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¡la culpa es de la química!

; principales retos relacionados con su enseñanza

Luz Mary Mesino Pacheco

Universidad de Cartagena

Facultad de Ciencias Sociales y Educación

Diplomado en Formación Pedagógica Para la Educación Superior

Versión 51

El deseo innato del hombre de explicar los fenómenos que lo rodean ha desarrollado su

pensamiento, organizando y clasificando sus hallazgos en lo que hoy en día se conoce como

“ciencias naturales”. Estas, a través del tiempo, han sido el génesis de los avances que han

mejorado su calidad de vida. La química en especial ha jugado un rol muy importante en el

desarrollo tecnológico e industrial revolucionando la economía gracias a la generación de nuevo

conocimiento sin el que nunca habría sido posible concebir productos de nuestro diario vivir como

los fertilizantes, los detergentes, los superconductores, colorantes, emulsificantes por mencionar

algunos. Sin embargo, otras invenciones como los explosivos, los materiales radiactivos, los

pesticidas persistentes y los clorofluorocarbonos causantes de daños en la capa de ozono dan

cuenta de que buena parte de este desarrollo se ha dado a cambio de impactos negativos en el

medio ambiente (Contreras, 2011) lo que ha dejado a esta ciencia en la ambigua posición de ser la

solución a todos los problemas y, al mismo tiempo, su principal causa. Desafortunadamente, para

el colectivo prevalece la segunda idea. Por si fuera poco, la ciencia ficción y los medios de

comunicación han distorsionado la imagen del científico y su labor presentando sus avances como

repentinos y maravillosos (Blanco López, 2004). De hecho, el ciudadano del común desconfía de

la química porque la considera compleja, concluyendo a priori que los químicos son personas
dotadas de una inteligencia extraordinaria por la aparente dificultad que implica el hecho de

comprenderla, llegando incluso a creer que poseen poderes sobrenaturales y que son capaces de

manipular sustancias con propiedades mágicas de llamativos colores que causan explosiones

(Chamizo, Leloir, & Buenos, 2008).

La Universidad como formadora de profesionales en química está llamada a desmitificar estas

percepciones y mostrar, en cambio, los aportes de esta ciencia (Chamizo, 2011) por medio de

procesos de enseñanza que logren mayor aceptabilidad, disminuyendo así el analfabetismo

científico (López, Parker, & Gumucio, 2009), y la desmotivación que generalmente la hacen

poco atractiva como opción de estudio.

Pretendo en este ensayo mostrar cómo la imagen pública de la química genera actitudes

negativas en el proceso de aprendizaje-enseñanza de la misma presentando la posición de

algunos autores. Evaluaré algunas alternativas pedagógicas propuestas para cambiar esta

situación, centrándome en cómo la forma de presentar los contenidos influye en la manera en

que los estudiantes conciben a la química como ciencia y su relación con la sociedad.

Como profesional en el área de la química la considero una forma de ver la vida y los

procesos que intervienen en ella. Por lo que comparto el lema: “Chemistry: our life, our future”

(“Química: nuestra vida, nuestro futuro”), bajo el cual se celebró el año internacional de la

química en el 2011. En este año se invirtieron esfuerzos encaminados a incrementar la


apreciación pública de la Química como herramienta fundamental para satisfacer las necesidades

de la sociedad, promover el interés por la química entre los jóvenes, y generar entusiasmo por su

futuro creativo como establece Garritz, 2011:

Esta ciencia quiere tomar la palabra ante la sociedad para ponerse en el lugar que le

corresponde: Un puesto privilegiado en el árbol del conocimiento, en el que debe estar como la

ciencia que estudia las características de la materia con el objetivo de mejorar nuestra existencia

(Garritz, 2011).

