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El empirismo y racionalismo poco, quizás nada, tienen que ver con la sociología, sin
embargo ambas posturas ideológicas son importantes ya que fueron punta de lanza para
la Ilustración, por ello no es raro encontrar historiadores que arrastran los inicios del
Iluminismo al siglo diecisiete, otros en cambio optan por llamar a esa etapa “Era de la
Razón”. Como quiera que se vea, no se puede negar el hecho de que el racionalismo
(como se llamó al conjunto sintetizado de ideas emanadas de los racionalistas y
empiristas) sienta las bases de lo que será el Siglo de las Luces.
La Ilustración no tiene una fecha precisa de inicio, pues es difícil rastrear la gran
cantidad de pensamientos emanados en el siglo XVIII y más complicado resulta situar
cronológicamente cual de esos pensamientos dio inicio formal al periodo, sin embargo
sabemos que se desarrolló en una era de relativa calma política y social. Las guerras
entre protestantes y católicos habían cesado en Europa, en Inglaterra la guerra civil
había terminado, el absolutismo se robustecía en el continente, mientras que la ciencia
newtoniana avanzaba rápidamente y la cartografía del mundo estaba por terminarse.
Fueron precisamente el conocimiento del Nuevo Mundo y los adelantos en la ciencia las
causas más importantes en la consolidación del pensamiento ilustrado.
La Ilustración nace entre los nobles y burgueses (clase social que comenzaba a
sobresalir) del siglo XVIII, quienes se interesaron en conocer y sobre todo en comunicar
sus conocimientos. Europa (pero sobretodo Francia) se vio sumergida en un interés por
el saber, respaldado por la filosofía racionalista y de la mano de una nueva ciencia que
pretendía llevar a la humanidad hacia el progreso. El pensamiento ilustrado tuvo como
fundamento principal acabar con el oscurantismo, el fanatismo y las supersticiones que
tanto habían atrasado a la humanidad, por ello se pretendía "iluminar" al hombre
mediante la Razón.
Una de las primeras características en los pensadores ilustrados fue que dejaron de lado
el estudio sobre Dios y el alma, propusieron en cambio una sociedad laica y enfocada en
el individuo. Se encargaron de definir al hombre en todos los sentidos posibles,
especialmente por el descubrimiento de otras razas y sociedades que se alejaban del
modelo social conocido. El estudio del Nuevo Mundo trajo profundos cambios en la
mentalidad europea, sobre todo con respecto a los nativos de aquellas tierras, que para la
época no eran sino “salvajes” o “bárbaros”, y que bajo la óptica de la Ilustración se
transformaron en “buenos salvajes” cuya única diferencia respecto a los europeos era su
“inocencia”.
Con relación a las sociedades la Ilustración inicio una severa crítica de las viejas
costumbres, la iglesia fue uno de los focos principales del ataque, debido a que muchos
pensadores ilustrados fueron deístas, agnósticos o simplemente ateos. Para varios de
estos intelectuales la iglesia no era sino una fuente de atraso en la humanidad, que
durante siglos había llenado a las personas de ideas equivocadas sobre el mundo y lo
que debía ser el hombre. Por ello los ilustrados defendían una religión natural que no
necesitara de intermediarios así como una moral laica, ideas que comenzaron a restar
poder a la iglesia, específicamente a la iglesia católica.
Una frase que sintetiza la postura de los llamados “déspotas ilustrados” con respecto al
momento histórico en que se hallaban, fue aquella que afirmaba: “todo para el pueblo,
sin el pueblo”. Estos monarcas dieron especial interés en modernizar las ciudades y
algunas cuestiones del sistema social (aboliendo viejas prerrogativas del feudalismo)
pero realmente hicieron poco por atender a las clases menos favorecidas.
No hay que olvidar el hecho de que en su mayoría los ilustrados fueron nobles y/o
burgueses con la vida resuelta, lo cual nos ayuda a comprender en cierta manera su
forma de ver el mundo y la sociedad de su tiempo, quizás por ello también resulta
utópico que hablasen de igualdad y libertad viviendo precisamente a expensas de
circunstancias que no favorecían esos valores. Varios de los pensadores ilustrados
coincidieron en que los seres humanos eran todos iguales y por ello tenían el mismo
derecho de transformarse y progresar, sin embargo en la práctica algunos de estos
filósofos miraban al “pueblo” como aquello contra lo que luchaban (la ignorancia y el
atraso).
