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I. vitti ‘na crozza……….

[Vi una calavera]


Milán, Italia – Estadio Giuseppe Meazza. Uno de los estadios de futbol
más famosos del mundo.
Algo en ese sitio estaba muy mal. No había ruido. Siempre había ruido
allí. Miles de fanáticos festejando, los gritos de los vendedores, policías
intentando mantener el orden. A esta hora del día, el estadio nunca estaba en
silencio.
Especialmente en un día de partido – cuando se suponía que los
favoritos locales jugarían contra su archirrival con estadio lleno. Sin embargo,
todos los 80,018 asientos estaban vacíos. Nadie miraba; nadie jugaba.
No había nadie en absoluto.
Solo una aterradora paz debajo del cielo despejado.
En el cielo había un dirigible – flotando en lo alto, como si filmara el
partido que no se estaba jugando.
En el costado del dirigible, en pequeñas y discretas letras estaba
escrito:”Speedwagon.”
Desde la góndola, el personal del dirigible miraba nerviosamente hacia
el estadio vacío. Se miraron los unos a los otros, y asintieron. Uno de ellos
habló por el transmisor.
“El estadio está despejado. Tiene permiso para proceder.”
“Entendido.”
El hombre en el otro lado de la línea se movió entre los asientos vacíos,
e hizo una señal al dirigible en el cielo. Una luz parpadeó; lo habían visto.
“Mantengan estrecha vigilancia. Como dije, si algo me sucede,
lárguense de aquí.”
“Entendido. Sea cuidadoso, Guido Mista.”
Apagando su receptor, el hombre – Mista – bajó a la cancha y sacó un
revólver de su bota. Con bastante facilidad, apuntó hacia el túnel por donde
salían los jugadores.
“Está bien. Puedes salir, Sheila E.”
Su voz era baja, pero resonante, proyectada como la de un cantante de
ópera.
Durante diez segundos, hubo silencio. Después dos figuras emergieron
desde las sombras, sus movimientos distaban mucho de ser los que los
jugadores del equipo local mostraban normalmente.
Una de las figuras era una joven – Sheila E. Sus facciones eran jóvenes,
indicaban que aún no había madurado por completo, pero sus ojos eran algo
completamente diferente. Eran los ojos de algo salvaje, preparado para
abalanzarse y hundir sus colmillos en la garganta de todo aquello que mirara.
Preparado para rasgarlo en pedazos. Había varias cicatrices en su rostro; pero
no mostraba señales de estar consciente de ellas.
Estaba escoltando a un chico, que se paró en el campo cautelosamente,
bajando la cabeza mientras sus pendientes con forma de fresa se agitaban.
Cuando ambos estuvieron a una distancia de veinte metros enfrente de
Mista, él levantó la voz. “Alto.”
Ambos obedecieron. Sheila E. se detuvo de inmediato, como un soldado
haciendo sus ejercicios, pero el chico se acobardó, y se quedo en su lugar,
tembloroso.
La pistola de Mista apuntaba hacia él. El cañón estaba enfocado directo
hacia su cara, entre la frente y la boca, justo en la parte superior del tabique
nasal. Apuntaba sin vacilar.
“Hmph,” gruñó Mista. Miró al joven de arriba abajo, después abrió sus
y dijo, “Cuanto tiempo sin vernos.”
La cabeza del chico se agitó, mirándolo por primera vez.
La mirada de Mista era fría , como el hielo.
“Dime, Fugo… ¿Cómo has estado?”
El muchacho no respondió. Parecía que se había quedado sin habla.
“Hasta donde escuché, pasaste los últimos seis meses tocando el piano
en un bar. ¿Tocas el piano? No tenía idea. Con todo el tiempo que llevamos de
conocernos…”
“....................”
“Supongo que los niños ricos tienen que aprender toda clase de trucos
elegantes.”
Fugo murmuró algo en voz baja.
“¿Mmh?” Dijo Mista, no dejaría pasar eso. “¿Que fue lo que dijiste?
Tienes algo que decir, escúpelo.”
Fugo torció sus labios hacia un lado.
“No era nada,” alcanzó a decir. No era nada; había negado la
implicación de Mista.
Mista levantó una ceja, pero de inmediato la bajó. “Bien, entonces
dime… ¿Tienes algo que decirme? ¿Algo que quieras saber? Responderé lo
que pueda.”
Fugo permaneció en silencio por un largo momento. Entonces aclaró su
mente.
