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Presentación

Di, el dibujante divertido


Coordinación Editorial
Para conocer una regla del uso de la UVE (V)
Oseas Florentino Lira
Adrían en la selva de las palabras
Textos
Para conocer los prefijos y aprender una importante regla de la letra HACHE (H)
Carmen de Silva
Los fabricantes de palabras
Ilustraciones
Para aprender otro uso de la letra HACHE (H)
Diana Merino Arredondo
Clarita y la letra llorona
Diseño
Para conocer el uso correcto de la letra UVE (V)
Velucia
Doña Ava y dona Aba
Tercera edición revisada
Para conocer una regla de ortografía sobre la letra UVE (V)
y modificada para ebook
El club de la berenjena
Para concoer una regla de las letras GE (G) y JOTA (J)
El contrabandista de palabras Aitor y Ernesto, el Ermitaño
Para aprender una regla de la letra JOTA (J) Para seguir aprendiendo palabras que deben escribirse con
HACHE (H)
El telar que crujía al tejer
Para conocer una regla ortográfica referente a las letras Claudia y los diptongos
GE (G) y JOTA (J) Para aprender cuándo se acentúan las vocales que se
escriben juntas
La gran jota de Jera y Jero
Para conocer una regla relativa a las palabras que se es- Natalia y su sandalia
criben con JOTA (J) Para conocer algunas palabras que se escriben con HACHE
(H), sus derivados y sus excepciones
El pasado de doña Aba
Para aprender a usar la letra BE (B) en la conjugación de La rebelión de los pucheros
los verbos Para conocer la regla de los verbos terminados en BIR

La bujía del hereje Irene y el grillo Tri-tri


Para saber cómo aplicar una regla de la letra GE (G) Para conocer una regla de la letra BE (B)

Los tres bolsillos de Pepe Leyre y la rosquilla rota


Para aprender a escribir bien los verbos Para saber cuáles verbos se escriben con doble CE (C)

Olivia y las hermanas Bis


Para conocer una regla de las letras BE (B) y UVE (V)

Rodrigo y la silla del molinero


Para saber muchas de las palabras que deben escribirse
con HACHE (H)
PRESENTACION

Se dice que para aprender ortografía es muy importante leer. Las personas
que tienen este hábito suelen tener buena ortografía. Sin embargo, algunas
personas pueden estar más atentas al sentido de lo que leen y no a cómo está
escrito; por otra parte, quienes escriben, cada vez con mayor frecuencia, no
lo hacen con cuidado y los lectores, en consecuencia, aprenden con errores.

Todos los maestros, y cualquier persona con un nivel cultural aceptable, reco-
nocen que la ortografía es muy importante, aunque no todos podrían explicar
el porqué de su importancia. La ortografía, que es el arte de escribir con
corrección, tiene sentido y no es para complicarnos la tarea de escribir.
Su utilidad estriba en que, en nuestro idioma, muchas veces la forma de es-
cribir una palabra indica mucho sobre su significado y sobre sus relaciones
con otras palabras. Además, la persona que escribe con buena ortografía
denota el cuidado que pone en lo que escribe: escribir con buena o con mala
ortografía es comparable a vivir donde sea y como sea o, bien, tener una ha-
bitación cuidada y en orden.

Esta novedosa obra cuya finalidad es, entre otras, facilitar la tarea de los
maestros. Porque no es lo mismo, ni tiene el mismo resultado, enseñar de cual-
quier forma que hacerlo de un modo atractivo para los niños. En esta ocasión,
el objetivo principal es enseñar a los niños algunas de las más importantes
reglas de ortografía de nuestro idioma.
Cuentos ortográficos es una colección de veinte entretenidas historias, en las
cuales los personajes discurren por el mundo de las palabras y la ortografía.
Partiendo de las inquietudes y aventuras de los personajes, entre los cuales
hay niños, pero también letras, palabras y hasta el diccionario, se expone en
cada cuento alguna importante regla de ortografía, con ejemplos y excepcio-
nes, de manera que los niños aprenderán y, lo más importante, comprende-
rán las normas que rigen en el mundo de la buena escritura.

Algunos propósitos de este libro son que los niños:


Reflexionen sobre el uso y funcionamiento de las letras y las palabras en el
lenguaje escrito.
Se familiaricen con diversos tipos de reglas para escribir con corrección.
Se introduzcan a una manera de escribir que dé a conocer el cuidado y gusto
por hacerlo.

Cómo está organizado el libro


Algunos de los cuentos llevan una secuencia necesaria, por lo que el orden en
que se presentan no es totalmente indistinto. Sin embargo, se trata de relatos
independientes, cada uno de los cuales enseña una regla ortográfica dife-
rente.

Cada cuento incluye al inicio una breve indicación sobre el tema o regla que
expone, y al final una conclusión que sintetiza la regla ortográfica y, en su
caso, sus excepciones.
Esta obra permitirá que los alumnos aprendan de un modo diferente, no el
aprendizaje memorístico de las reglas que, enunciadas y ejemplificadas “a
secas”, resultan un aprendizaje árido y poco significativo.
Esperamos que ayude a los docentes a convencer a los niños de lo importante
que es escribir bien, a la vez que mostrarles que, después de todo, hacerlo no
es tan difícil.

Para el niño
Este libro que tienes en tus manos no son historias y nada más, sino que te
abrirán la puerta a un mundo casi mágico. Su magia es tan poderosa que te
dará la posibilidad de estar entre los mejores alumnos de tu grupo y compar-
tir con tus compañeros conocimientos nuevos, interesantes y divertidos.
Es nuestro mayor deseo que esta obra sea de utilidad y de apoyo en su tra-
bajo diario al maestro, y que los niños -además de aprender- disfruten estas
historias llenas de ingenio, que lo atrapen las aventuras de sus originales
personajes y que lo lleven a descubrir que leer y aprender cosas nuevas puede
ser tan divertido, o mucho más, que jugar o ver un programa de televisión.
DI, EL DIBUJANTE
DIVERTIDO
Se llamaba Dionisio, pero todos los que lo co- Natalia dijo:
nocían le decían Di, y ni él mismo se acordaba — ¿Sabes, Di? Tus cuentos son muy bonitos, que-
ya del resto de su nombre. Se pasaba el día con remos tenerlos siempre. Si se te olvidan no nos
el lápiz en la mano creando personajes que a los quedarán más que los dibujos. Escribe las histo-
niños les gustaban mucho. Además les contaba, rias para que no se pierdan nunca.
con mucha gracia, lo que esos personajes hacían y — ¡Sí! ¡Sí! ¡Que las escriba! —dijeron a coro los
decían. Así nacieron las historietas. Un día estaba demás oyentes.
narrando uno de sus cuentos a un grupo de niños Di se quedó muy pensativo.
y de pronto se le olvidó; perdió el hilo en lo más —Tienen razón —admitió Di—. Debería escribir
interesante. mis historias, pero... es que…
—El pastor Isidro echó a correr detrás de Fede- — ¿Cuál es el problema?
rico, y en ese momento... Entonces... En ese mo- —Pues... no sirvo para escribir porque tengo muy
mento… mala ortografía y nunca sé lo que se escribe con
— ¿Qué le pasó en ese momento? —preguntó im- be y lo que se escribe con uve.
paciente Rafa, un chico muy listo. — ¡Qué pena! —exclamaron los niños, y se fue-
—Pues... en ese momento... —intentó continuar ron muy tristes.
Di. —Sí, es una pena —dijo Di hablando consigo mis-
— ¿Qué? ¿Qué? —preguntaron todos, impacien- mo cuando se quedó solo—. Me gustaría hacer lo
tes. que dicen los niños: escribir mis historias. Pero se
— ¡Se me ha olvidado! —confesó Di. reirán de mí si pongo faltas de ortografía. ¿Quién
Los niños que hacían círculo a su alrededor se habrá mandado que las palabras se escriban unas
sintieron decepcionados. con be y otras con uve? ¡Ah!, si yo tuviera ante mí

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a quien hizo eso, me iba a oír. ¡Me iba a oír! Le di- en que te harás viejo y te falle la memoria... Y otro
ría que no tienen derecho a complicarnos la vida. día en que ya no seas ni joven ni viejo. Tienen
¡Cómo me gustaría hablar con él! razón Rafa y Natalia. Debes escribir.
Apenas lo dijo, se levantó del suelo un remolino —Es que con la ortografía me hago un lío.
de papeles. Cada vez era más alto, y daba vueltas Si a la vaca le pongo b de burro sale rebuznando,
más aprisa. Di lo contempló asombrado. y si al burro le pongo v de vaca, lo tengo que or-
— ¿Qué es eso? Si no hay corrientes de aire, están deñar…
las ventanas cerradas. Además en el suelo no ha- —Lo sé. Estoy dispuesto a facilitarte un poco la
bía papeles, ya que soy muy, pero muy ordenado. tarea.
Poco a poco el torbellino se calmó, fue perdiendo — ¡Eso! Lo que yo digo: que todo se escriba con
fuerza y, al quedarse quieto, apareció frente a él uve, que es más pequeña, más recortadita y más
un extraño personaje vestido con una larga túnica mona. Y se acabó el problema.
hecha de hojas de libros. —Pides mucho. ¿No sabes que las palabras tienen
— ¿Quién eres tú y qué haces aquí? —preguntó sus derechos? Los tienen desde hace mucho y no
Di. se les pueden quitar así como así.
— Soy el Señor de las Palabras, y estoy aquí por- — ¿Protesta por ello el sindicato de las palabras?
que has dicho que te gustaría hablar conmigo. —Algo así.
—Sí, pero... no lo decía en serio. Verás... es que — ¡Pues estoy amolado con los derechos de las
soy un poco temperamental… palabras! ¿Para eso has venido?
—No temas, no voy a hacerte daño. Vengo a ayu- Di, que era un poco nervioso, agitó los brazos y,
darte. con el aire que hizo, las hojas de papel volaron, el
— ¿Ayudarme a qué? Señor de las Palabras se deshizo y sólo quedó un
—A escribir tus historias, porque llegará un día montón de hojas de libro esparcidas por el suelo.

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— ¿Qué he hecho? —se lamentó Di—. Pero, ¿qué maba “Diccionario”.
he hecho? ¡Hice desaparecer al Señor de las Pala- — ¿Qué es esto? —preguntó.
bras! ¡Pobre Señor! ¡Después de que ha tenido la —Es el Señor de las Palabras. Vino a verme y yo,
amabilidad de venir a verme! al hacer un aspaviento de impaciencia, lo hice
El dibujante recogió las hojas y observó que es- desaparecer. Ya no puedo hablar con él porque
taban numeradas. Como era muy cuidadoso, las está enfadado conmigo.
colocó en orden. Entonces vio que en la primera — ¿Y si lo llamamos nosotros? —propuso Pepe.
aparecía la palabra “Diccionario”. Rafa, Natalia, Adrián, Pepe, Rodrigo, Clarita y los
— ¡Ah, el Señor de las Palabras era el diccionario demás niños empezaron a llamar:
puesto en pie! ¡Claro! El diccionario es quien me — ¡Señor de las Palabras!
puede ayudar a resolver mis dudas. — ¡Señor de las Palabras, ven no te enojes!
Así fue como Di comenzó a escribir sus historie- — ¡Señor de las Palabras, ayuda a Di, que mano-
tas. ¡Pero era inútil! Lo dudaba todo y, a ese paso, tea mucho pero es un buen amigo, un gran di-
no tendría tiempo suficiente en toda su vida para bujante y un estupendo contador de historias...!
escribir tantas divertidas historietas. ¡Ven, Señor de las Palabras!
Los niños venían a verlo con mucha frecuencia y Las hojas que estaban en el montoncito, empeza-
le preguntaban: ron a revolotear y a levantarse hasta quedar con-
— ¿Has escrito mucho? vertidas en un personaje de papel inflado el cual
— ¿Cuántas historias tienes ya? comenzó a hablar:
—Pues... no tengo ni una porque me hago un lío —Aquí estoy, ¿Qué quieren de mí?
con las bes y las uves. —Que ayudes a nuestro amigo Di, que se hace un
Adrián descubrió el montón de hojas que se lla- lío con las bes y las uves —pidió Rafa.

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—Yo ayudo a todos. No hay más que consultar- do echarla del idioma así como así?
me. Pero sin chuparse el dedo para pasar las pá- —Anda, sé bueno —pidieron los niños a coro.
ginas, que es una cochinada y una falta de educa- Haz que desaparezca la be.
ción muy grande. — ¿Cómo voy a ser bueno sin be? ¿Cómo van a
—Nuestro amigo Di jamás se moja el dedo con ser ustedes bonitos sin be? ¿Cómo vas a beber sin
saliva. be? Si desaparece la be se quedarán sin boca, sin
—Y nosotros tampoco. bocadillos…
—En ese caso, veré qué puedo hacer, — ¡Sin bocadillos no! ¡Sin bocadillos no!
—El pobre Di pierde mucho tiempo consultando Pero…
y nos haremos mayores sin poder leer sus histo- —Está bien. Pensaré en algo que pueda ayudar a
rias. Claro que de mayores también nos van a gus- Di.
tar, pero... no queremos esperar tanto. El Señor de las Palabras empezó a girar, las hojas
— ¿Puedes hacer algo por él para que le sea más revolotearon y cayeron convertidas de nuevo en
fácil escribir sin faltas de ortografía? un montón llamado “Diccionario”.
—pidió Clarita. Al día siguiente, el dibujante Di intentó otra vez
—Las cosas son como son... —dijo el Señor de las escribir su historia. Tenía una duda terrible acer-
Palabras—. Las bes y las uves han de estar donde ca de cómo se escribía una palabra y fue a consul-
deben tar el diccionario.
—Ya, pero como tú mandas en las palabras —su- Apenas lo tocó, el Señor de las Palabras volvió de
girió Pepe—, ¿por qué no haces que desaparezca nuevo a aparecer de pie ante él.
la be y todo se escriba con uve? —Hola, Di.
—No puedo. La be se ofendería. ¿Crees que pue- —Hola, Señor de las Palabras.

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—Te dije que pensaría algo y ya lo he pensado. —Tienes de plazo hasta las diez de la noche.
—Gracias. Las palabras que no hayan entrado, ya no entra-
—No es posible que todo se escriba con uve. Pero rán. ¿Entendido?
voy a darte una regla que te ayude. Haré que se El Señor de las Palabras volvió a arremolinar sus
escriban con uve las palabras que empiezan como hojas y a posarlas en el ordenadísimo montón lla-
tu nombre. Todas las palabras que empiezan por mado “Diccionario”.
di y después llevan ese sonido. —A trabajar —dijo el dibujante—. Voy a ver si
— ¿Todas las palabras que empiecen por di las po- diversas palabras que empiezan por di. ¡Ya tengo
dré escribir con uve sin consultar el diccionario? una: diversas, diverso! Creo que este trabajo va a
—Es un alivio. ser divertido. ¡Aquí tengo otra! ¡Divertido! ¡Estu-
—Las reglas son un alivio. Te daré otras más ade- pendo! Mis dudas van a reducirse. Me será más
lante. fácil escribir, podré… Pero, ¡basta de divagar y a
— ¡Estupendo! Así que todas las palabras que em- seguir buscando! ¡He encontrado otra! ¡Divagar!
piecen por di, como mi nombre, se escribirán con Pasó la mañana tratando de encontrar palabras
uve recortadita y graciosa. ¿Todas? que empezaran con di. Miró debajo de las sillas,
—Todas. Pero es preciso que me ayudes. dentro de los armarios, en los cajones... Hasta que
Busca cuantas palabras empiecen por di, seguidas cayó derrengado.
de ese sonido, claro, escríbelas en un papel y mé- En ese momento llegaron los niños. Se pusieron
telas entre mis hojas. Después yo colocaré cada a ayudarle. Miraron por todas partes hasta que
una en su sitio y así quedarán para siempre. ¿Es- también cayeron derrengados en el diván.
tás de acuerdo? De pronto, el dibujante Di dio un respingo.
—De acuerdo. — ¿Qué te pasa? —Preguntó Rafa—. ¿Se te ha cla-

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vado una aguja en la rabadilla? —Los de mi abuelo la tienen en un lado, bordada.
— ¡No! Es que he encontrado otra palabra: ¡di- Se llama Vicente.
ván! — ¡Eso no vale! ¡No vale! Vamos, Pepe, dinos qué
Hicieron recuento: diverso, diván, divertido, di- tiene tu tío Emiliano en el trasero.
vagar... Tenía que haber otras. —Un grano que le duele mucho. Pobrecitos Pero
Di prometió un premio a quien más palabras en- se le quita con antibióticos.
contrara y las trajera antes de las diez. — ¿Un grano? —Protestó Adrián—. ¿También tú
Los niños salieron a buscar y, al cabo de unas ho- estás bromeando?
ras, regresaron muy satisfechos. —No. Es que es un grano muy grande que se lla-
—Yo he encontrado una muy bonita y otra muy ma divieso.
fea y que duele mucho —dijo Pepe. — ¡Divieso! ¡Estupendo!
— ¿Cuál es la bonita? —preguntó Clara. —Estupendo para ustedes. Porque lo que es para
—Divino. ¿Qué les parece? mi tío…
— ¡Divino! —contestaron todos. —Bueno. Se curará pronto, y ya tenemos otra pa-
— ¿Y la fea? —preguntó Rafa. labra para meter en el diccionario.
—La fea la tiene mi tío Emiliano en el trasero, ¿Quién tiene más?
— ¿Caca? —Yo —respondió Rodrigo.
—Caca ni empieza por di ni tiene uve. — ¿Cuál?
— ¡Calzoncillos! —dijo otro niño que se llamaba — ¿A ver si lo a...divinas?
Indalecio. — ¿Cuál?
— ¿Pero dónde tienen la uve los calzoncillos? — — ¡Pues adivinar!
preguntó Natalia. —No empieza por di.

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—Sí —puntualizó el dibujante, que era culto a pe- —concluyó Adrián.
sar de que se le daba mal la ortografía—. La “a” es —No, no te doy la mitad.
una partícula que se antepone a “divinar”, que es —Entonces no la divides. No hay palabra.
como se decía antes, y existen las artes “divinato- Para que haya palabra tienes que dividirla.
rias”. — ¿Por qué a la mitad? —dijo Natalia. Que la di-
— ¡Pues al diccionario con ella! vida entre todos.
—Y adivina qué palabra llevo yo en el bolsillo — —No.
dijo Pepe. —Parece que hay divergencias —observó Rodri-
Como nadie lo acertaba, sacó una moneda. go.
—Un peso. — ¡Divergencia! ¡Otra! —exclamó Natalia. ¡A es-
—No es un peso. cribirla y a meterla en el diccionario!
—Un dólar. —Yo sé otra —manifestó Clarita—. Diva. No sé lo
—No es un dólar. que quiere decir, pero es mía.
—Un euro. —Diva quiere decir diosa —explicó Di.
— ¿Qué más da? Lo importante es que es una di- —No — rectificó Rafa—. Quiere decir cantante.
visa. —Quiere decir alguien a quien se admira tanto
— ¡Hurra! ¡Hurra! ¡Divisa! Tenemos una palabra que le se mira como si fuese una diosa.
más. —Bien, ¿cuántas palabras tenemos ya?
—Tenemos dos palabras más —dijo Pepe. —Muchas, muchas.
— ¿Dos? —Pues vamos corriendo a meterlas en el diccio-
—Sí, porque la divisa se puede dividir. nario porque están a punto de dar las diez de la
— ¿Eso quiere decir que me darás la mitad? noche.

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—Voy a asomarme a la ventana a ver si diviso al- —Bueno, bueno, calma. Todos se han portado
guna más —decidió Clarita. muy bien. Así que daré un premio a cada uno.
—No hace falta —dijo Adrián— Yo ya la he divi- — ¿Qué nos darás?
sado desde aquí. —Les daré un dibujo de ésos que yo hago y que
— ¡Divisar! —exclamaron todos. les gustan tanto. ¿Qué les parece?
La escribieron en un papel y la metieron entre las Los niños voltearon a verse unos a otros, luego
hojas. se quedaron muy serios, en silencio, y sus rostros
En ese momento, sonaron las campanadas de las expresaron contrariedad.
diez en el reloj de la torre del Ayuntamiento. — ¿No les gustan mis dibujos? ¡Yo que creí que
El montón de hojas se apretó, se apretó se apretó eran un bonito premio!
tanto que se hizo un bloque en el que no se podía Di se puso muy triste.
meter ni una hoja más. —No es eso —lo animaron los niños—. Tus dibu-
Di lanzó un suspiro. jos nos gustan mucho... Es que…
— ¡Ya está! — ¿Qué pasa?
—Y ahora... ¿qué hay del premio que nos prome- —Es que... acabamos de darnos cuenta de que he-
tiste? mos olvidado meter en el diccionario la palabra
—Yo he traído más palabras que nadie. más importante: dibujo.
—dijo Pepe. — ¡Es verdad!
—Yo también —reclamó Rodrigo. — ¡Qué tontos!
—Y yo. — ¿Y si todavía nos diera tiempo?
—Y yo. Lo intentaron pero las hojas del diccionario se ne-

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garon a abrirse. Como llegaron tarde, el Señor de que fuimos al no darnos cuenta.
las Palabras no admitió que dibujo y sus deriva- Di regaló a cada niño un precioso dibujo con be.
dos, como dibujar y dibujante, se escribieran con A todos les pareció divinamente y una regla muy
uve. Esa palabra tendría que escribirse con be por divertida.
los siglos de los siglos. He aquí la razón de que todas las palabras que
—Oh, qué distraídos, qué torpes —se lamenta- empiezan por di se escriban con uve, menos
ron—. Hemos olvidado tu profesión y estos dibu- dibujo, dibujar y dibujante. ¡No se les olvide que
jos tan bonitos. a Di y a sus amigos se les olvidó!
— ¡Qué pena, Di! No te hemos ayudado bien.
Ahora seguirás teniendo dudas cuando escribas
palabras que empiecen por di, como tu nombre.
— ¿Dudas? ¿Crees que en toda mi vida se me va a
olvidar que fui tan burro que se me olvidó mirar-
me a mí mismo?
—No, claro. A nadie se nos olvidará que se nos
olvidó, y que dibujo, dibujar y dibujante son las
únicas palabras en que se escribe be a pesar de
empezar por di.
—Jamás se nos olvidará que se nos olvidó.
—A nadie se le olvidará.
—Será una excepción a la regla, y siempre la ten-
dremos presente. Con be de burro por lo burros

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S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que se escriben con “uve“


todas las palabras que em-
piezan por di, excepto dibujo
y sus derivados
ADRIÁN EN LA SELVA
DE LAS PALABRAS
Desde que Adrián conoció al Señor de las Pala- En otro árbol había un cartel con la palabra
bras, en casa del dibujante Di, se preguntaba dón- “Reflexión”
de vivía. En otro, se leía
¿Dónde vivirá este amigo tan sabio, que cuando “Paciencia”
quiere se convierte en libro y es el diccionario Había una manera de salir. Las palabras ayudan.
puesto en pie? Sólo hay que encontrar la adecuada. Pero Adrián
Decidió seguirlo y llegó hasta una casita rodeada no la encontraba.
de jardín. De pronto la vio:
Adrián comenzó a pasear por él. “Solución”
Lo que, al principio parecía un jardincito normal No se hallaba colgada de ningún árbol. La traía el
y corriente, resultó ser un gran parque. Tan gran- Señor de las Palabras.
de que no se veía el límite. —Me he perdido —dijo Adrián.
El jardín crecía conforme Adrián se iba internan- —No es el primero que se pierde en la selva de las
do en él. Además, se hacía cada vez más agreste y palabras. Mi misión es sacar de ella a los extravia-
acababa convertido en una auténtica selva. dos. En el suelo del idioma caen muchas semillas
Adrián se asustó. que vienen de lejos. Unas crecen bien y acaban
—¡Me he perdido! ¿Y ahora cómo vuelvo a casa? siendo útiles. Otras crecen mal y son dañinas.
Se sentó en una piedra y comenzó a llorar. Pero Ésas las arranco.
sólo comenzó. Porque a través de la primera lá- —Entonces las palabras son como las setas.
grima, vio que, de uno de los árboles, colgaba un —Exacto. Las hay comestibles y las hay veneno-
cartel en el que estaba escrita la palabra sas. Es preciso saber distinguirlas. También hay
“Ánimo” palabras que todavía están verdes y otras muy pa-

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sadas, que se usan poco, pero son dulces y sabro- los extras, pero nadie paga los “extros”.
sas, como pasas. Tienen un sabor delicioso. Se le —¿Te das cuenta? Para hablar bien, sólo hay que
llama sabor “clásico”. pensar un poco.
—¿Quieres que te ayude? Dime una que haya que —¿Hay más palabras venenosas?
arrancar. —Muchas.
—Pues mira, ni yo mismo lo sé porque, cuando —Me gusta tu bosque. ¿Quieres que te ayude a
estoy convencido y más que seguro de que una cuidarlo?
palabra no es correcta, vienen los señores de la — Sí, te pagaré bien.
Academia y la dejan entrar. Por ejemplo, “extro- —No es preciso. Lo hago por gusto.
vertido”. Yo, que soy más exigente que nadie, no —Yo siempre pago. Te pago en cultura, en satis-
la uso. facción, en seguridad, en puertas que se te abren,
—¿Por qué? Yo se lo oigo decir a todo el mundo. en personas que te aprecian, en cosas que puedes
—Ahí está el mal. Las palabras se pueden decir hacer... Yo pago muy bien.
mal, bien... y mejor. Elige siempre la forma mejor.
—¿Cómo es la mejor manera de decir extrover- Adrián iba todos los días a casa del Señor de las
tido? Palabras y recorrían juntos la selva del idioma.
—Extravertido, —Mira, aquí creció una palabra que vino de lejos
—¿Por qué extra y no extro? y ahora nos viene muy bien. La palabra control.
—Porque extra significa “fuera de”. Y extro no —¿La dejamos?
significa nada. —Sí, sí, que se quede. Esta otra también nos pres-
—Es verdad. Los extras son las cosas que se que- ta servicio: cabina.
dan fuera del precio de una cosa. Todos pagamos —Pues que siga entre nosotros.

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—En cambio esta, “hall”, maldita la falta que nos dida... ¿te pones los de otro, que te hacen daño?
hace porque tenemos la nuestra: vestíbulo. Siempre, entre dos palabras, por muy admitidas
—¡Oh! Ésta me gusta mucho: mirtilos. En mi casa que estén, elige la que nació y se crió aquí, en
comemos mucha mermelada de mirtilos. nuestro bosque.
—Pues en la mía preferimos comer mermelada —Lo tendré presente. Ahora me doy cuenta de
de arándanos. que, en efecto, esta mermelada me ha caído mejor
—Nunca la he probado. ¿A qué sabe? en el estómago y me ha dejado una sensación más
—Igual que la de mirtilos, porque es la misma agradable en la boca.
fruta; pero si dices arándanos sabe a buen caste- —Volvamos a la selva del idioma. Hay bastante
llano. que podar.
Al decir esto, el Señor de las Palabras sacó un ta-
rro de mermelada morada, muy dulce y se tomó Adrián se aficionó a cuidar aquel bosque, que es-
una cucharadita. taba cada vez más bonito. Un día, le preguntó al
—¡Oh, qué ricos me saben llamándoles aránda- Señor de las Palabras:
nos! —¿Sólo se pueden usar las palabras que tú culti-
Adrián la probó vas? Me gustaría inventar palabras.
—A mí me sabe igual —Puedes inventar todas las palabras que quieras.
—Porque no has aprendido a saborear las pala- —¿Puedo ser inventor de palabras? A mí me gus-
bras. ta mucho inventar. No sabes las cosas que invento
—Será eso. para que no me regañen cuando rompo algo.
—Si tenemos nuestra propia palabra, ¿por qué —El idioma es igual que un mecano. Permite
usar la del vecino? Si tú tienes zapatos a tu me- construir voces nuevas, siempre que se utilicen

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las piezas de “nuestro” mecano. Las palabras se —¿Puedes darme una pieza de hacer palabras
forman con piezas, que se ponen unas al lado de nuevas?
otras. Te enseñaré cómo se hace. —Sí, toma.
De un árbol que venía de Grecia, tomó un pedazo
Adrián se pasaba el día inventando palabras. de palabra, de los que se ponen delante.
Cuando su hermano y sus amigos iban a buscarlo Adrián lo mostró a sus amigos.
para jugar, les respondía: —Mirad que pieza más útil. Se llama prefijo, que
—Ahora no puedo. Estoy muy ocupado. a lo mejor os creéis que los prefijos sólo sirven
—¿Qué estás haciendo? para hablar por teléfono. Otro día me dará raíces
—Construyo palabras. para que las siembre en una maceta y pueda criar
—¿Con qué? palabras en el balcón de mi casa.
—Con unas piezas que hay para eso. Los niños, que son siempre muy curiosos, y pobre
—¿Dónde están? del que no lo sea porque nunca aprenderá nada,
—Nacen en los árboles. rodearon a Adrián.
Los niños miraron hacia las acacias de la calle. —A ver, a ver... ¿Qué pieza te ha dado tu amigo el
—No vemos nada. señor del bosque de las palabras?
—De esos no, de los que crecen en la Selva de las —Me ha dado hiper, con hache. Significa grande.
Palabras. Yo voy todos los días. Todo lo que empieza por hiper es grande. Y ha de
—Bueno, pues tráenos alguna para que juguemos ser con hache, porque, si lo escribes sin hache, se
todos. queda pequeño y ya no sirve para decir que algo
Al día siguiente, Adrián le pidió al Señor de las es grande.
Palabras: —O sea —opinó Pepe, el hermano de Adrián—,

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que tú pones hiper a lo que quieras y es como si —No queremos palabras contaminadas. Las que
lo miraras con lupa y se hiciera grande. fabriquemos serán de toda confianza.
—Así es. Adrián quedó con sus amigos en que, al día si-
—Ahora entiendo por qué llaman hipermercado a guiente, les traería muchas piezas de las que se
un mercado grande. criaban en la Selva del Señor de las Palabras para
—¡Estupendo! —Gritaron los niños— ¡Vamos a que pudieran hacer palabras nuevas, sanas y sa-
inventar palabras, que es muy entretenido! brosas.
—Tráenos piezas de esas que crecen en la selva
del Señor de las Palabras.
—Sí, haremos cadenetas.
—Y de las cadenetas saldrán palabras.
—Las colgaremos del techo y servirán para ador-
nar.
—Servirán para embellecer. Pero no las colgaremos
del techo, las colgaremos de nuestra conversación.
—¿Cuándo empezamos a fabricar palabras bue-
nas, con denominación de origen?
—Eso, eso, las palabras tienen que tener denomi-
nación de origen. ¿Acaso una palabra que nos po-
nemos en la boca es menos importante que una
naranja o un plátano?

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S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que se escriben con


“hache“ todas las pala-
bras que inician por el
prefijo “hiper”
LOS FABRICANTES
DE PALABRAS
Desde que los amigos de Adrián descubrieron — Si yo, que soy pequeña —dijo—, me pongo hi-
que, con las piezas que les traía del bosque de las per delante, ¿me hago grande?
palabras, se podían hacer palabras nuevas, esta- — Las palabras no hacen las cosas. Sirven para
ban entusiasmados. explicar cómo son las cosas. Si tú creces y te haces
Lo que más les divertía era saber que hiper signi- alta como una casa, eres una hiperniña.
ficaba grande y que poniéndolo delante de cual- — No; no quiero ser una hiperniña. Quiero ser
quier palabra, ésta aumentaba de tamaño. una niña normal.
Hasta entonces, habían creído que el “hiper” era — Lo grande no siempre es bueno —intervino
un sitio donde se vendía de todo. Cuando descu- Germán—.Yo conozco un señor que es hiperten-
brieron que era un prefijo, o sea un pedazo de pa- so y toma medicinas para no serlo. Pero es un se-
labra que se pone delante de otra y la modifica, se ñor normal, no es un hiperseñor.
divertían jugando a hacer grandes todas las cosas. — Lo que no es normal es su tensión arterial –
Pro Marta que era muy lista añadió: dijo Adrián—. La sangre le va por las venas con
– Bueno, bueno tampoco es eso porque híper con demasiada fuerza y le duele la cabeza.
tilde es una forma de decir también las tiendas — Y si, en lugar de irle con mucha fuerza, le va
grandes que tienen muchas cosas. Yo estoy harta con muy poca, ¿cómo se llama?
de decir: Mamá me llevas contigo al híper. Así — Mañana le pediré al Señor de las Palabras que
que si queremos jugar a agrandar palabras debe- me dé la pieza que hace falta para expresarlo.
mos recordar que híper con tilde es un hipermer- Al día siguiente, regresó con un paquetito en el
cado y sin tilde un prefijo. cual venía envuelta la pieza que sus amigos le ha-
Carmen seguía soñando con hacerse mayor con bían pedido. Abrió el paquete con mucha solem-
el prefijo. nidad y se la mostró.

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Todos se arremolinaron alrededor ansiosos de co- se llama hipódromo. Acabo de darme cuenta – ex-
nocer la pieza mágica que podía transformar las clamó Rafa.
palabras. Adrián, muy ufano, explicó: — Porque estás aprendiendo a pensar en lo que
— Hipo, se ha de poner la pieza hipo. dices. No sabes lo que se descubre mirando den-
— ¿Significa pequeño? tro de las palabras.
— No; hipo significa bajo, que, para el caso es lo — ¿Y el hipopótamo es un caballo? – inquirió Íñi-
mismo. También es con hache, que luego en se- go.
guida dicen que hay discriminación. Hache arri- — Hipopótamo significa “caballo de río” –Res-
ba y hache abajo. Porque hiper también significa pondió Adrián—. Me lo ha explicado el Señor de
encima de. las Palabras, que es el diccionario puesto en pie.
— Ya tenemos la palabra que buscábamos: hipo- — Entonces —observó Pepe—, los caballos son
tenso – exclamó Héctor, que aunque era muy pe- como los cangrejos, que los hay de mar y los hay
queño era muy listo. de río.
— Has acertado. Quien tiene la tensión baja es — Tienes razón porque el hipocampo es el caba-
hipotenso. llito de mar.
— ¿Y el hipopótamo? –preguntó Íñigo. — ¿No os parece que debería ser al revés?— Su-
— También con hache. Todo lo que comience por girió Marta.
hipo se escribe con hache. — ¿Al revés? —Preguntaron los niños a coro.
— ¿Porque se mete debajo del agua? – dedujo — Sí. El hipocampo, que es pequeñito, debería es-
Marta. tar en el río y el hipopótamo, que es grandote, en
— No. Porque hipo también significa caballo. el mar, que es más ancho.
— ¡Ah, sí! Es verdad. Donde corren los caballos — Yo tengo un pariente que se llama Hipólito —

16
dijo Oscar-. Cuando le envíe una carta, ¿cómo he — No. Pero sabemos que se escribe con hache.
de escribir su nombre? Eso seguro – respondió Héctor -. Empieza por
— También con hache —respondió Adrián, que, hipo. Y todo lo que empiece pero hipo se escribe
desde que visitaba al Señor de las Palabras estaba con hache.
muy enterado. — Lo bueno de saber reglas es que escribes bien
— Pero no está debajo. Está arriba. Es un jefazo. las palabras aunque no las conozcas — observó
— Entonces será “Hiperhipólito” —bromeó Ger- Carmen.
mán. — Pues a mí me gustaría saber qué es un hipo-
— ¿Y si yo tengo hipo? —Preguntó Carmen. condrio —confesó Rafa.
— Pues también. Haces “hip”, “hip”. — Un pescado —repuso Marta.
— Es que hago “hip” “hip” tanto si estoy en el piso — Te confundes —intervino Pepe—. Eso es un
de arriba como si estoy en el de abajo. Y no soy congrio. Sirve para hacer sopa.
un caballo. — Pues el hipocongrio será lo que está debajo del
— No te compliques la vida —la tranquilizó congrio. El caldo.
Adrián—. El Señor de las Palabras me ha explica- — Que no he dicho hipocongrio, he dicho hipo-
do que todo lo que empieza por hiper y por hipo condrio. Y eso es algo que se tiene en el cuerpo.
se escribe con hache. Es la regla más sencilla. — ¡Uff! ¡Qué asco! —Exclamó Rafa—Yo no quie-
ro tener hipocondrios. ¿Tú tienen hipocondrios,
Cuando Adrián se fue, sus primos y amigos si- Pepe?
guieron jugando a las palabras. — Yo me lavo muy bien y no crío hipocondrios.
— El otro día —dijo Rafa— oí una palabra muy — Pues te estás rascando.
rara: hipocondrio. ¿Sabéis qué es?

17
Pepe, muy preocupado, les dijo a sus papás: de los condrios.
— Me pican los hipocondrios. Adrián, que iba con él, se echó a reír.
Sus padres lo llevaron al médico, el cual le pre- — ¿Qué estás diciendo? Los condrios no existen.
guntó: — ¿Cómo van a estar los hipocondrios debajo
— ¿Qué te pasa? de algo que no existe? Desde que vas todos los
— Que me pican los hipocondrios. días a la selva de las palabras, te estás haciendo un
— A ver, enséñamelos. lío. ¿No dices que hay que pensar? Bueno, pues si
— Todavía no he pillado ninguno. los hipocondrios están debajo de las costillas, las
El médico le hizo quitarse la camiseta y le pregun- costillas tienen que ser los condrios. ¿No es así
tó señalando a la altura del estómago: doctor?
— ¿Te pica aquí? — Sí y no. La palabra hipocondrios significa “de-
— No. bajo de los cartílagos”. Lo que ocurre es que lo
— ¿Entonces por qué dices que te pican los hi- dice a la antigua.
pocondrios? ¿Sabes lo que son los hipocondrios? — Pues ya podían modernizarse algunas pala-
— Sé que se escriben con hache porque empiezan bras. Si un día me duelen los hipocondrios, diré
por hipo. “me duele aquí”, que es mucho más sencillo.
— De ortografía estás muy bien –comentó el doc- — ¿Y si lo lees? Aunque haya palabras que no use-
tor con una sonrisa—. Pero de anatomía, nada. Se mos, tenemos que saber lo que son para no que-
llaman hipocondrios a estas zonas, a ambos lados dar como ignorantes cuando alguien las dice. Es
del cuerpo, que se hallan bajo las costillas. lo que te ha pasado a ti cuando creías que no sé
— ¡Claro! Ya sabía yo que tenían que estar debajo qué bichos te estaban picando.
de algo! Si lo dice la palabra. Hipocondrio: debajo

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Cuando volvieron a casa, Pepe explicó a sus ami- — Hola, Señor de las Palabras. ¿Pueden entrar
gos que había hecho el ridículo y todos se rieron mis compañeros en esa selva tan interesante que
mucho de él y de sus hipocondrios. tienes?
Héctor comentó: — Sí, sí, que entren. Pero con mucho cuidado. Es
— No sé por qué Adrián quiere inventar palabras muy fácil tropezar.
si todavía no conocemos la mayor parte de las que Los niños avanzaron por el jardín, que poco a
están inventadas. poco se convertía en selva intrincada. Cada uno
— Porque es un juego muy divertido —repuso corrió por un lado y pronto se perdieron.
Adrián. Miraron hacia arriba y hallaron muchas palabras
— Si tan divertido es, ¿por qué no nos llevas con- que colgaban de las ramas.
tigo a la selva de las palabras? Cada uno encontró la que necesitaba para hallar
— Bueno. el camino. Porque las palabras ayudan a salir de
muchas situaciones difíciles.
Al día siguiente, Adrián fue a ver al Señor de la Al fin se encontraron todos, se abrazaron y pro-
Palabras acompañado de sus primos y amigos. metieron volver.
Cada día había niños que querían jugar a fabricar Decidieron que, en la próxima visita, llevarían
palabras. una cesta para recoger palabras interesantes y lle-
Cuando llegaron, estaba hecho libro abierto so- várselas a casa.
bre una mesa. Pero en seguida se desperezó, se Nunca se les olvidó que todo lo que empieza por
le arremolinaron las hojas y se puso de pie, mos- hiper y por hipo se ha de escribir con hache.
trando toda su magnificencia.

