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✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención de
consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi mente
y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar, sorprender,
seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino hacia
la Gloria.
✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás
vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos
a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén
✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del Padre.
Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus pequeños;
hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la intimidad de
Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que conversabas con Juan;
recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce en el Cenáculo..., lleno
de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable todavía de él y me enseñe a
hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y el resplandor de la llama (G.
CANOVAI, Suscipe Domine).
“DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO”
«Jerusalen. Tomás «El Mellizo», no estaba cuando se apareció Jesús».
«Hemos visto al Señor. Si no veo las señales… no lo creeré».
«8 días después Jesús se presentó diciendo: La paz esté con vosotros».
«Dijo a Tomás: no seas incrédulo, sino creyente. ¡Señor mío y Dios mío!»
1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Sal 117, 28. 21
Tú eres mi Dios, te doy gracias, Dios mío, yo te ensalzo. Te doy gracias, porque fuiste mi
salvación.
Monición de entrada
Celebramos hoy la fiesta de santo Tomás, apóstol, que no creyó el anuncio de la
resurrección que los otros apóstoles le decían; sin embargo, cuando Cristo le mostró su
costado traspasado por la lanza y le dijo que metiera su mano, él exclamó: «Señor mío y
Dios mío». Es símbolo del hombre en su lento caminar hacia la fe, resistiéndose a creer,
a confiar.
Llevó la palabra del Evangelio a los pueblos de Persia y la India. Murió martirizado en el
siglo I. Desde el siglo VI el día 3 de julio se celebra el traslado de su cuerpo a Edesa.
Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado
El evangelio tiene textos preciosos sobre Santo Tomás. No solamente aquel "Señor mío y
Dios mío", expresando su fe después de su duda, sino también: "Vayamos y muramos con
él", y la pregunta: "Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podríamos conocer el
camino?", y las palabras de réplica del Señor: "Dichosos los que no han visto y sin
embargo creen".
La tradición sostiene que Tomás fue a Persia y hasta la región Malabar en la India, donde
los cristianos todavía hoy día se llaman "los cristianos de Santo Tomás."
✞ ✞ ✞ Acto penitencial
El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nos llama ahora
a la conversión. Reconozcamos nuestra indignidad, debilidad, y nuestros pecados e
invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.
Jesucristo, el justo, intercede y nos reconcilia con el Padre. Abramos, pues, nuestro
espíritu al arrepentimiento. … Un poco de silencio…
• Te pido perdón Jesús por todos mis pecados. Sé que no soy digno de tu perdón, pero tu
misericordia es más grande que mis pecados. Acoge, Buen Señor, a este humilde siervo
tuyo y ayúdame a no pecar más contra Ti.
¡Señor, ten piedad! ¡Cristo, ten piedad! ¡Señor, ten piedad!
✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.
• Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del mundo, ten
piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica. Tú que
estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque solo Tú eres Santo,
solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios
Padre.
✞ ✞ ✞ Oración Colecta:
Oh Dios y Señor de vida: En esta fiesta de Santo Tomás te rogamos así: Nuestros ojos no
han visto a tu Hijo Jesucristo y nuestros dedos no han tocado las cicatrices de tus heridas;
sin embargo, creemos, y por eso hemos venido a orar juntos en su nombre. Haz profunda
y duradera nuestra fe en él; que el Espíritu aliente nueva vida en nosotros y nos haga
mirar con ojos nuevos a la gente y al mundo, de forma que les llevemos el amor, la paz
y la justicia de Jesucristo, nuestro Señor resucitado, que vive y reina por los siglos de los
siglos. R/ Amén.
Dios todopoderoso, concédenos alegrarnos en la festividad del apóstol santo Tomás, para
que nos ayude siempre con su protección, y que los creyentes en Jesucristo, tu Hijo, a
quien tu apóstol reconoció como su Señor, tengamos vida en su nombre. Por nuestro
Señor Jesucristo.
2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Efesios 2,19-22
Meditatio
Al celebrar la fiesta de los apóstoles, la liturgia nos invita a hacer un acto de fe en la
conducción y la evangelización que realiza Jesús en su Iglesia, mediante los obispos,
sucesores de los apóstoles.
