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Lawrence Schimel

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Apartment 6F
New York NY 10011 USA
lawrenceschimel@gmail.com

LAS CASA DE LOS ESPEJOS


escrito por Lawrence Schimel

Había un parque de atracciones al lado de un zoo.


Una tarde, Mar y su hermana Pilar
discutían sobre cual deberían visitar primero.
--Vámonos a los columpios-- dijo Mar.

Pero Pilar no hacía caso a su hermana y la llevó al zoo.


Pilar era muy alta y mayor que Mar.
Por eso, sentía que tenía derecho a decidir donde iban.

Mar estaba harta de que nadie la respetara porque era tan bajita.
Cuando sea mayor..., pensaba Mar siempre.
Cuando sea más alta...

Pilar la llevó a ver los pingüinos.


Pilar pudo ver por encima de las cabezas del público.
Mar sólo pudo ver el público.
--Vámonos a los columpios-- se quejó a su hermana.

Pero Pilar ya la había llevado a ver los tigres.


Mar les oyó rugir <<Grrrrrrrr!>>
Pero sólo pudo ver al público.
--Vámonos a los columpios ya-- se quejó a su hermana.

Para que dejara de quejarse tanto,


Pilar llevó a su hermana al parque de atracciones
junto al zoo.

Montaron en la noria
que les llevó muy alto hacia el cielo.
Mar miraba por la ventana
y ahora sí podía ver todo el zoo.
Ahora podía ver por encima de las cabezas del público.

Los pingüinos parecían


minúsculos puntos negros encima del hielo.
Los tigres parecían pequeñas manchas naranjas
y estaban tan lejos de allí que Mar no podía oírles rugir.
--Esto tampoco es muy divertido-- se quejó Mar.
--Todo está tan lejos que tampoco puedo ver nada--!

Después de la noria,
entraron en la casa de los espejos.

¡Había espejos por todos lados!


Espejos en las paredes.
Espejos en el techo.
¡Incluso espejos en el suelo!

De pronto surgieron cientos


de Mares y Pilares.

En un espejo, Mar parecía muy alta.


Ya era más alta que Pilar.
En otro espejo, Mar parecía redonda como un globo,
y en otro tan flaquita como un lápiz.

¡Había tantas Mares en todos esos espejos!


que Mar se olvidó de como era realmente.

--Vamos a mirar a los caimanes,-- dijo Pilar,


y salió de la casa de los espejos.

Mar siguió a su hermana al zoo,


pero sentía que algo no era normal.
Paseando entre el público,
Mar se dio cuenta de que ¡podía ver todo!
Podía ver por encima de las cabezas del público.
Podía ver por encima de la cabeza de su hermana alta.

--Me gusta estar así,-- murmuró Mar para si,


mirando como los caimanes cerraban de golpe sus fauces.

Escuchando a su hermana,
Pilar se dio cuenta de lo que había pasado.
--Pareces una jirafa-- exclamó Pilar.
--Que vamos a hacer contigo--.

--No quiero cambiarme,-- contestó Mar.


Ahora ella podía ver todas las cosas
que jamás pudo ver cuando era bajita.
¡Ahora nadie la iba a ignorar!

--Mira a los pandas,-- dijo Mar, señalando.

--¿Donde?-- preguntó Pilar.


Como ahora Mar era tan alta podía ver
más allá que su hermana mayor.

--Por aquí,-- contestó Mar,


sonriendo mientras mostraba a su hermana el camino.

Mar jamás se había sentido tan alegre


como cuando pasaron al lado de las jirafas
y ella pudo verlas cara a cara.

Pilar temió que algo terrible ocurriría.


¡Sus padres se enojarían muchísimo
al regresar a casa!
¿Cómo podría convencer a su hermana para
regresar a su forma correcta?

Pilar tuvo una idea.


-- Vamos a los columpios otra vez,-- dijo Pilar.

Volvieron al parque de atracciones,


donde montaron en el tiovivo.
Cada vez que su caballo subía
Mar se golpeaba la cabeza en el techo.

--¡Uf!-- decía Mar, una y otra y otra vez.


Empezó a llorar, y el conductor paró el tiovivo
para dejarlas bajar.

--Me gusta poder verlo todo,-- dijo Mar


a su hermana, --pero no es muy divertido ser tan alta--.
Se frotó los chichones de la cabeza.
-- Quiero ser yo misma otra vez--.

Regresaron a la casa de los espejos.


--Entra y busca tu forma normal,-- dijo Pilar.

Mar entró en la casa de los espejos.


Otra vez, había cientos de Mares.
Mares altas y bajitas,
Mares anchas y muy flacas.

--¡Sal ya!-- gritó Pilar desde fuera.


Pilar miraba por la puerta de la casa de los espejos,
pero no pudo ver a su hermana.

Mar salió.
--Así no me siento bien,-- dijo.

--Ni pareces normal tampoco,-- dijo Pilar.


--Pareces como un espagueti mojado y cocido.
Inténtalo de nuevo--.

Mar volvió a entrar en la casa de los espejos


y miró a todas las otras Mares.
--¿Quién soy yo verdaderamente?-- se preguntó.
Cientos de Mares se hicieron la misma pregunta.

--¡No sois de ninguna ayuda!-- se quejó Mar.


Cientos de Mares repitieron la misma queja.
Mar cerró los ojos y trató de adivinar.

Con los ojos todavían cerrados, salió de la casa de los espejos.


--¿Tuve éxito?-- preguntó Mar a su hermana.

--Creo que sí,-- contestó Pilar,


mirando a su hermana de la cabeza a los pies.
--Ya pareces tu misma--.

--¡Por fin!-- dijo Mar.


--Ahora vamos a ver los elefantes--."

Mar dio la vuelta para caminar al lado de su hermana.


Hasta este momento, Pilar no se había dado cuenta
de que ¡Mar estaba plana como una tortita!

--¡Ay, por favor!-- dijo Pilar.


--¡Tienes que entrar de nuevo
hasta que encontremos a la TÚ correcta--!

Mar regresó a la casa de los espejos


y esta vez Pilar entró con ella.
Había cientos de Mares
y cientos de Pilares,
Mares y Pilares de diversas formas y alturas.
Pilar miraba a las Mares onduladas y las Mares bajitas,
las Mares redondas y las altas,
intentando encontrar la correcta.
Todas eran parecidas, pensó Pilar,
pero solo una Mar parecía exactamente su hermana.

--¡Eureka!-- gritó Pilar y cogió la mano de su hermana


hasta que salieron de la casa de los espejos.

Fueron a ver los osos polares


y Mar se sintió alegre
porque sólo podía ver el público
y eso significaba que había vuelto a ser la misma.
Pero al mismo tiempo, Mar tenía la impresión
de que algo le había pasado a Pilar...

[Nota al dibujante: en este último dibujo, Pilar está distorcionada por los espejos.]

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