también 9,8-10). De ahí el autor puede concluir que <<eS
de este significado genérico, «aproximarse a Dios» tiene, en el lenguaje imposible que sangre de toros y cabras quite los pecados» (10,4): u^ 3
sacerdotal, cultual, una acepción muy específica. En la forma hifil (hiqrib), visión obviamente cristiana que la carta a los Hebreos considera fundad3
qarab es el término técnico que significa presentar ofrendas sacrificiales, en la Biblia (Sal 40,7-9; cf. Heb 10,5-7). Todo esto «son observancias
sobre todo en los grandes bloques de tradición: Lv, Nm y Ez 43ss (el exteriores impuestas hasta que llegara el momento de poner las cosas e*1
sustantivo qorban significa sacrificio u ofrenda sacrificial en sentido gené- su punto» (9,10b), hasta que llegara Cristo. «Pero ahora Cristo ha venido»"
rico, sin ningún matiz específico: Nm 15,4; 15,25; 18,9; Lv 22,18). (9,11); «de hecho, Cristo no entró en un santuario hecho por hombres,
Para el autor de la carta a los Hebreos, estos dos significados —el ge- copia del verdadero, sino en el mismo cielo (verdadero), para presentarse
nérico y el sacerdotal— expresan los dos aspectos de lo que él considera ahora ante Dios en favor nuestro» (9,24). «Está sentado a la derecha de
como el ministerio sacerdotal judío: acercarse a Dios en el sentido de Dios» (12,2b; cf. 1,3; 8,1); allí se ha sentado y sigue sentado: kekathikett
suplicarle e interceder en favor de los hombres y acercarse a Dios para (perfecto); en esta palabra se resume toda la carta, cuya cristología se
presentarle ofrendas y sacrificios en expiación de los pecados (Heb 5,1 centra en la muerte de Jesús y en su estar sentado a la derecha de Dios.
y 2,7). Uniendo ambos aspectos, acercarse a Dios quiere decir ofrecerle La carta a los Hebreos no habla directamente de la resurrección ni del
sacrificios para expiar los pecados y obtener gracia. «Sacrificar» significa «descenso a los infiernos», pero sí de la vida de Jesús después de su muer-
acercarse a Dios o «acercarse al tribunal de la gracia» (4,16). Como siem- te, de «salvación» y de «retorno» de entre los muertos (cf. 5,7 y 13,20).
pre, la carta a los Hebreos piensa con categorías propias del sinaitismo: Sólo en una ocasión habla de una «resurrección (anastasis) más valiosa»
Moisés, el monte de Dios, la tienda de la alianza, donde se halla el arca (11,35b) 5i . La carta a los Hebreos nos propone una teología del sufrimien-
de la alianza en el santo de los santos y, encima de ella, el propiciatorio to y del triunfo o «descanso» en el cielo. La resurrección se da por su-
de oro (kapporet) (1 Cr 28,2; Jr 3,16-17; Sal 132,5.7), el verdadero puesta, pero no es considerada en sí misma. El sumo sacerdote celestial
trono de Dios, «trono de la misericordia de Dios» (ya en Is 16,5 griego), está sentado, el sumo sacerdote judío está de pie (cf. el juego de palabras
contrapuesto a su «trono de juez» (Sal 9,5.8; 122,5; Prov 20,8). (La entre 10,11 y 10,12-13). Esto significa que el Jesús resucitado, el Cristo,
idea es que Yahvé se sienta en uno u otro trono según que actúe como celebra la liturgia del perpetuo descanso sabático. En 2 Cr 6,41 y Sal 132,
juez o se muestre favorable y otorgue charis). La carta a los Hebreos 8.14, el santo de los santos de la tienda mosaica, dentro de la cual está
interpreta el sentido de todo este ministerio sacerdotal judío como una el arca de la alianza o trono de la gracia de Dios, es llamado también
súplica para obtener charis, hesed o gracia divina mediante la ofrenda de «mansión de Dios». Así como Dios, después de crear para siempre todas
un sacrificio o «acercándose a Dios». En la carta a los Hebreos, la gracia las cosas, tanto «este mundo» como el «mundo futuro» (Heb 4,3b-4);
adquiere así un tono sacrificial, y en este sentido es «oficialmente» más descansó al séptimo día, así también Jesús, con el sacrificio de su propi a
judía que el concepto paulino de gracia, por más que Pablo interprete el vida, consumó su ministerio sacrificial y ahora descansa junto a Dios :
hecho de la cruz como sacrificio expiatorio. La carta a los Hebreos habla «Ahora está sentado para siempre a la derecha de Dios. No le queda más
sólo de la charis de Dios, nunca de la gracia de Cristo (aunque sí de su que aguardar a que pongan sus enemigos por estrado de sus pies» (lo
amor y solidaridad); pero ve la gracia de Dios desde el punto de vista de 12-13; sobre las demás actividades de Jesús en el cielo, cf. infra). A } a
la mediación sacerdotal de Jesús. sucesión de sacrificios judíos cada mañana y cada tarde, y cada año co^
El contexto de toda la argumentación de la carta a los Hebreos es que ocasión de la fiesta del kippur, la carta a los Hebreos opone el único y
en el gran Día de la Reconciliación, el yom hakkippurim (Lv 23,27.28; definitivo sacrificio de Jesús, tras del cual sigue un eterno reposo sabático
25,9), la fiesta del kippur, la sangre de los animales sacrificados debe ser 53
La anastasis ek nekron en Heb 11,35a se refiere a un retorno desde la muerta
llevada al santo de los santos, donde el sumo sacerdote rocía con esa a la vida terrena, no a la resurrección (universal). La carta a los Hebreos no utilj^
sangre el «trono de la gracia de Dios», el propiciatorio del arca de la el descensus ad inferos, a diferencia, por ejemplo, de 1 Pe 3,10: los ángeles caíd.Qs
alianza (9,1-10). La sangre del sacrificio debe llegar hasta Dios, si los están encarcelados en el mundo subterráneo, donde moran también los difuntQs
participantes en el sacrificio quieren tener acceso a él. Esto es lo que la (1 Pe 4,6). Tras su muerte, Jesús desciende a ese mundo subterráneo y después as^
carta a los Hebreos llama teleiosis o consumación del sacrificio: el acceso ciende, atravesando todas las esferas celestes, hasta sentarse a la derecha de Dj 0 s
a Dios. Pese al fuerte simbolismo —estos sacrificios son «esbozos de las (1 Pe 3,22). Esto indica el sometimiento de los demonios y los ángeles a Cri slQ
realidades celestes» (9,23), es decir, de la liturgia celeste; son «una som- (1 Pe 3,22). Cf. también Ef 4,8-10.
260 SUFRIR P O R LOS DEMÁS CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 261

un «estar junto a Dios» («descanso para el pueblo de Dios», 3,7-19). Aunque con muchas variantes, todo el mundo oriental se imaginaba
«Entrar en el descanso» significa, por tanto, tener acceso a Dios. Y eso así las esferas celestes, de las que el sanctuarium terreno era una copia
es precisamente lo que el autor entiende por teleiosis: acceso al santuario, (los especialistas han encontrado algo similar en el código de Hammurabi).
lo cual significa ahora «acceso al mismo Dios» sin sombras ni símbolos; En Sab 9,8 se dice: «Me encargaste construirte un templo... copia del
un acceso (10,19; 4,16; 7,9b; 7,25; 10,22; 12,22) libre y franco (10,19; santuario que fundaste al principio» 5Ó. Se da un influjo mutuo entre la
10,35; 4,6; 3,6; en parrhesia). imagen del mundo y su simbolización en la tienda de la alianza, que es
una copia del universo. La carta a los Hebreos piensa en la tienda de la
alianza y en el cielo real. Para ella, todos los sacrificios del Antiguo Tes-
b) Acceso a Dios. tamento están encerrados en ese simbolismo, en la obra humana pertene-
A primera vista se tiene la impresión de que la carta a los Hebreos ciente al primer eón (9,11c). «Con esto da a entender el Espíritu Santo
que, mientras esté en pie el primer tabernáculo (la tienda de la alianza),
presenta la ascensión de Jesús al cielo según el modelo griego y oriental
el camino que lleva al santuario no está patente. Esto es un símbolo de
del viaje de un héroe por los aires y las diferentes esferas celestes hasta
la situación actual (de este eón)» (9,8-9). Mediante su ascensión al cielo,
llegar al cielo supremo (9,11; 1,6; 4,14; 7,26; 8,1-2; 9,23-24). El acceso tras atravesar todas las esferas celestes «reales», Cristo ha llegado de una
a Dios supone una ascensión al cielo, en la que Jesús llega finalmente al vez por todas hasta Dios. En esencia, esto quiere decir que Jesús vive
verdadero santo de los santos, a la mansión misma de Dios (9,11; 1,6), glorificado junto al Padre. El acceso a Dios está abierto para los cristia-
donde toma asiento a la derecha de Dios (el puesto de honor y, al mismo nos. Ahora bien, ¿qué significa ese acceso para Jesús y para nosotros?
tiempo, el lugar reservado al sacerdote y juez escatológico; también 5,9;
7,25; 9,24). El problema es, según se mire, bastante sencillo y bastante
complicado. También los semitas compartían la vieja imagen de un mundo <x) La inauguración celeste del sumo sacerdocio
dividido en diversas esferas celestes. Como otros muchos orientales, sim- de Jesús: «a la derecha de Dios».
bolizaron esta idea del cosmos en la estructura de la tienda mosaica de la
Si primero, aunque por poco tiempo, Jesús «fue inferior a los ángeles»
alianza (y posteriormente en el templo de Jerusalén). Esta tienda com-
(2,6-8; 2,7), ahora el Jesús celestial está encumbrado por encima de los
prendía «el santo», o sea, la zona anterior a la tienda propiamente dicha,
cielos (7,26; 1,3-2,16), «coronado de gloria y dignidad. Todo lo has so-
y el «santo de los santos», o sea, el santuario o «santísimo», donde estaba metido 'a él'» (2,6-8; Sal 8). «Que Dios sometió todo al hombre significa
el arca con el trono de Dios (cf. también 9,1-10). Entre el santo y el que todo sin excepción le está sometido» (2,8), incluso los ángeles. «Es
santo de los santos había una cortina de separación, en cuya cara exterior verdad, no vemos todavía el universo entero sometido al hombre; pero
estaba dibujado todo el firmamento. Cuando el sumo sacerdote, en la fiesta vemos ya al que Dios hizo un poco inferior a los ángeles, a Jesús, que,
del kippur, pasaba al otro lado de la cortina llevando la sangre de los por haber sufrido la muerte, está coronado de gloria y dignidad; así, por
sacrificios, era como si atravesara todas las esferas celestes o epourania la gracia de Dios, la muerte que él experimentó redunda en favor de to-
para llegar al trono de Dios. En la otra cara de la cortina estaban borda- dos» (2,8c-9). El sometimiento de los ángeles es un acontecimiento esca-
dos los querubines (Ex 16,1.31; 36,8.35). Detrás de ella estaba el san- tológico: a Jesús «no le queda más que aguardar» (10,13). Por otra parte,
tuario, defendido —como en otro tiempo el paraíso perdido— por que- parecen ya sometidos (2,6-8), y «como los suyos tienen todos la misma
rubines con espadas de fuego (Gn 3,24; por lo demás, se trata de una carne y sangre, también él asumió una como la de ellos, para con su
transferencia sacerdotal de la tienda de la alianza a la historia de los orí- muerte reducir a la impotencia al que tenía dominio sobre la muerte»
genes). En su conjunto, la tienda de la alianza simbolizaba, pues, el uni- (2,14). En Jesucristo esta muerte ha sido ya vencida, pero en nosotros
verso, con su fanum (santo) y profanum, y todas las moradas celestes, en todavía no. Para los cristianos, esto significa —supuesta la fe en el des-
las que reina, oculto a los ojos de todos, el Inaccesible, Yahvé, rodeado canso de Jesús (3,7-19)— una auténtica y alentadora seguridad de su fe.
en círculos concéntricos por las diferentes moradas de las diversas jerar- La conclusión es palmaria: «Pues ¿a cuál de los ángeles dijo jamás: Mi
quías de ángeles y bienaventurados54. Sólo los arcángeles supremos —«los Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy?... Además, en otro pasaje, cuan-
ángeles de la presencia»— habitan en el espacio reservado a Dios, en su do introduce en aquel mundo de nuevo (por tanto, en la parusía) al pri-
calidad de asistentes al trono. Los demás ángeles viven en las regiones mogénito, dice: Adórenlo todos los ángeles de Dios» (1,5-6)... «¿Qué son
celestes inferiores y reciben órdenes a través de las nubes oscuras (o de todos sino espíritus en servicio activo, que se envían en ayuda de los que
la cortina)55.
54
También en la literatura intertestamentaria: TestLev 5,1-2; TestDan 5,12 (cf.
54 Gal 4 26; Ap 3,12 y 22,10); ApBar(sir) 4,3-6; 4 Esd 7,26; 8,52; 13,36; 1 Hen 90,
Strack-Billerbeck, II, 266. H. Bietenhard, Die himmlische Welt im XJrchristen-
tum und Spátjudentum (WUNT 2; Tubinga 1951). 28-29;' SalSl 17,25 (cf. Gal 4,26; Ap 2,9; 3,12; 21,2-3,10; 22,10).
55
Strack-Billerbeck, I, 784-891, 976; II, 229, 266-267; III, 807; IV, 507.
262 SUFRIR POR LOS DEMÁS CONCEPCION SACERDOTAL DE LA GRACIA 263

han de heredar la salvación?» (1,14). En estos textos observamos hasta qué tuario de la tienda. Lo que entonces se efectuaba de una forma simbólica
punto el mundo antiguo estaba obsesionado por la creencia en los demo- se realiza ahora literalmente en Jesús. Su estar sentado a la derecha de
nios y, por otro lado, miraba nostálgicamente a las esferas superiores del Dios es la inauguración solemne del sacerdocio celestial de Jesús. Y no se
cielo, donde moran los ángeles: un mundo misterioso al que casi todos los trata propiamente de una ascensión a los cielos: la carta a los Hebreos
hombres de la Antigüedad tardía querían echar una ojeada. La fe en la piensa más bien en un recibimiento en los cielos: ser «recibido» o «aco-
redención por medio de Jesús es, pues, una liberación de esas angustias gido», como el autor denomina la resurrección de Jesús (cf. 13,20, inspi-
cósmico-existenciales. Si Pablo escribía: «Porque estoy convencido de que rado en el texto griego de Is 63,11-12, donde aparece ho agagon, Dios,
ni muerte ni vida, ni ángeles ni soberanías... ni ninguna otra criatura que tomó a Moisés por la diestra).
podrá privarnos de ese amor de Dios, presente en Cristo Jesús, Señor Por un lado, tras el sacrificio de su vida, Jesús es «consagrado sacer-
nuestro» (Rom 8,38-39), la carta a los Hebreos afirma con el mismo espí- dote» en su exaltación; por otro, esta inauguración es la confirmación
ritu: «El mismo ha dicho: 'Nunca te dejaré, nunca te abandonaré' (Dt 31, del sacrificio personal y del ministerio sacerdotal de Jesús (contra el soci-
6.8). Con esto podemos decir animosos nosotros: El Señor está conmigo, nianismo posterior, según el cual Jesús no es sacerdote hasta que llega al
no temo; ¿qué podrá hacerme un hombre?» (Heb 13,5b-6). (El autor se cielo, por más que algunos textos de la carta a los Hebreos pueden dar
refiere a ciertos síntomas que predecían una nueva persecución de la pie a tal interpretación: 5,7-8; 8,4; 10,5-10). Lo que se pretende decir
Iglesia, obra del emperador, pero dirigida por el «ángel de la nación»; es que la liturgia perfecta o consumada es la liturgia celeste, verdadero
cf. Apocalipsis y 1 Pe 5,7-9). acceso al Dios celestial, servicio sacerdotal al «mundo futuro», al segundo
La exaltación de Jesús a la derecha del Padre es, pues, el reconoci- eón (cf. 8,1-9,28), liturgia que se realiza «estando sentado» (10,11 frente
miento divino de la «fuerza del sacrificio» (cf. 9,14), es decir, del sacri- a 10,12). Esta postura para la oración aparece únicamente en un texto del
ficio personal de Jesús, que tiene un valor decisivo y definitivo por el Tenak (2 Sm 7,14-19 en conexión con Ex 17,12): David se sienta en
amor demostrado a los hombres y la fidelidad a Dios. Sin embargo, en presencia de Dios. En lo que respecta a Jesús, la reconciliación se ha efec-
opinión del autor de la carta, tal valor no reside propiamente en el mismo tuado mediante el sacrificio de la cruz. En el cielo, Jesús ya no ofrece sa-
hecho del sacrificio, pues «por la charis de Dios, la muerte que él expe- crificios (frente a ciertas teorías teológicas posteriores sobre el sacrificio,
rimentó redunda en favor de todos» (2,8c-9); ese sacrificio es la muerte que pretenden basarse precisamente en la carta a los Hebreos). No obs-
de Jesús y, en cuanto tal, no sólo supone el final del sacrificio, sino tam- tante, continúa su ministerio sacerdotal: sobre la base del consumado sa-
bién del oferente. Sólo la resurrección y la exaltación llevan al sacrificio crificio de su vida (en aoristo, 8,3; cf. 9,25.26.28), el Jesús sentado ahora
a la «consumación». Sólo la misericordia de Dios por la muerte de Jesús a la derecha del Padre (9,24; 10,12) hace de mediador ante Dios en favor
confiere a esta muerte un valor perpetuo y eterno. de los hombres, pero no ofreciendo nuevos sacrificios o continuando en el
cielo su postura sacrificial, sino sólo «intercediendo por nosotros» —«sem-
per interpellans pro nobis»— (2,5; 2,17; 5,1; 7,24-25; 8,1-2; 10,1; 11,1).
3) La liturgia celeste de Jesús: intercesión perpetua. Este concepto, que tiene tanto relieve en la carta a los Hebreos, no
El sacrificio de Jesús en la cruz no es sólo purificación o perdón de está ausente en otros libros del Nuevo Testamento: «Tenemos un defensor
los pecados (10,2), ni sólo consagración (10,10), sino también «consuma- ante el Padre, Jesús, el Cristo justo» (1 Jn 2,1-2); o en Pablo (Rom 8,
ción» (10,14); los tres momentos están en pretérito perfecto: purificados 34), si bien en estos textos se evita el término «sacerdote». Según esto,
de una vez por todas (10,2), consagrados de una vez por todas (10,10), sólo subsiste una de las dos funciones sacerdotales, dado que el sacrificio
transformados de una vez por todas (10,14). Los dos primeros son actos está ya realizado y consumado. El ministerio celeste de Jesús consiste,
realizados por Jesús, mientras que el tercero, el de la consumación, va pues, en una intercesión perpetua. El representa nuestros intereses ante
más allá de su sacrificio, aunque está basado en el mismo: es un acto de Dios (2,5; 8,1-2; 10,1; 11,1; cf. ya en 2,17; 5,1; 7,24-25). La función
la gracia misericordiosa de Dios, no un hecho terreno, sino celeste. Así, sacerdotal de Jesús en el cielo es preocuparse de su pueblo, guiarlo, pro-
Jesús, consumado él mismo (teleiotheis, 5,9), es nuestro consumador (te- tegerlo y defenderlo. Por tal razón, la carta a los Hebreos llama a Jesús
leiotes): «consumador de la fe» (12,2). Precisamente ahí reside el fracaso «sumo pastor» (13,20; como en Is 63,11).
de los sacrificios del Antiguo Testamento (7,18-19; 9,9); además, su fuerza En cuanto exaltado, Jesús ha sido «consumado» o «constituido» en su
purificadora y santificadora tenía un carácter legal (9,13-14), y esto im- sacerdocio: es el liturgo del culto celeste (8,1-9,28; cf. 1,7.14; 10,11),
pedía toda una consumación y acceso a Dios (por ejemplo, 11,39-40). leitourgos ton hagion (8,2), o sea, liturgo del santo de los santos, del
Teleiosis, en este contexto sacrificial (Ex 29,9; Lv 4,5; 8,33; 16,32, todos santuario celeste57. Según Eclo 24,6-14, la sabiduría tenía primero su tien-
en su versión griega), es una consagración, es decir, un reconocimiento
57
oficial por parte de Dios del sacerdocio de Jesús (cf. 5,9; 6,19-20; 7,26; En Lv 16,2-3 (griego), ta hagia o ton hagion (Heb 9,12.25; 10,19; 13,11) es
8,4). Quien-en el judaismo era ungido sacerdote podía entrar en el san- la parte interior de la tienda de la alianza, donde está el trono de Dios, el arca de
264 SUFRIR POR LOS DEMÁS CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 265

da «en el cielo» y su trono «sobre columna de nubes», pero luego Dios ha concedido el acceso al santo de los santos; pero, una vez que Jesús
le ordenó establecer su morada en Israel: allí realiza un ministerio sacer- está junto a Dios, se convierte en medio o puerta de acceso para llegar
dotal en el templo y ejerce un dominio regio en la ciudad de Jerusalén. hasta Dios. El es «archegos y teleiotes de la fe» (12,2), es decir, ha sido
(Toda la carta a los Hebreos se mueve en la tradición de la sabiduría el primero en llegar hasta Dios, va delante de nosotros y es nuestro guía;
preexistente, identificada en Jn 1,1 con «el Logos»; en Heb 1,3, con «el pero, al mismo tiempo, nos lleva hasta Dios, concediéndonos así la «con-
Hijo» sumo sacerdote). Lo mismo sucede en la carta a los Hebreos: una sumación» o el acceso a Dios: éste es el contenido de nuestra fe. Mediante
vez que la sabiduría retorna en el Hijo hecho hombre a Dios —a la Jeru- el sacrificio de su vida, consumado por Dios, Jesús ha abierto un nuevo
salén celestial (cf. infra)—, Cristo ejerce en el cielo sus funciones de camino hacia Dios (10,20), el único que conduce a la meta final. Hodos
sacerdote y rey. Por otra parte, ya el Tenak había identificado la tienda prosphatos kai zosa (10,20), un camino nuevo y vivo (prosphatos signi-
de la alianza, o «la tienda», con el cielo (Sal 104,2). Para la carta a los fica en el lenguaje ritual «recién sacrificado», de ahí que sea «nuevo»;
Hebreos, la «tienda» no es el cuerpo glorificado de Jesús, como algunos zosa, vivo, se contrapone al cadáver de los animales sacrificados).
han interpretado; el instrumento de salvación y redención es el cuerpo A ese nuevo camino hacia Dios se refiere un espléndido pasaje de sabor
terreno de Jesús (10,10). «La tienda» es el cielo, entendido como morada oriental (12,18-24), presentándolo —en contraposición con el acontecimien-
de los seres celestes, donde Jesús ha iniciado ya su liturgia y ha comen- to estéril, angustioso e inquietante del Sinaí (12,18-21)— como un acon-
zado a ejercer sus funciones reales: ésa es la «verdadera tienda» (9,11-12). tecimiento agradable, pacífico y delicioso: una solemne procesión en la que
El Eclesiástico había dicho: «En la santa morada, en su presencia ofrecí forman los cristianos para entrar en la panegyris o asamblea solemne de
culto» (Eclo 24,10). En esta liturgia celeste, Jesús nos ha «precedido» los ángeles en el cielo (12,22-24; también en el Sinaí, cuando fue otorgada
como pionero e inaugurador (archegos tiene en 12,2 un contexto algo la ley, intervinieron los ángeles). «No os habéis acercado a un monte tan-
distinto del de 2,10-13). En 12,2 Jesús es llamado «archegos y consuma- gible ni a densos nubarrones y tormenta... Tan espantoso era el espectáculo,
dor», es decir, el que pone todo en movimiento y nos lleva a la consu- que dijo Moisés: Estoy temblado de miedo. En cambio, os habéis acercado
mación; en 2,10 es más bien el pionero, el guía que va delante de su al monte Sión, a la ciudad de Dios vivo, la Jerusalén celeste; a los millares
pueblo o el «sumo pastor» (13,20) que lleva a su rebaño a la meta final, de ángeles en fiesta; a la asamblea de los primogénitos inscritos en el
a Dios. Jesús, pues, es quien toma la iniciativa y la lleva en nosotros a cielo; a Dios, juez de todo; a los espíritus de los justos llegados a la meta;
buen término (12,2); durante todo el camino, nos precede (12,2 con 2,10) al mediador de una nueva alianza, Jesús, y a la sangre de la aspersión,
y lleva a los suyos de la paroikia o peregrinación por sitios extraños al que clama con más fuerza que la de Abel» (12,18-24): una joya oriental
lugar del descanso (2,10; cf. infra). de exuberancia cristiana y fe sobria que al mismo tiempo refleja todo el
mundo cultural de la Antigüedad tardía en que vive el autor (primero y
segundo eón).
3. El fruto del ministerio sacerdotal de Jesús Indudablemente no se trata de una reunión sinagogal, sino de una
reunión «episinagogal» (10,25; aunque no está claro que la carta a los
La salvación de Dios en y por Jesús, sacerdote único (cf. 7,25), es el Hebreos intente tal contraposición, ya que la literatura intertestamentaria
fruto del servicio del Jesús terreno y celeste. El es «el pionero de nuestra no parece distinguir entre «sinagoga» y «episinagoga»). En cualquier caso,
salvación» (2,10) o la «causa de salvación eterna» (5,9; cf. 10,1-8), porque se trata de una asamblea festiva de tipo escatológico, en la que ya participa
nos hace posible el acceso a Dios. la Iglesia terrena, si bien todavía espera la parusía (10,37-39).
El Jesús encumbrado hasta Dios no es, por tanto, sólo el liturgo del
a) La Iglesia de Dios en la tierra, santo de los santos celestial, donde Dios mora junto con su corte y el mis-
participación en la liturgia celeste de Jesús. mo Jesús intercede siempre por nosotros. Jesús es, al mismo tiempo, el
liturgo de la «antetienda», es decir, de la zona celeste donde habitan los
Jesús ha sido llevado a la consumación por Dios mismo (2,10; 5,9;
simples ángeles, una zona a la que la Iglesia terrena ya se ha incorporado
7,28) y «ha entrado hasta el otro lado de la cortina» (6,19; cf. 9,3). Está
(8,5-6). «La tienda de su sacerdocio» (8,5-6; cf. 9,11-12) abarca tanto el
sentado a la derecha de Dios. Esta consumación tuvo lugar a fin de que
tabernáculo o santo de los santos como la «antetienda», donde ya ha sido
Jesús nos llevase también a nosotros a la consumación: el «consumado»
acogida la «Iglesia terrena». A diferencia de Ap 21,2, no es «la ciudad
se convierte en nuestro «consumador» (12,2; 11,40). Únicamente Dios le
del Dios vivo» (Heb 12,22; cf. 3,12; 9,14; 10,31) o «la Jerusalén celeste»
la alianza (cf. Eclo 24,10). La carta a los Hebreos distingue algunas veces entre «la (12,22) la que desciende a la tierra, sino la Iglesia la que asciende al
tienda», o sea, el santo o «antetienda» y el santo de los santos. Según este esquema, cielo: los cristianos han sido elevados ya a la Jerusalén celeste. Esta zona
Jesús atravesó la tienda (donde se realiza el sacrificio) y llegó al santo de los santos incluye tres categorías: a) los ángeles (12,23); h) la ekklesia ton proto-
(Heb 8,5). tokon (12,23); ecclesia (qahal) es, en la tradición deuteronomista, la de-
266 SUFRIR P O R LOS DEMÁS CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 267

nominación solemne del pueblo de Dios congregado (cf. Ex 4,22; también acción de gracias (13,15). En Lv 7,12.15; 2 Cr 2,9.31; Sal 50,13-23; 107,
Hch 7,38); «la asamblea de los primogénitos» significa (sobre este punto 22; 116,17 se habla de tres clases de sacrificios de comunión, relacionados
discuten los exegetas, pero creo que sin motivo) la comunidad cristiana con la ofrenda de roscas ácimas y pan fermentado. Además de los sacri-
terrena, los cristianos «(ya) inscritos en el cielo» (12,23), los cuales tienen, ficios de alabanza y de acción de gracias, otra forma de ofrenda era la ser-
por tanto, allí su domicilio, pues pertenecen ya al mundo futuro, al se- vicialidad fraterna (koinonia, eulogia: aquí se trata claramente de una
gundo eón (cf. 2,5; 6,5; 9,11; 10,1); c) finalmente, «los espíritus (pneu- colecta para los pobres recogida durante el servicio litúrgico). Sin embar-
mata) de los justos llegados a la meta» (12,22-23), es decir, los justos del bo, el autor de la carta no menciona nunca expresamente la liturgia euca-
Antiguo Testamento (cf. Prov 3,1; 4,7-13) y los cristianos difuntos58. tística, que indudablemente tenía que conocer. ¿Obedece este hecho a la
Como liturgo de la totalidad de la tienda de la alianza —del santo de los «disciplina del arcano», el deber de guardar secreto ante los extraños?
santos y del santo—, Cristo es también liturgo principal en la liturgia ecle- Algunos exegetas hallan en Heb 13 varias alusiones a la eucaristía: a) pro-
sial que se celebra en la tierra, vestíbulo del cielo. La liturgia eclesial es bablemente, una colecta para los pobres durante la eucaristía cristiana
una participación en la liturgia de Jesús, Cristo o sumo sacerdote, el cual (13,16); b) «el tributo de labios que bendicen su nombre» (13,15b);
ora sentado en medio de sus multitudes celestes (9,24-28; 12,23). La c) «un sacrificio de alabanza» (13,15, donde se alude a un banquete con
Iglesia es la parte de la humanidad que ya está reconciliada y redimida, pan ácimo); d) «para consagrar al pueblo con su propia sangre» (13,12;
una especie de antecámara del cielo, pero «acogida» ya en las moradas de cf. 9,18-20; 10,10.14.29); e) «una sangre de alianza eterna» (13,20),
los ángeles y los santos (12,22-23). «El tabernáculo mayor y más perfecto» fórmula litúrgica ya presente en la eucaristía de la Iglesia primitiva;
(9,11-12) (del que la tienda mosaica es sólo una sombra) es el mundo ce- f) el contexto mismo de la carta: en la hipótesis de que este escrito fuera
leste de los ángeles, el mundo futuro o «eón venidero» (9,11) S9 . Para la inicialmente una homilía destinada a ser leída durante la celebración euca-
eclesiología de la carta a los Hebreos esto significa que la Iglesia terrena rística, una especie de lectura sinagogal (dado que la carta a los Hebreos
es la «antetienda» por donde hay que pasar de camino hacía el santo de no es propimente una carta), 13,20-21 podría ser la conclusión del sermón,
los santos, el acceso para llegar a Dios. La carta a los Hebreos no conoce al que seguirían inmediatamente la anamnesis y doxología del canon euca-
la expresión «la Iglesia, cuerpo de Cristo» (paulinismo), y el autor no rístico; g) finalmente, 13,10 podría ser una referencia latente, pero bas-
habla nunca de la Iglesia de Cristo. Esta es una comunidad de Dios, en tante clara a la eucaristía, a la que no tienen acceso los judíos no cristia-
la que Cristo es mediador y, al igual que Moisés, guía, pionero y precursor nos. Estos argumentos, en su conjunto, son sugestivos, pero no me con-
(2,10; 6,19-20) del pueblo de Dios. La comunidad cristiana es una «casa vencen, y el último, que pretende ser el más fuerte, menos aún que los
de Dios» (cf. 3,2-6), y Jesús, en cuanto Cristo, está puesto al frente de demás. En efecto, Heb 13,10 se refiere al altar del Gólgota, a la cruci-
la casa de Dios (3,6). El autor añade: «y esa casa somos nosotros» (3,6b). fixión de Jesús fuera de las murallas de la ciudad: también la carne de
Por ello, los cristianos son metochoi tou Christou (3,14), compañeros de los sacrificios en la fiesta del kippur debía ser quemada fuera de la ciudad,
Cristo, del sumo sacerdote (con la reserva que aduce constantemente la sin que los sacerdotes pudiesen comerla. La contraposición con el kippur
carta: «siempre que mantengamos firme hasta el final la actitud del prin- consiste en que Jesús realizó el sacrificio de su vida fuera de las murallas
cipio», 3,14b; pues la comunidad a la que se dirigía la carta había sufrido (13,12) «para consagrar al pueblo con su propia sangre» (13,12b). Por
numerosos casos de apostasía). otra parte, en mi opinión, el texto no dice nada de excluir a los judíos
La liturgia eclesial de este mundo, participación en la liturgia celeste de la eucaristía cristiana. Por lo demás, esta parte conclusiva de la carta
de Jesús m, es para la carta a los Hebreos un sacrificio de alabanza y de empalma lógicamente con 13,9: «No os dejéis arrastrar por doctrinas com-
58 plicadas y extrañas, lo importante es robustecerse interiormente por gracia
Vneumata, además de otros significados, tiene el de «los muertos» (por ejemplo,
y no con prescripciones alimenticias, que de nada valieron a los que las
1 Pe 3,19).
59
La liturgia de las Constituciones Apostólicas II, 25,5 llama a la Iglesia «ver- observaban». Se trata del carácter definitivo del sacrificio de la cruz, que
dadera tienda del testimonio», es decir, aquella parte de la tienda mosaica de la ha anulado por completo las prescripciones alimenticias y los sacrificios
alianza donde se guardaban en el arca las dos tablas de piedra del decálogo y el libro de animales.
de la alianza (Dt 10,5). En Ex 25,16 y 31,19, las tablas del decálogo son llamadas La carta a los Hebreos no fija su atención en la eucaristía, sino en el
«tablas del testimonio». Heb 9,4 las denomina «tablas de la alianza» (también Dt 4, sacrificio de Jesús en la cruz, al igual que -—en el Nuevo Testamento—
13; 1 Re 8,31; cf. Heb 9,19). Entre los judíos de habla griega se ponía más énfasis las llamadas «palabras de la institución» presentes en los evangelios sinóp-
en el decálogo que en la Tora (cf. Jesús, la historia de un viviente, 209-212). ticos son una interpretación teológica de la muerte de Jesús en la cruz,
60
Sobre todo en la apocalíptica, que esperaba la venida de un mesías sacerdotal,
era comúnmente aceptada la idea de una liturgia celeste, en la que los escogidos y no propiamente palabras de la institución (aunque la Iglesia puede ver
participan ya en la tierra. (Cf. en TestXII: TestRub 6; TestSim 7; TestLev 2, en ellas con razón una base bíblica de su celebración eucarística). De he-
3.8.18; en Qumrán: 1QS 9,10-11; 1QS 6,4-6; lQSa 2,18ss). Las fuentes antiguas cho, en el sacrificio eucarístico de alabanza y acción de gracias de la Igle-
de este culto celeste se hallan en Ez 40-48 y Ex 25-255. sia se celebra este significado de la muerte de Jesús; pero, desde el punto
268 SUFRIR POR LOS DEMÁS CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 269

de vista del Nuevo Testamento, no se puede transferir sin más el signi- Sin embargo, esta comunidad de Dios, aunque ya habita en la «ante-
ficado del sacrificio de la cruz al de la eucaristía. En particular, la carta tienda» celeste, tiene todavía su tienda en la tierra. Por ello sigue aguar-
a los Hebreos, que con tanta fuerza e insistencia subraya que el sacri- dando la «segunda venida, ya sin relación con el pecado» (9,28c); es decir,
ficio de la cruz se ha realizado «de una vez para siempre», no habría la primera venida de Jesús «en relación al pecado» tenía como objetivo
aplicado a la eucaristía unas expresiones e interpretaciones que se refieren soportar y expiar nuestros pecados. Esta reconciliación, sin embargo, es
a la muerte expiatoria de Jesús (y que en cuanto tales estaban recogidas definitiva, realizada de una vez por todas; posee una fuerza eterna (9,
ya en la liturgia antigua, como es el caso de la expresión «sangre de la 25-26; 7,28; 10,10; 10,14; 9,12c). Su segunda venida no se propone ya
alianza eterna», donde se refieren a la cruz y no a la eucaristía). En la una reconciliación, que ya no es necesaria; tiene como único objetivo «la
carta a los Hebreos no se plantea la cuestión de las relaciones recíprocas salvación» de los que anhelan su llegada y «el juicio» de los demás (9,
entre la cruz y la eucaristía. El autor dice únicamente que la liturgia ecle- 26-28). Para el autor, la consecuencia de esta tensión dialéctica es que
sial es una participación en la liturgia celeste, la cual ya no es un culto «aquí no tenemos ciudad permanente, andamos en busca de la futura»
sacrificial, sino una intercesión perpetua ante Dios sobre la base del sacri- (13,14), «al encuentro del Señor» (9,28; cf. 2,5; 11,10.14.16.38; 12,22;
ficio histórico de la vida de Jesús. Para la carta a los Hebreos, la liturgia cf. también Flp 3,20; Col 3,1-2). Los cristianos que viven en este mundo
de la Iglesia terrena es un sacrificio de acción de gracias y de alabanza, se aproximan al cielo, a Dios (12,23b) y a Jesucristo (12,24), pero están
a la vez que una participación en la intercesión celeste de Jesús; sólo así aún en camino hacia Jesús. Se acercan. Mediante el encuentro con Jesús
existe en la carta una referencia a la eucaristía de la Iglesia (naturalmente, se produce un encuentro con Dios: los cristianos «se acercan al tribunal
teniendo en cuenta todo el contexto). Sin embargo, Heb 13 no alude a la de la gracia de Dios» (4,16), pues son «hijos de Dios» (8,10-12) y así
eucaristía, tal como ésta será interpretada posteriormente por la Iglesia participan ya de los bienes salvíficos (10,32). Están ya consagrados (hegias-
(lo cual no es en sí un argumento contra la teología posterior de la euca- menoi, 10,10): han entrado ya «en el descanso» (4,3), están junto a Dios,
ristía; únicamente decimos que tal teología no puede apoyarse en Heb 13). la salvación. Sin embargo...

b) El «ya» de la esperanza (6,19-20). c) El «todavía no» de la fe.


Muchos pasajes de la carta a los Hebreos conocen la tensión entre el Aunque ya están santificados (10,10; hegiasmenoi), los cristianos son
«ya» y el «todavía no»; además, en el texto aparece repetidamente la también hagiazomenoi, están en camino hacia la santificación (10,15-18) en
expresión «pero ahora» (nyn de). «Lo que ha sido» se contrapone a «lo virtud del Espíritu que mora en sus corazones. Han entrado ya «en el
que ahora es», y «lo que ahora es» se encuentra en tensión frente a «lo descanso» (4,3), pero «se tienen que esforzar por entrar en ese descanso»
que aún tiene que llegar» (por ejemplo, 2,8; 9,24; 9,26; 11,16; 12,26). (4,11).
Esta dialéctica está relacionada con la preexistencia sapiencial y escato- Jesús nos ha abierto «un acceso nuevo y viviente a través de la corti-
lógica de todos los bienes salvíficos y con la tensión existente en nuestra na» (10,20). Partiendo de la tierra —el profanum— y atravesando el
historia entre el primer eón y el segundo, que ya está presente y, sin fanum de la «antetienda» y la cortina, ha llegado finalmente al santo de
embargo, es un «eón futuro», un mundo futuro. El intervalo entre protón los santos; he entrado allí «como precursor» (6,19-20). En cuanto cris-
y ésjaton, entre lo primero y lo definitivamente último es la historia tianos, estamos ya en la «antetienda», pero aún no hemos atravesado la
humana de sufrimientos, pecados, culpas e injusticias. Así se explica que cortina (6,19; 10,20): para nosotros sigue existiendo el katapetasma (la
Dios —el absolutamente primero y el definitivamente último de la crea- cortina) de la fe. Sin embargo, la esperanza es el ancla más firme y estable
ción—, si quiere llevar a los hombres en y por Jesús a ese ésjaton, haga de nuestras almas. La esperanza ha entrado ya en el santo de los santos
recorrer a Jesús el mismo camino humano, el camino de nuestra historia (6,19b), en el cual ha penetrado el precursor Jesús (6,20; 9,12). La fe no
de dolor: soportando nuestros sufrimientos, nuestra angustia, el peso de puede llegar tan lejos. La cortina que separa la antetienda y el santo de
nuestros pecados, a fin de llegar, a través de la existencia humana, el «pri- los santos sigue intacta (6,19) para la fe cristiana61. Sólo con la fe tene-
mero» a la consumación, a la vida escatológica con Dios, de modo que mos, pues, acceso a Dios. La comunidad de Dios es «celeste», pero todavía
también nosotros, en virtud del sacrificio de su vida y asistidos siempre
por su intercesión solícita ante Dios en el cielo, lleguemos —por él y con 61
Esto implicaría que la carta a los Hebreos no conoce la tradición sobre el
él— a la vida escatológica con el Dios vivo, con los ángeles, con todos «desgarramiento de la cortina» con ocasión de la muerte de Jesús. Sin embargo, ese
nuestros seres queridos ya difuntos. El fruto definitivo de la redención «desgarramiento» tiene lugar en el templo de Jerusalén reconstruido por Herodes,
de Jesús, gracias a —literalmente (según el espíritu de la carta a los que la carta a los Hebreos no menciona en absoluto (se dirige a judíos de la diás-
Hebreos)— su servicio pionero, es un nuevo camino para llegar a la vida pora). La carta a los Hebreos está interesada únicamente en la tienda mosaica de la
(10,20). alianza, en la época fundacional de Israel.
270 SUFRIR P O R LOS DEMÁS CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 271

no es «escatológica», en el sentido de «aún no llegada a la consumación» lo. Son reales, aunque no se vean. Aquéllos fueron creyentes, a pesar de
(cf. 10,37): no es de este mundo, pues ya está en la «antetienda», pero no haber visto a Jesús ni haber oído hablar de él: creyeron en el mundo
todavía no se encuentra en el santo de los santos. invisible y futuro de Jesús. Esa fe debe servir de ejemplo a los cristianos,
Esta situación del «todavía no» hace posible el sufrimiento en el mun- los cuales ven cómo se ha cumplido lo que no vieron sus antepasados
do, pues los cristianos viven aún en la tierra. Como hemos dicho varias (11,40; 6,12).
veces, el sufrimiento tiene una importancia fundamental en la carta a los En todo el contexto, creer es tener fe en Dios (pistis epi Theon, 6,1;
Hebreos (10,32-34; 12,1-3; 13,3; 5,7-8, etc.). Pero este sufrimiento signi- cf. l l , l s s ; en especial 11,16). En contraposición con el concepto judío de
fica para los cristianos una participación en los padecimientos de Jesús fe utilizado por Pablo, la carta a los Hebreos utiliza (en una línea joánica)
(13,13; 12,4-13). En concreto, el modelo sapiencial interpreta el sufrimien- el concepto de fe (griego y) judeo-helenista. Creer significa dar crédito a lo
to como un castigo pedagógico del hijo por parte del padre que lo ama que no se ve, confiar en ello. La fe es hypostasis de las cosas celestes —de
(Prov 3,12-13; 13,24; 22,15; 23,13-14; Eclo 22,3.6; 30,1.3.13; Job 5, los epourania—, en cuanto que son futuras; y también elenchos de las
17-22; cf. Ap 3,19 y 1 Pe 4,12-16). Este principio pedagógico, corriente en cosas celestes, en cuanto que son invisibles (cf. 11,1; se trata, una vez más,
la Antigüedad tardía, se aplica en Heb 2,5-8 a Dios Padre en relación con de una fórmula acuñada por el autor). Aquí aparece exactamente el doble
el Hijo y con todos los cristianos. Desde el punto de vista teológico hay significado que él atribuye al «eón venidero» (cf. supra): la oikoumene
que distinguir entre el modelo utilizado por la carta a los Hebreos (sabi- mellousa, aunque futura en el plano temporal, en el plano espacial es algo
duría humana y pedagógica: un principio no-teológico condicionado por el que está preparado junto a Dios desde la eternidad. Creer en la ciudad
ambiente cultural) y el principio teológico del lenguaje religioso: el sufri- escatológica de Dios es, por tanto, una hypostasis y un elenchos. Hyposta-
miento cristiano como participación en la pasión de Jesús. Si el mismo sis significa lo que está oculto debajo de algo y le sirve de soporte y apoyo.
Jesús fue objeto de hostilidades (2,10; 12,2), los cristianos no deben temer De ahí el significado de fundamento, prenda, garantía, y también derecho
la persecución de la Iglesia. Dado que los enemigos de Jesús ya han sido de propiedad, documento de compraventa, etc.; en otras palabras: lo que
derrotados en principio por Jesús en su ascensión al cielo (2,14, donde la objetivamente confiere seguridad a otra cosa; por ejemplo, algo (digamos
muerte de Jesús es el principio del destronamiento de Satanás; cf. 1,13; un documento de compraventa) en virtud de lo cual se pueden reivindicar
2,8; 10,13), mientras nuestra vida terrena se desarrolla todavía «en este unos bienes que no son directamente «visibles» o no están a disposición.
eón» (cf. 2,7-9), nuestros sufrimientos pueden ser una participación en los Puede significar también el aspecto subjetivo de esa seguridad: estar con-
padecimientos de Jesús, los cuales han vencido ya al sufrimiento y a la vencido de algo o confiar en algo (por ejemplo, Heb 3,14). Hypostasis
muerte (12,4-13; 13,13). Jesús puede además consolarnos en el sufrimiento tiene, pues, un significado objetivo y otro subjetivo: el contexto decidirá
(2,18), pues aprendió «sufriendo» (5,8) y «es capaz de compadecerse de de cuál se trata. De todos modos, en el término hypostasis el convenci-
nuestras debilidades» (4,15). El sufrimiento de los cristianos es, como el miento o seguridad subjetivos descansan sobre una base objetiva. Esto es
de Jesús, un sufrir «fuera del campamento» y «yendo al encuentro de la lo que precisamente quiere poner de relieve Heb 11,1. La solidez de la
ciudad del futuro» (13,13b-14) (cf. infra). base explica la firme confianza subjetiva que estos creyentes demuestran
Según la carta a los Hebreos, la vida de los cristianos tiene un pie en o, más exactamente —según el espíritu de la carta los Hebreos—, que
este eón y otro en el eón nuevo. Tal es el régimen de la fe: los cristianos Dios mismo acredita en la Escritura. También elenchos —prueba—, que
tienen aún ante sí la cortina que la esperanza ya ha atravesado, mientras no puede tener un significado subjetivo, confirma la interpretación según
que la fe todavía no ve. Esto da pie al autor para ofrecer todo un tratado la cual en la carta a los Hebreos hypostasis tiene un sentido primariamente
sobre la fe (Heb 11), evocando a los grandes creyentes de la historia sagra- objetivo. Por ello «es la fe anticipo de lo que se espera, prueba de reali-
da de Israel 62 . El autor se refiere a la ciudad celestial, invisible pero real, dades que no se ven» (11,1). La fe confiere sustancia a la esperanza, y por
donde están los creyentes del Antiguo Testamento (11,7.9-10.13-16.17). tal motivo el futuro, a pesar de las decepciones sufridas, no es para el cre-
Las cosas prometidas para el futuro existen ya, apocalípticamente, en el cie- yente incierto y angustioso. La fe es la matriz que sostiene la esperanza;
evita que la esperanza sea una fantasía.
62
Entre otros, E. Kasemann (Das tvandernde Gotlesvolk, op. cit., 117-118) sos- La carta a los Hebreos quiere mostrar asimismo que la fe trasciende
tiene que la carta a los Hebreos utiliza aquí una fuente judía anterior al cristianismo. lo que se percibe exteriormente y se palpa con las manos, aquello de que
Desde el punto de vista de la crítica literaria, tal tesis es difícilmente demostrable. se puede disponer. Por eso, los creyentes suelen ser objeto del escarnio de
Pero sí es cierto que en la época helenista del judaismo se formó (también en la
la gente que se apoya tan sólo en datos empíricamente verificables; son
apocalíptica), siguiendo el modelo grecorromano, el modelo «de viris illustribus», la
historia de los grandes héroes de la historia patria. Heb 11 se mueve en esta tradi- perseguidos y maltratados, «tipos utópicos» de los que se ríe la gente,
ción del primer judaismo relativa a la veneración de los héroes de la patria y, en como ocurrió con Noé, el cual, bajo un cielo sereno, construía un arca para
consecuencia, no tiene por qué depender de una «fuente», sino que refleja la atmós- salvarse (11,7). Enumerando una serie de figuras del pasado, la carta a los
fera sinagogal en que se solía exhortar a los fieles'. Hebreos quiere poner de manifiesto ese aspecto. Así, Abrahán debió aban-
272 SUFRIR POR LOS DEMÁS CONCEPCION SACERDOTAL DE LA GRACIA 273

donar su casa, todos sus bienes y su propio país, y «salir sin saber adonde guna de aquellas grandes figuras de la fe vio el cumplimiento de la prome-
iba» (11,8), pero Dios le había prometido una larga descendencia en la sa, porque el tiempo escatológico se inicia con la exaltación de Jesús junto
tierra adonde debía ir (11,8b). Su mujer, Sara, era vieja y estéril. Pero a Dios (2,10; 5,9; 7,28; 10,24); sólo entonces es posible tener acceso a
Abrahán creyó (11,11). Cuando por fin nació el hijo de la fe y de la pro- Dios (9,11.12; 10,19-20). Para los justos pertenecientes al pasado judío,
mesa, Abrahán tuvo que ofrecer en sacrificio la prueba empírica del primer precristiano, que no pudieron alcanzar la «consumación» a través de la ley
cumplimiento de la promesa de Dios: a Isaac, el hijo prometido. «Abra- y del culto (7,19; 9,9; 10,1), ese acceso se hizo posible con la exaltación
hán, puesto a prueba, ofreció a Isaac, y era su único hijo (objeto de las de Jesús junto a Dios y, por tanto, con el comienzo de la Iglesia celeste
promesas) lo que ofrecía el depositario de la promesa» (11,17). La con- en este mundo, es decir, «no sin nosotros» (11,40). Esto implica, según
clusión es que «con fe murieron todos éstos, sin recibir lo prometido» la concepción de la carta a los Hebreos, que los justos del Antiguo Testa-
(11,13). No obstante, esta fe no era una simple confianza en promesas o mento y los creyentes del Nuevo forman el único pueblo de Dios: perte-
anuncios, sino una experiencia, una visión velada de realidades invisibles necen «a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celeste» (12,22; cf. tam-
por medio de la fe. «Han visto la salvación y la han saludado de lejos» bién 9,15), «al reino eterno (de Dios)» (13,14). La fe en esta ciudad da
(11,13b). Siguieron siendo caminantes, «peregrinos en la tierra» (11,13). cuerpo a la esperanza en el mundo futuro, invisible y preexistente, que
Según la carta a los Hebreos, la tierra prometida a la que se dirigieron no para nosotros no se ha realizado todavía.
era un trozo de tierra de «este mundo», sino del «mundo futuro», del Esta digresión sobre la fe le fue sugerida al autor de la carta a los
segundo eón; para ellos este mundo era la evidencia de su fe, más real Hebreos por el último versículo del capítulo anterior: «Somos hombres de
que la tierra misma en que tenían que vivir. Una y otra vez aparece el fe para salvación de nuestras almas» (10,39b). El intervalo entre la ascen-
mismo motivo en la carta a los Hebreos: Dios cuida de los que sufren, sión y la parusía es un régimen de fe para los cristianos que viven en este
de los despreciados, de los débiles y estériles, precisamente para confirmar mundo: la cortina que separa el primer eón del segundo permanece intacta.
su fuerza a través de tantas debilidades: «su debilidad se convirtió en Debido a ello, la carta a los Hebreos insiste repetidamente en la nece-
fuerza» (11,34b; cf. Pablo: 2 Cor 12,9). sidad de perseverar en el «ya» y en el «todavía no» de la vida cristiana
La carta a los Hebreos vuelve al tema de la elección de los fracasados, (12,1-13; 3,12-14; sobre todo 3,14b; 3,6c; 10,36; 12,1-13). Esto implica
débiles y doloridos, incluyendo en la lista de los grandes creyentes a una una serie de consecuencias éticas. La praxis requerida por lo que los sinóp-
prostituta: Rajab (11,31; cf. Jos 2,9; Mt 1,5 la incluye en su genealogía ticos llaman «reino de Dios» se ajusta en la carta a los Hebreos al siguien-
de Jesús; cf. la pecadora pública de Le 7,50 y Sant 2,25. La figura de Ra- te enunciado: si los cristianos constituyen la «asamblea de los primogénitos
jab parece haber sido uno de los temas de predicación preferidos en la inscritos en el cielo» (12,23), tienen que llevar un modo de vida celeste
sinagoga y en la Iglesia primitiva. Cf. también 1 Clem 12,7). Para Dios, (12,14; 13,9). Sin embargo, «esta dimensión celestial» es algo evidente:
nadie es insignificante (por lo demás, la Iglesia naciente reclutaba a sus consiste, ante todo, en «el amor fraterno, que es una de las cosas que per-
fieles más bien en los estratos más bajos de la sociedad: era una Iglesia de manecerán para siempre» (13,1), es decir, las cosas celestes del segundo
pobres, pequeños y esclavos en el sentido más literal). Sin embargo, es eón que es preciso realizar ya en nuestro mundo histórico. En particular,
un dato indiscutible en la tradición judeocristiana. Cuando Yahvé bendice el autor exhorta a los cristianos a no faltar a las asambleas litúrgicas (10,
—a través de un patriarca—, suele hacerlo cancellatis manibus (como tra- 25); si hacemos eso, «ultrajamos al Espíritu de la charis (gracia)» (10,29,
duce la Vulgata), poniendo los brazos en cruz, de forma que la verdadera pneuma charitos; cf. ya Zac 12,10). Aquí la carta a los Hebreos alude evi-
bendición —la que se imparte con la mano derecha— recaiga sobre el dentemente a la apostasía y afirma que es uno de los pecados que no pue-
más joven y pequeño, y no sobre el primogénito, que goza de «todos los den ser perdonados; es un pecado contra el Espíritu Santo, el cual es un
derechos» (cf., por ejemplo, Dt 21,17; Gn 27,39-40; 48,14-16; 49,3-4). «Espíritu de la gracia»; equivale, por consiguiente, a rechazar la gracia de
También Moisés fue un ejemplo: despreció los derechos que le correspon- Dios que el Cristo celeste implora ante el Padre en favor nuestro y que
dían como hijo del faraón, «prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios concede en virtud del sacrificio agradable que Jesús le ha ofrecido en
Dios» (11,24-27). Es un largo desfile de gente sumida en el desprecio y el la tierra con su propia vida. Esta gracia no se puede aventurar (12,15).
dolor, pero que tenía una fe inconmovible; de ellos afirma la carta a los En el trasfondo (5,2 y 10,26) está, sin duda, el dato de la tradición judía
Hebreos con una gran hondura humana: «el mundo no se los merecía» (Nm 15,22-30) y neotestamentaria (Me 3,28-30 par.), según la cual «los
(11,38); eran hombres del nuevo eón, del mundo futuro, «pero de todos pecados contra el Espíritu» no pueden ser perdonados. No obstante, la
éstos... ninguno alcanzó la promesa» (11,39b). Ahí reside la fuerza de su carta a los Hebreos está pensando en algo especial: existe un único pecado
fe, y ello nos muestra qué entiende el autor de la carta por «fe». «Dios de ese género. La argumentación es muy interesante: «Por esa razón es me-
preparó algo mejor para nosotros, y no quiso sin nosotros llevarlos (a los diador de una alianza nueva: para que, después de una muerte que librase
creyentes del Antiguo Testamento) a la meta» (11,40). «Para nosotros» de los delitos cometidos con la primera alianza, los llamados puedan reci-
y «sin nosotros» se refiere a la comunidad de Dios, a los cristianos. Nin- bir la herencia perenne, objeto de la promesa» (9,15; también 9,27-28).
18
274 SUFRIR POR LOS DEMÁS CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 275

A primera vista parece que, según la carta a los Hebreos, no hay perdón determinadas circunstancias sociales. De hecho, el autor de la carta a los
para los pecados cometidos por los cristianos: «ya no quedan sacrificios Hebreos no conocía probablemente ningún caso de arrepentimiento y re-
por los pecados» (10,26), «queda sólo la perspectiva pavorosa de un juicio torno. Desde el punto de vista formal, el razonamiento que aduce la carta
y el furor de un fuego dispuesto a devorar a los enemigos» (10,27). Algu- es convincente para quien cree. Por otro lado, tampoco se trata de una
nos ven equivocadamente en estos textos un indicio de que en la Iglesia tesis aislada en la Iglesia primitiva. En el Nuevo Testamento, Cristo no
no existía aún en este período la praxis de la paenitentia secunda o confe- juzga a los cristianos por sus pecados, pues Jesús ha expiado por ellos (los
sión (restringida posteriormente a la confesión auricular). Esto lo confirma- libra del castigo futuro, 1 Tes 1,10). Los cristianos son sometidos al juicio
ría la idea, presente en la carta, de que los cristianos no ofrecen sacrificios de Cristo cuando cometen voluntariamente pecados contra el mismo Cristo
expiatorios, sino sólo acción de gracias y alabanza por el sacrificio defini- (cf. Jn passim; 2 Tes 1,8), o sea, en el caso de una apostasía culpable (de
tivo de la cruz, realizado y consumado por Cristo. todos modos, la carta a los Hebreos considera cualquier apostasía culpable
Pero aquí se trata de una cuestión diferente. El autor sabe perfecta- de por sí). Precisamente por tal razón el autor exhorta repetidamente a
mente que también los cristianos tienen que combatir (12,4) y necesitan perseverar: «No renunciéis a vuestra valentía» (10,35), «os hace falta cons-
ser corregidos, exhortados y perdonados (cf. 12,1; 13,1-3; 13,20-21). Por tancia» (10,36). Además: «falta poco, muy poco, para que llegue el que
otro lado, habla de una «liberación irrevocable» (9,12b). Cristo nos salva viene; no se retrasará» (10,37).
eis to panteles (7,24-25: hasta el final), es decir, en todas partes, siempre Es difícil sostener, como hacen muchos, que en la carta a los Hebreos
y de todos los pecados (cf. también 1,3; 4,15-16; 9,14; 9,27-28; 10,12-18). desaparece la tensión escatológica de la parusía —la línea temporal—,
No se puede, por tanto, limitar el perdón de los pecados. La cuestión no siendo reemplazada por el esquema griego de un mundo en dos planos:
consiste directamente en distinguir entre pecados graves, cometidos con la línea espacial de dos mundos superpuestos verticalmente, el visible y el
malicia, y pecados cuyo origen radica en nuestra debilidad e ignorancia, invisible. En la carta a los Hebreos, la imagen griega del mundo se inserta
aunque el autor de la carta conozca tal distinción, ya tradicional (5,2; en la concepción judía de un tiempo que transcurre entre el protón y el
10,26). Se trata exclusivamente de la apostasía de la fe, pues en este caso eschaton. Para el autor, el tiempo y el espacio son esenciales, como lo son
las circunstancias son distintas. En la apostasía se da la espalda a la salva- en la apocalíptica judía de los dos eones. El autor de la carta a los Hebreos
ción, se reniega del principio de la redención y del perdón de los pecados, mira tanto hacia arriba como hacia adelante, hacia el futuro. «En busca
y entonces «ya no quedan sacrificios por los pecados» (10,26). «Pues para de la ciudad futura» (13,14), «al encuentro del Señor» (9,28; cf. 2,5;
los que fueron iluminados una vez, han saboreado el don celeste y partici- 11,10.14.16.38; 12,22; también Flp 3,20; Col 3,1-2). Lo peculiar de esta
pado del Espíritu Santo, han saboreado la palabra favorable de Dios y los imagen del mundo, difícilmente concebible para nosotros, es que para el
dinamismos de la edad futura, si apostatan es imposible otra renovación, autor «mirar hacia lo alto» significa precisamente «mirar hacia adelante»:
volviendo a crucificar para que se arrepientan ellos al Hijo de Dios, es la oikoumene mellousa (2,5) —«nuestro tema propiamente dicho»— es el
decir, exponiéndolo al escarnio» (6,4-6). Entonces se niega y rechaza el «mundo venidero», el mundo futuro, el cual, como todos los bienes esca-
principio de toda conversión. Formalmente, el autor tiene razón en lo que tológicos de la salvación, preexiste apocalípticamente allá arriba, junto a
podría parecer rigorismo: quien rechaza el principio de toda redención Dios desde toda la eternidad. Y no sería muy difícil «traducir a nuestro
está en contra de la misma redención. Ese pecado es imperdonable, no por- tiempo» la carta a los Hebreos sin recurrir a la concepción cósmica del
que la misericordia de Dios tenga límites, sino porque ese hombre rechaza autor. El hombre actual (que tiene otras imágenes del mundo, no menos
el perdón. El hecho de que los apóstatas puedan volver a Cristo en la relativas) se daría cuenta de hasta qué punto la carta a los Hebreos es un
comunidad de Dios, la Iglesia, no entra en la perspectiva del autor de la documento humano con una carga religiosa realmente extraordinaria.
carta, quien parece incluso excluir tal posibilidad (10,26). Los que cruci-
ficaron a Jesús lo hicieron «por ignorancia», afirma una tradición del cris-
tianismo primitivo (Hch 3,17; Le 23,34; también Pablo persiguió a los 4. Una espiritualidad cristiana
cristianos por ignorancia, 1 Tim 1,13b). Sin embargo, los cristianos —dice derivada de una concepción sacerdotal de la gracia
la carta a los Hebreos— poseen un conocimiento mayor: saben quién es
Jesús; por tanto, marcharse «después de haber recibido el conocimiento de La carta a los Hebreos no sólo indica las consecuencias éticas (10,
la verdad» (10,26) significa pecar contra la luz (12,15). Para la carta a los 19-39) derivadas de su concepción dogmática. En unas cuantas frases den-
Hebreos, se trata de un pecado de por sí voluntario y grave, el cual ade- sas, características del autor, nos ofrece también como conclusión su punto
más —y aquí estriba su imperdonabilidad— e x c i t e el principio de la de vista sobre la «espiritualidad cristiana»: a) «Salgamos a encontrarlo
conversión. No se puede apelar a un principio que se niega. El hombre fuera del campamento» (13,13), «a la oikoumene mellousa» (2,5) o mundo
de la Antigüedad tardía no capta todavía el papel que en las «apostasías» futuro (13,14); b) «entrar en el descanso» (3,7-4,11).
modernas, silenciosas, puede tener una psicología humana compleja y unas
276 SUFRIR P O R LOS DEMÁS CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 277
a) La comunidad del éxodo. que por ahora sólo ha traspasado Jesús, el nuevo Moisés, si bien lo ha
hecho como precursor. La ciudad que los cristianos tienen que abandonar
En el kippur, la gran fiesta de la reconciliación, «los cadáveres de los no es, para la carta a los Hebreos, simplemente «la ciudad de los hom-
animales, cuya sangre lleva el sumo sacerdote al santuario para el rito de bres», sino la «ciudad pagana» de los hombres, la sociedad pagana exis-
la expiación, se queman fuera del campamento» (13,11). Los sacerdotes no tente concretamente en la historia. Dejar la ciudad, «cargados con su opro-
podían comer la carne de los sacrificios expiatorios (13,10). La carta a los bio» (13,13; oprobio y escarnio de todos los creyentes; cf. Heb 11) «para
Hebreos no está pensando en la ciudad herodiana de Jerusalén; de ahí que hacerse inferiores». Para la carta a los Hebreos, la ciudad rodeada de mu-
no diga «fuera de las murallas» (como en 13,12, donde se alude a la cruci- rallas o, en tiempos anteriores, el campamento es evidentemente la imagen
fixión de Jesús, que tuvo lugar fuera de las puertas de Jerusalén, en el de «este eón», mientras que la tienda a que se dirigen los cristianos es el
Gólgota), sino «fuera del campamento», la «ciudad» del pueblo de Dios «eón venidero». La comunidad de Dios es, por tanto, una paroikia («parro-
que, guiado por Moisés, se dirige a la tierra prometida; allí, de tanto en quia» en sentido bíblico), es decir, una comunidad del éxodo compuesta
tanto, se detiene por poco tiempo durante su peregrinación y habita en por los que, como «extranjeros y advenedizos», están en camino en este
tiendas. mundo hacia el mundo futuro. Teniendo en cuenta el tenor global de la
También Jesús «murió fuera de las murallas» (13,12); pero él lo hizo carta, no puedo creer que su autor, al decir «fuera del campamento», esté
«para consagrar al pueblo con su propia sangre» (13,12b). Hiña hagiase pensando en Israel, como afirman algunos exegetas, según los cuales 13,13
(para consagrar) se refiere aquí no tanto al sacrificio expiatorio (con el cual sería una especie de corroboración oficial de la separación existente entre
se relaciona normalmente este término) cuanto al sacrificio de alianza (cf. la Iglesia y la sinagoga. El versículo tiene una mayor amplitud: abandonar
9,13; 10,29; 12,23-24). Una serie de recuerdos de acontecimientos ocurri- este eón para pasar al mundo futuro. Teniendo en cuenta que lo transitorio
dos en el pasado lejano de Israel, compendiados en la fórmula «fuera del y precario en Israel (como en todas partes) pertenece a este eón, Heb
campamento» (13,13), son relacionados, según la costumbre del autor (que 13,13 implica también una invitación dirigida a los cristianos procedentes
constituye en él casi una segunda naturaleza), con el acontecimiento histó- del judaismo (los «hebreos» que dan título a esta carta) para que aban-
rico del Gólgota. También Abrahán salió de la idolátrica Jarán (Heb 11,8), donen decididamente los inútiles ritos cultuales (sobre todo las prescrip-
y Moisés del Egipto pecador (11,25). Todos los grandes creyentes abando- ciones alimentarias, cf. 13,9) del Antiguo Testamento.
naron las ciudades o lugares permanentes de residencia, e incluso los cam- La carta a los Hebreos, siguiendo la tradición del antiguo Israel, predi-
pamentos provisionales, y se dirigieron al desierto (11,37-38) en busca de ca el modelo de la comunidad eclesial del éxodo, como los restantes libros
la ciudad celeste: «el mundo no se los merecía» (11,38). Moisés levantó del Nuevo Testamento; pero esta carta, junto con la primera de Pedro, es
su tienda «fuera del campamento» (Ex 33,3-7), porque, tras la construc- la que se muestra más radical. Se trata del éxodo de una «comunidad de
ción del becerro de oro, Dios se había negado a seguir morando «en medio Dios» marginal en el mundo, crítica frente al mundo, que vive al lado de
de su pueblo». Debido a ello, «Moisés levantó la tienda de Dios y la plan- la sociedad del mundo y construye dentro de sí una comunidad nueva,
tó fuera, a distancia del campamento, y la llamó 'tienda del encuentro'. cristiana (véase en un capítulo posterior el análisis de las mediaciones his-
El que tenía que consultar al Señor salía fuera del campamento y se diri- tóricas y sociales, sin las cuales no se entiende lo que en esta espiritualidad
gía a la tienda del encuentro» (Ex 33,7). Todos permanecían ante la tien- está condicionado históricamente y no constituye una norma para todos los
da; únicamente Moisés entraba en ella, y entonces bajaba la columna de cristianos). Considerando las circunstancias históricas y sociales en que
nube y se quedaba a la entrada de la tienda. Moisés traspasaba las esferas debía desenvolverse la espiritualidad del éxodo, estas comunidades cristia-
del cielo, más allá de la nube, hasta donde moraba Dios: «El Señor habla- nas, vistas desde fuera, parecerían grupos secretos, cerrados en sí mismos,
ba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo» (Ex 33, aislados, lo cual daba pie a constantes suspicacias, sospechas y maledicen-
9-11). A esto alude Heb 13,13-14, a la luz de Jesús, el nuevo Moisés, cias. Plinio, buen conocedor de Egipto y de Asia Menor, en un informe
cuando el autor aprovecha la circunstancia de que Jesús sufriera fuera de sobre los cristianos destinado al emperador, los define como una comuni-
las murallas (en el Gólgota) para sacar una conclusión pastoral, espiritual: dad «llena de nuevas y perversas supersticiones» y dice (obviamente a cau-
«Salgamos, pues, a encontrarlo fuera del campamento, cargados con su sa de su aislamiento y de su alejamiento de la sociedad pagana) que son
oprobio, que aquí no tenemos ciudad permanente, andamos en busca de la «personas que tienen odio al hombre»; de igual modo se expresa Sueto-
futura» (13,13-14). La Iglesia terrena es una comunidad del éxodo en ca- nio w . Esto explica las constantes alusiones de la carta a los Hebreos a los
mino hacia la ciudad que está más allá de la nube mística, donde Jesús padecimientos que sufren los cristianos. Su invitación, en tales circunstan-
mora ya junto a su Dios y nuestro Dios. La tienda fuera del campamento cias, sonó de hecho como un «¡fuera de esta ciudad terrena, pagana!».
es, pues, el santuario en que el Cristo exaltado está ahora sentado a la de- De hecho, no iba a pasar mucho tiempo antes de que los cristianos se fue-
recha de Dios. La comunidad debe abandonar las moradas estables de la
tierra y dirigirse a esa tienda de Moisés, permaneciendo ante su entrada, 63
Plinio, Epist., 10,96,8; Suetonio, Ñero, 16,2.
278 SUFRIR POR LOS DEMÁS CONCEPCIÓN SACERDOTAL DE LA GRACIA 279

tan literalmente al desierto (los padres del yermo). La carta a los Hebreos que celebra el sábado (Ex 16,23-30; 31,15; 34,21; 35,2; cf. Is 58,13-14;
dice, en definitiva, mediante una extensa exposición, lo mismo que la Sal 92). e) El descanso alcanzará su plenitud en el mundo venidero (Is 32,
Didajé formula lapidariamente: «Venga la charis y acábese este mundo» M, 18), siendo el sábado un anticipo del mismo. En estas tres últimas acep-
eltheto charis kai pareltheto ho kosmos houtos, un texto en el que la cha- ciones, el descanso es descanso sabático: el de Dios después de la creación,
ris o gracia se identifica claramente con el «mundo futuro» de la carta a el de los judíos cada sábado y el escatológico. La carta a los Hebreos añade
los Hebreos, para la cual ese mundo implica también la charis o benevo- el descanso de Jesús a la derecha de Dios, la liturgia que celebra estando
lencia de Dios para con los hombres. Esta comunidad neotestamentaria del sentado (Heb 10,12-13). f) La idea de descanso está relacionada, finalmen-
éxodo (según el espíritu de la carta a los Hebreos), dado su carácter mar- te, con la redención, especialmente con la gran reconciliación del kippur
ginal y su talante crítico frente al mundo, significa una crítica para la so- (Lv 16,30-31; en ese día, en opinión de algunos rabinos, no hay pecado
ciedad. Sin embargo, el modelo del «éxodo» o de «Emaús» que se aplica en todo Israel). El descanso es, por consiguiente, reconciliación, santidad
a la Iglesia en la carta a los Hebreos es místico-litúrgico y se desenvuelve y justicia (que también esto significa el descanso sabático).
en el ámbito intraeclesial (quizá no había otra posibilidad en aquella época). La carta a los Hebreos habla de «descanso» siguiendo esta línea tradi-
cional. La primera vez que aparece «descanso» (3,11) se trata del «descan-
b) Entrar en el «descanso de Dios». so de Dios» (en relación con Sal 95,11; también Heb 4,3; 3,18; 4,1; 4,4;
4,10). Josué, que condujo a Israel hasta el descanso, la tierra prometida,
El autor de la carta a los Hebreos —como queda dicho— es un cris- no pudo concederlo; quien lo concede es el Josué del Nuevo Testamento,
tiano que ha meditado sobre el problema del sufrimiento, especialmente Jesús (3,7-4,11; cf. Mt 11,28; Jn 14,2). Sólo la obediencia cristiana de la
por lo que se refiere a los justos: el viejo problema de Job. Para él y sus fe garantiza el acceso al descanso de Dios (3,19; 3,12; 4,2; 4,3) gracias al
cristianos se trataba, sin duda, de un problema existencial y personal. Por «descanso de Cristo» (cf. 10,12-13). Heb 3,7-11 fundamenta esta promesa
ello, pese a su valentía y perseverancia, anhela el descanso. También en del descanso futuro en Sal 95,7-11, y Heb 4,4 en Gn 2,2. El descanso es
este punto muestra su afinidad con una espiritualidad hondamente judía 6S . un lugar preparado (Sal 95) y también una condición o situación (Heb).
Lo vemos claramente en Heb 3,7-4,11. Pronto se utilizarán imágenes como templo, ciudad, etc., para aludir a la
En el Tenak es Dios quien «lleva al descanso» (Ex 33,14; cf. Is 28,12). misma realidad. Las cosas prometidas por Dios tienen una certeza de fe:
La nahat o descanso comprende muchas cosas: materiales, sociales, perso- sucederán, porque —en una perspectiva apocalíptica— se presentan como
nales y religiosas, a) Existe reposo después de la guerra: la paz como des- ya existentes, para lo cual se emplean indiferentemente categorías de tipo
canso (Jos 14,15), cuando cesan las hostilidades de los enemigos (Dt 12, temporal o espacial (cf., por ejemplo, 3,11 y 3,14). En la carta a los He-
9-10); descanso político (Is 28,12), un período exento de adversidades y breos, el descanso tiene siempre un matiz litúrgico. El descanso cristiano
desgracias (Ex 5,5; Sal 94,13); finalmente, el descanso merecido en el es, pues, presente (4,3) o futuro (4,11). Pero «descanso» tiene también
campamento (Is 57,2). b) La menuhah es la tierra prometida en cuanto lu- en la carta a los Hebreos el significado de «descansar sobre», poder apo-
gar de descanso, Canaán, con todos sus bienes, los que ha proporcionado ya yarse en una persona o cosa, descansando así sobre ellas. Así como los ju-
y los que proporcionará en el futuro (Jos 1,13.15; Dt 3,20; 12,9). c) «Des- díos «descansaban» sobre la ley y los sacrificios de animales, así los cristia-
canso» es también el descanso del sábado. Ante todo, el descanso de Dios nos «descansan» directamente sobre Dios, mediante el contenido de su fe,
en el séptimo día de la creación (Gn 2,2; Ex 20,11; 31,17); así, para Heb que da cuerpo a su esperanza (Heb 11). El descanso es, por decirlo de al-
4,1-5, «el descanso» es una realidad preexistente relacionada con Gn 2,2, guna manera, la iustificatio per fidem de la carta a los Hebreos; es presen-
pues este descanso de Dios después de la creación es precisamente el que te y escatológico, y no será plena realidad hasta después de la paroikia
tendremos en el «mundo futuro». Es un descanso que está dispuesto para o peregrinación terrena de los «extranjeros en este mundo» (4,3; 4,11).
nosotros desde toda la eternidad. «Descanso de Dios» es también un nom- El descanso subsiguiente a esta peregrinación no es, por tanto, una anapau-
bre que se da al santo de los santos o tabernáculo de la tienda de la alian- sis (un dolce jar niente), sino una katapausis, es decir, el descanso después
za, al arca con el propiciatorio, el «trono de Dios» (cf. 2 Cr 6,41; Sal de una dura batalla 66 . El «descanso» no es inactividad (cf. Gn 49,15), sino
132.8.14). d) Descanso es asimismo el gozo y reposo semanal del judío 66
Katapausis (no anapausis) es el término que en griego bíblico equivale al hebreo
m'nuhah, o sea, «descanso de Dios». En la carta a los Hebreos, este término tiene
64
Didajé, Preces encáusticas, 10,6 (cf. C. Kirch, n. 3). un sentido bíblico (Sal 95,11, donde se refiere a la entrada en la tierra santa, y
65
De entre las obras citadas en la bibliografía, cf. en especial: C. Spicq, Ep. aux especialmente en el templo de Jerusalén). Katapausis es la morada de Dios en la
Hébreux II, 95-104; R. Williamson, Philo and the Epistle to the Hebrews, 548-557; Jerusalén celeste de los últimos tiempos, pero en el contexto sacerdotal de la carta
G. Braulik, Menuchach. Die Ruhe Gottes und des Volkes im Lande: BuK 23 (1968) a los Hebreos es la entrada en el santo de los santos celeste, en la que Jesús nos ha
75-78; F. Stolz, nuah, en DTmAT volumen II; O. Hofius, Katapausis. Die Vor- precedido (cf. Hofius, op. cit., 43), las moradas escatológicas del descanso de Dios.
stellungen vom endzeitlichen Ruheort im Hebraerbrief (Tubinga 1970). El término está relacionado, pues, con sabatismos (Heb 4,9) (Hofius, op. cit., 102-
280 SUFRIR POR LOS DEMÁS EL ÚNICO FUNDAMENTO ESTABLE DEL CREYENTE 281

la terminación y cesación de todas las alienaciones, sufrimientos y decep- cede ahora eternamente por nosotros. Cristo es el mismo hoy, ayer y siem-
ciones padecidas. En la carta a los Hebreos, el descanso no está relacionado pre: en su preexistencia junto a Dios, en su manifestación históricamente
nunca con «sacrificio expiatorio». Sólo después del sacrificio realizado (por entre nosotros y en su posterior exaltación junto a Dios.
Jesús) y consumado (por Dios) comienza para Jesús el descanso a la dere- La carta a los Hebreos es una teología mesiánico-sacerdotal de la gra-
cha de Dios. Es un descanso como el de Dios (cf. 4,10), caracterizado por cia. El autor no conoce sacerdotes en la Iglesia. Habla sólo de «vuestros
un hesed y una 'emet, un amor y una fidelidad, expansivos: la gracia. Cris- dirigentes» (13,7), pero se refiere a los dirigentes apostólicos de la Iglesia,
to, en su descanso, no cesa de interceder por nosotros para que el descanso ya difuntos: «Acordaos de aquellos dirigentes vuestros que os expusieron
sea un vivir totalmente para los demás, sin alienaciones, sufrimientos ni la palabra de Dios y, teniendo presente cómo vivieron y acabaron su vida,
lágrimas, sin pensar en recompensas, un ser totalmente para los demás. imitad su fe» (13,7). La carta a los Hebreos se escribió, pues, en una época
El descanso bíblico, consumado en Jesucristo, es de hecho la sociedad en que ya existía cierta veneración hacia los apóstoles. Por otro lado, la
de unos hombres plenamente libres, cuyo descanso consiste únicamente en carta habla también de dirigentes de la Iglesia que todavía viven (13,17)
vivir desinteresadamente para los demás, teniendo como centro transpa- y que trabajan por la salvación de la comunidad (pero tampoco los llama
rente a Dios y a Cristo. «sacerdotes»). El Nuevo Testamento no conoce sacerdotes en la Iglesia
(habla de sus dirigentes y representantes); en el Nuevo Testamento, única-
mente Jesús es sacerdote (Heb y también Ap), mientras que el conjunto
Conclusión de la comunidad de Dios recibe el nombre de pueblo de Dios sacerdotal
(y sólo en dos textos que citan pasajes del Antiguo Testamento: 1 Pe 2,
LA «CHARIS» IMPERECEDERA, ÚNICO FUNDAMENTO 9-10 y Ap 5,10).
PERMANENTE Y ESTABLE DEL CREYENTE Según la carta a los Hebreos, la vida evangélica es la gracia que permi-
te una nueva vida (10,20: la entrega sacrificial de sí mismo en solidaridad
«Jesucristo es el mismo hoy que ayer y será el mismo siempre» (13,8), con todos y al servicio de todos). El autor contrapone a esto la estéril
dice literalmente la carta a los Hebreos. Esto significa que Jesús sacerdote liturgia sacrificial de toros, cabras y novillos, vano intento de conseguir
( = Cristo) es el segundo eón, lo nuevo, permanente e imperecedero, que el acceso a Dios. Jesucristo, en cambio, nos ha abierto ese acceso: es el
ha estado dispuesto desde la eternidad (preexistente) en Dios; es el protos pionero, guía y consumador de nuestra fe; él es el acceso a Dios: el nuevo
y el eschatos, el alfa y la omega de todas las cosas (2,10) y el «creador de camino hacia la vida (10,20).
los dos eones»: del primero y del segundo. A diferencia de ciertas «doctri- En todo esto consiste el logos parakleseos (13,22), es decir, el consuelo
nas complicadas y extrañas» (13,9), la doctrina de Jesús —y la doctrina evangélico o aliento que el autor pretende inculcar con su carta. El funda-
sobre Cristo— es «inmutable»: él es ho autos, el mismo; esto es lo que se mento de este consuelo es la «visión dogmática» que él ha expuesto, una
subraya en 13,8. No está sometido al cambio de los tiempos. Cuando el «enseñanza superior» (6,1). Jesús es la expresión última y definitiva, deci-
autor exhorta a los cristianos a que no vuelvan a las viejas prescripciones siva y perfecta de Dios entre nosotros (1,1-2): lo es mediante su ministe-
alimentarias (13,9c) y alude a «ciertas doctrinas extrañas» (13,9a), se refie- rio sacerdotal de purificación de los pecados (reconciliación) y de santifica-
re una vez más al peligro que existía en el cristianismo de los últimos de- ción —una vez que ha sido consumado por Dios— mediante su interce-
cenios del siglo i en relación con las prácticas religiosas sincretistas (cf. sión perpetua: «Por la gracia de Dios, la muerte que él experimentó re-
Gal, Col, Ef y 1 Pe). Al carácter caduco de estas cosas la carta a los He- dunda en favor de todos» (2,9). La muerte de Jesús adquiere en la carta
breos opone el carácter imperecedero de la gracia de Dios que se ha mani- a los Hebreos un significado salvífico a partir de su resurrección y exalta-
festado en la exaltación celeste de Jesús como Cristo: un sacerdocio perpe- ción a la derecha de Dios, aunque tal exaltación presupone el sacrificio
tuo. Debido a ello, «apoyémonos interiormente en la chatis o gracia de de su vida. La muerte y la exaltación son dos momentos inseparables de la
Dios» (13,9b, en el contexto de 13,9a y 13,9c). El problema básico para doctrina sacrificial de la carta a los Hebreos. Esta dogmática cristiana es
la carta a los Hebreos es dónde se funda la estabilidad y la firmeza (re- un consuelo evangélico, dado que el contenido de la fe cristiana es la fuen-
cuérdese la definición de fe y de esperanza). El autor responde: en el eón te y Ja sustancia de la esperanza (3,6; 4,14; 10,23; 11,1). El sacerdocio
venidero o la charis de Dios (cf. lo que dice la Didajé, la gracia preparada de Cristo es aparabaton: indestructible e inalienable (7,24).
desde toda la eternidad, manifestada históricamente en Jesús, el cual inter- En todo esto hay una correlación con nuestra existencia humana: «Así
tenía que ser nuestro sumo sacerdote» (7,26; cf. 7,25). Era conveniente
115): la celebración litúrgica celeste del sábado, que en realidad implica el descanso que los hombres, sumidos en tantas historias de sufrimientos, fuéramos
de la dura lucha mantenida en la tierra, pero no en el sentido de inactividad, sino liberados por una persona que se identificase personalmente con tales pade-
en el de celebración activa en el descanso. El término katapausis no tiene, por tanto, cimientos (2,10). Lo que más interesa al autor no es una doctrina ni tam-
un significado platónico y gnóstico. poco la predicación terrena y las palabras vivas de Jesús. Le interesa su
282 SUFRIR POR LOS DEMÁS EL ÚNICO FUNDAMENTO ESTABLE DEL CREYENTE 283

praxis, la cual no coincide en contenido con el relato evangélico o kerig- que fue anunciada al principio por el Señor y que nos han confirmado los
mático de su vida, como sucede en los cuatro evangelios, sino que es, por que la oyeron» (2,3). El autor quiere ofrecernos una «catequesis adulta»
así decirlo, «formalizada» en el núcleo más radical de la misma, cuya má- (6,1). Lo que le interesa es el acceso a Dios, acceso que sólo es posible,
xima expresión es el sacrificio de la cruz: la entrega personal al sacrificio siempre sobre la base de la vida terrena de Jesús, a partir de su elevación
en solidaridad con los hermanos que sufren. Para este testigo neotestamen- al santuario de Dios. Este es el punto central que lo encadena a Jesucristo
tario —la carta a los Hebreos—, las palabras y el mensaje de Jesús no y que absorbe toda su atención.
tienen sentido si no se plasman en la trayectoria de una vida concreta: la La carta a los Hebreos no es un evangelio ni tampoco una carta, sino
del sufrimiento de todos los hombres. La Iglesia de la carta a los Hebreos una especie de conferencia u homilía, pero el autor quiere exponer dentro
no habla: camina y se detiene de tanto en tanto para celebrar la liturgia. de un determinado marco interpretativo la experiencia cristiana de la salva-
En este sentido, la carta es una crítica incomparable del verbalismo sacer- ción de Dios en Jesús. Debido a ello, la carta a los Hebreos constituye,
dotal, si bien el autor necesita toda una brillante homilía para explicár- dentro del Nuevo Testamento, uno de los ejemplos más claros para expli-
noslo. La comunidad del éxodo que aparece en la carta a los Hebreos es car el problema de la relación entre experiencia e interpretación (teológi-
una Iglesia que alaba a Dios en la oración y en la acción de gracias. La ca). El autor experimenta a Jesús como sumo sacerdote; para él no se trata
carta procede de Asia Menor o, en todo caso, como yo sospecho, va diri- de una simple superestructura, que para un judío de formación griega
gida a las comunidades cristianas de Alejandría en Egipto. podía resultar particularmente acertada, considerando la imagen del uni-
Algunos exegetas sostienen que la carta a los Hebreos trata más del verso y los presupuestos religiosos de que disponen tanto el autor como
«principio Cristo» (en la línea de la cristología idealista del siglo xix) que sus oyentes. Es una experiencia y, al mismo tiempo, una interpretación,
de Jesús de Nazaret, el cual no aparece nunca en la carta como un perso- lo cual ayuda a comprender que haya otros autores neotestamentarios que
naje histórico concreto. A este respecto hay que admitir que, aunque el ofrecen una experiencia y una interpretación distinta de Jesús, aunque
autor habla de Jesús de una forma muy humana, emplea para ello catego- todos ellos saben que están hablando de un único Jesús. Desde el punto
rías formales. de vista teológico, esto es liberador. Nos abre una posibilidad e incluso
nos impone una tarea: inspirados por lo que el Nuevo Testamento nos dice
El género literario de la carta a los Hebreos es claramente distinto del sobre las experiencias interpretativas en torno a Jesucristo, y desde nues-
de los sinópticos, quienes, por ejemplo, condensan la pasión de Jesús en el tro propio horizonte experiencial, podemos tener una nueva experiencia
relato de Getsemaní y el camino hacia el Gólgota y las pruebas soportadas y ofrecer una distinta interpretación de Jesús, permaneciendo tan fieles a la
por Jesús en el relato de las tentaciones en el desierto; la carta a los He- tradición apostólica como lo fue el autor de ia carta a los Hebreos al ofre-
breos es más temática, «más especulativa» (5,7; 2,10-18; 4,15; 12,2). No cernos su nueva interpretación de Jesús como sumo sacerdote.
ofrece, como los evangelios, una «teología narrativa», sino una teología
temática, «argumentativa». Según esto, ¿son los sinópticos más (o menos)
históricos que la carta a los Hebreos? El autor de ésta presenta de hecho
una imagen completa de Jesús, si bien partiendo de su fidelidad a Dios y
de su solidaridad con el sufrimiento humano. No nos ofrece una fotogra-
fía, sino un dibujo de Jesús, lo mismo que los sinópticos. Sabe que Jesús
procedía de Judá (7,14) y que el Gólgota estaba situado fuera de las mu-
rallas de Jerusalén (13,12). Heb 1,5 podría aludir a los relatos (sinópticos)
del bautismo de Jesús, y Heb 1,6 a los cánticos que, según Lucas, los án-
geles recitaron junto al pesebre (Le 2,9-15. A pesar de su carácter temá-
tico, la exposición indica hasta qué punto el autor de la carta a los He-
breos estaba familiarizado con las tradiciones cristianas). Sabe también
que Jesús encontró resistencias y hostilidades (12,3). Aunque el autor
«cita» directamente pocos «hechos» de la vida de Jesús y prefiere narrarla
con palabras y hechos del Antiguo Testamento (sobre todo, relativos a
Moisés), esto constituye para él un argumento que, lejos de debilitar, re-
fuerza su exposición. En 12,28 se habla del reino de Dios (típico de los
sinópticos), si bien dentro de la imagen propia del mundo de la carta a los
Hebreos. Un buen número de pequeños detalles indican que la carta cono-
ce la llamada, «tradición de Jesús». Y la da por supuesta: «Una salvación
MANIFESTACIÓN PERSONAL DE LA GRACIA DE DIOS 285

CAPITULO IV Sin embargo, hay todavía muchos judíos en las comunidades cristianas,
según se desprende de las reacciones que observamos en estas cartas. Ade-
LAS IGLESIAS EN PROCESO DE CONSOLIDACIÓN más, las comunidades viven del kerigma, de los himnos y confesiones de fe
HABLAN DE SALVACIÓN EN JESÚS compuestos por cristianos judíos. Probablemente, las tres cartas (1 Tim,
2 Tim y Tit) fueron escritas por el mismo autor, y presuponen —como la
carta de Judas y la segunda de Pedro— una tensión. Por una parte halla-
mos una ortodoxia que se está consolidando: «la fe como Dios quiere»
(1 Tim 1,4c), «la Iglesia de Dios vivo, columna y base de la verdad»
(1 Tim 3,15b), «los principios de la fe y de la buena enseñanza» (1 Tim
4,6), «las palabras saludables de nuestro Señor Jesucristo y la doctrina pro-
Las llamadas «cartas pastorales» (1 Tim, 2 Tim y Tit), la carta de Judas pia de la piedad» (1 Tim 6,3; 2 Tim 1,13), «el precioso depósito que ha-
y la segunda de Pedro tienen la característica de ser una especie de encí- bita en nosotros» (2 Tim 1,14), «la doctrina sana» (2 Tim 4,3; Tit 2,1).
clicas: van dirigidas a todas las provincias de la Iglesia o a sus dirigentes, Por otra, lo que las cartas llaman «fábulas» (1 Tim 1,4), «vana palabre-
en una época relativamente tardía, es decir, en la transición de la segunda ría» (1 Tim 1,6; Tit 1,10), «prurito de discutir sobre cuestiones de pala-
a la tercera generación cristiana. La conciencia de que empieza una «época bras» (1 Tim 6,4; 2 Tim 2,14; 2,23; Tit 3,9), «charlatanerías profanas»
posapostólica» se manifiesta ya en la tendencia a transmitir el material de (2 Tim 2,16). La carta a Tito compendia todo esto diciendo «fábulas ju-
la tradición «sin alteración alguna», sin actualizarlo, y a emplearlo como daicas» (Tit 1,14) que circulan «sobre todo entre los judíos convertidos»
criterio frente a ciertas doctrinas erróneas. También se tiene conciencia de (Tit 1,10). Las disputas giran evidentemente en torno a la ley (3,9). Sin
la importancia del ministerio eclesial de los dirigentes, los cuales tienen embargo, esto no tiene nada que ver con los judaizantes de tiempos ante-
que guiar a las comunidades cristianas en unos tiempos cada vez más ale- riores. Los falsos maestros a que se alude «prohiben el matrimonio y el
jados cronológicamente de la primavera apostólica, en la que algunos hom- comer ciertos alimentos» (1 Tim 4,3; cf. también Tit 1,14-15). De una
bres podían contar aún cómo había sido su trato personal con Jesús. forma más genérica, 1 Tim 4,7 habla de «fábulas profanas de viejas», y
1 Tim 1,4 de «fábulas y genealogías interminables» (cf. 1 Tim 1,4; 2 Tim
4,4; Tit 1,14; 3,9; también 2 Pe 1,16). Se trata de formas de sincretismo
I existentes en los últimos decenios del siglo i. Hay además gente «que pre-
tende que la resurrección se ha efectuado ya» (2 Tim 2,18).
JESUCRISTO, MANIFESTACIÓN PERSONAL DE LA GRACIA DE DIOS: Estas cartas contraponen a lo que ellas llaman «sutilezas» la sana tra-
LAS CARTAS PASTORALES dición apostólica: «la verdad» (un concepto que se repite con frecuencia),
ya «fijada por escrito» en gran parte. «Mucha verdad es ese dicho y digno
Bibliografía: N. Brox, Die Pastoralbriefe (Ratisbona 1969); R. Deichgraber, Got-
teshymnus und Christusbymnus in der frühen Christenheit (Gotinga 1967); M. Dibe-
de que todos lo hagan suyo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar
lius, Die Pastoralbriefe (HNT 13; Tubinga 31955); G. Holtz, Die Pastoralbriefe pecadores» (1 Tim 1,15, texto tomado, evidentemente, de lo que más tarde
(ThHNT 13; Berlín 1965); J. Jeremías, Die Briefe an Timotheus und Titus (Gotinga se llamará «Nuevo Testamento»; cf. Mt 9,13 par.; Le 15,2; 19,10; tam-
7
1954); Th. de Kruyff, De Pastorale Brieven (Roermond 1966); O. Merk, Glaube und bién 2 Tim 2,11; Tit 3,8). «Esto es mucha verdad: si morimos con él, vi-
Tat in den Pastoralbriefen: ZNW 66 (1975) 91-102; H. Roux, Les épitres pastorales viremos con él...» (2 Tim 2,11-13; se alude sin duda a textos cristianos,
(Ginebra 1959); G. Schille, Frühchristliche Hymnen (Berlín 1965); E. Smelik, De quizá himnos, que reconocemos en Rom 6,5; 8,17; Mt 10,33; 1 Cor 1,9).
brieven van Paulus aan Timotheus, Titus en Pilemon (Nijkerk 31961); W. Stenger, En cuanto tales, estas cartas, que quieren ofrecer a los responsables de las
Der Christusbymnus in 1 Tim 3,16. Aufbau-Christologie-Sitz im Leben: TrThZ 78 iglesias una serie de directrices (las cartas no están dirigidas a las comuni-
(1969) 33-48; E. Schweízer, Erniedrigung und Erhohung bei Jesús und seinen Nach-
folgern (Zurich 1962); Kl. Wengst, Christologische Fortneln und Lieder des Urchris- dades, sino a sus dirigentes, lo cual es ya una novedad), tienen, obvia-
tentums (Gütersloh 1973); B. Weiss, Die Briefe Pauli an Timotheus und Titus mente, un contenido menos dogmático; sin embargo, encontramos en ellas,
(Meyer 11; Gotinga 71902). aunque sea de forma un tanto estereotipada, varias formulaciones dogmá-
ticas en las que la persona de Jesucristo es llamada «gracia de Dios»: el
Estas cartas van dirigidas a los responsables de unas comunidades cris- hombre Jesús es la manifestación personal de la gracia de Dios entre los
tianas compuestas cada vez más por cristianos procedentes del paganismo hombres.
y que se iban distanciando poco a poco de la espiritualidad del Tenak y «Se hizo visible la bondad de Dios y su amor (philanthropia) por los
también de su propia cuna. Es la gran cicatriz de la lucha de la Iglesia hombres» (Tit 3,4; philanthropia es un término helenístico que en los
contra el ángel de Dios, de la lucha de Jacob con su hermano Esaú. Como LXX se emplea en vez de eleos o misericordia, como traducción a veces
antaño Israel, .ahora la Iglesia lucha contra este mal. del término hebreo hesed). «El nos salvó y nos llamó a una vida consa-
286 MANIFESTACIÓN PERSONAL DE LA GRACIA DE DIOS 287
LAS IGLESIAS HABLAN DE SALVACIÓN EN JESÚS
entregó como precio de la libertad de todos» (1 Tim 2,5-6); «nuestro sal-
grada, no por méritos nuestros, sino por aquella decisión suya y aquella
vador, Cristo Jesús, que ha aniquilado la muerte y ha irradiado vida e
gracia que nos concedió en Cristo Jesús antes de que empezaran los tiem-
pos, manifestada ahora por la aparición en la tierra de nuestro salvador, inmortalidad por medio del evangelio» (2 Tim 1,10); «Jesucristo, gloria
Cristo Jesús» (2 Tim l,9b-10). «Gracia», en este texto, es la gracia de del gran Dios y salvador nuestro, que se entregó por nosotros para resca-
Dios (Tit), es decir, su gracia se ha manifestado en la aparición de Jesu- tarnos de toda clase de maldad y purificarse un pueblo elegido, entregado
cristo. En Tit 3,4; 1,3; 2,10 y 1 Tim 2,3-4, Dios es llamado «nuestro a hacer el bien» (Tit 2,13-14). La gracia de Dios se ha manifestado en
salvador»; también en 1 Tim 2,3; por lo demás, también Cristo es llamado Jesús para redimirnos por medio de su muerte; así, «mucha verdad es ese
«nuestro salvador» (2 Tim 1,9-10; Tit 3,6). En Tit 2,11 se dice: «La dicho y digno de que todos lo hagan suyo: que Cristo Jesús vino al mundo
gracia de Dios se hizo visible, trayendo salvación para todos los hombres». para salvar pecadores» (1 Tim 1,15). Por el bautismo participamos de la
Así, pues, el núcleo dogmático de las cartas pastorales parece ser Tit 3,4; gracia: «Se hizo visible la bondad de Dios y su amor por los hombres,
2,11; 2 Tim l,9b-10; a estos textos hay que añadir 1 Tim 2,5: «No hay y entonces, no en base a las buenas obras que hubiéramos hecho, sino
más que un Dios y no hay más que un mediador entre Dios y los hom- por su misericordia, nos salvó con el baño regenerador y renovador, con
bres, un hombre, Cristo Jesús». El hombre Cristo Jesús es la manifestación el Espíritu Santo que Dios derramó copiosamente sobre nosotros por me-
de la gracia de Dios en el mundo; o más precisamente, es la manifestación dio de nuestro Salvador, Jesucristo» (Tit 3,4-5). Se atenúa la rígida dis-
personal de la gracia de Dios en la tierra, pues Tit 2,13b habla de «el tinción que Pablo hace entre «justificación» y «salvación» (cf. Rom 5,
gran Dios y salvador nuestro, Jesucristo», teniendo toda la frase un único 9-10). «Dios nos salvó y nos llamó a una vida consagrada, no por méritos
artículo (tou tnegdou Theou kai soteros hetnon Christou Iesou); al pa- nuestros, sino por decisión suya y por su gracia» (2 Tim 1,9; cf., sin em-
recer, aquí se subraya la unidad de ambos (Dios y Cristo) con más énfasis bargo, Tit 3,5-7, donde se alude a «salvación», 3,5, y «justificación»,
del que se habría atrevido a poner Pablo. Cristo parece ser «el gran Dios 3,6b). Así como la gracia salvífica de Dios se ha hecho visible a todos
y salvador» (así también en 2 Pe 1,1). Sin embargo, es posible (gramatical- los hombres (Tit 2,11), así también la muerte de Jesús en la cruz es el
mente, ambos genitivos forman una endíadis) —y yo creo que necesario— testimonio de la voluntad salvífica universal de Dios: «Dios, nuestro sal-
considerar Christou Iesou como aposición de doxes, es decir, la epifanía vador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen a conocer la
o parusía de la gloria del gran Dios y salvador en Jesucristo. «Esperamos verdad» (1 Tim 2,3b-4; el autor basa esta universalidad en el monoteísmo
la revelación de la gloria del gran Dios y salvador nuestro», y la revelación y en el único mediador, Jesucristo, «porque...», 2,5). En otro pasaje se
de esta gloria de Dios es Jesucristo en su parusía. Así como Jesús es en habla de un «salvador de todos los hombres, sobre todo de los fieles»
este mundo la manifestación de la charis o gracia de Dios, así su parusía (1 Tim 4,10).
es la manifestación de la doxa o gloria de Dios. Este parece ser, en mi Si junto a todo esto tenemos en cuenta la esperanza en la parusía ve-
opinión, el razonamiento que sigue la dogmática de todas las cartas pasto- nidera, en la que «se manifestará» la gloria de Dios (no sólo su gracia;
rales. «Dios y salvador» es una endíadis helenística procedente de la reli- Tit 2,13 y todos los textos que hablan de la esperanza), tendremos el
giosidad griega. No es en las cartas pastorales, que todavía están muy mar- núcleo explícito de la cristología de estas tres cartas. La resurrección no
cadas por el influjo paulino, sino en la segunda carta de Pedro, mucho es objeto de tematización, pero se da por supuesta en todo momento
más helenista, donde se da un paso más al llamar, quizá, a Jesucristo «Dios (claramente en 2 Tim 2,18). Es de notar en estas cartas la sobriedad dog-
y salvador» (1,1; cf. infra). De todos modos, en la segunda de Pedro, que mática, exenta de elementos apocalípticos.
no tiene nada de paulina, Jesucristo es el sujeto de la doxología. La gracia
Particularmente interesante es, finalmente, el modo como 1 Tim 3,
y, en definitiva, la doxa de Dios se manifiestan «en el único mediador entre
Dios y los hombres, un hombre, Cristo Jesús» (1 Tim 2,5); en mi opinión, 14-16 cita un himno cristológico. El análisis gramatical muestra que el
ésta es la única exégesis correcta de estas cartas (1 Tim 1,15-17; 2,3-6; autor cita esta pieza sin modificación alguna, tal como existía en la tradi-
6,14-16; 2 Tim 1,9-10; 4,1; Tit 1,2-3; 2,11-14; cf. 3,4). Tampoco 2 Tim ción (mientras que Pablo, en tales circunstancias, no tiene inconveniente en
2,1 habla de la «gracia de Jesucristo», sino —ateniéndonos al griego— introducir «retoques» de acuerdo con los propósitos de sus cartas). Aquí
de la «gracia (de Dios) que está en Jesucristo» y de la «salvación que está encontramos la reproducción literal de un himno, que al mismo tiempo
en Cristo Jesús» (2 Tim 2,10). Las cartas pastorales —fieles a Pablo— es una confesión de fe, norma de fe para la comunidad cristiana y criterio
piensan siempre en la mediación entre Dios y los hombres. Además, esas para sopesar la falsedad de ciertas doctrinas. El himno cristológico se com-
«fórmulas» dogmáticas de las cartas pastorales dan la impresión de ser pone de tres estrofas dísticas y va precedido de una frase que introduce
fórmulas litúrgicas. la cita como tal: «Sin discusión, grande es el misterio de nuestra religión
(o piedad)»:
Pero en las mismas fórmulas, tras mencionar la manifestación de la
gracia de Dios en Jesucristo, se recuerda la muerte de Jesús como rescate 16b «El se manifestó en la carne,
y muerte expiatoria: «un mediador..., un hombre, Cristo Jesús, que se 16c justificado en el espíritu;
288 LAS IGLESIAS HABLAN DE SALVACIÓN EN JESÚS MANIFESTACIÓN PERSONAL DE LA GRACIA DE DIOS 289

16d se apareció a los ángeles, proclamado en todos los lugares «el Señor Jesús». «Se le dio fe en el
16e fue anunciado a los paganos, mundo» (v. 16f): también aquí el kosmos, el mundo carnal, se contrapone
16f se le dio fe en el mundo, al mundo «penumático» de la gloria de Dios. Cristo, aunque elevado al
16g fue elevado a la gloria». mundo celeste de Dios, es «creído» también en la tierra. En otras pala-
bras, el que ha sido elevado al cielo une el ámbito celeste, «pneumático»,
En este himno 67 son de notar los contrastes «carne/espíritu», «ánge- con el terreno, carnal, en su persona y en la fe de los cristianos. Aunque
les/paganos», «mundo/gloria». El esquema «alto-bajo» estructura interna Cristo ha sido exaltado junto a Dios, la «gloria de Dios» presente en él
y totalmente las tres estrofas, que se caracterizan por la tensión entre llena todo el universo mediante la fe. En Jesucristo se ha superado el
«manifestación» (en la carne) y «elevación a la gloria». El principio es- abismo existente entre lo terrenal (epigeia) y lo celestial (epourania):
tructural es la contraposición, que hemos encontrado en repetidas ocasio- un tema que ya hemos encontrado en las cartas a los Efesios y a los
nes, entre el reino terreno de la sarx (carne) y el reino supraterreno del Hebreos. Un hombre ha sido glorificado junto a Dios y constituido Señor
pneuma, de lo celeste, del ámbito divino. El himno, siguiendo una línea del universo, tanto de los ángeles como de las naciones. Tal es la confe-
judeo-helenística, piensa en los dos grandes ámbitos del universo: el de sión de fe que este himno cristológico presenta en forma de canto y de
lo «sárkico» y el de lo «pneumático». Cristo se ha manifestado en el ám- alabanza a Dios; un himno que tiene su origen en las comunidades cris-
bito carnal (v. 16b), pero ha sido elevado al ámbito «pneumático» de la tianas greco-judías, las cuales contaban con tradiciones de tipo sapiencial
doxa o gloria de Dios (v. 16g); eso es lo que afirman los versículos ini- (cf. Eclo 24,2-22 y 1 Hen 42,1-10) 6S.
cial y final del himno. Para comprender lo que se dice entre estos dos La primera carta a Timoteo emplea este himno litúrgico, además,
versículos hay que recordar los salmos sobre «Yahvé/rey» (cf. supra el como criterio de la comunidad cristiana, «columna y base de la verdad»
análisis de la carta a los Efesios). Cuando en Israel comenzó a consolidarse (1 Tim 3,15c), frente a posibles herejías. De esto se desprende que las
la idea de que el Dios de Israel es el «creador del cielo y de la tierra», comunidades posapostólicas siguen subrayando la importancia del funda-
esta concepción fue relacionada con la idea de la soberanía universal de mento de los apóstoles y continúan viviendo de la fe en Jesucristo exal-
Dios y, en conexión con ella, fue creciendo la conciencia de que Israel era tado al cielo, que en el pasado fue la manifestación de la charis de Dios
la «luz del mundo» (Is 49,5-9) y de que tenía una misión que realizar en la tierra, ahora es proclamado por medio de la fe y pronto —con la
entre los paganos. La soberanía universal de Yahvé se convierte así, parusía— será la manifestación de la gloria de Dios. Esta es la cristología
siguiendo un esquema monoteísta, en una elevación sobre todos los elohim que anuncian las tres cartas pastorales. Sin embargo, únicamente la se-
(residuo del antiguo politeísmo) (Sal 97,9). Conforme se fue matizando la gunda carta a Timoteo subraya el sufrimiento de los cristianos como si
idea de creación, se acentuó la trascendencia de Yahvé: Yahvé está sentado fuera su situación normal: «Todo el que se proponga vivir como buen
en lo alto, en el ámbito supremo del cielo, por encima de todos los ánge- cristiano será perseguido» (2 Tim 3,12; cf. 2,3). La manifestación en la
les, al tiempo que su gloria llena el cielo, la tierra y todas las naciones sarx (como hombre; en este himno no se habla directamente de la pre-
(Is 66,18-19; Sal 72,19; 57,6). Este trasfondo nos proporciona la clave existencia) se considera como una situación «carnal», o sea, como impo-
para entender el himno, dado que el Jesús terreno ha sido elevado hasta tencia y padecimiento. En este aspecto, el himno es típico del cristianismo
el trono de Dios: la soberanía universal de Cristo, al igual que la gloria primitivo: un himno dedicado al justo verdaderamente grande, el justo
de Yahvé, llena el cielo, la tierra y todos los pueblos. Esto es lo que doliente; tal es el tenor de casi todos los himnos cristológicos antiguos.
dicen los versículos 16c-16f en forma poética. En conclusión, las cartas pastorales aplican el concepto paulino de
«Justificado en el espíritu». El Jesús terreno, ultrajado y muerto, un charis —la charis como elección de Pablo al ministerio apostólico (cf.
«justo doliente», fue rehabilitado en el proceso judicial llevado a cabo en supra)—, en un sentido muy general, al «ministerio eclesial» en cuanto
el cielo. «Rehabilitado», es decir, confirmado en sus derechos: de ese pro- tal: «Te recuerdo que reavives la charis de Dios que recibiste cuando te
ceso, el condenado sale lleno de gloria (dikaioun, cf. Le 7,29 y Rom 3,4, impuse las manos» (2 Tim 1,6); «no descuides la charis que posees, que
que citan Sal 50,6 según los LXX: nikan, o sea, salir triunfante en un se te concedió por indicación de una profecía con la imposición de manos
juicio). «Se apareció a los ángeles» y «fue anunciado a los paganos» indi- del colegio de responsables» (1 Tim 4,14; cf. la síntesis que ofrecemos al
can la soberanía universal de Cristo: en el cielo los ángeles reconocen que hablar de las diferencias de la gracia en beneficio de todos).
Jesús ha sido elevado por encima de ellos, mientras que en la tierra es 68
No obstante, llama la atención que en los himnos antiguos cristológicos y en
67
Cf. G. Schrenk, dikaio, en ThWNT II, 218; E, Schweizer, Erniedrigung und las profesiones de fe se silencie a menudo el significado salvífico de la muerte de
Erhohung bei Jesús und seinen Nachfolgern (Zurich 21962) 164, nota 273; J. Delor- Jesús; cf. P. Smulders, Some Riddles in the Apostles' Creed: Bijdr 31 (1970) 234-260,
me, La résurrection de Jésus dans le langage du Nouveau Testament (Lectio Divina espec. 243-244 y 252-253. Sin embargo, la muerte de Jesús suele estar implícita en
72; París 1972) 135; E. Schillebeeckx, Jesús, la historia de un viviente, 500s; la idea de sarx o humillación, a que aluden sobre todo los himnos. La sarx (carne
W. Stenger, Der Christushymnus in 1 Tim, op. cit, 33-48. o humanidad) implica esencialmente la muerte, pero no la muerte violenta en la cruz.
19
«NUESTRO DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO» 291

II 20-21); pero esto se refiere todavía al Tenak (cf. 1 Pe 1,19), el cual no


admite interpretaciones arbitrarias y se ha convertido ya en un Übro de
«NUESTRO DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO»: los cristianos: «Ante todo, tened presente que ninguna predicción de la
LA CARTA DE JUDAS Y LA SEGUNDA DE PEDRO Escritura está a merced de interpretaciones personales; porque ninguna
predicción antigua aconteció por designio humano; hombres como eran,
Bibliografía (Jds y 2 Pe): hablaron de parte de Dios movidos por el Espíritu Santo» (2 Pe 1,20-21;
a) Véase la bibliografía del cap. II, apartado II, sobre 1 Pe, donde se incluye la cf. Me 12,36; Hch 3,21; 2 Tim 3,16).
relativa a 2 Pe. La cristología está fijada en fórmulas concisas, que deben aceptarse
b) Además: V. Luz, Erwagungen zur Entstehung des Vrühkatholizismus, eine Skizze: como un precepto cristiano (2 Pe 1,11; cf. 3,2), mientras que la escato-
ZNW 65 (1964) 88-111; W. Marxsen, Der «Frühkatholizismus» im Neuen Tes- logía se coloca en un plano privado, como un hecho interior (2 Pe 1,19),
tament (Neukirchen 1958); Fr. Mussner, frühkatholizismus: TThZ 68 (1959) aunque vinculado todavía a la expectación apocalíptico-cósmica de una
237-245. conflagración universal (2 Pe 3,10-13; el incendio universal, el final de
Estudiamos las dos cartas conjuntamente, porque responden a un mismo espíritu,
nuestro mundo terreno, constituye un elemento esencial de la imagen del
critican las mismas herejías y presentan en muchas ocasiones concordancias literales; mundo vigente en la época). El reverso de la naciente ortodoxia es la
la crítica interna muestra que la segunda carta de Pedro es una reelaboración, o tal avidez con que los cristianos leían libros apócrifos judíos y cristianos (los
vez una rectificación, de la carta de Judas. apócrifos judíos eran reelaborados añadiendo interpolaciones cristianas). Es-
tas dos cartas, pese a su carácter oficial, hacen referencia al libro apócrifo
de Henoc de una forma explícita (Jds 14) o implícita (2 Pe 2,4-5). En-
1. Consolidación de la Iglesia y actuación de los carismáticos contramos también alusiones implícitas a la Asunción de Moisés, un apó-
crifo judeocristiano (Jds 6 y 9; 2 Pe 2,10-11 y 3,5). Debido precisamente
Estas dos cartas muestran que las líneas fundamentales de la fe apostó- al empleo de la literatura apócrifa, la Reforma se mostró reacia a aceptar
lica están ya fijadas canónicamente e incluso que comienza a formarse un la canonicidad neotestamentaria de estas cartas. Por la misma razón, algu-
canon bíblico neotestamentario. 2 Pe 3,15-16 conoce ya una colección de nos Padres de la Iglesia rechazaron la carta de Judas. Apelando a los apó-
cartas paulinas, las cuales, junto con la Biblia, el Tenak, reciben el nom- crifos, se introdujeron en el Nuevo Testamento diversas leyendas (que no
bre de «Sagrada Escritura» (cf. 2 Pe 3,16c). A partir de este momento, por eso perdieron su carácter legendario). Pero no podemos olvidar que
al problema de la exégesis del Antiguo Testamento se añade el de la la segunda carta de Pedro corrige en cierto modo la ligereza con que la
hermenéutica o interpretación de lo que pronto se llamará «Nuevo Tes- carta de Judas emplea los apócrifos (cf. infra la síntesis titulada «Victoria
tamento» (2 Pe 1,20-21). De hecho, la segunda carta de Pedro se refiere sobre las potencias demoníacas»).
a dificultades inherentes a la interpretación de las cartas paulinas. El autor Además, no se debe perder de vista que esta consolidación de la Igle-
de esta carta pretende además armonizar la autoridad de Pedro con la de sia a finales del siglo i no es un fenómeno específicamente cristiano. Por
Pablo, las dos grandes columnas de toda la Iglesia. La enseñanza apostó- entonces, toda la cultura muestra cierta predilección por las normas fijas,
lica es un «patrimonio» de la Iglesia (Jds 17; 2 Pe 3,12). La autoridad por la estabilidad y la «ortodoxia», tanto en la vida religiosa pagana como
de la tradición oral va extendiéndose a lo que más adelante será llamado en la judía (en este período se intensifica la ortodoxia rabínica) y en la
«Nuevo Testamento». Ya han pasado varias generaciones cristianas (2 Pe cristiana. En la cultura aparece un pesimismo general, especialmente tras
3,4), y muchos han abandonado la Iglesia (2 Pe 2,20-22). Los autores de el período de esplendor del estoicismo. Esto conduce a una consolidación
estas cartas, responsables en la Iglesia de aquel tiempo, escriben como si de las posiciones adquiridas en toda la cultura del Imperio romano. La
se tratara de encíclicas destinadas a la Iglesia universal (2 Pe 3,2.16) e estabilización del cristianismo eclesial es una parte o una variante de ese
incluso a las generaciones futuras (2 Pe 1,15), apoyándose en un patri- proceso, si bien se apoya en los criterios peculiares de una Iglesia en
monio ya fijado por escrito (2 Pe 3,15-16), no sólo del paulinismo (2 Pe constante crecimiento.
3,16c), sino también de tradiciones sinópticas (2 Pe 3,16). Va en aumento Esta situación explica también el carácter de las herejías combatidas
la función del magisterio eclesiástico, pues corresponde a la Iglesia la en ambas cartas. Ciertos cristianos tienen experiencias extáticas (Jds 8),
interpretación de tales escritos (2 Pe 3,15-16; 1,20-21). La delimitación gracias a las cuales están «llenos» y presumen de poseer un conocimiento
entre lo que pertenece y lo que no pertenece a la fe cristiana se fija, por más profundo de las cosas divinas (2 Pe 1,5-6; 1,2.3.8; 2,20; 3,18). Se
así decirlo, en un «canon escrito» (2 Pe 2,21). La paradosis o tradición consideran «pneumáticos», llenos del Espíritu, mientras que los simples
constitutiva está llegando a su fin (Jds 3), y únicamente ella —«la santa fieles de la Iglesia serían «psíquicos», gente que no conoce la exaltación
fe» (Jds 20)— es ahora norma (2 Pe 1,12; 1,1; 2,21; 1,12-13.15; 3,1-2; del pneutna. Es una especie de movimiento carismático-pneumático, siem-
Jds 3.5.17). La Escritura recibe la denominación de «inspirada» (2 Pe 1, pre presente en el cristianismo primitivo y que la segunda carta de Pedro
292 LAS IGLESIAS HABLAN DE SALVACIÓN EN JESÚS

interpreta como «petulancia» (2 Pe 2,18); se caracteriza por una interpre- 2. ¿Del «Dios de Jesús» al «Dios Cristo»?
tación puramente subjetiva, claramente arbitraria y fantástica de la Escri-
tura (2 Pe 1,19-21; 3,16). Tales individuos abusan del «evangelio de la
Es de notar que la doxología, que antes los autores dirigían siempre
libertad» (2 Pe 2,19; Jds 4), especialmente del optimismo y monismo
a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu, se dirige ahora al mismo
paulino de la gracia (Jds 4; 2 Pe 3,15b-16). A diferencia de otros tiempos
Cristo (2 Pe 3,18), «Señor y salvador» (2 Pe 1,11; 3,2), utilizando dos
(o de otros lugares), cuando se exageraba la fuerza de los ángeles y los
títulos helenísticos, despotes y soter, que se aplicaban al emperador roma-
responsables de la Iglesia explicaban que tales seres celestes estaban «so-
no; lo cual implica una crítica a la divinización del emperador. Ahora
metidos a Cristo» (Pablo, Col, Ef, Heb, 1 Pe), estos cristianos pneumáticos
Cristo es llamado el Señor del reino escatológico, transferido al más allá
se creen superiores a los ángeles (Jds 8-10.16; 2 Pe 2,10-11); así se les
(2 Pe 1,11). Aunque la charis o gracia de Dios sigue siendo el origen de
había anunciado antes a ellos. Tales personas interpretaban quizá todo esto
toda la vida cristiana (Jds 21; cf. 2 Pe 1,3), la conducta cristiana adquiere
en una línea de libertinaje. Ambas cartas recomiendan a estos cristianos
ahora unos rasgos marcadamente morales (2 Pe 1,11); lo que antes decía
que tengan más respeto a los ángeles (Jds 8-10; 2 Pe 2,10-11). Los «pneu-
el nombre de charis es ahora mandamiento (2 Pe 2,21; 3,2). Se advierte
máticos» critican abiertamente, en su delirio de libertad, lo que tradicio-
(sobre todo en 2 Pe 1,4) una helenización más acentuada del vocabulario
nalmente era considerado como «disposiciones divinas desde la creación»
(ahora debida no ya a los judíos griegos, sino directamente a paganos con-
(Jds 8.16.25), como si existiese oposición entre el orden de la creación
vertidos al cristianismo). También la Iglesia oficial pierde la aportación
y el de la salvación (¿precursores de Marción?). En su desbordamiento
del elemento judío y de la espiritualidad del Tenak. Comienza a perfilarse
«pneumático», niegan (en la práctica) la parusía, el «todavía no» de la
la «Patrística». Jds 3 habla de sotena koine: la redención o salvación co-
existencia cristiana en favor del «ya» (Jds 4 y 18; 2 Pe 2,2; 3,3-4). ¿Se
mún a toda la Iglesia universal. La segunda carta de Pedro comienza
ha convertido «Cristo Señor» en un mito para su vida? (2 Pe 1,16). A di-
(1,1) con la frase «el Dios y salvador nuestro Jesucristo», en la que am-
ferencia de los anteriores «pneumáticos», éstos se ríen de una parusía de
bos títulos (Dios y salvador) tienen un único artículo; en otras palabras,
la que siempre se dice que está al llegar, pero que nunca viene (2 Pe 3,3);
el Dios Jesús, que es nuestro salvador. Este es el único pasaje de todo el
no son evidentemente «pneumáticos» adventistas. Niegan incluso el señorío
Nuevo Testamento donde parece que Cristo es llamado «Dios y salvador».
de Cristo (denominado ya con el término griego despotes, soberano) (Jds
«Dios y Soter» es un binomio empleado en la religiosidad helenista pagana
4; 2 Pe 2,1). En estos fenómenos, interpretados hasta cierto punto por
para denominar a Dios. La segunda carta de Pedro se refiere sin duda
los autores de las dos cartas, hay una serie de motivos que más tarde,
a este hecho. Pero cabe preguntar si «Dios y Soter» se refieren directa-
en el siglo n , se plasmarán en el fenómeno llamado «gnosis», la cual recoge
mente a Jesús. La segunda carta de Pedro habla en otro lugar de «Kyrios
diversas tendencias y motivos de la cultura antigua y los aglutina en una
y Soter» (1,11; 2,20; 3,2.18) en el mismo sentido. La cuestión es si se
nueva doctrina sobre la existencia. Se trata de una forma de sincretismo.
dice lo mismo en 1,1: tou Theou hemon kai soteros lesou Cristou (1,1),
Por otro lado, aún no ha hecho su aparición ningún cisma. Se trata de
y en 1,2 se dice: tou Theou kai lesou tou Kyriou hemon. En el v. 2 se
cristianos que viven en comunión de fe, participan de la misma mesa
hace claramente una distinción: «de Dios ( = el Padre) y de Jesús Señor
(2 Pe 2,13; 2,14; Jds 12.2.4); para ambos autores, sin embargo, estas
nuestro», si bien desde el punto de vista gramatical es también posible
posiciones son manifestaciones heréticas (Jds 19; 2 Pe 2,1): en realidad,
leer: «de nuestro Dios y salvador Jesucristo». Sin embargo, 1,2 tiene el
estos cristianos han abandonado «el camino recto» (2 Pe 1,15), lo cual es
primer sentido, y no el segundo (como en las cartas pastorales); 1,1 sig-
peor que si nunca hubiesen sido cristianos (2 Pe 2,20-22).
nifica, pues, a la luz de 1,2: «de nuestro Dios y nuestro salvador Jesu-
Los autores combaten una tendencia que quiere convertir el cristianis- cristo». La expresión helenista «Dios y Soter» se emplea deliberadamente,
mo en un «mito» y disociar el kerigma del ethos. Hace su aparición una pero realizando la oportuna corrección cristiana. Tal es también el signi-
«antiteología» frente a la teología oficial de la Iglesia, que se sabe vincu- ficado de otros textos neo testamentarios que hablan de «Dios y Soter»
lada a Cristo. Lo que quizá pretenden estos individuos es que la Iglesia (Tit 1,4; 2,13; 2,6) y que, cuando se trata únicamente de Jesús, emplean
oficial resucite y sancione una serie de «verdades silenciadas». Nos halla- la expresión «Kyrios y Soter».
mos quizá ante un primer síntoma de lo que en el siglo II será una rup-
Desde el punto de vista terminológico, la segunda carta de Pedro hace
tura con la gran Iglesia: el cristianismo se separará de sus orígenes en
suya una segunda expresión, típica de la religiosidad helenista, que tendrá
Israel y el Antiguo Testamento. Una Iglesia compuesta únicamente por
una gran influencia en las iglesias patrísticas. La salvación de Dios en Jesús
cristianos procedentes del paganismo pierde el contacto con su base judía.
—la experiencia fundamental del Nuevo Testamento— se interpreta aquí
La Iglesia oficial trata de salvar lo salvable apelando al kerigma de Cristo,
mediante la expresión theias koinonoi physeos, «participar de la naturaleza
basado últimamente en el Antiguo Testamento; sin embargo, ya germina
de Dios» o del ser propio de Dios (2 Pe 1,4; el famoso consortium divinae
la semilla de la «anti-Iglesia» del siglo n : todavía está oculta, pero el
naturae). En cuanto tal, dicho concepto proviene de la filosofía griega, y
terreno parece agitarse.
en particular del estoicismo, pero ya estaba introducido en el judaismo de
294 LAS IGLESIAS HABLAN DE SALVACIÓN EN JESÚS «NUESTRO DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO» 295

la diáspora. Para el estoicismo, el hombre es una parte, un miembro de cabo por medio de Jesús, a las «fábulas» (1,16). Dios ha dicho a una
la única gran naturaleza o physis divina. En el judaismo helenista, con su persona histórica: «Este es mi hijo, a quien yo quiero, mi predilecto»
preciso concepto de creación, esto se había transformado tiempo atrás en (1,17). La carta alude aquí a una tradición sinóptica: la de la transfigura-
un don por el que se participa del ser de Dios w. «Partícipe de la natura- ción de Jesús (que quizá era primigeniamente un «relato de apariciones»).
leza de Dios» era para los judíos de habla griega una expresión corriente. Dios confirma oficialmente que este Jesús es Hijo de Dios, y como tal
A pesar de que la terminología es helenista, el contenido es judío y cris- volverá, según ha sido anunciado por los profetas (1,19) en el Antiguo
tiano. Literalmente, aunque no con demasiada elegancia, el texto dice: Testamento (no se hace referencia a un pasaje concreto: todo el Tenak
«A fin de que vosotros por medio de ello (o sea, de las extraordinarias es una sola «profecía sobre Cristo»). Pero esta parusía constituye un pro-
promesas de Dios) consigáis participar de la naturaleza de Dios, escapando blema en algunas comunidades. Hay gente que se burla diciendo: «¿En
así (apophygontes) de la ruina que el egoísmo causa en el mundo» (como qué ha quedado la promesa de su venida? Nuestros padres murieron, y
consecuencia y, al mismo tiempo, presupuesto de la participación divina). desde entonces todo sigue como desde que empezó al mundo» (3,4). ¿Qué
No se habla de una afinidad natural con el ser de Dios. El autor dice que ha sido de ese fin del mundo que estaba al llegar? El autor responde:
los cristianos, desde antiguo, «participan de la naturaleza de Dios» como «Para el Señor, un día es como mil años, y mil años como un día» (3,8);
fruto del cumplimiento de las promesas divinas y, por consiguiente, como Dios tiene paciencia con nosotros (3,9), paciencia que «es una gracia para
gracia, escapando así de la ruina de un mundo egoísta. Aunque la termino- salvación nuestra» (3,15b). El autor pinta el fin del mundo como un incen-
logía es griega, el contenido responde a la tradición apostólica: morir al dio universal: esta concepción helenista del fin del mundo aparece tam-
pecado y tener acceso a Dios. Y el autor concreta: esta participación en bién en toda la literatura extracanónica; es un tema pagano relacionado
lo imperecedero de Dios es la fe, a la que se le añade la virtud, el criterio, con el tema profético del «fuego del juicio escatológico» (Is 33,11-12;
el dominio propio, la constancia, la piedad, el cariño fraterno y, sobre Jl 2,3; Zac 12,6). Tal cosmología no forma parte del enunciado de fe, sino
todo, la caritas (1,5-7). Quien actúe y se comporte de este modo tiene de unos esquemas humanos. El fin del mundo ocurrirá (3,7) cuando los
acceso al reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. De este modo, cuatro elementos se desintegren abrasados por el fuego y las estrellas des-
hasta los paganos griegos pueden entender lo que quiere decir esta tradi- aparezcan con estruendo (3,10 y 3,12). En su lugar aparecerá «un cielo
ción judeocristiana. La segunda carta de Pedro hace lo que ya habían nuevo y una nueva tierra» (3,13). Sin embargo, con estas imágenes el
hecho con sus comunidades cristianas las cartas a los Romanos, Colosenses autor se refiere al juicio de Dios sobre nuestra historia (3,10c; 3,12c): un
y Efesios: procurar que sus lectores concretos entendieran lo que se les mundo nuevo «en el que habite la justicia» (3,12c). Cuanto más santa
decía. El «reino de Dios» greco-judío es explicado ahora a hombres grie- y justa sea la conducta de la comunidad de Dios, tanto más rápidamente
gos. Lo que éstos entienden con tal mensaje es también claro: no se se realizará esta visión (3,11) ™. (También en Hch 3,19-20 la conversión
puede hablar de una participación de la naturaleza divina si no se lleva de Israel es una condición para la parusía, mientras que para Pablo la
una vida religiosa y ética. La interpretación de la «experiencia de la sal- conversión de los paganos es presupuesto para la conversión de Israel y
vación en Jesús» no está ligada al lenguaje de Canaán, porque la salvación para la llegada de la parusía). A pesar de ciertos rasgos tardíos y de
es para todos, incluidos los griegos. Estos pueden expresar en su propio claros indicios de estabilización, estos representantes de las comunidades
idioma sus propias experiencias de salvación en Jesús. cristianas siguen fieles a la fe apostólica, pero demuestran menos valentía
Es evidente que ello implica una serie de peligros, pero también la que sus predecesores a la hora de actualizar creativamente esa fe. Para
expresión judía de la experiencia de Cristo implicaba muchos peligros. La ellos, la tradición es más un «precepto», un deber, que una orientación
segunda carta de Pedro, empleando expresiones comprensibles para un permanente para la tarea de actualización ante los nuevos problemas. La
griego, afirma que tal participación divina a) es una gracia, fruto de las norma vinculante y orientadora de la fe apostólica adquiere los rasgos de
antiguas promesas de Yahvé; b) se manifiesta en una vida religiosa y ética, una «ortodoxia» —en el sentido de actualización más bien restrictiva—
y c) se opone diametralmente a una vida egoísta. Así tiene un tono más si la comparamos con la actitud creadora que los predecesores habían rea-
judeocristiano. lizado en relación con la misma fe apostólica.
La segunda carta de Pedro contrapone este acontecimiento, llevado a

65
Tal es el caso de los judíos de habla griega, como Josefo: «partícipe de la
theia physis» o la naturaleza divina (Contra Apionem I, 232), y, lógicamente, el
platónico Filón (Decaí., 104; Legum Allegoriae, 38). Cf. J. Gross, La divinisation du
chrétien d'aprés les Peres grecs (París 1938) 109-111; H. Hanse, metecho, en ThWNT
II, 830-832; K. H. Schelkle, Die Petrusbriefe, op. cit.; A. Festugiére, L'idéal reli- 70
Esta idea judía aparece ya en el cristianismo primitivo; cf. Strack-Billerbeck,
gieux des grecs et, l'évangile (París 1932) 48-53. I, 164.
CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 297
CAPITULO V according to John (JBC 2; Londres 1968) 414-466; J. Willemse, Het vierde Evan-
gelie. Eeen onderzoek naar zijn structuur (Hilversum-Amberes 1965); Studies in John
JESÚS, EL TESTIGO DEL DIOS-AMOR: (Hom. J. N. Sevenster; Leiden 1970).
EL JOANISMO

Introducción

Desde hace algún tiempo hay quien ve en el Evangelio de Juan un


ejemplo de teología de la liberación'; otros, en cambio, lo consideran
como expresión de un budismo cristiano 2 . Ello desmuestra que, frecuente-
Bibliografía general: mente, se busca en las Escrituras la corroboración de las propias aspira-
ciones, ideas y opciones previas.
En cada apartado ofrecemos la bibliografía correspondiente al tema de la misma. Como en los análisis precedentes, lo que ahora nos interesa del joanis-
A continuación indicamos los principales comentarios de fecha reciente sobre Juan,
así como bibliografía sobre el conjunto de su evangelio o, al menos, sobre las líneas mo es su teología, y no directamente el análisis literario de los textos (que
fundamentales del mismo. debemos dar por supuesto). También para Juan, el núcleo de la fe apos-
Ch. K. Barrett, The Gospel according to St. John (Londres 1958); J. Blank, tólica es: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que
Krisis. Untersuchungen zur johanneischen Christologie und Eschatologie (Friburgo tenga vida eterna y no perezca ninguno de los que creen en él» (3,16).
1964); F. M. Braun, Saint lean. La Sagesse et l'Histoire (Hom. O. Cullmann, NTS Tal es la tradición del cristianismo primitivo, si bien expresada en térmi-
6; Leiden 1962) 123-133; R, E. Brown, The Gospel according to John, 2 vols. (AB nos joánícos. Pablo ya había dicho: «Dios no escatimó a su propio Hijo,
29 y 29 A; Nueva York 1966 y 1970; ed. española: El Evangelio según Juan, Ma- sino que lo entregó por todos nosotros» (Rom 8,32); «Cristo murió por
drid, Ed. Cristiandad, 1979); R. Bultmann, Das Evangelium des Johannes (Gotinga nosotros cuando éramos aún pecadores; así demuestra Dios el amor que
1950); H. van den Bussche, Het vierde evangelie, 4 vols. (Tielt 1959, 1960, 1955 nos tiene» (Rom 5,8). Es innegable en estos textos la referencia a la
y 1960); O. Cullmann, Der johanneische Kreis. Sein Platz im Spatjudentum, in der disponibilidad de Abrahán a sacrificar a Isaac, el hijo de la promesa (Gn
Jüngerschaft Jesu und im Urchristentum. Zum Ursprung des Johannesevangeliums
(Tubinga 1975); C. H. Dodd, The Interpretation of the Fourth Gospel (Cambridge 22,16). Pero este dato de la tradición cristiana tiene en el joanismo un
8
1968; ed. española: La interpretación del Cuarto Evangelio, Madrid, Ed. Cristiandad, sentido particular, debido sobre todo a que los portadores de la tradición
1978); A. Feuillet, Études johanniques (París-Brujas 1962); E. Kasemann, Jesu letzter joánica eran originariamente cristianos judeo-palestinenses, procedentes no
Wille nach Johannes 17 (Tubinga 1966); R. Kysar, The Fourth Evangelist and hís de los círculos ortodoxos oficiales, sino de lo que hoy llamaríamos comu-
Gospel (Minneápolis 1975); H. Leroy, Rátsel und Missverstandnis. Ein Beitrag zur nidades marginales «heterodoxas» de la espiritualidad judía, presentes en
Formgeschichte des Johannesevangeliums (Bonn 1968); B. Lindars, The Gospel of el sincretismo judío del siglo i d. C. Antes de insistir en este marco judío
John (NCB; Londres 1972); G. W. McRay, The Fourth Gospel and Religions- heterodoxo del joanismo es necesario destacar que esta tradición joánica
geschichte: CBQ 32 (1970) 13-24; J. L. Martyn, History and Theology in the Fourth tiene sus raíces en la tradición más antigua de la Iglesia: en la tradición
Gospel (Nueva York 1968); J. Mateos/J. Barreto, El Evangelio de Juan. Análisis de ]erusalén. En consecuencia, primero buscaremos las claves que nos
lingüístico y comentario exegético (Madrid, Ed. Cristiandad, 21981); W. A. Meeks, permitan comprender el cuarto evangelio. Después analizaremos la teología
The Prophet-King. Moses Traditions and the Johannine Christology (NTS 14; Leiden
1967); Am I a Jew?, en J. Neusner (ed.), Christianity, Judaism, and other Greco- joánica, en parte siguiendo la estructura concreta del Evangelio de Juan
Romains Cults I (Leiden 1975) 163-186; L. Morris, The Gospel according to John y en parte —y sobre todo— siguiendo los motivos teológicos específica-
(Londres 1972); U. Müller, Die Geschichte der Christologie in der johanneischen mente joánicos.
Gemeinde (SBS 77; Stuttgart 1975); T. Pollard, Johannine Christology and the Early
Church (Cambridge 1970); G. Reim, Studien zum alttestamentlichen Hintergrund des
Johannesevangeliums (SNTS 22; Cambridge 1974); J. A. T. Robinson, The Desti- I
nation and Purpose of St. John's Gospel: NTS 6 (1959-60) 117-131; J. Robinson y
H. Koester, Trajectories through Early Christianity (Filadelfia 1971); J. N. Sanders, CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN
The Gospel according to St. John (Londres 1968); R. Schnackenburg, Das Johannes-
evangelium, 3 vols. (Friburgo de Br. 1965, 1971 y 1975; ed. española: El Evangelio Bibliografía (además de la general antes indicada): J. Beutler, Martyria. Traditions-
de san Juan, Barcelona 1981); id., Die Johannesbriefe (Friburgo de Br. 51975); geschichtliche Untersuchungen zum Zeugnisthema bei Johannes (Francfort 1972);
S. Schulz, Das Evangelium nach Johannes (NTD 4; Gotinga 1972); T. C. Smith, J. Bowman, Samaritanische Probleme (Stuttgart 1967); J. H. Charlesworth, John and
Jesús in the Gospel of John (Nashville 1959); Sj. van Tilborg, «Nederdaling» en
incarnatie: de christologie van Johannes: TvTh 13 (1973) 20-33; W. C. van Unnik, 1
Fr. Herzog, Liberation Theology (Nueva York 1972).
The Purpose of St. John's Gospel: StEv 1 (1959) 382411; B. Vawter, The Gospel 2
J. B. Burns, The Christian Buddhism of St. John (New Jersey 1971).
298 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 299

Qumran (Londres 1972); G. Wesley Buchanan, The Samaritan Origin of The Gospel Merece especial atención la llamada «vocación» de los cuatro primeros
of John, en Religions in Antiquity (Hom. E. R. Goodenough: «Numen»; Leiden discípulos. El propio Bautista lleva a dos de los suyos hasta Jesús; éstos
1968) 149-175; C. Golpe, Die religionsgeschichtliche Schulé. Darstellung und Kritik
ihres Bildes vom gnostischen Erlósermythus (Gotinga 1968); R. A. Culpepper, The se hacen discípulos de Jesús (1,35-37) gracias al testimonio de Juan. Esto
Odes of Salomón and the Gospel of John: CBQ 35 (1973) 298-322; R. Le Déaut, confirmaría la hipótesis de que la comunidad joánica tuvo su origen en los
La nuit paséale. Essai sur la signification de la paque juive a partir du Targum círculos bautistas (cf. infra); sin embargo, el evangelista tiene aquí ante
d'Exode XII, 42 (An. Bibl. 22; Roma 1963); K. M. Fischer, Der Johanneische Chris- todo una intención teológica. Uno de esos dos discípulos, Andrés, presenta
tus und der Gnostische Erloser, in Gnosis und Neues Testament, en K. W. Troger a su hermano Simón Pedro ante Jesús, quien lo llama inmediatamente
(ed.), Sludien aus Religionswissenschaft und Theologie (Berlín 1973) 245-267; «Cefas», «Piedra» (1,41-42). Después Jesús mismo llama a Felipe (1,44),
E. Freed, Samaritan Influence in the Gospel of John: CBQ 30 (1968) 580-587, que era de la misma ciudad que Andrés y Pedro. Felipe, a su vez, trata
y NTS 12 (1970) 241-256; T. Fr. Glasson, Roses in the Fourth Gospel (Naperville
1963); R. Harris y A. Mingana, The Odes and Psalms of Salomón (Manchester 1920);
de convencer a Natanael (1,45). El evangelista persigue un objetivo muy
J. Jervell, Imago Dei Gen. 1,26-27 im Spatjudentum, in der Gnosis und in den particular al relatar esta historia. Los dos primeros discípulos, hasta en-
paulinischen Briefen (FRLANT 76; Gotinga 1960); H. Joñas, Gnosis und spatantiker tonces discípulos del Bautista, siguen a Jesús depués de oír las palabras
Geist, 2 vols. (Gotinga 31964 y 21966); H. B. Kuhn, The Angelologie of the Non- de Juan: «Ese es el cordero de Dios» (1,36). Estos dos primeros discípu-
canonical Jewish Apocalypses: JBL 67 (1968) 211-219; H. Kippenberg, Garizim und los preguntan a Jesús: «¿Dónde vives?» (1,38), y Jesús les responde:
Sinagoge (Berlín 1971); A. Lacomara, Deuteronomy and the Tarewell Discourse (Jn «Venid y lo veréis» (1,39). Por su parte, Felipe dice a Natanael, que al
13,31-16,33): CBQ 36 (1974) 65-84; R. Longenecker, The Christology of Early principio no estaba muy convencido: «Ven y lo verás» (1,46b). Finalmen-
Jewish Christianity (Naperville 1970); M. McNamara, The Ascensión and the Exal- te, Jesús dice a Natanael: «Verás el cielo abierto y a los ángeles de Dios
tation of Christ in the Fourth Gospel: «Scripture» 19 (1967) 65-73; id., Targum and
Testament (Grand Rapids 1972); id., The New Testament and the Palestinian Targum
subir y bajar por ese Hijo del hombre» (1,51). Los «llamamientos» son,
to the Pentateuch (Roma 1966); B. L. Mack, Wisdom Myth and Mytho-logy: Int 24 pues, a una invitación «a ver». Sólo en el caso de Felipe, Jesús le dice
(1970) 46-60; Logos und Sophia. Untersuchungen zur Weisheitschristologie im simplemente: «Sigúeme», sin haberlo visto antes. Pero será Felipe quien
hellenistischen Judentum (Gotinga 1973); G. W. McRay, The Jewish Background of más tarde pida a Jesús: «Preséntanos al Padre», a lo que Jesús responde:
the Gnostic Sophia Myth: NT 12 (1962) 86-100; The Coptic Gnostic Apocalypse of «Quien me ve a mí, está viendo al Padre» (14,9).
Adam: HeyJ 6 (1965) 27-35; J. L. Martyn, op. cit.; A. A. Meeks, The Prophet-King, «Ver y creer» y «creer sin ver» (cf. 1,15 y 20,29) tienen un papel
op. cit.; id., Moses as God and King, en Religions in Antiquity, op. cit. (Leiden muy particular en el cuarto evangelio. Los discípulos «creen en Jesús»
1968) 354-371; Juan P. Miranda, Der Vater, der mich gesandt hat (Berna-Francfort
1972); G. W. Nickelsburg, jr., Resurrection, Immortality, and Eternal Life in inter- (2,11) desde el principio. Pero son llamados propiamente a ser los futuros
testamental Judaism (Cambridge, Mass.-Londres 1972); L. Perlitt, Moses ais Prophet: testigos: por ello tienen que haber «visto», a fin de que crean también los
EvTh 31 (1971) 588-608; G. Quispel, Qumran, John and Jewish Christianity, en John que no han visto a Jesús ni las obras realizadas por él (cf. 19,35; 20,
and Qumram, 137-155; H. M. Schenke, Der Gott «Mensch» in der Gnosis (Gotinga 29.31). También «los judíos» ven los signos de Jesús y, sin embargo, no
1962); F. Schnutenhaus, Die Entstehung der Mosestraditionen (Heidelberg 1958; tesis creen (12,37). El Evangelio de Juan distingue perfectamente entre un
doctoral mecanografiada); M. Simón, St. Stephen and the Hellenists in the Primitive «ver» (expresado en la mayoría de casos con el término blepein) y otro
Church (Londres-Nueva York 1958); C. H. Talbert, The Myth of a Descending- «ver» (idein). Es preciso que los discípulos, que pronto serán testigos,
Ascending Redeemer in Mediterranean Antiquity: NTS 22 (1976) 418-440; H. M. Tee- «vean y crean», mientras que en atención a la comunidad joánica (la se-
ple, The Mosaic Eschatological Prophet (JBL, Mon. Ser. 10; Filadelfia 1957);
H. A. Wolfson, Philo, 2 vols. (Cambridge, Mass., 21948). gunda y tercera generación de cristianos, que no han visto al Jesús históri-
co) se dice: «Dichosos los que tienen fe sin haber visto» (20,29b). Sin
embargo, el testimonio de los discípulos es creíble porque son testigos
oculares (1,34; 3,11; 3,32; 15,27; 19,35; 20,30; cf. también 1 Jn 1,1-3;
1. Jesús, el projeta escatológico mayor que Moisés 4,14). Aquí observamos ya que existe cierta relación entre el Evangelio
de Juan y Lucas (Le 1,2; Hch 1,21-22), si bien no se funda en un con-
a) El testigo ocular de Dios. tacto directo, sino en una tradición común a ambos: «Vosotros sois testi-
gos, pues habéis estado conmigo desde el principio» (Jn 15,27; cf. Le 1,2).
En la unidad literaria Jn 1,19-51 intervienen ya todos los testigos de No sin razón sitúa Juan el relato de la vocación de algunos discípulos
Jesús: además de Juan Bautista (1,19-33), aparece el Padre (1,32-34.37; •—cuatro— antes de que Jesús realice el primer signo (2,2-11). Pedro,
cf. 8,18), el propio Jesús (1,31.47.51; cf., por ejemplo, 8,14.18), las llamado ya «Piedra» (1,42), establecerá, después de la experiencia pas-
«obras» de Jesús (1,36; cf. 10,25), el Tenak o Escritura (1,39.45), el cual, como norma para la sustitución del malogrado apóstol Judas, que
«Espíritu Santo» (1,32.33.34; cf. 15,26), los discípulos (1,34-51; cf. 15,27. el candidato haya sido testigo «desde los tiempos en que Juan bautizaba»
41.45) y el evangelista que escribe (1,19-51) (cf. 19,35 y, en el capítulo (Hch 1,22).
adicional, 21,24). Los cuatro discípulos «siguen a Jesús», es decir, creen en él (1,37.38.
300 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 301

40.43), «tras haber visto» (1,35-51): ven y creen, a fin de que más tarde pretación del primer judaismo). La humanidad de Jesús, la encarnación de
otros crean sin ver. Los dos discípulos del Bautista —«prescindiendo» de la Palabra, es la realización de la promesa de que «Dios habita en medio
la historicidad de esta alusión joánica (que tiene todos los visos de ser de su pueblo» (Lv 26,11-12; Ex 25,8; Ez 37,27; 43,7; 48,35; Jl 4,21;
históricamente auténtica)— son necesarios desde el punto de vista teoló- Zac 2,14; 3,8, etc.). No se trata de «habitar en tienda» si bien su es-
gico, en orden a garantizar el testimonio del propio Bautista (1,19-34). De tancia humana entre nosotros es provisional (cf. infra). Jn l,14a.b se re-
lo contrario, faltaría un eslabón en la cadena de testimonios. fiere a la tienda de la alianza, «la tienda del testimonio» (cf. también
Todo esto es importante para Juan, pues también Jesús da testimonio Ap 15,5; Hch 7,44; Heb 8,2.5; 9). Ya en Jn 2,19-21, el Jesús joánico
de lo que ha visto y oído junto al Padre (3,11.32.33-34; 4,44; 5,31; 7,7; habla del «templo de su cuerpo»; «habitó entre nosotros» (eskenosen,
8,14.18; 13,21; 18,37). Tiene que estar garantizada la continuidad de to- 1,14b): Jesús, en su sarx, es el tabernáculo, la tienda del testimonio. El
dos estos testimonios. Para el joanismo, atestiguar significa no hablar por libro del Apocalipsis dirá: «Esta es la morada (skene) de Dios con los
sí mismo, sino decir lo que se ha visto y oído; comunicar las palabras de hombres; el habitará (skenosei) con ellos» (Ap 21,3). Jn 1,14 dice que,
la persona que envía. Esto vale para los discípulos (17,8; 17,14; cf. 16, en Jesús, Dios habita entre nosotros. La sarx es la tienda de la Palabra
12-15; 17,6-8; 17,16-18) y para el Bautista: «Yo ya lo he visto, y doy entre nosotros. «Hemos visto su gloria» (1,14c), «lleno de gracia y ver-
testimonio de...» (1,32; cf. 1,33), e incluso para el Paráclito, el Espíritu dad» (l,14e). Jesús ha venido «para ser testigo de la verdad» (18,37).
Santo: «No hablará en su nombre, sino que comunicará lo que le digan» Como Hijo único (monogenes, cf. infra), ha visto a Dios (1,18). Este
(16,13). Recordará únicamente lo que ha dicho Jesús (14,26). Vale, en acontecimiento está en continuidad con «damos testimonio de lo que he-
fin, para el mismo Jesús: «El Hijo no puede hacer nada de por sí; pri- mos visto» (1,18; 3,11). El «nosotros» que Jesús emplea excepcional-
mero tiene que vérselo hacer al Padre» (5,19.30; 3,11; 8,28; 14,10.24; mente en 3,11, mezcla el testimonio de los responsables de la comunidad
17,4.8). Dar testimonio significa hablar de lo que se ha visto y oído joánica, basado en los testigos oculares, con el testimonio de Jesús, el
(3,11; 12,50; 5,19.30; 8,26.28.38.40; 16,13; 1,32-33.34; 19,35; 1 Jn 1, testigo ocular de Dios: desde el principio, «al lado del Padre» (1,12).
1-3). _ «Quien viene de arriba... da testimonio de lo que ha visto y oído» (3,
Si exceptuamos a Jesús, de todos los demás discípulos hay que decir: 31.32). El es la Palabra de Dios: es lo que ha oído al Padre. De ahí que
«A Dios nadie lo ha visto jamás» (1,18), «el único que ha visto al Padre Jesús pueda decir: «Yo soy testigo de mí mismo» (8,14); lo cual equivale
es el que procede de Dios» (6,46; 3,31; cf. 7,28-29; 8,26). En último a decir —aunque en un sentido distinto, ya que «el Padre es más que yo»
término, todo testimonio religioso remite, a través de Jesús, a la propia (14,28c)—: «el Padre que me envió es también testigo en mi causa»
veracidad de Dios (7,28-29; 3,31-33). Lo que Juan pretende en el fondo (8,18b).
es mostrar que todos estos testimonios tienen su fundamento en la verdad De un modo casi monótono, el tema del testimonio se repite cons-
y veracidad de Dios: el Logos preexistente, que está «con Dios» desde el tantemente a lo largo del cuarto evangelio, aunque no siempre se emplea
principio, es el fundamento último de todos los testimonios. Desde un esta palabra: Jesús nada puede por sí mismo, nada hace por sí mismo, no
principio Jesús «estaba con él»: «Al principio ya existía la Palabra, la juzga por sí mismo. Habla sólo lo que dice el Padre, hace lo que hace
Palabra estaba junto a Dios» (1,1); Jesús, por tanto, puede ser testigo. el Padre y dice la verdad que ha oído a Dios. Ha sido enviado un testigo,
Y este testigo principal dice a sus discípulos: «También vosotros sois tes- para atestiguar como testigo auricular y ocular: Jesús ha sido enviado por
tigos, pues habéis estado conmigo desde el principio» (15,27). El «al prin- el Padre (3,17; 4,34; 5,36-37; 6,38-39.44.57, etc.). Así, el Espíritu Santo,
cipio» de la Palabra se halla en continuidad con el «al principio» de la que da testimonio de Jesús, es enviado por el mismo Jesús o, a ruegos de
presencia de los discípulos del Bautista —más tarde discípulos de Jesús— Jesús, por el Padre (14,26; 15,26; 16,7). Juan el Bautista ha sido en-
junto al Bautista y junto a Jesús. La frase «al principio ya existía la Pa- viado por Dios (1,6.33); los discípulos son enviados por Jesús (17,18;
labra» (1,1), de por sí ya muy importante, sirve para garantizar el testi- 20,21). Este tema del cristianismo primitivo sobre la misión recibirá en
monio de Jesús: él estaba allí junto a Dios, desde el principio; por ser el Evangelio de Juan una doble especificación, gracias al modelo del pro-
testigo ocular, tiene buenas razones para hablarnos del Padre, de lo que feta escatológico semejante a Moisés y mayor que Moisés y al modelo
ha visto y oído del Padre: «Yo soy quien da testimonio...» (8,18) de la del «ascenso» y «descenso».
palabra de Dios. El estaba en el principio con Dios para poder dar testi-
monio de Dios. b) El profeta escatológico y definitivo.
Jesús habla solamente «las palabras del Padre» (cf. 5,20b.32.36; 14,10;
3,35b). Para ello se hizo sarx (1,14a). Su sarx es la skene tou martyriou, «El mensaje que oís no es mío, sino del Padre que me envió» (14,
la «tienda del testimonio» (cf. el griego de Nm 4,3-4): el tabernáculo de 24). Jesús ha venido «de parte de Dios» (16,30; 16,28; cf. 8,47; 13,3).
Dios, el lugar en que Dios mora en medio de nosotros. Jn 1,14-16 sigue En mi opinión, toda la concepción de Juan está inspirada en las solemnes
la línea de la tradición sinaítica (pero siguiendo los pasos de una ínter- palabras que Yahvé pronuncia en el Deuteroisaías: «Vosotros sois mis
302 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 303

testigos» (Is 43,10). En Is 43ss, la «causa de Dios» es vista ante un «siervo de Yahvé», el siervo de Dios (Ex 14,31; Nm 12,7.8; Dt 34,5;
grandioso tribunal universal: «Que se reúnan las naciones y se junten los Jos 1,2.7; Sab 10,16; Is 63,11). Moisés es además un siervo doliente de
pueblos... vosotros sois mis testigos —oráculo del Señor— y mis siervos, Yahvé, que «soporta las cargas del pueblo» (Nm 17,14; cf. Is 53,4).
a quienes escogí, para que supierais y me creyerais, para que compren- Moisés es el siervo de Yahvé doliente que expía los pecados de su
dierais quién soy yo... Yo, yo soy el Señor; fuera de mí no hay salva- pueblo.
dor... vosotros sois mis testigos... yo soy Dios..., el creador de todas las Algunos estudios recientes han mostrado la probabilidad de que el
cosas... fuera de mí no hay Dios justo y salvador... ante mí se doblará motivo del «justo doliente» (un motivo en sí independiente) esté mezclado
toda rodilla». Por lo que se refiere a Jesús, en el Evangelio de Juan apa- en el Deuteroisaías con el motivo de «Moisés siervo de Dios, prof ético y
rece la misma exclusividad, confirmada por muchos testigos: fuera del doliente», el «Siervo de Yahvé» del Deuteroisaías (sobre todo, en Is 42,
Padre y del Hijo no hay salvación y redención. «Yo soy», dice Jesús (cf. 1-4; 49,1-6; 50,4-lla; 52,13-53,12). No se pueden yuxtaponer, como si
infra). Todo este razonamiento de Juan nos acerca al tema del profeta se tratase de tres bloques sin conexión alguna, el Protoisaías, el Deutero-
escatológico semejante a Moisés, pero superior a él: una expectativa po- isaías y el Tritoisaías en la redacción final del libro de Isaías. El análisis
pular existente en el primer judaismo, que remite a su vez a una tradición estructural exige una visión del conjunto. El Moisés profético-real, que
deuteronómica (Dt 18,15.18-19; 32,47; Ex 23,20-23 y 33,2). soporta las cargas de su pueblo, es el siervo doliente del Deuteroisaías:
Esta tradición del profeta escatológico no iba unida originariamente a es real (cf. Is 41,21; 43,15; 44,6; 52,7), pero con un marcado énfasis
la expectación de Elias (Mal 3,23-24; cf. Eclo 48,10-11), sino que formaba en su carácter profético. El Deuteroisaías, al hablar del siervo de Dios
parte de la tradición de Moisés 3 , pues resulta evidente que en Mal 3, doliente, utilizó una terminología que recuerda vivamente la naciente figura
23-24 el precursor, Elias, es un dato secundario (cf. Mal 3,1, que se refiere del profeta escatológico semejante a Moisés 6 . Lo mismo que Moisés, el
al profeta originario semejante a Moisés). De hecho, en el primer judaismo, Siervo transmite la ley o la disciplina (tora) y el derecho (Is 42,1-2), pero
la figura de Elias tiene la función de precursor del Mesías 4 . Esta tradición ahora al mundo entero. El siervo doliente semejante a Moisés es «la luz
secundaria se basa en una tradición anterior, deuteronómica. En el Deu- del mundo» (Is 49,5-9; 42,1-6). Lo mismo que Moisés, es mediador de
teronomio, Moisés es un predicador, un profeta. El Deuteronomio se nos la alianza (Is 42,6; 49,8), guía del nuevo éxodo, en esta ocasión del exilio
presenta en conjunto como un discurso de Moisés (cf. Dt 5,1.5.14; 6,1): babilónico. En este éxodo vuelven a juntarse las doce tribus de Israel
él es el mediador entre Dios y el pueblo (Dt 5,5). Pero Moisés es (Is 49,5-6; 40,3), y el profeta escatológico hará surgir nuevamente agua
además un mediador doliente: no se limita a interceder por el pueblo de la roca y ofrecerá a su pueblo un «agua de vida» (Is 41,18; 43,20;
(Dt 9,15-19; 9,25-29), sino que sufre por su pueblo, por Israel (Dt 1,37; 48,21; 49,10). El Siervo de Dios doliente es el Moisés del nuevo éxodo
4,21-22). Para el Deuteronomio, Moisés es el profeta doliente5. Los pro- (Is 43,16-21): el siervo de Dios mosaico que expía los pecados, sufre por
fetas posteriores no tendrán inconveniente en presentarse con los rasgos el pueblo y de hecho presenta todos los rasgos que el primer judaismo
proféticos de Moisés (cf. Jr 1,7 con Ex 4,10; Jr 1,9 con Ex 18,18; Jr 15, atribuía materialmente al profeta escatológico-mesiánico semejante a Moisés
1, donde se habla expresamente de Moisés; cf. también Elias y Elíseo, (cf. la carta a los Hebreos, que algunos —y en muchos aspectos, no sin
1 Re 19,19-21; 2 Re 2,1-15 con Dt 34,9 y Nm 27,15-23: el dúo Moisés- razón— denominan «joánica»).
Josué). Es de notar que este modelo prof ético de Moisés es una tradición
que no procede de Judea (cf. infra los matices que esto procura al Evan- Siguiendo la línea del Deuteroisaías, el motivo del profeta escatológico
gelio de Juan), sino del reino del norte (está enraizada en la tradición del semejante a Moisés dio lugar en el primer judaismo a una «mística de
Sinaí y del Horeb, cuyo centro es el santuario de Siquén). En esta tradi- Moisés», fenómeno que los exegetas han denominado «sinaitismo». Algu-
ción se dice: «Cuando hay entre vosotros un profeta del Señor, me doy
6
a conocer a él en visión y le hablo en sueños; no así a mi siervo Moisés, En el primer judaismo, Moisés recibe los nombres de profeta, rey y sacerdote.
el más fiel de todos mis siervos. A él le hablo cara a cara; en presencia Moisés profeta: en Filón (cf. W. Meeks, The Prophet-King, op. cit., 115-116 y 125-
y no adivinando contempla la figura del Señor» (Nm 12,6-8), «como habla 192); en Josefo (W. Meeks, op. cit., 137-138); en los apócrifos (ibíd., 147-156); en
un hombre con un amigo» (Ex 33,11), «cara a cara» (Ex 33,10-11). El Qumrán (ibíd., 172-173). Moisés sacerdote: en Filón (ibíd., 113-120); en Josefo (ibíd.,
«Deuteronomio» dice constantemente del Moisés profético que es el 136-137); en Qumrán (ibíd., 174-175). Moisés rey: en Filón (ibíd., 107-117); en Jo-
sefo (ibíd., 134-136); en Qumrán (ibíd., 147-154). Moisés hierofante o iniciador mís-
tico: en Filón (ibíd., 120-122); en el samaritanismo (ibíd., 243-244). Finalmente, Moi-
3 sés como «ser divino» (divus Moyses): en Filón (ibíd., 103-107, 110-111); en el sa-
Strack-Billerbeck, IV, 792.
4
Op. cit. IV, 784-789 y 792-798. maritanismo (ibíd., 256); y Moisés en cuanto paráclito o abogado ante Dios: en Jo-
5
Op. cit. II, 280-281; G. von Rad, Tbeologie des Alten Testaments (Munich) sefo (ibíd., 137); en Filón (ibíd., 118); en el samaritanismo (ibíd., 254-255). Todo
I, 293, y II, 289 (ed. española: Teología del Antiguo Testamento, 2 vols.; Salamanca este conjunto es lo que nosotros denominamos «sinaitismo». Cf. bibliografía en la
2
1973 y 31974). nota 8.
304 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 305

nos rasgos de esta mística los encontramos ya en el Eclesiástico: «Amado Al analizar la peculiar .tradición joánica he visto confirmadas las ideas
de Dios y de los hombres, bendita es la memoria de Moisés: le dio gloria básicas de mi libro Jesús, 'la historia de un viviente. También esta tradi-
como de un Dios, lo hizo poderoso entre los grandes; a su palabra se pre- ción veía al principio en Jesús el profeta escatológico semejante a Moisés,
cipitaban los signos, le mostró poderosamente el rey, lo mandó a su pue- pero superior a él: una tradición de la Iglesia antigua, de la que se en-
blo y le mostró su ¿orla; por su fidelidad y humildad lo escogió entre cuentran claras huellas en el Evangelio más antiguo, el de Marcos. Me 1,2
todos los hombres, le hizo escuchar su voz y lo introdujo en la nube inicia su Evangelio con una referencia explícita a Ex 23,20; Mal 3,1 e
espesa; puso en su mano los mandamientos, ley de vida y de inteligen- Is 40,3 (en la época de Jesús, éstas eran las fuentes en que se inspiraba
cia...» (Eclo 45,1-5: palabras en que se perciben ya algunos motivos joá- la idea del «profeta escatológico»). «Mira, te envío mi mensajero por
nicos). Pero esta mística de Moisés siguió evolucionando en el primer ju- delante, para que te prepare el camino» (Me 1,2). «Por delante» de Jesús
daismo. La muerte de Moisés es considerada ya (como para Juan la muerte es enviado Juan Bautista, el cual debe anunciar «al profeta que viene
de Jesús) una elevación y anabasis, una ascensión al cielo 7 . El Moisés glo- después de Moisés y es mayor que Moisés»: «un profeta de entre vosotros,
rificado junto a Dios comunica además, mediante la gracia de un nuevo de entre vuestros hermanos» (cf. Dt 18,15-18 con Me 6,4). Además, en
nacimiento, el acceso a la visión de Dios. En esta tradición, Moisés asume Me 6,14-16 se rechazan tres falsas identificaciones de Jesús como profeta:
los rasgos de una figura mesiánica, real s . Para Filón, Josefo y el rabinismo a) Jesús no es Juan Bautista resucitado (Me 6,14), cuyo cadáver está en la
posterior, Moisés es de hecho un rey mesiánico, al mismo tiempo que el tumba (Me 6,29); b) tampoco es Elias, quien de hecho había sido identi-
siervo doliente de Yahvé: divino (theos, no ho theos; cf. Jn 1,1c con ficado con el Bautista (Me 1,2 y 9,11-13); c) finalmente, Jesús no es «un
Jn 1,1b). Esta mística de Moisés floreció también entre los samaritanos, profeta comparable a los antiguos» (Me 6,15). No, él es el «profeta en la
hasta tal punto que algunos historiadores hablan no sólo de «sinaitismo», línea de Moisés», «semejante a Moisés, pero mayor que Moisés», el profeta
sino también de «samaritanismo». Aunque no se ha aclarado suficiente- escatológico: Elias, después Moisés, después Jesús (Me 9,2-9). La conclu-
mente la relación de la tradición joánica con Samaría, muchos exegetas ven sión es obvia: «Escuchadlo» (Me 9,7; una referencia implícita a Dt 18,15,
fuertes contactos entre la comunidad joánica y la misión samaritana (cf. que en tiempos de Jesús se incluía en la tradición del profeta escatológico
Jn 4). Aunque aún no se ha dicho la última palabra sobre el tema, parece semejante a Moisés). En todos los evangelios hallamos el motivo de que
innegable cierta relación entre «joanismo» y «samaritanismo» 9. Jesús es profeta, pero «no comparable con los antiguos». En ningún texto
se ataca la concepción de Jesús como el profeta, sino la idea de que sea un
7
profeta «comparable a los antiguos».
M. McNamara, The Ascensión, art. cit.: «Scripture» 19 (1967) 65-73; W. Meeks,
Encontramos exactamente lo mismo —visto desde otro ángulo— en la
The Prophet-King, op. cit., 216-257; G. Wehmeier, Hh, en ThHandWAT 11,^272-290.
8
Bibliografía: sobre la mística y la tipología mosaicas (el profeta escatológico ma- tradición joánica. Esto llama tanto más la atención cuanto que la comuni-
yor que Moisés, el sinaitismo, etc., y su influencia en el Evangelio de Juan): T. Glas- dad joánica (a través del «discípulo que Jesús amaba»; cf. infra) tenía
son, Moses in the Vourth Gospel, 20-31 y 48-105; W. Meeks, The Prophet-King, sus más antiguas raíces claramente en los círculos jerosolimitanos de Este-
espec. 100-175 y 286-319; J. L. Martyn, History and Theology, 122-125; H. H. Teeple, ban, es decir, en la Iglesia madre de Jerusalén: se trataba de cristianos
The Mosaic Eschatological Prophet (Filadelfia 1957); L. Perlitt, Moses ais Prophet: greco-judíos que posteriormente huyeron de Jerusalén a Samaría, y luego
EvTh 31 (1971) 588-608; F. Schnutenhaus, Mosestraditionen, op. cit.; H. Gressmann, a Siria o Alejandría (aunque no dispongo de argumentos concluyentes para
Der Messias (Gotinga 1929) 182-192; F. W. Young, Jesús, the Prophet: A Re-exami- afirmar esto último). Precisamente en este contexto, el discurso de Esteban
nation: JBL 68 (1949) 285-299; E. L. Alien, Jesús and Moses in the New Testament: que Lucas presenta en Hch 7 es extremadamente interesante (al menos por-
ExpT 67 (1956) 104-106; R. H. Smith, Exodus Typology in the Vourth Gospel: que se han demostrado algunas afinidades entre el Evangelio de Juan y
JBL 81 (1962) 329-342; R. Bloch y otros, Móise, l'homme de l'Alliance (París 1955)
ciertas tradiciones de Lucas). El discurso de Esteban (Hch 7,2-53), en mi
93-167; R. le Déaut, La Nuit paséale (Roma 1963) 298-338; A. Lacomara, Deutero-
nomy, art. cit.: CBQ 36 (1974) 65-84; J. P. Miranda, Der Vater, der mich gesandt hat opinión, presenta a Jesús como el profeta escatológico semejante a Moisés,
(Berna-Francfort 1972). También: M. Abraham, Légendes juives apocryphes sur la vie pero mayor que él. Moisés «fue elocuente y hombre de acción» (Hch 7,22),
de Móise (París 1925); id., John and Qumran (ed. por J. H. Charlesworth; Londres pero los ioudaioi (los habitantes de Judea) no comprendieron que Dios
1972). quería procurarles la salvación (sotena) por medio de Moisés (7,25), el
9
W. Meeks, The Prophet-King, 216-220; con algunos matices distintos en Am I cual había sido enviado como «jefe (archon) y liberador (quien expía pa-
a Jew?, op. cit., 163-186; G. Wesley Buchanan, The Samaritan Origin, op. cit., 149- gando el rescate con muchos padecimientos: lytrotes)» por Dios «al pue-
175; E. Freed, Samaritan Influence, op. cit., 580-587; O. Cullmann, Der johanneische blo» (7,35), y ello «realizando prodigios y signos» (7,36). «Fue Moisés
Kreis, op. cit., 55-56; J. Bowman, Samaritanische Prohleme, op. cit.; H. Kippenberg, quien dijo a los israelitas: Dios suscitará entre vuestros hermanos un pro-
Garizim und Synagoge, op. cit.; J. Macdonald, The Samaritan Doctrine of Moses: feta como yo» (7,37; donde se hace referencia explícita al texto clásico
ScJTh 13 (1960) 149-162; The Theology of the Samaritans (Londres 1964); J. Beutler,
sobre el profeta escatológico semejante a Moisés [Dt 18,15.18-19], según
Martyria, op. cit., 347-349. Cf. también R. Coggins, Samaritans and Jews (Oxford
1975). la interpretación del primer judaismo). En estos círculos de Esteban, asen-
20
306 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 307

tados primero en Jerusalén (a los que alude también el «discípulo amado» de la vida» (6,35). Jesús habla desde una relación personal con Dios (8,26;
joánico), Jesús es considerado como el profeta mosaico de los últimos tiem- 3,32). Es la tradición que identifica al enviado con la persona que lo envía,
pos, enviado por Dios y rechazado por su pueblo (Hch 7,17-44): una temá- «porque lleva mi nombre» (Ex 23,20-23) 12 : «un criado no es más que su
tica joánica. (Más adelante quedará claro que el concepto joánico de «cor- amo ni un enviado más que el que lo envía» (Jn 13,16); «porque no he
dero de Dios» tiene su origen en la tradición del siervo de Yahvé mosaico, bajado del cielo para realizar un designio mío, sino el designio del que me
en la versión del Deuteroisaías). envió» (Jn 6,38); «el que busca el prestigio del que lo ha enviado, ése es
Todo esto significa que el primer judaismo, mediante la combinación veraz» (7,18; cf. 8,18.26.29.42). Jesús es el enviado escatológico y defini-
del Deuteroisaías y el Tritoisaías10, puso a disposición del cristianismo la tivo de Dios, en él reside la plenitud de la gracia y la verdad (1,14; 1,
figura del «ungido con Espíritu de Dios» y, por consiguiente, el significado 14-18 se sitúa en la tradición del sinaitismo; cf. infra). Esta idea es de
mesiánico del siervo de Yahvé mosaico. Además de la tradición de un Hijo gran importancia porque la preexistencia —si bien es una idea joánica—
de David mesiánico, existía la de un mesías mosaico: el profeta escato- no puede identificarse siempre con «venir de Dios» (por ejemplo, 13,3;
lógico. 7,28-29; 8,42). «Ser enviado por Dios» no significa de por sí «ser preexis-
En la tradición joánica no sólo aparece la peculiar relación del profeta tente»; la preexistencia tiene un contenido formal diferente. Debemos, en
escatológico semejante a Moisés con Dios, sino también la específicamente fin, tener muy en cuenta el enunciado de Juan: «El Padre es más que yo»
mosaica con el pueblo escogido de Dios. Desde el principio, el Evangelio (14,28). «Quien me recibe a mí recibe al que me ha enviado» (13,20).
de Juan defiende la mesianidad de Jesús (ya inmediatamente después del «Moisés» se dirige a su pueblo basándose en su trato íntimo y peculiar
prólogo, en la perícopa sobre Juan Bautista: 1,41). Sin embargo, si mira- con Dios, en un encuentro «cara a cara» con Dios (cf. supra). Juan com-
mos con atención, veremos que Juan no defiende el mesianismo davídico, pone todo su evangelio según este modelo: Moisés y el profeta escatoló-
sino el mosaico: el profeta escatológico mesiánico semejante a Moisés, un gico semejante a Moisés. Desde el punto de vista exegético, se ha señalado
motivo vigente en ciertos ambientes palestinenses y samaritaños. que esta figura escatológica de Moisés es uno de los principios estructura-
La peculiaridad de este mesías mosaico parece constituir el trasfondo les del Evangelio de Juan 13. Por otro lado, numerosos exegetas (cf. infra)
del resumen joánico de la actividad de Jesús: Jn 12,44-50 (cf. Jn 3,2; han insistido en la importancia hermenéutica de las «fiestas judías» (preci-
3,14a; 6,14; 7,31.30; 9,17). Los exegetas de diversas filiaciones deben ad- samente en su significado mosaico). También a numerosos exegetas les ha
mitir que en esta perícopa el Evangelio de Juan refleja la tendencia funda- llamado la atención el hecho de que, en el Evangelio de Juan, Jesús es
mental del joanismo. En ella —con una mirada retrospectiva a la actividad «acogido» en Galilea y Samaría, mientras que Judea, Jerusalén y su co-
pública de Jesús— Juan resume la automanifestación de Jesús. Jn 12,44-50 marca —los ioudaioi, como dice Juan— rechazan a Jesús. Es de notar asi-
constituye una unidad literaria, pero está integrada como un elemento par- mismo que el Jesús joánico realiza milagros de tipo «mosaico» y también
cial en el proyecto final del cuarto evangelio, dentro del cual tiene como milagros que, en su día, realizaron los profetas del reino del Norte (la Ga-
objetivo exponer el núcleo de la cristología joánica. Y este evangelio joá- lilea de entonces), especialmente Elias y Elíseo (Jn 2,1-11; cf. 1 Re 17,1-6
nico —el mensaje del Jesús joánico— dice así: quien cree en Jesús, cree y 2 Re 4,1-17). Una serie de detalles demuestran la simpatía de la comu-
realmente en el Padre, que lo ha enviado; quien ve a Jesús ve al Padre. nidad joánica hacia Samaría (Jn 4,7-28; 1,47-51). Además, el cuatro evan-
«Yo he venido al mundo como luz, para que ninguno que cree en mí gelio no conoce el concepto de «hijo de David» (tradición jerosolimitana).
quede a oscuras» (12,46; cf. el prólogo). Jesús no ha venido para juzgar, Y algunos especialistas señalan varios «samaritanismos» en el Evangelio de
sino «para salvar al mundo» (12,47). Sus palabras son de salvación y de Juan (Efraín: Jn 11,54; el monte Garizín: 4,20, etc.).
vida. Rechazar a Jesús es rechazar al Padre, que lo ha enviado. Tal es el En particular, la huida de los círculos de Esteban a Samaría debió de
resumen. Ni siquiera un exegeta tan cauto como R. Schnackenburg se atre- influir en las raíces más hondas de la tradición joánica (4,31-38). Numero-
ve a negar aquí la presencia de la llamada «tradición sinaítica» n . Tanto en sos indicios hacen suponer que los «helenistas» de Jerusalén, judíos de
Jn 12,50 como en Dt 32,47 se establece una relación entre «encargo reci- habla griega que pertenecían a la comunidad más antigua de la Iglesia de
bido de lo alto» y vida eterna. «Moisés les dijo: fijaos bien en todas las Jerusalén —los llamados «círculos de Esteban»—, estuvieron relacionados
palabras que yo os he conminado hoy, y mandad a vuestros hijos que pon- con las raíces más antiguas del joanismo. Ya hemos aludido al discurso de
gan por obra todos los artículos de esta ley. Porque no son palabra vacía Esteban, cuyo punto central es el mesías mosaico. Y hemos dicho que esa
para vosotros, sino que por ella viviréis...» (Dt 32,46-47). En el primer idea del mesías profético mosaico del final de los tiempos está relacionada
judaismo, la Tora era llamada luz y vida. Sin embargo, afirma Juan, «no con el «justo doliente». En el mismo discurso, el Jesús «mosaico» recibe el
fue Moisés quien os dejó el pan del cielo» (Jn 6,31-53): «yo soy el pan
10 " Sobre la identificación judía entre el que envía y el enviado, cf. Strack-Billerbeck,
Cf. Jesús, la historia de un viviente, 409-417 y 451-463. ! v)0; II, 558; K. Rengstorf, apostólos, en ThWNT I, 414-420.
11
R. Schnackenburg, ]ohannesevangelium, op. cit., .II, 529. " Jesús, la historia de un viviente, 444-445.
308 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 309

nombre de «Justo... asesinado» (Hch 7,52). Pero hay otras afinidades entre sus, que actúa con autoridad «a la derecha de Dios» como Paráclito o de-
este discurso y el Evangelio de Juan. Ante todo, la actitud de los círculos fensor de la causa de Esteban, del «justo doliente». Al igual que Moisés
de Esteban, que rechazan el templo como lugar fijo para adorar a Dios, en el pasado, Jesús ahora provoca una división de actitudes: aceptación o
motivo por el cual, a diferencia de los otros judeocristianos (Hch 8,1), fue- repulsa, dice Esteban repetidamente en su discurso. Dios quería «salvar
ron perseguidos por los judíos. Esteban compara la construcción del tem- por medio de Moisés» al pueblo, pero «no lo comprendieron» (7,25),
plo con la apostasía de quienes adoraron el becerro de oro (Hch 7,41-48). «nuestros padres no quisieron escucharlo, lo rechazaron» (7,39).
También Juan desvincula la adoración a Dios tanto del templo de Jerusa- Son, pues, numerosas las afinidades entre el Evangelio de Juan y el dis-
lén como del monte Garizín (Jn 4,20-23): «Se acerca la hora en que no curso de Esteban. Ahora bien, tras la muerte de Esteban, los cristianos
daréis culto al Padre ni en este monte ni en Jerusalén... se acerca la hora que giraban en torno a él huyeron a Samaría (Hch 8,1), donde obtuvieron
o, mejor dicho, ha llegado, en que los que dan culto auténtico darán culto un buen éxito con ocasión de la primera gran misión judeocristiana (Hch
al Padre con espíritu y verdad» (4,21.23b). Dios habita ahora en la sarx 8). También los samaritanos rechazaban el culto del templo de Jerusalén
(Jn 1,14a) de un Jesús que va y viene de Judea y Galilea; esa sarx es «la (aunque estaban vinculados al monte Garizín; pero eran menos radicales
tienda del encuentro» (eskenosen, 1,14b). También Esteban habla en su que los círculos judíos heterodoxos y, sobre todo, que los cristianos perte-
discurso expresamente de la «tienda del testimonio» (Hch 7,44: he skene necientes a los círculos de Esteban). Sin embargo, y esto explica quizá el
tou martyriou; cf. skenoma: Hch 7,46). «El Altísimo no habita en edificios éxito de aquella misión cristiana, debido a que tenían los mismos presu-
construidos por hombres» (discurso de Esteban, Hch 7,48). La revelación puestos sincretistas, heterodoxos para el judaismo (sobre todo en lo tocante
definitiva de Dios ya no está ligada a un país o a un lugar determinado, al sinaitismo), poseían muchos elementos en común con aquella gente de
sino a la persona itinerante de Jesús. Jerusalén, como Esteban y Felipe (los círculos de Esteban).
Es de notar además la discusión de que nos habla Jn 7,42-52. Según Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, quiere destacar, sin duda, el
unos, el Mesías no puede venir de Galilea (7,42), pues la Escritura dice papel de Pedro en la misión de Samaría 15, pero deja traslucir que la inicia-
que el Mesías davídico debe venir de Judea, de Belén, la ciudad en que tiva partió de Felipe, un hombre del círculo de Esteban (Hch 8). El Evan-
nació David. En este pasaje es importante la contraposición que Juan en- gelio de Juan muestra el mismo interés por la misión de Samaría (Jn 4).
cierra en el término hoi ioudaioi, los de Judea: contraposición entre Galilea Juan quiere mostrar que fue el propio Jesús quien quiso aquella misión
y Judea. Sin embargo, esta contraposición (geográfica) tiene resonancias re- eclesial; para ello utiliza el modelo joánico de los dos planos: la vida de
ligiosas. «Se originó división (schisma) entre la gente» (7,43). Para los de la Palabra encarnada, Jesús, es puesta en el mismo plano que la vida de la
Judea (sumos sacerdotes y fariseos, 7,45), creer en Jesús equivale más o Iglesia. Lucas narra acertadamente la expansión del evangelio «en Jerusa-
menos a «venir de Galilea» (7,52), lo que les lleva a decir: «Estudia y lén, en toda Judea, en Samaría, y hasta los confines del mundo» (Hch 1,8).
verás que de Galilea no puede salir el profeta» (7,52b). En otras palabras: Conoce la tradición según la cual los «helenistas» de Jerusalén, judíos hete-
Juan ve en Jesús al profeta del Norte, al mesías escatológico mosaico, y no rodoxos convertidos al cristianismo, es decir, el círculo de Esteban, toma-
al mesías judío davídico. Las tradiciones sobre los milagros de Jesús pro- ron la iniciativa de esta misión. En el Evangelio de Juan (Jn 21) no se
vienen también de Galilea 14, y los signos que realiza Jesús en el Evangelio puede negar cierta tensión entre este grupo de primeros cristianos y Pedro
de Juan apuntan a Moisés, Elias y Elíseo. Moisés es no sólo el «siervo de y «los Doce». El grupo «joánico» acepta plenamente la autoridad de los
Yahvé doliente», sino también rey. El reinado de Jesús no es de este mun- apóstoles (no se puede hablar, como sostienen algunos, de antipetrinismo),
do, sino que estriba en su trato personal, cara a cara, con Dios; no es un y ésta actúa en favor de la peculiaridad cristiana del grupo: Pedro tiene
hijo de David de este mundo. Jn 1,51 es muy significativo en este contex- que admitir el destino del «discípulo preferido» (Jn 21,15-23; destino que
to: «Sí, os aseguro que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir viene a coincidir con la peculiaridad cristiana de la comunidad joánica);
y bajar al servicio del Hijo del hombre». Este texto alude claramente a no obstante, Pedro ejercía cierto control sobre este grupo misionero (Hch
«Betel», el lugar de la revelación de la gloria de Dios (Gn 28,12). Jacob 8,14-17). (La tensión se advierte también en Mt 10,15: «No entréis en
vio cerca de Jerusalén la escalera, el punto de contacto entre lo celeste las ciudades de Samaría; los habitantes de Judea daban un rodeo para no
y lo terrenal. Para Juan, en cambio, ese lugar es sólo el Hijo del hom- atravesar Samaría cuando se dirigían a Galilea). En el relato de la sama-
bre, no Jerusalén: Jesús —su cuerpo como templo (Jn 2,21; cf. 1,14b)— ritana, el Jesús joánico dice: «Levantad la vista y contemplad los campos;
es en lo sucesivo el lugar de la revelación de Dios, el lugar donde Dios ya están dorados para la siega» (Jn 4,35). Jn 4 muestra que Jesús siembra
es adorado «con espíritu y verdad» (4,23). y la misión samaritana de los discípulos de Esteban recoge (cf. Jn 4,37-39;
En el discurso de Esteban se habla también del Hijo del hombre, pero Hch 8,34-40).
de un Hijo del hombre que está «de pie» (Hch 7,55-56), es decir, de Je- Ya vamos conociendo las raíces más antiguas, palestinenses, del Evan-
Ibtd., 444ss. " Ihhl., 101-102 con 333-345.
310 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 311

gelio de Juan. Unos cristianos pertenecientes a los círculos judíos llamados contra los naturales de Judea la figura de «Moisés». «Hay uno que os
«heterodoxos» mostraron desde el principio —ya cuando estaban en Jeru- acusa, Moisés, en quien ponéis vuestra esperanza» (Jn 5,45). Ya en 1,17
salén—, dentro de la única Iglesia, su peculiaridad como cristianos (el se ve una contraposición entre «Moisés» y «Jesús». Jesús es para Juan la
círculo jerosolimitano de Esteban); estos cristianos tuvieron que huir de realización suprema y definitiva del profeta escatológico semejante a Moisés
Jerusalén, mientras que los cristianos más acordes con la ortodoxia judía (Dt^ 18,15.16-19; cf. Jn 4,25; 8,28; 12,49-50). Para Juan, el reinado de
no tuvieron dificultades con los judíos y permanecieron en Jerusalén (Hch Jesús es efectivo, pero él no es un rey davídico, sino mosaico. El primer
8,1), no sin mostrar cierta reticencia frente a aquellos «desertores» cristia- judaismo y el samaritanismo hablaban de «Moisés rey» 19. Para Juan es el
nos. El judaismo «heterodoxo», los cristianos que en Jerusalén seguían profeta real semejante a Moisés (cf. Jn 3,14 con Nm 21,8-8 [griego];
la línea de Esteban y el «samaritanismo», son las primeras grandes raíces cf. también Jn 19,18 con Ex 17,12; y la estancia de Jesús en el desierto
fundamentales del Evangelio de Juan 16. Esta es, en una síntesis prudente, en la versión de Juan: Jn 6; asimismo, Jesús y Moisés como «el pastor»:
la tendencia que han seguido las investigaciones sobre Juan en los últimos Jn 10). Algunos autores, especialmente T. Glasson, ven además un parale-
años (y digo «prudente» porque algunos exegetas van mucho más allá y sos- lismo entre Moisés y Josué, por una parte, y Jesús y sus discípulos, por
tienen, entre otras cosas —a mi modo ver, sin razón—, que el responsable otra 20 (a mi juicio, esto es poco claro, si no improbable; lo mismo que
de toda la tradición joánica fue un samaritano convertido) ". Así, el esque- la hipótesis de A. Lacomara, para quien Juan sigue en el discurso —o
ma, teóricamente superado, de «cristianos judíos» y «cristianos de origen discursos— de despedida de Jesús el modelo del discurso de despedida de
pagano» se ve ampliado con la idea de que en ei seno del cristianismo Moisés21).
judío hay que contar con más diferencias de las que se pensaba. El judais- Personalmente, sostengo que la primera inspiración de la tradición joá-
mo (y el cristianismo) palestinense era más helenista y sincretista de lo nica reside en la identificación de Jesús de Nazaret con el profeta escatoló-
que habíamos imaginado, sin dejar por ello de ser auténticamente judío. gico semejante a Moisés, que supera todas las expectativas (cf. el discurso
Históricamente, no se puede considerar el Evangelio de Juan como una de Esteban en los Hechos de los Apóstoles); sostengo asimismo que esta
rara avis «helenista» en el conjunto del Nuevo Testamento. El carácter identificación de Jesús como el nuevo Moisés, el cual habla con Dios «cara
originariamente palestinense del joanismo es sólo una de las muchas prue- a cara», como si fuese su amigo, utiliza otro motivo: el de las figuras de
bas que podríamos aducir a este respecto 18 . salvadores celestes que descienden y ascienden, modelo que tiene también
raíces judías.
Todo esto viene a confirmar el punto de vista que adopto en esta dis-
cusión (teniendo en cuenta los estudios joánicos de los últimos diez años).
La tradición joánica tiene unas raíces hondamente judías, palestinenses, 2. El modelo joánico del descenso y ascenso
pero no tanto en la «ortodoxia» judía cuanto en las comunidades margina-
les, no oficiales (razón por la cual algunos historiadores las califican de En el diálogo entre Nicodemo y Jesús (según la redacción definitiva del
«heterodoxas»), no fariseas, pero auténticamente judías. La tradición joá- evangelio) aparece expresamente el modelo del ascenso y del descenso. Este
nica se mueve en la tradición del sinaitismo característico del primer judais- modelo tiene una función específica en el diálogo. Pero ante todo (por mo-
mo (aunque con rasgos propios debidos a la influencia del samaritanismo); tivos teológicos) considero conveniente analizar «el modelo» en sí mismo.
en otras palabras: está en la línea de la mística judía de Moisés (línea que Evidentemente, para el Evangelio de Juan es fundamental la distinción
a partir de ahora, para abreviar, llamaremos «sinaitismo»). entre lo terreno o «carnal» (ta epigeia) y lo celeste (ta epourania) (3,12),
La reacción del Evangelio de Juan (contra ciertas tradiciones joánicas) distinción que ya hemos encontrado en la carta a los Hebreos (la cual tiene
demuestra palpablemente que esa mística sinaítica en torno a Moisés podía muchas afinidades con el joanismo) y también en Rom 7 y 8 (en un sen-
ser un peligro para los cristianos. El cuarto evangelio critica (aunque no es tido más antropológico). Juan nos explica exactamente esta distinción.
ése su objetivo primario) los peligros que el propio joanismo encerraba en «Dios es pneuma» (4,24), y el autor nos aclara: «De la carne (sarx) nace
su seno, y la crítica se hace cada vez más acerba: desde el Evangelio de carne, del espíritu (pneuma) nace espíritu» (3,6). El ser está determinado
Juan, pasando por la primera carta, hasta llegar a la segunda. Desde su por su origen. Desde el principio, únicamente la esfera celeste es «pneumá-
posición sinaítica propia, el Evangelio de Juan (análogamente a como Pablo tica», y lo terrenal es «carnal» (sarx). El ser del hombre no tiene, pues,
esgrime la figura de Abrahán contra «los judíos») aducirá como argumento
14
" T. Glasson, Afoses in the Fourth Gospel, op. cit., 20-31; W. Meeks, The Prophet-
O. Cullmann, Der johanneische Kreis, op. cit., 45-56; J. Martyn, History and King, op. cit., 107-117, 129-130, 134-136, 147-154, 177-196 y 227-238.
20
Theology, 97-100. T. Glasson, op. cit., 48-105.
17 21
Esta es la tesis, errónea en mi opinión, de B. W. Buchanan, op. cit., 175. Cf. En mi opinión, es acertada, aunque un tanto exagerada, la interpretación que
también R. Kynar, The Fourth Evangelist, op. cit., 160-162. í.acomara (op. cit.) hace del discurso de despedida de Jesús a la luz del discurso de
18
No faltan motivos para hablar de cierto «joanismo» en la carta a los Hebreos. despedida pronunciado por Moisés.
312 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 313

nada que ver con lo «pneumático» (afirmación totalmente ajena al gnosti- sino a su envío desde lo alto. En 3,13-21, el Evangelio de Juan razona
cismo), aunque sea una criatura buena de Dios (1,3). Si el hombre desea exactamente al revés; parte de unos supuestos distintos (el punto de vista
participar en las realidades o esferas pneumáticas, tiene que nacer de nuevo de los himnos de la Iglesia antigua a partir de la experiencia pascual):
virginal o pneumáticamente «del (agua y del) Espíritu» (3,5; cf. 1,13); de sólo sube quien antes ha bajado (3,13; cf. Ef 4,8-9). Por eso, Juan aplica al
lo contrario, no podrá entrar en el reino de Dios (3,5), pues ese reino es Jesús terreno, en virtud de su preexistencia, atributos que el Nuevo Tes-
pneuma (4,4). Aunque el hombre es criatura de Dios, es «no pneuma», tamento reconoce sólo al Jesús resucitado o pone en labios del Jesús terre-
«no Dios», no tiene en su ser un núcleo pneumático. No obstante, el Pneu- no tomándolos del Cristo exaltado. Como Jesús viene de arriba, puede
ma, Dios, es creador de la tierra y del hombre (1,2), el cual, en cuanto «dar testimonio de lo que ha visto y oído» (3,32) mientras vivía junto al
hombre, no tiene «gracia y verdad» (1,14b), es decir, no posee la sabiduría Padre. Esto es una novedad en el Nuevo Testamento. Por su preexistencia
que viene de lo alto. Sobre este trasfondo resulta comprensible el cuarto (cf. 1,18; 6,38.46; 8,26.40; 15,15), el Jesús joánico puede con autoridad
evangelio. revelarse —ego eimi, yo soy...— y puede revelar al Padre como salvación,
La salvación, la vida eterna del hombre, sólo es posible gracias a una meta y camino para todos (14,4-11), como acceso o «camino hacia el Pa-
iniciativa de lo alto, del reino pneumático. La luz, que es un elemento pro- dre» (14,9b). Lo que el Hijo posee singularmente del Padre —el conoci-
pio del reino pneumático, tiene que aparecer en este mundo carnal. Me- miento de Dios (17,6), la vida (5,26; 6,57), la gloria (17,5.22)— puede
diante imágenes de tipo espacial —descender y ascender—, el Evangelio comunicarlo plenamente —«de su plenitud» (1,16)— a los demás, siempre
de Juan desarrolla todos estos conceptos. Pero el mismo evangelio (cf. in- que crean en él (como Moisés en el discurso de Esteban: «Moisés recibió
fra) anulará radicalmente esas categorías espaciales insistiendo en la reci- palabras de vida para transmitírnoslas. Pero nuestros padres no quisieron
procidad de las relaciones de amor entre Dios-Pneuma y el hombre cre- escucharlo», Hch 7,38-39).
yente, gracias a Jesucristo, que ha sido enviado por el Dios-Pneuma. El
Con esta katabasis o descenso del cielo, es decir, con el envío de Jesús
mayor «mitólogo» de todos los autores neotestamentarios es, al mismo
por parte del Padre, Juan no ofrece una teología trinitaria, sino una cris-
tiempo, un exponente de la «desmitificación».
tología. Debido a su preexistencia, el Jesús terreno posee el don del cono-
La idea de «descender» o «bajar» responde a la imagen del mundo que cimiento y poder salvífico: «El enviado de Dios comunica los mandatos
tenía la Antigüedad: arriba, aquí, debajo. El cielo, el lugar donde Dios de Dios: él —gramaticalmente, en mi opinión, este pronombre no se re-
habita por propio derecho, es el plano más alto de nuestro universo (Sal fiere a Dios, sino a Jesús— otorga sin medida su Espíritu. El Padre ama
29,3.10; 104,3). Esta concepción suponía ya la superación de otra más an- al Hijo y lo ha puesto todo en su mano» (3,34). Aquí no se acentúa sola-
tigua, según la cual la morada de Dios estaba «vinculada» a una piedra, mente la muerte y resurrección de Jesús, sino también su envío, lo cual
una zarza o un lugar de culto. Si Dios vive «allá en lo alto», cualquier no quiere decir que se deje de lado la particular importancia que reviste
teofanía o manifestación de Dios será considerada como un «descenso» de la muerte. Todo lo contrario: la muerte recibe un particular significado
Dios. Descenso (katabasis, katabainein) es, en el Antiguo Testamento, una joánico.
terminología de revelación, mientras que la anabasis, el ascenso, significa el
final de la revelación de Dios (cf. Gn 17,22; Sal 47,6; 68,19). Es de notar Según esto, en la actividad terrena de Jesús en Galilea y Jerusalén,
a este respecto que en el discurso de Esteban se alude «al Dios de la quien habla no es el Cristo glorificado retroproyectado sobre el Jesús terre-
gloria que se aparece a...» (Hch 7,3) y a que Dios «bajó a librar a su pue- no, como sucede en el relato kerigmático de los sinópticos, sino el Jesús
blo» (Hch 7,34). En el Antiguo Testamento, «bajar» y «subir» están rela- terreno a partir de sus experiencias «preexistentes» al lado de Dios. Jesús
cionados, pues, con las revelaciones de Dios (cf. Ex 24,16 con Ez 9,3; habla con plena conciencia de que procede «de arriba» (3,31a). A pesar
11,23; cf. también Is 13,14-15; Prov 30,4). A este respecto, es particu- de su unidad con el Padre, en la tierra Jesús no está «al lado del Padre»
larmente interesante el caso del ángel que trajo a Tobías el remedio de (implícito en 17,5); Jesús está al lado del Padre solamente en su preexis-
Dios. Una vez cumplida su misión, dice el ángel: anabaino pros ton apos- tencia y su «posexistencia» (3,13.31; 6,62; 13,1; 16,28). Sin embargo, en
teilanta me; «subo ahora al que me envió» (Tob 12,20; es la misma ter- la tierra «el Padre está en él» y «él con el Padre» (14,10; 14,11; 14,20;
minología «joánica»). Desde el punto de vista judío, «bajar» y «subir» era 10,30.38; 16,32; 17,21), y el Padre está «con el Hijo» (16,32). Por tanto,
una imagen corriente mucho antes de que hiciese su aparición cualquier quien ya ahora, durante la vida terrena de Jesús, «crea en el Hijo posee
tipo de gnosis. Teniendo en cuenta aquella imagen del mundo, «descender» vida eterna» (3,36). En la tradición Q se decía que tomar postura ahora,
y «venir de Dios» eran términos sinónimos. Con esta base estamos en con- a favor o en contra de Jesús, es una decisión de graves consecuencias, es-
diciones de analizar Jn 3,13-21 y 3,31-36. catológicas (o, lo que es lo mismo, futuras) (Mt 10,32-33 = Le 12,8-9;
son los propios sinópticos los que aclaran esta idea: Mt 12,32; Le 12,10;
a) Jn 3,31-36. «Jesús viene de arriba» (3,31) y, por consiguiente, también en Me 3,28-29; probablemente se evoca un logion de Jesús: «di-
«está más alto que nadie» (3,31b). Esto se debe no sólo a su resurrección, choso el que no se escandaliza de mí», Q Le 7,23 = Mt 11,6). En Jn 3,36
314 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 315

esta tradición adquiere un claro significado cristológico actual. Quien no salvación y el juicio van unidos a la aparición de la persona de Jesús en
crea durante la vida de Jesús, estando en contacto con él, ya está juzgado; nuestro mundo.
quien crea, tiene vida eterna. No ver la vida quiere decir no ver el reino De este resumen del modelo interpretativo joánico (Jn 3,13-21 y 3,
de Dios (3,3). 31-36) se deduce que el Evangelio de Juan utiliza un material de la tradi-
ción cristiana: a) La preexistencia es un dato prepaulino (Flp 2,6-11) y,
3) Jn 3,13-21. Si 3,31-36 habla de la katabasis u origen celestial de en sentido sapiencial, paulino (el tema del envío: 1 Cor 10,4; 8,6; Rom
Jesús, 3,13-21 habla de la anabasis o retorno del Hijo al Padre: «nadie 10,6-7; Gal 4,4-6; también Heb 1-3 es sapiencial). El Evangelio de Juan
ha subido nunca al cielo excepto el que bajó del cielo...» (3,13). Ho Mata- añade algunos rasgos propios (6,62; 8,14.58; 17,5.24) en relación con la
bas (en aoristo, que indica un hecho realizado de una vez por todas en la plena conciencia que tiene Jesús de su propia preexistencia («preexistencia
encarnación) y, por otra parte, anabebeken (en perfecto), es decir, el que protológica»). b) En el Evangelio de Juan, la idea de la elevación de Jesús
bajó ha subido, mora ya permanentemente en los espacios celestes. Según sobre todas las cosas está ya como implícita en el dinamismo de la encar-
el Evangelio de Juan, la preexistencia de Jesús explica el significado pleno nación y no sólo alcanza su punto culminante después de la muerte de
y auténtico de la fase final de la vida de Jesús: su elevación (muerte) y su Jesús, sino que comienza plenamente con su muerte, tras la cual acontece
resurrección o glorificación. Pero el retorno al lugar del que salió Jesús, el retorno de Jesús al Padre, c) Juan y los sinópticos muestran una notable
el Hijo del hombre (3,13; 6,62; 13,31; 12,23), el retorno al Padre (13,1; afinidad en el tema del «reino de Dios» (3,5; cf. 3,3), aunque para Juan
14,28; 16,5.28; 17,11.13; 20,17) se efectúa a través de la muerte. En el significa «entrar en el mundo superior, celeste, del pneuma» (3,12.13.31;
Evangelio de Juan, la muerte de Jesús es el comienzo de la elevación de- 8,21). d) «El Hijo del hombre». Juan conoce al «Hijo del hombre» de
finitiva: «lo mismo que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto» Daniel (Jn 5,27) y también el significado primariamente sinóptico del Hijo
(3,14b), también el Padre eleva a su Hijo al morir éste. Esta analogía con del hombre que ha de venir como juez (Le 12,8 par.; Me 8,38 par.; 13,
la elevación de la serpiente (Nm 21,8-10; 2 Re 5,21) es un dato del cris- 26 par.; 14,62 par.; Le 11,30 par.; 12,40 par.; 17,24.26.30 par.; Mt 13,
tianismo primitivo, pero solamente Juan lo relaciona con la muerte de Je- 41; 19,28; 25,31; Le 18,8; 21,36). También los sinópticos relacionan la
sús, entendida como elevación vivificante, la cual en el resto del Nuevo glorificación con el Hijo del hombre escatológico (Me 8,38 par.; 13,26;
Testamento no tiene lugar sino después de la muerte, en la resurrección Mt 25,31), pero Juan piensa que esa gloria actúa ya en el Jesús terreno
(de todos modos, Juan no niega este aspecto; cf. infra). En cuanto salva- (de todos modos, se pueden encontrar indicios de ello ya en Le 22,69;
ción (para el creyente), la muerte de Jesús es al mismo tiempo juicio esca- 23,42-43; 24,26; Hch 7,55-56). Juan ha recogido la fórmula sinóptica y
tológico (kekritai: 16,11; 12,31) para quien no cree. Dada la crítica situa- neotestamentaria «estar sentado a la derecha de Dios» en su concepto de
ción en que se encontraba la comunidad joánica, frente a unos «judíos» «elevación»: no es, por consiguiente, un acto sucesivo y posterior a la fase
que rechazaban la idea de un Mesías humillado y ejecutado, el Evangelio de humillación: la crucifixión es ya elevación (Jn 3,14; 8,28; 12,32-34).
de Juan nunca habla abiertamente de la condición «kenótica» o de humi- Asimismo, el segundo grupo de enunciados sinópticos sobre el Hijo del
llación del Hijo del hombre. Al contrario, lo importante en la vida de hombre, es decir, los referentes a la pasión, muerte y resurrección (por
Jesús es la Palabra hecha hombre. La misma cruz aparece como la manifes- ejemplo, Me 8,31 par.), los encontramos en Juan (3,14, aunque no con la
tación suprema del amor del Hijo y del Padre (3,16): la hora de la glori- misma estructura bimembre). Tanto en los sinópticos como en Juan sub-
ficación (12,23; 17,1; 13,1). Quizá Juan basa su concepción en Is 52,17, yacen, entre otros textos, Is 53 y 52,13. Conceptos preexistentes adquieren
donde aparecen los dos términos, típicamente joánicos, «elevación» y «glo- en el Evangelio de Juan un matiz distinto (12,23-24 con 12,34c; 13,31-32;
rificación» (hypsothenai y doxasthenai: Is 52,13). Jesús ha venido del cie- 17,1-2). Sólo en lo tocante al tercer grupo de enunciados sinópticos sobre
lo «no para juzgar al mundo, sino para que el mundo por él se salve» el Hijo del hombre no se observa ninguna relación entre Juan y los sinóp-
(3,17). Vida-corrupción, salvación-juicio aparecen como términos contra- ticos22. En 3,13; 6,27.53.62; 12,23 y 13,31.32 aparece un tipo no sinóp-
puestos: «El que no cree ya está juzgado» (3,18; 3,36); al que cree no se tico de Hijo del hombre, que desciende y asciende. En el Evangelio de
le juzga (3,18a; 5,24; cf. también 1 Jn 3,14). Juan concluye su breve ex- Juan, más aún que en los sinópticos, el Jesús terreno es el «Hijo del hom-
posición aludiendo al prólogo del evangelio: «El juicio consiste en esto: bre», pero Juan difiere de ellos tanto en la terminología como en el conte-
en que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la nido. Juan desarrolla aquí un tema específico, independiente del material
luz, porque sus acciones eran malas. Todo el que practica lo malo detesta presinóptico. Evidentemente, en este punto no hay una base en común
la luz y no se acerca a la luz, para que no se descubran sus acciones. En entre los sinópticos y Juan. La diferencia tiene su origen, al parecer, en
cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz para que se la peculiaridad cristológica del modelo joánico: el contenido de katabasis-
vean sus acciones, porque están hechas como Dios quiere» (3,19-21). La anabasis no es para Juan un modelo, sino una realidad en relación con Je-
propia encarnación es un jucio del mundo en la medida en que este mundo
no reconoce la luz que luce en las tinieblas. En el Evangelio de Juan, la a
R. Schnackenburg, ]ohannesevangelium, op. cit. I, 411-423.
316 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 317

sucristo, el Hijo del hombre. El material del cristianismo primitivo adquie- habla de una anabasis y katabasis del personaje femenino de la sabiduría
re en Juan otro significado, porque él parte de otro modelo cristológico. (Eclo 24; Bar 3,27-4,4; Sab 9,10; 7,27 y 8,10; 6,18-20; 8,13.17), siempre
En el Evangelio de Juan, las pruebas que los sinópticos y todo el Nuevo con un propósito salvífico (Sab 9,18; cf. 10,1.4.6.13.15). Lo mismo sucede
Testamento aducen sobre la resurrección y exaltación de Jesús se convier- en la literatura apocalíptica (1 Hen 42,1-2; 2 Bar 48,36; 2 Esd 5,9-10).
ten en pruebas de su preexistencia protológica. Además, en su angelología, el judaismo precristiano conocía el modelo de la
katabasis-anabasis. Primeramente, en relación con el mafak yahweh o ángel
Esto nos ofrece ya una primera panorámica provisional del Evangelio de Dios (Gn 19,1.13; 22,11-18; 16,13a; Ex 23,20-21): «tres hombres»
de Juan: este evangelio es una actualización de tradiciones del cristianismo que son un «ángel de Dios» (Gn 18,2-22; cf. Gn 32,24.25; Os 12,5; Jue
primitivo, siguiendo el modelo de la anabasis-katabasis. Esto dio pie a 13,6.8). También se habla de «ir y venir de ángeles» (Ex 3,8; Jue 13,20),
R. Bultmann para ver en Jn 3,13-21 y 3,31-36 un elemento gnóstico del siempre con propósitos de ayudar, salvar o liberar (Gn 19,12ss; 22,11;
mito del salvator salvandus et salvatus, un personaje redentor, una espe- 48,15-16; Jue 6,1 lss; Ex 3,2: aquí para sacar a Israel de Egipto). Tam-
cie de prototipo mítico de la necesidad que tiene el hombre de redención bién «el ángel de la presencia» es un ángel salvador (Is 63,9). En Tob 3,
y del modo en que «el hombre» puede alcanzar la redención, al igual que 16-17.21; 8,3; 9,8-16; 12,3.14.15.19-20, el arcángel Rafael es un ángel
el «Adán» del Génesis es un prototipo de lo que el ser humano es últi- que baja y salva. Asimismo, en los apocalipsis judíos no canónicos se habla
mamente en su posibilidad positiva y realidad fáctica. Después de Bult- de ángeles que descienden y ascienden25. En Qumrán también se conoce
mann, el cual se apoyaba simplemente en los resultados a que entonces el tema de un ángel que baja y salva 26. Posteriormente, se mezcló esta an-
había llegado la escuela de la historia de las religiones, nuevas investiga- gelología con tradiciones sapienciales. De tal unión nacieron identificaciones
ciones históricas han comprobado que el mito gnóstico de un salvador como sabiduría = logos = ángel. Según 1 Hen 42,1-2, la sabiduría bajó
que desciende del cielo era conocido de hecho en el siglo n d. C , pero para establecer su morada en Israel, pero no habiendo logrado sus propó-
en él había influido el judaismo y quizá también el cristianismo 2i . El dios sitos tuvo que volver a su lugar de origen y estableció su morada en el
anthropos (hombre primordial) está además íntimamente ligado a la con- cielo, junto a los ángeles. En Sab 10,6, la sabiduría, como ángel de Yahvé,
cepción gnóstica del mundo y es inseparable de ella. El Evangelio de Juan es la que salva a Lot. Israel fue sacado de Egipto por la sabiduría (Sab
no tiene, pues, nada que ver con la gnosis. Por otra parte, la gnosis no 10,15-16), mientras que en Sab 18,15 quien realiza esta acción es el ángel
cayó «del cielo» en el siglo n d. C. La gnosis utiliza una serie de tradicio- de Yahvé. Por otro lado, en Sab 9,1-2 la sabiduría es el Logos (cf. Eclo
nes anteriores a ella, y la tradición en que se inscribe el evangelista Juan 24,3), el cual es presentado de nuevo en Sab 18,5 como ángel. Finalmente,
es un ambiente espiritual que ofrecerá a la literatura «hermética» y a la Sab 9,17 une entre sí sabiduría y espíritu santo. Por tanto, la idea de una
gnosis ulterior un rico y variado material. Existe además el problema de si figura celestial que redime y salva, identificada más o menos nítidamente
este «mito de salvación» es un elemento constitutivo de la gnosis poste- con la sabiduría, el logos, un ángel o con el espíritu santo, es un dato
rior. Parece innegable (prescindiendo de las discusiones en torno a la gno- judío anterior al cristianismo, y plenamente vigente en los ambientes espi-
sis) que ya antes del cristianismo y de la gnosis existían varias figuras de rituales «no oficiales», pero auténticamente judíos. Así lo confirma Filón,
salvadores sujetos al esquema de descenso y ascenso, tanto en el mundo quien identifica igualmente sabiduría, logos, pneuma y ángel2T.
greco-romano como en el judaismo.
Los dioses que descienden a este mundo para actuar como salvadores Ascending Redeemer, op. cit., 418-440. Cf. Tácito, Historia, 4, 83-84; Virgilio, Églogas,
4; Horacio, Odas I, 2.
son un motivo greco-romano anterior al nacimiento del Nuevo Testamen- 25
Testjob, 2-5; ApMo (ed. R. H. Charles, Oxford 1913, II, 127-129). Cuando
to 24 , conocido por el judaismo helenista. Ya en la literatura sapiencial se muere Adán, bajan unos ángeles y llevan su alma al cielo; allí es purificado (37,2-3)
23 y llevado por Miguel al tercer cielo, en espera del juicio final (37,4-6). También 3 Mac
Así, C. Colpe, Die religionsgeschichtiiche Schule. Darstellung und Kritik ihres
Bildes vom gnostischen Erlósermythus (Gotinga 1968); E. Brandenburger, Adam und 6,18-31; TestAbr 9,17-18; 6,4; 8,11; 1,5-10; 7,3-17.
26
Christus (Neukirchen 1962); H. M. Schenke, Der Gott «Mensch» in der Gnosis (Go- HQMelq: Melquisedec aparece aquí como un ángel salvador.
27
tinga 1962); U. Müller, Messias und Menschensohn in jiidischen Apokalypsen und in Cf. H. A. Wolfson, Philo (Cambridge, Mass., 21948) I, 253-266. La sabiduría
der Offenbarung des ]ohannes (Gütersloh 1972) espec. 114-116; cf. H. Joñas, Gnosis es el Logos (De somniis I, 108-109; Legum allegoriae I, 65); el pneuma es la sabi-
und spatantiker Geist, 2 vols. (Gotinga 31964 y 21966); R. Longenecker, The Christo- duría (De creatione, 135; De gigantihus, 22,27); el logos es un ángel (Quis divinarum
logy of Early Jewish Christianity (Naperville 1970). rcrum heres, 42,205; De cherubin, 35). La interrelación existente entre logos, hijo
24
Véanse los nuevos estudios de G. W. McRae, The Jewish Background of the unigénito y ángel de Yahvé aparece claramente en De agricultura, 51. En Confus.
Gnostic Sophia-Myth: NT 12 (1972) 86-100; id., The Coptic Gnostic Apocalypse of linguarum, 146-147, se emplean indistintamente los términos «hijo», «logos» y «ángel»,
Adam: HeyJ 6 (1965) 27-35; B. L. Mack, Wisdom Myth and Mytho-logy: Int 24 y en De somniis I, 215, se identifican con el sumo sacerdote. No obstante, hay que
(1970) 46-60; id., Logos und Sophia. Untersuchungen zur Weisheitstheologie im helle- irner en cuenta que el logos no es para Filón una persona junto a Dios, sino la ex-
nistischen Judentum (Gotinga 1973); H. B. Kuhn, The Angelology of the Noncanonical presión del pensamiento de Dios; cf. R. Williamson, Philo and the Epistle to the
Jewish Apocalypses: JBL 67 (1948) 211-219; C. Talbert, The Myth of a Descending- llchrcws (Leiden 1970) 415ss.
318 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 319

De todos estos datos se puede concluir, en mi opinión, que el trasfondo existencia (Heb 1,2; 9,11.26); b) descenso (2,17; 2,9.10.14.15; 5,8; 10,
del Evangelio de Juan, en lo tocante al modelo utilizado, tiene que buscarse 10); c) ascenso (7,25-26; 9,12-24); d) parusía (9,28; 10,37). En esta carta
en ambientes judíos donde hallemos mezcladas las tradiciones sapienciales es de notar que los títulos principales relacionados con el modelo de kata-
y la angelología judía. El hecho de que unos seres celestes y trascendentes basis-anabasis son precisamente «Hijo del hombre» (Heb 1,2; 3,6; 4,14;
reciban diversos nombres es un fenómeno típico del primer judaismo (y 5,5.8; 6,6; 7,3; 11,28) y «Sumo Sacerdote» (4,14-16) y, además, que «el
de la época helenista). El «salvador celestial» recibe diversos nombres: Hijo» es llamado apaugasma, imagen de Dios (1,3; Sab 7,26). Como he-
sabiduría, logos, ángel, hijo, «hombre», sumo sacerdote. Las Odas de Sa- mos visto, esta carta sostiene cierta polémica contra los ángeles: Cristo
lomón M, escritas más o menos en la misma época que el Evangelio de no es un ángel, sino que se ha hecho hombre (1,4-2,16). En el cristianismo
Juan, suponen una ruptura radical con la «cristología angélica»; sin em- antiguo el culto a los ángeles constituía indudablemente un grave problema
bargo, el Cristo redentor se representa siguiendo el modelo de la anabasis- (cf. también Col 2,18). Al igual que las Odas de Salomón (y posterior-
katabasis29. A pesar de su carácter cristiano, estas Odas se inspiran abierta- mente Tertuliano), la carta a los Hebreos intenta eliminar el elemento
mente en el primer judaismo. «ángel» del conjunto conceptual formado por Hijo, Logos, Ángel, Sumo
El resultado de todo esto es que ya en la época del primer judaismo, Sacerdote, Sabiduría.
con anterioridad al cristianismo, algunos círculos judíos no oficiales cono-
cían el modelo de la anabasis-katabasis, y precisamente en relación con la El Evangelio de Juan emplea claramente ese mismo modelo judío:
figura de un salvador y redentor celeste: logos, sabiduría, ángel, una termi-
1) Preexistencia: Jn 1,1-3.10; 1,30.31; 3,31; 6,51; 8,58; 17,5.24.
nología que encontramos además en la llamada «cristología angélica» de los
primeros Padres de la Iglesia30. El «modelo» en cuanto tal procede del 2) Descenso con propósitos salvíficos: envío (3,17) o «entrega» (3,16;
primer judaismo. 6,38; 8,23.42); así, el Padre es visto en el Hijo: 14,9; 1,18; el que ha
Implícitamente, este modelo está presente en Pablo: preexistencia, des- bajado «bautiza con Espíritu Santo» (1,33; 20,22), quita los pecados (1,
censo, ascenso, parusía (Rom 8,34b; 1 Cor 15,24-27; Flp 3,20; cf. incluso 29), da vida eterna (3,16; 5,21.25.26; 6,26.51; 17,36) y vence «al jefe
1 Tes 1,10; 4,16-17), si bien la anabasis aparece indirectamente en térmi- del mundo» (12,31).
nos de exaltación. Gal 4,4-5 habla del «envío del Hijo» con un objetivo
salvador (cf. Jn 3,17; 1 Jn 4,9; también Rom 8,3, que emplea el término 3) Ascenso redentor: «volver al Padre» (13,3.33.36), «ser exaltado»
típicamente joánico pempein, «enviar»). Asimismo: «entregó a su Hijo» (en el doble sentido) (12,32 y 12,28); ser glorificado (12,23; 13,32; 17,5);
(Rom 8,32, paredoken; en Juan, didonai; por ejemplo, Jn 3,16). Estas fór- «irse» (16,7); enviar al Espíritu (14,16-17.25-26; 15,26-27; 16,7-11.13-15),
mulas de envío y entrega tienen sus raíces en la sabiduría judía (Sab 9,10; preparar a los creyentes un sitio «en el cielo» (14,3).
9,17; Sab 9,17a. También es enviado el ángel de Yahvé: Gn 19,13; Ex 4) Parusía: 5,28-29; 14,2-3 («hasta luego»), y en el capítulo adicional
23,20-21, etc.). La idea del «envío» en relación con el título «Hijo de (Jn 21,22); «el último día» (6,39; 6,40) en contraposición a «aquel día»
Dios» es quizá típica del judaismo egipcio31. Incluso en Gal 4,4-14 se da (14,20; 16,23; cf. 20,19-20: el día de la Pascua).
cierto nexo entre «Cristo» y «ángel».
En la carta a los Hebreos, este modelo aparece más explícito: a) pre- Los títulos utilizados en relación con este esquema son Logos, Hijo de
Dios, Hijo del hombre, títulos típicos de este modelo del primer judaismo.
28
Cf. J. H. Charlesworth (ed.), John and Qumran (Londres 1972); R. Harris y El único título que, como hemos dicho, ofrece problemas es el de «Hijo
A. Mingana, The Odes and Psalms of Solomon (Manchester 1920); R. A. Culpepper, del hombre», pues en el Evangelio de Juan existen dos concepciones dis-
The Odes of Solomon and the Gospel of John: CBQ 35 (1973) 298-322. tintas: 1) el tipo sinóptico de «Hijo del hombre» (Jn 1,51; 3,14-15; 5,27;
29
OdSl 12; 29; 37; 41; 42; en especial, 12 y 22-23. Cristo es a la vez Hijo de 8,28; 12,34) y 2) el tipo no sinóptico (3,13; 6,27.53.62; 12,23; 13,21-32):
Dios (OdSl 36; 41; 42) e Hijo del hombre (OdSl 36 y 41). Cf. J. Charlesworth, un Hijo del nombre que desciende y asciende. ¿Hay que ver en el Evan-
op. cit., 127-128. gelio de Juan, como en la carta a los Hebreos, una «anticristología angé-
30
Justino, Apol. I, 46 y 63; II, 10; Dial, contra Tryphonem, 61; 62; 126; 128-129; lica», especialmente en 1,51 (cf. Ap 19,10; 22,8-9) y en 5,1-9? El Pará-
Hijo, Sabiduría, Ángel o Logos. También el Pastor de Hermas; OrSib 8; Epist. clito es el «Espíritu de verdad» (14,16; 15,26; 16,13; cf. infra). G. Johns-
Apostolorum, 3; 13; 14 (Cristo asume la figura de un ángel en la anunciación a
María). En Tertuliano, en cambio, vemos la intención expresa de eliminar «Ángel» del
lon sostiene que Juan rechaza la identificación prejoánica del ángel Miguel
conjunto «Sabiduría, Logos, Hijo, Pneuma»; es un rasgo típico del pensamiento ion el «Espíritu de verdad» 32. También en Qumrán el «espíritu de verdad
norteafricano (cf. Adv. Marc, 9). que da testimonio» sería un ángel (1QS 3,18-25), y el Paráclito sería muy
31
Cf. Jesús, la historia de un viviente, 446-465; me parece, con todo, una pura
hipótesis que esto sea típico del judaismo egipcio, como se ha afirmado en algunas " Cf. G. Johnston, The Spirit-Paraclete in the Gospel of John (Cambridge 1970)
ocasiones. 122; O. Bctz sostiene la tesis contraria en Der Paraklet (Leiden 1963).
320 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 321
M
probablemente el ángel Miguel . Según esto, habría existido en el cristia- y la nieve del cielo y no vuelven allá sino después de empapar la tierra...,
nismo primitivo una especie de cristología judía que consideraba a Cristo así será mi palabra (rhema), que sale de mi boca (exelthein): no volverá
y al Espíritu como «dos ángeles», a la cual se opondría el Evangelio de a mí vacía, sino que hará (syntelesthein) mi voluntad y cumplirá mi encar-
Juan. Con tales supuestos llama realmente la atención que el Evangelio go» (Is 55,8-11). Las categorías utilizadas por Juan existían ya en el judais-
de Juan, en el relato del sepulcro vacío, no relacione la fe en la resurrec- mo, y la angelología del primer judaismo admitía que los seres celestes
ción con ninguna aparición angélica (el evangelista no conoce ni quiere re- tienen una existencia de tipo celeste y personal. En el joanismo se dan cita
coger esa tradición). Al igual que las Odas de Salomón y posteriormente la preexistencia sapiencial (escatológica) y la existencia celeste de seres ce-
Tertuliano, el Evangelio de Juan sería un intento de eliminar al «ángel» lestes personales. Precisamente estas ideas podían aparecer en la tradición
del bloque formado por el Logos, la Sabiduría, el Hijo, el Espíritu y el prejoánica como una especie de «cristología angélica», a la que se opone
Ángel. muy probablemente (aunque sólo de un modo incidental) el Evangelio de
Juan (y la carta a los Hebreos), en particular mediante una cristologización
Si este análisis es correcto, parece claro que el Evangelio de Juan está del concepto de Paráclito (cf. infra). Una idea fundamental del cuarto
enraizado en el /«¿eo-helenismo y también en los círculos «bautismales» evangelio es que la historia de la salvación no tiene su origen en Belén
palestinenses (Jn 1,6-8; l,35ss): esta tendencia (por motivos diversos) ha (7,41-42), ni en la casa de María y José (6,41-42), sino en el cielo (1,18;
prevalecido en las investigaciones joánicas de los últimos años sobre las 3,13; 6,32-33; 7,28-29; 17,5.24): Jesús viene del cielo enviado por Dios.
anteriores interpretaciones gnósticas de este evangelio34. Es muy significa- Aquí tenemos la clave más importante para entender las intenciones que
tivo que Juan, inmediatamente antes de la perícopa en que, por así decirlo, Juan tiene en su evangelio y también para entender el llamado «dualismo»
presenta su modelo, diga: «Si no creéis cuando os hablo de lo terrestre (ta joánico, con el que Juan, siguiendo la línea del Antiguo Testamento, quiere
epigeia), ¿cómo vais a creer cuando os hable de lo celeste (ta epourania) ?» ante todo aludir a la trascendencia del Pneuma de Dios sobre todo lo terre-
(3,12). El libro de la Sabiduría había dicho: «Apenas adivinamos lo terres- no, como se formula agudamente en el citado texto de Is 55,8-11. «A Dios
tre (ta epigeia), pues ¿quién rastreará las cosas del cielo (ta epourania)?» nadie lo ha visto» (1,18; 6,46; Ex 33,20). Para ello es preciso «venir de
(Sab 9,16). En relación con esta oposición entre lo terrestre y lo celeste Dios».
(la esfera pneumática) dice el libro de los Proverbios: «¿Quién subió al La consecuencia de «ser de Dios» y, por consiguiente, del descenso de
cielo y luego bajó?... ¿Quién fijó los confines del orbe? ¿Cuál es su nom- Jesús es que el Jesús joánico habla en la tierra de «lo que ha visto y
bre y su apellido, si es que lo sabes?» (Prov 30,4). Y antes el Deuterono- oído» (3,32 y 3,31); «hablamos de lo que sabemos; damos testimonio
mio: «Porque el precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda de lo que hemos visto» (3,11). Jesús hace «todo lo que ve hacer al Pa-
ni inalcanzable; no está en el cielo, no vale decir: ¿quién de nosotros su- dre» (5,19), y «yo juzgo como me dice mi Padre» (5,30); «lo que aprendí
birá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará para que lo cumplamos?» de él se lo digo al mundo» (8,26). Y también: «Yo no he hablado en
(Dt 30,12). Finalmente: «¿Quién subió al cielo para cogerla, quién la bajó nombre mío; no, el Padre que me envió me ha encargado él mismo lo que
de las nubes?... investigó el camino de la inteligencia y se lo enseñó a su tenía que decir y que hablar» (12,49). De lo cual se desprende que «ver
hijo Jacob, a su amado Israel. Después apareció en el mundo (epi tes ges y oír» equivale a haber sido enviado por el Padre para llevar a cabo la
ophthe) y vivió entre los hombres (en tois anthropois synanestraphe)» tarea de predicar. Jesús habla en nombre del Padre. Esto es lo que hace
(Bar 3,29.37-38). De hecho, en algunos escritos la sabiduría, no habiendo en los evangelios sinópticos, pero en el Evangelio de Juan adquiere un
logrado su propósito de encontrar una morada en la tierra, la abandona significado particular dentro del modelo del descenso y ascenso.
(Hen[et] 42,1-2), o bien vuelve para castigarla (sobre todo en el esquema
rabínico del descenso y ascenso)35. No se puede negar la afinidad de estos
textos con el Evangelio de Juan, o entre Jn 3,12-31 e Is 55,8-11: «Mis 3. Jesús pone a los hombres ante una opción:
planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos... fe o incredulidad
Como el cielo está por encima de la tierra, mis caminos son más altos que
los vuestros, mis planes más que vuestros planes. Como bajan la lluvia Bibliografía (además de la ya citada): G. Baumbach, Gemeinde und Welt im Joh:
«Kairos» 14 (1972) 121-136; Joh. Beutler, Martyria (Francfort 1972); J. Blank, Krisis,
o|>. cit.; O. BScher, Der johanneische Dualismus im Zusammenhang des nachhiblischen
33
G. Quispel, Qumran, John and Jewish Christianity, en Charlesworth (ed.), John judentums (Gütersloh 1965); K. L. Carroll, The Forth Gospel and the Exclusión of
and Qumran, op. cit., 137-155. ('.hristians from the Synagogue: «Bulletin of the John Rylands Library» 40 (1957)
34
O. Cullmann, Der johanneische Kreis. Sein Platz im Spatjudentum, in der Jün- 19-32; E. Grá'sser, Die antijüdische Polemik im Johannesevangelium: NTS 10 (1964-
gerschaft Jesu und im Urchristentum. Zum Ursprung des Johannesevangeliums (Tu- l%5) 74-90; E. Kasemann, Jesu letzter Wille nach Joh 17 (Tubinga 1966) 116-119;
binga 1975). I í. Lcroy, Ratsel und Missverstandnis, op. cit.; J. Louis Martyn, History and Theo-
35
Strack-Billerbeck, II, 425. logy in the Fourth Gospel (Londres 1968); Th. H. Olbricht, lis Works are Evil
21
322 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 323

(John. 7,7): «Restoration Quarterly» 7 (1963) 242-244; R. Schnackenburg, op. ctt. para él (5,24-26), pero condena para el que no cree (5,27-30). Cada mila-
II, 328-346; L. Schottroff, Der Glaubende und die feindliche Welt (WMANT 37; gro es un signo, un indicio de obras todavía mayores (5,20-22): la resu-
Neukirchen 1970); G. Steinberger, La symbolique du bien et du mal selon saint ]ean rrección de Lázaro es un signo de algo más importante: la resurrección de
(París 1970); W. Wilkens, Zeichen und Werke. Ein Beitrag zur Theologie des 4.
Evangeliums in Erzahlungs- und Redestoff (AThANT 5.5; Zurich 1969) 114-121. Jesús y el juicio final.
También la afirmación de que Jesús es «el pan de vida» (6,35.48.51)
provoca fe e incredulidad. Así como los judíos en el desierto, a pesar del
a) Jesús y «los judíos». milagro del maná, «murmuraban contra Moisés» (Ex 16,7-9), así también
«los judíos protestaban contra él porque había dicho que él era el pan
Ya en la primera presentación de Jesús como salvador celeste en la bajado del cielo» (6,41). Ellos conocen el origen de Jesús: es el hijo de
tierra, y en todo el cuarto evangelio, la aparición de Jesús lleva a una José; conocen a su padre y a su madre. «¿Cómo dice ahora que ha bajado
«crisis» entre creyentes y no creyentes. Unos creen en él, otros lo recha- el cielo?» (6,42). Conocen el origen terreno de Jesús, pero el auténtico
zan. Jesús provoca una división entre los espíritus, lo mismo que (Juan origen celestial de Jesús permanece oculto a «los judíos». A los que mur-
piensa en ello) la palabra de Dios «haya luz» (Gn 1,3) produjo una sepa- muran contra él les dice que nadie puede descubrir su verdadero origen
ración entre la luz y las tinieblas, entre el día y la noche (Gn 1,3-5). El mediante la carne y la sangre; para ello se precisa una gracia de lo alto
«dualismo» surge cuando el hombre decide aceptar o rechazar a Jesús. «que tire» (6,44); es necesario «proceder de Dios» (6,46b) para conocer
Para Juan, este dualismo no es anterior a tal decisión (la cual, en caso de el verdadero origen de Jesús. También la actualización eucarística que si-
que sea positiva, dada nuestra condición «carnal» [sarx], es consecuencia gue inmediatamente —«el pan que voy a dar es mi carne, para que el
de la «atracción» del Padre o, en otras palabras, consecuencia de una gra- mundo viva» (6,51b)— produce una división entre los judíos. «Quien come
cia; 6,44-46). El dualismo o división entre los espíritus se produce me- mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él» (6,56). Son pala-
diante la postura que se adopte en relación con Jesús (de cualquier forma, bras «intolerables» (6,60.71) incluso para «muchos discípulos» (6,60-61),
Juan se refiere a esta decisión, y no directamente a los hombres que aún sin duda fieles de la comunidad joánica. Jesús es alimento, vida eterna
no han tenido ocasión de conocer a Jesús; éstos son creyentes o incrédulos para los hombres, porque viene del cielo: «Sólo el pneuma (lo celeste) da
«potenciales», teniendo en cuenta que Jesús envía sus discípulos «al mun- vida, la sarx (lo terrestre) no sirve para nada» (6,63). Lo que da vida es
do», 17,15.18). creer que el cielo ha llegado a los discípulos en la sarx de Jesús. No creer
La crisis que se produce en relación con Jesús tiene un papel de pri- en ello significa no entender nada de Jesús, incredulidad. «Desde entonces
mer orden en el prólogo del Evangelio de Juan: a) 1,9-11: el grupo for- muchos de sus discípulos se echaron atrás» (6,66). Esto se refiere asimismo
mado por los incrédulos, que no quieren conocer la luz; b) 1,12-13: los a la situación de la comunidad joánica. La primera carta de Juan nos ofre-
creyentes, que, en virtud de la gracia de Dios, reconocen a Jesús como ce un cuadro aún más crudo de tal situación: aquellos herejes eran miem-
luz: los hijos de Dios o la comunidad cristiana. Además del testimonio bros de la comunidad (1 Jn 2,19), pero se han separado ya abiertamente
de Juan Bautista sobre Jesús como «salvador celeste», se alude a otros de la misma (schisma; en aoristo), aunque continúan influyendo entre los
tres testimonios que tienen aún más importancia: el de la propia actividad miembros de la comunidad: «inducen a error» a la fiel comunidad joánica.
de Jesús (las obras del Padre realizadas por Jesús, 5,36), el del Padre Súbitamente, en el Evangelio de Juan irrumpen en escena «los Doce»
(5,37) y el de la Sagrada Escritura (5,39). Pero todos estos testimonios (6,66) y, por boca de Pedro, hacen una confesión de fe: «Creemos y sa-
parecen ser sólo una corroboración de la división entre los espíritus. Juan bemos que tú eres el Consagrado por Dios» (6,69). Incluso en el colegio
pretende, pues, mostrar que Jesús provoca la fe y la incredulidad, que no de los Doce se produce una división (6,70-71).
se limita a dar «vida», sino que al mismo tiempo se opone a la incredu- También se entabla una discusión tras las palabras de Jesús: «Mi doc-
lidad en su condición de juez (15,16-30; 7,15-24). Quien cree no es juz- trina no es mía, sino del que me ha enviado» (7,16). «Nadie sabe de
gado; quien no cree está ya juzgado por su incredulidad (3,36; 9,39): ellos dónde viene» el Mesías, afirmaba una conocida tradición judía. Sin em-
son los que deciden su suerte. Siempre que aparece una expresión «yo bargo, «unos vecinos de Jerusalén» (7,25) decían: «Este sabemos de dónde
soy...» (cf. infra), sigue una discusión acerca de la fe y la incredulidad viene» (7,27a). Mientras discuten, Jesús predica en el templo: «Sabéis
(5,9b-47; 6,41-47; 6,52-58; sobre todo 6,60-71; 7,25-36; 7,40-52; 7,53-59; quién soy y de dónde vengo» (7,27a); «sin embargo, yo no estoy aquí por
8,12-59; 9,35-41; 10,19-21; 10,22-39; 11,45-54). Lo mismo ocurre des- decisión propia; no, hay realmente uno que me ha enviado, y a éste no
pués de un signo milagroso de Jesús. Tras la curación del inválido (5,1-10) lo conocéis vosotros» (7,28). El razonamiento es que, si los judíos no
aparece claro que «los judíos» quieren matar a Jesús (5,18). El Jesús joá- conocen a Dios, ¿cómo van a conocer el verdadero origen de Jesús? Co-
nico se defiende siempre de la misma forma: él nada hace por sí mismo nocen perfectamente el origen carnal (sarx) de Jesús, pero precisamente
(7,18; 8,28; 14,10), hace «las obras del Padre» (5,19-20), lo que el Pa- éste es un envío por parte del Padre, y eso —lo peculiar— no lo han
dre le ha encargado (10,18; cf. 4,34). La curación del inválido es vida entendido.
324 EL JOANISMO
CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 325
La afirmación de que Jesús es la «luz del mundo» (8,12) subraya que
«Jesús pertenece a lo de arriba», mientras que los otros «pertenecen a lo pues la Escritura dice que será del linaje de David y vendrá de Belén
de aquí abajo» (8,23). «Yo no soy de este mundo» (8,23b). A esta afirma- (Miq 5,1). Se origina así un «cisma» entre el pueblo a propósito de
ción sigue una de las controversias más violentas de Jesús con «los judíos» Jesús (7,43a). Entonces (10,22-39) el tema de la mesianidad de Jesús da
(8,33-59); Jesús les reprocha que no son verdaderos hijos de Abrahán, sino lugar a una polémica con «los judíos» (10,24). Jesús repite: «Yo y el
mentirosos y, por tanto, hijos de Satanás, el padre de la mentira (8,44). Padre somos uno» (10,30). Esto lo consideran una blasfemia (10,33). Jesús
No Abrahán, sino el Hijo es quien puede hacer libre al hombre (8,36), aduce como prueba la Escritura, en la que se dice: «Yo os digo que sois
pues Jesús «es la verdad, y la verdad os hará libres» (8,32). Por su parte, dioses» (Sal 82,6). Y se proclama «Hijo de Dios» (Jn 10,36), porque quien
los judíos le acusan diciendo: «Ahora estamos seguros de que estás poseído hace las obras de Dios es su Hijo (10,37-38). Ahora bien, como Jesús no
por el demonio» (8,52). Jesús reacciona de la forma habitual: vosotros no hace más que las obras del Padre, deben admitir que «el Padre está con-
conocéis a Dios, «yo, en cambio, lo conozco bien» (8,55). Si Jesús lo migo y yo estoy con el Padre» (10,38). «Hijo de Dios» significa «nacido
negara, sería un embustero (8,55b). Jesús es perdón de los pecados, cosa de Dios» (1,12-13; 8,35b.36.47). Si cualquier «signo» de Jesús provocaba
que no ocurre con la descendencia de Abrahán. La «verdad» es la revela- una dura discusión, la resurrección de Lázaro fue, al parecer, la gota que
ción de la salvación por parte de Jesús (prólogo), la cual otorga vida divi- hizo rebosar el vaso: «Los sumos sacerdotes y fariseos» (11,47) convoca-
na y perdón de los pecados: la libertad de los hijos de Dios (cf. 8,36; ron una reunión del sanedrín: «desde aquel día estuvieron decididos a
Gal 4,4-5). Sólo Jesús lleva a la verdadera libertad. Por ser Hijo, él es matarlo» (11,53).
libre (8,36), pneumático o perteneciente a lo de arriba (cf. 8,23). En 8, Todo el cuarto evangelio está dominado por esta dialéctica entre fe
37-47, «de arriba» y «de abajo» viene a ser una contraposición entre los e incredulidad. ¿Quiénes son esos incrédulos, llamados por Juan «los ju-
hijos de Dios y los hijos del diablo. La comunidad joánica distingue aquí díos»? Sobre esto se ha discutido mucho. Pero en la discusión se parte
entre «hijos de Abrahán desde el punto de vista étnico» (sperma Abraham, simplemente de que Juan es el único que utiliza la expresión «los judíos»
8,33.37) y tekna, hijos, descendientes de Abrahán, pero que obran según (hoi ioudaioi) en un sentido totalmente peculiar. Desde el punto de vista
el espíritu de su padre (visión que ya posee Jr 4,4; 9,25; Ez 36,26-27). terminológico, en el cuarto evangelio se suelen distinguir cuatro sentidos:
Así, en el Evangelio de Juan, la distinción judía entre «judío» y «no ju- «los judíos» son a) simplemente el pueblo judío (en este sentido, 2,6.13;
dío» es reemplazada por la distinción entre los que «proceden de Dios» 3,1); b) los de Judea, habitantes de Jerusalén y sus alrededores (11,8.9);
(judíos y paganos) y los demás (judíos y paganos) que son incapaces de c) las personas hostiles a Jesús, de modo que «los judíos» se convierten
oír la voz de Dios en Jesús. Jesús está por encima de Abrahán (8,58; en símbolo de los «incrédulos» (6,41.52, etc.); d) las autoridades de Jeru-
cf. Ex 3,14). Esa es la razón de que «los judíos» quieran lapidar a Jesús salén o los dirigentes del pueblo judío (1,19; 2,18.20). Sin embargo,
(8,59). Pero Jesús «sale del templo», el lugar de la presencia de Dios en M. Lowe, en un reciente estudio, puramente semántico, del término hoi
Israel. Detrás de sí deja un vacío. ioudaioi tal como se utilizaba en la literatura de aquel tiempo, ha demos-
En Jn 9 discuten el ciego de nacimiento curado por Jesús y los fari- trado -—en mi opinión de una forma convincente— que Juan se limitó
seos: «Pues eso es lo raro, que no sepáis de dónde procede cuando me ha a seguir el uso palestinense de su época: hoi ioudaioi son los judíos que
abierto los ojos... si éste no procediera de Dios, no podría hacer nada» vivían en Judea, en contraposición con los galíleos. Los judíos de la diás-
(9,30.33). Pero el ciego curado es excomulgado y expulsado de la sina- pora empleaban, en cambio, la expresión ioudaioi en su sentido general:
goga. Más tarde, cree «en el Hijo del hombre». «los judíos». Los cuatro evangelios (excepto Le 7,3) usan el término sólo
en su acepción palestinente; esta regla se ve confirmada por la perícopa
«Yo soy el Hijo del hombre» (9,35-37; cf. 4,23-26). En 9,39, este tí-
sobre la samaritana (Jn 4), que utiliza el término ioudaioi en su acepción
tulo va unido a una función judicial: «He venido a este mundo para abrir
samaritana, dado que los habitantes de esta región se consideraban hijos
un proceso (krima, krisis)». Tras abrir los ojos del ciego de nacimiento,
de Jacob y, por tanto, pertenecientes al pueblo de Israel'3*'. Por tanto,
Jesús le otorga la luz de la fe verdadera: la fe en Jesús, el Hijo del hom-
bre que introduce a los hombres en la gloria de Dios (12,31-36; texto
'" M. Lowe, Who were the Ioudaioi?: NTS 18 (1976) 101-130. En tiempos de
relacionado también con el Hijo del hombre). Los fariseos, viendo, están Jesús, ]udaea era la región de Judea (el antiguo reino del Sur), territorio sometido
ciegos, mientras que el ciego ve (9,41). n In autoridad del procurador romano (Pondo Pilato), a quien no estaba sometida
Con ocasión de la fiesta de la Dedicación se produce otra discusión (mlilea. En ocasiones, ]udaea se aplicó al reino de Herodes el Grande (es decir, casi
sobre Jesús como Mesías e Hijo de Dios (10,22-39). Ya anteriormente su todo el territorio de Israel). «Israel», en cambio, significa el pueblo, en el sentido de
mesianidad ha sido objeto de controversia (7,40-44). Algunos opinan que «los judíos», y el territorio de Israel, mientras que los judíos de la diáspora hablaban
Jesús es realmente el profeta (7,40); otros piensan que es el Mesías (7, de «los judíos», no de «Israel». En el lenguaje de Palestina, hoi ioudaioi eran siempre
41), hijo de David y, por consiguiente, Mesías nacionalista; un tercer «los naturales de Judea», los habitantes de Jerusalén y su entorno (o sus autoridades).
Los pnlcstincnses hablaban en sentido mesiánico del «rey de Israel» (de los judíos);
grupo objeta, en cambio, que el Mesías no va a venir de Galilea (7,41b-43), los judíos de la diáspora y los romanos, en cambio, del rey de los ioudaioi, es decir,
326 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 327

para Juan, los que crucificaron a Jesús, debido a que no creían en él, en la sinagoga de su tiempo, la cual se halla frente a la comunidad joánica.
porque tenían una idea demasiado estrecha de la ley, eran gente de Judea; Critica el judaismo oficial de la sinagoga (M. Lowe no incluye este impor-
en otras palabras: Juan critica el judaismo religioso que ve representado tante aspecto en su magnífico estudio semántico). El pensamiento de Juan
discurre en dos planos: los judíos de Judea en tiempos de Jesús son un
modelo de lo que hacen los judíos de la sinagoga en tiempos de Juan. Por
de los naturales de la Judea (el romano Pilato, según Jn 19,19, mandó escribir este
tanto, no hay que ver a los «habitantes de Judea» y a los «judíos» de la
título en la cruz de Jesús, mientras que en Jn 1,49 y 12,13 aparece la expresión «rey
de Israel»; la autoridad de Pilato abarcaba únicamente Judea, mientras que Galilea época de Juan como un símbolo de la incredulidad (tal interpretación es
estaba bajo la jurisdicción de Herodes Antipas). En los cuatro evangelios siempre es lícita como actualización del texto, pero no responde a su significado. Insis-
Pilato el primero que emplea la expresión «rey de los judíos (de Judea)». En reali- timos: para Juan, los habitantes de Judea en sentido histórico, los que
dad, Pilato podía sentirse molesto de que alguien pretendiera ser «rey de Judea». vivían en tiempos de Jesús, son un símbolo de lo que hacen los judíos de
Para Juan, ioudaioi tiene siempre el sentido de «naturales de Judea» (a excepción la sinagoga en tiempos de Juan: el tipo y el antitipo se entrecruzan en el
del empleo de ioudaioi en Jn 4 —encuentro con la samaritana— en sentido samari- relato.
tano). Estando en Perea, dice Jesús: «Vamos a Judea», pero los discípulos le advier-
ten inmediatamente que los ioudaioi, los habitantes de Judea, quieren lapidarlo (7,
1.7-8). Se trata de la población de Jerusalén o de sus autoridades (11,19.31.33.36.45; Como hemos dicho, en los últimos diez años la investigación sobre los
10,19.24.31-33; 5,10.15.16.18 a la luz de 7,1 como referencia a 5,18; a la luz de 6,25, escritos joánicos tiende a interpretar el cuarto evangelio como un diálogo
también 7,11.13.15.35; 9,22; 19,38; 20,19; «por miedo a los judíos», mientras que entre la comunidad joánica y la sinagoga*1. A mi juicio, esta opinión es
en Galilea nadie tenía reparo en seguir a Jesús públicamente; también 7,11.15.35; correcta sólo en parte. De hecho, el drama relatado por Juan se desarrolla
9,18.22). «Lo que ha dicho a los de Judea» se lo dice ahora a los discípulos galileos en dos planos: el de la tradición cristiana sobre la vida de Jesús y el del
(13,33; también 8,21; 7,34.36; 8,22-31.48.52.57). Frente al galileo Jesús, los de Judea conflicto que entonces vivía la comunidad joánica. Pero el problema con-
argumentan: «Nosotros descendemos de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de siste en saber qué grupos son los implicados en el conflicto. J. L. Martyn
nadie» (8,33; cf. 7,41.52; en Galilea había numerosos prosélitos y judíos de ascen- —y los muchos que le siguen— afirma que se trata de la comunidad joá-
dencia judía poco pura; Judea dirigió la rebelión contra los Seléucidas. Para Juan,
pues, ioudaioi no son los judíos, sino los de Judea. Evidentemente, el término puede nica y de la sinagoga. Cerca de la comunidad joánica debía de existir una
referirse no sólo al pueblo, sino también a las autoridades de Jerusalén, como cuando sinagoga muy activa, hostil al cristianismo. Los adversarios de Jesús son,
decimos que los franceses son partidarios de una alianza: se alude al gobierno francés de repente, tanto los dirigentes judíos de Jerusalén en los primeros dece-
(así, en 18,12.14; 18,31.36.38; 19,7.12.14.21.31). Se trata, pues, de una acepción nor- nios del siglo i como los protagonistas de la sinagoga judía en los días
mal, no específicamente joánica. El sanedrín de Jerusalén no tenía ningún poder fuera del evangelista. Ambas perspectivas están entremezcladas. Así, Jn 3,5.6.7.9
de Judea, ámbito de jurisdicción del procurador romano. Josefo habla del «sanedrín nos habla más de la situación de la comunidad joánica que del Jesús his-
de los jerosolimitanos» (Vita, 62); sólo después del año 67 (al ampliarse el poder tórico. Muchos judíos abandonaban la sinagoga y se hacían cristianos. Estos
del procurador de Roma) obtiene el sanedrín autoridad sobre Galilea (cf. Hch 13,
individuos —el anacronismo con respecto al tiempo de Jesús es demasiado
27-28). Al referirse a las autoridades, Juan se atiene al modo corriente de hablar en
Palestina: ioudaioi son las autoridades de Jerusalén. En toda la confrontación entre
Pilato, Jesús y los ioudaioi, el Evangelio de Juan no se refiere nunca al «pueblo», para Jn 4) que el término ioudaios se puede traducir siempre en el cuarto evangelio
sino a las autoridades judías: los de Judea (sumos sacerdotes) y el romano pagano por «habitante de Judea» (uso palestinense). Fuera de los sinópticos, que (a excepción
son «incrédulos» (19,6.15; «ellos» en 19,18.40 son los de Judea que aparecen en de Le 7,3) utilizan la misma terminología que Juan (judíos frente a galileos), los
18,38, los cuales en 18,28-29 conducen a Jesús de la casa de Caifas al pretorio roma- restantes escritos del Nuevo Testamento reflejan el lenguaje de los judíos de la diás-
no). También en 1,19, los ioudaioi que van a ver a Juan el Bautista proceden de pora: ioudaioi significa simplemente «los judíos». (En el fragmento tradicional de
Jerusalén. I Tes 2,14-16 ioudaios se emplea todavía en sentido palestinense: naturales o habi-
tantes de Judea). Según esto, el Evangelio de Juan tiene una vena de oposición a
Existe una sola excepción a este respecto (Jn 4), que, sin embargo, confirma este Judea (no a los judíos), quizá debido a que los que hicieron crucificar al galileo Jesús
uso palestinense. En el diálogo con la samaritana, hoi ioudaioi son todos los judíos, eran de Judea y también a la antigua animosidad que existía entre los judíos de
pues también los samaritanos se consideraban parte de Irael. Aquí se trata del uso Judea y los de Galilea («¿acaso puede venir algo bueno de Galilea?»).
57
samaritano del término: «La salvación viene de los judíos» (4,22). En este contexto, Sobre todo a partir de J. L. Martyn, History and Theology in the Fourtb Gos-
Jesús no podía establecer una contraposición entre «Israel» y los samaritanos sin mo- l>d, op. cit. XIX-XXI (cf. las recensiones de R. Brown, en USQ 23 [1968] 392-394,
lestar a éstos, que también consideraban a Jacob padre suyo (4,12; cf. R. Coggins, V R. Schnackenburg, en BZ 14 [1970] 7-9); T. C. Smith, Jesús in the Gospel of
Samaritans and Jews [Oxford 1975]). La samaritana llama a Jesús ioudaios (4,9) en lohn (Nashville 1959); H. M. Teeple, The Mosaic Eschatological Prophet (JBL, Mon.
sentido samaritano: «judío» en cuanto distinto de «samaritano». (Los judíos acusaban Ser., 10; Filadelfia 1957); F. Schnutenhaus, Mosestraditíonen, op. cit.; J. A. T. Ro-
a los samaritanos de profesar una forma desviada de la fe judía, la cual procedía blnson, The Destination and Purpose of saint John's Gospel: NTS 6 (1959-60) 117-
originariamente de la tribu de Judá a través de Judea). Dicho de otro modo: en el 131; W. C. van Unnik, The Purpose of saint John's Gospel: StEv 1 (1959) 382-411;
lenguaje samaritano ioudaios tiene un sentido religioso: el que profesa el judaismo, I. Jteuler, Martyria (Francfort 1972) 339-364; E. Grasser, Die antijiidische Polemik
uno que es «de Judea por religión». Podemos, pues, concluir (con una matización im Johannesevangelium: NTS 10 (1964-65) 74-90.
328 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN ¿

elocuente— eran «expulsados de la sinagoga» (aposynagogos: 9,22; 12, citas de la Escritura tienen un carácter polémico (por ejemplo, 5,45), u
42; 16,2) 3S . Además había judíos que eran cristianos en secreto: perso- controversias sobre el mesianismo de Jesús son un tema dominante en i
nas del tipo de Nicodemo en el Evangelio de Juan. «Nicodemo» representa el evangelio (cf., por ejemplo, 7,27.41-42; 12,34). Lo mismo hacen!»
en este evangelio a los cristianos que no rompen sus ligaduras judías con sinópticos, pero menos defensiva y agresivamente. Si, tal como opinij
la sinagoga, los «discípulos secretos» (12,42-43; 9,16; 2,23-25). En 3,1-12, Evangelio de Juan tiene hondas raíces judías, pero más bien en el judaíit
Juan presenta un diálogo de Jesús con Nicodemo, pero esta conversación «no oficial», «heterodoxo», sincretista, del siglo i, se comprende qui
es al mismo tiempo una discusión entre la comunidad joánica y las perso- distanciara del rabinismo fariseo posterior al año 70. Sin embargo, h
nas del tipo de Nicodemo que había en ella. Así se deduce de una expre- pulsa de Juan va mucho más lejos. Personalmente, considero muy acl
sión que, de no ser así, resultaría ininteligible: Jesús habla aquí de pronto das las palabras de W. Meeks: «El cuarto evangelio es más antijudíi
en primera persona del plural («nosotros...»), lo cual constituye una los puntos en que es más judío» 40. De hecho, en sus duros ataques coi
excepción en el estilo de Juan: «Nosotros hablamos de lo que sabemos; los guías o pastores judíos, Juan utiliza un tema corriente en el Anta
damos testimonio de lo que hemos visto» (3,11). Por una parte, leemos: Testamento y en el judaismo. Precisamente en la dureza de ese ataqiü
«Lo que yo aprendí de él se lo digo al mundo» (8,26; 5,30; 12,49); por «los judíos» Juan se muestra netamente judío. A continuación veras
otra: «Nosotros —la comunidad joánica— contemplamos su gloria» (1, cómo Juan sigue la línea de la crítica judía tradicional, profética, con
14c). De este modo, la comunidad puede dar testimonio de lo que Jesús los dirigentes del pueblo de Dios. Tal crítica implicará, naturalmente,!
ha visto y oído junto al Padre. Los dos planos históricos —Jesús y la co- secuencias mucho más dolorosas si es un cristiano (por muy judío JE
munidad— se entrecruzan. sea) quien se enfrenta a judíos no cristianos.
La sinagoga próxima a la comunidad joánica está evidentemente dentro
de la tradición del sinaitismo, el cual caracterizaba a muchas sinagogas de En los recientes estudios (sobre todo anglosajones) sobre Juan se¡:
la diáspora.l¿a mística de Moisés39. En esta oposición entre Iglesia y sina- vierte un consenso cada vez mayor entre los exegetas sobre el trasfa:
goga, «los de Judea» son para Juan los que rechazan el evangelio cristiano del Evangelio de Juan: la Iglesia joánica y su resistencia apologéti;
apoyándose en la ley mosaica, los que no aceptan la verdad tal como ha defensiva frente a una sinagoga judía potente y militante. No obsto
sido revelada en la persona de Jesús; son el prototipo de los incrédulos me pregunto si eso refleja totalmente la intención del Evangelio de JE
de los tiempos de Juan. La expulsión de los cristianos judíos de la sina- No hay duda de que la polémica existía, pero el interés de Juan, mas-
goga es retroproyectada a la época de Jesús. Según esto, el Evangelio de en los no cristianos, se centra en las consecuencias del conflicto parí
Juan no es —como se solía decir en el pasado— un documento misionero, comunidad joánica, es decir, para los cristianos judíos. En mi opinión:
sino un documento redactado por una comunidad cerrada en sí misma fren- se trata prioritariamente de una Iglesia a la defensiva frente a los ¿c
te al mundo y preocupada por neutralizar los ataques de una sinagoga que ataques de la sinagoga (lo cual es un hecho innegable); las constante¡
estaba en sus inmediaciones. También R. Schnackenburg y R. Brown, en claras exhortaciones a conservar la unidad, que aparecen incluso en el I
sus importantes comentarios sobre Juan, se refieren al alto grado de im- curso (o discursos) de despedida del Jesús joánico indican, en mi opii
portancia que tiene la polémica antijudía en el cuarto evangelio: «los ju- que también en la comunidad joánica existía un conflicto entre los i
díos» son contemporáneos de Juan, representantes de la sinagoga (próxi- tianos judíos y los cristianos de origen pagano. Juan piensa en el pdi
ma), que rechazan agresivamente el mensaje cristiano. R. Brown no ve, que corre la unidad interna de la Iglesia: los judíos convertidos al crií
sin embargo, en «los judíos» un contenido étnico, geográfico ni tampoco nismo sobrevaloraban su pertenencia a la descendencia étnica de Abril
religioso, sino un símbolo de todos los que rechazan la fe cristiana. (Tal (l,12c-13, una clara intervención joánica en el himno al Logos; tani
interpretación es posible en cuanto actualización del texto, pero no parece 8,33-35). Evidentemente, los cristianos judíos de la comunidad joániot
ser ésa la intención de Juan). Juan no utiliza esa terminología en sentido consideraban superiores a los cristianos de procedencia pagana. Jua::
«simbólico». «Los discípulos de Moisés» se contraponen a los «discípulos en ello un peligro para la unidad eclesial: «Tengo otras ovejas que nc
de Jesús» (9,38), mientras que para Juan la comunidad cristiana es el de este recinto; también a ésas tengo que conducirlas; escucharán mi
nuevo Israel. y se hará un solo rebaño con un solo pastor» (10,16), y «Jesús <
Parece innegable que el Evangelio de Juan, a pesar de las raíces judías morir por la nación (Israel); y no sólo por la nación, sino también
y palestinenses de la tradición joánica, se distancia del judaismo oficial. Las reunir a los hijos de Dios dispersos» (11,52). En mi opinión, aquí s
fleja la polémica entre los cristianos judíos y los cristianos de origei
38
K. L. Carroll, The Fourth Gospel and the Exclusión of Christians from the
Synagogue: «Bulletin of the John Rylands Library» 40 (1957) 19-32; W. Meeks, The
Prophet-King, op. cit., 318. * W. Meeks, Am I a Jew?, en J. Neusner (ed.), Christianity, judaism, and
39
Cf. notas 8 y 9. Creco-Roman Culis I (Leiden 1975) 163-186.
330 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 331

gano. Aquéllos son judíos helenistas familiarizados con la mística de Moisés Jesús como Hijo del Padre venido del cielo para salvar a todos los hom-
o sinaitismo. Esto entrañaba el peligro de considerar a Jesús como un bres. La «incredulidad», por el contrario, es negar la mesianidad de Jesús
portador del Logos semejante a Moisés, en el mismo plano que los pro- o la salvación escatológica (6,64 con 6,41-42; 7,5.26-27.31.41). Fe significa
fetas o que Juan Bautista. En tal caso, Jesús sería sin duda el más grande, creer que Jesús es el único salvador. La vinculación personal a Jesús
pero en la misma línea que los grandes portadores del Logos, especialmente (pisteuein eis) implica, por tanto, una confesión cristológica (pisteuein
Moisés (cf. 4,12; 5,43; 6,32; 8,53). El problema es, por tanto, si se puede bote...; cf. en especial 17,20b con 17,8 y 17,21d). Creer significa, pues,
seguir lo mismo a Jesús que a Moisés. Tal es el dilema que aparece, en «acercarse a Jesús» (5,43) o, como se dice en el prólogo del evangelio,
formas diversas, en todo el Nuevo Testamento. Ello va en menoscabo «recibir a Jesús» (1,12; 5,43; 13,20). Los primeros discípulos «acuden a
del carácter exclusivo de la «salvación en Jesús», y lo que quiere Juan Jesús» (2,11; 1,37.47), es decir, se hacen sus discípulos porque creen en
es afirmar la exclusividad de Jesús. él. Propiamente no es Jesús quien los llama (cf. 1,35-51), sino que le
Para entender mejor la intención del Evangelio de Juan, conviene re- han sido dados por el Padre (17,2.9.12; 6,44).
cordar que, cuando se escribió el cuarto evangelio, la ruptura entre la Para Juan, la fe prepascual puede ser ya una fe cristiana, ya que la
Iglesia y la sinagoga no sólo era un hecho, sino que había sido confirmada muerte y resurrección de Jesús, a pesar de toda su importancia, no cons-
oficialmente, aunque quizá no tuviera aún carácter jurídico. Hacia el tituyen el único acontecimiento salvífico: éste comienza ya con la apari-
año 90, en el Shemoné esré (la plegaria judía de las Dieciocho Bendicio- ción de la Palabra encarnada en la tierra, aun cuando el Jesús terreno no
nes) se incluyó una excomunión de los cristianos judíos por la que se los pueda todavía otorgar la salvación escatológica o al Espíritu Santo (7,39),
expulsa oficialmente de la sinagoga41. La Iglesia e Israel estaban en franca sino solamente signos de salvación (cf. infra). Desde el punto de vista
oposición. Dado que para Juan «fe» es la fe en Jesucristo, su planteamien- joánico, creer en la persona del Jesús histórico (terreno) es ya una fe
to equivale a poner de un lado la fe y la Iglesia; del otro, la incredulidad realmente cristiana. Esa fe en Jesús es la que tienen los auténticos dis-
y la sinagoga. Juan utiliza el material tradicional sobre las disputas de cípulos (2,11; 6,67-69; 13,19; 14,1.10; 16,27.30-31; 17,8; 20,8.25.29),
Jesús con las autoridades judías, que condujeron al rechazo definitivo de pero el término se emplea también en un sentido más amplio para desig-
Jesús y a su crucifixión, pero al mismo tiempo proyecta la situación de su nar la fe imperfecta que se basa en los prodigios divinos realizados por
tiempo, con las tensiones que la caracterizan, al tiempo de Jesús. Las con- Jesús (4,1; 6,60-66; 7,3; 8,31; 9,28; 19,38). Sin embargo, a diferencia
troversias sobre la mesianidad (mosaica) de Jesús reflejan la situación en del Jesús de los sinópticos, el Jesús joánico exige la fe en su propia
que se encontraba la Iglesia en tiempos de Juan, para lo cual el evange- persona, mientras que, por ejemplo, para Pablo el objeto directo de la fe
lista actualiza una serie de datos de la tradición de Jesús. Así, la polémica cristiana es inmediatamente la muerte y resurrección de Cristo (Rom 4,
de Juan en torno a la fe y a la incredulidad en tiempos de Jesús debe 24-25; 10,9, etc.). Juan exige creer en el Jesús que se ha manifestado
leerse a la luz de la polémica entre la cristología joánica y el rabinismo históricamente, pues Jesús es ya la presencia escatológica del Padre entre
fariseo, el cual, sobre todo después del año 70, era el único grupo de peso nosotros: «Quien me ve a mí está viendo al Padre» (14,9; 7,16-17). La
dentro del judaismo y el representante de la ortodoxia judía. nueva vida y la nueva identidad comienzan con el contacto con el Jesús
El cuarto evangelio aparece, pues, como un testimonio de la autorreve- terreno; el Paráclito que ha de venir llevará a plenitud la visión de fe
lación de Jesús, la Palabra encarnada, que provoca una crisis entre creyen- (14,26). De esta forma, coinciden plenamente el testimonio inicial del
tes e incrédulos42. De ahí surgen los dos bloques: por un lado, hoi ioudaioi Jesús terreno y el testimonio ulterior del Espíritu Santo (15,26-27) 43 .
(«los de Judea»; término empleado 71 veces); por otro, los discípulos de Jesús sabe, pues, que sus discípulos creen en él antes de la Pascua. Los
Jesús —«la Iglesia» en germen—, los cuales creen desde el principio en discípulos, a pesar de sus incomprensiones (4,33; 14,5.8; 16,17-18; 17,
Jesús como Cristo; es decir, creen (en el sentido joánico de «fe») de un 29-30; 11,8.16; 18,10-11; también 13,37; 16,29-30), creen en él con un
modo ya cristiano (a pesar de su falta de madurez y de sus muchas in- compromiso personal: «¿A quién vamos a acudir?» (6,68; 16,27). Los dis-
comprensiones) en el Jesús terreno como salvador que Dios ha enviado cípulos ya han hecho lo más importante: han aceptado a Jesús como sal-
del cielo. El concepto joánico de fe incluye la existencia sinóptica de me- vador enviado por Dios (16,27; 17,8; 17,14.25; también 8,14; 7,16-17).
tanoia o conversión. «Creer» significa aceptar la autorrevelación de Jesús Antes de su pasión, Jesús refuerza la fe de sus discípulos preparándolos
y vincularse a la persona de Jesucristo; es reconocer las pretensiones de para las pruebas que les esperan (13,19; 14,1.29; 16,31-32). No obstante,
Jesús deja que esa fe pase primero por la prueba (2,3-4; 4,48.50; 11,25.
41
Strack-Billerbeck, IV, 212-213; 218-219; espec. 293-333; cf. W. Doskocil, Der 26; 6,6; 6,68: «¿también vosotros queréis marcharos?»).
Bann in der Urkirche (Munich 1958) 40-43; J. Martyn, History and Theology, op.
cit., 148-150. Después del año 70 hubo expulsiones de la sinagoga, incluso antes de
que Gamaliel II legalizara, hacia el 90, la excomunión definitiva. " F. Mussner, Die fohannehchen Parakletsprüche und dle apostolische Tradition:
42
Cf. supra; también J. Blank, Krisis, op. cit. (tesis de toda la obra). NZ 5 (1961) 56-70.
332 EL JOANISMO
CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 333