Es por medio de ellos, como nos lo dice hoy este texto de san Pablo, que toda la Iglesia
se va integrando para formar una construcción sólida. Jesús ha querido dejar a los obispos
como un instrumento, a través de los cuales, continúa él mismo, por la acción del Espíritu
Santo, conduciendo e instruyendo al Pueblo de Dios.
Esta comunión con nuestros obispos es la que asegura que formamos verdaderamente
parte de la familia de Dios. Oremos, pues, por ellos, para que nunca falte la fe y la
esperanza en ellos y para que, siendo de los que, sin ver han creído, continúen animando
al pueblo que se les ha confiado, y perseveren en la fe y crezcan en la caridad.
Oratio
Gracias, Jesús, por haber pagado un alto costo para que yo tuviera vida y para incluirme
en tu familia, gracias por hacerme tu hermano y convertirme en hijo del Padre del cielo.
Actio
Sabiendo que un día en el cielo podremos abrazar a cada miembro de la Familia celestial;
hoy abrazaré a las más personas posibles, siendo consciente de que ellos también son
parte de ésta.
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No hay reflexion.
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La carta a los Efesios es la carta magna del ecumenismo cristiano. La venida de Cristo ha
supuesto un golpe mortal para el legalismo. Desde entonces ya no es lícito establecer una
discriminación en la convivencia humana. Ya no somos extranjeros ni huéspedes, sino
conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Es la convicción que Pablo
quiere sembrar en nuestros corazones. Por tanto, en el cristianismo no debería haber
nunca extranjeros, ni siquiera residentes. Todos los nacionalismos religiosos y todas las
religiones nacionalistas deberían ser considerados como auténticos sacrilegios, porque en
Cristo Jesús no hay más que “un solo hombre nuevo”.
✞ ✞ ✞ Salmo
Sal 116
R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos.
R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre.
R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
✞ ✞ ✞ Aleluya
Aleluya Jn 20, 29
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Porque me has visto, Tomás, has creído —dice el Señor—; bienaventurados los que
crean sin haber visto.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
El Señor se aparece a Tomás (20,24-29). Mientras que Lc 24,41-43, ante la falta de fe,
se extiende en demostrar la identidad física entre Jesús y el crucificado, Juan compone un
episodio independiente: la aparición de Jesús a Tomás (- Pensamiento del NT, 81:128).
El v. 25 remite al v. 20 y el v. 26 es una paráfrasis del v. 19. Los restantes elementos que
componen la escena son típicamente joánicos: (a) la exortación a convertirse en creyente
(v. 27); (b) la confesión de Tomás, «Señor mío y Dios mío» (v. 28); (c) la bendición de
los futuros creyentes (v. 29). La confesión de Tomás es la culminación de la cristología
del cuarto evangelio, ya que aclama a Jesús crucificado/exaltado como «Señor y Dios»
(cf. Otras aclamaciones en el evangelio 1,49; 4,42; 6,69; 9,37-38; 11,27; 16,30). Tomás
es reprendido por exigir un signo antes de decidirse a creer (v. 25; cf. 4,48). Debería
tener suficiente con la palabra de los creyentes (p.ej., 17,20).
Aparición a los discípulos y a Tomás (20,24-29). Parece indudable que Juan pensó
originalmente que este episodio fuera la culminación y el final del evangelio. Habiendo
expuesto todos los divinos misterios inherentes a la muerte y resurrección de Cristo, y
habiendo ofrecido un relato providencialmente destinado a fundar la fe en la resurrección
más allá de toda duda, concluyó su obra citando el más explícito testimonio de fe que
podía hallarse en los evangelios.
24-25. los Doce: Esta designación del primer grupo apostólico se seguía manteniendo a
pesar de que uno de ellos había desertado. La «duda de Tomás» (al que ya se ha
mencionado en 11,16; 14,5) expresa en Jn la incredulidad que, según los sinópticos,
compartían otros discípulos.
26-27. una semana después: Esta aparición también tiene lugar en domingo; esta
insistencia indica casi con toda certeza que en tiempos de Juan el domingo había pasado
a ser el día especial para la asamblea y la liturgia de los cristianos. Cristo se aparece en
las mismas circunstancias que anteriormente. En cuanto al significado de la alusión a las
manos y al costado, cf. comentario al v. 20, supra.
