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LA ESCRITURA JEROGLÍFICA DE LOS

INDIOS ANDINOS
Por D'tckEdgar 1BARRA GRASSO

Introducción

E N contra de toda suposición, ya que hasta ahora todos los


autores estaban concordes en que en la América del Sur
y especialmente dentro del territorio Incaico, no había existido
ninguna clase de escritura entre los indígenas precolombinos,
hemos tenido la suerte y satisfacción de encontrar, en uso actual
y con origen antiguo, una escritura indígena jeroglífica utiliza-
da por docenas de miles de indígenas.
Nuestro primer descubrimiento data ya de quince años,
y son numerosas las publicaciones que hemos hecho al respecto,
describiendo el hallazgo y sus principales características. Inclu-
so hemos publicado un libro, bien ilustrado y con numerosas
traducciones de textos, en Quichua y Aymara, lo que hicimos
con las lecturas que nos hicieron los mismos indígenas.
Con todo, el conocimiento de la existencia de esta escritu-
ra, y su muy probable origen precolombino, casi no se ha di-
fundido entre los investigadores y recurrimos, entonces, a las
páginas de CUADERNOS AMERICANOS, con objeto de que alcance
la difusión que merece.
La escritura es de uso actual. Ningún escrito antiguo ha
aparecido y no se puede, de consiguiente, probar de una ma-
nera indudable su origen precolombino; no obstante eso, nos-
otros creemos que tiene ese origen y en las líneas siguientes
daremos los datos que abonan esa teoría.

L A escritura indígena que tratamos se usa en la actualidad


en el territorio Andino de Bolivia y del sur del Perú; acaso
incluso llegue hasta el Ecuador pero faltan datos sobre ello.
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Nuestro hallazgo fue realizado en el primero de estos paí-


ses. Los indígenas que utilizan esta escritura son los que consti-
tuían la masa del pueblo del Imperio Incaico y que han sido
sometidos cuando la Conquista, o sea que hace más de cuatro
siglos son católicos. Su vida actual es la de pequeños campesi-
nos agricultores que viven en el campo y en poblados pequeños,
alrededor de las ciudades pobladas por blancos y mestizos. Su
lengua, según la región, es el Quichua o el Aymara y son muy
pocos los que saben el castellano.
El uso de la escritura se encuentra limitado exclusivamente
a escribir rezos católicos, aunque nosotros hemos hecho escribir
algunas otras cosas a los indígenas, dictándoles temas. El ma-
terial en donde hoy generalmente se escribe es el papel, cualquier
papel aunque sea de diario sobre cuyas letras dibujan, con un
palito, sus signos; también se usa mucho la arcilla, pero no co-
mo en los ladrillos babilónicos, sino en una forma extraña y
única, que consiste en modelar los signos (en tamaño de unos
seis centímetros), pegándolos después sobre un disco o tablón
de arcilla, en forma tal de que queden parados. El conjunto
recuerda una torta de cumpleaños con sus velitas, con el agrega-
do de que cada velita fuera modelada en forma de un signo
distinto.
Antes, y ahora ya casi sin uso, se ha escrito sobre cuero,
es decir pieles de llama y de oveja, convenientemente alisadas
para que su lado interno pudiera recibir los signos. Igualmente,
liemos hallado un pequeño escrito en piedra, una piedra de unos
treinta centímetros de largo, en donde los signos estaban gra-
bados. En éste y en todos los otros casos, los textos hallados
hasta ahora son post-colombinos.
Los signos son semejantes a los de las llamadas pictogra-
fías de los Pieles Rojas norteamericanos, y también a los de la
escritura de los indios Cuna, de Panamá, descubierta en 1925 por
Nordenskióld. Su número es bastante elevado, de varios cente-
nares, pero propiamente no pueden o no alcanzan a representar
todas las palabras de la lengua indígena, aunque los escritores
indígenas inventan de por sí cualquier otro signo que necesiten
para representar una palabra cualquiera, que antes no tuviese
su signo propio.
La representación de los signos es propiamente naturalista,
con trazos muy simples y esquemáticos, y los signos representan
hombres, animales y objetos de uso común de la vida indígena,
abundando mucho las cruces por la razón simple de ser los escri-
I-a Escritura Jeioglífica de los Indios Andinos 3

