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Sentencia No.

SU-067/93

ACCION POPULAR-Alcance

Las Acciones Populares, aunque estén previstas para la preservación y


protección de determinados derechos e intereses colectivos, pueden abarcar
otros derechos de similar naturaleza, siempre que éstos sean definidos por la
ley conforme a la Constitución, y no contraríen la finalidad pública o
colectiva y concreta a que quedan circunscritas estas acciones. Por su
finalidad pública, las Acciones Populares no tienen un contenido subjetivo o
individual, ni pecuniario y no pueden erigirse sobre la preexistencia de un
daño que se quiera reparar, ni están condicionadas por ningún requisito
sustancial de legitimación del actor distinto de su condición de parte del
pueblo.

ACCION DE CLASE O DE GRUPO-Alcance

Las Acciones de Clase o de Grupo no hacen referencia exclusiva a los


derechos constitucionales fundamentales, ni sólo a los derechos colectivos,
también comprenden a los derechos subjetivos de origen constitucional o
legal y necesariamente suponen la existencia, reclamo y demostración de un
perjuicio o daño causado y cuya reparación se puede pedir ante el juez;
empero exigen siempre que este daño sea de los que son causados en ciertos
eventos a un número plural de personas que por sus condiciones y por su
dimensión deben ser atendidas con prontitud, inmediatez, efectividad y sin
mayores requisitos procesales dilatorios.

ACCION POPULAR

La Acción Popular consagrada en el artículo 1005 del C.C., puede ahora, con
sobradas y explícitas razones constitucionales, ser interpretada y
desarrollada por los jueces en los casos concretos de controversia sobre los
bienes y derechos públicos y colectivos para asegurar su amparo judicial
específico y concreto, inclusive sobre el Ambiente.

DERECHO AL AMBIENTE SANO/ACCION DE


TUTELA-Improcedencia/ACCION POPULAR

La Carta de 1991 es explícita en adoptar el modelo que consagra el "Derecho


al goce de un ambiente sano" no como un derecho constitucional fundamental,
sino como un derecho y un interés constitucional de carácter colectivo; en
este sentido la Acción de Tutela, no es procedente para obtener de manera
autónoma su protección pues, aquella procede para obtener el amparo de los
derechos constitucionales fundamentales y no el de otros derechos que, como
los colectivos, deben perseguirse judicialmente por virtud del ejercicio de las
Acciones Populares o de las Acciones de Clase o de Grupo en los términos de
su regulación legal. El peticionario, si no estaba impedido para actuar como
se verá más adelante, debió intentar una Acción Popular con fines concretos o
ejercer la Acción de Tutela basando su petición en el amparo judicial
específico de un derecho constitucional fundamental.

PERSONA JURIDICA-Titularidad de derechos fundamentales

La Acción de Tutela tiene muy precisas connotaciones jurisdiccionales de


rango constitucional, que no son compatibles en todos los casos con el
ejercicio de la actividad política partidista, regulada en la Constitución; para
estos efectos el amplio espectro de garantías constitucionales enderezadas a
promover la participación democrática de los ciudadanos y de sus
organizaciones políticas, es asunto bien distinto de las connotaciones
jurídicas de la Acción de Tutela como instrumento o pieza fundamental del
Estado de Derecho en favor de la jurisdicción constitucional de la libertad.

DERECHO AL AMBIENTE SANO-Participación Comunitaria

Las expresiones contenidas en el primer inciso del artículo 79 de la


Constitución, relacionadas con la garantía que debe otorgar la ley para
asegurar la participación de la comunidad en las decisiones que puedan
afectar el Ambiente Sano, no conducen al establecimiento de un derecho
constitucional fundamental, sino al deber de informar y hacer públicos los
actos que afecten el derecho colectivo a gozar de un Ambiente Sano; además,
conducen a la obligación del legislador de consagrar mecanismos de consulta
de aquellas decisiones oficiales, y pueden llevar a que se presenten
situaciones de inconstitucionalidad en abstracto sobre las leyes que se
refieran al tema del proceso de toma de decisiones que puedan afectar el
derecho a gozar del Ambiente Sano.

DERECHOS COLECTIVOS-Protección

La conexión que los derechos colectivos pueden presentar, en el caso


concreto, con otros derechos fundamentales, es de tal naturaleza que sin la
debida protección de aquellos, estos prácticamente desaparecerían o se haría
imposible una protección eficaz. En estos casos se requiere una
interpretación global de los principios, valores, derechos fundamentales de
aplicación inmediata y derechos colectivos, para fundamentar la aplicación
inmediata que aparece como insuficiente para respaldar una decisión, puede
llegar a ser suficiente si se combina con un principio o con un derecho de tipo
social o cultural y viceversa. Esto se debe a que la eficacia de las normas
constitucionales no está claramente definida cuando se analizan a priori, en
abstracto, antes de entrar en relación con los hechos.

DERECHO AL AMBIENTE SANO/ACCION DE


TUTELA/DERECHOS DE APLICACION INMEDIATA

El derecho al medio ambiente sano se encuentra protegido en el artículo 88 de


la Constitución Política por medio de las acciones populares, que tienen
procedencia en aquellos casos en los cuales la afectación de tal derecho
vulnera un derecho constitucional o legal. Esta regla general debe ser
complementada con una regla particular de conexidad, según la cual, en
aquellos casos en los cuales, de la vulneración del derecho a gozar del medio
ambiente resulte vulnerado igualmente un derecho constitucional
fundamental, procede la acción de tutela como mecanismo judicial de
protección del derecho colectivo al medio ambiente. En estos casos, el juez,
al analizar el caso concreto, deberá ordenar la tutela efectiva que se reclama.
Para determinar la conexidad entre el derecho al medio ambiente sano y el
derecho fundamental de aplicación inmediata se debe recurrir, inicialmente,
al análisis del caso concreto. Es allí donde el juez observa las circunstancias
específicas del caso para apreciar el grado de afectación del derecho
fundamental. En estos casos la norma constitucional adquiere sentido
jurídico cuando se interpreta a través de las circunstancias fácticas y no como
suele suceder con las normas que consagran derechos subjetivos, en las
cuales los hechos adquieren sentido a través de los elementos interpretativos
proporcionados por la norma.

REF: Expediente No. T- 904


Acción de Tutela interpuesta contra
el Consejo Nacional de
Estupefacientes.

Acciones Populares
Derecho al Medio Ambiente Sano.
Principios y criterios de
aplicación (Jurisprudencia
Unificada).

Peticionario:
GERARDO ARDILA En nombre
de la Alianza Democrática
M-19

Magistrados Ponentes:

Dr. FABIO MORON DIAZ.


Dr. CIRO ANGARITA BARON

Aprobada por Acta No. 15

Santafé de Bogotá D.C., Febrero veinticuatro (24) de mil novecientos noventa


y tres (1993).

La Sala Plena de la Corte Constitucional previo estudio y debate en la Sala de


Revisión en asuntos de tutela, integrada por los Magistrados Simón Rodríguez
Rodríguez, Jaime Sanín Greiffensteín y Fabio Morón Díaz, resuelve sobre la
sentencia relacionada con la acción de la referencia, proferida por el Juzgado
Setenta y Nueve (79) de Instrucción Criminal Ambulante, el dieciocho (18) de
Febrero de mil novecientos noventa y dos (1992), previa la consideración de
los siguientes,

I. ANTECEDENTES

A. La Petición

1. Con fecha diecisiete (17) de Febrero de mil novecientos noventa y dos


(1992), el señor Gerardo Ardila "actuando en nombre del Ejecutivo Nacional
de la Alianza Democrática M-19", presentó ante el Juez setenta y nueve (79)
de Instrucción Criminal Ambulante, en la ciudad de Santafé de Bogotá , un
escrito en el que interpone la Acción de Tutela establecida en el artículo 86 de
la Constitución Política, contra "la decisión del Consejo Nacional de
Estupefacientes consistente en la orden de utilizar desfoliantes prohibidos en
especial de fumigar con Glifosato los cultivos de amapola". Pide que se ordene
la suspensión inmediata de las fumigaciones con aquel producto.

2. Los hechos que señala el peticionario como causa de la citada acción se


resumen como sigue:

a. En su opinión, la Resolución del Consejo Nacional de Estupefacientes


violó el artículo 79 de la Constitución que establece los "Derechos Colectivos
y del Ambiente", pues la utilización del Glifosato amenaza el ambiente sano, y
pone en peligro sitios de gran valor ecológico y destruye el ecosistema.
Además, el Ambiente Sano, el derecho a gozar de un habitat adecuado y la
participación, son tres derechos violados por la decisión del Consejo Nacional
de Estupefacientes.

b. El artículo 95 de la Constitución establece como deberes de la persona y


del ciudadano el de "obrar conforme al principio de solidaridad social,
respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en
peligro la vida o la salud de las personas y el de proteger los recursos
culturales y naturales del país y velar por la conservación de un ambiente sano;
en este sentido estima que la Acción de Tutela es procedente ya que encuentra
fundamento en los citados deberes de origen constitucional y en el derecho
de participar en las decisiones que puedan afectar a la comunidad.

Advierte que en la reunión del Consejo Nacional de Estupefacientes en la que


se autorizó el uso del desfoliante señalado, "...tres autoridades del Estado
mostraron su inconformidad. Tanto el Ministro de Educación y el Procurador
General de la Nación, se abstuvieron, y el Ministro de Salud, máxima
autoridad en ese campo, se opuso con argumentos demostrativos de los efectos
nocivos que esta sustancia causa al ecosistema".