28. La invitación que el Señor dirige a Tomás contrasta con su prohibición a María
Magdalena en el v. 17; en cuanto al motivo, cf. comentario al v. 22. No se dice si Tomás
llegó a tocar realmente al Señor; ello no tiene mayor importancia.
Señor mío y Dios mío: Paradójicamente, es el dubitativo Tomás el que hace la más
completa afirmación acerca de la naturaleza de Cristo que podamos encontrar en labios
de nadie en todo el evangelio. La combinación de «Señor y Dios» (kyrios theos) se halla
en los LXX para traducir el nombre del Dios de Israel (Yahwéh ^Elóhim); también se usaba
esta combinación como título divino en el mundo helenístico. En consecuencia, se nos
remite a la afirmación de la primera línea de este evangelio cuando Tomás utiliza el
lenguaje que pasará a ser la confesión cristiana común acerca de Cristo (cf. Act 2,36; Tit
2,13; Heb l,8s).
29. dichosos los que ... : La bendición final insiste en el hecho de que la fe de los
cristianos que han creído sin haber visto no se diferencia en nada de la fe de los primeros
discípulos. La fe de todos ellos se fundamenta en la presencia del Señor mediada por el
Espíritu.
Has creído... crean sin ver: Las palabras de Cristo también van más allá del reducido
grupo allí presente y se dirigen a los cristianos de todos los tiempos (cf. 1 Pe 1,8). Por
muy importantes que sean las apariciones después de la resurrección para el testimonio
de la Iglesia primitiva, es un hecho que la Palabra misma, el evangelio que es el poder de
Dios (Rom 1,16), sigue siendo el único motivo real y adecuado de la fe (cf. 17,20). Los
milagros, las pruebas históricas, incluso la prueba misma del tacto que se ofreció a Tomás,
pueden servir de ayuda a quien busca la fe, pero es en la predicación del mensaje donde
ha de hallarse la gracia de Dios, donde finalmente se resuelve el problema de la fe o de
la incredulidad (cf. 4,48; 10,38).
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• Se ha afirmado con razón que, para nuestra fe, tal vez haya sido más importante la
incredulidad de Tomás que la creencia de los otros apóstoles. Resulta paradójico, ¡pero es
verdad!
Debemos considerar como cierto que si Tomás hubiera estado con los otros discípulos en
el momento de la primera aparición de Jesús, es posible que no hubiera sucumbido en
una crisis de fe. Sin embargo, al mismo tiempo, con este recuerdo, el evangelista Juan
abre ante nosotros una nueva pista para llegar a la experiencia liberadora de la fe en Jesús
resucitado. En efecto, cuando Jesús se aparece a sus discípulos por segunda vez, se dirige
directamente a Tomás y le pide que realice el camino de búsqueda y de descubrimiento
que antes habían realizado sus «colegas». Esta vez, Tomás se vuelve disponible y se
vuelve dócil al mandamiento del Señor y llega a un acto de fe límpido y transparente:
«¡Señor mío y Dios mío!» (v. 28).
Jesús pronuncia la bienaventuranza que sigue (v. 29), no tanto por Tomás como por
nosotros: la situación histórica cambia por completo, pero el itinerario es siempre el
mismo. Llegamos a la fe mediante un acto de abandono total en Jesús muerto y
resucitado.
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Oración inicial
Padre de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos de la luz;
concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de
la verdad. Por nuestro Señor.
Del Evangelio según san Juan 20,24-29
Reflexión
• Hoy, en la fiesta de Santo Tomás, el evangelio nos presenta el encuentro de Jesús
resucitado con el apóstol Tomás, que quería ver para poder creer. Por esto muchos lo
llaman Tomás, el incrédulo. En realidad, el mensaje de este evangelio es bien diferente.
Es mucho más profundo y actual.
• Juan 20,24-25: La duda de Tomás. Tomás, uno de los doce, no estaba presente
cuando Jesús aparece a los discípulos la semana anterior. Tomás no cree en el testimonio
de los demás que decían: “Hemos visto al Señor”. Pone condiciones: "«Si no veo en sus
manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi
mano en su costado, no creeré.”. Tomás es exigente. Quiere ver para creer. No quiere un
milagro para poder creer. ¡No! Quiere ver las señales en las manos, en los pies y en el
costado. No cree en un Jesús glorioso, desligado del Jesús humano que sufre en la cruz.