“¿De verdad está…muerto?”
Un crudo dolor se reflejaba en sus ojos. Al ver eso, Mista frunció el
ceño, y miró a Sheila E.
“Sheila E., cubre tus oídos.”
Ella asintió secamente, y metió sus dedos en sus orejas con tal fuerza
que era increíble que no sangraran. Sellando todos los sonidos del exterior. Su
obediencia era totalmente patológica. A Mista no parecía preocuparle.
Volvió a mirar a Fugo, y dijo, “Entonces, ¿oíste de la muerte de
Buccelati?”
El color abandonó el rostro de Fugo.
Todo su cuerpo comenzó a temblar, y sus dientes comenzaron a
castañear. Era como si de repente lo hubieran lanzado en una ventisca.
“Narancia y Abbacchio también murieron. ¿Recuerdas lo que dijiste?”
Fugo no respondió.
“No están mirando la realidad. No pueden sobrevivir de ideales. No
podemos vivir fuera de este grupo.”
Fugo recordó esas palabras. El nunca las olvidaría. Esas palabras lo
habían llevado a abandonar al hombre a quien le había confiado su vida.
¿Había cometido un error? ¿Había sido el único ignorante de lo que en
verdad estaba ocurriendo?
Había estado lidiando con esa pregunta cada día desde entonces. Y
ahora la respuesta – o parte de ella – estaba ante él. Una de las cinco personas
que abandonó aquel día.
“Mista… ¿es cierto?”
Su voz se quebró. La pregunta no era lo suficientemente específica, pero
Mista sonrió débilmente.
“¿Escuchaste los rumores entonces? ¿Qué fue lo que oíste?”
“Pues…” Fugo paró, y miró a Sheila E., Mista la había hecho cubrir sus
oídos para que no escuchara lo que iban a decir. Le costó demasiado el poder
seguir hablando. “Escuché que el jefe finalmente se había dado a conocer. Y
su nombre…”
“¿Su nombre?”
“Era Giorno Giovanna. Dijeron que el líder de Passione apenas tenía
dieciséis – y su juventud fue la razón por la que mantuvo su identidad en
secreto. Pero aparecieron los traidores, e intentaron descubrir su identidad, lo
cual hizo que una chica inocente se viera involucrada en asuntos de la mafia, y
casi terminó en una guerra interna… Por eso ya no le vio más sentido a
ocultarse, y al final reveló su identidad.”
“Sí. Sabes que es mentira. Estabas con nosotros justo antes de que todo
se viniera abajo.”
La pistola de Mista seguía apuntando directo a la cabeza de Fugo.
“Estabas con nosotros antes de Diavolo – el verdadero jefe – mató a
Buccelati y a los otros.”
La garganta de Fugo estaba seca, pero no se atrevió a pasar saliva.
“Giorno se unió a la banda específicamente para derrotar al jefe y tomar
su lugar. Buccelati lo estuvo ayudando todo el tiempo. Tiene sentido, ¿no? No
pareces sorprendido. Desde el momento en que se unió al equipo, Giorno no
parecía un recluta ordinario. Nunca lució como un novato, y Buccelati siempre
lo trató como un socio confiable, nunca como un subordinado. Incluso Giorno
insiste en que ellos eran socios, pero la verdad es que… Buccelati trabajaba
para Giorno. Bueno, así es como yo lo veía. Él estaba dispuesto a dar su vida
por el sueño de Giorno – y eso hizo. Se llevó a Diavolo consigo.”
“....................”
“Giorno se movilizó rápida y eficientemente, solidificando su poderío.
Era hermoso de observar. Esta parte ya la has escuchado ¿cierto? No nos
hemos estado ocultando exactamente.”
“Sí… el príncipe de la mafia, limpiando la casa en el bajo mundo. Es
una leyenda urbana. Y se dice que tu eres su número dos al mando, Mista.”
“Woah, eso no es cierto. Todos creen que el pistolero es siempre la
mano derecha, pero el verdadero número dos es Polnareff. Yo soy el número
tres. Piénsalo – si tienes dos veces dos, te da cuatro. El cuatro es de mala
suerte. No me acercaré a nada por el estilo. El tres es mucho más seguro.”
El tono de Mista se aligeró un tanto.
“¿Polnareff? Es un nombre francés.”
“Nunca lo conociste. Y su nombre no te hará para nada bien. No
averiguarás nada acerca de él.”
“………………..”
