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c . l
BIBLIOTECA VERDAGUER

P O g f f l H j á

ALFREDO TENNYSON
ENOCH ARDEN

GARETH Y LYNETTE — MERLIN Y BIBIANA

LA REINA GINEBRA — DORA

LA MAYA

PUESTOS EX CASTELLANO

poit D . V i c e n t e DE |IRANA
é ilustrados con dibajos originales de

-7) ./ OS È -R IXJ D A VETS


FOTOGRABADOS DE C. VERDAGUER

"BARCELONA -

C VERDAGUER, IMPRESOR-EDITOR
CALLES D E L L B L L 1 C E R D E Ñ A . ENSANCHE)

I883
Queda hecho el depósito act previene la ley para los efectos de propiedad

»CfiT»/.
HLFREDO TENNYSON.
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J S ^ ^ & T Q
^•ÉPSF
Oah^ N el Norte del condado de Lincoln, muy cerca de
FONDO
A. B. PUBLICA C£L £ 3TADO la estación de Bartneby, punto de empalme del fe-
I + & 1 5 rro-carril de Nottingam á Hull con los de Sheffield
y Doncaster á Great Grimsby, y á 1 9 1 millas de Londres, hay
un oscuro y humilde pueblecito , que á pesar de su insignifi-
cancia está indudablemente llamado á tener gran celebridad. En
la parroquia de Somerby ( 1 ) no h a y , que nosotros sepamos,
ningún dolmen celta, ni sepulcros daneses, ni campamento
romano ; no encierra en su recinto ningún notable monumento,

T i p o - l i t o g r s ñ s de CELESTINO VERDAGUER.
(') Algunos escriben equivocadamente S u m m e r b y , y otros Somersbv.
ni se dió en su jurisdicción batalla alguna famosa, y sin embar-
podido desarrollarse sus maravillosas facultades. Lejos de arre-
g o , no faltarán viajeros de todos los países que vayan á visitar-
drarle el estudio de los hombres y de sus encontradas pasiones,
la , y que experimenten al llegar á ella una emoción tan pro-
lo ha llevado tan l e j o s , más lejos quizás, que cualquier poeta
funda como la que se siente al entrar en un pueblo famoso en
contemporáneo ; pero al mismo tiempo ha estudiado la natura-
los fastos de la humanidad ; una emoción tal vez tan profunda,
leza, ha conversado con ella, por decirlo así', seguro de que
y seguramente más grata , que la que se experimentaría en Ar-
esta madre de todos nosotros tenía todavía innumerables secre-
bela, en Cannas , en Farsalia, en Poitiers, en P a v í a , en Wa-
tos que revelar á la humanidad , á pesar de que antes que él,
terloo , y en los' demás lugares inmortalizados por la barbarie hombres como Shakspeare , Shelley , Byron y Wordsworth ha-
de los hombres. Y es que la humilde parroquia de Somerby es bían conseguido con su genio , con su elocuencia y con el in-
cuna de uno de los más grandes poetas que ha habido jamás, finito amor que la tuvieron, hacerla tan confiada y comunica-
un dulce é inspirado cantor, regocijo de las musas y delicia de tiva. Al obrar de ese modo, Tennyson ha demostrado á todos
la humanidad. ¿ Qué importa que el aguilucho nazca en pobre los amantes de las musas el rumbo que deben seguir : pues no
nido rodeado de peñascos , en alguna lóbrega hendidura de la es el más grande de los poetas el que estudia, comprende y
montaña ? En cuanto le salgan las plumas, se elevará por los canta la naturaleza, ni el que logra penetrar en el corazón del
aires sobre las más altas c u m b r e s , irá á rozar con sus alas la hombre y hacer el poema de la humanidad, sino el que reúne
bóveda azul, y mirará frente á frente sin mover los párpados, la cuidadosa observación y el profundo estudio de ambas, hu-
al fulgurante luminar del día. manidad y naturaleza, y sabe mostrar las relaciones que existen

Alfredo Tennyson es el tercer hijo de un clérigo anglicano, entre una y otra. Esta irrefutable verdad ha guiado siempre á

el rector de Somerby , y nació en esta parroquia en 1809 , no Tennyson como un faro luminoso en su larga y gloriosa carre-

en 1 8 1 0 como se ha dicho equivocadamente. Su tío Carlos ra ; y como dice el eminente crítico Barnett Smith, desde que