Cuando Juan escribe, al final del siglo primero, había personas que no aceptaban la venida
del Hijo de Dios en la carne (2 Jn 7; 1Jn 4,2-3). Eran los gnósticos que despreciaban la
materia y el cuerpo. Y para criticar a los gnósticos, el evangelio de Juan habla de la
preocupación de Tomás que quiere “ver para creer”. La duda de Tomás deja transparentar
también lo difícil que era creer en la resurrección.
• Juan 20,26-27: No seas incrédulo, sino creyente. El texto dice “seis días después”.
Esto significa que Tomás fue capaz de sostener su opinión durante una entera semana,
contra el testimonio de los otros apóstoles. ¡Vaya tozudez! ¡Gracias a Dios, para nosotros!
Y así, seis días después, durante la reunión de la comunidad, ellos tuvieron de nuevo una
profunda experiencia de la presencia de Jesús resucitado en medio de ellos. Las puertas
cerradas no pudieron impedir que El estuviera en medio de los que creían en El. Hoy pasa
lo mismo. Cuando estamos reunidos, aunque tengamos las puertas cerradas, Jesús está
en medio de nosotros. Y hasta hoy, la primera palabra de Jesús, es y será siempre: “¡La
Paz esté con vosotros!" Lo que llama la atención es la bondad de Jesús. No critica, ni juzga
la incredulidad de Tomás, sino que acepta el reto y dice: “Tomás, ¡ven, pon tu dedo en
mis heridas!". Jesús confirma la convicción de Tomás y de las comunidades, a saber: el
resucitado glorioso es ¡el crucificado torturado! El Jesús que está en la comunidad, no es
un Jesús glorioso que no tiene nada en común con nuestra vida de gente normal. Es el
mismo Jesús que vivió en esta tierra y que tiene en el cuerpo las señales de su pasión.
Las señales de su pasión están hoy en el sufrimiento de la gente, en el hambre, en las
señales de tortura, de injusticia. Y en las personas que reaccionan, que luchan por la vida
y no se dejan abatir, Jesús resucita y se hace presente en medio de nosotros. Y ¡Tomás
cree en este Cristo, y nosotros también!
• Juan 20,28-29: Felices los que no vieron y creyeron. Con él decimos: "¡Señor mío
y Dios mío!" Esta entrega de Tomás es la actitud ideal de la fe. Y Jesús completa con el
mensaje final: "Has creído porque has visto. ¡Dichosos los que no han visto y han creído
¡" Con esta frase, Jesús declara felices todos los que estamos en esta condición: sin haber
visto, creemos que el Jesús que está en medio de nosotros, es el mismo Jesús que ¡murió
crucificado!
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2. "Hazte Creyente"
2.1 El llamado de Jesús a su apóstol incrédulo es también un llamado a todos los hombres
de todos los tiempos: "hazte creyente." Como si nos dijera: "abre tu corazón a la
posibilidad de la victoria de Dios más allá de las evidencias del dolor, la injusticia, el pecado
o la muerte." Hacerse creyente es también entrar activamente en el seguimiento de Aquel
que no se detuvo ante el espanto de la Cruz y que arrastrando su ignominia alcanzó la
gloria para sí y para nosotros. No es asunto solamente de admitir una verdad, como quien
admite la lógica de la demostración de un teorema de geometría; es reconocer que vale
la pena seguir el camino de Jesús y que, más allá de fracasos o dudas, su victoria es
nuestra victoria.
2.2 Y Tomás reconoce a Cristo como su Señor y su Dios. Ya la palabra "Señor" está
prácticamente reservada sólo a Dios en el Antiguo Testamento, y a ella añade Tomás una
expresión inequívoca "¡Dios mío!" ¿Habrá quien niegue la divinidad de Cristo si toma en
serio este pasaje?
2.3 Jesús llama bienaventurados a los que creen con menos signos, es decir, a los que no
reclaman signos para creer. No tengamos temor de apropiarnos esa bienaventuranza y de
considerarnos felices en Cristo si, movidos por su Espíritu Santo hemos llegado a conocer
el amor que Dios nos tiene y hemos llegado a creer en Él.
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La bienaventuranza que hoy hemos leído en este pasaje del evangelio está dirigida a
nosotros: a los que sin ver hemos creído. A los que sin ver a Jesús resucitado creemos
que él está vivo, que es Dios, que camina con nosotros hasta la consumación de los siglos.
