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BIBLIOTECA VERDAGUER
P O g f f l H j á
ALFREDO TENNYSON
ENOCH ARDEN
LA MAYA
PUESTOS EX CASTELLANO
poit D . V i c e n t e DE |IRANA
é ilustrados con dibajos originales de
"BARCELONA -
C VERDAGUER, IMPRESOR-EDITOR
CALLES D E L L B L L 1 C E R D E Ñ A . ENSANCHE)
I883
Queda hecho el depósito act previene la ley para los efectos de propiedad
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HLFREDO TENNYSON.
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J S ^ ^ & T Q
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Oah^ N el Norte del condado de Lincoln, muy cerca de
FONDO
A. B. PUBLICA C£L £ 3TADO la estación de Bartneby, punto de empalme del fe-
I + & 1 5 rro-carril de Nottingam á Hull con los de Sheffield
y Doncaster á Great Grimsby, y á 1 9 1 millas de Londres, hay
un oscuro y humilde pueblecito , que á pesar de su insignifi-
cancia está indudablemente llamado á tener gran celebridad. En
la parroquia de Somerby ( 1 ) no h a y , que nosotros sepamos,
ningún dolmen celta, ni sepulcros daneses, ni campamento
romano ; no encierra en su recinto ningún notable monumento,
T i p o - l i t o g r s ñ s de CELESTINO VERDAGUER.
(') Algunos escriben equivocadamente S u m m e r b y , y otros Somersbv.
ni se dió en su jurisdicción batalla alguna famosa, y sin embar-
podido desarrollarse sus maravillosas facultades. Lejos de arre-
g o , no faltarán viajeros de todos los países que vayan á visitar-
drarle el estudio de los hombres y de sus encontradas pasiones,
la , y que experimenten al llegar á ella una emoción tan pro-
lo ha llevado tan l e j o s , más lejos quizás, que cualquier poeta
funda como la que se siente al entrar en un pueblo famoso en
contemporáneo ; pero al mismo tiempo ha estudiado la natura-
los fastos de la humanidad ; una emoción tal vez tan profunda,
leza, ha conversado con ella, por decirlo así', seguro de que
y seguramente más grata , que la que se experimentaría en Ar-
esta madre de todos nosotros tenía todavía innumerables secre-
bela, en Cannas , en Farsalia, en Poitiers, en P a v í a , en Wa-
tos que revelar á la humanidad , á pesar de que antes que él,
terloo , y en los' demás lugares inmortalizados por la barbarie hombres como Shakspeare , Shelley , Byron y Wordsworth ha-
de los hombres. Y es que la humilde parroquia de Somerby es bían conseguido con su genio , con su elocuencia y con el in-
cuna de uno de los más grandes poetas que ha habido jamás, finito amor que la tuvieron, hacerla tan confiada y comunica-
un dulce é inspirado cantor, regocijo de las musas y delicia de tiva. Al obrar de ese modo, Tennyson ha demostrado á todos
la humanidad. ¿ Qué importa que el aguilucho nazca en pobre los amantes de las musas el rumbo que deben seguir : pues no
nido rodeado de peñascos , en alguna lóbrega hendidura de la es el más grande de los poetas el que estudia, comprende y
montaña ? En cuanto le salgan las plumas, se elevará por los canta la naturaleza, ni el que logra penetrar en el corazón del
aires sobre las más altas c u m b r e s , irá á rozar con sus alas la hombre y hacer el poema de la humanidad, sino el que reúne
bóveda azul, y mirará frente á frente sin mover los párpados, la cuidadosa observación y el profundo estudio de ambas, hu-
al fulgurante luminar del día. manidad y naturaleza, y sabe mostrar las relaciones que existen
Alfredo Tennyson es el tercer hijo de un clérigo anglicano, entre una y otra. Esta irrefutable verdad ha guiado siempre á
el rector de Somerby , y nació en esta parroquia en 1809 , no Tennyson como un faro luminoso en su larga y gloriosa carre-
en 1 8 1 0 como se ha dicho equivocadamente. Su tío Carlos ra ; y como dice el eminente crítico Barnett Smith, desde que
Tennyson D ' E y n c o u r t , hermano menor de su padre, fué un allá en sus juveniles años hizo el retrato de Lilian con tbe baby-
roses in her checks, hasta que en la edad provecta ha pintado los
distinguido miembro del Parlamento británico ; y los hermanos
pesares de la reina Ginebra, el Poeta Laureado no se ha dormi-
mayores del poeta, Federico y Carlos , el último de los cuales
do en la busca del Santo Grial ( 1 ) de lo bueno , de lo grande
ha tomado el nombre de T u r n e r , han escrito varios tomos de
y de lo bello.
poesías, y todavía continúan publicando excelentes poesías
sueltas.
Una notable prueba de la falibilidad de los críticos ofrece la
Poco espacio se necesita para referir la vida de Alfredo Te-
carrera de Alfredo Tennyson. Afortunadamente , éste no escu-
nnyson. Su existencia no ha sido agitada é infeliz como la de
Alfredo de Musset ó la de Lord Byron , sino tranquila y serena
(1) La busca ó recuesta del Santo Grial ó Graal por los caballeros de la Tabla Redonda
como la del autor de El Paraíso perdido. A s í , y solo a s í , han
es el asunto de uno de los mejores poemas de Tennyson y el sexto de sus Idilios de! Rei.
chó los vaticinios de muchos de los que gozaban de reconocida
premio de poesía, la medalla del Canciller, por su composición
autoridad en literatura , y que quisieron apagar la voz de este
titulada Timbuctoo, que constaba de unos 250 versos libres , y
dulce cantor, por parecerles que sus cantos eran indignos de
que se publicó aquel mismo año. Verdad es que , como dice
dejarse oír en las sagradas florestas del Parnaso. A pesar de tan
Barnett Smith , obtener el premio de poesía inglesa y la meda-
desfavorables juicios, prevaleció en el corazón del joven la con-
lla del Canciller no significa ser gran poeta ni adquirir fama de
fianza , hija del génio y no de la vanidad , y el delicado poeta
tal; con frecuencia sucede enteramente lo contrario.
lírico de hace cuarenta años fué desarrollando sus facultades
Algunos años después de salir de Cambridge, Mr. Tennyson
hasta trasformarse en uno délos más grandes poetas idílicos que
se casó con Miss Emilia Selhvood, de los Sellwoods , de Peas-
el mundo ha visto hasta ahora. Como el insigne Wordsworth,
more , condado de Berks , de quien tiene dos h i j o s , Hallam y
su predecesor en el honrosísimo puesto de Poeta Laureado, se
L e o n e l : y desde entonces ha vivido casi constantemente lejos
le aseguró al principio de su carrera que solo espinas y abrojos
del bullicio del mundo , en una casa de campo de los alrededo-
le produciría el cultivo de la poesía, que debía dejarse á más
de Londres, ó en la isla de Wight.
privilegiados talentos; pero el hijo del rector de Somerby no se
Poseedor desde muy joven de una fortuna considerable, Al-
separó del camino que se había trazado , y con una série de
fredo Tennyson ha podido dedicarse á sus anchas y con entera
magníficas obras , destinadas á hacer las delicias de las futuras
independencia al cultivo de las letras , no dando al público más
generaciones, como hacen ya las de esta generación, ganó los
que obras concienzudas y muy meditadas. Sigámosle paso á
laureles que adornan su augusta frente, y que le fueron conce-
paso en su carrera literaria, ocupándonos, aunque someramen-
didos con aplauso de la universalidad de sus compatriotas.
te, de todas sus más notables producciones.
A los 18 años de edad Mr. Tennyson fué á la Universidad de
La poesía titulada Timbuctoo, de la que ya se ha hablado más
Cambridge , famosa por los muchos grandes hombres que han
arriba, no fué su primer ensayo literario. Y a en 1 8 2 7 , es decir,
salido de sus aulas. No pocas páginas necesitaríamos para men-
dos años antes, había publicado , juntamente con su hermano
cionar solamente los más ilustres , entre los cuales se cuentan
Carlos, una colección de poesías titulada Poesías de dos herma-
Milton , Byron , Dryden , Coleridge , Sterne, Bacon , Newton,
nos (Poems by t\vo brothers), pero callando modestamente el
Cromwell, Pitt y Walpole. En la Universidad conoció á Arturo
nombre de ambos. Esta obra no pasó desapercibida, como lo
Hallan, hijo del célebre historiador; y la amistad de los dos es-
prueba el hecho de que dos poetas tan insignes como Colerid-
tudiantes ha sido inmortalizada en una obra de todos conocida
ge y Wordsworth se ocuparan de ella, con la curiosa particula-
en los países en que se habla la lengua inglesa. Nuestro poeta
ridad de que ambos daban la preferencia á las poesías de Carlos.
hizo sus estudios con brillantez. Todavía no se le había confe-
El autor de la Excursión, decía al poeta y filósofo americano
rido grado alguno , cuando en 1829 , hallándose en Triniíy Co-
Emerson, que á su parecer Alfredo tenía verdadero génio poé-
Ílege, que es el principal colegio de la Universidad, obtuvo un
tico, pero también cierta afectación , de que su hermano estaba
exento. Wordsworth cambió más adelante de opinión acerca poemas ó fragmentos de poemas, tales como La muerte de Ar-
del mérito relativo de los dos hermanos, pues en su carta al turo , La hija del jardinero , Ulises, y otros , que Tennyson no
profesor y critico americano Henry Reed aparece como el pri- ha superado nunca ni en la armonía y fluidez de los versos, ni
mero en descubrir el genio de Tennyson. Se expresa en ella en lo elevado de la concepción , la nobleza de los afectos ó la
con entera franqueza, y dice hablando de nuestro poeta : « E s verdad de la pintura. El genio del poeta ha llegado á su madu-
indudablemente el primero de los poetas que hoy poseemos.» rez : el cisne de Somerby no es ya solamente el cantor de la
¡ Cuánta magnanimidad hay en este sincero homenaje del vene- delicada belleza de Adelina y Lilian y el soñador de la visión de
rable bardo que durante medio siglo habla hecho, con sus mag- The lotus-eaters, sino el intérprete de la pasión humana en
nificas obras el encanto de sus contemporáneos ! Loksley hall y el filósofo de Las dos voces. De este modo se ex-
En 1 8 3 0 , Alfredo publicó solo otro tomo de poesías (Poems presaba un penetrante crítico hablando de los dos volúmenes
chiefly lyrical), pero esta vez con su nombre en la portada; y citados : « Si no nos engañamos, se muestran en estos volúme-
annque la mayoría de los críticos nada encontraron en él digno nes facultades adecuadas para la producción de una grande obra;
de encomio, debemos confesar que algunos mostraron más á lo ménos nos sería difícil decir cuál es la facultad que se echa
juicio, sagacidad y discernimiento que sus colegas respecto al de ménos de las que para ello se juzgan necesarias.» La misma
genio del futuro poeta laureado. Entre éstos merecen ser cita- autoridad admitió, algunos años más tarde , que aquellos dos
dos el profesor Wilson, que se ocultaba bajo el pseudónimo de tomos de poesías habían de una vez colocado á Mr. Tennyson
Christopher North, John Stirling, y un redactor de la Revista de á la cabeza de los poetas ingleses contemporáneos , y le habian
JVetsminster (después se ha averiguado que este último era el mantenido desde entonces en tan encumbrado puesto.
famoso J o h n Stuart Mili) , todos los cuales descubrieron en el « T o d o bien considerado (dice un admirador de Mr. Tenny-
volumen en cuestión los destellos de un génio poderoso, y ma- son), el renombre aunque difícil de conquistar al principio, vi-
nifestaron su creencia de que Mr. Tennyson era un poeta de no á este autor á la mejor edad. En efecto , no era joven , y
grandes esperanzas. Pero ni la publicación en 1 8 3 2 de otra no- por consiguiente las alabanzas no le desvanecieron, y no corrió
table colección de poesías bastó para que la mayoría de las re- el peligro de que éstas ahogaran su genio , como sucede algu-
conocidas pero erradas autoridades en literatura cambiase de nas veces con los hombres que adquieren fama cuando apenas
opinión acerca del poeta. En efecto, casi todos los críticos de les apunta el bozo , con los hombres prematuramente idolatra-
nota estaban contra é l , y pasaron todavía diez años antes de dos por sus conciudadanos ; no era viejo, cuando las verdes ho-
que sus facultades poéticas recibieran el primer homenaje ver- jas de la prosperidad se entrelazan por primera vez con las ve-
daderamente brillante y ruidoso : éste apareció en las columnas nerables guedejas del genio solamente para hacer pensar en la
de la antigua Revista de Edimburgo después de la publicación en larga ingratitud de los hombres. Mr. Tennyson había llegado
1842 de dos volúmenes de poesías. Estos volúmenes contenían en su carrera de poeta á aquel punto medio en que la inteligen-
te estimación de los lectores es el más grato tributo , la mejor que después de oídas una vez parecen resonar eternamente en
recompensa y el mayor incentivo para seguir cultivando la poe- los oídos , y pinceladas que una vez vistas no se quitan ya de
sía. Había sabido trabajar y esperar , y su premio estaba al fin delante de los ojos ; trozos de esplendor maravilloso y eminen-
asegurado. A la edad de 30 años oyó por primera vez , todavía temente poéticos. ¡ Qué bello es el pasaje en que el autor, en
débil, el soplo de la fama , que de día en día se ha hecho más las últimas páginas del poema , discurre sobre la diversa natura-
poderoso, y que, atravesando los continentes, se ha dejado oír leza del hombre y de la mujer! Las canciones que preceden á
en todos los países en que se habla la lengua inglesa. » cada una de las siete partes en que está dividido el poema , son
también bellísimas, y entre ellas la que empieza con el verso
En 1 8 4 7 , Mr. Tennyson publicó La Princesa ( T h e Princess),
que es una especie de poema dramático ajustado al gusto mo-
T h e splendour falls on castle walls
derno , y en 1 8 5 0 In Memoriam, colección de elegías inspira-
das por la muerte de Arturo Hallam, su más querido amigo de está considerada, por lo que respecta al ritmo y á la cadencia,
la juventud. En el mismo año Mr. T e n n y s o n sucedió á Words- como una de la mejores poesías líricas del autor; pero hay más
word como Poeta Laureado, ó sea Poeta de la Reina; y en cali- sentimiento en las que preceden á las partes segunda, tercera,
dad de tal compuso en 18 52 la Oda sobre la muerte de Wettingtoti. sexta y séptima. L a que vá inmediatamente antes de la sexta
En 1855 publicó el poema Matul, acompañado de algunos parte tiene la forma de las antiguas baladas inglesas, y no hay
otros trabajos (Maud and other poems), y en el mismo año le persona medianamente sensible que pueda leerla sin prorrumpir
confirió la Universidad de Oxford el grado de Doctor en dere- en sollozos al llegar á la última estancia.
El poema La Princesa dividió grandemente á los admiradores trados juicios, provocó tan acerbas censuras y tan entusiastas
de Mr. Tennyson , y hubo algunos críticos que creyeron que elogios, que no sin razón hicieron exclamar á un conocido crí-
esa obra ponía en peligro la reputación del autor; pero cuando tico : « ¿ Cuáles son tus dioses literarios , oh Inglaterra ? » En
verdaderamente menudearon las diatribas f u é á la aparición de efecto, mientras que la Revista de TVetsminster, que tantas veces
Maud. Para muchos este monodrama mostraba claramente que había cantado las alabanzas del poeta, consideraba el poema
el sol del poeta se acercaba al ocaso. Pero aunque esos dos nada más que como un residwm de T e n n y s o n , y observaba
poemas adolezcan de ciertos defectos y sean inferiores á otras que « el majestuoso y elevado vuelo del entendimiento, que no
muchas obras de Tennyson , ¿ qué otro poeta hubiera sido ca- reconocía limites ni distancias , la dulce filosofía , los nobles
paz de escribirlos ? El plan de La Princesa es algo defectuoso, y afectos , la maravillosa melodía , habían desaparecido casi por
desigual la exposición ; pero esta o b r a , escrita con un fin so- completo, dejando poco más que un mezquino desdén, que se
cial , encierra sublime poesía, sátira fina y delicada , y profun- jacta, sin embargo, de su desdén á la mezquina estrechéz de
das consideraciones filosóficas. Hay en La Princesa melodías ánimo, y una indignación revestida de exagerados conceptos ;»
mientras que muchos de los principales periódicos se hacían
rado ; pero, afortunadamente , si al héroe el mundo le parece
eco de otro revistero que había dicho : « El hombre que incues-
un desierto, en cambio el poeta nos ofrece un mundo de ñores
tionablemente ha ocupado por muchos años el primer lugar
que ha creado para nosotros. Los cuadros de la vida real son
entre los poetas contemporáneos, pierde terreno á cada esfuer-
admirables por la verdad que hay en ellos, y se puede asegurar
zo sucesivo que hace , » otro escritor, á la vez excelente poeta
que si no estuviesen firmados nadie dejaría de adivinar el nom-
y autorizado crítico, emitía un juicio enteramente opuesto. Nos
bre del hábil y primoroso pintor. El argumento es muy á pro-
referimos á Walter Savage Landor. « ¡ Qué delicioso - dice el
pósito para hacer una de esas novelas de sensación , que tan en
autor de las Imaginary Conversations — es el poema Maud de
boga están hoy en Inglaterra y en otras partes ; pero el autor
Tennyson ! En esta obra, ¡ cuánto más alto y más fresco es su
ha sabido hermosearlo, revistiéndolo con todas las galas del
laurel, que los laureles raquíticos y mutilados de los jardineros
lenguaje, de ese lenguaje exuberante, propio tan solo de aquel
que en el mismo jardín le han precedido ! Rara vez se han visto
que recibe en su alma
tan cordialmente unidas la poesía y la filosofía. ¡ Ojalá Alfre-
do Tennyson no hubiese escrito jamás la Oda a Wellington ! T h e ligth w h i c h never was on land or sea.
Es un verdadero poeta. ¿ Qué otro podía haber escrito este ver-
El temor de alargar demasiado nuestro trabajo, no nos per-
so , que vale por si solo muchos volúmenes enteros:
mite ocuparnos de Aylmer'sfield, CEnone, The Brooh, The miller's-
; T h e breaking heart that will riot break ? daughter, The grandmother, Northern farmer, y tantas otras pro-
ducciones no menos admirables; pero no podemos menos de
Su ternura y su delicadeza son infinitas, é infinitos son tam-
decir algunas palabras acerca de los preciosos poemitas The May
bién su pensamiento y su imaginación, y la melodía, la dulzu-
Queen, Dora y Enoch Arden, que además de contarse entre los
ra, el vigor y la majestad de sus versos.» Este elogio no es exa-
mejores que han brotado de la fecunda pluma de Mr. Tenny-
gerado ; pero nosotros debemos preferir el juicio de los que,
son , son también las primeras producciones de tan eximio vate
como Barnett Smith y otros críticos , han sabido descubrir no
que han visto la luz en lengua castellana. En efecto, esas tres
solo las excelencias, sino también los defectos del poema. Es
composiciones, que el lector puede ver en nuestro libro titu-
innegable que este tiene la desventaja de presentarse bajo su
lado O R O Y O R O P E L , las habíamos publicado hace ya unos
peor aspecto desde las primeras páginas, dejando en el ánimo
seis años en varios periódicos literarios y políticos de Madrid y
del lector una impresión p e n o s a , que ya no se borra por com-
provincias. Al que estas líneas escribe, cabe , p u e s , la alta
pleto mientras dura la lectura del libro. El poema es desigual;
honra de haber sido el primero en presentar á sus compatriotas
está escrito en un estilo arrebatado, y se desprende de sus pá-
el cisne de S o m e r b y , ofreciendo á su admiración algunos de
ginas una negra y desconsoladora filosofía. El poeta, en un
los más inspirados cantos de este cantor sublime, el más insig-
momento de mal humor, ha encontrado un héroe mal humo-
ne de los que hoy posee la patria de Milton y de Shakspeare.
