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INTRODUCCIÓN
El presente artículo tiene como objetivo analizar el capítulo XXII de don Quijote de la
Mancha. Para realizar el análisis se comenzará con la síntesis del capítulo, para así
posteriormente poder profundizar en dos temas principales, que se abordan del capítulo.
El primero de ellos es la justicia; de este tema se hablará sobre la relación que presenta
en los hechos relatados en el Quijote y en la España de la época, así como la justicia e
injusticia desde la perspectiva de Don Quijote y se planteará otra posible interpretación
que avoca por lo paródico de los hechos, más que por reflejo de la justicia en dicho
episodio. El segundo tema a tratar será el discurso empleado por los personajes del
episodio de los galeotes, en el que se presentará un discurso dominante y uno opacado
por este. Al finalizar el desarrollo de los argumentos, previamente presentados, se
culminará con una conclusión integradora de ambos temas, para aportar los últimos
aspectos relevantes.
El capítulo XXII inicia con Cide Hamete Benengeli, el autor arábigo, es quien retoma la
historia de los sucesos acaecidos a don Quijote y Sancho Panza. El narrador relata que
don Quijote advirtió la presencia de doce hombres encadenados por los cuellos con
cadenas de hierro y esposas en las manos, guiados por otros hombres, a caballo y a pie.
Sancho Panza le explica a don Quijote que estos hombres son una cadena de galeotes:
gente forzada del rey que se dirige a las galeras. Al enterarse don Quijote de que son
hombres conducidos allí contra su voluntad, pese a las órdenes del rey y a los delitos
cometidos, recuerda la misión que tiene como caballero andante de asistir a los
miserables.
Don Quijote, después de comprender lo que sucedía, quiso saber las razones por las que
llevaban en estas condiciones a dichos hombres, así que le preguntó a una de las guardas.
Aunque los hombres que los tenían encadenados no le dieron información alguna, don
Quijote la obtuvo, preguntándole a cada hombre por los motivos de su condena. Los
hombres le contaron sus razones, algunos en palabras ininteligibles para don Quijote, pero
dando cuenta de los delitos que habían cometido, los cuales los hacían soportar las
circunstancias en que iban.
Entre los crímenes que le refirieron a don Quijote estaba el robo de unas bestias, la falta
de diez ducados exigidos y la actitud de alcahuete y hechicero de otro de los criminales.
Uno de los condenados era Ginés de Pasamonte, quien había escrito una autobiografía y
fue descrito, por los comisarios, como el más peligroso de los galeotes. Ginés y el
comisario tuvieron una discusión y este iba a golpear a Ginés con su vara, pero don
Quijote se puso en medio de ambos, para impedirlo y después se dirigió a los hombres
para decirles que, aunque estuvieran castigados por las razones expresadas, esto había
sido contra su voluntad y debían ser favorecidos por su condición de caballero; siguiendo
su discurso solicitó a los guardianes y a los comisarios que los liberaran o que su lanza y
espada los obligaría.
Tales palabras fueron tomadas por los guardianes con donaire y estos explicaron a don
Quijote la imposibilidad que tenían de atentar contra la autoridad, la cual les exigía dicho
comportamiento, no obstante, esto no fue comprendido por don Quijote, quien arremetió
contra el guardián, mientras Sancho ayudaba a liberar a Ginés de Pasamonte,
contribuyendo así al desencadenamiento que se generaría entre los demás galeotes y a la
huida de los demás guardias. Después de lo sucedido, don Quijote solicitó a los galeotes,
como forma de agradecimiento, que se presentaran ante Dulcinea del Toboso para
relatarle las hazañas, que el caballero de la Triste Figura, había hecho en honor a ella.
Para Calvet Botella (2005) la justicia en el Siglo de Oro es el resultado de una conmoción
que sufre la Península con la caída del Reino Visigodo, debido a la invasión musulmana.
Para el autor, a lo largo de dicho periodo, la justicia no es sentida como una función de
soberanía y en ocasiones será administrada por el rey en sus marchas bélicas. De otra
parte, Calvet Botella, sostiene que, en esa época, los reyes se veían obligados a premiar a
los señores feudales con privilegios como administrar la justicia y otorgar fueros a los
municipios en los que la función judicial se reservaba a los representantes del rey.