Estaba claro que todo eso era información clasificada. Una vez más
Fugo se encontró preguntándose por qué estaba ahí.
Todo había sido demasiado para él. ¿Asesinar al jefe y tomar el poder?
Era una locura. Entonces dejó el equipo de Buccelati. Luego, la noche anterior,
es encontrado por Sheila E. Enviada por la reformada Passione. Sabía que este
día llegaría… pero no esperaba esto.
Tienen más poder del que el antiguo jefe jamás hubiera soñado.
Hace seis meses, Passione había sido poderoso… siempre y cuando los
sindicatos de crimen organizado lo siguieran. Tenían influencia en los
negocios, la ley, en el gobierno; los sobornos y la extorsión les daba casi todo
lo que quisieran.
Pero no esto.
Llamarlo a un estadio de la UEFA de primera clase como el Giuseppe
Meazza significaba ignorar a decenas de miles de furiosos fanáticos, y
posponer el juego a pesar de los contratos de transmisión con las televisoras
de todo el mundo. Ese poder estaba más allá del de cualquier presidente. Más
allá de todo con lo que la vieja Passione hubiera soñado. Y el dirigible de
arriba pertenecía a la Fundación Speedwagon. Uno de los organismos más
famosos del mundo, que no estaba dispuesto a otorgar favores a líderes
criminales. Fugo no tenía idea de cómo alguien pudiera contactarlos. Pero si
estaban aquí para investigar algo, entonces tenía que ser…
…yo. ¿Quién más si no?
Fugo pudo sentir los ojos de Mista clavándose en él. Sheila E. también
lo estaba mirando.
“¡Fugo! ¿Qué es lo que crees?” preguntó Mista. “¿Te consideras un
traidor? ¿Abandonaste desalmadamente a Buccelati en su hora de necesidad?
¿La culpa te mantiene despierto por las noches?”
“………………..”
“Debo admitir… puedes haber estado en lo correcto. Digo Buccelati
colgó los guantes. No fuiste con él, y sobreviviste. Yo solamente sobreviví
porque soy un tipo suertudo mega genial que nació bajo una buena estrella,
Pero tú no tenías nada de eso a que recurrir. Jamás lo hubieras contado. No
tenías oportunidad de sobrevivir a la intensa pelea que Diavolo y Giorno
tuvieron. Fuiste lo suficientemente listo para ver eso. Siempre lo has sido.”
“…………………”
“Hasta ese punto: estamos bien. El problema es ahora. ¿Qué quieres
hacer?”
“………………..”
“Mientras Fugo seguía sin decir nada, Mista hizo un ademán de sacarse
los dedos de las orejas. Sheila E. siguió el ejemplo con un chasquido audible,
y puso su atención en ambos.”
Lista para pelear en cualquier segundo.
“Fugo,” dijo Mista, tranquilamente. “Saca tu Stand.”
Los ojos de Sheila E. eran como dagas. El rostro de Fugo adquirió un
nuevo tono de paildez.
“Muéstranos a Purple Haze”
“………………..”
Fugo apretó los dientes, pero hizo lo que se le dijo.
El cuerpo de Fugo pareció difuminarse, después duplicarse, como un
espejismo.
Entonces la figura duplicada dio un paso adelante.
Era como si su alma se hubiera liberado de su carne, moviéndose a su
voluntad. Una parte de su personalidad solidificada – se trataba de su ‘Stand.’
Un verdadero remiendo, más zombi que hombre, con ojos
completamente abiertos e inyectados en sangre.
Él lo llamaba Purple Haze.
Un aspecto más de Fugo, un poder de su propiedad – uno de los más
temibles de todo el mundo.
“Grrrrrrr…ssslurrrrrr…”
Purple Haze rechinó sus dientes irritablemente, su baba escurría por su
mentón.
Fugo detestaba mirarlo. Era aterrador. Demasiado aterrador.
Pero Mista no desviaba la mirada.
“Y bien, Fugo” dijo calmadamente manteniendo su puntería firme.
“Sabes porque te llamamos a un lugar así, a plena luz del día. ¿Verdad?”
Fugo no dijo nada
“Fugo, tu Stand es ridículamente peligroso. El virus mortal que tu
Purple Haze dispersa descompone todo lo que infecta. Se derriten hasta morir.
No hay defensa contra eso. No hay manera de controlar lo que infecta.
Indiscriminadamente. Malévolo. La muerte encarnada.”
Fugo permaneció en silencio.