F u m a es confesa,- que Alfredo Tennyson ha tenido entre nos.
joven Dora , que más que mujer parece un ángel de bondad y
ottos un mtroductor b i e n h n m i , d e y o s m r 0 j ij
de dulzura , exento enteramente de las debilidades y flaquezas
que tan,o se ha complacido en colmarle de favores , se le ha
inherentes á la estirpe humana.
g i r a d o en esta ocastón bien poco propicia , sin dnda por no
Enoch Arden es un modelo, que harían bien en estudiar
Perder sn fama de voluble favoreciéndole constantemente
aquellos poetas que acostumbran á recargar sus composiciones
ne May Quun, 6 sea La Rei,m M Mayo 6 simplemente La
de inútil hojarasca, porque creen sin duda que la poesía consis-
es la historia de nna „«ra envanecida de sn hermosura,
te en amontonar un interminable fárrago de palabras, de frases
led, de
' ™ " ° ciegan con lágrimas su madre huecas , y de imágenes que llaman atrevidas, pero que muchas
J - u h e r m a m t a , recuerda tristemente el hermoso y aleare dia veces son disparatadas. Composición hemos visto que parece
que fue coronada reim U Mayo en la verde pradera' q ne ya un jardín botánico , pues en ella ha reunido el autor la flora de
y se h m e n t a d e h a b e r s i d todos los climas, si bien , como es natural, dejando mayor es-
: ° ™ * »
. ÍC 1,lber ÍCSdeñad
° * « e f e mancebo que la amaba. La pacio á las plantas exóticas ; mientras que otras, en las que en-
pobre nina quiere morir, y sin embargo , siente dejar los her- contramos la fauna toda del planeta, y todos los demás séres
mosos y Hondos campos que desde su lecho se descubren y que viven en la tierra, en el agua y en el aire , nos recuerdan
^ ' i l u m i n a el sol esplendoroso. ¡ A h í , Ya no discurrirá ¿ o r • el arca de Noé, donde según cuentan había un par de animales
el os como otras veces 1 , Otras manos que las suyas cogerán de cada especie. Los formidables cuernos del búfalo se entrela-
1
las silvestres flores que esmaltan el valle zan maravillosamente con los blandos tentáculos del honrado,
J a d a más tierno, nada más dulce y delicado que esta me!o-
pacífico y casero caracol; la trompa de la mosca se apoya en la
del elefante; la rana, sirena de los marjales, mezcla sus trinos
ole t!' e n t 0 M d a 4 * ^ ^ dC k
Por un sér
que apenas ha tenido tiempo de saber lo qne es la vida , y q „ e con los del ruiseñor y los del asno ; y la ballena y el puerco es-
•z r r ° , T ya &,igado de ™r y ansios°de °>u pin juegan á las cuatro esquinas con el sarbo, la ardilla y la
, f lmagÍnadÓn
' - b i a que la simple narración de tos versos, ni una sola palabra que huelgue ; y lo mismo puede
los hechos bastaría para deleitar y conmover al lector. Difícil decirse de todos los demás idilios de Tennyson. Para nosotros
sena decir qué es lo más admirable en esta composición, si la este es uno de los mayores méritos que puede tener toda com-
tersura la limpidez del lenguaje, la pintura de los caractéres posición literaria; pero Enoch Arden tiene además otros mu-
la verdad y el colorido de los cuadros, ó la belleza moral de la chos no menos relevantes. Si fuéramos á hacer notar sus belle-
XIV A L F R F D O T E N N Y S O N ALFREDO TENNYSOM X V
zas, nos veríamos obligados á trascribir uno tras otro todos los
es ,ya mucho hacernos meditar sobre las verdades eternas. Ya
versos de que el poema se c o m p o n e ; y en la imposibilidad de
se tenga en cuenta la belleza de la f o r m a , ó el profundo senti-
hacerlo , y no queriendo tampoco desflorar el argumento, que
miento que rebosa en todas sus páginas, esta monodia es igual-
es bellísimo y en alto grado interesante, nos limitaremos á
mente acreedora á nuestros aplausos. Gracias á sus incidentes,
aconsejar encarecidisimamente la lectura de ese admirable idilio,
sus imágenes y su lenguaje, tiene el gran mérito de ganar las
que es una de las obras maestras de Tennyson y una inaprecia-
simpatías de los lectores ingleses, y de embargar su ánimo más
ble joya literaria. No necesitamos añadir que á ser posible debe
profundamente que cualquier otro poema de su género, sin ex-
leerse Enoch Arden en inglés : nuestra versión castellana, aun-
ceptuar tal vez el mismo Lycidas de Milton. In Memoriam es la
que hecha con conciencia, con esmero y con a m o r , dista cien
vigorosa y espontánea expresión de un gran pesar. La potencia
leguas del original; porque si bien hemos logrado expresar to-
intelectual que el autor desenvuelve en el poema es tan cons-
dos y cada uno de los pensamientos del egregio poeta británi-
picua como él vuelo de sú imaginación ; y es probable que así
co, no hemos logrado expresarlos con tanta tersura y tanta sen-
como no ha tenido ningún predecesor que se le parezca, tam-
cillez como él. Además, nuestra traducción está hecha en prosa,
poco se logrará jamás imitarlo. L a forma es enteramente original
y seguramente de ese modo hemos logrado ser más fieles v
y peculiar del poeta. En otras cosas ha tenido sus imitadores,
exactos intérpretes del original que si hubiéramos puesto el
pero aquí no hay cuidado que los tenga : en este terreno nadie
poema en verso castellano ; pero en cambio es innegable que
• sería capáz de seguir sus pasos, sin que el tirón menos perspicáz
una obra poética pierde uno de sus mayores encantos al perder
echara de ver que había perdido todo derecho de originalidad.
la forma que le es propia. Un poema escrito en prosa, es como
. Además , otra razón que explica el atractivo que el poema tiene
una mujer hermosísima revestida de tosco y mal ajustado dis-
para esta generación, es la fraternal simpatía q u e . e n él se
fraz , que embaraza sus movimientos, oculta la belleza de sus
muestra hacia el hombre á quién atormentan las dudas en ma-
formas, y hace desaparecer la majestad de su continente y la
terias de religión, y la ingenuidad con que esas dudas se discu-
gracia y gallardía de su andar.
ten en el poema. Éste está muy lejos de ser un sermón teoló-
De intento hemos dejado para el fin las dos obras más im- gico y dogmático. El autor expresa las diversas dudas que atra-
portantes de T e n n y s o n , y las que según toda probabilidad, fi- viesan su mente y agitan su espíritu, dudas que afectan y
jarán , más que todas las demás que hasta ahora ha escrito , la agitan á otros tanto como á é l ; pero la sinceridad del que duda
atención de las futuras generaciones. Nos referimos á ín Memo- y confiesa sus dudas vale más que la arrogancia del ortodoxo.
riam y á los Idilios del Rey. « La primera de estas obras — dice In Memoriam es una concepción sublime , una lamentación ve-
un juicioso crítico inglés — es algo más que el poema religioso hemente y dolorosísima; es una obra en que preponderan el
más sublime que se ha escrito en la presente centuria, si bien pesar y la melancolía; mas en los supremos momentos de an-
en una época en que tanto abundan el escepticismo y la duda, gustia y de tristeza el alma del poeta vuelve al seno del miseri-
cordioso y omnipotente Dios.»
Pero la más bella producción de este poeta, su verdadera
das reunidas forman un poema épico , en el que se admira
obra maestra, es la grandiosa epopeya caballeresca que forman
tanto el bien concebido plan como la felicísima ejecución:
unidos los Idilios del Rey. Los primeros se publicaron en 1 8 5 9
poema sin igual en extensión durante los dos últimos siglos. El
y obtuvieron un éxito extraordinario, vendiéndose muchos
poeta ha levantado un edificio tan sólido y durable como bello;
miles de e,emplares en el corto espacio de seis semanas. No
un edificio capáz de resistir sin menoscabo á las injurias del
podía ser de otro modo, dadas las condiciones de la obra, de esa
tiempo.
obra maravillosa en la que el autor, con el sublime vuelo del
El reputado escritor y hombre público don Lope Gisbert ha
genio ha logrado, sin perder su característica individualidad
hecho un gran servicio á-nuestra literatura poniendo en verso
trasladarnos á la época del rey Arturo, y presentar ante nosotros!
castellano el tercero y el quinto de los Idilios del Rey. Es un tra-
en atrevido relieve, los caballeros de la Tabla Redonda. Los idi-
bajo verdaderamente admirable por todos conceptos, y espera-
lios (nos parece inútil advertir que por idilio entendemos como
mos que el señor Gisbert no abandonará la empresa tan glo-
los antiguos un poema de cortas dimensiones y no precisamente
riosamente empezada, y pondrá también los otros ocho idilios
un poema pastoril) son diez, titulados : La Venida de Arturo
en la hermosa lengua de Castilla.
Gareíh y Lynetie, Gerain y Enid, Merlin y Bibiana, Langarote y
Y a solo nos resta hablar de Mr. Tennyson como autor dra-
Elena, El Santo Grial, Pelleas y Barre, El último torneo• Ginebra
mático. El Poeta Laureado, cual si deseara hacer ostentación
y LaParUda de Arturo.En estos poemitas llama entre otras co-
de las múltiples dotes con que le adornó la naturaleza, ha que-
sas la atención el colorido de los cuadros; y la belleza del es-
rido cultivar , y ha cultivado con éxito dichoso , un campo ja-
tilo es t a l , que no es dable concebir nada más perfecto y aca-
más hollado por Milton y fuera del alcance de Wordswortk.
bado. Pero, prescindiendo de todo eso, ¿no es verdaderamente
Sin que creamos como algunos que los dramas Queen Mary y
admirable la empresa tan felizmente llevada á cabo por Mr Ten-
Harold, que son los que hasta ahora ha escrito Mr. Tennyson,
nyson ? En una época tan prosáica y tan positivista como la
sean tan buenos como muchos de los dramas de Shakspeare, es
nuestra, ese soñador sublime ha sabido remontarse á regiones
innegable que Queen Mary abunda en pasajes da rara belleza,
donde no llega la vista del común de los mortales, y p e r e -
mientras que Harold , que es tal vez una obra menos poética,
cer allí envuelto en sus propias creaciones , hasta conocer per-
posee en más alto grado la verdadera forma dramática. Por eso
fectamente al R e y Arturo y á sus caballeros, y , por decirlo así
nosotros lo preferimos al primero. Hay sobre todo en Harold
identificarse con ellos. Si no tuviese otros títulos de grandeza
una escena — la escena del juramento — admirable por su vi-
esa proyección fuera de sí mismo bastaría para hacerkacreedor
gor , por su energía , y que no tiene nada que envidiar á las
al dictado de gran poeta ; pero no ha cogido flores en el jardín
obras del gran autor dramático de la era de Isabel. Además, el
de nadie. Sus creaciones son propias suyas , y no están funda-
último R e y Sajón es un digno protagonista del drama, una
das sobre anteriores concepciones de otros poetas. Estas leyen-
creación noble y elevada, un ser impulsado por la ambición y
animado de las más grandes pasiones humanas. Mr. Tennyson
te y robusto autor de los grandes dramas históricos. En el alma
está escribiendo un tercer drama, que esperamos confiadamen- del autor de Enoch Arden, de The Princess, de Maud, de Harold
te no será el último que salga de su privilegiada pluma. y de Oueen Mary, vive el verdadero espíritu de la historia y de!
El Poeta Laureado, que desde muy temprano se afilió en la genio inglés. »
escuela de los lakisías, ilustrada por Coleridge y tantos otros,
Parécenos que lo que llevamos dicho basta para dar una idea
pero que se ha mostrado siempre mucho más cuidadoso que
aproximada de la peculiar índole del poeta , y de las cualidades
ellos de la belleza de la forma, ha sido llamado el más clásico de
que principalmente le distinguen; p e r o , sin embargo , no po-
los románticos ingleses. Sus obras, al menos las más notables, se
demos resistir á la tentación de transcribir el juicio emitido por
han traducido á casi todas las lenguas de E u r o p a , y el autor
Barnett Smith acerca del poeta y de sus obras en general.
goza fuera de su país casi de tanta celebridad como en Inglate-
« Mr. Tennyson — d i c e el insigne critico cuyas palabras hemos
rra. Hace ya unos veinte años que un critico francés se expre-
repetido tantas veces en las páginas precedentes — e s , aunque
saba acerca de él en los siguientes términos : « Mr. Tennyson
algo amanerado, el más dulce poeta lírico y el mejor y más vi-
sobresale en la pintura de los sentimientos tiernos y delicados:
goroso poeta idílico de nuestros días. Es un artista consumado.
su sensibilidad natural se muestra en hermosos versos elegiacos,
Su versificación cadenciosa y llena de armonía es intachable •
sonoros y armoniosos; el carácter religioso y moral de sus
además , está indudablemente dotado de un esquisito gusto y
obras ha contribuido grandemente á su popularidad.» En Espa-
de un discernimiento infalible. Su sencillez y su pureza son el
ña , donde este poeta es todavía tan poco conocido ( i ) , ha ha-
pasmo de sus admiradores , mientras que su rectitud y su ele-
bido sin embargo un escritor que , aunque incidentalmente , le
vado espíritu religioso son superiores á todo elogio. Se ha ha-
ha elogiado en los más calurosos términos. Ese escritor es el
blado muchas veces de la llaneza de su lenguaje. En el proemio
distinguido periodista y orador bilbaíno D. Camilo de Villaba-
de In Memoriam , que consta de unas trescientas palabras, sólo
s o , quién después de llamar á Tennyson tierno, elegante y
hay unas treinta ó cuarenta, es decir, la décima parte — que
excelso poeta, añade : « Eñ Tennyson se reúnen un ingenio
no sean monosílabos, y próximamente la misma proporción
noble y lozano , una fantasía serena, un alma elevada, un co-
se observa en toda la obra : singular y sorprendente muestra de
razón nobilísimo y ardiente, un sentido intimo y maravilloso
la sencillez del lenguaje. Se ha dicho que el de Mr. Tennyson
del espíritu de la historia de su país , un sentimiento de familia
es el más hermoso que se conoce desde que se tradujo la Biblia,
delicadísimo y tierno , y una moralidad perfecta. El gran Poeta
y ciertamente este autor ha mostrado de qué manera el pensa-
Laureado es el cantor de los idilios más dulces, más sentidos,
miento más sublime puede ir unido á los vocablos más humil-
y encantadores que ha producido la lengua inglesa, y el poten-
des y familiares de nuestra lengua materna. Así se explica el
que este autor, que es el autor predilecto de las personas ilus-
(i) En cambio son muy conocidos Paul y Henri J e Kock , y vayase lo uno por lo otro. tradas y eruditas, sea igualmente comprendido por la gente
más ignorante y ruda. Pocos poetas han dejado oir sonidos tan reado. En España no se cotizan los versos á tan alto precio.
dulces, melodías tan delicadas y exquisitas. Su influencia se ha Aquí tenemos otras aficiones. En esta bendita tierra se podría
extendido tanto , que si exceptuamos á Roberto Browning, to- comprar un poema por lo que cuesta un palco de sol para ver
dos nuestros poetas contemporáneos se le han rendido y le han una corrida de toros , y día llegará, y tal vez no esté lejano, en
imitado consciente ó inconscientemente, del mismo modo que que los poetas, convencidos al fin de que para salir de apuros
el genio de Byron y Shelley dejó profunda huella en las obras 110 les queda otro recurso que hacerse toreros, se despidan de
de sus coetáneos. Finalmente, podemos decir de Mr. Tenny- las musas y cultiven el noble arte de Pepe-Hillo. Vivir para ver.
son , que no hay entre sus obras principales ninguna que el Terminemos enviando un cariñoso saludo al venerable an-
mundo perdería sin gran sentimiento. Ocupa dignamente, y ciano, que, retirado en su magnífica quinta de Farringford,
con universal beneplácito, el puesto de Poeta Laureado, puesto cerca de Freshwater ( 1 ) , en la hermosa isla de W i g h t , sigue
que él ha exaltado , y es que Mr. Tennyson representa el jui- consagrando sus vigilias á la noble empresa que le ha valido
cio más sano y más profundo, la cultura, el espíritu artístico y tantos inmarcesibles lauros. El poeta no debe contentarse con
la pureza de su siglo. » deleitar á la humanidad con la belleza de sus creaciones, debe
Alfredo Tennyson es ya anciano ; pero no por eso trabaja al mismo tiempo tratar de ennoblecer al hombre inculcándole
con menos ardor, y cada nueva producción de su fecunda fan- elevados y generosos sentimientos, dulcificando sus costum-
tasía parece más bella, si cabe, que las precedentes. Todavía bres y empujándole por la senda del progreso. Tal es la altísima
resuena en nuestros oídos su bellísimo canto sobre la heroica misión del poeta, y muy pocos la han comprendido como
defensa de L u c k n o w , que el autor ha dedicado á la memoria Mr. Tennyson. Quisiéramosle, sin embargo, más cosmopolita;
de la virtuosa y malograda Princesa Alicia, víctima de su amor porque un poeta, y sobre todo un poeta de su talla, es ante
á sus hijos. La dedicatoria es una poesía de levantado estro, todo el cantor de la humanidad, sin dejar por eso de ser el
que ha herido las fibras más delicadas del pueblo inglés. Pero cantor de su patria. La misión de los poetas es una misión de
eso es un privilegio inherente á todas las producciones del gran reconciliación y de amor. Gracias á ellos , tal vez no siempre
Poeta Laureado ; así es que los editores se disputan sus obras serán irrealizables utopias, esas generosas ideas de fraternidad
con el mayor empeño. Aún hace poco tiempo que el propieta- humana y de federación universal que han germinado en nues-
rio de un periódico norte-americano dió á Mr. Tennyson más tro siglo al calor de la libertad y á luz de la civilización.
de io.ooo reales por una poesía que constaba apenas de dos- ¡ Qué la luz esplendorosa que de las verdes colinas de Fresh-
cientos versos; pues bien, cuando eso se supo en E u r o p a , un
periódico inglés se apresuró á declarar que en adelante pagaría
(1) La aldea de Freshwater se halla situada en el extremo occidental de la isla de Wight,
á razón de una guinea, ó sean 105 rs. por cada verso cuantas en la singular península que forman el canal de la Mancha y el rio Y a r y el estuario del
mismo nombre y el estrecho del canal de Solent, que los ingleses llaman The Solml Sea ( el
composiciones poéticas tuviera á bien remitirle el Poeta Lau- mar Solent), y que se extiende entre la isla y la costa meridional de Inglaterra,
XXII ALFREDO TENNYSON
V I C E N T E DE A R A N A .
XXII ALFREDO TENNYSON
V I C E N T E DE A R A N A .
