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Liberalismo como doctrina política

Europa continental del siglo XVI. En esos años el comercio comenzaba a adquirir dimensiones
planetarias, la producción abandonaba definitivamente su carácter de simple economía de
subsistencia para volverse ilimitada, por obra de las invenciones técnicas, y el viejo anhelo de
libertad individual obtenía ritmo irreprimible. En suma, las fuerzas productivas se hallaban en
pleno desenvolvimiento.

Esta revolución, desde luego, no se dio de manera súbita. Desde varios años atrás se percibían los
cambios que habrían de conducir a este resultado. En el siglo XI se observaba el desarrollo de las
ciudades en diferentes partes de Europa. Esas ciudades, en las que dominan los comerciantes y
artesanos, eran centros de individualismo, rodeados por la inmensa red señorial con su severa
organización jerárquica. Era lógico entonces que la primera demanda de los comerciantes fuera la
libertad.

Pequeños menestrales que tejían paños con lanas facilitadas por comerciantes, acabaron por estar
al servicio de estos, como obreros. Esta clase de negociantes fueron a instalar sus talleres en el
campo, en busca de mano de obra más barata y todo esto fue desintegrando el feudalismo.

Eso ocurrió en la parte Occidental y no en la oriental, que debió seguir por un extenso período
dentro de los cuadros tradicionales, ajena por tanto del Renacimiento y al despertar del
individualismo y de las ansias libertanas.

El Renacimiento sin el potente desarrollo económico y social no habría sido posible. Sin duda fue
en el terreno jurídico donde primero se percibió el ímpetu renacentista ya que la joven burguesía,
con el deseo de afirmar su personalidad, no podía regirse por las normas de tipo feudal, las que lo
que hacían era impedir que se manifestara la libre personalidad.

La fundación de varias universidades en el siglo XV, aunque sometidas al principio de la iglesia,


atendió a la necesidad de impulsar no sólo a la ciencia del Derecho, sino a otras, vitales para el
desarrollo iniciado.

Hacia 1440 se generalizaba en Europa la fabricación de papel, asombroso invento de la China y del
Asia Central. El renacimiento, en suma, no fue sólo un episodio brillantísimo en lo que se relaciona
con el arte, sino una secuencia de innovaciones en los diversos órdenes del conocimiento, cuyo
resultado fue la afirmación del ser humano como sujeto del cambio social y de la historia.

No solo había aparecido el capitalismo. Otro fenómeno no menos importante surgió como punto
cenital de la evolución descrita: fue el colonialismo. De los soberanos de la primera mitad del siglo
XVI Carlos V fue el que mejor entendió lo que estaba sucediendo. Sintió que su deber era extender
su dominación sobre otros pueblos. En 1522 dividió el imperio, con base no en criterios
geográficos sino económicos. Él se quedó con la parte marítima, es decir la Occidental, y le dejó a
su hermano Fernando I la Continental, o sea la atrasada.

Al comenzar a integrarse al mercado mundial, el hombre de la nueva época tenía que actuar en
términos planetarios. El criterio del éxito, en este caso la acumulación de la ganancia, era el que en
definitiva decía si se había escogido el buen camino, cualquier error era castigado con la ruina.
A finales del siglo XVIII las ideas ilustradas, su anunciado humanismo, y la presión e influencia
política e ideológica que ejercieron principalmente los ingleses para denunciar el comercio de
esclavos, empezaron a socavar los fundamentos filosóficos de la esclavitud tanto en Europa como
en el nuevo mundo. Durante gran parte del siglo XVIII en el continente europeo, sobre todo en
Inglaterra y Francia, filósofos, juristas y economistas, se propusieron establecer desde diferentes
orientaciones teóricas, los enfoques del liberalismo.

El liberalismo pretendía reformar los sistemas de gobierno monárquicos limitando sus poderes y
facultades legislativas, judiciales y fiscales. Por otro lado, desde los gobiernos se debían proteger
los derechos de todos los individuos que integraban la nación, garantizando su promoción y
ejecución en condiciones de igualdad. Los liberales idearon y defendieron el libre comercio. La
creación de este suponía la existencia de propiedad privada, la división y especialización del
trabajo y la creación de consumidores libres, por lo que los liberales defendieron la eliminación de
las trabas que impedían la libre producción y comercialización de mercancías. Estas limitaciones
se advertían en la acción de monopolios, gremios, la estructura tributaria de los Estados y sistemas
forzosos y serviles de trabajo como la esclavitud. En consecuencia, el liberalismo empezó a
promover el debilitamiento de la esclavitud sosteniendo que el trabajo libre rendía más que el
efectuado con esclavos, además el trabajo libre produciría la abundancia de compradores.

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