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2017­5­26 Neurociencias y neoliberalismo

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Editor/Director: Conrado Yasenza

Neurociencias y neoliberalismo

Las neurociencias se introdujeron en la cultura para imponerse como una moda a partir del marketing y de un
discurso exitista, que esconde la fórmula del buen vivir. La psicoanalista Nora Merlin reflexiona sobre el auge de
las neurociencias en tiempos de neoliberalismo.
 
Por Nora Merlin*
(para La Tecl@ Eñe)

“El hombre y la máquina se han vuelto isomorfos e indiferentes ya nada es el otro del otro” Baudrillard, La transparencia
del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos.
 
 
Las neurociencias consideran que todos los procesos mentales están causados  por el funcionamiento
cerebral (neurotransmisores, neuronas y circuitos). El programa de las neurociencias se apoya en la ficción
del hombre neuronal, esto es un humano definido fundamentalmente por un sistema de neuronas
interconectadas. Esta perspectiva biologista redunda en que la terapéutica establecida para tratar los
disfuncionamientos neuronales, se va a fundar en la acción de determinadas drogas, los psicofármacos,
sobre los cuerpos. El psicoanálisis es un campo diferente al de la farmacología, pero no por ello está en
contra del uso de medicamentos. En determinadas patologías como las psicosis, en algunas estructuras
muy lábiles o en situaciones de fuertes crisis, el psicofármaco puede ser una herramienta importante para
aliviar un dolor anímico o una angustia desbordante. Del mismo modo, consideramos que las neurociencias
pueden tener su campo de acción en aquellas patologías de etiología neuronal. Nuestra objeción respecto
de estas disciplinas es que, si bien consideran que el medio social interviene, para ellas el humano se
encuentra casi totalmente determinado por la máquina orgánica, neuronal, hormonal y genética. Esto
constituye desde nuestro punto de vista un reduccionismo epistemológico y una concepción que termina
resultando biopolítica. Las neurociencias se introdujeron en la cultura y lograron imponerse como una
moda a partir del marketing y de un discurso exitista, que pareciera esconder la fórmula del buen vivir. El
fundamento fisiológico de estas disciplinas establece trastornos universales del “órgano real”, sin
subjetividad, de modo que los datos biológicos sustituyen el relato singular de la propia biografía. Desde
esta perspectiva, los trastornos mentales constituyen alteraciones cerebrales que se miden utilizando
modernas técnicas de neuroimagen. Tratarán entonces de incidir en el órgano  ajustando, casi siempre con
medicación, la función alterada, lo cual muchas veces no solo no resuelve el trastorno sino que  lo agrava.
 
¿Por qué las neurociencias se asentaron y desarrollaron en el neoliberalismo?

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Las neurociencias establecen una relación entre normalidad y anormalidad (“trastorno”), a partir de un valor
numérico que funciona como límite entre ambos, y que determina una graduación arbitraria de los
supuestos índices de desviación. Un comportamiento será patológico en el caso que supere o no alcance la
medida establecida por una norma a la que deben adaptarse los individuos. Se trata de un poder
biopolítico fundamentado en la estadística, los percentiles, la autoridad del fármaco y detrás de todo ello la
industria farmacéutica, los laboratorios, las empresas de salud y los medios de comunicación.
 
El neoliberalismo implica la producción de una subjetividad conformada como masa uniformada, calculada,
disciplinada y controlada, en la que lo humano se reduce a su mínima expresión. La masa, en consecuencia,
resulta el paradigma social neoliberal, caracterizándose por un conjunto de individuos pasivos,
identificados, sugestionados y alienados a los sentidos que imponen los medios de comunicación. Una
subjetividad según el modelo empresarial, condenada al sometimiento y a intentar adaptarse a la
normatividad establecida por el poder. Una masa  acrítica que obedece los mandatos de la época que
exigen consumo, rendimiento y una eficiencia que nunca alcanzan, porque vivimos en un mundo
atravesado por la acumulación ilimitada y el rechazo de la imposibilidad. Se habla con metáforas
empresariales de “capital mental”, “recursos cognitivos y emocionales” y  “cerebros aptos para desarrollar las
potencialidades en un mundo competitivo”…
 
 
"El neoliberalismo implica la producción de una subjetividad conformada como masa uniformada,
calculada, disciplinada y controlada, en la que lo humano se reduce a su mínima expresión. La
masa, en consecuencia, resulta el paradigma social neoliberal, caracterizándose por un conjunto de
individuos pasivos, identificados, sugestionados y alienados a los sentidos que imponen los medios
de comunicación."
 