Tennyson D ' E y n c o u r t , hermano menor de su padre, fué un allá en sus juveniles años hizo el retrato de Lilian con tbe baby-
roses in her checks, hasta que en la edad provecta ha pintado los
distinguido miembro del Parlamento británico ; y los hermanos
pesares de la reina Ginebra, el Poeta Laureado no se ha dormi-
mayores del poeta, Federico y Carlos , el último de los cuales
do en la busca del Santo Grial ( 1 ) de lo bueno , de lo grande
ha tomado el nombre de T u r n e r , han escrito varios tomos de
y de lo bello.
poesías, y todavía continúan publicando excelentes poesías
sueltas.
Una notable prueba de la falibilidad de los críticos ofrece la
Poco espacio se necesita para referir la vida de Alfredo Te-
carrera de Alfredo Tennyson. Afortunadamente , éste no escu-
nnyson. Su existencia no ha sido agitada é infeliz como la de
Alfredo de Musset ó la de Lord Byron , sino tranquila y serena
(1) La busca ó recuesta del Santo Grial ó Graal por los caballeros de la Tabla Redonda
como la del autor de El Paraíso perdido. A s í , y solo a s í , han
es el asunto de uno de los mejores poemas de Tennyson y el sexto de sus Idilios de! Rei.
chó los vaticinios de muchos de los que gozaban de reconocida
premio de poesía, la medalla del Canciller, por su composición
autoridad en literatura , y que quisieron apagar la voz de este
titulada Timbuctoo, que constaba de unos 250 versos libres , y
dulce cantor, por parecerles que sus cantos eran indignos de
que se publicó aquel mismo año. Verdad es que , como dice
dejarse oír en las sagradas florestas del Parnaso. A pesar de tan
Barnett Smith , obtener el premio de poesía inglesa y la meda-
desfavorables juicios, prevaleció en el corazón del joven la con-
lla del Canciller no significa ser gran poeta ni adquirir fama de
fianza , hija del génio y no de la vanidad , y el delicado poeta
tal; con frecuencia sucede enteramente lo contrario.
lírico de hace cuarenta años fué desarrollando sus facultades
Algunos años después de salir de Cambridge, Mr. Tennyson
hasta trasformarse en uno délos más grandes poetas idílicos que
se casó con Miss Emilia Selhvood, de los Sellwoods , de Peas-
el mundo ha visto hasta ahora. Como el insigne Wordsworth,
more , condado de Berks , de quien tiene dos h i j o s , Hallam y
su predecesor en el honrosísimo puesto de Poeta Laureado, se
L e o n e l : y desde entonces ha vivido casi constantemente lejos
le aseguró al principio de su carrera que solo espinas y abrojos
del bullicio del mundo , en una casa de campo de los alrededo-
le produciría el cultivo de la poesía, que debía dejarse á más
de Londres, ó en la isla de Wight.
privilegiados talentos; pero el hijo del rector de Somerby no se
Poseedor desde muy joven de una fortuna considerable, Al-
separó del camino que se había trazado , y con una série de
fredo Tennyson ha podido dedicarse á sus anchas y con entera
magníficas obras , destinadas á hacer las delicias de las futuras
independencia al cultivo de las letras , no dando al público más
generaciones, como hacen ya las de esta generación, ganó los
que obras concienzudas y muy meditadas. Sigámosle paso á
laureles que adornan su augusta frente, y que le fueron conce-
paso en su carrera literaria, ocupándonos, aunque someramen-
didos con aplauso de la universalidad de sus compatriotas.
te, de todas sus más notables producciones.
A los 18 años de edad Mr. Tennyson fué á la Universidad de
La poesía titulada Timbuctoo, de la que ya se ha hablado más
Cambridge , famosa por los muchos grandes hombres que han
arriba, no fué su primer ensayo literario. Y a en 1 8 2 7 , es decir,
salido de sus aulas. No pocas páginas necesitaríamos para men-
dos años antes, había publicado , juntamente con su hermano
cionar solamente los más ilustres , entre los cuales se cuentan
Carlos, una colección de poesías titulada Poesías de dos herma-
Milton , Byron , Dryden , Coleridge , Sterne, Bacon , Newton,
nos (Poems by t\vo brothers), pero callando modestamente el
Cromwell, Pitt y Walpole. En la Universidad conoció á Arturo
nombre de ambos. Esta obra no pasó desapercibida, como lo
Hallan, hijo del célebre historiador; y la amistad de los dos es-
prueba el hecho de que dos poetas tan insignes como Colerid-
tudiantes ha sido inmortalizada en una obra de todos conocida
ge y Wordsworth se ocuparan de ella, con la curiosa particula-
en los países en que se habla la lengua inglesa. Nuestro poeta
ridad de que ambos daban la preferencia á las poesías de Carlos.
hizo sus estudios con brillantez. Todavía no se le había confe-
El autor de la Excursión, decía al poeta y filósofo americano
rido grado alguno , cuando en 1829 , hallándose en Triniíy Co-
Emerson, que á su parecer Alfredo tenía verdadero génio poé-
Ílege, que es el principal colegio de la Universidad, obtuvo un
tico, pero también cierta afectación , de que su hermano estaba
exento. Wordsworth cambió más adelante de opinión acerca poemas ó fragmentos de poemas, tales como La muerte de Ar-
del mérito relativo de los dos hermanos, pues en su carta al turo , La hija del jardinero , Ulises, y otros , que Tennyson no
profesor y critico americano Henry Reed aparece como el pri- ha superado nunca ni en la armonía y fluidez de los versos, ni
mero en descubrir el genio de Tennyson. Se expresa en ella en lo elevado de la concepción , la nobleza de los afectos ó la
con entera franqueza, y dice hablando de nuestro poeta : « E s verdad de la pintura. El genio del poeta ha llegado á su madu-
indudablemente el primero de los poetas que hoy poseemos.» rez : el cisne de Somerby no es ya solamente el cantor de la
¡ Cuánta magnanimidad hay en este sincero homenaje del vene- delicada belleza de Adelina y Lilian y el soñador de la visión de
rable bardo que durante medio siglo habla hecho, con sus mag- The lotus-eaters, sino el intérprete de la pasión humana en
nificas obras el encanto de sus contemporáneos ! Loksley hall y el filósofo de Las dos voces. De este modo se ex-