Desde el principio, los discípulos son el rebaño confiado a Jesús (10, 3,19-21). Juan, al igual que «los sabios»44, no está pensando aquí en po-
3-4; 10,14-15): se los ha confiado Dios (10,6; 10,9.10.24a; cf. 11,52; tencias demoníacas; a diferencia de los sinópticos, su evangelio no conoce
17,2.9.12; 18,37). Jesús dice a estos discípulos: «El padre mismo os quie- curaciones de endemoniados operadas por Jesús. En el Evangelio de Juan,
re, porque vosotros ya me queréis y ya creéis que yo salí de '¡unto a Dios» el diablo es la imagen o la esencia de la incredulidad (8,44), del mismo
(16,27). Partiendo de la preexistencia de Jesús, en virtud de la cual el modo que en la primera carta de Juan el anticristo es la imagen y el nom-
Jesús terreno es la presencia escatológica de la salvación, la cristología bre que se aplica al incrédulo o hereje (1 Jn 4,3; 2,18-27; también 2 Jn
joánica actualiza el material utilizado en gran parte por los sinópticos y, 7). El diablo es el jefe de este mundo, no porque el mundo le pertenezca,
una vez actualizado, lo proyecta al período anterior a la Pascua (partiendo sino porque es su zona de jurisdicción, es decir, ostenta unos derechos
formalmente no de la resurrección, sino de la preexistencia). sobre un mundo que rechaza la luz. Jesús le priva de tales derechos (12,
31; 14,30; 16,11). Para Juan, «pecar» es rechazar la luz; «mundo», según
esto, es sinónimo de «tinieblas» (cf. 1,10 con 1,5).
b) Luz y tinieblas. Esto está en consonancia con la línea sapiencial (Eclo 1,9-10; 24,6-7;
A pesar de lo dicho, el dualismo que implica la decisión entre fe e Bar 3,36-39; Prov 8,1-36; 11,1-31; también 1 Hen 93,8; 69,8; 101,8 y
incredulidad tiene unas razones más profundas, relacionadas con el modelo 11QS 18,5-6). La sabiduría se manifiesta entre los hombres, pero éstos la
de la katabasis-anabasis. Es la ruptura entre los epigeia (lo terreno) y los rechazan (Eclo 24,7; Prov 1,24-25.29-30.32; Bar 3,12-13; 4,1; 1 Hen
epourania (lo celeste o la esfera de lo pneumático), que ya hemos visto 42,1-2; 93,8; 94,5). «Yo (la sabiduría) regí las olas del amar y los con-
en la carta a los Hebreos. En el Evangelio de Juan son constantes las tinentes y todos los pueblos y naciones. Por todas partes busqué descanso
antítesis como «de arriba»-«de abajo», luz-tinieblas, verdad-mentira, vida- y una heredad donde habitar. Entonces el creador del universo me ordenó,
muerte, Dios-«el jefe de este mundo». Estos términos positivos o negati- el creador estableció mi morada: en Jacob debes plantar tu tienda, sea
vos, según los casos, resultan intercambiables dentro de su categoría. Y es Israel tu heredad. Desde el principio, antes de los siglos me creó, y no
de notar que estas antítesis están relacionadas con la aceptación o el re- cesaré jamás» (Eclo 24,6-9). «Yo salí de la boca del Altísimo y como
chazo de la revelación de Jesús (por ejemplo, 15,22.24; 9,41). Se trata de niebla cubrí la tierra» (Eclo 24,3). La sabiduría se dirige especialmente
un dualismo existencial, de una especie de «monismo» de la gracia: la a Israel, la propiedad de Dios (Ex 19,5; Dt 4,20; 7,6; 14,2; 26,18; Sal
única realidad es la fuerza del bien y de la verdad, manifestada en Jesu- 135,4; Is 43,21; Mal 3,17; cf. Eclo 17,17; 24,1.2.12; Bar 3,36-37). Sin
cristo. embargo, también el pueblo de Dios rechaza la sabiduría (Prov 1,24-25.
29.32; Bar 2,12-13; 4,1-2). Por tal motivo, algunos individuos —«el
El mundo terreno «está en poder del maligno» (1 Jn 5,19), «del jefe
resto»— son escogidos de Israel, para que en ellos more la sabiduría
de este mundo» (Jn 12,31). Leyendo el prólogo del Evangelio de Juan
(Eclo 24,19-22; 1,10-20; Sab 6,12-16; 7,27-28; 8,21; 9,2.17; Prov 8,
podemos observar que este himno al Logos tiene hondas raíces en la litera-
17.21). Los sabios se convierten gracias a ella en «amigos de Dios» (Sab
tura sapiencial. Sin embargo, aunque la literatura sapiencial considera la
7,27), en «hijos de Dios» (Sab 5,5), pues «la sabiduría es reflejo de la
creación como algo bueno que Dios nos ha dado, se muestra escéptica
luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad»
frente a un mundo creado en el que no se descubre la luz de la revelación
(Sab 7,26). «La sabiduría es confidente del saber divino» (Sab 8,4) y
de Dios (Prov 30,1-14; Job 28; Eclesiastés; Sab 7 y 9; cf. Jn 1,4). El
otorga a los sabios «un puesto entre los hijos de Dios» (Sab 9,4; 5,5;
hombre no tiene en sí salvación alguna ni posee un conocimiento que le
7,27; cf. Jn 1,12-13). Muchos de estos textos tienen un tono «joánico».
permita superar los límites de este mundo (Sab 9,13-17). Es «carne y san-
gre», sarx; un ser que necesita el don de la sabiduría, que proviene de lo Ya en la literatura sapiencial esta tradición se combina con la del
alto: la revelación (Sab 7,1-2; 10,17ss; cf. también 1QH 15,21-22). La «justo doliente» y el «profeta doliente», «al que cuentan entre los hijos
sabiduría no es innata al hombre (Sab 7,1-30), «procede de Dios» (Sab de Dios» (Sab 5,5)4S. En Sab 2,12-17a aparece en primer plano el tema
9,6). «Apenas adivinamos lo terrestre y con trabajo encontramos lo que del justo prudente, que padece persecución y está rodeado de «adversa-
está a mano; pues quién rastreará las cosas del cielo?» (Sab 9,16; cf. Jn rios». Es objeto de muchos ataques, pero el «hijo de Dios» o justo des-
3,12). Sin la sabiduría celeste el mundo es skotia, tinieblas. Estas tinieblas enmascara (elenchos; cf. Jn 16,8-11) a sus adversarios (Sab 2,14a). ¿Quién
no son una potencia cósmica, sino la creación privada de luz, el hombre
carente de sabiduría revelada. En sí, el mundo es «no Dios», «no luz», " G. von Rad, Weisheit in Israel (Neukirchen 1970) 391 (ed. española: La sabi-
tinieblas. Desde este punto de vista, existe un abismo entre «lo terrestre» duría en Israel, Madrid, Ed. Cristiandad, 21983).
45
y «lo celeste», a menos que el hombre reciba una iluminación de lo alto. G. Nickelsburg, Resurrection, Immortality, op. cit.; L. Ruppert, Jesús, ais der
Para que haya luz en el mundo es preciso que la sabiduría baje del cielo Iridende Gerechte?, op. cit.; cf. Jesús, la historia de un viviente, 260ss; también
y establezca su morada entre nosotros. La ausencia de sabiduría o revela- Kl. Berger, Die Auferstehung des Propheten und die Erhohung des Menschensohnes
ción es «carencia de luz», tinieblas de la criatura (cf. Jn 9,4-5; 11,9-10; (Gotinga 1976).
334 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 335

engaña y miente: él o sus adversarios? (cf. Sab 2,21; 5,6; Jn 7,12; 12, procedentes del paganismo griego. Más en concreto, estas raíces palestinen-
19b). Precisamente en Sab 2,13.16.18 y 5,5 se habla del poder y sabi- ses tienen su terreno en Jerusalén, pero no en la tradición del judaismo
duría del «hijo de Dios», el cual es «glorificado» por Dios ante sus adver- oficial, sino en la del llamado judaismo «no oficial». Aquel cristianismo
sarios. En efecto, el conflicto no queda resuelto con la muerte del sabio judío tenía en Jerusalén sus peculiaridades. Los Hechos de los Apóstoles
y justo. La glorificación divina del que ha padecido injustamente lo rehabi- insinúan ya cierta tensión entre «los Doce» y el grupo que Lucas llama
lita frente a sus enemigos y es, por tanto, un ofrecimiento de la gracia «los siete diáconos», si bien Lucas parece restar importancia a dicho con-
para su conversión (Sab 3,1-9; 5,lss). Esta glorificación por parte de Dios flicto: «Los helenistas se quejaron contra los hebreos» (Hch 6,1); ambos
no hace «hijo de Dios» al justo y sabio rechazado y hostigado, sino que grupos estaban formados por cristianos judíos de Palestina, y «los hele-
demuestra que ya lo era y que poseía la vida eterna antes de su muerte. nistas» son los de lengua griega. Los que Lucas llama «hebreos» son «los
Estas tradiciones, vivas ya en el primer judaismo, se mezclaron con judíos» de Juan. A fin de resolver el problema, siete «helenistas» fueron
ideas apocalípticas. Sin duda es sorprendente la anología de su estructura nombrados diáconos, según dicen los Hechos. Pero (siempre a tenor de lo
con el Evangelio de Juan. Ese es el horizonte experiencial en que Juan que dicen los Hechos) la tarea de éstos sobrepasaba con mucho la labor
articulará su evangelio: experiencia de la salvación de Dios en Jesús. Como que les correspondía como diáconos: son predicadores de la fe como los
hemos dicho, en él han influido también otras tradiciones, en especial la apóstoles y tienen cierta autonomía, si bien bajo la supervisión de los
angelología del primer judaismo, con sus ideas de ángeles que descienden Doce. Aquí aparece una comunidad cristiana ortodoxa, que acepta plena-
con una misión salvífica, tradición que hallamos también en la literatura mente la autoridad de los Doce, pero al mismo tiempo reivindica el re-
sapiencial. En Sab 10,6, la sabiduría viene para salvar a Lot bajo la forma conocimiento de su peculiaridad cristiana. No está separada de la gran
de un «ángel de Yahvé». La sabiduría se identifica además con el Logos Iglesia ni tiene aspiraciones separatistas, pero posee su propia visión del
(Sab 9,1-2; cf. Eclo 24,3), el cual parece ser «un ángel» en Sab 18,5. evangelio cristiano. Sus componentes están claramente a la defensiva, dado
La sabiduría divide a la humanidad, produce una «crisis». La idea de que los dirigentes cristianos oficiales muestran cierta desconfianza frente
«crisis» es un dato prejoánico, común a toda la corriente sapiencial (Prov a ellos, en especial en lo que respecta a sus pretensiones misioneras en
8,17; 1,28; Sab 6,12; Prov 1,20-33; Eclo 6,27). Juan recoge todo un Samaría. La tradición sinóptica depende principalmente de las tradiciones
conjunto de tradiciones judías. Su evangelio tiene como trasfondo un de los Doce, mientras que en el Evangelio de Juan sólo en una ocasión
«dualismo», no tanto entre el bien y el mal cuanto entre salvación y con- (Jn 6,70) se habla expresamente de «los Doce» (galileos). Jesús tenía
dena, según se opte por la aceptación o el rechazo de la luz de la revela- amigos no sólo en Galilea, sino también en Jerusalén, los cuales perte-
ción. Así lo confirma el significado de «gracia y verdad» en el prólogo necían a estratos sociales «superiores» y formaban parte de los «íntimos»
de Juan: uri don de Dios que da vida y que se revela en Jesús, sabiduría de Jesús.
salvífica de Dios. Salvación es acoger a Jesús como el enviado de Dios, Jn 21, capítulo añadido posteriormente, puede aclarar un tanto esta
como el que viene del cielo; rechazarlo equivale a juicio y perdición. La situación. Pedro, representante de los Doce y reconocido expresamente
salvación viene de lo alto, de Dios. Toda salvación comienza, por tanto, como tal (Jn 21,15-17), se halla en una relación de tirantez con «el dis-
con un movimiento desde arriba. Este modelo, que es anterior a Juan, cípulo que Jesús amaba» (21,20-23). Este discípulo amado no es, pues,
hará posible la experiencia propia de la comunidad joánica en relación con uno de los Doce. La peculiaridad de los cristianos de Esteban se revela
Jesucristo. Jesús de Nazaret es para Juan el don salvífico de Dios que des- además en el hecho de que son perseguidos por los judíos y tienen que
ciende a este mundo, un don escatológico y definitivo que sólo algunos huir de Jerusalén (Hch 8,1), mientras que los demás cristianos no son
—un resto del judaismo y del paganismo— aceptan, mientras que para perseguidos, dado que no critican abiertamente el templo. Al parecer, exis-
los demás es motivo de condena. La oposición entre «luz» y «tinieblas» tía entre los cristianos pertenecientes al círculo de los Doce cierto recelo
sigue en pie con la venida de Jesús, la Palabra encarnada. Juan describe frente a la actividad misionera que los cristianos pertenecientes a la línea
este drama histórico desde dos planos: el Jesús histórico en Jerusalén y de los Siete desarrollaban en Samaría (Hch 5,8 con 8,14).
Jesucristo en la situación de la comunidad joánica. Según esto, debemos preguntarnos si el «discípulo amado» tenía alguna
relación con el grupo de Esteban. En Jn 21,24, el «autor» del evangelio
es identificado con el «discípulo amado» y, por tanto, con alguien que
4. La tradición joánica y el «Jesús histórico» mantiene cierta tensión con Pedro, el portavoz de los Doce. El «autor»
no forma parte, pues, del grupo de los Doce (cosa que ya insinúa el cuarto
De todo lo dicho resulta claro que el joanismo denota ciertas conexio- evangelio; este autor no es ciertamente Juan, uno de los «hijos del true-
nes con los círculos jerosolimitanos del grupo de Esteban: cristianos judíos no»; el propio Evangelio de Juan excluye tal posibilidad; cf. Jn 21,2 con
de lengua griega. En otras palabras: resulta claro que las raíces primigenias 21,7). Es muy significativo además que las tradiciones joánicas sobre los
del Evangelio de Juan son judías y no han de buscarse entre los cristianos Acontecimientos ocurridos en Jerusalén y en Samaría sean más fidedignas
336 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 337

desde un punto de vista histórico y geográfico que las tradiciones sinóp- la resurrección de Jesús: es el modelo del verdadero creyente (20,8). En
ticas, y es también significativo que el cuarto evangelio aluda en ocasiones otras palabras: para el evangelista este discípulo no es sólo un personaje
expresamente a un testigo ocular (el discípulo amado; cf. Jn 19,34); en histórico, sino también —rasgo típicamente joánico— una figura ideal del
cambio, lo que Juan dice de Galilea tiene como apoyo no el testimonio creyente (también el fundador de Qumrán queda en el anonimato y es
de un testigo ocular, sino tradiciones en parte divergentes y en parte venerado en dicha tradición como «el Maestro de Justicia»).
concordantes con los sinópticos. Podemos preguntarnos si es cierto que el Evangelio de Juan no alude
El «discípulo amado», pues, está relacionado con la peculiaridad cris- al discípulo amado antes del relato de la última cena (Jn 13). En dos
tiana de la tradición joánica. Algunos sostienen que es una figura simbó- ocasiones se habla en forma anónima de «otro discípulo» (1,35 con 40 y
lica: la misma comunidad joánica. Pero, de ser así, no se entendería el 18,15), pero sin añadir «que Jesús amaba». R. Schnackenburg, para probar
vivo contraste con la figura histórica de Pedro. Tras el motivo o la figura que el discípulo amado era un habitante de Jerusalén, se funda en que
idealizada del «discípulo amado» se esconde un discípulo histórico de Jesús, este personaje aparece por primera vez en Jn 13 (última cena). Sin em-
pero no perteneciente al grupo de los Doce. Se habla expresamente de él bargo, es de notar que Natanael, que tampoco era uno de los Doce, tiene
en 13,23-26; 19,26-27; 20,3-10; 21,7.20-23.24. No es probable que el un papel de primer orden en la perícopa sobre el llamamiento de los pri-
evangelista se llamara a sí mismo «discípulo amado»; tal apelativo se debe meros discípulos (1,45-51). Juan muestra un evidente interés también por
más bien a la «escuela» o grupo joánico (también las cartas deuteropauli- los «íntimos» de Jesús que no pertenecían al grupo de los Doce. Por tan-
nas demuestran cierta veneración por Pablo). Este discípulo ocupa el sitio to, en Jn 1,35.40 y 18,15 «el otro (discípulo)» es el discípulo que poste-
de honor junto a Jesús en la última cena (13,23-26; quizá en su propia riormente será llamado (por la «escuela» joánica) «el discípulo que Jesús
casa); aparece como «testigo presencial» de la crucifixión (19,26-27 y amaba»; es uno de los dos primeros discípulos de Jesús, y antes lo había
20,3-10). sido del Bautista. De acuerdo con el cuarto evangelio: a) el discípulo
De todo esto se deduce que, según la concepción del Evangelio de amado aparece sólo en los relatos que se refieren a Judea; b) al principio
Juan, el primer transmisor del joanismo es el discípulo amado, el cual es discípulo del Bautista y lo es todavía cuando se une a Jesús; c) está
vivía en Jerusalén y, por sus relaciones, tenía acceso al sumo sacerdote presente en los últimos momentos de la vida de Jesús; d) es conocido
(Jn 18,15). Formaba parte de un grupo de discípulos distinto del de los del sumo sacerdote de Jerusalén; e) es el portavoz de un «grupo joánico»
pescadores galileos. En otras palabras: Jn 21 demuestra que tanto la tradi- (Jn 21); f) es testigo presencial de varios acontecimientos al final de la
ción joánica como el cuarto evangelio se basan en la palabra de un testigo vida de Jesús.
ocular ya muerto: el «discípulo amado» (cuyo nombre ya no es posible
determinar). El Evangelio de Juan (2-20) está escrito de acuerdo con su Así resulta clara la relación entre los círculos bautismales, Jerusalén y
espíritu: «Este es el discípulo que da testimonio de estos hechos: él mismo Samaría. Hemos visto además en páginas anteriores que el Evangelio de
los ha escrito y nos consta que su testimonio es verdadero» (21,24). Juan no está enraizado en el judaismo oficial, «rabínico», sino en los
«Nos consta»: es decir, el grupo directivo joánico sabe que la tradición círculos «heterodoxos» de la espiritualidad palestinense.
joánica se remonta al discípulo amado, el cual fue testigo presencial de los Así como en mi libro Jesús, la historia de un viviente se decía que
hechos ocurridos en Jerusalén. Con ello no se afirma que el discípulo los credos del cristianismo primitivo son ecos en los que se puede percibir
amado sea además el evangelista (también las cartas deuteropaulinas, es- un determinado aspecto del Jesús histórico (pp. 372ss), así ahora podemos
critas únicamente según el espíritu del Apóstol, circulan con el nombre de preguntarnos por la relación existente entre Jesús y el joanismo. Jesús, en
Pablo). Es evidente que Jn 21 se escribió después de morir el discípulo su época de discípulo de Juan Bautista (3,22ss), estuvo evidentemente en
amado, sobre el cual se había corrido el rumor de que no moriría. Que contacto con grupos judíos marginales (análogos a aquel movimiento «bau-
ya está muerto se desprende de 21,24-25, donde se corrige una tradición tista»). Su interés por Samaría, despreciada por el judaismo oficial, es
joánica anterior. El discípulo «se queda» (menein), pero no como la co- atestiguado no sólo por el Evangelio de Juan, sino indirectamente también
munidad joánica se había imaginado. A diferencia de Pedro, el discípulo por Lucas: la parábola del samaritano misericordioso (Le 10,25-37); ade-
amado no es un mártir, pero tiene autoridad para la comunidad joánica más, «cuando atravesó Jesús por entre Samaría y Galilea» (Le 17,11),
por ser testigo presencial. Jn 21 quiere poner de relieve esa autoridad, curó a diez leprosos. El único de entre ellos que volvió a Jesús y le dio
una vez que ha muerto el anciano garante de la tradición joánica. Podemos las gracias era... un samaritano (17,16). Hch 7 y 8 ponen el círculo de
ver en el caso del evangelista o autor del cuarto evangelio una relación Esteban en relación con la misión de Samaría. Aparte de la tradición de
similar a la que el autor de la carta a los Colosenses o a los Efesios tiene los Doce, Lucas conoce otra que habla de setenta (setenta y dos) discípu-
con Pablo. El autor del cuarto evangelio, sin embargo, relaciona varias los; aunque esta última está inspirada en el Antiguo Testamento, concuer-
intenciones teológicas con el discípulo amado: Jesús le confía el cuidado da con la tradición joánica de que, además de los Doce, había otro círculo
de María (19,26-27), y en el Evangelio de Juan es quien primero cree en de amigos de Jesús. La tradición de Lucas, al igual que Jn 4, nos permite
22
338 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 339

entrever la actitud abierta de Jesús hacia los samaritanos. Además, en de la revelación de Dios, en la que confluyen tanto la prehistoria (a partir
Mt 11,25-27 encontramos una tradición, que se suele considerar con de- de la creación de la luz) como la «historia de la actividad» que el Jesús
masiada facilidad como un bloque «errático» del joanismo en la tradición exaltado realiza en la Iglesia. Al igual que en los sinópticos y en el pauli-
sinóptica. «Mi Padre me lo ha enseñado todo; al Hijo lo conoce sólo el nismo, la pretensión del joanismo es que la tradición joánica se remonta
Padre y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo a Jesús, bien a través del testimonio directo del garante de tal tradición,
quiere revelar». Es verdad que el pasaje tiene sabor «joánico», pero nada el discípulo amado, o bien a través de tradiciones que en parte están em-
nos demuestra que proceda directamente de la tradición joánica y no de la parentadas con la tradición sinóptica de Jesús y en parte se distancian de
tradición del cristianismo primitivo, de la cual el joanismo es un eco entre ella debido a la selección joánica y a la presencia de otras tradiciones (las
otros. Si Jesús tiene una vivencia tan intensa de Dios como Padre y ve cuales muestran cierto parentesco con la tradición específica de Lucas). En
en él una figura paterna —cosa que atestiguan los sinópticos y el pauli- principio, el Evangelio de Juan, como fuente para un conocimiento histó-
nismo no menos que el joanismo—, difícilmente se podrá negar que (den- rico de Jesús, tiene el mismo valor que los sinópticos y, probablemente,
tro de este esquema experiencial) Jesús tuvo que experimentarse como el es incluso más históricamente fiable que los sinópticos en lo que respecta
Hijo, aunque no tengamos ninguna prueba explícita de ello, a menos que a los sucesos acaecidos en Judea (aunque esto último no sea siempre sus-
Mt 11,25-27 —quizá independientemente del joanismo— sea un eco de ceptible de confirmación histórica en lo que toca a los detalles).
tal situación. En tal caso, debemos considerar el joanismo, a pesar de su
peculiaridad, como un eco real de determinadas manifestaciones y aconte-
cimientos históricos de Jesús, lo mismo que los sinópticos y el paulinismo. La tradición joánica experimentó además todo un proceso evolutivo.
Seguir viendo el Evangelio de Juan como una interpretación de Jesús de Debido a que la comunidad joánica acogió a samaritanos convertidos, se
tipo extrajudío, greco-pagano, no concuerda con las adquisiciones históri- fue acentuando en ella el elemento judío «heterodoxo». Por eso en el
cas que sobre los escritos de Juan han conseguido las investigaciones de Evangelio de Juan no vemos sólo una reacción contra el judaismo oficial,
los últimos años; en mi opinión, sería mantener una posición ya superada. sino también contra los peligros inherentes a la tradición joánica, sobre la
La peculiaridad del joanismo frente a los sinópticos y frente al pauli- que pesaban unos impulsos espirituales procedentes del sincretismo judío;
nismo consiste en que lo que ellos hacen de una forma un tanto «incons- esto ocurrió sobre todo después del año 70, cuando el joanismo negó a
ciente», en el Evangelio de Juan aparece como algo consciente e intencio- ambientes (quizá en Siria) donde aún era más dominante el sincretismo.
nado: actualizar eclesialmente el recuerdo de lo que Jesús dijo e hizo. Juan El cristianismo judío que hallamos en las Pseudoclementinas (y que mues-
muestra que en cualquier hecho el Jesús histórico es exactamente el mis- tra muchas afinidades con el joanismo) fue una de sus víctimas. El cuarto
mo que actúa en su Iglesia. El propio Juan lo explica en su modo de en- evangelio critica ciertas tendencias presentes en su comunidad que podían
tender al Paráclito o Espíritu Santo, cuando hace decir a Jesús: «Mucho poner en peligro el carácter exclusivo de Jesucristo. Así, en una fase ul-
me queda por deciros, pero no podéis con tanto ahora; cuando venga él, terior de la tradición joánica (de la que dan testimonio el Evangelio y las
el Espíritu de la verdad, os irá guiando en la verdad toda» (16,12-13). cartas de Juan) surge una polémica contra los peligros inherentes al joa-
Juan 15-17 es el ejemplo más bello a este respecto: el evangelista, guiado nismo (ya en el prólogo; cf. infra), y la primera carta de Juan insiste, con
por el Espíritu, conduce a los cristianos a un conocimiento más profundo más fuerza que el evangelio, en el valor expiatorio de la muerte de jesús
del acontecimiento de Jesús. Todo el Evangelio de Juan es, por consiguien- (4,9-10; 2,1-2; 3,5.8, etc.), mientras que 2 Jn 7 se enfrenta a los cristia-
te, un «recuerdo» (14,24) a la vez que «una comprensión más honda de nos de la comunidad joánica «que no confiesan que Jesús es Cristo venido
la fe» o una actualización de lo recordado. La referencia más clara a esto en carne mortal»; en otras palabras, una polémica claramente antidocetista,
se encuentra en 3,11 (donde, a pesar de que es Jesús el que habla, se prescindiendo de si el autor entendió exactamente lo que sus adversarios,
emplea la fórmula «nosotros»): «Nosotros hablamos de lo que sabemos». utilizando un lenguaje veterojoánico, querían decir sobre Jesús. (Sin em-
Aunque el Evangelio de Juan no presenta, como los sinópticos, a un Jesús bargo, de todo esto —y de otros datos convergentes— se desprende que
que habla del futuro reino de Dios, el autor se considera autorizado por el el movimiento que en la historia de la Iglesia posterior será llamado «do-
don del Espíritu para anunciar un conocimiento más profundo de la fe: cetismo» tiene sus orígenes en círculos judíos, no en los greco-paganos. Así,
para él, ese reino de Dios es Jesucristo. Y así habla también de ese reino por el libro de Tobías nos enteramos de que un ser celeste, un ángel,
de Dios cuando pone en labios de Jesús las palabras: «Yo soy el camino puede tomar figura humana y, una vez cumplida su misión, abandonarla).
que lleva a la verdad y a la vida». Juan hace exactamente lo mismo que
los sinópticos. Lo que ellos hacen matemáticamente, Juan lo hace de un
Todas las tendencias básicas del Evangelio de Juan resultan comprensi-
modo temático, en virtud del Espíritu, que es el único que le puede ins-
bles si se tiene en cuenta el ambiente del judaismo palestinense con su
pirar lo que Jesús ha dicho y hecho. Para Juan, el Jesús histórico es la
sincretismo cultural, ambiente que influye en el gnosticismo del siglo n
«plenitud de gracia y de verdad» (l,14e), es.decir, la cúspide definitiva
y se parece bastante al judaismo «heterodoxo» que alienta en Qumrán.
340 EL JOANISMO CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE JUAN 341

Son los precursores de lo que G. Scholem llama «judaismo místico» 46. nes posteriores de la Iglesia. Pero precisamente esta conciencia explícita
Es patente además que el Evangelio de Juan utiliza fuentes o tradiciones de Juan implica al mismo tiempo una neta distinción entre la comunidad
prejoánicas, en especial el llamado «Libro de los signos» y un relato de de los discípulos con Jesús antes y después de Pascua. El cap. 12 del
la pasión. Cada vez se está más de acuerdo en que existe una influencia Evangelio de Juan es una gran cesura que divide la obra. El ministerio
recíproca (pero no dependencia literaria) entre el acervo tradicional sinóptico terreno de Jesús, el Preexistente, acaba con la mención de «los griegos»
y el joánico47. Se supone que la tradición sinóptica escrita influyó en la que desean ver a Jesús (cf. infra la exégesis de este texto), el deseo que
tradición prejoánica oral, y viceversa. En particular, se cree que Lucas tienen los paganos de experimentar la «salvación en Jesús» (12,20-36)
experimentó el influjo de una forma anterior de la tradición joánica, cuan- y, por otra parte, con la sentencia definitiva sobre «los judíos» (12,37-43),
do ésta se encontraba en proceso de formación. La investigación está toda- tras lo cual se hace un resumen de la predicación de Jesús (12,44-50). Así
vía en los comienzos, impulsada sobre todo por exegetas anglosajones. Sin concluye la primera parte del evangelio y comienza la segunda: la hora
embargo, el evangelista es un autor, no un compilador, y no se le puede de la partida de Jesús que corre hacia «aquel día», el día del envío del
confundir con el redactor final del evangelio o con un grupo joánico de Espíritu por Jesús resucitado y el día del nacimiento de la Iglesia (7,39;
«editores». De cualquier forma, Jn 21 —y también las cartas de Juan—, 16,7). Sin embargo, ya en la primera parte (Jn 2-11) hay una serie de
en comparación con Jn 2-20, muestra claramente, desde un punto de vista anticipaciones escatológicas que, con ayuda de la transición que es Jn 12,
histórico, que se trata de una tradición joánica propia. Globalmente pode- permiten ver una continuidad entre ambas partes del evangelio.
mos decir que el joanismo no es una variante de otros textos neotesta- Antes de «aquel día» los apóstoles no han orado en el nombre de
mentarios, sino una forma peculiar de expresar la fe del cristianismo pri- Jesús (16,26): aún no se les había dado el Espíritu (7,39; 16,7). El día
mitivo, distinta del paulinismo y de los sinópticos; es quizá la tradición de la Pascua (donación del Espíritu) brinda a los discípulos un conoci-
de un grupo minoritario que se veía obligado a defender su peculiaridad, miento más profundo (14,20; cf. 2,22; 12,16; 13,7) y los capacita para
pero que se consideraba parte legítima de la gran comunidad de Dios en «cosas mayores» (5,20; 14,12). En ese momento comienza el verdadero
Cristo que el mismo grupo aceptaba. Esta forma de cristianismo joánico «seguimiento de Jesús» (13,36; cf. 12,26; 14,4-6). En este período, el
es, en sus raíces, tan antigua como el cristianismo de los Doce y, muy significado de Jesús se centra en el ámbito de Israel, pero en cuanto que
probablemente, procedía del círculo jerosolimitano de Esteban. Con estos Israel tiene una misión universal: «Israel en cuanto luz del mundo». En
datos podemos pasar a analizar lo teología joánica. esta fase prepascual, en la que la actividad de Jesús se limita a Israel,
se vislumbran ya algunas anticipaciones de la fase escatológica de la Iglesia.
En efecto, el envío de Jesús a Israel es un envío al mundo (3,11-15);
5. Estructura del Evangelio de ]uan sobre todo, la visita de Jesús a Samaría (4,1-42) es una anticipación de la
que se deduce que el propio Jesús quiere que la salvación que él trae de
Para concluir los prenotandos sobre el Evangelio de Juan debemos parte de Dios sea salvación para el mundo entero (4,42b): llegará un tiem-
aludir, aunque sea brevemente, a la macroestructura del cuarto evangelio. po en que Dios no será adorado en el monte Garizín, como hacen los sa-
Ya hemos visto que Juan coloca teológicamente en una misma perspec- maritanos, ni tampoco en el monte Sión (Jerusalén), sino que se le dará
tiva dos planos distintos: la actividad terrena de Jesús y la vida de la culto con espíritu y verdad (4,24). «Se acerca la hora, o mejor dicho, ha
Iglesia. Hace temáticamente lo que los sinópticos hacen quizá de una for- llegado» (4,23a): aquí en Samaría se anticipa claramente la hora de Jesús,
ma menos consciente: contempla al Jesús terreno a la luz de las situacio- como se anticipó también en el milagro de Cana (2,4.11). La hora que se
se acerca es, pues, «el día» (16,26): la partida de Jesús hacia el Padre,
* G. Scholem, Major Trends in Jewish Mysticism (Nueva York 1954) 40-79; cf. con el envío del Espíritu de la verdad; el comienzo de la etapa de la Igle-
M. Gaster, Studies and Texis in Folklore, Magic, Medieval Romance, Hebrew Apo- sia, dirigida por el Espíritu de Cristo. Ese día —la Pascua y el nacimiento
crypha and Samaritan Eschatology, 3 vols. (Londres 1925-1928) I, 156-158. de la Iglesia-—, cuyo comienzo es la muerte y resurrección de Jesús, es al
47
H. Dodcí, La tradición histórica en el cuarto evangelio (Madrid, Ed. Cristiandad, mismo tiempo el momento del llamamiento dirigido a los paganos: entonces
1978) 335-364; J. Blinzler, ]ohannes und die Synoptiker (Stuttgart 1965; ed. esp.: ]uan y
los sinópticos, Salamanca 1968); G. Reim, Studien zum alttestamentlichen Hintergrund
serán atraídos hacia el rebaño de los «verdaderos israelitas» (12,32); de
des Johannesevangeliums (Cambridge 1974); J. A. Bailey, The Traditions common to hecho, esta idea es expresada en el contexto de la perícopa sobre los grie-
the Gospels of Luke and John (Leiden 1963); A. Dauer, Die Vassionsgeschichte im gos que buscan a Jesús (12,20-23), a los que responde Jesús: «Ha llegado
]ohannesevangelium (Munich 1972); E. F. Siegman, St. John's Use of the Synoptic In hora» (12,23). La muerte de Jesús en la cruz señala el momento en que
Material: CBQ 30 (1968) 182-198; F. L. Cribbs, St. Luke and the Johannine Tradi- los paganos son llamados o «atraídos» al redil, al que ya pertenecen los
tion: JBL 90 (1971) 422-450; C. K. Barrett, John and the synoptic Gospels: ExpT verdaderos israelitas, como es el caso de Natanael (1,46-51). Aun cuando
85 (1974) 228-231; Fr. Schnider y W. Stenger, Johannes und die Synoptiker. Vergleich «los judíos» interpretan erróneamente la partida de Jesús, el Evangelio de
ihrer Parallelen (Munich 1971). Junn esconde tras cada incomprensión un núcleo de verdad más alta. Ellos
342 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 343
suponen que Jesús quiere ir a los paganos (7,35), del mismo modo que des Logostitels im Joh.: BZ 9 (1965) 91-94; B. Lee Mack, Logos und Sophia (SUNT
entendieron el sacrificio voluntario de Jesús como un suicidio (8,22). De 10; Gotinga-Zurich 1973); J. Mateos/J. Barreto, Prólogo: el designio creador (1,1-18),
hecho, su ida al Padre es también un ir a los paganos: «Tengo otras ovejas en El Evangelio de Juan (Madrid, Ed. Cristiandad 21981) 37-81; U. Müller, Die
que no son de este recinto» (10,16), y a este respecto dice también: «Entre- Geschichte der Christologie in der johanneischen Gemeinde (SBS 77; Stuttgart 1975);
M. McNamara, Logos of the Fourth Gospel and Memra of the Palestinian Targum
go mi vida por las ovejas» (10,15b), «no sólo por la nación (Israel), sino (Ex. 12,42): ExpT 79 (1968) 115-117; T. E. Pollard, Johannine Christology and the
también para reunir a todos los hijos de Dios dispersos» (11,52; cf. 18,37). Early Church (Cambridge 1970); G. Richter, Die Fleischwerdung des Logos im Johan-
La situación eclesial a partir de la Pascua tiene una anticipación prepascual nesevangelium: NT 13 (1971) 81-126 y 14 (1972) 257-276; M. Rissi, Die Logoslieder
en la actividad de Jesús. Juan, aunque tiene una clara conciencia de la dis- im Prolog des vierten Evangeliums: ThZ 31 (1975) 321-336; J. T. Sanders, The New
tinción entre estos dos períodos, ve en ellos una unidad y continuidad Testament Christological Hymns (Cambridge 1971); K. Schubert, Einige Beobachtun-
esenciales: el Jesús terreno es el Cristo glorificado, que actúa en su Iglesia, gen zum Verstandnis des Logosbegriffs im frührabbinischen Schrifttum: «Judaica» 9
el único rebaño compuesto por «verdaderos israelitas» y por «hijos de (1953) 65-80; S. Schulz, Komposition und Herkunft der johanneischen Reden
Dios dispersos» procedentes del paganismo. La visión joánica de la Iglesia (BWANT 5, serie 1; Stuttgart 1960); D. M. Smith, The Composition and Order of
the Fourth Gospel (New Haven 1964); C. Spicq, Le Siracide et la structure littéraire
y de Israel se diferencia muy poco de la del paulinismo (Rom 11,16-22; du Prologue de St. Jean, en Memorial Lagrange (París 1940) 183-195; L. P. Tru-
Ef 2,11-22). Para Juan, la separación no es entre judíos y no judíos, sino dinger, Prologue of John's Gospel: «Reformed Theol. Rev.» 93 (1974) 11-17; H. Zim-
entre la fe en Jesús y el rechazo de su persona. mermann, Christushymnus und johanneischer Prolog, en Neues Testament und Kirche
Con varías anticipaciones que indican la unidad fundamental existente (Hom. R. Schnackenburg, ed. G. Gnilka; Friburgo 1974) 249-265.
entre los dos períodos de la vida de Jesús, el cuarto evangelio —después 2. La idea joánica de «verdad» y de «gracia» (el concepto de doxa, «gloria», será
del prólogo— se divide claramente en dos grandes partes: Jn 2-11 y (tras analizado más adelante): S. Aalen, «Truth», a Key Word in St, John's Gospel:
el capítulo 12, que sirve a la vez de conclusión e introducción) Jn 13-20 StEv II-I (Berlín 1964) 3-24; Kl. Berger, «Gnade» im frühen Christentum: NTT 27
y 21. (1973) 1-25; J. Blank, Der johanneische Wahrheitsbegriff: BZ 7 (1963) 163-173; Yu
Ibuki, Die Wahrheit im Johannesevangelium (Bonn 1972); L. J. Kuyper, Grace and
Truth. An Oíd Testament Description of God and its Use in the Johannine Gospel:
II Int 18 (1964) 3-19; J. Mateos, Verdad, en Vocabulario teológico del Evangelio de
Juan (Madrid, Ed. Cristiandad, 1980) 290-296; J. M. Myers, Grace and Torah (Fila-
delfia 1975); R. Schnackenburg, Johannesevangelium, op. cit. II, 265-281; U. Müller,
PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA COMO PALABRA HECHA HOMBRE
Die Geschichte der Christologie, op. cit., 36-45.

1. Prólogo del Evangelio de ]uan Por el prólogo de su evangelio sabemos que, para Juan, Jesús de Na-
zaret fue anunciado en la Iglesia desde un primer momento como la Pala-
Bibliografía (además de los comentarios generales ya citados): bra hecha hombre. A partir de esta visión de fe, Juan expone lo que cono-
1. Logos, estructura del himno al Logos, «encarnación»: C. K. Barrett, The ce de la «tradición de Jesús», desde el bautismo de Jesús en el Jordán
Prologue of Saint John's Gospel, en New Testament Essays (Londres 1972) 27-48; hasta sus signos y obras, sus palabras o logia, su muerte y resurrección.
Kl. Berger, Zu «das Wort ward Fleisch», Job 1,14a: NT 16 (1974) 161-166;
M. E. Boismard, Le prologue de saint Jean (París 1953; ed. española: El prólogo
Estas tradiciones del cristianismo primitivo son adaptadas por Juan al mo-
de san }uan, Madrid 1970); P. Borgen, Observations on the Targumic Character of delo de la katabasis-anabasis. El Bautista, los signos, las palabras y obras
the Prologue of John: NTS 16 (1969-70) 288-295; F. Christ, Jesús Sophia. Die Sophia- de Jesús y, sobre todo, su muerte se convierten así en «testimonio» de su
Christologie bei den Synoptikern (AThANT 57; Zurich 1970) 35ss; Ch. Demke, origen celeste y de su identidad personal más honda: su singular unidad
Der sogenannte Logos-Hymnus im Johanneischen Prolog: ZNW 58 (1967) 45-68; con el Padre. La comunidad joánica, que está animada por el Espíritu,
C. H. Dodd, The Prologue of the Fourth Gospel and Christian Worship, en pero que en tiempos de Juan ya no es directamente testigo presencial de
F. L. Cross (ed.), Studies in the Fourth Gospel (1957); W. Eltester, Der Logos und lodos estos hechos, actualiza toda la «tradición de Jesús» (según la tradi-
sein Prophet, en Apophoreta: BZNW (Berlín) 30 (1964) 109-134; A. Feuillet, Eludes ción conocida en tal comunidad) a tenor de su propia situación eclesial y
Johanniques (París 1962); R. G. Hamerton-Kelly, Pre-existence, XVisdom and the Ninuicndo el modelo prejoánico —muy apreciado dentro de la comunidad—
Son of Man (Cambridge 1973) 197-242; M. D. Hooker, The Johannine Prologue and del profeta mesiánico mayor que Moisés con el consiguiente modelo de la
the Messianic Secret: NTS 21 (1974) 53ss; id., John the Baptist and the Johannine
Prologue: NTS 16 (1969-70) 354-358; E. Kasemann, Aufbau und Anliegen des johan- katabasis-anabasis. Para la segunda o quizá ya tercera generación de cristia-
neischen Prologs, en Exegetische Versuche und Besinnungen I (Gotinga 1964) 155-180; nos tienen, obviamente, una importancia especial la evidencia, la fuerza
G. Klein, Das wahre Licht scheint schon: ZKTh 68 (1971) 261-326; J. S. King, The V In validez de los testimonios. Para la comunidad joánica se trata de una
Prologue to the Fourth Gospel: Some Unresolved Problems: ExpT 86 (1975) 372-375; cuestión absolutamente vital. ¿Cuál es el fundamento de la fe cristiana
P. Lamarche, Le prologue de Jean: RSR 52 (1964) 497-537; B. Lang, Frau Weisheit. ptirn nosotros, que no hemos visto a Jesús ni lo hemos conocido directa-
Deutung einer biblischen Gestalt (Dusseldorf 1975); H. Langkammer, Zur Herkunft mente?
344 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 345

a) Observaciones preliminares. exegeta es un elemento redaccional, para otro es tradición. En algunos ver-
sículos, los exegetas están de acuerdo por lo que respecta a su carácter
Jn 1,1-18 es un prólogo al cuarto evangelio con su problemática especial. prejoánico, pero se discute precisamente sobre los más importantes. En los
Cuando analizábamos los presupuestos para entender el Evangelio de Juan, últimos estudios y grandes comentarios sobre Juan exiten divergencias esen-
veíamos que el primer judaismo solía utilizar diversos nombres para desig- ciales a la hora de interpretar prácticamente casi todos los versículos im-
nar una única realidad. La sabiduría y el logos estaban ya entonces iden- portantes. Además, a menudo se olvida que incluso los versículos recono-
tificados. El término «logos» era utilizado por los judíos de habla griega cidos únicamente como prejoánicos son también redaccionales, es decir,
para hacer inteligible a la mentalidad griega la tradición sapiencial judía. reciben su sentido específico del prólogo y del Evangelio de Juan y no del
Si entonces se hablaba de «la sabiduría» en sentido absoluto, lo mismo se himno prejoánico.
podía hacer con el «logos», la palabra. Como consecuencia de las dificultades con que se chocan tales recons-
Sab 9,1-2 hablaba ya de sabiduría y palabra (logos). La sabiduría era trucciones, en los últimos años se han buscado otros caminos totalmente
la Tora, la ley, llamada también «palabra de Dios» (Sal 119; Sab 3,37-38 nuevos. Así, por ejemplo, M. Rissi 51 propone considerar el prólogo como
con 4,1-2; Eclo 24,23-24) *. La ley mosaica era el logos (en Jn 1,17 des- una combinación de dos himnos cristológicos distintos (1,1-12 y 1,14.16.
aparece el título de «Logos», pero en realidad el Logos-Jesucristo se con- 17); otros H llegan a la conclusión de que el himno está «incompleto» y que
trapone aquí a Moisés). En otras palabras: ya en el primer judaismo se hay que completarlo con el núcleo de Jn 3,13-21.31-36, que formaría parte
establecía una relación entre las especulaciones judías sobre la sabiduría y del himno. Es innegable que la propuesta de M. Rissi resuelve de hecho
la idea helenista de «logos» a fin de introducir la sabiduría judía en el muchas dificultades, pero resulta prácticamente indemostrable. Considerar
ámbito de la sabiduría helenista. Esta es la razón de que en el prólogo se que el himno acaba en 1,12, como sostienen E. Kasemann y otros muchos,
hable no de «Sabiduría», sino de «Logos» (término que no vuelve a apa- no explica que en 1,14-18 aparezcan varios términos que no vuelven a apa-
recer en el cuarto evangelio y es, por tanto, exclusivo de este himno pre- recer en el resto del evangelio (charis, gracia; skenoun, habitar o plantar
joánico a Cristo). la tienda; pleroma, plenitud). Rissi, partiendo de que 1,12 constituye sin
Pero quizá esto no es suficiente si tenemos en cuenta el entorno cultu- duda un final perfecto, añade la hipótesis de que 1,14-18 recogería un
ral sincretista del Evangelio de Juan. Las especulaciones judías sobre la sa- himno cristológico distinto (o sea, 1,14.16.17).
biduría se mezclaron con el llamado «sinaitismo» o «mística de Moisés»49. Personalmente, opino que una reconstrucción que pretenda tener algu-
Esta tendencia identifica la sabiduría o logos con la «luz de los orígenes» na probabilidad de éxito debe partir de una comparación, pero no entre el
de Gn l,lss, con imágenes que volvemos a encontrar en los targumes pa- prólogo y las posibilidades sapienciales anteriores al cristianismo, sino entre
lestinenses so . Especialmente sugerente es la locución de Jn 1,5: la luz el Evangelio de Juan y su primera carta, que son dos testimonios de comu-
brilla en las tinieblas y las tinieblas no pudieron aprehenderla (katalamba- nidad joánica; tal comparación permite concluir que en la primera carta
nein). Este es el único caso en que el himno al Logos no emplea la fórmu- de Juan la problemática intraeclesial de la comunidad joánica constituye
la «recibir». El versículo alude claramente a la luz del Génesis: la luz que un conflicto mucho más agudo. La fase posterior de la corriente que la
ilumina las tinieblas del caos primordial; estas tinieblas tuvieron que ceder primera carta de Juan califica de «herética» aparece ya germinalmente en
ante la luz de la creación de Dios. En cualquier caso, todas estas tradicio- el Evangelio de Juan (que insta a la unidad de los cristianos y ataca clara-
nes judías explican suficientemente el empleo absoluto del concepto de mente ciertas tendencias presentes en la comunidad). Esos datos germina-
«logos» en el Evangelio de Juan. En cuanto tal, es un dato greco-judío an- les, si tenemos en cuenta las interpolaciones de Juan en el himno, habrán
terior al cristianismo. Todos los exegetas, incluso los que consideran inútil tic tener alguna relación con las tendencias peculiares del himno cristológico
una reconstrucción científica, admiten que el prólogo de Juan es una reela- prejoánico, himno que evidentemente conocen el Evangelio de Juan y
boración de un himno prejoánico al Logos. Podemos preguntarnos, sin em- I Jn 1:
bargo, si las reconstrucciones científicas sirven para algo y si los resultados
a que llegan no se obtienen más rápidamente analizando el prólogo dentro «En él (el Logos) estaba la vida» «el Logos, que es la vida»
del evangelio. Además, esas reconstrucciones encierran un peligro, dado (Jn 1,4). (1 Jn 1,1c).
«El Logos estaba junto a Dios» «la vida, que estaba junto al Pa-
que implican una serie de presupuestos sobre cuya base lo que para un (1,1.2). dre» (1,2).
48 «El Logos se hizo sarx» (1,14a). «la vida se manifestó» (1,2; cf. 4,2).
Strack-Billerbeck, II, 353-358; III, 129ss; J. Jervell, Imago Dei, op. cit., 69. «Nosotros hemos visto su gloria» «Lo que vieron nuestros ojos (la
45
Sobre todo (aunque no exclusivamente), en Filón: W. Meeks, The Prophet-King, (l,14b). Palabra)» (1,1).
op. cit., 100-130; en Josefo: Meeks, op. cit., 131-145; en los pseudoepígrafos, Meeks,
11
op. cit., 146-163; en Qumrán, op. cit., 164-174. M. Rissi, Die Logosliedcr, op. cit., 321-336; primer himno: Jn 1,1-13; segundo
50
M. McNamara, The Ascensión and Exaltation: «Scripture» 19 (1967) 65-73; himno: Jn 1,14.16.
Logos of the Fourth Gospel, op. cit., 115-117. " A«(, L. Trudinflcr, Prolog of John, op, cit., 11-17.
346 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 347

En ambos casos se trata del Logos preexistente, que es vida y se ha significar «morir» y «ser elevado» (anabasis) M: el doble sentido que halla-
manifestado históricamente entre nosotros (Jn 1,14a; 1 Jn 1,2), mientras mos también en el Evangelio de Juan en relación con la muerte de Jesús:
que «nosotros» —o sea, la comunidad cristiana (joánica)— lo hemos «vis- «elevación» (la de la cruz) y «exaltación» junto a Dios. El targum a Sal
to». La autorrevelación de Dios en la Palabra hecha hombre para la salva- 68,18 habla de la muerte de Moisés como si fuese una elevación o subida
ción de los hombres, la visibilidad (sarx, phanerosis) de la Palabra salví- al cielo (tema del «rapto»). En la mística mosaica sinaítica del primer
fica, es evidentemente el núcleo del himno litúrgico que la comunidad judaismo, la muerte carece de importancia, es «absorbida» por la «gloria»
joánica entonaba como cántico de acción de gracias y de alabanza. Pero que Moisés ha recibido de Dios. Por eso es de notar que, si bien el Evan-
esta profesión de fe en forma de himno daría pie a interpretaciones dife- gelio de Juan no ignora la pasión y muerte de Jesús —incluso llama a
rentes que fueron causa de disensiones dentro de la comunidad joánica. Jesús «cordero de Dios» (1,29b.36)—, presenta su muerte como el punto
La naturaleza de tales disensiones aparece vagamente en el propio Evange- culminante de la visibilidad de la gloria de Dios en Jesús: una modifica-
lio de Juan, que ataca duramente a «los judíos». Ya hemos dicho que ción del himno cristológico, pero en la línea del mismo. Esta tendencia fue
Juan, aunque habla de las disputas de Jesús con los dirigentes judíos de precisamente la que adquirió dimensiones alarmantes en la situación que
su tiempo, contempla esta «crisis» a la vez bajo el prisma de lo que ocu- refleja la primera carta de Juan; el autor de esta carta insiste repetida-
rría entonces en la comunidad joánica: Juan se opone a la interpretación mente en el valor expiatorio de la muerte de Jesús (1 Jn 3,5.8; 5,6) y, so-
de Jesús que sostienen ciertos judíos cristianos de su comunidad, los cuales, bre todo, en que Jesús ha venido o ha sido enviado «para expiar nuestros
en su condición de hijos de Abrahán, pretenden ser superiores a los cris- pecados mediante el sacrificio de su vida» (1 Jn 4,10). La primera carta
tianos de origen pagano, provocando así la desunión dentro de la comuni- de Juan se opone inequívocamente a una infravaloración de la muerte de
dad. Esto se relacionaba, sin duda, con el sinaitismo y la mística de Moi- Jesús, tesis totalmente lógica en la mística mosaica del sinaitismo judío.
sés: un «contemplar a Dios» de tipo «sinaítico». Tales tendencias tienen Considerando, en fin, que la comunidad joánica tenía sus raíces en Pa-
contornos mucho más precisos en la primera carta de Juan. Esta no se lestina, podemos entender la reacción de Juan frente a cierta forma de
limita a llamar a estos perturbadores de la paz «anticristos» (1 Jn, sobre veneración del Bautista en su comunidad. También esto puede estar rela-
todo 4,2-3; también 2,18-22), sino que insiste, con más fuerza aún que el cionado con el sinaitismo. En tal caso podría haber muchos portadores
evangelio, en el amor fraterno (2,9-11; 3,11-24; 4,7-21), atacando dura- del Logos: Moisés, los profetas, el Bautista, Jesús. Lo cual llevaría a negar
mente la «contemplación sinaítica de Dios» de la mística de Moisés: «El el carácter singular de Jesús como «Hijo».
que no ama no conoce a Dios» (1 Jn 4,8); «a Dios nadie lo ha visto nun- Sobre este trasfondo (que se deduce del Evangelio y de la primera carta
ca» (cf. Jn 1,18); «si nos amamos mutuamente, Dios está con nosotros, de Juan; 2 Jn 7 se llega a decir que algunos herejes niegan que «Jesús ha
y su amor está realizado entre nosotros» (1 Jn 4,12); «quien no ama a su venido en carne mortal») destaca nítidamente el tenor peculiar del himno
hermano, a quien está viendo, a Dios, a quien no ve, no puede amarlo» prejoánico: la visibilidad de la gloria de Dios en el hombre Jesucristo. La
(1 Jn 4,20), y finalmente: «Sabemos que ha venido el Hijo de Dios y nos manifestación de Jesús entre nosotros es salvación y gracia. La encarnación
ha dado entendimiento para conocer al Dios verdadero» (1 Jn 5,20). Jesús, es redentora y salvadora. Tanto el cuarto evangelio como la primera carta
el Hijo, y el amor fraterno son el único camino que conduce a la visión de Juan subrayan conjuntamente el hecho de la muerte de Jesús; pero en
de Dios: «Para saber si conocemos a Dios, veamos si cumplimos sus man- el himno no se hace mención de ella. La humanidad misma de Jesús es ya
damientos» (1 Jn 2,3), y estos mandamientos se resumen en el mandamien- ahora gracia de Dios entre nosotros. Ese es obviamente el entusiasmo fun-
to del amor fraterno (1 Jn 2,7-11; esta identidad se expresa aún con ma- damental que mueve a la comunidad joánica. Esta teología supone, en el
yor firmeza en 2 Jn 6). Nuevo Testamento, una corrección de la insistencia exclusiva de Pablo en
El sinaitismo de una contemplación directa de Dios (criticado también la muerte y resurrección. Por otra parte, esta teología encierra el peligro
en el Evangelio de Juan: 1,18; 5,37; 6,46; 14,8) tuvo también consecuen- de silenciar el significado peculiar de la muerte de Jesús. Sobre todo, la
cias para la visión judeocristiana del significado de la muerte de Jesús. primera carta de Juan critica el carácter unilateral de esta teología de la
De hecho, en el prólogo no se alude a la muerte de Jesús, a menos que encarnación (theologia gloriae) y subraya dentro de ella la muerte expia-
(cosa posible) esté implícita en la humanidad de Jesús precisamente como toria de Jesús (theologia crucis), lo cual ya hace de una forma germinal el
sarx creada, finita, terrena. Sin embargo, en el himno, el prólogo pasa por Evangelio de Juan.
alto, valga la expresión, la muerte de Jesús: el Logos se ha manifestado
como hombre, y nosotros —la comunidad cristiana posterior— hemos visto
" Targum Sal 68,18; cf. M. McNamara, The Ascensión and the Exaltation of
su gloria. Esta gloria «absorbe» la muerte de Jesús, la cual, en la perspec- Chrht in the Gospel, op. cit., 65-75; id., Targum and Testament (Grand Rapids 1972)
tiva del himno, no tiene significado alguno. Esto no es ajeno al sinaitismo. 143; (d., The New Testament and the Palestinian Targum to the Pentateuch (Roma
Precisamente en los targumes encontramos un- término arameo que puede l%6) 145ss.
348 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 349

Teniendo en cuenta la triple reacción del Evangelio de Juan frente a entenderse además como un auténtico himno cristiano. La triple reacción
determinadas tendencias existentes en la comunidad que canta este himno de Juan lo transforma en un himno totalmente nuevo; literariamente no
al Logos, y omitiendo los versículos que reflejan claramente esa reacción, se trata solamente de interpolaciones, sino de una nueva composición de
el himno cristológico prejoánico queda como sigue: todo el himno. Antes de analizar tales «interpolaciones», veamos más de
cerca este hipotético «cántico de la comunidad joánica».
I. Al principio ya existía la Palabra (1,1a)
y la Palabra existía con Dios (1,1b) El himno prejoánico se inspira claramente en la tradición sapiencial,
pero también tiene que ver con ciertas especulaciones en torno al Génesis,
y la Palabra era Dios (1,1c): de las que tenemos algunos ejemplos en los targumes palestinenses. El him-
ella al principio estaba con Dios (1,2) no se desarrolla en fases, todas ellas referidas últimamente a la Palabra
hecha hombre: tinieblas, mundo, lo suyo ( = su casa), sarx y «nosotros»
II. Mediante ella se hizo todo (1,3a); van precisando y concretando progresivamente la venida de la Palabra, que
sin ella no se hizo nada de lo hecho (1,3b) se identifica con Jesucristo. El tema constante es «no fue acogido» (cono-
cido), excepto en 1,5, en donde se dice que las tinieblas no pudieron com-
Ella contenía vida (1,4a) prender (ou katelaben, aprehender) a la luz. «La luz que brilla en las
y esa vida era la luz del hombre (1,4b) tinieblas» (1,5) es una alusión (aún no a «el mundo») a las tinieblas del
caos informe de los orígenes (Gn 1,2), que fueron vencidas por la palabra
III. Esa luz brilla en las tinieblas (1,5a) del Dios creador: «Que exista la luz» (Gn 1,3): las tinieblas tuvieron que
y las tinieblas no la han comprendido (1,5b) dejar paso a la luz de la creación, no pudieron dominarla; «Dios separó
la luz de las tinieblas» (Gn 1,4b). Desde entonces, esa luz ilumina a todo
IV. Estuvo en el mundo (1,10a) hombre que viene a este mundo (Jn 1,9b)54. Sin embargo, aunque la luz
pero el mundo no la conoció (1,10c) estuvo en el mundo desde su creación, el mundo no la conoció (l,10a.c).
Entonces vino (elthen, en contraposición al «estar» en el mundo) a «lo
V. Vino a su casa (1,11a) suyo». Si este himno comunitario procede de una comunidad cristiana de
pero los suyos no la recibieron (1,11b) raíces palestinas, no es preciso interpretar «lo suyo» en el sentido de Filón
(el mundo como «hijo de Dios») ni en el sentido sapiencial griego (el mun-
Pero a todos los que la recibieron (1,12a) do como obra realizada por las manos de Dios; el Logos), aunque tampoco
los hizo capaces de ser hijos de Dios (1,12b) se pueda excluir esta interpretación en la comunidad joánica, sino más
bien como la venida del Logos a Israel: en Moisés, en la ley, en los pro-
VI. Y la palabra se hizo carne (1,4a) fetas, quizá también en Juan Bautista (teniendo en cuenta el sinaitismo de
y habitó entre nosotros (1,14b) algunas tendencias existentes en la comunidad). Debemos, pues, mante-
ner la ambigüedad de la expresión «lo suyo», en el sentido de que los cris-
y hemos contemplado su gloria (1,14c) tianos judíos de la comunidad joánica entendían «Israel», mientras que
llena de gracia y de verdad (l,14e) los que provenían del paganismo la interpretaban como «el mundo» en
cuanto don del Dios creador. Pero tampoco «los suyos» lo recibieron. Sin
De su plenitud todos nosotros recibimos (1,16a) embargo, la obra de la Sabiduría o Logos no ha sido inútil: un resto lo
y gracia sobre gracia (1,16b). M
Erchomenon eis ton kosmon, «que viene al mundo», desde el punto de vista
Nos hallamos ante un himno cristológico perfectamente coherente. «ramatical puede referirse tanto a «la luz» como a «todo hombre». Juan habla por
Dadas sus características, no es descabellado suponer que dos himnos dis- primera vez de la «venida» de la luz en 1,11; en los versículos precedentes se dice
que la luz «brilla» y que «estaba en el mundo». Teniendo en cuenta la estructura
tintos (1,1-12 y 1,14-16) se combinaron con anterioridad a Juan para for- del prólogo, donde los «verbos» (de tanta importancia para Juan) van siempre al
mar un único himno. Jn 1,12 da indudablemente la impresión de ser una principio, opino, siguiendo a la Vulgata, que erchomenon se refiere al hombre: la luz
terminación de 1,1-11 (así opina, entre otros, E. Kasemann). La combina- que estaba en el mundo ilumina a todo hombre que «viene al mundo». El pospositivo
ción de dos himnos independientes (M. Rissi) es una posibilidad plausible erchomenon eis ton kosmon no puede referirse, en mi opinión, a la venida de la luz.
(aunque abstracta). Prescindiendo de 1,14.16, Jn 1,1-12 podría ser incluso líncontramos una construcción análoga en 1,3: «Sin ella no se hizo nada de lo hecho».
un perfecto cántico sapiencial a la Tora (el «libro de la Sabiduría» en for- liste elemento «pospositivo» puede referirse solamente, dentro del contexto joánico, a
ma de himno). Pero, en labios de una comunidad cristiana, 1,1-12 puede lita cosas «terrenas».
350 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 351

recibe, los hijos de la luz, los «hijos de Dios» (1,12; cf. Sab 7,27). El tiene raíces palestinenses e incluso vinculaciones con círculos bautismales
Logos vino a la sarx, se hace un hombre concreto, Jesús (1,14). Nosotros, (Jn l,35ss señala que es el Bautista quien conduce a los primeros discípu-
es decir, los cristianos —la comunidad joánica— hemos reconocido en él los hasta Jesús, con lo cual el evangelio sitúa el origen de la comunidad
la gloria de Dios, y él estaba lleno de gracia y de verdad, es decir, de la joánica en los círculos bautismales; cf. también las discusiones con los dis-
sabiduría de la revelación (cf. infra). Nosotros formamos parte de los «hi- cípulos del Bautismo, 3,24-30). Sin embargo, el prólogo y el Evangelio de
jos de Dios», pues de su plenitud hemos recibido gracia y seguimos reci- Juan no aluden a un «movimiento en torno al Bautista» exterior o para-
biéndola continuamente (1,16). lelo a la comunidad joánica, sino presente en el seno de la misma: el sinai-
Ese parece ser el espíritu que animaba el himno de la comunidad joá- tismo de algunos cristianos procedentes del judaismo. La interpolación de
nica. Y es posible que esta comunidad, de origen palestinense, transfor- 1,6-8 se corresponde con las de 1,15 y 1,18. La tendencia prejoánica a que
mara un himno judío preexistente, que hablaba del Logos y estaba dedica- se refiere el himno de la comunidad parece consistir más bien en haber
do a la Tora o la Sabiduría, en un himno dedicado a Jesucristo; el evan- puesto casi en un mismo plano a Moisés, a Juan Bautista y a Jesús en
gelista habría añadido Jn 1,14.16 para convertir toda la pieza en un himno cuanto portadores del Logos divino. Por ello, el evangelista hace de Juan
a Cristo. Todas las fases de la manifestación histórico-salvífica de la luz Bautista el primer testigo de Cristo, el prototipo del discípulo cristiano
confluyen en Jesús. El es la luz que brilla en el caos primordial, la luz del o de la Iglesia (1,15; 1,27), que orienta hacia la luz verdadera (1,6-9) y es
mundo, la luz de Israel: mediante su encarnación, en la que hemos cono- amigo del esposo (3,30).
cido la gloria de Dios. La interrupción debida a 1,6-8 hacía necesaria la adición del versículo
Apoyándose en la teología joánica, que hasta cierto punto era una «teo- joánico de transición 1,9, mediante el cual Juan vuelve a la idea de 1,4-5
logía de la comunidad» ya antes de la redacción final del cuarto evangelio, y quizá la precisa (siguiendo lo expuesto en 1,6-8): «la luz verdadera, la
el autor incluye una serie de interpolaciones a fin de corregir algunas ten- que alumbra a todo hombre» (1,9) conecta de nuevo con 1,4b (sólo es una
dencias que se habían desarrollado en la comunidad y comprometían la hipótesis, pues también 1 Jn 2,8 habla de la «luz verdadera» sin ninguna
unidad eclesial. Estas tendencias son plenamente comprensibles si es correc- referencia al Bautista).
ta la suposición de que tales tendencias estaban muy influidas por el sinai-
tismo de algunos cristianos judíos pertenecientes a la comunidad joánica. 2) Jn l,12c-13. La interpolación que sigue a 1,12 responde a las
dificultades que la comunidad joánica tenía sobre todo a causa de los cris-
1) Jn 1,6-8 y 1,15. En estos versículos del prólogo, Juan subraya que tianos judíos partidarios del sinaitismo: «No nacen de linaje humano, ni
la verdadera luz no es Juan Bautista, sino otra persona: Jesús (1,9). El por impulso de la carne, ni por deseo de varón, sino que nacen de Dios»
Bautista no era esa luz, sino que vino para dar testimonio de ella. En par- (1,13). Esta interpolación exigía una repetición del tema (véase la estruc-
ticular, la inclusión de 1,6-8 y 1,15 ha llevado a Bultmann (y a otros tura del texto griego): «a los que creen en su nombre» es una determina-
autores que comparten su tesis) a considerar este himno al Logos como un ción cristiana de «a todos» y «a ellos» de l,12ab. La filiación divina (1,12)
cántico nacido en un movimiento bautismal de orientación gnóstica: un —que, debido a la adición de «los que creen en su nombre», significa ser
himno al Logos dedicado a Juan Bautista. Por las Pseudoclementinas55, hijos de Dios en Cristo— no se basa en una consanguinidad de tipo étnico
de fecha un poco más tardía, sabemos que en el siglo n existía un movi- ni en la pertenencia a la estirpe de Abrahán en sentido corporal, sino en
miento que veneraba a Juan Bautista como mesías. De hecho, en el Evan- un nacer pneumáticamente de Dios. El hecho de que esta interpolación apa-
gelio de Juan encontramos indicios de una polémica contra los que vene- rezca precisamente aquí implica que Juan sabe que algunos cristianos judíos
raban al Bautista. Sin embargo, esto no prueba que tal himno al Logos es- interpretan los vv. 11-12 del himno comunitario como una venida del
tuviera dedicado al Bautista o que en tiempos del Evangelio de Juan esa I.ogos al mundo y una venida particular del Logos a Israel, a «su casa»
veneración fuese un movimiento rival al margen del cristianismo. (Desde (Moisés, la ley y los profetas), lo cual era obvio desde un punto de vista
el punto de vista histórico pudo haber surgido perfectamente en la comu- ¡upiencial. Todos los que reciben esa luz pueden ser llamados «hijos de
nidad joánica; baste para ello pensar en el cisma que se cernía o que ya Dios» (cf. Sab 5,5 y 7,27). Pero Juan añade inmediatamente que una con-
existía en la comunidad, a tenor de lo que dice la primera carta de Juan). ningiiinidad étnica no supone una situación de privilegio (1,13).
Sin embargo, Bultmann había apuntado en la dirección correcta de lo que 3) Jn 1,17-18 y l,14d. En estas interpolaciones joánicas Jesús es lla-
hoy es un supuesto comúnmente aceptado 56 : que la comunidad joánica mado monogenes. El uso de este término denota un interés específicamente
joiinico (cf. l,14d; además 1,18; 3,16 y 3,18) e indica que l,14d y 1,18
5S
Cartas Pseudo-Clementinas, Recognitiones I, 54: PG 1, 1237-1238; I, 60: col. Non interpolaciones joánicas (la construcción un tanto distorsionada de
1240; cf. G. Strecker, Das ]udenchrístentum in den Pseudo-Clementinen (TU 70; I,l4cdc se explica perfectamente considerando que l,14d es una interpo-
Berlín 1950). liitión). Monogenes no significa «unigénito» (monogennan), sino «único»,
K
O. Cullmann, Der Johanneische Kreis, op. cit., 53-56. fl único en su género (mono-genes) y, por consiguiente, el «amado sin
352 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 353
posible parangón» 57 . Doxan hos monogenous para Vatros (1,14) significa ción de 1,17-18; sobre todo: «A Dios nadie lo ha visto jamás; es el Hijo
literalmente: la gloria que él, como el amado sin parangón del Padre, reci- único, que está en el seno del Padre, quien lo ha explicado» (1,18). En este
be del Padre («Padre de la gloria» es un título que se aplica a Dios en la texto, Juan vuelve a utilizar la expresión «el amado sin parangón», espe-
liturgia del cristianismo primitivo; cf. Ef 1,17; 2 Pe 1,17; también 1 Pe cificándola ahora como Hijo amado único en su género. En los mejores
1,21; Rom 6,4 e incluso Me 8,38 par.). En Jesús ve la comunidad la glo- manuscritos leemos: «Dios (Theos) amado sin parangón»; sin embargo,
ria de Dios (gloria que resultaría inalcanzable de cualquier otra forma). Juan conoce sólo la expresión monogenes hyios, el Hijo único amado sin
He hablado ya del sinaitismo y del samaritanismo (entre los que existe, parangón (3,16; 3,18), y por este sentido nos tenemos que inclinar, consi-
por lo demás, una estrecha relación) de la comunidad prejoánica. Moisés derando que la contraposición entre Theos (Dios) y ho Pater (el Padre)
era venerado como profeta, rey y sacerdote, guía del pueblo de Dios, sier- no es joánica. Juan quiere decir que «el Hijo está en el seno del Padre»61.
vo doliente de Dios y «mistagogo»; tras «padecer en favor del pueblo», El Hijo es ho on, el que está en el seno del Padre. Esto no alude al retor-
fue «arrebatado» hasta Dios 58 . Por medio de la iniciación mistagógica se no de Jesús al Padre, sino al hecho de que el Padre nunca deja «solo»
pasaba a ser «nacido de Dios», lo cual implicaba una determinada «visión a Jesús, ni siquiera en su condición de sarx: «Yo estoy con el Padre y el
de Dios» 59. «Los judíos» ponen su esperanza en Moisés (Jn 5,45), creen Padre está conmigo». Así como la expresión «Hijo amado sin parangón»
en él (6,32) y son sus discípulos (8,28-29). En la comunidad joánica se da indica el amor del Padre al Hijo, la expresión «Jesús está en el seno del
esta mística mosaica junto con la fe en Jesús precisamente entre los cris- Padre» se refiere al amor con que el Hijo responde al amor de su Padre.
tianos provenientes del judaismo (cf. Sab 7,22) 60 . Juan quiere resaltar el La unidad de amor entre el Padre y el Hijo sigue existiendo en la Palabra
carácter singular de Jesús como portador del Logos frente a otros porta- hecha hombre, en el Hijo. «Estar en el seno de» o «recostarse en el seno
dores como Moisés, los profetas y el Bautista. Esto explica la interpola- de» es una locución semítica que se aplica a las relaciones amorosas (la
57
unión conyugal, Gn 16,5; Dt 13,7; 28,54.56; un lactante en el pecho de
En particular, R. Brown (op. cit. I, 186s) ha hecho notar que monogenes no su madre, 1 Re 3,20; también la solicitud de Dios por Israel, Nm 11,12;
procede de mono-gennan, sino de mono-genos: único en su género, que traduce el
término hebreo yahid (por ejemplo, Gn 22,2.12.16), que en griego equivale también
cf. «en el seno de Abrahán», Le 16,22-23). Juan recalca en 1,18 el amor
a agapetos (el hijo único amado sin parangón; cf. también Jn 3,16.18; 1 Jn 4,9). recíproco entre el Padre y el Hijo, por el cual únicamente el Hijo es el
Los LXX traducen unas veces agapetos (amado sin parangón) y otras monogenes (único que nos puede hablar del Padre, de Dios: Jesús es la revelación definitiva
en su género: una propiedad preciosa; y en este sentido se puede aplicar también de Dios. Moisés dio solamente la ley; Jesús da «la gracia y la verdad», la
al hijo unigénito). Isaac, hijo de Abrahán, el cual tenía más hijos, es llamado mono- sabiduría escatológica de la revelación (1,17). Dado que, en la interpola-
genes (Heb 11,17). Sólo más tarde, en la controversia arriana, Jerónimo traducirá ción de 1,17, Juan hace suya una fórmula del himno originario —la «gra-
este término (Jn 1,18; 3,16-18) por unigenitus. Aúneme el joanismo habla teniendo cia y verdad» de 1,14e (charis aparece cuatro veces en el prólogo y ningu-
presentes a los creyentes «nacidos de Dios» (1,15; 1 Jn 4,9), nunca afirma que Jesús, na en el resto del evangelio)—, la presencia de «gracia y verdad» en 1,17
el Hijo, ha nacido del Padre. La doctrina escolástica de que el Hijo procede intra-
trinitariamente del Padre «per modum generationis» (nacimiento) no tiene ninguna base
no sirve de criterio para afirmar que ello es resultado de la redacción final
joánica (prescindiendo de su eventual valor específicamente teológico). No obstante, de Juan. En el himno originario aparece ya l,14e: «Hemos contemplado
a R. Brown se le escapa el especial trasfondo cultural de la expresión monogenes para la gloria del Logos, lleno de gracia y de verdad».
Vatros. Es significativo que la expresión monogenes para Vatros se remonta, en la U. Müller —a mi juicio sin razón—, basándose en el supuesto de que
exégesis judía, a un midrás de Gn 28,12 y Ez 1,26: «una figura parecida a un la teología de la comunidad prejoánica es una cristología del theios aner
hombre, que parecía un trono». La gnosis egipcia posterior utiliza estos dos textos 0 taumaturgo 62 , interpreta la expresión «gracia y verdad», de acuerdo con
para decir que «con {para) el Señor de los ejércitos mora un primogénito (cuyo
sentido es el de 'amado sin par') llamado 'Israel' y que contempla a Dios» (cf.
lns conclusiones de G. P. Wetter en su estudio sobre la charis ( = fuerza
J. Doresse, Les üvres secrets des gnostiques d'Egypte, 2 vols. [París 1958-59] I, 189; sobrenatural que posee el hombre de Dios) a, en el sentido de «lleno de
también, P. Winter, Monogenes para Vatros: ZRGG 5 [1953] 335-365). Para Jn 1,51 gracia y poder» (Hch 6,8, en relación con Esteban). Ahora bien, si es co-
y 3,13, esta figura celestial es sin duda el Hijo del hombre, que antes era la imago rrecta la hipótesis del sinaitismo de los cristianos judíos en la comunidad
celestial de Jacob = Israel (Miguel). También Moisés fue «testigo del Padre» (cf. Jn joánica, podemos suponer, en este caso más que en ningún otro, una in-
5,37a), es decir, testigo del Tenak (5,37b alude a la revelación del Sinaí). Los judíos
41
vieron la voz de Dios (Ex 20,18). Véase también J. Jervell, Imago Dei (Gotinga Muy probablemente, el error que cometen estos manuscritos (los mejores) se
1960) 115; cf. J. Giblet, Le témoignage du Veré (]earf 5,3147): «Bible et Vie Chré- debe a una mala lectura de abreviaturas (la abreviatura de huios es h-ios; la de
tienne» 12 (1955) 49-59. 1 heos es th-os o h-os). Son fácilmente confundibles. Además, el estado de estos ma-
58 nnitcritos hace pensar en un estadio posterior, en el que se hablaba ya explícitamente
W. Meeks, The Vrophet-King, 195ss y 216-257. ilc la divinidad de Jesús.
59
Véase, por ejemplo, la mística mosaica de Filón, Quaest. in Ex. 46 (Meeks,
" El nuevo estudio de U. Müller, Die Geschichte der Christologie, op. cit., 37,
op. cit., 100-130).
60 irniü 59, siRue la línea de R. Bultmann.
Cf. la bibliografía de la nota 8. *' G. 1>. Wcttc-r, Charis (cf. supra, p. 78), sobre todo 128ss y 152ss.
23
354 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 355

fluencia de la tradición del Éxodo y del Sinaí sobre esta comunidad: Ex (por ejemplo, Jn 5; 17; 20); hay capítulos compuestos con cierto descuido.
33-34, con los típicos conceptos del sinaitismo «gloria» (Ex 33,18.22), Literariamente todo esto indica que el evangelio está formado por unidades
«gracia y verdad» (hesed y "emet) (Ex 34,6.9; 33,12-13; 33,16-17), «la redactadas previamente, que tomaron cuerpo mientras se plasmaba la teo-
morada de Dios en la tienda» (Ex 33,9-11) y su caminar con el pueblo logía de la comunidad y que finalmente fueron compendiadas en un «único
(Ex 33,14-16; 34,9) M. Pero debemos añadir inmediatamente que hesed evangelio». Comparando el Evangelio de Juan con sus cartas vemos que
(gracia) y yemet (fidelidad, amor de alianza) son leídos en la perspectiva «ambos autores», a pesar de las diferencias, se basan en una teología co-
del primer judaismo, con unos esquemas greco-judíos. Al analizar (en pági- munitaria fundamentalmente única. Quien quiera investigar este evangelio
nas anteriores) estos dos términos hebreos decíamos que, en los textos con unos criterios rigurosamente literarios debe comenzar por analizar las
posteriores del Antiguo Testamento, 'emet había perdido su significado de unidades literarias existentes dentro de este evangelio para alcanzar des-
fidelidad y amor de alianza, hasta llegar a significar simplemente «verdad», pués una visión de conjunto. Difícilmente se puede negar que en este evan-
sabiduría revelada. También charis (gracia) adquirió en el lenguaje greco- gelio, tal como aparece ante nosotros, han intervenido distintas «manos»,
judío (especialmente en la literatura sapiencial y apocalíptica) el significado aunque sobre la base de una fidelidad al joanismo. No siempre será posible,
de gracia de la sabiduría revelada y de la consiguiente vida sin pecado (un pues, eliminar las «tensiones». El evangelio no es obra de un solo hombre,
tema central también en 1 Jn 3,4-10). Los elementos sinaíticos, incluidos ni siquiera en su redacción definitiva.
hesed y 'emet, ya no equivalían en el marco del primer judaismo, y en es- Es claro que todo el prólogo, considerado como una unidad literaria,
pecial del sinaitismo, directamente a solicitud amorosa y fidelidad de alian- gira exclusivamente en torno a Jesucristo, aclamado como «Palabra que
za (una idea ajena efectivamente al prólogo), sino a un amor cuya manifes- está junto a Dios». En el conjunto de su evangelio, el autor no está inte-
tación es el don de la verdad, de la sabiduría revelada. Sin embargo, creo resado en las distintas fases histórico-salvíficas de la manifestación del
que no tiene sentido negar la influencia de las tradiciones del Sinaí y del Logos: en el caos primordial, en el mundo, en «su casa» y, finalmente, en
éxodo sobre la base de estas transposiciones semánticas. Para el sinaitismo, Jesús. Sin embargo, tampoco se pueden pasar por alto todas esas fases.
Moisés era sobre todo el que había traído la sabiduría divina de la revela- En el prólogo (sobre todo en los versículos no comprendidos en el himno
ción mediante el don de la ley; para los cristianos judíos partidarios de la comunitario) confluyen todas en la aparición histórica del Logos, Jesús de
mística mosaica en la comunidad joánica, Moisés (también el Bautista) era Nazaret. Precisamente el pensar en distintos planos es típico del cuarto
un portador del Logos (como afirma Filón expresamente). Juan ve ahí un evangelio. El acontecimiento de que habla el prólogo es la aparición de
peligro. Así se explica la interpolación: «Porque la ley se dio por medio Jesús en la tierra. El Evangelio de Juan habla del Jesús de Nazaret que ha
de Moisés, la gracia y la verdad (de las que habla el himno en 1,14a) se vivido en la tierra. Y este Jesús terreno, que preexiste junto a Dios (1,1-2),
hicieron realidad en Jesucristo» (1,17); es decir, la sabiduría plena y de- es el origen y el futuro de todo lo creado (1,3.4). Vino a nosotros como
finitiva de la revelación nos ha sido dada por Jesús, el cual es superior a una luz que brilla sobre el caos primordial, sobre lo no divino; era la luz
Moisés. Evidentemente, esto es una «interpolación» de Juan pese a que del primer día de la creación, por la que se separó el día de la noche, la
utiliza un término no joánico (charis) tomándolo del himno prejoánico luz de las tinieblas (Gn 1,3-5): la «luz del mundo» (la del Génesis; cf.
(l,14e). Esto explica también para qué en 1,15 vuelve a aparecer el Bau- Jn 9,4-5), la luz que ilumina a todos los hombres que viven en el mundo
tista: para dar testimonio de la prioridad absoluta del Jesús celeste. (1,10). Vino al mundo, a «su casa», la obra de sus manos (un cristiano
Todas estas interpolaciones obedecen también a que Juan se da cuenta judío podía interpretar estas expresiones como «vino a Israel, al pueblo
de los peligros que se ciernen sobre la comunidad a causa del sinaitismo. de Dios») (1,11). No se limitó a descender del cielo a esta realidad terrena
El evangelista quiere resaltar la gracia y la verdad, es decir, la verdad de (o, mejor, «subceleste»), sino que se manifestó en forma realmente carnal
la doctrina o revelación de Jesús, de la luz y la vida que el Padre nos ha (sarx); es decir, en la condición propia de «este mundo de abajo», caduco
otorgado plenamente en el Hijo, en Jesucristo. y creado (1,14). En esta sarx aparece el Logos, Jesucristo (cf. Jn 1,1 con
1,17), como luz en las tinieblas (1,5), una luz que ilumina a todos los
hombres (1,4.9b: lumen gentium). El Bautista dio testimonio de él (1,
h) El prólogo en sí mismo. 6-8). Jesús fue el que vino al mundo (1,10), a «su casa» (1,11) 65 , y el que
El Evangelio de Juan, que ha de considerarse como un conjunto desde
el que son comprensibles sus partes, y viceversa, en el aspecto literario *' La traducción «gracia por gracia» en vez de «gracia sobre gracia» es defendida
plantea un problema especial: junto a pasajes compuestos magistralmente rnire otros por R. Brown, Evangelio según Juan I, 189, pues Juan vería una oposición
iiulicnl entre la ley y Cristo. Sin embargo, esta opinión no se ajusta al contexto global
64
M. D. Hooker, The ]ohannine Prologue, op. cit., 53ss; la tesis es, en defintiva, >lrl evangelio de Juan. En diferentes perícopas, Juan quiere mostrar que todo el
correcta, pero el autor no advierte la «relectura» de los temas sinaíticos por parte l'rnnk habla sólo de Jesucristo. El Antiguo Testamento es testigo de Cristo, de igual
del primer judaismo. mudo que el papel de Juan Bautista consiste exclusivamente en dar testimonio de
356 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 357

hace capaces a todos los que lo acogen, o sea, como precisa Juan, a todos y definitiva de la revelación de Jesucristo (1,17). De ningún otro viene la
los que creen en su nombre, de ser hijos de Dios (1,12), mediante un nacer salvación, que es Dios-Pneuma: conocerlo. El Dios «de lo alto» es inacce-
de Dios (1,13) de forma virginal o pneumática (1,13). Pero la venida de sible e inalcanzable para los hombres que son «de abajo» (Jn 6,46; 5,37;
Jesús al mundo está rodeada de fe e incredulidad. No obstante, nosotros cf. también la carta a los Hebreos y Pablo). Para acercarse a él y recono-
—la comunidad joánica— pudimos reconocer la gloria de Dios en su mani- cerlo es necesario venir de lo alto y, por consiguiente, haber descendido.
festación carnal (sarx), una gloria que él recibió del Padre en su calidad Y esto ha ocurrido sólo con el Hijo único amado sin parangón, el cual ama
de «Hijo único amado sin parangón» (1,14). El es la plenitud de la sabi- también al Padre (1,18b; 7,29; 8,55, etc.). Únicamente él, debido a su
duría definitiva y divina de la revelación (1,14). Juan Bautista dio testimo- unidad con el Padre, puede hacer que conozcamos a Dios. Jesucristo es la
nio de su preexistencia y, por consiguiente, lo que ha revelado es totalmen- revelación escatológica de Dios (1,18).
te diferente de lo que este Jesús ha revelado (1,15). La comunidad recibe Jesucristo es la venida a nosotros de la Palabra que está con Dios
la vida de la plenitud de gracia de Jesús y seguirá viviendo de ella día tras («Yo no estoy solo, está conmigo el Padre», 16,32; 8,29), es la luz entre
día 66 . La ley dada por Moisés se desvanece ante esta sabiduría perfecta las tinieblas: «Yo soy la luz» (8,12; 12,46; 3,19), el nuevo día de la crea-
ción: allí donde brilla Jesús, se retiran, como en la creación, las tinieblas
Jesús. Ahora bien, los testigos hablan de lo que han visto y oído (Jn 1,32-34; 3,11.32; de nuestro caos; se retiran ante la luz surgida entre las tinieblas en virtud
19,35, etc.). De ahí que Juan quiera aclarar que en el Tenak se habla realmente de de la Palabra de Dios (Gn 1,3-5): «Llamó Dios a la luz día y a las tinie-
un «contemplar la gloria de Dios»: Jn 12,41 con Is 6,9-10. Se trata claramente del blas noche» (Gn 1,5); «¿No hay doce horas de luz? Si uno camina de día,
«sinaitismo» que más tarde desembocará en la mística judía de la merkabah (cf. no tropieza, porque hay luz en este mundo. Pero si alguien camina de no-
G. Scholem, Major Trenas in Jewish Mysticism, op. cit., 40-79; F. W. Young, A Study che... Mientras estoy en el mundo soy la luz del mundo» (Jn 9,4-5; cf.
of the Relation of haiah to the Fourth Gospel: ZNW 44 [1955] 215-232. Además, 8,12; 12,46; 1,4-5.7.8.9; 3,19.21; 5,35; 8,12; 11,9-10; 12,35-36.46). En
antes de la cita de Is 6 aparece la de Is 53,1 (el siervo doliente y rechazado) y de Jesús la Palabra viene también como vida para los hombres: «Yo soy la
Is 6,9-10 (texto hebreo, interpretado por Juan en el sentido de que en la visión de
Isaías, Cristo era el objeto de la visión y el sujeto que hablaba). Por consiguiente,
vida» (11,25; 14,6). Su descenso es la venida a un mundo que es el suyo,
también el Tenak profetiza el rechazo de Cristo (cf. Jn 12,41 con Jn 1,14). En Jn el mundo de la creación. Esta venida es también una encarnación: la Pala-
1,14 se trata, pues, de la teofanía de Dios ante Moisés (Ex 33,17-34,9): Moisés no bra vino como sarx creatural, como hombre igual a nosotros. Para Juan,
pudo ver el rostro de Dios (Ex 33,20; Jn 1,18), pero Dios le concedió ver «su gloria» lo fundamental no es la encarnación de 1,14 (como, por ejemplo, en la
(Ex 33,18.22; 34,5-6) (cf. nota 57). Para Juan, esto significa que Moisés vio la gloria carta a los Hebreos), sino su «venida», su «envío» como luz y vida para
de Cristo, lleno de gracia y de verdad (rab hesed ufemet), como en el caso de Isaías. todos. Pero en el fondo ambos aspectos son una misma realidad: por y en
Debido a ello, Moisés es testigo de Cristo (Jn 5,46). Juan, por tanto, no quiere su sarx, la luz y la vida han venido a nosotros. Su «envío» se exterioriza
contraponer en 1,17 la ley y la fe en Cristo, sino solamente distinguir entre «la ley en la sarx. La encarnación es la «venida de la luz» a las esferas terrenas,
dada por Moisés», o sea, el testimonio sobre Cristo, y la realidad de Cristo mismo,
la revelación viva de la plenitud de hesed y >emet (cf. también R. le Déaut, La nuit a nuestras tinieblas. A diferencia, por ejemplo, de los sinópticos, de la pri-
paschale, op. cit., 298-338). En 9,28 podemos ver además que Juan no quiere oponer mera carta de Pedro y Heb, el Evangelio de Juan no presta mucha atención
Moisés a Jesús: Moisés es un testigo de Cristo porque «ha visto». Precisamente por al «ser carnal (sarx)» de Jesús en cuanto tal. Sin embargo, sólo en y por
ello, Moisés no es un defensor, sino un acusador de los judíos que rechazan a Jesús la sarx está entre nosotros lo celeste —la Palabra—, y sólo mientras la
(cf. J. Jervell, Imago Dei, op. cit., 115). Todo esto corrobora la «hipótesis» de que sarx sea un hecho (cf. infra). La idea que en Jn 1,14 se expresa mediante
la mística sinaítica de Moisés constituye el trasfondo del Evangelio de Juan. También el término egeneto (la Palabra se hizo carne) aparece en 1 Jn 1,2 con el
el midrás joánico de Abrahán apunta en la misma dirección: Abrahán vio «el día de término ephanerothe (se manifestó), en ambos casos con el mismo signi-
Jesús» (Jn 8,45 y 8,56). Los «verdaderos israelitas» son para Pablo los judíos (cre- ficado.
yentes); para Juan, los primeros testigos cristianos (Jn 17,20-21; cf. 1,41.45; 1,47-49;
6,37; 17,2-3); los paganos son «atraídos» por Jesús (cf. 12,32 en relación con la pre- En otras palabras: la terminología no nos ofrece ningún dato preciso
gunta de los griegos que quieren ver a Jesús, 12,21). En otras palabras: Jn 1,16-17 para entender teológicamente la encarnación; lo que realmente interesa al
dice que en Jesús se ha manifestado como realidad histórica el «misterio» que Moisés joanismo es que el Logos se ha hecho visible en el hombre Jesús. Con ello
pudo «contemplar». no se dice todavía expresamente qué cristología sostiene el Evangelio de
66
Eis ta idia. Juan utiliza de nuevo esta expresión en 19,27: tras la muerte de
Jesús, el discípulo amado se lleva a su casa (eis ta idia) a María, la madre de Jesús.
Por tanto, Jn 1,11 dice que la luz vino a su casa. Para un lector judío, esta expresión nilvertido que los LXX nunca se refieren a Israel en cuanto pueblo de Dios con la
significa que «vino a Israel», pero en el contexto de las especulaciones (targum) pa- rxpresión ta idia, sino con laos epiousios; no obstante, dado el entorno sincretista
lestinenses sobre el Génesis puede significar también que «vino al mundo»: «la luz del loiínico, esta tesis no me parece decisiva). Tengo la impresión de que, en el Evangelio
mundo» (cf. Jn 9,4-5) es la luz creada por Dios en el primer día de la creación (Gn dr Juan, ta idia (los que no recibieron a Jesús) es Judea (Jerusalén y sus alrededores).
1,2), antes de que hubiera estrellas, sol o luna en el' firmamento. (Ya Bultmann había (¡nlllea sí recibe a Jesús.
358 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 359

Juan; para conocerla es preciso analizar la visión que tiene el cuarto evan- ya brilla» (1 Jn 2,8) 61 . Para el Evangelio de Juan hay luz mientras Jesús
gelio de las relaciones entre sarx y doxa o gloria de Dios; el término ege- está entre nosotros en su sarx. También aquí interviene «la separación de
neto, en cuanto tal, no nos ofrece ninguna indicación al respecto. Jn 1,14 las tinieblas y la luz» (Gn 1,4b): «Llamó Dios a la luz día, y a las tinie-
ve en la manifestación del Logos en la carne la realización de la promesa blas noche» (Gn 1,5). La luz, que está entre nosotros en la sarx de Jesús
relativa a que «Dios pondrá su morada entre su pueblo» (Lv 26,11-12; sólo por «poco tiempo» (cf. también 7,33; 13,33; 14,19; 16,16-22), dura
Ez 37,27; 43,7; 48,35; Jl 4,21; Zac 2,14; 3,8, etc.). En otros pasajes, el «mientras es de día» (9,4): «Mientras estoy en el mundo soy la luz del
Jesús joánico se llama a sí mismo anthropos, hombre (8,40), pero un hom- mundo» (9,5).
bre «que os ha comunicado la verdad (de la revelación)» (8,40). No hay Sin embargo, Juan no habla en el prólogo de la partida de Jesús. Mu-
que contraponer sarx y anthropos. Jesús es el único acceso para llegar al chos exegetas ven en Jn 1,18 una anabasis o retorno de Jesús al cielo,
Padre (Jn 1,18): «Yo soy el camino» (Jn 14,6; 10,9). De ahí que «toda quizá por la idea que suscita la expresión eis ton kolpon (normalmente se
inspiración que confiesa que Jesús ha venido en la sarx procede de Dios» lee: en to kolpo, «en el seno de...»; pero también se puede interpretar
(1 Jn 4,2), es «hijo de Dios» (Jn 1,12), «nacido de Dios» (1,13). Las tinie- como «estar recostado en [eis] el seno de otro»: o sea, amar a alguien
blas no podrán «avasallar» (12,35; el mismo verbo que en 1,5) a los cris- y ser amado por él). Yo no veo ahí ninguna anabasis. Además, ésta no
tianos, como tampoco el tenebroso caos primordial pudo hacerlo con la luz estaría de acuerdo con la función del prólogo en relación con el evangelio.
de la creación. Jesús es el Hijo único amado sin parangón, que también Este prólogo o introducción habla de la katabasis, la venida de Jesús (de
ama al Padre: el Padre está con el Hijo (16,32), en el Hijo (17,21), es una lo alto) entre nosotros. Obviamente ésta es una perspectiva cristiano-ecle-
sola cosa con el Hijo (6,30); ambos son la misma «vida» (1,1; 5,26; 11, sial y, por consiguiente, una visión ulterior a la muerte y resurrección de
25; 14,6; 17,3). «El Padre está conmigo» y «yo estoy con el Padre» Jesús; esta perspectiva presupone en realidad el retorno de Jesús. Sin em-
(14,10; 14,11; 14,20; 10,30-38; 16,32; 17,21). bago, Juan habla —como cristiano— partiendo de la preexistencia de Je-
De Jn 1,1 a 1,18, el himno queda transformado en una nueva unidad sús; también el Jesús joánico habla en el cuarto evangelio a partir de su
literaria: el prólogo de Juan, la introducción al cuarto evangelio. Un cono- preexistencia. Esta es la diferencia fundamental con respecto a los sinópti-
cimiento preciso del himno comunitario (de su origen) nos permitiría co- cos, los cuales ponen en labios del Jesús terreno palabras del Señor, del
nocer mejor el prólogo y el Evangelio de Juan. Pero, como no disponemos Cristo ya resucitado y presente en la Iglesia. En cambio, Juan hace hablar
de esa información histórica, ninguna reconstrucción científica podrá propor- al Jesús terreno de lo que «ha visto y oído» en su preexistencia al lado
cionarnos más datos de los que nos puede ofrecer un análisis literario del del Padre (3,11.31-32; 8,26; cf. también 5,19; 5,30; 12,49). Lo que Juan
Evangelio de Juan y de su primera carta. En otras palabras: tal reconstruc- sabe de la «tradición de Jesús» —que no es poco, aunque raras veces se
ción no puede facilitar una exégesis mejor de los escritos joánicos; a lo puede demostrar en los detalles— es considerado en el Evangelio de Juan
sumo puede ser un resultado de la misma y, por tanto, no aporta nada a la luz de un conocimiento de fe según el cual Jesús viene de lo alto.
nuevo. No obstante, la distinción entre «redacción» y «tradición» (la cual El evangelista dice esto muchos años después de la muerte de Jesús, par-
es, dentro del prólogo, también «redacción») puede ayudar a conocer cier- tiendo obviamente de la experiencia de la comunidad joánica (l,14b.c), ex-
tas reacciones presentes en el Evangelio de Juan. periencia que ha llegado hasta el autor del cuarto evangelio a través del
Es de notar que la atención de Juan, como la de los sinópticos, se cen- primer testimonio ocular y de la tradición viva y se ha convertido, gracias
tra en el Jesús terreno y no directamente en el Cristo resucitado. Para al Pneuma, en una experiencia de fe contemporánea a la comunidad (de
Juan, la luz que es Jesús brilla durante su vida terrena. Dice Jesús a sus ahí que en 3,11 se emplee la primera persona del plural [«nosotros»]:
discípulos: «Todavía os queda un rato de luz; caminad mientras tenéis «Nosotros hablamos... y damos testimonio de lo que hemos visto»; Jesús
luz... mientras hay luz, creed en la luz» (12,35.36), y «mientras estoy en habla aquí en primera persona del plural. Los dos planos —«Jesús» y «la
el mundo, soy la luz del mundo» (9,5). El Jesús terreno es la presencia comunidad»— confluyen en un «nosotros» que Juan no pone nunca en
del mundo pneumático de la luz entre nosotros; con su muerte desaparece labios de Jesús, el cual siempre dice «yo» o «él»; cf., por ejemplo, 17,2).
esa presencia de la luz. Por ello, cuando Jesús se haya ido, enviará al Pneu- Sin embargo, el prólogo no piensa todavía en la anabasis; dibuja sólo la
ma (14,16-17.25-26; 15,26-27; 16,7-11.13-15). Mientras él está visible- primera hoja del tríptico de la revelación: la venida del Logos como sarx
mente presente, «aún no hay Espíritu» (7,39b), ni es necesario: la luz del entre nosotros. Después, en el evangelio mismo, sigue una historia kerig-
mundo pneumático está ahí, con Jesús, si bien amortiguada por la sarx,
todavía no como Pneuma. Cuando Jesús se haya ido, vendrá de lo alto " 1 Jn 4,2 habla de homologein Iesoun Christon en sarki elelythota, «confesar que
otro Paráclito para recordar a los discípulos todo lo que Jesús les ha dicho Jesucristo ha venido en la carne» (elelythota es el perfecto pasivo de erchomai, venir),
sobre el mundo pneumático, sobre Dios (3,32; 3,11; 8,26). La primera es decir, «se ha realizado ya» su venida en carne mortal. Esto no significa en absoluto
carta de Juan hablará, en cambio, de una «permanencia de la luz» después i|uc Jesús, al volver junto al Padre, deje de ser «hombre». Se trata de la fe en la
de la muerte de Jesús: «Se van disipando las -tinieblas, y la luz verdadera icntidad histórica de Jesús.
360 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 361

mática de la vida de Jesús: desde su bautismo hasta su retorno al Padre, llama «secreto mesiánico», la progresiva manifestación de la verdadera
pasando por su elevación en la cruz, mediante la cual la doxa de Dios se identidad de Jesús, en el Evangelio de Juan lo expresa en las reiteradas
afirma plenamente en la figura de Jesús. El prólogo es solamente la ober- preguntas acerca del «origen» de Jesús: el origen de una persona determina
tura del evangelio y, por tanto, no constituye una unidad literaria inde- su propio ser. Esto es clarísimo en los relatos sobre los «signos»: ¿de dón-
pendiente, cuyo objetivo sería presentar de antemano el tema de la kata- de viene este vino tan selecto? (2,9), ¿dónde podremos comprar pan?
basis y la anabasis. En la sarx de Jesús se manifiesta progresivamente en la (6,5), ¿de dónde vas a sacar agua viva? (4,11). Y, sobre todo, la pregunta
historia la doxa o gloria del Padre (1,18 y en especial 12,28), aunque ésta que Pilato hace a Jesús durante su proceso: «¿De dónde vienes tú?» (19,
sea visible sólo a los ojos de la fe. Por el momento no es preciso decir 9). En este modelo espacial, el origen determina la identidad de una per-
nada sobre la muerte de Jesús. (Obviamente no sucede lo mismo con el sona. La respuesta de Jesús es siempre: «Yo sé de dónde he venido y
himno prejoánico en honor de Jesús: aquí nos hallamos ante un himno adonde voy» (8,14b; 7,28-29; cf. 9,29-30). Así aparece en todo el relato
cristológico completo en sí mismo que, al menos expresamente, no men- kerigmático de la vida de Jesús tal como lo narra el cuarto evangelio.
ciona la muerte de Jesús. No se puede decir lo mismo de los himnos cris-
tológicos presentes en el Nuevo Testamento; remiten a una fase más anti-
gua, anterior al mismo Nuevo Testamento. De por sí, esto no dice nada 2. Jesús, presentado a Israel por ]uan Bautista
aún sobre la valoración que la comunidad joáníca hacía de la muerte de
Jesús). Antes de que la Palabra encarnada, Jesús de Nazaret, comience a reve-
Juan emplea, pues, un modelo espacial, típico de todo el pensamiento larse, es presentado solemnemente a Israel por un profeta enviado por
de la Antigüedad tardía: los epigeia o esferas terrenas y los epourania o Dios (1,31) como el Mesías venido del cielo o portador escatológico del
esferas celestes eran entonces la realidad. Sin dejar de ser espacial, esta «Espíritu Santo»: de la salvación, la vida y la luz. Juan subraya especial-
imagen expresa unas relaciones reales, existenciales. «Vida», en sentido mente en todo su evangelio los testimonios en que puede confiar la fe
auténtico, es la vida «celeste» o pneumática. Quien es de arriba tiene cristiana.
«vida» en sí (cf. 8,23). De ahí las repetidas expresiones que encontramos Del relato de 1,19-34 se desprende que Juan conoce la tradición cris-
en Juan: Jesús ha bajado de (apo) Dios, del (apo) cielo (6,38) y ha ve- tiana según la cual la actividad pública de Jesús comenzó con su bautismo
nido a (eis) la esfera terrena, el cosmos. Además de apo («de» en sentido a manos de Juan. Y es de notar que el cuarto evangelio ofrece datos geo-
de procedencia), Juan utiliza también la preposición ex («de» en sentido gráficos sobre el lugar donde Juan bautizaba: la orilla oriental del Jordán,
de origen): bajado del cielo (3,13), salido del Padre (ex, 16,28). Final- «Betania» (no la Betania próxima a Jerusalén), es decir, «la casa de la
mente, Jesús «procede de Dios» (para, 6,46). Jesús baja de las esferas ce- barca», el sitio donde se podía pasar de la orilla occidental a la oriental
lestes a la tierra. Pero esta imagen espacial pretende también decir algo (1,28). Sabemos por los sinópticos que mucha gente acudía a Juan (Le
sobre el ser de Jesús: aunque Jesús deja de estar al lado del (para) Padre, 3,7; Jn 3,33); un lugar por donde se cruzaba el río era adecuado para
el Padre no lo deja solo (8,29; 16,32): en el Jesús terreno, «el Padre está llevar a cabo una actividad bautismal que, como dicen los sinópticos, tenía
conmigo y yo estoy con el Padre». El Jesús terreno tiene carácter celeste. como escenario una zona desértica: TransJordania (Perea, contigua a Ju-
Su venida es una iniciativa del Padre. Por ello, Jesús ha sido enviado por dea). Estos datos aducidos por Juan son muy probablemente históricos.
el Padre (3,17.34; 4,34; 5,23.24.30.36.37; 6,29-38.39.40.57; 7,16.18.29; Sin embargo, Juan reelabora las tradiciones que conoce y las sitúa desde
8,16.18.26.29.42; 9,4; 10,36; 11,42; 12,44.45.49; 13,20; 14,24; 15,21; el principio en la perspectiva de la cristología joánica. En Juan desaparece
16,5; 17,3.8.18.21.23.25; 20,21), no hace nada en su propio nombre, sino por completo la peculiaridad histórica de la actividad del Bautista, que
en el nombre de Dios (5,43). Ha venido para hacer la voluntad del Padre los sinópticos habían retocado ya en un sentido cristiano. La tarea y la
(4,34; 8,29; 10,18; 12,49-50; 14,31; 15,10), la obra de Dios (3,55b; 5, actividad del Bautista son cristianizadas por completo, transformadas en un
20b-23; 14,10; 17,4) y habla lo que el Padre le dice (12,49; 14,10.24; testimonio de Dios sobre Jesús como el Mesías que viene de lo alto (1,6-8.
17,8). Son los términos técnicos empleados en toda misión profética. Sin 19-23; 3,23-30; 5,33-35). El Bautista ni siquiera es ya un precursor, sino
embargo, el modelo de la katabasis radicaliza esas expresiones: en Jesús se que va al lado de Jesús y actúa junto con él (1,29.34-36; 3,22-30; pero
ha hecho presente la realidad celeste, pneumática, en la sarx, un elemento en 3,28 Juan afirma que el Bautista ha sido enviado por delante de Jesús).
de nuestro cosmos. La dimensión «vertical» se hace «horizontal», frontal: Juan Bautista es el primer discípulo de Jesús, figura de la verdadera Igle-
se da «abajo», en la persona de Jesucristo. Quien ve a Jesús está viendo al NÍII. ¿Cuál es el cometido concreto del Bautista en el Evangelio de Juan?
Padre (14,9). Dios se ha manifestado en Jesús como un Dios de los hom- 1. Aspectos negativos. Juan no consiente que le atribuyan un signifi-
bres y para los hombres. Un dato común a todo el Nuevo Testamento cnilo mesiánico (1,20; 3,28); niega ser Elias o el precursor (1,21) y niega
adquiere en el Evangelio de Juan una expresión completamente singular. *cr «el profeta», el «profeta escatológico superior a Moisés», tal como se
Lo que en otros escritos (por ejemplo, en el Evangelio de Marcos) se CNpcrnba en tiempos de Jesús (1,21b). Consta históricamente que, al menos
362 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA * 363

a comienzos del siglo n, algunos movimientos bautistas veneraban a Juan quien presenta a Jesús como «cordero», como el siervo doliente de Dios:
Bautista como Mesías 68. El Evangelio de Juan fue escrito, a lo sumo, unos «cordero de Dios» (1,29-30; 1,36; en 19,33-34 presenta quizá rasgos pas-
decenios antes, cuando muy probablemente ya eran perceptibles tales ten- cuales; cf. infra).
dencias. Juan les contrapone la figura del Bautista. Con estos testimonios cristológicos del Bautista (1,31), Jesús inicia su
vida pública. De esta forma, en el cuarto evangelio, el bautismo de Jesús
2. Aspectos positivos. 1) El Evangelio de Juan conoce el dato de la a manos de Juan Bautista tiene un significado distinto del que tiene en los
antigua tradición cristiana según la cual el Bautista presentó a Jesús como sinópticos. El «acontecimiento celeste», que los sinópticos relacionan úni-
el mayor y más fuerte (Jn 1,27.30; Me 1,7 par.). También este dato ha camente con Jesús como una especie de vivencia interna entre Jesús y el
sido reelaborado por la cristología joánica: Jesús es el preexistente: «De- cielo —la voz procedente del cielo—, en el Evangelio de Juan es compar-
trás de mí viene un hombre que se me ha puesto delante, porque existía tido también por el Bautista, el cual hace las veces de la «voz del cielo»:
antes que yo» (1,30; cf., en el prólogo, 1,15). 2) Sin embargo, el Bautista da testimonio del origen celeste de Jesús. El mismo Bautista ve cómo una
tiene también para Juan una función de «precursor». Es el que prepara el paloma desciende del cielo sobre Jesús y permanece sobre él (el menein
camino al Señor (1,23). Resulta, pues, lógico preguntar por qué el Bautista joánico) (1,32): Jesús posee duraderamente al Espíritu (cf. Is 9,2; 61,1).
tomó la iniciativa de bautizar, si no era el Mesías, ni Elias, ni el profeta Aquí no se hace mención de la voz celeste, sino que es el propio Bautista
escatológico semejante a Moisés (1,25). La respuesta la da el propio Bautis- el que expresa su mensaje: «Yo ya lo he visto y doy testimonio de que
ta en el Evangelio de Juan: «Yo he venido a bautizar con agua para que éste es el elegido de Dios» (1,34; eklektos, Is 42,1, citado más literalmen-
él (Jesús) se manifieste a Israel» (1,31). El prólogo ya había dicho: «No te aún que en los sinópticos; cf. Me 1,11; Mt 3,17; lo cual puede confir-
era la luz, era sólo testigo de la luz» (1,8). El Bautista joánico bautizaba, mar que en la tradición sinóptica la voz celeste es —dramáticamente— la
pues, sólo a fin de presentar, en su calidad de testigo de Dios, ante Israel voz de Dios mismo, como leemos en Is 42,1). El testimonio de Juan, a
a Jesús como el Mesías. Para el Evangelio de Juan, la importancia del que ya aludía el prólogo, quiere decir que Jesús es el salvador preexistente
bautismo de Jesús a manos de Juan Bautista radica en que, realizado en el que viene del cielo y quita los pecados del mundo; él únicamente puede
nombre de la voz profética del Antiguo Testamento, es la presentación otorgar a los hombres el don de la salvación, el Pneuma y, con ello, la
solemne de Jesús a Israel como Mesías. Pero el Bautista precisa su posición vida eterna (3,34; 6,63; 7,37-39). Todo el significado del bautismo de
con respecto a Jesús. En las iglesia joánicas era obviamente difícil de en- Jesús a manos de Juan consiste en dar testimonio de este hecho. Lo cierto
tender por qué Jesús se había hecho bautizar por Juan. «Aquel que viene es que el evangelista se apoya en tradiciones del cristianismo primitivo, si
detrás de mí; yo no merezco desatarle la correa de las sandalias» (1,27). bien las actualiza y acomoda a la situación de la comunidad joánica.
Ho opiso mau, «el que viene detrás de mí», es una expresión rabínica que En la unidad literaria 1,19-51 destacan tres elementos que son funda-
equivale a «mi discípulo». Por otro lado, la expresión no ser digno de mentales para todo el Evangelio de Juan: la «definición» de la identidad
desatar las sandalias de alguien «es también una fórmula rabínica que sig- de Jesús, los testimonios de esta identidad (tema que ya hemos visto ante-
nifica «ser discípulo de alguien», esta acción era tan humillante que el pro- riormente) y, en fin, la «crisis» o incredulidad frente a la identidad mesiá-
pio maestro rehusaba que sus discípulos la realizaran. Jn 1,27 viene a nica de Jesús:
decir: Yo tengo un discípulo, Jesús, pero realmente soy yo su discípulo. a) Jesús es «el Cristo» o Mesías (cf. 1,41), «el cordero de Dios»
Enviado por Dios (1,6; 1,33), Juan está al servicio de Jesús; su tarea que quita el pecado del mundo (1,29-36), es decir, el Siervo de Dios del
consiste en presentar a Jesús ante Israel como el Mesías que viene del Deuteroisaías (1,29.36; cf. Is 53,7; 53,11), «sobre el que se posa el Espí-
cielo (1,30), como el que trae la salvación, lleno del Pneuma de lo alto: ritu (de Dios)» (1,32-33), «el elegido de Dios» (1,34; Is 49,7; 42,1), «el
«él bautiza con el Espíritu», es decir, comunica (de su plenitud, 1,16) el Ungido» anunciado en el Tenak (1,45): «el Hijo de Dios», «el rey de Is-
Pneuma o lo celeste (1,33). En consecuencia, el bautismo de Jesús a manos rael» (1,49) y, finalmente, «el Hijo del hombre» (1,51). Todo esto se aplica
de Juan (el cuarto evangelio ni siquiera dice expresamente que Jesús fuera a Jesús, «el hijo de José de Nazaret» (1,45); él es el Mesías. Los primeros
bautizado por Juan) no representa una humillación, sino, por el contrario, discípulos dicen: «Hemos encontrado al Mesías» (1,41), o sea, «al Ungido
el solemne reconocimiento de su misión salvífica encomendada por el con Espíritu Santo» (Jn 1,33b; cf. Hch 10,38). En otras palabras: el Bau-
Padre. 3) El Bautista proporciona además a Jesús sus primeros discípulos tista presenta a Jesús ante Israel como el Mesías (1,31) y lo hace desde
(1,35-39; cf. 3,29). El evangelista sugiere con esto que la competencia un principio en la figura del Siervo doliente de Dios: «el cordero de Dios».
existente entre los discípulos del Bautista y los de Jesús, que parece ser un b) Sin embargo, no se puede olvidar el reverso de la medalla. Jesús
hecho en tiempos del evangelista (quizá una tensión intraeclesial), no había provoca división entre los espíritus. Así sucede ya en la presentación que
existido entre el Bautista y Jesús. 4) Según Juan, es el propio Bautista «•I Bautista hace de Jesús (1,19-34). Frente al testimonio del Bautista se
lormnn dos bloques encontrados: «los judíos de Jerusalén» (1,19a), los
Pseudo-Clementinas, cf. supra, nota 55. • imies envían «sacerdotes y levitas» (en realidad, pertenecientes al círculo
364 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 365

de los fariseos, 1,24) para que indaguen sobre Juan (1,19b). En el relato Johannes, op. cit.; J. Montgommery Boice, Witness and Revelation in tbe Gospel
posterior del llamamiento de los primeros discípulos de Jesús, «Natanael» of John (Grand Rapids 1970); P. van Diemen, La semaine inaugúrale et la semaine
es llamado el «israelita de veras, un hombre sin falsedad» (1,47). Por una termínale de l'évangile de Jean. Message et structures, 3 vols. (Roma 1972); R. T.
parte, aquí hay una contraposición entre «Israel» y «Judea» (los judíos Fortna, Source and Redaction in the Fourth Gospel's Portrayal of Jesús' Signs: JBL
de Jerusalén; cf. 18,3.12; 11,47; 18,14; 9,22 con 11,57); por otra, estos 89 (1970) 156-165; J. Gaffney, Believing and Knowing in the Fourth Gospel: ThS
26 (1965) 233-236; J. C. Hindley, Witness in the Fourth Gospel: ScJTh 18 (1965)
judíos de Jerusalén aparecen desde el principio como los adversarios de 319-337; S. Hofbeck, Semeion, Der Begriff der «Zeichen» im Johannesevangelium
Jesús (tienen una función inquisitorial), mientras que «Natanael» es el unter Berücksichtigung seiner Vorgeschichte (Münsterschwarzwach 1966), espec. 158-
verdadero israelita. Ante «los judíos», el testimonio del Bautista es más 160; Morris Inch, Apologetic Use of «Sign» in the Fourth Gospel: «The Evangelical
bien reservado: aunque dicen haber venido a causa de la importancia del Quarterly» 42 (1970) 35-38; W. Nicol, The Semeia in the Fourth Gospel (Leiden
movimiento del Bautista, pronto queda claro que su intención es observar 1972); P. Riga, Signs of Glory: the Use of «semeion» in St. John's Gospel: Int 17
críticamente a Jesús. El Bautista se limita a responder: «Entre vosotros (1963) 402-410; H. Schneider, «The word was made Flesh». An Analysis of the
está ese que no conocéis» (1,26). Sólo cuando «los judíos» se han marcha- Theology of Revelation in the Fourth Gospel: CBQ 31 (1969) 344-356; L. Schottroff,
Der Glaubende und die feindliche Welt (Neukirchen 1970), espec. 247-257; C. Traets,
do precisa lo que había dicho a los «judíos» de una forma enigmática Voir Jésus et le Pére en Lui selon l'Évangile de Saint Jean (Roma 1967); A. Vanhoye,
(1,27): «Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (1,29). Notre foi, oeuvre divine, d'aprés le quatriéme évangile: NRTh 86 (1964) 339-348;
Juan sugiere con ello que «los judíos» no pueden entenderlo todavía: no R. Walker, Jüngerwort und Herrenwort. Zur Auslegung von Job. 4,39-42: ZNW 57
lo conocen (1,26). (1966) 41-54; W. Wilkens, Zeichen und Werke (Zurich 1969).
Evidentemente, el Bautista ha venido para presentar a Jesús ante Israel
(entendido aquí no como el «reino del Norte» contrapuesto a Judea, sino Al abordar esta problemática tenemos que contar con las discusiones
como todo el pueblo judío en cuanto pueblo de Dios). Sin embargo, en el de los exegetas sobre el llamado «libro de los signos», una tradición o qui-
cuarto evangelio los habitantes de «Judea» (Jerusalén y su entorno) apare- zá incluso una fuente que el cuarto evangelio (del mismo modo que Mateo
cen claramente como los que rechazan a priori a Jesús; existe cierta con- y Lucas utilizaron la tradición o fuente Q) actualizaría en su cristología
traposición entre el verdadero israelita «que ve» y el «natural de Judea y soteriología. Cada vez es mayor el acuerdo sobre esta hipótesis de una
que no ve». La oposición luz-tinieblas (prólogo) adquiere ya una forma subyacente colección de signos o milagros de Jesús 69 . «Jesús realizó en
concreta, antes de que Jesús inicie su vida pública, con el anuncio del Bau- presencia de sus discípulos otros muchos signos que no están en este libro.
tista. La presentación de Jesús provoca ya una división entre los espíritus. Hemos escrito éstos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de
El Evangelio de Juan pasa luego a relatar de una manera kerigmática la Dios, y con esta fe tengáis vida gracias a él» (Jn 20,30-31). Estas palabras
trayectoria mesiánica de Jesús. parecen ser de hecho una conclusión (aunque el evangelio continúa). Sin
aceptar una terminología errónea («una cristología del taumaturgo», en el
sentido de theios aner), podemos admitir que el «libro de los signos» (al
3. Jesús se revela en sus obras y palabras igual que Q es sobre todo una colección de logia de Jesús) es una colec-
ción que recoge una tradición de milagros operados por Jesús. Jesús es
En una extensa exposición evangélica, Juan presenta el testimonio que visto como un taumaturgo que socorre a los hombres. Su humanidad cons-
Jesús da de sí mismo. Además de recoger siete expresiones que comienzan tituye el punto central: el hijo de José de Nazaret (1,45), un individuo
con la fórmula «yo soy» (autorrevelación de Jesús «por la palabra»), Juan cuyos padres son conocidos por todos (1,45; 2,1.12; 7,2-5). Esto no signi-
relata siete grandes signos milagrosos realizados por Jesús. Tanto las expre- fica que tal tradición de milagros fuera la cristología de la comunidad pre-
siones «yo soy» como los signos realizados por Jesús son referencias implíci- joánica. Prueba concluyeme de ello es el himno al Logos, cantado por la
tas a los tiempos del éxodo, si bien Juan las hace pasar por la retícula sa- comunidad de una manera diferente a como aparece en el prólogo. La co-
piencial del primer judaismo. En ellas Jesús aparece como una persona munidad prejoánica cree en el «Logos encarnado», pero considerado prin-
cuyas palabras y acciones provocan una división entre los espíritus: unos cipalmente como taumaturgo, como un «bienhechor» en cuyas acciones se
creen en sus palabras y obras; otros (para Juan son siempre «los judíos») puede contemplar la gloria de Dios. El cuarto evangelio quiere mostrar,
no creen. sin embargo, que la glorificación de Jesús alcanza su punto culminante en
su crucifixión. Lo que podemos decir sobre la reacción de Juan frente a
a) La autorrevelación de Jesús mediante «signos» y «obras».
"' Véase el extenso resumen de R. Kysar, The Source Analysis of the Fourth
Bibliografía (además de la ya citada, especialmente los tres grandes comentarios Gospel, A growing consensus: NT 15 (1973) 134-152; id., The Fourth Evangelist
sobre Juan publicados por R. Brown, B. Lindars y R. Schnackenburg): J. Becker, and bis Gospel (Minneápolis 1975). También U. Müller, Die Geschichte der Christo-
Wunder und Christologie: NT 16 (1969-70) 130-148; R. Bultmann, Evangelium des logie in der johanneiseben Gemeinde (SBS 77; Stuttgart 1975).
366 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 367

esta tradición de milagros es que él quiere resaltar la importancia de la vina: el creyente ve en los signos de Jesús su gloria. Finalmente, para
muerte de Jesús. R. T. Fortna 77 , el objetivo de Juan es actualizar su propia fuente: en los
Las diferentes interpretaciones exegéticas sobre la función de los «sig- signos la fe debe reconocer la mesianidad, la filiación y la gloria de Jesús,
nos» y las «obras» en el Evangelio de Juan 70 no obedecen tanto a un aná- cuya máxima expresión es la muerte. En vez de subrayar la resurrección
lisis directamente terminológico y estructural del texto y del contexto en como prueba de la mesianidad de Jesús, el Evangelio de Juan pone el én-
que aparecen los términos semeion (signo) y ergon (obra) en el Evangelio fasis en la muerte vivificante de Jesús. También son de esta opinión J. Bec-
de Juan cuanto a reconstrucciones, hechas hasta ahora de un modo bas- ker 78 y R. Schnackenburg79. En general (a excepción de Nicol, a quien se
tante arbitrario, de una cristología del theios aner, que sería la caracterís- critica precisamente este «punto ciego») se supone que el cuarto evangelio
tica del «libro de los signos». Lo característico de la comunidad joánica quiere corregir el carácter unilateral de la «cristología del taumaturgo»
se interpreta en muchos casos como una polémica de Juan contra esa uni- existente en el «libro de los signos»: enriquece la cristología propia de su
lateralidad. fuente, espiritualiza su soteriología y contrapone a la fe en los signos una
Según Fortna, Brown, Lindars y —con algunas diferencias de matiz— fe más madura y completa. Así se podrían resumir los resultados a que han
también Wilkens y Schnackenburg 71, el «libro de los signos» defiende una llegado las «investigaciones sobre Juan» en los últimos tiempos.
«fe en los signos» (creer porque se ve), que el Evangelio de Juan acepta Recientemente, C. R. Holliday, partiendo directamente de las fuentes,
pero al mismo tiempo supera mediante una «fe superior»: creer sin haber ha confirmado algunas ideas relativas al hombte-theios aner, pero ya de una
visto. J. Becker72 opina que Juan rechaza la fe en los signos: la verdadera manera tan diferente que hablar de una cristología del theios aner es un
fe significa creer en las palabras de Jesús. Wilkens y Schnackenburg73, y simple devaneo de eruditos 80 . Por ello estoy convencido de que cualquier
sobre todo F. Schnider y W. Stegner74, sostienen que los signos proporcio- reconstrucción del llamado «libro de los signos», todas las cuales han par-
nan una visión más profunda de la fe cristológica: los signos nos colocan tido hasta ahora (a excepción de W. Nicol) de una cristología del theios
ante la alternativa de decidir entre fe e incredulidad, pero el objetivo es la aner, está condenada al fracaso. Por lo demás, sea cual fuere la específica
fe en las palabras de Jesús. De esta forma, la fe en la palabra de Jesús es orientación teológica del «libro de los signos», para nuestros objetivos
condición previa para poder ver con fe los signos: se ve porque se cree. temáticos o «dogmáticos» es suficiente leer el texto de Juan tal como apa-
La fe en la palabra de Jesús lleva a ver los signos, y esto lleva a un saber, rece ante nosotros, con todas sus posibles tensiones (tensiones que de hecho
es decir, a un conocimiento de fe más profundo. Luise Schottroff75 ve sólo pueden explicarse mediante la crítica de las formas y de la redacción,
varias contradicciones internas en el concepto joánico de fe en los signos o sea, distinguiendo en el Evangelio de Juan lo que es tradición y lo que
(sobre todo, Jn 7,13 y 4,48). Juan habría unido dos tradiciones: una en la es redacción).
que el signo ejerce una función legitimadora; otra en la que Jesús se niega
a hacer signos como medio para mover a la fe. Lo que importa a Juan es 1) Los signos realizados por Jesús.
la manera de ver los signos: ahí radica la diferencia entre fe verdadera y
falsa. Se rechaza una fe en las señales que no lleve a la fe en el origen Juan enumera siete signos realizados por Jesús: el milagro del vino en
celeste de Jesús. Pero si el signo logra ese efecto, entonces tiene de hecho Cana (2,1-11), la curación (a distancia) del hijo de un funcionario real (4,
una función propia. W. Nicol 76 (también Wilkens y Schnackenburg) afirma 46-54), la curación de un inválido (5,1-9), la multiplicación de los panes
que Juan pretende corregir la cristología unilateral y pobre del «libro de (6,1-14), Jesús camina sobre las aguas (6,16-21; aquí no se utiliza el tér-
los signos»: Juan subraya la visibilidad de la doxá o gloria en la sarx o las mino «signo»), la curación de un ciego de nacimiento (9,1-41) y la resu-
acciones humanas de Jesús. Bajo la dirección del Espíritu Santo como rrección de Lázaro (11,1-44). El Evangelio de Juan da a estos hechos el
Paráclito, Juan quiere examinar la historia de Jesús en su dimensión di- nombre de semeia, signos (2,11; 4,54; 6,14.26; 9,16; 12,18; cf. H,47),
y en algunos casos también ergon, obra (5,20.36; cf. 7,21). Ambos térmi-
70
Cf. la bibliografía indicada al comienzo de esta parte. nos se utilizan bastante indiscriminadamente (cf. 7,3 con 7,31; 9,3-4 con
71
R. Fortna, Jesús' Signs, op. cit., 156-165; R. Brown, Evangelio, op. cit. I, '>,I6; 10,25.32.37.38 con 10,41; 12,37 con 15,24).
402s; B. Lindars, Gospel of John, op. cit., 203; W. Wilkens, Zeichen und Werke, Se advierte una clara conexión entre el concepto joánico y el sinóptico
op. cit., 44-59; R. Schnackenburg, Johannesevangelium I, 344-356. ele «signo». En ambos casos, Jesús no acepta la exigencia de los judíos de
72
J. Becker, Wunder, op. cit., 145-146. (|nc realice signos (llamados en los sinópticos la mayoría de las veces dyna-
73
W. Wilkens, Zeichen und Werke, op. cit., 44-59; R. Schnackenburg, op. cit. I,
350-354 y 508-524.
74
Fr. Schnider y W. Stegner, Johannes und die Syrtoptiker. Vergleich ihrer Pa- \K. Fortna, Jesús' Signs, op. cit., 152-166.
rallelen (Munich 1971), espec. 83. J. Becker, Wunder, op. cit., 114-147.
75
L. Schottroff, Der Glaubende und die feindliche Welt, op. cit., 247-257. \\. Schnackenburg, Johannesevangelium I, 350-356 (cf. 508-524).
76
W. Nicol, Semeia, op. cit., 125-137. ('.. R. HoIIaday, cf. supra, nota 48.
368 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 369

meis, demostraciones de poder) (Jn 2,18; 6,30; Me 8,11-12; Mt 12,38-39; realmente inoperantes para la fe cristológica, máxime cuando se buscan
16,1.4; Le 11,16.29). La expresión semeia kai terata («signos y prodigios», con afán sensacionalista (4,48). En su sentido auténtico no son compren-
Jn 4,48) es típica del Antiguo Testamento y se remonta a la concepción sibles al margen de una fe cristológica (3,11; 6,26; 11,4.40). El «signo»
deuteronomista de los profetas (Dt 6,22; 7,19; 13,2-3; 26,8; Ex 7,3; Jr es independiente del concepto típicamente joánico de «testimonio», el cual
32,20-21; Is 8,18; 20,3; Sal 78,43; Neh 9,10; Hch 4,30; 5,12; 14,3; suscita una fe fundamentada; los signos «muestran» a quienes creen real-
15,12; Rom 15,19; 2 Cor 12,12; 2 Tes 2,9; Hch 2,19-22.43; 6,8; 7,36) 81 . mente la gloria del Logos, que en Jesús actúa en este mundo en la sarx
En líneas generales podemos decir que teras indica el carácter asombroso o humanidad. «Nosotros hemos visto su gloria» (1,14b): también en los
de un hecho, mientras que semeion dice referencia a Dios con motivo de signos milagrosos de Jesús. Para los débiles, para los que creen de una
un hecho milagroso, y dynameis (por ejemplo, Gal 3,5; Hch 2,22) significa manera no cristológica, tales signos son cosas portentosas sólo perceptibles
obras realizadas con poder (los tres términos aparecen juntos en Heb 2,4). en su exterioridad, sin otro significado ulterior (cf. 12,37). En cuanto «sig-
Juan utiliza una sola vez la expresión técnica semeia kai terata (4,48). nos» en sentido joánico, las obras de poder realizadas por Jesús tienen una
Más allá de esta tradición prejoánica, «signo» se remonta al 'o/ (plural orientación totalmente cristológica; pero, en cuanto «obras», tienen carác-
'otot) bíblico; de hecho, los siete signos del Evangelio de Juan están rela- ter mesiánico, es decir, son un testimonio que implica cierta validez, la
cionados con los signos mosaicos, reelaborados en una línea sapiencial, de cual decide sobre la fe o la incredulidad84. Sin embargo, esta distinción
la época del éxodo ffi. Los LXX traducen 'oí por semeion, signo, testimonio entre ambos conceptos no es tan nítida en el Evangelio de Juan.
del Dios de Israel; 'ot es un signo revelador. También los signos realizados No obstante, esta diferencia de tipo formal tiene como consecuencia
por los profetas se dan en una realidad visible o palpable e implican un que los «signos» y las «obras» ofrezcan una perspectiva distinta de Jesús.
contenido de revelación83; son acciones significativas (o simbólicas) que Los signos se limitan a la actividad revelatoria de Jesús en la tierra: cesan
anticipan creativamente las cosas futuras. Así, por ejemplo, en Is 60ss, a partir de 12,37 (se hace una breve «mención» de ellas en 20,30). Los
el enviado escatológico, aunque no trae aún la gloria cósmica, la hace res- signos comprenden, pues, la actividad revelatoria de Jesús en su vida terre-
plandecer en los signos que él realiza. na. Jesús promete, sin embargo, a sus discípulos que «harán obras aún
En la visión joánica de Jesús, la Palabra hecha hombre, estos signos mayores» (14,12), pero el Evangelio de Juan no habla nunca de «signos»
asumen un profundo significado. Los signos del Jesús joánico no anticipan, realizados por los discípulos. Los signos son expresión de la actividad reve-
sino que realizan la salvación escatológica aquí y ahora en lo que Jesús latoria de Jesús en cuanto Logos encarnado en la tierra. Son anticipacio-
hace en el presente. Jesús es aquí más que un profeta. A pesar de esta nes de lo que sucederá en la Pascua. Las obras, en cuanto motivo de la fe,
diferencia fundamental de contenido, el concepto joánico de signo tiene están en un plano inferior al de las palabras de Jesús (10,38; 14,11). Estas
formalmente el mismo significado que los signos realizados por los profe- son comparables con sus signos: son revelaciones elocuentes y expresivas
tas: son acciones reveladoras. Tanto los milagros mosaicos del éxodo —sig- de Dios (6,35.48.51; 9,5; 11,25-26), pero a condición de que el creyente
nos del gran Moisés— como los signos proféticos (en el primer judaismo comprenda su carácter de signos y no se quede simplemente en lo porten-
se habla además del «profeta» o del «cordero» Moisés) constituyen muy toso del hecho. En cuanto revelación, los signos se refieren siempre a una
probablemente el trasfondo sobre el cual se puede explicar el concepto respuesta cristológica de fe. Desde el punto de vista joánico, las aparicio-
joánico de signo. nes del Jesús resucitado no son «signos», al menos en el sentido de «anti-
En la concepción joánica, un semeion sirve para llevar a los hombres cipaciones»; no se sitúan en el plano de la autorrevelación de Jesús al
a un conocimiento más profundo y no a que crean porque han visto signos. mundo, sino que son cristofanías ante sus propios discípulos (14,22) y, al
Ya en el relato del llamamiento de uno de los discípulos, Natanael (que, igual que la muerte y la resurrección, pertenecen al ámbito de la «verdad»
como solían hacer los fariseos, «estaba sentado debajo de una higuera», (cf. infra).
es decir, estudiaba la Tora), Juan previene contra «creer porque se ha vis- En los signos, Jesús muestra a la fe su gloria, muestra que él es el
to» (1,50; al incrédulo Tomás le dirá: «¿Porque me has visto tienes fe? Logos encarnado (cf. 2,11: milagro de Cana; 11,40: resurrección de Láza-
Dichosos los que tienen fe sin haber visto», 20,29). Los «signos» tienen ro, donde se hace visible la gloria de Dios: «Esta enfermedad no es para
en el cuarto evangelio un alcance cristológico, son considerados en una óp- muerte, sino para gloria de Dios, para que ella honre al Hijo de Dios»,
tica diferente de las «obras». Los signos, en cuanto sucesos que se ven 11,4). En la sarx de Jesús se hace visible a la fe, a través de los signos
y mueven al asombro (2,23; 6,2.14), invitan a la reflexión (3,2; 7,31; 9,16; milagrosos, su doxa o gloria; este aspecto resulta particularmente patente
11,47). Pero si se perciben sólo como hechos que producen asombro, son en los signos simbólicos o demostraciones de poder: la multiplicación de
los panes, la curación de un ciego realizada por Jesús, la luz, la resurrec-
81 ción de los muertos. Al narrar los signos de Jesús, Juan pretende mostrar
Jesús, la historia de un viviente, 166, nota 2.
82
K. Rengstorf, semeion, en ThWNT VII, 256.
83 "' R. Schnackenburg, ]ohannesevangelium I, 351-354.
G. Fohrer, Die symbolischen Handlungen der'Prophetett (Basilea-Zurich 1953).
24
370 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 371
que éstos indican la «presencia» de la salvación escatológica, presente en creer; y Jesús no desaprueba la fe motivada por «haber visto sus obras»,
Jesús en virtud de su preexistencia celeste. Los signos ilustran lo que decía pero hace notar constantemente que ésa no es la fe cristiana verdadera
el prólogo: él es sarx y, no obstante, Logos. Los semeia (signos) tienen y perfecta. Por otro lado, el propio evangelista nos da a entender que la
una forma terrena, «carnal» (sarx), pero revelan una profunda dimensión fe del discípulo predilecto de Jesús es propiamente el modelo de la comu-
cristológica. nidad creyente: ante el sepulcro vacío «vio y creyó» (20,8). Sin embargo,
en este caso no había nada que ver: sólo un sepulcro vacío.
2) Las «obras» de Jesús. Las iglesias joánicas tenían planteado el problema de cómo puede ser
Cuando Juan llama «obras» a los portentos de Jesús, tales obras dan objeto de fe para las generaciones posteriores la vida y muerte histórica de
testimonio de él como el enviado de Dios (5,36; 10,25.37-38; 14,11; 15, Jesús. También en el Evangelio de Juan el Jesús histórico es, evidente-
24); son un testimonio fiable (10,38; 14,11), resolutivo (15,24) de que mente, la única norma, pero las generaciones posteriores no lo ven ni
el Padre ha enviado a Jesús (5,36; cf. 9,4) o de que «el Padre está en oyen su voz directamente. Para Juan, lo pasado históricamente tiene una
Jesús» (10,38; 14,11). Jesús realiza sus obras en nombre del Padre: actúa peculiar validez universal: a través de las mediaciones históricas. Por eso
junto con el Padre (4,34; 5,17.19) o su Padre actúa por medio de él (14, insiste en la mediación de los testigos fidedignos (19,35; 21,24; 1 Jn 1,
10). Las obras del Jesús joánico se sitúan, pues, en el contexto del envío 1-3), lo cual no significa que las generaciones posteriores deban apoyarse
histórico de Jesús por el Padre 85 . Precisamente las «obras» provocan la únicamente en el convencimiento personal de esos mediadores, pues de
«crisis» entre la fe y la incredulidad; suscitan la fe y someten a juicio la algún modo debe darse últimamente un testimonio objetivo de Dios. En
incredulidad (10,25-26; 15,24). tiempos de Juan, la cuestión del testimonio de Dios había llegado a ser un
Las obras de Jesús tienen su culminación en «la obra» que ha realizado problema de primer orden. Ello explica la importancia del testimonio que
en su muerte en la cruz (17,4; 19,30): una realización libre y obediente atestigua que Jesús ha sido enviado por Dios: Juan Bautista (1,8; 1,19-34;
de las obras que el Padre le ha encomendado llevar a cabo. Según la con- 5,33), las obras que Jesús realiza (5,36; 10,25; 10,37-38; 14,11), la doc-
cepción judía, y sobre todo sapiencial, del padre y del hijo, éste hace las trina que anuncia (7,17), sus palabras (10,38; 14,11; cf. 12,48) y, final-
obras del padre, es decir, lo que el padre le ha encomendado que lleve a mente, también la «Escritura» (5,39). Como creyente, Juan sabe que las
cabo, sobre todo si ello implica un envío; el hijo actúa en nombre de su palabras de Jesús tienen en sí mismas una fuerza probatoria (8,14); en
padre. Desde la perspectiva del espectador, las obras son el motivo para cambio, para los extraños las cosas son muy diferentes (cf. 5,31-32). El
creer que Jesús ha sido enviado por Dios. «Si yo no hago lo que me en- Jesús joánico rechaza, no obstante, los testimonios que los hombres dan
carga mi Padre, no creáis en mí; pero si lo hago, aunque no creáis en mí, sobre él (5,34) o al menos no los necesita. Jesús acepta sólo el testimonio
creed en mis obras» (10,38); «creedme, yo estoy con el Padre y el Padre de su Padre (5,37; 8,18), el testimonio futuro del «Espíritu de la verdad»
está conmigo; al menos dejaos convencer por las obras mismas» (14,11). (14,17; 15,26; 16,13), del Paráclito (15,26), y, en fin, la veracidad de su
Propiamente se debería creer en Jesús sobre la base de su palabra («yo propio testimonio y revelación. Por ser preexistente, él puede hablar apo-
soy...»), pero si no se tiene esta confianza en la persona de Jesús, ahí están yándose en su propia experiencia de Dios.
las obras que Jesús realiza. El Jesús joánico no critica a quienes creen por Así, pues, el concepto joánico de fe se apoya siempre en un testimo-
«ver las obras» (20,19; 1,50), pero no se refiere a una fe basada simple- nio, y Juan parece compartir la idea judía sobre las condiciones de un
mente en los milagros (4,48; 6,26.36). Lo decisivo es que se comprenda «testimonio válido». En el interrogatorio de testigos, por lo menos dos
el significado salvífico de la persona de Jesús (8,14; 7,16-17). Las obras de ellos tienen que concordar en su declaración (Jn 8,17; cf. Dt 17,6;
realizadas por Jesús pueden suscitar la fe en que el Padre está en Jesús, 19,15); entonces el testimonio es «veraz» (alethes), fidedigno. Por eso
o sea, en que Dios realiza esas obras por medio de Jesús (3,33-34). De ahí llama la atención que en la primera carta de Juan se habla de tres testigos
la recriminación: «Aunque habéis visto, no tenéis fe» (6,36). Para las co- concordantes: en primer término, el Espíritu; después, el agua y la sangre
munidades joánicas, que no han conocido al Jesús histórico, es válido el (1 Jn 5,7-8). El propio Juan habla en 19,34 del agua y la sangre que
principio de «creer sin haber visto» (20,29). Por ello Juan se cuida mucho salieron del costado traspasado de Jesús en la cruz: el bautismo cristiano
de no rechazar nunca la fe basada en el ver, pero la considera inferior al (Jn 3) y la eucaristía cristiana (Jn 6,51b-58), asumidos «en el Espíritu».
«creer sin haber visto». El cuarto evangelio quiere mostrar que los cristia- Rt Espíritu, en efecto, es el principio vital que confiere fuerza a los sa-
nos de la segunda o tercera generación no se hallan en una posición menos cramentos de la iniciación (3,6 y 6,63). Animados por el Espíritu Santo,
favorable que los primeros discípulos durante la vida de Jesús. El insistió los sacramentos eclesiales dan un testimonio histórico de Jesús a las gene-
ya en la necesidad de estar vinculados a su persona. Esto es para Juan ruciones futuras, las cuales no han conocido al Jesús terreno. La acción
85
siilvífica de Dios, realizada en el envío y, finalmente, en la muerte del
E. Haenchen, Der Vater, der mich gesandt hat: NTS 9 (1962-1963) 208-216; I lijo hecho hombre históricamente, tiene su continuación en la Iglesia
R. Schnackenburg, Johannesevangelium I, 347-350. viva, la cual garantiza a las generaciones futuras, a través de la predica-
372 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 373

ción y los sacramentos, la vida que Jesús comunicó como anticipo durante de hecho la impresión de que el contenido de las palabras y acciones de
su vida terrena a los hombres que entonces creyeron en él (cf. 19,34 con Jesús se reduce a que él es una cosa con el Padre; creer esto significa para
1 Jn 5,8). El testimonio que Dios dio sobre Jesús durante su vida terrena el creyente «vida», salvación (20,31): creer que Jesús es una sola cosa
sigue siendo válido (memartyreken, en perfecto, 1 Jn 5,9): los cristianos con el Padre es una fe vivificante que da la salvación. El Evangelio de
«tienen» (echein, término típicamente joánico en el sentido de menein: Juan no dice mucho más. Quizá todo el misterio de este evangelio con-
tener permanentemente) el testimonio de Dios; lo han recibido en Jesús siste en la identificación del «reino de Dios» de los sinópticos con «Jesús
y lo siguen teniendo de un modo vivo en los sacramentos de la Iglesia. de Nazaret» 88. Así como para los sinópticos todo el contenido de la sal-
vación se resume en el concepto de «reino de Dios», así también en el
Evangelio de Juan la salvación se compendia en la persona de Jesús: el
3) Creer, ver (u oír) y conocer.
reino de Dios es Jesús, uno con el Padre y, por tanto, salvación para
¿Cómo es posible que los «signos» —que propiamente son «anticipa- nosotros. Hay que leer el Evangelio de Juan teniendo en cuenta esta iden-
ciones»— y las obras del Jesús joánico sean una legitimación de Jesús si tificación a través de la fe. Lo que en los sinópticos, a lo largo de su
presuponen ya la fe? relato, es una indicación vacilante que no se aclarará hasta la muerte y
Juan utiliza diversos términos para expresar la idea de «ver»: idein, resurrección de Jesús, el Evangelio de Juan lo coloca en primer plano:
theorein, blepein. Ver o contemplar (theorein) puede significar un ver de aparece ya en el prólogo. Cuando se nos presenta Juan Bautista, cuando
tipo corporal (9,8; 10,12; 20,6), una percepción del espíritu (4,19; 12, Jesús predica y hace milagros, cuando muere, el lector sabe ya que en
19), un ver a través de la fe (14,17-19) y una visión directa, celeste (17, Jesús está actuando el Hijo de Dios hecho hombre, la Palabra. Unos creen,
24). De igual forma, se da también un oír exterior (6,60; 9,27.40; 10,20; pero otros no.
12,29; 19,8) y un oír interior o a través de la fe (5,24; 8,43.47; 18,37; Los que creen ven en Jesús la gloria del Padre: «Felipe, quien me ve a
cf. 10,3.16.27). Con frecuencia se nota en el Evangelio de Juan un tránsito mí está viendo al Padre» (14,8-10); «creedme, yo estoy con el Padre, y el
del ver externo de los signos y obras (2,23; 6,2; 7,3), claramente accesible Padre está conmigo; al menos dejaos convencer por las obras mismas» (14,
al blepein (ver) de cualquier persona, a un ver a través de la fe, accesible 11). En Jesús hay que creer fiados de su palabra (10,38; 14,11). Cuando ello
sólo al creyente (14,17.19; cf. 6,62) *. Por tal motivo, Juan puede decir no es posible, ahí están las obras de Jesús, que indican la misma dirección:
«contemplar» (theorein) en lugar de «creer» (cf. 6,40 con 12,45). Creer en ellas Dios está activamente presente (10,38). Los signos realizados por
es creer que Jesús ha sido enviado por el Padre (5,24a; 6,35b; 13,16; 17,8. Jesús pueden conducir a la verdadera fe; predisponen favorablemente a una
21 con 22.23). Juan rechaza una fe basada simplemente en los milagros apertura inicial (14,11; cf. 10,37.38). Lo que Jesús dice es para Juan revela-
(2,23). Pero los signos y las obras de Jesús dirigen la atención hacia la ción, pues Jesús habla consciente de ser uno con el Padre. Las obras de Jesús
persona que las realiza, pueden despertar un primer interés por la persona son asimismo una forma de testimonio divino acerca de Jesús. Donde está
de Jesús y provocar en los hombres una «crisis»: decidirse a favor o en con- el reino de Dios —que es Jesús— están también los signos y la praxis del
tra de Jesús, el cual afirma personalmente que realiza todas estas cosas en reino de Dios. La gloria de Dios, que se manifestó en los grandes prodigios
virtud de su unión con el Padre. Tras relatar los primeros signos realizados del éxodo, está ahora vitalmente presente en el Jesús joánico. Los signos
por Jesús, dice Juan: «Así, en Cana de Galilea, comenzó Jesús sus signos, realizados por él significan esa presencia y, al mismo tiempo, son una
manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él» (2,11). Juan ya había ayuda y una guía que lleva a Jesús en cuanto uno con el Padre. Creer
hablado en el prólogo de la «gloria»: «Nosotros hemos visto su gloria, significa reconocer esta unidad y vivir de ella. Los signos desvelan y ocul-
gloria de Hijo único del Padre» (1,14); y más tarde dice el evangelista: tan a la vez. Desvelan la gloria de Dios en Jesús (2,11; 11,4.40), pero
«Hemos escrito estos signos para que creáis que Jesús es el Cristo, el la ocultan a los que no creen (6,36; 9,39.41; 15,22-24). De esta forma,
Hijo de Dios, y con esta fe tengáis vida gracias a él» (20,31). En los sig- Juan puede hablar de ver la gloria de Dios en Jesús. Al principio se trata
nos, nosotros —la comunidad joánica— contemplamos la gloria del Padre de percibir: se ve lo que hace Jesús. Pero ese «ver» implica en el creyente
en Jesús. Los signos manifiestan la unidad de Jesús con el Padre, una una «atracción» del Padre a la fe: «Nadie puede acercarse a mí sí el
unidad que contiene todo lo que Jesús dice con sus palabras: fuera de este Padre que me envió no tira de él» (6,44); «nadie puede acercarse a mi
contenido es poco o nada lo que se nos dice 87 . El Evangelio de Juan da si el Padre no se lo concede» (6,65).
M A mi juicio, Juan no considera nunca esta atracción como un testimonio
F. Mussner, Die johanneische Sehiveise und die Frage nach dem historischen interior (según opinan muchos autores) 89 . Ciertamente, Jn 5,37 dice: «Y
Jesús (Friburgo 1965) 18-24; C. Traets, Voir Jésus, op. cit., 214-225.
87
R. Bultmann ya defendió la tesis de que Juan dice sólo que Jesús es «revelación '" Cf. S. Hofbeck, Semeion, op. cit., 158-166.
de Dios». Las investigaciones llevadas a cabo desde entonces no han supuesto ningún " Así, J. Bonsirven, f.pitres de saint ]ean (París 21954) 263-264; A. Vanhoye,
avance: Juan exige fe en que Jesús «viene de Dios». Cf. los estudios de J. M. Boice, ,irt. cit.: NRTn 86 (1964) 339-348; H. Schneider, The Word made Flesh, op. cit.,
Witness and Revelation, op. cit., y de J. Hindley, Witness, op. cit., 319-337. 544-356.
374 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 375
el Padre mismo que me envió sigue dando testimonio en mi favor», pero ¿Quiénes son, pues, esos «nosotros» que dan testimonio de que la reali-
este testimonio debe buscarse «en las Escrituras» (5,39). ¿Hay que rela- dad divina y eterna se hizo perceptible y palpable en el hombre (sarx)
cionar el testimonio del Padre (5,37) con «la instrucción por medio del Jesús? La primera carta de Juan no se refiere a todos los creyentes, sino
Padre» de 6,45? Para Juan, la fe plena va unida a una regeneración de a «los testigos»: éstos dan testimonio de lo que han visto (cf. Jn 1,34;
lo alto, del Espíritu, que no será otorgado hasta la Pascua (cf. infra). 3,11; 3,32; 19,35; 1 Jn 1,2; 4,14). Desde el punto de vista joánico, el
Creer en Jesús como maestro legitimado por Dios a través de los signos testimonio se fundamenta en el hecho de haber visto y oído. Lo que se
es solamente el comienzo de la fe auténtica (2,23-25; 6,26-33); creer sin- ve es objeto de fe: «la vida» (1 Jn 1,2) que se manifestó a unos testigos
ceramente es creer en la realidad más profunda de Jesús: en su unidad oculares. Pero éstos han muerto. La comunidad eclesial se remite al Jesús
con el Padre (3,36 y 3,18). Ver a Jesús, en el sentido de idein, significa histórico; Jesús es la fuente. La primera carta de Juan se propone unir la
conocer quién es él personalmente, creer en su nombre (1,12-13). Ser comunidad con el Jesús histórico, el único mediador entre Dios y los hom-
instruidos por Dios (cf. Is 54,13) equivale a ser atraídos por Dios me- bres (1 Jn 5,11-12; Jn 6,57; 14,6). El joanismo no quiere saber nada de
diante la enseñanza (Jn 3,31-36), o sea, nacer de Dios (cf. 8,47; 3,5). una mística directa con Dios; toda mística está sujeta a la mediación de
De esta «atracción» (helkein) se habla, además de 6,45, sólo en 12,32, una singular figura histórica humana, el Logos divino. Esta unidad cons-
donde se dice que el Crucificado «atraerá» hacia sí a todos. tituye propiamente el objeto de la fe. De ahí que los primeros y directos
La fe se basa en el testimonio personal de Jesús y en sus obras (5,36), testigos presenciales del acontecimiento tengan como cometido dar testi-
pero también en una instrucción impartida por el Padre (6,45). Así, la fe monio directo del mismo. La norma última es siempre la persona de Jesús
es para Juan una gracia de elección (6,39; 17,2.6.12.24): «los que tú de Nazaret.
(Padre) me has confiado». Por otra parte, la incredulidad entraña una Pero ¿cómo puede este hecho del pasado ser objeto de fe para las
culpa propia: «Si yo no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían generaciones posteriores? El propio Jesús apela en el joanismo a testigos
culpa; ahora, en cambio, no tienen excusa» (15,22). El «ver» unido a la que confirman su pretensión de ser una sola cosa con Dios y de haber
«atracción» del Padre, descubre en los hechos de la vida terrenal de Jesús sido enviado por él: Juan Bautista (Jn 5,33), sus propias obras (Jp 5,36;
el misterio de su persona. Así, Juan habla de «ver a Dios» y «ver su glo- 10,25; cf. 10,37-38; 14,11), la Sagrada Escritura (Jn 5,39), su doctrina
ria»: en la percepción humana se realiza la experiencia de la salvación (Jn 7,17) y sus palabras (Jn 10,38; 14,11). No acepta, en cambio, testi-
divina, dentro de la comunión de vida y de amor entre Jesús y el Padre. monios humanos (5,34). EÍ único testimonio que cuenta es el de su Padre
El «ver joánico» es un comprender la vida histórica de Jesús en su pre- (5,37; 8,18) y el futuro testimonio del Paráclito, «del Espíritu de la ver-
sencia como Señor en la Iglesia. No necesitamos proyectar nuestras distin- dad» (15,26). También la primera carta de Juan pone el acento en el tes-
ciones modernas en la variada terminología del Evangelio de Juan (ver, timonio de Dios (1 Jn 5). Sin embargo, hay diferencias con respecto al
creer, conocer); para Juan se trata de distintas denominaciones de un mis- Evangelio de Juan. La primera carta de Juan, refiriéndose a Jesús, el Hijo
mo acto de fe. A pesar de las manifestaciones «en signos» (2,11; 11,40) de Dios que se ha manifestado en la historia, habla sólo de los testimonios
y de la autorrevelación de Jesús mediante sus palabras y obras (14,10; externos de los predicadores (1 Jn 1,2; 4,14), y en 1 Jn 5,9-10 el testi-
cf. 10,38), al Jesús preexistente no se llega sino a través de la fe. No monio se refiere (se emplea el perfecto) a un hecho histórico. En 1 Jn 5,
obstante, hay una diferencia entre la fe en Jesús antes y después de la 10a. 11 se dice: «Quien cree en el Hijo de Dios tiene dentro el testimo-
comunicación del Espíritu en la Pascua: el Espíritu Santo conduce a los nio... y el testimonio consiste en esto: en que Dios nos ha dado vida
creyentes a «la verdad plena» (16,13). Por eso, Jn 17 —el (último) dis- eterna, vida que está en su Hijo». Y además: «Los que dan testimonio
curso de despedida— habla más de «conocer» que de «creer»: se acerca son tres: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres apuntan a lo mismo»
la hora en que la fe de los discípulos alcanzará «la verdad plena». «Y ésta (1 Jn 5,8). El testimonio de Dios es evidentemente distinto de esos tres.
es la vida eterna, reconocerte a ti como único Dios verdadero y a tu en- «El testimonio dado por Dios» (memartyreken, perfecto) tiene por objeto
viado Jesucristo» (17,2.7.8). que Jesús es su Hijo (5,9-10), mientras que el testimonio del Espíritu en
La primera carta de Juan expone este aspecto con más precisión: «Lo el bautismo y en la eucaristía están en presente. No se trata obviamente
que existía desde el principio, lo que oímos, lo que vieron nuestros ojos, de un «testimonio interno» de Dios, sino de un testimonio exterior que
lo que contemplamos y palparon nuestras manos: hablamos de la Palabra, se conserva en el corazón90. El creyente acoge el testimonio de Dios y lo
que es la vida» (1 Jn 1,1), «porque la vida se manifestó, nosotros la vi- guarda en su corazón: el incrédulo no lo hace, y por eso no tiene la vida
mos, damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba de (5,10). En la predicación eclesial sigue resonando el testimonio del Pneu-
cara al Padre y se manifestó a nosotros; eso que vimos y oímos os lo ma (1 Jn 5,7-8) sobre la vida y la muerte de Jesús y sigue actuando efi-
anunciamos ahora» (1 Jn 1,2-3). Como en el prólogo del evangelio, tam-
bién aquí se refleja el núcleo de la fe de la comunidad joánica. Sin em- *° Así argumenta, y en mi opinión de modo convincente, R. Schnackenburg, Die
bargo, entonces ya no vivía nadie que hubiese-conocido al Jesús histórico. Jiihanncsbriefe (Friburgo 21963) 270-271.
376 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 377

cazmente en los sacramentos del bautismo («agua») y de la eucaristía soy» (13,19); b) con un predicado indirecto: «¿A quién buscáis? Contes-
(«sangre»). Por tanto, el significado de 1 Jn 5,9-12 es que el testimonio taron: A Jesús Nazareno. Les dijo Jesús: Yo soy» (18,5.6.8); también en
dado por Dios acerca de su Hijo ha sido recogido en el interior de los cre- 6,20: «Yo soy, no tengáis miedo». Si tenemos en cuenta la forma grama-
yentes y es una realidad permanente (menein) en la fe y en los sacra- tical absoluta, aquí parece resonar el carácter santo y excelso del «yo
mentos. Así explica el joanismo el problema que tenían la segunda y la soy» de la primera categoría. A estas expresiones se podrían añadir otras
tercera generación de cristianos en torno al «creer sin haber visto». Es menos densas (tales como 4,26; 8,18; 8,23; 7,34.36; 12,26; 14,3; 17,24);
posible un encuentro pneumático con Jesús, y este encuentro empalma c) finalmente, con un predicado (alegórico) directo: «yo soy el pan de la
con el Jesús histórico gracias al Espíritu, que actúa en la Iglesia. vida, el agua viva, la vid verdadera, la puerta y el buen pastor, la resu-
rrección y la vida, el camino, la verdad y la vida» (6,35.51; 8,12; 9,15;
10,7.9.11.14; 11,25; 15,1.5; 14,6).
b) La autorrevelación de Jesús «por la palabra». En el Antiguo Testamento aparecen pocas veces las expresiones abso-
lutas «yo soy». La fuente directa de Juan está principalmente en algunos
Bibliografía:
1. Expresiones «yo soy»: R. Brown, Evangelio según Juan II, 1512-1519; R. Bult- pasajes griegos del Deuteroisaías, en especial Is 47,8.10: «Dice Yahvé:
mann, Evangelium des Johannes, op. cit., 167ss; D. Daube, The «I am» of Mes- 'ani hu» (Yo soy; en los LXX: ego eimi), pero también Gn 28,13.15;
sianic Presence, en New Testament and Rabbinic Judaism (Londres 1956); C. H. Ex 3,14; Ez 20,5, etc. 91 . En estas expresiones se subraya fuertemente el
Dodd, Interpretación, op. cit., 104ss; A. Feuillet, Études johanniques (París 21966) monoteísmo yahvista: yo soy Dios y no hay otro (Is 45,5.6.18.21). Pro-
72-83; Les Ego Eimi christologiques du quatriéme Évangile: RSR 54 (1966) 5-22 y piamente es una alusión al nombre de Yahvé. El Jesús joánico quiere así
213-240; Ph. H. Harner, The «I am» of the Fourth Gospel (Filadelfia 1970); poner el acento en el monoteísmo —el Padre único— y en el único y
R. Kysar, The Fourth Evangelist, op. cit., 119-127; G. MacRae, The Ego-Proclamation definitivo enviado, Jesús. Y es Jesús mismo quien convierte últimamente
in Gnostic Sources, en E. Bammel (ed.), The Trial of Jesús (Londres 1970) 123-139; este «yo soy» en contenido de la fe cristiana (8,24; 13,19) y de la con-
I. de la Potterie, Je suis la Voie, la Verité et la Vie (Jn 14,6): NRTh 88 (1966)
917-926; R. Schnackenburg, Johannesevangelium, op. cit. II, 59-70; H. Zimmermann, fesión de fe (8,28).
Das absolute Ego eimi ais die neutestamentliche Offenbarungsformel: BZ 4 (1960) Por otro lado, la expresión ''ani wehu, «yo soy el que...» se emplea
54-69, 266-276. en la liturgia, y de modo especial en la liturgia de la fiesta de las Chozas,
2. Yo soy el pan de la vida, el agua viva, etc.: J. Blank, «Die johanneische donde sustituye al nombre de Dios 92 , algunas expresiones «yo soy» son
Brotrede» und «Ich bin das Lebensbrot»: BuL 7 (1966) 193-207 y 255-270; P. Bor- pronunciadas por Jesús en el marco litúrgico de esta fiesta (cf. infra).
gen, Bread from Heaven (Leiden 1965); Observations on the Midrashic Character of Además hay paralelos en la literatura sapiencial donde la sabiduría se
John 6: ZNW 54 (1963) 232-240; R. Borig, Der Wahre Weinstock (Munich 1967); presenta a sí misma diciendo: «yo soy...» (Eclo 24; Prov 5,5-6; 6,23;
G. Bornkamm, Vor•johanneische Tradition oder nachjohanneische Bearbeitung in der Tob 1,3; Sal 118; cf. Gn 24,48). Lo mismo sucede en textos tardíos del
eucharistischen Rede Johannes 6?, en Geschichte und Glaube II (Munich 1971) primer judaismo (4 Esd 5,1; 1QS 4,16-30) 93 . «Yo soy» es, por tanto, una
51-64; J. D. Derretí, The Good Shepherd: St. John's Use of Jewish Halahah and
Haggadah: ThS 27 (1973) 25-50; K. M. Fischer, Der johanneische Christus und der
fórmula veterotestamentaria de revelación.
gnostische Erlóser, in Gnosis und Neues Testament, en K. W. Troger (ed.), Studien Sin embargo, los exegetas siguen discutiendo si la literatura veterotes-
aus Religionswissenschaft und Theologie (Berlín 1973) 245-267; O. Kiefer, Die Hir- t a mentaría y judía puede explicar plenamente el peculiar uso joánico de
tenrede (Stuttgart 1967); Th. Preiss, Étude sur le ch. 6 de l'Évangile de Jean: ETR la fórmula «yo soy». Las afinidades de este uso con la literatura no ya
46 (1971) 144-156; G. Richter, Zur Formgeschichte und literarischen Einheit von mandea, sino premandea, y especialmente con los textos de la gnosis
Job 6,31-58: ZNW 60 (1969) 21-55; R. Schnackenburg, Zur Rede vom Brot aus copta, son, en opinión de algunos investigadores, muy llamativos**. En mi
dem Himmel: eine Beobachtung zu Joh 6,52:~S>L12 (1968) 248-252; A. J. Simonis,
Die Hirtenrede im Johannesevangelium (Roma 1967); J. Whittaker, A Hellenistic
Context for Joh. 10,29: «Vigiliae Christianae» 24 (1970) 241-260. " Ph. Harner, The «I am», op. cit., 15-36 y 56-57; R. Brown, Evangelio, op. cit.
I, 1515ss; Schnackenburg, op. cit. II, 63; Dodd, Interpretación, 104ss; R. le Déaut, La
nuil paséale (Roma 1963) 329.
En su condición de Hijo preexistente hecho hombre, el Jesús joánico "' Por ejemplo, Misná, Sukkah, 4,5; Ph. Harner, op. cit., 20-22; 61-62; R. Brown,
«da testimonio de lo que ha visto y oído» (3,32). A este respecto son «/». cit. I, 537.
importantes las expresiones que emplean la fórmula ego eimi, «yo soy...». " I. de la Potterie, Je suis la Voie, op. cit., 917-926.
** Según G. McRay, The Ego-Proclamation, op. cit., 123-139, los paralelos de la
Estas expresiones, en número de siete, se pueden dividir en tres categorías: literatura gnóstica copta son aún más llamativos. En Nag Hammadi, códice VI, hay
a) las utilizadas en sentido absoluto, sin predicado: «Si no creéis que yo un gran número de expresiones del tipo «yo soy...» («yo soy el conocimiento», etc.)
soy, os llevarán a la muerte vuestros pecados» (8,24); «cuando levantéis l vc^nse la edición de Leiden, The Facsímile Edition of the Nag Hammadi Códices,
en alto al Hijo del hombre, entonces comprenderéis que yo soy» (8,28); I vols. [Leiden 1972-1976]). Estas expresiones indican la trascendencia de la figura
«antes que naciera Abrahán, yo soy» (8,58);- «para que creáis que yo drl redentor, que supera tanto el simbolismo profano como el judío. También,
378 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 379

opinión, difícilmente se puede negar en el joanismo la influencia de un 9,1-10,21; también aparece la fiesta de la Dedicación del templo (Hanuk-
judaismo sincretista, típico del Oriente helenista95. Pero ya hemos dicho ká), durante la cual Jesús se presenta con toda singularidad y superioridad
que en los últimos años se ha ido afirmando la convicción (avalada por sobre el trasfondo de la temática salvífica de esta fiesta. Es de notar ade-
los textos) de que ciertas ideas greco-judías han pesado sobre los conceptos más que, cuando Jesús pronuncia estas expresiones «yo soy», las cuales
joánicos y sobre ciertos conceptos gnósticos posteriores, y no al contrario. provocan fe e incredulidad, está en Jerusalén. En Jerusalén se decide, se-
Además podemos preguntarnos si merece la pena hablar de elementos pre- gún la visión de Juan, la batalla entre la fe y la incredulidad. En esta
gnósticos cuando de hecho todos los enunciados básicos no son gnósticos. ciudad acontece la decisión definitiva (7,25-26.32.45-52). «Jerusalén» es
En Juan es el propio redentor Jesús quien entrega su vida por los creyen- para Juan el símbolo del no creer en Jesús, del «mundo» que no ha aco-
tes (10,11.17); se trata de un hombre histórico real que es la Palabra de gido a Jesús, la luz que brilla en el mundo (1,10; 15,18-25).
Dios; aunque íntimamente unidos entre sí, redentor y redimidos son rea- Antes de analizar las siete expresiones «yo soy», veamos brevemente
lidades distintas (10,14); en ningún momento la asunción al cielo de los la discusión en torno al sábado (5,1-47), que caracteriza de antemano la
redimidos se expresa en términos de retorno; al contrario, Jesús debe pre- atmósfera en la que Jesús pronuncia las palabras «yo soy».
parar un puesto a los creyentes, pues en cuanto hombres no pertenecen
entitativamente al reino pneumático, celeste (14,1-4); por último, la as- El Jesús joánico actúa en sábado (5,9b) para auxiliar a desamparados
censión de Jesús al cielo no aparece visualizada*. Juan utiliza conceptos que, en vez de beneficiarios, son víctimas de este día de descanso. Junto
procedentes del judaismo «heterodoxo», no oficial, sincretista, de los pri- a la Puerta de los Rebaños de la ciudad de Jerusalén, Jesús cura, junto
meros decenios del siglo i d. C , del que surgirá la gnosis posterior. a una piscina, en día de sábado, a un inválido (5,1-9; la piscina de Betesda
Las expresiones «yo soy» acompañados de predicados alegóricos apa- en Jerusalén ha sido descubierta modernamente en unas excavaciones ar-
recen en el Evangelio de Juan, dentro del marco de fiestas litúrgicas im- queológicas). El enfermo, que llevaba exactamente treinta y ocho años
portantes para el judaismo, en las que se repetían las expresiones «yo inválido, es quizá un símbolo del pueblo judío, peregrino en el desierto
soy» del Antiguo Testamento (en cualquier caso, estas fiestas no son la durante treinta y ocho años (Dt 2,14). Jesús lo cura, y esto da origen a
base de la estructura literaria). Según la explicación que el autor da de su una controversia (5,10-47). Jesús responde: «Mi Padre, hasta el presente,
plan: «La ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad se hicieron sigue trabajando y yo también trabajo» (5,17). Todos los días trabaja Dios
realidad en Jesucristo» (1,17), el Jesús joánico se atribuye en forma emi- con amor, y Jesús también. Jesús se presenta aquí como Hijo del Padre,
nente lo que dicen Moisés y la ley en el Antiguo Testamento. Aunque y los judíos dicen: «Se hace igual a Dios» (5,18c). Jesús contesta que él
no se puede afirmar que la redacción actual del Evangelio de Juan con- hace sólo lo que ha visto hacer al Padre (5,19). «Quien oye mi mensaje
serve rigurosamente el marco de las festividades judías, según el cual Juan y da fe al que me envió posee vida eterna y no se le llama a juicio; no,
habría estructurado los caps. 5-10, numerosos exegetas han señalado que ya ha pasado de la muerte a la vida» (5,25), «porque el Padre dispone
Jesús dice: «yo soy esto o aquello» precisamente con ocasión de festivi- de la vida y ha concedido al Hijo disponer también de la vida» (5,26).
dades judías («la fiesta de los judíos» 2,6.13; 4,9; 5,1; 6,4; 7,2; 11,55; Tomando como punto de partida la «vida» que Jesús da en sábado al
18,20; 19,40.42; Juan muestra interés en mantener el vínculo histórico- inválido, Juan hace un comentario de lo que había dicho ya en el prólogo:
salvífico con Israel: 4,22; cf. 1,31.49; 3,16; 12,13) 97 . «La Palabra se hizo hombre... nosotros hemos visto su gloria» (1,14), o
El sábado judío y la (reacción cristiana frente a él (aunque aquí no se sea, la hemos visto en los signos prodigiosos de Jesús; una gloria que el
encuentre ninguna expresión «yo soy») aparece en 5,1-47; la Pascua, en Hijo único «recibe del Padre» (1,14c), pues «está lleno de gracia y de
6,1-71; las Chozas, en 7,1-8,59, y los días posteriores a la misma, en verdad» (l,14d). Para el Hijo, su unidad con el Padre es un don: como
el Padre, también Jesús posee la plenitud de la vida en sí mismo, pero
R. Schnackenburg ve en este lenguaje joánico un influjo del helenismo oriental. Cf. esto es para Jesús un don y una misión que le otorga el Padre. Aunque
el estudio, ya antiguo, de E. Schweizer, Ego Eimi. Die religionsgeschichtliche Herkunft son una sola cosa, el Padre y el Hijo son dos personas distintas: «Yo no
und theologische Bedeutung der johanneischen Bildreden (Gotinga 1939). puedo hacer nada de por mí; yo juzgo como el Padre me dice..., porque
95
G. Scholem, Major Trends in Jewish Myslicism (Nueva York 1946); Jetvish no persigo un designio mío, sino el designio del que me envió» (5,30). El
Gnosticism, Merkabah Mystichm and Talmudic Tradition (Nueva York 1960). testimonio que Juan Bautista ha dado de Jesús (1,15 y 1,19-51) es de gran
96
K. M. Fischer, Der johanneische Christus und der gnostische Erloser, in Gnosis valor (5,33-35), pero la identidad de Jesús queda más patente a través de
und Neues Testament, en K. W. Troger (ed.), Studien aus Religionswissenschaft und sus obras (5,36) y del testimonio de su propio Padre (5,37). Esta perícopa
Theologie (Berlín 1973) 245-267, sostiene que Juan presupone de hecho algunos mitos caracteriza ya la atmósfera de las siete expresiones «yo soy».
gnósticos, al menos en una forma premandea (contra R. Bultmann), pero que Juan
supera en los puntos esenciales ese «gnosticismo».
97
En especial, R. Brown, Evangelio, bajo el título «Jesús y las fiestas principales 1) ]n 6. Cercana ya la fiesta (6,4), que en otro lugar es llamada «Pas-
de los judíos» I, 412. cua de los judíos» (2,13), el Jesús joánico se llama a sí mismo «pan
380 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 381
venido del cielo» (Jn 6). En la rememoración del éxodo en la fiesta de la 2) Jn 7,1-8,59. Esta perícopa se sitúa en el marco de la fiesta judía
Pascua se evocaba el maná, «pan del cielo», que sirvió de sustento a los de los Tabernáculos: Jesús sube a la fiesta (7,1-13), actúa durante su cele-
israelitas a pesar de las murmuraciones del pueblo (Ex 16,7.8.9; Jn 6,41. bración (7,14.25-36) y vive el último día de la misma (7,32-52). La fiesta
43.61). En la tradición judía había varios relatos midrásicos sobre el maná, de los Tabernáculos se celebraba seis meses después de la Pascua. Original-
que se utilizaban en las predicaciones de la sinagoga. Además, el banquete mente era la fiesta de la vendimia, en otoño. Su nombre (sukkot) se debía
pascual de los judíos estaba relacionado con el tema del banquete mesiánico a que se celebraba al aire libre, en los viñedos, donde se construían caba-
(Is 25,6; 26,19, etc.) y con temas sapienciales: «El que me come (a la nas o chozas ( = tabernáculos). Posteriormente se historificó, sirviendo para
Sabiduría) tendrá más hambre, el que me bebe tendrá más sed» (Eclo 24, rememorar la estancia en tiendas en el desierto y, sobre todo, la tienda de
20). En el rabinismo, el maná estaba relacionado con el alimento de la la alianza, donde se encontraba el arca: la presencia de Dios entre su pue-
Tora 98 . En este contexto, Jesús se llama pan del cielo, lo cual se hace blo. En tiempos de Jesús, esta fiesta, que tenía una duración de siete días
visible en el milagro de la multiplicación de los panes (6,1-15). Jesús rea- y se prolongaba incluso uno o dos días más, se caracterizaba por una gran-
liza el signo; después lo explica (6,22-71), dado que los judíos no reco- diosa ceremonia en que intervenían la luz y el agua. En las primeras no-
nocen en esta señal el significado de la persona de Jesús (6,26-27): «el ches de celebración tenía lugar la fiesta de la luz, en recuerdo de la co-
Enviado por Dios» (6,29). Por ello, dice Jesús: «Mi padre es quien os da lumna de fuego que precedió a los israelitas en tiempos de Moisés (Ex 13,
el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es el que baja del cielo 21; cf. Zac 14,7; en Sab 18,3-4 la columna de fuego se identifica con la
y va dando vida al mundo» (6,33). La persona de Jesús, que ha bajado Tora, «luz del mundo»). Durante la noche se encendían en el templo
del cielo, es salvación para todos los hombres, salvación que se expresa cuatro candelabros de oro, «en el atrio de las mujeres» (cf. Jn 8,20); toda
mediante el símbolo del maná o pan que da vida y que los judíos recuer- la ciudad de Jerusalén resplandecía con las luces que estaban colocadas en
dan en esta fiesta. Con ello se dice una vez más que Jesús es el nuevo las piscinas. En efecto, también el agua tenía una función importante en
Moisés, pero mayor que Moisés (cf. 1,17). Jesús da el pan verdadero (6, esta festividad (originalmente se trataba de implorar la lluvia que fecun-
33) y dice claramente: «Yo soy el pan de la vida» (6,35.48). Dando un dara los campos). Según la Misná, esta fiesta significaba «la alegría por la
rodeo, Jesús ha ido preparando pacientemente a los judíos para esta reve- creación del agua» (Sukká 5,1). Al resplandor, grupos de hombres respe-
lación de sí mismo. A diferencia de los sinópticos, el Jesús joánico apela tables realizaban danzas rituales. Con el primer canto matutino del gallo
directamente a la fe en su propia persona como único camino salvífico que se iba en procesión solemne a la fuente de Siloé. Una vez allí, se recogía
conduce a la vida (6,35; 6,36-40). Como sucedió en el éxodo mosaico, en una jarra de oro agua, y se volvía de nuevo en procesión al templo pa-
también ahora «murmura el pueblo» (6,42). Murmura contra la idea de la sando por la Puerta de las Aguas. El sumo sacerdote tenía en alto unos
preexistencia. Jesús explica que «acercarse a él», o sea, creer en él, pre- momentos la jarra de oro con el agua, que arrojaba después en una gran
supone una gracia o una «atracción» del creyente por parte del Padre cubeta, la cual, a través de diversos canales, iba a parar al suelo (tehom).
(6,44; 6,65). Entonces continúa Jesús revelándose: «Yo soy el pan de la Como la fiesta de los Tabernáculos cerraba el ciclo de la lectura de la
vida» (6,48), indicando que el sustento que da este pan es la vida eterna Tora y se comenzaba de nuevo con la lectura del Génesis, se organizaban
(6,48.51a). Después esta idea se aplica implícitamente a la eucaristía: «El cortejos que llevaban en procesión los rollos de la Tora: la Sabiduría es
pan que voy a dar es mi carne, para que el mundo viva» (6,51b-58); «si la Tora (Eclo 24,23-29), y la Sabiduría o Tora es «el agua viva». En otras
no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tendréis palabras: luz, agua y doctrina o sabiduría (la ley) constituían las tres ideas
vida en vosotros» (6,53-56). Una vez más se entrecruzan el plano histórico clave de esta festividad, que en la época de Jesús estaba unida además
de la vida de Jesús y el de la actualización de la comunidad joánica (Jn a una intensa expectación mesiánica.
6,51b-58 no tiene por qué ser una adición de alguna mano posterior). En
esta parte, Jesús interpreta claramente en sentido eucarístico el pan y el «Se acercaba la fiesta judía de las Chozas, y sus parientes le dijeron:
cordero pascual, símbolos de la Pascua judía. «Esto lo dijo Jesús en la Márchate de aquí y vete a Judea... si haces esas cosas, date a conocer a
sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún» (6,59), «estando cercana la Pas- todo el mundo» (7,2.4b): es el anhelo de un mesianismo de carácter na-
cua» (6,4). Es típicamente joánica la presentación adramática, dispersa, de cionalista y sensacionalista. Estos «parientes» no han comprendido todavía
lo que los sinópticos narran como tres tentaciones de Jesús, de una forma a Jesús (7,5; cf. 6,26). La respuesta es clara: Jesús no quiere hacerlo (7,
dramática y con intervención de Satanás (6,15; 6,31; 7,3). 8), «pues para mí, el momento no ha llegado aún» (7,8). Más tarde, sin
embargo, «subió él también, no abiertamente, sino a escondidas» (7,10).
También él va a Jerusalén para la fiesta de la luz, del agua y de la Sabi-
98
Brown, Evangelio I, 493ss; Schnackenburg, II, 57-58; J. Blank, Die johannei- duría-Torá, pero no va con la intención que suponen sus parientes. Jesús
sche Brotrede, op. cit.; H. Leroy, Ratsel und Missverstándnis, op. cit., 100-124; no quiere una «epifanía»; va «de incógnito». En Jerusalén había muchos
W. Meeks, The Prophet-King, op. cit., 91-98. «rumores» sobre él (7,11-13).
382 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 383

En Jn 7 y 8 se explican los tres conceptos clave: Jesús es el maestro, glorificación de Jesús, los cristianos «sacarán agua con gozo de las fuentes
el agua viva, la luz del mundo. de la salvación» (Is 12,3; Jn 7,37). Pero una vez más no creen en Jesús
Jesús sube a Jerusalén en secreto, sin que sus parientes lo sepan, y se (7,40-52).
pone a enseñar en el templo (7,14). Los discípulos iban a la fiesta de la Tras el pasaje de Jn 8,1-11, Jesús toma el tercer tema de la fiesta de
Sabiduría-Torá, del agua y de la luz. Jesús no, aunque también se encuen- las Chozas: «Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no andará
tra en Jerusalén: él es la Sabiduría, el Maestro. Ya en el primer judaismo, en tinieblas, tendrá la luz de la vida» (8,12; 9,15). Jesús viene al mundo
la ley era considerada como la Sabiduría preexistente que había puesto su de las tinieblas desde el mundo celeste de la luz (8,13-20): «Mientras estoy
morada en Israel, y de modo especial en el monte Sión. En el prólogo del en el mundo, soy la luz del mundo» (9,5). Pero «las tinieblas no lo com-
Evangelio de Juan esta Sabiduría preexistente es el Logos hecho hombre: prendieron» (1,5; 8,19).
Jesús de Nazaret. La doctrina de Jesús es la Sabiduría divina y preexistente Mediante las imágenes de la doctrina, el agua viva y la luz, el Jesús
del Padre. Frente a la incomprensión de los judíos, el Jesús joánico reac- joánico se anuncia como el redentor o salvador preexistente y hecho hom-
ciona como comentando el prólogo del Evangelio de Juan (7,16-24): «Mi bre; deja detrás de sí el significado salvííico de la ley como agua viva
doctrina no es mía, sino del que me ha enviado» (7,16); él es el Logos y luz del mundo. Jesús no va a la fiesta de las Chozas, sino a Jerusa-
encarnado; esto se aplica ahora a su enseñar y a su enseñanza. Lo que él lén, para anunciar que él es la verdadera fiesta: la Sabiduría del Padre, el
enseña es la doctrina del Padre. Jesús es la nueva Tora. Sin embargo, agua de la vida y la luz del mundo. La salvación de Dios en Jesús: el tema
del relato se desprende constantemente que los oyentes no comprenden resulta monótono, pero el Evangelio de Juan no tiene nada más que decir.
la preexistencia de Jesús y su envío por parte del Padre (7,25-36). Jesús Jesús es «Yo soy»: así habló Yahvé de sí mismo. Sólo en Jesús está la
habla ya de «su partida» (7,31-36). Los judíos creen que se va a ir a la salvación, porque sólo Dios es la salvación del hombre; Jesús ha sido
diáspora, fuera del pueblo judío, con los paganos, «los griegos» (7,35-36). enviado por este Dios cuyo nombre es «Yo soy». En cuanto enviado, se
Es decir, los judíos discuten sobre el interés de Jesús por una misión que identifica con el que lo envía. Cumple el designio del Padre, anuncia su
traspasa los confines de Israel. Quienes así hablan son judíos cristianos doctrina y no dice nada que no haya oído al Padre. Al revelarse, Jesús
pertenecientes a la comunidad joánica. En 8,21-22 llega a tal punto esta revela también al Padre: a Dios.
incomprensión que las palabras de Jesús sobre su «partida» se interpretan
como una alusión al suicidio. Juan está pensando aquí en su comunidad, 3) Jn 9,1-10,21. Estamos en los días que siguen a la fiesta de las
compuesta por cristianos procedentes del judaismo y del paganismo (cf. 11, >¡ Chozas. Ahora se demuestra que Jesús es «Luz» con la curación de
51 y 12,20ss). j un ciego de nacimiento (9,1-41; curación realizada también en sábado).
El último día de la fiesta (7,37) tiene lugar la gran ceremonia del agua. ,j Aun «viendo», los judíos no creen (9,41). Y Jesús explica su misión de
Jesús dice que es «fuente de agua viva» (7,37-52). El agua que da Jesús | salvación para los hombres: «Yo soy la puerta de las ovejas» (10,7), es
es el Pneuma (7,39, pero Jesús dará este Espíritu una vez que haya sido ? decir, el acceso al Padre del cielo (10,1-21). Como un pastor, Jesús va de-
«elevado»). El agua viva o corriente, el agua de fuente —particularmente lante de sus ovejas camino del redil (10,4). «Yo soy el buen pastor» (10,
importante en algunos círculos bautistas de Asia Menor— era desde hacía 11), un pastor que entrega su vida por las ovejas (10,10b). En el primer
mucho tiempo un símbolo de la salvación de Dios (Jr 2,13; 17,13; Is 12, judaismo, Moisés era pastor y guía de Israel, e Israel era su rebaño; por
3; 43,20; 44,3); también Moisés hizo brotar agua de la roca (Ex 17,6), su parte, el profeta doliente recibía el nombre de «cordero» (en el sentido
y existe la fuente escatológica del templo (Sal 78,16; Ez 4,1-12; Zac 13,1; <lc Is 53). «Moisés dijo a Yahvé: Que Yahvé, Dios de los espíritus de
14,8; cf. Ap 22,1.10); finalmente, este tema alcanzó un gran desarrollo lodos los vivientes, nombre un jefe para la comunidad, uno que salga y
en la literatura sapiencial, donde se observa una correlación (aún más ex- entre al frente de ellos, que los lleve en sus entradas y salidas; que no
plícita que en Is 44,3 y Ex 36,25) entre el agua y el Pneuma (Eclo 15,3; quede la comunidad de Yahvé como rebaño sin pastor» (Nm 27,16-17);
24,30ss; Bar 3,12; cf. Sab 7,25; Cant 4,15). También para el rabinismo, luego, Josué fue sucesor de Moisés. En Ez 34, Yahvé es el pastor de Israel
la Tora y el Pneuma son «agua viva» ". Jesús dice: Yo soy el agua de la (!íz 34,12). También Jesús, en el Evangelio de Juan, es el nuevo y más
vida. En labios del Jesús terreno, estas palabras son sólo una promesa, Krunde guía y pastor de Israel: él entrega su propia vida por los suyos.
pues él dará el Espíritu Santo sólo después de su glorificación (cf. 17,
1-2; 20,22). Sin embargo, él es desde ahora el portador del Espíritu (Eclo 4) Jn 10,1-6 y 10,22-29. El contexto en que Jesús se revela ahora
1,32-33): para los demás, «aún no hay Espíritu» (7,39b). Después de la «era invierno» (10,22b)— es la llamada «fiesta de Kisleu», la fiesta de
l.i Wanukká, que se celebraba en diciembre, tres meses después de la fiesta
99
Th. Preiss, Étude sur le ch. 6, op. cit., 144-156; J. Blank, Die johanneische • Ir las Chozas (cf. 2 Mac 1,9); en griego se llamaba enkainia o «renova-
Brotrede, op. cit., 193-207; 255-270; Strack-Billerbeck, II, 435-436, y III, 434-435. ion» (fiesta de la Dedicación del templo; dedicatio). Según 2 Mac, con
También en Qumrán: el documento de Damasco, QD 19,34. it» fiesta no sólo se celebraba la purificación del templo en tiempos
384 EL JOANISMO
PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 385
de Judas Macabeo, sino también el fuego milagroso que ardió en el altar aquí a los falsos pastores de Israel, que engañan al pueblo. Son «ladro-
de los holocaustos en tiempos de Nehemías. Josefo da a esta fiesta el nes y bandidos —pastores mercenarios—, extraños». Jesús no es sólo el
nombre de phota (las luces): fiesta de la iluminación1C0. Desde hacía mucho verdadero buen pastor, sino también la entrada o puerta del redil (10,
se relacionaba en Israel la fiesta de la Dedicación del templo con la de 7-10): el camino que conduce a una vida abundante (10,10), mientras que
las Chozas. Según 1 Re 8,2 y 2 Cr 5,4-6, Salomón eligió para la de- los demás caminos llevan a la desventura. (En la literatura gnóstica pos-
dicación del nuevo templo la fiesta de las Chozas; pues también el terior son muy corrientes las expresiones del tipo «yo soy la puerta»;
santuario de Betel fue consagrado en esta fiesta (1 Re 12,32). Y, según cf. también «yo soy el camino», Jn 14,6, prácticamente idéntico a 10,9).
Esd 3,1-4, el altar del templo destruido se reconstruyó con la mirada puesta Jesús conduce a las ovejas a «verdes praderas» (vida en plenitud) (Sal 23,
en la fiesta de las Chozas. Así, con el tiempo, esta fiesta conmemoró 2; Ez 34,12-15). El es el «buen pastor» (10,11-15), pero el pastor Jesús
también el fuego del sacrificio, de la lámpara de Dios que ardía en el tiene también otras ovejas que no son de este redil (10,16). Jesús entrega
santo de los santos como signo de que Yahvé moraba en medio de su su vida por sus ovejas (10,11b), pero también las otras oirán su voz: «se
pueblo, fuego que, según la leyenda, tenía origen celeste (se trataba de un hará un solo rebaño con un solo pastor» (10,16b). Todos los hijos de Dios
fuego nuevo y sagrado encendido directamente por el sol celeste). La dispersos por el mundo (11,52; cf. 17,20) son congregados por Jesús en
fiesta de la Dedicación se celebraba «a la manera» de la fiesta de las la única comunidad eclesial, que acoge también a paganos y samaritanos.
Chozas, como recuerdo de la victoria de los Macabeos; era la fiesta de La comunidad de la Iglesia es ahora el rebaño de Yahvé, formado por
la purificación del templo, que los sirios habían profanado en los años judíos y paganos, «nacidos de Dios». Y esta unidad es fruto de la muerte
167-164 a. C ; finalmente, se convirtió en la fiesta que, el 25 de diciem- de Jesús (10,11 y 10,17).
bre, celebraba la «morada» o presencia de Dios entre los hombres (1 Mac La imagen del pastor pasa, en 10,22-30, a motivos tomados de la fiesta
4,41-61), día en el que los cristianos celebrarían más tarde el nacimiento de la Dedicación. Una buena ocasión para ello eran las palabras sobre «dar
de Jesús 101. En la fiesta del fuego sagrado, los sacerdotes recitaban la si- la vida por el rebaño». Por lo demás, el tema del pastor se repite en 10,
guiente oración: «Señor, Señor, Dios, creador de todo, terrible y fuerte, 26-30, en la perícopa relativa a la estancia de Jesús en Jerusalén durante
justo y compasivo, único rey y bienhechor, único protector... que salvas la fiesta judía de la Dedicación (10,22). En 10,36 se habla de hagiazein
a Israel de todo mal, que elegiste y consagraste a nuestros padres: recibe (consagrar), expresión típica de la fiesta del templo (cf. Nm 7,1 [gr.],
este sacrificio por todo tu pueblo, Israel. Guarda tu santuario y santifícalo. donde este término se aplica a la consagración de la tienda de la alianza
Congrega a los nuestros dispersos, da libertad a los que viven como escla- por medio de Moisés, mientras que en Nm 7,10-11 [gr.] se habla de
vos entre los paganos... planta a tu pueblo en tu lugar santo, como dijo enkainizein, que literalmente significa «renovar»; de ahí el nombre de
Moisés» 102. enkainia para designar la fiesta de la Dedicación). Jesús se encuentra en el
Juan no aplica todo esto directamente a Jesús. Primeramente inserta templo, en el «pórtico de Salomón» (el lugar en que, según Hch 5,12, se
otra expresión «yo soy». Jesús es el pastor. La ocasión para decir esto es reunían los primeros cristianos). El Jesús joánico habla con los «judíos»:
que en Jn 10,19-21 se alude a un «cisma» provocado por las palabras de con los judíos de tiempos de Jesús, pero también —de acuerdo con la
Jesús. Al caer la tarde se juntan en un solo redil los rebaños pertenecientes visión joánica de los dos planos— con los judeocristianos de la comunidad
a distintos pastores. Cuando llega el día, viene cada pastor y «llama a sus joánica. El tema real es el valor salvífico de la muerte de Jesús.
ovejas». Estas reconocen su voz y salen fuera pasando por la puerta del La disputa con «los judíos» sobre la mesianidad de Jesús (10,24-30)
redil. El pastor va delante de su rebaño y lo lleva a los lugares de pasto. nos permite comprender que Jesús no habló históricamente de una forma
Juan muestra aquí la unión que existe entre el pastor y sus ovejas (10, tan clara sobre su propia mesianidad (como se desprende del propio con-
3b-4), las cuales tienen en Palestina su nombre propio. Las ovejas siguen texto joánico). Juan es consciente de ese «dato sinóptico». Pero él escribe
espontáneamente a su pastor. Los creyentes van «detrás de Jesús»; y el desde la fe y para hombres que tienen fe. Una vez más, la gente no entien-
pastor no abandona a su rebaño, como suelen hacer los mercenarios (10, de ¡i Jesús (cf. Le 22,68). Lo cual significa para Juan que los que no creen
12). A los que no creen la voz de Jesús les resulta «extraña». Juan critica no han sido escogidos por Dios; el Padre no se los ha encomendado a Je-
mís. El envío de Jesús al mundo es una «santificación» (consagración) por
100
Josefo, Antiquitates, 12,325. Cf. A. Schalit, Evidence of an Aramaic Source in obra del Padre (10,36). Jesús es el templo de Dios entre nosotros, susti-
Josephus' Antiquities of the Jews: «Annual of the Swedish Theological Institute» 4 tuye al altar del templo, pues él está consagrado en su humanidad por el
(1965) 163-188. hecho de ser Jesús eí Cristo y el Hijo de Dios (10,22-39). Aquí la santi-
101
J. Morgenster, The Vire upon the Altar (Leiden 1963); también R. de Vaux, ficación de Jesús va unida (a diferencia de 17,19) con su envío al mundo.
Les institutions de VAnden Testament II (París 1960) 420-424 (ed. española: Institu- I,os judíos se irritan una vez más, «porque tú, siendo un hombre, te haces
ciones del Antiguo Testamento, Barcelona 1964). Dina» (10,33). Jesús es el nuevo santuario, el nuevo altar consagrado por
102
Cf. J. Nelis, II Makkabeeen (Bussum 1975) 65-68. I Vos; dn la libertad a todos los que viven como esclavos entre los pueblos.
386 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 387

«Les da la vida eterna» (10,28), es decir, la presencia de Dios entre nos- paralelismo semítico se dice que el que tiene fe en Jesús, vive; y aunque
otros. muera, vive; y quien cree no muere. La muerte queda excluida de esta
En el marco de las grandes festividades judías, en los momentos en vida de fe. En otras palabras: con la fe la muerte física no es una muerte
que aparece claramente la identidad religiosa de Israel en cuanto pueblo definitiva, sino que asume un significado diferente, queda delimitada. La
elegido de Dios, Jesús afirma que está por encima del sábado (5,1-47), que comunión de fe con la vida, que es Jesús, es más fuerte que la muerte.
es el maná verdadero que baja del cielo (6,1-71), que da a conocer la «¿Crees esto?» (11,26c), a lo que Marta, como en otra ocasión Pedro,
Tora o doctrina y la voluntad de Dios, que es el agua viva —el que da responde con una profesión de fe: «Yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo
al Espíritu Santo— y la luz del mundo, de modo que queda superada de Dios que tenía que venir al mundo» (11,27). «Que tenía que venir al
la fiesta de las Chozas, que es fiesta de la Tora, del agua y de la luz mundo» es una adición de Juan al credo clásico: «Tú eres el Mesías, el
(7,1-8,59). En su humanidad, Jesús mismo es personalmente el altar de Hijo de Dios» (Jn 20,31).
los sacrificios consagrado por Dios (10,22-39). Y todo esto se debe a
que él, en virtud de su preexistencia junto al Padre, es en su humani- 6) Jn 14,6. «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie se acerca
dad (sarx egeneto) la luz celeste que brilla en las tinieblas del mundo. al Padre sino por mí» (14,6). En esta perícopa se pone el acento en «yo
Pero sólo algunos reconocen la luz: los que Jesús ha hecho capaces de ser soy el camino»; Jesús es el camino hacia la verdad y la vida. Revela la ver-
hijos de Dios (1,12-13), los «nacidos de Dios» (1,13). Sólo lo que es dad que conduce a la vida verdadera y así lleva los creyentes al Padre. Es
«pneumático» conoce la realidad «pneumática» o celeste (epourania). Mu- el único camino que abre el acceso al Padre. Si Juan tiene siempre como
chos no lo reconocen: «Vino a su casa, pero los suyos no lo recibieron» trasfondo a Moisés, podemos aquí evocar el texto de Dt 1,29-33: «No os
(1,11). aterroricéis, no les tengáis miedo. Yahvé, vuestro Dios, va delante... y
Fuera de un contexto litúrgico judío, el Evangelio de Juan conoce otras en el desierto ya has visto que el Señor, tu Dios, te ha llevado como a un
tres expresiones «yo soy» (de las cuales se desprende que utilizar las fes- hijo por todo el camino hasta llegar aquí. Pero ni por ésas creísteis a
tividades judías «como marco» no es un procedimiento literario constante, Yahvé, vuestro Dios, que había ido por delante buscándoos lugar donde
como sucede en Jn 1 en relación con los días primero, segundo y tercero acampar...». También Jn 14,1-4 comienza diciendo: «No estéis agitados,
después del primer día de la creación de la luz. Es algo que sirve de fiaos de Dios (cf. Dt 1,30) y fiaos de mí» (14,1). Así como Moisés, guia-
trasfondo, pero no constituye el principio estructural del relato). do por Yahvé, va en busca de un lugar donde acampar, así también «yo
(Jesús) voy a prepararos sitio» (Jn 14,2b.3). «Cuando vaya y os lo pre-
5) Jn 11,25. «Yo soy la resurrección y la vida; el que tiene fe en pare, volveré para llevaros conmigo; así, donde esté yo, estaréis también
mí, aunque muera, vivirá; y todo el que está vivo y tiene fe en mí no vosotros. Ya sabéis el camino para ir adonde yo voy» (14,3-4). Si Yahvé
morirá nunca» (11,25-26). Junto con las expresiones absolutas «yo soy», había ido delante de su pueblo, ahora Jesús va delante de los suyos para
ésta es la más significativa. En presencia de Jesús, la muerte ya no significa prepararles un lugar donde acampar: un lugar en el cielo. El mismo es
muerte. Jesús es la vida, incluso para los muertos. El es el dador de la ese camino. Dice Felipe: «Preséntanos al Padre» (14,8), y Jesús le con-
vida (cf. 5,21.26; 4,50-53), especialmente de la vida interior, divina; y un testa: «Quien me ve a mí está viendo al Padre» (14,9b). Jesús es el único
signo visible de ella es la vida corporal, la resurrección. En efecto, la vida camino que lleva a Dios, trae hasta nosotros al Padre mediante su huma-
se ha hecho sarx, hombre (cf. Jn 1,14 y 1 Jn 1,1-3). Quien cree que Jesús nidad y su actividad humana. «Creedme» (14,11a) y, si no podéis creer
es vida puede ya comprender que Lázaro volverá a la vida cuando apa- fiados en mi palabra, «dejaos convencer por las obras mismas» (14,1 Ib)
rezca Jesús (en el relato de Juan, esto no es una deducción a partir de la que yo hago.
resurrección de Jesús). Al mismo tiempo, la resurrección de Jesús es una
«obra» de Dios en Jesús, un signo de la futura resurrección de Jesús. 7) Jn 15,1-10. «Yo soy la vid verdadera, mi Padre es el labrador»
Jesús es «la resurrección y la vida» (11,25), dos términos que no son (15,1). Según algunos testimonios judíos, junto a la puerta de entrada al
simplemente sinónimos. Precisamente porque Jesús es la vida —«en él •<santo» del templo herodiano, adonde acudió también Jesús, había una
estaba la vida» (1,4)—, la vida hecha hombre (como la primera carta de uran vid de oro: Israel, la vid del Señor, cuidada por el mismo Dios m.
Juan comenta el himno al Logos de la comunidad joánica: «La vida se lin la literatura sapiencial, la sabiduría dice de sí misma: «Como vid her-
manifestó... la vida eterna que existía con el Padre y se manifestó a mosa retoñé: mis flores y frutos son bellos y abundantes... el que me
nosotros», 1 Jn 1,2), él es también vida para el cuerpo: la resurrección • •omc tendrá más hambre, el que me bebe tendrá más sed» (Eclo 24,17.
corporal está paradójicamente implicada en la humanidad de Jesús bajo el •?ü). También en Eclo 24 la sabiduría se presenta con las siguientes pala-
aspecto «sárkico» de su vida divina y es, por tanto, «signo» de esa vida lirns: «Yo salí de la boca del Altísimo... eché raíces entre un pueblo glo-
divina. De ahí la audaz paradoja de Juan: quien cree en la vida, en Jesús,
vive, aunque muera; quien cree en la vida, no muere (11,26). Con este Joscfo, Anttquitates, 15,395; De helio judaico V, 210.
388 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 389

rioso» (Ecío 24,3-12). Israel es la viña del Señor, y la sabiduría judía es para que vivamos, y vivamos en plenitud (10,10), porque él es la misma
como el vino. «Yo te planté, vid selecta de cepas legítimas» (Jr 2,21); plenitud (1,16; 5,25-26; 6,57). Juan dice, en definitiva, que Jesús es lo
«sacaste una vid de Egipto, expulsaste a los paganos y la trasplantaste» que da o, dicho en términos modernos, es el «sacramento primordial» de
(Sal 80,9.12); «Dios de los ejércitos, vuélvete, mira desde el cielo, fíjate, Dios. Por eso, algunos textos de Juan fueron elaborados en una línea ecle-
ven a inspeccionar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, el hijo a quien sial-sacramental ya en la comunidad joánica (y durante el proceso de for-
diste poder» (Sal 80,15-16; en la traducción de los LXX: «hijo del hom- mación previo a la redacción final del cuarto evangelio). Típico a este
bre»; cf. también Ez 2,21). Israel, hijo de Dios, es una vid que Yahvé respecto es lo que —erróneamente desde el punto de vista joánico— se
ha plantado y cultivado. En Ez 17,6-8 se aplica esta imagen a Sedecías, ha venido en llamar «duplicados» presentes en Jn 6,51c-59. En relación
rey de Israel. Sólo en la literatura extrabíblica se aplica la imagen al con este punto, los exegetas pueden clasificarse en tres grupos: los «sacra-
Mesías m. Es de notar que Juan añade el adjetivo «verdadera» a la pala- mentalistas» 105, los que sostienen que Juan interpreta los sacramentos de
bra «vid» (la vid verdadera es Jesús). El Jesús joánico es el verdadero una manera espiritualista m y, finalmente, los que afirman que el Juan ori-
Israel; el significado eclesial tiene así un fundamento cristológico. La for- ginal no habló de sacramentos ni los interpretó de una forma pneumática
ma «yo» tiene su explicación en el marco sapiencial, en el que la sabiduría por la sencilla razón de que no es admisible que la eucaristía se practicara
dice de sí misma: «Yo soy como una vid» (Eclo 24,17). desde un principio en todas las comunidades cristianas m. Sin embargo, to-
¿Y qué hace un buen viñador? En invierno corta los sarmientos secos; dos están convencidos de que Jesús revela a Dios en su visibilidad huma-
en primavera elimina los brotes superfluos (cf. Jn 15,2). Poda y limpia na; en otras palabras: de que Jesús es sacramento de Dios, un don de
para que la vid dé mucho fruto. Juan ve la vid, pues, bajo el aspecto de Dios a este mundo terreno (3,16; 6,32). El Evangelio de Juan actualiza
su fecundidad (lo mismo ocurre en el Eclesiástico); su interés inmediato ese dato en la comunidad joánica, en la que el bautismo y la eucaristía
no radica en la fuerza nutritiva del vino. Jesús es la vid, los cristianos son son una continuación del Jesús histórico sobre el fundamento de Jesucristo,
los sarmientos que están «en él» (15,4). Juan alude luego a los cristianos activamente presente en la comunidad.
que han sido apartados por estar secos (15,6; cf. 1 Jn 2,19). La limpieza
de primavera da pie a Juan para decir (en el discurso de despedida) que
los discípulos de Jesús están «ya limpios por el mensaje (de vida) que os c) Ultimas palabras «públicas» de Jesús «al mundo».
he comunicado» (15,3b; en el Evangelio de Juan, los discípulos de Jesús Antes, el Evangelio de Juan había dicho al lector que el sanedrín es-
son al mismo tiempo los cristianos de la comunidad joánica, los cuales han taba decidido a matar a Jesús: «No calculáis que, antes que perezca la
sido purificados con el agua del bautismo en el nombre de Jesús). Con- nación entera, conviene que uno muera por el pueblo» (11,50). Juan ve
dición para dar mucho fruto es permanecer en Jesús (15,4). «Yo soy la en estas palabras una afirmación de la muerte redentora de Jesús «no sólo
vid, vosotros los sarmientos» (15,5): es la inmanencia de la vid en los por la nación (Israel), sino también para reunir a los hijos de Dios (cf. 1,
sarmientos y de los sarmientos en la vid (15,4.5.9). Juan recalca la reci- 12) dispersos» (11,52).
procidad en el amor (15,9-10), pues proporciona la alegría perfecta (15,
11): «Sin mí no podéis hacer nada» (15,5c). Dar fruto es, en definitiva, Jesús está en Jerusalén con motivo de la última fiesta de la Pascua.
amar a Jesús y cumplir sus mandamientos, al igual que Jesús ama al Padre Algunos griegos dicen a Felipe que quieren «ver a Jesús» (idein, es decir,
y cumple sus mandamientos (15,9-10). no quieren simplemente «hablar» con Jesús). El «ver» joánico es el prin-
cipio de una posible fe. Estos griegos desean saber quién es realmente
Jesús. Felipe y Andrés informan a Jesús sobre esta buena disposición para
Estas son las siete expresiones «yo soy» del Evangelio de Juan. Dado
creer. Pero en el relato joánico la respuesta de Jesús, incomprensiblemente
que el evangelista narra también siete «obras», debemos admitir que este
(a primera vista), parece un tanto ruda: «Ha llegado la hora de que se
número, lejos de ser casual, es un modo de expresar la idea de «perfec-
manifieste la gloria del Hijo del hombre... Si el grano de trigo cae en
ción». Se trata de una soteriología basada en una cristología (pero no nos
tierra y no muere, queda infecundo; en cambio, si muere, da fruto abun-
hallamos ante un principio estructural desde el punto de vista literario,
dante... Ahora me siento agitado; ¿le pido al Padre que me libre de esta
sino ante una manifestación del pensamiento joánico en distintos planos;
hora? ¡Pero si para esto he venido, para esta hora! ¡Padre, manifiesta la
quedarse en una de estas pistas sería empobrecer el pensamiento joánico).
gloria tuya!» (12,23-28). Algunos griegos desean ver a Jesús, y él... em-
Jesús no es el Padre, pero es la revelación escatológica de Dios, que lo ha
enviado para este fin. Habla por experiencia propia (3,11.31-32; 8,26; 12,
49) y es, por tanto, el único acceso al Padre (14,6). Creer en él es parti- "" En especial, R. Brown, Evangelio según ]uan I, 71-73; H. Schlier, Joh 6,
cipar de la salvación, de la vida, que ha obtenido del Padre; ha venido n|i. cit., 123.
"" Cf. R. Kysar, The Fourth Evangelist, op. cit., 249-258.
ApBar(sir) 36 y 39,7. "" Kysnr, op. cit., 259.
390 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 391

pieza a hablar de su crucifixión (12,32-33). ¿Tiene esto algún sentido? los creyentes. Juan ve en la muerte de Jesús su comunión de vida con el
Jn 12,20-22 es un episodio bastante oscuro. De todos modos, Jesús res- Padre, en virtud de la cual la muerte ha sido derrotada y se ha convertido
ponde directamente a la búsqueda religiosa de estos paganos (quizá pro- en salvación para muchos (12,32). Jesús tira de todos «hacia sí» (14,3). La
sélitos judíos): sólo con su muerte será Jesús importante para los paganos. representación espacial de una elevación al cielo (elevación en la cruz) es
La glorificación de Jesús lo hará umversalmente accesible. Con su muerte, también un acontecimiento personal: Jesús es el que proporciona la comu-
Jesús «tirará de todos hacia sí» (12,32), también de los paganos. (No sin nión con el Padre. Su última exhortación «al mundo» es: «Creed en la
intención dice Juan que «los judíos» interpretaron mal las palabras de luz» (12,36).
Jesús acerca de su partida como un «irse con los paganos», 7,35. La Las últimas palabras que Jesús dedica en público «al mundo» dan una
partida de Jesús hacia el Padre es también, sin duda, un dirigirse a los visión de su muerte en la cruz como glorificación y victoria sobre la muerte
paganos). y Satanás y del comienzo de la «atracción» redentora sobre todos los hom-
De repente aparece de nuevo en el relato «la multitud» en torno a bres. «Para eso» ha venido al mundo (12,27c). Pero también estas pala-
Jesús (12,29). Juan incluye aquí lo que los sinópticos presentan en el bras encuentran resistencia (12,34). El «mundo» no comprende a Jesús:
marco de Getsemaní: «Ahora me siento agitado; ¿le pido al Padre que «Dichas estas palabras, se marchó y se escondió de ellos» (12,36b). En ade-
me libre de esta hora? ¡Pero si para esto he venido, para esta hora! lante, Jesús hablará a «los suyos» (13,1) y no al mundo, que lo ha recha-
¡Padre, manifiesta la gloria tuya!» (12,27-28). Esto lo había explicado an- zado (cf. 18,20). Se esconde del mundo hasta que vuelva a enfrentarse
tes Jesús en su conversación con Andrés y Felipe por medio de unos con los dirigentes judíos ante el tribunal del pagano Pilato. Pero ni ellos ni
logia que encontramos también en la tradición sinóptica: el grano de trigo Pilato —«el mundo»— comprenden a Jesús: lo expulsan.
tiene que morir para que dé fruto (12,24) m; «quien tiene apego a la El evangelista concluye la primera parte de su evangelio: 1) con una
propia existencia, la pierde; quien desprecia la propia existencia en el mirada retrospectiva: «a pesar de tantos signos como le habían visto reali-
mundo, éste la conserva para una vida sin término» (12,25); finalmente: zar, no creían en él» (12,37-43), y 2) con un breve resumen de la auto-
«el que quiera servirme, que me siga» (12,26). Lo que los sinópticos llaman revelación de Jesús (12,44-50).
«seguir a Jesús», en Juan es «servir a Jesús» (12,26; 13,13.16; 15,20). Juan trata de entender este rechazo total de un modo teológico, a la
Jesús habla —primero a varios discípulos, después a toda la multitud— luz del Antiguo Testamento. Evidentemente, el evangelista quiere desvir-
de la necesidad (dei) de su muerte. Morir es para Jesús «retornar» (cf. 7, tuar unas objeciones que se formulaban en su comunidad: si está tan claro
34.36; 8,21.22; 13,33.36; 14,2-4; 17,24), ir al Padre. Es la hora de la que Jesús viene «de lo alto», ¿qué explicación tiene ese rechazo? Juan adu-
glorificación (cf. infra). Le turba la perspectiva de su muerte (12,27), que ce la doctrina judía y neotestamentaria de la «dureza» de corazón: la vo-
él sabe que va a ser violenta (12,32-33). Pero el Jesús joánico sabe que luntad divina no anula la libertad del hombre para pecar (12,38-43). La re-
esta perspectiva es precisamente el sentido de toda su vida: la voluntad velación escatológica de Dios en Jesús coloca a cada hombre ante una de-
del Padre (10,38), que le ofrece este cáliz (18,11). Para Juan, la muerte cisión definitiva. Pero a Juan le preocupa además la incapacidad de algunos
es un ataque del «jefe de este mundo» (12,31; cf. 14,30 y 16,11): un hombres para creer. A este respecto reelabora de una forma peculiar Is 6,
dato corriente en el primer judaismo y en el Nuevo Testamento («el dios 9-10. Su doctrina sobre la dureza de corazón es más rígida que la de los
de este mundo», 2 Cor 4,4; Beliar: 2 Cor 6,15; cf. también Ef 2,20; sinópticos (cf. Me 4,12; Mt 13,13-15; Le 8,10 y Hch 28,26-27). A Juan
«para reducir a la impotencia al que tenía dominio sobre la muerte, es no le resulta difícil relacionar el mal o el bien realizado por el hombre
decir, al diablo», Heb 2,14b). Las tinieblas son la zona en que domina la con el Dios que decide todas las cosas. También la pasión y muerte de
muerte, de la que sólo el Hijo puede liberarnos (5,24), ya que la luz de Jesús le parecen consecuencia de una voluntad positiva de Dios (18,11).
Jesús es vida (12,50a; prólogo). Pero como Jesús es una sola cosa con Jesús es el salvador de todo el mundo (4,42 y 12,47); los que no son sal-
el Padre, ese ataque satánico significa la derrota del jefe de este mundo, vados están juzgados (3,17-18; 12,47). No obstante, Juan no defiende un
«que será echado fuera» (12,31). ¿Fuera de dónde? No del cielo (como designio divino de reprobación, pues muchos judíos, incluso miembros del
en Ap 12), ni del mundo, que para Juan sigue siendo tinieblas (12,25; sanedrín, creen en Jesús (12,42; cf. 3,1; 7,50-51; 19,38-39). Culpable es
13,1; 15,18-19; 16,33; 17,15-16; cf. «el mundo entero está en poder del quien no cree (9,39-41), si bien Juan pone la razón última de ello en Dios.
malo», 1 Jn 5,19). «Echado fuera» significa para Juan «ser condenado», Estos textos reflejan la propaganda anticristiana de una sinagoga militante
rechazado. Satanás pierde todo poder contra los creyentes, que dirigen sus contra la comunidad joánica. En la síntesis de la autorrevelación de Jesús
ojos a la cruz levantada (cf. 3,14-15; 19,37) y son «atraídos» por el Cru- (12,44-50), el evangelista resume la cristología joánica (3,13-21.31.36) y la
cificado (12,32). En lo sucesivo, Satanás no tendrá influencia alguna sobre pone en labios de Jesús como su última declaración pública («gritó», 12,44,
aunque no se alude a «oyentes»). La perícopa constituye una unidad litera-
108
En el rabinismo, el grano de trigo es un símbolo de la resurrección (universal). ritt independiente. Quien cree en Jesús cree propiamente en el Padre, que
Cf. Strack-Billerbeck, II, 551; III, 475; también 1 Cor'15,37. lo ha enviado. Quien ve a Jesús ve al Padre. «Yo he venido al mundo
392 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 39?

como luz, para que ninguno que cree en mí quede a oscuras» (12,46; cf. despedida propiamente dicho abarca 13,31-14,31, y concluye con las pal*'
el prólogo). Jesús no ha venido para juzgar al mundo, sino para salvarlo bras «levantaos, vamonos» (14,31). En realidad siguen otros dos discursea
(12,47); el juicio es sólo la contrapartida del rechazo de esta gracia (12,48). de despedida y una oración solemne de Jesús (Jn 17) recitada en presencia
jesús pronuncia sólo palabras de salvación que proceden de Dios; recha- de sus discípulos. Aquí se advierten varios estratos. Los exegetas están
zarle es rechazar a Dios, el Padre. Todo lo que Jesús hace y dice lo hace cada vez más de acuerdo en que Jn 15 reactualiza las ideas fundamentales
como enviado, no por sí mismo; este cometido significa «vida eterna», del discurso de despedida del evangelista (13,31-14,31) teniendo en cuenta
salvación. la nueva situación de la comunidad joánica, mientras que Jn 16 sería una
Es de notar, sin embargo, que en este resumen está ausente por com- nueva versión o «relectura» de Jn 13,31-14,31, es decir, del discurso de
pleto el modelo de la katabasis-anabasis. El modelo utilizado es el de la despedida «propiamente dicho». Como se puede ver por una serie de «su-
«misión», según el cual el enviado es como el que envía (cf. 6,32-33.38.46; turas», Jn 15-17 fue insertado posteriormente en el primer «esbozo» del
7,18.28; 8,18.26.29.42), modelo que encontramos también en otros lugares evangelio, si bien el «conjunto» es teología joánica. Para nuestro propósito,
del Nuevo Testamento m: la identificación profética del enviado y el que este problema redaccional no tiene gran importancia. Lo que nos interesa
envía (el modelo del «mensajero de Dios»). Sin embargo, el Evangelio de es la teología del evangelio canónico, y no formalmente su complejo pro-
Juan aporta algo específico: lo decisivo es precisamente la persona del en- ceso de formación.
viado. Se trata del mensajero escatológico de Dios, el cual exige fe en su En Jn 13-17 Jesús habla a «los suyos» (13,1; cf. 10,3.12; 10,14; 17,
propia persona y no sólo en las palabras que anuncia en nombre de Dios: 6.10) a los «que el Padre le ha confiado» (17,2.12.24) y que el cuarto
su misma persona viene «de Dios», es la presencia de Dios entre nosotros. evangelio llama ahora por primera vez teknia (13,33), «hijos míos» ( = hi-
«Tened fe en Dios y tened fe en mí» (14,1): es necesario creer en Jesús jitos», expresión corriente en la primera carta de Juan). En 15,14-15 dice
para tener comunión con Dios (cf. también 14,8-11). Jesús es una luz: el el Jesús joánico: «Ya no os llamo siervos..., os llamo amigos» (también
creyente ve en él al Padre. Por ello, Juan quiere, por así decirlo, «justi- Moisés hablaba con Dios «como con un amigo», Ex 33,11). «Los suyos»
ficar» a Jesús: él nada puede hacer para «ser así»; nada hace ni puede y «los discípulos» son para Juan todos los creyentes, los cristianos. En Jn
hacer de por sí (5,19): hace sólo las obras del Padre. Cabría echar la culpa 13-17, los discípulos de Jesús no son «ministros», sino representantes de
a Dios, pero esto es impensable para un judío (cf. 12,47-48.49-50). Sus la comunidad cristiana de los creyentes. La expresión hoi idioi, «los suyos»,
palabras se proponen únicamente purificar (15,3), santificar (17,17), dar recuerda lo que Juan ha dicho sobre el buen pastor: «las ovejas escuchan
vida (8,51) y liberar (8,31-32). Que, de hecho, juzguen se debe sólo a la su voz; llama a las suyas por su nombre» (10,3); «las ovejas conocen su
incredulidad (17,6.14.17). Quien no cree está ya juzgado: su incredulidad voz» (10,4b). «El buen pastor da su vida por las ovejas» (10,11): conoce
lo juzga (3,18), y el juicio escatológico (12,48) no es más que una confir- a los suyos. El discurso de despedida y la oración solemne (Jn 17) son,
mación eterna. En este sentido, Jesús no juzga (8,26a y 12,47). Sólo Dios pues, palabras de un buen pastor que está ahí para dar su vida por los
es (desde el punto de vista judío) el juez definitivo. Aunque el Padre «ha suyos (hablar de oración «sacerdotal» no responde al pensamiento joánico,
delegado en el Hijo toda potestad de juzgar» (5,22), el Hijo juzga «como pues el cuarto evangelio no ve a Jesús como sumo sacerdote, sino como
le dice el Padre» (5,30). Evidentemente, Juan quiere cimentar teológica pastor mosaico, mayor que Moisés). Estos capítulos forman un conjunto
y cristológicamente el duro juicio que él mismo emite sobre los judíos in- (pese a la historia de su formación): conversaciones de Jesús con «los su-
crédulos. Todo ello refleja las tensiones que en aquel tiempo había entre yos», hoi idioi (13,1): por un lado, con los discípulos (13-16); por otro,
el judaismo (quizá también judíos cristianos) y la comunidad joánica. con el Padre (Jn 17), «su propio Padre», Pater idios (5,18). El amor del
I'adre a Jesús y sus discípulos, el amor de Jesús al Padre y a los discípu-
Resumiendo la actuación pública de Jesús, se puede decir, a tenor de los y el amor de éstos al Padre y a Jesús constituyen un elemento afec-
lo que expone el Evangelio de Juan, que Jesús es la luz del mundo (12, livo que traspasa todos estos diálogos. Son los que no «pertenecen al mun-
35-36.46; cf. 1,9), habla del Padre (12,49-50; cf. 1,18) y tiene para nos- do» (17,14.16): es Dios o son «nacidos de Dios» (1,3). Así llega a su cul-
otros un mensaje de vida (12,44-50; cf. 1,12-13). A partir de ahora, Jesús men la división de los espíritus. «Ahora comienza un juicio contra este
hablará a «los suyos». mundo» (12,31).
Juan inicia sus discursos de despedida con una reflexión: «Sabía
Icsús que había llegado para él la hora..., había amado a los suyos que
d) Conversaciones con «los suyos»: discurso de despedida. vivían en el mundo y los amó hasta el extremo» (13,1). Durante la última
Jn 13 comienza con la última cena (que en el Evangelio de Juan, a di- iviui Jesús se levanta para realizar una «acción simbólica: el lavatorio de
ferencia de los sinópticos, no es una cena pascual judía). El discurso de ION pies. Lo hace, como dice el evangelista, «sabiendo que el Padre había
puesto todo en su mano, y sabiendo que había venido de Dios y que a
109
Cf. Jesús, la historia de un viviente, 451-454. . Dios volvía» (13,3; cf. 7,28.33; 8,14.21-22; 16,18-30). El tiempo de su
394 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 395
manifestación en el mundo (9,5) ha llegado a su fin (17,11.13). El poder a mí» (17,23). Y la medida de este amor es «dar la vida por los amigos»
que el Padre le ha dado significa aquí (13,3), considerando el contexto, (15,13).
la libertad de Jesús, el cual no es enviado a la muerte en contra de su vo- El punto de partida de este movimiento circular del amor está en el
luntad. Aunque esta muerte es también obra de Satanás, «el jefe de este Padre y se manifiesta en el Hijo: «No me elegisteis vosotros a mí, fui yo
mundo» (14,30), ese soberano del mundo «no tiene poder sobre mí» (14, quien os elegí a vosotros» (15,16), idea que la primera carta de Juan for-
30b; cf. 7,30.44; 10,28-29). Jesús ha venido de Dios (13,3), «está más mula del modo siguiente: «Por esto existe el amor: no porque amáramos
alto que nadie» (3,31; cf. 8,44). En otras palabras: la muerte de Jesús es nosotros a Dios, sino porque él nos amó a nosotros y envió a su Hijo para
la última «obra» que él realiza por mandato del Padre. El lavatorio de los que expiase nuestros pecados» (1 Jn 4,10). La comunión de vida entre el
pies está dentro de esta perspectiva, y Juan da sobre el mismo una doble Padre y el Hijo se extiende hasta la unión mutua de los creyentes (14,20;
interpretación: a) es un ejemplo para los cristianos, los cuales tienen que 10; 17,21.23; 17,11.21.22). Entre «Dios con nosotros» y «nosotros con
estar al servicio de los demás (13,12-17): para eso son enviados, también Dios» está Jesús, el Hijo. El distintivo (13,25; cf. 17,23) del cristianismo
ellos, al mundo (13,20; cf. 17,18); b) es una anticipación del valor sal- tiene su fundamento último en el amor mutuo de los cristianos, que es
vífico que la muerte de Jesús tiene como servicio (13,6-10); Pedro no com- reflejo del amor mutuo entre el Padre y el Hijo y participación en el mis-
prende todavía este último aspecto. Ya hemos dicho que «la partida de mo; porque Jesús se ha entregado hasta la muerte, los cristianos han sido
Jesús» no sólo fue entendida erróneamente por los judíos (7,33-34), sino acogidos en ese amor. El amor fraterno tiene una base cristológica y reli-
que los discípulos no la entendieron (7,36; 13,36). Jesús se había expre- giosa, es un hecho religioso. Tal amor es una actividad pneumática vital;
sado con un «término enigmático» (masal, cf. 16,29; 16,17-19): con el no es «de este mundo», de un mundo que no es capaz de recibirlo (cf. 14,
término hypagein (subir, marcharse). «Me buscaréis..., pero no sois capaces 22-24). El amor fraterno y la unidad eclesial se apoyan en una unión vitai
de venir al lugar donde voy a estar yo» (7,34), al menos de momento con Dios en Cristo (17,23; 10,38; 14,10.11.20.23; 15,4-5). En definitiva,
(13,36). «Cuando vaya y os prepare un sitio, volveré para llevaros con- también los cristianos participan de la gloría que Jesús ha recibido de Dios
migo; así, donde esté yo, estaréis también vosotros» (14,3). A la espera (17,22). Esta unidad fraterna es tan fuerte, que Juan, a diferencia de lo
de ello, Jesús da a conocer su testamento: el mandamiento nuevo del amor que leemos en 10,16 y 11,52, ya no habla de una Iglesia formada por
(13,31-35; 14,15-24; 15,12-17; 16,27; 17,21-26). judíos y paganos. Semejante división está superada: judíos y paganos cons-
Lo «nuevo» de este testamento no está en oposición al «Antiguo» Tes- tituyen una sola cosa, idea que en Jn 15 explica mediante una imagen:
tamento, el cual ya conocía como mandamiento supremo el amor (Lv 19,18 «Yo soy la vid verdadera..., vosotros los sarmientos» (15,1.5); «mante-
con Dt 6,4-5). Es nuevo porque le da un nuevo fundamento el amor de Jesús neos en ese amor» (15,9b), lo cual equivale también a «cumplid mis
hasta la muerte (cf. 15,13), como dirá la primera carta de Juan: «Hemos mandamientos» (15,10; véase 1 Jn 3,24; 2 Jn 6).
comprendido lo que es el amor, porque aquél (Jesús) dio su vida por nos- De toda esta exposición sobre el amor se desprende que para Juan la
otros; ahora también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos» esencia más profunda de Jesús consiste en su unión personal con el Padre
(1 Jn 3,16). Esta misma carta viene a decir por qué en su comunidad el y que ahí radica el misterio de la redención cristiana: ¡Abbal Por otro lado,
mandamiento del amor es llamado «nuevo» (1 Jn 2,6-8; también 2 Jn 5). la reciprocidad de estas fórmulas (yo con vosotros, vosotros conmigo, nos-
El amor fraterno en la comunidad joánica se funda en su experiencia del otros con ellos) «desmitifica», por decirlo de algún modo, el carácter espa-
amor de Jesús, amor que es la medida (kathos, como) del amor fraterno cial de las imágenes joánicas (salir de Dios, retornar a Dios), como se de-
(Jn 13,34). Y este amor es el distintivo del verdadero cristianismo (13,35): duce también del concepto joánico de «moradas celestes».
«nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque ama-
mos a los hermanos. No amar es quedarse en la muerte» (1 Jn 3,14). Además del mandamiento del amor, en los discursos de despedida y en
En 17,21-26 se actualiza aún más expresamente este mandamiento a tenor la oración pastoral de Jesús se da «primeramente» una interpretación del
de la situación en que se encuentra la Iglesia joánica: «que todos sean contenido del acontecimiento que el Jesús joánico denomina «ir al Padre».
uno»; y se aduce un dato cristológico: «como tú, Padre, estás conmigo Dice Jesús a los discípulos, «agitados» por la muerte inminente de su Maes-
y yo contigo, que también ellos estén con nosotros, para que el mundo tro (14,1): «Creed en Dios y creed en mí» (14,1b). La fe en Jesús debe
crea que tú me enviaste». El amor joánico describe un movimiento circu- ser tan incondicional como la confianza en Dios; o mejor aún: con su fe
lar: «al que me ama lo amará mi Padre y yo también lo amaré» (14,21); en Dios, los discípulos deben seguir confiando en Jesús. «Conviene» a los
«el Padre mismo os quiere, porque vosotros ya me queréis» (16,27); «tú, discípulos que Jesús se vaya (16,7; 14,28). Pero Jesús no se va sin más;
Padre, me amabas ya antes que existiera el mundo» (17,24); «el amor que se va para hacer algo por los discípulos, los cuales no pertenecen «natural-
tú me has tenido esté con ellos y también yo esté con ellos» (17,26); «yo mente» a la esfera pneumática, celeste: Jesús se va para «preparar un si-
unido con ellos y tú conmigo, para que queden realizados en la unidad; lio» a los suyos (14,1-3).
así sabrá el mundo que tú me enviaste y que los has amado a ellos como La imagen que en aquel tiempo se tenía del cielo era la de un lugar
396 EL JOANISMO PRESENCIA DE JESÚS EN LA TIERRA 397
con distintos puestos no . Jesús habla de «la casa de mi Padre» (14,2), que remos de las funciones del Paráclito joánico). En la Pascua, el Jesús resu-
es la suya. Aquí no se trata de un «retorno» gnóstico de unos hombres citado pedirá al Padre que dé el Espíritu a los discípulos. En la Pascua
cuyas almas serían «pneumáticas»; precisamente a ellos les va a reservar no sólo el Padre y el Hijo, sino también el Espíritu Santo, «vendrán con
Jesús, que ha salido de Dios, un sitio; de por sí son «de este mundo», no los discípulos y vivirán con ellos». «Los dos (el Padre y el Hijo) nos ven-
del Pneuma. Es preciso, por tanto, que Jesús envíe desde el cielo el «Pneu- dremos con él y viviremos con él» (14,23). Entonces se cumplirá la vieja
ma». Ese es el sentido de su partida. Juan piensa últimamente en un pues- esperanza: «Dios morará entre los hombres» (Ex 25,8; 29,45; Lv 26,
to en el cielo después de la muerte, pero directamente se refiere a algo dis- 11-12; Ez 37,27; 43,7; 48,35; Jl 4,21; Zac 2,14, etc.). «Gracias al Espí-
tinto que no quedará patente hasta Jn 20, pero que ya se vislumbra en ritu que nos dio, conocemos que Dios está con nosotros» (1 Jn 3,24).
14,3: «Yo volveré» (cf. también 14,8). En su escatología actualizada, Juan Si la encarnación de la Palabra (1,14a) era ya un «habitar Dios entre los
no alude a la parusía del final de los tiempos, sino al don de la Pascua: hombres» (1,14b), para Juan la cristología es una soteriologta, salvación: el
entonces, el día de la Pascua, Jesús y el Padre «vendrán con los discípu- habitar de Dios entre nosotros se hace realidad en nosotros con la Pascua.
los y vivirán con ellos» (14,23). «No os dejaré desamparados, yo volveré» «Manifiesta la gloria de tu Hijo», levántame en la cruz, «para que yo
(14,18). «Aquel día» (14,20; 16,23), es decir, el día de la Pascua, «cono- manifieste la tuya», atrayendo en la cruz todas las cosas hacia mí (17,2;
ceréis que yo estoy con el Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros» 12,31), pues el Padre ha dado a Jesús plena autoridad sobre los hombres
(14,20). Los «puestos» (monai) que Jesús quiere preparar están en rela- (5,27) para darles vida eterna (17,2). «Autoridad sobre toda carne» (pasa
ción con el menein (permanecer) joánico m : el permanecer en Jesús y el sarx) (17,2 con 5,27, que habla de la autoridad del Hijo del hombre) re-
permanecer de Jesús con los discípulos como don pascual. Precisamente laciona la «autoridad» (exousia) con el concepto de «Hijo del hombre» (cf.
gracias a su muerte y a su ida al Padre, Jesús hace posible que él tenga Dn 7). En esta oración pastoral de Jesús (Jn 17) se trata evidentemente
una «morada pascual» (menein) en sus discípulos. Lo que en la Iglesia de la entronización del Hijo del Hombre. A la pregunta: «¿Quién es este
primitiva se atribuye a la parusía de Jesús, para Juan es ya un aconteci- Hijo del hombre?» (12,34c), Jn 17 responde: es Jesús, que vuelve a su glo-
miento pascual (pero con una proyección al período posterior a la muerte): ria. Jesús solicita la gloria (17,5) que, según el prólogo (Jn 1,1-4), tenía
los discípulos están ya «donde está Jesús» (14,3; cf. 12,26; 17,24), pues cuando estaba «con el Padre». El Hijo del hombre es, por tanto, el Logos.
Jesús volverá y «morará en ellos»; ellos mismos, pues, serán los «puestos
La escatología actual comienza para Juan con la Pascua (20,19-20) y no
celestes». En efecto, ya desde la cruz comienza Jesús a atraer «hacia arri-
con la encarnación en cuanto tal, la cual, no obstante, es su fundamento.
ba», es decir, hacia sí (12,32). Ya conocéis, dice Jesús, el camino que con-
Durante su vida terrena, Jesús dará la salvación sólo como anticipo, mien-
duce al cielo (14,4): «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (14,6);
tras que con su elevación en la cruz y su resurrección Jesús da el don de
Jesús es el camino que lleva a la revelación plena y vivificante de la sabi-
vida del Espíritu.
duría y de la salvación. «Nadie se acerca al Padre sino por mí» (14,6b).
Como en otro tiempo Moisés pidió a Dios que le «enseñase su gloria» Juan no dice, pues, que Jesús viene en el Espíritu. Viene él mismo,
(Ex 33,18 gr.), así ahora dice Felipe: «preséntanos al Padre» (14,8). Pero y, además de este don, el Espíritu es un don futuro del Resucitado (20,22).
Jn 14,9-11 recuerda el prólogo: «Nosotros hemos visto su gloria, gloria de En el Evangelio de Juan aparecen como dos magnitudes independientes la
Hijo único del Padre» (1,14c); «Felipe, quien me ve a mí está viendo al venida de Jesús y el envío del Espíritu (14,17-18; repetido en 16,16.19,
Padre» (14,9). «Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único» (3,16). donde la partida de Jesús es comparada con los dolores de parto: tras unos
Si Jesús es este camino de vida, los discípulos tienen que dirigirse ex- momentos de dolor, viene la alegría de una nueva vida, 16,20-22). La
clusivamente a él: «cualquier cosa que me pidáis alegando mi nombre, la muerte de Jesús es simplemente una breve interrupción: después «volveré
haré» (14,14; esta idea se encuentra desarrollada en 16,23-24.26-27; cf. a vosotros» (14,18), «me veréis» (14,19) en las apariciones pascuales:
también 1 Jn 5,14-15 y 2,1). Por su parte, Jesús, que ya durante su vida «ellos vieron al Señor» (20,20), «hemos visto al Señor» (20,25; cf. tam-
terrena era un buen pastor, un abogado o paráclito, después de su muerte bién 20,18.29).
enviará «otro abogado», «que esté siempre con vosotros» (14,16), «el Es- Como aliento durante su breve ausencia, Jesús promete y da la «paz»
píritu de la verdad» (14,17), que el mundo no puede recibir, «el Espíritu (14,27; nuevamente en 16,33), pero no una paz cualquiera, «como la desea
Santo» (14,26). Juan alude cinco veces a este tema (14,12-17; 14,26; el mundo» (14,27b), sino la paz en cuanto salvación escatológica (Is 52,7;
15,26; 16,7b-11.13.14), cada vez con nuevos matices (más adelante habla- líz 37,26), el primer don que el resucitado hará a los discípulos el día de
la Pascua (20,20.21). Estos tienen, pues, que estar alegres ahora que Jesús
se va «por un poco» (14,28), «porque el Padre es mayor que yo» (14,
110
Cf. Strack-Billerbeck, IV, 1019-1020; G. Fischer, Die himmlischen Wohnungen 28b): una vez que haya sido glorificado por el Padre, Jesús volverá tra-
Untersuchungen zu Job 14,2-3 (Berna-Francfort 1975); R. Grundry, In My Father's yendo dones más copiosos y definitivos. De ahí que «os conviene que yo
House are many «monai» (Jn 14,2): ZNW 58 (1967) 68-72. me vaya, porque, si no me voy, no vendrá vuestro abogado (Paráclito)»
'" J. Heise, Bleiben. Menein in den johanneischen Schriften (Tubinga 1967). (16,7). La partida de Jesús es el envío del Espíritu Santo (cf. 16,7b; tam-
398 EL JOANISMO RETORNO AL PADRE 399
bien Jn 20). De esto se desprende una vez más que la humanidad de Jesús Está para llegar la cohorte que apresará a Jesús y que es un instrumen-
(1,14) no es para Juan más que redención y don salvífico: la muerte de to «del jefe de este mundo» (14,30). «¡Levantaos, vamonos!» (14,31;
Jesús, por ser su elevación junto al Padre, constituye un elemento esencial con estas palabras comenzaba «originariamente» el relato de la pasión,
y plenificante, sin el que resultaría imposible el don escatológico del Espí- que ahora comienza en 18,1). La actualización de Juan tiene algo más que
ritu. Afirmar que Juan minimiza el significado salvífico de la muerte de contar.
Jesús está en contradicción con la esencia misma del cuarto evangelio. La
vida terrena de Jesús es el anticipo de un signo; el signo es su muerte;
la realidad (lo significado) es su resurrección, el don pascual del Cristo III
glorificado.
Sin embargo, la paz y el amor de la comunidad joánica, sensiblemente RETORNO AL PADRE: DON DE LA SALVACIÓN
«recluida en sí misma», son objeto «del odio del mundo» (15,18-27). «Te-
ned presente que (el mundo) primero me ha odiado a mí» (15,18). El evan- 1. El cordero de Dios
gelista quiere consolar a su comunidad con su propia visión de Jesucristo.
La sinagoga vecina, por cuya causa ha tenido que sufrir la comunidad joá- El Evangelio de Juan habla en dos ocasiones de Jesús como «cordero
nica, plantea problemas a los cristianos. El Jesús joánico les da ánimos, di- de Dios» (1,29; 1,36; se emplea el término amnos, mientras que el Apoca-
rigiendo duras palabras contra los que no creen, los cuales son culpables lipsis utiliza arnion), y las dos en la perícopa sobre Juan Bautista.
y en el fondo se oponen a Dios: «Odian a mi Padre» (15,22-25). Y se Desde antiguo, el cordero era en el Antiguo Testamento imagen de un
apela una vez más al Paráclito, el cual hará de fiscal contra el «mundo» sufrimiento inmerecido (2 Sm 24,17) e impotente (Sal 44,12.23). Ya en
incrédulo: dará testimonio de Jesús (15,26) a través del testimonio de los el período nómada de Israel, el pueblo de Dios era llamado «rebaño de
discípulos (15,27): «probará al mundo que hay culpa» (16,8). Los «judíos» ovejas», expresión que encerraba cierta crítica contra la cultura agraria
expulsarán definitivamente a los discípulos de la sinagoga (16,2; cf. tam- (Dios se complace más en las ovejas ofrecidas por Abel que en los frutos
bién 9,22 y 12,42, rasgos típicos de la época de la comunidad joánica); del campo ofrecidos por Caín). La ofrenda que agrada a Dios es una oveja
más aún: llegará un día en que matarán a los cristianos pensando que con o cordero. Los pastores gozan de las preferencias divinas: Moisés, que era
ello están haciendo una obra grata a Dios; sabed entonces que lo hacen pastor de ganado, pasa a ser profeta y pastor, y el joven pastor David es
«porque no nos reconocen ni al Padre ni a mí» (16,2-3). llamado a ser rey de Israel. «Yo, como cordero manso llevado al matade-
Finalmente, en 16,16-33 la cristología joánica se hace aún más precisa: ro»: este texto de Jr 11,18-19 inspiró al Deuteroisaías, que compara al
«Salí de junto al Padre y vine a estar en el mundo, ahora dejo el mundo «siervo doliente de Dios» con un cordero llevado al matadero (Is 53,7).
y me vuelvo con el Padre» (16,28). Es una clara formulación del modelo La novedad (con respecto a Jeremías) es que aquí se conecta la idea del
de la katabasis-anabasis, el cual, durante el proceso de formación del Evan- sufrimiento por los demás con la imagen del «cordero». Todo ello no tiene
gelio de Juan, se deslizó, en lo que llamaríamos una segunda versión, hacia de por sí un significado mesiánico. El siervo doliente no evoca la idea de
el modelo del profeta escatológico semejante a Moisés, pero incomparable- un mesías, sino la del profeta doliente, o al menos es posible relacionarlo
mente mayor que Moisés, en una época en que se afirma cada vez más con ella. En Hen(et) 89-90, Israel es llamado «rebaño de ovejas», y David
claramente la divinidad de Jesús. De ahí la reacción de los discípulos: recibe el nombre de cordero; los «corderos» quizá son aquí originariamente
«Esto es hablar claro y no andarse con rodeos» (16,29); «ahora sabemos «profetas» (Mt 7,15 llama a los falsos profetas «lobos con piel de oveja»,
que viniste de parte de Dios» (16,30): la confesión joánica de fe. El relato lo cual presupone la idea de los profetas como «corderos»). La idea básica
«reformula» palabras anteriores de Jesús, vistas ahora a la luz del inmi- is que «el cordero» es imagen del profeta doliente. Tal parece ser la con-
nente acontecimiento pascual. No olvidemos que Jesús ha hablado del Hijo i rpción que el cristianismo primitivo tenía del profeta. Y el relato sinópti-
del hombre siempre en tercera persona, incluso en el Evangelio de Juan. u> de la última cena resulta incomprensible si se prescinde del trasfondo
Desde el punto de vista evangélico y literario, su persona sigue envuelta •Ir Is 53 (aunque los textos neotestamentarios más antiguos no citan nunca
en el misterio. < x¡ilícitamente este pasaje). Es sintomático que Hch 8,31-33 haga interpre-
Sin embargo, aunque sus discípulos pronuncian con entusiasmo esa pro- uir precisamente a Felipe, un miembro del círculo de Esteban y dirigente
fesión de fe, Juan recuerda a sus lectores el pánico que los invadió cuando • Ir la misión de Samaría, el texto de Is 53,7-8: «como cordero llevado al
Jesús fue apresado: «se dispersarán cada uno por su lado», «me dejaréis iniiludcro, como oveja...».
solo» (16,32, aunque en 18,8 es el propio Jesús, como buen pastor, el que Así, pues, si el profeta escatológico semejante a Moisés, el siervo do-
toma la iniciativa a fin de que los suyos-queden en libertad: «dejad que liente de Dios, constituye el trasfondo del Evangelio de Juan (como ya
éstos se marchen», 18,8-9). Según el Evangelio de Juan, Jesús añade: «Yo lirmus dicho), resulta lógico ver en el cordero de Dios joánico primaria-
no estoy solo, está conmigo el Padre» (16,32b).- mente al siervo doliente, al Mesías mosaico. De momento me parece inne-
400 EL JOANISMO RETORNO AL PADRE 401

cesario, para explicar el carácter mesiánico del siervo del Deuteroisaías zaro resucitado, los pies de Jesús con perfume de nardo puro y de mucho
(Is 53, en griego pais Theou), recurrir al término arameo talyd (término precio. Juan ve en este gesto una prueba de que María ha conocido la
que puede significar tanto «cordero» como «hijo» y «siervo»), dado que auténtica y sacratísima identidad de Jesús. Fue tan abundante la unción
«el siervo doliente de Dios» se halla en la perspectiva del siervo doliente previa a la muerte de Jesús que esta acción expresó la fe en la gloria de
de Dios mosaico, el cual es el profeta escatológico. Los rasgos del siervo Jesús, manifestada incluso en su muerte.
doliente no pertenecen al mesianismo davídico, sino al mosaico. Prescin- Pero ya en 3,14-15 aparecía la muerte de Jesús, también bajo la ima-
diendo de si el «siervo de Yahvé» y el «profeta escatológico semejante a gen de la «erección», como una elevación: «Lo mismo que Moisés levantó
Moisés» están explícitamente unidos ya en el Deuteroisaías, tal tendencia en alto la serpiente en el desierto, también el Hijo del hombre tiene que
aparece claramente en el conjunto de la redacción final del libro de Isaías. ser levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan vida eter-
Por consiguiente, no es fácil negar que el «siervo» tenga caracteres del me- na» (cf. Nm 21,8-9). La muerte de Jesús es una elevación salvadora. Sin
sianismo mosaico. «El cordero de Dios que carga con los pecados del mun- embargo, esta muerte sigue produciendo turbación, incluso a Jesús (12,27;
do», como cargó el Moisés doliente con el peso y los pecados del pueblo, Sal 43,5). En el Evangelio de Juan, este escándalo de la cruz no es elimi-
es el profeta que, como un cordero, fue llevado al matadero (Is 53,7). nado, sino asumido en la majestad de la persona de Jesús, mediante la cual
Sin embargo, dado que el cristianismo primitivo identifica a Jesús tam- la muerte es derrotada ipso jacto. Su muerte es la «hora del Padre» (7,30;
bién con el cordero pascual (por ejemplo, 1 Cor 5,7; menos claramente en 8,20; 12,23; 13,1; 17,1), «la hora de que se manifieste su gloria» (12,23;
1 Pe 1,18-19, donde se alude más bien al cordero del sacrificio en general), 17,1; 13,1). Esta concepción de la muerte de Jesús tiene su fundamento
podemos admitir que el cordero de Dios joánico tiene secundariamente en el concepto joánico de «cordero de Dios», que en su significado fun-
también el significado de «cordero pascual» (o al menos de «cordero sacri- damental es deuteroisaiano. En Is 52,13 encontramos los dos conceptos
ficial»); así, Jn 19,14.36 hace coincidir la condena a muerte de Jesús por empleados por Juan: «ser elevado» (hypsothesetai) y «ser glorificado» (do-
Pilato con la hora sexta, es decir, la hora en que eran sacrificados los cor- xasthesetai). Reflejando una nueva concepción frente a otros cristianos neo-
deros en la Pascua, y, mediante una referencia a la Escritura, da a enten- testamentarios, Juan utiliza dos categorías: por un lado, la erección o ele-
der que en el caso de Jesús se ha cumplido la prescripción relativa a tales vación «en la cruz»; por otro, la resurrección y glorificación después de la
corderos: «no le quebrarán ni un hueso» (19,36). No obstante, estas dos muerte. ¿Tiene esto algo que ver con las dos categorías («exaltación» y
alusiones no pueden explicar la utilización (en Jn 1) de la expresión «el «resurrección») que encontramos en el cristianismo primitivo y que res-
cordero de Dios que carga con los pecados del mundo». Detrás de esta ponden a una distinción (al menos formal, no de contenido) cuya problemá-
fórmula está el cordero del Deuteroisaías, quizá identificado ya en Is 53 tica recibe en el Evangelio de Juan una solución que no coincide con la
(en el conjunto del libro de Isaías) con Moisés, el pastor que da la vida del cristianismo extrajoánico?
por sus ovejas, por su pueblo; en cualquier caso, Juan ve en Jesús al «Sier- Si es correcto nuestro análisis sobre el «cordero de Dios» y el sinaitis-
vo de Yahvé», identificado con el profeta escatológico —del mesianismo mo mosaico del primer judaismo, el interés primario (aunque no exclusivo)
mosaico— «que lleva las cargas del pueblo» (Nm 17,14; cf. Is 53,4). Si- del Evangelio de Juan se centra, a mi juicio, en la elevación y glorificación
guiendo la línea del sinaitismo típico del primer judaismo, el cuarto evan- del siervo doliente de Dios mosaico. Jesús no realiza plenamente su obra
gelio puede ver en la muerte de Jesús una exaltación. Existen al menos salvífica hasta que es elevado en la cruz: en ella atrae a todos hacia sí
algunos indicios en el primer judaismo que apuntan en esa dirección. (12,32) y se convierte en fuente de «vida eterna» (3,14-15). Dios otorga
entonces lo más valioso, a su propio Hijo (3,16), «para la salvación del
mundo» (3,17; cf. 4,42b).
2. ha elevación en la cruz El Jesús joánico dice antes de su pasión: «Ha llegado la hora de que
se manifieste la gloria del Hijo del hombre» (12,23), y pide: «Padre, ma-
Se erigió la cruz de un crucificado. Esta imagen sirve a Juan para ex- nifiesta la gloria tuya» (12,28). «Entonces se oyó una voz del cielo: Acabo
presar que la muerte de Jesús es ya una elevación, una glorificación. La ma- «le manifestar mi gloria y volveré a manifestarla» (12,28b), y Jesús co-
jestad y la gloria de Jesús se consuman ya en su muerte. Esta concepción menta: «Esa voz no era por mí, sino por vosotros» (12,30). Juan entiende
de la muerte de Jesús es, en cierto modo, nueva frente a la de los sinóp- por «glorificación» la plenitud del poder salvífico: «Nosotros hemos visto
ticos. ni gloria... lleno de gracia y de verdad» (7,14c.e; 13,32; 17,1-2). Los
Ya antes del relato de la pasión hay en el Evangelio de Juan varias anunciados cristológicos son siempre para Juan enunciados soteriológicos:
alusiones a la muerte de Jesús: 2,17; 5,18; 7,1.19.25; 12,23.27; y a la • oiiuinicación de la gloria de Jesús a los creyentes. «Padre, ha llegado la
elevación en la cruz: 3,14; 8,28.38; 12,32-33; cf. 18,32; 19,37. A este lioin; manifiesta la gloria de tu Hijo, para que tu Hijo manifieste la tuya,
respecto tiene una importancia particular la unción de Jesús en Betania pues le diste autoridad sobre todos los hombres para que dé vida eterna
(12,1-11). Seis días antes de la Pascua, María unge, en presencia del Lá- i lodos los que le has confiado» (17,2; en su oración al Padre, Jesús habla
26
402 EL JOANISMO RETORNO AL PADRE 403

«del Hijo» en tercera persona); esto significa que el sentido último y autén- «yo les he dado la gloria que tú me diste, la de ser uno como lo somos
tico de la glorificación de Jesús es el don pascual de vida eterna a los cre- nosotros» (17,22); «yo les he revelado tu nombre» (17,26); «por eso cree-
yentes. La vida de Jesús es fecunda para los hombres sólo a través de su mos que viniste de parte de Dios» (16,30). En esto consiste la gran dife-
muerte (12,24). Jesús pide a este respecto «la gloria que tenía junto a ti rencia con el «creer basado en signos» de Nicodemo, el cual veía simple-
antes que existiera el mundo» (17,5). Y constantemente aparece de nuevo: mente en Jesús un maestro legitimado por Dios a través de signos (3,2;
«glorifícame ahora» (17,5; cf. el término «ahora» en 12,27.31ab.23; 13, cf. también 2,23 con 3,36: «creer en el Hijo», en la unidad del Padre
31): ahora, en la hora de la pasión (12,27), de la traición (13,31), de la y del Hijo, 3,35b). La glorificación es, por tanto, la revelación de la uni-
elevación en la cruz (12,31), de la glorificación (12,23). Todo ello es «ne- dad de amor existente entre el Padre y el Hijo enviado. Jesús ha revelado
cesario» (dei, 12,24). Morir al mundo significa vivir (12,25). La hora de ese nombre: la santidad de Dios («Padre santo», 17,11), la justicia de Dios
la gloria coincide en parte con la muerte de Jesús, vivida como voluntad («Padre justo», 17,25), el amor de Dios: «les he revelado tu nombre y se-
del Padre (18,11). Si Jesús ha venido «para que vivan y estén llenos de guiré revelándolo, para que el amor que tú me has tenido esté con ellos
vida» (10,10), entonces ha venido para sobrellevar «esta hora» (12,27c), y también yo esté con ellos» (17,26); «Dios es amor» (1 Jn 4,8.16, un
pues sólo el Crucificado glorificado puede dar la vida que viene del Padre eco del «santificado sea tu nombre» del cristianismo primitivo, Le 11,2;
(3,14-15; 7,39; 16,7; 17,1-5). De ello se desprende que Juan no ve a Jesús Mt 6,9).
como «un Dios que va por el mundo» con una figura prestada (como es La voz del cielo, mensajera del Padre, dice: «Acabo de glorificar este
el caso de las apariciones angélicas). De ser así, ¿por qué no podía dar nombre» y «volveré a glorificarlo» (12,28). Jn 13,31.32 (tras la salida de
vida eterna mientras estaba en este mundo (7,39; 16,7)? Tampoco lo ve Judas) ofrece una detallada imagen del acontecimiento «pasado» (aoristo)
como alguien que en su muerte se hubiera despojado de toda su humani- y del «venidero» (futuro): a) Ahora es glorificado el Hijo del hombre,
dad para convertirse simplemente en «Hijo preexistente». De ser así, ¿por y b) Dios es glorificado en él. c) Si Dios es glorificado en él, d) Dios mis-
qué apareció realmente como hombre, si sólo con su partida podía otorgar mo lo glorificará, e) lo glorificará muy pronto (13,31-32). Ante todo está
el Espíritu (7,39; 16,7)? ¿Qué explicación tendría entonces su «resurrec- claro que se trata de una glorificación recíproca (en pasado y en futuro):
ción de entre los muertos» (20,9)? En el Evangelio de Juan no tiene nin- del Hijo y de Dios. En b) y c) se dice que Jesús glorifica a Dios; en d) y
gún fundamento la hipótesis —lanzada en particular por E. Kásemann— e), que Dios glorificará a Jesús. Según b) y c), Dios mismo es glorificado
de un docetismo ingenuo que desembocaría en un ser posexistente sin hu- en la persona (cf. también 14,13; 17,10) del Hijo del hombre; en d) se
manidad112. Tal hipótesis está en contradicción con el grano de trigo (12, dice que Dios glorifica en su persona al Hijo del hombre. «Glorificación»
24) —unión de muerte y resurrección— y con las palabras: «yo me des- e «Hijo del hombre» son términos correlativos. La frase «volveré a ma-
prendo de mi vida para recobrarla de nuevo» (10,17-18) y, en fin, con la nifestar mi gloria» (12,28) se refiere, pues, al acontecimiento pascual en su
terminología de la resurrección que el cristianismo primitivo emplea en conjunto: muerte, resurrección, envío del Espíritu. Ahora bien: ¿cuándo
relación con Jesús (sobre todo, 2,22 y 20,9). ha glorificado el Padre a Jesús? Lo ha hecho, sobre todo, en los «signos»
realizados por Jesús (2,11; 9,3) y en el gran signo anticipatorio de la re-
La Palabra hecha carne tiene que ser, en el Evangelio de Juan, un signo surrección de Lázaro: «Esta enfermedad no es para muerte, sino para doxa
de la salvación futura; la gran actividad salvífica de Jesús se inicia cuando (gloria) de Dios, para que ella glorifique al hijo de Dios» (11,4). Final-
Jesús «atrae» a todos hacia sí desde la cruz (12,32); 19,31-37 explica esta mente, con las palabras «acabo de manifestar mi gloria», Juan se refiere
«atracción» como elevar la mirada hacia el Jesús traspasado en la cruz u toda la obra salvífica que Jesús ha realizado en la tierra (cf. 17,4), pues
(cf. 19,37; 17,28) m . «Manifiesta la gloria tuya» (12,28; cf. 17,2): mues- el Padre siempre estuvo al lado de Jesús, nunca lo abandonó (8,16.29.54;
tra que eres un «Dios para nosotros»; haz honor a tu nombre, santifícalo 16,32). El Padre fue glorificado también en Jesús por el hecho de que los
(cf. Ez 36,23; 28,23; Sal 138,2). El nombre de Dios es la cara de Dios suyos aceptaron sus palabras (17,6.8-11). Toda la vida de Jesús fue una
dirigida al hombre114, «Dios en cuanto revelación». Pero este nombre"—lo revelación de Dios como Padre de Jesús.
revelado— es en el Evangelio de Juan la unidad del Padre y del Hijo
(cf., por ejemplo, 13,31; 17,5; 5,36; 10,38; 11,4.40; 14,10), al igual que «Glorificar» significa al mismo tiempo rehabilitar y justificar a alguien,
la gloria o doxa es el Padre que se revela en el Hijo. Jesús ha revelado mostrar que tenía razón frente a todos sus enemigos. La muerte de Jesús es
este nombre a sus discípulos (17,6) y «ellos lo han aceptado: se han con- un triunfo y un juicio sobre el «jefe de este mundo» (12,32). Solamente
vencido de que salí de tu lado y han creído que tú me enviaste» (17,8d); «desde lo alto» puede Jesús sacar a los hombres de las tinieblas, del mundo
dominado por Satán. Es verdad que sigue habiendo tinieblas, pero los
iicyenies (que pertenecieron a las tinieblas) han sido trasplantados a otra
112
E. Kásemann, ]esu letzter Wille, op. cit., 51. TNÍCTH de vida (cf. también Col 1,13: «Nos sacó del dominio de las tinie-
115
A. Dauer, Die Passionsgeschichte, op. cit. (nota 47) 231-294. blas para trasladarnos al reino de su Hijo querido», o sea, «fuera del pe-
114
H. Bietenhard, onoma, en ThWNT V, 258-261, y A. S. van der Woude, sm, dido»; cf. también la carta a los Hebreos). Juan, al hablar de la elevación
en ThHandWAT II, 935-963.