tos rezos católicos. El significado de los signos se da en tres


formas distintas, como en los jeroglíficos egipcios y aztecas:
por representación directa ideográfica, por simbolismo, a veces
artificial, atribuido al signo, y por el parecido del nombre de la
cosa que se dibuja con la palabra que se desea representar, o sea
fonetismo de aproximación, líl número de los signos correspon-
dientes a cada clase y en cada texto varía según los lugares, pe-
ro hay uno al menos, San Lucas en el Departamento de Chuqui-
saca, en donde el número de los signos fonéticos de aproxima-
ción pasa del cincuenta por ciento.
Los números se escriben mediante puntos, que a veces son
transformados en circulitos, y rayas, estas últimas con frecuen-
cia unidas en su base de manera que parecen un peine; puntos
y rayas se usan indistintamente para significar los mismos nú-
meros. Su simplicidad facilita mucho la traducción de los
textos, pues mediante ellos es fácil identificar a varios rezos,
por ejemplo: los Diez Mandamientos, los Artículos de la Fe,
las Obras de Misericordia, los Mandamientos de la Iglesia, etc.,
con lo cual sin dificultad se identifican otros muchos signos.
Nosotros casi no hemos tenido necesidad de recurrir a esto,
pues en varias ocasiones hemos podido obtener de los mismos
indígenas, a los cuales comprábamos cuadernos de esta escri-
tura, la traducción completa: la lectura signo por signo, que
íbamos anotando después de numerar a los mismos; con todo,
siempre existen signos que los indígenas saben tjue significan
tal cosa, pero no saben el porqué de lo mismo. En este caso
son por lo general signos tradicionales, cuyo origen se ha per-
dido en el pasado.
La forma de escribir, es decir, la dirección que sigue la
escritura, es extraordinariamente variada, pudiendo decirse que
se presentan aquí todas las direcciones posibles. El bomtw-
phedon es normal en los textos, salvo en los casos en que la
influencia de nuestra escritura ha hecho alterar la forma ori-
ginal; los textos más comunes y que creemos que conservan la
forma más primitiva, empiezan por la parte inferior derecha
de la página y luego siguen en boustrofthedon hacia arriba;
otros empiezan por la parte inferior izquierda, otros por la su-
perior derecha y otros aún por la parte superior izquierda. En
estos últimos es evidente la influencia de nuestra escritura, y
con ello la desaparición del boustrophedon es frecuente.
En la escritura de arcilla, los discos nos presentan una di-
rección espiral, empezando por afuera, y los tablones, que son
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de forma cuadrangular, tienen el boustrophedon en cualquie-


ra de las formas del papel y del cuero, que hemos citado ante-
riormente. También se presenta el boustrophedon con formas in-
vertidas, es decir con los signos dados vuelta a cada línea, como
en la escritura de la isla de Pascua. El escrito en piedra que
hemos obtenido es así, y contiene dos líneas de escritura, y la
misma forma aparece en dos escritos en papel que hemos obte-
nido en una isla del lago Titicaca.
Varios textos de Paucartambo, en el Perú, cerca del Cuzco,
publicados por C. Wiener, nos presentan una escritura de líneas
verticales, que empiezan por la parte inferior izquierda de la
página.
Para escribir los signos no se hace uso de lápices ni pinceles,
sino de un palito cualquiera, que se moja continuamente en una
tinta de anilina (los indígenas compran muchas anilinas en la
actualidad, para teñir sus tejidos), o bien en algún tinte de ori-
gen vegetal que ellos mismos fabrican, por lo general no espe-
cialmente para esto, sino para teñir sus trajes. Antes, para es-
cribir en cuero, hacían una tinta especial del jugo de una planta
llamada Ñuñumaya (del aymara: sig. "leche muerta", pues
también se usa para hacer retirar la leche de los pechos de las
mujeres). Los signos de arcilla son modelados a mano, y junto
con los signos así modelados en barro se utilizan otras muchas
cositas naturales, como ser carboncitos, piedritas, dientes, peda-
citos de tejido, lanas de colores, semillas, espinas, etc., todo lo
cual se coloca junto con los otros signos y son los objetos natu-
rales que se pintan sobre el papel. La escritura en piedra que
encontramos había sido grabada con algún objeto de aguda
punta.
En la escritura se utilizan por lo general dos o más colores;
es rara la vez que se utiliza uno solo, y en una ocasión se han
llegado a utilizar hasta ocho colores. Con todo, estos colores
no tienen significado alguno, sino que los indígenas los utilizan
con un fin estético, para que el escrito sea más bonito, y con
este fin se preocupan profundamente para obtener una buena
entonación de colores. Un mismo signo puede estar escrito en
cualquier color en el mismo texto, pues lo que vale es la forma
del signo y no el color. Los escritos Quichuas son los preferen-
temente policromos, los de los Aymaras son más generalmente
de un solo color.
En cuanto a los indígenas que utilizan estos signos, ellos
pueden ser cualquiera, no hallándose la escritura en manos de
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ninguna clase o casta especial. El uso que tienen, de servir para


