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EL IDEAL FEMENINO DEL SIGLO XIX EN LA NUEVA GRANADA

¿Cómo la Republica de Nueva Granada moldeo la figura de la buena mujer?

En el presente trabajo se desarrollara una problemática que involucra las


leyes de subordinación de la mujer en La Nueva Granada, escritas en manuales y
vistas en la constitución de 1832 y en su reforma de 1842, donde se verán
claramente aspectos importante que permitirán observar y detallar el aislamiento de
algunos asuntos más adelante nombrados que afectan a la mujer. También se
abarcara además de las cuestiones sociales, la manera como se involucra una
fusión de educación y religión que enseñan unas normas de comportamiento que
en fin es en lo que se basan las leyes y manuales a estudiar. Por otra parte se hará
un desarrollo del entorno y el contexto en el que la mujer debe tener alto rendimiento
y por mismo tanto demanda una exigencia en temas como la economía del hogar y
el cuidado de los niños.
Por otra parte la mujer del siglo XIX en la República de la Nueva Granada,
se le otorgaba un lugar particular en la familia y en la sociedad, donde como
segunda cabeza en casa, manejaba las disposiciones del hogar. Entre ellas se
incluían desde la forma de cocinar el guiso de la noche, hasta la crianza de jóvenes
para que con preceptos acordes a los valores de la república, crecieran como
futuros patriotas de bien. En esta pequeña sociedad que era la familia, el jefe único
era el padre, quien al tanto de los manejos económicos dentro del hogar fruto de su
trabajo, se presentaba como el ejemplo para sus hijos y esposa. La figura de padre
y marido permitía ver en él la guía los aspectos de importancia social, política y
económica.
Además de que los manuales examinados asumían que la mujer tenía
características particulares, propias de su sexo, también esperaban que la mujer
construyera su persona a partir de los lineamientos impartidos por su marido. Desde
el más frugal momento hasta los más trascendentales temas eran motivo de guía
racional por parte del marido a su mujer, que se consideraba poseedora de una
naturaleza dispuesta para labores que no necesitaban de mayor conocimiento en
ciencias. Aunque una mujer instruida poseía los conocimientos más básicos en
geometría, física u aritmética, se consideraba que su labor en el mundo estaba
dirigida al matrimonio y al hogar, por lo que su conocimiento en estos aspectos era
fundamental y obligatorio. Estos conocimientos eran los que le permitían
considerarse como gobernante del hogar, donde dirigía servicio e hijos con justicia
y orden.
Encargada de realizar un buen gobierno, la mujer de aquel entonces debía
realizar sus tareas de la forma más ordenada posible. La distribución de tiempo,
dinero y actividades era importante no sólo a nivel cotidiano, sino porque reflejaba
los valores de la república. Una de las principales cualidades de sus disposiciones
tenía que ser la economía, manifiesta en el tiempo, las compras, su hogar, su
vestido y el de su familia y su presencia. Así, muchas tareas como confección de
ropas, sostenimiento de las mismas, cuidado y refacción de los muebles y
producción de comidas base, se realizaba por conocimiento y orden de la señora
de la casa. Como se vio a partir de los manuales de la época, se creía que el Estado
y sus instituciones nunca daban muestra de inversiones ostentosas o innecesarias,
razón por la cual un hogar o persona no podía hacer lo contrario. En pocas palabras,
el proyecto hogareño como un buen negocio personificaba el ideal que pretendía la
nación en construcción.
Aunque el hogar manejado por la mujer resultaría ser una muestra de valores
puestos en práctica, la cocina producto de varias recetas y platos representaba la
exaltación de esos valores, siendo el principal objeto de gasto en el hogar
republicano y un elemento esencial de la economía doméstica. La cocina
contemplaba el gasto en compra de productos de necesidad básica: alimentos,
inversión útil como cocinera, aguateras y fogoneras, que en últimas sumaban una
cifra nada despreciable para el bolsillo familiar.
En tanto que gasto significativo dentro del presupuesto familiar, las
producciones culinarias de entonces se enfocaban en la conservación,
aprovechamiento, rendimiento y asequibilidad, por lo que los libros de economía
doméstica recomendaban que la mayoría de productos se fabricaran dentro de la
cocina del hogar republicano del siglo XIX. Dulces para el invierno, refrescos para
el verano, conservas frutales, recetas que le daban longevidad a los productos más
perecederos, producción de harinas, aceites y grasas y elaboración de elementos
tales como estantes, velas y tapas de botellas hacían parte de la gran producción
de la fábrica en que se convertía la cocina.
Estas producciones contemplaban el conocimiento, por parte de la mujer, de
las estaciones climáticas y sus productos de temporada, el precio que éstos
adquirían, trucos sencillos y prácticos que mejorarían los procesos, manejo efectivo
