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23 de Mayo de 2011
Introducción.
El Problema.
Pretendemos llegar a la raíz del origen del flujo de experiencia en la organización biológica,
puesto que sostenemos que varias de sus características estructurales surgen de las propiedades
particulares de dicha organización. En el sentido de que esperamos especificar, en lo que sigue a
continuación, nuestro supuesto de que en los diferentes niveles de complejidad biológica
existentes, la experiencia organísmica es constitutivamente un flujo (devenir) debido a la
naturaleza dinámica/temporal de la organización biológica.
La pregunta sobre la utilidad de un enfoque como éste permanece abierta, por supuesto.
No obstante, creemos que mediante la exploración del caso más limitado del simple sistema
biológico, seremos capaces de extraer, no sólo lo que se necesita para que algo como el flujo de
experiencia sea posible, sino también obtener algunos aspectos centrales que pudiesen aplicarse a
formas más complejas de vida, tales como los seres humanos.
Los intentos por definir lo que es un sistema vivo, se remontan hacia los tiempos pre-
socráticos (Bedau & Cleland 2010), e incluso en la actualidad existe controversia en cuánto a si
algún intento individual ha sido exitoso en ello (McKay, 2004; Tsokolov, 2009). Como basamos el
concepto del flujo de experiencia en las propiedades de organización de los sistemas biológicos,
debemos escoger alguna descripción. Por lo tanto, comenzaremos a partir del enfoque
autopoiético que ha sido desarrollado por Humberto Maturana y Francisco Varela, como una
descripción mínima de este tipo específico de organizaciones (Maturana & Varela, 1973; Uribe et
al., 1974). Creemos que capta de un modo simple la lógica básica de lo vivo, mientras que, al
mismo tiempo, conlleva consecuencias para lo que entendemos por cognición. En palabras de
Maturana y Varela (1980):
“Un sistema autopoietico está organizado (definido como unidad) como una red de
procesos de producción (transformación y destrucción) de componentes que producen los
componentes que:
lo constituyen (la máquina) como una unidad concreta en el espacio en el cual existen
especificando el dominio topológico de su realización como esa red”.
A partir de esta definición básica, Maturana y Varela (1973, 1983) proponen que la
cognición surge como consecuencia de las especificaciones propias del organismo de su dominio
posible de interacciones:
En pocas palabras, los sistemas autopoiéticos son sistemas que mantienen su organización
constante a través de los procedimientos especificados en (1) y (2), más arriba. Como consecuencia
de ello, establecen un dominio de interacciones que, por el imperativo de mantener la
organización, es imperativo en relación al estado del mundo, es decir, cognitivo. Siguiendo a Varela,
no existe un significado intrínseco en una gradiente de ácido sulfúrico. Únicamente cuando una
bacteria es puesta en la gradiente el significado surge para la bacteria: por el modo en que esta
organizada internamente, algún tipo de bacteria nadará a favor de la gradiente, mientras que
otras, lo harán hacia arriba.
A pesar del interés en este enfoque, ya que provee un marco para entender la cognición
-en el sentido mínimo de una distinción- como una propiedad de una determinada clase de
sistemas (sistemas autopoiéticos), la tensión en el mantenimiento de la organización no se da sin
costo. Específicamente, se resta importancia a la temporalidad de los procesos que subyacen a
dicho mantenimiento, reduciéndolos a una “red de procesos de producción (transformación y
destrucción)” y asumiendo que esto ocurre de un modo dinámico. Por otro lado, dado las raíces
cibernéticas de este enfoque seguido por los autores, la relación con la materialidad sigue siendo
complementaria, aún prescindible, cuando se trata de definir la clase de sistemas a la cual
pertenecen los sistemas vivos (Maturana & Varela 1972). La distinción entre la “estructura (o
teoría)” del sistema (Ibid., p. 378) y su composición es clave para proporcionar una definición no
contingente que permita reconocer cualquier caso de ser vivo como tal. Sin embargo, al hacerlo es
fácil perder de vista lo propio de la vida tal como la conocemos, en este ámbito particular.