escribir los rezos católicos ha servido para esta difusión, de
modo que son muchas las mujeres y los niños que los conocen.
Los padres construyen los rezos en barro para enseñar a rezar
a sus hijos en los días anteriores a las fiestas religiosas, en la
misma iglesia del pueblo o en cualquier casa vecina; se cons-
truyen igualmente para que una persona, con gran frecuencia
una mujer, enseñe a rezar a los que no saben. Los escritos en
papel se usan principalmente como libro de rezos, y los indíge-
nas van a la iglesia provistos de ellos para recordar mejor los
mismos.
El grado en que los indígenas llegan a saber esta escritura
es variado, la mayoría se contentan con utilizar los escritos como
un medio recordativo de los rezos que tienen que aprender para
confesarse, para casarse, etc., y en este caso el aprendizaje es
fácil: por unos pocos bolivianos cualquier indígena vecino que
sepa les enseña lo necesario en menos de una semana. A estos
indígenas los clasificamos en una primera clase, para la cual
la escritura no es más que un medio mnemónico; una segunda
clase se encuentra formada por los copistas, es decir los indivi-
duos que saben escribir copiando de otro texto, o bien mode-
lando los escritos en barro con un escrito de papel a la vista;
la tercera clase está formada por los verdaderos escritores, que
saben de memoria todos los signos y que pueden escribir los
rezos de memoria. Estos últimos también pueden escribir cual-
quier cosa que se les dicte, aunque de por sí no se les ocurre
hacerlo. Las dos últimas clases con frecuencia se dedican a
escribir cuadernos de rezos para vendérselos a los que sólo
saben leer.
Casi la totalidad de los blancos que se encuentran en rela-
ción con los indígenas ignoran la existencia de esta escritura, y
sólo unos pocos la han visto, pero no le han dado la menor
importancia. Esto es tanto más extraño por cuanto incluso los
indígenas que van a las iglesias de la ciudad de La Paz, suelen
llevar sus cuadernos para rezar allí.

II

CREEMOS conveniente, antes de seguir, dar la traducción de-


tallada de un texto en esta forma de escribir, para que se com-
prenda perfectamente su mecanismo. Por demás, ello no ha de
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resultar difícil en tierra azteca, ya que el sistema corresponde


completamente a las formas más desarrolladas de la antigua es-
critura indígena mexicana, más aún con los escritos post-colom-
binos como el conocido Padre Nuestro que comienza con una
banderita y una tuna.
Para facilitar más la comprensión de la semejanza utiliza-
remos el mismo Padre Nuestro y dos versiones emparentadas.
Cabe aclarar aquí que la forma de escribir algunos signos varía
de lugar a lugar, y, lo mismo, en ocasiones los rezos se encuen-
tran muy alterados; sobre lo primero, existen propiamente como
"provincias" de desarrollo local de la escritura, con formas pro-
pias cada una, las cuales se podrán estudiar mejor cuando se
haya recogido un mayor material que el que ya poseemos (más
de cien páginas escritas).
Los dos textos que presentamos corresponden a una misma
"provincia" o "área" de escritura; el primero es de la localidad
de San Lucas y el segundo de Ocuri, a pocas leguas una de otra
en la Provincia de Cinti, al sur del Departamento de Chuqui-
saca. Ambos están en lengua quichua, y escritos sobre papel, en
cuadernos de 17 y 18 páginas, respectivamente. Fueron reco-
gidos en 1942.
Autor del primer texto, el de San Lucas, es el indígena
Julián Guerrero, agricultor, que naturalmente desconoce nues-
tras letras. El nombre del segundo autor se ha perdido; perte-
necía a un indígena fallecido cuyo yerno nos prestó el cuaderno
para que lo copiáramos.
El escrito de San Lucas se halla escrito en los colores rojo
y violeta (en nuestra reproducción adjunta el color violeta está
representado en color negro, y el rojo por signos con el interior
claro); el escrito de Ocuri está todo en color violeta. En ambos
casos la lectura comienza por la parte baja de la página, pero
por la derecha en el cuaderno de Julián Guerrero y por la iz-
quierda en el de Ocuri; luego sigue la lectura en forma de
boustrophedon, zigzag, hacia arriba, hasta terminar en dos
rayitas verticales que forman el punto ortográfico final en esta
escritura. Como cada signo se encuentra numerado en las repro-
ducciones que presentamos, no se presenta inconveniente alguno
para seguir la línea de lectura.
Los signos, en los originales, tienen aproximadamente un
centímetro de altura cada uno. En otros escritos llegan a tener
hasta cinco centímetros, dependiendo esto de la habilidad de
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los escritores; cuanto más grandes son los signos, suelen ser
más toscos.
Los textos que presentamos no son exactamente iguales,
y, sobre todo, presentan diferencias en su final, como se verá;
pero la relación general que tienen entre sí es grande, por lo
cual suponemos que, a través de muchas copias, derivan de una
sola fuente común. Es probable que esto último, la derivación
de una fuente común antigua de la cual se copia, sea la base de
la cual se han formado las "áreas" o "provincias" de escritura,
es decir, cada una de ellas puede haber tenido una fuente común
o poco menos.
Pasaremos ya a la descripción detallada de los textos, y,
como primera medida, presentamos aquí la traducción en Qui-
chua del Padre Nuestro:
Yayaicu janacpacbacuna pi ka], sutiyqui muchas ka cachun,
Kapaj cainiyqu't ñokaicuman jamuchun, munainiyqui ruraska
cachun imainachus janacpachapi jinataj caí pachapipis. Sapa
puncha: ttantaicuta cunan coaycu, juchaicutari pampachaguaycu,
imainatachus ñokaycupis ñokaicuman juchallej cúnala parnpa-
chaicu jiña. Amata] cachariguaycuchu guatejcaiman urmacta.
Allin jinari, mana allinmanta kgespichiguaycu. Amen.
La traducción anterior proviene de un catecismo popular.
Hay otras versiones ligeramente diferentes. Lo mismo, este
rezo, y todos los demás, tienen variaciones de forma según los
lugares de su uso entre los indígenas. La traducción, necesaria,
de cada palabra, se verá convenientemente en la parte nume-
rada que sigue.
El texto de Julián Guerrero nos fue leído detalladamente
por el propio autor, en lengua Quichua; nosotros habíamos
numerado anticipadamente cada uno de los signos de modo
que la lectura se corresponde completamente. El texto de Ocuri
naturalmente no tiene traducción original, pero por compara-
ción con el anterior, ella se saca sin la menor dificultad.
Lo que sigue es la lectura hecha por Julián Guerrero, su
traducción en castellano y una breve explicación, cuando es pre-
ciso y cuando nos ha sido posible. Los números indican, sin
más, donde comienza el texto y la dirección en zigzag que sigue.
1. Yayaicu,„ Padre nuestro (fig. sacerdote).
2. janajpacha-, cielos (un género, ppacha, sobre una espe-
cie de embudo, en realidad el "disco" de la alta-tierra sostenido
por un palito; fonetismo de aproximación: pacha=ppacha).
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3. -cunapi (el plural: -cuna), en (-pi) (cuna o cona, pie-