del tiempo y anticipación a las novedades. Al mando de la figura femenina, la
cocina ponía de manifiesto los principios de utilidad y economía que se esperaban
de la nación en general. La fábrica doméstica del hogar republicano pretendía
mostrar los mejores signos de productividad, tal y como deseaba la república para
su industrialización: apropiando lo mejor de Europa, reconociendo las virtudes
locales, aplicando principios morales y grandes virtudes, lo que convertía la
fabricación de alimentos en el siglo XIX un factor de consolidación de la nación en
construcción
La siguiente cita muestra como para la Republica era importante tener un
control inclusive en las familias “El texto utilizado y leído por las mujeres granadinas
ilustra claramente la mujer ejemplar, sus tareas, responsabilidades y cómo éstas se
reflejan en el funcionamiento de una familia que se muestra acorde a los valores de
la república y del país en crecimiento y consolidación. Para el momento, la
economía doméstica, a cargo de las mujeres gobernantes del hogar, representaba
de la mejor forma lo que la Nueva Granada pretendía ser y consolidar en su
crecimiento”.Fuente especificada no válida.
Las leyes de finales de 1800 presentan como la mujer está sometida las
leyes del machismo del momento de un país conservador sometido a las leyes de
la iglesia y del poder patriarcal, en este contexto nos damos dé cuenta de los
diferentes entornos no solo sociales, sino políticos y económicos que sujetan a la
mujer al hogar, aunque este último factor genera que se tenga presente que la mujer
como cabeza de hogar debe saber manejar la economía un ejemplo de esto es que
se le asignen tareas como manejar los gastos diarios, es aquí donde la Nueva
Granada le da un papel importante.
La condición de subordinación en la que han estado las mujeres a lo largo de
la historia ha tenido expresiones importantes en todo lo que respecto a los derechos
fundamentales, donde un hombre de tipo blanco, propietario, letrado y heterosexual
solo este tipo de hombre goza históricamente del acceso pleno al reconocimiento
de la dignidad humana rodeándolo de privilegios con respecto a la libertad de
adquisición de territorios, participación política y social. Por una parte es importante
sumar que la adquisición de la propiedad privada por parte de la mujer se adquiere
a la concepción legal de si inferioridad jurídica y su vínculo civil.
“Las jóvenes repúblicas americanas independizadas de la Corona española,
crearon sus normas civiles con influencia de las normas napoleónicas, en especial
el Código Civil chileno de 1855, elaborado por Andrés Bello, que sirvió de guía a los
legisladores en nuestro país. En general, en todas las normas civiles aprobadas
durante el período federal, desde 1858, fundado en libérrimos principios liberales,
hasta las aprobadas en el marco de la Constitución confesional y conservadora de
1886, tuvieron como denominador común el que incrementaran las obligaciones y
prohibiciones a las mujeres y los correlativos derechos absolutos de los varones
sobre sus hijas y esposas”Fuente especificada no válida.
Es curioso mencionar que siendo casada la mujer es más difícil acceder a la
propiedad y al derecho del nuevo régimen liberal, ya que quedan bajo la potestad
marital, que es definida como los derechos y obligaciones que las leyes conceden
al marido sobre la persona y los bienes de la mujer. Donde la mujer no tiene derecho
a “mover un dedo, sin permiso de su marido” realmente todo lo que poseían no les
vale de nada ya que ni siquiera pueden aprovecharlo a su gusto, habiendo tantas
mujeres que manejan industrias manufactureras y que no podían crecer o
permanecer tras el paso del tiempo ya que las normas del país no estaban hechas
para asimilar una situación como esta. Es importante mencionar que esta situación
género que muchas veces porque la mujer no pudiera administrar sus tierras los
esposos de sus hijas la derrocharan, es preciso recordar que un signo histórico
nacional ha sido la inequidad social, que las mujeres han sido las más pobres de
los pobres, y que las campesinas y pobladoras de las zonas deprimidas de las
ciudades han cargado sobre sus hombros la violencia social, la del conflicto armado
y la violencia de género.
Por otra parte tenemos lo que fue la educación para ser una buena mujer,
esta empezó a dar muestras en manuales, cartillas dirigidas a las mujeres desde
niñas, donde se les aconsejaban, entre hablar poco, desconfiar de sí mismas, ser
modestas, prudentes, cultas y discretas y, sobre todo, no exhibir sus conocimientos.
Estos manuales se convirtieron en el principal medio de instrucción de la época,
“Algunos ejemplos son el célebre “Consejos a una niña” (1878) de José María
Vergara y Vergara (1831-1872), y los “Consejos a las señoritas” publicados por la
escritora decimonónica, Soledad Acosta de Samper (1833-1913), en su revista La
Mujer, lecturas para las familias (1879-1881)”. Fuente especificada no válida..