En 1 8 3 0 , Alfredo publicó solo otro tomo de poesías (Poems presaba un penetrante crítico hablando de los dos volúmenes

chiefly lyrical), pero esta vez con su nombre en la portada; y citados : « Si no nos engañamos, se muestran en estos volúme-

annque la mayoría de los críticos nada encontraron en él digno nes facultades adecuadas para la producción de una grande obra;

de encomio, debemos confesar que algunos mostraron más á lo ménos nos sería difícil decir cuál es la facultad que se echa

juicio, sagacidad y discernimiento que sus colegas respecto al de ménos de las que para ello se juzgan necesarias.» La misma

genio del futuro poeta laureado. Entre éstos merecen ser cita- autoridad admitió, algunos años más tarde , que aquellos dos

dos el profesor Wilson, que se ocultaba bajo el pseudónimo de tomos de poesías habían de una vez colocado á Mr. Tennyson

Christopher North, John Stirling, y un redactor de la Revista de á la cabeza de los poetas ingleses contemporáneos , y le habian

JVetsminster (después se ha averiguado que este último era el mantenido desde entonces en tan encumbrado puesto.

famoso J o h n Stuart Mili) , todos los cuales descubrieron en el « T o d o bien considerado (dice un admirador de Mr. Tenny-
volumen en cuestión los destellos de un génio poderoso, y ma- son), el renombre aunque difícil de conquistar al principio, vi-
nifestaron su creencia de que Mr. Tennyson era un poeta de no á este autor á la mejor edad. En efecto , no era joven , y
grandes esperanzas. Pero ni la publicación en 1 8 3 2 de otra no- por consiguiente las alabanzas no le desvanecieron, y no corrió
table colección de poesías bastó para que la mayoría de las re- el peligro de que éstas ahogaran su genio , como sucede algu-
conocidas pero erradas autoridades en literatura cambiase de nas veces con los hombres que adquieren fama cuando apenas
opinión acerca del poeta. En efecto, casi todos los críticos de les apunta el bozo , con los hombres prematuramente idolatra-
nota estaban contra é l , y pasaron todavía diez años antes de dos por sus conciudadanos ; no era viejo, cuando las verdes ho-
que sus facultades poéticas recibieran el primer homenaje ver- jas de la prosperidad se entrelazan por primera vez con las ve-
daderamente brillante y ruidoso : éste apareció en las columnas nerables guedejas del genio solamente para hacer pensar en la
de la antigua Revista de Edimburgo después de la publicación en larga ingratitud de los hombres. Mr. Tennyson había llegado
1842 de dos volúmenes de poesías. Estos volúmenes contenían en su carrera de poeta á aquel punto medio en que la inteligen-
te estimación de los lectores es el más grato tributo , la mejor que después de oídas una vez parecen resonar eternamente en