dra de moler: fonetismo).
4. kaj, que está (un tambor o "caja" fonetismo).
5. suliyqui, tu nombre (una flor, ttica; fonetismo).
6. muchaska» adorado (yendo a besarse, muchana, beso,
adoración).
7. Cachun,, que sea (un hombre "mascando"; cachu, mas-
car; fonetismo).
8. rurainiyqui, lo que has hecho (hombre con "rodador",
rueca o huso en la mano; fonetismo).
9. fiokaicuman, a nosotros (de yoca, montar, hombre mon-
tado a caballo; fonetismo).
10. jamuchun, que venga (hombre "viniendo", en contra
de la dirección de la escritura).
xi. munainiy-„ tu voluntad (muña-muña, planta olorosa
así llamada; fonetismo).
12. -qui ru- (fin de la palabra anterior y comienzo de la
siguiente; quiru, diente, representado por una mandíbula).
13. -ascata, hecha (lo mismo que el 8; rurai es lo mismo
que ruai, hacer, hilar por antonomasia).
14. cachun, sea (lo mismo que el 7 ) .
15. caí pachapipis, en esta tierra (ppacha, ropa; fonetis-
mo; ver 2).
16. janajpacbapipis, y en el cielo (lo mismo que el 2).
17. jinallatajman„ igualmente, o así sea.
18. Sapa, cada (sapa es uno solo, aquí significa cada día;
la representación es de un palito solitario).
19. punchai, día (el sol).
20. ttantaycuta, el pan nuestro (Itanta, tres panes repre-
sentados por discos; los panes en Bolivia son como galletas).
2 1 . cunan, ahora (cuna, la piedra de moler del 3, que aquí
representa una palabra distinta; fonetismo).
22. copuaycu, danos (hombre con un pan en la mano,
dándolo).
23. juchaycu-, y nuestros pecados (hombre estilizado en
extremo con una carga o bolsa de pecados).
24. -tari (partícula, complemento de la palabra anterior;
tara, planta espinosa, cactus).
25. pampachapuaicu, perdónanos (hombre "allanando" el
suelo; pampai, allanar, en sentido figurado perdonar).
26. imaina, así.
27. ñokaycupis,„ como nosotros (signo 9).
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28. imaina, así.