Además, en el Senado de la República se aprobó una resolución en la que se


pide al Gobierno revisar la decisión tomada por el citado Consejo; lo que
significa, en su opinión, que existe una expresión de la voluntad popular que
no puede ser ignorada según el alcance del artículo 79 de la Constitución
Nacional y que es "obligante para el Gobierno so pena de ser considerado
autoritario y violador del Espíritu de una Constitución que se consagró gracias,
entre otras, a la participación del actual Gobierno presidido por el Doctor
Cesar Gaviria".

B. La sentencia que se Revisa

1. El Juzgado Setenta y nueve (79) de Instrucción Criminal Ambulante en la


ciudad de Santafé de Bogotá D.C., resolvió dentro de los términos
constitucionales y legales sobre la petición formulada y declaró la
improcedencia de la Acción de Tutela propuesta por el señor Gerardo Ardila,
en nombre de la organización política a la cual está afiliado.

2. La sentencia que se revisa fundamenta su resolución en las


consideraciones que se resumen así:

- La situación creada por causa de la determinación a la cual alude el


peticionario no puede subsanarse a través de la acción excepcional prevista en
la Constitución denominada Acción de Tutela; ésta se halla prevista para los
casos en que se presenta violación de los derechos constitucionales
fundamentales y en el asunto planteado, no se aprecia la existencia de
quebrantamiento alguno a los derechos que aparecen consagrados en el
capítulo primero del título 2o. de la Constitución.

- Según lo dispone el artículo 6o. del Decreto 2591 de 1991, la Acción de


Tutela no es procedente cuando se pretenda proteger derechos colectivos, tales
como la paz y los demás mencionados en el artículo 88 de la Constitución; por
el contrario, la Constitución defiere a la Ley la regulación de las acciones
populares orientadas a la protección de los derechos e intereses colectivos
relacionados con la salubridad pública y el ambiente. Así, la propia
Constitución, en forma expresa, dejó por fuera de la Acción de Tutela el
examen judicial de situaciones como la planteada por el peticionario.

II. CONSIDERACIONES DE LA SALA

Primera: La Competencia.

La Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la


sentencia de la referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos 86,
inciso tercero y 241 numeral 9 de la Constitución Política, en concordancia
con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, esta
competencia obedece a la selección que de dicha sentencia practicó la Sala
correspondiente y al reparto que se verificó en la forma señalada por el
reglamento de esta Corporación.

Segunda.- La Acción de Tutela y las Acciones Populares


A. El artículo 86 de la Constitución Nacional

Como cuestión preliminar y para definir los fundamentos de esta providencia,


esta Sala estima que la Acción de Tutela está prevista en el artículo 86 de
nuestra Carta Fundamental como un mecanismo procesal complementario,
específico y directo que tiene por objeto la protección concreta e inmediata
de los derechos constitucionales fundamentales, en una determinada
situación jurídica, cuando éstos sean violados o se presente amenaza de su
violación.

Dicha acción es un medio procesal específico porque se contrae a la


protección inmediata de los derechos constitucionales fundamentales,
afectados de modo actual e inminente y no a otros, y conduce, previa la
solicitud, a la expedición de una declaración judicial que contenga una o varias
ordenes de efectivo e inmediato cumplimiento.

Es directo, porque siempre presupone una actuación preferente y sumaria a la


que el afectado puede acudir sólo en ausencia de cualquier otro medio de
defensa judicial, salvo que se utilice apenas y excepcionalmente como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable y, en todo caso,
procura la restitución al sujeto peticionario en el goce del derecho de rango
constitucional que se demuestra lesionado.

Es necesario destacar que tanto en la norma constitucional, como en su


desarrollo legislativo, el ejercicio de la citada acción está condicionado, entre
otras razones, por la presentación ante el Juez de una situación concreta y
específica de violación o amenaza de violación de los derechos fundamentales,
cuya autoría debe ser atribuída a cualquier autoridad pública o, en ciertos
eventos definidos por la ley, a sujetos particulares. Además, el peticionario
debe tener un interés jurídico y pedir su protección también específica, siempre
en ausencia de otro medio judicial de protección o excepcionalmente, como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.

Es, en efecto, un mecanismo judicial de origen constitucional de evidente


carácter residual que está previsto para asegurar la tutela efectiva y sustancial
de los derechos constitucionales fundamentales, pues "solo procederá
cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial, salvo
que aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable". Se establece así un sistema complementario de garantía de
aquellos derechos constitucionales fundamentales que, con determinadas
características de sumariedad, preferencia y efectividad, impida en dicho
ámbito la ausencia de su protección judicial, pues el constituyente quiso
superar con sus previsiones, determinadas deficiencias de la organización del
sistema judicial que, entre otras causas, por su carácter legislado, no
garantizaba la plena, efectiva e integral protección de los derechos
constitucionales fundamentales tan caros al Estado Social y Democrático de
Derecho y al constitucionalismo en todas sus evoluciones.
No se trata de una vía de defensa de la Constitución en abstracto o con fines
generales, que pueda dirigirse contra todos los integrantes o agentes de una
Rama del Poder Público en su conjunto, o contra un acto con vocación general
y abstracta para lo cual la Carta y la ley establecen otras vías; ni versa sobre
derechos subjetivos controvertibles judicialmente por las vías ordinarias o
especializadas, ni sobre la legalidad de los actos administrativos de contenido
individual, subjetivo y concreto, atacables ante la jurisdicción
constitucionalmente competente de lo contencioso administrativo.

Su consagración constitucional se endereza a establecer un procedimiento, o


eventualmente un conjunto de procedimientos judiciales autónomos,
específicos y directos de garantía inmediata de muy precisos derechos y
libertades establecidos en principio en el capítulo I del Título Segundo de la
Constitución y considerados como fundamentales, cuando quiera que, se
repite, sean agraviados por la concreta acción o la omisión de una autoridad
pública o por un organismo del Estado, siempre identificable específicamente
como una autoridad responsable de la misma, o por un particular en los
términos señalados por la ley.

B. El artículo 88 de la Constitución Nacional

1. Como una de las tantas innovaciones introducidas por la Carta Política de


1991 al régimen constitucional colombiano de protección judicial de los
derechos de las personas, aparece en los incisos primero y segundo del artículo
88 de la Constitución el concepto de Acciones Populares con fines concretos y
el de Acciones de Clase o de Grupo.

Estas disposiciones establecen que:

"La ley regulará las acciones populares para la protección de los


derechos e intereses colectivos, relacionados con el patrimonio, el
espacio, la seguridad y la salubridad públicos, la moral
administrativa, el ambiente, la libre competencia económica y otros
de similar naturaleza que se definen en ella.

"También regulará las acciones originadas en los daños ocasionados


a un número plural de personas, sin perjuicio de las correspondientes
acciones particulares.

"...".

Aspecto sustancial de esta innovación es su fundamento constitucional directo


y su extensión a ámbitos que no habían sido objeto de regulación antecedente.

Empero, cabe destacar que en nuestro sistema jurídico ya se conocía de antaño


la figura de las acciones populares consagrada en el orden legal en varias
disposiciones del Código Civil, y más recientemente en otras normas
pertenecientes a regulaciones alejadas de aquel texto como se verá en detalle
más adelante.

2. No sobra advertir, para los fines apenas ilustrativos de esta parte de la


providencia, que las Acciones Populares y Ciudadanas con fines abstractos se
conocen en Colombia desde los mismos orígenes de la república como
instrumentos para asegurar la legalidad y la constitucionalidad de los actos
jurídicos de carácter legislativo y administrativo; aquellas acciones han sido,
en su desarrollo práctico, uno de los instrumentos procesales más destacados
en toda nuestra historia jurídico política y aparecen reiteradas en el nuevo
texto constitucional como uno de los aportes nacionales a la ciencia
constitucional del mundo occidental.

3. Ahora bien, por el contrario, nuestras acciones populares con fines


concretos han sufrido las vicisitudes propias de un sistema jurídico típicamente
jurisdiccional y legislado, que no ahondó en el fortalecimiento de las
competencias del juez y de sus capacidades protectoras de los derechos de las
personas y que limitó seriamente las vías de acceso a la justicia; desde luego,
este destino histórico no fue sufrido únicamente por nuestro derecho, ya que
buena parte de los regímenes similares al nuestro y que seguían sus mismas
tendencias, se pueden catalogar dentro de estas características.

4. Sólo a partir de la segunda mitad de este siglo, el movimiento


constitucionalista continental europeo y latinoamericano paulatinamente se
ocupó de reexaminar las condiciones estructurales del concepto de acceso a la
justicia y recibió parcialmente y con reservas fundamentales las influencias del
derecho anglo-americano, incorporando en principio, y en distintas formas, los
instrumentos que dan al juez un marco más amplio de competencias
enderezadas a los fines propios de la defensa de las personas frente a los
poderes del Estado, de la administración, de los gobiernos y de los grupos
económicamente más fuertes dentro de las sociedades fundamentadas en la
economía capitalista.

Con los mismos fines ilustrativos, se tiene que la teoría general del proceso
influenciada por el derecho constitucional contemporáneo, se ha ocupado de
plantear la problemática judicial derivada de las siempre cambiantes
condiciones de las sociedades, y en consecuencia, el viejo concepto de
igualdad ha sido reexaminado de tal manera que en sus distintos aspectos, la
regulación del proceso ha avanzado de modo notable con instituciones ya
recibidas en nuestro ordenamiento jurídico; empero, las más profundas
modificaciones en lo que hace a la problemática del acceso a la justicia han
exigido al Derecho Constitucional y a la misma Teoría General del Proceso el
abordar nuevos y más grandes retos, desconocidos e inimaginados inclusive en
las primeras etapas de evolución del Estado demoliberal.

