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La antropología como
crítica cultural
Un momento experimental en las ciencias
humanas

George E. Marcus
Michael M. J. Fischer

Amorrortu editores

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Biblioteca de comunicación, cultura y medios Indice general
Director: Aníbal Ford

Anthropology as Cultural Critique. An Experimental Mo­


ment in the Human Sciences, George E. Marcus y Michael
M. J. Fischer
© The University ofChicago, 1986
Traducción, Eduardo Sinnott

Unica edición en castellano autorizada por The Uniuersity 9 Prefacio

of Chicago, Chicago, y debidamente protegida en todos 19 Introducción

los países. Queda hecho el depósito que previene la ley


n" 11.723. © Todos los derechos de la edición en castella­ 27 1. Una crisis de la representación en las ciencias

no reservados por Amorrortu editores S. A., Paraguay 1225, humanas

7° piso (1057) Buenos Aires. 41 2. La etnografía y la antropología comprensiva

La reproducción total o parcial de este libro en forma idén­ 81 3. Comunicación de la otra experiencia cultural: la
tica o modificada por cualquier medio mecánico o electró­ persona, el yo y las emociones
nico, incluyendo fotocopia, grabación o cualquier sistema 123 4. La consideración de la economía política histórico­
de almacenamiento y recuperación de información, no au­ mundial: comunidades cognoscibles en sistemas más
torizada por los editores, viola derechos reservados. Cual­ vastos
quier utilización debe ser previamente solicitada.
169 5. La repatriación de la antropología como crítica
Industria argentina. Made in Argentina cultural
203 6. Dos técnicas contemporáneas de crítica cultural
ISBN 950-518-653-3 en la antropología
ISBN 0-226-50449-2, Chicago, edición original
241 Nota final
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Apéndice: trabajos en curso
Referencias bibliográficas
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Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avella­
neda, provincia de Buenos Aires, en mayo de 2000.

7
2. La etnografia y la antropología
comprensiva

La antropología del siglo XX difiere mucho de la antropo­


logía de mediados y fines del siglo XIX. En ese entonces,
esta era un campo inquieto del saber académico occidental
en una época dominada por una ubicua ideología de progre­
so social; la guiaba la esperanza de fundar una ciencia gene­
ral del Hombre y descubrir leyes sociales en la larga evolu­
ción de los seres humanos hacia niveles cada vez más eleva­
dos de racionalidad. Las que hoy son ramas especializadas
de la antropología -la arqueología, la antropología fisica y
la antropología sociocultural- seguían entonces integra­
das y eran competencia de todos los antropólogos, quienes
se proponían hacer generalizaciones acerca de la especie
humana a partir de la comparación de datos referidos a todo
el espectro, pasado y presente, de la diversidad humana.
Los antropólogos socioculturales de nuestros días mencio­
narán sobre todo a Edward Tylor y James Frazer en Ingla­
terra, a Emile Durkheim en Francia y a Lewis Henry Mor­
gan en los Estados Unidos como sus precursores en la teo­
ría. Fueron características de todos ellos las grandes con­
cepciones teóricas destinadas a establecer los orígenes de
las instituciones, rituales, costumbres y hábitos de pensa­
miento modernos por las contraposiciones entre estadios
evolutivos del desarrollo de la sociedad humana. Los mate­
riales referidos a los pueblos «salvajes» o «primitivos» con­
temporáneos les servían como analogías culturales vivien­
tes con el pasado. La suya fue una época de etnología «de
gabinete». Si bien a veces hacían viajes, en lo que concierne
a los datos de primera mano sobre esos pueblos dependían
de fuentes tales como los informes de viajeros, los archivos
coloniales y el conocimiento de los misioneros. Junto con
otros, esos grandes autores fijaron --en el estilo, el alcance y
el tema de las discusiones antropológicas- un programa
que heredó el siglo XX.

41
según demostraciones recientes, una transición y reelabo­
La transición crítica en la índole de los estudios antropo­
ración continuas de la antropología del pasado (Boon, 1982).
lógicos británicos y estadounidenses se produjo en el primer
Ese método característico fue la etnografía. Su principal in­
tercio del siglo XX. Debemos entender este cambio en el
novación consistió en reunir en una práctica profesional in­
contexto más amplio de la profesionalización de las ciencias
tegrada los procesos, antes separados, de recolección de da­
sociales y las humanidades y su transformación en discipli­
tos en pueblos no occidentales, a cargo principalmente de
nas universitarias especializadas, en particular en los Esta­
estudiosos aficionados o de observadores directos, y la teori­
dos Unidos (véase Haskell, 1977). La división del trabajo
zación y el análisis «de gabinete», a cargo del antropólogo
académico, la especialización por disciplina, la adopción de
académico.
métodos especiales, de lenguajes analíticos y de estándares,
La etnografía es un proceso de investigación en que el
fueron las consignas de la hora. Los ambiciosos campos
antropólogo observa de cerca la vida cotidiana de otra cultu­
generalistas del siglo XIX -algunos ya bien establecidos,
ra, la registra y participa en ella ---experiencia conocida co­
como la historia, y otros incipientes, como la antropología­
mo método de trabajo de campo-, y escribe luego informes
pasaron a ser disciplinas como las demás. Sus grandiosos
acerca de esa cultura, atendiendo al detalle descriptivo.
proyectos se transformaron en especialidades de un mundo
Esos informes constituyen la forma primaria en que se po­
académico burocratizado.
Al hallar un lugar institucional en la universidad como nen al alcance de los profesionales y de otros lectores los
una ciencia social más, la antropología ha sido la disciplina procedimientos del trabajo de campo, la otra cultura y las
más revoltosa e interdisciplinaria para deleite y desespera­ reflexiones personales y teóricas del etnógrafo. Una heren­
ción del orden académico establecido. Según se lamentaba cia del pasado generalista de la antropología en su nuevo
Ernest Becker en su ensayo The lost science of man (1971), mundo de profesiones y especializaciones académicas es la
la antropología social y cultural sobrevivió en las márgenes diversidad de temas a los que ha dirigido su atención etno­
de las ciencias sociales, incómodamente atada a su paren­ gráfica. Aunque todavía se los identifica por su tradicional
tesco histórico con la arqueología y la antropología física, y interés en las sociedades simples y calificadas de primiti­
acusada a menudo de dedicarse sólo a la descripción de las vas, los antropólogos han realizado investigaciones en so­
costumbres más ajenas, exóticas y «primitivas». Si bien to­ ciedades de toda índole, incluidas las occidentales, sobre te­
davía subsisten en la antropología el espíritu y la retórica mas que van desde la religión hasta la economía. En lo que
de su visión decimonónica, y aunque algunos aún buscan concierne a la teoría, la antropología siempre ha sido creati­
una ciencia general del Hombre, sobre todo en la enseñanza vamente parasitaria, y somete a prueba generalidades (a
de la materia, los antropólogos prácticamente han pasado a menudo etnocéntricas) acerca del hombre sobre la base de
.utilizar métodos más especializados y a cultivar intereses casos específicos de otras culturas, investigados en la fuente
mucho más difusos. Esto trajo a la antropología social y cul­ con el método etnográfico.
tural un problema de imagen, puesto que el público y los es­ La transición al método etnográfico tiene una compleja
pecialistas de muchas otras disciplinas siguen concibiendo historia que aún no se ha escrito (por ejemplo, muchos dis­
la antropología de acuerdo con las metas que tenía en el si­ tinguidos etnógrafos semiprofesionales trabajaron en áreas
glo XIX y no advierten el importante cambio producido a co­ coloniales británicas y cada uno de ellos tiene una historia
mienzos del siglo XX en el interés central de esta subespe­ de la etnografía diferente de la versión metropolitana de la
cialidad. antropología práctica, que sólo poco a poco cobró autori­
Ese cambio hizo que un método especial pasase a ser el dadl.! De todos modos, un solo antropólogo es recordado hoy
centro de la antropología social y cultural en su nueva situa­ 1 Aun en el siglo XX, Malinowski, Radcliffe-Brown y, más tarde, Max
ción disciplinaria como ciencia social. Se trata de un cambio Gluckman conservaron una tajante distinción entre los antropólogos aca­
., que antes se vio retrospectivamente como una «revolución» démicos y los antropólogos del gobierno que trabajaban en la administra­
"r, en la antropología (Jarvie, 1964), pero en realidad fue, ción colonial. Malinowski y Radcliffe-Brown dictaron cursos para estos úl­
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por los antropólogos estadounidenses y por los británicos a ser los propósitos descriptivos y comparativos específicos
como el fundador del método etnográfico: Bronislaw Mali­ de la antropología. Al igual que el funcionalismo, el relati­
nowski, quien, al describir el método en el capítulo inicial de vismo cultural fue originariamente un conjunto de pautas
su primera obra fundamental, Argonauts ofthe Western Pa­ metodológicasé que favorecían el interés dominante de la
cific (1922), anunciaba una práctica para la profesión que antropología por registrar la diversidad cultural. No obs­
entonces emergía en departamentos de universidades bri­ tante, a través de debates académicos e ideológicos desarro­
tánicas y estadounidenses. Sir James Frazer escribió para llados en los Estados Unidos en las décadas de 1920 y 1930,
ese libro un prefacio aprobatorio, y Malinowski fue el prime­ la expresión del relativismo cultural pasó a constituir más
ro en promover la etnografía como un camino más elevado una doctrina o una postura que un método. Decayó como te­
para alcanzar las metas que se había propuesto la antropo­ ma destacado de la antropología estadounidense hacia fines
logía del siglo XIX. Con todo, el capítulo inicial de Mali­ de la Segunda Guerra Mundial (sólo para regresar en el
nowski suele ser leído hoy como el enunciado clásico del mé­ presente, como veremos). Por su parte, la teoría funcionalis­
todo que pasó a ser la justificación esencial y el sello caracte­ ta se mantuvo estrechamente ligada a las preocupaciones
ristico de una disciplina transformada. por convertir a la etnografía en el núcleo de la antropología.
La paradoja de la antropología social y cultural moder­ En consecuencia, llegó a ser tan influyente como discurso
na es, pues, que se contentó con la función primaria de des­ general sobre la teoría y el método entre los antropólogos
cribir sistemáticamente la diversidad cultural del mundo, estadounidenses (en particular después de la Segunda
mientras que, con la transformación de la vida académica Guerra Mundial y el cese de las discusiones explícitas sobre
que hemos mencionado, el ambicioso proyecto de lograr una el relativismo cultural) como lo había sido entre los antropó­
ciencia general del Hombre en realidad se desvaneció. El logos británicos. •
formidable desafío conceptual y el atractivo de la etnografía Con todo, ampliamente identificada por su público con la
en sí, en medio de una serie de cambiantes pretensiones de postura del relativismo cultural, la antropología mantuvo
abarcar objetivos más vastos dentro de las corrientes del viva una tradición generalista en las ciencias sociales es­
pensamiento social occidental, no ha dejado de caracterizar tadounidenses. Hizo aportes esenciales a los debates, inicia­
a la antropología social y cultural desde entonces. dos dentro de las ciencias sociales, acerca de la racionalidad,
Durante las décadas de 1920 y 1930, la antropología cul­ la existencia de universales humanos, la maleabilidad cul­
tural estadounidense avanzó con la perspectiva general del tural de las instituciones humanas y la naturaleza de la tra­
relativismo cultural, y la antropología social británica lo hi­ dición y la modernidad en un mundo cambiante. En los Es­
zo con la del funcionalismo. Este último, del que nos ocupa­ tados Unidos, la antropología cultural fue un vigoroso alia­
remos en la sección siguiente, era en lo esencial una teoría do delliberalism¿:e influyó en él. Aportó un relativismo de
para reflexionar sobre materiales de campo y organizar los base empírica y forma ética para poner en tela de juicio la
informes etnográficos; era una tendencia de la teoría social reducción y la desestimación de la diversidad humana que
europea domesticada en provecho de los que habían llegado caracteriza la labor de otras ciencias sociales en su compro­

2 Esas pautas eran: que no había ninguna forma de organizar la socie­


timos, y con esos ingresos costearon la antropología académica. Gluckman
fortaleció la distinción a través del Instituto Rhodes-Livingstone, pidiendo dad que pudiera considerarse la mejor o la más racional; que en diferentes
a los antropólogos académicos que redactaran sus crónicas cuando regre­ culturas se habían desarrollado diferentes constelaciones de valores y de
saran a Inglaterra, lejos de la influencia de los administradores prácticos mecanismos sociales; que suele ser más realista intentar conocer nuevas
y sus problemas. Es la línea académica del antropólogo la que se consagró formas de organizar las sociedades observando otras culturas que es­
como la versión metropolitana autorizada, aunque mucha etnografía va­ peculando en una torre de marfil acerca de la reforma de la sociedad; que
liosa provino de los otros. En los Estados Unidos, Franz Boas impuso una los valores culturales no pueden ser éticamente juzgados en términos filo­
versión autorizada similar, que eclipsó tanto las tradiciones etnográficas sóficos abstractos, sino que se los debe valorar por sus efectos reales en la
precedentes cuanto las contemporáneas. vida social.