29. juchalli cunaman, a los pecadores (signo 2 3 ) .
30. hiña, así (o: corno, a semejanza).
3 1 . pampacbapuycu, los perdonamos (signo 2 5 ) .
32. Atnataj, mas no (hombre agarrando una criatura, umi-
ta; fonetismo).
33. huatejcaimin, en tentación (hombre atisbando; hua-
tejca, atisbar; fonetismo).
34. urma]tav caer (hombre cayendo).
35. saquehuaycutajcbu, nos dejes (saca-saca, planta; fo-
netismo) .
36. (complemento del anterior)
37. Allin-, bueno (gallina, del castellano; fonetismo).
38. -manta, de (una manta, del castellano; fonetismo).
39. jinari, y así.
40. mana, no (serie de puntitos, acaso "manada" de ove-
jas[?j).
4t. allin-» bueno (signo 3 7 ) .
42. -manta, de lo (signo 3 8 ) .
43. quespichibuaycu, líbranos (quespi, forma en que pro-
nuncian "espiga" los indígenas; una figura de espiga; fone-
tismo) .
44. Punto final.
Se notan algunas diferencias con el texto quichua dado
anteriormente y que corresponde a una traducción oficial, pero
ello no es raro.
En los signos presentados, casi la mitad corresponden a
formas fonéticas de aproximación, y los demás son ideográ-
ficos o bien simbólicos. Se nota que en algunos casos está
representada enteramente la palabra, incluso con sus partículas
terminales o morfemas, en tanto que en otras faltan estos últi-
mos; en textos de otras regiones esta falta es más frecuente,
siendo, en realidad, en San Lucas y sus alrededores en donde
mejor o más completamente se escriben estas terminaciones.
El texto de Ocuri dijimos que es muy semejante, y lo damos
al pie del anterior en dibujo; su comienzo es por abajo a la
izquierda, como se puede ver siguiendo los números.
Explicaremos sólo los signos que se presenten en forma
diferente, o cuando los haya de más o menos. También para
facilitar la comparación hacemos coincidir los números con los
de los signos del texto anterior.
Los primeros 7 signos son completamente semejantes a los
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del texto de Julián Guerrero, por más que aparezcan pequeñas


diferencias en la forma de dibujar el cielo, el tambor o la flor;
el signo 8, en cambio, es distinto.
Aparecen aquí dos signos, en vez de uno, cuya traducción
nos falta pero que es probable que correspondan al texto ofi-
cial quichua dado primero (palabras: Kapaj cainiyqui); en otros
escritos (del mismo Julián Guerrero, por ejemplo el A v e Ma-
ría), para la palabra Kapaj (rico, hombre rico o poderoso, que
tiene mucho) se dibuja un palito circundado de puntos de
colores; aquí el signo primero es muy semejante a eso.
Los signos 9 y i o son iguales a los de Guerrero; sigue un
signo (que hemos marcado i o - A ) al cual no le vemos posible
interpretación; los signos I I , 1 2 , 1 3 y 1 4 se corresponden igual-
mente; sigue otro signo ( 1 4 - A ) que falta en el texto de Gue-
rrero, pero que evidentemente corresponde a la palabra tmcá-
nachtis del texto primero oficial. Los tres signos siguientes se
corresponden.
El signo 18 difiere, es una especie de garabato, que se nos
ocurre que puede corresponder sencillamente a un zapallo,
calabaza, con lo cual tendríamos un signo distinto y fonético
para representar la misma palabra.
Los signos del 19 al 27 se corresponden, por más que exis-
tan pequeñas diferencias, la más importante de las cuales apa-
rece en el signo 22, en donde en vez de haber un solo hombre
con un pan en la mano, dándolo, hay dos, uno de los cuales
lo recibe.
En el signo 28 vuelve a aparecer una diferencia, se repite
el signo 27, y ello corresponde de nuevo, exactamente, al texto
oficial; también se relacionan más exactamente al mismo texto
los tres signos siguientes, como se ve en el número 30, cuya
concordancia es exacta (cunata, la cuna o piedra de moler).
En los signos siguientes hay alguna mayor diferencia, y,
sobre todo, la traducción parece algo distinta. El signo 32
parece corresponderse todavía, aunque no está claro; el 33 se
encuentra trasladado al 35, por una alteración del orden de las
palabras; el 34 se corresponde; el 35 del texto de Julián Gue-
rrero falta por completo; el 36 parece corresponderse, no así
los 37 y 38, y sí el siguiente, el 39; tampoco en estos casos
podemos hallar una relación definida con el texto oficial. Los
números 40 y 41 se hallan trastrocados en su posición respec-
tiva; el 42 de Guerrero falta en el texto de Ocuri, pero como
corresponde a un? partícula nq es raro; en su lugar hay otro
\JL Kscrituia Jeroglifica de lo» Indios Andino» 167