;
404 EL JOANISMO
RETORNO AL PADRE 405

en la cruz, dice plásticamente que será levantado «de la tierra» (ek tes la incredulidad judía, Jesús es juzgado como «rey de los judíos». Jesús
ges, 12,32) hacia el cielo. El movimiento hacia lo alto es salvífico (cf. tam- admite ser rey (18,33-38a), pero su dignidad real y su actuación como rey
bién 3,14-15): «verán al que traspasaron» (19,37). Juan cita aquí Zac 12, no son «de este mundo». No obstante, él es rey, según constata Pilato
10-14, un lamento de Israel por un hombre asesinado con la colaboración (18,37). Pero también Pilato es «de este mundo», no «de la verdad» y,
del pueblo (cf. también Is 53); en dicho texto, «ver» es expresión del por tanto, no lo entiende (18,37-38): no es «de Dios». Después del escar-
arrepentimiento y conversión de los habitantes de Jerusalén. Entonces de- nio y flagelación a manos de sus soldados, Pilato quiere dejar en libertad
ben reconocer su injusticia: hemos asesinado a un «siervo doliente de a Jesús, debido en parte a que se había dado cuenta de los motivos reales
Dios». Ven su propio yerro u s . Juan no se refiere tanto a una condenación de los acusadores y en parte al miedo que le dicta su religiosidad pagana.
cuanto a una última oportunidad de salvación. Tiene ante los ojos la ser- «Aquí tenéis al hombre» (19,5). La acusación se dirigía contra «este hom-
piente levantada en alto (3,14) «para seguir con vida» (Nm 21,8). En 8,28 bre» (18,29). Pilato no pretende decir con esto nada importante; simple-
dice Juan: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces com- mente expresa su desprecio hacia los judíos: este hombre, disfrazado bur-
prenderéis que yo soy y «atraeré a todos hacia mí» (12,32). Al hablar del lescamente de rey, es solamente un hombre, sin ambiciones como rey;
costado traspasado de Jesús piensa también en 7,38: «Como dice la Escri- vuestras acusaciones son ridiculas. Un momento antes había dicho: «Aquí
tura: de su entraña manarán ríos de agua viva», y añade el propio Juan: tenéis a vuestro rey» (19,14). El relato está tan empeñado en su objetivo
«Decía esto refiriéndose al Espíritu que iban a recibir...» (7,39; cf. 4,14; que los sumos sacerdotes (en el Evangelio de Juan, el pueblo judío no apa-
7,38). Ver con fe (7,39) al Jesús traspasado (19,37) es una gracia para la rece en ningún momento de la escena ante Pilato) gritan con el tono menos
vida eterna, pero es un juicio para quien no cree. La única condición es judío que cabría imaginar: «No tenemos más rey que el César» (19,15).
la fe (3,15.16; 6,37 con 6,40; 6,45bc). Después del año 70, los judíos recitaban cada día en la undécima bendición
Un mesías doliente era inconcebible para el mesianismo davídico judío. de la Plegaria de las Dieciocho Bendiciones: «Sé tú, oh Dios, nuestro rey,
Juan relaciona la muerte de Jesús principalmente con «Cristo» (2,1-11; nuestro único rey». Ahora bien, si Pilato no pretende decir nada impor-
6,1-15; 12,1-9; 19,13-42), mientras que emplea el término «Señor» (20, tante con el ecce homo, Juan sí. Este hombre es para él el rey Hijo de
18.20.25) y, sobre todo, «Hijo de Dios» (2,13-22; 5,1-18; 9,1-44; 20, Dios. La cruz, el punto más bajo de la condición «carnal» (sarx) de Jesús,
1-23) para referirse al Resucitado. Pero Jesús de Nazaret es Hijo del hom- es para Juan el punto culminante en la manifestación terrena de lo que
bre, Cristo e Hijo de Dios. Juan reconoce en Jesús al Mesías, pero no un Jesús es en realidad: un rey que viene del ámbito del Pneuma, no «de
Mesías davídico, sino mosaico, concepto que, como hemos dicho, se había este mundo». Jn 19 tiene una gran densidad teológica m. Pilato no encuen-
formado en el primer judaismo, especialmente en el sinaitismo y en el sa- tra a Jesús culpable de la acusación de pretender ser rey de Judea, territo-
maritanismo: el Moisés mesiánico (Ex 16,7.8.9 ha influido en esta concep- rio controlado por el procurador de Roma. Sin embago, a fin de no perder
ción). El profeta mesiánico sería una nueva figura de Moisés; Jesús es el el favor del emperador (19,12), Pilato dicta sentencia de muerte sobre la
cumplimiento de Dt 18,15-19 (cf. Jn 4,25; 8,28; 12,49-50; 6,14; 7,40.52; base jurídica de «rey de los judíos» (19,19). En definitiva, Jesús es rey.
5;44-47). Para Juan, Jesús es el Mesías-rey, pero no davídico, sino mosaico, Todo el proceso de Jesús, en el Evangelio de Juan, es una epifanía real:
llamado ya «siervo doliente de Dios». No se puede decir que «Moisés» una hora de glorificación. Ahora dicen los judíos: «Se presenta como Hijo
es un principio estructural del Evangelio de Juan, como tampoco lo son ¡le Dios» (19,7), y Lv 24,16 prevé que tal hecho sea castigado con pena
las festividades judías: lo característico del cuarto evangelio es una mezcla de muerte. Tras acusar a Jesús por motivos políticos, aducen ahora acusa-
de diversos modelos evocados por el recuerdo de la tradición de Jesús. ciones de carácter religioso. Con ello se desenmascaran; sus anteriores acu-
La elevación en la cruz, que el «mundo» no puede conocer, es a los saciones eran solamente una coartada. Juan pone una fuerte carga de iro-
ojos de la fe la entronización de Jesús. Si el bizantinismo posterior repre- nía en su relato: el pagano teme crucificar a este rey de los judíos, ve su
senta a Jesús en la cruz como emperador, para Juan la cruz es un trono: inocencia e intuye en él algo numinoso, mientras que los sumos sacerdotes
«aquí tenéis a vuestro rey» (19,14; cf. 19,19) es una frase con la que (18,35; 19,6; 19,15) piden a gritos su crucifixión.
Pilato expresa sin saberlo una honda verdad. Para Jesús, su muerte es la En 19,16b-22 concluye Juan este tema de la realeza. Jesús, moribundo,
«obra» última, la consumación de toda su tarea: «Todo está cumplido» confía a su madre, representante del Israel que cree y espera la salvación,
(19,30). ul cuidado de la comunidad cristiana, «al discípulo amado» (19,26-27; cf. el
Juan pone en labios de Jesús un último discurso de revelación, cuyo Irma de! «discípulo amado»: 13,23-26; 19,26-27; 20,3-10, y el capítulo
escenario es una especie de tribunal universal como en Is 40ss. En el pre- (¡mil del cuarto evangelio: 21,7.20-23.24). Este discípulo es el gran porta-
torio de Pilato, representante de la incredulidad pagana, y ante los sumos
sacerdotes (que, según Juan, acuden a Pilato), representantes a su vez de "* 1-11 análisis más penetrante, a mi juicio, es el de R. Schnackenburg, Johannes-
5 ntmngrlmm III, 299-309; sin embargo, cf. W. Meeks, The Prophet-King, op. cit.,
" Jesús, la historia de un viviente, 258-262 y, sobre todo, 457-465 y 474ss. (S1-H7.
406 EL JOANISMO RETORNO AL PADRE 407
dor originario de la tradición de la comunidad joánica, en cuyo testimonio O. Betz, Der Paraklet. Fürsprecher im h'áretischen Spatjudentum, im Johannesevan-
y tradición se apoya el evangelista. En el Evangelio de Juan aparece por gelium und in neu gefundenen gnostischen Schriften (Leiden-Colonia 1963); J. Blank,
primera vez expresamente con ocasión de la última cena (13,23-26); pro- Krisis, op. cit.; P. van Boxtel, Die preexistente Doxa Jesu im Johannesevangelium:
Bijdr 34 (1973) 268-281; R. Brown, The Paraclete in the Pourth Gospel: NTS 13
bablemente era un judío de habla griega procedente de Jerusalén, del lla- (1966-67) 113-132; W. H. Cadman, The Open Heaven. The Revelation of God in the
mado «círculo de Esteban», que pronto hubo de huir de la ciudad, proba- ]ohannine Sayings of Jesús (Oxford 1969); G. Caird, The Glory of God in the
blemente a Samaría. Para el Evangelio de Juan, el discípulo amado es, en Pourth Gospel: An Exercise in Biblical Semantics: NTS 15 (1968-69) 265-277;
cierto modo, lo que Pablo para las cartas deuteropaulinas. Según la fórmula W. Grossouw, La glorification du Christ dans la quatriéme Évangile, en L'Évangile
de adopción (declarar a alguien hermano o hermana; cf. Sal 2,7 y el texto de ]ean (Brujas 1958) 131-145; E. Haenchen, Der Vater, der mich gesandt hat:
griego de Job 12) (Jn 19,26-27), la comunidad joánica debe acoger a todos NTS 9 (1962-1963) 208-216; R. G. Hamerton-KeUy, Preexistence, Wisdom and the
los que, como María, buscan la salvación mesiánica y confían en Jesús (mi- Son of Man (Cambridge 1973) 197-242; J. Heise, Bleiben. «Menein» in den johan-
lagro de Cana: 2,1-11). Esa es una tarea permanente para la comunidad neischen Schriften (Tubinga 1967); G. Johnston, The Spirit-Paraclete in the Gospel
of John (Cambridge 1970); E. Kásemann, Jesu letzter Wille nach Johannes 17 (Tu-
cristiana. Pero también María acoge al discípulo amado 117. binga 1966); Th. C. de Kruyff, The Glory of the Only Son (Jn 1,14), en Studies
Finalmente, Juan muestra que Jesús, al «entregar el espíritu» o morir, in John (Leíden 1970) 111-123; J. Kuhl, Die Sendung Jesu und der Kirche nach
realizó su último acto sacrificial. Para ello utiliza un término inusitado dem Johannesevangelium (St. Augustin 1967); G. N. Locher, Der Geist ais Paraklet:
(paredoken, 19,30b), y no las frases habituales: «expirar» o exhalar el EvTh 66 (1966) 578ss; J. P. Miranda, Der Vater, der mich gesandt hat (Berna-
último suspiro (así, Me 15,37; Le 23,46; Mt 27,50 utiliza un término Francfort 1972); J. McPolin, Mission in the Gospel: IrThQ 36 (1966) 113-122; I. de
similar). Juan hace de ello un don y una entrega: Jesús entrega su vida. la Potterie, L'exaltation du Fils de l'homme: Greg 49 (1968) 460478; id., L'onction
«Por eso me ama mi Padre, porque yo entrego mi vida para recobrarla de du Christ: NRTh 80 (1950) 225-252; id., L'onction du chrétien dans la foi: Bibl 40
(1949) 12-69; id., Le Paraclet, en I. de la Potterie y S. Lyonnet, La vie selon l'esprit,
nuevo. Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente» (10,17-18). Todo condition du chrétien (París 1965) 85-105; F. Porsch, Pneuma und Wort. Ein exege-
esto lo resume Juan con el término paredoken: «Y, reclinando la cabeza, tischer Beitrag zur Pneumatologie des Johannesevangeliums (Francfort 1974); P. Ricca,
entregó el espíritu» (19,30b). «El cáliz que me ofrece el Padre, ¿voy a Die Eschatologie des vierten Evangeliums (Zurich 1966); H. Schlier, Der H. Geist
dejar de beberlo?» (18,11). De ahí que el Jesús joánico diga también: ais Paraklet nach dem Johannesevangelium: IKZ Communio 2 (1973) 97-103;
«Tengo sed» (19,28): sed del cáliz que el Padre le ofrece, como se dice J. Schreiner, Geistbegabung in der Gemeinde von Qumran: BZ 9 (1965) 161-180;
en otro lugar: «Para mí es alimento... la voluntad del Padre» (4,34). Je- W. Thüsing, Erhóhung und Verherrlichung Jesu im Johannesevangelium (Münster
2
sús quiere consumar su obra. Se le da una bebida amarga (que entonces 1969); Br. Vawter, Ezekiel and John: CBQ 26 (1964) 451-458.
servía de refresco), pero con ello se cumple la Escritura: Sal 69,22, donde
al justo doliente, vestido con atuendo ridículo, se le da a beber vinagre: Juan habla de «subir» (6,62), «levantar» (8,28; 12,34) y «glorificar»
sufrimiento. Entonces dice Jesús: «Todo está cumplido» (19,30). Ha llega- (12,23; 13,31), sin recurrir a los temas típicos de un «viaje por los cielos».
do a su término la tarea encomendada por el Padre (cf. 14,31; 17,4). Su esquema del mundo responde simplemente al que estaba vigente en la
Antigüedad: Dios mora en las alturas, en el último piso del universo (cf.
Sal 29,3.10; 104,3; etc.). Katabasis y anabasis, descenso y ascenso, están
3. Glorificación del Padre y del Hijo: relacionados (dentro de esta imagen del mundo) con la revelación de la
resurrección y envío del Espíritu como don pascual doxa, de la gloria de Dios («Dios baja» significa que Dios manifiesta su
gloria; cf. Ex 24,16; Ez 9,3; 11,23; Is 13,14-15). Para designar el retorno
Bibliografía (además de los comentarios sobre Juan): J. E. Alsup, The Post- al Padre, Juan utiliza sobre todo tres términos: a) hypagein, «subir a»
Resurrection Appearance Stories of the Gospel-Tradition (Stuttgart 1975); J. Baum- (7,33; 8,14.21.22; 13,3.33.36; 14,4.5.28; 16,5.10.17); b) poreuesthai,
bach, Gemeinde und Welt im ]ohannesevangelium: «Kairos» 14 (1972) 121-136; «irse» (7,35; 14,2.3.12.28; 16,7.28); c) anabainein, «ascender» (por ejem-
plo, 3,13; 6,62; 20,17). Es de notar, ante todo, que también los sinópticos,
117
Por ejemplo, R. Schnackenburg, op. cit. III, 323-328. Si bien esta interpretación en relación con la muerte de Jesús, hablan de hypagein (Mt 26,24; Me 14,
de las palabras joánicas de Jesús en la cruz deja lugar a dudas, teniendo en cuenta 21) y poreuesthai (Le 22,22.23); Lucas utiliza también el verbo anabainein,
las tendencias del Evangelio de Juan, me parece más acertada (en cuanto interpretación que en él tiene un doble significado: «subir» a Jerusalén, pero para morir
de Juan) que las interpretaciones patrísticas y medievales y que la de Bultmann, para
quien María sería símbolo del cristiano judío, y el discípulo amado lo sería del cris- allí (Le 18,31). Al igual que en Juan (16,16-19), tampoco en Lucas com-
tiano procedente del paganismo. Decir que así se infravalora el papel de María, como prenden los discípulos el sentido de esta «subida» (Le 18,34). «Subir a»
el propio Schnackenburg admite (III, 325), es más una reacción derivada de la mario- es, pues, una expresión equívoca, enigmática118. Hasta Jn 16,29 no dicen
logía actual que del Evangelio de Juan y de la situación de la mujer en la sociedad
antigua. El énfasis recae en que María fue confiada al discípulo amado, no en que
éste fue confiado a María. '" H. Leroy, Ratsel und Missverstandnis, op. cit., 51-57.
408 EL JOANISMO RETORNO AL PADRE 409
los discípulos que empiezan a entender algo: «Salí de junto al Padre y miento en la que María reconoce por la voz al Maestro como buen pastor
vine a estar en el mundo, ahora dejo el mundo y me vuelvo con el Padre» que llama a los suyos por su nombre (10,3-4; 19,27): «María». Esta esce-
(16,28). «Marcharse» implica, por tanto, la muerte de Jesús, pero esto no na es importante porque precisa el significado del «ascenso» de Jesús al
basta para entender totalmente el sentido de anabasis. Analicemos más de Padre. «Suéltame, que aún no estoy arriba con el Padre» (20,17). ¿Dis-
cerca los otros aspectos de este «retorno». tingue aquí Juan entre «resucitar» e «ir al Padre»? Cuando Jesús se apa-
Ante todo digamos que la muerte de Jesús, su partida, es una despe- rece a María, ¿ha resucitado realmente, pero aún no ha subido, cuando en
dida definitiva del mundo, y, por tanto, un juicio sobre el mundo: el 20,19, aquella misma noche, otorga a los discípulos la gracia pascual, evi-
mundo, los incrédulos, «no me verán más» (14,19; cf. 7,34-37), pero esto dentemente «de parte del Padre»? Aquí se ve que todo esto, desde el
supone también su muerte (8,21-22). Sin embargo, para los «suyos», para punto de vista joánico, no constituye problema. Para Juan, «ir al Padre»
los discípulos, la muerte de Jesús es solamente una breve separación: es un único acontecimiento: muerte, resurrección, don pascual. ¿Qué otra
«Vosotros sí me veréis, pues de la vida que yo tengo viviréis también cosa podría significar que Jesús «ha resucitado», pero aún no «está glori-
vosotros» (14,19); Jesús volverá por ellos (14,3.18.28; 16,16-17). Y pre- ficado», y ya lo está aquella misma tarde? Pero el evangelista precisa su
cisamente este aspecto se expresa en el elemento consumatorio de la pensamiento. María debe contar a los discípulos lo que ha visto: no, como
glorificación. en los sinópticos, que Jesús ha resucitado, sino: «Anda, ve a decir a mis
Tras la muerte de Jesús, al acercarse al sepulcro vacío, nadie piensa, hermanos: Subo a mi Padre, que es vuestro Padre; a mi Dios, que es
ni la Magdalena ni Pedro —a excepción del «discípulo amado», que «vio vuestro Dios (20,17bc). El Jesús joánico llama expresamente a los suyos
y creyó» (20,8)—, en la resurrección de Jesús. Juan recalca expresamente: «hermanos», y lo explica: mi Padre es ahora también vuestro Padre. El
«Porque hasta entonces no habían entendido lo que dice la Escritura: que don pascual ha dado comienzo. En efecto, Jesús se marcha para preparar
tenía que resucitar de entre los muertos» (20,9; ek nekron anastenai). un sitio «en la casa del Padre» (14,1-3) y, por medio de la Magdalena,
Juan utiliza, pues, la terminología con que el cristianismo primitivo des- dice a los discípulos: mi Padre es ahora también vuestro Padre. El sentido
cribía la resurrección y que Juan mismo había aplicado a Jesús en 2,22 global de su partida consiste en esa «preparación». «Aquel día —la Pas-
(egerthe). Es totalmente ajena a Juan la idea de una glorificación consis- cua— conoceréis que yo estoy con el Padre, vosotros conmigo y yo con
tente en despojarse de su «figura humana». Es absolutamente ajoánico vosotros» (14,20), y «los dos vendremos a él y viviremos con él» (14,
pensar que la humanidad de Jesús es solamente una condición temporal 23b). Jesús aún no ha «subido» plenamente, pues cumple precisamente esa
y transitoria, aun cuando la condición «sárkica» de Jesús desaparezca con promesa. «Aún no estoy arriba con el Padre» (20,17a) y «subo» (20,17b)
su muerte y resurrección. Para Juan, esta sarx es un templo —«la tienda son representaciones de tipo espacial, pero que dicen relación al único
del encuentro» (1,14a; ya en 2,21, Jesús habla del «templo de su cuerpo», acontecimiento pascual: resurrección y glorificación que se realizan en la
que los judíos destruirán y que él reedificará en tres días, 2,19-20). Esa persona de Jesús, gracia pascual, que se realiza en los diccípulos m. La
es la respuesta que Jesús da a los judíos que le piden un signo (2,18): gracia pascual es el don del Paráclito prometido (14,16-17.26; 15,26-27;
no es ya un signo anticipatorio, como todo lo que había hecho el Jesús 16,7b-l 1.13-15), el logro de lo pedido en la oración (16,23-26), la realiza-
terreno, sino el acontecimiento prefigurado por todos esos signos, lo ción de obras aún más grandes (14,12), la venida del Padre y del Hijo
«significado» en todos ellos y, por tanto, «el signo» por antonomasia. Tras (14,21-23) y, por consiguiente, la experiencia del gran amor de Dios (14,
la inspección del sepulcro vacío, como si nada hubiera ocurrido, «los dis- 23; cf. supra). «Yo subo» es un proceso continuo: el don pascual, per-
cípulos se volvieron a casa» (20,10). Sin la gracia de la Pascua no hay manente y siempre nuevo, que el resucitado otorga a su comunidad, el
fe en la resurrección, y un sepulcro vacío no es todavía una experiencia proceso de santificación de los suyos, a los que Jesús llama ahora «mis
pascual. Por otro lado, el sepulcro vacío tampoco provoca temor y miedo. hermanos». Los dos datos de la tradición —«resurrección» y «exalta-
Al contrario, en el relato de Juan, Pedro se comporta como quien inspec- ción»— encuentran en la cristología joánica una solución sorprendente, so-
ciona cuidadosamente el sepulcro y observa que el sudario está correcta- teriológica: Jesús es glorificado también en sus discípulos (a través de la
mente plegado. Juan quiere, sin duda, refutar aquí la leyenda que circulaba experiencia pascual de éstos), del mismo modo que el Padre es glorificado
«entre los judíos» hacia los años 70-90, según la cual el cadáver había en el Jesús resucitado (cf. 17,22). «Ir al Padre» es para Juan la pasión y
sido robado. ¡Ningún ladrón se habría preocupado de dejar con tanto cui- muerte de Jesús, su resurrección gloriosa y su entronización junto al Pa-
dado y orden el sudario! Para Juan no tiene otro significado la inspección dre, y la gracia pascual del Espíritu concedida a los discípulos. El envío
del sepulcro. Al mismo tiempo, 20,9 demuestra que Juan conoce la tradi- del Espíritu forma parte del «ir al Padre». Mientras no se dé explícita-
ción del cristianismo primitivo: Jesús debía (según la Escritura) resucitar
de entre los muertos (el «deber» divino se basa en las Escrituras: 1 Cor '" Cf. R. Brown, Evangelio, op. cit. II, 1304; R. Schnackenburg, Johannesevangelium
15,5-8). III, 377-378; W. Thüsing, Die Erhóhung und Verherrlichung im Johannesevangelium
La aparición de Jesús a María Magdalena- es una escena de reconoci- (Münster H970) 263ss.
410 EL JOANISMO RETORNO AL PADRE 411
mente el Espíritu, Jesús está «todavía subiendo». Esto demuestra que el Sab 15,11 y, sobre todo, Gn 2,7). Como Juan omite el artículo («Espíritu
propio Juan es consciente de que «subir» es un modelo o una imagen. Santo»), adquiere un particular relieve el «soplo del Espíritu de vida», el
Magdalena va a los discípulos y les dice, utilizando una fórmula pascual nuevo hálito de vida que viene de lo alto, mediante el cual los discípulos
corriente en la Iglesia: «He visto al Señor» (20,18)12D. son acogidos en un ámbito pneumático, celeste: «han nacido de Dios»
No se puede, pues, disociar la «elevación» que tiene lugar en la muerte (cf. 1,13), son «hijos de Dios» (1,12; cf. 3,5-9). La ida de Jesús al Padre
de Jesús de la elevación inherente a la resurrección. Toda la vida de Jesús significa para los discípulos que ellos mismos son enviados al mundo, do-
es un «ser glorificado»: la cruz es el punto culminante de la glorificación tados para ello con el Espíritu Santo. En otras palabras: la resurrección
acontecida a lo largo de toda la vida terrena de Jesús y, al mismo tiempo, alcanza su plenitud con el envío del Espíritu y es inseparable de él.
es el comienzo de la glorificación resultante de la resurrección. Juan no
ve la muerte separada de la resurrección, según la imagen del grano de También las apariciones de los sinópticos están siempre relacionadas
trigo que muere para dar fruto (12,23-24). El hecho de que Jesús pida con el envío o misión al mundo (Me 16,15; Le 24,47; Mt 28,19-20).
que se manifieste la gloria que él tenía en su preexistencia junto a Dios Juan había aludido ya a una misión (13,20; especialmente en la oración
(17,5) implica que no la posee durante su vida terrena. Pero Juan ve toda de despedida, 17,18) y, sobre todo, al envío del Espíritu. «De su entraña
esa vida terrena como un proceso continuo y dinámico de glorificación. manarán ríos de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu que iban
Así, la doxa o gloria de Dios se manifestó ya en el signo de Cana (2,11) a recibir los que creyeran en él. Aún no había Espíritu, porque Jesús no
y en la resurrección de Lázaro (11,40). Juan, a diferencia de los sinópticos había sido glorificado» (7,39). La comunidad cristiana, que no es «del
(Me 9,2-10; Mt 17,1-9; Le 2,28-36), no necesita una transfiguración es- mundo», es enviada por Cristo al mundo. En esta ocasión, Juan considera
pecial. La vida de Jesús es un único acontecimiento dinámico que revela el envío con la asistencia del Espíritu primariamente como una misión de
la unidad entre el Padre y el Hijo, un acontecimiento glorioso que abarca reconciliación: «A quienes les perdonéis los pecados, les quedarán perdo-
su vida, muerte y resurrección. La muerte no es, pues, un presupuesto del nados; a quienes se los imputéis, les quedarán imputados» (20,23). Al
que se siga como recompensa la resurrección. La «elevación en la cruz» unir el Pneuma y el perdón de los pecados, Juan utiliza un motivo del
(hypsothesetai, 12,34) no es lo mismo que la glorificación (doxathesetai, N Antiguo Testamento y del primer judaismo (Ez 36,25-27), pero también
12,23), pero tampoco es posible separarlas. Para Juan, la muerte misma "> una tradición del cristianismo primitivo: el bautismo es perdón de los
produce un efecto que en el resto del Nuevo Testamento se atribuye a la pecados y don del Espíritu (cf. 1 Cor 6,11; Hch 2,38; 22,16; Heb 10,22).
resurrección, pero la muerte se contempla desde la resurrección y, más La vinculación de Juan a la tradición aparece clara en el hecho de que
aún, desde la preexistencia. La glorificación es para Juan revelación de la su evangelio raramente habla, fuera de este texto, del perdón de los peca-
unidad de amor entre el Padre y el Hijo, la cual alcanza su máxima ex- dos (sólo en 1,29; 8,24; cf. 8,34; 9,34). Pero el bautismo cristiano estaba
presión en la cruz: en el Padre, que ha entregado a su propio Hijo por relacionado con el «bautismo con Espíritu» (Me 1,8; Hch 1,5; 2,38; 11,
nosotros (3,16), y en el Hijo, que muestra en la muerte su obediencia al 16). Esta tradición refleja el mismo trasfondo que Jn 3,5-6 y 20,21-23. El
Padre (17,4; 10,30; 14,20; 17,lss). Bautista, al hablar de Jesús, «el cordero de Dios que quita el pecado del
Al anochecer de aquel día —el día de Pascua (como se ve por lo que mundo» (1,29), había dicho: bautizará «con Espíritu Santo» (1,35; tam-
sigue)—, Jesús se aparece a sus discípulos (20,19-23). Estos, que por mie- poco en este texto se emplea el artículo). «A menos que uno nazca de
do «a los judíos» habían atrancado las puertas, se llenan de alegría al ver agua y Espíritu no puede entrar en el reino de Dios» (3,5). «De la carne
que Jesús está en medio de ellos y les desea (20,20.21) el gozo pascual nace carne, del Espíritu nace espíritu» (3,6). Este nacimiento del Espíritu
que les había prometido (14,27). Les muestra sus manos y el costado es el acontecimiento pascual de los discípulos, el nacimiento virginal o
traspasado; Juan quiere decir que el Crucificado es el Resucitado (20,20b). pneumático a que aludía el prólogo (1,13). El origen determina el ser de
El Resucitado envía entonces a los discípulos y les da el Espíritu Santo: un hombre. La Pascua es para estos discípulos el bautismo con Espíritu
«Como el Padre me ha enviado, os envío yo también. A continuación Santo por medio del cordero que quita el pecado del mundo; pero ellos
sopló sobre ellos y les dijo: Recibid (el) Espíritu Santo» (20,21-22; cf. mismos son enviados además para continuar en el mundo este servicio de
reconciliación m .
120
Lucas, que en su evangelio presta especial atención al papel de las mujeres, no Aunque Juan relaciona aquí el don del Espíritu solamente con el per-
relata ninguna aparición de Jesús a mujeres; lo mismo ocurre en Marcos. Se habla dón de los pecados, debemos tener presentes los cinco pasajes en que se
de apariciones a mujeres sólo en Mt 28,9-10 (y en Juan). En otras palabras: la tra- promete el envío del Espíritu (14,16-17.26; 15,26-27; 16,7b-ll.13-15).
dición de que Jesús se apareció en primer lugar a unas mujeres es relativamente tardía En estos textos, el Espíritu recibe el nombre de parakletos, auxiliador, abo-
y se limita a Mateo y Juan. Muy probablemente, la aparición de Jesús a las mujeres
se ha desarrollado a partir de la tradición de la aparición angélica; por tanto, en '" Juan no se refiere a una consagración ministerial. El cuarto evangelio habla de
cuanto tal sería una tematización teológica, no un dato histórico. los discípulos como comunidad.
412 EL JOANISMO
RETORNO AL PADRE 413
gado en un proceso y, por tanto, intercesor; en sentido religioso, «inter-
cesor ante Dios». En el primer texto en que se habla del Paráclito, Jesús 8-11) y, por tanto, de la razón de Jesús (15,26). El Espíritu establece un
dice que enviará «otro Paráclito» (14,16-17), lo cual significa que Jesús, nexo entre la autorrevelación de Jesús y la «doctrina» de la Iglesia en
durante su vida terrena, fue también un Paráclito, un buen pastor (1 Jn un mundo que no es capaz de entender lo «pneumático» o «la verdad».
2,1, en cambio, llama «Paráclito» al Espíritu y al Cristo celeste). Pero El Espíritu es el intérprete de la revelación de Dios en Jesús: «aquel día
este Paráclito es «el Espíritu de la verdad» (14,16-17), «el Espíritu Santo» conoceréis...» (entonces «sabréis», 14,20). Como el envío del Espíritu está
(14,26), de modo que el contenido y las funciones del Pneuma son trans- íntimamente relacionado con la misión de los discípulos en el mundo (20,
feridos al «Paráclito». ¿Qué funciones tiene, según el Evangelio de Juan, 21-22), Jesús había prometido: «Cuando venga el abogado que os voy a
el Espíritu dentro de la comunidad cristiana y, quizá, frente al mundo? enviar yo de parte de mi Padre... él será testigo en mi causa». Pero «tam-
En 14,16-17 se dice solamente que el Espíritu es una gracia pascual bién vosotros sois testigos» (15,26-27): el Espíritu habla al mundo a
(cf. también 7,39); enviado por el Padre (15,26; 16,7) a ruegos de Jesús través de la Iglesia. Para Juan, el Espíritu está sólo en la Iglesia y actúa
(14,16), Jesús lo envía, pero «de parte del Padre» (15,26). El Paráclito en el mundo sólo a través de la Iglesia. En el Evangelio de Juan no
es llamado aquí «Espíritu de la verdad». Como hemos visto, «verdad» aparece nunca una actuación directa del Espíritu en el mundo; éste con-
tiene en el joanismo el significado de sabiduría revelada: «de lo alto» vence al mundo únicamente de su culpa, pero aun eso lo hace por medio
(14,17b; cf. 7,16-17.28; 8,28). «Ser de Dios» (8,47) y «ser de la verdad» de la comunidad (también por medio del Evangelio de Juan).
(18,37) son sinónimos (14,17b): este Espíritu que nos otorga el conoci-
miento de la revelación «vive ya con vosotros y está entre vosotros» (14, La primera carta de Juan habla a este respecto de chrisma (unción),
17b). La primera carta de Juan precisa esta idea: el Espíritu que da tes- cuya función es idéntica a la que el Espíritu tiene en el cuarto evangelio
timonio de la verdad (1 Jn 5,6) y que preserva a la comunidad de la (1 Jn 2,20.27). También Juan había dicho que el origen determina radical-
mentira y el error (1 Jn 4,6). El Espíritu guía, pues, a la Iglesia hacia la mente el ser de un hombre (Jn 3,5-6). Para la primera carta de Juan, el
verdad (Jn 16,13; también esto es típico del sinaitismo) m. Su cometido Espíritu es un principio celeste, pneumático, conferido «en» el bautismo,
es «enseñar» y «recordar» (14,26), o sea, el Espíritu, tras la partida de N en virtud del cual se vuelve a nacer como «hijos de Dios» (1 Jn 3,1; 3,24;
Jesús, recuerda a los discípulos todo lo que Jesús ha dicho y hecho, la 4,13); Jn 20,17 dice «hermanos» de Jesús. El don pascual del Espíritu
revelación de Jesús sobre sí mismo (16,13-15). El Espíritu lleva a «la ver- es en el joanismo esencialmente el don de un principio divino de vida por
dad plena», como se dice (16,12-13) en contraposición al simple «recuerdo» el que el hombre se convierte en «hijo de Dios»: un don divino de vida.
(14,25-26). En efecto, Jesús había dicho: «Mucho me queda por deciros, Ahora bien, «nacer de Dios» es al mismo tiempo «ser de Dios» (1 Jn 3,
pero no podéis con tanto ahora» (16,12). Juan quiere, pues, decir que la 9.10; cf. 4,4 con 5,4). «Y esta prueba tenemos de que estamos con él
comunidad, bajo la dirección del Espíritu, no es sólo una comunidad que (con Dios) y él con nosotros, que nos ha dado el don de su Espíritu»
interpreta lo que Jesús ha revelado, sino que es guiada por el Espíritu (1 Jn 4,13), es decir, que nos ha hecho partícipes de su Espíritu. El Espí-
«a la verdad toda». La comunidad es, por decirlo de algún modo, la pro- ritu es, por tanto, el principio cristiano de vida (cf. «el Espíritu que da
longación de la revelación de Dios en Jesús, y lo es siempre como refe- vida», Jn 6,63). Por tal motivo, la primera carta de Juan se atreve a
rencia al único Jesús: «Comunicará lo que le digan y os interpretará lo hablar, recurriendo a una imagen de la generación, de to sperma tou Theou
que vaya viniendo. El manifestará mi gloria porque tomará de lo mío y (1 Jn 3,9), «la semilla de Dios», en virtud de la cual no sólo quedan per-
os lo interpretará. Todo lo del Padre es también mío, por eso digo que donados los pecados, sino que el hombre pneumático o «hijo de Dios» no
tomará de lo mío y os lo interpretará» (16,14-15). Lo que Dios haga a peca más: «Como ha nacido de Dios y lo vive, le resulta imposible pecar»
través del Espíritu está relacionado con Cristo. En este sentido, no son (1 Jn 3,9, si bien la carta pone en guardia para que de ahí no se saquen
posibles nuevas revelaciones del Espíritu. Sin embargo, no se puede negar conclusiones erróneas). Dentro de este contexto, la primera carta de Juan
que Juan admite iniciativas del Espíritu Santo: guía «a la verdad toda», menciona el chrisma o unción con el Espíritu Santo: «A vosotros, además,
«comunicará lo que le digan y os interpretará lo que vaya viniendo» (16, el Consagrado os confirió una unción, y todos tenéis ya conocimiento»
13). En otras palabras: mediante el Espíritu, la comunidad cristiana está (1 Jn 2,20). También aquí la función del Espíritu es «enseñar»: «Además,
unida a Jesús de Nazaret, el Cristo. El Espíritu es el principio conductor la unción con que él os ungió sigue con vosotros, y no necesitáis otros
de la tradición eclesial. Confirma y lleva a plenitud la revelación de Jesús. maestros. Esa unción suya... os va enseñando todo en cada circunstancia»
Da testimonio de Jesús (15,26). De ahí que 1 Jn 5,6 diga que «el que (1 Jn 2,27). Es típico también que la confesión correcta, ortodoxa, de fe
atestigua es el Espíritu», convenciendo al «mundo» de su sinrazón (16, en Cristo permite conocer quién posee «el Espíritu de Dios» (1 Jn 4,2):
«Toda inspiración que confiesa que Jesús es el Cristo venido ya en carne
m
Filón, Moysis II, 265. En relación con Moisés se afirma que el Espíritu divino mortal procede de Dios» (1 Jn 4,2b).
«lo conduce a la verdad». Así, pues, la primera carta de Juan actualiza la doctrina joánica sobre
el Espíritu, ajusfándola a las circunstancias concretas de la comunidad, en
414 EL JOANISMO RETORNO AL PADRE 415

la que habían surgido herejías: tales hombres están poseídos por «otros Juan llama al Espíritu Santo «Paráclito» sólo en un sentido determinado:
espíritus» (cf. 1 Jn 4,1)- Mediante la enseñanza interior del Espíritu Santo que el Espíritu debe garantizar la presencia de Cristo en los cristianos
sabemos ciertamente que somos guiados en todo y estamos llenos de la después de la Pascua (Brown supone —equivocadamente— que Jn 14,
gracia pascual del Espíritu Santo, la cual va unida a la gracia del bau- 17-23 no se refiere a una venida del Espíritu y de Jesús, sino únicamente
tismo (Jn 3,5-6). Podemos además afirmar que la Iglesia joánica utiliza la a una venida de Jesús en el Espíritu). Basa su argumentación en el hecho
fórmula bautismal veterosiríaca. En ésta, antes del bautismo, se realiza una de que todo lo que el Evangelio de Juan dice del Paráclito se afirma en
unción que comunica al Espíritu Santo; sigue a continuación el bautismo otros lugares del mismo evangelio también de Jesús. La idea de Paráclito
con agua y, finalmente, la eucaristía; la primera carta de Juan —siguiendo fue necesaria para salvar la distancia que media entre Jesús y la Iglesia
exactamente este orden— habla de «el Espíritu, el agua y la sangre» (1 Jn que se había producido con la muerte de los testigos presenciales. A este
5,7): unción prebautismal, bautismo y eucaristía m . El Espíritu es conferido respecto es importante el papel que desempeña el doble motivo de Moisés-
antes del bautismo; la intención que se persigue con ello es expresar que Josué y Elías-Eliseo, así como el «motivo de la relación sucesiva» entre
el Espíritu hace que la palabra escuchada por los catecúmenos llegue a ser Jesús y el Espíritu Santo: cuando Jesús muere, su «espíritu prof ético» pasa
un acto pleno de fe: hace que entiendan lo que han oído. Esto es joánico a su sucesor (cf. Dt 34,9; 2 Re 2,9-15)12é. I. de la Potterie w habla de
(cf., sin embargo, Hch 10,44 con Tit 3,5; 1 Pe 1,23; Sant 1,18). Se con- una identificación teológica. Juan querría distinguir las dos fases de la
fiere el bautismo a personas que ya creen. Así, se otorga la comunión de historia de la salvación: la obra terrena de Jesús y el período de la vida
vida con el Padre y el Hijo a quien ya cree (14,23). También el Jesús de la Iglesia, en el que el Espíritu actúa como Espíritu de Cristo. R. Schnak-
resucitado se aparece sólo a los creyentes, no al «mundo» ni a la incredu- kenburg m no niega otras influencias heterogéneas, pero considera que el
lidad (14,19). (Todo esto indicaría que la tradición joánica sufrió un des- contenido del concepto aparece ya en la primera comunidad cristiana de
plazamiento: parte de unos judíos griegos que vivían en Jerusalén pasa Palestina (tanto en la tradición de Marcos: Me 13,11 con Jn 15,26-27,
a Samaría y sus alrededores y llega a Siria. Algunos sostienen que el como en la tradición de Q: Le 12,11-12 par. Mt 10,20; cf. también Le 21,
movimiento continúa desde Siria hacia Asia Menor o bien hacia Alejandría 14-15). Bruce Vawter129 sostiene la interesante tesis de que el Paráclito
de Egipto. Estas dos últimas hipótesis no son, en mi opinión, demostra- joánico depende de Ezequiel y que tal concepto expresa una doble función:
bles. Además, es posible que esa fórmula bautismal siríaca fuera el modelo la de «testigo profético» de Jesús (cf. Jn 15,26-27; 16,8-11) y la función
bautismal primigenio de Palestina). «sacerdotal» de intercesor ante Dios (15,26). (Esta explicación parece de-
pender demasiado de la carta a los Hebreos. Pero es innegable que tam-
El Espíritu es, pues, en el joanismo la gracia pascual y bautismal, la bién el Apocalipsis presenta al Cristo celeste como sumo sacerdote; cf.
cual está relacionada con la esencia de lo cristiano —principio de la co- infra). Otros autores 13° opinan que el concepto de Paráclito sirve a Juan
munión de vida con Dios en Cristo— y, por tanto, con la revelación his- como instrumento para interpretar cristológicamente el Pneuma o Espíritu
tórica de Dios en Jesús, cuya continuidad es garantizada por el Espíritu, de Dios, haciéndolo totalmente «dependiente» de Jesús. Existe, en fin,
y, finalmente, con el ésjaton. No obstante, subsiste el problema (histórico- entre los exegetas una tendencia a ver en el concepto de Paráclito un in-
religioso) de por qué Juan identifica el Paráclito con el Pneuma. Según tento joánico de cristianizar el concepto general de Pneuma: el Paráclito
G. Johnston m, en el Evangelio de Juan se da una doble noción de Pará- sería una interpretación cristológica del Pneuma a fin de mantener una
clito. Por un lado, una noción polémica contra las especulaciones del pri- relación de continuidad entre la revelación histórica de Jesús y la situación
mer judaismo sobre un ángel-paráclito, intercesor ante Dios. En Qumrán, hermenéutica concreta de la comunidad joánica. Pero ¿por qué necesita
este ángel o paráclito recibe el nombre de «espíritu de la verdad», y el Juan el concepto de «Paráclito?» Podía haber cristianizado directamente el
ángel Miguel es identificado con el patrono de Israel. A fin de subrayar la «Pneuma», como sucede en el paulinismo y en el resto del Nuevo Testa-
exclusividad salvífica de Jesús, Juan habría dado al Espíritu Santo, el don mento. Han tenido que intervenir otros factores. En cualquier caso, el
pascual de Jesús, el nombre de «Paráclito», el cual sería una realidad total- concepto de «Espíritu de la verdad» (utilizado en Jn 14,17; 15,26; 16,13)
mente dependiente de Jesús. Por otra parte, Juan habría identificado el es también corriente en Qumrán (QM 4,23-24). Esto quiere decir que,
poder activo presente en determinados responsables de la comunidad con
el Espíritu de Dios. Uniendo ambos conceptos, el Espíritu de Cristo sería el
Espíritu que actúa en los maestros de la Iglesia y garantiza la fiel continui- '3* G. Bornkamm, Der Varaklet im Johannesevangelium (Hom. R. Bultmann; Stutt-
dad con la revelación originaria de Jesús. En opinión de R. Brown125, Kiin 1949) 12-35.
1,7
I. de la Potterie, Le Paraclet, op. cit., espec. 90ss.
123
'" R. Schnackenburg, Johannesevangelium III, 156-173.
J. Ysebaert, Greek Baptismd Terminology (Nimega 1962). "* Bruce Vawter, Ezekiel and John, op. cit., 455ss.
124
G. Johnston, Spirit-Paraclete, op. cit., 119-146. '" J. Blank, Krisis, op. cit., 329; S. Schulz, Die Stunde der Botschaft. Einführung
123
R. Brown, Evangelio según Juan II, 1520-1530, in die Thcolngic der vier Evangelien (Hamburgo 1967) 359.
416 EL JOANISMO RETORNO AL PADRE 417

en determinados círculos del primer judaismo, «Espíritu de la verdad» en nombre propio» (16,13): «tomará de lo mío y os lo interpretará» (16,
era una fórmula usual. El Paráclito, Espíritu de la verdad, tenía en tales 15). Con esta conciencia, Juan se atreve a escribir su propio evangelio,
círculos el sentido, eminentemente jurídico, de «abogado» m. Estas figuras en el que reproduce —interpretándola de nuevo— la anterior tradición de
de intercesores tienen una gran importancia en Qumrán m . El primer ju- Jesús. En la línea de esta actualización pneumática que hace Juan del men-
daismo utiliza el concepto de «Paráclito» en el sentido de consejero y saje de Jesús sobre el reino de Dios resultan comprensibles las palabras
abogado del «justo doliente» en un mundo en el que parece que el bien finales del cuarto evangelio: «Otras muchas cosa hizo Jesús. Si se escri-
lleva siempre las de perder y el mal siempre triunfa («dualismo» no ajeno bieran una por una, me parece que los libros no cabrían en el mundo»
al joanismo). (21,25). Todas las comunidades del mundo deben, en efecto, escribir su
En mi opinión, no podemos por menos de considerar la figura judía propia historia de Jesús, el Viviente. Entre todas esas historias, el joanis-
del paráclito Miguel como el modelo que Juan tenía presente al hablar del mo es una concepción de Jesús como lo son el paulinismo y los sinópti-
«Espíritu de la verdad» como Paráclito (por tanto, sin dependencia de cos. La gran Iglesia la ha reconocido como una concepción legítima; y
Qumrán). Yo no veo que en Juan haya influido el gnosticismo y sí, en ese reconocimiento es lo que busca Jn 21.
cambio, la línea «heterodoxa» del primer judaismo. Por eso creo que de-
beríamos tomar en serio la obra de G. Johnston. Al analizar la carta a los Con todo lo dicho estará claro que Juan representa una escatología
Hebreos, decíamos que el autor de esta homilía insiste en que quien está marcadamente actualizada, personalizada en la figura del Jesús glorificado,
sentado a la derecha de Dios no es un ángel, sino el hombre Jesús, el el cual «mora» con el Padre y el Espíritu en la comunidad cristiana. El
Hijo. Indudablemente, algunos círculos del cristianismo primitivo reaccio- creyente posee ya la vida eterna. El juicio y la vida eterna se han hecho
naron contra una especie de cristología angélica. Además, el término griego realidad en la muerte de Jesús, con su retorno al Padre. La muerte es ya
parakletos estaba tan extendido en todo el mundo helenista, y en el pri- el comienzo de la glorificación, no propiamente por sí misma (tampoco
mer judaismo palestinense, que en hebreo se transcribía simplemente el lo ve así Juan), sino como momento constitutivo de la ascensión a Dios.
término griego (peraklit, junto al término hebreo melis). El ángel media- Juan no elimina la realidad angustiosa de la muerte, sino que la ve en
dor e intercesor parece ser una idea corriente ya en el libro de Job. Juan, cuanto padecida por el Hijo preexistente. Por tanto, no es posible separar
partiendo de su propia cristología, se opone también a la idea de un «ángel la muerte de la resurrección: el morir de Jesús es una victoria sobre la
paráclito», un guía espiritual de la comunidad cristiana, como Miguel lo muerte o, dicho de otro modo, es una sola cosa con la resurrección. Para
era de Israel. No obstante, hay que admitir las indicaciones de R. Brown, Juan, la resurrección (20,9) —invisible para «el mundo»— es el reverso
G. Johnston y O. Betz: el concepto joánico de Paráclito fue sugerido por de la muerte de Jesús. Pero la resurrección significa que Jesús, precisa-
la angelología del primer judaismo, pero Juan le da un tono polémico mente en cuanto hombre, recupera su gloria preexistente (17,5). No se
(o sería el resultado de un problema anterior ya resuelto en la comunidad despoja de su humanidad, sino sólo de la caducidad de la sarx. En este
joánica antes de la aparición del evangelio); la hipótesis «gnóstica» es, en sentido existe una radical diferencia con las concepciones de la época so-
mi opinión, totalmente superflua. bre los seres celestes (por ejemplo, el ángel Rafael en el libro de Tobías),
En los cinco textos en los que Juan habla del Pneuma se refleja la los cuales asumen la «forma de un hombre» y, cuando vuelven al cielo,
identidad de la Iglesia joánica y, por tanto, también del cuarto evangelio: se despojan de ella. Si fuese ésta la concepción de Juan, tendríamos que
nos hallamos ante una actualización eclesial, temática y consciente, del eliminar del cuarto evangelio el capítulo 20. El Jesús joánico muestra las
mensaje de Jesús. Juan ve la autoridad para «realizar este cometido en el manos y el costado traspasado (20,20), no como prueba antidocetista, sino
don pascual del Espíritu que conduce a la Iglesia a la verdad plena. El para subrayar la identidad existente entre el Jesús histórico y el Cristo
Evangelio de Juan es consciente del desarrollo que la propia comunidad celeste.
joánica hace de la tradición o del dogma. E invocando a Jesús, Juan soli- De todos modos, para Juan no coincide la «vida eterna» con la resu-
cita el reconocimiento oficial de esta visión de Jesús (Jn 21): Pedro tiene rrección, como ocurre en Pablo. La vida eterna ya ha comenzado, pero
que aceptar el destino peculiar del «discípulo amado» (21,21-22). El joa- precisamente por ello, gracias a la unión vital de Dios en Cristo, la muerte
nismo esoribe de nuevo la fe de la tradición apostólica actualizándola a ya no es una realidad perniciosa para el cristiano: morir es ir al Padre.
las circunstancias de la propia comunidad. Juan no escribe por sí mismo, No veo ninguna razón que nos obligue a admitir que el aspecto futuro,
sino que, cuando él habla de Jesús, es el Espíritu Santo quien habla «no «pendiente» (que aparece en el Evangelio de Juan a pesar de que ha ac-
tualizado la escatología en clave de personalización) se remonta a un pos-
131
O. Betz, Der Paraklet, op. cit., 56-72, 113-116. Esto lo admite también u-iior «censor» eclesiástico, por más que en el evangelio canónico se ad-
R. Brown, Evangelio II, 1523s. Cf. nota 57 en p. 522. viertan tensiones entre tradición y redacción. La experiencia del «ahora»
132 fscntológico es tan fuerte en la comunidad joánica, que es el propio evan-
QD (Documento de Damasco de Qumrán) 5,17-19; Rollo de la guerra 13,10;
17,6-7. gelista quien reacciona contra una especie de visión anticipada de Dios
27
418 EL JOANISMO LA PERSONA DE JESÚS: EL HIJO 419

(1,18; 5,37; 6,46; 14,8). Juan, aunque sigue la línea de una tradición lio de Juan) y en una fase todavía posterior a su concepción y nacimiento
sinaítica, se muestra muy moderado, aun cuando las «moradas celestes» (Mateo y el relato lucano de la infancia). La confesión comunitaria de que
que Jesús ha ido a preparar (14,1-4) están «habitadas» por los cristianos Jesús es el Hijo de Dios se convierte también en una confesión bautismal
ya desde la Pascua, pues «vendremos (en la Pascua) a ellos y moraremos (cf. Hch 8,37, el llamado «texto occidental»; Heb 4,14; Col 1,12-13). De-
(menein) con ellos» (14,23). La reciprocidad del amor —yo en vosotros, bido a ello, así como Jesús aparece con ocasión de su bautismo como el
vosotros en mí— quiebra las imágenes espaciales de descenso y ascenso. Hijo de Dios, así también los cristianos aparecen con ocasión del bautismo
Sin embargo, esta vida celeste de los cristianos que viven en la tierra sigue cristiano como «hijos de Dios» (Gal 3,26-27; 4,6; Rom 8,14-15 con
teniendo una dimensión futura. También Juan conoce un futuro para los 1 Cor 12,13).
muertos: «Se acerca la hora en que escucharán su voz los que están en el Ya en el fragmento prepaulino de Rom 1,3-4 se dice que Jesús procede
sepulcro y saldrán» (5,28). Juan distingue entre «aquel día» (sobre todo humanamente de David, pero que fue constituido Hijo de Dios por y
14,20), es decir, la Pascua, y «la resurrección en el último día» (6,39b). desde su resurrección. La resurrección aparece aquí como confirmación di-
Esta distinción se afirma expresamente: «Quien come mi carne y bebe vina de lo que se había afirmado en el primer párrafo: la dignidad daví-
mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día» (6,54; esto dico-mesiánica de Jesús. Es sumamente inseguro que en el primer judaismo
constituye, sin embargo, una especie de duplicado en el que lo dicho se el Mesías recibiera de hecho el título «Hijo de Dios». ¿Cómo llegó, pues,
explica luego en términos «sacramentales»; cf. también 12,48); el propio el cristianismo primitivo a atribuir a Jesús este título?
evangelista hace la misma distinción en 6,40. Juan cristologiza la escato- Tenemos ante todo que Jesús se dirige a Dios llamándolo Abba. Como
logía general, pero no «desescatologiza» el ésjaton cristiano. Se sigue man- en los evangelios sinópticos (especialmente Me 14,36), el Jesús joánico
teniendo el «ya» y el «todavía no», pero en una comunidad que vive en llama en la oración a Dios Abba, «Padre» (Jn 11,41-42; 12,27-28; 17).
el «ya» de la gracia pascual. Esta tensión se refleja en un texto indiscu- Históricamente, es un hecho seguro que la figura de Dios como Padre
tiblemente joánico: «Yo soy la resurrección y la vida: el que tiene fe en llenó totalmente la conciencia de Jesús 133 . Aunque el Nuevo Testamento
mí, aunque muera, vivirá; y todo el que esté vivo y tiene fe en mí, no no nos ofrece datos claros al respecto, el hecho cierto de que Jesús tenía
morirá nunca» (11,25). En esto precisamente consiste la paradoja joánica clara conciencia de Dios como Padre nos permite concluir que Jesús mis-
de la vida eterna ya comenzada del cristiano, que es «de Dios» desde la mo se consideró Hijo del Padre. Lo uno implica lo otro. La confesión
Pascua (como Jesús) y que, a pesar de ello, espera la resurrección del final cristiana de fe se basa, entre otras cosas, en la visión que Jesús tenía de
de los tiempos: grano de trigo, al igual que Jesús. sí mismo ya antes de la Pascua, como se dice también en un logion de Q:
«Mi Padre me lo ha enseñado todo; al Hijo lo conoce sólo el Padre y al
Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar»
(Mt 11,27 = Le 20,22; cf. Jn 10,15, si bien difícilmente se puede hablar
IV
aquí de que Mt y Le dependan directamente de Juan). Se trata de una
idea sapiencial del primer judaismo. Esta tradición de Q indica que la
LA PERSONA DE JESÚS EN EL JOANISMO: EL HIJO
cristología del Hijo responde a un estadio muy antiguo de la interpretación
cristiana de Jesús y no es una creación del joanismo. Tanto la tradición Q
Para Juan, Jesús es un don del Padre: el verdadero pan para todos los como el Evangelio de Juan remiten a una tradición palestinense, probable-
hombres (6,32). Dios da a su propio Hijo (3,16) la propiedad singular y mente de tipo sobre todo sapiencial, si bien aquí confluyen otras líneas de
más preciosa del Padre (1,14.18; 3,16.18; 1 Jn 4,9). Por eso, Juan habla tradición, especialmente la especulación apocalíptica sobre el tema de la
con frecuencia del «Hijo» en sentido absoluto (3,16.17.35.36ab; 5,19bc. filiación (cf. infra). En realidad, el logion de Q explica la comprensión
20.21.22.23ab.26; 6,40; 8,35-36; 14,13; 17,1; cf. el controvertido texto que Jesús tenía de sí mismo a la luz de su experiencia del Abba. Otras
de 1,18) y también del «Hijo de Dios» (3,18; 5,25; 10,36; 11,4, y en expresiones neotestamentarias indican esa misma dirección: Jesús es «el
las confesiones de fe: 1,34; 1,49; 11,27; 20,31); habla, además, de «el Hijo amado» (Me 1,11; 9,7; 12,6 par.), «el Hijo único» (Jn 1,14.28; 3,
Padre y el Hijo» (5; 3,35; 6,40; 14,13). Fuera de Juan, el Nuevo Testa- 16.18; 1 Jn 4,9), «el primogénito» (Rom 8,29; Col 1,15.18; Heb 1,6).
mento habla sólo en casos excepcionales en términos absolutos de Jesús
(Mt 11,27 = Le 10,22; Me 13,32 par. Mt 24,36; Mt 28,19; además: Tenemos también una prueba de Escritura. Jesús fue condenado a
1 Cor 15,28; Heb 1,2.8; 3,6; 5,8; 7,28). En la historia de la tradición, muerte por Pilato como «rey de los judíos». También esto es histórica-
el predicado «Hijo de Dios» está originariamente unido con la elevación/ mente cierto. El hecho de la resurrección, atestiguado ya en 1 Cor 15,3ss,
resurrección de Jesús (Hch 2,36; 4,25-26; 5,30-31; 13,13; Rom 1,3-4); os para los cristianos una confirmación divina de las pretensiones mesiáni-
sólo más tarde se relaciona con el bautismo de Jesús en el Jordán (Me 1, cus de Jesús. Pero ésa era la piedra de escándalo para los judíos: es ab-
11; Mt 3,16-17; Le 3,21-22; Jn 1,34). El predicado se aplica después al
Jesús preexistente (Gal 4,4; Rom 8,3; 1 Cor 2,7; 8,6; Flp 2,6ss; Evange- '" ("f. Jesús, la historia de un viviente, 232-244.
420 EL JOANISMO LA PERSONA DE JESÚS: EL HIJO 421
surdo que Dios confirme a un crucificado maldito en el madero de una figuración (Me 9,2-13) o mediante obras y signos (Evangelio de Juan). No
cruz. De ahí que los cristianos se preocuparan de buscar en la Escritura sólo en la experiencia que Jesús tenía de Dios como Abba, sino también
pruebas para mostrar que, según los designios de Dios, el Mesías tenía que en las tradiciones del primer judaismo había motivos que permitían cali-
padecer y, por otro lado, que también la Escritura establecía un nexo entre ficar con razón al Mesías Jesús con el título de «Hijo de Dios».
la resurrección y el hecho de ser hijo de Dios (2 Sm 7,12-14). En diversos Finalmente, la línea apocalíptica ha influido también en la cristología
lugares del Nuevo Testamento se cita este texto de Samuel: Rom 1,3-4 134; del Hijo. Sin embargo, en la literatura apocalíptica no aparece nunca, que
Le 1,32-33; Heb 1,5; Hch 13,33-34; todos ellos remiten a tradiciones más yo sepa, el título de «Hijo» para designar al portador escatológico de la
antiguas. Además, especialmente en Hch 13,33-34 y Heb 1,5, la prueba salvación, mientras que en la apocalíptica posterior, sobre todo en 1 Hen
escriturística de 2 Sm se une a la de Sal 2,7. De Sal 2 y 89 se deduce 48,10 m, se confunde el concepto de Hijo del hombre con los de Mesías
una estrecha relación entre Mesías e Hijo de Dios. Lucas llama a «los e Hijo de Dios. En tiempos de Jesús, el concepto de Hijo del hombre
nacidos de la resurrección» «hijos de Dios» (Le 20,6): «ya no pueden estaba muy extendido en el judaismo no oficial, «heterodoxo». También
morir» (20,36a). en las Odas de Salomón se habla de una figura de redentor que desciende
Tenemos, sobre todo, la línea sapiencial. En el libro de la Sabiduría, y asciende, designado con los nombres de «Logos» (OdSl 12,16.29.37.41),
el «hijo de Dios» se caracteriza por poseer la «vida eterna» (Sab 2,23; «Hijo de Dios» (OdSl 36,41.42) o «Hijo del hombre» (OdSl 36,41). Aquí
6,19; 1,15; 3,4; 4,1; 8,13.17; 15,3). Al mismo tiempo, se procura un se emplean además en sentido absoluto los términos «Padre» e «Hijo»
marco sapiencial al siervo de Dios del Deuteroisaías (Sab 2,13) I35 . Tam- (OdSl 3,7; 7,12.15; 19,2; 23,18.22; 31,4, etc.). Aunque las Odas reflejan
bién los mártires son llamados «hijos de Dios», porque se les promete la una influencia cristiana (probabilísimamente no joánica), documentan el
vida eterna (2 Mac 7,34). Recordemos un texto citado anteriormente: uso de los términos Hijo, Sabiduría, Logos y Hombre o Hijo del hombre
«¿Quién subió al cielo y luego bajó?... ¿Cómo se llama su hijo?» (Prov en el judaismo helenista de Palestina 137. En estos ambientes, el Hijo del
30,4). Hablando del Hijo de Dios, Jesucristo, se dice que su resurrección hombre es un ser que viene del cielo. También en el grupo de Esteban
manifiesta o hace patente que él es y era el Hijo de Dios (Rom 1,4). El tenía un papel importante la figura del Hijo del hombre (Hch 7,56).
libro de la Sabiduría viene a decir lo mismo: la exaltación del sabio y Ya hemos dicho que en el primer judaismo, debido en parte a influencia
justo por Dios muestra que ya era «hijo de Dios» cuando otros lo ultra- griega, la trascendencia de Dios se expresaba atribuyéndole diversos nom-
jaban y rechazaban. Porque lo era, al ser exaltado queda de manifiesto su bres. Esta variedad de nombres era expresión de la singularidad de una
condición: entonces se desvela su identidad oculta. En este contexto apa- persona. En particular, el círculo de Esteban tuvo cada vez mayor con-
rece claro el significado de las apariciones neotestamentarias: entonces es ciencia de que en Jesús se había realizado la revelación definitiva de la
evidente para quienes creen que de hecho Jesús era y es el Hijo de Dios salvación de Dios y que tal revelación era muy superior a la de la Sabi-
y que posee vida eterna. En ellas el «Hijo de Dios» se revela también duría en la Tora. Pero tanto la Tora como la Sabiduría de Dios que habla
como el Viviente (cf. Gal 1,12.16; Hch 9,3ss). Se trata de un conocimien- en la Tora eran consideradas como realidades preexistentes. La superiori-
to de la filiación divina de Jesús que no proviene «de los hombres» (Gal dad de Jesús sobre la revelación salvífica inherente a la ley implicaba casi
1,1.16; Mt 16,16-18), sino de una revelación (Gal 1,16; Mt 16,17). El necesariamente la idea de preexistencia 138 en el sentido de ser anterior a la
tema de Sab 2-5 es claramente perceptible en los sinópticos y en Pablo creación y de mediador en la acción creadora, nombres que se aplicaban
(Gal 1,12-16): el Hijo de Dios, oculto en un principio, desconocido en su ya a la revelación de la Sabiduría en la ley. Los cristianos, haciendo suyos
verdadera identidad, es conocido con su resurrección o exaltación. Tam- estos predicados, expresaron que Jesús es la revelación escatológica de Dios,
bién el Evangelio de Juan parte de esta revelación dada con la resurrec- es decir, la revelación plena y definitiva de la salvación. Este es también el
ción, pero une las perspectivas prepascual y pospascual: a pesar de los objetivo fundamental de todo el Evangelio de Juan. Pablo había dicho lo
malentendidos, ya antes de la Pascua reconocen los discípulos a Jesús como mismo: «De él viene que vosotros, mediante Cristo Jesús, tengáis existen-
Hijo de Dios; «los judíos», en cambio, no lo reconocen. Como la ley (Is cia, pues él se hizo sabiduría que viene de Dios: nuestra justicia, consa-
51,4-6), Moisés (Eclo 24,7) y el Profeta (Is 42,6.7.16; 49,5-6.8-9), Jesús gración y redención» (1 Cor 1,30).
es Hijo de Dios, «la luz del mundo» (Le 2,32; Evangelio de Juan). Preci-
samente porque Jesús es ya, ocultamente, el Hijo de Dios, puede «mani- ™ U. B. Müller, Messias und Menscbensohn, op. cit., 52ss, 81ss y lllss.
festar», antes de la manifestación pascual, su gloria mediante una trans- '" C. H. Talbert, The Myth of a Descending-Ascending Redeemer in Mediterránea»
Anliquity: NTS 22 (1976) 418-440; J. H. Charlesworth, The Odes of Solomon (Ox-
134 ford 1973): «Hijo del hombre» como título mesiánico (127-128).
O. Betz, Wbat do we know about Jesús? (Londres 1968) 87ss y 96ss. "" P. Schafer, Die Torah der messianischen Zeit: ZNW 65 (1974) 27-42. Ade-
135
Cf. supra, pp. 302-305, y Jesús, la historia de un viviente, 260-262; G. Nickels- más, la idea de la preexistencia de Jesús es una tradición más antigua que los relatos
burg, Immortality, op. cit., 62; Kl. Berger, Die Auferstehung des Propheten und die de ln infancia de Mateo y Lucas; cf. M. Hengel, Der Sohn Gottes (Tubinga 1975)
Erhóhung des Menschensohns (Gotinga 1976) 209-213. • 112.
422 EL JOANISMO LA PERSONA DE JESÚS: EL HIJO 423

Para Juan, Jesús es el evangelio, el mensaje: «la Palabra». El reino Jesús y Dios de una manera funcional, como se ve en la argumentación
de Dios predicado por Jesús es para Juan Jesús mismo: el amor de Dios utilizada por el propio Jesús joánico (10,34-38): Jesús es para Juan real-
ha ofrecido, en el don de Jesús de Nazaret, en su Hijo único, de una mente un hombre, pero un hombre que tiene una relación única y tras-
vez por todas la salvación a todos los hombres, una salvación que no viene cendente con Dios. Quien le conoce, conoce al Padre (8,19), y quien ve a
del mundo, sino de Dios en y por el hombre Jesús, el cual se identifica Jesús ve al Padre (14,9). Las palabras y acciones de Jesús revelan su pro-
con la voluntad salvífica del Padre y, al mismo tiempo, con los hombres, pia persona 139, o sea, revelan el misterio de su unidad de vida con el
cuyas cargas y culpas ha cargado sobre sí: es el cordero de Dios. Por ser Padre. En este sentido, la función es su misma persona. El Padre y Jesús
Hijo de Dios, este «ser salvífico» que es Jesús tiene su origen en Dios: son dos personas, pero una sola cosa en el amor, en la voluntad y en las
Jesús es la iniciativa de Dios, independientemente de cualquier esfuerzo obras. Jesús revela a Dios, al Padre, revelándose a sí mismo. El joanismo
humano. En su sarx o condición humana nos ha mostrado quién es Dios no precisa esta dualidad en la unidad del Padre y del hombre Jesús (1,14;
para nosotros y qué significa el hombre para Dios. Ese es el mensaje 1,30; 4,29; 8,40; 9,11.16; 10,33), que es el Hijo. También para Juan,
joánico, expresado con ayuda de los conceptos clave del judaismo palesti- dentro de esta unidad formada por dos personas estrechamente unidas en-
nense «heterodoxo». Lo invisible —el Dios inaccesible— se nos ha hecho tre sí, el Padre es «mayor» (14,28): el Padre es el objetivo de la vida de
visible en Jesús. Detrás de Jesús de Nazaret hay un designio divino y un Jesús (13,1; 14,12.28; 16,10.17.28; 17,11.13; 20,17). Dios mismo ha ve-
plan divino que están relacionados con los proyectos del Dios creador. El nido a nosotros en Jesús. En la vida, muerte y resurrección de Jesús, Dios
núcleo del joanismo radica en que Jesús no es un «fenómeno religioso» se ha revelado como un Dios de los hombres: «Dios es amor» (1 Jn 4,8
contingente e histórico, capaz de inspirar a los hombres, sino la personi- y 16). «Quien hace el bien es de Dios, quien hace el mal no ha visto a
ficación histórica de un designio consciente del Dios creador y salvador: Dios» (3 Jn 11b).
Jesús es «el redentor del mundo» (Jn 4,42; 1 Jn 4,14). Solamente a par- De todo esto se desprende que plantear la alternativa de una cristo-
tir de Dios (6,46; 7,29; 9,33; 16,27-28; 17,8) o del mundo pneumático logía «desde abajo» o «desde arriba» es un dilema moderno y falso. Por
(4,24; 3,6) es posible comprender a este hombre. En la libre iniciativa eso en este libro y en el anterior sobre Jesús no he querido utilizar esa
del hombre Jesús actúa una iniciativa más fundamental: la iniciativa del terminología.
Padre. Jesús es enviado (3,17.34; 4,34; 5,23.24.30.36.37; 6,29.38.39.40.
57; 7,16.18.29; 8,16.18.26.29.42; 9,4; 10,36; 11,42; 12,44.45.49; 13,20;
14,24; 15,21; 16,5; 17,3.8.18.21.23.25; 20,21). Esa es la razón de que el
Jesús joánico repita una y otra vez: Yo no hago nada por mí mismo (5,30)
ni puedo hacerlo (5,19), sino que hago lo que el Padre me dice (3,35b;
5,20b.23.36; 14,10); yo digo y hago lo que he visto y oído junto al Padre
(8,28.38.40; 12,50; 15,15; cf. 5,20 y 3,11); cumplo solamente la volun-
tad del Padre (4,34; 8,29; 10,18; 12,49-50; 14,31). El Padre da a Jesús
lo que el Padre es realmente: su nombre (17,11.12). Da a Jesús su propia
doxa o gloria (17,22.24). Pone en labios de Jesús sus propias palabras
(17,8); ha puesto todo en su mano (4,34; 13,3). Sobre todo, el Padre ha
concedido a Jesús «disponer también de la vida» (5,26), esa plenitud de
vida de la que pueden participar los demás. El Padre ha confiado también
a Jesús los que creen en él (6,37.39; 9,24; 10,29; 17,2.6.9; 18,9). En
otras palabras: Dios da a su propio Hijo (3,16). En Jesús Dios se da a sí
mismo para la salvación del mundo. En esta grandiosa iniciativa salvífica
coinciden la acción del Padre y la de Jesús: el Padre está con Jesús (8,29;
16,30), ambos son —aunque el Padre sea mayor (14,28)— una sola cosa
(10,30; 17,11.22) con un amor recíproco inmanente (10,38; 14,10.11.20;
17,21.23). Con el Padre, ho Theos, Jesús tiene una relación de unidad y m
J. Riedl, Das Heihwerk Jesu nach Jobannes (Friburgo 1973); John A. T. Ro-
de dependencia. binson, The Use of the Fourih Gospel for Christology Today, en Christ and Spirit
in the New Testament (Hom. C. Moule; Cambridge 1973) 61-78; H. Schlier, Der
De lo dicho resulta claro que Juan representa una cristología funcional, Offenbarer und sein Werk nach dem Jobannesevangelium, en Besinnung auf das Neue
Testament II (Friburgo 1964) 254-260; K. Wennemer, Theologie des «Wortes» im
pero no en el sentido moderno del término. Es sorprendente ia preferencia
)ohatinesevangelium: Schol 38 (1963) 1-17.
de Juan por emplear verbos en vez de sustantivos. Ve la relación entre
EL APOCALIPSIS 425

CAPITULO VI entre Cristo y Satán. El ésjaton nos permite entrever la estructura de


nuestra historia. Pero esta visión apocalíptica no pretende describir el cur-
CRISTO, EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO: so concreto de la historia humana, sino que presenta un grandioso cuadro
EL APOCALIPSIS apocalíptico: el poder soberano del Cristo muerto y resucitado, que ha
ocupado para siempre su trono junto a Dios (tal es el núcleo del kerigma
cristiano) y ejerce la justicia divina en el mundo. En el género literario de
la apocalíptica, la historia terrena se desarrolla en dos planos: las esferas
celestes de los arcontes o ángeles celestes protectores de los pueblos 2 y
nuestra historia terrena. El vidente apocalíptico contempla, por decirlo así,
las esferas celestes y obtiene un profundo conocimiento de la historia hu-
Bibliografía: H. Bietenhard, Das Tausendjahrige Reicb. Eine biblisch-theologische mana.
Studie (Zurich 21955); O. Bocher, Die Johannesapokalypse (Darmstadt 1975); J. Bon- Lo peculiar de este apocalipsis cristiano consiste en que no es atribuido
sirven, L'apocalypse de saint ]ean (París 1951); Ch. Brütsch, La ciarte de l'Apocalypse a un gran personaje del Antiguo Testamento, como Henoc, Moisés o Elias.
(Ginebra 51966); L. Cerfaux y J. Cambier, L'Apocalypse de saint ]ean lúe aux chré-
tiens (Lectio Divina 17; París 1955; ed. española: El Apocalipsis de san Juan leído El autor se presenta como «Juan, hermano vuestro, que comparto con
a los cristianos, Madrid 21972); J. Comblin, Le Christ dans l'Apocalypse (Bibl. de vosotros la lucha, el linaje real y la constancia cristiana» (1,9), como un
Theol. III/6; Tournai-París 1965; ed. española: Cristo en el Apocalipsis, Barcelona, «siervo de Dios» (1,1; 22,6); se trata evidentemente de un dirigente de
1969); O. Cullmann, Die Christologie des Neuen Testaments (Tubinga 1957); la Iglesia, pues se sabe llamado y autorizado (10,7) a escribir a las igle-
A. Feuillet, L'Apocalypse. État de la question (Studia Neotest. 3; París-Bruselas 1963); sias; posee el carisma profético (19,10; 22,8) y dirige un mensaje a siete
A. Gelin, L'Apocalypse (París 1938); T. F. Glasson, The Revelation of John (Cam- iglesias locales cuya sede metropolitana —valga la expresión— es Efeso,
bridge 1965); Tr. Holtz, Die Christologie der Apokalypse des ]ohannes (Tu 85; capital del proconsulado romano de Asia.
Berlín 1962, 21970); M. Kidle, The Revelation of saint John (Moffat NTC; Nueva
York 1940); H. Kraft, Die Offenbarung des Johannes (HNT 16a; Tubinga 1974); Es curioso que este libro, dirigido en forma de carta a varias iglesias
E. Lohmeyer, Die Offenbarung des Johannes (NTD 11; Gotinga 21966); U. Müller, de Asia Menor, a pesar de ser conocido en toda la Iglesia hacia los años
Messias und Menschensohn in jüdischen Apokalypsen und in der Offenbarung des 120-150, fue aceptado como canónico antes en Occidente que en Oriente,
Johannes (StNT 6; Gütersloh 1972); H. H. Rowley, The Relevance of Apocaliptic donde no lo fue hasta el año 691 (sínodo Trulano). La redacción final del
(Londres 21966); A. P. van Schaik, De Openbaring van Johannes (Roermond 1976); libro se suele datar entre los años 81 y 96 (hacia el final del mandato del
A. Visser, De Openbaring van Johannes (Nijkerk 1965); P. Volz, Die Eschatologie der emperador Domiciano), debido a que entonces se obligó a los cristianos a
jüdischen Gemeinde im neutestamentlichen Zeitalter (Tubinga 21934). dar culto al emperador. Lo históricamente cierto es que el emperador Do-
miciano mandó erigir en Asia Menor templos para la celebración de dicho
Voy a limitarme a analizar las implicaciones teológicas del libro del culto. Los cristianos se opusieron a tales prácticas (Ap 13,4.12; 14,9.11;
Apocalipsis, que también ha recibido el nombre de «evangelio en forma 16,2; 19,20). Muy probablemente, el Apocalipsis se escribió en su forma
de himno». ¿Qué visión tiene el Apocalipsis de la salvación de Dios en definitiva tras la muerte de Domiciano, es decir, a comienzos del pacífico
Jesús? Es claro que este Apocalipsis cristiano ha dado gran pábulo a la gobierno de Nerva (96-98).
imaginación de los cristianos, e incluso de los científicos. El opúsculo de Al parecer, el plan original de la obra se limitaba a los siete sellos,
Otto Bocher nos ofrece una panorámica, de fácil lectura pero superficial, tras los cuales debía ocurrir la manifestación de Dios, la resurrección y el
de los estudios exegéticos sobre el Apocalipsis realizados desde 1700 en juicio universal. En realidad, después del séptimo sello prosigue una serie
adelante'. * de nuevas visiones: la de las siete trompetas y la de las siete copas. No
El autor de esta «revelación» nos ofrece un apocalipsis cristiano que aparecen, sin embargo, tres grandes elemento típicos de la expectación apo-
se sitúa en la tradición apocalíptica judía y utiliza materiales anteriores. calíptica del fin del mundo: la intervención del profeta escatológico, la
Ve la lucha de la humanidad, la Iglesia, en favor del bien y en contra del gran prueba final y la afluencia de los paganos a Jerusalén con el retorno
mal —la lucha por la justicia— a la luz del combate apocalíptico-escatoló- de todos los judíos dispersos. Los hechos ocurridos en tiempos de Domi-
gico que sostienen, por un lado, Dios, el Cristo inmolado y Jerusalén y, ciano indujeron, sin duda, al autor a modificar su plan original. Debido a
por otro, el Dragón, la Bestia y Babel; se trata, en definitiva, de la lucha tales circunstancias, ve en Domiciano la figura bajo la cual se manifestará
Satán al final de los tiempos. Lo que en un principio se consideraba un
1
O. Bocher, Die Johannesapokalypse, op. cit., 1-25. En un opúsculo, casi a modo acontecimiento escatológico (el contenido del libro cerrado con los siete
de fichero, el autor recoge todo lo que los exegetas han dicho sobre el Apocalipsis; sellos) se convierte ahora en un hecho preescatológico. El tiempo final es
sigue la exposición, un tanto precipitada y apodíctica, de la «posición personal» del
autor. El trabajo es, sin embargo, de gran utilidad. ' 1
Jesús, la historia de un viviente, 109-113.
426 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO TÍTULOS GLORIOSOS DE CRISTO 427
inaugurado entonces con las figuras de Satán, del anticristo y del falso autor (A. Feuillet); otros, en cambio, no ven en la obra ninguna incohe-
profeta, que son los adversarios de Dios, de Cristo y del profeta escatoló- rencia, sino una síntesis de los conceptos de Hijo del hombre, Mesías real
gico. Así resulta un esquema un tanto «dualista»; incluso la comunidad y Siervo de Yahvé (cordero) (J. Comblin), mientras que otros autores, en
eclesial tiene un antagonista en la gran prostituta, la «ciudad terrena». fin, explican las incoherencias aduciendo la fidelidad del autor apocalíptico
Las siete cartas (2,1-3,22), algo desligadas de lo que es propiamente a las tradiciones veterotestamentarias, que no siempre resulta posible armo-
apocalipsis, fueron incluidas más tarde orgánicamente en el conjunto. Así, nizar (H. Kraft). El género apocalíptico no admite fácilmente una sistema-
la oristofanía (que originariamente iba antes de 4,1) tiene ahora una doble tización lógica, pues tiene su propia lógica. El autor se inclina por una
función: con respecto a las siete cartas (1,9-11) y (siguiendo el proyecto «cristología del cordero» (cf. infra). Cristo, muerto y exaltado, es ya Se-
original) también con respecto al apocalipsis de los acontecimientos esca- ñor de la comunidad; a esto se contrapone una «cristología del Mesías»
tológicos (1,19). Ap 2,1-3,22 perturba, pues, el significado peculiar de la en el sentido nacionalista judío, una figura combativa que triunfa sobre
cristofanía. La visión de la manifestación de Cristo estaba relacionada ori- todas las naciones. El autor encuentra esta última tendencia en sus fuentes
ginariamente sólo con el apocalipsis, pero fue adaptada después y conver- veterotestamentarias (muy utilizadas por la exégesis intertestamentaria de
tida en un encargo de exhortar a las siete iglesias de Asia Menor. la época) y la incluye en su obra, subordinándola a su propia «cristología
Algunos intérpretes opinan que el autor del Apocalipsis es un judío, del cordero». Es lógico, por tanto, que haya incoherencias. La apocalíptica
y no procedente de la diáspora. Pero esta hipótesis no puede apoyarse en judía palestinense tenía un carácter particularista y nacionalista, mientras
el hecho de que el autor piensa evidentemente en hebreo y escribe en un que el judaismo de la diáspora era universalista. Estas tendencias, que no
griego bastante deficiente. Precisamente en los círculos apocalípticos se habían sido reducidas a una síntesis, pasaron al cristianismo primitivo. En
solía deformar intencionadamente la lengua griega (incluso la koiné del el «libro de los siete sellos» aparece en primer plano la «cristología del
lenguaje cotidiano). Los apocalípticos son «exegetas» del Antiguo Testa- cordero».
mento: no pretenden aportar nada nuevo, sino ver qué les dice el Antiguo En su primera aparición en el Apocalipsis, Jesucristo es presentado
Testamento acerca de los sucesos contemporáneos y escatológicos, combi- como «el testigo fidedigno, el primero en nacer de la muerte y el sobe-
nando para ello diversos textos veterotestamentarios. Propiamente no citan rano de los reyes de la tierra» (1,5). El trasfondo de estos tres títulos
textos del Antiguo Testamento, sino que piensan con ellos. La lengua parece ser el kerigma eclesial de la muerte de Jesús, de su resurrección
griega utilizada por los judíos es para estos apocalípticos demasiado «vul- de la muerte y de su exaltación a la derecha de Dios. El Apocalipsis apli-
gar» para expresar adecuadamente tales realidades excelsas y escatológicas. ca el término martys o «testigo» tanto a todos los que profesan la fe
El único lenguaje adecuado es el «de Canaán». Los «barbarismos» semí- cristiana («todos profetizarán», Jl 3,1-6) como también, y sobre todo, a los
ticos que encontramos en el griego empleado por los apocalípticos obede- profetas, del mismo modo que el título «siervo de Dios», con que se pre-
cen no a una incapacidad, sino a una intención. senta el autor (1,1), se refiere tanto a los profetas carismáticos como a
Como cualquier otra obra apocalíptica, el Apocalipsis es un libro que todos los cristianos. El título «siervo de Dios» se atribuía desde antiguo
habla de la resistencia espiritual de los cristianos; el autor quiere dar áni- a los profetas (Am 3,7). Un profeta, en su calidad de «testigo», es (antes
mo a los creyentes: Cristo vendrá pronto. Los tiempos escatológicos están del exilio) más bien un «profeta de desventuras»; debido a ello, los pade-
a la vista. El Apocalipsis nace aproximadamente en la misma época que cimientos del profeta (en contraposición a los profetas taumaturgos) eran
los grandes apocalipsis judíos: el cuarto libro de Esdras y el apocalipsis considerados como una legitimación de sus palabras proféticas. En el Apo-
siríaco de Baruc. Todas estas obras surgen con el nuevo florecimiento de calipsis, martys no significa propiamente «mártir», sino el «profeta do-
la antigua apocalíptica, a raíz de la persecución de judíos y cristianos en liente» (cf. infra la relación de este concepto con el de «cordero»). La
tiempos de Domiciano. A expresión «testimonios de Jesús» remite precisamente a Jesús, el profeta
doliente que ha dado testimonio de la resurrección universal mediante su
muerte y resurrección. Este era el concepto que se tenía de «profeta» en
I la época del Nuevo Testamento. También la idea que el Apocalipsis tiene
de «testigo» implica el sufrimiento profético y la fe en la resurrección
TÍTULOS GLORIOSOS DE CRISTO (1,5; 3,14; 2,13; cf. 10,11 en relación con el profeta escatológico; tam-
bién 17,6: la idea del asesinato de los profetas). Jesús entregó su vida en
Los exegetas discuten sobre la relación que tienen dentro del Apoca- la cruz por el reino de Dios; por ello es el «testigo fidedigno». Jesús es
lipsis los conceptos «Hijo del hombre», «Mesías real» y «cordero», en el también «el primero en nacer ( = primogénito) de la muerte», no en el
sentido del siervo de Yahvé de Is 53 o en el de cordero pascual. Unos sentido que esta expresión tiene en Heb 1,6, sino simplemente como «el
atribuyen esta indeterminación a las diversas fuentes utilizadas por el Apo- primero en resucitar» (el Apocalipsis no habla nunca, salvo en 20,5.6,
calipsis (U. Müller); otros, a los dos amanuenses que habrían ayudado al de «resurrección», sino de «el que estaba muerto y ahora está vivo de
428 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO TÍTULOS GLORIOSOS DE CRISTO 429
nuevo») (cf. Rom 8,29; Col 1,15.18). El título de «primogénito» (1,5-6) tofanía de 1,12-20 aparece como Señor de la comunidad y así encarga al
indica la relación de Cristo con la comunidad eclesial. El es Señor de la autor la tarea de enviar cartas a las comunidades cristianas. El Hijo del
comunidad. El tercer elemento se refiere a la soberanía universal de Cristo. hombre aparece en medio de siete candelabros de oro (1,12; cf. la visión
Es clara la reminiscencia de Sal 89,28: «Yo lo nombraré mi primogénito, que tuvo Moisés de los siete candelabros, Ex 25,40; también Zac 4,2-6,
excelso entre los reyes de la tierra». En este mismo salmo se habla tam- en donde los candelabros representan al Espíritu Santo). Los siete cande-
bién de «testigo fidedigno». El Apocalipsis no ve la exaltación de Cristo labros simbolizan —según explica el autor (1,20; cf. 2,5)— las siete igle-
formalmente como una elevación por encima de los ángeles, como ocurre sias, «entre las cuales anda el Hijo del hombre». Quizá piensa el autor en
en la carta a los Hebreos, sino como una elevación por encima de los re- el candelabro de siete brazos del templo (Ex 25; en Ap 11,1-2 el templo
yes y emperadores de la tierra, los cuales persiguen a la comunidad de es «la comunidad»). Además, el Hijo del hombre sostiene en la mano
Cristo y ejercen su poder sobre la misma (aunque el autor ve tras estos derecha las siete estrellas (1,16), que son «los ángeles de las siete iglesias»
poderes terrenos que martirizan a los cristianos la acción de fuerzas demo- (1,20). Difícilmente se puede concluir de esta imagen (como pretende
níacas y satánicas, 17,18; 19,19; cf. 21,24). H. Kraft) que los ángeles de las iglesias son mensajeros oficiales de las
«Rey de reyes y Señor de señores» (1,4; cf. también 17,14 y 19,16) comunidades (emisarios y representantes de las iglesias filiales en la Igle-
era un título que originalmente se atribuía a Dios (cf. Dt 10,17; Sal sia metropolitana de Efeso). Son quizá verdaderos ángeles, arcontes, pro-
89,28; 136,2-3; 2 Mac 13,4; y en la literatura intertestamentaria, por tectores de las comunidades, identificados al mismo tiempo con ellas.
ejemplo, Hen 9,4; 63,4; 3 Mac 5,34. Lo encontramos también en otro (Admitiendo esta identificación apocalíptica, no resulta ilógico que el Hijo
texto del Nuevo Testamento: 1 Tim 6,15) 3 . Al igual que Dios, Cristo del hombre mande al vidente que escriba a un ángel).
posee la basileia tou kosmou (11,15), es decir, ejerce de hecho el dominio Cristo es, pues, el Señor de los iconos celestes de las siete iglesias de
sobre el mundo. la tierra. El vidente apocalíptico envía en nombre del Hijo del hombre o
Esos tres títulos (1,5) sintetizan el credo cristiano fundamental, actua- Señor de la Iglesia sus cartas a cada uno de los dirigentes (celestes) ele las
lizado en consonancia con una situación específica de persecución contra siete iglesias, es decir, a toda la Iglesia (después del 70 el centro del cris-
la Iglesia. Mediante su resurrección de la muerte, con la cual ha conse- tianismo estaba en Asia Menor). El Apocalipsis describe al Hijo del hom-
guido su propia comunidad, Cristo se convierte también en soberano uni- bre, por ser Señor de la Iglesia, también como sumo sacerdote (1,13; la
versal, es decir, ejerce su soberanía universal sobre su comunidad eclesial idea aparece con menor claridad en Dn 10; Ex 28,4.27; Ez 9,2): lleva
que vive en la tierra y lucha contra las fuerzas del mal y su aliado, el vestiduras sacerdotales y una faja dorada a la altura del pecho como los
Imperio romano. Este kerigma tiene el siguiente orden: muerte (expiato- sacerdotes (no la faja de los nobles, como muchas veces se ha afirmado) 4.
ria) de Jesús, constitución de Jesús como Señor de la comunidad y, final- El Hijo del hombre de Daniel era claramente un personaje redentor; en el
mente, como Señor de la historia (1,5; cf. Ap 5). Este es, en mi opinión, Apocalipsis dispone de los siete espíritus, o sea, del Espíritu Santo (1,13).
un rasgo típico de la cristología de Asia Menor, presentada aquí, a dife- El Apocalipsis acentúa así los rasgos sacerdotales insinuados en el libro
rencia de las cartas a los Efesios y Colosenses, en forma de drama apo- de Daniel (Dn 10,5), si bien el autor, fuera de aquí, no muestra interés
calíptico. por el sacerdocio y el culto. La función judicial del Hijo del hombre mira
En la cristofanía descrita en 1,12-20, este testigo, Señor de la Iglesia sólo a la comunidad eclesial, no a los enemigos de ésta. También la espa-
y soberano del mundo, se aparece al autor como Hijo del hombre (llama- da de doble filo, símbolo del juicio (1,16; 2,12.16), indica el juicio sobre
do en 1,7 «el que viene entre las nubes», con una referencia consciente las iglesias (véase Is 49,2 y 11,4; 27,1; 34,5; 66,16). Finalmente, cuando
a Dn 7,13-15; 7,27; 10,5-6). Hijo del hombre es un concepto fundamental el Apocalipsis vuelve a hablar del Hijo del hombre (14,14-20), éste apa-
en la apocalíptica, y en el Apocalipsis —aun dentro de una interpretación rece como el que reúne a los creyentes. En resumidas cuentas, el Apoca-
cristiana— tiene el sentido propio de la apocalíptica judía. Aunque en lipsis utiliza «Hijo del hombre» en el mismo sentido que Daniel: el Hijo
Jesucristo son idénticos conceptos como Hijo del hombre, rey mesiánico del hombre con «los santos del Altísimo» (Dn 7,13.18.27), con los cuales
y Siervo de Dios o cordero, el Apocalipsis los considera distintos y no mez- se identifica (es el sentido elástico, «colectivo» a la vez que «individual»,
cla nunca el concepto de «Hijo del hombre» con el de «Mesías» o el de del «Hijo del hombre» daniélico). Esto indica que para el autor el tema
«cordero». El «Hijo del hombre» no es, por tanto, el juez venidero, como central es el futuro de la Iglesia. Todos los textos que no utilizan tradi-
tampoco lo es en el libro de Daniel, donde el juicio se reserva a Dios ciones anteriores judías y en los que el autor habla formalmente como
(cf. Ap 1,14.16). En el Apocalipsis, Cristo en cuanto Hijo del hombre cristiano (sobre todo 1-3; 5,1-14; 7,13-17; 14,1-5; 22,6-21, por citar sólo
actúa sólo como Señor y protector de la comunidad cristiana. En la cris- los fragmentos cristianos más importantes) se refieren a la comunidad
eclesial: la promesa a los cristianos que han padecido martirio (7,13-17)
3
«Rey de reyes» era (en el reino de los Aqueménidas) un título reservado al rey 4
supremo neobabilonio. Josefo, Antiquitates, 3,154.159 y 171.
430 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO TÍTULOS GLORIOSOS DE CRISTO 431
que han sido sellados con el nombre del Cordero (14,1-5); la perseverancia una realidad. En el Apocalipsis no sólo el pueblo de Dios en su conjunto
de los cristianos (14,12-13); la comunidad, esposa del Cordero (19,7b-8; es «sacerdotal y real», sino también cada uno de los miembros de la co-
21,9; cf. también todo el cap. 5; la promesa a los cristianos fieles, 22,7.12. munidad. Los cristianos participan de la soberanía de Cristo gracias a su
14.17, y las exhortaciones a las siete iglesias, 1-3). La cristología del Apo- amor. En este punto el Apocalipsis está más cerca del paulinismo (por
calipsis tiene una orientación eclesíológica. ejemplo, Rom 8,34-35; 2 Cor 5,14-15; Gal 2,20) que del joanismo, donde
se subraya la reciprocidad del amor, y el amor de Cristo tiene un sentido
La obra salvífica de Cristo en favor de su comunidad presenta una más amplio (Jn 13,1) y no se centra tanto en la cruz (también Jn 15,13;
triple perspectiva. Jesucristo es «el que ama» a la comunidad (1,5-6). De 1 Jn 3,16). El Apocalipsis, en cambio, acentúa que la iniciativa del amor
este amor proceden los dos dones que él ha otorgado a la comunidad está en Cristo, lo cual es también joánico: «El nos amó (primero) a nos-
(cf. 3,9; 3,19 y quizá 20,9): a) la redención por medio de su sangre, y otros» (1 Jn 4,10 y 16).
b) el traspaso de la soberanía de Jesús a la comunidad cristiana (l,5b-6). La comunidad cristiana, pueblo de Dios sacerdotal, realiza ya la visión
a) La muerte de Jesús es vista como una victoria sobre Satán y la del Antiguo Testamento: es un pueblo soberano, lo cual implica la caída
muerte y, por tanto, como perdón de los pecados: rescate con la sangre de Satán y de sus aliados terrenos, a los que se opone la comunidad gra-
de Jesús (veremos con más detalle esta idea en la síntesis). Jesús ha libe- cias «a la sangre del Cordero»: «Porque han derribado al acusador ( = Sa-
rado a su comunidad, la ha rescatado de la tierra (14,3), liberándola así tán) de nuestros hermanos, al que los acusaba día y noche ante nuestro
del dominio del diablo (cf. también 5,9; 7,14; 12,11; 14,3-4). Se trata Dios; ellos lo vencieron con la sangre del Cordero y con el testimonio que
del perdón de los pecados, pero también de la libertad para oponerse a la pronunciaron sin preferir la vida a la muerte» (12,10d-ll). Cristo triunfa
divinización absoluta del poder imperial en el mundo. El Apocalipsis dis- ya, en la dimensión de nuestra historia terrena, sobre Satanás y el empe-
tingue tres aspectos en la redención: triunfo sobre la muerte (esphages), rador, porque los cristianos se niegan a dar culto al emperador y ellos
redención (egorasas) y constitución como pueblo de Dios sacerdotal mismos, dando testimonio de Dios (de su soberanía exclusiva) con su mar-
(epoiesas basileian) (5,9-10). Al igual que en la carta a los Hebreos tirio, triunfan sobre el mal. Cristo ejerce su soberanía sobre el mundo por
(cf. Rom 3,25; 5,9; 1 Cor 11,25; Ef 2,13), la expresión «su sangre» (pro- medio de la Iglesia. Gracias a la muerte y exaltación de Jesús, Satanás ha
bablemente un tema comente en la tradición eucarística cristiana) indica sido arrojado del cielo (12,12) y ahora vaga errante por la tierra (una
el valor expiatorio de la muerte de Jesús. Los creyentes son, según esto, imagen apocalíptica) y persigue a la Iglesia. Esta, sin embargo, resiste, es
«primicias de la humanidad para Dios y el Cordero» (14,4), que «han decir, triunfa, si bien como testigo sufriente, en virtud del testimonio
lavado y blanqueado sus vestiduras con la sangre del Cordero» (Ap 7,14) cruento de Jesús.
y llevan en Cristo nuevas «vestiduras blancas» (también 6,11; 7,9.13; Existe, pues, una relación entre Cristo «Señor de la comunidad» (Hijo
22,14). Esto es una realidad no sólo escatológica (3,5; 6,11), sino también del hombre) y Cristo «rey de reyes» (rey mesiánico). El factor que une
presente (3,4; cf. 3,18; y 7,14, que no se refiere sólo a los «mártires per- ambos conceptos es el concepto de «Cordero». ¿Qué entiende el autor por
fectos», sino a todos los miembros de la comunidad). Esta vestidura blan- arnion, «cordero»? Este título aparece en veintiocho ocasiones, si bien no
ca, que se llevaba realmente para el bautismo cristiano, es la purificación se trata de un título mesiánico del primer judaismo. Arnion significa pro-
de los pecados. De ahí la bienaventuranza: «Dichosos los que lavan su piamente «corderino» (diminutivo de aren) y «carnero» y también «arie-
ropa» (22,14); ello da derecho a la ciudadanía escatológica celeste (22,14b). te», pero con el tiempo adquirió simplemente el significado de «oveja» o
También en Ex 19,10.14, «lavar la ropa» constituye un elemento intrín- «cordero». La apocalíptica tiende a presentar las figuras escatológicas en
seco de la santificación. El Apocalipsis no piensa —como, por ejemplo, la forma de animales, de acuerdo con sus propiedades particulares y caracte-
carta a los Hebreos— en categorías cultuales. El autor no une la muerte rísticas. En el Apocalipsis, el Cordero apocalíptico se contrapone a la Bes-
al concepto de «Hijo del hombre», sino normalmente al título cristológico tia, el Imperio romano (Ap 12-14). Teniendo que presentar a Cristo en
de «Cordero», con el que se relacionan también otros acontecimientos de forma de animal apocalíptico distinto de las restantes figuras apocalípticas,
Cristo (cf. 7,14; 7,17; 12,11; 13,8; 14,1.4; 15,3; 19,7.9; 21,9.27). La una imagen muy adecuada era la del «cordero». Al analizar anteriormente
muerte salvífica de Jesús constituye, pues, el fundamento de este Apoca- el Evangelio de Juan, dijimos que el cordero era un símbolo veterotesta-
lipsis cristiano. mentario del sufrimiento del débil e inocente y que ese nombre se aplicó
b) En virtud de esta «muerte por amor», los cristianos son «linaje de hecho a los profetas y testigos, y muy probablemente también al pro-
real y sacerdotes para su Dios y Padre» (1,6; cf. 5,9-10; 20,6; 7,15 con feta escatológieo mosaico. La identificación de Jesús con el cordero ino-
1 Pe 2,5-9, el único texto neotestamentario en que Ex 19,6 se aplica a la cente inmolado en sacrificio adquirió un significado realmente mesiánico
comunidad cristiana). Según Ex 19,6, el objetivo de la alianza es estable- desde el momento en que Jesús fue reconocido como el Mesías. El Evan-
cer un reino de sacerdotes. El autor del Apocalipsis se refiere directamente gelio de Juan llega a identificar al pastor con su sebaño, un buen pastor
a Is 61,6; pero lo que en Isaías es escatológieo, en el Apocalipsis es ya que da su vida por las ovejas, el rebaño de Yahvé. Surge así el concepto
432 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO TÍTULOS GLORIOSOS DE CRISTO 433
de «cordero de Dios», que quita no sólo el pecado de Israel, sino también 1,4; 41,14). El Apocalipsis aplica este nombre divino a Cristo, quien
el del mundo s . También en el Apocalipsis, «el Cordero» por antonomasia recibe además el título de «principio (arche) de la creación» (3,14;
tiene un sentido mesiánico. Cuando «el Cordero» aparece por primera vez cf. arche en 21,6 y 22,13). Esta expresión puede significar «primicia de la
en el Apocalipsis, se dice de él que «estaba como degollado» (5,6), y en creación» o bien «mediador de la creación» (por ejemplo, Prov 8,22; Sab
5,12 se habla del «cordero que está degollado» (también en 13,8). El tér- 6,22; 9,2; Eclo 24,9; también Col 1,15-17). Es de notar que el autor
mino hos («como») —cf. «como un Hijo del hombre» (Dn 7,13)— es dirige estas palabras a la comunidad de Laodicea, que tuvo contactos con
simplemente una figura estilística utilizada en la apocalíptica para expresar el paulinismo. Ateniéndonos al Apocalipsis, es difícil determinar si el autor
realidades «celestes» que el hombre no es capaz de entender. Así, la muer- se refiere también a una función mediadora en la creación; el carácter
te expiatoria de Jesús es para el autor el punto central del título cristo- eclesiológico de las siete cartas parece apuntar más bien al sentido de
lógico de «cordero». En virtud de esta muerte, las cristianos han llegado «primicia de la creación» (lo cual se corrobora por el hecho de que el
a ser «pueblo de Dios», del mismo modo que Israel, por medio del éxodo autor reserva el nombre de «Señor universal» [pantokrator] exclusivamente
de Egipto —celebrado en la Pascua—, se convirtió en el pueblo de Dios a Dios; cf. infra). De ahí que no pase de simple hipótesis la pretensión
(es significativo que Moisés sea llamado en 15,3 «siervo de Yahvé»). Dios de leer, en vez de amen (Is 65,16), amon, que en lenguaje sapiencial signi-
rehabilita al siervo doliente: «Tus justas sentencias se han promulgado» fica «consejero en la creación» y, por tanto, mediador de ella. También en
(15,4c; en el cántico de Moisés, Ex 15,1). En Jesucristo confluyen los el libro de Henoc el Hijo del hombre es anterior a todas las criaturas,
títulos de Moisés, siervo de Yahvé, profeta doliente, profeta escatológico pero no tiene una función mediadora en la creación6. La preexistencia es
y cordero inmolado. aquí escatológica: Cristo exaltado es el primero y la cabeza de la creación.
Jesús, cordero que ha entregado su propia vida por los suyos, Hijo No es sólo «amén» y «primicia de la creación», sino también «Alfa y
del hombre que, exaltado junto a Dios, es ahora Señor de la Iglesia, es Omega»: las fórmulas triádicas, utilizadas constantemente en el Apocalip-
también Soberano universal: debido precisamente a lo que él ha hecho con sis, denotan una influencia griega; en el primer judaismo servían para
su muerte por el pueblo cristiano de Dios, recibe de Dios la soberanía expresar la eternidad de Dios por encima del presente, del pasado y del
universal sobre el mundo (l,17b-18). Además de tener en su diestra las futuro. Cristo es aquí «el primero y el último» (cf. 1,17; 22,13). La ver-
siete estrellas —las comunidades cristianas—, Cristo posee los «siete espí- sión griega de Isaías elimina siempre «el último» cuando el texto hebreo
ritus de Dios»: «Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las habla de «el primero y el último» (Is 41,10.14; 43,1.5; 44,2). Un judío
siete estrellas» (3,1; cf. 4,5; 5,6 y 1,4). En 4,5 y 5,6 vemos que estos griego no podía llamar a Dios «el último», dado que «último» es esencial-
espíritus son siete ángeles que están al servicio de Cristo, originariamente mente un concepto temporal (el texto griego de Job 19,25 traduce el tér-
quizá los siete asistentes al trono de Dios, los arcángeles (cf. 1,4; Tob mino hebreo «el último» por «el eterno»). En cambio, una mentalidad
12,15), pero el Apocalipsis se refiere simplemente al «Espíritu Santo», hebrea y cristiana no encuentra ninguna dificultad en ello. Tal mentalidad
con sus siete dones (cf. Zac 4,2-6; Is 61,1-2 [gr.]; si bien, debido a las presupone la idea de que nuestra historia tiene un final, un objetivo hacia
tradiciones utilizadas, las dos concepciones se muestran todavía un tanto el que se orienta, y todo el proceso, de principio a fin, está en las manos
oscilantes. Dios es tan trascendente que sólo se puede hablar de él recu- de Dios y también en las de Cristo. En 1,17-18, a la expresión «principio
rriendo a seres excelsos, celestes). En 1,4 encontramos una fórmula «trini- y fin» siguen las palabras: «el que vive. Estuve muerto, pero como ves
taria»: «Gracia y paz a vosotros de parte de Dios, de los siete espíritus estoy vivo por los siglos de los siglos». También «el que vive» es un pre-
que están ante su trono (obviamente, el Espíritu Santo) y de Jesucristo»; dicado divino (Sal 42,3; 84,3; Jos 3,10; cf. Dt 32,40; Dn 4,31 y 12,7).
éste es el orden más antiguo en las fórmulas trinitarias. En el Apocalipsis Sin embargo, en el cristianismo primitivo y en el judaismo el concepto
hay también otras fórmulas «ternarias», como Dios, Cristo, ángeles (3,5). «vida» expresaba el conjunto de los dones escatológicos de la salvación
Al igual que Dios, Cristo tiene a su servicio a «los siete arcángeles». (cf. Jn; Ap 2,7; 2,10; 3,1; 7,17). Cristo posee plenamente los dones esca-
Otorga a los cristianos el Espíritu de Dios. En 5,6 (Zac 4), el Cordero de tológicos, «los siete espíritus»; él es «el que vive» y tiene, por tanto, las
siete ojos simboliza a «los siete espíritus de Dios enviados a la tierra ente- llaves del reino de la muerte (1,18b), que en el Antiguo Testamento era
ra», es decir, a servidores de Cristo: Cristo actúa en la tierra a través de un poder reservado exclusivamente a Yahvé (1 Re 2,6; Sab 16,19; Job
su Espíritu. Esto supone que la «fuerza divina» ha sido transmitida a Cris- 13,2). Uno de los últimos acontecimientos escatológicos será la aniquila-
to: él es Señor de la acción salvífica de Dios en el mundo. ción «de la muerte y el abismo» (20,14).
En 6,10, el autor llama a Dios «el Soberano, el Santo y Veraz», y en En la carta a la Iglesia de Filadelfia se dice que Cristo, el Hijo del
3,7 llama a Cristo «el Santo y Veraz». Ningún texto judío llama «el San- hombre, tiene la llave de David (3,7). En Is 22,22, el mayordomo de la
to» al Mesías. Sólo Dios es «el Santo» (Is 40,25; Jl 6,10; Hab 3,3; cf. Is
6
S. Mowinckel, He that Cometh (Oxford 1956) 372 (ed. española: El que ha de
5
H. Kraft, Die Offenbarung, op. cit., 107-110. venir, Madrid 1975); Strack-Billerbeck, I, 85.
28
434 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO TÍTULOS GLORIOSOS DE CRISTO 435
corte tiene la llave de oro, que es un signo de la autoridad real de David; de los ejércitos» (Deus Sabaot), predicado divino utilizado por los profetas
él posee la facultad de «cerrar y abrir». Este «tener las llaves» significa posteriores. En ningún caso recibe Cristo el nombre de pantokrator, Señor
que Cristo posee autoridad para admitir o excluir a alguien del reino de del universo. Dios es el único creador y en su acción creadora no cuenta
Dios (cf. 3,8) (en el Nuevo Testamento se trata del poder para admitir con ningún mediador. Pero Cristo está por encima de todo lo creado, in-
o excluir a alguien del bautismo; cf. Mt 16,18.19 y Hch 8,20-25). Debido cluidos los ángeles. Y esta excelsa posición la obtuvo al ser exaltado des-
precisamente a que Cristo, Señor de la Iglesia, tiene el poder de las llaves, pués de su muerte. Su reino —«ha recibido su autoridad del Padre»
ni la muerte ni el infierno podrán nunca prevalecer sobre la Iglesia. (2,28)— se extiende, en el orden de la salvación, a su comunidad y a todos
Sólo en un pasaje, en una cita de Sal 2, el Apocalipsis llama a Cristo los pueblos. Solamente Dios es «el que es y era y ha de venir» (1,8; 4,8c).
«Hijo de Dios» (2,18; cf. 2,26-27). Pero, por otro lado, Dios es llamado Según algunos exegetas, este atributo divino fue elegido intencionadamente
«Padre» únicamente en relación con Cristo (1,6; 2,28; 3,5.21; 14,1). Esta en contraste con la divisa del Ñero reáivivus: «era y ya no es y volverá»
«reserva» en el empleo del título «Hijo de Dios» se explica quizá por el (cf. infra la síntesis sobre la Iglesia y la autoridad del Estado). Se creía
hecho de que el autor utiliza tradiciones judías: el judaismo no considera que Nerón, ya muerto, seguía viviendo en algún país de Oriente, del que
«Hijo de Dios» como título específicamente mesiánico. regresaría con un ejército para castigar a Israel y reinar triunfante en Jeru-
En un contexto propiamente apocalíptico el Ungido mesiánico del ju- salén. Nerón se convirtió finalmente en el antimesías escatológico y, para
daismo aparece «envuelto en un manto teñido de sangre» (19,13). Esta los cristianos, en el anticristo: Satanás bajo la forma de Nerón. Esta le-
sangre no es la del Cordero, sino la que ha teñido las vestiduras del Me- yenda romana, judaizada y aceptada también por los cristianos, tiene indu-
sías en el combate que éste ha sostenido. El nombre de este combatiente dablemente un papel en el Apocalipsis (cf. 17,8; 13,3.14). Ello indica que
mesiánico es «Palabra de Dios». Esto significa que en él se hace visible el Apocalipsis está interesado por la Iglesia frente al poder imperial que
la acción triunfante de Dios. «Palabra» no es aquí el nombre o la «perso- la persigue.
na» de Jesús, sino una denominación; en el texto se dice kekletai, «así lo El mundo y las comunidades están ya sometidos a Cristo en razón de
llaman» o «éste es el nombre que recibió al ser exaltado junto a Dios»; su muerte expiatoria. ¿Quién es este «Cristo» en el Apocalipsis? Llama
él es, pues, «rey de reyes» (19,16). Tiene también el significado de «tes- la atención que este libro nunca emplee el nombre de Jesús como sujeto
tigo fidedigno». En 1,2.9; 6,9 y 20,4, el título «Palabra de Dios» está del verdadero drama apocalíptico. En ocho ocasiones emplea el autor este
unido siempre a «los testimonios de Jesús» (martyria Iesou). A diferencia nombre sin ningún elemento adicional (y siempre en genitivo). Cristo es
del Evangelio de Juan, «Palabra de Dios» no tiene en el Apocalipsis un Jesús, cuya venida aguarda ansiosamente la comunidad (1,9; 14,2; 17,6),
sentido absoluto. Cristo, en cuanto persona concreta, es la manifestación en el que se espera y confía con fe y del que se da testimonio incluso con
de la actividad salvífica de Dios, la revelación de Dios. Nunca se atribuye la muerte (1,9; 12,17; 19,10; 20,4). En todos los casos, Jesús es objeto
al Logos de Dios, como se hace en el cuarto evangelio, el papel de me- de una acción de la comunidad. Cuando Cristo actúa, el Apocalipsis no
diador en la creación. Cristo, en cuanto Palabra, es en el Apocalipsis el emplea nunca el nombre de Jesús. Fuera del gran bloque apocalíptico de
único portador de la revelación de la salvación. la obra, donde el sujeto agente es «Jesucristo», él aparece siempre como el
El título de Kyrios, Señor, que se atribuye a Dios trece veces, es apli- que revela (1,1), promete a los discípulos la paz y la gracia (1,5; 22,21)
cado en ocasiones a Cristo (11,8; 14,13; 22,20.21; en 11,4 no está claro y ha de venir muy pronto (22,20).
si el texto se refiere a Dios o a Cristo). Es significativo, no obstante, que Esto indica que los conceptos utilizados en el gran bloque central,
este título, dado a Cristo por el cristianismo primitivo, aparezca propia- apocalíptico, de la obra tienen en su significado formal un carácter vetero-
mente sólo en una fórmula tradicional. En la parte realmente apocalíptica testamentario y judío: se refieren al Cristo o Ungido. En su condición de
del libro, únicamente Dios recibe el nombre de «Señor». El autor conoce conocedor de ia Biblia, el autor pretende claramente aplicar una serie de
también la fórmula tradicional maranatha (erchou Kyrie Iesou, «ven, Señor conceptos judíos a Jesucristo; dicho con otras palabras: hace un intento
Jesús») (22,20.21). Y reserva a Dios el nombre de Kyrios en un sentido personal de interpretar cristianamente la apocalíptica judía (a veces incluso
incluso antiimperial. Si Domiciano se hacía llamar «Señor y Dios nues- algunas piezas tradicionales, como es el caso de Ap 12). Desde el punto
tro» 7, el Apocalipsis llama a Dios ho Kyrios kai Theos hemon, «Señor de vista metodológico, esto significa que el Apocalipsis cristiano debe ser
y Dios nuestro» (4,11). interpretado primariamente desde unos presupuestos veterotestamentarios
Aunque el Apocalipsis aplica a Cristo diversos predicados divinos, su y judaicos de cuño clara y netamente apocalíptico.
autor se muestra muy reservado con ciertos nombres de Dios. Solamente
Dios, no Cristo, es el pantokrator, «el soberano de todo» (1,8 y otras ocho Estos títulos gloriosos de Cristo no agotan ni expresan el ser de Cristo,
veces). En los LXX, pantokrator es siempre la traducción del hebreo «Dios cuyo auténtico nombre no se manifestará hasta la parusía y la revelación
7
piona de Dios. Ya en 3,12, el autor pone en labios del Hijo del hombre:
Suetonio, Domitianus, 13: «dominus et deus nos'ter». «(¡i-abaré en él el nombre de mi Dios, el nombre de la ciudad de mi Dios,
436 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO LA VISION DE UN MUNDO NUEVO 437

la nueva Jerusalén que baja del cielo de junto a mi Dios y mi nombre pretérito el fundamento dogmático (cristológico) de «lo que va a suceder
nuevo». Pero no se dice cuál es ese nombre nuevo. Es claro que ni el vi- después» en su orden exacto (1,20). La muerte de Jesús, fundamento de
dente lo conoce. También en 19,12 se dice de Cristo victorioso: «Ceñían su exaltación y soberanía escatológica, constituye el núcleo dogmático de
su cabeza mil diademas y llevaba grabado un nombre que sólo él conoce». esta visión. (También en Ap 12 un hecho pasado, concretamente el naci-
Los cristianos lo llamamos ahora «Palabra de Dios», pero ése no es aún miento y la vida de Jesús, es el contenido de una visión apocalíptica).
su nombre definitivo, el cual será revelado en la parusía. La persona y el El fundamento de la soberanía universal de Cristo es que «ha vencido
nombre son una misma cosa. El Apocalipsis deja expresamente intacto el el león de la tribu de Judá, el retoño de David; él abrirá el rollo y sus sie-
misterio de la identidad escatológica de Jesús. Esta no se manifestará hasta te sellos» (5,5). En 5,9 se precisa en qué consiste esta victoria (enikesen):
que la revelación alcance su plenitud. Tampoco el vidente apocalíptico sabe «Con tu sangre los has adquirido para Dios». Jesús es Señor de la historia
nada de ese «nombre nuevo». El ser más profundo de Jesús nos está porque con su muerte ha adquirido una comunidad de entre todas las na-
todavía oculto. Sabemos solamente que él nos ha traído la salvación de ciones y lenguas (5,9). El rescate de la comunidad por Jesús es también
parte de Dios; esto es lo que experimenta la comunidad de Cristo. Aún no su triunfo; su propia muerte es la victoria; él es «el vencedor» (Ap 2 y 3),
conocemos su verdadero nombre, el nombre que es una sola cosa con su y lo es en cuanto «león de la tribu de Judá» (Gn 49,9) a la vez que virga
persona. Sabemos solamente que él nos revela a Dios. El autor quiere de- Jesse o «retoño de David» (Is 11,10). (La apocalíptica judía —por ejem-
cir, evidentemente, que el ser de Cristo está íntimamente unido al ser de plo, 4 Esd 12,31-32— llama al Mesías «león de la estirpe de David»).
Dios. La parusía nos mostrará el «cómo». Seamos, pues, humildes, no por Cristo, vencedor mesiánico, cumple las promesas del Antiguo Testamento.
«minimismo» (el autor deja entrever una realidad mucho más grandiosa El empleo del término «victoria» en relación con la muerte expiatoria de
de lo que podríamos suponer con estos títulos gloriosos), sino por respeto Jesús se funda, al parecer, en la concepción que el primer judaismo y el
religioso y, sobre todo, porque la revelación de Dios no será definitiva más cristianismo primitivo tenían del mundo como zona de influencia de Sata-
que en la parusía. Y no podemos adelantarnos a ella. nás en su lucha contra Dios y su pueblo. La victoria sobre el mundo es,
al mismo tiempo, un entrar en la zona de influencia de Dios, es la garantía
de la victoria histórica en el combate escatológico de Satanás contra Dios.
II En el cielo, en cambio, esa victoria se da con la muerte de Cristo en
la cruz.
LA VISION DE UN MUNDO NUEVO La apocalíptica es siempre interpretación de la historia: pasado, pre-
sente y futuro; el presente es en ella la época inicial que precede inmedia-
Tras los mensajes dirigidos a las siete iglesias de Asia Menor, el autor tamente a la escatológica. Cristo, por ser Señor de la comunidad, es para
nos ofrece una interpretación apocalíptica de la historia. El vidente con- los creyentes la fuerza que, en el presente de la comunidad, determina
templa las esferas celestes. Lo primero que ve es la liturgia celeste, en la todas las cosas. El Apocalipsis presenta esta visión antes de hablar del
que toda la corte celestial proclama a Dios pantokrator (4,8), creador del acontecer terreno: la vida pasada de Jesucristo es determinante para lo que
universo (4,11). Lo que en otros lugares del Nuevo Testamento recibe el acontece en el presente. El «libro de la historia» es el símbolo apocalíptico
nombre de «designio de Dios» es expresado aquí en términos apocalípti- de la soberanía universal de Cristo. Es posible que este «libro» sea un
cos: el himno de alabanza al Dios creador, que tiene en su mano el mundo documento tal como se confeccionaban en la antigüedad: en doble copia,
y la historia. Sólo entonces se explica el objetivo final del plan divino de la de modo que el texto escrito en la parte interna está sellado, mientras que
creación: entonces aparece el Cordero glorificado. el duplicado, escrito en la parte externa, carece de sellos 8 . De cualquier
Ap 5 expone en forma de grandiosa visión lo que en otros lugares del forma, esto carece de importancia en el caso del Apocalipsis. El autor
Nuevo Testamento se expresa en forma de profesión de fe y de himno: piensa en el «libro sellado» de Is 29,11-12: «Cualquier visión se os volverá
la glorificación de Jesús después de su muerte. Cristo ha vencido y por ello como el texto de un libro sellado: se lo dan a uno que sabe leer, dicién-
tiene poder para abrir el gran libro de la historia, del acontecer apocalíp- dole: Por favor, lee esto. Y él responde: No puedo, porque está sellado».
tico. El es el Señor de la historia. El vidente contempla su entronización. Se trata de la teoría veterotestamentaria de la «obstinación». Debido a su
En medio del consejo celeste, el Cordero «toma» el poder de la diestra del pecaminosidad, ningún hombre entiende el designio de Dios y su gobierno
que está sentado «invisiblemente» en el trono (5,7), y todos lo aclaman en el mundo. Nadie está abierto a las profecías (veterotestamentarias): to-
(5,9-12); a esta aclamación se unen todas las criaturas (5,13). (Esta visión das ellas están consignadas en el libro de los siete sellos, que sólo el exegeta
dice lo que en otros lugares hallamos en forma de citas hímnicas; por carismático, el vidente, es capaz de entender. Este comprende lo que los
ejemplo, Flp 2,9-11 y 1 Tim 3,16). Comienza así (tras la cristofanía de profetas han querido decir y lo que han preanunciado sobre los aconteci-
1,9 y 19, separada de 4,1 por las cartas) el relato de la visión apocalíptica,
que se desarrolla en las esferas celestes. Ap 5' ofrece, por decirlo así, en ' O. Roller, Das Bucb mit sieben Siegeln: ZNW 36 (1937) (98-113) 100-107.
438 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO LA VISION DE UN MUNDO NUEVO 439

mientos escatológicos. La cristofanía era necesaria: el Señor de la historia del Altísimo». Todo esto corrobora la idea (típica de la teología de Asia
otorga este conocimiento al vidente; el autor nada puede entender por sí Menor) de que Cristo, Señor de la comunidad, extiende su autoridad a toda
mismo. Sus visiones están llenas de retazos del Tenak, de la palabra de la historia humana. La idea de la apocalíptica judía sobre la historia —que
Dios. En su calidad de vidente, es el exegeta de las profecías veterotesta- gira en torno al «pueblo de Dios»— adquiere en el Apocalipsis una dimen-
mentarias. El Cordero «con siete cuernos y siete ojos» (5,6), es decir, con sión eclesiológica, y la historia universal se contempla siempre desde la
la plenitud de la fuerza y la sabiduría, es el único digno de abrir este libro. Ekklesia; el Apocalipsis «cristianiza» el núcleo de la apocalíptica judía.
El vidente se limita a mirar. «El pueblo de Dios» (sin contraposición alguna entre Israel y la Iglesia)
Así resulta claro también el contenido del libro sellado. Sería un error es para el Apocalipsis simplemente el pueblo que Dios ha adquirido para
considerar este libro, según pretende O. Roller, como un pagaré (similar al sí mediante la muerte de Cristo (5,9). Precisamente la constitución de este
recibo de que se habla en Col 2,13-15). La deuda, en efecto, está ya salda- pueblo de Dios por obra de Jesús, por medio de su muerte, cumplimiento
da por la muerte de Cristo, con lo cual se cumple la condición para poder de la antigua promesa, constituye la condición previa para la entronización
abrir el libro: el perdón de los pecados otorgado a la comunidad mediante de Cristo como soberano universal; esta soberanía se manifiesta ya provi-
la sangre del Cordero (5,9-10). El libro sellado no puede ser, por tanto, sionalmente en la participación de los cristianos en ella (5,10; cf. 1,6; 7,
un pagaré. ¿Por qué temen tanto los miembros de la corte celestial que no 1-17; 14,1-4): en la resistencia que los cristianos oponen a las fuerzas del
haya nadie capaz de abrir los sellos? Precisamente porque esperan con an- mal. Esto justifica ya el himno universal de alabanza y de acción de gra-
helo el final de la historia luctuosa de la humanidad, es decir, a alguien cias, máxime teniendo en cuenta que han sido llamados cristianos «de toda
que sea digno de abrir el libro. Según la lógica apocalíptica, los aconteci- nación y raza, pueblo y lengua» (7,9; cf. 10,11; 13,7; 14,6; 17,15). Los
mientos escatológicos se realizan siguiendo un orden y un esquema deter- cristianos «serán reyes en la tierra» (5,10).
minados. Los dolores escatológicos no pueden comenzar antes de ser anun- La apertura del primer sello muestra ya que la Iglesia, «las doce tribus
ciados: un acontecimiento condiciona al otro (a esto alude 2 Tes 2,5-8 con de Israel», está en el centro de la soberanía universal de Jesús (7,1-8).
su katechon: lo que frena la llegada del anticristo). No pueden comenzar Dado que Cristo ha sufrido una muerte expiatoria y ha adquirido así un
los acontecimientos escatológicos si antes no se rompen los sellos del es- pueblo de Dios, es aclamado como Señor del mundo y de la historia. La
crito que los contiene. soberanía universal de Cristo, que hace libres a todos los hombres, se lleva
El Cordero recibe el libro: Cristo es el Señor de la historia en virtud a cabo con la misión de la Iglesia en el mundo; en el Apocalipsis, esta mi-
de su exaltación tras la muerte. Con la apertura del libro —se van abrien- sión no se concreta tanto en la predicación por medio de la palabra, del
do los sellos uno tras otro—, la historia se hace escatológica para consuelo kerigma o evangelio, cuanto en la predicación por medio de la praxis evan-
de la comunidad perseguida y sufriente que ahora se encuentra a las puer- gélica de oponerse al poder absoluto del emperador. La comunidad cristia-
tas del tiempo final: ¡Cristo viene! ¡Maranatha! Los acontecimientos esca- na ejerce su soberanía —de momento, en la dimensión de la historia—
tológicos constituyen, pues, el contenido del hiblion sellado: «lo que va oponiéndose como testigo doliente al absolutismo imperial. Esta idea, en
a suceder después de esto» (meta tauta, 4,1; concretamente, lo expuesto distintas circunstancias de la comunidad, no es ajena a Ef 2,14-18 ni a
en 6,1-22,5). La posesión del libro es, al mismo tiempo, símbolo de la sobe- Mt 28,18-19, donde se da a Jesús plena autoridad, razón por la cual la
ranía universal de Cristo (cf. 5,9 con 5,12). Ap 5 es, a fin de cuentas, una Iglesia es enviada al mundo. En el Apocalipsis, el acontecimiento mesiá-
celebración doxológica de la supremacía del Cordero: él tiene en sus manos nico —Cristo— no es el ésjaton de los tiempos, sino el centro de nuestra
la llave de la historia, pues ha cancelado todas las culpas con su sangre. historia real, cuyo significado no se manifestará hasta que llegue ese ésja-
Por él, una historia de lágrimas se convierte en un acontecimiento en el ton, en la parusía. Se trata de una concepción específicamente cristiana, no
que Dios enjugará todas las lágrimas (7,17c; 21,4). judía, del mesianismo, si bien el autor del Apocalipsis considera que ese
Siempre que el autor habla de la soberanía universal de Cristo, tal do- «centro» es el preludio de los últimos tiempos. Así encuentra espacio la
minio va unido a su condición de Cordero (junto al bloque de textos que dura y progresiva realidad de la historia terrenal.
habla del «Mesías judío»). Este Cordero no es sólo sujeto de la exaltación El Cordero tiene «siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus
(como sostiene Tr. Holtz), sino que en el Apocalipsis aparece en la misma de Dios» (5,6), la fuerza y la sabiduría del Espíritu Santo. Por medio de
medida como inmolado y como exaltado. El concepto de «Cordero» impli- la resistencia que la comunidad opone con sus mártires, Cristo gobierna
ca su exaltación (lo mismo ocurre con el Siervo de Dios, doliente y exal- ya en el mundo con el poder de Dios. Gracias a la muerte de Jesús, Sata-
tado). De ahí que, debido a la inmolación y exaltación del Cordero, se nás ha sido derrotado en el cielo y arrojado de él, pero ahora lucha en la
pueda decir a continuación: «Tú hiciste de ellos linaje real y sacerdotes tierra contra el pueblo de Dios rescatado por Cristo. Según Ap 5, esta vic-
para nuestro Dios, y serán reyes en la tierra» (5,9.10). El siervo del Deute- toria de Cristo es contemplada en visiones proféticas.
roisaías, el cordero, es al mismo tiempo un sujeto «colectivo» e «indivi- Primero se celebra doxológicamente el triunfo definitivo del Cordero
dual», como el hijo del hombre: hijo del hombre y «pueblo de los santos (a la vez que se aclama a Dios); Cristo ha adquirido con su muerte y exal-
440 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO LA VISION DE UN MUNDO NUEVO 441

tación un pueblo de Dios real y sacerdotal (5,9). Este acontecimiento ya cristianos la acomodaron para afirmar que Judas Iscariote pertenecía a tal
realizado es reconocido por toda la creación con un «amén» universal (5, tribu). Además del resto santo de Israel, al número de los salvados al
13). No es preciso ni posible buscar cronologías exactas en un apocalipsis. final pertenece una muchedumbre innumerable de personas procedentes del
Lo que éste busca es el sentido radical y último de la historia. Aunque el paganismo, todas ellas marcadas con el sello: «Consagrado al Señor» (7,9).
vidente puede detener la vista en las esferas celestes, el apocalíptico sabe El ángel que todo lo interpreta explica entonces la visión (7,13-17): son
demasiado bien lo que le sucede al pueblo de Dios en la tierra. Si bien el los bautizados, que se purificaron en la sangre del cordero: el pueblo de
gobierno celeste de Cristo, Señor de la Iglesia, consiste primariamente to- Dios sacerdotal está compuesto por el resto santo de Israel y la comunidad
davía, durante este primer eón, en la resistencia de la Iglesia en la tierra, de la Iglesia.
los acontecimientos celestes y los terrenos discurren inevitablemente entre- Al abrir el último sello, que debía de iniciar —originalmente— la apo-
mezclados. Precisamente eso es apocalíptica. Por un lado, Cristo «ha ven- teosis final, «se hizo silencio en el cielo por cosa de media hora» (8,1).
cido» {5,5); por otro, se afirma que «combatirán contra el Cordero, pero Esto es una reminiscencia de 1 Re 19,11-12, donde se relata la aparición
el Cordero los vencerá porque es Señor de señores y Rey de reyes, y los de Dios a Elias en el monte Horeb: Dios no estaba en el viento, ni en el
llamados a acompañarlo son escogidos y fieles» (17,14). Esta dialéctica apo- terremoto, ni en el fuego, sino en el murmullo de una tenue brisa (cf. tam-
calíptica está presente a lo largo de todo el libro del Apocalipsis. Por me- bién Hab 2,20; Zac 2,17). Sin embargo, el autor abandonó su primer plan
dio de su Iglesia, Cristo ejerce ya ahora su dominio sobre el mundo, pero redaccional. Queda en suspenso la apoteosis final. El «silencio» adquiere
cuando llegue la parusía tendrá un dominio directo sobre todas las cosas, así una función distinta: el espanto de la lucha a muerte entre las fuerzas
y su comunidad seguirá también entonces en el centro: participa de la so- divinas y satánicas se describió más tarde en las nuevas visiones de las siete
beranía. En el tiempo, la Iglesia se halla bajo el signo del «ya» y «todavía trompetas y las siete copas. Aparece ahora cierto «dualismo» entre el bien
no». Es perseguida por enemigos, como queda claro al abrir los sellos del y el mal. Las cuatro primeras trompetas anuncian fenómenos cósmicos y
libro. Enemigos de toda clase atacan a la comunidad de Cristo. La Iglesia catastróficos (8,2-12). Pero es todavía peor lo que viene al sonar las tres
sufre persecución. trompetas restantes (8,13-11,19). Casi todas las antiguas plagas de Egipto
Al abrir el quinto sello, se ve que muchos mártires esperan en el caen sobre la tierra, ahora de forma más terrible. Entre la sexta y la sép-
cielo con anhelo al final de todas las pruebas y claman a grandes voces a tima trompeta tiene lugar una singular teofanía, la de un ángel del Señor
Dios para que vengue tanta sangre derramada (6,10; cf. Sal 79,5.10). Cada (10,1-7), a la que sigue la llamada del profeta escatológico (10,8-11,2; la
uno de ellos recibe una vestidura blanca, pero se les dice que deben tener presencia de esta «pareja» tiene como objetivo garantizar un testimonio
calma «todavía por un poco» (6,11): han de venir más mártires (6,11c). jurídicamente valido; cf. 11,4 con Zac 4,3.11-14). Pero entonces sube del
Para el vidente está claro que aún tiene que acontecer en la tierra la gran abismo una bestia (11,7), el anticristo, el Imperio romano, cómplice de
prueba escatológica. La conclusión es obvia: los mártires ya caídos son Satanás. A éste se opone (tras la séptima trompeta) «su Ungido», Cristo,
aquí los del Antiguo Testamento. Estos pertenecen ya a la «historia celes- el Mesías (11,15). Se llega así a una nueva fase del tiempo escatológico:
te» y comprenden su sentido (7,14-17). Al abrir el sexto sello (6,12-17), de un lado, el Mesías, al que precederá el profeta escatológico; de otro, el
queda claro que también la historia terrena ha alcanzado su cénit (6,12- antimesías, la bestia, cuyo seudoprofeta escatológico aparecerá también
7,17). Pero, antes de que se produzca el golpe decisivo, hay que dilucidar muy pronto.
—de una forma apocalíptica, para consuelo y exhortación de la comuni- En Ap 12 encontramos una «apocalíptica» en toda su plenitud. La
dad— quiénes son los salvados. De ahí la visión de los siervos de Dios lucha que libran el bien y el mal se desarrolla en dos planos: la lucha
marcados con el sello. El autor ve a los salvados por Cristo como un pue- «metafísica» entre Satanás y Dios (Ap 12) tiene una contrapartida terrena
blo de Dios sacerdotal. El «sello» de los marcados tiene este mismo senti- en la lucha política de la bestia (el emperador) y su seudoprofeta contra
do. El sumo sacerdote llevaba una especie de pectoral con sellos, en los Cristo y su Iglesia (Ap 13). Esto vuelve a repetirse en la batalla final (el
que estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel (Ex 28, apocalíptico va ampliando constantemente la perspectiva mediante nuevos
11.21; 39,6.14 = 36,13.21 [LXX]). «En la parte delantera del turbante» comentarios): por una parte, en el plano terreno, la aniquilación de las po-
(Ex 28,37), es decir, en la frente, llevaba además otro sello, en el que es- tencias políticas terrenas, que se oponen a Dios y a su Ungido (Ap 19);
taba grabado: «Consagrado al Señor» (Ex 28,36; cf. Ez 9,34). El autor se por otra, en el plano «celeste», la aniquilación de las potencias demoníacas
refiere, pues, al resto santo de Israel, equiparado al «pueblo de Dios sacer- y caóticas, que, dirigidas por el dragón (Satanás), han combatido contra
dotal» cristiano. De entre las distintas listas de las doce tribus de Israel Dios, Cristo y su comunidad.
(Gn 49,1-28; Nm 13,4-16; Ez 48; Dt 33,6-29; 1 Cr 2,1-8,40), el autor En la unidad apocalíptica de Ap 15, el autor reelabora una tradición
elige la de Gn 49. La tribu de Dan es allí «culebra junto al camino, áspid judía sobre la lucha entre Miguel y el antimesías. Todo sigue sucediendo
junto a la senda» (Gn 49,17), lo cual explica que el Apocalipsis no la men- «en el cielo» (cf. 12,1). Satanás se dirige contra la mujer encinta, Israel,
cione (según una tradición judía, el anticristo-procede de esta tribu; los que lleva en sus entrañas al Ungido. El hijo mesiánico (cf. Is 7,14; 26,17;
442 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO LA VISION DE UN MUNDO NUEVO 443

Miq 4,10), una vez alumbrado, es «arrebatado» (siguiendo una tradición profeta; de otro, Dios, Cristo y el profeta escatológico (10,8-11,2). (Cristo
judía) hasta Dios (12,5-6); su función es puramente escatológica. El autor no es aquí «el Profeta», el Testigo o Cordero, sino el Mesías judío, el
se limita a incluir esta tradición en su relato (con las consiguientes incohe- cual tiene un precursor profético. Esto denota la presencia de una tradición
rencias) para indicar que han comenzado los dolores de parto mesiánicos distinta. Tampoco se hace mención del Cordero). La concepción del seudo-
(cf. Is 66,6-8). Pero Miguel vence en el cielo a Satanás (12,7-9), «la ser- profeta satánico responde a una interpretación anterior de Cristo como el
piente primordial» (12,9; «primordial» hace referencia a Gn 3,1. Ya en la Profeta. De hecho, el Cordero es una figura profética. La segunda bestia
traducción griega de Is 27,1 la serpiente es identificada con Satanás). Este tiene apariencia «de cordero» (13,11), es decir, de profeta, «pero hablaba
desciende ahora a la tierra para continuar su lucha. Precisamente con el como un dragón» (13,11c), o sea, como un seudoprofeta. La segunda bes-
descenso de Satanás a la tierra (cf. también Le 10,18; Jn 12,31) se inicia tia, el seudoprofeta, no es, pues, una figura política; tiene carácter autó-
en este mundo la última (o penúltima) batalla: «¡Ay de la tierra y del mar! nomo. Quizá se alude a quienes establecen compromisos con la primera
El diablo bajó (a la tierra) contra vosotros rebosando furor» (12,12). En el bestia, «la veneran» (cf. 13,12) y dan culto al emperador. (Seudocristos
cielo resuena el cántico de alabanza por la caída de Satanás (12,10-12). Al y seudoprofetas eran un hecho real en el cristianismo primitivo; cf. Me 13;
mismo tiempo se da a entender que ya se ha completado el número de los Mt 24,24). Todos ellos son .reWoprofetas: no sufren y, sin embargo, rea-
marcados con el sello (6,11): «los hermanos» de los mártires del Antiguo lizan prodigios espectaculares (cf. supra sobre Ap 1,5; estos falsos profetas
Testamento, es decir, los cristianos, «con la sangre del Cordero y con el hacen hablar incluso a las estatuas: un viejo tópico, 13,15, aunque quizá no
testimonio que pronunciaron» (12,11) han completado el número de los debiéramos decir «viejo»). Quien ofrece sacrificios al emperador es marca-
mártires «previstos». Ahora puede comenzar definitivamente la salvación. do o tatuado con una señal indeleble (13,16-17; esta marca es la cifra 666,
Pero no para un apocalíptico. Satanás ataca ahora en la tierra a Sión cuyo significado conocían los primeros lectores, aunque a nosotros se nos
(el Mesías, ya nacido, permanece oculto «por breve tiempo» en el cielo). escape: ¿corresponde quizá al nombre o a la abreviatura del nombre del
La mujer (Sión y la comunidad eclesial) huye al desierto (12,14). «Satán emperador entonces reinante?).
se detuvo en la arena del mar» (12,18; en el Antiguo Testamento, el mar En Ap 14 reaparece el Cordero: es la fase de la salvación definitiva
es símbolo del poder del caos). Esto es como un presagio de desventuras. (14,1-5), del anuncio del juicio final (14,6-13) y de la siega (14,14-20).
La lucha celeste (Ap 12) asume ahora una dimensión terrena, política «Las primicias de la humanidad» (14,4b) entonan un cántico nuevo que
(Ap 13). Del mar sale una bestia (el instrumento de Satanás: el Imperio sólo ellos conocen (14,3), agrupados en torno al Cordero en el monte Sión.
romano, el monstruo de las siete cabezas). Satanás confiere a Roma «su «Ellos han sido adquiridos» (14,4b; 14,4-5 es, al parecer, una «glosa», no
poder, su trono y gran autoridad» (13,2b). El autor hace una parodia del en sentido ascético, ajeno al Apocalipsis, sino en el sentido de las «cinco
culto romano al emperador describiéndolo con expresiones tomadas de la vírgenes prudentes», de la comunidad. Cf. Mt 25,1-12; Col 1,22). En 14,
exaltación celeste de Cristo y la subsiguiente doxología. El esquema «dua- 6-13 se anuncia el juicio sobre todos aquellos que veneran al emperador
lista» exige este procedimiento (cf. 2 Tes 2,8-9). Pero aquí se dice, en y se insiste en la perseverancia de los cristianos. Está cercano el tiempo
términos del judaismo palestinense, que el poder imperial es dado por Sa- de la siega y de la vendimia (14,14-20; cf. Jl 4,13 y Dn 7,13. Este frag-
tanás (exactamente lo contrario de lo que dice Pablo en Rom 13,1, donde mento procede de una tradición en la que «una figura semejante a un hijo
la autoridad imperial viene «de Dios»: concepción de la diáspora judía). del hombre», 14,14, parece ser un simple ángel. El autor aduce el material
Así como Cristo es semejante a Dios, así el anticristo —la bestia, contra- que la ofrece su tradición y no se preocupa de eliminar las incongruencias).
figura diabólica de Cristo— es semejante a quien lo envía: Satanás. Sobre Un apocalíptico nunca parece capaz de llegar a la apoteosis. Da la im-
la bestia de las siete cabezas (siete emperadores, cuya identidad se nos presión de que con su relato intenta arrancar a los lectores el anhelo del
escapa) dice el autor: «Una de sus cabezas parecía tener un tajo mortal, capítulo final: «¡Maranatha! ¡Ven, Señor!». Por segunda vez queda en sus-
pero su herida mortal se había curado» (13,3). Se trata de otra parodia penso la apoteosis. Vienen ahora las visiones de las siete copas del furor
en la que se recurre a términos de la resurrección: quizá alude a la difun- de Dios (Ap 15-16; cf. Ez 9 y 10, y una nueva serie de plagas de Egipto).
dida leyenda del Ñero redivivas o al reciente asesinato del emperador Sin embargo, el autor consuela a la comunidad. El conocido cántico de
Domiciano. Un emperador muere y viene otro. El solemne traspaso de po- Moisés es entonado ahora en honor del Cordero (15,1-4; Ex 15; Dt 32).
deres se cierra con una doxología satánica en términos bíblicos casi blasfe- En Ap 17 encontramos un nuevo «dualismo»: Babel, «la gran prosti-
mos (13,4). tuta», probablemente la diosa Roma, en cuyo honor había erigido el empe-
A fin de redondear la figura del antagonista, la bestia romana tiene su rador Augusto un magnífico templo en el corazón de Asia Menor, en Pér-
seudoprofeta, del mismo modo que el Mesías tiene su precursor: «salió gamo (la prostitución es en el Antiguo Testamento símbolo de la idolatría).
otra bestia de la tierra» (13,11-18). (También Job 40 habla de una fiera Roma es «la gran Babilonia, madre de las prostitutas y de las abominacio-
salida del mar y de otra salida de la tierra: Leviatán y Behemot). Tenemos nes de la tierra» (17,5), «borracha de la sangre de los consagrados y de la
así dos frentes antagónicos: de un lado, Satanás, el anticristo y el seudo- sangre de los testigos de Jesús» (17,6); «la mujer que viste es U gran
444 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO LA VISION DE UN MUNDO NUEVO 445
ciudad, emperatriz de los reyes de la tierra» (17,18): Roma y el Imperio Ap 19,11-16 (o 19,11-21) es una reelaboración de una tradición judía. La
romano. De 14,7 en adelante (una adición posterior), un ángel explica «el cristología de Ap 19,llss no coincide con la cristología eclesiológica del
misterio» (no se trata de un misterio propiamente tal, sino de un código Cordero característica del autor. El Mesías no tiene en este caso ningún
que es preciso descifrar). A nosotros nos resulta aún más misterioso el rasgo del Cordero. Lo único que de él se dice es que lleva grabado un
enigma. Pero, con toda probabilidad, es una referencia a la leyenda del nombre que ningún mortal conoce (19,12; cf. Is 62,2b).
Ñero redivivus. La mujer está montada en una bestia que tiene siete cabe- Si la muerte de Domiciano supuso un período de tranquilidad para la
zas y diez cuernos (17,3); «las siete cabezas son siete colinas donde está Iglesia. Esto significa, según la lógica apocalíptica, que algo le ocurrió tam-
asentada la mujer» (17,9), es decir, las siete colinas de Roma. Hay tam- bién a Satanás; de lo contrario, no se explicaría ese período de paz en la
bién «siete reyes» (17,10a): «cinco cayeron, uno está ahí, otro no ha llega- tierra. De hecho, el vidente contempla cómo un ángel importante (quizá
do todavía y, cuando llegue, durará poco tiempo. La bestia que estaba ahí Miguel) atrapa a Satanás, lo arroja al abismo, echa la llave y pone un sello
y ahora no está es el octavo y al mismo tiempo uno de los siete, y va a su encima (20,1-3; «después tiene que estar suelto por un poco de tiempo»,
ruina» (17,10). Sabemos sobre todo por Suetonio, Tácito y los Sibilinos 20,3b; cf. también Jds 6 y 2 Pe 2,4). En Ap 12 Satanás había sido arro-
(cf. infra: «Gracia y poder político») que, tras la muerte del tirano Nerón, jado del cielo a la tierra; ahora es expulsado de la tierra y confinado en el
nació una leyenda —cosa corriente en tales casos— según la cual Nerón mundo subterráneo. Después será dejado de nuevo en libertad «por un
no había muerto, sino que había huido a Oriente, de donde regresaría para poco de tiempo», es decir, para la batalla final. El autor no se pregunta
vengarse de Jerusalén y de los judíos. Nerón se convirtió así en antimesías por qué el dragón encadenado será dejado en libertad para la última ba-
y, para los cristianos, en anticristo. Nerón tiene, pues, su propia parusía, talla. Lo que interesa a la apocalíptica es simplemente la lucha entre el
es decir, el retorno del anticristo («el octavo y, al mismo tiempo, uno de bien y el mal; por otra parte, el motivo de la lucha definitiva entre la bes-
los siete», «el que estaba ahí y ahora no está, pero volverá»). No es posi- tia del caos y Dios estaba muy extendido en la Antigüedad. Así como la
ble determinar la identidad de estos siete reyes, ya que el siete es un nú- creación fue un triunfo de Dios sobre las fuerzas del caos, así también
mero apocalíptico, no «histórico». Lo cierto es que, tras el asesinato de el mundo creado está continuamente amenazado por esas potencias caóticas.
Domiciano (al que alude quizá 13,3), todo el mundo esperaba la caída del Ap 20,lss tiene como trasfondo el viejo mito de la «caída de los ángeles».
Imperio romano. La muerte del emperador supuso para judíos y cristianos Uno de los ángeles se ha adueñado de la llave que permite llegar hasta
un breve período de tranquilidad. Con la parusía del anticristo comienza las fuerzas del caos, derrotadas en la creación; con ella abre las puertas del
la última fase. Ap 18 es una lamentación por la caída de la gran ciudad abismo, a fin de que, análogamente a lo ocurrido al principio, estas fuer-
(18,9-20), la cual tiene de repente un «rostro» distinto. Emerge aquí una zas del caos puedan lanzar en los últimos tiempos un poderoso ataque
tradición diferente, antimetropolitana: «Pueblo mío, sal de Babilonia pata contra la creación buena de Dios. Este motivo estaba ligado en el primer
no hacerte cómplice de sus pecados ni víctima de sus plagas» (18,4; cf. judaismo a diversas tradiciones veterotestamentarias (cf. Is 24,21-22).
Jr 51,45; también Heb 13,13). La ciudad no aparece aquí como lugar de
Ahora bien, si Satanás queda fuera de escena durante algún tiempo,
culto del emperador, sino simplemente como una «gran ciudad» de comer-
esto significa que también la tierra va a tener un período de tranquilidad.
ciantes, marineros y reyes, como una «malvada» ciudad portuaria (cf. 18,
El autor tiene así oportunidad de incluir otro tema tradicional: el reino
9-20, donde a estas tres categorías se contraponen los santos, los apóstoles
mesiánico de los mil años. El período de paz dura todo ese tiempo; este
y los profetas).
dato nos hace recordar Sal 90,4: un día de la creación, o un día de Dios,
En Ap 19 se canta el himno de acción de gracias por la aniquilación equivale a mil años terrenos. El texto alude al séptimo día de la creación,
de la gran prostituta. El vidente contempla además cómo las dos fieras en el que Dios descansó. Según la tradición del primer judaismo, durante
—el Imperio romano y el seudoprofeta— son derrotadas por el general el descanso de Dios el Mesías asume el gobierno del mundo; es el reino
en jefe mesiánico (19,11-16). Este «Mesías militar» tiene en el Apocalipsis intermedio del Mesías. (También en Pablo encontramos indicios de esta
un papel secundario, pero el autor lo encuentra en su tradición y lo incor- tradición: Cristo devolverá su soberanía a Dios, y tras este reinado de Cris-
pora: es «el Ungido», «el jinete que cabalga sobre su blanco caballo» to comenzará propiamente el reinado de Dios, 1 Cor 15,17-28). Ap 20,4ss
(19,11.19), el Mesías de la expectación nacionalista judía. Este Mesías des- conoce este reinado intermedio, pero no precisa quién es el que está senta-
truye al anticristo y al seudoprofeta: una posible alusión al asesinato de do en el trono (20,4; cf. Dn 7,9 y 7,26-27; también Mt 19,28: los após-
Domiciano, cuya muerte supuso un período de tranquilidad para la Iglesia. toles estarán sentados con Cristo en el trono y juzgarán a las doce tribus
El Mesías «lleva razón en el juicio y en la guerra» (19,11; cf. Is 11,4). de Israel). Se trata del «juicio final», en el que «algunos» participarán de
No encontramos aquí indicio alguno de que se distinga entre el juicio pro- la soberanía real de Cristo. ¿Quiénes? Todos los decapitados: «las almas
nunciado sobre la Iglesia y el juicio pronunciado contra sus enemigos. Los de los decapitados por dar testimonio de Jesús y proclamar el mensaje de
frentes contrapuestos son aquí el Mesías y «las naciones» (cf. SalSl 17, Dios» (20,4b), «los que no habían rendido homenaje a la bestia» (20,4c).
donde el Mesías aparece vestido con un manto guerrero teñido de sangre). listos son «los que han vuelto a la vida» (20,4d): ya no están muertos,
446 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO LA VISION DE UN MUNDO NUEVO 447

sino que viven y son reyes con Cristo durante mil años. «Esta es la prime- de muchos cristianos bajo el nombre de «quiliasmo» o «milenarismo».
ra resurrección» (20,5b). Es decir, son escogidos los testigos, los mártires, Cierta teología, desconociendo el trasfondo histórico y las intenciones del
muertos por Dios (en Israel y en la comunidad): han resucitado ya antes Apocalipsis, ha «neutralizado» este dato identificando este reino milenario
de que se produzca la resurrección universal (la «segunda» resurrección). con la época de la Iglesia que transcurre entre la muerte de Jesús y la
Aquí se advierte la doble concepción veterotestamentaria de la resurrec- parusía. El Apocalipsis se limita a transformar una tradición judaica en una
ción: la resurrección individual, la idea de que «los devotos están en manos teología sobre el destino final de los testigos y mártires.
de Dios», con Dios (Sal 19,9; 49,16; 73,23ss; Job 19,25), y la resurrec- Por lo demás, Ap 20-21 está redactado según el modelo de Ez 37-40
ción de todo el pueblo (Is 26,19 [LXX] - » E z 31,1-14-»Dn 12,2). Para (reino mesiánico: Ez 37; Gog y Magog: Ez 38-39; la nueva Jerusalén:
distinguir entre el «vivir ya con Dios» de los devotos, testigos o mártires Ez 40ss). Transcurridos mil años, Satanás es dejado de nuevo en libertad
y la resurrección de todo el pueblo (la resurrección universal como condi- (Ap 20,7). Gog es el príncipe, el caudillo de los enemigos de Israel; Ma-
ción previa para el juicio universal), el autor da a la resurrección de aqué- gog, en cambio, es originariamente el nombre de un país o pueblo (Gn
llos el nombre de «primera resurrección (anastasis)». Pero piensa más en 10,2; 1 Cr 1,5). Pero, con el tiempo, «Gog y Magog» se convierten en
un «ser arrebatado hasta Dios» que en una resurrección propiamente corpo- una figura simbólica del futuro anticristo. De nuevo aparece aquí el esque-
ral: «las almas de los decapitados». La corporalidad queda fuera de su cam- ma «dualista», y dado que el Apocalipsis quiere recoger todas las tradicio-
po visual. Los demás, en cambio, están muertos (20,5a) hasta que llegue nes, la composición del libro resulta un tanto confusa debido a la presencia
el juicio escatológico. Solamente los vivos son «sacerdotes del Santo» de numerosos duplicados. Por otro lado, la lógica apocalíptica es rígida.
(20,6; cf. Is 61,6). Como introducir un reino de mil años da lugar a dos épocas salvíficas,
El reino intermedio del Mesías es aquí una consecuencia de dos con- también la segunda, la definitiva y trascendente, debe ir precedida por nue-
cepciones mesiánicas presentes en el primer judaismo 9 . Para la primera, vos dolores escatológicos. Cada vez que aparece en escena la salvación,
el triunfo del Mesías sobre los enemigos de Israel señalaba el comienzo del está presente también Satanás. Por eso es dejado en libertad inmediata-
tiempo salvífico definitivo y sin fin. La segunda consideraba el reino de mente antes del acto final de los acontecimientos apocalípticos. Con esta
Dios como una realidad totalmente trascendente. En ésta, la historia terre- finalidad el autor recurre a la tradición de Gog y Magog: el ataque final de
na tiene un final, al que sigue la resurrección universal como condición los pueblos a la ciudad santa de Dios (20,9). Todos los demonios pertene-
previa para «poder ser juzgados»; sólo entonces comienza el nuevo eón. cientes a las fuerzas infernales del abismo, una vez liberados por Satanás,
Pero ambas corrientes terminan por fusionarse (por ejemplo, 4 Esd 7,28ss). que había sido dejado previamente en libertad, combaten dirigidos por él
Según esto, el reino definitivo de Dios va precedido de un reino mesiánico para decidir la batalla a su favor. Sin embargo, el autor del Apocalipsis
no definitivo, sino provisional (4 Esd dice que tendrá una duración de cua- hace concluir esta rebelión satánica con una derrota: el diablo y sus satéli-
tro mil años). Según 4 Esd 11-12, el Imperio romano será reemplazado tes son destruidos (sin que, al parecer, Dios intervenga para nada), son
por el imperio del Mesías nacional de Israel. En este contexto se había arrojados «al lago de fuego y azufre», por el que ya habían sido devoradas
extendido la idea de que el Mesías vivía ya en alguna parte y muy pronto las dos bestias (20,10). Para el autor no se trata de una aniquilación, sino
aparecería en público. De Ap 12 se desprende que la tradición del Mesías de «un tormento eterno» (20,10b), a diferencia de los pecadores, que son
judío ya se había unido con la tradición del «hijo del hombre celeste» destruidos por dicho fuego (20,15).
mediante la idea de «rapto» (cf. 4 Esd 13 y ApBar[sir] 53). La interpo- A la batalla final sigue el juicio universal (20,11-15) y la apoteosis
lación de Ap 20,1-6 es una mezcla de dos concepciones mesiánicas vigentes (prevista en el plan original después de la apertura del séptimo sello, 8,1).
en el primer judaismo. En 4 Esd 7,26ss, una vez transcurrido el período La teofanía no se describe (Dios es demasiado trascendente): hay un trono
del reino mesiánico, el Mesías desaparece para siempre, y entonces comien- de juez y «el que está sentado» (20,11). Su aparición es mencionada de
za el reinado de Dios. El Apocalipsis, en cambio, atribuye al Mesías una pasada: «Huyeron de su presencia la tierra y el cielo y desaparecieron de-
significación definitiva en el nuevo eón; la Jerusalén celeste es la esposa finitivamente» (20,11). Aquí no hay, como en el caso de las visiones de las
del Cordero (21,9). El reino milenario es en el Apocalipsis un tiempo ce- trompetas (8,5-12; 9,1-21), conflagración universal ni conmociones cósmicas
leste de transición: el tiempo en que los santos viven con Dios antes de la del sol, la luna y las estrellas. La desaparición del antiguo valle de lágrimas
resurrección universal. (La teología dogmática dedujo de aquí que los san- es consecuencia únicamente de la aparición del Dios vivo. Dios viene para
tos tienen una visión directa de Dios inmediatamente después de su muer- juzgar. Desde el punto de vista judío, el juicio final es incumbencia exclu-
te, antes de la resurrección universal. Sustancialmente, ése es el significado siva de Dios: en la literatura rabínica, el Mesías no es el juez escatológico
de Ap 20,4-6). «El reino de los mil años» avivará más tarde la fantasía universal10, y tampoco lo es en el Apocalipsis. En este juicio, Cristo es
solamente el abogado de los suyos (cf. 3,5). El juicio se realiza exacta y
9
H. Bietenhard, Das Tausendjáhrige Reich, op. cit.; P. Volz, Eschatologíe, op. cit.,
10
71ss y 273; H. Kraft, Die Offenbarung, op. cit., 254-257; Strack-Billerbeck, III, 824ss. Strack-Billerbeck, IV, 1100-1105.
448 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO LA VISION DE UN MUNDO NUEVO 449

minuciosamente de acuerdo con unos libros. Estos son dos (20,12): en el con Israel son un tema tradicional (a partir de Oseas; Jr 2,2; Ez 16,1-63;
primero está escrito lo que cada uno ha hecho y ha dejado de hacer (re- Is 50,1; 54,5-6; 62,4-5. Normalmente se produce una personificación de
compensa según las obras); el segundo es «el libro de la vida», en el que las ciudades). También el primer judaismo atribuye sólo a Dios, no al
están escritos los nombres de los elegidos por la gracia divina. Son las dos Mesías, la imagen del esposo: imagen de la inauguración de la época esca-
grandes tradiciones judías: «justificación por las obras» y «justificación por tológica y definitiva de la salvación. Una vez más nos encontramos con dos
la gracia, sin mérito alguno». Tampoco en este caso hace el autor una sín- concepciones: la renovación escatológica de la primera Jerusalén, pero si-
tesis; se limita a incluir las dos tradiciones. Ambas tienen su puesto: justi- guiendo el modelo celeste (por ejemplo, Job 13,10-18; 14,15; Is 52,lss)
cia y amor. El juicio final es universal: la muerte y el abismo tienen que y una Jerusalén radicalmente nueva (apocalíptica posterior: 2 Bar 4,3;
entregar sus muertos (20,13), y ambos, muerte y mundo abismal, son ahora 4 Esd 7,26; Hen 90,29; cf. Heb 12,22); esta segunda concepción judía
arrojados para siempre al lago de fuego (cf. Is 25,8; también 1 Cor 15,26; se impuso especialmente después de la caída de Jerusalén en el año 70.
la muerte es el último enemigo): ésa es la «segunda muerte» (20,14). Ade- La nueva Jerusalén es la ciudad perfecta, la «ciudad predilecta» (20,9).
más de la muerte y del abismo, son arrojados al «lago de fuego» todos El autor se la imagina no como una ciudad romana, sino como una gran
aquellos que no están inscritos en el libro de la vida (pero aquí no se dice, ciudad babilónica de forma cúbica (cf. Ez 40; 48,31-35).
a diferencia de lo que afirma 20,10 respecto del diablo y las dos bestias, En la descripción que el vidente hace de la ciudad celeste (21,9-22,5;
que tales individuos sean atormentados. Está claro que el lago de fuego es cf. Is 60,1-11) resaltan su ligereza y luminosidad (21,22-27) y el agua, de
un lugar de destrucción). El factor decisivo es, pues, la gracia: «el libro importancia vital para los orientales (21,6; cf. también 7,17; 22,17). El
de la vida». No estar inscrito en el libro de la vida es el fin definitivo: agua es el don salvífico de la vida (Dios es la fuente de agua viva, Jr 2,13).
los no inscritos desaparecen. Con 20,11 se puede decir que «desaparecen «Quien tenga sed, que se acerque; el que quiera, coja de balde agua viva»
definitivamente». El Apocalipsis no conoce, al parecer, un «infierno desti- (22,17; 21,6). A diferencia de Jn 4,7, el Apocalipsis ve en ello un acon-
nado a los pecadores». tecimiento escatológico: los ríos paradisíacos del ésjaton (Ap 22,1; Ez 47,
1). El río ya no viene del templo, sino directamente de Dios y Cristo:
Ahora puede comenzar ya la apoteosis: el nuevo cielo y la nueva tierra. salvación sin mediaciones cultuales.
A este respecto, el primer judaismo conocía también dos concepciones: Esta ausencia de la función mediadora del culto se expresa sobre todo
por un lado, que la antigua tierra (y la antigua Jerusalén) sería renovada en el hecho de que en la ciudad de Dios no hay templo: «Templo no vi
(pues se tenía el convencimiento de que las obras de Dios no pueden tener ninguno; su templo es el Señor Dios, soberano de todo, y el Cordero»
fin ni Dios destruye la obra de su creación); por otro, el viejo mundo esta- (21,22). Por lo general, en el primer judaismo, y también en Qumrán, la
ba tan corrompido que era necesaria una nueva creación y, por consiguien- reconstrucción del templo es el acontecimiento escatológico u ; pero se da
te, la desaparición del mundo viejo. El autor, como auténtico apocalíptico, también cierta animadversión contra el templo concreto. Estas dos actitu-
defiende la «nueva creación», pero sin la dramática aniquilación del mundo des aparecen en el cristianismo primitivo (a veces fusionadas: destruiré este
viejo: éste huye simplemente de la presencia de Dios (20,11). El autor se templo, pero en tres días volveré a levantarlo; cf. Is 66,1-3; Hch 7,49).
inspira en Is 65,17, donde ya están unidas las dos concepciones; el texto En Ap 3,12 y 11,1-2, la propia comunidad es llamada «templo» o al menos
hebreo habla de una creación totalmente nueva («yo voy a crear»), mien- «columnas del templo». En otros textos se habla además de un templo
tras que la versión griega elimina la expresión «yo voy a crear» y traduce: celeste (se trata de una tradición diferente; 7,15; 11,19; 14,15.17; 15,5.8;
«de lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento». Al hombre del 16,1-17).
futuro le ocurrirá lo mismo que a un niño el día de Reyes: desea que le Lo de antes ha pasado (21,4; cf. Is 43,18-19). Todos ven a Dios y a
regalen un tren y se lo imagina con todos los detalles posibles; cuando lo Cristo (22,3-4). La tierra se ha convertido en cielo. Dios y Cristo, el Cor-
recibe el día de Reyes, se da cuenta de que es muy distinto, pero es tan dero, están sentados en un trono. Ambos son objeto de latreia o adora-
bonito que olvida todo lo que sobre él había imaginado antes. El autor ción (22,3c). Se ha cumplido lo que exigía Dt 10,12: honrar a Dios «con
sugiere algo parecido. La «nueva creación» es un tema capital en la apo- todo el corazón y con toda el alma». La ciudad celeste celebra la verda-
calíptica. dera liturgia porque Dios está presente en ella. Israel soñaba que Dios
Esta nueva creación es, a fin de cuentas, la bajada de la Jerusalén ce- establecería de nuevo en los tiempos escatológicos su morada entre su
leste «a la tierra», ataviada como novia que se adorna para el Cordero pueblo (Lv 26,11: «Pondré mi morada entre vosotros»; Ez 37,27; Zac
(21,1-2; cf. 22,17): la Jerusalén celeste es ahora una realidad terrena (ya 2,14; cf. Is 52,8; 60,2; Zac 8,8; 9,14; Sal 102,17; texto griego de Is
no existe la tierra). Ya en 19,7.9 se decía: «Han llegado las bodas del Cor- 38,33). Opsontai to prosopon autou (Ap 22,4): «lo verán cara a cara»
dero, la esposa se ha ataviado», «dichosos los invitados al banquete de 11
bodas del Cordero» (cf. 2 Cor 11,2; Ef 5,31-32; pero en el Apocalipsis Strack-Billerbeck, III, 852. La reconstrucción del templo es también en Qumrán
se trata de un acontecimiento puramente escafológico). Las bodas de Dios el gran acontecimiento escatológico (CD 4,17-18; lQpHab 12,1 lss).
29
450 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO LA VISION DE UN MUNDO NUEVO 451
(cf. Sal 17,15; 42,3; también 1 Cor 13,12; 2 Cor 3,18, etc.). Los judíos que se trata también de ellos. El vidente está sobrecogido por lo que se
aplicaban esto al encuentro cultual con Dios en el templo. Pero ya no le ha permitido contemplar: Dios y Cristo, que todo lo rectifican mediante
hay templo. El acontecimiento capital del período definitivo de la salva- una creación totalmente nueva. De los hombres dice tan sólo que todos
ción es la presencia radiante de Dios entre los suyos a través de Cristo. «serán reyes por los siglos de los siglos» (22,5b) y que nadie será esclavo.
De ahí que toda la ciudad esté bañada de luz y resplandor (21,22-27). El Las fuerzas del mal han desaparecido, lo mismo que la primera tierra, llena
cielo y la tierra no necesitan ya sol ni luna: el «resplandor de Dios» ilu- de lágrimas y dolor: «ya no hay sitio para ello». El último libro de la Bi-
mina a todos y a todo a través de Cristo, la «lámpara» (21,23; Cristo blia judía y cristiana supone el cumplimiento de la visión de la gracia,
no devuelve su poder al Padre, sino que brilla glorioso junto al Padre). hesed o charis de Dios, expresada antaño en forma de bendición sacerdotal
Al aparecer Dios, desaparecen el sol y la luna, pues su luz ya no es nece- sobre Israel: «El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Nm
saria para alumbrar el día y la noche. «Allí no habrá noche» (21,25; 22,5; 6,25; cf. Sal 118,27). Todavía más: la petición mosaica de ver el rostro
cf. Is 60,11; Zac 14,7). «Esta es la morada de Dios con los hombres; él de Dios, anteriormente denegada (Ex 33,12-23), obtiene ahora una respues-
habitará con ellos y ellos serán su pueblo; Dios en persona estará con ta positiva: opsontai prosopon autou (Ap 22,4), lo verán cara a cara y
ellos y será su Dios. El enjugará las lágrimas de sus ojos, ya no habrá «serán reyes por los siglos de los siglos» (22,5b). Los humildes y opri-
muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, pues lo de antes ha pasado» (21,3-4; midos, los afligidos y perseguidos son ahora exaltados.
cf. 7,17b; el texto es una amalgama de pasajes bíblicos; cf. supra: «Pon-
dré mi morada entre vosotros» y «enjugará las lágrimas», Is 25,8; «des- El libro del Apocalipsis, con unas imágenes que a menudo nos resultan
aparecerán las angustias de antaño», Is 65,16; lo de antes ha pasado, Is incomprensibles (pero que entonces tenían plena vigencia), es una herme-
43,18-19). La voz de Dios proclama: «Todo lo hago nuevo» (21,5). Todo néutica simbólica de la fe en la exaltación de Cristo «a la derecha de
el Apocalipsis está dirigido hacía esa realidad nueva (1,8.17 —» 21,6; 3,12-» Dios». La carta a los Hebreos había presentado este dogma del cristianis-
21,2; 7,17-> 21,4; 19,20-» 21,8). La visión de Isaías (Is 65,17) tiene mo primitivo en términos de una grandiosa liturgia eclesial. El Apocalip-
aquí un grandioso cumplimiento: una humanidad nueva sin historia de sis lo describe como una lucha dramática entre las fuerzas del bien y las
dolores, sin malicia y sin lágrimas. Es un retorno al designio primigenio de del mal, en la que al final el bien obtiene el triunfo. Pinta con vivos colo-
Dios. El mar demoníaco ya no existe (21,1); existe sólo la ciudad santa res los ataques del mal; Cristo y Dios parecen intervenir poco o nada en
y justa de Dios (21,2; cf. Is 65; 64,11-13; 60,10-14; Ag 2,7-9; Zac 2,1-5). la lucha: se limitan a triunfar (prescindiendo de la tradición judía sobre
Ahora es posible un trato directo con Dios, como en el paraíso terrenal el jinete mesiánico montado sobre el caballo blanco: vuelve del campo
al comienzo de la creación. de batalla con la ropa salpicada de sangre, pero salpicada sólo por fuera,
Así ve este apocalíptico el futuro. Su visión procede del kerigma ecle- prueba de que es la sangre de otros). La comunidad perseguida tiene su
sial sobre la muerte y exaltación de Jesús, que él transforma en una epo- apoyo en esta fe. El vidente se fija únicamente en la Iglesia y las poten-
peya acumulando los más diversos textos veterotestamentarios: la epopeya cias del mal. El Apocalipsis es así el libro más eclesiocéntrico de todo el
del hombre del futuro, según Dios lo previo desde la eternidad. Nuevo Testamento.
En el epílogo (22,6-12) del libro del Apocalipsis han intervenido cla- Esta fe cristiana y esta esperanza de aquellas minorías cristianas espar-
ramente varias manos. Los apocalípticos se mueven siempre en círculos y cidas por todos los dominios imperiales condujeron (junto con otros fac-
no encuentran la manera de terminar. El núcleo de este epílogo es el deseo tores) a la caída del Imperio romano. Para nosotros, el Apocalipsis no es
«del Espíritu y la esposa»: «¡Ven!» (22,17). El autor tiene ante los ojos solamente un evangelio de esperanza, sino también —en las circunstancias
la liturgia de la comunidad, en la que alguien recita las palabras: «¡Ven, actuales— una base real para una teología cristiana de la liberación, que
Señor Jesús!» (22,17a); la comunidad que escucha la lectura responde: es a la vez una teología del martyrion: dar testimonio hasta la muerte de
«¡Ven!» (22,17b; cf. Didajé 10,6: «El que sea digno que se acerque»; que únicamente el bien tiene derecho a la existencia. Promover el bien,
cf. Is 55,1). Evidentemente, «el Espíritu» es aquí una figura que asiste oponerse al mal, como un sueño de Dios: una nueva creación, que es
a la comunidad y la inspira en sus oraciones e invocaciones (cf. Rom 8,26); lucha de todos los hombres contra el caótico Leviatán, posibilidad inson-
considerando precisamente esta función, el Evangelio de Juan llama al Es- dable de la profundidad última de nuestro ser humano. Si el Génesis des-
píritu «otro Paráclito». También en las cartas del Apocalipsis es un «espí- cribe el comienzo de la acción divina con la creación, el último libro del
ritu» el que transmite el mensaje a la comunidad (cf. Jn 16,13). De hecho, Nuevo Testamento describe el futuro último de este mundo creado. No
es el mismo Paráclito de la comunidad joánica. Cristo actúa en la Iglesia hay creación buena sin lucha continua contra las potencias del mal, sean
terrena por medio del Pneuma (de todas formas, en el Apocalipsis el Pneu- cuales fueren las formas concretas que éstas adopten en el plano histórico.
ma es claramente una figura angélica en la que hallamos rasgos coincidentes Para el Apocalipsis, éstas eran sobre todo la esclavitud promovida por el
con la tradición de una cristología angélica). Imperio romano en cuanto potencia perseguidora de los cristianos. El Apo-
En esta perspectiva del futuro, apenas se- habla de los hombres, aun- calipsis no tiene en cuenta aún las potencias que persiguen a los hombres.
452 EL TESTIGO DE QUE DIOS ES JUSTO

Cuando los cristianos dejaron de ser perseguidos por los romanos, se mos- SECCIÓN TERCERA
traron leales (como se ve ya por la primera carta de Clemente), y tal es el
caso del ciudadano romano Pablo hacia lo que no era —sobre todo para LA EXPERIENCIA DE LA GRACIA
los cristianos que vivían en Roma— una potencia de ocupación, sino su EN LA INTERPRETACIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO
propia autoridad política.
En el libro del Apocalipsis, el vidente apocalíptico está tan sobrecogido
por lo que contempla que casi se olvida del hombre. Quizá ése es el mis-
terio de todo este libro. Quien se pierde, se encontrará. La ciudad de Dios
es una ciudad de los hombres, porque procede «de Dios». Con una forma
típica de su época y condicionada por la historia, el Apocalipsis es una
fuente de inspiración y orientación para los cristianos de hoy, si bien no Los precedentes análisis no nos permiten llegar a una síntesis defini-
debemos retroproyectar sobre el Apocalipsis lo que para nosotros es una tiva. No obstante, en el fondo de las distintas interpretaciones neotesta-
actualización conforme con nuestro tiempo. mentarias encontramos la misma experiencia fundamental: todos los escri-
tos dan testimonio de la experiencia de la salvación de Dios en Jesús. Esta
experiencia está condicionada no sólo por las diversas circunstancias geo-
gráficas y culturales, sino también por las dificultades que padecían las
diversas comunidades locales. No obstante, tales análisis permiten elaborar
una síntesis descriptiva. De ella podemos extraer los elementos constituti-
vos que nos orienten, en cuanto cristianos, para formular nuestra expe-
riencia de la salvación decisiva en Jesús.

CAPITULO PRIMERO

EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO

LA IDEA DE «CHARIS» O GRACIA


V
1. Una nueva posibilidad de vida

Al igual que los conceptos veterotestamentarios hesed y hanan, «gra-


cia» significa en el Nuevo Testamento el amor benevolente y misericor-
dioso —a la vez que soberanamente libre— de Dios a los hombres, un
amor que no debe entenderse en un sentido exclusivamente interno, como
un sentimiento de benevolencia de Dios y en Dios, sino como una benevo-
lencia divina realmente salvadora que se manifiesta o revela en los dones
de redención y liberación, salvación y felicidad, que Dios concede genero-
samente en la historia y que los hombres pueden experimentar por medio
de la fe (la noción veterotestamentaria de hesed y hanan hace imposible
entre los cristianos judíos todo «dualismo» entre la interioridad y su ex-
presión).
454 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO LA IDEA DE «CHARIS» O GRACIA 455

La gracia es una nueva vida, gratuita (Pablo) y gozosa (Lucas), que nos como salvación de Dios y cómo experimentan a Dios en cuanto sal-
Dios nos ha preparado en Jesucristo y que nos ofrece en el plano de nues- vación.
tra historia terrena (Heb 10,20; 2 Pe 1,15; Jn 14,6; un camino de salva- — «La gracia y la verdad se hicieron realidad en Jesucristo» (Jn 1,17).
ción: Hch 16,17; 9,2; 19,23; 24,14; 1 Cor 12,31. «El camino» es una — «La gracia otorgada por Dios, el don de gracia que correspondía a
expresión oriental, típica de la Antigüedad tardía, que designa una praxis un hombre solo, Jesucristo» (Rom 5,15 con 5,17).
y una mentalidad que llevan a la salvación). Se trata, pues, de una nueva — «La gracia de Dios se hizo visible, trayendo salvación para todos
posibilidad de vida, un modo de existencia, en el que el hombre experi- los hombres» (Tit 2,11).
menta realmente salvación y redención, liberación y renovación, felicidad — «Se hizo visible la bondad de Dios y su amor por los hombres»
y plenitud. Para el Nuevo Testamento se trata de seguir el camino de la (philanthropia, término empleado excepcionalmente por los LXX para
vida de Jesús con Dios, plasmado en su solicitud por los hombres, en soli- traducir el hebreo hesed) (Tit 3,4).
daridad con el Dios que se preocupa de todos; es una actitud vital, exis- — «Dios, la plenitud total, quiso habitar en él» (Col 1,19).
tencial, mediante la cual el impulso de Dios, su amor y fidelidad miseri- — «Es en éste en quien habita realmente la plenitud de la divinidad
cordiosos —hesed y 'emet—, en los que realmente se puede confiar, son y por él... habéis obtenido vuestra plenitud» (Col 2,9).
continuados por los hombres en nuestra historia terrena. — «Un mediador entre Dios y los hombres, un hombre, Cristo Jesús»
El hombre cuenta para ello con la ayuda de Dios. Su nueva posibilidad (1 Tim 2,5).
de vida, proclamada por Jesús en su predicación y en sus parábolas y de- — «Por él tenemos acceso al Padre» (Rom 5,2).
mostrada y vivida en su praxis y muerte, recibe en el Nuevo Testamento — «Nos salvó... con el Espíritu Santo que Dios derramó copiosamente
nombres distintos, pero en el fondo se trata de una única realidad. El sobre nosotros por medio de nuestro Salvador, Jesucristo» (Tit 3,6).
paulinismo habla de ser adoptados como hijos (huiothesia), el joanismo — «En esto se hizo visible entre nosotros el amor de Dios: en que
de nacer de Dios. Ambas concepciones quieren decir que el cristiano parti- envió al mundo a su Hijo único» (1 Jn 4,9); «mirad qué magnífico regalo
cipa en la singular relación vital que une al hombre Jesús, el Hijo, con el nos ha hecho el Padre: que nos llamemos hijos de Dios; y además lo so-
Padre a través del Espíritu (tres conceptos —Padre, Hijo, Espíritu— que mos» (1 Jn 3,1).
en el Nuevo Testamento se refieren a Dios, pero en cuanto que se preocu- — «Dios... que nos llamó... a participar de la naturaleza de Dios»
pa del hombre). (2 Pe 1,4c).
El concepto de «gracia» designa ante todo el llamamiento a participar Estos textos muestran cómo la conciencia religiosa, la experiencia reli-
en esa peculiar comunión de vida con Dios: la vocación cristiana, conse- giosa de Dios, tiene en el Nuevo Testamento como punto focal la relación
cuencia del designio libre y gratuito de Dios, que llama a los hombres al con el hombre Jesucristo. ¿Es Jesús el punto de referencia simbólico de
camino del evangelio (Gal 1,6; 2 Tim 1,9). En segundo lugar, en virtud una especie de mística ontológica? ¿O es realmente un acontecimiento
de ese llamamiento, es decir, en cuanto obediencia de la fe (Gal 3,5; 1 Cor histórico del acceso específicamente cristiano a Dios? El Nuevo Testamen-
1,12; Rom 6,16; 5,15, etc.), designa la vida cristiana: una existencia con- to sostiene, en algunas ocasiones con gran insistencia, este último punto
cedida por gracia, en el ser y el obrar, en la que la conducta responsable de vista. El joanismo, aunque es el máximo representante de una determi-
se vive como una realidad apoyada, guiada y orientada por la fuerza de nada mística de Dios, se opone a cualquier conato de lyein ton Iesoun
Jesús, que en cuanto dynamis divina (Le 4,33; 6,8; 20,32; 14,26; 15,40; (1 Jn 4,3), es decir, a todos aquellos que pretenden «destruir» a Jesús de
18,27; 1 Cor 1,18; 6,14; 2 Cor 4,7; 12,9-10; 2 Tim 2,1; Rom 1,16; Nazaret en beneficio de Cristo como principio celeste o pneumático (cf. el
Ef 2,12-13, etc.) «va dando fruto creciente en vosotros» (Col 1,6-7) «me- empleo de «Jesús», y no «Jesucristo», en Ef 4,21). Se advierte aquí el
diante la fe que se traduce en amor (al prójimo)» (Gal 5,6). mismo interés que movió a escribir los tres primeros evangelios.
Este llamamiento divino se nos ha manifestado personalmente en Je- Esta manifestación de la benevolencia de Dios en Jesucristo, el cual
sús y ha tomado cuerpo en su llamada personal a la conversión, a que nos otorga el Espíritu suyo y de Dios, tiene una prehistoria. Sin embargo,
recorramos un camino distinto del que hasta ahora seguíamos, porque el dado que el Nuevo Testamento está como fascinado por su experiencia de
reino de Dios está cerca (Me 1,14-15). Para aquellos que no han oído esta In gracia de Jesús, muestra menor interés por la revelación divina de la
llamada histórica de Jesús, el gozoso mensaje del evangelio predicado por gracia fuera del cristianismo. Esto produce psicológicamente cierta estre-
la comunidad cristiana en el mundo es ya una gracia y una fuerza (Hch chez de miras que conducirá pronto a unos planteamientos en términos de
5,20; 20,24-32; Le 4,22; 1 Cor 15,2; Sant 1,1; 2 Tim 1,1; Ef 6,15, etc.). tesis y antítesis. No obstante, al lado de este entusiasmo de fe por lo que
Además, la gracia de que habla propiamente el Nuevo Testamento es so- NC ha experimentado y se experimenta en Jesucristo, estos cristianos saben
bre todo el acontecimiento de Jesús, su aparición personal en nuestra iitic la misericordia universal de Dios se ha manifestado de modos muy
historia. Una serie de textos pertenecientes a diferentes libros del Nuevo diferentes antes de Jesucristo: fundamentalmente, en la historia común a
Testamento tratan de formular concisamente qué experimentan los cristia- lodos los hombres, en la peripecia humana con la naturaleza, la cual sus-
456 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 457

cita una conciencia ética e incluso religiosa (sobre todo Rom 1,18-22), y {aunque a la luz de la resurrección) el carácter de gracia inherente al men-
particularmente a través de la historia de Israel en el crisol de la historia saje y a la praxis de Jesús.
de los pueblos circundantes (Heb 1,1; Rom 2,1-3,20). Sobre este trasfondo Sin embargo, podemos decir de todo el Nuevo Testamento que la
histórico, universal y particular, aparece Jesús de Nazaret (Rom 3,21-4,5) muerte y resurrección son la culminación constitutiva de la gracia de Dios
como el «amén» de Dios a todas sus promesas hechas a Israel y, por tanto, en Jesucristo. Jesús no es confirmado por Dios sino después de asirse en
a todos los pueblos (2 Cor 1,20). su muerte a la mano de Dios y saberse asido por Dios en esa situación
tan oscura para él 2 : «Por la gracia de Dios, la muerte que él experimentó
redunda en favor de todos» (Heb 2,9). La carta a los Hebreos subraya es-
2. La gracia de Jesús y de Cristo resucitado pecialmente que es un acto exclusivamente divino del Padre lo que con-
fiere a la eficacia del sacrificio de Jesús su sentido constitutivo «pleno».
En todas las partes del Nuevo Testamento se afirma que la aparición Esto no elimina el elemento del amor de Jesús hasta la muerte, sino que
de Jesús en la tierra es la gracia de Dios. No obstante, hay marcadas dife- lo presupone, ya que Dios lo confirma y sella en la resurrección o glorifi-
rencias de matiz. En los cuatro evangelios, el acontecimiento global de cación de Jesús. Por consiguiente, la resurrección de Jesús es un acto libre
Jesús y en torno a Jesús es un signo de la gracia de Dios. Para Marcos, y soberano de Dios, aunque su manifestación inicial fue la comunión de
desde el bautismo de Jesús; para Mateo, Lucas y Juan, desde el primer vida de Jesús con Dios, en virtud de la cual ha aceptado su pasión y muer-
momento de la venida de Jesús al mundo (Jn 1,14; 3,16; 12,46-47; te. Precisamente esta comunión es, por parte de Dios, una demostración
cf. también 1 Jn 4,9 y 14). Dones de esa gracia son no sólo su muerte y de gracia para con Jesús, una gracia que en la exaltación o resurrección
resurrección, sino también su mensaje sobre el reino de Dios en favor de muestra su dinámica interna y alcanza su plenitud. Sólo tras haber alcan-
la humanidad y toda su praxis, su trato con los hombres, especialmente zado esta plenitud —calificada en Flp 2,9 expresamente de «gracia» en
cuando comía con ellos y aliviaba sus problemas, y de modo particular su relación con Jesús: echarisato; cf. también Heb 2,9— puede afirmarse que
contacto con los pecadores, pobres y oprimidos, gente discriminada desde Jesús «se convierte en causa (fuente) de salvación eterna» (Heb 5,9). Ha-
el punto de vista religioso y que padecía las consecuencias sociales de tal blando del Jesús histórico, también el Evangelio de Juan (pese a que pone
discriminación. Ya antes de la Pascua se tiene la impresión de que tomar el acento en la gracia que ya se ha manifestado en el Jesús terreno) dice
postura a favor o en contra de Jesús implica una decisión sobre el destino lo siguiente: «Aún no había Espíritu, porque Jesús no había sido glorifi-
de la propia vida: es una decisión a favor o en contra del reino de Dios \ cado» (Jn 7,39, texto que excluye radicalmente la posibilidad de que Je-
En los cuatro evangelios canónicos y en el resto del Nuevo Testamen- sús, después de su muerte, vuelva a ser Logos a-sarkos posexistente, no
to, el sumo don de la gracia es el amor de Jesús hasta la muerte: su encarnado, como en su preexistencia).
pasión y muerte como fracaso de su vida, una vida que, con dolor, pero El Nuevo Testamento enseña, pues, que sólo Jesús resucitado da esca-
también con todas sus fuerzas, pone en manos de su Dios (cf. Rom 5,9-11; tológicamente salvación: en el Pneuma, el Espíritu suyo y de Dios (Rom
1 Cor 15,2-3; 2 Cor 3,17-18; Heb 10,29; 1 Pe 2,21; 2 Tim 1,10b, etc.): 8,14-18; 8,29; Gal 4,4-7; Ef 1,3-5; Tit 3,6, etc.; cf. infra), es decir, el
«Aquel que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos Espíritu mediante el cual el cristiano, en virtud de la gracia de la fe y del
nosotros, ¿cómo es posible que con él no nos lo regale todo?» (Rom 8,32); bautismo (Rom 6; Gal 3,26-27; Tit 3,5), se hace semejante a Jesús, o sea,
«tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que tenga^ vida participa de su relación con Dios y de su servicio radical a los hermanos
eterna y no perezca ninguno de los que creen en él» (Jn 3,16). Sobre todo (Rom 8,29) y su entrega al prójimo.
en Pablo y en las tradiciones neotestamentarias influidas por Pablo, la gra-
cia de Dios en Cristo se condensa hasta tal punto en la muerte y resurrec-
ción de Jesús, que esas tradiciones tienden a reducir y limitar la charis II
aparecida en Jesús exclusivamente a su muerte y resurrección. Pablo nunca
vincula la idea de charis al mensaje y la vida de Jesús de Nazaret, sino CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA»
sólo a Jesucristo, resucitado de la muerte; no vincula la charis a Jesús,
sino únicamente a Cristo (Jesús) resucitado (Gal 2,19; cf. 1 Cor 1,30; 1. Adopción y nueva creación (paulinismo),
2 Cor 5,21). Sólo el Señor Jesús es gracia. Sin la resurrección de la muerte, nacer de Dios (joanismo): don del Pneuma
la actividad terrena de Jesús queda inconclusa, es incluso problemática. En La salvación de Dios, que se nos ha otorgado por la vida de Jesús y
cambio, los cuatro evangelios evitan esta concepción exclusivamente kerig- que culmina en su muerte y resurrección, se presenta temáticamente como
mática del Jesús muerto y resucitado; en su anuncio evangélico reconocen
2
E. Schillebeeckx, Jesús y el fracaso de la vida humana: Conc 113 (1976) 407-420
1
Cf. Jesús, la historia de un viviente, 124-246. " (véase también la cuarta parte de la obra).
458 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 459

a) filiación divina, y b) don del Espíritu Santo. Antes de resumir lo que bio, va en otra dirección; no habla nunca de huioi tou Theou (hijos de
el Nuevo Testamento entiende por «riqueza de la gracia de Dios» (Ef Dios), sino de tekna tou Theou (Jn 1,12-13; cf. «hijitos», Jn 13,33, expre-
1,7b; 2,4-7; 3,8), debemos analizar con más detalle estos dones funda- sión que se repite en la primera carta de Juan). Tekna son los «nacidos».
mentales, pues son la base de las demás explicaciones. Las obras joánicas no conocen, pues, la idea de adopción, sino sólo la de
nacimiento de Dios (Jn 3,3-8; sobre todo, 1 Jn 2,29 con 3,1; 3,9 con
3,10; 5,1 con 5,2; también 4,7; 5,4.18; cf. además 1 Pe 1,3; 1,23; Tit
a) Filiación divina. 3,5). Como se desprende de la terminología empleada, sperma tou Theou,
Ya los sinópticos hablan de filiación: «Dichosos los que trabajan por «semilla de Dios» (1 Jn 3,9), el autor no se refiere a una adopción, sino
la paz, porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos» (Mt 5,9); «para claramente a un «nacer de Dios» para el que sirve de modelo la procrea-
ser hijos de vuestro Padre del cielo» (Mt 5,45). En sí, este concepto se ción humana (1 Jn 5,1). Pero no se trata de un nacimiento humano o te-
halla presente en la conciencia religiosa del hombre en general. Lo espe- rreno, sino pneumático: «A los que lo recibieron, los hizo capaces de ser
cífico del Nuevo Testamento consiste en que esta peculiar comunión de hijos (tekna) de Dios. A los que le dan su adhesión, y éstos no nacen de
vida con Dios se realiza por mediación de Jesús de Nazaret, Cristo, Hijo linaje humano, ni por impulso de la carne ni por deseo de varón, sino que
de Dios, «de cuya plenitud todos recibimos» (Jn 1,16; cf. Col 2,9.10). nacen de Dios» (Jn 1,12-13); en otras palabras: su nacimiento es pneumáti-
¿Qué modelo utiliza el Nuevo Testamento para explicar esta nueva rela- co; han sido concebidos del Espíritu Santo. El nacimiento define mejor que
ción de gracia con Dios? la adopción las características y la naturaleza del «nacido», o sea, del cristia-
Además de los textos que hablan de «ser hijos de Dios» sin ningún no. «De la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu» (Jn 3,6; cf. Rom
otro elemento adicional (Mt 5,9; 5,45; Ef l,5ss), encontramos dos mode- 8,5 y 8,9, donde no aparece la idea de «nacimiento»). Por tanto, «nacer
los en los que se tematiza esta experiencia cristiana: el modelo jurídico de de Dios» significa «proceder de Dios» (1 Jn 3,9 con 3,10; cf. también
la adopción y el ontológico del «nacer de Dios»; a éstos hay que añadir 4,4 con 5,4). En la expresión «nacer del Espíritu» (Jn 3,6), el Pneuma
el modelo de la creación, que concreta el contenido del modelo de la adop- adquiere ante todo el significado veterotestamentario e intertestamentario
ción. El primero es de procedencia veterotestamentaria y judía: «Ellos de fuerza efectiva de Dios o «fuerza de lo alto», o sea, propia de las
descienden de Israel, fueron adoptados como hijos (huiothesia)» (Rom esferas celestes (epourania, cf. Jn 3,12) y, en sentido eminente y trascen-
9,4). Hasta la época helenística no habló Israel de Dios como Padre de dente, propia de Dios: «Dios es pneuma» (Jn 4,24), y Pablo dirá también:
los justos como individuos (cf. en especial Sab 2,13-16; 12,21; 14,5; Eclo «Cristo es pneuma» (2 Cor 3,17), si bien en el sentido corriente (tradi-
23,1-4; 51,10; también 3 Mac 5,7; 6,8; 7,6). Ya antes hablaba del pueblo cional): Jesús resucitado pertenece por completo al ámbito celeste y pneu-
de Dios como hijo de Dios (Ex 4,22-23; Os 11,1-11; Is 43,1-7; 63,8-9; mático, a la esfera de lo divino en cuanto distinto de lo terreno. El mundo
Mal 1,2-3), pero no sobre la base de un origen o nacimiento natural de pneumático (superior) se contrapone aquí al mundo terreno e incluso hu-
Dios, como suelen los pueblos vecinos presentar la creación de Dios, sino mano. Por haber nacido del Espíritu, también los cristianos reciben una
de una elección gratuita (Dt 14,1-2; Is 1,2-9; Mal 1,2-3): mediante la naturaleza «celeste», pneumática. El Espíritu es, pues, una especie de
alianza, que en sí es un concepto jurídico, por muy profunda y real que chrisma, de unción, por la que nuestra naturaleza humana se hace pneumá-
sea la vida vivida en esta alianza con Dios. El Padre ha hecho al pueblo tica (1 Jn 2,20.27). Materialmente, el sperma tou Theou (1 Jn 3,9) es lo
elegido hijo de Dios (Dt 32,6-43; Is 43,6-7; Mal 2,10). Nunca se habla de mismo que la nueva naturaleza pneumática que recibimos del Pneuma;
«haber nacido de Dios», si bien en el Antiguo Testamento encontramos significa de hecho lo mismo que Jn 1,12-13 («no nacen por deseo de va-
con frecuencia un eco de esta concepción de los pueblos vecinos; Dt 32,6 rón»). Todos los cristianos hemos sido «concebidos virginalmente», o sea,
llega a decir: «¿No es él tu padre y tu creador, el que te hizo y te dio la por obra del Espíritu. Esta terminología tiene su origen quizá en el am-
vida?» 3. En el primer judaismo, la filiación divina, como el Espíritu, cons- biente sincretista greco-judío del joanismo, pero el sperma pneumatikon
tituye un bien salvífico escatológico de los tiempos mesiánicos (Mal 3, joánico se opone radicalmente a las acepciones que esta expresión tiene en
17-18; cf. Sab 2,18; 5,5; también en la literatura intertestamentaria) 4 . el estoicismo y en la Antigüedad tardía. El hombre posee un ser pneumá-
Cuando Mt 5,9 vincula la bienaventuranza escatológica con «ser llamados tico no naturalmente, en virtud de su espíritu, sino porque ha nacido de
hijos de Dios», se refiere a esta filiación. nuevo, en virtud de la gracia, de manera pneumática, «celeste», deiforme.
El paulinismo hará suya esta tradición y hablará de huiothesia o adop- Precisa y únicamente por esta razón la nueva naturaleza implica (y para
ción (Rom 8,14-17; 8,23; 9,26; Gal 3,26-28; 4,5-7). El joanismo, en cam- el joanismo ya desde ahora) la vida eterna, la vida propia de Dios (Jn 3,
16-18.36; 5,24; 1 Jn 3,14; 5,11-13). El Espíritu es «un Espíritu que da
3 vida» (Jn 6,63; 2 Cor 3,6; 1 Pe 3,18), pues la verdadera vida viene del
O. Betz, «Von Gott gezeugt», in Judentum, Urchristentum, Kirche (Hom. J. Je-
Pneuma, de lo alto (Pablo pondrá el acento más en el «todavía no» que
remías; Berlín 1960) 3-23.
* Jub 1,24-25; 1 Hen 62,11; AsMo 10,3; SalSl 17,27.30. en el «ya» de esta realidad; cf., por ejemplo, Rom 8,2 con 8,11).
CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 461
460 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO
de otro modo: el paulinismo completa, gracias al modelo de creación, la
A los nacidos de Dios, los tekna o hijos engendrados, se les ha pro-
idea de adopción con una realidad que supera el carácter jurídico de este
porcionado el principio de vida divino, el Pneuma Santo. De ahí que tanto
modelo, mientras que el joanismo rebaja el modelo ontológico entendién-
la adopción paulina como el «nacer de Dios» joánico s superen con mucho
dolo como nacimiento en virtud de la gracia (sin emplear la terminología
la idea de una adopción puramente jurídica o incluso moral: «y además lo
de la ktisis o creación) y no considera el nacimiento como un atributo
somos» (1 Jn 3,1), si bien en virtud de la gracia. Por eso, sobre todo en
natural del ser del hombre. Todo esto se confirma por el hecho de que
la primera carta de Juan, se observa que la práctica cristiana (1 Jn 2,29;
para ambas interpretaciones (modelos) la filiación divina —por adopción
3,9-10; 4,7; 5,1-2) tiene un fundamento muy profundo, pneumático (3,9).
Aparece aquí un concepto de gracia que comprende a la vez una elevación 0 por nacimiento— es obra del Pneuma de Dios e implica la «posesión
(pneumática) y una gracia sanante, en el sentido de principio y fuerza para del Pneuma».
la praxis ética de un cristiano que vive en un mundo aún no redimido
y amenazado. b) Don del Espíritu Santo.
En el paulinismo podemos encontrar quizá un tercer modelo, que pro-
Como fundamento de todos los demás dones, el don del Espíritu San-
fundiza en sentido realista el modelo jurídico de «adopción». Nos referi-
to, que acompaña a la filiación divina, es el gran don salvífico otorgado
mos al modelo de creación, para el cual la gracia es una nueva creación
por Dios en y por Jesús resucitado (Gal 3,5; 4,6; 5,18.25; 1 Cor 2,4;
del hombre, aspecto que falta en el modelo joánico, dado que el modelo
2,10-12; 6,11; 7,40; 2 Cor 1,22; 4,13; 5,5; 13,13; Rom 5,5; 8,9-11;
de «nacimiento» es ya bastante realista. Pablo emplea, además del modelo
8,14-15.23; 12,11; 15,13.19; Flp 1,27; 2,1; 1 Tes 4,8; Hch 1,5; 2,
de adopción, el de creación: «Donde hay un cristiano, hay humanidad
4.17.38; 4,31; 5,22; 6,3; 8,15.17-19; 10,44.47; 15,19; 19,2; Jn 3,6;
nueva» (kaine ktisis; 2 Cor 5,17; Gal 5,15). También las cartas deutero-
6,63; 14,17; Ef 1,14; 2,18.22; 3,16; 4,30; 5,18; Col 1,8; 2 Tes 2,13;
paulinas utilizan este modelo: «creados en Jesucristo» (Ef 2,10); «el hom-
bre nuevo creado a imagen de Dios» (Ef 4,24); «el hombre nuevo que... 1 Tim 3,16; Tit 3,5; Heb 6,4; 10,15.29; 1 Pe 1,2; 4,6; 1 Jn 3,24; 4,13).
se va renovando a imagen de su Creador» (Col 3,10). El hecho de que El nexo que establece el joanismo entre nacimiento de Dios y posesión
este modelo de creación sea propio del paulinismo indica que sirve para del Pneuma, y el paulinismo entre adopción y Pneuma, conduce en este
precisar el modelo de adopción; indica también que la redención es una último caso a la fórmula Pneuma huiothesias, «Espíritu de adopción»
obra creadora de Dios, vinculada a Cristo hasta el punto de que en él se (Rom 8,14-17; 8,23; 9,26; Gal 3,26-28; 4,5-7; cf. Mt 5,9; 5,45; Jn 12,
unifican «creación» y «salvación» (Ef 2,15; 3,9; 4,24; Col 1,15-16; 3,10). 36; Ef 1,3-5). A diferencia del joanismo, Pablo hace hincapié en que he-
Esta es la idea fundamental que servirá para estructurar la posterior teo- mos recibido el Espíritu Santo sólo como anticipo, como garantía (arrha,
logía de la gracia: creación, nueva creación, consumación obedecen al plan arrhabon) (2 Cor 1,22; 5,5; cf. Ef 1,14).
concreto que Dios ha proyectado para el hombre. La gracia como salva- La comunión de vida con Dios (1 Pe 1,4) por adopción o nacimiento
ción del hombre se inserta en un orden de paz que abarca todas las cosas. es llamada en el Nuevo Testamento: a) «comunión (koinonia) con el Pa-
La adopción y la nueva creación por la gracia (paulinismo) o el naci- dre» (1 Jn 1,3; 1,6; Juan expresa a menudo esta idea con el término
miento de Dios en virtud de la gracia (joanismo), precisamente por ser menein, «permanecer»; cf. infra); b) «comunión con el Hijo» (1 Cor 1,9;
gracia y no una forma de ser humana, se realizan (gracias a la fe, Jn 1,12, Col 2,6; 1 Jn 1,3; 2,24); c) «comunión con el Espíritu Santo» (2 Cor 13,
y a la justificación paulina por la fe) en el bautismo y por medio del Es- 13; Flp 2,1; Heb 6,4); d) comunión recíproca entre los hombres, frater-
píritu (Jn 3,5 con 3,6; 1 Pe 1,3; 1,23; Tit 3,5; cf. Rom 6). Aunque ori- nidad humana arraigada en el Espíritu (Jn 17,11.21-22; 1 Jn 1,3.7 y pas-
ginariamente, en el Nuevo Testamento, el bautismo cristiano está relacio- sim; 2 Cor 9,13, etc.). En esta comunión de vida con Dios somos «compa-
nado con el perdón de los pecados (cf., por ejemplo, Hch 2,38; 22,16; ñeros de Cristo» (Heb 3,14) y «partícipes del Espíritu Santo» (Heb 6,4),
1 Cor 6,11; también Heb 10,22), el cristianismo primitivo vio también el que 2 Pe 1,4, utilizando conceptos del estoicismo, denomina consortium
bautismo como bautismo con Espíritu (Me 1,8 par.; Hch 1,5; 2,38; 11,16; divinae naturae (theias koinonoi physeos), pero no en el sentido griego
19,2-3) y subrayó, en consecuencia, su aspecto de «nacimiento»: «el baño (nótese el contexto ético de 2 Pe 1,4), sino en el de la «adopción» paulina
regenerador y renovador con el Espíritu Santo» (Tit 3,5). y el «nacer de nuevo de Dios» joánico. No obstante, debemos señalar que
cada vez es más frecuente el uso de conceptos religiosos de tipo helenista-
Aunque el modelo de adopción sea en cuanto tal minimista y el de oriental: un procedimiento correcto si tenemos en cuenta que la salvación
nacimiento sea maximista, en ambos casos se expresa una misma realidad: en Jesús está destinada a todos los hombres y no sólo a los que hablan
«ser semejantes a Dios» (joanismo: Jn 5,18; paulinismo: Flp 2,7). Dicho el «lenguaje de Canaán». Pero cuando la Iglesia esté formada casi exclusi-
5
vamente por cristianos de origen pagano, esto será una fuente de dificul-
R. Brown, Evangelio según Juan I, 209ss; cf. también JBL 72 (1953) 213-219; tades, que irán en aumento a medida que el cristianismo se aleje de sus
H. Leroy, Rátsel und Missverstandnis, op. cit., 124-136; R. Schnackenburg, Johannes- orígenes judíos, veterotestamentarios. De hecho, el Nuevo Testamento pre-
briefe, op. cit. (21963) 175-183.
462 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 463

supone todo el Antiguo y se limita además a la experiencia con Cristo. Sin 4,2-3; 1 Cor 12,3). El Espíritu garantiza a las generaciones cristianas pos-
la tradición veterotestamentaria, el Nuevo Testamento, cerrado en sí mis- teriores la unión entre el testimonio apostólico y actual sobre Jesucristo
mo, estaría incompleto. y el acontecimiento histórico de Jesús. El Espíritu actúa en el recuerdo
La comunión de vida del cristiano con Dios es una participación gra- cristiano del Jesús histórico (Jn 14,26; 15,26; 16,13-14 con 1 Jn 1,1-3:
tuita e inmerecida en la íntima relación y en la comunión recíproca del «lo que oímos, lo que vieron nuestros ojos», si bien aquí no se trata de
Padre y del Hijo, Jesucristo (Jn 14,20; 17,21.23; cf. Jn 10 y todo el dis- testigos oculares directos, sino de lo que se experimenta en la comunidad
curso de despedida, sobre todo de 13,31 en adelante). La comunión con sobre la base del testimonio de los primeros testigos presenciales y de la
Dios no es posible sin la unión con Jesús, y nunca al margen de Jesucristo tradición apostólica. En todo este proceso interviene el Pneuma).
(ahí radica la diferencia entre esta «comunión» y cualquier idea griega de La comunión con Dios está sujeta a la mediación de Jesucristo. La co-
«participación» en la naturaleza divina). Entre «Dios en nosotros» y «nos- munión de vida con Dios se hace así experimentable en la fe gracias al
otros en Dios» (Evangelio de Juan) está siempre la mediación del hombre don del modo de ser pneumático que recibe el fiel bautizado, don inhe-
Jesús, el Cristo e Hijo. Para hablar de esta comunión con Dios, el joanis- rente a la inhabitación del Espíritu (Rom 8). En un principio se subrayó
mo utiliza expresiones como «vivir en» (menein) (1 Jn 1,10; 2,14; 1,8; la posesión del Pneuma, que se manifestaba en ciertas experiencias caris-
2,4.6.24.27.28; 3,6; 3,24; 4,13.15.16; en el Evangelio de Juan: Jn 15, máticas extraordinarias (Hch 2,38; 8,15-16; 10,45; 19,6), experiencias más
4.5.7; 14,17; 15,9.10, etc.), «tener» a Dios o al Hijo (1 Jn 2,23; 5,12; bien externas, aunque no carentes de un intenso impulso interior. Pero,
2 Jn 9) o «estar con Dios» (1 Jn 3,10 con 3,9; 2,5; 5,20), subrayando con el tiempo, la experiencia del Espíritu asume cada vez más en el cris-
siempre la reciprocidad («el Padre está conmigo, yo con el Padre») (Jn 6, tianismo neotestamentario el carácter de una conmoción sobria, pero inten-
56; 15,4-11; 14,20; 17,21.23.26; 1 Jn 3,24; 4,13.15.16). (Estas fórmulas samente ética: «El amor que Dios nos tiene inunda nuestros corazones
no son en muchas ocasiones creación del joanismo, sino que tienen su por el Espíritu Santo que nos ha dado» (Rom 5,5); «quien cumple sus
origen en la cultura religiosa greco-judía y en el sincretismo oriental en mandamientos está con Dios y Dios con él, y así, gracias al Espíritu que
que viven las comunidades joánicas. En mi opinión, concuerdan sobre todo nos dio, conocemos que Dios está con nosotros» (1 Jn 3,24); «esta prueba
con la corriente mística que desemboca en la llamada «mística hermética», tenemos de que estamos con él y él con nosotros, que nos ha hecho parti-
que habla también de un «nacimiento en el Pneuma» 6 . Por otro lado, la cipar de su Espíritu» (1 Jn 4,13; el texto griego dice: «nos ha dado de su
idea de «nacer de Dios» estaba muy extendida desde hacía tiempo en el Espíritu»). Los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, paciencia, agra-
Oriente). En Juan, «conocimiento de Dios» (que se basa también en el do, generosidad, lealtad, sencillez, dominio de sí (Gal 5,22), «un Espíritu
concepto veterotestamentario y judío de «conocer a Dios») es sinónimo de de valentía, de amor y de dominio propio» (2 Tim 1,7), «un Espíritu de
«comunión con Dios» (por ejemplo, Jn 17,3; passim en la primera carta sabiduría y revelación» (Ef 1,17).
de Juan). De todos modos, el joanismo no habla nunca de una salvación a La comunión de vida con Dios, experimentable en la fe a través del
través del conocimiento; es más, Juan parece oponerse a ciertas herejías, Espíritu, otorga al creyente un conocimiento especial de ta tou Theou, de
existentes en la comunidad joánica, según las cuales ya en la tierra se da las cosas «celestes» o pneumáticas, de «la manera de ser de Dios» (1 Cor
una especie de «visión beatífica de Dios» (Jn 1,18; 5,37; 6,46; 14,8-9; 2,11), de lo que posee la misma naturaleza que el Pneuma celestial
1 Jn 4,12) y, sobre todo, a una especie de mística de la identidad en la (1 Cor 2,10-17; cf. 1 Cor 12,8; Ef 1,7-8; Col 4,1-2). La gracia pasa por
que Jesús queda fuera de escena (en especial Jn 1,18; cf. 14,9 y 12,45). «la sabiduría y la inteligencia» (Ef 1,8) y es una «iluminación de la visión
interior» (ibidem). Esta inteligencia pneumática es teologal (es decir, tie-
ne que ver con Dios), pero también ética: el Pneuma de Dios en nosotros,
c) Experiencia del Espíritu: conocimiento religioso y ético. nuestro modo de ser pneumático de «nacidos de Dios», lleva a realizar
Esta comunión con el Padre por el Hijo en el Espíritu es de hecho una «las obras del Espíritu de Dios» (1 Jn 4,2), ya que este Pneuma nos
comunión vital experimentable. El Espíritu de adopción o nuestro modo permite «distinguir las inspiraciones» (1 Cor 12,10; 1 Jn 4,1-6; sobre
de ser pneumático, obtenido al haber nacido de Dios en virtud de la inha- todo, 4,1 y 4,6c; y 1 Tes 5,20-21), nos hace capaces de distinguir entre
bitación del Espíritu Santo, nos concede la experiencia de la filiación divi- lo bueno y lo malo en sentido ético (Col 1,9 con 3,10; Rom 12,2). El
na, pues este Espíritu es el que nos permite llamar a Dios «Padre», Abba, Pneuma que mora en nosotros es, por tanto, fundamento de un conoci-
al igual que Jesús (Rom 8,15; Gal 4,6). Al mismo tiempo, la experiencia miento «místico» (teologal) de Dios y de un conocimiento ético-pneumá-
del Padre es sólo posible en el hombre Jesús (Jn 1,18; 6,57; 14,6-9; 16, tico; da además un sensus fidei, una especie de intuición de fe que permite
26-27; 1 Jn 2,23; 5,11-12; Jn 8,19; 14,19-20), al que podemos conocer distinguir entre los enunciados de fe correctos desde el punto de vista
como Cristo o enviado de Dios solamente por medio del Espíritu (1 Jn cristiano y los falsos (suponiendo, como creo, que deba interpretarse así
Heb 5,14: «Los adultos tienen con la práctica una sensibilidad entrenada
' Corpus Hermeticum XIII, 1, 3 y 7. en distinguir lo bueno de lo malo». Toda la carta a los Hebreos gira en
464 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 465

torno al problema de la capacidad para distinguir entre una interpretación Dios entre nosotros. En otro lugar se dice lo mismo en forma de exhorta-
de Jesús cristológicamente correcta y otra falsa). Véase también 1 Cor ción: «Entre vosotros tened la misma actitud de Cristo Jesús» (Flp 2,5;
12,3: «Nadie puede decir: ¡Jesús es el Señor!, si no es impulsado por el 1 Cor 2,16), pues «los que se dejan dirigir por el Espíritu tienden a lo
Espíritu Santo», comparándolo con 1 Jn 4,2-3: «Toda inspiración que propio del Espíritu» (Rom 8,5b-6). «Vida del Espíritu» es lo mismo que
confiesa que Jesús es el Cristo venido ya en carne mortal procede de Dios, «vivir según el Espíritu» (Gal 5,25). Y como el Pneuma dice relación a lo
y toda inspiración que no confiesa a ese Jesús no procede de Dios»; en que es propio del ámbito divino, todo esto se expresa —de acuerdo con
ambos casos se trata de una capacidad de discernimiento cristológico (la la imagen que entonces se tenía del mundo— en fórmulas como «buscad
doctrina posterior de la Iglesia sobre el sensus fidei de la comunidad de lo de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; estad cen-
fe se apoyará, entre otros, en estos dos textos). En otras palabras: el cris- trados arriba, no en la tierra» (Col 3,1-2, etc.). Esto se traduce concreta-
tiano, en virtud de su modo de ser pneumático, posee una capacidad de mente en el amor fraterno y en la conducta ética consecuente del cristiano
distinción basada en un conocimiento experiencial (que los medievales (cf. las parénesis del Nuevo Testamento: casi todas se pueden resumir en
llamarán «juicio basado en una connaturalidad experimentada») por lo que exigencias éticas y en el cuidado del prójimo).
se refiere a lo divino y a las exigencias de una conducta cristiana conse-
cuente. Esta capacidad va unida al don del Espíritu, que es de origen
e) «Ya» y «todavía no» en el reino de Dios. Acceso al Padre.
divino, de modo que el hombre que ha recibido el Espíritu puede discer-
nir lo que procede de Dios y lo que procede de otra parte (cf. en especial La comunión de destino con Cristo, camino que conduce a la comunión
1 Jn 4,1-6) (de todos modos, debemos tener en cuenta que esta capacidad con Dios, hace al creyente partícipe de la «herencia de Cristo» (Gal 3,29;
de discernimiento no opera de forma segura y correcta si no se basa en 4,7; Rom 8,17; Tit 3,7; Ef 1,14-18; Heb 1,2; 9,15; 1 Pe 1,4), lo cual
un análisis de las mediaciones históricas que caen fuera de la perspectiva es consecuencia de la filiación por adopción o nacimiento. El Espíritu
del Nuevo Testamento). Santo es un primer anticipo de esta herencia, que consiste en «entrar en
el reino de Dios» (Gal 5,1; 1 Cor 6,9; Col 1,13-14; Ef 5,5; Sant 2,5;
d) Conformidad con Cristo: seguir a Jesús. 1 Pe 1,4; 1,5b; 1 Tes 2,12; 2 Tes 1,5; 2 Tim 4,1; 4,18; 2 Pe l,10b-ll;
Heb 12,28; Ap 12,10; Jn 3,3.5; 18,36, y la idea de «reino de Dios» en
La comunión dé vida con Dios por mediación de Cristo hace a los los sinópticos). Mediante el «anticipo del Espíritu Santo», la entrada en el
creyentes «semejantes a Cristo» (Rom 8,29; Gal 3,27; 4,19; Col 3,9). reino de Dios es actual a la vez que escatológica, es decir, escatológica
Esta idea es expresada con diversas imágenes: despojarse de las vestiduras dentro de su actualidad y, por tanto, orientada en el presente hacia una
viejas y revestirse de las nuevas (Ef 4,17-32; Rom 13,12; Col 3,8-11; consumación futura. La gracia del Nuevo Testamento se halla en tensión
Heb 12,1). Col 3,10 habla de una renovación «a imagen del Creador»; entre el ya y el todavía no, tensión presente también en el joanismo, para
Ef 4,24, de un hombre nuevo creado kata Theon (a imagen de Dios). Si el que la vida eterna es ya una realidad actual, pero con la mirada puesta
Pablo dice que los cristianos «se revisten de Cristo» (como de un vestido en la consumación de la resurrección. Los cristianos están «salvados» o
nuevo), las cartas deuteropaulinas hablan de un «revestirse del hombre santificados (hagiasmenoi: Heb 10,10; sesosmenoi: Ef 2,5.8), pero tam-
nuevo», que no se identifica propiamente con Cristo, pero se ajusta a su bién en camino hacia la santificación (hagiazomenoi: Heb 10,15-18; «se-
medida. Se trata de una actualización del hombre del paraíso, y este nuevo llados para el día de la liberación», Ef 4,30; cf. 1,13-14). «Han entrado
hombre del Génesis es posible gracias a Cristo (cf. también Coí 3,10; en el descanso» (Heb 4,3) y «se esfuerzan por entrar en ese descanso»
1,15; 2 Cor 4,4; Ef 4,21c). La semejanza con Cristo es, al mismo tiempo, (Heb 4,11).
semejanza con Dios (FIp 2,7; Jn 5,18). Por ella los creyentes son partí- Muchos textos presentan la unión actual con Dios como «un acceso
cipes del hesed y la 'emet de Dios: «Sed misericordiosos como vuestro Pa- al Padre»; esta expresión se utiliza específicamente en la carta a los He-
dre es misericordioso» (Le 6,36). Lucas emplea aquí el término oiktirmos, breos para designar la gracia que nos es concedida en Cristo (Heb 4,16;
con el que los LXX traducen el hebreo rahamim, el cariño maternal de 7,25; 10,22; 12,22; 13,15, etc.), pero también aparece continuamente en
Dios al hombre; rahamim (cariño) confiere al concepto de gracia (hesed) otros lugares (Gal 4,6; Rom 8,15-16; Ef 1,3; 2,18; 1 Pe 1,5-7). A dife-
el significado de amor y ternura. Mt 5,47 utiliza una palabra específica de rencia del Antiguo Testamento, donde únicamente el sumo sacerdote —y
este evangelio: «Sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre del cielo». una sola vez al año— podía entrar en el santo de los santos, el lugar en
Sin embargo, Mateo conoce también la idea lucana del amor tierno y solí- que Dios moraba entre su pueblo, el cristiano tiene, sin otra mediación
cito: «Aprended de mí, que soy sencillo y humilde» (Mt 11,29). Ambos, que la de Cristo, libre acceso a Dios (Heb 4,16; 10,19; Ef 3,12; 1 Jn
pues, completan el «ser semejantes a Cristo y a Dios» de Juan y de Pablo 3,21. La carta a los Hebreos compara un hecho ritual del judaismo con un
precisando que el cristiano debe tener la misma solicitud por el prójimo hecho «interno» del cristianismo y silencia la profunda experiencia reli-
que tuvo Cristo, que es la manifestación personal del amor y fidelidad de giosa de Israel, con lo cual la comparación resulta parcial y un tanto ofen-
30
466 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 467

siva). La comunidad cristiana es, por tanto, un pueblo de Dios sacerdotal salvación puede tener el significado de perdón de los pecados, triunfo so-
(1 Pe 2,9-10; Ap 20,6). Este libre acceso —los hijos entran y salen de la bre Satán y vida eterna. Es principalmente Pablo quien confiere a este tér-
casa del Padre— es característico de la parrhesia, la confianza de los hijos mino un sentido plenamente cristiano, convirtiendo la «vida eterna» en la
que se sienten junto a Dios como en su propia casa. Este acceso es (con salvación de la resurrección corporal. Como en los sinópticos, «redención»
la oración doxológica; cf. infra) el fundamento de la intercesión o súplica asume entonces un significado puramente escatológico, mientras que «per-
neo testamentaria: «Lo que pidáis al Padre alegando mi nombre, os lo dón de los pecados» y «victoria sobre los demonios», al menos en lo que
dará» (Jn 15,16b; 16,23b); «hasta ahora no habéis pedido nada alegando respecta a este concepto de soteria, pasan a un segundo plano. No obstante,
mi nombre. Pedid y recibiréis, así vuestra alegría será completa» (Jn 16,24 el fundamento de esta salvación escatológica radica precisamente en el per-
y sinópticos). dón de los pecados otorgado con el don del Espíritu Santo. En otras pala-
bras: la salvación es para Pablo esencialmente victoria sobre la muerte.
Para el joanismo, soteria o salvación es también vida eterna y victoria so-
2. Contenido concreto de esta gracia fundamental bre la muerte, pero el don del Espíritu Santo hace que esta vida eterna
sea ya una realidad actual. La salvación se relaciona más estrechamente
El Nuevo Testamento da a la gracia fundamental los nombres de con la nueva vida en Cristo, y ya desde ahora. Las cartas deuteropaulinas
«adopción» y «nacimiento de Dios» y la considera como redención y libe- insisten en la dimensión actual de la soteria o salvación, de modo que
ración. ¿De qué y para qué somos liberados? La respuesta del Nuevo Tes- el perdón de los pecados ocupa en ellas el puesto central. En los escritos
tamento a esta pregunta depende, entre otras cosas, de la experiencia que neotestamentarios posteriores aparece también el sustantivo helenista so-
entonces se tenía de la desgracia y de cómo se la entendía (por ejemplo, ter7, salvador o bienhechor. Este término se aplica primero a Dios y luego
el temor de la Antigüedad tardía a los demonios, que pesaba como una también a Cristo (Le 2,11; Hch 5,31; 12,23; 1 Jn 4,14; Tit 1,4; 2,13;
losa en la vida cotidiana de aquel tiempo). La salvación conseguida por 3,6; 2 Tim 1,10; 2 Pe 1,1.11; 2,20; 3,2.18); con él se quiere decir secun-
Jesús no fue considerada en un principio como nacimiento de Dios o adop- dariamente que el verdadero salvador y bienhechor de la humanidad no es
ción, sino como un nuevo modo de vivir y una plenitud de vida, como el emperador, sino Dios por medio de Jesucristo. Soter da al concepto so-
salvación y perdón de los pecados. Sólo posteriormente se comenzó a re- teria o salvación el significado de «salvación para el mundo entero» (al
flexionar sobre el origen y fundamento de todo esto, tratando de identi- igual que el emperador recibía el nombre de «bienhechor de la humani-
ficarlo con el modelo de la «adopción» y del «nacer de Dios». dad» o del bien común universal).
Aunque un inventario exacto de todos los aspectos neotestamentarios Sozein, en sus distintas formas verbales, está más cerca del significado
permite descubrir otras facetas, vamos a considerar dieciséis conceptos bá- hebreo que del helenista de salvación (soteria). En los LXX, sozein es nor-
sicos que aparecen continuamente en todas las partes del Nuevo Testa- malmente la traducción de yasd (en hifil) 8 y de palat (en piel) 9. El pri-
mento y nos ofrecen una buena visión del origen y finalidad de la reden- mer verbo significa generalmente «auxiliar», muchas veces en un sentido
ción de Jesucristo. «jurídico»: acudir en ayuda de alguien que pide auxilio y librarlo así del
peligro (de ahí el grito de socorro, hosié, que lanzan los necesitados, sobre
a) Salvación y redención. todo en los salmos de lamentación, Sal 18,28; 72,4; 109,31; también Job
5,15). Dios es «el Dios que me ayuda» (Sal 48,47; 25,5; 65,6; 79,9; 85,5).
En el Nuevo Testamento, la salvación que los cristianos experimentan El es yeU (Sal 12,6) o yeMah (Sal 9,15; 13,6; 21,2; 1 Sm 2,1; Is 25,9;
en Jesús se designa a menudo con el sustantivo griego soteria (Le 1,69. Sal 20,6; 35,9; «de Sión viene yestfah (salvación) para Israel», Sal 14,7;
71.77, citas de los LXX; Hch 4,12; Rom 1,16; 10,1; 2 Cor 7,10; Ef 1, Sal 74,12). En textos posteriores, especialmente después del destierro, el
13; Flp 2,12; 1 Tes 5,8-10; 2 Tes 2,13; 2 Tim 2,10; 3,15; Heb 2,10; auxilio de Dios pasa a ser escatológico y apocalíptico (Is 25,9; 33,22; 35,4;
5,9; 1 Pe 1,9-10; 2,2; 2 Pe 3,15; Jds 3; Ap 12,10b; Tit 2,11) o con el 60,16; 63,1; Zac 8,7.13; 9,16). En este concepto de ye*sulah, que también
verbo sozein (Mt 1,21; 9,21.22 par.; 27,42 par.; Me 5,23; 16,16; Le 8,12; el Nuevo Testamento traduce con la palabra griega soteria, percibimos un
8,50; 19,10; Jn 3,17; 5,34; 10,9; 12,47; Hch 2,21.47; 4,12; 11,14; 14,9; eco —sobre todo en el caso de soter— de la religiosidad helenista. El se-
15,11; 16,30; 27,40; Rom 5,8; 8,24; 10,9-10; 1 Cor 1,21; 3,15; 5,5;
15,2; Ef 2,6-7.8; 1 Tes 2,16; 1 Tim 1,15; 2,4; Heb 5,7; 1 Pe 2,24). Al
parecer, se prefiere el verbo sozein al sustantivo soteria. Este último es un ' H. Haerens, Soter et Soteria (Studia hellenistica 5; Lovaina 1948); W. Staerk,
término procedente del helenismo religioso, donde significa remisión de Soter: Die biblische Erlosererwartung ais religionsgeschichtliches Problem I (Gütersloh
una culpa en virtud de una iniciación ritual y también protección frente 1933).
* F. Stolz, yJf, en DTmAT I, 1078-1085; W. Foerster y G. Fohrer, sozo, en
a los peligros demoníacos (incluidos los procedentes del mundo subterráneo
ThWNT VII, 966-1024.
de la muerte) y, finalmente, vida inmortal y eterna. Según esto, soteria o ' F.. Rupprecht, plt, en ThHandWAT II, 420-427.
468 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 469

gundo verbo, palat, significa (en piel) «librar», poner a salvo, salvar (Sal ley» (Gal 3,11), «nos sacó del dominio de las tinieblas para trasladarnos al
18,49; 22,9; 31,2-3; 71,2; 82,4; en los Salmos, Dios es siempre el sujeto reino de su Hijo querido» (Col 1,13), «se entregó por nuestros pecados
de este verbo) 10 . También ese significado aparece en el Nuevo Testamento: para librarnos de este perverso mundo presente» (Gal 1,4). La redención
la redención es también liberación, en el sentido de escapar a peligros y tri- de Cristo tiene aquí, pues, el significado de ser preservados del juicio final,
bulaciones. La redención es salvación. ser librados de las ataduras del diablo, de la muerte, del peso de les pre-
ceptos de la ley y ser trasladados de este eón al mundo mejor del futuro:
b) Liberación de la esclavitud y servidumbre. un nuevo éxodo, liberación de las distintas formas de esclavitud.