“Pero sé que ese virus no es admirador de la luz. Sé que su rango se
extiende a sólo cinco metros. Sabes que lo sé.”
“Lo sé”
“Entonces. Aquí, este lugar, esta distancia, con este clima – tu Purple
Haze no tiene oportunidad contra mi Sex Pistols”
El revólver que cargaba Mista era una pistola ordinaria, cargada con
balas ordinarias… pero Fugo podía ver pequeñas cosas flotando en el aire,
como hadas desagradables.
Este era el Stand de Mista. Las balas que disparara seguirían
trayectorias inesperadas, pasar a través de cualquier defensa, y asestar donde
se pueda infligir el mayor daño.
Fugo podía propagar su virus todo lo que quisiera, pero Mista estaba a
veinte metros de distancia – jamás llegaría hasta él. En un campo abierto, con
el sol en su cenit… el virus moriría en un instante y sería inofensivo.
Nadie más se vería inmiscuido; solamente Fugo moriría.
Y la chica…
Fugo pudo sentir los ojos de Sheila E. taladrando su nuca.
Era un peón de sacrificio. Si él intentaba algo inesperado, era su trabajo
lanzarse contra él. Ella sabía que el virus la infectaría, que la mataría. Pero no
dudaría en botar su vida de ese modo. Fugo sabía que lo haría desde el
momento que cruzó miradas con ella. Parecía esa clase de persona.
No había escapatoria.
“Lo sé, Mista” dijo Fugo. Podía oír su propia voz temblando. Pero se
obligo a sí mismo a hablar. “Sé que si quisieras matarme, lo habrías hecho ya.”
“¿Oh…?”
Mista levantó una ceja.
“Tú no eres así, Fugo. Lo fuiste alguna vez, cuando estabas acorralado,
estallabas y hacías una locura.”
“………………..”
“Debo admitir, que cuando decidiste no seguir a Buccelati, estuve
aliviado. Si estallabas en el momento equivocado, regabas ese virus por todas
partes y todos nos moríamos. Eso sería tonto, ¿no?”
Estaba insultando a Fugo. Estaba claro. Pero aún más claro…
Lo está haciendo a propósito. Intenta provocarme. Quiere que pelee
con él. Dale una excusa para dispararme. Está seguro de que me puede matar
antes de que lastime a Sheila E.
Fugo estaba seguro ahora – seguro de por qué había sido traído aquí.
Exhaló profundamente, y dijo.
“No por todas partes.”
“¿Hunh?”
“No puedo esparcir el virus por todas partes. Sólo seis veces. Sólo hay
seis capsulas de virus en las manos de Purple Haze. Sólo puedo atacar seis
veces en un día. Tú sabes esto.”
Mista entrecerró sus ojos. Fugo sonaba tranquilo. Lo había superado.
“Entonces te preguntaré de nuevo, Fugo. ¿En qué estás pensando ahora
mismo?”
“Nunca he traicionado a Passione. ¿O sí, Mista?”
“Ya veo” Mista apretó sus labios, después suspiró. “Esas palabras
fueron elegidas cuidadosamente. Siempre fuiste listo. Sabes lo que tienes que
hacer, ¿verdad? ¿Cómo puedes probar tu lealtad hacia Giorno?”
“¿Probar…?”
“Para probar que no eres nuestro enemigo, mata a alguien que sí lo es.
Si no puedes, entonces te matamos.”
No había falsedad en su tono. No era una amenaza sin fundamento, o
una valentonada. Simplemente la verdad.
Una orden – una dada con autoridad. Seis meses atrás, cuando ambos
eran miembros de rango inferior, él nunca se hubiera oído así de intimidante.
Había crecido. El abismo que los dividía era inmenso.
Los dientes de Fugo querían temblar, pero los forzó a permanecer
quietos. Se sentía como una rana ante la mirada penetrante de una serpiente,
pero al menos había ganado una suspensión de su ejecución.
Otra vez.
Esto hubiera sido un alivio, pero en lugar de eso, Fugo se encontraba
extremadamente… molesto. La amargura brotaba en su interior, y todo lo que
podía hacer era mantenerla dentro de sí. Era como una bilis corrosiva, que
quemaba como si estuviera ardiendo, y a la vez terriblemente helada.
“Grrrrrraaaaagghhh.”
Purple Haze empezó a gruñir de repente. El sonido desvió la atención de
Fugo.
“Suficiente,” dijo Mista disgustado. “Guárdalo ya.”
Fugo permitió a su stand volver a su interior.