recompensa y el mayor incentivo para seguir cultivando la poe- los oídos , y pinceladas que una vez vistas no se quitan ya de

sía. Había sabido trabajar y esperar , y su premio estaba al fin delante de los ojos ; trozos de esplendor maravilloso y eminen-

asegurado. A la edad de 30 años oyó por primera vez , todavía temente poéticos. ¡ Qué bello es el pasaje en que el autor, en

débil, el soplo de la fama , que de día en día se ha hecho más las últimas páginas del poema , discurre sobre la diversa natura-

poderoso, y que, atravesando los continentes, se ha dejado oír leza del hombre y de la mujer! Las canciones que preceden á

en todos los países en que se habla la lengua inglesa. » cada una de las siete partes en que está dividido el poema , son
también bellísimas, y entre ellas la que empieza con el verso
En 1 8 4 7 , Mr. Tennyson publicó La Princesa ( T h e Princess),
que es una especie de poema dramático ajustado al gusto mo-
T h e splendour falls on castle walls
derno , y en 1 8 5 0 In Memoriam, colección de elegías inspira-
das por la muerte de Arturo Hallam, su más querido amigo de está considerada, por lo que respecta al ritmo y á la cadencia,

la juventud. En el mismo año Mr. T e n n y s o n sucedió á Words- como una de la mejores poesías líricas del autor; pero hay más

word como Poeta Laureado, ó sea Poeta de la Reina; y en cali- sentimiento en las que preceden á las partes segunda, tercera,

dad de tal compuso en 18 52 la Oda sobre la muerte de Wettingtoti. sexta y séptima. L a que vá inmediatamente antes de la sexta

En 1855 publicó el poema Matul, acompañado de algunos parte tiene la forma de las antiguas baladas inglesas, y no hay

otros trabajos (Maud and other poems), y en el mismo año le persona medianamente sensible que pueda leerla sin prorrumpir

confirió la Universidad de Oxford el grado de Doctor en dere- en sollozos al llegar á la última estancia.

cho civil. En cuanto á Maud, fué á su publicación objeto de tan encon-

El poema La Princesa dividió grandemente á los admiradores trados juicios, provocó tan acerbas censuras y tan entusiastas

de Mr. Tennyson , y hubo algunos críticos que creyeron que elogios, que no sin razón hicieron exclamar á un conocido crí-

esa obra ponía en peligro la reputación del autor; pero cuando tico : « ¿ Cuáles son tus dioses literarios , oh Inglaterra ? » En

verdaderamente menudearon las diatribas f u é á la aparición de efecto, mientras que la Revista de TVetsminster, que tantas veces

Maud. Para muchos este monodrama mostraba claramente que había cantado las alabanzas del poeta, consideraba el poema

el sol del poeta se acercaba al ocaso. Pero aunque esos dos nada más que como un residwm de T e n n y s o n , y observaba

poemas adolezcan de ciertos defectos y sean inferiores á otras que « el majestuoso y elevado vuelo del entendimiento, que no

muchas obras de Tennyson , ¿ qué otro poeta hubiera sido ca- reconocía limites ni distancias , la dulce filosofía , los nobles

paz de escribirlos ? El plan de La Princesa es algo defectuoso, y afectos , la maravillosa melodía , habían desaparecido casi por

desigual la exposición ; pero esta o b r a , escrita con un fin so- completo, dejando poco más que un mezquino desdén, que se

cial , encierra sublime poesía, sátira fina y delicada , y profun- jacta, sin embargo, de su desdén á la mezquina estrechéz de