Los sistemas vivos, son más que únicamente una distinción básica respecto del mundo y
ellos mismos. Al ser formas auto-afirmadas que están sujetas a las leyes de la termodinámica,
acarrean consigo la posibilidad de dejar de ser en cualquier momento dado.
La obra de Hans Jonas, entre otras cosas, se basa en ese status aparentemente
contradictorio de la vida siendo mortal, para enfatizar la íntima relación de la vida y la muerte y
cómo dicha polaridad es a la vez, ineludible y creativa:
El ser en si mismo asume primariamente un sentido empático: intrínsecamente cualificado
por la amenaza de su negativo, se debe afirmar a sí mismo, y la existencia afirmada es la
existencia como inquietud (preocupación). Entonces, constitutivamente para la vida está la
posibilidad de no ser, que su propio ser es un cierre sobre este abismo, un zócalo de su
borde: de este modo, ser en sí mismo se ha convertido en una constante posibilidad más
que un estado determinado, una y otra vez tendiendo a ser sostenido en oposición a su
omnipresente contrario, no ser, que inevitablemente lo sepultará al final (Jonas, 1966
(2001), p.4).
Que la vida sea mortal es tal vez su contradicción básica, pero pertenece a su naturaleza y
no puede separarse de ella ni siquiera en el pensamiento: la vida lleva a la muerte en sí
misma, no a pesar de, sino a causa de que, esta siendo vida, siendo de naturaleza tan
irrevocable e insegura, la relación entre forma y materia sobre las cuales descansa. Su
realidad, paradojal y un constante desafío para la naturaleza mecánica, es de fondo una
continua crisis cuya resolución momentánea nunca es segura y sólo da lugar a una nueva
crisis (Jonas, 1966 (2001), p. 5).
Debido a la naturaleza disipativa del universo que habitamos, los organismos vivos no
pueden descansar en su esfuerzo para la nueva materia si su identidad debe ser mantenida de
alguna manera separada de la de su sustrato físico (es decir, si quieren seguir con vida). Dos
consecuencias primordiales se pueden extraer de este acto fundacional: primero, la relación de los
organismos vivos con el mundo es de una “libertad necesitada” (Ibid., p.80), siempre en búsqueda
de aquello que le permite ser algo diferente de sus bloques de construcción; segundo, porque en
cualquier instante dado, su organización no es un conjunto abstracto de relaciones, sino un caso
real y concreto de piezas materiales que trabajan en conjunto, que como materia pasa a través del
organismo, por lo que la organización nunca se alcanza realmente y permanece como “posibilidad
constante”. En un sentido bien concreto, un sistema vivo es siempre sólo un organizándose y nunca
una organización como tal.
Al hacer hincapié en que los sistemas vivos se organizan como una red de procesos de
transformación y destrucción que se cierran sobre sí mismos, estableciendo dominios topológicos
específicos, el enfoque autopoietico/autonomía ofrece una definición sistémica, no basada en los
componentes, de la vida que es potencialmente aplicable a los casos que no hemos encontrado
todavía. Sin embargo, por la forma en que se formula y la importancia que le da al mantenimiento
de la organización de la unidad, relega la naturaleza concreta de las reacciones que constituyen la
llamada red de procesos, al fondo.
Al hacerlo, dos aspectos que están relacionados son descuidados y requieren ser
reconsiderados: por un lado, la red de procesos que constituyen el sistema ocurre en un medio
físico de materia concreta, en donde las cosas ocupan espacio y toman tiempo en ocurrir. La
materia no es simplemente un medio neutral para sostener las relaciones. A nivel molecular (que
es donde existen los sistemas vivos), la materia ocupa espacio y se mueve a una velocidad finita.
Es inercial y requiere energía para ser desplazada.
Como claramente lo dice Jonas, la vida está siempre en tensión con la materia, una
“peligrosa independencia de la misma materia que le es indispensable para ser” ( Op. Cit., p.5). La
materia no se vuelve simplemente parte del sistema vivo mediante un proceso instantáneo.
Necesita energía para comer y digerir nutrientes, para prolongar un pseudópodo y engullir una
bacteria, o simplemente para avanzar por un canal de membrana. Y toma tiempo para que una
molécula de glucosa se una a un transportador, aunque sea en el intervalo de fracciones de un
milisegundo.
