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Dios desea que lo adoremos. Y con razón. Pues él nos hizo para alabanza de su gloria (Efesios 1.11–
12).
Pero ¿cómo podemos adorarlo?
Las iglesias de hoy día ofrecen toda clase de adoración: desde la adoración más tradicional hasta la
más moderna… desde la más formal hasta la muy informal... desde la más animada hasta la más
calmada. Con esta gran variedad es preciso que entendamos por medio de la Biblia cuál es la
adoración que a Dios le agrada. Procuremos entender la invitación del Salmo 95.6: Venid, adoremos y…
...postrémonos; arrodillémonos. En el Antiguo Testamento, adorar significaba "inclinarse boca abajo
en humildad y sumisión ante algún ser honorable". La gente de esa época se postraba en el suelo para
demostrar su adoración. Por ejemplo, Abram se postró sobre su rostro cuando Dios se le apareció
(Génesis 17.1–3). Cuando el Señor consumió el sacrificio de Elías en el Monte Carmelo, todo el pueblo
se postró (1 Reyes 18.39).
En el Nuevo Testamento la palabra adorar con sus derivados se traduce principalmente de la
palabra griega "proskuneo". "Proskuneo" significa "agacharse o postrarse en homenaje". Esta palabra se
encuentra en la plática que tuvo Jesús con la mujer samaritana. En sentido muy literal él dijo: "Mas la
hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores [se postrarán] al Padre en espíritu y en
verdad; porque también el Padre a tales adoradores busca que [se postren delante de él]".
El que se postra demuestra lo que siente en su corazón. Confiesa al que está ante él: "Reconozco tu
grandeza, comprendo mi bajeza, y me rindo a ti".
Para adorar en verdad, tenemos que tener estas actitudes en nuestro corazón. Así nos postramos en
espíritu. Aunque todo el mundo busque adorar con entretenimientos, emociones, o espectáculos, tú y
yo postrémonos y arrodillémonos…
...delante de Jehová nuestro Hacedor. En el día sexto de la creación, Dios sopló en la nariz del
hombre que había formado del polvo de la tierra. De repente el polvo se transformó en un hombre
vivo: Adán. Tú y yo somos descendientes de él. Aun los "científicos" son descendientes de Adán, por
más que opinen sobre nuestra supuesta evolución de los monos. Indiscutiblemente, Dios es nuestro
Hacedor.
Dios es Soberano en todo el universo. "Dios es el Rey de toda la tierra" (Salmo 47.7). Nadie
amenaza su control ni su poder. "Jehová es Rey eternamente y para siempre" (Salmo 10.16). Él domina
a los más poderosos. Es Rey sobre todos los reyes, Dios sobre todos los dioses, y Señor sobre todos los
señores.
"Yo soy el Alfa y la Omega [la primera y última letra del alfabeto griego], principio y fin, dice el
Señor" (Apocalipsis 1.8). Dios es el primero y el último; ningún dios puede ponerse delante o detrás
de él. Todo lo llena; no hay lugar, dentro o fuera del universo, donde otro dios pueda tomar posesión.
Todo lo sabe; no hay sabiduría que se esconda de Jehová. Él tiene todo poder; ningún otro dios puede
hacer algo por sí solo.
¿Quién merece nuestra adoración? ¿Delante de quién nos postraremos y nos arrodillaremos?
Delante de Jehová nuestro Hacedor…
...porque él es nuestro Dios. Del corazón de Dios mana la misericordia y la justicia, la amistad y el
amor. "Gustad, y ved que es bueno Jehová" (Salmo 34.8). Los que gustan de Dios hallan que él es
bueno. El que cree que Dios es ingrato y lo llama cruel o injusto, no lo conoce.
Dios creó un mundo bueno, sano y provechoso para el deleite de sus criaturas. Cuando el sol brilló
por primera vez sobre su creación acabada, el mundo era muy distinto al de hoy día. Aquel mundo
resplandecía sin tacha, sin sufrimiento, y sin muerte.
En sus primeros días Adán y Eva conocieron la bondad y el amor de su Padre, Dios. Y lo adoraban.
Ellos sabían que cualquier desobediencia sería castigada. Pero pronto pecaron. Y por medio de ese
pecado la muerte invadió el mundo. El mundo que observamos hoy está manchado por el pecado y
carcomido por 6.000 años de deterioro. Los seres humanos llevamos la responsabilidad de los
problemas del mundo de hoy día.
Pero Dios nos amó tanto que hizo algo para librarnos de los problemas en los cuales nos habíamos
metido. Envió a su Hijo Jesucristo para que por él fuéramos reconciliados con Dios.
Dios quiere que lo conozcamos como nuestro Dios, un Dios personal. Anhela ver en nuestra
adoración corazones que aclamen: El es nuestro Dios y…
...nosotros el pueblo de su prado y ovejas de su mano. Una oveja necesita recibir sostén y
protección de su pastor; de igual modo nosotros necesitamos a nuestro pastor. Pero lo hemos
rechazado (Isaías 53.6). Para adorar a Dios debemos dejar nuestro camino perverso, y volver a su
prado, y someternos bajo su mano.
Al principio, Adán postraba su espíritu ante Dios. Se sometía de corazón y conversaba con él. La
vida de Dios iluminaba su espíritu. Era como una oveja satisfecha en el prado de su pastor.
No obstante, un día Adán optó por desobedecer a Dios y se aferró a su propio camino. De
inmediato, la vida y luz del Espíritu de Dios se alejaron de él. De esa manera el espíritu de Adán se
oscurecció y murió. Esta muerte del espíritu de Adán "pasó a todos los hombres, por cuanto todos
pecaron" (Romanos 5.12).
Los que están muertos espiritualmente no pueden adorar a Dios en espíritu. Necesitan que Dios les
infunda su vida.
Dios envió a Jesús para guiarnos a la vida. Jesús dio su vida por nosotros, sus ovejas (Juan 10.11).
Nosotros tenemos que creer en Jesús y en el poder de su sangre para librarnos del poder y la
oscuridad del pecado. Creer en él quiere decir que dejamos de creer en nosotros mismos. Para vivir en
Dios, tenemos que morir a nuestra voluntad carnal y seguir la mano de nuestro pastor, Jesús.
Dios da su Espíritu a los que lo siguen (Hechos 5.32). Su Espíritu infunde vida y luz al espíritu de
sus seguidores. Los seguidores de Dios, pues, con su espíritu lleno de la vida de Dios, pueden adorar
en espíritu.
Postrar nuestro espíritu incluye: