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El “libro verde” Europea, C. E. (2001) lo define como un “acuerdo al cual las empresas
deciden voluntariamente contribuir al logro de una sociedad mejor y un medio ambiente
más sano” a raíz de la “carta de derechos fundamentales”.
Es una inversión hacia las personas que conforman a la organización, su entorno y la
relación que existe entre ellos, mejorando su productividad, al ser voluntaria y opcional
no exime a la empresa del cumplimiento legal.
Proporciona una estructura donde involucra a todos los que tienen una relación con la
organización, con el fin de que esta sea sostenible, respetando un código de ética.
Las organizaciones son producto de la evolución del hombre, ya que han cubierto sus
necesidades, y han creado demanda de productos que hoy tomamos como básicos para
la existencia.
Hoy el mundo atraviesa una crisis que amenaza nuestra supervivencia; como resultado
de la explotación de los recursos naturales por parte de empresas, y la contaminación
que se genera.
El pacto mundial
El desarrollo Sostenible
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Sustentabilidad
Con un enfoque holístico, se entiende como una perspectiva integral del entorno, y el
impacto que genera las decisiones que se toman.
Pero eso se complica al ser los seres humanos muy complejos en sus características,
donde no es favorable hacia el compromiso, disciplina y conocimiento que implica
practicar la sustentabilidad como una forma de vida.
No existe un listado para todas las empresas, pueden variar de acuerdo al origen de la
industria, el sector, la zona entre otras.
La determinación inicial de los grupos de interés puede variar con el tiempo, e incluso
crecer.
Se recomienda su relación cercana para tener un panorama real de cómo es percibida
la organización, y con un proceso de comunicación efectiva permite a la empresa
establecer relaciones de mutuo beneficio. Así también de establecimiento de objetivos
estratégicos para identificar cómo se comporta la relación, y si están definidos
correctamente, pues se podría perder oportunidades y recursos.
La iniciativa de Reporte Global (GRI) nace en 1997 mediante ONU, pero es hasta el año
2000 que se crea el primer instrumento con el cual se mide a las organizaciones.
“La función de los indicadores es facilitar información sobre los impactos económicos,
ambientales y sociales causados por la organización informante” (Capriotti, P., &
Schulze, F., 2010) con el fin de poder realizar comparaciones para validar su crecimiento.
El Balance Social es “un instrumento técnico empresarial que detalla objetivos, logros y
dificultades en materia social durante un periodo determinado” (Rodolfo, C. F., 2014).
Generando un reporte parecido a un reporte financiero, todas las acciones que realiza
la empresa se pueden cuantificar para crear el balance social.
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DIMENSIONES DE LA RSC
ISO 26000
La Norma ISO creó el documento 26000 con el fin de proporcionar las guías para la
implementación en las organizaciones de una forma sistémica. Esta norma no es
certificable pero agrupa las mejores prácticas y es un complemento para aquellas que
ya tienen una Norma ISO implantada.
Las iniciativas sectoriales son creadas con el fin de apoyar algún desafío en el sector ya
detectado, por ejemplo la agricultura, tecnologías.
También existen iniciativas voluntarias, las cuales se alinean con alguna materia incluida
en ISO 26000, que en consecuencia se alinean a los principios de responsabilidad social,
CONCLUSIONES
Los fenómenos naturales que hoy generan pérdidas humanas y daños económicos
millonarios, son en parte por el abuso en el uso de los recursos naturales que el hombre
sobre explotó para su supervivencia.
Sin embargo no todas las prácticas industriales están orientadas a dar herramientas para
que el hombre subsista, también existen aquellas que no tienen un fin vital.
Reconoce también que existe un respeto para aquellos que se ven involucrados.
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Beneficios de la Responsabilidad Social Corporativa
La responsabilidad social puede ofrecer numerosos beneficios potenciales para una
organización. Éstos incluyen:
impulsar una toma de decisiones más fundamentada con base en una mejor
comprensión de las expectativas de la sociedad, las oportunidades asociadas a
la responsabilidad social (incluyendo una mejor gestión de los riesgos legales) y
los riesgos de no ser socialmente responsable;
mejorar las prácticas de gestión del riesgo de la organización;
aumentar la reputación de la organización y fomentar una mayor confianza
pública;
apoyar la licencia social de la organización para operar;
generar innovación;
mejorar la competitividad de la organización, incluyendo el acceso al
financiamiento y la posición de socio preferencial;
mejorar la relación de la organización con sus partes interesadas, exponiendo a
la organización a nuevas perspectivas y al contacto con una variada gama de
partes interesadas;
aumentar la lealtad, el involucramiento, la participación y la moral de los
empleados;
mejorar la salud y la seguridad, tanto de sus trabajadores como de sus
trabajadoras;
impactando positivamente en la capacidad de una organización para contratar,
motivar y retener a sus empleados;
obtener ahorros asociados al aumento de la productividad y eficiencia de los
recursos, la disminución del consumo de energía y agua, la reducción de residuos
y la recuperación de subproductos valiosos;
mejorar la fiabilidad y equidad de las transacciones, a través de la participación
política responsable, la competencia justa y la ausencia de corrupción, y
prevenir o reducir los conflictos potenciales con consumidores acerca de
productos o servicios.
Crisis y Sostenibilidad
“En las adversidades sale a la luz la virtud”, Aristóteles dixit. Esta frase pronunciada por
primera vez hace tantos siglos tiene plena vigencia en el día de hoy. Si la política de RSC
de una organización se plantea como una acción publicitaria para comunicar una serie
de buenas intenciones y no va más allá, entonces en épocas de crisis se presenta como
un gasto del que hay que prescindir para sobrevivir. De la misma manera, si una empresa
todavía no “practica” la RSC, tampoco se plantea hacerlo en épocas difíciles, porque
piensa que es un gasto superfluo. Por desgracia esta es la actitud de muchas
organizaciones que todavía no se han convencido de que la única manera de sobrevivir
en el medio y largo plazo es operar de manera sostenible. No hacerlo así es lo que
vulgarmente se resume en la frase “pan para hoy y hambre para mañana”.