EIS esa elevada costa erizada de peñas-
c o s , que parece desafiar al m a r y burlar-
se de su f u r i a ? N o creáis q u e siempre
ha resistido victoriosamente al incesante
embate de las olas. H a y un p u n t o en
q u e los peñascos han sido rotos y arran-.
cados del l u g a r que o c u p a r o n , dejando una abertura cu-
bierta de e s p u m a y de amarillenta arena. M á s allá vénse
algunas casas de tejados r o j o s , agrupadas al lado de u n
p e q u e ñ o m u e l l e ; m á s lejos se divisan las ruinas de una
iglesia, y m á s arriba u n a larga calle sube á un m o l i n o de
elevada torre. D e t r á s del m o l i n o descúbrese u n a meseta
en la que se vén algunas tumbas danesas ( i ) , y un bos-
mana , diciendo : « — Esta es mi casa y esta es mi m u -
que de avellanos, frecuentado en otoño por gentes que
jercita.» « — Mía t a m b i é n » , decía F e l i p e , « cada uno
van á recoger el sabroso fruto , florece en una hondo-
su turno. » Si de ahí venían á r e ñ i r , Enoch , como más
nada que se halla en el centro de la meseta, hondonada
fuerte, quedaba dueño de la casita; entonces Felipe, lleno
semejante á un tarro de flores.
de impotente cólera y con sus azules ojos inundados de
* lágrimas, gritaba : « — E n o c h , te aborrezco <>; y á esto
* *
*
* *
dos de las m a n o s : los grandes ojos pardos de Enoch y su parroquia anunciaron la boda alegremente : alegremente
curtido rostro parecían enteramente inflamados por un pasaron los años , siete años felices, siete años de salud y
tranquilo y sagrado fuego. Felipe miró , y en sus ojos y bienestar, mutuo amor y trabajo honrado. Dios bendijo
semblantes leyó su sentencia; luégo , como sus rostros su unión dándoles hijos: nació primeramente una niña,
se juntasen, lanzó un gemido y se alejó arrastrándose á quien Enoch llamó Anita como á su madre. L o s prime-
hasta lo más profundo del bosque; allí, mientras los de- ros lloros de la niña despertaron en el rudo pescador el
más se divertían ruidosamente, tuvo ¿ 1 , oculto á las m i - noble deseo de ahorrar la m a y o r parte posible de sus ga-
radas , su hora de tristeza, de suprema a m a r g u r a ; luégo nancias , á fin de dar á su hija una educación mejor que
levantóse y se f u é , llevando en su corazón un deseo que la que él y su esposa recibieran; noble deseo que se re-
debía durar toda su vida. novó cuando , dos años después, vino un muchacho á
entonces rogaba á Dios de este modo : « — ¡ O h ! ¡ sál-
ser el rosado ídolo de la soledad de Anita, mientras Enoch
vense ellos de tanta a m a r g u r a , sea cual fuere la suerte
se hallaba batallando con la irritada mar ó en una de sus
que me está reservada ! » Hallábase orando de este modo,
frecuentes excursiones tierra adentro ; porque en verdad,
cuando el dueño del buque en que Enoch había navegado,
el moreno y curtido rostro de E n o c h , enrojecido por los
teniendo noticia de su infortunio , vino á verle , pues co-
vientos del invierno, su blanco caballo y su cesta de mim-
nocía á nuestro hombre y sabía apreciarlo. Díjole que su
bres que contenía los despojos arrancados al Océano , no
buque estaba destinado para la China, y que aún no tenía
solamente eran conocidos á la cruz del m e r c a d o , sino
contramaestre. Todavía pasarían muchas semanas antes
también en los frondosos caminos que se extienden detrás
de que se hiciese á la vela. ¿ Quería Enoch aceptar el
de la meseta hasta la solitaria mansión señorial, cuya co-
puesto vacante ? Enoch aceptó sin v a c i l a r , regocijándose
mida del viernes proveía Enoch.
al ver que su oración había sido escuchada.
*
* *
*
* *
ENOCH ARDEN.
impaciencia por terminar la obra que dedicaba.d A n i t a ; ideas á cosas más g r a v e s , y empezó á s e r m o n e a r , en el
e n t o n c e s , viéndola t e r m i n a d a , detúvose fatigado, acostó- rudo lenguaje de los marinos, ¿obre la Providencia divina
se , y durmió profundamente hasta la mañana. y la confianza en el c i e l o , Anita oíale y n o le o í a , seme-
jante á la joven campesina que coloca su cántaro debajo
del cristalino m a n a n t i a l , y pensando en el que a c o s t u m -
E n o c h arrostró con intrepidez aquella triste m a ñ a n a de braba llenárselo en días más felices , oye y n o o y e el r u i -
despedida. Hubiérase reído de los temores de A n i t a , sino do del a g u a , y no se apercibe de que el cántaro se ha
porque la veía tan afligida ; sin embargo , E n o c h , c o m o llenado y el agua está rebosando.
hombre valiente , pero temeroso de D i o s , h u m i l l ó s e ante
*
E l l a , o y e n d o sus palabras llenas de esperanza, casi em- tado hasta mi regreso , pues y a no puedo detenerme aquí
r a z ó n ; pero cuando E n o c h volvió la corriente de sus pon toda tu esperanza en D i o s : esa ancla nunca puede
faltar. ¿ N o tiene É l su morada en el extremo Oriente,
allá donde el sol se muestra al rayar el día ? ¿ Acaso me
alejo de É l navegando hacia allá ? Y además , el mar es
s u y o ; s í , el mar es s u y o : É l lo hizo. »
*
* s
v i d a de silenciosa m e l a n c o l í a .
*
* *
*
E n o c h perdía en sus c o r a z o n e s , á medida que F e l i p e g a -
* *
naba en e l l o s ; pues E n o c h les parecía i n c i e r t o , oscuro,
Felipe puso al muchacho y á la niña en la escuela, impalpable c o m o una v i s i ó n , c o m o un h o m b r e que se
columbra á los primeros albores del día en el extremo de y encorvando unas ramas y rompiendo otras para despo-
una calle de árboles , caminando con rumbo desconoci- jarlas de sus morenos racimos, pronto llenaron las cestas
do. Así pasaron diez años desde que Enoch dejara su ho- con el agradable fruto. Sus alegres gritos resonaban ince-
gar y su país nativo , sin que de él se tuviera la menor santemente en todo el bosque.
noticia.
*
* *
*
* *
gar la menor esperanza de que el que os dejó hace más pe, esperad un poco. Si E n o c h v u e l v e . . . pero no volverá;
de diez a ñ o s , viva todavía. Ahora bien... permitidme sin e m b a r g o , esperaré un a ñ o ; un año no es mucho
hablaros con toda franqueza. Y o m e aflijo viéndoos p o - tiempo. Es seguro que dentro de un año seré más juicio-
bre y necesitada, y no puedo ayudaros como deseo ha- sa. ¡ O h ! esperad un poco. » Felipe dijo tristemente : —
cerlo , á menos que... Dicen que las mujeres son tan pe- « Anita , como he esperado toda mi v i d a , bien puedo es-
netrantes... quizá habéis y a adivinado lo que deseo perar un poco más. » — « ¡ N o ! » gritó ella ; « quedo ya
comprometida; podéis contar con mi promesa. ¿Estáis,
deciros. En una palabra, deseo haceros mi mujer. Deseo
como y o , dispuesto á esperar un año ? — « Esperaré un
ardientemente que vuestros hijos tengan en mí un padre
año» , replicó Felipe.
cariñoso; creo que ellos me aman como á un padre , y
estoy seguro de que los quiero como si fuesen hijos míos.
Creo que si os casáis conmigo , aun p o d r e m o s , después
Así habló ; y como si fuese en un m o m e n t o , mientras pensaban que Felipe solo tonteaba con e l l a , otras creían
que se hallaba ocupada en sus quehaceres domésticos, y que ella le mantenía apartado á fin de asegurarle mejor,
cuando aun estaba pensando en lo que le dijera Felipe de y algunas se reían de ella y también de F e l i p e , como de
que la había- amado por más tiempo de lo que ella imagi- necios que no conocían ni sus propios sentimientos ni
naba , aquel otoño fué sucedido por el siguiente, y el sus propios deseos. U n a de ellas, en quien todas las m a -
molinero se presentó á su vista reclamando el cumpli- las ideas se hallaban reunidas (como los huevos de la ser-
miento de su promesa. — « ¿ Ha pasado ya un año ? » piente , adheridos unos á otros), reíase y hacia una insi-
preguntó ella. — « S i , si es que los avellanos se hallan nuación de peor especie. El hijo de Anita nada decía,
de nuevo cargados de maduro fruto. Salid y cercioraos pero era fácil leer su deseo en sus o j o s ; pero la hija la
por vos misma.» Pero ella... ella le rogó que esperase to- instaba constantemente á enlazarse con aquel hombre tan
querido de todos ellos , y de ese modo sacar á la familia
davía. — « Hay tantas cosas en que pensar » , dijo; « es
de la miseria en que se hallaba sumida. El colorado rostro
un cambio tal... Si me concedieseis un mes... Dadme un
de Felipe volvióse flaco y pálido , por efecto de la cruel
m e s , nada más. » Entonces F e l i p e , con una mirada en
zozobra que le atormentaba y consumía. Todas estas cosas
la que estaba pintada la pasión de toda su vida , dijo con
caían sobre el corazón de Anita como un amargo repro-
voz tan trémula como la mano de un hombre ébrio: —
che.
«Tomad el tiempo que queráis, A n i t a : tomad el tiempo que
queráis. » Poco le faltaba á Anita para llorar de compa- %
* *
apenas dignos de crédito , y poniendo á dura prueba su ño , rogaba ansiosa y solemnemente que Dios la enviase
constancia y paciencia. D e ese modo se deslizaron otros una señal que la informara de si E n o c h era muerto , ó si
seis largos meses. aun vivía : incapaz de tolerar por más tiempo, en medio
de la oscuridad de la n o c h e , la terrible expectación de su
*
* * a l m a , saltó del lecho , encendió una luz , cogió con de-
sesperación el Santo Libro ( i ) , abriólo rápidamente á la
Para este tiempo , ya las ociosas comadres del pueblo,
ventura', y también á la ventura fijó el dedo sobre el tex-
que habían profetizado el casamiento de Anita con el rico
molinero , viendo que sus cálculos salían errados, empe-
(i) L a Biblia.
zaron á irritarse como si fuera una injuria personal. Unas
t o , y l e y ó : — « D e b a j o de una
que alguien susurraba en su oído frases i n c o m p r e n s i b l e s ;
palmera.» E s o no era nada para
así es que no le gustaba que la dejasen sola en c a s a , ni se
e l l a : en esas palabras no había
atrevía á salir sin compañía. M u c h a s veces cuando iba á
ninguna significación para el
entrar en casa , permanecía largo rato v a c i l a n t e , con la
caso presente. C e r r ó el. libro y
m a n o sobre el p e s t i l l o , sin atreverse á entrar. ¿ Q u é era
v o l v i ó á acostarse; pero lié aquí
lo que la afligía tan profundamente ? S u marido creía sa-
que apenas se hubo dormido,
berlo ; tales dudas y temores le parecían propios de su
parecióle v e r á E n o c h sentado
s i t u a c i ó n , pues se hallaba en estado interesante. N o se
en una a l t u r a , debajo de u n a
equivocaba ; pues con el nacimiento del niño pareció que
p a l m e r a , sobre la cual brillaba
la madre volvió á encontrar su corazón p e r d i d o ; desde
el sol e s p l e n d o r o s a m e n t e . — « H a
entonces a m ó á Felipe con ternura , y desapareció entera-
m u e r t o » , pensó e l l a ; « e s dichoso , está cantando H o -
mente aquel misterioso instinto que tanto la había ator-
sanna en las alturas: allá brilla el sol de la j u s t i c i a , y
mentado.
esas son las palmeras cuyas ramas arrojaba el pueblo di-
*
choso de Jerusalen , cantando « H o s a n n a en las alturas.» * *
*
frecuentes cambios de tiempo , y a adverso , y a favorable,
* *
pasó de nuevo á través del verano del g l o b o : empujóle
A l fin Felipe y Anita se casaron , y las campanas de la constantemente el hálito del c i e l o , y le condujo suave-
parroquia anunciaron la boda a l e g r e m e n t e ; q u i e n n o la- mente por entre las felices islas del Océano I n d i c o , hasta
tía alegremente era el corazón de A n i t a . ¡ Pobrecilla! C u a n - que pudo descansar en el puerto oriental para donde iba
do a n d a b a , parecíale que al lado de sus pasos resonaban destinado.
los de una persona i n v i s i b l e , y frecuentemente le parecía
A l l í , E n o c h comerció un poco por su c u e n t a , y com-
después, vientos contrarios les acosaron durante muchos
pró para sus niños un dragón dorado y otros monstruos
d í a s , y al fin fueron sobrecogidos por una tormenta tal,
extraños.
que les impelió largo tiempo á través de los mares en me-
dio de la oscuridad mas espantosa, hasta q u e , casi al mis-
mo tiempo que resonó á bordo el terrible grito de « ¡ es-
N o fué tan afortunado su viaje de retorno. Cierto es que
collos ! » , oyóse el horroroso estallido de ruina. T o d o s
al principio los pasajeros navegaron felizmente por un
perecieron menos E n o c h y otros dos. Durante la mitad
mar tranquilo , siendo apenas mecidos por las olas, m i e n -
de la noche se mantuvieron sobre flotantes jarcias y v e r -
$i : tras que el mascarón de proa contemplaba, con sus inmó-
viles o j o s , la aparente ebulli- gas rotas, que impelidas por el viento se amontonaron al
B ción
aguas
producida en las
por la rápida
romper el día sobre una p l a y a , en una isla hermosísima,
pero la más desierta de las que se hallan en aquel desierto
m Siguiéronse luégo *
*
*
algunas calmas y
É variables vientos; N o había allí escasez de agradable sustento , pues abun-
daban mil jugosos frutos , grandes nueces , y nutritivas
raices; y si la compasión no les hubiera disuadido , no
era difícil procurarse la carne de los muchos animales que
vivían en ella, y que como jamás habían sido perseguidos,
se distinguían por su extremada mansedumbre. E n una
garganta de la parte montuosa de la isla construyeron un
albergue, medio c h o z a , medio caverna natural, y lo te-
charon con ramas de palmera. Así, aquellos tres hombres,
colocados en un abundantísimo E d é n , vivían desconten-
tos en medio de un eterno verano.
*
* *
* *
suave voz de los h o m b r e s , sino tan sólo los millares de sus aguas con las del m a r .
chillidos de las aves marinas que vuelan de acá para a l l á ; S ó l o esos r u m o r e s herían sus
56
*
* *
de mares de color de p l o m o .
*
* *
*
* *
*
calle, p e n s a n d o : — « ¡ M u e r -
* *
ta , ó muerta para m í ! »
La tarde era brillante, aunque fría, hasta que los gran-
des nubarrones que se veían sobre el m a r , empujados
por el viento , penetraron al través de las hendiduras de Bajó al estrecho muelle
las rocas donde ambos puertos se abren sobre el piélago, buscando una taberna que
y cubrieron el mundo con su manto gris. A fin de acor- le era de antiguo conocida;
tar la distancia que tenía que r e c o r r e r , Enoch dejó el ca- una taberna con una vieja
mino real y tomó por un estrecho sendero , á través de f a c h a d a de m a d e r a , tan
bosques , tierras de labranza y pastos. Sobre el á r b o l , y a apuntalada, ruinosa y car-
casi desnudo, cantaba el petirrojo desconsolado; las hojas comida , que Enoch creía habría y a desaparecido. Quien
secas caían juntamente con la lluvia. L a oscuridad se hizo había desaparecido era el tabernero, y su viuda Miriam
más y más profunda, más y más espesa la llovizna; al fin, L a ñ e , aunque sus ganancias disminuían de día en día,
una débil y pasajera claridad le permitió distinguir los ob- continuaba al frente del establecimiento. Este era en otro
jetos que le rodeaban, y vió que había llegado al término tiempo punto de reunión de marineros camorristas; aho-
de su viaje. r a , en su período de decadencia , se hallaba silencioso y
triste. N o faltaba, sin embargo , en la c a s a , una cama
para los caminantes ó vagabundos, y Miriam Lañe no
« ¡ Si pudiese contemplar su dulce semblante y saber que
tuvo reparo en alojar á Enoch., quien permaneció allí re-
es dichosa ! » Ese pensamiento , que no dejaba un mo-
tirado durante algunos días.
mento de atormentarle, le condujo una tarde al collado,
* donde se hallaba el m o l i n o , justamente á la hora en que
s *
el oscuro día de Noviembre era reemplazado por el cre-
Pero la buena de Miriam Lañe era en extremo locuaz, púsculo aun más oscuro. Allí se sentó , y púsose á con-
y frecuentemente interrumpía las meditaciones del pobre templar todo lo que á sus piés se descubría; allí rodaron
E n o c h , dándole á conocer los anales del puerto. E l des- sobre él un millar de memorias de indecible amargura.
graciado estaba demasiado m o r e n o , encorvado y abatido, Bien pronto, la ventana iluminada que brillaba en la parte
para que la vieja le reconociera; así es que , sin imaginar trasera de la casa de F e l i p e , le alucinó por completo ; del
quien era el que le escuchaba , refirióle entre otras cosas mismo modo la l u z d e l a valiza atrae el pájaro viajero,
la historia toda de su propia familia. La muerte de su hijo quien locamente vuela contra ella, terminando así su f a -
y la creciente pobreza de su m u j e r ; como Felipe puso á tigosa vida.
los niños en la escuela y los mantuvo en ella ; como qui-
so casarse con A n i t a ; su tardo consentimiento , y su ma- A X
*
*
— « ¡ O h ! esto es demasiado terrible para que pueda sopor-
* *
tarlo » , exclamó. « E n hora menguada llegó á mi vista el
¡ A h ! cuando el muerto resucitado contempló á su mu- buque que me ha conducido aquí. ¡ O h , Dios omnipotente!
jer, que ya no era su m u j e r ; cuando vió al niño de Anita, ¡ Bendito Salvador mío ! ¡ T ú que me sostuviste en mi isla
pero no de E n o c h , sobre las rodillas del padre , cuando solitaria, sosténme un poco más tiempo en mi soledad !