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....
miso, acaso excesivamente celoso, con un modelo de ciencia estudiantes lo que los antropólogos hacen y saben. En lugar
generalizadora y descubridora de leyes. Además, echó las de perder actualidad, como ocurre en otros campos, las
bases de la crítica de la idea de que podía haber una ciencia obras antropológicas clásicas siguen siendo de vital impor­
social exenta de valores, idea que fue muy popular en la dé­ tancia, y sus materiales son una fuente perenne para el
cada de 1950 pero que durante la de 1960 fue cada vez más planteo de nuevos problemas conceptuales y teóricos. Esto
cuestionada.é puede darle al discurso interno de la antropología un matiz
Por lo tanto, si hubiera que establecer cuál es el lugar de conservador y ahistórico, puesto que lo que tiende a ejercer
orden y la fuente del principal aporte intelectual de la an­ una influencia cognitiva en la definición de los términos de
tropología moderna al saber académico, habría que decir los debates antropológicos es la visión de determinados pue­
que es el proceso de la investigación etnográfica, apoyado en blos estudiados hace décadas, fijada en obras clásicas, y no
sus dos justificaciones. Una es la captación de la diversidad el registro de sus cambiantes circunstancias presentes. Es­
cultural, principalmente entre los pueblos tribales y no occi­ ta fuente de ahistoricismo ha sido objeto de frecuentes ata­
dentales, en la tradición, ahora incierta, del proyecto de la ques. En este ensayo veremos hasta qué punto las etnogra­
antropología decimonónica. La otra es la crítica cultural de fías contemporáneas insisten en la autoconciencia del con­
nosotros mismos, que en el pasado fue a menudo limitada, texto histórico de su producción y desalientan de ese modo
pero que tiene hoy una renovada capacidad de desarrollo. A las lecturas que pudieran fijar sus descripciones como for­
causa de la actual crisis de la representación y el interés en mas sociales o culturales eternas.
la retórica de cada disciplina, en el presente ensayo nos ocu­ En segundo lugar, la etnografia es un vehículo muy per­
pa en especial sólo una parte del proceso de investigación sonal e imaginativo, a través del cual se espera que los an­
etnográfica: la etnografia como producto escrito del trabajo tropólogos hagan su contribución a las discusiones teóricas
de campo, antes que la experiencia misma del trabajo de y conceptuales, tanto dentro de su disciplina como fuera de
I campo. Son dos las formas en que podría examinarse el ca­ ella. En cierto sentido, por haber hecho el trabajo de campo
rácter central de la etnografia en la antropología social y en soledad, el etnógrafo tiene una autonomía en el gobierno
cultural moderna. Una, en términos de su desarrollo como de ese medio de expresión mayor que la posible en los géne­
género de escritura; la otra, de acuerdo con el papel que ros expositivos de otras disciplinas. Son cada vez más comu­
desempeña en la definición y la práctica profesionales de la nes las revisiones y los proyectos múltiples acerca del mis­
antropología. Nos referiremos brevemente a ambas. mo grupo de temas etnográficos, pero, con todo, el etnógrafo
Desde el punto de vista institucional, la importancia de escribe a partir de una experiencia de investigación en gran
la etnografia puede atribuirse a los tres papeles que ha de­ medida única a la que solamente él tiene acceso práctico
sempeñado en la carrera profesional de los antropólogos. dentro de la comunidad académica. Como veremos, recién
Primero, la lectura y la enseñanza de textos etnográficos desde hace muy poco se han comenzado a examinar en gran
ejemplares ha sido el principal medio para transmitir a los escala las posibilidades creativas de este medio.
En tercer lugar, y esto es muy importante, la etnografia
3 La discusión sobre si las ciencias sociales pueden llegar a ser alguna ha sido la actividad inicial que ha dado impulso a carreras y
vez puramente objetivas, técnicas o similares a la matemática, es antigua.
cimentado prestigios. No es posible exagerar la importancia
Los términos clásicos fueron planteados por Max Weber, quien distinguió
entre determinadas técnicas de investigación que eran herramientas de la expectativa de que todo antropólogo neófito pase por la
objetivas (esto es, -exentas de valores..) y la formulación de intereses in­ prueba del trabajo de campo en una lengua, una cultura y
vestigativos que eran «valorativos-, esto es, relacionados, como cualquier un modo de vida extraños, puesto que, sea lo que fuere lo
otra actividad social, con metas, valores y puntos de vista. Quienes, en la que vayan a hacer después -y la libertad que la antropolo­
década de 1960, criticaron la pretensión de la sociología de Parsons de es·
gía ofrece a la diversidad de investigaciones mucho más
tal' exenta de valores, sostuvieron que utilizaba el prestigío de la ciencia
para imponer una ideología hegemónica y excluir puntos de vista dife­ grande que en cualquier otra disciplina-, lo que todos los
rentes. antropólogos comparten es una camaradería etnográfica

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que suele ser idealizada. Este consenso no analizado acerca ta del proyecto decimonónico de la antropología. Con ello
de la naturaleza de la etnografía se ha visto profundamente dieron cabida a la posibilidad de una visión de la teoría y la
afectado por las duras críticas internas de la antropología investigación sociales muy diferente del estilo positivista
durante los últimos diez o más años, las cuales han influido dominante en que se forjó la antropología moderna. El si­
en la manera en que hoy se escriben las etnografías. lencio acerca de la escritura etnográfica se rompió justa­
¿Por qué esta relativa falta de atención a lo que después mente porque la crisis de la representación puso en tela de
de todo ha sido la práctica central de la antropología social y juicio la legitimidad de las metas positivistas de las ciencias
cultural? Parece ser en gran medida el resultado de la sensi­ sociales en general, y la antropología se ha adelantado en
bilidad y la vulnerabilidad de los antropólogos a la incómo­ esta orientación.
da situación de su disciplina en la organización moderna del En la transición de la grandiosa visión decimonónica de
saber académico, frente al valor que las ciencias sociales po­ una ciencia antropológica del Hombre a su reorganización
sitivistas asignan a los métodos y los diseños de investiga­ intensiva y característica en el siglo XX, en torno del método
ción formales. No se trata de que la antropología social y etnográfico, las ambiciones generalistas de la antropología
cultural haya sido ideológicamente menos positivista du­ social y cultural fueron redefinidas, dentro de la práctica de
rante el apogeo de este estilo de indagación en el período la etnografía, de dos maneras. En primer lugar, se atenuó la
que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Pero ello hizo que tendencia del siglo XIX a formular enunciados globales ab­
los antropólogos fueran tanto más sensibles al carácter no solutos. Como etnógrafo, el antropólogo centra sus esfuer-:
convencional de su método. Aunque algunos han abogado zas en un holismo de una especie distinta: no para formular'
por un enfoque más riguroso del diseño de la investigación y enunciados universalmente válidos, sino para representar,
de la obtención de datos en el trabajo de campo (en especial lo más plenamente posible, un modo de vida particular. La
la antropología cognitiva o el movimiento de la etnociencia naturaleza de este holisrno -de lo que significa propor­
de la década de 1960, que examinaremos en la sección si­ cionar una imagen completa de un modo de vida observado
guiente), y aunque se ha elaborado una jerga formalista pa­ de cerca- es una de las piedras angulares de la etnografía
ra hablar del trabajo de campo (como observación partici­ del siglo XX que, como veremos, está siendo objeto de una
pante), en lo esencial ha habido una experiencia desordena­ crítica y una revisión serias. La cuestión es, no obstante,
da, cualitativa, que contrasta con la visión que tienen del que los etnógrafos asumen la responsabilidad de dar al me­
método las ciencias sociales positivistas.? nos acceso a una visión cada vez más completa de las cultu­
Respecto del producto escrito del trabajo de campo, las ras que describen. La esencia de la representación holística
convenciones de género que encarnaron la escritura etno­ en la etnografía moderna no ha sido producir un catálogo o
gráfica incorporaron gran parte de la orientación generalis­ una enciclopedia (por más que el supuesto clásico en el que
se apoya la autoridad del escritor etnográfico es que posee
4 No se debería exagerar la naturaleza cualitativa. idiosincrásica, del esa suerte de conocimiento de fondo), sino contextualizar los
trabajo de campo y de los informes escritos que derivan de él. También los elementos de una cultura y establecer entre ellos relaciones
filósofos de las ciencias naturales han distinguido hace tiempo entre la na­ sistemáticas.
turaleza asistemática del descubrimiento, la intuición y las corazonadas
de las que depende el desarrollo científico, y los procedimientos sisternáti­
En segundo lugar, la dimensión comparativa de la visión
cos ulteriores para la verificación o confirmación que convierten la intui­ global de la antropología dejó de encuadrarse en un esque­
ción en «ciencia ». Del mismo modo, la cantidad y la calidad de los datos ma evolucionista o de orientarse a la medición del progreso
verificables determinan el valor del trabajo etnográfico. Comoquiera que relativo por referencia a valores «racionales», aun cuando la
sea, la naturaleza fortuita de lo que somos azarosamente capaces de ver en comparación quedó incorporada a la retórica de todo texto
el campo colorea el modo de escribir una etnografia. Por otra parte, hay
maneras de redactar una serie cualquiera de observaciones que refuerzan
etnográfico. El aspecto subdesarrollado, relativamente im­
las percepciones del lector; en este último aspecto, la antropología diverge plícito, de la descripción etnográfica centrada en un otro
significativamente de las ciencias naturales. cultural, es la referencia que ella hace al mundo supuesto y