signo que no logramos interpretar. Los dos últimos signos se


corresponden perfectamente.
Vemos, en todo esto, que la relación entre ambos textos
es bastante coherente, a pesar de sus diferencias. Es probable
que las correspondientes a las diferencias que aparecen en la
última línea del segundo texto, se deban sencillamente a una
alteración en la versión oral del rezo.
Con lo anterior, nos parece haber dado ya una completa
imagen del sistema usado en esta escritura para representar las
palabras, y también que con lo expuesto se ve claramente la se-
mejanza dicha con la antigua escritura azteca. Los signos son
diferentes, no diríamos con todo que de una manera absoluta
con respecto a los escritos de los rezos post-colombinos, pero el
sistema básico es el mismo.
El número de los signos fonéticos parece ser mayor que el
que nos presenta la escritura azteca, pero en esto hay que
tener en cuenta que los escritos del área de San Lucas son los
únicos que presentan esta abundancia, que llega a ser de hasta
la mitad del total de los signos usados; los de las otras regiones
nos presentan un 20 ó 25 por ciento de signos fonéticos de
este tipo.

III

NOSOTROS, con todo, no hemos sido los primeros en ver esta


escritura, aunque sí los primeros que la hemos encontrado en
uso y visto a los indígenas escritores en su medio, a más de des-
cubrir los escritos en arcilla, en piedra, etc. Los cronistas de la
Conquista traen varias referencias a una forma de escritura que
no puede ser otra que ésta, tanto más que uno de ellos, F.
Montesinos, tenido por muchos como un fantaseador pero que
tiene datos valiosos, nos da el nombre de un antiguo sistema
de escritura que según él habría existido en épocas muy anti-
guas, y ese nombre es el mismo que utilizan los indígenas ac-
tuales, tanto de lengua quichua como aymara, para designar a
esta forma de escribir y lo escrito con ella. Esta palabra es:
Quillca o quellca. También la llaman sencillamente "el rezo",
pues es lo único que escriben actualmente con ella.
En épocas más recientes, desde mediados del siglo pasado,
la escritura ha sido vista por varias personas, que sin embar-
go no se interesaron lo bastante en ella como para llegar a
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hacer los descubrimientos que hemos hecho personalmente.


La primera de éstas personas f u e J . J. von Tschudi, quien obtuvo
un cuero escrito, que publicó con una traducción parcial que le
leyó una indiecita, pero creyó que la escritura había sido inven-
tada recientemente, a principios del siglo XIX y que sólo se usaba
en la localidad de Sampaya, en la costa del lago Titicaca; inclu-
sive, según él, ya había casi desaparecido, pues una epidemia
había diezmado a los pocos indígenas que la habían aprendido
y sólo quedaba uno de ellos.
C. Wiener también la encontró en Paucartambo, Perú, y
en Sica-sica, Bolivia, pero no le dio ninguna importancia, limi-
tándose a publicar un par de párrafos sobre ella y algunos
gráficos. En ese entonces estaba ocupado en traducir una pre-
tendida escritura que creía ver en antiguas telas de la costa
peruana, y por ello desdeñó la escritura real que tenía en sus
manos. Luego aparecieron otros varios escritos. Horacio Ur-
teaga, en el Perú, publicó algunos, sin traducciones, y en 1 9 1 0
f u e encontrado un cuero escrito en la isla del Sol, el cual fue
traducido un año más tarde por Franz Tamayo en La Paz. Esta
traducción no tuvo fortuna, pues su conocimiento no se difundió
en los círculos científicos, y poco después, en 1 9 x 2 , f u e pla-
giada por Arthur Posnansky en la misma ciudad de La Paz; en
este plagio se alteró inclusive la forma de la mayor parte de los
signos, para evitar su reconocimiento. Otros escritos hallados
posteriormente han sido publicados sin traducciones, suponién-
dose ser cosas antiguas, y a veces han sido interpretados con una
fantasía tal que supera todo lo que se pueda imaginar.
Nordenskióld mismo llegó a conocer esta escritura, por
intermedio de la publicación de Tschudi, y le dedicó algunas
observaciones, reproduciendo en pequeño la ilustración del cue-
ro publicada por aquel autor.
El origen de esta escritura es indudablemente precolom-
bino, aunque nos falte la prueba directa de ello, que sería el
hallazgo de alguno de estos escritos en una tumba precolom-
bina, pero las relaciones claramente visibles que tiene con otras
escrituras indígenas americanas nos muestran que no se trata
de una invención en el sitio sino de una difusión, que forzosa-
mente ha tenido que realizarse en épocas anteriores al Descu-
brimiento. Los números, una doble raya que sirve de punto
final, etc., aparecen idénticos en las pictografías de los Pieles
Rojas y nos muestran que ellas no son más que formas derivadas
de otra más antigua. La escritura de los Cunas de Panamá,
I-a Escritura Jeioglífica de los Indios Andinos 169