 
 
El neoliberalismo y sus imperativos insaciables e imposibles de colmar, producen necesariamente una
subjetividad deudora, que porta  como un karma la sensación de no cumplir con la talla esperada. Las voces
escolares, familiares y laborales exclaman con un supuesto elogio: “das para más”, modo encubierto de
demandar más consumo, rendimiento y eficiencia.  Una subjetividad  identificada al  déficit respecto de una
normalidad establecida constituye un campo propicio para la instalación y proliferación de trastornos que
indican falta o exceso. Una sociedad controlada, disciplinada, adaptada a un supuesto funcionamiento
normal determina las condiciones de posibilidad para el desarrollo de las neurociencias. Neoliberalismo y
neurociencias se retroalimentan en la producción de una subjetividad patologizada en la que abundan
mediciones, protocolos, tipologías, clases y agrupamientos en los que se recortan una proliferación de
trastornos, porque los individuos  no dan con la cifra normal. Gracias a la  “detección precoz”  vemos
aparecer niños etiquetados con déficits que devienen muchas veces en estigmas vitalicios. Las
características propias de  los niños como el movimiento, la desatención, desconcentración  y aburrimiento,
se patologizan.
 
En concordancia con el imperativo de consumo, el proyecto de las neurociencias apunta a la medicalización
de la sociedad, engrosando el consumo de psicofármacos y el consecuente negocio de los laboratorios, que
alientan el uso abusivo e indiscriminado de medicamentos. Es cierto que los productos de la industria
farmacéutica han erradicado enfermedades pero no deja de ser verdad que estas empresas buscan
conseguir fabulosas ganancias recurriendo a estrategias cuestionables y, gracias a su poder, suelen gozar
de una gran impunidad.

Cuando se intenta establecer verdades universales, útiles para las máquinas pero no para los sujetos, se
ingresa fácilmente en el totalitarismo de la normalidad. No es necesaria la ciencia ficción para concebir

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actualmente un disciplinamiento social de los cuerpos llevado adelante por médicos, educadores y padres
sugestionados por el poder corporativo de los laboratorios que, junto a los medios de comunicación,
promocionan enfermedades llegando al colmo de instalar falsas epidemias.
 
Para las neurociencias el trastorno está causado por una falla en el cerebro, es señalado por un experto y
evaluado por una máquina de medición- desresponsabilización. Cabe la pregunta ¿Dónde está el sujeto en
tanto singularidad y efecto del lenguaje?
 
La ética fundada por Freud no parte de una  supuesta normalidad, que constituye más una moral universal
establecida por el poder, que una definición de salud mental. La clínica psicoanalítica no concibe lo normal
como opuesto a lo patológico sino que afirma una psicopatología de la vida cotidiana. El síntoma
psicoanalítico se diferencia del trastorno de las neurociencias y del síntoma médico señalado y recortado
por el experto. Para el psicoanálisis el síntoma no implica ningún “error” ni “desviación”, sino que expresa y
porta la verdad del padecimiento de un ser hablante. Se juega allí una relación singular con el sufrimiento,
así como una decisión subjetiva de poner en cuestión un modo de satisfacción. La experiencia psicoanalítica
constituye  la posibilidad de subjetivar la verdad de un padecimiento, que sólo se define para cada uno, y
sintomatizarlo. Implica hacerse responsable de la propia conformación patológica poniendo a trabajar al
sujeto respecto de un malestar que lo lleva a la consulta.
 
El capitalismo produce una sociedad de masas que constituye un todo uniformado, sólo posible a condición
de excepciones y elementos excluidos. En el plano de la llamada salud mental, establecer tipologías y clases 
conformadas por los que se parecen responde a una lógica capitalista. Esos “todos” que constituyen los
trastornos supuestamente científicos, se transforman en verdaderos campos de separación en el interior de
una cultura caracterizada por la segregación.
 
 
"El capitalismo produce una sociedad de masas que constituye un todo uniformado, sólo posible a
condición de excepciones y elementos excluidos. En el plano de la llamada salud mental, establecer
tipologías y clases  conformadas por los que se parecen responde a una lógica capitalista."
 
 
Mantener la hipótesis del sujeto y la puesta en juego de un colectivo no basado en identificaciones
homogeneizantes, sino capaz de hacer comparecer las diferencias, resulta imprescindible en la batalla por
una cultura que no esté sostenida por los pilares del capitalismo.
 
Buenos Aires, 24 de mayo de 2017
 
*Psicoanalista. Magister en Ciencias Políticas. Autora de Populismo y psicoanálisis

4 comentarios Ordenar por:  Los más antiguos

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Susana Velleggia II · Buenos Aires
Muy bueno! Totalmente acertado. Todos los neurólogos que me tocó conocer
en mi vida sostienen la tesis reduccionista e infantil de que el pensamiento y
las conductas humanas son productos del "cerebro". Aberrante concepción
que nos reenvía al positivismo!
Me gusta · Responder ·  8 · 24 de mayo de 2017 17:18

Lilian Miriam Alonso
Excelente!!!!!
Me gusta · Responder ·  2 · 25 de mayo de 2017 8:52

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