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mutuamente familiar que comparten el escritor y sus lecto­ novela realista; su capacidad de experimentar con el realis­
res. Una de las justificaciones contemporáneas cruciales del mo y aun de trascender esas convenciones es muy reciente y
conocimiento antropológico ha derivado de este aspecto no está exenta de un carácter polémico. Antes bien, como
comparativo, «nosotros-ellos», de la etnografia, que también consecuencia de su interés por la representación holística
está siendo objeto de una importante revisión. de otros modos de vida, la etnografia ha desarrollado una
La dispersa serie de convenciones de género que llegaron forma de realismo particular (y, desde el punto de vista lite­
a definir los textos etnográficos y sobre la base de la cual se rario, limitada), vinculada a los motivos narrativos históri­
los ha valorado en los últimos sesenta años de antropología cos dominantes en los que ha sido moldeada. Como género,
social y cultural ha sido colectivamente denominada «rea­ las etnografias presentaban similitudes con los informes
lismo etnográfico» por Marcus y Cushman (1982), entre de viajeros y exploradores, en los que el principal motivo
otros.v Hay aquí una alusión a la ficción realista del siglo narrativo era el descubrimiento romántico, por parte del es­
XIX. El realismo es un modo de escribir que procura repre­ critor, de pueblos y lugares que el lector desconocía. Aunque
sentar la realidad de todo un mundo o toda una forma de vi­ incluía algo de ese sentido de la gesta romántica y el descu­
da. Como ha dicho el especialista en literatura J. P. Stern brimiento, la etnografia intentó también, a causa de sus
(1973), por ejemplo, refiriéndose a una digresión descriptiva metas científicas, distanciarse de los informes de viajeros y
de una novela de Dickens: «El principal propósito de la di­ los etnógrafos aficionados. El principal motivo que la etno­
gresión es añadir más y más elementos a esa sensación de grafia como ciencia elaboró para hacerlo, fue el de preservar
seguridad, abundancia y realidad que nos habla desde cada la diversidad cultural, amenazada por la occidentalización
página y cada episodio de la novela... » (pág. 2). De manera global, en especial durante la época del colonialismo. El et­
similar, las etnografias realistas se escriben para aludir a nógrafo capturaría en la escritura la autenticidad de cultu­
un todo por medio de las partes o los focos de atención ana­ ras cambiantes, de modo que pudiera incorporárselas al re­
lítica que constantemente evocan una totalidad social y cul­ gistro para el gran proyecto comparativo de la antropología,
tural. Otros aspectos de la escritura realista son la atención que iba a apoyar la meta occidental del progreso social y eco­
minuciosa al detalle y las demostraciones redundantes de nómico. El motivo de la preservación como propósito de rele­
que el escritor compartió y experimentó todo ese mundo cul­ vancia científica (junto con un motivo romántico del descu­
tural distinto. De hecho, lo que da al etnógrafo autoridad y brimiento algo más atenuado) ha conservado una fuerte
al texto una ubicua impresión de realidad concreta, es la presencia en la etnografía hasta hoy. El inconveniente es
pretensión del autor de representar un mundo como sólo que esos motivos ya no son suficientemente aptos para re­
puede hacerlo el que lo conoce de primera mano, lo cual forja flejar el mundo en que ahora trabajan los etnógrafos. Hoy
un vínculo íntimo entre la escritura y el trabajo de campo todos los pueblos son al menos conocidos y están localizados,
etnográficos. y la occidentalización es una noción demasiado simple del
La alusión al realismo no quiere decir que laetnografia cambio cultural contemporáneo para decir que el motivo por
haya gozado en las estrategias de escritura de la misma fle­ el que la antropología se interesa en otras culturas es la pre­
xibilidad o del mismo juego de la imaginación que posee la servación. Con todo, la función de la etnografia no se ha '/
vuelto obsoleta por el mero hecho de que sus motivos narra­
tivos duraderos se hayan desgastado. Las culturas de los "
5 A veces se ha preferido usar la expresión «naturalismo etnográfico» en pueblos del mundo deben ser constantemente redescubier- I
lugar de «realismo etnográfico» (véanse Willis, 1977, apéndice, y Webster, tas, dado que esos pueblos las reinventan al cambiar las cir- I
1982, 1983), a fin de reflejar, más que el contexto literario, el contexto cien­ cunstancias históricas, especialmente en un momento en !
tífico-social positivista en que se ha producido el desarrollo de la etnogra­
que carecemos de metanarrativas o paradigmas confiables: !
fía. Gran parte de la flexibilidad del realismo literario no ha estado a dis­
posición de la etnografía, que buscó principalmente un lenguaje neutro, como hemos observado, la nuestra es una era de «poscondi- :1

minimamente evocativo, para sus descripciones de la vida social. ciones»: posmoderna, poscolonial, postradicional. Esa fun;!\

50 51
ción constante de la etnografía reclama nuevos motivos La aparición de la antropología comprensiva
narrativos, y el debate acerca de cuáles podrían ser esos
motivos ocupa un lugar central en la actual corriente de ex­ La expresión «antropología comprensiva» es una desig­
.. perimentos con las pasadas convenciones del realismo etno­ nación general que abarca una variada serie de reflexiones
gráfico. acerca de la práctica de la etnografia y del concepto de cultu­
El tratamiento exhaustivo de esas convenciones requeri­ ra. Nació de la confluencia, producida en las décadas de I
ría un estudio especial (que se ha iniciado en otros trabajos: 1960 y 1970, de ideas que provenían de la versión de la teo­ 111
Marcus y Cushman, 1982, y Clifford, 1983b). Identificare­ ría social dominante por entonces -la sociología de Talcott 'l·'~
I

I
I

mos y examinaremos algunas de ellas con más detalle en el Parsons-, la sociología weberiana clásica y la incidencia si­
siguiente capítulo, cuando comentemos las etnografias ex­ multánea de varias orientaciones filosóficas e intelectuales,

perimentales. Aquí sólo deseamos señalar que, desde la entre ellas la fenomenología, el estructuralismo, la lingüís­

perspectiva del lector profesional de etnografias, una «bue­ tica estructural y transformacional, la semiótica, la teoría

na" etnografia, sea lo que fuere lo que se sustente en ella, es crítica de la Escuela de Francfort y la hermenéutica. Esos

la que transmite una impresión de las condiciones del tra­ recursos teóricos suministraron los elementos para la apa­

bajo de campo, de la vida cotidiana, de los procesos de pe­ rición de discusiones teóricas de un refinamiento sin prece­

queña escala (una validación implícita del método de traba­ dentes, centradas en la aspiración primaria de la etnogra­

jo de campo que indica de por sí que el antropólogo «estuvo fia, presente desde sus inicios modernos, de obtener el «pun­

ahí»), de traducción a través de las fronteras culturales y to de vista nativo» y dilucidar de qué modo diferentes cons­

lingüísticas (la exégesis conceptual y lingüística de las ideas trucciones culturales de la realidad afectan la acción social.

locales, lo que demuestra tanto la competencia lingüística Al mismo tiempo, esas influencias teóricas se aplicaron

del etnógrafo cuanto su éxito en captar los significados y también al examen de los procesos comunicativos mediante

la subjetividad nativos) y de holismo. Las dos últimas ca-" los cuales el antropólogo obtiene, en el trabajo de campo, un

racterísticas de género de la etnografia son, en particular, conocimiento de los sistemas de significación cultural de sus

puntos de referencia decisivos de los cambios en curso. El sujetos a fin de representarlos en textos etnográficos. La

logro de la meta realista del retrato holístico de la cultura es validez de la comprensión etnográfica pasó a depender de

el punto en que más ha puesto el acento la escritura etno­ una idea y una discusión más acabadas del proceso mismo

gráfica del pasado; era el único aspecto que el funcionalismo de investigación. La antropología comprensiva opera, pues,

--el discurso teórico que había dominado la antropología so­ en dos niveles al mismo tiempo: suministra informes de

cial y cultural- estaba destinado a facilitar. No obstante, otros mundos desde el interior y reflexiona acerca de los

desde la década de 1960 la discusión teórica y el interés de fundamentos epistemológicos de tales informes.

la antropología se desplazaron, por razones que examinare­ El comentario de los desarrollos del pensamiento antro­

mos en la próxima sección, a la traducción y la explicación pológico durante esas dos décadas ha tendido a centrarse en

de la «cultura mental»: «captar el punto de vista del nativo, el desplazamiento del acento desde la conducta y la estruc­

su relación con la vida, comprender su visión de su mundo», tura social, apuntalado por la meta de una «ciencia natural

como lo señaló Malinowski en su clásica enunciación del de la sociedad", hasta el sentido, los símbolos y el lenguaje, y

método etnográfico (1922, pág. 25). Fue a partir de la refle­ el renovado reconocimiento, central para las ciencias huma­

xión acerca de esa tarea del trabajo de campo y de ese rasgo nas, de que la vida social debe ser concebida fundamental­

de la escritura etnográfica como surgió la antropología com­ mente como negociación de sentidos. De tal modo, la antro­

prensiva. pología comprensiva da prioridad al estudio del aspecto

«más desordenado » de la acción social, que las perspecti­

vas que, al contrario, enfatizaban el estudio de la conducta,

objetivamente mensurada y evaluada por el científico

52 53
imparcial, habían relegado a una condición marginal. No sis contemporánea de la representación; históricamente, la
obstante, los comentarios acerca del surgimiento de la an­ antropología ha estado siempre cerca de ellas en su defini­
tropología comprensiva han prestado menos atención a la ción institucional como ciencia social, pero lejos por la sin­
forma en que, de manera casi inadvertida, el esfuerzo por gularidad de su objeto y de su métodoj
concebir la cultura básicamente como sistemas de sentido La manera más simple de rastrear el desarrollo de la an­
ha llegado a centrarse en el proceso mismo de comprensión, tropología comprensiva consiste en considerar los cambios
esto es, en la etnografia como proceso de conocimiento. en el estilo de la etnografia desde la década de 1920. La et­
La metáfora de las culturas como textos, popularizada nografia estadounidense de la etapa inicial (desde fines del
por Clifford Geertz (1973d), sirvió para destacar con nitidez siglo XIX. hasta la década de 1930) fue cultivada de distintos
la diferencia entre el científico de la conducta y el intérprete modos y, a su manera, siempre fue experimental; abarca
de la cultura. De acuerdo con este punto de vista, las activi­ desde los intentos de Adolph Bandelier por escribir una
dades sociales pueden ser «leídas» por el observador para novela de fundamentos etnográficos sobre los indios pueblo
conocer sus significados, tal como, en un sentido más con­ (1971 (1890)) hasta los esfuerzos documentales de Franz
vencional, pueden serlo los materiales escritos y hablados. Boas por preservar las culturas que enfrentaban un cambio
Más aún, no solamente el etnógrafo lee símbolos en acción, inminente debido al contacto con los europeos; desde el teso­
sino que también lo hacen los observados: los actores en su nero entusiasmo de Frank Cushing, revelado por su profun­
relación recíproca. P cuestión crítica es definir lo que re­ da inmersión en la cultura zuñi, hasta la búsqueda distan­
presenta esa metáfora evocativa de la interpretación como ciada de Ruth Benedict de los estilos y las emociones que
lectura de textos, tanto por parte del observador como de los organizan las distintas culturas en Patterns of culture
observados, en el proceso real de la investigación. Eso ha (1934).
conducido al actual interés predominante, dentro de la an­ A partir de la década de 1930, la escritura etnográfica re­
tropología comprensiva, por la forma en que construye las cibió una creciente influencia del funcionalismo, desarrolla­
interpretaciones el antropólogo, que a su vez trabaja a par­ do en Inglaterra por Bronislaw Malinowski y A. R. Radclif­
tir de las interpretaciones de sus informantes.jl.o que ocu­ fs-Brown. El funcionalismo consistía en una serie de pre­
rrió no fue tanto que los antropólogos se transformaran en "gimtas metodológicas destinadas a guiar la práctica y la es­
una extraña variedad de críticos literarios, ni que renuncia­ critura de la etnografia; no era una teoría de la sociedad, por
ran necesariamente a las metas de una ciencia unificada más que, en especial a través de Radcliffe-Brown, asimiló
que abarcase tanto la conducta cuanto el pensamiento, sino, un fuerte aporte de la sociología durkheimiana. Esas pre­
más bien, que su predilección por las teorías que plantean la guntas metodológicas debían garantizar que el etnógrafo
actividad comprensiva como un desafio para las metas de siempre indagase el entramado de cada institución o creen­
largo plazo de las ciencias sociales los llevó a sumirse en cia particular con otras instituciones, y su contribución a la
extensas reflexiones críticas sobre la práctica central de la persistencia de un sistema sociocultural como un todo o de
etnografia. Bajo la hegemonía de las ciencias sociales positi­ patrones particulares de acción social. Los funcionalistas
vistas, esa práctica, relativamente poco meditada por los eran especialmente afectos a mostrar que las instituciones
antropólogos u otros ciEmtíficos, se hacía pasar por un méto­ económicas visibles de una sociedad estaban en realidad es­
do como cualquier otro. fEl atractivo de la antropología com­ tructuradas por el parentesco o la religión, que el sistema
prensiva en este momento reside precisamente en su inda­ ritual estimulaba la producción económica y organizaba la
gación sutil sobre la naturaleza del informe etnográfico, que