Por otro lado, incluso el sistema vivo más simple que conocemos, depende de la integridad
de las reacciones metabólicas, cuya cinética abarca varios niveles de magnitud. Desde la difusión
de iones a través de canales dependientes de voltaje hasta la reposición de un solo nucleótido de
una hebra del ADN, este hecho hace que la noción de organización, como algo que pueda definirse
de modo inequívoco, sea insostenible. Múltiples constantes implican la coexistencia de múltiples
escalas de tiempo en la renovación de los componentes del sistema, que por lo tanto, generan una
persistente incompletud en la presunta organización. Se puede argumentar que la organización ha
de entenderse dinámicamente-como proceso- y por lo tanto no existe necesidad de señalarla o
congelarla para poder distinguirla. Pero, esta es una abstracción que funciona bien desde nuestra
posición descriptiva, sin embargo, no se cumple para el sistema real que está vivo. Tal sistema debe
tener molécula M que esta pasando por el transportador T, mientras la enzima E1 está siendo
sintetizada y la enzima E2 está catalizando la reacción R para existir. Cuando uno considera la
diversidad de dinámicas que subyacen en un determinado sistema vivo, una descripción más
precisa sería decir que es trata de un organizándose.
Consideradas en conjunto, la textura espacio-temporal de la materia y la complejidad de
las redes metabólicas necesarias para sostener un sistema vivo, se resalta la importancia de situar
a la organización abstracta en el medio concreto donde ocurre. Más importante aún, hace traer a
la mano una propiedad que exhiben los sistemas vivos como consecuencia, tanto de la manera en
que se organizan a sí mismos y de los componentes que utilizan para hacerlo, que proponemos es
crucial para entender la naturaleza del flujo de experiencia: una densa asimetría temporal. Desde
esta perspectiva, “ahora” para un ser vivo sólo pude ser extendido y dirigido en el tiempo.
Como los biólogos saben ya, a partir del trabajo de Claude Bernard (1865) y tal como el
enfoque cibernético reconoció desde el principio (Rosenblueth, Wiener & Bigelow, 1943), el
feedback (retroalimentación) negativo es omnipresente y crucial en los sistemas vivos. Una
propiedad diferente, pero relacionada del metabolismo, es el equilibrio dinámico entre los
procesos anabólicos y catabólicos. Mientras que el primero tiene que ver con la síntesis de
moléculas complejas a partir de algunas más simples, los segundos se ocupan de la ruptura
(desintegración) de moléculas complejas. Proponemos que tener en cuenta estos dos aspectos de
la bioquímica de los seres vivos -feedback negativo y el equilibrio anabolismo/catabolismo- es
necesario para comprender las condiciones de posibilidad del flujo de experiencia.
La consecuencia del argumento anterior es que los sistemas vivos, como consecuencia de
la organización sobre la base de la materia, hacen necesarias dos propiedades claves: en primer
lugar, sólo pueden existir como sistemas espacio-temporales no compresibles, trayendo a la mano
una densa asimetría temporal. Esto significa que están dirigidos en el tiempo, pero es un tiempo
con esfuerzo, resistente a atravesar. Interesantemente, y de algún modo paradojalmente, dada su
naturaleza auto-organizada, este pasaje es también espontaneo. En segundo lugar, al incorporar el
proceso catabolizador auto-destructivo como clave en la regulación metabólica, los sistemas vivos
son de hecho selectivos en relación al mundo en el sentido de ser significativo tanto para su propia
persistencia, y definido por el propio sistema (en contraste a lo instruido por el mundo). El modo
de relación simultanea que los sistemas vivos establecen con ellos mismos y sus mundos, es al
mismo tiempo temporalmente asimétrico (tanto resistente como espontáneo) y existencialmente
auto-relevante.
________
El caso puede hacer que las gradientes internas de selectividad auto-relevante también existan. Esto
es consistente con la jerarquización metabólica, a través de la cual algunas vías se pueden apagar a
expensas de otras, para preservar la integridad del sistema si es necesario.
Discusión
¿No es esto una encubierta explicación basada en el propósito (intención)? ¿Sería eso
malo?
Auto-organización