19
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que se escriben con


“hache“ todas las pala-
bras que empiezan por
“hipo”
CLARITA Y LA
LETRA LLORONA
¿Se acuerdan del Señor de las Palabras, del dibu- — ¡Yo quiero ver al Señor de las Palabras!
jante Di y de sus amigos Natalia, Adrián, Pepe, — ¡Quiero ver a ese señor que vino a ver a Di!
Rafa, Rodrigo y Clarita? — No seas caprichosa —le dijo su papá.
Voy a contarles otra historia en la que Clara es la — ¡Yo quiero verlo, papá, yo quiero verlo!
protagonista. — ¿Para qué?
Clarita es la más pequeña de todos, muy lista, — ¡Quiero verlo!
muy buena, muy bonita y muy simpática... Tiene — Anda, no seas pesada y vete a jugar con tu her-
el pelo negro. A los demás niños les da envidia mana y con tus primos.
porque, hagan lo que hagan, no logran que el pelo Clara obedeció, pero estaba muy enfurruñada.
les quede tieso para arriba como a ella. Incluso, — ¿Qué te pasa? —Le preguntó Rafa—. ¿Quieres
hay algunos niños que gastan un bote de gel en mi moto?
el intento. — ¡No! Yo quiero ver al Señor de las Palabras.
Debajo de los pelos tiesos, tiene una inteligencia y — ¿Quieres que te dejemos nuestra ruleta? — Le
una voluntad también muy tiesas. ofrecieron Adrián y Pepe.
Se las tiene de arribista con quien sea para lograr — ¡No! Yo quiero ver al Señor de las Palabras.
sus propósitos. Y tenía uno muy firme. — ¿Quieres jugar con mi perro “Hund”? —Pro-
Desde que vio al Señor de las Palabras, que era puso Rodrigo.
el diccionario puesto en pie y que tan pronto te- — Quiero ver al Señor de las Palabras.
nía apariencia de libro como se arremolinaba y — ¿Para qué? —Preguntó Natalia.
se convertía en un personaje vestido con hojas de — Porque quiero ser igual que Di.
papel impreso, Clarita quería volver a verlo. No — ¿Quieres ser dibujante?
cesaba de repetir: — No. Quiero ser regla de ortografía. ¡Eso es lo

22
que quiero! ¡Quiero ser regla de ortografía! Chilló ¿No se escriben con uve todas las palabras que
tanto que acudió su mamá. empiezan con di de Dionisio? Pues que se escri-
— ¿Qué le pasa a Clarita? ¿Por qué llora de ese ban también con uve las que empiezan con cla
modo, ella que siempre es tan dulce? de Clara. Así seré útil a la sociedad y ayudaré a
— Porque quiere ser una regla de ortografía — quienes tengan dudas.
contestaron Natalia, Pepe, Rafa, Adrián y Rodrigo. Los niños pensaron: “¿Por qué no? ¿Por qué no
— Pero tú eres una niña y las niñas no son reglas tratar de complacer a Clarita?” Buscaron un dic-
de ortografía —le explicó su mamá, tratando de cionario, estudiaron con atención y ¡en efecto!
hacerla entrar en razón. Comprobaron que todas... ¡todas! las palabras
— ¡Yo sí! ¡Yo sí! ¡Yo quiero ser regla de ortografía! que empiezan con cla se escriben con uve: clava,
Si no, dejaré de llamarme Clara. clavo, clave, clavel, clavícula, clavija, clavicordio.
Para contentarla le compraron ciento veinte pelu- — ¡Ya eres una regla de ortografía! —exclamaron
ches. Su abuela le hizo de postre unos pastelillos los niños.
muy dulces. — Una regla de la uve —puntualizó Rafa.
Su tío le tocó con la guitarra El Danubio azul con — Es verdad. Se escriben con uve todas las pala-
ritmo de salsa. Pero no sirvió de nada. bras que empiezan con cla, como Clara —confir-
Una vecina que la oyó gritar le llevó la novedad mó Pepe.
más reciente en muñecas, que daba patadas y de- — ¡Clarita es una regla de ortografía! —se alegró
cía palabrotas. A Clarita no le gustó. Adrián.
— Quiero ver al Señor de las Palabras —insistía. — ¡Soy una regla de ortografía! —gritó Clara en-
¡Quiero ser igual que Di! ¡Mejor que Di! Porque tusiasmada—. ¡Soy una regla de ortografía!
seré una regla sin excepciones. Rodrigo le dio un sonoro beso de enhorabuena.

23
Estaban tan contentos que salieron corriendo Pero aquellas hermanas, que a todas luces eran
para dar la noticia a su amigo Di. gemelas, no tenían la boca para caramelos, sólo
Iban corriendo y saltando de alegría por el cami- para lamentos.
nito que llevaba a la casa del dibujante cuando — ¿Pueden explicárnoslo mejor? —pidió Natalia.
vieron, sentadas en una piedra, a dos niñas exac- — Que éramos una y ahora seremos la misma,
tamente iguales, morenas, flacas y larguiruchas. que hará el trabajo de una. Y no sabemos a quién
Lloraban como dos Magdalenas. le toca ser la misma y a quién le toca no ser... ¿Y
Sus voces eran tan idénticas y tan sincronizadas qué va a ser de la que no será?
que parecían una sola voz. Cuanto más trataban de aclararlo las dos herma-
— ¡Ay! ¡Ay! —sollozaban abrazadas. nas, los niños menos lo entendían.
Adrián, Natalia, Pepe, Rafa, Rodrigo y Clarita se — No lloren más —las consoló Adrián—. Seguro
les acercaron solícitos. que lo que les pasa no es tan grave y tiene arreglo.
— ¿Qué les pasa? ¿Se han perdido? — Si se disgustan así, van a enfermarse —les ad-
— Nos vamos a perder la una a la otra y no sabe- virtió Rafa.
mos si la perdida será la otra o la una. — Vamos a morirnos —dijo una.
Ahora seremos una y no sabemos qué una será la — Ya estamos muertas —precisó la otra.
una y qué será de la otra. — Eso, estamos muertas —porque nos han parti-
Los niños no entendieron nada, pero les daba do por la mitad. ¡Zas! ¡Siempre juntas y ahora de
pena verlas tan tristes, acongojadas y tembloro- pronto, ¡zas!
sas. — Eso... ¡zas! ¡Separadas para la eternidad!
— ¡Pobrecitas! —dijo Rodrigo y les dio un cara- ¡Eliminadas!
melo.

24
— ¡Adiós, hermana mía! ¿Qué será de mí sin ti, o que si en otras lenguas... Qué nos importa. No-
de ti sin mí...? sotras somos de la lengua española... Teníamos
— Y no sabemos quién será ti y quién será. nuestro huequito en el diccionario. Pequeño, un
—Mientras lo averiguan nos tienen a nosotros, par de hojas, pero suficiente para vivir unidas fe-
que somos sus amigos —dijo Clarita. lices, tranquilas y ofrecer nuestro servicio en esta-
¿Cómo se llaman? blecimiento propio.
— Yo me llamo Ele de Elena. — ¡Pobrecitas! ¿Qué podemos hacer para ayudar-
— Y yo me llamo Ele de Eleuteria. las? Yo soy Clara, una regla de ortografía.
— Pues se confundirán mucho cuando alguien las — ¿Una regla de ortografía?, ¡Qué raro!
llame, porque nunca sabrán a cuál están llamando. — Más raro es encontrar una Elle llorando al bor-
— Es que jamás nos llaman a una sola. Hasta aho- de de un camino.
ra, nos han llamado siempre a las dos juntas. —Si a ti te pasara lo que a nosotras, también llora-
— Y juntas nos llamamos Elle, las hermanas Elle, rías. ¿O es que las reglas de ortografía no lloran?
las hermanas mejor avenidas de la historia. —No. Las reglas sirven para ayudar. Y yo voy a
— ¡Y ahora nos separan! Nos echan del dicciona- ayudarles a ustedes.
rio, nos anulan, nos liquidan... ¡Ahhhh! ¡Ahhhh! — ¿Cómo?
— ¡Ahhhh! ¡Ahhhh! Clara reflexionó un segundo.
— ¿Cómo es posible tanta crueldad? —se compa- — ¡Ya está! ¡Solucionado!
deció Rodrigo. Natalia miró asombradísima a su hermana.
— ¡Ahhh! La elle ya no será una letra — ¿Qué dices? —preguntó Rafa.
— ¿Y por qué? —preguntó Natalia. — ¿Qué se te ha ocurrido ahora? —Se intrigaron
— Dicen que si no sé qué, que si no sé cuánto se, Adrián y Pepe.

25
— Me parece que empiezo a darme cuenta —ob- — Son un conjunto.
servó Rodrigo. — ¿De música? —Preguntó el tío de Clara.
— Muy sencillo —explicó resuelta Clara. — Más bien de sonido —respondió Clara.
¿Dónde viven las reglas de ortografía? Son la Elle. Dormirán en mi cuarto, porque las
— En la Gramática —dijo en seguida Adrián. han echado del diccionario.
— Pues si a las hermanas Elle las echan del dic- — Esta niña es demasiado buena —comentaron
cionario, pueden venir a vivir a la Gramática, y sus padres. Ya no se conforma con recoger ani-
seguir allí juntas y contentas. malitos magullados y plantas mustias. Ahora trae
— ¡Qué lista es Clara! —exclamó Adrián. a casa letras desahuciadas.
— ¡Qué buena eres, Clara! —dijo una hermana Clara consoló a Ele de Elena y a Ele de Eleuteria:
Elle. les secó las lágrimas, les limpió la nariz, les dio
— Sí, muy buena —reconoció la otra. Pero, ¿cómo chocolate caliente y las acostó en un catre junto
te las arreglarás para conseguir eso? a su cama.
— De momento, vengan conmigo. Cuando hayan Al día siguiente, cuando las Elle se despertaron,
descansado un poco, les explicaré mi plan. exclamaron: ¡Qué felices somos!, a pesar de que
Clara cogió a cada Ele de una mano y se las llevó nos duele hasta el serif.
a su casa. — ¿Qué es el serif?
— ¿Quiénes son estas jóvenes tan altas y esbeltas? — El serif es una rayita fina que tenemos como
—Preguntaron sus papás. remate las letras romanas.
— Gracias por lo de jóvenes. Tenemos algunos — ¿Son romanas?
siglos. — Somos romanas, góticas..., somos como nos

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escriben... Bueno, como nos escribían. Porque ya labras que empiecen con lla, lle, llo, llue
no seremos de ninguna manera... ¡Ahhhh! — ¡Lla, lle, llo, llu...!
— No empiecen otra vez. Son unas letras lloronas. — ¡Qué regla tan fácil!
— Es que la elle es la letra de llanto y de llorar. — ¡Qué regla tan divertida!
— También es la letra de llamar a los amigos y de — ¡Qué regla tan estupenda!
llevar una vida alegre y llena de satisfacciones. Las hermanas Elle estaban muy entusiasmadas.
— Esta Clarita tiene recursos para todo. — ¡Seguiremos juntas! ¡No importa que nos
—Venga, péinense el serif de arriba y sáquenle echen del diccionario! ¡Seguimos juntas en una
brillo al serif de abajo, que pronto estaremos to- regla de la uve!
dos reunidos y habrán terminado sus penas. — Vamos a comprobar que son una regla —dijo
Elena y Eleuteria se peinaron el serif de la cabeza, Clarita. Ayúdenme. Todos a decir palabras que
se cepillaron el de los pies, hicieron unas flexiones empiecen con lla, lle, llo, llu.
para tonificarse y bajaron derechas y jacarando- — ¡Llave! —Respondió Pepe—. Y sus derivados:
sas a reunirse con los niños, que ya habían venido llavín, llavero.
para dar los buenos días a las nuevas amigas. En ese momento, se escuchó una voz que dijo:
Cuando estuvieron todos juntos, Clarita les expli- — ¡No resbalar!
có su plan. Miraron hacia la puerta y vieron al Señor de las
— Voy a convertir a las Elle en una regla de or- Palabras.
tografía para que puedan vivir juntas en la Gra- — ¡Oh, Señor de las Palabras! —exclamó Clarita.
mática, puesto que las echan del diccionario. Las Cuánto me alegro de verte. Aunque ya me las he
colocaré en mi departamento de la uve. Serán una arreglado yo sola.
regla de la uve. Se escribirán con uve todas las pa-

27
— Te queremos, Señor de las Palabras —dijo Ro- — Continuó
drigo, pero estamos un poco disgustados contigo — Llevadero, llevador, llevanza.
porque has echado a las hermanas Elle. — Lluvia, llover, lluvioso... —aportó Adrián.
— No he sido yo. Yo soy un mandado. Hay seño- — Lloviznar, llovedizo, lluviano... —sugirió Ro-
res muy poderosos que me hurgan en las tripas y drigo.
me sacan y me meten palabras y letras a su antojo. — ¡Cuidado! ¡No resbalar! —advirtió el Señor de
Yo siempre he querido mucho a las Elle. Ellas lo las Palabras.
saben. — ¿Resbalamos con la lluvia? —Dijo Natalia—.
— Sí, siempre fue bueno —reconoció Ele de Ele- ¿Acaso lluvia no es con uve?
na. — Según donde caiga —contestó el Señor de las
— Pero no has hecho nada para defendernos —se Palabras.
quejó Ele de Eleuteria. Las hermanas Elle gritaron felices y entusiasma-
—Bien —intervino Clara. Ya no tendrán que pre- das:
ocuparse porque van a vivir en la Gramática, en — ¡Somos una regla de ortografía! ¡Somos una re-
una regla estupenda de la uve, la de lla, lle, llo, llu. gla de la uve! ¡Viviremos en la Gramática! ¡Ya no
— ¡No resbalar! —repitió el Señor de las Palabras. nos importa que nos hayan echado del diccionario!
He venido para avisarles. Comenzaron a dar saltos de alegría. Y los niños
— Gracias. Vamos a seguir porque estas amigas también.
tienen prisa por tener alojamiento propio —res- Natalia propuso:
pondió Natalia. — Vamos a ver a nuestro amigo Di y se lo conta-
— ¡Más palabras! —pidió Clarita. mos. Ayer no pudimos.
— Lleva, llevar... —dijo Rafa. — ¡Vamos, vamos!

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— ¿Nos acompañas, Señor de las Palabras? —pre- des y pulidas lajas de piedra. Al pisar una, las her-
guntó Clara. manas Elle resbalaron y cayeron, largas y paralelas.
— Sí. Los acompañaré. — ¡Ay, ay!
Salieron todos juntos hacia la casa del dibujante — Se los advertí —dijo el Señor de las Palabras.
Di. Por el camino cantaban; y no es que cantaran No había terminado de decirlo cuando Natalia y
mal, no. Pero empezó a nublarse. Al poco rato, Adrián resbalaron también y acabaron agarrados
cayeron unas gotas. Cuando estaban a punto de al serif de las hermanas Elle.
llegar, comenzó a llover en serio. Rodrigo, Rafa y Pepe, tras varias piruetas, se caye-
— ¡Lluvia! ¡Lluvia con Ilu y con uve! —la saluda- ron de pompas y se quedaron sentados en el barro.
ron alborozadas las Elle. Por nuestra regla del lla, La única que se mantuvo de pie fue Clarita por-
lle, llo, llu! que la agarró a tiempo el Señor de las Palabras.
— Sí... lluvia, llover... —dijo Rafa. — ¡Oh, cómo hacen resbalar estas baldosas! —Se
— Una lluvia en regla —comentó Pepe—, porque quejó Natalia.
moja. — Claro —respondió el Señor de las Palabras. Yo
— Cuidado, no resbalar —avisó el Señor de las les avisé.
Palabras. — Me he manchado de barro los pantalones —se
— Tú sí que tienes que tener cuidado —dijo lamentó Pepe.
Adrián—, porque eres de papel y te deshaces. — Y yo —dijo Rodrigo.
Toma, ponte mi impermeable. — Tienen suerte que sólo se han manchado las
—Gracias, Adrián. pompas —observó Adrián. Natalia y yo nos he-
El jardín de Di se hallaba embaldosado con gran- mos rebozado hasta el cuello.

29
— ¡Y nosotras nos hemos pringado de punta a — Mis narices me recordarán que es con be.
punta! —clamaron las gemelas Elle, pero sin dejar — A nosotros nos lo recordará nuestro trasero.
de estar felices y contentas. — Para que no haya más resbalones, lo haremos
— Se los advertí —insistió el Señor de las Pala- constar como excepción —dijeron las hermanas
bras. Elle—. Todas las reglas no son tan perfectas como
— ¿Qué nos advertiste? la de las palabras que empiezan con cla de Clara,
— Que podrían resbalar. que no tiene excepciones.
— Creíamos que te referías a la regla de la uve del — Suerte que tengo —se enorgulleció Clarita.
lla, lle, llo, llu —dijo Clarita. Donde hemos res- — Sí, suerte que tienes —dijeron las hermanas
balado ha sido en estas lajas de piedra tan tersas Elle.
y resbaladizas. — La suya tampoco está mal —les dijo Natalia,
— ¡Ahí! ¡Ahí sabía yo que iban a resbalar! que era muy gentil. Total, por una excepción
Porque una laja de piedra tersa y resbaladiza es insignificante.
una llábana, es la única palabra que, empezando — ¿Insignificante? —Protestaron Pepe, Rodrigo
con lla se escribe con be. y Rafa. ¡Si por su culpa nos hemos puesto como
— Sí que ha sido un resbalón —dijo Pepe, donas de chocolate!
— Pues yo te aseguro —dijo Adrián—, que no Y así es como Clarita no sólo consiguió ser una
volveré a resbalar en una de esas llábanas. estupenda regla de ortografía, sino que salvó a las
Daré un rodeo y ni usaré esa palabra tan rara, ni hermanas Elle y las llevó a vivir con ella en la Gra-
pondré los pies sobre una laja de piedra tersa y mática para que no volvieran a llorar porque las
resbaladiza. habían echado del diccionario.
— ¿Y si te ves obligado a escribir llábana?

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No olviden nunca esta sencilla historia, que les
puede ser de gran ayuda en muchas ocasiones
porque...

...palabra que empieza con cla


con uve siempre será.
Y si es en lla, lle, llo o llu,
¡Con uve escríbela tú!

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S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que se escriben con


“uve“ todas las palabras
que empiezan con “cla”,
“lla“, “lle“, “llo“ y “llu“
DOÑA AVA Y
DOÑA ABA
Rafa y Gonzalo estaban jugando en el parque — Tiraba, jugaba, golpeaba, molestaba, gritaba
cuando un chute incontrolado envió su pelota a Habría continuado si su compañera de banco, la
un banco en el que estaban sentadas dos señoras que tenía la pelota, no la hubiera interrumpido:
que lucían grandes sombreros. — Destructivos, conflictivos... y atractivos.
El balón tiró al suelo el sombrero de la primera — ¡Ah! —Exclamaron los niños sorprendidos—
y ladeó el de la segunda, la cual cogió el balón y Nos ha llamado atractivos.
miró en todas direcciones para averiguar de dón- La señora continuó:
de procedía. — Atractivos, comunicativos, positivos —Menos
Su inspección se detuvo en Rafa y Gonzalo. mal —murmuró Gonzalo— que también nos dice
— ¿Qué hacemos? —Preguntó Rafa a su herma- algo bueno.
no—. No me agradaría escuchar la regañiza de — Yo —continuó la señora— puedo decirles todo
esas dos ensombreradas. lo malo y todo lo bueno del mundo.
— Ensombrerada sólo queda una después del pe- — No es preciso que haga tanto esfuerzo —dijo
lotazo, y, tal y como se lo hemos dejado, es posible Rafa—. Nos conformamos con que nos devuelva
que no le dure mucho sobre la cabeza. nuestra pelota.
Rafa y Gonzalo se dirigieron a la dama que acu- Tomó la palabra la otra dama, esta vez con mayor
naba la pelota en su regazo como si fuera un ca- calma:
chorro desamparado al que pensaba adoptar. — Rogaba, suplicaba, disculpaba, perdonaba, ol-
— Hola —dijeron. vidaba —respondió Gonzalo—, Suplicamos, —Sí,
Antes de que pudieran completar el saludo, la pri- sí, rogamos y nos disculpamos. ¿Está contenta?
mera de las damas, la que estaba sin sombrero, les Los niños se habían dado cuenta de que aquellas
dijo hablando con mucha rapidez: señoras eran bastante raras. Y sus sombreros tam-

34
bién. Parecían pagodas y tenían un halo lumino- Gonzalo, con suavidad, pero con decisión, hizo
so. La que llevaba el sombrero ladeado lo movió ademán de coger su pelota.
para colocárselo bien. Sonaron dentro unas como — ¿Me permite, señora?
campanitas. Las dos mujeres se levantaron de un salto.
Rafa pensó que lo mejor sería presentarse, como — ¿Qué falta de respeto es ésta? Ustedes no saben
correctos caballeros, a ver si ellas también se pre- con quiénes están hablando. Nosotras somos muy
sentaban y podían entender aquella extraña ma- importantes y, quien no nos tiene en cuenta, no
nera de conversar. será nadie en toda su vida.
— Nosotros somos… iba a decir sus nombres y — Prometemos tenerlas muy en cuenta.
apellidos, pero la primera dama lo cortó en seco: — Es lo que queríamos obtener, una promesa de
— Ustedes son unos niños despelotados —termi- respeto. ¿La hacen solemnemente?
nó la segunda. — Con toda solemnidad. ¿Hemos de hacerla de
— Perdón, señoras, pero vamos muy correcta- pie, sentados o de rodillas?
mente vestidos. — De los tres modos. Primero de pie, luego sen-
— Bien vestidos, pero sin pelota. tados y después de rodillas.
— Nos gustaría saber a quiénes tenemos el gusto — ¡Lo que se hace por una pelota! —comentó
de dirigirnos, con el fin de conocer el protocolo Rafa a su hermano mientras cumplían lo solici-
que hemos de seguir para solicitar la devolución tado.
de nuestra pelota. ¿He estado agradable? — Ahora que han prometido respetarnos, les di-
— Agradable, sí, y atractivo… que acunaba la pe- remos que somos doña Verbo de Aba y doña Ad-
lota. jetivo de Ava.
— Solicitaba, hablaba, entregaba… Entonces — ¡Ah! Empezamos a entender por qué una tiene

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tanta preferencia por los verbos y la otra por los ¡pobrecitos! ¡Cómo están los tiempos! ¡Si hubie-
adjetivos. ¿Eso es todo? ran visto lo bien que deducíamos nosotras a su
— ¡Qué va a ser todo! Han prometido respetar- edad! ¡Daba gloria vernos deducir! Cuando íba-
nos y para respetarnos tienen que conocernos. mos por la calle deduciendo, se formaba corrillo.
Los esperamos mañana, aquí en este mismo sitio. — Los niños de hoy son muy ignorantes. No sa-
— ¿Y la pelota? ben gramática ni ortografía —continuó doña Ad-
— Mañana, mañana... Nos la quedamos en pren- jetivo—. Sin saber ortografía no se pueden comer
da de la promesa. Los reyes antiguos dejaban a sus habas ni huevos, ni berenjenas, ni buey, ni vaca,
hijos como rehenes de sus promesas. ¿No pueden ni oveja ni... ¡pensar que somos hermanas! Tie-
dejar ustedes una pelota? Hasta mañana. nen muy mal oído ortográfico. Bueno, no es cul-
Rafa y Gonzalo se volvieron a casa, contentos de pa de ustedes, ahora todo se pronuncia igual. Yo
no ser hijos de ningún rey antiguo. soy doña Adjetivo de Ava, con uve, que también
Al día siguiente, fueron al parque. Las señoras se conoce como ve corta o ve baja; vamos, reco-
estaban allí, con sus sombreros bien colocados. gidita, mona y graciosa. Y ella es doña Verbo de
Se mostraron mucho más simpáticas que la tarde Aba, con be alta o larga. Con be grandota, como
anterior: la oreja de un burro; por eso dicen be de burro.
— Hola, Rafa. Hola, Gonzalo. — Por eso no. Se dice be de burro porque burro
— Buenas tardes tenga usted, doña Verbo de Aba. se escribe con be alta, grande y hermosa corrigió
Y usted también, doña Adjetivo de Ava. Deduci- la otra.
mos por su apellido que son hermanas. — Yo represento una importante regla de orto-
— ¡Qué mal deducen los niños de ahora! —Excla- grafía.
mó doña Verbo—Ya no saben ni deducir… — Y yo otra— dijo su compañera.

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— Ahora verán. Al instante aparecieron otros dos personajes ru-
Doña Adjetivo de Ava se quitó el sombrero y sa- bios, que casi tropiezan con los que se iban.
lieron de él un hombre y una mujer extrañamente — ¿Quiénes son?— preguntó Rafa.
vestidos. — Son una sueva y un suevo. ¿No han oído nunca
— ¡Oh!— exclamaron los niños—. ¿Cómo han hablar de los suevos?
aparecido? Parecen de otra época. — Algo hemos oído, creo que era un pueblo muy
— En el mundo de la escritura puede aparecer de antiguo.
todo. De cualquier época, de cualquier lugar. Es- — Exacto; un pueblo que estuvo en la zona de Ga-
tos jóvenes son una esclava y un esclavo. licia.
— ¿Y a qué han venido? —preguntaron los niños. — ¿Y a qué han venido el suevo y la sueva?
— A dejarnos su terminación —explicó doña Ad- — A lo mismo que han venido el esclavo y la es-
jetivo de Ava—. Va a serles muy útil para saber clava: a dejarnos su terminación. Pero esta vez
la importante regla de ortografía que represento. vamos a empezar por los pies y terminamos por
— ¿Y dónde tienen los esclavos la terminación? la cabeza.
—Según por donde empieces a medir. Si empie- Doña Adjetivo de Ava sacó unas tijeras cortó un
zas por la cabeza terminas en los pies, y si empie- mechón de pelo a la sueva y lo sujetó con una pin-
zas por los pies terminas en la cabeza. Vamos a za. Hizo lo mismo con el suevo, meneó el sombre-
empezar por la cabeza. Así que terminamos por ro, que esta vez sonó como si fuera una gaita, y
las sandalias. todo volvió a estar igual que antes, pero sobre el
Doña Adjetivo de Ava quitó una sandalia a la es- banco habían quedado las sandalias del esclavo y
clava, otra al esclavo, meneó el sombrero, sonaron de la esclava y los mechones de pelo del suevo y
las campanillas y desaparecieron los personajes. de la sueva.

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Rafa y Gonzalo estaban fascinados. Se pregunta- su terminación.
ban si saldrían más cosas del sombrero de doña Esta vez doña Adjetivo de Ava necesitó algo más
Adjetivo de Ava, cuando escucharon un ruido ex- fuerte que unas tijeras para cortar las cadenas al
traño, como si se arrastraran cadenas, cautivo y a la cautiva. Las cadenas se quedaron
— ¿Qué es eso? junto a las sandalias del esclavo y la esclava y los
— Son unas terminaciones que no me cabían en mechones de cabello del suevo y la sueva.
el sombrero y las he llamado por el celular. Los personajes desaparecieron como si fueran
En ese instante, como si hubiesen brotado de la lluvia y los niños se quedaron esperando una ex-
tierra, tuvieron delante a otra pareja que portaba plicación.
grilletes y arrastraba cadenas. — ¿Qué hacemos con estas cosas?
— ¡Pobrecitos! —Exclamó Gonzalo—Vamos a li- — Meterlas en sus cabezas.
berarlos, — ¡Eso sí que no! —protestó Gonzalo—.A mí no
— Si los liberamos, no nos sirven. Son un cautivo me abre nadie la cabeza para meterme las sanda-
y una cautiva. Vienen a dejarnos sus terminacio- lias de la esclava y el esclavo, el pelo del suevo y
nes y en seguida se van al mundo de las palabras, la sueva y las cadenas del cautivo y la cautiva. ¡Ni
pues no son otra cosa que palabras. hablar!
— ¡Ah, siendo así...! Las palabras no sufren, — —Pero si ya las tienes. Ya están en tu cabeza las
Sólo cuando las escriben mal, entonces sufren terminaciones de mi regla de la uve, la cual dice
muchísimo. Por eso ustedes tienen que escribir que todos los adjetivos que terminan en ava—
bien, para no hacer sufrir a las palabras. De todos avo, como esclava y esclavos... en eva—evo, como
modos, vamos a cortarles las cadenas porque son sueva y suevo... y en iva—ivo, como cautiva y

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cautivo, se han de escribir con uve, de un árbol... o una mosca tonta.
— ¿Todos? Se llevó la mano a la mejilla y vio que era una plu-
— ¡Sí, todos! ma.
— Ah, pues qué bien. —Se le habrá caído a un gorrión.
— Muchas gracias, doña Adjetivo de Ava. Iba a tirarla a la papelera cuando doña Adjetivo
Ahora sabemos hasta deducir por qué se llama de Ava lo detuvo.
usted doña Adjetivo de Ava. —No la tires, es otra terminación. La que falta-
— ¡Claro, porque es la regla de los adjetivos que ba. Bueno, son dos terminaciones: ave y eve. Ave
terminan en ava y avo! porque la pluma es suave y eve porque es muy
— Y también en eva y evo. leve. Los adjetivos que terminan en ave y en eve
— Y en iva e ivo. también se escriben con uve, como grave y leve.
— Nunca vamos a olvidarlas. Rafa y Gonzalo fueron a dar una vuelta.
— Pero a usted, doña Adjetivo de Ava, se le ha Pero no veían nada. Un señor, una señora, un
olvidado devolvernos la pelota. niño, un perro, una mamá con un cochecito de
— Un momento, un momento. Tengo que asegu- bebé... Pero no llevaban nada que terminara en:
rarme que saben aplicar la regla. ava—avo, eva—evo, ivo— iva, ave—eve. De
Tienen que dar una vuelta por el parque, buscar pronto vieron a un señor que daba de comer a un
cosas que lleven adjetivos con esas terminacio- pavo real.
nes... y venir aquí a contármelo. — Pavo termina en avo. ¿No?
Cuando se disponían a iniciar su recorrido, Gon- —Termina en avo pero no es un adjetivo.
zalo sintió que le caía algo en la cara. — ¡Yo haré que lo sea! Si en lugar de aplicárselo
Pensó que sería una hoja que se ha desprendido al animal, se lo aplico al señor y digo que es un

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señor muy pavo... será un adjetivo terminado en Rafa comenzó el relato.
avo. — Primero vimos un señor eslavo y, cuando llegó
— Me temo que no van a aceptarlo. al árbol octavo, encontró a una señora muy brava
— ¿Y si el señor fuera eslavo? que discutía con otra señora longeva porque de-
— En ese caso sería perfecto. Eslavo, ya tenemos cía que le había dado un empujón. La brava, muy
un adjetivo terminado en avo, que se escribe con altiva, repetía que no era nada grave, que el em-
uve. ¿Y si no es eslavo? ¿Se lo preguntamos? pujoncito había sido muy suave, que la señora era
— Buenas tardes, señor, ¿Es usted eslavo? muy conflictiva, pero que no había ningún mal
— No, no soy eslavo, soy latino. definitivo. Entonces llegó un caballero y, con tono
— ¿Y no le importaría ser eslavo por un ratito? persuasivo, las convenció de que no discutieran
Nos haría un gran favor. porque estaban dando mal ejemplo y eso era muy
— Bueno. destructivo. Su intervención fue decisiva. En tono
Avanzaban por un paseo flanqueado de árboles, pasivo, se dieron disculpas y, con un breve saludo,
cuando oyeron que unas personas discutían. Se se despidieron.
acercaron y observaron la escena. Gonzalo continuó:
Al cabo de un rato, Rafa y Gonzalo se miraron — Estas discusiones no son cosa nueva, porque
muy contentos. siempre hay personas incisivas que molestan con
— ¡Ya está! frases alusivas o con acciones abusivas y, como las
Regresaron al banco en el que se encontraban las leyes son muy permisivas, no hay sanciones puni-
señoras tivas que tengan efecto disuasivo.
— A ver, a ver... ¿qué adjetivos de mi regla encon- Doña Adjetivo de Ava miró a los niños con la
traron? boca abierta.

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— Bravo, sobresaliente. Han logrado recuperar su
pelota y, además, les regalo esta libreta para que
apunten más adjetivos terminados en ava, avo;
eva, evo, eve; iva, ivo. Siempre con uve.
Los niños se fueron muy contentos con su pelota,
con la regla de ortografía que acababan de apren-
der para siempre y con las nuevas amigas que ha-
bían hecho.

41
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que se escriben con


“uve“ todos los adjetivos
terminados en “ava”, “avo“,
“eva“, “evo“, “eve“
“iva“ e “ivo”
EL CLUB DE LA
BERENJENA
¿Sabéis por qué la berenjena es morada? otros! ¿Por qué todas las palabras “gen” son con
Se puso morada de rabia porque la dejaron fuera “g” y yo tengo que ser con jota? ¿Por qué? ¿Es esto
de una de las más importantes reglas de la “g”. constitucional? ¿Es justo?
La “g” era una letra muy presumida, que había Pero nadie escuchaba sus gritos y reclamaciones.
viajado mucho por el extranjero. — ¡Yo no quiero la jota! —Seguía gimiendo– ¡No
Como tenía gran rivalidad con la jota, hizo un la quiero! Se me pincha en la barriga, me hace
pacto con la “e” y con la ene. Acordaron que de- muchas cosquillas con el punto.
lante de “en” se escribiría siempre “g” Al princi- El punto es muy molesto; se me escapa, se me ol-
pio en el centro y al final de la palabra. vida, me lo voy dejando por todas partes. ¿Qué
Así nació la combinación “gen”, convertida en una tiene el genio? ¿Qué tiene el generoso que no tenga
regla que todos debían respetar. yo? Acaso no poseo la ilustre combinación “gen”
Era la regla GENERAL. Entonces el general for- ¿Por qué la berenjena tiene que ser con jota bailo-
mó un club muy importante. Pertenecían al club na, picuda y puntuda? Sus lamentaciones fueron
el genio, el ingeniero, la urgencia, el origen, el inge- interrumpidas por una vocecita.
nioso, la imagen, esas bellísimas flores que se lla- —Tú no eres la única excepción.
man genciana, esas otras amarillas que huelen a La berenjena miró hacia el sitio del que venía la
miel y que se llaman genista (o retama)... ¡hasta la voz. Antes de descubrir al que hablaba oyó otra
Virgen! Y la gente... toda. La gente... vocecita por el lado opuesto.
Pero de la berenjena no se acordaron. Y la pobre —Tú no eres la única excepción. Nosotros tam-
chillaba y protestaba en su berenjenal: bién estamos fuera de la regla.
— ¡Yo quiero ser igual que los demás! —Grita- — ¿Pero quiénes sois vosotros?
ba— ¡Yo tengo una “e” y una ene lo mismo que ¿Desde dónde me habláis que no os veo?

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– Estamos aquí, a tu lado. Mira hacia abajo... Es — ¿Es otra clase de termita? —se interesó la be-
que somos muy pequeños. renjena.
La berenjena volvió a mirar sin descubrir a nadie. —No, qué va. Pica pero no es termita. Aunque en
De pronto sintió un picotazo en el culo. realidad las termitas no picamos, sino que mor-
– ¡Ay! ¿Quién me pica? –gritó poniéndose la demos. Tenemos mandíbulas.
mano en el trasero. Seguro que alguna vez has oído decir a alguien
De nuevo escucho una de las vocecitas, que se que le ha picado una hormiga.
disculpaba por la agresión. — ¿Y tu compañero sí pica?
–No te enfades, es un saludo amistoso, para que — ¡Uf! No sabes cómo pica.
me encuentres. ¿Me ves ahora? La berenjena estaba cada vez más intrigada.
Con mucho esfuerzo descubrió a sus pies a una — ¿Tiene pico?
hormiga de color blanco que le hablaba sin dete- —No tiene pico pero pica –dijo misterioso el co-
nerse ni para respirar. mején.
–Soy el comején, una termita. En algunos lugares — ¿Y tú tienes pico?
me llaman hormiga blanca. Me introduzco en la —Te he dicho que no, que yo tengo mandíbulas.
madera para roerla. ¡Y no sabes cómo la dejo! La —Tendrás muchas mandíbulas; pero no tienes
madera y todo lo que encuentro. Se conoce que “g” sino jota bailona picuda y puntuda.
estaba metido dentro de algo cuando hicieron la —Tampoco es tan malo tener jota —repuso el co-
regla... y no me vieron. ¡Como soy tan pequeño! mején.
Y lo mismo le pasa a mi compañero el que está al —Claro que no –le apoyó la otra voz.
otro lado...También es muy pequeño. La berenjena preguntó de malos modos:

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– ¿Quién eres tú y qué pintas en mi berenjenal? —Sois unas excepciones tan pequeñajas y poco
— ¡Ay no me pises, berenjena culona! –gritó do- comunes —dijo la berenjena— que no tiene nada
lorida la otra vocecilla. de particular que os hayan olvidado en el “Club
La berenjena había agotado ya su paciencia. del General”. ¿Quién va a pensar en vosotros, en
— ¿Dónde estás, quién eres y cómo te llamas? el comején, una termita a la que nadie ha visto, y
Una semillita muy pequeña comenzó a distin- en un grano de mil nombres al que todo el mundo
guirse entre la tierra que rodeaba a la berenjena. conoce por el de mostaza? ¡Pero yo, la berenjena,
—Me llamo de muchos modos. Ajenabe, jenable, tan gordita tan reluciente!... Yo soy muy famosa,
ajenable y hasta ajenabo. Soy una semillita. muy importante y no tenían por qué ponerme
La berenjena apenas se dignó mirarla. con dos excepciones que no se ven en el suelo,
—Muchos nombres para tan poca cosa —acentuó que no se las encuentra nadie en un dictado, en
el desprecio—. ¿Y tu nombre siempre se escribe una carta comercial ni en una receta de cocina.
con jota? — ¡Yo estoy en muchas recetas! —protestó el aje-
—No. Hay una forma que no tiene jota. A ver si nable.
adivinas cuál es. La berenjena intensificó su tono desdeñoso.
— ¿Ajenable tal vez? –Pero con el nombre artístico de mostaza. Por je-
—No. Las que te he dicho se escriben todas con nable o ajenabe no te conocen ni en tu pueblo.
jota. –No todas las excepciones son pequeñas –dijo un
— ¿Quieres decirme de una vez cuál de tus dicho- vozarrón detrás de la berenjena.
sos nombres no tiene jota? – ¿Quién eres tú y de qué carnaval vienes?–pre-
El ajenable lanzó una risita picarona. guntó sorprendida y burlona.
— ¡Es que también me llamo mostaza! Por eso –Soy el jenízaro. Y no creas que vengo de un car-
pico. naval. Vengo de la guerra. Soy un soldado de la

46
antigua guardia turca. Y soy dos veces jenízaro. El comején en tono sabiondo amenazó.
La berenjena contempló al extraño personaje y le —Yo sé cuál es tu secreto.
preguntó: El ajenabe se puso agresivo:
– ¿Quieres decir que eres dos soldados? —Si no nos lo cuentas me meto en tus feas nari-
–Soy jenízaro por soldado y por ser hijo de padres zotas y te hago estornudar y estornudar hasta que
de distinta nacionalidad. te arrugues.
– ¿Y cuál de los dos jenízaros se escribe con jota? El jenízaro se avino.
–Los dos. Aunque a mí no me importa que me –Está bien. Mi secreto es que: jenízaro se puede
dejaran fuera de la regla. ¡Estoy orgulloso de ello! escribir con “g” y con “j” y de las dos formas es
Lo bueno es ser excepcional; por eso mantengo correcto.
mi secreto. La berenjena se sintió muy ofendida y engañada.
— ¿Tienes un secreto? –preguntaron la berenjena – ¡Tanto presumir! Tú no eres excepción ni eres
el comején y el jenable. nada. ¿Sabes lo que eres? Un tramposo, un espía.
El jenízaro se mostró cauto antes de contestar con ¡Tú juegas sucio jenízaro traidor! ¡Tú juegas con
un rotundo: dos barajas! ¡Eso no está bien!
—Sí. El jenízaro no se alteró.
La berenjena dijo inquisitiva: — ¡Pues nos lo tie- –Todo lo contrario. Yo juego siempre limpio; con-
nes que decir! migo nadie comete faltas de ortografía.
Como el jenízaro callaba, se insinuó coqueta y La berenjena dio media vuelta despreciativa…
melosa: – ¡Así cualquiera! –murmuró,
—Dímelo. Para algo nos une una jota bailona, pi- El jenízaro se esforzó en ser amable.
cuda y puntuda.

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—Pero que quede claro ¡que a mí me gusta más –Sí, porque viejo se escribe con jota –repuso con
con jota! tranquilidad el recién llegado.
– ¡Vete al guano! Con “g” o con jota. – ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! –la berenjena soltó una risotada
– ¡Ordinaria! ¡Berenjena mal educada! ¡Grosera! que contagió a los demás. –Pues claro que viejo
Por algo no te han admitido en la regla. ¿Qué ibas se escribe con jota. Si se escribiera con “g” diría
a hacer tú al lado del genio, el ingenio, el ingeniero “viego” ¡ja! ¡Ja! ¡Ja! ¿Qué llevas en esas botellas?
y el inteligente? ¿Tintorro?
— ¡Vete, jenízaro pasado de moda! ¡Vete de mí —Llevo otras dos excepciones.
club! Para que lo sepas, si los “gen” han hecho el – ¡Oh, lo que nos faltaba! ¡Excepciones embote-
“Club del General” yo acabo de fundar el “Club lladas! ¿Se trata de Jumilla y Rioja? A lo mejor,
de la Berenjena”. El “Club de las excepciones”. nos dices que son excepciones de la regla “gen”
Pero de las que son falta gorda de ortografía si se –Lo son. En esta botella, hay un aguardiente dul-
escriben con “g”. Este es el “Club de la Berenjena”. ce que se llama ojén. En esta otra un licor que se
¡Aquí mando yo! llama ajenjo, igual que la planta de que está he-
—No te pases, ni te hagas la marimandona, que cho. Así que no sigas pensando que eres la única
hay otras importantes excepciones. Por ejemplo excepción.
yo –dijo acercándose al grupo un viejo que traía –Ya veo.
una botella en cada mano. –Te quejas porque tienes un punto. El ajenjo tiene
– ¿Tú? –comentó la berenjena mirándolo muy dos y no protesta.
perpleja–. ¿Tú eres una excepción de la regla – ¡Claro! Como lo llevan en botella, no los pierde
“gen”? ni se le escapan.