Del mismo modo, Rosell Villasevil (2000) explica que el Estado, en este momento
histórico, era tacaño, quería tener justicia, seguridad y marina gratis o por bajas cantidades
de dinero; razón por la cual, en ocasiones, acudía a la inmoralidad: «incita a un juego
repugnante en que el que ganaba: recibía veinte ducados; el perdidoso perdía la libertad
y se hacía prenda del Rey para bogar al remo seis meses» (Rosell Villasevil, 2000, p.
181). También cuenta que el rey de Sicilia instituyó juegos para celebrar la Pascua,
ofreciendo un escudo de oro a los ganadores; quienes, al día siguiente, eran enviados a
las galeras por diez años. Relata, además, que en España se realizaba la caza del galeote,
la cual consistía en hacer redadas para cazar “chusma” o en la captura en las Antillas de
indios caribes.
Es por esto que, para Calvet Botella la aventura de los galeotes es un canto a la libertad
absoluta y una negación a la justicia terrena como solución, la cual fue estimada como
injusta, en su tiempo, por Cervantes: «desataros y dejaros ir en paz, que no faltarán otros
que sirvan al rey en mejores ocasiones, porque me parece duro caso hacer esclavos a los
que Dios y naturaleza hizo libres» (Cervantes, 2004, p. 207). Si la justicia era ejercida en
nombre del rey y este la recibía como todo su poder, el apartamiento de la justicia divina
era concebida por el hidalgo como injusticia, que él tenía encomendada al ser un caballero
andante: «el cielo me arrojó al mundo y me hizo profesar en él la orden de caballería que
profeso, y el voto que en ella hice de favorecer a los menesterosos y opresos de los
mayores» (Cervantes, 2004, p. 207).
Contrario a lo propuesto hasta ahora, López Calle (2009), entiende este episodio de los
galeotes como una continuación del énfasis paródico de la obra, como una burla más,
debido a la manera en que don Quijote pretende alcanzar su fin de hacer justicia. Esto,
por la liberación que hace el hidalgo de unos delincuentes condenados a galeras y no de
unos oprimidos apresados injustamente, como sucede con Amadís, cuando pone en
libertad a unos prisioneros de Arcaláus o a los presos del gigante Madaque, señor de la
ínsula Triste. Lo sustenta, por tanto, como una perturbación de los principios elementales
de la justicia, al impedir que los criminales cumplan su condena.
LO PARÓDICO DE LA “JUSTICIA”
Pese a los argumentos de López Calle, este episodio presenta unas particularidades que
contradicen la manera paródica en que lo interpreta. No se quiere afirmar, con esto, que
don Quijote de la Mancha no es una parodia de los libros de caballería, sino que además
de serlo, es una novela realista, que refleja al humano en sus diversas dimensiones, al
mismo tiempo que a la sociedad del Siglo de Oro, con una carga de crítica e ironía, la
cual tiene como pretexto literario a los libros de caballería. Esto se puede sustentar,
además, destacando la cordura de don Quijote en este capítulo; puesto que, en él, no
alucina ni trastoca la realidad, sino que ve lo que realmente sucede, percibe a unos
hombres encadenados, sus versiones de la historia coinciden con la de los guardas y en
su discurso para liberarlos, propone su liberación debido al cometimiento de un posible
error judicial. Aunque las acciones que toma, de liberar a los galeotes, pueden ser vistas
como incoherentes, es necesario precisar la condición de los capturados, puesto que son
galeotes víctimas del abuso judicial de la Corona, como se explicó anteriormente que
sucedía con ellos. Razón por la cual, este episodio puede tomarse como una crítica
encubierta a la política de Felipe II, más que como el reflejo de la locura de un hidalgo.
El final del capítulo, cuando regresan los aparentes disparates del Quijote, puede tomarse,
por tanto, como la forma personificada, por el hidalgo, de ir contra lo establecido sin
importar lugar, tiempo ni persona; lo cual va a derivar sin duda fatales consecuencias.