A y ú d a m e , dame fuerzas para n o decirla que vivo aún, haya llamado á s í , lo ha de saber ella : y o espero á que
para no hacerla saber que he vuelto. A y ú d a m e para que Él me llame. » C o m o desdeñaba pedir l i m o s n a , se dedi-
no turbe su paz. — ¿ T a m p o c o debo hablar á mis hijos ? có á trabajar para vivir. Apenas había cosa que no supiera
N o me conocen ; pero , si les h a b l a s e , no podría conte- hacer : era tonelero y carpintero , y hacía redes para los
nerme , y me descubriría á ellos sin remedio. ¡ O h ! ¡ n o ! pescadores, ó ayudaba á cargar y descargar los barcos que
¡ nunca ! ¡ nunca ! ¡ y a no debo esperar el beso debido á hacían el limitado comercio de aquellos tiempos. Así g a -
un p a d r e , de la joven tan parecida á su m a d r e , ni del jo- naba un escaso sustento. Sin e m b a r g o , desde que sólo
ven mi hijo ! » trabajaba para é l , trabajó sin esperanza, su salud decaía
* por instantes; de modo q u e , justamente al año de su re-
* a
greso, experimentó un desfallecimiento general, enferme-
Entonces palabra, y pensamiento, y naturaleza le aban- dad que le debilitó gradualmente, hasta que se vió obligado
donaron , y quedó largo tiempo tendido en el suelo como á estarse siempre, en casa, primero en una silla, y al fin en
arrobado; pero cuando se levantó y se dirigió hacia su su lecho. Y Enoch soportó su debilidad alegremente. Por-
solitaria morada, descendió todo á lo largo de la estrecha que , en v e r d a d , el encallado náufrago no experimenta
c a l l e , repitiendo sin c e s a r , á la manera del estrambote más placer al divisar, á través de las grises faldas de una
de una canción: — « N o decirla n u n c a ; nunca hacerla soberbia ráfaga de viento, el bote que conduce la espe-
saber.»
ranza aproximarse á salvar la vida que ya se consideraba
vándose al través de todo el amargo m u n d o , como fuentes Porque detrás de esa suprema aurora brillaba para él
de agua dulce en el m a r , le dieron fuerza para vivir. — una dulce esperanza. Enoch pensaba : — « Anita sabrá
« La mujer de ese molinero de quien me hablásteis » , dijo despues de mi muerte, que la amé hasta el fin. » L l a m ó
á Miriam , « ¿ no teme que su primer marido v i v a aún ? » á Miriam Lañe y le dijo : — « M u j e r , tengo que comuni-
— « ¡ A y ! ¡ ay ! ¡ pobrecita ! ¡ bastante miedo tiene! Si caros un secreto, pero antes que os lo d i g a , jurad sobre
pudieseis decirla que le habéis visto m u e r t o , ese sería su •el Santo Libro no revelarlo hasta que me veáis muerto. »
consuelo. » Enoch pensó : — « Despues que el Señor me — « ¡ Muerto ! » exclamó la buena m u j e r ; « ; qué estáis
diciendo, hombre ? O s aseguro que os habéis de poner refirió su v i a j e , su n a u f r a g i o , su vida solitaria, su regre-
bueno m u y pronto. » — « Jurad »., añadió Enoch con du- so, como contempló el rostro de A n i t a y fué testigo de su
reza ; «jurad sobre el Libro. » Y Miriam juró medio ame- felicidad, su resolución de nunca hacerla saber que aun
drentada. Entonces E n o c h , fijando los ojos sobre e l l a , le vivía , y como la cumplió. A medida que la buena mujer
d i j o : — «¿Conocisteis á Enoch A r d e n , vecino de este oía, fluía abundantemente de sus ojos la corriente de sus
puerto ? » — « ¿ Si le conocí ? » respondió ella. « Su rostro lágrimas , mientras que en su corazón ansiaba salir de su
me era por cierto bien familiar, y lo reconocía desde bien casa, y correr inmediatamente por todo el puerto, procla-
lejos. Todavía me parece verle bajando por esta calle: mando la vuelta de Enoch Arden , y refiriendo sus infor-
llevaba siempre la cabeza erguida, y no se cuidaba de tunios ; pero amedrentada y ligada por su p r o m e s a , se
nadie. » reprimió, diciendo solamente : — « ¡ O h ! ¡ V e d á vues-
tros hijos antes de m o r i r , Arden ! ¡ Permitidme que os
*
* *
los t r a i g a ! » Y se l e v a n t ó , ansiosa é impaciente de traer-
Enoch respondió lenta y tristemente: — « Su cabeza los , pues Enoch pareció por un momento suspendido de
está inclinada, y nadie se cuida de él. Creo que no me sus labios; pero luégo replicó :
quedan tres días más de v i d a ; y o *
* *
soy Enoch Arden. » A l oir lo cual,
la mujer dió un grito medio incré- — « M u j e r , no me atormentéis ahora que mi fin está
dulo, medio histérico.—« ¡ Vos Ar- cercano, dejadme mantener mi resolución hasta morir.
den ! ¡ v o s . . . ! ¡ o h , no ! Arden era Sentáos de nuevo, prestad atención , y comprendedlo todo
un pié más alto que vos. » Enoch bien mientras que aun puedo hablar. Os encargo que
repuso : — « Mi Dios me ha encor- cuando la veáis, le digáis que morí bendiciéndola, rogando
vado y me ha reducido á lo que por e l l a , a m á n d o l a , salvo por el obstáculo que se halla
s o y ; mis dolores y mi soledad me entre nosotros, amándola tan tiernamente como cuando
han abatido; sin e m b a r g o , sabed descansaba su cabeza al lado de la mía. Y decid á mi hija
que y o soy el que se casó con ' Anita, á quien vi tan parecida á su madre, que mi último
Pero su nombre se ha cambiado dos aliento lo empleé en bendecirla y rogar por ella. Y decid
vece
s Y o soy el que se casó con la que ahora es mu- á mi hijo que morí bendiciéndole. Y decid á Felipe que
jer de Felipe Ray. Sentáos y escuchadme. » Entonces le le bendije t a m b i é n ; siempre se sintió animado de los
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más. N i v é , ni o y e , ni h a b l a , ni conoce á nadie. Y tus dre , que había una vez un rey como el nuestro. E l prín-
dos hermanos están en la corte de Arturo , aunque en cipe su heredero , siendo ya talludo y estando en edad de
verdad á ninguno de ellos tengo el gran amor que siento casarse , le pidió una n o v i a , y el rey entonces puso , no
por t í , ni es ninguno de ellos digno de tal amor. Qué- una sino dos , delante de él. Una de ellas era hermosa,
date , p u e s , t ú , G a r e t h ; seducen al pajarillo las rojas f u e r t e , y estaba armada de todas a r m a s ; pero era preciso
bayas de los setos, y á t í , inocente hijo m í o , te seducen ganarla por la f u e r z a , y eran muchos los hombres que la
las justas y las guerras; á tí q u e n u n c a te ha dolido un deseaban , mientras que ninguno deseaba la otra. Y la
d e d o , y que no tienes una idea del horrible tormento condición que el rey le imponía era esta : que á menos
que se experimenta cuando á u n o le rompen ó le desco- que ganase la primera por la fuerza, tenía que casarse con
yuntan un miembro, como sucede á menudo en esos cho- la otra, con la cual hombre alguno se hubiera casado gus-
ques que aturden, y en esas espantosas caídas de los toso , pues era una novia de cara roja y f e a ; una mujer
torneos: mi corazón se estremece pensando en ello. Pero despreciable , y que de tal modo tenía conciencia de su
quédate conmigo : sigue al ciervo por entre nuestros altos propia vileza, que siempre anhelaba ocultarse, no se atre-
abetos y centenarios robles , y de ese modo te harás cada vía á mirar á nadie frente á f r e n t e , y andaba siempre hu-
día más vigoroso. ¿ N o es la caza un ejercicio varonil y yendo de todos. E n v e r d a d , á algunos se ligaba; pero
agradable ? Y luégo , cuando quieras , y o encontraré para morían de ella como de una enfermedad incurable. Y á la
tí una bella y dulce n o v i a , para hermosear y hacer más una la llamaban F a m a , y á la otra — ¡ oh m a d r e ! ¿ cómo
placentero el ascendente camino de la v i d a , y ayudarme puedes tenerme así cosido á tu guardapiés ? — á la otra la
á bajar la triste cuesta que conduce al sepulcro ; hasta que llamaban V e r g ü e n z a ! H e crecido y he llegado á ser hom-
cayendo en la insensibilidad de L o t , no te conozca á tí, bre , y tengo que hacer lo que los hombres hacen. ¿ Se-
ni á e l l a , ni á mí misma, ni cosa alguna. ¡ Q u é d a t e , hijo guir al ciervo ? N o ; sino seguir al Cristo , al R e y ; hacer
mío ! ¡ mi mejor y más querido hijo ! Mas tienes todavía vida pura y ejemplar, decir la verdad , enderezar los en-
de niño , que de hombre. tuertos ; seguir al rey. D e otro modo ¿ para qué haber
nacido ?
*
* * * *
Gareth repuso: —Puesto que aún me tienes por un niño, Entonces la madre contestó : — Bien sabes, amado hijo
mío , que hay muchos que no tienen ó no quieren tener
á Arturo por legítimo r e y , aunque en verdad y o siempre que barrió el polvo de la arruinada R o m a , y lo arrojó
le he tenido por t a l , desde que en mi juventud le tenía fuera del umbral del reino ; el que sojuzgó á los idólatras
constantemente á mi lado , y le oía hablar como deben é hizo al pueblo libre ? ¿ Quién debe ser rey sino el que
y arriesgarlo todo , tus miembros y tu v i d a , por uno que tiempo había tratado de hacerle desistir de su intento, vió
aun no se sabe que sea legítimo rey ? Quédate hasta que que la voluntad de su hijo era tan firme, contestó astuta-
la nube que oscurece su nacimiento se levante un poco. mente : — ¡ Quieres caminar por entre fuego ! A quién
Quédate, querido hijo mío. anda entre fuego poco le debe importar el humo. Parte,
p u e s , si es p r e c i s o ; y antes de que ruegues al rey que te
*
*
*
arme caballero, solo una prueba te pido de la obediencia
y del amor que me debes por ser tu madre.
voluntad; saldré de aquí disfrazado, y he de asalariarme ensanchándose hasta llegar al pié. de la altura en que se
asienta C a m e l o t , vieron á lo léjos la niebla de la mañana
para servir con los marmitones y los picaros de cocina. Y
cerniéndose en torno de la montaña r e a l , que se alzaba
á nadie diré mi n o m b r e ; ni aún al rey mismo.
entre la selva y el campo. A veces se veía tan solo la parte
más alta de la ciudad; á veces las agujas de las torres iban
saliendo poco á poco de entre la niebla; borrábase á veces
)
GAKETH Y LYNETTE
GAKETH Y LVNETTK
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* *
*
tierra de los trasgos; y se preguntan si esta ciudad ha
* *
sido construida por arte mágica, y por reyes y reinas
duendes, ó si efectivamente hay una c i u d a d , ó si es que
Y así mismo G a r e t h estuvo tanto tiempo contemplando
todo no es más que una v i s i ó n ; y ahora esta música les
las figuras, que también á él le pareció que se movían.
ha espantado. Suplicóte les digas la verdad.
E n aquel momento, oyéronse los acordes de una música
extraña que parecía salir de la ciudad, y Gareth y sus
servidores, sorprendidos, dieron un salto hacia a t r á s ,
alejándose de la puerta. Salía á la sazón por ella un a n -
Pero el viejo profeta se mofó de G a r e t h , diciendo : —
ciano de luenga barba b l a n c a , que se acercó á ellos di-
ciendo : — ¿ Quiénes s o i s , hijos míos ? Hijo m í o ; y o he visto hermosos bajeles navegando en el
cielo con la quilla hacia arriba y los palos hacia abajo , y
he visto grandes y sólidas torres flotando invertidas en el
)
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GARETH Y LYNKTTE GARKTH Y LYNETTE 93
* *
señor y rey mío ! N o puedo olvidar el cariño que mi po- nes, cuando L o t y otros
sión de la hermosa heredad que tanto amas, porque á ella obligada á suplicarte. — ¡ Pero mira ! el hermano de mi
esposo ha tenido á mi hijo encerrado en su castillo, y l o
vá unido el recuerdo de tu finado esposo. Y deseo además
ha hecho morir de h a m b r e , apoderándose después de la
que te sea pagado el triple de la renta que se te debe por
herencia que tú , que mataste al padre, dejaste al hijo.
el tiempo que mi padre Uther disfrutó indebidamente de
Así es q u e , aunque el odio que te tengo apenas me deja
lo que no era suyo. E n esto no hay merced sino justicia,
h a b l a r , te ruego me dés un caballero que combata por mal genio de los antiguos reyes renazca en mí. Y tú que
mí, mate al ladrón i n f a m e , y v e n g u e á mi hijo. eres su pariente, vete también; vence á su enemigo, pero
no le mates , y tráele aquí para que sea juzgado : enton-
ciente que se ha mofado de tí en tu propio estrado; nin- lante del trono , y se arrodilló , diciendo que su señor, el
guna , como no sea la saludable merced de grillos y mor- rey feudatario , estaba en camino para C a m e l o t , porque
*
* *
I"
- ÍSSÍÍ - *
ba hablar la vergüenza. — ¿ N o vés cuán consumido estoy Entonces Lanzarote , que estaba allí cerca , le dijo : —
por el hambre, y como para no caer de debilidad tengo Señor senescal; en sabuesos , en galgos y en toda clase
que apoyarme en estos fuertes mocetones ? Permíteme de perros de caza eres m u y entendido; tratándose de ca-
servir en tus cocinas, entre tus marmitones , durante un ballos tu opinión no es de despreciar; lo que tú no sabes
año y un d í a , y no preguntes mi nombre. Después pe- es conocer á los hombres. ¡ L a frente espaciosa y blanca,
learé. bien delineadas las rubias cejas, el cabello sedoso y abun-
dante , la nariz grande , recta y fina, y las manos largas,
blancas y delicadas! ¡ Algún misterio de mozalbillo! Pero,
* *
de todos m o d o s , que venga de redil ó de regio estrado,
— ¡ Hermoso mancebo — exclamó el r e y , — y digno el muchacho es de noble aspecto y de buen natural. T r á -
de merced más distinguida ! P e r o puesto que no pides tale , pues , con toda afabilidad; no sea que andando el
otra cosa m e j o r , es preciso q u e K a y , el jefe de las coci- tiempo venga á desmentir el juicio que de él has formado.
nas , te lleve con él y sea tu a m o .
*
* *
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* *
*
* * Aquí los serenos ojos del rey le refrenaron, y le hicie-
ron sonrojarse, é inclinarse profundamente para besarle
Quien llevó á Gareth tan grata nueva f u é un escudero
la mano. — Hijo mío — le contestó Arturo ; — tu buena
d e L o t , con q u i é n , en un tiempo, cuando ambos eran
madre me ha hecho saber que estás a q u í , y me ha parti-
n i ñ o s , acostumbraba á jugar al torneo, trazando un i m -
cipado tu deseo de que y o ceda al tuyo. ¡ Hacerte mi ca-
perfecto óvalo en la arena y arrojándose uno sobre otro
ballero ! ¿ Sabes que mis caballeros están sujetos á votos
de cada extremo; y bien se puede asegurar que jamás
de extremado v a l o r , extremada cortesía , extremada fide-
muchacha alguna se puso m á s colorada de vergüenza que
lidad en amor, cuando aman , y extremada obediencia al
Gareth de alegría al escuchar el mensaje de su buena ma-
rey ?-
dre. Riéndose y dando brincos de placer, dijo: - Saliendo
* *
del humo, v o y de un salto de los piés de Satán á las ro-
dillas de Pedro. Mas nada digas á nadie sobre el particu-
Entonces Gareth , que se había arrodillado ante Arturo,
lar : estas noticias son para m í , y para ningún otro. Pero
se puso en pié de un salto, y exclamó : — ¡ Mi rey ! ¡ V a -
n o ; son también para el r e y . — V u é l v e t e á tu alojamiento
lor puedo prometerte! E n cuanto á extremada obedien-
de la ciudad. Después de lo c u a l , Gareth buscó ocasión
cia , infórmate de aquél á cuyo servicio me pusiste; in-
de hablar al rey á s o l a s , y c u a n d o la tuvo, se lo refirió fórmate del nada blando senescal, jefe de tus cocinas. Y
todo.
en cuanto al amor, sabe Dios que no amo t o d a v í a , pero
* * a m a r é , si Dios quiere.
*
- Y o he hecho tambalearse á tu fuerte Gawain en un * *
*
vaya. C u b r e los leones de tu e s c u d o , y en cuanto te sea
*
* *
* *
allí santamente. Para l i b r a r l a , p u e s , del que tan tenaz- fin. Y todos estos cuatros son , como he dicho , muy
mente la asedia, he venido por Sir Lanzarote. grandes bobos, pero hombres fortísimos, y por eso he
venido por Sir Lanzarote.
* *
* * caballo , bajó la pendiente calle, y pasando por la mágica
puerta blanca, se detuvo fuera de la ciudad, junto al
E n aquel instante, apareció descollando entre la amon-
campo de los t o r n e o s , murmurando: — ¡ U n marmi-
tonada multitud la hermosa cabeza de Sir Gareth. Sus
tón !
ojos despedían rayos. — ¡ Una merced, señor rey ! — Gri-
tó el impetuoso mancebo : — concédeme esta empresa.
* *
— Y l u é g o , como apercibiera junto á él á S i r K a y , que
estaba mugiendo como un toro herido, añadió: — S í ,
Es á saber que eran dos las puertas del estrado ; una de
señor r e y ; tú sabes que soy tu marmitón , y que gracias
ellas daba á una vasta galería abierta, ricamente embaldo-
á tus viandas y bebidas soy robusto y vigoroso y capaz
s a d a , en la que el rey solía pasearse á la salida del sol,
de pelear con un ciento de bandidos tales como los que contemplando el llano y las m o n t a ñ a s , y de la cual un
ha pintado esa noble dama. Acuérdate de tu promesa, magnífico camino escalonado descendía hasta perderse en-
señor. — Arturo entonces le lanzó una centelleante mira- tre árboles floridos y agujas de torres; y por aquella
d a ; pero casi instantáneamente reprimió su c e ñ o , pen- puerta principal salió el rey. L a otra puerta , por la cual
s a n d o : — R u d o y fogoso es, pero perdonable, y digno salió la irritada doncella , estaba situada en el lado opues-
de ser caballero. — V é , p u e s , — l e dijo : — y todos los to al del fogón , y era tan a l t a , que cualquier caballero,
circunstantes quedaron asombrados. por alto que fuese el crestón de su yelmo , podía pasar sin
agacharse y sin rozar con el dintel. Hacia aquella puerta
*
*
*
se dirigió á grandes pasos Sir Gareth , y en cuanto se ha-
lló fuera vió el regalo de Arturo á su novel caballero , un
Pero en la frente de la doncella, la v e r g ü e n z a , el caballo que valía media ciudad; y junto á él estaban los
orgullo y la cólera tiñeron de grana el purísimo blanco, dos servidores que del Norte le habían seguido, uno de
envidia de la flor de maya. los cuales tenía un escudo nuevo y un casco, mientras
— ¡ Qué vergüenza para t í , oh R e y ! — dijo alzando que el otro tenía el caballo y la lanza. Desató entonces
las manos. — H e pedido tu mejor caballero, y no me has Gareth su c a p a , que era del tejido mas grosero y le cu-
dado más que un m a r m i t ó n . — L u é g o , antes de que nadie bría desde la clavícula hasta los t a l o n e s , y del mismo
pudiese detenerla, volvió la espalda al r e y , y por el cor- modo que de un fuego que se cree sofocado sale de pron-
redor que daba acceso al trono salió del salón , montó á to una viva llamarada , del mismo modo salió de debajo
de ella brillando en su ar-
m a d u r a , como a q u e l l o s por las tempestades en un sitio expuesto al embate del
alas que les sirven de es- cocina llegaron en tropel los esclavos, quienes al ver al
tuche , muestran debajo de que había trabajado más que todos e l l o s , y á quien no
nés que parece cubierto de bendiga al rey y á toda su compañía. — A s í , pues , por
piedras preciosas. Así Ga- entre la apiñada multitud que no cesaba de vitorearle
ponía el y e l m o , y tomaba
*
* *
el e s c u d o , y montaba á
caballo, y empuñaba la lan-
Alegremente partió Sir Gareth en pos de los peligros y
z a , de madera fortalecida
de la gloria ; pero del mismo modo que cuando dos pe-
""••'rrn^i——;
rros riñen, si uno de ellos es separado de su competidor
antes de que el combate haya refrescado su f u r i a , sigue,
si le llama á su dueño , pero lo recuerda todo , y recor-
dándolo se detiene, y vuelva la cabeza y g r u ñ e ; así Sir
K a y , parado junto á la p u e r t a , gruñía furiosamente y
renegaba de G a r e t h , á quien estaba acostumbrado á mo-
lestar y vejar á todas horas.