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El jenízaro, que se había ido a dar una vuelta, re- El viejo habló con la seguridad de quien se sabe
gresó y se encaró con la berenjena: asistido por la razón:
–He estado meditando mucho y he llegado a la –No me voy porque tengo todo el derecho a es-
conclusión de que poseo tanto derecho como tú tar en el “Club de las Excepciones”. Tanto como el
a estar en el club. No tiene por qué ser tuyo –se comején, el jenabe, el jenízaro, el ojén y el ajenjo.
quedó mirando al viejo y preguntó–: ¿Este señor – ¿Por qué? –preguntaron todos al unísono.
es Jenaro? – Porque no soy viejo sino que estoy avejentado,
– ¿Por qué ha de llamarse Jenaro? arrugadillo y canosete. ¿Os dais cuenta de la dife-
– Porque Jenaro es otra de las excepciones de la rencia? Como avejentado tengo la “e” y la ene. Y
regla “gen”. Supuse que por eso estaba aquí. soy una excepción a la regla. Si yo me hago viejo,
– Está aquí por viejo. me avejento. Y, si viejo se escribe con jota me he
– Pero viejo no puede tener “g” de avejentar con jota. `
– Ya se lo hemos dicho –comentó el ajenable con La berenjena de nuevo con las riendas de mando
su vocecita. arengó a la búsqueda.
– ¡Claro que se lo hemos dicho! —ratificó el co- En mi club tienen que estar todas las excepcio-
mején. nes. Si falta Jenaro, hay que buscar a Jenaro y si no
La berenjena se encaró con el viejo. quiere venir lo traeremos a rastras.
– ¿Lo estás oyendo? Todos están de acuerdo en Con toda la potencia de su vocecilla, el comején
que tú no tienes por qué estar aquí. Ni eres excep- inició la ronda de llamadas,
ción ni eres nada. ¡Vete a tu regla, si la tienes! – ¡Jenarooo!
– ¡Que se vaya! –dijo el jenabe. –Pero que nos – ¡Jenarooo! –chilló el ajenabe con tonillo pican-
deje el ojén y el ajenjo –propuso el comején. te.

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– ¡Jenaroooooo! –retumbó el vozarrón del jení- – ¿Para qué? –preguntó el grano de ajenabe con
zaro. su vocecita de pito.
– ¡Jenarooooooooo! –voceó el avejentado con – ¿Qué haremos cuando estemos reunidos? –le
ímpetu juvenil. apoyó el comején.
Pero Jenaro no respondió. Se sentaron en el suelo, – ¡Protestar! –Respondió la berenjena– No quiero
esperando un rato y vocearon de nuevo a coro. ser con jota.
– ¡Jenarooooooooo! – Pues yo sí quiero –declaró el avejentado–. Como
La berenjena sin amilanarse plantó cara a la si- no deseo hacerme “viego” con “g” no cuentes
tuación. conmigo.
–Buscaremos a Jenaro y a las demás excepciones –Ni conmigo –se sumó el bravo jenízaro—.
que existan. Porque tenemos que reunirlas a to- ¿Cómo voy a protestar si estoy admitido con “g”?
das. Al final vamos a ser tan importantes como Yo soy tan pequeño que por mucho que proteste
la regla. poco caso me van a hacer –dijo con tristeza co-
Ni lo sueñes –la desengañó rotundo el avejenta- mején.
do–. La regla siempre será la regla. Por muchas El jenabe se mostró indiferente.
excepciones que encontremos nunca seremos –Me da lo mismo después de todo siempre me
tantas palabras como las que se escriben con “g” llaman mostaza.
delante de “e” y de ene. La berenjena no dejó que la amilanasen con las
Ceder no era costumbre de la berenjena. No obs- negativas.
tante, admitió que el avejentado estaba en lo cier- – ¡Valientes excepciones! ¡Sois unas cochinas con-
to. formistas sin dignidad ni sentido de clase, unas
–De acuerdo. Pero, aunque ellos sean más, noso- marginadas que se resignan con la marginación!
tros los “jen” con jota seremos suficientes para...

50
— ¿Pero qué tiene de malo la jota preguntó el Pero... los del “Club de las excepciones ¿llegarían
avejentado? a once? ¿Podrían desafiar a la regla general a un
La berenjena buscó argumentos para convencerlo. partido de fútbol?.
– Lo malo es que te dejen fuera de la regla. Como La berenjena contó sus fuerzas. Estaba ella, gorda
los de dentro son muchos se pavonean y me dan y morada como capitán ¿Y quiénes más? El es-
de lado. Si vosotros sois unas excepciones de tres trafalario jenízaro, el avejentado, las dos minucias
al cuarto, me voy a buscar a Jenaro. Haremos una del jenabe y el comején, el dulce ojén y el amargo
pancarta y nos sentaremos delante de la Real Aca- ajenjo. ¡Sólo eran siete! tenían que encontrar por
demia de la Lengua. lo menos a Jenaro y tres más. La berenjena que
Arrancó un cartel de anuncio que había al borde era muy comodona no salió a buscar a Jenaro. El
de la carretera y escribió con letras muy grandes. jenabe y el comején argumentaron que eran muy
“La berenjena y el Jenaro en Huelga de Hambre” pequeños. Con el ojén y el ajenjo no se podía con-
Como Jenaro no aparecía salieron a buscarlo, a él tar. Así que partieron el jenízaro y el avejentado.
y a otras excepciones. Regresaron acompañados por otros personajes
La ilusión de la berenjena era crear un equipo de excepcionales como ellos.
fútbol para retar al “Club del General” ¿Habría —Te presento a Jenaro —dijo el jenízaro mos-
once excepciones? Los de la regla juntaban once trándole a un joven fuerte y atractivo.
con sólo alinear al general, al genio, al inteligente, –Oh Jenaro! –gritó alegre y feliz la berenjena arro-
al argentino, al generoso, al ingenioso, al ingeniero, jándose en sus brazos– Con que ansiedad te espera-
al gendarme, al agente y al sargento. Todos ellos ba. Ahora mismo nos vamos con esta pancarta a la
muy conocidos y además con buenas piernas. puerta de la Real Academia de la Lengua a sentarnos.

51
— ¿A la academia? –Jenaro se enfadó con el Jení- está muy apegada a sus jotas y yo soy un Jenaro
zaro– ¡Tú me has engañado! Me dijiste que venía Jotudo como mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo.
a jugar al fútbol y ahora quieres llevarme a una La berenjena cada vez más desesperada daba vuel-
academia a estudiar. tas alrededor de Jenaro como si fuera su satélite.
–Yo seré ignorante y obtusa pero tú me ganas. La – ¿Pero es que nadie me va a ayudar?
Real Academia de la Lengua es como el Banco Es- El avejentado venía acompañado de un chico y
paña de las palabras. Allí las limpian, las ordenan una chica.
y las ponen en conserva. Y yo quiero que me pon- La berenjena preguntó al joven:
gan en conserva con “g”. – ¿Y tú quién eres?
–Veras... —respondió Jenaro lo de sentarme no me El muchacho la miró con cara de ausente.
va mal porque lo mío es esperar sentado. Llevo toda –Soy el ajeno.
la vida esperando que mi tío Jenaro que es muy rico La berenjena se puso a saltar de alegría
me nombre su heredero. Pero ir a protestar… – ¡Otra excepción! ¡Ajeno! ¡Es cierto!
—Yo quiero llamarme Jenaro con jota. Si cambio — ¿Vienes conmigo a protestar?
de nombre mi tío no me dejara ni una vaca, ni –Me es ajeno que mi nombre se escriba con “g” o
una silla, ni un cesto de caracoles... con jota. Me da igual.
La berenjena empezó a hacer gestos de desespe- – ¿Y no te indigna que te hayan dejado fuera de
ración. la regla?
Jenaro continuó explicando su problema familiar. –Me parece lógico, puesto que soy ajeno a todo
— Crees que si me presentara en casa de mi tío La berenjena comprendió que tenía que desistir del
con una “g” en el nombre podría decirle: ¿Quién proyecto de la sentada y la pancarta. Pero no estaba
es el sobrino que se llama como tú? Mi familia dispuesta a renunciar formar su equipo de fútbol.

52
– ¿Y te dignarías jugar con nosotros un partido de – ¿Es que no me has oído?
fútbol? –No te molestes berenjena –explicó el ajeno– No
–Mira, eso está muy bien y es adecuado para mí te puede contestar porque se encuentra enajena-
porque seré ajeno al equipo contrario. No puedo da. Padece enajenación mental.
negarme pero me es ajeno ganar o perder. –Estoy apañada –se lamentó la berenjena– con
La berenjena estuvo a punto de volverse amari- ésta pobrecita no se puede contar.
lla. Empezó a dar grititos histéricos y ya casi iba – ¿Y que más excepciones habéis encontrado?
a perder el conocimiento cuando el ajeno que no El jenízaro le entrego dos ramitos verdes.
era mala persona se conmovió y le dijo: – Son el jengibre y el jénix, dos hierbas. Una de
–No te preocupes berenjena que eso lo haré muy ellas le hace la competencia al jenable porque
bien. Me sentaré a echar un sueñecito delante de también es un condimento que pica.
la portería y pondré un cartel que diga: “No fun- –Por lo visto todo lo picante es con jota –comen-
ciona utilice la otra” to la berenjena algo irónica.
La berenjena de mala gana se resignó. —Tienes razón. Hay una que pica tantísimo que no
–Jugarás. Pero el portero será Jenaro. nos hemos atrevido a traerla –dijo el doble jenízaro.
El ajeno permaneció indiferente. – ¿Cuál?
La berenjena miró a la chica. –El jején. Un mosquito cuya picadura es tan…
— ¿Y esta linda muchacha quién es? ¿Tu novia? Mientras el jenízaro explicaba lo malo que era el
–Es mi hermana. insecto jején la berenjena había contado las ex-
–Tú, preciosa, sí te unirás a mí porque tienes una cepciones.
linda carita de protestona. – ¡Once! ¡¡Once!! –gritó–. Sin la enajenada somos
La chica ni se inmutó. once y sin el maligno jején.

53
Y sin Jena, que es una ciudad, alemana y no he- —Se te traga. Pero no entras en la regla. Te tienes
mos podido traerla –comentó el avejentado. que quedar en el corralillo de las excepciones.
La berenjena no cabía en sí del gozo. Había con- —He venido a ver al General y no a perder el
seguido su sueño: ser suficientes para retar a la tiempo hablando contigo.
regla. Sólo quedaba ir al gran “Club del General” En ese momento se acercó a ellos una joven muy
y desafiarlos a un encuentro. dulce.
Aquella noche la berenjena no durmió de la emo- —Soy Genoveva la hija del general. ¿Puedo ayu-
ción. Por la mañana temprano, salió del berenje- darte en algo?
nal, con unas gotitas de rocío todavía pegadas, y Encantada con tanta dulzura, la berenjena explicó
se fue al pueblo en busca de la sede del General, la su deseo de jugar un partido de fútbol.
institución de mayor importancia de la comarca, Genoveva prometió tomarse el mayor interés por
en la que el General era el amo y señor. Frente a la ello.
sede del General la berenjena se detuvo a pensar. Dos días después, estaba la berenjena en el be-
La voz del sargento la sacó de sus meditaciones. renjenal, cuando vino a verla Genoveva para co-
— ¿A dónde vas tú, berenjena jotera y pijotera? municarle que su padre había aceptado y que el
—Quiero ver al General. domingo podía celebrarse el partido.
El sargento la miró con gran altivez. – ¡Viva! ¡Viva! ¡Lo conseguí! ¡Demostraré que las
— ¿Y para qué quieres tú ver al general? ¿No sa- excepciones podemos enfrentarnos a la regla!
bes que en este club sólo pueden entrar los que Reventaba de alegría. En cuanto se marchó Geno-
tienen la ortografía en orden? veva, comenzó a llamar a grandes voces:
—Con mi jota soy tan legítima como tú con tu – ¡Jenízaro! ¡Ajenabe! ¡Venid! ¡Avejentado! ¡Co-
“g”. mején!

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– ¿Qué pasa? ¿A qué se deben esos gritos? ––pre- boró Jenaro.
guntaban todos. La alegría de la berenjena no decaía.
– ¡El partido! ¡Jugamos el domingo contra el – Claro que insistiremos... ¡Ya tengo una! ¡Beren-
“Club del General”! Hay que preparar las cami- jenín!
setas. — Es la misma —repuso con sorna el avejentado.
– ¿De qué color serán? — Es otra. Está en el diccionario.
– ¿De qué color van a ser si somos el “Club de la La berenjena blanca tiene otro nombre: se llama
Berenjena”? Pues moradas con una gran jota. berenjenín. Yo me llevo al berenjenín para que
Todos aplaudieron. aplauda. En lugar de poner pegas, id por ahí a
– ¡Será nuestro triunfo! buscar excepciones por raras que sean. Necesita-
– Estaremos en inferioridad —advirtió el avejen- mos seguidores que aplaudan, griten, y se coman
tado. al equipo contrario.
– ¿Acaso no somos once igual que ellos? La berenjena les obligó a salir a dar una nueva ba-
– No basta. ¿Y el público? ¿Y la hinchada? No sólo tida.
tienen muchas palabras sino que cuentan con la Los nervios de la berenjena se desmandaban.
gente. ¡Con toda la gente! Lo que hace ganar a un — ¡Ay, mi punto, que ya no sé ni dónde lo tengo!
equipo es el calor y el estímulo. Nosotros no ten- — Tranquilízate. Mira, por allí viene el avejenta-
dremos quien nos aplauda un gol. do en compañía de tres señores muy raros —dijo
– Busquemos más excepciones –decidió muy op- el jenízaro.
timista la berenjena. — Te presento tres excepciones que he encontra-
– No hay más –repuso doliente el jenízaro. do en la Historia.
– Ya hemos buscado y es inútil insistir —corro- — No irás a decirme que estos señores son tam-

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bién avejentados. Además de que no vale repetir, En las gradas del equipo rival ¡miles de personas
son viejos con jota. con gorras y pancartas! Era abrumador.
— Como que nacieron hace más de dos mil años Al equipo de la berenjena le entró un temblequi-
en Grecia” Son Jenócrates y jenófanes, filósofos, y llo cuando comenzó el partido y el público rugía.
el historiador Jenofonte. Tres verdaderos sabios. Todas las voces gritaban a coro:
— ¡Qué pena! ¡¡General!! ¡¡General!!
— ¿Que sean sabios? ¡La regla y nadie más!
—No, que sólo sean tres. Ya que has descubierto El berenjenín y los sabios no podían estar más
una cantera tan culta, podías haberla explotado apabullados ante aquel gentío que vociferaba:
mejor. Seguro que habrá muchos más sabios an- ¡¡General!! ¡¡General!!
tiguos. Porque tú me dirás que hacemos nosotros ¡Berenjenas para cenar!
con tres sabios y un berenjenín contra toda la gente. Nada más comenzar el partido empezaron a en-
Pero hubieron de resignarse porque no encontra- trar goles en la portería de Jenaro.
ron más excepciones. La pelota no había salido de la portería cuando,
Llegó el día del partido. La berenjena era el capi- estaba otra vez dentro.
tán del equipo. El portero era Jenaro. Los demás Uno... dos... tres... cuatro…veinticinco... treinta y
se las arreglaban como podían. Estaban muy gua- siete goles...
pos con sus camisetas de un morado intenso con La gente gritaba, saltaba, se abrazaba...
una gran jota en el centro. Los sabios y el berenjenín no podían animar a su
Lo malo era el público. Al berenjenín lo coloca- equipo. Todo era inútil,
ron entre los sabios. El conjunto resultaba bastan- ¡General! ¡General!
te ridículo. ¡La regla y nadie más!

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La berenjena estaba desesperada, el comején no El jenízaro miró a la tribuna vio que los sabios se
se comía una rosca, el ajenabe no picaba, el ajeno marchaban.
se había sentado en el suelo a llorar porque le era — ¡Se van! Los únicos partidarios que tenemos
imposible sentirse ajeno a tanta humillación; el nos abandonan —dijo con tristeza.
jenízaro parecía más un ridículo espantapájaros —Para lo que nos sirven —comentó rabiosa la
que un bizarro soldado; el ojén y el ajenjo se eva- berenjena—. Serán muy sabios; pero son tan in-
poraban; el jengibre y el jenix estaban mustios; el útiles...
avejentado se doblaba como un anciano. —Vamos a ver qué es lo que está pasando —pro-
La berenjena miró a las gradas. Los sabios habla- puso el avejentado.
ban entre sí. Cuando subieron a la grada, le preguntaron al be-
— ¡Hala, a sus cosas! Pocos y desentendidos. renjenín.
— ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! — ¿Por qué se marchan los sabios?
¡Gol!... ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol!... ciento veinticinco... —Van por refuerzos. Dicen que nos falta el calor
¡ciento cuarenta y seis!... de un gran público entusiasta. Y han ido a bus-
¡General! ¡General! carlo.
¡Berenjenas para cenar! — ¿Y dónde lo van a encontrar? Ya hemos busca-
¡Berenjena... estás hecha una pena! do nosotros en todas partes.
Era imposible jugar sin moral. Cuando terminó —Les he oído hablar algo de los verbos —dijo la
el primer tiempo iban doscientos goles a cero a variante de berenjena.
favor del “Club del General”. La berenjena se que- El avejentado manifestó su extrañeza.
dó derrumbada. La gente se reía de ella. Estaban — ¿Verbos? Los únicos verbos que hay estamos
tan desalentados que no se atrevían ni a levantar aquí.
la cabeza.

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—Pues han dicho algo de que van por los verbos jotas. ¡Y allí había muchísimas personas dando
—insistió la berenjena blanca. ánimos! ¿De dónde habían salido?
Iba a comenzar el segundo tiempo. El equipo de ¿Cómo era posible que existieran tantas excep-
la berenjena salió de nuevo al campo casi arras- ciones?
trándose. En ese momento vieron que las tribu- El balón comenzó a dispararse como una metra-
nas de su lado empezaban a llenarse con cientos lleta.
de personas que traían banderas moradas y mu- ¡Un gol! ¡Dos goles! ¡Tres goles!.. ¡Dieciocho!
chas pancartas que animaban al equipo de la be- Veinticinco... Treinta… ¡Ciento doce!... ¡Ciento
renjena. ochenta! ¡Doscientos!..
¡Berenjena! ¡Berenjena! El partido finalizó con un empate a doscientos
¡Buena! ¡Buena! ¡Buena! goles.
— ¡Animo morados! ¡Fuerza que el partido es Dejó demostrado que son tan importantes las ex-
vuestro! ¡Arriba la moral! ¡Arriba la berenjena! cepciones como la regla.
¡Viva la jota! ¡Ole tu punto saleroso! Los jugadores del equipo de la berenjena se re-
¡Los generalitos están cansados de gritar y de me- frescaron, y fueron corriendo a ver al berenjenín
ter goles! y a los sabios griegos.
La berenjena comenzó a cobrar ánimos. Los gra- — ¿De dónde habéis sacado a tantos seguidores?
deríos se venían abajo. Aquello era maravilloso. El sabio Jenócrates respondió:
¡Un sueño! — De los verbos.
El entusiasmo se apoderó del equipo. En el bando — ¿De los verbos? — preguntó el jenízaro de nue-
contrario empezaron a sentirse apabullados por vo.
la sorpresa. Creían que nadie iba a apoyar a las

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Jenófanes explicó: Los sabios sonrieron con modestia y después de
— De los verbos que tienen jota en el infinitivo y felicitar al equipo de la berenjena por tan glorioso
alguna de sus formas han de enfrentarse a la “e” empate, se volvieron a su lugar en la Historia.
y a la ene. No suelen figurar entre las excepciones Todos se abrazaron y, a partir de entonces, a la
porque ya se supone, que si el verbo mojar es con berenjena ya no le importó ser una excepción.
jota, cuando se dice “ellos mojen” será también Lo que le molestaba era que alguien escribiera su
con jota. nombre con “g”.
Jenófanes tomó la palabra. Hasta el puntito le pareció muy garboso. Los días
—Hemos salido y hemos dicho: que vengan todos de viento se lo sujetaba con una cadenita. Y tan
los que mojen, tejen, crujen, lijen, rajen, cotejen, feliz.
festejen, zanjen, bajen, ultrajen, esponjen, estrujen,
ajen... y todos los que aconsejen, atajen, alojen,
deshojen, manejen, rebajen...
—Cuantos ejecutan estos verbos están aquí —dijo
Jenócrates.
Así hemos conseguido llenar el estadio.
La berenjena no dejaba de repetir.
– ¡Cuántos! ¡Cuántos! No estoy tan sola. ¡Y yo que
creí que los sabios no servían para nada! ¡Hay que
ver lo que vale un sabio!
–Qué grande ha sido vuestra sabiduría que nos
ha salvado.

59
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que mayoría de las


palabras con “gen” se
escriben con “ge”. Excepto
todos los verbos que llevan
“jota”
EL CONTRABANDISTA
DE PALABRAS
En un pueblito del Pirineo, próximo a la fronte- — ¡Oh, qué medalla tan preciosa! —le dijo Ma-
ra con Francia, había un contrabandista llamado nolita, la cacharrera que vendía ollas y cacerolas
Renato que, cansado de pasar relojes y perfumes siguiendo la tradición de varias generaciones.
de contrabando, decidió cambiar de mercancía. — ¿Te gusta? —se pavoneó Renato.
Se dijo: — Es una maravilla. ¿Y por qué dice René?
—Tengo que renovarme y traer novedades, por- — Porque es mi nombre.
que la gente ya no sabe dónde echarse tanto per- — Tu nombre es Renato.
fume. Como hacen dieta, apenas comen. Tienen — Ya no. Me he traído éste de Francia. Renato era
radiocasetes que además de cantar canciones de muy pueblerino. Como ese letrero que tienen en
cuna a los niños, mecen la cuna y los regañan si la puerta que dice “Cacharrería”. Ya no se utiliza.
son malos cámaras fotográficas con memoria, — ¿No? —se asombró Manolita.
que te retratan como eras hace veinte años... Si — No —contestó Renato con mucho aplomo—.
ofreces un cuchillo para el queso, quieren que ¿En qué gran ciudad se ven cacharrerías? En nin-
además afeite y corte el césped... He de cambiar, guna.
he de traer algo nuevo. ¿Qué podría ser? Una cosa — ¿Y dónde compran las cazuelas?
original, que pese poco y tenga aceptación. — En tiendas con otros nombres.
Se sentó en una piedra a pensar. — A mí me gusta ser cacharrera.
— ¡Ya está! —Exclamó— ¡Ahora voy a traer pa- — Eso no tiene categoría.
labras! Lo primero será un nombre para En el si- — Si tú lo dices…
guiente viaje que hizo al país vecino, adquirió una — Verás qué nombre tan bonito y tan moderno
medalla de plata que decía “René”, y se la colgó al voy a traerte.
cuello.

62
Renato fue también a ver a su amigo Felipe, que letrero.
era el dueño de una cochera donde hacía muchos — ¡Ni falta que le hace! Todo el mundo sabe dón-
años se guardaban los coches de caballos de los de está y yo también.
ricachones del pueblo y ahora se guardaban au- — Tú te lo pierdes.
tomóviles. Renato dio media vuelta e hizo la finta como de
— ¡Hola, Renato! —exclamó Felipe. marcharse.
— Ya no me llamo Renato. — No te enfades. Tráeme alguna a tu gusto —se
— ¿Qué te pasó? ¿Se te cayó el nombre cuando dulcificó Felipe— ¿Qué palabra me traerás?
corrías para que no te atraparan los guardias? — Una adecuada, por supuesto.
— A mí no hay guardia que me atrape —se jactó Renato se despidió de Felipe y pasó por la perfu-
Renato. mería de las hermanas Rosita y Matilde.
— ¿Entonces? — Buenos días, Renato —saludaron al verlo en-
— Me he comprado un nombre nuevo en tierra trar.
francesa. Los hay muy bonitos y muy baratos. — ¿Traes algún perfume francés?
Mira, fíjate qué nombre tan “elegantón”. En el via- — ¡Uf! —Dijo Renato desdeñoso—. He dejado lo
je próximo, te traré a ti uno. de los perfumes. Está muy olido. Les traeré otra
— No me hace falta. Me va bien el que tengo. Es cosa mejor.
recuerdo de familia. — ¿Sí? ¿Y qué nos traerás? —Preguntó Matilde
— ¿Pero no ves que está muy usado? con curiosidad.
— Me gusta así. — ¿Una crema que estira la piel hasta a los gar-
— Bueno, pues uno para tu cochera, que no tiene banzos? —inquirió Rosita.

63
— ¡Bobadas! —Rechazó el amigo contrabandista. dice siempre en plural y... en la otra se da la cir-
— ¿Un crecepelo maravilloso de acción instantá- cunstancia... Ocurre que Los niños se miraron
nea? perplejos al ver que el maestro no se decidía a
— Nada de eso... mencionar las excepciones. Nacho, el impaciente,
— Entonces... ¿qué nos traerás? optó por apremiar.
— Una bonita palabra. — ¿Por qué no dice de una vez qué excepciones
— ¿Una palabra? —Se interesó Rosita. son ésas?
— ¡Qué original! —Se entusiasmó Matilde—. — Porque... verán... bueno... me gustaría… lo que
Será una palabra mágica. pasa es que…
— Y tan mágica. Aumentará su clientela y les dará Los niños volvieron a mirarse.
categoría. — ¿Qué le pasa al maestro? ¿Se encontrará mal?
Las perfumistas aplaudieron la idea. —comentó por lo bajo Mariano a su compañero
Renato fue visitando a otras personas del pueblo Rafael.
ofreciéndoles palabras para poner en las puertas — Lo que le pasa es que no se atreve a decirla —in-
de sus casas o de sus establecimientos. tervino Emilio que se sentaba en la banca de atrás.
Entre tanto, en la escuela del lugar, el maestro Adol- — Debe ser una grosería —supuso Rogelio, con
fo explicaba a los niños una regla de ortografía. voz pícara.
— Deben escribirse con jota todas las palabras — ¡Silencio! —Ordenó el profesor—. ¿Qué pasa?
que terminan en aje. — Que no entendemos por qué da tantos rodeos
— ¿Todas? —Preguntó Bernardino. para decir una palabra —aclaró Nacho.
— Bueno, hay algunas excepciones... pero muy — ¿Rodeos? ¿Quieren que hable sin rodeos?
pocas... En realidad... Sólo dos... No sé... Tal vez ¿Quieren que hable sin ambages?
alguna muy rara... El caso es que una de ellas se — ¡Sí! ¡Sí! —corearon todos.

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— Bueno, pues ya la he dicho... ¡ambages! y el recreo?
Ésa es la palabra. Andar con ambages… dar ro- — De acuerdo. ¡Compage para todos! ¡A jugar!
deos. Lo que yo estaba haciendo. — ¡Viva el compage! —gritaron los niños. Y salie-
Por el contrario, hablar sin ambages es hablar cla- ron como tromba al jardín.
ro. ¿Está claro? En el siguiente viaje, Renato cargó con un saco de
— ¡Está sin ambages! —rieron los niños. palabras. Se lo echó al hombro, cruzó los Pirineos
— Y hay otra excepción —prosiguió el maestro: y se fue de su pueblo dispuesto a venderlas.
compage. — ¡Palabras! Tengo palabras de importación,
— ¿Y eso para qué sirve? —preguntó Rafael. francesas, auténticas. Sin impuesto alguno —
— Para compaginare Para poner una página al ofrecía a todos cuantos encontraba.
lado de la otra —dijo Emilio, que tenía un tío im- Los niños que salían de la escuela lo saludaron.
presor. — ¡Hola, Renato! ¿De dónde vienes?
— Sí —contestó el maestro—. Pero también se — De hacer un viajecito. Pero ya no me llamo Re-
compaginan cosas que no son páginas. nato. Me llamo René. Ahora soy más internacio-
— ¿Y cómo podemos compaginar nosotros la cla- nal. ¿Quieren algo de lo que traigo?
se con las ganas que tenemos de salir a jugar? — — ¿Traes caramelos? —Preguntó Bernardino.
planteó Nacho. — Ya no traigo esas cosas.
— Se lo hemos dicho sin ambages —bromeó Ber- — ¿Qué traes ahora?
nardino. Renato engoló la voz.
—Pues yo también les digo sin ambages que sal- — Traigo palabras.
drán cuando sea la hora —aclaró Adolfo. — ¿Palabras? —preguntaron todos a una voz.
— ¿Y no podríamos hacer compage entre la clase

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— Sí, palabras. Si no quieren ninguna me voy, que La cacharrera Manolita buscó una escalera y, con
tengo prisa. ayuda de Renato, descolgó el rótulo que utilizaron
Cuando se hubo marchado, Adolfo el maestro co- sus padres, sus abuelos y sus bisabuelos.
mentó: — Ya lo quité —dijo la mujer.
— ¡Este Renato! En el fondo es buen chico; pero Entonces Renato, el matutero (contrabandista),
un día se verá metido en un lío por hacer contra- con gran solemnidad sacó una tablilla en la que
bando. Debería dedicarse a algo legal. estaba escrita la palabra “Menage”.
— Si no trae nada malo —lo disculpó Nacho—. — ¡Mira! “Menage”. ¿Te gusta?
Sólo algunos potingues (perfumes) y cachiva- — ¡Oh, es preciosa! —Se extasió Manolita—.
ches. Es buena persona. ¡Qué palabra tan bella y distinguida!
Pero esta vez Renato no traía potingues (perfu- — Ya no serás una vulgar cacharrera.
mes) ni cachivaches. Su mercancía consistía en — ¿Pues qué seré?
unas tablillas en las que había palabras escritas. — Serás la propietaria de un gran establecimien-
Primero, fue a ver a la cacharrera. to de “menage”. Fíjate si has subido de categoría.
— ¡Hola, Manolita! Ahora puedes codearte con la aristocracia.
— Hola, Renato. — Ya está. Ahora vamos a colocar tu nuevo ró-
— Te traigo tu palabra. tulo.
— ¡A ver! ¿Cómo es? — Oye, Renato —reflexionó la excacharrera—, ¿y
— ¡Modernísima! ¡Estupenda! Ya puedes quitar si pasa por aquí Pipo el guardia y ve la palabra traí-
ese horrible letrero de “cacharrería” y mandarlo da de contrabando? Porque las cosas que traías an-
a un museo. tes se vendían de tapadillo. Pero esto aquí colgado...

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—No te preocupes —la tranquilizó el contraban- Las hermanas acudieron anhelantes de curiosi-
dista de palabras—. No se fijará. dad.
Busca tabaco, aparatos de radio... cosas así. ¿Cómo — ¡A ver!
va a descubrir que la palabra que está en el letrero — ¡A ver!
de tu tienda es de contrabando? Tranquila, señora — Aquí tienen la palabra que les hacía falta —de-
propietaria de un establecimiento de “menage”. claró Renato solemne—: “Maquillage”.
La cacharrera Manolita guardó en la cueva el anti- No puede ser más francesa. Así, todos creerán
guo rótulo y se paseó orgullosa delante del nuevo. que todos sus productos lo son.
— ¡Menage! ¡Qué bonito! Renato ayudó a las hermanas a que colgaran el
Renato fue a ver a Felipe letrero que decía “Maquillage”. Quedaron encan-
— Mira, Felipe, aquí te traigo tu palabra: tadas, porque lo de “Perfumería” de repente les
“Garage”. Fíjate, es lo tuyo. pareció muy corriente, muy vulgar.
— Sí claro, tienes razón. Renato fue repartiendo palabras de contrabando
— ¿Te das cuenta de lo bien que va a quedar? ¡Ga- y colgándolas sobre las portadas de los estableci-
rage!, ¡Tan francés...! mientos.
—Sí, sí, muy francés. Me lo quedo. Pronto hubo palabras francesas por todas partes:
Al igual que la cacharrera Manolita, Felipe colgó “menage”, “garage”, “maquillage”, “bricolage”.
muy ufano el flamante rótulo sobre la puerta de la Estaba convencido de que nadie se daría cuenta
antigua cochera. de que eran palabras de contrabando. Porque el
Al llegar a la perfumería, Renato exclamó con pobre Renato no sabía nada de ortografía.
gran énfasis: A los pocos días, el maestro Adolfo, repitió a los
— ¡Matilde! ¡Rosita! ¡Miren lo que les he traído! niños la regla que les había enseñado.

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— ¿Se acuerdan de cómo deben escribirse las pa- — ¿Qué disparate estás diciendo? —se escandali-
labras terminadas en aje? —preguntó. zó Adolfo—. Ha de escribirse con jota, como to-
— ¡Con jota! —gritaron todos a coro, porque das las palabras que terminan en aje. Igual que
eran listos y tenían muy buena memoria. paje, traje, linaje, aprendizaje, lenguaje, pelaje…
— Muy bien. Digan ejemplos. —Pues digo sin ambages que tiene que haber al-
— Coraje. gún compage, porque yo he visto “garage” escrito
— Pelaje. con ge —respondió Nacho.
— Paraje. — ¡Y yo!
— Paisaje. — Con unas letras así de grandes —precisó Ra-
— Tonelaje. fael.
— Cortinaje. — Y con una ge como la rueda de un camión.
— Basta, basta —aprobó el maestro satisfecho de — Habrá sido en el extranjero. Porque en nuestro
sus alumnos. país no hay garajes con ge —concluyó el maestro.
— Y traje, y carruaje, y plumaje... —prosiguió — Claro que sí, aquí mismo, en el pueblo. Felipe
Emilio que se había encarrerado. tiene uno —insistió Rafael.
—Sí, sí. Hay muchísimas palabras que terminan El profesor torció el bigote.
en aje. Ahora, a ver si son capaces de decirme las Y también Pipo el guardia, que era muy listo y
dos excepciones. sabía mucha ortografía, se quedó parado ante la
— ¡Sin ambages! —gritó Rafael. cacharrería de Manolita y leyó el nuevo cartel que
— ¡Sin ambages! —repitieron los demás. decía “Menage”.
— Muy bien —reconoció el maestro—: ambages — ¡Vaya, vaya! Esto me huele mal. Cuando vio que
y compage. en la perfumería de Matilde y Rosita lucía un cartel
— Y “garage” —exclamó un niño. que decía “Maquillage”, ya no le quedaron dudas.

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—Estas palabras son de contrabando. —Pues mira, sí —contestó Pipo— hay dos que re-
Sin dudarlo un momento, se fue a buscar a Rena- sultan muy oportunas. No te andes con ambages
to, el contrabandista. y a ver que compage haces tú para coordinar la ge
Lo halló entre un montón de rótulos con palabras que hay en tus carteles con la regla que dice que se
sin carta de residencia en nuestro diccionario. escriben con jota todas las palabras que terminen
— Esta vez te atrapé, Renato. Esta vez has sido en aje.
demasiado ignorante y has exhibido tu alijo. — ¿Todas? ¡Qué exageración!
— ¿Qua... ¿Yo? — Menos las dos que te he dicho, todas: coraje,
— Vamos, confiesa que has sido tú quien ha traí- equipaje, paje, tatuaje... ¡todas!
do de contrabando esos letreros de “menage”, “ga- — No será tanto. Mira —señaló un letrero y dijo—
rage”, “maquillage”. : Ya lo estás viendo. “Garage” se escribe con ge.
— ¿Yo contrabando...? — ¡Es francés, berzotas, ignorante! Eso es lo que
— No te hagas de nuevas. Te han visto colgarlos. te ha delatado, pedazo de contrabandista.
— Porque soy muy servicial y ayudo a mis ami- Pipo detuvo a Renato, lo llevó a la comisaría, lo
gos. Pero no son traídos de contrabando. encerró en una celda y allí lo dejó.
— ¡Claro que lo son! Como éstos que tienes aquí. Pero los niños del colegio, que querían mucho a
¿Es que no sabes que en español se escriben con Renato porque les traía golosinas, al enterarse de
jota todas las palabras que terminan en aje? ¡Ah, que estaba preso fueron a contárselo al profesor
la ignorancia te ha perdido! Adolfo.
—Alguna habrá que se escriba con ge, digo yo — — Han detenido a Renato. Lo han metido en la
protestó Renato entre dientes. cárcel por contrabandista.

69
— Ya lo decía yo —contestó Adolfo no sin cierto — Ya lo verán.
disgusto. Aquella noche, mientras todos dormían, el maes-
— Tenemos que ayudarlo, en el fondo es un buen tro Adolfo y los niños de su clase salieron a la ca-
chico —dijo Nacho. lle provistos de pinceles, botes de pintura y una
— Sí, tenemos que ayudarlo —insistieron los de- escalera. Llegaron hasta la cacharrería de Mano-
más. lita, pusieron la escalera debajo del cartel y, con
— ¿Cómo lo ayudaremos? gran habilidad, borraron la ge de “menage” y en
Adolfo el maestro encogió el bigote, pensativo, y su lugar escribieron una jota: “Menaje”.
dijo: — ¡Miren! ¡Ya está dentro de la regla! —Exclamó
— La verdad... es que ha hecho mal y las pruebas Rafael—. Nadie podrá decir que es de contrabando.
están colgadas en las paredes. Lo mismo hicieron con la ge de “garage”.
— Si se encuentran a la vista de todo el mundo, Escribieron “Garaje”, como es debido.
cuando lo juzguen van a condenarlo —dijo Ber- — ¿Se dan cuenta de lo bien que queda? —pre-
nardino con pena. guntó el maestro.
— ¿Y si quitamos esos carteles? —propuso Emi- — Parece otra cosa —dijo Emilio.
lio. — Porque es otra cosa —explicó el maestro—
— No podemos hacerlo —respondió el maes- Ahora ya es una palabra en español.
tro—. Esos carteles pertenecen a sus dueños, y se — La hemos nacionalizado —dijo Nacho.
enojarían si se les quitaran. Pero ¡acabo de tener — Como hacen los futbolistas para quedarse a ju-
una idea! Lo que podemos hacer con ellos es “le- gar aquí —argumentó Bernardino.
galizarlos”. —Lo mismo —asintió el maestro Adolfo—.
— ¿Legalizarlos? ¿Cómo?

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Ahora ya pueden quedarse a jugar en nuestro taminan nuestra lengua, que confunden a la gente
equipo nacional de palabras, porque se ajustan a y hacen cometer faltas. Por culpa de los contra-
nuestras reglas. bandistas hay muchas personas que se creen que
Continuaron de letrero en letrero poniendo una garaje se escribe con ge.
jota en las palabras terminadas en aje para que — ¡Qué va! —Protestaron los niños—. Eso no lo
estuvieran dentro de la ley gramatical. cree nadie.
Se divirtieron mucho subiendo y bajando de la — Sí, hay quien lo cree —insistió el sargento—.
escalera y corrigiendo nombres. Y es una falta muy grave. No se puede consentir.
— ¡Vaya noche jotera que estamos pasando! — No estoy dispuesto a tolerar en este pueblo pala-
dijo Emilio. bras de contrabando.
Pero nadie oyó nada, ni se dieron cuenta de la —Pero... ¿dónde ha visto palabras de contraban-
juerga ortográfica. A la mañana siguiente, Adolfo do, señor sargento?
y sus alumnos fueron a la comisaría y pidieron — ¡Está el pueblo lleno! ¡Y las ha traído Renato!
que soltasen a Renato. Según ellos, no había he- — Yo no he visto ninguna y me he paseado por
cho nada malo. todas las calles —declaró el maestro.
— ¿Qué no ha hecho nada malo? —Se indignó — Ni yo —dijo con cándida voz Emilio.
el sargento—. ¡Ha traído cosas de contrabando! — Ni yo —repitió Nacho.
Mientras eran relojes y cosillas así podíamos ha- — Ninguno de nosotros ha visto nada ilegal —di-
cernos los distraídos. Pero ahora jeron a dúo Nacho y Rafael.
— ¿Qué ha traído ahora? —preguntó Nacho ha- El sargento empezó a irritarse.
ciéndose el inocente. — ¿Van a negármelo? Se encuentran por todas
— ¡Nada menos que palabras! Palabras que con- partes. Son una indecencia. Me horroriza que mis

71
hijos vean cosas así y tomen mal ejemplo. debida corrección.
Nacho se encaró con el sargento. — ¿Ve algo sospechoso, sargento? —preguntó el
— No sabemos de qué está usted hablando. Así profesor Adolfo, aparentando normalidad.
que, si quiere que le creamos, llévenos al lugar de — Pues... —balbuceó el agente del orden—. ¡Pero
los hechos. si yo...! Si ayer…
El sargento inició la marcha. Detrás, el maestro — Ayer era otro día, señor guardia —murmuró
Adolfo y los niños se hacían muecas de complicidad. misterioso Nacho con una risita de triunfo.
Cuando llegaron a la cacharrería de Manolita, se — Aquí dice garaje, como aparece en el dicciona-
pararon todos delante de la puerta. rio de la Real Academia. No lo entiendo —mani-
— ¿Lo ve? Dice: “Menaje”, es correcto. Ha cam- festó el sargento con humildad.
biado el nombre, eso es todo —dijo el maestro El profesor y todos sus alumnos cuchichearon
señalando el rótulo. durante un rato.
— Claro, señor sargento, Manolita estaba cansada — ¿Quiere que vayamos a otros lugares del pue-
de ser cacharrera. blo? —Preguntó Bernardino muy educadamente.
— Bueno... —se disculpó extrañado el sargento—. El sargento recordó el letrero de “Maquillage” so-
Yo diría que... Está bien. Vayamos a la cochera de bre la puerta de la perfumería de Matilde y Ro-
Felipe. sita. De ése sí que estaba seguro. Aunque seguro
Y allá se fueron en bola, con la seguridad de un estaba de todos y él nunca se permitía un trago de
nuevo chasco para el guardia. Llegaron frente al más que le hiciera ver las cosas confusas.
establecimiento de Felipe y contemplaron (los —Vamos a la perfumería de Matilde y Rosita —
niños y el maestro con alegría y el sargento con dijo con la seguridad de encontrar allí lo que iba
estupor) un enorme letrero sobre la puerta de la buscando.
cochera en el que se leía “Garaje”, escrito con la

72
Al llegar vio un cartel que se ajustaba perfecta- — ¡Ya estás libre, amigo!
mente a las reglas del español: decía “Maquillaje”, Renato miraba a todos sin entender lo que estaba
con jota, como deben escribirse todas las pala- ocurriendo. Los miró durante un rato.
bras terminadas en aje. — Gracias. ¿Cómo le hicieron para que me sol-
— Pero... ¿qué está pasando aquí? —exclamó el taran?
sargento, convencido de que sucedía algo fuera de — Un truquito —sonrió Emilio.
lo normal. Renato estaba muy compungido al tiempo que
— Ha pasado —respondió el maestro— que las mostraba su verdadero arrepentimiento con una
palabras se han hecho legales al adoptar nuestra confesión sincera.
ortografía. — Porque yo he traído palabras de contrabando.
— Y por tanto —concluyó Emilio—, no hay nada A ustedes no puedo ni quiero engañarlos.
de qué acusar a Renato. — No nos has engañado, Renato —dijo el maes-
— Pero él trajo las palabras —insistió el guardia tro—. Aunque has confundido un poco a los niños.
deseoso de encontrar un culpable. — Un poquillo sólo —intervino Nacho quitándo-
— Las trajo, sí. Pero al cumplir con la ley, al pagar le importancia.
la aduana ortográfica, ya no son delito. El maestro continuó hablando:
Volvieron de nuevo a la comisaría y el sargento no — Pero ahora saben muy bien que garaje se es-
tuvo más remedio que soltar a Renato. cribe con jota. Y si lo ven con ge en alguna par-
Los niños y el profesor Adolfo recibieron al con- te estarán seguros que esa palabra está escrita en
trabandista con grandes muestras de alegría. francés, y avisarán a quien lo haya puesto para
— ¡Renato! que lo corrija y no lo lleven a la cárcel por contra-
— ¡Hola, Renato! bandista de palabras.