Detrás de él Sheila E. resopló. “¿Ni siquiera puedes mantener quieta a
esa cosa? ¿No tienes ningún autocontrol?”
Fugo no podía discutir eso.
“No empiecen a pelear,” dijo Mista. “Van a trabajar juntos.”
Fugo lo miró con asombro. “¿Juntos?”
“No sólo ustedes dos – tendrán ayuda. Estos no son la clase de tipos de
los que te encargas sólo.”
“¿Tipos?”
“Tu objetivo es un hombre, pero tiene un equipo protegiéndolo. Si no
tienes un equipo, pierdes. Estrategia, lección 1.”
Mista atrapó los ojos de Fugo y los mantuvo así. Su mirada le dijo a
Fugo todo lo que tenía que saber. Este objetivo se trataba de un negocio. Un
escalofrío bajó por su columna.
“Si tiene un equipo, entonces…”
Mista asintió.
“Los restos de la antigua Passione. El equipo de narcoticos.”
*
Aproximadamente al mismo tiempo, en una bodega en los límites de la
Villa San Giovanni – un pequeño pueblo en el Estrecho de Messina – los
planes se estaban poniendo en marcha.
Los sollozos de un hombre resonaban en el cuarto débilmente iluminado.
Un chico se detuvo frente a él.
Mejillas sumidas, ojos impactantemente grandes. Cortes aquí y allá por
todo su cuerpo, incluso en sus párpados y labios.
Estas heridas no eran antiguas. La mayoría aún tenía costras, en toda
clase de colores desagradables.
Incluso ahora, el chico estaba tallando un nuevo corte con una daga.
Abriendo su propia mejilla.
“¡Gigigigigigigigigigigigi!”
El chico ayudaba dando interpretación oral a los efectos de sonido que
él creía que emitía su corte. Él casi parecía con vida, con su mirada perdida.
Una vez que terminó más o menos de rebanar su propia carne, comenzó
a murmurar incoherentemente.
“Hombre moderno,” comenzó, “Está incompleto. Toda esta mierda…
no es suficiente. No me refiero a, nutrición o ejercicio o… digo, en
comparación al hombre primitivo, hay algo en sus vidas, sus vidas diarias
¡algo que está faltando aquí!”
Un crujido se escuchó súbitamente en su garganta, y algo salió volando.
Tosió una costra de una herida en el interior de su garganta.
“Como, dicen que ni siquiera se sienten con vida, no es cierto. En serio,
no te estoy tomando el pelo, esssss verrrrrdaddd.”
La sangre escurría por un lado de su boca, pero el joven no parecía
notarlo.
“¿Entonces qué? Bueno, esta es la parte más seria de veras. Cuando una
forma de vida no tiene la suficiente fuerza para vivir… se extinguen. Sin
excepción. ¡Como los pandas! Están fregaaadooos. Sólo comen bambú. Nada
más. No tienen esperanza. La humanidad no está mucho mejor. ¡Nos
esforzamos tanto por ser civilizados que ocultamos el hecho de que ya no
tenemos un propósito para vivir! No sé quién dijo toda esta porquería, pero
alguien lo hizo, y yo… yo tengo que evitarlo, tengo que sentirme vivo, y
pues...”
Comenzó a cortarse otra vez.
“El dolor hace que todo se sienta real. ¡Llama a la vida en mi interior!
Sin eso me extinguiría y… y… no quiero extinguirme…”
“………………..”
“Um, ¿entonces… qué? ¿Tú… eras Harry? ¿Halley? No, ¿Sale? ¿Algo
así, verdad?
Había ligereza en su tono, era como si hablara con un viejo amigo.
El hombre, cuyo nombre sí era Sale, estaba cubierto en sudor, su frente
estaba arrugada de preocupación. Era un momento de crisis para él. Él
también era un antiguo miembro de Passione; en una ocasión se había
enfrentado con Mista y Giorno mientras buscaban el tesoro de uno le los
líderes de la banda, Polpo. Al igual que Fugo se la había ordenado probar su
lealtad.
“Oye, te estoy hablando” gruñó el chico. “Y cuando Vittorio Cataldi te
habla, mejor no lo ignores. ¿O tal vez… tú… no tienes modales?”
“…………………”
“¿Hola? ¿Quién de los dos tiene la razón aquí? ¿Yo? ¿Siendo súper
amable, hablando claramente, dando sentido a todo? ¿O tú? Sentado ahí en
silencio como una roca maleducada. ¿No dirás una bendita palabra? No
importa cuánto lo pienses, la respuesta soy yo, ¿o no? No tienes argumento
contra eso ¿o sí? No me sorprende.”
