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Desempeño del Crecimiento en el Largo Plazo 3.

Durante el período 1997-2007, el PIB se expandió a un ritmo anual de 5.3%, más rápido que el
promedio de Latinoamérica y el Caribe (3.8%). En términos per cápita, la expansión fue del 3.0% en
comparación con el promedio de la región de 1.7%. Este desempeño le ha permitido a la República
Dominicana moverse desde la posición número tres como país más pobre en la región en 1961 (en PIB
per cápita) hasta una posición media dentro del ranking (2007) debajo de Brasil y por encima de
Colombia y Perú. Si se mantiene un ritmo de crecimiento anual del 5% en el largo plazo, podrá alcanzar
los US$ 11,500 y convertirse en un país de alto ingreso aproximadamente en el año 2040.

Las fuentes de crecimiento fueron una mayor acumulación de factores de producción en este período,
complementada por un aumento en la productividad total de los factores en la década de los noventa.
Esta mayor acumulación estuvo asociada a la estabilidad política y a las reformas estructurales
adoptadas desde principios de los años 70, complementadas por las de los 80 y principios del 90.2.

El crecimiento de las últimas tres décadas se caracterizó por la creciente integración a la economía
mundial y por un cambio en la oferta exportadora. El país pasó de ser un exportador de productos
agrícolas y manufactureros en los setenta y principios de los ochenta, a convertirse en un proveedor de
turismo y otros servicios desde mediados de los ochenta. Este proceso se refleja en a) el cambio en el
peso relativo de distintas actividades en la composición del PIB; b) la contribución de estas actividades al
crecimiento total de la economía y c) la evolución en los componentes de la demanda agregada.

En 35 años la agricultura, la manufactura y los servicios generales (financieros, inmobiliarios, de salud,


educación, etc.) han reducido su participación relativa en el total del PIB. A principio de los años 70, la
agricultura representaba 21%, mientras que la manufactura y los servicios generales alcanzaban un 22 y
24%. En total, estos sectores contribuían con más de 2/3 del producto. Una tendencia diferente
presentó los sectores de construcción, transporte y comunicaciones, comercio y restaurantes-hoteles.
(Figura 1). La construcción pasó del 7.4% al inicio de los 70 al 13.9 en los primeros años del 2000.
Transporte y telecomunicaciones han tenido una expansión más reciente: del 9.2% al principio de los 90
al 15.8% actual. En los 70, las manufacturas eran el sector más pujante, habiendo sido este liderazgo
desplazado por construcción, transporte y comunicaciones. Es decir, los productos transables fueron el
principal motor de crecimiento en los 70, pero desde inicios de los 90 las infraestructuras se convirtieron
en los líderes por la expansión de los “nuevos” transables (turismo y sus demandas de construcción y
comunicaciones)3 .

La expansión del producto de las últimas décadas no fue acompañada por una reducción sustancial de la
pobreza y la desigualdad, ni ha producido mejoras equiparables en salud y educación. La evidencia
empírica sugiere que existe una relación asimétrica entre crecimiento económico y reducción de la
pobreza. En periodos de crecimiento, la pobreza disminuye poco y despacio, pero en periodos de crisis
sube mucho y rápido. Entre 1986-1998, la pobreza disminuyó de 37.5 a 28.6% (Tabla 1). Este declive
coincide con un fuerte crecimiento (el PIB per cápita pasó de US$ 3,243 a US$ 4,384,4 un incremento de
más del 35%). Para 1997-2002, la pobreza se mantuvo alrededor del 27% a pesar del continuo
crecimiento del PIB per cápita (US$ 5,145 en 2002). Durante la crisis de 2003-04, el PIB per cápita
descendió sólo 4% pero la pobreza alcanzó al 42% de la población. Luego de la crisis, el PIB per cápita
retomó su vigoroso crecimiento (más de 7% anual), reduciéndose la pobreza pero, según los datos más
recientes, alcanzando al 36%, nivel aún superior a los anteriores a la crisis.5

Las pobrezas moderada y extrema tienen una evolución similar. La tendencia también se manifiesta en
cuanto a la pobreza urbana y rural. La pobreza extrema urbana es mucho mayor que al principio de la
década y, aún, que la de décadas anteriores. Combinado con el aumento de la urbanización, la
consecuencia es que la pobreza extrema urbana ha incrementado su participación sobre el total de
pobreza6 . 10. Dos ejercicios analíticos proporcionan una comprensión adicional de la relación entre
crecimiento y pobreza: primero, la elasticidad-crecimiento de la pobreza; segundo, una descomposición
de cambios en la pobreza, La elasticidad-crecimiento de la pobreza (porcentaje de cambio de la pobreza
por cada punto porcentual de cambio en el PIB) para 1986-1992 y 1992-1998 se estimó en -2.72 y -0.38
respectivamente. Es decir, un incremento de un 1% de crecimiento del PIB implica una reducción de
2.72% en la pobreza entre 1986-1992 y de 0.38 entre 1992-19987 . Una estimación para 2002-2004
indica una elasticidad mayor de aproximadamente -8.0. Aunque no directamente comparables, estos
valores refuerzan la apreciación de que el impacto del crecimiento sobre la pobreza ha sido más fuerte
en períodos de recesión que de expansión.