Esto explica las razones por las que, en varias de las aventuras, don Quijote va a recibir
golpizas, piedras y malos tratos no solo de sus enemigos, sino también de los beneficiados
por su causa: «Rocinante, tendido junto a su amo, que también vino al suelo de otra
pedrada; Sancho, en pelota y temeroso de la Santa Hermandad; don Quijote, mohinísimo
de verse tan malparado por los mismos a quien tanto bien había hecho» (Cervantes, 2004,
p. 210).
Y, diciendo y haciendo, arremetió con él tan presto, que, sin que tuviese lugar de
ponerse en defensa, dio con él en el suelo malherido de una lanzada; y avínole
bien, que este era el de la escopeta. (…) Fue la revuelta de manera que las guardas,
ya por acudir a los galeotes que se desataban, ya por acometer a don Quijote que
los acometía, no hicieron cosa que fuese de provecho (Cervantes, 2004, p. 210).
Este fragmento muestra que además del discurso subversivo de los galeotes se añade el
de don Quijote, el cual, en un principio, hace parte del de los marginados, que se oponen
a los guardas, para luego convertirse en el central cuando los derrota y pretende imponer
su voluntad: «es mi voluntad que, cargados de esa cadena que quité de vuestros cuellos,
luego os pongáis en camino y vais a la ciudad del Toboso y allí os presentéis ante la
señora Dulcinea del Toboso (…)» (Cervantes, 2004, p. 207). Este cambio de poderes en
la primacía del discurso da a entender que «la actividad subversiva de don Quijote lo lleva
a cuestionar abiertamente el discurso oficial» (Martín Carrillo, 1991, pág. 30).Con este
juego del narrador lo que pretende Cervantes, para Marín Carillo, es desandar lo andado
y cambiar constantemente un modelo autoritario por otro, destruyendo, de este modo, un
discurso centralista unívoco y crear así una estructura sin centro.
Otro de los aspectos evidenciados en el capítulo que reflejan la existencia de una
marginalidad en los personajes es el contraste en las descripciones de los galeotes y los
guardas. El narrador caracteriza definidamente a los galeotes y expresa características
peculiares de ellos; las cuales, a su vez, reafirman sus condiciones de fragilidad e
inferioridad: «Y aquí tornó a su llanto como de primero; y túvole Sancho tanta compasión,
que sacó un real de a cuatro del seno y se le dio de limosna» (Cervantes, 2004, p. 204);
otra que refleja hasta la personalidad de uno de los galeotes es: «era un hombre de
venerable rostro, con una barba blanca que le pasaba del pecho; el cual, oyéndose
preguntar la causa porque allí venía, comenzó a llorar y no respondió palabra» (Cervantes,
2004, p. 202). Contrario a esto los guardas solamente intervienen para discutir con los
galeotes y aumentar su sufrimiento y no se mencionan características de su personalidad.
Además de esto, los refranes empleados por las figuras que representan lo marginal, son
una manera que tiene el narrador de destacar los discursos relegados, de opacar los de la
autoridad, de caracterizar mejor a los galeotes y de hacer referencia a «la sabiduría
marginal, el discurso de los galeotes reivindica una fuente de autoridad propia e
independiente de la cultura oficial» (Martín Carrillo, 1991, pág. 30).
CONCLUSIÓN
Resta decir, entonces, que el episodio de los galeotes, pese a ser considerado por algunos
críticos como una extensión más de lo paródico, presente en la obra del Quijote, tiene una
característica de ambigüedad que da pie a alternas interpretaciones forjadoras de la
construcción de una interpretación con aspectos históricos, lingüísticos y literarios; los
cuales dotan de una complejidad inabarcable a la obra. No obstante, pese a que don
Quijote presenta delirios al final del capítulo, su episodio de lucidez atraviesa casi todos
los acontecimientos; por lo que es posible presenciar cierta ambivalencia, relatividad e
inestabilidad que no dan cabida a una interpretación puramente paródica. Razón por la
cual, se puede inferir que el episodio de los galeotes se pone allí como una crítica a las
condiciones sociales que atravesaba la España de Cervantes, las cuales lo llevaron a
preguntarse por la justicia, la libertad y los seres marginales, víctimas de un sistema social
en conflicto; es por esto que se propone reflejarlos con su narración y caracterizaciones
mediante los discursos y las condiciones de inferioridad personificadas en la figura del
galeote.
REFERENCIAS