Lo que caracteriza estas evoluciones no es tanto la consagración de las


libertades sino su vigencia por virtud de la actividad procesal; en otros
términos, para el derecho contemporáneo no resulta suficiente consagrar los
derechos de las personas en la Constitución para que estos sean respetados por
las autoridades y por las personas en general.

5. Naturalmente cabe destacar que dentro de nuestra tradición constitucional


los remedios judiciales previstos para la protección de los derechos de las
personas se han dividido entre los que son específicamente previstos para la
protección inmediata de los derechos constitucionales como el Habeas Corpus,
las Acciones Públicas de inconstitucionalidad y de nulidad y la Excepción de
Inconstitucionalidad, y los que son ordinarios y comprenden los derechos
subjetivos y los intereses legítimos como el procedimiento civil y el
procedimiento contencioso administrativo; en este mismo sentido se
pronunció la Carta de 1991, pero por voluntad expresa del constituyente ésta
fue mucho más allá al incrementar no sólo el número de los derechos
fundamentales de la persona humana y al hacer extensiva su eventual
protección judicial a todas las personas, inclusive en algunas situaciones
jurídicas, a la persona moral, sino al establecer mayores y más efectivos
medios específicos de su amparo judicial, como ocurre con la denominada
Acción de Tutela consagrada en el artículo 86 de la Carta, enderezada de modo
complementario hacia la protección de los derechos constitucionales
fundamentales de las personas.

Igual predicado se hace sobre las Acciones Populares con fines concretos
previstas específicamente para la protección de los derechos e intereses
colectivos (art. 88 inciso primero) y sobre las Acciones de Grupo o de clase
(art. 88 inciso segundo) para proteger todo tipo de derechos que resulten
"dañados" en un grupo amplio de personas.

Además, tal es la voluntad del constituyente en este sentido que en el artículo


89 de la Carta se señala como competencia y deber del legislador, el
establecimiento de otras vías judiciales complementarias a las anteriores que se
estimen necesarios para la protección de los derechos individuales, de grupo
o colectivos ante la acción o la omisión de las autoridades públicas; esta
disposición constitucional establece al respecto que:

"Artículo 89. Además de los consagrados en los artículos


anteriores, la ley establecerá los demás recursos, las acciones, y los
procedimientos necesarios para que puedan propugnar por la
integridad del orden jurídico, y por la protección de sus derechos
individuales, de grupo o colectivos, frente a la acción u omisión de
las autoridades públicas."

También, de forma específica el último inciso del artículo 88 arriba citado,


deja en manos del legislador la definición de los casos de responsabilidad
civil objetiva por el daño inferido a los derechos e intereses colectivos que en
juicio de la Corte Constitucional pueden reclamarse, ora por virtud de las
acciones de responsabilidad extracontractual ante las jurisdicciones ordinarias
o especializadas, ya por virtud de las acciones de clase o de grupo.
Estas disposiciones constitucionales se encuadran obviamente dentro del
conjunto armónico y ordenado de las demás vías, instancias y competencias
judiciales ordinarias y especializadas que tienen igual fundamento
constitucional; en este sentido, es claro el deber del legislador de proveer con
sus regulaciones los desarrollos normativos que den a cada uno de estos
instrumentos la posibilidad coherente y sistemática de su efectivo ejercicio por
todas las personas.

Desde esta perspectiva, se tiene que las Acciones Populares, sin ser un
instituto desconocido en nuestro medio, ahora aparecen ocupando un lugar
preeminente que irradia con sus proyecciones constitucionales una nueva
dinámica al derecho público colombiano; esto significa, principalmente, que
aquellas dejarán de estar en el olvido y que, tanto jueces como ciudadanos en
general, podrán ocuparse de estas con mayor efectividad que antes. Ahora, la
Corte Constitucional advierte que se hace necesario promover entre los
ciudadanos y los operadores del derecho una sólida conciencia cívica para dar
a estas previsiones el impulso práctico que merecen en favor de la vigencia de
la Carta y de los cometidos garantísticos señalados por el constituyente.

6. En este orden de ideas se observa que el inciso primero del artículo 88 de


la Carta, al consagrar las denominadas Acciones Populares como otro de los
instrumentos de defensa judicial de los derechos de las personas, señala
también el ámbito material y jurídico de su procedencia en razón de la
naturaleza de los bienes que se pueden perseguir y proteger a través de
ellas; estas aparecen previstas para operar dentro del marco de los derechos e
intereses colectivos que son, específicamente, el patrimonio público, el espacio
público y la salubridad pública; igualmente, se señala como objeto y bienes
jurídicos perseguibles y protegidos por virtud de estas acciones, la moral
administrativa, el ambiente y la libre competencia económica. No obstante lo
anterior, esta lista no es taxativa sino enunciativa y deja dentro de las
competencias del legislador la definición de otros bienes jurídicos de la misma
categoría y naturaleza.

Queda claro, pues, que estas acciones, aunque estén previstas para la
preservación y protección de determinados derechos e intereses colectivos,
pueden abarcar otros derechos de similar naturaleza, siempre que estos sean
definidos por la ley conforme a la Constitución, y no contraríen la finalidad
pública o colectiva y concreta a que quedan circunscritas estas acciones, por
sustanciales razones de lógica y seguridad jurídica.

También se desprende de lo anterior que las acciones populares aunque se


enderecen a la protección y amparo judicial de estos concretos intereses y
derechos colectivos, no pueden establecerse ni ejercerse para perseguir la
reparación subjetiva o plural de los eventuales daños que pueda causar la
acción o la omisión de la autoridad pública o del particular sobre ellos; para
estos últimos fines el constituyente erigió el instituto de las acciones de grupo
o de clase y conservó las acciones ordinarias o especializadas y consagró como
complemento residual la Acción de Tutela.
Dentro de este ámbito, a lo sumo, podría establecerse en la ley, como
consecuencia de su ejercicio y del reconocimiento de su procedencia, una
recompensa o premio a quien en nombre y con miras en el interés colectivo la
promueva. Por su finalidad pública se repite, las Acciones Populares no
tienen un contenido subjetivo o individual, ni pecuniario y no pueden erigirse
sobre la preexistencia de un daño que se quiera reparar, ni están condicionadas
por ningún requisito sustancial de legitimación del actor distinto de su
condición de parte del pueblo.

Además, la Carta señala la posibilidad de establecer por vía legislativa los


casos de responsabilidad civil objetiva por daños inferidos a los derechos e
intereses colectivos, los que pueden reclamarse -se repite- en ejercicio de las
acciones ordinarias que procuran la indemnización o reparación individual y/o
de las de grupo o de clase, que obedecen a la lógica de los intereses difusos y
permiten especiales modalidades de tramitación del proceso y de ejecución del
fallo.

Característica fundamental de las Acciones Populares previstas en el inciso


primero del artículo 88 de la Constitución Nacional, es la que permite su
ejercicio pleno con carácter preventivo, pues, los fines públicos y colectivos
que las inspiran, no dejan duda al respecto y en consecuencia no es, ni puede
ser requisito para su ejercicio el que exista un daño o perjuicio sobre los
derechos que se pueden amparar a través de ellas. Desde sus más remotos y
clásicos orígenes en el Derecho Latino fueron creadas para prevenir o precaver
la lesión de bienes y derechos que comprometen altos intereses sobre cuya
protección no siempre cabe la espera del daño. En verdad, su poco uso y otras
razones de política legislativa y de conformación de las estructuras sociales de
nuestro país, desdibujaron en la teoría y en la práctica de la función judicial
esta nota de principio. Los términos del enunciado normativo a que se hace
referencia en este apartado, no permiten duda alguna a la Corte sobre el
señalado carácter preventivo, y se insiste ahora en este aspecto dadas las
funciones judiciales de intérprete de la Constitución que corresponden a esta
Corporación.

Además, su propia condición permite que puedan ser ejercidas contra las
autoridades públicas por sus acciones u omisiones y, por las mismas causas,
contra los particulares; su tramitación es judicial y la ley debe proveer sobre
ellas atendiendo a sus fines públicos y concretos, no subjetivos ni individuales.

7. Ahora bien, el inciso segundo del citado artículo 88 de la Carta prevé otro
mecanismo de sustancial importancia dentro del campo de las garantías
judiciales de los derechos de las personas, conocido como las Acciones de
Clase o de Grupo. Estas, igualmente regulables por la ley, no hacen
referencia exclusiva a los derechos constitucionales fundamentales, ni sólo a
los derechos colectivos, pues también comprenden a los derechos subjetivos
de origen constitucional o legal y necesariamente suponen la existencia,
reclamo y demostración de un perjuicio o daño causado y cuya reparación se
puede pedir ante el juez; empero exigen siempre que este daño sea de los
que son causados en ciertos eventos a un número plural de personas que por
sus condiciones y por su dimensión deben ser atendidas con prontitud,
inmediatez, efectividad y sin mayores requisitos procesales dilatorios. El
acceso a la justicia es también en estos casos preocupación fundamental del
constituyente que al consagrarlos da nuevas herramientas a la sociedad para la
protección de los derechos de las personas en sus distintos ámbitos.

C. El Amparo Judicial del Derecho a Gozar de un Ambiente Sano.

Sentadas las anteriores consideraciones, esta Corporación se ocupa del examen


de los aspectos relacionados con la procedencia y la conducencia de la acción
intentada en el ámbito del bien jurídico que se pretende amparar.

1. El derecho constitucional de todas las personas al disfrute de un ambiente


sano está consagrado expresamente en el artículo 79 de la Carta bajo el título
de los Derechos Colectivos y del Ambiente; además, como se vió más arriba,
este derecho aparece relacionado en la lista enunciativa que establece el
inciso primero del artículo 88 de la misma Carta como objeto de las Acciones
Populares con fines concretos.

