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INTRODUCCION Desde hace tiempo, la prisién es tema de actualidad debido a los motines, las violaciones de los derechos humanos, la corrupci6n y las huelgas de hambre en distintas prisiones de la repdblica mexicana, incluido el Distrito Federal, asf como por el clamor de algunos grupos que solicitan se vuelva ala pena de muerte, ante el fracaso que representa nuestro sistema peniten- ciario en vigor. El fenémeno pareciera ser exclusive de México, pero no es asf pues con frecuencia llegan de Espafia, Italia y Perd, por ejemplo, noticias semejantes. La prisi6n, en tanto sanciGn penal de imposicién generalizada, en contra de lo que sucle creerse no es una instituci6n antigua. Casi diecisiete siglos ha tardado el hombre en descubrir ¢] internamiento como reaccién penal. La creaci6n de los establecimientos de correcci6n corresponde a una nueva mentalidad, que llev6 més tarde al primer plano a la pena carcelaria. En la Roma antigua, la prisi6n se reservaba para los esclavos, y en la Edad Media apenas hay ejemplos de ella ya que sélo se aplicaban tormentos. Su esplendor, sin embargo, se desarroll6 durante la Inquisicién.’ No debe- mos olvidar que, “‘conforme a los delitos se daban las penas, con cardcter simbélico, y as{se aconsejaba arrancar los dientes a los testigos falsos, 1 En Nueva Espaiia, el Tribunal de-la Inguisicién fue establecido el 2 de noviembre de 1571, por orden del rey de Espaiia, Felipe Il. Mas que de grandes causas sobre la fe, la Inquisicién de Indias debié ‘ocuparse de asuntos como la supersticién, la blasfernia, el adulterio, la bigamia y algunas faltas de los clérigos. Las cérceles principales del Tribunal del Santo Oficio fueron: la Secreta, donde se'mantenfa incomunicados a los reos hasta en tanto era dictada la sentencia definitiva; la Cércel de la Perpetua o Misericordia, donde eran recluidos los condenados expresamente a ella y que por sus caracteristicas habria de ganar para México cl sobrenombre de “Ia Bastilia Mexicana”. El régimen carcelario del Santo COficio supuso, para su tiempo, innegables mejoras: se permitia el trabajo, se aceptaban visitas, se concedia a los presos permisos temporales de salida. Cfr., Malo Camacho, Gustavo, Historia de las cArceles en México, México, Inacipe, 1979. 8 DOLORES EUGENIA FERNANDEZ MUNOZ, pasear desnudos a los adiilteros, taladrar la lengua a los autores de blasfe- mia”? La prisi6n como pena fue casi desconocida en el derecho antiguo. La c4rcel precede al presidio y a las penitenciarfas, nos dice Elfas Neuman, que son las que designan el modo de cumplimiento y el lugar de ejecucién de las sanciones privativas de libertad.’ La forma moderna de denominacién es “centro de readaptacién o rehabilitaci6n social”, por cuanto el fin de la pena no es sélo la seguridad, sino que debe acompaifarse de la rehabilitacién del condenado. La prisién ahora, a fines del siglo XxX, es una institucién que ha demos- trado su fracaso. Si la finalidad del tratamiento penitenciario es la plena reinsercidn social del recluso, las cifras de reincidencia muestran la ampli- tud de su fracaso. Si la reforma penitenciaria llevada a cabo en nuestro pafs hace quince afios pretend{a lograr un cambio en la mentalidad de ta colec- tividad para que ésta ofreciera sin temor una segunda oportunidad a los sentenciados, esto tampoco se logr6. La frase de que la prisién es una universidad del crimen’ no es una expresi6n, sino que es nuestra realidad viviente. Est4 en discusi6n, ademés, la prisi6n misma con su finalidad resociali- zadora y el cat4logo de penas con que el juzgador cuenta para sancionar al procesado. En este sentido, la prisién s6lo puede mantenerse en la medida en que su regulaci6n acoja los postulados de un Estado social y democratico de derecho y porque graves razones aconsejen su mantenimiento. Por otra parte, una vez suprimida la pena de muerte, la pena de prisidn pasa acumplir una doble funcién: primero, la de disuadir en forma suficiente 1a comisi6n de ilfcitos y, luego, proteger en forma eficiente a la sociedad al reducir la libertad de los infractores. También, claro, la de reinserci6n social para obtener beneficio del tiempo en que los procesados permanecerén privados de su libertad. 