I
política, o que los mitos no eran vanos relatos o especulacio­
es no sólo la base de todo conocimiento antropológico, sea nes sino estatutos que codificaban y regulaban las relacio­
cual fuere su orientación teórica, sino también una acepta­ nes sociales.
ble fuente de inspiración para otras ciencias sociales en la Las preguntas del funcionalismo, que despertaron mu­
tf resolución de sus propias dificultades, suscitadas por la cri­ cho interés en su época, contrastaban agudamente con los
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proyectos del pensamiento antropológico del siglo XIX, refe­ La lingüística se convirtió en un modelo por emular; en ¡
ridos, por ejemplo, al rastreo de la difusión de rasgos cul­ efecto, el lenguaje se consideró central para la cultura, y la !
turales o de la evolución de las instituciones independien­ propia lingüística pareció haber elaborado un método más
temente de sus diversos contextos sociales. La formulación , riguroso para agrupar fenómenos en pautas culturales y de­ ¡í
de tales preguntas pasó a ser parte del sentido común an­ finirlos en función de las llamadas estructuras profundas,
tropológico del siglo XX, y las etnografías funciona listas, en
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de las que los hablantes no son conscientes. Las experimen­ I
un comienzo imbuidas del sentimiento de realizar descubri­ taciones con los modelos lingüísticos fueron diversas: la an­ i
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mientos precursores y conscientes del papel del etnógrafo, tropología cognitiva (Tyler, 1969), el estructuralismo (Lévi­

adquirieron características rutinarias: una secuencia fija de Strauss, 1963, 1966, 1969a [1949]) y el análisis simbólico

, capítulos (ecología, economía, parentesco, organización 1!(Geertz, 1973a) fueron sus variedades principales. La pri­
política y, finalmente, religión), la eliminación de las refe­ ~ mera intentó ordenar las categorías culturales cotejándolas
rencias al papel del investigador y la reificación de las insti­ con grillas «objetivas» de categorías culturalmente neu­
tuciones en casilleros tipológicos a los fines de la compara­ trales; el segundo intentó describir la cultura como un sis­
ción intercultural. Las discusiones se centraron cada vez tema de diferencias donde el significado de cada unidad se
más, por ejemplo, en las razones por las que la noción de li­ define por un sistema de contrastes con otras unidades, y
naje vigente en Africa no era aplicable en Nueva Guinea, o el tercero trató de establecer las redes de sentido de una
el concepto de ascendencia aplicable al parentesco africano pluralidad de niveles, cuyo vehículo eran las palabras, los
no era válido para el sur deAsia. actos, las concepciones y otras formas simbólicas.
Este callejón sin salida de debates tipológicos académi­ La atención que se prestó a los fenómenos y a los mode­

cos cada vez más rígidos y de áridos compendios de institu­ los lingüísticos condujo a consideraciones más generales

ciones se remedió durante la década de 1960 en una obra in­ acerca de la comunicación como proceso y del modo en que

fluida por el estructuralismo francés e, irónicamente, por el los individuos formulan las nociones de los mundos en los

principal teórico funcionalista del momento, Talcott Par­ que actúan, incluyendo no sólo a los sujetos de la etnografía

sonso En su abstracta y macroscópica teoría de la sociedad, sino también, en un sentido reflexivo, a los propios antropó­

Parsons hizo lugar al sistema cultural, que él mismo había logos. Las esperanzas que la antropología cognitiva deposi­

ignorado en gran medida, dejando su elaboración a cargo de taba en las grillas objetivas llegaron a verse como un con­

los antropólogos. Dos de los principales precursores en la junto de construcciones culturales entre otras; sus marcos

.aparición de la antropología comprensiva durante la década no eran en absoluto culturalmente neutrales, sino que se

de 1960, Clifford Geertz y David Schneider, se habían for­ lanzaban al ruedo con las categorías y los supuestos cultu­

mado incluso en el Departamento de Relaciones Sociales de rales del propio analista, lo cual viciaba el proyecto. Se

Parsons, en Harvard. criticó al estructuralismo, con resultados menos devastado­

Esas dos iniciativas, procedentes de direcciones diver­ res, por situarse a demasiada distancia de la intencionali­

gentes, intentaron quebrar las reificaciones sociológicas del dad y la experiencia de los actores sociales, en tanto que al

funcionalismo preguntándose cómo las culturas en cuestión análisis simbólico en antropología se le achacó el pecado

construían, en términos conceptuales, las instituciones. El inverso: ser poco sistémico y ver un sentido donde y como el

sistema cultural de Parsons intentaba ocuparse de cada so­ analista lo deseara, en lugar de tener algún método o crite­

ciedad en sus propios términos, mientras que el estructura­ rio objetivo de evaluación.

lismo de Lévi-Strauss procuraba descubrir una gramática o Una respuesta a tales dilemas consistió en decir que el

una sintaxis universales para todos los sistemas culturales. entendimiento intercultural, como todo entendimiento so­

Ambos hicieron así que la atención se trasladara de la es­ cial, no es sino una aproximación, que se alcanza de manera
tructura social (los sistemas sociales) a los fenómenos men­ variable a través del diálogo, esto es, mediante una correc­
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tales o culturales. ción mutua del entendimiento entre las dos partes que con- '1

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versan, hasta que se llega a un nivel de acuerdo apropiado de la manera en que los nativos descifran y decodifican sus
para cualquier interacción particular de que se trate. El an­ propios «textos» complejos, sea que se trate literalmente de
tropólogo, como en su momento concluiría Clifford Geertz textos o de otras formas de comunicación cultural, como los
(1973c), elige en una cultura algo que le llama la atención, y rituales; se interesaba por sus reglas de inferencia, las pau­
después agrega los detalles y una elaboración descriptiva a tas de asociación y la lógica de la implicación. La hermenéu­
fin de dar a conocer, a los lectores de su propia cultura, los tica se refiere también al interés del antropólogo por su pro­
.sentidos de la cultura descripta. De acuerdo con esta solu­ pia reflexión en el curso de la tarea de comprensión ínter­
ción eminentemente pragmática, la etnografia es, en el me­ cultural. El análisis marxista se convirtió en una etiqueta
jor de los casos, una conversación entre códigos culturales y, para designar el interés por el modo en que las ideas cultu­
como mínimo, el formulario escrito de un conferencista que rales están al servicio de intereses políticos o económicos
adecua el estilo y el contenido a la inteligencia de su audito­ particulares, incluidos, una vez más, tanto los del observa­
rio. El énfasis que Geertz pone en los niveles o grados de dor cuanto los de los observados en la investigación etno­
aproximación y apertura como características de la inter­ gráfica.
pretación es saludable, aunque ha tendido a concebir al in­ Son esas tres influencias teóricas generales en la antro­
térprete más bien alejado del objeto de la interpretación, pología comprensiva las que configuraron la escritura de las
como podría estarlo un lector que emprendiera la lectura de etnografias experimentales. Las discusiones sobre la escri­
un texto, y no de acuerdo con la metáfora del diálogo, que tura como actividad se han centrado recientemente en la
sugiere de manera más literal la situación real de la com­ metáfora del diálogo, dejando en segundo plano la anterior
prensión antropológica en el trabajo de campo. Según vere­ metáfora del texto. tI diálogo se ha convertido en la imagen
mos, esta metáfora ha llegado a constituirse más reciente­ para expresar el modo en que los antropólogos (y, por exten­
mente en una poderosa imagen para enmarcar el discurso sión, sus lectores) deben encarar un proceso de comunica­
continuo de la antropología comprensiva. ción activa con otra cultura] Es un intercambio bidireccio­
Otras reacciones ante las insuficiencias de los enfoques nal y bidimensional, en que los procesos interpretativos son
de la cultura dominados por la lingüística de la década de necesarios tanto para la comunicación interna, dentro de un
1960 consistieron en acentuar los esfuerzos por conceptuali­ sistema cultural, cuanto externa, entre distintos sistemas
zar de una manera más precisa lo que quiere decir repre­ de sentidos. En ocasiones la metáfora del diálogo se tomó de
sentar el punto de vista nativo, como también por exponer el manera en exceso simplista, lo que hizo posible que algunos
modo en que se desenvuelve el proceso de documentación etnógrafos se deslizaran hacia un modo confesional de escri­
que lleva hacia esa meta, a fin de que el lector pueda corro­ tura, como si el intercambio comunicativo externo entre un
borar la confiabilidad de los datos etnográficos. Esos esfuer­ etnógrafo determinado y sus sujetos fuera el principal obje­
zos se basaron eclécticamente en distintas orientaciones del tivo de la investigación, con exclusión de una representa­
pensamiento europeo. En antropología-la fenomenología se ción equilibrada y consumada de la comunicación tanto
transformó en una etiqueta para denominar la atención dentro de las fronteras culturales como a través de ellas.
cuidadosa al nativo en su visión del mundo, poniendo entre Dentro de la noción engañosamente simple de diálogo caben
paréntesis, en la medida de lo posible, el punto de vista del algunas ideas más elaboradas con pertinencia para la prác­
etnógrafo. Se veía en ello el cumplimiento del reclamo de tica etnográfica, tales como la perspectiva dialéctica del diá­
Weber de una verstehendes Soziologie, una sociología que logo de Gadamer, la noción lacaniana de la presencia de
atribuya el papel central a la «comprensión» de los actores, y «terceros» en toda conversación o entrevista bidireccional
del primer esbozo programático que Dilthey trazó de las y la yuxtaposición que hace Geertz de los conceptos de
Geisteswissenschaften (las ciencias humanas, por oposición «experiencia próxima» y «experiencia distantevP
a las ciencias naturales). De igual modo, la hermenéutica se
6 Los conceptos de «experiencia próxima" y «experiencia distante» son
convirtió en una etiqueta para la minuciosa reflexión acerca una versión revisada de la otrora influyente distinción, introducida por la