*
* *
ción, ha acabado por trastornarle el seso. — S í ; sin duda al campo de los t o r n e o s , permanecia aún a l l í , refunfu-
está loco. ¡ Cómo alzaba la voz el bellaco , pregonando, ñando. — ¿ Porqué el rey se ha burlado de mí ? Si no po-
día disponer de L a n z a r o t e , podia á lo menos haberme
sin avergonzarse, que era un marmitón ! ¡Tararira ! Bas-
dado alguno de los que aquí pelean por el amor de las
tante humilde y sumiso fué conmigo hasta que viendo
damas y por la gloria , en vez de darme — ¡ oh cielos !
que Lanzarote se fijaba en é l , empezó á envanecerse.
¡ B i e n , bien! seguiré á mi presuntuoso criado, y veré si ¡ qué vergüenza para é l ! — e n vez de darme un marmitón.
*
de asegurar que pocos mancebos más hermosos que él
* *
había en todo el reino. — ¡ Gentil doncella! — le d i j o . —
Esta empresa me pertenece. G u í a , que y o te sigo. — Ella
contra el rey ? Nunca hizo tal aquél á quien injurias, sino inmunda c a r n e , y cree oler carroña de sierpe ó comadre-
que humildemente sirvió al rey en tu persona. Detente y ja , llevó con petulante ademán á su delgada nariz el pul-
m e d i t a , pues ese mozo es alto y f o r n i d o , y sabe manejar gar y el Í n d i c e , chillando : — ¡ Vete de ahí ! Aparta, que
la espada y la lanza. - ¡ Tararira ! - dijo K a y ; — déja- hueles á pringue de cocina. — Y mira quien viene detrás.
me en paz. Es llevar tu finura demasiado lejos, emplearla — Por que en efecto , allí estaba K a y , que acababa de lle-
gar á escape. — ¿ N o me conoces ? — a h u l l ó el senescal.
en echar á perder buenos criados con bobas cortesías. —
— i N o conoces á tu amo ? — Soy K a y . — T e necesitamos
junto al fogón.
*
* * — Probaré f o r t u n a ; — dijo Gareth con una sonrisa que
la puso furiosa. D e nuevo huyó como un relámpago por
— ¿ Q u é haces en m i compañía, marmitón ? T e parece las larguísimas calles de árboles de un ilimitado bosque, y
que te tengo en m a y o r estima , ó que estoy más dispuesta . siguiéndola G a r e t h , f u é otra vez insultado.
á aceptarte por mi c a m p e ó n , porque cobardamente, por
medio de algún ardid , ó simplemente por mala ventura *
*
*
estos belitres se hubieran vengado de mí. Y en verdad M a s n o presumas, g a l o p í n , que estoy más dispuesta a
que no les faltan excelentes motivos para aborrecerme, aceptarte por mi campeón, porque has ensartado hábil-
pues siempre que me apodero de algún l a d r ó n , acostum- mente en tu asador una chusma de medrosos salvajes. U n
bro ahogarlo, como animal d a ñ i n o , con una piedra al trillador con su mayal los hubiese desparramado. N o , n o ;
cuello. Y son y a muchos los que debajo de estas cenago- no por eso dejas de oler á cocina como antes. Pero si este
sas aguas están pudriéndose; pero por la noche dejan la caballero quiere darnos albergue , acepto gustosa.
salvado ha sido únicamente por el placer de llevar á cabo nar la mesa pusieron en frente de la joven un hermoso
una buena acción, y por seguir fielmente los preceptos pavo real en toda su majestad, y el barón hizo que Gareth
del rey. Pero la noche se avecina. ¿ Quieres dar albergue se sentára junto á e l l a ; pero ella al punto se levanto, y
á esta doncella ? dijo : - Me parece , señor barón, que hay gran descorte-
sía en colocar a q u í , á mi lado, á este villano. - Oídme.
* - E s t a b a y o esta mañana en el estrado de Arturo, y ro-
* *
fierno.
Medio avergonzado y en parte perplejo el caballero al * *
* *
*
* *
X
* X
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# *
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* *
*
hendido.
* *
*
* *
Y el de la estrella, que estaba ya á caballo , gritó des-
de el puente : — ¡ U n marmitón , y enviado para hacer
Entonces el caído gritó : — N o me m a t e s ; me r i n d o . —
befa de m í ! Y o no peleo con un villano de esa especie,
Y Gareth dijo : — Si esta doncella me lo p i d e , dispuesto
sino que me contento con mofarme del que de mí quiere
estoy á hacerte merced de la vida. — Ella al oir estas pa-
mofarse. Porque ciertamente, vergüenza sería hacerle
labras , púsose encendida como la g r a n a , y exclamó : —
más daño que ponerle á pié, y tomar su caballo, y de ese
¡ Insolente marmitón ! ¿ Y o suplicarte ? ¿ Y o pedirte un
modo enviarle al rey. V a m o s , pues; deja á esa dama,
f a v o r ? — E n t o n c e s m o r i r á . — Y Gareth desató el yelmo
villano. H u y e ; pues no parece bien que un villano como
de su enemigo, como para matarle. Pero ella gritó : — ¡ N o
tú cabalgue junto á una dama tan principal.
seas tan osado, marmitón, que mates á uno más noble
que tú ! — D o n c e l l a ; si gustoso hubiese accedido á tu
ruego, tu mandato es para mí el cúmulo del placer. Ca-
ballero, á ella debes la v i d a , pues por orden suya te la Pero tú sigue mi consejo y márchate, pues aquí cerca
concedo. Levántate y sin demora alguna encamínate á la hay uno que guarda un vado, — el segundo hermano en
corte de A r t u r o , y díle que su mozo de cocina te ha en- su necia parábola del Día y de la N o c h e , — y si sigues
viado. T e n cuidado de implorar su perdón por haber que- adelante verás como él te paga todo tu salario y aun algo
brantado sus leyes. Y o mismo, cuando vuelva , he de i n - más. Huye, pues, y no te importe la vergüenza que pueda
terceder por tí. — T u escudo me pertenece. A d i ó s ! — Y haber en e l l o ; no eres caballero sino villano.
*
* *
L a joven huyó con la rapidez del viento. Y cuando cucha , p u e s , una parábola del villano. Cuando y o servía
Gareth la hubo alcanzado, le dijo: — M e pareció, villano, en las cocinas del r e y , sucedió que un día uno de los
que mientras peleabas en el p u e n t e , el olor de cocina que marmitones mis compañeros, no pudiendo soportar el
despides llegaba á mis narices mucho menos fuerte; pero calor del f o g ó n , se quitó el sobretodo y se lo dió á guar-
ahora el viento ha cambiado, y lo huelo veinte veces más. dar á un perro gruñón que t e n í a , diciéndole: — « Guár-
— Y como Gareth no dijera una palabra, ella cantó : dalo.» Y no hubo nadie que se atreviera á quitárselo.
Ahora bien ; tú eres el sobretodo que el rey me ha dado
*
*
*
á guardar, y y o soy el perro fiel que antes de huir se de-
jará hacer pedazos. Y además, caballero ó villano, y o
— ¡ Oh Lucero Matutino! — no ese fuerte bribón á creo que el villano que te sirve como un caballero , vale
quien tú por medio de algún hechizo ó de alguna treta, ó tanto como un caballero cualquiera para poner en libertad
— Y o creo, hermosa doncella, q u e debieras respetarme mano ? ¿ Porqué has abandonado tu puesto ? — Y la don-
tanto más cuanto q u e , no siendo más que un villano, cella , esforzando la voz cuanto le fué posible, le dijo: —
hago morder el polvo á tus enemigos. Aquí tienes un marmitón de Arturo, que ha vencido á tu
hermano y que por eso lleva sus armas.
*
* *
*
*
*
tomado por la verdadera efigie de la bobería, é hizo en-
trar en el vado á su corcel. Hizo lo mismo Gareth , y se
E l mugido del agua entre los peñascos les anunció la encontraron en la mitad del r í o ; y como no había allí
proximidad del vado, al cual y a n o tardaron en llegar. espacio para manejar la lanza y hacer alarde de hábiles
Entonces vieron, al otro lado de la espumosa corriente, y justadores, solo se dieron cuatro golpes con la espada , si
á caballo en un alazán enorme, un caballero de gigantes- bien es justo añadir que fueron muy fuertes. El novel ca-
ca estatura y de formas verdaderamente hercúleas , ente- ballero temió ser vencido; pero afortunadamente para él,
ramente cubierto de m a l l a , tan bruñida que deslumhraba en el momento en que el Sol alzaba su ponderoso brazo
su resplandor. Era el Sol del Mediodia. Cual si aquella para herirle, resbaló su caballo y dió con él en el. río,
florecilla de oro que al marchitarse se adorna con un siendo arrastrado por la corriente.
globo formado de innumerables flechecillas, se hubiese
hecho diez mil veces mayor, brillaba como un sol el fuerte •
*
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* *
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* *
*
reth : — V i e j o , y con demasiado valor en la lengua. Viejo
* *
y fanfarrón. Pero el mismo brazo que derribó al Lucero
M a t u t i n o , derribará también al Vespertino.
A l v e r l e , Gareth dijo á la d o n c e l l a : — ¿ Porqué está
ese loco enteramente desnudo en pleno d í a ? — N o , — *
* *
Gareth se sintió medio s o f o c a d o ; pero haciendo un es- has contestado con la m a y o r cortesía , y eres tan intrépi-
fuerzo supremo le derribó, y cogiéndole por la c i n t u r a , do y al mismo tiempo tan amable y dulce como cualquie-
le arrojó de cabeza al río por encima del pretil de la fuen- ra de los mejores caballeros de Arturo. Por eso , siendo
te , sin que le importára un ardite que se ahogara, ó con- como eres villano , me has dejado confusa. N o sé y a que
*
* *
— D o n c e l l a , — dijo é l ; — no se te debe c u l p a r , como
no sea porque creíste que nuestro buen rey era capaz de
Pero ella contestó : — N o quiero ya guiar; deseo que
mofarse de t í , ó de darte, habiéndole pedido un cam-
cabalgues á mi lado. T ú eres el rey de los marmitones.
peón , uno que no pudiese llevar á cabo la empresa. T ú
dijiste lo que te plugo, y mis hechos han sido mi respues-
* *
ta. E n verdad , y o creo que no es caballero, n o , ni hom-
bre siquiera, ni digno de pelear por una dama , el que
¡ O h trébol que brillas en la llanura mojada por la l l u -
deja que su corazón se acalore por cualquier capricho de
via! ¡ O h arco iris que ostentando tus tres colores apareces
una gentil doncella. N o estés avergonzada ni pesarosa de
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haberme denostado, pues tus duras palabras han combati- los derrumbaderos por cuyo fondo corre el espumoso
do por m í , y á ellas debo la victoria. Y ahora que tus G e l t . — PHOSPHORUS , l u e g o MERIDIES , HESPERUS , Nox,
palabras son a m a b l e s , creo que ningún caballero, ni el MORS , — debajo de cinco figuras de hombres armados
mismo Lanzarote, sería capaz de vencerme. que corrían trás el a l m a , la cual con las alas rotas, los
vestidos desgarrados y el pelo en desorden, huía hacia
*
*
*
la cueva del ermitaño, donde esperaba hallar protección y
abrigo. — Sigamos la dirección de los rostros, — dijo L y -
Y a cerca de la hora en que la solitaria garza olvida su nette, — y encontraremos la cueva. Pero ¡ m i r a ! ¿ quién
Pronto entraron en una estrecha hondonada en la que zarlos , y se adelantaba hacia e l l o s , que no podían cono-
se veían grandes rocas lisas , y en ellas diversas figuras, y cerle porque llevaba bajada la visera, y cuidadosamente
guerreros á caballo toscamente esculpidos , y pintados de cubiertos los azules leones de su escudo. A l volverse Sir
varios colores ya medio borrados. — Señor don Villano, Gareth para mirarle, Lanzarote vió brillar la estrella de
mi buen caballero; h u b o aquí en otro tiempo un ermita- su escudo , y le gritó : — ¡ Detente , traidor, que v o y á
ño que con sus santas m a n o s representó sobre las rocas la vengar á mi amigo ! — Y G a r e t h , gritando y clavando los
guerra del T i e m p o contra el A l m a . Y los cuatro tontos acicates á su caballo , corrió hacia el que así le provocaba;
que tú sabes, de estos húmedos muros han sacado su ale- pero en cuanto se encontraron , en un instante, al con-
goría. ¿ N o conoces estos caractéres? Y Gareth miró y leyó tacto de aquella práctica lanza que era la maravilla del
— en letras semejantes á las que aun se ven esculpidas en mundo , fué desarzonado y cayó en tierra , de una manera
tal y tan f á c i l m e n t e , que él m i s m o , cuando se vió sobre
¡ cuánto hubiese sido mi vergüenza y mi pesadumbre, oh
la y e r b a , no pudo menor de reírse. Pero L y n e t t e , en cu-
noble Lanzarote!
yos oídos resonó aquella risa de un modo muy desapaci-
ble, le preguntó con aspereza : — ¿ Porqué te ríes ? Afren-
* *
tado y vencido y trocado de nuevo en marmitón, ¿te ries
acaso porqué ha resultado vana tu jactancia ? — N o , no-
Iba á contestar Sir L a n z a r o t e ; pero la doncella , con su
ble doncella; sino porque y o , el hijo del viejo rey L o t y
encantadora petulancia, le d i j o : — ¿Porqué no vinistéis
de la buena reina Bellicent, y caballero de Arturo , y
cuando se os l l a m ó , y porqué ahora sin llamaros venís ?
vencedor de los puentes y del vado, yazgo aquí derribado
Y o me gloriaba en mi v i l l a n o , que á mis continuos de-
por uno á quien no c o n o z c o , únicamente por mala v e n -
nuestos respondía tan cortesmente como el mejor caballe-
tura m í a ; únicamente , como tu dirías, por algún ardid,
ro ; pero si es caballero el prodigio se desvanece y y o
por algún hechizo, ó por mala ventura. Pero aun me
quedo chasqueada, y sin saber porque me habrán chas-
queda la e s p a d a . — Y diciendo estas palabras, el joven
queado , y temiendo que se haya querido hacer escarnio
se puso en pié , y desenvainó el acero. — Mas Lanzarote
de mí y de los míos. ¿ Dónde se encontrará la v e r d a d , si
le dijo : — ¡ Oh príncipe ! ¡ Oh Gareth! Has caído sola-
no la hay en casa de Arturo y en su presencia? Caballero,
mente por la mala ventura de uno que ha venido á a y u -
darte y no á hacerte daño. Lanzarote s o y , a m i g o ; L a n - v i l l a n o , príncipe y b o b o , te aborrezco y te aborreceré
*
* *
traidor peleará c o n t i g o p r i m e r o , ¿ y q u i é n d u d a q u e q u e -
*
darás vencedor ? D e ese m o d o , m i c a b a l l e r o - v i l l a n o no -* *
ta c o m o para r u g i r . ¡ B r i n c a d y r u g i d al d e j a r á vuestro *
* *
s e ñ o r ! — P e r o n o os a p u r é i s , b r a v o s l e o n e s , p u e s he de
# *
durante algún tiempo , entretenidos en amistosa plática,
hasta que de pronto la doncella detuvo su p a l a f r é n , y
— Si lo q u i e r e , — d i j o Gareth r i é n d o s e , — f u e r z a se- extendiendo el brazo m u r m u r ó suavemente : — « Allí.» —
rá que peleando conmigo lo gane, lo que le será bien fácil, L o s tres permanecieron algunos momentos inmóviles y
siendo como e s , con m u c h o , el mas diestro de los dos. silenciosos, contemplando , junto al Castillo Peligroso,
Sólo de ese modo estoy dispuesto á entregárselo. y plantado en campo raso , un enorme pabellón semejan-
te á la cumbre de un cónico monte; un enorme pabellón
negro con bandera negra también. Por fin adelantóse el
impaciente G a r e t h , y empuñando un largo cuerno negro
que junto al negro pabellón estaba suspendido, llevólo á
los lábios, y antes que Lanzarote ó Lynette pudiesen im-
pedirlo , lo tañó tan fuertemente , que no parecía sino
que á través de él había enviado todo su corazón y todo
su aliento. Respondieron los ecos de los m u r o s , y casi
en el mismo instante se vió brillar una l u z ; luégo apare-
cieron luces y más luces , y Gareth tañó de nuevo el
cuerno. Oyéronse pasos y confusas v o c e s , cruzaron el
campo algunas sombras, y por fin se asomó á una de
las ventanas del castillo la hermosa L e o n o r , rodeada de
sus doncellas, cada una de las cuales tenía una luz en la
mano. L a gallarda castellana saludaba á Gareth con sus
blancas m a n o s , inclinándose al mismo tiempo graciosa-
mente. Entonces el príncipe hizo sonar el cuerno por ter-
cera vez , "y después de un largo y profundo silencio, de
entre los negros pliegues del enorme p a b e l l ó n , salió l e n -
tamente el que en su interior moraba. Montado en un ca-
ballo negro como la n o c h e , cubierto de una armadura
también n e g r a , sobre la cual estaban pintados el blanco
esternón y las descarnadas costillas de la m u e r t e , y lle-
vando por crestón una calavera horriblemente contraída
p o r espantosa risa, se adelantó el monstruo como unos
diez p a s o s , á la débil luz del alba , que en aquel m o m e n -
to empezaba á mostrarse, y luégo se detuvo sin hablar
una palabra.
Pero G a r e t h , lleno de indignación , le dijo: — ¡ D i m e ,
mentecato ! Puesto q u e , como aseguran, tienes la fuerza
de diez hombres ¿porqué en vez de confiar en los miem-
bros que Dios te ha dado, tratas de inspirar terror ponien-
do sobre tu armadura de caballero la horrible imágen de
aquellos tristes despojos con los cuales la vida nada tiene
ya que hacer, y que la tierra, menos torpe que t ú , cubre,
por compasión sin d u d a , con un hermoso manto de flo-
res ? _ Pero el de la negra armadura no habló una pala-
bra, lo cual hizo que el terror de todos subiera de punto :
una doncella se d e s m a y ó ; la hermosa Leonor retorció las
manos y se puso á l l o r a r , creyéndose ya condenada á ser
esposa de la N o c h e y de la M u e r t e ; á Sir Gareth se le
erizaron los cabellos debajo del y e l m o ; y hasta el mismo
Sir Lanzarote sintió que su ardiente sangre se helaba en
las venas. E n una palabra, todos los presentes quedaron
horrorizados.