73
Con Renato libre y contento, caminaron juntos — Nos lo servirá un paje.
por las calles del pueblo, mientras explicaban al — Sobre un mantel de encaje.
arrepentido contrabandista lo que habían hecho La fiesta se celebró. Todos comieron y bailaron.
para poder legalizar sus palabras. A partir de entonces Renato, en lugar de hacer
A partir de entonces, Renato y todos los niños del contrabando, se dedicó a aprender ortografía, que
colegio supieron muy bien que, salvo dos excep- es mucho mejor. Porque con buena ortografía se
ciones sin demasiada importancia, todas las pala- queda bien en todas partes. Si traía alguna pala-
bras que terminan en aje, que son muchísimas, se bra del extranjero, la adaptaba en seguida a las
escriben con jota. reglas para que nadie pudiera acusarlo de dañar
Estaban tan contentos que, para celebrarlo, deci- el idioma.
dieron organizar una comida.
— Yo invito —propuso Renato.
— Bien —dijo el maestro—. Pero para que nos
sirva de recordatorio, ha de ser una fiesta con aje.
En principio servirá para tributar un homenaje a
Renato.
— Sí —dijo Nacho—. Para celebrar que haya sali-
do con bien de su más reciente viaje.
Los demás niños continuaron:
— Y yo estrenaré traje.
— Y comeremos potaje.
— Y el pastel que yo traje en mi equipaje.

74
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que se escriben con jota


todas las palabras que ter-
minen en “aje”
EL TELAR QUE
CRUJÍA AL TEJER
Hace mucho tiempo, allá por años en que se es- — ¿Y cómo se sabrá quiénes tienen que ir?
taban inventando las palabras en el País de las Le- — ¿Cómo? ¡Cómo! Pues pensando con la cabeza.
tras, se preparaba una fiesta muy movida. ¿Cómo ¿Acaso no sabe cada uno la acción que ejecuta?
no iba a ser movida, si era una fiesta de verbos? — Ya... ya… — respondió Bonifacio un poco per-
Y ya saben que los verbos son las palabras más ac- plejo —pero no acabo de entenderlo.
tivas, puesto que representan siempre una acción. — Pues muy sencillo. Si el maestro corrige a los
Como hacer, jugar, comer, escribir, saltar. niños deberá ir a la fiesta a recoger la ge de co-
En aquel país había una reina muy presumida. No rregir. Si el director dirige la orquesta, deberá ir
era mala, pero vivía demasiado preocupada por por la ge de dirigir. Si el barrendero recoge la ba-
sus vestidos. Para la fiesta, encargó su traje a un sura ha de estar presente para que le den la ge de
artesano que se llamaba Bonifacio. recoger. Y quedará establecido, como regla muy
— Debe ser el traje más hermoso del mundo —le fija, que todos los verbos terminados en ger y en
dijo—, puesto que yo he de presidir el acto y otor- gir se escribirán con ge y nadie tendrá disculpa si
garé a cada uno su letra para que, en adelante, el no lo hace así. Cuantos no acaten esta regla serán
verbo que expresa la acción que le está encomen- rechazados en todos los exámenes y oposiciones.
dada pueda ser escrito y leído. Por eso mi vestido debe ser hermoso.
— ¿Irán todos, todos los verbos? —preguntó Bo- — Ya voy entendiendo. Entonces, los vendimia-
nifacio. dores que cogen la uva, deberán acudir para que
— ¡Qué disparate! No cabrían en el salón. En esta les den la ge de coger, todas las mujeres que eligen
ocasión, sólo serán invitados los que finalizan en cuidadosamente su ropa en las tiendas irán por la
ger y en gir… — ¿En ger y en gir? ge de elegir...
—Eso he dicho. En ger y en gir. Por eso se llama- — ¡Exacto! Pero lo que ahora me interesa que
rá la “Gran fiesta del Ger y el Gir . entiendas es que hay poco tiempo y no has em-

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pezado mis ropajes. ¡Esmérate!, o nunca más te reina Verbigracia.
encargaré nada. — Pero no podré
— Siempre le he servido bien. ¿No es cierto? —Podrás si te pones a trabajar ahora mismo. No
— Eres un buen artesano. Pero no siempre en- pierdas un minuto. Deberá estar acabado con
tiendes lo que yo quiero. Acuérdate de aquella vez tiempo para que me lo pruebe veinte veces.
que me hiciste un vestido amarillo para ir a una —Sí, sí. Las flores... las olas... su padre... su ma-
recepción en la que las sillas eran rojas. ¡Menudo dre... ¡Mi madre!
papel hice! Parecía un pegote de mostaza encima — ¡No! La tuya no. La mía nada más.
de un pimiento. — Sí, pero, ¡mi madre!, ¿cómo me las arreglaré?
— Majestad, es que yo no sabía de qué color eran ¿No puede retrasarse la entrega de las ges?
las sillas del palacio del duque de Silla Alta. — ¿Retrasar uno de los eventos más importantes
— ¡Pues infórmate! ¡Pregunta!, ésa es tu obliga- en la historia de la ortografía sólo porque tú no
ción. Bueno, a ver cómo te portas ahora. seas capaz de hacer un vestidito de nada? ¡Ni lo
Se trata de un acontecimiento histórico. sueñes!
Quiero un vestido maravilloso, que tenga por de- La reina salió del taller. Bonifacio se quedó muy
lante todas las flores de la Tierra. preocupado. ¿Cómo complacer a la exigente
— ¿Todas? dama? Tenía que preparar el carro y el burro para
— ¡He dicho todas! acudir al mercado de la ciudad vecina y adqui-
— Es que… rir todos los materiales: lino, sedas, lanas y tintes.
— Y por detrás, las olas del océano formando es- También hilo de oro. La reina quería oro en sus
puma... Y justo, en el centro del pecho, el retrato ropas.
de mi padre el rey Verborrea. Y el de mi madre, la

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Contó los días que faltaban para poder realizar la — ¿Usted, capitán?
labor... ¡imposible! ¿Cómo hacer aquello en tan — Claro. Soy militar. He de estar allí para recoger
poco tiempo y en su pequeño telar? la ge que corresponde al verbo proteger.
Se puso a diseñar el complicado vestido. Las olas — Dígame, capitán Zambombazo, ¿irá usted solo
del mar le quedaron preciosas. Las flores, una ma- en representación o irá todo el ejército? ¡Falta-
ravilla. Aunque no estaban todas. Copió el retrato ba más! Bueno, algunos tendrán que quedarse
del rey de una moneda y el de la reina de un botijo haciendo guardia y cosillas de ésas. Pero iremos
antiguo en el que había sido inmortalizada. muchos.
El jueves, muy tempranito, montó en su carro y — ¡Qué bien! ¡Qué suerte!
salió hacia el mercado de las hilaturas. — Ya te contaré... Ya te contaré.
Nada más inició el camino, se encontró al capitán Un poco más adelante, se cruzó con Marcelino,
Zambombazo. que se afanaba en lavar su vaca.
— ¿Adónde vas tan de mañana, Bonifacio? — le — ¿Qué haces, Marcelino?
preguntó el capitán. — Estoy lavando mi vaca con agua y jabón.
— Voy a buscar los materiales para hacer el ves- He de dejarla reluciente.
tido que la reina llevará en la fiesta de los verbos — Ni que fuera a acudir a la “Gran fiesta del Ger
terminados… y el Gir”
— En ger y en gir —concluyó el capitán que esta- — Pues claro que va a acudir,
ba enteradísimo. — ¿Una vaca?
— Eso, en ger y en gir. — Irán cuantos realicen verbos que terminen en
— ¿Irás tú? ger y en gir. Como la vaca muge, tienen que darle
— Yo... sólo hago el vestido… la ge del verbo mugir.
— Pues yo sí iré. — ¿A la vaca? ¿Y por qué no te la dan a ti?

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— ¿Insinúas que yo mujo? —Protestó ofendido — A comprar hilos para hacer un traje a la reina
Marcelino. Presumida.
— ¡No, no! ¡De ninguna manera! —lo tranquilizó — ¿Otro más?
el artesano—. Me refería a que fueras tú en nom- — Es que éste es extraordinario. Es para una fiesta
bre de la vaca. Porque si la reina Presumida ve una muy importante.
vaca en su salón —Tienes razón. No es mala idea. — Ya lo sé. La “Gran fiesta del Ger y el Gir”. Yo
En ese momento, la vaca empezó a mugir en señal estaré allí.
de protesta. — ¿Tú? Si tú lo que haces es lavar... Y no creo que
— ¡Vaya! —Comentó Bonifacio—. Parece que no el verbo lavar sea un verbo terminado —Según. Si
le gusta la idea. digo lavar, no; pero si digo deterger… — ¿Deter-
— Pues era buena. Y le vendría muy bien a Paul, ger? ¿Y eso qué es?
el domador, porque él tiene que llevar a su león. — Pues eso, lavar con un producto detergente.
— ¿A su león? ¿Acaso no lavo con jabón, que es el más antiguo
— Claro. Si mi vaca ha de ir porque muge, su león de los detergentes? Pues yo, con mi pastilla de ja-
tiene que ir porque ruge. Le darán la ge de oro del bón, realizo el verbo deterger.
verbo rugir. Por lo tanto, iré a la fiesta.
— ¿Y para una gran fiesta a la que acuden vacas Bonifacio arreó al burro y salió de la ciudad.
y leones quiere la reina un vestido tan emperifo- De pronto, tuvo que parar en seco. Sentado en
llado? medio del camino y con un libro en la mano, se
Bonifacio se despidió de Marcelino. Apenas re- encontraba Salvador “El Jugador”. En otros tiem-
emprendido el camino, se le acercó Luciana, la pos fue bastante rico, pero se lo había jugado todo
lavandera. y ahora era más pobre que las ratas.
— ¡Hola, Bonifacio! ¿Adónde vas?

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— ¡Eh! —Gritó Bonifacio— ¿Qué haces ahí en la gran fiesta. Con esa ge de oro podría rehacer
mitad del camino? ¿No puedes ponerte en otro mi vida.
sitio? — Te la jugarías a las cartas. Y se ha de conservar
— No me interrumpas, que estoy haciendo algo para siempre.
muy importante. — No. Te juego lo que quieras a que no me la ju-
— ¿Sí? ¿Y qué es ello, si puede saberse? garía.
— Busco en este libro. — Si no te queda ya nada que puedas jugarte.
— ¿Qué es lo que buscas? —Bonifacio, mira tú en este libro. A ver si tienes
— Busco... un verbo para acudir a la “Gran fiesta más suerte y encuentras algún verbo que me sir-
del Ger y el Gir”. ¡Pero no lo encuentro! No me va.
sirve el verbo coger porque no cojo ni un centavo Bonifacio se puso a mirar el libro y de pronto lan-
desde hace tiempo. Ni escoger, ya que no tengo zó un grito de alegría: — ¡Aquí está tu verbo!
oportunidad de escoger nada. Ni dirigir, porque — ¿Cuál? ¿Cuál?
no dirijo. Ni corregir, porque no soy capaz de — Te lo diré si me prometes que no volverás a
corregirme de este vicio del juego. Ni siquiera jugar.
puedo restringir porque lo he restringido todo al — Te lo prometo. ¿Qué verbo es ése?
máximo. — El verbo atingir,
— Va a serte difícil, amigo. Pero, por favor, déja- — ¿Atingir? Eso no es nada. Te lo has inventado
me pasar que llevo prisa. tú para tomarme el pelo.
— ¡Bonifacio, por piedad ayúdame! Necesito un — No me lo he inventado. Puedes reclamar la ge
verbo en ger o en gir que me permita entrar en de atingir, porque eres un atingido.

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— ¡Sin insultar, Bonifacio! — Bien... me parece bien. Mi padre era un poco
— Atingido no es ningún insulto. Escucha: “Atin- más rubio... Pero vale... y mi madre estaba bastan-
gido: persona que está pasando por un momento te más gorda... pero mejor así.
difícil en lo económico”. — ¡Y las olas!, ¿qué le parecen las olas a su Presu-
— ¿Eso dice? ¿De verdad? mida Majestad?
— Puedes comprobarlo. — Las olas... sí... están bien.
— Pues... ¡¡vaya si soy un atingido!! ¡Hurra! ¡Hu- — ¿Y las flores?
rra! ¡¡Soy un atingido!! — ¿Las flores? ¡Bonifacio! ¡No están todas las flo-
Salió corriendo y dando saltos. Bonifacio pensó: res de la Tierra!
—En mi vida había visto un atingido que esté tan — Yo creo que sí están.
contento de serlo. — ¿Te atreves a contradecirme? No están. ¡Dije
Bonifacio continuó su camino. En el pueblo com- que las quería todas! Bonifacio, eres un holgazán.
pró hilos de muchos colores y regresó a su casa ¡Me has escamoteado flores!
dispuesto a realizar el traje que había diseñado — Majestad, no se altere. Eso se puede arreglar.
para la Reina. Dígame qué flores faltan y las pondré.
Trabajó día y noche, dale que dale a la lanzadera. — ¿Qué flores?
Luego, cortó y cosió. Recargadillo sí que era, para — Sí, dígame qué flores no están y me apresuraré
qué vamos a negarlo. Pero estaba muy bien hecho. a ponerlas.
La espuma del mar le quedó que lanzaba salpica- — La verdad es que... Bueno. Hay pocas flores.
duras y a las flores sólo les faltaba oler. Cuando la — Si está el vestido lleno.
Reina acudió para la prueba, le preguntó: La Reina Presumida comenzó a dar vueltas por la
— ¿Qué le parece mi obra a su Presumida Majes- habitación alzando los ojos al cielo.
tad?

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— ¿Qué hago yo ahora? ¡Faltaban sólo cuatro días — En tres, Bonifacio. Porque soy muy compren-
para la Fiesta y no tengo vestido! siva y me conformo con un solo día para ensayar.
¡¡Bonifacio!! — No podré…
— Majestad. — ¡Podrás! ¿O es que me quieres matar del dis-
— ¡¡Esto hay que arreglarlo!!! Rijo los destinos de gusto? Cometerás regicidio por patatús.
este país y he de recoger la ge de regir. Como elijo ¡¡Bonifacio!! Si no me haces un manto más ador-
a mis ministros, me corresponde también la ge de nado que una “falla valenciana” (de las que se
elegir. Y quiero una ge más. queman en la fiesta de San José) y con más cola
— ¿Cuál, majestad? que un cometa... ¡estallaré! ¡Y todos estallarán
— La de refulgir. Deseo brillar más que nadie y conmigo! Será el fin de la historia.
con este vestido, pareceré una reina de “quiero y — Cálmese, Majestad. ¿No podría arreglarse con
no puedo”. una esclavinita hecha con este retal?
— Pero si es muy hermoso. — ¡Calla, Bonifacio! No aumentes mi sufrimiento
— Sí, sí, Bonifacio. Está muy bien hecho, lo reco- con tus burlas.
nozco. Pero... es poca cosa, Necesita ya sé! Nece- — No es burla. Se la pongo así... alrededor del
sita un manto de larga cola. cuello y —vociferó la Reina
¡Bonifacio, yo quiero un manto precioso! —¡¡¡Quiero un gran mantooo!!!—. No levantes la
¡Grande! ¡Largo! Realizado con sedas y oro. cabeza de tu telar hasta que mi manto esté con-
— Pero Majestad, un manto así no cabe en mi te- feccionado.
lar. Se dirigió a la puerta con mucha gallardía.
— ¡Pues búscate otro! Pero se volvió antes de salir.
— Imposible. ¿Cómo voy a hacer una obra tan — ¡Bonifacio! Olvidaba decirte cómo quiero el
grande en cuatro días? manto. Ha de tener todas las aves del mundo. ¡To-
das!... ¡Y no me repliques!

83
— Majestad. tiempos de la reina Verbigracia que, como era tan
— He dicho que no me repliques. gorda, necesitaba un telar especial. Subió al des-
— Si no iba a replicar. Sólo quería decirle que ván. Allí estaba, cubierto con un lienzo. Lo des-
puede recoger también otra ge. tapó y lo revisó por todas partes. ¿Funcionaría o
— ¿Cuál? tendría que dedicar su escaso tiempo a repararlo?
— La ge del verbo exigir. Porque usted es un po- Por suerte funcionaba bien, pero emitía unos
quito exigente. desafinados ruidos cada vez que se movían los
— ¿Exigente? La reina se quedó pensativa. peines. Porque los telares tienen peines. Unas pie-
—Tienes razón. Soy exigente. Pero no creas que zas que suben y bajan para entrecruzar los hilos
esa ge puede suplir a la de refulgir. He de ser la mientras se pasa la lanzadera, que se llama así
reina más refulgente de todas las reinas del mun- porque se lanza de un lado a otro del telar. En la
do. Y si tú no me haces el manto, serás el artesano lanzadera va otro hilo y ¡zas!... ¡zas!... Yendo y vi-
más deslucido. niendo se hace la tela.
Y esta vez salió de verdad. Bonifacio tenía que hacer muchos ¡zas! ¡Zas! Por-
Bonifacio tenía hilo suficiente para varios man- que el manto era grandísimo, para que cupieran
tos. Lo que no tenía era tiempo. Ni telar. Pues una todos los pájaros.
prenda tan enorme no cabía en el suyo. ¡Zas!... ¡zas! Hacía la lanzadera. Con cada ir y ve-
— ¿Qué haré? ¿Dónde podré fabricar una pieza nir, se producía un fuerte chirrido.
tan grande? — ¡Vaya música más desagradable! —Comentó
Entonces se acordó de que, en el desván, había un Bonifacio— Como es un telar tan antiguo, la ma-
viejo telar de su abuelo, que no se usaba desde los dera está vieja y padece artrosis.

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La lanzadera hacía: ¡zas!, ¡zas! Y el telar: ¡cri!, ¡cri! El curandero reclamó la ge de ungir, el buzo la de
Parecía un gigantesco grillo afónico. sumergir... Así tantos y tantos, pues son muchos
Entre tanto, los habitantes de la ciudad se prepa- los verbos que terminan en ger y en gir. Salvo
raban para la Gran Fiesta. Todos querían repre- Eso lo sabremos más adelante. Pues esta historia
sentar algún verbo que les diera derecho de asis- explica, precisamente, por qué, entre los muchos
tencia. Para algunos, estaba muy claro. Pero otros, verbos que terminan en ger y en gir, sólo hay dos
como Salvador “El Jugador”, tenían que buscar en que no se escriben con ge.
el libro de las palabras verbos poco usados. Ello se debió a que Bonifacio no tuvo tiempo de
Por ejemplo, gracias al verbo confingir, que signi- pensar si él ejecutaba algún verbo terminado en
fica incorporar cosas en un líquido hasta formar ger o en gir. Con él no iban esas palabras raras
una masa, Macario, el boticario, no tuvo ningún como atingir, restringir. Cuando se enteró de que
problema para optar a su ge. Tampoco lo tuvo el los cómicos iban a recoger la ge de fingir, pues se
médico pues tenía la ge del verbo abstenger, que pasan la vida fingiendo en el escenario... cuando
significa limpiar y purificar el organismo, y la del supo que también el escultor iba porque erigía es-
verbo astringir, porque recetaba astringentes para tatuas y le tocaba la ge de erigir cuando vio que
curar las barrigas despendoladas. casi todos tenían su verbo, empezó a plantearse si
Con él iban algunos de sus pacientes pues estaban era justo que los demás se divirtieran y recibieran
muy afligidos por sus males. Ellos debían hacerse ges de oro mientras él sólo trabajaba en el manto
cargo de la ge de afligir, y de la del verbo compun- de la reina.
gir, porque se hallaban compungidos. Los más En cuanto la soberana acudió al taller, Bonifacio
optimistas, como tenían esperanza de mejorar, le dijo:
reclamaron la ge de resurgir. — Majestad, estoy pensando.

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— ¡No pienses nada hasta que no hayas termina- — ¡Oh, qué interesante!
do mi manto! — Cada uno llevará colgada su tabla —continuó
— Es que me gustaría saber cómo va la fiesta. la reina—, la cual no estará completa hasta des-
¿Podría explicarme algo mientras yo sigo traba- pués de la gran fiesta. Y para siempre esos verbos
jando...? serán con ge. Los niños del futuro nos lo agra-
— ¿Cómo quieres que hablemos de nada con ese decerán, porque no reprobarán en ortografía. Les
ruido que hace tu telar? Me pone los nervios de bastará recordar que los verbos terminados en
punta. ¡Oh! ¡Qué dolor de cabeza! ¿No podrías ger y en gir se escriben con ge. ¿Ves cómo es una
hacer algo para acabar con ese ruido? gran obra a favor de todas las personas que tienen
— Pues... probaré a untarle… dudas con la ge y la jota?
— ¡No le untes nada! Perderías mucho tiempo y — Sí, sí. Desde luego. Me planteaba si yo…
podría mancharse mi manto. Prefiero el ruidito. — No te has de plantear otra cosa que terminar
— Está bien. Si viene alguien por aquí, le pediré mi vestido.
que me informe acerca de la “Gran fiesta del Ger La reina salió. Y Bonifacio se quedó meditando
y el Gir. mientras la lanzadera hacía “zas”, “zas” y el telar
— ¡No! Por aquí no tiene que venir nadie. Te dis- “cri”, “cri”. En esto, entró en el taller Salvador “El
traerá. Prefiero decirte yo lo que quieras: la fiesta Atingido”.
va a resultar preciosa. Tengo trabajando un co- — No me entretengas, que la reina no me deja
reógrafo, un dibujante, un ebanista, un… girar la cabeza.
— ¿Y qué hace el ebanista? — Pues no la gires. Yo me pondré delante de Se
— Prepara tablitas en las que están grabados los puso delante y le mostró su tablilla,
verbos con hermosas letras... Menos la ge, porque — ¿Qué te parece?
será de oro. — Preciosa.

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— ¿Tú no tienes tablilla? Las dan en el Ayunta- dieron a su taller a curiosear cómo iba el manto
miento. de la Reina y a mostrar sus tablillas con las que
— No tengo tiempo de ir al Ayuntamiento. acudirían a la “Gran fiesta del Ger y el Gir”.
— Si quieres, te la traigo. No sé cómo pagarte que Bonifacio continuó haciendo ¡zas!, ¡zas! mientras
descubrieras para mí un verbo tan raro y que me el telar hacía ¡cri!, ¡cri!... El manto crecía: con un
va tan bien. El único inconveniente es… telar tan grande y la laboriosidad de Bonifacio, la
— ¿Cuál? obra se hallaba muy adelantada. ¿Lograría termi-
— Pues que siempre tendré que estar pasando un narla para la fecha exigida?
mal momento porque si cambia mi suerte ya no La reina no dejaba de apremiar:
seré atingido. Y perderé el derecho a la ge. Aun- — ¡Vamos, Bonifacio, ánimo! ¡Que ya falta poco!
que comparado con lo que tuve, lo estaré pasando Unos cuantos metros más.
mal siempre. ¿No te parece? — Sí, sí, unos cuantos metros. Pero, ¿sabe su Pre-
— Tienes razón. sumida Majestad lo que representa hacer unos
— Y eso te lo debo a ti, que me has levantado la cuantos metros hilito a hilito?
moral. Te demostraré mi gratitud trayéndote la — Anda, anda, no te quejes.
tablilla que te corresponde. — Majestad... a mí me gustaría
— No sé si a mí me corresponda ninguna... Yo... — Sí, sí, de acuerdo.
soy un artesano... Hago vestidos Y por más que — Si aún no he dicho nada.
miro, no veo dónde puede tener la ge los vestidos, — Pero imagino lo que vas a decir. Que te gusta-
Ni en la tela, ni en el hilo, ni en el forro. ría que el manto tuviera vueltas de piel de armiño.
— Pues estoy convencido de que tiene que haber Puedes ponérselas. ¿Cómo no se me ocurrió?
un verbo que te vaya bien a ti. — ¿Armiño? Yo no tengo piel de armiño. No soy
Aunque Bonifacio no salía, varias personas acu- peletero.

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— ¡Pero haces vestidos a la reina! Y debes saber dor “El Atingido” entró muy contento en el taller.
que las reinas llevan armiño. Además, has sido tú — ¡Mira! —Gritó entusiasmado — ¡Aquí están
quien lo ha propuesto. tus tablillas!
— No he propuesto nada. Lo que quería decir es — ¿Mis tablillas?
que a mí me gustaría ir también a la fiesta. — ¡Sí, sí, claro!
— ¿A la fiesta? Cuando termines mi traje, irás a Salvador le mostró una preciosa tablita de made-
donde quieras. ra.
— Es que no tengo verbo terminado en ger ni en — ¡Claro! —Exclamó Bonifacio— Es lo que yo
gir. hago. ¿Y la otra tablilla?
— Pues si no tienes verbo en ger ni en gir, ¿cómo En ese momento entró la Reina.
pretendes ir a la fiesta? — ¡Bonifacio! La fiesta comenzará dentro de
— Podría. poco y tú estás aquí de conversación. ¡¡Eres un
— No puedes nada hasta que hayas acabado mi mal súbdito!! ¡No me quieres! ¡Ahhh!
manto. La reina comenzó a llorar con desesperación.
Bonifacio no se levantaba de su taburete de traba- — Cálmese, Presumida Majestad.
jo. A la hora de la comida, unos servidores de la — ¿Calmarme? ¡Me moriré de pena! Y no habrá
Reina le metían la comida en la boca para que sus fiesta ni ges de oro.
manos no pararan. Parecía que el pobre Bonifacio se preparaba
A la noche, daba una cabezaditas sobre el telar. Y para un campeonato de lanzadores de lanzade-
hasta el orinal le ponían debajo para que no des- ra ¡¡Zas!!... ¡¡Zas!!... ¡¡Zas!!... ¡¡Zas!!... ¡¡Zas!!...
perdiciara el tiempo. ¡¡Zas!!... Y el telar: ¡¡Cri!! ¡¡Cri!! ¡¡Cri!! ¡¡Cri!!
Cuando faltaban horas para la gran fiesta, Salva- — ¡Me volveré loca con ese ruido! —gritó.

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— Si quiere me paro. las tablillas que Salvador le había llevado. En una
— ¡¡No!!—prefiero estar loca a estar sin manto. decía: “teje”.
El manto crecía... Pero no iba a estar a tiempo. — ¡Es mi oficio! Yo tejo.
— ¡Ya sólo faltan tres horas! Cogió la otra tablilla y leyó; “crujir”.
— ¡Ya sólo faltan dos horas! — ¡Naturalmente! ¡Lo que hace mi telar! Ese rui-
— ¡Ya sólo falta una hora! dito que me acompaña día y noche, porque no he
— ¡La gran fiesta acaba de empezar! ¡Y yo aquí! conseguido que no cruja.
¡Vamos, Bonifacio, corre, corre! Se puso muy contento. De repente su alegría se
¡¡Zas!!... ¡¡Cri!! Al fin la lanzadera hizo el último trocó en preocupación. ¿Llegaría a tiempo a la
recorrido. fiesta?
— ¡Bonifacio! ¡Pónmelo! ¿Qué te parezco? No se ocupó en acicalarse. Agarró sus tabillas y
— Su Majestad está refulgente. corrió a palacio.
La reina salió arrastrando sus muchos metros de La gente estaba ya saliendo. El capitán Zambom-
manto con aves. bazo lucía su tablilla en la que decía proteger. En
En cuanto desapareció la señora, Bonifacio se de- la del maestro se leía: corregir.
rrumbó sobre un gran montón de hilos. ¡No po- En la de Marcelino, mugir.
día más! ¡Oh, qué cansancio! En la del domador, rugir.
Había trabajado día y noche. Tan agotado estaba, — ¿Adónde vas tan aprisa, Bonifacio? —le pre-
que se durmió como un tronco. guntó Luciana con su placa en la que se leía deter-
Cuando despertó, no sabía cuánto tiempo había ger—. ¿No ves que la fiesta se ha terminado?
pasado. ¿Minutos? ¿Horas? ¿Días? — Pues yo tengo que ver a la reina.
De repente, se fijó en un rincón donde estaban

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Penetró corriendo en el palacio, sudoroso, des- so... y ahora... todos tienen su ge menos yo. ¡No
peinado y de trapillo, entre la gente engalanada. es justo!
Le importaba poco. Llegó jadeando al lugar don- — Tienes razón Bonifacio. No es justo. Y yo soy
de se encontraba su Presumida Majestad, una reina justa.
— Hola, Bonifacio. ¿Qué quieres? — Entonces.
— Pues... pues... Es que me dormí. — Soy una reina justa que no tiene ge que darte.
— ¡Oh, no te preocupes! Todo ha sido perfecto. Bonifacio se mostró muy triste.
Mi traje era el más bello del mundo, No sabes qué — Verás... Se me ha ocurrido una cosa.
éxito he tenido. — ¿Qué cosa?
— Es que yo... yo... Yo quiero las ges de oro que — Como no tengo ges, puedo darte una jota de
me corresponden. oro.
— ¿Ges de oro? Ya no me quedan. Las he dado — ¿Una jota?
todas. — Tan de oro como las ges. A partir de ahora, el
— Pero yo... yo... vea su Presumida Majestad, vea verbo tejer y el verbo crujir serán las excepciones
estas tablillas. En una está el verbo que yo reali- de la regla de los verbos terminados en ger y en
zo... y en la otra ese dichoso ruidito que ha estado gir. Todos se escribirán con ge. Menos tejer y cru-
haciendo mi telar. Así que… jir. En recuerdo de que tu telar crujía mientras tú
— ¡Oh, Bonifacio, cuánto lo siento! Pero no me estabas tejiendo mi lindo vestido. Y eso denotará,
queda ni una ge, ni de oro, ni de plata, ni de Bonifacio, que eres un tejedor excepcional.
nada... No hay ges para ti. — Gracias, Majestad.
— Pero eso es injusto, Majestad, ¡he trabajado La reina llamó a un criado:
más que nadie! No he comido, no he dormido... — ¡Edelmiro! Toma las llaves del armario de las
Le he hecho un hermoso traje, un manto suntuo- letras de oro y trae tres jotas para Bonifacio.

90
— ¿He entiendo bien? ¿Ha dicho tres? —pregun- los demás se ocupaban de buscar un verbo que los
tó Bonifacio. hiciera merecer una ge de oro en la “Gran fiesta
— Sí. He dicho tres. del Ger y el Gir”.
— ¿Pero no son dos los verbos que representar?— Cuantos tengan que escribir esos dos verbos ten-
En efecto, son sólo dos. drán que acordarse de ti, mi buen Bonifacio. ¿Es-
— ¿Me da una jota de propina? tás contento?
— No hay jotas de propina. — Contentísimo. Pero... ¿y la otra jota, Majestad?
Edelmiro regresó trayendo las tres jotas en una ¿Es de repuesto?
bandeja. La reina puso una en la primera tablilla — No es de repuesto, Bonifacio. Es para que se
y resultó: tejer. la des a tu hermano el vidriero del pueblo, que
— Ése es mi trabajo, tejer —exclamó Bonifacio—. tampoco vino a la “Gran fiesta del Ger y el Gir”,
Soy tejedor. ya que por lo visto no sabe que grujir o brujir tam-
La reina colocó otra jota de oro en la segunda ta- bién entran en las excepciones, y él vino al salón a
blilla. Quedó: crujir. desbastar los bordes de los espejos que lo adornan
— ¡Eso es lo que hace mi telar! Cruje como un antes de que la fiesta comenzara.
demonio. — Gracias, Presumida Majestad.
— En efecto —dijo la reina—. De ahora en ade- — Ahora, vete a descansar... que muy pronto te
lante, todos deberán acordarse del telar que crujía encargaré otro vestido.
al tejer, y tener presente que esos dos verbos son — ¿Muy pronto?
los únicos con esa terminación que no se escri- — ¿No es tu oficio tejer?
ben con ge, sino con jota. Porque Bonifacio no — Mi oficio es tejer.
dejó de tejer ni su telar de crujir mientras todos — Y a ver si tu telar no cruje tanto.

91
— Es que si no cruje
— No importa, aunque no cruja, el verbo crujir
seguirá escribiéndose con jota por los siglos de
los siglos.
Y ésta es la causa por la que, entre todos los ver-
bos terminados en ger y en gir, sólo tejer y crujir,
y grujir y brujir, se escriban con jota.
Cuando tengan dudas, les bastará acordarse de
Bonifacio, de la reina Presumida... y del Telar que
crujía al tejer.

92
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que se escriben con “g”


todos los verbos que
teminen en ger y gir
LA GRAN JOTA DE
JERA Y JERO
Había una vez un pueblo tan aburrido que se lla- ba pellejos para guardar aceite y vino, acabó po-
maba Aburrilandia. Allí nadie se divertía nunca: niéndosele el rostro como un pellejo, más duro,
no sabían lo que era una fiesta. reseco y negruzco. A Carlos, que criaba esponjas
Sólo trabajaban; el trabajo es bonito si hay alegría, vegetales, se le quedó la cara paliducha, arrugada
pero en aquel lugar se había convertido en una y tan áspera que daban ganas de echarla en re-
tarea monótona. mojo.
Juan cuidaba sus ovejas. Antonio arreglaba relo- El único que se distraía un poco sin llegar a di-
jes, que se estropeaban mucho pues el tiempo era vertirse (¡eso jamás!) era Serapio. Porque, como
allí muy pesado; Pedro y Marta atendían su corti- se dedicaba a llevar recados de un lado a otro, se
jo, ayudados por Leandro. comunicaba algo con sus vecinos, aunque poco
A pesar de que éste siempre les decía que eran tenían que comunicarse. “Que si lleva este bas-
muy buenos y muy listos, sus halagos no les daban tón a Fulgencio el cojo”... “Que si estas vitaminas
satisfacción, pues pensaban que de nada servía te- a Fermina la floja, que cada día come menos y si
ner buenas cualidades, porque en aquel lugar los se le posa una mosca encima no soporta el peso”.
buenos y los malos se aburrían igual. Aunque ma- Nadie tenía apetito, porque carecían de interés
los, lo que se dice malos no había ninguno, todos por la vida, y lo único que hacían constantemente
eran un poco antipáticos y desagradables, pues el era bostezar.
tedio convierte a las personas en seres huraños y Un día, iba Serapio por la calle con una escalera
adustos. cargada a la espalda, cuando se encontró con Sil-
Pedro tenía un campo de naranjas. A pesar de que vio, que era el único que no trabajaba y vivía de
las naranjas eran muy dulces, su carácter se hacía unos ahorritos que le dejó su padre, por lo cual se
cada vez más agrio. A Pablo, que curtía y prepara- aburría el doble que los demás.

95
— Hola, Serapio. ¿Adónde vas con esa escalera? Al pasar frente a la casa de Mariano se vio en un
— Voy a llevársela a Juan, que se le ha subido una espejo, pues Mariano fabricaba espejos.
oveja al tejado y la necesita para bajarla. — ¡Qué cara tan horrible tengo! —Exclamó Sera-
— ¿Al tejado? Pero si las ovejas no se suben a los pio—. Me cuelga tanto que se me va a enredar en
tejados. las patas de la escalera.
— Pues se ve que a la oveja “Siempretiesa” se le — ¿Qué te pasa, Serapio? ¿Por qué tienes tan mala
ha ocurrido hacer alpinismo para cambiar de pa- cara? —le preguntó Mariano.
norama. — ¡Pues anda que tú! ¿Es que no te has mirado al
— Es que aquí se aburren hasta las ovejas, espejo, con tantos como tienes?
¿No podríamos hacer algo para que este pueblo No te digo que tu cara parezca de funeral porque
dejase de ser tan aburrido? aquí los funerales son divertidos al lado de la vida
— No se me ocurre nada. Y no me entretengo diaria.
más. — ¿Crees que podría haber algún remedio?
Serapio continuó su camino. — Lo dudo. Esto es Aburrilandia. Y me voy, que
— Hola, Serapio —lo saludó Teresa, que estaba Juan me espera.
sentada junto a su ventana haciendo encaje. En efecto, hacía rato que Juan lo esperaba con im-
— ¡Oh, qué encaje tan bonito! —Dijo Serapio—. paciencia. Subiendo al tejado, sobre el caballete,
¿Para quién es? estaba la oveja.
— Es para una sábana de Maximina. Ella prefería — Ven aquí, “Siempretiesa” —la llamó Juan—.
un vestido de fiesta, pero como aquí no hay fiestas Anda, sé buena y baja, que te vas a caer y te harás
lo único que se hace son sábanas. hamburguesas antes de tiempo.
— Bueno, adiós —se despidió Serapio.

96
— ¡Beeee! —baló la oveja en tono rebelde. Juan y su amigo Serapio no estaban dispuestos a
Juan avanzó hacia ella y la agarró por las lanas, que la oveja les tomase el pelo.
— ¡¡¡Beeee!!! —protestó la oveja muy enojada y Así que entre los dos la agarraron fuerte y tiraron
poniendo las patas más tiesas todavía. de ella; tanta fuerza hicieron que se hundieron va-
En ese momento, empezó a llover. rias tejas, se abrió un boquete en el tejado y por él
— “Siempretiesa”, ovejita mía, ven —insistía se cayeron Juan, Serapio y la oveja.
Juan—, no te resistas que te pondrás hecha una Por fortuna, fueron a parar al suelo del desván,
sopa y se te van a quedar tus preciosos vellones que estaba lleno de paja, y no se lastimaron. Pero
como pelotillas. la lluvia entraba por el agujero y amenazaba con
La lluvia arreció. Las tejas al mojarse se hicieron inundarlo todo.
resbaladizas y Serapio se resbaló. — ¡Serapio! —Pidió Juan—. Corre a casa de Seve-
— ¡Ay! —chilló—. ¡Que me escurro! riano, el que hace tejas, y dile que venga.
Juan le dio la mano. Pero Serapio lo arrastraba Serapio se apresuró a ir en busca de Severiano. Lo
con su peso. halló en su tejar, rodeado de ladrillos; tenía la cara
— ¡Que me caigo yo también! —gritó Juan. cuadrada y terrosa como un ladrillo de tantos.
Menos mal que estaba agarrado a la oveja “Siem- — Hola, Severiano. Vengo de parte de Juan.
pretiesa”, la cual hacía fuerza en contra. Se le ha roto el tejado y necesita que vayas a arre-
— Vaya, “Siempretiesa”, gracias a tu tozudez nos glárselo en seguida.
hemos salvado —dijo Juan a su oveja alpinista. — ¿Con este tiempo?
— Ella tiene la culpa de que estemos jugándonos — Bueno... Parece que deja de llover.
la vida. — Pero las tejas estarán mojadas.
— ¡¡Beeee!! —baló la oveja para demostrar que le — Las secamos con un trapito.
daba lo mismo. — ¡Qué trapito! Yo no voy.