das consideraciones filosóficas. Hay en La Princesa melodías ánimo, y una indignación revestida de exagerados conceptos ;»
mientras que muchos de los principales periódicos se hacían
rado ; pero, afortunadamente , si al héroe el mundo le parece
eco de otro revistero que había dicho : « El hombre que incues-
un desierto, en cambio el poeta nos ofrece un mundo de ñores
tionablemente ha ocupado por muchos años el primer lugar
que ha creado para nosotros. Los cuadros de la vida real son
entre los poetas contemporáneos, pierde terreno á cada esfuer-
admirables por la verdad que hay en ellos, y se puede asegurar
zo sucesivo que hace , » otro escritor, á la vez excelente poeta
que si no estuviesen firmados nadie dejaría de adivinar el nom-
y autorizado crítico, emitía un juicio enteramente opuesto. Nos
bre del hábil y primoroso pintor. El argumento es muy á pro-
referimos á Walter Savage Landor. « ¡ Qué delicioso - dice el
pósito para hacer una de esas novelas de sensación , que tan en
autor de las Imaginary Conversations — es el poema Maud de
boga están hoy en Inglaterra y en otras partes ; pero el autor
Tennyson ! En esta obra, ¡ cuánto más alto y más fresco es su
ha sabido hermosearlo, revistiéndolo con todas las galas del
laurel, que los laureles raquíticos y mutilados de los jardineros
lenguaje, de ese lenguaje exuberante, propio tan solo de aquel
que en el mismo jardín le han precedido ! Rara vez se han visto
que recibe en su alma
tan cordialmente unidas la poesía y la filosofía. ¡ Ojalá Alfre-
do Tennyson no hubiese escrito jamás la Oda a Wellington ! T h e ligth w h i c h never was on land or sea.
Es un verdadero poeta. ¿ Qué otro podía haber escrito este ver-
El temor de alargar demasiado nuestro trabajo, no nos per-
so , que vale por si solo muchos volúmenes enteros:
mite ocuparnos de Aylmer'sfield, CEnone, The Brooh, The miller's-
; T h e breaking heart that will riot break ? daughter, The grandmother, Northern farmer, y tantas otras pro-
ducciones no menos admirables; pero no podemos menos de
Su ternura y su delicadeza son infinitas, é infinitos son tam-
decir algunas palabras acerca de los preciosos poemitas The May
bién su pensamiento y su imaginación, y la melodía, la dulzu-
Queen, Dora y Enoch Arden, que además de contarse entre los
ra, el vigor y la majestad de sus versos.» Este elogio no es exa-
mejores que han brotado de la fecunda pluma de Mr. Tenny-
gerado ; pero nosotros debemos preferir el juicio de los que,
son , son también las primeras producciones de tan eximio vate
como Barnett Smith y otros críticos , han sabido descubrir no
que han visto la luz en lengua castellana. En efecto, esas tres
solo las excelencias, sino también los defectos del poema. Es
composiciones, que el lector puede ver en nuestro libro titu-
innegable que este tiene la desventaja de presentarse bajo su
lado O R O Y O R O P E L , las habíamos publicado hace ya unos
peor aspecto desde las primeras páginas, dejando en el ánimo
seis años en varios periódicos literarios y políticos de Madrid y
del lector una impresión p e n o s a , que ya no se borra por com-
provincias. Al que estas líneas escribe, cabe , p u e s , la alta
pleto mientras dura la lectura del libro. El poema es desigual;
honra de haber sido el primero en presentar á sus compatriotas
está escrito en un estilo arrebatado, y se desprende de sus pá-
el cisne de S o m e r b y , ofreciendo á su admiración algunos de
ginas una negra y desconsoladora filosofía. El poeta, en un
los más inspirados cantos de este cantor sublime, el más insig-
momento de mal humor, ha encontrado un héroe mal humo-
ne de los que hoy posee la patria de Milton y de Shakspeare.
F u m a es confesa,- que Alfredo Tennyson ha tenido entre nos.
joven Dora , que más que mujer parece un ángel de bondad y
ottos un mtroductor b i e n h n m i , d e y o s m r 0 j ij
de dulzura , exento enteramente de las debilidades y flaquezas
que tan,o se ha complacido en colmarle de favores , se le ha
inherentes á la estirpe humana.
g i r a d o en esta ocastón bien poco propicia , sin dnda por no
Enoch Arden es un modelo, que harían bien en estudiar
Perder sn fama de voluble favoreciéndole constantemente
aquellos poetas que acostumbran á recargar sus composiciones
ne May Quun, 6 sea La Rei,m M Mayo 6 simplemente La
de inútil hojarasca, porque creen sin duda que la poesía consis-
es la historia de nna „«ra envanecida de sn hermosura,
te en amontonar un interminable fárrago de palabras, de frases
led, de
' ™ " ° ciegan con lágrimas su madre huecas , y de imágenes que llaman atrevidas, pero que muchas
J - u h e r m a m t a , recuerda tristemente el hermoso y aleare dia veces son disparatadas. Composición hemos visto que parece
que fue coronada reim U Mayo en la verde pradera' q ne ya un jardín botánico , pues en ella ha reunido el autor la flora de
y se h m e n t a d e h a b e r s i d todos los climas, si bien , como es natural, dejando mayor es-
: ° ™ * »
. ÍC 1,lber ÍCSdeñad
° * « e f e mancebo que la amaba. La pacio á las plantas exóticas ; mientras que otras, en las que en-
pobre nina quiere morir, y sin embargo , siente dejar los her- contramos la fauna toda del planeta, y todos los demás séres
mosos y Hondos campos que desde su lecho se descubren y que viven en la tierra, en el agua y en el aire , nos recuerdan
^ ' i l u m i n a el sol esplendoroso. ¡ A h í , Ya no discurrirá ¿ o r • el arca de Noé, donde según cuentan había un par de animales
el os como otras veces 1 , Otras manos que las suyas cogerán de cada especie. Los formidables cuernos del búfalo se entrela-
1
las silvestres flores que esmaltan el valle zan maravillosamente con los blandos tentáculos del honrado,
J a d a más tierno, nada más dulce y delicado que esta me!o-
pacífico y casero caracol; la trompa de la mosca se apoya en la
del elefante; la rana, sirena de los marjales, mezcla sus trinos
ole t!' e n t 0 M d a 4 * ^ ^ dC k
Por un sér
que apenas ha tenido tiempo de saber lo qne es la vida , y q „ e con los del ruiseñor y los del asno ; y la ballena y el puerco es-