* *
* *
q u e estaba s e n t a d a á la m e s a j u n t o á M a r k , le dijo c o n su
*
acento m á s dulce : - ¿ Y podéis decirme, señor músico,
* *
si e n l a m a n s i ó n de A r t u r o y en su corte s i g u e n el b u e n
M a r k , obsequiaba á la sazón á sus hechuras con un gran d a m e n t e el j u g l a r ; - algunos mancebos que creen que u n
sus caballeros, cuyo desdén sufría Mark con mal compri- d o n c e l l a , s i n o adorar á u n a m u j e r c a s a d a , á u n a leal es-
mida rabia, se deshizo en alabanzas de todos ellos, y prin- posa , sin esperanza alguna de g a n a r l a , y s o l a m e n t e por
trión , que de m u y buen grado le hubiese arrancado la culto á la virtud. E n imitar á Lanzarote y á la reina cifran
lengua. Según el cándido m i n i s t r i l , de tal modo extre- su orgullo estos generosos mancebos, cuyo extremado
maba Lanzarote el cumplimiento del voto que de ser cas- a m o r á la p u r e z a y á la castidad les h a c e rebasar el l i m i t e
to hiciera cuando el rey le armó caballero , que en lugar de sus v o t o s , p u e s estos n o les i m p o n e n el celibato. ¡ D r o s
de querer á una doncella con quien andando el tiempo guíe sus juveniles corazones , d e c h a d o de pureza y de v a -
hubiera podido casarse, había fijado su corazón en la rei- lentía!
na , y á ella sola adoraba, y por ella quebraba lanzas en
*
los torneos , siendo el a m o r que los unía en todo seme- * *
te D e m o d o que de la muerte y entre los muertos nací á estas razones de su c o n c u b i n a . Y ella partió en seguida,
desgracia, que por fin me trajeron á tu poder. ¡ Q u é tem- más modesto barrio de la c i u d a d ; luégo , un día de fiesta,
prano se me mostró la verdad , 1 0 único real y v e r d a d e - sabiendo que la r e i n a iba de c a z a , la esperó en el vestí-
ro, el cieno en que la humanidad se revuelca desde su in- bulo del palacio , y e n c u a n t o la v i ó aparecer se arrojó al
ancia ! ; Qué temprano se m e hizo v e r el f a n g o s o f o n d o s u e l o , y se arrodilló á s u s p i é s , sollozando.
del p o z o , donde la verdad está oculta ! ¡ Lindas lecciones
las tuyas ! ¡ Preciosas m á x i m a s , sacadas del f a n g o , y que
— ¿ P o r qué te arrodillas ahí ? ¿ Qué mal has hecho ?
humilde esperanza, se alzaron lentamente y se fijaron en
— dijo Ginebra. — Levántate. — Y en cuanto oyó el
la r e i n a , y e s t a , que con su traje verde y oro y sus plu-
mandato de la reina , la joven se levantó , y permaneció
mas verdes brillaba como el sol de Mayo sobre las hojas,
en p i é , con las manos juntas y los ojos bajos, pero mi-
replicó : — ¡ S i l e n c i o , niña! Entre la alabanza exagerada
rando de soslayo. Y sin moverse ni alzar los o j o s , dijo
y el exagerado vituperio , preferimos lo último. A quien
humildemente: — Ningún mal he hecho , señora; á na-
en manera alguna puedes alabar demasiado es á nuestro
die he ofendido. E n cambio y o , infeliz doncella, pobre
noble Arturo ; él lo sabrá todo, y decidirá lo que se ha de
huérfana sin a m p a r o , cuánto he tenido que sufrir! Mi
hacer. E n v e r d a d , no hay maldad alguna que en Mark
padre murió peleando por el rey tu esposo, y sobre su
nos parezca increíble. Sabérnosle capaz de todo ; pero en
ensangrentado cadáver murió de dolor mi madre en el
fin, ya hablaremos más despacio, pues ahora vamos de
campo de batalla, en el triste desierto del Leonesado, que
caza con Sir Lanzar ote. N o s ha dado un hermoso halcón
sin cesar azotan las olas bramadoras. D e ese modo — ¡ ay
que él mismo ha adiestrado , y vamos á probarlo. Espera
infeliz de m í ! — quedé sola y sin un amigo en el m u n d o .
aquí entre tanto.
Y ahora el rey de Corn , el detestado M a r k , á quien por
desgracia ha agradado mi poca hermosura — s i es que al- *
*
*
*
* * — ¿ E s ese el renombrado Lanzarote ? Hermoso es, sin
d u d a , pero demasiado flaco. M u y cortés en cambio. T a n
Aquí sus dulces ojos, trémulos de temor pero llenos de
cortés que se le puede perdonar su flacura. — S e acerca
corazón, me tendrá aversión y temor, mas por eso mismo
aun más á ella, toma su mano ¡ Cómo se miran ! Pa-
rece que quieren besarse con los ojos. ¿ Y quién duda que me colmará de distinciones y de honores.
Más regia es la pieza que y o persigo. — Ha bastado espiar la l l a n u r a , departiendo sobre el arte de la cetrería ; ha-
una mirada suya para comprender cuán sensual es el lazo blando del modo de adiestrar los h a l c o n e s , del alimento
que los u n e , cuán sensual es la unión de sus corazones que les c o n v i e n e , de la manera de taparles los o j o s , de
que aquel grillo cano que con sus chirridos v i n o á ator- los grillos, de la pihuela y del señuelo. - N o haya cui-
mentarnos en nuestra casa llamaba unión espiritual, exen- dado de que pierda el tiempo persiguiendo á ninguna
carne. U n a mirada me ha bastado para comprenderlo todo. demasiado noble para eso. Y tan poco le dá por t u n e a r :
Aplicad la llama al lino y lo veréis arder enseguida. — j a m á s cometerá acción alguna baja ó f e a , indigna de un
¡ Embusteros! A otros podrán engañar, mas no á Bibiana. pájaro bien educado. - E n t o n c e s la r e i n a , que sin duda
— ¡Ah ! humilde ratita que de noche roes el f u e r t e male- estaba pensando en otra c o s a , preguntó : — ¿ C o n o c é i s á
cón para hacer tu a g u j e r o , y abres paso á las impetuosas á la joven forastera que ha venido implorando mi protec-
aguas que van á anegar remotas ciudades, sorprendiéndo- ción ? _ N o nos ocupemos de e l l a , — dijo el caballero ;
las en sus regocijos, en sus danzas, ó tal vez soñando dul- y quitándole el capirote, dejó libre al hermoso halcón,
cemente ! E n tí no s o ñ a r o n , humilde ratita, n i sueñan que se remontó velozmente, haciendo sonar sus cascabe-
en mí éstos , sino el uno en el otro. ¡ Corred , corred y les. Siguiéronle con la vista la dama y el caballero , m a -
soñad el sueño de felicidad que y o jamás he soñado ! ¡ Co- ravillándose de la fuerza, de la intrepidéz y de la régia
rred, corred y soñad hasta que y o os despierte ! Entonces majestad del pájaro , que bien pronto se lanzó sobre su
diré adiós para siempre á esta ruin y encogida c o r t e , y á p r e s a , asióla con las garras y la mató. Muchas veces ca-
este lerdo y ridículo r e y . — Segura estoy de q u e Lanza- balgaron de este modo la reina y Lanzarote por los flori-
rote será benévolo con la ratita; y en cuanto á la reina, dos campos que se extienden en torno de la ciudad real,
si sabe que conozco su secreto, me odiará c o n todo su recordando sin d u d a aquella hermosa primavera en que se
conocieron , cuando é l , como enviado de A r t u r o , fué *
*
*
*
* *
era consumado en todas las artes, y á quien el rey debía na , firme en su propósito , no se apartaba de él y le ase-
sus puestos, sus naves y sus palacios; á M e r l í n , que co- diaba incesantemente. Así transcurrieron muchos meses.
* «•
* X
Entonces Merlín, poniendo su huesuda mano entre las Y Bibiana respondió sonriendo tristemente : — C i e r t o ;
carnosas manecitas de la joven, dijo : — ¿ N o habéis esta- no es tan singular como creéis. Más singular es que y o
do jamás eu la playa del mar viendo avanzar las olas , y haya tenido que pedírosla durante tanto tiempo. Más
observando como antes de romperse se reflejan en la mo- singular sois v o s , y doblemente singular es vuestro som-
vediza arena sus rizadas espumas ? Una ola semejante brío humor. Mis temores se han confirmado: siempre
aunque no tan bonita, una ola oscura he visto por tres sospeché que no me pertenecíais por completo. ¿ N o aca-
días consecutivos reflejada en el fatídico espejo de mi men- báis de confesar que me habéis juzgado mal ? Las gentes
te y pronta á caer sobre mí. Levantéme entonces y huí de os llaman p r o f e t a : sea enhorabuena; mas no sois de
la corte de A r t u r o , buscando alivio á m i melancolía. V o s aquellos que saben exponer justa y derechamente los vati-
me seguísteis sin que y o os l l a m a r a , y cuando miré hacia
cinios. ¿ Queréis que Bibiana sea vuestra expositora ? Ella
atrás y os vi siguiéndome, mi imaginación os envolvió en
os dirá que esos tres días de melancolía nada malo presa-
la espesa niebla que entonces se cernía sobre mi espíritu;
giaban, y que únicamente debéis días y noches semejantes
porque ¿ queréis que os diga la verdad ? Parecíame que vos
á vuestro receloso espíritu , que es también el que os ha
hecho parecer menos noble de lo que realmente sois cada
sado en semejante traición, quiero que la dura tierra se
vez que os he pedido esta merced que hoy os pido de
abra hasta el infierno del N a d i r , y me trague, cerrándose
nuevo. ¿ N o v e i s , amor m í o , que un humor como el
de nuevo sobre mi en castigo de mi perfidia. Concededme,
que últimamente oscurecía vuestro noble entendimiento
pues , la merced que os pido porque hasta entonces no
cuando os apercibisteis de que y o os s e g u í a , tiene que
puedo mostraros todo mi a m o r , ni ser enteramente vues-
aumentar mis dudas de que me pertenezcáis por comple-
tra ; colmad mi deseo tantas veces expresado, dándome
to , tiene que avivar mi deseo de ver si realmente sois
esa gran prueba de amor. Creo q u e , aunque sois muy
mío, y hacerme ansiar con redoblada vehemencia que, en
sabio , apenas me conocéis todavía.
muestra de confianza, me deis á conocer el hechizo ? ¡ O h
Merlín , enseñádmelo ! Enseñadme el encanto , y así que •
* *
me lo enseñéis empezarémos á gozar del dulce reposo de
los encantados. D a d m e con ese secreto algún poder sobre
Merlín entonces retirando la mano que tenía entre las
vuestro destino, pues y o , viendo que me creéis digna de
de la joven , dijo : — Demasiado curiosa sois , Bibiana, y
vuestra confianza, descansaré y os dejaré descansar, se-
por m u y sábio y prudente que yo s e a , nunca lo fui m e -
gura de que sois enteramente mío. Por tanto, mostráos tan
nos que cuando por primera vez os hablé del hechizo. Y
grande como sois r e a l m e n t e ; no os encerréis en una egois-
puesto que habláis de confianza , debo deciros que dema-
ta reserva. ¡Qué duramente me miráis ! ¡ Cuán claramente
veo que me reusáis lo que os pido ! Me i n d i g n a , me siada confianza puse en vos cuando os hablé de e s o , y
enloquece el pensar que tal vez me creéis capaz de experi- estimulé, sin pensarlo , ese vicio vuestro , el mismo que
mentar el hechizo sobre vos inopinadamente. Mas vale por medio de la primera mujer causó la perdición del
que el lazo que nos une se desate para siempre , si es que hombre. E n los niños está m u y bien una gran curiosidad
de tal maldad me creéis capaz; pero que me creáis ó no y les conviene m u c h í s i m o , pues tienen que aprenderlo
tan miserable, por el cielo que nos oye os juro que v o y todo y enseñárselo á todo el m u n d o ; pero en vos que no
á deciros la pura verdad , tan pura como la sangre de un sois niña, pues á pesar de vuestros pocos años leo no po-
recién nacido y tan blanca como la leche , y es que jamás ca experiencia en las líneas de vuestro r o s t r o ; en v o s , la
he pensado en traición tan horrible. ¡ Oh Merlín ! Si l l a m o . . . B i e n ; no la llamaré vicio. Pero puesto que os
alguna vez en el necio desvarío de mis potencias , ó aun- comparáis con una m o s q u i t a , bien quisiera y o tener una
que sea en la embrollada confusión de un sueño, he pen- tela de araña para sujetaros, porque entonces-aunque f o r -
cejárais, la lasitud al fin os haría ceder. N o : no quiero
daros poder sobre mi v i d a , y sobre mis potencias, y
¡ Oh maestro ! ¡ Decidme ! ¿ O s agrada mi tierna
<p
sobre mi nombre , y sobre mi gloria; pero ¿ porqué en
canción ?
cambio no me pedís otra merced ? ¡ P o r la cruz de Cristo,
que he tenido demasiada confianza en vos !
* *
Mirábala Merlín fijamente , y poco le faltaba para creer
en la sinceridad de sus palabras. ¡ Era tan dulce su voz, y
Bibiana entonces, como la más sencilla y tierna donce-
su acento tan tierno ! ¡ Era su rostro tan hermoso ! ¡ B r i -
lla que jamás esperó á un amante junto á algún molinete
llaban tan dulcemente sus ojos detrás de las lágrimas,
de aldea, contestó con los ojos llenos de lágrimas: — ¡ O h
como brilla el sol en la llanura después del aguacero ! C o n
maestro ! ¡ N o os enojéis con vuestra sirvienta ! Acariciad-
todo , el profeta respondió medio indignado :
la para que vea que la habéis perdonado. La infeliz no tie-
¡ Cuán distinta era la canción que un día oí cantar jun-
ne valor para pediros otra merced. Me parece que no de-
to á este enorme roble, casi en el mismo sitio en que esta-
béis conocer una tierna canción que una vez oí cantar á
Sir Lanzarote. Escuchadla, maestro : ella responderá mos sentados! Habíamonos reunido aquí diez ó doce ami-
por mí. gos con el objeto de cazar un animal que en aquel tiempo
abundaba en estas bravias selvas: el ciervo de dorados cuer-
En el a m o r , si es firme y verdadero nos. Fué entonces cuando por primera vez se habló de fun-
fé y desconfianza á un tiempo haber no puede :
dar una T a b l a R e d o n d a , una Orden que por el amor á
quién no cree en algo , dudará de todo.
Dios, á los hombres, y á las nobles acciones que distingui-
Una rendija apenas perceptible, ría á sus miembros t o d o s , había de ser el ornamento y el
poco á poco al laúd dejará mudo. orgullo de la tierra. Y enardecidos con esta idea generosa,
Quién duda de algo, dudará de todo.
nos incitábamos mútuamente á la realización de nobles
La peca acaba por podrir el fruto, acciones. Había principalmente u n o , que por cierto era
y al laúd deja mudo una rendija. el más joven de todos, á quién no podíamos hacer callar :
Quién empieza á dudar, duda de todo.
tal era su entusiasmo que rayaba en delirio. Inspirado
; Me crees indigna de tu a m o r í Olvida. por la sed de los combates y de la gloria, púsose á cantar
; Me olvidarás r ; Dime que n o , querido ! una canción tan ardorosa, tan marcial; dejó oír tan béli-
No creas nada ó ten confianza en todo.
cos sonidos semejantes al choque de las espadas, al toque
de los clarines y al relinchar de los caballos ; y terminó
de una manera tan solemne y severa, que, locos de entu-
siasmo , ansiosos de p e l e a r , nos hubiéramos arrojado los
unos sobre los o t r o s , sino porque en aquel instante un
hermoso ciervo, espantado por el ruido, se levantó de en-
tre nuestros piés y corrió como un espectro de plata por la
oscura selva. Lanzámonos á escape tras él y le perseguimos
durante todo el día, sin que el furioso viento que nos azo-
taba el rostro disminuyese la rapidéz de nuestra carrera.
Mantenía nuestro ardor y nos estimulaba el eco de la her-
mosa canción , que durante todo el día no cesó de reso-
nar en nuestros oídos. Así durante todo el día seguimos
al ciervo guiados por las llamaradas que salían de sus cuer-
nos de oro , hasta que desapareció junto al pozo de las
h a d a s ; el famoso pozo que se ríe del hierro cuando los
niños echan en él alfileres y clavos , y gritan : — ¡ Rie,
pocilio ! — p e r o que si se le toca con una espada , se agi-
ta y zumba furiosamente. Allí perdimos de vista al ciervo,
y no nos fué y a posible dar con él. ¡ Pero qué hermosa,
qué sublime canción era aquella ! L a vuestra es sin duda
muy d u l c e , Bibiana , y con t o d o , cuando la cantabais,
parecíame como que conocíais y a el maldito hechizo, y
que estabais probándolo en m í ; sentí que sin morirme se
apoderaba de mí la horrible inmovilidad de la m u e r t e , y
que iba menguando poco á poco la esplendorosa gloria
de mi nombre.
MEP.LIN Y B I B I ANA 191
j r
E n cambio , si afrentaras tu apellido,
tu vergüenza sería m i vergüenza.
Si es q u e fías en m í , f í a m e en todo.