En estas condiciones, los citados enunciados normativos del artículo 88 de la


Carta, prescriben con claridad que en cuanto entidad jurídica autónoma, el
derecho específico al goce de un Ambiente Sano, también está garantizado
judicialmente por virtud de un instrumento procesal específico y directo de
carácter principal y de naturaleza también autónoma conocido como las
acciones populares y en caso de daño subjetivo pero plural por virtud de las
acciones de grupo o de clase, amen de las vías judiciales ordinarias y de los
casos especiales de responsabilidad objetiva que establezca la ley.

2. Como aspecto preliminar se detiene esta Corporación en advertir que el


derecho a la conservación y disfrute de un medio ambiente sano y de la
promoción y preservación de la calidad de la vida, así como la protección de
los bienes, riquezas y recursos ecológicos y naturales, es objeto de grandes
reflexiones y preocupaciones que sólo recientemente han hecho aparición en
el Derecho Constitucional y en el Derecho Internacional.

Es evidente que hoy en día, para determinar los grandes principios que deben
regir la vida de las sociedades organizadas y en camino de evolución, ya no
puede ignorarse la necesidad de proteger el medio ambiente y de dar a las
personas los derechos correlativos; en este sentido se tiene que después del
año de 1972 en el que se adoptó la Declaración de Estocolmo sobre medio
ambiente humano, se ha reconocido en vasta extensión el valor que debe
otorgarse a su protección. Además, en este proceso, y en sus variantes, el
camino recorrido muestra que no sólo se incorporó dicho principio general
como valor constitucional interno que se proyecta sobre todo el texto de la
Carta, sino que aquel produjo grandes efectos de irradiación sobre las
legislaciones ordinarias de muchos países. También, despues de aquella fecha
son varias las naciones que lo incorporaron en sus textos constitucionales ya
como un derecho fundamental, ora como un derecho colectivo de naturaleza
social. Esta consagración permite, además, al poder ejecutivo y a los jueces
colmar lagunas y promover su expansión ante situaciones crónicas o
nuevas; en este mismo sentido, el crecimiento y las crisis de la economía de
gran escala industrial y la expansión del conocimiento sobre la naturaleza y
la cultura ha favorecido el incremento de técnicas, medios, vías e
instrumentos gubernativos, administrativos y judiciales de protección del
Derecho al Medio Ambiente Sano. En este sentido se observa que la Carta
Fundamental de 1991, también establece como servicio público a cargo del
Estado y como específico deber suyo, la atención al saneamiento ambiental
que debe obedecer a los principios de eficiencia, universalidad y solidaridad.

3. Ahora bien, en el ámbito del Derecho Constitucional y de la función


judicial, se tiene que el principal aporte de este magno proceso de evolución de
las sociedades contemporáneas, consiste en desligar su protección no sólo de
los tradicionales derechos subjetivos amparables por las vías ordinarias, sino
de la dependencia del amparo de los derechos constitucionales fundamentales;
adquiere así este principio no sólo el carácter de valor normativo que inspira a
toda la actividad estatal y ciudadana (arts. 8, 58 inciso segundo, 79 inciso
segundo y 95 numeral 8o. de la C.N.), sino el rango de Derecho Constitucional
Colectivo como es el caso colombiano después de la Carta de 1991 (arts. 79
inciso primero y 88 C.N.).

4. En nuestro régimen jurídico y a nivel legislativo, encontramos como nota


destacable y como ejemplo para todas las naciones del mundo, las nociones y
las vías de protección administrativa o policiva que incorporó el Código de
Recursos Naturales expedido en 1974 (Ley 23 de 1973 y Decreto 2811 de
1974 y sus reglamentarios), en el que se dá un tratamiento novedoso a este
tema; también cabe destacar las previsiones que trae la Ley de Reforma
Urbana (Ley 9a. de 1989 art. 8o., Decreto 2400 de 1989 arts. 5o. y 6o.), en
materia de la protección del medio ambiente y la extensión de las acciones
populares de que se ocupa el artículo 1005 del Código Civil a dicho fin.

A juicio de la Corte aquella Acción Popular consagrada en el artículo 1005 del


C.C., puede ahora, con sobradas y explícitas razones constitucionales, ser
interpretada y desarrollada por los jueces en los casos concretos de
controversia sobre los bienes y derechos públicos y colectivos para asegurar su
amparo judicial específico y concreto, inclusive sobre el Ambiente.

Aquellas disposiciones de la actual Ley de Reforma Urbana establecen lo


siguiente:"

"Ley 9a. de 1989

"......
"Artículo 8o. Los elementos constitutivos del espacio público y el
medio ambiente tendrán para su defensa la acción popular
consagrada en el artículo 1005 del Código Civil. Esta acción
también podrá dirigirse contra cualquier persona pública o privada,
para la defensa de la integridad y condiciones de uso, goce y
disfrute visual de dichos bienes mediante la remoción, suspensión o
prevención de las conductas que comprometieren el interés público o
la seguridad de los usuarios.

"El incumplimiento de las órdenes que expida el juez en desarrollo


de la acción de que trata el inciso anterior configura la conducta
prevista en el artículo 184 del Código Penal de 'fraude a resolución
judicial'.

"La acción popular de que trata el artículo 1005 del Código Civil
podrá interponerse en cualquier tiempo, y se tramitará por el
procedimiento previsto en el num. 8 del artículo 414 del Código de
Procedimiento Civil."

"DECRETO 2400 DE 1989

"Artículo 5o. Para efectos del artículo 8o. de la Ley 9a. de 1989,
se entiende por usuario del espacio público y del medio ambiente
cualquier persona pública o privada que haga uso o pueda llegar a
hacer uso de un determinado espacio público o que haya sido
afectada o pueda ser afectada por un determinado medio ambiente.

"Artículo 6o. La acción popular de que trata el artículo 1005 del


Código Civil, podrá ser ejercitada por los usuarios para la defensa
del espacio público y del medio ambiente.

"Para determinar el Juez competente, se tendrá en cuenta el carácter


público o privado de la persona demandada."

Pero además, el artículo 994 del Código Civil, en concordancia con los
artículos 988 y 993 del mismo estatuto, establece la denominada acción
judicial o de querella contra obra nueva o antigua que puede ser ejercitada, sin
que medie prescripción alguna por el que tema que una obra ya hecha
corrompe el aire y lo hace conocidamente dañoso. Esta es una típica Acción
Popular que está prevista en la ley para la protección del ambiente como
derecho colectivo.

Obviamente, este es el resultado de una actividad interpretativa que puede y


debe tener lugar en su sede judicial natural, mucho más ahora bajo las luces
que irradia la nueva Carta sobre la función garantizadora de los jueces con
fundamento en la prevalencia de los derechos constitucionales de las personas.
5. Ahora bien, la Carta de 1991 es explícita en adoptar el modelo que
consagra el "Derecho al goce de un ambiente sano" no como un derecho
constitucional fundamental, sino como un derecho y un interés constitucional
de carácter colectivo; en este sentido la Acción de Tutela, cuyos fundamentos
se examinan más arriba, no es procedente para obtener de manera autónoma su
protección como lo proponen los actores, pues, como se vió, aquella procede
para obtener el amparo de los derechos constitucionales fundamentales y no el
de otros derechos que, como los colectivos, deben perseguirse judicialmente
por virtud del ejercicio de las Acciones Populares o de las Acciones de Clase o
de Grupo en los términos de su regulación legal.

6. Fundamental advertencia sobre este punto es aquella que señala de modo


indubitable que este derecho constitucional colectivo puede vincularse con la
violación de otro derecho constitucional de rango o naturaleza fundamental
como la salud, la vida o la integridad física entre otros, para obtener, por vía de
la tutela que establece el artículo 86 de la Constitución Nacional, el amparo
de uno y otro derechos de origen constitucional, pues en estos casos prevalece
la protección del derecho constitucional fundamental y es deber del juez
remover todos los obstáculos, ofensas y amenazas que atenten contra éste. En
estos casos, como se ha dicho, el Juez al analizar la situación concreta que
adquiera las señaladas características de violación de un derecho
constitucional fundamental, deberá ordenar la tutela efectiva que se reclama.

7. Por tanto, para que fuera procedente la acción de la referencia, el


peticionario, si no estaba impedido para actuar como se verá más adelante,
debió intentar una Acción Popular con fines concretos o ejercer la Acción de
Tutela basando su petición en el amparo judicial específico de un derecho
constitucional fundamental. Por estas razones, que son las mismas del juez
cuya sentencia se revisa, se confirmará la denegación de la tutela pedida.

8. Desde otro punto de vista cabe también la denegación de la tutela pedida


por el ciudadano GERARDO ARDILA en nombre de una determinada
organización política, pues, el artículo 86 de la Constitución Nacional
establece como derecho de todas las personas, la Acción de Tutela para
reclamar ante los jueces, en todo momento y lugar mediante un procedimiento
preferente y sumario, por sí misma o por quien actúe en su nombre la
protección inmediata de sus derechos constitucionales fundamentales, y resulta
a todas luces evidente que la simple solicitud de amparo judicial del derecho
colectivo a gozar de un Ambiente Sano no procede en sede de tutela, y que las
organizaciones políticas como personas jurídicas gozan de muy precisos
derechos constitucionales fundamentales.

En estas condiciones, como las personas jurídicas sólo son titulares de muy
determinados derechos constitucionales fundamentales, sólo pueden ejercer
esta acción para obtener el amparo de los mismos y no de otros; desde otro
punto de vista, las personas jurídicas pueden interponer la Acción de Tutela
actuando en nombre de una persona natural o jurídica para obtener el amparo
judicial específico y directo de precisos derechos constitucionales
fundamentales de aquellas.