•z r r ° , T ya &,igado de ™r y ansios°de °>u pin juegan á las cuatro esquinas con el sarbo, la ardilla y la

¡«de el malvado cesa 4 sufrir, y i a c m w i foj


babosa.
están cansados. 1 En Enoch Arden encontrarán esos exuberantes escritores un
El segundo de los poemitas mencionados , Dora, es un rela- modelo de buen gusto , de concisión y de sobriedad. Segura-
lllSimo
' Poeta no ha querido exornar con las ga- mente no hay en todo el poema, que consta de más de novecien-

, f lmagÍnadÓn
' - b i a que la simple narración de tos versos, ni una sola palabra que huelgue ; y lo mismo puede
los hechos bastaría para deleitar y conmover al lector. Difícil decirse de todos los demás idilios de Tennyson. Para nosotros
sena decir qué es lo más admirable en esta composición, si la este es uno de los mayores méritos que puede tener toda com-
tersura la limpidez del lenguaje, la pintura de los caractéres posición literaria; pero Enoch Arden tiene además otros mu-
la verdad y el colorido de los cuadros, ó la belleza moral de la chos no menos relevantes. Si fuéramos á hacer notar sus belle-
XIV A L F R F D O T E N N Y S O N ALFREDO TENNYSOM X V

zas, nos veríamos obligados á trascribir uno tras otro todos los
es ,ya mucho hacernos meditar sobre las verdades eternas. Ya
versos de que el poema se c o m p o n e ; y en la imposibilidad de
se tenga en cuenta la belleza de la f o r m a , ó el profundo senti-
hacerlo , y no queriendo tampoco desflorar el argumento, que
miento que rebosa en todas sus páginas, esta monodia es igual-
es bellísimo y en alto grado interesante, nos limitaremos á
mente acreedora á nuestros aplausos. Gracias á sus incidentes,
aconsejar encarecidisimamente la lectura de ese admirable idilio,
sus imágenes y su lenguaje, tiene el gran mérito de ganar las
que es una de las obras maestras de Tennyson y una inaprecia-
simpatías de los lectores ingleses, y de embargar su ánimo más
ble joya literaria. No necesitamos añadir que á ser posible debe
profundamente que cualquier otro poema de su género, sin ex-
leerse Enoch Arden en inglés : nuestra versión castellana, aun-
ceptuar tal vez el mismo Lycidas de Milton. In Memoriam es la
que hecha con conciencia, con esmero y con a m o r , dista cien
vigorosa y espontánea expresión de un gran pesar. La potencia
leguas del original; porque si bien hemos logrado expresar to-
intelectual que el autor desenvuelve en el poema es tan cons-
dos y cada uno de los pensamientos del egregio poeta británi-
picua como él vuelo de sú imaginación ; y es probable que así
co, no hemos logrado expresarlos con tanta tersura y tanta sen-
como no ha tenido ningún predecesor que se le parezca, tam-
cillez como él. Además, nuestra traducción está hecha en prosa,
poco se logrará jamás imitarlo. L a forma es enteramente original
y seguramente de ese modo hemos logrado ser más fieles v
y peculiar del poeta. En otras cosas ha tenido sus imitadores,
exactos intérpretes del original que si hubiéramos puesto el
pero aquí no hay cuidado que los tenga : en este terreno nadie
poema en verso castellano ; pero en cambio es innegable que
• sería capáz de seguir sus pasos, sin que el tirón menos perspicáz
una obra poética pierde uno de sus mayores encantos al perder
echara de ver que había perdido todo derecho de originalidad.
la forma que le es propia. Un poema escrito en prosa, es como
. Además , otra razón que explica el atractivo que el poema tiene