Esto es lo que nosotros llamamos fe, es decir, tener la certeza de una realidad que no
vemos. Tener fe en la resurrección de Jesús, significa que nosotros creemos que él es
verdadero Dios, y si esta es una verdad aceptada y vivida en el corazón, entonces estamos
seguros que todo lo que él dijo y prometió mientras predicaba, es verdad.
Es verdad que somos habitados por el Espíritu Santo; es verdad que todo lo que pidamos
con fe se nos dará; es verdad que tenemos reservado un lugar en la eternidad con Jesús;
es verdad que la vida vivida en el amor de Jesús es justicia, paz y gozo en el Espíritu
Santo. Por eso alégrate y goza tú que sin ver has creído.
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Las últimas palabras directas de Jesús en este evangelio -exceptuando el capítulo 21-
están dirigidas al apóstol, pero contienen una gran bienaventuranza: « Crees porque me
has visto? Dichosos los que creen sin haber visto» (v. 29). Juan, al referir esta
bienaventuranza, pretende dar un fundamento a la misma profesión de fe que deberán
realizar los que no han visto, o sea, todos los discípulos que no han conocido
personalmente al Señor y creen en la palabra de los primeros testigos directos.
Explica Bruno Maggioni: «Por eso, el relato de Tomás adquiere una gran importancia,
convirtiéndose en punto de paso de las cristofanías al testimonio, de los signos al anuncio.
Se abre sobre el tiempo de la Iglesia. Es creyente el que, superando la duda y la pretensión
de ver, acepta el testimonio autorizado del que ha visto. En tiempos de Jesús, la visión y
la fe estaban emparejadas, pero ahora, en el tiempo de la Iglesia, no debemos pretender
la visión: basta con el testimonio apostólico. El signo que conduce a la fe se ha
transformado: ya no es objeto de visión directa, sino de testimonio. Pero esto no significa
que el creyente esté cerrado ahora a toda experiencia personal del Cristo resucitado; todo
lo contrario: se le ofrece la experiencia de la alegría, de la paz, del perdón de los pecados,
de la presencia del Espíritu. Sin embargo, la historia de Jesús debemos aceptarla por
testimonio. Dicho con otras palabras: la experiencia apostólica resulta de dos elementos:
la visión histórica (que no se puede repetir) y la comunión de fe con el Señor (siempre
posible y actual)».
El itinerario de fe de Tomas -y especialmente de los discipulos-, esta presentado, en el
evangelio de Juan, como modelo para todos los que quieran creer y profundizar en su fe
en Jesús (cf. 20,30s). Por eso el evangelista da predileccion al termino «discipulos» en
sentido amplio, refiriendose asi tanto a los Doce como a los que han creido en Cristo. Para
Juan, existe una estrecha afinidad entre «creer» y «ser discipulo»: todo el que cree se
encuentra en la situacion de discipulo. Tenemos, por tanto, aqui una leccion para todos
los creyentes: hemos de creer sin ver, convencidos de que la fe cristiana esta conectada
con la experiencia de los primeros testigos que vieron al Cristo de la gloria.
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Creer sin ver. El día de hoy el Evangelio invita a cada uno a que valore su fe, a crecer
en la relación personal con Cristo, superando actitudes que pueden llevar a ver la Iglesia
y la fe en Dios como una oportunidad para hacer vida social, para ser aceptado, para ser
visto o porque el sacerdote (diácono, presbítero, obispo) me cae bien, me parece
simpático; vale preguntarse, ¿cómo está mi fe en Dios? ¿Creo realmente o necesito
pruebas?, ¿de qué tipo de pruebas?
Y esto gracias a las palabras de Tomás, quien dijo: "Si no veo en sus manos la señal de
los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado,
no lo creo." Lo primero que viene a la cabeza es decir "es un incrédulo", sin embargo, hay
que ver la valentía en reconocer la debilidad de su fe y la necesidad de ver los signos
sensibles que destruyen esquemas que dan como verdadero todo lo que viene de la razón
y la ciencia.
Jesús, cuando se presenta, termina el breve coloquio, y dice a Tomás: "¿Porque me has
visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto." Tomás recibió las pruebas que
destruyeron sus esquemas, pues vio cuanto es imposible para la razón y la ciencia.