“………………..”
“¿O sí lo tienes? Si tienes un problema conmigo, sácalo. Muéstrame tu
Stand. Déjame ver lo que Kraftwerk puede hacer.”
Sale superaba en edad a Vittorio, pero el chico claramente tenía la
ventaja.
“………………..”
Todo en ese chico le ponía a Sale los pelos de punta. Él ya había
superado por mucho su cuota de sustos – incluso luchó contra Mista y vivió
para contarlo.
Pero nunca se había sentido tan atemorizado.
Los ojos como de insecto del joven lo miraban. Ventanas a un alma
ausente.
A juzgar por su discurso de la humanidad y la civilización, los ojos del
chico no reflejaban ningún futuro.
No había ni una luz de esperanza, ni una señal de lo que podría llegar a
ser. Sin sueños, esperanza, ni pasión. Sólo la hostilidad que salía tambaleante
de su boca.
¿E-En verdad es parte del equipo de narcóticos? ¿La Squadra di
Narcotici que le trajo tantos beneficios al grupo?
Sale lo encontraba difícil de creer. En la antigua Passione, habían sido
el equipo al que todos soñaban unirse, el equipo que tenía todo lo que quisiera,
que se alimentaba del seno de dios. Eran los reyes del mundo, con todo el
dinero y mujeres que pudieran tener, capaces de hacer lo que les plazca. O era
lo que todos creían.
Pero este chico era ingenuo, ignorante, sin educación, preocupado por
nada más que lo que le molestara en ese segundo. Y…
Erp…
La mirada de Sale fue desviada de Vittorio. Había otra figura en la
habitación, sentada en la esquina, apenas moviéndose para respirar.
Su piel era extremadamente pálida, al igual que sus labios, solo con una
pequeña insinuación de rojo. Su figura se obscurecía en la sombra.
Unos ojos vacíos mirando inmersos a la nada. Estaba tarareando una
canción tan débilmente que apenas se podía oír.
“La, la la la… lalalala, lala, lala ……”
Era una famosa canción siciliana, Vitti ‘na crozza (“Vi una calavera”).
Lo que debería ser una canción rápida y alegre, era casi irreconocible, tan floja
y mal articulada en su interpretación.
Ella era joven, aún una chica.
Su cabello extendido por todo el suelo. Era largo, muy largo, como si se
hubiera olvidado de cortarlo, o incluso de que era una opción.
Sentada lánguida en el suelo, con su complexión marchita y frágil, su
cuello pálido tambaleante bajo el peso de su cabeza, parecía que se partiría en
cualquier instante.
“La, lala, ley lo ley la, ley, la la……”
Su nombre era Angelica Attanasio.
Su stand se llamaba Night Bird Flying. No parecía ser más que una
pequeña ave, revoloteando a su alrededor. Para nada amenazador.
Pero había traído a Sale y a su compañero Zucchero hasta aquí, a este
lugar de muerte.
Sale miró a Angelica con todo su asombro, pero ella lo ignoró. No era
un desplante de valor, ella simplemente no estaba al tanto de su presencia.
Un hilo de baba corrió por su barbilla. Había sangre en él. Estaba
sangrando por la boca.
Obviamente se trataba de una adicta.
Pero este niño ignorante sin planes para el futuro, y esta chica adicta
con una corta esperanza de vida… estos fiascos patéticos habían arrinconado a
Sale, un hecho que lo enardecía.
Mordió su labio tan fuerte que estaba sangrando, pero no sentía el dolor.
Y no porque estuviera tan enojado que no lo podía sentir.
Había sido atrapado por Night Bird Flying, y ya no sentía dolor.
El mundo bajo sus pies se sentía inestable. Todo lo que podía hacer era
permanecer de pie. Se sentía mareado, pero este mareo no se iba, su sentido de
balance no regresaría.
Los movimientos más complejos estaban descartados – ninguno de sus
trucos usuales eran remotamente posibles.
Un ataque directo era su única opción. Se giró hacia Vittorio.
“¡Ki, kikikikikiki, ki kiiiiii!”
El chico se estaba cortando de nuevo. La superficie de la hoja era como
un cuchillo donde sale se podía ver reflejado.