2 Malo Camacho, Gustavo, op. cit, p. 50, 3 Neuman, Flfas, Evolucidn de la pena privativa de libertad y regimenes carcelarios, Buewos Aires, 1971, pp. 17 ys. ‘ Ladenomisaciéa viene del aio 1971, cuando se llev6 a cabo eo México la reforms peniteniara. 5 La frase se repite a menudo, y fue reconocimiento oficial del entonces secretario de Gobemnacién, Mario Moya Palencia, en su comparecencia ante los diputados de la L Legislature, el 23 de septiembre de 1976, cuando afirmé: “Porque hemos Hegado a la conclusion, setiores diputades, que las cArceles son escuclas. Las cérceles son siempre escuelss. Cuando son malas cérceles, cuando no tienes un tratamiento de readaptacién adecuado ton escuelas de delito, universidades del crimen, en el cual (sic) 1¢ reproducen los peores instintos de Ia comunidad”. Cf, Readaplacién social en tierra propia, México, Secretaria de Gobernacién, 1976, pp. 13-20. LA PENA DE PRISION 9 El mal de la prisién, expresan algunas voces, consiste en la sola privaci6n de Ia libertad, sin marginar al recluso de una sociedad de la que contimia formando parte.* La idea no se apega a la verdad. La prisién ¢s terrorifica- mente opresora y Sus muros separan al interno de la sociedad y ala sociedad del interno. Este Pierde no s6lo el derecho de libertad de movimientos sino todos sus derechos: de expresi6n, de reuni6n, de asociacién, de sindicaci6n; recibir un salario igual al de un obrero libre, asistencia social médica y hasta de desarrollar libremente su sexualidad. El procesado no abandona sus muros y la sociedad s6lo Nega a traspasarlos en forma ocasional y con los minutos contados. Pellegrino Rossi calific6 a la prisi6n como pena propia de paises ci zados.’ Ya no es asf, se propugna ahora por hacer de ella un uso racional, en vista de que lo que se obtiene noes satisfactorio.* A pesar de 1a lamentable situaci6n de las prisiones, la sociedad se ha desentendido de ellas, la gente no desea que se invierta en ellas ni un peso mds. Se encuentran sobrepobla- das en exceso, y en su inmensa mayoria por gente perteneciente a clases socialmente marginadas. Los poderosos s6lo por accidente, venganza 0 decisién politica, penetran a ese mundo.” Es urgente que la pena de prisi6n sea transformada desde su raz. Tado Jo que converge al resultado fallido debe revisarse y en su caso modificarse: a) el personal directivo, de custodia y vigilancia, 5) el ndimero de internos por reclusorio y penitenciarfa, c) el cédigo penal y los delitos alos que asocia como tnica pena la prisién, en otras palabras, restringir los supuestos de encarcelamiento, @) los delitos que no permiten obtener la libertad bajo caucién, ademas, Ja forma en que ésta es olorgada y, e) toda la parte correspondiente a las expectativas de vida una vez fuera de la prisién. Es necesaria una reforma penal en la que una de sus principales manifes- taciones sea la soluci6n de los problemas que tradicionalmente ha originado Jaejecuci6n de las penas. Al margen de los discursos oficiales y de las teorfas 6 Quienhace la critica es Matino Barbero Santos en su libro Marginacién social y derecho represivo, Barcelona, Bosch, 1982. p. 124. 7 De Rivacoba, Manuel, “Influencia histérica en Pellegrino Rossi", en Doctrina Penal, Buenos Aires, 1979, niims. 5-8, pp. 39-55. & fr. infra, el apastado “Abusos y milos en el uso de la pena de prisién". 9 Por ejemplo, Fausto Canté Pefia, Jorge Diaz Serrano, Arturo Durazo Moreno y otros funcionarios de gobiemo que a comienzos de cada sexenio son apresados con gran escéndato, y al cabo de seis aiios s¢ les libera. Se constituyen como hos chivos expiatorias del sistema.

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