algunos escritos del centro de México y la escritura llamada


"calendario" de los indios Pimas del noroeste de México, se
hallan igualmente relacionadas en forma íntima con la escri-
tura que tratamos. La misma escritura azteca parece un deri-
vado con un desarrollo propio intensivo, y ello se advierte
principalmente comparando los escritos aztecas más perfectos
con los más primitivos; estos últimos llegan inclusive a estar
mucho más cerca de la escritura que tratamos que de sus pro-
pias formas más desarrolladas. Esto como dibujo, no en can-
tidad de signos fonéticos.
En cambio la escritura maya se presenta como distinta, o
en todo caso el desarrollo divergente que tuvo fue tan intenso
que su parentesco originario se encuentra oscurecido por haber
llegado hasta nosotros sólo las formas más desarrolladas.
Con esto llegamos al punto de que, todas las escrituras
indígenas americanas, con la sola excepción —no segura— de
la maya, son parientes entre sí y que por lo tanto han debido
tener un origen común.
Interesa en el caso, para tener una idea más completa del
origen de esta escritura, ahondar en las formas más primitivas
de ella, y precisamente la escritura en arcilla que hemos encon-
trado nos da una vía amplia para la investigación. Las formas
más primitivas de ésta llegan a no tener la base de arcilla, es
decir, que se componen de un montón de objetos sueltos, que
los indígenas ponen en línea sobre el suelo cuando desean rezar
o enseñar a alguien a hacerlo. Esto es indudablemente una
forma anterior a la forma con discos y tablones, que hemos pre-
sentado anteriormente. Luego añadimos que se nos ha infor-
mado, aunque no lo hemos visto personalmente, que en algunos
lugares del norte del Departamento de Potosí, estos escritos
hechos con la forma de los signos sueltos se hacen con piedre-
citas de diversas formas y colores, que ponen en línea sobre el
suelo en la misma forma, y para el caso recordamos que Garci-
laso nos dice que los indígenas se toman de memoria las repre-
sentaciones teatrales que se les enseñan apuntándolas con pie-
drecitas y semillas.
Torquemada nos relata algo semejante de México; que los
indígenas en los primeros momentos de la Conquista, urgidos
a aprender a rezar por los misioneros, aprendían los rezos
mediante un sistema de apuntar las palabras con piedrecitas,
cada una de las cuales representaba una palabra o una frase.
Los indios guaraníes del Paraguay, según Bertoni, también
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tenían una forma de escritura semejante que servía para en-


