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El doctor concluyó que era necesario apartar a Beth temporalmente de la familia. En abril de
1989 sus padres la llevaron a una residencia especializada en niños con trastornos de apego
primario.
Estos menores son peligrosos para sí mismos y para los demás. El quebranto del apego daña
gravemente el corazón, la capacidad de preocuparse y amar. No les importa y no aman. Son
capaces de cualquier cosa. Creen que son malvados, que son del diablo, creen que no son
personas de valor. Los terapeutas debían cambiar eso, debían construirlo, de un niño que no
era nada, que en su opinión es un niño malo, hacia un niño que es valioso y cariñoso, y que se
perciba como tal.
Eran muy estrictos y vigilaban todo lo que hacía. Un niño desapegado no sabe confiar y
debido a eso no permiten que nadie los dirija. Asumieron todo el control, no dejaban decidir
sobre nada, debía pedir permiso para todo. No podía fiarse de ella después del daño que
había causado con anterioridad. Al principio no podía fiarse de ella en ningún aspecto. La
encerraban por la noche, tenían alarmas en la puerta por si se escapaba y hacía cosas a los
otros niños.
Progreso en la terapia
Después de varios meses en este entorno controlado, Beth había realizado progresos y su
terapeuta decidió suavizar algunos de sus controles. Siguió mostrando signos de mejora,
empezó a desarrollar una percepción de lo bueno y de lo malo. Parecía responder al afecto,
era mas cordial, iba a la escuela pública, hizo amigos en la iglesia e incluso cantaba en el
coro.
Cuando lo hacía bien se le reforzaba positivamente, «Has hecho un buen trabajo, eres un
buen trabajador» y eso construye su autoestima poco a poco, de modo que cambia el modo en
que se perciben.
Después del tratamiento dejaron de poner la alarma a su puerta, incluso llegó a dormir con la
hija de una de sus terapeutas. La dejaban cuidar a los animales. Se sentía mal cuando no
hacía algo bien. Antes, al no tener conciencia, no sentia nada cuando hacia algo malo, no
había sentimientos.
Sus terapeutas creían en ella, afirmaban que tenía una mente brillante y su buen corazón
estaba saliendo a la luz, ya que había cicatrizado. Con el apoyo de unos padres excepcionales
y la terapia, Beth hizo un gran trabajo. Ella quería curarse, y esa era la clave principal. Y
quería hacerlo porque tenia una familia que la quería mucho y a quienes les importaba.
Aparición de la conciencia
Después del tratamiento, Beth reconoce que la ira que tenía dentro había estado provocada por los
abusos que había recibido por parte de su padre biológico. Tenía todo guardado dentro y lo
recordaba, así ella empezó a hacer lo mismo. Deseaba hacer daño a las personas. Ahora
reconoce que cuando hace daño a otras personas se hace daño a sí misma. Ahora se siente
triste por lo ocurrido. Es duro para ella hablar sobre el tema, y termina llorando.
La última entrevista fue realizada en diciembre de 1989. Por aquel entonces había muchos
progresos, pero aún necesitaba mucha terapia. El camino hacia la recuperación es largo y
arduo para un niño que ha sufrido abusos.
PROCESO DEL TRATAMIENTO PSICOLÓGICO
El trastorno del apego precisa recibir atención psicológica urgente, pues sino
podría convertirse en un peligro para la propia Beth y para sus familiares, debido a
la completa falta de empatía que manifestaba.
https://www.psicologialebrero.com/sanfernando/el-caso-de-beth-thomas-la-nina-psicopata-es-
efectivo-el-tratamiento/