El Nuevo Testamento emplea varios verbos que significan «liberar» c) La redención como liberación por compra o rescate.
(rhyesthai, exagein, exairein) para traducir varios verbos hebreos que (con
Dios como sujeto) indican una determinada forma de liberación divina, es- El Nuevo Testamento habla repetidamente de liberación en el sentido
pecialmente yasrf (en hifil) y nasal (también en hifil) n. El primer verbo de apolytrosis y lytrosis (Le 1,68; 2,38; 21,28; Rom 3,24; 8,23; 1 Cor
hebreo significa etimológicamente abandonar un Jugar para emprender una 1,18.30; Ef 1,7; 1,14; Heb 9,12.15) o de lytrousthai (verbo) (Le 24,21;
misión. En hifil significa salvar a alguien en el sentido de «sacarlo de»; Tit 2,14; 1 Pe 1,18).
librarlo de la mano de sus enemigos o de cualquier clase de peligro, llá- Esta formulación neotestamentaria de la redención por Jesucristo se
mese «redes», «lazos», «asechanzas» (Sal 68,7; 107,14; 31,5; 107,28; apoya en varios términos hebreos profanos que luego se emplearon en sen-
143,11) o «cárcel» (Sal 68,7; 107,14; 142,8). Esta palabra es, con Hh y ¿l, tido teológico. Su significado general es liberar de ciertas formas de enaje-
uno de los tres términos técnicos utilizados para expresar la liberación de nación y esclavitud mediante el pago de un rescate. Nos fijaremos en padah
Egipto, la primera profesión de fe de Israel 12 ; i menudo tiene el sentido y gó'el 1S. (Los LXX traducen normalmente padah por lytrousthai, término
de «liberación de la esclavitud» u . Los LXX y el Nuevo Testamento em- que traduce también a veces la palabra hebrea ¿l; en ocasiones se traduce
plean a este respecto los verbos exerchomai y ekporeuomai. El término na- padah por rhyesthai y sólo excepcionalmente por sozein, «salvar»).
sal (en hifil con min — de) significa «librar de algo que ata o sujeta» y, Padah (sustantivo pidyon, lytron = precio de una compra o rescate,
por consiguiente, librar de ciertas tribulaciones14 (rhyesthai, exairein). Ex 21,30 y Nm 3,49) es un concepto procedente de la legislación sobre es-
La idea de redención como liberación la encontramos en el texto más clavos (Ex 21,7-11), pero tiene también un significado más amplio: rescate
antiguo del Nuevo Testamento: «Jesús nos libra del castigo que viene» de un pobre que no puede pagar su deuda (Job 6,23). En el ámbito cul-
(Iesoun ton rhyomenon hetnas, 1 Tes 1,10); en el padrenuestro: «líbranos tual, «rescatar» significa pagar rescate por los primogénitos, sean hombres
del Malo» (Mt 6,13). El Salvador o Redentor es ho rhyomenos (Rom 11, o animales (Ex 34,14-26; Nm 18,16). Nadie puede dar un rescate para
26), «el libertador»: «Dios me salvará de tan tremendos peligros de muer- librarse de Dios (Sal 49,9). Ahora bien, como Dios todo lo puede (Sal 49,
te» (2 Cor 1,10), «Cristo nos rescató de (exagofazein) la maldición de la 4b; cf. 49,8-10a), puede también «rescatar» y liberar tanto a los individuos
10
(2 Sm 4,9; 1 Re 1,29; Is 29,22; en el presente y en el futuro: Jr 15,21;
Sal 17,13; 18,49; 22,5 y 44; 31,2; 71,2.4; 40,18; 70,6; 107,20; 116,4. También Os 7,13; 13,14, etc.) como a todo el pueblo (Dt 7,8; 9,29; 13,6; 15,15;
Jl 3,5; Is 4,2; 10,20; 66,19; Dn 12,1. 21,8; 2 Sm 7,23; Miq 6,4; Sal 25,22; 78,42; Neh 1,10), especialmente
11
E. Jenni, ys>, en DTmAT I, 1039-1047; J. Wijflgaards, A twofold approach en el futuro escatológico (Is 35,10; 51,11; 50,2; Jr 31,11; Zac 10,8). ¿De
to the Exodus: VT 15 (1965) 91-102; P. Humbert, Dieu fait sortir: ThZ 18^1962)
357-361; Dieu fait sortir. Note complémentaire, op. cit., 433-436; J. J. Stamm, Erlosen qué rescata Yahvé a Israel o al israelita? De la mano de los poderosos
uni Vergeben im Alten Testament (Berna 1940); U. Bergmann, nsl, en ThHandWAT (Jr 15,21), del poder del reino de los muertos, «rescatados de la muerte»
II, 96-99; J. Schneider, exerchomai, en ThWNT II, 676-678; F. Hauck y S. Schulz, (Os 13,14), «de todo peligro» (2 Sm 4,9; 1 Re 1,29), «de todos los peli-
ekporeuomai, op. cit., V, 578-579; W. Michaelis, exagein, op. cit., V, 108-113. gros que se ciernen sobre Israel» (Sal 25,22), «de una mano más fuerte»
12
Desde muy antiguo: Ex 13,3.9.14.16; 18,1; 20,2; 32,11.12; Nm 20,16; 23,22; (Jr 31,11), pero sobre todo «de la opresión» (Sal 78,42), es decir (cf. Sal
24,8; Jos 24,5.6. Más tarde: en Dt 5,6.15; 6,12.21.23; 7,8.19; 8,14; 9,26.28.29; 13,6.11; 78,43), del faraón, de Egipto, de la esclavitud (Dt 7,8; 9,26; 13,6; 15,15;
16,1; 26,8; en la historia deuteronomista: Dt 1,27; 4,20-37; Jue 2,12; 6,8; 1 Re 8, Miq 6,4).
16.21.51.53; en la tradición sacerdotal: Ex 6,6.7; 7,4.5; 12,17.42.51; 14,11; Nm 15, La liberación de Egipto (expresada inicialmente con el término llh y
41; en la ley de santidad: Lv 19,36; 22,33; 23,43; 25,38.42.55, etc.; en los profetas
(a partir de Jeremías): Jr 7,22; 11,4; 31,32; 32,21; 34,13; Ex 20,6.9.10.14.22; final- más tarde con yasd, cf. supra) es entendida en el Deuteronomio también
mente, también en textos de fecha más reciente: Sal 105,37.43; 136,11; 2 Cr 6,5; como un «rescate» (padah) (Dt 13,6; 15,15; 21,8; 24,18; 7,8; 9,26).
7,22; Dn 9,15. Carece de sentido la pregunta de cómo y a quién pagó Yahvé el rescate:
13
Ex 13,3.14; 20,2; Dt 5,6; 6,12; 7,8; 8,14; 13,6.11; Jue 6,8; Jr 34,13. «rescatar» de la esclavitud (lo cual exige en realidad el pago de un rescate)
14
Ex 18,4ss; Sal 18,18; 34,5; 56,14; Ex 3,8; 6,6; Jr 39,17; Gn 32,12; en cualquier
caso, no se trata de un concepto teológico especial. " II. J. Stamm, pdh, en ThHandWAT II, 341-352 y 354-359.
470 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 471

es simplemente una imagen para expresar que, desde el punto de vista reli- nes, pero, como en los escritos más recientes del Antiguo Testamento, tam-
gioso, vivimos en la esclavitud y tenemos que ser liberados. Si la imagen bién en el Nuevo desaparece casi por completo la distinción entre «salvar»
se tomara al pie de la letra, resultaría absurda. Las imágenes, si no se tra- y liberar, librar de la esclavitud pagando rescate (padah) y recuperar una
tan con mimo, se hacen añicos. Por tanto, se puede afirmar una y otra vez: propiedad perdida (Le 24,21; 1,68; 21,28; Rom 3,24; 1 Cor 1,30; Heb
«Yo he rescatado a mi pueblo», en sentido absoluto (aludiendo a la libe- 11,35). No obstante, es innegable que siguió pesando el significado hebreo,
ración de Egipto o bien en un plano puramente escatológico) (Dt 21,8; el cual se ajustaba perfectamente a la forma en que murió Jesús: «Os han
2 Sm 7,23; Is 29,22; 35,10; 50,2; 51,11; Neh 1,10; Zac 10,8). comprado pagando» (1 Cor 6,20; 7,23); también Me 10,45 y Mt 20,28
Dado que la liberación de Egipto se expresa en el Deuteronomio tam- hablan del lytron pagado: «en rescate por todos»; «sabéis que os rescata-
bién con el término padah, que implica pagar un precio como rescate (cosa ron... no con oro ni plata perecederos, sino con la sangre preciosa de Cris-
que no ocurre con los otros términos —yas¿ y Hh— empleados también to, cordero sin defecto ni mancha» (1 Pe 1,18-19); «nos ha rescatado con
para hablar de esa liberación), esa liberación se expresaría asimismo con la su sangre» (Ef 1,7). Sin embargo, el empleo de términos como «salva-
raíz de gd'el. Este término procede del derecho familiar y está relacionado ción» (sozein, satería), «librar» (rhyomai) y otros similares, que no im-
con el año sabático y jubilar, en el que todas las relaciones de propiedad plican la idea de «rescate», supera con mucho a la terminología del «res-
volvían a su estado primitivo, originario (Lv 25,8-55): el gd'el o salvador cate». La diversidad del vocabulario soteriológico en el Nuevo Testamento
de los parientes que están en dificultades debe pagar entonces el importe denota además la influencia recíproca entre experiencia e interpretación.
de la compra, para que la tierra vuelva a su antiguo propietario; el gd'el Llegamos así a un nuevo bloque de interpretaciones relacionadas con el
es un pariente próximo que tiene que intervenir para recomprar la «propie- perdón de los pecados y la justificación, la reconciliación y la santificación.
dad familiar» que se había visto recortada 16 (cf. Jr 32,6-15; Rut 4). En
sentido teológico, ¿l significa, por tanto, liberar y salvar, a menudo en el
plano cultual (Lv 27). Finalmente, gd'el (no sólo el verbo —«rescatar»—, d) Reconciliación tras la desavenencia.
sino también el sustantivo) se aplica a Dios en el sentido de protector de En el Nuevo Testamento, solamente Pablo da a la redención el nombre
los débiles (Prov 23,10-11; Jr 50,34), abogado o intercesor (Job 19,25; de «reconciliación» en el sentido específico de katattage (reconciliación),
Sal 72,13-14; 119,154; Lam 3,58). Dado que ¿l significaba originalmente katallassein (reconciliar a alguien con uno) y katallagenai (ser reconciliado)
«recobrar la propiedad perdida», el término se utilizó también para hablar (2 Cor 5,18.19.20.21; Rom 5,10.11; 11,15), mientras que las cartas deu-
de la liberación de Egipto (Ex 6,6; 15,13; Sal 74,2; 77,16; 78,35; 106,10; teropaulinas expresan esta idea mediante el neologismo apokatallassein
Is 63,9). El éxodo se convierte así en la restitución del Israel esclavizado (Col 1,20.22; Ef 2,16).
a su legítimo propietario, Yahvé, y, por consiguiente, en la devolución de Antes de la reconciliación, dos grupos viven enemistados: son enemigos
la libertad a Israel. El Deuteroisaías empleará el término ¿l (no padah, o están alejados (como se ve por el uso profano del término: los esposos
«rescate», utilizado por el Deuteronomio) para referirse al retorno de la separados deben «reconciliarse», 1 Cor 7,11): «Cuando éramos enemigos,
cautividad de Babilonia: devolución de Israel a su propietario original (Is la muerte de su Hijo nos reconcilió con Dios» (Rom 5,10; cf. también la
48,20; 43,5-6; 49,12.18.22.23); Yahvé es el gd'el (Is 44,6), el salvador de «barrera divisoria» de Ef 2,14); «También vosotros (los paganos) estabais
Israel, que es su propiedad. En Is 43,1-7 se precisa el precio pagado como antes distanciados y erais enemigos jurados por causa de vuestras malas
rescate: «Como rescate tuyo entregué a Egipto, a Etiopía y Sabá a cambio acciones; ahora... Dios os ha reconciliado consigo mismo» (Col 1,21-22).
de ti; porque eres de gran precio a mis ojos, eres valioso y te amo» (Is 43, Aunque esta enemistad entre Dios y el hombre es recíproca (la ira de
3-4; cf. 43,1-7). «Entregué hombres a cambio de ti, pueblos a cambio de Dios: Rom 1,18-32; 2,2.5; 3,26; 8,8), Dios no se reconcilia con el hom-
tu vida» (43,4b). También el Tritoisaías emplea la palabra gdel (Is 59,20; bre, sino solamente el hombre con Dios: nosotros somos reconciliados con
60,16) y la relaciona con la paternidad de Dios: «Tú, Yahvé, eres nuestro Dios (Rom 5,10; 2 Cor 5,20), Dios nos reconcilia consigo mismo (2 Cor
padre, tu nombre de siempre es 'nuestro redentor'» (Is 63,16). Los «redi- 5,18-21; Col 1,22; Ef 2,16) y a los hombres entre sí, con lo cual en la
midos» (gé'ulim) son los miembros del pueblo de Dios congregados de la Iglesia está ya superada la enemistad entre judíos y paganos (Ef 2,16;
diáspora (Is 62,12) n . 2,14). Esto significa que la reconciliación con Dios no es un aplacamiento
El término neotestamentario (apo)lytrosis recoge todas estas acepcio- de la ira de Dios mediante algún tipo de acción capaz de mitigarla; por
ejemplo, la muerte de Jesús, acogida favorablemente por Dios. (Más ade-
16
Costumbre habitual en Oriente para proteger el patrimonio del clan.
lante, al hablar del perdón de los pecados obtenido por medio de un sa-
" Como ocurre con muchos de estos conceptos, se debilita el significado original: crificio, veremos cómo esta idea está presente en otros lugares del Nuevo
restablecer la situación originaria mediante el pago de un rescate. GH adquiere más Testamento y con qué sentido). Esto no se da en la idea de la reconcilia-
tarde el significado de «liberar» de los enemigos políticos (Miq 4,10; Jr 31,11; Sal ción. Cuando el Nuevo Testamento habla de «reconciliación» (katallage
106,10) o de alguna necesidad (Sal 107,2; 103,4, etc.).' y sus derivados), nunca dice que Dios sea reconciliado. Dios toma la ini-
472 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 473

ciativa y nos reconcilia consigo por medio de la muerte de Jesús. «Hemos tido de salom proviene de un mundo totalmente distinto del de la katallage
obtenido la reconciliación» (Rom 5,11). Pablo y las cartas deuteropaulinas griega (reconciliación como cambio, un concepto al que no he encontrado
coinciden plenamente en este punto; su diferencia radica en que para Pablo equivalente en hebreo, al menos en el hebreo del Tenak). La traducción
solamente Dios reconcilia, si bien en y por Jesucristo, mientras que en las griega de salom por eirene, paz, supone de hecho una clara restricción del
cartas a los Colosenses y Efesios también Cristo aparece como sujeto de la significado hebreo.
reconciliación (Col 1,22; Ef 2,16), aunque ésta proceda últimamente de Salom, etimológicamente 18, no tiene el significado formal de acción o
Dios a través de Cristo (cf. Col 1,20). Pablo no presenta nunca a Jesús efecto de salvar o de paz, sino de «satisfacción», «indemnización» y «pa-
como sujeto «independiente» de la acción redentora: Dios, el Padre, inter- go», significado que conservan sus derivados. Cuando, por ejemplo, alguien
viene activamente redimiendo en Cristo (2 Cor 5,19). deja sin cubrir un pozo abierto, y cae dentro de él un animal de carga,
El significado propio (ateniéndonos a la etimología de la palabra griega el propietario del pozo debe «pagar salom» (Ex 21,33-34), es decir, una in-
katallasso: convertir a uno en otro, allos) de la reconciliación es «cam- demnización o satisfacción. Salom, pues, alude a cumplir o mantener obli-
biar» o «renovar» (en este sentido no tiene correspondencia en el Antiguo gaciones, exigencias y promesas, «satisfacer», tanto en sentido positivo (re-
Testamento). Nuestra reconciliación con Dios cambia la relación entre Dios parar o adquirir un compromiso) como negativo (multar); es decir, dar lo
y el hombre y de los hombres entre sí: ya no somos enemigos, impíos, no que es debido (1 Sm 24,20; Dt 32,41). Así se cumple con una deuda
estamos desamparados (Rom 5,6 con 5,10), no somos pecadores (Rom 5,8). (2 Re 4,7) o un sacrificio de acción de gracias (Sal 56,13). El concepto,
«Donde hay un cristiano, hay humanidad nueva... Y todo eso es obra de tenga sentido jurídico o no, está relacionado con la normativa sobre daños;
Dios, que nos reconcilió consigo a través de Cristo» (2 Cor 5,17-18), «can- para una de las partes significará recibir satisfacción, «compensación» o re-
celando la deuda de los delitos humanos» (2 Cor 5,19), pues «el amor de paración; para la otra, hacerse cargo de los daños o de la multa, reparar.
Dios inunda nuestros corazones» (Rom 5,5) y «tenemos acceso al Padre» Fuera del campo del «castigo», salom significa simplemente «llegar a un
(Ef 2,18). La reconciliación es, pues, más que la iustificatio o justificación: acuerdo», entenderse (Dt 20,12; Jos 9,15; 11,19; Is 27,5). Quien tiene
de enemigos nos convierte en amigos de Dios, en hombres nuevos. «Estar satisfechas sus necesidades primarias está «satisfecho», contento, feliz (Gn
reconciliados» significa aparecer libres de pecado ante el tribunal de Dios 33,18). Por tanto, el sustantivo salom no significa primariamente paz, sal-
(Col 1,22), vivir en paz (Col 1,20; Ef 2,15), ser hombres nuevos (Ef 2,15), vación, sino retribución, sobre todo en sentido positivo: estar en una posi-
una humanidad nueva (2 Cor 5,17); Col 1,20 habla incluso de una recon- ción en que se «tiene bastante» (necesidades cubiertas) tanto externa como
ciliación de los seres celestiales con Dios. internamente (satisfacción interior, bienestar y alegría). Como saludo, salom
¿Está ya consumada la reconciliación? Por una parte, encontramos la significa propiamente: ¡que te vaya bien! (Jue 6,23; 19,20). Cuando se
expresión «reconciliación del mundo» (2 Cor 5,19; también Rom 11,15), quiere resaltar la posición obtenida con el «acto de compensación», salom
mientras que generalmente Pablo dice que «nosotros (los cristianos) esta- significa «paz», o sea, la situación resultante de unas prestaciones mutuas
mos reconciliados» (Rom 5,9.10; 2 Cor 5,18, a título de confesión de fe, o de un acuerdo, sobre todo después de una guerra (de ahí el significado
no de constatación objetiva). Por otra parte, encontramos la complicada de «paz»). En el término «paz» resuena la idea de pacto o acuerdo. De ahí
expresión: Theos en en Christo kosmon katallasson, que literalmente sig- la «alianza de paz» (berit salom: Nm 25,12; Is 59,10; Ex 34,25): un pac-
nifica «Dios se disponía a reconciliar el mundo en Cristo» (2 Cor 5,19), to en el que se regula la compensación, dando así satisfacción al vencedor.
a la vez que en 2 Cor 5,18 se había dicho: ek tou Tbeou tou katallaxantos De ahí también que Jl 2,25 hable de «compensar a Dios». El «príncipe de
hemas, todo eso es obra «de Dios, que nos reconcilió». En lo que respecta la paz» es, por tanto, el príncipe que recompensa (Is 9), o sea, que premia
«al mundo», Dios «se disponía a reconciliarlo»; en cambio, nosotros, los a los buenos y castiga a los malos. Esto implica con frecuencia una situa-
cristianos, «estamos ya reconciliados» (en aoristo; 2 Cor 5,18 y Rom 5, ción de sometimiento; por ejemplo, la de un rey vasallo (melek salem),
9-10). Hay reconciliación cuando unos hombres están reconciliados con sometido a un rey más poderoso; se habla de un corazón «que paga» o está
Dios por medio de Jesús. Para los demás, esta reconciliación está todavía sometido para indicar que tiene «buena disposición».
pendiente. De ahí el «servicio de reconciliación» y el «mensaje de recon- La idea hebrea de salom está relacionada con la concepción judía de
ciliación» que la Iglesia debe llevar a cabo en el mundo (2 Cor 5,19). que Dios garantiza la conexión de las acciones buenas o malas con sus con-
secuencias: prosperidad o desgracia y adversidad (cf. supra el análisis de
e) La redención como satisfacción: paz. fdaqah o justicia). Dios recompensa la bondad y castiga la maldad y, por
ello, es un Dios de la paz. «La obra de la fdaqah será el salom» (Is 32,
Aunque en el paulinismo existe objetivamente una estrecha relación 17), o también: «la fdaqah y el salom se besan» (Sal 85,11). Salom tiene,
entre «reconciliación» (en el sentido de katallage, cambio) y «pacificación»,
ambos conceptos, sobre todo si tenemos presente el contexto judío de sa- " G. Gerlemann, ílm, en ThHandWAT II, 919-935; id, Die Wurzel sch-l-m:
lom, tienen un significado totalmente diferente: La reconciliación en el sen- ZAW 85(1973) 1-14.
474 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 475

en fin, el significado de «ser suficiente» («así está bien»), pero no en el sen- un sacrificio expiatorio (expiatio). Es significativo que, en términos es-
tido de una vivencia subjetiva, sino de un orden objetivo. Es de notar que tadísticos, sólo una décima parte de los textos que hablan del sacrificio
el pensamiento judío parte de situaciones abusivas que hay que arreglar; expiatorio sean anteriores al exilio; las tres cuartas partes de la totalidad
hay que hacer justicia. Los LXX, al traducir salom por eirene, paz, pierden proceden de la tradición sacerdotal, concretamente de Ezequiel, Isaías,
los matices típicamente judíos del término. Deuteronomio y Salmos.
De ahí que el Nuevo Testamento, además de tomar el término «paz» El significado del término en la tradición sacerdotal —y, sobre todo,
(eirene) de los LXX, haya buscado otros términos para expresar la idea cultual— es conseguir mediante el ofrecimiento de un sacrificio la expia-
de satisfacción y reconciliación basada en una retribución. El concepto se ción de los pecados «en favor de alguien», un individuo o todo el pueblo
diferencia no sólo de katallage (reconciliación), sino también de apolytrosis (la preposición hyper: «por» alguien, no en el sentido de sustitución, es
(liberación), la cual incluye el pago de un rescate (por un esclavo, un po- esencial en el sacrificio expiatorio que realizaba el sacerdote cuando un pe-
bre, etc.). Significa más bien «estar de acuerdo» con Dios y con los hom- cador le llevaba uno de los animales prescritos por la ley para ser inmo-
bres, aunque ello implique también «pagar» algo. Las palabras de Pablo: lado). La expiación se realiza a través del sacerdote (Lv 16,32; cf. supra).
«Te basta con mi gracia» (2 Cor 12,9), reproducen esta idea de salom Todos los judíos pensaban que únicamente Dios puede perdonar los peca-
como «retribución» y, por tanto, estar satisfecho o tener suficiente: «así dos. Pero «expiar los pecados» corresponde a un ámbito totalmente dis-
está bien». La reconciliación, según esto, significa también sometimiento tinto: cultual y legal. La fórmula técnica es: «El sacerdote expía así por
a Dios tras haber vivido en una situación de pecado, donde, en consecuen- él» (individuo o pueblo; Lv 4,25.31.35; 5,6.10.13.18.26; 14,18.20; 15,15;
cia con la mentalidad judía, hay algo que debe repararse. La doctrina neo- 19,22); ése es el tema básico de Lv 4,1-5,13, donde se habla de los sacri-
testamentaria de la «satisfacción» tiene raíces judías. La interpretación que ficios expiatorios por los pecados. Sigue otra fórmula también de carácter
da el Nuevo Testamento a la redención de Jesús como satisfacción estaba cultual: «y él (individuo o pueblo) queda perdonado» (ibíd.). Se trata de
ya implícita en los conceptos que los judíos cristianos habían recibido de una fórmula forense o jurídica, pronunciada por el sacerdote después de
su historia judaica de experiencia e interpretación. En particular, la repara- ofrecer el sacrificio, por la que declara «purificado» al interesado: «este
ción de nuestros pecados por la muerte de Jesús invitaba a aplicar deter- hombre (ya) no es culpable conforme a la ley», puede vivir (cf. Ez 18,9).
minados conceptos judíos a la entrega absoluta de Jesús. Así se deduce La idea fundamental es que la expiación exige una compensación o una
también de los conceptos que vamos a ver a continuación. contraprestación (por los pecados cometidos) (Lv 5,16; 16; Nm 5,7-8),
mediante la cual se restablece la relación con Dios, rota por los pecados
f) La redención como expiación de los pecados por un sacrificio. (contra la Tora). Expiar un pecado implica, pues, «purificación» (del peca-
do) y santificación o consagración a Dios (Ex 29,36-37; 30,10; Lv 8,15;
El perdón de los pecados y su expiación corresponden, tanto en el ju- 16,18). Además, el sacrificio, para ser realmente eficaz, tiene que ser «agra-
daismo como en el Nuevo Testamento, a dos campos semánticos distintos. dable a Dios» z>, es decir, Dios tiene que considerarlo bueno, estar con-
La muerte de Jesús, por solidaridad con los hombres y fidelidad a Dios tento con el pecador y aceptar a éste: «tú ciertamente vivirás». Ya hemos
(aspecto que encontramos sobre todo en la carta a los Hebreos), se presta visto que la carta a los Hebreos llama a este aspecto teleiosis o consuma-
(para los cristianos procedentes del judaismo) a ser interpretada a la luz ción del sacrificio por parte de Dios. El sacrificio expiatorio por los pecados
del concepto de kpr (kippurim) o sacrificio expiatorio (aquí estriba la dife- no es, pues, perdón de los pecados; el sacrificio se ofrece para conseguir
rencia básica con la reconciliación en el sentido de katallage, en la que el el perdón de los pecados, pero éste depende exclusivamente de la libertad
único sujeto agente es Dios). De ahí que veamos por separado la redención soberana de Dios. Existe, sin embargo, el peligro de caer en un formalis-
como sacrificio expiatorio por los pecados y como perdón de los pecados. mo. Se podría ver una analogía entre los sacrificios veterotestamentarios
Kippurim, que en el Tenak aparece exclusivamente en las tradiciones sacer- y la «penitencia canónica» de la Iglesia, impuesta de un modo puramente
dotales, significa «reconciliación» por medio de un sacrificio expiatorio 19. jurídico por el ordenamiento eclesiástico. El cumplimiento exacto de la pe-
En la forma piel, la raíz kpr significa expiación de los pecados mediante nitencia impuesta no dice de por sí nada sobre la conversión interior o me-
tanoia, aunque se supone que ésta tiene lugar. Al explicar la carta a los
" F. Maass, kpr, en ThHandWAT II, 842-857; S. Lyonnet, Be notione expiationis: Hebreos dijimos que la «teología de la sangre», basada en la teología sacer-
VD 37 (1959) 336-352; 38 (1960) 66-75; H. Thyen, Studien zur Sündenvergebung im
NT und seinen alttestamentlichen und jüdischen Voraussetzungen (Gotinga 1970);
dotal de Lv 17,11, tiene un importante papel en este punto. Sólo en algu-
J. Hermann y J. Büchsel, hilaskesthai, en ThWNT III, 301-324; J. Schmid, Sünde nos textos posteriores la expiación de los pecados coincide con el acto divi-
und Sühne in Judentum: BuL 6 (1965) 16-26; J. J. Stamm, Erlosen und Vergeben no de perdonar los pecados (Sal 65,4; 78,38; 79,9); en tales textos, el
im Alten Testament (Berna 1940); J. Kühlewein, qrb, en ThHandWAT II, 674-681;
R. de Vaux, Les institutions de l Anden Testament II (París 1960) 291-348 y 425- 20
G. Gerlemann, rsh, en ThHandWAT II, 810-813; y hps, en DTmAT I, 864-868;
430. Cf. supra bibliografía correspondiente a la carta a los Hebreos. G. Schrenk, eudokeó, en ThWNT II, 736-748.
476 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO
CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 477
verbo kpr (en piel: ofrecer un sacrificio expiatorio) tiene en el fondo el
mismo significado que la katallage neotestamentaria o expiación en cuanto ficial veterotestamentaria radica en que este sacrificio expiatorio es, al mis-
acto exclusivo de Dios (también Ex 32,30; Dt 32,43; Is 27,9; Dn 9,24). mo tiempo, perdón de los pecados, ya que, evidentemente, Dios acepta el
Debemos, pues, decir que el Antiguo Testamento no posee una teología sacrificio de Jesús y lo encuentra agradable en la resurrección de Jesús.
clara sobre la expiación y que, en cualquier caso, no puede identificarse Sólo la carta a los Hebreos mantendrá la rígida y formal distinción (judía)
sin más con la concepción sacerdotal sobre el sacrificio expiatorio. Sean entre el sacrificio expiatorio como purificación y santificación y la acepta-
cuales fueren las teorías sobre el sacrificio que aparecen en el Tenak, de ción por parte de Dios o «consumación» de este sacrificio: «Por la gracia
todos los textos —antiguos y recientes— se desprende que únicamente de Dios, la muerte que él experimentó redunda en favor de todos» (Heb
Dios perdona los pecados. Por otro lado, en ningún sitio, ni siquiera en las 2,9c).
teorías sacerdotales sobre los sacrificios, se habla de una «sustitución» en
el sentido de una representación vicaria o traspaso de los propios pecados
a los animales sacrificados o inmolados. g) La redención como perdón de los pecados.
Los LXX y el judaismo griego intertestamentario traducen el término El perdón de los pecados (aphesis ton hamartion; también hilaskesthai,
judío kippur por hilaskesthai (expiar los pecados). En los escritos griegos expiación de los pecados, pero en un sentido amortiguado) aparece con
del canon judío (y también en la literatura apócrifa) se pone de relieve la frecuencia en el Nuevo Testamento como fruto de la muerte y resurrec-
eficacia del sacrificio expiatorio, incluso para los difuntos (que habían lucha- ción de Jesús (Mt 18,11; 26,28; Me 1,4; Le 1,77; 4,18; 19,19; Hch 2,38;
do por la causa de Israel) (2 Mac 12,45; cf. Eclo 45,16.23). Finalmente, 5,31; 16,43; 13,38; Rom 4,5; 5,6; 11,32; Gal 3,22; Ef 1,7; 2,5; Col 1,
sobre todo en la literatura intertestamentaria, pasa a primer plano la idea 14; cf. 1 Tim 1,15; Sant 5,20; 1 Jn 1,9; 2,1-2). La muerte de Jesús (y
de la expiación de los pecados mediante el sufrimiento por una tercera también el bautismo cristiano) es un «morir al pecado» (Rom 5,6; 6,2;
persona (4 Mac 6,29; 17,22). En el Antiguo Testamento hay únicamente
6,6-8.10.18). Sólo en dos pasajes se relaciona el perdón de los pecados con
un texto que podría interpretarse en ese sentido: el cuarto cántico del sier-
la actividad de Jesús anterior a su muerte (Me 2,10 parr.; 2,15-17).
vo de Yahvé (Is 52,13-53,12, pero tampoco aquí se utiliza la terminología
del kippur). Hay razones para afirmar que ya antes de la caída de Jerusa- El Antiguo Testamento sabía ya por experiencia que la salvación o re-
lén (70 d. C.) había perdido importancia, fuera de los ambientes sacer- dención significa también perdón de los pecados 2 . Salah es la única pala-
dotales, el aparato sacrificial judío, así como su terminología de kippurim. bra que significa específicamente «perdonar» y cuyo único sujeto puede ser
En Qumrán (1QS 9,4-5) y en el resto de la literatura íntertestamentaria Yahvé (de todos modos, el término está relacionado con la intercesión
(por ejemplo, TestLev 3,6) se concede gran importancia al sacrificium lau- sacerdotal: Lv 4,5; 19,22; Nm 15,25-26.28). La flihah o perdón de los
dis o «sacrificio incruento de la oración». La expiación de los pecados se pecados (Sal 130,4; Dn 9,9; Neh 9,17) significa exactamente ocultamiento
convierte ahora en metanoia, oración, ayuno, limosna, ya que tal espíritu del pecado, expiación del pecado, purificación o (en sentido cultual) olvido
debe animar también los sacrificios cruentos de animales para expiación de del pecado; dicho metafóricamente, volver la espalda al pecado (Is 38,17)
los pecados (cf., ya en el Antiguo Testamento, Eclo 3,30; Tob 4,10-11; o arrojarlo al fondo del mar (Miq 7,19). Yahvé es un Dios de perdón
también la crítica de los profetas al sacrificio ritual de animales que se hace (Neh 9,17), «bueno en el perdón» ( = dispuesto a perdonar) (Sal 36,5).
sin justicia [Am 5,22; Miq 6,7-8; Jr 6,20; Os 9,4] o sin el «sacrificio de Dado que en el Tenak el perdón de los pecados es puramente escatológico,
alabanza» o «el cántico de los labios» [Sal 104,34], es decir, el sincero la expiación efectiva se entiende como un acto «forense», externo y jurí-
himno de alabanza a Yahvé). dico, en el sentido de una «absolución» sacerdotal. Sin embargo, esto no
corresponde al llamado «perdón forense de los pecados»: lo jurídico se
El Nuevo Testamento sigue esta nueva tendencia intertestamentaria refiere a la declaración de «pureza» que los sacerdotes pronuncian tras
a infravalorar la teoría sacerdotal sobre el sacrificio y hace hincapié en que
haber ofrecido el sacrificio: por lo que respecta al hombre, ahora todo está
para los cristianos «la vida misma» es un «sacrificio espiritual» (1 Pe 2,5;
jurídicamente en orden para poder obtener de Dios el perdón de los peca-
Flp 2,17: «el sacrificio litúrgico que es vuestra fe»; Rom 12,1; Me 12,33:
el mayor sacrificio consiste en amar al prójimo). No obstante, en todas las dos. El pecador ya no es culpable «conforme a la ley». Pero, incluso en-
tradiciones del Nuevo Testamento la muerte redentora de Jesús aparece tonces, Dios (que escudriña los corazones y los ríñones) es libre para otor-
como sacrificio según los esquemas de la teología veterotestamentaria deí gar un perdón no forense. Jurídica y formalmente, el proceso forense no es
sacrificio: su muerte es un sacrificio expiatorio, somos redimidos con su el perdón de los pecados, sino la expiación de los mismos.
sangre (recordemos lo dicho sobre la carta a los Hebreos y las referencias El Nuevo Testamento utiliza también la expresión «cargar con el peca-
a la tradición cristiana)21. La diferencia fundamental con la teología sacri- do o quitarlo» (Jn 1,29; 1 Jn 3,5). Esto remite a un término hebreo:

" Cf. supra, pp. 252-256. " J. J. Stamm, slh, en ThHandWAT II, 150-160; id., Erlosung und Vergebung,
op. cit,
478 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO
CONTENIDO SALVÍFICO DEL TERMINO «GRACIA» 479
cZS
nasa (quitar, suprimir algo o cargar con ello); de ahí «cargar con los pe-
acceso a la «comunión de los santificados» que tiene lugar en el bautismo
cados», tanto en el sentido de «cargarse de pecados» (pecar) como de «car-
gar con las consecuencias» de tales pecados (expiarlos) (Lv 5,1.17; 7,18; por la fe. «Estamos justificados» (en aoristo) y «seremos salvados» (sote-
17,16; 19,8.17; 20,17.19.20; 22,9; 24,15; Nm 5,31; Ez 14,10; 18,19-20). na, sozein, indican en Pablo la resurrección corporal, Rom 8,23-24). Pablo
El término aparece, sin embargo, en el mismo contexto jurídico o «canó- distingue entre justificación y santificación, cosa que no sucede en las car-
nico» de la penitencia prescrita por la ley en relación con un pecado. tas deuteropaulinas. «Santificación» (hagiasmos, hosiotes, como traducen
De ahí que en este caso sea posible una sustitución vicaria: el sacerdote los LXX la palabra hebrea fdaqah o justicia) y eusebeia son dos conceptos
puede cargar con «el pecado» de otros y tomar sobre sí la penitencia (Ex que tienen su origen en la piedad helenística: Rom 6,16.19.22; 1 Cor 1,30;
28,38); lo hacen los profetas (Ez 4,4-6), los hijos por sus padres (Nm 14, 1 Tes 4,3-4.7; 5,23; 2 Tes 2,13; Ef 4,24; 1 Tim 2,15; 6,11; 1 Pe 1,2;
33) y, en fin, también el siervo de Yahvé (Is 53,12). Solamente en este 2 Tim 2,22; Heb 12,14; eusebeia: 1 Tim 2,2; 4,7-8; 6,3.5.6.11; 2 Pe 1,
sentido «cargar con los pecados o quitarlos» significa en el Antiguo Testa- 3.6-7; 2 Tim 3,5; Tit 1,1. Los cristianos son llamados «santos», «santifica-
mento el perdón de los mismos (Gn 4,13; 18,24-26; Lv 10,17; Jos 24,19, dos» o «en camino de la santificación» (Rom 1,7; 8,27; 12,13; 12,25-31;
etcétera), es decir, declarar a alguien «inocente» por medio de la peniten- 16,2.15; 1 Cor 1,2; 6,1; 14,33; 16,1.15; 2 Cor 1,1; 8,4; 9,1-12; 13,12;
cia debida (y cumplida por otra persona) (Nm 14,18-19). El Nuevo Testa- Hch 9,13.32.41; Ef 1,1.15.18; 2,19; 3,8.18; 4,12.24; 5,3; 6,18; Flm 5;
mento recoge este semitismo (cargar con los pecados) y le da el sentido Col 1,2.4.26; 3,12; 1 Tes 3,13; 2 Tes 1,10; Heb 3,1; Jds 3; Ap 11,18;
de perdón de los pecados en virtud del sacrificio expiatorio de la cruz: 13,7.10; 20,9). Como ya hemos analizado el concepto de justificación en
«El Cordero de Dios, que quita (carga con) el pecado del mundo» (Jn Pablo y en relación con fdaqah, no es necesario volver sobre él en esta
1,29). Es importante en el uso neotestamentario de muchos de estos con- síntesis .
ceptos judíos que la redención es también perdón de los pecados y que
este perdón está esencialmente unido a la muerte de Jesús en la cruz. En i) La salvación en Jesús como asistencia jurídica.
otras palabras: el significado salvífico de Jesús es incompleto sin su muerte
y resurrección. En la carta a los Hebreos, la actividad salvífica del Jesús celeste se en-
Debido a que raramente habla el Tenak de perdón de los pecados y tiende como una intercesión permanente ante el Padre. Jesús es el abogado
todo su interés está centrado en la expiación o penitencia «canónica» (si y defensor de la causa humana ante Dios (Heb 7,25; 7,23-25; 9,24; 4, ,
bien en orden al perdón de los pecados), no se destaca el tema de la iusti- 14-16; 2,17). Pero esta idea está presente en todo el Nuevo Testamento.
ficatio imptí o aceptación del pecador por parte de Dios y rio sólo la del 1 Jn 2,1 afirma que el Cristo exaltado en el cielo es «paráclito», intercesor
justo o saddiq (de quien ha sido declarado inocente «conforme a la ley» y abogado ante Dios. Si Jn 14,16 afirma que Jesús «enviará otro parácli-
por ser justo o por haber cumplido la penitencia impuesta). Fuera de unos to», quiere decir que también Jesús es un paráclito durante su vida terre-
cuantos textos bíblicos (Sal 65,4; 78,38; 79,9; Ex 32,30; Dt 32,43; Is na (un aspecto que no se da en la primera carta de Juan). La idea de
27,9; Dn 9,24), el tema aparece principalmente en ambientes extrabíblicos intercesión o del paráclito presenta unos rasgos forenses, es decir, el juicio
del judaismo primitivo, como es el caso de Qumrán (cf. supra lo dicho de Dios es presentado como un proceso jurídico en el que el pecador hace
sobre fdaqah). Esta acogida del pecador por parte de Dios constituye el de acusado. El Jesús celeste es el abogado defensor (Ap 12,10 presenta al
núcleo de la redención neotestamentaria como perdón de los pecados, espe- diablo como kategoros o acusador). También Pablo (Rom 8,34) y el Evan-
cialmente en la experiencia paulina y joánica de la salvación cristiana: gelio de Juan (Jn 16,26; cf. también 1 Jn 2,1) conocen la intercesión de
Jesucristo es el perdón de Dios, «la vida»; en él se nos ha hecho posible Jesús. La base para ello se encuentra en el Jesús sinóptico (Mt 10,32-33
la vida, tenemos derecho a existir. El hecho de que en algunos textos neo- par.; Me 8,38 par.).
testamentarios resuene un eco «forense» se debe a los términos judíos uti- La peculiaridad del Evangelio de Juan estriba en que considera tam-
lizados, tomados de la absolución jurídica del pecado por parte del sacer- bién al Jesús terreno como defensor y paráclito (Jn 14,16); lo que para
dote judío, y no a la experiencia neotestamentaria de la salvación de Dios 1 Jn 2,1 es el Cristo exaltado, para el Evangelio de Juan lo es el Espíritu
en Jesús. Santo como Paráclito (Jn 14,16.26; 15,26; 16,7). La noción de «paráclito»
(que en griego significa abogado en un juicio) queda clara en el Evangelio
h) Justificación y santificación. de Juan: el Pneuma, enviado por Dios y por Cristo a los discípulos de
Jesús, no al mundo (Jn 14,17), es acusador «del mundo» ante Dios para
Solamente en el paulinismo la iustificatio impii o «justificación» es un dar testimonio del derecho de Jesús (15,26) y probar al mundo su culpa
término técnico (aunque no exclusivo) para designar la redención como (16,8-11). También en otros lugares del Nuevo Testamento (Rom 8,26-27;
cf. Me 13,11 par.; Le 22,32) hallamos la idea de que el Espíritu es inter-
* F. Stolz, nf, en ThHandWAT I I , 109-117.
24
Cf. supra, bibliografía sobre fdaqah, pp. 105ss, y la exposición del paulinismo.
480 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 481

cesor y presta asistencia jurídica (aunque no se emplea el término «pará- za implicaba una comunión de Dios con todo su pueblo (Lv 26,11-12), así
clito»). también la comunión cristiana une a los individuos en un conjunto cohe-
La idea de la intercesión de Jesús en favor de los hombres, entendida rente, en una comunidad, ecclesia o qahal (la solemne denominación que el
como asistencia jurídica, tiene raíces veterotestamentarias. En particular, deuteronomista aplica al pueblo de Dios congregado en asamblea). Jesús
Moisés es considerado intercesor y protector de Israel (Gn 18,23-33; 20, pedía a cada hombre personalmente que se decidiera ante el futuro reino
7.17). Cada vez es más frecuente la idea de un intercesor celestial (Jr 5,28; de Dios. El que cumple la voluntad de Dios es hermano, hermana y madre
Job 29,16; sobre todo, Job 33,23), entendido como un arcángel (Job 33, de Jesús (Me 3,35). Se rompe así el vínculo entre Dios, el pueblo y la tie-
19-25; 5,1). En la literatura pseudoepigráfica del Antiguo Testamento, rra, que era para el judaismo, en cierto sentido, una idea central 29 . Para
el intercesor celeste suele ser el «gran Moisés» o el Henoc celestial2S, pero escapar al juicio de Dios no basta ya con pertenecer a un pueblo, aunque
sobre todo algún ángel26, especialmente Miguel 27 . Lo nuevo aquí es que sea el elegido. Más aún: sólo en el día del juicio se verá quién figura real-
el «espíritu de la verdad» pasa a ser el gran intercesor celeste, el pará- mente entre los «escogidos del Padre», para los cuales está preparado el
clito 28 . Hay indicios de ello en el Antiguo Testamento (deuterocanónico). reino de Dios desde la eternidad (Mt 25,31-46). El criterio en este punto
Inicialmente surgió la idea de solidaridad, en el sentido de un deber de será la postura que se haya adoptado ante el hermano más humilde (de
interceder unos por otros ante Dios (2 Mac 1,2-6; 8,14-15; 12,39-45). Esta Jesús) (Mt 25,40), ante Jesús mismo (Me 8,38). Consecuencia de este plan-
solidaridad entre los hombres se vio también en algunos seres celestes: teamiento marcadamente personal es que conceptos como «pueblo de Dios»
«Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que transmiten al cielo las ora- o «alianza» carecen de sentido en la predicación de Jesús. Incluso laos
ciones de los santos y tienen acceso ante el Señor de la gloria» (Tob 12,15). (pueblo de Dios) aparece raramente en los sinópticos: una vez en el Evan-
En esta época del primer judaismo, cuando se acentuó la inaccesible tras- gelio de Marcos (Me 11,32; Me 7,6 es una cita del texto griego de Is 29,
cendencia de Dios, nació espontáneamente todo un mundo de seres celestes, 13, y en Me 14,2 significa simplemente «muchedumbre»); aparece además
«mediadores» entre el cielo y la tierra. Esta nueva idea fue relacionada en Mt 1,21; Le 1,68.77; 2,32; 7,16; 24,19 (Mt 2,6 es una cita de 2 Sm
con la misericordia y juicio de Dios y con otros muchos conceptos judíos 5,2). Una gracia destinada exclusivamente a un pueblo es totalmente ajena
de tipo forense y jurídico: el hombre, pecador a los ojos de Dios, es acu- al Nuevo Testamento. De ahí su recelo ante expresiones como «pueblo
sado ante el tribunal de Dios, y junto al acusador le asiste un abogado escogido»; escogido es cualquiera que crea en Jesucristo, venga de donde
defensor. En la carta a los Hebreos, esta intercesión celeste tiene un venga. Dado que el mensaje de Jesús se dirige personalmente a cada hom-
carácter más cultual que jurídico. También el concepto de ge?el, el auxi- bre (lo que no significa, como veremos más adelante, que la salvación tenga
liador y salvador, pudo contribuir a calificar al Jesús redentor como inter- una dimensión sólo individual), el reino de Dios es independiente del «pue-
cesor y, finalmente, como paráclito. Desde este punto de vista, «estar re- blo de Dios» y el mensaje de Jesús posee un alcance universal.
dimido» significa vivir con la estimulante convicción de que el cristiano Sólo después de la muerte de Jesús, sus discípulos, que ven en su re-
cuenta siempre con una eficaz asistencia jurídica. surrección un acontecimiento escatológico, el inicio del acontecimiento esca-
De esta definición de la redención cristiana resulta claro que los auto- tológico universal, comienzan a considerarse en consecuencia como la comu-
res neotestamentarios toman sus modelos interpretativos de los hechos sen- nidad escatológica. Evocan textos como Is 61 y Jr 31. La ecclesia cristiana
cillos de la vida cotidiana, hechos en los que los hombres encuentran ener- se convierte así en el sujeto de la nueva alianza con Dios (en especial y
gía para afrontar los problemas de la vida. Gracias a Jesús, el Cristo, estos casi exclusivamente en el paulinismo y en la carta a los Hebreos; fuera del
hombres pueden afrontar la vida con denuedo. V paulinismo, el término diatheke aparece sólo cuatro veces en los sinópticos
y dos en los Hechos de los Apóstoles). La misma escuela paulina hablará,
j) Redimidos para una vida de comunión. empleando expresiones típicas del estoicismo, de la «asamblea» o comuni-
dad cristiana como soma Christou, cuerpo de Cristo (Col 1,18; 2,19; 3,15;
Según el Nuevo Testamento, la «humanidad redimida» es la comuni- Ef 1,23-24; 4,4.12.16; 5,23). No obstante, en el Nuevo Testamento en-
dad eclesial, es decir, la porción del mundo que ha puesto su confianza y contramos también tendencias de tipo místico individualista; especialmente,
esperanza en Jesús como salvación decisiva del hombre. La gracia no es ya en la primera carta de Juan aparecen indicios de la orientación que más
sólo un don otorgado al individuo. Así como en el Tenak la idea de alian- tarde se llamará «mística del ser», si bien (en el joanismo) se inserta en
una experiencia fundamental de la gracia. Sin embargo, en todo el Nuevo
25
ApBar(sir) 85,1-2; AsMo 11,17. Testamento, esto va unido a la edificación de la comunidad y a la «reno-
26 vación del mundo», aunque de momento (más tarde veremos el motivo)
Ibtd.; también 4 Esd 7,112; Hen(et) 47,2; 104,1; TestLev 3,5; 6,5.
27
Continuamente en Qumrán. También ApBar(gr) llss; Hen(et) 68,4; 9,3-11; 89, en un plano puramente intraeclesial.
76; Jub 30,20; 28,6.
28 25
Testjud 20,1 y en toda la literatura de Qumrán.. R. Smend, Die Mitte des Alten Testaments (ThStB 101; Zurich 1970).
31
482 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 483

Todos los que en Cristo están «congregados en la unidad» constituyen 3,6.15; 1 Tim 4,6; 6,22; Heb 2,11-17; Sant 1,9; 4,11; 1 Jn 3,13; 3 Jn
lo que el Nuevo Testamento llama genéricamente «la Iglesia de Dios» 3.5.10; Ap 6,11; 12,10; 19,10; 1 Pe 2,17; 5,9). En 1 Pe 5,9, «la frater-
(Hch 20,28; 1 Cor 1,2; 10,32; 11,16.22; 14,33; 15,9; 1 Tes 2,14; 1 Tim nidad» tiene simplemente el sentido de «los cristianos» o la comunidad
3,5; 3,15) y a veces «Iglesia de Cristo» (Rom 16,16), una iglesia o congre- cristiana. Teniendo en cuenta la concepción peculiar y matizada de la pri-
gación «de Dios y de nuestro Señor Jesucristo» (1 Tes 1,1; 2 Tes 1,1). mera carta de Juan, no es seguro, aunque sí probable, que en 1 Jn 2,9-11;
El sujeto de la redención no es el individuo en cuanto tal, sino la persona 3,10 y 3,16-17 la expresión «los hermanos» se refiera en particular a los
acogida en una comunidad o fraternidad nueva, la cual sólo en dos textos cristianos. Además, en esta carta observamos cierta tensión entre «vuestros
(con expresiones veterotestamentarias) es llamada «pueblo de Dios real y hermanos», en el sentido de «todos los hombres», y «los hermanos», en el
sacerdotal» (1 Pe 2,9-10 y Ap 1,6; cf. 5,9 y 20,6), ecclesia o «asamblea de sentido de cristianos (los que tienen la misma fe; cf. 1 Tes 4,9-10; 5,5;
los primogénitos» (Heb 12,23). Dentro de nuestra historia humana, esta Gal 6,10). En efecto, aunque los cristianos no pueden esperar amor por
Iglesia es la manifestación histórica, «somática», de la corporalidad glori- parte del mundo, deben estar dispuestos a mostrar un amor sin ambages
ficada de Jesús, o sea, de la visibilidad terrena de la vida real de Jesús hacia todos los hombres (1 Jn 3,16-18). Así, en 1 Jn 3,13 «hermano»
junto al Padre (cartas a los Colosenses y a los Hebreos). Por eso, la comu- es el cristiano, y en 3,14 lo son todos los hombres, incluidos los no cris-
nidad cristiana, la Iglesia, está constituida como unidad visible y se nutre tianos, mientras que 3,16.18 exhorta de nuevo a amar a los cristianos.
de la «comunión con Cristo», es decir, mediante la participación en el único Amor fraterno y amor al prójimo (a todos los hombres) son una misma
pan y el único cáliz de la eucaristía, la cual es ya expresión de unidad cosa en el joanismo, pero no están exentos de cierta tensión. Sin embargo,
conseguida y de amor fraterno (sobre todo, 1 Cor 10,16; 11,27). el Nuevo Testamento, incluido el joanismo, no conoce ningún odio del
grupo cristiano hacia los de fuera, como ocurre, por ejemplo, en Qumrán.
k) Liberados para el amor fraterno. El núcleo del Nuevo Testamento puede resumirse en la afirmación de
que estamos redimidos para amar a los hermanos. Sería superfluo analizar
La naturalidad con que hablan de Jesús como «el Hijo» todas las tra- aquí el concepto neotestamentario de ágape. Baste citar, a modo de com-
diciones neotestamentarias, desde el testimonio más antiguo (1 Tes 1,10) pendio, unos textos: «Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte
hasta la tradición joánica o prejoáníca (de orientación totalmente distinta), a la vida porque amamos a los hermanos» (1 Jn 3,14); «su mandamiento
explica por qué el Nuevo Testamento emplea el término, también muy es éste: que creamos en su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros»
antiguo, de adelphos (hermano) para designar al prójimo en cuanto cris- (1 Jn 3,23); «quien habla de estar con Dios tiene que proceder como pro-
tiano. El punto de partida de esta designación parece ser Mt 23,8, donde cedió Jesús» (1 Jn 2,6). La redención es liberación para poder entregarse
Jesús dice: «Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar 'Rabbí', pues vuestro con amor al prójimo; eso es lo que une a Dios. La ética, y sobre todo el
maestro es uno solo y vosotros sois hermanos» (un texto que debe conside- amor al prójimo, es la prueba visible de que estamos redimidos. «Con esto
rarse auténtico). queda claro quiénes son los hijos de Dios y quiénes los hijos del diablo.
Por otra parte, en el primer judaismo había muchas comunidades cuyos Quien no practica la justicia, o sea, quien no ama a su hermano, no es de
miembros recibían el nombre de «hermanos». El cristianismo hizo suya Dios» (1 Jn 3,10). Además de ágape, el Nuevo Testamento utiliza el tér-
esta costumbre, pero confiriéndole una base propia y específica en «el mino helenístico agathosyne (Ef 5,9; Gal 5,22; 2 Tes 1,11; cf. también los
Hijo», nuestro hermano. Leyendo atentamente Jn 20,17, creo que podría catálogos de virtudes incluidos en las parénesis o exhortaciones neotesta-
interpretarse: «mi Padre, que ahora es también vuestro Padre», es decir, mentarias; por ejemplo, Ef 4,2b; 4,3; 4,31-32) (por otra parte, tub, «bon-
no en la perspectiva del interés dogmático posterior por distinguir la filia- dad», era también una palabra hebrea que se solía relacionar con hesed,
ción divina de Jesús y la nuestra. La filiación de Jesús es el fundamento «gracia», y fdaqah).
de la fraternidad específicamente cristiana.
Además de los pasajes en que «hermano» se emplea en el sentido de 1) Liberados para la libertad.
«compatriota judío» o, más genéricamente, en el sentido corriente y pro-
fundo de «prójimo», el Nuevo Testamento utiliza frecuentemente «herma- El cristianismo neotestamentario, utilizando una terminología propia
no» como término que identifica dentro de un grupo: el prójimo que es de la Antigüedad tardía y de inspiración estoica, pero que produce la im-
cristiano. En el Nuevo Testamento, Jesús es el «primogénito de una multi- presión de ser moderna, habla de la salvación de Dios en Jesús en térmi-
tud de hermanos» (cf., por ejemplo, Rom 8,29; Heb 2,11.17). «Los herma- nos de libertad y liberación de cualquier alienación y esclavitud. La gracia
nos» son en muchas perícopas «los que tienen la misma fe», los cristianos de Dios en Jesús tiene como fruto «la libertad de los hijos de Dios»
(Hch 1,15; 9,30; 10,23; 11,1.29; 12,17; 14,2; 15,1.3.22.32.33.36; 16,2; (Rom 8,21; 1 Cor 10,29) en todo aquel que está abierto con fe a esa
17,6.10; 18,27; Rom 16,14; 1 Cor 5,11; 6,5-6; 6,8; 7,12; 8,11; 15,6; gracia. «Donde hay Espíritu del Señor hay libertad» (2 Cor 3,17): «nues-
16,11-12; 2 Cor 8,18.22; 8,23; 11,9; Gal 1,2; 1 Tes 4,10; 5,26-27; 2 Tes tra libertad en Cristo» (Gal 2,4). Con el espíritu de libertad que le carac-
484 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 485

teriza, dice Pablo: «Para que seamos libres nos liberó Cristo; conque y no judío (Ef 2,14-15). Todo es nuevo y distinto para el redimido en
manteneos firmes y no os dejéis atar de nuevo al yugo de la esclavitud» Cristo (2 Cor 5,17; Ap 21,5). Llegarán «un cielo nuevo y una tierra nue-
(Gal 5,1). Gracias a Cristo, estamos liberados del miedo existencial (típico va en los que habite la justicia» (2 Pe 3,13; Ap 21,1), una sociedad nueva
de la Antigüedad) a los demonios y a ciertas potencias que nos esclavizan sin alienaciones, un reino de gracia y de vida en el que todos llevarán
(Pablo: Efesios, Colosenses, Hebreos, Apocalipsis, etc.), de los determi- escrito un «nombre nuevo» (Ap 2,17; para un semita, esto significa trans-
nismos debidos a seres astrológicos y espíritus celestes que determinan el formarse en hombres radicalmente nuevos) y podrán cantar un «cántico
destino del hombre. Gracias a esta liberación ética y cósmica, los cristia- nuevo» (Ap 5,9; 14,3): el cántico de agradecimiento por su nueva exis-
nos pueden disponer y disfrutar con plena libertad de las cosas del mundo, tencia.
ya que están liberados de tabúes (Col 2,16-23). Los creyentes redimidos Los evangelios expresan esta «novedad en Jesús» mediante parábolas
por Cristo «son llamados a la libertad» (Gal 5,13). Los hijos de Dios son 0 mediante símbolos veterotestamentarios de la salvación, como el «vino
libres (Mt 17,26; «sólo si el Hijo os da la libertad seréis realmente libres nuevo» del banquete escatológico (Me 14,25), que no puede echarse en
(ontos eleutheroi)» (Jn 8,36). La Jerusalén de arriba es libre, y ésa es odres viejos (Me 2,21-22). Siguiendo la línea escatológica judía, esta «no-
nuestra madre (Gal 4,26; cf. 4,31). La libertad cristiana es, pues, esencial- vedad» se traduce en la imagen de la «nueva Jerusalén» (Ap 21,2; Heb
mente diferente de las relaciones vigentes en las situaciones sociales del 12,22) o «la ciudad del Dios vivo» (Heb 12,22): el reino de Dios reali-
mundo; el cristianismo elimina cualquier diferencia entre judío y no judío, zado entre los hombres. Dicho en pocas palabras: «Todo lo hago nuevo»
entre hombre y mujer, entre libre y esclavo (1 Cor 12,13; 7,22; Gal 3,28; (Ap 21,5), la transformación radical el hombre (1 Cor 15,51; 2 Cor 3,18),
4,7; 6,5; Col 3,11; Ap 13,16). la nueva creación escatológica (Ap 21,1; Mt 19,28). Ya desde ahora, «un
Pero esta carta magna de la libertad cristiana, consecuencia e implicación nacer de nuevo» (1 Pe 1,3; 1,33; y el joanismo).
de la gracia, está sujeta en el Nuevo Testamento a una exhortación: «Com-
portaos como hombres libres; es decir, no usando la libertad como tapa-
dera de la villanía, sino como servidores (douloi) de Dios» (1 Pe 2,16; n) Plenitud de vida.
Gal 5,13-15; 1 Cor 6,12-14; 10,23-25). La libertad de la gracia no es arbi- No hay nadie que no se pregunte por el sentido de su vida: ¿qué razo-
trariedad incontrolada, sino «sometimiento a Dios y a Cristo» (Rom 6,22; nes tengo para vivir?, ¿soy capaz de afrontar las dificultades de la vida?,
7,3). La «ley de los hombres libres» (Sant 1,25) está sometida a una «ley ¿qué puedo hacer ante mi muerte? El concepto de «vida» tiene en el Nue-
nueva»: en-nomos en Cristo, es decir, la libertad se rige por la norma de vo Testamento un campo muy amplio (zoe, vida; zoopoiein, dar vida) (Mt
Jesucristo, una ley de amor. En especial, la carta de Judas y la segunda 7,14; 19,16-17; 25,46; Me 9,43.45; 10,17; Le 10,25; 12,15; 18,18; Jn
de Pedro critican los abusos cometidos en nombre de una presunta liber- 3,15; 3,16; 3,36; 4,14; 4,36; 5,21.24.26.29; 5,39.40; 6,27; 6,33.35.40.
tad paulina (Jds 4; 2 Pe 2,19; 3,15b-16); atacan un entusiasmo carismá- 47-50.53.63.68; 8,12; 10,10b; 10,28; 11,25; 12,25.50; 14,6; 17,2-3; Hch
tico que piensa erróneamente estar por encima del miedo a los demonios, 3,15; 11,18; 13,46.48; 17,25; Rom 2,7; 4,17; 5,4; 5,10.17-18.21; 6,4.8.
como si estuviese ya superada cualquier clase de alienación. De ahí la 10.11.13.22-23; 7,10; 8,2.6.10.11; 11,15; 1 Cor 15,19.22; 15,36.45;
exhortación a no abusar del kerigma cristiano de la libertad (Jds 8-10 2 Cor 2,16; 3,6; 4,10; 6,14; Gal 3,21; 6,28; Ef 2,5; 4,18; Col 3,4;
y 16; 2 Pe 2,10-11), o mejor dicho, a no interpretarlo falsamente. 1 Tim 1,16; 6,12; 6,19; 2 Tim 1,10b; Sant 1,12; 1 Pe 3,7.18; 2 Pe 1,3;
1 Jn 1,2; 2,25; 3,14; 5,11-13; 5,16.20; Jds 21; Ap 2,10; 7,17; 11,11;
m) Renovación del hombre y del mundo. 21,6; 22,1.17; la cruz de Jesús como «árbol de la vida»: Ap 2,7; 22,
2.14.19).
Otro concepto neotestamentario, enraizado en la Biblia, pero muy Al analizar el término fdaqah vimos que en el Tenak la justicia está
afín a nuestro lenguaje moderno, es el de «novedad» (kainos y neos). El estrechamente unida a una vida próspera y feliz; vimos también cómo
Nuevo Testamento se caracteriza por la experiencia de una realidad nueva. este principio israelita y judío llevó a una crisis cuya expresión máxima
Se habla de una nueva alianza de amor (Mt 26,28-29; Le 22,20; 2 Cor es el libro de Job: Job siguió creyendo, a pesar de todo, en el misterio
3,6), de una nueva doctrina (Me 1,27; Hch 17,19), de una ley nueva de Dios y en la correlación entre una vida según la voluntad de Dios y la
(Jn 13,34; 1 Jn 2,7-8; 2 Jn 5; 1 Cor 11,25; 2 Cor 3,6; Heb 8,8.13; voluntad humana de felicidad y plenitud. También el Nuevo Testamento
9,15.18), de una vida nueva (Rom 6,5-6; 7,6; Ef 2,15), de un «espíritu conoce una correlación análoga, pero entre la vida de gracia y la vida hu-
nuevo» o nueva mentalidad, de hombres transformados con una visión mana, de modo que el sufrimiento y la miseria no contradicen necesaria-
nueva (Rom 7,6; 12,2), de un cambio de actitud mental (Ef 4,23) y, en mente esa conexión, sino que incluso, dentro del ámbito de la gracia, pue-
fin, de una renovación que afecta a la totalidad del hombre y lo convierte den tener un sentido nuevo. No obstante, la comunión con Dios por la
en una «humanidad nueva» (2 Cor 5,17; Gal 6,15; Ef 2,10; Rom 6,5.6; «rucia implica que nada nos puede separar, en definitiva, de Dios: ni los
7,6), en un «hombre nuevo» (Ef 4,24), que ya no distingue entre judío hombres (Heb 13,5-6), ni la muerte, ni poder alguno (Rom 8,38-39); im-
486 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 487

plica además una serie de consecuencias escatológicas en la propia natura- resurrección trae «la paz y la alegría que da el Espíritu Santo» (Rom 14,
leza humana: vida eterna, resurrección corporal, «un cielo nuevo y una 17). El «Dios de la esperanza», que es el Dios de Jesús, es «alegría y paz»
tierra nueva» en los que reine la justicia, una vida sin alienaciones, sin (Rom 15,13, etc.). «El fruto del Espíritu Santo es amor y alegría» (1 Tes
sufrimientos ni lágrimas. 1,16). Todo esto mueve a exclamar en forma doxológica: «Sentís un gozo
En esta visión de la vida y en esta praxis cristiana hay también un indecible, radiantes de alegría, porque obtenéis el resultado de vuestra fe,
consuelo evangélico que nada tiene que ver con un refugiarse en ilusiones la salvación personal» (1 Pe 1,8-9). Por justa que sea esta experiencia
y proyecciones. 2 Tes 2,16 lo resume del modo siguiente: «Que este mis- entusiasta de la gracia, la carta de Judas y la segunda de Pedro, que cuen-
mo Señor nuestro, Jesucristo en persona, y Dios nuestro Padre, que nos tan ya con una visión crítica de este antiguo entusiasmo cristiano, exhor-
ha amado tanto y que graciosamente nos ha dado un ánimo indefectible tan a moderar y ponderar tales triunfalismos.
y una magnífica esperanza, os anime interiormente y os afiance en todo
bien de palabra y de obra». La salvación de Dios en Jesús (Rom 15,15; o) Victoria sobre las «potencias demoníacas».
2 Cor 1,3), a través de Jesús (Flp 2,1; 2 Tes 2,16; 2 Cor 1,5; 1,7; 7,4;
8,4), en el Espíritu Santo (Hch 9,31; 15,31), es una paraklesis, o sea, un Dado que el Nuevo Testamento habla en numerosos pasajes de la re-
consuelo, «un consuelo pleno» (2 Cor 1,5; 1,7; 7,4; 8,4; cf. 1 Tes 1,10; dención como nike, victoria o triunfo, sobre Satanás y ciertas potencias
Heb 6,18; 12,5), un consuelo que es fuente de una confianza permanente demoníacas, conviene efectuar un análisis histórico de las diversas concep-
y produce una intrepidez (parrhesia) libre y decidida (2 Cor 3,12; Ef 3, ciones vigentes en la Antigüedad tardía y en el primer judaismo sobre la
12; Heb 3,6; 4,16; 10,19; 10,35; 1 Jn 3,21; 5,14). El fundamento de tal fe en los demonios. Este análisis es particularmente necesario porque mu-
consuelo es la esperanza: «Cristo es nuestra esperanza» (1 Tim 1,1; cf. chos creyentes no saben a qué atenerse frente a este dato neotestamenta-
1 Tes 1,3), «Dios es nuestra esperanza» (Hch 24,15; Rom 15,13); «una rio, que les resulta inquietante.
esperanza contra toda esperanza» (Rom 4,18), una «esperanza gozosa»
(1 Pe 1,3; cf. 2 Cor 3,12). Es una esperanza que se hace realidad en la Bibliografía: J. Becker, Das Heil Gottes. Heils^ und Sündenbegriffe in den Qum-
fe (Heb 11,1) y «un amor que espera siempre» (1 Cor 13,7), «para que rantexten und im Neuen Testament (SUNT 3; Gotinga 1964); M. Black, Apocalypsis
no os aflijáis como esos otros que no tienen esperanza» (1 Tes 4,13), que Henochi graece (Leiden 1970); O. Bocher, Damonenfurcht und Dámonenabwehr. Ein
Beitrag zur Vorgeschichte der christlichen Taufe (BWANT 90; Stuttgart 1970);
viven «sin esperanza y sin Dios» (Ef 2,12). Fe, amor y esperanza son las G. B. Caird, Principalities and Powers. A Study in Pauline Theology (Oxford 1956);
columnas «de la vida» de que habla el Nuevo Testamento (cf. también Conc 103 (1975) todo el número; A. Dupont-Sommer, Exorcismes et guérisons dans
Gal 4,6.13.22; Rom 13,8.9; 2 Cor 8,4-5; Ef 4,7-15; 1 Tim 1,14; 2,15; les écrits de Qumrán: VTS 7 (1960) 246-261; T. Glasson, Greek Influence in Jewisb
Flm 5; 1 Tes 1,14; 2,15; 4,12; Tit 2,2; 1 Pe 1,21-22). Estamos redimi- Theology, with Special Reference to the Apocalypses and Pseudepigraphes (Londres
dos para la fe, la esperanza y el amor; por tanto, a pesar de tantas expe- 1961); H. Haag, Teufelsglaube (Tubinga 1974; ed. española: El diablo, un fantasma,
riencias negativas, la vida no carece de consuelo. Barcelona 1973); M. Hengel, ]udentum und Hellenismus (Tubinga 21973); H. W. Hup-
Esa vida —«quien tiene al Hijo, tiene la vida» (1 Jn 5,12)— es, en penbauer, Belial in den Qumrantexten: ThZ 15 (1959) 81-89; B. van Iersel, Jezus,
definitiva, una vida gozosa. De ahí que el Nuevo Testamento una charis duivel en demonen: «Annalen van het Thijmgenootschap» 55 (1968) 5-22; O. Neuge-
bauer, The Exact Sciences in Antiquity (Providence 21957) (en relación con la astro-
(gracia) y chara (alegría). Para Lucas, esta unión (típica también del
logia y la angelología); B. Noack, Satanás und Soteria (Copenhague 1948); P. von der
concepto griego de charis) es la nota característica de la charis de Jesús Osten-Sacken, Gott und Belial (SUNT 6; Gotinga 1969); B. Otzen, belifal, en DTAT
y de su mensaje. El evangelio de Jesús es para Lucas una gozosa novedad, 1, 663-668; B. Reicke, The Dissonant Spirits and Christian Baptism (Copenhague
sobre todo para la gente más sencilla —-de palabra y de hecho—, el ale- 1946); J. Reider, The Book of Wisdom (Nueva York 1957); J. A. Sanders, Dissenting
gre anuncio de un cambio y renovación radicales. El anuncio del naci- Deities and Philippians 2, 1-11: JBL 88 (1969) 279-290; H. Schlier, Máchte und
miento de Jesús es para él ya un mensaje gozoso (Le 2,10). Como la Gewalten im Neuen Testament (Quaest. disp. 3; Friburgo 1958); W. H. Schmidt, Die
gracia es perdón de los pecados, reina la alegría cada vez que un pecador Schópfungsgeschichte der Priesterschrift (Neukirchen 1967); Strack-Billerbeck, Excursus,
se convierte (Le 15,7). Y como la gracia es la resurrección de Jesús, todos 21: vol. IV/1 (1928) 501-535; M. Testuz, Les idees religieuses du livre de Jubiles
se llenan de alegría por este hecho (Le 24,41). Lo mismo aparece en otros (Ginebra-París 1960); J. Thomas, Aktuelles im Zeugnis der zwolf Váter (BZNW 36;
textos del Nuevo Testamento. La simple «presencia» de Jesús es alegría Berlín 1969).
y gracia (Jn 3,29), de modo que no tienen cabida la tristeza y el ayuno
(Me 2,18-22 par.). La gracia es también una renovación ética de vida; por Antes del exilio Israel no tenía ninguna dificultad en atribuir todo a
eso, el cumplimiento de los mandamientos de Dios (Jn 15,10) es una par- Dios: Dios realiza el bien y el mal, endurece al hombre, etc., aunque el
ticipación en la alegría de Jesús (Jn 15,11; 17,13). El encuentro con Je- hombre siempre es responsable del pecado. Pero, poco a poco, ciertas
sús es como la experiencia gozosa del nacimiento de un niño (Jn 16, ideas sobre espíritus malignos, procedentes de los pueblos vecinos, logra-
20-22). El reino de Dios proclamado por Jesús e inaugurado con su ron introducirse en la fe popular y asentarse en la periferia de la fe yahvis-
488 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 489

ta. Sin embargo, en nombre del monoteísmo yahvista, tales creencias fue- Tres textos veterotestamentarios hablan del «satán» en relación con
ron duramente atacadas o bien neutralizadas mediante un proceso de «situaciones celestes» (Zac 3,1-7; Job 1,6; 2,1; 1 Cr 21,1-27; espec. 21,1).
integración. Durante el exilio y después de él se modificó la imagen de En el primero (Zacarías), donde «el satán» del Antiguo Testamento apa-
Yahvé, que adquirió un carácter absolutamente trascendente. Como resul- rece como ser celeste, éste es el acusador ante el tribunal celeste (Zac 3,
tado de ello, Yahvé no mora ya en la tienda de la alianza, donde se con- 1-7). El cometido que este ángel debe realizar en nombre de Dios es
servan sólo las tablas de la ley (Dt 10,1-5; 1 Cor 8,9). AÚí habita única- garantizar el orden del mundo y, en cuanto acusador (satán), llevar al tri-
mente el nombre de Yahvé (Dt 12,11), y Yahvé se aparece en ocasiones bunal de Dios a todos los que perturban ese orden. «El satán (con artícu-
para revelarse. Esto conduce a una personificación de la Palabra, la Sabi- lo) no es un nombre propio, sino que designa la función oficial del acusa-
duría y el Espíritu de Dios, los cuales, por así decirlo, se separan del Dios dor: es un título (hassatan). En Zac 3,1-7 es rechazado por el defensor:
trascendente, aunque sigan siendo una sola realidad con él (ésta es la línea «Aléjate de mí, satán» (3,2; palabras repetidas en Me 8,32-33 y Mt 16,
del Deuteronomio y de los escritos sacerdotales). Tal tendencia se acentúa 22). Frente al plan salvífico de Dios, el acusador (satán) representa la
después del exilio (cf. Is 55,10-11). La Palabra de Dios se convierte en visión puramente humana de las cosas; aquí aún no es un antagonista
una especie de emisario que realiza su cometido de una forma indepen- diabólico de Dios (tampoco en Job 1,6; 2,1).
diente. Es un fenómeno que, a mediados del último milenio antes de Cris- Si 2 Sm 24,1 habla de la «cólera de Dios contra Israel», 1 Cr 21,1
to, se da en todas partes. Por un lado, surge una concepción totalmente dice que «Satán se alzó contra Israel» (satán sin artículo, es decir, ya como
trascendente de Dios: en Israel; en Persia con Zaratustra; en India con el nombre propio). Satán es ahora el enemigo de Israel; ya no induce al pe-
paso de los Vedas a las Upanishads; en el budismo y el jainismo; en Chi- cado, sino que impide a Israel alcanzar sus objetivos. Es el único texto
na con el confucianismo (taoísmo) y las «cien escuelas»; en Grecia con el del Antiguo Testamento en que Satanás tiene cierta analogía con la idea
paso de Homero y Hesíodo a los presocráticos y la filosofía clásica30. Por neotestamentaria de Satanás. Hasta aproximadamente el año 180 a. C. no
otro lado, esta concepción de Dios como «totalmente distinto» hace surgir se recurre a ningún satán para explicar el problema del pecado. El Ecle-
una serie de «seres intermedios» entre Dios y el mundo de los hombres, siástico, muy interesado por el problema del mal, como anteriormente el
inicialmente con la teoría de las distintas «emanaciones» de Dios (su Pa- libro de Job, sostiene que el mal no puede venir de Dios (Job busca toda-
labra, su Espíritu), seguida por Zaratustra; más tarde con la idea del vía su causa en el ámbito divino), sino exclusivamente del hombre (Eclo
demiurgo en el platonismo medio, etc.; finalmente, en la época helenista- 15,11-13.15-17), y resuelve el problema por medio de la recompensa (fu-
persa, con la explosión de todo un mundo de miríadas de ángeles y demo- tura) (16,1-14).
nios. En Israel, este mundo demoníaco, antes atacado duramente en nom- Después del 180 sucedió algo en Israel que ya no permitía aceptar sin
bre del monoteísmo, es aceptado sin dificultad después del exilio debido más las soluciones que dieron al problema de la teodicea el Eclesiastés y
precisamente a ese monoteísmo trascendente: se necesitan «seres inter- el Eclesiástico. Había demasiados sufrimientos sin sentido. Esto fue un
medios» para que el Dios trascendente pueda estar en contacto con nues- agudo problema para los círculos asideo-apocalípticos después de la profa-
tro mundo terreno e insignificante. nación del templo por Antíoco IV Epífanes, con la persecución sangrienta
Pero en el Antiguo Testamento no existe un «satán» propiamente di- de los observantes de la ley y, un poco más tarde, con la decepción expe-
cho, aunque se utilicen los términos satán y belial. Satán significa en he- rimentada después de la resistencia de los Macabeos, los cuales, una vez
breo simplemente «enemigo» o «acusador» en el sentido profano de la llegados al poder, fueron por mal camino. Todo esto era demasiado para
palabra; por ejemplo, el acusador en un pleito (Sal 109,6). Es muy discu- los piadosos de Israel. El mal debía de tener causas más profundas.
tida, en cambio, la etimología de belial, relacionada con el mundo de los Una nueva concepción se desarrolla en los escritos extrabíblicos, pseu-
muertos. «Hijos de Belial» son a menudo en el Antiguo Testamento los doepigráficos, basada en diversas leyendas populares. La teoría se va per-
«hombres asocíales»; quien perturba el orden social es un impío. La insti- filando de un modo cada vez más nítido en 1 Henoc, Jubileos, Testamento
tución social por excelencia es la realeza; los hijos de Belial causan su de los Doce Patriarcas, Vida de Adán y Eva y también (siguiendo la idea
destrucción, por lo que «Belial» viene a ser la figura antitética del rey extraisraelita de una doble predestinación) en los primeros escritos de
justo; es un príncipe de la injusticia, un rey malvado. Y como el culto es Qumrán. Todas estas obras datan aproximadamente del 150 a. C , pero
también una institución social, el «Belial asocial» pasa a ser el seductor las mencionadas en primer lugar contienen adiciones (a veces posteriores
que conduce a la idolatría. Sólo más tarde se aplican estos conceptos pro- a Cristo) y reelaboraciones e incluso interpolaciones cristianas, dado que
fanos a seres celestes, ángeles. tales obras eran leídas con agrado en el cristianismo primitivo. Se escri-
30
Este importante fenómeno fue objeto de un proyecto de estudio por parte de la bieron originalmente en hebreo o arameo (por tanto, son de origen pales-
«American Academy of Arts and Sciences»; cf. el fascículo dedicado al tema: Wisdom, tinense) y luego fueron traducidas al griego y a otras lenguas (en la actua-
Revelation and Doubt. Perspectives on the first Millennium B.C.: «Daedalus» 104/2 lidad disponemos solamente de traducciones).
(1975) 1-194. I Henoc (o Henoc etiópico, ya que conocemos el texto completo úni-
490 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 491

camente en su versión etiópica) es un libro canónico en las iglesias cristia- pero éstos no son ya ángeles caídos, sino cómplices de Satán (un marcado
nas de Etiopía, del que se descubrieron en Qumrán algunos fragmentos en dualismo).
hebreo y en arameo; lo cita el Nuevo Testamento (Jds 14-15; también En el libro de los Jubileos el príncipe de los demonios recibe el nom-
algunas citas implícitas)31. bre de Mastema, es decir, príncipe de la discordia; su nombre significa
En esta obra es esencial la leyenda de Gn 6,1-4: la caída de los ánge- «el enemigo» (también en el Nuevo Testamento). En 3,17-22 se narra el
les y su unión con hermosas mujeres de la tierra, unión de la que nace pecado de Adán, que no tiene consecuencias para la humanidad. El llama-
una raza de gigantes. La caída de los ángeles no es un dato bíblico, sino do «pecado original» es imputado únicamente a los ángeles, que bajaron
una leyenda popular que surgió para explicar el mal. Esta caída está rela- a la tierra con buenas intenciones •—a realizar una especie de inspección
cionada con el fenómeno astronómico de la caída de los astros, conside- general—, pero perdieron su fuerza por influencia de las mujeres hermo-
rados en toda la Antigüedad como seres vivos (cf. ya Jue 5,20; Job 38,7; sas (el libro de los Jubileos toma este tema de 1 Henoc). Estos ángeles
protesta contra la adoración de los astros; Dt 4,19; 17,3; Jr 8,2; 19,13; son castigados a permanecer hasta el fin de los tiempos en profundas
posteriormente, en un proceso de espiritualización —por ejemplo, en 1 He- cavernas subterráneas, pero Mastema consigue que Dios deje en libertad
noc—, a cada cuerpo celeste, a cada ser material, se le asigna un ángel a la décima parte de ellos para afligir a los hombres. Dios accede, pero
protector, como hay un ángel de la lluvia, del viento, del granizo, etc.; establece un plazo (10,9-11). Estos espíritus malignos inducen al hombre
también cada pueblo tiene su ángel protector; Miguel es el de Israel). El al pecado y son causa de diversas enfermedades entre los hombres. Con
fenómeno de la caída de los astros sirve de base a la leyenda de un peca- ello se da una explicación al problema del mal: Dios no lo causa, pero lo
do cometido por seres celestes (cf. 1 Hen 21ss; 86,lss; 90,21-24), leyenda permite (por medio de los malos espíritus: voluntas permissiva Dei). Esa
que estaba muy extendida en el mundo antiguo. En el sincretismo hele- décima parte será derrotada en los tiempos escatológicos (23,29): «enton-
nístico de judaismo y helenismo se relacionó Gn 6,1-4 con el mito griego ces no habrá Satán ni maligno que pueda llevar al hombre a su ruina»
de la caída de los titanes. Entre tanto, la existencia de ángeles llegó a ser (1,20). En el libro de los Jubileos el príncipe del mundo maligno es llama-
un elemento esencial de la vieja imagen del mundo; en Israel son los do también «Beliar» (forma griega del Belial hebreo: bHiyydal), el cual,
residuos impotentes del antiguo politeísmo cananeo (elohim). con ayuda de sus cómplices, induce a los hombres al pecado y los acusa
Los demonios que viven en la tierra no son más que los «espíritus» después ante Dios. En particular, estos demonios empujan a los hombres
de los titanes muertos, la descendencia originada por la unión de los ánge- a la guerra (11,2-4).
les con los hijos de los hombres (1 Hen 18,13ss; 21,6ss; 86-88; 90,21), El Testamento de los Doce Patriarcas contiene doce discursos de des-
del mismo modo que en Grecia los demonios buenos son los espíritus de pedida pronunciados por los doce hijos de Jacob (la redacción originaria
los hombres que vivieron en la edad de oro. es judía; con el tiempo la obra fue objeto de reelaboraciones judías y tam-
Estas ideas distan mucho de ser homogéneas. El príncipe o jefe de los bién de interpolaciones cristianas). En los Testamentos se presupone el
espíritus malignos recibe a veces el nombre de Semyasa (1 Hen 6,3; 9,7; dato de la caída de los ángeles, pero ya no se menciona su unión con
10,11; 69,2), pero sobre todo de Azazel (8,1-2; 10,4-8; 13,1). También el mujeres. En otras palabras: la existencia de los demonios malignos se
pecado de los ángeles, causa de su caída, se hizo consistir a veces en su separa de la leyenda del pecado de los ángeles; los demonios pertenecen
unión con mujeres de la tierra; pero como esto resulta difícilmente conce- ahora simplemente a la imagen sociocultural del mundo. Son espíritus
bible desde un punto de vista teológico, su pecado se atribuye finalmente malignos que promueven la envidia entre los hombres (TestSim 4,9), espí-
a haber traicionado los secretos celestes, astrales, haber comunicado avlos ritus impuros (TestBen 5,2-3), falsos maestros, origen de los ocho pecados
hombres ciertos conocimientos (1 Hen 9,6; 16,3; recuérdese el mito de capitales (TestRub 2,1-3,6), espíritus del príncipe Beliar (Testls 7,7), «án-
Prometeo relatado por Esquilo): estos seres celestes enseñan a los hom- geles de Satán» (TestAs 6,4; TestDan 5,6). Frente a ellos está «el ángel
bres astrología, técnicas de guerra, métodos abortivos, etc. (7,1; 8,1-3; de la paz», que ayuda a los hombres (ángel custodio) (TestAs 6,5-6;
69,4ss). Finalmente, hay también demonios, incluso antes de la caída de TestLev 3,2). Los espíritus malos importunan y atormentan a los hombres
los ángeles (19,1). En los capítulos 37-71 se habla de una o varias figuras (TestBen 3,3). A veces, Satán o Beliar es llamado «el diablo» (diabolos),
satánicas (que proceden, sin embargo, de una época posterior). El pecado en el sentido de «espíritu del engaño» o de la mentira (TestSim 2,7). No
de los ángeles consiste ahora en que obedecen a Satán e inducen al hom- obstante, Satán no ataca a los observantes de la ley (TestDan 5,1; TestNef
bre a pecar (54,6). La existencia de Satanás es, pues, anterior a la caída 8,4). El Mesías futuro encadenará a Satán (TestLev 18,12) y lo arrojará
de los ángeles. En otras palabras: se olvida el origen etiológico de los al fuego eterno (Testjud 25,3). Al morir el hombre, es resucitado por
espíritus malignos, pero la conclusión es la misma: los demonios existen, «un ángel del Señor» (im paradisum deducant te angelí) o por «un ángel
de Satán» (TestAs 6,4), lo cual es un claro eco de la «doctrina de los dos
31
Sobre la evolución precristiana y ciertas elaboraciones cristianas de esta literatura caminos» (TestAs 1,3-5): Dios coloca al hombre ante el deber de decidir
extrabíblica, cf. la bibliografía citada en la nota 28, pp. 98s. entre el bien y el mal. Esta decisión depende en definitiva del propio
492 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 493

hombre (Testjud 21,1-2). Es de notar que ya no busca el origen de los Sarniento judío con el pensamiento ontológico griego. El conocimiento de
espíritus malignos (caída en el pecado): existen simplemente. La abundan- Dios, que organiza y predestina sin mediación alguna de «la Sabiduría»
cia de sufrimiento y de mal en el mundo se explican recurriendo a un o de «la Palabra», ha predeterminado de manera inmutable todas las cosas,
principio subordinado a Dios: Satán. Se trata de un dualismo mitigado incluso el destino individual de todos los hombres. Dios, «creador de
que sirve de teodicea. justos e impíos», ha predestinado a la salvación a «los hijos de la salva-
La Vida de Adán y Eva (que se remonta a un original hebreo del si- ción» y a la condenación a los «hijos de las tinieblas» (1QH 4,38). Pero
glo i a. C , del cual se conserva solamente una traducción latina y del que entre Dios y los hombres hay, como brazos ejecutores de Dios, dos grandes
el Apocalipsis de Moisés viene a ser en parte una copia) es un libro extra- espíritus, cada uno de los cuales tiene su propia esfera de acción: el «ángel
bíblico de carácter popular que relata una serie de hechos que han influi- de las tinieblas» (1QS 3,21-24), llamado también «Beliar» (1QS 1,17-
do, a veces más que la Biblia, en casi toda la cultura cristiana occidental. 18.24; 2,5.19), y el «espíritu de la verdad», que es Miguel (1QM 17,5ss).
El pecado de Adán no se debe al diablo (la interpretación de la serpiente (Zaratustra utiliza el mismo modelo: Dios, «Padre del Espíritu Santo» y,
de Gn 3 como un diablo tiene un origen distinto). Expulsado del jardín al mismo tiempo, principio del «Espíritu malo», dos seres gemelos que
del Edén y castigado, Adán quiere hacer penitencia. Propone a Eva que tienen su propio ámbito de poder; ambos son emanaciones del único Dios,
durante treinta y siete días permanezca con el agua hasta el cuello en el cuyo ser abarca la coincidentia oppositorum; en el «zoroastrismo» poste-
Tigris y que él hará penitencia en el Jordán durante cuarenta días. Satanás, rior, hacia el 400 a. C , esto se transformará en un dualismo radical entre
disfrazado de ángel de luz, saca a Eva del río pasados dieciocho días y la Dios y el espíritu malo). La lucha entre estos dos espíritus afecta al fondo
lleva junto a Adán en el Jordán, pero éste lo reconoce inmediatamente del hombre, por lo cual éste es un ser escindido (1QS 4,24-26). También
(VidAd 11). «¡Fuera! ¿Por qué nos atacas?», pregunta Adán. Entonces se el sufrimiento de los hombres predestinados al bien es considerado como
entera de la gran noticia: él es la causa del castigo de Satán. De aquí nace obra de Beliar (1QS 3,21-24).
la leyenda, basada en una determinada «exégesis» de Gn 1,26-27, donde P Pero la predestinación de Dios ha fijado también un límite temporal:
(la tradición sacerdotal) llama al hombre «imagen de Dios». El hombre el fin de los tiempos, el cual, a juzgar por los enormes sufrimientos acu-
es más hermoso que los ángeles. Estos deben honrar al hombre, cumbre mulados, está muy próximo. En la batalla escatológica, Miguel asestará el
de la creación, como imagen de Dios. Miguel y los suyos obedecen, mien- golpe decisivo a Beliar y lo derrotará. Esta batalla, con sus dimensiones
tras que Satán y sus secuaces se niegan, por lo cual son castigados y arro- cósmicas, gira últimamente en torno del hombre: su salvación y, concre-
jados del cielo a la tierra. Satán tiene envidia de la felicidad de los hom- tamente, la salvación del resto escatológico de la comunidad de Qumrán,
bres en el paraíso e intenta inducirlos al pecado para que sean arrojados de los «hijos de la luz»; todos los demás son «hijos del diablo».
del Edén. Tal es la razón de que se identifique la serpiente de Gn 3,1-7 Con este esbozo de la historia, los esenios intentan dar una respuesta
con el demonio (pero ése no es el significado original de Gn 3). En cas- apocalíptica al problema del mal, del sentido, origen y fin del mal. La
tigo, Satán es arrojado ahora de la tierra. El tema de la envidia aparece solución que proponen va más allá del fatalismo de Qohélet o del opti-
también, como un bloque errático, en Sab 2,24, adonde ha llegado quizá mismo basado en una recompensa terrena de ben Sira; es diferente de la
procedente del tema griego de «la envidia de los dioses» (por tanto, esa propuesta por Job, para quien el mal es un misterio insondable, oculto
exégesis de Gn 3,1-7 no es exégesis, sino midrás). en el designio de Dios. Pero falla su objetivo por culpa de un dualismo
Finalmente, 2 Henoc (el Henoc eslavo precristiano, que es una versión excesivo. Qumrán buscaba una explicación racional, aunque basada en una
de una traducción griega hecha sobre el original hebreo; 3 Henoc, en sabiduría «de lo alto». El problema del mal se convierte así (como en la
cambio, es una variante hebrea) ofrece una explicación diferente de la apocalíptica asidea de Daniel) en el problema del sentido de toda la his-
caída de los ángeles. Uno de los ángeles tiene la ocurrencia de colocar su toria humana y, por tanto, de la liberación escatológica frente al poder
trono por encima de las nubes para ser igual a Dios. Pero es derribado del «príncipe de este mundo». Concretamente, es la respuesta teológica al
y, desde entonces, vaga con sus secuaces «por los aires» (2 Hen 29,4-5). doloroso desafío de las calamidades inauguradas por Antíoco IV: la expe-
Esta obra habla también de la envidia de Satán contra el hombre por ser riencia judía del poder avasallador del mal y, al mismo tiempo, de un
señor de la creación (31,7-8). profundo anhelo de metanoia y de salvación (1QH 2,6ss; 3,3ss). En defi-
La apocalíptica protoesenia de Qumrán sistematiza teológicamente todas nitiva, la justicia es el sentido último del universo: de la tierra, de las
estas ideas dentro de un dualismo no judío que, a fin de cuentas, es supe- esferas celestes y de la historia humana, colectiva e individual.
rado por Dios. Dos son los textos fundamentales que ilustran esta teología Satán, «príncipe de este mundo», es una figura judía extrabíblica que
esenia precristiana: 1QS 3,15ss y 4,26 (pertenecientes a la regla de la penetró en Palestina hacia el 150 a. C. No podemos olvidar, sin embargo,
comunidad de Qumrán y escritos entre el 150 y el 130 a. C ) . Esta teolo- que la creencia en Satán no aparece en numerosos escritos judíos extra-
gía quiere proporcionar un conocimiento universal de «todos los seres» bíblicos o extracanónicos (por ejemplo, 3 Mac y 4 Mac; TestAbr; SalSl),
(creación) y de «todas las palabras» (historia): una confrontación del pen- así como también en los libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento,
494 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 495

escritos más o menos en la misma época (Eclesiástico, Sabiduría —a excep- Heb 2,14; Ap 2,9.10-13; 3,9; 12,9.12.13; es «el dragón» que se esconde
ción de un único pasaje errático: Sab 2,24ss—, 1 y 2 Mac, Bar, Jdt). En tras la bestia (el emperador) que persigue a los cristianos: Ap 12,3-4.9.
Tobías (cuya historia se desarrolla en el país de Media) se hace mención 13.16.17; 16,13; 20,2; 11,7; 13,1; 13,4-7.11.12.16.17; 1 Pe 2,12.15.
a «Asmodeo», que encontramos también en Zaratustra (Tob 3,8.17). En 18-21; 3,1-2.9.15-17.
otras palabras: el Antiguo Testamento y gran parte de la literatura extra- — Caída de los ángeles: solamente en Jds 6 (referencia implícita a
bíblica no conocen una satanología. Esta no pertenece al patrimonio de la 1 Hen). Jn 8,44 no tiene este sentido. Por tanto, el único texto neotesta-
fe judía: en la literatura sincretista, intertestamentaria y precristiana es mentario que habla dé un pecado cometido por ángeles es una referencia
un elemento, basado en ciertas leyendas, de la fe popular palestinense y a la leyenda de 1 Hen; 2 Pe 2,4, que en este punto coincide con la carta
—en menor medida— también del judaismo de la diáspora. Desde el pun- de Judas, elimina la referencia y la generación de gigantes por parte de
to de vista de la psicología humana, Satán tiene una gran fuerza simbólica los ángeles, conservando únicamente (sin explicarla) la caída de los ángeles.
en cuanto expresión del exceso de mal en un mundo que a veces tiene El Nuevo Testamento no muestra interés alguno por la jerarquía pira-
buenos sentimientos cuando todo fracasa. La importancia religiosa de estas midal de las miríadas de seres celestes. Pero enumera de paso algunas cla-
imágenes reside en su fuerza simbólica. ses: archai (principados), dynameis (virtudes), exousiai (potestades) (Ef 1,
21; 1 Cor 15,24; Ef 6,12; 3,10); también kyriotetes (dominaciones) (Ef
Comparado con esta literatura extrabíblica, el Nuevo Testamento se 1,21; Col 1,16) y thronoi (tronos) (Col 1,16), y de nuevo archai y exousiai
muestra muy sobrio, al menos en lo que concierne al tema de la demono- (Col 2,10.15), mientras que Col 1,16 hablaba de thronoi, kyriotetes, archai,
logía y satanología. «El satán», príncipe de este mundo, se presupone exousiai. Evidentemente, no se concede gran importancia al asunto. Los
como realidad absolutamente evidente (por ejemplo, Jn 12,31; 14,30; dioses de otras religiones son llamados «ídolos» o «demonios» (1 Cor 10,
16,11; 1 Jn 5,19; 2,13). El diablo o Satán y los demonios son parte inte- 19-22). Kyrioi (señores» y kyriotetes (dominaciones) parecen ser nombres
grante de la conciencia religioso-cultural de todos los autores neotesta- genéricos, no jerárquicos; en 1 Cor 8,4-5 reciben el nombre de theoi (dio-
mentarios. Al recorrer los textos que hablan del demonio, llama la aten- ses). Existe, finalmente, el nombre genérico de stoicheia tou kosmou (Gal
ción su número, relativamente alto, incluso en los cuatro evangelios. 4,3.9; Col 2,8.20), que son (a diferencia de 2 Pe 3,10, donde se habla de
— Diablo o Satanás: Mt 12,26; 13,39; Le 8,12; Hch 5,3; 10,38; los elementos básicos del cosmos previamente «divinizados») los kosmo-
Me 1,13; 3,23.26; 4,15; Le 9,16; 10,18; 13,16; 22,3; 22,31; Rom 16,20; kratores, los seres celestes que dominan este mundo para bien o para mal
1 Cor 5,5; 7,5; 2 Cor 2,11; 11,14; 12,7; 1 Tes 2,18; 2 Tes 2,9; Ef 4,27; (Ef 6,12) y que, sin duda, se consideraban activamente presentes en los
6,11; Jn 13,27; 6,70; 8,44; 13,2; 1 Jn 3,8.10; 1 Tim 1,20; 3,6-7; 5,15; soberanos políticos humanos (véase el libro del Apocalipsis).
2 Tim 2,26; Sant 4,7; 1 Pe 5,8; Heb 2,14; Jds 9; Ap 2,9; 2,13.24; En los últimos escritos neotestamentarios (Jds, 1 Pe, 2 Pe, cartas pas-
12,9; 20,7. torales, Ap, 2 Tes) se habla más a menudo que antes (unas veinte veces)
' — Beekebub (o Beelzebul): Mt 10,25; 12,24.27; Me 3,22; Le 11, de demonios (el carácter «tardío» de estas obras se desprende de 1 Pe 4,
15.18.19. 16, donde aparece simplemente la expresión «como cristiano», hós chris-
— El enemigo: Mt 13,39; Le 10,19. t taños).
— El príncipe (arconte, soberano) de este mundo: Jn 12,31; 14,30; El Nuevo Testamento no habla (excepto en el Apocalipsis) del espíritu
16,11; 1 Jn 5,19 (cf. 2,13); o «el dios de este eón»: Ef 2,2; 2 Cor 4,4. bueno y del malo con sus aliados respectivos, sino de Jesucristo y Satanás
— Belial (Beliar): 2 Cor 6,15. v (en el fondo, ése es también el planteamiento del Apocalipsis). El Nuevo
— El tentador: 1 Tes 3,5, causa principal del pecado en el mundo; Testamento describe la actividad salvífica de Jesús como una lucha contra
1 Cor 7,5; 2 Cor 2,11; Ef 4,26-27; 1 Tim 3,6-7; Jn 3,19; 7,7; «el Malo»: los poderes diabólicos del mal (Me 1,23-25.39; 4,39; Le 13,16). El propio
1 Jn 2,13.14; 3,12; 5,19; asesino y mentiroso desde el principio: Jn 8, Jesús es tentado tres veces por Satanás, aunque éste sufre una derrota
44; cf. 1 Jn 3,8. Quien hace el mal es, pues, hijo del demonio: 1 Jn 3,12; total (Mt 4,1-11; Le 22,3; cf. 1 Cor 2,8-9; 15,55; Ap 12,13-14 e, implí-
Jn 6,70; 13,2.27; 8,44; también lo es quien no ama al prójimo: 1 Jn citamente, en Heb 4,15).
3,11-18; es el que seduce a los creyentes: 2 Tes 2,9; 1 Tim 3,6-7; 5,15; Para el Nuevo Testamento es evidente que Cristo ha derrotado a Sa-
2 Tim 2,26; Sant 4,7; 1 Pe 5,8. (En el joanismo, de inspiración sapien- tanás y a todas las potencias demoníacas. El dominio de éstos ha sido
cial, el diablo no es el tentador ni tiene una «esfera de poder», sino sólo derrotado con la venida del reino de Dios en Jesús (Le 10,18; 11,20). Al
una esfera de acción: el diablo actúa sobre los hombres que rechazan la volver de su primer viaje apostólico, los discípulos dicen a Jesús: «Hasta
luz; cf. supra). los demonios se nos someten por tu nombre» (Le 10,17); a lo que Jesús
— El diablo de la muerte: el diablo tiene dominio sobre la muerte: responde: «Ya veía yo que caería Satanás de lo alto como un rayo» (Le
Heb 2,14 (significa al mismo tiempo «pecaminosidad»). 10,18; una vez más, la imagen de la estrella que cae). En especial, la resu-
— Causa de la posesión diabólica: Me 3,23-30; Le 13,16; Hch 10,38; rrección y elevación de Jesús aparecen como exaltación y triunfo total
CONTENIDO SALVIFICO DEL TERMINO «GRACIA» 497
496 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO

sobre todos los seres celestes (1 Cor 15,24; Rom 8,38; Ef 1,21; 3,10; tropomorfismo, y traducen: «sepultaron a Moisés». Filón dice que Moisés
6,10; Col 2,10.15; 1 Pe 3,22; Heb 1,5-14; 2,8-9; Apocalipsis). Para Pablo fue sepultado por «seres celestes inmortales» (Vita Moysis I I , 291). En el
se trata de un acontecimiento futuro, plenamente escatológico (1 Cor 15, Apocalipsis de Moisés (que conocemos sólo a través de los Padres de la
24). En las cartas deuteropaulinas, esta derrota total de los demonios es Iglesia) es Miguel (como en Jds 9) quien sepulta a Moisés, pero el diablo
un acontecimiento ya realizado y, al mismo tiempo, una tarea pendiente. se lo estorba. Miguel no juzga a Satanás y deja el juicio en manos de
La victoria de Jesús (Ef 1,21 y 4,8-10) no elimina la necesidad de que Dios. Jds 9 emplea esta leyenda como argumento: el propio arcángel res-
luchemos contra las potencias malignas del cielo (Ef 6,11-17). El joanismo petó a aquel ser diabólico celeste. Pero 2 Pe 2,4 elimina toda esta inter-
expresa este dato de una forma más dualista: «Sabemos que somos de polación apócrifa. Jds 13 habla también de estrellas fugaces (caída de los
Dios (o sea, nacidos de Dios), mientras que el mundo entero está en poder ángeles) (1 Hen 18,18-21) en relación con los impíos y herejes (una cita
del malo» (1 Jn 5,19); y también: «Ya habéis vencido al malo» (1 Jn casi literal de 1 Hen 60,8 y 1,9 en Jds 14-15); 2 Pe 2,17 vuelve a eli-
2,13). En otras palabras: Satanás actúa todavía en el mundo, pero la co- minar esta cita apócrifa.
munidad creyente, la Iglesia, es el lugar donde ya ha sido vencido en el Si comparamos 2 Pe 2,4 con Jds 6, 2 Pe 2,11-12 con Jds 7-8 y 2 Pe
mundo. Para los cristianos, los diablos son nadas, ya no existen para ellos. 2,10b-11 con Jds 8-9, es evidente que la segunda carta de Pedro corrige
El poder satánico está deshecho (1 Jn 3,8), ha sido juzgado y arrojado la de Judas (dentro de la actual Escritura canónica). Esta crítica se dirige
fuera (Jn 12,31; 16,11) y no se atreve a atacar (como en la literatura contra ciertas ideas extrabíblicas sobre los ángeles elaboradas. También la
intertestamentaria) ya a los cristianos, nacidos de Dios (1 Jn 5,18). Quie- leyenda de la generación de una raza de gigantes, fruto de la unión de
nes ahora reciben los nombres de Satanás y Anticristo son ciertos cristia- ángeles con mujeres de la tierra (Jds 6-7), es suprimida en 2 Pe 2,4, donde
nos que destruyen la recta doctrina sobre Jesús (1 Jn 2,18-22). Pero «no se dice simplemente «los ángeles que pecaron»; la segunda carta de Pedro
temáis: también este enemigo será vencido» (1 Jn 2,13-14). omite los elementos demasiado fantásticos de esta leyenda extrabíblica,
En el joanismo, toda la fe popular en Satanás y los demonios está pero conserva la creencia popular (sin dar más explicaciones) en una caída
sometida al nenikeka de Cristo: «Yo he vencido al mundo» (Jn 16,33; de los ángeles. (Difícilmente puede servir de apoyo este texto neotesta-
cf. 1 Jn 2,3; 4,4; espec. 5,4, donde la «victoria sobre el mundo» aparece mentario —que es una cita de un libro apócrifo— para probar la realidad
como una promesa cierta, una implicación del modo de ser pneumático del de una caída de los ángeles).
hombre nacido de Dios, del cristiano bautizado). También en 1 Jn 5,5 ho Esto está en contradicción con la protesta general del Nuevo Testa-
nikon ton kosmon, el creyente, vence al mundo satánico. El creyente que mento contra cualquier interés por potencias celestes que no sean Dios
se mantiene firme es llamado siempre en el Apocalipsis «el vencedor» y Cristo resucitado. «¿Cómo os volvéis de nuevo a esos elementos sin
(Ap 2,7; 2,11; 2,17; 2,26; 3,5; 3,12; 3,21; 21,7). Jesús, el león de Judá, eficacia ni contenido? ¿Queréis ser sus esclavos otra vez como antes?»
el Cordero, «ha vencido» (enikesen, Ap 17,14). El concepto de nike es (Gal 4,9-11); Col 2,8-23 es también una grandiosa defensa cristiana frente
un elemento esencial de la teología joánica (y se refiere a la victoria sobre a «ese sistema de vida, vana ilusión tradicional de la humanidad, basado
Satanás y los demonios). en los poderes del cosmos —soberanos cósmicos u otros seres celestes—,
Finalmente, en la carta de Judas y en la segunda de Pedro encontra- y no en Cristo» (Col 2,8), «Cristo ha destituido a las soberanías y autori-
mos un dato bastante singular. Ambas cartas, pertenecientes al último pe- dades, las ofreció en espectáculo público» (2,15); «que no vaya a desca-
ríodo neotestamentario, cuando la Iglesia ya estaba consolidada, tienen lificaros ninguno que se recrea en humildades y devociones a ángeles»
muchos aspectos en común (la segunda de Pedro es claramente una nueva (2,18). Aún más, no nos juzgarán los ángeles, sino que nosotros los juzga-
versión corregida de la de Judas). La carta de Judas está llena de refe- remos a ellos (1 Cor 6,2-3a). En el Nuevo Testamento, únicamente jds 8-9
rencias a 1 Henoc y quizá también a la Asunción de Moisés. Así, Jds 6 pide a los cristianos un poco más de respeto hacia los seres angélicos del
y 2 Pe 2,4 aluden a 1 Hen 10,4-12; 18,11-19,3, donde los cabecillas de cielo por parte de los cristianos; pero este pasaje fue censurado por la
los ángeles caídos y todos sus secuaces son encerrados en profundas caver- segunda carta de Pedro.
nas subterráneas por ángeles buenos (otros textos neotestamentarios los
presentan vagando «por los aires»; por ejemplo, Ef 2,2). Jds 8 critica a los Un último problema importante, aunque no decisivo, es el siguiente:
cristianos que «rechazan todo señorío y maldicen a los seres gloriosos» ¿cuál fue la postura personal de Jesús de Nazaret frente a la creencia en
(lo cual constituye un hecho absolutamente singular en todo el Nuevo Satanás y en los demonios? No es un problema decisivo, porque Jesús
Testamento), cristianos sin duda que, siguiendo la línea neotestamentaria, de Nazaret, hombre verdadero, vivió en una situación religiosa y socio-
están convencidos de que los demonios son «nada» para los cristianos, cultural muy concreta y no podía resolver todos los problemas saltando
pero sacan de ahí falsas conclusiones éticas. El autor argumenta a partir por encima de la historia. Así, por ejemplo, dice, como cualquier judío
de una leyenda, formada en torno a Dt 34,5-6, según la cual Dios mismo de su tiempo, «Moisés ha dicho...», aunque a menudo Moisés no hubiera
sepultó a Moisés. Ya los LXX encontraron demasiado exagerado este an- dicho nada sobre el tema, pues «toda la ley» se atribuía a Moisés. Jesús
32
498 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO ¿DE QUE Y PARA QUE HEMOS SIDO LIBERADOS? 499

puede hablar igualmente de Satanás y los demonios desde un determinado cuencias peligrosas (aunque no podemos olvidar las duras persecuciones
contexto cultural y religioso. sufridas por la Iglesia, sobre todo en tiempos del Apocalipsis).
Uno de los logia auténticos de Jesús sobre el diablo es (incluso para
R. Bultmann) Le 10,18: «Ya veía yo que caería Satanás de lo alto como
un rayo». El sentido de este texto es que Satanás carece ya de importan- 3. Gracia y alabanza:
cia, todo ha acabado para él. Por lo que conocemos de Jesús, él piensa que la gracia invita a la celebración
el mal reside dentro del hombre. Frente a la idea, general en el judaismo,
de que la enfermedad y otros males similares son consecuencia de un La dinámica definitiva de esta rica variedad del don —fundamental-
pecado, tal vez oculto, y provienen así últimamente de un demonio, Je- mente único— de la gracia en Cristo y su Espíritu es la salvación del
sús dice: Ni él ni sus padres tienen la culpa; lo único importante es que hombre como glorificación de la «charis» de Dios (Ef 1,6): «Para libera-
este hombre haya obtenido la salvación gracias a Dios (Jn 9,3). ción de su patrimonio y para himno a su gloria» (Ef 1,14), «para que
Otro pasaje que puede considerarse también como «auténtico de Je- fuésemos un himno a su gloria» (Ef 1,12; Rom 5,2; 2 Cor 4,15). Más
sús» es la discusión sobre Beelzebub (Q: Mt 12,22-28.30 y Le 11,14- tarde dirá Ireneo: «gloria Dei vivens homo». Esta idea es común a toda
20.23; y una tradición propia de Marcos: Me 3,22-3032). De aquí se des- la Biblia: la alabanza del hesed y la "emet de Dios; ambos términos son
prende que quienes llevan largo tiempo trabajando en nombre de Dios predicados divinos alabados en el culto litúrgico, de modo que el agrade-
por la salvación de los hombres son calificados fácilmente de «hijos de cimiento por haber obtenido hesed y "emet forma parte, por decirlo así,
Satanás» por los «principiantes» que —sin pertenecer a su círculo— hacen del concepto mismo de la realidad divina de la gracia33.
lo mismo: «Jesús hace estas cosas con poder de Beelzebub». El responde En la perspectiva de la experiencia neotestamentaria de Jesús como
preguntando simplemente: ¿Y con qué poder las hacéis vosotros? Cristo y de su Espíritu, origen de la experiencia cristiana del Abba (Rom
El resto de textos neotestamentarios que hablan de Satanás no pueden 8,15; Gal 4,6; 1 Jn 3,24b), la existencia humana es, en definitiva, un
considerarse —al menos directamente— como palabras históricas de Jesús. himno gozoso (Col 1,12) a la gracia, un reconocimiento y un himno de
Pero sean cuales fueren las creencias sobre Satanás que circulaban por alabanza a la inmensa misericordia de Dios (cf. 1 Jn 3,1) a través de la
Palestina en tiempos de Jesús, él veía su propia actuación como una prue- conducta ético-religiosa en este mundo y a través de la eucharistia propia-
ba de que la salvación de Dios estaba cerca. A Jesús no le interesa Satanás, mente dicha: celebración, acción de gracias y alabanza de Dios. Esta es la
sino el hombre con todas sus debilidades y enfermedades, con su poca fe razón de que, sobre todo, Pablo relacione charis con chara (alegría) y con
y su inclinación al pecado, que Dios quiere reparar. Así se desprende de eucharistia (por ejemplo, 1 Cor 1,4; 2 Cor 4,15) y de que a veces juegue
la actividad de Jesús. con el doble sentido de charis (gracia y agradecimiento; por ejemplo,
En el relato en que acusan a Jesús de obrar con el poder de Beelzebub Rom 5; Rom 7; 1 Cor 1,14; cf. Col 3,16-17): «dar gracias con alegría al
aparece en acción el mecanismo humano que atribuye el bien realizado Padre» (Col 1,12). En el Nuevo Testamento, en lugar de especulaciones
por otros, por los «extraños», a motivos muy dudosos. El extraño es «del teológicas sobre la gracia y la redención, encontramos himnos cristológicos
diablo», aunque haga el bien. En este fallo —aunque resulte comprensi- e himnos a la grandeza de la gracia de Dios. Según el Nuevo Testamento,
ble, dada la dolorosa situación por la que pasaba la Iglesia perseguida— la vida de gracia es, en fin, «un corazón que rebosa agradecimiento» (Col
incurre el Apocalipsis: el autor habla sólo incidentalmente del sentido po- 2,7). La gracia alcanza en el himno de alabanza su plenitud interna: se
sitivo del sufrimiento padecido por causa de Cristo (como 1 Pe 2,12.15. hace realmente experiencia explícita de la gracia.
18-21; 3,1-2.9.15-17 y la carta a los Hebreos); su lema constante dice con
toda crudeza: perseverar y derrotar al enemigo malvado (Ap 2,7.11.17.29;
3,6.12.21; 13,9-10). Especialmente en el joanismo, estas comunidades más Conclusión
bien cerradas y de carácter místico muestran cierta dureza frente a los
extraños, es decir, frente a los judíos que no creen en Jesús (también el ¿DE QUE Y PARA QUE HEMOS SIDO LIBERADOS?
Jesús joánico es agresivo con tal incredulidad). La primera carta de Juan
tacha de «anticristos» a los cristianos que siguen falsas doctrinas. En el El precedente inventario de los «momentos interpretativos» fundamen-
joanismo y en el Apocalipsis observamos una especie de irritación con un tales de que se ha servido el cristianismo neotestamentario para dar conte-
grupo no cristiano al que se echa la culpa de todos los padecimientos de
los cristianos. En el fondo subyace un aire triunfalista: la victoria es nues- 33
tra. En otras palabras: un dato correcto de fe puede tener a veces conse- Cf., entre otros, Cl. Westermann, Das Loben in den Psalmen (Gotinga 21968).
Cf. asimismo la estructura de tipo b'raka de la oración judía de las ocho súplicas:
SI Strack-Billerbeck, IV, 211-214, y F. Hahn, Der urchristliche Gottesdienst (SBS 41;
Jesús, la historia de un viviente, 167-169, 173s, 38,3s, 442. Stuttgart 1970).
500 EL CONCEPTO DE GRACIA Y SU CONTENIDO ¿DE QUE Y PARA QUE HEMOS SIDO LIBERADOS? 501

nido a su rica «experiencia interpretativa» de la salvación otorgada en ticia. Se trata de una redención dentro de un mundo todavía deteriorado
Dios por mediación de Jesús demuestra que, cuando el Nuevo Testamento y enfermo. Por tanto, la redención y la liberación son en el Nuevo Testa-
dice: «estamos liberados», no se queda en generalidades, vaguedades o fra- mento un don y a la vez una tarea que es preciso realizar. ¿Dónde están
ses hechas. Da un contenido concreto a la experiencia cristiana de reden- los redimidos? Este reproche de Nietzsche (históricamente comprensible
ción, salvación y liberación definiendo de qué se sienten redimidos los cris- y justificado) ignora el peculiar espíritu neotestamentario de la redención,
tianos y para qué se saben liberados. Pero esto no se describe de manera cuya dialéctica fue resuelta por la teología escolástica posterior de una
«objetivante», sino que se confiesa en forma de testimonio, un testimonio manera exclusivamente formal con la inexpresiva distinción entre «reden-
que se presenta como argumento. ción objetiva» y «redención subjetiva». El autor de la carta a los Hebreos
¿De qué estamos liberados? Del pecado y de la culpa, de ciertas an- (y todo el Nuevo Testamento) ya hizo notar, empleando los esquemas pro-
gustias existenciales que el hombre de la Antigüedad interpretaba como pios de su tiempo, esta tensión dialéctica: «Al sometérselo todo (al hom-
miedo a los demonios, fatalidad del destino o heimarmene, un cúmulo de bre), nada dejó de someterle (por tanto, el hombre no conoce ya la escla-
temores centrado en el problema de la muerte: «Liberar a todos los que, vitud y la servidumbre). Ahora, es verdad, no vemos todavía el universo
por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos» (Heb 2,15); entero sometido al hombre» (Heb 2,8-9). Existe una fuerte tensión entre
liberados también de los agobios de la vida y de ciertas preocupaciones de el «ya» y el «todavía no», y ello en una doble perspectiva: todo está ya
la vida cotidiana (Mt 6,19-34); de la tristeza, la desesperación y la deses- hecho y todo está por hacer. Además, lo ya hecho se halla en tensión hacia
peranza; de la enemistad con el prójimo y con Dios; de la servidumbre, su consumación escatológica. En virtud de la metanoia o cambio de vida
la injusticia, las ataduras opresoras y alienantes, la falta de amor, la arbi- derivado de la gracia, los cristianos, por la comunión de vida con Dios,
trariedad y el egoísmo, la credulidad (Me 13,5-7; Le 17,22-37), el abuso pueden y deben ponerse a actuar sabiendo que su actuación tiene sentido
de la buena fe (Me 9,42; Le 17,l-3a; Mt 18,6-7), la crítica despiadada al y que lo inútil desde un punto de vista humano no es realmente inútil,
prójimo (Mt 7,1-5), la preocupación por aparentar ser alguien o quedar aunque veamos que, a pesar de todos nuestros sudores, cambia muy poco
bien (Me 10,35-45), el pánico y el desaliento; liberados de vivir como la apariencia de la tierra y del hombre. En este sentido es posible la ale-
«esos otros que no tienen esperanza» (1 Tes 4,13), etc. gría incluso en el dolor, en el fracaso y la impotencia. También esto es
¿Para qué estamos liberados? Para la libertad, la justicia, la paz con una forma de liberación, si bien en un mundo sumido todavía en la des-
los hombres y con Dios; para tener confianza en la vida; para la nueva gracia.
creación y renovación de todas las cosas; para la alegría y la felicidad; para Esta tensión existente en la liberación realizada por Cristo está deter-
la vida y la vida eterna y gloriosa; para el amor y la esperanza; para la minada en el Nuevo Testamento por la promesa del nenineka: «Yo he
santidad: «para rescatarnos de toda clase de maldad y purificarse un pue- vencido al mundo» (Jn 16,33; cf. 1 Jn 2,3; 4,4 y, sobre todo, 5,4, donde
blo elegido, entregado a hacer el bien» (Tit 2,14); para un compromiso la victoria sobre el mundo aparece como una promesa cierta, como una
ético «con lo bueno, conveniente y perfecto» (Rom 12,2), «con todo lo implicación de la forma de ser pneumática del creyente). Aunque esta es-
que sea verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo limpio, todo peranza tiene como base objetiva lo que se ha cumplido en la vida, muerte
lo estimable, todo lo de buena fama, cualquier virtud o mérito» (Flp 4, y resurrección de Jesús, la liberación sigue siendo una tarea que debe reali-
4-9), para ser agradables y de buen corazón unos con otros (Ef 4,32), para zarse en la dimensión de nuestra historia humana. Esto no es un simple
«vencer al mal a fuerza de bien» (Rom 12,21; 1 Pe 2,15); para conseguir llamamiento a la buena volutad y a la convivencia, como lo demuestra el
«cierta igualdad» (2 Cor 8,13b, o sea, la repartición de bienes y propieda- hecho de que en nuestro mundo actúan las potencias de la esclavitud, las
des, aunque dentro de las circunstancias concretas de la Antigüedad tardía; cuales (según la concepción del mundo vigente en la Antigüedad) se iden-
cf. todo el contexto de 8,1-24: la postura de los cristianos griegos, que tifican con los demonios celestes: «Nuestra lucha no es contra hombres de
contaban con una posición desahogada, frente a los pobres de Jerusalén, carne y hueso, sino la del cielo contra las soberanías, contra las autorida-
siguiendo el ejemplo de Jesús: «siendo rico, se hizo pobre por vosotros des, contra los jefes que dominan estas tinieblas, contra las fuerzas espiri-
para enriqueceros con su pobreza»: 2 Cor 8,9). En una palabra: liberados l nales del mal» (Ef 6,11-12). Difícilmente se podrá afirmar que el Nuevo
para la salvación, para sanar y curar a todos y a cada uno; para «como Testamento no ha definido concretamente lo que entendía por «liberación
hijos queridos de Dios procurar parecerse a él» (Ef 5,1) y «vivir en mutuo de» y «liberación para» en la situación real del mundo de aquella época.
amor, al igual que Cristo os amó» (Ef 5,2).
La liberación de las distintas formas de esclavitud y angustia huma-
na es consecuencia de la adopción por la gracia o de haber nacido de Dios,
pero también una tarea que se deriva del don de la gracia. Dicho de otro
modo: la liberación no consiste sólo en liberar de la injusticia para el bien,
sino que su para qué implica la tarea de liberar a los hombres de la injus-
CREACIÓN Y GRACIA EN LA BIBLIA 503

CAPITULO II del aristotelismo. Los conceptos de «naturaleza» y de «creación» (natura-


leza creada) no son totalmente idénticos. Los seres creados por Dios no
«HACER LA UNIDAD DEL UNIVERSO» constituyen una naturaleza neutra, analizable científicamente, sino una na-
turaleza creada, es decir, la expresión de un plan divino que supera la
idea de «naturaleza». Desde el punto de vista teológico, tal naturaleza
no es esperable del plan divino. Por tanto, hablar teológicamente del mun-
do natural no sólo significa que la naturaleza es contingente, que «en sí
y por sí» podría no haber existido o ser de otra forma, sino también que
es expresión viva de un designio divino que finalmente se revela como de-
I signio de salvación. La creación y la consumación se insertan en un único
y grandioso proyecto divino. En este sentido es distinto el concepto de
CREACIÓN Y GRACIA EN LA BIBLIA «naturaleza» según lo emplee la teología, la filosofía o las ciencias na-
turales.
Bibliografía: K. Barth, Kirchliche Dogmatik I I I / l (Zurich 1945); H. Baumann, El hombre primitivo y el antiguo —también los hebreos, los israelitas
Schopfung und Urzeit des Menschen im Mythos der afrikanischen Volker (Gotinga y los creyentes del Tenak— vivían en un mundo que partía de que Dios
2
1964); P. Beauchamp, Création et séparation. Étude exégétique du ch. I de la Ge- —un Dios o varios dioses— había creado este mundo y a los hombres
nese (París 1969); H. Berkhof, Christelijk geloof (Nijkerk 31973); H. A. Brongers, que lo habitan. Para ellos se trataba de un dato evidente, de un elemento
De scheppingstradities bij de profeten (Amsterdam 1945); G. Fohrer, Theologische integrante de su imagen del mundo. Entonces no había otra alternativa.
Grundstrukturen des Alten Testaments (Berlín 1972); J. Haspecker, Natur und Heils- Sin embargo, esta «evidencia» es ignorada en los meritorios trabajos de
erfahrung in Altisrael: BuL 7 (1966) 83-98; id., Religiose Naturbetrachtung im Alten G. von Rad, quien con su manera de entender la creación y la alianza puso
Testament: BuL 5 (1964) 116-130; G. von Rad, Das theologische Problem des alttes- las bases de la que sería opinión casi común entre los exegetas y teólogos
tamentlichen Schópfungsglaubens. Werden und Wesen des Alten Testaments (Beiheft
ZAW 66; Berlín 1936; también en Gesammelte Studien zum Alten Testament [Munich
tanto protestantes como católicos. Para Von Rad, la fe en la creación es
1958] 136-147); id., Theologie des Alten Testaments I (Munich 1957) 140-144; id., una extrapolación de la fe en la salvación y tiene una importancia secun-
Aspekte alttestamentlíchen Weltverstandnisses: EvTh 24 (1964) 57-73; id., Weisheit daria en el Antiguo Testamento: «La creación forma parte de la etiología
in Israel (Munich 1970; ed. española: La sabiduría en Israel, Madrid 21983); W. H. de Israel» M. Esta tesis, muy difundida después de K. Barth y G. von Rad,
Schmidt, Schbpfungsgeschichte. Mythos und Glaube: «Kirche in der Zeit» 21 (1966) parte del hecho (materialmente correcto) de que en ninguno de los credos
260ss; C. Westermann, Schopfung (Berlín 1971); id., Das Loben Gottes in den Psal- del Tenak aparece la fe en la creación. La experiencia de la alianza tuvo
men (Gotinga 1963); id., Génesis 17 und die Bedeutung von Berit: ThLZ 101 (1976) que ser el origen de la fe veterotestamentaria en la creación. Según esta
161-170; A. S. van der Woude, Génesis en Exodus: «Kerk en Theologie» 20 (1969) explicación, para la conciencia israelita Yahvé no es tanto el Dios creador
1-27. También Mysterium Salutis II (Madrid, Ed. Cristiandad, 21977) 353-387. cuanto el Dios vivo, el Dios de la gracia, de la elección y de la historia
de Israel. «El cumplimiento de los mandamientos, prescripciones y pre-
ceptos de Yahvé no se debe a que el Creador tiene derecho en cuanto tal
No vamos a analizar aquí la fe bíblica en la creación, sino la teología a establecer una serie de obligaciones a sus criaturas, sino exclusivamente
bíblica de la gracia. Sin embargo, al igual que en la tradición cristiana, en a que Yahvé liberó en el pasado a su pueblo de la dominación extranje-
toda la Sagrada Escritura ocupa un puesto central el problema de la rela- ra» 3S. El credo fundamental de Israel declara que Dios sacó a Israel de
ción entre la «naturaleza» (creación) y la gracia: creación y alianza. En el Kgipto (Dt 26,5-9). A la luz de este credo, Israel explica y actualiza su
plano exegético y teológico es una cuestión muy debatida y complicada historia, y de él nace, no inmediatamente, sino con el paso del tiempo, la
a menudo por prejuicios confesionales. fe de Israel en la creación. Sólo entonces se ponen los relatos de la crea-
Desde un punto de vista terminológico, «naturaleza», en contraposición ción al principio de los libros sagrados. Es cierto que tales relatos se ins-
a «gracia», no aparece en los documentos primitivos de la tradición judeo- piran en otros anteriores, pero lo peculiar de Israel es que su fe en la
cnstiana de la revelación. El Tenak no posee un término equivalente a creación se sitúa en la perspectiva de la alianza de Yahvé con Israel. La
«naturaleza» o physis. Las pocas veces que hallamos el término «natura-
leza» (physis) en el libro (deuterocanónico) de la Sabiduría (7,20; 13,1;
19,20) y también en el Nuevo Testamento, no se trata de un empleo espe- " G. von Rad, Theologie des Alten Testaments, op. cit., 143. K. Barth sostiene
In misma tesis, probablemente sin dependencia de G. von Rad. En cambio, dependen
cíficamente teológico. El término pasó a la teología cristiana cuando los <lr 6\ las obras ya citadas de H. Brongers, los autores de Mysterium Salutis y otros
teólogos utilizaron categorías de la filosofía griega para reflexionar sobre muchos.
la revelación de la misericordia divina: primeramente, el concepto de na- " II. Brongers, Scheppingstradities, op. cit., 116.
turaleza divulgado por los estoicos; más tarde,'de manera sistemática, el
504 «HACER LA UNIDAD DEL UNIVERSO» CREACIÓN Y GRACIA EN LA BIBLIA 505

creación es en el Tenak un tema subordinado a la alianza, no independien- no judíos esa revelación primitiva se habría oscurecido con el paso del
te. No obstante, estos autores admiten que en ciertos textos, especialmente tiempo, pero conservando en la historia de cada pueblo huellas de la fe
Sal 8 y Sal 19 y 104 —y, en general, en la literatura sapiencial—, apare- en un Dios creador. Según esto, no es de extrañar que existan relatos
cen himnos a la creación que no denotan tal dependencia, pero esto se sobre la creación fuera de la Biblia judía: son restos de la revelación pri-
debería a que tales himnos se cantaban a modo de letanías, mezclando mitiva. Pero esta teología olvidaba que las experiencias cósmicas consti-
o yuxtaponiendo las ideas de creación y alianza, o bien sería consecuencia tuían en la Antigüedad la matriz o base experiencial de numerosos relatos
de influencias extranjeras sobre Israel. De hecho, Sal 19 es en parte un de la creación, es decir, que la conciencia de la creación era un compo-
fragmento de un himno cananeo y Sal 104 tiene grandes afinidades con un nente esencial de la mentalidad de los hombres primitivos y antiguos, y
famoso himno egipcio en honor de Atón. En términos generales, se obser- también de los creyentes en Yahvé que habían vivido la experiencia del
va una influencia egipcia parecida en toda la literatura sapiencial; sobre éxodo como un hecho absolutamente singular destinado exclusivamente
todo, en los libros sapienciales más reciences se advierte un influjo de la a Israel. Con esto se veía amenazada una revelación primitiva que se ha-
poesía egipcia didáctica. En vez de una teología de la creación enmarcada bría mantenido en toda su pureza solamente en Israel. El descubrimiento
en la historia de la salvación, aquí encontramos un concepto de creación de ciertas tradiciones asiro-babilónicas y cananeo-fenicias sobre la creación,
independiente, casi metafísico. En Job 28, Prov 8 y Eclo 24 se habla de más antiguas que las tradiciones de Israel, planteó el problema de si el
la creación en sí, al margen de la historia de la salvación. Génesis dependía de esos otros relatos. En Menfis se halló un relato de la
Sin embargo, Cl. Westermann y A. S. van der Woude han sometido creación en el que Dios crea solo verbo, es decir, simplemente en virtud
esta interpretación a una crítica rigurosa y, en mi opinión, bastante justi- de su palabra, igual que en la tradición «sacerdotal» de la creación, consi-
ficada. El propio G. von Rad ha terminado por admitir que quizá ha pe- derada hasta entonces específica de la revelación divina de Israel. También
cado de parcialidad en su modo de proceder (cosa que sus seguidores no en algunos mitos babilónicos y de otros lugares se decía que el hombre
tienen en cuenta) x y reconoce que ía fe sapiencial en ía creación tiene un fue creado del barro y mediante la insuflación divina de un aliento de
puesto relativamente específico junto a la fe en las hazañas realizadas por vida en su nariz (como en Gn 2,7). H. Baumann pudo comprobar, en fin,
Yahvé en la historia de la salvación. La crítica reciente concede que el una serie de afinidades entre los relatos bíblicos de la creación y algunos
credo de Israel tiene un carácter histórico-salvífico (sobre todo, Dt 26,5-9) mitos primitivos de África (sin dependencia entre unos y otros): pecado
y que la creación nunca es objeto de un credo especial (como ocurre, en original, relatos sobre el origen del dolor y de la muerte, de la cultura
cambio, en el Símbolo Apostólico cristiano). Pero reprocha —con razón— y de la técnica, simbolizados sobre todo por la construcción de una torre
a la escuela de Von Rad no haber visto que la creación nunca fue artículo (torre de Babel) M. De todos estos datos los críticos dedujeron que tales
de fe en el judaismo, debido precisamente a que era un elemento evidente relatos de creación y sus motivos paralelos nacieron sin ninguna interde-
de la imagen del mundo entonces vigente. Entonces no existía una alter- pendencia en el mundo entero, debido no a una supuesta «revelación pri-
nativa para explicar el origen del hombre y del mundo 37 . La creación no mitiva», sino a vivencias cósmicas y experiencias interpretativas que dieron
forma parte del credo de Israel porque la conciencia de la creación es un lugar a mitos de estructura muy similar. En otras palabras: la crítica mo-
elemento esencial de la imagen que el hombre antiguo y primitivo, y derna comenzó a revalorizar el significado de los mitos. El hombre busca
también el israelita, tenía del mundo. en los mitos una seguridad existencial frente al absurdo y el caos de la
En tiempos pasados, los teólogos postulaban (basándose en datos his- vida; frente a sus experiencias cotidianas, el hombre resuelve el problema
tóricos supuestamente comprobados) una «revelación primitiva», para lo del porqué mediante la fe en un orden del mundo originariamente bueno
cual se partía de una equivocada interpretación de Rom 1,18-20. Entre los por haber sido creado por Dios 39 .
36
El israelita no pertenecía a otra especie humana. Se limitó a integrar
«Hoy corremos el peligro de considerar, con excesiva unilateralidad, los proble- esa creencia universal en la creación dentro del yahvismo monoteísta de
mas teológicos del Antiguo Testamento en el ámbito de la teología de la historia» Israel y dentro de su concepción de la historia de Dios con su pueblo.
(G. von Rad, Aspekte alttestamentlichen Weltverstandnisses, op. cit. [1964] 57). Sin embargo, el hecho de que esta conciencia de la creación no fuese un
37
Cl Westermann, Schopfung, op. cit., 14. Ya W. H. Schmidt, Die Schopfungsge-
schichte der Priesterschrift, op. cit., había intentado analizar el relato de Ga 1,1-24
artículo del credo, sino un presupuesto de la antigua imagen del mundo
en sí mismo, y no diatónicamente. Más tarde, P. Beauchamp, Création et séparation. tuvo consecuencias importantes. En primer lugar, no es una cuestión de
Étude exégétique du chapítre premier de la Genese (París 1969), hizo un análisis fe el modo como Dios creó el mundo y al hombre. Esto se podía imaginar
estructural del texto del Génesis; este análisis muestra hasta qué punto puede ser de distintas maneras (sincrónicas o diacrónicas). En el mismo Génesis en-
arbitraria una hermenéutica que prescinda de la fase del análisis estructural. CL tam- contramos ya dos relatos distintos de creación. En términos generales, el
bién P. Ricoeur, Le conflit des interprétations (París 1969) y, sobre todo, Sobre la
exégesis de Génesis l,l-2,4a, en Exégesis y hermenéutica (Madrid, Ed. Cristiandad, 31
H. Baumann, Schopfung und Urzeit, op. cit.
1976) 59-74. 39
Cf., entre otros, W. Dupré, Technology and Myth: Bijdr 36 (1975) 189-206.
506 «HACER LA UNIDAD DEL UNIVERSO» CREACIÓN Y GRACIA EN LA BIBLIA 507
mundo antiguo y primitivo conoce cuatro versiones del proceso seguido ejemplo, en Sal 104 y 148. El hombre de la Antigüedad no podía hablar
por Dios en la creación: a) Dios hace, trabaja, modela; b) todo es pro- de «todo lo que existe» sino a la luz de la creación, en la que expresaba
creado o nace de Dios o de los dioses; c) Dios lucha contra un monstruo su vinculación al universo. Es de notar que en este relato Dios crea pri-
del caos; d) Dios crea simplemente con su palabra («dijo Dios, y la luz meramente «un espacio vital» (Gn 1,1-10), en el que pone después el
existió»). Gn 2,4b-24 utiliza el modelo del alfarero. En Gn 2,4a percibi- mundo inorgánico, el orgánico y, finalmente, al hombre (1,11-19; 1,20-25;
mos un débil eco de las cosmogonías sumerias, acadias y también egipcias 1,26-31). También en el segundo relato, yahvista (Gn 2,4b-24), se han
sobre el nacimiento que tiene su origen en los dioses: «Esta es la historia fusionado dos mitos distintos 41 . El primero narra cómo Dios prohibió al
de las tol'dot (literalmente: 'nacimientos') del cielo y la tierra» (texto que hombre, que él mismo había colocado en el jardín de Edén, comer de un
algunos exegetas interpretarán más tarde en clave de «historia de la sal- árbol, pues en tal caso moriría. El hombre es engañado por la serpiente
vación». Véase también la genealogía de Jesús en Mt 1,1, donde el biblos y Dios lo expulsa del jardín. El segundo mito narra cómo Dios creó al
geneseos —«libro de la generación»— corresponde a las tol'dot del mundo hombre de barro y le insufló un hálito o espíritu vital. Al ver Dios la sole-
en el Génesis). dad del hombre, creó los animales. Pero el hombre seguía sintiéndose solo
Por no tener en cuenta esta estructura mítica general de la conciencia (lo cual es quizá una crítica contra la relación con animales o el totemismo
arcaica (¿sólo arcaica?), G. von Rad y sus numerosos discípulos llegaron animal). Dios formó entonces una mujer de la costilla del hombre. Sólo
a algunas conclusiones muy problemáticas. Así, en el relato sacerdotal de entonces se sintió el hombre feliz. El Yahvista une aquí dos relatos para
la creación (Gn l,2-2,4a), G. von Rad estima que el precepto del sábado, demostrar: a) que Dios creó al hombre «bueno» y que el desorden exis-
signo de la alianza sinaítica (Ex 31,12-17), se basa en la estructura de la tente en el mundo es culpa del hombre; b) que la relación interhumana
creación. Apoya su tesis en que la tradición sobre la creación utilizada es esencial para el hombre. La antropología subyacente viene a decir que
por P presentaba originariamente ocho obras creadas y, por consiguiente, la relación del hombre con Dios («pasear con Dios en el jardín») y con el
ocho días de creación. El transcurso de los días está determinado litúrgica- prójimo es un elemento constitutivo. En este relato aparece en primer
mente por el sacrificio matutino, que evocaba la alianza del Sinaí (Nm 28, plano el modelo del alfarero (cf. Is 45,9-13; Job 4,19; 10,8; Sal 103,
6), y el sacrificio vespertino, que evocaba la salida de Egipto (Dt 16,6). 3.14; 104,29 y 146,4), presente también en numerosos mitos de creación.
El Génesis compendia todo el proceso en seis días, y el séptimo descansa Estas interpretaciones obligan a revisar la exégesis bíblica de G. von
Dios. Evidentemente, el autor quiere presentar, en un antiguo relato de Rad y H. Brongers en relación también con el Deuteroisaías. Es cierto que
la creación —«pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero»—, el este profeta, como ningún otro autor del Tenak, une estrechamente la
precepto sabático como una disposición basada en la misma creación. Pero creación y la alianza. Pero esto no da pie para afirmar que la «fe en la
esta interpretación choca con la dificultad de que otros relatos no israelitas creación» se sitúe en el marco de la historia de la salvación. El profeta
más antiguos hablan también de la otiositas, o descanso de Dios después une la fe en el Dios de la alianza (credo de Israel) con el Dios de la crea-
de la creación, y también utilizan una tradición indiscutiblemente más an- ción, a fin de suscitar en el Israel del exilio la confianza en ese Dios «de
tigua sobre una «creación en ocho días». Todas estas formas de interpretar fuerte brazo». La razón de esta firme confianza en Dios es su omnipoten-
la fe en la creación en una línea unilateralmente históríco-salvífica parten cia, demostrada especialmente en la creación, un hecho asequible a todos
de un apriori y no tienen en cuenta que a veces se olvida lo más evidente. (cf. Is 51,9-10). A. van der Woude subraya con razón que «el Deutero-
Desde un punto de vista crítico, no se puede sostener que la «creación» isaías, para hablar del éxodo y de la alianza, no emplea la terminología
sea un dato secundario en el Antiguo Testamento. del antiguo 'credo histórico', sino la de la creación. La historia de la sal-
La crítica de las formas muestra además que tanto en el primer relato vación —la pasada y la futura— se pone en relación con la acción salvífica
bíblico de la creación (Gn l,l-2,4a) como en el segundo (Gn 2,4b-24) se de la creación, y no viceversa»42. El Deuteroisaías utiliza el verbo barí,
han fusionado dos mitos distintos, lo cual es un fenómeno bastante fre- «crear» (en qal y nifal), que indica una acción en la que el único sujeto
cuente en la mitología 40. En el primer relato, la creación del hombre (Gn posible es Dios, expresando así la actuación de Dios en la creación y en
1,26-31) era en su origen un relato independiente; en este fragmento, el la alianza (Is 51,9-10; 43,1; 45,18-19; cf. 40,22-24; 44,24-28) 43 . Se refie-
hombre es «hecho», mientras que en otras partes del relato P se habla de re, pues, al acto portentoso por el que Dios crea una realidad completa-
«separar» (Gn 1,4.7.9) o «crear» (Gn 1,21.27), y no mediante «una sim-
ple palabra» (resto del relato). En este relato sacerdotal, el hombre expresa 41
su alegría por su vinculación a todo el cosmos, y se dice: «Y vio Dios Cl. Westermann, Schopfung, op. cit., 102-105.
4!
todo lo que había hecho: y era muy bueno» (Gn 1,31). Una manifestación A. S. van der Woude, Génesis en exodus, op. cit., 9.
43
similar de esta alegría del hombre por la creación la encontramos, por El hebreo no tiene un sustantivo para designar lo que nosotros llamamos «Crea-
dor» y «mundo creado». De ahí la perífrasis «Dios, que ha creado el cielo y la tierra».
40 En cambio, la literatura greco-judía utiliza ho ktistes, «el Creador», junto al semi-
E. Cornelis, Mythe en Religie: «Annalen Thymgenobtschap» 53 (1965) 55-74. semítico ho ktisas, «el que crea».
508 «HACER LA UNIDAD DEL UNIVERSO»
CREACIÓN Y GRACIA EN LA BIBLIA 509
mente nueva: creación y salvación. Este acto del único Dios por el que
crea una nueva realidad une entre sí creación y salvación. El monstruo pri- salvación y la alianza (como se advierte en la estructura de todo el Penta-
mordial Rahab —vencido en el acto creador de Dios— es al mismo tiem- teuco); a partir de ahí, la mirada se remonta a la historia de los Patriarcas
po Egipto, como el fhom o aguas del caos primordial, separadas por Yahvé y, finalmente, a la «historia de los orígenes». La creación no se deriva,
en la creación, es al mismo tiempo el mar que Israel atravesó huyendo sin embargo, de la historia de la salvación, sino que Israel coloca la his-
de los egipcios para ponerse a salvo. toria de la salvación —en consonancia con su propia fe— sobre el tras-
En los Salmos aparece la misma imagen. Cl. Westermann, en una im- fondo de la experiencia común a los hombres de aquella época, según el
portante obra, distingue en los salmos bíblicos o fhillim (o sea, alaban- cual somos criaturas de Dios en el mundo y vivimos en un mundo que
zas, como llamaban los judíos a sus salmos) entre «alabanza informativa y es de Dios. Esta evidente fe en la creación adquiere un cariz nuevo gracias
confesante» y «alabanza descriptiva» **. Estos salmos alaban a Dios por su al yahvismo y a la experiencia salvífica de Israel, pero conserva siempre
creación o por la liberación de Egipto. Así, por una parte, se alaba a Yah- su carácter de independencia. Israel, pues, vio y experimentó también en
vé en los salmos 33, 136 y 148 por haber manifestado su poder y majes- la naturaleza a su Dios, al Dios de la historia de la salvación de Israel,
tad sobre la tierra en la creación y en el éxodo o liberación. Pero lo que a Yahvé, el Creador (Sal 33,6-19; 139,13-15). En las tinieblas y en la luz,
une creación e historia de la salvación no son las acciones salvíficas de en la lluvia y en la nieve, en el camello y en el hipopótamo, en la luna
Yahvé, sino los prodigios poderosos que ha realizado tanto en la creación y en las estrellas, en el vigor y encanto de las flores, plantas y animales,
como en la liberación. Por otra parte, en los salmos 8, 9 y 104, por ejem- en el nacimiento de un niño...: en todo percibía Israel la fuerza creadora,
plo, se celebran, como tema absolutamente independiente, los prodigios •el poder de Yahvé, Dios de Israel, Creador del cielo y de la tierra 46 . El
de Dios en la creación. Esto último aparece con frecuencia también en los mundo creador es para Israel expresión del poder y la majestad de Dios,
libros sapienciales. En Job 37,27-37,13 y Job 38, el tema de la creación motivo de seguridad, confianza y unión con todos los seres, razón para
sirve para invitar a la conversión. También en el Eclesiastés (passim), el •estar agradecidos y creer que el caos y el absurdo no vienen de Dios ni
mundo creado remite a la omnipotencia y majestad de Dios, lo mismo que pueden decir la última palabra. No obstante, en el Tenak no se resuelve
en Sab 13,5. La creación invita a alabar a Dios, a confiar en Dios todo- •el problema de si la creación es también expresión del hesed de Dios, es
poderoso y, en fin, a reconocer que el hombre no puede por sí mismo des- decir, de su amor misericordioso, indulgente y redentor hacia el hombre.
cifrar el misterio de la vida y del universo (Job 28) y que ha de aceptar Job luchó por desvelar este misterio insondable de la creación. En tal sen-
de la mano de Dios la vida tal como es (Eclesiastés). tido, ya en el Antiguo Testamento hay implícitamente un atisbo de la
Las conclusiones deben ser más matizadas que las de la «escuela» de posterior distinción teológica entre «naturaleza» y «gracia», distinción ba-
Von Rad. No es preciso negar que el concepto de creación adquiere una sada de la relativa autonomía del tema de la creación frente a la temática
mayor importancia en la literatura sapiencial posterior al exilio debido, •de la salvación. El Tenak no explica cómo hay que entender la unidad de
sobre todo, al contacto con otros pueblos orientales (y más tarde también estos dos temas relativamente independientes.
con el helenismo). (También la terminología de la berit es un patrimonio Podemos resumir la concepción veterotestamentaria de la creación y la
común del Oriente antiguo). Sin embargo, este hecho no significa que los alianza del modo siguiente: a) Todo ha sido creado por Dios; pero no se
hebreos e Israel no poseyeran desde hacía mucho tiempo tradiciones orales dice —y, por tanto, es un tema opinable— cómo se llevó a cabo la crea-
sobre la creación45; la fe en la creación, basada en experiencias primitivas ción, b) La creencia de la creación tiene una relativa autonomía con res-
y antiguas de la naturaleza, es un hecho universal en la historia de las re- pecto a la fe en la actuación salvífica de Yahvé con Israel, c) No obstante,
ligiones. Tampoco es preciso negar que la creación no forma parte del •el poder y la fiabilidad de Dios manifestados en el mundo creado se pre-
credo propio de Israel (exceptuando el primer judaismo), pero ello se sentan como motivo para confiar en el Dios de la historia y de la salva-
debe precisamente a que la creación es parte integrante de una imagen del ción. «Señor, Señor, rey y dueño de todo, porque todo está bajo tu poder
mundo que se aceptaba como evidente. Por otro lado, la creación no se y no hay quien se oponga a tu voluntad de salvar a Israel. Tú creaste el
considera como un presupuesto de alianza. El punto central lo ocupan la cielo y la tierra y todas las maravillas que hay bajo el cielo, y eres Señor
44 de todo; ni hay, Señor, quien se te pueda oponer» (Est 13,9-12). La crea-
Cl. Westermann, Das Loben, op. cit, llss. También, A. S. van der Woude, ción es el fundamento de nuestra dependencia consciente de Dios y un mo-
op. cit., 6. tivo de confianza, agradecimiento y obediencia (Is 17,7; 22,11; 40,26ss;
45
Podemos preguntarnos, sin embargo, hasta qué punto la intensificación del con- 43,1; 44,2; Sal 103,22; 119,73; Dt 32,6.15, etc.). La fe en la omnipo-
cepto de creación depende también de la evolución interna de la fe en Yahvé en
tencia creadora de Dios es incluso un motivo para esperar que la miseri-
una religión que tuvo antes matices «henoteístas» (Yahvé es el Dios del clan, al
igual que otros pueblos tienen su propio dios) y llegó a convertirse después en un
cordia del Dios de la salvación se haga realidad en el mundo: «Señor, tú
monoteísmo riguroso: Dios, Creador del cielo y de la tierra, es Yahvé, el Dios de «res nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra
Israel.
('.(. los artículos de J. Tlaspecker, op. cit.
510 «HACER LA UNIDAD D E L UNIVERSO» C R E A C I Ó N Y GRACIA EN LA BIBLIA 511

de tu mano. No te excedas en la ira, Señor, no recuerdes siempre nuestra to centra su atención en su experiencia de «la salvación en Jesús», que es
culpa: mira que somos tu pueblo» (Is 64,7-8); «Señor, Dios de Israel,..- esencialmente una salvación que proviene de Dios. Nada dice el Nuevo
Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha... Sálvanos Testamento acerca de la naturaleza intrínseca del mundo creado; la fe en
de su mano (del enemigo) para que sepan todos los reinos del mundo que la creación es un dato evidente y el trasfondo sobre el que se contempla
tú solo, Señor, eres Dios» (2 Re 19,15.16.19). En estos textos se trata cla- todo el acontecimiento de Jesús (Me 10,6; 13,19; Mt 19,4.8; 13,35; 25,
ramente del Dios de la salvación, pero se invoca su omnipotencia, manifes- 34; Le 11,50; Rom 1,20; 2 Pe 3,4; Ap 3,14; 13,8; Heb 1,10; 4,3; 9,26;
tada en la creación (cf. Is 43,1-3; 40,12-14; 40,20.26; 42,5; 45,18; tam- 2 Tes 2,13; 1 Jn 1,1; 2,13-14; 3,8; Jn 17,24; Ef 1,4; 1 Pe 1,20). La
bién 43,1.15.21; 44,2.21.24; 45,11; 51,13; 54,5; 40,22-24; 44,24-28; creación se suele entender como el momento inicial de la formación del
61,9-10). d) El Creador del cielo y de la tierra es Yahvé, el Dios de Is- mundo (creatio ab initio mundi) (Jn 8,58; 17,5.24; Ef 1,4). Se admite
rael, y nadie más (Jr 10,12-16; 44,24; 51,15-19; Is 44,24; Eclo 1,8; Sal como algo obvio que todo ha sido creado por Dios (Col 1,16; Ef 3,9;
96,5; 115,3-4; 2 Esd 9,6). De ahí que el «universalismo» y el «particularis- Heb 3,4; Ap 4,11; 10,6; Hch 4,24; 14,14-15; 17,24; Jn 1,3). En Hch
mo» estén en mutua tensión en la religión de Israel. El evidente univer- 17,28 se afirma incluso que la creación es una premisa universal para toda
salismo de la fe en la creación se extenderá con el tiempo a las concepcio- la humanidad. Lo mismo ocurre con la fe en el cuidado solícito de Dios
nes salvíficas de Israel. El hecho de que Dios haya creado todo «según su (Mt 6,25-34; 10,29-31; Le 12,22-31; 12,6-7; 1 Pe 5,7; cf. también Mt 5,
designio», con inteligencia y sabiduría (Prov 16,4; Eclo 39,21, es decir, 45; 6,28.30; 10,29-30; 6,26). La vida del mundo creado no es considera-
«para alabanza de Dios», Eclo 42,24-25 con 42,23-24; Sal 147,5; 149; da como un sistema de leyes naturales, sino directamente como obra del
150; 95,1-5; Sal 8; Dn 3,52ss; 43,21; 45,24; 43,7), no indica propiamente Dios vivo, aunque esto no significa que no se perciban ciertas «leyes» en la
que la creación es un presupuesto de la acción salvífica de Dios, sino que naturaleza (cf. Me 4,28: automate). Como en el Tenak, el mundo creado
es fundamento de una relación religiosa con Dios, en la que la creación nos invita a alabar a Dios (Hch 4,24; Ap 4,8-11; 10,6; 14,7).
y la salvación están comprendidas conjuntamente en el concepto superior Como todos los pueblos antiguos, y en especial como el Antiguo Testa-
de «obras portentosas» o actividad creadora de Dios. Sab 11,24-26 dice mento, Jesús y el Nuevo Testamento consideran la fe de la creación como
que Dios ha creado todo por amor; todas las cosas son buenas por haber una espiritualidad viva. Por otro lado, en la literatura intertestamentaria
sido creadas por Dios (Gn 1,13.18.21.25.31; 8,22; Dt 32,4; Jr 5,22-24; judía, sobre todo en relación con los prosélitos —admisión de paganos en
Eclo 39,21; Sal 103,31-35; Ecl 3,11; Prov 16,4 texto hebreo). Con esto la sinagoga—, la creación (a diferencia de lo que se observa en el Tenak)
se niega cualquier tipo de necesidad. Dios crea libremente, porque quiere es un artículo de la fe judía, y no sólo en un elemento esencial de la anti-
(Sal 113,2-3; 134,5-7), por amor, y no para destruir o aniquilar después gua imagen del mundo. En el shemá judío, la fe en el único Dios es el
lo creado (Sal 102,26-28; 103,29; Dt 32,33; Sab 11,26; cf. Ecl 3,14) 47. primer artículo de fe: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Señor, el Señor
e) Aunque todo ha sido creado por Dios, no podemos pensar: «Mi pecado es único»; aquí no se hace mención expresa de la creación, pero en la
viene de Dios; pues él no hace lo que odia» (Eclo 15,11-20; Dt 30,15-19). beraká y en las haggadot, o himnos de alabanza y acción de gracias, el
f) En la espiritualidad sinagogal del primer judaismo, la creación se con- contenido de este monoteísmo empalma con la fe en la creación. En la
vierte en un dogma de je judío, que pasa a formar parte del credo histó- oración sinagogal se invocaba a Dios como «Creador omnipotente». El cris-
rico-salvífico de Israel (cf. infra). tianismo primitivo sigue la línea de la tradición sinagogal del primer ju-
No se puede hablar propiamente de una «doctrina ortodoxa» vetero- daismo, donde la creación se había convertido en un dogma de fe.
testamentaria. Ciertamente existe un credo fundamental, pero no es posi- Resulta significativo a este respecto un antiquísimo kerigma cristiano
ble atribuir a Israel una ortodoxia uniforme en las distintas épocas y en mencionado por Pablo en 1 Tes 1,9-10 y presente también en Hch 14,15;
las diferentes tendencias que existen simultáneamente en su espiritualidad. 17,22-31 y Heb 6,1-2. Se trata de un kerigma prepaulino, dirigido a los
Por eso no existe una única concepción veterotestamentaria de la creación paganos, que se remonta al modelo judeo-helenista de predicación o ins-
y la alianza. Esto tendrá una serie de consecuencias para el Nuevo Testa- trucción misional destinada a los paganos que deseaban entrar en la sina-
mento. goga. En el modelo judío aparecen tres artículos de fe que debían aceptar
los prosélitos: a) fe en el único Dios, Creador; b) fe en el juicio que so-
Así como el interés del Tenak se centraba en la fe propia de Israel, brevendrá a los que no se arrepientan; c) esperanza escatológica para los
es decir, en la actuación de Yahvé con su pueblo, así el Nuevo Testamen- neoconversos "*: creación, juicio, salvación. El modelo tiene su versión cris-
47 liana: «la buena noticia que os predicamos es que dejéis los dioses falsos
Con esta visión del Antiguo Testamento resulta imposible fundamentar bíblica-
mente la tesis principal del libro de R. Schaeffler, Religión und kritisches Bewusst- y os convirtáis al Dios vivo que hizo el cielo y la tierra» (Hch 14,15);
sein (Munich 1973). El Dios bíblico es, en definitiva, a pesar de otras tendencias más
4
antiguas, la razón de la pura posibilidad y no el fundamento último de la «vida» " (¡. Schneider, Urchristliche Gottesverkündigung in hellenistischer Um-welt: BZ
y de la «destrucción de la vida». M (1969) 59-75; P. Stuhlmacher, Das paulinische Evangelium I (Gotinga 1968) 260.
512 «HACER LA UNIDAD DEL UNIVERSO» CREACIÓN Y GRACIA EN LA BIBLIA 513

en otras palabras: la fe en el Dios creador es un artículo de fe del evan- También en Heb 11, donde (siguiendo un modelo judeo-helenístico) se
gelio cristiano, tal como se predica a los paganos. En el discurso del Areó- muestra una gran veneración por los grandes creyentes del pasado, co-
pago (Hch 17,22-31) se dice: a) «Eso que veneráis sin conocerlo, os lo mienza la exposición sobre el objeto concreto de la fe, o sea, la fe en
anuncio yo: el Dios que hizo el mundo y todo lo que contiene, ese que es Dios Creador: «Por la fe comprendemos que la orden de Dios formó los
Señor de cielo y tierra...»; b) «tiene señalado un día en que juzgará el mundos, haciendo que lo visible surgiera de lo que no aparece» (Heb 11,3;
universo con justicia...»; c) «por medio del hombre que ha designado, y otra cristianización de una idea griega); en resumidas cuentas: «quien se
ha dado a todos garantía de esto resucitándolo de la muerte». Este texto acerca a Dios debe creer que existe y que recompensará a los que lo bus-
es una cristianización de la profesión de fe misionera del primer judaismo can» (Heb 11,6). Una vez más aparece el modelo de fe judío.
y refleja claramente la función de la resurrección de Jesús en el cristianis- Cuando la predicación de la fe neotestamentaría se dirige a los judíos,
mo primitivo: Jesús ha resucitado para juzgar; juicio y salvación. Heb 6, no se habla apenas de la fe en la creación, pues para un judío ésta es una
1-2 presenta como fundamento de la vida cristiana: a) el abandono de las verdad evidente (cf. Hch 4,24). En cambio, ante los no judíos, los cristia-
obras de muerte, o sea, del culto pagano a los ídolos; fe en el único y nos (al igual que el primer judaismo) debían hacer hincapié en el único
verdadero Dios Creador; b) el juicio escatológico de Dios; c) la función Dios verdadero, Creador del cielo y de la tierra. La fe en Dios Creador
de Cristo resucitado en ese juicio. También en dos fuentes no dependien- es para el Nuevo Testamento el origen de la fe en el Dios de la gracia
tes de Pablo encontramos ei kerigma que Pablo recoge en 1 Tes 1,9-10: revelado en Jesús. Así como Yahvé, el Dios de la historia de la salvación
«Abandonando los ídolos, os convertisteis a Dios para servir al Dios vivo de Israel, es el Creador omnipotente, así también en el Nuevo Testamen-
y verdadero y aguardar la vuelta desde el cielo de su Hijo, al que resu- to la fe en la creación se transforma en la fe en el Dios Creador, el Dios
citó de la muerte, de Jesús, el que nos libra del castigo que viene». Crea- de Abrahán, Isaac y Jacob y Padre de Jesucristo (cf. Mt 25,34; 1 Cor 8,6;
ción, juicio, salvación: el mismo esquema que entre los judíos; dicho de Col 1,15-17; Rom 11,36; Heb 1,2-3; 1,10; 2,10; 13,8; Jn 1,1-5; 1,10;
otro modo: protología, escatología, cristología. El esquema judío de proto- 5,17.19; 3,3; 9,3; Rom 11,36; 1 Cor 15,28; Ap 22,13). El Dios vivo es
logía y escatología recibe en el cristianismo un contenido cristológico. el Creador de todo lo que existe y también de la salvación. Creación y sal-
El lazo de unión entre creación y salvación se realiza en el Nuevo Tes- vación coinciden en el hombre Jesucristo. La actividad específicamente di-
tamento mediante el concepto de «juicio escatológico», dada la relación vina es creadora: da origen, de un modo soberanamente libre, a una reali-
esencial existente entre protón y eschaton: Dios es el Alfa y la Omega, el dad radicalmente nueva (bard). La admisión de un pagano no implicaba
principio y el fin de la creación. Jesús toma parte en el ésjaton de la crea- sólo una conversión a Cristo, sino también al monoteísmo del único Dios
ción, y precisamente por ello aparece, sobre todo en la carta a los Colo- vivo y creador. Así, la creación, que era un elemento de la imagen del
senses, participando en el principio de la creación, al igual que la Sabidu- mundo vigente en la Antigüedad —una vez purificada por la historia de
ría estaba junto a Dios como consejera en la creación del mundo (cf. in- la salvación de Israel y por la manifestación histórica de Jesús—, se con-
fra). En un contexto distinto, para explicar la pasión de Jesús, la carta virtió en el primer artículo de fe del kerigma cristiano (posteriormente,
a los Hebreos apela a esa misma relación entre creación y escatología: del Símbolo Apostólico), en fuente de la fe en la misericordia de Dios
«De hecho, convenía que Dios, fin del universo y creador de todo, pro- obtenida por Cristo.
poniéndose conducir muchos hijos a la gloria, al pionero de su salvación Partiendo de la posición escatológica de Jesús en la creación, el Nuevo
(Cristo) lo consumara por el sufrimiento» (Heb 2,10; cf. Heb 1,1-4). Testamento sitúa frecuentemente a Jesucristo «en el principio» de la crea-
También aquí se refleja la influencia de la profesión de fe misionera del ción. Este tema cristaliza en fórmulas bastante rígidas, pero no es analiza-
primer judaismo, interpretada ahora en sentido cristológico. Según este do a fondo. Los textos que aluden a él tienen carácter hímnico y litúrgico.
credo cristiano, Jesús es incluido en el proyecto divino de la creación como Jesús es eikon, imagen de Dios invisible (Col 1,15; 2 Cor 4,4) o charakter,
Cristo resucitado, el cual juzgará en la parusía a los que no se han arre- es decir, reflejo o impronta de su ser (Heb 1,3). Debido a esta caracterís-
pentido y salvará a los que se han convertido, garantizando a éstos el ac- tica es llamado «mediador de la creación». «Por su medio se creó el uni-
ceso al Padre. La redención tiene en este kerigma un sentido expresamente verso» (Col 1,16); «él es modelo y fin del universo creado», y «el univer-
escatológico. Pablo llama a este credo trimembre «la buena noticia que so tiene en él su consistencia» (Col l,16b-17); «él es reflejo de su gloria,
anunciamos» (1 Tes 1,5). Fe significa aquí «fe en Dios» (1 Tes 1,8-9), impronta de su ser; él sostiene el universo con la palabra potente de Dios»
y la cristología es un elemento esencial de la fe en Dios. No se habla aún (Heb 1,3); «mediante él se hizo todo; sin él no se hizo nada de lo hecho»
expresamente de fe en Jesucristo; éste es objeto de la esperanza escatoló- (Jn 1,3). El propio Pablo había dicho: «Un solo Señor, Jesucristo, por
gica, mientras que el prójimo es objeto del amor (1 Tes 1,4; 2,8-9; 3,12; quien existe el universo y por quien existimos nosotros» (.1 Cor 8,6).
4,9). Fe en Dios, esperanza en Cristo y amor al prójimo constituyen la Estos textos, adaptación cristológica de una tradición sapiencial más anti-
primitiva estructura cristiana de la vida de gracia (estructura que dará ori- gua (cf. Sab 7,21.25-26; 9,12 con 16,21; 8,6; 9,2.19; 14,2; Eclo 1,4;
gen más tarde a las «tres virtudes teologales»). Prov 8,30), son una mezcla de expresiones pitagóricas, platónicas y estoi-
33
514 «HACER LA UNIDAD DEL UNIVERSO» CREACIÓN Y GRACIA EN LA BIBLIA 515

cas con el patrimonio judío y cristiano: el «Adán» de Gn 1,26, llamado gica y, por tanto, mediante una vida ética en este mundo. El himno origi-
imagen de Dios y señor del universo®, es en su forma escatológica el nal (Col 1,15-20) viene a situarse entre las concepciones del autor de la
hombre Jesucristo (cf. la típica transición de «él», el hombre o Adán, a carta a los Colosenses y la philosophia que él crítica. El himno alaba a
«él», Jesús, en Heb 2,8). Pablo desarrollará este tema en su tipología: el Dios Creador, en el que todo tiene «consistencia», paz y armonía. Pero
primer Adán y el segundo, escatológico (Rom 5,12-21; 1 Cor 15,22.45). el autor interpreta el himno en el sentido de que Dios realiza esto por
Dado que Jesucristo tiene una función salvífica esencial en la «escato- mediación de Jesucristo y en virtud de la resurrección de Jesús: si partici-
logía» de la creación, debe estar implicado también en el plan divino de pamos de un mundo reconciliado es en calidad de pecadores reconciliados.
salvación ya desde el principio de la creación. Cristo es «el principio de la Se trata de una paz total del universo en y por la reconciliación ético-
creación de Dios» (Ap 3,14) en el sentido sapiencial de «consejero en religiosa del hombre con Dios y —como dice la carta a los Efesios— de
la creación». Creación, salvación y consumación son realidades que se unen los hombres entre sí. «Hacer la unidad (anakephalaiosis) del universo (ta
en Jesús. panta) por medio de Cristo» (Ef 1,9-10), «por su medio reconciliar consi-
En las cartas a los Colosenses y a los Efesíos, la redención realizada go el universo, después de hacer la paz» (Col 1,20): «por su medio re-
por Cristo es presentada como un apokatallasein, la gran reconciliación conciliar consigo el universo, lo terrestre y lo celeste» (Col 1,20). En el
del universo (Col 1,20a; Ef 2,16). Sólo en estas dos cartas se establece trasfondo hallamos la idea antigua de que ha sido reconciliada y superada
una íntima conexión entre creación y perdón de los pecados (también en la ruptura entre el mundo terreno (epigeia) y el mundo celeste pneumáti-
Heb 1,2-4, pero de una forma mucho más débil). En otras palabras: el co (epourania), pero esto acontece en el Nuevo Testamento gracias al per-
nexo entre mediación en la creación y perdón de los pecados es un rasgo dón de los pecados y a que el hombre lleva una vida moral y religiosa,
típico de las cartas a los Efesios y a los Colosenses y tiene un trasfondo y no «cósmica». En Jesucristo, «mediador de la creación», confluyen la
muy peculiar. De Rom 4,17 y 2 Cor 4,6 se deduce que la creación y la creación, la redención y la gracia (también la consumación). De este modo,
redención estaban ya unidas en el judaismo so . Pero detrás de esto hay algo a partir del único Dios Creador, todo puede ser de hecho gracia («todo
más: la idea del polemos, el combate u hostilidad existente en el universo, es gracia», decía Teresa de Lisieux, citada repetidamente por Bernanos).
incorporada al pitagorismo judío, que es probablemente la philosophia que Sólo en un texto del Nuevo Testamento aparece también el aspecto cósmi-
ataca la carta a los Colosenses. Ya Heráclito había sostenido que la reali- co-corporal de la ¡redención (evidentemente además de en la resurrección):
dad es fruto de la guerra y la oposición (polemos kai eris) 51. El espíritu cuando Pablo afirma que el mundo material de la creación ansia la mani-
humano, en su búsqueda de paz y tranquilidad, se pierde por culpa de esos festación de la libertad de los hijos de Dios (Rom 8,20-22), afirmación que
elementos desencadenados en el mundo. El único modo de eludir esta si- se sitúa en la línea veterotestamentaria de la unidad de destino entre el
tuación es la purificación, especialmente de tipo ascético, la veneración de hombre, el animal y la naturaleza. Las cartas a los Colosenses y a los Efe-
los dioses y demonios, los baños de purificación, las abluciones y asper- sios enumeran los efectos pancósmicos de la redención sobre el trasfondo
siones y la abstención de determinados alimentos y bebidas 52 : exactamente típico de la Antigüedad tardía —interesada por las realidades «cósmicas»—
la philosophia que se había introducido en la comunidad cristiana y que y partiendo del entusiasmo pneumático que suscita el Resucitado, que es
critica la carta a los Colosenses. Todo ese proceso de iniciación permite todo en todas las cosas (cf. Col 1,23).
superar la «lucha de la naturaleza» o polemos y morar en un «mundo su- En consecuencia, la autarquía estoica del hombre interiormente libre
perior» de armonía y de paz. Aquellos cristianos podían, sin duda, cantar y soberano se convierte en una libertad liberada por la gracia, libertad
el himno que hallamos en Col 1,15-20. Para ellos, el mundo redimidcKestá que en Cristo es tan intangible como la libertad interior preconizada por
en el cielo, con Cristo. Sin embargo, el autor de la carta a los Colosenses el estoicismo: «Si Dios está a favor nuestro, ¿quién podrá estar en con-
no está totalmente de acuerdo con el camino elegido por estos cristianos tra?» (Rom 8,31b), «¿quién podrá privarnos de ese amor de Cristo?»
para escapar al mundo diabólico, pues todas esas prácticas no son necesa- (Rom 8,35; cf. Heb 13,6); «ni siquiera la muerte» (Rom 8,36-39): «No
rias para alcanzar el mundo superior y perfecto; el cristiano está sentado te dejaré ni te abandonaré» (Dt 31,6.8). De ahí que podamos afirmar con
ya con Cristo «allá arriba» (Col 2,12), pero en virtud del perdón de los plena confianza: «El Señor está conmigo; no temo, ¿qué podrá hacerme
pecados, es decir, no mediante una reconciliación cósmica, sino antropoló- el hombre?» (Sal 118,6; Heb 13,5b-6), nada pueden los demonios contra
nosotros (Rom 8,36.39). Podemos decir que especialmente en las cartas
49
J. Jervell, Imago Dei, op. cit., 15-50, 52-69, 71-121. a los Colosenses y a los Efesios todo es gracia, excepto el pecado, el cual,
50
Strack-Billerbeck, IV, 211-214; S. Lyonnet, L'hymne christologique de l'éphre sin embargo, es borrado por el perdón de Dios. Pablo no sabe a veces
aux Cotossiens et la jete juive du nouvel-an: RSR 48 (1960) 93-100. a qué atenerse frente a un entusiasmo que se traduce en éxtasis y don de
51 lenguas, pero no se atreve a condenarlo, a menos que sea un peligro para
Heráclito, Fragtn. B67; ed. H. Diels: I, 165,8ss.
52
Empédocles, Fragm. B26,4: I, 323,2; 23,6-10: I, 321,15ss; 35,7.16: I, 32,4 y la recta visión de Jesucristo como Señor (cf. 1 Tes 5,20-21; también 1 Cor
328,2; 126: I, 362,9; 128: I, 263,9-10; 104-141: I, 368,45.18. 12,10; 14,1-25.26-33.39-40; recordemos la dura reacción de la carta de
516 «HACER LA UNIDAD DEL UNIVERSO» LA GRACIA, ¿CATEGORÍA ETICO-RELIGIOSA U ONTOLOGICA? 517

Judas y de la segunda de Pedro frente al entusiasmo religioso ecléctico de de la naturaleza. Esto nos recuerda —también en un plano ecológico— que
algunos cristianos que defendían un falso monismo de la gracia). la naturaleza tiene siempre una relativa autonomía frente a la historia hu-
mana y plantea el problema de un principio trascendente que, traspasando
En esta perspectiva neotestamentaria, en la que la creación y la sal- la inmanencia, va más allá de la naturaleza y de la historia: el problema
vación son componentes de un único plan de salvación en Cristo y en la de la salvación y de la condición salvífica no sólo de la historia humana
que todo puede ser gracia, también el fracaso, el infortunio y especialmen- y del hombre, sino también del mundo material; el problema, en fin, del
te el sufrimiento innecesario y alienante (sobre todo en la tradición: Me, carácter universal de la redención cristiana, que se funda últimamente en el
1 Pe, Heb) adquieren en Cristo una dimensión de gracia (Me; 1 Pe 2, único Dios de todos los hombres, Creador del cielo y de la tierra 54. Pablo
22-25; 3,13-4,6.16; Heb completa; Sant 1,2; Mt 5,4.10-11; Flp 1,29; 3, dice certeramente que toda la creación gime a la espera de que la gloria
10; 4,11-13; Rom 8,17; 2 Cor 4,10-11, etc.). El sufrimiento, aunque en de Dios se manifieste en la salvación consumada del hombre (Rom 8,
cuanto tal es una experiencia negativa, puede transformarse en un «com- 19-22). Por tanto, el concepto de creación tiene una importancia fundamen-
partir los sufrimientos de Cristo» (Rom 5,3; 8,17; cap. 6; Gal 3,10; 3, tal para la teología de la gracia. Si el hombre queda solo en un mundo
26-27; 2 Cor 1,7; Flp 3,10; Col 1,24; 1 Pe 4,13; Heb 12,5-13, donde se puramente humano, que no es a la vez —y con mayor razón— el mundo
afirma que el sufrimiento es un signo de la filiación divina; cf. Heb 2,10) de Dios, la certeza de la fe se reduce a la subjetividad del hombre y corre
y, por consiguiente, en el camino para poder compartir la gloria de Jesús. el peligro de convertirse en una pura proyección. El Dios del universo,
Cristo ha compartido también nuestros sufrimientos (Heb 12,7; cf. 1,9; también de la naturaleza, es uno de los elementos gracias a los cuales la
2,14; 3,1.14; 6,4). Para la carta a los Hebreos, esta decisión de compartir subjetividad religiosa puede verse libre de «subjetivismo».
nuestro sufrimiento constituye, por decirlo así, el proyecto vital de Jesús
cuando atraviesa el umbral de nuestra historia (10,5-7; 2,14) s .
Esta mística de la gracia, que abarca la creación y la salvación, desem- II
boca en una certeza de fe: «la debilidad es vuestra fuerza» (Heb 11,34b),
«la fuerza se realiza en la debilidad» (2 Cor 12,9; cf. Rom 8,26; 2 Cor LA GRACIA, ¿CATEGORÍA ETICO-RELIGIOSA U ONTOLOGICA?
4,7; 13,4b), según el ejemplo de Jesús: «Fue crucificado por su debilidad,
pero vive ahora por la fuerza de Dios» (2 Cor 13,4a). «Pero este tesoro El hombre occidental, particularmente marcado por una mentalidad
(de gracia) lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que esa fuerza filosófica, se sorprende de que el Nuevo Testamento no contraponga la
tan extraordinaria es de Dios y no viene de nosotros» (2 Cor 4,7). chatis a la naturaleza o creación, como hará la teología escolástica con su
distinción entre «natural» y «sobrenatural», sino al pecado y a la debilidad
De esta panorámica se desprende que no hay por qué excluir una ex- (cartas a los Romanos y a los Gálatas): lo permanente e imperecedero fren-
periencia religiosa de Dios, en cierto modo autónoma, que proceda de te a lo no santo y caduco (el «primer eón», Heb 12,15.28; 13,8-9); la paz
experiencias naturales. En este sentido, la experiencia sensible puede corro- y la serenidad frente al temor, a la angustia por la vida y la muerte (Heb
borar la fe en Jesús. Hasta es posible quizá que el hombre moderno, en 2,14-15), al miedo a los demonios, a la servidumbre de la ley (Rom 6,14;
su protesta contra la degradación del ambiente, llegue a unas experiencias 5,2; Gal 5,4.18), a cualquier forma de tabú («no toques», «no pruebes»,
naturales que serían una especie de praeambulum fidei y abrirían el cami- «no hagas») (Col 2,20-23), a la autojustificación y autosuficiencia fundada en
no a otras experiencias más profundas. Por otro lado, el Nuevo Testa- una moral autónoma del propio esfuerzo o el propio «mérito» en sentido
mento, al igual que el primer judaismo, considera la fe en la creación paulino (Rom 1,5; 9,12; 9,16; 11,6; Gal 1,15; 2,21; 5,4; Ef 1,4; 2,8;
como el soporte fundamental dei kerigma judeo-cristiano. A este respecto 2 Tim 1,9; Tit 3,7); en una palabra: la sobreabundancia de la gracia de
no podemos olvidar en nuestro horizonte de experiencia que, a pesar de la Cristo frente a la gracia ya generosa del Tenak (por ejemplo, Heb 13,9;
diferencia real entre cosmos e historia, la naturaleza participa cada vez más Jn 1,17). Cuando la gracia se contrapone al «mundo» (sobre todo en el
en nuestra historia humana. De todos modos, existen fronteras infranquea- joanismo), se trata del mundo híbrido, ambiguo, privado de luz y, en de-
bles: la naturaleza tiene siempre una parcela de autonomía (y, por tanto, finitiva, pecador (Jn 1,9; 3,19; 6,14; 9,39; 10,36; 11,27; 12,46; 16,28;
de resistencia) que no se deja encerrar por completo en los planes de nues- 17,18; 18,37; 1 Jn 2,15-17; 4,9).
tra historia humana. Esta es la razón de que el sufrimiento humano resulte
54
insuperable (la tensión dialéctica entre naturaleza e historia) y que el hom- Por eso opino que A. Vogtle (Das Neue Testament und die Zukunft des Kos-
bre se sienta un tanto protegido frente a un dominio puramente técnico mos, Dusseldorf 1972) no tiene en cuenta una tendencia fundamental en ambos Tes-
tamentos y ve sin razón la salvación como un concepto puramente antropocéntrico,
53 independiente del destino del mundo material; de todos modos, tiene razón al afirmar
W. Nauck, Freude im Leiden. Zum Problem einer urchristlichen Verfolgungstra- que la Biblia habla de ese cosmos futuro solamente con símbolos y metáforas (y no
dition: ZNW (1955) 68-80. hay otra forma de hacerlo).
518 «HACER LA UNIDAD DEL UNIVERSO» LA GRACIA Y «EL BIEN COMÚN» 519

Por tanto, en el Nuevo Testamento, «gracia» es un concepto ético-reli- en que uno quiera o se afane, sino en que Dios tenga misericordia» (Rom
gioso que tiene su origen en el lenguaje creyente o religioso acerca de la 9,16; cf. Ef 3,20-21).
realidad. La gracia no es un concepto metafísico (de este aspecto se ocu- La gracia debe ser fecunda en nosotros a través de una actividad reli-
pará la teología medieval). Sin embargo, la gracia en el Nuevo Testamento giosa y moral (Rom 6,1-23; 7,4; 1 Cor 15,10; 2 Cor 6,1; Ef; Col; Heb,
no se reduce a una forma (religiosa) de hablar, que sólo tendría sentido etcétera). La vida teologal y ética que el hombre debe vivir es, al mismo
dentro de un sistema lingüístico absolutamente cerrado. Mejor dicho: no tiempo, obra de la gracia de Dios, mediante la cual «el Espíritu acude en
se trata sólo de un hablar sobre la gracia, sino de la experiencia de una auxilio de nuestra debilidad» (Rom 8,26). Incluso la petición de gracia
realidad que sólo es expresable mediante el lenguaje de la fe. La gracia, es ya obra del Espíritu en nosotros (Rom 8,6b): «al que puede hacer
realidad viva perteneciente a Dios y procedente de él —que se nos ha ma- mucho más sin comparación de lo que pedimos o concebimos...» (Ef 3,
nifestado en Jesús y viene hasta nosotros como don del Espíritu por medio 20); «es Dios quien activa en vosotros ese querer y ese actuar que sobre-
de Jesús resucitado—, es en el Nuevo Testamento también una realidad pasan la buena voluntad» (Flp 2,13). Tener el modo de pensar y «sentir»
que poseemos y que vive en nosotros (la Edad Media la llamará, en un de Jesús significa, por consiguiente, actuar y pensar como Jesús (1 Cor
contexto metafísico, «gracia creada» por ser consecuencia de la gracia in- 2,16b), el cual se hizo pobre (cf. 2 Cor 8,9 en relación con la colecta des-
creada o inhabitación trinitaria y, a la vez, disposición para la misma). tinada a los pobres de Jerusalén; también Flp 2,6-11) para enriquecer a
En efecto, la gracia de Dios hace al hombre verdaderamente un «nuevo los demás. La donación de la gracia implica siempre renuncia total a sí
ser» (Jn 1,13; 3,3.6.7.8; 1 Jn 2,29; 3,9; 4,7; 5,1.4.18; 1 Pe 1,3.23) mismo, apertura al prójimo, disponibilidad y docilidad, con la alegría de
gracias a la fe y al «baño regenerador» (Tit 3,5; Jn 3,5; 1 Pe 1,3; 1,23; quien halla un tesoro precioso, una perla (símbolo oriental de una realidad
cf. 2,2; Jn 3,3-8; 1 Jn 3,9; 5,8; también Rom 6,4; 2 Cor 5,17). La gracia maravillosa por cuya posesión el hombre vende todo lo que tiene: Mt 13,
nos hace «nuevas criaturas», «creados mediante Cristo Jesús» (Ef 2,10; 44). El cristiano actúa entonces con el espíritu de Jesús, «el cual, por la
Col 3,10; 2 Cor 5,17; Gal 6,15; Rom 6,5-6; 7,6); cambia radicalmente dicha que le esperaba, sobrellevó la cruz» (Heb 12,2). Gracia, reino de
nuestra vida (Rom 6,5-6; 7,6), toda nuestra «psique»: nuestra mentalidad Dios, reinado de Dios, fuente y fundamento de la paz entre los hombres
(Ef 4,23), nuestro espíritu (Rom 7,6; 12,2), nuestros «criterios» (1 Cor y en el mundo exigen, por tanto, básicamente una metanoia: un cambio
2,12-16), nos hace «hombres distintos con una mentalidad nueva» (Rom de nuestra existencia vulgar, demasiado humana (cf. Me 1,14-15; 2 Cor
2,12); en una palabra: hombres nuevos (Ef 4,24; tanto individual como 7,10, etc.). La nueva vida con Dios en Cristo exige vivir con y para Dios
colectivamente: Ef 2,14). Mediante la gracia adquirimos también «un nom- en actitud de servicio al prójimo: participar de la plenitud del hesed y la
}
bre nuevo» (Ap 2,17; cf. 3,12), es decir, sólo escatológicamente se mani- emet de Dios, que se han hecho presentes en la persona de Jesús (cf.
festará plenamente la identidad más profunda del ser renovado por la gra- Jn 1,17).
cia; esta identidad se hará visible incluso en el cuerpo glorificado (por
ejemplo, Rom 8,11.23-24; 1 Cor 15,12-57), pública expresión de la iden-
tidad cristiana perfecta. III
Quien, con libertad y obediencia de fe, presta oído a la chatis de Dios,
vive en un estado de gracia (Rom 5,1-2; 6,1-23; Jn 8,44; 2 Cor 1,24; MODALIDADES DE LA GRACIA «PARA EL BIEN COMÚN»
Flp 4,1; 1 Pe 5,12), en el cual debe perseverar (Hch 13,43; cf. Mt 10,22;
Heb passim). De hecho, se puede también «quedar excluido de la gracia» Dentro de una misma «gracia común a todos» (koine chatis, Jds 3)
o «perder la gracia» (Heb 12,15; Rom 11,22; 2 Cor 6,1; Gal 5,4; cf. 2, y de «un mismo Espíritu» recibido por todos (1 Cor 12,4), cada uno reci-
21) y así «ultrajar al Espíritu de la gracia» (Heb 10,29), «apagar el Espí- be —sean personas individuales o comunidades locales (por ejemplo, 2 Cor
ritu» (1 Tes 5,19) o «irritar al Espíritu» (Ef 4,30; lypein es más «ofen- 8,1)— diferentes dones especiales de gracia o charismata con vistas al ejer-
der» que «afligir»; cf. Is 63,10: se trata, pues, de un tema corriente en la cicio de un servicio específico en favor de la comunidad: «para el bien
Biblia). Pero, cuando se persevera con la ayuda divina, la gracia de Dios común» (1 Cor 12,4-31; Rom 12,6; cf. 1 Cor 12,14; 2 Tim 1,6; Ef 4,7.
en Cristo, aceptada y afirmada personalmente por el creyente, es motivo 11), cada cual según su propia vocación y aptitud (1 Cor 7,7; 1 Pe 4,10).
de esperanza en la resurrección (Rom 8,11.23-24) y en la plenitud escato- La escolástica medieval y la teología posterior dieron a estos dones el
lógica (Rom 8,17; 8,29; Gal 4,5; Tit 3,6; 1 Pe 1,7-10; 3,7; 4,10-11; nombre de gtatiae gratis datae, a diferencia de la gtatia gratum faciens
5,10; Ap 21,23; Ef 4,30). o gracia justificante (la gracia «santificante» del Concilio de Trento). Esto
A pesar de este realismo (o precisamente gracias a él), en la concepción querría decir que la única gracia tiene diversas y amplias ramificaciones en
neotestamentaria de la gracia —que no se reduce a una dimensión foren- la compleja y «ramificada» estructura del ser y la psique humana.
se— aparece al mismo tiempo la trascendencia de la misma: «No por las Es de notar, no obstante, que la palabra charisma aparece solamente
obras, sino porque él llama» (Rom 9,12); «en consecuencia, la cosa no está (si exceptuamos 1 Pe 4,10, texto de clara orientación paulina) en las car-
520 «HACER LA UNIDAD DEL UNIVERSO»

tas paulinas, y siempre en relación con la obra de la redención. Charisma CAPITULO III
está relacionado, por un lado, con charis y, por otro, con pneuma, dado
que el paulinismo llama charismata también a ciertos fenómenos pneumáti- EL DIOS DE LA GRACIA, JESUCRISTO, EL PNEUMA
cos presentes en la Iglesia. Sin embargo, charisma sin más suele designar
el don fundamental de la charis (2 Cor 1,11; Rom 5,15-16; el charisma se
relaciona con la charis), mientras que el segundo sentido (en relación con
pneuma) se expresa sobre todo mediante la fórmula charisma pneumatikon
(Rom 1,11; 6,23). El término tiene, pues, un sentido fluctuante, si bien
todo lo que sirve para la edificación mutua y de la Iglesia puede llamarse
charisma (1 Pe 4,10). Lo que el Nuevo Testamento llama «don del Espíritu Santo» (por
En 1 Cor 12,4-6, Pablo divide estos dones especiales de la gracia en ejemplo, Hch 2,38; 10,38) plantea diversos problemas. Todos los dones
tres categorías: charismata, diakoniai, energemata, según se refieran al Es- salvíficos atribuidos a Cristo (salvación, redención, liberación, justificación,
píritu (charisma), al Kyrios o Señor (diakonia) y a Dios (energema), santificación, acceso al Padre, etc.) se atribuyen igualmente al Espíritu
aunque estas referencias no son muy claras desde el punto de vista exegé- Santo. Este es pneuma hagiasmou, Espíritu de santificación (Rom 15,13.16;
tico. Lo único importante es la pluralidad y diversidad de dones, todos los 1,4; 2 Tes 2,13; Gal 5,6; Hch 11,24; 26,10; 1 Pe 1,2), pneuma dikaiosy-
cuales son obra del «mismo y único Espíritu» (1 Cor 12,11). Es también nes o Espíritu de justificación (1 Cor 6,11; 1 Tim 3,16; 1 Pe 1,2), pneuma
de notar que estos carismas pueden ser, en cierto modo, «cultivados» apolytroseos o Espíritu de liberación (Ef 4,30), pneuma zoes o Espíritu de
(zeloun), es decir, tienen que ver con la psicología de la persona (1 Cor vida (Rom 8,2.6.10-11; 2 Cor 3,6; Jn 6,63; 1 Pe 3,18; Gal 5,25), un pneu-
12,31 con 14,1). ma tes písteos o Espíritu de fe (2 Cor 4,13; Hch 11,24). La gracia es también
Las cartas pastorales reflejan un desarrollo ulterior. En ellas se habla una koinonia pneumatos o comunión del Espíritu (Flp 2,1; 2 Cor 13,13),
de un carisma ministerial concedido mediante la imposición de manos (con- por la que (al igual que Cristo) «tenemos acceso al Padre» (Ef 2,18) en «el
sagración: 1 Tim 4,14; 2 Tim 1,6). Un dato interesante es que en estas Espíritu renovador» (Tit 3,5; Ef 4,23). Es «el Espíritu de alegría» (Rom
cartas ya no se habla de los carismas de los fieles que no son ministros 14,17; Gal 5,22; 1 Tes 1,6), «el Espíritu de paz» (Gal 5,22; Rom 14,17;
(de acuerdo con la tendencia general que se observa en estas cartas poste- 8,6) y «el Espíritu de amor» (Rom 15,3; 1 Cor 4,21; Col 1,8; cf. Rom
riores del Nuevo Testamento —consecuencia lógica de la separación entre 5,5; 2 Tim 1,7, etc.). Además, en el Nuevo Testamento, el Espíritu es
la comunidad cristiana y la sinagoga—, la comunidad tiene que procurarse entendido a partir de Cristo (Rom 8,9; 1 Cor 15,45; Gal 4,6), mientras
un ordenamiento eclesial interno, y así las comunidades judeocristianas que también Cristo lo es a partir del Espíritu: Jesús es concebido por obra
adoptan la estructura presbiteral judía, mientras que las de origen pagano del Espíritu (Mt 1,18; Le 1,35), «ha nacido del Espíritu» (Le 4,18), que
siguien la estructura «episcopal» de la sociedad helenista). Muy pronto se desciende hasta él en su bautismo (Me 1,10 parr.). Jesús resucitó en virtud
empezará a hablar —sin base bíblica— de Meros y laikos como conceptos del Espíritu (Rom 1,4; 1 Tim 3,16). Finalmente, Jesús fue «ungido con la
distintos S5. Esto está relacionado quizá con la evolución (de que ya hemos fuerza del Espíritu Santo» (Hch 10,38) 56 . De ahí la presencia de fórmulas
hablado) que el término profano charis experimenta en la época imperial: alternativas con un contenido idéntico, como «en Cristo» y «en el Espíri-
poder, autoridad recibida de lo alto, donde lo importante no es el don tu», al menos en Pablo y en los textos de inspiración paulina (en el joa-
recibido, sino el poder supraterrenal; esta evolución profana del término nismo no es posible esta equiparación, dado que el Pneuma-Paráclito tiene
se manifiesta también en las obras neotestamentarias más tardías (las cua- una función diferente).
les ejercerán una gran influencia en la evolución de la teología posterior). Por último, la huiothesia o adopción (Gal 4,5; Rom 8,15.23; Ef 1,5;
cf. Rom 9,4: la huiothesia como prerrogativa de Israel), especialmente si
comparamos Gal 5,5-6 con Rom 8,15-16, es un don del Espíritu: los cris-
tianos reciben la huiothesia (Rom 8,15) al igual que reciben el Pneuma
55 (cf. Gal 3,2.14; Rom 8,15; 1 Cor 2,12). El Pneuma que recibimos es «el
Clemente Romano, 40,4-5; cf. J. A. Fischer, Die Apostólischen Vater (Schriften Espíritu del Hijo de Dios» (Gal 4,6). ¿Se nos infunde el Espíritu porque
des Urchristentums I; Darmstadt 1966) 77. En este primer empleo cristiano del tér-
mino laikos, «laico» no significa formalmente, como se suele afirmar, «perteneciente somos hijos adoptivos o lo infunde Dios para que seamos hijos? Yo creo
al pueblo de Dios» en contraposición con los paganos, sino «miembro del pueblo de que no debemos teologizar esta cuestión: la recepción de la adopción es la
Dios» en contraposición con los dirigentes sacerdotales (diáconos y presbíteros). En- recepción del don del Espíritu. Esto aparece aún más claramente en el
contramos esta distinción en el griego judío (aunque no en los LXX) ya en dos pa- joanismo, que habla de un nacimiento «pneumático» de Dios. La filiación
sajes de la Biblia griega: Is 24,2 y Os 4,9: «Sacerdotes y pueblo» (laikoi). En lo que
respecta a la utilización del término, Clemente sigue una costumbre judía ya existente. * Cf. ]esús, la historia de un viviente, 409ss.
522 EL DIOS DE LA GRACIA JESUCRISTO Y EL ESPÍRITU 523

o adopción se realiza concretamente por la fe, el bautismo y el don del Hch 5,32; Rom 8,9.13; 1 Cor 12,11-14; 3,16; 6,11; 7,40; 12,3; 2 Cor
Espíritu, que constituyen un único acontecimiento (litúrgico) cuyos elemen- 3,3; Ef 4,30; 1 Pe 4,14; 1 Jn 4,30) y también «Pneuma de Cristo», de
tos apenas es posible separar analíticamente (de ahí el aoristo: el Espíritu Jesús, el Hijo, Jesucristo (Gal 4,6; Rom 8,9; 2 Cor 3,17-18; Jn 14,16-17;
es otorgado en el bautismo). El «Espíritu del Hijo» es el Hijo mismo en 1 Pe 1,11; Flp 1,19). Según el Nuevo Testamento, Cristo y el Espíritu
su presencia pneumática (cf. Rom 5,5). El Espíritu da al cristiano la expe- hacen evidentemente lo mismo. Esto planta el problema de la relación en-
riencia del Padre (Rom 8,14; Gal 4,6; cf. 1 Jn 3,24). La gracia del Padre tre cristología y pneumatología. Además, Dios es llamado también «Pneu-
en Cristo es Pneuma de gracia: pneuma tes chantos (Heb 10,29; cf. Zac ma» (Jn 4,24). Pero no se trata de una definición ontológica, sino de una
12,10). referencia a su ámbito celeste y una denominación de Dios en su relación
En virtud de la gracia de Jesucristo, el Pneuma es «el Espíritu que con el hombre, en cuanto dador del Espíritu (Jn 14,16; de igual modo
habita en nosotros» (2 Tim 1,14; Rom 8,9.11; 1 Cor 3,16; Sant 4,5), que «Dios es luz», 1 Jn 1,5, y «Dios es amor», 1 Jn 4,8: en cuanto que
por lo cual el hombre que posee la gracia es «una morada para Dios» Dios ilumina y ama al hombre). Como Cristo, también el «Espíritu Santo
(Ef 2,22; cf. 1 Cor 3,16 y 6,19). El Nuevo Testamento no determina con lo activa todo» (1 Cor 12,11). El propio Cristo es llamado «Pneuma» en
precisión —ni quizá sea necesario— la relación de la obra salvífica de Je- 2 Cor 3,17.
sucristo con la obra del Espíritu Santo. De ahí que no esté claro (salvo en De todo esto podemos concluir que, prescindiendo de algunos textos
algunos textos del Evangelio de Juan) si el Pneuma es una entidad perso- joánicos, «Pneuma» tiene en el Nuevo Testamento un significado fluctuan-
nal o no. Por su parte, el Jesús joánico llama al Espíritu «otro Paráclito» te, hasta cierto punto todavía judío, veterotestamentario y extrabíblicoS8.
(Jn 14,16), mientras que 1 Jn 2,1 llama a Cristo «nuestro Paráclito ante Ruah —viento y hálito vital— es un término que, debido a la naturaleza
Dios», o sea, nuestro «intercesor» S7. La identificación del Pneuma (Espí- móvil e imprevisible del viento y de la tormenta, se presta a asumir un
ritu de la verdad) con el Paráclito es típica del joanismo. La intención de significado figurado o simbólico (cf. los sentidos preteológicos en la nota) 59 .
Juan es quizá presentar al Paráclito intertestamentario como totalmente
58
dependiente de Cristo (cf. supra). Juan cristianiza la idea de pneuma me- R. Albertz y C. Westermann, ruah, en ThHandWAT II, 726-753; F. Notscher,
diante el concepto de Paráclito; gracias a él, el Pneuma es una realidad Geist und Geister in den Texten von Qumran (Hom. A. Robert; París 1957) 305-315;
cristocéntrica. Así, el Espíritu es quien garantiza la unión entre el Jesús P. Schafer, Die Vorstellung vom heiligen Geist in der rabbinischen Literatur (Munich
histórico de Nazaret y la vida de fe de la comunidad joánica: el Paráclito 1972); E. Sjoberg y A. Schweizer, pneuma, en ThWNT VI, 373-449.
59
Ruah, viento y hálito de vida, en el Tenak significaba para la fe de Israel en
une el pasado con el presente; actualiza la revelación que se llevó a cabo Dios Creador un «viento de Dios» (ruah de Elohim, Gn 1,2; ruah de Yahvé, Gn
en Jesús. La Iglesia actual es el lugar donde, por medio del Espíritu, se 59,19), en el sentido de una «tormenta de Dios» (los romanos decían también «Jú-
continúa la obra de salvación iniciada por Dios en Cristo. piter tonat»; la tormenta y el viento vienen de Dios: Is 40,7; Os 13,15). En sentido
El Padre nos da al Hijo (Jn 3,16) y nos da al Espíritu (Jn 14,16). figurado, ruah puede aplicarse a distintas formas de algo que se mueve o pone en
El Espíritu es «Pneuma de Dios», del Padre (Mt 10,20; 12,28; Le 11,13; movimiento. Así, el viento arrebata la paja (Sal 1,4), puede traer o quitar una cosa
(Ex 10,13.19; Is 57,13), arranca los árboles (Is 7,2), mueve las olas del mar (Sal 107,
57
Bibliografía sobre el Paráclito-Espíritu en relación con el joanismo: H. Schlier, 25), hunde los barcos (Ez 27,26), descuaja rocas y montañas (1 Re 19,11). En particu-
Der Heilige Geist ais Interpret nach dem ]ohannesevangelium: IKZ 2 (1973) 97-103; lar, la ruah qadim (Ex 10,13; 14,21; Jr 18,17) o viento del este, del desierto (el siroco
R. Brown, El Evangelio según Juan II (Madrid, Ed. Cristiandad, 1979) 1520-1530; que sopla en Palestina en la primavera) puede marchitar de golpe la vida nacida en
(cf. también NTS 13 [1966-1967] 113-114); J. Schreiner, Geistbegabung m der primavera y producir grandes estragos (Sal 48,8; Job 1,19). La ruah de Yahvé puede
Gemeinde von Qumran: BZ 9 (1965) 161-180; G. Johnston, The Spirit-Paraclete in ser imagen del juicio de Dios (Is 57,13; Jr 4,11.12; 49,36; Ez 13,11.13; 17,10; Os 4,
the Gospel of John (Cambridge 1970); F. Porsch, Pneuma und Wort (Francfort 1974); 19; 13,15; Sal 35,5; 48,8). Con frecuencia, las acciones de Yahvé van acompañadas
Fr. Mussner, Die johanneischen Parakletsprüche und die apostoUsche Tradition: BZ 5 de viento (Ez 1,4; Dn 7,2). Pero otro significado de ruah es «hálito vital», en el
(1961) 56-70; A. R. C. Leaney, The Johannine Paraclete and the Qumran Scrolls, en sentido de fuerza que se exterioriza en un movimiento respiratorio intenso (no la
J. Charlesworth (ed.), John and Qumran (Londres 1972) 38-61; O. Betz, Der Para- respiración normal del hombre o del animal): respiración como expresión de vitalidad
klet: Fürsprecher im haretischen Spatjudentum, im Johannesevangelium und in neu (se habla de ruah en caso de respiración jadeante, fatigosa) (1 Re 10,5; 2 Cr 9,4;
gefundenen gnostischen Schriften (Leiden 1963); P. Schafer, Die Vorstellung vom Jr 2,24; 14,6). En esta línea, ruah tiene también el significado de energía vital (Gn
Heiligen Geist in der Rabbinischen Literatur (STANT 28; Munich 1972); N. Johans- 45,27; Jue 15,19; 1 Sm 30,12) y, secundariamente, el de energía psíquica que tiende
son, Paraklétoi. Vorstellungen von Fürsprechern für die Menschen vor Gott in der hacia un objetivo. Por tanto, ruah es aplicable en situaciones en que se renueva la
alttestamentlichen Religión, im Spatjudentum und Urchristentum (Lund 1940); G. vida marchita y retorna la energía vital. En la tradición sacerdotal desaparece la dis-
Bornkamm, Der Paraklet im Johannesevangelium (Hom. R. Bultmann; Stuttgart 1949) tinción primigenia entre nejes (Gn 2,7.19) y ruah: nejes hayyah (un ser vivo) se
12-35; G. Locher, Der Geist ais Paraklet: EvTh 66 (1966) 578ss; J. Blank, Krisis. convierte en sinónimo de ruah hayyim (cuerpo en el que hay un hálito de vida,
Untersuchungen zur johanneischen Christologie und Eschatologie (Friburgo 1964) ca- Gn 6,17; 7,15). Dios da ruah a todos los vivientes (Nm 16,22; 27,16). El hecho de
pítulo 9: «Die Vergegenwartigung des Gerichts durch den Geist-Parakleten», 316-340; que la ruah del hombre venga de Dios significa su plena dependencia de Dios (Job
J. Veenhof, De Parakleet (Kampen 1975). 10,12). Prescindiendo de diversas situaciones psicológicas del hombre expresadas me-
524 EL DIOS DE LA GRACIA JESUCRISTO Y EL ESPÍRITU 525

No es en el Tenak tan corriente como suele creerse el uso específicamente Ezequiel. Tal omisión se explica por el hecho de que toda esta literatura
teológico de ruah o espíritu en relación con Dios. R. Albertz y Cl. Wester- profética es contraria a la profecía de salvación (cf. 1 Re 22; 2 Cr 18),
mann han encontrado este sentido solamente en veinte pasajes (Jue 3,10; Los profetas de salvación consideraban que sus palabras eran palabras de
6,34; 11,29; 13,25; 14,6.19; 15,14; 1 Sm 10,6; 16,13.14; 2 Sm 23,2; la ruah o espíritu de Dios, mientras que para los profetas escritores la
1 Re 22,24 = 2 Cr 18,23; Is 11,2; 63,14; Ex 11,5; Miq 3,8; 2 Cr 20,14; única legitimación era la palabra de Dios sin mediación del espíritu. En
Is 61,1). En los textos más antiguos se habla del espíritu de Dios a) en cambio, después del exilio se «reinterpreta» la palabra profética y se la
relación con la guía carismática del pueblo y b) en casos de profecía extá- considera producto del espíritu de Dios. En este período, con una mirada
tica. En ambos casos se trata de una fuerza dinámica imprevisible que «in- retrospectiva, se considera también la palabra profética —sobre todo en la
vade» al hombre y lo capacita durante un (breve) tiempo para que realice tradición deuteronomista 61 — como obra del espíritu de Dios (Neh 9,30;
una determinada actividad. En el primer caso (guía carismática) se habla Zac 7,12; Miq 3,8; Ez 11,5 en una glosa). La obra del Cronista considera
de ruah YHWH. El «espíritu de Dios» significa entonces la forma en que a todos los profetas como inspirados por el espíritu de Dios (2 Cr 15,1-
Yahvé realizó en la época de los jueces la salvación de su pueblo: por 20,14; 24,20).
medio de jefes carismáticos, impulsados por el Espíritu. En sus acciones
militares era el propio Yahvé quien dirigía la guerra. La tradición deutero- La aparición de la monarquía como institución constituyó una ruptura
nomista vio perfectamente la peculiaridad de esta época carismática de Is- con la antigua idea dinámica del espíritu de Dios. El espíritu se convierte
rael; antes de relatar las historias de los jueces, presenta una introducción ahora en un don permanente conferido al ungido (o sea, el rey) de Yahvé,
que viene a ser el programa de estos dirigentes del pueblo (Jue 3,7-11). don que indica en particular la «relación con Dios» del rey o «cristo» y
Así queda modificado el esquema anterior: infidelidad, juicio, lamento, sal- sus especiales dotes (sobre todo a propósito del rey mesiánico). Ha desapa-
vación (2,11-16); la ruah de Dios viene sobre Otoniel (Jue 3,10). Origina- recido ya el carácter imprevisible de la ruah: ahora se posa sobre alguien
riamente, no se trataba de una realidad institucional, sino de un episodio (Nm 11,25.26; 2 Re 2,15; Is 11,2); una persona está «llena» de espíritu
pasajero. Con la aparición de una institución política permanente, la mo- (Ex 31,3; 35,31; Dt 34,9; Miq 3,8). El don del espíritu está ligado a una
narquía (fracasada con Gedeón, pero lograda con el intento de Saúl, Jue serie de ritos: unción (1 Sm 16,13; Is 61,1) o imposición de manos (Dt
8,22ss; 1 Sm 11,14), el concepto dinámico de ruah, al principio un tanto 34,9). Está ligado también a la sucesión institucional: cuando David es
primitivo, sufrirá una profunda transformación. Sansón adquiere de repen- ungido, la ruah de Elohim se retira de Saúl (2 Cr 2,9.15; Nm 11,17), si
te una fuerza prodigiosa en virtud del espíritu de Dios. La ruah parece bien esto responde a una interpretación posterior, inspirada sobre todo en
tener como consecuencia una pura demostración de fuerza (Jue 14,6; la figura del rey mesiánico (Is 11,2; 42,1; 61,1). El mesías prometido es
15,14). portador del espíritu de Dios (Is 11,2), lo cual afecta a todo su gobierno,
En el segundo caso (profecía extática) se habla de ruah Elohim (lo cual desempeñado con sabiduría, inteligencia y fortaleza (Is 28,5). El Siervo
indica un origen cananeo). El espíritu de Dios viene sobre el grupo de de Yahvé posee el Espíritu (Is 42,1) y por su sufrimiento proclamará el
profetas (nabi) (su venida es provocada por medio de la música: Jue 10, derecho a todos los pueblos. En los cánticos del Siervo de Yahvé se pro-
5-6). Con el tiempo, este fenómeno será valorado negativamente, a dife- duce una fusión de la guía carismática (la concepción antigua de la ruah),
rencia de la «ruah de Yahvé» (1 Sm 10,10.13a; 19,8-24) («espíritu de ministerio profético (interpretación posterior) y ministerio real. El Trito-
Dios» y «mano de Dios» son entonces sinónimos: 2 Re 3,15; 1 Re 18,46). isaías sitúa su mensaje de consolación expresamente en la tradición de esta
Todo esto demuestra que originariamente no estaban relacionados el promesa (Is 61,1). Por la misma época —después del exilio—, los caudi-
«espíritu de Dios» y la función mediadora de la «palabra de Dios» a tra- llos del antiguo Israel, especialmente Moisés y Josué, fueron considerados
vés de él. Tal relación es prácticamente inexistente en toda la literatura como portadores del espíritu (Nm 11,17; 27,18; Dt 34,9). Al mismo tiem-
profética desde Amos hasta Jeremías inclusive m . La única excepción es po se habla también del don del espíritu a todo el pueblo (además de a
determinados individuos escogidos) (Ez 36,27; 37,14; 39,29; cf. 11,19;
diante el término ruah —incluso fenómenos patológicos (alguien puede tener una
«ruah maligna»)—, y prescindiendo también del uso de ruah en el sentido de espí- (Os 9,7; Miq 3,8; Is 30,1; 31,3) no pertenecen a la línea de la profecía y de la pa-
ritu humano, centro del hombre (corazón y ruah, Ez 11,5; 20,32) o su interioridad labra de Dios, sino a la tradición de los hombres de Dios y las guerras de Yahvé.
61
(Mal 2,15.16; Sal 32,2, etc.) (pero no como una parte del hombre —dualismo que no En Nm ll,14-17.24b-30, el espíritu es ya estático. Algunos grupos posteriores
existe—, sino como su existencia global, Gn 41,8; Dn 2,1.3), ruah se refiere además de profetas pretenden derivar la ruah que ellos poseen del espíritu que poseía Moisés
específicamente a una serie de capacidades humanas extraordinarias producidas por la «debido a su ministerio». El espíritu «se posa» sobre el individuo (Nm 11,25.26),
ruah divina, en especial el «espíritu profético» (Os 9,7; o el don de la interpretación y el «éxtasis» es propio del hombre piadoso. Otros grupos, en cambio, siguen mante-
de sueños, Gn 41,38; Dn 4,5.6.15). niendo el carácter dinámico e imprevisible de la ruah (Nm 11,26-28). Posteriormente,
60
Albertz-Westermann (cf. nota 58), II, 746. Los textos que normalmente aducen otro grupo profético tiende a afirmar que todo el pueblo de Dios posee la ruah
los teólogos sistemáticos para probar la revelación divina a través del Espíritu de Dios (Nm 11,29).
526 EL DIOS DE LA GRACIA

18,31; 36,26; Jl 3,1-4; Is 32,15; 44,3; 59,21; Ag 2,5); aquí confluyen SECCIÓN CUARTA
ideas contradictorias, si bien en lo concerniente al don del espíritu otorga-
TEOLOGÍA NEOTESTAMENTARIA DE LA GRACIA
do a una persona se advierte una tradición bastante compacta). En ambos
casos, a diferencia de la idea primigenia del espíritu de Dios, el don del Y VIDA DE LOS CRISTIANOS EN EL MUNDO
espíritu es una realidad que se posee permanentemente.
Ezequiel (36,27; cf. 11,19; 36,26) habla del don escatológico del espí-
ritu a todo el pueblo en relación con un «corazón nuevo» en el hombre
(11,19-20) y un (nuevo) «hálito vital» (37,14; 39,29). Lo mismo hace
Joel (3,1-2), quien relaciona el don del Espíritu con el «profetizar». Pero
ahora «ser profeta» es una situación permanente, en el sentido de una re-
lación particularmente estrecha entre Dios y su pueblo (cf. Nm 11,29) Introducción
por la que quedan borradas todas las diferencias sociales (Jl 3,1-2). Espí-
ritu y bendición (beraka) son prácticamente sinónimos (Is 32,15-20; cf. ¿Exégesis «materialista»?
44,1-5). El espíritu aporta salom a la comunidad de Israel. En la época
tardía del Tenak, ruah se convierte en un concepto teológico corriente; no Decíamos ya en la Introducción (p. 15) que un análisis teológico de
indica ya una acción específica de Dios, sino la actuación divina en general. los textos neotestamentarios no es coherente si no va acompañado de un
Ruah y Dios son términos intercambiables (Is 34,16; 63,10.11.14; Sal 51, análisis de las mediaciones históricas y sociales. Según esto, no podemos
13; '139,7; 143,10; Neh 9,20; cf. Miq 3,8; Zac 7,12 y Neh 9,30). Surge por menos de decir unas palabras sobre la llamada «exégesis materialista
así, finalmente, la expresión «Espíritu Santo» (Is 63,10.11; Sal 51,13). de la Biblia», cuya aparición data de hace algunos años'. Se trata de una
En el Nuevo Testamento encontramos las dos líneas concurrentes de nueva aproximación a los textos bíblicos que se basa en el «materialismo
la concepción veterotestamentaria tardía de la profecía de salvación: por histórico» de Karl Marx y utiliza, en gran parte, el análisis estructural de
una parte, la ruah del rey mesiánico (bautismo de Jesús, Me 1,10-11 parr.) los textos. Los resultados reales de este método exegético son aún dema-
y, por otra, la infusión del Espíritu sobre todo el pueblo de Dios (Hch 2). siado reducidos para emitir un juicio serio al respecto. No obstante, es
Sólo en el joanismo, donde Juan establece una estrecha relación entre el posible y oportuno hacer algunas observaciones.
concepto personal de «Paráclito» y el «Pneuma» tradicional, observamos Por una parte, podemos decir que un análisis estructural de los textos
una clara personificación del Pneuma: «otro Paráclito», distinto de Dios es necesario, como paso preliminar, para delimitar el elemento subjetivo
y distinto también de Cristo. En los restantes textos del Nuevo Testamen- inherente a cualquier análisis hermenéutico de un texto y determinar las
to, pneuma significa ante todo la acción salvífica de Dios en el hombre, tendencias que aparecen objetivamente en el mismo, evitando así al menos
el don o fruto de esta acción o simplemente Dios mismo como don otor- la arbitrariedad hermenéutica. Por otra parte, un análisis puramente es-
gado al hombre en virtud de la muerte y resurrección de Jesús: el don de tructural, especialmente si no se realiza al mismo tiempo un análisis her-
Dios que posee Jesús es participado por los cristianos. El Espíritu, conti- menéutico del texto, parece trivial y fútil. En tal caso, se obtienen tipo-
nuando la línea veterotestamentaria tardía, indica la íntima unión de los logías y códigos anónimos, pero no se llega a la verdadera naturaleza del
hombres redimidos, congregados por medio de Cristo en la Iglesia, con el texto. La exégesis «materialista» utiliza el análisis estructural, pero en un
Dios vivo. Por eso es el Espíritu de Dios el que grita en el corazón del determinado aspecto. En mi opinión, el procedimiento es correcto, pero
fiel bautizado: «¡Abba!» (Gal 4,6; Rom 8,15; cf. 1 Jn 3,24b). haciendo una salvedad fundamental. Analizar exclusivamente a la luz de
la «historia de las ideas» unos textos enraizados en la vida corre el peli-
gro de ser unilateral. Siempre es necesario un análisis de las mediaciones
históricas, sociales e incluso económicas. Por otro lado, desde el punto de
vista antropológico, creo que existe el mismo peligro de unilateralidad si
se niega la existencia de una «historia de las ideas» inmanente a todo sis-
tema, es decir, derivada de la estructura concreta de cada problemática.

1
Algunos ejemplos: F. Belo, Lectura materialista del Evangelio de Marcos (Estella
1975); M. Clévenot, Lectura materialista de la Biblia (Salamanca 1978); S. Rosagno,
Essays on the New Testament. A «Materialistic» Approach (Ginebra s.a.); J. P. Mi-
randa, Marx y la Biblia (Salamanca 1972); G. Givardet, L'Evangelo di Luca. Una
lettura política (Turín 1976).
528 BUSCAD PRIMERO EL REINO DE DIOS EL ANUNCIO DEL REINO DE DIOS 529

Negarlo equivale últimamente a rechazar la peculiaridad de la persona hu- mente sapiencial2. Por ello, la interpretación cristiana del reino de Dios
mana (que tiene una dimensión social y está sujeta a unos condicionamien- en el Nuevo Testamento no es primariamente apocalíptica, es decir, no si-
tos culturales). El hombre es una persona inmersa en alienación, no un gue el esquema de los dos planos distintos, si bien es verdad que en la
ángel. El análisis estructural y también el análisis materialista de los textos época romano-helenista la tradición sapiencial estaba mezclada con la apo-
estudian en realidad -—e incluso por principio, dado el método utilizado— calíptica.
exclusivamente el aspecto (real) de la alienación y las relaciones de ésta La exhortación a no preocuparse por la comida y el vestido responde
con todo el conjunto social. Por su naturaleza, nada pueden decir sobre la al convencimiento de que el reino de Dios está al llegar. Es una invita-
peculiaridad e idiosincrasia de un texto particular; se limitan a elaborar ción a tener fe en Dios, Creador del universo, el Dios vivo que gobierna
tipologías genéricas y anónimas. A título de reducción científica, esto es todo «sin preocupaciones». ¡Mirad los lirios del campo, los pájaros del
legítimo (y constituye incluso el presupuesto de la peculiar fecundidad del cielo! Esta recomendación es un teologúmeno del primer judaismo, expre-
método), pero siempre que se tenga conciencia de esta epoché o abstracción. sión de esa experiencia cotidiana que es fuente del conocimiento de Dios
Además, el peligro de extralimitarse es aún mayor (también en este método (Job 12,7ss; Prov 6,6; cf. Dt 32,1-3). Es apocalíptica sapiencial, jasídica:
materialista) si se sigue el principio fundamentalista de que «la Biblia tiene «Observa cómo todas las obras del cielo siguen invariablemente su cur-
razón» incluso, por ejemplo, en el terreno sociopolítico, con lo cual los so... Mira la tierra...; el verano y el invierno... mira... observa... Pero
céntimos de la viuda que aparece en el Nuevo Testamento vendrían a vosotros no habéis sido fieles ni habéis cumplido la ley de Dios, sino que
confirmar ciertos puntos de vista legítimos en la actualidad, pero ajenos habéis pecado» (1 Hen 2,1-5,4). Estas palabras quieren decir que Dios ha
a la Biblia. creado todas estas cosas para los justos, pero ellos no corresponden a ese
Desde el punto de vista antropológico, existe una relación dialéctica amor. En cambio, el Nuevo Testamento concluye: Buscad, pues, el reino
—y recíproca— entre los cambios sociales y la «historia de las ideas». Por de Dios, ajustad a él vuestra conducta. Los pájaros y los lirios, que no
eso, ni la exégesis estructural de la Biblia ni la materialista pueden susti- trabajan, no son un ejemplo para cruzarse de brazos, sino un testimonio
tuir o hacer superfluo el método hermenéutico histórico-crítico. No obstan- de la preocupación de Dios. Dios toma sobre sí nuestras preocupaciones
te, este último, si es fiel a sí mismo, deberá utilizar en su propio proyecto cotidianas; nuestra tarea consiste en buscar su reino. ¿Qué significado
los métodos recientes, con lo cual ¡resultará menos subjetivista. Pero espe- tenían estas palabras para los cristianos del Nuevo Testamento?
rarlo todo de una explicación de los textos basada solamente en un análisis El anuncio del reino de Dios o de la justicia divina adquiere toda su
estructural o materialista sería ratificar la creciente merma de subjetividad intensidad en el horizonte del problema de la justicia: justicia de Dios, de
que padece el hombre o celebrar —«tras la muerte de Dios»— las exe- los hombres, del mundo 3 . Las bienaventuranzas invierten la llamada justi-
quias por la muerte del hombre. cia del mundo. También las antítesis que la comunidad forjó a partir de
En el siguiente análisis no he podido aún utilizar lo que hay de valioso las bienaventuranzas se sitúan en esa misma perspectiva; me privan del
en una exégesis materialista de la Biblia. No obstante, el análisis está pre- derecho a reivindicar mis propios derechos y me invitan a tener en cuenta
sidido por la concepción antropológica de que la relación entre las «ideas» los derechos ajenos. No me permiten distanciarme del prójimo, encerrarme
(en nuestro caso, las ideas neotestamentarias de gracia, salvación y reden- y defenderme al amparo de la ley. Al contrario, me dicen que la ley pro-
ción) y el contexto sociopolítico no es de unilateralidad, sino dialéctico. tege a los demás frente a mí (cf. el sermón de la montaña en Mt 5 y el
sermón del llano en Le 6,17ss).
Las parábolas hablan también, en definitiva, de esta justicia. Observa-
das desde un punto de vista humano, parece a menudo que en ellas se obra
«injustamente»". Pero las parábolas toman como punto de partida con-
CAPITULO PRIMERO
creto los hechos de la vida cotidiana: eso es lo que sucede en el mundo.
Pero, al mismo tiempo, se nos dice con una intencionada paradoja: esto
BUSCAD PRIMERO EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA
es lo que sucede con el reino de Dios. La experiencia de que Dios hace
(Mt 6,33; Le 18,14) salir su sol sobre buenos y malos, de que manda la lluvia sobre justos y
malvados, de que quien ha trabajado solamente dos horas recibe el mismo

«Todo lo demás se os dará por añadidura» (Le 12,31; Mt 6,33). Estos 2


Cf. S. Schulz, Q. Die Spruchquelle der Evangelisten (Zurich 1972) 152-157.
textos podrían ser el lema central del Nuevo Testamento. Proceden induda- 3
Cf. D. Lührmann, Der Verweis auf die Erfahrung und die Frage nach der
blemente del estrato más antiguo de la tradición Q y reproducen el espíritu Gerechtigkeit, en Jesús Christus in Historie und Tbeologie (Tubinga 1975) 185-196,
de la predicación histórica de Jesús. El contexto de esta interpretación espec. 193.
neotestamentaria aparece en Le 12,22-31 y Mt 6,25-33, un contexto clara- ' Cf. Jesús, la historia de un viviente, 141-156.
34
530 BUSCAD PRIMERO EL REINO DE DIOS ACTITUD DE LOS CRISTIANOS ANTE LA REALIDAD TERRENA 531

salario que quien ha sudado siete, había sido recogida en la tradición judía cede en la actualidad y por futuro lo que aún no ha sucedido, la «simul-
con cierto tono de reproche contra Dios, que evidentemente no se preocu- taneidad» de presente y futuro es realmente absurda. Pero en ese caso
pa de imponer su propia justicia 5 . A Jesús, en cambio, esta experiencia nos expresamos en términos simplemente temporales. Lo cierto es que no
cotidiana le da pie para una enseñanza positiva: el precepto del amor de podemos olvidar esta dimensión temporal inherente a la concepción de
los enemigos. Jesús no disipa las dudas sobre el gobierno de Dios en el Jesús sobre el inminente reino de Dios. Para Jesús, el ésjaton es también
mundo, sino que las aprovecha para anunciar: así es Dios efectivamente. una realidad cronológica7. En su sentido originario, la expresión «ha llega-
Como veis, hace brillar el sol sobre buenos y malos sin más preocupacio- do la hora» significa siempre que «ha llegado la hora de algo» (comer,
nes. El hecho de que Dios vista a los lirios del campo y alimente a los dormir, trabajar...). Es posible, por tanto, una «simultaneidad» entre va-
pájaros del cielo, como vistió al rey Salomón y a la reina de Sabá, a tira- rios tiempos: para un niño, es tiempo de ir a la cama; para otro, de hacer
nos y paganos, es una experiencia que a menudo los judíos interpretaban los deberes del colegio. El tiempo tiene un contenido, no es una simple
como un comportamiento incomprensible (SalSl 5) y, por tanto, como una medida externa. Debido a esta experiencia del tiempo, es posible que el
profunda pedagogía divina. Eso explicaría por qué en este mundo los presente y el futuro sean realidades simultáneas.
impíos suelen prosperar más que los justos. Pero Jesús, partiendo de las Ahora bien, Jesús anuncia el tiempo de la manifestación del reino de
mismas experiencias, saca unas conclusiones distintas. Los evangelios, con Dios. Esto significa que debemos adoptar una actitud, como si se nos
el estilo de la vieja sabiduría, colocan a sus oyentes ante una serie de expe- dijera: «Es hora de comer». El tiempo es kairos, tiempo de hacer algo.
riencias cotidianas y ante una sabiduría práctica que había sido formulada El tiempo nos sustrae a una cosa y nos entrega a otra; la «sustracción»
a lo largo de varios siglos. El primer judaismo había olvidado hablar de es la condición previa para «dedicarse» a algo. Esta idea heideggeriana de
Dios «en el horizonte de las experiencias de este mundo» 6. El Jesús neo- tiempo —no como medida abstracta, sino como tiempo vivido— nos per-
testamentario vuelve a colocar a Dios en la experiencia del hombre. Preci- mite entender mejor la «simultaneidad» de presente y futuro en relación
samente por culpa de ese olvido se había producido una pérdida de reali- con el reino de Dios. «Se ha cumplido el plazo, ya llega el reino de Dios»
dad que en la apocalíptica había llevado a un mundo en dos planos. significa, según esto, que ha llegado la hora de abrirse a la salvación de
Jesús aduce precisamente las experiencias que parecen estar en con- Dios, de aceptarla. La venida del reino de Dios —la soberanía de un Dios
tradicción con la justicia divina. Recoge la queja humana de que Dios obra volcado hacia la humanidad— es el tiempo en que se realiza la salvación:
injustamente a fin de articular correctamente la justicia de Dios. Esto im- el tiempo salvífico. Es también el cumplimiento de las expectativas de an-
plica, sin embargo, que los criterios de la justicia divina no tienen nada taño («se ha cumplido el tiempo»). La primera tarea, por tanto, es la
que ver con las normas del mundo. En las obras y las palabras de Jesús metanoia, convertirse: «sustraerse» para «disponerse a». Esta exigencia de
se puede experimentar, también en este mundo, el reino de Dios. A ello conversión se hace evidente en el encuentro con Jesús. Quien se encuentra
responde en Pablo la conjunción de cristología y escatología. La cristolo- con él se enfrenta al anuncio: «Es hora de...», ya que quien toma postura
gía es la presencia de Dios en este mundo, pero bajo el signo de la debi- a favor o en contra de Jesús opta a favor o en contra del reino de Dios
lidad y la cruz, de la maldición y la muerte. Este mundo es y seguirá (Le 12,8-9 par.; cf. Mt 10,32-33). La postura que se tome en el presente
siendo creación de Dios; Dios no lo ha abandonado. La justicia de Dios frente a Jesús será el criterio que se seguirá en el futuro juicio escatoló-
está en este mundo y a la vez lo pone en tela de juicio, pues Dios se ma- gico (Mt 25,31-46).
nifiesta a menudo bajo el signo de la impotencia y del fracaso. El con- ¿Qué contenido dieron los cristianos neotestamentarios al tiempo de
flicto entre la fe en la creación y la contradicción empírica de lav expe- la experiencia de salvación? ¿De qué se sustrajeron para entregarse a la
riencia cotidiana es el tema fundamental de la fe en Dios tal como aparece salvación? ¿Cuál fue su actitud ante la realidad terrena: ante la sociedad
en el Tenak, en el Nuevo Testamento y en la Iglesia primitiva, en unos y sus estructuras, ante el poder político, ante la conducta moral de su en-
tiempos en que la fe no se reducía aún a una relación íntima entre Dios torno judío y pagano y, en fin, ante Israel, el tronco del que eran un
y el hombre, al margen de la naturaleza, el mundo y la sociedad. brote tardío?
Un punto central de la predicación de Jesús era: «El kairos se ha cum-
plido, ya llega el reino de Dios» (Mt 1,15). Esta inmediata yuxtaposición
y compenetración de presente y futuro es un rasgo característico de la
imagen neotestamentaria de Jesús. Si entendemos por presente lo que su-

5
Strack-Billerbeck, I, 374-377.
6
D. Lührmann, Der Verweis auf die Erfahrung, op. cit., 195-196. Cf. también
W. Harnisch, Die Sprachkraft der Analogie. Zur These vom «argumentativen Charak- ' E. Linnemann, Zeitansage und Zeitvorstellung in der Verkundigung Jesu, en
ter» der Gleichnisse Jesu: StTh 28 (1974) 1-20. Jesús Christus in Historie und Theologie (Tubinga 1975) 223-236.
TALANTE DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA 533
CAPITULO II und Gnosis (Friburgo de Br. 1959) 107-128; S. Pétrement, Le dualisme dans l'histoire
de la philosophie et des religions (París 1946); M. Pohlenz, Die Stoa, 2 vols. (Go-
LAS IGLESIAS NEOTESTAMENTARIAS tinga 1959); id., Paulus und die Stoa: ZNW 42 (1949) 69-104; H. Ch. Puech, Le
EN LAS CIRCUNSTANCIAS CONCRETAS DE SU HISTORIA manichéisme, son fondateur, sa doctrine (París 1949); G. Quispel, Gnosis ais Welt-
religion (Zurich 1951); E. Rohde, Psyche (Darmstadt 21961); M. Rostovtzeff, Gesell-
schafts- und Wirtschaftsgeschichte der hellenistischen Welt, 3 vols. (Darmstadt 1955-
1965); H. H. Schmid, Altorientalische Welt in der alttestamentlichen Theologie
(Zurich 1974); W. Schmithals, Die Apokalyptik. Einführung und Deutung (Gotinga
1973) (cf. también la bibliografía ofrecida en el primer volumen); G. G. Scholem,
Major Trends in Jewish Mysticism (Jerusalén 1941); id., Recent Trends in Jewish
Gnosticism (Nueva York 1961); A. Strobel, Kerygma und Apokalyptik (Gotinga
Dado que en la experiencia neotestamentaria de la gracia y en su ar- 1967); S. Schulz, Salomon-Oden, en RGG3 V, 1339-1342; G. Vermes, Scripture and
ticulación intervienen presupuestos filosóficos y antropológicos derivados Tradition in ]udaism, Haggadic Studies (Studia Post-Biblica 4; Leiden 1961); U. von
de la cultura del siglo i, conviene comenzar con un análisis de los mismos. Wilamowitz-Moellendorf, Der Glaube der Hellenen, 2 vols. (Darmstadt 1959); H. W.
Ello nos permitirá ver en qué consistió la reacción específicamente cris- Wolff, Anthropologie des Alten Testaments (Munich 1973).
tiana y hasta qué punto aquellos cristianos, hijos de su tiempo, la formu-
laron de un modo crítico o acrítico.
La invitación de Jesús a buscar «primero el reino de Dios», pues todo
lo demás se nos dará por añadidura (Mt 6,33), que, en labios de Jesús, es
I un llamamiento a ajustar nuestra praxis a las exigencias de la soberanía de
Dios en favor de la humanidad, recibió una configuración concreta en las
TALANTE Y MENTALIDAD DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA Iglesias neotestamentarias, si bien no en las condiciones históricas que
los cristianos —dado además su carácter minoritario— hubieran deseado.
Bibliografía: D. Amand, Fatalisme et liberté dans l'antiquité grecque (Lovaina
1945); P. Benoit, Sénéque et saint Paul: RB (1946) 7-33; H. Bietenhard, Die Casi todas las partes del Nuevo Testamento indican claramente que en
himmüsche Welt im Urchrístentum und Spatjudentum (WUNT 2; Tubinga 1951); una sociedad no cristiana, pagana, los cristianos se sentían, debido a la
O. Bocher, Der johanneische Dualismus im Zusammenhang des nachbiblischen Juden- experiencia de la gracia de Jesucristo, «forasteros y emigrantes» en este
tums (Gütersloh 1965); E. Brandenburger, Die Auferstehung der Glaubenden ais mundo temporal, caduco y pecaminoso (Heb 13,13-14 y passim; 1 Pe 2,
historisches und theologisches Problem: WuD 9 (1967) 16-33; W. H. Cadman, The 11-12.13-17; 3,9.15-16; 4,3-4; 4,14; 2 Pe 1,11; Flp 3,20; Col 1,13; 3,1-2;
Open Heaven. The Revelation of God in the Johannine Sayings of Jesús (Oxford Ef 2,19; Jn 3,12.13.31; 8,21; 1 Jn 2,5c.l0; 5,20c; etc.). Hallamos, por
1969); F. Cumont, Lux perpetua (París 1949); J. Daniélou, Odes de Salomón, en un lado, la dialéctica de la fe veterotestamentaria y neotestamentaria, así
DBS VI, 677-684; D. Davies, «Knowledge» in the Dead Sea Scrolls and Matthew
11,28-30: HThR 46 (1953) 113-139; W. D. Davies y D. Daube (eds.), The Background como la invitación de Jesús a «buscar primero el reino de Dios»; por otro,
of the New Testament and its Eschatology (Hom. Ch. H. Dodd; Cambridge 1964); el ambiente histórico-cultural, el talante de la Antigüedad tardía, con sus
A. J. Festugiére, L'idéal religieux des Grecs et l'Évangile (París 1932); id., La intentos sincretistas de encontrar un camino de salvación y de vida en un
révélation d'Hermes Trismégiste, 4 vols. (París 1950-1964); G. Friedrich, Utopie und mundo que no podía por menos de inclinar a un negro pesimismo.
Reich Gottes (Gotinga 1974); H. A. Fischel, Rabbinic Literature and Greco-Román Desde el nacimiento del imperio helenista, el espíritu griego se había
Philosophy (Leiden 1973); W. Harnisch, Verheissung und Verhangnis der Geschichte. consolidado en todos sus territorios gracias al uso general del idioma grie-
Untersuchungen zum ZeiU und Geschichtsverstándnis im 4. Buch Esra und in der go. Pero este espíritu no es tan uniforme como muchas veces se supone.
syrischen Baruchapocalypse (FRLANT 97; Gotinga 1969); H. Hegermann, Die Vor-
stellung von Schopfungsmittlern im hellenistischen ]udentum und Urchrístentum
El pensamiento griego tenía unas raíces hondamente religiosas. Su espíritu
(TU 82; Berlín 1961); M. Hengel, ]udentum und Hellenismus (WUNT 10; Tubinga se caracterizaba por una tensión fundamental: por un lado, «el hombre es
2
1973); Hermética (ed. W. Scott), 4 vols. (Oxford 1924-1936) (cf. también en Fes- la medida de todas las cosas» (Protágoras); por otro, «Dios es la medida
tugiére); J. Jerwell, Imago Dei. Gen l,26ff im Spatjudentum, in der Gnosis und de todo, también del hombre» (Platón), más en el sentido de fin de toda
in den paulinischen Briefen (FRLANT 76; Gotinga 1960); H. Joñas, Gnosis und la humanidad que en el de norma restrictiva. Por un lado, «el hombre es
spatantiker Geist. I. Die mythologische Gnosis (FRLANT 51; Gotinga 21964); de naturaleza divina», hijo de Dios (Platón; estoicismo; Epicteto; Arato);
II. Von der Mythologie zur mystischen Philosophie (Gotinga 1954); U. Luck, Das por otro, la religiosidad y la poesía griegas recomendaban: «No trates de
Weltperstandnis in der jüdischen Apokalyptik, dargestellt am athiopischen Henoch ser como Zeus» (Píndaro), y la auténtica y primigenia actitud existencial
und am 4. Ezra: ZKTh 73 (1976) 283-305; J. Neusner, The Rabbinic Traditions
about the Pharisees before 70, 3 vols. (Leiden); J. Neusner (ed.), Christianity, Ju- griega, desde los poemas homéricos, decía que Dios y el hombre son dos
daism and other Greco-Román Cults I (Leiden 1975); M. P. Nilsson, Geschichte der razas completamente distintas. Esto explica la permanente oscilación del
griechischen Religión, 3 vols. (Munich 1955-1961); E. Peterson, Frühkirche, Judentum espíritu griego entre la condición humana y la asimilación a Dios, que era
el objetivo tanto de la filosofía griega como de las religiones mistéricas
534 LAS IGLESIAS NEOTESTAMENTARIAS Y SU TIEMPO TALANTE DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA 535

del helenismo: el elemento dionisíaco o místico del alma griega y el ele- po de Nerón (emperador en el 54), los estoicos son los únicos que resis-
mento apolíneo con su necesidad de fórmulas rituales (lo cual motivó que ten y luchan por la libertad, oponiéndose públicamente a los métodos inhu-
la circuncisión judía a los paganos se pusiera de moda en esta cultura sin- manos empleados por el emperador. En los años 70-72 (cuando fueron
cretista). Sin embargo, ambos elementos no estaban divorciados. En par- derrotados en Palestina los zelotas judíos), también los filósofos estoicos
ticular, Platón, profundamente respetuoso de los dioses deíficos (logos o fueron expulsados de Italia y muchos de ellos pagaron su resistencia con la
ratio), concede en el Fedón una gran importancia al elemento extático. vida. El principio formulado anteriormente por Séneca adquirió una impor-
La medida de todas las cosas no es el hombre, sino la divinidad, dice Pla- tancia histórica. El había dicho: La auténtica filosofía de la vida tiene tam-
tón (Leyes IV, 716bc). El orfismo antiguo quería liberar, por medio de bién una función política y debe llevar a la praxis política, a no ser que
la ascesis, el elemento «titánico» o terreno presente en el hombre con la algo se lo impida al filósofo exterior o interiormente: exteriormente, cuan-
intención de llegar a ese núcleo divino. También Platón habla de una se- do la prepotencia política hace inútil su trabajo; interiormente, cuando el
mejanza con Dios, pero no de una divinización. En el hombre hay un deber exige al filósofo competente quedarse en su casa dedicado a su
eikon o imagen de Dios en busca de esa comunión divina. Existe sola- estudio.
mente lo fascinosum de lo divino. Dios no tiene envidia del hombre, y éste Se ha dicho repetidas veces que el creciente «irracionalismo» fue una
puede trascenderse. Aristóteles rechaza las concepciones antiguas, ya que reacción antigriega del «sentimiento» frente a la razón griega, representada
al hombre le corresponden sólo cosas humanas; pero admite en el hombre por el poder ocupante. Esta afirmación peca de simplista, pues aquel pesi-
la aspiración a una inmortalidad divina. mismo ante la vida procedía también de Grecia. El influjo griego se advier-
Este orgullo de ser hombre (típicamente griego) tiene raíces religiosas: te ya en el escepticismo del Eclesiastés frente a la concepción judía tradi-
hemos nacido de Dios. El estoicismo celebrará especialmente ese tema. En cional de que la promesa de vida estaba ligada a la ley. El pecador es
él coinciden humanismo y religión, si bien «la voluntad de Dios» domina dichoso, y quien busca la justicia es denigrado. El Eclesiastés propugna
todo. El estoicismo medio y último desarrolló el testamento de Platón, una alegría moderada, «pequeño-burguesa». La apocalíptica judía nació
que se popularizó en todo el mundo helenista en la versión del platonismo precisamente de esa experiencia de contrastes y de ese pesimismo. A dife-
medio: una peculiar síntesis de platonismo y estoicismo. Séneca (nacido rencia de la solución sapiencial, según la cual la sabiduría se ha encarnado
poco antes de Cristo) levantó acta de la aparición universal de una nueva en la ley, la apocalíptica separa sabiduría y ley. La sabiduría vino a Israel,
actitud de pesimismo ante la vida. Tras el ocaso de las instituciones demo- pero allí no había lugar para ella: se marchó sin lograr su propósito y es-
cráticas de la polis griega y el nacimiento de la autocracia imperial, la filo- tableció su morada entre los seres celestes (Hen[et] 42,1-2). La experien-
sofía pierde su función política crítica ante la sociedad. La filosofía estoica cia cotidiana contradecía radicalmente cualquier conexión entre «justicia»,
(que por entonces dominaba en los ambientes intelectuales y se había ex- «vida» y «cumplimiento de la ley». La confianza en el orden divino del
tendido entre el pueblo) se despolitiza; se refugia en el interior del hom- mundo estaba debilitada. Y los apocalípticos quieren precisamente resta-
bre y asume un carácter religioso más hondo que permite al hombre, blecer esa confianza (HenEet] 37,1-5). Para ello separan la ley de la sabi-
en medio del creciente pesimismo cultural y existencial, entrever una vida duría, lo cual es una novedad frente a la literatura sapiencial. Quieren dar
con mayor sentido. Se había creado lo que Séneca llama un vacío general una respuesta al imperioso deseo de justicia, que la ley no es capaz de
de la existencia (a su juicio, un rasgo característico del hombre del siglo i ofrecer. La sabiduría es una visión «esotérica» de la estructura del mundo
era el sibi displicere), consecuencia de la pérdida de libertad política^ En querida por Dios. Desde el punto de vista humano, sin embargo, es posible
esta época, el estoicismo elaboró un concepto completamente nuevo de dar una respuesta al problema del sentido y de la justicia. Para ello hay
libertad. Libertad no es ya la libertad política y ciudadana (de que habían que tener una visión de la totalidad, lo cual requiere una revelación espe-
gozado los ciudadanos por lo menos en la polis y la respublica), sino una cial a través de un mediador, instituido por Dios a tal efecto, que tenga
realidad interior. Libertad es ahora la independencia interior que nada ni una visión global del tiempo y del espacio. Si «todo tiene su tiempo y sa-
nadie puede quitar; Séneca se adelanta a Pablo cuando escribe: Nadie zón» (Ecl 3,1-8), también la justicia tiene su tiempo. En los planes de
puede quitarnos esta libertad, «ni la muerte ni la pobreza, ni los hombres Dios coinciden el orden del mundo y la justicia ética. Y esto lo ve única-
ni la ira de los dioses» (Pablo se limitará a cristianizar esta concepción mente el apocalíptico, quien, en estado de éxtasis, realiza un viaje por el
estoica). Por eso, el estoicismo (al menos en esta fase de desarrollo), aun- universo y puede contemplar con sus propios ojos la armonía astronó-
que sostenía que el esclavo era un auténtico ser humano al que había que mica (Hen[et] 17-18; 41,3-9) y también los lugares de tortura reservados
tratar de una forma humana, concluyó que la esclavitud no debía ser abo- a los ángeles caídos, las moradas de los muertos y el paraíso de los justos
lida. ¿Para qué aboliría si la virtud y la auténtica humanidad, la libertad (18,11-19,3; 22; 27; 32); contempla el curso de la historia desde el dilu-
interior, son absolutamente independientes de las circunstancias externas? vio hasta el juicio final (83-90). En realidad triunfa la justicia (93; 91,
Se puede tener una libertad social externa y seguir siendo esclavo en el 12-17). Todo esto escapa a la experiencia normal e incluso la contradice.
interior (éste es también el juicio de Pablo). Pero algo más tarde, en tiem- Pero este mundo, tal como es, es bueno, aunque ello no se manifieste
536 LAS IGLESIAS NEOTESTAMENTARIAS Y SU TIEMPO TALANTE DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA 537
hasta los últimos tiempos. El estoicismo y la Ilustración del siglo XVIII Ya antes de 4 Esd existían estas ideas en una mezcolanza sincretista.
afirman prácticamente lo mismo que esta primera apocalíptica, que aún En ese mundo de injusticia no parecía posible introducir mejoras. De ahí
no conocía un mundo «doble». Se trataba de la dimensión profunda de que se soñara con un mundo mejor, diferente del terreno. Esta actitud,
este mundo nuestro. nacida en Oriente, estaba influida también por la astrología, que contra-
Pero tampoco la apocalíptica primitiva dio una respuesta satisfactoria ponía a la realidad terrena las «esferas superiores del cielo» como un mun-
al problema de la injusticia y del sufrimiento. La nueva apocalíptica, el do mejor, más excelso, elevado y armónico, acorde con el talante general
cuarto libro de Esdras (escrito a finales del siglo i d. C , pero preparado de la Antigüedad. Por otro lado, al menos en las esferas inferiores del
con anterioridad) plantea «problemas angustiosos» (4 Esd 14,14) que nin- cielo, habitan demonios que perturban nuestro mundo y determinan a su
gún hombre es capaz de resolver. Para ello se requiere una sabiduría supe- voluntad el destino del hombre. Al igual que la literatura intertestamen-
rior, «procedente de lo alto» (4,21). Los hombres conocen solamente lo taria del primer judaismo, el Nuevo Testamento habla del «jefe de este
terreno; lo celestial lo conocen únicamente los habitantes del cielo. Esta mundo» (Ef 2,2; 2 Cor 4,4; Jn 12,31; 14,30; 16,11). Esto explica el deseo
apocalíptica no se interesa ya por «lo todavía oculto» de nuestro mundo, general de morar «en las esferas superiores del cielo». En la apocalíptica
que puede descubrirse en las visiones. Este mundo está sumido en la im- se pensaba que una parcela del mundo humano, la de los justos, sería
potencia. Sólo una creación totalmente nueva, «un nuevo cielo y una nueva «elevada» hasta las regiones celestes y allí «tendría su morada perma-
tierra», traerá la justicia (4 Esd 7,10-14), tras la muerte de todos los hom- nente»; otros, en cambio, se imaginaban que ese «mundo mejor» prepa-
bres, también del Mesías venidero. Sólo a través de una resurrección se rado por Dios desde la eternidad bajaría a la tierra como una «Jerusalén
llegará a un mundo nuevo (7,26-33). celestial» o una «ciudad celestial». Todos los escritos intertestamentarios
Es de notar que precisamente Esdras es el elegido para escribir de hablan de esta Jerusalén celeste y de una ciudad «de lo alto» (1 Hen
nuevo la ley de Moisés (destruida en el incendio universal). En cuarenta 90,29). El drama del libro de Henoc, leído con fervor por los cristianos
días, Esdras escribe noventa y cuatro libros, de los cuales sólo veinticuatro neotestamentarios y citado expresamente en Jds 14, se desarrolla en las
salen a la luz (los veinticuatro «libros canónicos» de los judíos), mientras esferas celestes (epourania); en él se describen todas las posiciones del
los setenta restantes quedan reservados a los «sabios» (4 Esd 14,47), pues sol y de la luna, una sabiduría que procede del Oriente y que el autor
la sabiduría está precisamente en esos libros «extracanónicos». Esta apoca- acoge con místico entusiasmo; un acontecimiento astronómico regulado
líptica no podía expresar más intensamente su ruptura con la literatura perfectamente bajo la dirección del ángel Uriel (1 Hen 71-78; cf. también
sapiencial —el mismo Tenak es la sabiduría—. Únicamente la ley vincula- Bar 4,3; 4 Esd 7,26, etc.; después de la destrucción de Jerusalén en el
da con esta sabiduría (esotérica) puede hacer que el cumplimiento de la año 70, el tema de la futura «Jerusalén celestial» se extendió a todo el
Tora sea fuente de vida y de salvación (4 Esd 14,30). Israel y la ley, anta- judaismo, mientras que anteriormente esta ciudad celeste era más bien
ño moradas de la sabiduría (Eclo 24; Bar 3,9-4,4), han perdido con el el prototipo que debía seguirse en la construcción de la Jerusalén terrena).
tiempo su importancia política. Israel y la ley sufren ahora persecución: En los textos del judaismo «heterodoxo» de Qumrán encontramos la
ya no hay justicia. Esta apocalíptica replica: ¡Sí que la hay! Sigue en vigor misma separación entre un «mundo de tinieblas», terreno, y un «mundo
la promesa de vida vinculada a la ley (4 Esd 4,27), pero el mundo actual de luz», celeste. El esquema cósmico en dos planos tiene aquí un significa-
es demasiado frágil para asumir esa promesa: en el nuevo eón futuro que- do eminentemente ético-escatológico. En rigor, no podemos aplicar a este
dará de manifiesto que la ley es de hecho fuente de vida. La justicia es mundo de la Antigüedad tardía nuestra rígida distinción moderna entre
posible sólo a través de la ley, pero... en el eón nuevo. Esta apocalíptica dualismo cósmico y dualismo ético. Entonces no se distinguía entre lo
quiere decir a quien observa ahora la ley: Ten ánimo a pesar de todas las ético y lo cósmico, ya que la ética estaba siempre conectada de alguna ma-
experiencias negativas; la ley da vida, aunque para ello haya que esperar nera con el cosmos, aunque sólo fuera por la muerte física del hombre, la
al eón futuro. El presente adquiere así un significado positivo: Preocúpate cual proyecta una sombra sobre todos sus esfuerzos éticos. Esto no admi-
de pertenecer al «número de los elegidos» (4 Esd 4,35-36). Así, no está tía dudas para la cultura antigua. Y no tiene sentido considerar tal fenó-
la ley al servicio del hombre, sino el hombre al servicio de una ley con- meno como gnosis (o gnosticismo), la cual no se impuso como sistema
vertida en realidad autónoma por la apocalíptica. Esta desemboca en el vital y coherente hasta el siglo n , precedida por el sincretismo del siglo
más craso «positivismo de la revelación»: el positivismo de la Tora frente anterior. No obstante, en el Corpus Hermeticum encontramos una primera
a cualquier experiencia humana sobre la vida y el mundo. Nada podrá síntesis de diversos elementos sincretistas en lo que se advierte un prelu-
separarnos de la salvación —en el nuevo eón— si cumplimos la ley: la dio de la gnosis, si bien los escritos herméticos se diferencian mucho de
apocalíptica anima a cargar y soportar el yugo de la ley. Gracias a la sabi- la gnosis en su concepción sobre la relación de Dios con el mundo.
duría esotérica, el apocalíptico contempla el significado más profundo de la Por lo visto, sólo el estoicismo propugnó una religiosidad racional
ley, pero esta concepción (a diferencia de lo que sucede en la apocalíptica frente a las religiones populares y a la cultura que preconizaba un mundo
primitiva) lleva a un «mundo doble». en dos planos; así evitaba la tentación de los epourania o moradas celes-
538 LAS IGLESIAS NEOTESTAMENTARIAS Y SU TIEMPO LA ESPIRITUALIDAD NEOTESTAMENTARIA 539

tes. Pero para ello tuvo que fusionar los dos planos (como antes había zasen las formas religiosas de la religión antigua 8 , como muchas veces se
hecho Aristóteles con la doctrina de las ideas de Platón) y hablar de un ha afirmado. Los cristianos se defendieron afirmando que ellos poseían la
logos que, sin identificarse por completo con el mundo material y caduco, verdadera religión. Nunca existió un cristianismo originalmente «arreligio-
era la naturaleza universal, el alma de todo cuanto existe y el principio so»; esto es una invención de ciertos eruditos. El hecho de que los pri-
del cual, por el cual y en el cual todo vive y se mueve. Tampoco aquí se meros cristianos no poseyeran un lenguaje religioso y unas formas cultua-
puede separar la ley del cosmos de la ley ética, la cual inserta al hombre les específicas se debe a que eran judíos y, tras su conversión al cristia-
en el logos universal del cosmos («vivir según la ley natural» significa nismo, siguieron frecuentando el templo o la sinagoga y aceptando sus
«vivir según la razón»). Subsiste, pues, una dualidad cósmica que para el estructuras religiosas. Al separarse de la sinagoga, las sustituyeron por
hombre se traduce en un compromiso ético: logos o espíritu y materiali- otras específicamente cristianas. Se ve claramente en las cartas pastorales
dad mantienen una tensión interna dentro de la unidad del universo. del Nuevo Testamento, en la carta de Judas y en la segunda de Pedro:
En cambio, los epicúreos sacaron de esta crisis general de la Antigüe- existe un ministerio, una norma de fe, nace la conciencia de poseer «libros
dad tardía, y del sentimiento generalizado de impotencia, la siguiente con- sagrados» específicamente cristianos, etc. Pero suponer que el cristianismo
clusión: «Aprovéchate de cada día», carpe diem. Negaban la crisis, igno- pasó por un período de fe sin religión es una fábula; es ignorar la fase
raban la historia humana de sufrimiento y calificaban de falso problema inicial, aunque breve, de florecimiento del cristianismo como fraternidad
la tragedia de la muerte humana; para ellos, todo esto era ascesis. dentro de la religión judía. No se puede hablar de un «catolicismo primi-
Sin embargo, el pueblo buscaba refugio —una nueva orientación de la tivo» ni de una «repaganización» de la fe cristiana, pero sí de las conse-
vida— en las diferentes religiones mistéricas, las cuales iniciaban mística- cuencias internas que se produjeron cuando el cristianismo se separó de la
mente a sus adeptos en los secretos de las «esferas superiores de la vida», religión judía y cuando los paganos convertidos al cristianismo se desliga-
les garantizaban protección frente a las potencias diabólicas y los colma- ron de sus vínculos sagrados. Tampoco se puede afirmar que la importan-
ban de vivencias y bendiciones celestiales; en definitiva, la gracia de la cia salvífica que los cristianos atribuyen en el Nuevo Testamento a Jesús,
salvación o soteria. El Nuevo Testamento tendrá que reaccionar repetida- a su crucifixión y resurrección, no tenga carácter sagrado o «religioso» y
mente, en sus propias comunidades, contra algunos cristianos que se sen- no sea «fe cristiana».
tían atraídos por una «plenitud celeste» suplementaria, un sentimiento de Partiendo de este contexto cultural del siglo i, podemos ahora analizar
pleroma, que la iniciación bautismal, de carácter más sobrio y de orienta- los elementos específicamente cristianos que, en conexión crítica con esos
ción ética, parecía no haberles procurado (cf. Col, Jds y 2 Pe). Esta reli- presupuestos religiosos, se plasmaron concretamente en el Nuevo Testa-
giosidad se dirigía de hecho a la interioridad, al corazón y al sentimiento. mento.
Sin embargo, sería inexacto hablar de un individualismo salvífico, ya que
esta experiencia religiosa de la Antigüedad tardía, sujeta a influencias
II
orientales, favorecía la formación de grupos; ya alrededor del año 150 a. C.
se había extendido por todo el mundo helenista la añoranza de una reli-
LA ESPIRITUALIDAD NEOTESTAMENTARIA
giosidad basada en la revelación (o en los misterios). Desde entonces y
EN EL CONTEXTO DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA
hasta el siglo i d. C. inclusive, se produjo un gran florecimiento de co-
munidades.
Pablo dice: «Somos ciudadanos del cielo» (Flp 3,20), «nuestro poli-
En las ciudades la situación era distinta. Allí dominaba el escepticismo teuma está en lo alto». La carta a los Colosenses añade: «El nos sacó del
académico y una forma popular de «cinismo» (el movimiento de los kini- dominio de las tinieblas para trasladarnos al reino de su Hijo querido»
koi). Las religiones, viejas o nuevas, eran asunto de los pagani, es decir, (Col 1,13); «si habéis resucitado con Cristo, buscad lo de arriba, donde
de la población rural (sin embargo, es un hecho que el cristianismo se Cristo está sentado a la derecha de Dios; estad centrados arriba, no en la
propagó precisamente en las grandes ciudades). Pero desde el reinado de tierra» (Col 3,1-2). Por su parte, la carta a los Hebreos afirma: «Aquí no
Augusto se habían registrado varios intentos de restaurar las antiguas reli- tenemos ciudad permanente, andamos en busca de la futura» (Heb 13,14);
giones populares. Por entonces no existía en las ciudades ningún «apriori tenemos que «llevar una vida celeste» (Heb 12,14-13,9). El joanismo ha-
religioso». La ilustración antigua —la desdivinización del firmamento, del bla de una morada en la esfera divina, en el reino «de la luz» (1 Jn 2,10;
misterioso mundo de las plantas y animales y también del hombre— ha- 2,5c; 5,20c). En Santiago 1,17 leemos: «Todo buen regalo, todo don aca-
bía asestado un duro golpe a la espontaneidad de la religión. El mundo bado viene de arriba, del padre de los astros». Y, por lo demás, se afirma
estaba muy «secularizado», sobre todo en las ciudades. Tal situación no
era fruto del cristianismo, sino el clima en que se hallaban los cristianos 8
Cf. P. Stockmeier, Glaube und Religión in der frühen Kirche (Friburgo 1972)
neotestamentarios. El hecho de que los cristianos fuesen llamados más tar- 44-54; N. Brox, 7.um Vorwurf des Atheismus gegen die alte Kirche: TThZ 74 (1966)
de atheoi (hombres, sin religión) por los paganos no significa que recha- 274-282.
540 LAS IGLESIAS NEOTESTAMENTARIAS Y SU TIEMPO LA ESPIRITUALIDAD NEOTESTAMENTARIA 541

que en la tierra somos peregrinos, forasteros y emigrantes (Heb 13,14c; universo, dentro del cual se encontraba protección. Sin embargo, este reino
1 Pe 1,17; 2,11), pero ya «conciudadanos de los consagrados y familia de se experimentaba, ya desde el principio, solamente como esperanza, la es-
Dios» (Ef 2,19). Al expresarse así, todos estos autores utilizan un lenguaje peranza de un cambio en el destino de Israel (Is 52,7) 10 . Ésta esperanza
que en su tiempo era entendido por todos y empalmaba con las aspiracio- iba unida a la experiencia de que en otros tiempos el mundo e Israel ha-
nes más profundas de la cultura de la Antigüedad tardía. Pero el modelo bían pasado por situaciones muy diferentes. Cuanto más este mundo se
recibe un contenido cristiano que remite a un acontecimiento histórico desvía del orden establecido por Dios en la creación y lo contradice, tanto
concreto. «Nos dio vida con Cristo, con él nos resucitó y con él nos hizo menos, al hablar del reino de Dios, se alude a este mundo —que no fun-
sentar en el cielo» (Ef 2,6; Col 1,13; 2,12; 3,1-4; Heb 12,22-23). Las ciona bien, como lo demuestra la experiencia de cada día— y tanto más
esferas celestes eran, según aquella vieja imagen del mundo, el lugar donde el reino de Dios se convierte en una magnitud no experimentable en este
Dios tiene su morada y, por tanto, el lugar donde Jesús vive resucitado mundo. Entonces el reino de Dios aparece como una alternativa a «este
junto a Dios. Este es el motivo de que «lo de arriba» tuviera tanto atrac- mundo», una alternativa cuya realidad no se manifestará hasta el fin de
tivo para los cristianos. Por eso la carta a los Hebreos podía decir: «Sal- los tiempos. Así surgió ese mundo apocalíptico en dos planos: en un mun-
gamos fuera de la ciudad» (es decir, de este mundo) (Heb 13,13-14; do celeste existente desde la eternidad está ya dispuesto todo lo que va
cf. Ap 18,4) y vayamos en busca del mundo futuro (oikoumene mellousa, a ocurrir entre los hombres. A pesar de sus experiencias empíricas, Israel
Heb 2,5), que Dios ha preparado allá arriba desde la eternidad para los quiere permanecer fiel a la fe en el Dios creador, protector y guía de toda
justos; vayamos en busca del «descanso» o de la ciudad celestial del eter- la creación, de la naturaleza y de la historia humana. Y sigue creyendo que
no reposo de Dios (Heb 4,3; 3,18; 4,1; 4,4; 4,10-11). Es lo que dice más Dios gobierna el mundo con justicia. La historia de Israel es como un sin-
tarde la Didajé: «Venga (eltheto) a nosotros la gracia (charis) y pase gular y grandioso esfuerzo por conciliar las experiencias cotidianas con la
(pareltheto) este mundo» 9 , palabras que reflejan una tendencia funda- justicia de Dios y con su promesa a los justos. Es de notar que si en el
mental de la espiritualidad neotestamentaria: maranatha (1 Cor 16,22; Imperio romano y en Bizancio el salvador divino recibía el nombre de
Ap 22,20bc). La comunidad cristiana es una comunidad de éxodo, que Conservator, el que mantiene el orden del mundo y de la sociedad, los
abandona la ciudad terrena de los «paganos» para llegar, a través del de- cristianos hablarán muy pronto de un Salvator, un salvador que sana y
sierto, a la tierra prometida, a la ciudad donde se celebra la liturgia celeste cura.
(Heb 12,22-23; Ap 18,4; también Qumrán), en la que se participa por El problema de la justicia afecta en realidad a la relación entre Dios y
medio de la liturgia cristiana de la comunidad. Esta se encamina hacia «el el hombre, pero su punto de partida estriba en las experiencias sobre la
cielo nuevo y la tierra nueva, en la que habita la justicia» (2 Pe 3,13), justicia en este mundo. El problema aparece típicamente en la historia de
la cual comienza ya a verse y realizarse en la edificación concreta de la Job y también en la crítica de los profetas contra la sociedad ". Es el mis-
nueva sociedad que se llama «comunidad cristiana». mo problema que la apocalíptica trata de resolver. Esta, sobre el trasfondo
El «valle de lágrimas» terreno y «lo de arriba» (más todavía que el de la soberanía universal de Dios, es una crítica constante del mundo y de
«más allá») responden a una mentalidad típica de la Antigüedad tardía y a la sociedad. Típico a este respecto es 1 Hen (el Henoc etiópico), cuya acción
la consiguiente visión del mundo. Pero ya la filosofía platónica con su se desarrolla casi exclusivamente en las esferas celestes, pero que (en su
mundo de ideas y su mundo de sombras —donde se suele ver, sin razón, redacción final) es —que yo sepa— una de las más duras críticas de la
el origen de la idea de un mundo en dos planos— es la secularización filo- sociedad en el mundo antiguo, aunque bastante desvaídas, pues a los explo-
sófica de una previa postura religiosa ante la vida. Sin embargo, este mo- tadores se les amenaza solamente con la condenación eterna del infierno
delo de la Antigüedad tardía —prescindiendo de la variante crítica que y no con las carcajadas despreciativas de los bienaventurados (1 Hen 98,
aporta el cristianismo (cf. infra)— no debe inducirnos a engaño. Por más 4-8). Estos capítulos son un bloque de maldiciones contra las injusticias
que en la Antigüedad se diera una continua fluctuación entre realidad y perpetradas en el mundo: casi exclusivamente se trata del poder político,
modelo, el carácter espacial de la exposición no debe hacernos olvidar que unido a la riqueza y al dinero. El autor ataca con dureza (como ningún
la apocalíptica mantenía la vieja idea temporal judía de un mundo futuro otro profeta anterior) a los ricos que oprimen a los pobres y «construyen
mejor que el presente y que incluso la consideraba esencial (como lo de- palacios con el sudor ajeno», monumentos «levantados en cada una de sus
muestra, por ejemplo, la carta a los Hebreos). Ya antes, especialmente en piedras y ladrillos por el pecado de los ricos poderosos» (1 Hen 99,13).
los salmos de Israel, se daba gran importancia a la «aparición» del seño- Como auténtico apocalíptico, el autor concluye: «Pero yo, yo os digo»
río de Yahvé, en cuyo honor se celebraba quizá el día de Año Nuevo (1 Hen 103), para decir luego a los que ahora sufren: «Dichosos vosotros»
una liturgia que lo aclamaba como vencedor de las potencias del caos y de
10
todos los enemigos. El reino de Dios se veía reflejado en el orden del C. Westermann, Das Loben Gottes in den Vsalmen (Gotinga 21968) 110-115.
" Cf. G. Friedrich, XJtopie und Reich Gottes. Zur Motivation politischen Verhal-
' Didajé, Preces eucarísticas, c. 10, n. 6. tens (Gotinga 1974).
542 LAS IGLESIAS NEOTESTAMENTARIAS Y SU TIEMPO LA ESPIRITUALIDAD NEOTESTAMENTARIA 543

(1 Hen 104). Pero el «dichosos» se refiere aquí al último juicio, al más este mundo (Sab 9,13-17). Es un ser que necesita una sabiduría como don
allá. Esa es la diferencia esencial con las bienaventuranzas de Jesús, que (Sab 7,1-2; 10,17; también Qumrán: l Q H 15,21-22). Sin esta sabiduría
tienen siempre un tono de escatología presente: «El reino de Dios está o revelación, el mundo, creado bueno, vive «en tinieblas»; se convierte en
cerca»; viene con Jesús, «el dedo de Dios» (Le 11,20). Sin embargo, tam- skotia, tinieblas (Jn 1,10), no en el sentido de una fuerza cósmica que
bién en la apocalíptica se ve que todo lo que ocurra en nuestro mundo lleva al mal, sino en cuanto creación privada de luz. Esto significa que la
temporal está ya predispuesto «arriba» desde toda la eternidad, es decir, creación «no es Dios», una fórmula oriental-helenista que traduce una in-
que la justicia y la salvación no pueden venir de este mundo, sino de tuición de fe veterotestamentaria expresada en el relato de la creación
arriba. Pero, al mismo tiempo, en la apocalíptica no se puede separar la (cf. Eclo 1,9-10; 24,6-7; Bar 3,38; Prov 8,1; l l , l s s ; también la literatura
localización (en el cielo) de la temporalidad histórica. El ésjaton apocalíp- judía extrabíblica de la época: 1 Hen 93,8; 69,8; 101,8; llQSal 18,5-6,
tico es un vago entramado de acontecimientos escatológicos y terrenos y de el Salterio de Qumrán) 12 . En esta literatura intertestamentaria está ya
situaciones poshistóricas: el cielo y la tierra parecen fusionarse en una mezclada la corriente sapiencial con la apocalíptica. Las criaturas son «no
única realidad en la que es posible experimentar la presencia de Dios y de Dios», en el sentido de «no luz», tinieblas. La verdadera realidad es Dios.
la justicia y de la que están excluidos todos los injustos. En otras palabras: En sí mismo, el mundo no posee «revelación» (cf. Jn 9,4-5; 11,9-10; tam-
donde desaparece la injusticia, allí reina Dios. bién 3,19-21). Se trata ante todo de una experiencia sapiencial de la cadu-
Ahora bien, en este mundo judío no debemos hacernos una falsa idea cidad de «este mundo» y no de una potencia maligna.
del modelo vigente en la Antigüedad tardía. Debemos descubrir en el Nue- Es significativo que esta tradición sapiencial (que ha ejercido una no-
vo Testamento qué es lo que depende del modelo y cuál es la realidad table influencia sobre Juan y el joanismo, junto con otras tradiciones, como
salvífica cristiana que en él se encierra; debemos indagar en qué consiste la apocalíptica y la mística judía «heterodoxa», que aparecen también en
la variante crítica cristiana de ese talante antiguo. Es de notar a este res- Qumrán) no pensaba en potencias demoníacas instigadoras del mal 13 . A di-
pecto que la carta a los Efesios, por ejemplo, subraya que los cristianos ferencia de la tradición sinóptica, el evangelio de Juan no narra ningún
«están sentados ya» con Cristo en el cielo (Ef 2,6) y que somos «conciu- caso de posesión diabólica. Sin embargo, el joanismo supone la existencia
dadanos de los consagrados y familia de Dios» (Ef 2,19), pero acaba su del diablo, «el jefe de este mundo» (Jn 12,31; 14,30; 16,11); 1 Jn 5,19
exposición poniendo todo al revés (nosotros no estamos arriba, sino que dice incluso: «El mundo entero (no cristiano) está en poder del malo»;
Dios está con nosotros aquí abajo): «Por obra suya vais entrando vosotros pero, al menos en el joanismo, no se trata de una zona de poder, sino de
con los demás en esa construcción, para formar una morada para Dios» jurisdicción: Satanás puede ejercer unos derechos en un mundo que rechaza
(Ef 2,22), aquí y ahora, en la tierra, en este mundo. Si queremos entender la luz, pero en esta tradición no es una potencia diabólica que empuje al
el Nuevo Testamento, debemos renunciar a nuestras nociones del «mundo» hombre al mal. Satanás es más bien una figura o prototipo de la incredu-
y del «cielo» y debemos proceder con cautela a la hora de hablar de in- lidad o rechazo de la luz (Jn 8,44). Jesús trae la luz al mundo y, en bene-
fluencias del platonismo o del platonismo medio, como si éste no fuese ficio de quien la acepta, priva a Satanás de ese derecho (Jn 12,31; 14,30;
ya (a juzgar por sus propias expresiones) una racionalización de la idea 16,11).
que las religiones tienen sobre el cielo y la tierra. Por consiguiente, lo que convierte al mundo ya finito en un mundo
¿Qué entiende el Nuevo Testamento por este mundo? La carta a los pecaminoso es el rechazo de la luz. En efecto, la sabiduría procedente de
Hebreos nos ha enseñado bastante a este respecto (cf. supra). Ahora bien, Dios se sigue revelando al hombre, pero no es recibida (Eclo 24,7; Bar
dado que el «dualismo» aparece sobre todo en el joanismo, éste eís el me- 3,12-13; 4,1; Prov 1,24-25.29-30.32; 1 Hen 42,1-2; 93,8; 94,5). Enton-
jor camino para captar lo que el Nuevo Testamento quiere decir cuando ces se dirige a Israel (Eclo 1,10-20; sobre todo 24,3.6-8; Bar 3,36-37;
habla de las «esferas celestes», cuando rechaza «este mundo» o cuando cf. también 1 Hen 42; llQSal 18,20), pero tampoco la «propiedad de
propone huir de él. Es típico el concepto de kosmos en Jn 1,9; 3,19; Dios», Israel, la recibe (Prov 1,24-25.29-32; Bar 3,12-13; 4,1-2; 1 Hen
6,14; 9,39; 10,36; 11,27; 12,46; 16,28; 17,18; 18,37; 1 Jn 2,15-17; 4,9; 93,8; 94,5) M. Hay, sin embargo, «un resto» que sí acepta la sabiduría o
pasajes, todos ellos, en los que se contrapone de algún modo «gracia» y revelación (Sab 6,12-16; 7,27-28; 8,21; 9,2.17; Eclo 24,19-22; 1,10-20;
«mundo». El «mundo» es un terreno peligroso para los cristianos. En sí Prov 8,7-11; 1 Hen 5,8). Finalmente, la Sabiduría-Logos se manifiesta
mismo es ambivalente o ambiguo, como lo era en la literatura sapiencial corporalmente en el hombre Jesús. Los cristianos lo reciben: reconocen en
no mezclada aún con la apocalíptica. Aunque este mundo es una obra bue-
na de la creación de Dios (Jn 1,10b; cf. 13,17.24), el hombre sensato " Sobre el salterio de Qumrán, cf. P. W. Skehan, A liturgical complex in 11 QPs°:
CBQ 35 (1973) 195-205; también A. S. van der Woude, De Dankpsalmen (Amsterdam
tiene una actitud claramente escéptica frente a un mundo creado en el que
1957).
no se encuentra la luz de la revelación de Dios (Jn 1,4; cf. Prov 30,1-14; 15
G. von Rad, Weisheit in Israel (Neukirchen 1970) 391 (ed. española: La sabi-
Job 28; Sab 7 y 9; todo el libro del Eclesiastés). El hombre no tiene en duría en Israel, Madrid, Ed. Cristiandad, 21983).
sí ningún principio de salvación, ningún saber que supere los límites de 14
F. Christ, Jesús Sophia (Zurich 1970).
544 LAS IGLESIAS NEOTESTAMENTARIAS Y SU TIEMPO LA ESPIRITUALIDAD NEOTESTAMENTARIA 545

él la doxa o gloria de Dios (prólogo de Juan). En Jesús vuelve a plantearse la exigencia religiosa de llevar una vida santa, en sentido ético y religioso;
la contraposición entre «el mundo» (incredulidad) y «la gracia» (fe). «El una realidad que puede experimentarse únicamente como don gratuito de
mundo», considerado a la luz de la experiencia de la gracia en Cristo, es Dios en un mundo que no lleva a la práctica esa santidad. Esto hace que
el lugar en que viven los hombres, pero está oscurecido por el pecado del de hecho «sea distinto» el cristiano consecuente, que no se rige por las
hombre, por su rechazo de la «luz de lo alto», especialmente de la luz pautas del mundo, sino que elige otra vida en el mundo. «No te pido que
que es Jesús mismo (Jn 3,19; 8,12; 9,5; 12,46). los saques del mundo, sino que los protejas del Malo» (Jn 17,15): «Al
A pesar de ello, este mundo pecaminoso es objeto de la misericordia mundo los envío yo también» (Jn 17,18). En el Evangelio de Juan vemos
de Dios: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único» (Jn 3,16; cómo gracias a Cristo queda superada la separación entre lo «terreno»
también 1 Jn 4,9). Jesús es llamado soter tou kosmou (Jn 4,42; 1 Jn (epigeia) y lo «celeste» (epourania) (Jn 3,12). Con la aparición del Hijo
4,14), el que trae la salvación a este mundo, a pesar de que persiste en el de Dios celeste, del Hijo del hombre, en la tierra, haciéndose realmente
mal y es merecedor del juicio (Jn 12,31; 16,11; 1 Cor 6,2; 11,32). El hombre (sarx, Jn 1,14), queda roto el mundo en dos planos y los hombres
joanismo puede, pues, ver el mundo también como el lugar donde habitan que viven en la tierra tienen acceso a Dios. Ha sido derrotado el mundo,
pasiones insanas (1 Jn 2,15-17), el mundo malo contrapuesto éticamente en cuanto esfera de influencia del «jefe de este mundo»: «Yo he vencido
a Dios; el bien frente al mal. El amor a Dios se contrapone así al amor al mundo» (Jn 16,33c). En lo sucesivo, gracias al perdón de los pecados,
al mundo, o sea, al pecado. Esta convicción es patrimonio de todo el cris- es posible vivir en el mundo de una forma ética y religiosa, lo cual signi-
tianismo primitivo (Sant 4,4; 1,27; 2 Pe 1,4; 4,20; 1 Cor 5,10; 7,31; fica —según la vieja imagen del mundo— vivir de una forma celeste, pero
Gal 6,14; Rom 12,2; Ef 2,2). En esa perspectiva moral, el mundo es la absolutamente en la tierra. En otras palabras: a partir de ahora es posible
zona de influencia del maligno (en otros lugares del Nuevo Testamento, hacer realidad una parcela del reino de Dios.
la zona en que tiene poder) (1 Jn 5,19). Debido a esta relatividad —la La forma en que se experimenta esa liberación y, por consiguiente, esa
condición no divina de las cosas mundanas (y a la conducta pecaminosa)—, diferencia fáctica frente a un mundo pecaminoso, injusto y esclavizado
este mundo está sujeto a la reserva escatológica, al hós me: poseer el mun- está en el Nuevo Testamento condicionada por el modo de vida existente
do, como si no lo poseyéramos (1 Cor 7,29-31); la realidad mundana no en el mundo pagano, por las posibilidades históricas en que se movían los
puede ser, por tanto, el interés supremo del hombre que ha recibido la cristianos de aquel tiempo.
gracia. La absolutización ideológica de lo mundano está sujeta a la crítica
religiosa de la gracia. Esto explica la contraposición entre el «primer eón»
y el «segundo eón», contraposición de tipo espacial, pero también tem- La importancia de estos condicionamientos o mediaciones históricas
poral. resulta obvia en la variante crítica nacida en el cristianismo neotestamenta-
rio frente al pesimismo cultural de la Antigüedad tardía, que buscaba la
Además de estas mediaciones históricas hallamos una concepción pro- salvación y la felicidad en las «esferas superiores». Estos cristianos ven
fundamente cristiana del mundo. El Nuevo Testamento remite precisamen- claramente que «llevar una vida santa y buscar en primer lugar el reino
te al núcleo de la experiencia judía de Yahvé: «Sed también vosotros san- de Dios» no es sólo una cuestión intimista ni significa simplemente una
tos... porque la Escritura dice: 'Seréis santos, porque yo soy santo' (Lv renovación interior (aunque a menudo se interpreta el Nuevo Testamento
11,44)» (1 Pe 1,14-16). Dios no es el mundo ni el hombre, sino el Tras- en términos de salvación individualista). Es cierto que cada hombre es
cendente que crea y santifica, y por ello no está «fuera» con respecto a un interpelado e invitado de una forma personal 15 , pero la invitación a en-
hombre que está en el mundo. El hombre de la Antigüedad ni siquiera trar en el reino de Dios estaba relacionada con el establecimiento de una
podrá decir: «en su mundo», pues éste se halla bajo el dominio de un sociedad mejor sobre la tierra, de una sociedad en la que debe reinar la
extraño poder no humano que decide el destino del hombre y del mundo justicia. En este sentido, los cristianos interpretaron correctamente el anun-
(la heimarmene); incluso para el judío monoteísta (de la época posterior cio de Jesús sobre el reino inminente de Dios. Sin embargo, las circuns-
al exilio), «nuestro» mundo es la esfera de poder (o de jurisdicción, en la tancias no consentían a esta minoría cristiana modificar, ni siquiera par-
perspectiva sapiencial) de Satanás. Y lo mismo sucedía con los cristianos: cialmente, la estructura social de la época. Se suele olvidar, sin embargo,
«el jefe de este mundo». Dado que Yahvé, el Dios de Israel, es santo, que los cristianos lo hacen siempre que pueden, es decir, dentro de su
también el pueblo debe ser «el santo» (Nm 15,40; Dt 7,6; 26,19), es comunidad. La construyen como una nueva sociedad, con estructuras y
decir, «separado» de la conducta no santa del mundo. El Nuevo Testa- relaciones justas, donde deben quedar superadas las desigualdades entre
mento hace suya esta idea: también la Iglesia está «separada del mundo» hombre y mujer, judío y no judío, esclavo y libre. Con un contenido dis-
(1 Pe 1,1), o sea, «consagrada» (1 Pe 1,2; también Hch 9,32; Rom 1,7;
Ef 1,5; Ap 5,8), al igual que Cristo es «el santo» (1 Pe 1,19). «No per- 11
Este encuentro personal con Dios tenía una importancia especial en la apoca-
tenecen al mundo, como yo tampoco pertenezco al mundo» (Jn 17,16) y líptica. Cf. W. Schmithals, Die Apokalyptik. Einführung una Deutung (Gotinga 1973);
«mi reino no es de aquí» (Jn 18,36). Estas frases afirman en sustancia A. Strobcl, Kerygma und Apokalipük (Gotinga 1967).