*
* *
*
# *
i3
cho, y en cuanto á mí, estoy m u y seguro de amaros algo. Bien sé que á la fama acompaña el vilipendio, que con la
¡ Descansad , pues! E l amor debe descansar en sí mismo, alabanza vá mezclado el insulto; más es fuerza que y o
y en sí mismo debe encontrar p l a c e r ; no le conviene lleve á cabo mi obra. E n cuanto á la otra f a m a , á la fama
de amor. L a g l o r i a , que no es más que un incentitt), reo , mas ó menos apacible , que los que aun no han
m a y o r aun que el a m o r , para servir al género humano, nacido dejarán oír sobre mi sepultura? Paréceme una
debe hallar en sí misma poco descanso y poco placer; cosa tan r e m o t a , tan v a g a , tan incierta como aquella
debe trabajar incesantemente como vasalla de aquel amor nebulosa que ocupa el segundo lugar en una fila de estre-
más g r a n d e , del amor á la humanidad e n t e r a , amol- llas semejante á una espada suspendida de un tahalí for-
ante el cual el amor de un sér.á otro sér parece un pigmeo mado por otras tres mas resplandecientes ( i ) . Cada vez
insignificante. A l trabajo sin t r e g u a , á la actividad ince- que contemplo aquella estrellita, no puedo menos de
sante debí primero la gloria; l u é g o , esta f u é creciendo pensar en algún gran hechizo practicado allí para reducir
rápidamente, y abriendo nuevos y más vastos horizontes á la nada la fama que tanto envanece á los hombres. Así
á mi actividad. Ese es el secreto de mi poder. ¿ Q u é otro p u e s , si temo daros poder sobre mí comunicándoos mi
secreto de más valor pudiera revelaros ? Porque he queri- secreto, enseñándoos á operar el maleficio; si temo que
do aumentar sus luces, ensanchar sus conocimientos, por mucho que creáis amarme ahora os burléis de mí
las gentes han tratado de denigrarme; por eso la vil e n v i - pérfidamente cuando tengáis el poder que hoy os falta
dia me ha llamado hijo del diablo y maestro de todo mal. — del mismo modo que los hijos de los r e y e s , amables
N o de otro modo un animal enfermo y débil trata de tal vez en su menor edad, se truecan en tiranos al empu-
defenderse hiriendo al que le vá á curar, y cuya superiori- ñar el cetro — no es que me espante la pérdida de la f a -
dad y buenas intenciones desconoce; pero tal vez errando ma , sino más bien la pérdida de la actividad. N o quiero,
el g o l p e , se hiere en su propio corazón al retirar con no, exponerme á dejar mi obra inacabada. N o por perver-
violencia la formidable garra. Dulce y sosegada era mi sidad de corazón, sino en algún desenfrenado rebato de
parece de ese fogoso amante ? N o ignoraba él sin duda lo y se durmió, sin notar que en el lecho había otra perso-
que dice la copla: Me parece que no es traición, coger el na. El uno al lado del otro d u r m i e r o n , p u e s , aquella
fruto cuando está en sa%ón. Lo mismo se puede decir de las noche, sin saberlo, el honrado caballero y la casta y pura
flores. S e deben coger cuando están en toda su frescura, doncella, hasta que la aurora fué á despertarlos atrave-
en toda su fragancia, en todo su esplendor, sin esperar á sando la rosa real que daba luz al palacio, y sonrosando
que empiecen á ponerse mustias... ¿ Q u é diremos de Sir sus juveniles rostros, que la vergüenza sonrosaba también
Sagramore, maestro ? ¿ L e llamaremos precipitado, ó im- al mismo tiempo. Entonces el caballero se levantó sin de-
paciente , por haber cogido su fragante rosa antes del cir una palabra, y se f u é ; pero el suceso se divulgó en la
tiempo ? corte, y la gente ahulló de tal modo, llegaron á sus oídos
tan brutales y groseras calumnias, que se vieron obliga-
dos á casarse, y afortunadamente son felices, porque son
virtuosos.
ro una vez — la única en su es un desliz así, sino la práctica del pecado, que corrompe
vida — sintiéndose molesta- el alma , la que nos sella con su infamante marca , para
do por el ardor del vino que que se sepa á que rebaño pertenecemos; pues si así no
con algún exceso habia be- f u e s e , sería peor que todos el santo rey cuyos salmos se
cura, á pasear en el cemen- por completo la espuma de vuestra cólera ? ¿ Tenéis aún
terio , donde una de las pas- algo que decir ?
toras del rebaño de Satanás *
* *
trató de señalarle con la in-
famante marca de su señor. — ¡Oh sí!—dijo Bibiana, todavía irritada.—Aun
Empero no es creíble que tengo que decir. ¿ Qué os parece de Sir Lanza rote ? ¿ N o
pecara: como otros el peca- es un amigo traidor ? ; O querréis también sostener lo
do , lleva él en el rostro es- contrario ? ; S o n ó no públicas sus criminales relaciones
crita su inocencia. Y si pecó, con la reina ? ¿ Las publican á gritos en la calle los mu-
¿qué vale el extravío de un chachos , ó sólo se habla de ellas cuchicheando en los rin-
cones del alcázar ? ¿ Sabéis algo, Merlín ?
*
* *
*
— ¡ Hombre! — dijo Bibiana soltando una burlona car- * *
* *
X * * *
Entonces M e r l í n , cansado de oiría hablar así de aque- Sus palabras' produjeron un resultado contrario al que
llos á quiénes más a m a b a , p e n s ó : — ¡ O h mi señor y ella deseaba. E l mago frunció el ceño , haciendo con el
dueño ! ¡ Oh mi rey ! ¡ Corazón tierno y l e a l ! ¡ Prodigio espeso matorral de sus cejas un nevado tejaroz para sus
de abnegación y de bondad ! ¡ Cumplido caballero ! T ú hundidos o j o s , y murmuró : — ¡ Decirle el hechizo ! Lué-
juzgas del corazón ageno por el tuyo propio, y aun contra go , en cuanto lo supiese, desataría otra vez contra todos
el testimonio de tus o j o s , te empeñas en creer que todos su terrible lengua para obtener otro secreto, y de no re-
los hombres son leales y puras todas las mujeres. ¡ D e velárselo , redoblaría sus injurias. ¿ Q u é ha dicho la diso-
qué modo tu inmaculada inocencia es objeto de vituperio luta ? 1 Q u é el hombre no puede elevarse á tanta altura
en los lábios de viles intérpretes de torcido entendimiento como la mujer ? Y o creo que apenas puede hundirse tan-
y de groseros instintos; séres tan inmundos como el fan- to ; p u e s , á lo m á s , los hombres distan entre sí tanto
como el cielo de la tierra, mientras que la peor de las
mujeres dista de la mejor tanto como el infierno dista del
cielo. Bien conozco á los caballeros de la Tabla Redonda,
mis antiguos amigos ; todos valientes , y muchos genero- El mago hablaba en parte de una manera audible, y en
sos , y algunos castos. Seguramente ha sido desdeñada parte en voz muy baja que casi por completo se perdía
por alguno de e l l o s , y trata de encubrir su despecho con entre el mohoso pellejo y el áspero y luengo vellón con
infames mentiras. Habla tan a g r i a m e n t e , que no dudo que innumerables inviernos habían cubierto su cuello y su
trató de tentarles y no lo pudo conseguir. Falla á veces la barbilla. Pero B i b i a n a , que continuaba sentada en las ro-
trama mejor u r d i d a , y no siempre ha de servirles á las dillas del viejo , viendo su mal humor y oyéndole mur-
rameras el q u e , no contentas con pintarse el r o s t r o , pin- murar dos ó tres veces la palabra ramera, saltó de su
ten también y disfracen su lenguaje con colores al parecer asiento , y se puso en pié , tiesa é inmóvil como una ví-
sacados del corazón , pero que no les pertenecen. N o bora helada. ¡ Q u é espectáculo tan odioso ! ¡ D e qué ho-
quiero , n o , revelarle mi secreto : casi siempre las perso- rrible m a n e r a , entre aquellos carmíneos labios formados
nas más dadas á la murmuración son también las más para el a m o r , y exhuberantes de v i d a , apareció , rechi-
zalameras, y no dudo que pretende engañarme. L o s que nando los dientes, el desnudo esqueleto de la muerte ! L a
más inclinados se muestran á imputar á otros un crimen joven estaba pálida ; la c ó l e r a , haciéndola respirar con
determinado, son los que más dispuestos están á come- más violencia , dilataba las ventanas de su fina nariz ; y
terlo; lo único que hacen es achacar á los demás todas las su mano , medio cerrada y temblorosa, fué á buscar algo
deformidades de su propia conciencia. Por no ser meno- en el cinturón. ¡ A y de M e r l i n , si hubiese encontrado allí
res que los demás , tratan de rebajarlos á su exigua talla, una daga ! Seguramente le habría atravesado el corazón,
y con gusto arrasarían las montañas porque todo quedase pues en u n abrir y cerrar los ojos se cambia el falso amor
b a j o , y al m i s m o nivel. E n esto las rameras se parecen á en aborrecimiento. Más no encontró lo que buscaba. El
la multitud, que cuando vé alguna mancha en una perso- mago en tanto permanecía s e r e n o , mirándola sin pesta-
na de calidad, se alegra de que los más grandes sean tan ñear ; y e l l a , de pronto , empezó á llorar amargamente,
pequeños , se llena de orgullo y de insano placer, y juzga como un niño que ha sido azotado. L l o r a b a , lloraba sin
á toda la humanidad por sus piés de arcilla, sin querer cesar, y parecía inconsolable ; luégo , su engañosa voz se
levantar los ojos y ver su divina cabeza coronada de fuego dejó o í r , entrecortada por los sollozos:
espiritual, y tocando á otros mundos. Cansado estoy ya
de esta mujer.
— ¡ Hombre c r u e l ! ¿ Qué canción ni qué historia re-
lo que s o n , por el gran placer que tenía en colocaros
cuerdan crueldad comparable á la suya ? ¡ O h amor pro-
solo, enteramente solo , sobre el pedestal que mi amor os
digado en vano ! ¡ O h crueldad sin ejemplo ! ¡ Hombre
había erigido, para adoraros en él eternamente ! Me habéis
despiadado ! Nada hay que la pobre Bibiana no hubiese
contestado y a ; y en adelante, el camino de la vida , que
hecho por ganar su confianza; nada, por vergonzoso que
tan florido me parecía con v o s , sólo con v o s , por guía y
fuese en apariencia, porque ¿ qué puede haber realmente
m a e s t r o , será para mí la escabrosa senda que serpea so-
vergonzoso cuando el amor es verdadero , y no como el
bre los peñascos á la orilla del m a r , y que de pronto se
vuestro ? N o hay locura alguna que la desdichada Bibiana
encuentra interrumpida y rota por algún derrumbamiento
no hubiese hecho gozosa por ganar la confianza del que
ocasionado por las o l a s ; ya no me queda más que arras-
la ha llamado... del que le ha dado el nombre más inju-
trarme al fondo de alguna lóbrega c a v e r n a , y a l l í , si los
rioso que se puede dar á una mujer. ¿ Y todo por qué ?
lobos no me d e v o r a n , morir á fuerza de l l o r a r , víctima
El único crimen de la infeliz ha sido su deseo de probar-
de vuestra indecible dureza , de vuestro rigor sin ejemplo.
le , de saber que el que ama le pertenece enteramente.
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M e r l í n , aunque n o me a m a s , s á l v a m e ! S á l v a m e , Merlin !
— Y la joven se agarró á él, y le abrazó f u e r t e m e n t e , lla- Entonces ella , dando vueltas en torno del viejo , y
m á n d o l e , casi muerta de miedo , su querido p r o t e c t o r ; m o v i e n d o las m a n o s , y p r o n u n c i a n d o las mágicas pala-
pero sin que el miedo , le hiciese olvidar sus tretas y sus bras, operó en un m o m e n t o el terrible m a l e f i c i o , y Mer-
marrullerías , antes bien r e d o b l á n d o l a s , y estrechando al lin quedó en el hueco del á r b o l , c o m o muerto y perdido
viejo fuertemente entre sus brazos. L a descolorida sangre
para la v i d a , y para la actividad , y para la gloria.
del encantador tomó á su contacto más alegres colores,
c o m o el ópalo calentado. Ella se culpaba por haber r e p e - *
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que todavía no se había despojado de su traje v e r d e ; Mo-
caciones periódicas de Madrid y provincias. E n dicho artículo se habla otra parte , las Potestades que cuidan del a l m a , para li-
de todas las principales producciones de T e n n y s o n , menos de la co- brarla de la muerte eterna y salvarla hasta en la última
media The Falcon y el volumen de poesías titulado Ballads and other
poems, publicados mucho después de escrito é impreso el articulo.
(N. del T.)
(i) S i r Modred era hijo de Bellicent, Reina de Orkuey y hermana (1) E l poeta alude á alguna supersticiosa creencia q u e no conoce-
del R e y Arturo. (N. del T.) mos. (.V. del T.)
extremidad, empezaron á atormentar y afligir á la infeliz lo l e j o s , cubría toda la tierra, en la que por todas partes
reina. Muchas veces, cuando el silencio de la triste noche se veían campos talados y ciudades ardiendo. Entonces la
solo era turbado por el sosegado aliento del rey que jun- infeliz lanzando un grito despertaba azorada.
to á ella d o r m í a , rostros horrendos y espantables apare-
cían á cada instante en la oscuridad de la a l c o b a , y des-
aparecían de súbito ó
se borraban poco á V i v í a , p u e s , la reina en continua y mortal congoja, y
sus tormentos, en lugar de desaparecer, iban en aumento,
tanto que al fin hasta el sereno rostro del candido rey y
su cariño , y su ilimitada confianza en ella, y aquella cor-
tesía fácil y sin afectación , aquellas mútuas atenciones
poco para aparecer que impone la vida doméstica, llegaron á ser para ella un
de nuevo cada vez suplicio; así es que , cansada de padecer, dijo un día á su
— semejante al que experimenta el mos á vernos alguna desgraciada contingencia hará que el
que, sin poder conciliar el sueño en una casa frecuenta- fuego del escándalo , hasta ahora oculto , y hoy fácil de
da por duendes y en cuyas paredes persevera indeleble sofocar, se abra paso y arda y humée delante del pueblo
mancha de asesinato, oye algún ruido como de goznes y de nuestro señor el rey. » Y Lanzarote siempre prome-
que crujen y de puertas que se abren y de pasos que se tía marcharse, pero se quedaba, y continuamente se veían
acercan — la mantenía despierta durante largas horas; ó y se veían. Y ella dijo : — « O h Lanzarote ! Si es que me
si se dormía la atormentaba un pavoroso s u e ñ o , porque a m a s , vete de aquí! » Entonces concertaron verse una
le parecía hallarse de pié en una vasta llanura contem- vez más una n o c h e , cuando el rey no estuviese en la
plando la puesta del s o l , y que del sol venía rápidamente c o r t e , y separarse para siempre. Pálidos de emoción se
hacia ella un horrible no sé qué, proyectando negra som- vieron y se saludaron : ella con sus manos en las de él, y
bra que se acercaba volando hasta llegar á tocarla , y en- él con los ojos fijos en los de ella , l á n g u i d o s , abatidos,
tonces ella volviéndose, veía su propia sombra que par- se sentaron en el borde del l e c h o , mirándose fijamente y
tiendo de sus piés y ensanchándose y ennegreciéndose á tartamudeando. Era su última hora de a m o r ; un delirio
de desgarradores adioses. Y Modred llevó á sus hechuras que les oía gemir. También
al basamento de la torre para que pudieran servir de tes- ella gemía y se lamentaba
tigos, y gritando con fuerte voz : — « ¡ Traidor, ven fuera! interiormente, diciéndose:
¡ Caísteis por fin en el garlito ! » hizo levantarse á Lanza- — « ¡ Es demasiado tarde!
rote quien abalanzándose fuera de la alcoba como un león, ¡Es demasiado tarde!» has-
saltó sobre él y le arrojó de cabeza al suelo. Modred con ta q u e , cuando empezaba
el golpe quedó aturdido y sus hechuras le levantaron y se á soplar el frío vientecillo
le l l e v a r o n , y todo quedó en silencio : entonces la reina que precede al amanecer,
— « E l fin ha llegado, — dijo — ; y estoy ya deshonrada vió una mancha en el cie-
para siempre ,» Y Lanzarote contestó : — «Mía sea la des- lo , un cuervo volando á
honra y la vergüenza, puesto que mío fué el pecado: pero gran altura, y oyó su pene-
levántate y huye conmigo á mí fuerte castillo de allende trante graznido. Entonces
el m a r : allí te ocultaré hasta que mi vida a c a b e , allí te ella pensó : — « E l cuervo
defenderé con mi vida contra el mundo entero.» Ella con- columbra campos cubier-
testó : — « ¡ O h Lanzarote! ¿ Quieres tenerme así oculta? tos de cadáveres, porque
N o , amigo mío , n o ; nos hemos y a dicho adiós, y debe-
mos separarnos! ¡ Pluguiera á Dios que pudiera ocultarme
de mí misma ! Mío es el oprobio, porque mío fué el peca-
do , pues era esposa y tú soltero; pero levántate y h u y a -
mos , porque deseo acogerme á sagrado, y resignarme
con mi suerte.» Así pues Lanzarote trajo el caballo de la
reina , la puso en él y montó en el s u y o , y luégo cabal-
garon juntos hasta la encrucijada, y allí se besaron y se
separaron llorando; porque é l , obediente, por amor, al
más leve deseo de la r e i n a , se f u é para su tierra, y ella
huyó hacia Almesbury, corriendo toda la larga noche por
los oscuros desiertos y bosques, y oyendo á los génios
del bosque y del desierto gemir á su paso, ó pareciéndole
ahora los paganos del mar del Norte, movidos por los crí- vento, y tiene á Ginebra pensativa. Dícese que sir Modred
menes y las flaquezas de la corte, empezarán á matar á la ha usurpado el reino y se ha confederado con los paganos,
gente y á devastar el reino. » mientras que el rey está haciendo la guerra á Lanzarote.
¡ Qué triste noticia ! L a reina al oiría, pensó : — « Q u é
profundamente deben odiarme el pueblo y el rey !» y de-
jando caer la cabeza sobre las m a n o s , permaneció muda
Y cuando Ginebra llegó á Almesbury habló á las m o n - larguísimo rato. Pero, por fin, la doncellita, que no podía
jas de este modo : — « Mis enemigos me persiguen, pero sufrir el silencio , lo rompió exclamando : — « ¡ T a r d e !
¡ oh sosegada Hermandad ! recibidme y dadme asilo en ¡ M u y tarde debe ser! Q u é hora será ? » y como no obtu-
vuestra santa casa , y no me preguntéis mi nombre hasta v o contestación, á los pocos instantes empezó á cantar
que llegue el momento en que pueda decíroslo. » Y su bajito una tonada que de las monjas habia aprendido , y
belleza, su gracia, y la majestad de su aspecto, obraron que empezaba a s í : — « ¡ Es tarde, tarde , m u y tarde ! »
sobre ellas á manera de un hechizo , y se pasaron sin ha- L o cual oyendo la reina alzó la cabeza y dijo : — « ¡ O h
cerle la menor pregunta. n i ñ a ! si verdaderamente deseas cantar, canta y ensancha
mi oprimido corazón, para que pueda llorar. » Y la don-
cellita de m u y buena gana cantó como sigue :
tarde ! N o podéis entrar ya. seguramente , si sufrís no es por culpa vuestra : bien se-
« ¿ N o se nos ha dicho que el esposo es tan d u l c e , tan gura estoy de ello y o que os sé tan bondadosa y afable, y
benigno? ¡ O h dejadnos entrar, aunque tarde, á besar sus que veo vuestro noble y majestuoso porte. Pero compa-
piés! — ¡ N o , no ! ¡ Es demasiado tarde ! N o podéis entrar rad vuestras penas con las del rey nuestro s e ñ o r , y com-
afectada , y con la cabeza oculta entre las m a n o s , lloraba El dolor del rey por sí mismo , y por su propia reina y
amarguísimamente la desgraciada r e i n a , recordando los reino , debe ser tres veces mayor que el de cualquiera de
pensamientos que la agitaban aquella triste noche en que nosotras. E n cuanto á mí doy gracias á los santos de no
huyó al c o n v e n t o , pensamientos que el estribillo de la ser persona principal. Porque si alguna vez me acaece al-
canción había evocado. Entonces la pequeña novicia le guna desgracia , lloro y me lamento á solas , y he c o n -
dijo con su habitual locuacidad : cluido. Nadie lo s a b e , y las lágrimas me han aliviado.
Pero aunque los dolores de los pequeños fuesen tan gran-
des como los de las personas de alta esfera, hay que con-
* *
— « ¡ O h noble señora ! os suplico que no lloréis más. lor no menos acerbo , y es q u e , por mucho que deseen
Permitid que mis palabras, las palabras de un sér tan hu- guardar el secreto de sus p e n a s , no pueden llorar trás
milde como y o , y que solo sabe obedecer, pues nada más una nube : como aquí en Almesbury se habla del buen
le han enseñado; permitid que mis palabras os conforten rey y de la perversa r e i n a , y si y o fuese un rey tan
grande con una reina tan mala, bien podría querer echar
un velo sobre su iniquidad, pero siendo un rey tan gran-
de eso sería imposible. »
(i) L a parábola que San Mateo refiere en los primeros versículos
del capítulo X X V de su E v a n g e l i o , ha inspirado al poeta esta canción,
que en el original tiene un encanto indecible. (N. del T.)