una mujer hermosísima revestida de tosco y mal ajustado dis-
para esta generación, es la fraternal simpatía q u e . e n él se
fraz , que embaraza sus movimientos, oculta la belleza de sus
muestra hacia el hombre á quién atormentan las dudas en ma-
formas, y hace desaparecer la majestad de su continente y la
terias de religión, y la ingenuidad con que esas dudas se discu-
gracia y gallardía de su andar.
ten en el poema. Éste está muy lejos de ser un sermón teoló-
De intento hemos dejado para el fin las dos obras más im- gico y dogmático. El autor expresa las diversas dudas que atra-
portantes de T e n n y s o n , y las que según toda probabilidad, fi- viesan su mente y agitan su espíritu, dudas que afectan y
jarán , más que todas las demás que hasta ahora ha escrito , la agitan á otros tanto como á é l ; pero la sinceridad del que duda
atención de las futuras generaciones. Nos referimos á ín Memo- y confiesa sus dudas vale más que la arrogancia del ortodoxo.
riam y á los Idilios del Rey. « La primera de estas obras — dice In Memoriam es una concepción sublime , una lamentación ve-
un juicioso crítico inglés — es algo más que el poema religioso hemente y dolorosísima; es una obra en que preponderan el
más sublime que se ha escrito en la presente centuria, si bien pesar y la melancolía; mas en los supremos momentos de an-
en una época en que tanto abundan el escepticismo y la duda, gustia y de tristeza el alma del poeta vuelve al seno del miseri-
cordioso y omnipotente Dios.»
Pero la más bella producción de este poeta, su verdadera
das reunidas forman un poema épico , en el que se admira
obra maestra, es la grandiosa epopeya caballeresca que forman
tanto el bien concebido plan como la felicísima ejecución:
unidos los Idilios del Rey. Los primeros se publicaron en 1 8 5 9
poema sin igual en extensión durante los dos últimos siglos. El
y obtuvieron un éxito extraordinario, vendiéndose muchos
poeta ha levantado un edificio tan sólido y durable como bello;
miles de e,emplares en el corto espacio de seis semanas. No
un edificio capáz de resistir sin menoscabo á las injurias del
podía ser de otro modo, dadas las condiciones de la obra, de esa
tiempo.
obra maravillosa en la que el autor, con el sublime vuelo del
El reputado escritor y hombre público don Lope Gisbert ha
genio ha logrado, sin perder su característica individualidad
hecho un gran servicio á-nuestra literatura poniendo en verso
trasladarnos á la época del rey Arturo, y presentar ante nosotros!
castellano el tercero y el quinto de los Idilios del Rey. Es un tra-
en atrevido relieve, los caballeros de la Tabla Redonda. Los idi-
bajo verdaderamente admirable por todos conceptos, y espera-
lios (nos parece inútil advertir que por idilio entendemos como
mos que el señor Gisbert no abandonará la empresa tan glo-
los antiguos un poema de cortas dimensiones y no precisamente
riosamente empezada, y pondrá también los otros ocho idilios
un poema pastoril) son diez, titulados : La Venida de Arturo
en la hermosa lengua de Castilla.
Gareíh y Lynetie, Gerain y Enid, Merlin y Bibiana, Langarote y
Y a solo nos resta hablar de Mr. Tennyson como autor dra-
Elena, El Santo Grial, Pelleas y Barre, El último torneo• Ginebra
mático. El Poeta Laureado, cual si deseara hacer ostentación
y LaParUda de Arturo.En estos poemitas llama entre otras co-
de las múltiples dotes con que le adornó la naturaleza, ha que-
sas la atención el colorido de los cuadros; y la belleza del es-