97
— Es que le entra el agua. hará de tapón ¿Qué te parece?
— Pues que se la beba. — Pues..., a falta de tejas buenas son tinajas.
— ¿Por qué eres tan seco, Severiano? Fueron a casa de Juan y pusieron la tinaja en el
— ¿Cómo quieres que sea? Me paso la semana tejado.
haciendo ladrillos y tejas. Y el domingo me lo — Nunca te habíamos visto por aquí —dijo Sera-
paso mirando las tejas y los ladrillos que he hecho pio al hombre que vendía los botijos—. ¿De dón-
durante toda la semana. de eres?
¿Y quieres que sea simpático? No tengo gana de — ¿Yo? ¡De todas partes! Voy de pueblo en pue-
subirme al tejado y no me subiré. blo, para las fiestas.
Serapio se alejó preocupado. En ese momento, — ¿Fiestas?
oyó una voz que pregonaba: — Pero... ¿fiestas, fiestas?
— ¡Botijos! ¡Vendo botijos! — Claro, fiestas estupendas —repuso el de los bo-
Por el extremo de la calle, apareció un hombre tijos.
que no era del pueblo. Traía un burro cargado de — ¿Y qué hacen? —preguntó Serapio.
botijos, botijas y cántaros. — Pues cantan y bailan. Se lo pasan muy bien.
— ¿Quieres un botijo? —preguntó a Serapio. — ¿Cantan y bailan? —se asombró Juan.
— No... Un botijo no. ¿Tienes tejas? — Claro. Se divierten mucho.
— ¿Tejas? Yo no vendo tejas. — ¿No se aburren?
— Es que a Juan se la ha hundido el tejado y Seve- — No, siempre están alegres.
riano no quiere venir para arreglárselo. — ¿Y no trabajan?
— Tengo algo que servirá para tapar el agujero. — Claro que trabajan. Pero lo hacen con mucha
Esta gran tinaja. Puedes colocarla boca abajo y ilusión, pensando en lo que van a disfrutar luego.

98
Juan y Serapio miraban al hombre de los botijos —Oye… -Dijo Serapio- tú, que conoces tanto
como si fuera un ser mágico que les hablase de mundo, ¿no podrías hacer algo para ayudarnos?
lugares fantásticos. — Es que nos aburrimos tanto—apoyó Juan.
— ¡Cantan y bailan...! —murmuró Serapio asom- — La verdad es que me da mucha pena. Tengo
brado. unos amigos que... Si los veo, los mandaré para
— ¿Es que aquí no cantan ni bailan nunca? acá.
— Nunca —respondió Serapio. — Vuelve alguna vez por aquí —dijo Juan—. Te
— Bueno... —dijo Juan—, hace mucho tiempo compraré otra tinaja, aunque no me haga falta.
Fulgencio y Fermina bailaban algo. Pero el baile Sólo para que nos cuentes algo bueno. ¡En este
que Fulgencio bailaba era tan soso que la pierna pueblo somos tan sosos...!
se le quedó fría y tiesa. Desde entonces, es cojo. El hombre se alejó con su burro y sus botijos.
— ¿Y Fermina? Juan y su vecino se quedaron perplejos.
— El baile de Fermina era tan soso y lánguido que — Fiestas... — murmuró Juan.
empezó a aflojarse, a aflojarse y se quedó floja. — Bailar... Divertirse... —suspiró Serapio.
Casi no se sostiene, le llaman Fermina “La Floja”. — La jota... ¿Cómo se bailará la jota?
— Pues son como para que ganen un concurso — ¿Y si probáramos?
de jotas. — A lo mejor es poniendo la cabeza en el suelo y
— ¿Jotas? ¿Qué son jotas? ¿La jota no es una letra? levantando un pie —dijo Juan haciendo la prue-
—Es una letra, pero también es una música. Y un ba.
baile. La jota es muy alegre. Hace olvidar todas las — No creo. No sería divertido. Quizá se baile sen-
penas. —Dijo Serapio— tándose en el bordillo y rascándose la cabeza. —
aventuró Serapio haciendo un intento.

99
— Nosotros no somos capaces de hacer nada que — ¿Eso que hace a la gente alegre, simpática y di-
tenga gracia. vertida?
— Nuestro destino es morirnos de aburrimiento. — Eso mismo.
Resignados, se fue cada uno a su casa. — ¡Estupendo! —Exclamó Serapio—. Voy a de-
Pero no podían dejar de pensar que había lugares círselo a todo el mundo.
donde la gente se divertía y estaba contenta. Salió corriendo a dar la buena nueva, con la po-
Poco tiempo después de la visita del botijero se quísima alegría de que era capaz, después de tan-
presentaron en el pueblo un hombre y un mujer tos años de aburrimiento y desgana.
ataviados con unos trajes que los vecinos de Abu- — Nos van a enseñar a bailar la jota. Ya no sere-
rrilandia no habían visto jamás. mos un pueblo aburrido.
— Buenos días —saludaron los recién llegados—. Todos bajaron a la plaza a ver a Jera y Jero.
Venimos de parte de Bruno el vendedor de boti- — ¡Sonríen...! —comentaban—. Deben ser muy
jos. Nos llamamos Jera y Jero. felices.
— ¿Y qué quieren? — Dentro de unos días —dijo Jera— nos reunire-
— Nosotros no queremos nada. Son ustedes quie- mos para que reciban su primera lección de jotas.
nes quieren cambiar su aburridísima existencia — ¡Aprenderemos a bailar!
por otra más alegre. — ¡Sí, sí!
— ¡Ah! ¡Si eso fuera posible! — ¡Queremos bailar la jota!
— Hemos venido a ayudarles. — La bailarán, pero antes…
— ¿Son hadas, magos o algo así? Se interrumpió porque, en ese momento pasó Pe-
— No, pero cantamos y bailamos la jota. rico corriendo a todo correr.
— ¡Oh, la jota! — ¿Adónde va ese mozo? —preguntó Jera.

100
— Verás... es que hace muchos años que da vueltas — Pues le cambiaremos el nombre. Se llamará Jo-
al pueblo huyendo del aburrimiento. Pero como tilandia.
corre en círculo nunca se aleja de él. Pasa cada — ¡Jotilandia! ¡Está muy bien!
media hora, nos ahorra tener que mirar el reloj. — Pero hay que hacer algo —explicó Jero—.
— Pues díganle que venga. Que el fin del aburri- Para bailar la jota hay que tenerla — ¿Y a dónde
miento ha llegado. vamos a buscarla?
— ¡Perico! —Al jera y jero. Seguro, que todos tienen en la
— ¡Adiós, amigos! —saludó Perico, y siguió co- profesión, o en alguna cualidad, una palabra ter-
rriendo. minada en jero o jera. Allí está la jota.
— No te preocupes —dijo Serapio—. Volverá a Porque las palabras que terminan en jero y jera se
pasar dentro de media hora justa. Entonces, lo escriben con jota.
agarraremos y se lo explicaremos. — Yo tengo una granja.
Y así hicieron. — Eres granjero.
— ¡Suéltenme! —Protestó Perico—. Déjenme que — ¿Y yo? —preguntó Juan, el de las ovejas.
siga corriendo. — Tú eres ovejero.
— Pero..., ¿tú no ves que no llegas a ninguna par- — ¿Y bailaré la jota?
te? Escucha. Vamos a ser un pueblo muy feliz, — Bailarás.
muy alegre y muy jaranero. — Nosotros somos dueños de un cortijo. — Dije-
— No les creo. ron Pedro y Marta.
— Sí, sí, ya lo verás. — Son cortijero y cortijera.
— No es posible. No puede ser. Esto es Aburri- — Yo también quiero bailar —dijo Mariano—.
landia.

101
Hago espejos, luego soy... espejero. —Ajá, espeje- — Pues en la cojera —repuso Jera—. ¿Acaso no
ro tiene jero y tiene jota. ¡Y el que tiene jota baila! termina en jera? Si termina en jera tiene jota. Y
— Yo hago tejas y ladrillo —dijo Severiano—. si tiene jota baila.
Soy tejero, con jota, claro. ¡Cómo que voy a que- Fulgencio se puso muy contento. Pero Fermina
darme yo sin bailar! seguía triste.
— Yo cultivo naranjas —dijo Pedro—. Soy naran- — No estés triste, Fermina —le dijo Juan—. Tie-
jero. nes una gran flojera. Si tienes jera tienes jota. Y si
— Pues yo soy pellejero. Con jota, como pellejo. tienes jota, bailas.
— ¡Y yo soy mensajero! —Dijo Serapio dando un Todos encontraron su jota. Pues hay muchísimas
salto—, ¡Bailaré! palabras que terminan en jero y jera. Y todas, to-
— ¿Y yo qué haré? —Preguntó Silvio—. Como das, se escriben con jota.
no me dedico a nada no tengo ningún oficio que Llegó el día del baile. Estaban todos reunidos en
termine en jero... ¡pobre de mí! No podré bailar un gran corralón.
la jota. Habré de seguir dando vueltas por la calle. Sólo de pensar que iban a bailar y a cantar se sen-
— ¡Ya está! —Dijo Serapio—. Tú eres callejero, tían contentos y sus caras dejaban de estar tiesas,
porque estás mucho en la calle. duras y largas.
— ¿Vale? —preguntó Silvio. Jera y Jero llevaban un montón de pegatinas con
— Claro que vale —respondió Jero—. Si termina unas jotas enormes, para ponérselas a todos lo
en jero o jera tiene jota. Y si tiene jota baila. que tenían jero o jera.
— ¿Y cómo bailaré yo? —Preguntó Fulgencio el Allí estaban el granjero, la cortijera, el naranjero,
cojo—. ¿Dónde tengo yo la jota? el pellejero, el espejero. Un esponjero es también

102
un lugar donde se ponen esponjas. Pero como Eran unas jotas preciosas de alegres colores. Jera y
esos esponjeros no bailan, aunque tengan jota, no Jero las llevaban en un cesto y las iban colocando
iban. en la pechera de los asistentes, quienes la recibían
Estaban Fulgencio con su cojera, Fermina con su entusiasmados.
flojera, Silvio el callejero, la encajera dispuesta a Pero al llegar a Perico, éste salió corriendo.
bailar más que nadie porque tenía dos jotas: una — ¡No quiero! ¡No quiero! ¡A mí no! ¡Noooo!
en el oficio y otra en las tijeras... Había una seño- — ¿Por qué, Perico?
ra que tenía ojeras, otra muy sortijera y Manolo, — ¡No...! ¡No…!
el friolero, porque usaba un gorro con orejeras... — Ven aquí, Perico —lo llamó Jera—. Ven que te
Y el relojero y el cajero... Todos tenían un jero o ponga tu jota, que mira qué preciosa es.
jera, Y todos tenían jota. Porque el que tiene jero — ¡No! ¡No!
tiene jota, y el que tiene jota baila. — ¡Anda, nos sea testarudo! ¿Vas a ser el único
En esto apareció Bruno, el vendedor de botijos. que no tenga jota en Jotilandia?
— ¿Qué? ¿No me invitan a bailar con ustedes? — Yo no quiero jota. Y ahora mismo me voy de
— ¡Sí! ¡Sí! —gritaron todos—. Gracias a ti se aca- Jotilandia y no volveré más.
ba el aburrimiento en este pueblo. Serás nuestro Para que no lo atraparan, se escapó por un aguje-
invitado de honor. ro que había en la pared y ya se iba a ir corriendo
— Gracias. Pero soy un invitado de derecho. por el campo.
Soy botijero. Todos lo llamaron.
Se iba a iniciar el baile. Empezó a sonar la música, — ¡Perico!... ¡No te vayas!
— ¡Un momento! ¡Un momento! —Pidió Jera—. — Si no quieres la jota —dijo Jera—, no te la pon-
Primero he de colocarle a cada uno en el pecho la dré. Pero no te enojes, anda, ven con nosotros.
gran Jota de Jotilandia. ¿Qué vas a hacer por ahí?

103
Perico se detuvo y preguntó desde lejos: terminan en jero y jera se escriben con jota y bai-
— ¿Me prometes que no intentarás ponerme la lan, yo seré el único con ge y que no baile. Y por
jota? nada del mundo entraré en ese corral. Ni permiti-
— Te lo prometo. Anda, acércate. ré que me pongan una jota encima.
Perico se acercó. — Muy bien, tú eres Perico el Ligero —aceptó
— ¿De verdad no vas a intentar ponerme la jota? Jera—. Respeto tu deseo y no te pondré ninguna
— De verdad. Puedes estar tranquilo. jota. Mira, la jota que tenía preparada para ti se la
Perico se acercó, pero se seguía mostrando muy pongo al agujero por el que te has escapado, que
receloso. también termina en jero y sí es con jota.
— Anda, entra. Perico se tranquilizó al ver la jota pegada en el
— No. Entrar no, entrar no. agujero. Con un poco de temor, volvió a entrar
— Pero..., ¿por qué no quieres una jota, como to- en el corral.
dos? Habrá alguna razón. — No te preocupes, Perico —le dijo Serapio—.
— Claro que hay una razón. Yo soy Perico “El Li- Aunque todos seamos con jota, podrás vivir en-
gero”, como mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo. tre nosotros. No importa que seas el único con ge
Todos en mi familia hemos corrido mucho. Lo te- porque tienes razón. Ligero con jota sería una fal-
nemos a orgullo. Y siempre hemos llevado el apo- ta gorda de ortografía y quedaría muy feo. Tú eres
do de “ligeros”. Ligeros con ge. ¡Con ge redonda! ligero con ge porque así ha sido siempre y así será.
— Es verdad. Y no es preciso que huyas. Vas a ser la excepción
— Ligero se escribe y se escribirá siempre con ge, de una regla importantísima.
y no estoy dispuesto a que nadie me la cambie por La música empezó a sonar y todos se dispusieron
una jota, por muy alegre que sea. Si todos los que a bailar la jota. Se sentían tan felices y alegres con

104
aquella música y aquellos saltos. De pronto, el botijero, que era muy listo, tuvo una
¡Qué bonita era la jota! Se les puso la cara sonro- idea.
sada y lustrosa. Todos eran simpáticos y tenían — ¿Por qué no bailas el garrotín? Al fin y al cabo
ganas de ayudarse unos a otros. empieza con ge, aunque sea suave.
Los habitantes de Jotilandia, que nunca más vol- — ¡Sí! ¡Sí! —Aprobaron a coro—. Así no se abu-
vió a llamarse Aburrilandia, bailaron cada día rrirá y estará contento.
mejor la jota, gracias a que sus oficios terminaban Todos los habitantes de Jotilandia bailaron la jota.
en jero y jera. Porque es bien sabido que quien Menos Perico “El Ligero” que bailaba el garrotín.
tiene jero tiene jota, y quien tiene jota baila. La gran jota de Jera y Jero decía así:
Llegaron a bailarla tan bien que iban a verlos de Si vienes a Jotilandia,
todas partes. El único que no bailaba era Perico seas paisano o extranjero,
el Ligero. bailarás esta gran jota,
— Anda, Perico —le decían—, baila un poquito la jota de Jera y Jero.
con nosotros, que por eso no te va a pasar nada. La jota de Jera y Jero,
No se te va a caer la ge de ligero. si vienes a Jotilandia.
— No —se resistía Perico—. Yo con la jota no Y Perico contestaba:
quiero nada. Si pudiera bailar la ge... ¿Cómo es Ay garrotín, ay garrotán,
posible que se pueda bailar la jota y no se pueda Perico “El Ligero” no la bailará.
bailar la ge? Los habitantes de Jotilandia, además de volver-
— Pues ya ves... Así es. se alegres y fiesteros, aprendieron que todos los
— ¡Qué injusticias hay en el mundo! —se lamen- nombres de profesiones y todos los adjetivos que
taba Perico. terminan en jero y jera se escriben con jota. Me-
nos ligero.

105
Por cierto, la jota no es sólo de Aragón.
Hay jotas aragonesas, navarras, castellanas, anda-
luzas, murcianas, etc. Las más populares piezas de
Falla, de Granados de Chueca y de otros grandes
compositores de la música española, son jotas.
Las han hecho Barbieri, Sorozábal, para represen-
tar Andalucía, Madrid, Murcia.
La jota es de todos, pero hay que saber ponerla
en su sitio.
¡Ah! La palabra “jota” significa “saltar”, y por eso
los habitantes de Jotilandia nunca dejan de dar
saltos de alegría.

106
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que se escriben con


“j” todos los nombres de
profesiones y sustantivos y
adjetivos que terminen en
“jero” y “jera”
EL PASADO DE
DOÑA ABA
Rafa y Gonzalo comentaron con sus amigos la encontraba en él.
regla que les había enseñado doña Adjetivo de — Eso es pasado.
“Ava”. — Y nosotros... ¿Somos pasado?
Les fue muy útil. — Ayer sí. Hoy no.
De pronto, se acordaron de que doña Verbo de — ¿Podría explicarnos hoy lo que no nos explicó
“Aba” no les dijo qué regla era y decidieron ir al en el pasado?
parque para preguntárselo. — ¿En qué pasado? Porque hay muchos. Para que
Al final, les habían caído simpáticas aquellas da- lo entendáis, os daré un caramelo.
mas de la ortografía. Muchas cosas que, al princi- Rafa y Gonzalo se alegraron de que algo se en-
pio, parecen difíciles, luego, cuando se saben, son tendiera comiendo caramelos. El de Rafa era de
útiles y divertidas. limón y el de Gonzalo era de fresa. Se los metie-
Fueron al parque. Pero no había nadie en el ban- ron en la boca y, como eran pequeños y blandos,
co. pronto se disolvieron y desaparecieron garganta
— Vaya, nos vamos a quedar con la curiosidad. abajo.
Caminaron por un sendero y, desde lejos, vieron — ¿Y los caramelos que os di? – preguntó doña
una pamela que avanzaba entre la gente. Fueron Verbo de Aba.
tras ella y, en efecto, era doña Verbo de Ava. — Son pasado –respondieron los niños.
— Buenas tardes. — ¡Muy bien! Sois muy listos. Hace un momento
— Buenas parecen. los caramelos eran presente y, con cuatro chupa-
— ¿Cómo tan sola? Creíamos que siempre estaba das, se han convertido en pasado. Es un pasado
con su compañera. muy reciente. Ahora decidme: ¿Vuestra mamá
— Eso es pasado. comía caramelos de niña?
— Fuimos al banco donde solían sentarse y no se

109
— Claro que comía caramelos de niña. Y nuestra siglos... suponiendo que estuviesen inventados
abuela también. los caramelos. También sabemos que los verbos
— ¿Y qué son los caramelos que comían vuestra de la primera conjugación son los que terminan
madre y vuestra abuela? en “ar”, como amar... estar... cantar... bailar... con-
— Pasado también. versar... chupar...
— Pero un pasado de hace mucho tiempo, un pa- — Pero no sabemos qué significa eso de “ pretéri-
sado lejano. to imperfecto de indicativo” –confesó Gonzalo—.
— O sea - concluyó Gonzalo—, que hay pasados Lo hemos oído, pero nos parece de lo más imper-
que tienen dos minutos, otros que tienen dos fecto, puesto que no nos indica nada.
años y otros que tienen dos siglos... — Tenéis razón. Por suerte me habéis encontrado.
— Exacto. Hay que diferenciarlos para que no En ese momento, oyeron cantar a un pájaro.
haya confusiones. Para eso estoy yo, para eso es- — Está ahí, en la rama de ese árbol
tán los verbos. Según la terminación, se sabe en Corrieron hacia el árbol. Pero el ave salió volando.
qué momento sucede, ha sucedido o sucederá la — Estaba –sentenció doña Verbo de Aba –. Nos
acción. Mi especialidad es el pretérito imperfecto hallamos ante un pretérito imperfecto.
de indicativo de los verbos de la primera conju- — Pues a pesar de haberlo visto y oído, sigo sin
gación. Soy una regla de ortografía. ¿Habéis en- entender qué significa eso de pretérito imperfec-
tendido? to.
— A medias –respondió Rafa—.Sabemos lo que — ¿Y por qué es para usted tan importante?—in-
son los verbos y que se pueden comer caramelos quirió Rafa.
hace unos minutos, hace varios años o hace varios

110
— Porque yo soy una regla de ortografía muy modo. En otras lenguas, como el italiano, a este
buena y segura. Quienes me conocen, saben que tiempo le llaman “pasado próximo”.
el imperfecto de indicativo de los verbos de la pri- — Así da gusto. ¿Y no podemos llamárselo tam-
mera conjugación se escriben siempre con “be”. bién nosotros?
— Perfecto. Digo, imperfecto. — Podemos. El pájaro “cantaba” en un pasado
— Imperfecto, imperfecto —aclaró doña Aba—. próximo. Tú “chupabas” el caramelo en un pasado
El perfecto es otro. próximo. Yo “estaba” en el banco con mi compa-
— ¿Otro qué? ñera en un pasado próximo. Y tú ignorabas lo que
— Otro pasado. era el pretérito en un pasado próximo.
— Paso de pasados –dijo Gonzalo—. Distingo — ¿Y el pasado lejano?
muy bien entre el caramelo que yo chupo, el que — Para el pasado muy lejano, se dice “chupó”,
chupaba mi madre y el que chupó mi abuela. No “amó” “cantó”. Hay otros pasados. Luego, cada
hay posibilidad de que me confunda. uno los emplea como quiere. En eso no me meto.
— ¿Te has dado cuenta de que lo dices de distinto No es mi regla. Yo soy la regla de las terminacio-
modo? nes del pasado próximo, llamado imperfecto de
— Pues claro. indicativo.
— “Chupaba” —explicó doña Aba— es un preté- — O sea — concluyó Gonzalo—, que en el pasa-
rito imperfecto de la primera conjugación. Ter- do todo el mundo cantaba con “be”, contaba con
mina en “aba”, como mi noble apellido y por eso “be”, bailaba con “be”, rezaba con “be” y se equi-
se escribe con “be”. vocaba con “be”
— ¿Qué significa “pretérito”? — Si lo escribían con “be” no se equivocaban. Se
— Pretérito significa pasado. Pero como hay mu- equivocaban si lo escribían con uve.
chos pasados, a cada uno hay que llamarle de un — Pues a eso me refiero.

111
— Tomando como modelo el verbo amar, yo me segunda y tercera en “ía”, como judía. Pero eso a
cuido de que siempre se ponga una “be” bien alta mí poco me importa.
y hermosa cada vez que se escribe Yo amaba, tú — A nosotros menos – dijo Rafa.
amabas, él amaba, nosotros amábamos, vosotros — ¿Y a usted no le salen cosas de dentro del som-
amabais, ellos amaban. brero? — Preguntó Gonzalo.
— ¿Si excepciones? — Del sombrero no; pero me salen de los guantes.
— Sin excepciones. Doña verbo de Aba se quitó los guantes, los sacu-
— ¿Y las habas que nos comemos? dió y empezaron a salir habas...
— No son un verbo, pero son también con “be”. — ¡Oh, cuántas habas!
Habéis de tener mucho cuidado porque, si en vez — Un momento, un momento... Hay que lim-
de un verbo, se trata de un adjetivo, os metéis en piarlas, hay que quitarles la hache, una por una y,
el terreno de doña Adjetivo de Ava y habría un cuando hayan quedado limpias, las ponemos en
conflicto ortográfico que os llevaría la derrota, el imperfecto de los verbos.
llamada suspenso. Rafa y Gonzalo se llenaron los bolsillos de habas
— En todas partes cuecen habas. limpias, que ya no eran habas, y se fueron a bus-
— En los verbos se cuecen con “be” y en los ad- car imperfectos de indicativos. Para entenderse
jetivos se cuecen con “uve”. Conocí a un maestro mejor, le llamaron “pasado próximo”.
que decía que el imperfecto de indicativo siempre Vieron a un señor que se estaba limpiando los za-
termina en haba o en judía. patos. Cuando terminó, los niños fueron tras él y,
— ¿En judía? con mucho cuidadito, le pegaron un “aba” en la
— Los verbos de la primera conjugación hacen espalda: “limpiaba”.
el imperfecto de indicativo en “aba” y los de la

112
— Mira –dijo Gonzalo— ese perro mea al pie de ritas, flores... y otras cosas, siempre pidiendo para
un árbol. algo.
En cuanto acabó, le pusieron aba en el rabo: — ¿Para qué estáis pidiendo?
“meaba” — Nosotros no pedimos para nada.
Después vieron una señora vestida de azul que — ¿Y el haba?
daba paseos por el parque. — Es un regalo. Y recuerde que no tiene hache,
— ¿Le ponemos un “aba” en el trasero? – consul- que es un “aba”.
tó Gonzalo a su hermano. — ¿Y para qué quiero yo un “aba”, que ni siquie-
— No- dijo Rafa—. Mientras siga paseando no. ra tiene hache?
Cuando sea pretérito. — Para ponérsela cuando llegue a su casa y haya
— Entonces estará ya muy lejos. terminado de pasear y el paseo sea pasado.
— Se me ocurre una cosa – propuso Rafa –. Le — ¿Me estáis tomando el pelo?
damos el “aba” y que se la ponga ella cuando lle- — No, no. Es algo muy serio. Es gramática, es or-
gue a su casa. tografía, es una terminación de una regla muy útil
— Tenga, señora – dijo Gonzalo dándole el haba que hemos aprendido y queremos compartirla.
limpia de hache. La señora de azul, al escuchar palabras tan im-
— ¿Esto qué es? – preguntó la señora. portantes como gramática y ortografía, miró a los
— Es un haba. La verá un poco rota porque le niños con respeto e interés.
hemos quitado la hache. — Eso me gusta. Decidme qué es lo que tengo que
La señora de azul no comprendió nada. Estaba hacer con el “aba”.
acostumbrada a que le dieran pegatinas, bande- — Cuando llegue a su casa, ya no pasea, paseaba.

113
Es pasado. El pasado es lo que queda atrás. Lo sólo había aprendido, sino que habían colaborado
que queda atrás es su culo. Así que se pone el aba para que otros aprendieran.
en el culo. Ya veían a los alumnos de la señora de azul pegan-
— ¡Groseros! ¡Maleducados! – gritó la señora. do habas a todo lo que se movía.
Habría pegado con el bolso a Rafa y a Gonzalo si
no hubiera llegado doña “Aba” a calmarla.
— No se enfade, señora. No han querido ofender-
la. Les he enseñado una regla de ortografía y están
haciendo ejercicios.
Cuando doña Aba le explicó la regla de las ter-
minaciones “aba” del imperfecto de indicativo de
los verbos de la primera conjugación, a la señora
de azul sele iluminó la cara de alegría.
— ¡Estupendo! ¡Magnífico! Yo soy maestra y nun-
ca consigo que mis alumnos aprendan ortografía.
A partir de ahora, esta regla tan importante la van
a saber muy bien. Por favor, dadme todas las ha-
bas “limpias de hache” que lleváis en esa bolsa
para que las reparta en clase.
Los niños se las dieron. Doña Verbo de Aba sacu-
dió los guantes y salieron algunas más.
Rafa y Gonzalo se fueron contentos porque no

114
S APR ENDIDO
HA
É
QU
Que todos
los verbos regu-
lares terminados en
“ar”, cuando se conjugan
en pretérito imperfecto,
terminan en “aba” y se
escriben
con “b”
LA BUJÍA
DEL HEREJE
Don Filo Logo era filólogo. La filología es el estu- —Yo seré etólogo —decidió Gerardo—. Me con-
dio del lenguaje. sagraré a la etología
Todo lo que termina en “logía” significa “estudio —Yo seré enólogo —declaró Ginés—. Me encanta
de” y se escribe con “ge” redonda, como todo lo la enología
que termina en “gia” o “gio”. O casi todo. —Yo seré entomólogo. La entomología es apasio-
Don Filo Logo sabía esto y muchas cosas. Pero no nante —explicó Gonzalo.
sabía cómo meter en cintura a su hijo menor. —Yo seré etnólogo. Me fascina la etnología.
La familia de don Filo era muy loga, muy loga, es- —Yo seré biólogo, porque no hay nada más im-
tudiaba mucho y se lo pasaba muy bien, porque portante que la biología —se entusiasmó Gurria-
estudiar es divertido, es como una novela de mis- to.
terio y lo que se descubre sirve para toda la vida. —Sí, hay algo por encima de todo eso —procla-
Don Filo tenía ocho hijos: Gabriel, Gerardo, Gi- mó Gumersindo—: la teología. Yo seré teólogo.
nés, Gonzalo, Guillermo, Gurriato, Gumersindo y — ¿Y tú, Juan? —preguntó el padre a su hijo me-
Juan. No es que no conociera más nombres con nor.
“ge”, sino que no quería hacer de menos a la “jota”. — ¿Yo?
Juan era la excepción. Como Juan no había leído ni aprendido nada, ig-
Un día don Filo reunió a su prole y le dijo: noraba en qué consistían las profesiones elegidas
—Ha llegado el momento de elegir profesión. por sus hermanos, pero le sonaban a plasta fina.
Para llevar bien el apellido Logo, os tenéis que de- — Sí, tú —le invitó con amabilidad don Filo.
dicar al estudio de algo. — Pues yo quiero ser... Juan. ¿Para qué cambiar?
—Yo seré ecólogo —dijo Gabriel—. Me dedicaré — No se trata de cambiar, sino de tener una pro-
a la ecología. fesión digna de un Logo.

117
— ¿Y para qué quiero ser Logo? Con Juan me — Soy rico de palabras, hijo mío. Toda la sabidu-
basta. ría se traduce en palabras. La palabra abre puer-
— Hay que ser algo. tas, crea afectos, respeto y admiración... Pero la
— ¿Para qué? sabiduría no es una herencia que se recoge en un
— Para ganarse la vida dignamente, para ser útil a saco, se ha de ir recibiendo a lo largo de la vida.
la sociedad y para la propia satisfacción. Así lo han hecho tus hermanos. Tú aún estás a
— ¡Plasta fina! —contestó Juan, y salió corriendo tiempo.
sin querer saber más. — No tengo prisa. Tú estás todavía muy fuertote.
.............................. No quiero ser logo de nada.
Transcurrieron los años, los hermanos se dedica- — Pero algo habrá que te guste.
ron a sus profesiones y Juan seguía sin interesarse — Correr y saltar.
por nada. El padre, que era ya muy mayor, volvió — Pues prepárate para ser corredor o saltador
a plantearle: — ¿Y tendré que ir a un gimnasio? ¿Y tendré que
— Estás muy crecidito y todavía no eres nada. saltar cuando me digan? No, yo corro cuando
¿De qué vas a vivir cuando yo no esté? quiero y me paro cuando me da la gana.
— De lo que me dejes. ¿No eres rico? — La culpa la tengo yo, por haberte puesto un
— ¿Por qué crees que soy rico? nombre con “jota”, en una familia donde todos se
— Porque veo que, en todas partes, te reciben llaman con “ge”. Eres la excepción.
con honores, que te invitan a los lugares más im- — Me encanta, porque la “ge” la tengo atragan-
portantes, que hablan de ti los periódicos... Se te tada. Sobre todo si se refiere a “logía”, que quiere
abren puertas que a los más ricachones no se les decir estudiar.
abren...

118
— No todo lo que termina en “gia” quiere decir biólogo y un teólogo.
estudiar. Puesto que era Juanillo el Pillo, decidió vivir de
— Mira, hay una palabra terminada en “gia” que la pillería.
sí me gusta... ¡orgía! Y resultó que no era tan fácil. Como el hogar pa-
— El que no trabaja y vive de los demás, es un terno se había deshecho, Juanillo se encontró en
pillo. la calle sin otro patrimonio que una mochila con
—Pues seré Juanillo el Pillo. unos cuantos bocadillos y unas cervezas.
— Me quedan sólo unas monedas, un par de boca-
Los padres no duran siempre y llegó un día en que dillos resecos y una lata de cerveza caliente. ¡Vaya
los siete hermanos tuvieron que ganarse la vida. plan! Si soy un pillo que vive de los demás, debe-
Los mayores eran muy prestigiosos en sus profe- rían los demás venir a traerme cuanto necesito.
siones. Gabriel era un gran ecólogo, Gerardo un Pero nadie iba.
magnífico etólogo, Ginés un apreciado enólogo, — Lo que me pasa —reflexionó subiéndose el
Gonzalo un famoso entomólogo, Guillermo un cuello de la chaqueta de piel porque hacía frío—
reconocido etnólogo, Gurriato un apreciado ento- es que no soy un pillo colegiado, federado o lo
mólogo... y Gumersindo un respetado teólogo. que sea. Buscaré otros pillos y me daré de alta en
Juanillo el Pillo tenía idea de lo que era un ecó- la pillería oficial.
logo. Pero no entendía por qué Gabriel perdía el Vio que, en una esquina, había cuatro chavales de
tiempo analizando los males que traía tirar una su edad que no tenían pinta de ser logos de nada.
lata de cerveza en el bosque. Él tiraba todas las — Hola, colegas —les dijo—. Soy un pillo.
que quería y nunca le pasó nada malo por ello. — ¿Tú eres un pillo? —Dijo el más grandullón—
No sabía, ni le importaba, lo que hacían un etó- Pues tienes una pinta de pijo que te cagas.
logo, un enólogo, un entomólogo, un etnólogo, un — Es que me falta práctica.

119
— Nosotros te daremos un curso rápido. ¡Venga Probó en otras cosas, pero todo lo que intentaba
la chupa! requería preparación y práctica. Quiso ser tahúr
Sacaron unas navajas y le quitaron el abrigo, el re- y vivir de jugador tramposo; pero se encontró con
loj, el dinero y la mochila con los bocadillos: le que había que aprender a hacer trampas, que no es
dieron una patada en el culo y se alejaron mofán- nada fácil. Probó a ser trilero y los trileros se reían
dose de él. de él porque no sabía engañar al público. Pensó
Al poco, se le acercó un chaval con gorrilla que en apostar a las carreras de caballos... ¡y había que
le dijo: saber de caballos! Absolutamente para todo había
— ¿Cómo se te ocurre acercarte a esa panda de que “profesionalizarse”, estudiar y practicar. Así
cogoteros? Ven con nosotros, que somos profe- que desistió y pensó que, para eso, mejor ser un
sionales y hacemos negocios de categoría. logo y que lo quisieran y respetasen en todas par-
Juanillo se fue con él a una casa donde vivía con tes, como a su padre y a sus hermanos.
otros compañeros. Le dieron un plato de comida No le quedaba más remedio que recurrir a ellos.
caliente y luego le explicaron que eran una banda,
muy bien organizada, que robaba bancos. Habían Se fue a ver a Gabriel, el ecólogo, quien se alegró
perdido un elemento de la “colla” porque lo ha- de verlo.
bían metido en el “talego” y necesitaban sustituir- — ¡Juan, hermano mío! ¿Qué has hecho durante
lo. Él tenía la pinta perfecta para pasar un por un este tiempo?
cliente educado. — Ensuciar el mundo. He tirado bolsas de plás-
A Juanillo le pareció bien, pero pronto se dio tico al agua, latas vacías en el campo... y me he
cuenta de que tenía que prepararse... Vamos que, meado en las esquinas de la ciudad.
para ser chorizo hay que estudiar para chorizo. — Supongo que ya no lo haces.

120
— No. Se me han acabado las bolsas y las latas y, Fue fácil porque, en casa de Gabriel, se bebía en
como no bebo... pues no ensucio las esquinas. ¿Y vaso y había cuarto de baño.
tú qué haces? — ¿Sabes, Gabriel, que estoy orgulloso de que
— Recojo bolsas y latas, limpio esquinas y explico seas mi hermano? Lo que haces es bonito.
a las gentes los males que sobrevienen por no cui- — Quédate y estudia conmigo ecología.
dar nuestro entorno. Es muy hermosa la ecología. — Me quedaré si me dejas escribirla con “jota”.
— Pero se escribe con “ge”... ¿verdad? — ¡Qué disparate! Sería una falta espantosa.
— Claro, significa estudio de nuestro medio na- — ¿Tú no usarías una palabra que termine en
tural. “jia”, con “jota”?
— Juan estuvo a punto de contestarle que “plasta — Ni en sueños.
fina”. Pero se contuvo porque su hermano acaba- — Pues entonces, me voy. Adiós.
ba de ofrecerle un sabroso menú ecológico.
— Juan —le propuso Gabriel—, ¿Por qué no te Juan se fue a ver a Gerardo, que era etólogo.
quedas conmigo y te dedicas a la ecología? — Hola, Juan. ¿Cómo se te ha ocurrido venir a
— ¿Con “ge”? verme?
— Claro. — Porque ya va siendo hora de enterarme de lo
— Es que a mí la “ge” no me va. La “ge” no se que es la etología.
baila. La “jota” sí. — Es la ciencia que estudia el comportamiento
Al lado de Gabriel, Juan empezó a descubrir que animal y humano. Los compara y extrae conclu-
la ecología era interesante. Se propuso no tirar siones.
más latas ni más bolsas ni mearse en las esquinas.

121
— Me parece que, si comparas mi comportamien- — ¡Qué bien provisto estás! —Comentó Juan —
to con el de un animal, vas a llegar a la conclusión Te gusta soplar, ¿eh?
de que soy un cerdo. — ¿Soplar?... ¡Ah!.... No. Te equivocas. Bebo lo
— Todos tenemos impulsos que son comunes a justo, un poquito en las comidas y para celebrar
los animales inferiores. Pero el hombre posee la acontecimientos como éste.
facultad de encauzarlos bien. — ¿Y por qué tienes tantos vinos?
— Pues, mira, yo no. — Porque soy enólogo. La enología es el estudio
— Quédate conmigo. La etología la creó un sabio del vino. Bebe el que tienes en la copa y dame tu
alemán llamado Konrad Lorenz. opinión.
— ¿Y la creó con “ge”? — ¡Oh, exquisito! ¿Cómo se consigue un vino tan
— Se ha de escribir con “ge” porque significa es- bueno? Pagándolo, claro.
tudio del comportamiento. — Este vino no lo he comprado. Lo he consegui-
— ¿No podría ser con “jota”? do estudiando las cepas, cuidando el proceso...
— ¿Con “jota” una palabra que termina en “gia”? La enología es una ciencia. Quédate conmigo y la
¡Ni en sueños! conocerás.
—Pues me voy. — Me doy cuenta de que la enología es una cien-
cia muy atractiva... Pero seguro que la escribes
Fue a casa de Ginés. “ge”.
— ¡Hola, Juan, querido hermano! Pasa, pasa. — ¿Cómo quieres que la escriba?
¡Brindemos por tu llegada! — Con “jota” de Juan.
Ginés lo invito a bajar a una fresca bodega, donde — ¿Con “jota” una palabra que termina en “gia”?
había muchos toneles y botellas de vino. — A mí me gusta más.

122
— Eres un hereje. Quien se aparta de los princi- conmigo y aprenderás a conocer los insectos, a
pios, en este caso gramaticales, es un hereje. respetarlos y a protegerte de ellos cuando es ne-
— ¿Tú no usarías nunca una palabra terminada cesario.
en “jia” con “jota”? Aunque no le atraía mucho, Juan se quedó y des-
— Ni en sueños. cubrió que la vida de los insectos es complicada y
que al hombre le resulta muy útil conocerla. Pero,
Juan se dirigió a casa de Gonzalo. No lo saludó claro, entomología se escribe con “ge”, como todo
con tanta efusión como los otros hermanos por- lo que termina en “gia”, y Gonzalo le dijo que, ni
que estaba muy ocupado en su estudio mirando en sueños, escribiría él con “jota” una palabra
un bichito con una lupa. que termina en “gia”.
— Pasa, Juan, pasa. Perdona un momento, que le
estoy contando las patas a este insecto. Juan llegó a casa de Guillermo, que era etnólogo.
— ¿Y eso es tan importante? La etnología es la ciencia que estudia la raza, los
— Por supuesto. Soy entomólogo. La entomología orígenes del hombre. Le mostró muchos libros y
es la ciencia que estudia los insectos. muchos huesos.
— ¡Vaya tontería! Yo les echo insecticida y se aca- Se habría quedado con Guillermo si éste no hu-
bó. biera afirmado que una palabra terminada en
— Juan, hermano mío, si hubieras estudiado, “gia” no la escribiría con “jota” ni en sueños.
como nuestro padre te aconsejó, sabrías que los Le faltaba visitar a dos hermanos. Si eran igual de
insectos son indispensables para la vida. testarudos, tendría que volver a los caminos. La
— No sigas. Los insectos me dan asco. ¿Te gusta vida de pillo ya no le gustaba. Era bonito estudiar.
encontrarte una mosca en el café? Cuando llegó a casa de Gurriato, lo halló obser-
— El lugar de las moscas no es el café. Quédate vando algo al microscopio.

