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La mayoría de los mexicanos suelen quejarse sobre personas con un alto puesto
de trabajo para el bienestar de los demás, que incumplen derechos, sin embargo,
nosotros estamos casi igual, cegados por el control de personas que ni siquiera son
de nuestro país e incumplimos éste y otros derechos que rompen la libertad de
expresión en todas sus formas, incluyendo (especialmente) las palabras con las que
nos comunicamos y lo que pensamos de nuestras raíces.
Estos son mis puntos de vista; muchos opinaran que siempre he pensado así,
por el contrario, yo detestaba todo lo que tenía que ver con mis orígenes y algunas
veces me llegué a burlar de las personas que les gustaba todo esto. Mis
pensamientos renacieron positivamente gracias a un acontecimiento que tuve hace
unos años: Todo comenzó tras un viaje al que mi madre me obligó a hacer.
Mis compañeras se echaron grandes carcajadas y yo fingí una risa, que estaba
conformada por nerviosismo, vergüenza y cólera. A sus risotadas, la acompañaron
de un comentario que en ese tiempo me afectó demasiado emocionalmente:
¡Oh, qué bien! Ahora por fin serás uno de ellos completamente
Al final tuve que ir en contra de mi voluntad, preparé mis maletas después de
El viaje duró unas cuatro horas, puesto a que el pueblo está un poco retirado
de la ciudad. Al llegar ahí nos encontramos con una casa de cemento de colores de
azul opaco, era de dos pisos, enfrente estaban los abuelos – que por cierto
solamente los conocía por las imágenes- y junto a ellos se encontraba un bien
parecido perrito.
Cuando baje de nuestro automóvil, mis abuelos me dieron un fuerte abrazo que
Hola mi niña adorada Kìmì Tuu, ¡Cuánto tiempo! La última vez que te vimos
fue cuando apenas tenías cuatro meses –exclamó mi abuela Kàchi con una
a la nena!
¡Claro, claro, claro! –dijo con mucha emoción, que hasta no sabía qué hacer-
¡Hola preciosa Kìmì Tuu! ¿Cómo has estado? Por mucho tiempo estuvimos
a mis piernas. Yo todavía seguía resentida por lo antes ocurrido, así que actué de
ellos; corrí, sin tener ningún destino en mente. El paisaje era hermoso, lleno de
resbalé, pues la lluvia generó que la tierra estuviera deslizadiza y caí en un pequeño
hoyo, probablemente estuve un largo tiempo ahí, debido a que me herí, no con
mucha gravedad, pero sí sufría por el dolor en ese entonces. Tachi me localizó y
me empezó a lamer mi cara, abrí mis ojos y me encontré con una niña de mi edad
(aproximadamente), aún no sabía quién era, ella me ayudó a levantarme y me dirigió
hasta la casa. Cuando regresé, mis abuelos se veían muy tristes y preocupados por
mí, al ver ellos que yo venía a lo lejos, pude notar una expresión de consuelo. Mi
llegar.
recogió. La abuela muy asombrada me contó una fabulosa leyenda de Xochitl Nolía:
“Hace tantos años, existió un par de gemelos pertenecientes a nuestra familia, ellos
eran la dulzura y ternura en persona, ambos tenían eso en común, aunque eran
Un día aconteció que en el atardecer se vio un color nuca antes visto en el cielo,
los perritos rascaban el piso y todos los pájaros huían, las persona se preguntaban
qué pasaba. Lo que sucedía era que un vil brujo llamado Xayakatl estaba en busca
conseguir llegar hasta ella, trato de transportarla hasta el lugar donde haría uno de
sus ritos, su hermano, Tonatiúh, logró quitársela de sus brazos. Cuando Xayakatl
se aisló. Al transcurrir unos meses comenzó a ayudar a todas las personas que
rumoreaba que el brujo la había visitado por una noche de noviembre y le había
pedido cosas para sus brujerías y que a cambio de éstas lograría salvar la vida de
su hermano.
se dice que ella se suele aparecer sólo cuando unas de las personas se encuentran
La historia me impactó tras saber que realmente la forma en la que actué casi
Quise regresar al lugar donde la había encontrado, pero ahora con el permiso de
mis abuelos, y ya con el cielo despejado. Estaba anocheciendo ya, pero eso no
impidió que fuera a visitar el lugar. En el camino, me encontré con los escalofriantes
sonidos de las hojas moviéndose con el viento y el gran ruido que producen las
se escuchó un silencio total, esperé un tiempo, hasta que “¡CRUK!”, oí una rama
romperse, salté del susto, sin duda el ruido no lo había producido yo, puesto a que
estaba completamente quieta. Otro ruido extraño, como cuando una persona va
corriendo entre las hojas, eso mismo percibí, pero creo que a más velocidad. Tras
unos minutos no pasó nada y simplemente esperé sentada en la tierra, sin darme
cuenta que no me encontraba sola, atrás de mí había un lindo conejito, blanco como
la nieve. A muchos no les sorprendería, puesto que en el pueblito al que fui abundan
los conejos, hasta el nombre de éste lo indica, pero para mí fue una gran
experiencia.
Me empecé a interesar por la cultura de ahí, debido a que después del mito
costumbres: Mi abuelo me instruyó en el arte del cultivo del café, mientras que mi
abuela me habló sobre otras leyendas, recetas tradicionales y palabras del origen
“apapachoa” que significa ablandar algo con los dedos, actualmente se traduce
como “abrazar con el alma” y no existe en otro idioma. Ella también me explicó la
debía tener cierto aprecio hacia ellas, sin olvidar las mías.
Los dos meses fueron básicamente nada. Regresé totalmente cambiada, con
ropa tejida y gran antojo de comida mexicana. Cuando volví, fue difícil adaptarme a
las burlas, pero esto tenía una sencilla solución: hablar con los padres y maestros.
Empecé una pequeña campaña por las tradiciones, a la cual poco a poco se