Esa daga…
Sale había estado vigilando la daga. Al igual que Mista era un pistolero,
Vittorio era un especialista en cuchillos. Pero en una batalla entre Stands, una
cuchilla ordinaria sería inútil… ¿Entonces cuál era su función?
El Kraftwerk de Sale tenía la habilidad de hacer que los objetos se
quedaran en su lugar. Le podían disparar, apuñalarlo, y en el momento que las
balas o cuchillas tocaran su piel, el podía fijarlas en un lugar, y salir ileso. Por
eso una daga normalmente no sería una preocupación. Normalmente.
Sí… ¡no tengo nada que temer!
A estas alturas, ya no tenía la capacidad de tomar decisiones racionales.
Había sobrevivido tanto porque respetaba las limitaciones de su Stand, y
huyendo de donde él creía que estaría en riesgo – pero había fallado aquí.
“La, lala, ley la ley la, leylalala…”
Al igual que Angelica, él ya no podía razonar las cosas.
Vittorio dejó de cortarse y le lanzó una fría mirada.
“Vamos. Tu Stand… y mi Dolly Dagger… ¿cuál tiene el derecho de
existir? ¡Averigüémoslo!”
En el momento que la daga dejó la piel del chico, Sale arremetió contra
él.
Si Vittorio iba a intentar apuñalarlo, Sale iba a permitirlo. Detendría la
daga en su lugar, y haría lo mismo con el cuerpo del chico. Pero conforme se
iba acercando, la punta de la navaja jamás apuntó hacia él.
No sólo no hizo ningún movimiento para atacarlo con la cuchilla, no
hizo ni un solo movimiento. Se quedó ahí nada más, esperando, sin siquiera
intentar defenderse. Era extraño, antinatural – pero Sale estaba demasiado
cerca para detenerse ahora. Tenía que seguir… y lo hizo, impactando su puño
en el pecho expuesto de Vittorio.
Detuvo el corazón del joven en su lugar, matándolo instantáneamente.
No había modo de que lo evitara.
Había ganado… o eso es lo que él creía.
El pie del chico se levantó…
y lo pateó,
Sale salió volando, rodando por el piso.
Imposible, pensó. ¡Había golpeado el pecho del muchacho! Miró hacia
arriba, y Vittorio estaba doblado, agarrándose el pecho, obviamente por el
dolor.
“Unh…” gruñó, mientras el sudor bajaba por su rostro. Pero ya debería
de haber muerto.
Cómo – Sale se preguntó, entonces notó algo totalmente bizarro.
Había algo flotando en el aire entre los dos.
Era de un tono rosado, y parecía… pegajoso.
Como la carne. Como un órgano… pequeño, compacto y redondo. Sale
lo reconoció.
Un corazón.
Un corazón, arrancado del pecho de alguien, atrapado en el espacio.
¿…pero…de quién……?
La cabeza de Sale de repente giró hacia abajo. Había perdido la fuerza
para soportarla, y su propio peso la había llevado abajo…proporcionándole un
vistazo al agujero en su pecho.
El ataque de Sale había sido reflejado hacia él. Pero ya no tenía tiempo
de preguntárselo. Sin un corazón que la bombeara, su cuerpo se quedaba sin
sangre y su consciencia se perdía, para no volver a despertar.
El corazón de Sale cayó salpicando al suelo, libre del poder que lo
mantenía suspendido.
“Aauuuuhhh…” Vittorio se retorcía de agonía en el suelo. “¡Massimo!”
gritaba, llamando a alguien afuera de la bodega. “¡Massimo, ayuda!”
La puerta se abrió fuertemente. La luz invadió el lugar, y un hombre
entró.
Iba arrastrando algo – parecía una especie de bolsa de plástico – pero la
tiró en cuanto vio a Vittorio.
“¿Hiciste una locura nuevamente?” dijo, su voz era como el viento
soplando a través de una grieta en la pared.
“¡Rápido! ¡Mi corazón! ¡No está latiendo bien!¡Se detuvo… un treinta
por ciento!”
“Te lo repito, Vittorio, tu Dolly Dagger solo puede reflejar el setenta
por ciento del daño. No puedes dejar que alguien te ataque y esperar salir
ileso.”
Mientras hablaba, el hombre alto se aproximó al joven y lo golpeó con
fuerza en el pecho. Noqueando a Vittorio.
Angelica se carcajeaba histéricamente.
“¡Rayos, tranquilízate!” dijo Vittorio mientras se levantaba. Ya no
sentía dolor. Cuando el hombre lo tocó, todas sus funciones corporales
volvieron a la normalidad.