Entonces la reina m u r m u r ó , c o m o hablando con su A lo cual la pequeña novicia contestó con encantadora
triste corazón : — « ¿ Me matará la niña con su inocente garrulidad : — ¡ V a y a si sé ! L l e n o estaba el país de p o r -
c h a r l a ? » P e r o luégo alzando la v o z , dijo : — « ¿ N o hago tentos y maravillas antes de la venida de la reina. Así
bien en llorar si el pérfido , el traidor Modred , ha de- lo decía mi p a d r e , que f u é caballero de la gran Tabla
puesto á su rey ? ¿ N o hago bien en asociarme al senti- desde su f u n d a c i ó n . Dirigíase del L e o n e s a d o á C a m e l o t ,
miento de todo el reino ? » corte de A r t u r o , cabalgando por la orilla del mar , cuan-
do hé aquí que una hora ó tal vez dos después de la pues-
16
242 LA R E I N A G I N E B R A .
*
* *
(1) M e r l i n . N. del T.
g l o r i o s o , y que si le fuese dado encontrar una mujer
la cual las olas bra-
tan grande y virtuosa como é l , bien podían entonces
mando horrible-
entre los dos cambiar la faz del mundo. Pero al llegar
mente azotaron
aquí el bardo empezó á tartamudear y por fin se detuvo,
con furia inusitada las
y cesó de tañer el a r p a , y su rostro se cubrió de mortal
costas de Bude y de
palidez, y se tambaleó y hubiera caído sino porque los
que le rodeaban le sostuvieron. Y aunque jamás quiso
contar su visión ¿ qué duda puede haber de que sus pro-
féticos ojos vislumbraran el inicuo pecado de Lanzarote y
de la Reina ?»
la memoria de mi padre, que fué uno de los caballeros — dijo la d o n c e l l a . — E n t o n c e s las de Lanzarote tienen
más comedidos y de más distinguidas maneras que h u b o que ser mil veces menos nobles , siendo é l , según todos
en su t i e m p o , aunque él mismo solía decir que las de los r u m o r e s , el más desleal amigo que hay en todo el
*
*
*
él m i s m o , ruega por él para que se libre del castigo del
fuego , y llora por la que le arrastró á la perdición.»
Entonces la Reina, pádida de e m o c i ó n , alzó la cabeza,
y contestó : — « Sir L a n z a r o t e , cual cumple á un noble * *
#
* * Así la n i ñ a , como otros muchos habladores, ofendió á
aquella á quien quería lisonjear y abrió la herida en vez de
curarla; pues apenas había acabado de hablar cuando la
Y no obstante, al decir, esto,
r e i n a , cuyo pálido rostro se había vuelto rojo de ira, le
su memoria, llevada por la cos-
gritó : — « N o quiera Dios que jamás haya en el mundo
t u m b r e , se trasladó á aquellos
otra doncella como tú ! T ú , instrumento de la maligni-
dichosos días en que le vió por
dad de las monjas, puesta por ellas para atormentarme, y
primera v e z , cuando Lanzaro-
burlarte de m í , y exasperarme, despreciable y traidora
te , que pasaba por el mejor
espía ! »
caballero y el hombre más her-
moso del reino, f u é como em-
*
* *
bajador á buscarla para llevarla
á Arturo , su s e ñ o r , y
L a n o v i c i a , al ver desatarse contra ella tan furiosa é
la llevó cabalgando jun-
inopinada tormenta, se levantó, con el rostro tan blanco
tos á buen trecho de la
como su v e l o , y permaneció en pié delante de la reina,
comitiva , embebidos
tan temblorosa como la ola de espuma que en un día
en dulces y animadas
tempestuoso se detiene en la playa un instante , pronta á
pláticas que enteramen-
romperse y h u i r ; y cuando la reina hubo añadido « ¡ v e t e
te versaban sobre el
de a q u í ! » huyó asustada. Suspiró la otra al verse sola, y
f u é poco á poco cobrando ánimo y serenándose. — « L a
inocente, tímida criatura — p e n s ó — hablaba sin malicia
a l g u n a , pero el pecado me ha vuelto más medrosa y más
simple que la más simple y medrosa criatura , y mi con-
ciencia me ha hecho traición. Pero sostenme, cielo, pues
me arrepiento sinceramente. Porque ; qué es el verdadero
arrepentimiento , sino una firme resolución de ni pensar
siquiera otra vez en los pecados que hicieron el pasado tan
deleitoso ? Y he jurado no verle ya j a m á s , jamás volver
á verle.
a m o r , y sobre diversiones, justas y placeres. P e r o n o s o -
bía t e r m i n a d o , le miró y le pareció f r í o , grave, reservado
ñaban aún en pecado alguno. ¡ Q u é delicioso viaje ! C a -
é insensible, n o c o m o él, «No como mi Langarote;» cuan-
balgaban á la sombra de floridas arboledas — era en el
do la reina estaba discurriendo de ese m o d o , y v o l v i e n d o
mes de M a y o , — s o b r e una alfombra de jacintos q u e p a r e -
casi á hacerse otra v e z culpable en sus pensamientos, lle-
cía un trozo del c i e l o , y uno después de otro iban d e j a n -
g ó á la puerta del monasterio un jinete espléndidamente
do atrás los collados y los v a l l e s , y todos los d í a s , c u a n d o
a r m a d o . O y é r o n s e murmullos que de boca en boca iban
el sol llegaba al m e r i d i a n o , encontraban en alguna deli-
recorriendo el c o n v e n t o ; y l u é g o , de r e p e n t e , se o y ó
ciosa encañada las tiendas de seda del rey A r t u r o , plan-
gritar: « ¡ El rey! ¡ E l r e y ! » Ginebra, rígida, como
tadas por correos que les habían precedido, para que en
e m b o t a d a por la sorpresa y el t e m o r , continuaba sentada
ellas pudieran tomar algún refrigerio ó gustar las dulzuras
e s c u c h a n d o ; pero cuando en la larga galería que de la
de l a siesta; luégo continuaban su c a m i n o , y todos los
parte exterior conducía á su estancia o y ó resonar los pasos
d í a s , antes de la puesta del s o l , volvían á ver de n u e v o
del g u e r r e r o que se acercaba, cayó de la silla boca abajo,
el dragón de l a gran Pendragonía ( i ) que coronaba el pa-
y serpeó en el suelo con el rostro pegado al p a v i m e n t o :
bellón de Estado del r e y , brillar á la orilla de impetuoso
con sus brazos, blancos c o m o la leche, y con sus hermosos
arroyo ó junto á las dormidas aguas de algún salutífero
cabellos se cubrió el rostro para que no lo viera el r e y .
pozo.
A los pocos instantes sintió que el guerrero entraba en el
aposento y se detenía junto á e l l a ; e n t o n c e s , hubo un
*
* *
m o m e n t o de s i l e n c i o , y luégo se oyó una voz m o n ó t o n a
y h u e c a c o m o la de un espectro pronunciando una sen-
P e r o cuando la reina, sumergida en tan profundo arro-
tencia : voz q u e , aunque a l t e r a d a , era la del rey.
bamiento y discurriendo inconscientemente á través del
pasado llegó á aquel instante en que al a p r o x i m a r s e á las *
* *
*
* *
mL
el h u m o de la cólera de corazones pequeños. Y bendito
sea el rey que ha perdonado mi maldad para con é l , v
m e ha dejado esperar que en mi corazón puedo borrar el A l llegar a q u í , la reina, sintien-
p e c a d o , y ser su compañera en la otra vida , en los cie- do que álguien tomaba su m a n o ,
los , delante del alto Dios. ¡ A h grande y benigno señor, c a l l ó , y bajando
que fuiste para tus caballeros como la conciencia de un los ojos vió á la
santo en lucha con los sentidos! Mi voluptuosidad y m i novicia que l l o -
engañosa p r e s u n c i ó n , que demasiado fácilmente recibía rando le pedía
todas las impresiones de a b a j o , no m e dejaron reconocer p e r d ó n , y le di-
tu superioridad , la suprema alteza de tu alma. Y o casi j o : — « S í , don-
desdeñaba la altura á la cual n o quería ó n o podía subir; cellita; te perdo-
pensaba que no podría respirar en aquel aire tan p u r o , no. ¿ N o he sido
que aquella viva luz me cegaría; necesitaba calor y color, también y o per-
los cuales encontré en Lanzarote. Pero ahora te veo tal donada ?» L u é g o
cual eres ¡ oh Arturo ! ; tú eres el más grande y también alzando los ojos
el más h u m a n o de los hombres : no Lanzarote ni otro al- vió á las santas
g u n o . — ¿ N o hay ninguno que diga al rey que le amo monjas en torno
aunque tan tarde ? ¿ N o hay.alguien que se lo diga ahora, s u y o , llorando,
ántes de que v a y a á la gran b a t a l l a ? — ¡ N i n g u n o ! ¡ N i n - y su oprimido
g u n o ! Y o misma tengo que decírselo en aquella vida más corazón se e n -
pura que hay después de la t u m b a ; pero ahora sería de- sanchó, y lloró con ellas, y dijo...
masiado atrevimiento. ¡ A y Dios mío ! ¿ Q u é no podía v o
haber hecho de tu hermoso m u n d o , con solo haber ama-
do á la más noble de tus criaturas ? E r a mi deber amar el
— « ¡ Y a me conocéis pues! Y a conocéis á la perversa
más noble , el más g r a n d e , al mejor : seguramente era
que malogró el vasto designio , la noble empresa del rey.
también lo que m e c o n v e n í a , y lo que hubiera hecho mi
¡ Oh , permitidme morar a q u í , amables doncellas! para
felicidad. Debemos siempre amar lo m e j o r : no á Lanzaro-
que los espesos muros del convento no dejen llegar á mis
te ni á otro alguno. »
oídos las voces que gritan / vergüenza!-fpero no debo
hacer escarnio de mi m i s m a : él me ama todavía. É l me había ocupado ,• fué elegida para reemplazarla. Allí vivió
ama todavía: se engaña quien otra cosa imagine. Así como abadesa tres años escasos, y luégo voló á aquella
p u e s , si es que no os causo h o r r o r , si no os avergonzáis región bendita donde lejos del rumor del mundo , se en-
de llamarme hermana , permitidme vivir con vosotras; cuentra la paz.
vestir de negro y blanco, y ser monja con vosotras; ayu-
nar cuando ayunéis, pero no tomar parte en vuestros fes-
tines ; entristecerme con vuestros dolores, y , sin. apesa-
dumbrarme con vuestras alegrías, no tomar tampoco parte
en ellas ; mezclarme en vuestros ritos; orar por vosotras,
para que vosotras oréis por m í ; yacer delante de vuestros
relicarios; ocuparme en las más humildes faenas de vues-
tra santa casa; pasear en vuestro oscuro claustro , y dis-
tribuir limosnas entre los pobres enfermos , más ricos y
más sanos que y o á los ojos de Aquél que murió por re-
dimirnos ; y curar sus repugnantes llagas y la mía propia;
y de ese modo con obras de caridad y con oraciones bo-
rrar el negro fin de aquel voluptuoso día que ocasionó la
ruina de mi señor el rey. >>
*
* *
volverás á pisar el umbral de la puerta. » Pero Guillermo jo ; afligiéronle luégo desgracias sin cuento , y aunque to-r
respondió irritado; l u é g o , mordióse los labios, y se re- dos los días pasaba, con el corazon penetrado de dolor,
tiró. por delante de la casa de su p a d r e , su padre no le soco-
rría. Pero Dora reunió sus pequeños ahorros, y se los
envió de .modo que él no supiera de donde le venía aquel
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DORA 2
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beneficio; al fin, apoderóse de Guillermo una fiebre per- por la abundante cosecha, vea al niño y lo bendiga por
* *
Entonces Dora fué á ver á M a r í a , á se en un pequeño terraplén que no estaba sembrado, don-
á su hijo con los ojos pero no la apercibió ; y ninguno de sus jornaleros se atre-
llenos de lágrimas. vió á decirle que Dora esperaba con el niño. Dora se h u -
Cuando la pobre m a - biera levantado y corrido á su tío , pero la flaqueó el
dre vió á D o r a , injus- corazón y no se m o v i ó ; y en tanto los segadores c o n t i -
tos pensamientos se nuaron segando, y el sol se puso , y la tierra quedó e n -
agolparon en su men- vuelta en tinieblas.
te , y la miró con ojos
airados : pero Dora se *
*
*
acercó á e l l a , y dijo :
—• « Hasta ahora he Pero á la mañana siguiente levantóse Dora m u y t e m -
obedecido á mi tío , prano, y tomando otra vez al niño consigo, fué á sentarse
pero he hecho mal, con él al mismo sitio que el día anterior. T e j i ó una pe-
pues y o he sido la primera causa del infortunio de Gui-
queña guirnalda con todas las flores que crecían en aquel
llermo. Pero M a r í a , por amor al que y a no existe , por
paraje, y adornó con ella el sombrero del angelito, para
amor á v o s , que sois la mujer que él escogió, y por
hacerlo más lindo á los ojos de su tío.
•este pobre huérfano, he venido á veros, ansiosa de aliviar
vuestra desgracia. Sabéis que no ha habido en estos cinco *
* *
años una cosecha tan abundante: dejad que lleve c o n m i -
go al n i ñ o , y lo colocaré entre el trigo á la vista de mi
Cuando el labrador llegó al c a m p o , apercibió á D o r a y
tío , para que , cuando su corazón esté rebosando alegría
al n i ñ o , y dejando á sus jornaleros ocupados en la siega,
DORA D O R A
tanto los segadores continuaron segando , y el sol se pu- mismo techo , y trabajaremos para el hijo de Guillermo,
so , y la tierra toda quedó envuelta en tinieblas. hasta que sea de edad para sostenernos. » Las dos m u j e -
res , pues , se besaron con cariño , y se encaminaron á la
h e r e d a d , adonde llegaron en breve. La puerta de la casa
estaba entreabierta, así es que pudieron ver al muchacho
Entonces D o r a fué á casa de pié sobre las rodillas de su abuelo, quien le estrechaba
*
* *
* *
te t o d o e l l a r g o d í a , y v o y á s e r r e i n a d e l M a y o , m a d r e ,
*
•s *
T o d o el v a l l e e s t a r á f r e s c o y v e r d e y t r a n q u i l o : la ve-
l l o r i t a y el r a n ú n c u l o a d o r n a n el c o l l a d o , y el riachuelo
E s , p u e s , preciso q u e os despertéis y m e l l a m é i s t e m -
p r a n o ; l l a m a d m e t e m p r a n o , m a d r e q u e r i d a ; m a ñ a n a será
el m á s d i c h o s o d í a d e t o d o el a l e g r e a ñ o n u e v o : mañana
e n la p r o f u n d a f o s a e n el c e m e n t e r i o , y
no pensar más en m í .
S
I
•
¡ : Irai
LA V Í S P E R A DE AÑO N U E V O 295
292 LA V Í S P E R A DE AÑO N U E V O
1
E s t a tarde v i p o n e r s e el s o l : se p u s o d e j a n d o t r a s sí al
m i é n d o m e e n el s e p u l c r o .
I
b u e n A ñ o V i e j o , el f e l i z t i e m p o p a s a d o , y toda m i paz
de espíritu; y el A ñ o N u e v o se a c e r c a , m a d r e , pero no
•
veré jamás el e n d r i n o cubierto de flores , ni los árboles
vestidos de verde.
P o r la m a ñ a n a t e m p r a n o b r i l l a r á el s o l s o b r e l a v e n t a -
E n M a y o último hicimos una corona de flores , y tuvi- miendo en vuestro caliente lecho , y todo el m u n d o se
n a , á la e s p a d a ñ a , y á las e n e a s del l a g o .
N o h a y u n a s o l a flor e n l o s c o l l a d o s , y e l h i e l o e m p a -
v u e s t r o s p i é s s o b r e m i c a b e z a , h o l l a n d o e l h e r m o s o y lo-,
c a n t a r á e n el b a r b e c h o , y la g o l o n d r i n a v o l v e r á e n el v e -
He sido rebelde y caprichosa, pero me perdonaréis p i r a d o , q u e dirija m i rosal alrededor d e la v e n t a n a y que
hacia la m a ñ a n a , p e r o q u i s i e r a v e r a l s o l a l z a r s e s o b r e el
Si p u e d o , m a d r e m í a , he de v o l v e r de m i l u g a r de re- a l e g r e A ñ o N u e v o ; a s í , si e s t á i s d e s p i e r t a , l l a m a d m e . , l l a -
*
* *
E f f i e v e n g a á v e r m e hasta q u e la y e r b a crezca s o b r e m i s e -
p u l t u r a . E s t o y s e g u r a d e q u e E f f i e será m e j o r hija q u e y o ;
*
* *
b a l i d o d e l o s c o r d e r i l l o s q u e rp a s -
t a n
tkW. en estos campos. ¡ Recuerdo
c u a n t r i s t e m e n t e n a c i ó la m a ñ a n a
t o d o el p e c a d o . A h o r a - , a u n q u e m i l á m p a r a se encendió
palabras de paz.
D u r a n t e la borrascosa m a d r u g a d a de M a r z o , oí q u e m e
o y ó s e e l s u s u r r o d e las h o j a s a g i t a d a s p o r el v i e n t o , y me
¡ O h , bendita sea su bondadosa voz y su cabellera de
pareció que los ángeles llamaban á m i alma.
plata ! ¡ Bendita sea su vida toda hasta q u e v e n g a á en-
c o r a z ó n y su p l a t e a d a c a b e z a ! M i l v e c e s l e b e n d i j e mien-
tras estaba a r r o d i l l a d o c e r c a de m i l e c h o .
f o r q u e hallándome enteramente despierta, m e puse á
-S""
CONCLUSION CONCLUSION 301
300
viento. Y di á R o b í n a l g u n a s p a l a b r a s b o n d a d o s a s ; dile q u e n o
P e n s é que era u n a alucinación, y escuché atentamente: d o . . . . n o s é . . . . podía haber sido su m u j e r ; pero todo eso
prendí ; m i a l m a se e s t r e m e c i ó de g o z o , y oí de n u e v o la
*
m ú s i c a q u e s e a c e r c a b a e n alas del v i e n t o . * *
P e r o estabais d u r m i e n d o , y dije : — « N o es para ellas sos campos. ¡ Ah ! ya n o discurriré por ellos c o m o otras
l u é g o pareció r e m o n t a r s e d e r e c h a m e n t e al c i e l o , y morir
de n o e q u i v o c a r m e . S é q u e la bendita m ú s i c a s i g u i ó el ca-
*
m i n o que m i alma debe recorrer. Por lo que á mí toca, * *
consuela á nuestra pobre madre después de m i muerte. Vivir eternamente en aquella santa morada; esperar
»
allí un poco de tiempo hasta que vengáis Effie y vos ;
yacer en la luz de Dios como yazgo sobre vuestro pecho...
Allí el malvado cesa de hacernos sufrir ; allí reposan los
que están cansados.
( D e l i n g l é s , de T e n n y s o n ) . i n © i c e
Páps.
ALFREDO TENNYSON I
E n o c h Arden 23
Merlin y B i b i a n a . . 163
Dora 269
L a Maya 283
Conclusión 297