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Blanca Varela.

Vida y poesía
Mallarmé afirmaba haber experimentado inquietantes síntomas causados por el acto de escribir. Escribir el
poema aparece como una situación extrema que deja suponer una caída radical. Ahondando en el verso,
decía haber encontrado dos abismos que le desesperaban. Uno era la nada, es decir la ausencia de dios, el
otro era su propia muerte.

¿Qué síntomas puede experimentar a la hora de escribir, una poeta de la dimensión de Blanca Varela? La
palabra desde la cual nos habla, es una palabra que evoca el destierro en su dimensión más universal. Caída
desde lejos, alimentada de lo inexacto, expulsada del paraíso, la poesía llega en carne viva para alterarnos
los ojos. Poesía poseída, nos sumerge con sensualidad de flor carnívora hacía el centro del poema. Canto de
ideas expuestas con lucidez implacable, el poema se integra al mundo, como los héroes de las tragedias
clásicas, en una suerte de voz del destino que arranca a la vida de lo absurdo para conferirle una cierta
grandeza. Si la propuesta de Rimbaud en la poesía fue la de fijar vértigos, podríamos interpretar a la poesía
de Blanca Varela como una expulsión permanente del yo hacia zonas oscuras, hasta alcanzar después del
mareo, un cierto grado de iluminación. Su poesía se aferra a la seguridad de lo cambiante, a la brevedad de
la intensidad, hallando el frágil huesecillo de la estirpe al azar hasta perderlo, como lo dice en El libro de
barro. Un naufragio sin mar, sin playa, sin viajero. Blanca Varela crea a dios a su imagen y semejanza, lo
modela, lo esculpe desde su herida congénita y felizmente mortal, exponiéndolo a la vista de todos, a los
clavos, a la sangre y a las moscas.

Blanca Varela nació en Lima en 1926, en 1943 ingresa a la Universidad Mayor de San Marcos, estudia
literatura con otros escritores, quienes formarán parte posteriormente de la generación llamada del 50. Esta,
generación prolongó el camino que ya estaba descubierto por César Moro y Emilio Adolfo Westphalen,
algunos de sus miembros fueron: Jorge Eduardo Eielson, Javier Sologuren y Sebastián Salazar Bondy. Muy
pronto comprendieron que la literatura debía ser universal. En 1949, Blanca Varela se instala en París, época
de apogeo del surrealismo, se hace amiga de los principales representantes de este movimiento. Más tarde
continuará su exilio por Florencia hasta radicarse nuevamente en el Perú.

La poesía de Blanca Varela es una referencia a la poesía universal. Poseedora de una mitología propia nos
habla delo cotidiano como un oráculo: ni declara ni oculta, significa. Como Loxias, el oblicuo, su poesía cubre
el sí y el no. La visión del mundo es lúcida, exacta en su desamparo como lo muestran magistralmente todos
sus poemas. El yo poético está herido en primera persona del singular y se extiende al mundo que lo rodea.

Queja narcisística que se transforma en literatura a través de un complejo mecanismo de sublimación.


Descripción de un mundo sombrío, amargo como la hiel, pero la perfección de la palabra da a esa visión
negra una magnitud que linda con lo sublime. El sufrimiento, las pérdidas del yo poético se encarnan
resistiendo con tanta superioridad y elegancia que rebasan la experiencia trágica. La vida y la poesía
constituyen en Blanca Varela una unidad indisoluble, indestructible, dando lugar a la existencia como un acto
total. Mario Vargas Llosa, prologuista de Ejercicios materiales, nos aclara este aspecto de la obra y de la vida
de Blanca Varela, incluyendo a otro gran poeta del Perú: Martín Adán. Nos dice Vargas Llosa: «El escribir es
un acto de compromiso total dela persona, Blanca Varela pertenece a la clase de escritores y poetas cuyo
escribir es un compromiso total del ser.»