El hombre lo ignoró, y se acercó a Angelica.
“¿Estos son todos?” preguntó.
Ella afirmó. “No hay nadie más cerca. Absolutamente nadie. Nadie nos
ve.”
Entonces apuntó al objeto de plástico que él había tirado antes.
“Excepto eso.”
“Mm,” dijo él mientras la miraba.
“Oh ¿es él?” dijo Vittorio. “¿Zucchero? Escuché que puede desinflar las
cosas.”
Se acercó a él para echarle un vistazo.
Visto con detalle, eso tenía la forma de un hombre. Como un globo en
forma de hombre totalmente desinflado… y estaba palpitando.
“La mayoría de las veces, no puedes utilizar tu poder en ti mismo, pero
es claro que este tipo sí puede.”
“Sí. Y cuando es así de plano, puede deslizarse por cualquier espacio
angosto, y acercarse a su objetivo. Así fue como él y Sale se aproximaron.”
“¡Ja ja ja, mala suerte! Tenemos a Angelica, nadie nos puede tomar por
sorpresa.”
Vittorio se paró en el hombre desinflado, tallando su pie contra él.
“Ew, qué asco, tiene pulso.”
“Aún desinflado, su corazón sigue latiendo. Pero ahora mi Manic
Depression ha hecho imposible que pueda controlarse.”
El hombre alto miró a su oponente vencido inexpresivo.
Massimo Volpe.
Ese era su nombre, un hombre tan peligroso que estaba en los primeros
de la lista negra de Giorno Giovanna. Su existencia era vista como un
problema al grado que mientras él fuera eliminado, los otros tenían permitido
huir.
Pero al verlo, parecía alguien apacible. No era alguien que tuviera una
fuerte presencia.
Era italiano, pero por su complexión ósea tan robusta podría hacerse
pasar por irlandés. Su nariz era delgada, al igual que sus ojos y cejas.
Vittorio seguía jugando con los restos de Zucchero.
“Entonces, ya no se puede volver a inflar, ¿pero ahora tampoco
podemos torturarlo? ¿Puede hablar estando así?”
“Hombre, tu Manic Depression es nefasto. Una masacre total.”
Un último miembro de su equipo entró al cuarto. Un hombre viejo.
“Maldición, Massimo. Te dije que no pelearas a menos que tuvieras que
hacerlo. Vittorio y yo podemos con incompetentes como estos. Angelica y tú
deberían permitir que los protejamos.”
La cara del anciano estaba cubierta de profundas arrugas, pero su
espalda estaba erguida y sus movimientos eran vivaces.
“¡Oh, Kocaqi!” dijo Angelica felizmente, y se lanzó sobre él. Frotaba su
cara en su muslo como un gato agradeciendo a su dueño. Él palmeó su cabeza
suavemente, pero nunca apartó su mirada de Massimo.
“¿Me oíste, Massimo? Eres el corazón de este equipo. Existimos sólo
para ti.”
“Pero tú eres el líder, Vladimir. Sólo obedezco lo que dices.”
Massimo no parecía decirlo de corazón. Ya habían tenido esta
conversación antes.
“Sé que no lo ves aún,” Vladimir Kocaqi suspiró. “Podrías dominar el
mundo, tú sabes. Con un Stand como el tuyo, podrías ponerte por arriba de
todos.”
“Y tú también. Nadie puede vencer a tu Rainy Day Dream Away.”
“Oooh, ooh, ¿y yo? Dolly Dagger también es bastante bueno, ¿verdad?”
“Ahahahahahahahaha, ¡somos grandiosos!”
Una mente aguda en un cuerpo viejo. Un hombre indiferente. Un joven
ignorante. Una chica adicta. Este era la Squadra de Narcotici que Passione
buscaba frenéticamente.
Stand: Dolly Dagger
Usuario: Vittorio Cataldi (16)

Poder: A Velocidad: A Rango: C


Duración: A Precisión: B Potencial: C
Habilidad: El 70% del daño recibido es transferido a quien sea que
se vea reflejado en la hoja de la daga. (El 30% restante es recibido
normalmente.) El Stand ha poseído una espada corta antigua de la
era napoleónica. Rechaza toda clase de daños, incluyendo las balas y
ataques virales. Un Stand nacido del fuerte deseo de probar la
inocencia propia y pasar la culpa y la responsabilidad a otros.

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