En los ideales de la Ilustración la luz de la razón afirmaba ser para todos, pero en una
perspectiva más realista solamente unos cuantos se hicieron de ella, esto debido al
espíritu de la época y a que el medio en que se comunicaban los nuevos ideales era la
palabra escrita (70% de la población era analfabeta), lo que derivó en que solamente
unos cuantos se acercasen a estas ideas y que muchos otros tergiversaran el mensaje de
la Ilustración.
A pesar del valor aparentemente positivo que la Ilustración trajo para la humanidad esta
generó un profundo rechazó, sobretodo en las clases conservadoras cuyos intelectuales
criticaban el afán insaciable y casi caótico por el conocimiento que tuvieron los
ilustrados. La queja más lapidaria contra la Ilustración va en ese sentido, debido a que
existía un continuo cambio en los intereses e ideas, el pensamiento iluminista se volvió
demasiado volátil. Sí bien la Ilustración representó un siglo de ruptura con respecto de
lo viejo, vulgar y oscuro también es cierto que no pudo digerir la cantidad enorme de
conocimientos e ideas que comenzó a aglutinar sin un criterio unificador.
No es fortuito que muchos historiadores consideren a la Ilustración como una era de
profundos adelantos, tanto científicos como culturales, pero con una gran cantidad de
preceptos e ideales que se extraviaron en revueltas que tuvieron todo menos aire de
progreso. El ambicioso ideal de sacar al hombre de las tinieblas, para situarlo en una
nueva esfera de vida, no llegó más que a mero ideal, sobre todo por que la humanidad
no estaba tan sumida en las tinieblas como los ilustrados consideraban.
En aquel tiempo en Francia existía una división social y política de tres Estados; un
primer Estado donde se acomodaba el clero, el segundo Estado donde se aglutinaba la
nobleza y un tercer Estado para la burguesía y el pueblo llano. Fue la inclusión de la
creciente burguesía en el tercer Estado lo que llevó, de una u otra manera, a la
precipitación de muchos de los sucesos de la revolución.
La burguesía como una clase social ascendiente con intereses políticos, económicos y
sociales diametralmente opuestos a los otros Estados, y empapados de la filosofía
Ilustrada, solamente necesitaban de ciertos sucesos para alzarse contra el sistema.
Algunos de esos sucesos fueron el rechazo a la sociedad desigual que se vivía, incluso
nobles que no tenían acceso a la corte y clérigos pobres también compartían ese
disgusto por la situación social prevalenciente; resentidos por la excesiva suntuosidad y
el dominio de la vida pública por ambiciosas clases sociales.
El rey Luis XVI convocó a los Estados Generales para intentar controlar un clima de
tensión dentro del país, suscitado a causa de severos problemas administrativos. La
reunión de los tres Estados no vino sino a acrecentar los conflictos, pues se pusieron de
manifiesto tanto los problemas económicos como las graves limitaciones de un sistema
político en decadencia. El tercer Estado (burguesía) conciente de su creciente
participación en la sociedad y del poder que acumulaba se mostró abiertamente cansado
del viejo sistema de votación que les daba una clara desventaja contra los Estados
menos participativos. Por ello buscaban el voto por cabeza, que haría prosperar su
proyecto político.
La propulsa del tercer Estado fue llevar a cabo una reforma de fondo, un plan para la
mayoría y no solamente buscar beneficios para al primer y/o segundo Estado, su
programa parecía tan incluyente que muchos miembros de los otros Estados les
siguieron y formaron juntos una Asamblea Nacional Constituyente, cuyo fin era dotar a
Francia de una constitución.
Hubo panfletos tan famosos como el de Sieyés, que trataban sobre el poder del tercer
Estado en la vida francesa, ¿Qué es el tercer Estado?, fue el titulo de esa obra, cuyas
ideas rápidamente se volvieron centro de discusión en toda Francia. La principal idea
dentro del escrito fue sostener que el tercer Estado se encontraba sometido y excluido de
la vida política a pesar de ser la fuerza y motor de la sociedad, por ello se dejaba claro
que el tercer Estado podía funcionar como una nación completa sin necesidad del clero
y la nobleza.