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Para entender el punto de vista de los nativos, señala refiere a estrategias concebidas para incorporar directa­
Geertz, no hace falta una intuición empática ni meterse de mente a las etnografias resultantes representaciones más
alguna manera en la cabeza de los otros. La empatía puede auténticas de los conceptos de experiencia próxima y expe­
ser un auxiliar útil, pero la comunicación depende de un in­ riencia distante, que aparecen durante el proceso de trabajo
tercambio. En la conversación corriente hay mensajes re­ de campo.
dundantes y una corrección mutua de la comprensión hasta La yuxtaposición pasa a ser, pues, un componente im­
que se llega en común a un acuerdo o una significación. En portante de la antropología comprensiva vista como diálogo.
la comunicación intercultural, y en la escritura acerca de Pero no se trata de una yuxtaposición de conceptos o catego­
una cultura dirigida a los miembros de otra, los conceptos rías aislados de sus contextos sociales. Lacan y otros han se­ ¡¡
de la experiencia próxima o local del otro cultural se yuxta­ ñalado que en una conversación entre dos personas hay I

ponen a los conceptos, más cómodos, de la experiencia dis­ siempre por lo menos un tercero, esto es, la mediación de las
tante que el escritor comparte con sus lectores. El acto de estructuras culturales insertas o inconscientes del lengua­ ¡i

traducción que implica todo acto de interpretación intercul­ je, las terminologías, los códigos no verbales de comporta­
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tural es, pues, una cuestión relativa, con un etnógrafo como miento y los supuestos acerca de lo que constituye lo imagi­ i~

mediador entre distintas series de categorías y concepcio­ nario, lo real y lo simbólico. Esas estructuras mediadoras de "

nes culturales que interactúan de diferentes maneras en di­ la comunicación son el objeto del análisis etnográfico confi­

'ferentes momentos del proceso etnográfico. gurado de acuerdo con la metáfora del diálogo. ;:
La primera yuxtaposición y negociación de conceptos se Finalmente, la hermenéutica histórica de Gadamer es 1
produce en los diálogos del trabajo de campo; la segunda, en una concepción del diálogo que incorpora las nociones de 1."
la re elaboración de la primera cuando el antropólogo se co­ yuxtaposición y mediación antes mencionadas. A Gadamer

II
munica con sus lectores al escribir un informe etnográfico. le interesa la interpretación de los horizontes pasados de la
Gran parte de la escritura experimental contemporánea se historia, pero el problema de la interpretación es el mismo,
no importa si se desarrolla a través del tiempo o a través de
las culturas. Cada período histórico tiene sus propios su­
antropología cognitiva, entre las categorías culturales ..émicas.. y ..éticas ». puestos y prejuicios, y el proceso de comunicación es la in­
Las primeras son internas a un lenguaje o cultura, y derivan de las segun­ terrelación de las nociones del período (o de la cultura) al
das, que se proponen como universales o científicas (la distinción se basa a que uno pertenece con las de otro. Es, pues, inevitable que
su vez en la conocida distinción lingüística entre fonémica y fonética; los ~¡

la cualidad y el contenido de la comprensión alcanzada al


fonemas son los sonidos que un lenguaje elige, para valerse de ellos, entre
leer a Gregorio de Tours, por ejemplo, sean diferentes en un

el universo de sonidos que la voz humana puede producir). Los términos


..éticos.. proporcionarían la grilla de lenguaje necesaria para la compara­ lector del siglo IX y en uno del siglo XX. Una hermenéutica

ción intercultural objetiva. La crítica epistemológica de esta distinción pu­ histórica debería ser capaz de identificar y esclarecer la na­ ;1

so de manifiesto la falta de validez de categorías puramente « éticas » que turaleza de esa diferencia, y una hermenéutica cultural de­

se sitúan de algún modo fuera de todo contexto ligado a una cultura. Se bería hacer lo mismo en el proceso etnográfico.

pueden elaborar categorías ..científicas", pero tales categorías se man­ 1I


¿De qué modo se relacionan, pues, con el pasado de la
tienen ligadas a sus definiciones axiomáticas y arbitrarias (por ejemplo,
las categorías cromáticas pueden ser medidas según el espectro de la re­ disciplina estos desarrollos de la teoría antropológica que se !;
fracción de la luz; pero la confusión surge cuando se supone que la única han producido más recientemente (esto es, desde el giro ha­
referencia primaria de « rojo » es el espectro visto como dominio natural cia la comprensión, producido en la década de 1960, hasta el
exento de cultura; y la confusión es aún más grande cuando también se intenso interés por el propio proceso etnográfico que hoy se
supone que la palabra española «rojo » , la inglesa «red", la francesa « rouge ..
registra)? En el contexto de la historia moderna de la antro­
y la persa «sorhh... significan la misma cosa). Las categorías « émicas.. y
pología estadounidense, la manera más apropiada de en­ ,.~
a éticas » se convierten entonces en términos relativos, hecho que se refle­

ja mejor en la distinción entre -exper íencia próxima" y ..experiencia tender la antropología comprensiva podría ser concebirla
distante", propuesta por Geertz. como la heredera, fortalecida y refinada, del relativismo,
,11

60 61
perspectiva que tuvo su precursora en la antropología cul­ político y económico, la etnografia, como concreción práctica
tural y en la que se basó en las décadas de 1920 y 1930. Con del relativismo y la antropología comprensiva, pone en tela
muchísima frecuencia se ha presentado al relativismo como de juicio todas aquellas visiones de la realidad sustentadas
una doctrina antes que como un método y una reflexión en el pensamiento social que prematuramente pasen por al­
acerca del proceso comprensivo. Esto lo ha vuelto especial­ to o reduzcan la diversidad cultural en beneficio de la capa­
mente vulnerable a las críticas que lo acusan de haber afir­ cidad de generalizar o de afirmar valores universales, por lo
mado que todos los sistemas de valores son igualmente váli­ común desde el punto de mira, aún privilegiado, de una ho­
dos, lo cual hace imposible los juicios morales, y de insistir mogeneización global que emana de Occidente. Aunque sin
en el respeto fundamental por las diferencias culturales en­ negar una jerarquía de los valores humanos básicos (con la
tre las sociedades humanas, y paralizar así todos los esque­ tolerancia cerca de la cúspide) ni oponerse a la generaliza­
mas de generalización mediante los cuales se progresa en ción, la antropología comprensiva, en cuanto se expresa co­
todas las ciencias. mo reflexión acerca de la etnografia, ejerce un valioso oficio
Es cierto, sin duda, que en el pensamiento político esta­ crítico sobre las ciencias sociales y otras disciplinas con las
dounidense el concepto antropológico de relativismo fue un que está asociada. Así, la antropología comprensiva contem­
fuerte aliado de la doctrina liberal en lo que se refiere a la poránea no es otra cosa que un relativismo, con nuevas ar­
promoción del valor de la tolerancia y el respeto del pluralis­ mas y fortalecido para una época de fermento ideológico,
mo, en contra, en determinado momento, de doctrinas tan que no es distinta pero sí mucho más compleja que aquella
racistas como la eugenesia y el darwinismo social. En la po­ en que se lo formuló.
lémica de los debates políticos tanto dentro como fuera del
ámbito académico, la posición del relativismo se planteó a
veces en términos extremos. Pero las apuestas eran altas, y
el resultado fue crítico. El liberalismo, que incluía un fuerte La revisión de la antropología comprensiva
componente relativista, triunfó como ideología explícita de
la política pública, el gobierno y la moralidad social de los La emergencia de la antropología comprensiva debe ser
Estados Unidos. Pasó a ser el marco definitorio de las discu­ entendida como una de las tres criticas internas de la antro­
siones sobre los derechos y la justicia a que podían aspirar pología que surgieron en la década de 1960. Fue, no obstan­
toda clase de grupos en una sociedad plural y un Estado be­ te, la única que tuvo una influencia temprana e importante
nefactor. Recién ahora, a fines del siglo XX, cuando se ataca en el cambio de la práctica de los antropólogos. Como hemos
el largo reinado del liberalismo, aparecen nuevas discusio­ visto, logró que el análisis antropológico desplazara su foco
nes académicas sobre el relativismo, tanto favorables como de la conducta y la estructura social al estudio de los símbo­
desfavorables a él (véanse Hollis y Lukes, 1982; Hatch, los, las significaciones y la mentalidad. Las otras dos críti­
1983, y Geertz, 1984). cas -la del trabajo de campo como método diferencial de la
Sin embargo, esta vez el relativismo halla una fuerte investigación etnográfica y la de la naturaleza ahistórica y
manifestación teórica en las perspectivas de la antropología apolítica de la escritura etnográfica- fueron simples mani­
comprensiva, y las cuestiones en debate tienen un planteo fiestos y polémicas, parte de la atmósfera académica muy
mucho más complejo y una base histórica mucho más am­ politizada de aquel período. Sólo con el actual momento ex­
plia que en su período inicial. La antropología comprensiva perimental de la escritura etnográfica, como versión, en la
contemporánea, resumida en la metáfora del diálogo que antropología, de la difundida crisis contemporánea de la re­
hemos considerado, es la esencia del relativismo concebido presentación, esas críticas metodológicas y políticas han
con propiedad como modo de indagación acerca de la comu­ confluido con el anterior cambio en el modo de escribir acer­
nicación dentro de una cultura y entre distintas culturas. ca de la cultura. Esta tarea de integrar las tres críticas y ha­
Frente a las estructuras innegablemente globales del poder cer que fructifiquen en una transformación sin precedentes

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del modelo dominante de la investigación etnográfica se re­ miembros de otras culturas durante el trabajo de campo, lo
gistra sobre todo en la obra de quienes, habiendo sido estu­ que marcaba el paso, dentro de la antropología comprensi­
diantes de posgrado en las décadas de 1960 y 1970, se for­ va, hacia un centramiento teórico en la comunicación en las
maron en los nuevos desarrollos de la antropología com­ culturas y entre las culturas. Ambos autores pusieron de
prensiva, y que además tienen en cuenta el valor de las manifiesto, además, una aguda sensibilidad y refinamiento ,¡
otras críticas para la investigación académica. en relación con los contextos históricos y políticos del traba­
jo de campo, con lo que reflejaban la inquietud de la tercera
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La crítica inicial del trabajo de campo se concretó en una I.,,~
gran afluencia de memorias sobre la experiencia de campo y crítica de la antropología.
de guías para estudiantes, entre las cuales se destacan aún Esa tercera crítica, cuyo blanco era la insensibilidad o in­
como las mejores las de Bowen (1964), Casagrande (1960), competencia de la antropología para ocuparse de cuestiones
Chagnon (1968), Golde (1970) y Maybury-Lewis (1965). relacionadas con el contexto histórico y la economía política,
Aunque en estas obras pueden percibirse los elementos de relevantes no sólo para sus sujetos sino también para su
una crítica metodológica, no se las presentó de esa manera. propio proceso de investigación, se desarrolló durante la dé­
Antes bien, el tono general era celebratorio, un género cada de 1960, específicamente como un cuestionamiento de
I
confesional acerca de la realización del trabajo de campo la relación de la disciplina con el colonialismo y, más recien­ !
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que, si bien exponía las tribulaciones y fallas de esa activi­ temente, con el neocolonialismo. La exposición más desta­ 1
dad, presentaba al antropólogo como héroe, según la acer­ cada de esa crítica en la antropología británica se encuentra JI
tada frase de Susan Sontag. en la colección de artículos incluidos en Anthropology and
De un orden algo distinto fueron la traducción en inglés the colonial encounter (compilado por Talal Asad, 1973). En
de Tristes tropiques (1974 [1955]), de Lévi-Strauss, y la pu­ los Estados Unidos había aparecido anteriormente un volu­ ¡,1.
blicación, en 1967, de los diarios de campo de Malinowski, A men de crítica, Reinuenting anthropology (compilado por
diary in the strict sense, que suscitó una discusión momen­
tánea pero inquietante. La primera de estas dos obras era
filosófica, elegante, digna de ser objeto de reflexión y de nue­
Dell Hymes, 1969). Visto retrospectivamente, este volumen
es en gran medida un documento de época, cuando un gran
sector del ámbito académico se radicalizó temporariamente
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I
vas lecturas, y destinada a ser enseñada en las clases de y se entregó a una retórica de cambio revolucionario en res­

literatura como modelo de belles lettres. La segunda era un puesta a la Guerra de Vietnam y las agitaciones internas.

texto personal, de auto-psicoanálisis, y resultó desmitifi­ Aunque el propósito crítico de este volumen fue a menudo

cadora: un llamado al equilibrio para los antropólogos ins­ certero, el esfuerzo general resultaba excesivamente in­

pirados en otras formulaciones entusiastas y precursoras moderado y falto de fundamentos en la práctica para que
i!