Pues se trata justamente de todo lo contrario, si se entiende la RSC como lo que es: un
elemento imprescindible y nuclear en la estrategia de negocio de una empresa. Si lo que
se procura es la satisfacción de todos los grupos de interés, se mantienen canales de
comunicación adecuados y se conocen sus necesidades, es mucho más difícil sucumbir
ante vaivenes de los mercados, que actuando de la forma contraria. Veamos algunos
ejemplos:
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Confrontados con esa realidad, queda lejos el escenario en que se dieron los primeros
pasos de lo que se llamó responsabilidad social de las empresas (RSE). En torno al año
2000, como eco de las nuevas tendencias a escala mundial, surgieron iniciativas en
España que apuntaban a que la empresa necesitaba recuperar legitimidad ante la
ciudadanía introduciendo límites sociales y medioambientales a su comportamiento.
Durante la primera década de este siglo, el desarrollo de la RSE fue imparable. Surgieron
iniciativas como el Pacto Mundial de Naciones Unidas, el Consejo Mundial Empresarial
para el Desarrollo Sostenible, el Global Reporting Initiative o la ISO26000. Proliferaron
las iniciativas regionales, desde el Business for Social Responsibility de EE UU hasta las
directivas europeas sobre RSE. Segmentos del sector financiero comenzaron a mostrar
sensibilidad al comportamiento responsable de la empresa y surgieron los índices
bursátiles de sostenibilidad (Dow Jones Sustainability Index, FTSE4Good) o los
principios para la inversión responsable. La RSE se introdujo en casi todas las grandes
empresas, donde se crearon departamentos dedicados a incrustarla en la estrategia
corporativa. Alentados por ese desarrollo, los iconos económicos dominantes, como The
Economist, la consagraron y endorsaron. Todo parecía indicar que, en 10 años, la RSE
había ganado la batalla de las ideas.
Pero aún no ha ganado la batalla de la realidad. Es cierto que la RSE ha vacunado a las
empresas de los desmanes sociales y ambientales que la búsqueda exclusiva del
beneficio bursátil puede acarrear, les ha dado más transparencia a través de los informes
de sostenibilidad y les ha proporcionado la noción de que los interlocutores de la empresa
no son solo sus accionistas, sino un mapa mucho más amplio de grupos de
interés (stakeholders).
Este recorrido alicorto de la RSE tiene su causa en el propio concepto usado hasta la
fecha. La RSE se ha identificado con una noción reactiva de mitigación de los riesgos
que acarrea a la empresa la falta de responsabilidad social o ambiental. Los valores de
la RSE han tenido una connotación negativa: no violar los derechos humanos, no dañar
el medio ambiente, no ser cómplice de la corrupción; del mismo modo, la noción de
los stakeholders utilizada por la RSE es defensiva, y los considera “vigilantes” que están
ahí para evitar que la empresa actúe irresponsablemente. Y de ello se deriva que el
impacto de la RSE se haya circunscrito al ámbito de influencia directo de la empresa,
donde esta es vigilada. Por ello es lógico que las empresas que practican esta noción de
la RSE no vean como parte de su cometido preocuparse por los problemas generales de
la sociedad: ni en los momentos extremos de crisis económica que vivimos hoy, ni en los
que inevitablemente estamos comenzando a vivir a cuenta de las crisis globales de
recursos naturales. En definitiva, si la RSE se refiere exclusivamente a evitar los riesgos,
son lógicas las dificultades para medir su impacto: los riesgos evitados son difícilmente
cuantificables en la cuenta de resultados. Y por ello, porque se trata de un planteamiento
no central a la cuenta de resultados, es lógico que ni haya entrado en el corazón mismo
del modelo de negocio ni constituya un tema vital para los consejos de administración.
La innovación compartida debería tener un enfoque sistemático, por el que las soluciones
innovadoras se van cocreando a partir de un examen detallado de todos los recursos y
procesos de la empresa: nuevos productos o servicios, nuevas soluciones al ciclo de
vida del producto, nuevos diseños de la cadena de valor o nuevos modelos de negocio.
A través de este enfoque amplio y exhaustivo, la empresa puede producir grandes
impactos positivos en la sociedad y no solamente en su área de influencia directa: una
empresa puede diseñar, por ejemplo, nuevas cadenas de distribución rentables para la
empresa y que generan muchos nuevos puestos de trabajo; externalizar parte de su I+D,
promoviendo al tiempo nuevos emprendedores, o llevar desarrollo a una comunidad al
tiempo que asegura una cadena de suministro mucho más eficiente.
Muchas grandes empresas están ya avanzando en esta dirección: Nestlé, Novo Nordisk,
Ericsson, Unilever, General Electric, Cemex, Shell, Dow Chemical, Abbott, Intel, Nike o
Coca-Cola son algunas de ellas. Sin embargo, en la mayoría, su tránsito está siendo más
intuitivo que conceptualizado.
Comienza a escribirse una nueva página de la RSE: una página que la liga mucho más
al núcleo de negocio y a la cuenta de resultados de la empresa, y que, paradójicamente,
también le proporciona la posibilidad de impactos positivos mucho más amplios en la
construcción de una sociedad sostenible. Sería muy positivo que las empresas
españolas que fueron pioneras en la primera fase de la RSE lo sean también en este
nuevo desarrollo.
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