Un aspecto importante de la educación lo podemos encontrar en un ensayo


sobre los deberes de los casados escritos por Soledad Acosta de Samper un libro
que muestra en su índice todas unas normas a seguir para ser un buen esposo y
esposa;
“PRIMERA PARTE. de los deberes principales deI esposo con la esposa. CAP. 1.0
Del respeto. CAP. 2.° De la tolerancia. CAP. 3.° Buen ejemplo. CAP. 4.° De la
liberalidad. CAP. 5.° De la canfianza i amabilidad, 0 si se quiere de los buenos
modos. CAP. 6 . 0 De la instruccion i zelo prudente. "SEGUNDA PARTE. De los
deberes de la esposa con su esposo. INTRODUCCION. CAP. 1. ° De la Fidelidad.
CAP. 2:° De la confianza ilimitada. CAP. 3.° De la dulzura i condescendencia. CAP.
4.° De la obediencia i paciencia. CAP. 5.° De la: economía i orden. CAP 6.° Del
aseo” (Gomez, 1845)

Portada de Escuela de las señoritas o cartas de una madre cristiana a


su hija…, traducidas al español por don Christóbal Manuel de Palacio
y Viana. Madrid, don Joachín Ibarra, impresor de Cámara de S. M.,
1784. Colección Particular Fondo del Banco de la Republica.
También las niñas que empezaban su transición hacia la vida adulta debían
enfrentarse a unas normas más estrictas ya que de que las aprendieran dependía
que fueran buenas mujeres en su hogar, en la esfera privada, y con el contacto con
el exterior “lo público” “La creencia en la “debilidad femenina” hacía indispensable
tal control para que la mujer, quien se suponía sucumbía fácilmente ante el mal,
fuera dirigida por el buen camino: “si la mujer era constitutivamente más débil, se
convertía en el terreno abonado en el que podía actuar con más libertad el demonio”
Fuente especificada no válida. Este medo se originó ya que se trajo desde
Europa unas imágenes que mostraban un temor mágico pre-cristiano. Esto viene
desde Eva ya que si bien conocemos la historia de esta mujer mostrada en el libro
de Génesis de la biblia como la mujer que trajo el mal, además con el caso de la
virgen María se impuso que la mujer debía ser obediente, sumisa, fiel a Dios padre
y a su esposo en pocas palabras a seguir el modelo patriarcal impuesto.
La enseñanza de ser una buena mujer estuvo muy ligada a los parámetros
de la iglesia ya que la buena debe ser como la virgen María humilde, fiel y resignada.
Una buena niña cristiana no debe ir al baile pues el pudor de la misma se pondrá
en juego, no debe llevar descote pues atraería miradas muchas indecentes, no debe
leer novelas, ni tener amigas íntimas pues estas afectarían su forma de pensar, ni
debe dar prioridad a su vestido ni peinado. Estas prohibiciones están delimitando el
cuerpo, el espacio físico, e inclusive el intelecto. Las niñas deben dedicarse a hacer
deberes con los padres, la sociedad y a conocer a Dios, este último que es el único
que le puede brindar las oportunas soluciones ante la vida. Además de que si se les
permitía leer las mujeres se determina que esto les permitiría aumentar la vanidad
y donde obtendrían malas costumbres. Por otra parte las conductas de las mujeres
de menor clase social y de otra raza eran menos juzgadas, aunque se discutió la
posibilidad de enseñar técnicas de artes y oficios y como se pensaba que la mujer
era la guardiana de la moral pues se le debía enseñar a leer para que pudiera
enseñar buenos modales e higiene.