123
— Pasa, Juan, mira qué interesante lo que acabo y que, ni en sueños, estás dispuesto a escribir con
de descubrir. “jota” una palabra terminada en “gia”, signifique
Juan miró y vio unas formas raras, como un cua- lo que signifique.
dro de esos que no se sabe lo que son pero quedan — Acertaste, hermano mío querido.
bien en el pasillo. — Pues adiós, hermano mío amado.
— ¿Verdad que es una maravilla, Juan?
— Sí, es precioso. ¿Lo has hecho tú? Gumersindo se había hecho sacerdote y estudió
— Lo ha hecho la naturaleza. Pero yo he descu- teología. “Teo” significa “Dios”. Por tanto, se de-
bierto algo que puede ayudar al ser humano. ¡No dicaba al estudio de Dios. Gumersindo le invitó
hay nada como la biología! a quedarse en su casa sin pedirle que estudiara
— ¿Y qué es la biología? teología.
— ¡Pobre hermano mío! Si hubieras estudiado, Juan no hizo la prueba de la “jota” porque ya no
sabrías que la biología es el estudio de la vida. le quedaban casas a donde ir.
— ¿De la vida? ¿Y hay que mirar por ese tubo para Llevaba muchos meses con Gumersindo y empe-
ver la vida? Yo la vida la conozco de toda la vida. zó a sentir vergüenza de vivir sin hacer nada y a
— No entiendes. Cuando una vida es muy peque- costa de otro. Ya no le gustaba ser pillo. Pensaba
ñita, ¿sabes cómo se llama? en sus hermanos, en lo bien que lo pasaban in-
— Una birria de vida. vestigando, siendo útiles a la sociedad y viviendo
— ¡Cuánto tienes que aprender! queridos y respetados. Le apetecía volver a verlos,
— Me gustaría estudiar biología, pero me temo pero tenía que presentarse con la cabeza muy alta,
que serás tan cabezota como los demás hermanos es decir, con la “jota” muy alta. Había de llevar a

124
cada uno de ellos una palabra en “jia”, con “jota”. to para no asustar al mochuelo. Pareció que iba
Y la aceptarían.... ¡en sueños! a posarse en el púlpito... pero no tenía vocación
La primera noche soñó con Gabriel. Como se ha- de predicador. Luego, revoloteó cerca del coro...
llaba obsesionado con que el mundo estaba su- Tampoco. No le gustaba cantar.
cio, lo vio limpiándolo. Había comenzado por las Aquella catedral, como otras muchas, tenía plan-
meadas de las esquinas. ¡Qué manchas tan asque- ta de cruz latina: una nave larga cruzada por otra
rosas! ¡Cómo habrá gente tan marrana! Por más más corta, que forma los brazos de la cruz. Gerar-
que frotaba, la mancha no se iba. Entonces, se fue do había visto muchas catedrales así, pero el mo-
a buscar una botella en la que ponía “lejía”. chuelo parecía no haber visto ninguna y volaba
¡Lejía! en todas direcciones para enterarse. En vista de
Gabriel había utilizado una palabra en “jia” con que el mochuelo no descansaba, Gerardo decidió
“jota”. No significaba estudio de nada, porque eso descansar y se sentó en un banco.
es siempre con “ge” y no hay que molestarse en En el centro de la catedral, donde se cruzaban
buscar excepciones. Pero, entre las demás, puede ambas naves, había una reja... ¡y allí se posó el
haber alguna. Como sus hermanos, sólo pensa- mochuelo! Gerardo exclamó:
ban en el estudio, no se habían fijado en ellas. — ¡En la crujía! ¡El mochuelo ha elegido la crujía!
A la noche siguiente, soñó con Gerardo el etólo- La crujía es el lugar donde coinciden las naves de
go. Estudiaba el comportamiento de un mochuelo una iglesia. También puede ser de un hospital... o
que se había metido en una catedral. de otro sitio.
— ¿Qué hará? —Se preguntaba— ¿Qué sitio ele- ¡Crujía!
girá para posarse? Juan tenía una palabra terminada en “jia”, con
La iglesia estaba vacía. Gerardo se quedó quie- “jota”, que Gerardo había utilizado.

125
La tercera noche le tocaba soñar con Ginés. Se ha- Los tres insectos salieron volando. Uno de ellos
llaba en su bodega cuando, de pronto, se fue la co- picó a Guillermo en la mano. Otro picó a Gurria-
rriente y se quedó sin luz. Si daba un paso podía to en un pie y el tercero picó a Gonzalo en la me-
romperse las narices contra una barrica. jilla. Cayeron sentados en sendas butacas y empe-
— ¡Juan! —Gritó— ¡Juan, trae una bujía, que me zaron a sentir que su cuerpo se paralizaba. Pero
he quedado a oscuras! cada uno de un modo diferente. Gonzalo había
— Juan tomó una vela, bajó a la bodega y alumbró quedado inmóvil de cintura para abajo. Gurriato
a Ginés para que pudiera subir la escalera. perdió la movilidad de todo el cuerpo y sólo le
¡Bujía! quedó sana la cabeza. Guillermo se vio paralizado
En su sueño, Ginés había empleado una palabra del lado derecho. Los tres podían pensar y hablar.
terminada en “jia” con “jota”. — No os preocupéis —dijo Gonzalo — En aquel
armario, hay antídotos que nos curarán.
Para abreviar, Juan soñó que Guillermo y Gurria- — ¿Y cómo llegamos a él, si no podemos mover-
to habían ido a ver a Gonzalo, el cual se encon- nos? —Preguntó Gurriato — Yo sufro tetraplejía,
traba en su estudio mirando insectos con la lupa. que es la paralización de todo el cuerpo. Guiller-
— ¡Cuidado! —les advertí—. En esa caja hay tres mo, al menos, puede mover un brazo, porque su-
insectos muy peligrosos, cuya picadura deja pa- fre hemiplejía, y tú, Gonzalo, puedes mover los
ralizado. dos porque padeces paraplejía.
— ¿Dónde? — Sabemos muy bien cómo se llaman nuestros
— Ahí... ¡Cuidado! ¡¡Cuidado!! males. Lo que no sabemos es cómo llegar al arma-
¡¡Paf!! rio —repuso Gurriato.

126
— Pensemos —aconsejó Gonzalo. “crujía”. Además de que hay “crujía” del verbo
— Pues yo —dijo Guillermo —, en lugar de pen- “crujir”, como hay “tejía”, del verbo “tejer”. Para
sar, voy a estirar el brazo que tengo sano, a ver si ti, Ginés, tengo dos excepciones. Te habrías que-
llego al teléfono. dado en tu bodega si yo no te hubiese llevado una
Le costó mucho, pero lo consiguió. “bujía”.
— ¡Juan, hermano nuestro, ven en seguida! — Cierto. ¿Y la otra?
Juan llegó de inmediato, abrió el armario y sacó — Me llamaste “hereje”... y no te paraste a pensar
tres frasquitos. Dio a Gurriato el que ponía “tetra- que “herejía” es con “jota” de Juan.
plejia”, a Gonzalo le decía “paraplejia” y a Guiller- Acuérdate siempre de la “bujía” del hereje.
mo el que rezaba “hemiplejia”. Bebieron los antí- — ¡Qué despistado soy!
dotos... y se levantaron sanos y contentos. — Vosotros, hasta que os picó el insecto, no os
¡Hemiplejia!.... ¡Paraplejia!... ¡Tetraplejia! fijasteis en que “hemiplejia”, o hemiplejía, que se
Juan ya tenía una palabra para cada uno. No ne- puede escribir con tilde o sin ella, lo mismo que
cesitó soñar más. A la mañana, siguiente, pidió a “paraplejia” y “tetraplejia”, eran con jota. ¡Lo ha-
Gumersindo que lo acompañara a ver a sus her- bías escrito bien en los frascos y no te habías dado
manos. Cuando los ocho estuvieron reunidos, cuenta!
Juan les dijo: — Es que la buena ortografía está en el subcons-
— Queridos hermanos, sois muy sabios, y por ciente.
tanto muy distraídos. Sólo pensáis en el estudio. — ¿Y conmigo no has soñado? —preguntó Gu-
Juan les relató sus sueños. mersindo, el teólogo.
— Tú, Gabriel, has utilizado “lejía”. Tú, Gerardo, — No hizo falta. Sé que tu deseo es que te hagan
observaste que el mochuelo se había posado en canónigo. Tu sueño es obtener una “canonjía”.

127
— Nos sorprende, Juan, que sepas tanto.
— He estudiado por mi cuenta. Sin saber no se
puede vivir. Estudiar es bonito... ¡y mucho más
fácil que ser pillo!

128
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que las palabras termi-


nadas en “gía” se escriben
con “g”
LOS TRES BOLSILLOS
DE PEPE
El señor de las Palabras pensó que hacía mucho Con gran dificultad, se recompuso y volvió a ser
tiempo que no veía a sus amigos Adrián y Pepe. libro; pero no pudo salir del cubo, que estaba muy
Como el Señor de las Palabras es el Diccionario, bien tapado. Al poco rato, alguien lo abrió. Era
arremolinó las hojas y se puso en pie... Pero no Juan Carlos, el papá de Adrián y de Pepe, que
encontró a nadie. había estado comiendo pistachos y traía un pla-
Antes de que pudiera volverse libro, se abrió la to lleno de cáscaras. Al levantar la tapa, vio que
puerta de la habitación, entró una fuerte corriente había un libro dentro.
de aire y las hojas se esparcieron por el suelo. — ¿Qué es esto? ¿Quién ha tirado un libro a la
— ¡Oh! —Exclamó la mamá de Adrián y de Pepe basura? ¡Oh, si es el Diccionario!
— ¡Cómo han dejado el cuarto estos niños! Lo sacó, lo sacudió y lo puso en la estantería.
Cogió una escoba, barrió los papeles, los tiró al
cubo de la basura sobre un montón de cabezas de Cuando Adrián y Pepe regresaron de montar en
gambas y tapó el cubo. bicicleta, se plantearon:
El pobre Señor de las Palabras se quedó atrapado. — ¿A qué jugamos?
Soltó todas las palabras gruesas y feas que hay en — A algo tranquilo —decidió Adrián— que ya
el diccionario. Son muchas, pero se han de usar hemos pedaleado mucho.
en el momento adecuado, porque si las usas a to- — ¿Por qué no llamamos al Señor de las Pala-
das horas, ya no son gruesas ni feas ni impresio- bras? —propuso Pepe.
nan nadie. Cualquiera habría soltado palabrotas — Sí, vamos a llamarlo.
si lo encerraran en el cubo de la basura. Colocaron el Diccionario en el centro de la ha-
—Bueno —pensó el Señor de las Palabras— ya he bitación y esperaron a que se arremolinaran las
dicho unas cuantas veces lo que diría cualquier hojas.
tipo vulgar y sin recursos.

131
El Diccionario se entreabrió, asomó la punta de — ¡Señor de las Palabras! ¿Por qué estás ahí?
una hoja y, con voz apagada y tímida preguntó: — Me guardó vuestra mamá para que no me mo-
— ¿Está bien cerrada la puerta? jara si llovía.
— Sí. ¿Qué te pasa? — ¡Cuánto te hemos buscado! ¡Qué alegría en-
Pepe se acercó al libro y exclamó: contrarte! —Dijo Adrián— Ya no hueles a gam-
— ¡Uff! ¡Cómo hueles a gambas! bas ¿Te encuentras bien?
—Es que he estado en el cubo de la basura. — Muy bien. Me voy, que es muy tarde.
Adrián y Pepe limpiaron el Diccionario y lo pu- — Quédate con nosotros —pidió Pepe— .Maña-
sieron en la terraza para que se le fuera el mal na es mi cumpleaños.
olor. Al poco llegó la mamá. — Lo sé. Te he dejado un regalo.
—Ya se han dejado un libro en la terraza. Les — ¿Dónde?
tengo dicho que no lo hagan porque, si llueve, se — Ya lo descubrirás. Buenas noches.
moja. Lo guardaré donde esté a salvo.
Adrián y Pepe se pasaron el día buscando a su Al día siguiente, Pepe rebuscó en el armario, pero
amigo. Llegó la noche y se acostaron sin haberlo no halló nada.
encontrado. — No hay regalo —murmuró Pepe desilusiona-
Acababan de meterse en la cama cuando sintie- do— Era mentira.
ron un ruidito dentro del armario. — El Diccionario nunca dice mentiras.
—Debe ser nuestro perrito que se ha quedado ahí — Pues aquí lo único que hay es un tornillo. Se
dentro. Se mete en todas partes. Vamos a abrirle. habrá caído de alguna parte. ¿Crees que un torni-
Al abrir la puerta del armario, apareció el Señor llo viejo puede ser un regalo de cumpleaños.
de las Palabras. —Tal vez. El Señor de las Palabras es algo raro.

132
—Pues prepárate porque, cuando sea el tuyo, te ¿Para qué quiero yo esto?
regalará una chapa de gaseosa.
Adrián y Pepe se vistieron y se fueron al colegio. Al regresar a casa, Pepe volvió a inspeccionar
Pepe llevó caramelos para obsequiar a sus ami- sus bolsillos. Uno seguía lleno de “jotas”, otro de
gos. Cuando metió la mano en el bolsillo de la ca- “uves” y el tercero de “yes griegas”. Decidió guar-
misa para darle uno a una compañera, en lugar de darlas todas en una caja. Pero, por muchas que
caramelo encontró una “jota”. sacara de los bolsillos, nunca los vaciaba.
— ¿Qué es esto? — ¡Ah! ¡Ya sé! Es un juego de magia para que me
Como la camisa tenía tres bolsillos, buscó en otro. divierta.
Salió una “uve”. — No es un juego de magia —dijo el Señor de las
— He vuelto a equivocarme —se disculpó Pepe. Palabras, que acababa de ponerse en pie—. Es una
Introdujo la mano en el tercer bolsillo y sacó una regla de ortografía. Más bien tres reglas de orto-
“y griega” grafía muy semejantes.
— ¿Dónde están los caramelos? — ¡Ah! Pues muchas gracias —respondió Pepe.
— Aquí —respondió Adrián mostrando una bol- — ¿Te gusta mi regalo?
sa —. Los llevaba yo en mi mochila. — Pues así... a primera vista, no me entusiasma.
Pepe inspeccionó sus tres bolsillos y vio que uno Te lo agradezco mucho, pero... la verdad... no sé.
estaba lleno de “jotas”, otro de “uves” y del terce- — Para eso te lo he dado, para que sepas algo muy
ro salía una “y griega” detrás de otra. importante.
— No entiendo nada —dijo. — A mí me gusta saber. Es muy bonito, pero, por
— ¡Ya sé! —Exclamó Adrián— Es el regalo que te mi cumpleaños, prefiero juguetes y una buena
ha hecho el Señor de las Palabras. merienda.
— Pues no es mucho mejor que un tornillo viejo.

133
— ¿Con jamón? — Sí, mañana jugaremos con él. Ahora duérmete.
— Sí. — ¡Oh! Y este mecano.
— ¿Con helado de vainilla? — Mañana construiremos. Tengo mucho sueño.
— Sí. — Fíjate en este coche.
— ¿Con yogur? Adrián no respondió porque se había quedado
— Sí. dormido. Pepe seguía mirando los juguetes.
— Pues ahí tienes la “jota” de jamón, la “uve” de — ¿Y este pitufo? ¿Quién me ha traído este pitu-
vainilla y la “y griega” de yogur. fo? —Se dijo al descubrir un muñeco que llevaba
Antes de que Pepe pudiera preguntar nada, el un gorrito puntiagudo y unos zapatos de puntera
Señor de las Palabras se hizo libro — ¡Pues qué enroscada — Pero... los pitufos son azules... y éste
bien! —Murmuró Pepe — Me haré un bocadillo es sonrosado... Bueno, será un pitufo rosa.... No
de “jotas” y me comeré las “uves” y las “yes” a recuerdo quién me lo ha regalado. Tampoco re-
cucharaditas. ¡Y yo que creía que el jamón venía cuerdo haberlo visto esta tarde.
con la jota puesta! Fue a coger el muñeco y, en ese instante, el enani-
to saltó de la mesa donde estaba y comenzó a dar
Pepe no tuvo que comer letras porque sus padres volteretas.
le compraron una hermosa tarta. Recibió muchos — ¡Oh, se mueve! ¿Funcionará con cuerda o con
regalos. Casi no cabían en su habitación. pilas?
Por la noche, antes de dormirse, se puso a con- Lo cogió y comenzó a investigar.
templarlos. — ¡Que me haces cosquillas! —protestó el duen-
— Mira, Adrián, qué bonito es el tren que me ha decillo.
regalado papá.

134
— ¡Oh, habla! Pero... ¿dónde tiene las pilas? —se — Sí, claro.
dijo mientras le retiraba la ropa. — Si es con uve, como prever, todos los tiempos
— No me bajes los pantalones, que soy muy ver- se escriben como el infinitivo: preví, previó, pre-
gonzoso. vimos...
— Sólo quiero ver dónde tienes las pilas. — Claro.
— No tengo pilas. Soy un regalo, pero no soy un — Si es con jota, como tejer, pues todos los tiem-
juguete. pos con jota: tejí, tejió, tejemos...
— ¿No? ¿Pues quién eres? — Si es con ge, como coger, pues todos los tiem-
— Soy el duende de los verbos. Vengo de parte del pos con ge, como cogeré, cogerás...
Señor de las Palabras. — Si es con elle, como callar, pues todos los tiem-
— Yo sé mucho de verbos. Los usaba antes de sa- pos con elle: callé... callaremos...callaron...
ber que existían. Y los usaba bien. — Eso lo sabe cualquiera.
— A todos les pasa. Lo difícil es escribirlos bien. — Sí, sí... ¿Pero qué pasa cuando aparece ese so-
Por eso el Señor de las Palabras te ha hecho un nido y en el infinitivo del verbo no hay ni “be”
regalo para que nunca tengas problemas, porque ni “uve”, ni “ge” ni “jota”, ni “elle” ni “y grie-
yo, que soy un duende muy travieso, me divierto ga”? ¿Qué haces con verbos como “caer”... “oír”...
al ver que las gentes no conocen el truco de los “leer”... “tener”... “contener”... “estar”...?
verbos. — ¿Cuál es la solución?
— ¿Qué truco? — La tienes en el bolsillo.
— Vosotros sabéis que si el verbo trabajar es con — ¿En el bolsillo? ...¡Los bolsillos!... ¡Los tres bol-
b, todos los tiempos serán con b: trabajo, trabaja- sillos! El Señor de las Palabras me dejó las letras
mos, trabajaré, trabajaría... que hay que poner cuando en el infinitivo del

135
verbo no está la que me hace falta. Si, del verbo — ¿Hay más excepciones?
“caer”, yo tengo que escribir “cayó”, saco una “y — Tampoco se te ocurra sacar una “uve” de tu
griega” del bolsillo y la coloco. bolsillo cuando te encuentres “iba”, del verbo “ir”.
— Acertaste. Cuando en el infinitivo no existe ni Aunque “ir” no tenga “be” ni “uve” en el infiniti-
“elle” ni “y griega”, es siempre con “y griega” de vo, “iba” es con “be”.
yogur. — ¿Sabes que es estupendo el regalo que me ha
— ¿Y si no tiene ni “ge” ni “jota”? hecho el señor de las palabras?
— Siempre con “jota” de jamón. — Pero debes compartirlo con tu hermano y con
— Y, si no tienen ni “be” ni “uve”, ¿es siempre con tus compañeros.
“uve”?
— Casi siempre. Al día siguiente, por la mañana, Adrián, que em-
— Ya me estás fastidiando con el “casi.” pezaba a poner en práctica el truco del duendeci-
— Diré siempre... menos... llo de los verbos, le dijo a Pepe:
— ¿Menos qué? ¿Cuál es la excepción? — Dame una “uve” de tu bolsillo.
— Le excepción es una regla. ¿Conoces a doña — ¿Para qué?
Verbo de Aba? — ¿Recuerdas que el Señor de las Palabras nos
— Sí, es amiga de mis primos. Gracias a ella, sa- dijo que, para hablar bien, debemos “ver” escritas
bemos que se escriben con “be” las terminaciones en nuestra cabeza las palabras que decimos?
“aba” del imperfecto de indicativo de los verbos — Sí.
de la primera conjugación. — Pues necesito la “uve” para escribir en mi ca-
— Pues ya está. Esa es una excepción. No saques beza “vamos” al colegio. Porque, en el verbo “ir”
ninguna “uve” del bolsillo cuando te encuentres la “be” es sólo para “iba”.
ese tiempo. — Te daré una “uve” y una “y griega”.

136
— ¿Para qué? — Toma.
— Para que “vayamos”. — Pepe, dame una “uve”, que tengo que escribir
Es verdad, “vayamos”. Si tú no tuvieras esas letras “contuvieron”, del verbo “contener”, que no tiene
en tus bolsillos, ¿de dónde las habríamos sacado? “be” ni “uve” en el infinitivo. Te regalo este hela-
— ¿Has dicho “tuvieras”. Pues voy a sacar otra do de vainilla.
“uve” del bolsillo, porque en el verbo “tener” no — Aquí tienes.
veo que haya ninguna. — Pepe, dame una jota para “dijeron”, que el ver-
— “Haya”. Hemos de coger una “y griega” para bo “decir” no tiene “ge” ni “jota” en el infinitivo.
poner “haya”. El verbo haber no la tiene. Los niños tomaron la costumbre de regalar a Pepe
— Ni tuvo nunca. Y para escribir “tuvo”... ¡otra jamón, yogur y helado de vainilla. Llegó un mo-
“uve” que he de sacar del bolsillo! mento en que no le cabían en la nevera y rogó
que no le llevasen más, pues ya no necesitaban
Los compañeros del colegio no dejaban de pedir recordar que las letras de los bolsillos eran la
letras a Pepe cuando necesitaban escribir tiempos “jota”, la “uve” y la “y griega”.
de verbos en los que esas letras no aparecían en el Los compañeros seguían pidiendo:
infinitivo. — Pepe, dame una “y griega” para “cayó”, que el
— Pepe, dame una jota, que en el verbo traer infinitivo del verbo “caer” no tiene “elle” ni “ y
no hay ninguna y necesito escribir “yo traje”. En griega”.
agradecimiento, te doy una loncha de jamón. — Y a mí otra para escribir “construyó”. El verbo
— Toma. construir tampoco tienen “elle” ni “y griega”.
— Pepe, yo te cambio este yogur por una “y grie- — Pepe, necesito una “y griega” para escribir “oyó”,
ga” para escribir “haya”, del verbo “haber”. que el verbo “oír” no tiene “elle” ni “y griega”.

137
— Pepe, necesito una “jota” para escribir “atraje”
y en el verbo “atraer” no hay “jota” ni “ge”.

Pepe se convirtió en el personaje más popular del


colegio gracias a sus bolsillos.
Entre todos, hicieron tres cartelones que les ser-
vían de ejemplo.

138
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que los verbos en infini-


tivo no tienen “b” ni “uve”,
“j” ni “g”, “ll” ni “y”
OLIVIA Y LAS
HERMANAS BIS
Olivia era una niña muy guapa, pero estaba un nerme con palabras de niños. Las palabras de las
poco aburrida porque no tenía con quién jugar. personas mayores son muy grandes.
Sus primos vivían muy lejos. Su papá, Álvaro, y — No son grandes, son nuevas. Si no comes pala-
su mamá, Cristina, inventaban entretenimientos, bras nuevas, no te alimentas bien.
le compraban juguetes y le contaban historias. Le — ¿Las palabras se comen?
gustaban mucho, pero al cabo de un rato, se can- — Claro, se comen por el oído.
saba. Ella quería jugar con otros niños. — ¡Es verdad! Yo trago muchas palabras por el
Un día, llamaron a la puerta. Cristina abrió. Era oído, pero algunas no las mastico bien. Como la
una niña con dos coletas rematadas con lazos oreja no tiene dientes...
rosa. Llevaba un zapato en la mano, también rosa. — No hay que masticarlas. Hay que pensarlas.
— ¿Está Olivia? —preguntó. — Será eso. No me has dicho cómo te llamas.
— ¿Quién eres? — Me llamo Bi Bis Biz
— Me llamo Bi y vengo de parte del Señor de las — ¿Bi Bis Biz?
Palabras para jugar con Olivia. — ¿Qué tiene de raro? Me llamo Bi de nombre,
— Pasa —la invitó Cristina. Bis por mi padre y Biz por mi madre. Como todo
Bi pasó a la habitación donde estaba Olivia dibu- el mundo. Un nombre y dos apellidos
jando gatos y perros en un cuaderno. — Sí, pero muy poco corrientes.
— Hola, Olivia —la saludó Bi—. He venido a — No creas. Se dan a pares.
jugar contigo. Me envía el Señor de las Palabras — No conozco a nadie que se llame Bi.
para que no te aburras nunca. Dice que habiendo — En realidad, me llamo Bibiana. Pero con Bi
palabras, ningún niño puede aburrirse. tengo suficiente. ¿A qué jugamos?
— Sí –respondió Olivia—, pero yo quiero entrete- — A lo que tú quieras.

142
Al día siguiente, volvieron a llamar a la puerta. — ¿Tu hermana?
Abrió Álvaro. Era una niña con dos coletas rema- — Sí. Nos divertimos confundiendo a la gente.
tadas con lazos blancos. Llevaba un zapato en la Somos exactamente iguales.
mano, también blanco. — ¿Cómo te llamas?
— ¡Hola! —Dijo Álvaro— Soy el papá de Olivia. — Me llamo Bi.
Supongo que tú eres su amiga Bi, que estuviste — ¿Las dos os llamáis Bi?
ayer aquí. Me ha hablado mucho de ti. — Sí. Bi Bis Biz.
— ¿De mí? ¿Aquí? ¿Ayer? Yo no he estado nunca — Pues...bueno.
aquí. — Las dos nos llamamos Bibiana y nos llaman Bi
— ¿No eres Bi? porque somos dos y bi significa “dos”.
—Sí, ya he dicho que me llamo Bi. Me envía el Se- — Pues mis primas Carmen y Marta también son
ñor de las Palabras. Dice que ningún niño puede dos y no se llaman Bi. Se llaman Carmen y Marta,
aburrirse si se aficiona a jugar a las palabras. que es mucho más bonito.
Olivia salió a recibirla. — Será más bonito pero no sirve para nada.
— ¡Hola, Bi! Ayer lo pasé muy bien contigo. — Sirve para llamarse. Yo me llamo Olivia y no
— ¿Conmigo? Es la primera vez que visito esta sabes lo cómodo que resulta para que me llamen
casa. Vengo de parte del Señor de las Palabras. a la hora de comer.
— Ya me lo dijiste. — Pero es que nosotras somos una regla de orto-
— Yo no te he dicho nada porque no he estado grafía y servimos para escribir bien, que es una
nunca aquí. de las cosas más importantes. No todo el mundo
— Sí estuviste. puede ser regla de ortografía.
— No estuve. La que estuvo fue mi hermana.

143
— Pues yo refiero ser una niña normal. Porque — Eso demuestra que somos iguales pero somos
vosotras sois un poquito raras. Ya me explicarás dos.
por qué lleváis un zapato en la mano. — Pues mis primas son dos y no llevan un zapato
— Te lo explicaré cuando sea el momento. Por en la mano.
cierto... ¿No ves nada especial en mi zapato? — ¡Otra vez con tus primas! Ellas no son una re-
— Ver... no veo nada, pero imagino que tendrá gla de ortografía. No se llaman Bi Biz Biz. Noso-
arena dentro y vas a sacudirlo. tras nos llamamos Bibiana Rosa y Bibiana Blanca.
— No tiene arena —respondió Bi sacudiendo el Pero nos conocen por Bi Bis Biz porque “bi”, “bis”
zapato para demostrar que no había nada en su y “biz” significan “dos”.
interior. — ¿Y dónde está la regla?
— Pues será que te aprieta. — En la “be”. Somos una regla de la “be”. Porque
— No me aprieta. ¿Te has fijado bien en mi zapa- todo lo que empieza por “bi”, “bis” o “biz”, signi-
to? ficando “dos”, se escribe con “be”.
Olivia abrió mucho los ojos y estuvo un rato ob- — ¿Sin excepciones?
servando el zapato de Bi Bis Biz. Pero no descu- — Las excepciones serían aquellas palabras que
brió nada de particular. no significan “dos”.
— Mi zapato es blanco. — Y vosotras os llamáis Bi Bis Biz porque sois
— Sí... ¿y qué? dos.
— Que el de mi hermana es rosa. — Eso.
— Es verdad. El zapato de tu hermana era rosa. El — ¿O porque significáis “dos”?
que llevaba en la mano. Porque en los pies calzaba — La dos cosas.
botines verdes, igual que tú. — Pesaditas con el dos. Me parece a mí.

144
— Es nuestra misión en la vida. Bibiana Rosa tomó una tiza e hizo una raya en el
—Pues seréis dos, pero yo veo siempre una. Que suelo, dividiendo la habitación en dos partes.
cambiar el color de los lazos y del zapato es muy — En este lado ponemos las palabras que signi-
sencillo. fican “dos” y se escriben con “B” de Bibiana. Y
—Esta tarde vendremos la dos. en este otro lado, las que no significan dos y se
escriben...
Tal como había prometido Bibiana Blanca, a la —...con uve —concluyó Olivia.
tarde se presentó acompañada de su hermana Bi- — ¡¡¡NOOOO!!! —Replicaron a un tiempo las
biana Rosa. Olivia las contempló asombrada. hermanas Bis —No se escriben con uve.
— La verdad es que sois lo más “bi” “biz” “biz” — Entonces... ¿qué birria de regla representáis
que he visto en mi vida. vosotras? Si las que significan “dos” se escriben
— Ya podemos empezar a jugar. con “be” y las otras también... ¿a qué me molesto
— Antes tenéis que explicarme por qué lleváis un yo en aprender?
zapato en la mano. — Las que significan “dos” se escriben siempre
— Es nuestro emblema. El zapato representa lo con “be”. Las que no significan dos se escriben
“bis”. como les dé la gana. Unas con “be” y otras con
— Pero sólo lleváis uno. “uve”.
— Llevamos dos. Uno cada una. — ¿Y cómo las distingo?
— ¿Por qué en la mano? — Eso ya no es regla nuestra. Nosotras sólo nos
— Porque si lo lleváramos en los pies, no llamaría la cuidamos de bi, bis, biz.
atención. Y nosotras queremos llamar la atención — Bueno —aceptó Olivia—. ¿Y ahora qué hace-
sobre la regla de ortografía que representamos. mos?

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— Ahora, llamamos al Señor de las Palabras, que — Basta, basta —intervinieron a dúo las herma-
es el diccionario puesto en pie. nas Bis—. El Señor de las Palabras es muy espe-
No había terminado de decirlo, cuando se formó cial. Y lo necesitamos para nuestro juego. Él solta-
un remolino de aire en la habitación. rá palabras que empiecen por “bi”, “bis” o “biz” y
— ¡Oh! —Exclamó Olivia— Alguien ha abierto tú tienes que ponerlas en el lado que corresponda.
una ventana y hay corriente. — ¿Y cuál es el lado que corresponde a cada una?
— No es eso —explicaron las hermanas Bis —. Es Bibiana Rosa puso en un lado un pliego de papel
que ha llegado el Señor de las Palabras. verde y el otro un pliego de papel rojo.
El remolino fue amainando y el Señor de las Pala- — En el lago verde, ponemos las palabras que em-
bras apareció en el centro de la estancia. piezan por “bi”, “bis” o “biz” y significan “dos”.
— Hola, Señor de las Palabras —saludó Olivia— Y en el lado rojo, las palabras que no significan
.Había oído hablar de ti, pero no te creía tan raro. “dos” y se escriben como les toque, que eso a no-
— Hay personas muy desafortunadas que en- sotras no nos incumbe.
cuentran raro un libro porque en sus casas no los El Señor de las Palabras dio una vuelta como si
han visto. bailara sevillanas, sonó un campanilleo y, en el
— ¡Señor raro, porque eres muy raro! —Protestó centro de la habitación, apareció una palabra:
Olivia— En mi casa hay muchos libros. Pero tú BISÍLABA
no eres un libro, eres un señor hecho con hojas — ¡Al lado verde! —dijo Olivia.
de libro. — ¿Por qué? —preguntó Bibiana Blanca.
— Bueno, reconozco que no todos los libros se — Porque sí, porque yo la he visto escrita en un
ponen en pie. libro y estaba con “be”.

146
— En los libros se aprende mucho, pero no se este juego no me gusta. ¡Me voy a mi casa! ¡Ah,
aprenden las reglas... No se aprende “nuestra” re- que en mi casa ya estoy! Bueno pues jugamos al
gla. Si no la hubieras visto escrita, o no te acorda- parchís.
ras, ¿cómo la escribirías? — Calma —pidió el Señor de las Palabras —, re-
— Con “be”, claro. conozco que somos un poco exagerados... pero
— ¿Por qué? no puedo soportar el desinterés por el lenguaje.
—Porque es con “be”. Perdona. Es urgente que sepas lo que significa
— Confiesa que no sabes la regla. “bisílaba”
— La regla sí la sé. Con lo pesadas que sois... Lo Las hermanas “Bis” explicaron a coro:
que no sé es lo que significa “bisílaba”. — Se llama bisílaba una palabra que tiene DOS
Las hermanas “Bis” se tiraron al suelo y empeza- sílabas. Por eso se escribe con “be”.
ron a patalear. El Señor de las Palabras comenzó — Luego tenía yo razón —dijo Olivia—. ¿A qué
a llorar, se le mojaron las hojas y comenzaron a tanto alboroto?
desteñirse las letras. — No te sabes la regla. Y, sin saber la regla, no se
Olivia se asustó. puede jugar. Todo juego tienes sus reglas. ¿Segui-
— ¿Qué pasa? ¿Qué habéis visto? mos?
— Hemos visto... —dijeron con voz entrecorta- — Bueno, pero sin aspavientos.
da— una niña que ha leído una palabra y no ha El Señor de las Palabras volvió a dar otra vuelta
preguntado lo que significa. ¡Qué pena! por sevillanas, sonaros cascabeles y apareció la
— ¡Qué tristeza para todos! palabra
— ¡Qué desastre para la cultura! “BISNIETO”.
— ¿Sabéis una cosa? —Planteó Olivia — Que a mí — ¿Sabes lo que significa?

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— ¿Prometéis no llorar ni patalear? El Señor de las Palabras iba a dar una vueltecita
— Lo prometemos. serrana cuando Olivia le interrumpió:
— Pues tengo idea, pero... Me parece que es un — ¡Espera! ¡Espera, Señor de las Palabras! Ahó-
nieto... pero más pequeño. Doña Ramira tiene un rrate la sacudida. Esta vez la palabra la pongo yo.
bisnieto. Es muy pequeño. — Está bien. ¿Qué palabras has elegido?
— Vale. ¿Y por qué se escribe con “be”? — BIZCOCHO. ¿Es con be, verdad?
— Yo creo que porque sí, porque no significa — Sí. ¿Y en qué lado la pones?
“dos”. Doña Ramira sólo tienen uno. — Pues en el lado de las que no significan dos.
— Sí significa dos —gritaron las hermanas “Bis”. Porque yo no veo que quiera decir “dos veces co-
— Pues al otro no lo he viso. Estaría durmiendo. cho”.
— No hay otro —explicó Bibiana Rosa. — Eso es exactamente lo que quiere decir. Dos
— Pues, si no hay otro, no son dos. veces cocido.
— Pero significa “dos”. — Mira, tú entenderás de bisílabas y de bisabuelos
— ¿Por qué? y biznietos... pero yo entiendo de bizcochos. Se los
— Porque bisnieto, o biznieto, que de ambos mo- he visto hacer a mi madre, a mi abuela y a mis tías
dos se puede escribir, significa “dos veces nieto”. y los cuecen una vez.
Biznieto es el hijo de un nieto, o de una nieta. Lo — Bueno, verás. El bizcocho que tú te comes no
mismo que bisabuelo, significa dos veces abuelo. es el que originó la palabra. Los primitivos bizco-
Doña Ramira era ya abuela una vez. Ahora lo es chos eran un pan sin levadura que se hacía en los
dos veces. ¿Entendido? barcos y, para que durase más, se cocía dos veces.
— Sí, lo entiendo. Es con be porque significa dos.

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— O sea. Que cuando me dan un pastel esponjo- — Pues muy bien. Yo creo que si digo que no sig-
so y tiernecito, le llaman pan duro, seco, antiguo nifica dos, tú te inventas una historia parta llevar-
y paseado por los mares. ¡Pues no lo quiero! ¡No me la contraria. Así que diré que sí, que significa
quiero bizcocho! Desde ahora, le llamaré “cocho” dos, aunque signifique veintinueve.
nada más. Y desaparecerá el problema de si es con Todos se quedaron muy callados. El Señor de las
“be” o con “uve”. Palabras se dirigió a las hermanas Bis.
— ¿Seguimos? —preguntó el Señor de las Pala- — Venga, explicadlo vosotras, que sois la regla y
bras, un poco nervioso porque Olivia estaba re- no colaboráis en nada.
sultando demasiado lista. — Es que... —dijo Bibiana Rosa.
— Bueno, sigamos. Pero ahora saca una palabra — Es que... —repitió Bibiana Blanca— Es que... es
que no signifique bis. muy difícil. No sabemos explicarlo.
— ¡A, no! Yo pongo una palabra y tú tienes que El Señor de las Palabras, que tenía recursos para
saber si se escribe con “be” porque significa “dos” todo, sacó su móvil de debajo de una hoja y mar-
o por otras razones. có un número:
El Señor de las Palabras hizo una cabriola, para — ¿Está por ahí Cayo Tulio Antonio?... ¡Ah, eres
variar, y salió la palabra: tú! No te había reconocido la voz. Tienes un acen-
BISIESTO to tan latino... Verás, necesito que vengas en se-
— No querrá decir que alguien duerme dos sies- guida.
tas. No había cerrado el móvil cuando surgió en me-
— No. Quiere decir un año en el cual, el mes de dio de la habitación un personaje que parecía sa-
febrero tiene veintinueve días, en lugar de vein- lido de una película de romanos.
tiocho, que es lo acordado.

149
— ¡Ave, Señor de las Palabras! —Saludó el recién Antes de que siguieran preguntando, Cayo Tulio
llegado— ¡Ave, Olivia! ¡Ave, hermanas Bis! Antonio desapareció para no verse en aprietos.
— Parece que ha venido en el AVE. —Comentó — Veo que todo lo que empieza por “bi” o “bis”
Olivia— El servicio debe haber mejorado mucho, significa dos, aunque no lo parezca. Todavía no
a juzgar por lo poco que ha tardado. he visto ninguna palabra que empiece por “vi” o
— ¿Qué tengo que explicar? —preguntó Cayo Tu- “vis”, con uve.
lio Antonio, que no estaba para chistes. — Ahora mismo las vas a ver —dijo el Señor de
— Por qué el año bisiesto se llama bisiesto. las Palabras.
— Es muy sencillo. Ahora, cada cuatro años, el Apretó una tecla de su móvil y aparecieron dos
mes de febrero tiene veintinueve días, en lugar de personajes ataviados con lujosas vestiduras. El Se-
veintiocho. En mi tierra, hace muchos años, tam- ñor de las Palabras los presentó:
bién —explicó Cayo Tulio Antonio. — Aquí tienes al “virrey” y al “vizconde”. Un señor
— Ha quedado clarísimo —comentó Olivia. que no llega a rey otro señor que no llega a conde.
— Claro del todo no va a quedar porque es muy — Entiendo. Si es doble, es con “be”, pero si es
enrevesado. Ahora, el mes de febrero, cada cuatro “medio” rey o “medio” conde, es con uve.
años, tiene un día más, el veintinueve. En el tiem- Los personajes hicieron un cortés saludo y desa-
po en que se fabricaban los nombres, en lugar de parecieron. Olivia planteó:
un día veintinueve, tenía dos días veinticinco. En — ¿Y si un rey es dos veces rey, porque manda en
aquellas calendas, el día veinticinco se llamaba dos reinos, se llama “birrey”, con “be”?
sexto. Cosas de antiguos. Y como tenía dos días — Se llama emperador. Quien reina en dos reinos,
sextos al año le decían “bis sexto”. o más, se llama emperador.

150
— No me das ninguna oportunidad. Dame, por lo — De lo que has de acordarte, es de que se escribe
menos, una palabra que empiece por “bi”, que sea con “be”.
con “be”, pero que no signifique dos. — Vaya si me acordaré. ¿Sabes que la ortografía es
— BICHO. muy divertida?
— Otra —pidió Olivia. — La cultura es muy divertida.
— BIGOTE —respondió el Señor de las Palabras. Mientras Olivia conversaba con el Diccionario,
— ¿No significa dos aunque se diga bigotes? las hermanas Bis iban poniendo las palabras en el
—No. lugar que les correspondía.
— ¿Qué significa? — Dame más palabras —pidió Olivia.
— Por Dios. BIÓLOGO
— Bueno... No te enfades. ¿No dices que hay que — ¡Nooo! —Gritaron las hermanas Bis — ¡No!
preguntar? ¡No vale! ¡Eso es otra regla! Nosotras hemos ve-
— Por Dios. nido para hablar de nuestra regla. Y eso es otra
—Por Dios... ¿qué? regla.
—Eso, que la palabra bigote significa “por Dios”. — Tranquilas —pidió el Señor de las Palabras—.
— ¿Es una broma, verdad? Tenéis razón. Es otra regla. Pero...
— No es ninguna broma. Viene del alemán “bi — ¡Fuera! ¡Fuera! —exclamó Bibiana Rosa.
Got”, que significa “por Dios”. — ¡Fuera la regla intrusa!
Olivia no se lo podía creer. Cuando se lo creyó, — Pues yo la quiero conocer —manifestó Olivia.
empezó a reír. — ¡Mala amiga! ¡Traidora! —Vociferó Bibiana
— Desde ahora —dijo—, cada vez que vea a al- Blanca— Cada regla que se busque la vida. Noso-
guien con bigote, me acordaré de lo que he descu- tras no hemos venido para servicios ajenos.
bierto y exclamaré ¡“Por Dios”!