Es así como la educación química debe dirigirse a la formación de ciudadanos capaces de usar

sus conocimientos para tomar decisiones sobre su vida cotidiana. Andri E, 2014 nos presenta en

su trabajo “Educación química para formar ciudadanos” un panorama de la educación en

química vista desde la formación pedagógica en Colombia. Expone cómo el movimiento ciencia

tecnología y sociedad creado en los años 60 busca a través de procesos educativos comprender la

problemática ambiental y social producto del acelerado desarrollo tecnológico y científico,

tocando puntos clave como la descontextualización temporal de la formación docente la cual no

se adecua a las nuevas tecnologías y medios productivos.

“Es decir, profesores formados en y para otras épocas, que viven a diario serias dificultades en

sus relaciones sociales, personales y académicas” (Andri E, 2014)

Este autor nos explica cómo la legislación nacional, específicamente a través el artículo 118

de la Ley 115 de 1994 permite que cualquier profesional pueda liderar procesos de enseñanza,
menoscabando la calidad de la educación puesto que no establece la obligación de tener

formación pedagógica. Es de anotar, en el caso específico de los profesionales químicos, que

estar legalmente amparados para ejercer la labor docente según la ley 53 del 1975 tampoco

garantiza que poseen los conocimientos mínimos en pedagogía que se requieren para poder

ejercer una labor como esta, por lo que claramente, la formación docente es fundamental en la

preparación de profesionales de la química.

La etapa escolar es crítica pues los pre-saberes necesarios para comenzar una carrera

universitaria se obtienen en ella (Rubén & Andrade, 2007). Por lo general los cursos de química

van cargados de contenidos teóricos que se basan en la comprensión de una serie de leyes y

formulaciones que parecen estar aisladas de la realidad, sin ninguna relación aparente con los

problemas de actualidad, haciéndola tediosa, aburrida y difícil de comprender. En este caso es

pertinente citar a Chamizo et al., 2008 cuyo trabajo sobre las carreras de Química en América

Latina explica:

“Es fundamental que los profesionistas mejor preparados, de preferencia con cursos de

posgrado, participen activamente en los procesos de enseñanza a nivel licenciatura una vez que

solo ellos estarán en la posibilidad de transitar sólidamente hacia la agenda del siglo XXI.”

Así, la enseñanza de la química debe regirse por la inclusión en sus currículos de principios

ambientales y de sostenibilidad (Liliana, Manuel, & Parga Lozano Diana Lineth, 1992; Lineth &

Lozano, 2013). Además deben establecerse medidas para generar actitudes positivas en los
estudiantes desde la etapa escolar hasta la universitaria dado que esto incide considerablemente

en la formación del profesional (Pedraza, 2010).

Los docentes deben tener presente que algunas relaciones entre la química y la vida cotidiana

están vinculadas a las ideas, opiniones o creencias preconcebidas de los estudiantes, y que estas

provienen del impacto del entorno y, especialmente, de los medios de comunicación social. En

este punto se encuentran factores como la motivación y la imagen pública de la química frente a

los cuales Más, 2014 propone un cambio en las estrategias utilizadas en su enseñanza, esto es,

enfrentando al estudiante a la resolución de problemas reales para la adquisición de

competencias en el saber hacer, todo esto implica un clima de aula positivo donde impere el

respeto, la colaboración y el aprecio entre el alumno y el docente. Más, 2014 ve en la motivación

un factor importante, sobre la cual el profesor debe asumir actitudes que estimulen a los

estudiantes.

Este autor también nos expone otras problemáticas a las cuales se deben enfrentar las

universidades que forman profesionales químicos, como la identidad, el bajo índice en las

publicaciones científicas de impacto en América latina y la rigurosidad e inflexibilidad de los

currículos.