9. En el caso que se examina, la organización política que dice interponer la


Acción de Tutela, no alega la protección de alguno de los derechos
constitucionales que le corresponden, teniendo en cuenta su especial
connotación político-constitucional y legal, ni solicita el amparo en favor de
los derechos constitucionales fundamentales de ninguna persona en particular.

Se reitera por último que la Acción de Tutela tiene muy precisas


connotaciones jurisdiccionales de rango constitucional, que no son
compatibles en todos los casos con el ejercicio de la actividad política
partidista, regulada en la Constitución (arts. 103, 107, 108, 109, 110, 111 y
265 numerales 5, 6 8, 9 y 10); para estos efectos el amplio espectro de
garantías constitucionales enderezadas a promover la participación
democrática de los ciudadanos y de sus organizaciones políticas, es asunto
bien distinto de las connotaciones jurídicas de la Acción de Tutela como
instrumento o pieza fundamental del Estado de Derecho en favor de la
jurisdicción constitucional de la libertad.

10. Cabe añadir que las expresiones contenidas en el primer inciso del
artículo 79 de la Constitución, relacionadas con la garantía que debe otorgar la
ley para asegurar la participación de la comunidad en las decisiones que
puedan afectar el Ambiente Sano, no conducen al establecimiento de un
derecho constitucional fundamental, sino al deber de informar y hacer públicos
los actos que afecten el derecho colectivo a gozar de un Ambiente Sano;
además, conducen a la obligación del legislador de consagrar mecanismos de
consulta de aquellas decisiones oficiales, y pueden llevar a que se presenten
situaciones de inconstitucionalidad en abstracto sobre las leyes que se refieran
al tema del proceso de toma de decisiones que puedan afectar el derecho a
gozar del Ambiente Sano. Así, la organización política que intenta la acción
de la referencia, equivoca su planteamiento por este otro aspecto. En
consecuencia, por las anteriores consideraciones se confirmará la sentencia
que se revisa, la cual fue aceptada unánimemente por la Sala de Revisión, con
una aclaración del Magistrado Dr. Simón Rodríguez que provocó el envío del
negocio a la Sala Plena, para efectos de la unificación de la jurisprudencia.

C. El Debate del asunto y la unificación de la Jurisprudencia de la


Corte Constitucional.

ANTECEDENTES

Presentado en término el estudio correspondiente por el Magistrado Ponente


del presente negocio, en la Sala de Revisión correspondiente se suscitó el
debate relacionado con las consideraciones vertidas en el proyecto de
sentencia que, en principio, fueron estimadas como contrarias a
pronunciamientos anteriores de otras Salas de Revisión de Sentencias de
Tutela, en los que se sostuvo que el derecho a gozar de un ambiente sano es un
derecho constitucional fundamental (sentencia T-411 M.P. Dr. Alejandro
Martínez Caballero), y que por otra parte, dicho carácter sólo puede ser
definido en concreto con base en las circunstancias propias del caso (Sentencia
T-415 M.P. Dr. Ciro Angarita Barón). También se observó que la sentencia
T-428 (M.P. Dr. Ciro Angarita Barón) consideró el derecho al medio ambiente
como un derecho fundamental y que en dicha providencia aparece una
aclaración de voto de uno de los Magistrados; igualmente se tuvo en cuenta la
sentencia T-437 (M.P. Dr. José Gregorio Hernández Galindo), en la que se
advierte que el derecho al medio ambiente sano es un derecho colectivo cuya
protección se obtiene por vía del ejercicio de las acciones populares y que en
caso de estar vinculado con un derecho fundamental se puede ejercer la acción
de tutela.

En estas condiciones pasó el negocio a la Sala Plena de la Corporación, de


conformidad con lo dispuesto por el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, en
la que se ordenó por los Magistrados Fabio Morón Díaz y Ciro Angarita Barón
citar a varios expertos en la materia y celebrar con su presencia y la de todos
los Magistrados la primera audiencia pública en esta Corporación. Fueron
invitadas las siguientes personas: Dr. Carlos Augusto Angel, Dr. José María
Borrero, Dra. Imelda Gutierrez, Dr. Germán Sarmiento Palacio, Dr. Eduardo
Uribe Botero, Dr. Hernando Valencia Villa y Dr. Gustavo Wilches Chaux.
La citada audiencia se celebró el día 4 de noviembre de 1992 en las
instalaciones de la Corte y a ella concurrieron todos los invitados, con
excepción de los Doctores José María Borrero y Gustavo Wilches Chaux,
quienes se excusaron; algunos de los participantes hicieron llegar por escrito
apartes de sus intervenciones, las que aparecen vertidas en versión
mecanográfica en el expediente. Posteriormente, se hizo presente ante la
Corte Constitucional el señor Ministro de Justicia para depositar un escrito en
el que sustenta la improcedencia de la acción de tutela en este caso y en el
que advierte que la fumigación con glifosato no ha sido ejecutada sin control
alguno y que por el contrario ésta se ha verificado bajo el estricto control del
Consejo Nacional de Estupefacientes y de la Policía Nacional con todos sus
asesores y expertos. Agrega copia de varios informes técnicos elaborados en
desarrollo de la auditoría adelantada por el Ministerio de Justicia y por la
Dirección Nacional de Estupefacientes, así como por la Dirección de la Policía
Nacional. Destaca además que las fumigaciones adelantadas no se han
realizado sobre áreas de bosques ni de reservas naturales y que éstas se han
hecho con fundamento en informes técnicos del Instituto Colombiano
Agropecuario.

Como se dijo anteriormente, la definición y alcance del derecho al medio


ambiente sano consagrado en el artículo 79 de la constitución Política, ha
suscitado interpretaciones y decisiones diferentes en algunas Salas de Revisión
de tutela.

En estas condiciones intervino la Sala Plena de la Corporación, de


conformidad con lo dispuesto por el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991.
Con estos antecedentes la Sala Plena de la Corte Constitucional, designó a los
Magistrados Ciro Angarita Barón y Fabio Morón Díaz, como ponentes para
unificar la jurisprudencia en esta materia.

Los ponentes consideraron pertinente hacer un resumen global del tema para
proponer la unificación de la jurisprudencia, así:.

I. La Acción de Tutela y las Acciones Populares

A. El Artículo 86 de la Constitución Nacional

1. La acción de tutela es un mecanismo de protección judicial rápido y eficaz,


que consagró la Constitución de 1991, para ser utilizado por los colombianos
cuando sus derechos fundamentales resulten vulnerados o amenazados por la
acción o la omisión de cualquier autoridad pública. Opera cuando el afectado
no disponga de otro medio de defensa judicial para la protección de su
derecho, o cuando existiendo otro medio, éste sea inadecuado para la
protección efectiva de su derecho.

2. La acción de tutela también protege a las personas frente a las violaciones


de derechos fundamentales que provengan de particulares, cuando estos
presten un servicio público o realicen actividades que afectan el interés
colectivo, o cuando el que solicita la tutela se encuentre en un estado de
indefensión o de subordinación frente al particular.

3. Los derechos fundamentales protegidos son los que la Constitución


consagra expresamente como tales. La Corte Constitucional cumple con
la función de interpretarlos, a través de los casos sometidos a su revisión.

4. Con la tutela se pretende que las personas que han resultado víctimas de
una violación de un derecho fundamental tengan una protección efectiva y en
lo posible inmediata.

Para lograr el propósito de la efectividad, la acción ha sido ideada de tal


manera que sus formalidades sean mínimas. Es una acción que se encuentra
al alcance de todos. No se requiere de conocimientos jurídicos especiales, ni
de habilidad en el uso del lenguaje o de la retórica. De esta manera desmitifica
los rituales propios del derecho y acerca las normas constitucionales al
ciudadano mismo, para que éste haga uso de ellas cuando lo requiera.

B. El Artículo 88 de la Constitución Nacional

1. Consideraciones Generales

1. Como una de las tantas innovaciones introducidas por la Carta Política de


1991 al régimen constitucional colombiano de protección judicial de los
derechos de las personas, aparecen en los incisos primero y segundo del
artículo 88 de la Constitución el concepto de acciones populares con fines
concretos y el de acciones de clase o de grupo.

Estas disposiciones establecen que:

"La ley regulará las acciones populares para la protección de los


derechos e intereses colectivos, relacionados con el patrimonio, el
espacio, la seguridad y la salubridad públicos, la moral
administrativa, el ambiente, la libre competencia económica y otros
de similar naturaleza que se definen en ella.

"También regulará las acciones originadas en los daños ocasionados


a un número plural de personas, sin perjuicio de las correspondientes
acciones particulares.

"....."

Aspecto sustancial de esta innovación es su fundamento constitucional directo


y su extensión a ámbitos que no habían sido objeto de regulación antecedente.

2. Empero, cabe destacar que en nuestro sistema jurídico ya se conocía de


antaño la figura de las acciones populares consagradas en el orden legal en
varias disposiciones del Código Civil, y más recientemente en otras normas
pertenecientes a regulaciones alejadas de aquel texto, como se verá en detalle
más adelante.

No sobra advertir, que las acciones populares y ciudadanas con fines


abstractos se conocen en Colombia desde los mismos orígenes de la
República como instrumentos para asegurar la legalidad y la
constitucionalidad de los actos jurídicos de carácter legislativo y
administrativo. En su desarrollo práctico han sido uno de los instrumentos
procesales más destacados en toda nuestra historia jurídico política y aparecen
reiteradas en el nuevo texto constitucional como uno de los aportes nacionales
a la ciencia constitucional del mundo occidental.