Vida y poesía, fueron el centro de las preocupaciones de los surrealistas. Como ya hemos dicho, Blanca
Varela llega a París y forma parte de este movimiento. Los surrealistas hablan a cada momento de la alianza:
vida y poesía, ser soporte y paradigma del poema. Recordamos la frase de Tristan Tzara: la poesía como
actividad del espíritu, el poema se transforma en documento. No olvidemos que la documentación fue el
elemento fundamental de los surrealistas. La nombrada documentación permite unir, crear el lazo invisible
entre vida y poesía. Pero vida y poesía son dos cosas diferentes y la fusión era, es y será problemática.
Tomemos algunos ejemplos: Vaché es la vida sin obra. Lautréamont la obra sin vida, en Rimbaud estuvo
primero la obra, después la vida.

En Blanca Varela poesía y vida van unidas, iluminación y ceguera; nacer y morir; blanco, negro y rojo de la
sangre redentora; oscuridad y proximidad; vacío continuo y plenitud sin nombre. La esperanza es absurda y
delgada pero posee el mérito de entrar en la vida por una puerta, desde la misma contempla al mundo
¿cómo una niña, un animal, una idea? Octavio Paz dice: «Blanca Varela es una poeta que no se complace con
sus hallazgos ni se embriaga con su canto. Su poesía no explica, no razona ni es tampoco una confidencia. Es
un signo, una totalidad frente al mundo, contra él y hacia él, una piedra negra tatuada por el fuego y la sal,
el amor, el tiempo, la soledad.»

Blanca Varela
(1926/08/10 - 2009/03/12)

Poeta peruana
 Obras: Luz de día, El libro de barro, Donde todo
termina abre las alas...
 Movimiento: Generación del 50
 Padres: Esmeralda Gonzales y Alberto Varela
Orbegoso
 Cónyuge: Fernando de Szyszlo
 Hijos: Vicente, Lorenzo
 Nombre: Blanca Leonor Varela Gonzales

Primeros años
Nació el 10 de agosto de 1926, en Lima, Perú.

Hija de Esmeralda Gonzales y Alberto Varela Orbegoso.

Cursó estudios de Letras y Educación en la Universidad de San Marcos en 1943,


donde hizo amistad con los escritores Sebastián Salazar Bondy y Emilio Adolfo
Westphalen, y con el pintor Fernando de Szyszloy, que se convertiría en su
esposo.

En 1947, colaboró en la revista Las Moradas dirigida por Westphalen.

En 1949, se trasladó a París donde se dedicó al periodismo, a la traducción y


empezó a escribir poesía. Frecuentó a escritores que residían en esa ciudad,
como Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Julio Cortázar, Ernesto Cardenal,
y Octavio Paz, figura determinante en su carrera literaria.

En 1955, regresó a Perú. De 1957 a 1960, residió en Washington. En 1962, volvió a


Lima donde se estableció definitivamente.

Una obra intensa


En 1959, publicó su primer libro, Ese puerto existe con prologo de Octavio Paz, al
que siguieron: Luz del día (1963), Valses y otras falsas
confesiones (1972), Canto villano(1978), Camino a Babel (1986), Ejercicios
materiales (1993), El libro de barro (1993), Poesía escogida (1993) y Del orden
de las cosas (1993).

En 1986, editó Canto villano, recopilación de su obra poética desde 1949 a 1983.
En 2001, publica la antología Donde todo termina abre las alas: poesía reunida
1949-2000.

Fue secretaria general del Centro Peruano del PEN Club Internacional y directora de
la oficina del Fondo de Cultura Económica en Lima. Colaboró en la revista Amaru.

Premios
En 2001, recibió el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo; en 2006, el Premio
de Poesía Federico García Lorca, y un año después fue galardonada con
el Premio Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana, también recibió la Medalla
de Honor por el Instituto Nacional de Cultura del Perú.

Contrajo matrimonio con Fernando de Szyszlo, tuvieron dos hijos, Vicente y Lorenzo.

Falleció a los 82 años, el 12 de marzo de 2009, en Lima.

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