En el caso de la identidad de la profesión, las distintas carreras de la química (química

farmacéutica, ingeniería química, química de alimentos, tecnología química, entre otras) puede

conllevar a una desvinculación del sector productivo de la química por marginarse frente a las

demás.
Para Salcedo Torres et al., 2005 la solución a la necesidad de inserción de los componentes

de ciencia tecnología y sociedad está en la reinvención de las llamadas prácticas de laboratorio,

puesto que en general estas parecen ser más un obstáculo para el aprendizaje durante la carrera,

no tanto por las practicas per se como herramienta pedagógica, sino por la forma cómo se

desarrollan y evalúan, esto es, experiencias en las cuales se llega al laboratorio en horarios

estipulados a seguir una guía establecida por el docente o por los estudiantes, asemejándose a un

proceso de “cocinar según la receta”. Estas experiencias deben, más bien, encaminarse a la

resolución de problemas, a micro investigaciones que hagan posibles escenarios de lo que es en

realidad una investigación.

Para Mammino, 2001 la química sería más atractiva si sus contenidos se plantearan como una

construcción organizada que le permita al alumno pensar y razonar, en vez de asimilar los temas

como hechos aislados que debe memorizar. Aunque el fin de su trabajo no es presentar

estrategias para mejorar la imagen de la química, expresa que una solución prometedora es

mostrar a los estudiantes cómo los acontecimientos del mundo macroscópico pueden ser

explicados a través de fenómenos propios del mundo microscópico. Además establece que la

educación en química debe verse como un área central de interdisciplinariedad que permita

conectar esta ciencia con otras áreas para comprender mejor el mundo (Mammino, 2001).

Si me preguntan por un factor común entre los autores citados en este ensayo, sin ninguna

duda diría que coinciden en que los procesos educativos deben relacionar a la ciencia y la

tecnología de tal manera que estén contextualizadas con los problemas actuales de la sociedad.

Considero que quien expone mejor este criterio en común es Ledesma, 2015 quien afirma:
“La enseñanza de la química enfocada en el marco de la ciencia tecnología y sociedad

constituye el mejor marco de referencia para emprender una enseñanza de la química con

perspectiva social, la enseñanza de la química debe ser un proceso racional y razonable que

pugne por una educación reflexiva, crítica, y democrática. La ética forma parte de la reflexión

filosófica de la ciencia y, específicamente, en el ámbito de la enseñanza, es una esfera de

conocimiento que permite analizar las repercusiones sociales, culturales y ambientales que

genera el incesante desarrollo científico” (Ledesma, 2015)

Considero pertinente este trabajo dado que presenta componentes filosóficos intrínsecos en la

enseñanza de la química que estrecha relaciones entre el aparente aislado mundo de las teorías

científicas con la sociedad. Cómo la ambivalencia de la química al poder ser usada para el bien o

para el mal hace necesario considerar su carácter ético. Ante esto Ledesma propone como una

estrategia de enseñanza el dialogo en la resolución de problemas donde el estudiante razone y

vea sus equivocaciones como aproximación de la verdad. Enmarcado en la enseñanza en

virtudes donde el profesor tiene un papel casi icónico.

Los programas de formación en química están basados en especializaciones las cuales han

permanecido invariable durante los últimos 50 años claramente con la inserción de nuevas

tecnologías. Carlos Amador-Bedolla expone esto en su trabajo perdurabilidad de la humanidad y

la educación química, poniendo como ejemplo la conservación de la actual división de la

química en ramas del saber cómo orgánica, inorgánica, fisicoquímica, bioquímica y analítica.

Las cuales no responden adecuadamente a los problemas de la química. Antepone como


principal estrategia la interdisciplinariedad para poder enfrentar las realidad. (Amador-Bedolla,

2013).

Es importante que los profesionales de la química y los programas que los promocionan sean

pertinentes con las exigencias de la sociedad actual frente a problemáticas ambientales en

especial las que se le atribuyen a esta profesión. Por lo que considero necesario se debe examinar

la interdisciplinariedad de la química pero sin descuidar su identidad como ciencia central, ya

que la imagen de la química se caracteriza por ser popularmente negativa y esto nos enfrenta a

actitudes negativas hacia el aprendizaje de la misma, acompañada de el reduccionismo y una

abrumadora falta de identidad que influye directamente en la inserción laboral y desmotivación

de los estudiantes (Mora & Parga, 2009).


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