Ahora bien, por el contrario, nuestras acciones populares con fines concretos
han sufrido las vicisitudes propias de un sistema jurídico típicamente
jurisdiccional y legislado, que no ahondó en el fortalecimiento de las
competencias del juez y de sus capacidades protectoras de los derechos de las
personas y limitó seriamente las vías de acceso a la justicia. Desde luego, este
destino histórico no fue padecido únicamente por nuestro ordenamiento: buena
parte de los regímenes similares al nuestro tuvieron igual suerte.

Sólo a partir de la segunda mitad de este siglo, el movimiento


constitucionalista continental europeo y latinoamericano paulatinamente se
ocupó de reexaminar las condiciones estructurales del concepto de acceso a la
justicia y recibió parcialmente y con reservas fundamentales las influencias del
derecho anglo-americano. Fue así como incorporó en principio, y en distintas
formas, los instrumentos que dan al juez un marco más amplio de
competencias enderezadas a los fines propios de la defensa de las personas
frente a los poderes del Estado, de la Administración, de los gobiernos y de
los grupos económicamente más fuertes dentro de las sociedades
fundamentadas en la economía capitalista.

3. Lo que caracteriza esta evolución no es tanto la consagración de las


libertades sino su efectividad por virtud de la actividad procesal; en otros
términos, para el derecho contemporáneo no resulta suficiente consagrar los
derechos de las personas en la Constitución para que estos sean respetados
por las autoridades y por las personas en general.

4. La Carta de 1991, fue mucho más allá al incrementar no sólo el número


de los derechos fundamentales de la persona humana y al hacer extensiva su
eventual protección judicial, inclusive en algunas situaciones jurídicas, a la
persona moral, sino al establecer mayores y más efectivos medios específicos
de su amparo judicial, como ya vimos ocurre con la acción de tutela.

Igual predicado se hace sobre las acciones populares con fines concretos,
previstas específicamente para la protección de los derechos e intereses
colectivos (art. 88 inciso primero) y sobre las acciones de grupo o de clase (art.
88 inciso segundo), para proteger todo tipo de derechos que resulten
"dañados" en un grupo amplio de personas.

Además, tal es la voluntad del constituyente en este sentido que en el artículo


89 de la Carta se señala como competencia y deber del legislador, el
establecimiento de otras vías judiciales complementarias a las anteriores que se
estimen necesarios para la protección de los derechos individuales, de grupo
o colectivos ante la acción o la omisión de las autoridades públicas; esta
disposición constitucional establece al respecto que:

"Artículo 89.- Además de los consagrados en los artículos


anteriores, la ley establecerá los demás recursos, las acciones, y los
procedimientos necesarios para que puedan propugnar por la
integridad del orden jurídico, y por la protección de sus derechos
individuales, de grupo o colectivos, frente a la acción u omisión de
las autoridades públicas."

También, en forma específica el último inciso del artículo 88 arriba citado,


deja en manos del legislador la definición de los casos de responsabilidad civil
objetiva por el daño inferido a los derechos e intereses colectivos que a juicio
de la Corte Constitucional pueden reclamarse, ora por virtud de las acciones de
responsabilidad extracontractual ante las jurisdicciones ordinarias o
especializadas, ya por virtud de las acciones de clase o de grupo.
Estas disposiciones constitucionales se encuadran obviamente dentro del
conjunto armónico y ordenado de las demás vías, instancias y competencias
judiciales ordinarias y especializadas que tienen igual fundamento
constitucional. En este sentido, es claro el deber del legislador de proveer con
sus regulaciones los desarrollos normativos que den a cada uno de estos
instrumentos la posibilidad coherente y sistemática de su efectivo ejercicio por
todas las personas.

b) Características Específicas

1. Las acciones populares no son desconocidas en nuestro medio. Hoy


ocupan un lugar preeminente que irradia con sus proyecciones constitucionales
una nueva dinámica al derecho público colombiano; esto significa,
principalmente, que aquellas dejarán de estar en el olvido y que tanto jueces
como ciudadanos en general, podrán ahora usarlas con mayor efectividad que
antes. La Corte Constitucional advierte que se hace necesario promover entre
los ciudadanos y los operadores del derecho una sólida conciencia cívica para
dar a estas previsiones el impulso práctico que merecen en favor de la vigencia
de la Carta y de los cometidos garantísticos señalados por el Constituyente.

2. En este orden de ideas, es de observar que el inciso primero del artículo 88


de la Carta, que consagra las denominadas acciones populares como otro de
los instrumentos de defensa judicial de los derechos de las personas, señala
también el ámbito material y jurídico de su procedencia en razón de la
naturaleza de los bienes que se pueden perseguir y proteger a través de ellas;
ellas aparecen previstas para operar dentro del marco de los derechos e
intereses colectivos que son, específicamente, el patrimonio público, el espacio
público y la salubridad pública. Igualmente, son objetos y bienes jurídicos
perseguibles y protegidos por virtud de estas acciones, la moral administrativa,
el ambiente y la libre competencia económica. Sin embargo, esta lista no es
taxativa sino enunciativa y deja dentro de las competencias del legislador la
definición de otros bienes jurídicos de la misma categoría y naturaleza.

3. Queda claro, pues, que estas acciones, aunque estén previstas para la
preservación y protección de determinados derechos e intereses colectivos,
pueden abarcar otros derechos de similar naturaleza, siempre que estos sean
definidos por la ley conforme a la Constitución, y no contraríen la finalidad
pública o colectiva y concreta a que quedan circunscritas tales acciones, por
sustanciales razones de lógica jurídica.

4. También se desprende de lo anterior que las acciones populares aunque se


enderecen a la protección y amparo judicial de estos concretos intereses y
derechos colectivos, no pueden establecerse ni ejercerse para perseguir la
reparación subjetiva o plural de los eventuales daños que pueda causar la
acción o la omisión de la autoridad pública o del particular sobre ellos; para
estos últimos fines el constituyente erigió el instituto de las acciones de grupo
o de clase y conservó las acciones ordinarias o especializadas y la acción de
tutela.

Dentro de este ámbito, a lo sumo, podría establecerse en la ley, como


consecuencia de su ejercicio y del reconocimiento de su procedencia una
recompensa o premio a quien en nombre y con miras en el interés colectivo la
promueva.

Además, la Carta señala la posibilidad de establecer por vía legislativa los


casos de responsabilidad civil objetiva por daños inferidos a los derechos e
intereses colectivos, los que pueden reclamarse -se repite- en ejercicio de las
acciones ordinarias que procuran la indemnización o reparación individual y/o
de las de grupo o de clase, que obedecen a la lógica de los intereses difusos y
permiten especiales modalidades de tramitación del proceso y de ejecución del
fallo:

5. Característica fundamental de las acciones populares previstas en el inciso


primero del artículo 88 de la Constitución Nacional, es la de que permite su
ejercicio pleno con carácter preventivo, pues, los fines públicos y colectivos
que las inspiran, no dejan duda al respecto. En consecuencia, no es, ni puede
ser requisito para su ejercicio el que exista un daño o perjuicio sobre los
derechos que se pueden amparar a través de ellas.

Desde sus más remotos y clásicos orígenes en el derecho latino fueron creadas
para prevenir o precaver la lesión de bienes y derechos que comprometen altos
intereses cuya protección no siempre supone un daño. En verdad, su poco uso
y otras razones de política legislativa y de conformación de las estructuras
sociales de nuestro país, desdibujaron en la teoría y en la práctica de la función
judicial esta nota de principio. Los términos del enunciado normativo a que
se hace referencia, no permiten abrigar duda alguna a la Corte sobre el
señalado carácter preventivo. Se insiste ahora en este aspecto, en virtud de las
funciones judiciales de intérprete de la Constitución que corresponden a esta
Corporación.

6. Además, su propia condición permite que puedan ser ejercidas contra las
autoridades públicas por sus acciones u omisiones y, por las mismas causas,
contra los particulares; su tramitación es judicial y la ley debe proveer sobre
ellas atendiendo a sus fines públicos y concretos, no subjetivos ni individuales.

Otro mecanismo de sustancial importancia dentro del campo de las garantías


judiciales de los derechos de las personas, es conocido como las acciones de
clase o de grupo. Ellas son, igualmente regulables por la ley y no hacen
referencia exclusiva a los derechos constitucionales fundamentales, ni sólo a
los derechos colectivos, pues también comprenden a los derechos subjetivos de
origen constitucional o legal y necesariamente suponen la existencia, reclamo
y demostración de un perjuicio o daño causado y cuya reparación se puede
pedir ante el juez. Empero exigen siempre que el daño sea de aquellos que
son causados en ciertos eventos a un número plural de personas que por sus
condiciones y por su dimensión deben ser atendidas con prontitud, inmediatez,
efectividad y sin mayores requisitos procesales dilatorios.

El acceso a la justicia es también en estos casos preocupación fundamental del


constituyente que al consagrarlas dá nuevas herramientas a la sociedad para la
protección de los derechos de las personas en sus distintos ámbitos.

B. El Amparo Judicial del Derecho a Gozar de un Ambiente Sano

1. Los derechos Colectivos o Difusos

1) La concepción jurídica de los derechos ha tenido por siglos su centro de


gravedad en la idea de derecho subjetivo, esto es, en una facultad o
prerrogativa otorgada por el derecho y que responde a la naturaleza misma del
hombre. Una de las implicaciones más complejas de las nuevas relaciones
impuestas por el Estado social de derecho, tiene que ver con el surgimiento de
otro tipo de derechos construídos bajo categorías diferentes a la de los
derechos subjetivos. Estos nuevos derechos son el resultado del surgimiento
de nuevas condiciones sociales y económicas que afectan gravemente la vida
de los ciudadanos y el goce de sus derechos y para las cuales los mecanismos
jurídicos clásicos de protección de derechos resultan insuficientes.