35
546 LAS IGLESIAS NEOTESTAMENTARIAS Y SU TIEMPO LA ESPIRITUALIDAD NEOTESTAMENTARIA 547

tinto, cristiano, los fieles del Nuevo Testamento llevan a la práctica lo que la muerte. No podemos comparar esta situación con otras modernas en las
Séneca había esperado de la filosofía estoica: nuestro evangelio (para Séne- que una resistencia pública y tenaz acabó coronada por el éxito: «Vence-
ca, la filosofía estoica) tiene por naturaleza una función sociopolítica, un remos». Además, ¿es que aquellos cristianos no siguieron, a su modo, ese
papel que desempeñar en el terreno político, a menos que se lo impidan mismo camino, padeciendo persecuciones cruentas? Se negaron a doblar la
las circunstancias históricas o de otro tipo. Pero allí donde sea posible, esa rodilla ante un poder político que trataba de legitimar religiosamente su
función tiene que hacerse realidad. Los cristianos neotestamentarios quie- propia injusticia invocando su carácter sagrado. En tales circunstancias,
ren construir realmente un mundo nuevo en el reducido ámbito de sus aquellas comunidades eran efectivamente grupos religiosos «subversivos»,
propias comunidades. Pese a los criterios de la Antigüedad tardía, su visión pero actuaban con suma cautela, porque la resistencia zelota se reveló
crítica del mundo y de la sociedad no es una huida a unas esferas supe- como históricamente absurda y porque tales cristianos, inspirados por Je-
riores, sino un intento de renovar la sociedad terrena, al menos en un sús, consideraban que la salvación no estaba en una violencia sanguinaria
punto y en un aspecto que estaba dentro de sus posibilidades: sus propios que les parecía ajena a la praxis del reino de Dios. Hay que reconocer, no
miembros. Debido a que las estructuras paganas son acristianas, no tienen obstante, que los cristianos neotestamentarios eran poco sensibles a la
cabida en la comunidad eclesial. Un testimonio elocuente a este respecto posibilidad de una visión humanista del mundo. «Ser cristiano» se oponía
es Le 22,25, un texto que refleja perfectamente el espíritu del mensaje de a «pecaminosidad», en el sentido antiguo de «ateísmo»: no reconocer a
Jesús sobre el reino de Dios: «Jesús le dijo: Los reyes de las naciones las quien los paganos, los judíos o los cristianos declaraban verdadero Dios
dominan, y los que ejercen el poder se hacen llamar (para colmo) bienhe- (cf. Ef 2,1-3 y 2,11-12; «sin Dios en el mundo»).
chores. Hymeis de ouch houtós: Pero vosotros nada de eso». En las comu-
nidades cristianas no puede haber estructuras que opriman y atormenten, El Nuevo Testamento deja bien claro que el carácter del éxodo consti-
no puede haber un poder tiránico. El Nuevo Testamento afirma claramente tuye una nota esencial de la comunidad judeo-cristiana. La configuración
que la praxis del reino, además de una renovación interior, implica una concreta de este éxodo es algo que hay que decidir constantemente, con
renovación y un mejoramiento de las estructuras sociales. libertad cristiana al hilo de las mediaciones históricas. Este es el modelo
Los cristianos neotestamentarios llevan a la práctica este principio, si que nos ofrece el Nuevo Testamento para edificar las comunidades cris-
bien en la medida de sus posibilidades reales: en la estructuración de sus tianas en el mundo y para construir una sociedad mejor. En realidad, la
propias comunidades cristianas, las cuales son para ellos como una parcela Biblia cristiana conoce en la práctica el principio formulado en el Vati-
realizada del reino de Dios, como un «estar sentados ya a la derecha de cano II: la Iglesia es (en sentido «performativo»: «debe ser») sacramen-
Dios con Cristo». La comunidad cristiana es el cuerpo de Cristo, el co- tum mundi, un instrumento paradigmático para la unidad y la paz del
mienzo del reino de Dios realizado en la tierra. Así como el reino de Dios mundo (hemos visto cómo esta idea recibe un particular relieve en la carta
se ha manifestado personalmente en el hombre Jesús, así también la encar- a los Efesios). A pesar de la diferencia entre Dios y el mundo humano,
nación del hombre debe realizarse mediante la praxis del reino. Los cris- no estamos ligados a los esquemas de la apocalíptica, del platonismo medio
tianos de entonces lo llevaron a cabo comenzando por la Iglesia; fuera y de la Antigüedad tardía sobre un «universo en dos pisos», con sus dos
de ella no podían hacer nada. Podemos incluso decir, a tenor de lo que planos, ni tampoco a las múltiples afirmaciones hiperbólicas relacionadas
afirma la primera carta de Pedro, que dentro de la Iglesia se desarrolló la en el Nuevo Testamento con esta concepción. Sin embargo, ese mismo
conciencia de una nueva sociedad como paradigma de lo que deberla ocu- concepto de éxodo, consecuencia de una experiencia actual y orientada
rrir en el mundo, pues el autor dice: «Portaos honradamente entre los escatológicamente de la gracia, debe tomar una forma concreta, dentro de
paganos; así, ya que os tachan de malhechores, las buenas acciones de que unas mediaciones históricas distintas, en toda comunidad que pretenda
son testigos los obligarán a rectificar el día que Dios los visite» (1 Pe llamarse «comunidad de Dios» cristiana. El cristianismo neotestamentario
2,12). Estos cristianos tienen una postura crítica frente a las estructuras puede servir de modelo sólo de una forma indirecta. La reserva escatoló-
del mundo, pero las circunstancias concretas no les permiten cambiarlas; gica que aquí aparece es —analizando los mediaciones históricas— norma-
viven al lado de la sociedad pagana y construyen marginalmente una nueva tiva: la vida de la gracia no alcanza su consumación en este mundo; sin
sociedad. La historia de fracasos que conoció la resistencia judía y la serie embargo, la gracia debe tener en nuestra historia, en el plano individual
de asesinatos con que se yuguló la protesta de muchos filósofos estoicos y en el de toda la sociedad, un contenido salvífico real, susceptible de
demuestran quizá que la postura de aquellos cristianos era la única posi- asumir formas distintas según los casos. En las circunstancias actuales, esto
bilidad histórica de llevar a cabo la praxis del reino de Dios. Se podría implica que los cristianos admitan la mediación histórica de una sociedad
objetar que este silencio público equivale a complicidad. Jesús no guardó pluralista y no pretendan tener el monopolio de la mejora del mundo y
silencio: afirmó su postura frente a todos y lo pagó con su sangre. ¿Fue de la preocupación por el futuro de la humanidad; además, esta tarea cris-
su actitud insensata e inútil? Evidentemente, la Iglesia neotestamentaria tiana no será creíble si en las Iglesias cristianas no reina realmente esta
pudo elegir otros métodos, pero se sabía de antemano que conducirían a «novedad», «libertad» y «justicia».
CRISTIANISMO Y CAMBIO DE LAS ESTRUCTURAS SOCIALES 549

CAPITULO III frecuentemente aducida, de que un Espartaco logró levantar en rebelión a


los esclavos, mientras que los cristianos —al igual que los estoicos, elitis-
EXPERIENCIA NEOTESTAMENTARÍA DE LA GRACIA tas y críticos de la sociedad— aceptaron la esclavitud. La rebelión de Es-
Y ESTRUCTURAS SOCIALES partaco se debió a una experiencia colectiva de contraste que no podía
por menos de hacer explosión. No es posible comparar el estado de escla-
vitud entre los judíos y los cristianos, que al principio reclutaron en sus
filas a gente de las clases más bajas de la población e incluso a numerosos
esclavos, con la esclavitud que combatió Espartaco. Tampoco éste preten-
día suprimir la «condición» de esclavo, sino que se rebeló contra una situa-
ción concretísima de explotación y padecimientos inhumanos.
Las comunidades cristianas del Nuevo Testamento, inspiradas por la La tendencia de ciertos cristianos y teólogos a reducir la religión a un
experiencia de salvación y gracia habida con Jesucristo, quieren constituirse asunto del corazón no tiene base en el Nuevo Testamento; además presu-
como una sociedad nueva dentro del mundo no cristiano, pero sin identi- pone un falso personalismo filosófico que contrapone la persona a las
ficarse con él. Frente a ese mundo, los cristianos tienen que estar «dis- estructuras e instituciones. Es evidente que el mensaje cristiano se dirige
puestos siempre a dar razón de la esperanza que vive en ellos» (1 Pe 3, a las personas (¿a quién si no?). Pero el hombre alcanza su identidad
15b), una esperanza que los impele a llevar una vida distanciada de la vida personal también por medio de instituciones históricas, debido a una cons-
pública (pagana). No se puede afirmar, por tanto, que el cristianismo neo- tante antropológica: la identidad se realiza plenamente gracias a la interac-
testamentario no tuviese por principio ningún interés por las transforma- ción de personas e instituciones o al consenso social. La Antigüedad igno-
ciones estructurales orientadas al bien o que simplemente las considerase raba el moderno dilema personalista de persona o institución, así como la
como algo secundario. Los cristianos actuaron siempre que pudieron: en posición privilegiada del ámbito personal y el consiguiente carácter secun-
la construcción de la sociedad cristiana, de la comunidad, según las normas dario de la dimensión institucional en la vida humana. Por eso, los cris-
del reino venidero de Dios. Muchos cristianos afirman sin razón que el tianos neotestamentarios interpretan la llamada a la metanoia o conversión
Nuevo Testamento no se interesa realmente por las estructuras y justifican como una implicación del futuro reino de Dios: no como una renovación
teológicamente esta postura, también sin razón, como una exigencia bíblica. puramente interior, sino como una transformación sociopolítica de la es-
No tienen en cuenta hasta qué punto estuvo condicionada históricamente tructura social. Pero actúan, como hemos visto, sólo en el seno de las
la postura práctica del cristianismo neotestamentario. Se supone que Jesús comunidades de Dios, a las que confieren, teniendo ante los ojos la norma
y el cristianismo no concedieron importancia a las estructuras, porque la del reino de Dios, estructuras más justas. El Nuevo Testamento es ajeno
salvación y el anuncio del reino de Dios eran solamente un llamamiento al dilema de persona (intimidad) y estructuras, las cuales tendrían una
al corazón, a la persona humana: una metanoia interior. Esto sería obvio, importancia secundaria; lo que le interesa es implantar las estructuras de
dado que la salvación es consecuencia de una renovación interior. Ahora un mundo mejor y de una sociedad nueva, junto a la gran sociedad, en el
bien, ¿por qué los cristianos neotestamentarios construyen, al menos en «huerto cerrado» de las comunidades eclesiales. Difícilmente encontramos
sus comunidades, una sociedad nueva?, ¿por qué forman una comunidad en la exégesis actual esta distinción —tan importante para el Nuevo Tes-
en la que no dominan las injustas estructuras de poder del mundo? Su tamento— (si bien debemos admitir que el Nuevo Testamento tiende a
visión de la salvación no se restringe al plano privado e individual; su aspi- justificar teológicamente algunas situaciones de hecho). Esto no significa
ración es un mundo mejor y una nueva sociedad en que habite la justicia. que el mensaje y la realidad del reino de Dios —la gracia— no tengan
La cuestión no consiste en una supuesta concepción individualista de la también una función sociopolítica. Sólo se afirma que la forma en que
salvación por parte del Nuevo Testamento ni en una predilección por una estos cristianos quieren renovar la sociedad está condicionada por las cir-
renovación de tipo interior con la consiguiente relativización de los pro- cunstancias históricas. El Nuevo Testamento deduce de la manifestación
blemas estructurales. Tanto la persona como las estructuras están en el de Jesucristo una serie de expectativas, inspiraciones y orientaciones para
Nuevo Testamento sometidas a la exigencia de una conversión que es dar una nueva estructuración sociopolítica a nuestro mundo. Pero, dada
fruto de la gracia. La cuestión es que las Iglesias no pudieron efectuar esta la situación histórica, su aplicación comienza por el ámbito de la comuni-
renovación de las personas y de las estructuras sino dentro de la Iglesia dad eclesial. Esta es considerada y construida como parte de la sociedad
y «al margen» de la sociedad general. Estamos de nuevo ante una opción en general, cuyas estructuras y relaciones deben ajustarse a la norma del
o decisión concreta en unas circunstancias históricas determinadas (supo- reino de Dios, «del nuevo cielo y la nueva tierra en los que habite la jus-
niendo que sea posible hablar de opción real). Las Iglesias, dado su carác- ticia» (2 Pe 3,13). El hecho de que, en otras circunstancias históricas (es-
ter minoritario dentro del poderoso Imperio _ helenístico-romano, tenían pecialmente cuando el cristianismo deje de ser una minoría insignificante),
muy pocas posibilidades de elección. Considero un sofisma la objeción, las relaciones esenciales entre gracia y política, entre anuncio cristiano y
CRISTIANISMO Y CAMBIO DE LAS ESTRUCTURAS SOCIALES 551
550 EXPERIENCIA NEOTESTAMENTARIA DE LA GRACIA
sin conculcar los derechos civiles de Filemón (aunque es cierto que Pablo
mejora del mundo, impliquen la necesidad histórica de llevar a cabo todo hace valer un tanto su autoridad apostólica). Difícilmente los versículos
esto no sólo en la comunidad eclesial, sino también en el mundo, podemos 13-14 y 19-20 permiten ver en la carta una cuestión de principio. Se trata
considerarlo (pasando por las mediaciones históricas y, por tanto, indirec- de un escrito puramente ocasional en el que Pablo, con mucha diplomacia
tamente) como algo fundado en la Biblia. y «por un fin bueno», quiere «quitar» un esclavo a su amo. En cualquier
Podemos preguntarnos si en el Nuevo Testamento existen ya síntomas caso, Pablo pretende —«en beneficio propio», es decir, para tener un
de ese intenso y profundo dinamismo que para los cristianos es consecuen- auxiliar en su obra apostólica—, invocando unos principios cristianos, que
cia de la relación esencial de la gracia con el cambio de vida y con la el cristiano Filemón declare libre al esclavo ante la sociedad. El «derecho
mejora de las estructuras sociales, relación que, en unas nuevas circuns- de propiedad» que el amo tenía entonces sobre el esclavo no queda supri-
tancias sociopolíticas, impele a modificar las estructuras sociales y civiles.
mido, si bien —al menos en este caso (y, por tanto, en circunstancias
A mi juicio, el único texto que parece responder a esta pregunta es la
significativas)— queda bastante debilitado por la concepción cristiana de
breve carta de Pablo a Filemón.
que en la Iglesia no puede haber distinción entre esclavo y libre.
Onésimo (un nombre típicamente griego de esclavo: «el dispuesto a
Sin embargo, ni Pablo ni la escuela paulina sacan en otros pasajes esta
servir»), esclavo de Filemón, un hombre rico convertido por Pablo al cris-
consecuencia fundamental. Pablo incluso afirma expresamente lo contrario:
tianismo, en cuya casa se reunía la comunidad cristiana para celebrar las
asambleas litúrgicas (Flm 2), había escapado (como ocurría con frecuencia). «¿Te llamó Dios de esclavo? No te importe (aunque si de hecho puedes
Los esclavos fugitivos llevaban una vida errante y eran buscados por los obtener la libertad, mejor aprovéchate), porque si el Señor llama a un
funcionarios imperiales tan pronto como se denunciaba su huida. No sabe- esclavo, el Señor le da la libertad» (1 Cor 7,21-22). Pablo se basa aquí
mos cómo, pero el hecho es que el esclavo Onésimo entró en contacto con en un concepto estoico, aunque cristianizado, de libertad interior (como
Pablo, que entonces se hallaba preso (¿en Efeso?). (Los esclavos gozaban Sartre, que en sus comienzos proponía un concepto puramente personalista
en aquella época de un derecho de asilo si se refugiaban en casa de ciuda- de libertad: el hombre interiormente libre, aunque esté sometido a una
danos romanos). Influido por Pablo, Onésimo se convirtió al cristianismo. esclavitud externa, es soberanamente libre). Pablo no saca, pues, ninguna
A Pablo, de naturaleza enfermiza y ya envejecido, le habría gustado rete- consecuencia social de una postura que, a su juicio, es esencial para el
nerlo consigo (con frecuencia eran esclavos quienes escribían las cartas al ordenamiento interno de la Iglesia. En mi opinión, la carta a Filemón se
dictado). Sin embargo, Pablo reconoce los derechos civiles de Filemón refiere a una «cuestión coyuntural» entre dos cristianos, y —por desgra-
sobre su esclavo o servidor. Por ello devuelve el esclavo a su amo con una cia— no a una cuestión cristiana de principios.
carta de recomendación. Tras felicitar al hermano Filemón (Flm 7) por Sin embargo, no se puede minimizar la voluntad sincera de suprimir
todo lo que hace por la comunidad, el apóstol pasa al tema de fondo. cualquier tipo de discriminación dentro de la comunidad eclesial. En ésta
Pablo le da a entender que podría obligarlo, en virtud de su autoridad los esclavos son hombres libres (de entre ellos saldrán pronto obispos y un
apostólica, a dejar libre a su esclavo, pero prefiere renunciar a este derecho papa). Con el tiempo, es decir, con el cambio de las situaciones históricas,
y apelar a la condición cristiana de Filemón (8-9). El esclavo Onésimo se esta renovación intraeclesial de la sociedad se extenderá hacia fuera. La
ha convertido al cristianismo y es, por tanto, «un hermano carísimo» (16). gracia tiene consecuencias sociopolíticas (si bien a menudo este impulso
También Filemón debe acogerlo «como hermano y como cristiano» (16b) cristiano, incorporado a la cultura como un dato secular, es convertido en
e incluso tratarlo como trata al propio Pablo (17). En la hipótesis de que realidad social por agentes no cristianos. Esto significa sencillamente que
la huida del esclavo haya originado perjuicios a su señor, Pablo está dis- la redención cristiana también se «seculariza» con el tiempo, es decir, se
puesto a resarcirlos económicamente (18). En el fondo se trata de una afir- «socializa» o se convierte en un resorte del saeculum).
mación retórica (19) para manifestar a Filemón el aprecio que Pablo sien- Mientras tanto, sin embargo, las Iglesias neotestamentarias, incluidas
te por Onésimo. El apóstol confía en que Filemón hará aún más de lo las paulinas, aceptan el estatuto civil extraeclesial de las relaciones jurídi-
que le pide (21). En otras palabras: Pablo espera que Filemón no sólo cas entre amos y esclavos. Pero no sin una reserva muy importante para
reciba a su esclavo como hombre y como cristiano, sino que lo declare aquel tiempo. En el código ético pagano de la época (las «normas de mo-
también hombre socialmente libre, que saque las consecuencias civiles im- ral doméstica») se habla siempre de las normas entre esposo y esposa,
plícitas en el hecho de que este esclavo es un «cristiano libre» y de que entre autoridad y ciudadanos, etc., pero nunca de las relaciones del señor
en el cristianismo no hay distinción entre libres y esclavos. al menos con su propio esclavo. El amo tiene obviamente derechos abso-
A primera vista, éste parece ser el objetivo de la carta; y de hecho lo lutos en este punto. El Nuevo Testamento añade a todas estas reglas éticas
es. Sin embargo, la dificultad de esta interpretación es que, en el fondo, —que hay que aplicar «en el Señor»— una reglamentación de las relacio-
Pablo no pretende resolver aquí una cuestión de principio. La finalidad nes del esclavo con su propio amo, y viceversa (Ef 6,5-8; Col 3,22-25;
concreta es que Pablo se ha encariñado con el joven, y éste con Pablo; a 1 Tim 5,1; 1 Pe 2,18-25). Desde el punto de vista puramente social, esto
Pablo le gustaría retenerlo como ayudante suyo, pero esto no le es posible supone una nueva visión de la esclavitud. La relación de sometimiento
552 EXPERIENCIA NEOTESTAMENTARIA DE LA GRACIA CRISTIANISMO Y CAMBIO DE LAS ESTRUCTURAS SOCIALES 553

(obediencia, autoridad) es aceptada, pero los aspectos más dolorosos de esa blemas institucionales. Aquí aparece no sólo la especificidad permanente
relación deben ser mitigados por el amor cristiano, tanto por parte del y normativa de la experiencia neotestamentaria de la gracia, sino también
amo (si éste es cristiano) como por parte del esclavo. Típica de esta visión la forma histórica (cambiante y, por tanto, susceptible de cambios) en que
neotestamentaria es la primera carta de Pedro, que sabe muy bien que los cristianos plasmaron su experiencia de la gracia, teniendo en cuenta
hay individuos brutales e injustos con sus esclavos. Habla el autor de los las estructuras existentes en la sociedad. La fórmula ética concreta de en-
padecimientos sociales del esclavo (1 Pe 2,18-25) y se refiere a los sufri- tonces no puede constituir para nosotros una norma cristiana de vida. Es
mientos inmerecidos que el esclavo convertido al cristianismo tiene que una posibilidad condicionada por las circunstancias, limitada, comprensible,
soportar por parte de un amo difícil (2,18.20). Como cuando habla del quizá la única en aquella situación y, en consecuencia, una actitud autén-
sufrimiento en general (cf. 2,21-25; 4,14; 4,16 y 19; 3,14 y 3,17), tam- ticamente cristiana. Pero no puede presentarse directamente como norma
bién en este caso el sufrimiento inmerecido (cf. 4,19), «sufrir por ser hon- para opciones cristianas en circunstancias históricas completamente distin-
rados» (3,14) o «padecer porque uno hace el bien» (3,17), es visto a la tas. La norma y orientación que ofrece el Nuevo Testamento a los cris-
luz del ejemplo dado por Jesús (2,22-25). Sufrir «por la experiencia que tianos de nuestros días es que, en unas circunstancias históricas distintas,
tenemos de Dios» es para el autor una charis (2,19). El texto griego dice: esa misma concepción de la gracia puede llevar a unas opciones cristianas
Touto gar charis ei dia syneidesin Theou hypopherei tis lypas, paschon igualmente responsables y también —teniendo en cuenta el contexto real
adikos. Sufrir por algo que se ha cometido no tiene nada de particular; del «mundo» y de la «Iglesia»— muy diferentes, hasta el punto de que
«en cambio, si hacéis el bien y además aguantáis el sufrimiento, obtendréis hoy, debido a nuestra situación histórica, esto puede ser una exigencia
el beneplácito (charis) de Dios» (2,20c). cristiana de nuestra experiencia de la gracia. Un cristianismo que —en su
Charis no tiene aquí el sentido de «gracia», sino el significado del hen aspecto formal— no puede ser considerado sociológicamente como una
hebreo (cf. supra). Este concepto no tiene en cuanto tal un significado «magnitud despreciable» en el mundo contemporáneo, por más que, en
«teológico». En el mundo antiguo, el esclavo era propiedad del amo, de cuanto comunidad cristiana, tienda a ser cada vez más una «Iglesia en la
tal modo que éste no podía, según esta mentalidad, cometer una injusticia diáspora», puede desempeñar un papel muy activo como «minoría cogni-
con su propio esclavo (lo cual constituye ya una limitación). Interpretando tiva». De este modo sigue la inspiración y orientación del Nuevo Tes-
en dicho texto charis como hen, queda descartada la visión del sufrimiento tamento.
inmerecido (en este caso, el de un esclavo) como don de Dios (charis en
el sentido neotestamentario técnico, como algunos exegetas pretenden inter-
pretar este texto de la primera carta de Pedro). Pero se dice también —lo
cual refleja una postura completamente distinta frente a este sufrimiento,
considerado en sí como algo negativo— que el sufrimiento inmerecido,
soportado «por la experiencia que tenemos de Dios», obtiene el beneplá-
cito de Dios, le mueve a misericordia. Dice el autor que Jesús «mientras
padecía no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que
juzga rectamente» (1 Pe 2,23). Este sufrimiento no es un don de Dios,
sino al contrario: Dios amenaza con la condena a quienes lo causan. El
autor afirma, hablando de la soberanía divina sobre toda la creación, que
Dios «sólo permite» ese sufrimiento (4,19). Por tanto, los que sufren in-
justamente (en este caso los esclavos) deben «ponerse en manos del Crea-
dor» (4,19b).
A pesar de la crítica social subyacente, en ningún lugar del Nuevo Tes-
tamento se habla de una oposición sociopolítica a las estructuras del mun-
do que son causa de ese sufrimiento inmerecido (sufrimiento que el Nue-
vo Testamento condena). Sólo se exige que tales estructuras no se den en
las relaciones eclesiales. El cristianismo neotestamentario se caracteriza por
una «doble» actitud: a) eso no debe existir en una sociedad donde reina
Jesucristo, concretamente en las comunidades cristianas; b) esas leyes vi-
gen de hecho en el mundo extraeclesial, pero los cristianos del siglo i no
pueden hacer nada por cambiarlas. Esto último es una constatación fáctica
y no implica ningún desinterés de los cristianos hacia las estructuras y pro-
¿TUVO SENTIDO POLÍTICO LA ACTUACIÓN DE JESÚS? 555

CAPITULO IV quieren adoptar una actitud apolítica o incluso neutral encuentran en el


Nuevo Testamento argumentos para atribuir a Jesús una postura apolítica.
VIDA DE GRACIA Y PODER POLÍTICO En ambos casos, se hacen preguntas teológicas a la Biblia desde unas pos-
EN EL NUEVO TESTAMENTO turas tomadas de antemano, sin efectuar un análisis de las mediaciones
históricas. Los teólogos suelen plantear el problema al hablar del signifi-
cado político de la condena de Jesús. Es «opinión común» entre los exege-
tas que la muerte de Jesús fue para los romanos una ejecución política.
Para algunos autores, aquello fue un error histórico 16; en otras palabras,
la vida apolítica de Jesús, debido a un error histórico, tuvo un final polí-
tico. Otros autores sostienen, en cambio, que la muerte política de Jesús
Bibliografía: J. Blank, Schriftauslegung in Theorie und Praxis (Munich 1969) fue la consecuencia lógica de una actuación que desde el principio tuvo un
174-186; S. Brandon, Jesús and the Zealots. A Study of the Political Factor in Primi-
tive Christianity (Manchester 1967); O. Cullmann, Jesús and die Revolutionare seiner sentido político ".
Zeit (Tubinga 21970; ed. española: Jesús y los revolucionarios de su tiempo, Madrid Es de notar que ambas tendencias leen el Nuevo Testamento partiendo
2
1973); id., Der Staat im Neuen Testament (Tubinga 21961; ed. española: El Estado de un interés concreto. Unos quieren que la Iglesia contemporánea sea
en el Nuevo Testamento, Madrid 1966); J. P. Farla, Het oordeel over Israel, Een apolítica o políticamente neutral: la Iglesia debe estar «en terreno de na-
Form- en Redaktionsgeschichtliche Analyse van Me, 10,46-12,40 (tesis doctoral; Nime- die» 18; otros, en cambio, quieren encontrar una base bíblica para su teolo-
ga); G. Friedrich, Utopie und Reich Gottes. Zur Motivation politischen Verhaltens gía política. En mi opinión, ambas posiciones adolecen de «fundamenta-
(Gotinga 1974); E. Grásser, Der politisch gekreuzigte Christus, en Text und Situation. lismo», de derechas o de izquierdas; olvidan hacer un análisis de los con-
Gesammelte Aufsatze zum Neuen Testament (Gütersloh 1973) 302-330; M. Hengel, dicionamientos históricos. Estos planteamientos de poco nos pueden servir
War Jesús Revolutionar? (Stuttgart 1970; ed. española: Jesús y la violencia revolu- mientras no se explique el motivo de los mismos. Si lo que se pretende es
cionaria, Salamanca 1973); id., Gewalt und Gewaltlosigkeit. Zur «politischen Theo-
logie» im neutestamentlicher Zeit (Stuttgart 1971); id., Die Zeloten. Untersuchungen confrontar una postura política, entonces el problema pierde mucha impor-
zur jüdischen Freiheitsbewegung in der Zeit von Herodes I. bis 70 n. C. (Leiden- tancia. ¡Tampoco fue Jesús un «demócrata»! La cuestión carece de sen-
Colonia 1961); A. Hertz-E. Iserloh-G. Klein-J. B. Metz-W. Pannenberg, Gottesreich tido si lo que realmente se pretende es solucionar el problema actual de
und Menschenreich. Ihr Spannungsverhaltnis in Geschichte und Gegenwart (Ratisbona la participación o no participación en movimientos revolucionarios (este
1970); E. Kásemann, War Jesús liberal?, en Der Ruf der Freiheit (Tubinga "1968) problema tiene otras posibles vías de solución). Se busca en Jesús algo
19-53; H. M. Kepplinger, Rechte Leute von links. Gewaltkult und Innerlichkeit relacionado con la propia postura personal (por ejemplo, el pacifismo o la
(Olten-Friburgo 1970); G. Kittel, Das Urteil des Neuen Testament über den Staat: resistencia). «Planteando el problema de si Jesús fue o no zelota, lo que
ZSTh 14 (1937) 651-680; H. W. Kuhn, Jesús ais Gekreuzigter in der frühchristlicben realmente se quiere resolver es una cuestión muy distinta»: qué postura
Verkündigung bis zur Mitte des 2. Jahrhunderts: ZThK 72 (1975) 1-46; H. Kuitert, debemos adoptar hoy ante los problemas de la institución y las estructu-
Om en om (Kampen 1972), espec. 137-157; G. Petzke, Der historisebe Jesús in der ras w . Por otra parte, O. Cullmann dice que la expectación próxima que
sozialethischen Diskussion. Mk 12,13-17 par., en G. Strecker (ed.), Jesús Christus
in Historie und Theologie (Tubinga 1975) 223-235; H. Schlier, Der Staat nach dem movía a Jesús fue la causa de su escaso interés por las estructuras y por
NT, en Besinnung auf das NT (Friburgo 1964) 193-211; id., Machte und Gewalten los aspectos institucionales de la vida humana, mientras que nosotros no
im NT (Friburgo 1958); L. Schottroff, Gewaltverzicht und Feindesliebe in der compartimos ya tal expectación. Lo lógico sería concluir que los aspectos
urchristlichen Jesustradition. Mt 5,38-48; Lk 6,27-36, en Jesús Christus in tiistorie institucionales son importantes. Pero Cullmann no saca esa conclusión;
und Theologie (Tubinga 1975) 197-221; R. Schnackenburg, Die sittliche Botschaft para él, el núcleo de la fe sigue siendo una cuestión personal, un asunto
des Neuen Testaments (Munich 21962) 88ss (ed. española: El testimonio moral del del corazón. Este planteamiento tiene un doble fondo. Los zelotas, a la
Nuevo Testamento, Madrid 1965); W. Schrage, Die Christen und der Staat nach vez que combaten al lado de la resistencia, son hombres que quieren ante
dem Neuen Testament (Gütersloh 1971); G. N. Sevenster, Geeft den Reizer, wat todo cambiar las instituciones y estructuras. Pero tal afirmación supone
des Keizers is, en Gode, wat Godes is: NTT 17 (1962) 21-31; E. Stauffer, Die una distinción entre persona y estructura que no existía entonces. ¿Por
Geschichte vom Zinsgroschen, en Christus und die Caesaren (Hamburgo 1956) 121-
149; A. Strobel, Zum Verstándnis von Rom. 13: ZNW 47 (1956) 67-93; G. H. ter
Schegget, Het lied van de Mensenzoon (Baarn 1975); A. Wlosok, Rom und die Chris- 16
Por ejemplo, R. Bultmann, en Exegetica. Aufsatze zur Erforschung des Neuen
ten (Stuttgart 1970). Testaments (Tubinga 1967) 445-469.
17
Así opinan los defensores de una teología política. Cf. J.-B. Metz y J. Moltmann-
también H. W. Bartsch, Jesús. Prophet und Messias aus Galiláa (Francfort 1970) (cf.
Algunos cristianos, partiendo de su teología de la liberación, de su infra, cuarta parte).
teología política o de sus posturas críticas frente a la sociedad, tienden a '* E. Grasser, Der politisch gekreuzigte Christus, op. cit., 322.
presentar al Cristo bíblico en clave política; en cambio, las Iglesias que " H. Kuitert, Om en om, op. cit., 140.
556 VIDA DE GRACIA Y PODER POLÍTICO EN EL NT ¿TUVO SENTIDO POLÍTICO LA ACTUACIÓN DE JESÚS? 557

qué O. Cullmann, M. Hengel y E. Grásser tienen tanto interés en mostrar pagana. En consecuencia, Marcos reinterpreta la muerte de Jesús y hace
que Jesús no fue un revolucionario? Aunque no lo fuera, ello no signifi- responsables a las autoridades judías, como se indica ya desde Me 3,6. Pi,
caría que un cristiano no pueda o quizá no deba serlo hoy. Cuando se lato se ve obligado por los judíos a condenar a Jesús (15,10-11). Fiel a su
hacen preguntas a la historia, siempre hay un motivo para hacerlas. Están fuente (palestinense), Juan atribuye a los romanos el apresamiento de Je,
«prejuzgadas»; lo que buscamos es justificar nuestra propia opción política sus, mientras que en Marcos es apresado «como un bandido» (14,48) por
y condenar otra. agentes de la autoridad judía (Me 14,43). Marcos reinterpreta la tradición;
No obstante, preguntar cuál fue la postura de Jesús ante la política es el romano Pilato encuentra inocente a Jesús y quiere salvarlo recurriendo
perfectamente legítimo desde el punto de vista histórico. Pero habría que a «Barrabás».
analizar asimismo el interés que pudieron tener las Iglesias neotestamen- La tendencia a presentar a Jesús como un hombre apolítico e incluso
tarias para presentar a Jesús como políticamente inofensivo. Los cristianos casi como un pacifista filorromano es bastante clara en el Evangelio de
procuraron presentar la fe cristiana como compatible con una postura leal Marcos (aunque no sabemos todavía cuál fue la postura real de Jesús en el
frente a las autoridades paganas, mientras éstas no exigiesen un reconoci- terreno político). Además, no es improbable, dado que un manuscrito habla
miento de la sacralidad de la autoridad política. Es significativo, en efecto, de «Jesús Barrabás» (Mt 27,16-17: Jesous, ho legomenos Barabbas), que
que el Nuevo Testamento exhorte a los cristianos a ser leales a la autori- algunos círculos romanos asociaran a Jesús de Nazaret con un cabecilla
dad imperial e incluso a que oren por las autoridades civiles, «para que jerosolimitano de la resistencia. Marcos quiere demostrar a sus lectores que
llevemos una vida tranquila y sosegada, con un máximo de piedad y decen- Jesús era totalmente ajeno al zelotismo. Precisamente esta tendencia nos
cia» (1 Tes 2,1-2). La preocupación por evitar posibles persecuciones es, impide discernir históricamente el motivo real de la crucifixión de Jesús
en cualquier caso, una de las razones de que el Nuevo Testamento «reto- a manos de los romanos, aunque la crucifixión romana fue claramente un
que» los aspectos políticos de la vida de Jesús. La interpretación que acto público. Para Marcos, los fariseos son los exponentes de cuanto los
Brandon da de Jesús como un fanático político puede ser falsa, pero su paganos encontraban extraño en el judaismo; de ahí que en su evangelio
análisis de la tendencia de los autores neotestamentarios a presentar a Je- los presenta como los enemigos de Jesús. En complicidad con los herodia-
sús como apolítico, a fin de no provocar reacciones por parte de la auto- nos, los fariseos quieren tender una trampa a Jesús en relación con el espi-
ridad pagana, es indiscutiblemente correcta20. Tanto el análisis del relato noso problema del pago de los tributos impuestos por los romanos (Me 12,
de la pasión en los cuatro evangelios como el del cuádruple relato sobre 13-17). Pero Jesús es un subdito leal (12,17). Marcos pretende separar a
Juan Bautista muestran que Jesús es presentado, cada vez más, como Jesús de su contexto histórico judío. De ahí que sea un pagano el primero
«rey de los judíos» apolítico y pacifista. Le 23,2 recoge una tradición se- en pronunciar la confesión oficial de fe: «Verdaderamente este hombre era
gún la cual Jesús no quería pagar tributos, mientras que Me 12,13-17 la Hijo de Dios» (Me 15,39; cf. 1,24-34; 3,11-12). El Evangelio de Marcos
ignora o, por lo menos, la silencia. representa de hecho una ruptura con el antiguo cristianismo palestinense,
A partir del año 66, «judíos» era para los romanos sinónimo de zelo- que había buscado refugio quizá en TransJordania y Egipto, mientras que
tas, los «bandidos» —como ellos decían— que habían organizado un levan- el cristianismo paulino se había hecho fuerte en Siria, Asia Menor y Gre-
tamiento contra Roma. En esta ciudad se sabía que el cristianismo proce- cia. Marcos quiere mostrar a sus lectores que las relaciones de parentesco
día del judaismo 21. Por ello, al menos desde los años 66-70, nació en el no tienen importancia (3,20-30; 3,31-35), que Jesús no fue aceptado por
Imperio romano una tendencia a relacionar al cristianismo con elvzelotis- su propia familia e incluso que se le tuvo por loco (3,21; 3,31-35; 6,1-6).
mo; de hecho, sobre todo en Marcos (especialmente si escribe su evangelio El «origen davídico», al menos en su sentido político-nacional, es una
para los cristianos de Roma) se observa un intento de presentar el zelotis- fantasía (12,35-37; cf. 14,1-2; 15,31-32). Difícilmente se puede negar que,
mo y el cristianismo como dos realidades absolutamente diferentes. Marcos para Marcos, Jesús es la ruptura con el judaismo. Aunque Pedro reconoce
disimula incluso el término «zelota» como sobrenombre de uno de los dis- a Jesús como Mesías, no entiende al principio la doctrina paulina del valor
cípulos de Jesús, Simón (y lo transcribe en su forma griega, no inteligible salvífico de la muerte de Jesús (Me 8,31-32). Marcos da la impresión de
para los romanos: kananaios). Marcos procura marginar el hecho de que que el cristianismo palestinense, los Doce, reconoció evidentemente en Je-
Roma condenó a muerte a Jesús. Lo que para los cristianos de origen sús al único Mesías, pero fue incapaz de compartir la concepción paulina
judeo-palestinense era una muerte honrosa (un martirio a manos de las del valor soteriológico de la muerte de Jesús. En otras palabras: este evan-
tropas de ocupación) no lo era tanto para los cristianos de procedencia gelista quiere llenar los huecos de la cristología palestinense. Cuando mue-
re Jesús, un pagano reconoce que es Hijo de Dios, al mismo tiempo que
se rasgaba en dos la cortina del templo de Jerusalén.
20
S. Brandon, Jesús and the Zealots (Manchester 1967) con algunas correcciones: El cristianismo sustituye al judaismo; debido a ello, Jesús es sacado
NTS 17 (1970) 453. del contexto político concreto en que los paganos, especialmente a partir
21
Tácito, Aúnales, 15,44.
de los años 66-72, e incluso los judíos de fuera de Palestina, situaban al
558 VIDA DE GRACIA Y PODER POLÍTICO EN EL NT
POSTURA DE PABLO ANTE EL PODER POLÍTICO 559
72
pueblo judío . Todo esto sugiere (en contra de la opinión dominante) que tico «por motivo de conciencia» (Rom 13,5). Plantea, pues, expresamente
Marcos escribió después del año 70 y que presupone a los ojos de los el problema en un plano ético, sin unir evangelio y política; diríamos que
paganos una conexión entre judaismo y rebelión contra Roma. Tampoco para Pablo es un problema de ética autónoma. La situación no permitía
Lucas (ni en su evangelio ni en los Hechos) dice nada sobre la Iglesia de otra cosa. Por tanto, antes de hablar de la concepción bíblica del poder
Egipto y Alejandría (desde hacía tiempo, lugar de refugio para los judíos), político, deberemos tener muy presentes las mediaciones históricas.
o sea, sobre la cristología palestinense que allí pervivía. Los cristianos ha- ¿Cómo plantea Pablo el problema? Habla de las archai kai exousiai
bían aprendido de los sucesos de los años 66-70 que, para sobrevivir, (Rom 13,1), términos helenísticos que designan, por un lado, el poder
debían mostrarse leales a Roma. «El que no está contra nosotros está a supremo imperial (archai: en latín, imperta) y, por otro, las autoridades
favor nuestro», dice Me 9,40. En cambio, cuando los cristianos hayan imperiales (exousiai: en latín, potestates o magistratus) 23. En Rom 13,1-7
sufrido graves persecuciones y teman la aparición de otras nuevas, el aparecen también otros términos técnicos. Tal es el caso de agathon (el
Apocalipsis presentará a Jesús como un terrible jinete montado sobre bien), con el que Pablo comienza la parte parenética de su carta (Rom 12,
un caballo blanco: «sus ojos llameaban... e iba envuelto en una capa tinta 1-2) y que aplica en 13,1-7 al poder político: tiene claramente el sentido
en sangre»; será la «espada de Dios» que regirá las naciones con cetro de de kalokagathia (expresión greco-romana que designa la virtud del ciuda-
hierro; en su manto se lee: «Rey de reyes y Señor de señores» (Ap 19, dano). Se habla también de impuestos directos (phoros) e indirectos o de-
12ss); él se alzará contra el cruel sojuzgamiento de Roma. rechos de aduana (telos) (Rom 13,6-7). Leitourgos (13,6) es el nombre
De todos estos datos se desprende que el Nuevo Testamento tuvo ini- genérico que se aplica al «funcionario imperial».
cialmente un interés apologético en describir a Jesús como apolítico, míen- Pablo comienza su argumentación con una idea típica del judaismo de
tras que el Apocalipsis lo ve como el gran combatiente escatológico contra la diáspora (cf. infra): «Toda autoridad viene de Dios» y «las actuales
los poderes políticos injustos. Esto no quiere decir que el Nuevo Testa- han sido establecidas por él» (Rom 13,1) (Ap 13,2.4 dirá con cruda ironía
mento haya despolitizado a un Jesús político, sino que ha eliminado de la que la autoridad del Estado romano viene de Satanás). Oponerse, como
vida de Jesús todos los elementos «desagradables» para los romanos (en los zelotas, a la autoridad establecida es, por consiguiente, para Pablo, opo-
la medida en que pudiesen dar pie a ¡relacionar al cristianismo con los nerse a Dios. Los representantes de la autoridad estatal y los funcionarios
hechos acontecidos en los años 66-77) a fin de evitar una persecución de imperiales son «liturgos (servidores) de Dios para ayudaros a lo bueno»
la Iglesia. (13,4.6). Las razones aducidas en favor de esta exigencia ética son teoló-
gicas (no cristológicas) (las cartas deuteropaulinas añadirán «en el Señor»).
En la Antigüedad, religión y Estado constituían una realidad indisolu- La autoridad civil desempeña, pues, la función de «protectora de las «dis-
ble: la religión era una institución básica de la sociedad. El respeto a la posiciones de Dios». El Estado es para Pablo una institución divina, y él
Divinidad encabeza la lista de virtudes cívicas, dado que la prosperidad del piensa sin duda en el Imperio romano pagano (hai de ousai exousiai: las
Estado (salus reipublicae) dependía de sus dioses. En este sentido, la reli- autoridades constituidas, que para muchos cristianos fuera de Roma eran
gión se identificaba con el Estado. Lo mismo podemos decir del judaismo las fuerzas de ocupación) (Rom 13,1c). Pablo es ciudadano romano y, ade-
teocrático, dentro de su perspectiva yahvista. más, un judío de la diáspora: dos elementos que implican una postura
Esta situación crea un problema a los cristianos. Surge una dualidad: de franca lealtad a Roma. Los judíos de la diáspora debían agradecer en
de un lado, la comunidad cristiana; del otro, el poder político (el Estado muchos casos, dado el antisemitismo existente en todas partes, la protec-
civil con su religiosidad pagana). Además, este poder se muestra muy ción jurídica que Roma les proporcionaba (el propio Pablo apelará al em-
pronto anticristiano, lo cual provoca una dialéctica entre fe cristiana y po- perador para evitar lo peor). Esta teologización del problema («toda auto-
lítica. ¿Ofrece la experiencia cristiana de Jesús alguna perspectiva al res- ridad viene de Dios») es una teoría surgida entre los judíos de la diáspora.
pecto? Es significativo que la conocida perícopa de Pablo (Rom 13,1-7) Desde hacía aproximadamente seis siglos, los judíos de la diáspora se
sobre el tema no contenga ninguna alusión oristológica. La postura con- habían encontrado con el problema de las relaciones entre la sinagoga y el
creta que Pablo aconseja a los cristianos frente al poder político (pagano) Estado, dado que la religión judía no era la religión universal del Imperio.
no se inspira directamente en Cristo ni en el mensaje evangélico, sino en Esté problema se agudizó en tiempos del exilio babilónico: Yahvé, el Dios
otras fuentes (cf. infra). Pablo pide una actitud leal frente al poder polí- de Israel, y con él todo su pueblo, quedó sometido a dioses extranjeros.
Los profetas tratan de ofrecer consuelo y ánimo en esta crisis de fe. Espe-
22
P. de Labriolle ha indicado las dificultades que encontraron en Roma los pri- cialmente Jeremías: «Así dice el Señor... a todos los deportados que yo
meros cristianos judíos no paulinos; cf. La réaction páienne. Étude sur la polémique llevé de Jerusalén a Babilonia: Construid casas y habitadlas, plantad huer-
du premier au sixiéme siecle (París 21942) 42-43; W. Nestle, Die Haupteinwande des
antiken Denkens gegen das Christentum: ARW 37 (1941) 51-100. Cf. (además de 23
Cf. A. Strobel, Zum Verstandnis von Rom 13, op. cit., 67-93; J. Blank, Schrijt-
Hch 18,2) Suetonio, Claudius, 25,4.
auslegung, op. cit., 174-186.
560 VIDA DE GRACIA Y PODER POLÍTICO EN EL NT POSTURA DE PABLO ANTE EL PODER POLÍTICO 561

tos y comed sus frutos, casaos y engendrad hijos e hijas; creced allí y no de su dominio sobre los cuatro reinos del mundo (Dn 2,20-22). Dn 2,37
mengüéis. Pedid por la prosperidad de la ciudad... rezad por ella, porque formula el principio de que toda autoridad viene de Dios: «Tú, majestad,
su prosperidad será la vuestra... Yo conozco mis designios sobre vosotros: rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha concedido el reino y el poder, el
designios de prosperidad, no de desgracia, de daros un porvenir y una espe- dominio y la gloria» (2,37). Pero el poder del Estado no es ilimitado (los
ranza... Me dejaré encontrar y cambiaré vuestra suerte. Os reuniré en tres jóvenes arrojados al horno encendido), pues el culto de la autoridad
todas las naciones y lugares adonde os arrojé —oráculo del Señor— y os es contrario a la fe en Yahvé (Dn 3,16-18). La autoridad pagana puede
volveré a traer al lugar de donde os desterré» (Jr 29,1-22). El párrafo exigir lo que quiera de los subditos judíos, con tal de que no se oponga
comienza con las palabras: «Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de a la fe judía. En tal caso resistirán hasta la muerte (como en el reinado de
Israel». Según esta concepción, Yahvé ha extendido su dominio más allá Antíoco IV). Sab 6,3 afirma algo parecido: «Escuchad, reyes... el poder
de Israel y Judá. Jeremías dice a los deportados que estén dispuestos a os viene del Señor, y el mando, del Altísimo: él indagará vuestras obras
una estancia prolongada y que no se dejen engañar por sueños irreales e y explorará vuestras intenciones». El principio de que «toda autoridad
insensatos de un pronto retorno (Jr 29,8). La prosperidad de Babilonia viene de Dios» no es, pues, sólo expresión de la fe yahvista en el único
beneficia a los deportados. Por primera vez se insta a los fieles a orar por Dios, el Dios de Israel, sino que constituye también una amenaza del jui-
la res publica en circunstancias nuevas, es decir, en una situación en que cio de Yahvé sobre la autoridad no judía. Esta se halla sujeta a unas nor-
no coinciden la comunidad de fe y el poder político. mas éticas. Debido a la postura leal de los judíos de la diáspora, el judais-
Nace así el problema de la relación entre la fe judía y el poder polí- mo será reconocido en el Imperio romano como religio licita y gozará
tico. Jeremías, y sobre todo Ezequiel, el gran asistente religioso de los de la protección imperial. Después del año 70, la oración comunitaria
deportados, dan una primera respuesta a ese nuevo problema. Ezequiel «Domine, salvum fac regem» se convertirá en un precepto rabínico. Los
invoca en esta situación histórica la necesidad de una renovación interior judíos de la diáspora se habían distanciado de los zelotas palestinenses y
de la comunidad israelita, que ahora se ve convertida en un ghetto separa- de los partidarios sacerdotales de la resistencia.
do del mundo con una nueva forma de práctica religiosa, la celebración de La reflexiones de Pablo en Rom 13,1-7 prolongan dentro de la Iglesia
la palabra en la sinagoga, y un nuevo ordenamiento jurídico intracomuni- la tradición del judaismo de la diáspora; esto explica la ausencia de ele-
tario (una situación que tiene mucho en común con la de las Iglesias neo- mentos cristológicos en la perícopa. Cuando los cristianos abandonaron la
testamentarias). El Deuteroisaías (Is 40-55) ahonda más en el problema. sinagoga o fueron expulsados de ella, la comunidad cristiana quedó jurídi-
Este profeta de salvación da un juicio más positivo sobre el poder político camente desamparada —«forasteros y emigrantes»— en el gran Imperio.
pagano. El rey persa Ciro es llamado «cristo», «ungido de Dios» (45,1), No obstante, los cristianos hicieron suyo el patrimonio espiritual de los
instrumento salvífico en las manos de Dios (Is 44,24-28; 45,1-7). Esta judíos de la diáspora en el tema de su postura frente al Imperio. La co-
visión preludia la concepción paulina de la autoridad imperial como «servi- munidad se inspiró en los modelos de la diáspora judía a la hora de esta-
dora de Dios» 24. Pero se trata de un instrumento salvífico de Dios al ser- blecer su propia jurisdicción interna (el ordenamiento eclesial) (cf., por
vicio de Israel y únicamente de Israel. En otras palabras, el poder político ejemplo, 1 Cor 5 y 6). La comunidad cristiana se situó ante el poder polí-
no tiene en sí ningún significado religioso. El régimen persa, que al prin- tico pagano: a) con una postura de lealtad cívica; h) una actitud de resis-
cipio se mostró muy condescendiente con los judíos, predisponía positiva- tencia pasiva, pero firme, en tiempos de persecución; c) cumpliendo todas
mente a este profeta frente al poder político y favorecía la «colaboración». las obligaciones civiles (impuestos, contribuciones, etc.) y más tarde incluso
Esdras, que desempeñaba en la corte persa la función de encargado de los colaborando positivamente en los asuntos de Estado. El poder político no
asuntos judíos, fue enviado a Jerusalén para regular las relaciones de la tiene un significado sagrado, pero la autoridad imperial es para la fe de
comunidad 'religiosa con el poder político «según las leyes judías» (Esd 7). Pablo una «disposición divina». Esto implica, por otra parte, que los
Precisamente en esta lucha por establecer una relación correcta entre la fe cristianos, por razón de su fe, no pueden exigir privilegios dentro del Es-
en Yahvé y el poder político se desarrolló entre los judíos de la diáspora tado; son, como todos, simples ciudadanos. Deben cumplir sus obligaciones
la idea de Israel como «luz del mundo», lumen gentium (Is 42,1-7). civiles «por motivo de conciencia» (Rom 13,5), no por miedo al castigo.
Las relaciones entre fe y poder político adquieren gran importancia en Se trata, para Pablo, de un problema ético. Sin embargo, por encima de
la apocalíptica, especialmente en el libro palestinense de Daniel (que retro- ello, se trata también del deber cristiano —Pablo lo llama «una deuda»
proyecta la situación de su tiempo al período del exilio y, por tanto, refleja (de los cristianos)— del amor mutuo, que en cuanto tal no es una obliga-
el problema de diáspora existente entonces). El judío Daniel tiene un gran ción civil (Rom 13,8). Los cristianos están obligados a demostrar su amor
prestigio en la corte babilónica, pero permanece fiel a la fe de sus mayores. al mundo.
La sabiduría judía supera en él a la sabiduría caldea. El Dios Yahvé extien- En otros textos del Nuevo Testamento encontramos la misma postura
con ligeras diferencias de matiz. Sin embargo, el tono se endurece ante la
24
C. Westermann, Das Buch Jesaja 40-66 (Gotinga 1966). inminencia o presencia de persecuciones en la Iglesia. Así, la primera carta
16
562 VIDA DE GRACIA Y PODER POLÍTICO EN EL NT CRITICA DEL NT A LOS PODERES POLÍTICOS 563

de Pedro tiene una postura más crítica que la de Pablo frente al poder una parte, contra los arcontes celestes; por otra, contra los poderes polí-
político pagano: el Estado es «una institución humana», algo creado (kti- ticos imperiales y regios de este mundo. En este montaje apocalíptico, la
sis, 1 Pe 2,13) (sin embargo, el empleo del término ktisis, «realidad crea- batalla terrena contra las potencias que envilecen al hombre se desarrolla
da», recuerda un tanto la «disposición divina» de que habla Pablo). Si de antemano en las esferas celestes, donde las fuerzas del bien luchan con-
Pablo recomienda la obediencia civil «por motivo de conciencia», la pri- tra las fuerzas del mal. Gracias a la contemplación de la historia celeste, el
mera carta de Pedro habla de acatar la autoridad «por amor del Señor» autor sabe que también la lucha terrena contra las potencias del mal aca-
(2,13). También aquí sigue en pie el principio de que Dios ha constituido bará triunfando: así lo garantiza Cristo, «el testigo fidedigno, el primero
a la autoridad (2,14b). La actuación de la autoridad es considerada, pues, en nacer de la muerte y el soberano de los reyes de la tierra» (Ap 1,5). Si
casi a priori justa y conveniente (2,14b). La obediencia civil no es servi- otros escritos del Nuevo Testamento hablan repetidamente del triunfo y la
dumbre, sino servicio a Dios en libertad (2,16; servicio, douleia, o sea, exaltación de Jesús por encima de las «potencias angélicas celestes», el Apo-
servicio realizado por un esclavo, se entiende aquí en el sentido que este calipsis, a la vista de las persecuciones de la Iglesia decretadas por el Im-
término tenía en Oriente, en Asia Menor: el hombre es un esclavo, es perio, describe el triunfo de Jesús sobre el dragón, la bestia y los reyes
decir, propiedad de Dios, y en cuanto tal se postra ante Dios; los romanos de la tierra (17,4; 19,16), es decir, sobre todas las potencias políticas de
y los griegos están de pie ante Dios, pues a Dios no se le sirve) 2S. El la tierra, especialmente sobre el gran emperador romano (la bestia sobre
autor no ignora, sin embargo, que esta autoridad imperial es anticristiana la que monta la mujer, la diosa «Roma»; cf. 17,8); tras estos perseguido-
(1 Pe 3,14.17; 4,1.12-19; 5,13). Sabe que algunos funcionarios y gober- res de los hombres y de la Iglesia, el autor ve siempre a Satán (el dragón).
nadores del Imperio demuestran «la estupidez de los ignorantes» (2,15). Cristo es presentado como triunfador, con los mismos atributos que Dios:
Pero no incita a la resistencia, sino a hacer el bien, a fin de tapar la boca Alfa y Omega (1,17-18). El Apocalipsis es una acerba crítica religiosa del
a la ignorancia y a la injusticia (2,15b). Mientras Pablo exige «respeto» poder absoluto y arbitrario del emperador. El emperador, llamado enton-
a Dios y al emperador (Rom 13,7; una concepción típicamente oriental y ces Víctor —«gran vencedor» y «bienhechor» o soter (Le 23,25-26)—,
sapiencial, de la diáspora judía; Prov 24,21), la primera carta de Pedro quedará sometido al Christus Víctor (un concepto que tendrá gran impor-
establece una clara diferencia: «Respetad a Dios, honrad al emperador» tancia en la patrística). La Nike o Victoria es Jesucristo, no el Caesar Víc-
(2,17b; cf. Mt 10,28); es decir, un cristiano no debe el mismo «respeto» tor romano ni la psyche nike (el espíritu triunfante). «El ha vencido»
al emperador. El «respeto debido a Dios» no puede tributarse al empera- (Ap 5,5), dice el autor, reproduciendo el nenikeka del Evangelio de Juan:
dor en un contexto pagano en el que se daba culto al mismo emperador. «Yo he vencido al mundo» (Jn 16,33c). Cristo es el «cordero inmolado»,
El poder imperial, visto a la luz del concepto cristiano de la gracia, tiene pero un cordero «con siete cuernos y siete ojos», es decir, que posee la
una serie de límites. Todo el Nuevo Testamento rechaza el culto al empe- plenitud del poder y de la sabiduría. Este combate celeste y terreno tiene
rador (cf. Mt 22,15-22; Rom 13,1-7; 1 Tim 2,1-3; Tit 3,1-3.8). como resultado la nueva creación y la nueva Jerusalén (Ap 21,1-22,5). Las
En los escritos posteriores del Nuevo Testamento, redactados después potencias malignas de la historia —el dragón, las dos bestias y la Roma
o durante las persecuciones de la Iglesia, el tono es más duro. Ap 13 llama babilónica— son destruidas. Todo es ahora nuevo; la profecía de Is 65,17
al Imperio romano «monstruo», fiera; en Ap 17,18, Roma es —con una se ha hecho realidad: una humanidad nueva sin sufrimientos, ni maldad,
expresión un tanto velada— la gran prostituta de Babilonia (un lenguaje ni lágrimas (21,4), según los designios que Dios tiene desde la eternidad.
que se inicia ya quizá en 1 Pe 5,13, donde el autor, suponiendo que escri- Podríamos decir con el libro apócrifo de los Jubileos: «No existe ya Sata-
biera su carta en Roma, cosa sólo probable, llama a esta ciudad «Babilo- nás, no existen poderes malignos que lleven al hombre a la perdición»
nia»). Teniendo en cuenta el contexto general, 1 Pe 5,8-9 puede encerrar (Jub 1,20); existe sólo una «Jerusalén celeste» que desciende a la tierra
este mismo significado: «Vuestro adversario el diablo, rugiendo como un desde el cielo (Ap 3,12; 21,2.10), «la morada de Dios con los hombres»
león, ronda buscando a quien tragarse. Hacedle frente firmes en la fe, sa- (21,3). En medio de su montaje dramático-apocalíptico, el Apocalipsis no
biendo que vuestros hermanos en el mundo entero están pasando por idén- es solamente un evangelio de esperanza, sino también el fundamento de
ticos sufrimientos»; el «mundo entero» es todo el Imperio romano. Tales una crítica religiosa —mutable según las distintas mediaciones históricas—
sufrimientos se refieren claramente, en mi opinión, a las persecuciones pa- de la sociedad, una teología de la liberación en sentido cristiano y, al mis-
decidas por los cristianos; al igual que el Apocalipsis, el autor de la pri- mo tiempo, una teología del martirio. En todo el Nuevo Testamento, la
mera carta de Pedro ve al diablo en el fondo de esas persecuciones ro- justicia de Dios aparece bajo el signo de la cruz que se ha aceptado.
manas.
El libro del Apocalipsis, en una serie de visiones, presenta la historia En la crítica religiosa del Nuevo Testamento a los poderes políticos
del combate escatológico de Jesús contra los demonios de este mundo; por aparece a menudo en primer plano, bajo una multitud de fórmulas, el teo-
logúmeno del anticristo (el término aparece expresamente sólo en 1 Jn 2,
B
Platón, Gorgias, 491. 18.22; 4,3 y 2 Jn 7). En algunos pasajes se habla, utilizando diversas figu-
CRITICA DEL NT A LOS PODERES POLÍTICOS ' 565
564 VIDA DE GRACIA Y PODER POLÍTICO EN EL NT

pasar por Ñero redivivus. También los judíos estaban al corriente de esta
ras judías, de un antagonista escatológico: Me 13,14; Mt 24,15; 2 Tes 2, leyenda31, que ellos mezclaron con elementos judíos (especialmente Dn 7):
3-12; Ap 13,1.11; 16,13; 17,1; 17,19. Me 13,22 habla de «falsos mesías», con el adversario antidivino ffi. El cristianismo recogió esta idea judía, y
pero no en el sentido del antagonista de Me 13,14. Nerón pasó a ser el anticristo escatológico33. El Nerón histórico se convir-
También los judíos conocían la idea de un poder político enemigo de tió así, a medida que la leyenda iba creciendo con la aportación de nuevos
Dios, antitético del mesianismo. Ya en el relato de Gog y Magog (Ez elementos, en un personaje escatológico diabólico, devuelto a la vida por
38-39) aparece la idea del «adversario». Sobre todo durante las guerras de Satanás, para que actuara como anticristo M. Se trata del propio Satanás
los Macabeos, Antíoco Epífanes fue llamado «adversario», «hijo de la en figura de Nerón 35 . Esta leyenda romana y judaizada tiene una impor-
perdición», «hombre de impiedad», porque ataca las costumbres y leyes tancia capital en el libro del Apocalipsis (por ejemplo, 17,8; 13,13.14).
judías y se declara Dios (1 Mac 1,41-58; 2,15-18). Pero ya en Dn 9,26-27
y 12,11 se interpreta escatológicamente esta figura: es el adversario del
El concepto neotestamentario de anticristo existía, pues, en el judais-
salvador escatológico, el personaje escatológico enemigo de Dios, conside-
mo con sus tres elementos (utilizados de forma diferente por los autores
rado como un tirano individual (Dn 7,25) que es una abominación reli-
neo testamentarios). El gran adversario es: a) una potencia antidivina (Da-
giosa (8,13; 9,27; 11,31; 11,36), o bien como un poder político colectivo
niel, Apocalipsis); b) una potencia antimesiánica, diabólica (literatura in-
(Dn 7), «la cuarta fiera», o sea, el reino de los Seléucidas, nombre que
tertestamentaria); c) la figura enemiga de Israel (según la leyenda de
los judíos aplicarán más tarde también al Imperio romano (AsMo 10,8;
Nerón). Este antagonista, en su triple interpretación, aparece como prefi-
ApBar[sir] 36-40; 4 Esd 12,11-12).
gurado en el mito de la creación que presenta la acción creadora como
2 Tes 2,3-12 dice, en este mismo sentido, que el adversario escatoló- una lucha entre Dios y el monstruo primordial Leviatán. Este modo de
gico es un instrumento de Satanás (2 Tes 2,9-10). También es judía esta pensar mediante tesis y antítesis es típico de un pueblo que se sabe ele-
idea, que más tarde se mezcla con el personaje antidivino de Daniel, el gido entre todos los pueblos; es un pensamiento dialéctico que evolucio-
cual se proclama Dios y pretende extirpar cualquier tipo de culto a otro nará más tarde en una línea escatológico-apocalíptica. La Iglesia neotesta-
Dios que no sea él mismo (Dn 11,36). Satanás (identificado en la litera- mentaria, que también se sabe elegida y que sufre persecuciones que le
tura intertestamentaria con Belial) asume, en la figura de Belial, el signi- vienen del exterior, hace suyo este modo antitético de pensar. Frente a
ficado de adversario: el príncipe de las tinieblas con su séquito antidivino. «Cristo» está el «anticristo»: un poder antidivino, antimesiánico y anti-
Antes de su derrota escatológica, moviliza todas sus huestes para extender eclesial que, sobre todo en los tiempos escatológicos, concentra todas sus
al máximo su dominio sobre los hombres 26 . «La bestia que sale del mar» fuerzas contra los cristianos (representación apocalíptica de que se acen-
(Ap 13,1) presenta estos mismos rasgos: este antagonista humano recibe túan los sufrimientos escatológicos) y pretende inducirlos a la apostasía.
de Satanás (el dragón) todo su poder (Ap 13,2.4), un poder contra Dios
En las cartas joánicas, los únicos textos que emplean expresamente el
(13,5-6); es un personaje que exige adoración (13,8), pero que al fin es
término técnico de «anticristo» para designar al adversario, éste pierde sus
derrotado por el Mesías (19,19ss). También aquí, el significado oscila entre
rasgos míticos. «Anti-Cristo» es todo aquel que no quiere reconocer a Je-
«tirano individual» y «poder político colectivo» (por eso la bestia tiene
sús como Cristo: los incrédulos y los predicadores cristianos que en aquel
varias cabezas, una de las cuales se refiere claramente a un individuo,
tiempo enseñaban falsas doctrinas. Para la primera carta de Juan, son «anti-
13,5). En Ap 13,lss, esta bestia es evidentemente una institución de po-
cristos» los cristianos que predican herejías en la Iglesia. Según esta carta,
der, mientras que «la bestia que sale de la tierra» (13,11-12), precursora
el peligro del antícristo está en la propia Iglesia (1 Jn 2,18.22; 4,3;
de la primera, es un ser individual (cf. 17,9ss). La diferencia con 2 Tes 2,
2 Jn 7).
3-12 consiste en que a la aparición de la figura antidivina, individual o co-
lectiva —convertida ya en cómplice de Satanás— se añade ahora un tercer «El anticristo» no es, pues, lo que podríamos llamar una «realidad de
elemento: la leyenda del Ñero redivivus. Al pueblo no le resulta fácil fe». Pero lo que hay tras esta figura es importante para la teología: la
aceptar la muerte de ciertos personajes famosos, buenos o malos (de algún lucha sin cuartel entre el bien y el mal, en la que el hombre no siempre
modo siguen vivos, como Hitler o J. F. Kennedy). Tácito 27 y Suetonio28 puede controlar las fuerzas del mal; éste es una potencia (aunque el cris-
cuentan que el pueblo estaba convencido de que Nerón, aunque había tiano sabe que Cristo, la potencia del bien, tiene la última palabra). Ade-
muerto, «seguía viviendo en algún sitio». La leyenda se incrementó con más, el poder del mal asume con frecuencia la figura de poderes políticos:
nuevos detalles. Se pensaba, por ejemplo, que Nerón se había refugiado en con el símbolo de la batalla contra el anticrísto, el Nuevo Testamento,
Oriente, de donde volvería con un ejército para vengarse29 y ejercer su recurriendo a los modelos propios de su tiempo y a sus propias potencia-
dominio en Jerusalén 30 . Esto dio pie a que algunas personas pretendieran lidades, invita a los cristianos a oponerse a los poderes políticos que escla-
32
26
" Oráculos Sibilinos, 5. Ibíd., 5,222-223. 33 lbíd., 5,1-51.
P. von der Osten-Sacken, Gott und Belial (Gotinga 1969). " Ibíd., 5,28-35 y 5,214-227. 35
Ascensión de Jeremías, 4,2-4.
27
Tácito, Historíete II, 8. a Suetonio, Ñero, 57. " Ibíd., 47. " Ibíd., 40.
566 " VIDA DE GRACIA Y PODER POLÍTICO EN EL NT EL PROBLEMA DE LOS IMPUESTOS 567

vizan a los hombres. La actual oposición cristiana a esos poderes podría tenían, por tanto, una intención totalmente diferente de la que se querría
considerarse como el contenido concreto de lo que anteriormente fue la ver hoy en ellos. Así es imposible captar la visión del Nuevo Testamento,
fe en el anticristo. Y es de notar que, desde el momento en que los cris- según la cual la praxis del reino de Dios implica esencialmente la mejora
tianos se comprometen, a la luz del evangelio, en la mejora del mundo y del mundo (aunque el cristianismo neotestamentario no pudo realizar este
se oponen a la esclavitud de la humanidad, «la fe en el anticristo», en su proyecto más que en el ámbito de la comunidad cristiana, la cual quería
sentido mítico, pierde importancia y... desaparece. La praxis cristiana ha ser como «un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia,
recogido así la intención básica de las afirmaciones neotestamentarias sobre 2 Pe 3,13). La figura del «anticristo», que en el Nuevo Testamento asume
el anticristo. La ortodoxia en forma de mito se convierte así en ortodoxia un carácter político, es una alusión a la batalla que los cristianos, movidos
en forma de ortopraxis. por su evangelio, deben librar en nuestra sociedad.
Frecuentemente, también Jn 19,8-12 es interpretado en el sentido de
En la concepción neotestamentaria de la relación entre la experiencia que el Jesús joánico reconoce que la autoridad civil viene de Dios. Pero
de la gracia y los poderes políticos, desempeñan una función importante, Jesús no dice nada de eso. Cuando Pilato le amenaza diciendo que él tiene
además del dinamismo interno de la gracia, del reino de Dios y de la autoridad para soltarlo o para crucificarlo, Jesús, «que viene de Dios»,
nueva praxis exigida por este reino, una serie de mediaciones históricas, responde: «No tendrías autoridad alguna para actuar contra mí si no la
especialmente la obvia afirmación de que «toda autoridad proviene de hubieras recibido de lo alto» (Jn 19,11). Juan se refiere aquí a la dignidad
Dios» (entendida al principio solamente como supremacía de Yahvé sobre de Jesús como rey celeste y a la voluntad del Padre (Jn 18,11), decidido
toda autoridad terrena, que él utiliza como instrumento para llevar a cabo a que Jesús beba el cáliz de la pasión. El Evangelio de Juan no hace aquí
sus planes salvíficos en Israel); desempeña también una importante fun- ninguna afirmación doctrinal sobre la relación del cristianismo con el po-
ción el hecho de que los cristianos neotestamentarios no tenían posibilidad der civil.
alguna de modificar las estructuras existentes en su mundo y se limitaron
a distanciarse de las mismas. Lo único que cabía decir de tales estructuras
era: «Esto no puede suceder entre vosotros los cristianos». Lo cual supone Uno de los motivos de la insurrección judía en los años 66-72 fue la
que el poder político estaba entonces en otras manos y que no existía un imposición de tributos especiales con anterioridad a la época de Jesús.
contexto democrático que permitiera a todos los hombres —también a los Josefo habla de un impuesto (phoros) de dos dracmas, establecido poste-
cristianos— trabajar activamente, movidos por sus propias ideas y convic- riormente por el emperador Vespasiano, que los judíos debían pagar para
ciones, en favor del mejoramiento de la colectividad sociopolítica y econó- el templo del Capitolio36. En el año 71 se celebró en Roma la entrada
mica. Precisamente porque estas falsas estructuras de la sociedad civil no triunfal del nuevo emperador Vespasiano y de su hijo, con ocasión de la
se habían introducido en las Iglesias neotestamentarias (como ocurriría más victoria sobre la insurrección judía (en el 81 se construyó en el Foro Ro-
adelante, cuando la Iglesia se convirtió en Iglesia de Estado), la postura mano el arco triunfal de Tito). En el desfile del 71 se representó plástica-
adoptada por el cristianismo primitivo fue una opción auténticamente mente la guerra judía 37 . Se acuñaron nuevas monedas con la inscripción
cristiana, éticamente responsable, pero condicionada por la situación, por «Judaea capta» y la imagen del derrotado Israel. En el cortejo triunfal,
lo cual no constituye una norma directa para toda postura cristiana frente como parte del botín de guerra, se mostraba el velo morado del templo
al poder político. Lo que nos diferencia básicamente de aquella situación de Jerusalén 38 como símbolo fehaciente de la entrada de los romanos en
es que las actuales Iglesias concretas se han convertido en una "parcela del el santo de los santos. Toda Roma pudo ver el relato dramático y la
mundo con su cultura dominante y unas estructuras de efectos alienantes, derrota de la rebelión judía; el desfile fue como un reportaje televisivo
de tal modo que fallan en lo que para el Nuevo Testamento es la primera sobre la guerra. Así, los no judíos, especialmente los que vivían en Roma
consecuencia de la praxis del reino de Dios: mediante la renovación inte- en los años inmediatamente posteriores al 70, asociaban espontáneamente
rior, que afecta también a la comunidad eclesial, construir en la tierra una judaismo y rebelión contra Roma. Los romanos sabían además que el cris-
parcela del reino de Dios. En este cristianismo neotestamentario encontra- tianismo tenía un origen judío. La interpretación de Me 12,13-17 debe
mos, pues, implícitamente una crítica de la Iglesia. situarse probablemente en este contexto.
De todo esto se desprende con bastante claridad la importancia que el El problema de los impuestos aparece en Me 12,13-17, un texto que
análisis de las mediaciones históricas tiene para una correcta hermenéutica ha dado lugar a las más diversas interpretaciones. ¿Qué relación hay entre
teológica del Nuevo Testamento, así como el peligro que entraña la omi- Me 12,13-16 y Me 12,17? Se trata de tender a Jesús una trampa y tener
sión de ese análisis: se puede caer en un fundamentalismo reaccionario un motivo para acusarlo: «¿Está permitido pagar tributo al César o no?».
que consolide, en nombre de Dios y de Cristo, ciertas estructuras injustas Debido a su concepción teocrática del Estado judío, los zelotas se negaban
y las legitime teológicamente basándolas en unos textos de la Escritura
37 M
que nacieron en un contexto social e histórico completamente distinto y * Josefo, De bello Iudaico, 7,218. Ibíd., 7,116-162. Ibíd., 7,162; 6,316.
568 VIDA DE GRACIA Y PODER POLÍTICO EN EL NT «DAD AL CESAR LO QUE LE PERTENECE» 569

a pagar cualquier tipo de impuestos a la potencia ocupante. Pero los den). No es Jesús quien lleva dinero en el bolsillo, sino los que le plan-
zelotas no tienen nada que ver con el episodio de Me 12,13-17. Sin em- tean la pregunta. En otras palabras: ellos son los que están «dentro del
bargo, Lucas parece conocer una tradición según la cual Jesús se oponía sistema». Por tanto, que actúen en consecuencia: «Dad al César lo que le
a que sus discípulos pagasen tributos (Le 23,2; ¿o se trata quizá de una pertenece». Jesús y los suyos han dejado todo, están fuera del sistema
redacción del propio Lucas?). En el relato de Marcos aparecen sólo «unos monetario. Por eso añade Jesús: «Y dad a Dios lo que es de Dios». No
fariseos y partidarios de Herodes» (Me 12,13; en Mt 22,15, solamente hay ningún indicio crítico-literario que nos induzca a considerar esta frase
fariseos; cf. también Le 20,20-25). La aristocracia herodiana, colaboracio- como secundaria, como hacen algunos: es parte esencial del relato y, sobre
nista con los romanos, era claramente favorable al pago de impuestos a los todo, del mensaje fundamental de Jesús sobre el futuro reino de Dios, en
romanos, mientras que los fariseos se limitaban a una oposición moral, relación con el cual el problema de los tributos carece prácticamente de
respetando externamente las prescripciones romanas (trataban de justificar- importancia. En otros términos: Jesús da a entender a sus hipócritas inter-
se aduciendo Dn 2,22.37ss; 4,14.29; resignación ante un poder extranjero locutores que más les valdría preocuparse del reino de Dios que plantear
con la esperanza de una próxima liberación por obra de Yahvé). preguntas capciosas y pérfidas. Sobre el pago del tributo lo único que
En el Evangelio de Marcos hay que situar el relato según la intención encontramos aquí es el reconocimiento del poder fáctico del emperador,
del propio evangelista. Este quiere mostrar que Jesús está envuelto en un que sus adversarios son los primeros en aceptar; éstos se han decidido
conflicto mortal con las autoridades judías: sumos sacerdotes, escribas y ya por el mundo. Jesús los invita a que se preocupen del reino de Dios.
ancianos (Me 11,27), fariseos y herodianos (12,13), saduceos (12,18) y de Este interés indirecto de Jesús por la política es un hecho político de pri-
nuevo escribas (12,28.35.38). Dejando ahora de lado la posible forma que mera magnitud 39 . En la perspectiva del reino de Dios, para Jesús, Roma
este relato tenía en la tradición anterior a Marcos, el evangelio presenta ha caducado. El poder de Roma está escatológicamente superado.
una disputa en la cual Marcos quiere demostrar la superioridad de Jesús El género literario de la disputa nos impide considerar Me 12,17 como
sobre las autoridades judías. Me 12,18-19 es una pregunta capciosa para un enunciado dogmático de Jesús (lo cual es un género totalmente distinto)
comprometer a Jesús, sea cual fuere su respuesta. Si responde negativa- sobre fe y política. Desgraciadamente, este texto ha sido interpretado pos-
mente, sus adversarios le acusarán de incitar al pueblo a la rebelión contra teriormente como un enunciado absoluto y dogmático, desconectado de su
Roma. Si responde afirmativamente, herirá los sentimientos teocráticos del contexto. Pero la consiguiente separación entre el ámbito religioso y el
judaismo. Considerando este contexto, la perícopa no pretende aclarar la social es impensable en Marcos y en el Nuevo Testamento. No se puede
doctrina de Jesús sobre la postura que debe adoptarse frente al Estado. servir a dos señores, a Dios y a las riquezas (Me 6,24; Le 16,13). La di-
Este tema queda al margen del propósito directo de Marcos. Lo impor- mensión social del dinero es contemplada en relación con Dios y obliga
tante es cómo Jesús demuestra su superioridad sobre sus adversarios en al cristiano a tomar decisiones.
una situación difícil, cómo sale del apuro sin comprometerse, mientras que Si Marcos se inclina, en el relato de la pasión, a no culpar en demasía
sus adversarios caen en la trampa que le habían tendido. a los romanos, a fin de evitar así persecuciones a los cristianos, es evidente
La perícopa no ofrece directamente un diálogo doctrinal de tipo infor- también que con esta perícopa quiere, al mismo tiempo, mostrar que Jesús
mativo (sobre la postura de Jesús frente al poder político), sino una dispu- y los cristianos son ciudadanos leales y que no ven en ello ninguna con-
ta, como se desprende de la estructura estereotipada: los que preguntan tradicción con su fe cristiana. En este sentido, Me 12,13-17 concuerda
tienen sentimientos hostiles (Me 12,13); Jesús descubre su hipocresía y con Rom 13,1-7 (que, por lo demás, es cronológicamente anterior). Esta
advierte la trampa (12,15); les responde con otra pregunta (12,15, cosa era la postura general de los cristianos, como se ve en las plegarias «por
que en Me hace siempre en tales casos; nunca responde directamente a la los reyes y por todos los que ocupan altos cargos», «para que llevemos
pregunta; cf. Me 12,24; 11,33b). Jesús no se interesa por el objeto de la una vida tranquila y sosegada, con un máximo de piedad y decencia»
pregunta, que sus adversarios plantean con intenciones muy distintas, y (1 Tim 2,1-2). Todo esto implica que conocemos la postura histórica de
hace que esas intenciones se vuelvan contra sus interlocutores, con lo cual Jesús frente a los poderes políticos únicamente a través de una apologética
nada se dice directamente acerca de la postura de Jesús ante los tributos eclesial, cuyo objetivo era preservar a la comunidad cristiana de posibles
impuestos por Roma. Da a entender sutilmente que ellos mismos han persecuciones .
resuelto ya la cuestión y que sólo pretenden tenderle una trampa. Pide El Nuevo Testamento sigue simplemente la postura de los judíos de la
que le muestren una moneda. Uno de los oponentes saca con la mayor diáspora frente a una potencia de ocupación (también ellos vivían en tierra
naturalidad una moneda del bolsillo. Con ello queda resuelto el problema. extranjera). Tal es la postura del judío de habla griega Ben Sira, el cual
«¿De quién son esta efigie y esta leyenda? Le contestaron: Del César»
(12,16); 12,17a formula simplemente el resultado: «Lo que es del César " G. Petzke, Der historische Jesús in der sozidethischen Diskussion, op. cit.,
pagádselo al César» (apodidonai no significa «devolver», sino que es el 223-236.
término técnico correspondiente a «pagar tributo», aunque algunos lo du- '" Ibíd., 233-234.
570 VIDA DE GRACIA Y PODER POLÍTICO EN EL NT EXEGESIS BÍBLICA Y CONTEXTO HISTÓRICO 571

aduce las mismas razones: «No pongas pleito a un poderoso, no vayas a der. «Los oprimidos, que anteriormente intentaban defenderse, se convier-
parar en sus manos» (Eclo 8,1); y la postura de la «sabiduría tradicional» ten ahora en los estratos sociales dominantes e, invocando el mismo texto
judía (Eclo 4,7; 7,14; 8,10-11.14; 9,13; 13,9-13; 26,5). Estos judíos, más de Me 12,17, llegan a compromisos con los poderes civiles y desempeñan
que respeto, sienten miedo ante la autoridad (extranjera). funciones de poder» 43 . Esto significa que la exégesis bíblica, cuando olvida
¿Podemos dar un paso más y reconstruir la tradición original que sub- el contexto histórico y social de un texto, puede ser reaccionaria y acris-
yace en Marcos? Entre los numerosos intentos en tal sentido, me parece tiana. En efecto, una hermenéutica de Me 12,17 en tal sentido está en
que la reconstrucción de P. Farla es la más acertada 41. En líneas generales, contradicción con la intención fundamental del mensaje de Jesús sobre un
Farla llega a la conclusión de que es insostenible la hipótesis de una «co- Dios volcado hacia la humanidad. Justino, el primer gran teólogo de la
lección» de disputas anterior a Marcos. Marcos transforma con frecuencia Iglesia establecida, es de hecho el iniciador de una «teología política»
relatos de milagros o discursos doctrinales, o un logion, en disputas. En apolítica44 cuando interpreta Me 12,17 como un enunciado doctrinal, al
Me 12,14 comienza un nuevo fragmento de tradición (12,14-17). Dado que margen del género literario propio de Me 12 y de la situación socio-
los interlocutores se dirigen a Jesús llamándolo «maestro» (didaskale), en histórica del cristianismo neotestamentario.
la tradición premarcana la intención de éstos no es hostil n ; por tanto, no La pretensión de ver a Jesús como «político» o «apolítico» encierra el
quieren tenderle una trampa, sino saber realmente cuál es su opinión sobre peligro de considerarnos dispensados de la necesaria argumentación polí-
el problemático asunto del tributo al emperador (romano). (Tenemos así tica. Aun en el caso de que Jesús en su tiempo fuese político —o apolíti-
que Me 12,13.15a.17c es ciertamente material redaccional: transformación co—, esto no significa necesariamente que un cristiano, movido por esa
en disputa; quizá también las diplomáticas palabras de 12,14bc). Según misma fe, pero en una situación histórica diferente, deba adoptar la misma
Farla, el origen de esta tradición se remonta a la catequesis de la comuni- postura ética. La crítica social del Nuevo Testamento y del Tenak es siem-
dad palestinense, ya que la perícopa no tendría apenas sentido como sim- pre una crítica religiosa, pero esto no dice nada a favor ni en contra de
ple enseñanza doctrinal en la discusión con judíos, para los cuales el tri- una crítica no religiosa de la sociedad o de las consecuencias éticas que
buto era un problema tan agudo como para los cristianos. Esa catequesis de ella puedan derivarse para un cristiano.
estaría enlazada con un hecho ocurrido en la vida de Jesús o simplemente Como conclusión, podemos afirmar que el Nuevo Testamento muestra
con un logion aislado (Me 12,17ab). En cuanto a la postura de Jesús ante cuál fue, frente a la política, la postura de Pablo y del paulinismo, la del
la política, esta reconstrucción no añade nada a lo que hemos dicho: la Apocalipsis y la de Marcos. En otras palabras: encontramos varios modelos
política no es para Jesús algo absoluto; el asunto decisivo es el reino de de cómo actuaron unos cristianos frente a la política en unas circunstan-
Dios. cias concretas. Lo mismo puede decirse de Jesús, si bien conocemos su
Por tanto, no es demostrable directamente la idea de un «Jesús políti- postura únicamente a través de los modelos políticos del Nuevo Testa-
co» ni la de un «Jesús apolítico». Sería, pues, falso afirmar que podemos mento. En conjunto, estos modelos nos dicen algo, a título de orientación,
demostrar positivamente que Jesús fue «apolítico». Únicamente se puede sobre la fe y la política: por un lado, no es bíblica la identificación total
decir que no tuvo un interés directo por la política, si bien sabemos que con la política o la absolutización de la misma; por otro, la llamada del
su predicación del reino y, sobre todo, su trato con los oprimidos tenía evangelio a la metanoia no afecta simplemente a la interioridad del hom-
una serie de implicaciones políticas. Debido a ello, interpretar apolítica- bre, sino también —en determinadas situaciones— a la transformación de
mente Me 12,13-17 revela sin duda una intención completamente distinta las estructuras sociales que esclavizan al hombre (cf. en especial Le 22,35).
de la de Jesús, el cual anunció la venida inminente del reino devDios y Pero en todo modelo hay siempre algo de «juego», y también esta postura
declaró dichosos a los pobres y oprimidos. En vez de la crítica escatoló- es liberadora. El cristianismo no conoce el furor ansioso de mejorar el
gica radical que Jesús hizo del mundo, se pretende adoptar una postura mundo a costa de la humanidad. La reserva escatológica significa aquí que
apolítica y neutral entre los poderosos y los oprimidos, lo cual favorece no se debe ideologizar la política. Toda generación cristiana que se tenga
de hecho a los primeros en contraste con la praxis expresa de Jesús. Mien- por tal deberá determinar, a partir de la fe, su postura frente a la situa-
tras Marcos y Pablo quieren evitar a una minoría cristiana una posible ción política, especialmente cuando las estructuras existentes esclavizan al
persecución y hacer posible un anuncio evangélico sin trabas, algunos cris- hombre.
tianos modernos, apoyándose sin razón en Me 12,17, pretenden separar
por completo fe y política, consolidando así las relaciones fácticas de po-

41
P. J. Farla, Het oordeel over Israel, op. cit.
42
F. Normann, Christus Didaskalos. Die Vorstellung von Christus ais Lehrer in
43
der christlichen Literatur des ersten und zuieiten Jahrhunderts (MBTh 32; Münster Petzke, Der historische Jesús, op. cit., 234-235.
1967) 1-54; cf. también F. Hahn, Christologische Hoheitstitel, op. cit., 76ss. 44
Justino, Apología I, 17.
«LLEVAD A LA PRACTICA EL MENSAJE» 573
CAPITULO V
gan empeño en señalarse en hacer el bien. Eso es lo bueno y lo útil para
VIDA DE GRACIA Y ETICA los demás» (Tit 3,8b).
EN EL NUEVO TESTAMENTO Esto tiene una serie de consecuencias. Flp 4,4-9 es un texto típico:
«Estad siempre alegres en el Señor, siempre alegres...; el Señor está cer-
ca... Todo lo que sea verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo
lo limpio, todo lo estimable, todo lo de buena fama, cualquier virtud o
mérito que haya, eso tenedlo por vuestro». Por un lado, este texto insta
a observar las prescripciones de la ética vigente; es el único pasaje del
Nuevo Testamento que utiliza el término arete en el sentido helenista de
Las cuestiones que acabamos de analizar están íntimamente relaciona- virtud ética social «que merece alabanza» (ambos términos, «virtud» y
das con la de qué postura adopta el Nuevo Testamento frente a la rela- «respeto» debido a la virtuosidad, son típicamente helenistas). Por otro
ción entre kerigma, o anuncio de la fe, y moralidad humana, entre gracia lado, esta moral empalma con la escatología; por ello, la alegría es un
y ética, entre el reino de Dios, que Jesús anunció y que llegó a nosotros estado de ánimo fundamental de la conducta ética del cristiano. Desde el
en su persona, y sus consecuencias éticas o praxis del reino. En esta parte punto de vista cristiano, la ética significa más una posibilidad derivada
estudiamos también la profundidad estructural de las tres cuestiones que de la gracia que una obligación tajante. La moral participa de la gracia,
acabamos de plantear. que convierte al hombre en una nueva criatura. Esto plantea el problema
El problema consiste en ver si el Nuevo Testamento se limita a decir- de cómo aparece la realidad del hombre a la luz de la «conciencia reli-
nos que un cristiano debe integrar en su experiencia de la gracia las nor- giosa» cristiana.
mas éticas existentes en su sociedad, de suerte que no diría nada sobre A diferencia de lo que ocurre con las concepciones neotestamentarias
la ética en sí misma. En tal caso, la hermenéutica teológica de los enun- de la gracia, no encontramos en el Nuevo Testamento ningún principio uni-
ciados éticos contenidos en la Biblia tendría solamente un significado his- tario en relación con el contenido específico de las normas éticas. En otras
tórico, es decir, se reduciría a averiguar la situación ética existente en el palabras: el Nuevo Testamento no posee un principio ético propio y, por
cristianismo neotestamentario, pero no sería una interpretación hermenéu- consiguiente, tampoco ofrece un principio ético fundamental. No obstante,
tica o actualizante. Algunos moralistas sostienen que existe una hermenéu- la literatura neotestamentaria dedica un amplio espacio a las exhortaciones
tica específicamente cristiana del Nuevo Testamento, es decir, una ética éticas, hasta tal punto que, si elimináramos todos los textos éticos del
específicamente neotestamentaria, válida también para los cristianos de corpus paulino, éste quedaría reducido a menos de la mitad. Sin embargo,
hoy. Otros, en cambio, opinan que la Biblia recoge simplemente las nor- la temática ética aparece únicamente sobre un trasfondo religioso y cris-
mas éticas vigentes en la sociedad de su tiempo, si bien los cristianos tológico.
deben cumplirlas «en el Señor». ¿Qué dice exactamente el Nuevo Testa-
mento a este respecto? Podemos distinguir varios aspectos. 2. En segundo lugar, vemos que el Nuevo Testamento acepta en gran
parte y considera válida también para los cristianos la ética propia de la
cultura de su tiempo, o sea, la ética del judaismo y de la sociedad romano-
1. El Antiguo Testamento y el Nuevo hablan de normas y directrices helenista. La prueba más clara de esto es la aceptación de las «normas de
morales únicamente sobre el trasfondo y en el contexto de la temática moral doméstica» o «código de honor ético» existentes en aquel tiempo,
religiosa sobre Dios; en el Nuevo Testamento, en relación con Cristo y el especialmente la moral popular de la antigua Grecia en la versión ideali-
ésjaton. De la moral se habla en conexión con el reino de Dios y sólo en zada por el estoicismo (cf. Col 3,18-4,1; Ef 5,22-6,9; 1 Tim 2,1-15; 6,1-2;
una perspectiva cristológica o al menos teológica. En otras palabras: la Tit 2,1-10; 1 Pe 2,13-3,9; textos de fecha relativamente tardía, cuando
gracia y la religión son también esencialmente una tarea ética. La vivencia las comunidades cristianas llevaban existiendo un par de generaciones). En
de Dios es también ética; una persona religiosa no puede disociar la vida líneas generales, estas normas de moral doméstica son las mismas que en-
de gracia y la vida ética. Tenemos, pues, ya un primer dato importante: contramos en la sociedad helenista-estoica e y en la sociedad judía (influida
«Elevad a la práctica el mensaje y no os inventéis razones para escuchar por la ética helenística desde la época de la ocupación griega y romana;
y nada más» (Sant 1,22); makarios en te poiesei autou; «el que pone por cf., por ejemplo, Job 4,3-21; Eclo 7,18-35, etc.). De esas normas neotesta-
obra la ley perfecta, ése encontrará su felicidad en practicarla» (1,25c). La mentarias se deduce que los cristianos, en el terreno ético, se atenían
carta de Santiago se opone a un monismo religioso de la gracia: «Herma- simplemente a las normas entonces vigentes para la vida familiar y social.
nos míos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Es
que esa fe podrá salvarlo?» (Sant 2,14). «Los que ya creen en Dios pon- " F,n especial, Epicteto, Dissertationes, 2,14,8; Séneca, Epistula, 94,1; Estobeo,
Antholonia I, 3,53.
574 VIDA DE GRACIA Y ETICA EN EL NT CUMPLIMIENTO ETICO «EN EL SEÑOR» 575

Pero como el culto a los dioses era una virtud cívica para la cultura greco- venerables. Pero en una ciudad mundana como Corinto esto no carecía de
romana, los cristianos eliminaron de su código moral ese culto, de modo importancia. También 1 Tim 2,9-10 (cf. 1 Pe 3,3-4), con su invectiva con-
que —pese a la estrecha relación entre experiencia de Dios y ética—, el tra las grandes señoras («sin adornos de oro en el peinado, sin perlas ni
Nuevo Testamento distingue nítidamente entre ética y religiosidad, a la vestidos suntuosos»), quiere inculcar la sobriedad cristiana y salir así en
vez que afirma implícitamente la mediación histórica entre ambas. defensa de los hermanos más pobres (esta intención aparece claramente
3. En tercer lugar, esa moral humana vigente exige para los cristia- en Sant 2,1-9, donde es evidente la opción cristiana en favor de los
nos neotestamentarios un cumplimiento «en el Señor» (Ef 5,25-33; 1 Pe 2, pobres).
13-14; Col 3,18). Pablo no aplica todavía a la ética la expresión «en ei Lo que no tiene sentido es tomar las «teologizaciones» de Pablo más
Señor», pero se mueve ya en esta dirección cuando en 1 Cor 7,39 habla en serio que él mismo. Ya en la tradición Q existe la costumbre de invo-
de «casarse con un cristiano», es decir, siguiendo el espíritu de Cristo y, car experiencias humanas aleccionadoras, plasmadas en relatos estereotipa-
por tanto, como cristianos. dos: Adán y Eva, el diluvio, Sodoma y Gomorra, Jonás, la reina de Sabá,
Parece, sin embargo, que el paulinismo propendía a fundamentar la etcétera. Estas historias se van cargando de experiencias nuevas y permiten
moral vigente sobre una base cristológica, o por lo menos teológica, y así la elaboración de otras distintas, del mismo modo que para nosotros la
a teologizar y absolutizar las normas entonces vigentes. Tal es el caso, por palabra «Hiroshima» basta para evocar toda una situación. Estas alusiones
ejemplo, de la norma patriarcal y androcéntrica de la Antigüedad: «la mu- a experiencias del pasado mueven a los oyentes a admitir lo que no esta-
jer está sometida al varón» (Ef 5,21-33; Col 3,18; 1 Cor 14,34; 1 Tim 2, rían dispuestos a aceptar de forma espontánea. Cuando, por ejemplo, Heb
11-15; 1 Pe 3,1 y Tit 2,5): el Nuevo Testamento la acepta y la sitúa «en 13,2, queriendo inculcar en los cristianos el sentido de la hospitalidad, dice:
el Señor» por el Nuevo Testamento, con lo cual las desigualdades sociales «Algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles», induce inmediatamente a pen-
se suprimen en parte en virtud del sincero amor mutuo, que hace iguales sar en la historia de Tobías (Tob 12), que fue visitado por un ángel de
a todos. A veces —también en este caso—, la norma social recibe una Dios. El autor no pretende en este caso fundamentar teológicamente su
fundamentación ideológica: «del mismo modo que la Iglesia está sujeta parénesis por medio de una angelología, pero su evocación da que pensar
a Cristo». Podríamos interpretar esta afirmación simplemente como sinó- al lector de entonces. Aquellos primeros cristianos vivían las viejas histo-
nimo de «en el Señor». Sin embargo, la cosa cambia cuando el propio rias bíblicas, en las que se condensa todo un tesoro de sabiduría humana
Pablo otorga el dato social de que «el hombre es cabeza de la mujer» y judía acumulado a lo largo de siglos. En mi opinión, así deben interpre-
(1 Cor 11,3; cf. Ef 5,23), paterfamilias, un sentido teológico. Al parecer, tarse las «teologizaciones» de Pablo. No quieren ser argumentos teológicos,
en 1 Cor 11,3 Pablo otorga a la condición del varón como «cabeza» un sino evocaciones de una sabiduría parenética contenida en relatos popula-
alcance universal (no sólo dentro de la jerarquía familiar) y aduce una res. Encontramos este uso en todo el Nuevo Testamento (un ejemplo muy
razón teológica. La carta paulina a los Efesios dice solamente «como Cristo claro es Heb 11; también 2 Pe 2,4-22, que recoge incluso relatos apócri-
es cabeza de la Iglesia» (Ef 5,22-24; cf. 1 Cor 11,8-9; 1 Tim 2,13), mien- fos; y lo mismo sucede en todas las cartas neotestamentarias). El cristia-
tras que Pablo afirma: «El hombre no fue creado para la mujer, sino la nismo posterior, sin embargo, se distanció totalmente de la sabiduría del
mujer para el hombre» (1 Cor 11,9: un midrás sobre Gn 3,16), razón por Tenak y comenzó a pensar a partir de un sistema, no ya de historias evo-
la cual la mujer debe llevar cubierta la cabeza *\ Si comparamos Col 3,18- cativas. Entonces se empezó a leer a Pablo de una forma diferente y a
4,1 (donde al principio profano se añade simplemente «en el Señor») con buscar en él argumentos teológicos para, por ejemplo, fundamentar teoló-
1 Pe 2,13-17 (donde se subrayan los aspectos cristianos) y con la tenden- gicamente las concepciones androcéntricas de una cultura concreta, en la
cia de Pablo a fundamentar teológicamente ciertas costumbres, comproba- que se sitúa también el Nuevo Testamento. A ello se debe que esa cultura
remos que el Nuevo Testamento se halla todavía en busca de una justa del pasado siga influyendo en la Iglesia y tenga —sin razón ni base bíbli-
relación entre la redención en Cristo y la ética. Pablo teologiza también la ca— una aureola teológica.
norma de que los hombres deben llevar el pelo corto y las mujeres largo De todas formas, al situar «en el Señor» la ética humana específica de
(1 Cor 11,14), una norma estoica muy conocida en aquel tiempo; también una cultura, las aristas más agudas de las desigualdades sociales de la época
los ángeles tienen que ver en el asunto (1 Cor 11,7-10). Sin embargo, a quedan limadas gracias al precepto del amor mutuo cristiano. Pero este
pesar de todos sus argumentos teológicos, Pablo no está convencido de amor sólo puede realizar su función crítica de la sociedad a condición de
que su razonamiento resulte convincente a sus lectores, y así añade: «Y si que se lleve a cabo previamente un análisis de las estructuras sociales.
alguno está dispuesto a discutir, sepa que nosotros no tenemos tal costum- Un hecho típico es que los cristianos neotestamentarios, que querían cons-
bre, ni las comunidades tampoco» (1 Cor 11,16). Son simples costumbres truir una sociedad nueva por lo menos dentro de la comunidad eclesial,
mantuvieron la jerarquía social en sus propias familias. La familia es el
w
E. Schillebeeckx, Het huwelijk I (Bilthoven 1963) 135-154 (ed. española: Ma- punto más importante por el que las estructuras civiles se introducen en
trimonio, Salamanca 1968). la Iglesia.
576 VIDA DE GRACIA Y ETICA EN EL NT ¿UNA ETICA ESPECÍFICAMENTE CRISTIANA? 577

¿Quiere decir esto que la ética neo testamentaria no encierra para nos- distinción neutralizaba toda la fuerza utópica y crítica del sermón, en vir-
otros ninguna enseñanza? Los breves análisis que acabamos de realizar tud de la cual es posible someter a la crítica del evangelio hasta la actitud
demuestran que son los propios hombres los que tienen que buscar normas moral más moderna. Esto, además, ha llevado a clasificar a los cristianos
éticas. Las cuestiones éticas son, por su naturaleza, problemas del aquí y en dos categorías: unos, de segunda clase, a los que basta la ética (aun
ahora, del presente; y las respuestas que se den en el presente a un pro- la más moderna), que deben cumplir «en el Señor», y otros, que siguen
blema ético podrán ser definidas por el hombre que vive de la gracia, en además los consejos, o sea, el núcleo de la ética neotestamentaria. Algunos
su lenguaje religioso, como «voluntad de Dios» o, lo que es lo mismo, teólogos, que no aceptan la distinción entre precepto y consejo, hablan de
vividas «en el Señor». Lo normativo de por sí no son las respuestas que un «talante», del que sería una muestra el sermón de la montaña, como
da concretamente la Biblia a una serie de cuestiones éticas, sino el hecho si éste no exigiese una acción o praxis encaminada a transformar la faz
de que el Nuevo Testamento no separe la ética de la religión. Una vida de la tierra.
basada y animada por la gracia es también una vida ética. Pero es evidente Sin embargo, el sermón de la montaña, que (desde el punto de vista
que muchas directrices éticas contenidas en la Biblia cristiana dependen de de la historia de las formas) refleja al menos el espíritu de Jesús de Naza-
determinados presupuestos antropológicos, de situaciones histórico-sociales, ret, nos muestra que la ética cristiana posee su propia fuente de inspira-
etcétera. Si fallan tales presupuestos, pierden su fuerza las respuestas dadas ción. En este sentido, el «no conformismo» ético es un elemento esencial
a problemas éticos bajo el influjo de tales presupuestos. No es necesario del «seguimiento de Jesús»: «No os amoldéis a este mundo, sino idos
sacar la conclusión. transformando con la nueva mentalidad» (Rom 12,2, donde «este mundo»
se refiere claramente al «primer eón» de la apocalíptica: el mundo peca-
4. Pero con esto no está dicho todo. He apuntado antes que existe dor). El sermón de la montaña es de tal índole que su contenido no puede
una relación dialéctica entre la ética cristiana y la realidad sociopolítica. ser formulado en términos legalistas. Tampoco responde a su índole la
No obstante, hay moralistas que, defendiendo con razón la autonomía in- distinción entre precepto y consejo ni una ética fundada en el talante. El
mediata de la ética en virtud de su fundamento antropológico, tiende a sermón de la montaña pertenece al género literario de la paradoja y la
poner la distinción entre «ética natural» y «ética cristiana» exclusivamente utopía 47 . No se le puede privar de la fuerza ética evangélicamente vincu-
en la motivación. ¿Existe también una ética específicamente cristiana? lante ni convertirlo en una ética para grupos selectos. En su condición de
¿Ofrece el Nuevo Testamento unos modelos éticos? Aunque muchos pro- estímulo evangélico, utópico y crítico, se dirige a todos los cristianos; no
blemas éticos planteados en la Biblia no son ya los nuestros, aparece en queda al arbitrio de cada cual ni es reducible a simples consejos. Lo mis-
ellos una dimensión ética que podríamos considerar específicamente cris- mo que Mt 5,48 (cf. Le 6,36), «sed perfectos como lo es Dios», el sermón
tiana (religiosa, basada en la gracia). En líneas generales, hemos visto cómo de la montaña se dirige a todos los pecadores que han obtenido gracia.
el don de la gracia tiene como fruto también un singular saber experien- Es un precepto éticamente obligatorio.
cia!, una discretio spirituum (propia de todos los «gurús» espirituales), La historia de las formas ha mostrado que existe una relación esencial
tanto de tipo contemplativo (místico) como ético (que Tomás de Aquino entre el mensaje de Jesús sobre la venida inminente del reino (la buena
llama iudicium connaturalitatis: una sutil capacidad para juzgar en y por nueva es anunciada a los pobres) y el hecho de que los enfermos sean
la praxis cotidiana de una vida orientada en términos éticos). Naturalmente, curados y los ciegos recuperen la vista (Mt 11,5; 10,1-8). Además, el pa-
ese discernimiento no nos proporciona una visión de las estructuras socia- drenuestro ve un nexo esencial entre «venga tu reino» y «hágase tu volun-
les, sino que presupone el análisis racional de las mismas. Cuando habla- tad en la tierra» (al igual que los ángeles cumplen en el cielo la voluntad
mos de una ética específicamente cristiana, no queremos decir que sea ex- de Dios). El Nuevo Testamento habla de la soberanía de Dios en favor
clusiva del cristianismo. La inspiración cristiana permite un determinado de la humanidad (esta expresión bíblica es «política» por su origen, sus
juicio ético y una praxis ética. Pero este juicio puede ser compartido y implicaciones y sus consecuencias). La ética cristiana está indisolublemente
universalizado, es decir, su contenido ético puede ser accesible a los no unida a la persona de Jesús, el cual pudo infringir tanto las leyes concretas
cristianos (por tanto, en el sentido de una comunicabilidad universal no del judaismo como la «moral» vigente en su tiempo. Algunos ejemplos de
existe de hecho una ética específicamente cristiana). esta «ética bíblica» (fuente de modelos permanentes para los cristianos)
En definitiva, no se trata propiamente del problema «kerigma-ética», pueden aclarar este punto.
sino de la praxis neotestamentaria del reino de Dios frente a la ética pro- Según Pablo, el apóstol de Cristo tiene derecho a tener esposa (1 Cor
fana; dicho de otro modo: se trata de la confrontación entre ética cristiana 9,5) y a un sostenimiento económico por cuenta de la comunidad (1 Cor 9,
y ética profana. Es curiosa la puntillosidad con que la moral católica ha 2-27); «¿Que son humanas las razones que alego?, ¿o es que la ley, por
solido interpretar el sermón de la montaña (Mt 5-7). Se ha desvirtuado su parte, no dice también eso?» (1 Cor 9,8; evidentemente, esta ley judía
el sermón de la montaña distinguiendo entre: a) precepto, y b) consejo en 47
el sentido de invitación no obligatoria desde el punto de vista ético. Esta J. Blank, Schriftauslegung, op. cit., 141-143.
37
578 VIDA DE GRACIA Y ETICA EN EL NT KERIGMA CRISTIANO Y LEGISLACIÓN CASUÍSTICA 579

no estaba para Pablo tan muerta como él mismo afirma en otros textos; cia de otras 48. No se puede ontologizar el matrimonio (incluso sacramen-
cita Dt 25,4: «No pondrás bozal al buey que trilla»). Pablo limita su argu- tal), y la comunidad cristiana no puede imponer el precepto de Jesús como
mentación al tema del sustento del apóstol. Tal derecho es también ética. si fuese una ley.
Pero añade una opción ética cristiana: «Sin embargo, no hicimos uso de El ideal del kerigma cristiano no puede quedar encerrado en una legis-
este derecho; al contrario, sobrellevamos lo que sea para no crear obstáculo lación casuística. De ahí que la misma búsqueda de motivos que justifiquen
alguno a la buena noticia de Cristo» (1 Cor 9,12), y «con los que sea me la disolución del matrimonio significa una renuncia al ideal cristiano. No
hago lo que sea, para ganar a algunos como sea» (9,22), «ése es mi sino» querer casarse de nuevo tras el fracaso del primer matrimonio puede ser
(9,15-16). Así, pues, se establece un derecho ético que nadie puede quitar concretamente una respuesta ética a la fuerza utópica y crítica del sermón
a Pablo; pero él mismo puede renunciar libremente a ese derecho, si la de la montaña, el cual puede ejercer su función crítica en una doble ver-
situación (apostólica) así lo exige. Vemos aquí la fuerza utópica y crítica tiente: positiva y negativa. Tanto la búsqueda de motivos de disolución
del sermón de la montaña, que aquí y ahora es vinculante para Pablo, pero como la prohibición canónica de un segundo matrimonio desconocen el
que no es reducible legalistamente a un precepto (o ley de la Iglesia). El significado profético de las palabras de Jesús. Todo esto apunta a una
creyente puede percibir una fuerza evangélicamente vinculante que lo lleva distinción más honda entre la visión religiosa y la visión ética del mal.
a una determinada opción ética, la cual, sin embargo, no puede ser objeto Sobre todo la primera quiere ofrecer un futuro a quien ha fracasado. Debi-
de mandatos o prohibiciones. Reducir el sermón de la montaña a un con- do a ello, la moral cristiana, por lo que toca a la disolución del matrimo-
junto de leyes significa desconocer su género literario. Ahora bien, un cris- nio, es específicamente distinta de la moral cívica.
tiano que haya tomado, como Pablo, una decisión de ese tipo puede, a Finalmente, el Nuevo Testamento nos ofrece otro modelo cuando habla
pesar de todo, hacer explicable y aceptable su opción a los no cristianos. de comer carne sacrificada a los ídolos, tema al que Pablo dedica tres ca-
Otro ejemplo, no menos claro, es el problema de un segundo matri- pítulos (1 Cor 8,1-11,1). Se trata de la carne que se vendía en el mercado,
monio tras el fracaso definitivo del primero. De hecho hay que decir que la cual procedía siempre de los sacrificios practicados en el culto pagano.
un matrimonio en tales condiciones difícilmente está de acuerdo con lo Comerla podría significar que los cristianos participaban tácitamente en el
que podemos llamar «sermón de la montaña», es decir, con la fuerza utó- banquete ritual pagano. La respuesta de Pablo a este problema (superado
pica y crítica que se inspira en la ética cristiana. Tampoco se puede regular para nosotros) sigue siendo, en cuanto modelo ético, válida para los cris-
simplemente con una prohibición canónica o jurídica ni con una serie de tianos y aplicable a situaciones nuevas. La solución de Pablo es típica-
leyes. Jesús exige la fidelidad mutua de una forma radical (Me 10,11), mente neotestamentaria: nadie ni nada puede prohibirnos comer esa carne.
yendo así incluso contra la ley mosaica. Pablo habla ya de un «mandato (El Nuevo Testamento nunca habla de «leyes sobre alimentos»). Ya coma-
del Señor» (1 Cor 7,10-11), en contra del estilo profético de la predica- mos, ya bebamos, lo hacemos todo para honra de Dios. Col 2,20-23 critica
ción de Jesús, orientada más bien hacia el ideal del reino inminente de duramente algunos tabúes: «No tomes, no pruebes, no toques. Todas estas
Dios. Sin embargo, el mismo apóstol admite situaciones en las que este cosas están hechas para el uso y consumo». También 1 Tim 4,3-4 critica
mandato no puede considerarse válido: debido a la radical disparidad de a quienes prohiben «el matrimonio y el comer ciertos alimentos, que Dios
creencias religiosas —y en el caso de que tal disparidad cause el desmoro- creó para que fuesen gustados...». Evidentemente, este realismo neotesta-
namiento del matrimonio—, un cristiano puede separarse de su cónyuge mentario está influido por la serena postura del hombre libre que fue
no cristiano, porque (el motivo aducido es muy importante, aunque sólo Jesús. Pablo defiende el derecho del cristiano a comer carne sacrificada.
se aduce en beneficio de los cristianos) «Dios nos ha llamado a una vida Sus argumentos denotan su exclusivo monismo de la gracia, pues «sabemos
de paz» (1 Cor 7,15). En este caso, la ruina total de un matrimonio sirve que en el mundo un ídolo no significa nada y que nadie es Dios más que
de hecho para justificar la separación. Es lo que el derecho canónico lla- uno» (1 Cor 8,4) (de todos modos, Pablo ignora aquí el lenguaje de otras
mará «privilegio paulino»; pero también esto es un intento de plasmar en religiones; su razonamiento responde a las circunstancias históricas). «No
términos legalistas algo que escapa a los mismos. En otras palabras: tam- será la comida lo que nos recomiende ante Dios: ni por privarnos de algo
bién aquí tenemos un modelo. No se dice qué es exactamente el matrimo- somos menos ni por comerlo somos más» (1 Cor 8,8).
nio, del que el Nuevo Testamento afirma que es indisoluble. La «realidad
Sin embargo, para Pablo la cuestión no está zanjada desde un punto
del matrimonio» es un fenómeno cultural histórico-social, condicionado por
de vista cristiano. Existe también una especie de «misericordia de la fe»
las circunstancias históricas de cada cultura. La indisolubilidad concreta es,
(1 Cor 8,7-13). Esta perícopa comienza con un principio general de orto-
pues, un fenómeno cambiante en el plano cultural. Por tanto, el pasado
praxis cristiana. Algunos cristianos, amparándose en la libertad defendida
no podrá nunca ofrecer directamente una respuesta a problemas éticos que 48
R, Pcsch, Freie Treue. Die Chrhten und die Ehescheidung (Friburgo 1971);
se plantean hoy dentro de un patrón cultural distinto. Así, la excepción
E. Schillebeeckx, Die cbristliche Ehe und die menschliche Realitát vólliger Ehezerrüt-
formulada en Mt 5,32 no es una especie de dispensa, sino una interpre-
tung, en P. T. M. Huizing (ed.), Vür eine ncue kirchliche Eheordnung (Dusseldorf
tación distinta, judeo-cristiana, que se da en aquella comunidad a diferen-
1975) 41-73. '
580 VIDA DE GRACIA Y ETICA EN EL NT «SCANDALLUM PUSILLORUM» 581

por Pablo, habían llegado a ciertas formas de libertinismo o, dicho con Si ignoramos los condicionamientos históricos, no podríamos dar una vali-
mayor exactitud, a una especie de indiferencia ética, basada en el énfasis dez absoluta al principio ético paulino del scandalum pusillorum, porque
que el sincretismo helenista ponía en la superioridad del «conocimiento»: entonces todos los cristianos estarían condenados prácticamente a la inac-
sabemos que ese culto idolátrico pagano no tiene sentido ni valor; nuestro tividad, pues siempre habrá en la comunidad quien se escandalice del com-
«conocimiento superior» nos dice que los cristianos podemos comer libre- portamiento de sus hermanos, por muy justificado que lo supongamos.
mente la carne sacrificada. Pablo quiere decir que el «conocimiento» cris- En nuestros días hay determinadas opciones políticas y sociales que pro-
tiano de que el único Dios es el Dios de Cristo no constituye el único ducen una división entre los cristianos. No se puede aducir el principio
principio para decidir éticamente en el problema de comer carne sacrifi- del scandalum pusillorum para bloquear esas opciones cristianas, máxime
cada (en el culto pagano). A este intelectualismo de una determinada orto- cuando —en medio de sus condicionamientos históricos— sean consecuen-
doxia, Pablo contrapone otras exigencias. «Acerca de la carne de los sacri- cia del reinado de Dios sobre la humanidad. Se trata de la propia orto-
ficios, 'todos tenemos conocimiento'; ya lo sabemos, pero el conocimiento praxis cristiana, que es lo que, evidentemente, interesa aquí a Pablo. No
engríe, lo constructivo es el amor» (1 Cor 8,1). En efecto, «quien se figu- obstante, sigue en pie el modelo ético paulino de la misericordia de la fe,
ra haber terminado de conocer algo, aún no ha empezado a conocer como al menos mientras no se oponga a la exigencia neotestamentaria de una
es debido. En cambio, al que ama a Dios, Dios lo reconoce» (8,2-3; cf. Gal ortopraxis cristiana, pues en este caso —como en el conflicto entre Pablo
4,9). Para Pablo, la verdadera ortodoxia se concreta en la ortopraxis del y Pedro— están en juego el sentido y la razón de ser de la comunidad
amor. Es cierto que nuestros principios cristianos nos permiten comer esa de Dios. Así, por ejemplo, el hecho de que haya sacerdotes que renuncien
carne, pero también es verdad que, como cristianos, debemos sopesar todas al matrimonio —lo cual no significa que convenga unir ministerio y celi-
las circunstancias. Hay entre vosotros —prosigue Pablo— cristianos que, bato de una forma jurídica y legalista, en virtud de una ley canónica—
debido a su vida pagana anterior, no poseen aún esa libertad interior en puede ser expresión evangélica de lo que Pablo propone aquí como prin-
relación con la carne inmolada a los ídolos. Teniendo en cuenta esta cir- cipio general de ética cristiana (al margen de la fuerza utópica y crítica
cunstancia, habéis de tomar una decisión ética fundada en la misericordia del «sermón de la montaña», que puede llevar a algunos a la opción de
de la fe: «Tened cuidado de que esa libertad vuestra no se convierta en vivir el ministerio eclesiástico en un estado célibe por amor del reino de
obstáculo para los inseguros» (8,9). Dios). Aquí desempeñan un papel especial dos principios de ética cristiana:
Pablo no parece ser muy consecuente en este aspecto, si recordamos 1) la opción ética personal a favor del celibato, a fin de estar disponible
su dura reacción contra Pedro, el cual —movido probablemente por el mis- a todos (suponiendo que se trata de una opción madura), y 2) el scanda-
mo principio de la misericordia de la fe— se negó a realizar la fracción lum pusillorum paulino, a la vista del pasado cristiano, especialmente cató-
del pan con los cristianos incircuncisos procedentes del paganismo, porque lico. A la hora de formular cualquier crítica, sobre todo evangélica, de la
no quería herir a los cristianos judíos. Y digo no parece porque aquí se unión canónica de ministerio y celibato, no hay que perder nunca de vista
trata de qué es una comunidad de Cristo compuesta de judíos y paganos. esos dos principios evangélicos.
Vuestro conocimiento —dice irónicamente Pablo, aunque lo valora en mu- Aunque las situaciones éticas varíen, el Nuevo Testamento nos ofrece
cho— es una afrenta para los hermanos más débiles que acaban de aban- siempre unos modelos normativos. El cristiano neotestamentario se consi-
donar el paganismo: «unos hermanos por quienes Cristo murió» (8,11). dera libre, pero a la vez obligado a tener en cuenta: a) la perspectiva
La orientación ética de Pablo es clara: «Por esa razón, si un alimento profética, utópico-crítica del sermón de la montaña; b) la posible —y
pone en peligro a un hermano mío, nunca volveré a probar la carne, para no responsable— ofensa y turbación de los hermanos en la fe. Al decir
no poner en peligro a mi hermano». (En el macellutn o mercado público «no responsable», nos referimos al hecho de que el evangelio y sus exigen-
de Corinto no se vendía de hecho otra carne que la inmolada a los ídolos. cias éticas, condicionadas por la situación histórica, pueden constituir en la
En el sacrificio cultual se destruía sólo una pequeña porción de carne; otra práctica una ofensa (evangélicamente responsable) para ciertas concepcio-
porción era consumida por los participantes, y todo el resto se destinaba nes de algunos cristianos (miembros de la comunidad o dirigentes) y que
a la venta en el mercado). «No volver a probar nunca carne» no es en entonces una vocación cristiana al «escándalo» se convierte en ideología.
labios de Pablo simple retórica, sino una dura consecuencia de sus princi- Así se deduce, en el propio Nuevo Testamento, de la postura de Pablo
pios éticos. Pablo, que comienza su exposición subrayando la soberana —a primera vista contradictoria— en relación con la carne sacrificada en
libertad del cristiano frente a la carne inmolada a los ídolos, acaba afir- el culto pagano y de su postura en el conflicto con Pedro. Pablo nos ense-
mando con un énfasis patético, con la absoluta seriedad del cristiano que ña que el conocimiento (un conocimiento que de hecho es teológicamente
se siente obligado en una situación concreta, que nunca probará carne si «superior» a otros) no puede constituir el principio ético fundamental.
ello inquieta a algunos cristianos cuya fe es aún insegura. «Hacerse lo que sea con los que sea» (1 Cor 9,22-23) es un principio que
La tradición cristiana ha dado a esta situación ética un nombre con- puede y debe tenerse presente. Es verdad que la situación concreta que
creto: scandalum pusillorum, escandalizar a los hermanos débiles en la fe. dio origen a todo este problema de la carne sacrificada a los ídolos está
582 VIDA DE GRACIA Y ETICA EN EL NT SENTIDO PROFETICO DEL «SERMÓN DE LA MONTAÑA» 583

superada para nosotros, pero el modelo ético que Pablo ofrece como solu- mundo privado de ella. Con su carácter no legalista, sino profético, «el
ción mantiene su vigencia. Desde el punto de vista cristiano, tal modelo sermón de la montaña» del Nuevo Testamento es vinculante para el cris-
tiene una validez general y, por tanto, puede ser actualizado en situacio- tiano: en cualquier ética humana vivida por cristianos es el estímulo utó-
nes históricas nuevas. En consecuencia, no podemos renunciar a la fuerza pico y crítico, siempre vinculante, aunque no reducible a leyes. Algunas
crítica de la actitud moral del Nuevo Testamento en una ética que quiera comunidades eclesiales modernas —especialmente de signo católico—, muy
ser realmente cristiana. «Vivir en el Señor» la ética humana, incluso la interesadas en salvaguardar el «derecho natural», se han mostrado a me-
más moderna, debe situarse en la perspectiva de lo que hemos llamado nudo insolidarias con lo que el Nuevo Testamento —utilizando expresio-
—paradigmáticamente— «sermón de la montaña» m. nes propias de su tiempo— llama «humanidad amenazada». La actual crisis
En el siglo xx nos hallamos ante situaciones absolutamente nuevas, del llamado «derecho natural» es al mismo tiempo una crisis de confianza
pero en ellas la exigencia ética del Nuevo Testamento puede servir de en las instituciones que pretenden defender ese derecho, pero lo niegan
modelo para nuestra respuesta nueva y creativa. Podríamos aducir otras en la práctica. La misma historia acusa hoy a tales instituciones 50. El Nue-
muchas perícopas bíblicas que, aunque responden a situaciones éticas quizá vo Testamento ha comprendido claramente la postura básica de Jesús,
superadas para nosotros, manifiestan una intención cristiana que nos sirve como se ve especialmente en la parábola del fariseo y el publicano: «Dos
de modelo para tomar, en unas circunstancias históricas diferentes, opcio- hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano.
nes éticas. La fuerza escatológico-crítica del cristianismo neotestamentario El fariseo se plantó y se puso a orar en voz baja de esta manera: 'Dios
es tan grande que nunca podrá agotarse en reestructuraciones y nuevas mío, te doy gracias de no ser como los demás: ladrón, injusto o adúltero;
instituciones. El cristianismo del Nuevo Testamento quiere procurar «con- ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el
suelo evangélico» también a los hombres que se sienten cautivos de ciertas diezmo de todo lo que gano'. El publicano, en cambio, se quedó a distan-
estructuras. Esta solicitud terapéutica por los hombres concretos afirmará cia y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; no hacía más que darse
lógicamente —de momento— las estructuras existentes; pero el cristiano golpes de pecho diciendo: 'Dios mío, ten compasión de este pecador'. Os
neotestamentario sabe que no puede aguardar a que haya unas estructuras digo que éste bajó a su casa a bien con Dios y aquél no. Porque a todo
más justas para ayudar eficazmente al hombre con quien se encuentra, al el que se encumbra lo abajarán, y al que se abaja lo encumbrarán» (Le 18,
que padece injustamente y, sobre todo, al que sufre la opresión de tales 9-14; todo el relato está en función del último versículo, que encontramos
estructuras. El cristianismo neotestamentario se fija en el hombre con- también en Mt 23,12).
creto sumido en la indigencia y no quiere sacrificarlo a un mundo mejor, La parábola presupone la liturgia judía de entrada en el templo 51 .
el cual, aunque en términos de reino de Dios es una realidad futura, debe Cuando los judíos piadosos iban al templo para participar en el culto
comenzar a realizarse ya ahora, en nuestra historia. La concepción general debían hacer una especie de «confesión», durante la cual el sacerdote les
del Nuevo Testamento es que, al menos en la sociedad formada por las preguntaba si habían observado todas las prescripciones de la Tora. En
comunidades de Dios, con su actitud crítica frente al mundo, debe hacerse caso afirmativo, el sacerdote declaraba: «Este está justificado y vivirá»,
históricamente visible una primicia del reino escatológico de Dios. según el modelo litúrgico de Ez 18,9: «El hombre que camina según mis
Esta perceptibilidad histórica del contenido del mensaje salvífico cris- preceptos y guarda mis mandamientos, cumpliéndolos fielmente, ese hom-
tiano constituye realmente, en mi opinión, un modelo de lo que debemos bre es justo (saddiq) y ciertamente vivirá —oráculo del Señor—». En
hacer hoy, en el siglo xx, en unas circunstancias históricas distintas de las otras palabras: el problema ético nos plantea la siguiente pregunta: ¿Pue-
que conoció el cristiano del Nuevo Testamento. La llamada «ética neotes- do vivir? ¿Tiene la vida algún sentido? Lv 18,5 dice expresamente: «Cum-
tamentaria» responde obviamente a unos condicionamientos sociohistóricos plid mis leyes y mis mandatos, que dan vida al que los cumple»; la obser-
muy determinados y, por tanto, para nosotros ha caducado en gran parte. vancia de la ley justifica al hombre: el sacerdote judío se limita a consta-
Sin embargo, en términos globales, ofrece unos modelos éticos que el cris- tarlo y a pronunciar una declaración de tipo forense. Aunque en el Tenak
tiano no puede pasar por alto. En ellos —a pesar de los condicionamien- esta justificación no tiene siempre un carácter tan marcadamente legalista
tos históricos— aparece una sensibilidad ética que, inspirada por la reali- (cf. Hab 2,4), sí lo tenía en los medios oficiales de la época de Jesús.
dad cristiana de la gracia de Dios, por la fe y la inquietud del amor, y Según el relato de Lucas, Jesús invierte esas relaciones éticas: presenta a
animada por la esperanza escatológica, quiere realizar la salvación en un un publicano y a un fariseo, o sea, a un pecador público y a un piadoso
49
profesional. El fariseo había atravesado el umbral: había sido declarado
Sería conveniente a este respecto un análisis específico del concepto de «epique- ailtualmente justo. El publicano, en cambio, se había quedado a distancia,
ya» en Tomás de Aquino. El Aquinate analiza, no de una forma laxista, sino evan- 50
gélica, la exigencia cristiana de superar una ley positiva e incluso canónica que incurra Cf., por ejemplo, G. Ebeling, Die Evidenz des Ethischen und die Theologie;
en legalismo. Es decir, el evangelio exige transgredir la ley por arriba (en sentido id., Die Krise des Ethischen und die Theologie, en Wort und Glaube II (Tubinga
maximista) o por abajo (en sentido minimista) a fin de salvar el espíritu de la misma 1969) 1-41 y 42-55.
ley. Esta intuición cristiana puede tener una 'aplicación universal. " Cf. supra, p. 126.
584 VIDA DE GRACIA Y ETICA EN EL NT REINO DE DIOS Y ETICA 585

sin atravesar el umbral del templo; no era saddiq. Pero estaba profunda- definitivas y siempre superables. La mejora ética del mundo no es el reino
mente arrepentido, mientras que el fariseo lo miraba con desprecio. Pues de Dios (como tampoco lo es la Iglesia), pero sí es su anticipación. Todo
bien: el Jesús neotestamentario declara, por su propia autoridad, saddiq al esto, que nosotros expresamos en términos modernos, aparece ya en el
publicano frente a lo dicho por el Dios de la Tora («oráculo del Señor»). Nuevo Testamento: «Habéis muerto y resucitado con el Señor, y ahora
En este relato encontramos lo que Pablo (en una fecha anterior a Lucas, estáis sentados también con él a la derecha de Dios». El cristiano debe
aunque no necesariamente anterior a la tradición recogida quizá por Lucas) actuar en este mundo en consonancia con el reino. Por lo demás, Pablo
había llamado «justificación por la fe» frente a la justificación forense de había expresado ya esta idea de un modo muy preciso: «No os amoldéis
quien observa la ley y puede participar en el culto (ése tenía derecho a al mundo éste (sino al «segundo eón», al reino de Dios). Id transformán-
vivir en la alianza de Dios y en Israel). doos con la nueva mentalidad, para ser vosotros capaces de distinguir
La pregunta que un joven dirige a Jesús tiene este mismo sentido: (dokimazein: discernir críticamente) lo que es voluntad de Dios, lo bueno,
«Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida?» (Me 10, conveniente y perfecto» (Rom 12,2). La justicia de Dios es el sí definitivo
17 parr.): para el primer judaismo, la observancia de la ley, la justificación de Dios al hombre, un sí velado en la figura humana de Jesús, que pasó
por la ley y la vida están estrechamente relacionadas. Si exceptuamos los haciendo el bien. Mediante la fe en este «amén» de Dios (2 Cor 1,20)
círculos de Qumrán, se daba por supuesto que el hombre era capaz por que es Jesucristo, la justicia de Dios pasa a ser también del hombre. Al
sí mismo de cumplir la ley (incluso con los elementos añadidos por los hombre inseguro, quebrantado y pecador, apenas capaz de hacer algo, se
antepasados): es posible «hacerlo». También Pablo era de esta opinión le dice: Puedes vivir; a pesar de todo, la vida tiene sentido; a pesar de
(cf. Flp 3,6): había conseguido el derecho a ser llamado saddiq. Jesús cam- todo, la ética, el bien y la justicia pueden hacerse realidad; a pesar de
bia radicalmente las relaciones: «El publicano bajó a su casa a bien con todo, es posible la esperanza. Mantente en el amor, aunque te parezca
Dios, y el fariseo no» (Lucas ha dado al relato un tono cristológico: Jesús fracasado e inútil: cree en ese amor inútil y en una vida dedicada a los
declara justo a este hombre, lo absuelve, a diferencia de la ley). Aquí demás. La ética cristiana se fundamenta en la cristología y en la escatolo-
aparece un nuevo criterio ético. Cristo dice al pecador: Tienes derecho gía: así entra en la perspectiva de la esperanza eficaz, de «la fe que se
a seguir tu camino, a vivir. Esto implica una idea religiosa del mal que traduce en amor» (Gal 5,6). Es cierto que el hombre que vive de la gra-
no lo minimiza ni relativiza, pero hace aparecer a Dios mayor que todos cia ve el mal ético con más profundidad que la conciencia puramente ética,
los males juntos. Un pecador que tiene la valentía de arrepentirse es ética- pero su juicio sobre la historia es más benigno; quiere ser una prolonga-
mente mejor que aquel cuyos actos éticos están llenos de arrogancia y alti- ción de la misericordia de Dios.
vez. La ética sola no puede dar vida. Únicamente Dios puede dar vida en
el pleno sentido de la palabra. Pablo expresa el cambio total realizado por Queda claro que la parábola del fariseo y el publicano abre ante nos-
Jesús anteponiendo un indicativo a cada imperativo ético. El judaismo otros una perspectiva religiosa de la ética: Dios tiene pleno derecho a ha-
posexílico afirmaba: debes hacer esto si quieres vivir. El cristianismo neo- cer justicia entre los hombres. La gracia confiere un futuro al comporta-
testamentario dice: ¡Vive!, y así cumplirás espontáneamente tus deberes. miento humano, convirtiéndolo en la manifestación histórica de una praxis
La bondad es la fuente de las buenas acciones. Según esto, se puede decir conforme con ei reino de Dios. La ética cristiana, pese a toda su seriedad,
que «la ética neotestamentaria no es la ética del imperativo categórico, ni nunca puede ser hosca si quiere seguir siendo cristiana. A la ética en cuan-
una ética de preceptos y prohibiciones, ni tampoco una ética de valores to tal le resulta a menudo difícil perdonar: impotencia para el perdón.
o de virtudes. Es una ética basada en la iustitia Dei, es decir, en la acción Existen de hecho casos en que sentimos hasta tal punto herido nuestro
creadora y salvífica de Dios» a ; o en otros términos: en la justicia de Dios, sentimiento de lo que humanamente está permitido, que nos vemos ética-
que quiere que la justicia reine entre los hombres. La vida, don escatoló- mente impotentes para otorgar el perdón. P. Berger dice: «Hay acciones
gico, se nos otorga como una nueva creación, y por ello podemos vivir que claman al cielo y, por tanto, también al infierno» 53. Un daño impor-
también de acuerdo con las exigencias del reino de Dios. La vida ética, tante e irreparable causado a la humanidad no admite relativización; es
en sus dimensiones microéticas y macroéticas, es el contenido perceptible «imposible de perdonar». Esto es un hecho. Pero ¿nos corresponde a nos-
de la vida, la manifestación histórica y visible de la proximidad del reino. otros juzgar y condenar? La condena —si se realiza en concreto— es más
Reino de Dios y ética están, por consiguiente, indisolublemente unidos. un acto del hombre cerrado al amor y al perdón que un acto positivo de
Lo religioso se manifiesta en lo ético y transforma el significado pura- Dios. No olvidemos además que nosotros no podemos ni debemos emitir
mente «natural» del ethos. El reino de Dios, mediante el ethos traducido un juicio definitivo de condena. Dios nos amó «cuando éramos aún peca-
en praxis efectiva, se hace presente en nuestra historia bajo formas no dores» (Rom 5,8). La misericordia de Dios es mayor que todo el mal exis-
tente en el mundo (1 Pe 3,18-20 y 4,6 hablan incluso de reconciliación
52 para los pecadores ya muertos).
K. Koch, Tempeleinlassliturgien und Dekdoge, en Studien zur Theologie der
alttestamentlichen Überlieferungen (Neukirchen 1961) 45-60. ° P. Berger, Rumor de ángeles (Barcelona 1975).
CRISTIANISMO E ISRAEL 537

CAPITULO VI realidad con la aparición del mundo feudal y urbano 56 . Los judíos fueron
excluidos de los nuevos sistemas sociales, de la estructura feudal y de las
ISRAEL Y LA IGLESIA NEOTESTAMENTARÍA comunidades ciudadanas. Esta situación los obligó a dedicarse a negocios
marginales y a menudo sospechosos (préstamos a interés usurario). Sin
embargo, hasta el Concilio de Trento no ordenó oficialmente la Iglesia
católica el establecimiento de ghettos judíos. El antisemitismo, incremen-
tado con motivos supuestamente cristianos, se convirtió así en un compo-
nente de la mentalidad europea y occidental.
Como reacción al exterminio de judíos a manos del nacionalsocialismo,
Nos hallamos ante una serie de hechos concretos. La Iglesia comenzó se constituyó el nuevo Estado de Israel, en el que muchos judíos pudieron
siendo una comunidad judeo-cristiana, una variante cristiana en el con- celebrar de nuevo la conjunción esencial entre su Dios, su tierra y su
junto de fraternidades judías; pronto se convirtió en una Iglesia formada pueblo, pero que al mismo tiempo era un Estado secular entre los demás
por judíos y paganos; posteriormente (hasta hoy) se transformó en una Estados modernos. Con ello surgió también el problema palestino. Tanto
Iglesia formada por paganos, sin judíos. ¿Tienen estos hechos históricos los judíos como los cristianos se hallaron ante un nuevo problema. Desde
un significado teológico? Más en concreto: ¿afecta esa ruptura a la esencia la óptica cristiana, no se trata ya únicamente de la relación Iglesia-sinagoga,
del cristianismo, al menos en lo que respecta a la singularidad del judais- sino también de la relación de las Iglesias cristianas con el Estado judío
mo, con su conexión religiosa entre Yahvé, el pueblo y la tierra? ¿Ocupa y el problema palestino.
la Iglesia el puesto del antiguo pueblo de Dios o, al lado de ella, posee En nuestro análisis de la concepción neotestamentaria de la salvación
Israel una elección y una vocación irrevocables a la salvación? En tal caso, resulta indispensable plantear la cuestión de si —prescindiendo del anti-
¿cómo conciliamos la «salvación por medio de los judíos» con la «salva- semitismo, detestable ya por motivos humanos— el Nuevo Testamento
ción por medio de Jesucristo», siendo así que en ambos casos se invoca al proporciona razones específicamente cristianas para que las Iglesias mues-
mismo Dios: «el Dios de Israel, de los antepasados... y el Padre de nues- tren una especial solicitud por el pueblo judío, o bien si el Nuevo Testa-
tro Señor Jesucristo»? La simple yuxtaposición de dos principios salvíficos mento ha sido la causa de que surja una variante cristiana del antise-
paralelos resulta, según lo dicho, muy difícil. mitismo.
¿Cómo soluciona el cristianismo neotestamentario este problema? Una El Nuevo Testamento habla, efectivamente, de las antiguas alianzas o
teología cristiana que prescinda de la teología de la gracia de Israel des- promesas y de la nueva alianza. Será en especial Marción quien hable del
truye su propio principio fundamental: el de la fidelidad incondicional de «Nuevo Testamento» contraponiéndolo al «Antiguo», al que considera sin
Dios, «cuyos dones y llamada son irrevocables» (Rom 11,29). Existe, pues, valor. Proscribe el Antiguo Testamento incluso para los cristianos. A esto
un motivo cristiano para no olvidar la «teología de Israel». Pero para se opone la Iglesia, que había acudido al Antiguo Testamento para inter-
nosotros (más que para el Nuevo Testamento) hay un segundo motivo: pretar a Jesús. Escritura es para la Iglesia tanto el Antiguo Testamento
los propios judíos. De hecho, a lo largo de la historia los cristianos se han como el Nuevo; los dos forman el conjunto de los libros sagrados de la
mostrado poco agradecidos por su procedencia espiritual de Israel. Más Iglesia. Pero una parte de este conjunto es también el libro sagrado de los
aún: aunque no en el Nuevo Testamento, sí remitiéndose a él, los cris- judíos. El cristianismo neotestamentario (que no poseía aún oficialmente
tianos no sólo han discriminado duramente a los judíos, sino que al anti- un Nuevo Testamento canónico, sino sólo la lex credendi o norma de la
guo antisemitismo precristiano han añadido una variante cristiana. A partir tradición apostólica) reconoce al Antiguo Testamento como suyo propio,
de la Edad Media M, altos dignatarios de la Iglesia e incluso concilios ecu- y los cristianos de origen judío discuten con los judíos sobre la base de
ménicos (el IV de Letrán en 1215) adoptaron medidas discriminatorias una Escritura que ambas partes tenían en común. Por otro lado, no po-
contra los judíos 55 . Debido sobre todo a motivos económicos, a partir del demos olvidar que la mayor parte de los libros neotestamentarios son obra
siglo xi se produjo en todo el Occidente una explosión de antisemitismo, de judíos, especialmente judíos de la diáspora. Por tanto, ya de antemano
calumniando a los judíos de cometer asesinatos rituales con niños cristianos no es de esperar ningún antisemitismo: las graves acusaciones que unos
y profanar hostias consagradas. Una sociedad suele buscar chivos expiato- judíos dirigen a otros de su raza tienen un origen distinto.
rios de sus propias crisis. Esta explosión antijudía estaba relacionada en Debemos, pues, preguntarnos cómo ve el cristianismo neotestamentario
su relación con Israel. Y el hecho es que, si bien se da una coincidencia
54
G. I. Langmuir, The Jeivs and the Archives of Angevin England: Reflections de fondo en el juicio, existe una gran variedad de matices. Comenzamos
on Medieval Anti-Semitism: «Traditio» 19 (1963) 183-244; también F. Blanchetiére, el análisis por Pablo, que ha reflexionado más que ningún otro sobre el
Aux sources de Vantijudáisme chrétien: RHPR 53 (1973) 353-398.
55
A. Schwarz-Bart, Der Letzte der Gerechten (Francfort 1960). 56
L. le Goff, La civilisation de l'Occident médiévale (París 1964) 390.
588 ISRAEL Y LA IGLESIA NEOTESTAMENTARIA CRISTIANO Y JUDIO PARA PABLO 589

tema, movido también por un profundo interés personal: él es el único A pesar del rechazo del evangelio cristiano (9,30-10,1; 10,18-21) del
autor neotestamentario que intenta lograr una síntesis del problema, respe- judío Jesús por parte de muchos judíos, «los hijos por generación natural»,
tando al mismo tiempo el carácter peculiar del Tenak. «son predilectos, por razón de los patriarcas, pues los dones y la llamada
de Dios son irrevocables» (11,29; cf. también 3,3-4). Este texto es deci-
Bibliografía: D. Ctossan, Anti-Semitism and the Gospel: ThSt 26 (1956) 189-214; sivo. Aunque Pablo interpreta la condición judía como una realidad reli-
P. J. Farla, Het oordeel over Israel. Een form- en redaktionsgeschichtliche Analyse giosa, también los hijos de Abrahán son sujeto de la elección divina: «los
van Me. 10,46-12,40 (Kampen 1978); D. Flusser, De joodse oorsprong van het hijos por generación natural» son llamados a esta salvación religiosa.
christendom (Amsterdam 1964); T. F. Glasson, Anti-Pharisaism in St, Matthew: Pablo pasa a analizar el significado de esta «caída» (11,12) de muchos
JQR 51 (1960-1961) 316-320; J. Gnilka, Die Verstockung Israels: Isaías 6,9-10 in judíos (11,11b) que no reconocen a su propio Mesías. Rechaza ante todo
der Theologie der Synoptiker (Munich 1960); G. G. O'Collins, Anti-Semitism in the que la caída signifique «no poder ya levantarse» (11,11): sigue en pie la
Gospel: ThSt 26 (1965) 663-666; E. Grasser, Die antijüdiscbe Polemik im ]ohannes- especial llamada a la salvación. Si en otro tiempo, cuando el pueblo de
evangelium: NTS 10 (1964-1965) 74-90; W. Trffling, Das wahre Israel. Studien zur Dios cometía un acto grave de infidelidad, los antiguos profetas intentaban
Theologie des Matthausevangelium (Munich 1964) (véase también la bibliografía sobre
el Evangelio de Juan).
averiguar los designios de Dios para fundar en ellos una profecía de sal-
vación futura, Pablo hace lo mismo ante el rechazo de Jesucristo por parte
de los judíos; busca el posible significado oculto de este hecho en la his-
1. Pablo, en la carta que dirige a los cristianos de Roma y que es un toria de la salvación. Por haber caído ellos, «la salvación ha pasado (tam-
himno al hesed y la *emet, al amor y la fidelidad de Dios, al tiempo que bién) a los paganos» (11,11b). «Su devaluación ha supuesto riqueza para
una serena síntesis cristiana sin polémicas personales con adversarios defi- los paganos» (11,12). De hecho, el propio Pablo comenzó a predicar a
nidos, dedica al problema de los judíos tres capítulos (Rom 9,1-11,35). Cristo entre los judíos. Sólo cuando éstos rechazaron su mensaje, se diri-
La pregunta es apremiante: ¿acaso la gracia de Dios en Jesucristo ha gió a los paganos 57. El evangelio es, pues, «fuerza de Dios para salvar a
anulado el amor y la fidelidad inmutable de Dios por el pueblo elegido, todo el que cree, primero al judío, pero también al griego» (Rom 1,16;
amor y fidelidad que Israel atestigua y ensalza desde antiguo? Pablo, judío cf. también 2,10). Por consiguiente, los cristianos no judíos no deben pre-
y antiguo fariseo, ama a su pueblo (cf. sus efusivas palabras en Rom 9,1-3). sumir de nada (11,12-24), pues «fueron cortados del acebuche nativo...
Pablo defiende el principio judío de que la adopción (huiothesia) es un e injertados en el olivo», entrando «a participar con ellos de la raíz y savia
don otorgado realmente al pueblo judío (Rom 9,4; cf. 3,2). También es del olivo» (11,19), de su tronco (11,24), es decir, del Israel de Dios. Aún
judío Jesús (Rom 9,5), en quien, para los cristianos, las promesas de Dios más: en caso de cometer un fallo transitorio, es más fácil para los judíos
se han convertido en «amén», es decir, se han realizado (2 Cor 1,20). que para los no judíos «volver a ser injertados en el tronco en que nacie-
«¿Habrá Dios desechado a su pueblo? ¡Ni pensarlo!» (Rom 11,1-2); «Dios ron» (11,24).
no ha faltado a su palabra» (9,6). El Antiguo Testamento habla siempre Pablo no ignora la dificultad del problema. Por una parte, «los judíos
de que, debido a la infidelidad de muchos, «se salvará sólo un resto de somos superiores» a los paganos «bajo cualquier aspecto»: sobre todo por-
Israel» (9,27; 11,5.7). Este modo de hablar es netamente judío. Siempre que tenemos las promesas divinas (Rom 3,1-2); por otra parte, sin embar-
una parte es infiel (9,7; 11,7). Pablo explica esta infidelidad desde una go, en el aspecto de la relación real de los hombres con Dios, «no llevamos
óptica cristiana y paulina: el pueblo quería alcanzar su propia justicia me- ninguna ventaja» (Rom 3,9), ya que «todos, judíos y paganos, están bajo
diante una obstinada observancia de la ley y no «mediante la justificación el dominio del pecado» (3,9; también 11,30-32). Ni la elección ni el paga-
de Dios por la fe» (Rom 9,30-10,5.17), tal como la habían vivido Abrahán nismo, por importante que sea en principio esta distinción, pueden con-
y Habacuc. Por lo demás, teniendo en cuenta la gran tradición profética, siderarse como «valores en sí». Lo único que cuenta es el comportamiento
la afirmación de que una descendencia puramente física de Abrahán no ético-religioso de cada hombre. Y Pablo dice que todos éramos pecadores.
constituye garantía de salvación es auténticamente judía. Lo importante no Además, la peculiaridad del mensaje cristiano no da pie a ningún tipo de
es descender por «generación natural», sino «en virtud de la promesa» preferencia de judíos o paganos, pues «nosotros predicamos a Cristo cru-
(9,8). De ahí que también los no judíos pudieran ser admitidos como pro- cificado, para los judíos un escándalo, para los paganos una locura» (1 Cor
sélitos en el pueblo de Dios. «Ser judío no está en lo exterior; no, judío 1,23). En este sentido, ni para los unos ni para los otros es más fácil llegar
se es por dentro, y circuncisión es la interior, hecha por el Espíritu, no a la fe en Jesucristo. «¿Acaso Dios lo es solamente de los judíos? ¿No
por fuerza de un código» (Rom 2,29). Aquí resuena ya una interpretación lo es también de los demás pueblos?» (Rom 3,29-30).
cristiana; pero no podemos olvidar que muchos judíos «liberales» de la Este razonamiento de Pablo, judío a la vez que «apóstol de los paga-
diáspora compartían esta concepción, a diferencia de lo que se pensaba en nos», es extremadamente sutil. En definitiva, parece negar la elección de
Jerusalén. En otras palabras: la relativización de la condición judía en sen-
tido étnico no es específica de los cristianos. " Jesús, la historia de un viviente, 338ss.
590 ISRAEL Y LA IGLESIA NEOTESTAMENTARIA EL PUEBLO ESCATOLÓGICO DE DIOS 591

los judíos: Dios es Dios de todos los hombres, no de un solo pueblo. No misericordia de Dios anunciada desde antiguo por medio de Israel es así
obstante, Pablo no pretende desdecirse de sus afirmaciones anteriores; lo una gracia destinada a todos los hombres, judíos y paganos (11,25-32;
que hace es seguir la tendencia universalista que comenzó a manifestarse 9,24-29). «Llamaré pueblo mío al que no es mi pueblo» (Os 2,22 citado
en el judaismo después del exilio: Dios no elige a un único pueblo en por Pablo en Rom 9,24-29). «El que no es mi pueblo» se refiere aquí a
cuanto tal, sino que este pueblo es elegido como «luz de los paganos», los paganos, que, con Israel, forman el pueblo escatológico de Dios. «Uno
para llevar la salvación a todos los pueblos. Por eso, el judío Jesús trae la mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan»
salvación para todos los pueblos. Se mantiene la idea de «elección», pero (10,12; cf. Gal 3,28 y Col 3,11). «Me encontraron los que no me busca-
se sitúa expresamente en la perspectiva de un servicio universal a todos ban, me revelé a los que no preguntaban por mí» (Is 65,1, citado por
los hombres. La fidelidad de los judíos a su propia vocación implica para Pablo al término de su exposición, Rom 10,20). Pablo ha conjuntado así
Pablo la afirmación de esa salvación universal, a la que el pueblo judío elección y universalidad (tanto del pecado como de la salvación). Pero
fue llamado por Dios en calidad de instrumento. subsiste un misterio que se transforma en el «propósito de Dios de elegir»
Pero esto no significa que Pablo se desentienda del rechazo real de (9,11-12) y, por tanto, en una alabanza de Dios como colofón de sus re-
Cristo. El Antiguo Testamento habla frecuentemente de las muchas for- flexiones teológicas sobre el problema sinagoga-Iglesia (11,33-36).
mas de infidelidad del pueblo judío, pero siempre prevé un tiempo en el En su primera carta (1 Tes), Pablo muestra una postura más dura
que Dios e Israel se reconciliarán por completo. Pablo lo cree así como frente a los judíos, como siempre que se enreda en polémicas. Sin embargo,
cristiano. El rechazo por parte de los judíos es para él un «misterio de esta perícopa es con toda probabilidad un fragmento tradicional que Pablo
Dios» (Rom 11,25); se trata de un hecho «transitorio», como sucede siem- se limita a recoger: «Vosotros, hermanos, resultasteis imitadores de las
pre en el Antiguo Testamento. Y Pablo interpreta: «una vez entrado el comunidades cristianas de Judea, pues vuestros compatriotas os han hecho
conjunto de los pueblos» (11,25), «entonces todo Israel se salvará» sufrir exactamente como a ellos los judíos, esos que mataron al Señor
(11,26). Esta es una idea propia del apóstol. La creencia general entre los Jesús y a los profetas, y nos persiguieron a nosotros; esos que no agradan
judíos era que, sólo una vez que los judíos estuviesen santificados y reuni- a Dios y son enemigos de los hombres; esos que estorban que hablemos
dos en el monte Sión, acudirían los paganos a este monte. Pero, dado que a los paganos para que se salven... pero el castigo los alcanzará de lleno»
las Iglesias cristianas contaban de hecho cada vez menos con miembros de (1 Tes 2,14-15). Pablo alude aquí a las persecuciones que los cristianos
origen judío y cada vez más —con el tiempo casi exclusivamente— con han tenido que sufrir a manos de los judíos, pero para ello utiliza un co-
miembros de procedencia pagana, Pablo invierte los términos de la argu- nocido modelo judío, según el cual Israel asesina a sus profetas (Neh 9,26;
mentación judía: Israel proclamará su fe en Cristo una vez que la salva- Esd 9,10-11; 2 Re 17,7-20)S8. En este texto aparecen claras expresiones
ción cristiana haya llegado a todos los pueblos. Así intenta conciliar su no paulinas (cf. también Me 12,lb-5). La perícopa parece ser adaptación
concepción universalista de la salvación con su concepción judía de la elec- prepaulina (cristiana) de una tradición judía59. Los rabinos dicen lo mismo.
ción definitiva e irrevocable de Israel. Evidentemente, es el resultado de Decir que este texto suena a antisemitismo sería pura ideología.
su preocupación personal por un problema que él mismo se ve obligado En su carta a los Gálatas, escrita poco antes de la carta a los Roma-
a llamar «misterio de Dios». Pablo explica su febril misión entre los paga- nos, el tono es menos conciliador, incluso violento, y no encontramos en
nos: por un lado, «para dar envidia a Israel» (11,11c); por otro, para ella al gunos aspectos presentes en la carta a los Romanos; en algunos pa-
acelerar su salvación (11,13-14 con 11,25). La misión eclesial entre^ los sajes, lo que Pablo dice es hasta ofensivo para un judío religioso. Pero no
paganos es, según Pablo, la gran esperanza que se ofrece a Israel. debemos olvidar que esta carta va dirigida a cristianos procedentes del
Si nos atenemos a esta concepción de Pablo, el cristianismo actual está paganismo que se habían dejado arrastrar por ciertos «intrusos» a una es-
al servicio de la salvación futura de Israel. La interpretación paulina del pecie de sincretismo hecho de cristianismo y judaismo. Aquellos intrusos
misterio de Dios consiste en que, mientras no se dé salvación y reconci- estaban empeñados en que los gálatas se circuncidasen (6,12-13; 5,2-3).
liación entre todos los hombres, no habrá salvación y reconciliación para No se trata de «judaizantes» en el sentido antiguo del término. Este «ju-
Israel. (Esto adquiere una importancia particular en el actual conflicto del daismo» está ya mezclado con elementos sincretistas, quizá incluso paga-
Oriente Medio. Porque somos aún hombres irredentos, nadie podrá solu- nos; es una especie de confusa transición de la doctrina de los partidarios
cionar este conflicto sino con justicia y con amor, con un amor dispuesto de la peritome (circuncisión) a que alude Hch 15,5, y la religión de la
al sacrificio). Los cristianos, pues, deben tener muy presente que «si des- peritome típica del Asia Menor, criticada en la carta a los Colosenses (en
cartarlos a ellos (a los judíos) ha supuesto reconciliación para el mundo Colosas, por influencia oriental; en Galacia, más bien por influencia grie-
(para todos los hombres), ¿qué será el acogerlos (definitivamente) sino
5
un volver de muerte a vida?» (11,15): una resurrección. En otras pala- " Ibíd., 243ss.
bras: Pablo ve al pueblo judío como partícipe ,de la resurrección de los " O. Michel, Fragen zu 1 Thess 2,14-16. Antijudaismus im Neuen Testament?
redimidos por Cristo, o sea, de la reconciliación de todos los pueblos. La (Munich 1967) 50-59.
592 ISRAEL Y LA IGLESIA NEOTESTAMENTARIA
«SOLO EN CRISTO HAY SALVACIÓN» 593

ga). No sabemos si Pablo valoró correctamente la situación existente en la ción paulina del judaismo religioso, especialmente en la forma en que éste
comunidad gálata; lo cierto es que reacciona partiendo de su fe «en Cristo pretendía introducirse en la Iglesia asumiendo caracteres cristianos, tal con-
exclusivamente» y concluye que todo sincretismo proviene del maligno. La tradicción era una realidad. No olvidemos que, en la carta a los Gálatas,
alternativa es: Cristo o no Cristo; cualquier combinación del cristianismo Pablo no polemiza directamente con los judíos, sino con unos cristianos
con otros caminos de salvación no es sino perversión de la fe cristiana. que consideraban posible un compromiso entre la justicia de la ley y la
Por eso, su reacción es particularmente dura, tan dura que niega práctica- justicia de la fe. Su crítica del judaismo se refiere a la no aceptación de
mente el valor religioso de la Tora y no concede a Israel otro valor que Jesucristo, debida —según el apóstol— a que los judíos siguen un deter-
el ser depositario de los epangelia, las promesas hechas por Dios a Abra- minado camino de salvación mediante las propias obras. Indudablemente,
hán, que tienen en Cristo su cumplimiento. Esto es evidentemente una ésta era la postura del judaismo oficial de la época, pero no toda la reali-
interpretación cristiana, no judía, del Tenak. El radicalismo de la gracia dad del judaismo. Este era muy pluriforme. Además, en la carta a los
es en la carta a los Gálatas absolutamente cristiano; pero a Pablo, inmerso Gálatas se refleja una tendencia que en las cartas deuteropaulinas, espe-
en la polémica, le resulta difícil ver el valor religioso de Israel: todo lo cialmente en Colosenses y Efesios, adquirirá unos rasgos más marcados:
que no sean las promesas (en este punto reconoce a los judíos cierta supe- la predilección por el nomos (ley) está relacionada con el profundo temor
rioridad sobre los paganos, Gal 3,15-21) está superado. La ley, que Jesús de la Antigüedad tardía a los kosmokratores o potencias dominadoras del
mismo vivió en su ser más profundo como expresión de la voluntad de mundo (entonces ángeles y demonios), que utilizaban la Tora y las leyes
Dios, es para Pablo obra de los kosmokratores, las potencias cósmicas y de la naturaleza como instrumento para mantener bajo su tutela espiritual
espirituales que tienen sometido al hombre (3,19-4,7) y dominan también a los hombres. Aunque algunos creían posible una conciliación, el gran
la naturaleza. En ningún lugar de la carta a los Gálatas dice Pablo que en dilema que se planteaba era elegir entre Cristo y los espíritus celestes. Ya
virtud de las promesas divinas sea irrevocable la elección de Israel por en 1 Cor 2,8 dice Pablo: «Ninguno de los jefes de la historia presente ha
parte de Dios. Esto lo dirá en la carta, más serena y de fecha algo pos- llegado a conocer (el saber divino), pues si lo hubieran descubierto no ha-
terior, que dirige a los cristianos de Roma, muchos de los cuales son de brían crucificado al glorioso Señor».
origen judío. En la carta a los Gálatas no quiere decir nada positivo a fin
de no dar pie a los adversarios a compromiso alguno. Pablo excluye por 2. En la carta a los Efesios, procedente de la escuela paulina, encon-
principio cualquier clase de compromiso. En otras palabras: por razones tramos otra concepción. En la nueva situación histórica, «Israel» no es ya
tácticas silencia ciertos aspectos. un problema actual. El presente se caracteriza por el tertium genus, la
Es seductora la posibilidad de que el deseo de salvación «para el Israel Iglesia cristiana (cf. 1 Cor 10,32). Aquí apenas tiene importancia una pers-
de Dios», expresado en la despedida de la carta a los Gálatas (6,16), se pectiva abierta al futuro de Israel. Al igual que Pablo, el autor de la carta
refiera a los judíos (en la línea de la «conversión final» de Israel formu- a los Efesios admite que el antiguo Israel era depositario de la promesa
lada en la carta a los Romanos). Pero la carta a los Gálatas, y en especial (Ef 2,12), pero ahora sólo cuenta la Iglesia, en la cual todas las promesas
el agresivo final de la misma, no admite fácilmente tal interpretación. En- se han cumplido (3,6). El autor de la carta a los Efesios muestra una
tonces tendríamos aquí la primera identificación explícita de la Iglesia de actitud positiva frente al antiguo Israel, pero téngase en cuenta que cuando
Cristo con «el verdadero Israel». Es cierto, de todos modos, que, por lo fue escrita esta carta, en Asia Menor, la relación con los judíos ya no cons-
que respecta al contenido, toda su hermenéutica cristiana de la figura de tituía un grave problema para los cristianos. Los miembros de las Iglesias
Abrahán (3,6-14; 3,15-29) va en esa dirección. Las cartas deuteropaulinas de esta zona eran, en su mayor parte, de origen pagano (cf. Ef 2,11).
y otras de carácter paulino han captado claramente esta «tendencia obje- El autor ve que en el pasado la humanidad estaba dividida en dos gru-
tiva» de la carta a los Gálatas y la han formulado expresamente. La cues- pos hostiles: judíos y paganos (griegos y bárbaros); se trataba de un «lugar
tión decisiva para los cristianos será siempre cómo hay que entender la común» entre los judíos *°. Los paganos estaban excluidos de las promesas
exclusividad de Cristo (solus Christus) —sólo en Cristo hay salvación— que se referían exclusivamente a Israel (la carta a los Efesios considera
mediante una fe que se traduce en amor al prójimo (Gal 5,6) en cualquier la situación anterior a Cristo desde un punto de vista cristiano, pues la
circunstancia. (¿Consideraría Pablo perversión del principio solus Christus expectativa mesiánica no era para el judaismo un hecho que mirase exclu-
un cristianismo que utilizase el taoísmo zen?) Pablo afirma que, en cual- sivamente a Israel). El autor no pretende solamente (aunque sea su obje-
quier caso, la fe cristiana no puede conciliarse con la expectativa de una tivo primordial) mostrar que la ley es inadecuada, sino que olvida incluso
salvación decisiva y definitiva que se base en una prestación humana. la tendencia universalista que la propia interpretación judía concedía a las
A este respecto tiene suma importancia la cuestión de qué es exactamente promesas hechas a Israel (si bien Israel es el punto central de ese univer-
esa salvación para la que no podemos prescindir de Jesucristo. La «salva- salismo). Pablo quería, en cambio, poner en primer plano el carácter uni-
ción en Cristo» es un don incondicional de Dios; todo lo que se opone a
esto es de hecho contrario al canon del cristianismo. Según la interpreta- '" Por ejemplo, Josefo, Contra Apionem, 1,11.
W
594 ISRAEL Y LA IGLESIA NEOTESTAMENTARIA LA IGLESIA, «VERDADERO ISRAEL» 595

versal de las promesas, aun admitiendo que éstas pasaban a través de Israel en el que encuentran cumplimiento las antiguas promesas. Incluso
Israel. Cabe preguntar si el autor de la carta a los Efesios era un cristiano en los círculos en que dominaba el espíritu de Pablo (en Efeso, por ejem-
de origen pagano que (formado en el paulinismo y en la mentalidad judeo- plo), esta idea terminó por imponerse. No podemos olvidar los factores
cristiana de Pablo) tenía un conocimiento del antiguo Israel comparable históricos que contribuyeron a dejar de lado la reflexión sobre el futuro
al de un cristiano judío. Un hecho cierto es que la mayoría de autores neo- de Israel. Ya en el cristianismo bíblico, Rom 9-11 pasó a ser muy pronto
testamentarios eran cristianos judíos (helenistas). Cuando tomen la palabra una «verdad olvidada».
cristianos de procedencia pagana, el cristianismo —sin perder su autenti-
cidad— adquirirá un tono distinto. Los paganos estaban excluidos de la 3. 1 Pe 2,9-10 se aleja más todavía de la concepción de Pablo. La
politeia de Israel, quedaban al margen de la teocracia judía. Estaban, pues, Iglesia es ahora el verdadero Israel (2,9; cf. Flp 3,3; Gal 6,16). Todas
distanciados de Dios (cf. Ef 4,18; Col 1,21). En la línea de Pablo, la carta las promesas hechas a Israel se han cumplido en la Iglesia. La profecía del
a los Efesios ve la esencia de Israel no en la ley, sino en los epangelia, Deuteroisaías (Is 43,20 y Ex 19,6 [gr.]): «Linaje elegido, sacerdocio real,
en las promesas (en plural): la promesa a Abrahán (Gn 15,7-21; 17,1-22), nación consagrada», es aplicada ahora a los cristianos (que en principio
al pueblo guiado por Moisés (Ex 24,1-11) y el anuncio profético de la constituyen una comunidad compuesta por judíos y no judíos). Los títulos
nueva alianza (Jr 31,31-34; 32,40; Is 55,3; Ez 37,26). La ley, que había de Israel se aplican ahora a la Iglesia (cf. Is 61,6; 62,3). Todo el pueblo
convertido a Israel en un ghetto en el conjunto de las naciones, es para el cristiano tiene acceso a Dios ( = sacerdocio real) (también Ap 1,6 y 5,10).
autor de la carta un motivo de discordia y enemistad entre los pueblos En virtud del sacrificio de Jesús (1 Pe 1,19), la Iglesia ha sido escogida
(Ef 2,14-15). como pueblo de Dios (cf. 1 Pe 1,15-16; «pueblo adquirido por Dios»;
Al estar excluidos de las promesas, «los paganos vivían sin esperanza» Is 43,21; Mal 3,17). Y este pueblo eclesial debe ahora publicar las haza-
(Ef 2,12); tal era la opinión que los judíos tenían en general sobre los ñas de Dios que ha comprobado (2,9). El texto de Os 2,25: «El pueblo
paganos61. Sólo Yahvé ofrece una esperanza fundada (cf. Col 1,5). De ahí no mío es ahora mi pueblo», aplicado anteriormente a los judíos, en 2,10
que la carta a los Efesios llame a los paganos atheoi, hombres sin Dios se aplica a los cristianos de procedencia pagana. Laos, término que en el
(cf. Jr 10,25 [gr.]; 1 Tes 4,5; Gal 4,8). judaismo se refería exclusivamente a Israel, en contraposición a ethne (las
Con Cristo se produce un cambio radical. En su calidad de mediador naciones), ahora se aplica también a los cristianos de origen pagano. Esto
salvífico, en virtud de su muerte en la cruz ha «acercado» a los paganos significa en realidad que la Iglesia es el verdadero Israel. La idea de que
(Ef 2,13). «Acercar» es un término que se aplica a los prosélitos con el la Iglesia es por naturaleza una Iglesia formada por judíos y paganos (Pa-
significado de «adherirse a una comunidad». Aquí se refiere al rito iniciá- blo y la carta a los Efesios) no existe ya en estas Iglesias compuestas ma-
tico del bautismo. «Cristo es nuestra paz»: ha eliminado la enemistad yoritariamente por cristianos de origen pagano. También los paganos son,
entre judíos y paganos; ha establecido la paz entre ambos pueblos y los dentro de la Iglesia, pueblo de Dios: laos (cf. Hch 15,14; Rom 9,25-26;
ha reconciliado entre sí y con Dios dentro de la única Iglesia universal Tit 2,14; Ap 18,4; en el Tenak, el término laos, pueblo, se utiliza casi
(Ef 2,14-18), porque ha derribado la barrera divisoria, la ley (Ef 2,16; exclusivamente en el sentido de «pueblo de Dios»). También Rom 9,25
aunque en otros términos, aquí se da un juicio sobre la ley tan desfavo- cita Os 2,25, pero, exceptuando Rom 9,25 y 1 Pe 2,10, en ningún lugar
rable como en la carta a los Gálatas). Para la carta a los Efesios, Jesús del Nuevo Testamento encontramos esta reinterpretación cristiana del tér-
ha venido a establecer la paz en el mundo. Ha creado «una humanidad mino laos. El Tenak no es ya el conjunto de los libros sagrados de la sina-
nueva», congregada en paz en la única comunidad de la Iglesia. Judíos y goga, sino el libro de la Iglesia: el Antiguo Testamento, que la Iglesia
paganos están reconciliados; y todos los pueblos, reconciliados así con utiliza para explicar su propia identidad. Ya no tiene importancia ser
Dios (Ef 2,16), forman en la Iglesia «un solo cuerpo». judío o pagano (la primera carta de Pedro se dirige sobre todo a cristia-
La carta a los Efesios no profundiza en el futuro destino de Israel. nos procedentes del paganismo; cf. también Flp 3,20). La condición «po-
La promesa, que le había sido hecha, se ha cumplido en la Iglesia. En este lítica» derivada de ser judío o no judío carece de importancia: nuestro
sentido, según la carta a los Efesios, Israel ha cumplido su función; su politeuma, nuestra patria, es el cielo (la religión era en el mundo antiguo
misión ha terminado. El hecho de que la «gran Iglesia», aunque por su na- fundamento de todo el politeuma).
turaleza sea una «Iglesia compuesta por judíos y paganos» (como afirma Pero externamente los cristianos parecían una fraternidad judía. El
la carta a los Efesios), en la práctica esté formada exclusivamente por antisemitismo, muy extendido en aquel tiempo, incluía también a los cris-
cristianos de origen pagano, explica por qué no se reflexiona más a fondo tianos. También ellos, igual que los judíos, eran considerados por los
sobre el futuro de Israel. Aunque la carta no dice expresamente que la paganos como «tipos raros», alejados de la vida pública, que estaba inva-
Iglesia es el nuevo Israel, fue considerada poco a poco como el nuevo dida de paganismo. De hecho, los cristianos, lo mismo que los judíos, esta-
61
ban al margen de la vida pública; eran despreciados y odiados por el pue-
Strack-BiUerbeck, I, 360-362; III, 585. blo (cf. 1 Pe 4,3-4; también 1,1 y 2,11). Resultaban sospechosos porque
596 ISRAEL Y LA IGLESIA NEOTESTAMENTARIA
EL CULTO VERDADERO 597
excluían a los paganos de sus reuniones. Tácito escribía: «Nerón hizo en-
carcelar a muchos cristianos, pues éstos profesaban una superstición perni- pío de Jerusalén, que no se menciona ni una vez). Lo que le interesa
ciosa y el pueblo los odiaba por sus vilezas» 62. Lo mismo se venía diciendo demostrar es la superación del culto (por obra de Jesucristo), vinculado
de los judíos. Pero a los cristianos se les acusaba en especial (debido sin en el Antiguo Testamento a la tienda mosaica de la alianza, origen y fun-
duda a su aislamiento voluntario) de profesar «odio al género humano» 6i. damento del culto de Israel. El autor hace retroceder a los judíos al mo-
También en Flp 3,4a la circuncisión se convierte en circuncisión espi- mento para él culminante de la historia de Israel: el pueblo que camina
ritual, o sea, en el bautismo cristiano, mediante el cual, por la fe, se forma por el desierto hacia la tierra prometida. Quiere inculcar a los cristianos
el nuevo pueblo de Dios (cf. también Gal 6,15). Tit 1,10-11 expresa su la idea de que cuanto hizo entonces el pueblo enojado y descontento es
indignación por los problemas y herejías provenientes de gente «insubor- una posibilidad que amenaza a los cristianos y que, de hacerse realidad,
dinada, charlatana y embaucadora», y añade: «sobre todo entre los judíos tendría consecuencias peores todavía (Heb 2,1.3; 3,8.12-13.18; 4,1.11;
convertidos». Son judíos cretenses (1,12), y el autor critica «las fábulas 6,6; 10,26). Para el autor, Jesús trae el culto verdadero: él es el verda-
judaicas y los preceptos de hombres que vuelven la espalda a la verdad» dero sacrificio, el oferente y la víctima, el que ha sido glorificado y pro-
(Tit 1,14). No son los antiguos «judaizantes» presentes entre los cristia- clamado por Dios sumo y eterno sacerdote en virtud de su pasión y muerte
nos, sino cristianos judíos de la diáspora que propugnaban ideas judías (5,7-10) y que, como sacerdote celeste, «intercede por nosotros ante Dios»
heterodoxas, sincretistas, e interpretaban erróneamente el lema de Pablo (Heb 7,24-25b; 9,24; 10,12); Jesús es el oficiante principal en la liturgia
«todo es limpio para los limpios» (Tit 1,15): una mezcla de ascetismo de los ángeles, en la que participa también la Iglesia terrena (1,7.14; 8,6;
muy riguroso e indiferencia ética (pero no libertinismo), característica del 9,21; 10,11; cf. 3,6; 10,21; 7,25; 13,15; 9,24; también 12,22-23).
sincretismo religioso de algunos judíos de la diáspora (cf. también Col, Uno de los motivos que indujeron a escribir esta carta parece ser que
1 Jn y 1-2 Tim); estos judíos practicaban una religión judía de tipo sin- algunos cristianos faltaban a las reuniones litúrgicas (10,25). Esto denota
cretista, con elementos del helenismo oriental. Tampoco aquí se trata de una relajación de la fe o, teniendo en cuenta el sincretismo religioso de
antijudaísmo; la indignación cristiana se debe a que algunos cristianos la época (cf. Gal y Col), una capitulación frente a cierta religiosidad pneu-
judíos parecían enturbiar la identidad cristiana. Probablemente, estos cris- mática, centrada en la experiencia y en el ansia de plenitud y acompa-
tianos judíos defendían (frente a la cristología ya difundida en la Iglesia) ñada a menudo del atractivo que el «esoterismo judío» ejercía sobre los
una tosca concepción cristológica que, si bien reconocía a Cristo como el miembros no judíos de la comunidad. También el autor de la carta a los
grande y definitivo profeta de Dios, suponía un contacto místico con «lo Hebreos, experto en exégesis rabínica, provenía sin duda del judaismo.
celeste» a través de otros personajes históricos, especialmente Moisés (el Con el delicado estilo que le caracteriza, quiere colocar a sus fieles ante
sinaitismo del primer judaismo). Tales errores, dirá Ignacio de Antioquía, la alternativa de elegir entre el judaismo y el cristianismo. Toda su carta
tienen una clara relación con cristianos de origen judío (Ad Magn. 9-8). quiere mostrar —aunque el término no aparezca nunca explícitamente—
Estos, al parecer, no necesitan la redención obtenida por la muerte de que la comunidad cristiana es el verdadero Israel, mientras que Israel era
Jesús en la cruz (cf. 1 Jn 1,7; 5,6), se consideran por encima de toda po- únicamente el depositario de la promesa. Incluso esta última idea, todavía
sibilidad de pecado (1 Jn 1,8-10; cf. 3,6.8; 5,18) y desprecian la unión paulina, aparece muy atenuada en la carta a los Hebreos a través de una
fraterna (1 Jn 2,9-11; 3,10.14-15; 4,8.20; 5,2) <*. exégesis sinagogal extremadamente complicada. El autor quita importancia
a la bendición pronunciada sobre Abrahán (el argumento exegético de Pa-
4. En la carta a los Hebreos aparecen quizá las expresiones más "radi- blo) y, recurriendo a una sutil exégesis, muestra que «el desconocido» y
cales, aunque con fórmulas de gran delicadeza, sobre la superación de la misterioso Melquisedec, cuyos padres y orígenes nadie conoce, dio su ben-
religión judía por el cristianismo. Para ello se utiliza una compleja her- dición sacerdotal a Abrahán (7,5-6 con Nm 6,22-27) y que Abrahán le
menéutica rabínico-cristiana de la Sagrada Escritura judía, de modo que a pagó el diezmo (7,4). Además, según la carta a los Hebreos, el sacerdocio
los occidentales nos resulta difícil captar el fondo de la conclusión. Esta es el fundamento de la ley, no viceversa. Melquisedec, que no pertenece
exégesis sinagogal presupone que para el autor la decisión ya está tomada a la tribu sacerdotal y bendice como sacerdote a Abrahán, prueba que el
antes de que él comience tal exégesis del Antiguo Testamento. sacerdocio de Aarón es insuficiente y provisional. El sacerdocio de Mel-
A diferencia de Pablo, el punto central para el autor de la carta a los quisedec, que en opinión de muchos rabinos había pasado a Abrahánft5, es
Hebreos no es la Tora, sino el culto judío (aunque no la liturgia del tem- identificado en la carta a los Hebreos con Cristo (7,4-18).
El sentido último de cualquier clase de culto es permitir el acceso a
62
Tácito, Aúnales, 15,44.
Dios (7,19b; cf. 4,16; 7,25; 10,19; 10,22; 12,22 y, sobre todo, el gran-
63
Suetonio, Ñero, 16,2; Plinio, Epist., 10,96,8. dioso pasaje de 12,18-19). En el judaismo no podía lograr este objetivo
64
Cf. G. G. Scholem, Major Trends in Jewish Mysticism (Jetusalén 1941); Recent
Trends in Jewish Gnosticism (Nueva York 1961). ", lín las obras de Filón, Melquisedec es el Logos, manifestado como sumo sacer-
.l.iic f/V Somn. I, 214-215; Abrah., 255).
598 ISRAEL Y LA IGLESIA NEOTESTAMENTARIA
EL PUEBLO JUDIO EN EL EVANGELIO DE JUAN 399

(cf. 12,18-21) ni siquiera el sumo sacerdote; éste podía entrar una vez al descrita en Heb 11 como un único pueblo de Dios que incluye también
año en el santo de los santos (donde Yahvé tiene su trono) con ocasión a los cristianos y que, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo
del gran Día de la Reconciliación, pero lo hacía precedido de una nube de profesa su fe en el «mismo» Cristo. En este sentido, no contrapone l&
incienso que le impedía contemplar el arca (9,1-10). El culto judío es, por «Iglesia de Cristo», verdadero Israel, al Israel de la historia, que tenía
tanto, sólo una sombra del verdadero culto de Cristo (8,5; 9,4). En la un significado meramente provisional. A partir de Cristo, el judaismo no
carta a los Hebreos no se trata de renovar la antigua alianza, sino de esta- tiene ya ninguna misión que cumplir. A diferencia de Pablo en Rom 9-11,
el autor de la carta a los Hebreos ya no piensa en los judíos que no per-
blecer otra nueva: Cristo, al ser glorificado junto a Dios, ha abierto plena-
tenecen a la comunidad cristiana de Dios.
mente el camino de acceso hasta Dios, cosa que el Antiguo Testamento
no fue capaz de hacer (8,9-10); Cristo ha realizado esto de un modo defi-
nitivo en virtud de su propio sacrificio (9,22; 10,19-20), es decir, con su 5. A partir de J. Louis Martyn 68 se ha considerado el Evangelio de
propia sangre (y no con sangre de machos cabríos y toros) (9,12; cf. 9,7; Juan como el documento más antijudío del Nuevo Testamento. Desde lue-
9,25; 9,14): con el sacrificio voluntario de su propia vida. Así se nos go, a primera vista, este evangelio da pie a esa interpretación. Pero hay
perdonan los pecados (9,18-23) y se pos concede la herencia (9,15-17): que reconocer que el antijudaísmo joánico está condicionado por las cir-
perdón de los pecados y salvación, unión con Dios o acceso a Dios (10, cunstancias históricas. El Evangelio de Juan —y todo el corpus joánico—-
19-25). Esta grandiosa promesa o herencia no es patrimonio de la descen- nada tiene que ver con el antisemitismo. En estos últimos años, exegetas
dencia carnal de Abrahán, sino únicamente de aquellos que han sido llama- de las más variadas tendencias coinciden cada vez más en hablar de las
dos, los cristianos (6,17; 11,8.18). Sólo Jesús es fuente de salvación eter- raíces judías —veterotestamentarias e intertestamentarias— del Evangelio
na (10,1-18), «única y definitiva» (10,10). Es significativo que, al final de Juan, el cual se apoya tanto en tradiciones judías ortodoxas como hete-
de esta exposición, el sumo sacerdote Cristo aparece como «el nuevo Moi- rodoxas, sincretistas. El origen de la tradición joánica se remonta a Pa-
sés», quien en el primer judaismo no sólo era guía de su pueblo, sino lestina. De una tradición judía (aunque haya sido cristianizada) se puede
también «profeta, rey y sacerdote» (en la línea de Dt 5,23; 9,9.18.26) esperar una dura crítica, pero jamás antisemitismo. Además, para Juan la
e incluso siervo doliente (Heb 11,26); Filón llega a llamarlo divus Moyses, expresión «los judíos» no significa lo mismo que para nosotros. Se trata
«divino Moisés»66. Por tal motivo, la carta a los Hebreos toma como de una expresión palestinense (no del judaismo de la diáspora) con que se
punto de comparación no la liturgia del templo, sino el culto mosaico. designaba a los habitantes de Jerusalén y su comarca: los de Judea (cf. su-
Moisés como sumo sacerdote es en esta carta (junto con «Melquisedec») pra, sobre el Evangelio de Juan).
«modelo» del sumo sacerdocio de Cristo (cf. también 11,23-31). Considerando que Juan (como el resto del Nuevo Testamento) aplica
Sin embargo, en el grandioso himno dedicado a la fe de las grandes el título honorífico «Israel» al pueblo judío (Jn 1,31.49; 3,10; 12,13) y
figuras de Israel, la carta a los Hebreos ve a los creyentes del Antiguo reconoce la conexión que en la historia de la salvación tiene el cristianismo
Testamento y del Nuevo como un único pueblo que cree en Dios (Heb 11); con el judaismo (Jn 4,22), ¿de dónde proviene la innegable tendencia
y añade que la fe de todos ellos tenía como objeto a Cristo; Jesús «es el antijudía de su evangelio? De hecho, en 4,22 Juan reconoce (aunque sea
mismo hoy que ayer y será el mismo siempre» (13,8). en labios de otros) que «la salvación sale de los judíos».
La carta a los Hebreos, siguiendo la línea de la tradición profética y Como hemos dicho, en los últimos años los exegetas están cada vez
deuteronomista, presenta a Israel como el pueblo escogido que, no obstan- más de acuerdo en que el Evangelio de Juan utiliza unas tradiciones sobre
te, se niega a escuchar la voz de Dios (12,18-21). El autor, cristiano de Jesús muy antiguas, que, aunque no dependen directamente de la tradición
origen judío, capta perfectamente la atmósfera de su tiempo, pero concluye sinóptica, muestran muchos puntos de contacto con ella. Juan hace con ese
que en Cristo se encuentra centuplicado lo que se busca en otras partes. material lo que los sinópticos con el suyo: partiendo de la propia situación
Por tanto, «salgamos fuera» (13,13), del mismo modo que Moisés, tras el eclesial, actualiza la tradición transmitida de acuerdo con la situación y la
episodio del becerro de oro, no quiso permanecer entre su pueblo —en el problemática de la comunidad en que vive y con ayuda de su concepción
campamento— y plantó su tienda fuera (cf. Ex 33,3.5.7). «El que tenía teológica personal. Así, para interpretar correctamente el Evangelio de
que consultar al Señor, salía fuera del campamento y se dirigía a la tienda Juan, es indispensable conocer las circunstancias concretas de las comuni-
del encuentro». Sólo allí fuera encontraba Moisés a Dios. Algunos judíos, dades joánicas. En este evangelio, el drama se desarrolla en dos planos:
como Filón, habían expresado ya una idea parecida67, y el autor de la el de la tradición cristiana sobre la vida de Jesús y el del conflicto que
carta a los Hebreos conocía sin duda la tradición recogida por Filón. entonces vivían las Iglesias joánicas. Aparecen así mezcladas dos situacio-
El autor se siente plenamente identificado con la ecclesia ab Abel,
"" J. L. Martyn, History and Theology in the Fourth Gospel, op. cit., XVII,
66 v especialmente la primera parte: «A Synagogue-church Drama», 3-44; J. Beutler,
Cf. supra, nota 6, p. 530.
67 Murtyrhi (Francfort 1972) 339-164.
Filón, De gigantibus, 54 (véase Meeks, op. cit., 100-131).
EL PUEBLO JUDIO EN EL EVANGELIO DE JUAN 601
600 ISRAEL Y LA IGLESIA NEOTESTAMENTARIA
11,52; 13,34-35; 14,12-17) y en el amor fraterno. Juan quiere defender
nes históricas. Esta tesis, en sus líneas generales, ha sido aceptada por la la pureza de la identidad cristiana —creer significa ligarse personalmente
mayoría de los exegetas 69: la situación de las comunidades joánicas es la a la persona de Jesucristo (aparece de nuevo el principio del solus Chris-
de una comunidad cristiana que vive cerca de una sinagoga greco-judía tus)—, identidad que no puede ponerse en peligro pretendiendo conser-
muy agresiva, lo cual hace que la vida de la comunidad se caracterice por var al mismo tiempo la «identidad judía» ni en secreto ni públicamente.
una polémica entre la Iglesia y la sinagoga. Por tanto, habría que leer el En el Evangelio de Juan, la figura de Nicodemo (y la de José de Arimatea,
Evangelio de Juan en el contexto de la polémica entre cristianismo y ju- «discípulo de Jesús, pero clandestino por miedo a las autoridades judías»)
daismo, entre «los discípulos de Moisés» y «los discípulos de Jesús» (Jn 9, es el prototipo del cristiano judío que, por temor a los judíos, es cristiano
27-28). En el Evangelio de Juan, los adversarios de Jesús serían en reali- en secreto, pero sigue oficialmente en contacto con la sinagoga (Jn 2,
dad —sobre la base de los recuerdos históricos de la vida de Jesús— los 23-25; 9,16; 12,42-43; 19,38; 19,39). Los cristianos judíos, al menos en
protagonistas judíos de cincuenta o sesenta años después, es decir, la sina- las comunidades joánicas, valoraban excesivamente su pertenencia racial al
goga que existía en tiempos del evangelista. Toda la exégesis actual de pueblo escogido (cf. la corrección de Juan al himno prejoánico: Jn 1,
Juan se mueve en esta dirección™. Meeks 71 opina que, desde el punto de 12c.13; también 8,21-59). Se sentían, dentro de la Iglesia, superiores a los
vista sociológico, el Evangelio de Juan refleja el trauma de una Iglesia cristianos de procedencia pagana, los cuales constituían una creciente ma-
separada de la sinagoga. Para las Iglesias joánicas, creer en Jesús suponía yoría en la Iglesia. Esto significaba un peligro para la unidad y el amor
también un cambio de su situación social, es decir, un aislamiento de su entre sus miembros. Pablo había exhortado a los cristianos procedentes
anterior ambiente judío y una nueva situación en un grupo atacado ahora del paganismo, «al acebuche», a no mostrarse soberbios con quienes ha-
por su antigua comunidad. Es muy probable que cerca de la comunidad bían sido llamados en primer lugar al cristianismo, los judíos.
joánica hubiese una sinagoga greco-judía hostil (posiblemente Alejandría o Sin embargo, la prioridad que todo el Nuevo Testamento reconoce al
bien otra gran ciudad de Asia Menor) 11 . En todo el Nuevo Testamento, llamamiento de los judíos era en la comunidad joánica motivo de discor-
el Evangelio de Juan habla tres veces de aposynagogos (Jn 16,2, que da la dias y disensiones. El Evangelio de Juan critica enérgicamente este estado
pauta para interpretar 9,22 y 12,42): «ser expulsado de la sinagoga». Esto de cosas. El hecho, señalado por Juan, de que hubiera «cristianos clan-
corresponde a una situación posterior al año 70, cuando es un hecho ge- destinos» (por temor a los judíos) demuestra que la sinagoga cercana era
neralizado la ruptura oficial entre la Iglesia y la sinagoga, ruptura que muy hostil; sin embargo, Juan ve en esa clandestinidad un serio peligro
adquiere un carácter legal definitivo hacia el año 90: Gamaliel II intro- para la identidad cristiana. Además, estos cristianos judíos (que no dejaban
duce en la oración cotidiana de los judíos la maldición de todos los herejes el judaismo) seguían la tradición judía de Moisés y la-mística sinaítica74
(birkat ha-minim) li. (cf. supra). Al lado de Cristo, que ocupaba el primer puesto en la escala
No pretendo negar que en el fondo del Evangelio de Juan aparecen de valores, Moisés era un principio independiente de salvación para estos
fricciones históricas concretas entre la Iglesia y la sinagoga. Lo que, en mi cristianos de origen judío. Juan estima que esto pone en peligro el prin-
opinión, no han demostrado aún los exegetas es que el tono global del cipio apostólico del solus Christus y no permite compromiso alguno. Su
Evangelio de Juan esté determinado por tales fricciones. Aunque ese tras- evangelio se opone también a una cristología judeocristiana «atrasada»,
fondo es innegable, opino que el verdadero problema de las Iglesias joáni- propensa a unir a la concepción cristológica común una mística mosaica,
cas consistía en una tensión intraeclesial, entre los cristianos judíos y los no conciliable con la visión cristológica superior de Jesús como Hijo del
cristianos de origen pagano, que ponía en peligro la unidad de la iglesia; hombre que vive desde la eternidad junto al Padre, desciende hasta nos-
lo cual explica por qué precisamente los escritos joánicos insisten tanto otros y asciende de nuevo. En mi opinión, la polémica del Evangelio de
en que «todos sean uno» (por ejemplo, Jn 17,11; 17,21; 17,23; 10,16, Juan (aunque tiene como trasfondo la polémica entre la Iglesia y la sina-
goga) obedece a las tensiones intraeclesiales con los cristianos judíos. Las
69
J. L. Martyn, History and Theology, op. cit. XIX-XXI y 148-150; K. L. Carroll, discusiones de Jesús sobre su mesianidad reflejan la situación de las pos-
The Fourth Gospel and the Exclusión of Christians from the Synagogue: «Bulletin teriores comunidades joánicas (cf., por ejemplo, Jn 7,27.41-42; 12,34). La
of the John Rylands Library» 40 (1957) 19-32; W. Meeks, The Prophet-King, op. cit., dureza de Jn 8,12-59 denota claramente la situación de guerra fría entre
318-318; id., The Man from Heaven in ]ohannine Sectarianism: JBL 91 (1972) 44-72; la Iglesia y la sinagoga en la época de Juan 75 . Es muy elocuente una perí-
id., Source Criticism, op. cit., 247-270; E. Grasser, Die antijüdische Polemik, op. cit.; copa joánica en la que Jesús alude a su partida. «Los judíos» comentan:
también los comentarios de R. Brown, Evangelio según Juan, y de R. Schnackenburg,
Johannesevangelium. «¿Adonde querrá irse éste que no podamos nosotros encontrarlo? ¿Querrá
70
R. Brown, R. Schnackenburg, J. Beutler, W. Meeks, K. C. Carroll, E. Grasser, irse con los emigrados a países griegos para enseñar a los griegos?» (Jn 7,
R. Kysar, etc.
71 74
W. Meeks, The Man from Heaven, op. cit., 44-72. W. Meeks, op. cit., 195ss y 216-257.
72
Cf. en especial J. Beutler, Martyria, op. cit., 339-364. " I I . I.croy, Ratsel und Missverstándnis (Bonn 1968).
73
W. Doskocil, Ver Bann in der Urkirche (Munich 1958).
602 ISRAEL Y LA IGLESIA NEOTESTAMENTARIA EL PUEBLO JUDIO EN EL EVANGELIO DE JUAN 603

33-36). Esta perícopa refleja claramente las reservas que mostraban algu- judíos al comprobar que, con la afluencia de cristianos de origen pagano,
nos grupos judeocristianos frente a una Iglesia formada cada vez más por quedaban reducidos a una minoría dentro de la comunidad.
paganos. En otras palabras: la sinagoga parece ser la causa de que en la El «antijudaísmo» del Evangelio de Juan tiene, pues, su origen en las
Iglesia joánica existiese cierta tensión entre los cristianos judíos y los dificultades edesiales de su tiempo, dificultades entre los cristianos de
demás cristianos. procedencia judía y los de procedencia pagana, debidas en gran parte a la
Pero ¿quiénes son para Juan «los judíos»? Según E. Grásser 76 , «los actividad y la fuerza de atracción de una sinagoga judía próxima (y hos-
judíos» (esta expresión tenía en tiempos de Jesús el significado de «habi- til), la cual, en sus dirigentes (el rabinismo fariseo), constituye el proto-
tantes de Judea») son un modelo que se aplica a quienes, apoyándose en tipo utilizado por Juan para describir e interpretar las relaciones históricas
la Tora, rechazan el evangelio cristiano (referencia a Jn 1,17); la «Tora», entre Jesús y los dirigentes judíos: tanto entonces como ahora, el pueblo
pues, designa la oposición de la sinagoga al mesianismo de Jesús procla- judío es víctima de sus jefes. Esto no es sólo un dato de la tradición vete-
mado por los cristianos. A mi juicio, tenemos aquí un claro ejemplo de rotestamentaria, especialmente profética, sino también de la tradición inter-
«relato en dos planos»: los judíos con los que en el relato discute Jesús testamentaria del primer judaismo, de modo que constituye una crítica
son los dirigentes judíos y los fariseos con quienes tuvo que enfrentarse intrajudía. A la muerte de Moisés, Josué es nombrado jefe del pueblo, a
históricamente, pero tales personajes son presentados con los rasgos del fin de que «no quede la comunidad del Señor como rebaño sin pastor»
rabinismo fariseo imperante en la sinagoga de tiempos de Juan, y esto se (Nm 27,17). Pero pronto escuchamos cómo Yahvé se lamenta de los jefes
hace con la mirada puesta en los cristianos judíos de la comunidad joánica. y pastores de Israel: «Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de
En general, los dirigentes judíos (Jn 1,19; 2,18) son también los fariseos, Israel, profetiza diciéndoles: ¡Pastores!, esto dice el Señor: ¡Ay de los
si bien en una doble perspectiva histórica. Estos dirigentes son para Juan pastores de Israel que se apacientan a sí mismos!... Me voy a enfrentar
los responsables de la incredulidad de los judíos y del rechazo y persecu- con los pastores: les reclamaré mis ovejas, los quitaré de pastores de mis
ción de Jesús hasta su muerte (Jn 11,47-53). Ellos son también la causa ovejas..., libraré a mis ovejas de sus fauces... Yo mismo en persona bus-
de que en tiempos de Juan los judíos no acepten la fe en Cristo (Jn 16, caré mis ovejas siguiendo su rastro... Les daré un pastor único que las
1-4). Juan quiere disculpar al pueblo judío y echar todas las culpas a sus pastoree...» (Ez 34,1-31; texto reinterpretado y aplicado a Jesús por Juan
autoridades; por eso insiste continuamente en la manipulación del pueblo cuando habla del «buen pastor», Jn 10,1-21). También: «¡Ay de los pas-
por parte de las autoridades judías y de los fariseos (éstos serán después tores que dispersan y extravían las ovejas de mi rebaño!... Vosotros dis-
del año 70 los dirigentes del pueblo; Jn 7,32.47-48; 9,3.15.40; 11,46; persasteis mis ovejas, las expulsasteis, no hicisteis cuenta de ellas... Les
12,19 y 12,42) 77 . El uso específico de «los judíos» en el sentido de «los daré pastores que las pastoreen» (Jr 23,1-8). En ambos casos, el buen
dirigentes judíos» (especialmente los fariseos en la época de Juan) aparece pastor que ha de venir es «un vastago legítimo de David» (Jr 23,5-6;
con claridad en el pasaje donde se dice que «el pueblo (judío, evidente- Ez 34,23). Ya Me 6,34 había recogido este tema: Jesús siente lástima de
mente) hablaba mucho de él..., pero ninguno hablaba de él en público por la muchedumbre, «porque andaban como ovejas sin pastor». Juan se limi-
miedo a los judíos» (Jn 7,12-13; cf. Jn 9,22). El pueblo (judío) no se ta, pues, a recoger una crítica que el propio judaismo pone en labios de
atreve a hablar «por miedo a los judíos». Aquí encontramos además la Yahvé contra los dirigentes judíos, y la utiliza en una polémica cristiana.
típica combinación de los dos planos históricos: por un lado, durante la Todos los pastores o jefes que han precedido a Jesús «son ladrones y ban-
vida terrena de Jesús, muchos miembros del pueblo judío no se atrevían didos» (Jn 10,8). La dureza empleada por Ezequiel se ve acentuada en
a mostrar públicamente su simpatía por Jesús por miedo a los «judíos», labios de un cristiano. Toda la exposición de Jesús como «buen pastor»,
es decir, a las autoridades de Jerusalén; por otro, en tiempos de Juan, como el guía bueno del pueblo, es de hecho un duro ataque contra los
muchos cristianos judíos no rompían sus lazos con la sinagoga y, al igual dirigentes judíos (Jn 10,1-21 con 10,22-39). Pero lo que en el Evangelio
que Nicodemo, eran cristianos clandestinos por miedo a los jefes de ésta. de Juan parece antijudaísmo tiene hondas raíces judías. En rigor, no tiene
Situando al Evangelio de Juan en esa perspectiva, muchas perícopas cobran nada que ver con un verdadero antijudaísmo, a menos que califiquemos
mayor sentido: «Si dejamos que siga, todos van a creer en él, y vendrán de antijudías todas las profecías de desgracias anunciadas por los profetas
los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación» (Jn 11,48, que judíos. Los cristianos (judíos) de las comunidades joánicas eran víctimas
supone la efectiva ruina de Jerusalén en el año 70); en este pasaje se re- de las maniobras de los dirigentes de la sinagoga cercana, de igual modo
fleja el disgusto de la sinagoga al ver cómo algunos de sus miembros pasa- que el pueblo judío fue muchas veces víctima de sus jefes, también durante
ban a la comunidad de Juan, pero también la indignación de los cristianos la vida terrena de Jesús de Nazaret.
Por lo demás, es explicable que una crítica hecha por los propios
76
E. Grasser, Die antijüdiscbe Polemik, op. cit., 74-90. judíos desde antiguo contra sus dirigentes, al ser utilizada por una Iglesia
77
A. Lacomara, Detiteronomy and the Farewell Discourse (Jn 13,31-16,33): CBQ separada o expulsada de la sinagoga y compuesta por una proporción cada
36 (1974) 65-84. vez menor de judíos, tenga resonancias antijudías (aunque no antisemí-
604 ISRAEL Y LA IGLESIA NEOTESTAMENTARIA
LOS «JUDÍOS» EN EL APOCALIPSIS 605
ticas). En cualquier caso, el «antijudaísmo» del Evangelio de Juan tiene
ciado poco antes de la muerte del personaje, los discípulos se enfrentan
raíces judias.
a una situación nueva, la finalidad es consolidar y animar a los discípulos,
El esquema seguido en todo el cuarto evangelio, desde el prólogo, es el
las frases finales son una llamada al amor fraterno.
siguiente: Jesús, el Cristo, el Hijo bajado de lo alto, se ha manifestado
Jesús ora para que «todos sean uno» (13,34-35; 14,12-17; 17,21-23).
en este mundo como la krisis entre la fe y la incredulidad; vino a los
Advierte a la comunidad que, si a él lo han perseguido, «lo mismo harán
suyos, y los suyos no le recibieron. El Jesús joánico tiene una actitud agre-
con vosotros» (15,20). Pero la parte opuesta no son ya «los judíos», sino
siva frente a la incredulidad (Jn 3,19-21; 8,21-24.40-44; 12,35.46.48). En
«el mundo», el mundo que no cree en general (15,19), «que os odia tam-
la situación de las comunidades joánicas «fe» e «incredulidad» (siempre en
bién a vosotros» (15,19), «porque no pertenecéis al mundo» (17,14), como
relación con Jesucristo) vienen a ser una contraposición entre «cristianis-
tampoco Jesús (17,16) ni su reino (18,36): «Padre... el mundo no te ha
mo» y «judaismo». Con esto, en el Evangelio de Juan, se abre la puerta
reconocido» (17,25). También los perseguidores aparecen ahora designados
a cierto disgusto antijudío que repercutirá en la Iglesia posterior.
con un genérico «ellos» (15,20.21.22.24.25; 16,2.3), aunque también se
A fin de salvaguardar la fe o la identidad cristiana (solus Christus),
afirma que «ellos os expulsarán de la sinagoga» (16,2, aludiendo claramente
Juan habla siempre del judaismo en tono distanciado: «vuestra ley», «vues-
a la situación de los cristianos joánicos). Sin embargo, Jesús dice a los
tro padre» Abrahán (Jn 6,49; 8,38). Mientras Pablo considera a los judíos
suyos que no deben tener miedo: «Yo he vencido al mundo» (16,33c). La
como «la rama nacida originalmente en el olivo» y a los paganos como
unidad eclesial que Jesús pide es la unidad entre cristianos judíos y cris-
«el acebuche» dentro del cristianismo, y habla del cumplimiento de las
tianos procedentes del paganismo; todos tienen cabida en la Iglesia: «La
promesas divinas en el Antiguo Testamento, en Juan observamos todo lo
casa de mi Padre tiene muchos aposentos» (14,2). Ahora, en este momen-
contrario: los judíos son «ramas secas»; los cristianos, «árbol lleno de
to, Jesús no pide «por el mundo» (17,9), sino por la unidad de la «Iglesia
vida». El tema judío tradicional del pueblo conducido al engaño por sus
formada por judíos y paganos». En esta parte del evangelio, el tono polé-
dirigentes es, en la pluma de Juan, un «esquema», un principio redaccio-
mico desaparece por completo de labios del Jesús joánico (no reaparecerá
nal intencionado (que revela la psicología de dos religiones rivales exis-
más que en el relato del proceso de Jesús). El Evangelio de Juan critica
tentes en una misma zona). Probablemente, las comunidades joánicas re-
duramente a los dirigentes judíos (siguiendo la línea de la tradición reli-
presentaban una apreciable minoría en las ciudades de la diáspora, que
giosa judía), pero es también una invitación a la unidad y al amor entre
a menudo albergaban importantes colonias de judíos. Por regla general, el
judíos y no judíos en la única Iglesia de Cristo.
Evangelio de Juan mantiene las formas. Sin embargo, la situación polémica
(de aquel tiempo) lo lleva, por ejemplo, a utilizar los argumentos de la
Escritura de una forma agresiva, dando por supuesto que los rabinos ju- 6. En el Apocalipsis, las palabras del Hijo del hombre dirigidas a las
díos, estudiosos de esa Escritura, buscan en ella su propia gloria (Jn 5, Iglesias de Esmirna y de Filadelfia (2,9 y 3,7-13) han sido consideradas a
42-44): alaban la ley de Moisés, pero no la cumplen (7,19; 7,22; 8,39). menudo como la expresión más duramente antijudía de todo el Nuevo
Moisés mismo es invocado como acusador de los judíos (5,45). Testamento: «la sinagoga de Satanás» (Ap 3,9; cf. Jn 8,39-59). Sin em-
En Jn 13,31-18,12 (el proceso de Jesús), «los judíos» desaparecen de bargo, este pasaje ha sido interpretado en la mayoría de los casos sin tener
la perspectiva de Juan. En toda esta sección, Jesús se dirige exclusiva- en cuenta la intención del Apocalipsis. Este dice: «Sé también cómo te
mente a la comunidad joánica, a «sus hijos» (13,33, representados por los calumnian esos que se llaman judíos y no son más que sinagoga de Sata-
discípulos que creen en Jesús). El cambio aparece con toda claridad si com- nás» (2,9); «algunos de la sinagoga de Satanás, de esos que dicen ser
paramos Jn 13,33 con 7,33-36. En ambos casos se habla de la partida de judíos (pero es mentira, no lo son)» (3,9). En el Nuevo Testamento, «ju-
Jesús, pero en 7,33-36 sus oyentes son «los judíos», mientras que en 13, dío» nunca es un insulto, sino un título honorífico del pueblo depositario
33 Jesús habla a la «Iglesia joánica» (los discípulos o «hijos»): «Lo que de las promesas de Dios. «Sinagoga de Satanás» no son los judíos, sino
dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: al lugar adonde yo voy, los cristianos judíos que desvirtúan el significado de la muerte y resurrec-
vosotros no sois capaces de venir» (13,33; a lo que se añade: «me segui- ción de Jesús, poniendo así en peligro la fe de la comunidad cristiana.
rás más tarde», 13,36b). La oposición entre los «incrédulos» (los judíos) Estos individuos se llaman judíos a fin de evitar las persecuciones romanas
y los discípulos, la comunidad de creyentes en Cristo, es un hecho evidente. contra los cristianos. El Apocalipsis se refiere aquí a la tendencia sincre-
Y lo importante es esta comunidad. Para redactar el discurso de despedida tista de algunos cristianos, que además colaboran con los romanos; son
de Jesús, Juan se ha inspirado quizá en el discurso deuteronomista presen- los apóstoles embusteros de Ap 2,2. Quizá son prosélitos incircuncisos que
tado como despedida por Moisés 78. En ambos casos, el discurso es pronun- se han convertido al cristianismo, pero que sólo en parte han aceptado la
fe apostólica (lo que se conoce en la historia como «nicolaitismo»). Tam-
78 poco en el Apocalipsis, libro auténticamente judío, encontramos rasgo al-
Cf. H. Kraft, Die Offenbarung des Johannes (HNT 16a; Tubinga 1974) 61-62, guno de antijudaísmo.
72-74, 81-82.
IGLESIA Y SIONISMO 607

Conclusión y reflexión retrospectiva tificar teológicamente ciertas interpretaciones cristianas, a veces semioficia-
les en la Iglesia, según las cuales el pueblo de Dios del Nuevo Testamento
IGLESIA Y SIONISMO habría sustituido al antiguo pueblo de Dios: olvidan las implicaciones teo-
lógicas inherentes al hecho de que Jesús limitó el anuncio de su mensaje
El antisemitismo del Nuevo Testamento es una pura leyenda. No obs- universal al pueblo judío.
tante, existe una clara tensión religiosa entre las interpretaciones que el Quien niega o minimiza el significado religioso del pueblo de Dios
judaismo y el cristianismo dan sobre Jesús. judío, niega en el fondo también el significado de Jesucristo y del cristia-
No sería justo por parte de los cristianos afirmar que con Jesucristo nismo y socava la dimensión universal no sólo de Israel, sino también de
queda superada cualquier relación especial entre Dios y un pueblo o un Jesús de Nazaret. Por otro lado, ignorar a Jesús es, en mi opinión, negar
hombre histórico concreto (destruirían así el sentido más profundo de su un hecho profétíco, auténticamente judío, que se produjo en el mismo
propia religión: Jesús fue un hombre, un judío, que vivió en una situación Israel y no comprender, en la línea del profetismo israelita, el dinamismo
histórica precisa). Por un lado, tal suposición no tiene ninguna base en el de una tradición típicamente judía.
Nuevo Testamento: Jesús se sabía enviado a Israel para ser testigo de «Yahvé dijo a Abrahán: Sal de tu tierra nativa y de la casa de tu pa-
Dios ante y para todos los pueblos e invitó a Israel a responder fielmente dre, a la tierra que te mostraré» (Gn 12,1-4). En la conciencia religiosa
a esa tarea. Por otro, la primera interpretación que los cristianos dieron de Israel tiene una importancia capital el nexo existente entre religión,
de Jesús fue típicamente judía, y el cristianismo fue en su origen una fra- pueblo y tierra. Este tema fundamental de la religión judía es una res-
ternidad judía que exigía a todo Israel fidelidad a su vocación: ser «un puesta interpretativa de la fe a la acción salvífica de Dios con el pueblo
pueblo consagrado al Señor» en beneficio de todos los pueblos (Dt 7,6; de Israel. Si consideramos la intención religiosa más profunda, no se trata
14,2; 14,21), al igual que Dios es «el Santo de Israel» (Is 30,11; 41,14; de una visión egoísta, sino de una función precursora con respecto a todos
43,3.14.15). los pueblos. Un elemento esencial de lo que la religión llama «revelación
Según la concepción cristiana, Jesús —en la línea del profetismo ju- progresiva de Dios» es la respuesta interpretativa de los creyentes y, por
dío— mostró con su vida y su muerte que la protección y la ayuda de tanto, la historia humana contingente y su interpretación (cf. supra, pri-
Dios son objeto de fe, no constatables empíricamente, y no se apoyan en mera parte). Esta religión y este pueblo tienen una estrecha conexión, de
datos empíricos. En este sentido, los profetas, y especialmente Jesús de modo que resulta difícil imaginar un pueblo sin tierra. La conexión esen-
Nazaret, han invalidado todas las garantías empíricas y las «definiciones» cial entre religión judía y pueblo judío es también el motivo de que esta
terrenas a que apelaban y recurrían la alianza de Dios y la confianza en él. religión nunca haya sido ni pueda ser una religión universal. Sólo a través
No se puede identificar al Dios de Israel con ninguna de sus acciones sal- de otras religiones universales, el islamismo y el cristianismo, las cuales no
víficas. La historia de Dios no depende de la historia de Israel: ni siquie- pueden ni quieren renunciar a su conexión con el judaismo, la religiosidad
ra Israel puede disponer de Dios. Ya los grandes profetas dijeron clara- judía se ha convertido en religión universal, quedando así rota la conexión
mente que el futuro de Israel no es una consecuencia automática de la esencial entre «religión» y «este pueblo». Israel (dado el contenido esen-
acción salvífica de Dios en el pasado. Tampoco en la teocracia judía pos- cial de su credo) no ha podido ni podrá nunca dar ese paso por sí mismo.
terior al exilio alcanzó la acción salvífica de Dios su meta definitiva. Los Pero esto indica al mismo tiempo el carácter peculiar de la religión judía,
movimientos escatológicos judíos protestaron precisamente contra quienes respecto de la cual el cristianismo, a pesar de su continuidad, es una mag-
(basados en la praxis de la religión establecida) suponían alcanzada esa nitud discontinua. Aquí nos limitamos a señalar el hecho; ignorarlo sería
meta. Dios es también Señor de los «paganos» sin necesidad de que éstos un falso irenismo.
se hagan judíos. Aquí llega a un punto culminante la visión de la religiosi- A partir del siglo xix, especialmente en Alemania, algunos estudiosos
dad judía: el pueblo de Dios es precursor de todos los pueblos. Esta idea cristianos del Antiguo Testamento —con la decidida participación de bi-
adquiere en Jesús una modalidad inesperada, preparada ya por los judíos de blistas judíos— hicieron de la religión judía una confesión (también hoy
la diáspora, que vivían fuera de Jerusalén y consideraban la circuncisión en Holanda y en otros países se habla de «comunidades israelitas»). Desde
más bien como una realidad espiritual. El paulinismo cristiano continuará, el punto de vista del derecho civil, era una solución cómoda a diversos
apoyándose en otras razones, esta tendencia auténticamente judía. problemas de los judíos de la diáspora, una reglamentación bastante lógica
Los judíos no cristianos y los judíos convertidos al cristianismo termi- para la convivencia ciudadana, lo cual explica que muchos judíos partici-
naron por excomulgarse mutuamente, dando lugar a una «religión judía» paran decididamente en el asunto. Esto permitió en varios países occiden-
y una «religión cristiana». Estos hechos históricos y sobre todo (si nos iiiles el reconocimiento oficial de la «comunidad judía» en pie de igualdad
atenemos a lo que dice el Evangelio de Marcos) lo acontecido en Jesucristo con otras comunidades eclesiales. Pero los judíos cayeron más tarde en la
debían conducir a la ruptura. Pero, según la tendencia representada en es- cuenta de que ello implicaba cierta ruptura, aunque no esencial, de la reli-
pecial por Pablo, esto no anulaba la vocación de Israel. No se pueden jus- gión judía con la tierra y el pueblo. La propia conciencia judía llegó a des-
608 ISRAEL Y LA IGLESIA NEOTESTAMENTARIA IGLESIA Y SIONISMO 609

cubrir que la alianza del Sinaí es una realidad no «meramente» religiosa, Además, en consonancia con la conciencia moderna, los conflictos entre
sino también social y política. Esto puede resultar «escandaloso» a alguien los pueblos por motivos históricos y políticos deben ser regulados tomando
que no sea judío, pero los intérpretes adecuados de la conciencia religiosa como norma la justicia social, el derecho de gentes y los derechos huma-
judía no somos nosotros, sino la comunidad viva de los judíos. En opinión nos. La introducción de una visión teológica, en virtud de la cual un pue-
de muchos judíos actuales, incluso secularizados, el vínculo entre «pueblo» blo podría reivindicar «exclusivamente en nombre de Dios» unos derechos
y «tierra» es un elemento fundamental, extremadamente delicado, de la sobre una tierra determinada, sin justificarlos de manera «frontal» u hori-
espiritualidad judía. «El año próximo en Jerusalén» no es simplemente un zontal —al margen de la historia humana—, resulta un «cuerpo extraño»
piadoso deseo convencional para muchos judíos. en el ordenamiento sociopolítíco de nuestro mundo actual. Pero esto, de
El cristianismo, por su misma naturaleza, debía romper ese lazo entre por sí, no significa nada en un plano religioso a favor ni en contra de tal
religión, pueblo y tierra. Pero, por otra parte, reconoce el «escándalo» visión.
originado por la conexión esencial de la salvación procedente de Dios con Teniendo presente este trasfondo y la conciencia moderna de los pro-
la persona de Jesús de Nazaret, el cual es presentado como «Israel», «lla- blemas, ¿qué puede decir un teólogo cristiano ante las dos posturas anti-
mado para que saliera de Egipto» (Mt 2,15; cf. Os 11,1), e incluso como téticas, la judía y la palestina, en relación con el conflicto del Oriente
el Hombre, «el segundo Adán» (cf. Le 1 y 2). Esto coloca al cristianismo Próximo? Por un lado, el primer paso es reconocer solemnemente que el
en una tensión fundamental, a la vez que dialéctica, frente a la religión pueblo judío tiene derecho a una tierra, y precisamente a ésta; por otro,
judía, para la que «religión», «este pueblo» y «esta tierra» son insepara- el primer presupuesto es reconocer solemnemente que el pueblo palestino
bles. A lo largo de la historia judía, muchos elementos —sobre todo el tiene derecho a volver con plena ciudadanía a su propia tierra, al actual
templo, pero en ciertas corrientes proféticas también «la tierra»— han Israel. Tales son las posiciones básicas mantenidas de momento por ambas
sufrido transformaciones simbólicas, han sido «espiritualizados», desmate- partes en el conflicto.
rializados y escatologizados. Aunque esto no se puede afirmar sin más a Ante todo, yo diría que tanto el pueblo palestino como el pueblo judío
propósito de la «tierra», también este elemento fue interpretado escatoló- son para mí dos hechos evidentes. No menos evidente es la existencia de
gicamente como una futura «Jerusalén celeste» en el mundo, asentada so- la religión judía. Y, en fin, es evidente que el pueblo judío tiene derecho
bre el monte Sión, donde se congregarían todos los pueblos al fin de los a habitar en «la tierra». Sin embargo, estas evidencias son silenciadas a
tiempos. Sin embargo, tras las pruebas sufridas, especialmente el año 135 menudo por dogmatismos teológicos difíciles de entender.
después de Cristo, el «derecho al retorno» cobró gran fuerza en la litera- Si hablamos políticamente de «derecho a esta tierra», no podemos caer
tura judía. Tras el éxodo de Egipto y el segundo éxodo del destierro babi- en abstracciones. El dato real es que un pueblo quiere vivir en esa tierra
lónico nació la esperanza en un tercer éxodo. Si no queremos trivializar concreta, considerada por muchos judíos, en lo más íntimo de su corazón,
los relatos bíblicos de los dos primeros éxodos (por más que también de como «tierra santa». Tal voluntad puede tener motivaciones religiosas,
otros pueblos se pueda decir lo mismo), debemos tomar ese dato como pero ipso facto es también una realidad política. Y esta realidad es un ele-
visión de una constante tradición judía. Los judíos religiosos no lo consi- mento del que no se puede prescindir en la problemática. Es, además, una
deran un derecho, sino un don de Dios, fiel a su libre bondad, de tal modo realidad para no pocos judíos que carecen de toda religiosidad. En cuanto
que se sienten responsables de su tierra y de la construcción de la misma, voluntad política de una colectividad (con o sin inspiración religiosa), po-
inspirada por la justicia social de la alianza del Sinaí. Es innegable, sin demos designarla justamente con el nombre de «sionismo» (que en sí no
embargo, que los judíos, como todas las Iglesias cristianas, sujetos a la es un término peyorativo, como tampoco lo son «cristianismo», «islamis-
crisis general de las religiones producida por la crítica del fenómeno reli- mo» o cualquier movimiento nacionalista, a pesar de que todos ellos han
gioso y por el proceso de secularización, se hallan en una situación que el cometido graves errores a lo largo de su historia). Si decimos, en cuanto
rabino Edw. Zerin ha llamado «búsqueda de la identidad judía». No po- teólogos y de acuerdo con la sensibilidad contemporánea, que en el plano
demos entrar en esta cuestión, pero lo cierto es que incluso para los israe- político hay que «desteologizar» el problema, no se puede ignorar la rea-
líes no creyentes la Biblia constituye el manifiesto de su propio talante lidad de la voluntad política, que es la consecuencia o (para muchos) el
nacional. Esto son hechos reales, no abstracciones. actual residuo secular de esa concepción religiosa. La voluntad religiosa
En nuestro tiempo está más arraigada que nunca la idea de que cual- puede analizarse en sus motivaciones históricas, y entonces constituye en
quier concepción religiosa es sospechosa de ideología si actúa a costa de la discusión un elemento real que permite un tratamiento racional; pero el
los derechos del hombre. Teniendo en cuenta la función hermenéutica de recurso directo a exigencias religiosas incluye en el debate un elemento
la ética con respecto a cualquier visión religiosa, se puede afirmar a priori intersubjetivo no susceptible de discusión, a propósito del cual no se pue-
que «servir a Dios» en detrimento del hombre descalifica y destruye in- den alegar argumentos racionales. Es preciso, pues, analizar los motivos
trínsecamente una forma de religión. Nadie, judío, musulmán o cristiano, históricos de esa voluntad política e incluirlos en el debate. En este sentido
puede negar este dato de la crítica de las religiones. estoy convencido de que la «teologización» del conflicto «palestino-israelí»
-w
610 ISRAEL Y LA IGLESIA NEOTESTAMENTARIA IGLESIA Y SIONISMO 611

es errónea desde el punto de vista teológico. Quien quiera hablar en este lógica deben tener en cuenta que no sólo el cristianismo, sino también el
contexto de la voluntad de Dios —del Dios de los judíos, del Dios de los islamismo han encontrado su campo más fecundo precisamente en el Tenak.
mahometanos, del Dios de los cristianos (¿cuántos dioses hay en reali- Todo esto exige además, por parte de los cristianos, un mea culpa por su
dad?)— deberá buscarla ante todo en la justicia social, los derechos hu- actuación en la historia pasada (y presente), en la cual han justificado con
manos concretos implicados en el conflicto y, además, en la justicia y el argumentos teológicos una actitud ofensiva tanto para los judíos como para
amor. Los «derechos de Dios» nunca pueden ir en menoscabo de los dere- los musulmanes. Las religiones que dan lugar a «guerras de religión» se
chos del hombre, convirtiendo así al hombre que sufre y su propio sufri- descalifican por sí mismas. Sin embargo, la historia nos demuestra que, en
miento en meras «abstracciones». Por tanto, la voluntad política del pueblo realidad, nunca ha habido guerras puramente religiosas; siempre han inter-
judío debe compaginarse con los derechos de las otras partes interesadas, venido factores sociales, económicos y políticos. También por esta razón
y viceversa. Estoy convencido de que no hay posibilidad de solución sin es necesario desteologizar conflictos políticos, aunque se hallen en juego
una reconciliación verdadera. factores teológicos. Estos deben ser considerados teniendo en cuenta sus
Por otra parte, hay que evitar falsos argumentos, pues sólo sirven para implicaciones sociopolíticas y solucionados en ese plano. A este respecto
enturbiar el problema. No es válido, en mi opinión, afirmar que una mayor podemos repetir: «No seas cristiano a costa de los judíos o de los musul-
dedicación al cultivo e industrialización de esta tierra otorga un especial manes» (G. E. Lessing, Nathan der Weise IV, 4).
derecho moral sobre la misma, pues tal argumento se basa en unas pre-
misas occidentales. Es un hecho que los árabes han cultivado menos el
suelo de Palestina. Pero ¿qué razón existe para negar a una cultura «nó-
mada» (que para los antiguos hebreos fue el tipo ideal de vida) el derecho
pleno a la existencia y concluir que los nómadas no tienen ninguna prerro-
gativa sobre su tierra? La tarea concreta de «dominar la tierra» constituye
un modo auténticamente humano de vida, pero ¿quién puede negar la ra-
zón y el sentido de la vida nómada (por más que esté desapareciendo de
las culturas modernas)? En consecuencia, el principio de una mayor o me-
nor dedicación a «esta tierra» depende, en mi opinión, de una serie de
condicionamientos socioculturales y no sirve como argumento.
Por todos estos motivos, en el plano sociopolítico, el conflicto del
Próximo Oriente debe separarse de toda concepción directamente teológica.
Por desgracia, hay que admitir que el actual conflicto ya no es, desde hace
tiempo, una cuestión exclusiva de Israel y los países árabes, sino que en
él intervienen los intereses de las grandes potencias occidentales.
Respetando el carácter peculiar de la espiritualidad judía y de la reli-
giosidad musulmana, factores que desempeñan sin duda una función en la
presente problemática, creo que los cristianos, y sobre todo los dirigen-
tes o grupos directivos de las Iglesias, deben asumir la tarea de desteolo-
gizar la cuestión en el plano político y no pretender resolverla mediante
una interpretación fundamentalista de la Biblia, procurando primero —en
la práctica— poner en orden sus propios asuntos. No se puede olvidar que
buena parte de lo que en la Biblia recibe el nombre de «historia sagrada»
sería defendido hoy, en nombre de los derechos del hombre y de los pue-
blos, por muchas personas en manifestaciones callejeras de protesta y que
algunos profetas del Antiguo Testamento irían a la cabeza de las mismas.
Además, las Iglesias deben luchar por la implantación o consolidación de
los derechos de todas las partes implicadas en el problema y mostrarse
creativas en la búsqueda de soluciones satisfactorias para todos y acordes
con las exigencias de la justicia social. Poco más podrá decir un teólogo
sobre este asunto. Los teólogos tienden a hacer,aún más confusa la cues-
tión, mezclándola con su propia problemática teológica. En su reflexión teo-
TERCERA PARTE

ELEMENTOS ESTRUCTURALES
DE LAS TEOLOGÍAS NEOTEST AMENTARÍAS
DE LA GRACIA
Introducción

1. A la hora de definir con mayor precisión la actividad redentora


mediante la cual Dios quiso reconciliar consigo al mundo en y por Jesús
(como dice literalmente 2 Cor 5,19), hemos de admitir que una serie de
conceptos básicos, muy conocidos entonces, que procedían de la experien-
cia e interpretación de Israel y del primer judaismo, proporcionaron al
Nuevo Testamento el oportuno material para expresar, de una forma inte-
ligible para los oyentes (o lectores), la experiencia cristiana de la reden-
ción y la salvación en y por Jesucristo. Lo que los cristianos habían expe-
rimentado en Jesús los indujo a utilizar esos «interpretamentos» proce-
dentes de su propia tradición experiencial. Pero, por su parte, tales con-
ceptos matizaron el contenido de su experiencia y les procuraron nuevas
posibilidades de desarrollo. La experiencia de la salvación de Dios en Je-
sús vivía de lo experimentado —Jesús de Nazaret—, pero también de la
expresión interpretativa que iba adquiriendo; ésta fue profundizando en
la experiencia y, basándose siempre en ella, la fue descubriendo de una
forma cada vez más precisa y concreta al sujeto que experimentaba. Todos
estos «interpretamentos», es decir, de acuerdo con el sentido que doy
a este término un tanto ambiguo, los contenidos de experiencia previa-
mente dados y comprensibles a partir de unas vivencias anteriores, toma-
dos de las vicisitudes de la sociedad religiosa de entonces, son utilizados
para expresar las experiencias habidas con Jesús. Todos sabían por expe-
riencia cómo podía ser rescatado un esclavo. Todos conocían la gran im-
portancia que en la vida humana tenía la posibilidad de contar con un
abogado o intercesor influyente. En particular, los judíos tenían arraigado
en el corazón el principio del «ojo por ojo», no en el sentido de venganza,
sino más bien de justa compensación (sólo un ojo por un ojo). Muchas
instituciones, especialmente las de carácter social, creadas a lo largo de
los siglos para garantizar la protección a los pobres o depauperados (por
ejemplo, el sistema del gd'el o «salvador») eran perfectamente conocidas.
En especial el culto del templo, con sus sacrificios, para reparar las trans-
gresiones de la ley judía era un elemento esencial de la religiosidad del
judaismo (aunque perdió rápidamente su prestigio en el siglo i d. C ) .
La reparación, el ofrecimiento de sacrificios por medio del sacerdote (una
cabeza de ganado para los ricos; un par de tórtolas para los pobres), es
decir, el sentido estricto de la justicia, constituía el sentimiento funda-
mental de la sociedad y la religión judías. El concepto de salom (en el
sentido que hemos explicado) implicaba esencialmente, teniendo en cuenta
la precaria situación de la convivencia humana, la reparación del daño y la
compensación. Quien había causado un perjuicio debía repararlo y expiar-
lo. En pocas palabras: los conceptos fundamentales de la sociedad judía
sirvieron para expresar las experiencias pasadas y presentes habidas en re-
lación con Jesús, y especialmente con su muerte. También había entonces
judíos y paganos que buscaban su salvación en las regiones supraterrena-
les, celestes, con sus esferas misteriosas llenas de poderosos espíritus que
determinaban todo lo que sucedía o dejaba de suceder en este mundo.
616 LAS TEOLOGÍAS NEOTESTAMENTARIAS DE LA GRACIA
RELACIÓN ENTRE EXPERIENCIA E INTERPRETACIÓN 617
Los griegos y los ciudadanos romanos, los cristianos de origen pagano, ha-
bían vivido la gran experiencia de un emperador que era proclamado soler, de Jesús, en el valor salvífico de su unión con Dios y en su solidaridad
bienhechor y salvador de toda la oikoumene, y vitoreado como tal en los con los hombres, a creer sin más en todos esos interpretamentos, los cuales
cortejos triunfales. Todo esto servirá en el Nuevo Testamento para expre- además pueden ser en muchos casos un peligro para la fe en el valor sal-
sar e incluso desarrollar de algún modo la realidad experimentada en la vífico de la vida y la muerte de Jesús. Por otra parte, para mí es igual-
vida, muerte y glorificación de Jesús junto al Padre. mente ateológico pretender demostrar a base de manipulaciones hermenéu-
En medio de este cúmulo de «interpretamentos» no podemos olvidar, ticas racionales que, por ejemplo, Pablo (o cualquier otro autor neotesta-
casi dos mil años más tarde, la realidad así interpretada. Al hablar al prin- mentario) no propuso ninguna idea concreta sobre el sacrificio, como sería
cipio de esta obra sobre la experiencia y la interpretación, decíamos que la satisfacción o el derramamiento de sangre. Eso es un hecho que ningu-
en nuestras experiencias hay unos elementos interpretativos que tienen na exégesis puede eliminar. Los únicos que hacen de este hecho un pro-
su base y origen directamente en lo experimentado y otros («interpreta- blema (o que tal vez ignoran que pueda constituir un problema) son los
mentos») que proceden de fuera de nuestra experiencia y pueden servir que interpretan el texto bíblico de una forma fundamentalista. Otros
de hecho para explicar mejor a los demás (o a uno mismo) una primera quieren resolver la cuestión tomando de la Biblia lo que les conviene
experiencia ya interpretada. Esto es precisamente lo que hacen los autores o ignorando lo que no les interesa. Esta postura es, en mi opinión, irres-
neotestamentarios, y con plena legitimidad; y lo hacen de distintas mane- ponsable desde el punto de vista de una teología cristiana, pues en tal
ras, porque no todas utilizan los mismos «interpretamentos». Así, por caso somos nosotros los que decidimos lo que puede y debe significar
ejemplo, la carta a los Hebreos es el único escrito neotestamentario que Jesús para nosotros. Jesús podría ser entonces algo superfluo. En toda
considera la obra redentora de Jesús como un servicio sacerdotal; los vida humana podemos hallar una fuente de inspiración que oriente nues-
demás vienen a negar este dato, pues para ellos el sacerdocio es única tra existencia y sirva para mejorarla. Pero eso no es lo que la Biblia y
y exclusivamente el levítico. Sin embargo, el mensaje de la carta a los toda. la. «gran tradición» cristiana entienden por salvación de Dios en
Hebreos coincide fundamentalmente con el credo de todo el Nuevo Testa- Jesús.
mento: la solidaridad de Jesús con el hombre que sufre y peca, basada En todas estas concepciones se esconde, a mi juicio, un error de ca-
en una radical fidelidad a Dios; solidaridad y fidelidad llevadas hasta la rácter filosófico: una falsa idea de la relación entre experiencia e inter-
muerte, hasta el sacrificio de la propia vida, y Dios acepta y aprueba crea- pretación, entre «experiencia interpretativa» y tematización de la misma.
doramente esa vida en solidaridad y fidelidad. Ciertos conceptos utilizados Al considerar este problema (que requeriría un análisis más a fondo que
para expresar esa realidad de experiencia (por ejemplo, satisfacción, sacri- el realizado por mí en la primera parte de la obra), no cabe limitarse (al
ficio cruento, expiación, derrocamiento de los seres celestes que esclavizan menos en el caso de un cristiano) a efectuar una selección entre los textos
al mundo) tienen un valor relativo, es decir, valen en una cultura en la bíblicos, sino que es preciso entenderlos en su conjunto como un docu-
que tales conceptos son expresión viva de experiencias vividas a diario. mento literario netamente humano en el que ha quedado plasmada la tra-
El simple hecho de que algunos autores neotestamentarios hayan buscado dición apostólica de la fe, normativa para los cristianos, sobre Jesucristo,
otros «interpretamentos» e imágenes para, por ejemplo, hablar del signi- y encuentra su expresión auténtica la acción salvífica real de Dios en Jesu-
ficado salvífico de la muerte de Jesús demuestra sobradamente que el fac- cristo, el cual, en virtud de su vida, de su muerte y de la misericordia que
tor determinante no es el interpretamentum, sino el interpretandum. Dios ha demostrado ante esa muerte, es experimentado como salvación de-
El significado salvífico y el valor redentor y liberador no es para un^cris- cisiva, definitiva y escatológica. Este acontecimiento podrá ser expresado
tiano solamente la vida, el mensaje y la praxis de Jesús, sino también su siempre con otras imágenes y otros «interpretamentos», y deberá serlo
muerte en el contexto de toda su vida. Esta es la realidad experimentada además cuando los hombres de otras culturas quieran afirmar en su autén-
por los apóstoles y expresada en el kerygma (predicación), en la didache tica validez lo que el Nuevo Testamento dice, confiesa y anuncia. Y esto
(catcquesis y enseñanza) y, finalmente, en el símbolo y el dogma. El pro- no lo llamo —ni tampoco es— «desmitologización»; se trata más bien de
blema es si en nuestra cultura contemporánea, que aborrece los sacrificios inculturar el dato único de la fe cristiana o, dicho de forma más sencilla.
rituales, se debe seguir llamando este dato de fe «sacrificio cruento». de mantener vivo el contenido de esta fe. Lo cual no significa que las imá-
Lo cual no quiere decir que, para los lectores de su tiempo, la carta a los genes y elementos interpretativos del pasado fueran «falsas» en su con-
Hebreos no reflejase exactamente el contenido de la fe cristiana. texto; sin embargo, para nosotros pueden haber perdido su significado.
En el transcurso de la historia de la teología se sumarán otras teorías Un análisis de la prehistoria, de la evolución y, en muchos casos, del con-
soteriológicas a las neotestamentarias, teorías que surgirán como respuesta texto social de los conceptos explicativos empleados (por ejemplo, peni-
a la sensibilidad de una determinada cultura y a las expectativas de salva- tencia, reconciliación mediante sacrificios cruentos de animales, etc.), vien-
ción específicas de una época concreta. Y con razón. Pero no se puede do también cómo el Nuevo Testamento los utiliza, es un factor que
obligar a un cristiano que cree en el valor salvífico de la vida y la muerte contribuye a favorecer la capacidad de discernimiento. Me refiero a la ca-
pacidad para distinguir entre lo que el experimento cristiano tiene de Ínter-
618 LAS TEOLOGÍAS NEOTESTAMENTARIAS DE LA GRACIA ELECCIÓN DIVINA Y SEPARACIÓN DEL MUNDO 619
pretación (y en esto consiste el condicionamiento histórico y social, aunque Esta predestinación aparece con toda claridad (como en Qumrán y en toda
en la experiencia de Jesús como Cristo o salvación decisiva y definitiva la literatura del judaismo tardío) en Rom 8,29-30; 9,1-11.35; Ef 1,4-5;
aparezcan también experiencias humanas primordiales y comunes a toda la también Gal 1,15; Rom 1,6; 11,5; 1 Pe 1,2.10; 5,10; 4,10.
humanidad) y lo que yo llamo tematización y teorización ulterior, condi- El Nuevo Testamento quiere mostrar así que el sentido de la vida
cionada por el medio histórico y cultural, de tales «experiencias inter- humana no es puro azar o consecuencia de un destino fatal ni depende
pretativas» cristianas. de ciertas potencias o demonios arbitrarios y supraterrenales, sino que está
Esta visión deja totalmente abierta la posibilidad de expresar con res- gobernado por Dios con toda libertad y bondad; por tanto, es fruto de
peto, de una manera nueva y adecuada a cada época, el contenido real de un amor solícito que coopera en todo al bien de los que aman a Dios
la experiencia cristiana. No podemos por menos de sentir admiración ante (Rom 8,28). En otras palabras: aunque no podamos identificar con detalle
la creatividad, a veces magistral, con que algunos autores neotestamenta- la voluntad de Dios, el hecho es que la naturaleza y la historia, y dentro
rios —como el Evangelio de Juan o las cartas a los Colosenses, Efe- de ella Jesús, están sostenidas y guiadas por un designio divino trascen-
sios y Hebreos— han reformulado con nuevas tematizaciones, sin compro- dente. Hay una correspondencia entre la voluntad de Dios y el sentido
meterlo, el patrimonio de la fe apostólica que ya estaba en proceso de último de la vida humana. Creer significa, por tanto, tener fe en la bondad
formación. También en este punto la Sagrada Escritura es para nosotros radical de los planes de Dios para con los hombres y en el sentido último
inspiración y orientación. Y es de lamentar la poca capacidad que el cris- de la existencia humana: ponerse a sí mismo y a los demás en manos de
tianismo actual demuestra a la hora de formular —de una forma igual- Dios. Desde el punto de vista bíblico, en esto consiste la experiencia de
mente creativa y fiel— esta fe apostólica, de modo que también procure la gracia.
al hombre moderno alegría y salvación. ¿Será por falta de una fe real- Lejos de ser obstáculo, este designio eterno de Dios es un motivo
mente viva? ¿O por miedo a la heterodoxia, bajo la presión de una «orto- para que el Nuevo Testamento se atreva a decir (sin eliminar la tensión
doxia» entendida como tabú y no como norma (liberadora) del patrimonio existente entre universalismo y elección): «Dios quiere que todos los hom-
apostólico de fe? ¿O por las dos cosas? Pusilanimidad. bres se salven» (1 Tim 2,3-4), «la gracia de Dios se hizo visible, trayendo
salvación para todos los hombres» (Tit 2,11; cf. Ap 21,3); él «es el sal-
2. Todas las concepciones neotestamentarias de la salvación, la reden- vador (redentor, bienhechor, soter) del mundo» (Jn 4,42; 1 Jn 4,14), «el
ción y la liberación, diferentes pero fundamentalmente iguales, están uni- Cordero de Dios que quita los pecados del mundo» (Jn 1,29), «el Dios
das por un nexo interno: la correlación entre la predestinación divina, vivo, salvador de todos los hombres, sobre todo de los fieles» (1 Tim
o iniciativa salvífica absolutamente libre por parte de Dios, y la experien- 4,10).
cia de haber encontrado un sentido existencial y una plenitud de vida por Esta idea de la «elección» expresa el sentido más hondo del lenguaje
parte de los que creen en Jesús. Los cristianos neotestamentarios hallaron y de la proclamación religiosa del Nuevo Testamento. Esta proclamación
su propia identidad, la definición de su condición humana, en una relación o confesión de fe no es un lenguaje arbitrario, sino una homología: «un
personal con Dios, tal como Jesús lo había revelado. lenguaje coincidente», un «decir lo mismo», un asentir: el creyente, que
La obra salvífica de Dios en Jesucristo fue experimentada como gracia, ha sido tocado por Dios y ha experimentado su gracia, devuelve con su
en el sentido hebreo (hesed) y griego (charis) de gozosa elección divina, confesión de alabanza a Dios lo que de él ha recibido y ha podido expe-
que implica también una separación del mundo (prothesis, designio o plan rimentar. Agradeciendo sus dones, reconoce lo que Dios ha realizado en
soberanamente libre de Dios: Rom 8,28; 9,11; Ef 1,11; 3,11; 2 Tim su persona. El creyente puede utilizar solamente un lenguaje religioso
3,10; 1 Pe 1,20, etc.). Esta predestinación tiene como origen el amor (abandonando el lenguaje puramente descriptivo), porque Dios mismo lo
(2 Tim 1,9), es una hesed libre (Rom 9,15), como Yahvé dijo a Moisés habilita y capacita para ello. En este sentido, la gracia de Dios en Jesús
(Ex 33,19). Depende única y exclusivamente de la buena voluntad (eudo- no es sólo el contenido, sino también el factor que hace posible la homo-
kia) de Dios (Ef 1,5.9.11; Le 2,14; 12,32; Col 1,19; Flp 2,13), la cual logía de la fe; proclamar a Dios en la alabanza y darle gracias en la con-
es eudokia agathosines (2 Tes 1,11), es decir, no arbitrariedad, sino mani- fesión .
festación de bondad. Fruto de esta predestinación es la llamada de Dios La gracia divina de elección alcanza su máxima expresión en el testi-
(cf., sobre todo, Rom 8,30; también Ef 1,18; 4,1.4; Flp 3,14; 2 Tes 1,11; monio que confiesa esa realidad, en el anuncio o predicación. El Nuevo
2 Tim 1,9; Heb 3,1; 2 Pe 1,10). Los cristianos son, pues, «llamados» Testamento anuncia la experiencia de Dios vivida por los cristianos en su
(Rom 1,6-7; 8,28; 1 Cor 1,2.24; Jds 1; Ap 17,14) o «elegidos» (Me 13, encuentro con Jesús. Sin embargo, al realizar este anuncio, comprueban
20; Le 18,7; 1 Cor 1,27; Rom 8,33; Ef 1,4; Col 3,12; 2 Tim 2,10; también la repulsa de otros. Esta repulsa del testimonio de Jesús y de la
Tit 1,1; Ap 17,14), mientras que Cristo es ho huios mou eklelegmenos predicación cristiana permite entender y experimentar aún más claramente
(Le 9,35), el Hijo escogido o el Elegido (Le 23,35). Según Mt 22,14, mu- hasta qué punto es inmerecida la gracia de Dios. La repulsa conduce a los
chos son los «llamados» (kletoi), pero pocos los «elegidos» (eklektoi). nisiianos al aislamiento. Y en esta situación descubren la solidaridad de
CRISTO ES EL «SALVADOR DEL MUNDO» 621
620 LAS TEOLOGÍAS NEOTESTAMENTARIAS DE LA GRACIA
misericordioso de Dios es anterior a todos nuestros pecados: «Dios nos
Dios con los marginados, con los «parias» sociales, sobre todo teniendo amó cuando éramos aún pecadores». La última palabra no corresponde al
en cuenta que el cristianismo primitivo reclutó la mayoría de sus miem- pecador, sino a la misericordia divina, que concede el perdón «gratuita-
bros en los estratos más bajos de la población. Todo esto hace que la idea mente». Si la justicia y el amor son una sola cosa en el ser de Dios, será
de predestinación, de elección, se convierta en un concepto fundamental simple balbuceo todo lo que podamos decir sobre la cuestión de cómo
del Nuevo Testamento. La aceptación del testimonio de Jesús y de los la justicia y la santa ira de Dios ante el mal que los hombres infringen
cristianos permite a éstos comprender su experiencia de la salvación como a sus semejantes, criaturas divinas, se pueden conciliar con la misericordia
elección, pero no para gloria de sí mismos, sino para gloria de Dios, como de Dios hacia los que sufren el daño y hacia los miserables que lo causan.
repite continuamente el Nuevo Testamento, consciente del peligro moral Evidentemente, la justicia divina y la humana siguen aquí caminos muy
que puede representar una idea quizá demasiado humana de «elección» distintos.
y «misión». Movidos por esta exhortación y por la repulsa de otros (o bien En cualquier caso, el Nuevo Testamento nunca habla de una elección
por el hecho de que éstos aún no tengan noticia de lo que ha sucedido de ciertos individuos sacados de una massa damnata: el amor de Dios,
«estos días» en Jerusalén), los cristianos tienen conciencia cada vez más desinteresado e imparcial, se dirige precisamente a los pecadores. Esta
clara de que su aceptación de Jesús como Cristo no es resultado de un perspectiva no incluye —sino que excluye para quien conoce la misericor-
destino o azar ciego, sino fruto de la solicitud de Dios. dia divina— la posibilidad de un pecca fortiter, sed crede fortius; las
En especial, Pablo y el Evangelio de Juan han reflexionado, aunque posibilidades divinas de esta solidaridad incondicional precisamente con el
no de forma exhaustiva, sobre el misterio de la conciliación entre la elec- hombre profundamente esclavizado, el pecador, constituyen el misterio
ción misericordiosa de Dios y la libertad humana. En cualquier caso, la de la gracia preveniente de Dios, que es eficaz de por sí y no quiere rom-
gracia de la aceptación, la fe, es al mismo tiempo una tarea centrada en per la caña abatida. Unos pocos justos podrían haber bastado para salvar
el «ministerio de la reconciliación» (Pablo; carta a los Efesios) y no un a Sodoma (Gn 18,23-32), y uno solo habría bastado para salvar Jerusalén
estímulo para cultivar el propio jardín cerrado. Esta fe es un envío al (Jr 5,1); «muchos» son salvados gracias al «justo doliente» profético
mundo, incluso para la Iglesia joánica, tan replegada en sí misma (Jn 17, (Is 53). Según esto, los cristianos neotestamentarios están convencidos de
15-18). El Nuevo Testamento no conoce la idea de un resto segregado. que, en virtud de Jesucristo, el único y singular «profeta doliente» escato-
Además, aunque conoce la insondable ambigüedad de la libertad humana, lógico, el mundo entero está salvado: él es el «salvador del mundo» (Jn 4,
mantiene como elemento dominante una idea que subyace implícita en 42; 1 Jn 4,14), «el Cordero de Dios, que carga con (quita) los pecados
todo momento: Dios nos amó «cuando éramos aún pecadores» (Rom 5,8). del mundo» (Jn 1,29).
Esto se aplica directamente a los cristianos, que «eran pecadores» antes La relación que establece el Nuevo Testamento entre la voluntad sal-
de «conocer» a Jesús, pero es innegable que este concepto neotestamenta- vífica universal de Dios y la experiencia humana del sentido último de la
rio de gracia (hesed y charis) tiene un alcance mucho más vasto, hasta el propia vida, la experiencia cristiana de salvación divina en y por la expe-
punto de que la primera carta de Pedro habla de una oportunidad de sal- riencia del desarrollo pleno de la propia existencia, nos sirve de guía en
vación o vida para los pecadores ya muertos (1 Pe 3,19-21; 4,6; no obs- la labor de articular los elementos estructurales de las teologías neotesta-
tante, el autor no dice si obtienen realmente esa última prueba de mise- mentarias de la gracia y de la redención en su conexión interna, y ello
ricordia y la consiguiente oportunidad de vida). Esta idea se hizo más partiendo de un dato básico: que todo tuvo comienzo en el encuentro
tarde sospechosa de herejía con la doctrina de Orígenes sobre la «apoea- del hombre Jesús con los demás hombres. La «salvación divina» se revela
tástasis» o reconciliación definitiva de todos (no tanto debido a la idea en en el encuentro de Jesús con sus semejantes. Encuentro, salvación y feli-
sí misma cuanto a sus implicaciones: preexistencia del alma, reencarnación, cidad son conceptos basados en la experiencia, acerca de los cuales, más
etcétera), lo que dio motivo a que se intentase interpretar forzadamente que razonamientos, hallamos relatos en una historia que invita a una
la primera carta de Pedro en otros sentidos, pero siempre sin base en praxis crítica, liberadora.
esta carta apostólica. Para el Nuevo Testamento sólo hay un pecado que De todo lo dicho se desprenden cuatro elementos estructurales que los
lleva a la muerte: el de quienes, consciente y libremente, contra su propia cristianos, a la hora de actualizar el evangelio de Jesucristo, deben tener
convicción, rechazan el principio de la misericordia de Dios (en Jesús) muy en cuenta si quieren que este evangelio permanezca íntegro y, a la
(Heb 9,28 con 4,4-6 y 10,26-31); tal es el pecado contra el Espíritu vez, sea una realidad viva para el hombre de hoy.
Santo, que no tiene perdón ni en esta edad ni en la futura (Mt 12,32;
Le 12,10; Me 3,28; cf. 1 Jn 5,16). El rechazo del amor misericordioso
de Dios es la única barrera que puede oponerse a la misericordia divina
(no se dice si hay hombres que lo hagan con plena libertad y conciencia).
Independientemente del contexto de la apocatástasis de Orígenes, siempre
será un reto para nosotros la afirmación neotestamentaria de que el amor
LA HISTORIA DE DIOS CON EL HOMBRE 623

1. Dios y su historia con el hombre Esa vida y esa muerte tienen valor en sí y por si, y en primer lugar para
Dios, que reconoce en ellas su propia solidaridad con el pueblo, su propio
La experiencia cristiana que un grupo de hombres —originalmente honor y gloria, identificándose así no sólo con los ideales y visiones de
judío— tuvo con Jesús de Nazaret se tradujo en una confesión de fe. Jesús, sino también con la persona misma de Jesús de Nazaret: el destino
Para esos hombres, cristianos, el problema lacerante y humanamente inso- de Jesús se consuma, más allá de la muerte, en su resurrección de entre
luble de la razón y el sentido de la vida humana en la naturaleza y en la los muertos, que es el «amén» de Dios a la persona de Jesús y, al mismo
historia, a caballo entre el absurdo y el sentido, entre el sufrimiento tiempo, la afirmación divina de su propio ser: «solidario con el pueblo».
y los momentos de alegría, había encontrado una «respuesta» positiva y «Dios es amor» (1 Jn 4,16).
única, que superaba cualquier expectativa: Dios mismo garantiza a la exis- Aunque Dios puede recibir nombres más o menos concretos en los
tencia humana un sentido plenamente positivo. El mismo se ha compro- distintos contextos religiosos, muestra su auténtico rostro al cristiano en
metido en ello y ha puesto en juego su propio honor, un honor que con- la desinteresada solicitud de Jesucristo, el buen pastor que busca la oveja
siste en identificarse con el pobre y explotado, con el hombre privado de extraviada y perdida. Aunque el Padre es mayor que su venida en Jesu-
libertad y, sobre todo, con el pecador, o sea, con aquel que aflige tanto cristo: «El Padre es más que yo» (Jn 14,28), en Jesús habita la «plenitud
a su prójimo que los lamentos «claman al cielo» (cf. Ex 2,23-25; 3,7-8). de Dios» (Col 1,19). Quien ve a Jesús ve al Padre (Jn 14,9b). En Jesús
Dios baja entonces del cielo (Ex 3,8): «Tanto amó Dios al mundo que se revela el rostro de Dios vuelto hacia los hombres, del Dios que se pre-
dio a su Hijo único para que tenga vida eterna y no perezca ninguno de ocupa de todos, en especial de los más desvalidos: los crucificados. «Por
los que creen en él» (Jn 3,16). En definitiva —y también en un sentido eso Dios lo encumbró sobre todo y le concedió el título que sobrepasa
protológico: desde el principio—, Dios decide sobre el sentido y el des- todo título» (Flp 2,9): el Señor, «Yo soy» (Ex 3,14; Jn 8,24; 8,28; 8,58;
tino del hombre en beneficio del propio hombre. No deja esta decisión 13,19), «os tengo presentes». La única respuesta posible es la homología
al capricho de unas potencias cósmicas e históricas, caóticas y diabólicas, de la fe, la afirmación: «De modo que a este título de Jesús toda rodilla
sobre cuyas líneas torcidas Dios sería capaz de escribir derecho, mostrán- se doble» (Flp 2,10).
dose incluso dispuesto a enderezarlas. En cuanto creador, Dios es autor En Jesús aparece plenamente la predestinación de Dios y el sentido
del bien y enemigo del mal, del sufrimiento y de la injusticia que sumen de la existencia humana: promover el bien y luchar contra el mal. Por eso,
al hombre en el absurdo. Al experimentar el sentido y la plenitud de su el destino de su vida estaba de un modo especial en las manos de Dios.
propia vida, los discípulos experimentan también la salvación de Dios en Jesús es el predilecto de Dios en cuanto don otorgado a la humanidad.
su encuentro confiado con Jesús. Esta nueva vida, debida a una iniciativa Su existencia es la realización plena y acabada de la solicitud de Dios hacia
de Dios que supera cualquier expectativa, es vivida por ellos como don in- el hombre, pero siempre a través de la iniciativa libre y responsable,
merecido, como gracia. Él Antiguo Testamento y el Nuevo coinciden ple- humana y religiosa, de Jesús, en el conflicto y la oposición que había sus-
namente: Yahvé es un Dios de los hombres, es «Yo soy» (Ex 3,14), es citado su actividad histórica como defensor de la causa del hombre como
decir, «Yo os tengo presentes» (Ex 3,16). El nombre de Dios significa causa de Dios.
«solidario con mi pueblo». El honor o gloria de Dios consiste en la feli- En este destino de Jesús se hace patente la impotencia de la palabra,
cidad y salvación de los hombres. La predestinación divina y la experien- por muy necesaria que ésta sea, del mensaje o la visión, tomados «en sí
cia de que el hombre tiene sentido son dos aspectos de una misma y única mismos». Es posible cerrar los oídos a las palabras e interpretar las visio-
realidad salvífica. La salvación tiene que ver con el bienestar y la felicidad nes como sueños irreales. Pero quien corrobora su mensaje con su san-
del hombre, y esto se halla en estrecha relación con la solidaridad del gre y martirio, con el sacrificio de su propia vida, «por amor a ese men-
hombre con el Dios vivo que se vuelca hacia la humanidad. En esto con- saje», como «servicio de reconciliación», demuestra la impotencia de aque-
siste la historia de Dios con el hombre. llos que sólo saben imponer su razón eliminando como asesinos al testigo
de la justicia y el amor. Su breve victoria lleva los signos visibles de su
propia derrota, aun cuando su odio sea más intenso a medida que se acer-
2. La naturaleza de la historia de Dios con el hombre ca el final. Su antorcha, macilenta y casi apagada, es recogida por otros.
se hace experimentable en la persona y en la vida de Jesús El sufrimiento no es redentor por sí mismo, pero sí lo es el sufrimien-
lo padecido por otros, por la causa del hombre como causa de Dios, cuyo
El sentido de esta nueva vida del hombre, preparado y querido por nombre es «solidario con mi pueblo» y que «ha vencido» al mundo (Jn
Dios desde antiguo, se ha manifestado en el mundo y, por consiguiente, 16,33b). El Nuevo Testamento no celebra el sufrimiento en general, sino
se ha hecho accesible a la experiencia de los creyentes en la persona, en la el que se opone a la injusticia y al propio sufrimiento, el sufrimiento «por
vida y en el propio destino de Jesús de Nazaret: en su mensaje y en su el reino de Dios» o «por el evangelio» (Me 8,35; 10,29), «por la justi-
vida, en su praxis y en las circunstancias concretas en que fue ejecutado. cia» (1 Pe 3,14), el sufrimiento inmerecido (1 Pe 3,17), «por hacer el
624 LAS TEOLOGÍAS NEOTESTAMENTARIAS DE LA GRACIA
NUESTRA HISTORIA: SEGUIR A JESÚS 625
bien» (1 Pe 3,17), «hacer el bien y además aguantar el sufrimiento» (1 Pe
La historia de Dios en el hombre Jesús, el resucitado, se convierte así
2,20-21), «en solidaridad con sus hermanos» (Heb 2,17-18). El sufrimien-
en historia nuestra, sobre todo en y por la praxis de solidaridad con un
to como tal no es gracia, no es hesed por parte de Dios; es un hen, o sea,
Dios volcado hacia la humanidad. Siguiendo a Jesús, teniendo en él nues-
una realidad humana que, en algunas circunstancias, «resulta favorable a los
tra fuente de orientación e inspiración, participando en su experiencia del
ojos de Dios» (1 Pe 2,19-20b y 4,14). El sufrimiento forma parte de las
«Abba», compartiendo su inclinación desinteresada por «sus hermanos más
líneas torcidas trazadas por el hombre. «Llegará el día en que os maten
humildes» (Mt 25,40) y poniendo nuestro destino en las manos de Dios,
pensando que así dan culto a Dios» (Jn 16,2b)... «pero, ánimo, que yo he
la «historia de Jesús», el Viviente, sigue desarrollándose a lo largo de la
vencido al mundo» (Jn 16,33b). En vez de aducir el argumento de una
historia como un fragmento de cristología viva, la obra que el Espíritu
«obligación divina» o una necesidad apocalíptica, la carta a los Hebreos
—Espíritu de Dios y de Cristo— realiza en nosotros. El cristiano coopera
dice en un tono más moderado, situándose más en el plano del hombre
así libre y responsablemente en la realización del plan de Dios: dar a la
que en el de Dios: «De hecho, convenía que Dios, fin del universo y crea-
vida humana un sentido último. De esta forma se hace realidad la corre-
dor de todo, proponiéndose conducir muchos hijos a la gloria, al pionero
lación entre la voluntad salvífica universal de Dios en Jesús y la salvación
de la salvación lo consumara por el sufrimiento» (Heb 2,10). El nombre
o felicidad humana para todos y cada uno de los hombres.
de Dios es «solidario con mi pueblo», y ese pueblo sufre.
Por tanto, de la historia de Jesús sólo podemos hablar en términos de
historia de la comunidad cristiana que sigue a Jesús. Especialmente el
Evangelio de Juan (tan criticado a veces) constituye un modelo de una his-
3. Nuestra historia: seguir a Jesús toria, en la cual el plano histórico de la vida de Jesús se funde, por así
decirlo, con la historia de la comunidad ulterior. Resurrección, desarrollo
El recuerdo de la historia de Dios con los hombres en Jesucristo, si de la comunidad y renovación del mundo de acuerdo con la praxis del
nos atenemos al sentido de la «anamnesis» o recuerdo bíblico (zikkaron), reino de Dios (y con las circunstancias concretas) constituyen un solo acon-
no es sólo acordarse de lo acontecido en el pasado. Es un recurrir al pa- tecimiento con una dimensión pneumática y otra histórica. La presencia
sado en clave de narración a fin de actuar en el presente. Dios «se acuer- del Cristo vivo y de su Pneuma es, al mismo tiempo, la historia de la
da» de sus actos salvíficos anteriores en y por sus nuevos actos de comunidad de fe, que, tanto en su oración como en su praxis, se muestra
liberación. Así, la fe cristiana es un recuerdo de la vida y la muerte de solidaria con la causa del hombre como causa de Dios.
Jesús resucitado mediante la praxis del seguimiento de Jesús: no mediante
actos que imiten literalmente lo que Jesús hizo, sino respondiendo, como
Jesús, a las nuevas situaciones a partir de una interna vivencia de Dios.
4. Una historia sin final histórico
El futuro de Jesús, corroborado por su resurrección, es en la comunidad
eclesial un recuerdo de su vida. Se trata de una tradición viva proyectada
Nadie puede, en los estrechos límites de nuestra historia universal,
hacia el futuro. La vida cristiana puede y debe ser una memoria de Jesu-
narrar plenamente o hasta el final esta historia de Dios con los hombres
cristo. La confesión de fe ortodoxa es la expresión de una vida verdade-
en Jesús, que la «comunidad de Dios» se encarga de continuar y llevar a
ramente cristiana como memoria Jesu. Separada de la praxis exigida por
la práctica. La muerte de cada individuo rompe continuamente el hilo de
el reino, la confesión cristiana carece de mordiente y credibilidad. La
la historia. ¿Es que no hay salvación ni siquiera para quien ha recogido la
única reliquia auténtica de Jesús es la comunidad viva. «No basta decirme:
antorcha de la historia, la ha mantenido encendida entre los vivos y, quizá
'¡Señor, Señor!', para entrar en el reino de Dios; no, hay que poner por
precisamente por eso, ha sido eliminado? La realización plena de la predes-
obra el designio de mi Padre del cielo» (Mt 7,21; cf. 7,22-23); este pa-
tinación divina y del sentido y finalidad de la existencia humana y, por
saje refleja la actitud de quienes, con razón, quieren ensalzar la fe orto-
tanto, de la gracia, la redención y la liberación, «no es de este mundo»,
doxa en la resurrección de Jesús, pero la ponen en entredicho con su
si bien esta gracia liberadora y salutífera ha de obtener, en el ámbito de
praxis pusilánime. En la praxis cristiana se demuestra quién cree realmente
nuestra historia terrena, a través de formas siempre repetibles y recupe-
en Jesús resucitado, futuro de un mundo mejor. El Nuevo Testamento
radas, un contenido salvífico históricamente perceptible.
(especialmente Pablo, pero también las cartas a los Colosenses y a los
Efesios, Juan y la carta a los Hebreos) nos enseña que la comunidad ecle- Aunque la salvación definitiva, por ser escatológica, no es experimen-
sial, la congregación de aquellos que conmemoran a Jesús, es el recuerdo tada como una realidad presente, el creyente tiene conciencia de esta pers-
claro y vivo de Jesús: está llena «de la plenitud de Jesús» (Ef 3,19; 1,29) pectiva definitiva —la promesa— en una experiencia actual, en los frag-
y, por tanto, de la visión, la praxis y la disponibilidad para sufrir de y mentos de las distintas experiencias salvíficas, las cuales, como en el caso
por los demás, al igual que Jesús se identificó con Dios, cuyo nombre es de Jesús, encierran siempre una promesa. Únicamente a partir de esas
«solidario con el pueblo». experiencias salvíficas fragmentarias, el anuncio y el ofrecimiento eclesial
ile una salvación definitiva —la promesa escatológica— adquieren un signi-
40
626 LAS TEOLOGÍAS NEOTESTAMENTARÍAS DE LA GRACIA LA «MEMORIA JESU» PARA NOSOTROS 627

ficado real. La salvación definitiva trasciende de hecho los límites de nues- La forma concreta que dio el Nuevo Testamento a esos cuatro elemen-
tras experiencias actuales —en la situación presente no nos sentimos sal- tos estructurales está sin duda condicionada por la sensibilidad del mundo
vados—, pero la validez de este anuncio prometedor tiene su fundamento antiguo, por las circunstancias históricas y posibilidades de la época. Los
en un contexto de experiencia actual con Jesús y con la vida cristiana en mismos condicionamientos históricos afectan a muchas conclusiones que el
este mundo. No puede basarse simplemente en una revelación por la pala- Nuevo Testamento ha deducido en relación con el comportamiento de los
bra —desde el punto de vista antropológico, la «palabra» es expresión cristianos (conclusiones que ya en el Nuevo Testamento presentan notables
de la experiencia y la praxis humana— ni tampoco en el simple anuncio diferencias). Y, precisamente por su condicionamiento histórico, esas con-
(¿qué razón hay para ello?) de una salvación futura, definitiva y univer- secuencias no son directamente norma para la memoria Je su contemporá-
sal. La «palabra de Dios», si no va avalada por una experiencia humana nea, si bien nos sirven de modelo, en circunstancias históricas diferentes
que trascienda sus propios límites y por la consecución de unos fragmentos y con unas posibilidades distintas, para añadir aquí y ahora un nuevo
de salvación, no sólo no llega a metáfora, sino que es pura ilusión. En capítulo a la historia de Jesús, el Viviente.
cambio, en el contexto de unas experiencias parciales de salvación podemos
hablar legítimamente, de forma metafórica y profundamente real, de la
palabra de Dios y de su promesa de salvación escatológica, la cual supera
cualquier clase de expectativa basada en la experiencia, pero puede ser
reconocida como una evidencia familiar: «Esta es la morada de Dios con
los hombres; él habitará con ellos y ellos serán su pueblo. Dios en per-
sona estará con ellos y será su Dios (el antiguo nombre de Yahvé: 'soli-
dario con mi pueblo'). El enjugará las lágrimas de sus ojos; ya no habrá
muerte ni luto ni llanto ni dolor, pues lo de antes ha pasado» (Ap 21,3-4).