(1922) del mismo autor acerca del trabajo de campo como tuviese muchos efectos." El Proyecto Camelot (un intento

método de la disciplina. frustrado de la década de 1960 por tentar a especialistas en

En la década de 1970 comenzó a aparecer una nueva se­ ciencias sociales con subvenciones a cambio de investigacio­

rie de reflexiones acerca del trabajo de campo; ellas incluían nes útiles para la lucha contra la guerrilla en América lati­

una crítica más franca e incisiva del proceso de investiga­ na) y el «asunto tailandés» (acusaciones, hechas en las Reu­

ción etnográfica. Obras notables, como Reflections on field­ niones de Estudios Asiáticos de 1970, e investigadas des­

work in Morocco (1977) de Paul Rabinow y The headman pués por una Comisión de Etica apresuradamente creada

and 1 (1978) de Jean-Paul Dumont mantuvieron el carácter en la Asociación Estadounidense de Antropología, de que en

personal y lleno de confesiones de los anteriores informes


7 La tesis doctoral de Arthur J. Vídich, The political impact of colonial
sobre el trabajo de campo, pero contribuyeron a promover administration (Universidad de Harvard, 1952), es, aunque poco conocida,
un debate serio acerca de la epistemología de ese trabajo y un informe aun más penetrante del papel de la antropología estadouni­ r
.1'
su jerarquía como método. Sus informes giraban en torno de dense en la administración militar de Micronesia después de la Segunda .¡
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los diálogos significativos iniciados entre antropólogos y Guerra Mundial. I

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64 65
I
Tailandia septentrional se utilizaba la investigación etno­ hace ya siglos que el Tercer Mundo se ha integrado a la
gráfica en la lucha antisubversiva que se libraba contra economía global. Además, en esa búsqueda los antropólogos
grupos asociados con las fuerzas comunistas de Indochina) por lo común han requerido la colaboración y el apoyo de
se destacan entre los casos que despertaron la conciencia esos Estados y de los «sectores modernos» de las sociedades
política de los antropólogos estadounidenses. en las que han trabajado. En la medida en que los lugares
En términos de la investigación antropológica desarro­ apartados y de tierra adentro pudieran seguir percibién­
llada en la década de 1960, un marcado interés por la histo­ dose como prístinos según los hábitos profesionales de pen­
ria y la economía política caracterizó la obra de los autotitu­ samiento y de escritura, los antropólogos podían ser plena­
lados «materialistas» (su base era sobre todo la Universidad mente conscientes de los contextos políticos, económicos e
de Columbia), cuyo enfoque combinaba la ecología cultural históricos de su trabajo como una cuestión práctica, sin que
con un marxismo atemperado. Hubo también un redescu­ esa conciencia influyera en el modo en que se percibían a sí
brimiento generalizado de las críticas de la Escuela de mismos como profesionales en el campo o en que producían
Francfort a las sociedades liberales de masas, críticas que a posteriori sus informes a partir del trabajo de campo.
pasaron a integrar los repertorios conceptuales de los espe­ Como resultado de las tendencias ideológicas domésticas
cialistas estadounidenses en ciencias sociales, entre otros, que ya hemos considerado (por ejemplo, el surgimiento de
los antropólogos. En el terreno de la antropología, la investi­ las contundentes críticas de la representación occidental de
gación sobre la economía política ha tenido una marcada los miembros de otras culturas) y los cambios reales produ­
continuidad desde la década de 1960, cuando la revitaliza­ cidos en el Tercer Mundo, los lugares para el trabajo de
ron especialistas como Eric Wolf, Sidney Mintz y June campo que los antropólogos tradicionalmente buscaban, ya
Nash. No obstante, como veremos en un capítulo ulterior, no pueden hallarse o siquiera imaginarse sin disentimien­
en esta rama vigorosamente desarrollada de la investiga­ to. La descripción que hace Paul Rabinow de su despertar,
ción sobre la economía política en el terreno de la antropolo­ durante el trabajo de campo, a los efectos del colonialismo
gía, la condición de la cultura y del análisis cultural ha sido en la vida del pueblo marroquí en que vivía (1977), y el rela­
problemática, y recién ahora están apareciendo obras expe­ to que Jean-Paul Dumont hace de su descubrimiento de la
rimentales que plantean, en su construcción misma, el pro­ identidad que él tenía para la tribu amazónica que estudia­
blema de reconciliar las dos variedades, la interesada en la ba (1978), son conmovedores testimonios del cambio de con­
economía política y la comprensiva, de la investigación an­ ciencia que conlleva el trabajo de campo contemporáneo.f
tropológica contemporánea.
Para tener una percepción más viva de la modificación
que las críticas mencionadas han producido en la conciencia 8 A propósito del actual redescubrimiento de los episodios de revelación
de los antropólogos, es preciso entender su influencia pro­ en las anteriores etapas de la historia del trabajo de campo, similares a los
blemática en el proceso de investigación etnográfica, espe­ de Rabinow y Dumont, véase el informe de James Clifford (1983a) sobre el
cialmente en relación con sus dos etapas principales: trasla­ trabajo de campo realizado por Marcel Griaule en la década de 1930 entre
darse al campo, esto es, hallar un sitio donde el antropólogo los dogon de Africa Occidental, uno de los pueblos que ejercieron constante
fascinación en los antropólogos y sus lectores. Tras comenzar con la ima­
pueda sumergirse en otra cultura, y, a su debido tiempo, vol­ gen de una expedición colonial emprendida para conquistar el conocimien­
ver a casa y escribir para los especialistas, y a veces para un to cultural de los dogon, la percepción que Griaule tiene de su trabajo de
público más amplio, sobre el conocimiento adquirido en el campo se reduce a la imagen más humilde. pero a la vez más sabia y más
trabajo de campo. fructífera, del carácter dialógico de sus conversaciones con el notable
Desde los comienzos del trabajo de campo moderno, los informante Ogatarnméli, quien reveló aspectos de la cultura dogon como él
los entendía. La etnografia francesa de las décadas de 1920 y 1930 (a la
antropólogos han recorrido Estados y sociedades coloniales que sucedería la moda estructuralísta) estaba muy adelantada en cuestio­
y poscoloniales en busca de campos que se acerquen a la cul­ nes que hoy son centrales para la antropología angloestadounidense. En
:'í tura prístina, con sus prácticas inveteradas, a pesar de que realidad. no sería justo decir que los contextos político e histórico de la
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66 67
Uno de los procesos más significativos que han subverti­ pasaron por televisión un documental de la BBC sobre su
do la inclinación a hallar lo prístino en el trabajo de campo pueblo, en el que la visitante había desempeñado un papel
es la adaptación de los pueblos que durante largo tiempo destacado como principal informante del realizador del fil­
fueron sujetos del interés antropológico, a los propios antro­ me. Los comentarios que hizo mientras miraba el programa \1 1

pólogos y a su retórica habitual. En el folklore profesional junto con nuestro colega no se refirieron tanto a los detalles
abundan historias apócrifas acerca del informante indio de la cultura toda, sino que más bien trataron de las curiosi­ ¡Ir
norteamericano que para responder a la pregunta del etnó­ dades de las muchas representaciones de su pueblo: las que
grafo consulta la obra de Alfred Kroeber, o del aldeano afri­ proponían ella misma, los antropólogos y la BBC.
cano que, en la misma situación, toma su ejemplar de Me­ Una historia semejante puede ser tomada como una ac­
yer Fortes. La convincente ironía de esas historias no puede
ser ya asumida meramente como folklore por los antropólo­
tualización contemporánea de las que durante largo tiempo
han formado parte del folklore profesional, pero la lección
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gos que abordan sus comunidades y sus culturas aisladas, que deja es aun más convincente. La penetración de una ~
1~
1

no como absolutamente extrañas, sino como tipos conocidos. economía mundial, las comunicaciones y los problemas de
Los pueblos que en particular han llegado a ser sujetos identidad y autenticidad cultural, que alguna vez se creye­
clásicos de la antropología, tales como los samaanos, los ha­ ron limitados a la modernidad avanzada, han aumentado {¡:
bitantes de las islas Trobriand, los hopi y los todas de la In­ notablemente en la mayor parte de las culturas locales y 1

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dia, conocen muy bien su condición y asimilaron, con cierta regionales de todo el mundo, dando origen a una etnografía 1,1
ambivalencia, el conocimiento antropológico acerca de ellos al revés en muchos pueblos que pueden no sólo asimilar la
como parte de la percepción que tienen de sí mismos. Un jerga profesional de la antropología, sino también relativi­
~
ejemplo reciente, del que hemos tomado conocimiento en zarla al ponerla junto a otras alternativas y modos de cono­

forma personal, fue la visita a Houston de una mujer toda. cimiento. Eso no quiere decir que la retórica y la tarea tradi­ a

Enfermera diplomada entre los suyos y también agente cul­ cionales de la antropología de representar formas cultura­

tural, realizó una gira por los Estados Unidos dando charlas les de vida distintivas y sistemáticas hayan sido fundamen­ :1.,

acerca de los todas, del tipo de las que podrían haber dado talmente subvertidas o apropiadas por sus sujetos. Antes

los antropólogos en las décadas pasadas. Ella estaba casual­


mente de visita en casa de uno de nuestros colegas cuando

práctica etnográfica de esta última la dejaron subsistir sin cambio alguno


bien, su misión tradicional es ahora mucho más complicada

y requiere nuevas formas de sensibilidad cuando se em­

prende el trabajo de campo, así como estrategias diferentes


para su descripción escrita.
Cuando, a su regreso del terreno, el antropólogo se dispo­
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hasta ahora: ni las estrategias del trabajo de campo ni las convenciones de ne a escribir una etnografia, enfrenta un conjunto de desa­
la escritura etnográfica se mantuvieron completamente en suspenso. Lo
cierto es, más bien, que en la medida en que se han hecho correcciones en
fios diferentes, aunque no inconexos. Uno de esos retos es de
naturaleza estrictamente profesional, y otro arraiga en las

I, li
la planificación del trabajo de campo y en la escritura a él referida, estas
han sido, por su índole, compromisos que permiten preservar los motivos condiciones actuales de la recepción más general de la escri­
históricos que dominaron en la etnografía. Aunque se reconozca la contem­ tura antropológica fuera de la disciplina. En lo que se refie­
poraneidad y el moldeado histórico de las culturas, subsiste en el trabajo re al primero, el problema ha sido siempre el de reducir los
de campo un fuerte impulso a hallar lugares auténticamente tradicionales 1
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o mínimamente afectados, y en la escritura, a mostrar una y otra vez que
materiales diversos y difusos procedentes del trabajo de
campo, registrados en la memoria y en formas intermedias
la tradición y las estructuras profundas siguen vislumbrándose a pesar
del cambio. Obras como las de Rabinow y Dumont acerca del trabajo de de escritura como los diarios y las notas, a textos configura­ 1
4
campo, y de Clifford (1983b) y Marcus y Cushman (1982) acerca de la dos por las convenciones del género. Con todo, dada la ele­
retórica de la escritura etnográfica crean un espíritu de autocrítica que vada autoconciencia crítica con que se emprende y se lleva
hace a los antropólogos hiperconscientes, antes de ir al terreno o de
acercarse a la computadora, de un mundo muy diferente de aquel en el que
adelante el trabajo de campo, la habitual discrepancia entre
se presumía el ejercicio de la etnografía. lo que se sabe a partir de ese trabajo y lo que se está obliga­

