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ANÁLISIS DE LECTURA
Nombre del alumno: Edgar Álvarez Quintana
Nombre del maestro: Erwin López Ríos
Materia: Estudio de Casos Clínicos
No. De Lectura: 1. Cómo se construye un caso, Primera sesión del seminario -
Berenguer, Enric.
Fecha: 07/07/2019
Tema: ¿Cómo se construye un caso?
Objetivo: Conocer cómo se construye un caso clínica
PRESENTACIÓN
Para entrar de lleno en el análisis, líneas más adelante, Berenguer subraya que “¡por
suerte!, existe el síntoma, eje de gravitación de la problemática del sujeto, en el que lo real y lo
simbólico se articulan, y a través del cual podemos armar la construcción de un caso”, además
del fantasma. De esta forma, empezamos a ver que el síntoma es algo que se repite de manera
muy particular, y en este sentido, el psicólogo “está invitado a ir más allá de la evidencia, de los
fenómenos; está llamado a orientarse por lo real”.
Enseguida, Berenguer comenta que a partir de los descubrimientos de Freud de la
influencia del terapeuta en sus paciente en la hipnosis, la crítica sobre las corrientes
deconstructistas, así como el análisis de sus datos a partir de los fundamentos del psicoanálisis,
Freud, y posteriormente Lacan, hace énfasis en el papel de la transferencia para la
manifestación del síntoma, ya que cuando se deja hablar al paciente, se va develando la lógica
bajo la cual construye su realidad psíquica, no obstante, esto lo hace a la luz de la presencia del
terapeuta, con lo cual, este último “funciona como parte del síntoma”. Esta sería una premisa
para construir un buen caso. De manera contraria, “una construcción inadecuada de un caso
puede tener como consecuencia una escucha parcial, desviada, que tenderá a dar demasiada
importancia a determinados hechos que en realidad son accesorios, y a quitársela a otros que
deberíamos considerar cruciales”, lo cual Berenguer menciona que sucede a menudo en los
practicantes, dirigidos por su angustia. Así, un caso se puede presentar “excesivamente
construido”, o lo que se podría decir, deconstruido, por ejemplo a estructuras clínicas. La
solución que nos propone el autor es “orientarse hacia lo real” (¿pero qué es lo real?), “la
construcción debe ser homogénea con respecto a los principios de nuestra práctica”. Por
ejemplo, es necesario considerar que ante la serie de fenómenos psíquicos que estudia el
psicoanálisis como la angustia, “su marco se rompe en sus componentes originales, y ni los
límites del cuerpo, la percepción del tiempo y del espacio son referentes válidos para el sujeto”.
Por otro lado, cabe aclarar que una primera aproximación es “establecer cierto tipo de
homología entre las construcciones que hacemos a partir del material clínico de un caso y la
estructura que le suponemos al paciente”, tal como menciona Berenguer. Otra solución, sería
“llevar al límite la lógica que conduce al impasse, dado que las tres formas de construcciones
(neurosis, psicosis y perversión) contienen sus propias formas de error y falsedad”. Es este
sentido, se parte del hecho de que “la noción de que aquello que está al alcance del sujeto no
son sino diversas formas alternativas de errar, falsificar, desmentir”. No obstante, “por muy falsa
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que sea la construcción, siempre va a incluir un punto de verdad, también algo real. Freud decía
que el delirio contiene un grano de verdad”. Además, “el síntoma como realidad compleja
constituye en sí mismo un real, es decir, que no sólo es defensa sino que incluye algo más: no
sólo es defensa contra el goce, sino que se constituye como una modalidad de goce que en sí
misma es real”. De esta manera, en un mismo sujeto, existen distintos tipos de construcciones.
Otra pregunta que el autor propone para reflexionar es “¿cómo incide el factor de la
transferencia en la construcción de un caso?”, siendo fundamental para la misma, ya que bajo
ella surge una nueva significación histórica. Freud ya tenía bien claro que para la construcción
de un caso, la transferencia es fundamental, ya que el síntoma se modifica ante el terapeuta,
además que nos muestran una cara del síntoma, la otra es la del goce. En este intervalo entre
determinaciones y lo ocurrido que alojan las causas debe estar la escucha del terapeuta, dotada
de la suficiente sensibilidad y comprensión de la técnica analítica, con el fin de encontrar la
paradoja de lo que funciona y no funciona al mismo tiempo en el síntoma del paciente.
Por otro lado, Berenguer aclara que se pueden “oponer dos tipos de construcción: las que
están en el origen del tratamiento”, donde está la “demanda que hace emerger la dimensión
simbólica del síntoma, y otro tipo de construcción que tiene que ver con el final de la cura, donde
el síntoma pasa en tanto que simbólico a la emergencia de un nuevo real, construido, dotado de
un estatuto distinto”. En este proceso nos encontraremos con lo traumático que “aquí no está
relacionado directamente con la dimensión del acontecimiento, sino que, en todo caso, es un
acontecimiento de palabra, adquiere su peso a partir de significantes que suelen provenir de
alguna modalidad del Otro (la madre, el padre o sus subrogados), pero que adquieren un peso
singular. Se trata, ni más ni menos, del papel primordial de las palabras oídas, también de lo
visto, de lo que Freud señalaba como fundamental en la construcción de escenas, como las que
él llamó escenas primarias”. Más adelante Berenguer, muestra un caso (del soplo), donde
muestra cómo se anuda lo visto y lo escuchado en el espacio llamado inconsciente, mismo que
el terapeuta está convocado a develar.
Hacia el final de la exposición del autor, enuncia las características de los datos vertidos
en los primeros casos clínicos y su relación con la teoría que los fundamenta, los cuales son: 1)
tener presente “la reducción a lo mínimo” a suerte de condensación; 2) “muestra la neurosis del
sujeto como una construcción en términos que sólo tienen sentido (y sinsentido)”; 3) “que aquello
que el sujeto trata de resolver en su construcción neurótica es algo que tiene estatuto de real
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para el sujeto” (sexualidad y significante del otro, enigmático para el sujeto); 4) “la construcción
proviene de lo oído, en su dimensión de enigma”, por lo que es necesario abandonar el supuesto
saber en algunos momentos.
Acerca de las construcciones del paciente “en las escenas se dibuja algo del deseo del
Otro, de su goce, de su saber, de sus ideales, de sus carencias, pero lo que está más oculto es
el tipo de goce que obtiene el sujeto en todo ello”. Por ello las interpretaciones del terapeuta van
en sentido siempre hacia el paciente, mismas que ponen en relieve las inconsistencias.
De igual forma, es importante mencionar que Berenguer apunta que “dar al paciente una
serie de recursos de sentido para que pueda ir construyendo su historia, avanzando en la
simbolización, ya es una mala manera de construir un caso, ya que no es la forma más
adecuada de dirigirlo. Toda maniobra que trate de superponer el registro de la causa es un error,
porque se trata no de ello, si no de encontrar el espacio (hiato entre determinaciones y causas)”.
CONCLUSIÓN