2) Los últimos decenios han puesto en evidencia el hecho de que los grandes
riesqos que afectan a las comunidades -e incluso pueden poner en peligro su
supervivencia- ya no se limitan a la confrontación bélica o a la dominación
tiránica por parte de los gobernantes. La dinámica misma del comercio, de la
industria y en general de la actividad económica capitalista, puede convertirse
en la causa de males tan graves o peores que los derivados de la violación de
derechos subjetivos. Es el caso de la protección del medio ambiente, del
espacio público, de los productos que reciben los consumidores, etc.. Estos
nuevos ámbitos han generado intereses cuya protección resulta hoy
indispensable. La doctrina ha agrupado este tipo de intereses bajo el título de
intereses colectivos o difusos1.

3) En el Estado liberal clásico los derechos violados eran siempre derechos del
individuo; todo lo relacionado con intereses colectivos tenía trámite en el
proceso político que finalmente conducía a la elección de representantes y a la
expedición de leyes. En la democracia participativa, se plantea la posibilidad

1 Algunos autores distinguen entre intereses colectivos e intereses difusos, diciendo que los primeros se
refieren a aquellos que pertenecen a un grupo de personas organizado e identificable, mientras que los
segundos se predican de un grupo indeterminado de personas. Renato FEDERECI, Gli interessi della
collettivitá e L'azione collettiva, en Revista di Diritto Processuale, 1983, N.1 p.25-26.
de que el ciudadano, sin la intermediación de sus representantes, se convierta
en vocero efectivo de intereses generales o comunitarios. Esta posibilidad
representa una ventaja democrática en relación con el sistema anterior, en la
medida en que el trámite del derecho se encuentra al alcance de los
ciudadanos. Sin embargo, su misma vinculación con los intereses colectivos
y por ello mismo, su similitud con cuestiones políticas hace difícil su
tratamiento jurídico. En todo caso, de esta dificultad no se puede derivar una
falta de importancia, o el desconocimiento de la necesidad de protección.

4) La existencia de esos nuevos intereses y de los derechos que de allí surgen


plantea serios problemas procesales para su protección. La naturaleza
especial de estos derechos hace que la idea de extender los mecanismos
clásicos de protección jurídica a estos nuevos ámbitos resulte inoperante. Las
siguientes son algunas de las razones que explican la insuficiencia del
procedimiento tradicional:

a) La Legitimación

La legitimación hace referencia a la relación sustancial que debe existir entre


las partes del proceso y el interés sustancial del litigio. En el caso de los
derechos colectivos o intereses difusos no se puede predicar una titularidad
subjetiva del derecho y por lo tanto es necesario modificar el concepto
tradicional para dar lugar a la efectiva protección del derecho.

b) Las Garantías Procesales

Las personas vinculadas a un proceso y que, en consecuencia se verán


afectadas por la sentencia tiene derecho a participar y a ser oídas. Uno de las
garantías del debido proceso es el de la notificación. En el caso de los
derechos difusos resultan dificultades prácticas considerables para llevar a
cabo esta garantía. Mientras más difuso es el interés más difícil resulta la
identificación de las personas afectadas y la notificación de las actuaciones
judiciales.

c) Los Efectos de la Sentencia

El principio procesal tradicional afirma que la cosa juzgada debe ser aplicada
solamente a las partes del proceso. En el caso de los derechos colectivos o
difusos es indispensable que la decisión final sea aplicable a todas las personas
interesadas en el proceso, así no hayan sido partes en el mismo.

2. El Medio Ambiente y su Relación con los Derechos Fundamentales en


el Ambito Internacional.

1. No hay ninguna duda de que el medio ambiente se está deteriorando y de


que el fracaso para solucionar la actual degradación ambiental puede amenazar
la salud y la vida humana. No obstante la claridad y gravedad de este hecho
no es posible encontrar una opinión unificada acerca de los mecanismos
jurídicos de protección del derecho al medio ambiente.

En el ámbito internacional se discute si el derecho al medio ambiente debe


estar o no consagrado como derecho fundamental y dotado de una protección
especial o simplemente debe gozar de tal protección especial cuando se
encuentre en conexidad con otro derecho fundamental.

2. La aplicación por conexidad ha sido reconocida desde 1972 en la


Declaración de Estocolmo sobre el Ambiente Humano, en la cual se establece
un vínculo entre DERECHOS FUNDAMENTALES Y PROTECCION
AMBIENTAL:

"El hombre tiene el derecho fundamental a la libertad, la igualdad y


adecuadas condiciones de vida, en un medio ambiente de un calidad
que permita una vida de dignidad y bienestar".

La interrelación entre DERECHOS FUNDAMENTALES expresamente


consagrados y LA PROTECCION AMBIENTAL ha sido planteada a nivel
internacional de dos maneras: tomando esta última como prerrequisito de su
disfrute.

En relación con la conexidad E Pigretti sostiene que:

"La noción de no matar está suficientemente descrita en el código


penal, pero la idea de permitir la vida no tiene un correlato
semejante. Sólo mediante la aplicación de principios generales del
derecho o por la extensión de las normas provenientes del derecho
civil, podría considerarse posible la delimitación más o menos
segura de un ámbito de protección jurídica del ser y de su integridad,
considerada ésta última como la preservación de sus condiciones
física y consecuente inalterabilidad de los sentidos." 2

2. La segunda posibilidad de protección consiste en consagrar el derecho al


medio ambiente sano como un derecho fundamental. Así ha ocurrido en
diversos instrumentos internacionales y regionales de derechos humanos, en
desarrollo de la Declaración de Estocolmo, sobre todo a partir de 1980.

La Organización de Estados Americanos, incluyó recientemente el derecho al


ambiente sano en su Protocolo de San Salvador (art. 11). En el marco de las
Naciones Unidas, los instrumentos de derechos humanos se han quedado
cortos en declarar un DERECHO FUNDAMENTAL AL AMBIENTE SANO,
pero hay referencias específicas, por ejemplo, en la Convención de Derechos
del Niño.

2 E Pigretti y otros. LA RESPONSABILIDAD POR DAÑO AMBIENTAL. Centro de Publicacione s


Jurídicas y Sociales. Buenos Aires, 1986.
Además, la Convención de la OIT relativa a Pueblos Tribales e Indígenas en
Estados Independientes, de 1989, hace referencia a la protección ambiental,
aunque no garantiza un derecho general al ambiente sano. Instrumentos
legales internacionales relativos a normas humanitarias durante conflictos
armados también contienen previsiones para proteger el ambiente.

Los organismos de las Naciones Unidas responsables de asuntos de derechos


humanos han empezado a considerar la interrelación entre ambiente y derechos
humanos. La Subcomisión para la Prevención de la Discriminación y la
Protección de Minorías, agregó este tema a su agenda (1989) y adoptó una
resolución para acometer el estudio del ambiente y su relación con los
derechos humanos. El informe preliminar de dicho estudio apareció en agosto
de 1991. Es de señalar que empieza por discutir si hay bases para afirmar que
el derecho al ambiente es un derecho humano fundamental, o si el problema
debería limitarse al de un derecho que se protege a través de otros derechos
(conexidad).

Sobre este particular observa justamente un autor que:

"Los derechos fundamentales y la protección ambiental son dos de


las preocupaciones fundamentales del derecho constitucional
moderno. Ellos representan valores sociales diferentes pero
interrelacionados por un conjunto de metas comunes. Los esfuerzos
para realizarlos ambos buscan lograr y mantener la más alta calidad
de vida humana. En ese ámbito, los derechos humanos
fundamentales dependen de la protección ambiental y la protección
ambiental depende del ejercicio de los derechos fundamentales ya
existentes como el derecho a la información y el derecho a la
participación política".3

3. Si bien es cierto que esta discusión es interesante desde el punto de vista


teórico en la medida en que refleja un mayor o menor énfasis en la protección
del derecho al medio ambiente, en la práctica puede resultar un simple
problema semántico si se tiene en cuenta que la protección del medio
ambiente depende de la conciencia que el aparato judicial tenga sobre la
importancia de este derecho y que su protección puede hacerse o no hacerse,
por cualquiera de las dos soluciones planteadas.

3. El Medio Ambiente y la Intervención del Juez

Ahora bien, la importancia de estos derechos y su carácter colectivo o difuso


han hecho indispensable la invención de nuevos mecanismos de protección.
En vista de la imposibilidad de prever, en abstracto y apriori, tal como lo

3 Dinah Shelton. Human Rights Enviromental Rights and the Right to Enviroment. Stanford Journal of
International Law. Vol. 23, Tomo 128. pp 103 y ss
hace la ley, la totalidad de los elementos de juicio necesarios para delimitar su
violación, su naturaleza jurídica sólo puede ser definida en concreto, con base
en las circunstancias propias del caso, y por lo tanto, esta labor le
corresponde al juez.

Los principios y valores constitucionales y las características de los hechos


adquieren aquí una importancia excepcional. Mientras que en el caso de los
derechos fundamentales de aplicación inmediata se suelen mirar los hechos
desde la perspectiva de la norma, en el caso de los derechos difusos o
colectivos, la norma constitucional que los consagra y su coexistencia con el
derecho fundamental para desatar el mecanismo protector de la tutela, se
descubre bajo la óptica de los valores, de los principios y de las circunstancias
del caso.