La descomposición de cambios en la pobreza se muestra en la Tabla 2. El componente de crecimiento


corresponde a impactos sobre la pobreza atribuibles a cambios en los ingresos promedio con la misma
distribución inicial del ingreso. El componente de distribución refleja el cambio residual atribuible a las
variaciones en la distribución. Este ejercicio confirma la apreciación anterior. Para 1986-1992, el
crecimiento pudo provocar una reducción de 6.7% de la pobreza, con una reducción adicional de 3.3 %
entre 1992-1998. La recesión 2002-2004 es responsable por el incremento de 13.94% en la pobreza. Es
decir, más personas fueron empujadas debajo de la línea de pobreza durante el período corto de
recesión que el número de aquellos que pudieron escapar de la pobreza durante toda la década anterior
de expansión económica. Según esta descomposición, los cambios en la desigualdad fueron siempre
menores que los cambios en el ingreso promedio, lo que indica que este factor es predominante en la
evolución de la pobreza. También el análisis permite observar que el cambio en la distribución del
ingreso fue regresivo en los 80 (con crecimiento del ingreso mayor para aquellos con mayores ingresos)
y muy levemente progresivo en los 90. La Tabla 3 contiene estimaciones de la evolución de medidas de
desigualdad conforme al coeficiente de Gini9 . Este pasa de 47.8 a 52.1 entre 1986 y 2000, siendo 49.9
en 2005.10 Las estadísticas de la Secretaría de Planificación muestran estabilidad entre el 2000-2004
(54.6), con una reducción a 52.1 para 2007. Este nivel de desigualdad es elevado comparado con los
países de la región.
Aunque las medidas de desigualdad de los ingresos son conocidas por cambiar muy lentamente, hay
algunas pruebas de la reducción de la desigualdad durante la década de los noventas y principios de los
2000 en México y Brasil. La fuente de estas reducciones en desigualdad es difícil de determinar y puede
ser debido a una combinación de crecimiento económico, mejor distribución de algunos bienes de
producción (es decir, la salud, la educación, la tierra) y eficacia en los programas de asistencia social. El
hecho de que la desigualdad se ha mantenido estable en la República Dominicana, significa que el país
necesita un mayor esfuerzo en acceso a salud, educación y otros servicios sociales, así como una
expansión y mejor focalización entre los pobres de la protección social.

En la actualidad es ampliamente conocido que, por ejemplo, un mayor acceso a la educación y a los
servicios de salud para los pobres, así como un rápido alcance de las metas del milenio, conduce hacia
una distribución más igualitaria de las oportunidades y a un mayor y más inclusivo crecimiento en el
largo plazo. Cuando se le compara con otros países de Latinoamérica, a la República Dominicana le va
relativamente bien en algunos de los indicadores pero no así en otros (Tabla 4). Por ejemplo, para el año
2005, la República Dominicana poseía bajos niveles de finalización de educación primaria, tanto
femenino como masculino, comparado con los demás países de la región. El gasto por estudiante era
también el más bajo. En relación a la promoción de igualdad de género, el país exhibe la mejor relación
masculino-femenina de inscripción en secundaria entre los países bajo comparación. Sin embargo, en
otros aspectos de equidad de género – tales como la relación masculino-femenina para la inscripción en
primaria, la participación de las mujeres empleadas en el sector no agrícola y los indicadores de
mortalidad materna – el país reporta bajos niveles en comparación con otros países.

