Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
que van desde Venezuela hasta la parte norte del Perú. | Fuente: SPDA | Fotógrafo: Diego
Pérez
(Mongabay Latam / Vanessa Romo). La niebla intensa no deja ver más que la
silueta de los árboles que bordean el camino hacia el caserío de Alto Ihuamaca, a
una hora de la ciudad cajamarquina de San Ignacio. Es un escenario que se repite
cada año cuando llega la temporada de lluvias, entonces es posible ver como las
nubes se mueven silenciosamente a ras del suelo dentro del bosque montano. “Es
la transpiración de los árboles”, dice Alexander Campos, quien desde hace doce
años camina a través de esa niebla como guardaparque del Santuario Nacional
Tabaconas-Namballe. En Alto Ihuamaca se encuentra un puesto de control de
esta área protegida y es donde se concentra parte del trabajo para la creación de
la primera área de conservación regional de Cajamarca.
La propuesta del ACR Bosques El Chaupe, Cunía y Chinchiquilla nació como uno
de los esfuerzos de la región norteña por proteger uno de sus cinco sitios
prioritarios de conservación, en una de las ubicaciones más estratégicas, la zona
de amortiguamiento del Tabaconas-Namballe.
El expediente final del ACR que protegería en total 21 868 hectáreas se encuentra
en el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el estado (Sernanp),
tras su revisión entrará a la recta final, que es cuando la Presidencia de Consejo
de Ministros (PCM) decide su aprobación. Para los comuneros de San Ignacio
este es el capítulo más reciente de una lucha que comenzó hace décadas, cuando
la defensa de un árbol podía costarles la vida.
+ Mongabay | Perú: bosque nuboso de San Martín se convierte en área
protegida
Vásquez, quien acaba de concluir su gestión como consejero regional, cuenta que
el área que defendían y por la que terminó encarcelado es parte del territorio que
ahora esperan ver convertido en su primera ACR. “Eran 3000 hectáreas de
romerillos que Incafor tenía en concesión desde inicios de los ‘90. Incluso
construyeron un aserradero para sacar la madera en tablones y nosotros nos
oponíamos a eso”, narra. Según estudios forestales realizados en San Ignacio en
1989, el volumen promedio del romerillo era de 71 metros cúbicos (28 árboles) por
hectárea, con un diámetro mínimo de 40 centímetros y una altura de por lo menos
cinco metros. Enrique Meléndez, caficultor de Bajo Ihuamaca, dice que se
necesitaban hasta cinco personas para abrazar por completo a los romerillos más
antiguos.
El expediente del área de conservación se encuentra ahora mismo en el Servicio Nacional de
Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), tras su revisión pasaría a la Presidencia
del Consejo de Ministros (PCM) para ser aprobada. | Fuente: SPDA | Fotógrafo: Diego Pérez
“En la zona del ACR hemos identificado romerillos con hasta 1.50 metros de
diámetro. Para alcanzar ese grosor han tenido que crecer por más de 150 años”,
comenta la bióloga Zoila Vega, consultora de Naturaleza y Cultura Internacional.
Aunque han pasado años desde la última vez que se censaron los romerillos en la
zona de amortiguamiento del santuario, los pobladores aseguran que cada vez
ven menos. En el 2009, la deforestación bordeaba las 4000 hectáreas anuales.
Este problema ha generado cambios irreversibles en el clima de la provincia.
“Cerca de aquí hay un pueblo que se llama Ciruelo porque cuando llovía, salía la
ciruela. Ahora solo el nombre ha quedado”, cuenta Meléndez.
“Si la empresa se quedaba, Ihuamaca iba a terminar así, sin lluvias, como un
desierto”, agrega. En medio de los más de 1000 árboles que ha reforestado en los
últimos veinte años, don Enrique hace una pausa para mostrar uno de sus
ejemplares favoritos, el eucalipto saligna. “Hay algunos árboles que hemos
querido plantar para que la gente los conozca, al menos”, dice, mientras observa
desde su terreno las huellas de la deforestación en las montañas, cicatrices que
no dejan de aparecer en el paisaje.
Bosques del Chaupe, San Ignacio, Cajamarca. | Fuente: SPDA | Fotógrafo: Diego Pérez
“Uno ha puesto tanto la cara para defender los bosques y que los mismos
moradores lo terminen, es una lástima”, dice don Enrique. “¿Acaso vas a comer
palo?”, le decían hace veinte años algunos de los comuneros que no veían
beneficio en mantener el bosque en pie. “Pero están cambiando. Estamos
aprendiendo”, confía este viejo caficultor de Bajo Ihuamaca.
Según las primeras investigaciones realizadas dentro de esta ACR, dentro del
territorio existen más de ochenta quebradas que alimentan a los ríos Chinchipe,
Tabaconas y San Ignacio, que a su vez abastecen a ciudades como San Ignacio y
son indispensables para la actividad agrícola. “El bosque se conserva para la
gente”, dice la bióloga Vega.
La cantidad de agua que almacenan estos bosques es tal, que cuando un árbol es
talado el tronco no puede ser retirado de inmediato. “Los que lo cortan tienen que
desaguarlo por dos semanas para reducir a un tercio el peso del árbol”, comenta
la especialista de NCI. Vega agrega que los árboles de lento crecimiento, como el
romerillo y el cedro, son justamente los que más agua y carbono retienen.
La ecorregión de los Andes del norte va desde Venezuela hasta el norte del Perú y
una de las particularidades que posee es el alto nivel de endemismo o la
presencia de especies únicas de flora y fauna. En nuestro país este ecosistema
existe en los departamentos de Piura y Cajamarca, y para expertos como
Guevara, jefa del santuario Tabaconas-Namballe, no solo es importante asegurar
su conservación por la biodiversidad que reúne, sino porque las áreas de
conservación regionales o privadas aseguran a su vez la protección de los
corredores biológicos para el libre desplazamiento de la fauna.
“Los animales son los arquitectos del bosque. Sin fauna no existe regeneración de
especies. Por eso es importante crear corredores biológicos”, sostiene la ingeniera
forestal.
Guevara usa como ejemplo a los tapires para explicar la función que cumple un
corredor biológico. Si se busca proteger a una población de mil tapires, explica la
jefe del santuario, se necesita al menos un radio de acción de tres kilómetros
cuadrados para estos mamíferos. “Con la creación del ACR se garantizará que
incluso fuera del Santuario el animal tenga mejor vida”, precisa.
La bióloga Zoila Vega confirma también la presencia del gallito de las rocas
(Rupicola peruvianus), del tucán de pecho gris (Andigena hypoglauca) y el tucán
de pecho celeste (Andigena nigrirostris), una especie que no había sido reportada
en el Perú.