Ese tipo de literatura comenzó a incendiar los ánimos, sin embargo la marca histórica de
inicio para la revolución fue la toma de la Bastilla, antigua prisión que simbolizaba el
poder del absolutismo en Francia, ocurrida en 1789. Si bien dicha prisión ya no
funcionaba como en épocas anteriores, la toma en si misma fue un contragolpe a la
monarquía por haber destituido al ministro de finanzas Necker, al cual los burgueses
tenían en alta estima. El acontecimiento de la Bastilla provocó en la sociedad francesa
una sensación de poder popular, que rápidamente derivó en insurrecciones por todo el
territorio.
En ese mismo año (1789), la Asamblea consiguió logros importantes en materia política
y social, como fue la abolición del feudalismo y el diezmo, así como privar de ciertos
privilegios al clero y los nobles. Otra de sus grandes decisiones fue la redacción de la
Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, legado de ideas de ilustradas.
Dicha declaración pretendió ser el parteaguas para la constitución de una sociedad al
borde de la anarquía, que desconocía el rumbo a seguir como colectivo social. Esta
Declaración fue la primera dirección de la política francesa, si bien no se siguió al pie
de la letra, por lo menos dio una dirección sobre el tipo de constitución que requería
Francia.
La difícil situación de la familia real francesa, ante los constantes intentos del
parlamento por achacar los males de toda Francia sobre ellos, orilló a países como
Austria y Prusia a intentar frenar el curso de los acontecimientos, el intento de entrada
de estas potencias en el territorio francés fue visto como un asunto de violación a la
soberanía, algo que suponía un peligro a la nación entera, lo que provocó un
nacionalismo fuera de serie que llevó al mismo pueblo a levantarse contra los enemigos
extranjeros. A fines de 1792 ante el rumbo de la situación al rey le pareció lo más
conveniente intentar escapar, situación que no llegó a concretarse siendo hecho
prisionero, la Convención acusó al rey de traición y lo condenaron a muerte (1793).
La muerte del rey agravó más el escenario en lugar de apaciguarlo. Dentro del seno de
la revolución se crearon dos partidos políticos con ideologías diferentes de lo que era
aquel movimiento:
Por un lado estaban los Girondinos que representaban al republicanismo, así como el
deseo de crear un Estado gobernado por los burgueses y una clase alta media. Para este
partido la revolución tendría que terminar con un parlamentarismo y un Estado que se
concentrase en los males sociales más importantes.
Los Jacobinos, en cambio, creían que la patria estaba en peligro y se agitaban
profusamente para que el pueblo se alzara en armas, para ellos la revolución era un
asunto de moral y virtud, incluso sectores radicales de este partido como las
“Montañas” esperaban continuar la revolución hasta que esta hiciese un reparto justo de
bienes.
Por su parte el sector de la sociedad más pobre (campesinos y proletarios) que sirvieron
como soldados ante la invasión exterior y los levantamientos internos, trasformaron su
lealtad por la revolución en un sentimiento de descontento, ya que la revolución no les
favorecía o por lo menos no lo hacia como ellos habían esperado.
Fu en esa época de radicalismo cuando se desataron intensas luchas contra el clero, por
los dominios feudales, que derivaron en propuestas como las de volver a los sacerdotes
y representantes eclesiásticos trabajadores del gobierno, situación que sentó un gran
descontento tanto en la sociedad católica como en los altos dirigentes de la iglesia.
Para 1795 fue declarada una nueva constitución, emanada de un poderoso sentimiento
reaccionario, cuyo objetivo fue nuevamente reformular el poder político dentro de
Francia. Con la constitución se puso fin a la Convención como poder ejecutivo, lo
sustituyó un Directorio, que luego de los excesos ideológicos vino a ser la parte
moderada de la revolución, sin embargo los ánimos siguieron exaltados y no pasó
mucho tiempo antes de que el Directorio fuese destituido por un golpe de Estado, que
llevaría al poder a Napoleón Bonaparte.