El ideal femenino de las elites neogranadinas “Para el hombre el ruido y las


espinas de la gloria; para la mujer las rosas y el sosiego del hogar; para él, el humo
de la pólvora; para ella, el sahumerio de alhucema. Él destroza, ella conserva; él
aja, ella limpia; él maldice, ella bendice; él reniega, ella ora” Fuente especificada
no válida. El establecimiento de una jerarquía sexual en la que lo masculino es
dominante y lo femenino es subordinado. Así, el género es el elemento mediante el
cual se articula el poder (tanto en tradiciones judío cristianas como en las islámicas).
Durante los años que comprenden el período de estudio del presente trabajo, es
posible notar que la laicización de la sociedad no pretendía cambiar o cuestionar la
mediación de la iglesia en la vida familiar o matrimonial. Pese a que se promulgaron
ideas liberales en cuanto a la aprobación del matrimonio civil y el divorcio desde el
año de 1853, muchos de los personajes que defendían en público estas reformas,
llegaban a sus hogares a prohibirles severamente a sus hijas el contraer una unión
que no fuera católica. Así, en el período liberal la Iglesia logró la catolización que no
había logrado durante el virreinato. El discurso que dominó en la segunda mitad del
siglo XIX fue el de proteger y amparar la constitución de familias nucleares que, bajo
la vigilancia de la institución católica, garantizaran la presencia de sanas
costumbres.

Durante el período estudiado para el presente trabajo, de corte liberal, se


alcanza a notar la fuerte presencia de la Iglesia en la educación femenina. Existía
un carácter disciplinario y controlador en la vida de las mujeres de elite tanto por
parte de la familia, como de la Iglesia católica. Esta institución tenía gran éxito a
través de su autoridad en los colegios; poseía gran fuerza en las costumbres de la
sociedad que mantenía prácticas religiosas constantes en la vida cotidiana, las
cuales actuaban de manera persistente en la conciencia de las personas y mucho
más en las alumnas en proceso de formación.
El modelo católico implantado en la educación y en los imaginarios sociales
produjo un ideal del ser femenino y cualquier violación a este modelo ocasionaba
un desequilibrio social. Las mujeres eran fuertemente controladas y vigiladas por la
institución católica para conservar los valores tradicionales de la nación. Los
deberes religiosos que debían seguir las alumnas fueron establecidos en
reglamentos y manuales; pero también en el interior de las mismas instituciones
educativas se ejercía una fuerte vigilancia, disciplina y control para hacerlos
cumplir. Existía en la educación de las mujeres una clara intención de mantener una
implacable moral de carácter disciplinario, correctivo y punitivo. Se hacían fuertes
referencias al pudor, la compostura, la modestia, la virtud y la sumisión; si esto no
se obedecía, se aplicaban una serie de castigos que se establecían de manera
gradual: regaño en la clase, reprensión en la comunidad, prohibición de salir a los
descansos, de salir los días festivos o de paseo, aviso de las faltas a la Gobernación
y expulsión del colegio. Todas estas eran medidas de “disciplinamiento” de las
mujeres, y se hacía por medio de la educación católica.

“La obediencia cambia más tarde de nombre y se llama entonces el deber


(...) cambia según la edad, la condición y el estado, pero siempre se muestra como
un juez inflexible que si lo descuido se expone al arrepentimiento y si lo
desprecio es entregarse á los remordimientos” (Uribe, 1895), permite entender que
la sociedad decimonónica aceptaba la sumisión en la mujer y quizá rechazaba o
repudiaba el hecho de que un hombre fuera gobernado por su mujer. La
desobediencia o rebelión serían entonces las actitudes opuestas de la mujer ideal.

Bibliografía:
No hay ninguna fuente en el documento actual.Uribe, Susana, (1895), Cuaderno
de Instrucciones, Medellín: no tiene editorial porque no fue publicado. Cit. p, 21-22

Nivel de descripción: Legajo

Código de referencia: CONSTITUCIONES:SR.26,4

Autor responsable: ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN DE COLOMBIA

Título: Constitución del Estado de la Nueva Granada de 1832.

FECHAS EXTREMAS

Inicial (FE) 1832

Volumen: Legajo: 1

Acevedo de Repositorio Institucional Universidad EAFIT – Patrimonio


Gómez, Josefa documental- Libros

dc.date.available 2017-03-31T16:00:54Z

dc.date.issued 1845
dc.identifier.uri http://hdl.handle.net/10784/11268

dc.language.iso spa spa

dc.publisher Bogotá: J. Ayarza spa

dc.rights info:eu-repo/semantics/openAccess eng

dc.title Ensayo sobre los deberes de los casados, escrito para los
ciudadanos de la Nueva Granada

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