68 69
do a informar de acuerdo con las convenciones del género la antropología lleve a ese extremo las diferencias cultu­
puede tornarse intolerable. Quizá los controles del género rales, pero en los Estados Unidos domina un ambiente de
pesan más cuando está en juego la calificación profesional: ideas propenso a atenuar la importancia de ellas, y que
la escritura de la etnografía para la tesis doctoral. Pero menosprecia sus consecuencias en favor de los hechos
cuando ese momento de la carrera ha quedado atrás, cuan­ «concretos» de interés político o económico, o bien de un
do la tesis se ha transformado en libro o es archivada para humanismo general. Considérense, por ejemplo, las afirma­
utilizarla más tarde en un proyecto de escritura de otra es­ ciones humanistas de Mircea Eliade y otros autores, en el
pecie, que nos permita aprovechar mejor la gama de mate­ sentido de que, a pesar de sus diferencias, todas las religio­
riales recogidos en el terreno y también posteriormente, nes son en última instancia la misma, ya que responden a
aparecen, sobre todo en la actualidad, oportunidades para las mismas cuestiones existenciales y pueden ser incluidas
el intento experimental. en una misma secuencia evolutiva. O bien téngase en cuen­
En relación con el ambiente de ideas en el que se produce ta la propensión, tanto de la sociología parsonsiana como de
la recepción de la escritura antropológica, en otra época hu­ la marxista, a reducir las diferencias culturales a fenóme­
bo, para los informes acerca de otras culturas, un lugar más nos superficiales que ocultan funciones sociales más diná­
seguro y viable que hoy no parece existir. Según veremos en micas, promotoras de formas de solidaridad o de conflicto
nuestro posterior tratamiento de la función de la antropolo­ identificables en cualquier sociedad.
gía como forma de crítica de nuestra propia cultura, declina Tal aceptación de las diferencias culturales, pero acom­
entre un público lector más refinado el atractivo de lo primi­ pañada por el escepticismo en cuanto a las consecuencias
,¡, tivo o lo exótico como marco retórico poderoso para emitir
" que puedan traer, se ve fortalecida por la más reciente y ge­
,
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mensajes críticos acerca de la cultura estadounidense. Lo neralizada percepción de que el mundo se homogeiniza rá­
que aquí nos proponemos es, simplemente, señalar aspectos pidamente gracuas a la difusión de la tecnología, la comuni­
de la actual recepción de la antropología por los especialis­ cación y el movimiento de poblaciones. Una vez más, no se
tas y un público lector que cuestiona la autoridad y la rele­ trata de que las personas no crean en la continuada existen­
vancia de su escritura. Existe hoy para las obras de antro­ cia de una diversidad cultural; lo que ocurre es que, desde el
pología un público escéptico que «no es tan tonto» como para privilegiado punto de mira de las sociedades occidentales,
creer en la existencia de culturas enteramente aisladas o no creen ya en que las diferencias culturales o las visiones
completamente diferentes. contrapuestas del mundo puedan afectar el accionar de un
Los escépticos, tan impresionados por los profundos sistema de economía política globalmente compartido. Los
cambios habidos en el mundo como los especialistas en cien­ antropólogos, que durante mucho tiempo se manifestaron
cias sociales encargados de describirlos y explicarlos, se pre­ en contra de las predicciones prematuras de que la moder­
guntan finalmente si en el juego de los acontecimientos nidad transformaría el mundo, son cada vez más ignorados,
mundiales las innegables diferencias culturales realmente como románticos o gente que halla placer en minucias su­
tienen importancia. Curiosamente, parte de ese escepticis­ perfluas o en lo decorativo y superficial. Por ejemplo, el
mo se debe a que el pensamiento liberal asimiló las leccio­ resurgimiento del fundamentalismo islámico en Medio
nes del relativismo antropológico en un momento anterior Oriente, un proceso marcadamente cultural, es traducido
de este siglo. Las creencias extremas en una diferencia, que rutinariamente por los medios y otros analistas en términos
se expresan como racismo y valoraciones etnocéntricas, son políticos y económicos que se consideran a nuestro alcance:
peligrosas y se alimentan a sí mismas. Pueden reconocerse los mullahs serían meramente una elite política, o la guerra
diferencias culturales, pero si amagan con cuestionar una entre Irán e Irak habría terminado sólo porque representa­
creencia superior en la especie humana o en una humani­ ba un desangramiento económico. Lo que no podemos en­
dad universal, abordan la clase de problemas que el libera­ tender se atribuye respetuosamente a la misteriosa catego­
lismo se esforzó arduamente por superar. No se trata de que ría residual de «cultura». Los teóricos del desarrollo conti­

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núan sosteniendo que todas las cuestiones prácticas son de lo que está aconteciendo con el espíritu experimental que
naturaleza esencialmente técnica, y que pueden ser anali­ caracteriza hoy la escritura de etnografías.
zadas por referencia a estrategias más o menos eficaces o
redituables. Para esos pensadores, la cultura constituye
fundamentalmente una categoría de resistencia que debe
ser tenida en cuenta en la planificación para el cambio. Espíritu y alcance de la escritura etnográfica :¡
Esos retos a la retórica tradicional de los informes etno­ experimental
gráficos se han incrementado en proporción directa a la J
«contracción» del mundo en un sistema mundial cada vez
if;
El presente momento de experimentación tanto con la
I
más interdependiente. Los zulúes, los timorenses, los nami­ forma como con el contenido de la etnografía no debe ser ¡.
bias, los miskitos de Nicaragua, los kurdos, los afganos o los considerado una vanidad elitista. Es más bien una ex­ "
maronitas y los chiítas del Líbano no pueden ser tratados ya pectativa generalizada entre los lectores de etnografías y
como culturas completamente extrañas, autónomas, ni si­ una disposición mental consciente entre los escritores.
quiera con el propósito de definir la unidad de análisis tradi­ Tanto unos como otros esperan con anticipación más y más
cional de la antropología: una cultura. Todo lector de perió­ textos que den mejores y más interesantes pasos que sus
dicos o espectador de televisión los sabe parte integrante del predecesoras hacia la ampliación de las posibilidades de la
mismo mundo que afecta a su propia sociedad. Por lo tanto, escritura etnográfica. No todo vale igual, sin embargo. Por
la etnografia debe ser capaz de captar con mayor fidelidad el ejemplo, Las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda
contexto histórico de sus sujetos y de registrar los efectos (1968), fue una obra experimental porque intentaba descri­
constitutivos de los impersonales sistemas políticos y econó­ bir las experiencias de un antropólogo que suma las trans­
micos internacionales en el nivel local donde habitualmen­ formaciones mentales de la conversión bajo la tutela de un
te se desenvuelve el trabajo de campo. Ya no es posible dar chamán astuto y las alucinaciones provocadas por el peyote.
cuenta de esos efectos como meras incidencias externas en Aunque constituye un eficaz logro poético, que ha influido
culturas locales autónomas. Antes bien, los sistemas exter­ en importantes figuras literarias chicanas, como Alurista,
nos tienen su defmición y penetración enteramente locales, la mayoría de los antropólogos rechazan resueltamente que jli'
,
y son formativos de los símbolos y los significados comparti­
dos dentro de los mundos de vida más íntimos de los sujetos
se trate de un experimento etnográfico, porque desconoce la
obligación de proporcionar a los lectores el modo de contro­ r
.'
etnográficos. Salvo en el panorama más general, la distin­ lar y evaluar las fuentes de la información presentada. No
ción entre lo tradicional y lo moderno tiene poca relevancia obstante, las obras de Castaneda, junto con muchos otros
en el análisis etnográfico contemporáneo. ejemplos de escritura de ficción, han servido de estímulo pa­ ~.
Esas son, pues, las dimensiones decisivas de la desafian­ ra pensar en estrategias textuales diferentes dentro de la
te atmósfera que los antropólogos enfrentan cuando regre­
san del terreno con el fin de producir etnografía. Para que
su trabajo tenga importancia más allá de un limitado círcu­
tradición etnográfica.
La mayor parte de las etnografías experimentales busca
inspiración en el pasado, en las obras clásicas de Malinows­
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lo de especialistas que hablan su propio lenguaje, y signifi­ ki, Evans-Pritchard y otros, hace de ellas una oportuna lec­ .,"
que un claro aporte en otros campos que encuentran la an­ tura errónea y extrae sus posibilidades desestimadas, olvi­
tropología comprensiva esclarecedora cuando se enfrentan
".'~
dadas o latentes.P Una etnografía experimental funciona si
a sus propias versiones de la actual crisis conceptual de la :¡i
representación, la conciencia autocrítica que ya se ha for­ 9 Por ejemplo, ClifTord (1983b) lee The Nuer, la obra precursora y modelo
de la etnografía funcionalista de Evans-Pritchard, y la entiende entera­
mado debe hallar expresión en el proceso de investigación mente alineada con técnicas exploradas en las obras experimentales con­
etnográfica, tanto en el terreno cuanto, y con más conse­ temporáneas. De manera semejante, Michael Mceker advierte (comunica­
cuencias, en los escritos etnográficos. Es precisamente eso ción personal) que las etnografias de Reo Fortune (The sorcerers of Dobu,
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72 73