151
— ¡Calma! —Rogó el Señor de las Palabras— Yo no sólo puede estar al principio de la palabra.
nunca puedo negarme a explicar una regla de También en el centro o al final. Como “microbio”,
ortografía, aunque sea muy cortita y fácil, como que es una vida muy, muy pequeña. Tan pequeña
ésta. que no la vemos y hemos de mirarla al microsco-
— ¡Pues nos tapamos los oídos! —decidieron las pio. Y ahora me voy, que ya hemos tenido bastan-
hermanas Bi Bis Biz. te y tengo que acudir a otros servicios.
Introdujeron las coletas en sus orejas y presiona- El Seño de las Palabras se deshizo en hojas sueltas
ron hasta que sólo se veían los lazos. que salieron volando por la ventana. Las herma-
— Como dicen nuestras enrabietadas amigas, nas Bis sacaron las coletas de las orejas. Las tres
esto es otra regla. Muy fácil: Se escriben con “be” niñas comenzaron a hacer recuento de palabras.
todas las palabras que empiezan por “bio” signifi- En el lado verde, destinado a las palabras que em-
cando “vida”. “Biólogo” es el que estudia la vida.... piezan por bi, bis o biz significando dos, estaban:
“Biografía” es el que escribe el relato de una vida. bisílaba
“Biodinámica” es la ciencia que estudia las fuerzas bisnieto o biznieto
vitales... “Biosfera” es donde se desarrollan los se- bisabuelo
res vivos... La bioquímica es la parte de la química bizcocho
que estudia la composición y transformación de bisiesto
los seres vivos. En el lado rojo, había tres montoncitos. En uno
— Qué fácil es esta regla —exclamó Olivia —Me las palabras que empiezan por ”bi” pero no signi-
gusta mucho. fica dos, como
— Un pequeño detalle —observó el Señor de las bicho
Palabras— La partícula “bio”, significando “vida”, bigote

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En otro montoncito, estaban las que empezaban bis biz. Las palabras las buscaremos nosotras. El
por vi, con uve, como mundo está lleno de palabras con divertidas sor-
virrey presas. Tenéis razón, ningún niño puede aburrir-
vizconde se si existen palabras para jugar con ellas.
Al llegar al tercer montoncito, las hermanas bis se Olivia y las hermanas bis se hicieron muy amigas
volvieron de espaldas. y lo pasaron muy bien.
— ¡No queremos verlo! ¡No es nuestra regla!
— Pues a mí me gusta mucho —dijo Olivia—. Es
una regla muy interesante, que me ha salido de
regalo. Pero no os preocupéis.
Olivia se metió en el bolsillo el tercer montoncito
de palabras, que correspondía a la regla de “bio”
para no olvidarse nunca de que las palabras que
contienen la partícula “bio”, significando vida, se
han de escribir con “be”, como
biólogo
biografía
biodinámica
biosfera
microbio
—Y está —dijo Olivia—. Ya he guardado la regla
que no es vuestra. Podemos seguir jugando a bi

153
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que todas las palabras


que empiezan con bi, bis
o biz, siempre se escriben
con “b”
RODRIGO Y LA SILLA
DEL MOLINERO
Rodrigo era un niño un poco revoltoso, pero con – Yo esta silla no la he hecho para que se siente
muy buenos sentimientos. ninguna letra sino para que el molinero ponga en
Un día vio que un viejo molinero subía cada día ella el saco de harina. ¿Tiene el molinero carnet
del molino cargado con un saco de harina. de conducir haches?
Rodrigo pensó. “Voy a hacerle una silla para que – El molinero no, pero la harina sí. La harina esta-
ponga encima el saco y no tenga que levantarlo rá muy bien apoyadita en la hache. Porque harina
desde el suelo”. se escribe con hache.
Como era muy habilidoso, hizo una silla preciosa, – Y si el saco, en lugar de ser harina es de otra
muy recta y muy bonita. cosa, ¿puede el molinero apoyarlo en la silla?
Cuando contempló su obra, vio que era igual que – Depende, depende...
una hache. En esto, vieron que venía el molinero cargado con
En esto, vino a verlo el Señor de las Palabras: un saco. El Señor de las Palabras, se revolvió, se le
– Hola, Rodrigo. ¿Qué haces? ordenaron las hojas y se quedó hecho libro.
– He hecho una silla, pero me ha salido una ha- – Hola, señor molinero, le he hecho una silla para
che. que deje en ella el saco.
Una hache es una silla donde se sienta la letra que – Gracias, me viene muy bien, porque vengo can-
llega primero. sado con este costal de trigo.
Pero hay letras que, aunque corran mucho, no Fue a dejarlo en la silla, pero Rodrigo lo detuvo.
pueden sentarse. Si sientas en la silla una letra que – No, no. El trigo no. Cuando esté molido y sea
no tiene carnet de conducir haches, te ponen una harina, podrá dejarlo en la silla.
multa que te puede salir muy cara. – Entonces, me sentaré yo.

156
El molinero se sentó, pero la silla se encabritó – ¡Ay, mi boina, que se la lleva el viento!
como un caballo y el molinero tuvo que levantar- Rodrigo la recogió.
se de un salto. – Tranquilo, señor molinero, piense en su segun-
– ¡Esta silla está endemoniada! ¡Me ha tirado! do nombre, piense muy fuerte: “me llamo Hilario,
– Es que no es una silla lo que se dice una silla. me llamo Hilario”.
Parece una silla, pero es más bien una hache. El molinero repitió:
¿Cómo se llama usted? – Me llamo Hilario... me llamo Hilario... No
– Me llamo Anselmo. miento, me llamo Hilario...
– ¿Y cómo quiere sentarse en la silla si Anselmo Despacito, con un poco de recelo, el molinero se
se escribe sin hache? sentó en la silla, la cual dio un ligero respingo,
Si se llamara, por ejemplo, Hilario. pero en seguida se quedó quieta, mientras el mo-
– Es que me llamo también Hilario. Me llamo An- linero repetía:
selmo Hilario. – Hilario...Hilario... Hilario es con hache... Me
– Pues no se siente usted con el Anselmo, siéntese llamo Hilario...
con el Hilario. ¡Oh, qué suerte llamarme Hilario, con hache, y
– ¿Y cómo hago? poder descansar en esta silla tan cómoda!
– Pues, antes de sentarse, sacuda fuerte la cabeza y – También podría sentarse llamándose Honora-
como el Anselmo está arriba, porque es el prime- to... o Herminio... o Héctor... o Honorio...
ro, se caerá. Sujete bien el Hilario y... ¡a sentarse! – ¿O Ernesto? –preguntó el molinero.
El molinero hizo lo como decía Rodrigo. Sacudió No había terminado de decirlo cuando la silla dio
con fuerza la cabeza y... se le cayó la boina. un salto y lo tiró al suelo.

157
– ¡No! ¡Ernesto no! ¡Ernesto es sin hache! – dijo – Muy bien, Rodrigo, lo has hecho muy bien. Ya
Rodrigo. quisieran muchos tener esa silla para saber cuán-
El molinero se levantó y dijo: do una palabra es con hache o sin ella.
– ¡Ya sé! Si, en lugar de llevar el trigo en un costal, – Sí, pero...
lo pongo en un hatillo, podré dejarlo encima de – ¿Pero qué?
la silla. – Pues que esta silla se porta como debe, pero...
– Sin ningún inconveniente. Porque hatillo es con no es una regla. A mí me gustaría haber hecho
hache. una regla, una verdadera regla de ortografía, que
El molinero sacó un pañolón muy grande, puso fuera útil a todos sin tener que someterse a los
el costal dentro, anudó las puntas del pañuelo y lo respingos que dé la silla.
dejó sobre el asiento. Porque esto, en lugar de una lección de ortografía
La silla ni se inmutó y el molinero pudo descan- parece una sesión de rodeo.
sar. – Muy bien, si quieres una regla la tendrás. Maña-
– Ya tengo la solución –dijo Anselmo Hilario–. na vendré a verte y hablaremos de ello.
Cuando vaya hacia el molino, llevaré el trigo en El Señor de las Palabras se despidió hasta el día
un hatillo y podré dejarlo sobre la silla. Cuando siguiente.
vuelva, llevaré la harina como me parezca por-
que, la lleve como la lleve, la harina siempre es Rodrigo estuvo toda la noche pensando cómo se-
con hache. ría la regla de ortografía que le iban a conceder.
– Perfecto –dijo Rodrigo–. Hasta mañana, señor Sería una regla de la hache, claro.
molinero. Al día siguiente, nada más levantarse, encontró el
En cuanto el molinero se hubo alejado, el Señor Diccionario sobre la mesa del desayuno, al lado
de las Palabras hizo su remolino habitual y dejó del cesto de las galletas.
de ser libro para convertirse en persona.

158
– Mira –le dijo a su hermano Aitor –, ha venido el – Será mía ˆreplicó Rodrigo–. Pero te la dejaré. Y
Señor de las Palabras. ahora vete, que tengo que quedarme a solas con el
– ¿A qué ha venido tan temprano? Señor de las Palabras.
– Me va a dar una regla de ortografía. Me la pro- Cuando Rodrigo se quedó solo, dio unos toqueci-
metió ayer. tos en el Diccionario, el cual comenzó a esponjar-
– ¿Me la dejarás un rato? se y, al poco, se había puesto en pie, convertido en
– Sí, claro, te la dejaré, pero no la manches ni la el Señor de la las Palabras.
rompas. – Hola, Rodrigo.
– Yo no rompo nada. – Buenos días, Señor de las Palabras. ¿Me has
– ¡Sí rompes! traído mi regla?
En ese momento, entró la mamá. – Bueno... he pensado que es mejor que te la ha-
– ¿Por qué os peleáis ahora? gas tú. Se escribirán con hache todas las palabras
– Por una regla de ortografía. que empiecen con las dos primeras letras de tu
– ¡Será por reglas de ortografía! –Respondió Co- nombre.
vadonga– En la buhardilla tiene que haber mu- – ¿De mi nombre?
chas. – Sí, sí, con las dos primeras letras de tu nombre.
– ¿En la buhardilla? Piensa, piensa...
– Sí, claro, en la buhardilla hay de todo. El Señor de las Palabras, en lugar de recogerse y
– ¡Pero, mamá! ˆprotestó Aitor–Si esta regla... hacerse libro, se fue andando como un verdadero
– ¡Calla! –Le aconsejó Rodrigo– Guardemos el señor.
secreto. Ya lo sabrá cuando tengamos mi regla. Rodrigo se quedó perplejo.
– También será mía, ¿no?

159
– Me ha tomado el pelo –pensó–. ¡Con las dos Pero no tienen por qué estar en ese orden. No son
primeras letras de mi nombre! ¡Eso no puede ser! las palabras que empiezan por “ro” sino las que
¡Yo me llamo Rodrigo! ¿Cómo van a ser con hache empiezan por “or”... Por ejemplo, hora, Horacio...
las palabras que empiecen por “ro”? horadar... horcajadas... horchata...
En ese instante, llegó Aitor. – Pues no –dijo Aitor–. Esa no pude ser la regla.
– He visto salir al Señor de las Palabras. Llevaba Porque hay muchas palabras que empiezan por
una sonrisita muy pícara. ¿Te ha traído tu regla? “or” que no tienen hache, como oro, orilla, orar,
¿Me la dejas ver? organizar, orinar, ordenar... Muchas... Yo creo que
– Más que una regla, lo que me ha dejado es un hay más sin hache que con hache. Así que no es
acertijo. Dice me la haga yo con las dos primeras la regla.
letras e mi nombre. Las dos primeras letras de mi – Entonces... ¿por qué me lo ha dicho el Señor de
nombre son “ro”. ¿Cómo va ir una hace delante las Palabras?
de una consonante? Delante de la sílaba “ro” no En ese momento, se oyó un ruido de papeles en
puede haber hache. movimiento y se presentó el Señor de las Palabras.
– Piensa, piensa –le aconsejó Aitor. – ¿Decías algo de mí, Rodrigo?
– Eso es justo lo que me ha dicho, que piense. – Decía que no consigo hacerme una regla de or-
Pero con la sílaba “ro”... tografía con las palabras que empiezan por “or”.
– No te ha dicho con la sílaba “ro” te ha dicho con – Acertaste en la primera parte del enigma. Son
las dos primeras letras. las dos primeras letras de tu nombre colocadas de
Rodrigo dio un salto y se le iluminaron los ojos. otro modo... pero todavía no es una regla.
– ¡Claro! ¡¡Las dos primeras letras!! O sea: la – ¿Qué quiere decir “todavía”? ¿La semana que
“erre” y la “o”... vienen sí será una regla y escribiremos con hache
oro y orilla?

160
– Eso nunca. Es que esa regla necesita un suple- para tenerla. Llegó la hormiga... y recibió su ha-
mento. Serán con hace las palabras que empiecen che, que lució durante toda su vida... Llego doña
por or... y a continuación lleven otra erre o bien Herminia, con una hornilla de hierro y un horni-
una eme o una ene. Como horror, hórreo, hormi- llo de barro... Y se llevó tres haches, una para ella
ga, hornillo... otra para la hornilla y otra para el hornillo.
– Otra erre, una eme o una ene... repitió Rodrigo. – Pero Herminia no empieza por “or”– objetó Ai-
O sea, las palabras que empiezan por horr... por tor.
horm y por horn... – Es de la regla de al lado. Otro día os la doy.
– ¡Gracias! ¡Ya tengo una regla mía! – ¡Para mí!– dijo Aitor– Si Rodrigo tiene la regla
– Y mía –dijo Aitor–. Que yo te he ayudado mu- de or, yo quiero la de er.
cho. – De acuerdo. Pero sigamos con el cuento.
– Le has ayudado tanto y tan bien, que te mereces – El pájaro, que siempre estaba deseoso de llamar
tener una regla de ortografía propia. Otro día te la atención, no quería presentarse de cualquier
la daré. Pero aún no hemos terminado con ésta. manera y decidió acicalarse. Se puso lazos de seda
– ¿No? en las patas, se colocó una gran flor en la cabeza,
– No–respondió el Señor de las palabras. Antes os rodeó su cuello con un hermoso collar de semi-
tengo que contar el cuento del pájaro presumido. llas y prendió en sus alas pétalos de colores.
– Cuenta, cuenta... Cuando consideró que se había adornado como
– Hace mucho tiempo, cuando se repartieron las convenía, decidió ir a la fiesta... Pero, con tanto
haches a las palabras que empezaran por “or” se- adornarse, se le hizo tarde y, cuando llegó, se ha-
guidas de eme o de ene, se celebró una gran fiesta bían acabado las haches. Y, por eso, hay dos pala-
y acudieron cuantos creía reunir las condiciones bras que empiezan por orn, que no tienen hache.

161
Una se refiere a los pájaros y es ornitología.
Todo lo que empieza por orn, significando pájaro,
es sin hache. Y todo lo que se refiere a adorno
también, porque ornar es sin hache. Son dos ex-
cepciones: la “ornitología” y “ornar”. Por culpa del
pájaro presumido, que se entretuvo en ornarse, o
adornarse.
– ¡Qué cuento tan bonito! Ya no se nos va a olvi-
dar nunca que las palabras que empiezan por or
seguidas de otra erre o de eme o ene, son con ha-
che, como horror, horrible, horripilante... hórreo,
hormiga, horma, hormigón, hormigonera, horno,
hornillo, hornacina...
– ¿Menos? –preguntó el Señor de las Palabras.
– Menos las que se quedaron sin hache por culpa
del pájaro presumido, que son todo lo que empie-
za por orn significando pájaro, como ornitología,
ornitólogo, ornitorrinco... y todo lo que significa
adorno, como ornar, ornamentar, ornamento...
– Muy bien. Hasta otro día.
– Que sea pronto –pidió Aitor– Tienes que darme
mi regla de ortografía.
El Señor de las Palabras prometió hacerlo.

162
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que todas las palabras


que empiezan con “or”
seguido de otra “erre”, o
“eme y “ene” se escriben
con “h” inicial
AITOR Y ERNESTO,
EL HERMITAÑO
Aitor estaba impaciente porque el Señor de las — ¿Y qué tiene que ver el gato con la ortografía?
Palabras no le traía la regla de ortografía que le — Muchísimo. Intento entender lo que dice.
había prometido. Cansado de esperar, decidió ir Porque, claro, una cosa es lo que se lee y otra la
a casa del Señor de las Palabras a ver qué pasaba. realidad. Tú puedes ayudarme, a ver si entre los
Cuando llegó, el Señor de las Palabras estaba ba- dos entendemos la pronunciación del gato.
ñando a su gato. — Los gatos dicen miau. Yo tengo uno y dice
— Hola, Aitor, ¿qué te trae por aquí? miau, lo entiendo muy bien.
— ¿Ya no te acuerdas de que prometiste darme — ¿Y cuándo dice miau, tú qué dices que ha he-
una regla de ortografía? Rodrigo tiene la suya y cho?
no sabes cómo presume. Se la lleva al colegio, se — Maullar.
la presta a los niños, hasta la maestra le ha pedido — Sí, la voz del gato es el maullido, pero también
una copia. Los amigos lo consultan y él se siente se dice mayido y mayar. Yo quiero averiguar cuál
cada día más importante. Su regla es muy buena. de las dos formas se aviene mejor con la voz del
Me dijiste que me darías otra parecida y también gato, porque una se escribe con elle y otra con
muy buena... pero no has vuelto a abrir tus hojas “y griega”. Unas veces el gato maúlla, con elle,
en mi casa. y otras lo que hace es mayar, con “y griega”. Así
— Perdona, Como ves, he estado muy ocupado. que decidí bañarlo.
Ahora estoy bañando a este gato. — ¿Para qué?
— Yo creí que los gatos no se bañaban, que sólo se — Como dicen que a los gatos no les gusta el
limpiaban con su lengüita. agua, pensé que protestaría y lanzaría fuertes
— Se bañan, se bañan... No lo baño por limpieza, maullidos. Así podría analizarlos.
estoy haciendo un experimento.

165
Pero no, resulta que le gusta bañarse y está calla- — Puedes hacer un banco.
dito. Así que habrá que dejarlo como está y que — ¿De cocina?
cada uno lo escriba como quiera, siempre que — No, eso es más bien una banqueta. Haz un ban-
maullar sea con elle y mayar con “y griega”. ¿Me co de iglesia.
ayudas a secar el gato? — ¿Y para qué quieres un banco de templo?
Aitor ayudó al Señor de las Palabras a secar a su — Tú hazlo y luego te lo explicaré. Pero hazlo pe-
gato, el cual se fue dando maullidos de alegría, o queño.
mayidos, que significa lo mismo, pero se escribe Aitor se fue a su casa, buscó las herramientas de
de forma diferente. su abuelo, cogió unas tablas y, como era muy ha-
— Es como buhardilla y boardilla, si escribes bu bilidoso, hizo un banco estupendo, con su respal-
tienes que ponerle una hache intercalada y si es- do y su tabla detrás para arrodillarse.
cribes bo, pues no se la pones —le explicó el Se- Se fue a ver al Señor de las Palabras, el cual le pre-
ñor de las Palabras. guntó:
— Muy interesante. Pero yo he venido a reclamar — ¿Y el banco?
la regla de ortografía que ibas a darme para que — No lo he traído. Pesaba mucho.
presuma en el colegio y ayude a los compañeros, — Hay una forma muy buena de llevar las cosas
como hace Rodrigo. de un lado a otro sin que pesen.
— Las cosas no se consiguen así como así. — ¿Cómo?
Rodrigo hizo una silla; tú también tienes que ha- — En forma de palabra. Tú dices catedral y la ca-
cer algo. tedral aparece ante quien escucha.
— ¿Qué quieres que haga? Dices río y se presenta el río más caudaloso.

166
— O sea, que yo digo banco de iglesia y lo tene- regla de Rodrigo. Él quería la suya, con sus excep-
mos aquí. ciones si es que pudiera tenerlas. Siguió empujan-
— Ya lo estoy viendo. do la carretilla. Al cabo de un rato se sintió muy
— ¿Y qué te parece? fatigado y se sentó en una piedra a descansar.
— Está muy bien. Para verlo, claro. Para sentar- — Sí que vive lejos Ernesto, y la cuesta es muy
se habrás de buscar otro modo de transportarlo. empinada. A Rodrigo no le costó tanto ser titu-
Toma, te presto esta carretilla. lar de una regla de ortografía, sólo tuvo que hacer
— ¿A dónde he de llevarlo? una silla. A él siempre le dan lo mejora.
— Has de llevárselo a Ernesto, que vive en la cima — Aitor, no seas envidioso —dijo una vocecita.
de un monte, al cuidado de una iglesia muy pe- — ¿Quién me habla?
queñita que no tiene ni banco. Se pondrá muy — Soy yo, el pájaro que está en la rama. El que
contento cuando se lo entregues. Él te dará la re- cantaba hace un momento.
gla de ortografía que deseas. — ¿Por qué dices que soy envidioso?
— ¿Por qué no me la das tú y me ahorro la cami- — Porque estás diciendo que a Rodrigo le dan lo
nata? mejor, pero te equivocas. Él obtuvo su regla con
— Porque la tiene él. mayor facilidad pero no tuvo la oportunidad de
Aitor se llevó la carretilla que le prestaba el Señor disfrutar, como tú, de este paisaje y de esta aven-
de las Palabras, puso en ella el banco, lo aseguró tura. No siempre lo más fácil es lo mejore Sigue
bien y se fue monte arriba en busca de Ernesto. adelante y entrega el banco a Ernesto.
El paisaje era muy bonito. Un pájaro cantaba en la — ¿Por qué vive en un lugar tan apartado?
rama de un árbol. Aitor se acordó del pájaro pre- — Porque es ermitaño. Está apartado de todo,
sumido, que llegó tarde al reparto de las haches y hasta de las reglas de ortografía. Sube y él te lo
tuvo que quedar en una excepción. Pero ésa era la explicará.

167
Aitor siguió empujando la carretilla, que parecía — Lo sabes todo.
pesar menos porque la cuesta era más — ¿Crees que porque viva aquí, en este lugar
suave. apartado, no me entero de cuánto pasa? Soy ami-
Al salir de una curva, se vio ante una explanada go del Señor de las Palabras y quien es amigo suyo
en la que había una iglesia muy, muy pequeña, se entera de todo, porque las palabras son el me-
Sólo tenía la puerta y una espadaña, que es como dio de comunicación más rápido y más antiguo.
una torre de una sola pared en la que se pone la — Pues yo también soy amigo del Señor de las
campana. Pero aquel templo tan pequeño no te- Palabras y he tenido que caminar mucho cuesta
nía campana. Aunque la hubiese tenido, nadie la arriba para enterarme de no sé qué regla.
habría escuchado porque nadie vivía en el entor- — ¿Te arrepientes? ¿No ha sido bonito el paseo?
no. — Bonito sí, pero empinado y el banco pesaba lo
Entonces, Aitor vio que venía hacia él un señor de suyo.
largas barbas que vestía un sayo parduzco y alza- — Bueno, ya estás aquí. Te has ganado tu regla.
ba unas rústicas sandalias. También te has ganado un vaso de jugo y unos
— Hola, yo soy Ernesto “el Ermitaño”. Descansa, bollitos que acabo de hacer.
yo empujaré la carretilla y llevaré el banco a la er- Ernesto entró en la iglesita y salió con lo prome-
mita. tido. A Aitor le supo muy bien aquel jugo y halló
— ¿Cómo sabes que este banco es para tu peque- los bollitos muy tiernos y sabrosos.
ña iglesia? — ¿Por qué vives aquí, tan apartado de todos?
— No va a ser para colgarlo de un árbol y tú eres — Porque soy excepcional.
Aitor y vienes para que te entregue una regla de — ¿Y por qué eres excepcional?
ortografía.

168
— Porque no soy como los demás. Soy una excep- es bueno saber cómo se escribe. ¿Mi regla sirve
ción a la regla. Y mi pequeña iglesia también. Yo también para los nombres propios?
cumplo mis reglas, pero no las que me imponen. —También. Precisamente por eso estoy aquí. Te
¿Entiendes? contaré.
— A medias. ¿Te refieres a una regla de ortogra- He aquí la historia que contó Ernesto: “Yo tenía
fía? cuatro amigos que se llamaban Herminio, Her-
— Claro, a tu regla. ¿No has venido a buscar una nando, Hermenegildo y Hermógenes... Un día
regla de ortografía? vinieron a decirme que había una regla que im-
— Pues es la que dice que todas las palabras que ponía que todos los nombres que empezaban por
comienzan por er, seguidas de eme o de ene, se er seguido de eme o ene tenían que escribirse con
han de escribir con hache, como hermoso, herma- hache. Y que por lo tanto, yo tenía que ponerme
no, hernia, hermético. una hache. Yo les respondí:
— En mi cocina hay muchos recipientes herméti- — ¡Cuernos! A mí nadie me pone una hache en-
cos. ¿He de ponerles hache? cima.
— ¡Claro!, si no, no serían herméticos y podría — Pues a mí me queda muy bien —dijo Hermó-
salirse lo que tienen dentro. genes. La llevo desde la época de los griegos, y me
— Dime más palabras de tu regla. hace muy importante.
— De mi excepción. Por ejemplo, hermenéutica. — A mí también me gusta —manifestó Hernan-
— ¿Eso qué es? do—. Mi hache es muy latina. Conozco gente
— Es el arte de interpretar textos antiguos. moderna que se hace llamar Fernando. Es el mis-
— Aunque creo que nunca voy a dedicarme a eso, mo nombre, pero con menos tradición.

169
— A mí me da lo mismo —explicó Herminio—. — ¡Fuera de aquí! ¡Fuera de mi territorio!
Pero si tengo que llevar hache, la llevo. No me —No pretendo hacerte ningún daño, Al con-
cuesta nada. trario, te traigo dos haches para ti y una para tu
— Lo mismo me sucede a mí —comentó Herme- iglesia. Porque una iglesia pequeña y sola es una
negildo—. Si la regla dice que he de usar hache, ermita y tú eres un ermitaño.
pues la uso. Además, te llamas Ernesto.
— Pues yo no. No estoy dispuesto a ceder. Yo me — ¿Y no sabes, pedazo de alcornoque, que Ernes-
llamo Ernesto, sin hache, como mi padre y como to, ermita y ermitaño son excepciones a tu famosa
mi abuelo. Y si se empeñan en que sea igual que regla? ¡Ignorante! ¡Más que ignorante! Aquí no
ustedes, no quiero ser su amigo. Yo he sido, soy y hay más hache que la del verbo huir, porque vas a
siempre seré una excepción. Así que me voy le- salir huyendo ahora mismo.
jos, donde no haya nadie que quiera ordenarme “Cogí una piña del suelo, le di un piñazo en la
lo que tengo que hacer con mi nombre. frente y lo amenacé con aventarle más. El hipopó-
“Entonces me vine a este monte, levanté esta pe- tamo se asustó tanto que dio media vuelta y se fue
queña iglesia y me quedé a vivir aquí. Un día, galopando como si fuera un pura sangre.”
cuando estaba tomando el sol tan tranquilo vi lle- —Desde entonces, concluyó Ernesto, nadie se ha
gar un heraldo montado en un hipopótamo. atrevido a aplicarme esa regla de la hache que
— Muchas haches traes tú —le dije, ahora es tuya. Pero la verdad es que me encuentro
“En efecto, además de la que traía como heraldo y un poco solo. Mi único amigo es el Señor de las
la que venía con el hipopótamo, llevaba tres ban- Palabras.”
derines con una hermosa hache cada uno. Me le- —Pues yo también seré tu amigo —dijo Aitor—.
vanté y le grité: Vendré a verte siempre que quieras y te traeré lo

170
que necesites. Si es muy pesado, alquilaré una fur-
goneta. Y te prometo que siempre pondré hache a
las palabras que empiecen por er seguidas de eme
o de ene, menos a Ernesto, ermita y ermitaño.
Aitor se fue muy contento porque ya tenía su re-
gla de ortografía. La compartiría con Rodrigo y
con todos sus primos, amigos y compañeros; de
ese modo, también él les ayudaría a escribir bien.

171
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que todas las palabras


que empiezan con “er”
seguida de “eme” o “ene” se
escriben con “h” inicial
CLAUDIA Y
LOS DIPTONGOS
Claudia no se conformaba con ser muy guapa, Parecía claro. En aquel cajón había diptongos,
porque guapas hay muchas y algunas bastante pero... ¿qué eran los diptongos? ¿Se comían? ¿Es-
tontas. Ella quería ser culta, y para ello debía ob- taría buenos? Ella nunca había comido diptongos.
servarlo todo, aprenderlo todo y... preguntar. Le dijo a su mamá que quería comer diptongos.
Claudia preguntaba mucho. Preguntando se Su mamá le respondió que los diptongos no se
aprende. comían.
También revolvía los cajones para ver si descu- - ¿Por qué no se comen? ¿Son venenosos?
bría algo interesante. En su casa, había un mueble - No, no son venenosos.
grande, con muchos cajones, que eran la felicidad - ¿Están duros?
de Claudia. Pero había uno, el primero por arriba, - No se comen porque los diptongos no son comi-
al que no alcanzaba. En los demás, había calce- da, son letras.
tines, pañuelos, bufandas... bueno, había de casi - ¿Y en la sopa de letras hay diptongos?
todo... pero nada que pudiera sorprenderla. - Pues no...
No iba a conformarse. La solución era muy senci- - Yo quiero sopa de diptongos.
lla. Bastaba poner una banquetita. - ¡Qué cosas más raras se te ocurren!
Bueno, pues no bastaba, porque el cajón estaba Su mamá se fue a dar de comer a Candelita. Clau-
cerrado con llave. Buscó llaves y no halló la que dia se quedó pensando. ¿Quién me explica a mí lo
necesitaba. No iba a conformarse. Continuó la que son los diptongos?
búsqueda. Colgado detrás de una puerta, halló Claudia reflexionó: “Si hay un señor de las pala-
un manojo de llaves. Probó con todas. Fue inútil. bras”, tendrá que haber un “Señor de los dipton-
Siguió buscando. gos”. Lo llamó:
En el bolsillo de una chaqueta, descubrió una lla- - ¡Señor de los diptongos!... ¡¡¡Señor de los dip-
vecita con un letrero que decía “diptongos”. tongos!!!...

174
Esperó un poquito. De pronto, empezaron a caer Al verlo de cerca, Claudia descubrió que su cara
gotitas. era un tanto rara. Un ojo era distinto a otro.
¿Qué pasa? ¿Llueve dentro de la habitación? – ¿Por qué me guiñas? –pregunto Claudia.
Una gota le cayó en la nariz... pero no la mojó. No – No te guiño es que soy así.
era una gota. Era un mosquito. Antes de que le En efecto, observado de cerca, descubrió que un
picara, lo cazó y lo puso en la palma de su mano ojo era una “A”, y otro ojo era una “E”. La boca era
para observarlo. una “O”.
¡Qué mosquito tan raro! No tiene patas... ni alas... – Entiendo –dijo Claudia– llevas en la cara las le-
No es un mosquito. tras de los diptongos.
Miró hacia arriba. En el techo había un extraño – Todo lo contrario. Llevo en la cara las letras con
personaje con el cuerpo muy pequeñito y la cara las que no se pueden hacer diptongos. Bueno, se
muy grande. pueden hacer unidos a otras letras, pero nunca
Muy grade y muy rara. entre sí.
- ¿Quién eres? –Preguntó Claudia- ¿qué haces – ¿Yo no puedo hacer un diptongo con una A y
ahí? una E?
- Soy el “Señor de los diptongos”. Y estoy aquí – Ni tú ni nadie.
porque me has llamado. ¿Qué quieres? – ¿Y con una A y una O?
- Que bajes y me expliques qué son los diptongos. – No
Con modales lentos, el personaje descendió del – ¿Y con una O y una E?
techo por un cordoncito de plata terminado en – Tampoco.
un borlón rojo. – ¡Pues vaya Señor de los diptongos que eres!

175
¿Con qué hago yo un diptongo? ¿Con un chicle? – Somos débiles porque el alfabeto no has hecho
– Pero... ¿tú sabes lo que es un diptongo? así.
– He oído decir que dos vocales juntas. Claudia se apiadó de las letras débiles. Las tomó
– Pues es mentira, eso es lo que dice la gente igno- con la mano y las puso sobre la mesa.
rante y murmuradora. – ¡Si sois muy bonitas! La “U” parece un vasito y
– ¿No son dos vocales juntas? la “I” un lápiz.
–¡¡No!! ¡Mírame a la cara! – Todo lo bonitas que quieras. También lo dice
– Ya te he mirado. nuestra madre... pero este vasito no se sostiene y
– Otra vez. Mírame otra vez. Toma nota. En mi este lápiz no escribe porque carece de fuerza para
cara están las vocales fuertes, que se pueden decir hacer presión.
solas sin apoyarse en nadie. Un diptongo son dos – Os expresáis muy bien.
vocales que se pronuncian “de golpe”. Los sabios – Pero con mucho esfuerzo... ¡Ay! Nos caemos de
le llaman decirlas en una sola emisión de voz. debilidad.
– ¿Y dónde están las vocales debiluchas? – ¿Queréis un bodillo?
– Por ahí vienen. Pero como tienen tan poca fuer- – Nosotras no comemos bocadillos.
za, van muy despacio. – ¿Qué os puedo dar entonces?
La puerta se abrió lentamente y entraron dos le- – Danos una tilde.
tras arrastrando los pies y apoyadas en sendos – ¿Una tilde?
bastones. Sendos quiere decir uno cada una. Estas – Sí, con una tilde nos hacemos fuertes y no tene-
letras eran la “I” y la “U”. mos que apoyarnos en ninguna palabra, que lue-
– ¡Oh, qué poca fuerza tenemos! Somos tan dé- go hemos de estar agradecidas. Y es un fastidio.
biles... ¿Tienes una tilde?
– ¿Por qué sois tan débiles? ¿Es que no coméis – Tenerlo...no lo tengo, pero lo hago en un peri-
bien? quete. Puedo hacerlo con un lápiz, con un bolí-

176
grafo, con una tiza, con una tecla... hacer una tilde Coge los que quieras.
es la cosa más fácil. – ¿Para qué?
– Hacerlo sí... pero ponerlo en su sitio ya es otro – Para ponerlos en las palabras que lo necesitan.
cantar. Todo el mundo sabe hacer una tilde, no es – Mis palabras no necesitan nada. Tienen de todo.
más que una rayita inclinada con cierta gracia... – Muchas de tus palabras necesitan tilde porque
pero ponerlo en su sitio... ¡Ah! Eso no es tan fácil. tienen diptongos y hay que romperlos.
Otro día hablaremos de los tildes. Hoy toca ha- – ¿Y si me regañan por romperlos? Me han dicho
blar de los diptongos. que no se debe romper nada, que las cosas cues-
Porque una rayita de esas tan chiquititas y tan tan dinero.
monas puede romper un diptongo. – Las tildes no. Te regalo los que quieras... pero
– ¿Los diptongos se rompen? ten cuidado porque, si los pones donde no debes,
– Se rompen en cuanto una vocal débil se vuelve las palabras gritan y se retuercen y te insultan.
fuerte y se independiza – ¿Me insultan?
– ¿Las vocales toman vitaminas? – Te llaman ignorante. Mira, tu nombre tiene un
– Toman tildes. Mira. Aquí traigo un saquito con diptongo, “Claudia”. La “a” y “u” forman un dip-
tildes. tongo. Si le pongo tilde a la “i”, que es la débil,
El “Señor de los diptongos” sacó una bolsita y la y la convierto en fuerte, ya no dice Claudia, sino
volcó sobre la mesa. “Claudía”.
– ¿Qué haces? ¿Por qué echas el café molido en- – ¡Yo no me llamo “Claudía”!. Me llamo Claudia.
cima de mis cuadernos? ¡Puerco! ¡Mi mamá se va Y haz el favor de no poner tildes donde no debes.
a enfadar! Claudia tiró al suelo las tildes que había en la
– No es café molido. Son tildes. Tengo muchos. mesa. Luego, se fue por una escoba y los barrió.

177
– ¡Fuera tildes inútiles! – Otro día. Por hoy tengo bastante. Puedes irte,
– ¡Eso, eso! ¡A la basura! pero antes déjame una lista de diptongos.
– Despacio, despacio; otro día hablamos de tildes. – Aquí la tienes.
Hoy toma nota de que los diptongos no son dos – El Señor de los diptongos le dio a Claudia una
vocales juntas sino dos vocales que “se pronun- hoja en la que podía leer:
cian juntas”, de golpe, de una vez. ai – au
– ¿Son dos vocales siamesas? ei – eu
– Más o menos. oi – ou
– ¿Con una tilde las divido y dejan de ser siame- ia – ua
sas? ie – ue
Claro. io – uo
– ¡Qué divertido! Ahora mismo voy separar letras iu
siamesas. – ¿Y ui? ¿No es un diptongo?
– ¡Cuidado! Hay siamesas que no se pueden sepa- – Sí, es un diptongo. Pero lo pongo aparte para
rar porque se mueren. que sepas que nunca... NUNCA ¡NUNCA! se
– ¡Ah, eso no! Yo no quiero que se muera nadie. acentúa. Salvo que esté en una palabra que lo ne-
Pondré tildes sólo en las palabras que tengan tilde. cesite como “jesuítico” o “casuístico”.
– Lo tienen todas. Pero a unas se les ve y a otras – Yo no uso esas palabras
no se les ve. Las reglas de las tildes son muy com- – Pues si no las usas, jamás tendrás problemas. Y
plicadas. Pero eso pertenece a otro libro. Yo soy ahora me voy. Si me necesitas, me llamas. He de
“El señor de los diptongos”. Llama al “Señor de las visitar a otros niños que tengan dificultades con
Tildes” y él te contará más. los diptongos, que son casi todos.

178
– Yo no – dijo Claudia. Yo no las tengo.
– Bueno, bueno... Ya veremos más adelante. Hasta
los que mejor escriben tienen que mirar el diccio-
nario de cuando en cuando. Y hacen muy bien.
Ante cualquier duda... ya sabes... El diccionario
te espera
– Gracias, Señor de los diptongos. ¿Volverás otro
día si te necesito?
– Volveré siempre que me llames. Estoy para eso.
El “Señor de los diptongos” dio un salto, se pegó
al techo y luego desapareció como si el techo se lo
hubiera tragado.
Claudia se quedó haciendo rompecabezas con los
diptongos... Había inventado un juego nuevo.

179
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que cuando están


juntas una vocal fuerte
y otra débil sin formar
diptongo, debes acentuar
la vocal débil
NATALIA Y SU
SANDALIA
Natalia, Clarita e Irene tenían un vecino que se viejo con el tronco hueco. Higinio se metió en el
llamaba Higinio. hueco del árbol, se sentó, se comió el huevo y se
Higinio vivía con su tía Amparo porque era huér- puso a roer el hueso de la chuleta.
fano. Su tía le daba muy bien de comer, pero Higi-
nio sólo quería huevos. Doña Amparo se los hacía Natalia, Clara e Irene fueron a casa de Higinio
fritos, en tortilla, pasados por agua, escalfados... para ver si quería ir con ellas a jugar al parque.
Pero él siempre los pedía cocidos. — Está en el jardín —les dijo la tía.
—Ya que sólo comes huevos —le decía la tía Am- Natalia, Clara e Irene fueron a buscarlo, pero no
paro—, al menos variaré la forma de prepararlos. lo encontraron.
—No varíes. Yo quiero siempre huevos duros. — El jardín no es tan grande —dijo Clara—. Si
—Higinio, me tienes preocupada. No te alimen- estuviera, lo veríamos.
tas bien. Debes tomar algo de carne o de pescado. Volvieron a la casa.
—Bueno, dame una chuleta. Pero quítale la carne. — Doña Amparo, perdone que volvamos a mo-
— ¿Que le quite la carne? ¿Y qué te comerás? lestarla, pero Higinio no se encuentra en el jardín.
— El hueso. — Sí se encuentra. Es que tiene la costumbre de
— El hueso no se come. Ni que fueras un perro. esconderse en el hueco del árbol viejo.
— Hazte la cuenta de que soy un perro. Las niñas lo buscaron y, en efecto, lo encontraron
— ¡Con lo buen chico que eres y que seas tan ca- acurrucado en el tronco chupando el hueso de la
prichoso! chuleta.
Higinio, que siempre se salía con la suya, cogió — Hola, Higinio. ¿Qué haces ahí metido?
el huevo duro y el hueso de la chuleta y se fue al — Cumplo con la regla.
jardín donde había un árbol muy grande y muy

182
— No sabíamos que hay una regla que manda me- — Y no sólo las que empiezan —agregó Irene—.
terse en los huecos de los árboles —dijo Natalia. Si el diptongo “hue” aparece en el centro de una
— Tú no la tienes. Pero yo sí. palabra, hay que poner la “hache”. Mira, nosotras
— ¿Por qué? vamos a veces a una aldea muy pequeña y tene-
— Porque yo soy huérfano. mos que ponerle una hache en medio.
— ¿Y eso que tiene que ver con meterse en el hue- — ¿En medio de la plaza?
co de un árbol? Anda, ven a jugar con nosotras. — No, en medio de la palabra. Porque una aldea
— Es que yo soy muy solidario con los míos. pequeña es una “aldehuela”. Y como aparece el
— ¿Y quiénes son los tuyos? diptongo “hue”, pues hay que poner la “hache”.
— El “hueco”, el “hueso” y el “huevo”. Porque yo — Y si te llevan en unas “parihuelas”, tendrán que
soy el “huérfano”. tener “hache” intercalada, o no te llevan bien —
— No entiendo nada —dijo Irene. continuó Irene.
— Que el “hueco”, el “hueso”, el “huevo” y el “huér- — ¿Y qué son unas parihuelas? —preguntó Higi-
fano” son la excepción de la regla que dice que to- nio.
das las palabras que comienzan por “hue” se han — Pues como una camilla con dos palos para
de escribir con “hache”. llevar a la gente que no puede andar. Se llaman
— Te equivocas —le corrigió Clara—. No son también angarillas. Si tienen ruedas, ya no son
una excepción, porque “hueso”, “hueco”, “huevo” “parihuelas”.
y “huérfano” se escriben con “hache” como todas — Deja de preocuparte por tu “hache”, que nadie
las palabras que empiezan por “hue”. Es una regla te la va a quitar —le animó Natalia.
que no tiene excepciones. — A mí no. Pero... ¿qué será de mis derivados? —

183
Higinio rompió a llorar —Sufro por mis deriva- pero la tiene en usufructo, porque “osamenta”
dos, que en cuanto pierdan el diptongo “hue” de- que son todos los huesos del cuerpo juntos, no la
jarán de tener “hache”... ¡Ah... pobres derivados tiene. ¿Por qué?
míos! Con lo que yo los quiero, y no puedo dejar- — Bueno —explicó Natalia—, se estudia así para
les mi “hache”, mi querida “hache” de “huérfano”. que sea más fácil de entender. La gramática dice
Serán huérfanos de “hache”. Porque una regla mi- que “se escriben con hache todas las palabras que
serable ordena que se ponga “hache” delante del tienen el diptongo “hue”, así como sus derivados,
diptongo “hue”... MENOS... MENOS... menos los derivados de “hueco”, “hueso”, “huevo”
Higinio no pudo seguir porque le ahogaba la y “huérfano.”
pena. — ¿Lo ves? ¿Te das cuenta?
— Vamos, Higinio —lo consoló Natalia—, me pa- — La realidad —continuó Natalia— es que, en su
rece que estás exagerando. Unas palabras tienen origen, esas palabras no tenían hache y la toma-
hache y otras no la tienen. Y no pasa nada. Tú te ron cuando apareció el diptongo “hue”. Desapare-
llamas Higinio, con hache, y eres estupendo. Yo cido el diptongo, desaparecida la hache.
me llamo Natalia, sin hache, y soy igual de estu- — Mira —dijo Higinio—, eso me tranquiliza.
penda. Pero yo...
— Sí — aceptó Higinio más tranquilo—. Pero mis — Tú te vienes con nosotras, que nos vamos a di-
derivados, los derivados de “huérfano”, y también vertir mucho.
los de “hueco”, “huevo“ y “hueso“, ya no tienen ha-
che: “orfandad” no tiene “hache”; “oquedad” no Cuando llegaron al parque, se plantearon:
tiene “hache”; “oval” y “ovalado” es aquello que — ¿A qué jugamos?
tiene forma de huevo... pero no les queda una ha- — Ya que hoy toca ese “tema” —propuso Nata-
che que llevarse al papel; “hueso” tiene hache... lia—, vamos a jugar al diptongo “hue”.