La razón principal de las diferencias encontradas en educación y trabajo radica, en parte, en aspectos
relativos a la dinámica social y de salud. Las mujeres abandonan la escuela o no participan activamente
en el mercado laboral debido al trabajo doméstico o a los embarazos prematuros. Algunas cifras ilustran
este problema. La tasa de fertilidad en la República Dominicana ha descendido en las décadas recientes,
pero con 2.7 nacimientos por mujer en edad fértil (en 2006), se mantiene como uno de los más altos
entre los países con niveles de ingresos similares. Esta alta tasa de fertilidad se debe, en parte, a la alta
incidencia de embarazos en adolescentes: 108 de cada 1000 niñas con edades entre 15-19.11

Los programas de transferencias han proliferado y recibido una creciente asignación de recursos. Sin
embargo, estos programas todavía son relativamente fragmentados y su focalización no es plenamente
satisfactoria. La cobertura del Seguro Familiar de Salud Subsidiado ha aumentado entre 2002 a 2007 de
37,000 a 700,000 personas y el programa Solidaridad tiene más de 200,000 beneficiarios. Con esfuerzos
adicionales se espera alcanzar al 1,1 millones de personas en pobreza extrema. Algunas estimaciones
indican que, en ciertas regiones el número de beneficiarios es mayor que el de pobres extremos, lo que
expone problemas de focalización y una problemática incidencia, tanto relativa como absoluta. De igual
manera, otros subsidios, como los de electricidad, carecen de análisis exhaustivos sobre sus efectos
distributivos16. Todas estas limitaciones en la estructura de los impuestos y las transferencias dificultan
la reducción de la pobreza y la desigualdad. Por lo tanto se requieren acciones de produzcan cambios
hacia una política de impuestos y transferencias que favorezcan una reducción en la pobreza y la
desigualdad.

Crecimiento y Pobreza en el Corto Plazo: ciclo económico, inflación y políticas anticíclicas. El análisis
presentado en el texto se concentra en las tendencias de largo plazo referidas a la creación de empleo,
el gasto social y el régimen de impuestos y transferencias, como principales explicaciones a la paradoja
de alto crecimiento con limitada reducción de pobreza y desigualdad en la República Dominicana. Sin
embargo, explicaciones adicionales pueden encontrarse en los desbalances de corto plazo que ha
observado la economía dominicana, tales como desajustes del tipo de cambio real, déficit en el saldo
fiscal y comercial, así como periodos de alta inflación. Desde esta perspectiva de corto plazo, puede ser
de especial interés revisar la crisis el periodo 2002-2003 y compararla con la crisis internacional acaecida
entre 2008 y 2009. Como ya se mencionó, la crisis del 2003 tuvo severos costos en términos de aumento
de pobreza al llevar a mas de un millón de personas a situación de pobreza, incrementando la tasa de
pobreza moderada en más de 15 puntos porcentuales (ver Tabla 1). Por otro lado, los gastos en
desarrollo humano (salud, educación, agua y saneamiento, además de otros gastos sociales) mostraron
un comportamiento pro-cíclico. En el año 2003 sufrieron una reducción dramática (ver Figura 6 y Figura
7). Para el caso de algunos gastos, como en salud, la crisis del 2003 fue equivalente a eliminar más de
cinco años de progreso en este sentido. Esta reducción de las inversiones en desarrollo humano puede
estar relacionada a la lenta reducción de la pobreza una vez que el crecimiento se reinició después de la
crisis. Otro aspecto clave de la crisis del 2003 fue la inflación. Durante la crisis bancaria del 2003, la
inflación aumento debido a la expansión de liquidez que se produjo por el rescate de las entidades
financieras que colapsaron, lo cual exacerbó la depreciación del peso y condujo a una inflación
promedio que alcanzó el 52.4 por ciento en 2004. En este sentido, es bien sabido que la inflación tiende
a actuar como un impuesto regresivo dado que las personas con mayores ingresos, debido a que
dependen menos de ingresos en efectivo y pueden diversificar sus portafolios, pueden protegerse de la
inflación más efectivamente que las personas de bajos ingresos. Además, la tasa de inflación de la
canasta de bienes que consumen las familias de bajos ingresos es diferente a la tasa de inflación de la de
familias de altos ingresos. Al tomar en consideración la mayor proporción de alimentos que contiene la
canasta de bienes de las familias en pobreza, estas sufrieron una inflación de 57.7 por ciento en 2004,
más de cinco puntos porcentuales por encima de la inflación promedio. Como en el caso de los gastos
sociales, por lo menso en la crisis del 2003, la inflación también ha actuado pro-cíclicamente acentuando
la pobreza en un periodo de recesión. Aunque cifras finales no están disponibles aún, la crisis del 2008-
2009 muestra importantes diferencias con respecto a la del 2003-2004 en las dos variables analizadas
aquí. Los gastos sociales han sido parcialmente protegidos y, con el apoyo de organismos financieros
internacionales, el gobierno está adoptando una política fiscal anti-cíclica. En segundo lugar, luego del
rápido incremento de precios en los alimentos y otros productos básicos que presionaron las alzas de
precios en 2007 y 2008, los precios locales han mostrado una tendencia a la baja durante parte del año
2009. Cabe esperar que la pobreza aumente en 2009, pero hay indicios preliminares de que el
incremento no será tan severo como el observado en la crisis anterior.

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