La conexión que los derechos colectivos pueden presentar, en el caso concreto,


con otros derechos fundamentales, es de tal naturaleza que sin la debida
protección de aquellos, estos prácticamente desaparecerían o se haría
imposible una protección eficaz. En estos casos se requiere una
interpretación global de los principios, valores, derechos fundamentales de
aplicación inmediata y derechos colectivos, para fundamentar la aplicación
inmediata que aparece como insuficiente para respaldar una decisión, puede
llegar a ser suficiente si se combina con un principio o con un derecho de tipo
social o cultural y viceversa. Esto se debe a que la eficacia de las normas
constitucionales no está claramente definida cuando se analizan a priori, en
abstracto, antes de entrar en relación con los hechos.

II. DECISION

Con fundamento en las consideraciones que anteceden, la Corte Constitucional


de la República de Colombia, Administrando justicia en nombre del Pueblo y
por mandato de la ley,

RESUELVE:

Primero. CONFIRMAR la sentencia proferida por el Juzgado 79 de


Instrucción Criminal Ambulante el 18 de febrero de 1992, en el caso de la
tutela solicitada por el ciudadano GERARDO ARDILA en nombre de la
Alianza Democrática M-19.

Segundo. Adoptar los siguientes principios y criterios para la protección del


derecho al medio ambiente sano:

A. Principios de Interpretación
1) Principio de hecho

La protección del medio ambiente es especialmente importante dentro del


marco de la protección constitucional de los derechos. Esta importancia
resulta de la idea del medio ambiente sano como condición necesaria para la
existencia de una vida digna y saludable.

En las circunstancias actuales de la sociedad industrializada y el urbanismo


creciente, el medio ambiente sano suele estar en una conexidad directa con la
protección de la salud y de la vida de las personas. Esta es una constatación
fáctica indiscutible en las circunstancias del mundo desarrollado.

2) Principio de Derecho

El derecho al medio ambiente sano se encuentra protegido en el artículo 88 de


la Constitución Política por medio de las acciones populares, que tienen
procedencia en aquellos casos en los cuales la afectación de tal derecho
vulnera un derecho constitucional o legal.

Esta regla general debe ser complementada con una regla particular de
conexidad, según la cual, en aquellos casos en los cuales, de la vulneración del
derecho a gozar del medio ambiente resulte vulnerado igualmente un derecho
constitucional fundamental, procede la acción de tutela como mecanismo
judicial de protección del derecho colectivo al medio ambiente. En estos
casos, el juez, al analizar el caso concreto, deberá ordenar la tutela efectiva que
se reclama.

3) Principio de Ponderación

Para determinar la conexidad entre el derecho al medio ambiente sano y el


derecho fundamental de aplicación inmediata se debe recurrir, inicialmente,
al análisis del caso concreto. Es allí donde el juez observa las circunstancias
específicas del caso para apreciar el grado de afectación del derecho
fundamental. En estos casos la norma constitucional adquiere sentido jurídico
cuando se interpreta a través de las circunstancias fácticas y no como suele
suceder con las normas que consagran derechos subjetivos, en las cuales los
hechos adquieren sentido a través de los elementos interpretativos
proporcionados por la norma.

Aquí toma toda su fuerza la nueva interpretación constitucional predominante


en los Estados sociales de derecho, en la cual adquiere relevancia el análisis
del caso y la apreciación judicial de acuerdo con los valores y principios
constitucionales.

En principio, estos tres elementos hecho, norma y ponderación a la luz de los


valores y principios constitucionales, deben ser suficientes para decidir el caso
en cuestión. Todo ello teniendo en cuenta que será la Corte Constitucional, en
el futuro, la que irá llenando de contenido y especificando cada uno de los
distintos casos y ámbitos de aplicación del derecho al medio ambiente. Este
es uno de esos casos en los cuales el derecho se construye
jurisprudencialmente.

Fuera de estos principios, existen también criterios que los complementan y


hacen posible su aplicación concreta a la hora de decidir el caso.

B) Criterios de Interpretación

1. En la protección jurídica de los intereses y valores en conflicto, aquellos


valores que tengan rango constitucional prevalecen sobre los valores o
intereses que carecen de él.

2. Cuando no sea posible solucionar el conflicto de intereses por medio de


una norma constitucional de aplicación directa, se debe recurrir a los
principios y valores constitucionales.

3. Cuando se trate de conflictos entre dos o más intereses comunitarios de


igual categoría constitucional, debe prevalecer aquel interés encarnada en los
sujetos que se encuentren en una situación de inferioridad respecto de los
demás intereses y sujetos en pugna.

4. El principio de equidad en las cargas puede servir para encontrar un


equilibrio razonable entre los intereses en pugna.

5. El factor tiempo debe ser tenido en cuenta como elemento esencial. La


afectación del derecho fundamental de aplicación inmediata no necesariamente
debe estar reducido al corto o al mediano plazo. Debe haber una
ponderación de la afectación de la cual resulte una solución razonable.

Comuníquese la presente decisión al Despacho Judicial de origen para que sea


notificada conforme lo dispone el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.

Cópiese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y


cúmplase.

SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ


Presidente

CIRO ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES


MUÑOZ

JOSE GREGORIO HERNANDEZ ALEJANDRO MARTINEZ


CABALLERO
GALINDO

FABIO MORON DIAZ JAIME SANIN GREIFFENSTEIN


MARTHA VICTORIA SACHICA MONCALEANO
Secretaria General
Salvamento Parcial de Voto a la Sentencia No. T-067/93

UNIFICACION AMBIGUA

Frente al hecho consumado de que el texto de esta sentencia fue enviado para
mi firma cuando ya contenía las seis restantes de mis colegas, no puedo menos
que manifestar mi voluntad de salvar parcialmente mi voto. Proceso así por
cuanto comparto la parte del fallo que incorpora el proyecto en la versión
debatida en la Sala del 24 de febrero de 1993, vale decir, el texto que comienza
en la página 23, acápite "C. El Debate del Asunto y la Unificación de la
Jurisprudencia de la Corte Constitucional" y culmina en la página 46. Por
razones que más adelante expondré no estoy de acuerdo con las 23 páginas
iniciales que en el texto final del fallo agregó mi colega ponente sin mi
anuencia, tal vez en el entendido de que dicha adición constituía la parte
motiva complementaria de la providencia.

Puesto que, como se sabe, el concepto, naturaleza, alcance y protección del


derecho al medio ambiente sano consagrado en el artículo 79 de la Carta
vigente dieron lugar a interpretaciones y decisiones diferentes en algunas Salas
de revisión de tutela, la Sala Plena tuvo a bien designarme como ponente
conjunto de un proyecto de fallo que por primera vez en la historia de esta
Corte unificará tan delicada e importante materia.

Su elaboración fue ardua y prolongada por cuanto significó no sólo el estudio


detenido de todos los pronunciamientos de esta Corporación plasmados en las
sentencias T-411, T-415, T-428, T-437, sino también la convocatoria de una
audiencia pública para conocer la opinión de expertos y la determinación
concreta de las características materiales y formales del proyecto de fallo en
desarrollo de las normas pertinentes del reglamento interno.

Previo acuerdo con mi colega ponente y con base en la información


oportunamente recolectada, asumí el encargo de elaborar un documento
preliminar que reflejara con equilibrio y precisión el estado de la
jurisprudencia acerca del medio ambiente y las diversas alternativas para su
protección que mejor consultaran su compleja naturaleza. Con algunas
adiciones y correcciones, este documento se convirtió luego en el proyecto de
fallo debatido en la Sala del 24 de febrero.

En la sesión de la mencionada fecha los ponentes explicamos ampliamente


nuestra posición en el sentido de que todo pronunciamiento jurisprudencial
unificado debería contraerse a señalar unos principios y criterios generales
para la protección del derecho al medio ambiente sano destinados a indicar los
supuestos bajo los cuales en unos casos este derecho adquiría la naturaleza de
fundamental y, en otros, -en función de las circunstancias propias de cada
situación-, las de un derecho colectivo, con las consiguientes consecuencias de
acudir bien a la acción de tutela o a las acciones populares.
Como quiera que se observara que la generalidad y abstracción de una
sentencia con tal contenido no respondía a las pautas clásicas propias de
providencias de su género, se sugirió que en su parte resolutiva se expresara
que ella se aplicaba al caso del expediente No. T-904 y simultáneamente se
adoptaban los principios y criterios que aparecen en el texto final, a partir de la
página No. 42.

Así las cosas, la incorporación de las 23 páginas iniciales que hizo mi colega
ponente, las cuales hacen parte de una de las diversas sentencias que sobre
medio ambiente profirió una Sala de revisión- tiene en mi concepto el efecto
de descontextualizar el alcance de la jurisprudencia unificada pues la convierte
en modesto accesorio de un caso específico y frustra la búsqueda de visiones
más globales e integrales, como son las que exige la singular naturaleza del
medio ambiente.

De otra parte, por cuanto sólo se reprodujo integralmente una de las diversas
sentencias revisadas y las demás merecieron apenas mención incidental, es
apenas natural que en estas circunstancias el fallo final sea desequilibrado y
exhiba un sesgo que ha llevado a la opinión pública a interpretarlo
apresuradamente como aprobatorio del uso del glifosato.

A lo anterior debe agregarse que el contenido mismo de su mensaje para los


jueces de la República no está exento de ambigüedad por cuanto que las
visiones, los énfasis y los contextos de la sentencia que se reprodujo en las 23
páginas iniciales no son exactamente los mismos que aparecen en el proyecto
de unificación. Así, por ejemplo, mientras que en dicha sentencia se adopta
una posición manifiestamente restrictiva en cuanto respecta a la legitimación
para incoar la tutela, en el proyecto se destaca simultáneamente que la
naturaleza del medio ambiente impone una ampliación de los supuestos y
requisitos de tal legitimación.

Fecha ut supra.

CIRO ANGARITA BARON


Magistrado

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