184
— ¿Cómo se juega a eso? —preguntó Higinio. damos a vivir en el mapa—cortó Natalia—. Yo sé
— Todos tenemos en alguna parte un diptongo dónde tiene la “hache” tu frasco. En el perfume.
“hue”, con su hache correspondiente. Se trata de — ¿En el perfume?
dar una pista y que los demás lo adivinen. — Sí. Porque “huele”.
— Bien —aceptó Higinio—.Yo lo tengo porque — ¡Sí! “Huele” muy bien
soy... — Y si “huele” mal, también tiene “hache”, que
— No vale —lo interrumpió Natalia—. El de a la “hache” no le importa si “huele” bien o mal.
“huérfano” no vale. Otro, tienes que pensar otro. — Claro —comentó Higinio—. La hache no tiene
— Pues lo tengo en el estómago. narices.
— ¡En el “huevo” que te has comido! —Dijo Ire- — Lo que tiene narices es no poner la “hache”
ne— Estaba chupado. delante de “hue”.
— Lo que estaba chupado era el hueso de la chu- — Ahora me toca a mí —reclamó Clara—. Yo
leta —comentó Clara. tengo la hache de “hue” en una avellana.
— Pues yo tengo la “hache” del diptongo “hue” Los niños se pusieron a pensar.
en un frasco —dijo Irene. — ¿Porque está “hueca”? —aventuró Higinio.
— ¿En un frasco? — Está “hueca”, pero no es por eso.
— Será porque el frasco está “hueco”. — ¿Porque procede de un “huerto”?
— No es por eso. — Procede de un “huerto”... pero no es por eso.
— Porque te lo han traído de “Huesca”. — Porque...
—Ni de “Huesca”, ni de “Huelva”, ni de “Huécija”, — Os lo he dicho. Está “hueca”.
ni de “Huete”, ni de “Huércemes”, ni de... — Quedamos en que no era por eso.
—Para, para... que si nombras todos los lugares — No es por eso y sí es por eso.
que empiezan por “hue”, ríos incluidos, nos que- — Es... y no es... Nos estás enredando.

185
— ¡Ya lo tengo! —Exclamó Natalia— Es lo mis- — ¿Qué más palabras hay con “hue”? —reflexio-
mo, pero dicho de otro modo. La avellana está nó Irene.
“huera”, vacía... — Yo sé una —dijo Clara—: “huésped”.
— ¡Premio! —gritó Clara. — Sí, “huésped” es con “hache” de “hue” — acep-
— ¿Y qué me das de premio? tó Higinio, pero no creo que Natalia tenga un
— La avellana. “huésped” en la sandalia.
— ¡Vaya premio! ¡Una avellana “huera”!. Yo sí que — ¡Quién sabe! —bromeó Irene— Deja las cosas
daré un buen premio a quien acierte dónde tengo donde menos se piensa.
la hache de “hue”. — ¿Se te ha metido un “huésped” en la sandalia?
— ¿Qué nos darás? — Sí, una hormiga, que también es con hache,
— Será una sorpresa. Yo tengo la hache del dip- pero de otra regla.
tongo “hue” en la sandalia. — ¡Ya entiendo! —Dijo Higinio— El diptongo
Todos miraron las sandalias de Natalia. está dentro de la sandalia, en los dedos de los pies.
— ¡Lo sé! —Se adelantó Higinio —La sandalia — ¿Los dedos tienen “hue”?
tiene la “hache” en la “hebilla”. — ¿No habéis oído nunca decir eso de “se le anto-
— Sí, “hebilla” es con “hache”... pero no hay dip- jan los dedos huéspedes”? Pues a Natalia se le han
tongo “hue”. antojado huéspedes los dedos de sus pies.
— ¡Es verdad! Pues será porque tus sandalias son — ¡No! —Gritó Natalia —No es tan difícil. Pero,
de color “hueso”. como veo que sois incapaces de adivinarlo, me
— Son, más o menos, de ese color... Pero no ha- voy a dar un paseo y os dejo pensándolo.
béis acertado.

186
Natalia se separó del grupo y se fue caminando — ¿Y qué? —preguntó Higinio.
por un sendero. — Que, como la tierra está húmeda porque aca-
Como tardaba mucho en regresar, Higinio, Clara ban de regar, el gato se ha quedado marcado en el
e Irene decidieron ir a buscarla. Llegaron a una suelo. Míralo.
plazoleta de la que partían muchos senderos. En efecto, la señal de las pisadas de Natalia se veía
— ¿Cuál habrá tomado Natalia? con toda claridad. No tuvieron más que seguirlas
En la plazoleta había un empleado regando con y en seguida encontraron a Natalia sentada en el
una manguera. Decidieron preguntarle: borde de una fuente leyendo un libro.
— ¿Ha visto pasar una niña? — ¡Hola! —saludó Natalia— Pensaba que este
— He visto pasar muchas niñas. rincón podría leer tranquila. ¿Cómo me habéis
— La que buscamos es una niña mayorcita que encontrado?
lleva unas sandalias. — Siguiendo al gato.
— Por aquí abundan las niñas mayorcitas que lle- — ¿Qué gato?
van sandalias. — El de la suela de tus sandalias. Como la tierra
De pronto, Clara exclamó: estaba húmeda, se ha quedado marcado en el sue-
— ¡Por aquí! Por aquí se ha ido. lo.
— ¿Cómo lo sabes? —preguntó Higinio. — ¡Ah! Entonces habéis acertado ya dónde tiene
— Porque las sandalias de Natalia tienen un gato mi sandalia el diptongo “hue”.
en la suela. — Pues... no.
— Sí —corroboró Irene—. Yo también las conoz- — ¿No? ¡Claro que lo habéis acertado! El dipton-
co. Son de la marca del gato, la última moda en go “hue” de mi sandalia os ha traído hasta aquí.
sandalias. — No

187
— ¡Sí! ¿Qué es lo que habéis seguido para encon-
trarme?
— Tus pisadas —dijo Higinio.
— El gato de la suela —explicó Clara.
— Las marcas de tus sandalias —respondió Irene.
— ¡Pues ahí está!
— ¿El qué?
— El diptongo “hue”.
Los niños miraron al suelo sin entender.
— Sí que sois torpes —se burló Natalia —. ¿Qué
es lo que mi sandalia ha dejado en el suelo? Em-
pieza por “hue”.
— “Hue”... ¡”huellas”! —gritaron los tres niños al
mismo tiempo.
— ¡Al fin! Mi sandalia tiene la “hache” de “hue”
en la “huella” que deja.
— ¿Y el premio?
— Tres avellanas “hueras”. Porque tenéis el cere-
bro casi “huero”.
Higinio, Clara e Irene se echaron a reír. Com-
prendieron que el premio era haber aprendido
una importante regla de ortografía.

188
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que todas las palabras


que llevan el diptongo
“hue” se escriben con “h”
sin excepciones
LA REBELIÓN
DE LOS PUCHEROS
Doña Blanca Buena y Bella era una señora muy excepción, que la había, le cerraba las puertas. Le
distinguida, pero bastante maniática. gustaba escribir (siempre en prosa porque verso
Le tenía manía a la letra “uve”. Decía que era una es con uve), recibir visitas, describir paisajes... No
letra muy baja. Por algo le llamaban “ve baja”. Y se dejaba inhibir por nadie. Y estaba dispuesta a
ella, que se tenía por dama de alto copete, le había adscribir cualquier cosa que le conviniera.
negado el saludo. En su casa no entraba. En su Su marido, el doctor don Benito Bastante Bueno,
casa todo se hacía con “be alta”, bien alta, bien se dedicaba a prescribir medicamentos. No estaba
erguida y bien plantada. dispuesto a sucumbir a prácticas poco ortodoxas.
Le gustaban los verbos en buir, puesto que se es- Gustaba exhibir sus diplomas y no dejaba de con-
criben con “be”. cebir ideas para solucionar los problemas. Procu-
No dejaba de contribuir a las organizaciones eco- raba prohibir poco y no renunciaba a percibir sus
logistas y de distribuir propaganda. Le encantaba honorarios.
atribuir todo lo bueno a su familia y todo lo malo En la casa todo iba muy bien. Menos la limpie-
a las demás. También acostumbraba a retribuir za. Se habían quedado sin doncella y los muebles
los servicios que recibía. Y gustaba de imbuir sus empezaban a verse blanquecinos, lo cual, aunque
ideas a otros. fuese con “be”, no gustaba a doña Blanca Buena
Con los verbos terminados en buir no tenía pro- y Bella. Así que llamó a una agencia y pidió que
blema alguno. le enviasen (perdón, que le proporcionasen) una
Le preocupaban más los terminados en “bir”, empleada.
pues sabía que existían excepciones, pese a no La chica llegó a la casa. Doña Blanca la halló sim-
querer reconocerlas. pática, respetuosa, amable y muy bien dispuesta.
Doña Blanca usaba muchos verbos terminados en El problema surgió cuando le preguntó su nom-
“bir”, puesto que eran con “be”. Y si había alguna bre y procedencia.

191
— Me llamo Victoria Vivero Valdés. Y soy de Ver- Doña Blanca elevó los ojos al cielo.
diales de la Vera. — Querida muchacha, no pretendo que te cam-
Doña Blanca se quedó sin color en las mejillas. bies el nombre, sólo que no me obligues a poner
— No puede ser. en mi boca la letra “extraña”.
— ¿Cómo que no puede ser? Verdiales de la Vera — De extraña no tienen nada.
es un pueblo precioso. — Se me ocurre una idea. No te llamaré como a
— Bueno, bueno. Pasaré por alto lo de tu pueblo ti no te gusta ni diré nombre que a mí me inco-
porque supongo que queda lejos. Lo malo es tu mode. Tengo una campanilla muy bonita y la haré
nombre. sonar cuando quiera hablarte.
— ¿Qué tienen de malo? — ¿Y usted cree que podrá explicarme a campa-
— Me gustaría explicártelo sin que te ofendieras... nillazos si quiere comer mejillones con patatas o
No digo que no sea bonito... Pero, en esta casa, puré de verduras con albóndigas?
sólo usamos la letra “be”... La “otra letra” no nos — Explicar no será problema. Yo me explico muy
gusta... no la admitimos... no la queremos... bien sin necesidad de recurrir a letras bajas. Tú
Victoria no entendía nada. Jamás había conocido escuchas lo que mande y lo haces. Muy sencillo.
un caso igual. Ya le habían advertido que en la — Vale —repuso Victoria.
ciudad existían otras costumbres. La señora con- Doña Blanca Buena y Bellas volvió a dirigir los
tinuó: ojos al cielo.
— Tal vez haya alguna solución. ¿Podría llamarte — ¡Oh, Dios mío! ¿Cómo lograré que me entien-
Berta? das? Has de decir “Bien” o “Muy bien”... Admito
— Podría llamarme. Pero yo no acudiría porque incluso que digas “Bueno”.
no me llamo Berta sino Victoria. — Bueno —repitió Victoria.

192
— ¡Oh! ¡Menos mal! Empezamos a entendernos. — Aquí pasa algo raro.
Entra en la cocina y prepara la comida, que desde Esperó una hora más. Pero todo seguía crudo y
hace una semana, sólo tomamos bocadillos. frío. La señora hizo sonar la campanilla.
— Menos mal que los bocadillos son con “be”. Si — ¿Desea algo?
no, se mueren de hambre. — Sí, deseamos comer. ¿Le falta mucho al cocido?
— También como pasteles. — No le falta nada. Tienen sus garbanzos, sus pa-
— ¿Y qué desea comer hoy, señora Buena? tatas, su tocino, su morcilla, su carne, su verdura...
— Pues, como hace mucho que no tomamos pla- — ¿Qué has dicho? Bueno, no te preocupes. La
to caliente, haz un buen cocido. En la despensa última palabra no la he oído. Así que de eso no
hay de todo. tiene.
Victoria entró a la cocina. Era muy grande y en — Sí tiene, señora. ¡Vaya si tiene!
ella había muchos pucheros puesto en fila y orde- — Querida manceba, todo se puede decir, pero ha
nados por tamaño. de hacerse con las palabras adecuadas al protocolo
En la despensa halló de todo. Tomó un puchero, de esta casa. En lugar de esa grosería, podrías ha-
echó la carne, el tocino, las patatas, los garbanzos, ber dicho que tiene nabo, zanahoria, berenjena...
las verduras... Lo puso al fuego y lo dejó para que — Berenjena no tiene.
se hiciera. — Pero podrías haberlo dicho.
Al cabo de dos horas, fue a verlo y le llamó la — ¿Cómo lo voy a decir si no tiene?
atención que no se oyera borbotear. Levantó la ta- — Podrías haberlo dicho, si la hubiera. Puedes
padera y halló que todo estaba frío y crudo como decir que tiene berza, borraja...
cuando lo puso. — Tampoco tiene borraja.
— Se habrá apagado el fuego —pensó—. Pero vio — Berros...
que las llamas estaban altas y hermosas. — Tampoco tiene berros.

193
— Pues otro día los pones, que todo lo que tiene Hubo un silencio y, al cabo de un rato, le pareció
“be” es fino y sabroso. Y, si no quieres tardar tanto oír un murmullo que salía del recipiente donde
en decirlo, pues dices que tiene hortalizas. estaba el cocido.
— Hortalizas tiene. — Será que al fin comienza a hervir el agua –pen-
— Bien, pues tráelo. Seguro que está buenísimo. só.
— Estaría buenísimo si se hubiera hecho, pero no Como si le hubiera escuchado el pensamiento,
sé por qué protocolo de la casa, aquí el fuego no la tapadera dio un salto. Se sintió una voz muy
calienta aunque esté encendido. suave, acuosa y profunda, igual que cuando está a
— ¡Ya estamos! –se lamentó con angustia e in- punto de arrancar la ebullición.
dignación doña Blanca—¡Son los pucheros! ¡Los — ¡Chup, chup, chup, que te lo crees tú!
malditos pucheros! Creí que a ti no te lo harían. Otro puchero, un poco más pequeño, que estaba
Me tienen desesperada. Me quitarán la salud. Ha- al lado, repitió:
bla con ellos y consigue que atiendan a razones. — ¡Chup, chup, que te lo crees tú!
— ¿Que hable con los pucheros? — ¿Qué pasa? ¿Qué os he hecho?
— Pues claro. Habla con ellos. Hazles entrar en — Nada, no te preocupes. Es que cantamos nues-
razón. tro himno.
¿Hablar con los pucheros? Victoria pensó que — ¿Tenéis un himno?
aquella señora estaba loca de atar. Pero obedeció. — Naturalmente. Todo movimiento revoluciona-
Se fue a la cocina y dirigiéndose a los pucheros rio tiene un himno. Únete a nosotros y canta.
que estaban en fila como un ejército de soldados — ¡Chup, chup, que te lo crees tú! —Cantó el pu-
rechonchos, les dijo con mucha timidez: chero grande y pronto se le unieron los demás.
— Hola, pucheros... — ¿Queréis explicarme qué significa esto?

194
— Esto es la rebelión de los pucheros. Doña Blan- “hervir” y “servir” son dos excepciones de la regla
ca se ha creído que puede mandar en todo, y en de los verbos terminados en “bir”. Hemos de de-
la ortografía no se manda. Aquí la uve está vetada fender los derechos de las excepciones.
y sin uve no podemos hervir, porque “hervir” es Victoria entró en el comedor.
una excepción a la regla que dice que todos los — ¿Has hablado con los pucheros?
verbos terminados en bir se escriben con “be”. — He tenido una conversación muy interesante.
— ¡Ah! —Exclamó Victoria —Comienzo a enten- Hay excepciones a la regla que no se pueden sal-
der. tar. Afectan a los pucheros, a mí... y, sobre todo a
— Estamos en huelga de burbuja caída y, por mu- usted.
cho fuego que nos pongan debajo, no hervimos. — ¿A mí? ¡A mí no hay excepción que me afecte!
Porque “hervir” es con uve y sólo con uve y, si no — Los pucheros no pueden hervir sin uve porque
hay uve, no hay hervor. hervir es una excepción de la regla de los verbos
— Claro, claro, hacéis muy bien. terminados en bir. Yo no puedo servirla a usted
— Y tú debes unirte a nosotros, porque estás en el porque servir es otra excepción de los verbos ter-
mismo caso. Tú no puedes servir sin uve, porque minados en bir.
“servir” es otra excepción de los verbos termina- — Pues...comeré frío, me haré yo misma la cama
dos en “bir”. Hay tres: “hervir”, “servir” y... y...
— ¿Qué tengo que hacer para unirme a vuestra Victoria la miraba con una sonrisa socarrona al
rebelión? tiempo que movía la cabeza en gesto de negación.
— Pues decir que, sin uve, tú no puedes servir, lo — No... No... No...
mismo que nosotros no podemos hervir. Porque — No... ¿Qué?

195
— No... ¡Todo!... En ese momento, los pucheros se pusieron a her-
— ¿Qué significa todo? ¿Crees que no seré capaz vir y aquel día, aunque un poco tarde, comió es-
de hacerlo yo todo? Viviré sin ti y sin los pucheros tupendamente.
– doña Blanca se tapó la boca horrorizada— ¿Qué
dicho? ¿Qué palabra he puesto en mis labios? Ha
sido por tu culpa, me has hecho perder el juicio.
— No señora, lo que ha hecho ha sido recobrarlo.
Ha dicho la palabra adecuada: “vivir”... Usted no
puede vivir si la uve. Porque “vivir” es la otra ex-
cepción de los verbos que terminan en “bir”. To-
dos se escriben con “be”... menos “hervir”, “servir”
y “vivir”. Usted podrá prescindir del servicio, po-
drá hacer las cosas a la plancha o al microondas...
PERO NO PUEDE VIVIR SIN LA UVE.
— ¡Me muero! –exclamó doña Blanca entre ja-
deos y sollozos.
— No se muere, señora. Haga las paces con la uve,
que es una letra muy digna y podrá vivir muchos
años feliz y contenta. Y, además, comerá cocido.
— Si no hay más remedio... —aceptó doña Blan-
ca— me rindo. Todo por un buen cocido.

196
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que todos los verbos


terminados en “bir” se
escriben con “b”
IRENE Y EL GRILLO
TRI-TRI
Carmen y Marta eran unas niñas muy guapas y Dieron una vuelta por el jardín. No la vieron por
muy listas. También eran muy cariñosas. Quería parte alguna.
mucho a sus primos. Carmen propuso:
Como hacía bastante tiempo que no veían a su — Vamos a sentarnos un rato al sol para que ter-
prima Irene, decidieron ir a hacerle una visita. mine de sacarse la ropa y luego seguiremos bus-
Cuando llegaron, no estaba en casa. cando.
— Se ha ido a las instalaciones comunitarias – les Se sentaron en un banco que había junto a un
dijo Delia, la mamá de Irene—. A lo mejor está en seto, en un lugar tranquilo.
la piscina o en los columpios. — ¡Qué bien se está aquí! — Comentó Marta.
— Iremos a buscarla –decidieron Carmen y Mar- — Sí, muy bien. Podemos quedarnos un buen
ta. rato. No tenemos prisa.
El jardín era muy grande, tenía muchos caminos, — Se siente el aroma de las flores. Parece que les
rampas y escaleras. Carmen y Marta no vieron a han echado colonia.
su prima. — El cielo está tan azul como si lo hubieran pin-
Fueron a la piscina. Lo único que consiguieron tado con un rotulador.
fue que les salpicase agua cuando un bañista se — Lo que más me gusta es el silencio. Aquí no
tiró de golpe. llega ningún ruido.
Se sacudieron y siguieron buscando a Irene. — El ruido es muy feo.
Fueron a ver si estaba patinando. Tampoco se ha- — El ruido es una de las cosas más feas del mun-
llaba entre los patinadores. do.
Recorrieron toda la zona deportiva y llegaron a — ¡Cómo me gusta el silencio!
la conclusión de que Irene no se había dedicado a — Lo mejor para disfrutarlo es quedarse calladas.
hacer deporte esa mañana. — Tienes razón.

199
Carmen y Marta se quedaron calladas, disfrutan- — ¿No te parece demasiado potente para que pro-
do la tranquilidad de aquel rincón solitario y aco- venga de un grillo?
gedor. — Puede ser un grillo gigante.
Llevaban un rato sin decir palabra cuando les pa- — Yo tengo miedo –dijo Marta—. Mira que si es
reció oír un ruidito. un grillo gigante y salta sobre nosotras. ¡Uff, que
— ¿Qué eso? —Dijo Marta— Yo he escuchado asco! Vámonos de aquí.
algo. — Espera, no seas miedosa. No sé de nadie a
— Será el viento que mueve las hojas. quien lo haya devorado un grillo.
— No, esa no es la voz de las hojas. — Es que éste tiene que ser muy grande. La voz es
Volvieron a quedarse calladas pero con el oído tan fuerte como la de una persona.
muy atento. De pronto, Carmen exclamó: La voz continuó:
— ¡Lo he oído! Tri...Tri... Tri...
Permanecieron muy atentas. El ruidito cada vez — Yo creo que no es un grillo –concluyó Marta—
sonaba más fuerte: ¿Te has fijado que dice “tri, tri”? Los grillos dice
Tri...Tri...Tri... “cri, cri”.
Ya no tenían ninguna duda. — Fíate tú de la pronunciación de los grillos. Pue-
— Es un grillo —dijo Carmen. de parecer “cri... cri” o “gri... gri”... o “tri... tri”.
— Los grillos cantan durante la noche, no a pleno — Muy redicho encuentro yo a este grillo.
día. Carmen se levantó del banco y dijo con gran de-
— Será un grillo con el sueño cambiado. cisión:
El ruido se escuchaba con toda intensidad: — ¡Vamos!
Tri...Tri...Tri...

200
Mata se levantó también y se dirigió hacia la sa- — Muy bien. Si no os importa, voy a seguir re-
lida. pasando la lección. Es muy importante y quiero
— ¿A dónde vas?- le preguntó Carmen. saberla bien.
— Pues... a casa. ¿No has dicho que nos vamos? — Estudia, estudia.
— He dicho “vamos”, que vamos a ver lo que es. Irene volvió a sentarse donde estaba. Al cabo de
Marta accedió, aunque con cierto recelo. un rato comenzó a decir:
Comenzaron a mirar en los macizos, en los parte- —Tri.. tri... –primero muy bajito y luego cada vez
rres, en los arriates... en los huecos de los árboles. más fuerte — Tri...Tri...Tri...
No hallaron nada. Carmen y Marta se miraron sorprendidas. Aun-
— Por aquí, por aquí... —se orientó Carmen — que habían prometido estar calladas, no pudieron
Por aquí suena... contenerse.
Dieron la vuelta al seto. Detrás había una peque- — ¡¡Eras tú!!
ña zona de césped, muy bien resguardada. — ¡De modo que eras tú!
Miraron y, al fondo, estaba Irene. — Que era yo... ¿qué?
Las primas se abrazaron muy contentas. — ¡El grillo!
— ¡Hola, Irene! Habíamos venido a verte. Pero — ¡Tú eres el grillo!
nos íbamos porque no te encontrábamos. — Yo no soy ningún grillo. ¿Tengo cara de grillo?
— Y estabas aquí, en este lugar tan escondido. ¿Soy negra? ¿Soy fea?
— Sí, aquí estaba. Es mi rincón preferido para es- — No, no... Eres muy guapa. Tienes ojos de hada...
tudiar. No me molesta nadie. — Y el pelo muy bonito...
— Bueno, pues sigue estudiando. Por nosotras no — Y las manos muy finas...
lo dejes. Te haremos compañía en silencio. — Y llevas un vestido precioso...

201
— Y hueles muy bien... — Tri.. tri...—coreó Marta— ¡Qué regla tan di-
— Y te mueves con mucho salero... vertida! Te sientas a tomar el sol, haces un poco el
— Y... grillo... y ya está.
— Basta de darme coba. Me habéis llamado grillo. — ¿Necesitas toda la mañana para aprender a de-
— No te hemos llamado grillo. Te hemos confun- cir tri? –preguntó Carmen.
dido con un grillo. — No la estaba aprendiendo. Estaba buscando pa-
— Peor todavía. ¿Por qué me habéis confundido labras que empezaran por la sílaba “tri”... Como
con un grillo? “tribuna”... “tribunal”... “tributo”... “tribulación”...
— Porque haces “tri... tri... tri...” “tribu”... “tribal”... ”tribuno”...
Irene se echó a reír. — ¿Hay alguna excepción?
— ¡Ah! ¡Es por eso! Es que estaba estudiando. — Es trivial.
— ¿Y tú cuando estudias haces tri tri tri? — ¿Qué significa trivial?
— Hoy sí. Porque estoy aprendiendo una regla de — De poca importancia.
ortografía muy interesante. — ¿Es una excepción sin importancia?
— Ah, una regla de ortografía... ¿Y para estudiar — No... Lo que digo es que la excepción es la pa-
ortografía hay que hacer tri... tri...? labra trivial... que aunque empieza por tri, se es-
— Claro. Porque es una regla de la “be”. cribe con uve.
— ¿Y qué dice esa regla?
— Dice que se ha de poner “be”, y nunca uve, en Carmen y Marta se fueron a su casa muy conten-
las palabras que empiezan por “tri” y, a continua- tas de que no se las hubiese comido un grillo gi-
ción, va ese sonido. gante, de haber visto a su prima Irene y de haber
— Tri... tri... –dijo Carmen aprendido una interesante regla de ortografía.

202
Por la noche, en su habitación, repetían: — ¿Qué cosa?
— Tri... tri...tri... — Que hay una palabra que empieza por “tri” y
Hasta que llegaron sus padres para ver por qué no no se escribe con “be”.
se dormían. — ¿Qué palabra?
— ¡A dormir, que no sois grillos! —Trivial.
—No somos grillos pero lo parecemos –dijo Car- — ¿Sólo ésa?
men — porque Irene nos ha enseñado una regla — Puede que haya alguna otra pero es tan trivial,
de ortografía. tan trivial que no vale pena preocuparse. ¿Verdad
— ¿Qué regla es ésa? que es muy bonita la regla de Irene?
— La regla de “tri”. Marta y su hermana pasaron una noche feliz, con
— Se escriben con “be” todas las palabras que la tranquilidad que da saber ortografía.
empiezan tri y llevan ese sonido a continuación.
Como...
— Muy bien, muy bien. Mañana buscáis los ejem-
plos.
Ana apagó la luz y las niñas se durmieron.
Apenas había cerrado los ojos, Marta se despertó.
— ¡Mamá! ¡Mamá!
— ¿Qué te pasa?
— Que se me ha olvidado decirte una cosa muy
importante.

203
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que se escriben con “b”


todas las palabras que
empiezan por “tri”
LEYRE Y LA
ROSQUILLA ROTA
Leyre era una niña muy lista y muy estudiosa, Subió al piso alto, donde estaba la biblioteca, y
que sacaba sobresaliente en todo, menos en or- buscó a ver si encontraba algún libro que le ayu-
tografía. dara.
No tenía problema con la uve y la be, ni con la ge — Sólo tengo una solución –se dijo—. Cogeré el
y la jota... ni con la hache... Pero había letras con diccionario y me lo aprenderé de memoria. Aquí
las que se hacía un lío. Ella se había aprendido las está —dijo tomando un libro gordo que se hallaba
reglas... pero no encontraba ninguna que sirviera en un estante muy alto.
para resolver sus dudas. Al sacarlo, algo cayó al suelo. Era una caja.
— Si he sido tan lista para aprenderlo todo —se — ¿Qué habrá en esta caja? —Se preguntó Leyre.
decía— ¿por qué tengo que atascarme en esto? Abrió la caja y vio que estaba llena de rosquillas.
No lo entiendo. — ¿Quién habrá puesto aquí una caja con rosqui-
Y eso era lo que le pasaba, que había letras cuya llas? ¡Vaya sitio! Habrá sido mamá que la ha es-
pronunciación no entendía bien, lo cual no le su- condido para que no comamos demasiadas. Sabe
cedía sólo a Leyre. Nos pasa a todos. Entendemos que nos gustan mucho y que pueden hacernos
lo que sabemos. Si alguien nos dice que se llama daño. Pues una, por lo menos, me voy a comer.
Fernández, lo entendemos en seguida. Pero si nos Introdujo la mano en la caja, cogió una rosquilla
dice que se llama Feriández, decimos “¿Fernán- y vio que le faltaba un trozo.
dez?” “No. Feriández” “¿Cómo? ¿Ferández?”. — Cogeré otra que esté redonda y entera.
¿Quién no ha presenciado alguna conversación Cogió otra pero también le faltaba un trozo, exac-
como ésta? Y es que adivinamos más que escu- tamente igual. Observó con atención y vio que
chamos. Y muchas personas no escuchan. Leyre todas las rosquillas de la caja eran iguales. En lu-
escuchaba con toda atención. Pero seguía tenien- gar de formar un aro perfecto, como las rosquillas
do dudas. normales, estaban abiertas por un lado.

206
— Bueno —reflexionó Leyre— ¡Qué más da! Igual — ¡Una rosquilla rota!
de buenas estarán aunque les falte un trocito. — ¿Y para qué quieres que esté rota? –se extrañó
Tomó una rosquilla, se la llevó a la boca y se la su hermano Aitor.
comió. — Calma, calma —dijeron los papás—. Explica lo
Lo primero que notó fue que no sabía a nada. que te pasa y no tengas miedo.
Lo segundo que no se deshacía como se han de — Que me he comido una rosquilla rota y me es-
deshacer las rosquillas cuando las masticas... y lo toy ahogando.
último y más desagradable, fue que se le quedó Los padres le abrieron la boca, miraron en el inte-
atascada en la garganta y no podía mandarla ni rior y no vieron nada. La rosquilla debía estar ya
para afuera ni para adentro. muy adentro.
— ¡Ajjj!... ¡Ojjj!... ¡Ujjj!... —carraspeó Leyre. — Avisemos al médico —decidió Miguel al tiem-
Pero la rosquilla seguía agarrada a su garganta, po que cogía el teléfono y marcaba un número de
haciéndole mucho daño. Entonces empezó a gri- urgencias.
tar: — ¡Ah, qué daño me hace! –chillaba Leyre—
— ¡Mamaaaaá!... ¡Papaaaaá! ¡Cómo me pincha!
Al oír los gritos, acudieron los padres de Leyre. Su mamá le llevó un vaso de agua.
— ¿Qué te pasa? —Se alarmó Covadonga. — Bebe, bebe... ya verás cómo bebiendo se pasa.
— ¿Qué ocurre? —Se preocupó Miguel. Leyre bebió...pero ¡nada!
— ¡Una rosquilla! ¡Una rosquilla! — ¿De dónde has cogido esa rosquilla?
— ¿Quieres una rosquilla? —Preguntó su herma- — De la caja que tú habías escondido detrás de
no Rodrigo, que había acudido también. los libros.

207
— Yo no he escondido ninguna caja de rosquillas. se a saludar ni a presentarse, subió hasta donde
Llamaron a la puerta. Era el médico. Venía acom- estaba Leyre, la miró y dijo.
pañado de varios ayudantes. Le pidió a Leyre que — Esto lo arreglo yo.
abriera la boca, la miró, se dio la vuelta y se mar- — ¿Usted va a sacar la rosquilla rota?
chó con todo su equipo diciendo: — Esta niña no se ha tragado ninguna rosquilla.
— Esto no es cosa mía. Lo que le pasa es otra cosa bien distinta.
— ¡Doctor, doctor! ¡No se vaya! –pidieron los pa- — ¿Es peligrosa para su salud?
dres— Que nuestra niña se ahoga. — Su salud no peligra. Pueden estar tranquilos.
— No se ahoga. No se ahoga. ¿Dónde está la caja de esas rosquillas?
Los papás se quedaron desconcertados y Leyre Todos se pusieron a buscar y, al fin, la hallaron en
siguió gritando: un rincón. La dama de la túnica dorada, abrió la
— ¡Me pincha! ¡Me pincha! ¡Me ahogo! caja y sentenció:
— El médico ha dicho que no te ahogas. — Esto no son rosquillas rotas. Son letras. Bueno,
— ¿Hacéis caso al médico o a mí? una letra, la “ce”. A su hija se le ha atragantado la
— Avisáremos a otro médico —decidió Miguel, letra “ce”. ¿Verdad, Leyre que se te ha atragantado
el papá. la letra “ce”? Eres muy lista, muy buena y muy
— Mejor llevarla al ambulatorio —propuso Cova- estudiosa... pero se te ha atragantado la letra “ce”.
donga, la mamá. ¿Sí o no?
Antes de que les diera tiempo a decidir, sonó el — Sí, sí; se me ha atragantado. Por culpa de la “ce”
timbre de la puerta. no consigo tener una ortografía perfecta.
Abrieron y entró una señora muy rara, vestida — ¿La “ce”? ¿Qué problema tienes con las “ces”?
con una túnica de oro, un gorro también de oro y –preguntó la mamá.
la cara pintada de purpurina dorada. Sin detener- — Que me las como. Porque nuca sé cuándo hay

208
que poner dos y cuando hay que poner una. Si — ¿Y a quién escucho si la gente pronuncia muy
hay que poner dos, me como una y saco mala mal? O yo oigo muy mal.
nota. Decidí poner siempre dos. Me dijeron. ¿Por O las dos cosas. ¿Y cuándo no hay nadie que lo
qué pones dos “ces” cuando sólo hay que poner diga? ¿Y cuando tengo que escribir una carta, una
una? Yo respondí ¿Y qué hago con la otra? Y la nota o hacer una redacción? ¿Dónde oigo si es un
profesora, que es un poco chula, me respondió: sonido o son dos?
“Te la comes”. O sea, que no me queda más reme- — En tu cabeza.
dio que comerme la “ce” que falta o la “ce” que — Pero yo no tengo “ces” en la cabeza, mamá. Las
sobra. Y se me atraganta. tengo atragantadas a en la garganta. Y en mi libro
— Eso tiene arreglo –dijo la señora dorada— ¿A no hay ninguna regla.
qué ya estás mejor? — Por eso he venido —dijo la señora—. Yo soy
— Pues sí. Parece que ya no me pincha. una regla de oro. ¿No me ves cómo brillo?
— Reconocer el origen del problema es el camino — Si, a todos nos ha extrañado su modo de vestir.
para solucionarlo. Creímos que se había escapado de una comparsa
— Por mucho que yo conozca el origen del pro- de carnaval.
blema, seguiré sin saber cuándo he de poner una — No me he escapado de ninguna parte. Soy así
“ce” y cuándo he de poner dos. por derecho propio.
— Pero si eso se oye –dijo la mamá—. Cuando hay — ¿Cuál es su secreto, doña Regla de Oro? –pre-
una, suena suave, como una sola sílaba. Cuando guntó Leyre.
hay dos, suena como si se dijera en dos veces. Por — No es ningún secreto. Todo el que quiera lo
ejemplo. Ac...ción. Suena una vez como ac y otra puede saber.
como ción. Son dos sonidos. Basta escuchar. — ¡Yo quiero saberlo! —Pidió Leyre.

209
— ¡Y yo! —Dijo Rodrigo. dudas, como “acción”... ”cocción”... “precaución”...
— ¡Y yo!—se sumó Aitor. “locución”...”infección”...
— ¿Vosotros también os quedáis chupando el lá- — ¡Ésas, ésas! –dijo Leyre— Esas son las que me
piz cuando no sabéis si hay que poner una “ce” o hacen dudar.
hay que poner dos? — Pues ya no vas a dudar más. En ésas. Hay otras
— A veces. como “occipital” “eccema” o “fláccido”, que mejor
— Bueno, dijo la señora dorada. Si vuestros pa- será aprenderlas artesanalmente. Aunque fláccido
dres me dan permiso, mañana vendré y os ense- no tiene mucho problema, pues se admite tam-
ñaré el truco. bién con una “ce”.
— Las aprenderemos —dijo Aitor.
Al día siguiente, a la hora acordada, se presentó — Pero las que terminan en “ción”... ¡son tantas!
doña Regla de Oro. Traía un bolso de tisú de oro, — Muy bien. Cuando os encontréis ante una
muy pomposo. duda, buscáis en este bolso. Está lleno de palabras.
Se sentó en una butaca y los niños se acomodaron — ¿Y tendremos que ir a todas partes con el bol-
frente a ella en tres sillitas. La dama puso el bolso so?
en el suelo y dijo: — Todos tenemos en la cabeza un bolso lleno de
— Aquí está la solución a casi todas vuestras du- palabras.
das. — A ver, un ejemplo:
— ¿A casi todas? — Lección —dijo Leyre.
— Sí. Porque este truco vale para las palabras — Colección —sugirió Aitor.
terminadas en “ción”, que son las suelen ofrecer — Dirección —propuso Rodrigo.

210
Los niños siguieron exponiendo palabras en las dos “ces”. Si no hay “ce” delante de la “te”, es con
que dudaban: una sola “ce”.
— Asociación. ¿Habéis entendido?
— Delación. — Un poco.
— Inclinación. — Si lector es con “ce” delante de la “te”, “lección”
— Basta –cortó doña Regla de Oro—. Hay mu- es con dos “ces”. Y ahora decidla fuerte para que
chas. Vayamos poco a poco. Comencemos por la suene claro
primera que ha dicho Leyre: “lección”. Para saber Los niños dijeron a coro:
si es con una “ce” o con dos, se busca en el bolso — Lec...ción.
una palabra de la misma familia. — Veamos ahora “colección”. Buscad en el bolso
— ¿De la misma familia? una palabra de la familia.
— Sí, sí. Aquí está. “Lector”. Aquí hay otra “lecti- Rodrigo metió la mano en el bolso y sacó “colec-
vo”. ¿Dices “letor” o lector? tor”.
— ¿Cómo voy a decir “letor”? –respondió Leyre — ¡Es con dos “ces”! —Exclamó Leyre entusias-
echándose a reír. Parecería tonta. mada. “Colección” es con dos “ces” porque “co-
— Porque delante de la “te” escuchas la “ce”, pero lector” tienen una “ce” delante de la “te”. ¡Colec...
cuando está delante de otra “ce”, es más difícil de ción!
escuchar. ¿No es cierto? — Muy bien. Otra.
— Muy cierto. — Dirección- dijo Aitor y, como ya había apren-
— Bueno pues la regla de oro consiste en buscar dido el truco, sacó del bolso la palabra “director”
la segunda “ce” en una palabra que tenga “te”. Si — ¡También se escribe con dos “ces”!, porque se
hay “ce” delante de la “te”, es que esa palabra tiene dice director, no se dice “diretor”.

211
— Busquemos ahora una palabra de la familia de
delación. Aquí está: “delator”. No tienen “ce” de-
lante de la “te” ¿Cómo la escribirás?
— ¡Con una sola “ce”! ¡Delación!
— Ahora “asociación” e “inclinación”.
Buscaron palabras de la familia que tuvieran “te”
y no las encontraron.
— ¿Y si no hay palabra con “te”?
— Si no hay, es con una sola “ce”.
Los niños habían descubierto un nuevo juego,
buscar palabras que les dijesen si se ponía una
“ce” o se ponían dos. Hallaron “selecto” para
escribir “selección”, “afecto” para escribir “afec-
ción”... “perfecto” para escribir “perfección”... “in-
fecto” para escribir “infección”...
Leyre nunca más se atragantó con una rosquilla
rota. Había encontrado el truco de oro.

212
S APR ENDIDO
HA
É
QU

Que se escriben con


“cc” todas las palabras
terminadas en “ción” que
se asocien a una palabra
con “t” y lleven una “c”
antes de ésta

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