Hoy en día, puede ser que alguno vea a Jesús tal cual lo vio Tomás, pero el resto no tiene
esa dicha, y cada vez que Cristo se hace presente en la Eucaristía y el fiel se postra, Dios
mismo le da el premio de los Bienaventurados porque cree, sin ver sensiblemente, que
Cristo está presente, pues sus sentidos le dicen que ante lo que se postra es ante un trozo
de pan y un poco de vino. No es fácil creer en Dios en un mundo obstinado en hacer creer
que Dios no existe, pero si en medio de todo esto te postras ante Cristo Eucaristía, eres
bienaventurada(o) porque es el Espíritu Santo que te mueve, a través de hábitos
adquiridos, a reconocer la presencia de Dios en especies tan simples e insignificantes.
Ánimo, no desfallezcas en las dificultades porque un día, como Tomás, verás a Dios cara
a cara y te maravillarás al comprobar lo dichosa(o) que fuiste al creer sin haber visto.
Que san José y la Virgen María te guíen en el camino de fe que Dios te invita a recorrer.
• El divino Maestro había anunciado varias veces que iba a resucitar de entre los muertos
y ya había dado también pruebas de ser el Señor de la vida. Sin embargo, la experiencia
de su muerte había sido tan fuerte que todos tenían necesidad de un encuentro directo
con Él para creer en su resurrección: los Apóstoles en el Cenáculo, los discípulos en el
camino a Emaús, las piadosas mujeres junto al sepulcro... También Tomás lo necesitaba.
Cuando su incredulidad se encontró con la experiencia directa de la presencia de Cristo,
el Apóstol que había dudado pronunció esas palabras con las que se expresa el núcleo
más íntimo de la fe: Si es así, si Tú verdaderamente estás vivo aunque te mataron, quiere
decir que eres "mi Señor y mi Dios" (San Juan Pablo II, Discurso, 19 de agosto del 2000).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que
es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré una visita a Jesús en Sagrario, le agradeceré el don de la fe que me ha dado
desde mi bautizo y le pediré que me ayude a conservarla hasta el último día de mi vida.
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25. La defección de Tomás recuerda las negaciones de Pedro después de sus presuntuosas
promesas. Véase 11, 16, donde Dídimo (Tomás) hace alarde de invitar a sus compañeros
a morir por ese Maestro a quien ahora niega el único homenaje que Él le pedía, el de la fe
en su resurrección, tan claramente preanunciada por el mismo Señor y atestiguada ahora
por los apóstoles.
29. El único reproche que Jesús dirige a los suyos, no obstante la ingratitud con que lo
habían abandonado todos en su Pasión (Mt. 26, 56 y nota), es el de esa incredulidad
altamente dolorosa para quien tantas pruebas les tenía dadas de su fidelidad y de su
santidad divina, incapaz de todo engaño. Aspiremos a la bienaventuranza que aquí
proclama Él en favor de los pocos que se hacen como niños, crédulos A las palabras de
Dios más que a las de los hombres. Esta bienaventuranza del que cree a Dios sin exigirle
pruebas, es sin duda la mayor de todas, porque es la de María Inmaculada:
“Bienaventurada la que creyó” (Lc. 1, 45.). Y bien se explica que sea la mayor de las
bienaventuranzas, porque no hay mayor prueba de estimación hacia una persona, que el
darle crédito por su sola palabra. Y tratándose de Dios, es éste el mayor honor que en
nuestra impotencia podemos tributarle. Todas las bendiciones prometidas a Ahrahán le
vinieron de haber creído (Rm. 4, 18), y el “pecado” por antonomasia que el Espíritu Santo
imputa al mundo, es el de no haberle creído a Jesús (Jn. 16, 9). Esto nos explica también
por qué la Virgen María vivía de fe, mediante las Palabras de Dios que continuamente
meditaba en su corazón (Lc. 2, 19 y 51; 11, 28). Véase la culminación de su fe al pie de
la Cruz (19, 25 ss. y notas). Es muy de notar que Jesús no se fiaba de los que creían
solamente a los milagros (véase 2, 23 s.), porque la fe verdadera es, como dijimos, la que
da crédito a Su palabra. A veces ansiamos quizá ver milagros, y los consideramos como
un privilegio de santidad. Jesús nos muestra aquí que es mucho más dichoso y grande el
creer sin haber visto.