Conclusión

Esas cuatro perspectivas fundamentales, situadas en la categoría de


narración —lo que el Nuevo Testamento denomina eu-angelion, evangelio
o buena noticia—, son, a mi modo de ver, los elementos estructurales de
la experiencia interpretativa y tematizada del Nuevo Testamento, el fun-
damento de la confesión cristiana de la salvación de Dios experimentada
en Jesucristo.
Esta narración y la praxis crítica que de ella se deriva dan lugar a unas
consecuencias constantemente nuevas en las distintas situaciones de la his-
toria humana. La historia de Jesús no acaba cuando hemos narrado todo
lo que dice el Nuevo Testamento. Nosotros mismos no estamos todavía
implicados personalmente en esa historia, nosotros que debemos transmi-
tirla aquí y ahora a las generaciones venideras. ¿O bastará para ello dedi-
carnos a vender Biblias? El gran problema para muchos cristianos es dónde
hallar el modelo de identificación. La identidad personal cristiana y la
identidad eclesial son correlativas: han de confirmarse mutuamente. Cuan-
do no es así, cuando se da sólo una identificación parcial —por ejemplo,
del fiel con la Iglesia o de la «gran Iglesia» con el fiel o de las Iglesias
cristianas entre sí—, la historia pasa por un momento de crisis. No es
que la confirmación recíproca deba aspirar a un modelo uniforme. Tam-
bién la comunidad joánica aceptó la autoridad de los Doce y, sin embargo,
exigió de Pedro que le respetara su talante y peculiaridad cristiana (Jn 21,
15-17 con 21,20-23).
CUARTA PARTE
LA GLORIA DE DIOS
Y LA AUTENTICA HUMANIDAD

La gloria de Dios consiste en hacer justicia a los margina-


dos, «para que vivan y estén llenos de vida».
Jn 10,10
Introducción

1. Algunos lectores que hayan seguido hasta aquí los razonamientos


de este libro se preguntarán tal vez: ¿Y ahora? ¿Qué hacemos nosotros
hoy, con esa visión de la Biblia cristiana, en un mundo moderno en el
que, frente a dos tercios de la población mundial que imploran justicia y
amor, existe el poderoso bloque del tercio restante, en Oriente y en Occi-
dente, que amontona conocimientos y ciencia, poderío, diplomacia y tácti-
cas y medios de sujeción para conservar en su poder todo lo que ha adqui-
rido, utilizando personalmente para ello procedimientos que, aunque no
son burdos, en el terreno de los hechos y de la historia van en perjuicio
de muchos otros? Estos bloques de poder, grandes o pequeños, pero domi-
nadores del mundo, pueden recibir diversos nombres («capitalismo», Rusia
o China, empresas multinacionales, etc.): en cualquier caso, lo cierto es
que la inmensa mayoría de los seres llamados hombres está aquí y en
otras partes dominada y oprimida, sin libertad real a pesar de las consignas
que en todos esos bloques se repiten constantemente prometiendo libertad,
felicidad y verdadera democracia, a la vez que dictaminan qué es bueno
para Jos demás. En un juego dialéctico, cada bJoque justifica su modo de
proceder (en realidad inhumano), aduciendo que se comporta así porque
existe el bloque contrario. Si no existiese el capitalismo occidental, el capi-
talismo comunista de Estado no habría aniquilado con sus tanques la pri-
mavera de Praga. Si no existiese el comunismo, el capitalismo americano
no habría querido la absurda guerra del Vietnam. El «otro» tiene la culpa
de que alguien tenga las manos sucias. Las cosas se hacen «por presión
externa». Así actúa esta dialéctica.
La existencia del «otro» parece hacer dialécticamente imposible \Í\ vo-
luntad de vivir de un modo humano. Según esto, la paz sería posible sólo
si no existiera «el otro», si sólo hubiera un único grupo que hablase y go-
bernase en el mundo y todos los demás aceptasen lo que ese grupo o lo
que esos tecnócratas financieros y detentadores del poder presentaran como
adecuado para la felicidad del hombre. Todo esto va unido a la palabra
«paz», pero bajo el signo de un sistema de partido único, manifiesto o en-
cubierto (a través del poder financiero), de tipo occidental, oriental o de
otra clase: la paz implica entonces la desaparición o eliminación del «otro».
Ahora bien, teniendo en cuenta que nadie posee el monopolio ele la
verdad, la premisa básica y fundamental, la exigencia mínima (por consi-
guiente, el mal menor) para que un sistema sociopolítico establezca y pro-
mueva una sociedad verdadera, buena, feliz y lo más justa posible para
lodos y cada uno de los individuos es un sistema auténticamente demo-
crático que conste al menos de dos partidos. Con los absolutistas no es
posible hablar, pues no dejan respirar a los que piensan o hablan de otro
modo. Un sistema que se sitúe por debajo de ese nivel mínimo, ya expre-
samente (vamos a llamarlo «comunismo»), ya debido a sus posturas finan-
cieras fácticas (llamémoslo, por razones de comodidad, «americanismo»),
pretende para sí el absolutismo de la verdad, el cual, en manos de hom-
bres limitados, ha sido siempre y seguirá siendo dañino para la humanidad.
632 LA GLORIA DE DIOS Y LA AUTENTICA HUMANIDAD RELACIÓN ENTRE TEORÍA Y PRAXIS 633

Aun cuando todo eso estuviera presidido y dirigido por una visión radian- religiosos han provocado verdaderos fratricidios: cristianos y musulmanes
te, ésta no sería auténtica; el sueño ocultaría las consecuencias realmente matándose entre sí; católicos y protestantes llevándose mutuamente a la
amargas del sistema, las cuales no son casuales ni evitables, pues pertene- horca. Incluso en nuestros días, cadáveres andantes languidecen en las
cen a la esencia de todo absolutismo humano de la verdad. cárceles como expresión de la «justicia humana». Todo ello en aras de una
Tras el precedente análisis bíblico, no se apartan de mi mente las pa- visión dictatorial. El «ideal» tiene una peligrosa «cabeza de Jano». Mien-
labras de Jesús en el Evangelio de Lucas: «Los reyes (gobernantes o blo- tras unos seres limitados exaltan el feroz ideal del Absoluto lejano, se cru-
ques de poder) de las naciones las dominan, y los que ejercen el poder se cifica cerca de ellos a un Jesús de Nazaret. Los ideales absolutos, si no
hacen llamar bienhechores. Pero vosotros nada de eso» (Le 22,25-26a); están movidos por el amor, o sea, por el bien común, son mortalmente
se trata de un comportamiento no cristiano. Estas palabras nos afectan a peligrosos, aunque lleven como estandarte la libertad y los valores del
todos; desgraciadamente, también a la cristiandad, la cual, a partir del hombre. Estas ideas han sido manchadas con la misma inmundicia con
siglo iv (a pesar de las continuas protestas marginales y desoídas que sur- que fue deshonrado el nombre de Dios a lo largo de los siglos.
gían de todos los estratos sociales), ha sido víctima del ejercicio de este
poder mundano y ha hecho lo que hace «el mundo», pese a sus declaracio- 2. Una reflexión sobre estos temas convierte de antemano en sospe-
nes antimundanas. choso a quien se ocupa de ellos, pues implica que esa persona «tiene
Es evidente que no se puede comparar el ideal, la visión de una ten- libertad» para entregarse tranquilamente a sus pensamientos. No está
dencia con la realidad empírica de otra. Tampoco se puede —pues sería amordazado; pertenece al tercio de la población mundial formado por los
no pisar el suelo— cerrar los ojos al problema de si un fenómeno empírico privilegiados. Su reflexión resulta ya sospechosa. Es la misma acusación
y real tiene que ver con la amplitud y el tenor de la propia visión o bien que se hizo a Karl Marx por meterse a estudiar en bibliotecas, pese a que
está en crasa e inconsecuente contradicción con ella. Me parece bastante allí, partiendo de un sentimiento vivo en la humanidad, estableció teórica-
superfluo celebrar las afinidades existentes entre las visiones o ideales de mente una nueva relación entre teoría y praxis, y lo logró porque dio ese
los diferentes movimientos. El ideal nació con la humanidad, en contra- salto cualitativo respecto a una vida dedicada a la praxis.
posición a lo que el hombre hace de hecho, especialmente entre los mar- Se puede reprochar a los teólogos occidentales que elaboran sus teolo-
ginados y sus portavoces proféticos. Ellos fueron siempre los auténticos gías políticas y de liberación en confortables despachos, mientras que sus
animadores del ideal, aunque otros se encargaran de traducirlo en pala- hermanos de América Latina, por ejemplo, lo hacen a través del dolor
bras, pues a ellos la opresión les impedía hablar. En cuanto tal, el ideal experimentado en su propia carne, incluso padeciendo torturas y compar-
es siempre vago e idéntico, aunque adquiera constantemente nuevos colores tiendo el destino de los marginados. Esta situación debe inducir al «viejo
de acuerdo con las distintas circunstancias, culturales, sociales y geográfi- Occidente» a obrar con cautela y hablar con prudencia, pero no a guardar
cas: así, en las zonas secas del desierto encontramos una escatología «hú- el silencio de los cómplices. El arrepentimiento y la conversión poseen sus
meda»; en países que padecen constantes inundaciones, una escatología propias intuiciones, nacidas de una experiencia que no es la de los opri-
«seca»; en los pueblos sojuzgados, un reino de justicia, etc.; pero siempre midos. La teología del oprimido es distinta de la del convertido. Pero las
lo contrario de la miseria presente. Esta visión de la humanidad («llegará dos tienen algo que decirnos.
el día en que todo y todos serán para todos y cada uno» era ya el ideal Es un hecho que, en la época moderna, el auténtico interlocutor de la
del clan primitivo, aunque sólo ad intra) puede ser cambiada por^un plato teología occidental ha sido el no creyente, el humanista. Y no hay que
de lentejas, es decir, por lo que el hombre posee con seguridad o en abun- reprochárselo a la teología: era un problema que derivaba de su propia
dancia. También los hombres religiosos pueden olvidar este ideal limitán- tradición de libertad. Desde el punto de vista de la temática teológica de
dose a lo que ya poseen, de tal modo que son hombres no religiosos los ese momento, se trataba de un diálogo entre el ciudadano creyente y el
que entonces llevan a cabo en la historia el antiguo ideal de la humanidad. no creyente acerca de si Dios era o no era la causa radical de su libertad
Sin embargo, ningún pueblo ni movimiento tiene el monopolio en este (civil). América Latina afirma: nuestra «liberación» no es vuestra «libera-
punto. Siempre serán los oprimidos, de todas las lenguas y colores, los ción» (G. Gutiérrez Merino, R. Alves, T. M. Bonino). El interlocutor de
que, en su humillación, mantengan vivo el ideal. Para Jesús, como para esta teología no occidental no es ya el ciudadano agnóstico, sino el próji-
el Deuteroisaías, los pobres son no sólo los destinatarios, sino también los mo escarnecido, sometido y mantenido en la opresión: el pobre (creyente
portadores de la buena noticia. o no), la víctima de los sistemas creados por nosotros. La teología latino-
Sin embargo, los ideales y las utopías tienen su historia. Ha habido americana se hace portavoz de todos ellos. Lo cual da lugar, de hecho, a
ideales sangrientos que han conducido a la muerte —en distintas zonas del una teología diferente.
mundo— a millones de hombres en el siglo XX, con toda su cultura y su Toda teología está condicionada por la época y la situación en que
«secularización» (los historiadores hablan de seis millones de judíos y de nace. Debido a ello, y a pesar de sus intenciones más profundas, está «ra-
más de diez millones de «anticomunistas» asesinados). También los ideales cionalizada» de hecho, aunque en un primer momento no se dé cuenta de
634 LA GLORIA DE DIOS Y LA AUTENTICA HUMANIDAD ¿QUE ES LA DIGNIDAD HUMANA? 635

ello. Precisamente la aparición de teologías de la liberación, «teologías ne- nueva conciencia del hombre moderno se expresa con razón en los llama-
gras», «teologías feministas», etc., ha demostrado que la teología —tam- dos «derechos humanos», derechos no sólo del hombre justo y bueno, ni
bién la occidental, considerada antes como la única teología válida (de sólo del «hermano en la fe». Ya el Nuevo Testamento excluye la unilate-
hecho no se conocía otra)— ha sido siempre una teología regionalízada. ralidad de ese «sólo» y afirma simplemente: «Tenemos puesta la espe-
Visto a posteriori, esto significa que, allí donde fue importada, tuvo en ranza en Dios vivo, salvador de todos los hombres, en especial de los
realidad una función (neo)colonialista, aun cuando entonces no se enten- fieles» (1 Tim 4,10).
diera así. El hecho de que las nuevas formas de teología de la liberación El hecho de que los impulsos históricos a la solidaridad con los hom-
se opongan ahora a la importación de teologías occidentales es una conse- bres que sufren (no sólo con el que está cerca de nosotros, el miembro
cuencia inevitable de tales planteamientos. Su teología ha madurado a par- del mismo grupo o partido, ni sólo con el cristiano, con el santo o con el
tir de otras experiencias, si bien no debemos olvidar que, pese a la diver- justo) estén dirigidos, al menos últimamente, por corrientes o movimientos
sidad de matices, se trata últimamente de la misma verdad. más bien ajenos a la Iglesia no impide que los cristianos, ante tal situa-
Por otra parte, también en nuestra sociedad occidental han cambiado ción, experimenten, como portadores de la tradición evangélica, una reac-
los tiempos y la mentalidad con respecto a la historia bíblica. Efectiva- ción en virtud de la cual vean claro que pueden captar y deben entender
mente, la Biblia habla sobre todo del «justo doliente», problema crucial su propia tradición. Así serán capaces no sólo de ver en su justo valor la
en aquellos tiempos. Habla también dei «profeta doliente», pero no se pasión que otros sienten por lo humano, sino también de prestar oído al
trata tanto de la propia justicia cuanto del sufrimiento por causa del men- eco de ciertas «verdades olvidadas» (antes reprimidas) y a ciertos aspectos
saje de salvación o del juicio que se anuncia. Nunca habla, en cambio, importantes de su propia experiencia cristiana. De este modo es posible
directamente del «hombre doliente» sin más, sea saddiq o no, creyente o actualizar y reactivar ciertos impulsos evangélicos; no por simple repeti-
incrédulo. Sin embargo, ése es el problema que más preocupa a la con- ción e imitación, sino creando tradiciones nuevas, a la vez que auténtica-
ciencia del hombre contemporáneo: el prójimo que sufre, explotado, opri- mente cristianas: una tradición que avanza a partir de una vieja sabiduría.
mido o marginado no sólo por individuos, sino sobre todo por los sistemas La visión bíblica del reino futuro de Dios presenta una humanidad sin
sociopolíticos, económicos y burocráticos, poderes que, aunque anónimos, explotadores ni explotados. Al eliminar la esclavitud individual o estruc-
no por ello son menos reales. La explotación constante parece impedirle tural, desaparecen los esclavos. Precisamente por ello la voluntad salvífica
a priori que encuentre fuerzas y tiempo para ser saddiq o justo. No sufre de Dios es universal. Esta voluntad no conoce una fase transitoria de
por el reino de Dios ni por una causa justa. Sufre simplemente. Sufre triunfo de los explotados sobre unos explotadores humillados y destruidos.
obligado por algo, no por amor a una causa. Es un sufrimiento sordo. Este punto, esencial en el cristianismo, nos acompañará como criterio en
Frente al sufrimiento de que habla la Biblia, es una situación nueva o, al la subsiguiente exposición. De lo contrarío, correríamos el peligro de caer
menos, una conciencia distinta. Hace recordar aquel antiquísimo relato en seudosolidaridades (de derechas o de izquierdas), una versión moderna
bíblico en que los hebreos se lamentaban simplemente de su esclavitud de lo que en el pasado —inspirado en una visión igualmente absoluta— se
(Ex 2,23-25; 3,7-8). Aquello movió a Dios a bajar para liberar al pueblo conoció con el nombre de cruzadas. Nos hallamos ante el problema de una
(Ex 3,8). humanidad auténtica, buena y feliz en una sociedad lo más justa posible.
El núcleo del mensaje evangélico cristiano es que Dios •—para quien ¿En qué consiste ser hombre? ¿Qué es la dignidad humana?
no es lo mismo santidad y pecaminosidad— se preocupa del hombre, sea
éste saddiq, santo, o no; que la solidaridad de Dios con el hombre no
exige previamente que éste sea saddiq, es decir, no pecador: «Cristo mu-
rió por nosotros cuando éramos aún pecadores: así demuestra Dios el amor
que nos tiene» (Rom 5,8). El Nuevo Testamento encierra un dinamismo
que aún no ha sido desarrollado suficientemente, sobre todo desde que la
Iglesia (hace ya mucho tiempo) ha centrado su atención más en sí misma
que en el profeta Jesús y, en su calidad de «cuerpo de Jesucristo», se ha
identificado casi automáticamente con Cristo, concepción que no refleja
el auténtico pensamiento de las cartas a los Efesios y a los Colosenses.
Precisamente la carta a los Efesios presenta la visión de una humanidad
de la que ha desaparecido la barrera que separaba a los pueblos gracias a
la venida de Jesús y al testimonio de su sangre, que anuncia la pacifica-
ción de los pueblos mediante el perdón de, los pecados, necesario para
todos, y mediante su inserción en el único Dios de todos los hombres. La
SECCIÓN PRIMERA CAPITULO PRIMERO

ENTRE EL FUTURO Y EL RECUERDO EL HOMBRE Y SU FUTURO

RESPONSABILIDAD ACTUAL DE LA HUMANIDAD ANTE SU FUTURO

Al analizar los distintos escritos neotestamentarios, no sólo buscába- En esta cuarta parte del libro intento hacer, en un plano teológico, lo
mos el contenido fundamental de la fe cristiana, sino también sus eventua- mismo que, en otra situación histórica, hicieron ciertos autores neotesta-
les mediaciones históricas: los presupuestos de los autores neotestamenta- mentarios (por ejemplo, los de Ef, Col, Mt y Le) con respecto a los auto-
rios, los movimientos y tendencias existentes en el entorno del cristianismo res neotestamentarios anteriores (por ejemplo, Pablo o Me)). Como hemos
primitivo, el «aire» que respiraban los cristianos del Nuevo Testamento. •visto en la segunda parte, aquellos autores, con decidida fidelidad a la
Nos proponíamos averiguar cómo aquellos cristianos expresaron en formas norma apostólica y evangélica, «a la fe tradicional», adoptaron una postura
diversas el mensaje del evangelio o la fe apostólica que habían recibido, de crítica solidaridad con sus hermanos en la fe. La actualización de esta
partiendo siempre de nuevas experiencias y exigencias, frente a las cuales inspiración y orientación neotestamentaria presupone, además del análisis
adoptaron una postura de crítica solidaridad. teológico del Nuevo Testamento, sin olvidar sus condicionamientos histó-
Nuestro problema consiste en saber en qué circunstancias históricas ricos, no teológicos, una visión crítica de lo que siente, quiere y piensa
debemos tomar hoy el hilo de la fe apostólica; por consiguiente, en qué el hombre contemporáneo, el hombre a quien se anuncia aquí y ahora la
debe consistir hoy, teniendo en cuenta las actuales experiencias y exigen- misma buena noticia. El mensaje evangélico no se mueve nunca en un
cias, nuestra solidaridad crítica cristiana; en qué nuevas experiencias perci- vacío cultural e histórico-social ni se recibe en una tabula rasa.
ben los cristianos hoy un eco de su recuerdo escatológico de Jesucristo Las acuciantes exigencias y responsabilidades del hombre actual no se
y, por el contrario, en qué nuevas experiencias y exigencias ven una defor- mueven en el mismo plano que las de aquellos hombres de la Antigüedad
mación, distorsión, atrofia e incluso alienación de su identidad cristiana. que se hicieron cristianos y se expresaron en el Nuevo Testamento. Aque-
Frente a esta problemática, los cristianos se mueven naturalmente en el llos cristianos, partiendo de sus circunstancias sociohistóricas y de su fe
campo de las opciones históricas, basadas quizá en razones de peso y toma- en Cristo Jesús, hablaron también de «ética humana», es decir, de lo que
das con responsabilidad cristiana, si bien sólo la historia podrá juzgar si el ser humano («situado» en la historia) presenta como imperativo ético
una opción concreta fue realmente la más acertada. Sin embargo, negarse, también para los cristianos. A este respecto puede ser útil analizar breve-
en un determinado momento de nuestra historia, a escoger entre las dis- mente cómo han visto los cristianos a lo largo de los siglos su propia
tintas alternativas históricas posibles puede significar el abandono práctico responsabilidad ética.
de la incitación y orientación evangélica.
Dar una respuesta al desafío contemporáneo es difícil porque son mu- Fieles al espíritu de la «ética neotestamentaria» (sin analizar sus con-
chas las alternativas. En mi opinión, el problema capital, decisivo en los dicionamientos históricos), la patrística y la primera Edad Media basaron
próximos treinta años para el futuro del mundo y del cristianismo, es qué In ética —impregnada de elementos estoicos y más tarde también neopla-
impulso terminará por imponerse en la historia de la humanidad: el «mar- tónicos— directamente en el Logos de Dios, en la voluntad divina y la
xismo», el «evangelio cristiano» o la tecnocracia del «racionalismo crítico» «ley eterna», tal como ésta era interpretada en la tradición de la Iglesia.
humanista (en la línea de H. Albert, K. Popper y sus numerosos adeptos Sin embargo, a partir del siglo xn, sobre todo en el XIII, algunos teólogos
occidentales). Estas son, en efecto, las fuerzas que hoy se presentan como «TÍ i ¡carón este extrinsecismo y autoritarismo ético que, en términos mo-
impulsos históricos encaminados a mejorar nuestra sociedad. A pesar de dernos, podríamos llamar «positivismo de la revelación». En particular
sus afinidades y puntos en común, la postura humana y la «visión» (sueño, Tomás de Aquino, estimulado por las obras de Aristóteles, que habían
promesa y proyecto) de estos tres movimientos son por su naturaleza muy vuelto a aparecer en Europa, y por la «ilustración oriental» de la filosofía
diferentes. No reconocer este hecho es para mí ingenuidad o, simplemente, árabe y judía medieval, interiorizó la «ley eterna», haciéndola pasar por el
ignorancia. Bajo este supuesto, otro problema fundamental es hasta qué iiuniz de la interioridad humana, es decir, poniendo como mediación entre
punto la solidaridad de los cristianos con los otros movimientos históricos In ley o voluntad de Dios (lex aeterna) y la conciencia humana el derecho
(y con cuáles) del momento puede ser una exigencia cristiana o, por el Mullirá! (lex naturae), y precisamente de acuerdo con la naturaleza del
contrario, un ofuscamiento y una alienación de la identidad cristiana. hombre en cuanto criatura de Dios. Prescindiendo del término «naturale-
638 EL HOMBRE Y SU FUTURO RESPONSABILIDAD DE LA HUMANIDAD ANTE EL FUTURO 639

za» (una «naturaleza universal» para todos los hombres, si bien Tomás tendencias, los cristianos, ante el hecho de que la religión quedaba expul-
de Aquino reconocía cierta historicidad a esta naturaleza), es clara la inten- sada del terreno de la ética, respondieron que no se pueden identificar la
ción de dar a la ética —basada últimamente en el ser de Dios— un fun- religión y la ética. Aunque la religión tiene una vertiente ética, está por
damento inmediato en el ser del hombre. Para Tomás de Aquino, la razón encima de la ética y es distinta de ella. La religión y el cristianismo no
humana se convierte así en principio creador de normas éticas humanas: son reducibles a ética.
«Lex naturalis est aliquid per rationem institutum» 1, es decir, la razón Nació así una fundamentación puramente ética, no religiosa, seculari-
humana fija normas éticas, pero no de un modo arbitrario, sino de acuerdo zada de la ética, base de una cultura auténticamente humana, común a
con la especificidad del ser humano, considerado entonces como parte todos los hombres. Es de notar que precisamente esta emancipación de la
constitutiva del cosmos: como una natura, el hombre como animal ratio- ética frente a su contexto teológico anterior significó una radicalización
nale. Por primera vez se afirmaba así decididamente en la tradición cris- real de la ética en la conciencia moderna. Sin embargo, esto respondía
tiana la relativa autonomía de la ética basada en el hombre, aunque ello también a circunstancias históricas casuales.
se hiciera en una perspectiva últimamente religiosa. En efecto, dio la casualidad de que la ética, una vez independizada y
Sin embargo, esta concepción no triunfó por mucho tiempo. Pronto, liberada de la fe cristiana, tuvo que afrontar una serie de problemas total-
en efecto, se produjo una reacción por parte de los defensores de la tradi- mente nuevos, es decir, una situación cultural en la que los problemas
ción anterior, impulsados ahora por nuevas experiencias. Duns Escoto, sociopolíticos debidos a la industrialización y tecnificación de la vida social
luego Guillermo de Ockham y más tarde toda la «vía moderna» del nomi- comenzaron a plantear graves problemas éticos radicalmente nuevos. Eran
nalismo defendieron, frente a Tomás de Aquino, la tesis de que la razón problemas de los que la antigua moral cristiana (elaborada en unas condi-
humana no es capaz de mostrar el fundamento de las normas éticas de ciones sociales distintas) nunca se había ocupado. Es verdad que, en el
conducta. Estas son transmitidas por la autoridad de una tradición viva siglo xvi, sobre todo en la neoescolástica española, se había elaborado una
(a este respecto podían aducir gran cantidad de material como hecho empí- grandiosa ética colonial que se oponía frontalmente a las tendencias tecno-
rico precien tífico, pero no argumentos teóricos). La tradición viva, que cráticas de las naciones colonizadoras, frente a las cuales defendía el dere-
en realidad es la tradición de la Iglesia, volvió a ser el criterio de autori- cho natural de todos los pueblos en contra del sacrum imperium; se pro-
dad normativa a la que los hombres deben someterse, aunque no entien- pugnaba así la soberanía de todas las naciones y Estados. Sin embargo,
dan el sentido del precepto o prohibición; según esta visión, lo decisivo con la posterior emancipación de la ética frente a la teología por obra de
es únicamente la voluntad Ubre y soberana de Dios. En el campo de la la Ilustración, la situación histórica cambió de nuevo por completo. La
Iglesia quedaba así depositada la semilla de lo que en ética se llamaría consecuencia fue que la nueva ética autónoma resultó contraria y opuesta
«positivismo moderno». La norma ética, expresión de la voluntad soberana a la moral cristiana anterior, de tendencia más bien privada o individual.
de Dios (Tomás de Aquino dice «supremo entendimiento de Dios»), se I'n sus líneas generales, la ética anterior, católica y protestante, era prefe-
impondrá, con un planteamiento nominalista y voluntarista, en un elemen- rentemente una microética, mientras que la ética humana, emancipada, se
to puramente externo, «procedente de fuera». Más tarde, en la época de configuraba, debido a una coincidencia de circunstancias históricas, como
la Contrarreforma, esta «tradición viva» se identificará prácticamente casi una macroética. Esto agudizó la contraposición entre lo viejo y lo nuevo
con la autoridad del papa de Roma. V contribuyó a hacer aún más penosa la constatación de la esterilidad de
Con la Reforma se sometió a crítica la autoridad no sólo de la tradi- lo que entonces se consideraba «moral cristiana», la cual reaccionó endu-
ción de la Iglesia, sino también de la razón humana. El establecimiento reciendo sus posiciones. Los problemas éticos más candentes fueron abor-
de normas éticas se ligó entonces a la fe personal sobre la base de la pala- dados sólo al margen de las tradiciones de la teología moral protestante
bra de Dios en la Biblia. Pero, una vez que la moderna división de la v católica. Teniendo en cuenta los nuevos problemas, se acusó a la moral
cristiandad había hecho problemática la fe cristiana como fundamento um- «ristiana de reaccionaria. Así surgió, sobre todo a partir de Fichte, una
versalmente válido de la ética, a partir de la Ilustración se buscó el fun- <'i¡ca racional de base humana —en contraposición con la ética de Tomás
damento y la fuente de'las normas éticas en otra parte, especialmente en Je Aquino, fundada también en lo humano— siguiendo la línea de la liber-
la naturaleza común a todos los hombres y en la razón práctica (pero con iiid emancipada. Las normas éticas fueron consideradas como creación
un planteamiento distinto del de Tomás de Aquino). En el curso de este • •i 11 tu ral de unos hombres en busca de una humanidad superior. Guiado
proceso de secularización, la ética se liberó de su contexto teológico tradi- por su razón, el hombre debe encontrar un camino más humano en la his-
cional. Se comprobó que es posible y eficiente de hecho una ética acom- toria de la construcción de un mundo digno del hombre. Prescindiendo del
pañada de una vaga religiosidad o incluso desprovista de ella. problema de la fundamentación última de la ética, la batalla fue ganada
Con una reacción inicialmente apologética, pero abierta a las nuevas por una ética que ponía, al menos directamente, su fundamento en lo que
i-s común a todos los hombres o pertenece a su dignidad, al margen de
1
Summa Theologica I, q. 94, a. 1. IIIH nuevas situaciones históricas.
640 EL HOMBRE Y SU FUTURO RESPONSABILIDAD DE LA HUMANIDAD ANTE EL FUTURO 641

Pero la emancipación de la ética frente a la religión tuvo consecuen- que los hombres se pongan de acuerdo sobre las cuestiones últimas de la
cias aún más amplias. De la separación entre ética y teología, gracias a una existencia humana. No obstante, lo ético está esencialmente relacionado
ética de base humana, se pasó a una emancipación del hombre frente a la con la cuestión fundamental de qué es realmente el hombre y, por tanto,
ética. En nuestra sociedad se apela abiertamente a una ética libre de nor- con la de cómo queremos que sea nuestra existencia humana y por qué
mas. La liberación de las llamadas «normas éticas represivas» representa modelo de existencia optamos. Esta cuestión ética fundamental está ínti-
para muchos un postulado fundamental. Entre tanto se había comprobado mamente relacionada con opciones ideológicas y religiosas: en clave cris-
que (incluso en la tan esclarecida «Ilustración») se podía entender cual- tiana, budista, humanista, agnóstica, etc. Es una cuestión en la que nos
quier cosa bajo el lema de «libertad», «democracia» y «humanidad». El preguntamos por lo definitivo implícito en toda cuestión ética de carácter
auténtico colonialismo comenzó cuando se propagaron los ideales de la inmediato y transitorio.
Ilustración, que el hombre occidental difundió por todas partes. Como Es innegable, pues, que existe una estrecha conexión entre la ética y la
reacción frente a ese pasado de «valores absolutos» —primero del cristia- concepción de la vida. Sin embargo, como hemos dicho, no podemos dife-
nismo y luego de la Ilustración—, sobre los cuales parecía que algunos rir la respuesta a los desafíos éticos del presente en espera de que todos
poseían un monopolio, no bastó ya con separar la religión de la ética, sino nos pongamos de acuerdo sobre el sentido último de la existencia humana.
que se rechazó la moderna ética secularizada bajo el lema: «Procuremos A pesar del pluralismo religioso e ideológico, hay que responder aquí y
hallar nuestros propios límites a través de la experiencia personal». De ahora a las exigencias íntimas y concretas y al reto de la situación ética.
hecho, tanto en la ética cristiana como en la secularizada, con frecuencia Es preciso ayudar resuelta e inmediatamente (tanto en el plano interper-
se elevó a la categoría de normas absolutas e inmutables lo que en realidad sonal como en el de las estructuras) a los hombres que aquí y ahora (lo
no era más que el ideal de vida de una sociedad liberal, burguesa y neo- cual hoy significa a toda la humanidad; cf. infra) viven en situaciones
capitalista, o bien ciertas leyes biológicas fueron convertidas ingenuamente difíciles. La misma situación nos plantea concretamente esa exigencia ética,
en normas éticas inmediatas. al margen de si somos cristianos, budistas, humanistas o cualquier otra
Al hablar de ética libre de normas no tenemos nada que objetar si se cosa. Somos hombres.
entiende que las normas éticas no deben tener una función alienante y
extrínseca, sino dejar abiertas las posibilidades y perspectivas que nos La ética escolástica tradicional, y también la moderna, del derecho na-
permitan ser, en una historia concreta y en la medida de lo posible, autén- tural —o, en términos modernos, de la primacía de una realidad acuciante
ticamente hombres; de hecho, no era otro el objetivo pretendido por To- y viva en la conciencia— presuponía que «el orden» es normalmente ante-
más de Aquíno. Una ética verdaderamente humana nunca es represiva, al rior a nosotros mismos, algo con que nos encontramos, lo cual implica el
menos para el hombre de buena voluntad en sentido ético. Tal ética so- precepto de no violarlo. A pesar de la verdad abstracta de su articulación,
mete a dura crítica cualquier clase de arbitrariedad. Da la impresión, sin este derecho natural era irreal. Tal concepción partía obviamente de un
embargo, de que el hombre moderno no puede resolver por sí solo el pro- ordenamiento ya asentado en el bien que no podía ser perturbado. Sin
blema que él mismo ha provocado; con el ethos está en juego nuestra pro- embargo, analizando con más detalle la cuestión, vemos que el hombre es
pia humanidad. Se puede ser cristiano o budista, musulmán o arreligioso una posibilidad para el bien, pero que el punto de partida de toda mora-
sin que, al parecer, por ello tiemble el mundo. El «etsi Deus non daretur» lidad no es un orden preexistente, sino el hombre ya vulnerado: desorden,
(vivir como si Dios no existiese) es indudablemente para muchos una pro- tanto individual como social. El ser humano, amenazado y de hecho vul-
funda experiencia que nosotros no debemos menospreciar. Pero también nerado, lleva en la historia concreta a exigencias e imperativos éticos en
es verdad que no se puede dejar lo ético (aunque sus fronteras sean muy confrontación con ciertas experiencias negativas de contraste. La intima-
fluctuantes) al arbitrio de cada uno sin que el mundo se tambalee. En ción o exigencia ética no es, por tanto, una norma abstracta, sino un acon-
definitiva se trata de saber si el hombre tiene el derecho y la obligación tecimiento que nos desafía en la historia; es nuestra propia historia con-
de vivir no como un perro (E. Bloch). Para la humanidad —por mucho creta de hombres indigentes, de humanidad amenazada.
que ésta varíe en el tiempo y el espacio—, lo ético implica en su intención En consecuencia, «éticamente bueno» es, en concreto, lo que triunfa
fundamental un carácter de obligatoriedad y validez universal. sobre el mal, lo que aporta bien y lo que repara aquello que no está bien;
Partiendo de esta situación —divorcio entre ética y religión y peligro es liberación y reconciliación2. La ética está relacionada concretamente con
de separación entre hombre y ética—, podemos ya formular algunas con- la redención y la liberación. Oposición al mal, realización del bien y, te-
secuencias que afectan a la fe cristiana. niendo en cuenta las circunstancias reales, también reconciliación: todo esto
La fe cristiana —como cualquier otra religión— debe conceder a lo es lo que se entiende por ethos o comportamiento ético. Por tanto, cuando
ético cierta prioridad con respecto a lo religioso (lo cual no significa para
1
el creyente negar la prioridad mutua de ambas magnitudes). El ethos, en C¡. Ehcling, Die Evidenz des Ethischen und die Theologie, en Wort und Glau-
efecto, tiene un carácter de perentoriedad absoluta y no puede esperar a />c I (Tubinsa 1969) 1-41; id., Die Krise des Ethischen und der Glaube, op. cit., 41-55.
41
642 EL HOMBRE Y SU FUTURO RESPONSABILIDAD DE LA HUMANIDAD ANTE EL FUTURO 643

lo «humano» amenazado constituye el estímulo histórico concreto para han sucedido muchas cosas en los últimos decenios. Las consecuencias tec-
realizar un acto éticamente bueno, la ética exige, en las circunstancias mo- nológicas de las ciencias han proporcionado al obrar humano —en sus
dernas, un análisis muy preciso, incluso científico, de las situaciones hu- diversos campos— tal gama de posibilidades que ya no es posible conten-
manas concretas en que vivimos. El análisis y la interpretación de las situa- tarse con unas normas éticas que regulen la vida y la convivencia de los
ciones es esencial en las actuales circunstancias para dar una respuesta individuos y de los pequeños grupos, con las exigencias de un comporta-
éticamente justa a los problemas concretos. miento grupal. En la vida práctica moderna está en juego no ya el pequeño
Si (en este contexto) llamamos ortopraxis3 —aunque el término sea grupo, sino los intereses de toda la humanidad. Y ello, por citar sólo dos
un tanto peligroso— al comportamiento concreto éticamente bueno del ejemplos, debido al uso de la energía atómica y a la destrucción de los
hombre en el mundo, un comportamiento que pretende vencer el peligro principios ecológicos de la vida por obra de nuestra sociedad tecnocrática,
que amenaza a la humanidad y conseguir una vida humana en una situa- industrial, guiada por esquemas científicos. Para explicar las consecuencias
ción dada (lo cual presupone necesariamente el problema del sentido), e implicaciones del obrar humano en sus posibles efectos directos e indi-
podemos y debemos decir que la ortopraxis es un principio hermenéutico rectos, los especialistas distinguen acertadamente —en forma esquemá-
fundamental, una noción previa sin la cual no tiene sentido la interpreta- tica— tres ámbitos (cada vez más relacionados entre sí): a) microesfera:
ción actualizante del mensaje cristiano. Este mensaje, en efecto, es una familia, parentela, clan, vecindad, barrio, etc.; b) esfera intermedia o me-
buena noticia de redención y reconciliación, de libertad y de paz universal. soesfera: efectos producidos sobre todo por la política de un país; c) ma-
El cristianismo neotestamentario, en circunstancias totalmente diferentes, croesfera: repercusiones de nuestra actuación sobre un conjunto cada vez
no hizo en realidad otra cosa. Precisamente en este punto (no en su tenor más amplio y, últimamente, sobre el destino de toda la humanidad. Es un
literal, al margen de sus condicionamientos históricos), el Nuevo Testa- hecho que hasta hace poco las normas éticas de comportamiento humano
mento es para los cristianos un modelo y una norma y fuente de ins- se referían exclusivamente a la esfera privada y a la microesfera de la vida
piración y orientación. Esto nos permite entender que muchas personas humana; incluso en la esfera intermedia de la política del Estado tenían
religiosas tiendan hoy a considerar la actitud ética como criterio de a menudo gran importancia los intereses de grupo y las exigencias enca-
autenticidad religiosa. La actitud religiosa se hace, efectivamente, sospe- minadas a preservar la identidad del grupo. Sólo las grandes decisiones
chosa de ideología si se muestra éticamente neutral en el terreno político, políticas —una vez garantizados los intereses de los grupos y del propio
social y personal. El hombre impulsado a asumir un comportamiento ético Estado— se dejaban en manos de la llamada «razón de Estado», ética-
en y por la historia es el sujeto a quien va dirigido aquí y ahora el men- mente neutral.
saje cristiano. El hombre así impulsado en el plano ético es, por tanto, Pero, debido a la expansión mundial de la civilización técnico-científica,
el presupuesto para entender el anuncio cristiano de la fe. Por consiguien- los efectos de nuestra actuación alcanzan a todos los hombres. En otras
te, cuando la teología no tiene presente ni medita ese dato previo a la fe, palabras: si consideramos el nivel alcanzado por la ciencia y la técnica,
es decir, el hombre como sujeto que escucha en su situación concreta el debemos admitir que las consecuencias del obrar humano en la actualidad
mensaje, la fe cristiana pierde credibilidad y se torna incomprensible. Así, se sitúan en la macroesfera de los intereses comunes a todos los hombres.
el comportamiento ético, en cuanto situación del hombre creyente, tiene Al margen de las tradiciones éticas y culturales específicas de cada grupo,
una función hermenéutica o interpretativa en la reflexión teológica sobre la civilización actual plantea a todos los pueblos y culturas una misma
la fe cristiana. Los cristianos necesitan evidentemente pasar por una ética problemática ética común. Esto significa que, por primera vez en la histo-
secularizada para llegar a entenderse a sí mismos. Pero con esto no ter- ria, la humanidad en cuanto tal se halla ante la tarea de asumir una res-
mina el desafío lanzado a la ética. ponsabilidad solidaria por las consecuencias derivadas de su propia actua-
Desde el cambio moderno de una ética sometida a la tutela de la Igle- ción. Y esta solidaridad internacional, universal, exige normas o principios
sia por una ética racional basada en la idea de una humanidad auténtica éticos umversalmente válidos, que obliguen a todos los hombres, so pena
de que la situación degenere en una farsa o en una catástrofe mundial. La
3
Un doctorando de Lovaina (P. Pulinx), que tenía curiosidad por saber quién había necesidad de esa responsabilidad solidaria requiere, por tanto, una ética
introducido el término «ortopraxis» en la teología moderna, me comunicó que había basada en una responsabilidad universal 4 .
encontrado esta palabra en una enciclopedia del año 1917: «En rigor, la ortodoxia de Por primera vez, pues, en nuestra historia, la humanidad se encuentra
una religión se refiere sólo a la doctrina o fe, junto con el elemento intelectual de la
vida espiritual... Pero, dado que la religión no abarca sólo el pensamiento, sino tam-
en la encrucijada de un cambio crítico, en el que ha de decidir, con su
bién el sentimiento y la actividad, la ortodoxia es un criterio insuficiente para decidir acción u omisión, el futuro del mundo y, por consiguiente, su propio sen-
sobre su valor si se prescinde de la recta experiencia y la recta conducta. Para designar 4
sus correlatos, sería conveniente disponer de palabras como ortopatía y ortopraxis, la K.-O. Apel, Zum Problem einer rationalen Begründung der Ethik im Zeitalter
experiencia interna y el ejercicio externo de la piedad» (W. A. Curtís, s. v. Orthodoxy, dcr Wissenschaft, en M. Riedel, Rehabilitierung der praktischen Philosophie II (Fri-
en Encyclopaedia of Religión and Ethics IX [Edimburgo 1917] 570). burgo 1974) 13-32.
644 EL HOMBRE Y SU FUTURO LA CONCIENCIA UTÓPICA DEL HOMBRE 645

tido. La situación exige además una acción humana que ya no puede Action (Nueva York 1970); P. Tillich, Politische Bedeutung der Utopie im Leben der
reducirse al campo de los intereses individuales: un ordenamiento de base Volker, en Gesammelte Werke VI (Stuttgart 1963) 157-210; Varios, Sakularisation
sociopolítica. La situación exige una socialización. Pero el recuerdo crítico und Utopie (Hom. E. Forshoff; Stuttgart 1957); Varios, Temporalité et aliénation
(París 1975).
de la historia pasada y presente nos dice —soy consciente de que aquí
intervienen valoraciones de tipo ético-personal y religioso— que tal socia-
lización no debe considerar al individuo como una realidad aislada y abso-
luta ni tampoco prescindir de él. Dicho de otro modo: lo que la situación 1. Utopías conservadoras y progresistas
actual requiere con urgencia es una socialización personalizante y demo-
crática. Esta situación mundial necesita la presencia de fuerzas y movi- Las culturas tradicionales partían del supuesto y del deseo de que el
mientos que garanticen no sólo la supervivencia humana, sino una super- futuro sería parecido al pasado (prescindiendo de las «casuales» desviacio-
vivencia que tenga sentido humano. nes del presente). Dada la situación de la época, esto era de hecho un
Pero ¿cómo ha de ser la humanidad que guíe con sentido esa res- signo de sabiduría práctica. Los antepasados habían aprendido que los
ponsabilidad solidaria? Lo que preguntamos es si existe a este respecto cambios excesivos ponían en peligro la existencia (del clan). Para defen-
una concepción umversalmente válida, vinculante en el plano intersubje- derse de la amenaza de un futuro destructor, se constituyó como norma
tivo y, al mismo tiempo, no dogmática (es decir, no impuesta desde fuera el pasado, pero no el pasado en su conjunto, sino la imagen que se tenía
por una autoridad) que pueda ser libremente aceptada por todos. ¿Hay de él; la norma era esta imagen, ocultando o silenciando otros aspectos
algo umversalmente válido? Para responder a esta pregunta, comenzare- del pasado. A través del prisma de la memoria colectiva, ya las culturas
mos por examinar cómo se ocupan realmente los hombres de su futuro. tradicionales presentan como «utopía» y modelo una imagen selectiva del
pasado. Un pasado mistificado, que nunca había existido como tal, se con-
virtió así en la forma «primitiva» de la utopía, en el canon de la sociedad
humana. Tal pasado es, por tanto, un ou-topos, un «no lugar», una tierra
II de nadie que jamás existió: «la belle époque», «la edad de oro» (de oro
para unos cuantos privilegiados, no para la masa). De donde se deduce
LA CONCIENCIA UTÓPICA DEL HOMBRE que el pasado no puede ser norma si no deja de ser «pasado», pues se
Bibliografía: F. Baumer, Paradijs en heilstaat, dromen van een beter leven (Ams- toma una época sin aislarla del conjunto del pasado y se la eleva a la ca-
terdam 1967); E. Bloch, Geist der Utopie (Francfort 21964); Das Prinzip Hoffnung, tegoría de representante de toda la historia. Así, un determinado pasado
5 vols. (Francfort 1959; ed. española: El principio esperanza, Madrid 1975ss); M. Bu- queda «congelado» en una imagen. Un pasado que, por ser una época ma-
ber, Pfade in Utopia, en Werke I (Munich-Heidelberg 1962) 833-1002; F. Chirpaz, ravillosa, sirve de garantía para el futuro, a condición de que se quiera
Aliénation et utopie: «Esprit» 36 (1969) 80-88; N. Cohn, Pursuit of the Millennium adaptar el futuro a tal imagen. Esta voluntad de futuro y la praxis consi-
(Oxford 31970); M. Demaison, Les sentiers de l'utopie chrétienne: LV 95 (1969) guiente son esenciales para la utopía (planteada en términos conserva-
87-110; G. Durand, L'imagination symbolique (París 1964; ed. española: La imagina- dores).
ción simbólica, Buenos Aires 1971); Chr. Gremmels y W. Herrmann, Vorurteil und
Utopie. Zur Aufklarung der Theologie (Stuttgart 1971); G. Kateb, Utopia and its Con esta conciencia utópica, el «orden existente» se ve confirmado,
Enemies (Nueva York 1963); P. Ludz, Utopie und Utopisten, en RGG3 VI, 1217- en la naturaleza y sobre todo en la sociedad, por el valor normativo de las
1220; K. Mannheim, Ideologie und Utopie (Francfort 31952); Fr. E. Manuel (ed.), tradiciones patriarcales, por la «cultura clásica» o —a tenor de la inter-
Utopias and Utopian Thought (Boston 1967); H. Marcuse, Das Ende der Utopie pretación religiosa realizada en una sociedad de tipo patriarcal y edificada
(Berlín 1967); id., Kultur und Gesellschaft, 2 vols. (Francfort 1965); W. D. Marsch, según los esquemas de la cultura clásica— en unas leyes dadas por Dios
Zukunft (Stuttgart-Berlín 1969); id., Hoffen worauf? Auseinandersetzung mit E. Bloch (por más que, pese a esa imagen estática de sociedad, emperadores, señores
(Hamburgo 1963); Th. Molnar, Utopia: the perennial heresy (Nueva York 1967);
J. Moltmann, Theologie der Hoffnung (Munich "1965; ed. española: Teología de la feudales y reyes pudieran «manipular» el futuro según sus conveniencias)-
esperanza, Salamanca s1977); L. Mumford, The Story of Utopias (Nueva York 1962); Como pilares de tal utopía conservadora y de su política estática podemos
A. Neusüss, Utopie. Begriff und Phanomen des Utopischen (Neuwied-Berlín 1968); enumerar los siguientes: las formas concretas de convivencia, como el
G. Picht, Mut zur Utopie (Munich 1969; ed. española: Frente a la utopía, Barce- clan, y más tarde las ciudades y los Estados, con sus valores y derechos;
lona "1976); M. Plattel, Utopie en kritisch denken (Bilthoven 1970); W. de Pree, la familia, núcleo de este ordenamiento social; la comunidad laboral, aso-
Maatschappijkritiek en theologische kritiek (Assen 1971); R. Ruyer, L'utopie et les ciación orgánica basada en un contrato; los señores, élite natural, llamados
utopies (París 1950); J. P. Sartre, L'imaginaire (París 1940); H. Schaeffer, «Politieke a ejercer el mando; finalmente, los valores tradicionales de la cultura; efl
theologie» in een tijd van «religieuze renaissance»: TVTh 12 (1972) 226-242; H. Schlet- Occidente, además, las obras «inmortales» del arte griego, la philosophia
te, Pensamiento utópico y humanidad concreta: «Concilium» 75 (1972) 231-247;
J. Servier, Histoire de l'utopie (París 1967); S. Thru'pp (ed.), Millennial Dreams in perennis y el derecho romano-bizantino, todo ello considerado como emp°"
rio y garantía de prudencia y sabiduría humana y modelo para todos k>s
646 EL HOMBRE Y SU FUTURO LA CONCIENCIA UTÓPICA DEL HOMBRE 647

pueblos. Esta cultura y política estática tenían una pretensión de universa- determinado futuro, pero no el mismo (en este punto me aparto un tanto
lidad y, a pesar de sus variaciones en torno a una base fija, aspiraban a la de las ideas corrientes en las obras que hablan sobre la «utopía»).
inmutabilidad. En la conciencia utópica tiene un papel fundamental y estimulante el
La utopía conservadora impide la aparición de un nuevo sentido; el sen- pasado, ya considerado como «edad de oro», ya contemplado, desde una
tido es algo ya dado y excluye, por su carácter de modelo y como norma, visión crítica, como historia de dolor. Ambas concepciones obedecen a una
cualquier novedad. determinada voluntad de futuro: se quiere un futuro similar a la época
dorada del pasado (como la veían las tradiciones patriarcales) o bien se
Frente a las utopías tradicionalistas, la época moderna conoce utopías quiere un futuro distinto del pasado y del presente, es decir, una época
futuristas. En ellas se parte de que todo debe cambiar. Se ha comprobado dorada aún por llegar. Los sueños de futuro tienen que ver en ambos
el carácter cambiante de la sociedad: nuestras estructuras sociales no son casos con un recuerdo selectivo del pasado. El recuerdo crítico-selectivo
necesarias, sino que se han ido formando a lo largo de la historia y son, está al servicio del futuro. Las imágenes con que se representan el pasado
por tanto, contingentes, mutables y, sobre todo, transformables. Pero no y el futuro están lógicamente cargadas de emotividad; nunca son neutra-
se rechaza el pasado en bloque, a no ser en grupos muy radicales. Las crí- les. Tanto el lado positivo como el doloroso del pasado tienen, debido a
ticas y «protestas» contra el pasado tienen lugar en la medida en que el sus posibilidades de futuro, una fuerza emotiva y praxológica. Auschwitz
presente es producto de ese pasado. Implícita o abiertamente se concede y Buchenwald nos producen horror no sólo —ni quizá principalmente,
a una imagen selectiva del pasado al menos un papel inspirador y estimu- a pesar de su patetismo— por lo que allí ocurrió, sino por su posible repe-
lante: se aducen ciertos hechos del pasado, postergados y mal conocidos, tición en el futuro. También la alegría y el amor pasados nos producen
para modificar aquí y ahora el curso de la historia. Se muestra gran inte- auténtica felicidad porque esperamos que se repitan y perduren en el futu-
rés por lo que en muchos países será llamado «antihistoria»: la historia de ro. Los sentimientos fundamentales de la existencia humana —angustia
los vencidos en revoluciones fallidas, de los herejes y milenaristas elimina- y desesperación, alegría y esperanza— están claramente ligados a la estruc-
dos, de los sueños no realizados. Se buscan en el pasado «verdades olvi- tura temporal del recuerdo y la expectativa. En esto consiste precisamente
dadas», todo aquello que fue orillado en el recuerdo histórico por los pre- su fuerza crítica y productiva: en su recuerdo y espera.
juicios burgueses, la censura racionalista y la persecución de la Iglesia Tanto la utopía puramente conservadora como la utopía progresista ra-
contra los herejes. Este aspecto del pasado constituye también un punto dical son «ideologías», una conciencia errónea (totalmente divorciada de los
de apoyo y una fuente de inspiración. Un momento único del pasado es datos reales de nuestra historia humana). El hombre no es creador del futu-
elevado a la categoría de norma para el futuro, pero no partiendo de un ro, no posee un sentido previo del mismo. Es una libertad situada y temá-
pretérito dorado, sino de un futuro todavía inexistente. A partir de aquí tica, con las posibilidades y limitaciones de una historia que ha de hacerse
se vuelve la mirada hacia algunos aspectos del pasado: la historia del dolor a sí misma de acuerdo con la dignidad del hombre. Las dos tendencias,
humano. No sirve ya de modelo y norma una fenecida «edad de oro», sino debido a su unilateralidad extremista y absoluta, son germen de movimien-
que se quiere vivir caminando hacia un futuro dorado, hacia una sociedad tos antihumanos, porque absolutizan y establecen como norma para toda la
que no ha existido todavía. No se quiere forjar el futuro siguiendo la historia unos fragmentos y fases de la historia: el pasado y el futuro. Así
línea de la tradición oficial. La voluntad se centra en el futuro, mientras se confunde la prioridad efectiva del futuro con la imagen que nos forma-
que el pasado puede servir sólo de inspiración. mos de él (confusión que domina de hecho toda la hermenéutica heidegge-
En lugar de un sentido previamente dado, aquí aparece el sentido riana y resultados que ella ha producido en muchas teologías modernas).
todavía «abierto» de la historia; el sentido está todavía por hacer. No obstante, ambas posturas, en medio de sus extremismos, remiten a
dimensiones reales de una verdadera humanidad: por un lado, el recuerdo
La historia vive, pues, en utopías de signo tradicionalista o futurista. de las grandes tradiciones de la humanidad 5; por otro, el deseo de conse-
En realidad, la calificación de estas utopías como «conservadoras», tenden- guir un mundo mejor y más digno del hombre.
tes a mantener el orden social establecido, y «progresistas», críticas frente Es de notar que tanto la utopía conservadora como la progresista pro-
a la sociedad, responde a categorías modernas. Se puede hablar de política pugnan unas tesis ideales que se refieren a tendencias históricas compro-
conservadora solamente a partir del momento en que aparece como reali- bables e identificables y son eficaces porque unen teoría y praxis. La ima-
dad la posibilidad concreta de realizar cambios importantes; entonces la gen del hombre y de la sociedad que propone la utopía se convierte en
postura conservadora equivale a un rechazo de la posibilidad de efectuar un imperativo ético para quien la sigue. Privar a la utopía de su referen-
cambios en la sociedad. Hubo una época en que no se podía dar nombre
a la política conservadora, no porque no la hubiera, sino porque no había ' L. Kolakowski, Der Ampruch auf die selbstverschuldete TJnmündigkeit, en
otra. Pero desde la situación moderna se puede hablar con razón de uto- L. Rcmisch (ed.), Vom Sinn der Tradition (Munich 1970) 3; J. Habermas, Philoso-
pías tradicionalistas y futuristas; son dos formas de entender y querer un phisch-politische Projile (Francfort 1971) 35.
648 EL HOMBRE Y SU FUTURO LA CONCIENCIA UTÓPICA DEL HOMBRE 649

cia a la praxis es convertirla en una mera visión, mientras que su fuerza críticamente los presupuestos, las consecuencias sociales, las implicaciones
peculiar radica precisamente en la presión utópico-crítica y práctica que éticas y, en fin, los objetivos de las ciencias y de la praxis política.
puede ejercer. La utopía tiene para sus partidarios un valor hermenéutico, En este marco de la futurología científica, el futuro de la humanidad
crítico y orientador; vincula la racionalidad a la fantasía. Aunque es difí- se presenta como previsible, mensurable y realizable. Los tres aspectos
cil calibrar la presión que las utopías han ejercido en la historia (en una fundamentales de este futuro futurológico, fundado en la reflexión cientí-
u otra dirección), en cualquier caso no es despreciable. Su fuerza subver- fica, son: prognosis, proyecto de futuro racional y planificación6. La prog-
siva (frente al orden establecido o frente al posible cambio) es mayor de nosis es la previsión, por medio del análisis científico, de situaciones futu-
lo que se piensa. ras que pueden ser calculadas con un alto grado de fiabilidad (siempre su-
Es de notar además que, en las primeras etapas de la historia, la hu- poniendo una serie de premisas que no dependen de nosotros), como el
manidad no deduce de sus experiencias de contraste la utopía de un futuro crecimiento de la población mundial y sus consecuencias para la huma-
mejor, sino una utopía proyectada hacia el pasado, una «protología», la nidad, el problema de la alimentación mundial y del suministro de agua
imagen ideal de la inocencia originaria, del paraíso terrenal de los orígenes, y energía, las consecuencias de la contaminación ambiental, etc. Proyecto
llamado típicamente en la Edad Media «justicia original». La situación racional del futuro es el bosquejo de aquellas situaciones que pueden
presente es explicada a la luz de lo ocurrido en el comienzo (mito de hacerse realidad mediante una acción metódica y que la razón humana con-
Adán): paraíso terrenal y pecado original. Sólo más tarde, en las socieda- sidera necesarias (por ejemplo, mediante la regulación racional de los naci-
des avanzadas, los mitos protológicos o de los orígenes se actualizan como mientos). Planificación es la organización concreta de las medidas indis-
mitos escatológicos: promesas de que habrá un futuro en que todo alcan- pensables para realizar el proyecto del futuro (por ejemplo, una determi-
zará su plenitud. Los mitos escatológicos o futuristas presuponen obvia- nada reforma de las estructuras educativas en todos los niveles).
mente una historia más larga y un grado de reflexión más alto que los
mitos protológicos. La estructura «recordativa» de la conciencia humana Pero el problema consiste en que la idea cientificista de la «objetivi-
parece ser más primitiva que su estructura utópica, aunque precisamente, dad neutral» de las ciencias puede hacer imposible una fundamentación
y de forma paradójica, el recuerdo es una modalidad de utopía futurista. racional de la macroética, mientras que, precisamente desde que la ética
se liberó de su tradicional tutela religiosa, eclesiástica y teológica, la visión
ética tenía una base humana y, por consiguiente, racional. Desde entonces,
2. Aporta de la planificación del futuro sin embargo, ya no se ha sido capaz de establecer normas éticas umver-
salmente válidas, vinculantes en el plano interpersonal y al mismo tiempo
no dogmáticas (es decir, aceptadas no por imposición de una autoridad
Ante estas dos posiciones «críticas» debemos decir que en nuestros
externa, sino libremente), que sirvan de guía en la planificación del futuro.
días la ciencia crítica se opone tanto a las utopías que pretenden mantener
La separación entre el objetivismo neutral y el ámbito de las convicciones
el orden social como a las que quieren cambiarlo. Hasta hace muy poco
éticas, religiosas e ideológicas, relegándolas al terreno del «subjetivismo
tiempo era imposible considerar el futuro como objeto de la ciencia; pero,
existencial», hace que la planificación del futuro sea una difícil empresa.
desde hace unos veinticinco años, también los científicos se ocupan seria-
En las democracias occidentales, la validez o normatividad ética ha que-
mente, de forma sistemática y metodológica, de la prognosis y planifica-
dado limitada a la esfera de lo que se llama «subjetividad irracional».
ción racional del futuro. El hombre ha comprendido que es responsable
De una forma esquemática, podemos distinguir tres modelos de futuro 7 :
del futuro de la humanidad en la tierra y está firmemente convencido de
1) El modelo de futuro decisionista (en realidad, positivista). Se basa en
que es capaz de producirlo. Aparece así un nuevo concepto en nuestra
una radical separación entre ciencia y tecnología por una parte y política
época moderna: el futuro como producto de la acción racional e inten-
por otra. Las ciencias ofrecen sólo medios alternativos, y son los políticos
cionada del hombre. La toma de conciencia de esta forma de existencia
quienes determinan los objetivos y eligen los medios. A través de acuer-
humana cualitativamente distinta ha llevado a la búsqueda sistemática de
garantías racionales que aseguren la supervivencia humana, tanto indivi-
6
dual como social. Frente a la ciencia-ficción y a la futurología fantástica, Cf. G. Picht, Mut zur Utopie. Die grossen Zukunft saufgaben (Munich 1970);
frente a las utopías (conservadoras o progresistas), hoy se habla de una K. Scholder, Grenzen der Zukunft. Aponen von Planung und Prognose (Stuttgart
futurología científica o ¡racional (dentro de la cual la «ecología» es sólo 1973); H. von Nussbaum (ed.), Die Zukunft des Wachstums. Kritische Antworten
una parte). El futuro de la humanidad en el mundo, en la medida en que zum Bericht des Club of Rome (Dusseldorf 1973); D. Meadows, Die Grenzen des
Wachstums. Bericht des Club of Rome zur Lage der Menschheit (Stuttgart 1972);
es producto del hombre, constituye para esta futurología un problema A. K. Müller, Die praparierte Zeit. Der Mensch in der Krise seiner eigenen Zielset-
que afecta, por un lado, a la ciencia y la tecnología y, por otro, a la zungen (Stuttgart 1972); K. Steinbuch, Mensch, Technik, Zukunft (Stuttgart 1971);
acción política racional; en otras palabras: un problema que afecta a la R. L. Heilbroner, A Inquiry into thc Human Prospect (Nueva York 1974).
utilización crítica, libre y liberadora de la razón humana, la cual analiza 7
B. C. van Houten, Tussen aanpassing en kritiek (Dcventer 1970) 265-284.
650 EL HOMBRE Y SU FUTURO LA CONCIENCIA UTÓPICA DEL HOMBRE 651

dos (basados en la democracia parlamentaria) y compromisos se aunan las De todos estos tipos de «utopías» (presentados de forma un tanto
opciones subjetivas, las cuales después, mediante votación, se convierten esquemática, aunque quizá suficiente) se desprende que la voluntad huma-
en ley. Esto significa que, para pasar de la teoría (análisis científico) a la na de futuro se apoya en determinados principios, aunque muy diferentes
praxis, se requiere una criba representativa y democrática de las distintas según los casos.
opciones subjetivas. 2) El modelo tecnocrático. Aquí la relación es inver- La utopía científica es pragmática. Difícilmente se le puede negar el
sa: los medios y posibilidades científicas y técnicas determinan los objeti- mérito de que al menos una parte de la praxis humana puede ser «objeti-
vos (políticos). A los políticos les corresponde sólo la tarea de tomar deci- vada» y analizada según el baremo neutral de la ciencia, en especial la
siones técnicas, de llevar a cabo determinadas directrices dadas por una parte técnico-instrumental y estratégica de la praxis humana. Una vez pro-
élite de científicos y tecnócratas. 3) El modelo pragmático (propuesto en puesto un determinado objetivo, la ciencia puede mostrar efectivamente
especial por J. Habermas). Sus partidarios se oponen tanto al decisionismo cuáles son sus posibilidades técnicas de realización y probar científicamente
como a la dirección del mundo por obra de tecnócratas. En este modelo cuáles serán probablemente las consecuencias directas e indirectas de una
no se da la radical separación entre la competencia científica y técnica y la determinada acción humana. Aquí las computadoras resultan muy eficien-
política. Existe una interacción crítica entre ambas, una relación dialéctica tes. Sin embargo, esta parte —objetivable por la ciencia y la tecnología—
entre valores y saber científico. El objetivo de una discusión racional es de la mediación entre teoría y praxis excluye de la discusión racional el
en este modelo no sólo el conocimiento científico, sino también los valores problema de los fines. La «sociedad abierta» de K. Popper y la «razón
y objetivos de ese conocimiento. Los científicos no son ya los que deter- crítica» de su allegado intelectual Hans Albert —el «racionalismo críti-
minan la labor de los políticos, si bien, por otro lado, tampoco hay nin- co» n , una de las principales corrientes de nuestro tiempo— nos ofrecen
guna zona científica intocable, dentro de la cual las decisiones correspon- una especie de paradigma de tal tendencia. Pero en semejante modelo se
den únicamente al criterio de los políticos. Entre ciencia y política se da presuponen las decisiones sobre el objetivo del obrar humano, es decir,
una colaboración basada en principios racionales (por lo menos ésta es la se relegan a la esfera privada de las opciones subjetivas. Este racionalismo
perspectiva esperada, a pesar de numerosos problemas existentes de hecho). crítico no es capaz de ofrecer, pues, criterios positivos acerca de la conve-
Frente a estos tres modelos de las democracias parlamentarias occiden- niencia, racionalidad y adecuación al hombre de los objetivos concretos
tales, en los sistemas marxistas la opción personal resulta sencillamente que se persiguen. Lo «humano utópico» queda así reducido y recortado
superflua, ya que los dirigentes supremos del partido, sobre la base de de antemano por una mediación racional-cientificista del objetivo y los
una superciencia dialéctica, garantizan la unidad entre conocimiento cien- medios 12, la cual —dicho sea de paso— depende muchas veces de intere-
tífico y valores éticos. La idea de una racionalidad inherente al inevitable ses económicos. Pero en la situación actual y en relación con esta teoría
proceso de la historia (analizable por métodos científicos) sustituye pro- no podemos ya eludir una discusión sobre la fijación de objetivos. Ade-
piamente a la ética y constituye una mediación entre la teoría y la praxis 8 . más, el ideal de libertad proclamado por el racionalismo crítico no consi-
En definitiva, tanto los sistemas «liberales modernos de Occidente» dera la espinosa cuestión del poder estructural ni tiene en cuenta hasta
como los sistemas marxistas relegan las opciones de conciencia a la esfera qué punto esta libertad es en muchos casos una libertad falsa, manipulada
de lo privado 9 . En el primer caso, la tecnocracia científica neutral es la por intereses económicos.
que determina el futuro a través de la decisión mayoritaria de los políti- Frente a esta «utopía racional», las utopías visionarias (tanto conser-
cos 10; en el segundo, un grupo de ideólogos del partido, asesorada por la vadoras como progresistas) son dogmáticas: convierten una determinada
tecnocracia y la ciencia, es el que determina lo que en el futuro será fase del pasado o del futuro esperado en magnitud absoluta, una «época
bueno para la humanidad. Ninguno de estos dos sistemas puede ser cali- dorada» del pasado o del futuro proyectado (en ambos casos, una especie
ficado de «plena y totalmente» digno del hombre. de calco de lo que debería ser la sociedad). Sus imágenes y visiones no son
susceptibles de comprobación ni crítica. Por muchos cambios o variaciones
8
K.-O. Apel, Zum Problem einer rationalen Begründung, op. cit., 22; H. Seiffert, que pueda haber, estas utopías tienen como base una imagen dogmática
Marxismus und bürgerliche Wissenschaft (Munich 1971); D. Bohler, Metakritik der del hombre, la cual lleva lógica y necesariamente a una absolutización del
Marxschen Ideologiekritik (Francfort 1971). poder. No se debe olvidar a este respecto que todo futuro planeado de
9
K.-O. Apel, op. cit., 22 y 32. una forma racional es sólo una historia partida en dos, una historia con-
10
J. Habermas, Theorie und Praxis (Neu-wied 21967) 257. Este autor habla de una
nueva diferencia de clases: los tecnócratas (social engineering) y nosotros, «sus subal-
ternos». Se pregunta además hasta qué punto un consenso obtenido por medio del " K. R. Popper, Die offene Gesellschaft und ihre Feinde (Berna 21970); H. Al-
parlamentarismo democrático, mediante el voto, puede establecer una obligación de helí, Traktat über kritiscbe Vernunft (Tubinga 1968); id., Pladoyer für kritischen
tipo ético. Cf. también W. Strzelewicz, Technokratiscbe und emanzipatorische Erwach- Riitiowdismtis (Munich 1971); cf. H. Schelsky, Auf der Suche nach der verlorenen
senenbildung, en W. Strzelewicz, H. D. Raapke y W*. Schulenberg, Bildung und ge- Wirklichkeit (Dusseldorf 1965).
sellschaftlicbes Bewusstsein (Stuttgart 1966) 134ss. " K.O. Apel, op. cit., 25-28.
652 EL HOMBRE Y SU FUTURO

cebida según el esquema medios-fin. De hecho, el futuro racional no coin- CAPITULO II


cide con lo que sucederá realmente. Por una parte, «el futuro» es un
cúmulo de posibilidades, de las que sólo algunas se hacen realidad; algu- RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
nos momentos pueden ser conjeturados racionalmente con una mayor o
menor probabilidad. El problema decisivo consiste en saber cuáles son las
posibilidades que aprovechará el hombre. La historia se convierte así en
una verdadera aventura en la que tienen gran importancia las decisiones
humanas, al margen de que ciertos «imponderables» hagan que el futuro
no se ajuste a lo planeado por el hombre. Por otra parte, la humanidad
no es la providencia universal de su propia historia. Cuando «el cúmulo «Si Deus est, unde malum?
de posibilidades» que para nosotros es hoy el futuro se convierta en pre- Si non est, unde bonum?»
sente, se habrá hecho realidad solamente una parte concreta de tales posi-
bilidades, y el conjunto resultante no puede deducirse de las «tendencias Introducción
históricas» del momento. La historia no sigue una evolución lógica. El pa-
sado y el presente están unidos al futuro sólo mediante los sutiles hilos Todos los hombres lloran al nacer. Sin embargo, hay motivos para
del acontecer complejo y concreto, en el cual el futuro se hace de hecho alegrarse. Evidentemente, el sufrimiento tiene más de una cara.
presente en sus elementos previstos y no previstos, inesperados. El futuro La lamentación de que «el mundo está sumido en la maldad» es, según
tiene importancia para determinar el sentido del pasado y del presente Kant, «tan antigua como la propia historia del hombre» 13. Y Kant cita la
sólo en la medida en que viene de hecho. Por consiguiente, en último tér- Sagrada Escritura: «El mundo entero está en poder del malo» (1 Jn 5,19).
mino, futuro es lo que continuamente viene al encuentro del hombre que En todas las culturas y sociedades conocidas, los hombres, con categorías
vive en el hoy, gracias y a pesar de todas las prognosis, los proyectos de muy diferentes y concepciones antropológicas distintas, han intentado ex-
futuro y las planificaciones. El futuro no se puede interpretar en clave plicar, teórica y sobre todo prácticamente, su experiencia del sufrimiento
de simple teleología, tecnología o lógica evolutiva. Trasciende la racionali- humano. Incluso sobre el trasfondo de unas experiencias coherentes, gozo-
dad humana, y no sólo de momento, sino por principio. Incluso desde sas y gratificantes y de una esperanza de salvación, la historia del dolor
el punto de vista exclusivamente humano (prescindiendo totalmente de humano, y también del mundo animal y del universo entero, ha sido el
cualquier concepción religiosa), el futuro de la humanidad está sujeto a la tema permanente de todo proyecto de vida, de toda filosofía y religión;
reserva fundamental de la ignorantia futuri: el futuro desconocido (que y hoy, también de la ciencia y de la técnica.
puede quizá llevar al hombre a plantearse el problema de Dios). Por tan- Para abordar de algún modo el problema del sufrimiento del hombre,
to, una concepción puramente teleológica de la historia, según el modelo no podemos atenernos únicamente a lo que dice el pensamiento crítico
«medios-fin», conduce a la humanidad a frustraciones alienantes y la aboca contemporáneo. El problema es demasiado vasto para que una sola parcela
en definitiva a la desesperación y el derrotismo. de la historia pueda pronunciar la palabra que nos libere. Se trata de los
hombres, y son ellos —y nosotros entre ellos— los que tienen derecho
Hemos dicho que nuestra relación con el futuro, fuente de una deter- a hablar en primer término. Por tanto, hay que tener en cuenta lo que
minada praxis, sólo es posible mediante nuestra relación con el pasado, los propios hombres, a lo largo de su historia de dolor, han experimentado
mientras que la relación (hermenéutica) con el pasado implica ya una op- y pensado y también qué experiencias de salvación humana han tenido.
ción por el futuro. Esto ha quedado claro al analizar la retroproyección I.a razón crítica no puede limitarse a reflexionar sobre su propia situación,
selectiva de las utopías tanto conservadoras como progresistas; por otro sino que también, y sobre todo, debe considerar el recuerdo crítico de las
lado, una planificación del futuro puramente científica y neutral conduce historias de dolor humano y la forma en que los hombres, en circunstan-
a varias aporías, a una escisión entre el «objetivismo» científico y el sub- cias diferentes y situaciones variables, han tratado de resolver el problema
jetivismo de las opciones personales. Debemos, pues, preguntarnos cuáles ilcl sufrimiento propio y ajeno. Esta mirada retrospectiva sobre la historia
son las realidades desafiantes que la razón humana no puede dominar ni humana, que deja entrever lo que el ser humano es y quiere ser, es toda-
teorizar y con las que el hombre debe contar en su expectativa de una vía obviamente limitada y quizá incluso «elitista». Quienes hablan son
praxis conducente a un futuro satisfactorio, bueno, auténtico y feliz. «pensadores», filósofos y religiosos, marxistas y humanistas, pero no la
musa que sufre. Sin embargo, no se puede decir que tales pensadores no
huyan reflejado intensamente algo que está vivo en todos los hombres.

" Kants Wcrke (cd. de E. Cassirer; Berlín 1912-1921) vol. 6, p. 19.


654 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 655
Los mitos, tanto de los pueblos primitivos como de los culturalmente dualismo, es decir, la existencia de dos principios primeros y supremos,
desarrollados, giran desde siempre en torno a la realidad inextricable del uno del bien y otro del mal. Todas comparten indudablemente una misma
sufrimiento humano. En los mitos cósmicos y de vegetación (verano-invier- intuición fundamental: el corazón de la realidad es la misericordia. El ver-
no), los hombres han proyectado el conflicto presente en la vida humana dadero dualismo propiamente dicho, si es que ha existido alguna vez un
y han intentado ofrecer una visión práctica de la vida con vistas a orientar dualismo metafísico, es una excepción en la vida de las religiones y de la
el comportamiento. Observando lo que ocurría en la naturaleza circundan- humanidad.
te, «proyectaron» (expresaron hermenéuticamente) su propia historia huma- Ha habido, sin embargo, una religión que (con ciertos matices) plantea
na y la correspondiente interpretación en mitos que hablaban de la lucha el problema del sufrimiento humano en términos dualistas: no el propio
de Dios (o de los dioses) contra «el monstruo» (que recibe diversos nom- Zaratustra, sino una fase posterior de la religión persa (el zoroastrismo)
bres, pero siempre tiene una misma función y significación en todos los es marcadamente dualista, al igual que el maniqueísmo lé . Y esta excepción
mitos antiguos extendidos por el mundo, a menudo independientes entre religiosa es importante debido a su influencia sobre la religión judía, el
sí, hasta llegar al relato, tan cercano a nuestros días, de san Jorge y el dra- cristianismo, el islamismo y también sobre las religiones orientales. Por
gón) 14. Es el conflicto entre el eros y el thanatos, vivido por la humanidad tal motivo, comenzamos con un «intruso» religioso, que, a pesar de algu-
mucho antes de que Freud nos diera una «explicación» del mismo 15: instin- nos rebrotes esporádicos, no forma parte ya de las religiones vivas.
tos de vida y de muerte, vivencias de infelicidad y esperanzas de salvación. Zoroastro (o Zaratustra; aproximadamente 630-550 a. C ) , según los
Es de notar que ninguna religión —pero sí la «razón crítica»— ha mini- datos que actualmente nos ofrecen las ciencias de la religión, era un mo-
mizado el sufrimiento y que en el pasado la rebelión contra el sufrimiento noteísta estricto, si bien tiene en él gran importancia la teoría de los «dos
ha procedido más de la religión que de la crítica racional. Las religiones espíritus», hermanos gemelos. Estos dos espíritus poseen cada uno su pro-
no tienen su origen en el sufrimiento, pero solamente para el hombre que pio campo de acción, pero parecen ser irradiaciones del único Dios, que
cree en Dios constituye el sufrimiento un duro problema. Esto constituye abarca en sí la coincidentia oppositorum. Sin embargo, en el siglo iv a. C ,
ya una enseñanza que deberíamos sacar críticamente de la historia de la en la versión Zendavesta del zoroastrismo, los dos gemelos se convirtieron
humanidad. de hecho en dos primeros principios: el espíritu de las tinieblas y el de la
luz. Nuestro mundo es el campo de operaciones de ambos, y en él se des-
arrolla la lucha entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas. Esta
I religión persa no pretende explicar el problema del mal. Se limita a cons-
tatarlo. Su dualismo no es más que una reproducción, en el plano teórico,
LA HUMANIDAD EN BUSCA DE UNA PRAXIS
de la impenetrable opacidad del sufrimiento y del mal. La teoría se limita
CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO
a formular el problema. Lo grave es que, formulada en tales términos,
resulta esencialmente amoral. En efecto, si tanto el bien como el mal se
remontan a un primer principio absoluto y específico, no hay ninguna
1. Una excepción en la superación religiosa del sufrimiento: razón para escoger uno y rechazar el otro. El «satanismo» sería «tan
el dualismo («maniqueísmo») bueno» como la bondad. Sin embargo, al parecer, no se admite tal conse-
cuencia; en el horizonte se mantiene la esperanza (injustificada) de que,
Las religiones judía, greco-romana, cristiana, hinduista, budista e islá- en el combate del cosmos y de toda la humanidad entre las fuerzas del
mica presentan muchas diferencias en relación con el problema del sufri- bien y del mal, estas últimas terminarán derrotadas. De un comienzo dua-
miento del hombre, pero tienen un punto en común: todas rechazan el lista se pasa a la prioridad escatológica del bien, que ya ahora resulta
eficaz y productivo. La vida se impone sobre la teoría.
14
N. Smart, The Religious Experience of Mankind (Nueva York 1969) bibliografía Según esta concepción, se observan en nuestro mundo funciones diver-
en pp. 563-568; W. Dupré, Religión in Primitive Cultures. A Study in Ethnophilo- sas y contrarias. Esto no constituye problema, pero el bien y el mal son
sophie (La Haya-París 1975) bibliografía en pp. 339-349. Sobre este tema en general: por su naturaleza antípodas, no sólo contrarios, sino contradictorios: se
J. Sperma Weiland (ed.), Antwoord. Gestalten van geloof in de wereld van nu (Ams-
terdam 1975). Especialmente sobre el tema del sufrimiento: J. Bowker, Problems of
Suffering in Religions of the World (Cambridge 1970); también N. Pike, God and " I. Gershevitch, Zoroaster's Own Contribution: JNES 23 (1964) 12-38; id., Hand-
Evil (Englewood Cliffs, New York, 1964); L. Dupré, The Other Dimensión (Nueva biirb der Orientalistik. Iranistik-Band (ed. B. Spuler); H. Rousseau, Le Dieu du mal
York 1972); Ch. Hartshorne, A Natural Theology for our Time (La Salle, Illinois, (l'arís 1963); S. Pétrement, Le dualisme dans l'histoire de la philosophie et des religions
1967); J. Nabert, Essai sur le mal (París 1956). La bibliografía más específica se aduce (l'nrís 1946); H. C. Puech, Le manichéisme (París 1949); R. C. Zaehner, The Teaching
a medida que se traten los distintos temas. t>l the Magi. A Compendium of Zoroastrian Beliefs (Londres 1956); M. Loos, Dualist
15 llercsy in the Middle Ages (La Haya 1974).
H. Marcuse, Triebstrukturen und Gesellschaft (Francfort 1955).
656 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 657

anulan mutuamente por ser lo que son. Esto es un hecho de experiencia. El jainismo, tercera corriente «dualista», ha influido sobre todo en
El mundo espiritual, origen de nuestro mundo terreno, debe entrañar este Oriente, en la India. Aquí no se trata de dualismo metafísico (suponiendo
mismo dualismo. El Creador bueno tiene frente a sí un antiser, ya que que éste haya existido alguna vez). El alma, o el yo, está totalmente cau-
el bien es solamente origen de lo bueno. El Dios bueno debe, por tanto, tiva en la materia. La salvación consiste en la liberación de ese cautiverio.
ser pura positividad, no señor de la vida y la muerte, sino única y exclusi- Todos los seres del universo tienen su alma propia, cuya categoría depende
vamente fuente de la vida. Pero existe el sufrimiento y la muerte. Estos del número (cinco, cuatro, etc.) de órganos sensoriales que posea; de
renómenos tienen, pues, como primer principio, un «anticreador», Satán. modo que la categoría ínfima posee sólo el sentido del tacto (a esta cate-
Lo cual significa que esta fase de la religión persa implica una crítica goría, según el jainismo, pertenece también el mundo inorgánico). El uni-
radical a la religiosidad anterior, donde era uno mismo el principio divino verso está, pues, lleno de «seres vivos». También las piedras lloran, aun-
que daba la vida y la destruía. Dios se convierte en pura bondad salvífica, que no puedan exteriorizar su llanto. Karma es aquí el cautiverio del bien
mientras que el mal procede de otra parte. Los antiguos lugares de culto, en el mal. El sufrimiento aceptado libremente rompe la acumulación de
donde se veneraba al «Dios de la vida y de la muerte», de la muerte y de karma y libera el alma. Mientras esto no suceda, el alma debe renacer
la fecundidad, son sistemáticamente destruidos. Al ser Dios pura bondad, continuamente en forma de piedras, árboles, metales, etc. Así, será serra-
hay un clima favorable para la creación cultural y para el profundo deseo da, fundida, trabajada a cuchillo y sufrirá mil muertes. El mundo entero
de justicia que entonces se sentía en Persia (aquellos persas son los que sufre.
permitieron a Israel volver del destierro a su patria). El mal es el princi- Por tanto, la vida tiene como tarea no añadir más sufrimientos; ni
pio antidivino contra el que también el hombre debe luchar. Es de notar siquiera se puede matar inadvertidamente un insecto. Los monjes jainitas
que precisamente este dualismo supuso el comienzo de un desarrollo diná- van por el mundo dominados por el miedo a ocasionar dolor incluso a un
mico en el campo de la justicia, de la superación del mal y de la estima árbol o un arbusto. La tarea suprema de la vida consiste en morir total-
por las obras de la cultura. mente a lo corporal a fin de liberar el alma. El dualismo jainita se da
Sin embargo, mucho más tarde, este dualismo asumirá formas distin- entre el «espíritu» y la «materia» (jiva y ajiva, espíritu y no espíritu),
tas. Mani (maniqueísmo) desarrolló un dualismo entre «espíritu» y «ma- mientras que el dualismo metafísico, sobre todo el de los dos primeros
teria». Este personaje vivió en Mesopotamia y murió a manos de los per- principios, es rechazado porque no responde a la experiencia humana.
sas el año 276 d. C. Lo que sabemos de él lo debemos en gran parte a El jainismo, en este aspecto, tiene rasgos indios (cf. infra sobre el hinduis-
san Agustín, quien, durante largo tiempo, profesó la fe maniquea. El ma- mo y el budismo): sea cual sea la naturaleza de la realidad, ésta es reco-
niqueísmo era un sistema ecléctico, mezcla de zoroastrismo y cristianismo. nocida por sus manifestaciones en distintas formas. Un saber absoluto es,
Dios debe estar exento de cualquier tipo de mal. Pero el mal es una dura por tanto, imposible. Todo fenómeno tiene más de una cara.
realidad presente entre nosotros. El mal, el sufrimiento, debe atribuirse El jainismo no conoce una creación derivada de un plan divino. La
a la intervención de una potencia extraña, antidivina. Ya antes de la crea- existencia del mal no permite pensar en un creador. Sobre todo, una crea-
ción existía una realidad antidivina. Cuando Dios creó el mundo, el ele- tio ex níhllo resulta totalmente absurda. ¿Cómo puede un Dios eterno
mento divino y el antidivino quedaron como mezclados en sus criaturas. tener de repente la ocurrencia de crear? Si la tuviera, no sería perfecto,
El mundo humano concreto tiene, pues, en sí algo de estos dos primeros no sería Dios; y nadie puede crear el mundo más que Dios. Si Dios creó
principios. El mundo es la grandiosa empresa en la que el bien lucha por los seres vivos por puro amor, ¿cómo explicar la miseria presente en el
Überarse de esa perniciosa mezcla. El sol resplandeciente representa una mundo? Dios mismo habría pecado al infligir tanto dolor y sufrimiento
promesa de esperanza; la luna creciente y menguante es un signo de los a sus hijos.
fragmentos de luz que escapan de esa mezcla híbrida. Pero se pensaba que No debemos olvidar la idea fundamental que subyace en esta posición:
el sol acabaría por triunfar. Este drama cósmico se reproduce en cada in- si Dios es realmente Dios, es pura positividad. En esto consiste, a mi
dividuo. El maniqueísmo simboliza así el duro combate de la humanidad juicio, la certera intuición de todo «dualismo», más certera que la afirma-
por la liberación del bien. Para ello se requiere ante todo una clara con- ción de que Dios es el fundamento tanto del don de la vida como de su
ciencia de la realidad de esos dos primeros principios contradictorios por destrucción. Todas las religiones tienen en el fondo esta intuición funda-
naturaleza; sólo así puede lograr sus objetivos una praxis consecuente. mental. El dualismo es una conclusión falsa a partir de una idea funda-
El camino para llegar a ella es una ascesis muy rigurosa encaminada a libe- mentalmente correcta: si Dios es verdaderamente Dios, es amor y miseri-
rarse de «la materia». Basta coger una fruta del árbol para que la natura- cordia. Pero el jainismo no admite un Dios creador personal. La existencia
leza, el árbol, llore. Agustín, que nos narra todas estas cosas tras haber del bien y del mal es una especie de ley de la naturaleza.
abandonado el maniqueísmo, sigue fascinado por la coherencia teórica de La «credibilidad» de las religiones depende de que tengan en cuenta
este sistema, especialmente por su fidelidad a las experiencias reales del todos los datos de la experiencia humana (positivos y negativos) y de que
hombre. no intenten disimular la dura experiencia de la realidad. Todas las reli-
42
658 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 659

giones que vamos a ver ahora a grandes rasgos —en términos quizá de- Muchos judíos cambiaron más tarde los términos de este planteamien-
masiado generales— coinciden en conceder la última palabra al bien, no to: a la vista del sufrimiento concluyeron que éste se debía a la existencia
al mal y al dolor. Ninguna de ellas profesa una especie de «dolorismo»; de algún pecado, tal vez oculto. Esto llevó a ciertas aporías. Por lo demás,
al contrario: su propósito fundamental es la superación del sufrimiento. debido a la relación entre pecado y sufrimiento, siempre es Dios quien
(No obstante, hay que reconocer que en todas ellas puede haber, y de manda el sufrimiento como castigo por el pecado (Os 4,9).
hecho hay, una gran distancia entre la ortodoxia oficial y la religiosidad Cuando se acentúa el individualismo en Israel, algunos profetas criti-
popular). can la tesis de la relación colectiva entre pecado y sufrimiento: «Objetáis:
¿Por qué no carga el hijo con la culpa del padre? Si el hijo observa el
derecho y la justicia y guarda mis preceptos y los cumple, ciertamente
2. Actitud de Israel ante el sufrimiento vivirá. El que peca es el que morirá; el hijo no cargará con la culpa del
padre, el padre no cargará con la culpa del hijo: sobre el justo recaerá su
El sufrimiento del hombre era un problema capital en la religiosidad justicia, sobre el malvado recaerá su maldad» (Ez 18,19-20). Ezequiel coloca
de Israel. En una época de guerras entre tribus, también los dioses de la relación en el terreno personal; además, el arrepentimiento anula, junto
cada tribu luchaban entre sí; la victoria de una tribu sobre otra significaba con el pecado, el castigo (Ez 18,21-22). «¿Acaso quiero yo la muerte del
destruir al dios de ésta. Pero, con el tiempo, fue cambiando la visión de malvado —oráculo del Señor— y no que se convierta de su conducta
Israel. Aun cuando Israel fuera derrotado, Yahvé seguía siendo el Pode- y viva?» (Ez 18,23). A la objeción de que los caminos de Dios no son
roso, porque el pueblo elegido dependía de Yahvé, pero Yahvé no depen- rectos se responde: «Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder?
día de su pueblo. El sufrimiento del pueblo es consecuencia de la ira de ¿No es vuestro proceder el que es injusto?... Pues no quiero la muerte de
Dios por los pecados del mismo pueblo. Yahvé es, pues, el principio único nadie —oráculo del Señor—. ¡Convertios y viviréis!» (Ez 18,25.32). Visto
tanto del bien que el hombre disfruta como del sufrimiento que padece. en una perspectiva religiosa, el sufrimiento asume un carácter más perso-
Sin embargo, precisamente este yahvismo de la religión judía —Yahvé es nalista, pero además el castigo divino busca la conversión. Dios no se com-
el Señor de la historia— convirtió el sufrimiento, sobre todo el de los place en el sufrimiento del hombre. Los pecados de éste son los que
inocentes, en un problema crucial para Israel, mucho más grave que en acarrean el sufrimiento, pero Dios siempre está dispuesto a perdonar. Evi-
otras religiones. dentemente, nos hallamos ante un intento de corregir radicalmente la vieja
El principio básico es que Dios ha creado todo «muy bueno» (Gn idea de que Yahvé es «el Señor que da la muerte y la vida» (1 Sm 2,6).
1,31; Sal 105). Como consecuencia de ello, el desorden, sobre todo el su- Dios nada tiene que ver con el sufrimiento, a no ser por culpa de la peca-
frimiento, tiene su origen en el pecado del hombre. Para un judío, pecado minosidad del hombre, al que quiere llevar, no obstante, a la vida por
y sufrimiento están estrechamente unidos. Sobre todo en el Deuteronomio medio del arrepentimiento. Ezequiel se opone asimismo a la pretensión
y en la tradición deuteronomista, la idea de la alianza da lugar a esta teo- <le justificar el sufrimiento propio achacándolo a pecados ajenos: el profeta
ría, que comprende tanto al pueblo como al individuo. El término 'atvon subraya la responsabilidad personal, si bien admite que ésta puede tener
(etimológicamente: torcer, doblar) significa «pecado» y «castigo por el inmbién consecuencias para todo el pueblo de Dios.
pecado». El pecado es una distorsión, un «trastorno»; precisamente por El Deuteroisaías se enfrenta a la postura de sus contemporáneos per-
ello el término implica también las consecuencias del pecado: la pena o sas, que defendían cierto dualismo del bien y del mal. Dios es el creador
castigo. Lo que está torcido hace daño (cf. Gn 15,16; 1 Re 17,1&; Is 30, <le la luz y de las tinieblas, de la salvación y de la infelicidad (Is 40-55).
13; 64,6; Jr 13,22; Sal 32,2-5, etc.). Quien hace algo desordenado debe IVro, por grande que sea el sufrimiento del pueblo, Israel tiene siempre
asumir su culpa (Gn 4,13; Ex 34,7; Sal 83,3). El pecado es, pues, un acto presente al Dios que lo libró del sufrimiento cuando era esclavo en Egip-
que acarrea castigo y sufrimiento (Ez 18,30; 44,12; Is 30,13; Os 5,5; to. Y ésa es la esperanza de Israel también para el futuro. En la época
Job 31,11.28, etc.). cAwon es, por decirlo así, el vínculo que une entre sí helenista del judaismo, los judíos de la diáspora incorporaron a su fe yah-
pecado y sufrimiento o castigo (véase también el término latino poena, que vista la idea griega de que el sufrimiento es escuela de sabiduría (Prov 3,
significa tanto pecado como castigo por el pecado o sufrimiento). Además, I 1-12; 6,1; 13,24; Sal 94,12; Job 5,17; cf. Heb 12,5-6; Ap 3,19). El su-
esta vinculación se mueve no sólo en el terreno individual, sino también lr¡miento tiene como fruto la verdadera sabiduría y la sana humanidad.
en el comunitario: los descendientes son castigados por los pecados de sus No obstante, las viejas concepciones convivían con las nuevas en Is-
padres (Lv 26,39-40; Is 14,21; 53,11; Jr 11,10; Ez 18,17.19.20, etc.). nicl. Mientras los profetas hacen frente a la queja popular de que Dios no
Así, como castigo por el pecado de los «primeros padres», toda mujer da •c interesa por los derechos del hombre (Is 40,27), para Israel no es pro-
a luz con dolor y todo hombre ha de ganar con sudor el pan cotidiano Momu el sufrimiento en cuanto tal, sino la distribución desigual, obvia-
(Gn 3,14-19). El temor del Señor alarga la vida, mientras que se acortan mente injusta, del sufrimiento entre justos y pecadores. En todo el Sal-
los años del malvado (Prov 10,27). iriio judío aparece esta amarga queja, y Ecl 8,10-14 formula tajantemente
660 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 661

el problema. Israel choca con el hecho incomprensible de que los que gua idea de que los pecadores reciben su merecido; únicamente se añade
sufren son sobre todo los justos y piadosos. El salmista expresa duramente que su castigo llegará «tarde o temprano», poniendo el acento en el «tar-
esta situación: «Todo esto nos sucede sin haberte olvidado ni haber violado de» (Prov 24,19-20; Sal 37,16-17.25.28-29).
tu alianza, sin que nos volviéramos atrás ni se desviaran de tu senda nues- Pero esta afirmación desesperada chocaba con la experiencia concreta.
tros pasos; y tú nos trituraste, nos deslomaste, nos envolviste en tinie- A veces se sigue la táctica de no hacer comparaciones, de no mirar el
blas» (Sal 44,18-19). Israel no ve problema en el sufrimiento debido al bienestar de los pecadores, de limitarse a los propios asuntos (Sal 101,
pecado del hombre, pero protesta contra el sufrimiento de los inocentes, 2-4.6.8). Sin embargo, esta táctica no elimina el sufrimiento inmerecido
que nada tiene que ver con los errores personales. También esto es típica- de los justos. Una respuesta más antigua dice que el sufrimiento es una
mente judío. Israel sabe cómo resolver en el plano religioso el problema prueba para la fe verdadera (Gn 22,1-19; Job 1,6-12; Prov 3,11). El Ecle-
del sufrimiento; sin embargo, al margen del pecado, se niega a aceptar el siastés lo considera «vanidad», una situación incomprensible (Ecl 8,10-14),
sufrimiento simplemente como un hecho. Israel no conoce el concepto de también en el sentido de que los hombres no deben ser megalómanos ni
fatum. ¿Cómo resuelve entonces esta dificultad, si su propia fe yahvista aspirar a conseguir todos los bienes: lo importante es cómo se vive lo que
le impide refugiarse en la bronca «facticidad» de un destino que hace in- se tiene, los «pequeños placeres» de cada día. Todo tiene su tiempo: el
sensata cualquier pregunta? nacer y el morir (Ecl 7,29; 3,1-2.9-14).
Jeremías es el primero en hablar del justo que sufre «como cordero
Debido a su fe en Yahvé, Israel no cesa de dirigir duras preguntas manso llevado al matadero» (Jr 11,19). Es, como Job, alguien que pone
a Dios. En Sal 44,23.26 se pregunta si Dios no estará dormido. Son ex- su causa en manos de Dios (Jr 11,20). El sufrimiento aparece aquí como
presiones que manifiestan indignación ante el sufrimiento no merecido. elemento de una misión; se sufre por una causa justa, aunque esto no se
Pero inmediatamente se recurre a la confesión del misterio trascendente diga expresamente. Para Jeremías, el mundo actual es un «caos informe»,
de Dios: «¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me escuches; te similar al que existía antes de la creación (Jr 4,23). A veces parece asomar
gritaré: ¡Violencia!, sin que me salves? ¿Por qué me haces ver crímenes, la esperanza de que Dios dé por terminado su primer proyecto de creación
me enseñas trabajos, me pones delante violencias y destrucción» (Hab 1, y surja una creación nueva (Jr 4,23ss). Jeremías ve como única solución
2-3; cf. también 1,12). Esta dura queja está motivada, de un lado, por la que «todo comience de nuevo», una nueva creación y una nueva alianza
grave injusticia que se padece y, de otro, por el convencimiento de que (idea que desarrollará en especial la apocalíptica judía). Por tanto, no se
Yahvé está siempre a favor del bien y en contra del mal: «¿No eres tú, soluciona propiamente el problema: se le contrapone una visión en la que
Señor, desde antiguo mi Dios santo que no muere?... Tus ojos son de- no tiene cabida el sufrimiento. En el Antiguo Testamento, esta perspec-
masiado puros para estar mirando el mal, no puedes estar contemplando tiva alcanza su punto culminante en el Siervo de Dios profético y doliente
la opresión: pues ¿por qué contemplas en silencio a los traidores, al cul- del Deuteroisaías (Is 42,1-4; 49,1-6; 50,4-9; 52,13-53,12). Israel debía
pable que devora al inocente? Tú hiciste a los hombres como peces del sufrir por sus pecados (Is 40,2). El siervo que sufre es inocente y sufre
mar, como reptiles sin jefe» (Hab 1,12.13-14). Israel ataca duramente a de y por los demás; el sufrimiento es asumido como sacrificio voluntario
su propio Dios, que permanece en silencio mientras Israel sufre injusta- de la propia vida en favor de los demás. Tenemos aquí la idea del sufri-
mente. Pero siempre aparece en el horizonte la victoria: «La visión tiene miento redentor. El profeta mantiene la tesis tradicional de que pecado
un plazo, jadea hacia la meta, no fallará; aunque tarde, espérala, que ha de y sufrimiento están íntimamente relacionados (Is 40,2; 42,24-25; 43,
llegar sin retraso» (Hab 2,3). Los malvados opresores serán exterminados: 22-28; 47,6; 50,1; 51,17-23; 54,6-9), pero carga sobre sí el sufrimiento
«¡Ay del que construye con sangre la ciudad y asienta la capital en el que los demás debían padecer por sus pecados. El autor no explica cómo
crimen!» (Hab 2,12). Al final, Yahvé «sale a salvar a su pueblo» (Hab este sufrimiento puede ir en beneficio de otros, pero ve en esta acción un
3,13). La fuerza para perseverar «mientras tanto» es la fe de Israel: «El «camino divino» capaz de llevar al pecador a su conversión. Sin embargo,
inocente, por fiarse, vivirá» (Hab 2,4b). En otras palabras: la fe en Dios, en la perspectiva judía de la fe en Yahvé como Señor de vida y no de
autor del bien y enemigo del mal, la seguridad de que el bien acabará por muerte, este sacrificio no puede ser la última palabra: la exaltación y glo-
triunfar, constituye la actitud básica de Israel, aunque en el fondo de su rificación del Siervo doliente es la sobreabundante ratificación divina de
corazón proteste porque todo eso tarda en llegar. Es la fe en la impenetra- tal solidaridad con el pueblo que peca y, por tanto, sufre. Así como anta-
bilidad del ser de Dios, de cuya bondad no se duda en el fondo. Esa es, ño el pueblo fue liberado de la esclavitud de Egipto, así también será
en definitiva, la postura de Job: su protesta deja paso a la aceptación del liberado ahora de la cautividad babilónica: el nuevo éxodo glorificará a
misterio divino; además, el punto culminante de su protesta queda «debi- Israel (Is 40,3-5; 49,7). El sufrimiento tiene un sentido redentor, dará
litado» en cierto modo, dado que la historia de Job acaba en un final Iii}?ar a hechos grandiosos. Al mismo tiempo, esto permite considerar el
feliz bastante gratuito, aunque en él se vislumbre ya quizá la fuerza reden- sufrimiento e incluso la muerte como algo no definitivo gracias a la fideli-
tora del sufrimiento (Job 42,10). En estas concepciones reaparece la anii- dad y solidaridad del hombre en el sufrimiento.
662 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 663
Es significativo, sin embargo, que Israel no soluciona el problema del juicio final hará que todo vuelva a su justo orden. Pero Henoc sabe esto
sufrimiento apelando a una vida después de la muerte. Sería histórica- sólo a través de una «revelación privada» muy particular. La concepción
mente falso suponer que la vida después de la muerte era para Israel un apocalíptica del sufrimiento apunta a un futuro absolutamente nuevo, que
postulado o una proyección basados en la experiencia humana del sufri- relativiza los padecimientos presentes y los problemas actuales del mun-
miento. Incluso en los textos más recientes del Antiguo Testamento, donde do o, al menos, los considera estrictamente a la luz de la recompensa
se habla expresamente de la futura resurrección, ésta no es una proyec- futura.
ción «sobrenatural» a partir de la impotencia del hombre, encaminada a
La ruina de Jerusalén en el año 70 fue, por lo menos para la apoca-
cambiar un tanto la situación del sufrimiento humano. En la resurrección
líptica, un catalizador del problema del «justo doliente»: la justa Jerusa-
aparece más bien el «sí» de Dios a una vida dedicada a una causa buena
lén sufre y los impíos paganos triunfan (2 Bar 14,4ss), pero Jerusalén
y justa, como se manifiesta sobre todo en las pruebas sufridas durante la
puede encontrar consuelo sabiendo que después del sufrimiento le espera
guerra de los Macabeos. El sufrir y morir por Dios, el martirio, muestra
la corona de la gloria (2 Bar 15,8). Además, las grandes catástrofes deben
que la fe en Dios es más fuerte que la muerte (Dn 6,11; 11,32; 1 Mac
considerarse como un apresuramiento de la venida triunfante de Dios
Í,54; 6,7; 2 Mac 6,1-7,42) y da paso a una vida después de la muerte
(2 Bar 20,2); los sufrimientos son los dolores de parto que anuncian un
(resurrección) (Dn 12,1-3; 2 Mac 7,9; 7,28-41). A diferencia de los «san-
mundo nuevo. Sin embargo, también aquí la conclusión final es: ¿quién
tos griegos» cínicos y estoicos, aquí no se habla de méritos propios o de
puede penetrar los caminos inescrutables de Dios? (4 Esd 4,11). Los hom-
una pretensión de ser «más santo» que los demás. No se trata tanto de
bres deben reconocer sus propios límites (4 Esd 4,10-19). Los fariseos,
un sufrimiento en relación con el pecado (la cual no se niega) cuanto de
que no estaban de acuerdo con lo que hacían los saduceos en el templo,
un sufrimiento padecido por una causa justa, la causa suprema: Dios mis-
no se sintieron traumatizados por su destrucción; este hecho tuvo además
mo. También interviene la idea de entregar la vida en sacrificio por una
como resultado que precisamente la concepción farisaica se convirtiese en
buena causa a fin de que Dios «se apiade pronto de nuestro pueblo»
la interpretación predominante de la religión judía: el judaismo rabínico.
(2 Mac 7,37a y 38) y se conviertan incluso los que causan daño (2 Mac
(La ruina de Jerusalén era algo que los judíos ya habían experimentado 17.
7,37b). El sufrimiento es, pues, un sacrificio expiatorio «a fin de detener
El sufrimiento endurece).
la ira del Todopoderoso, que se ha abatido justamente sobre todo el pue-
blo» (2 Mac 7,38). El bien —el mismo ser de Dios— vence al mal. Para El judaismo rabínico se limita a repetir y precisar las diferentes res-
el hombre finito, sumergido en un mundo de maldad, el identificarse con puestas dadas en el Antiguo Testamento al problema del sufrimiento, si
el bien tiene como consecuencia el martirio. La resurrección no aparece, bien no hay unanimidad entre los rabinos sobre la relación entre sufri-
a pesar de todo, como un «final feliz», sino como implicación de la comu- miento y pecado. El filósofo judío medieval Maimónides afirmará que la
nión de vida con Dios. La muerte, en cuanto tal, separa al hombre de existencia es en sí misma un gran bien 18 (lo que dará pie a Tomás de
Dios (Sal 6,5), mientras que el mártir entrega su vida por Dios. Esta es la Aquino para decir: «Melius est sic esse, quam non esse»; existir, aunque
contradicción que el creyente no puede aceptar, pues convertiría en ilusión sea sufriendo, siempre es preferible a no existir). Muchas cosas deben su
su compromiso por una buena causa. La fuente de la fe judía en la resu- existencia al continuo proceso de construcción y destrucción; el sufrimien-
rrección —una fe que aparece al final del Antiguo Testamento— no es el to es una de ellas: los seres sujetos a cambio son seres que sufren. Pero
sufrimiento, sino la fe en Dios. El creyente está «en manos de Dios» (Sab también hay sufrimientos causados por los hombres, y esta forma de su-
3,1-9). Esa fe en la resurrección, una vez afianzada, servirá de aliento en frimiento es más frecuente que la otra. Existe, en fin, el sufrimiento que
el martirio a los judíos fieles a la Tora. Sin embargo, el segundo libro de el hombre se procura a sí mismo, y ése es el más frecuente y del que más
los Macabeos no apela propiamente a la resurrección para resolver el pro- se lamentan los hombres. De él es culpable, según Maimónides, la insen-
blema del sufrimiento. «Recomiendo a todos aquellos a cuyas manos llegue satez del hombre. Rabí Aha decía: «Dios quiso dar al hombre cuatro
este libro que no se dejen desconcertar por estos sucesos; piensen que cosas: la Tora, el sufrimiento, el sacrificio y la oración; pero los hombres
aquellos castigos no pretendían exterminar nuestra raza, sino corregirla» no han querido aceptar estas bendiciones». Y rabí Simeón ben Yohai afir-
(2 Mac 6,12-16). El problema del sufrimiento del hombre no va unido maba: «El Santo —bendito sea su nombre— dio a Israel tres dones pre-
a la resurrección, sino a otros motivos judíos anteriores: la misericordia ciosos: la Tora, la tierra de Israel y el mundo futuro; pero ninguno de los
que Dios muestra en el mismo sufrimiento. tres se consigue sin sufrimiento» ". Para el rabinismo, el sufrimiento tiene
una función purificadora, es un camino que conduce a la vida. Rabí Huna
Hasta la literatura judía extrabíblica no aparecen la vida después de se pregunta: «Dios vio que todo lo había hecho muy bueno... ¿Puede el
la muerte y el castigo ultraterreno de la maldad como parte de la solución
dada al problema del sufrimiento. Un claro ejemplo de esto es 1 Hen
" J. Bowker, Problems of Suffering, op. cit., 32.
102,6-11 (planteamiento del problema) y 103,lss («solución»): el cielo " Mnimónides, Guía de los perplejos III, 12.
lleva cuenta exacta de todo lo bueno y lo malo que hace el hombre. El " J. Bowker, The Targums and Kabbinic Literature (Cambridge 1969).
664 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 665
sufrimiento ser 'muy bueno'? Sí, pues a través del sufrimiento alcanza denado a muerte, acusado de «corromper» a los jóvenes de sentimientos
el hombre la vida en el mundo futuro». El sufrimiento perdona los peca- democráticos. Pudo huir, pero rechazó tal posibilidad: «He aceptado la
dos. El sufrimiento salvífico es como el alma del pueblo judío, un alma ley y la disciplina cuando me eran favorables; ¿por qué evadirme de ellas
que se refleja en las palabras de los rabinos. Los judíos contemporáneos cuando me son desfavorables?». Platón formulará así esa postura: «Peor
ven en el restablecimiento del Estado de Israel un aspecto de la salvación, es cometer injusticia que haber de sufrir injustamente» (la primera carta
fruto de sus sufrimientos durante el nazismo: el resurgimiento de las ceni- de Pedro aducirá este mismo argumento en una perspectiva cristiana). Si
zas de Buchenwald y Auschwitz. El judío no admite explicaciones «sobre- la virtud (kalokagathia) constituye el sentido de la vida humana, ¿por
naturales» de un sufrimiento incomprensible por la razón, pero ha apren- qué ésta tiene que estar ligada de algún modo a la felicidad y al bien-
dido a ver el sufrimiento desde una perspectiva religiosa. estar? Este planteamiento griego es diferente del judío: el saddiq o justo
debe también vivir feliz. El griego relativiza el sufrimiento apoyándose
en la prioridad que se concede al espíritu. El obrar desordenado pertenece
3. Los griegos y el sufrimiento humano al espíritu y, por tanto, no es digno del hombre; el sufrimiento corres-
ponde al cuerpo y a la psique, pero es transitorio y pasajero; la bondad
Los griegos no pensaban sino lo que los viejos mitos trataban de ex- y la justicia son permanentes. El sufrimiento y la mortificación a lo largo
presar. Su pensamiento reflejo tenía, por lo demás, su origen en esos de la vida son el comienzo de la sabiduría humana, y el justo puede espe-
mitos religiosos. La Ilíada de Homero respira un profundo pesimismo en rar sufrimientos. El platonismo posee una idea similar a la del «justo
relación con la naturaleza humana: el hecho cierto es que morimos. «Los doliente». El sufrimiento tiene una función liberadora, es una fase tran-
dioses destinaron a los míseros mortales a vivir en la tristeza, pero ellos sitoria. Por eso Aristóteles considerará el mal como «no ser», en el sen-
no tienen preocupación» (Ilíada, 24,518). «¡Criaturas de un día! ¿Qué tido de privación. Esto implica que sólo al bien se le reconoce positividad,
es un hombre? ¿Qué no es? El hombre es el sueño de una sombra...» en un sentido claramente antidualista. No es posible situar el bien y el mal
(Píndaro, Odas píticas, 8,95). Sin embargo, los griegos estiman que tam- en un mismo plano; eso privaría al hombre de su dignidad.
bién sus dioses sufren70: son humanos, granos de trigo que deben morir
para poder volver a la vida (Himnos homéricos, 2,480-482). El sufrimiento Además de estos griegos «clásicos», también los cínicos, los estoicos
del hombre y de los dioses forma parte del sufrimiento del universo: no y los epicúreos se ocuparon del sufrimiento. Aunque son tres escuelas
hay verano sin invierno. Precisamente en los misterios de Eleusís se cele- distintas, tienen muchos puntos en común. Los cínicos —llamados así
braba este misterio del paso de la muerte a la vida. Las grandes tragedias debido al apodo de «perro» dado a Diógenes (de donde proviene también
griegas, especialmente Orestes y Prometeo de Esquilo, no tienen otro la palabra «cinismo»)— lo eran solamente desde un punto de vista con-
tema. No se puede reprimir la esperanza, el deseo de que en el futuro creto y determinado. Su gran preocupación se centraba en la verdadera
seremos liberados del sufrimiento. Sin embargo, sufrir parece ser una humanidad: eran los perros guardianes de los valores fundamentales del
«necesidad» para conseguir la auténtica y total felicidad humana. «La hombre, tal como ellos, griegos al fin, los interpretaban. Su lema era la
sabiduría es hija del sufrimiento, nacida entre lágrimas» (Esquilo, Eumé- abnegación, la renuncia: renunciar a todo y ser así «ciudadanos del mun-
nides, 517ss). La regla de oro es: ni tiranía ni anarquía, sino sometimiento do», desposados con la pobreza. Diógenes «lo dejó todo». Hizo de su
a la ley (op. cit., 526s), pues así el sufrimiento se transformará en favor vida una crítica contra la sociedad de su tiempo; era un prototipo de
divino. hippy, amante del «trabajo manual» para escarnio de la clase pudiente
y dedicada al ocio. El cínico es un verdadero rey, sumamente humano,
El sufrimiento es para los griegos escuela de sabiduría (pathos pro- en figura de esclavo, que sufre la arrogancia de los patricios poderosos y
duce mathos, decía un proverbio griego; sufrir enseña a vivir; cf. Heb 5, bien situados. Esclavos son para los cínicos los hombres dominados por
8). Platón, discípulo de Sócrates, ahonda en el problema del sufrimiento. sus pasiones, su conducta agresiva y su sensualidad. Ellos son cínicos por-
Ambos filósofos sitúan el sufrimiento en un contexto social: democracia que no sienten compasión y desprecian profundamente a los que no son
(Atenas) u oligarquía (Esparta) son las mejores formas de gobierno, pues como ellos; sólo ellos son los hombres auténticos, aunque despreciados,
en ellas es posible llevar una vida digna del hombre. Sócrates era anti- los superhombres que con sus propias fuerzas se han «encumbrado» hasta
democrático, pues la democracia exige un alto grado de virtud y de saber, esa cima mediante la disciplina y la ascesis. No se compadecen del próji-
que para este aristócrata del pensamiento no poseen los mortales corrien- mo porque, incluso cuando sufren, están por encima de todo sufrimiento.
tes. Una democracia sin disciplina lleva a la catástrofe. Sócrates fue con-
La postura de los cínicos influyó en los grandes filósofos estoicos, si
20
bien éstos presentan características propias. Partiendo de una especie de
N. Nilsson, Geschichte der griechischen Religionen, 3 vols. (Munich 1955-1961); visión panteísta del mundo, en la que Dios es todo en todos y en todo,
A. E. Taylor, Plato: the Man and his Work (Nueva York 1956); G. Murray, Vive Sía- d mundo actual, tal como es, es el mejor de todos los mundos. Este
ges of Greek Religión (Nueva York 1955).
optimismo ontológico, a diferencia del profundo pesimismo existencial de
666 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 667

los cínicos, veía todo, incluso el sufrimiento, integrado misteriosamente que nos proporciona la vida, pero cierta dosis de sufrimiento es perfecta-
en el orden perfecto de un universo lleno del logos divino. El mal y el mente compatible con ese placer. ¿Por qué todo esto? Epicuro no se lo
sufrimiento nunca pueden afectar al verdadero hombre sabio, pues éste pregunta: el sufrimiento se acepta como un hecho. Para él, como para
lleva la verdad y el bien como un precioso tesoro en su vida interior, todos los griegos, el problema es qué sentido se le da.
imperturbable ante las vicisitudes dolorosas del exterior. El estoico siente
el dolor, pero su entereza viril lo supera. Y si la presión del exterior se
hace demasiado dura, al orgulloso «estoico» le queda la posibilidad del 4. Los romanos: «per áspera ad astra»
suicidio, mediante el cual el hombre interiormente libre demuestra de
una forma soberana su independencia frente a la desgracia. En este pan- Los romanos, aunque más tarde estuvieron muy influidos por el estoi-
teísmo, el sufrimiento es un aspecto de la naturaleza divina universal; se cismo (el «estoicismo imperial» es incluso específico de Roma, aunque
trata, por tanto, de algo bien ordenado y bueno. Un buen ejemplo a este depurado por el espíritu griego), tenían su propia visión del sufrimiento
respecto es el Himno a Zeus de Oleantes: «¡Oh! Tú sabes enderezar lo del hombre (entiéndase del hombre romano), la cual, aunque menos me-
que está torcido, tú pones orden en el caos, amor donde no hay amor. ditada, constituía una parte esencial y activa de lo que consideraban la
Así has combinado el mal con el bien y has hecho de los dos una sola vocación universal del pueblo romano. Virgilio lo expresó claramente:
cosa, en un principio único y eterno». Y Epicteto, que había sido esclavo «Creo también que habrá descendientes muy hábiles para dar al bronce el
y tenía una pierna tullida, consideraba este impedimento como una mani- soplo de la vida y sacar del mármol figuras con aliento. Como otros habrá
festación del mejor de todos los mundos: un sacrificio por el bien de todo que aplicarán las leyes de los hombres, o que sabrán medir con el com-
el universo. No se pregunta por qué y cómo ese sufrimiento redunda en pás el movimiento de los cielos y el curso de los astros. Acuérdate siem-
beneficio de todo; simplemente es así. pre, ¡oh romano!, de imponer tu imperio a los pueblos. Serán tus vir-
La cuestión decisiva para la sabiduría estoica es la siguiente: si el tudes dictar leyes de paz entre las naciones, dominar a los soberbios y
sufrimiento es una forma de ilusión, ¿no es un mal esa ilusión? ¿Por perdonar a los vencidos» (Eneida VI, 842ss).
qué los hombres sienten tanto horror ante todo lo que se figuran expe- La sabiduría romana tiene como lema la virtus, no en el sentido de
rimentar como dolor? ¿Es ésta una forma de tomar realmente en serio «virtud», sino de «fuerza»: vir-tus, virilidad, perseverancia (cualidad que
el sufrimiento? los romanos no reconocían en la mujer), la virtud del que trabaja dura-
Los epicúreos no eran tan ávidos de placer y deleites como podría mente, en la bonanza y en la adversidad, por su familia y sobre todo por
hacernos suponer nuestra palabra «epicúreo». Eran ascetas con un modelo la respublica romana; la virtud de luchar hasta el fin por el bien de la
de vida: la ataraxia, la imperturbabilidad y tranquilidad de ánimo. De agricultura romana y, sobre todo, por el bien común del pueblo romano.
nuevo aparece aquí la idea griega de renuncia y autosuficiencia nacida de La obra romana De viris Mus tribus es un claro ejemplo de la concepción
la libertad interior (autarkia); contentarse con lo que se posee y se re- romana del sufrimiento, resumida en la sentencia: «moribus antiquis res
cibe, con lo que no se tiene y se «echa de menos». Epicuro partía de que stat Romana virisque» (Ennio), la prosperidad de Roma se debe al orde-
la condición original del hombre fue bárbara y mísera, pero el hombre, namiento jurídico romano y a los varones, es decir, a la w>-tus o firme
laboriosamente, había conseguido liberarse de ella. Ahí reside su honor virilidad de los romanos. «Si, quebrantado, se desploma el orbe, su ruina
y su gloria. Ahora vive en el ámbito aristocrático del espíritu. El dolor le hallará tranquilo (al auténtico romano)» (Horacio, Odas III, 3,lss).
que realmente hace infeliz al hombre proviene de su deseo y ansia de También aquí el punto de partida es la constatación de la hostilidad exis-
tener más. El sabio es capaz de encontrar contento tanto en lo pequeño tente en el mundo. Este mundo precisa hombres valerosos que trabajen
como en lo grande; sabe soportar la pobreza y vivir en la abundancia y luchen denodadamente. Los sufrimientos y pruebas son un hecho con
(muchos de los elementos de esta sabiduría griega —cínica, estoica y el que hay que contar en este mundo —tampoco los romanos tratan de
epicúrea—> están presentes en el Nuevo Testamento, sobre todo en el analizar las causas del sufrimiento—, pero una vida vigorosa y valiente
paulinismo, reinterpretados en una perspectiva cristiana de la gracia). puede superar esas pruebas y alcanzar una humanitas honorable. El estoi-
Epicuro, a diferencia de Aristóteles, los cínicos y los sabios estoicos, que cismo se limitará a refinar esta dura concepción castrense con un tras-
consideraban la ternura y la compasión como un grave defecto humano, fondo de cultura griega y, con el emperador Marco Aurelio —que se
estima que la amistad y la compasión son virtudes profundamente huma- propuso «no ser emperador» sobre su pueblo—, alcanzará una descono-
nas (según el Testamento de Epicuro; cf. Diógenes Laercio, X, 16-21): cida cumbre de humanidad personal, afincada en el amor y la justicia.
hay que llorar con los que lloran, sufrir con los que sufren; sólo así se
alcanza la suprema tranquilidad de espíritu. Aquí no interesa tanto el Sin renunciar a la dura visión romana del mundo, Virgilio (que de
prójimo en sí mismo cuanto la propia perfección ascética en la tranquili- ¡oven había sido epicúreo) le da un cálido acento de humanidad. Su
dad imperturbable. El sufrimiento nunca puede ser superior al placer postura puede resumirse en su célebre frase: «Sunt lacrimae rerum et
mentcm mortalia tangunt» (Eneida I, 462); lo cual, teniendo en cuenta
668 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 669

que el genitivo latino puede ser a la vez objetivo y subjetivo, significa: De ahí que el hindú sea tolerante con los suyos (hinduismo) y con los
«hay lágrimas en el corazón de la realidad», «el corazón de la realidad demás. Esto hace que resulte difícil, especialmente a los occidentales,
es compasión» (en la línea de la sabiduría oriental, sobre todo tibetana), entender el hinduismo: encierra muchas cosas que los occidentales llama-
«lo pasajero hiere el corazón». Aunque Virgilio (70-19 a. C.) utiliza un rían contradicciones. Todo hindú debe buscar sinceramente la verdad y
lenguaje marcadamente estoico para presentar a su héroe Eneas —«por hacerla suya.
el sufrimiento a la victoria»—, le da el toque humano del epicúreo, que El sistema de castas, por el que unos son diferentes de otros, pero
siente compasión ante el sufrimiento y la suerte de los demás. Muchos no mejores que ellos, es bueno a pesar de que para algunos signifique
clásicos han señalado los rasgos profundamente humanos de Virgilio. «Ex- sufrimiento. El pescador es pescador; el filósofo, filósofo; pero los dos
plícame por qué Eneas ... tuvo que soportar tanto dolor. ¿Puede haber tienen dentro de sí al mismo Dios. Cada hombre opera su propia salva-
tanta cólera en el espíritu de las divinidades?» (Eneida I, 11). Y su fa- ción. Esta concepción es posible gracias al karma y al samsara.
moso lamento: «Tantae molis erat Romanam condere gentem» (Eneida I, Samsara es el ciclo de muerte y nuevo nacimiento en formas distintas
33): «tanto les costó fundar la nación romana». Sobre todo en sus Geór- de existencia, cuyo rango depende del karma, es decir, del exacto balance
gicas, Virgilio se plantea el problema del labor improbus, del duro traba- del comportamiento personal o, dicho de otro modo, del tipo de vida que
jo humano, contra el que no se rebela, aunque siente su carga de dolor. se haya conseguido en la existencia anterior. El hindú no se aferra a su
Es una verdadera lástima, pero no parece haber otra posibilidad. Ser hom- propio «yo»; el hombre debe perderse centrándose en el fundamento
bre es una dura tarea, un durum genus (Geórgicas I, 63), que aún no divino. Mientras no se realice esta «pérdida», el hombre está sujeto
está acabada (II, 397-401). Pero esto no es pesimismo. Júpiter mismo al proceso sin fin del samsara. El karma es, pues, el principio que rige
ha dispuesto así las cosas: «per áspera ad astra». Las dificultades y su- nuestro mundo cambiante: todo tiene dentro de sí sus propias leyes,
frimientos engrandecen al hombre. Es la alegría de quien, tras arduo tra- la ley del ser de todas las cosas. El alma se viste, por decirlo así, un
bajo, contempla la risueña lozanía de los campos en flor. Detrás de la ropaje diferente (el cuerpo) en cada nueva existencia, ropaje que se ajusta
dureza real de nuestra vida humana se esconde un poder divino favorable. a la medida de la existencia anterior. Así, una vida vivida sinceramente
En las Geórgicas, Virgilio exalta la mística de la alegría de vivir en medio según las normas y leyes de una casta social inferior tendrá como conse-
del duro trabajo que es la grandeza de Italia (Geórgicas II, 136-176). Las cuencia en la nueva vida el paso a otra casta superior. En esto consiste,
dificultades existen para ser superadas: «O socii (ñeque enim ignari sumus a grandes rasgos, la idea de dharma (ley). Es preciso, pues, evitar toda
ante malorum), o passi graviora, dabit deus his quoque finem» (Eneida I, acción que no corresponda a la propia casta (adharma: ilegalidad). La
198-199), «compañeros, hemos sufrido desventuras peores que ésta; la gran ley de la vida es el total vaciamiento de sí mismo —«desasirse»
divinidad también nos ayudará en esta ocasión». Bueno es lo que bien de sí (moksha)—, y esta pérdida de sí lleva al conocimiento de la ver-
acaba: «forsan et haec olim meminisse iuvabit» (Eneida I, 203), «(reunid dadera naturaleza del atman, del yo. Este yo auténtico aparece en diversas
todo vuestro valor, ahuyentad la tristeza y el temor), quizá un día recor- formas transitorias, pero es imperecedero.
déis con gozo estas desventuras».
Para el hinduismo, el atman o yo es últimamente una manifestación
del Brahmán, del ser. El desasimiento de sí se hace realidad cuando el
individuo «cae en la cuenta» (lo cual no es un puro proceso cognoscitivo)
5. El sufrimiento en el hinduismo de que él es el Brahmán, es decir, de que el atman es una manifestación
21 del Brahmán. ¿De qué modo? Esto depende de que el Brahmán se en-
Para el hinduismo , una misma cosa puede contemplarse desde dife- tienda en clave «teísta» o «no teísta». El hecho de que las cosas de la
rentes puntos de vista. Todos son legítimos, pero ninguno exhaustivo. Un tierra parezcan diferentes es simplemente una apariencia, no su verda-
punto de vista «universal» es de antemano problemático para un hindú, dera identidad. Lo que, visto desde lejos, parece una serpiente es en rea-
pues también una minoría puede tener razón. En el terreno religioso, lidad un cordel o una cuerda. Así sucede en el universo: está lleno de
esto significa que ninguna religión puede pretender ser la única verdadera. apariencia, maya (término que significa algo más profundo y sutil que la
Toda religión es una referencia a la única verdad, pero no es esa verdad. palabra «ilusión»).
21
K. M. Sen, Hinduism (Londres 1963); J. Gonda, Die Religionen Indiens (Die El sufrimiento debe situarse en el contexto de estos conceptos clave,
Religionen der Menschheit 11-13) 3 vols. (Stuttgart 1960); S. Radhakrishnan, The que, por lo demás, no todos los hindúes aceptan (según parece, se trata
Bhagavadgita (Nueva York 1948); J. Mascaró, The Upanishads (Harmondsworth de una consecuencia de la invasión aria, que irrumpió en la antigua cul-
2
1967); A. Macdonell, Hytns from the Rig-Veda (Oxford 1923); C. A. Moore y S. Radh- tura india e influyó en los Vedas). El sufrimiento forma parte del mundo
akrishnan, A Source Book in Indian Philosophy (Princeton 1957, Calcuta 1957); del maya (dentro del proceso del samsara). Para lograr esta relativización,
C. Sharma, A Critical Survey of Indian Philosophy (Londres 1960); R. C. Zaehner, el individuo ha de recorrer el camino ascético que conduce al moksha
Hinduism (Nueva York 1969). o desasimiento de sí.
670 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 671
En los libros de los hindúes —los cuatro Vedas, los Brahmanas y los
Aranyakas y su desarrollo posterior en las Upanishads (Vedanta)—, el allí está nuestro yo; somos lo que deseamos. En esto precisamente con-
tema del sufrimiento tiene una importancia muy especial. En particular, siste la «esclavitud». El sufrimiento es un problema real sólo cuando se
los Vedas representan un estadio muy antiguo de la conciencia religiosa, mira como verdad última e inevitable; puede ser una forma de manifesta-
en el que las fuerzas de la naturaleza son todavía personificadas como ción de Brahmán, pero no es Brahmán. Es un momento dentro del pro-
dioses. Mediante sacrificios y ritos se mantiene un complicado sistema de ceso del karma.
relación con tales dioses (hinduismo «teísta»). El sufrimiento sería en tal Aunque no como en el judaismo, también en el hinduismo se da una
caso efecto de la acción personal de los dioses con los que se busca tener estrecha conexión entre moralidad y sufrimiento. Pero aquí no encontra-
un mejor entendimiento por medio de los ritos. El sufrimiento es como mos las quejas de un Job, ya que el sufrimiento presente puede ser con-
la naturaleza de las cosas; así, los animales, para sobrevivir, se devoran secuencia de una forma de existencia anterior. Quien ha conseguido iden-
unos a otros. El sacrificio era una especie de identificación con la realidad, tificarse con el Brahmán está más allá del sufrimiento y del placer; en-
a la vez que una forma de dominarla en beneficio del que ofrecía el sacri- tonces atman y Brahmán son una misma cosa, como sal diluida en agua:
ficio. Algunos dioses eran identificados originariamente con el mal y las «eso eres tú». El sufrimiento no se convierte por ello en algo ilusorio,
fuerzas destructoras de la vida (Siva, Rudra, Kali). En otras palabras: el como si su experiencia efectiva fuera engañosa e inexistente. El cuerpo
origen del sufrimiento es el conflicto fundamental existente en el univer- sufre realmente, pero no el yo, que se encuentra en un sueño sin ensue-
so. El mundo caótico, informe y confuso, asume en «los dioses» un ros- ños, en el amor y la alegría.
tro más definido: eros y thanatos son los dos principios determinantes No se trata, sin embargo, de un proceso puramente teórico. Hay que
del conflicto. No se trata, sin embargo, de un dualismo, pues ambos ele- ver el mundo en la perspectiva adecuada y obrar en consecuencia. Sin
mentos son aspectos de una misma realidad contemplada desde diversos esta praxis, el hinduismo sería una especie de escapismo intelectual. La
ángulos. Los mismos dioses (por ejemplo, los de la muerte) pueden ser correspondiente praxis en el mundo es un elemento esencial (idea del
contemplados desde otro punto de vista distinto y entonces presentan un dharma). ¿Es esto indiferentismo ante el mundo y ante las tareas que
carácter amable: la muerte puede ser risueña, pero destructora para el en él debemos desarrollar? ¿Hay en el hinduismo compasión hacia el
pecador. El señor de la muerte es también su exterminador. El dios de hombre que sufre o, como en el caso de los estoicos, domina el desprecio
las lágrimas (Rudra) es, al misino tiempo, el dios de la alegría y de los hacia la esclavitud ajena? ¿Hay hombres encerrados en sí mismos, conde-
beneficios. nados a una inactividad que no mueve nada por cambiar el mundo? ¿No
No se puede, pues, definir al sufrimiento de una forma neutral y obje- es todo esto un individualismo salvífico?
tiva, «desde fuera». El sufrimiento tiene tantos significados cuantos son Eso sería una caricatura del hinduismo. La «renuncia de sí» debe ser
los hombres que sufren. Hay que considerarlo de forma «perspectivista», verificada en y por el compromiso. De hecho, el desarrollo del hombre
de suerte que el sufrimiento libremente aceptado adquiere una importan- se efectúa en cuatro ámbitos generales: dharma-artha-karma-moksha. In-
cia fundamental en el proceso de autovaciamiento (moksha). tentemos definirlos sin entrar en sus diferentes matices (aunque son nece-
Esto significa que el sufrimiento debe ser valorado a la luz del todo sarios). Dharma se refiere al ámbito de las necesidades morales y espiri-
(tesis claramente defendida también por la Estoa y la Ilustración); aquí tuales del hombre, concretamente a las exigencias del sistema de castas
están ya presentes las ideas de maya («la forma en que» se manifiestan de la sociedad hindú. Artha, a las necesidades materiales, y está relaciona-
las cosas) y de karma. Estas ideas de los Vedas son desarrolladas y lleva- do particularmente con el ejercicio de la autoridad. Karma, a la esfera de
das hasta sus últimas consecuencias en el Vedanta, que critica además el la sensualidad. Estos tres ámbitos nada tienen que ver con una supuesta
ritualismo de los Vedas. Las Upanishads intentan precisamente una mayor huida del mundo e inactividad, y los tres exigen gran atención. Sólo el
comprensión de los mitos y ritos antiguos desde posiciones filosóficas. El estadio final es moksha, vaciarse, ser una cosa con Brahmán: «eso eres
sufrimiento es también aquí producto de la profunda tensión existente en tú». La única vía que conduce al moksha es el justo equilibrio en el
la realidad, descrita a menudo en los mitos que hablan de conflictos entre ámbito de la vida social e individual. Si las acciones de una anterior for-
dioses y demonios, todos ellos procedentes de Prajapati, el dios de la crea- ma de existencia nos acompañan siempre, el samsara es una invitación a
ción. Las diversas criaturas son aspectos del todo, Brahmán, el Ser. La ser sumamente responsables de todos nuestros actos, pero de acuerdo con
dualidad es sufrimiento, consecuencia de una producción de dualidad en las pautas de conducta vigentes en el ordenamiento social existente (ha-
una situación no dualista. Ahora bien, para captar la verdadera naturaleza bría que analizar críticamente el trasfondo socioeconómico del hinduismo
de las cosas es preciso contemplar su unidad; por eso, el sufrimiento no en cuanto espiritualidad). Dentro de la casta a la que se pertenece, hay que
puede tener la última palabra: es también realidad, pero sólo de un modo vivir del modo más acorde posible con ella: el cazador debe ser un buen
relativo. El sufrimiento es consecuencia de una vinculación humana a las cazador; el pescador, un pescador experto y hábil, etc. (estos hombres,
cosas transitorias como si fuesen la realidad. -Donde está nuestro corazón, cuando matan, cumplen con su obligación). Causar dolor a otros seres
puede ser, pues, consecuencia de los deberes del dharma. Por lo demás,
672 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 673
nadie puede recorrer un kilómetro sin matar pequeños animales y micro-
organismos. El desarrollo personal depende de los deberes sociales y, por No beneficia a Dios, que es soberanamente libre, ni tampoco al mundo,
tanto, no puede entenderse en clave de salvación individualista. Los debe- pues la huida del individuo a una salvación puramente individualista no
res sociales son el único barco que conduce al hombre a la salvación y libera al mundo del sufrimiento. Entonces habría en el individuo algo que
liberación. Pero la Bhagavadgita, que comienza con el «problema del su- no es de Dios ni del mundo. Un yo ilusorio, inexistente, escaparía de una
frimiento», hace hincapié en que las cuatro castas deben evitar todo lo esclavitud ilusoria hacia un mundo igualmente ilusorio e inexistente, al
que sea causar dolor a otros —hombres, animales e incluso «cosas»— de que ese ser ilusorio aspiraría como bien sumo K . Entonces no habría escla-
una forma «ilegítima» (adharma). En otras palabras: el dharma implica vitud, ni liberación, ni búsqueda de la libertad. Existe una leyenda sobre
una actitud de no violencia (ahimsa). El sufrimiento en sí no es un mal Buda según la cual, cuando el mismo Buda llegó al dintel del nirvana, su
(se puede incluso buscar por ascesis), pero hay que descubrir sus causas alma dio media vuelta y juró que nunca lo traspasaría definitivamente
a fin de aminorarlo y eliminarlo. Hay que analizar e interpretar la situa- mientras quedase en la tierra alguien oprimido por el sufrimiento y escla-
ción de un modo racional. Precisamente la Gita considera el problema del vizado por el yo. Nehru opinaba que la miseria de la India era conse-
sufrimiento ajeno como posible consecuencia de los deberes del dharma cuencia de un hinduismo erróneamente practicado: indiferencia y acepta-
(en virtud de una lucha histórica entre dos tribus que tenían un mismo ción del statu quo.
antepasado). El héroe de la historia se niega a luchar contra una tribu a
la que pertenecen sus propios amigos y su familia: el problema de una
guerra fratricida. Krishna le responde que, a pesar de ello, debe empu- 6. El sufrimiento en el budismo
ñar las armas por dos razones: 1) el auténtico y verdadero yo no puede
sufrir; 2) el dharma impone ciertas obligaciones. Un guerrero debe luchar El problema del sufrimiento ocupa en el budismo un lugar más cen-
en una guerra obligada o legal: «Bienaventurados los guerreros». Por un tral que en cualquier otra religión23. Las cuatro grandes verdades son: la
lado, el apego; por otro, el compromiso. La Gita responde a esta «contra- existencia del sufrimiento, sus causas, la superación de todo sufrimiento
dicción» que no puede haber apego a la inactividad. Fortalecido el yoga eliminando sus causas, los caminos para conseguirlo. El punto de partida
o serenidad del espíritu, el héroe debe dirigirse al campo de batalla. El de esta religión es la más universal de todas las experiencias: el sufrimien-
rasgo es típicamente hinduista. to (dukkha).
Frente a la dualidad no dualista —por ejemplo, entre sufrimiento y El sufrimiento se da en tres planos: 1) sufrimiento vinculado al pro-
placer—, el hindú no elige como bien supremo uno de los dos po- ceso de la vida (en especial, nacimiento, enfermedad, vejez, muerte);
los, sino que trata de superar la dualidad y lograr la identidad con el 2) sufrimiento como consecuencia de la conciencia de la ruptura o distan-
Brahmán: ecuanimidad ( = yoga) frente al sufrimiento y el placer. (Lo cia entre nuestros deseos y lo que realmente obtenemos, así como de la
mismo dice el estoicismo griego, cuyas raíces no son griegas, sino orien- conciencia de caducidad; 3) sufrimiento como consecuencia de la forma y
tales). La entrega a Dios (bahkti) confiere al Brahmán rasgos personalis- constitución real del ser humano, de la «naturaleza humana». Esto lleva
tas, «teístas» (en la Bhagavadgita). En particular, la escuela hindú Advaita a Buda a preguntarse en qué consiste ese yo sumido en tantos sufrimien-
insiste en que también los «dioses» son manifestaciones del Brahmán. La tos. Su respuesta es que no existe tal yo; no hay un yo que sufra. Existe
veneración y alabanza de Dios no son, por consiguiente, un estadio transi- sólo un complejo conjunto al que llamamos «hombre» y que está some-
torio, sino la bendición suprema para el hombre. El yo, convertido en una tido a constante cambio. El budista habla de analta, «no yo». Esto está
sola cosa con Brahmán, no pierde su individualidad: cuando ora y alaba, estrechamente relacionado con el samkhara-dukkha, el sufrimiento en el
está en Dios frente a Dios. El mundo de los diversos individuos es como tercer plano. La unidad del hombre no es mayor que la de la hoja de un
el cuerpo del Dios único, el cual es la única alma de todos ellos. La Gita árbol. De este devenir no se puede salvar nada estable. En el cuerpo no
habla de una especie de «encarnaciones» (avatares). En forma encarnada, hay «alma». Esto fue para Buda una experiencia estremecedora, como de
Dios puede ayudar y consolar «personalmente» al hombre que sufre. Hari «autoaniquilación». A pesar de todo, hay algo estable: «el universo es
es en realidad Vishnú en el papel de vencedor del sufrimiento. Es de ese atman» y «después de la muerte soy eso» para siempre: nirvana.
notar que la idea hinduista de la «encarnación» de Dios está en relación
con la dura realidad del sufrimiento humano, el cual pertenece, sin em- 12
Sri Aurobindo, The Life Divine, cit. en A Source Book in Indian Philosophy,
bargo, al ámbito del maya. El peligro específico inherente al hinduismo es op. cit., 586ss.
que el «vaciamiento de sí» conduzca a la indiferencia y a la aceptación " Chr. Humphreys, Buddhism (Harmondsworth 31962); H. Beckh, Boeddha en zi)n
del statu quo. Muchos hindúes han denunciado esta tentación y peligro, Ircr (Zcist-Ambcres 1961); W. Rahula, What the Buddha Taughl (Bedford 1967);
y el hinduismo actual se opone a la falsa interpretación de que la vida H. Sangharakshita, A Survey of Buddhism (Bangalore 1966); D. T. Suzuki, On Indian
en este mundo sea una ilusión. ¿A quién beneficia una postura de huida? Miihayana Buddhism (Nueva York 1968); A. K. Coomaraswany, Buddha and the Gos-
l>rl <>¡ Buddhism (Nueva York 1964).
43
674 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
UNA PRAXIS CKPK7. DE VENCER EL SUFRIMIENTO 675

El hombre es un conglomerado de cinco elementos: lo corporal, los


se pueda describir, sino únicamente hacer realidad. Es el fin de toda sed.
sentimientos, las percepciones, los impulsos espirituales y la conciencia.
El nirvana no es el «cielo» ni un lugar adonde se va después de la muer-
Existe, pues, el sufrimiento, pero no existe quien sufra. Todo es una
te. Se «hace realidad» eliminando todo deseo, con lo cual se detiene el
corriente en continuo movimiento. La existencia humana no tiene estabi-
proceso del devenir. Es (incluso etimológicamente) una «extinción»: como
lidad, es consecuencia de un conjunto de causas y efectos. No obstante,
se extingue una vela. Sólo se puede describir de forma negativa.
el hombre posee un elemento («las tendencias espirituales») por el que
La cuarta noble verdad es el camino que conduce a la gran «extin-
es capaz de orientar de algua forma la corriente vital. Buda quiere mos-
ción» y desaparición de todo sufrimiento. «Nirvana significa detenerse»:
trar dónde se puede encontrar sosiego en el torbellino constante de tal
no dejarse llevar por la corriente; renunciar al deseo es renunciar a po-
corriente. Es un camino que pasa por medio de la corriente de causas y
seer, y renunciar a poseer es detener el devenir del karma, con lo cual
efectos, un «orden en forma de causalidad» o de devenir condicionado.
cesa el nacimiento, la vejez y la muerte, el sufrimiento y la desespera-
Gracias a él, la corriente cíclica e indefinida (nacimiento, muerte, vida)
ción. La descripción de este estado es negativa, pero no el nirvana, que
se «divide» en doce secuencias —condicionadas o condicionantes—, aun-
no es aniquilamiento o absorción ni tampoco un eterno atman, sino algo
que el proceso siga hasta el infinito. Todo pasa tan deprisa que tenemos
«intermedio». ¿Qué es una persona totalmente liberada? Es difícil de
la impresión de una continuidad y, por consiguiente, de un «yo». Buda
explicar a quien no conoce tal estado. Buda no es un nihilista, sino que
rechaza los dos extremos: un aniquilamiento total y un atman eterno.
predica la posibilidad de que acaben todos los sufrimientos, y lo predica
Hay un camino intermedio: si la vida es una especie de reacción en ca-
como una experiencia real. El nirvana no es un estado «futuro», posterior
dena, el primer momento después de la muerte será el primer eslabón que
a la muerte. Es libertad suprema, redención y liberación, existencia sin
continúa el proceso. La muerte es sólo un momento que hace posible la
sobresaltos, lugar de descanso, puerto seguro, gruta fresca, isla en medio
aparición del suceso siguiente. No existe, pues, un «yo renacido». En cada
de la inundación, emancipación, quietud absoluta, protección, suma ale-
instante hay nacimiento y muerte: como una vela encendida que conti-
gría, ciudad santa. Es lo inefable, por encima de todo lo que podamos
nuamente se extingue y vuelve a encenderse, de modo que está sometida
decir de «negativo» o «positivo».
a un proceso continuo de vida y muerte; o como una vela que se encien-
de con otra que ya arde. Una puerta sirve tanto para entrar como para ¿Se trata de vanos deseos, de utopías nacidas de experiencias de do-
salir: depende de dónde nos hallemos. En cada instante se da la corriente lor? A este respecto, el budismo puede quizá criticar ciertas concepciones
total. Karma es aquí el efecto preciso del «hecho» anterior, y así sucesiva- occidentales de la «experiencia de contraste», en las que aparece tan sólo
mente. Los actos humanos nunca se disipan en el vacío sin dejar huella. su aspecto negativo (por ejemplo, Th. Adorno). ¿Qué garantía hay para
El hierro produce orín, y éste corroe el hierro. Quien obra mal es como considerar realizable el nirvana? La propia experiencia de Buda, que
el hierro, origen del orín que corroe: el sufrimiento. Todas las secuencias afirma lo que él mismo ha vivido. También otros lo han experimentado,
del sufrimiento son consecuencia directa de una causa anterior (dukkha, y esto confirma su testimonio. La garantía radica en la experiencia y el
samsara, karma). La cadena causal es inexorable. De ahí que sea tan im- testimonio de Buda y, últimamente, en la experiencia de cada uno. La
portante la dirección que el hombre le dé, pues es imposible evadirse del promesa es un hecho, pues se hizo realidad en Buda; es, pues, una
ciclo. Hay una cadena de felicidad, pero también otra de sufrimiento posibilidad concreta: siguiendo el «camino intermedio» (majjhima pati-
acumulado. El carácter fugaz de la felicidad y de la alegría es ya un pada), que elude la mortificación exagerada, pero también las concesio-
sufrimiento. La primera verdad es que el sufrimiento es un hechv. nes al placer (dos caminos que el propio Buda había probado inicialmente
sin éxito). Es un camino o sendero óctuple: conocimiento recto, intención
De lo dicho se deduce una segunda verdad: la «sed» o deseo (tanha) recta, lenguaje recto, conducta recta, vida recta, esfuerzo recto, vigilan-
es la causa del sufrimiento. El deseo quiere «atrapar» en la corriente algo cia recta y concentración recta. Todo esto se resume en: 1) sabiduría
«sustancial», pero esto significa atrapar agua o aire. Se anhela algo: el (panna); 2) comportamiento ético (sila), y 3) disciplina del espíritu
placer de los sentidos, revoloteando de un sitio a otro; y se atrapa la (sumadhi). «Dejad que el pasado sea pasado, dejad que el futuro sea lo
propia existencia o el propio aniquilamiento. Pero el «deseo» es ya pro- que quiera; yo os enseño el dharma», dice un texto budista. El objetivo
ducto de algo precedente. Si consideráramos las cosas no de una forma de todo es la liberación del hombre.
posesiva, sino «desprendida», no sentiríamos dolor o desilusión en este
Si bien el budismo aceptó las ideas fundamentales de Buda, surgieron
eterno proceso del devenir. La causa del sufrimiento no es el mundo,
diversas interpretaciones, que no podemos analizar aquí en detalle. Baste
sino nosotros mismos por una falsa postura frente al mundo.
recordar las dos escuelas más importantes: la del «Gran Vehículo»
Pero existe una tercera gran verdad: es posible terminar con el su- (Mahayana) y la del «Pequeño Vehículo» (Hinayana). ¿Hay que buscar
frimiento; la experiencia de este término es tan real como la experiencia la salvación en el terreno puramente individual o se debe tener también
misma del sufrimiento. Su consecución perfecta es el nirvana (o nibbana), interés por la salvación del prójimo? El budismo Mahayana se inclina por
la terminación de la corriente de causalidad, por más que este estado no esta segunda solución, insistiendo en el ideal del bodhisattva, es decir, el
676 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 677
intento de un alumno por conseguir la iluminación (visión del propio ser)
(Hch 2,43-3,10), hasta que finalmente desaparezcan de este reino que
y así llegar a ser un «buda». Ahora bien, cuando éste ha llegado a la
viene todos los males, sufrimientos y lágrimas (Ap 21,3-4). Además, Jesús
cima de esa gran realización, vuelve atrás e interrumpe la realización su-
rechaza la idea de que el sufrimiento va unido forzosamente al pecado.
prema de su propia salvación para ayudar a los demás a recorrer ese
En dos textos aparece claramente esta postura. Con ocasión del ciego de
mismo camino. Esto es una prueba de su compasión: «¿Puede haber ben-
nacimiento, preguntan los discípulos: «¿Quién tuvo la culpa de que nacie-
dición mientras sufren los seres vivos? ¿Vas a salvarte cuando el mundo
ra ciego: él o sus padres?». Jesús responde: «Ni él ni sus padres han
entero gime?». El hombre iluminado no olvida el sufrimiento de sus
pecado» (Jn 9,2-3). Y cuando le dicen que Pilato ha matado a algunos
semejantes (de todos modos, este budismo oficial —como ocurre en todas
galileos, dice: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los
las religiones— se diferencia notablemente del budismo popular). Esa
demás porque acabaron así?» (Le 13,1-5). Estos dos textos neotestamen-
solidaridad del bodhisattva se extiende al mundo animal y a todo el uni-
tarios indican claramente que del pecado se puede inferir un sufrimiento,
verso. Un príncipe de la India (Buda mismo en una de sus formas de
pero no viceversa. Por un lado, el sufrimiento derivado del pecado debe
vida anteriores), compadecido de un tigre hambriento, entregó su propio
mover a la conversión (Le 13,3.4-5); por otro, el «sufrimiento» (al mar-
cuerpo para que pudiera alimentarse. «Por compasión entrego mi vida».
gen de su eventual relación con un pecado) es algo que Dios quiere eli-
Los hombres iluminados se convierten en salvadores de los demás hom-
minar (cf. Jn 9,3-4: las curaciones de Jesús son «obras del Padre»). Apa-
bres: su solidaridad los lleva a identificarse con todos los que sufren. El
rece aquí una doble posibilidad, teniendo en cuenta el carácter peculiar
budismo, más que aliviar o zanjar en un plano «reformista» tal o cual
del Evangelio de Juan: el sufrimiento «manifiesta las obras de Dios»,
sufrimiento concreto, se propone superar el sufrimiento universal elimi-
porque Dios remedia y elimina el sufrimiento, y manifiesta la «gloria» de
nando sus causas. El suicidio de los monjes budistas que se quemaban
Dios, porque Jesús mismo carga libremente con el sufrimiento de los
en Vietnam debe verse en relación con este ideal búdico de solidaridad
demás en beneficio de ellos. Aunque, según las ideas médicas de la época,
con los hombres que sufren; tal acto se entiende como construcción, no
ciertas enfermedades (que hoy llamamos «psicosomáticas») pasaban por
como destrucción. El verdadero suicidio es para los budistas uno de los
posesiones demoníacas (no posesiones del diablo) (cf., por ejemplo, Me 2,
delitos más graves.
1-12; 9,14-29; Le 5,17-26), no por ello se las vinculaba necesariamente
con la idea de castigo por un pecado.
Por otro lado, la venida mesiánica de Dios, vencedor del mal, no es
7. El cristianismo y el sufrimiento del hombre un advenimiento destinado a destruir el mal con las armas de un me-
sianismo nacionalista, sino con la metanoia y la conversión. La victoria
Como hemos visto en el análisis realizado en la segunda parte de este sobre el mal se consigue mediante la obediencia de Dios, no con las fuer-
libro, el Nuevo Testamento concede gran importancia al hecho del «su- zas del hombre. Jesús llama «Satanás» a quien quiere erigir por medio
frimiento del cristiano». El Nuevo Testamento no hace ninguna especula- de la violencia un reino de paz sin lágrimas (Me 8,27-33 parr.; cf. también
ción sobre el problema del sufrimiento ni reflexiona sobre el hecho del Mt 4,1-12; Le 4,1-13; Me 1,13). Jesús opta por el amor redentor y libe-
hombre que sufre, sino sólo sobre el hecho —traumatizante para los cris- rador, el cual, aunque directamente no es un amor desarmante que mueva
tianos— de la persecución. La atención se centra en los «cristianos que automáticamente a la conversión —todo lo contrario—, triunfará final-
sufren». En el Nuevo Testamento no encontramos una respuesta —al mente sobre la violencia. También aquí se puede decir que no es posible
menos directa— al problema del sufrimiento humano; es una cuestión expulsar a Beelzebub con ayuda de Beelzebub. Jesús reprendió a dos
que no se plantea. Sin embargo, podemos descubrir algunas perspectivas discípulos que propusieron que bajara un rayo y acabara con la ciudad
generales. que no había querido recibirlo (Le 9,51-55). Para el Nuevo Testamento,
En primer lugar, la buena noticia va dirigida a los pobres. Prueba la postura de Jesús debe ser también la de los cristianos: imitar a Jesús
de que ha llegado el reino y la justicia de Dios (Mt 6,33) con la apari- incluso en el sufrimiento de y por los demás. El camino de liberación
ción del Mesías («el que tenía que venir», Mt 11,3) es que «los ciegos recorrido por Jesús es el sufrimiento como consecuencia efectiva de su
ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los compromiso total con la causa de la justicia y como denuncia de la injus-
muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia» (Mt 11, ticia (manteniendo su credibilidad sin recurrir a las armas de la injusticia).
4-5). La interpretación que Jesús hace del sufrimiento está íntimamente lil sufrimiento aparece en el Nuevo Testamento como los dolores de parto
relacionada con su trato íntimo y personal con Dios, fundamento de su que anuncian una nueva era de verdadera paz y justicia (Me 13,8; Mt 24,
vida. Dios y el sufrimiento son diametralmente opuestos: donde aparezca 8; Rom 8; cf. Is 26,17; 66,8-9; Miq 4,9-10, etc.). En este sentido, Jesús
Dios deben retirarse el mal y el sufrimiento. En el reino mesiánico no no es un «liberador», sino un «redentor». Pero la tarea de liberar al hom-
tienen cabida el sufrimiento y las lágrimas, tampoco la muerte. Se trata bre, en la medida de lo posible, del sufrimiento es siempre un deber para
de una profunda vivencia de comunión que 'tiene la virtud de «sanar» el cristiano; según Mt 25,31-46, el hombre será juzgado por Dios sobre
678 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 679
esa base. Para el Nuevo Testamento, el valor redentor y, en definitiva,
realmente liberador del sufrimiento consiste precisamente en asumir per- como testimonio dado, a imitación de Jesús, con la propia sangre y como
sonalmente ese sufrimiento con un esfuerzo responsable por superarlo. En lucha de la verdad contra el poder y la mentira; en otras palabras: el su-
cambio, el sufrimiento causado a los demás cae bajo el anatema de la frimiento es una situación de conflicto en la lucha por la verdad 25 . Se
Biblia cristiana. Nunca podrá separarnos de Dios el sufrimiento de y por subraya también la fuerza redentora de este sufrimiento, ante todo para
los demás (Rom 8,35-39); así, el Nuevo Testamento puede hablar incluso el propio mártir —el martirio es «un bautismo de sangre que perdona los
de una alegría en el sufrimiento (Col 1,24; Rom 5,2-5; Sant 1,2-3), no pecados» M —, pero también para los que causan sufrimiento a otros 27 .
en sentido masoquista, sino debido a la fuerza redentora y a la convic- Agustín reflexionó sobre el problema del sufrimiento como filósofo y
ción de que Dios tiene secretamente en sus manos a ese hombre como como teólogo. Especialmente su teoría del pecado original y del papel del
partícipe del sufrimiento redentor de Jesús (Flp 3,10). Este «misterio de diablo en el «primer pecado» tuvieron gran influencia en la idea occidental
reconciliación» (2 Cor 5,18-19) está encomendado a todos los cristianos. de pecado, sufrimiento y redención. La salvación queda sensiblemente re-
En especial, la primera carta de Pedro, la carta a los Hebreos y el Evan- ducida al perdón de los pecados, a ser redimido por Cristo de la massa
gelio de Marcos subrayan la importancia del sufrimiento de los inocentes. damnata, a la que pertenece toda la humanidad desde el pecado original.
El Nuevo Testamento se niega a ver este sufrimiento doloroso como ilu- Surge así el esquema de que el hombre fue creado sumamente perfecto,
sión o apariencia; su imagen de Dios no se pierde en una sensación oceá- pero al pecar debilitó su naturaleza. Frente a tal esquema aparece el mo-
nica de unidad, sino que realza la imagen de la justicia humana. «El, en delo griego de Ireneo: el hombre fue creado sumamente imperfecto, pero
los días de su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas, a gritos y con con la ayuda de la gracia de Dios trata de alcanzar la perfección a que
lágrimas», al que podía salvarlo de esa muerte (Heb 5,7). Esto no tiene Dios lo destinó. El pecado original es para Ireneo no un acto maduro
nada de sabiduría estoica. Precisamente por ello, este sufrimiento posee realizado por un hombre adulto, sino un pecado propio de niños; el su-
una fuerza crítica y productiva. frimiento no es, pues, un castigo del «pecado original», sino un signo
de la mezcla de bien y mal presentes en una humanidad que camina hacia
¿Cómo practicaron y tematizaron los cristianos de la Iglesia posapos- la salvación; por decirlo de algún modo, es la «ecología» querida por
tólica esta espiritualidad neotestamentaria? Para responder a esta pregun- Dios, el espacio vital del desarrollo humano hacia la perfección defini-
ta necesitaríamos otro libro: deberíamos escribir el relato de unos orígenes tiva 28.
emocionantes, de unos testimonios henchidos de humanidad, teniendo Estamos ante dos concepciones cristianas opuestas. La concepción de
presentes a los numerosos cristianos anónimos, verdaderos cristianos de Agustín dominó (e incluso fue sancionada oficialmente) en las Iglesias
base, que nunca entraron en la historia, y el relato de los cristianos que occidentales; pero Ireneo sigue siendo una legítima alternativa cristia-
sí entraron en la historia, unos debido a su humanidad realmente evangé- na, al menos igualmente «actualizable». Agustín estaba fascinado por la
lica, otros debido al triste recuerdo que en ella han dejado, los cuales, libertad del hombre, creada por Dios como libertad para el bien, si bien,
presentándose —a veces quizá sin hipocresía— como «adalides cristianos», por ser libertad finita, está esencialmente unida a la posibilidad de elegir
personifican un pasado que los cristianos de hoy no pueden por menos el mal. A fin de garantizar esta libertad para el bien, Dios ha «previsto»
de considerar como una caricatura de «evangelismo» cristiano: un abuso una segunda posibilidad: Dios no obliga al hombre a obrar bien, sino que
de la historia evangélica del «sufrimiento redentor» causado por cristia- quiere que el hombre elija libremente el bien por amor al bien. Dios
nos. No pretendo narrar aquí esa larga historia ni tampoco hacer- ningún asume además las consecuencias de ese riesgo que él mismo ha elegido:
tipo de apología sobre ella, pues entiendo que lo que es evidente en una en su 'Hijo redime a la humanidad del mal uso del libre albedrío. La
etapa posterior de la conciencia humana no tiene por qué serlo en una redención es, pues, una libertad liberada para el bien29. Dios sabe cam-
fase anterior de la misma, aunque siempre haya quien se anticipe a su biar el mal del hombre en una perspectiva de salvación.
tiempo. A pesar de su oposición, las concepciones de Agustín y de Ireneo
En la era posapostólica, las persecuciones fueron el destino normal de coinciden en una intuición fundamental: es mejor haber llegado a la exis-
los cristianos. Participar en los sufrimientos de Jesús por el martirio fue,
en definitiva, una de las mayores fuerzas del cristianismo. Tácito, aunque " 1 Clem 5,lss; 7,1; Pastor de Hermas, Visiones 2,2,7; Ignacio, Polyc, 1,3; Ter-
no era contrario a la persecución contra los cristianos, opinaba que Nerón tuliano, Mart., 3; Agustín, De civitate Dei, 14,9.
* Hechos de Pablo y Tecla 34 (cf. O. von Gebhardt, Die lateinischen Rezensionen
había obrado «con exageración» y que los paganos veían con cierta sim-
ilrr Acta Pauli et Teche, Berlín 1902); Eusebio, Hist. Eccl., 6,4,3.
patía a los cristianos. Tertuliano dirá más tarde que «la sangre de los J7
Bernabé, 6,5; Ignacio, Ad Eph., 8,1; 18,1; sobre todo, Eusebio, Hist. Eccl, 2,23.
cristianos» es la semilla en virtud de la cual el cristianismo se extiende " Ireneo, Adv. Haer., xxxvm-xxxix; cf. J. Hick, Evil and the God of Love
por todo el mundo antiguo 24 . El sufrimiento aparece aquí sobre todo (Londres 1966) 220-221.
24 " El propio Agustín hace un buen resumen en De civitate Dei y, más consciente-
Tertuliano, Apol, 50.
mente, en Enchiridion, IJt, IV, VIII y X.
680 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 681
tencia que no haber vivido nunca: un antidualismo radical y una especie
de entusiasmo por «ser hombre» a pesar de los pesares. Agustín, tan sen- sufrimiento entra aquí en una fase en la que el símbolo de la cruz se
sible con la realidad humana, manifiesta esta actitud con ocasión de que, convierte en legitimación de abusos sociales, aunque en un principio no
en su ausencia, murió un amigo suyo de juventud con el que había jugado se tenga conciencia de ello. Los estigmas de Francisco de Asís indican
y reñido, reído y luchado. El teólogo olvida ahora todas sus elucubracio- hasta qué punto era fuerte la identificación del hombre medieval con el
nes. Ve el lugar donde ambos habían reído y discutido como una prisión. Jesús que sufre, inicialmente como solidaridad con el sufrimiento humano.
Sin su amigo, todos los recuerdos de juventud se vuelven un suplicio. Y es claro que el caso de san Francisco de Asís no tiene tampoco nada
Aparece entonces la reacción profundamente humana: «Yo me convertí de «dolorismo».
para mí en un gran enigma» 30. Olvidando sus propias teorías, dice Agus- No obstante, así queda abierta la puerta para centrarse en el propio
tín con agudo realismo: «No tenía respuesta alguna». De nada le servía sufrimiento, al margen del sufrimiento por una causa; nace así un culto
«confiar en Dios», pues el joven «al que había amado era más importante al sufrimiento, desligado de su fuerza crítica y productiva. La pasión y la
y real que un dios imaginario»31. Este cristiano no quiere prescindir de muerte de Jesús son separadas de las circunstancias históricas que las
la realidad del sufrimiento. Es una de las posturas del cristianismo occi- motivaron. El «puro hecho de sufrir», no ya sufrir de y por los demás,
dental frente al sufrimiento: no hacer de él una mera ilusión. Pero esto adquiere un significado místico que, lejos de ser una fuerza crítica, pre-
lo convierte en un dolor impenetrable: no querer «navegar» en un gran- senta tonos reaccionarios. El sufrimiento en cuanto tal se convierte en un
dioso misterio divino que todo lo abarca y en el que el yo, la persona, «símbolo» M. Los teólogos comienzan a «sistematizar» el tema del sufri-
desaparece como ilusión o sueño. El hombre es quien más derecho tiene miento. En primer lugar, se intenta resolver el problema teórico distin-
a hablar cuando se trata del sufrimiento humano. Sin embargo, Agustín guiendo entre lo que Dios quiere positivamente para el bien y el mal
saca la conclusión de que, si el hombre ha sido creado para el bien y que permite con vistas a ese bien (de todos modos, los teólogos, a dife-
la felicidad, únicamente Dios es capaz de salvarlo (ibíd.). Con ello de- rencia de los pensadores de la Ilustración, no suelen considerar esta vo-
fiende una postura bastante cercana a la de Ireneo: el proceso del des- luntad permisiva como una necesidad metafísica en Dios). Sin embargo,
arrollo humano. Con la fe en Dios ocurre lo mismo que con el amor, esto no deja de ser un vano subterfugio frente a la experiencia de una
dice Agustín: la experiencia de haber amado no compensa el sufrimiento realidad que no se deja encerrar en teorías. Suponiendo que tal distinción
que produce la separación: el milagro de haber vivido, de haber existido. sirva para algo, afirmar que «Dios permite el mal» significa solamente (lo
Todo lo demás está en las manos de Dios. Frente al sufrimiento no se cual es una tautología), por un lado, que el mal es realmente malo y no
argumenta, sino que se narra una historia y se aducen las propias expe- tiene razón de ser ni, por consiguiente, derecho a existir, y por otro,
riencias, sin dar de ellas ninguna «explicación»: un cristiano se limita a que Dios es siempre Dios, es decir, autor del bien y enemigo del mal. La
contemplar la pasión y muerte de Jesús y afirma que éstas deben tener expresión «voluntad permisiva de Dios» no tiene, en cuanto explicación,
un sentido 32 , aunque nadie sepa cómo y por qué y aunque se admita el ningún significado teórico y apunta únicamente al callejón sin salida a que
supuesto fundamental de que no se puede minimizar el sufrimiento. La llega el pensamiento humano cuando se enfrenta con la incompresible
fe en Jesucristo es una «respuesta» sin argumentos: un «a pesar de todo». historia del sufrimiento humano. Asoma entonces el peligro de poner en
El cristianismo no da ninguna explicación del sufrimiento, pero muestra Dios mismo una lucha entre Dios y Dios: entre su voluntad universal,
un camino: el sufrimiento es trágicamente real, pero no tiene la última que quiere sólo el bien, y la necesidad del mal en un mundo finito M. La
palabra. El cristianismo quiere mantener los dos aspectos: ni dualismo, ¡dea de «tener que permitir el mal debido a una especie de fatalidad
ni dolorismo, ni teorías ilusorias —sufrir es sufrir y es inhumano—; pero necesaria» es para Kant inconcebible en «el ser que es la suma bien-
hay más: Dios tal como se manifiesta en Jesucristo. aventuranza» 3S.
En la Edad Media, cuando el pueblo no leía libros y debía contentarse Pero los teólogos no se quedaron en la teoría de la voluntad permi-
con cosas perceptibles y visibles, esta visión cristiana fue «visualizada». siva de Dios. Desde el momento en que la muerte de Jesús se indepen-
El portal de Belén y el viacrucis eran una iniciación en el tema del «Jesús dizó, desligada de los hechos históricos que lo llevaron, a causa de su
sufriente»: un débil niño entre un buey y una muía; Jesús subiendo pe- mensaje crítico, a padecer de y por los demás, se comenzó a teologizar la
nosamente hasta el Gólgota. Jesús es el que carga con el sufrimiento de muerte: se la convierte en un elemento esencial de la reconciliación del
la humanidad, prototipo del pueblo que sufre en aquellos tiempos me- hombre pecador con Dios, el cual defiende su propio honor. Dios carga
dievales. Por legítima que sea esta vivencia, la interpretación cristiana del los pecados del mundo sobre el inocente Jesús, quien debe expiar el mal
30
Confesiones IV, 4. " Cf. Sufrimiento y fe cristiana: «Concilium» 119 (1976) todo el número.
31
Op. cit. IV, 4, 9. " Cf. E. Kant, Mángel des Optimismus, en Gesammelte Schriften 17 (Akademie-
32
Op. cit. IV, 12. AusRabc; Berlín 1926) 236-237.
" Müngel des Optiiniumn:, op. cit., 237.
682 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 683

que han cometido los demás y que no son capaces de expiar satisfactoria- El sufrimiento plantea problemas. Pero ¿qué problemas plantea el sufri-
mente. Su pasión y muerte se convierten así en una «necesidad divina» miento de los árabes?
sin la que es imposible la reconciliación. Diversas imágenes que encontra- Es significativo que el «sufrimiento árabe» no suscita preguntas. El
mos esbozadas en el Nuevo Testamento, sin ninguna pretensión de tipo Dios de los árabes no es sólo amor, sino también poder: omnipotencia.
teórico, quedan metidas en un sistema «lógico» y racional, con lo cual Dios es el Misericordioso y el Señor del universo. Para el islamismo, el
se debilita y «domestica» la fuerza crítica de la muerte de Jesús en la sufrimiento no es un problema del amor de Dios, sino de su omnipoten-
cruz. El sufrimiento en cuanto tal (sea cual fuere) adquiere un significado cia: algunas cosas parecen escapar al control divino. La solución del pro-
teológicamente positivo: el honor de Dios, tal como estos teólogos lo en- blema del sufrimiento ha de buscarse, pues, en la omnipotencia más que
tienden, queda vengado mediante el sufrimiento y la sangre. Desde luego, en el amor de Dios. Para el árabe debe quedar claro que el sufrimiento
no es ése el significado exacto de la teoría de la redención elaborada por está sometido al gobierno omnipotente de Dios sobre el mundo. Por tan-
san Anselmo, pero así es como aparece de hecho en numerosos libros de to, teniendo en cuenta que el sufrimiento es un hecho, Dios ha tenido
espiritualidad. En ella se formaron muchos cristianos anteriores a nuestro que quererlo de algún modo: forma parte de sus designios37. Vayamos
tiempo, tanto en las Iglesias de la Reforma como en la católica, a pesar adonde vayamos, a Oriente o a Occidente, «allí está el rostro de Dios»
de la polémica y discusión entre Martín Lutero y Tomás Münzer y de (Corán II, 109); él es «el Señor de la vida y la muerte» (VI, 95; XXII,
la controversia entre Zuinglio y Conrad Grebel. 5,6). Dios «creó al hombre junto con todas sus obras» (XXXVI, 94). Ser
religioso significa entonces someterse simplemente a la omnipotencia casi
Las cartas pastorales de los obispos muestran claramente cómo se «arbitraria» de Dios (III, 25). Dios no admite dudas sobre sí. El sufri-
«predicaba» sobre el sufrimiento en el siglo xix y en buena parte del miento viene, pues, de Dios. El Islam habla del rebelde Iblis —el dia-
siglo xx 3 6 . Son ejemplos de la integración del sufrimiento en detrimento blo—, pero también éste se halla sometido al control de Dios: Dios per-
de su fuerza crítica: una mística de la pasión al servicio del «orden esta- mite a Iblis que ejerza su malvada tarea de seducción. No se trata tanto
blecido» en la Iglesia y en la sociedad. de afirmar que Dios envía el sufrimiento cuanto de reconocer que el su-
frimiento está bajo su control. No obstante, la omnipotencia divina ha
querido el sufrimiento como parte de su creación. De ahí que los musul-
8. El sufrimiento en el Islam manes traten de hacer compatible el sufrimiento con los planes de Dios.
La primera respuesta es que el sufrimiento constituye un castigo del
Para los musulmanes, el Corán, su sagrada escritura, es palabra de
pecado (IV, 80-81), y se prueba recurriendo a los relatos del Tenak judío,
Dios para los hombres en mayor medida aún que para los judíos y los
a ejemplos de ciudades árabes destruidas después de una época de esplen-
cristianos: «el libro donde no cabe la duda». El Corán se sitúa en la tra-
dor y a hechos de la vida de Mahoma. La victoria en una batalla es
dición religiosa de Abrahán, Noé, Moisés y Jesús de Nazaret. Dios es «el
producto de la lucha islámica «por la causa de Dios» (III, 11); en caso
Único» y, por consiguiente, hay sólo una única revelación divina, una
de derrota, la persona piadosa no debe buscar su causa en Dios: «Dios
sola buena noticia de Dios. El hecho de que el judaismo y el cristianismo
perdona a quien quiere y castiga a quien quiere: Dios es benigno y mi-
se hayan separado y defiendan diferentes concepciones religiosas es para
sericordioso» (III, 123-124).
los musulmanes una prueba de que ambos han empañado la auténtica y
única revelación de Dios. El Corán quiere presentar esta revelación divi- ¿No hay discriminación en este sufrimiento? En otras palabras: ¿se
na sin corrupción ni desviaciones: la revelación árabe de Dios, es decir, puede conciliar del mismo modo con la voluntad de Dios el sufrimiento
la versión árabe de la única revelación de Dios; un mensaje atemporal, del inocente y el del culpable? El Corán rechaza inferir del sufrimiento
aunque ligado a las peculiares circunstancias árabes que rodearon al pro- un pecado (XXIV, 60); los hombres que sufren no son de por sí objeto
feta Mahoma. dcr la ira de Dios. El sufrimiento, además de castigo por el pecado, es una
prueba de la verdadera fe (II, 150-151; XXI, 36; III, 134-135). La fe
El problema mahometano del sufrimiento refleja la peligrosa vida de
debe «ser puesta a prueba», pero también la fortuna y el éxito son prue-
los hombres del desierto, preocupados por la penuria de agua, de alimen-
bas (XXXIX, 50). La fe islámica exige ser puesta a prueba. Algunas
tos y por los ataques de las tribus colindantes, que vivían en similares
prohibiciones rituales se entienden exclusivamente como «pruebas» (V,
condiciones. El Corán aborda esa situación concreta de sufrimiento, no un
')">). El sufrimiento revela la índole real y la autenticidad de un hombre;
problema teórico (lo cual es una praxis general antes y después del si-
UNÍ se demuestra lo que vale. El sufrimiento, como castigo por el pecado
glo vn: el sufrimiento como ingrediente concreto de toda vida humana).
36
Un ejemplo a este respecto puede encontrarse en M. Lagrée, El lenguaje del or- " Corán, XXXV, 1-2. Cf., por ejemplo, D. S. Attema, De Koran. Zi¡n ontstaan en
den: el sufrimiento en los escritos de un obispo francés del siglo XIX: «Concilium» ijn inhoud (Kampcn 1962); M. Seale, Muslim Theology (Londres 1964); A. Tritton,
119 (1976) 328-338. Muslim Theology (Londres 1947); J. A. Williams, Islam (Nueva York 1961).
684 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 685
y prueba de la verdadera fe, está totalmente sometido, según la visión
ni judeo-cristiano, si bien hay musulmanes (y cristianos) que a veces son
islámica, a la absoluta soberanía de Dios.
víctimas de él.
Si el sufrimiento es expiación del pecado, el musulmán puede tomar
A pesar de esta postura frente al sufrimiento, el Islam conoce la pro-
la iniciativa en esa expiación. Hay además situaciones en que el justo
testa contra el sufrimiento y el deber de aliviarlo en la medida de lo
sufre, mientras que el pecador vive en el lujo y la abundancia; entonces
posible. En la sociedad islámica se debe luchar con todos los medios po-
se tiene la oportunidad de creer que ambas situaciones están en manos
sibles para eliminar el sufrimiento y la injusticia. La comunidad islámica
de Dios y de que Dios sabe qué y por qué hace algo o lo permite. En
debe reflejar la misericordia de Dios (II, 172). A diferencia de la época
este contexto no cabe la desesperación ni tampoco las quejas judías por
de Mahoma, el Corán condena las guerras de agresión y permite única-
la tardanza y el retraso de Dios (V, 69). A diferencia de los judíos, el
mente la guerra defensiva y la guerra «contra el mal», la «guerra santa»
musulmán no hace valer ante Dios los derechos humanos: ante Dios, el
(yihad), la lucha por la causa de Dios.
hombre debe inclinarse de antemano. El Islam desconoce las perplejas y
esperanzadas lamentaciones del salmista judío. El soberano siempre tiene Típica del Islam es también su valoración de la muerte de Jesús en
razón; frente a él no existen derechos humanos. Sin embargo, el sufri- la cruz; no tiene sentido. Jesús fue un fiel servidor de Dios: quienes lo
miento es también una forma de oponerse a la maldad de otros hombres condenaron a muerte equivocaron su juicio (IV, 156). Entre las numero-
(IX, 14). sas interpretaciones musulmanas de este famoso texto, quizá la más co-
rrecta es la siguiente: en realidad, no fue crucificado Jesús, sino alguien
La idea islámica de Dios, en conexión con el sufrimiento humano, lleva que se le parecía. De cualquier forma, la muerte del profeta Jesús, vene-
a la única actitud posible: sabr, es decir, paciencia positiva, perseverancia. rado también en el Islam, no tiene un significado especial. El Islam conoce
La única respuesta es: «Pertenecemos a Dios y a Dios volvemos» (II, el sufrimiento como castigo y como prueba para la fe, pero no como su-
150-151). Por tanto, «Dios es nuestro refugio» (VII, 199): «sumisión» frimiento redentor, aunque valore el martirio sufrido por Dios (II, 148-
(VI, 163). 149). Sin embargo, esto no se atribuye a Jesús, pues coincide con la inter-
Pero esto para la fe del musulmán no significa fatalismo. Su «fe en la pretación cristiana. Jesús eligió la cruz, y Mahoma (con una opción
predestinación» libra de preocupaciones a la propia persona. Dios sabe análoga) escogió la heira: el camino del éxito y del poder, instrumento
lo que es bueno para mí. El agnosticismo que encierra esta convicción de Dios en la lucha contra el mal. Se trata de dos caminos totalmente
crea un clima de confianza personal en Dios: el creyente lo puede todo. divergentes.
Establecer comparaciones entre la propia vida y la de los demás no tiene
La teología islámica posterior advirtió las aporías a que lleva el Co-
sentido. Al parecer, esta fe en Dios no mueve a una crítica de la socie-
rán. La supremacía de Dios oscurece la libertad del hombre. Se produjo,
dad, en el sentido de un mejoramiento de la misma. No hay razón para
pues, una reacción teológica frente a la idea de la «omniefectividad» de
cambiar una sociedad en la que uno se siente feliz. En este sentido, el
Dios, que parecía convertir a los hombres en marionetas. Desde entonces
Islam sí tiene una dimensión de crítica social, es una crítica a la voluntad
hay dos escuelas opuestas, pero el Corán es siempre el único criterio.
de otros —los occidentales— que, sin que nadie se lo pida, pretenden
«occidentalizar» o —según el punto de vista occidental— mejorar la so- En el siglo VIII nació, en el seno del Islam, el sufismo, un movi-
ciedad árabe. Para el musulmán ortodoxo se trata solamente de tomar miento místico que, a imitación de los primeros monjes, aceptaba el sufri-
cosas malas de la cultura occidental. miento voluntario. Un sufí es «la persona que nada posee y por nada es
poseído» (alkalabadhi), que no es esclavo de ningún deseo. El sufri-
Finalmente, el Dios del Islam es, en el plano escatológico, el que miento y el dolor hacen al hombre sensible a Dios.
premia a los buenos y castiga a los malos (II, 286). Dios no prueba a El primer gran cisma surgido en el Islam, que dio origen al Islam
nadie por encima de sus fuerzas (ibíd.). A esto se añade el principio sunnita y al Islam shiita, se debió a la cuestión de la sucesión legítima
que viene a decir: cada uno en su casa, y Dios en la de todos; no hay de Mahoma, lo cual ocasionó una serie de fratricidios. Los tres homici-
que tomar las cargas de otros (cf. XVII, 16). Un musulmán no es «el dios constituyeron la base de la teología shiita: el sentido salvífico del
guardián de su hermano» (véase la versión árabe de la historia de Caín sufrimiento de los inocentes (cuanto más se padezca ahora, tanto más se
y Abel en V, 30-34). El Islam da al problema del sufrimiento una solu- gozará en el cielo). El asesinado se convierte en un mediador universal,
ción «sobrenatural»: el más allá restablece el equilibrio. Las alegrías del •en el intercesor celeste por todos los pecadores —una idea totalmente
paraíso y los tormentos del infierno son, en definitiva, la solución de ajena al Islam sunnita—; se trata de una especie de apocatástasis árabe
todo. Las cuentas se arreglarán más tarde. El «más allá» es para el Islam para todos los pecadores por intercesión de los tres mártires (sobre todo
la razón fundamental para llevar una vida justa en este mundo. Esta idea de Husseín). Pero la letra del Corán está por encima de tales disquisicio-
es ajena al judaismo y también al cristianismo originario. La expresión nes teológicas: el musulmán está en manos de Dios, tanto en el sufri-
«si Alá quiere» —como para los cristianos «si Dios quiere»— no es fata- miento y el infortunio como en el éxito y la prosperidad. Dios dispone
lismo, pero puede serlo fácilmente. Este fatalismo no es en sí islámico linio para bien
UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 687
9. Racionalización del sufrimiento humano en la Ilustración «armonía preestablecida». Lo que importa es darse cuenta de esa reconci-
liación eterna: la metanoia consiste en desechar la miopía mental y aceptar
El optimismo ontológico del estoicismo volvió a surgir con la primera la visión liberadora que abre la perspectiva de esa previa reconciliación.
Ilustración de finales del siglo xvn y principios del XVIII. La teodicea de El mal y el absurdo de nuestra historia son, en el conjunto, una «insignifi-
la Ilustración sistematizó la tesis de que este mundo es «el mejor de los cancia» m, un simple presupuesto para la buena armonía del mundo y una
posibles». Los ilustrados pretendían justificar racionalmente a Dios frente consecuencia de la misma. El Dios defendido por Leibniz y Wolff no es, en
al escándalo humano del sufrimiento. Junto con el estoicismo, la Ilustra- definitiva, el «Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, Padre de nuestro Señor
ción constituye el gran intento de racionalizar teóricamente el sufrimiento, Jesucristo», sino la idea que la «recta razón» se ha formado de Dios y que
o más bien de explicarlo, prescindiendo del sentido literal de la palabra, defiende frente a la razón escéptica. Aquí la razón se defiende a sí misma.
pero (a diferencia del antiguo estoicismo) partiendo de una anterior pro- Voltaire atacó tales tesis, aduciendo para ello el grave suceso acaecido
testa existencial contra el carácter absurdo del sufrimiento, protesta que en 1755, cuando todo el mundo fue sacudido por un terremoto que des-
los ilustrados tachan de irracional. Leibniz y Chr. Wolff, Shaftesbury y truyó la ciudad de Lisboa; este hecho hizo zozobrar el optimismo ontológico
Alexander Pope (quien dedica un extenso himno al sufrimiento) minimi- de la Ilustración. No obstante, muchos siguieron defendiendo firmemente
zan especulativamente el sufrimiento real y el mal escandaloso, reducién- la bondad de todo lo que sucede: «Todo está bien». Algunos meses más
dolo a una forma de ilusión intelectual provocada por los sentidos. Ante tarde, Voltaire, que llevaba tiempo atacando tal optimismo, proclamaba a
el mal y el sufrimiento, dicen estos pensadores, nos quedamos, con dema- toda Europa su protesta desgarradora:
siada miopía, en su realidad inmediata, que es oscura y dolorosa; pero
—y en esto consiste la ilusión— no lo situamos en el gran contexto cohe- «Filósofos engañados que gritáis: 'Todo está bien'.
rente del mejor de los mundos posibles. El mal es sólo la consecuencia Venid, contemplad esas ruinas espantosas,
de una visión precipitada y superficial de las cosas; en el conjunto de la esos restos, esos jirones, esas cenizas desdichadas»41.
historia, el mal aparece saludable y bueno: «Todo lo parcial es malo; lo
universal, bueno» ... «una cosa es clara: cuanto es, es correcto»; con estas Voltaire no pretende aquí acusar a Dios ni propugnar el ateísmo, sino
palabras formulaba Pope en 1734, en su obra Ensayo sobre el hombrex, mostrar las limitaciones de la razón humana: todas las teorías de la razón
la visión general de la primera Ilustración. A la luz de la historia de las no son capaces de decir una palabra sensata sobre el escándalo de nuestra
religiones, se trata de un planteamiento específico que se limita a la Ilus- historia de dolor. La etapa posterior de la Ilustración reconocerá por prime-
tración (y que sólo se prolongará en la teología escolástica de los manua- ra vez la impotencia teórica de la razón humana en este terreno. Kant ela-
les, claramente influida por la metafísica de Wolff). borará con más precisión el demagógico veredicto de Voltaire. Cualquier
Los ilustrados pretendían justificar a Dios por medio de la razón hu- intento de justificar a Dios es para Kant «peor que acusar» a Dios 42 ; esa
mana, la cual ahora pide cuentas a Dios de su gobierno, aparentemente teodicea es una deformación de la recta noción de Dios y un peligro para
desacertado, del mundo y de la historia. En 1710, G. W. Leibniz escribía la acción del hombre en el mundo: se opone a la existencia de un Dios san-
sus Ensayos de teodicea^ contra el Dictionnaire historique et critique to y benigno en que el sujeto moral humano pueda confiar y el hombre
(1697) de Pierre Bayle, maestro de la duda y de la sospecha. La misma depositar su esperanza de ayuda y perdón. En pocas palabras: la teoría de
razón que, basándose en la experiencia del sufrimiento humano a lo largo la Ilustración sobre la armonía universal hace de la persona humana un
de la historia, acusa a Dios de su mal gobierno, pretende defender ese go- mero instrumento al servicio de un objetivo superior, el conjunto total,
bierno divino. En el período precrítico nunca se acusaba directamente a liste argumento es decisivo contra cualquier forma de teodicea basada en
Dios; el propio Job no acusa a Dios, sino que se lamenta ante Dios de la la idea de una armonía preestablecida del mundo. La razón no puede
incomprensibilidad y el sinsentido de su vida; en definitiva, Dios justifica acusar ni justificar a Dios.
a Job, no al revés. Por otro lado, la misma razón ilustrada que acusa a Dios
es la que lo absuelve; es decir, la razón ilustrada sigue creyendo en un
mundo rectamente ordenado por un Creador inteligente. Entiende a Dios * Leibniz, op. cit., 110.
41
Voltaire, Poéme sur le desastre de Lisbonne (1756). Cf. H . Weinrich, Das Erdbe-
en el horizonte de una naturaleza interpretada metafísicamente, bien orde-
lifn von Lissabon, en Literatur für Leser (Stuttgart 1971) 64-76; D . Hildebrandt,
nada por Dios, no en un horizonte histórico de formación, tradición y con- Voltaire: Candide. Dichtung und Wirklichkeit (Francfort 1963); X., Réflexions sur le
sumación escatológica. La reconciliación está implícita desde siempre en la ¡¡/•sastre de Lisbonne (París 1756); id., Supplément aux réflexions sur le desastre de
Lisbonne (París 1757); W. Lütgert, Dic Erschütterung des Optimistnus durch das
38
A. Pope, An Essay on Man (ed. 1733), en Epist. I, n. 5, 292-294. lirdbebcn von Lissabon (Gütersloh 2 1924); Kant habla sobre este terremoto en S'ámtli-
35
G. W. von Leibniz, Essais de Théodicée sur la bonté de l'homme et l'origine ,he Wcrke VII-3 (ed. K. Vorliindcr) 289-327.
du mal (ed. A. Buchenau y E. Cassirer; Leipzig 1925). » K,mts Werke 6 (cd. E. Cassirer; Berlín 1912-1921) 125.
UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 689

10. Marxismo y sufrimiento humano habla de «la realidad», se está refiriendo a un proceso dialéctico. En rela-
ción con la teoría gnoseológica clásica de que el conocimiento es reflejo
«A todos vosotros, teólogos y filósofos especulativos, os aconsejo que de la realidad («adaequatio rei et intellectus»), también el pensamiento
os liberéis de las ideas y prejuicios de la antigua filosofía especulativa, al es para Marx dialéctico. El pensamiento dialéctico es el tipo de pensa-
menos si queréis ver las cosas tal como son en realidad, o sea, si queréis miento que trata de descubrir y desenmascarar las dependencias recíprocas
conocer la verdad. No tenéis otro camino para llegar a la verdad y la allí donde se encuentren. La dialéctica no sólo afecta a la realidad histó-
libertad que el que pasa por Feuerbach. Feuerbach es el purgatorio de rica, ni sólo al pensamiento, sino también al método, la forma y figura
nuestro tiempo». Son palabras de K. Marx 43 . del pensamiento. Método dialéctico es, según esto, el que considera las
Pasar por Feuerbach significa renunciar al idealismo, tan duramente constantes transformaciones interdependientes de la realidad y en la rea-
criticado por Ludwig Feuerbach, y adoptar la postura del «materialismo lidad. Dialéctico es, en definitiva, sinónimo de «devenir», de proceso
dialéctico». En su epílogo a la segunda edición de El capital, dice Marx: evolutivo de la historia.
«La mistificación que sufre la dialéctica en manos de Hegel no quita que Analizando más atentamente el término «dialéctico», vemos que tiene
él haya sido el primero en mostrar amplia y conscientemente la dinámica en Marx un matiz muy peculiar, que tiene gran importancia, aunque no
general de esa dialéctica en sus distintas formas. Hegel invierte sus tér- siempre se haga mención expresa del mismo. La dialéctica universal o el
minos. Hay que volverla del revés para descubrir entre el ropaje místico proceso evolutivo de la historia es también una dialéctica en el sentido
su fondo racional». Marx se opone a la dialéctica apriórica de Hegel, que de que un fenómeno (por ejemplo, el capitalismo) produce irresistible-
califica de «mística». La dialéctica es para Marx una hipótesis científica, mente (aunque libremente) un movimiento contrario (por ejemplo, el co-
alejada de cualquier dogmatismo y necesitada de verificación44. Se trata munismo). La historia encierra una lógica racional inevitable e imparable.
de una dialéctica basada en la observación y el análisis, en la que la diná- Cada novedad que en ella aparece es racionalmente necesaria. Para el aná-
mica del espíritu es reflejo de la dinámica de la realidad, lo cual significa lisis racional es, además, evidente que —debido precisamente a que la
para Marx el proceso evolutivo de la historia. contraposición entre tesis y antítesis es en muchos casos no sólo una
Vamos a analizar, en primer lugar, algunos conceptos, especialmente oposición lógica entre estos dos conceptos, sino también una lucha a muer-
el de «dialéctica». En contraposición con el sentido «argumentativo» que te (por ejemplo, la lucha de clases)—, «dialéctica» significa también lucha,
«dialéctica» y «dialéctico» tenían en la filosofía escolástica anterior a He- conflicto. La lucha es en sí un concepto dialéctico. Y como la historia es
gel, estos términos adquieren un nuevo significado sobre todo con Hegel dialéctica, es también lucha (en realidad, una lucha entre la clase capita-
y Feuerbach. Para Hegel, la dialéctica es todo el proceso evolutivo de la lista y la clase trabajadora).
realidad y, por consiguiente, también el proceso del pensamiento que La «dialéctica» tiene, finalmente, otro matiz muy particular, debido
trata de conocer esa realidad tal como es. El pensamiento es reflejo de la al hecho de que la tesis y la antítesis se concilian gracias a la fusión me-
realidad. Hegel ve compuesta esa realidad por una estructura triádica: diadora de la síntesis («mediación»). Pero en Marx se trata de una me-
progreso o desarrollo mediante tesis, antítesis y síntesis. Tesis y antítesis diación muy particular: se efectúa sobre todo por transposición de los dos
se hallan en una relación esencial de oposición, y ambos términos desem- términos extremos a un plano superior (mediación dialéctica). Ahora bien,
bocan en la síntesis, que es la transposición superior de ambos. en la realidad (o sea, en el proceso histórico) se dan a menudo términos
Siguiendo esta línea hegeliana, también Marx utiliza el término «dia- mediadores que escapan a quienes no analizan atentamente (dialéctica-
léctico», pero en un sentido muy específico, influido por el pensamiento mente) la realidad. Los pensadores dialécticos se proponen descubrir las
de Feuerbach, a quien había criticado. Feuerbach y después Marx niegan mediaciones ocultas. El paso de la contraposición de los dos términos a la
el apriorismo triádico de la dialéctica histórica. síntesis ocurre frecuentemente por saltos, y ello en un doble sentido:
Prescindiendo del carácter triádico de la dialéctica, «dialéctico» se re- a) la síntesis es a menudo una realidad nueva, que difiere esencialmente
fiere generalmente en Marx a la idea de la dependencia natural, esencial- de los dos momentos anteriores; b) la síntesis aparece de repente en el
mente recíproca —interdependiente— de los fenómenos reales. En la tiempo. Una prolongada evolución cuantitativa puede, en un momento
realidad, que para Marx significa siempre el proceso de la historia del determinado, alcanzar un grado tal que desemboque en una transformación
hombre, existe una dependencia recíproca que comprende todos los aspec- cualitativa (por ejemplo, el enfriamiento progresivo del agua llega a con-
tos de la realidad. Debido, pues, a tal interdependencia, cuando Marx vertirla en hielo).
Además, el pensamiento dialéctico en Marx está esencialmente relacio-
43
K. Marx, en MEW 1, 27. nado con la praxis, incluso en el terreno cognoscitivo. Existe, en efecto,
44
MEW 23, 27. Y Fr. Engels, Anti-Dühring, en MEW 20, 23. Lenin, en cambio, un conocimiento que se 'realiza en y por la praxis. De esta forma, Marx
hace de la teoría científica (que requiere una verificación) un «dogma» (en sentido quiere unir un humanismo teórico con el humanismo práctico. La huma-
antirreligioso y metafísico). nidad debe superar «su prehistoria natural», es decir, toda su prehistoria
•14
690 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 691
irracional, un período dominado por intereses privados y de clase. Esta
prehistoria de la humanidad es una época en la que los intereses y la co- capitalismo. Marx afronta propiamente el problema del sufrimiento par-
dicia, con su «cosificación» y sus fuerzas históricas «cuasi naturales», se tiendo de una teoría económica que le permite presentar el sufrimiento
plasman en una situación inmutable (como en la naturaleza animal). La social como una «suma», como el resultado final de un sistema económico
«cosificación» del hombre le impidió tener un control adecuado sobre su basado en la avidez de ganancias y en la competencia. El sufrimiento de
propia praxis e hizo imposible que los hombres asumieran con un espíritu muchas personas es la suma computable de unas relaciones de producción
de solidaridad internacional su responsabilidad para con la historia huma- que obedecen a una lógica interna, es decir, el resultado del proceso de
na. En el próximo período histórico, tal como lo esboza Marx sobre la transformación de la mercancía en dinero y del dinero en capital, obtenido
base de un análisis científico de la situación actual, será preciso que una a su vez del trabajo asalariado de los que no poseen capital % . El resultado
praxis planificada solidariamente y asumida con responsabilidad humana de esta lógica interna es el proceso de alienación de los obreros: alienados
sustituya la libertad ilusoria de unas acciones conflictivas realizadas por de su trabajo y de sí mismos, convertidos en elementos puramente mate-
individuos y grupos. riales de un proceso económico que no les pertenece y está fuera de su
Marx distingue entre «lo que es» y «lo que debe ser» (distinción ela- control. Es un sistema que obliga a los hombres a competir con sus seme-
borada anteriormente por Hume), pero no en el sentido de una reparación jantes para poder subsistir.
absoluta entre hechos cognoscibles científicamente y normas establecidas En este sistema económico es posible cuantificar científicamente el
subjetivamente. El marxismo ortodoxo mantiene el postulado de la onto- sufrimiento y formularlo en una ecuación. Veamos de forma muy resumida
logía teleológica «ens et bonum convertuntur», pero en sentido marxista: cómo se hace el cálculo. Un producto vale lo que cuesta su producción.
en rigor (es decir, en clave marxista), «ser» y «ser bueno» son idénticos, En ésta intervienen dos factores: a) todos los productos que se necesitan
pero no en el sentido aristotélico y escolástico, sino en el de la dialéctica para lanzar un artículo al mercado, más los costes del material requerido
histórica. El marxismo, siguiendo a Hegel, ve la realidad histórica como (esto forma el «capital constante», que designaremos con la letra C);
racional, y lo racional como realidad. No obstante, Marx va más lejos que b) todo lo que se paga por la producción del artículo que se va a lanzar
Hegel al querer ver la unidad de los fenómenos históricos (por ejemplo, al mercado (y que no va más allá de los gastos de subsistencia de los
el capitalismo) y su negación concreta (antítesis) —tesis y antítesis que obreros) es el «capital variable» (designado como V). El aumento del va-
revelan la unidad histórico-dialéctica de la realidad racional— no sólo de lor del artículo sobre la suma del valor correspondiente a los distintos
un modo especulativo (es decir, a posteriori). Marx cree que la unidad factores constituye la plusvalía del capital acumulado con respecto al capi-
de la historia (también el futuro, que será fruto de la crítica y de la praxis tal inicial. Los medios de producción, por un lado, y la fuerza de trabajo,
revolucionaria) puede ser objeto de un análisis científico objetivo y ma- por otro, son sólo distintos elementos que han asumido el valor del capital
terialista. En el marxismo de Marx, la mediación entre teoría y praxis se inicial, una vez que se ha transformado de dinero en los diversos compo-
realiza a través de una reducción objetiva y científica (lo cual constituye nentes del proceso de trabajo. Esta parte concreta del capital, representada
un rasgo de «dogmatismo»)45. El análisis y la síntesis dialéctica del inevi- por los medios de producción, las materias primas, el material auxiliar y
table proceso de la historia parecen superar a priori la diferencia entre las máquinas, no sufre en el proceso de producción un cambio cuantita-
«lo que es» y «lo que debe ser», anulándola en el conjunto de la realidad tivo de valor (Marx lo llama «capital constante»).
entendida como racional. Una «superciencia» fundamenta y realiza la uni- En cambio, la parte del capital representada por la fuerza de trabajo
dad entre teoría y praxis. Se trata de una mediación total entre objetividad sí sufre una modificación de su valor: produce el equivalente a su propio
y subjetividad, operada por la ciencia dialéctica sobre la base de un aná- valor más un valor adicional, la plusvalía (P), que puede variar según los
lisis científico y objetivo. Marx defiende, pues, la posibilidad de una casos. Esta parte del capital está en constante transformación: de magni-
ciencia empírica y objetiva de la historia como totalidad («socialismo cien- tud constante en magnitud variable (Marx lo llama «capital variable»).
tífico»). 46
Con estas premisas, ¿qué visión tiene Marx del sufrimiento humano? «Se puede imaginar... que todas las mercancías son directamente intercambiables
Observa los hechos y analiza sus causas. Descubre así que muchos sufri- tomo se puede imaginar que es posible hacer papas a todos los católicos. Para el
mientos, sobre todo el sufrimiento innecesario, tienen su origen en las pequeño burgués, que ve en la producción de mercancías el non plus ultra de la liber-
formas objetivas de la sociedad en que vivimos, y concretamente en el tad humana y de la independencia individual, sería sin duda muy deseable estar dis-
pensado de los inconvenientes que acompañan a esta modalidad, en especial de la no
45
intercambiabilidad directa de las mercancías. La ilustración de esta utopía fiüstea se
D. Bohler, Metakritik der Marxschen Ideologiekritik (Francfort 1971); H. Seif- encuentra en el socialismo de Proudhon» (K. Marx, Das Kapital, en MEW 23, 82-83).
fert, Marxismus und bürgerliche Wissenschaft (Munich 1971); K. Popper, Das Elcnd lín otras palabras: el intercambio directo de los bienes sin la mediación del dinero
des Historizismus (Tubinga 21969); K.-O. Apel, Zum Problem einer rationden Begrün- como equivalente universal caracteriza, según Marx, un orden social de simples pro-
dung der Ethik, op. cit. (en nota 4) 21-22. ductores de mercancías, todos ellos dueños tic sí mismos. Sin embargo, esto no es lo
que ocurre en nuestro sistema económico actual.
f
692 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 693

Por tanto, el valor de un artículo será C + V. Pero estos dos elementos, mundo con un orden social y económico diferente. La praxis revoluciona-
combinados entre sí, pueden producir una plusvalía que sobrepasa los ria es para Marx el único camino para vencer esa parte de sufrimiento.
costes precisos de producción. La suma es clara: C + V + P = V' (valor Pero no cabe esperar que sea la clase capitalista la que asuma esa praxis
del artículo). Ahora bien, según Marx, lo que en las sociedades capitalis- revolucionaria. Esa fuerza puede provenir solamente de la clase obrera, la
tas deforma el valor es la plusvalía, la cual no va a los trabajadores, sino
cual habrá de renunciar a su propio interés. Como dice el Manifiesto Co-
a los capitalistas. Y si comparamos el proceso de producción de valor con
munista, los obreros nada tienen que perder, salvo sus cadenas.
el de producción de plusvalía, vemos que la plusvalía no es sino la prolon-
El problema es que esa revolución no sólo significa sufrimiento por
gación del valor más allá de cierto punto. En la ecuación C + V + P = V ,
el elemento alienante, es decir, causa de sufrimiento, es precisamente el una causa justa, sino que ella misma es causa de mucho sufrimiento, pues
factor P (plusvalía). Esta plusvalía tiene que salir de alguna parte. ¿De las transformaciones sociales no se realizan sin lucha: una lucha de clases.
dónde? Marx indica que la plusvalía no es lo mismo que la ganancia (la El medio es, pues, un movimiento sociopolítico revolucionario, cuya fina-
venta de un artículo debe producir una ganancia, aunque sólo sea para lidad última es alcanzar una sociedad libre en la que los hombres puedan
poder hacer nuevas inversiones que permitan la producción de nuevos tener identidad propia. Pero, antes de lograr tal objetivo, hay que pasar
artículos). La plusvalía está formada por costes añadidos, que en una por la etapa intermedia del conflicto entre tesis y antítesis. El poder del
sociedad capitalista se fundan en el hecho de que el trabajo de los obre- proletariado es la antítesis provisional, no la síntesis definitiva. Sin em-
ros queda reducido a la condición de artículo de mercado. Pongamos un bargo, ese período intermedio se ha convertido en una situación duradera
ejemplo. Supongamos que un obrero trabaja siete horas al día; los costes debido a que (contra las expectativas de Marx) la tesis (el capitalismo)
de su prestación se pagan con dos horas de su trabajo y los costes de es mucho más resistente de lo que los marxistas habían previsto en prin-
materias primas con una hora más (C + V). En las cuatro horas restan- cipio. Ciertas formas nuevas de deshumanización, producto de la propia
tes produce la plusvalía en beneficio del capitalista. Esta explotación es- revolución, se atribuyen a la dialéctica entre tesis y antítesis, que todavía
tructural es la que, según Marx, roba al obrero más de la mitad de su no ha desembocado en una síntesis. (De todos modos, al menos en el
producto, lo enajena del producto de su propio trabajo y esfuerzo, y tam- comunismo europeo occidental, hay quienes consideran que la antítesis de
bién de sí mismo y de los demás. La plusvalía (P) es la cifra que refleja la dictadura del proletariado es una posición anticuada. Esto significa
la cantidad de sufrimiento humano (El capital I, 9, 1). Marx lo expresa renunciar a un elemento esencial del marxismo, cosa que no es motivo
en la siguiente ecuación: de alegría para la ortodoxia oficial).
Esta concepción implica en la práctica que quien se opone al comu-
. P Trabajo no pagado nismo es enemigo de la verdad y de la verdadera humanidad. Sólo en el
Proporción de la plusvalía = — = . comunismo está la verdad y la verdadera humanidad. En el mundo de la
V Trabajo necesario ortodoxia marxista, los disidentes son considerados «anormales» (y re-
cluidos en establecimientos psiquiátricos). La «liberación social» sólo puede
Ambas proporciones son dos modos distintos de expresar la misma idea.
ser mantenida mediante la dictadura. Marx sentía indudablemente una
La tasa de la plusvalía expresa exactamente el grado de explotación del
profunda pasión por la humanidad, y sus ideas nacen precisamente de su
trabajador a manos del capital 47 : el cálculo en cifras del sufrimiento
humano. v firme solidaridad con el hombre que sufre. No obstante, él mismo advir-
Marx investigó, pues, las causas socioeconómicas del sufrimiento, cau- tió que la liberación comunista durante la «etapa intermedia» debía ser
sas que pueden ser eliminadas. ¿Qué tipo de praxis aduce para superar preservada de reacciones y vacilaciones. Pero el problema se centra ahora
tal sufrimiento? Marx sabía perfectamente que muchos hombres luchan en la larga duración de esta etapa intermedia, en la que se tiene al menos
para auxiliar y ayudar al hombre que sufre, pero esta lucha no afecta a la impresión de que el fin justifica los medios. Precisamente éste es uno
las causas. Todas las religiones se han esforzado por erradicar las causas de los puntos en que se hace más necesaria una confrontación entre los
del sufrimiento, pero no han considerado suficientemente sus causas socio- marxistas y las tradiciones religiosas de la humanidad.
económicas. Según esto, la praxis marxista se propone cambiar radical- Los análisis científicos de Marx (que sería preciso revisar a fondo en
mente los condicionamientos económicos. Marx (a diferencia del socialismo una fase posterior del capitalismo, una fase casi poscapitalista) no impli-
utópico francés) no soñaba con un futuro utópico en el que, sin pasar por can como tales ningún ateísmo. (Otro caso distinto es el de Lenin, que
una dura lucha, se eliminaría el sufrimiento; estaba seguro, por el con- construyó un sistema metafísico a partir de la hipótesis científica de Marx.
trario, de que buena parte del sufrimiento podría desaparecer de este Por razones de extensión, no podemos analizar aquí el proceso seguido
desde Marx y Engels hasta Lenin, Stalin y la China maoísta. No obstante,
47
Marx, Das Kapital, en MEW 23, 322. Cf. también J. Bowker, Problems of Suf- conviene tener en cuenta que el marxismo —al igual que todas las religio-
jering, op. cit., 144-145. nes— ha dado origen a un movimiento que pasa por un proceso herme-
néutico y actualizante con las conocidas antinomias de fundamentalismo
694 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
UNA PRAXIS CAPAZ DE VENCER EL SUFRIMIENTO 695
y «herejía»). El marxismo es esencialmente una teoría económica que, en
cuanto tal, ni está a favor ni en contra de la religión. Sin embargo, cuando que se debe al «desgarramiento» y a la «contradicción» de la base terrena
Marx habla de religión, la critica en la medida en que encubre con inter- consigo misma49. Lo que hay que hacer es analizar ésta en sus oposiciones
pretaciones hermenéuticas los abusos sociales. El joven Marx afirma que internas y eliminarla mediante una praxis revolucionaria. Así quedan
todas las religiones reflejan una intuición acertada: son una protesta con- destruidos los cimientos de la proyección religiosa. Según Marx, el error
tra el sufrimiento del hombre. Sólo les reprocha que busquen una solución de Feuerbach consiste en no haber buscado en el hombre las condiciones
falsa en un ficticio mundo superior y en un más allá (esta afirmación es de la objetivación del yo. Feuerbach ve al hombre como un «algo abstrac-
históricamente falsa, aunque en todas las religiones haya sido ésta la ten- to» que se da en todos los hombres (tesis sexta sobre Feuerbach), y no,
dencia predominante en la religiosidad popular). Lo que Marx dice es que, según hace Marx, como «el conjunto de las relaciones sociales». Marx
una vez llevada a cabo la revolución social, la religión morirá por sí sola (inspirándose ahora en Feuerbach) considera la religión como «la concien-
al desaparecer su origen (el sufrimiento). Pero esta tesis implica la ten- cia y el sentimiento que el hombre tiene de sí cuando todavía no se ha
dencia a reducir todos los sufrimientos a causas socioeconómicas; y, por encontrado o se ha perdido de nuevo» 50. La religión es sólo la «aureola»
muy importantes que éstas sean, no abarcan todas las dimensiones del o el aroma espiritual de este valle de lágrimas, expresión de la miseria
ser humano. Además, el sufrimiento no es el origen de las religiones, real y a la vez protesta contra ella, una protesta que no ha logrado enten-
donde ha sido la fe en Dios lo que ha convertido el sufrimiento en un derse. La religión no conoce su propia naturaleza ni, por tanto, la miseria
grave problema. Es cierto, sin embargo, que todas las grandes religiones a la que debe su existencia. De ahí que sea opio del pueblo. La religión
han nacido en una época todavía no madura para detectar la visión a que refleja pasivamente las contradicciones económicas existentes en la socie-
llegó Karl Marx después de la Ilustración y con ayuda de las ciencias dad 51 .
modernas. El tipo objetivo de sociedad en que vivimos es una de las En una carta dirigida a Ruge en septiembre de 1843, Marx explica qué
muchas causas del sufrimiento, pero no la única (cosa que los marxistas quiere decir cuando afirma que la religión (lo místico) tiene una falsa
olvidan fácilmente) ni quizá la principal (por importante que sea). Tam- visión de sí misma: «El mundo lleva soñando mucho tiempo con una cosa
bién el budismo, por ejemplo, buscó ansiosamente las causas del sufri- de la que le basta tener conciencia para poseerla realmente. Algún día se
miento: observó (como Marx) el sufrimiento para eliminar sus causas. verá que no se trata de establecer una ruptura entre el pasado y el futuro,
Marx no hizo otra cosa distinta; su originalidad consiste en que vio unas sino realizar los pensamientos del pasado. Se verá que la humanidad no
causas que otros no habían visto, quizá porque éstos, aun reconociendo emprende un trabajo nuevo, sino que lleva conscientemente a efecto su
la realidad del «sufrimiento social», consideraban la forma de sociedad vieja tarea» H .
existente como una situación inmutable (a veces incluso como algo deri- Marx no pretende, pues, romper radicalmente con la historia de la
vado del «orden de la creación»). humanidad. Pero ¿reduce todo sin excepción a factores económicos? Tal
En lo tocante al tema religioso, Marx, como muchos intelectuales de reducción entiende la relación de la base económica con la superestructura
su época, seguía fielmente a Feuerbach (a pesar de sus críticas contra ideal (filosófica o religiosa) simplemente como un reflejo de las contradic-
éste). Para Feuerbach, el ser absoluto «Dios» es sólo una imagen refle- ciones de la base en la superestructura ideológica. Algunos intérpretes
jada del ser «hombre». Dios es el ser objetivado del género «hombre». neomarxistas muestran que la relación entre base y superestructura no
La conciencia de Dios responde a la conciencia que el hombre tiene de sí significa para Marx un condicionamiento total de la superestructura por
mismo 48 . La religión es el descubrimiento solemne del tesoro escondido la base, sino que se trata de una interdependencia, por más que ésta (en
del hombre. Como filósofo trascendental, Feuerbach afirma que la con- condiciones no comunistas) está dominada de un modo casi condicionante
ciencia de sí mismo no es accesible en una intuición directa, sino sólo a por la base 53 . Marx mismo había reconocido a la superestructura cierta
través del conocimiento del objeto de la conciencia. La conciencia de sí autonomía, si bien ésta en el capitalismo se ve cruelmente pisoteada. De
requiere la mediación del objeto. Mediante la educación y la conversión ser así, no se puede negar a priori el valor autónomo de la religión, peso
del corazón, el hombre puede descubrir que se ha limitado a proyectar en a lo que Marx denomina su función consolidadora de la sociedad.
Dios su ser más profundo. No se puede olvidar, sin embargo, que Marx, ya en el Manuscrito tic
Marx rechaza esta ingenua superación de la religión por medio de la París, esperaba que la eliminación de la alienación económica produciría
educación, propugnada por Feuerbach, y también su acrítica filosofía automáticamente la desaparición de las religiones; para él, las religiones
trascendental de la objetivación del yo. En su tesis cuarta sobre Feuer-
49
bach, Marx explica el desdoblamiento del hombre en su mundo afirmando Marx, en MEW 3, 6.
50
Marx, en MEW 1, 378.
51
48
L. Feuerbach, Das Wesen des Christentums I (ed. Schuffenhauser; Berlín 1956) D. Bdhler, Metakritik, op. cit., 50-51 y 137ss.
52
51ss (ed. española: La esencia del cristianismo, Salamanca 1975). Marx, en MEW 1, 346.
" H. Flcischer, Marx und Engcls (Friluirgo-Mmiuli l<>70) c>4s».
696 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
EL DESAFIO DEL SUFRIMIENTO 697
son sólo un epifenómeno, un fenómeno secundario, de la verdadera alie-
nación, la alienación económica. Por tanto, al menos en el caso de Marx, El principal problema es, sin embargo, cómo se puede demostrar que
el objeto real y directo de su crítica de las ideologías no es la religión, las religiones se desvanecen en el reflejo (eliminable) de las contradiccio-
sino la sociedad54. «Dado que la existencia de la religión es la existencia nes económicas y sociales. Sobre todo en sus últimas obras, Marx reco-
de una carencia, la fuente de tal carencia habrá de buscarse en la realidad noce que la eliminación del «sufrimiento adicional» (H. Marcuse) causado
del Estado. La religión no es para nosotros el fundamento, sino el fenó- por las formas objetivas de la sociedad no significa la eliminación del
meno de la limitación mundana. Por consiguiente, nosotros vemos la razón sufrimiento debido a otras causas (como la naturaleza y, en último tér-
de la intimidación religiosa de los ciudadanos en su intimidación mundana. mino, la muerte) 59 . Marx no ha demostrado en ningún momento que la
No afirmamos que sea preciso eliminar sus condicionamientos religiosos religión sea un reflejo de factores económicos y no un dato que brota
para superar sus limitaciones mundanas, sino que los ciudadanos se libe- sencillamente del propio ser del hombre, si bien en situaciones concretas.
rarán de sus barreras religiosas cuando hayan logrado eliminar sus barre- El ser humano no se agota en sus formas de manifestación constatadas
ras mundanas» S5. Esto difiere bastante del comunismo leninista vigente hasta el presente. Cualquier juicio precipitado sobre la naturaleza del
en la praxis de la línea ortodoxa del partido. Para Marx, la religión queda hombre es «ahistórico». Afirmar que la religión posee un valor propio
al margen de su marxismo, lo cual significa que el marxismo auténtico no implica de hecho que el ser humano incluye dimensiones que no coinciden
es de por sí ateo. Pero el marxismo añade una apostilla: cuando la socie- con el ámbito de una praxis puramente material. Se trata, últimamente,
dad socialista sea una realidad, no habrá necesidades religiosas. En otras de saber si el marxismo no efectúa una reducción del ser humano. Para
palabras: Marx añade a su teoría económica una interpretación de lo que una visión marxista del hombre no tiene sentido hablar de salvación divi-
es la religión, pero esta interpretación se halla realmente al margen de su na, pero el problema fundamental sigue siendo si precisamente esa con-
teoría (a no ser que considere la superestructura ideal como un mero cepción no supone una reducción antropológica. ¿Es el hombre solamente
reflejo de la infraestructura). Lo cierto es que Marx, a diferencia de mu- trabajo y un ser que produce? Marx habla sólo de que el hombre se rea-
chos marxistas, no ve en la religión la fuente de toda alienación, sino liza por el trabajo. ¿Es la identidad del hombre algo de lo que podemos
más bien una víctima de la alienación socioeconómica, y en su condición «disponer» con tanta facilidad?
de víctima sirve de firme asiento a la alienación socioeconómica.
Ahora bien, la tesis de que la religión desaparece espontáneamente en
una sociedad comunista debe demostrarse con hechos. La experiencia II
fáctica se encargará de verificar o falsificar la teoría marxista del reflejo.
Por mucho que Lenin se empeñe, no se puede hacer de esta teoría un EL DESAFIO DEL SUFRIMIENTO
dogma. En El capital, Marx habla de la teoría del reflejo, y precisamente
en relación con la religión 56. La religión es definida como «refracción» de La humanidad, a lo largo de su emocionante y deplorable historia, ha
unas condiciones de vida no reflejas, alienadas. Con la explicación (de su encontrado diversas formas de praxis encaminadas a superar el sufrimiento,
análisis científico) y la praxis revolucionaria subsiguiente, la religión —in- pero no ha podido ofrecer una buena teorización racional de todos los
siste Marx— desaparecerá por sí misma como consecuencia lógica. Las sufrimientos. Cuando se ha llevado a cabo tal teorización, el sufrimiento
religiones —dice Marx y también Friedrích Engels 57 — no ven que las ha sido minimizado o reducido a ciertas manifestaciones (a veces, sin re-
fuerzas socioeconómicas, cuando no son objeto de análisis científico, asu- ducciones, la teorización se ha limitado a determinadas esferas del sufri-
men un carácter «sobrenatural» debido precisamente al poder que poseen. miento humano).
Dios es «el poder alienante del modo de producción capitalista»: el hom- Pero sería ir contra los hechos reales afirmar que la humanidad se ha
bre propone, pero «Dios» dispone 58 . Sin embargo, desde el momento en preocupado más de reflexionar —por medio de sus gurús, sabios, filóso-
que la clase proletaria no sólo «proponga, sino que también disponga», fos, teólogos y científicos— sobre el sufrimiento que de hacer algo por
desaparecerá ese poder extraño que ahora se refleja en la religión. Desapa- superar el mismo sufrimiento y sus causas. Todas las religiones han bus-
recerá además el reflejo mismo, por la sencilla razón de que no habrá ya cado constantemente las causas del sufrimiento a fin de eliminarlas a tra-
nada que reflejar. No tiene sentido hablar de salvación divina cuando los vés de una praxis concreta; en ningún momento han tratado de consagrar
hombres descubren que las regularidades que ellos interpretan como leyes
de la naturaleza son históricamente contingentes y, por tanto, cambiantes 59
MEW 25, 828; cf. también K. Marx, Frühschriften (ed. S. Landshut; Stuttgart
y cambiables. 1964) 246, 252 y 408. Y H. Fleischer, Marx und Engels, op. cit., 122; A. Schmidt,
Der Begriff der Natur in der Lehre von K. Marx (Francfort 1962) 121-122; W. Post,
54
Marx, en MEW 1, 352. K Ibíd., 1, 352. Kri/ik der Religión bei K. Marx (Munich 1970) 241-253; W. Pannenberg, Erfordert
56
MEW 23, 94. n MEW 20, 294-295. 58 MEW 20, 294ss. ¡lie Einheit der Ceschichle cin Suhjekt?, en R. Kosellcck y W.-D. Stempel (eds.),
Ceschicbte. Ereignis und Erzilhlung (Munich 1973) 478-490, espec. 479-481.
698 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
EL DESAFIO DEL SUFRIMIENTO 699
al sufrimiento como hecho ni de darle un sentido «sobrenatural». En este
punto no existe diferencia alguna entre las religiones y el marxismo. La riencias auténticas del hombre, sean viejas o nuevas, surgirá el grave pro-
cuestión decisiva es dónde ven los hombres las causas del sufrimiento. blema de unas concepciones disociadas de la naturaleza humana y se creará
La visión de las mismas, como la concienciación del género humano, un peligro para el auténtico ser del hombre. La salvación significa reme-
depende también de las circunstancias históricas en que viven el hombre dio, pero corre el riesgo de significar desventura si queda reducida a una
creyente o la razón crítica. Estos condicionamientos históricos no sólo son dimensión del hombre, sea sociopolítica o personal, con todo lo que esto
ambiguos y, por tanto, susceptibles de múltiples interpretaciones, sino que lleva consigo.
pueden llevar a un juicio erróneo sobre la propia época y situación. En el Esto no implica de por sí o necesariamente que las religiones deban
fondo, la capacidad de juicio de la reflexión humana depende de la situa- estar abiertas a la praxis revolucionaria marxista. Tal conclusión me parece
ción histórica en que se encuentra la razón humana. Ninguna época tiene errónea e ingenua, sobre todo en el caso de las religiones que se niegan
ojos para todo. Esto implica que tanto el creyente como el no creyente, a vencer el sufrimiento provocando otro sufrimiento (aunque sea como
cuando piensan en términos racionales, pueden captar ciertas dimensiones medio para alcanzar un fin bueno), religiones que se oponen a expulsar
de la existencia humana sólo en unas determinadas circunstancias histó- a Beelzebub con ayuda de Beelzebub. Las reservas que a este respecto se
ricas. Así, Marx descubrió la gran importancia que tenía una estructura pueden constatar en toda conciencia religiosa y creyente (aun cuando
socioeconómica muy concreta, la que él analizó, como causa de sufrimiento admita sin ambages el carácter socioeconómico de determinados sufri-
desmesurado y superfluo; antes no se había caído en la cuenta de ello. mientos) se fundan, a mi juicio, en la intuición —esencial en casi todas
Pero otra cosa es el fenómeno mismo: todas las religiones se han las religiones— que se opone a cualquier clase de dualismo. Ya hemos
esforzado por descubrir las causas del sufrimiento y hallar una praxis ade- visto que prácticamente ninguna religión acepta el «dualismo». Por eso
cuada para eliminar tales causas. Si veían la causa del sufrimiento en el la religión desconfía de todo movimiento que —por muy moderno que
pecado, la praxis para superarlo era obvia: no pecar. Si lo consideraban sea su ropaje—> adopta la forma de un dualismo o maniqueísmo social,
producido por las pasiones y deseos del hombre (budismo) o por la avi- en el que «el reino de la libertad» aparece como una realidad puramente
dez, el egoísmo y las bajas tendencias (estoicismo, cínicos, etc.), la praxis futura, «escatológica», mientras que el pasado y el presente son conside-
consistía en triunfar sobre la avidez y los deseos desordenados. A causas rados como una «prehistoria» animalesca. Para casi todas las religiones,
distintas corresponden praxis distintas, ora de tipo ascético y personal, la historia de la libertad comenzó con el primer momento de la creación
ora de tipo sociopolítico. No hay razón para decir que una praxis es «reli- divina y desde entonces se sigue haciendo realidad en muchos fragmentos
giosa» y otra profana o «secular», cuando todas las religiones se proponen de salvación en medio del absurdo y del sufrimiento. A las religiones les
como una de sus tareas la superación del sufrimiento humano. Pero de resulta imposible creer en un reino de libertad que no vendrá sino des-
ahí habrá que concluir que no es posible limitar o reducir las causas del pués de una radical revolución. Eso sería una versión moderna de la apo-
sufrimiento y la consiguiente praxis redentora y salvífica a una acción calíptica, para la que es necesaria la destrucción del «viejo eón» para que
puramente personal o, por el contrario, exclusivamente sociopolítica. En triunfe definitivamente el «eón futuro» (aunque la apocalíptica no defiende
tal caso, la acción salvífica sería de hecho una redención y liberación a un dualismo tan extremo). Precisamente porque la solidaridad con el sufri-
medias, dividiría en dos partes al hombre, estableciendo ámbitos de no miento humano es una de las experiencias más profundas y específicas de
salvación. Da la impresión de que esa visión parcelada del hombre con- todas las religiones, éstas sienten un horror instintivo frente a la praxis
trapone desconfiadamente las distintas formas de praxis encaminadas a ven- revolucionaria y totalitaria del comunismo y prefieren seguir su propio
cer el sufrimiento. camino para configurar el ansia que el socialismo siente por la humanidad
y que Marx demostró tan patentemente. El hombre religioso teme espon-
Si nos atenemos a la historia, es un hecho evidente que ningún movi- tánea y justamente reducir el sufrimiento del hombre a un problema socio-
miento, incluida la religión, puede quedar fijado en sus documentos origi- económico, aunque también él deba buscar una solución sociopolítica para
nales, los cuales, a pesar de su impulso, inspiración y orientación funda- esa forma de sufrimiento.
cionales, están sujetos a mediaciones históricas. No se puede definir la
naturaleza de una religión al margen de la historia, es decir, prescindiendo Por otro lado, es innegable que muchas religiones, en sus orígenes
de su relación con el pasado en que nació, con el presente en que se —especialmente el Islam, dada su noción de Dios— parten del hecho del
actualiza y con todas las etapas intermedias entre entonces y hoy. Lo mis- sufrimiento y a menudo (sin analizar las mediaciones sociales e históricas)
mo vale para un movimiento sociopolítico como el marxismo, que tampoco buscan inmediatamente cuáles son las intenciones de Dios en relación con
se puede considerar una «entidad inmutable». Si las religiones deben estar tal sufrimiento. Esto lleva de hecho en todas las religiones antiguas a algu-
abiertas a los nuevos descubrimientos de causas sociales y económicas del nas conclusiones erróneas. Pero debemos tener en cuenta que sólo en los
sufrimiento, el marxismo no debe cerrarse a otras causas no económicas tiempos modernos la humanidad ha tomado conciencia de los condiciona-
del sufrimiento. Si no se es capaz, en ambos casos, de integrar las expe- mientos históricos y de la posibilidad de manipular nuestro mundo. Esta
nueva experiencia cxii'c una actualización de todas osas religiones anti-
EL DESAFIO DEL SUFRIMIENTO 701
700 RECUERDO C R I T I C O DE LA HUMANIDAD D O L I E N T E
como un sufrir de y por los otros, por una causa justa, como sacrificio
guas si quieren seguir siendo fieles a su propio impulso crítico y produc- expiatorio por los pecados ajenos. Apoyados en su idea del hombre —la
tivo en relación con el problema del sufrimiento humano. Surge entonces prioridad griega del espíritu sobre lo corporal, la prioridad romana de la
con frecuencia el enfrentamiento entre «fundamentalistas» y «progresis- prosperidad y el éxito de la familia y del Estado romano—, los griegos
tas». No cabe duda de que el creyente conservador tiene la misma volun- y romanos interpretan el sufrimiento como un duro y necesario aprendizaje
tad de ser fiel al impulso religioso originario que el creyente «progresista»; (a veces predeterminado por Dios mismo) que conduce al hombre a la
pero mientras el primero deja de lado los condicionamientos históricos, el sabiduría, la auténtica humanidad, la fama y el éxito.
progresista, movido precisamente por la fidelidad al auténtico impulso Si nos atenemos a lo que dicen sus pensadores más cualificados, los
religioso, los tiene muy en cuenta. (Lo cual no significa, por supuesto, que griegos y romanos protestan contra la injusticia, pero no contra el sufri-
el progresista tenga razón por principio y en todos los casos. Tiene razón miento en cuanto tal. El sufrimiento no es deseable (pese a la vena un
cuando afirma que la fidelidad exige una «actualización», pero eso no tanto masoquista de algunos cínicos), pero no tiene remedio: no se pro-
justifica automáticamente una «actualización» determinada). testa contra el Hado ni contra la Madre Naturaleza. Sin embargo, los
El precedente panorama histórico nos permite ver también otros aspec- hombres deben dar un sentido al sufrimiento. Los griegos lo hacen en un
tos del problema. Es curioso que en culturas donde no domina la menta- plano «antropológico»: la aristocracia ética del espíritu relativiza el sufri-
lidad religiosa, sino más bien la racionalidad crítica, el hombre (en reali- miento; los romanos, en un plano sociopolítico: el sufrimiento forma
dad, el intelectual) se resigna más rápidamente ante el sufrimiento que parte de los sacrificios que un romano debe ofrecer para obtener abun-
las religiones. Precisamente la conciencia religiosa alza protesta contra el dantes cosechas, para ser un hombre valeroso y, sobre todo, por causa de
sufrimiento, sobre todo el de los inocentes y débiles, que (salvo en el caso Roma. El «sufrimiento por algo» se interpreta en clave humanista, no
del marxismo) es más vigorosa que la formulada por el racionalismo crí- religiosa, si bien se admite que así lo han dispuesto los dioses; los «pa-
tico (lo cual permite concluir quizá que también en el marxismo se da ganos» no sufren por Dios ni por su causa. Israel, por el contrario, ve
un talante al menos «pararreligioso»). Los romanos y los griegos, con su en el sufrimiento inmerecido un sufrir por una causa justa, la de Dios.
mentalidad secularizada, y los europeos, sobre todo en la primera Ilus- En ambos casos —Israel y los griegos y romanos—, la última palabra la
tración, no se distinguieron por sus protestas contra el sufrimiento hu- tiene el bien, no el mal y el sufrimiento. Israel es especialmente sensible
mano. El reproche que, a este respecto, formula Marx contra las religio- al sufrimiento ajeno, del pueblo; si exceptuamos a los epicúreos y, sobre
nes se refiere, desde el punto de vista histórico, más a la «razón crítica» todo, a Virgilio, los griegos y romanos muestran poca o ninguna compa-
que a las religiones (en cualquier caso, habrá que distinguir entre los sión, pues ven en ella un signo de debilidad humana y falta de virtud.
«documentos originarios» de cada religión y la religiosidad popular tal
como se practica). Las religiones ven el sufrimiento de los pecadores (dado La literatura de Israel, en cambio, habla principalmente del sufrimiento
que, en definitiva, todos somos egoístas) como la cosa más normal del de los débiles, de los «oprimidos». Lo que sabemos sobre el sentido que
mundo, pero también se plantean el problema del sufrimiento de los griegos y romanos daban al sufrimiento nos lo dicen unos «aristócratas»,
inocentes, no debido a la propia necedad o complicidad. Ahí es donde no el pueblo que sufre. La voz del esclavo Espartaco, que se rebeló contra
surge la protesta. En ese punto la conciencia de Dios no sabe qué partido el humillante trabajo forzado, no es tenida en cuenta. Se trata del sufri-
tomar. Un «pagano» como Tácito puede observar complacido, cómodamen- miento de «filósofos» y sabios aristocráticos. Al mismo tiempo, la actitud
te sentado en tierra firme, el espectáculo terriblemente emocionante de de los filósofos posclásicos, especialmente los cínicos, y de los sabios
unos marineros a punto de hundirse en medio de un huracán. Considera estoicos y algunos epicúreos, frente al problema del sufrimiento, los cua-
este hecho una «experiencia maravillosa»: «suavi mari magno...». También les optan voluntariamente por la pobreza, la renuncia y una vida al mar-
la razón ilustrada tiende a considerar como vulgar y falta de talento la gen de la sociedad, es una crítica social contra la vida de los patricios
tragedia que «se» monta en torno al sufrimiento humano. No es casual de la época.
que la razón ilustrada sea la madre de nuestra burguesía occidental. En Israel y en Roma desempeñaba un papel importante el sentido del
En particular, los griegos y los romanos no se preguntan por las cau- derecho y la justicia; lo mismo ocurre entre los griegos, pero más por
sas del sufrimiento. A este respecto tienen un papel importante sus ideas consideraciones ontológicas globales que por una conciencia humana de
sobre el destino: el sufrimiento es un hecho. Su único problema es saber justicia. A excepción del estoicismo, nadie pretende presentar el sufri-
qué actitud conviene adoptar frente al mismo. Pero precisamente en la miento como apariencia e ilusión, y menos aún el judío, quien se duele
praxis que recomiendan frente al sufrimiento se ve cuáles son para ellos crudamente ante Dios. Judíos, griegos y romanos tienen una visión del
las causas del sufrimiento: su visión de la nobleza del ser humano. Israel sufrimiento que es consecuencia de las estructuras y abusos sociales. Por
y los judíos explican, en cambio, el sufrimiento sobre todo como conse- el contrario, los profetas de Israel elevan una protesta religiosa partiendo
cuencia del pecado del hombre. El único problema es el del sufrimiento de su idea de Dios. Los griegos sitúan el problema en un plano racional,
inmerecido, el cual —tras muchas polémicas— se considera finalmente argumentando y discutiendo sobre la forma más perfecta de sociedad y go-
702 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE
EL DESAFIO DEL SUFRIMIENTO 703
bierno, de acuerdo con su concepción antropológica griega. Los romanos
están mucho menos interesados por tales temas: las antiguas y sólidas El sufrimiento tiene de hecho más aspectos explicables racionalmente
leyes romanas y la virilidad del pueblo los eximen de esa tarea. Sin em- que los que se conocían en el pasado. Tanto las religiones como el marxis-
bargo, todos ellos, en especial los griegos, albergan cierto «pesimismo», mo han desempeñado una función importante en este punto. Resulta nece-
cierto sentido de tragedia, en torno a lo que es el hombre. saria y urgente una explicación religiosa y racional del tema, precisamente
Las religiones orientales consideran el sufrimiento como producto no para aclarar nuestra propia realidad humana. Sin embargo, el sufrimiento
tanto de situaciones «objetivas» cuanto de la forma en que el hombre tiene también dimensiones inaccesibles para la razón. Existe el sufrimiento
afronta tales situaciones. Dudan menos aún que otras religiones de la de nuestra propia finitud, el sufrimiento permanente debido a la inevitable
situación objetiva, incluso social. El objeto de su crítica es el hombre tensión entre naturaleza y hombre (la historia humana): el niño nacido
personal en todas sus situaciones, es decir, su «postura». Para eliminar con malformaciones, la soledad de tantos hombres, el sufrimiento de la
realmente el sufrimiento han ensayado diversas modalidades concretas de muerte, el de la culpa. Tanto el creyente como el hombre «secular» cho-
praxis, mediante las cuales el sufrimiento es vencido en el ámbito perso- can con problemas de extrema gravedad.
nal, aun cuando la situación «objetiva» siga siendo la de siempre y su Epicuro formuló con exactitud (aunque de manera algo complicada) las
praxis contra el sufrimiento haya sido pensada en un «sistema» dado sin grandes dificultades que este tema plantea al creyente: «O Dios quiere eli-
someterlo a crítica. Si bien existe siempre el peligro de caer en un indi- minar el mal del mundo y no puede, o puede y no quiere, o ni quiere ni
vidualismo salvífico (de tipo «elitista»), las religiones orientales han sol- puede, o quiere y puede. Si quiere y no puede, es impotente. Si puede
ventado tal riesgo mediante una solidaridad con la «salvación personal» y no quiere, no nos ama. Si ni quiere ni puede, no es el Dios bueno y
del prójimo, idea difícil de entender para la mentalidad occidental. además es impotente. Si puede y quiere, que es lo único que conviene a
Esto resulta aún más sorprendente si se tiene en cuenta que la viven- Dios, ¿de dónde proviene entonces la existencia del mal y por qué no lo
cia occidental del yo —expresada en el concepto de «persona»— parece impide?» 60 . Epicuro plantea el problema de Dios mediante un frío silo-
más desarrollada que el yo oriental. Así parece, pero se trata sólo de una gismo y utiliza para ello un concepto discutible —fundado en un apriori
fórmula diferente de expresar lo que para el hombre oriental es el yo. humano— de lo que debe ser la omnipotencia y el amor de Dios, pero su
Sin embargo, no podemos olvidar que para los asiáticos el statu quo de la argumentación expresa profundamente la impotencia teórica de la razón
sociedad constituye el inevitable marco de referencia (dharma) en que humana ante el mal y el sufrimiento. También Kant, citando este célebre
debe llevarse a cabo la praxis encaminada a vencer personalmente el sufri- texto, utiliza a Epicuro para criticar a los pensadores de la Ilustración que
miento. Para estas religiones, la visión marxista es un desafío a vida o pretendían conciliar teóricamente el mal y el sufrimiento con Dios recu-
muerte. La cuestión es si el hinduismo y el budismo pueden hacer frente rriendo a la armonía del mundo (para nosotros misteriosa). «Si la armonía
a tal desafío permaneciendo fieles a sí mismas. En este punto el cristia- que veis en el mundo exige como fundamento vivo una sabiduría en con-
nismo parece gozar de mayor flexibilidad, razón por la cual a algunos, sonancia, habéis de admitir que el mundo, en gran parte, no depende de
instintivamente, no les parece «de fiar». tal sabiduría, pues más de la mitad de él presenta incongruencias y des-
La religiosidad árabe musulmana constituye un problema por sí mis- viaciones repulsivas»61. La razón teórica del hombre fracasa ante el sufri-
ma. Afirmar a priori que «Dios siempre tiene razón» (lo cual es en el miento. Si quiere seguir desempeñando su función crítica y liberadora, es
fondo una verdad infalible desde el punto de vista religioso) resulta arries- preciso que el pensamiento crítico del hombre creyente y del no creyente
gado en labios humanos. También los fascistas proclamaban: «IkDuce ha acepte constantemente el recuerdo desafiante de la historia del sufrimiento
sempre ragione», nuestro glorioso caudillo Mussolini tiene siempre razón. humano y preste siempre atención a la historia de los hombres que sufren.
Pocas religiones han admitido este principio a priori, sin someterlo a crí- Para el hombre no religioso es igualmente fuerte el desafío del hombre
tica, incluso a propósito de Dios. Al igual que las demás religiones, el que sufre. En nuestro mundo secularizado la historia no es ya larva Dei,
Islam conoce la protesta contra el sufrimiento de los inocentes y débiles. «máscara de Dios», sino «máscara del hombre», larva hominum: el hom-
La omnipotencia de Dios, que tiene todo bajo su control (aunque no sepa- bre ha sido elevado a la categoría de señor de la historia y creador del
mos exactamente cómo), es para los árabes una convicción firme e incon- futuro. En consecuencia, situado ante una historia de sufrimiento que no
movible. El árabe es «un hombre paciente», pero su «paciencia casi fata- ha llegado a su término, debe asumir su propia responsabilidad. La teo-
lista» resulta a menudo más fuerte que muchas impaciencias activistas, en dicea (justificación de Dios) se transforma por sí misma en antropo-dicea,
las que el árabe ve (generalmente con desprecio) simples aspavientos volu- como ocurre en el «homo homini lupus» de Thomas Hobbes; por otro
bles. Sin embargo, esta sabiduría árabe es «desconfiada» y no está dis- lado, la acusación contra Dios o la crítica de la religión se convierten aho-
puesta a ser guardiana de su hermano (las condiciones de vida en el desier- ra en crítica del hombre y de la sociedad. Como afirma Jean Jacques Rous-
to tampoco invitan a adoptar semejante actitud). Por lo demás, hay un
m
refrán que dice: «La caridad bien entendida empieza por uno mismo». Epicuro (ed. O. Gigon; Zurich 1949) 80.
61
E. Kant, Manuel des Optimismus, en Gesammelte Schriften, op. cit., 238-239.
704 RECUERDO CRITICO DE LA HUMANIDAD DOLIENTE EL DESAFIO DEL SUFRIMIENTO 705

seau, no hay que pedir responsabilidades a Dios, sino al hombre, pues es todavía dominante. Evidentemente, se sigue buscando un culpable al que
el hombre quien construye para bien su propio mundo o lo destruye. No hacer responsable de tanto sufrimiento. Al parecer, no se cae en la cuenta
podemos —dice Rousseau ante una dolorosa experiencia como el terremo- de que el futuro mejor de las generaciones venideras equivale de hecho, al
to ocurrido en Lisboa en 1755— «hacer especulaciones metafísicas», sino menos para las generaciones actuales, a un «más allá» similar al cielo
que debemos «pensar históricamente» y preguntar por qué centenares de que los oprimidos esperaban en la época «precrítica». De ahí que el «gran
miles de hombres se han concentrado en un lugar como Lisboa ta . El terre- rechazo», la «gran alternativa» o la «revolución radical» tampoco son una
moto de Lisboa —concluye Rousseau— no debe plantear cuestiones de solución plausible al escándalo que de hecho nos produce el cúmulo de
teodicea, sino llevar a elegir otra política cultural. sufrimientos padecidos por el hombre a lo largo de la historia.
Así como en el pasado el problema de la teodicea escondía una sutil
técnica de disculpa y era la búsqueda de una coartada, en las modernas
circunstancias seculares advertimos una análoga «estrategia de inmuniza-
ción» 63. Es cierto que hoy se aceptan las consecuencias de la «muerte
de Dios» y de la elevación del hombre a la categoría de sujeto de la his-
toria: el hombre es considerado responsable de la historia del sufrimiento
humano. Sin embargo, y en esto consiste la nueva maniobra de diversión,
«el hombre» —autor del mal— toma ahora el rostro del otro, del próji-
mo: el adversario y enemigo. El «totalmente Otro» ideal —Dios—, en
quien antes se descargaba la última responsabilidad, se ha perdido de
vista. Lo que antes podía interpretarse como una «cuestión de política
exterior, trascendente», como un combate del hombre contra su Dios (en
términos de teodicea o de acusación contra Dios), ahora es una cuestión
«de política interior»: un combate intramundano del hombre contra el
hombre, un conflicto entre hombres. De hecho, cuando desaparece el chivo
expiatorio trascendente, aparece otro inmanente al mundo. Así surge el
conflicto entre unos hombres que han convertido el mundo y la historia
en la dolorosa realidad actual y otros (en cuyo grupo siempre nos conta-
mos) que quieren crear un mundo mejor, distinto, y que acusan a «los
otros» de haber hecho de nuestro mundo una historia de sufrimientos.
Cuando aparecen el mal y el sufrimiento, hoy siempre se echa la culpa al
hombre, pero un hombre que es «el otro», el enemigo, el «no yo» o «no
nosotros». Es evidente la táctica de la disculpa, del recurso permanente
a la coartada.
Esto implica además que «el otro» es siempre el enemigo dominante,
pues una filosofía de la historia que hace responsable al hombre del sufri-
miento humano y a la vez procura exonerarse de su propia responsabili-
dad, no puede prescindir del dominio del «otro», un dominio todavía
intacto, aunque condenado a desaparecer-, tal es el apriori de esa filosofía
de la historia m. Prueba de ello son ciertas «teorías críticas de la sociedad»
que identifican el chivo expiatorio de la historia humana de sufrimientos
con un capitalismo residual, arrinconado en un callejón sin salida, pero

a
Cf. H. Weínrich, Das Erdbeben, op. cit., 74-76.
63
El término procede de K. Popper, Conjectures and Refutations (Londres 1963)
37, y de H. Albert, Traktat über kritische Vemunft (Tubinga 1968) 129.
64
O. Marquard, Beitrag zar Philosophie der Geschichte des Abschieds von der
Philosophie der Geschichte, en Geschichte. Ereignis und Erzahlung (Poetik und Her-
meneutik 5; Munich 1973) 241-250, espec. 245.
45
LA HISTORIA ES UNA «EKUMENE» DE SUFRIMIENTO 707

SECCIÓN SEGUNDA se vive como ofrenda de amor y que para el cristiano significa participar
en los sufrimientos de Jesucristo (2 Cor 1,5).
REDENCIÓN Y LIBERTAD A pesar de todas estas consideraciones legítimas, existe en nuestra his-
toria un exceso de sufrimiento y de mal, una exuberancia salvaje de dolor,
que se resiste a cualquier explicación e interpretación. Es demasiado el
CAPITULO PRIMERO sufrimiento inmerecido y absurdo para poder racionalizarlo en clave ética,
hermenéutica y ontológica. Hay un sufrimiento que no puede soportarse
DIOS NO QUIERE EL SUFRIMIENTO DEL HOMBRE ni siquiera «por una buena causa», en el que los hombres, sin «razón»
alguna, son simplemente víctimas de la brutalidad de una causa malvada
que beneficia a otros. Además, este sufrimiento recorre de principio a fin
la historia humana; es el hilo rojo que permite reconocer cada fragmento
histórico precisamente como historia humana: la historia es «una ekumene
de sufrimiento» '.
Debido a su amplitud y densidad históricas, el mal y el sufrimiento
Si se atiene a su propia experiencia, nadie negará que hay determina- constituyen el punto oscuro de nuestra historia, un punto que nadie puede
das formas de sufrimiento que enriquecen positivamente al hombre y sus borrar mediante explicaciones o interpretaciones capaces de situarlos en
facultades humanas e incluso pueden madurar su personalidad haciéndola un conjunto que les dé un sentido racional. ¿Quién osaría afirmar que
mejor y más juiciosa. Un hombre madurado en el sufrimiento suscita ad- Buchenwald, Auschwitz o Vietnam (o mil lugares más) tienen un puesto
miración, infunde respeto e impone silencio: posee la experiencia de una coherente en el plan divino que —como creemos los cristianos— dirige
sabiduría apacible, basada en la vida. Un mundo sin sufrimiento ni dolor, nuestra historia? Desde luego, nadie que valore el hecho de ser hombre
e incluso sin graves preocupaciones, sería un mundo deshumanizado, un y ser tratado como tal. Y aún no hemos dicho nada sobre el sufrimiento
mundo de «robots», ajeno a la realidad. No sin razón, en casi todos los inmerecido de tanta gente anónima que vive a nuestro lado, en nuestro
idiomas la humanidad habla de «escuela del sufrimiento». En nuestro entorno más cercano, ni tampoco de nuestro posible sufrimiento incom-
mundo humano, las cosas grandes van acompañadas de sufrimiento. prendido. Nosotros no podemos justificar a Dios. Naturalmente, no somos
Además, soportar cierta dosis de sufrimiento hace al hombre más sen- Dios y concebimos la omnipotencia y bondad de Dios con nuestros pobres
sible para con los demás. El amor y la ternura, por ser apertura al próji- conceptos humanos. Todo eso es verdad, pero no por ello es menos real
mo, significan capacidad de sufrimiento: vulnerabilidad. Al analizar la pos- la negatividad de la escandalosa historia del dolor humano.
tura de los estoicos, que creían estar por encima del sufrimiento, vimos El sufrimiento y el mal pueden provocar escándalo; sin embargo, no
que rechazaban consecuentemente la compasión hacia el hombre que sufre. son un problema, sino un misterio insondable, teóricamente inexplicable
Desconocían el sufrimiento, pero también... el amor. El amor del creyente (a menos que lo reduzcamos —contra toda experiencia humana— a un
a Dios conoce asimismo momentos de sufrimiento. No todo sufrimiento determinado sector dominable por la ciencia y la técnica). Un problema se
es absurdo. Así lo enseña la experiencia, como se ve en la historia de la puede objetivar, contemplar a distancia, y así cabe una explicación distan-
humanidad. ciada. Pero el sufrimiento y el mal de nuestra historia humana son tam-
Además, cierta dosis de sufrimiento transforma al hombre, a ^nosotros bién mi sufrimiento, mi mal, mi agonía y mi muerte. No se pueden «ob-
mismos y a los demás, no sólo en lo que respecta a cosas pequeñas, sino jetivar». En un capítulo emocionante de Los hermanos Karamazov, Dos-
especialmente cuando se sufre por una causa buena, justa o santa, que toievski hace decir a Iván que, si este mundo magnífico, con sus cosas
llega al fondo del corazón. Pero la experiencia nos dice que esto no es un admirables y hechos grandiosos, debiera costar una sola lágrima a un niño
sufrimiento que se elija o se busque. Lo que se elige es la causa a la que inocente, él se negaría a aceptar con agradecimiento esa maravilla de ma-
nos entregamos por completo. Tal es la vocación: fidelidad al bien, algo que nos de Dios. La razón humana no sabe qué hacer con el dolor y la maldad
nos atrae y que consideramos digno de esfuerzo, que compensa el sufrimien- que llenan la historia. Aquí fracasa el logos humano, la racionalidad del
to inherente al compromiso. Sufrir significa, pues, también una implicación hombre: éste no encuentra ninguna explicación.
fáctica de la vocación y dedicación a una causa buena y justa (el prójimo,
1
Dios). En este sentido, el sufrimiento es, por una parte, algo no buscado La formulación procede de J.-B. Metz, en J.-B. Metz y J. Moltmann, Leidens-
y, por otra, algo asumido voluntariamente como posible consecuencia de geschichte. Zwei Meditationen zu Markus 8,31-38 (Friburgo 21975) 57. El tema lo
un compromiso concreto. En este tipo de sufrimiento, el hombre no se vuelve a tratar Metz en su libro posterior La fe en la historia y la sociedad (Madrid,
centra en sí mismo ni en su propio sufrimiento, sino en la causa por la Ed. Cristiandad, 1979) 129-145: «Redención y emancipación» (la edición original,
que se compromete. Esto vale también para él compromiso religioso, que Glaube in Geschichte und Gesellschaft, es de 1977).
708 DIOS NO QUIERE EL SUFRIMIENTO DEL HOMBRE
LA FE DA UN SENTIDO NUEVO A NUESTRA PRAXIS 709
Si la facultad explicativa e interpretativa del hombre no logra dar una
explicación satisfactoria al sufrimiento y al mal, ¿no deberían preguntarse Todo esto significa que no podemos buscar en Dios el fundamento del
la lógica y los ideales si la praxis humana es capaz quizá de ofrecer una sufrimiento, aunque éste lleve al creyente a una evidente confrontación
solución? Como respuesta a esta pregunta debemos comenzar por admitir con Dios.
que, si no somos capaces de justificar el mal y la inconmensurable cantidad Al gunos teólogos quieren basar la necesidad de una redención divina
de sufrimiento inmerecido ni tampoco de explicarlos como reverso inevi- recurriendo a la idea —teológicamente discutible— de que Dios es el prin-
table del proyecto fundamental de un Dios que quiere el bien, entonces cipio que fundamenta la vida y el que la aniquila; la crisis permanente
lo único que cabe, frente a esa historia de sufrimiento, es una praxis de de nuestra existencia humana tiene su raíz en la paradoja de Dios —fasci-
resistencia, una acción empeñada en dirigir la historia hacia el bien. Se nosum y tremendum—: el principio que fundamenta nuestra existencia es,
trata, además, de una tarea urgente. Podemos negarnos a conceder al mal al mismo tiempo, el que la pone en peligro, es decir, Dios mismo 3 . No voy
todo derecho a la existencia partiendo de que no tiene tal derecho, negar- a negar que esta idea es fundamental en muchas religiones y también, al
nos a dar una respuesta teórica global a lo que se nos presenta como la principio, en Israel. La avalarían muchos textos veterotestamentarios:
realidad tenebrosa del mal en sus proporciones y deformidades históricas Yahvé es un «Dios que da la muerte y la vida» (1 Sm 2,6). Pero, como
concretas, pero tal actitud no será consecuente ni coherente si tal negativa hemos visto, Israel terminó por rechazar rotundamente esa primitiva idea
no va unida a un compromiso efectivo de resistencia frente a todas las de Dios. Dios es pura positividad, quiere que el pecador viva, no que
formas de mal. Esto significa que debemos negarnos a reconocer al mal muera. Inicialmente se pensaba que Dios era el principio de la vida y de
todo derecho a la existencia también en la práctica, tomando partido por la muerte. Esto respondía a la acertada intuición de rechazar un dualismo
el bien y negándonos a situar al mal en un plano de igualdad con el bien. metafísico que atribuía el bien a Dios y el mal a un «primer principio»
El hombre no es capaz de explicar teóricamente el sufrimiento y el maligno.
mal, pero el recuerdo de los sufrimientos concretos que registra la historia Tal concepción no es conciliable con la fe religiosa en Dios ni, en par-
es un elemento estructural de la razón humana o de la racionalidad crí- ticular, con la fe yahvista. Si Dios es definido simultáneamente y por igual
tica 2 . La historia de esos recuerdos concretos será un estímulo para la como «poder que da la vida» y «poder que da la muerte», se destruye sin
razón práctica que tiende a ser efectivamente liberadora. La razón humana remedio y «de raíz» la fuerza crítica y productiva de la religión. Entonces
no puede borrar sin más esos recuerdos si quiere seguir siendo razón depende del capricho de Dios que sea la salvación o la perdición la que
crítica. diga la última palabra. Así, la libertad divina, de la que el hombre no
Cabe preguntar si esto significa también que ese cometido práctico puede disponer, es definida en términos humanos, demasiado humanos,
del hombre, que aparece en tantos relatos de experiencias de contraste como una libertad finita de decisión entre el bien y el mal.
habidas a lo largo de la historia humana del sufrimiento, puede llegar Si se admite la correcta intuición subyacente a ese antidualismo de la
a alcanzar un éxito en sus objetivos. De hecho, la praxis humana de resis- antigua religión hebrea y de las religiones en general, se admitirá también
tencia al mal está sometida también a la crítica, por lo menos en su pre- la correcta intuición del dualismo persa al afirmar que «Dios» puede ser
tensión de totalidad, y no por medio de una teoría cualquiera ni de la fe únicamente pura positividad, «primer principio» del bien, pero de ningún
religiosa y cristiana, sino de una realidad de experiencia, una parcela de modo causa del mal. Dios es autor del bien y enemigo del mal, lo cual
nuestra propia existencia: esa tensión insoslayable entre «naturaleza» e no significa que se deba buscar un «fundamento» no dualista del mal.
«historia» de que está hecha la vida pasajera del hombre, una dialéctica Sería conveniente recordar que la fe no descalifica a la razón humana
de la que la muerte es sólo su exponente extremo, la situación límite. y su praxis liberadora, para luego, una vez que ha demostrado su incapaci-
Por eso, en el plano de nuestro proyecto de un futuro terreno, humano, dad, atribuirse el honor de ofrecer una solución correcta. La fe no culpa
nos encontramos siempre con el fracaso final de nuestra resistencia práctica al hombre de su incapacidad teórica y de su fracaso práctico frente al mal
al mal. Sobre todo, la muerte nos demuestra que es ilusorio lograr en la y el sufrimiento. Esa constatación dolorosa, esa «inculpación» proviene de
tierra una salvación verdadera, perfecta y universal para todos y cada uno nuestra propia experiencia humana y de nuestra razón crítica. La fe reli-
de los hombres. Sin embargo, la salvación del hombre no es verdadera giosa quiere, por el contrario, redimirnos de esa experiencia fatal y dar un
salvación si no es universal y perfecta. Mientras junto a nuestra felicidad sentido nuevo a nuestra praxis, venciendo su incapacidad y abriéndonos
personal siga habiendo, cerca o lejos de nosotros, sufrimiento, opresión una nueva posibilidad que tiende a Dios como fuente: en virtud de la
y desventura, mientras el precio de nuestro bienestar sea el dolor ajeno, memoria de Jesús, proclamada como historia de un Crucificado gracias al
no se puede hablar propiamente de salvación. cual se concede un futuro a los fracasados de la historia; y fracasados
2
Cf. J.-B. Metz, ha théologie a «l'áge critique», en he service théologique dans
3
l'Église (Hom. Y. Congar; París 1974) 131-148, espec. 145. Cf. id., La fe en la his- Esta es la tesis fundamental —en mi opinión, incomprensible— de R. Schaffler,
toria, op. cit., 192-212. Religión und kritisches Bewusstsein (Friburgo-Munich 1973). Se trata de una defini-
ción de Dios en determinadas religiones, pero no del concepto cristiano de Dios.
710 DIOS NO QUIERE EL SUFRIMIENTO DEL HOMBRE
DIOS ES EL SEÑOR DE LA HISTORIA 711

somos todos, incluso los que (de momento) aparecen como vencedores a
costa de los vencidos. por así decirlo, la «causa primera». Si se me permite la expresión, desde
El mensaje cristiano no explica el hecho del mal ni de nuestro sufri- el momento en que una criatura llega a la existencia, existe la -posibilidad
miento. Esto nos gustaría dejarlo claro desde el principio. También para (no la necesidad) de una iniciativa negativa de la finitud.
el cristiano representan una realidad opaca e incomprensible a la que hay En unas categorías un tanto ajenas a nosotros, Tomás de Aquino for-
que oponerse. El cristiano tampoco puede sostener —sacrilegamente— mula unas profundas intuiciones existenciales que, aunque no explican teó-
que Dios mismo exigió la muerte de Jesús como compensación por lo que ricamente el sufrimiento humano (es decir, no lo armonizan con la divini-
nosotros hacemos de nuestra historia. Esta mística sádica del sufrimiento dad de Dios ni con nuestra humanidad concreta), remiten a la profundidad
es ajena al menos a las tendencias más genuinas de la tradición cristiana. insondable en que deben situarse: por una parte, la profundidad inescru-
Tampoco se puede, como pretende J. Moltmann 4 , solucionar el pro- table del misterio de Dios; por otra, la profundidad negativa que la finitud
blema del sufrimiento, «perpetuándolo» en Dios, a fin de otorgar así cierto y la libertad finita pueden implicar. Para Tomás no tiene sentido, desde
lustre al sufrimiento. Según Moltmann, Jesús no sólo es solidario con «los el punto de vista filosófico, buscar en Dios una causa concreta, un princi-
publícanos y pecadores», con los marginados y los rechazados, no sólo lo pio o motivo del mal y del sufrimiento, los cuales, si bien no son una con-
ha identificado Dios con los marginados, sino que lo ha rechazado convir- secuencia necesaria de nuestra finitud, tienen en ella la fuente principal
tiéndolo en víctima de nuestros pecados. Lo problemático de esta tesis de su posibilidad. La negatividad no puede tener causa ni motivo en Dios.
es que así se atribuye a Dios lo que sólo la injusticia humana hizo a Jesús. Y tampoco podemos buscar un porqué divino de la muerte de Jesús. Por
De algún modo se busca en Dios la causa, la razón o el motivo de la tanto, deberemos decir que hemos sido redimidos no gracias a la muerte
muerte de Jesús. En mi opinión, la soteriología o doctrina sobre la reden- de Jesús, sino a pesar de su muerte.
ción toma así un camino equivocado, pese a la idea —profunda y correc- Por otra parte, tampoco podemos afirmar con verdad que Dios Creador
ta— de que Dios es el que, por antonomasia, sufre por los demás, preocu- no es, por decirlo de algún modo, consciente de lo que pueden hacer de
pado de nuestra historia. la historia unos hombres finitos y libres en un mundo y en una natura-
leza finitas; el hecho adquiere proporciones gigantescas ante nuestros ojos:
Creo que en este punto convendría preguntar a Tomás de Aquino. una historia de sufrimientos que desgarra el corazón de muchos hombres.
Es verdad que ha sido poco estudiado y raras veces entendido y que él La «iniciativa» del ser finito (escribo iniciativa entre comillas), una inicia-
mismo no aplicó consecuentemente su principio filosófico y teológico fun- tiva que procede exclusivamente —de manera originaria a pesar de su
damental a la soteriología cristiana; no obstante, en mi opinión, es uno deficiencia— de la finitud sin concurso alguno de Dios, una iniciativa nega-
de los pocos que han sabido abrir una perspectiva relativamente satisfac- tiva que incidentalmente aparece en una existencia humana sostenida posi-
toria, dejando las zonas oscuras en su incomprensibilidad. Tomás, que tivamente por Dios, no da nunca jaque mate a Dios; y esto lo sabemos,
subraya como nadie la prioridad del carácter positivo y universal de la a mi juicio, no por un «concepto» general de Dios, sino por el «Dios de
«causalidad primera» de Dios, se atreve a escribir como teólogo: «La cau- Jesús», o sea, por la fe cristiana en la resurrección de Jesús. De lo cual se
sa primera de la privación de gracia está en nosotros» s ; pero afirma como deduce que Dios trasciende esos aspectos negativos de nuestra historia no
filósofo: «Aunque Dios es causa de la voluntad al haberla creado de la ya porque los permite, sino porque los supera, los hace «no sucedidos»:
nada (habla de la voluntad humana), esto no significa que, por haber sido ia resurrección de Jesús es por su naturaleza (aparte otros aspectos y sig-
producida de la nada, sea una realidad dependiente absolutamente de su nificados) una corrección, un triunfo sobre la negatividad del sufrimiento
causa, sino que es una realidad autónoma; por consiguiente, los fallos pro- y de la muerte. Desde el punto de vista bíblico y cristiano se trata —para
venientes de la voluntad en cuanto realidad oreada de la nada no deben quien piensa con categorías históricas— no de una «permisión divina» del
ser achacados a una causa distinta a ella misma» 6 ; por tanto, la finitud es, mal y del sufrimiento inmerecido (que se debe a la iniciativa propia de la
finitud), sino de la victoria de Dios sobre la iniciativa del ser finito. Sólo
4
J. Moltmann, Der gekreuzigte Gott (Munich 1972; ed. española: El Dios cruci-
así, en cuanto triunfo, podemos afirmar que los aspectos negativos de
ficado, Salamanca 21977); de todas formas, hay que admitir que Moltmann expone nuestra historia repercuten indirectamente en el plan salvífico de Dios:
aquí ciertas tendencias típicamente luteranas. Cf. también T. van Bavel, De lijdende Dios es el Señor de la historia.
God: TvTh 14 (1974) 131-150. De ahí que Marcos diga intuitivamente: «El Hijo del hombre tiene
' «Defectos gratiae, prima causa est ex nobis» (Sumtna Theologiae, I-II, q. 112, que padecer mucho» (Me 8,31). Nunca podremos explicar (como tampoco
a.3 ad 2). pudo hacerlo Marcos) el significado histórico-salvífico de ese «tener que»
6
«Quamvis Deus sit causa voluntatis faciens eam ex nihilo, hoc tamen quod est divino. Por un lado, significa que el hombre ha sido redimido por medio
ex nihilo esse non habeat ab alio, sed a se; et ideo defectus qui sequitur eam secun- de Jesús a pesar de su muerte, vista como negatividad y rechazo humano
dum quod est ex nihilo, non oportet quod in ulteriorem causam reducatur» (In II
Sent., d. 37, q.2, a.l ad 2).
del mismo Jesús, lo cual constituye uno de los muchos aspectos de nues-
tra historia humana de sufrimiento; por otro, significa que ese «a pesar
712 DIOS NO QUIERE EL SUFRIMIENTO DEL HOMBRE

de» ha sido superado por Dios no porque lo haya permitido por condes-
cendencia, sino porque, a través de la resurrección de Jesús de entre los CAPITULO II
muertos, ha vencido y aniquilado el sufrimiento y el mal, de modo que
la expresión «a pesar de la muerte» dice demasiado poco. Sin embargo, DIMENSIONES DE LA SALVACIÓN DEL HOMBRE
nuestros conceptos se quedan cortos para expresar, con categorías finitas
adecuadas, lo que se esconde tras ese «demasiado poco».
Hay «algo más» que aparece claramente expresado en la negativa de
Jesús a buscar un culpable. Los judíos le preguntan: «Maestro, ¿quién
tuvo la culpa de que naciera ciego: él o sus padres?». Jesús responde:
«Ni él ni sus padres. Está ciego para que se manifiesten en él las obras
de Dios» (Jn 9,2-3). Dios va más allá de lo que la «finitud» puede hacer I
por sí misma, sin el concurso de Dios: traer a nuestra historia el sufri-
miento y el mal. El «misterio de la iniquidad», cuya fuente es la profun- ¿QUE ES EL HOMBRE?
didad insondable de nuestra historia de libertad en constante tensión con
la naturaleza, es evidentemente menor que el «misterio de la misericordia» ¿Qué es un hombre auténtico y bueno, feliz y libre, según la idea que
divina, manifestación de lo que Dios es en sí mismo: el Padre es mayor hoy posee la humanidad, una humanidad atenta a un futuro mejor con el
que cualquier sufrimiento, porque lo vence al hacerse solidario con nues- que ha soñado desde siempre? ¿Qué es una existencia humana digna de
tra salvación; mayor también que la incapacidad teórica y práctica de las ser vivida?
criaturas para vivir la realidad más profunda como un don que merece Hoy somos más modestos a la hora de determinar positivamente en
nuestra confianza más absoluta. Sin embargo, no estamos en condiciones qué consiste ser hombre. Ernst Bloch escribe: «El hombre no sabe todavía
de conciliar teóricamente ambos aspectos, porque no podemos penetrar lo que es, pero sí puede saber lo que, en su condición de ser alienado, no
en la profundidad de lo que puede (no que debe) significar la negatividad es y, por consiguiente, no quiere (o, al menos, no debe) seguir siendo» 7.
de la «finitud» y de lo que significa la positividad esencial de Dios. No disponemos de una definición de la existencia humana: para los cris-
Conscientes de que Dios no desea el sufrimiento del hombre, sino que tianos se trata no sólo de una realidad futura, sino escatológica. Hay quie-
quiere superarlo dondequiera que se manifieste en la historia (tal vez no nes dan la impresión de poseer una idea exacta al respecto, una imagen
nos damos cuenta de que Dios actúa con una sabiduría y una bondad que perfectamente definida del hombre y de la sociedad futura, una «teoría
no somos capaces de determinar a priori ni de deducir de la propia natura- global de la salvación». Se trata de un sistema dogmático que, de forma
leza divina), debemos atenernos a nuestra historia (en la que Jesús se ha bastante paradójica, parece tener más importancia que el propio hombre.
manifestado) para, como cristianos, poder hablar con sentido de reden- Pero esa concepción totalizante conduce necesariamente a una praxis tota-
ción y liberación. Dios quiere la salvación del hombre y, por tanto, el litaria que se reduce a una cuestión de aplicación, de tecnología y estrate-
triunfo sobre su sufrimiento. El Nuevo Testamento dice con audacia y gia. Por otro lado, todos aquellos que no aceptan o no aplican ese con-
realismo: «Procurad pareceros a Dios» (Ef 5,1), a ese Dios del que Jesús cepto de hombre son considerados lógicamente enemigos de la verdadera
nos ha dicho que propugna todo lo que es bueno y da felicidad y se opo- humanidad (postura que adoptan también algunos cristianos).
ne al caos, al mal y la injusticia: el Dios creador que lucha contra Leviatán Actualmente somos más modestos en este punto. La naturaleza, el
en todas sus manifestaciones históricas. La tarea concreta que de esto se «orden de la creación» y la evolución no nos ofrecen criterios para deter-
deriva para los cristianos debe hallar su inspiración y orientación, por un minar en qué consiste vivir auténticamente y realmente como hombres
lado, en el evangelio de la salvación de Dios en Jesús y, por otro, en la buenos y felices y, por consiguiente, en qué consiste un comportamiento
idea que hoy tenemos sobre la autenticidad y bondad, la felicidad y liber- sensato y éticamente responsable, en consonancia con las exigencias de la
tad del ser humano. verdadera humanidad. Tampoco nos lo ofrece la llamada «naturaleza hu-
mana universal», la cual, como las plantas o los animales, estaría intrín-
secamente determinada y tendería a unos objetivos prefijados; ni tampoco
las versiones modernas de la misma, como el llamado «derecho natural».
Si se prescinde del tiempo y del espacio, la reflexión no puede llegar a
configurar una especie de sustrato general de racionalidad válido para
todos los hombres.
7
Cf. R. Bloch, Philosophische Aufsatze zur objektiven Phantasie (Francfort
1%9) 18.
714 DIMENSIONES DE LA SALVACIÓN DEL HOMBRE ¿QUE ES EL HOMBRE? 715

Los estructuralistas hablan de estructuras constantes existentes en el ticamente libre y humana: he ahí el tema constante de toda la historia del
fondo de las sociedades humanas, pero nada dicen sobre las características hombre. Una lectura idealista o materialista de esa historia no es capaz
específicas de una sociedad determinada. Tales estructuras no se refieren de hacer justicia al hombre.
directamente a la realidad, sino a los modelos que el hombre ha forjado La conciencia crítica no es sólo la conciencia de que el ser concreto
a partir de ella. Es verdad que el estructuralismo ha puesto de manifiesto del hombre entraña su implicación en un conjunto de fenómenos que no
un aspecto de la realidad humana: que el hombre es un ser que elabora muestran directamente io verdadero y io bueno, sino que a la vez lo ocul-
modelos; pero esta tendencia (consecuente con sus principios) no se pre- tan y enmascaran, de modo que resulta necesario un criterio de valora-
gunta si tales modelos responden a la realidad. (De todos modos, el es- ción. Es también la conciencia de que la fuerza crítica de la razón humana
tructuralismo incurre a menudo en la incoherencia de traspasar las fronte- depende de las circunstancias históricas en que se mueve la misma razón,
ras filosóficas, como es el caso de Lévi Strauss, quien afirma que la verdad lo cual exige tener en cuenta la relación existente entre la razón y las
relativa de todos los modelos consiste en que son tentativas, más o menos circunstancias históricas concretas. Y es la conciencia de que cabe la posi-
acertadas, que el hombre realiza para encubrir una existencia gris y ca- bilidad de valorar erróneamente tanto el pasado como el presente y el
rente de sentido. Por de pronto, esto es una concepción filosófica que tiempo comprendido entre ambos, puesto que todos esos momentos parti-
supera los límites del estructuralismo como ciencia). El estructuralismo ex- cipan de la ambigüedad inherente a lo histórico. La razón humana es crí-
cluye al sujeto humano y, por tanto, no ofrece criterio alguno para deter- tica —y no «dogmática» (autoritaria) o escéptica y nihilista— cuando tiene
minar qué tipo de sociedad responde a la dignidad del hombre. en cuenta la ambigüedad de los fenómenos que revelan a la vez que en-
Por su parte, el existencialismo ha analizado los «existenciales», es cubren la verdad y la bondad, es decir, cuando tiene en cuenta la condi-
decir, las situaciones fundamentales de la vida humana: angustia, desespe- ción histórica del pensamiento humano, así como las diferentes interpre-
ración y esperanza, sufrimiento, muerte y felicidad, caducidad y culpa. taciones de que es susceptible el significado (en muchos casos ambiguo
Todos estos aspectos son muy importantes en la existencia humana y están o equívoco) de cada época histórica: pasado, presente y períodos interme-
relacionados con el problema de la auténtica dignidad del hombre, pero dios. Por consiguiente, la razón humana es crítica cuando no se limita a
no dan ninguna respuesta. ¿Qué base puede tener la esperanza en una juzgar críticamente los fenómenos acaecidos, sino que es capaz de hacer
humanidad auténtica, sumidos como estamos en la finitud, la culpa y el una autocrítica de la razón crítica, cosa que todavía no estaba en condi-
sufrimiento? Evidentemente, aquí sólo se dice de qué debemos ser libe- ciones de hacer la Ilustración del siglo xvm 8.
rados y para qué: para ser felices. Pero ¿cómo? ¿En qué consiste la En vez de recurrir a un esquema positivista, o a una definición filosó-
auténtica felicidad para todos y cada uno de los hombres? fica de «naturaleza humana» (por ejemplo, aristotélico-tomista, spinozista
Tampoco podemos estar, en fin, de acuerdo con la concepción positiva o wolffiana), o a un producto históricamente necesario, impuesto por el
de los valores y normas. Esta puede aclarar, mediante un análisis empí- curso profundamente racional de la historia (definición marxista del hom-
rico, qué normas y valores son válidos de hecho en un determinado grupo bre auténtico y libre), debemos recurrir a lo que llamaríamos unas cons-
o sociedad. Tal visión sociológica es importante e incluso imprescindible, tantes antropológicas. Estas nos revelan unos valores humanos, pero somos
por ejemplo, para la legislación positiva, dado que su viabilidad requiere nosotros quienes hemos de incorporar creativamente sus normas concretas
un consenso bastante amplio de los miembros de esa sociedad. Sin em- al cambiante proceso de la historia. En otras palabras: esas constantes
bargo, no podemos elevar «lo fáctico», es decir, las normas vigentes de antropológicas indican, en líneas muy generales, unos impulsos, orientacio-
hecho en una sociedad, las que alcanzan mayores índices en un análisis nes y valores humanos permanentes, pero no nos ofrecen directamente
estadístico, a la categoría de norma universal de comportamiento ético normas o imperativos éticos concretos para llevar a cabo, aquí y ahora,
y válido. Siguiendo ese principio, ciertas culturas otrora florecientes termi- una forma de vida humana auténtica y digna del hombre. Nos presentan
naron en la ruina. una:; condiciones constitutivas que es preciso determinar continuamente
Sólo la conciencia crítica del hombre puede situarnos en el camino (analizando e interpretando la situación específica de cada momento) y que
correcto. Si el hombre se caracteriza específicamente por su racionalidad, toda praxis humana debe presuponer, so pena de envilecer, lesionar y anu-
el verdadero cometido crítico del hombre consistirá en su capacidad de lar al hombre, su cultura y su sociedad. Considerando las diferentes figuras
juzgar, de acuerdo con unos criterios, los fenómenos ambiguos que apare- histórico-sociales de la sociedad concreta y a la luz de los valores recono-
cen en la historia humana. El hombre es un ser enredado en historias. cidos como constantes (a tenor de la problemática propia de cada época),
Su propio ser es una historia, un acontecimiento histórico, no algo simple- los hombres pueden establecer normas que regulen, a medio o largo plazo,
mente dado. Y no le es posible manifestar ese ser más que en el curso el comportamiento humano.
de su propia historia: en la historia de la humanidad. El hombre es una " W. Schneiders, Dic ivahre Aufklarung (Friburgo-Munich 1974) 189-214; W. Ocl-
libertad situada y temática, no una libre iniciativa lanzada al vacío. Salva- müllcr, Wus ist heute Au¡klunmg (Dusseldorf 1972); K. Schaffler, Reunión und
ción y humanidad, liberación, integridad en una forma de existencia autén- kritisches lkwusslsein (Friburjio Munich 1973) 31-37,
716 DIMENSIONES DE LA SALVACIÓN DEL HOMBRE
LAS COORDENADAS DEL HOMBRE Y DE SU SALVACIÓN 717

Voy a analizar siete de estas constantes antropológicas. Las considero


una especie de sistema de coordenadas, cuyo punto central es la identidad indudablemente humano, del dominio sobre la naturaleza, sino que inclu-
de la persona humana dentro de la cultura social. Se trata de distintos as- yen además el valor, no menos humano, del contacto estético y solazante
pectos constitutivos del hombre y de su cultura que debemos tener en con la naturaleza. Los límites que establece la misma naturaleza a su ma-
cuenta a la hora de establecer creativamente normas concretas encaminadas nipulación técnica por parte del hombre en provecho del propio hombre
a garantizar una creciente dignidad del hombre y, por consiguiente, su nos descubren una dimensión del ser humano que no se agota en un domi-
salvación. nio puramente tecnocrático de la naturaleza.
Por otro lado, esta misma constante nos avisa del peligro de una cul-
tura antitecnológica o antiindustrial 9 . Algunos científicos, reflexionando
II sobre su propia labor 10, hacen hnicapié en la importancia antropológica
de la razón instrumental. La filosofía de la cultura ha llegado a la conclu-
LAS COORDENADAS DEL HOMBRE Y DE SU SALVACIÓN
sión de que el hombre no es capaz de vivir en un mundo puramente natu-
ral. El hombre, para sobrevivir, debe crearse en la naturaleza un ambiente
1. Corporalidad humana, naturaleza y entorno ecológico adecuado a su modo de ser, dado que no posee el refinado instinto y la
fuerza de los animales. Se requiere, pues, una transformación racional de la
La relación de la persona humana con su propia corporalidad —el naturaleza. Surge así un «metacosmos» (F. Dessauer), que libera al hombre
hombre es, pero también tiene un cuerpo— y, a través de ella, con la na- de los límites propíos del mundo animal y le abre a nuevas posibilidades.
turaleza y con el entorno ecológico es una dimensión constitutiva del ser Cuando apenas si se distinguía entre «metacosmos» y naturaleza, sólo un
humano. La salvación humana no se sitúa al margen de este hecho. reducido estrato de la población se beneficiaba de las ventajas de la cul-
Si en nuestra praxis no tenemos en cuenta esta relación humana, llega- tura, y la gran masa tenía que trabajar como esclava para liberar a una
remos a dominar la naturaleza o a condicionar al hombre de un modo tan minoría de las preocupaciones materiales. Otra cuestión es si en un «meta-
unilateral que destruiremos de hecho los principios fundamentales del cosmos» altamente industrializado como el nuestro ha cambiado realmente
mundo en que vivimos y haremos imposible la existencia humana a fuer- la situación. De lo que se infiere que no podemos contar exclusivamente
za de cometer agresiones contra nuestro medio natural y nuestra base eco- con esta primera «constante antropológica».
lógica. Nuestra relación con la naturaleza y con nuestra propia corporalidad
El metacosmos proporciona al hombre un habitáculo y una morada
tiene una serie de límites que debemos respetar si queremos vivir de un
más adecuada que el cosmos natural. Por ello, la técnica de por sí no es
modo digno del hombre y —en último término— si queremos sobrevivir.
deshumanizadora, sino que contribuye al mejoramiento de la vida huma-
El que algo sea posible no significa de por sí que nos hallemos ante una
na; es expresión de la humanización y, al mismo tiempo, condición para
posibilidad ética, adecuada y responsable desde el punto de vista humano.
que el hombre alcance su plena realización. Por lo demás, es un hecho que
Lo mismo puede decirse de la limitación física y psíquica de nuestras
la construcción de un «metacosmos» ha sido históricamente la condición
fuerzas humanas. Aunque no (o quizá «todavía no») podemos determinar
previa para reflexionar sobre el sentido de la vida. Por otra parte, el pro-
de un modo científico-empírico dónde están exactamente los límites de la
ceso de humanización de la naturaleza no ha concluido, como podría supo-
mutabilidad, condicionabilidad y resistencia del hombre, en un plano extra-
nerse a la vista de los progresos conseguidos por la técnica. El hombre
científico estamos seguros de que tales límites son un hecho ineludible.
puede modificar su situación ecológica en la naturaleza, pero sigue depen-
Esta certeza extracientífica, pero cognoscitiva, se manifiesta de una" forma
diendo de ella, como se observa especialmente cuando destruye las condi-
también espontánea en las protestas individuales y colectivas de personas
que se consideran sometidas a presiones exageradas. No se pueden mani-
pular arbitrariamente las necesidades básicas del hombre (como el hambre ' Esta es la tendencia del libro de Th. Roszak, The Making of a Counter Culture
o el sexo), sus instintos (por ejemplo, la agresividad) y su corporalidad (Nueva York 1969).
10
Véanse, entre otros, K. Tuchel, Herausforderung der Technik (Bremen 1967);
sin que se tenga la impresión de que ello constituye una violación de la C. P. Snow, The Two Cultures and the Scientific Revolution (Londres 1959); F. Des-
bondad, felicidad y posibilidad de desarrollo del ser humano (impresión sauer, Seele im Bannkreis der Technik (Olten-Friburgo 21952); id., Streit um die
que se traduce en una oposición espontánea). Technik (Francfort 21958); C. von Weizsacker, Die Einheit der Natur (Gotinga 1971);
La primera constante antropológica revela ya todo un ámbito de valo- G. Picht, Wahrheit, Vernunft, Verantwortung (Stuttgart 1969); W. Heisenberg, Der
res humanos, que exige ciertas normas capaces de garantizar una relación Teil und das Ganze (Munich 1969). Sobre la corporalidad del hombre en la natura-
verdaderamente humana entre nuestra corporalidad y nuestro entorno na- leza, cf. M. Merleau-Ponty, Structure du comportement (París 1949); id., Phénoméno-
logie de la perception (París 1948; ed. española: Fenomenología de la percepción,
tural: normas que debemos establecer nosotros mismos a partir de la situa- Barcelona 1975); A. de Waehlens, La philosophie et les expériences naturelles (La
ción concreta en que vivimos de hecho. Esto abre ya la perspectiva de I laya 1961); H. Bouma (ed.), De aarde is er ook nog (Wageningcn 1974); A. Gehlen,
unas relaciones del hombre con la naturaleza que no se limitan al valor, Der Mensch, seine Nii/ur und seine Stellung in der Welt (Francfort-Bonn 21966).
718 DIMENSIONES DE LA SALVACIÓN DEL HOMBRE LAS COORDENADAS DEL HOMBRE Y DE SU SALVACIÓN 719

ciones necesarias para la vida. Ahora bien, la tarea de emancipar al hom- humanos en el que los hombres deben buscar normas que contribuyan de
bre de la naturaleza sin destruir la propia base ecológica es un objetivo hecho a su salvación.
eminentemente humano que no puede alcanzar al margen de la «razón ins- La dimensión de sociabilidad y convivencia del hombre, en virtud de
trumental». la cual podemos comunicarnos con los demás y vernos confirmados por
Es evidente además que los proyectos encaminados a dar un sentido ellos como personas, forma parte de la estructura de la identidad perso-
y a lograr una imagen concreta del mundo y del hombre están condiciona- nal: el poder ser. Es lo que, a través de los otros y de la comunidad, nos
dos por la razón técnico-instrumental y no se reducen al desarrollo inma- permite ser, con un nombre propio y una propia identidad, personas res-
nente de unas ideas. Ciertas concepciones sobre el matrimonio, el amor ponsables, pese a todas las deficiencias posibles. Una sociedad en la que,
y la sexualidad han sido abandonadas en nuestra época (por ejemplo, en por motivos de autoprotección (a veces llamada eufemísticamente «edifica-
contraste con las ideas de la Biblia), debido, en gran parte, única y exclu- ción de la sociedad»), no tuviesen cabida las personas disminuidas no val-
sivamente a que la ciencia y la técnica ofrecen unos medios que el hombre dría para nada.
desconocía en el pasado. Las posibilidades técnicas permiten ver la inter- Esta identidad personal exige que los demás •—el prójimo— me per-
vención del hombre en la naturaleza, de una forma que no es la del pasa- mitan ser «yo mismo» como sujeto inalienable y también esencialmente
do, cuando cualquier intervención era considerada una violación impru- limitado («divisum ab alio», decían los filósofos antiguos), y que, al mis-
dente y, por ello, mala del orden divino de la creación. Sin embargo, mo tiempo, yo afirme a los demás como personas. La persona, en esta in-
existe el peligro de que el hombre crea que, por el simple hecho de con- dividualidad limitada, está esencialmente relacionada con los demás, con
tar con ciertas posibilidades y capacidades técnicas, puede y debe resolver las personas que la rodean. El rostro humano —el hombre nunca ve su
de una forma puramente técnica todos sus problemas físicos, psíquicos, propio rostro— indica que el hombre está dirigido a los demás, determi-
sociales y humanos. No se puede confundir, sin embargo, la interpreta- nado para ellos, no para sí mismo. El rostro es una imagen de nosotros
ción tecnocrática del ideal de una vida sensata y digna del ser humano con para los otros. Por consiguiente, el hombre, ya en su manifestación con-
la importancia antropológica de las ciencias y de la técnica. El carácter creta, es un ser destinado al encuentro con los demás en el mundo. En eso
deshumanizador que éstas tienen a menudo no se debe a la tecnología consiste su tarea de aceptar a los demás, en el plano de la intersubjetividad,
en cuanto tal, sino a pretender solucionar el problema del sentido de un como personas distintas y libres. Gracias a esta relación recíproca con el
modo puramente positivista. Lo que se critica no es la ciencia o la técnica, otro se trascienden los límites de la propia individualidad mediante la
con las posibilidades que ofrecen al hombre, sino los presupuestos que aceptación libre y amorosa del otro, y la persona alcanza su propia iden-
suelen llevar implícitos. tidad.
Esta primera constante antropológica manifiesta, pues, toda una serie Esta convivencia, en la que nos encontramos mutuamente como perso-
de constantes parciales: por ejemplo, que el hombre no es sólo razón, nas, es decir, como fin y objeto y no como medio, es una constante antro-
sino también emotividad e imaginación; no sólo libertad, sino también pológica que requiere normas, sin las cuales no es posible de hecho vivir
instinto; no sólo razón, sino también amor, etc. Se trata del hombre no una vida idónea y digna del ser humano. Esto implica que el bienestar
sólo en la dimensión que le permite dominar el mundo, sino también su y la «salvación», la existencia plenamente humana, deben ser universales,
dimensión contemplativa, Mdica, erótica, etc. accesibles a todos y cada uno, no sólo a unos cuantos privilegiados (aun-
Si la salvación cristiana es efectivamente salvación del hombre, tendrá que es obvio que, a tenor de lo dicho, esa «salvación» va más allá de una
que ver necesariamente con esta primera «constante antropológica». Limi- convivencia en un plano estrictamente personal). Nadie puede tener una
tándonos a un aspecto que se desprende de lo dicho, la salvación cristiana relación de contacto real con todos los hombres. Por lo demás, no todo
tiene que ver también con la ecología y con los condicionamientos y gra- se reduce a la relación entre un «yo» y un «tú». La presencia de un terce-
vámenes que afectan (aquí y ahora) a la vida concreta del hombre. Afirmar ro, un «él», es la raíz de la sociedad, la cual no es reducible a una relación
que esto es ajeno a la «salvación cristiana» significa soñar quizá con una de tipo «tú-yo» o «nosotros», como acertadamente ha señalado E. Levinas.
salvación de ángeles, pero no de hombres.
Daseins (Zurich 21953); I. Madinier, Conscience et amour (París 21947); M. Nédon-
2. Ser hombre significa convivir celle, La réciprocité des consciences (París 1942); G. Gusdorf, La découverte de soi
(París 1948); E. Lévinas, Totaíité et Injini (La Haya 1961; ed. española: Totalidad
La identidad personal del hombre implica convivir con los demás ". e infinito, Salamanca 1977); F. Buytendijk, Phénoménologie de la rencontre (Brujas
Se trata de una constante antropológica que revela un ámbito de valores 1952); R. Kwant, Wijsbegeerte van de ontmoeting (Utrecht 1959); M. Theunissen,
Der Andere. Studien zur Sozialontologie der Gegenwart (Berlín 1965); también todas
" C. Waayman, Ve mystiek van ik en jij (Utrecht 1976); M. Chastaíng, L'existence las obras de G. Marcel (véase R. Troisfontaines, De l'existence a l'étre; la philoso-
d'autrui (París 1951); L. Binswanger, Grundformen und Erkenntnis menschlichen phie de G. Marcel, 2 vols, Namur 1955).
3. Relación con las estructuras sociales e institucionales 4. Estructura espacio-temporal
de la persona y de la cultura
Existe, en tercer lugar, la relación de la persona humana con las es-
tructuras sociales e institucionales n. El propio hombre es quien crea a lo También el tiempo y el espacio, la situación histórica y geográfica del
largo de la historia tales estructuras; sin embargo, éstas se independizan hombre y de la cultura son una constante antropológica ineludible para el
y se desarrollan hasta convertirse en una forma social objetiva en la que ser humano M.
vivimos concretamente y que influyen a su vez profundamente en nuestra En este punto nos enfrentamos, ante todo, con una tensión que nin-
interioridad y personalidad. La dimensión social no es un elemento que se guna estructura social, por inmejorable que sea, puede superar: la tensión
añada a nuestra identidad personal, sino una dimensión de la misma. dialéctica entre naturaleza e historia, las cuales se dan cita en la cultura
Estas estructuras e instituciones, una vez independientes, tienen la apa- humana concreta. Es una dialéctica objetiva que forma parte de nuestra
riencia de leyes naturales inmutables, cuando en realidad nosotros pode- caduca existencia humana y de la que la muerte es sólo un exponente ex-
mos cambiarlas y, por tanto, también su carácter de leyes. tremo, una situación límite.
Al margen del obrar humano y de la razón y la voluntad de mantener Esto significa que, además de unas formas de sufrimiento superables
tales estructuras, esas veneradas leyes económicas y sociológicas dejan de en gran parte por el hombre, hay otros sufrimientos y peligros sobre los
existir, ya que están esencialmente sujetas a la hipótesis histórica de un cuales nada puede influir el hombre mediante la técnica y la acción social.
sistema social y económico objetivamente dado. Son contingentes, muda- Surge aquí la pregunta por el sentido de la existencia humana. La histori-
bles y transformables por el hombre (de todos modos, algunos sociólogos cidad y, por consiguiente, la finitud humana, a la cual el hombre no puede
y antropólogos culturales descubrirán quizá en ciertos cambios sociales sustraerse para situarse en un punto de vista expresamente supratemporal,
muy importantes un sustrato más profundo, casi invariable y, por consi- permite considerar al ser humano como una empresa hermenéutica, es
guiente, una serie de constantes estructurales) 13 . El hecho de que ese apa- decir, como una tarea encaminada a comprender su propia situación y des-
rente carácter de ley esté sujeto a la hipótesis de una forma social objeti- enmascarar el sinsentido realizado por el hombre a lo largo de la historia.
va (mudable) es olvidado a menudo por las ciencias empíricas, las cuales En este intento de autocomprensión, en el que se plantea también la cues-
—dentro de esa hipótesis— descubren con razón esas leyes sociológicas tión de la verdad y de la no verdad, el hombre puede buscar ayuda en
o sociopsicológicas, pero a veces las utilizan como si se tratase de una ley las distintas ciencias empírico-analíticas y teóricas, pero sabe por experien-
natural o un dato metafísico. cia que la verdad le es accesible sólo como verdad recordada y, al mismo
También esta constante nos revela un ámbito de valores, especialmente tiempo, por realizar. Si entender es la forma original de la experiencia
el valor que el elemento institucional y estructural tiene en orden a una humana, tal entender será tan universal como la misma historia. Esto
vida auténticamente humana. Estamos de nuevo ante unos valores que significa que la pretensión de adoptar un punto de vista al margen de la
exigen normas concretas. Por una parte, a la larga no es posible una vida acción y del pensamiento histórico del hombre constituye una amenaza
digna del hombre sin cierta institucionalízación; la identidad personal re- para la auténtica humanidad.
quiere también un consenso social, necesita unas estructuras e institucio-
Esta constante implica otros muchos problemas. Me referiré sólo a
nes que hagan posible la libertad humana y la realización de los valores.
Por otra parte, las estructuras e instituciones que han ido surgiendo a lo algunos (relacionados con la temática de este libro). Puede haber adquisi-
largo de la historia no tienen validez universal, son mutables. De lo cual ciones históricas condicionadas por el factor geográfico que, aunque fueron
nace la exigencia ética concreta de cambiarlas cuando, por haber cambiado recogidas tardíamente en la historia humana y están vinculadas a determi-
las circunstancias, en vez de liberar y proteger al hombre, lo esclavizan nadas zonas, de modo que no son consideradas como presupuestos nece-
y deshumanizan. sarios o universales a priori, no pueden calificarse aquí y ahora de casuales
y arbitrarias 15 . Existen ciertos valores que exigen normas aplicables, por
ejemplo, a las elevadas condiciones industriales y culturales en que vive el
12
Por ejemplo, P. Berger y Th. Luckmann, Die gesellschaftliche Konstruktion der hombre occidental, pero no necesaria ni directamente aplicables a otras
'Wirklichkeit (Francfort 1969); J. Habermas y N. Luhmann, Theorie der Geselhchaft culturas.
oder Sozialtechnologie (Francfort 1971); A. Schütz, Der sinnhafte Aufbau der sozialen Basten unos ejemplos. Debido al bienestar general de que goza el hom-
Welt (Viena 21960); M. Kaiser, Identitat und Sozíalitat (Munich-Maguncia 1971);
H. Schelsky (ed.), Zur Theorie der Institution (Dusseldorf 1973); A. Gehlen, Studien 14
zur Anthropologie und Soziologie (Neuwied 1963); H.-G. Gadamer y P. Vogler (eds.), En especial H.-G. Gadamer, Wahrheit und Methode, 250-289 (ed. española:
Neue Anthropologie, 4 vols. (Stuttgart-Munich 1972-1973). Verdad y método, Salamanca 1977).
15
" Cf. los tres niveles de cambios sociales en Jesús,, la historia de un viviente, 542- W. Oelmüller, Die Grenze des Sakularisierungsbegriffs am Ende der bisherigen
544 y la bibliografía allí aducida. Neuzeitgeschichte, en H. llommcs, Geselhchaft ohne Christentum? (Dusseldorf 1974)
48-84.
46
722 DIMENSIONES DE LA SALVACIÓN DEL HOMBRE

bre occidental, éste tiene el deber (derivado también de las constantes


antropológicas segunda y tercera) de una solidaridad internacional, espe- 6. Conciencia religiosa y «pararreligiosa» del hombre
cialmente con los países pobres (incluso dejando a un lado el problema
histórico de hasta qué punto el hombre occidental es la causa de la po- La dimensión «utópica» de la conciencia humana constituye, en mi
breza de esos países). De esta misma constante, que origina las limitacio- opinión, otra constante antropológica, y realmente fundamental.
nes históricas y geográficas de cada cultura, se sigue que, teniendo en Se trata del futuro del hombre (cf. supra). ¿Qué futuro es el que él
cuenta el escaso potencial de imaginación que muestran a veces los hombres quiere? Por «dimensión utópica» entiendo las distintas concepciones glo-
en una cultura determinada, el recuerdo crítico de las grandes tradiciones bales (conservadoras o progresistas) mediante las cuales el hombre que
de la humanidad, incluidas las grandes tradiciones religiosas, puede ser el vive en sociedad puede entender o superar de algún modo la contingencia
estímulo necesario que lleve a buscar unas normas prácticas capaces de o finitud, la inconsistencia con su inherente problemática de sufrimiento,
contribuir aquí y ahora a la integridad y realización de la humanidad (pre- frustración y muerte. En otras palabras: se trata de cómo una determinada
cisamente este recuerdo crítico forma parte de la empresa hermenéutica sociedad ha dado forma concreta a la empresa hermenéutica (cf. la cuarta
del hombre, ansioso de una clarificación para su actuación en el futuro) u. constante) en la praxis de cada día o cómo, rechazando el «sentido» previo,
Finalmente, esta cuarta constante antropológica nos recuerda que el quiere otro sistema social y otro futuro. Son concepciones globales que
descubrimiento explícito de esas constantes constitutivas se realiza sola- nos enseñan a vivir la vida humana y la convivencia, ahora o en el fu-
mente dentro de un proceso histórico; tomar conciencia de ellas es ya un turo, como un «todo» bueno, satisfactorio y con sentido: una visión y
fruto de la praxis hermenéutica del hombre. una praxis que se proponen dar sentido y coherencia a la existencia huma-
na en este mundo (aunque sólo sea en un futuro lejano).
Hallamos «visiones globales» tanto de signo religioso (las religiones)
5. Relación mutua entre teoría y praxis como de signo no religioso: visiones de la vida, de la sociedad y del
mundo, teorías generales sobre la vida, en las que el hombre manifiesta
La relación esencial entre teoría y praxis es asimismo una constante qué es lo que últimamente lo anima, qué existencia escoge, para qué vive
antropológica. Y lo es porque, gracias a ella, la cultura humana, en cuanto y qué vida cree que merece la pena vivir. Todo esto son modelos cog-
empresa hermenéutica, o intento de encontrar un sentido, y en cuanto noscitivos de la realidad, que interpretan teórica y prácticamente el con-
empresa encaminada a dar un nuevo sentido y a mejorar el mundo, adquie- junto de la naturaleza y de la historia y permiten vivirlo, ahora o después,
re estabilidad. En el plano de lo infrahumano (por ejemplo, en el mundo como un «ser con sentido» (que es preciso hacer realidad).
animal), la estabilidad y posibilidad de supervivencia de la especie y del En la mayoría de estas «utopías», si no en todas, los hombres se ven
individuo está asegurada por la naturaleza del instinto, esa elasticidad in- como sujeto de una acción encaminada al logro de una humanidad buena
nata para adaptarse a un medio nuevo o en vías de cambio, y por la ley y auténtica y a la construcción de un mundo más humano, pero sin que
evolutiva del más fuerte en la lucha por la vida. Ahora bien, si los hom- los individuos sean personalmente responsables de la historia en su con-
bres no quieren hacer de su historia una especie de darvinismo espiritual, junto y de sus resultados 18 . Para unos, el principio soberano es el destino
es decir, una historia en la que sólo la voluntad, las ideas y el poder de o fatum; para otros, la evolución; para otros, la humanidad, el «género
los más fuertes y de los triunfadores nos dicten lo que es bueno y verda- humano» como sujeto universal de la historia o, genéricamente, «la na-
dero para el hombre, entonces la única garantía responsable, en urf" plano turaleza». Para el hombre religioso, tal principio es el Dios vivo, Señor
humano, para lograr una cultura estable y cada vez más digna del hom- de la historia. Sin embargo, en cualquiera de sus formas —a menos que
bre " —para lograr lo que redunda en salvación del hombre— es la con- se profese el nihilismo o el absurdo de la existencia humana—, una
junción de teoría y praxis. concepción global es siempre una fe, en el sentido de «utopía» no verifica-
ble científicamente o, por lo menos, no totalmente racionalizable. Por eso
se dice que «sin fe a nadie le va bien» 19. En este sentido, la «fe», funda-
mento de la esperanza, es una constante antropológica de toda la historia
de la humanidad, una constante sin la cual no cabe una vida y una praxis
16
Cf. supra, nota 5 de p. 647.
17
Cf. sobre todo M. Riedel (ed.), Rehabititierung der praktischen Philosophie, 18
2 vols. (Friburgo 1972 y 1974); W. Pannenberg, Wissenschaftstheorie und Theologie R. Kosselleck y W. D. Stempel (eds.), Geschichte. Ereignis und Erzahlung
(Francfort 1975; ed. española: Teoría de la ciencia y teología, Madrid, Ed. Cristian- (Poetik und Hermeneutik 5; Munich 1973), espec. el capítulo «Geschichte, Geschichts-
dad, 1981); y su discusión con J. Habermas (Theorie und Praxis, Neuwied 21967) philosophie und ihr Subjckt», 463-517, y el trabajo de W. Pannenberg, ibíd., 478-490;
157-224; O. Schwemmer, Philosophie der Praxis (Francfort 1971); J.-B. Metz, La fe T.-B. Metz, La théologie a «l'áge critique», en Le serviré théologique dans l'Églisc
en la historia, op. cit., 62-95, sobre la teología fundamental como «praxis». (Hom. Y. Congar; París 1974) 131-148.
" Alusión al libro de II. Kuitcrt, Zonder Geloof vaart niemand wel (Baarn 1973).
724 DIMENSIONES DE LA SALVACIÓN DEL HOMBRE
LAS COORDENADAS DEL HOMBRE Y DE SU SALVACIÓN 725

humana digna y realista, sin la que el hombre pierde su identidad, desem-


boca en situaciones neuróticas o se refugia irracionalmente en horóscopos y a la luz de lo que se considera «utopía», hacer un análisis del abismo
y en todo tipo de cosas «admirables». La misma pretensión nihilista con- que separa lo ideal de lo fáctico, un «análisis diferencial» que permita
firma que la fe y la esperanza son constantes humanas necesarias cuando ver (con diversas alternativas) la dirección que debemos tomar determi-
considera absurda la idea de una vida digna de ser vivida y se muestra nándola en común y creando de acuerdo con ella unas normas concretas,
carente de fe y esperanza. Esto implica que la fe y la esperanza —sea efectivamente válidas.
cual fuese su contenido— son elementos constitutivos de la salud e inte- He dicho «con diversas alternativas». En efecto, tanto el contenido de
gridad, de la viabilidad y salvación del ser humano. Para los creyentes en la dimensión utópica de nuestra conciencia humana como el análisis y
Dios, esto significa que la religión es una constante antropológica, sin la sobre todo la interpretación de los resultados del análisis son muy dife-
cual son imposibles la salvación, la redención y la verdadera liberación. rentes de unos hombres a otros (dado que la misma forma de realizar el
En otras palabras: toda liberación que prescinda de una redención reli- análisis está condicionada por la orientación precisa de la conciencia utó-
giosa es una liberación a medias y además, si se presenta como liberación pica). Así, incluso en un análisis científico (el cual se mueve siempre, de
total del hombre, destruye de hecho una dimensión real del ser humano manera más o menos consciente, en un determinado marco interpretativo),
y, en el fondo, en vez de liberar al hombre, lo separa de sus raíces. se da lógicamente una oferta pluralista de normas concretas, aun en ei
caso de que se acepten unos mismos valores fundamentales, los que se
deducen de las constantes «antropológicas». De todos modos, si queremos
que las normas establecidas por nosotros como válidas sean aceptadas por
7. Síntesis de las seis dimensiones
otros, habremos de apoyarlas en razones internas y discutirlas en diálogo.
Aun cuando estén fundamentalmente inspiradas en una fe religiosa, las
Dado que estas seis constantes antropológicas forman una síntesis, la
normas éticas, es decir, las normas que promueven la dignidad del hombre,
cultura humana es de hecho una realidad autónoma irreductible: no pode-
deben basarse en argumentos de tipo racional, válidos en un plano inter-
mos reducirla en clave idealista ni materialista. En esa síntesis consiste la
subjetivo, accesibles a todos los hombres. En este diálogo nadie puede
realidad que remedia y salva al hombre (de ahí que la misma síntesis deba
refugiarse en un fácil «yo veo algo que tú no ves» y, a pesar de ello,
considerarse como una constante antropológica). Las seis constantes se
querer obligar a otros a aceptar sin más una norma. Muchas veces ocurre
apoyan y condicionan mutuamente. Definen la forma fundamental del ser
al comienzo de una discusión que uno de los interlocutores ve algo que
humano y se mantienen en mutuo equilibrio. Es hermoso, y quizá legíti-
otros no ven. Pero, en un diálogo libre y razonable, eso debe servir tam-
mo, hablar de la primacía de los «valores espirituales», pero ello puede
bién de clarificación para los demás. Nadie puede ampararse en una «zona
anular los presupuestos y las implicaciones materiales de «lo espiritual»
intocable» (aun cuando otros interlocutores no lleguen necesariamente a
en detrimento de esos mismos valores espirituales. Ignorar una de estas
un consenso sobre la base de los argumentos aducidos).
constantes profundamente humanas significa quitar las raíces al conjunto
y, por tanto, a «lo espiritual». Ello va en menoscabo del hombre y de su Una de las tareas de la convivencia moderna es aprender a vivir entre
sociedad y desfigura toda la cultura digna del ser humano. Consciente modos diferentes de concebir las normas concretas exigidas de hecho por
o inconscientemente —incluso bajo la bandera de la «primacía de lo espi- la dignidad del hombre. Lamentarse de este pluralismo forma parte de
ritual»—, se atenta contra una existencia humana auténtica y buena, feliz nuestra condición humana (sobre todo moderna), con la que debemos con-
y libre. ""- tar, sin rechazar dictatorialmente otras concepciones distintas. Esta forma
Por otro lado, de lo dicho se deduce claramente que estas constantes de vivir también está en conexión con la verdad, bondad y felicidad del
antropológicas, que abren una perspectiva a los valores fundamentales del ser humano dentro de los límites de nuestra historicidad y caducidad, a
ser humano, no nos ofrecen normas concretas válidas, aquí y ahora, con- no ser que pretendamos convertirnos en «megalómanos» empeñados en
siderando nuestra forma objetiva de sociedad y nuestra cultura, para al- estar por encima de su caducidad humana. Por otro lado, la voluntad de
canzar unas condiciones más dignas del hombre. Como ya hemos dicho, salvación de todos y cada uno de los hombres no puede provenir de la
estas constantes constituyen como un sistema de coordenadas en el que, «política», entendida como parte de lo posible, factible y realizable. La
mediante una reflexión común, hay que buscar normas concretas y en- política es más bien el difícil arte de hacer posible de hecho lo que es
contrarlas tras un análisis y una interpretación de la estructura de la so- necesario para la salvación humana.
ciedad y del puesto de la persona humana en ella. Partiendo de la actual En consecuencia, la salvación cristiana, que en la secular tradición
conciencia de los problemas (punto de partida mínimo y quizá también bíblica recibe el nombre de «redención» y se entiende como salvación de
factor importante para reflexionar sobre lo que concretamente es «digno Dios para el hombre, está relacionada con todo el sistema de coordenadas
del hombre»), podemos ya, basándonos no sólo en las experiencias nega- dentro del cual el hombre puede ser realmente hombre. Esta salvación
tivas o de contraste, sino también en las experiencias reales de sentido, —la solución de los problemas humanos— no puede colocarse en una u
otra constante; por ejemplo, sólo en las «reivindicaciones ecológicas», o en
726 DIMENSIONES DE LA SALVACIÓN DEL HOMBRE

«el respeto a los demás», o en la destrucción de un sistema económico


(marxista o capitalista), o en unas experiencias místicas («¡Aleluya! ¡Ha CAPITULO III
resucitado!»). Por otra parte, la síntesis de todas estas constantes es un
claro «ahora ya» y un «todavía no». El modo de afrontar el fracaso y el SALVACIÓN CRISTIANA
infortunio humanos deberá ser considerado como una forma (quizá la más
esencial) de «liberación». Esta sería probablemente la «constante antropo-
lógica» global en que Jesucristo nos quiso preceder.

DISTORSIONES INDIVIDUALISTAS DE LA SALVACIÓN

Algunos cristianos están convencidos de que el evangelio cristiano es


un asunto puramente personal, interior, y de que Jesús y el Nuevo Tes-
tamento invita a la conversión del corazón, a la interioridad, pero no a la
reforma de las estructuras. Esos cristianos contraponen la persona a la es-
tructura y conceden la prioridad a la esfera personal, relegando el elemento
institucional a un puesto secundario en la vida humana. Es indiscutible
que Jesús dirige su mensaje a personas (¿a quién, si no?). Pero se olvida
que el lenguaje del evangelio, y también el de Jesús, está condicionado
por unas circunstancias históricas. Quien olvide este hecho está abocado a
un craso fundamentalismo. Tal postura no parece advertir que así se de-
fiende un personalismo falso, abstracto. Esos cristianos trabajan con la
idea de un individuo abstracto que, en su libre subjetividad, estuviera
totalmente aislado de la forma objetiva de sociedad en que viven las per-
sonas y del poder que en ella domina. Olvidan hasta qué punto el indivi-
duo está profunda e íntimamente encarnado en la sociedad, hasta qué
punto está condicionado en lo más hondo de su ser por la sociedad con-
creta y las necesidades de la misma. No hay que definir al hombre como
un simple punto de intersección o suma de papeles sociales (aun conce-
diéndole una esfera privada), pero sí reconocer la profunda inserción social
V- del «yo», de la persona. La idea que el personalismo existencial (que en
parte reaparece en ciertos movimientos carismáticos de tipo interiorista)
tiene de la naturaleza e interioridad del hombre está en realidad profunda-
mente condicionado en lo que respecta a sus necesidades existenciales por
la dinámica propia y la forma objetiva de sociedad en que actualmente
vivimos. Este sistema social se basa en la ley de la ganancia, de la pro-
ducción y de la competencia o, dicho con mayor crudeza, pero no con
menor realismo, en la avidez, en el egoísmo individual o de grupo. Difícil-
mente puede conciliarse ese sistema con el evangelio.
En tales condiciones, refugiarse en la interioridad es refugiarse en la
«sociedad» interiorizada, es decir, en el statu quo social, en vez de ser una
crítica de la alienación efectiva de nuestra interioridad. Precisamente el
«Dios de la pura subjetividad» x ha sido el que ha llevado a las formas
W. Schulz, Der Gott der neuzeitlichen Metaphysik (Pfullingen '1957).
728 SALVACIÓN CRISTIANA DISTORSIONES INDIVIDUALISTAS DE LA SALVACIÓN 729

modernas de ateísmo. Esta subjetividad moderna está sometida hoy a una en la pobreza y en la servidumbre puedan darse auténticas experiencias
crítica radical, al menos en la medida en que no se tienen en cuenta los parciales de salvación a través del amor (lo cual no significa una justifica-
presupuestos mundanos y sociales de la interioridad o libertad. Cuando ción de la servidumbre).
no se tienen en cuenta, adquieren la apariencia de algo incuestionable y Para el creyente, cualquier liberación sociopolítica es sólo parcial, de
evidente, una especie de «ley natural». modo que, si se presenta como total, se convierte de hecho en una nueva
La aporía que esto entraña resulta manifiesta si tenemos presente la forma de servidumbre y de esclavitud. Pero esta visión cristiana no auto-
peculiaridad de lo que el cristianismo llama fe en la salvación de Dios en riza a minimizar una liberación sociopolítica. Actualmente tiene una im-
Jesús. Esta fe es un acto humano libre y, al. mismo tiempo, un don de portancia capital el problema de la relación de la ética de la liberación
Dios. La fe cristiana presupone la libertad y abre a la libertad. La cuestión humana con la salvación escatológica. La historia de las religiones muestra,
decisiva es si, en las condiciones sociales de hoy, la autoliberación y la por lo demás, que la enfermedad y ciertas formas de enajenación humana
emancipación no son un presupuesto para una posible fe en el mensaje van siempre unidas a representaciones religiosas, mientras que la curación,
religioso de la redención y un signo parcial de salvación. Debido al in- el restablecimiento y la liberación de las fuerzas que enajenan al hombre
cremento, extensivo e intensivo, de una socialización uniforme, la identi- se interpretan siempre como un signo del reino venidero de Dios 21 .
dad personal y, por tanto, la fe cristiana están sometidas cada vez en Lo mismo ocurre en el evangelio. La etimología de la palabra salus,
mayor medida a los condicionamientos sociales. La contraposición de per- «salvación», está relacionada en las lenguas románicas (y algo parecido
sona y estructura social se convierte así, hasta cierto punto, en una abs- sucede en las germánicas) con sanitas, «salud», integridad. En otras pala-
tracción de peligrosas consecuencias. De hecho, la afirmación cristiana de bras: la salvación escatológica se expresa siempre con términos relacionados
la personalidad del otro, el identificarse con el otro y reconocer su con- con la integridad de la vida humana. La Biblia emplea el término salom,
dición de sujeto, significa una radical disposición a hacer del mundo eco- que implica esencialmente la dimensión social. En el análisis del Nuevo
nómico, político y social un mundo habitable por el hombre. La libertad Testamento (cf. la segunda parte del libro) hemos visto cómo los cristia-
(nacida de la fe) no consiste simplemente —como afirmaban los estoicos nos neotestamentarios quisieron plasmar también en la sociedad la salva-
y Pablo— en una nueva postura ante la situación existente de hecho en ción religiosa que ellos habían experimentado en Jesús, aunque, dadas
nuestro mundo, pero dejándola abandonada a sí misma. Debemos pregun- las circunstancias, tuvieron que limitarse a hacerlo dentro de la propia
tarnos si la libertad de los hijos de Dios no tiene algo que ver con una comunidad cristiana, donde no se toleraban imposiciones de servidumbre.
liberación social como componente integral de la salvación escatológica de En las actuales circunstancias, tan diferentes de las de entonces, este im-
Dios. En otras palabras: debemos preguntarnos si la libertad o redención pulso neotestamentario hace que el problema de la relación entre fe cris-
cristiana no tiene que ver con una liberación política y social como condi- tiana y actuación política del creyente constituya un reto ineludible para
ción de su propia posibilidad. la conciencia cristiana.
Es significativo que nuestros conceptos religiosos sobre la redención
implican conceptos profanos de salvación, rescate y liberación, y además
de acuerdo con las diferentes formas que el deseo de liberación ha adop- II
tado en el transcurso de la historia. Incluso para captar lo que los cristia-
nos entienden por redención se requiere la experiencia de algún tipo de RELACIÓN ENTRE «HISTORIA» E «HISTORIA DE LA SALVACIÓN»
liberación. ¿Qué puede significar el «amor a Dios» para alguien que como
hombre nunca haya sido «objeto» de un amor humano liberador, que Es sabido que a menudo, en nombre del concepto cristiano de salva-
nunca haya experimentado el amor? La salvación oculta, simplemente ción, los intentos sociopolíticos de hacer realidad ya en nuestra historia
anunciada y prometida, es, hoy por hoy, la frontera escatológica de la exis- la paz y la justicia son considerados como una empresa humanista y «pe-
tencia cristiana. La salvación escatológica debe realizarse, a través de for- lagiana» que pondría en entredicho el principio de la «justificación por la
mas parciales, históricamente superables y superadas de hecho, pero visi- sola fe». En ocasiones se recurre a la denominación de «activismo impío».
bles, en el curso de la historia humana: tanto en el interior del hombre Así, en casi todas las Iglesias se traza una línea divisoria entre las llama-
como en las estructuras, dado que (sobre todo en la sociedad contempo- das «Iglesias de la redención», ortodoxas y de tendencia contemplativa,
ránea) la intimidad y el amor están condicionados también por las estruc- y las «Iglesias de la liberación», heterodoxas y de tendencia activa.
turas. La salvación es esencial y sustancialmente amor, pero esto no quiere Se trata del mismo problema que la teología estudia desde hace ya
decir que todo lo demás sea únicamente un presupuesto de la salvación. tiempo cuando habla de la relación entre la historia «profana» y la historia
El amor no es pura interioridad; lo corporal y lo social intervienen como de la salvación y entre la salvación escatológica y la construcción de un
corporalidad y socialidad en la sustancia del amor. Sin embargo, lo cor- 21
poral y las estructuras no constituyen la salvación; de ahí que también Cf. A. Mitscherlich, Krankheit ais Konflikt I (Francfort 1966).
730 SALVACIÓN CRISTIANA «HISTORIA» E «HISTORIA DE LA SALVACIÓN» 731

mundo digno del hombre. Necesariamente tengo que limitarme aquí a una para después reconocer el hilo sutil de la historia de la salvación en la his-
selección representativa de entre muchos autores. Analizaré, en primer toria profana. Sólo a partir de una experiencia interpretativa de nuestra
lugar, seis soluciones modernas a fin de precisar la problemática. historia sin más podemos decir algo sobre el plan de Dios para con nues-
tra historia humana, y no viceversa. La tesis de Cullmann supone un
a) O. Cullmann sostiene, en su obra Historia de la salvación 22, que «positivismo» de la revelación, al que corresponde un «decisionismo» por
historia humana e historia de la salvación son dos cosas diferentes. La his- parte del creyente: la elección de los acontecimientos que constituyen la
toria de la salvación trata un tema específico, distinto del de la historia pro- historia de la salvación es un asunto que depende exclusivamente de la
fana. La salvación se contrapone a la vida profana: «La historia neotesta- decisión de fe x y escapa a toda comprobación histórica. A pesar de todo,
mentaria de salvación difiere radicalmente de toda otra historia». Cullmann y en contra de sus propias intenciones27, Cullmann cae en la dicotomía
basa esta delimitación de la historia de la salvación frente a la historia uni- de «experiencia» e «interpretación» (cf. la primera parte). El momento
versal en una selección de acontecimientos que se dan en la historia uni- interpretativo es, evidentemente, para Cullmann un elemento que viene
versal23. Dios mismo elige unos determinados acontecimientos que se de fuera, que se acepta por la autoridad de Dios y escapa a cualquier con-
unen entre sí por un nexo salvífico concreto y que forman así una historia trol crítico. La historia de la salvación es, pues, dentro del conjunto de la
especial sobre el trasfondo de la historia profana. Dios revela ese nexo historia humana, una zona singular, inatacable: la historia bíblica y sus
interno a algunos elegidos: los profetas y los apóstoles. Este acto divino tradiciones.
de revelación es parto esencial de lo que Cullmann llama «historia de la
salvación» 24. b) W. Pannenberg2ii sostiene una posición casi contraria a la de
La historia de la salvación es, pues, un hilo sutil que atraviesa todo el O. Cullmann. Para Pannenberg, en toda la historia universal se trata del
conjunto de la historia universal del hombre. Cullmann es consciente de hombre, de su salvación. El hombre, su integridad o salvación son no el
que esa elección de determinados acontecimientos y su «elevación» a his- sujeto, sino el tema de la historia universal. La historia humana es historia
toria de salvación aparecen, vistos desde una perspectiva histórica, como de salvación. Pero lo que en la historia afecta al hombre se tematiza en
algo arbitrario e incluso absurdo 25. las religiones. En otras palabras: lo que en la historia está sólo implícito
Es obvio que no todos los acontecimientos históricos tienen la misma lo explicitan las diversas religiones. Existe, pues, una diferencia entre la
importancia para la salvación. Ya desde el punto de vista antropológico historia universal de salvación y la historia explícita, tematizada, de salva-
general aparece una diferencia entre las acciones que el hombre realiza ción (la historia de las religiones). Pannenberg no admite a este respecto
en su vida cotidiana y los «actos fundamentales» en que manifiesta de un que las religiones (o una de ellas) sean una interpretación autoritativa
modo especial su propio ser humano. La cuestión es si esa elección de e infalible de la temática salvífica implícita en la historia humana universal.
acontecimientos puede considerarse como fundamento de una historia Las diversas religiones son interpretaciones particulares de la temática
específica. Toda investigación histórica trabaja de un modo selectivo, es- salvífica de la historia humana, pero un análisis comparativo de las dis-
cogiendo, de un conjunto caótico de hechos, aquellos datos que son impor- tintas religiones puede mostrarnos qué religión ha sido capaz de articular
tantes para el propio proyecto histórico. con más coherencia el tema salvífico implícito en la historia universal.
También el creyente tiene derecho a hacer una selección determinada Esto significa que también la tradición judeo-cristiana queda fuera de la
de acuerdo con su proyecto religioso. En esto Cullmann tiene razón. Pero zona que O. Cullmann consideraba inatacable.
no tiene base para afirmar que son radicalmente diferentes la historia de Al comparar entre sí las religiones —tematizaciones de la salvación
la salvación (específicamente tal por su naturaleza) y la historia universal, implicada en toda historia—, Pannenberg descubre que no todas las reli-
«profana». De una forma más o menos directa, todas las acciones del giones han llegado a ser conscientes de que la salvación o liberación del
hombre hacen referencia a la salvación: a su humanidad e integridad, hombre debe llevarse a cabo precisamente en la historia, en una historia
tal como éstas se consideren y valoren. Para el creyente, esto significa en la que el hombre encuentra su salvación como «destino futuro de su
además que toda acción de Dios en la naturaleza y en la historia —sea vida», destino que, por ser futuro, puede perderse. Esta es la concepción
cual fuere— se refiere siempre a la salvación del hombre. ¿Qué base hay judeo-cristiana. Para otras religiones, especialmente para las que hablan
para distinguir tan radicalmente entre la historia profana y la historia de un tiempo mítico, primordial, la salvación del hombre se basa en el
de la salvación? Afirmar tal distinción se opone al hecho de que en toda orden que las cosas tenían en los orígenes. La humanidad «cayó» de ese
la historia se trata del hombre, de su ser, de su integridad o salvación.
No podemos partir de un designio o plan divino (¿cómo lo conocemos?) 26
Op. cit., 102. 27 Op. cit., 70ss.
28
W. Pannenberg, Wcltgeschichtc und Heilsgeschichte, en Probleme biblischcr
22
O. Cullmann, Heil ais Geschichte (Tubinga 1965). Theologic (Hom. G. von Rad; Munich 1971) 349-366; también Teoría de la ciencia
25
Op. cit., 135. 24 Op. cit., 146. 25 Op. cit., 58. y teología (Madrid, Ed. Cristiandad, 1981).
732 SALVACIÓN CRISTIANA «HISTORIA» E «HISTORIA DE LA SALVACIÓN» 733

estado originario, y la humanidad religiosa se propone restablecerlo por tación particular en la que se revela el significado salvífico de toda la
medio del culto. Por tanto, la historia debe ser superada mediante el culto, historia. Al igual que Pannenberg, Rahner afirma que existe sólo una histo-
ya que la historia es cambio y, a medida que se aleja del tiempo primor- ria; en ella no se puede distinguir una zona determinada, específica, reser-
dial, produce mayor ruina. Para estas religiones, la salvación no ha de vada como historia de salvación, de modo que las demás zonas quedarían
buscarse en la historia, sino en un culto que trasciende la historia: en la fuera de la historia de la gracia o de la fe. La salvación afecta a la totalidad
vida litúrgica de la comunidad. En cambio, para la fe nómada de Israel de nuestro ser y no a una «temática particular» separable de ella. Esto es
en un Dios que guía la historia de su pueblo, la historia misma es el para Rahner esencial en su concepto de «historia de la salvación». La histo-
lugar donde se realiza la revelación de Dios sobre sí mismo y sobre la ria es historia de salvación (como para Pannenberg), pero hay una diferen-
salvación del hombre. En contraste con el entredicho mítico del tiempo cia entre la historia de la salvación y la historia profana: la primera ofrece
primordial, el Dios de Israel, Señor de la historia y guía de su pueblo una interpretación que no se puede alcanzar fuera de ella. En efecto, la his-
durante el éxodo, hace ver que el hombre aún no está plenamente realiza- toria profana no es capaz por sí misma de ofrecer, «global y umversalmen-
do y que su liberación y salvación son todavía «futuras». Según Pannen- te», «una interpretación segura de lo que se refiere a la salvación o a la
berg, esta visión encuentra su expresión plena en el cristianismo, en la condenación»30. Sin lo que Rahner llama «revelación oficial», toda inter-
imagen de la tensión antitípica entre «el primer Adán» y «el segundo pretación salvífica de nuestra historia es insegura y equívoca, debido a que
Adán», manifestado en Jesús; pero esto significa para nosotros que el el hombre no puede penetrar exhaustivamente sus actos libres y a que
futuro aún no se ha consumado. la salvación depende de un don de Dios, de una gracia que debe inter-
Pannenberg evita, pues, establecer una separación arbitraria de la his- pretarse también como una modificación intrínseca de la estructura de la
toria de la salvación frente a la historia universal de la humanidad; al mis- conciencia humana. Por la gracia de Dios queda modificado, ante todo,
mo tiempo subraya que no en todos los casos aparece la totalidad del ser «el horizonte apriorístico, atemático, en que se mueve la vida espiritual
humano —tema implicado en toda historia humana— explícitamente del hombre» 31.
tematizado. Pero esta tematización explícita no es efecto de una autoridad La historia de la salvación aparece así como la dimensión oculta de toda
revelante que se introduce en la historia desde fuera (tal como sostiene historia y coincide, por tanto, con toda la historia profana en su conjunto.
Rahner, como luego veremos), sino de toda vida religiosa. Para Pannen- Sin embargo, esa dimensión sólo puede ser conocida dentro de una his-
berg, la serie de acontecimientos particulares (a los que Cullmann atribuye toria particular de salvación, que Rahner llama «oficial»3Z, la historia
una cualidad histórico-salvífica en sentido estricto) se identifica con la serie formada «por la palabra interpretativa y reveladora de Dios». Tal historia
de acontecimientos que son significativos en el plano religioso y mani- no acontece en todas partes, sino sólo en Israel y en la historia de la
fiestan explícitamente el sentido de la historia universal. La peculiaridad comunidad eclesial de Dios, iniciada por Jesucristo. Las concepciones de
de Israel y del cristianismo no proviene directamente de lo alto, sino que Rahner y Pannenberg (el cual elabora su visión como respuesta a la de
es una particularización histórica de la vida religiosa; tal peculiaridad con- Rahner) coinciden en muchos puntos: las religiones interpretan explícita-
siste en que sólo ahí se formula expresamente la historicidad de la temá- mente la temática salvífica que está oculta en la historia humana universal.
tica de la salvación: la revelación de Dios y la salvación del hombre se Para Pannenberg, sin embargo, esas interpretaciones religiosas no son
llevan a cabo en la historia humana normal. Por consiguiente, la única «autoritativas», sino que están sujetas a un análisis comparativo racional.
autoridad que aquí reconoce Pannenberg es la de la historia y la de la Para Rahner, sólo la interpretación judeo-cristiana es autoritativa y defini-
razón humana. Las interpretaciones teológicas nos dirán si eso es suficiente. tiva, escatológica, sellada por la palabra de Dios. Precisamente por ello,
Rahner distingue entre la interpretación «abierta» del Antiguo Testamento
c) Para Karl Rahner a , la historia de la salvación no es una selección y la interpretación definitivamente válida del Nuevo Testamento. En efec-
de ciertos acontecimientos dentro del conjunto de la historia universal to, en el Tenak no existe aún «una instancia institucional capaz de dis-
(tesis de O. Cullmann). Toda la historia de la humanidad es el lugar tinguir, con un absoluto discernimiento de espíritus, entre verdaderos pro-
donde se decide sobre la salvación o la perdición del hombre. Pero Rahner fetas, renovación y crítica religiosa legítima por una parte y falsos profetas
admite una historia particular de la salvación dentro de la historia univer- y movimientos religiosos subversivos por otra» 33. Esta capacidad de dis-
sal de la salvación, la cual es tan extensa y profunda como la llamada «his- cernimiento proviene de la absoluta e indisoluble unidad de lo divino y
toria profana». Tal historia es particular porque en ella se da una interpre- lo humano en la persona de Jesucristo.

25 30
K. Rahner, Historia del mundo e historia de la salvación y El cristianismo y las Escritos de teología V, 118s.
31
religiones no cristianas, en Escritos de teología V (Madrid 1964) 115-134 y 135-156. Op. cit. V, 121ss.
a
Véase también el resumen que el propio Rahner hace de su pensamiento teológico en Op. cit. V, 127.
Curso fundamental de la fe (Barcelona 1980). " Op. cit. V, 128 .
734 SALVACIÓN CRISTIANA «HISTORIA» E «HISTORIA DE LA SALVACIÓN» 735

Por consiguiente, según Rahner, lo que se interpreta en la religión sus ideas sobre el futuro del hombre, quiere asumir la defensa del hom-
(judeo)-cristiana se halla fundamental y realmente también en la historia bre que sufre y asegurarle un futuro. Este contexto del pensamiento de
humana universal y en la historia general de las religiones, pero la nota Metz caracteriza también su teología, que así aparece «regionalizada»
distintiva de la «historia oficial de la salvación» (propia de Israel y del cris- (como ocurre con toda teología viva).
tianismo) consiste en su interpretación autoritativa, la cual se funda en la Para Metz, la historia de la salvación no se identifica con la historia de
definitividad escatológica del misterio de Cristo. Así, dentro de la historia la humanidad (en la que hay demasiada desgracia), ni tampoco con la
de la salvación (la historia del género humano) se puede distinguir una his- historia de la emancipación y liberación del hombre, la cual, cuando pre-
toria de la salvación en sentido lato y otra en sentido estricto. tende ser total, es fuente de nuevas historias de sufrimiento3S. Metz aspira
Aparece aquí la certera intuición que hemos visto en las tesis de a esbozar un proyecto político del futuro partiendo de la «memoria» esca-
O. Cullmann y W. Pannenberg: no en todas partes resulta igualmente tológica cristiana de Jesucristo 36 , un proyecto que supere las tendencias
claro y explícito el sentido salvífico de la historia. Es cierto que en toda totalitarias que amenazan desde dentro a todo marxismo, un proyecto
la historia se trata de la salvación y la perdición del hombre, pero éstas contra el pragmatismo y la irracionalidad de todo proyecto político positi-
no aparecen en todos los fragmentos de nuestra historia humana expresa vista, liberal y neoliberal, y contra un futuro que pudiera ser planificado
y claramente como el objeto propio, el tema y el contenido de nuestra exclusivamente por tecnócratas37. Debido a la elección de estos «inter-
experiencia histórica. En Jesucristo conocemos históricamente el sentido locutores» implícitos, esta teología tiene un tono inequívocamente «occi-
definitivo de toda la historia. Esto hace que el movimiento cristiano en dental». La cuestión es cómo se entiende la «libertad» y la liberación del
torno a Jesús y su historia ulterior en el mundo tengan un carácter histó- hombre en el contexto de la Europa occidental, condicionado por la Ilus-
rico-salvífico particular, distinto, según Rahner, del carácter religioso de tración; de ahí que Metz no ataque la historia emancipativa de la libertad,
la historia de la humanidad, la cual no cuenta con una interpretación sino sus versiones positivista y marxista.
autoritativa «infalible». No obstante, la salvación definitiva de Dios en Metz insiste en que no debe ponerse el acento en la interpretación de
Jesucristo otorga a la historia de la fe cristiana —en todos sus altibajos— nuestra existencia o en una crítica histórica neutral y distanciada. «La
un específico carácter de revelación y, por tanto, de realización salvífica. dinámica esencial de la historia es... el memorial de la pasión en cuanto
que constituye la conciencia negativa de la libertad futura y el estímulo
d) Al igual que los teólogos anteriores, Johann-Baptist Metz 34 parte para actuar victoriosamente contra el sufrimiento en el horizonte de esta
de que la salvación o perdición del hombre se deciden en el ámbito de la libertad» M . A pesar de las diferencias de matiz, esto es lo mismo que
historia. Pero en las interpretaciones anteriores echa de menos la cuestión dice Pannenberg cuando habla del «hombre que actúa y sufre», enredado
de qué es la historia de la salvación en contraste con la historia de la no en la lucha por remediar sus males. No obstante, Metz insiste en que la
salvación. Su principal interés no se centra, al menos directamente, en historia del sufrimiento no es una prehistoria pasajera de la humanidad,
precisar qué es la «historia de la revelación» en relación con la historia sino que «es y sigue siendo un momento interno de la historia de la
universal y la historia de las religiones. Teniendo en cuenta la historia libertad» 39. Lo que le interesa es expresar la fe cristiana en la resurrec-
del sufrimiento de la humanidad, para él es obvio que no se puede iden- ción mediante símbolos que tengan un significado social, que tengan para
tificar «historia» e «historia de la salvación». Existe demasiado poca salva- nosotros una fuerza crítica y liberadora. «El potencial de sentido de nues-
ción en nuestra historia. Metz no se fija tanto en la relación entre historia tra historia no va vinculado sólo a los que sobrevivieron, a los que tuvie-
e historia de la salvación cuanto en la constatación de que la historia con- ron éxito y se abrieron camino»40. Para Metz, una autoliberación total
creta es una historia de sufrimientos. Quiere contraponer así el concepto mediante la emancipación es un «darvinismo histórico», en el que lo que
de «historia de la salvación» a la historia de la desgracia de la humanidad
que sufre y, por tanto, también a los movimientos de emancipación y li- 35
J.-B. Metz, Erlósung und Emanzipation: StZ, art. cit., 161-174.
36
beración. Su interlocutor inmediato —aunque no lo diga expresamente— Metz ha cambiado su primera formulación, un tanto infeliz debido a su impre-
es el moderno homo emancipator marxista, (neo)liberal y positivista: el cisión teológica, «memoria passionis et resurrectionis Jesu Christi» (de hecho, la pasión
moderno proceso de emancipación y liberación del hombre en la perspec- y la resurrección no encajan igualmente en el mismo concepto de «memoria»), por la
tiva marxista, neomarxista, liberal y neopositivista, «tecnocrática». Par- de «memoria escatológica de Jesucristo» (formulación presente en su trabajo de home-
tiendo de la concepción cristiana, y frente a esas corrientes modernas y naje a Y. Congar). No carecen de importancia estas ligeras modificaciones en las fór-
mulas, a menudo estereotipadas, de Metz para entender las progresivas precisiones de
unas ideas que, inicialmente, el autor proponía de una forma más bien global e in-
34
Cf. en especial El futuro a la luz del memorial de la Pasión: «Concilíum» 76 tuitiva.
37
(1972) 317-334; La théologie a «l'áge critique», op. cit., 131-148, y, sobre todo, El Esta idea aparece claramente en su artículo escrito en lengua francesa (cf. supra,
futuro visto desde la memoria de la Pasión. Dialéctica del progreso, en La fe en la nota 34).
5
historia, op. cit., 111-128. " «Concilium» 76 (1972) 326. * lhíd., 521. *' Ihid., 328.
736 SALVACIÓN CRISTIANA «HISTORIA» E «HISTORIA DE LA SALVACIÓN» 737
decide el futuro de nuestra existencia como hombres es el derecho del perder sus objetivos (sin caer en el pragmatismo). De hecho, este recuerdo
más fuerte. anticipa un futuro absolutamente concreto, un futuro en especial para los
Metz se opone así a una postura, bastante frecuente, que distingue desesperados, los fracasados, las víctimas, quienes no tienen esperanzas
entre la historia (intra)mundana del sufrimiento y una historia supra- fundadas en apoyos humanos, un futuro que debemos hacer realidad entre
mundana de la gloria, con lo cual rechaza también una dicotomía entre nosotros tomando partido a favor de los más débiles.
historia profana e historia de salvación: la historia universal debe conver- Metz no define lo que entiende por «salvación», pero se opone repe-
tirse en historia de salvación. No podemos hacerlas coincidir en un plano tidamente a reducir el sufrimiento humano a un sufrimiento socioeconó-
especulativo o teórico, pero tampoco podemos contraponerlas de un modo mico, político. Afirma además que la salvación escatológica no puede
puramente formal. Por tanto, para Metz, la historia de la salvación es deducirse de nuestra actividad sociopolítica. Especialmente en un impor-
de hecho la historia misma del mundo en la medida en que hay en ella tante artículo titulado Redención y emancipación (en el que Metz formula
salvación y sentido para las expectativas oprimidas, abortadas y rechazadas mejor —aunque en términos bastante difíciles— lo que, a mi juicio, es
y para el hombre que sufre. «La historia de la salvación es la historia pro- el núcleo de todo su pensamiento teológico actual) plantea el problema
fana en la cual se reconoce un sentido a esas posibilidades de existencia de si existe una mediación entre la «salvación» (redención) y la «historia»
humana vencidas y olvidadas, a las que denominamos 'muerte'; este sen- en la que a) la salvación y la historia del sufrimiento se concilien entre
tido no es revocado ni suprimido por el curso de la historia futura» 41 . sí no de una forma teórica y racional; b) no se niegue la no-identidad, es
Metz no niega que nuestra historia es el lugar en que se decide la sal- decir, la negatividad real del sufrimiento; c) la redención o salvación no
vación o la perdición; por consiguiente, de acuerdo con Pannenberg y sea vista como algo puramente escatológico (sin una realización percepti-
Rahner, admite que la salvación y la perdición se hacen realidad en nues- ble en nuestra historia) ni reducida a una cuestión de mera interioridad,
tra historia profana. Pero no le interesa el problema «salvación o no sal- y d) no se yuxtapongan ahistóricamente la redención y la historia de la sal-
vación», que coincide de hecho con nuestra historia, sino los momentos vación como una paradoja. Opino que estos cuatro interrogantes son fun-
de esa historia en que de hecho se hace realidad la salvación: sólo esa damentales para la problemática actual de la salvación.
historia es historia de la salvación y, por tanto, de la revelación. Si bien en
un contexto muy diferente e incluso contrario, Metz ve en la historia de Metz ve la solución al problema de la mediación en la profunda es-
la salvación un «hilo», en realidad bastante sutil, que recorre la historia tructura narrativa de la razón crítica auténticamente liberadora. Dicho de
universal, la cual es efectivamente historia de salvación cuando se da otro modo: la mediación no puede llevarse a cabo de una forma racional,
salvación en concreto. A Metz no le interesa tematizar teóricamente la es decir, teórica o argumentativa, sino exclusivamente a través de un re-
historia como lugar donde se hace realidad la salvación o la desgracia cuerdo narrativo de la redención realizada por Dios en Jesucristo. Esta
—esto es bastante evidente—; lo que le interesa es la realización de la historia, expresada en la no-identidad o finitud de nuestra opaca historia
salvación en nuestra historia, una salvación universal, para todos, vivos de sufrimientos, posee una fuerza crítica y productiva que impulsa a la
y muertos. acción. Para Metz, este recurso a la narración no significa un retorno al
período precrítico anterior a la Ilustración, dado que el respeto a la auto-
Siguiendo la línea de toda la tradición cristiana, Metz presenta a ridad del hombre que sufre forma parte de la estructura misma de la ra-
Dios en su libertad escatológica como sujeto universal y sentido de la zón crítica y liberadora. En otras palabras: olvidar los sufrimientos del
historia y concluye de ahí que no hay en nuestra historia ningún sujeto pasado sería para la razón humana el comienzo de su marcha hacia la
universal políticamente identificable o socialmente verificable42. Por tanto, barbarie. La historia viva (no como ciencia) es inmanente a la racionalidad
si un partido, grupo, raza, nación, clase social, grupo de tecnóoratas, etc., crítica. No se trata, pues, sólo de mantener una visión de liberación total,
pretende definirse como ese sujeto universal de la historia, el cristiano sino del recuerdo narrativo de un acontecimiento muy concreto: el re-
debe oponerse a ello, pues se trata de una ideología política que aliena al cuerdo de una persona que otorga un futuro a quien, humanamente, no
hombre. tenía ninguna perspectiva de futuro; el recuerdo de Jesucristo, muerto y
Por eso, Metz afirma que, a la luz del recuerdo escatológico del Dios resucitado.
de Jesucristo, de su pasión, muerte y resurrección, a) la vida política es
«liberada»; b) preservada de los peligros del totalitarismo; c) pero sin
La teología política de Metz ha sido objeto de numerosas críticas, pero
41
—& mi modo de ver— injustas en muchos casos, ya que no han tenido
Ibíd., 329. en cuenta la perspectiva y las intenciones del propio Metz; por otro lado,
42
Passim en Metz, pero desarrollado especialmente en el citado artículo (poco cono- éste ha precisado su pensamiento en etapas sucesivas, matizando cada vez
cido) incluido en el homenaje a Y. Congar. Cf., del mismo Metz, Dios, ¿sujeto esca-
más sus etapas anteriores. No podemos tomar a mal que su pensamiento
tológico de la historia?, en La fe en la historia, op. cit„ 126-128; id., Vergebung der
Sünden: «Stimmen der Zeit» 195 (1972) 119-128. esté en continua evolución. Opino, sin embargo, que Metz ha interrum-
pido demasiado bruscamente su reflexión sobre la relación entre historia
47
738 SALVACIÓN CRISTIANA
«HISTORIA» E «HISTORIA DE LA SALVACIÓN» 739
de la salvación e historia emancipadora de la libertad apelando a la media-
que la humanidad o una parte de ella no puede ser sujeto de toda la
ción de la narración de la historia del sufrimiento humano. Metz afirma
historia. También yo estoy convencido de lo mismo, pero no alcanzo a
que la redención cristiana no es la manifestación expresa de la trascen-
entender cómo podemos inferirlo de nuestra fe en Dios como Señor de
dencia de la historia de la libertad humana; afirma asimismo que ésta
la historia. Precisamente la visión humana de que «la humanidad» (que
tampoco es la imanencia de la redención cristiana. Pero nada dice acerca
en cuanto tal es una abstracción, pues sólo existen «supervivientes») no
de una relación positiva entre ambas historias.
puede ser sujeto universal de la historia y de que es insostenible teórica-
Al igual que otros muchos, rechaza Metz rotunda y justamente todo
mente una total autoliberación de la humanidad (por falta de un «yo»
dualismo entre nuestra historia y la salvación escatológica. Sin embargo,
que sea su sujeto), constituye, en mi opinión, el contexto experiencial
el problema principal estriba en saber si la mediación entre ambas queda
humano en que se puede plantear con sentido el problema de Dios como
suficientemente articulada remitiendo exclusivamente a la historia del su-
Señor o sujeto universal de la historia (problema al que responden las
frimiento. También yo soy muy sensible a esa historia; de lo contrario,
distintas religiones).
carecería de sentido estar escribiendo esta cuarta parte del libro. Pero,
por bárbaro que pueda parecer, para nadie es el sufrimiento el resumen En este aspecto, me parece más consecuente el punto de partida de
de la vida; y tampoco Metz lo negará. Pannenberg: dado que no es posible hallar en ningún lugar un «sujeto
No obstante, el sufrimiento es una realidad brutal, un escándalo in- universal» político de la historia, constatable socialmente como sujeto
explicable teóricamente, ante el que también una praxis total fracasa sin intrahistórico, Pannenberg busca en el hecho de las religiones lo que éstas
remedio, de modo que, al menos en este sentido, el sufrimiento parece quieren decir cuando afirman que sólo Dios es el Señor de la historia. En
tener la última palabra. En esto hay que estar de acuerdo con Metz. Su cierto contraste con Pannenberg, Metz tiene razón al querer tematizar la
opinión, y yo creo que justificada, es que los movimientos de emancipa- cuestión del sentido total de la historia humana no de una forma pura-
ción no religiosos olvidan ese dato por negligencia o, en algunos casos, mente teórica, sino más bien (empleando una expresión de la Escuela de
por cinismo. El gran mérito de la teología de Metz es haber recordado Francfort) «con una intención crítico-práctica», como mediación para una
críticamente unas zonas del sufrimiento humano que habían sido descui- praxis orientada a un fin. A veces no es fácil evitar la impresión de que
dadas por los movimientos de liberación y emancipación. Es cierto que la el «hombre que sufre» es para Metz una especie de sujeto universal de
llamada «corriente humana» del marxismo tiene en cuenta este problema la historia. En otras palabras: su teología política me sigue pareciendo
concreto, pero los estamentos marxistas oficiales no están muy dispuestos incompleta y poco elaborada.
a tomar en consideración tales aspectos de la existencia humana. La inten-
ción de Metz era precisamente atraer la atención hacia ellos. Creo, sin e) En un artículo titulado La paz de Dios y la paz del mundo,
embargo, que el autor no ha tematizado suficientemente la relación posi- H. Kuitert 43 estudia el problema de la relación entre la salvación escato-
tiva existente entre lo que la historia de la libertad humana ha producido lógica y la historia humana desde un punto de vista completamente dis-
como experiencia y modificación de sentido, como bien, y la salvación tinto del de los anteriores teólogos, es decir, desde la posición, correcta
escatológica. a mi juicio (cf. la primera parte de este libro, sobre la autoridad de las
Cabe preguntarse si la narración de historias de sufrimiento tiene esa experiencias), según la cual la salvación es también un concepto experien-
función exclusiva de mediación; mejor dicho: si Metz ha analizado sufi- cial. Se establece así una relación positiva entre la salvación escatológica
cientemente esa fuerza crítica y productiva (fuerza que él admite^ incluso y «la paz social y política que se consigue y debe conseguirse mediante el
en las estrategias que la misma nos exige. Su tesis sobre la memoria, en esfuerzo del hombre». La tesis de Kuitert es importante porque afirma
la medida en que se refiere a las historias de sufrimiento, se inspira —lo que el concepto cristiano de salvación perdería su sentido racional, es
cual en sí no es una objeción— en la filosofía (H. Marcuse, Th. Adorno decir, no sería racionalmente un concepto salvífico si no existiese una rela-
y últimamente Walter Benjamín), mientras que su recurso a la historia ción positiva entre (dicho en términos bíblicos) «la justificación por la
de la resurrección tiene un significado intrínsecamente religioso, cristiano. sola fe» y la «paz del mundo». Su punto de partida es también la afirma-
Personalmente, echo de menos una profundización realmente teológica de ción cristiana de que la salvación definitiva de Dios está sólo en Jesu-
sus tesis sobre la memoria. Metz no reflexiona sobre el concepto de cristo.
«Dios», entendido a la luz de Jesús como positividad pura, como creador Resumimos brevemente su argumentación. La salvación cristiana debe
del bien y enemigo del mal. Tal concepto de Dios daría a la tesis —en ser experimentada por los interesados al menos como salvación. La salva-
sí misma correcta— sobre la mediación narrativa de la historia del sufri- ción es un concepto basado en la experiencia; por tanto, debe reflejar, al
miento humano un matiz específico que el propio autor no analiza. menos parcialmente, lo que un hombre vive como «salvífico». La experien-
Parece además que Metz, partiendo de la concepción cristiana de que
Dios es sujeto y sentido universal de la historia, llega a la conclusión de II. Kuitert, De vrede van God en de vrede van de wereld, en Kerk en Vrede
(Hom. J. de Graaf) (Baarn 1976) 66-84.
740 SALVACIÓN CRISTIANA
LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN 741
cia de la dimensión salvífica de la salvación es un elemento esencial del
concepto mismo de salvación. Esto no quiere decir que la salvación sea (Flp 4,7)... se traduce, dadas las actuales circunstancias, en discordia in-
una «realidad experiencial en todos los casos y con plenitud», pero los terior» **: «la salvación civil es un bien robado» 49 . Por consiguiente, «en
interesados deben experimentarla concretamente como salvadora, «al me- lo que respecta al límite mínimo de lo que podemos llamar 'salvación', mi
nos en parte y en algunos casos». Pero no todo lo que los hombres con- postura es que no hay salvación sin unas instituciones que repartan todo
sideran salvación salva realmente. La salvación es «anunciada» de hecho lo que es necesario para una vida plena, íntegra y aceptable, de forma que
a los hombres en nombre de Dios. Dios y la salvación no se agotan en no sólo unos cuantos grupos disfruten de un lugar bajo el sol, sino que
nuestra experiencia concreta. En el concepto cristiano de salvación hay, todos los hombres participen de 'lo que salva'» 50 .
pues, un «límite máximo», un más todavía, y un «límite mínimo». Esto Kuitert concluye con razón que, si estos presupuestos mínimos no
significa que en el concepto cristiano de salvación no es posible descubrir entran en el concepto ¿le salvación, tampoco hay posibilidad «de poner la
un límite por arriba; pero sí existe un límite por abajo: «la salvación salvación escatológica en relación positiva con el esfuerzo humano por
cristiana es al menos salvación, y ésta debe responder al menos a una implantar la paz entre los diversos grupos sociales, razas y pueblos» 51.
serie de condiciones si no queremos hacer que la palabra 'salvación' Lo más significativo de la concepción de Kuitert es que llena una
—y con ella la salvación cristiana— muera con la muerte de las mil cali- laguna existente en las reflexiones de numerosos teólogos (sin excluir a
ficaciones» M. Gracias a esta «distinción» es posible que, por una parte, Metz): Kuitert sitúa la mediación entre la historia y la salvación escato-
Dios conserve la libertad de «ser Dios», o sea, una realidad que no se lógica en el concepto experiencial de «salvación», con lo cual puede
agota en nuestros conceptos de salvación, y que, por otra parte, el hombre explicar con mayor precisión y claridad que otros autores la importancia
conserve la libertad de ser hombre, es decir, un hombre vivo «con derecho fundamentalmente política de la fe cristiana en la salvación escatológica.
a participar en todo lo que se considera o no salvación». Kuitert no se propone analizar la salvación cristiana en su conjunto, sino
Además, la salvación no sólo debe ser experimentada como tal por los sólo su «límite mínimo»: «Los cristianos pueden seguir hablando cuanto
interesados, sino que debe ser vivida como una realidad que salva «por quieran de salvación, pero su concepto de la salvación será inviable (por
unos hombres históricos de carne y hueso, que han de contar con la natu- falta de contenido o porque resulte sospechoso) mientras esté por debajo
raleza que los rodea y con los demás hombres para construir un mundo de ese mínimo» S2.
en el que puedan vivir como hombres» 4S. Es lo que llamamos «salvación f) En Medellín, la Conferencia Episcopal Latinoamericana decidió
terrena», es decir, que salva a los hombres reales. En eso consiste precisa- solemnemente que la Iglesia está dispuesta a hacer una opción: se pondrá
mente lo que Kuitert llama «límite mínimo» del concepto cristiano de al lado de los que, en el plano económico, son pobres y carecen de dere-
salvación. La salvación cristiana es ciertamente más que eso, pero debe chos, al lado de los que apenas cuentan, de la gran masa, del pueblo, que,
ser al menos salvación terrena, es decir, salvación para el hombre. La como se lee en el documento de Medellín, han sido reducidos a condicio-
salvación cristiana no se reduce, pues, a la salvación del alma. nes cada vez más indignas por la violencia estructural o institucional, las
En tercer lugar, Kuitert sostiene que «la salvación propiamente dicha multinacionales y el poder financiero internacional. Esta situación «exige
debe ser universal y completa» *; la salvación de unos no puede significar una modificación global, valiente, urgente y radicalmente renovadora» 53.
la desgracia de otros. Se trata aquí, sobre todo, de las instituciones poli, En resumen, desde el punto de vista teórico, el documento presenta cierto
ticas y sociales, «cuya función es regular la vida del individuo para su desequilibrio y cierta pobreza en la utilización de instrumentos capaces de
bien o su mal». De esto se sigue que «la salvación, entendida como *1 0 analizar los contextos sociales: es un documento redactado con prisas. Sin
que salva', supone —como mínimo— la existencia de unas instituciones embargo, pese a tales lagunas, nunca se ponderará suficientemente la carga
sociales y políticas que 'salven' no a un grupo a expensas de los demás profética y carismática que lo anima. En Medellín, la Iglesia oficial latino-
sino a todos los hombres» 47 . Lo cual no quiere decir que la salvación' americana escuchó, sin caer en romanticimos y apoyándose en su triste
cristiana se reduzca al ordenamiento de una sociedad justa, sino q Ue t i experiencia, los gritos del pueblo de América Latina, como antaño escu-
ordenamiento es un presupuesto que debe responder al concepto A chó Yahvé, según recuerda el libro del Éxodo, los lamentos de su pueblo:
salvación «si se quiere seguir hablando propiamente de salvación» KrG «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra
puede haber, por tanto, una paz interior «al margen de un contexto SOc* ^ los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Y he bajado a librarlos»
y político». Al contrario, «la paz de Dios que sobrepasa toda intelig e r ] - (Ex 3,7-8).
48
44
Op. cit., 71. Op. cit., 11. n Op. cit., 78. *> Op. cit., 79. 51 Op. cit., 80.
45 52
Op. cit., 73. Cf. lo que en páginas anteriores he llamado «constantes a** Op. cit., 81.
amr 53
lógicas». °Po. Segunda Conferencia general del episcopado latinoamericano: La Iglesia en la
46
Op. cit., 76. " Op. cit., 76. actual transformación de América Latina a la luz del Concilio Vaticano II (Bogotá
1968) 72.
742 SALVACIÓN CRISTIANA
LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN 743
Medellín señala el momento histórico de una opción de fundamental
¿Cuál es, en medio de sus variaciones y matices, el común denomina-
importancia tomada por todo un episcopado: La Iglesia baja para liberar
dor de tales teologías? Ante todo, la conciencia de llegar con retraso. Lo
al pueblo latinoamericano. La jerarquía eclesiástica, aliada desde hacía si-
cual me parece importante para el modo latinoamericano de hacer teo-
glos con los poderes coloniales y neocoloniales, da un paso al frente si-
guiendo la consigna del Éxodo, que ya resonaba en el I have heard the logía. Con anterioridad a todas esas teologías hallamos una praxis de libe-
cry of my people de Martin Luther King, y rompe la alianza secular con ración. Antes de que se hablara de teología latinoamericana de liberación,
las potencias y dominaciones de este mundo que oprimen a los hombres. mucho antes de Medellín, en América Latina había ya, sobre todo en las
Se hace eco de las voces de los dominicos del siglo xvi, como Antonio zonas rurales, comunidades de base cristianas de signo político en las que
de Montesinos y Bartolomé de Las Casas, los primeros en tomar la de- se procuraba crear una solidaridad entre campesinos y obreros. Es innega-
fensa de los viejos indios de América Latina y combatir por sus derechos ble la enorme fuerza de atracción que, desde 1959 hasta nuestros días, ha
humanos. Medellín se dejó contagiar por lo que el documento final llama ejercido Cuba sobre toda América Latina. Esas comunidades de base nacen
sed «de emancipación total, de liberación de toda servidumbre, de ma- debido a que algunos cristianos tienen conciencia de pertenecer a la clase
duración personal y de integración colectiva»S4. Este documento no popular y se comprometen activamente en el movimiento popular y es-
es fruto de una elaboración científica, no se plantea el problema teórico pontáneo de los campesinos y obreros. En el arranque de las teologías de
de si el Dios del Éxodo escuchó el lamento de su pueblo y bajó a liberarlo liberación tenemos, pues, un movimiento de liberación presente en las
después de efectuar un análisis riguroso del contexto social. Además, la comunidades de base: una Iglesia de pobres.
situación de injusticia denunciada en Medellín, en 1968, se ha agravado La praxis seguida por las diversas comunidades de base varía evidente-
posteriormente debido a la ideología seguida por la política de «seguridad mente de un país a otro, pero se funda siempre, por lo que se refiere a
nacional» y por las dictaduras militares. Y no basta un llamamiento pro- América Latina, en los mismos principios: 1) hay que denunciar todas las
pagandístico para eliminar las consecuencias a que conduce la industria- injusticias; 2) para ello es preciso seguir un método, el que más tarde
lización moderna, la cual se propone como primer objetivo el desarrollo Paulo Freiré llamará «concienciación», por medio del cual los hombres,
económico: los ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más aprendiendo, toman conciencia de su situación socioeconómica, miserable
pobres. En América Latina, ésa es la realidad concreta, demostrable e injusta, pero modificable; 3) la solidaridad con los pobres nos obliga
con rigor científico. Contra semejante ideología, Medellín proclama el a decidir ser pobres con los pobres, y como corolario 4) es preciso opo-
reino de Dios y la opción de Jesús en favor de los pobres y de los mar- nerse a las estructuras de poder presentes en la sociedad y en la Iglesia
ginados de la sociedad. Y lo que sucedió a Jesús se repite en América y, por tanto, comprometerse solidariamente con el propósito de cam-
Latina: quien se pone de parte de los más débiles enfrente de la ideo- biarlas.
logía del poder mundano lo paga con su muerte. El espíritu de Medellín La teología de la liberación se basa en dos presupuestos fundamenta-
tiene ya sus propios mártires. Y ese espíritu es el que ha dado origen a les: participación cristiana en un movimiento popular de campesinos y
las teologías de la liberación latinoamericanas. obreros y pertenencia a una comunidad de base. Tanto la resolución de
El primero en tematizar el espíritu de Medellín y en comprometerse Medellín como las teologías de la liberación se inspiran en el hecho evi-
en su traducción teológica ha sido un sacerdote teólogo de Lima, Gustavo dente de que en América Latina la Iglesia se edifica como comunidad viva
Gutiérrez, cuya Teología de la liberación (1971) ha sido tomada como sobre «los bajos fondos de la historia», es decir, sobre los pobres y opri-
base por todas las demás teologías de la liberación latinoamericanas (hasta midos. Se hace teología en un contexto determinado, en el ámbito de los
ahora se cuentan unos cinco mil títulos entre libros y artículos55). procesos económicos, políticos y sociales de la historia. La teología de la
liberación se propone tematizar en una reflexión crítica lo que de hecho
54
Segunda Conferencia, op. cit., 42. está en juego en ese proceso de liberación. La convicción básica es que
55
Debido a mi escaso conocimiento del español (idioma en que están escritas casi la esencia de la Iglesia, su identidad histórica (la única que existe), no
todas las obras sobre la teología de la liberación), debo limitarme a algunas de sus se puede definir abstractamente, al margen de la historia, sino sólo en el
líneas más significativas: G. Gutiérrez, Teología de la liberación (Salamanca 8 1977);
C. Alvarez Calderón, Theology and the Liberation of Man, en In Search of a Theology
horizonte experiencial del mundo. Y, en el contexto latinoamericano, se
of Development (Ginebra 1969) 75-115; R. Alves, Teología de la esperanza humana
(Salamanca 1980); H. Assmann, Teología de la liberación (Montevideo 1970); id.,
mido (Madrid 5 1978); F. Houtart y A. Rousseau, The Church and Revolution (Nueva
Opresión, liberación, desafío a los cristianos (Montevideo 2 1971); J. Míguez Bonino,
York 1971); J. L. Segundo, Nuestra idea de Dios (Buenos Aires 1970); id., De la
Doing Theology in a Revolution Situation (Filadelfia 1974); E. Castro, A Cali to
sociedad a la teología (Buenos Aires 1970); id., El hombre de hoy ante Jesús de Na-
Action (Washington 1971); J. Comblin, Cristianismo y desarrollo (Quito 1970); id.,
zaret, 3 vols. (Madrid, Ed. Cristiandad, 1982); A. Morelli, Libera a mi pueblo (Buenos
Théologie de la revolution (París 1970); P. Freiré, Cultural Action for Freedom:
Aires 1971); J. P. Miranda, Marx y la Biblia (Salamanca 1972); Praxis de liberación
«Harvard Educational Review» 40 (1970) 205-225 y 452-477; id., Pedagogía del opri-
y fe cristiana. El testimonio de los teólogos latinoamericanos: «Concilium» 96 (1974),
todo el número.
744 SALVACIÓN CRISTIANA
LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN 745
trata de experiencias socioeconómicas. Reflexionando teológicamente sobre
la praxis de liberación que se lleva a cabo en las comunidades de base, las fundirse con un capítulo particular, político, que podría servir de con-
teologías de la liberación quieren ofrecer una aportación teórica a ese clusión a los tratados clásicos de teología. Añadamos que ese modo de
proceso liberatorio. La teología nace, pues, de la praxis, sobre la que «hacer teología dentro de un contexto» cambia incluso la semántica de los
reflexiona teóricamente para ser luego uno de sus elementos constitutivos. términos. Si en Europa y en América del Norte la «democracia» y la
Para Gutiérrez, «la teología como reflexión crítica... no se limita a pensar «libertad» son valores muy cotizados, en América Latina los hombres son
el mundo, sino que busca situarse como un momento del proceso a través explotados precisamente en nombre de la democracia y la libertad de
del cual el mundo es transformado» 56. Europa occidental. Esto quiere decir que lo que para los occidentales
Con ese método teológico se intenta autenticar críticamente un pro- significan la democracia y la libertad tiene para estos teólogos un valor
ceso histórico en vías de realización. No se trata simplemente de la re- y un significado distintos.
percusión del actual movimiento de liberación: no se busca crear una Esta cuestión suele plantearse inmediatamente en las diversas teologías
base teológica que lo confirme (peligro inherente a este modo de hacer de la liberación cuando se ve cómo la praxis de la fe de las comunidades
teología), sino una reflexión teológica teórico-crítica que aporta eventual- de base afronta el problema socioeconómico de la opresión en que se vive.
mente algunas correcciones. Las teologías de la liberación son el impulso A los teólogos latinoamericanos no les gusta la ideología económica del
que anima los movimientos de liberación: quieren que la Biblia, el evan- «desarrollo», responsable de que América Latina viva en una situación
gelio, la palabra de Dios, se exprese y actúe en el contexto de la opresión de dependencia. Al término «desarrollo» oponen el de «liberación», por-
y de la voluntad de ser libres; es la teología de la «alegre noticia a los que el desarrollo aportado por el poder financiero de las multinacionales
pobres» de Isaías (52,7). Leyendo críticamente, a la luz del evangelio, no ha hecho sino empeorar la situación de la gente pobre. Por otra parte,
los «signos de los tiempos», estos teólogos apuntan a una estructuración el «subdesarrollo» no es considerado allí como «retraso» con respecto a
del proceso concreto de liberación. Tal objetivo se halla presente no sólo los países occidentales más desarrollados, sino como «capitalismo» en clave
en el documento de Medellín, sino también en la encíclica Populorum de dependencia. En otras palabras: su subdesarrollo es un efecto secun-
progressio de Pablo VI. Nos encontramos así con el espíritu que animaba dario del desarrollo de nuestra prosperidad occidental. Esta teoría de la
al dominico francés L. J. Lebret (Économie et humanisme), quien, si- dependencia aparece en casi todos los teólogos de la liberación, para los
guiendo las ideas del padre M. D. Chenu, fundó en Santiago de Chile el cuales «liberación» significa exactamente emancipación de la esclavitud oc-
centro de sociología «Economía humana». La teología es una reflexión cidental. Téngase en cuenta además que «liberación», no «desarrollo», es
sobre la fe cristiana como praxis de liberación. un término típicamente bíblico. De hecho, estas teologías hablan mucho
Para elaborar ese proyecto teológico «encarnado» se requería un aná- menos de los derechos (abstractos) del hombre que de los derechos del
lisis en dos planos: a) El proceso histórico de liberación debe concretarse hombre pobre, privado de su justicia.
en sus presupuestos económicos y sociales. Para ello, los teólogos de la En la parte más formalmente teológica, que alcanza un notable relieve
liberación recurren decididamente a los instrumentos del análisis marxista en estas teologías de la liberación, la salvación cristiana concedida por
y, con su ayuda, estudian las estructuras de una sociedad latinoamericana Dios es analizada en el contexto de la opresión, la represión y la voluntad
abrumada por elementos represivos, b) En la praxis de fe de las comu- de liberarse de un pueblo pobre, es decir, no en el contexto jansenista y
nidades de base se recurre al elemento cognoscitivo contenido en los rela- bayanista, dominicano o jesuítico de naturaleza y sobreñaturaleza. Teología
tos del Antiguo Testamento y en los relatos cristianos sobre Jesús .-Lo que y teología de la liberación son sinónimos: «teología de la liberación» es
interesa principalmente es analizar y tematizar la inspiración judeo-cristiana una tautología. Si la teología es teología de la salvación —y lo es por
y la orientación que ésta confiere a la teología de la liberación. Estos teó- definición—, en esta forma de hacer teología dentro de un contexto es
logos se esfuerzan por destacar el sensus fidei presente en la praxis de teología de la liberación. Por eso, desde hace tiempo, estos teólogos pre-
liberación para explicitarlo como nueva levadura de una praxis mas fieren hablar de teología latinoamericana sin más.
avanzada. Hacer teología para un pueblo que vive en estado de opresión, hacer
Estas dos etapas muestran la estructura que caracteriza en líneas ge- hablar a quien no tiene voz, es imposible si no se opta por el pueblo.
nerales todas las teologías de la liberación latinoamericanas. Tal modo Pero, dado que la praxis puede ser analizada e interpretada de maneras
de hacer teología en un contexto de opresión socioeconómica y de afán de diferentes (siempre dentro de los esquemas de la teoría de la dependen-
liberarse reinterpreta no sólo los aspectos pastorales e institucionales de cia), la misma teología de la liberación presenta diversas tendencias.
la vida cristiana y eclesial en su conjunto, sino también los aspectos dog- Actualmente podemos distinguir tres tendencias fundamentales: a) una
máticos y éticos. Por tanto, la «teología de la liberación» no puede con- teología de la liberación de tipo sociopopular, preocupada por una transfor-
mación radical de las estructuras de la sociedad mediante una conciencia-
56
G. Gutiérrez, Teología de la liberación, op. cit., 40's. ción con vistas a un socialismo crítico, nacional y cristiano; b) otra,
orientada en sentido marxista, sobre todo en el movimiento de los
746 SALVACIÓN CRISTIANA
LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN 747

«cristianos por el socialismo», que tiene su origen precisamente en Amé- problema relativo a la gratuidad específica de la gracia frente al don de la
rica Latina, y c) otra, en fin, de signo evangélico, alentada por numerosos creación—, no resulta difícil considerar como un fragmento de la benevo-
obispos y sacerdotes latinoamericanos. Estas variedades se explican por los lencia de Dios las diversas formas en que se realiza la liberación del
diversos grados de opción, no siempre suficientemente refleja, en favor de hombre. Ellos no conocen el falso dilema de tener que elegir entre Dios
los pobres y oprimidos y por la acción concreta en el plano político. Unos y el hombre, entre otras razones porque profesan su fe en un Dios que
teólogos de la liberación consideran que una opción política de partido no tomó figura humana en Jesucristo, solidario con los oprimidos m . Para
puede derivar directamente de la fe cristiana, mientras que otros tienden ellos, la relación entre el «futuro histórico» y el «futuro escatológico» no
a ver en el socialismo revolucionario, en su forma marxista, la versión es tan complejo como para los teólogos de línea universitaria. Si bien estos
lógica y quizá exclusiva de la fe cristiana; entire ambas vertientes hallamos últimos matices no carecen de importancia, no podemos por menos de se-
varias formas de solidaridad crítica de los cristianos con los marxistas. ñalar la intuición profundamente religiosa que se trasluce en algunas afir-
El proceso histórico de la liberación de los pobres y oprimidos es la maciones, a veces un tanto apresuradas, de los teólogos latinoamericanos.
mediación histórica concreta de la salvación de Dios. Así, pues, en la teo- Si Dios es un Dios que se preocupa de los hombres, todo lo que, a través
logía de la liberación latinoamericana hallamos el mismo problema que de la mediación del prójimo, favorece el bienestar y la verdadera huma-
hemos visto en Cullmann, Pannenberg, Rahner y Metz (y que preocupa nidad del hombre tiene que ser don de Dios y, por tanto, salvación del
a muchos otros): se trata de resolver el problema de la relación entre hombre. No es posible restringir la benevolencia divina a un ámbito deter-
nuestra historia humana y la salvación de Dios en Jesucristo. Es el viejo minado, interno y aislado de la vida social, suponiendo que ese ámbito se
problema del reino de Dios en conexión con nuestro futuro histórico o dé realmente 61. La esperanza cristiana incluye esencialmente una esperanza
con la edificación de nuestro mundo en el amor y la justicia. en una sociedad mejor, más justa y digna del hombre. La liberación de sí
La teología latinoamericana no ve en la historia particular de la Iglesia y la redención cristiana no son términos de una alternativa. El futuro
la única historia en que se realiza la salvación. Siguiendo a Pannenberg escatológico, que no está en manos del hombre, está sujeto a la mediación
y a Rahner, se opone a identificar la historia de la salvación con la his- del compromiso por un futuro terreno, realizable con la mirada puesta en
toria particular de las religiones de revelación. Gutiérrez dice claramente una vida más justa y más digna del hombre. La acción humana orientada
que no se pueden contraponer la «historia» y la «historia de la salva- a promover el bien y combatir el mal constituye la mediación histórica y
ción» 57. La colaboración en el proceso de liberación humana es ya historia concreta en que se traduce el advenimiento del reino de Dios. De ahí que
de la salvación. Gutiérrez distingue en particular tres niveles de liberación G. Gutiérrez emplee el término «liberación» como síntesis de lo que sig-
relacionados entre sí: liberación política, liberación del hombre por el nifican la redención y la autoliberación.
«hombre nuevo» en el curso de su historia, liberación del pecado me-
diante la comunión con Dios 58 . La redención cristiana es, pues, liberación
económica y sociopolítica, creación de un «hombre nuevo» en la sociedad
solidaria y liberación del pecado mediante la comunión de vida que se III
establece con Dios y la «comunión» con todos los hombres. La primera
de esas liberaciones puede ser realizada de hecho por el hombre (mandato LA SALVACIÓN DE DIOS
de la creación); la última depende de la gracia misericordiosa de Dios, y EXPERIMENTADA A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO
ambas —acción política y fe cristiana— se unen a través de la «utopía» S9.
Pese a la distinción real que existe entre los distintos niveles, todo esto Introducción:
significa —teniendo en cuenta el fin a que tiende la vida del hombre—• ha historia de Jacob y Esaú
una realización de la salvación para los hombres. En consecuencia, Gutié-
rrez sostiene que la autoliberación emancipadora es la inmanencia de la «Jacob... se quedó solo. Un hombre peleó con él hasta la aurora y,
redención cristiana —el don de Dios en Cristo nos llega a través de la viendo que no le podía, le tocó la articulación del muslo y se la dejó
mediación histórica de nuestra autoliberación—, pero luego se corrige afir- tiesa mientras peleaba con él. Dijo: 'Suéltame, que llega la aurora'. Res-
mando que el reino de Dios no se realiza totalmente en nuestra historia pondió: 'No te soltaré hasta que me bendigas'. Y le preguntó: '¿Cómo te
de autoliberación. De todos modos, la salvación escatológica se realiza llamas?' Contestó: 'Jacob'. Le replicó: 'Ya no te llamarás Jacob, sino
parcialmente en nuestra historia humana. Para los teólogos latinoameri- Israel, porque has luchado con dioses y con hombres y has podido'. Jacob,
canos, a diferencia de sus colegas occidentales —conocedores de las secu- a su vez, preguntó: 'Dime tu nombre'. Respondió: '¿Por qué me pregun-
lares polémicas que han acompañado al tema «naturaleza y gracia» y del tas mi nombre?' Y le bendijo. Jacob llamó a aquel lugar Penuel, diciendo:
57 58 S9
Ibid., 199-211 y 326-336. Ibíd., 68-69. Ibld., 309-320. Ibíd., 226-241. " Ibíd., 265-273.
748 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 749

'He visto a Dios cara a cara y he quedado vivo'. Mientras atravesaba al encuentro personal y conciliatorio entre Jacob y Esaú resplandece el
Penuel, salía el sol» (Gn 32,25-32). rostro de Dios, como después del combate nocturno «salía el sol mientras
Para valorar correctamente esta historia, debemos situarla en el con- Jacob atravesaba Penuel» (32,32). En el rostro de los hombres reconcilia-
texto global del Génesis. Tras haber estado una serie de años al servicio dos brilla, como el sol, el rostro mismo de Dios. Por eso Jacob llamó
de su tío Labán, Jacob vuelve a su tierra (Gn 31), donde se encontrará a aquel lugar «Penuel», o sea, «rostro de Dios»: «He visto a Dios cara
por primera vez con su hermano Esaú, a quien había sustraído la bendi- a cara y he quedado vivo» (32,31). Los hombres reconciliados tienen dere-
ción del derecho de primogenitura. Ya había pagado con creces su acción, cho a existir, a vivir. Reconciliación significa vivir, poder vivir. En nues-
pero ahora —yendo al encuentro de Esaú— se da cuenta de la gravedad tra historia de sufrimientos e injusticias, la reconciliación nos hace vivir
de su conducta anterior; había procedido mal contra Esaú y contra Dios una vida digna de esfuerzo.
(Gn 32,4.17.21.22). A medida que se acerca el momento del encuentro,
va aumentado la tensión interior. Jacob teme un encuentro frontal con su
hermano. Titubea. Por ello envía algunos mensajeros que suavicen el en- 1. La salvación terrena, elemento
cuentro inminente. Pero también es cada vez mayor su tensión en relación constitutivo de la redención cristiana
con Dios. Ve el encuentro con Esaú, su hermano perjudicado, como un a) Identidad cristiana e integridad humana.
enfremamiento directo con Dios. Y Dios adopta la misma táctica que Ja-
cob: envía a Jacob un mensajero (32,2). Tenemos así una doble historia: Aunque los hombres han hecho mucho por remediar los problemas
el enfrentamiento de Jacob con el mensajero divino, que culmina en la de su vida en el campo corporal psicosomático y social (factores que con-
lucha nocturna con el hombre de Dios (32,25), y el encuentro con Esaú. dicionan la identidad personal y la cultura), chocamos continuamente con
Lo que en realidad se desarrolla en un solo acontecimiento se explica en la realidad del sufrimiento humano: sufrimiento debido al amor, a la cul-
dos historias distintas: la reconciliación entre dos personas tiene relación pa, a nuestra condición finita y mortal, al fracaso y, en fin, al carácter
con la reconciliación con Dios y por parte de Dios. Más tarde dirá Jacob invisible y oculto de Dios. No hay técnicas curativas ni prácticas liberado-
a Esaú: «He visto tu rostro benévolo, y ha sido como ver el rostro de ras que puedan eliminar o minimizar ese sufrimiento. Es cierto que existen
Dios». Las dos historias se unifican en este versículo, donde está el men- muchas formas de autoliberación: emancipadoras, interhumanas, médicas,
saje que debemos buscar en el relato. individuales y sociopolíticas (encargadas al hombre en nombre de Dios
En la historia de la lucha con Dios se narra, como un hecho con enti- creador); pero tales victorias sobre el sufrimiento, en muchos casos pago
dad propia, la profundidad religiosa del laborioso intento de Jacob para de la culpa de nuestra historia humana, son esencialmente parciales y limi-
reconciliarse con Esaú. Jacob lucha hasta el final y se entiende con Dios tadas. Pero hay más: para millones de hombres que han desaparecido,
y consigo mismo. En su enfrentamiento absolutamente personalísimo con fallecidos o martirizados, arrebatados por las enfermedades, muertos en
Dios pasa felizmente la prueba (32,29). Antes se llamaba «Jacob», hom- accidentes de tráfico o en terremotos, etc., esa pretendida autoliberación
bre vencido; ahora se llamará «Israel», el que lucha con Dios, el que, tras humana llega demasiado tarde. ¿O es que no incluimos a todos ésos en
librar un duro combate interior, se ha conciliado con Dios y consigo nuestra idea moderna de salvación (con lo cual ésta ya no sería plena
mismo. y universal)? ¿Son tal vez la paja aventada de nuestra historia? ¿Y qué
Una vez restablecida su relación con Dios, queda restablecida su rela- significan las víctimas exigidas por la autoliberación emancipadora para
ción con el hombre, con Esaú. Ahora, sin necesidad de que medie ningún llegar a la llamada «generación del porvenir» (la que sobreviva para en-
mensajero, Jacob va decididamente a encontrarse con Esaú (33,3). Tras tonces), la cual vivirá en un «Estado feliz» cuya realización no deja de ser
haber sido bendecido por el desconocido hombre de Dios, con el que ha problemática? Para las generaciones pasadas, lo más que eso puede signi-
luchado toda la noche, Jacob devuelve a Esaú el don de la bendición divi- ficar es un «más allá» ficticio, como para los oprimidos de la Edad Media
na (33,11). Después de algunas vacilaciones por parte de Esaú y de insis- el más allá era un más allá de todas sus miserias. No existe, pues, libera-
tencias por parte de Jacob, aquél acepta la bendición, alegre por ver de ción auténtica si no se eliminan también esas formas de sufrimiento, que
nuevo a su hermano. Mediante un magistral juego de palabras, el texto no son accesibles a ningún proceso de autoliberación.
hebreo hace decir a Jacob: «He visto tu rostro benévolo y ha sido como Pero concluir de ahí que la salvación de Dios en Jesús se limita a esa
ver el rostro de Dios» (33,10). El juego de palabras está en el doble uso esfera y que el resto corresponde a una autoliberación emancipatoria es,
del verbo «ver», con los matices de «ver con recelo» y «ver con compla- en mi opinión, una trampa muy peligrosa. Además, estaría en contradic-
cencia». En la misma mañana, Jacob había visto a Dios con recelo y se ción con el Nuevo Testamento, que ve los dos tipos de acción salvífica
había complacido viendo su rostro, es decir, se había reconciliado con por parte de Jesús —al lado de su buena noticia— en la curación de en-
Dios en un encuentro personal, lo mismo que ocurre ahora al encontrarse fermos y en la liberación de los hombres poseídos por fuerzas alienantes,
personalmente con Esaú. En la aceptación y ratificación recíproca gracias demoníacas.
750 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS. DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 751

Si la lucha del hombre por lograr su liberación y emancipación62 es porque la muerte acaba con toda vida emancipada), esto implica que las
esencialmente parcial, no universal y además transitoria (aunque sólo sea esperanzas más profundas presentes al comienzo del proceso de emanci-
pación están condenadas a quedar incumplidas. Esto no es obstáculo para
62
Bibliografía relacionada, directa o indirectamente, con la problemática de la re- que nos declaremos solidarios con los movimientos humanos que luchan
dención y la autoliberación emancipadora: H. Albert, Traktat über die kritische Ver- por la libertad humana, ya que para los mortales (en cuanto tales) no hay
nunft (Francfort 1968); H. Berkhof, Krisis des christlichen Menschenverstándnisses: logro mayor que colaborar eficazmente al éxito parcial de nuestra historia
«Evangelisches Missionsmagazin» 115 (1971) 103-116; M.-D. Chenu, Peuple de Dieu y a la eliminación de las causas del sufrimiento, en la medida de nuestras
darts le monde (París 1966); J. Cobb, The Structure of Christian Existence (Filadelfia posibilidades. Conviene recordar a este respecto las palabras humanistas
1967); Y. Congar, Sacerdoce et láicat devant leurs taches d'évangélisation et de civili-
sation (París 1962); E. Feil y R. Weth (eds.), Diskussion zur «Theologie der Revolu- de un gran cristiano, Tomás de Aquino: «Detrahere perfectioni creatura-
tion» (Munich-Maguncia 1969); Han Fortmann, Heel de mens (Bilthoven 1972); rum est detrahere perfectioni divinae virtutis» 63, «rebajar las posibilidades
P. Freiré, Pedagogía del oprimido (Madrid 51978); J.-B. Metz, La fe en la historia intrínsecas del hombre (de las criaturas) significa rebajar las posibilidades
y la sociedad. Esbozo de una teología política fundamental de nuestro tiempo (Madrid, de la potencia divina». Esto implica que la esperanza fundada en la creati-
Ed. Cristiandad, 1979); H. Freyer, Schwelle der Zeiten (Stuttgart 1965); K. Füssel, vidad del hombre debe ser incorporada a la esperanza cristiana, fundada
Erinnerung und Kritik: «Internationale Dialog Zeitschrift» 5 (1972) 335-344; Al. Ga- a su vez en la propia creatividad sal vinca de Dios. En la praxis cristiana
noczy, Sprechen von Gott in heutiger Gesellschaft. Weiterentwicklung der politischen se ha roto muchas veces la unidad entre creación y alianza. El Creador
Theologie (Friburgo 1974); G. Girardi, Christianisme, libération humaine, lutte des es el Redentor, y su acción redentora es también divina, es decir, esencial-
classes (París 1972); H. Golfwitzer, Die kapitalistische Revolution (Munich 1974);
id., Die marxistische Religionskritik und der christliche Glaube (Munich 31970); mente creadora, sin que exista por ello rivalidad entre lo que Dios hace
M. Greiffenhagen (ed.), Emanzipation (Hamburgo 1973); G. Greshake, Gnade ais y lo que nosotros, basándonos en él, hacemos.
konkrete Freiheit (Maguncia 1972); id,, Geschenkte Freiheit (Friburgo 1977); A. Heuss, La autoliberación emancipadora —cuando es posible— es una tarea
Zur Theorie der Weltgeschichte (Gotinga 1968); A. Houtepen y J. Schipper, Theologie que el Creador, que también es el Redentor, ha confiado a todos los hom-
van het Saeculum, 2 vols. (Utrecht 1974); J. Illies, Tur eine menschenwürdige Zukunft bres. Esta tarea, en su objetivo y su estrategia, en sus análisis y su praxis,
(Friburgo 1972); W. Kasper, Einführung in den Glauben (Maguncia 1972; ed. espa- no es específicamente religiosa o cristiana. Pero los cristianos incurren
ñola: Introducción a la fe, Salamanca 1976); H. Kessler, Erlosung ais Befreiung (Dus-
a veces en el error de identificar el cristianismo con lo específicamente
seldorf 1972); H. Küng, Ser cristiano (Madrid, Ed. Cristiandad, 41980); W. Lepenies-
H. Nolte, Kritik der Anthropologie. Marx und Freud, Gehlen und Habermas (Munich cristiano, con lo cual limitan el ámbito de la vida cristiana. La religión,
1971); K. Lowith, Weltgeschichte ais Heilsgeschehen (Stuttgart 1953); H. Lübbe, en contraste con la idea —relativamente moderna— que de ella tiene el
Geschichtsphilosophie und politische Praxis, en Theorie und Entscheidung (Friburgo mundo occidental, afecta en todas las religiones a la vida entera: no un
1971); H. Marcuse, Versuch über die Befreiung (Francfort 1969); id., Konterrevolution sector determinado, sino todo un modo de ser de la vida humana, perso-
und Revolte (Francfort 1972); W. D. Marsch (ed.), Diskussion über die «Theologie nal y socioeconómica. En Occidente se solía pensar en términos dualistas:
der Hoffnung» (Munich 1967); J.-B. Metz, Erlosung und Emanzipation: StZ 191 religión (Iglesia) y mundo, razón (filosofía, ciencia) y fe (teología), Igle-
(1973) 171-184; J. Moltmann, Úmkehr zur Zukunft (Munich-Hamburgo 1970; ed. es- sia y Estado, etc. Se trata en el fondo de dos tipos de fe contrapuestos:
pañola: Conversión al futuro, Madrid 1974); G. Muschalek, Tat Gottes und Selbst-
fe en la razón y fe en Dios. La tendencia de Occidente a ver en la religión
verwirklichung des Menschen (Friburgo 1974); W. Pannenberg, Theologie und Reich
Gottes (Gütersloh 1971; ed. española: Teología y reino de Dios, Salamanca 1974); un sector de la vida es más bien sorprendente. El hecho es que en Occi-
H. Peukert (ed.), Diskussion zur politischen Theologie (Munich-Maguncia 1969); dente hallamos tres tendencias: a) Concepción correlativa: La cultura y la
K. Rahner, Grundkurs des Glaubens (Friburgo '1977; ed. española: Curso fundamen- religión coinciden porque (como en la Edad Media) ambas están unidas
tal de la fe, Barcelona, 1980); J. Ratzinger, Einführung in das Christentum (Munich por una teoría cristiana, de modo que la vida eclesial y la vida profana
1968; ed. española: Introducción al cristianismo, Salamanca 41979); M. Riedel (ed.), forman un único modelo (coherente) de vida social, legitimado por la re-
Rehabilitierung der praktischen Philosophie, 2 vols. (Friburgo 1972 y 1974); R. Rohr- velación (dos jurisdicciones que se ajustan a una misma pauta), o bien
moser, Das Elend der kritischen Theorie (Friburgo 1970); id., Emanzipation und porque (como ocurre en la actualidad) se da una «yuxtaposición»: la unión
Freiheit (Munich 1970); D. Rossler, Der «ganze» Mensch (Gotinga 1962); E. J. Shar-
pe y J. R. Hinnells (eds.), Man and bis Salvation (Hom. S. G. F. Brandon; Man- de los dos ámbitos se realiza medíante una teoría profana. La Iglesia, en
chester 1973); L. Scheffczyk, Erlosung und Emanzipation (Quaest. Disp. 61; Friburgo cuanto sector institucional, no se ocupa oficialmente de la política, y el
1973); H. R. Schlette, en Skeptische Religionsphilosophie. Zur Kritik der Pietat (Fri-
burgo 1972); M. Seckler, Das Heil in der Geschichte (Munich 1964); R. Spaemann,
Autonomie, Mündigkeit und Emanzipation, en S. Oppolzer (ed.), Erziehungswissen- Die Absólutheit des Christentums und die Religionsgeschichte (Munich-Hamburgo
schaft 1971 zwischen Herkunft und Zukunft der Gesellschaft (Wuppertal s. a.) 317- 1969); J. Verkuyl, Voorbereiding voor de dialoog over het Evangelie en de ideologie
324; K. G. Steck, Die Idee der Heilsgeschichte (Zurich 1959); M. Theunissen, Hcgels van het marxistisch Leninisme (Kampen 1976); R. H. van de Walle, Verlost tot
Lehre vom absoluten Geist ais theologisch-politischer- Traktat (Berlín 1970); id., Gesell- vrijheid (Averbode 1975); B. A. Willems, Erlosung in Kirche und Welt (Quaest. Disp.
schaft und Geschichte. Zur Kritik der kritischen Theorie (Berlín 1969); E. Troeltsch, 35; Friburgo 1968); R. Wittram, Zukunft in der Geschichte (Gotinga 1966).
M
Tomás de Aquino, Summa contra Gentiles III, 69.
752 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 753

Estado reconoce el sentido de la tarea específica de la Iglesia, b) Concep- ción entre lo profano y lo religioso. En esta praxis religiosa del pueblo
ción exclusiva: Puede tener forma positiva o negativa. En forma positiva, existen modelos significativos que, sometidos a la discretio spirituum,
la fe en la razón y la fe en Dios son de hecho dos formas de fe, cada una pueden servirnos de orientación. Estas diferentes experiencias de indivi-
de ellas con su propia inspiración constructiva (a partir de la Ilustración). duos y grupos son momentos de la historia concreta de la religión cris-
En forma negativa, no se va contra la religión, pero se le niega todo sen- tiana. Según esto, las formas de contracultura que vemos aparecer al
tido humanitario constructivo (especialmente a partir del «secularismo». margen de las grandes Iglesias cristianas son un locus theologicus para
inglés del siglo xix). c) Concepción inclusiva: También en este caso pode- la reflexión teológica, al igual que lo son la piedad popular y la antihisto-
mos distinguir un sentido positivo y otro negativo. Positivamente, «la ria de las llamadas «herejías». Hay que distinguir entre el uso y el abuso
secularidad cristiana» como reacción frente a las corrientes correlativa de la religión popular.
y exclusiva. Lo que en Occidente suele llamarse «mundo profano» no es Podemos decir que las tres corrientes mencionadas fueron representa-
ajeno al cristianismo. En otras palabras: se recurre a términos procedentes tivas de la religiosidad occidental (a pesar de la permanente contrahistoria
del pensamiento dualista occidental para definir la religión tal como se la de protestas reprimidas), hasta que se generalizó la discusión y reflexión,
entiende en las religiones no cristianas: como algo que afecta a toda la tanto en América como en Europa (a veces bajo nombres diversos) sobre
vida humana. Sin embargo, esto ha llevado a distinguir entre religión (reli- la contracultura actual, sobre las teologías políticas (con una nueva moda-
giones no cristianas) y fe (fe en Jesucristo): se piensa que es posible ser lidad crítica) y sobre la distinción expresa entre la doctrina oficial de la
«cristiano» sin ser «religioso». Esto tiene la consecuencia negativa de que Iglesia y la fe del pueblo. Primero de una forma latente, luego a través de
el rechazo de la religión a favor de la fe se convierte en iconoclastia. ciertas manifestaciones explícitas y, finalmente, en una irrupción de pala-
Lo profanum no evoca ya el recuerdo de lo fanum. Lo específicamente re- bra y de obra, surge, casi al mismo tiempo, esa triple reacción frente a la
ligioso, con sus símbolos, pierde su fuerza integradora frente a lo religioso cultura dominante (en el mundo y en la Iglesia). Ello se debe, ante todo,
«derivado» (la vida en su conjunto) y pervierte su poder constructivo. a un malestar frente a tal cultura, cuyos principales exponentes son las
La vida, privada de lo específicamente religioso, se empobrece y se vuelve grandes instituciones: Estado, Iglesia, Universidad, etc.
destructiva. Por ser una reacción humana, está condicionada culturalmente en for-
Estas tres tendencias (cada una con sus dos subdivisiones) del pensa- ma de exigencia de una nueva cultura, de una contracultura, término en el
miento religioso dualista (Iglesia y mundo) son una presentación (esquemá- que el prefijo «contra» se refiere a la cultura unilateral, representativa
tica) de la religiosidad oficial de Occidente, tal como aparece en la teolo- y dominante, y el sustantivo «cultura» refleja el deseo de establecer una
gía y en los documentos eclesiásticos. Pero eso no es la religión cristiana cultura alternativa, no una negación o ausencia de cultura (cosa, por lo
en Occidente. Además de esta corriente oficial, con sus derivaciones, ha demás, condenada al fracaso, pues la negación de la cultura lleva ineludi-
existido siempre una religiosidad popular. Esta refleja en Occidente lo que blemente a un ghetto cultural).
la religión es en Oriente o en cualquier otro lugar: un principio orienta- Ahora bien, el cristianismo fiel al evangelio debe encontrarse con cual-
dor de la vida, un proyecto existencial que da coherencia, unidad y direc- quier cultura, incluida la suya propia (y también con las proyecciones cul-
ción a toda la vida humana, individual y colectiva, sin separar entre un turales de su fe y de la estructura eclesial), sobre la base de la reserva
ámbito profano y otro religioso. Tampoco el hombre occidental auténti- escatológica (consecuencia de la fe en Jesús como acontecimiento escato-
camente religioso ha aceptado nunca, ni en el plano teórico ni —menos lógico). Pero precisamente esa reserva influye singularmente en la configu-
aún— en el práctico, pese a todas las teorías oficiales, la separación entre ración de la cultura. En el cristianismo, que el pueblo vive con razón como
un ámbito religioso y otro profano. En las religiones oficiales de Occi- unidad de lo religioso y lo profano, existe una clara tensión entre el nú-
dente, el pensamiento «dualista» parece más bien patrimonio de las estruc- cleo específicamente religioso, que se plasma en símbolos apropiados (con-
turas concretas relacionadas con la autoridad, las cuales han producido tribuyendo a dar forma a la ecclesia y, en este sentido, a crear una cultura
casi una separación entre el pueblo religioso y la autoridad religiosa (pres- propia, dado que toda manifestación específicamente humana tiene un ca-
cindiendo de la función específica que reconozco en la fe cristiana a los rácter cultural), y lo que se ha venido en llamar lo «religioso derivado»,
«dirigentes eclesiásticos»). Esto significa que, en la religiosidad popular, es decir, toda la vida del hombre en el mundo y en la sociedad, si bien
la religión desempeña el mismo papel (aunque a menudo acríticamente) el conjunto de todo ello constituye una sola vida integrada. Esta duplici-
que le corresponde en general: el de principio unificador, integrador y sig- dad de aspectos no se puede eliminar.
nificativo de toda la existencia del hombre en el mundo y en la sociedad. Aun no siendo un fenómeno específicamente cristiano, el proceso eman-
Por eso, la religiosidad es concretamente constructiva, aunque encierra una cipador de liberación puede tener una importancia fundamental para el
posibilidad destructiva (precisamente porque la religión abarca todos los cristianismo: puede ser una forma histórica necesaria del amor cristiano,
ámbitos). En consecuencia, la reflexión teológica debe considerar crítica- de su fe y de su esperanza. Más aún: en un momento determinado de la
mente la religión popular, en cuya práctica se rechaza de hecho la separa- historia puede representar un criterio de autenticidad cristiana, concreta-
48
754 SALVACIÓN CRISTIANA
LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 755
mente como plasmación histórica de uno de los criterios básicos de la reli-
gión cristiana: el amor fraterno. Todo lo que en el cristianismo empírico va cia humana de la mezcla de sentido y absurdo que es nuestra vida, plantea
contra las exigencias de liberación humana, individual y colectiva, debe ser el problema de si en el fondo podemos confiar en la vida y en la historia,
rechazado en nombre de la fe cristiana. Por otra parte, la solidaridad (crí- de si existe realmente un sentido total. Porque eludir el problema del
tica) de los cristianos en el movimiento de emancipación y liberación no sentido, de la redención y de la liberación total no es todavía liberación.
puede hacerse depender de las oportunidades reales que el cristianismo La historia del sufrimiento del género humano, nuestra propia experiencia
encuentre en la predicación o evangelización. Aun cuando la Iglesia no nos obliga a plantearnos este problema. El no creyente rechaza la respues-
sacara provecho alguno de ello, tiene la obligación de comprometerse en ta religiosa porque la interpreta como una proyección: el deseo es padre
defensa de los hombres privados de sus derechos y en alcanzar un mínimo del pensamiento. Pero él no da ninguna respuesta. El creyente hace la
de salvación humana. experiencia de la afirmación religiosa, una experiencia interpretativa. Así,
en las actuales circunstancias, el problema religioso se plantea con urgencia
en el proceso emancipatorio de autoliberación, un impulso humano libera-
b) Pretensión alienante de una autoliberación total. torio que puede obtener únicamente resultados parciales, no universales
El creyente y el cristiano conocen los límites de principio inherentes a y transitorios y que, en último término, se sabe abocado no sólo al fra-
toda autoliberación, pero esto no significa que se niegue la legitimidad caso de toda autoliberación con pretensiones de totalidad o universalidad,
cristiana del proceso de emancipación y liberación. Sin embargo, el cre- sino también a la alienación de todo intento de autoliberación total. Seme-
yente debe oponerse por principio a toda autoliberación emancipadora que jante proyecto desencadena nuevas fuerzas irracionales que llevan a una
pretenda ser total. Esa autoliberación es para la humanidad —teniendo privación de libertad.
en cuenta su caducidad y el hecho de que «en cuanto tal» puede ser sólo No se puede, pues, identificar la historia de la emancipación con la his-
tema, pero no sujeto universal de la historia— funesta y alienante o, en toria de la redención que viene de Dios, como tampoco se puede separar
el mejor de los casos, una liberación a medias. Limita y reduce el ser esta última de la autoliberación del hombre. De hecho, la salvación de
humano, lo cual tiene ipso jacto un efecto alienante. En la situación ac- Dios es salvación para el hombre, con todo lo que ello implica —teniendo
tual, el contexto en que se puede situar el problema del sentido último de en cuenta las «constantes antropológicas»— para una existencia auténtica-
la existencia humana es precisamente la imposibilidad de una autolibera- mente humana. El problema fundamental será siempre la realidad de la
ción total, universal y definitiva mediante una emancipación. El proyecto historia humana de sufrimientos, la cual subsiste en un proceso de eman-
de emancipación debe ser puesto entre unos signos de interrogación que cipación presuntamente logrado y no pertenece simplemente a una «pre-
forman parte del dinamismo de todo proceso histórico de emancipación. historia» preemancipativa de la humanidad (aspecto certeramente subraya-
Se trata de unos límites no ya transitorios, sino insuperables. En tal situa- do por J. B. Metz). No es posible hallar salvación al margen del sufri-
ción no hay más alternativa que la respuesta religiosa: redención o sal- miento. Una autoliberación emancipadora al margen de una perspectiva de
vación de Dios. redención religiosa presenta dimensiones problemáticas y peligrosas, ya que
También los no creyentes deben reconocer el carácter absoluto de este no ve una serie de aspectos reales de la vida humana y, por consiguiente,
problema fundamental, pero en su caso se trata más de reconocer por dig- efectúa una reducción del hombre. La historia de la libertad es una histo-
nidad humana y lealtad los propios límites (cuando de hecho lo hacen) ria del sufrimiento. Esta es una realidad del ser humano que toman
que de superarlos en la línea de lo que ellos llaman ilusión de la religión. muy en cuenta las soteriologías religiosas. La redención cristiana va más
Es curioso, sin embargo, que quienes sostienen esta teoría son personas allá de la autoliberación emancipatoria, si bien se muestra críticamente
que «casualmente» viven en esta parte occidental del mundo, donde se solidaria con ella.
disfruta de mayor bienestar y donde existe la posibilidad de transformar La teología medieval —especialmente Alberto Magno, Buenaventura,
en vivencias personales la experiencia de que nuestra historia es una mez- Alejandro de Hales y Tomás de Aquino— subrayó que el hombre es un
cla de sentido y de absurdo. «Casualmente» no viven en la otra parte del ser que no puede realizar su propia naturaleza, hecha de promesa y futuro,
mundo, donde la existencia de muchos hombres está dominada por el ab- en un proceso total de emancipación64. «Quo magis creatura, eo amplius
surdo, la esclavitud y el sufrimiento. En otras palabras: habría que pre- indiget Deo»: «A mayor perfección ontológica de las criaturas, mayor ne-
guntar si ese proyecto de vida, que se «concilia» con una historia hecha cesidad tienen de Dios», tanto más urgente y fundada es la necesidad de
de sentido y absurdo, de bienestar y sufrimiento, tiene suficientemente en desarrollar sus posibilidades existenciales con ayuda de la fuerza divina.
cuenta el hecho del sufrimiento ajeno. ¿No será que cercena una parte La vivencia plena de la promesa que encierra nuestro ser humano se basa
esencial de la problemática real de nuestro sufrimiento? Habría que pre- en un don gratuito, superior. Un hombre es sólo plena y totalmente hom-
guntar también si tal concepción de la vida no tiene (consciente o incons-
64
cientemente) una buena dosis de egoísmo. En cualquier caso, la experien- E. Schillebeeckx, Arabisch-neoplatoonse achtergrond van Thomas' opvatting over
de ontvankelijkheid van de mens voor de genade: Bijdr 35 (1974) 298-308.
756 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 757

bre en virtud de la gracia de Dios. Sobre todo para Tomás de Aquino, En el pasado se consideró posible y obligatorio establecer en el mundo
la autorrealización es aceptación y apropiación de la salvación de Dios por un orden específicamente cristiano. Entonces los cristianos estaban real-
pacte del hombre, aceptación activa de un don divino: «acogida». Precisa- mente convencidos de poseer una concepción totalmente peculiar y propia
mente porque la gracia de Dios está sujeta a una mediación —pasa a tra- de la sociedad, a la que no se podía llegar con las solas fuerzas de la razón.
vés del hombre y del mundo—, el hombre tiene la posibilidad de oponer- Con el paso del tiempo se ha podido ver que tal concepción tenía una
se a ella. Todo lo que está sujeto a una mediación histórica participa, por gran carga ideológica. Esa «política cristiana» es característica de los cris-
razón de ésta, de la ambigüedad intrínseca a la historia y, por consiguiente, tianos «fundamentalistas», que pretenden encontrar directamente en la
nunca se impone de manera infalible y evidente; siempre le queda al hom- Biblia una política aplicable a un programa político. Pero la cuestión deci-
bre la posibilidad de no ver en ello la invitación de Dios y no prestarle siva es si, al rechazar legítimamente tal ideología, no se está tirando por
atención (de este modo matizaría yo la «doctrina tomista», en sí correcta, la ventana, además del agua con que se ha bañado al niño, al propio niño,
de la eficacia intrínseca de la gracia). Analicemos a continuación las impli- puesto que tal postura niega la dimensión política de la fe (no de una
caciones históricas. doctrina social cristiana, impregnada de ideología) basándose en la tesis
de que la fe no es funcional*6. En realidad, la oposición legítima a una
«funcionalización» de lo religioso puede abrir de par en par las puertas
2. Fe cristiana y política
a las funcionalizaciones ideológicas, inconfesadas y encubiertas, de ciertos
a) El hecho del pluralismo entre los cristianos. poderes políticos y económicos (no religiosos) muy interesados en la tesis
del carácter no funcional de la religión (poderes que a menudo, y sin que
En la actualidad existe por doquier un gran interés por las teorías y nadie se lo pida, apoyan con agrado esa no funcionalidad). Negarse a
afirmaciones relativas al alcance sociopoKtico de la fe, y especialmente del plantear críticamente el problema de la función de la religión en el hom-
evangelio cristiano. Pero la gama de los matices políticos es realmente bre y en la sociedad significa muy pronto consentir que las experiencias
variada. religiosas gratuitas y realmente no funcionales se vean contaminadas por
Debido a este hecho, vemos, por un lado, que se crean nuevos partidos objetivos no religiosos del ordenamiento social. (Debido a su método psico-
políticos de orientación confesional y, por otro, que muchos cristianos aban- lógico, en sí mismo aceptable, estos psicólogos pueden no percibir otra
donan esos partidos confesionales a fin de llevar a cabo en otros partidos serie de aspectos). A la luz de la tradición judeo-cristiana, que considera
de signo progresista su inspiración y orientación cristiana. Otros proponen, al amor fraterno solidario «con un hermano mío, de esos más humildes»
en nombre también del evangelio, una alianza con movimientos marxistas (Mt 25,40) —amor intersubjetivo y a través de estructuras anónimas—, no
y socialistas como la única consecuencia lógica y obligada del cristianismo sólo como ética, sino también como «virtud teologal», convendría tener
(«Cristianos por el socialismo»). Existe también un cristianismo apolítico, cautela ante ciertas tendencias psicológicas, genéricamente religiosas, en las
el cual defiende la tesis de que la religión, debido a su trascendencia que las experiencias religiosas de la gracia quedan reducidas a un mismo
y orientación a lo específicamente religioso, debe estar por encima de cual- denominador común con las experiencias que procura el LSD, según cierta
quier clase de política. Pero esto implica, dado el antagonismo real que literatura reciente (conectada con el llamado «despertar religioso») pretende
existe en la política social, una opción inequívoca de tipo político a favor hacernos creer (de todos modos, no deben asustarnos ciertas afinidades
de los que tienen el poder y de los económicamente más fuertes. (No obs- psicológicas realmente sorprendentes).
tante, en ciertas circunstancias una abstención de este tipo en política puede Al margen de las concepciones de los cristianos sobre la fe y la polí-
obedecer al propósito de ofrecer una oportunidad a las fuerzas progresistas; tica, los estudios sociológicos sobre el funcionamiento concreto de las reli-
el hecho, por ejemplo, de que los obispos españoles dejaran que los cris- giones en el ámbito político llegan a conclusiones distintas. La sociología,
tianos obraran según conciencia con ocasión del referéndum de diciembre sin embargo, está aún lejos de poder ofrecer una teoría bien articulada
de 1976, cosa que no sucedía bajo el régimen de Franco, no significa nece- sobre la función de las religiones en la configuración del futuro de una
sariamente un indiferentismo político, sino más bien la manifestación de sociedad. No obstante, existe una amplia gama de datos empíricos, de los
una voluntad democrática después de tarttos años de dictadura). Hay, en que se desprende que la función de las religiones con respecto a la vida
fin, otros cristianos (sobre todo entre los psicólogos de la religión, que, política de una sociedad es básicamente ambivalente. De hecho, vemos
a partir de R. Otto, se oponen a una definición funcionalista de la religión) que las religiones sirven no sólo para legitimar las relaciones existentes,
que no admiten que la religión tenga función alguna (tampoco poli dea), sino también para impulsar reformas e incluso revoluciones. Desde el pun-
si bien subrayan que el creyente, en cuanto hombre, sí tiene obligaciones to de vista sociológico e histórico, la religión puede llevar a dos actitudes
de carácter ético-político.
La reacción de esta última tendencia se opone con razón al viejo ideal 6
' Por ejemplo, A. Versóte, Utopic cu wcrkelijkheid van het christendom, en
de una humanitas christiana, regulada por la «doctrina social de la Iglesia». Gclovend in de wcrcld (Hom. A. Dondi-vm-; Amliorcs-Uiivrht 1972) 79-99.
758 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 759

contrarias. Vemos además que, siempre que la historia pasa por períodos b) Repercusión de lo político.
estáticos, en los que es nula o muy pequeña la necesidad de revolución
o reforma, también el mundo religioso se muestra poco dinámico y poco La esencia de toda crítica de la religión, en cualquiera de sus formas,
propenso a la crítica o los cambios de la sociedad. Por el contrario, en es que la religión proclama la incapacidad del hombre para lograr una
períodos de cambios sociopolíticos observamos que, además de un impor- autoiiberación emancipadora, a la vez que promete una salvación otorgada
tante grupo de fieles ligados a las estructuras eclesiásticas y de tendencia por Dios, con lo cual reafirma la impotencia del hombre para conseguir
conservadora, surgen centros muy activos de comunidades eclesiales que, su liberación. Actualmente, los cristianos utilizan a menudo esta crítica en
partiendo precisamente de sus convicciones religiosas, se muestran muy ventaja propia, presentando una nueva interpretación de la religión cris-
críticos con la situación existente y aspiran a un cambio de la misma. tiana: subrayan su impulso emancipador y político y su función liberadora,
Ciertas posturas sociopolíticas determinan a menudo la forma en que algu- si bien la historia de esta religión no puede presentar unas credenciales
nos cristianos comprenden el evangelio, mientras que, por otro lado, una muy brillantes a ese respecto (si se exceptúan ciertos casos, normalmente
interpretación concreta del evangelio puede influir en la adopción de pos- reprimidos, de cariz «herético»).
turas políticas. Se trata, pues, de una relación dialéctica. Por tanto, no Ante todo debemos admitir que, en consonancia con la estructura del
sólo la función fáctica de la religión es ambivalente, sino que, debido a la desarrollo de la fe cristiana, ciertas influencias externas, profanas, ajenas
polarización y a los conflictos religiosos presentes en las comunidades, por tanto a la religión en cuanto tal, ayudan a los cristianos a descubrir
se produce una agudización de los conflictos sociopolíticos. los valores positivos presentes en su propia tradición cristiana, valores que
en el pasado fueron quizá reprimidos o simplemente ignorados por culpa
Este gran pluralismo, que se da también entre los cristianos, con res- del sistema social dominante. El mensaje de Jesús exige libertad y amor
pecto a las relaciones de fe con la política social es un hecho que habla para todos y cada uno de los hombres sin excepción. Esto es un hecho
por sí mismo. La importancia de la fe cristiana para un ordenamiento históricamente incontrovertible. Pero las virtualidades de este mensaje
sociopolítico del mundo no es totalmente clara y unívoca. Las diferentes no aparecen de forma automática y en bloque, sino paulatinamente, en el
concepciones están condicionadas no sólo por el pluralismo de la fe cris- proceso de evolución de la conciencia humana. Así, la solidaridad crítica
tiana, sino también por la experiencia cotidiana de que una política social, del cristiano con la historia emancipadora de la libertad " y la coalición de
la teología con las teorías críticas de la sociedad67 pueden significar de he-
conservadora o progresista, sirve de confirmación o de crítica de ciertas
cho una exigencia necesaria de la caritas, o amor cristiano, y de la teología
emociones humanas, categorías o adquisiciones concretas.
dentro de la historia (necesidad de crear nuevas tradiciones). Hay que
En el terreno de la política no hay que hacer decir a la fe demasiado analizar, sin embargo, con sumo cuidado hasta qué punto el cristianismo
ni demasiado poco. Además, un teólogo crítico ha de limitarse a expresar y la teología desarrollan su propia potencialidad crítico-religiosa y no se
ideas generales so pena de sobrepasar los límites de su competencia. Para limitan a repetir lo que ya han dicho otros movimientos humanos y teo-
dar una orientación concreta sobre la línea que debe seguir una política rías críticas. ¿Se apropian simplemente unas concepciones ajenas al cristia-
social y humana de acuerdo con la exigencia cristiana de comprometerse nismo, por muy legítimas que sean desde el punto de vista humano, o to-
aquí y ahora con la «salvación humana», se requiere un análisis y una man conciencia a través de ellas (lo cual no es ninguna deshonra) de sus
interpretación no teológica de la situación concreta en que vivimos. El impulsos genuinamente cristianos? Debemos, pues, preguntarnos con sen-
teólogo, al menos en cuanto teólogo (lo mismo que cualquier otro cris- tido crítico si las teologías actuales de la esperanza, de la emancipación
tiano de mayor o menor categoría), no es de por sí competente para llevar y liberación, todas las cuales tienen su base fundamental en Jesús de Na-
a cabo tal análisis e interpretación. Por eso soy más bien escéptico ante zaret, no desempeñan una vez más la función de «tapahuecos», aunque no
los cristianos que, en cuanto cristianos, pretenden poseer un programa como en el pasado, sino con la mirada puesta en las disfunciones todavía
de acción específico y concreto (llámense «Cristianos por el socialismo», existentes en nuestro comportamiento personal, interpersonal y sociopolí-
«Unión Democrática Cristiana» o «Democracia Cristiana»). En sus pro- tico. En otras palabras: debemos preguntarnos si todos esos intentos cris-
gramas concretos siempre han influido factores no cristianos ni teológicos tianos modernos no representan una nueva sacralización, esta vez no del
(y no podría ser de otra manera). Lo grave sería que presentaran sus con- statu quo, sino de la exigencia política —incluso revolucionaria— de
clusiones, derivadas de factores cristianos y no religiosos, como la solución cambio.
cristiana (ésa es la cuestión). En cuanto cristiano y teólogo —no en cuanto
político—, sé que sólo puedo formular principios generales que iluminen El problema de fondo estriba en saber si los creyentes y los no creyen-
la reflexión de los políticos. En cualquier caso, tales reflexiones teológicas 66
Tesis fundamental en J.-B. Metz. Cf. J.-B. Metz, J. Moltmann, W. Oelmüller,
pueden descubrir una gran dosis de ideología también entre los cristianos. Kirche im Prozess der Aujklarung (Munich 1970) 58-73.
67
Cf. A. G. Geyer, H. N. Janowski, A. Schmidt, Thcologie und Soziologie (Stutt-
gart 1970).
760 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 761

tes hacen las mismas cosas de hecho, es decir, luchan por renovar el mun- vidual; ahora, de macroética de la comunidad político-social. En otras pa-
do, con la única diferencia de que el creyente da a esa praxis común una labras: cuando la religión se pone al servicio de tareas que le vienen de
interpretación distinta, interpretación que en cuanto tal no tiene conse- fuera (por ejemplo, necesidades económicas, sociales o políticas), degenera
cuencia alguna en el terreno práctico. De hecho, la religión como tal no en magia o queda privada de contenido y reducida a mera ética (de cual-
puede ofrecer una aportación específica en el caso de una praxis que se quier modo, debe tener en cuenta que no podrá conservar su interés espe-
muestra indiferente ante cualquier interpretación, religiosa o no religiosa. cíficamente religioso a los ojos del hombre más que dentro de las otras
Por tanto, cuando una religión pretende prestar al mundo un servicio espe- cinco constantes antropológicas ya analizadas). Aunque la religiosidad im-
cífico e irreductible, esa pretensión resulta problemática y ambigua en la plica un comportamiento ético correcto, la religión no es reducible a la
medida en que el servicio se entienda a partir de objetivos extrarreligiosos. ética. En tal reducción, la única diferencia con el pasado consistiría en que
Y viceversa: la pretensión de ofrecer una interpretación específica del el servicio «antinatural» que antaño prestó la religión al mundo mostraba
mundo será igualmente problemática y ambigua en la medida en que tal una tendencia derechista y conservadora, mientras que el actual sigue un
interpretación no repercuta en la praxis. En consecuencia, si se trata de camino izquierdista y revolucionario. En ambos casos nos hallaríamos ante
una praxis común a creyentes y no creyentes, a la que se añaden sin más formas y manifestaciones de una trasnochada «teología constantiniana».
distintas interpretaciones teóricas del mundo, se está ignorando el impulso Con frecuencia, el recurrir a la fe cristiana en apoyo de una política
crítico peculiar de la conciencia religiosa. La religión no es una interpreta- de derechas o de izquierdas o en apoyo de un encogido y desvaído partido
ción del mundo ajena a la praxis, ni tampoco una praxis sin relación con de centro es simplemente una coartada a falta de argumentos racionales.
una determinada interpretación del mundo y del hombre. De ahí que la teología deba hacer hincapié en la forma específicamente
En la praxis tenemos a menudo una curiosa experiencia. Al principio religiosa de la crítica del hombre y de la sociedad: ése puede ser un ser-
se habla de una inspiración evangélica que mueve a la solidaridad con la vicio de la religión al mundo, un servicio que la teología no basa en una
autoliberación emancipatoria (de hecho, socialista). En una segunda fase repetición de lo dicho (quizá con acierto) por los sociólogos críticos, sino
vemos la racionalidad propia de tal emancipación. En una tercera fase se en su experiencia de lo santo o sagrado. Las religiones quieren dar testi-
reconoce la prioridad de la emancipación en su racionalidad propia con monio de lo santo, de Dios; ahí radica la legitimidad de su anuncio y de
respecto al anuncio evangélico. En la cuarta y última fase se termina a su praxis. En su servicio a Dios, las religiones son un servicio al hombre.
menudo por rechazar la orientación e inspiración evangélica, considerán- De lo contrario, serían una pura reduplicación idealista70. En realidad,
dolas sin importancia para el movimiento de liberación. Este proceso, que cuando hablamos de la conciencia religiosa (y de su peculiar fuerza crí-
no raras veces se observa en la práctica68, indica que la religión, aunque tica), estamos hablando de una determinada forma de la conciencia huma-
se puede abusar de ella con fines muy diversos, por su naturaleza no es na. Entonces habremos de preguntarnos qué es lo religioso de esta con-
«instrumentalizable», poco importa para qué. No se puede hacer de Dios ciencia, es decir, qué contenido y qué realidad nos obligan a decir que es
un instrumento para alcanzar objetivos humanos ni del hombre un instru- una conciencia religiosa. Y también: ¿cómo se debe valorar la realidad del
mento para lograr metas divinas. La religión y el ser humano trascienden hombre y del mundo a la luz de la conciencia religiosa? La religión no se
la categoría de lo instrumentalizable y funcional, lo cual no quita que la ocupa sólo de Dios, sino de la totalidad, cuyo fundamento, soporte y espe-
religión pueda ser «funcional en grado máximo» para promover la «digni- ranza es Dios mismo.
dad del hombre» en todos los aspectos. La religión valora al mundo y al hombre a la luz de su experiencia de
Las religiones no son fruto de una exigencia interior, sincr portadoras lo sagrado o divino. Cualquier afirmación religiosa sobre lo santo es en
de salvación: salvación para los hombres. La religión (como plenitud inte- realidad una afirmación sobre el hombre y el mundo, lo cual significa tam-
rior, implicación y consecuencia) no puede prestar un servicio eficaz en bién que cualquier afirmación sobre el hombre y el mundo es también
el mundo en el plano específicamente religioso y en el práctico (incluido el una afirmación sobre lo santo, sobre Dios. Dicho de otro modo: en la
político), si no se reconoce la peculiar fuerza hermenéutico-crítica y el visión que la religión tiene de sí misma está implicada —de un modo
impulso de la religión en cuanto tal. Si se pierde de vista la interpretación
70
y la crítica específicamente religiosas, es decir, si la religión se pone al En particular, un grupo de teólogos recientes (cf. M. Xhaufflaire y K. Derksen,
servicio de objetivos no religiosos, entonces los medios religiosos quedan Les deux visages de la théologie de la sécularisation, Tournai 1970) ha llamado la
supeditados a unos objetivos no religiosos, con lo cual la religión se con- atención sobre el idealismo que implica esta reduplicación: M. Xhaufflaire, Feuerbach
vierte en magia, o bien la religión queda reducida al papel de maestra y el la théologie de la sécularisation (París 1970); Fr. van Oudenrijn, Kritische Théologie
educadora de moralidad69; antes se trataba principalmente de ética indi- ais Krilik der Théologie (Munich 1972); L. Dullaart, Kirche und Ekklesiologie (Mu-
nich 1975); también en publicaciones menos recientes, como «Tegenspraak» (Holanda),
68
«Kritischer Katholizismus» (Alemania Federal) y otras que siguen publicándose en la
Así, por ejemplo, G. Girardi (no he logrado encontrar la cita exacta). actualidad, como «Lettre» (Francia), «Tmprimatur» y «Neue Stimmen» (Alemania Fe-
69
Cf. R. Scháffler, Religión und kritisches Bewusstsein, op. cit., 155-158. deral), etc.
762 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 763

igualmente primigenio— una visión religiosa del mundo y del hombre. sin refugiarse en una salvación soñada y sin imaginar un mundo santo y
Es imposible separar la pregunta por Dios de la pregunta por el ser del perfecto en algún rincón de nuestra historia (pasada, presente o futura).
hombre, ser que ha de tener últimamente una dimensión religiosa para La religión somete a crítica tanto el statu quo como la absolutización de
que el hombre sea plena y totalmente hombre. La religión se ocupa de la una renovación puramente político-social a la que los hombres, nolens
existencia del hombre y del mundo, pero en cuanto manifestaciones de volens, deberían plegarse. No obstante, la religión quiere, a imitación de
lo santo, y no de otro modo (lo cual no quiere decir que se rechace el len- un Dios volcado hacia la humanidad, apoyar y favorecer a los hombres que
guaje no religioso sobre tales fenómenos). Para el creyente, el hombre luchan en favor de la humanidad y, por consiguiente, las estructuras que
que vive en el mundo es el símbolo fundamental de lo santo, del Dios ayuden a ello.
que busca el bien y combate el mal, es una manifestación de Dios en Esa crítica de raíz religiosa es una aportación de la religión al mundo,
cuanto gracia y juicio. Para poder manifestarse, lo santo debe ocultarse pero una aportación que se cumple en y por el servicio a Dios. Esto es
siempre en imágenes: se revela en el ocultamiento, de tal modo que lo algo que debemos tener muy en cuenta en el análisis ulterior si queremos
santo sólo es accesible a través de tales manifestaciones, si bien no es hablar con sentido teológico sobre la liberación del hombre y no repetir,
identificable con ninguna de ellas. Por tanto, existe una identidad nece- como papagayos cristianos (bajo la enseñanza de la teología), lo que vienen
saria entre manifestación y ocultamiento. La religión, en cuanto compren- afirmando desde hace mucho unos hombres a los que debemos tomar
»- sión religiosa del hombre y del mundo, debe a esta estructura un simbo- en serio.
lismo religioso particular, el cual, a pesar, de su peculiaridad, remite siem-
pre a la realidad histórica del hombre en el mundo.
De esta importante función hermenéutico-crítica de la conciencia reli- c) La «reserva escatológica» y lo político.
giosa se desprende que el creyente no puede idealizar de ningún modo una Si se tuviese en cuenta únicamente la reserva divina, sin considerar al
determinada imagen del mundo —pasada, presente o futura— y hablar de mismo tiempo el contenido concreto de la fe, especialmente de la cristiana,
un mundo perfecto y sin problemas. Todo, en efecto, es tan sólo una ma- centrada en Jesús de Nazaret, la reserva escatológica podría desempeñar
nifestación de Dios no identificable con lo santo, con la salvación del una función totalmente reaccionaria en detrimento del hombre. La reserva
hombre. Pero, por otra parte, la religión prohibe evadirse del mundo, de Dios abarca, en efecto, toda nuestra historia y todo lo que el hombre
rechazar una determinada figura del mundo —pasada o futura—, ya que realiza dentro de ella. De ahí que todas las acciones políticas tengan un
todas las cosas y en todas partes pueden ser para el creyente manifesta- carácter relativo. No obstante, esto significa también que, cuando este
ción de lo divino. Por tanto, nada puede ser menospreciado; la realidad aspecto real de la revelación de Dios se toma aisladamente, al margen de
no está plenamente desahuciada mientras Dios esté presente en ella. La lo acontecido en Jesús por nosotros, esta reserva escatológica puede rela-
religión se opone, pues, a cualquier tesis de identidad, a cualquier sacra- tivizar hasta tal punto toda actividad profana que resulten neutralizadas
lizacíón o absolutización de la política, sea de derechas, de izquierdas o de por igual tanto una política de signo conservador como una política social
centro, si bien la praxis política que va en beneficio del hombre es una que pretenda mayor justicia para todos. En tal caso, la fe cristiana no sólo
manifestación de Dios en el mundo: el ocultamiento y la manifestación son desacralizaría la política y la privación de su peligroso carácter absolutista
una misma cosa. En otras palabras: la religión y la fe cristiana poseen ya (en eso consiste el derecho peculiar y el sentido de la reserva escatológica
una importante dimensión política por el hecho de que se oponen a una o libertad divina), sino que sería incapaz por sí misma de inspirar y orien-
identificación plena de la salvación humana con la política. La reserva de tar (en una dirección muy determinada) la elección de una política socio-
Dios, que para el hombre es una reserva escatológica, no permite al cre- económica encaminada al progreso y desarrollo de la humanidad y del
yente absolutizar la política. El cristianismo desacraliza la política. En ser humano. Dios podría aparecer como «salvación» lo mismo en la con-
efecto, si la posibilidad de toda existencia radica en Dios y si, por otra servación y renovación del mundo de los hombres que en su sufrimiento >
parte, nuestra existencia está amenazada no sólo desde fuera (por la natu- opresión y ruina. La certera visión cristiana de que para el creyente (que
raleza, los demás hombres y la sociedad), sino también desde dentro (por tiene ante sus ojos la cruz de Cristo) la ruina, el fracaso y el sufrimiento
nuestra permanente posibilidad de no ser), entonces la salvación plena será pueden ser de hecho manifestaciones de salvación, signos de la silencios^
posible únicamente cuando el hombre pueda poner su confianza en el fun- presencia de Dios, podría ser manipulada políticamente para consolidar y
damento de su existencia, es decir, en la renovación personal, que, oculta continuar la opresión existente. Una reserva escatológica utilizada en téi\
en esa crisis permanente de la existencia, es realizada por Dios. La con- minos puramente formales anularía de raíz el impulso humanitario qu e
ciencia religiosa, en su dimensión crítica, conoce la validez de todo lo pro- alienta en los movimientos de libertad, mientras que, guardando silencie^
fano y de su crisis radical. Esto permite dedicarse al mundo sin divinizarlo de nada valdría la reserva de Dios frente al statu quo. Tal es la conse„
y sin idealizar o absolutizar ninguna política, de liberación; permite reali- cuencia política (y, tácitamente, a menudo también la intención) de recuri¡ r
zar una crítica radical del hombre y de la sociedad y promover el bienestar a la reserva escatológica cuando se trata de asuntos políticos.
764 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 765

El contenido de la confesión de fe en Dios determina en parte la praxis zos y luchas, pueden ser confiados últimamente a Dios, el único sujeto de
concreta de los cristianos en el mundo. Si se parte, como sucede en las la providencia universal.
religiones primitivas y algunas otras, de que Dios es fundamento y origen La reserva divina se manifiesta en que la humanidad no es el sujeto
de toda positividad y de toda negatividad —un Dios que da la muerte y universal de la historia y en que la providencia temporal de la misma hu-
la vida—, entonces la religión no poseerá ninguna fuerza crítica y produc- manidad se ve superada por el Señor de la historia. Y esta reserva escato-
tiva para una praxis encaminada a la salvación del hombre en el plano lógica, que no neutraliza (aunque sí desacraliza) y radicaliza las múltiples
personal, corporal, médico, económico, social, educativo, etc. La vida hu- preocupaciones humanas por el futuro de una humanidad auténtica, justa
mana y la historia son de hecho ambiguas, ambivalentes, de forma que y feliz en el marco de unas estructuras sociales lo más justas posible, cons-
raras veces se puede decir con certeza qué elementos están del lado de la tituye una crítica radical contra toda pretensión de identificar exclusiva-
vida y qué elementos pertenecen a la esfera de la destrucción, de la muerte mente la salvación con la autoliberación política, con la «amabilidad con
y la ruina. Sin embargo, ambigüedad no es lo mismo que neutralidad. Si los demás», con los movimientos ecológicos, con la macroética o la micro-
Dios fuera indiferentemente el fundamento y la fuente de la justicia y la ética, con la mística, la liturgia y la oración, con las técnicas pedagógicas,
injusticia, de la alegría y el dolor, sería inútil y absurdo para el creyente andragógicas o gerontológicas, etc. Todo eso forma parte del concepto
tratar de cambiar las cosas. Pero, debido precisamente a la fuerza crítico- integral de salvación del hombre y, por consiguiente, está vinculado esen-
cognoscitiva de las experiencias humanas del sufrimiento, muchos creyentes cialmente a la salvación que viene de Dios y que se puede experimentar
rechazan semejante idea de Dios, pues -llevaría ineludiblemente a afirmar como gracia.
que «Dios ha querido que haya clases sociales», señores y siervos, opreso-
res y oprimidos, y que la familia de la sagrada jerarquía del universo se d) El cristiano y su opción por un partido político.
mantenga en pie mediante la autoridad de unos y la obediencia de otros.
En cualquier caso, es claro que la religión tiene siempre una dimensión Ya hemos dicho que el futuro del hombre, de acuerdo con la actual
política. Pero lo que se discute no es esa dimensión, sea del signo que conciencia del problema, depende también de un proyecto político de futu-
sea; la cuestión decisiva es qué importancia política se reconoce la religión ro, en el cual los creyentes se atienen a su experiencia de un Dios que
a sí misma, es decir, qué política social y humanitaria pretende promover promueve el bien y se opone al mal, y los cristianos al concepto de un
y a qué política se opone. Dios que se hizo visible en Jesucristo.
Pero el Dios de los cristianos «no es Dios de muertos, sino de vivos» La esperanza cristiana no se opone a la prognosis, la planificación y el
(Mt 22,32). En otras palabras: esta noción contempla a Dios única y ex- proyecto político de futuro, sino a la desesperación y al derrotismo. Esta
clusivamente como positividad: «Dios es amor» (1 Jn 4,10.16), por su esperanza asume la actividad humana de una praxis política, pero para
propia naturaleza promueve el bien y se opone al mal. Por consiguiente, desembocar en el misterio. La historia y su sentido total son conjunta-
para el creyente que quiere imitar a Dios, cualquier actuación debe tener mente un misterio, de forma que el futuro presenta rasgos ocultos, inapre-
como orientación exclusiva la promoción del bien y la oposición al mal, sables. El fundamento, origen y sentido de la humanidad es el Dios vivo,
a la injusticia y al sufrimiento en cualquiera de sus formas. Esta noción Señor de la historia, la cual, a pesar de todo, gira siempre en torno a la
de Dios, que nos viene no de un concepto genérico, común a todas las salvación, el bienestar y la felicidad del género humano. Así, la opción por
religiones, sino de Jesús de Nazaret, proporciona al cristiano un principio un partido político está siempre relacionada de algún modo con la espe-
de orientación muy concreto dentro de lo que he llamado «las siete cons- ranza cristiana en la salvación del hombre, ya que (como hemos dicho) la
tantes antropológicas»: en este marco, la fe le obliga a promover lo que existencia de un sistema bipartidista realmente democrático es el requisito
es bueno y verdadero para el desarrollo del hombre y a combatir enérgi- mínimo (y el menor de todos los males) y la premisa básica de un sistema
camente todo lo que lesiona al hombre en su corporalidad, lo oprime en sociopolítico que vaya en beneficio del hombre. El creyente y el cristiano
su vida psíquica, lo humilla en su personalidad, lo esclaviza mediante las se hallan, pues, ante una opción muy concreta.
estructuras sociales, lo impulsa irracionalmente a aventuras irresponsables,
le impide el libre ejercicio de su religiosidad y, en fin, todo lo que va con- Los politólogos entienden por política el esfuerzo por dar forma, me-
tra los derechos del hombre y lo convierte en objeto mediante las condi- diante el ejercicio del poder y teniendo presentes unos objetivos, a la so-
ciones de trabajo y la burocracia. Este impulso productivo y crítico de la ciedad futura. La política implica, pues, una referencia al gobierno del
fe cristiana, tanto hacia una praxis dirigida a la salvación del hombre como Estado, a su gestión y sus efectos. Según esto, «politización» es el esfuerzo
hacia una praxis política orientada a conseguir un futuro mejor para la cada vez más acentuado por dar una forma concreta, de acuerdo con unos
humanidad, no neutraliza la reserva escatológica. Tal impulso es productivo objetivos, a la sociedad futura, «por un lado, ampliando el ámbito del
y crítico, porque la humanidad no es el suje,to de una «providencia uni- gobierno, y por otro, acentuando la participación de los ciudadanos en el
versal», y las ilusiones, desilusiones y fracasos, a pesar de todos los esfuer- programa y en la labor del gobierno, a la vez que intensificando la efectivi-
766 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 767

dad de éste» 71. En tal sentido, dentro del talante político de un sistema históricas de nuestra vida social, la paz, la justicia y la unidad entre los
democrático y dentro del pluralismo social, la formación de partidos polí- hombres. La fe radicaliza el compromiso por un mundo mejor. La fe cris-
ticos significa de hecho una concentración de poder, pero ésta —como tiana en lo humanamente imposible, es decir, en la posibilidad de mejorar
todo poder humano— deberá legitimarse teniendo en cuenta unos criterios radicalmente el mundo, lleva al creyente a una praxis política muy precisa.
democráticos, la carga liberadora de su contenido y el sufrimiento lesivo De hecho, la conversión del corazón, en la que tanto insiste la fe cristiana,
y vejatorio que puede acarrear a otros. está condicionada por las estructuras sociales en que se sitúa la libertad
Una politización progresiva es posible sólo si existe la conciencia de humana, a la vez que las intenciones torcidas del corazón humano influyen
que los hombres pueden dar forma a la sociedad futura a partir de un en tales estructuras. Existe una relación dialéctica entre la «conversión
proyecto político, es decir, si se tiene conciencia de que el futuro es tam- del corazón» y la «transformación de las estructuras sociales», si bien con
bién —hasta cierto punto, siempre relativo— un producto de la creativi- unas estructuras perfectas el corazón humano puede ser siempre fuente de
dad humana, una obra humana: el resultado de una prognosis humana, de hostilidad e injusticia, y con unas estructuras injustas el hombre puede
un proyecto político de futuro y de una planificación concreta. Una política alcanzar personalmente las más altas cotas de dignidad humana. Todo esto
progresista no será posible si no se basa en esa conciencia, nueva desde el no quita que el imperativo ético de transformar para bien las estructuras
punto de vista histórico. injustas siga siendo una exigencia ético-política irrenunciable, inspirada en
A este respecto es de notar que la política progresista supone esencial- el evangelio del mensaje de liberación. En otras palabras: el evangelio
mente una visión científica de la política, al menos en el sentido de que inspira al cristiano en orden a una determinada praxis política.
ésta debe contar cada vez más con la ciencia y la tecnología, pero sin A pesar de su dimensión político-social, el evangelio o la fe cristiana
dejarse arrastrar por la ciencia, la tecnocracia y la economía. no pueden ofrecernos directamente por sí mismos un programa de acción
La dimensión política de la fe cristiana implica ante todo que los cre- política concreta. De ahí que el impulso, la inspiración y la orientación
yentes que ajustan su vida al evangelio tengan una preocupación activa y (en virtud de la cual quedan excluidas ciertas direcciones) que, basados en
constante por la pureza del ethos político, preocupación que comparten el evangelio, conducen a un proyecto político, a una programación de la
con todos los hombres de buena voluntad. Pero esto quiere decir en par- acción política y a la misma praxis política, sigan un curso dialéctico, indi-
ticular que los creyentes, por ser depositarios del mensaje evangélico, recto: pasan por experiencias de contraste y por la mediación de un aná-
deben desempeñar en los asuntos políticos una función crítica y profética lisis (científico) de las estructuras sociales y de su interpretación (herme-
que impulse a la acción y que, sobre la base de su fe en la profecía de néutica).
una tierra y un cielo totalmente nuevos (el reino de Dios, es decir, la El análisis científico y la interpretación del objeto analizado son sen-
comunión con Dios, cuyos frutos son el salom, la paz y la justicia, la uni- cillamente la prolongación necesaria y moderna de las experiencias sociales.
dad entre todos los hombres), critique cualquier situación que amenace con Por consiguiente, sin la mediación del análisis y de la interpretación de
consolidar la injusticia y la discordia del sistema. En este sentido, los tales experiencias y del contexto social en que surgieron, el impulso o ins-
creyentes deben adoptar una postura crítica frente al statu quo social piración del evangelio carece de eficacia y de sentido en el plano político.
cuando éste consiente una dosis de humanidad y liberación para todos, Existe de hecho un vacío entre las exigencias políticas del evangelio de la
pero sólo en la medida que le parece adecuada para garantizar duradera- liberación y la necesidad de precisar el objeto de la praxis política. De
mente «los propios intereses» en la nueva situación. Apoyándose en la todos modos, los cristianos no fueron los primeros en denunciar, apoyán-
profecía evangélica, los creyentes deben mostrarse como una fuerza profé- dose en su «caridad» o solicitud cristiana por el prójimo, la opresión insti-
tica y crítica con respecto a la polis y su política. Tal crítica es un reto tucional y personal de los proletarios, a pesar de que esa solicitud cons-
dirigido a todos los poderes, dominios y estructuras para que respondan tituye una exigencia intrínseca de la caridad cristiana. Es cierto que en el
del sufrimiento que ellos mismos provocan y de su opresión sobre los pasado fueron, principal y casi exclusivamente, los cristianos quienes —ani-
demás. Es además una crítica práctica, es decir, una crítica profética que mados por su caridad hacia el prójimo-— contribuyeron, al menos en el
mueve a la acción. plano asistencial, a ayudar a los oprimidos; pero no se sintieron directa-
mente impulsados a combatir por un cambio de las estructuras que eran
Para la fe cristiana es esencial creer en la posibilidad real de un futuro causa del sufrimiento. Esta determinación da por supuesto que tales estruc-
mejor para todos los hombres en su dimensión personal y social, en un turas son modificables, y esta convicción presupone un análisis que ponga
futuro radicalmente mejor, que es un don de Dios, pero también una tarea de manifiesto cómo esas estructuras, surgidas en el curso de la historia,
en virtud de la cual hay que realizar, ya desde ahora, en las dimensiones habrían podido ser distintas y, por consiguiente, son modificables. Este
hecho muestra claramente que la caridad cristiana, además de su innegable
71
A. Hoogerwerf, Politisering van kerk en theologie: TvTh 12 (1972) 195-208, eficacia en el plano de las relaciones interpersonales, no podrá alcanzar sus
especialmente 196. objetivos en las actuales circunstancias sino por medio de una praxis poli-
768 SALVACIÓN CRISTIANA
LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 769

tica cuyos imperativos concretos son dictados por las experiencias empíri- político sólo cuando, debido a una deficiente situación política, no está
cas del hombre. garantizado el desarrollo político normal de un grupo de ciudadanos, en
Parece, pues, obligado concluir que la fe cristiana, inspirada en la cari- este caso los cristianos; es decir, cuando el sistema político funciona mal.
dad, no tendrá sentido y efectividad política si, entre la fe y la praxis Por tanto, la confesionalidad de un partido político no es una cuestión
política, no se establece una mediación histórica analizando e interpretando de principio, sino de oportunidad histórica. En el pasado no faltaron oca-
la experiencia del hombre y las estructuras sociales (y, por tanto, progra- siones en ese sentido. El fundamento de lo que decimos es que la fe cris-
mando un proyecto de sociedad futura a partir de una competencia polí- tiana tiene una importancia política sólo indirecta y dialéctica y que se
tica y de una imaginación prospectiva). Para desarrollar concretamente, en requiere la mediación del análisis e interpretación de factores no teológicos.
el plano de la historia social y política, la fe en el reino de Dios se requie- La adhesión directa a un programa político concreto se apoya en el aná-
re la mediación de la imaginación política, del análisis científico coyuntural lisis, desde un punto de vista determinado, y en la interpretación de las
y social junto con su interpretación y de las actitudes éticas. Ignorar esta estructuras sociales. De hecho, entre los cristianos se dan distintas opinio-
mediación específica y autónoma lleva a las más peligrosas y simplistas nes sobre ese punto de vista y sobre la interpretación que sirve de base
conclusiones. a la opción política. No se puede construir un consenso político directa-
Pero no debemos olvidar que el empleo de los instrumentos analíticos mente sobre un consenso religioso (excepto en el cristianismo de tendencia
no es una empresa neutral. Consciente o inconscientemente, entre la fe fundamentalista y biblicista, que considera posible deducir su programa
y la aplicación de técnicas analíticas (o en el mismo análisis) hay siempre político directamente de la Biblia). Y, por lo que se refiere a los partidos
una opción política. El problema consiste en saber cuál es el objeto y la que fundan sus decisiones políticas en convicciones religiosas más o menos
finalidad de una investigación. ¿Queremos descubrir, con la mirada puesta comunes, la historia nos enseña: 1) que a veces tales partidos son objeti-
en una libertad real para todos, las estructuras de poder que, en las actua- vamente menos fieles a la inspiración cristiana que otros partidos no con-
les circunstancias sociales, son causa de los conflictos? ¿O queremos ana- fesionales; 2) que a menudo se ven obligados a mostrarse cautos en sus
lizar, sobre la base de un concepto abstracto de «bien común», las estruc- programas y en su praxis política, dado que no existe de hecho un con-
turas sociales ignorando las situaciones conflictivas y los intereses indivi- senso político entre los cristianos que militan en sus filas. Quien pretenda
duales de algunos hombres, los cuales deberán someterse también a ese formar un partido que tenga un pensamiento político unánime al menos
«bien común», lo cual se reduce con frecuencia a poner en primer plano en los problemas sociopolíticos fundamentales (y pueda así realizar una
un interés individual arropándolo con el manto del «interés general»? En labor eficaz) conseguirá sus adeptos no apoyándose en una convicción reli-
tal caso, ya antes de realizar el análisis se ha optado por una solución giosa más o menos común, sino en una convicción política común.
concreta que, en cuanto tal, nada tiene que ver con la fe ni con el análisis Con esto llegamos a una primera conclusión. Teniendo en cuenta el
científico. reconocimiento de la dimensión política de la fe cristiana y la idea teoló-
De lo dicho podemos concluir que el fundamento inmediato de una gica de que tal dimensión influye en la política sólo de una forma indirecta
política eficaz es un proyecto político de futuro capaz de lograr un amplio —a través de un análisis y una interpretación de la sociedad que, en defi-
consenso. Este proyecto político se servirá de la ciencia y la tecnología, nitiva, permitan a muchos adoptar una opción política libre y decidida—,
pero sin aceptar acríticamente las presiones y leyes (en realidad, hipoté- me permito presentar la siguiente fórmula como la más justificada hoy,
ticas) de los procesos tecnológicos y económicos. tanto desde el punto de vista teológico como político: a) por un lado, una
Por consiguiente, el fundamento inmediato de un proyecto político Iglesia o comunidad de fe, eficaz y activamente presente en la vida política,
de futuro que implique prioridades (y, por tanto; también la formación que libremente, es decir, no vinculada a un sistema o partido político, se
de partidos) no puede ser la fe cristiana ni la confesionalidad en cuanto presenta, en cuanto Iglesia, con actitud profética y crítica frente a las
tal. La fe no es de hecho el fundamento inmediato de una política deter- ideologías, como conciencia crítica de la sociedad y de todos sus partidos
minada, aun cuando un partido concreto tenga matiz confesional. Incluso políticos; b) por otro, unos cristianos que se unen a otras personas que
en este caso, un partido utiliza criterios políticos que no proceden directa- comparten (fundamentalmente) un mismo consenso político con vistas a un
mente de la religión cristiana en cuanto tal: el hecho de ser cristiano no proyecto político de futuro; en otras palabras: unos cristianos que se unen
puede constituir por sí mismo un criterio de opción política. Desde el políticamente no sobre la base de una convicción religiosa más o menos
punto de vista político y religioso, no existe propiamente una conexión común, sino de una convicción política común.
directa entre el partido (confesional) y la fe cristiana, sino entre ese par- El Concilio Vaticano II ha reconocido la legitimidad de un pluralismo
tido y un determinado grupo social del que se reclutan partidarios: cató- político entre los cristianos. Esta postura ha sido realmente un avance en
licos o cristianos (no la fe católica o la fe cristiana), entre los cuales exis- comparación con la política monolítica y uniforme que se imponía a los
ten sobre todo intereses económicos encontrados. cristianos en el pasado. Pero esto encierra un peligro de liberalismo polí-
Históricamente, un partido confesional tiene razón de ser como partido tico, en el sentido de que los cristianos puedan pensar que cualquier opción
4')
770 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 771

política está de acuerdo con la fe cristiana. A la luz de la fe cristiana hay sirve y desenmascarar así las limitaciones y deficiencias de determinadas
que reconocer que ciertas opciones políticas (de derechas o de izquierdas) estructuras e instituciones sociales. Este descubrimiento analítico e inter-
pueden estar en flagrante contradicción con el evangelio y que —si tiene pretativo de la imagen de hombre (en muchos casos inconsciente, al menos
un sentido real la idea general de la importancia política de la fe— un en un principio) que subyace en las articulaciones de las grandes estruc-
consenso mínimo en el campo de la política es consecuencia natural de la turas sociales, constituye un presupuesto necesario para poder superar las
fe común en el evangelio, el cual es una buena noticia de liberación para limitaciones y deficiencias de un orden establecido y aspirar a un futuro
todos los hombres (sin que ese consenso de fe pueda constituir la base mejor.
de un partido confesional, a no ser que tal consenso, en una situación polí- Ahora bien, la imagen de hombre que, consciente o inconscientemente,
tica concreta, no pueda resultar eficaz de otro modo). Sin embargo, ese existe de hecho en un determinado programa político con vistas a una
libre consenso no debe ser impuesto unilateralmente desde arriba, sino sociedad futura y, en este sentido, progresista puede parecer a un cristiano
que debe ser fruto de una labor de conjunto. El evangelio impide a los también progresista una realidad incompleta sobre la que él no quiere edi-
cristianos, a la hora de realizar una opción política determinada —que bien ficar la sociedad del porvenir. Esto es una prueba de que el análisis de
puede ser la de neutralidad—, apoyar una política que, valiéndose de pre- las estructuras sociales y su interpretación (que es el fundamento para
siones estructurales o personales, sacrifique a los más débiles y consolide superar el statu quo y tender hacia un futuro mejor) pueden descubrir
situaciones de injusticia. En la constitución pastoral Gaudium et spes, el diferencias decisivas. Aquí tienen un papel muy importante las concepcio-
Concilio Vaticano II apunta claramente en esa dirección (nn. 25-31, 34 nes antropológicas, los distintos proyectos de hombre. Baste un ejemplo.
y 35). El cristianismo tiene como tarea esencial la liberación progresiva de Para el cristiano, el hombre no es sólo persona, sino también un ser social
todos los hombres. Desde el punto de vista del evangelio, los cristianos por naturaleza; y no sólo es ser social por naturaleza, sino también una
deben tomar partido por los pobres, los que carecen de derechos, los que persona que es preciso respetar. Por eso, para el cristiano, hombre y cre-
no están representados en ninguna parte. Una de las primeras posibilidades yente, tanto el individualismo y el liberalismo como el totalitarismo son
que debe tener en cuenta un cristiano a la hora de optar políticamente políticamente inaceptables, aunque se presenten con apariencias progresis-
es un partido que incluya en su programa ese objetivo. El evangelio exige tas. El hombre, además, no es sólo un homo oeconomicus, sino también
al cristiano que se solidarice con el proceso histórico de liberación de la un homo faber; y no sólo un homo ludens, sino también un pensador e
humanidad; por consiguiente, su elección debe tender hacia aquellos par- investigador, homo philosophicus y científico; no sólo un homo eroticus,
tidos políticos que aspiren a eliminar del mundo toda discriminación y ser- sino también un homo contemplativus, un homo ethicus y en muchos casos
vidumbre, toda explotación personal o institucional, mediante un proyecto también un homo religiosus, etc. De ahí que el programa político de un
político de futuro que se haga cargo de la situación, sin reducir las posi- partido pueda reflejar de hecho una imagen fragmentaria del ser humano.
bilidades del hombre. Aunque esto es todavía muy genérico, ofrece una El problema fundamental para el cristiano, y para la sensibilidad política,
primera orientación. consiste en determinar qué valores son prioritarios en un determinado pro-
Un cristiano que tome en serio el mensaje profético de liberación pre- grama, prioritarios no de acuerdo con una escala abstracta de valores im-
sente en el evangelio puede descubrir en determinados partidos que se puesta desde arriba, sino de acuerdo con las exigencias de los problemas
presentan como «progresistas» ciertos elementos que él no puede admitir concretos del hombre (así, por ejemplo, la escasez de viviendas puede exi-
como verdaderamente avanzados. Le cabe la posibilidad de elegir otros gir en concreto una atención prioritaria). Además cabe la posibilidad de
medios o vías que conduzcan a un proyecto igualmente progresista. De convertir al hombre en una pura «función», de reducirlo a un proyecto de
hecho, puede encontrarse con diversas alternativas (por ejemplo, violencia futuro planificado por la ciencia y la tecnología y calificar acráticamente
o no violencia), y escoger una de ellas fundándose en la peculiaridad de esa tecnocracia científica de progresista, cuando en realidad esa unidimen-
su fe cristiana. Existe, finalmente, una concepción del hombre, una imagen sionalidad tecnológica es una peligrosa amenaza para nuestra condición
del ser humano, una respuesta a la pregunta: «¿Por qué modelo de ser humana.
humano me voy a decidir en definitiva?», «¿qué entiende el hombre por Por tanto, nadie puede afirmar responsablemente, basándose en prin-
'vida feliz'?». La respuesta a esta pregunta se configura, tácita o explícita- cipios cristianos, que si se quiere ser consecuente con el evangelio hay que
mente, pero siempre ineludiblemente, en los contextos concretos de la so- votar por un partido determinado. Es innegable que pueden darse situa-
ciedad creada por el propio hombre. La eventual imagen de hombre puede ciones muy concretas en las que puede resultar necesaria, a la luz del evan-
ser una razón fundamental para que los cristianos no opten por partidos gelio, una opción concreta; el cristiano no puede en cuanto tal apoyar a
que se titulan progresistas. En cualquier organización o articulación con- un partido que (en la línea de los movimientos satánicos de nuestro tiem-
creta de una sociedad y en todas sus instituciones subyace siempre, cons- po) propague el odio contra la humanidad y el nihilismo. La fe no admite
ciente o inconscientemente, una determinada imagen del hombre. Analizan- arbitrariedades. Así la actual pretensión de que el movimiento marxista
do una sociedad dada, podemos descubrir la imagen de hombre que le debe ser la única opción consecuente del cristiano que está a favor de los
772 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 773

pobres me parece una consigna vacía que no se puede apoyar en principios recurre también a todos los «medios subversivos» para hacerlo fracasar.
cristianos. Por otra parte, la idea de que, fuera del análisis marxista, no Esto desmitifica ya el mito de las «consignas subversivas».
existe ningún otro medio para analizar la sociedad es una idea que, desde Difícilmente se podrá decir que la lucha por lo «humano» implica sólo
el punto de vista sociológico-crítico, está totalmente superada. En nuestra una liberación económica frente a la explotación y no la democratización
condición de cristianos, po tenemos por qué ser marxistas; optar por los de todas las opciones en que está en juego el destino del género humano.
pobres no es «marxismo», como tampoco el marxismo es el medio más Es natural que toda socialización que restrinja los derechos humanos y las
idóneo para realizar en concreto nuestra solidaridad con los oprimidos y libertades conseguidas (libertad de expresión y de prensa, participación en
los pobres. Se puede afirmar solamente que los cristianos y los marxistas la vida política, etc.), aun cuando tales derechos y libertades dejen real-
deben aprender unos de otros y que debemos respetar las opciones sinceras mente mucho que desear, choque con la oposición del pueblo que los ha
de los demás. disfrutado. Un socialismo sin personalismo ni democratización es un ataque
El cristianismo, dado que sostiene la necesidad de una liberación total contra la realización de la auténtica humanidad. Pero, de igual modo, invo-
y universal, puede aportar a la lucha de los socialistas cierta «personaliza- car una libertad y democratización sin socialización es en realidad un egoís-
ción», como también una oposición al odio, la opresión y el deseo de ven- mo camuflado y expresión de una exigencia de libertad guiada por el deseo
ganza que afloran en esa lucha. Los cristianos pueden contribuir a que la de lucro. Por consiguiente, el cristiano debe apoyar aquella política que se
lucha sea más humana. G. Girardi, sacerdote y marxista, dice: «Los cris- proponga realmente humanizar las condiciones económicas y conseguir una
tianos que eligen la lucha revolucionaria se-inclinan con frecuencia a situar- socialización en beneficio de todos, pero q u | tienda también a democra-
se en la extrema izquierda. A diferencia del pasado, hoy no critican al tizar las instituciones sociopolíticas. Y la democratización no equivale en
partido comunista por ser revolucionario, sino por no serlo bastante... Es absoluto a una rígida estatalización. Aunque «la humanidad» no es el su-
innegable la ambigüedad que con frecuencia aparece en estas radicalizacio- jeto universal de la historia en su conjunto, quienes hacen la historia
nes apresuradas y el ridículo a que se exponen quienes, recién incorpora- humana son los hombres; por tanto, son ellos, el pueblo, los que deben
dos a la lucha política, se creen obligados a enseñar la pureza revolucio- convertirse en sujeto de su propia historia, y no unos dictadores de dere-
naria a unos movimientos que tienen una larga y dolorosa experiencia» 72. chas o de izquierdas que crean poseer el monopolio de la verdad. Con
Sin embargo, ciertos cristianos han tomado conciencia gracias al marxismo frecuencia, a los cristianos les resulta difícil decidirse por un partido con-
de que la privatización de la religión los ha sometido a las exigencias de creto debido a que se encuentran con partidos políticos que, en mayor o
la sociedad. La fe se convierte en «ideología» cuando se encierra en sí menor medida, prescinden de una de esas dos exigencias de humanización.
misma y cree estar a salvo de la ciencia y de las fuerzas políticas. No es raro que un cristiano no se sienta «a gusto» en ningún partido polí-
Es indudable que nadie, tampoco el cristiano, encuentra un partido que tico concreto, pero ello no le exime de optar por un partido concreto si
responda plenamente a lo que él, como hombre y como creyente, consi- quiere ser fiel al principio de una socialización humanizante, personalista
dera necesario para el auténtico desarrollo y la felicidad del hombre en la y democrática.
sociedad más perfecta posible. Se opta entonces por un partido capaz de En este contexto parece oportuno decir unas palabras sobre el «instinto
formular un programa a medio plazo en el que los problemas más urgen- anticomunista», que algunos consideran característico de lo específicamente
tes del hombre y de la sociedad encuentren de hecho una solución más religioso. Es un hecho que las Iglesias y sus instituciones constituyen un
justa y humana, fundada en una postura desinteresada a favor de los más elemento integrante de la sociedad burguesa, a la que las unen innumera-
oprimidos. Pero es prácticamente imposible encontrar un partido que no bles nexos. La «ley sociológica de las instituciones» es muy clara a este
se declare a favor de los ultrajados y necesitados. Ya me he referido a la respecto. Estas Iglesias no pueden subsistir económicamente, en unas cir-
necesidad de una socialización personalista y humanizante. Esta incluye, cunstancias históricas dadas, si no se adhieren de hecho a la sociedad bur-
naturalmente, una socialización democrática. Pero es un hecho que, siem- guesa. Por consiguiente, se adaptan al sistema económico y político domi-
pre que el socialismo quiere asumir un rostro democrático y humano en nante. En tal situación, el desarrollo de las instituciones eclesiásticas, aunque
los países en que impera el comunismo, cualquier conato en ese sentido se inspiren en el más puro espíritu evangélico, depende concretamente del
es cortado de raíz. Claro que, en honor a la verdad, debemos añadir que, desarrollo del capitalismo y va unido a él. Así lo demuestra también la
cuando se pretende implantar «un capitalismo con rostro humano», se aportación económica de los medios financieros en apoyo de las actividades
«no progresistas» de las Iglesias. Como consecuencia de tal situación, las
72
G. Girardi (cf. supra, nota 68); véase también de este mismo autor: Christia- Iglesias no podrán decir una palabra de liberación en los momentos de
nisme, libération humaine, lutte des classes (París 1972); Chrétiens pour le socialisme crisis. Aunque internamente se distancien de un sistema que hace a los
(París 1976) 64-65 (ed. española: Cristianos por el socialismo, Barcelona 1977). Cf. el pobres cada vez más pobres y a los ricos cada vez más ricos, están tan liga-
número monográfico «Chrétien marxiste»: LV 117-118 (1974) 1-198, y J. Guichard, das a él institucional mente que han de mantener la boca cerrada. Para
Marxisme. Théorie et pratique de la révolution (Lyon's. a.). poder anunciar su mensaje deben guardar silencio, con lo cual se encuen-
774 SALVACIÓN CRISTIANA
LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 775
tran en un círculo vicioso. Para subsistir como Iglesias se ven constreñidas
a silenciar las exigencias del evangelio. ¿Será que las Iglesias han olvidado «límite mínimo», o un «presupuesto mínimo» para poder hablar de la sal-
que el seguimiento de Jesús puede costarles la vida? El anticomunismo vación cristiana (H. Kuitert) 74 , o bien que la autoliberación o «salvación
visceral de muchos creyentes (siempre hay que buscar un chivo expiatorio) debe acontecer como apertura de un horizonte de futuro, pues sólo así la
obedece al instinto elemental de autoconservación: conservar lo que se salvación futura... tendrá sentido para el hombre» (J. Moltmann) 75 : se
tiene. Sin embargo, el hecho de que la oposición al «anticomunismo» mi- trata de teólogos pertenecientes a tres confesiones distintas. Estas opinio-
nimice e ignore sistemáticamente la flagrante violación de la libertad social nes son un signo de que cada vez es mayor la conciencia de que no se
y de los derechos del hombre por parte del sistema comunista me parece, puede hacer teología a partir de casos-límite, sino que es preciso arrancar
desde el punto de vista humano, tan dogmático como ese anticomunismo desde el fondo de la vida humana, la cual se manifiesta concretamente
visceral. Soy contrario a cualquier clase de «dogmatismo», venga de la como una historia de libertad y emancipación. Los creyentes que no ten-
derecha, de la izquierda o de una Iglesia. gan en cuenta el contexto en que vivimos están expuestos al peligro de
Reconozco, no obstante, que para los cristianos es una grave prueba impedir la autoliberación del hombre y ciertas formas contemporáneas de
el hecho de que algunas Iglesias cristianas hayan interpretado como res- mejorar la existencia humana, y ello por miedo a que no quede lugar para
puesta de Dios a las plegarias de muchos cristianos anticomunistas la opo- hablar de la salvación que viene de Dios.
sición a un régimen que se proponía establecer una socialización humani- Lo que en el pasado parecía interesar casi exclusivamente al hombre
zadora, identificando así a Mammón con el. Dios vivo. Ese es, a mi juicio, religioso interesa hoy a numerosas ciencias humanas, técnicas y movimien-
uno de los ejemplos más siniestros de anticomunismo visceral. Tales pos- tos: todos buscan el remedio, la mejora o la salvación del hombre y de
turas suscitan reacciones como la de los «Cristianos por el socialismo». Por su sociedad. Es innegable que —prescindiendo de la distinción entre fe
otro lado, estos cristianos deben tener en cuenta que los hombres no pue- y razón— en la actualidad es más ardiente que nunca el anhelo de una
humanidad auténtica y justa, y tanto más urgente dar una respuesta a ese
den ser obligados, a no ser mediante una dictadura, a aceptar unas condi-
anhelo a la vista no sólo de los fracasos y obstáculos que los hombres
ciones económicas más justas y que vayan en beneficio de todos. Y una
encuentran, sino también de los fragmentos de salvación y autoliberación
dictadura, aunque tenga por objeto implantar unas condiciones económicas
que van consiguiendo. De hecho, la exigencia de una vida plena y digna
más humanas, será siempre dictadura y, por tanto, un sistema inhumano. del hombre se plantea en situaciones de desintegración, alienación y múlti-
En mi opinión, ésa era también la aporía interna de la Ilustración: ¿se ples violaciones de la dignidad humana. La salvación del hombre, tema
puede obligar a los hombres a la emancipación y al altruismo? Es impo- común a todas las religiones, constituye hoy más que nunca el gran estímu-
sible hacer un mundo mejor sin una conversión interior. Tal vez en ese lo que impulsa a todos los hombres, incluso al margen de toda religiosidad.
punto puedan las religiones ofrecer una aportación específica e insusti- No sólo las religiones son una tematización expresa de la salvación de la
tuible. humanidad (habría, pues, que matizar la tesis fundamental de W. Pannen-
berg, entre otros). El problema de la salvación constituye hoy el móvil
3. Salvación escatológica o definitiva principal de la historia, no sólo en sentido religioso y teológico, sino tam-
bién «temático». Hoy más que nunca resulta claro que la historia humana
a) La gloria de Dios es la salvación del hombre. es el ámbito en que se decide la liberación o salvación del hombre; de ello
se tiene conciencia explícita.
«Gloria Dei víveos homo».
Como hemos dicho, siempre que los hombres (por motivos religiosos
*-*• Ireneo
o no) promueven el bien y luchan contra el mal, están reafirmando el ser
1. Imposibilidad de definir la salvación plena del hombre. Uno de de Dios mismo a través de esa praxis. Para el creyente, Dios es fuente
los rasgos de la razón crítica en la modernidad es que, aun reconociendo e inspiración de todo bien y, por tanto, origen de la oposición al mal en
su propia temporalidad y limitación, subraya los valores que le son pro- todas sus formas. Cualquier contribución al bien del hombre •—en el plano
pios. Los hombres saben que su vida en la historia es una mezcla de sen- intersubjetivo o en el político-social— es para el creyente una realización
tido y absurdo y que toda ética humana tiene unos límites. Muchos están de la salvación divina a través del hombre y del mundo. No obstante, la
libertad divina, base y fuente de la libertad humana, no se agota en nues-
convencidos de que el «sentido» definitivo no se ha dado todavía, o toda-
tra historia de libertad y emancipación. Por una parte, la libertad finita
vía está oculto, o —como creen algunos— simplemente no existe.
del hombre debe respetar a Dios en su libertad, de tal forma que nuestra
Al gunos creyentes han llegado a la conclusión de que la liberación polí-
idea de «salvación» no puede reducirse a una proyección de nuestros sue-
tico-social es «parte integrante de la salvación divina» (K, Rahner) 73 , o el
73
K. Rahner, Freiheit und Manipulation in Gesellschaft und Kirche (Munich " H . Kuitert, Die vrede van God en de vrede van de wereld, op. cit., 66-84.
1970) 11. " J. Moltmann, XJmkehr zur Zukunft, op. cit. (en nota 62) 74.
776 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 777

ños y deseos; debe quedar abierta a la libertad absoluta y, por tanto, sor- ahistórico que sirva para decirnos qué significa exactamente el ser de Dios
prendente de Dios, la cual, no obstante, para el hombre de fe y de oración en cuanto salvación del hombre. «Divinización del hombre por la gracia»
es algo familiar y «evidente» (aunque siempre supera sus esquemas). Por no dice más que el hecho positivamente indefinible de que Dios es la
otra parte, esa peculiaridad de la libertad divina se ha hecho visible, para salvación del hombre. De ahí que tanto el Antiguo Testamento como el
el cristiano, en Jesucristo. Tampoco Jesús, exegeta de Dios y experto en Nuevo digan: «Aquello que dice la Escritora: 'Lo que ojo nunca vio, ni
la praxis del reino de Dios, partió de un concepto perfectamente delimi- oído oyó, ni hombre alguno ha imaginado, lo que Dios ha preparado para
tado de salvación escatológica o definitiva. Su visión de una salvación los que lo aman', nos lo ha revelado Dios a nosotros por medio del Espí-
definitiva, perfecta y universal —el reino de Dios— se fue configurando ritu» (1 Cor 2,9; Is 64,3; 65,17b).
en y por una praxis fragmentaria, histórica —y, por tanto, limitada y fini- Esto no significa que la salvación definitiva nos «invada» desde juera,
ta—, mientras «iba de un sitio a otro haciendo el bien», curando, libe- al margen de lo que los hombres hacen en su historia. La salvación escato-
rando a los hombres de las fuerzas demoníacas que los dominaban, recon- lógica o definitiva —llamémosla «cielo»— adquiere una figura (celeste)
ciliándolos. Jesús, pues, no vivió de una visión utópica y lejana ni de la a partir de lo que los hombres hacen en este mundo, «conservando el
convicción de que todas las cosas habían alcanzado «idealmente» su consu- amor fraterno» (Heb 13,1), por la salvación de los demás. Así lo atestigua
mación en Dios, sino que vio en su praxis concreta de hacer el bien un la misma Escritura: «Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino pre-
anticipo práctico de una salvación todavía no consumada. Esto prueba la parado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre
validez permanente de toda praxis encaminada a hacer el bien, por imper- y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui extranjero
fecta que sea en razón de su limitación histórica. y me recogisteis, estuve desnudo y me vestísteis, enfermo y me visitasteis,
Debido a que la perspectiva de una salvación definitiva se abre única- estuve en la cárcel y fuisteis a verme. Os lo aseguro: Cada vez que lo hicis-
mente en ciertas situaciones históricas en que se tienen experiencias de sen- teis con un hermano mío de esos más humildes, lo hicisteis conmigo» (Mt
tido y sinsentido, la conciencia de la salvación definitiva es por el mo- 25,34-40). Así de «ateo» se presenta el juicio final. No sin razón dice un
mento una «conciencia negativa», lo cual no obsta para que nos estimule Tomás de Aquino que el amor del prójimo es una «virtud teologal» (y no
intensamente a realizar un sentido en nuestra historia. Ya hemos dicho una simple actitud ética). Dios otorga un futuro inesperado a esa praxis
que tanto la experiencia de sentido como la del absurdo recalcitrante poseen humana encaminada a hacer el bien, un futuro en el que, además, el papel
una fuerza emocional, productiva, orientadora de la acción. Las experien- principal corresponde a su perdón: «El nos amó (ya) cuando éramos ene-
cias de un sufrimiento absurdo poseen una fuerza crítica debido a la posi- migos» (Rom 5,10). El hecho de que, en la espiritualidad judeocristiana,
bilidad de que se repitan angustiosamente en el futuro, mientras que las el Dios vivo aparece siempre como misericordioso y dispuesto a perdonar
experiencias de sentido, de amor y alegría nos resultan plenamente positi- abre una perspectiva de la salvación escatológica que no nos permite seña-
vas debido a su posible consolidación en el futuro, un futuro que escapa lar a ésta un contenido preciso y positivo. Si lo intentamos, corremos el
a nuestras previsiones. Las intuiciones de una salvación segura, definitiva, riesgo de limitar la misericordia creadora de Dios. Algo de ese misterio
perfecta y válida para todos son susceptibles de una formulación en cierto indefinible de la misericordia de Dios con nuestra historia se expresa en
modo positiva sobre la base de unas experiencias parciales de sentido; la praxis de la Iglesia católica, que tiene la valentía de declarar «santos»
pero, si nos atenemos a la historia real de nuestros sufrimientos, pueden a nuestros hermanos ejemplares, pero no se atreve (por suerte) a declarar
ser expresadas solamente en términos negativos, en parábolas y visiones: «condenado» a ningún hombre, no porque en nuestra historia no se den
un mundo donde reine la justicia y el amor^un mundo «sin" lágrimas». hechos diabólicos, sino porque ningún hombre puede escrutar el misterio
Ahora bien, considerando la apertura espiritual y la «autotrascendencia» de la libertad humana ni, sobre todo, la libertad de la misericordia crea-
humana realizable en la historia y, además, la absoluta libertad de Dios dora de Dios. Esto no quiere decir que debamos permanecer callados a la
en cuanto «Dios de los hombres», un Dios cuya gloria consiste en la feli- vista de lo acontecido en Jesús y del testimonio acerca de él. La fe en
cidad del hombre, no es posible en nuestra situación actual definir en Jesús resucitado nos ofrece una perspectiva muy clara, determinada: el
términos positivos qué es en último término la salvación del hombre. hombre Jesús es la revelación de lo que es posible al lado de Dios.
Cualquier definición positiva corre el riesgo de sonar a megalomanía hu-
mana o de reducir las posibilidades de Dios. Principalmente los Padres 2. Victoria en la muerte. El concepto humano, experiencial, de la
griegos han hablado de una divinización del hombre, en el sentido de una salvación del hombre sufre un rudo golpe cada vez que muere una persona.
participación gratuita del hombre en la vida de Dios. Pero esto no es más Este hecho parece cerrar la puerta a una salvación plena y universal. Cual-
que expresar con otras palabras la imposibilidad de definir el futuro esca- quier remedio queda anulado, desde nuestro punto de vista, con la muerte
tológico que a la vida humana se le concede por gracia. En realidad, de en cuanto desintegración del hombre. Lo que, al término de la vida huma-
nuestra dilatada historia humana no podemos deducir qué puede significar na, tendría que ser integración, unidad y remedio es en realidad la disolu-
últimamente el ser humano, como tampoco disponemos de un concepto ción del hombre histórico concreto. La muerte, en cuanto fenómeno hu-
778 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 779

mano, es —al menos aparentemente— la reducción de la persona a un vida. Jesús no buscó la muerte ni quiso el sufrimiento —Getsemaní es
momento de la sociedad o de la historia. Por eso se rebela el hombre prueba evidente de ello—, pero se identificó hasta tal punto con su predi-
contra el absurdo o el «escándalo» de la muerte, sobre todo cuando, por cación de un Dios volcado hacia la humanidad y con la praxis correspon-
razones humanas plenamente justificadas, nos resistimos a entendernos diente que para él carecían de importancia esas funestas consecuencias.
—con nombre y apellido— como un elemento fugaz, personalmente insig- La universalidad radical de la voluntad de salvación para todos los hom-
nificante y sustituible en una historia hecha de sentido y absurdo. No obs- bres, sin ningún exclusivismo, suscitó la conocida reacción, no menos radi-
tante, la muerte del hombre es el exponente de su corporalidad temporal. cal, por parte de «este mundo». Jesús, al final de su vida, conoció la
El hecho de que Jesús acatara esta finitud radical y llegase a la conci- «necesidad histórica humana» de esa oposición radical a su mensaje y a su
liación consigo mismo y con Dios precisamente en la muerte es para nos- praxis. Aceptó la finitud humana confiando en el Dios infinito, en cuyas
otros un signo evidente de que, dentro de los límites de nuestra historia, manos están todas las cosas. Aunque, más que probablemente, el Jesús
la redención no se realiza nunca mediante una superación heroica de nues- histórico no anunció su muerte como un hecho salvífico, su muerte en la
tra finitud, sino únicamente con la oposición, dentro de los estrechos lími- cruz, acontecida en unas circunstancias históricas muy concretas, es de he-
tes de nuestra historia, a poner al mal en el mismo plano que al bien. cho, dentro de nuestra historia humana de sufrimiento e injusticia, una
Desde el punto de vista humano, la redención significa esencialmente la consecuencia interna de su predicación y de su praxis, que para él signi-
propia finitud y, por consiguiente, un amor radical, aun cuando veamos ficaban más que la conservación de su vida. El cristianismo primitivo
que es inútil, que no consigue éxitos visibles e incluso lleva a la tortura explícito con razón esa consecuencia interna al relatar lo que dos evan-
y a la muerte. Evidentemente, el medio para encontrar la propia identidad gelios llaman predicciones de la pasión. Decimos «con razón» porque, en
es perderse al servicio de los demás. Aunque esto no es un motivo para nuestra historia humana de sufrimiento e injusticia, esa pasión y esa muer-
la acción (pues entonces pasaría a primer plano el yo —la propia identi- te expresan indirectamente el carácter incondicional de la predicación de
dad— y no la identificación con el hombre que sufre, es decir, el trascen- Jesús. Indirectamente (a la luz de la historia de injusticia), el carácter
dimiento del yo como centro), constituye un camino para lograr la propia incondicional de la predicación sobre un Dios volcado hacia el hombre
identidad. Pero ¿cómo? equivalía a un anuncio de la propia muerte.
D. Solle ha escrito acertadamente: «El amor de Jesús era radical en el En la vida de Jesús se muestra el carácter salvífico de la proximidad
sentido de que ya no tenía importancia considerar las consecuencias para la de Dios, concretamente en las consecuencias prácticas de esa proximidad:
propia vida» 76 . Ahí precisamente se manifiesta la infecundidad crítica de los enfermos son curados, los cojos andan, los demonios son expulsados
las especulaciones teológicas que no tienen en cuenta las circunstancias de (cf. Le 7,22-23). Dios es, en su bondad, lo contrario del mal y del sufri-
la muerte de Jesús y atribuyen a su muerte, aislada de la vida concreta miento. Donde aparece Jesús, surge la salvación. Su muerte no obedece
de Jesús de Nazaret, distintos significados salvíficos de alcance universal. a una casualidad histórica. Para él, la universalidad de la proximidad sal-
Pero prescindir del mensaje y de la praxis que desembocaron en la muerte vífica de Dios se hizo presente en una praxis histórica en favor de todos
de Jesús significa empañar el significado salvífico de esa muerte. Desde los hombres sin excepción, aunque con una predilección desinteresada
el momento en que la muerte de Jesús se interpreta (tal es el caso de por los que sufren. A Jesús le interesaba poco que ese sufrimiento fuera
R. Bultmann entre otros) como un trágico error, como un malentendido culpable o inocente: él se identifica simplemente con quien sufre, sea sad-
de los judíos o de los romanos, como una combinación casual y deplorable diq o no; su praxis no conocía las fronteras de la piedad o la impiedad.
de diversas circunstancias, esa muerte histórica queda privada de todo Ahí radica la universalidad sin exclusivismos de su predicación y praxis
significado salvífico y no hay más remedio que darle un contenido de signo (aun cuando su actividad se limitara de hecho al pueblo judío). En la acti-
«mítico». Sin embargo, la muerte de Jesús no fue casual, sino la lógica vidad de Jesús, el sufrimiento del prójimo constituye un asunto propio.
consecuencia histórica del radicalismo de su mensaje y de su vida, que Su muerte es consecuencia de la fuerza irresistible del bien, ante el cual
significaba la incompatibilidad de las relaciones «amo-esclavo» con la praxis no hay más solución que darse por vencido o bien oponerse torturando
del reino de Dios. El radicalismo de esa predicación, inseparable de una y eliminando al hombre que lo representa: una acción que demuestra, de
praxis consecuente, es lo que suscitó la mortal oposición de muchos. Desde manera indirecta pero real, la impotencia de los adversarios. El testimonio
este punto de vista, al muerte de Jesús es la expresión histórica del ca- central del Nuevo Testamento (que comienza ya en el Tenak) consiste
rácter incondicional de su predicación y de su praxis, frente a las cuales sobre todo en ver en el sufrimiento de y por los demás una expresión
no tenían importancia las funestas consecuencias que se derivarían para su de la validez incondicional de una praxis encaminada a hacer el bien
y oponerse al mal y al sufrimiento. Quien no pone límites a su compro-
'6 D. Solle, Atheistich an Gott glauben (Friburgo 1968) 50. Vedan 78-84 y Fedro miso en favor de los hombres que sufren, tarde o temprano —también
246-247. Cf. W. Pannenberg, Tod und Auferstehung in der Sicht christlicher Dog- en nuestros días— lo pagará con su vida. Precisamente así logró Jesús
matik: KuD 20 (1974) (167-180) 169-170. «conciliarse».
780 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 781