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se inserta de manera reconocible en la tradición de la escri­ Las etnografías precursoras de las décadas de 1920 y
tura etnográfica y si logra un efecto de innovación. La legiti­ 1930 llegaron a ser leídas como modelos, y la «teoría" en que
mación de un experimento mediante la recuperación de una se basaban, el funcionalismo, proporcionó el marco para la
posibilidad olvidada es la forma más frecuente con que un escritura de informes holísticos sobre unidades sociales au­
etnógrafo logra equilibrar esas dos tendencias opuestas. tónomas: tribus, pueblos, culturas. Hasta el presente, a tra­
Así, si bien la mayor parte de la experimentación no im­ vés del disperso conjunto de convenciones de género que
plica una ruptura tajante con la práctica etnográfica del pa­ denominamos «realismo etnográfico», los antropólogos cre­
sado, constituye sin embargo una reorientación fundamen­ yeron que compartían un consenso en lo que se refiere a la
tal. Las etnografías siempre han sido en cierto sentido expe­ escritura etnográfica: cómo debía ser una buena y sólida
rimentales, y ocasionalmente los etnógrafos han hecho ex­ monografía. Aunque desde el apogeo del funcionalismo se
plícita su preocupación por las estrategias de escritura. Na­ han elaborado muchas teorías o enfoques analíticos, la for­
ven, de Gregory Bateson (1936), es un ejemplo temprano y ma misma de la escritura etnográfica ha seguido siendo en
llamativo de un texto que expone su interés por los modos gran medida conservadora. En términos relativos, pues, el
alternativos de representación. No obstante, sólo en el pre­ actual cambio de actitud y expectativas entre los lectores y
sente esas inquietudes se han convertido en un interés ubi­ escritores profesionales de etnografías parece radical: de un
cuo y marcadamente consciente. La etnografía experimen­ consenso imaginado y no investigado se ha pasado a una in­
tal de Bateson, que se interesa en varios análisis diferentes cesante insatisfacción con los modos de escribir del pasado y
de un ritual de una tribu de Nueva Guinea, es destacable un escrupuloso examen de los modos de reelaborar las etno­
justamente por su carácter excepcional y porque no fue asi­ grafías.
milada por la bibliografía antropológica durante largo tiem­ Los públicos que simpatizan con las etnografías experi­
po, pero ahora es fuente de inspiración para la tendencia ex­ mentales las indagan, no con la esperanza de hallar un nue­
perimental. vo paradigma, sino más bien con la intención de detectar
En el contexto de ideas más amplio que hemos fijado pa­ ideas, movimientos retóricos, hallazgos epistemológicos y
ra la actual crisis de representación, los períodos en que se estrategias analíticas originados por diferentes situaciones
asumen riesgos y se aportan innovaciones al método de una de investigación. La atmósfera de la experimentación es li­
disciplina no carecen de precedentes, y tienen en realidad beradora en la medida en que permite a cada lector y es­
ciertas característica peculiares. Esos períodos experimen­ critor elaborar nuevas ideas de manera acumulativa. Las
tales son comunes tanto en los comienzos cuanto en el mo­ obras específicas son de interés general tanto por lo que ha­
mento en que se produce el agotamiento de los paradigmas cen textualmente cuanto por su contenido.
teóricos orientadores. En la antropología, pues, no debe sor­ Cada lector y escritor está, por lo tanto, más a cargo' de
prender que haya una reconocida camaradería entre los au­ su proyecto, y las recompensas, en términos de aprobación e
totitulados experimentadores de hoy y quienes forjaron el interés editorial, se destinan al inconformismo antes que a
método de la etnografía durante el primer tercio del siglo. la réplica artesanal de modelos. Lo que reviste particular
importancia en la discusión que sobrevuela los textos in­
tencionadamente experimentales, no es la experimentación
por la experimentación misma, sino la inteligencia teórica
1932, Y Manus religion, 1935) anticipan muchas prácticas textuales que se que el juego con la técnica de escritura lleva a la conciencia,
consideran contemporáneas. Mezcla de géneros, extrañamiento, dramas y la sensación de que la innovación permanente en la natu­
sociales, abundantes citas textuales, análisis de géneros, disidencia y sub­
raleza de la etnografía puede ser una herramienta para el
versión culturales: todos esos recursos "contemporáneos.. pueden hallarse
desarrollo de la teoría.
en la obra de Fortune. Por último, Marcus (1985) ha notado cómo se invoca
Naven, de Gregory Bateson (1936), en el marco del espíritu experimental
contemporáneo.
El espíritu que mueve a la experimentación es, pues, la
oposición al género, para evitar el restablecimiento de un
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¡

74 75

~ .
canon limitado como el del pasado reciente. Individualmen­ períodos de convenciones investigativas más consolidadas>
te, las obras influyen en otros autores etnográficos, pero no es dificil estimar las orientaciones futuras. El período ac­
se las escribe con el propósito deliberado de que sean mode­ tual parecería sugerir un cambio en la dirección global de la i11
los que los demás deban seguir, ni de que sirvan de base a antropología social y cultural> puesto que está en cuestión .•f
una «escuela» de producción etnográfica. De algunos textos su práctica fundante. Pero no creemos que sea así. Según
puede pensarse que son desmañados o incluso que han fra­ nuestro modo de ver, los experimentos actuales adaptan y
casado en alcanzar las metas que se propusieron, pero de to­ ponen enérgicamente a la antropología en consonancia con :¡
:1'
dos modos pueden ser interesantes y valiosos por las posibi­ las promesas que ella ha hecho en este siglo de representar
lidades que abren para otros etnógrafos. auténticamente las diferencias culturales y de utilizar ese ii¡/i'!
En un período experimental, el peligro es precisamente conocimiento como una indagación crítica de nuestras pro­ ,I
,i
que se lo clausure antes de tiempo, que algunos experimen­ pias formas de vida y de pensamiento. Los experimentos
tos se tomen equivocadamente como modelos, den lugar a hoy aceptan problemas que en realidad fueron reconocidos ,I¡
una corriente mecánica de imitadores o restablezcan con­ en el pasado, pero que resultaron ignorados u omitidos por
venciones sobre bases débiles. Determinados experimentos el imperio de otras ideas dominantes. Lo menos que puede j¡
se plantean problemas particulares a fin de examinarlos, surgir de este momento experimental es una práctica etno­
cosa que hacen más o menos bien; pueden llevar al límite ,11
gráfica mucho más refinada y completa, que responda al
determinada cuestión, y su contribución está en demostrar mundo y a las condiciones intelectuales de nuestro tiempo,
ese límite. Una obra en particular puede cumplir una tarea muy diferentes de aquellas en las que llegó a ser un género ··1¡
que no tendría objeto repetir. Pero una línea de experimen­
tación puede perder su razón de ser si se vuelve identifica­
de una especie particular.
El verdadero alcance de los experimentos contemporá­
,ti
ble como subgénero.
Por ejemplo, a diferencia de la etnografia funcionalista,
neos en la escritura de la etnografia se deduce de la influen­ d,'H¡
i"'f.~.
cia que la revisión de la antropología comprensiva ejerce en
en la que el escritor estaba ausente o disponía sólo de una el proceso de investigación etnográfica que hemos descripto
; i
voz marginal en las notas al pie de página y en los prefacios,
la presencia del autor en el texto y la exposición de reflexio­
en la sección anterior. Distinguimos dos tendencias, a las
que dedicaremos a continuación sendos capítulos. Una de
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1 l',~
¡l j"

nes tanto acerca de su trabajo de campo como de la estrate­ .l •

ellas es una radicalización del interés por la manera de re­


gia textual del informe resultante, se han convertido, por
razones teóricas muy importantes, en signos omnipresentes
presentar la diferencia cultural en la etnografia. La estimu­

la la sensación de que la etnografia del pasado en realidad fl

de los experimentos actuales. Pero existe también la ten­ no logró hacer comprender de manera convincente las fuen­

dencia a detenerse demasiado en la experiencia del trabajo tes auténticas y decisivas de la distinción entre las culturas.

de campo y sus problemas. El placer de relatar la experien­ En el esfuerzo por mejorar las descripciones del largamente

cia del trabajo en el terreno puede sobreactuarse, al extre­ buscado "punto de vista nativo» >esos experimentos se valen
H

mo del exhibicionismo, especialmente en el caso de los es­ de diferentes estrategias textuales para transmitir a sus
critores que llegan a considerar la meditación reflexiva no lectores una comprensión más rica y más compleja de la ex­
sólo como el medio sino como el objetivo de la escritura etno­ periencia de sus sujetos. Estas etnografías de la experien­
gráfica. Util hasta cierto punto, la reiteración incesante de cia, como las denominamos en general, se esfuerzan por ha­
la introspección relacionada con el trabajo de campo puede llar nuevas maneras de demostrar lo que significa ser sa­
convertirse en un subgénero que pierda tanto su novedad moano, ilongote o balinés, y, con ello, persuadir al lector de
cuanto su valor como medio para desarrollar un conoci­ que la cultura tiene más importancia de lo que supone. Al
miento de otras culturas. mismo tiempo, también exploran nuevos territorios teóricos
Dado que los períodos experimentales son por natura­ en el área de la estética, la epistemología y la psicología in­
leza inestables y transitorios, intercalados como están entre , l.
terculturales.
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76 ,
77 .:
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La tensión esencial que alimenta esta forma de experi­ histórico. lO Aunque refinados en la representación de siste­
mentación deriva del hecho de que la experiencia siempre mas de significados y de símbolos, los enfoques comprensi­
ha sido más compleja que la representación que de ella per­ vos sólo pueden seguir siendo pertinentes para un público
miten las técnicas tradicionales de descripción y de análisis lector más amplio y constituir una respuesta convincente a
en la escritura de las ciencias sociales. Las ciencias sociales la percepción de una inevitable homogeneización global de
positivistas no consideraron que la descripción plena de la la diversidad cultural si logran adaptarse a la penetración
experiencia fuese su tarea, y la dejaron en manos del arte y de los sistemas políticos y económicos de gran escala que
la literatura. En cambio, la antropología dispone desde hace han afectado, y hasta moldeado, las culturas de los sujetos
tiempo de una retórica que abarca la representación de la etnográficos en casi todo el mundo.
experiencia de sus sujetos, aun cuando sus conceptos orien­
tadores y sus convenciones de escritura no facilitan el logro
sustancial de esa retórica. Las etnografias de la experien­
cia intentan hoy hacer un uso pleno del conocimiento que el
antropólogo adquiere en el trabajo de campo, que es mucho
más rico y variado que el que ha sido capaz de infundir a las
monografias analíticas convencionales. La tarea de esta
tendencia de la experimentación es, por lo tanto, ampliar los
límites actuales del género etnográfico a fm de escribir in­
formes más completos y más ricamente producidos de otras
experiencias culturales.
La otra tendencia de la experimentación está más o me­
nos satisfecha con la capacidad actual de los enfoques com­
prensivos de representar de manera convincente la singula­
ridad cultural de sus sujetos. Intenta, en cambio, hallar ma­
neras más eficaces de describir la intervención de los suje­ 10 Las dos formas de experimentación no se excluyen entre si. Pueden

tos etnográficos en los procesos más generales de la econo­ aparecer en textos independientes o complementarios o, en las obras más ~
~
mía política histórica. Estas etnografías de economía políti­
ca, como las denominamos, intentan llevar a la práctica los
hábilmente escritas, integrarse en el mismo texto. Algunas de las obras

que describiremos son sólo en parte etnografías en el sentido tradicional. r

Esto es, tratan en detalle sólo un aspecto del proceso de investigación etno­

recientes llamamientos a una conciliación entre los progre­ gráfica, tal como el trabajo de campo, o citan la investigación etnográfica

sos en el estudio del significado cultural logrados por la an­ que el autor ha realizado, pero son en realidad muy parcas en cuanto a la

tropología comprensiva y el interés de los etnógrafos por información etnográfica que incluyen, o reinterpretan el material de otro

etnógrafo en apoyo de su propia tesis. Para nuestros propósitos lo impor­

situar a sus sujetos con firmeza en el decurso de los aconte­


tante es que los autores de tales experimentos establecen retóricamente,

cimientos históricos y el funcionamiento a largo plazo de los mediante cualquier estrategia, su autoridad como etnógrafos, sin ajus­

sistemas económicos y políticos mundiales. tarse necesariamente a la estrecha fórmula de que el texto debe ser pre­

En resumen, una de las tendencias de la experimenta­ dominantemente un informe de la investigación sobre el terreno para que

ción responde a la supuesta superficialidad o inadecuación se lo considere un experimento etnográfico. En realidad, uno de los aspec­

tos esenciales de la experimentación estriba en plantearse problemas filo­

de los medios existentes para representar las diferencias


sóficos o de explicación sociológica o histórica diferentes de los que los et­

auténticas de otros sujetos culturales. La otra responde a la nógrafos están acostumbrados a abordar, y emplear, directa o indirecta­

acusación de que la antropología comprensiva, interesada mente, el material etnográfico propio para tratar esos problemas de la ma­

fundamentalmente en la subjetividad cultural, logra su co­ nera más creativa posible. Tales textos pueden no ser etnográficos para al­

metido ignorando o atenuando de manera predecible cues­ gunos antropólogos, que quizá lamenten la declinación de la etnografía

que consiste principalmente en un compendio de descripciones, pero para

tiones relacionadas con el poder, la economía y el contexto


nosotros son, de todos modos, experimentos etnográficos.

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