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✞ ✞ ✞ Profesión de Fe
3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)
*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.
Oh Dios y Padre nuestro: En estos sencillos signos de pan y vino tu Hijo Jesús se hará
presente entre nosotros. Sin embargo, no podemos verle con otros ojos que con los de
una fe profunda. Que él venga aquí a nuestro encuentro y fortalezca nuestra fe vacilante.
Haznos reconocerle sin duda alguna y decirle con Tomás: "Señor mío y Dios mío", tú que
vives y reinas ahora y por los siglos de los siglos. R/ Amén.
Te presentamos, Señor, el servicio que te es debido, suplicando humildemente que
conserves tus dones en nosotros al ofrecerte el sacrificio de alabanza en la confesión de
santo Tomás apóstol. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Introducción a la plegaria eucarística
Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El sentido
de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas
de Dios y en la ofrenda del sacrificio.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio I de los Apóstoles. Los Apóstoles, pastores del pueblo de Dios.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tú, Pastor eterno, no abandonas nunca a tu rebaño, sino que por medio de los
santos apóstoles lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guías a los
mismos pastores a quienes tu Hijo estableció como enviados suyos.
• Gracias Buen Jesús por esta oración. Ayúdame a creer con toda mi mente y mi corazón
en que sólo Tú tienes Palabras que dan la vida eterna. Y que, creyendo en Ti con todo mi
ser, pueda anunciarte con valentía y ardor al mundo entero que clama por Ti. Amén
Si quieres, puedes hacer pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria...
Por eso, con los ángeles y arcángeles, tronos y dominaciones, y con todos los coros
celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo...
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita las
alabanzas a Dios.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.
Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que
se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos
mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se realiza
el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo.
Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento del Altar!
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él, porque
esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para
el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del pueblo.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada persona
de la tierra.
• Oremos a nuestro Padre misericordioso nos conceda la sabiduría y la gracia para creer,
y tener la esperanza solo en su Hijo Unigénito.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan mutuamente
la caridad antes de participar de un mismo pan.
Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que
ayudados por tu misericordia, vivamos libres de pecado y protegidos de toda perturbación,
y aguardando la venida gloriosa de Jesucristo, nuestra esperanza.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión de
un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)
d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Cf. Jn 20, 27
Trae tu mano y métela en el agujero de los clavos: y no seas incrédulo sino creyente.
Oh Dios y Padre nuestro: Te damos gracias por Jesucristo, tu Hijo resucitado. Aquél a
quien amamos está vivo. Danos ojos de fe para ver que todo lo que somos y hacemos
tiene un significado y finalidad y que tu Hijo está con nosotros y nos guía a través de
nuestras oscuridades y vacilaciones hacia la plenitud de vida y alegría. Que él permanezca
siempre con nosotros ahora y por siempre. R/ Amén
Oh, Dios, hemos recibido realmente en este sacramento el Cuerpo de tu Unigénito,
concédenos, te rogamos, que cuantos le hemos reconocido por la fe como Señor y Dios
nuestro, a ejemplo del apóstol Tomás, lo confesemos también con las obras y la vida. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.
✞ ✞ ✞ Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!
Consagración a María
Termina esta oración consagrándote a María.
Acuérdate, ¡oh piadosísima, Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los
que han acudido a tu protección, implorando tu auxilio haya sido abandonado de Ti.
Animado con esta confianza, a Ti también yo acudo, y me atrevo a implorarte a pesar del
peso de mis pecados. ¡Oh Madre del Verbo!, no desatiendas mis súplicas, antes bien
acógelas benignamente. Amén
✞ ✞ ✞ Bendición
Se puede utilizar la bendición solemne de los Apóstoles.
Dios que os ha edificado sobre el cimiento de los apóstoles, por la intercesión gloriosa de
Santo Tomas, apóstol, os llene de sus bendiciones.
R. Amén.
Quien os ha enriquecido con la palabra y el ejemplo de los apóstoles os conceda su ayuda
para que seáis testigos de la verdad ante el mundo.
R. Amén.
Para que así obtengáis la heredad del reino eterno, por la intercesión de los apóstoles, por
cuya palabra os mantenéis firmes en la fe.
R. Amén.
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en Cristo,
ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16