viarse mensajes, y consistía en una serie de cositas dispares:
huesitos, semillas, piedrecitas, hilos, etc., todo lo cual se colo-
caba dentro de una bolsita y era llevado por el mensajero hasta
su destino. Allí se colocaban las cosas convenientemente, dis-
tribuidas en él suelo, y se leía el mensaje. También en la costa
peruana entre los mochicas, pueblo anterior en varios siglos al
descubrimiento de América, parece haber existido una forma
de escritura semejante. El escritor peruano Larco Hoyle ha
publicado varios artículos describiendo vasijas en donde apa-
recen mensajeros pintados, llevando una bolsita en la mano, y
también figuras en donde dos personajes parecen estar tratando
de leer un escrito formado mediante porotos de varios colores y
manchas. Estos porotos también aparecen en torno a los men-
sajeros y a veces el mismo mensajero no es más que un poroto
(frijol) humanizado, con manos y pies. Aquí las palabras esta-
rían representadas por las manchas de los porotos y también por
incisiones que se les harían. Esta tesis ha sido criticada en parte,
principalmente por lo que se refiere a los dos personajes frente
a los porotos, por el Sr. A. Vivante, quien supone que se trata
de un juego de azar, con utilización de los porotos como fichas,
cosa común en la América indígena. Con todo, las figuras de
los mensajeros no quedan explicadas y algunas de las bolsitas
qué llevan han aparecido en las tumbas.
Escrituras parecidas existen' en otras partes del mundo,
basta recordar la "escritura de flores y hojas" de la Malasia y
la escritura de palitos de los Lolos del sur de China.
Con esto ya tenemos algunos elementos importantes de
interpretación, pues es evidente que todas estas formas de escri-
bir son no solamente más primitivas que las de los escritos en
papel, sino también formas antecesoras de ellas; los mismos
indígenas de Bolivia nos dan una clara indicación de ello cuan-
do al preguntárseles sobre qué es lo que representa un signo,
dicen que "en el escrito de arcilla es tal cosa". Por ejemplo,
ante la pregunta que hicimos a un escritor sobre un cuadradito
blanco, nos dijo "que en la escritura de arcilla era un generito
blanco". Claro queda aquí que los signos pintados en el papel
y más antiguamente sobre cuero no han hecho más que copiar
los escritos de arcilla.
Se nos presenta así toda una posible vía de evolución de la
escritura, que hasta ahora no había sido sospechada siquiera, y
esto no sólo para las escrituras indígenas americanas sino tam-
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bién para todas las del mundo, puesto que no creemos que estas
formas de escribir sean originarias de América, sino que han
llegado aquí traídas por las migraciones oceánicas que tocaron
la América Central. Las dos escrituras de la Malasia y China
que acabamos de citar, serían lo que quedó allá de las escri-
turas que llegaron a América.
Los escritos de piedrecitas, semillas, etc., sueltos, serían las
formas más primitivas de la escritura, acaso todavía en una for-
ma casi puramente numérica, y luego la multiplicación de las
formas de los signos permito ir haciendo mensajes cada vez
más completos. Más adelante, los signos se habrían fijado sobre
una plancha de barro y pasado al cuero. El último detalle no es
firme, pues bien puede haber sucedido que de los escritos sueltos
se pasase directamente al cuero, piedra, etc., y que la base de
arcilla de los escritos bolivianos sea como una influencia de re-
torno, a imitación de la fijeza de los signos que ya se había
obtenido sobre el cuero; esto como posibilidad teórica no puede
desdeñarse, por más que nos inclinamos preferentemente por la
prioridad de los escritos en relieve fijados sobre una base.
Estos mismos escritos pueden haber sido el lógico prece-
dente de las tablillas de arcilla incisas de la antigua Mesopo-
tamia; de ser modelados los signos, habrían pasado, posterior-
mente, a grabarse en la arcilla de la base, como procedimiento
simplificatorio de la escritura.
En cuanto a las escrituras de nudos, como el quipu incaico,
la escritura de conchillas, wampun, de los iraqueses de Norte-
américa, etc., parecen poder enlazarse directamente con el pri-
mer paso de esta escritura, ya que conservan en gran parte una
sencillez numérica, pero que también representan palabras y con-
ceptos en un estado embrionario de desarrollo. Precisamente
la ordenación continuada que dan los nudos del quipu puede
haber servido para la ordenación en líneas de los signos escri-
tos sobre arcilla y cuero. En cuanto a la relación existente entre
los quipus, que se usan hoy mismo en gran parte de Bolivia y
Perú, y la escritura que tratamos, tanto en arcilla como en
cuero y papel, existe un signo que nos prueba la existencia de
una relación inmediata: en los quipus las distintas cantidades
que pueden estar escritas o apuntadas sobre un mismo hilo se
encuentran separadas mediante dos nudos, que sirven así como
punto de separación. En los escritos en arcilla se encuentra el
mismo signo de separación, generalmente utilizado como punto
final, representado por dos palitos, y en los escritos en papel
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se represen,ta mediante dos rayitas, como hemos visto en los dos


ejemplos del Padre Nuestro.
La zona de dispersión, en América, de los distintos tipos
derivados de esta forma de escribir, nos indica la existencia de
de difusiones realizadas en distintos períodos de tiempo, sien-
do de notar que precisamente en la zona de más alta cultura,
Perú y México, coexistían los sistemas de escribir sobre papel
y cuero y los objetos sueltos, en tanto que entre los guaraníes
sólo existía la segunda de estas formas, junto con los quipus
(que también eran utilizados por los guaraníes), y entre los
pieles rojas la primera, bajo la forma llamada pictografías.
La difusión por el sur de la Amazonia de esta escritura, por lo
tanto, debe ser mucho más antiguo que la realizada sobre las
llanuras norteamericanas, cosa que por demás se halla confir-
mada por la difusión de otros muchos elementos culturales,
que llegan a esa región desde América Central en una época
muy poco anterior al descubrimiento de América.
En cuanto al uso limitado a un sola tema, los rezos cató-
licos, que tiene la escritura utilizada hoy por los indígenas de
Bolivia, se explica sin dificultad con las solas informaciones
anteriores. Las escrituras primitivas son siempre de un uso
especializado, creemos que el uso primitivo era enviar mensajes
y recordamos de paso el ejemplo de Australia y sus "bastones
de mensajero", que concuerdan con los mensajes de los guara-
níes. Las pictografías de los pieles rojas sirven para escribir
la historia de las tribus y para enviar mensajes, la escritura de
los cunas de Panamá para escribir recetas mágicas, la escritura
maya para escribir temas religiosos, principalmente cosmogóni-
cos y para fechar los monumentos, etc., y la escritura Indígena
boliviana debió tener en su principio la misma especialización
y servir para escribir temas religiosos nativos, los que luego se
transformaron por obra de los mismos indígenas, en temas reli-
giosos cristianos.

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