En la segunda parte del libro decíamos que la Escritura interpreta de que tal praxis alcance su realización plena, pues se trata de su propio ser.
distintas formas esa praxis. Muchos textos —entre ellos, los relativos al «Dios es amor», dice la primera carta de Juan. Por tanto, la confirmación
«justo doliente»— muestran que tal praxis posee una validez permanente por parte de Dios de la validez definitiva de esa praxis incondicional, que
en y por sí misma, y no en virtud de una ratificación subsiguiente por consiste en identificarse con el sufrimiento del prójimo, es divina, crea-
parte de Dios. La ratificación divina es sólo el reconocimiento público dora: la validez definitiva de la persona de Jesús de Nazaret. La resurrec-
—ante el tribunal celeste, que desacreditará a los adversarios— de que el ción es la continuación de la vida personal de Jesús en cuanto hombre
«justo doliente» ha sido siempre justo e «hijo de Dios» (cf. supra). En más allá de la muerte. Dios no aprueba sólo «ideales»: es un Dios de los
este sentido, la resurrección de Jesús viene a ratificar, no a corregir, desde hombres. Se identifica con la persona de Jesús, como Jesús se identificó
fuera una supuesta deficiencia de su vida terrena. La resurrección mani- con Dios: «Dios es amor».
fiesta lo que Jesús era antes de su muerte y en ella. Existen también
textos en los que la resurrección aparece como una corrección divina de la 3. Victoria sobre la muerte, el «último enemigo». Es significativo
negatividad real que implica siempre una muerte violenta (aun cuando que, siempre que los hombres hablan de una vida después de la muerte,
ésta, desde el punto de vista de Jesús, es expresión del carácter incondi- sus palabras denotan un contexto religioso. Excepto algunas filosofías del
cional de su predicación y de su praxis). «Por la gracia de Dios, la muerte Renacimiento y, sobre todo, de la Ilustración —cuando se pensaba que era
que él experimentó redunda en favor de todos» (Heb 2,9), idea que apa- posible fundar la vida después de la muerte en razones puramente antro-
rece aún más claramente en Flp 2,9, dófrde la exaltación de Jesús por pológicas—, la fe en una vida ultraterrena, y por tanto en una relativa
Dios recibe el nombre de charis o gracia que Dios otorga a Jesús (cf. su- victoria sobre la muerte, siempre ha tenido su contexto en la comunión de
pra). De hecho, si en la resurrección (con los demás aspectos que implica) vida entre Dios y el hombre. Esa era también la creencia de los griegos,
se manifiesta el reconocimiento de la validez permanente de lo que acon- a pesar de la diversidad de interpretaciones. Platón, cuya fe en la inmorta-
teció en la muerte concreta de Jesús en la cruz, quiere decir que esa praxis lidad proviene de la piedad religiosa griega (Fedro 246d), mantiene el
incondicional, que le acarreó la «funesta consecuencia» histórica de la fondo religioso en su intento de «justificar» esa fe desde una perspectiva
muerte (cuyo carácter «inevitable» aparece especialmente en todo el Evan- filosófica, racional. De hecho, el fundamento para poder esperar justificada-
gelio de Marcos), posee en y por sí misma un valor permanente (para toda mente una vida después de la muerte no es para Platón la espiritualidad
la historia) y no en virtud de una ratificación ulterior por parte de alguien, del alma en cuanto tal, sino la condición esencial de que el alma humana
aunque este alguien fuera Dios mismo. En este primer sentido, la fe en la es «una participación de las ideas eternas» (Fedón 78ss). La unión con la
resurrección es de hecho una valoración evangélica de la vida y muerte divinidad eterna es para Platón la auténtica razón de su seguridad en que
de Jesús: el reconocimiento del valor intrínseco, irrefutable e irrevocable existe otra vida después de la muerte. Aristóteles, que no admite esa
de la predicación y la praxis de Jesús. La fe en la irrevocabilidad de todo vinculación platónica con lo divino, pero sí la espiritualidad del alma,
bien, por el cual se compromete la vida sin reservas, sin fijarse en el destino afirma consecuentemente que la muerte es el fin definitivo de todo lo que
de la propia vida. La resurrección es así un aspecto de la incondicionali- es el hombre. Esta diferencia entre Platón y Aristóteles da que pensar.
dad de la predicación de Jesús y del Dios volcado hacia el hombre, un El núcleo de la argumentación griega no se diferencia en su estructura
elemento constitutivo de la praxis histórica de Jesús en pro del bien (de de la cristiana. La diferencia fundamental con la tradición judeocristiana
acuerdo con las circunstancias históricas de su tiempo) y, a la vez, la cara estriba en que el cristiano considera su vinculación existencial con Dios
oculta de su muerte. ¡f^¿, no como un elemento intrínseco y necesario del ser humano, sino como
Pero esta visión es incompleta. Falta por saber para quién tiene un un acontecimiento gratuito, en el que Dios ofrece libremente una posibili-
valor definitivo la muerte de Jesús en la cruz, consecuencia interna de un dad de salvación y comunión divina y el hombre decide personalmente
amor radical. En primer lugar, para todos los que encuentran en ella ins- si acepta ese ofrecimiento, o lo rechaza, o simplemente no se interesa
piración y orientación para su praxis en la situación finita y limitada de su por él. Las diferencias adicionales sobre el modo de imaginar la vida des-
existencia. Pero ¿podemos los creyentes prescindir de Jesús y, sobre todo, pués de la muerte se deben a la diferencia entre el modelo griego de hom-
de Dios? ¿Se limitó Jesús a proponer una praxis ideal de amor incondi- bre y el judeocristiano, especialmente en lo que se refiere a la distinta
cional que, por así decirlo, sería separable de su persona y continuaría valoración de la corporalidad humana. Tales diferencias son, sin embargo,
actuando como fermento en nuestra historia? Desde luego, no habría secundarias (si bien en el curso de la historia han sido exageradas).
sido poco. Pero, si en la praxis de Jesús, dirigida a promover el bien La comunión vital con Dios, atestiguada como sentido, fundamento
y a combatir cualquier clase de sufrimiento, se manifestó históricamente y elemento inspirador de la existencia del hombre, constituye el único
el modo de ser de Dios, entonces tal praxis (que no tuvo, evidentemente, clima en el que surgió históricamente y en el que puede nacer la esperanza
un éxito arrollador) es válida ante todo coram Deo, y no sólo en cuanto creyente en una vida después de la muerte (con lo cual no se niega que
inspiración y orientación para el hombre. Dios es el primer interesado en en nuestro ser personal existan para la razón humana motivos que auto-
782 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 783

rizan a plantear racionalmente el problema de una vida ultramundana). en la tradición religiosa judía la fe en que el hombre fiel a Yahvé, a pesar
Fuera de la perspectiva religiosa, esa posibilidad aparece como carente de de la muerte, está «en las manos de Dios».
base y fundamento, como un puro deseo: una simple proyección sin obje- Algunos salmistas posteriores al exilio expresaron apasionadamente
to, ya que, de hecho, la experiencia humana no religiosa no encuentra esta confianza en Dios como un «a pesar de todo» religioso frente a la
ninguna prueba decisiva de que exista tal perspectiva, por mucho que radicalidad de la muerte (Sal 49,16 y 73,24-26). Más tarde, en algunos
quizá la deseemos. Que yo sepa, en la historia de la humanidad no hay círculos, esta confianza se transformó en fe en una resurrección personal
indicios de una confianza no religiosa en la existencia de otra vida des- al final de los tiempos; en otros círculos judíos se transformó en fe en
pués de la muerte (en nuestro tiempo se intenta hablar de la «supervi- una «asunción» —no se sabía cómo— del hombre por Dios. El funda-
vencia» del hombre sobre una base científica, recurriendo a contactos mento religioso es siempre el mismo; lo que cambia es la imagen antro-
«paranormales» con personas ya muertas, presentando así la cuestión como pológica del hombre. El impulso crítico de todas estas intuiciones religio-
una verdad no religiosa). Incluso la idea de la Ilustración sobre la creen- sas frente a la muerte era que ni siquiera la muerte puede destruir la
cia en la inmortalidad, a pesar de sus pretensiones racionales, se movía en verdadera y fiel comunión de vida con el Dios vivo; el reino de la muerte
una tradición cristiana; Jean-Jacques Rousseau —y la mayoría de los pen- no es el fin de nuestra historia. La vida con Dios es más fuerte que la
sadores de la Ilustración— mantenía (incluso con tenacidad) dos grandes muerte.
convicciones religiosas: fe en Dios y en una vida después de la muerte. Esta dulce y firme confianza en Dios adquirió en el cristianismo una
nueva e inesperada fuerza en la resurrección de Jesús de entre los muer-
El nexo religioso entre la comunión con Dios y la vida después de la tos. Si la resurrección de Jesús es la ratificación divina de la persona y de
muerte indica que el triunfo sobre la muerte no se entiende como una la vida de Jesús, esto significa que Dios aprueba efectivamente la muerte
simple exigencia del ser humano, sino como un don particular de Dios. de Jesús como prueba de su amor a Dios y a los hombres. Si la resurrec-
Tal concepción de la muerte no tiene una base puramente antropológica, ción es la corrección divina de lo negativo de la muerte, Dios otorga a
sino religiosa. Se trata de una liberación, de un nuevo ámbito de vida que Jesús una vida nueva, superior.
Dios abre: liberación de lo negativo, don de una vida puramente positiva. La fe en Jesús resucitado mostró a los cristianos que la muerte no
Esta visión religiosa del nexo existente entre la comunión con Dios tuvo poder para separar a Jesús de su Dios. La unión terrena de Jesús
y la vida después de la muerte tenía una larga historia en el judaismo. de Nazaret con su Dios es «mantenida» por Dios mismo, y Jesús es con-
Una visión religiosa de la vida, especialmente la judía, implica que la firmado más allá de las fronteras de la muerte en su previa comunión
muerte no es sólo un abandono del mundo terrenal, ni sólo una separa- con Dios: la negatividad de esa muerte —como de cualquier otra— es
ción de los seres queridos y más allegados, sino también el final de todo superada en Jesús por Dios con una comunión de vida duradera y plena.
y, en consecuencia, por su propia naturaleza, una separación de Dios: Traspasando las barreras de la muerte, Jesús vive de Dios de una nueva
el final de la comunión con Dios y, por tanto, también el final de toda forma entre nosotros. Su comunicación con los hombres queda restaurada
relación con los demás hombres y con la creación. de un modo muy real, aunque difícil de describir. Con razón dicen los cris-
Mientras los individuos desaparecían en la colectividad del pueblo de tianos que más allá de la muerte existe una comunión de vida con Dios
Dios, la muerte no suponía, desde el punto de vista religioso, problema y, por consiguiente, también con los hombres («comunión de los santos»)
alguno: los individuos iban desapareciendo de la vida del pueblo de Dios, de una forma totalmente nueva, sea cual fuere el contenido concreto de
pero la alianza de Dios, su comunión vital convel pueblo era imperecedera. esa nueva vida.
La intuición religiosa del vínculo indestructible entre la comunión con Es innegable que esa visión de fe confiere a la muerte un significado
Dios y la «supervivencia» quedaba intacta. Pero, desde el momento en diferente del que percibe la experiencia humana no religiosa. No es que
que, dentro de la convivencia social, se intensificó la conciencia de la indi- se niegue este último significado: en sí y por sí, la muerte es también para
vidualidad personal, proceso en el que influyeron diversas circunstancias el cristiano un dato impenetrable que no podemos explicar ni teórica ni
históricas, la muerte —experimentada ya por el creyente como separación prácticamente. El cristiano puede mostrar incluso respeto hacia quienes
de Dios— se convirtió en un hecho doloroso, que la fe no alcanzaba ya no se plantean la cuestión del sentido total de la vida o, si se la plan-
a entender: pérdida de Dios, del centro de la vida religiosa, del funda- tean, consideran imposible darle una respuesta, personas que, plenamente
mento, la fuente y el motivo de un comportamiento responsable. Esto conscientes de ciertos logros y fracasos parciales, buscan soluciones parcia-
era para el verdadero yahvista una idea desgarradora e insoportable. Y a la les para la vida humana y sostienen que, de hecho, se puede vivir con sen-
larga, absurda. Esta visión de la muerte como final absoluto de la persona tido y morir dichosamente sin ninguna otra perspectiva, al menos perso-
humana —eso es la muerte para la experiencia (no religiosa) del hombre— nal. Desde luego, al margen de una concepción religiosa de la vida, en el
no podía valer para quien «vive con Dios». Un par de siglos antes de plano antropológico, poco más se puede decir sobre el tema. El cristiano,
Cristo, en un período histórico de gran inestabilidad e inquietud, nació en cambio, añade que todos esos datos (que él también admite) no son
784 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 785

todo lo que se puede decir de la muerte. A ello se opone su experiencia, y miseria. La muerte y la resurrección de Jesús, el hombre por quien los
especialmente su vinculación religiosa con Dios. Gracias a la muerte de cristianos arriesgan su propia vida, es para éstos el motivo de su esperanza
Jesús, vista a la luz de su resurrección, el cristiano posee la certeza de que en la resurrección de todos los hombres. La profesión de fe en la resu-
el sufrimiento y la muerte no pueden separarlo de Dios. La muerte —su rrección de Jesús, expresada de acuerdo con la conciencia actual del pro-
muerte— adquiere así para él un nuevo significado, sin que por ello «el blema, significa para los cristianos que todos pueden tener esperanza, una
carácter ineludible de la muerte» le resulte comprensible. El cristiano esperanza que impulsa a un mejoramiento del hombre y de la sociedad
toma muy en serio la muerte; en eso coincide con todos los hombres. y a una praxis que muestre a los no cristianos cómo es posible en nuestro
Aquí no se opone la experiencia humana a una teoría infundada o, al mundo moderno la comunión de vida coft Dios en Jesucristo. Por tanto, La
menos, no verificable, sino una experiencia a otra experiencia, una expe- preocupación por la salvación del prójimo y por el bienestar de la socie-
riencia humana no religiosa a una experiencia humana religiosa. En ambos dad es inseparable de la concepción cristiana de la muerte. No existe sólo
casos será posible y necesario valorar esas distintas experiencias en sus una esperanza individual; el cristiano practica la «virtud teologal de la
implicaciones, consecuencias y funcionamiento en la vida personal y social. esperanza» también en favor de sus semejantes. La confianza en Dios
El cristiano puede sólo decir a los demás: «Mirad, yo lo veo así siguien- desemboca en una confianza y en una fe en los demás, en los hombres.
do el espíritu de la tradición cristiana, a la que pertenezco y en la que Para los propios creyentes, de esta concepción cristiana se sigue que
quiero permanecer; juzgadme por mis obras». la muerte no es un acontecimiento central de sus vidas en el que deba
La visión cristiana de la muerte a la rus-de la resurrección, si es con- recaer toda su atención; ellos no ven así su vida, debido al mensaje, para
secuente, encierra una enorme fuerza vital. La fuente de su esperanza en ellos fundamental, que han podido y pueden oír de la muerte y resurrec-
una vida después de la muerte no es una huida del presente, sino el vivir ción de Jesús. El auténtico cristiano no debe considerar, pues, la vida
hoy en comunión con Dios. La esperanza en una vida después de la muerte simplemente a partir de ciertas situaciones límite, como es la muerte.
no implica una evasión del presente; la densidad religiosa del presente es De hacerlo así, se correría el peligro de excluir a Dios de la vida cotidiana,
lo único que nos puede servir de base a esa esperanza. Es comprensible del auténtico centro de nuestra vida humana, de esta mezcolanza de logros
que esa esperanza haya apartado a los creyentes de su presente en otras y fracasos parciales. El cristiano sabe que la historia humana de sufri-
épocas, cuando para muchos no existía un presente humano ni la espe- mientos y la muerte han sido privadas de su aguijón. Sabe que no hay
ranza en un futuro mejor y no quedaba más remedio que confiar en Dios razón alguna para tener miedo a la vida y la muerte. La concepción cris-
con la mirada puesta en un «más allá» definitivo y mejor. (La esperanza tiana de la muerte libera al hombre para trabajar en este mundo, sin an-
cristiana ha sido en esas situaciones de impotencia una tabla de salvación gustia, en comunión fiel con Dios. Esta liberación de toda angustia puede
para el hombre). ser considerada ya ahora como un fragmento de salvación hecho realidad.
En la época moderna, la conexión de la fe en la resurrección con el La praxis concreta del cristiano será la prueba de si el cristianismo
presente ha asumido obviamente otras formas históricas. En el presente realiza efectivamente, en las dimensiones perceptibles de la existencia his-
se hace realidad algo que, más allá de la muerte, Dios confirmará por tórica del hombre, lo que afirma en la fe, es decir, si el cristianismo es
haber sido bueno o no confirmará por haber sido contrario al ser humano: capaz de ofrecer a los hombres suficiente luz, esperanza ante el futuro
el compromiso en favor de los demás, en favor de nuestra historia (de y motivos para una acción determinada, de modo que puedan convivir en
acuerdo con los términos y condiciones que presentan los problemas en nuestra historia, aquí y ahora, de una forma sensata y liberadora; en otras
cada época), en comunión vital con el Dios que aparece como-Señor de la palabras: si la fe cristiana en la resurrección, por la cual la muerte ad-
historia. La fe en la resurrección confiere al 'cristiano —convencido por su quiere ciertamente un nuevo sentido, ofrece a los hombres un futuro real.
fe de que la muerte ha sido vencida— una libertad intrépida, una sinceri- Eso tendrá que «demostrarlo» continuamente el comportamiento coherente
dad frente a los «poderes de este mundo». (Lo mismo ocurría en la an- del cristiano, su conducta, aquí y ahora, en este mundo. Sin tal coheren-
tigüedad: los cristianos se negaban a doblegarse ante cualquiera, aunque cia, todo lo que afirmen los cristianos carecerá de credibilidad, no tendrá
fuera el emperador, que pretendiese apropiarse del sentido total de la atractivo y, sobre todo, no significará esperanza para el mundo.
vida humana). La fe cristiana en la resurrección es, pues, una protesta
fundamental contra toda violación de la libertad humana, ya que esa fe 4. ¿Por qué Jesucristo? ¿Por qué hay que ver todas estas cosas a l a
puede nacer únicamente del convencimiento de que la libertad de la per- luz de Jesucristo? ¿Es que no ha habido a lo largo de la historia, incluso
sona humana no puede tener un sentido definitivo fuera del sentido global en nuestra época, muchos hombres que han sido torturados y eliminados
de la historia humana. a causa de su praxis incondicional de justicia y amor, «porque el mund 0
Por eso, en la concepción cristiana de la muerte no se puede hablar no se los merecía» (Heb 11,38)? ¿No tiene su praxis el mismo valor d e
de un individualismo salvífico. La salvación tiene que ser total, y nadie por sí y una preciosa repercusión en nuestra historia? ¿Por qué refera
está a salvo mientras haya a su alrededor infelicidad y opresión, injusticia todo a Jesús?
50
786 SALVACIÓN CRISTIANA
LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 787
Efectivamente, nos encontramos aquí teóricamente ante un acto de
confianza en ese hombre, Jesús de Nazaret, un acto que no está sujeto Naturalmente, si no se tiene confianza en Jesús, se puede afirmar que
a ninguna mediación: el acto de fe cristiana. Y aunque ningún acto de se equivocó o que exageró su importancia escatológica y, por tanto, su sig-
confianza en alguien se puede imponer totalmente por motivos racionales nificado para «la historia universal». Desde el punto de vista histórico
y racional, no se puede demostrar perentoriamente que Jesús tenía razón.
esa confianza tiene también aspectos racionalizables, argumentos que sir-
En eso consiste precisamente el acto de fe cristiana, que no se apoya en
ven de apoyo a la razón crítica del creyente.
argumentos teóricos apodícticos. Únicamente la praxis viva de los cristia-
En primer lugar, tenemos el hecho histórico de que Jesús ha sido nos, de las «comunidades de Cristo» a lo largo de la historia, puede «mos-
hasta hoy para el hombre fuente de inspiración y orientación: el hecho de trar» que la vida liberadora y conciliadora de la Iglesia, en cuanto «servi-
que él desencadenó un «movimiento cristiano». En mi libro Jesús, la his- cio de la reconciliación» (2 Cor 5,19), no es un hecho casual, sino la
toria de un viviente digo que también el futuro o la repercusión histórica realización en nuestra historia de la intención fundamental de Jesús, el
de una persona forman parte de su identidad 71. Según esto, las comunida- cual manifiesta así en la historia la verdad de la misma. Nadie, ningún
des cristianas actuales, recuerdo vivo de Jesucristo, forman parte de la profeta ha tenido jamás tal pretensión. Por tanto, una de dos: o nos halla-
identidad total de Jesús. Y no por casualidad. La Escritura afirma clara- mos ante un megalómano, (lo cual está en contradicción con toda la vida
mente que Jesús conocía de algún modo su importancia para toda la histo- y la praxis de Jesús) o ante una pretensión que exige un atento examen
ria futura (lo de menos es cómo la concebía). El cristianismo primitivo incluso en el plano teórico, especialmente en la medida en que ha tenido,
expresó esta idea mediante el concepto de «profeta escatológico», es decir, a lo largo de la historia, una clara repercusión de la actividad salvadora,
el profeta que decía anunciar un mensaje definitivo, válido para toda la liberadora y conciliadora de todos los que creen en Jesús. El Nuevo Tes-
historia. El hecho de que Jesús tenía la convicción global de que su per- tamento expresa con razón este significado universal, que el propio Jesús
sona iba a tener importancia en la historia futura se desprende de los atribuye a una iniciativa salvífica de Dios (y tal es también la tendencia
textos de la tradición Q, en los que se percibe un eco histórico de la visión de todo el Evangelio de Juan), como «salvación definitiva otorgada por
que Jesús tenía de sí mismo: «Y os digo que, por todo el que se pronun- Dios en Jesús de Nazaret».
cie por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se pronunciará La universalidad de la salvación otorgada por Dios en Jesús es, por
ante los ángeles de Dios. Y si uno me niega ante los hombres, será nega- tanto: 1) un enunciado de fe que se funda en una experiencia interpreta-
do él ante los ángeles de Dios» (Le 12,8-9 = Mt 10,32-33: «Por todo el tiva de Jesús a través de la tradición judeocristiana y no en un «hecho
que se pronuncie por mí ante los hombres, me pronunciaré también yo objetivamente constatable», si bien los cristianos (igualmente desde la fe)
ante mi Padre del cielo; pero al que me niegue ante los hombres, lo ne- intentan expresar una «realidad» y no unos sentimientos puramente sub-
garé yo a mi vez ante mi Padre del cielo»; cf. Le 7,18-23 = Mt 11,2-6, jetivos; 2) es universal, porque Jesús, en el fracaso de su vida, en su sufri-
y Le 11,20 = Mt 12,28) 78. La afirmación de que existe una relación entre miento inmerecido y en el hecho de poner ese «fracaso» en manos de su
la decisión que los hombres toman frente a Jesús y el destino final de sus Padre —a quien ahora llama también «nuestro Padre» («mi Padre y vues-
vidas se remonta sin duda a la conciencia que Jesús tenía de sí mismo. tro Padre», Jn 20,17)—, no dirige la atención hacia sí mismo, sino hacia
Igualmente, la convicción cristiana de que la venida de Jesús implica la Dios, el Dios de todos los hombres y de todas las religiones, y porque en
proximidad de Dios se funda radicalmente en esa conciencia de Jesús. tales circunstancias se refiere a la problemática y a las cuestiones insolu-
Es innegable que él establece una relación esencial entre su persona y la bles de los hombres: nuestra propia historia humana de sufrimiento; 3) es
historia de la humanidad. En otras palabras \ la repercusión histórica del además universal, porque en Jesús, testimoniado como «el Cristo», la
mensaje y la praxis de Jesús fueron, en cualquier caso, queridos por Je- salvación (tema constante en la historia de la humanidad) aparece en el
sús. Y así la actuación histórica de una persona tiene que ver, de un modo pleno sentido de la palabra como salvación o liberación perfecta y univer-
particular y único, con la identidad de Jesús de Nazaret. Trascendiéndose sal para todos y cada uno de los hombres, en su dimensión personal, cor-
a sí mismo, Jesús remite, en y a través de lo que él mismo es, a la his- poral e interpersonal, en su necesidad de estructuras e instituciones libe-
toria (en continuo progreso). «Profeta escatológico»79 o, como dice el joa- radoras, en cuanto homo faber, homo ludens, homo emancipator, homo
nismo, «salvador del mundo» (Jn 4,42; 1 Jn 4,14), y todos los títulos que oeconomicus, homo contemplativus y, sobre todo, en cuanto hombre que
la Iglesia ha dado a Jesús o los nuevos que pueda darle, no son sino una anhela la justicia y el amor; en definitiva, salvación para todos los hom-
explicación de la conciencia que Jesús tenía de sí mismo. bres del presente, del pasado y del futuro, de los vivos y de los muertos;
4) es una salvación universal que, por tanto, puede y debe ser anunciada
77 a todos los hombres como «buena noticia» o evangelio, no sólo mediante
Jesús, la historia de un viviente, 37s.
78
Op. cit., 379ss. la predicación en cuanto tal, sino mediante la predicación en cuanto mo-
79
Op. cit., 409-417. Véase el capítulo dedicado en el presente libro al «joanismo» mento interno de la praxis consecuente del seguimiento de Jesús, del ca-
(pp. 296ss). mino de una reconciliación y liberación práctica; una noticia que puede
788 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 789

anunciarse además sin ninguna actitud discriminatoria frente a todo lo que tecnológica, y ello a menudo con un espíritu positivista. Todo esto viene
sea bueno, verdadero, conveniente y hermoso, e incluso frente a toda mani- a constituir el supuesto antropológico de la forma de cultura dominante
festación religiosa, aunque se dé al margen del evangelio cristiano. Todo en la actualidad, la occidental.
esto implica que el evangelio de las comunidades cristianas, si se vive de Debido a tal unilateralidad, el ámbito de las experiencias originarias
una forma consecuente, ofrece un camino que, en cuanto tal, supone un resulta ajeno al hombre moderno occidental. Nuestra capacidad de ver y de
enriquecimiento de la experiencia humana y de nuestro mundo humano. oír, de palpar y de oler, nuestra percepción y nuestro espíritu, la capacidad
¿No es todo esto el dogma de Calcedonia? de hacernos mutuamente felices, quedan truncados a causa del empleo
unilateral de la ciencia y de la técnica. Una zona inconmensurable de la
b) La salvación del hombre es el Dios vivo. realidad queda así excluida del horizonte de nuestras posibilidades de expe-
riencia. Antes podía el hombre tener experiencia de Dios. La fe era una
1. Praxis política y praxis mística. Un europeo occidental, tras aterri- forma especial de percepción: el hombre experimentaba a Dios con una
zar con su avión en tierras africanas, viendo el asombro que causaba a los evidencia espontánea y, al mismo tiempo, gratuita. Vivía, incluso percep-
indígenas aquel pájaro extraño y descomunal, dijo lleno de orgullo: «En tiblemente, entre ángeles y santos, de un modo distinto, pero no menos
un día he recorrido una distancia que antes requería treinta días de viaje». real que el campesino entre sus vacas y cerdos, su corral y sus campos.
Al oír sus palabras, el sabio jefe de la tribu le preguntó: «Señor, ¿y qué Si la fe religiosa es realmente una forma determinada de percepción (no
va a hacer usted con los otros veintinueve días?». Aquí se reflejan las dos hay ninguna forma de conocimiento real que no se base de algún modo
posibilidades de la opción fundamental del hombre: por un lado, la racio- en la percepción), entonces el mundo del hombre realmente creyente es
nalidad técnica; por otro, el problema del sentido del obrar humano. esencialmente distinto —también psicológicamente— del de la experiencia
M. Heidegger, hace más de veinticinco años, reconocía en sus obras puramente científica y técnica. Y este último mundo se ha popularizado
El problema de la técnica m y Sobre la cuestión del sersl el legítimo dere- unilateralmente entre nosotros invadiendo la cultura, de modo que cons-
cho de nuestra opción occidental por la ciencia y la técnica, pero al mismo tituye la aculturación de quienes crecemos en el mundo occidental. Lo cual
tiempo indicaba la desconcertante unilateralidad de este interés, pues de significa que la inculturación en esta sociedad orientada unilateralmente
hecho se considera casi como el único modo sensato de relacionarse con la ha hecho que la fe sea más difícil que en el pasado. Significa además que
naturaleza. En los países capitalistas y comunistas se identifica, según esto, la fe (o sea, la percepción creyente) no puede ya, en las circunstancias del
el trabajo sensato (entendiendo por tal el trabajo productivo) con la Occidente moderno, asumir la figura y la forma de algo «primariamente
existencia sensata, y ello en sus tres fases ya clásicas: la escuela como originario» y, por consiguiente, que esta «originariedad primera» nos re-
preparación para el trabajo, la vida propiamente laboral y la jubilación sulta intelectualmente imposible debido a la ciencia, la técnica y la crítica
como descanso tras una vida de trabajo. Todo lo que está fuera de este de la religión del siglo xix.
sistema de trabajo es denominado sintomáticamente «tiempo libre». Los Por otra parte, cuando se olvidan o reprimen las auténticas posibilida-
teólogos, a veces fieles servidores del statu quo, sin analizar los presu- des humanas, a pesar de que el hombre en cuanto tal siga anhelando inevi-
puestos antropológicos de ese sistema, se han apresurado a acompañarlo, tablemente —aunque de manera inconsciente— la realización de tales
por un lado, con una «teología del trabajo» y, por otro, con una «teología posibilidades, éstas se manifiestan de forma encubierta, quizá como neuro-
del ocio». sis y huida del mundo. Muchos fenómenos religiosos actuales de tipo sin-
cretista son, ante todo, la forma concreta o, en ocasiones, el disfraz de la
En nuestro mundo occidental, la naturaleza corre el peligro de con- protesta de unas posibilidades existenciales que han sido reprimidas o des-
vertirse en simple energía disponible y manipulable, y el hombre en mero cuidadas por una cultura unidimensional; son la manifestación de protesta
manipulador de la naturaleza. Desde luego, nadie puede negar que los de unas posibilidades cognoscitivas, realmente humanas, no dominativas,
conocimientos adquiridos, tanto teóricos como prácticos, constituyen una sino estéticas, contemplativas, lúdicas, sin utilidad ni objetivo. En este
posibilidad auténticamente humana, acorde con la naturaleza y que ha re- «panteón» de la contracultura hay algo más que el ancestral y constante
portado muchos frutos positivos para la humanidad. Repudiar su realiza- conflicto generacional: se quiere ensayar otra alternativa de vida, basada
ción efectiva e incluso máxima sería una postura reaccionaria, ingenua en unas posibilidades de percepción humana no dominativas ni manipula-
y primitiva. Sin embargo, el espíritu y la sociedad occidentales parecen doras, sino contemplativas. Los jóvenes opuestos al modelo occidental de
identificarse casi exclusivamente con esa mentalidad científica y técnica, sociedad (una sociedad que considera una honra llamarse «secularizada»,
aceptando como presupuesto evidente el dominio absoluto de la economía que se orienta solamente por la ciencia y la técnica y que, por boca de sus
teólogos de la secularización, ha proclamado la muerte de Dios en un
80
M. Heidegger, Dte Frage nach der Technik (Pfullingen 1954). himno a la «ciudad secular») se sublevan contra esa sociedad, rechazan
81
Heidegger, Zur Seins¡rage (Francfort 1955). desde lo más profundo de su «psique» humana la ideología de la «muerte
790 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 791

de Dios» y gritan como un desafío: «Dios vive», «¡viva Jesús!», «aleluya», mas, la nueva «terapia estructural» americana85 (en contraste con el mé-
«Jesús me ama». Al margen del contenido religioso que puedan tener tales todo freudiano, que pretende escarbar analítica y hermenéuticamente en
movimientos, primera y fundamentalmente son una protesta de la posibi- un pasado reprimido, para liberar de él al paciente) está obteniendo resul-
lidad contemplativa de la «psique» humana contra la preferencia occiden- tados espectaculares: está centrada en el presente y desecha sistemática-
tal por la capacidad de la «psique» humana para dominar la naturaleza. mente todo intento de huir al pasado o al futuro. El objetivo de esta
Se trata ante todo de una reacción de raíces hondamente humanas, aunque terapia es reconciliar al paciente «aquí y ahora» consigo mismo y con los
a veces adopte formas enfermizas y neuróticas, o bien restauradoras y, demás, con todo lo que ha sido su pasado y lo que le pueda traer el
a fin de cuentas, alienantes. futuro. Encontramos esta misma tendencia en determinadas obras literarias:
Armonizar la praxis contemplativa con la praxis dirigida a la liberación sus autores quieren ofrecer a los hombres que —por ejemplo, tras haber
del mundo parece, a primera vista, una conciliación de lo irreconciliable, leído el best-seller del «Club de Roma»— miran con miedo el futuro una
pues ambas parecen excluirse mutuamente 82 . ¿Es posible una mediación? nueva confianza y unos motivos concretos para poder vivir y vivir real-
La tensión dialéctica entre la liberación interior y la liberación de determi- mente con gozo y sentido como hombres, a pesar de las oscuras perspec-
nadas estructuras esclavizadoras afecta hoy también al ámbito de la litur- tivas que tienen ante sus ojos86. Todo esto puede ser cierto, y lo es a mi
gia eclesial. En el pasado, la liturgia era el lugar privilegiado de la rela- juicio. Pero existe el peligro, y no pequeño, de que estas grandes verdades
ción con Dios a través de la oración en la agradable compañía de los sean utilizadas abusivamente (a veces contra las intenciones de sus auto-
hermanos en la fe, pero hoy ven muchos en ella el lugar adecuado para res) al servicio de intereses conservadores en un campo más amplio como
denunciar «en nombre del evangelio» la injusticia, la discordia y la guerra, es el sociopolítico. La felicidad personal se decide efectivamente en el pre-
para comprometerse solidariamente con los hombres que sufren, están pri- sente, pero se trata últimamente de todos y cada uno de los hombres (y no
vados de sus derechos y se encuentran desamparados y para invitar a lu- sólo de los económicamente privilegiados); lo cual implica —debido a esa
char por un mundo mejor, más humano y libre para todos. Lo primario preocupación universal— el deber ético de luchar por una sociedad «en
aquí es el futuro. la que quede superada la alienación humana y el hombre logre una nueva
Apenas se había consolidado el monopolio del futuro tanto en la teolo- relación consigo mismo, con su trabajo y con su entorno natural y social»S7.
gía y la liturgia como en la futurología científica, cuando vinieron los críti- Teniendo presente la peligrosidad e inseguridad de la vida humana,
cos de la cultura y nos advirtieron que no sólo la nostalgia del pasado, incluso en la sociedad occidental, que empieza a darse cuenta de sus con-
sino también el celo excesivo por un futuro mejor podía ser en realidad tradicciones internas, hay que tener hoy muy en cuenta que el hombre es
un conato de huida. Y ahora —después que se ha consolidado la primacía una existencia temporalizada. Y esto significa que centrarse exclusivamente
y el monopolio del futuro y se ha introducido el oportuno correctivo con en el futuro, en el pasado o en el presente encierra el peligro de empo-
la tesis de que un proyecto de futuro que no vaya acompañado de un brecer o distorsionar la existencia auténtica del hombre.
recuerdo crítico del pasado constituye un riesgo muy peligroso M—, ahora El auténtico ser del hombre no puede ser privado de ninguna de esas
se afirma por doquier que es preciso conceder más valor al presente. La in- tres dimensiones. Las tres se mantienen unidas desde dentro, en virtud de
vitación a «vivir en el presente» es proclamada hoy por varias disciplinas nuestra conciencia del tiempo: el hombre es un ser que se sabe en camino.
científicas84 y por las nuevas terapias. Por lo que se refiere a estas últi- En definitiva, no podremos experimentar con sentido esas tres dimensio-
nes si no damos expresión a nuestra conciencia del tiempo por un lado
82 y a Dios por otro. Sin embargo, no sabemos exactamente qué es Dios
Encontramos un problema análogo en las -retirías de la ciencia: la tensión exis-
tente entre el entender por medio de explicaciones (como ocurre en las «ciencias para nosotros. No lo tenemos en nuestra mano ni somos capaces de enten-
exactas») y el entender por medio del entender mismo (en las «ciencias hermenéuti- der por nosotros mismos nuestro propio ser y sus posibilidades. El cre-
cas). También en este terreno se intenta actualmente superar el dualismo, al menos yente sabe que Dios nos tiene de algún modo en su mano. En hebreo, lo
en el sentido de una unidad dialéctica en la diferencia. que nosotros llamamos «fe» se expresa con la raíz ''aman (que aparece en
83
Sería superfluo aducir aquí la copiosa bibliografía existente sobre el tema. «amén»): superar la propia inseguridad e inestabilidad a fin de basar la
Baste recordar a P. Ricoeur, H. Horkheimer, Th. Adorno, J. Habermas, H. Marcuse, existencia en otra realidad, en otra persona que puede proporcionarnos
L. Kolakowski, J.-B. Metz, W. Oelmüller, etc., los cuales —generalmente tras afir-
mar la importancia del futuro— han visto que una memoria (crítica) del pasado es
85
absolutamente necesaria para un proyecto de futuro que tenga sentido. Cf., por ejemplo, G. S. Perls, In and out the Garbage Pail (Nueva York 1972);
84
En especial A. H. Maslow, Towards a Psychology of Being (Nueva York 1968); J. Fagan Shepher, Gestalt Therapy Now. Theory, Techniques, Applications (Califor-
E. G. Schachtel, Metamorphosis. On the Development of Affect, Attention and nia 1970).
86
Memory (Nueva York 1959). Cf. mi artículo Naar een definitieve toekomst: belofte Por ejemplo, L. Pauwels, Lettre ouverte aux gens heureux et qui ont bien
en menselijke bemiddeling, en Toekomst van de- religie, religie van de toekomst raison d'étre (París 1972).
17
(Brujas-Utrecht 1972) 37-55, espec. 41-43. J. Wcima, Wat tvillen tvij met de toekomst doen? (Bilrhovc-n 1972) 43.
792 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 793

estabilidad. Creer en Dios, decir «amén» a Dios, significa fundamentar en ceptible en muchos sitios— a reducir el cristianismo y la fe en Dios a soli-
Dios todo mi ser, es decir, yo mismo, mi prójimo y mi mundo. El creyente daridad, compromiso, actividad política y cambio, observo actualmente
compromete, pues, todo su ser poniendo su confianza en la fidelidad de nuevos^ síntomas del antiguo sobrenaturalismo. Algunos vuelven a recluir
aquel a quien no ve: el Dios vivo. Dice Isaías: «Si no creéis, no subsis- la gracia en el ámbito de la vida interior, con lo cual la sociedad, el mun-
tiréis» (Is 7,9). Creer quiere decir estar sólidamente fundamentado, con- do y la historia vienen a quedar excluidos del sistema de la gracia, y así,
fiar en lo que se tiene por sólido fundamento. Luego la fe en Dios es la de hecho, en el plano político, se desemboca en una defensa del statu quo.
opción fundamental del hombre que se confía él mismo, los demás y toda Por tanto, el problema fundamental parece estribar en si el creyente
la historia a Dios y así se sabe reconciliado consigo mismo, con los demás tiene o no una relación inmediata con Dios. Ante todo debemos pregun-
y con la historia —pasada, presente y futura—, dado que ei creyente se tarnos si tanto los «antiguos» como los «modernos» han captado el alcance
ha reconciliado con la postura inescrutable de Dios. La fe es seguridad del problema. Quizá unos y otros han visto una parcela de verdad, pero
en el mensaje de que Dios es Dios, el fundamento y fuente de la huma- la han interpretado de manera unilateral. Tras analizar detenidamente las
nidad del hombre. afirmaciones agustinianas, que podríamos considerar como la tradición de
Pero estoy hablando de Dios ahora de una forma totalmente espontá- Occidente, y también los recientes planteamientos del mundo cristiano,
nea y obviamente ingenua, como si me hubiese encontrado con él y hu- me atrevo a expresar una opinión. Si la muerte de la «inmediatez» de Dios
biese podido experimentar su fidelidad, cuando en realidad es un Dios que quiere decir que el hombre no tiene ninguna relación con Dios que no
de momento no quiere presentar sus cartas'credenciales. Cuando Moisés implique una mediación, estoy totalmente de acuerdo. Pero otra cosa muy
preguntó a Dios su nombre, no recibió una respuesta directa, sino sólo: distinta es ver esa misma relación desde el otro término, pues sí existe,
«Yo soy el que soy» (Ex 3,14), es decir, lo que soy se verá en vuestra en mi opinión, una relación inmediata de Dios con nosotros. La objeción
historia. Soy solidario con vosotros. Creer significa, pues, depositar mi de que es una contradicción interna admitir en una relación recíproca que
confianza en alguien que de momento prefiere no decir quién es. Podemos la inmediatez se da sólo en uno de sus términos no es concluyeme en este
atisbar su identidad solamente dentro de un proceso histórico. Es el Inefa- caso. No se trata de una relación intersubjetiva entre dos personas —dos
ble. Cuando hablamos de Dios, recurrimos curiosamente a conceptos con- hombres finitos y limitados—, sino de una relación recíproca entre un
trarios: está lejos y cerca, es inaccesible y se revela, es impalpable y a la hombre finito y su origen absoluto, el Dios infinito. Y esto repercute en
vez vulnerable. Tampoco es más clara nuestra identidad como creyentes: nuestra relación con Dios. Dicho de otro modo: estamos ante un caso
el creyente está a salvo, pero al mismo tiempo no tiene patria; es un excepcional, un caso en el que la inmediatez no elimina, sino que consti-
huérfano que busca, pero también el hijo que vuelve a casa: «en el mun- tuye la mediación. Visto desde el hombre, existe, pues, una inmediatez
do, pero no del mundo». El cristiano sabe que la realidad que está en mediata. Entre Dios y nuestra conciencia de Dios se da inevitablemente
nuestra mente cuando hablamos de «Dios» es el fundamento de todos los el mundo histórico, humano y natural de la creación, que es para nosotros
seres de una forma dialéctica. Es el fundamento de lo que debe ser y será, el símbolo constitutivo de la presencia real de Dios. Y el hecho de que
y así —dialécticamente— también del presente y del pasado. Precisamente una mediación evidente introduzca una inmediatez en vez de anularla se
por eso, Dios no es la consolidación ideológica de la tradición y del statu debe al modo absoluto o divino de la presencia real de Dios: Dios se nos
quo, sino su amenaza; es el Dios del «cambio para bien» y, por consi- hace creativamente presente en el medio que somos nosotros mismos, el
guiente, juicio y gracia, pero siempre con total fidelidad. prójimo, el mundo y la historia. Es la inmediatez más profunda que
conozco.
Presente, pasado y futuro (desconocido)^ser humano (homo abscondi-
tus), conexión vital con el Dios oculto (Deus absconditus): ahí reside La «inmediatez mediata» es, en mi opinión, la fórmula más adecuada
quizá el punto más delicado del actual problema religioso. Desde que, en para expresar en lo posible el misterio de Dios como salvación del hom-
nuestros días, esta conexión ha sido interpretada de una forma diferente, bre y la realidad de la oración y de la liturgia; esta fórmula puede además
han cambiado muchas cosas. Se trata de lo que Dorothee Solle y otros arrojar un poco de luz sobre la relación entre el aspecto místico y el polí-
muchos (corrigiendo la teología de la muerte de Dios) llaman muerte de tico de la fe cristiana: por un lado, lo místico no desemboca en el gnosti-
la «inmediatez» de Dios: el hombre no tiene una relación inmediata con cismo y, por otro, el compromiso político se realiza, no apoyado en el
Dios. La teología agustiniana, que tanto ha influido en el cristianismo humanismo, sino en la fe en Dios.
occidental, se ha visto así puesta en discusión, y junto con ella la actitud Desearía analizar esta «inmediatez mediata» en dos etapas: primero,
de fe y la «piedad» de los «simples fieles». Precisamente esta negación insistiendo en la mediación; después, en la inmediatez (la cual es siempre
de la relación «inmediata» de la fe con Dios ha abierto las puertas de mediata).
nuestras Iglesias a la teología política, al nacimiento de comunidades críti-
cas y al deseo de un mundo mejor y, sobre todo, más feliz. 2. Mediación en la cercanía inmediata del Dios que salva. En la vida
Por otro lado, como reacción contra la tendencia —claramente per- cristiana se ha roto muchas veces la unidad entre creación y alianza donde
794 SALVACIÓN CRISTIANA
LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNIHI

debe aplicarse el principio de que lo que Dios ha unido no debe separarlo


sentimos «regulados» por algo que está más allá de la autodeimniiinaoii,
el hombre. El Creador es también el Salvador: cuando Dios actúa como
al menos arbitraria: una experiencia del ser como donación), constituye, en
Salvador, lo hace como Dios, es decir, como Creador, por lo que no existe
medio de sus diversas formas históricas, el soporte, el fundamento y la
rivalidad alguna entre lo que Dios hace y lo que nosotros, fundamentados
raíz de toda «religiosidad», entendida como relación inmediata a la ve/ que
en él, podemos hacer 88 . En ocasiones no sólo hemos destruido la unidad
mediata con aquel que el creyente llama «Dios Creador». Esta conciencia
entre creación y alianza, sino que también hemos olvidado la fe en la crea-
es la puerta por la que Dios irrumpe en nuestra historia y gracias a la cual
ción, rompiendo el nexo vital entre la fe cristiana y la experiencia de la
podemos percibir realmente a Dios —inmediatez mediata— y hablar de
realidad. Hemos olvidado que la salvación de Dios se cumple en la única
él. La religiosidad adquiere así su carácter de realidad y experiencia; y así
realidad, que es la nuestra, nuestro mundo contingente, y que la salvación
Jesús puede ser reconocido como la manifestación humana y personal del
de Dios es humana y nos es otorgada de una forma humana en Jesucristo.
amor universal de Dios y son posibles las experiencias religiosas en la
Me pregunto qué experiencia religiosa y qué realidad puede haber en nues-
liturgia. En nuestra experiencia histórica de la contingencia, Dios se hace
tra vivencia de la presencia real de Dios en la liturgia si olvidamos que
verdad histórica, como pasado o recuerdo, presente o confianza y futuro
también fuera de la liturgia es posible una percepción simbólica de nosotros
o esperanza.
mismos, de los demás y de nuestro mundo como presencia real, aunque
oculta, de Dios. El lenguaje de la fe y el lenguaje de la Iglesia carecen de La inmediatez mediata de la presencia salvífica de Dios implica que
sentido y contenido en la medida en que no- poseen ninguna referencia nuestra respuesta, nuestro «sí» a Dios, posee una similar estructura de
perceptible a las experiencias reales de la vida diaria. Quien habla de Dios mediación, sin que esto signifique quedarnos enredados en ella. En otras
y de su salvación, habla también de nuestro mundo humano concreto, y lo palabras: la religión no puede reducirse a la solidaridad y la preocupación
hace de forma inteligible. No veo cómo se puede detectar en la liturgia sociopolítica por los demás, pero tampoco puede prescindir de esa media-
(que es un ámbito donde se percibe la presencia real de Dios) una expe- ción. Sin ella la religión sería perseguir una quimera, pues sólo en ella se
riencia de realidad religiosa si no somos capaces de experimentar fuera de hace Dios inmediatamente presente. Buscar a Dios al margen de ella sería
la liturgia, en virtud de nuestra condición histórica de criaturas, la presen- buscarlo donde no está ni puede estar. Pablo lo dice claramente hablando
cia real de Dios en un mundo en el que todo es un símbolo de la presen- de la celebración de la eucaristía. Beber del mismo cáliz, comer el mismo
cia real de Dios. Ese es el contenido primario y fundamental de toda pan es para él, en el ámbito de la presencia real mediata, suprimir toda
forma de presencia real de Dios. discriminación entre «judío o griego», «hombre o mujer», «esclavo o
libre». Cuando Pablo advierte a los cristianos de Corinto que en su euca-
La experiencia de la creación, una experiencia históricamente variable ristía «beben su propia sentencia», esto no se debe a que profanen el divi-
de gratuidad y contingencia, constituye, en mi opinión, el terreno propicio num consortium sacramental, la relación sagrada con Dios, sino a que han
para toda experiencia religiosa de la cercanía salvífica de Dios, incluso de pervertido el significado humano y secular del banquete en cuanto partici-
la experiencia específica que se tiene, por ejemplo, en Jesús y en la litur- pación fraternal. La koinonia adelphou, la fraternidad, ha sido violada y se
gia. La liturgia presupone e intensifica esa experiencia simbólica funda- ha desembocado en unas creencias gnósticas, soñando con una participación
mental. Sin ella, ninguna renovación o adaptación litúrgica podrá ofrecer- inmediata en la naturaleza divina. Pablo libera esta concepción griega de
nos una profunda experiencia litúrgica que se refiera a algo realmente sus impurezas místicas y «gnósticas». Es significativo además que el Nuevo
presente, y no sólo a nuestras propias reacciones subjetivas ante las celebra- Testamento utilice frecuentemente el término synerchesthai para designar
ciones litúrgicas. No podemos experimentar d^ repente a Dios-en la litur- el culto en el sentido de asamblea fraternal de la comunidad de fe (1 Cor
gia de la Iglesia si no somos capaces de percibirlo también fuera de la 11,17.20; 14,23.26). La «fraternidad» es la forma concreta que impide
Iglesia. Si así fuera, me temo que nuestros sentimientos litúrgicos, desde que la acción de gracias a Dios se convierta en palabrería sin contenido.
el punto de vista religioso, no tendrían un contenido real y este vacío En nuestra sociedad moderna, tan compleja, esta «fraternidad» debe ha-
litúrgico no podría ser llenado —al menos no por mucho tiempo— con cerse realidad no sólo en unas relaciones orientadas a favorecer a los
exhortaciones litúrgicas a un comportamiento ético o a una postura crítica demás, sino también en el anonimato de las instituciones y estructuras
ante la sociedad. Esto sería ignorar la base en que se apoyan los impulsos sociales, a fin de renovarlas y ponerlas al servicio de la libertad, pues cons-
éticos más profundos. La experiencia de la creación, que podríamos deno- tituyen la forma política moderna de la caridad cristiana concreta. No hay
minar también «experiencia fundamental de la gracia» o, de forma más que olvidar, en fin, que las grandes acciones de Dios en favor de Israel,
neutral, experiencia de la realidad que nos sirve de norma (es decir, una los magnolia Dei, las acciones salvíficas que la liturgia no cesa de narrar,
experiencia de nosotros mismos, de los demás y del mundo, en la que nos celebrar y alabar, fueron llevadas a cabo en Israel por hombres concretos,
per homines. Por consiguiente, contraponer el carácter doxológico (alabanza
88
Con razón, sobre todo en P. Schoonenberg, Hij is een God van mensen (Her- de Dios) de la liturgia a un «activismo» encaminado a mejorar al hombre,
togenbosch 1969) 9-49. su mundo y la sociedad, nada tiene que ver con la Biblia. El interés por
796 SALVACIÓN CRISTIANA
LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS D E L H O M B R E Y Dl.I. M l i r j n o 1Q'
la política social, nacido de la preocupación por los semejantes, no es
ajeno a la celebración litúrgica; también los judíos historificaron legítima- una conclusión precipitada. Este hecho prueba que hay una rdiuión o'!'*
mente su primitiva celebración agrícola de la primavera, convirtiéndola en titutiva entre identidad personal, consenso colectivo y reconociinieiiu» "''
una evocación litúrgica de su liberación de la esclavitud egipcia. cial, entre libertad interior y estructuras sociales liberadoras. La taifa pi'i"
Así, pues, la gracia de Dios, es decir, su presencia real salvífica entre cipal de la Iglesia es, en mi opinión, crear un mundo religioso libre y Iibc
nosotros, no es un ámbito exclusivo de la interioridad humana, sino toda rador, compuesto por personas animadas por los mismos sentimientos y
la realidad en la que vivimos y de la que formamos parte. Cuando se ha propicio al desarrollo de la libertad personal. Esa es la gracia fundamenta'
establecido una separación entre la gracia y el mundo creado, aquélla del ambiente santificante y liberador; desde el punto de vista sociológic°>
ha quedado relegada a la interioridad humana; por su parte, la mediación constituye lo que los teólogos llaman «gracia habitual o santificante», un#
externa de la gracia ha quedado reducida a un mero signo instrumental de realidad que supera el dualismo entre lo interior y lo exterior.
las realidades invisibles, y el mundo, la historia y la sociedad han roto sus De ahí que las mejoras político-sociales formen parte de lo que pode -
lazos con el ámbito de la gracia. Es posible elaborar un ordenamiento polí- mos llamar «gracia de Dios», una realidad que es interiorizable y que,
tico y social exclusivamente sobre la base de principios económicos, políti- como tal, se convierte en libertad personal y liberada. Por lo demás, tam-
cos y sociales, recurriendo a un análisis e interpretación de la situación bién las ciencias humanas, como la sociología, la psicología, la pedagogía, y
y de sus posibilidades siempre relativas. Para ello se parte de motivos también las ciencias de la naturaleza, son concretamente criaturas de Dios
humanos y se busca algo que de por -sí- es un objetivo ético y político y tienen su lugar específico en el plan de la gracia. Ayudan al hombre
común a todo el género humano. La cosa me parece evidente. Pero esto a conseguir una liberación auténticamente humana. En ellas se puede
no excluye que cuanto se realiza en el hombre a título de salvación humana experimentar la cercanía salvífica de la gracia de Dios de una forma tan
sea a la vez una mediación histórica de la gracia, un anticipo de la verda- real como Israel pudo experimentar el paso por el Mar Rojo gracias a un
dera salvación: una salvación in fieri experímentable por el hombre. viento propicio que hizo retroceder las aguas como un acto prodigioso y
La libertad humana no es un asunto exclusivamente interno. Es una salvífico de Dios. Dios adopta de hecho un «rostro cultural», es decir,
libertad abierta corporalmente hacia fuera y que se realiza en contacto adapta su rostro a nuestra cultura. Lo que en una cultura determinada
con hombres auténticamente libres y dentro de unas instituciones y estruc- puede ser una experiencia de Dios, en otra cultura puede no desempeñar
turas sociales que favorezcan la libertad. Por nosotros mismos somos sólo esa misma función. El hecho de que nosotros podamos experimentar la
posibilidad de libertad; ésta es todavía un espacio vacío, sin contenido, presencia creadora y salvífica de Dios en un descubrimiento como el de ln
que la misma libertad llena creativamente a través de la cultura. Sin em- penicilina no se opone a la realidad de la experiencia semítica de Dios a
bargo, ninguna forma o nivel cultural pueden llenar totalmente ese vacío. través de la zarza ardiendo. Existen muchos caminos para encontrar a Dios
La libertad realizada en concreto es siempre una libertad interiorizada, lo por medio de un beneficio natural (en el sentido de cósmico) o social. Los
cual significa que la libertad interior postula el encuentro con hombres creyentes modernos pueden, de una forma especial, ver en la realidad
libres en unas estructuras sociales que permitan y garanticen la libertad. sociopolítica de una libertad en desarrollo un anticipo de la salvación t l t .
La dimensión social es un componente esencial de nuestra actividad inte- Dios. Ahi la realidad divina se manifiesta precisamente como realidad_
riormente libre, un elemento consustancial de la experiencia de nosotros como aquel que quiere el bien y se opone al mal, que libera de la ali^..
mismos y del mundo. Por tanto, la libertad concreta, liberada y gratuita nación. La historia de la liberación humana puede ser así un «desvela
supera la oposición dualista entre interioridad y exterioridad y, por consi- miento» en el que el hombre es capaz de ver a Dios como aquel <.],,
guiente, también la aplicación teológicá~*táe la misma: la distinción entre quiere la liberación plena del hombre.
«gracia interior» y «gracia exterior». La sociología muestra cómo la iden-
tidad personal se desmorona rápidamente cuando el hombre no encuentra 3. Inmediatez mediata: intimidad con Dios en la oración. Un cristiíitij^
un reconocimiento social y cuando las convicciones personales pierden su mo sin Dios sería el fin del cristianismo. La mediación es un hecho ¡nc»|lu
plausibilidad social m . El hecho de que numerosos cristianos procedentes dible, pero en ella Dios está realmente cerca como salvador. En esto t i ^
del campo abandonen insensiblemente la Iglesia cuando emigran a una la iniciativa absoluta.
gran urbe demuestra que la libertad interior está condicionada por el me- La salvación es de hecho la eliminación de todas las alienaciones h(i
dio social. Afirmar que esas personas nunca creyeron de verdad me parece manas, tanto personales como sociales; la salvación es remedio del homV,,, ~
de su mundo y de su historia. No obstante, la libertad cristiana no •
89 identifica con el proyecto y el proceso emancipatorio de liberación j ^
P. Berger y Th. Luckmann, Die gesellschaftliche Konstruktion der Wirklichkeit
hombre. La persona y la sociedad están en una tensión dialéctica irret], '
(Stuttgart 1969); véase también P. Berger, El dosel sagrado (Buenos Aires 1971)
y Rumor de ángeles (Barcelona 1975). Cf. también K. H. Wolff, Versuch zu ciner tibie. Y el «vacío» o apertura de nuestra libertad no se «llena» pl 0r) s
Wissenssoziologie (Berlín-Neuwied 1968). mente con la cultura. Siempre hay algo más, una apertura. Por una par/"
la sociedad no es el horizonte trascendental y exhaustivo de la rcal¡t| \
798 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 799

pues ello supondría ignorar la inviolabilidad de la persona humana, que giosa nos permite oreer que lo imposible para el hombre es de hecho posi-
no es simplemente producto del desarrollo social. Por otra, tampoco la ble, porque el ser de Dios es la fuerza benevolente que se opone al mal,
interioridad personal, con su necesaria esfera privada e íntima, es un un don indefinible.
horizonte trascendental y exhaustivo. Como ya he dicho, ninguna forma Estas reflexiones nos hacen ver la necesidad de una liturgia en la que
o nivel cultural llena la apertura de la libertad; de ahí que la libertad sea posible superar desde dentro (es decir, sin supresiones alienantes) tanto
misma haga problemática cualquier clase de cultura. Por consiguiente, la la intimidad personal e individual como los propósitos políticos y críticos
alienación existente en la vida humana no puede ser eliminada totalmente de la sociedad. Podemos decir que se trata, en sentido amplio, del aspecto
ni en el plano personal ni en el social; la libertad liberada o salvación místico de la fe en Dios, en el cual percibimos que Dios está cerca de
trasciende la persona y la sociedad. Hay sufrimientos humanos que no nosotros de una forma real e inmediata, aunque sólo a través de media-
pueden ser aplacados con medidas sociopolíticas; en las mejores estructuras ciones; percibimos que nunca estamos solos, ni siquiera en la más com-
sociales es posible morir de soledad; las estructuras más perfectas no hacen pleta soledad, y que, a pesar de todo, me sostienen —nos sostienen— la
a los hombres más maduros y buenos; la naturaleza se puede domesticar, bondad y la misericordia de Dios. Esta conciencia de estar fundamentados
pero en su mayor parte sigue siendo extraña al hombre (baste pensar en en Dios y de que siempre va a ser así, aun cuando nos falte todo funda-
la muerte); existe, en fin, nuestra finitud insoslayable, que puede ser mento y toda garantía empírica y lamentemos el fracaso de nuestra vida,
fuente de confianza en Dios, pero también de angustia. constituye la fuerza mística de la fe. Cuando se pierden todos los puntos
Por tanto, el remedio definitivo de la escisión de nuestra existencia en de apoyo empíricos y tangibles, aunque sólo parcialmente positivos, la
el mundo tiene que ser consecuencia de una realidad activa que abarque inmediatez de la presencia de Dios se experimenta como «noche oscura».
la persona y la sociedad, es decir, el conjunto de lo existente, sin inferirle Todos los místicos han experimentado esta inmediatez de la presencia de
violencia; pero eso precisamente es una definición de Dios, el cual tras- Dios como una «nada»; no como la nada del vacío, sino como la «nada»
ciende todo por la interioridad y lo supera desde dentro. Sólo una libertad de la plenitud: la presencia de Dios como pura experiencia de fe, aunque
absoluta que al mismo tiempo sea amor creador es capaz de hacerlo. Esto sujeta a una mediación negativa. El creyente puede vivir esos momentos
significa que el reino de Dios no puede ser el presente en su cota máxima en muy diversas formas y situaciones. Muchas veces lo he descubierto en
de perfección ni tampoco el grado máximo que pueda alcanzar una cultura personas que han visto morir a un ser querido en circunstancias muy dolo-
determinada. La salvación está en la línea de todo lo santo, bueno, her- rosas e incomprensibles y que, a pesar de su profundo dolor, han sabido
moso y placentero realizado en nuestra historia, pero de suerte que Dios aceptarlo precisamente porque eran creyentes. Esta fe no es un simple
permanece siempre libre para otorgar su don sorprendente, un don que convencimiento teórico: en tal caso, creo yo que se habría hundido; es
supera todo eso. una experiencia de la presencia real de Dios, no en la mediación de unos
Esto nos lleva a un segundo aspecto de la inmediatez mediata. No se puntos de apoyo positivos, sino en la mediación de la más absoluta nega-
trata de renunciar ahora a la mediación, sino de resaltar en todas las media- tividad: una «noche oscura». Pero ello implica siempre una «mediación».
ciones la cercanía inmediata de Dios: es una cercanía divina absoluta. Aquí Sin embargo, esa profundidad mística, cuyo elemento esencial es la
se ve que la «causa del hombre» es de hecho la «causa de Dios», idea inmediatez de Dios, porque entonces la mediación es experimentada como
que la Biblia expresa mediante el concepto de la soberanía de Dios en «pura negatividad», no se manifiesta sólo en la negatividad o «noche oscu-
cuanto salvación del hombre, es decir, en favor de la humanidad. Jesús ra», sino también en vivencias gozosas. En un pasaje que seguramente
vivió su compromiso con los hombres comov «causa de Dios». Reconocer reproduce en esencia palabras del propio Jesús, éste, exultante de alegría,
la divinidad de Dios es reconocer la inesp'eíada humanidad del hombre. da gracias a Dios por el feliz retorno de los discípulos que había enviado
M. Horkheimer 90 no está seguro de que una ética humana desligada de y que le cuentan cómo han cumplido con éxito su misión (Le 10,17-21).
su base religiosa puede tener efectos sensatos 91, pues en tal caso la ética Hay experiencias en la vida de un creyente que le permiten vivir el «des-
suscitaría unas esperanzas excesivas y no podría dar lo *que promete. La velamiento»: si este hombre es tan sorprendentemente bueno, ¡cuánto más
conciencia de estar fundamentados religiosamente en Dios da fuerza para lo será Dios! También aquí la atención se desplaza de lo «mediante» a lo
comenzar y mantener el compromiso por el hombre y el mundo, dado que «mediato», es decir, a la presencia real e inmediata de Dios. Además de
en este caso ningún hecho histórico es el acontecimiento escatológico; pero la vida que ora implícitamente en las mediaciones mundanas y humanas
entonces tampoco un fracaso podrá ser absoluto y definitivo. La fe reli- de Dios, considero que la oración explícita es el intento con que el hom-
90
bre busca captar esa dimensión de inmediatez, un intento hacia el que
M. Horkheimer, Die Sehnsucht nach dem ganz Anderen (Hamburgo 1970) tiende la vida cotidiana del creyente, ya que éste es consciente de la cer-
88-89. canía real (aunque mediata) de Dios. Pero el intento falla siempre, porque
91
Esto no significa declarar «absurdo» el sentido peculiar de una ética puramente esa cercanía, por ser divina y absoluta, es tan íntima como inapresable: en
«humanista», sino sólo que —a la luz de la fe— tal' ética será siempre problemática.
el momento en que apartamos la vista de la mediación para captar en sí
800 SALVACIÓN CRISTIANA
LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 801

la presencia del de Dios, al desaparecer la mediación desaparece también


Dios. En la oración, Dios juega, por decirlo de algún modo, al escondite (contemplativo, estético, lúdico, etc.) no condicionado por un fin y centra-
con el hombre. De hecho, la oración tiene una dimensión marcadamente do en su propio objetivo. El valor cognoscitivo de las experiencias de
lúdica. En cuanto «juego», la oración alcanza su punto culminante en la contraste derivadas del sufrimiento inmerecido desempeña una función
praxis normal y cotidiana de nuestra plegaria. «Si veré Deum quaeris» crítica frente a todas las formas de saber, tanto contemplativo como cien-
(«si buscas realmente a Dios»), decían los antiguos monjes, entonces pue- tífico-técnico. Ese valor introduce un elemento crítico en la percepción
des venir con nosotros. Orar significa buscar a Dios. Deberíamos com- global puramente contemplativa, la cual en su actividad contemplativa
prender que Dios es una persona viva que sabe cuándo esconderse, para o celebración litúrgica vive ya la reconciliación universal. Pero es también
que sigamos buscándolo, y cuándo aparecer para que no nos cansemos en crítico frente al conocimiento —tendente a dominar el mundo— de la
la búsqueda. ciencia y de la técnica, el cual cuenta con el hombre como simple «sujeto
de dominio» e ignora la cuestión de la prioridad a que tienen derecho los
Llegamos así a una última y difícil cuestión: ¿es la oración una rela-
que sufren.
ción yo-tú entre Dios y el hombre? Es difícil responder con un simple
«sí»; pero negar esa relación me parece aventurado. Obviamente, una rela- El valor cognoscitivo —y productivo— del sufrimiento no sólo es crí-
ción recíproca entre Dios y el hombre es un caso muy análogo a lo que tico frente a esas dos formas positivas de saber humano, sino que, dialéc-
entendemos por «intersubjetividad» o relación yo-tú. Si la inmediatez está ticamente, puede ser también el eslabón que una ambas posibilidades
siempre sujeta a mediación y, no obstante, "constituye la mediación por su cognoscitivas (contemplativa y dominativa) de la «psique» humana. Hay
inmediatez, habremos de responder con una paradoja: sí y no. Baste pen- motivos para pensar que únicamente la experiencia negativa del sufri-
sar que la relación recíproca entre Dios y el hombre queda fuera de nues- miento (con la exigencia ética que implica) es capaz de unir entre sí ambas
tra categoría humana de intersubjetividad, no en virtud de un «menos», formas de conocimiento, pues sólo ella presenta las notas características
sino de un «más», un «más» que convierte nuestra oración explícita en de una y otra. De hecho, las experiencias de sufrimiento, cuando repre-
la tnetanoia o conversión más difícil de nuestra vida, en una conversión sentan un hecho hiriente y negativo, afectan al hombre de una forma que
orante, de la que además no podemos prescindir, pues entonces basaríamos nada tiene que ver con la experiencia —también dolorosa, pero positiva—-
nuestra vida en ídolos, ideologías y utopías, pero no en Dios. Orar no es del gozo que proporcionan las vivencias contemplativas, lúdicas y estéticas.
tanto «recogerse» cuanto «acogerse» a Dios por la conversión. Por eso la Por otro lado, la experiencia del sufrimiento, en su aspecto de vivencia
oración —y, a mi juicio, sólo la oración— confiere a la fe cristiana su de contraste o de negatividad crítica, tiende el puente a una posible praxis
fuerza más crítica y productiva. El elemento crítico de la fe no proviene encaminada a eliminar realmente el sufrimiento y sus causas. Dada esa
de una teología política, sino fundamentalmente de la articulación de la fe íntima afinidad, aun en medio de una negatividad crítica, tanto con el
a través de la oración, de la oración en cuanto acto de fe. Y esta fe conocimiento contemplativo como con el saber tendente a dominar la na-
repercute indirectamente en una praxis de tipo político, gracias al análisis turaleza, aplico a esta fuerza cognoscitiva especialmente «apasionada»
de nuestras estructuras sociales concretas. Una «teología política» debe el calificativo de «crítico-práctica»: es una fuerza cognoscitiva crítica que
tener en cuenta todo esto. impulsa a una praxis nueva, la cual anticipa un futuro mejor y se esfuerza
activamente por hacerlo realidad. Todo esto llevaría a concluir que, en la
situación de nuestra condición humana concreta y en las circunstancias de
4. El sufrimiento y la praxis contemplativa y política. La redención nuestra cultura social, sólo es posible unir la contemplación y la acción
incluye una praxis contemplativa y emancipadora que se propone liberar —de manera paradójica, pero real— mediante la crítica de la larga historia
al hombre y promover su salvación. Por svTparte, el sufrimiento, como del sufrimiento humano y mediante la conciencia ética que en ella se
hemos dicho, no es un dato perteneciente a la prehistoria de la emancipa- impone.
ción del hombre ni a la época anterior a la redención realizada por Dios
La experiencia del sufrimiento sólo es posible sobre la base de un
en Jesús. La praxis de liberación y emancipación se realiza también en el
deseo implícito de felicidad y presupone, a la vista del sufrimiento injusto,
ámbito del sufrimiento. Esto confiere una tensión interna a cualquier po-
por lo menos una vaga conciencia de lo que puede significar positivamente
sible concepto de redención y de praxis liberadora y emancipadora.
la integridad humana. Por ser una experiencia de contraste, implica indi-
Pero el sufrimiento humano posee una especial fuerza cognoscitiva de rectamente una conciencia de la vocación positiva de lo humano y hacia
signo crítico y productivo 92 . Fuerza que no es reducible a un saber presi- lo humano. Así, una praxis encaminada a la eliminación del sufrimiento
dido por fines de dominio y emancipación (como es el conocimiento de la no es posible sin una anticipación, al menos implícita y difusa, de un
ciencia y de la técnica), ni tampoco a las diversas formas de conocimiento eventual sentido universal futuro. En contraste con el conocimiento de
92
la ciencia y de la técnica —dirigido a la consecución de unos fines— y
Véanse las obras citadas de J.-B. Metz; también E. Schillebeeckx, Geloofsver- con el de la contemplación —no condicionado por ningún fin—, el valor
staan: interpretarte en kritiek (Bloemendaal 1972) 131-136 y 152-155.
cognoscitivo específico de la experiencia del sufrimiento consiste en que
51
802 SALVACIÓN CRISTIANA
LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 803

anhela el futuro y lo abre. Junto a la noción de «fin», perseguido o no un mundo más humano se manifiestan en la no identidad, en la finitud
perseguido, aquí interviene la noción de «futuro» 93. Dada su doble dimen- de la existencia humana sujeta al sufrimiento. Esto implica que no pode-
sión de contemplación y acción y su carácter ético de protesta, el valor mos experimentar la redención y la liberación más que de modo fragmen-
cognoscitivo específico del sufrimiento asume así el significado de un cono- tario, dentro de una historia que permanece abierta a la plenitud escatoló-
cimiento que no pregunta por su eventual finalidad, sino por el futuro: gica: «Con esta esperanza nos salvaron» (Rom 8,24). De esto se deduce
el desarrollo del ser humano y la futura superación de las causas de la que todos los aspectos de la redención cristiana (contemplativos y políti-
injusticia. En su acaecer pasivo, este conocimiento implica, debido a su cos, «teologales» e «interhumanos») son vividos y expresados en los tér-
negatividad, una resistencia ética contra la permisividad; posee una fuerza minos de una finitud pasajera, terrena. En otras palabras: toda experiencia
cognoscitiva crítica que apela a una praxis capaz de abrir el futuro, a una positiva de sentido, todo fragmento de redención y liberación es vivido en
acción que no se somete al dominio exclusivo e indiscutible de una tecno- condiciones de «no redención». De donde resulta una imposibilidad teórica
cracia «finalista» (que también contribuye a causar sufrimiento). La expe- de conciliar la redención realizada ya en Cristo con nuestra historia con-
riencia de contraste del sufrimiento es, por tanto, la conciencia negativa creta de sufrimiento. Sin embargo, existe la «salvedad» del recuerdo de
y dialéctica de un anhelo y una búsqueda de sentido futuro, de una real un acontecimiento que Jesús experimentó, escatológicamente, que se hizo
iíbertad y felicidad futura94. Tal experiencia es también una exigencia de realidad en su vida, en su praxis y en su muerte como calificación singu-
contemplación conciliante, no condicionada por un fin, anticipo (a la luz lar de su persona, de su predicación y de su actividad.
de la fe) de un sentido universal, capaz de conectar la experiencia de con-
traste con una praxis nueva que supere el sufrimiento y cree futuro. Debemos, sin embargo, precisar ese «recuerdo escatológico». Es un
recuerdo que no consiste principalmente en los dogmas de la Iglesia sobre
Pero hay más. No sólo la insatisfacción ante la presencia permanente Jesucristo, a no ser en un sentido «restringido», o sea, en la medida en
del sufrimiento humano en la historia conecta la actitud contemplativa que esta «ortodoxia» constituye un momento intrínseco de la praxis eclesial
con una praxis (también política) de liberación y reconciliación, sino que encarnada en la historia (al igual que el mensaje de Jesús era la «docu-
la acción contemplativa y liberadora se desarrolla en las condiciones fini- mentación» de su obra de liberación, reconciliación y salvación).
tas de nuestra historia de sufrimientos. Existe el sufrimiento que se sigue
Al igual que todo recuerdo vital de la historia del sufrimiento humano,
(en «este mundo») de todo compromiso incondicional en favor de una
la anamnesis o recuerdo cristiano de la historia de la pasión de Jesús
causa importante: el sufrimiento de y por los demás, «por el reino de
desarrolla una particular fuerza cognoscitiva crítica. Sin embargo, su carác-
Dios», como dice la Escritura. Y existe también el sufrimiento derivado
ter revolucionario y provocador no reside en un recuerdo teórico de un
de la invisibilidad de Dios, el sufrimiento de que hablan los místicos a
acontecimiento pasado, ni tampoco directamente en la proclamación de la
partir de sus experiencias más profundas: «Es verdad: tú eres un Dios
pasión de Jesús, sino en lo que bíblicamente recibe el nombre de «memo-
escondido, el Dios de Israel, el Salvador» (Is 45,15). Tanto la redención
ria». Así, por ejemplo, se dice que Dios recuerda sus acciones salvíficas
en y por la relación personal con el Trascendente como la redención en y
anteriores cuando realiza en el presente nuevas obras de salvación95. La
por el compromiso intersubjetivo y político en favor de los demás y de
relación con la praxis actualizadora concreta es esencial para la tesis bíblica
de la «memoria». El valor crítico, revolucionario y provocador para el
93
Nada tiene que ver esto con el «dolorismo» o el masoquismo, que pueden mundo y para nuestra sociedad de la memoria passionis Christi no con-
conducir fácilmente al «amor al sufrimiento». Cf R. Girard, La vwlence et le sacre siste, desde el punto de vista social e histórico, directamente (aunque sí
(París 1972). ** originariamente) en el acontecimiento pasado de la pasión, ni tampoco en
94
El deseo de felicidad, la «libido» y la experiencia contemplativa se apoyan en el kerigma ni en los dogmas sobre la pasión en cuanto «fórmulas de me-
sí mismos y no poseen en cuanto tales ninguna fuerza crítico-práctica. Su verdadera moria peligrosas», sino que implica la mediación de la comunidad cristiana
fuerza crítica, la que mueve a la acción, se debe a la mediación de experiencias de existente aquí y ahora, es decir, de la Iglesia actual, en la medida en que
contraste, las cuales provocan una resistencia ética y no se contentan con experiencias
momentáneas, sino que tienden al futuro. Dado que las experiencias humanas terre- ésta es efectivamente memoria passionis del Señor resucitado. La Iglesia
nas son siempre «pasajeras», es decir, están sujetas a la amenaza de lo negativo y es, pues, memoria Christi crítica en la medida en que su praxis concreta,
desarrollan una fuerza crítica y productiva. El recuerdo de experiencias positivas de constatable por todos, visible a todos y, por consiguiente, provocadora y
sentido y alegría depura el esfuerzo para seguir el camino del sufrimiento y forta- revolucionaria es entre nosotros un hecho perceptible que plasma el recuer-
lece la resistencia contra el mismo. De esta forma, Dios es también pura felicidad
y pura bondad; teniendo presente el mal que existe en el mundo de las criaturas, 95
Cf., entre otros, W. Schottroff, «Gedenken» im Alten Orient und im Alten
Dios ha de ser considerado como el «antimal». Por consiguiente, hay que decir que
Testament. Die Wurzel «zakar» im semitischen Sprachkreis (WMANT 15; Neukirchen-
la fuerza crítico-práctica no estriba en lo positivo ni en lo negativo, sino únicamente
Vluyn 1964); P. de Boer, Gedenken und Gedachtnis in der Welt des Alten Testa-
en su tensión dialéctica, es decir, en la dolorosa • experiencia de contraste de unos
ments (Stuttgart 1962); R. Pcsch, Die erinnertc Freiheit Jesús, en Freiheit in Gesell-
hombres capaces de captar y dar sentido.
schaft (Friburgo 1971) 21-38.
804 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 805

do vivo y actual de Jesús, un recuerdo capaz de superar el sufrimiento. ralidad terrena y de insatisfacción racional. Lo que Pablo llama «redención
Un recuerdo kerigmático que no vaya acompañado de una praxis liberadora en la esperanza» (la resurrección corporal todavía no realizada, futura) se
capaz de vencer el sufrimiento no puede desarrollar en nuestro mundo* podría definir sencillamente como un elemento de la reconciliación defi-
ningún tipo de fuerza cognoscitiva crítica. El kerigma del recuerdo es más nitiva, escatológica y también teórica de la «razón humana» con el Dios
bien una exégesis del aspecto cognoscitivo de una praxis eclesial que tiene vivo: el ésjaton en cuanto revelación de la evidencia interna de Dios para
un carácter realmente provocador. En términos puramente dogmáticos, se la misma racionalidad crítica del hombre (un aspecto de lo que la tradi-
trata, so pena de convertir ese dogma o kerigma en ideología, por lo me- ción cristiana llama «visión beatífica»).
nos de un «lenguaje performativo» (basado naturalmente en el aconteci-
miento histórico de Jesús), es decir, de un lenguaje que impulsa a una
praxis que lo haga realidad. Por tanto, la memoria Christi eclesial, viva c) La salvación en las condiciones de la finitud.
entre nosotros, no será —desde el punto de vista religioso y humano— 1. Salvación en los fracasos históricos. Se han vuelto a poner de
una fuerza crítico-profética, no ideológica, históricamente fidedigna y pro- moda las teorías sobre el fracaso humano. Este hecho encierra cierto peli-
vocadora, a menos que se experimente visiblemente como promesa y fer- gro. Las teorías no nacen al margen de las circunstancias histórico-sociales
mento histórico, es decir, a menos que el orthos de la ortodoxia sea resul- e incluso político-sociales. El movimiento pendular de la historia muestra,
tado del orthos de una praxis eclesial hecha de promesa y desafío, debe- efectivamente, que en las épocas de optimismo cultural la atención se cen-
ladora del absurdo y artífice del sentido, realizada en el mundo, en medio tra en la posibilidad de un futuro mejor, en la planificación del progreso
de una sociedad quizá «heteropráctica», que perpetúa en el plano personal y en los aspectos positivos del conocimiento y de la capacidad del hombre,
y estructural la historia humana de males y sufrimientos. es decir, en lo que los propios hombres deben hacer para configurar con-
juntamente su futuro común. Por el contrario, en las épocas de pesimismo
En el profeta Jesús, la mística y la acción en favor del hombre proce- cultural aparece opresivamente en primer plano la experiencia humana del
dían de una misma fuente: su experiencia del contraste existente entre el fracaso y de la impotencia. Esta dialéctica histórica relativiza el tema del
Dios vivo y la historia del sufrimiento humano, entre su trato plenificante «hombre fracasado». Cuando el mundo vive la borrachera del progreso y
con el Dios vivo, a quien experimenta tan profundamente y que también constata evidentes avances, aunque éstos sean parciales, es lógico que nazca
para él es liberación, ese Dios cuyo amor solícito él percibe incluso en la una «teología de los valores terrenos», mientras que cuando predomina la
sorprendente belleza de los lirios del campo y en la entrega confiada con experiencia de sombras históricas y claros fracasos en una situación cul-
que se le acercan los más humildes, por un lado, y las distintas formas de tural, nace inmediatamente una «teología del hombre fracasado», la cual
servidumbre presentes en nuestra historia, que afligen, hieren, hacen sufrir parece olvidar toda teología de los valores terrenos.
inútilmente y esclavizan al hombre, por otro. A partir del contraste entre No obstante, el teólogo debe intentar dar una respuesta a los proble-
esta experiencia —contemplativa y también práctica— llena de sentido y mas actuales del hombre, pero siempre manteniendo vivo el recuerdo de
la historia humana de males y sufrimientos, Jesús nos sitúa ante unas las verdades olvidadas, pues su campo de reflexión no se limita a los
exigencias claramente irrealizables desde el punto de vista humano. Baste hechos del presente inmediato o de la actualidad. Precisamente para pres-
un ejemplo de cómo los evangelios han visto en este sentido a Jesús: tar un servicio a esa actualidad, no puede encastillarse ciegamente en el
«Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos» presente. Cuando reflexiona sobre el fracaso humano, el teólogo no puede
(Le 14,13); Jesús anticipa así, en un hecho (muy fragmentario y limitado ignorar los progresos parciales del hombre y sus sinceros esfuerzos por no
históricamente —una gota de agua en el desierto—, la posibilidad real de fracasar pese a los obstáculos de dentro y de fuera. No se engrandece a
la salvación escatológica perfecta, al igual que Miqueas e Isaías hablan de Dios empequeñeciendo al hombre. «Tropezar no significa retroceder» 96.
que el lobo y el cordero pacerán juntos y el niño jugará tranquilamente Sin esta distancia crítica, la teología se convierte en un simple reflejo
en el nido de serpientes, en una reconciliación plena y universal. Esta de los vaivenes de toda cultura; será una simple copia, una reduplicación
promesa profética es una fuerza permanente de crítica a la sociedad, una o repetición del flujo y reflujo del mundo, pero no un recuerdo provoca-
fuerza que nace de la vivencia mística de Dios y es capaz de descubrir dor y una orientación crítica hacia el futuro que tal vez se opongan dia-
formas y causas sutiles de sufrimiento y de mal que no se detectan sin metralmente a lo que parece exigir la tendencia de la época.
esa experiencia mística. La mística, pues, por sí misma es una fuerza
liberadora. Pero relativizar un énfasis unilateral (tal vez «reaccionario») en el fra-
Sin embargo, la visión profética de Jesús no es una solución —al menos caso humano no quita que la experiencia de los infortunios y fracasos
directamente— de los problemas vitales del hombre. Aunque «irreconci- humanos existentes en nuestra sociedad moderna —en sectores parciales
liada» en el plano teórico (racional), la memoria de Jesús muerto y resu-
citado se sabe, a la luz de la fe, reconciliada en las condiciones de tempo- "f Kahül Gibran, Dcr Pmpbe! (Olti-n •l'r¡l)urKo M975).
806 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 807

y en la vida personal y social en su conjunto— sea un fenómeno a menudo salvación ni habría atribuido a la misma un valor redentor y salvífico.
deprimente que afecta a muchos hombres, jóvenes y viejos. En especial Entonces, mediante la aceptación del rotundo fracaso de su vida y de su
la comprobada impotencia de la fe en el progreso (nacida en el siglo xix mensaje, esa muerte y ese fracaso adquirirían un valor redentor y, por
y todavía acariciada en nuestros días), así como la brutal derrota o la frus- tanto, un significado histórico universal gracias a Dios, cuyo corazón es
trada desarticulación de ciertas formas de lucha revolucionaria, han con- mayor que todos los posibles fracasos o éxitos del hombre.
vertido la vivencia del fracaso y de la impotencia, y en particular la ciencia Los matices de esta visión, comparada con la interpretación clásica, son
refleja de estos hechos, en uno de los estados de ánimo o sentimientos sutiles, por reales que puedan parecer. Sin embargo, pueden arrojar una
fundamentales de nuestra cultura actual. El hecho es incontrovertible. luz específicamente cristiana sobre lo que en definitiva representa el pro-
A este respecto, merece especial atención el hecho de que la expe- blema fundamental de cada hombre: el fracaso humano, aun cuando el
riencia del fracaso forma parte de las dimensiones más hondas y creatu- hombre no sea culpable y haya hecho todo lo posible por no fracasar.
rales de la existencia humana (como también la alegría, la culpa, el sufri- Lo decisivo no es, pues, el fracaso, sino la comunión con Dios, la cual per-
miento, etc.) y, en consecuencia, puede tener un significado ambiguo. Por mite al hombre aceptar —dolorosa pero espontáneamente— su fracaso y
tanto, también la experiencia hoy dominante de fracaso e impotencia nos considerarlo de menor importancia que la unión con Dios y la fidelidad al
obliga a preguntarnos: ¿qué fuerza cognoscitiva y operativa posee esa ex- hombre como consecuencia de esa unión. Precisamente la comunión reli-
periencia fundamental? O más sencillamente: ¿qué «verdad práctica» reve- giosa y la solidaridad hasta la muerte, o sea, la solidaridad del amor que
la en orden a orientar nuestra vida?, ¿qué eficacia puede dimanar de no puede ser destruida ni siquiera por el rechazo de los demás, es reden-
ella? Y viceversa: ¿qué consecuencias negativas se siguen para quien tora. Por consiguiente, el significado redentor no proviene de la negati-
reprime esa experiencia y el mensaje que encierra: represión que puede vidad del fracaso en cuanto tal, sino de la positividad con que se colma
traducirse en la huida a la vida marginal del puro juego o de la contem- y acepta. Pero hay una cuestión previa: ¿vio Jesús su muerte como una
plación mal entendida o bien en una acción revolucionaria total y despia- catástrofe?
dada? Además, ¿se puede utilizar la experiencia del fracaso como instru- El planteamiento es claro. Pero las respuestas han dado lugar a diver-
mento para consolidar el dominio de unos hombres sobre otros? Y, en sas interpretaciones. Algunos teólogos ven en la muerte de Jesús un
fin, ¿cuál es la fuerza crítica de la fe cristiana, capaz de estimular y mejo- «abandono por parte de Dios» 9! . Otros sostienen que Jesús no vivió su
rar la vida, en la convicción de que podemos y debemos confiar nuestros muerte como una catástrofe inesperada, sino más bien como una conse-
fracasos últimamente a Dios (convicción que, antes que nosotros y por cuencia lógica de su misión; por tanto, integró su futura muerte en su
nosotros, vivió de una forma singular Jesucristo y todos aquellos que, oferta salvífica, que era el núcleo de toda su misión98. Otros admiten que
animados por su fuerza, siguieron sus pasos)? Me voy a limitar aquí a la Jesús aceptó de buen grado su muerte violenta, pero al mismo tiempo
problemática teológico-cristiana, centrándome más en las macrodimensiones subrayan que su muerte en la cruz, especialmente en cuanto rechazo por
de nuestra historia universal a la búsqueda de un futuro mejor que en las parte de los hombres", hizo que su mensaje resultara discutible y proble-
dimensiones personales e individuales. mático 10°, de forma que, desde un punto de vista concreto (y real), se
debería decir que Jesús hubo de enfrentarse a la dolorosa experiencia del
Quien pretenda encontrar en el fracaso del mensaje y de la vida de fracaso de su vida.
Jesús inspiración y orientación ante el enorme problema del fracaso hu- Únicamente si Jesús experimentó el fracaso en unas dimensiones limi-
mano, debe estar antes seguro de que la vid^a de Jesús fue históricamente, tadas, pero reales, de nuestra historia —aunque sin culpa alguna por su
es decir, en la dimensión de nuestra historia*; un fracaso real, un auténtico parte—-, podrá su experiencia del fracaso en cuanto hecho histórico pro-
descalabro, al menos desde algún punto de vista concreto. En realidad, la porcionar una fuerza alentadora, productiva y crítica al problema vital
cuestión no es tan clara —en sentido positivo o negativo— como algunos del hombre que fracasa. Así quedaría radicalmente modificada nuestra mio-
pretenden. En ella interviene la idea que tengamos de «fracaso» y de pe visión del verdadero significado del fracaso.
«éxito».
¿Es la muerte para Jesús la aceptación, dolorosa pero espontánea, de
que sus proyectos han fracasado? ¿Debemos interpretar la última cena de " Sobre todo J. Moltmann, Der gekreuzigte Gott (Munich 1972) 222-236 (ed. es-
Jesús como la despedida de un hombre que, aun siendo uno con el Padre, pañola: El Dios crucificado, Salamanca 21977).
98
ve que su mensaje ha sido rechazado? ¿Ofrece a los suyos el banquete de En especial H. Schürmann, Jesu ureigener Tod (Friburgo 21976). Véase también
K. Kertelge (ed.), Der Tod Jesu (Quaest. Disp. 74; Friburgo 1976).
despedida más o menos para decirles: «Queridos amigos, ésta es la última 99
Jesús, la historia de un viviente, 268-275.
vez que bebo este cáliz con vosotros; todo ha fracasado, pero acepto este 100
En la bibliografía reciente: W. Kasper, Jesús, el Cristo (Salamanca 21978);
fracaso y sigo a pesar de todo creyendo en mi mensaje y confiando en H. Kiing, Ser cristiano (Madrid, Ed. Cristiandad, 1977); H. Freí, The Identity of
Dios»? En tal caso, Jesús no habría integrado su muerte en su oferta de Jesús Christ (Filadelfia 1975).
808 SALVACIÓN CRISTIANA
LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 809
Anteriormente hemos analizado un aspecto concreto del triunfo de
Jesús en la muerte; vamos a verlo ahora con más detalle. La idea de que Dios, la cual es más fuerte que la muerte. El fracaso recibe así una valo-
Jesús fue abandonado por Dios debe rechazarse de plano por razones ración diferente.
exegéticas. Los defensores de tal interpretación se apoyan casi exclusiva- Del Nuevo Testamento se desprende que Jesús experimentó hasta qué
mente en Sal 22: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» punto su funesta ejecución contradecía su mensaje de un Dios volcado
(Me 15,34). Ahora bien, dejando al margen la cuestión de si estas palabras hacia la humanidad y, por consiguiente, también toda la praxis de su vida.
proceden históricamente de Jesús o de una interpretación cristiana poste- Sumido en el dolor, pero con plena disponibilidad, confia a Dios ese
rior, citar el comienzo de un salmo (lo haga quien lo haga) equivale en la fracaso de su vida. Jesús tuvo que conciliar existencialmente una expe-
espiritualidad judía a evocar el salmo entero. Y el tenor fundamental de riencia humanamente evidente de fracaso con su confianza en Dios; por
Sal 22 es, en muchos de sus versículos, el siguiente: «No ha sentido des- decirlo así, tuvo que conciliar lo que teóricamente era inconciliable. No se
precio ni repugnancia hacia el pobre desgraciado, no le ha escondido su trata simplemente de saberse conciliado con el hecho de que la vida hu-
rostro; cuando pidió auxilio, lo escuchó» (v. 25); «lo recordarán y vol- mana es un cúmulo de fracasos y logros parciales; el verdadero éxito y el
verán al Señor desde los confines del orbe» (v. 28); y también: «Ante él verdadero fracaso humano reciben aquí una valoración diferente; se trata,
se inclinarán los que bajan al polvo; a mí me dará la vida» (v. 30b). El en definitiva, de una experiencia distinta.
salmo expresa, pues, la certeza de que en situaciones en que no se expe- Esta visión de fe adquiere perfiles más precisos a la luz de lo que
rimenta empíricamente la asistencia redentora y auxiliadora de Dios, en podríamos llamar el proceso de identificación de Jesús, tal como lo descu-
situaciones en que no se vislumbra ya ningún rayo de esperanza, en situa- brimos en los cuatro evangelios. Cada uno de ellos ha de considerarse
ciones sin salida, Dios está cerca, y la salvación consiste en que el hombre, como un proyecto global en el que Jesús queda identificado. Pero en cada
en esa noche oscura, tiene asida la mano invisible de Dios. Este es el sen- evangelio encontramos, dentro de su propio proyecto global, muchas se-
tido que tiene Sal 22 en el contexto del relato neotestamentario de la cuencias, en las cuales se va manifestando en etapas o momentos sucesivos
pasión. Se trata de lo que la tradición mística llama «las noches oscuras la identidad de Jesús. En mi opinión, podemos distinguir, prescindiendo
de la fe» (Juan de la Cruz), en las que el verdadero creyente, fiel a Dios, de la especial secuencia de los evangelios de la infancia que nos ofrecen
privado de toda ayuda perceptible y sensible, se sabe sostenido por la Mateo y Lucas 101, tres secuencias parciales en el proceso de identificación
mano divina y no quiere desprenderse de ella en su extremo anonada- de los cuatro evangelios: 1) la identidad de Jesús se explica por lo que él
miento. Por lo demás, el relato evangélico de la pasión está lleno de alu- hace y dice (desde después de su bautismo en el Jordán hasta su pasión);
siones a varios versículos de ese salmo. Todo el relato respira esta espi- 2) la identidad de Jesús se explica por lo que otros hacen con él (la
ritualidad de Sal 22. No se puede recurrir a la Escritura para hablar de historia de su pasión, desde su apresamiento hasta su muerte); 3) la
un rechazo y abandono de Jesús por parte de Dios. La tesis de que Jesús identidad de Jesús se explica por lo que Dios hace con él (los hechos
fue abandonado por Dios no tiene fundamento alguno en la Biblia. acaecidos después de su muerte). (Estas secuencias se unen entre sí por
medio de transiciones: en los relatos del bautismo, Jesús tiene aún una
Esto significa también que en el propio relato evangélico la resurrec-
actitud parcialmente pasiva; en los primeros momentos del relato de la
ción de Jesús representa ya la irrupción o manifestación de una presencia
pasión, todavía habla y actúa, por ejemplo, durante la última cena. Pero
antes oculta, pero real de Dios en Jesús: la manifestación de un «no
no nos fijamos ahora en estas transiciones). Por lo que respecta al tema
fracaso» en forma de fracaso humano. La resurrección es una realidad
del «fracaso», las tres secuencias son importantes: el mensaje y la praxis
nueva, pero se sitúa en la línea de lo que t en la cruz era ya una realidad
de Jesús, su pasión y muerte, su exaltación junto al Padre y su vida entre
viva, aunque con los rasgos de un condicionamiento terreno: una acción
nosotros por el Espíritu. Cada una de estas secuencias aporta algo espe-
divina de la que se desprende nítidamente la identidad religiosa de Jesús.
cífico para la identificación evangélica de Jesús. Incorporadas al proyecto
Esta visión aparece especialmente en la presentación joáníca de la cruz
global de cada uno de los cuatro evangelios, contribuyen a aclarar el pro-
como exaltación. El desamparo que nos describen los tres primeros evan-
blema de en qué sentido es posible hablar de un fracaso de la vida y del
gelios y el fracaso del mensaje y de la praxis de Jesús («ha salvado a otros,
mensaje de Jesús.
y él no se puede salvar», Me 15,31; cf. Le 23,35b) son corregidos drásti-
camente: el cuarto evangelio interpreta precisamente esa impotencia como En la primera fase, después de los relatos del bautismo, Jesús no apa-
un rasgo característico de la fuerza divina, como la supremacía del éxito rece ya expresamente, a diferencia de los relatos de la infancia, como re-
de Dios en la vida de Jesús, destruida por los hombres, pero sin que presentante simbólico de Israel (el nuevo Adán, la genealogía de Lucas):
Jesús, a pesar de su anonadamiento, haya abandonado a Dios. Los evan-
101
gelios sinópticos presentan el desamparo visible, el fracaso aparente; el Sólo Mateo y Lucas hablan de la infancia de Jesús, de forma que podemos
cuarto evangelio, en cambio, muestra que esa apariencia no refleja la reali- hablar de cuatro secuencias; pero, al hablar del «fracaso humano», podemos prescindir
dad más profunda; Jesús ha tenido éxito en virtud de su comunión con de esta primera secuencia. Por tanto, nos limitamos a las tres secuencias que halla-
mos cu los cuatro evangelios, siempre dentro de su secuencia global.
810 SALVACIÓN CRISTIANA
LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 811

ahora se hace más hincapié en el hombre individual (el cual, comprensi-


blemente, queda en segundo término en los relatos de la infancia; la iden- «nosotros esperábamos...» (Le 24,21). Juan elimina esa tensión partiendo
tidad del niño deberá demostrarse a través de su vida posterior): este de la fase conclusiva. El énfasis se desplaza: en la impotencia existencial
hombre de Nazaret que realiza acciones que son signo y símbolo eficaz del de Jesús (aspecto acentuado por los sinópticos, si bien son conscientes de
futuro reino de Dios. El tema dominante en esta fase de identificación es la victoria final) es donde Dios lleva a cabo en el hombre que le es fiel
el reino de Dios: el presente personal, privado e histórico de Jesús es iden- el misterio del éxito divino (aspecto acentuado por Juan, el cual sólo pre-
tificado a la luz y por la luz de su relación con el reino. De un hombre supone la debilidad y el fracaso).
muy concreto, situable en la historia, de Jesús de Nazaret se afirma una En una tercera y última secuencia (los hechos posteriores a la muerte
relación misteriosa con el inminente reino de Dios. Esa peculiar relación de Jesús: los relatos del sepulcro y de las apariciones), el lector puede
personal con la soberanía divina aclara, a lo largo de esta secuencia narra- •observar en cada versículo que Dios es el único protagonista (en otros luga-
tiva, la identidad de Jesús. Tal identificación llena toda la secuencia inclui- res neotestamentarios se afirma expresamente: «Dios resucitó a Jesús de
da entre el relato del bautismo de Jesús por Juan hasta el relato de su entre los muertos», Hch 10,40; cf. 2,32; 3,15; 4,10; 1 Cor 15,15),
pasión y muerte. aunque en los relatos evangélicos de las apariciones no se hable casi de
Dios: Jesús, el Viviente, es el único que actúa y expresa su identidad;
A partir de la historia de la pasión hallamos un fuerte contraste. Aquí
reafirma la relación, que se había hecho problemática para los discípulos,
parecen desvanecerse todos los elementos simbólicos, tanto relativos al pa-
entre este Jesús (el hombre de Nazaret) y el Cristo. La confluencia implí-
sado (Israel) como al futuro (el reino de Dios): el tema central del relato
cita de «Jesús» y «Dios» es aquí más evocativa que en ningún otro sitio.
es ahora una persona absolutamente concreta, un hombre que sufre y que
Si en la secuencia anterior (relato de la pasión) desaparecía casi por com-
fracasa claramente en sus pretensiones. En esta consecuencia desaparece
pleto la iniciativa de Jesús, en los relatos de las apariciones todo vuelve
casi por completo la conexión entre Jesús y el reino inminente de Dios
a estar bajo su iniciativa, la cual coincide con la iniciativa absoluta de
(no obstante, asoma de pasada en el relato de la institución: Mt 26,29 par.
Dios: únicamente la actividad de Jesús (en el relato de las apariciones)
y Le 22,24-30); conexión que, a juzgar por la tendencia del relato, resulta
permite suponer que Dios actúa. Se trata de una composición magistral
incluso problemática. Jesús aparece ahora como un individuo cuya tarea
y única en su densidad teológica. Jesús, el hombre de Nazaret, es la pre-
consiste en asumir su propio destino y las nuevas circunstancias en que se
sencia de la acción de Dios con nosotros, tanto durante su vida como des-
halla. Los títulos aplicados a Cristo en la fase anterior son empleados
pués de su muerte. Lo que, «desde el punto de vista puramente humano»
ahora, si es que aparecen, en un sentido casi irónico: ¿cómo puede ser el
(kata sarka, 2 Cor 4,16), parecía fracaso e infortunio (y en ese plano lo
Cristo este hombre dolorido y humillado? (Me 15,17-19.26-32). El núcleo
es) se convierte «a los ojos del Espíritu» en redención y victoria.
es sencillamente el hombre Jesús, colocado en unas circunstancias amena-
zantes, ante el peligro de un fracaso debido al ataque violento de sus El conjunto de la secuencia evangélica, formado por esas tres secuen-
adversarios. «Los discípulos no entienden nada» (Le 18,34) de una rela- cias parciales m, muestra que no podemos explicar totalmente la identidad
ción entre la «subida a Jerusalén» (Me 10,32; Mt 20,17; Le 18,31-34) de Jesús partiendo sólo de su mensaje y de su praxis ni sólo de sus inten-
y la «venida del reino de Dios». Es claro que los evangelistas ya han ciones. La identidad de una persona depende no sólo de sus intenciones
aprendido algo, pero en la secuencia narrativa lo que aparece claro ante y actos, sino también del resultado de las intenciones de otros y de las
ellos es la ambigüedad de la conexión entre «Jesús» y el «Cristo» ia2. circunstancias concretas. En la vida de un hombre sobrevienen muchas
En este punto del relato domina la inseguridad sobre la identidad de cosas, y todas ellas contribuyen a configurar su identidad mediante la
Jesús, y el fracaso de su vida desempeña un papel decisivo. forma en que el individuo integra tales acontecimientos e imponderables
o se muestra desorientado ante ellos. Pero Jesús sabía a qué atenerse.
La expresión más clara de esta problemática tensión, inseguridad y am- Por eso la identidad de Jesús resulta incognoscible si no se tiene en cuenta
bigüedad se encuentra en el relato sinóptico de Getsemaní (que el Evan- su muerte y su resurrección.
gelio de Juan no menciona expresamente, salvo quizá en Jn 12,27). Par-
Según esto, los evangelistas expresan su visión de Jesús en un proceso
tiendo del final, Juan ve con mayor hondura y realismo, pero no habla, al
de identificación. No dicen directamente cómo vio Jesús el fracaso de su
menos directamente, de la debilidad de Jesús en que se manifiesta la pro-
mensaje y de su actividad ni tampoco si lo vivió realmente como un fra-
fundidad de Dios; habla solamente de esa profundidad que llena todo.
caso. Aunque en el relato de la agonía de Jesús hay cierta dosis de inter-
En Juan está ya resuelto el problema del fracaso. Por el contrario, en la
pretación evangélica, los evangelios pretenden con ella expresar su propia
secuencia de los sinópticos, el doloroso problema tiene aún proporciones
experiencia de Jesús. Ateniéndonos a los textos evangélicos, podemos afir-
considerables: el espectador ve y vive únicamente el contrapunto del fin
mar que Jesús no contó expresamente desde un principio con que su mi-
de Jesús, dominado por la pregunta: ¿acaso nos hemos equivocado?;
103
m
Cf., entre otros, H. Freí, op. cit. (en nota 100) 132-135 con 128-138. Prescindimos aquí de si estas secuencias existieron realmente como tales con
anterioridad a la labor de los evangelistas.
812 LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 813
SALVACIÓN CRISTIANA

sión tendería como consecuencia lógica una muerte violenta (aunque los rizadas con su ejecución: le taparon la boca. Esto es de hecho un fracaso.
evangelios presenten así los hechos); no obstante, es evidente que, hacia Para los romanos, el «caso Jesús» quedó así definitivamente cerrado. Para
el final de su vida, afrontó esa posibilidad e incluso probabilidad y que, la experiencia humana, el proyecto, el mensaje y la praxis de Jesús acaba-
siempre fiel a la voluntad de Dios, hubo de aceptar esa fatalidad lm . ron en un fracaso. Los sinópticos han narrado ampliamente esa experiencia
Muchos datos neotestamentarios muestran que Jesús no entendió por com- (enmarcada en una visión más profunda, todavía implícita) sin disimular
pleto los caminos de Dios (Getsemaní), pero también que aceptó volun- ninguno de sus aspectos humanos. En esto consiste la peculiar autenticidad
tariamente su suerte a pesar del grave problema que ello planteaba a su de los tres primeros evangelios. Pero, desde el ángulo propio de Dios
mensaje del inminente reino de Dios. Jesús tuvo, pues, que conciliar exis- —accesible sólo a través de la experiencia religiosa del hombre—, no se
tencialmente una evidente experiencia humana de fracaso con su confianza puede hablar de fracaso; tal es explícitamente la posición de Juan, el cual
en Dios, que le había enviado. Decidió depositar su confianza en Dios presupone la experiencia de los sinópticos, pero la reduce a sus justas
a pesar de la oscuridad de la situación. Esto es lo fundamental de la es- proporciones. Ciertas formas de fracaso en el proyecto de una vida (cuan-
cena de Getsemaní. Jesús pone en manos de Dios lo que, desde un punto do el hombre ha hecho todo lo posible por no fracasar), que pueden ex-
de vista humano, aparecía como fracaso de su mensaje. Los evangelios perimentarse también como impotencia humana, aparecen en la experiencia
comprendieron más tarde que lo que Jesús tuvo que vivir como un «fra- religiosa del mismo hombre como manifestación de la fuerza de Dios,
caso histórico», como un hecho real acontecido en nuestra historia, fue del poder de un amor aparentemente desamparado e impotente, desarma-
realmente histórico, es decir, tuvo un significado que repercutió en toda do, pero al mismo tiempo desarmante. La unión religiosa con Dios no
la historia. permite que la experiencia puramente humana diga la última palabra.
He utilizado el adjetivo «histórico» en una doble acepción: la muerte Esto no es quitar importancia a la dimensión dolorosa de la experiencia
violenta fue para Jesús históricamente un fracaso, aunque la aceptó de humana, pero sí arrancarle su aguijón: el fracaso no es el dato definitivo.
corazón por fidelidad a Dios; pero, por otra parte, los evangelistas vieron El fracaso humano del inocente o del culpable arrepentido es envuelto
más tarde precisamente en ese fracaso real un acontecimiento de alcance por el creyente en el poderoso amor de Dios, amor que puede manifes-
histórico: el significado salvífico de la aceptación de tal fracaso es claro en tarse también en la impotencia humana o en la derrota por obra de las
los evangelios. El relato evangélico del proceso en que se va configurando fuerzas del mal, de lo humano y demasiado humano. Acentuando en cada
la identidad de Jesús sin olvidar ningún dato importante es como un movi- •caso aspectos distintos, los sinópticos y el Evangelio de Juan dan testimo-
miento circular en el que se conserva, a la vez que se supera, el significado nio, a través de su cuádruple visión «sinóptica», de la profundidad del
de las secuencias anteriores. Finalmente, Jesús mismo muestra su identi- fracaso humano en un mundo de hombres finitos y pecadores y de la pro-
dad a la comunidad (sentido de los relatos de apariciones). El sentido últi- fundidad de la misericordia victoriosa de Dios en un mundo humano que
mo del proceso evangélico de identificación no aparece hasta el relato de puede ser experimentado últimamente como «mundo de Dios». El «fenó-
la muerte y resurrección de Jesús. El conjunto de este relato muestra que meno Jesús» es, por tanto, en el fondo un problema de Dios.
el reconocimiento de la identidad de Jesús y su presencia entre nosotros Pero el fracaso de Jesús y el éxito divino que se manifiesta en tal
(«yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin del mundo», Mt 28,20) fracaso ha de considerarse tanto en su diversidad como en su unidad.
están indisolublemente unidos entre sí. Sólo en y por la experiencia pas- En mi opinión, no podemos presentarlos como si, por un lado, en la di-
cual es posible reconocer la verdadera identidad de Jesús. La cristología, mensión de nuestra historia, el mensaje y la praxis de Jesús hubiesen fra-
identificación de la persona de Jesús a la lu£ de la fe, es a la vez la res- casado por culpa de la incomprensión y oposición humana y, por otro, en
puesta específicamente humana al problema existencial del fracaso humano. un plano trascendente y suprahistórico Dios hubiese convertido el fracaso
La resurrección desmiente el fracaso del mensaje y de la vida de Jesús,, en una victoria divina y en redención, dejando intacta la «realidad» del
pero también nuestros esquemas humanos en torno a lo que puede y debe mismo. Con ello caeríamos de nuevo en una especie de dualismo en dos
significar el «verdadero éxito». Para el cristianismo, la cuestión básica no fases. Lo justo es decir que la victoria divina y trascendente del fracaso
consiste en aceptar que la vida humana es una mezcla de fracasos y de humano se ha encarnado históricamente en el amor incesante que Jesús
logros parciales, sino en valorar de otro modo el verdadero éxito y el manifestó a Dios y al hombre en el momento histórico de su fracaso en
fracaso humano; se trata, en el fondo, de una experiencia distinta. la cruz. Su fracaso adquiere así una fuerza crítica y productiva en la dimen-
Son, pues, claras las tensiones entre la concepción sinóptica y la joá- sión de nuestra historia: pese a la ruptura del fracaso debido a la repulsa
nica. Para la experiencia humana real (y se trata de una realidad viva), humana que desembocó en la muerte de Jesús, subsiste una continuidad
el mensaje y la praxis de Jesús, y por tanto su persona, quedan desauto- entre la dimensión oculta del acontecimiento llevado a cabo en la cruz
y su manifestación en la resurrección de Jesús, aunque no seamos capaces
de conciliar teóricamente la experiencia humana del fracaso y la experien-
104 Q : Jesús, la historia de un viviente, 268-275; y la obra de H. Schürmann
citada en la nota 98.
cia religiosa del triunfo redentor de Dios en ese fracaso.
814 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 815

Para no fracasar o tener éxito, las grandes potencias terrenas recurren tinta que llamamos «Dios» que tal realidad no se oponía de ningún modo
a la fuerza policial, al dinero o a una tiranía vergonzosa que tortura o eli- a su humanidad. En su muerte, Jesús está plenamente identificado cofl su
mina a quien puede transformar su éxito en fracaso. Pocas veces esta Dios. Dios, el «totalmente distinto», es al mismo tiempo el «totalmente
impotencia real para aceptar el propio fracaso y este derecho exclusivo a cercano»; así se desprende del mensaje de la vida y de la muerte de Jesús.
imponer a los demás la propia visión de lo que es bueno para el hombre Por eso la tradición cristiana, con increíble audacia, pero con palabras
se han experimentado de un modo tan intenso como en las dictaduras que obedecen más a la lógica peculiar del lenguaje religioso que a la de la
—de derechas o de izquierdas— de nuestro tiempo, las cuales mantienen razón teórica, llama a Jesús «el Hijo amado y único» (Evangelio de Juan).
(de momento) su éxito únicamente recurriendo a la tortura y al exterminio
y cerrando la boca a todos los que tienen una opinión diferente o persi- 2. Liberación de los fracasos merecidos: culpa y perdón de los peca-
guen otros objetivos. Por el contrario, el gran mensaje de Dios, que se nos dos. Existe también un fracaso más profundo debido a la culpa y la peca-
ha anunciado como buena noticia a través de la persona, la vida y la minosidad; existe un sufrimiento culpable. No sin motivo el Nuevo Testa-
muerte de Jesús, consiste precisamente en creer que ese éxito terreno no mento insiste, a veces de forma exclusiva, en la redención de esta culpa
conduce a la salvación auténtica del hombre, al verdadero éxito o integridad —perdón de los pecados—, sin afirmar expresamente que el «pecado del
del hombre, sino más bien al fracaso definitivo de la historia humana (per- mundo» anida también en las instituciones y estructuras creadas por el
sonal y colectiva). El mensaje que Dios nos dirige en y por la vida y la hombre.
muerte de Jesús es una crítica constante contra el hecho de que la pasión Las teorías modernas sobre la redención y la liberación tienden a di-
de Jesús se prolongue en nuestra historia humana y al lado de su cruz se fuminar este aspecto de la liberación frente a la culpa y el pecado. La
alcen otras muchas cruces. Pero el cristiano sabe que, frente a la prepo- culpa y la conciencia de pecado no están de moda. Y ello se puede expli-
tencia tiránica, Dios se identifica con aquellos que, desarmados, pero car por varias razones. Las Iglesias y religiones dirigieron durante siglos
luchando denodadamente, fieles a la comunión con quien en definitiva es su predicación sobre la culpa y la pecaminosidad a la gente sencilla e in-
el Señor de la historia, saben aceptar el fracaso histórico. Todo está deci- defensa, mientras que dejaban en paz a los grandes y poderosos. Además,
dido en nuestra historia, pero no la propia historia, pues quien tiene la los hombres ya socialmente oprimidos se mantenían en su condición bajo
última palabra es el Dios que vive con nosotros. Al mismo tiempo, la el miedo de la culpabilidad y las penas del infierno, con lo cual no salían
fuerza divina manifestada en el fracaso de Jesús nos descubre que el fra- de su insignificancia, miedo e inmadurez. El hombre moderno, llevado
caso definitivo, el mal definitivo y el sufrimiento irreconciliado adquieren por una justificada reacción, es más comedido cuando habla de culpa y de
su forma auténtica, definitiva y espantosa únicamente cuando el hombre pecado; de hecho, existen muchas razones y circunstancias eximentes. Pero
no quiere ni puede amar. Esa es precisamente la definición de lo que las eso no es todo. El hecho evidente de que la preocupación microética
grandes tradiciones religiosas llaman «infierno»: un fracaso que el hombre (o privatizada) se ha desplazado hacia una responsabilidad humana por las
no quiere ni puede confiar ya al Dios vivo; la persistencia obstinada en un dimensiones macroéticas no explica totalmente la atenuación (o remoción)
éxito que encuentra su fuerza sólo en la tiranía y la vejación de los demás de la conciencia de culpa, pues en este último caso la conciencia personal
—en mayor o menor proporción— y, desde luego, en la creencia de estar no se da a menudo por aludida: la «culpa» es de los otros, de la sociedad
haciendo realidad la ortodoxia y la única salvación. o colectividad anónima de la cultura occidental. Y nadie se siente personal-
mente responsable.
Pero hay más en esta visión cristiana de, la muerte de Jesús. La muerte La conciencia no sólo del fracaso, sino también de la propia culpa está
no constituye en manera alguna la identiáaH de una persona. Sin embargo, hondamente relacionada con la conciencia religiosa. Si ésta se atrofia, ter-
sólo al término de la vida histórica de un hombre, en la muerte, aparece minará por desaparecer (a pesar de la relativa autonomía de la ética llama-
su vida «redondeada», completa. Hasta entonces no se revela su verdadera da «natural» o humana) la conciencia real de pecado. La fe en Dios tiene,
identidad. Por consiguiente, quien no quiere suprimir o neutralizar abs- como hemos dicho anteriormente, una peculiar fuerza crítica y productiva;
tractamente en la vida de Jesús la negatividad real —o «no identidad»— a esto debemos añadir ahora que tal fuerza tiende en especial a la transfor-
y, por tanto, la finitud histórica de su pasión y muerte, transfiriendo el mación de la vida humana. Ningún «concepto» es tan crítico en la prác-
sufrimiento a Dios (o, lo que es lo mismo, eliminando su historicidad tica como el «concepto de Dios». La fe en Dios es para el hombre esen-
y finitud esenciales y negando así el mismo sufrimiento), debe admitir que cialmente una llamada a la metanoia y a la conversión. Cuando la con-
esta muerte, en cuanto rechazo por parte del hombre, sometió el mensaje ciencia religiosa está atrofiada o no es auténtica, se encoge la conciencia
y la praxis de Jesús a la más dura de las pruebas, ante la cual cabe una sana y saludable de culpa. El pecado no es sólo un concepto ético, sino
doble reacción: o bien Jesús era sólo un hombre como cualquiera de nos- también profundamente teologal. Así como el bien realizado en favor de
otros, con lo cual sus pretensiones se fundarían en una simple ilusión, los demás posee en y por sí una validez definitiva (cf. supra), así también
o bien era un hombre tan identificado con esa realidad completamente dis- en el mal realizado voluntariamente por el hombre hay algo irrevocable.
816 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 817

Las malas acciones no sólo constituyen una parte irrevocable de la histo- hombres tal como son en realidad. El amor verdaderamente redentor sólo
ria realizada por la humanidad, sino que la culpa del hombre es además es posible, por un lado, en forma de amor transformante del mundo y del
un acto (libre) frente al Dios vivo, aunque siempre se dé en cosas, per- hombre y, por otro, en forma de perdón y reconciliación. Cuando amamos
sonas y situaciones mundanas. También en el pecado la acción humana se a los demás, se realiza un fragmento de salvación. Pero la salvación, la
contrapone a Dios con una inmediatez mediata, Al ir contra la humani- integridad humana, tiene que ser plena y universal. Y no hay amor hu-
dad, el pecador se hace personalmente culpable ante Dios, fuente del bien mano que pueda prometer con sentido a otra persona esa salvación plena.
y enemigo del mal. El atentado contra sí mismo y contra el prójimo es la Si esperásemos el bien y la salvación apoyados únicamente en la autoridad
cara visible de la culpa contra Dios, culpa que —debido a la estructura de los hombres, viviríamos de ilusión. La salvación universal y perfecta
antropológica de la mediación— el pecador no será nunca capaz de conocer puede venir solamente del amor de Dios, un amor creativo y dispuesto al
exhaustivamente. De ahí que el hombre, en su culpa, no pueda reconci- perdón. Basado en este amor absoluto, el amor humano se convierte en el
liarse ni siquiera consigo mismo. En este sentido está totalmente (desde sacramento del amor redentor de Dios. Dios nos dice: «Tú, tú puedes
nuestro punto de vista; cf. supra) en manos de Dios para «gracia o con- vivir». En eso consiste la «justificación sólo por la gracia» de que habla
dena». Así, en el fondo, la liberación de la culpa es posible solamente el Nuevo Testamento. La aprobación divina de la existencia humana legi-
por obra de Dios (aunque también aquí con una inmediatez mediata, sujeta tima nuestra opción amorosa en favor del prójimo y de nosotros mismos
sobre todo a la mediación del arrepentimiento del pecador). La culpa (estar reconciliado, tener paz consigo mismo, con la propia finitud). La re-
tiene una estructura dialogal y no puede cancelarse unilateralmente: re- dención consiste en ser aceptados por Dios y, teniendo en cuenta nuestra
quiere la palabra creadora del perdón de Dios, que eleva desde dentro vida concreta, ser aceptados por Dios en el perdón. La salvación de Dios
nuestro acto de arrepentimiento. Al igual que el pecado, también el per- en Jesús se ve puesta a prueba en el acto de nuestro amor «ortopráctíco».
dón de Dios es un acontecimiento cuya profundidad nunca podemos Por esto el amor humano basado en Dios es «inquieto», en el sentido
sondear. de que no está «satisfecho» mientras la salvación no sea para todos y cada
Ahí reside la gran diferencia entre la liberación de las opresiones cor- uno de los hombres una realidad universal y plena. J. Moltmann (cuya
porales (por ejemplo: enfermedad, hambre, pobreza), psicosomáticas (alie- interpretación del problema del sufrimiento no comparto) dice con razón:
naciones patológicas) y sociopolíticas y la liberación del pecado y de la «Dado que la reconciliación se nos ha acercado en el recuerdo y la espe-
culpa. En el primer caso, el hombre puede intervenir adecuadamente para ranza, los hombres comienzan a sufrir a causa de la irredención del mun-
poner remedio al hombre y a la sociedad; en el segundo, no hay interven- do» m. Esta acuciante «insatisfacción» de la vida redimida por Dios es
ción humana directa que pueda traer liberación. Se trata en este caso de un elemento esencial de la redención cristiana, como también lo es la po-
un fracaso culpable (que es algo muy distinto del mero fracaso). sibilidad de dirigirnos a Dios en la oración.
La respuesta cristiana al sufrimiento debido a la culpa es que «nos Por tanto, en nuestra historia, a pesar de las discordias y sufrimientos
amó cuando aún éramos enemigos» (Rom 5,10); es decir, dependemos continuos, existen ya fragmentos de alegría escatológica, incluido lo que el
totalmente de la gracia de Dios. También la hondura de esta liberación Nuevo Testamento llama «alegría en el sufrimiento», no en un sentido
divina del pecado es, a fin de cuentas, indefinible. Por eso creemos y es- dolorista, sino porque se trata de la proximidad redentora de un Dios que
peramos en la misericordia divina, aunque esta conciencia de la misericor- podemos experimentar también en el sufrimiento, en la muerte y en el
dia de Dios no puede darnos la seguridad de estar salvados, dada la impe- arrepentimiento por la culpa. El cristiano no tiene motivos para la deses-
netrable hondura y amplitud inherente a todo acto originalmente libre peración o el derrotismo. Su fe y su esperanza le impulsan a realizar la
y a la pecaminosidad de nuestra vida. justicia y el amor a todos los hombres. Quedarse con los brazos cruzados,
La justificación por la gracia en la fe constituye, pues, el núcleo de la dejar que todo siga igual estaría en total contradicción con el sentido
salvación de Dios en Cristo, a partir del cual resultan comprensibles los activo que la esperanza teologal tiene para el prójimo.
demás aspectos de la liberación. Este don de gracia o perdón de los pe-
cados nos ofrece y nos enseña los mores Dei: promover el bien y opo- 3. La promesa divina de salvación definitiva. Todas las religiones
nerse al mal; así se manifiesta —en nuestra praxis humana— el modo tienen como tema fundamental, a pesar de sus múltiples variantes, la idea
de ser íntimo de Dios. de que la justificada esperanza de un triunfo sobre el sufrimiento humano
es un don gratuito e inmerecido de Dios. Pero lo que me parece absolu-
Se puede decir que sólo el amor es redentor, porque aprueba esencial- tamente singular y único en la historia de las religiones es la forma en que,
mente la existencia del hombre, lo acepta, afirma y ratifica. Amar significa partiendo de Jesucristo y en el marco de la experiencia cristiana de la
tomar partido por la existencia de otros. Sin embargo, nuestro amor de realidad, se experimenta y proclama la salvación de Dios como fuente de
criaturas es sólo una afirmación del amor creativo de Dios, del cual recibe inspiración para mejorar decisivamente nuestra historia.
105
su verdad. De hecho, no podemos aprobar ni afirmar la existencia de los J. Moltmann, Vmkehr zur Zukunft, op. cit., 99.
52
818 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 819

Por una parte, vemos el espíritu de servicio de Jesús, el cual se com- no tendría sentido alguno si no contribuyese a realizar de hecho una praxis
promete con publícanos y pecadores —«los proscritos de la tierra»— y> libeíadora en nuestro mundo. La liturgia sacramental es, por tanto, el lugar
aun «sabiendo que el Padre le había puesto todo en su mano» (Jn 13,3) adecuado para que los creyentes se den realmente cuenta de que existe
(así pudo interpretarlo una intuición cristiana), se niega a actuar en bene- una dolorosa ruptura entre su visión profética del reino de paz de un Dios
ficio propio; en una situación crítica para él, insiste en lavar los pies a sus volcado hacia la humanidad y la situación real en que viven los hombres,
discípulos, es decir, en hacerse servidor de todos hasta la cruz. Por otra de que nuestro sufrimiento no es necesario y, por tanto, es modificable.
parte, vemos la respuesta cristiana a esa actitud: unos fieles convencidos De ahí que, si se celebra correctamente, la acción simbólica de los sacra-
de que, precisamente en ese servicio desinteresado a los hombres y por los mentos cristianos contiene un enorme potencial histórico, capaz de integrar
hombres rechazado, Dios se revela profunda, radical y definitivamente mística y política (aunque sea a través de formas profanas). Evocando la
como Dios. Ahora bien, desde el punto de vista de la historia de las reli- pasión de Jesús, convertida en victoria por Dios —y en promesa para todos
giones (en la medida en que las conozco), me parece que la salvación de nosotros—, los cristianos celebran en la liturgia su unión efectiva con
Dios que se traduce en esas dos dimensiones, la forma de la salvación de Jesús y, en virtud de ella, la posibilidad de una liberación y reconciliación
Dios, constituye un caso singular y único. Naturalmente, ningún cristiano creativas en nuestra historia.
puede afirmar esto sin darse golpes de pecho y confesar con dolor sus La historia nos enseña que aún no existe una redención perfecta, pero
propias culpas por haber empañado el cristianismo inspirado por Jesucris- que en Jesús la promete Dios a todos los hombres y que es anticipada por
to. Sin embargo, siempre que en la historia el cristianismo, siendo fiel a medio de toda acción, definitivamente válida, encaminada a «hacer el
Jesucristo, ha permanecido también fiel a sí mismo, podemos observar bien» al prójimo en un mundo finito y limitado, en el que el amor está con-
un mismo proyecto de vida y una misma praxis: un nexo entre una orien- denado constantemente al fracaso y, sin embargo, se niega a seguir otro ca-
tación mística hacia un reino de paz, el reino de Dios en favor del hom- mino que el del servicio a los demás. Todo afán de totalidad que no sea
bre, y la correspondiente «praxis del reino», contraria a nuestra historia capaz de aceptar el sufrimiento contumaz, rebelde, y el fracaso de ese
concreta de sufrimientos. hacer el bien y no sepa qué postura adoptar ante estos hechos, desemboca
La finitud no implica de por sí sufrimiento y muerte. Si así fuera, en una ilusión, es alienante y estéril m . La fe cristiana en la salvación de
la fe en una vida superior y supraterrena (que no deja de ser una vida de Dios en Jesucristo es la derrota de cualquier soteriología de signo humano,
seres finitos) sería una contradicción intrínseca. Las criaturas nunca serán ávida de una identidad manejable por el hombre. El evangelio cristiano
Dios. La convicción de que el sufrimiento humano no es algo necesario no es una identidad inmediata, sino una praxis de identificación con lo no
y la fe en que tal sufrimiento no puede ser definitivo y, por consiguiente, idéntico, con el «no yo», el otro, especialmente con el sufrimiento y las
debe ser eliminado son vividos, simbólica y lúdicamente, en la liturgia injusticias padecidas por el prójimo. La salvación definitiva es en nuestra
cristiana. Los sacramentos son, de hecho, signos anticipadores y mediadores historia un horizonte indefinible, en el que desaparecen tanto el «Dios ocul-
de la salvación, es decir, de una vida salvada y reconciliada. Y, dada nues- to» (Deus absconditus) como lo «humano oculto» (pero siempre busca-
tra situación histórica, son también símbolos de la protesta dirigida a des- do). Pero si el símbolo fundamental de Dios es el hombre vivo (imago
enmascarar una vida precaria, aún no reconciliada en la dimensión concreta Dei), entonces el lugar en que el hombre es menospreciado, violado y opri-
de nuestra historia. Por ser una visión profética del salom universal, la mido, tanto en su corazón como en la sociedad que lo oprime, es también
liturgia tiene esencialmente una dimensión crítica. el lugar privilegiado en que la experiencia religiosa resulta posible a través
Mientras perdure entre nosotros la historia del sufrimiento, no pode- de una praxis encaminada a configurar este símbolo, a restaurarlo y libe-
mos prescindir de la liturgia sacramenta; eliminarla o descuidarla signi- rarlo, para que logre su identidad.
ficaría condenar al silencio la firme esperanza de una paz y una reconcilia- La muerte de Jesús en la cruz, consecuencia lógica del radicalismo de
ción universales. En efecto, mientras la salvación y la paz no sean un su mensaje y de su praxis reconciliadora, muestra que toda praxis dirigida
hecho real, deberemos afirmar y, sobre todo, alimentar y mantener viva a la liberación y a la reconciliación en favor del prójimo es válida en y por
esa esperanza, lo cual no es posible sino mediante símbolos anticipadores. sí misma y no sólo por el éxito que eventualmente alcance. Lo importante
Debido precisamente a eso, la liturgia cristiana se mueve entre los grandes no es ni el éxito ni el fracaso, sobre todo cuando se debe a una interven-
símbolos de la muerte y la resurrección de Jesús. La cruz es el símbolo ción ajena, sino el amor servicial. En el amor «infructuoso» de Jesús, cuyo
de la lucha hasta la muerte contra la alienación de nuestra historia de su- valor no radica en el éxito, sino en sí mismo en cuanto amor e identifica-
frimientos, la consecuencia del mensaje de un Dios volcado hacia la huma- ción radical, se nos revela el verdadero rostro de Dios y el del hombre.
nidad; y la resurrección de Jesús manifiesta que el sufrimiento no puede Para que la reconciliación o liberación no se reduzca a un simple cambio
tener la última palabra. La praxis sacramental invita, pues, al cristiano
a una acción liberadora en nuestro mundo. La anticipación litúrgica de una 106
Th. Adorno, Negaíive Dialektik (Francfort 1966) 144 (ed. española: Dialéctica
vida reconciliada en la libre comunicación de' una «comunidad de Cristo» negativa, Madrid 1975).
820 SALVACIÓN CRISTIANA LA SALVACIÓN DE DIOS A TRAVÉS DEL HOMBRE Y DEL MUNDO 821

en las relaciones de fuerza y, por tanto, a un nuevo dominio, ha de ser que Dios ha dicho: «Tú, tú personalmente puedes existir». Estamos jus-
válida para todos los hombres, aunque se limite a un aspecto limitado de tificados gratuitamente por la fe y en virtud de la gracia. Aunque los
una situación histórica incompleta. La redención es una tarea que se nos hombres no respondan con amor, sino incluso a veces con incomprensión,
ha encomendado; es una ireconciliación todavía por realizar que, en nuestra el creyente sabe de una forma absolutamente libre, pero humilde y agra-
historia recalcitrante, tendrá siempre la impronta del fracaso, del sufri- decida, que existe una respuesta de amor: Dios nos amó primero. La re-
miento y de la muerte, de un amor impotente en este mundo, pero que dención o salvación real desemboca siempre en la mística, y únicamente
nunca se da por vencido. Se basa en un amor que se lanza a lo «inútil» a través de ésta es posible soportar la tensión existente entre acción y con-
y no obliga al hombre a someterse a lo que se ve como salvación y libera- templación. Existir para los otros y también para el Otro, para el Dios
ción. Particularmente en la actualidad, los cristianos tienen derecho a pro- íntimo y cercano que llamamos «trascendente», el Dios que Jesús nos hizo
nunciar la palabra «Dios» cuando descubren su propia identidad en la iden- familiar.
tificación con una vida todavía no reconciliada y en una acción eficaz por la Hablando en términos eruditos (con los cuales se dice todo y no se
reconciliación y liberación. Lo que se nos promete en la historia que la dice nada), la fe en la salvación de Dios en Jesucristo es la convicción
Iglesia narra de Jesús es que, precisamente en la praxis que está de acuer- asumida libremente (a través de las Iglesias cristianas, pero madurada a
do con el mensaje de Jesús y el reino de Dios, se manifiesta la posibilidad partir de la vida real) que confiesa —en las condiciones de nuestra cadu-
real de una experiencia de Dios. A esta praxis se le ha prometido en cidad— nuestra «elevación» por encima de tal finitud, gracias a la absoluta
Jesucristo una especial presencia de Dios. generosidad y gratuidad de la presencia, misericordia y solidaridad de
Pero las posibilidades definitivas que implica la consumación escatoló- Dios, presencia que podemos experimentar, por la fe, en nuestra opaca
gica de esta cercanía salvífica de Dios, a quien alabamos y damos gracias finitud, si bien en ésta percibimos «corporalmente» su ausencia. Y esto
en la liturgia, constituyen el misterio divino que podemos considerar como como fuente de disponibilidad hacia todos los hombres, especialmente
la plenitud de nuestro ser humano. Además sabemos por la historia de (me atrevo a repetirlo, aun reconociendo mis propios fallos) hacia «los
Jesús que la promesa de la presencia íntima de Dios se apoya no sólo en más humildes y desvalidos».
la cruz, sino también en la inutilidad o en el fracaso histórico de esa praxis.
Una teología que se pierda en la sociología, la psicología, la politología
Este tipo de liberación no admite que se sacrifique a nadie en aras de la
o en cualquier cosa que los hombres puedan imaginar para el bienestar de
esperanza de un futuro mejor ni que se mantenga a nadie a la intemperie
sus semejantes, no es propiamente teología. Una teología fiel a su cometido
hasta que se encuentren estructuras más adecuadas. La praxis de la recon-
puede hablar únicamente del misterio de Dios en cuanto salvación del
ciliación y liberación, capaz de experimentar la cercanía de Dios aun en el
hombre (lo cual no obsta para que recurra al concurso imprescindible de
fracaso y el sufrimiento, es el ámbito en que se hace posible la experien-
otras disciplinas). El mensaje esencial de la teología es que el amor de
cia mística de Dios y en que ésta puede mostrar su legitimidad. Dado,
Dios y el amor del prójimo son una única e indisoluble «virtud teologal».
finalmente, que aquel a quien experimentamos y reconocemos en esta
«Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios con él» (1 Jn
praxis de reconciliación, el Dios vivo, es siempre mayor que nuestras
4,16). Esto va más lejos que todas las formas de autoliberación.
posibilidades de hacer y experimentar, la experiencia de Dios, en cuanto
momento intrínseco de la praxis de liberación y reconciliación, nos revela
continuamente un futuro nuevo y más amplio. Esto permite al creyente
captar que la redención no está en nuestras manos y que, a pesar de ello,
Dios concede un futuro a todos nuestros esfuerzos de liberación y recon-
ciliación, un futuro que supera los límites de nuestra historia.
¿Qué es, pues, la salvación de Dios en Jesús? Yo diría que la dispo-
nibilidad a perderse por los demás (cada cual en la situación concreta en
que se encuentre) y, en el marco de esta «conversión» (facilitada también
por la transformación de las estructuras), a trabajar, incluso dentro de es-
tructuras anónimas, con una libertad comunicativa, por una humanidad
verdadera, justa y feliz. En esta praxis, nacida ya de la gracia, está la posi-
bilidad real de un encuentro intensamente personal con Dios, experimen-
tado entonces como fuente de toda felicidad, salvación y alegría. Es una
libertad comunicativa, reconciliada activamente con la propia finitud, con
la propia muerte, con los propios defectos y fracasos. Parece casi irreal
decir: «Estoy -reconciliado conmigo mismo, siervo inútil», cuando se sabe
EPILOGO

«La gracia del Señor Jesucristo y el amor


de Dios y la solidaridad del Espíritu Santo».
2 Cor 13,13

Mi propósito inicial era incluir en este libro la pneumatología y la


eclesiología, es decir, la doctrina sobre el Espíritu Santo, sobre su activi-
dad en la Iglesia y en el mundo. Esta visión se halla implícita tanto en
Jesús, la historia de un viviente como en el presente libro, que habla de
«justicia y amor». Pero la extensión de las páginas precedentes no me
permite hacerlo así.
Sin embargo, teniendo en cuenta que, según la espiritualidad del Tenak
y del evangelio cristiano, la salvación de Dios alcanza su plenitud preci-
samente en la alabanza y en la acción de gracias (beraká o eucharistia)
y en esa alabanza de Dios la gracia se convierte de hecho en experiencia
expresa de la misma gracia, he creído conveniente acabar el libro con una
beraká, precedida de un resumen homilético de las ideas fundamentales
contenidas en mis dos obras sobre Jesús.

PÓRTICO HOMILÉTICO

«Alegraos y no os preocupéis,
pues el Dios a quien oramos
está siempre a nuestro lado,
vive en medio de nosotros».

Así cantábamos siguiendo la inspiración de un himno de la Iglesia, «in


medio ecclesiae»: en esta asamblea o «comunidad de Jesús».
¡Palabras importantes! Estamos reunidos aquí en el nombre de Jesús
de Nazaret, a quien reconocemos como «el Cristo», es decir, como salva-
ción de parte de Dios. ¿Por qué? ¿Puedo hacerme intérprete de algo que
los no cristianos piensan en voz alta y que hormiguea como una pregunta
en la conciencia de no pocos cristianos? ¿Qué significa para nosotros
Jesús? Alguien que dista mucho de nosotros en el tiempo y en el espacio,
que vivió, hace casi dos mil años, una vida sorprendentemente breve
—apenas treinta años—, una llama fugaz que brilló en un apartado rin-
cón de la tierra, un hombre que actuó como profeta no más de dos años
y fue eliminado en su juventud por los que entonces tenían el poder: fue
ejecutado porque había hablado de un Dios que se preocupa de los hom-
bres y exige que también los hombres se preocupen de sus hermanos.
824 EPILOGO
PORTICO HOMILETICO 825
Esto recibe en la Biblia el nombre de «reino de Dios», del Dios vivo que
se compadece de los desvalidos y marginados, de los despreciados: de los gonistas, mientras que el Jesús del pasado se convirte en objeto pasivo
que necesitan un vaso de agua y ropa, «calor» o aceptación: los pobres, los de nuestras nostalgias y esperanzas. Un hombre muerto no suscita esas
que lloran y están tristes, como dice el sermón de la montaña. fuerzas misteriosas. Y, aun así, duran muy poco. Los recuerdos se borran
Apenas veinticinco años después, el emperador romano Nerón con- con el tiempo. Se desvanecen con el paso de las generaciones hasta acabar
denó a muerte a Séneca, filósofo estoico que por entonces era su conse- siendo un simple objeto de investigación para unos cuantos historiadores,
jero. La razón fue que Séneca no se cansaba de advertir a aquel empera- suponiendo que se trate de un personaje que merezca ese privilegio his-
dor inhumano y cruel que la majestad imperial debía proceder con «hu- tórico.
manidad» y «clemencia». Ahora bien, si el interés vital por unos hechos pretéritos, por un
Pero nosotros no estamos reunidos aquí en nombre de Séneca. Por hombre del pasado, supera la curiosidad de una investigación meramente
eso nos preguntamos: ¿Por qué seguimos a Jesús? ¿Por qué queremos histórica es porque tal interés radica en la identidad de un hombre que
ir tras él y estamos reunidos aquí en su nombre? Esta cuestión nos afecta sigue influyendo en nuestra historia y al que seguimos recordando. Nues-
más profundamente que cualquiera otra de tipo intraeclesial o ecuménico, tra memoria, nuestro interés, nuestra atención por ese hombre constituyen
como cuál es el nombre más adecuado y más bíblico aplicable a Jesús, en en tal caso un momento constitutivo de su luminosa identidad. Esta cons-
quien todos los cristianos ven la salvación de parte de Dios. Pero ¿por tatación —todavía «profana»— nos lleva a considerar el peculiar signi-
qué ver la salvación de Dios precisamente en Jesús de Nazaret, uno más ficado que la fe cristiana descubre en lo que ella misma llama —en tér-
entre los muchos hombres de los que la carta a los Hebreos dice que «el minos religiosos— «resurrección corporal de Jesús», una categoría que
mundo no se los merecía» (Heb 11,38)? Esta pregunta se clava profun- trasciende el simple lenguaje «evocativo». En Jesús, en cuyo nombre
damente en nuestra inteligencia y nos duele en el corazón: ¿somos toda- estamos reunidos, no por mero interés histórico, sino en virtud de una
vía capaces los cristianos de «dar razón de nuestra esperanza a todo el que raemoíia mantenida viva a lo latgo de los siglos, tiene que haber algo
pida una explicación» (1 Pe 3,15)? El problema más grave no es la más. ¿Es que le sucedió algo especial que puede sucedemos también a
ecumene intraeclesial, sino el de si los cristianos, sea cual fuere la comu- nosotros? Sólo a condición de que, tantos años después de la partida de
nidad a que pertenezcan, somos todavía capaces de hacer patente y creíble Jesús, nos suceda a nosotros lo mismo, podremos hacer patente al mundo,
a los hombres nuestra esperanza cristiana. El significado de aquel desafío: en y por nuestra identidad cristiana, algunos rasgos de la identidad de
«¿Quién creen los hombres que soy yo?», coincide hoy con el problema Jesús. De este modo, a través de la vía indirecta de nuestra propia vida
de nuestra propia identidad cristiana. ¿Somos realmente lo que profesa- cristiana —pero ¿se trata realmente de una vía indirecta?—, podremos
mos en nuestro credo de fe y esperanza? La pregunta sobre la identidad ayudar a los hombres a encontrar en Jesús de Nazaret los signos capaces
de Jesús se convierte así en una pregunta —no menos acuciante— diri- de guiar el ansia humana de liberación, salvación o remedio hacia la res-
gida a los cristianos: el «mundo» pregunta dónde aparece nuestra identi- puesta cristiana, la cual habla de una singular acción salvífica realizada
dad cristiana. por Dios en Jesús con la mirada puesta en todos los hombres. Sólo así
podrán también los demás responder a la pregunta: «Y vosotros, ¿quién
Sin embargo, hay un hecho evidente e indiscutible: procedentes de los decís que soy yo?».
más diversos lugares e Iglesias, estamos aquí reunidos y congregados como
Para nosotros, el problema fundamental es éste: ¿a qué salvación nos
«comunidad de Jesús», como hermanos en torno a un único centro: Jesús,
referimos al afirmar que ésta se halla en Jesús de Nazaret? Hay muchas
al que damos el nombre de Cristo y otros muchos. Pero no nos hemos
posibilidades de devolver al hombre su identidad, de que sea él mismo
reunido para recordar a un difunto lejano que nos ofreció grandiosas
para los demás y encuentre así liberación, redención, alegría y, en defi-
visiones desde el abismo de nuestra existencia de dolor, ni tampoco para
nitiva, también paz. Vemos que es perfectamente posible eliminar ciertas
celebrar tardíamente las exequias de uno de los innumerables ideales
alienaciones humanas con ayuda de la ciencia, de la técnica y de la implan-
proféticos pisoteados, ni para reavivar el recuerdo de un hombre muerto
tación de nuevas estructuras, pero vemos también que tal posibilidad se
hace tiempo, eliminado a causa de unos nobles ideales. Y, no obstante,
limita a aquellas alienaciones humanas que, por su naturaleza, son pro-
estamos reunidos en nombre de la persona de Jesús de Nazaret. Este
ducto de circunstancias somáticas, psíquicas o sociales: limitaciones de la
hombre nos une evidentemente en una convicción común, bajo el signo de
libertad humana superables de hecho en gran parte cuando se las combate
la unanimidad.
con un compromiso serio y activo. En estas liberaciones podemos ver
No se trata simplemente de evocar la vieja historia de los sufrimientos
fragmentos de la redención de Dios, hecha realidad a través del hombre
padecidos por un «justo», la historia de un saddiq, en la que vemos
y del mundo.
reflejados nuestros propios fracasos y sufrimientos y que quizá celebramos
El problema radica, sin embargo, en saber si el hombre no sufre ade-
con cierta dosis de narcisismo y despecho. Ni se trata de una elaboración
más otra alienación más profunda, una alienación que, por su naturaleza,
de viejos recuerdos, en los que nosotros representamos el papel de prota-
va unida a nuestra fínitud, a nuestra sujeción a una naturaleza que nos
826 EPILOGO PÓRTICO HOMILETICO 827

es extraña, a la soledad, al sufrimiento causado por el amor, por nuestra el hombre, sin duda lo más importante que sobre él se puede decir. La
mortalidad, por la invisibilidad del Dios oculto, al sufrimiento, en fin, experiencia del Abba es una experiencia de Dios como fuerza liberadora
causado por nuestras culpas y pecados personales y colectivos, por las del hombre a través de la aparente impotencia del amor incondicional,
manos sucias de una historia humana que conoce tantos sufrimientos opuesto radicalmente a todo lo que lesiona al hombre y es fuente de mal
inmerecidos, tantas injusticias y humillaciones, tantas lágrimas por rebe- y de maldad. Los hombres son, pues, para Jesús hombres por los que Dios
lión contra el hombre y contra Dios. Por necesaria y urgente que sea, la se preocupa.
autoliberación humana —un fragmento de salvación— es limitada, pero Muchas veces se ha pretendido, con la mejor de las intenciones, ver
la liberación real es también indudablemente limitada si no se siente inte- en Jesús un hombre absolutamente bueno y perfecto (el «segundo Adán»),
grada en las posibilidades indefinibles de Dios, el cual puede ofrecer a pero nunca conoceremos a Jesús en su identidad auténticamente humana
nuestra acción limitada un futuro mejor y mayor, una vida a lo que es si eliminamos de su vida su singular relación con Dios, única y para nos-
históricamente caduco. Así, la entrega del hombre limitado debe ser ilimi- otros casi indefinible. Precisamente en esa relación vital radican el origen,
tada e incondicional. Por causa de los demás debemos renunciar a la bús- el sentido y la fuerza de su mensaje y de sus parábolas, de sus bienaven-
queda ansiosa de nuestra limitada identidad. La plena liberación y la turanzas y de su praxis liberadora.
redención, la salvación en cuanto remedio de la caducidad humana, pare- Esta es la razón de que se dirija a todos nosotros la pregunta: «Y vos-
cen imposibles si no existe una experiencia de comunicación, de identifi- otros, ¿quién decís que soy yo?». Antes de dar una respuesta, debemos
cación con el «no yo», con lo «no mío», con los demás, especialmente con considerar si, eliminando el fundamento y la fuente de la experiencia del
el sufrimiento de los demás, con quien nos es ajeno; son imposibles si no Abba por parte de Jesús, puede mantenerse la promesa que sirve de base
existe por nuestra parte una identificación finita con el Dios vivo, el cual a la esperanza y si, en tal caso, la esperanza cristiana no se convierte en
se identifica como tal con nosotros en Jesús. El remedio de los hombres un deseo problemático y utópico, sin fundamento real que justifique una
finitos no es posible sin un don, una aceptación y una reconciliación: no confianza absoluta en el futuro.
es posible sin resurrección. Además, entenderíamos a Jesús sólo a medias —y, por tanto, no lo
Eso es lo que nos dice el mensaje de Dios que podemos oír en la entenderíamos— si no tuviéramos en cuenta lo que un profeta encane-
predicación: la vida y la muerte de jesús de Nazaret. Uno de los datos cido y maduro por la experiencia de la vida dijo cuando Jesús entró en
históricamente más seguros sobre la vida de Jesús es que él, con su anun- nuestra historia de padecimientos e injusticias: «Mira: este niño está
cio del inminente reino de Dios, hablaba de Dios mismo, de un Dios puesto para que todos en Israel caigan o se levanten; será una bandera
volcado hacia la humanidad. Impulsada por este reino divino de paz, toda discutida» (Le 2,34). El mensaje y la pretensión que manifestó en su
la vida de Jesús fue una celebración y al mismo tiempo una ortopraxis, vida pública, su misma persona, fueron rechazados por nuestro mundo.
es decir, una «praxis recta» de acuerdo con las exigencias de paz de ese Fue ejecutado de acuerdo con todas las reglas vigentes en su tiempo. Sin
reino. El vínculo de unión entre estos dos elementos —la paz de Dios embargo, ni siquiera en el momento de su muerte, se aferró desespera-
y la praxis orientada a la paz entre los hombres— es tan estrecho y fuerte damente a su identidad y, por consiguiente, a su vida. Su identidad con-
que Jesús podía reconocer en esa praxis los signos de la inminente venida sistía en identificarse con los demás, con la causa de los hombres, consi-
del reino (Le 7,22-23 con 11,20). En la historia de desventuras y padeci- derada como la causa suprema de Dios. Para eso vivió y murió. Dios se
mientos en que se movió Jesús no había motivo ni ocasión que explique preocupa de la humanidad, pero lo hace en un mundo que no siempre es
de manera razonable y sensata la absoluj$ seguridad que Jesús tenía de la humano. Así, el amor de Dios hacia el hombre adquiere en Jesús una
salvación, seguridad que caracteriza su mensaje y su praxis. La esperanza tonalidad que nosotros hemos adulterado. Pero la solicitud de Dios por el
de Jesús, tal como se manifiesta en su anuncio de la inminente misericor- hombre supera todas nuestras adulteraciones e intervenciones, sin avasa-
dia liberadora de Dios con el hombre, tiene su origen en una experiencia llar nunca nuestra propia autonomía finita. Históricamente, la vida de
de contraste: por un lado, la dura historia del sufrimiento humano, car- Jesús acaba de hecho en una catástrofe que no admite «justificaciones»
gada de desventuras y discordias, de injusticias y servidumbres; por otro, teóricas ni prácticas. Desde un punto de vista puramente humano, estamos
la singular experiencia que Jesús tenía de Dios, su vivencia del Abba, su realmente ante un desastre, ante un nuevo fracaso que se suma a la larga
relación con el Padre, fuente de todo bien y resorte oculto de toda opo- lista de personas ejecutadas injustamente en nuestra historia de sufri-
sición al mal, a las humillaciones y sufrimientos: una relación con el solí- mientos: una breve esperanza que parece confirmar la suposición de que
cito y benévolo «antimal», que no admite la supremacía del mal y, por muchos hombres no aceptan todo eso, pero han de sufrirlo, dada la natu-
amor al bien, no permite que el mal tenga la última palabra. Debido a su raleza y el peso de una historia que se repite incesantemente como una
experiencia del Abba, Jesús pudo anunciar a los hombres el mensaje de «ekumene del sufrimiento».
una esperanza imposible de fundar en nuestra historia humana. Es claro Teniendo en cuenta su vida anterior, la muerte de Jesús, el «místico
que una relación profundamente religiosa con Dios puede decir algo sobre de Dios» y «defensor del hombre», nos plantea un grave problema sobre
828 EPILOGO CREDO 829

Dios con una sola alternativa: o bien debemos decir que Dios, el Dios unas circunstancias muy concretas en las que irradiamos luz liberadora
de la inminente salvación anunciada por Jesús, es una ilusión, un puro o la amortiguamos o incluso apagamos, de modo que el mundo se hunde
sueño acariciado por el mismo Jesús, o bien su rechazo y su muerte nos en la niebla.
obliga a revisar radicalmente e invalidar nuestra idea de Dios y nuestra El mensaje, la vida y la muerte de Jesús de Nazaret expresan este
visión de la historia, cuando en realidad la peculiaridad de Dios se mues- profundo problema humano, de una forma desarmante, en el kerigma de
tra válida únicamente en la vida y la muerte de Jesús, gracias a los cuales la resurrección, utilizando un lenguaje eclesiástico sin duda alguna correc-
se abre una nueva perspectiva de futuro: un futuro para quien, huma- to, pero actualmente incomprensible. Jesús, redimido de la muerte, habla
namente, carece de él. La historia humana —con todos sus logros, fraca- —de palabra y de obra— de una liberación que libera a los hombres para
sos, ilusiones y desilusiones— es trascendida por el Dios vivo, que tiene la libertad: «A vosotros, hermanos, os han llamado a la libertad» (Gal
la última palabra y quiere la salvación del hombre. Podemos quizá vivir 5,13). «Para que seamos libres nos liberó Cristo; conque manteneos fir-
en la ilusión, pero no morir en ella. Ese es el núcleo del mensaje cristiano mes y no os dejéis atar de nuevo al yugo de la esclavitud» (Gal 5,1-2).
de la resurrección de Jesús, el cual nos impulsa a luchar por la liberación Hemos sido redimidos para alcanzar una humanidad que puede y debe
y redención del hombre, a asumir la tarea de hacernos felices unos a otros superarse a sí misma y que, como dice la Escritura, «en virtud de esa
y a no vivir de ilusiones e ideologías. potencia que actúa eficazmente en nosotros, puede hacer mucho más sin
Sólo si nosotros, los que tenemos fe, podemos hacer vivir a los demás comparación de lo que pedimos o concebimos» (Ef 3,20). La «salvación
la salvación y redención que hemos hallado en Jesús de Nazaret, tendrá en Jesús» es así «salvación de parte de Dios», pero en este mundo está
sentido —e incluso será necesario— seguir preguntándonos por la relación condicionada por nuestra historia de búsqueda de salvación y de amor, a
del hombre Jesús con el Dios vivo, por Jesús en su calidad de Hijo de través de la cual son derrotadas nuestra limitación, nuestra alienación
Dios resucitado de la muerte; pero no al revés. Los hombres necesitamos e impotencia y, gracias a nuestra comunión vital con el Dios vivo, es
en este mundo una persona semejante a nosotros que viva hasta lo más vencida también la muerte. Queda así redimida nuestra propia caducidad.
hondo nuestra condición humana y exprese en ella, de palabra y de obra, En Jesús, el ser del hombre queda liberado para aceptar, como redimido
la realidad de Dios. Si queremos respetar los designios salvíficos de Dios, y redentor, que podemos y debemos realizar la promesa humana de que
debemos ante todo someternos a la crítica del hombre Jesús. Dios quiere somos los unos para los otros únicamente «por gracia» y de que pode-
encontrarse con nosotros de una forma humana, a fin de que podamos mos experimentar la llamada al amor, un amor que nos supera a todos
hallarlo realmente. La respuesta a la pregunta sobre el significado salví- y cada uno de los hombres, a la persona y la sociedad, en la experiencia
fico universal de Jesús, «Cristo» o «luz del mundo», descubre tanto el redentora de una garantía absoluta que está por encima de todos nosotros,
verdadero ser del hombre (la realización liberadora de su auténtica huma- pero no es ajena a nuestro ser humano: el Dios vivo.
nidad) como el verdadero rostro de Dios, que promueve el bien y se
opone al mal, al sufrimiento y la humillación. Establecer el reino divino Este acontecimiento, vivido a la luz de la fe, nos invita a formular
de paz significa hacer justicia a un Dios volcado hacia la humanidad en una homología, es decir, una aceptación explícita de lo que Dios nos ha
la vida de unos hombres volcados hacia los demás, unos hombres que dado y nos encomienda que hagamos, y una eucaristía, esto es, una cele-
—con esas credenciales en la mano— pueden hablar de Dios. A través bración de alabanza y acción de gracias a Dios, porque él mismo quiere
del hombre y del mundo, también la identidad de Jesús se revela como ser el contenido viviente de la salvación para el hombre *.
manifestación personal del amor universal de Dios al "hombre. La única
forma posible de creer en Jesús es entonces confesar a Dios: «Verdade-
ramente este hombre era hijo de Dios» (Me 15,39b). CREDO
Sin embargo, esta confesión debe nacer siempre de una experiencia
personal del origen en la situación concreta de nuestra historia de injus- Creo en Dios Padre: la omnipotencia del amor.
ticia y servidumbre, de intolerancia y discordia, y no ser una repetición El es Creador del cielo y de la tierra;
mecánica (por sagrada que sea) de un kerigma escuchado en otro tiempo. de todo el universo,
«Mis ojos han visto ahora —dice el anciano Simeón en el templo— a tu con todos sus misterios;
Salvador: lo has colocado ante todos los pueblos como luz para alumbrar de la tierra en que vivimos
a las naciones» (Le 2,29-32). ¿Podemos decir nosotros realmente: «mis y de las estrellas que nos aguardan.
ojos han visto ahora tu salvación»? ¿Vemos entre nosotros, como decía
Pablo, que los cristianos son una «carta de Cristo, escrita no en tablas * Este «credo», inspirado en el credo más antiguo de la Iglesia, es una elabora-
de piedra, sino en tablas de carne, en el corazón» (2 Cor 3,2-3)? La luz ción personal de un texto del poeta Michel van der Pías. El Magníficat con que
de Cristo no arde en este mundo sino con el aceite de nuestras vidas, en concluye la acción de gracias eucarística no es mío, sino también de M. van der Pías.
830 EPILOGO ACCIÓN DE GRACIAS 831

El nos conoce desde la eternidad y no olvida Recordamos tus palabras:


que venimos del polvo de la tierra «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre,
y que a ella como polvo tenemos que volver allí estoy yo en medio de ellos»;
y ahora te pedimos: envía tu Espíritu
Creo en Jesucristo, sobre nosotros y sobre estos dones,
el Hijo amado de Dios. un bocado de pan y una copa de vino.
Por amor a todos nosotros, Que nuestros dones sean
con nosotros quiso compartir cuerpo y sangre de Jesús.
nuestra historia y nuestro ser.
Creo que Dios, de manera humana,
quiso ser también Dios para nosotros. ACCIÓN DE GRACIAS
Entre nosotros vivió como hombre,
como luz en las tinieblas. Señor, Dios nuestro,
Pero las tinieblas no lo aceptaron. congregados aquí en torno tuyo,
Nosotros lo colgamos en la cruz. recordamos la antigua historia
Murió y fue sepultado. que narramos a lo largo de los siglos:
Pero confió en la última palabra de Dios
la historia de Jesús de Nazaret,
y resucitó de una vez para siempre;
un hombre que a ti, Señor,
dijo que iba a prepararnos un lugar
se atrevió a llamarte «Abba», Padre,
en la casa de su Padre, donde ahora vive.
y nos enseñó a repetir ese nombre.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida. Dios y Padre nuestro,
El es fuego, fuerza y palabra te damos gracias por este hombre
para los profetas que están entre nosotros. que transformó la faz de la tierra
desvelando una grandiosa visión:
Creo que todos estamos en camino,
peregrinos, llamados, congregados el reino de Dios que un día vendrá,
para ser pueblo santo de Dios, un reino de libertad, de amor y de paz,
pues confieso la liberación del mal, tu reino, plenitud de tu creación.
el compromiso por la justicia
y la valentía para tener amor. Recordamos, Señor,
que por donde pasaba tu Jesús
Creo en la vida eterna, los hombres descubrían su humanidad,
en el amor más fuerte que ,1a muerte, v se colmaban de una nueva riqueza
en un cielo nuevo y en uñírtierra nueva. y, con el alma renovada,
Y creo que puedo tener esperanza se entregaban al servicio del prójimo.
en una vida con Dios y con los hombres
por toda la eternidad: Recordamos, Señor,
gloria a Dios y paz a los hombres. cómo habló a los hombres de una dracma perdida,
de una oveja descarriada, de un hijo pródigo:
de los que, extraviados, ya no cuentan,
INTRODUCCIÓN EUCARISTICA lejos de la mirada y del corazón;
de todos los pequeños y los pobres,
Alabado seas, Dios y Señor de cuanto vive. sin libertad, sin nombre, sin cariño.
Alabado seas también
porque con esta sincera profesión de fe Recordamos, Señor,
podemos depositar nuestra confianza en ti. que él fue en busca de todos ellos,
de los hartos de tristeza y hambrientos de calor;
832 EPILOGO
ACCIÓN DE GRACIAS 833
que siempre tomó partido por ellos
los que disponen del destino de los hombres
sin olvidarse de los demás.
a menudo sin contar con ellos,
para los que dirigen el mundo y la Iglesia.
Aquello le costó la vida,
Ayúdalos y ayúdanos, para que podamos
porque los poderosos de la tierra no lo toleraron.
hacer de esta tierra una morada mejor,
Pero, Dios bondadoso y Padre omnipotente.
para que reine la paz entre nosotros
él sabía que tú lo comprendías y aceptabas,
y seamos una sola cosa,
se vio confirmado por ti en el amor.
como tú, Padre, lo eres en tu Hijo
Y así llegó a ser una sola cosa contigo
y él en ti.
y pudo, liberado de sí mismo,
vivir para la liberación de los demás.
Envía, pues, tu Espíritu
sobre nosotros y sobre estos dones,
Recordamos también
el Espíritu de bondad
que él, que tanto nos amó
que procede de ti y de tu Hijo,
y fue uno contigo, su Padre de bondad,
para que nos anime y ayude a seguir a Jesús:
en la última noche de su vida en la tierra
ese Jesús que nos ha enseñado
tomó el pan en sus santas manos,
a ser libres de cuanto nos aliena,
lo bendijo y lo repartió,
a ser libres para hacer el bien.
diciendo a los amigos que compartían su mesa:
«Este es mi cuerpo que se entrega por vosotros».
Con nuestro mejor afán hemos hecho
lo que Jesús, tu Testigo, que penetra el corazón,
Lo que él hizo le llenó el corazón. nos mandó hacer:
Tomó también la copa de la mesa, celebrar esto en memoria suya.
te dio gracias y alabó, Padre, y dijo:
«Bebed todos conmigo de esta copa,
Para gloria y alabanza tuya,
pues es mi alianza de amor con vosotros,
Padre todopoderoso,
mi sangre, que se derrama para la reconciliación,
en la unidad del Espíritu Santo,
el cáliz de liberación y felicidad».
ahora nos atrevemos nosotros también
a orar juntos, por él, con él y en él,
Cuando comemos juntos este pan como él mismo nos enseñó:
y bebemos juntos de esta copa,
lo hacemos en memoria de él, tu Hijo
Padre nuestro, que estás en los cielos,
y hermano nuestro, el hombre libre,
santificado sea tu nombre,
servidor y liberador de todos nosotros, v
venga a nosotros tu reino,
ahora y siempre, más allá derla muerte.
hágase tu voluntad
así en la tierra como en el cielo.
Por eso recordamos también El pan nuestro de cada día dánosle hoy
a todos los que ya no están entre nosotros, y perdónanos nuestras deudas,
a todos los que tanto hemos amado... así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Padre nuestro, no podemos creer Y no nos dejes caer en la tentación,
que todo lo que ellos han sido para nosotros mas líbranos del mal.
haya desaparecido sin remedio. Pues tuyo es el reino,
Tú eres su vida, ahora y siempre.
el poder y la gloria por siempre.
Y tenemos un recuerdo para el mundo, Fortalecidos y animados, nos atrevemos ahora
para los que amamos en la vida. a distribuir este pan y este cáliz,
También para los poderosos, sacramento de la fe.
53
EPILOGO MAGNÍFICAT 835

Te rogamos, Dios de bondad, Como aseguró jurando


que cuanto acabamos de hacer a nuestros padres y madres,
en memoria de Jesús, desde Abrahán por los siglos,
que estaba lleno de tu Espíritu, a cuantos nos precedieron.
sea un signo vivo y eficaz
de salvación y de salud, Demos gloria, pues, al Padre,
un signo de amor mutuo y sincero, al Hijo y al Santo Espíritu,
de libertad, paz y justicia para todos, como era en el comienzo
de amor a ti, Dios, liberador nuestro. y será en la eternidad.

MAGNÍFICAT

Con mi ser y mi tener


quiero proclamar la gloria
del Dios que me da alegría,
del Señor que me hace suya.

Porque, viendo mi pobreza,


puso su mirada en mí;
desde hoy se dirán las gentes
«Dios la amaba de verdad».

Porque Dios, la omnipotencia,


bendito sea su nombre,
hizo en mí maravillas.

Sus piedades se prolongan


a lo largo de la historia,
entre quienes en la tierra
adoran su inmensidad.

Con su brazo poderoso


desbarata a los sobérrjios,
los derriba de su trono,
y a los pobres los exalta.

A cuantos padecen hambre


los regala con sus bienes
y a los ricos los despide
desprovistos y vacíos.

En su corazón abraza
a su pueblo preferido
recordando la promesa:
siempre amor y más amor."
GLOSARIO DE ALGUNOS TÉRMINOS TÉCNICOS

Véase también el glosario que aparece en el libro ]esús, la historia de un


viviente, páginas 633ss.

DEUTERONOMISTA

El adjetivo «deuteronómico» significa «relativo al libro del Deuteronomio», el


último de los llamados «libros de Moisés» (o Pentateuco). «Deuteronomista»,
en cambio, se refiere a la espiritualidad peculiar de la tradición {distinta de las
tradiciones yahvista, elohísta y sacerdotal) presente no sólo en el Deuterono-
mio, sino también en los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes, la cual
influyó en otras tradiciones de la literatura judía posterior. La caída del reino
del norte y, sobre todo, la del reino del sur (587) señala el comienzo de la
concepción deuteronomista de la historia. Dios ama a su pueblo, pero si éste
le es infiel, la maldición de que habla el Deuteronomio recaerá sobre él. Los
portadores de esta tradición fueron los levitas rurales del reino del norte, los
cuales, después de la caída del mismo, se trasladaron a Jerusalén (con sus «co-
lecciones») y vivieron en conflicto con los sacerdotes de Jerusalén; pero fueron
la fuerza teológica cuya inspiración se plasmó en la «tradición deuteronomista».
Deuteronomista se aplica también a la «segunda edición» del libro del Deute-
ronomio (durante la restauración de Josías). En ella, la concepción deuterono-
mista de la historia alcanza su madurez gracias a una peculiar visión del exilio
babilónico y a una serie de ideas sapienciales. El movimiento asideo estuvo
animado en gran parte por esta imagen deuteronomista de la historia.

EMANCIPACIÓN

Originariamente significó (en el derecho romano) la liberación de la patria po-


testad al alcanzar la mayoría de edad. Hoy se utiliza este término para designar
los intentos de la humanidad encaminados a liberarse del dominio de las fuer-
zas naturales, sociales y culturales que alienan al hombre.

EÓN

Del griego aion (tiempo, época, período). De ahí su significado de tiempo de


este mundo, de la historia terrena; también designa la eternidad. En este libro
aparece solamente en relación con la apocalíptica: eón viejo y eón nuevo. El
viejo eón es el tiempo de nuestra historia, interpretada como historia de sufri-
mientos; el nuevo es el tiempo de la salvación universal, sin lágrimas ni injus-
ticias, entendido como eternidad posterrena, pero también como un tiempo
indeterminado de salvación en la tierra, subsiguiente a una intervención súbita
de Dios, el cual opera el «cambio de los tiempos» (—» escatológico).
GLOSARIO DE TÉRMINOS TÉCNICOS 839
EPIFANÍA
tiano, como tampoco una «orientalización» del cristianismo, sino un fenómeno
En este libro, «epifanía» (manifestación) se utiliza siempre para designar la ma- general, típico de la Antigüedad tardía, que impregna toda su cultura. Dado
nifestación (hacerse eptfano o transparente) de Dios en el hombre Jesús: en sus que existe una conexión entre la literatura sapiencial del primer judaismo y el
acciones (por ejemplo, milagros), en su muerte, en la vida de la comunidad verdadero gnosticismo posterior, se discute si el Nuevo Testamento contiene
cristiana, en las llamadas «apariciones de Jesús», etc. «Epifanía» indica la pre- o no ideas gnósticas. La respuesta a este respecto varía según el modo de con-
sencia actual y visible de Dios en la actividad del hombre Jesús. La «cristología siderar el gnosticismo: como una evolución del judaismo, como un sincretismo
de epifanía» habla en términos de revelación de la salvación divina que se ha oriental, como una filosofía helenística de la vida o como un movimiento heré-
manifestado en Jesús. tico intracristiano del siglo II. Los historiadores actuales hablan cada vez más
de una «tendencia gnóstica» general (pregnosis) de toda la cultura de la época
en que nace el cristianismo. Los franceses y anglosajones distinguen entre «gno-
sis» y «gnosticismo», si bien califican a ambos de «gnósticos». Otros hablan
ESCATOLÓGICO de «pregnosis» y «gnosis», subrayando que no conviene fijarse demasiado en la
primera al interpretar la segunda, la cual adapta al gnosticismo del siglo n
«Escatológico», según el Diccionario de la Real Academia Española, signi- unos materiales anteriores. Muchas ideas de la apocalíptica y del platonismo
fica «relativo a las postrimerías de ultratumba», es decir, a todo lo concer- reaparecen en el gnosticismo, dentro del cual adquieren su significado propia-
niente al destino del hombre después de su muerte. Aunque esta definición es mente gnóstico. Ciertos conceptos (por ejemplo, pleroma) no dicen de por sí
válida, resulta insuficiente desde el punto de vista teológico. Eschata significa nada sobre un eventual significado «gnóstico».
«último». Todo lo que respecta no sólo al sentido decisivo y más profundo de
la vida humana, sino también a su sentido definitivo es llamado «escatológico»;
por tanto, no sólo lo perteneciente al más allá, sino también al sentido defini-
tivo de la vida y al tiempo final en cuanto tiempo de salvación (prescindiendo HAGGADÁ Y HALARÁ
de si éste es el «final de la historia» o un período de salvación que se extiende
indefinidamente en la historia). El contexto indicará en cada caso el matiz que Véase —» Midrás
se quiere expresar, pero el acento recae siempre en el carácter «definitivo» de
lo que sólo se manifiesta al final de los tiempos y después de la muerte, si
bien ya actúa y se decide en el presente. HOMOLOGÍA

Homología significa «confesión de fe»; su contenido coincide con el de la


FALSIFICABILIDAD pistis, fe. Se confiesa con la boca, pero se cree con el corazón (Rom 10,9-10).
Una homología o confesión de fe adopta la forma de aclamación (¡Jesús es
Es un concepto tomado de la teoría de la ciencia. Una convicción o una teoría el Señor!), de afirmación de fe, sobre la acción de Dios en Jesús (por ejemplo,
es falsificable cuando puede ser refutada por pruebas o contraindicaciones empí- 2 Cor 4,14; 1 Tes 4,14).
ricas. Los teóricos de la ciencia discuten hasta qué punto esto es posible.
IDEALISMO (IDEALISTA)
GNOSIS, GNOSTICISMO, GNÓSTICO
En este libro, el término se emplea en sentido histórico, técnico. El idealismo
El término griego gnosis significa «conocimiento». La gnosis o gnosticismo era es una corriente filosófica que, por un lado, no tiene en cuenta el influjo de
en el siglo n d. C. un movimiento filosófico de carácter ecléctico, si bien en el los factores socioeconómicos sobre el pensamiento humano y, por otro, afirma
marco de un proyecto de vida claramente religioso. Su idea fundamental era que la realidad es últimamente un producto del pensamiento humano. Actual-
la siguiente: que el hombre tiene dentro de sí, en su alma, un destello divino mente se pone mayor énfasis en el primer aspecto que en el segundo.
encerrado en la materia que debe liberarse ascendiendo de nuevo a su origen
divino. Esta redención o ascensión se realiza gracias a un mensajero (un hom-
bre aparente) que comunica el conocimiento divino. Por ello se atribuye al IDEOLOGÍA
conocimiento un lugar central como medio de redención; se trata de un espe-
cial conocimiento revelatorio que se comunica por medio de la tradición y la Aunque este término se utiliza también (y no sin razón) en sentido positivo
iniciación. El conocimiento es salvación. Cuando en este libro decimos que el (por ejemplo, cuando se pregunta qué «filosofía» implican tales o cuales afir-
cristianismo no es una gnosis, queremos decir que la fe cristiana no se reduce maciones), en este libro se emplea siempre en sentido crítico. «Ideología» es,
a una doctrina o simplemente a una «ortodoxia». Teniendo en cuenta que la por consiguiente, el conjunto de concepciones o convicciones que se presentan
gnosis nace de una tendencia general a la interiorización y a una religiosidad como reflejo exacto de una determinada situación objetiva, cuando, en realidad,
ascética, a una «huida del mundo», podemos hablar también de una «pre- un riguroso análisis (parcial o total) revela que se trata de un subproducto de
gnosis». Esta no es un fenómeno puramente intrajudío ni puramente intracris- deseos inconscientes y reprimidos o de la realidad económica dominante en la
sociedad. Una interpretación de la realidad que se vincule a unos intereses de
840 GLOSARIO DE TÉRMINOS TÉCNICOS

poder adquiere inmediatamente una fuerza ideológica. En este sentido, la ideo- MIDRÁS
logía es una forma de falsa conciencia, de una conciencia que no reconoce el Midrás procede del término hebreo darás, cuya raíz significa «escrutar, buscar».
verdadero alcance de sus afirmaciones y, por consiguiente, está desvinculada de En general, midrás (o exégesis midrásica) vale tanto como estudio o investi-
la realidad. En ciertas teorías neomarxistas, como es el caso de L. Althusser, gación y se aplica a una forma de interpretación de la Biblia. En sentido
Pour Marx (París 1965) y Lire le Capital, 2 vols. (París 1965), «ideología» estricto, designa un determinado método rabíníco de estudiar la Biblia. A este
tiene un sentido eminentemente positivo; es la filosofía de la vida —estable- respecto son importantes también otros dos términos técnicos: halaká y hag-
cida de un modo dogmático, «ex cathedra»— del propio movimiento marxista gadá. La halaká se refiere más bien al material bíblico normativo, o sea, in-
de liberación en cuanto norma de toda verdad. dica cómo debe aplicarse a la vida concreta de cada momento el texto escrito
del —>• Tenak. En la haggadá, en cambio, se trata más bien de pasajes ilustra-
tivos que muestran lo que significa el propio texto. El midrás es una forma
INTERPRETAMENTO de exégesis en la que se unen la halaká y la haggadá, de forma que la inter-
pretación se añade al texto bíblico formando parte del mismo (a diferencia de
En este libro, el término designa el momento interpretativo de una experiencia la _ » Misná). Véase R. Le Déaut, A propos d'une définition du midrash:
de la realidad y, por consiguiente, no una especie de superestructura ulterior Bibl 50 (1969) 395-413; A. G. "Wright, The Literary Genre Midrash (Nueva
basada en una experiencia. En tal sentido, el interpretamento es un momento York 1967).
de la experiencia en el que el hombre expresa lo que se presenta objetivamente,
al margen de lo que el propio hombre produce. Debido a esta articulación,
que se da ya en la experiencia, pero se expresa de manera refleja, lo experi- MISNÁ (Y TALMUD)
mentado en el plano objetivo adquiere una tonalidad subjetiva y social.
Este término procede del hebreo sanah, que significa «repetir», «reiterar», «du-
plicar». La misná se remonta a tradiciones orales de tipo religioso-jurídico,
basadas en la interpretación de la tora realizada por los escribas. Sucesores de
JUDAISMO PRIMITIVO éstos, tras la caída de Jerusalén (70 d. C ) , fueron los tanntfim o tannaítas,
es decir, «repetidores» (maestros de la misná). En el siglo n d. C , los tan-
«Judaismo tardío», una expresión utilizada constantemente en mi libro Jesús, naítas recopilaron por escrito las tradiciones orales (especialmente Rabí Yehudá
la historia de un viviente, no aparece en esta obra. Más aún: lo que allí se Hannasí). Esta recopilación escrita recibe también el nombre de la Misná.
denominaba «judaismo tardío» recibe aquí el nombre de «primer judaismo». Tras los tannaítas vinieron los amoraítas («portavoces» o portadores de la tra-
Esto requiere una explicación. La expresión «judaismo tardío» era hasta hace dición). El trabajo de los tannaítas concluyó a comienzos del siglo m d. C ;
poco tiempo en los círculos cristianos el nombre científico con que se designaba el de los amoraítas, aproximadamente a fines del siglo v. La doctrina rabínica
la época a que se refieren tanto este libro como el anterior: los últimos siglos de la Misná, junto con los escritos de los amoraítas, constituye el Talmud
antes de Cristo hasta aproximadamente el primer. siglo cristiano. Para los cris- palestinense y el babilónico. La exégesis de la Misná se basa en las siete re-
tianos, la historia sagrada judía acaba, en cierto modo, con la aparición del glas hermenéuticas de Hillel y en las trece reglas complementarias de Ismael.
cristianismo. Entre los judíos, que consideran su propia historia hasta nuestros Sobre estas middot o reglas, cf. J. Bowker, The Targums and Rabbinic Litera-
días, la época que los cristianos habían llamado «judaismo tardío» es llamada ture. An Introduction to ]ewish Interpretations of Scripture (Cambridge 1969)
con razón «primer judaismo». En la actualidad esta denominación es aceptada 315-318.
cada vez más (también entre los cristianos) como denominación científica de
la época judía a que hace referencia esta obra.
PARÉNESIS

Del griego parainesis (exhortación). Término exegético que, en las perícopas


KERIGMA (KERIGMÁTICO) bíblicas, designa el género literario en que se exhorta, se alienta y consuela o se
invita a actuar en consonancia con las exigencias del reino de Dios. La paré-
Kerigma significa literalmente el mensaje proclamado por un heraldo. Una afir- nesis se refiere, pues, a las directrices éticas en que el Nuevo Testamento
mación kerigmática sobre Jesús de Nazaret es una afirmación cristológica en la plasma para su tiempo las consecuencias de la fe en Cristo para la conducta
que Jesús es declarado y proclamado como aquel en quien se experimenta la humana. Con frecuencia hace suya, integrándola en Cristo, la ética no bíblica
salvación decisiva y definitiva. El término kerigma adquirió en la teología un vigente en el mundo circundante. De ahí que tales normas no sean de por sí
sentido favorable o desfavorable, según se afirmara o no que esta confesión válidas para siempre.
eclesial de Cristo (kerigma) se fundaba en la realidad del Jesús terreno. La po-
sición del autor de este libro es que el kerigma de Cristo es una interpretación
con la que la comunidad cree, confiesa y proclama lo acontecido realmente en PESER
el Jesús terreno (su persona, su mensaje y su praxis), mientras que un kerigma
que no tuviera como contenido el Jesús terreno sería una ideología o una Este término se ha introducido en la literatura exegética sobre todo a raíz del
«mistificación». descubrimiento de los documentos de Qumrán, si bien peser, en cuanto forma
842 GLOSARIO DE TÉRMINOS TÉCNICOS GLOSARIO DE TÉRMINOS TÉCNICOS 843
específica de interpretación bíblica, no se reduce a Qumrán, sino que se encuen- las dificultades y obstáculos que vayan surgiendo en cada momento, con la
tra también en otros lugares, incluido el Nuevo Testamento. En líneas gene- mirada puesta en una sociedad mejor, cuyo contenido queda abierto (la «so-
rales, el peser (plural pesarim) es una modalidad de interpretación bíblica en ciedad abierta», en el sentido de W. James y K. Popper).
la que el texto se aplica a la situación presente de una forma alegórica o esca-
tológica. Sobre todo en Qumrán, los pesarim constituyen una forma de exége-
sis en la que se ofrece una interpretación actualizante de un libro de la Sagrada PROLEGÓMENO
Escritura (por ejemplo, Habacuc 1-2 en la interpretación de lQpHab de Qum-
rán). Esta actualización va dirigida a la propia comunidad de Qumrán en cuanto Del griego prolegein, significa aproximadamente «prólogo». «Prolegómeno» es
comunidad escatológica de escogidos. lo que debe decirse antes de entrar en el tema propiamente dicho, las consi-
deraciones introductorias.
Cuando digo que este libro, Cristo y los cristianos, es un prolegómeno
POSITIVISMO (cf. p. 18) quiero significar que no ofrece una «cristología completa». También
esta segunda obra sobre Jesús ha sido escrita como «ensayo teológico» con
El positivismo es, en el ámbito de las ciencias, una corriente (al menos im- intención pastoral: pretende sumergirse en los múltiples problemas de muchos
plícitamente filosófica) según la cual no existe otra verdad que la científica, creyentes, a menudo no pertenecientes a una Iglesia, pero inspirados evidente-
la que es empíricamente verificable y, por consiguiente, no hay modo alguno mente por el evangelio. Aunque para ello he tenido como guía la verdadera
de llegar a la verdad al margen de la ciencia. Mantiene además la tesis de que ortodoxia de la «gran tradición cristiana», mi posición nada tiene que ver con
la ciencia no está condicionada por valores ajenos a la misma; lo cual signi- la actitud de ciertos «teólogos» que utilizan el Enchiridion Symbolorum de
fica que los únicos valores que cuentan en la investigación científica son los Denzinger-Schónmetzer como coartada para su propia impotencia autoritaria.
intrínsecos a la propia ciencia: los demás no se toman en consideración. Con Los prolegómenos a una síntesis cristológica futura pueden ser históricamente
esto no se niega que la elección del objeto de investigación y la aplicación de más importantes que las «cristologías completas», que se reducen prácticamente
los resultados obtenidos impliquen valores (o no valores) extracientíficos. Pero a presentar los prolegómenos de generaciones anteriores como sistemas acaba-
no se tiene en cuenta que los llamados «hechos puros» y «enunciados básicos» dos y perfectos. En este sentido, los ensayos teológicos del siglo x n son quizá
de la ciencia están ya condicionados a) por el carácter histórico del objeto más importantes que las sumas del x m , nacidas gracias a aquéllos.
percibido y b) por la situación histórica y social del sujeto perceptor; en otras
palabras: el positivismo olvida que todas las tesis científicas suponen también
una hipótesis histórica. En efecto, antes de que en nuestra historia de la cul- PROTOLOGÍA
tura se hablase de «ciencias» existía la conciencia de que los hombres «sabe-
mos algo». El impulso científico es, por tanto, sólo una forma concreta de co- El término griego protón significa «lo primero», «el principio», en contra-
nocimiento; no es un principio autónomo, subsistente por sí mismo, sino una posición a eschaton, «lo postrero», «el final». En el lenguaje religioso, proto-
especificación dentro de una realidad histórico-cultural. Lo cual significa que logía se contrapone a ->escatología: la doctrina (o mitos) del principio frente
la ciencia, en cuanto forma concreta de conocimiento, está condicionada por la a la doctrina de los «novísimos». La protología se refiere, pues, a la visión
historia. Luego si la ciencia está sujeta a la dialéctica de la historia de la cul- religiosa (extracientífica) del origen del mundo y de la humanidad (relatos de
tura, se requiere también una reflexión sobre las condiciones culturales en que creación). Intenta descubrir por qué, además de sentido y alegría, hay tanto
funcionan las formas científicas de conocimiento. La teoría de la ciencia debe absurdo, maldad y sufrimiento en la naturaleza y en la historia (creación,
tener en cuenta ese contexto cultural. paraíso, pecado original).
Como consecuencia de este dualismo positivista entre valor y ciencia, la
reflexión sobre el sentido, la filosofía, la política, la ética y la religión quedan
excluidas de la ciencia, con lo cual se convierten en un asunto privado y co- RACIONALISMO CRÍTICO
rren el peligro de ser dominadas por fuerzas irracionales. No sin razón, algu-
nos (por ejemplo, J. Habermas) llaman al positivismo «una racionalidad a Esta expresión es, en las actuales teorías de la ciencia, un término técnico para
medias». designar la tendencia representada por Karl Popper y (con matices particulares,
sobre todo antirreligiosos) por Hans Albert (cf. supra, pp. 22s) y sus numero-
sos seguidores (conscientes o inconscientes). Las teorías son una creación del
PRAGMATISMO espíritu humano, pero al mismo tiempo están sujetas a una prueba crítica, con
la consecuencia de que las más firmes sobreviven a la prueba (aunque no
El pragmatismo es una corriente (a menudo implícitamente filosófica) que no por eso queden verificadas), mientras que las más débiles mueren, por decirlo
se plantea el problema del sentido total o, al menos, considera que no es po- así, por erosión (en sí, esto es, una idea común a todas las teorías de la ciencia
sible dar una respuesta. Ignora, pues, la cuestión de la verdad teórica. La ver- y no exclusivamente un rasgo específico del «racionalismo crítico»). El «racio-
dad (o mejor, la validez) de una convicción o teoría radica en su utilidad para nalismo crítico» se presenta además como una especie de «norma de vida»
conseguir un objetivo determinado. El pragmatismo es antidogmático, anti- (por ejemplo, frente al cristianismo y al marxismo). Declara que la razón prác-
utópico y pretende «ir corrigiendo el rumbo» sobre la marcha, de acuerdo con tica (interpretada en realidad como —»• razón instrumental), sumida en el sen-
844 GLOSARIO DE TÉRMINOS TÉCNICOS GLOSARIO DE TÉRMINOS TÉCNICOS 845

tido y el absurdo de la historia humana, considera la cuestión del sentido total en relación con el remedio de sus problemas, el bienestar y la salvación, la
como una «locura totalitaria» (H. Albert) o, suponiendo que la cuestión tenga redención y la liberación. En cuanto tal, el término tiene en su origen una
sentido y sea ineludible (de acuerdo con la tendencia de Popper), como una carga religiosa. Sin embargo, actualmente se habla a veces de soteriología en
pregunta a la que no se puede, por principio, dar una respuesta. El «raciona- un sentido más amplio: soteriología marxista, cristiana, humanista, etc. En este
lismo crítico» (que parece conceder poco valor a las mediaciones extracientí- sentido podemos clasificar las soteriologías actuales en varios tipos, aunque
ficas de la verdad) quiere lograr, sin dogmatismos rigurosos, con ayuda de la no siempre sean netamente diferenciables entre sí: a) movimientos de la «con-
tecnología científica y mediante una estrategia —> pragmática de «pasos cortos», tracultura», que tienden a un «naturismo» neomístico de huida de la sociedad
un futuro mejor para la humanidad. Precisamente este no dogmatismo, sus (retorno a la naturaleza pura); b) movimientos neorreligiosos: frente a la so-
concepciones democráticas y su sobriedad realista ejercen para muchos una ciedad, con su dicotomía (o ruptura) entre la esfera pública y la privada y
fascinación seductora. Consciente o inconscientemente, el «racionalismo crítico» frente a la ruptura entre hombre y naturaleza, tales movimientos pretenden
es, en mi opinión, la corriente dominante en todo el mundo intelectual de encontrar una salvación que supere todas esas rupturas en una dirección «as-
«Occidente». El marxismo, aunque posee no pocos rasgos fundamentales del cendente», hacia una realidad totalmente distinta, sea de tipo personal o im-
«racionalismo crítico», dice que éste es una «racionalidad a medias», que no personal (meditación trascendental, Jesús People, taoísmo zen occidental, etc.);
reflexiona sobre su propia historicidad social y, por tanto, es irracional y, sobre c) movimientos seudorreligiosos de liberación, que buscan su salvación en el
todo, —>• positivista. ocultismo, la magia, la astrología y los horóscopos; d) tendencia a una vio-
lencia místico-sagrada, ritual: el «satanismo»; e) mística basada en la droga;
f) soteriologías políticas de liberación, de derechas o de izquierdas, todas nor-
malmente neodogmáticas (vae victis; quien no piense como nosotros, ¡a la
RAZÓN INSTRUMENTAL
horca!); g) tendencia político-religiosa: teologías políticas y de la liberación.
En resumen, podemos hablar de: 1) soteriologías horizontales de signo futurista
La razón instrumental (un aspecto de la razón humana) es la capacidad de (pretenden cambiar totalmente las estructuras sociales); 2) soteriologías verti-
hacer, a partir de principios científicos, pronósticos que puedan luego realizarse cales (normalmente apolíticas en su búsqueda de liberación religiosa); 3) sote-
mediante la aplicación técnica de los medios oportunos a un fin prefijado. La riologías político-religiosas (que subrayan el significado político y progresista de
razón instrumental tiene un sentido peyorativo (criticado por M. Horkheimer, lo religioso).
J. Habermas, H. Marcuse, P. Ricoeur, etc.) cuando el fin a que se deben
aplicar los medios no se somete a una discusión crítico-racional y se deja al
arbitrio de las preferencias subjetivas de los individuos; en otras palabras:
cuando se concede la última palabra a la tecnocracia, haciendo de ella un fin TARGUM
en sí, y se deja de lado o se reprime el problema del sentido; es decir, cuando
la potencialidad técnica tiene prioridad sobre las cuestiones del porqué v el Los targumes son traducciones explicativas del —» Tenak hebreo (cuya lengua
para qué, sobre la cuestión del sentido. ya no entendían muchos judíos) al arameo, destinadas al culto sinagogal (des-
pués del exilio). Aunque estos targumes proceden en su mayor parte del si-
glo I I y posteriores después de Cristo, su tradición se remonta a tradiciones
anteriores al cristianismo. Son, pues, muy ilustrativos para conocer el ambiente
SAPIENCIAL espiritual en que vivieron los primeros cristianos judíos.

Literalmente, «relativo a la sabiduría». En este libro, el término se aplica a la


literatura sapiencial judía, que tiene tras sí una larga prehistoria y suele apa- TENAK
recer vinculada al nombre de «Salomón». Lg sabiduría popula* de Israel (em-
parentada con la del Oriente antiguo, sobre todo la de Egipto y Mesopotamia)
Tenak es el término judío utilizado para designar los mismos libros que los
entró luego en contacto con la sabiduría popular griega (especialmente en Ale-
cristianos llaman (a menudo no sin disgusto de los judíos) «Antiguo Testa-
jandría, donde era muy notable la diáspora judía), y ya antes de Cristo se unió
mento», es decir, el conjunto canónico de la Sagrada Escritura judía. La pa-
además con las tradiciones proféticas de Israel, de modo que se puede hablar
labra «tenak» está formada por las iniciales de las tres partes más importantes
de una tradición profético-sapiencial neojudía. Esta, a su vez, se mezcló con
del canon judío: tora (la ley), n'bfim (los escritos proféticos) y ketubim (los
la apocalíptica. La tradición sapiencial neojudía, aunque helenizada, solía re-
históricos) (t-n-k). En este libro hablo de Tenak cuando se trata de los textos
flejar la piedad yahvista de Israel con más fidelidad que la religiosidad oficial
sagrados judíos dentro de la historia judía. Hablo, en cambio, de Antiguo
de Jerusalén en tiempos de Jesús.
Testamento cuando se trata de la lectura cristiana de esos mismos textos a la
luz del Nuevo Testamento. La expresión «Antiguo Testamento» no implica
necesariamente un significado negativo: en muchos lugares, el propio Tenak
SOTERIOLOGÍA se refiere a una alianza nueva, permanente y definitiva. Por lo demás, el Tenak
tiene de hecho un significado judío independiente, distinto de la relectura cris-
La palabra griega soteria significa salvación o redención. Soteriología es la tiana del mismo: en el siglo i d. C , la mayor parte de los textos aplicados
doctrina sobre la redención: las ideas y expectativas que tienen los hombres por los cristianos a Jesús de Nazaret eran interpretados en sentido mesiánico
846 GLOSARIO DE TÉRMINOS TÉCNICOS

también por los judíos no cristianos (tendencia que, en el siglo II, fue frenada TRADICIÓN J
polémicamente por los rabinos). A este respecto podemos decir que el Evan-
gelio de Juan es el primer síntoma de una tendencia que —entre los cristia- Una de las cuatro grandes tradiciones del Pentateuco. Se llama J (jahwistische:
nos— ve el significado del Tenak exclusivamente en su valor de testimonio yahvista) porque, ya antes de Ex 3,15 (revelación del nombre de Dios a Moi-
sobre Jesús. sés), usa a partir de Gn 2,4b el nombre de «Yahvé» (a diferencia de la
Por todas estas razones, y sobre todo porque el Tenak tiene un valor —»tradición E). La tradición yahvista habla también de «Israel» y no de
histórico permanente para los judíos, considero plenamente justificado y ne- «Jacob» y procede claramente del reino del sur (antes del 721).
cesario decir (sin discriminación), refiriéndonos a los mismos textos, unas ve-
ces «Tenak» y otras «Antiguo Testamento». Pero no hay razones para aceptar
la moda que tiende a evitar la denominación de «Antiguo Testamento». Por TRADICIÓN P
otra parte, algunos exegetas protestantes distinguen con frecuencia entre «ve-
terotestamentario» y «judío». Ya 2 Mac 8,1 y 14,38 (también Pablo en Gal 1, «P» es la letra inicial de la palabra alemana priesterlich ( = sacerdotal). La
13-14) hablan efectivamente de ioudaismos en el sentido de «religión judía», tradición sacerdotal está presente, junto con las tradiciones elohísta, yahvista,
que en muchos puntos se aparta o diferencia de lo que se llama «Antiguo deuteronómica y —^ deuteronomista, en los cinco (o seis) primeros libros de la
Testamento» (en especial, el Israel de la época anterior al exilio y de la cau- Biblia canónica judía. Esta tradición es sensiblemente especulativa y reflexiva;
tividad babilónica, hasta la restauración de Esdras). El hecho de que la re- está orientada hacia la alianza del Sinaí y el culto. La tradición P es la más re-
ligión judía se denomine judaismo tiene una confirmación histórica en la cir- ciente de las grandes tradiciones que la crítica formal ha detectado en el
cunstancia de que esta religión, a través de Judea, se remonta últimamente Pentateuco.
a la religión de la tribu de Judá. Posteriormente, sin embargo, el Talmud
(—-»Misná), en su doble versión babilónica y palestinense, se convirtió, por
decirlo así, en el evangelio del judaismo o de la religión judía. En este sen-
tido, la distinción entre «veterotestamentario» y «judío» se halla, hasta cierto
punto, justificada.

TEORÍA CRÍTICA

Esta expresión, procedente de la Ilustración y del marxismo, se aplica hoy


a las teorías sociales propuestas por la «Escuela de Francfort» (M. Horkheimer,
Th. Adorno, J. Habermas, etc.). Según estas teorías, para entender la sociedad
humana hay que anticipar la sociedad ideal y luego comparar este concepto
ideal con la sociedad realmente existente. Mediante esta comparación, la for-
ma objetiva de la sociedad y sus interpretaciones subjetivas son desenmascara-
das como «falsa conciencia» o —> ideología, y se revelan (ésta es la tesis) en
sus auténticas y profundas intenciones. Esa «conceptualización» crítica de las
estructuras concretas de la sociedad se efectúa —según una terminología típica
de la Escuela de Francfort— con «una intención crítico-práctica», es decir, con
la mirada puesta en una praxis que, partiendo de una sociedad ideal antici-
pada, pretende lograr que la sociedad concreta deje de ser una «prehistoria»
y se convierta en una historia auténticamente humana.

TRADICIÓN E

«E» es una abreviatura de «elohísta». Esta tradición es una de las cuatro gran-
des tradiciones que componen el Pentateuco (los cinco primeros libros de la
Sagrada Escritura judía o Antiguo Testamento). Se denomina «elohísta» por-
que, antes de Ex 3,15 (revelación del nombre de Yahvé), llama a Dios Elohim.
A diferencia de las tradiciones yahvistas, que proceden del sur, esta tradición
parece proceder del reino del norte. Probablemente es posterior a la tradición
yahvista (—> tradición J).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 849

G. G. Scholem, Major Trends in Jewish Mysticism (Nueva York 1941).


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Id., ]ewish Gnosticism, Merkabah Mysticism and Talmudic Tradition (Nueva
'York 1960).
Id. Recent Trends in Jewish Gnosticism (Nueva York 1961).
W.' Scott (ed.), Hermética, 4 vols. (Oxford 1924-1936).
B. Standaert, L'évangile de la vérité. Critique et lecture: NTS 22 (1976) 243-
APÓCRIFOS JUDÍOS Y CRISTIANOS, ESCRITOS HERMÉTICOS Y GNÓSTICOS,
MÍSTICA DE LA MERKABAH
' 275.
The Facsímile Edition of the Nag Hammadi Códices: Códices II, III, IV, V,
VI, VII, XI, XII, XIII, 7 vols. (Leiden 1972-1976).
a) Apócrifos

P. Bogaert, L'apocalypse syriaque de Baruch I-II (Sources Chrétiennes 144;


BIBLIOGRAFÍA POR TEMAS
París 1969).
R. H. Charles (ed.), The Greek Versión of the Testaments of the Twelve
Patriarchs (Oxford 1908; reimpr. Darmstadt 1960). Antigüedad tardía: 532s Historia de la salvación: 730-743
R. H. Charles, The Apocrypha and Pseudepigrapha of the Oíd Testament Autoridad civil (en el Nuevo Testa- Ilustración: 36, 715
2 vols. (Oxford 1933). mento): 554 Interpretación, cf. Experiencia
R. H. Charles, The Book of Enoch (Oxford 1912). Budismo: 673 Islam: 683
J. H! Charlesworth, The Odes of Salomón (Oxford 1973). Canonicidad: 58, 59s Israel en el Nuevo Testamento: 588
C. Ciernen (ed.), Assumptio Moysis (Kleine Texte 10; Berlín 1904). Carta a los Colosenses: 171 Joanismo
A. M. Denis, Introduction aux Pseudépigraphiques grecs d'Ancien Testament I Carta a los Efesios: 171 — en general: 296s
(Leiden 1970). Carta a los Filipenses: 154 — expresiones «yo soy»: 376
A. Diez Macho (ed.), Apócrifos del Antiguo Testamento (Madrid, Ed. Cris- Carta a los Hebreos: 227 — Juan y los sinópticos: 340
tiandad, 1982ss). Carta a los Tesalonicenses 2. a : 207 — muerte y glorificación: 406s
J. Flemming y L. Rademacker, Das Buch Henoch (GCS 5; Leipzig 1901). Carta de Judas: 290; cf. también 212 —• prólogo de Juan: 342s
J. Geffchen (ed.), Die Oracula Sybillina (GCS 8; Leipzig 1902). Carta de Pedro 1.a: 212s — samaritanismo: 297s, 304
M. Hadas, The Third and Fourth Books of Maccabees (JAL 12; Nueva York Carta de Pedro 2. a : 212, 290 — señales y obras: 364s
1953). Carta de Santiago: 148 — sinaitismo (mística mosaica):
R. Harris y A. Mingana, The Odes and Psalms of Salomón (Manchester 1920). Cartas pastorales: 284 297s, 304
E. Hennecke y W. Schneemelcher, Neutestamentliche Apokryphen, 2 vols Creación y gracia: 502, 504 Justificación, cf. Paulinismo
(Tubinga 3 1964). Cristología angélica: 243, 316s Lenguaje de fe (lenguaje religioso): 33s
E. Kautzsch (ed.), Die Apokryphen und Pseudepigraphen des Alten Testaments, Charis (gracia): 78, 100, 105s Maniqueísmo: 655
2 vols. (Tubinga 1900; reimpr. Darmstadt 1962). Demonología: 487 Marxismo: 650, 688-697
G. Kisch (ed.), Pseudo-Philo, Liber Antiquitatum Biblicarum (Notre Dame Descanso de Dios y de Cristo: 278 Memoria: 30, 647, 707, 721, 734, 803
Descenso a los infiernos: 220, 224 Narratividad: 30
1949). Ecología: 649, 717
K. Kuhn, Konkordanz zu den Qumran-Texten (Gotinga 1960). Paulinismo (1 Tes, Cor, Rom, Gal):
Emancipación (y redención): 750s 105s
R. Rost, Einleitung in die alttestamentlichen Apokryphen, Pseudepigraphen, 'Emet: 78
einschliesslich der grossen Qumranschriften (Heidelberg 1971). Planificación del futuro (y tecnología):
G. Vermes, The Dead Sea Scrolls in £«g/¿i'^4Hardmondworth 1962). Espíritu (Santo): 406s, 415s, 522, 523 649, 651, 717
B. Violet, Esra-Apokalypse (GCS 18 y 32; Leipzig 1910 y 1924). Estructuras político-sociales Política en el Nuevo Testamento, cf.
— en el Nuevo Testamento: 554 Estructuras político-sociales
— en general: 720 Profeta escatológico (mística mosaica):
b) Targumes, etc. Evangelio: 113 236, 304, 355s
Exégesis materialista: 556 Redención (y emancipación): 750s
Experiencia (e interpretación) Revelación (religión revelada): 33s
J. Bowker, The Targums and Rabbinic Literature. An Introduction to Jewish
— en general: 21s Sabiduría: 99; cf. también 342s
Interpretation of Scripture (Cambridge 1969). Satanología, cf. Demonología
J. Bonsirven, Textes rabbiniques des deux premiers siecles chrétiens pour servir — y teoría de la ciencia: 22s
Gracia, cf. Charis Sinaitismo mosaico, cf. Joanismo
a l'intelligence du Nouveau Testament (Roma 1955). Solidaridad: 718s
R. Le Déaut, Introduction a la littérature targumique I (Roma 1966). Hanan: 78
Hen: 78 Sufrimiento: 654
I. Epstein, The Babylonian Talmud, 35 vols. (Londres 1935-1952).
A. J. Festugiére, La révélation d'Hermés Trismégiste, 4 vols. (París 1950-1954). Hesed: 78 Teología de la liberación: 297, 742
M. Gaster, Studies and Texts in Folklore, Magic, Medieval Romance, Hebrew Hijo del hombre: 162, 163, 316 Teorías de la ciencia: 22s
Hinduismo: 668 Utopía: 644s
Apocrypha, and Samaritan Eschatology, 3 vols. (Londres 1925-1928).
54
SIGLAS

AB The Anchor Bible (Nueva York)


ARW «Archiv für Religionswissenschaft» (Friburgo, Tubinga)
ASNT Acta Seminariorum Novi Testamenti (de Upsala) (Lund)
AThANT Abhandlungen zur Theologie des Alten und Neuen Testa-
ments (Basilea-Zurich)
BBB Bonner Biblische Beitráge (Bonn)
BHTh Beitráge zur historischen Theologie (Tubinga)
Bibl «Bíblica» (Roma)
Bijdr «Bijdragen. Tijdschrift voor Filosofie en Theologie (Ams-
terdam)
BKAT Biblische Kommentare: Altes Testament (Neukirchen)
Black'sNTC Black's New Testament Commentaries (Londres, Nueva
York)
BTB «Biblical Theology Bulletin» (Roma)
BuK «Bibel und Kirche» (Stuttgart)
BuL «Bibel und Leben» (Dusseldorf)
BWANT Beitráge zur Wissenschaft vom Alten und Neuen Testament
(Stuttgart)
BZ «Biblische Zeitschrift» (Friburgo de Br., Paderborn)
BZAW «Beihefte» de la revista _ > Z A W
BZNW «Beihefte» de la revista - » Z N W
CBJ Comentario Bíblico «San Jerónimo» (Madrid, Ed. Cristiandad,
1971).
CBQ «The Catholic Biblical Quarterly» (Washington)
Conc «Concilium. Revista Internacional de Teología» (Madrid,
Ed. Cristiandad). Las páginas se citan por la edición es-
pañola.
ConiNeot Coniectanea Neotestamentica (Upsala)
Daedalus «Daedalus. Journal of the American Academy of Arts and
Sciences» (Cambridge, Mass.)
Denz.-Sch. Denzinger-Schonmetzer, Enchiridion Symbolorum (Friburgo
33
1965)
DBS Dktionnaire de la Bible. Supplément (París)
DTAT Diccionario teológico del Antiguo T estamento (ed. por G. J.
Botterweck y H. Ringgren; Madrid, Ed. Cristiandad,
1978ss).
DTmAT Diccionario Teológico manual del Antiguo T estamento (ed.
por E. Jenni y Cl. Westermann) 2 vols. (Madrid, Ed.
Cristiandad, 1978-1983)
EvTh «Evangelische Theologie» (Munich)
ETR «Etudes Théologiques et Religieuses» (Montpellier)
ExpT «The Expository Times» (Edimburgo)
FRLANT Forschungen zur' Religión und Literatur des Alten und
Neuen Testaments (Gotinga)
FrZPhTh «Freiburger Zeitschrift für Philosophie und Theologie»
(Friburgo)
FThS «Freiburger Theologische Studien» (Friburgo de Br.)
SIGLAS SIGLAS 853

GCS Die griechischen christlichen Schriftsteller der ersten Jahrhun- RSPT «Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques»
derte (Leipzig) (París)
Greg «Gregorianum» (Roma) RSR «Recherches de Science Religieuse» (París)
HNT Handbuch zum Neuen Testament (Tubinga) SBS Stuttgarter Bibel-Studien (Stuttgart)
HThK Herders Theologischer Kommentar zum Neuen Testament Schol «Scholastik»
(Friburgo de Br.) ScJTh «The Scottish Journal of Theology» (Edimburgo)
HeyJ «The Heythrop Journal» (Oxford) SNT Studien zum Neuen Testament
HThR «The Harvard Theological Review» (Cambridge, Mass.) SNTS Studiorum Novi Testamenti Societas (bajo cuyos auspicios
IKZ «Internationale katholische Zeitschrift Communio» (Franc- se publica —> NTS)
STANT Studien zum Alten und Neuen Testament (Munich)
fort)
StEv Studia Evangélica (Berlín)
Int «Interpretation» (Richmond, EE. UU.) P. Billerbeck y H. L. Strack, Kommentar zum Neuen Testa-
Strack-Billetbeck
JAL Jewish Apocryphal Literature (Nueva York) ment aus Talmud und Midrasch (ed. por J. Jeremías y
JBC The ]erome Biblical Commentary (ed. española: Comentario K. Adolph) 6 vols. (Munich, I-IV 5 1969, V-VI H969)
bíblico «San Jerónimo», Madrid, Ed. Cristiandad) StZ «Stimmen der Zeit» (Friburgo de Br.)
JBL «Journal of Biblical Literature» (Boston) SUNT Studien zur Umwelt des Neuen Testamentes (Gotinga-
JNES «Journal of Near Eastern Studies» (Chicago) Zurich)
JQR «Jewish Quarterly Review» (Filadelfia-Londres) ThLZ «Theologische Literaturzeitung» (Leipzig)
JTS «The Journal of Theological Studies» (Londres) ThS «Theological Studies» (Woodstock)
Kírch C. Kirch, Enchiridion fontium historiae ecclesiasticae anti- ThSB «Theologische Studien» (ed. por K. Barth; Zurich)
quae (Friburgo 1941) ThHandWAT Theologisches Handwórterbuch zum Alten Testament (ed.
KNT Kommentar zum Neuen Testament (Leipzig) por E. Jenni y Cl. Westermann) 2 vols. (Munich 1971-
KuD «Kerygma und Dogma» (Gotinga) 1976; ed. española —>DTmAT)
LThK2 Lexikon für Theologie und Kirche (2. a ed., Friburgo de Br.) ThWAT Theologisches wórterbuch zum Alten Testament (ed. por
LV «Lumiére et Vie» (Lyon) G. J. Botterweck y H. Ringgren) en curso de publicación
Meyer H. A. Meyer, Kritisch-exegetischer Kommentar über das (Stuttgart 1973ss; ed. española - > D T A T )
Neue Testament (Gotinga) ThWNT Theologisches Wórterbuch zum Neuen Testament (ed. por
MEW K. Marx y F. Engels, Werke in 36 Blinden (ed. del Instituí G. Kittel y G. Friedrich; Stuttgart)
für Marxismus-Leninismus; Berlín 1964ss) TrThZ «Trierer theologische Zeitschrift» (Tréveris)
MoffatNTC The Moffat New Testament Commentary (Londres) TvTh «Tijdschrift voor Theologie» (Nimega)
NTAbh Neutestamentliche Abhandlungen (Münster) TU Texte und Untersuchungen zur Geschichte der altchristlichen
NRTh «Nouvelle Revue Théologique» (Lovaina-Tournai) Literatur (Leipzig-Berlín)
NT «Novum Testamentum» (Leiden) TZ «Theologische Zeitschrift» (Basilea)
NTD Das Neue Testament Deutsch (Gotinga) UNT Untersuchungen zum Neuen Testament (Leipzig)
NTS «New Testament Studies» (Cambridge-Washington) USQ «Union Seminary Quarterly Review» (Nueva York)
NT.S «Supplement» a la revista —>- NT VD «Verbum Domini» (Roma)
NTT «Nederlands Theologisch Tijdschrift» (Gravenhage) VuF «Verkündigung und Forschung» (Munich)
Numen «Numen. International Rev¡iew for the History of Religions» VT «Vetus Testamentum» (Leiden)
(Leiden) "^ VTS «Supplements» a la revista —>VT
NumenS «Supplement» a la revista —> «Numen» WMANT Wissenschaftliche Monographien zum Alten und Neuen Tes-
OTSt Oudtestamentische Studien (Leiden) tament (Neukirchen-Vluyn)
PG Patrología Graeca (J. P. Migne) (París) WuD «Wort und Dienst» (Bethel b. Bielefeld)
RAC Reallexikon für Antike und Christentum (Stuttgart) WUNT Wissenschaftliche Untersuchungen zum Neuen Testament
RB «Revue Biblique» (Jerusalén-París) (Tubinga)
RGG 3 Die Religión in Geschichte und Gegenwart (3. a ed., Tu- ZAW «Zeitschrift für die alttestamentliche Wissenschaft» (Berlín)
binga) ZKTh «Zeitschrift für katholische Theologie» (Innsbruck-Viena)
RHE «Revue d'Histoire Ecclésiastique» (Lovaina) ZNW «Zeitschrift für die neutestamentliche Wissenschaft und die
RHPR «Revue d'Histoire et de Philosophie Religieuses» (Estras- Kunde der alteren Kirche» (Giessen)
burgo) ZRGG «Zeitschrift für Religions- und Geistesgeschichte» (Marbur-
RNT Regensburger Neues Testament (ed. española: Nuevo Testa- go, Colonia)
ZSTh «Zeitschrift für systematische Theologie» (Berlín)
mento de Ratisbona, Barcelona)
ZThK «Zeitschrift für Theologie und Kirche» (Tubinga)
RQumrán «Revue de Qumrán» (París)
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Aalen, S.: 343 Belo, F.: 527


Abraham, M.: 304 Bendall, K.: 33
Adorno, Th. W.: 21, 738, 819, 846 Benjamín, W.: 738
Albert, H.: 22, 636, 651, 704, 750, Benoit, P.: 58, 171, 532
846 Berger, H.: 21
Albertz, R.: 523, 524 Berger, KX: 78, 100, 105, 109, 333,
Alien, E. L.: 304 342, 343, 420
Alsup, J. E.: 406 Berger, P.: 21, 585, 720, 796
Alt, A.: 162 Bergmann, U.: 468
Althusser, L.: 640 Berkhof, M.: 33, 502, 750
Alvarez, C. C : 742 Bertram, G.: 103, 120
Alves, R.: 633, 742 Best, E.: 171
Amand, D.: 171, 532 Betz, O.: 319, 407, 416, 420, 458, 459,
Andriessen: 207, 227 522
Aoel, K.-O.: 22, 38, 643, 650, 651, 690 Beumer, J.: 58
Appel, N.: 58 Beutler, J.: 297, 304, 321, 327, 600
Asensio, F.: 78 Beyer, H.: 59
Assmann, H.: 742 Biemer, G.: 63
Attema, D. S.: 683 Bietenhard, H.: 260, 402, 424, 446
Aurobindo, Sri: 673 Billerbeck, P. ( = Strack-Billerbeck):
100, 103, 116, 133, 138, 153, 176,
Baarda, Tj.: 38 179, 182, 194, 216, 236, 260, 295,
Baaren, Th. P. van: 33 302, 307, 320, 330, 344, 382, 390,
Bailey, J. A.: 340 396, 433, 446, 447, 449, 487, 499,
Bailly, M.: 78 514, 530, 594
Bakker, A.: 243 Binswanger, L.: 718
Barbel, J.: 243 Black, M.: 33, 487
Barbour, L. G.: 21, 32, 33, 45 Blackstone, W. T.: 33
Barrett, C. K.: 296, 340, 342 Blanchetiére, F.: 586
Barth, K.: 502, 503 Blank, J.: 105, 129, 296, 321, 330,
Barthes, R.: 30 376, 380, 382, 407, 415, 522, 554,
Bartsch, H. W.: 555 559, 577
Bastían, H. D.: 21 Blinzler, J.: 340
Bauer, W.: 58, 78 Bloch, E.; 644, 713
Baumann, H.: 502, 505 Bloch, R.: 304
Baumbach, G.: 321, 406 Blumenberg, H.: 21
Baumer, F.: 644 Bochinger, É.: 30
Bavel, T. van: 710 Bochenski, J.: 33
Bayle, P.: 686 Bocher, O.: 321, 424, 532
Beauchamp, P.: 502, 504 Bogaert, B.: 848
Beare, F. W.: 154 Bohler, D.: 650, 690, 695
Becker, J.: 99, 364, 366, 367, 487 Boice, J. M.: 365, 372
Beckh, H.: 673 Boismard, M. E.: 342
Bcjcrholm, L.: 33 Bomann, Th.: 148, 149
Bcllct, M.: 51 Bonino, J. M.: 631, 742
856 ÍNDICE O N O M Á S T I C O 857
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Doughty, D. J.: 100 Ganoczy, A.: 750


Bonnetain, P.: 78 Chenu, M.-D.: 750 Gaster, M.: 340, 848
Downing, F. G.: 33
Bonsirven, J.: 227, 373, 424, 848 Chirpaz, F.: 644 Gatzemeier, M.: 22
Dullaert, L.: 761
Bont, W. de: 50 Christ, F.: 99, 342, 543 Gay, P.: 36
Dumont, L.: 66, 237
Bonvini, E.: 33 Clavel, M.: 34 Gebhardt, O. von: 679
Dupont, J.: 105, 171, 188
Boon, L.: 22 Ciernen, C : 848 Dupont-Sommer, A.: 105, 487 Geffcken, J.: 848
Boer, P. de: 803 Clements, R.: 162 Dupré, Louis: 654 Gehlen, A.: 717, 720
Borgen, P.: 342, 376 Clévenot, M.: 527 Dupré, Wilh.: 66, 505, 654 Gelin, A.: 424
Borig, R.: 376 Cobb, J.: 750 Durand, G.: 644 Georgi, D.: 154, 156, 159
Bornkamm, G.: 154, 376, 415, 522 Cody, A.: 227
Gerlemann, G.: 473, 475
Bouillard, H.: 33 Coggins, R.: 304 Gershevitch, L: 655
Bouma, H.: 717 Cohn, N.: 644 Ebeling, G.: 583, 641
Eckert, J.: 105 Geyer, A. G.: 759
Bouwman, G.: 105 Collange, J.: 154
Eliade, M.: 34 Giblet, J.: 352
Bowker, J. W.: 654, 663, 692, 841, CoUins, J. J.: 163 Gibran, K.: 805
848 Colpe, C : 171, 188, 298, 316 Ellul, T-: 65
Eltester, W.: 342 Gilkey, L.: 22, 42
Bowman, J.: 297, 304 Comblin, J.: 424, 427, 742 Gilí, J.: 34
Boxtel, P. van: 407 Congar, Y.: 750 Engelhardt, P.: 22
Engels, Fr.: 688, 696 Girard, R.: 802
Brandenburger, E.: 141, 316, 532 Conzelmann, H.: 97
Epsen, A. J. van: 78 Girardi, G.: 750, 760, 772
Brandon, S.: 554, 556 Coomaraswany, A. K.: 673
Epstein, I.: 848 Givardet, G.: 527
Braulik, G.: 278 Cornelis, E.: 506
Braun, F. M.: 296 Cribbs, F. L.: 340 Glasson, T. Fr.: 298, 304, 311, 424,
Brongers, H. A.: 502, 503, 507 Cross, F. M.: 249 Farla, P. J.: 554, 570, 588 487, 588
Brown, R. E.: 242, 296, 327, 328, 352, Crossan, D.: 588 Feil, E.: 750 Glück, N.: 78, 85
355, 366, 376, 377, 378, 380, 389, Ferré, F.: 34 Gnilka, J.: 154, 155, 156, 171, 188,
Cullmann, O.: 296, 304, 310, 320
407, 409, 414, 415, 416, 460, 522, 350, 424, 554, 555, 730-733 Festugiére, A. J.: 101, 171, 294, 532, 588
600 Culpepper, R. A.: 298, 318 848 Le Goff, J.: 587
Brox, N.: 284, 539 Cumont, F.: 532 Feuillet, A.: 296, 342, 376, 424, 427 Goldamer, K.: 33
Bruce, F. F.: 227, 249 Curtis, W. A.: 642 Feuerbach, L.: 688, 694 Gollwitzer, H.: 750
Brüggemann, W.: 162 Fichter, J.: 101 Gonda, J.: 668
Brütsch, Ch.: 424 Fiedler, J. M.: 105, 127 Grabner-Haider, A.: 38
Buber, M.: 33, 53, 644 Dalton, W.: 212, 220 Fischel, H. A.: 502 Grasser, E.: 321, 327, 554, 555, 556,
Buchanan, G. W.: 298, 304, 310 Daniélou, J.: 243, 532 Fischer, G.: 396 588, 600, 602
Büchsel, F.: 469, 474 Daube, D.: 376, 532 Fischer, K. M.: 298, 376, 378 Greenberg, D. S.: 22
Bulst, W.: 33 Dauer, A.: 340, 402 Fitzmyer, J. A.: 227, 237 Greeven, H.: 171
Bultmann, R.: 33, 78, 212, 296, 350, Davies, D.: 532 Fleischer, H.: 695, 697 Greiffenhagen, M.: 750
Davies, W. D.: 532 Flemming, J.: 848 Grelot, P.: 37
364, 376, 498, 555, 778 Deichgraber, R.: 284
Burns, J. B.: 297 Flew, A.: 34, 43 Gremmels, Chr.: 644
Delorme, J.: 288 Flusser, D.: 588 Greshake, G.: 750
Bussche, H. van den: 296
Dejn¡aison, M.: 644 ~- Foerster, W.: 467 Gressmann, H.: 304
Buytendijk, F.: 718
Derníce, Ch.: 342 Fohrer, G.: 368, 467, 502 Groot, A. D. de: 22
Denis, A. M.: 848 Fortmann, H.: 34, 750 Grosheide, F.: 148
Cadman, W. H.: 407, 532 Derksen, K.: 761 Forma, R. T.: 366, 367 Gross, J.: 294
Caird, G. B.: 407, 487 Derrett, J. D.: 376 Frankfort, H.: 163 Gross, H.: 171
Cambier, J. M.: 424 Dewailly, S. W.: 207 Freed, E. D.: 298, 304 Grossouw, W.: 89, 116, 117, 407
Campenhausen, H. von: 58 Descamps, A.: 105 Freí, H.: 807, 810 Grundmann, W.: 105, 120
Carroll, K. L.: 321, 328, 600 Dessauer, F.: 717 Freiré, P.: 742, 750 Gschwind, K.: 224
Cassirer, E.: 34 Dibelius, M.: 148, 171, 207, 284 Freyer: 750 Guichard, J.: 772
Castro, E.: 742 Diemen, P. van: 365 Guillaume, P.: 46
CazeUes, H.: 105, 127 Friedrich, G.: 227, 244, 532, 541, 554
Dithmar, R.: 30 Gundry, R. H.: 212, 218, 396
Fuller, R. H.: 240
Cerfaux, L.: 105, 154, 159, 161, 424 Dobschütz, E. van: 207 Gunkel, H.: 212
Füssel, K.: 750
Charles, R. H.: 848 Dodd, C. H.: 296, 340, 342, 376, 377 Gusdorf, G.: 34, 51, 719
Charlesworth, J. H.: 297, 304, 318, Donner, H.: 128, 541 Gutiérrez Merino, G.: 633, 742
421, 848 Gadamer, H.-G.: 22, 37, 68
Doresse, J.: 352 Gyllcnberg, R.: 102, 105
Chastaing, M.: 718 Gaffney, J.: 365
Doskocil, W.: 330, 600
858 ÍNDICE ONOMÁSTICO ÍNDICE ONOMÁSTICO 859
Haag, H.: 487 Hoogerwerf, A.: 766 Kessler, A.: 22 Leibniz, G. W. von: 686, 687
Habermas, J.: 22, 51, 647, 650, 720, Hooker, M. D.: 342, 354 Kessler, H.: 216, 750 Leipoldt, J.: 58
722, 842, 844, 846 Horkheimer, M.: 23, 5 1 , 798, 844, Kidle, M.: 424 Lenglet, A.: 227
Hadas, M.: 848 846 Kiefer, O.: 376 Lepenies, W.: 750
Haenchen, E.: 370, 407 Hornig, G.: 33 King, J. S.: 342 Leroy, H.: 296, 321, 380, 407, 460,
Haerens, H.: 157, 467 Houtart, Fr.: 743 Kipperberg, H.: 298, 304 601
Hahn, A.: 22 Houten, B. C. van: 649 Lessing, G. E.: 611
Kisch, G.: 848
Hahn, Fr.: 167, 499, 570 Houtepen, A.: 750 Levert, P.: 66
Kistemaker, S.: 241, 249
Hamerton-Kelly, R. G.: 99, 154, 160, Hubbeling, H . G.: 34, 51 Lévinas, E.: 34, 40, 53, 719
Kittel, G.: 148, 155, 554
170, 227, 249, 342, 407 Huby, J.: 154, 171 Klein, G.: 105, 342, 554 Lévi-Strauss, CL: 30, 714
Hanse, H.: 294 Hulst, A. R. : 120, 181 Klijn, A.: 154 Liddell, H. G.: 78
Hanson, A. T.: 227 Humbert, P.: 468 Knopf, R.: 212 Liebrucks, B.: 22
Haré, R. M.: 44 Humphreys, C.: 673 Koch, K.: 105, 126, 584 Liedke, G.: 103
Harner, Ph. H.: 376, 377 Huppenbauer, H. W.: 487 Koester, H.: 296 Lindars, B.: 296, 366
Harnisch, W.: 30, 530, 532 Kolakowski, L.: 647 Linneman, E.: 531
Harris, R.: 298, 318, 421, 848 Koningsveld, H.: 23 Locher, G.: 407, 522
Hartshorne, Ch.: 654 Ibuki, Yu: 343 Lowith, K.: 750
Iersel, B. van: 487 Konrad, F.: 33
Haspecker: 502, 509 Korff, W.: 25 Lofthouse, W.: 78
Hauck, F.: 78, 468 Illies, J.: 750 Lohfink, G.: 30
Inch, M.: 365 Koselleck, R.: 22, 30, 697, 723
Heck, E.: 33 Kraft, H.: 424, 427, 432, 446, 604 Lohmeyer, E.: 154, 159, 171, 424
Hegel, G. F. W.: 688 Iserloh, E.: 554
Krenn, K.: 51 Lohse, E.: 171, 176, 180, 183, 424
Hegermann, H.: 171, 177, 532 Kretschmar, G.: 243 Longenecker, R.: 243, 298, 316
Heidegger, M.: 788 Kruyff, C. Th. de: 106, 284, 407 Loos, M.: 655
Heilbroner, R. L.: 649 Jacob, E.: 138
Jacobs, Irv.: 138, 148, 151, 152 Kühlewein, J.: 257, 474 Loretz, O.: 58
Heintel, E.: 22 Kuhl, J.: 407 Lowe, M.: 325
Heise, J.: 396, 407 Janowski, H . N.: 759
Jenni, E.: 468 Kuhn, H . B.: 298, 316 Luck, U.: 106, 532
Heisenberg, W.: 23, 717 Luckmann, Th.: 22, 720, 796
Jeffner, A.: 34, 46 Kuhn, H. W.: 554
Helm, P.: 34 Ludz, P.: 644
Jepsen, A.: 78, 88 Kuhn, K. G.: 242
Hengel, M.: 99, 130, 220, 421, 487, Lübbe, H.: 750
Jeremías, J.: 154, 236, 284 Kuhn, K. H.: 848
532, 554, 556 Jervell, J.: 141, 158, 159, 161, 243, Kuhn, Th. S.: 23 Lührmann, D.: 106, 529, 530
Hennecke, E.: 848 298, 344, 352, 514, 532 Kuitert, H.: 33, 38, 51, 55, 554, 555, Lütgert, W.: 687
Hepburn, R.: 34, 45 Jocz, J. : 128, 541 723, 739-741, 774s Luhmann, N.: 720
Hermann, J.: 474 Johansson, N.: 522 Küng, H.: 224, 750, 807 Luijpen, W.: 33
Hermann, W.: 644 Johnston, G.: 319, 407, 414, 522 Kuyper, L. J.: 343 Luz, W.: 290
Hertz, A.: 554 Jolles, A.: 30 Kwant, R.: 718 Lyonnet, S.: 106, 257, 407, 474, 514
Herzog, Fr.: 297 Joñas, H.: 298, 316, 532 Kysar, R.: 296, 310, 365, 376, 389,
Heuss, A.: 22, 750 Jonge, M. de: 227, 236, 237, 242 600
Hick, J.: 34, 44, 45 Maass, F.: 255, 474
JüRgfel, E.: 22 McCarthy, D.: 254
Higgins, A. J.: 227
Hildebrandt, D.: 687 LabrioUe, P. de: 558 McDonald, J.: 304
Kasemann, E.: 58, 105, 154, 159, 187, Lacomara, A.: 298, 304, 311, 602 McDonell, A.: 668
Hindley, J. C : 365, 372 242, 249, 270, 296, 321, 342, 345,
HinneUs, J. R.: 750 Lagree, M.: 682 Mach, R.: 106, 133, 134
402, 407, 554 Lakatos, I.: 23 Mack, B. L.: 298, 316, 343
Hinske, N.: 36 Kaiser, M.: 22, 720
Hofbeck, S.: 365, 373 Lamarche, P.: 342 McNamara, M.: 298, 304, 343, 344,
Kaiser, O.: 105 Lang, B.: 99, 342 347
Hofius, O.: 278, 279 Kambartel, F.: 22
Holladav, C. R.: 156, 367 Langkammer, H.: 342 McPolin, J.: 407
Kant, I.: 48, 653, 681, 687, 703 Langmuir, G.: 586 Macquarrie, J.: 34
Hollweg, C. R.: 23
Kasper, W.: 22, 27, 750, 807 Larcher, C : 99 McRay, G. W.: 296, 298, 316, 376,
Holtz, G.: 284
Kateb, G.: 644 Larsson, E.: 187 377
Holtz, Tr.: 424, 438
Kautzsch, E.: 848 Latourelle, R.: 33 Madinier, I.: 719
Holzhey, H.: 22
Holzkamp, KL: 23 Kelly, J. N.: 212 Leaney, A. R.: 522 Mannheim, K.: 644
Hommes, H.: 721 Kepplinger, H. M.: 554 Le Déaut, R.: 138, 298, 304, 356, 377, Manuel, Fr. E.: 644
Kertelge, K.: 105, 807 841, 848 Marcel, G.: 719
860 ÍNDICE ONOMÁSTICO ÍNDICE ONOMÁSTICO 861

Marcuse, H.: 51, 644, 654, 738, 750, Morrish, G.: 75, 78 Pesch, R.: 579, 803 Ricca, P.: 407
844 Mowinckel, S.: 433 Peterson, E.: 532 Richter, G.: 343, 376
Marmorstein, A.: 134 Müller, A. K.: 649 Pétrement, S.: 533, 655 Richter, L.: 22
Marquard, O.: 704 Müller, C : 106 Petzcke, G.: 554, 569, 571 Ricoeur, P.: 22, 30, 34, 68, 504, 844
Marrou, H.: 66 Müller, M.: 22 Peukert, H.: 750 Riedel, M.: 643, 722, 750
Marsch, W. D.: 644, 750 Müller, U.: 296, 316, 343, 353, 365, Peursen, C. A. van: 23 Riedl, J.: 423
Martin, R.: 154 421, 424, 426 Phillips, D. Z.: 51 Riga, P.: 365
Marty, J.: 148 Mumford, L.: 644 Piaget, J.: 50 Rigaux, B.: 207
Martyn, J. L.: 227, 236, 296, 298, Munz, P.: 34, 45 Picht, G.: 23, 644, 649, 717 Rissi, M.: 343, 345
304, 310, 321, 327, 330, 599, 600 Murray, G.: 664 Pieper, J.: 22 Robinson, J. A. T.: 296, 327, 423
Marx, K.: 688-697, 698, 699, 700 Muschalek, G.: 750 Pike, N.: 654 Rossler, D.: 750
Marxsen, W.: 290 Mussner, Fr.: 106, 116, 148, 149, 151, Pías, M. van der: 829 Rohrmoser, G.: 750
Mascara, J.: 668 171, 290, 331, 372, 522 Plattel, M.: 644 Roller, O.: 437, 438
Masing, U.: 78 Pohier, J.: 50 Rombach, H.: 22
Maslow, Abr. H.: 790 Nabert, J.: 654 Pohlenz, M.: 533 Rombold, G.: 51
Mazar, B.: 162 Nagel, E.: 23 Pokorny, P.: 171, 188 Rosagno, S.: 527
Meadows, D.: 649 Nauck, W.: 516 Polanyi, M.: 23 Rost, L.: 99
Meeks, W. A.: 227, 236, 296, 298, Nédoncelle, M.: 718 Pollard, T. E.: 296, 343 Rost, R.: 848
303, 304, 311, 328, 329, 344, 352, Nelis, J.: 106, 384 Pope, A.: 686 Rostovtzeff, M.: 533
380, 405, 600, 601 Nestle, W.: 30, 558 Popper, K.: 23, 636, 651, 690, 704, Roszak, Th.: 717
Meinertz, M.: 148 Neugebauer, O.: 487 843s Rousseau, H.: 655, 742
Merk, O.: 284 Neusner, J.: 532 Porsch, F.: 407, 522 Rousseau, J.-J.: 704, 782
Merleau-Ponty, M.: 717 Neusüss, A.: 644 Post, W.: 697 Roux, H.: 284
Metz, J. B.: 22, 30, 35, 64s, 554, 707, Nickelsburg, G. W.: 160, 217, 298, Potterie, I. de la: 376, 377, 407, 415 Rowley, H. H.: 78, 424
708, 723, 734-739, 741, 750, 755, 333, 420 Pree, W. de: 644 Ruppert, L.: 160, 217, 333
759, 800 Nicol, W.: 365, 366, 367 Preisker, H.: 257 Ruprecht, E.: 467
Meuzelaar, J.: 171 Nilsson, M. P.: 532, 664 Preiss, Th.: 382 Russ, R.: 63
Meyer, A.: 148 Noack, B.: 487 Price, H. H.: 22 Ruyer, P.: 644
Meyer, R.: 100, 120, 145 Notscher, F.: 106, 523 Puech, H. C : 533, 655
Michaelis, W.: 181, 468 Nolte: 750 Pulinx, P.: 642 Saeb0, M.: 204
Michel, D.: 78 Normann, F.: 570 Sand, A.: 58
Michel, O.: 227, 591 Nussbaum, H. von: 649 Quell, G.: 78 Sanders, J. A.: 154, 159, 161, 588
Michl, J.: 148, 171, 212 Quispel, G.: 298, 320, 533 Sanders, J. N.: 296
Mieth, D.: 22, 30 O'Collins, G. G.: 588 Sanders, J. T.: 159, 343
Myers, J. M.: 343 Oelmüller, W.: 36, 715, 720 Sangharakshita, B.: 673
Mildenberger, F.: 30 Raapke, H. D.: 650
Oepke, A.: 106, 207 Rad, G. von: 124, 129, 302, 333, 502, Sartre, J.-P.: 644
Mingana, A.: 298, 318, 421, 848 Ohlig, K. O.: 58 Schachtel, E. G.: 790
Miranda, J. P.: 298, 304, 407, 527, 503, 504, 506, 507, 543
Olfetjfcht, Th. H.: 321 Radhakrishnan, S.: 668 Schafer, P.: 421, 522, 523
742 Oppolzer, S.: 750 Rademacker, L.: 848 Schaeffer, H.: 644
Mitscherlich, A.: 729 Ort, L. J. : 655 Rahner, K.: 53, 58, 732, 733, 750, 774 Schaeffler, R.: 22, 29, 34, 48, 510, 709,
Molnar, Th.: 644 Osten-Sacken, P. von der: 564, 588 Rahula, W.: 673 715, 760
Moltmann, J.: 33, 644, 710, 750, 775, Otto, R.: 756 Ramsey, I.: 34 Schaik, A. P. van: 424
807, 817 Oudenrijn, F. van den: 761 Randall, J. H.: 45 Schalit, A.: 384
Montefiori, H. W.: 227 Otzen, B.: 487 Ratzinger, J.: 750 Schapp, W.: 22, 30
Montgomery, J.: 78 Reicke, B.: 487 Scharbert, J.: 83
Moore, C. A.: 668 Pannenberg, W.: 23, 42, 64, 65, 554, Reider, J.: 487 Scheffczyk, L.: 750
Moran, G.: 33 697, 722, 723, 730, 731, 735, 739, Reim, G.: 296, 340 Schegget, G. H. ter: 154, 165, 554
Morelli, A.: 743 750, 775, 778 Reinhardt, K.: 30 Schelkle, K. H.: 106, 212, 216, 294
Morenz, S.: 58 Pater, P. de: 34, 47 Reinisch, L.: 22, 647 Schelsky,H.: 651, 720
Morgenster, J.: 384 Pauwels, L.: 791 Rendtorff, H.: 148 Schenke, H. M.: 298, 316
Morgenthaler, R.: 75 Perlitt, L.: 236, 298, 304 Rengstorf, K.: 307, 368 Schilfgaarde, P. van: 23
Morris, L.: 296 Perls, F. S'.: 791 Reventlow, H.: 102, 106, 126 Schille, G.: 227, 244, 284
862 ÍNDICE ONOMÁSTICO ÍNDICE ONOMÁSTICO 863

Schillebeeckx, E.: Schubert, P.: 171 Stegner, W.: 284, 288, 340, 366 Vergote, A.: 34, 41, 757
a) Referencias a Jesús, la historia de un Schürmann, H.: 807 Stier, Fr.: 129 Verhoeven, C : 53
viviente: Schütz, A.: 720 Stierle, K.: 30 Verkuyl, J.: 751
113, 120, 156, 163, 215, 216, 217, 230, Schulenberg, W.: 650 Stockmeier, P.: 539 Vermes, G.: 227, 533, 848
237, 251, 255, 288, 306, 307, 308, Schulz, S.: 296, 343, 415, 468, 529 Stoebe, H. J.: 78, 79, 88, 91 Violet, B.: 848
309, 318, 333, 368, 392, 404, 419, Schulz, W.: 727 Stolz, R: 278, 467, 478 Visser, A.: 424
420, 425, 456, 498, 521, 529, 589, Schunk, K. D.: 207 Strack, H., cf. Billerbeck Vogels, H. J.: 213, 218, 220, 222
591, 720, 786, 807 Schupp, Fr.: 23, 33, 38 Strathmann, H.: 120 Vogtle, A.: 517
b) Otras referencias: Schwarz-Bart, A.: 586 Stt*91ISS E * 4 6 Vogler, P.: 720
53, 55, 104, 457, 574, 579, 755, 790, Schweizer, E.: 145, 154, 160, 188, 213, Strecker, G.: 106, 113, 154, 159s, 350 Voltaire, J.: 687
800 284, 288, 377, 523 Strobel, A.: 207, 533, 545, 554, 559 Volz, P.: 424, 446
Schipper, J.: 750 Schwemmer, O.: 722 Strzelewicz, W.: 650 Vriezen, Th.: 78
Schiwy, G.: 53 Scott, R.: 78 Stuhlmacher, P.: 106, 134, 511
Schlatter, A.: 212 Scott, W.: 849 Suzuki, D. T.: 673 Waayman, C : 718
Schlette, H. R.: 644, 750 Seale, M.: 683 Waelhens, A. de: 717
Schlier, H.: 171, 187, 389, 407, 423, Seckler, M.: 750 Waldenfels, H.: 33
487, 522, 554 Segundo, J. L.: 743 Talbert, C. H.: 154, 171, 298, 316,
421 Walker, R.: 365
Schlink, E.: 22 Seiffert, H.: 23, 650, 690
Taylor, A. E.: 664 Walle, R. H. van de: 751
Schlütter, A.: 148 Selwyn, E. G.: 213
Taylor, V.: 227 Wegenast, K.: 187
Schmid, H. H.: 106, 124, 533 Sen, K. M.: 668
Teeple, H. M.: 298, 304, 327 Wehmeier, G.: 191, 304
Schmid, } . : 474 Servier, J.: 644
Sevenster, G. M.: 554 Testuz, M.: 487 Weiland, J. Sperna: 53, 654
Schmidt, A.: 697, 759 Weima, J.: 791
Schmidt, K. L.: 120, 257 Seybold, M.: 33 Theunissen, M.: 22, 718, 750
Sharma, C : 668 Thevissen, G.: 213 Weinrich, H.: 30, 687, 704
Schmidt, S.: 22 Weiss, B.: 284
Sharpe, E. J.: 750 Thomas, J.: 487
Schmidt, W. EL: 487, 502, 504 Thompson, G.: 171 Weiss, K.: 257
Schmithals, W.: 533, 545 Sheper, J. Fagan: 791
Siegmann, E. F.: 340 Thrupp, S.: 644 Weizsacker, C. von: 717
Schmitz, O.: 138 Thüsing, W.: 407, 409 Wengst, KL: 154, 284
Schnackenburg, R.: 296, 306, 315, 322, Simón, M.: 298
Simonis, A. J.: 376 Thurston, R.: 213 Wennemer, K.: 423
327, 328, 337, 343, 366, 367, 369, Thyen, H.: 474 Werner, M.: 243
Sjoberg, E.: 523
370, 376, 377, 405, 406, 409, 415, Tilborg, Sj. van: 296 Westermann, Cl.: 220, 499, 502, 504,
Skehan, P. W.: 543
460, 554, 600 Tillich, P.: 34, 51, 645 507, 508, 523, 524, 541, 560
Smart, N.: 654
Schneemelcher, W.: 848 Tobac, E.: 148 Weth, R.: 750
Smelik, E.: 284
Schneider, G.: 511 Track, J.: 22 Wetter, G. P.: 78, 97, 101, 353
Smend, R.: 481
Schneider, H.: 365, 373 Traets, C : 365, 372 Whittaker, J.: 376
Smith, D. M.: 343
Schneider, J.: 148, 191, 212, 257, 468 Trilling, W.: 207, 588 Whorf, B. Lee: 22
Smith, R. H.: 304
Schneiders, W.: 22, 36, 715 Tritton, A.: 683 Wijngaards, J.: 162, 468
Smith, T. C : 296, 327
Schnider, Fr.: 340, 366 Troeltsch, E.: 751 Wilamowitz-Moellendorf, U. von: 533
Smaiders, P.: 289
Schnutenhaus, Fr.: 298, 304, 327 Troisfontaines, R.: 718 Wifall, W.: 162, 163, 243
Snow, C. P.: 717
Schoff, A.: 22 Trude, P.: 106 Wilckens, U.: 99
Solle, D.: 778, 792
Schoeps, H. J.: 138 Trudinger, L. P.: 343, 345 Wild, Ch.: 22
Spemann, R.: 750
Scholder K.: 649 Tuchel, K.: 717 Wildenberger, H.: 78, 88, 89
Scholem, G. G.: 33, 340, 356, 378, Spicq, C : 213, 218, 227, 230, 278, 343 Wilkens, W.: 322, 365, 366
533, 596, 849 Spitta, R : 224 Willems, B. A.: 751
Schoonenberg, P.: 94, 160 Staerk, W.: 467 Unnik, W. C. van: 296, 327 Willemse, J.: 297
Schottroff, L.: 322, 365, 366, 554 Stamm, J.: 257, 468, 469, 474, 477 Unseld, S.: 22 Williams: 683
Schottroff, W.: 803 Standaert, B.: 849 Williamson, R.: 227, 230s, 236, 278,
Schrage, W.: 554 Stauffer, E.: 554 Vanhoye, A.: 227, 244, 365, 373 317
Schreiner, J.: 407, 522 Steck, K. G.: 750 Valjavec, F.: 36 Willms, B.: 22
Schreiter, R.: 34 Stegmüller, W.: 22, 23 Vaux, R. de: 181, 257, 384, 474 Winter, P.: 352
Schrenk, G.: 204, 288, 475 Steinberger, G.: 322 Vawter, Br.: 58, 296, 407, 415 Wisdom, J.: 34, 43, 44
Schreurs, N.: 42 Steinbuch, K.: 649 Veenhof, L: 522 Wittgenstein, L.: 42, 46
Schubert, K.: 99, 343 Stempel, W. D.: 22, 30 Veldhuis, W.: 33 Wittram, R.: 751
864 ÍNDICE ONOMÁSTICO

Wlosok, A.: 554 Xhaufflaire, M.: 761 ÍNDICE GENERAL


Wobbe, J.: 78
Wossner, J.: 22 Yadin, Y.: 227, 239
Wohlenberg, G.: 213 Young, F. W.: 304, 356
Wolff, Chr.: 686, 687 Ysebaert, J.: 414
Wolff, H. W.: 36, 162, 533
Wolff, K. H.: 22, 796 Zaehner, R. C : 655, 668
Wolfson, H. A.: 298, 317 Zahrnt, H.: 30
Woude, A. S. van der: 227, 236, 237, Ziman, J. M.: 23 Prólogo 11
242, 251, 402, 502, 504, 507, 508, Zimmerli, W.: 78, 85, 88, 126 Introducción: Jesús, la historia de una nueva praxis 13
543 Zimmermann, H.: 343, 376
Wright, A. G.: 841 Zulehner, P.: 22
PRIMERA PARTE

AUTORIDAD DE LA EXPERIENCIA
Y AUTORIDAD DEL NUEVO TESTAMENTO

Capítulo primero
Autoridad de las nuevas experiencias 21
I. La experiencia es siempre experiencia interpretada 23
II. Experiencia operativa 28
III. Revelación y experiencia 33
1. Religión y religiones de revelación 34
2. ¿Dos planos de verdad? 35
3. Encuentro con el mundo, pensamiento y lenguaje: experien-
cia y revelación 38
4. Creer por la autoridad 54
5. Una experiencia actual de la salvación en Jesús 55

Capítulo II
Autoridad del Nuevo Testamento canónico 58
La formación del canon, 59.—Norma de fe, 61.

Capítulo I I I
Una falsa alternativa • 64
Partir sólo de la experiencia, 64.—«Romanticismo de los orígenes»,
66.—El NT y las experiencias actuales, 68.

SEGUNDA PARTE

LA EXPERIENCIA DE LA GRACIA EN EL NT

Justificación metodológica 75

Sección primera
El oimpo semántico 78
866 ÍNDICE GENERAL ÍNDICE GENERAL 867

Capítulo primero 2. Reacción de la carta a los Colosenses 175


3. La carta a los Colosenses y Pablo 183
Noción de gracia en el Tenak 78
I. La actividad graciosa de Yahvé 78 II. La paz de Cristo entre los pueblos: la carta a los Efesios 185
1. Presupuestos religiosos y culturales de la carta a los Efesios ... 187
1. Hanan: entregarse con amor 78
2. La paz cristiana 193
2. Hen, derivado principal de hanan 83
3. Edificación interna de la comunidad eclesial 200
II. Concepción judía del «hesed» y la «3emet» de Dios 85 4. Salvación del hombre para gloria de Dios 204
Conclusión: Espiritualidad de la gracia en el Tenak 92 Conclusión: La «teología política» de la carta a los Efesios ... 205
III. Una comunidad se interroga sobre la «fe verdadera»: la segunda
Capítulo I I carta a los Tesalonicenses 207
La gracia en el judaismo primitivo 94
I. La «charis» helenista 94 Capítulo I I I
II. La gracia en los LXX y en la primera literatura judía 97
Sufrir por los demás, futuro de un mundo mejor 212
Sección segunda
Experiencia e interpretación de la gracia en el NT 104 Cuestión primera
Introducción 104 Sufrimiento del inocente: la primera carta de Pedro 212
I. El evangelio del sufrimiento por los demás 212
Capítulo primero
1. El sufrimiento en favor de los vivos 214
Teología de la gracia en Pablo 105 2. El sufrimiento en favor de los muertos 219
I. «Charis»: un nuevo camino de salvación 106
II. Pueblo de Dios santo, real y sacerdotal 224
1. «Charis» y el «evangelio» de Pablo en sus primeras cartas ... 106
2. La «charis» greco-judía: carta a los Gálatas y Evangelio de Cuestión segunda
Lucas 111
La gracia de Dios y el mundo futuro: la carta a los Hebreos 227
II. Justificados por la fe en Cristo: la carta a los Gálatas y 2 Cor 5,
18-21 113 Introducción 227
III. Teoría paulina de la gracia: la carta a los Romanos 118 I. Presupuestos religioso-culturales de la carta a los Hebreos 232
1. Ni el paganismo ni el judaismo procuran salvación o «charis». 119 1. «Este mundo» y el «mundo futuro» 232
2. Revelación de la «justicia de Dios» en Jesucristo 123 2. El midrás de Melquisedec 235
3. Consecuencias ético-religiosas de la vida de gracia 144 I I . Una concepción sacerdotal de la gracia y la salvación 240
Conclusión: doctrina de Pablo sobre la justificación 147 1. Fundamento: Jesús es «de Dios» y «de los hombres» 240
4. Seudopaulinismo y carta de Santiago 148 2. El servicio de Jesús, sacerdote mesiánico 252
IV. De Pablo al paulinismo: la carta a los Filjpenses 154 3. El fruto del ministerio sacerdotal de Jesús 264
1. Jesucristo como «Soter»: bienhechor^ salvador 155 4. Una espiritualidad cristiana derivada de una concepción sacer-
2. El canto del realmente Grande, es decir, del Humilde (Flp 2, dotal de la gracia 275
6-11) 158 Conclusión: La «charis» imperecedera, único fundamento perma-
Conclusión: La «charis» de Jesucristo en las cartas auténticas nente y estable del creyente 280
de Pablo 167
Capítulo IV
Capítulo I I
El paulinismo juera de las cartas auténticas de Pablo 170 Las Iglesias en proceso de consolidación hablan de salvación en Jesús ... 284
Introducción: El cristianismo en Asia Menor 170 I. Jesucristo, manifestación personal de la gracia de Dios: las Cartas
El cristianismo en Asia Menor 170 pastorales 284
I. Cristo, plenitud de Dios; la Iglesia, plenitud de Cristo: carta a los II. «Nuestro Dios y Salvador Jesucristo»: la carta de Judas y la se-
Colosenses 172 gunda de Pedro 290
1. Trasfondo hermenéutico de la carta a los Colosenses: la «fi- 1. Consolidación de la Iglesia y actuación de los carismáticos 290
losofía de la vida» 173 2. ¿Del «Dios de Jesús» al «Dios Cristo»? 293
868 ÍNDICE GENERAL ÍNDICE GENERAL }.;,,!)

Capítulo V Capítulo III


Jesús, el testigo del Dios-Amor: el joanismo 296 El Dios de la gracia, Jesucristo, el Pneuma ,.|
Introducción 297
I. Claves para entender el Evangelio de Juan 297 Sección cuarta
1. Jesús, el profeta escatológico mayor que Moisés 298 Teología neotestamentaria de la gracia y vida de los cristianos en el
2. El modelo joánico del descenso y ascenso 311 mundo 327
3. Jesús pone a los hombres ante una opción: fe o incredulidad. 321 Introducción: Exégesis «materialista» 527
4. La tradición joánica y el «Jesús histórico» 334
5. Estructura del Evangelio de Juan 340 Capítulo primero
II. Presencia de Jesús en la tierra como Palabra hecha hombre 342 Buscad primero el reino de Dios y su justicia (Mt 6,33; Le 18,14) 528
1. Prólogo del Evangelio de Juan 342
2. Jesús, presentado a Israel por Juan Bautista 361 Capítulo II
3. Jesús se revela en sus obras y palabras 364 Las Iglesias neotestamentarias en las circunstancias concretas de su his-
III. Retorno al Padre: don de la salvación 399 toria 532
1. El cordero de Dios 399 I. Talante y mentalidad de la Antigüedad tardía 532
2. La elevación en la cruz 400 II. La espiritualidad neotestamentaria en el contexto de la Antigüedad
3. Glorificación del Padre y del Hijo: resurrección y envío del tardía 539
Espíritu como don pascual 406
IV. La persona de Jesús en el joanismo: el Hijo 418 Capítulo I I I
Experiencia neotestamentaria de la gracia y estructuras sociales 543
Capítulo VI
Cristo, el testigo de que Dios es justo: el Apocalipsis 424 Capítulo IV
I. Títulos gloriosos de Cristo 426 Vida de gracia y poder político en el NT 554
II. La visión de un mundo nuevo 436
Capítulo V
Sección tercera Vida de gracia y ética en el NT 572
La experiencia de la gracia en la interpretación del NT 453
Capítulo VI
Capítulo primero Israel y la Iglesia neotestamentaria 586
El concepto de gracia y su contenido 453 Conclusión y reflexión retrospectiva: Iglesia y Sionismo 606
I. La idea de «charis» o gracia 453
1. Una nueva posibilidad de vida : v 453
2. La gracia de Jesús y de Cristo resucitado 456 TERCERA PARTE
II. Contenido salvífico del término «gracia» 457
ELEMENTOS ESTRUCTURALES DE LAS
1. Adopción y nueva creación (paulinismo), nacer de Dios (joa- TEOLOGÍAS NEOTESTAMENTARIAS DE LA GRACIA
nismo): don del Pneuma 457
2. Contenido concreto de esta gracia fundamental 466 Introducción 615
3. Gracia y alabanza: la gracia invita a la celebración 499
Conclusión: ¿De qué y para qué hemos sido liberados? 499 1. Dios y su historia con el hombre 622
2. La naturaleza de la historia de Dios con el hombre se hace expe-
Capítulo II rimentable en la persona y en la vida de Jesús 622
«Hacer la unidad del universo» 502 3. Nuestra historia: seguir a Jesús 624
4. Una historia sin final histórico 625
I. Creación y gracia en la Biblia 502
Conclusión 626
II. La gracia, ¿categoría ético-religiosa u ontológica? 517
III. Modalidades de la gracia «para el bien común» 519
ÍNDICE GENERAL 871

CUARTA PARTE 3. Relación con las estructuras sociales e institucionales 720


4. Estructura espacio-temporal de la persona y de la cultura 72 \
LA GLORIA DE DIOS Y LA AUTENTICA HUMANIDAD 5. Relación mutua entre teoría y praxis 722
6. Conciencia religiosa y «pararreligiosa» del hombre 723
Introducción 631 7. Síntesis de las seis dimensiones 724

Sección primera Capítulo I I I


Entre el futuro y el recuerdo 636 Salvación cristiana 727
I. Distorsiones individuales de la salvación 727
Capítulo primero
II. Relación entre «historia» e «historia de la salvación» 729
El hombre y su futuro 637
III. La salvación de Dios experimentada a través del hombre y del
I. Responsabilidad actual de la humanidad ante su futuro 637 mundo 747
II. La conciencia utópica del hombre 644 Introducción: la historia de Jacob y Esaú 747
1. Utopías conservadoras y progresistas 645 1. La salvación terrena, elemento constitutivo de la redención cris-
2. Aporía de la planificación del futuro 648 tiana 749
2. Fe cristiana y política 756
Capítulo I I 3. Salvación escatológica o definitiva 774
Recuerdo crítico de la humanidad doliente 653
Epílogo 823
Introducción 653
Glosario de algunos términos técnicos 837
I. La humanidad en busca de una praxis capaz de vencer el sufrimiento. 654
1. Una excepción en la superación religiosa del sufrimiento: el Siglas 851
dualismo («maniqueísmo») 654 índice onomástico 855
2. Actitud de Israel ante el sufrimiento 658
3. Los griegos y el sufrimiento humano 664 índice general 865
4. Los romanos: «per áspera ad astra» 667
5. El sufrimiento en el hinduismo 668
6. El sufrimiento en el budismo 673
7. El cristianismo y el sufrimiento del hombre 676
8. El sufrimiento en el Islam 682
9. Racionalización del sufrimiento humano en la Ilustración 686
10. Marxismo y sufrimiento humano 688
II. El desafío del sufrimiento 697

Sección segunda ""^


Redención y libertad 706

Capítulo primero
Dios no quiere el sufrimiento del hombre 706

Capítulo II
Dimensiones de la salvación del hombre 713
I. ¿Qué es el hombre? 713
II. Las coordenadas del hombre y de su salvación 716
1. Corporalidad humana, naturaleza y entorno ecológico 716
2. Ser hombre significa convivir 718

Вам также может понравиться