rido cultivar , y ha cultivado con éxito dichoso , un campo ja-
tilo es t a l , que no es dable concebir nada más perfecto y aca-
más hollado por Milton y fuera del alcance de Wordswortk.
bado. Pero, prescindiendo de todo eso, ¿no es verdaderamente
Sin que creamos como algunos que los dramas Queen Mary y
admirable la empresa tan felizmente llevada á cabo por Mr Ten-
Harold, que son los que hasta ahora ha escrito Mr. Tennyson,
nyson ? En una época tan prosáica y tan positivista como la
sean tan buenos como muchos de los dramas de Shakspeare, es
nuestra, ese soñador sublime ha sabido remontarse á regiones
innegable que Queen Mary abunda en pasajes da rara belleza,
donde no llega la vista del común de los mortales, y p e r e -
mientras que Harold , que es tal vez una obra menos poética,
cer allí envuelto en sus propias creaciones , hasta conocer per-
posee en más alto grado la verdadera forma dramática. Por eso
fectamente al R e y Arturo y á sus caballeros, y , por decirlo así
nosotros lo preferimos al primero. Hay sobre todo en Harold
identificarse con ellos. Si no tuviese otros títulos de grandeza
una escena — la escena del juramento — admirable por su vi-
esa proyección fuera de sí mismo bastaría para hacerkacreedor
gor , por su energía , y que no tiene nada que envidiar á las
al dictado de gran poeta ; pero no ha cogido flores en el jardín
obras del gran autor dramático de la era de Isabel. Además, el
de nadie. Sus creaciones son propias suyas , y no están funda-
último R e y Sajón es un digno protagonista del drama, una
das sobre anteriores concepciones de otros poetas. Estas leyen-
creación noble y elevada, un ser impulsado por la ambición y
animado de las más grandes pasiones humanas. Mr. Tennyson
te y robusto autor de los grandes dramas históricos. En el alma
está escribiendo un tercer drama, que esperamos confiadamen- del autor de Enoch Arden, de The Princess, de Maud, de Harold
te no será el último que salga de su privilegiada pluma. y de Oueen Mary, vive el verdadero espíritu de la historia y de!
El Poeta Laureado, que desde muy temprano se afilió en la genio inglés. »
escuela de los lakisías, ilustrada por Coleridge y tantos otros,
Parécenos que lo que llevamos dicho basta para dar una idea
pero que se ha mostrado siempre mucho más cuidadoso que
aproximada de la peculiar índole del poeta , y de las cualidades
ellos de la belleza de la forma, ha sido llamado el más clásico de
que principalmente le distinguen; p e r o , sin embargo , no po-
los románticos ingleses. Sus obras, al menos las más notables, se
demos resistir á la tentación de transcribir el juicio emitido por
han traducido á casi todas las lenguas de E u r o p a , y el autor
Barnett Smith acerca del poeta y de sus obras en general.
goza fuera de su país casi de tanta celebridad como en Inglate-
« Mr. Tennyson — d i c e el insigne critico cuyas palabras hemos
rra. Hace ya unos veinte años que un critico francés se expre-
repetido tantas veces en las páginas precedentes — e s , aunque
saba acerca de él en los siguientes términos : « Mr. Tennyson
algo amanerado, el más dulce poeta lírico y el mejor y más vi-
sobresale en la pintura de los sentimientos tiernos y delicados:
goroso poeta idílico de nuestros días. Es un artista consumado.
su sensibilidad natural se muestra en hermosos versos elegiacos,
Su versificación cadenciosa y llena de armonía es intachable •
sonoros y armoniosos; el carácter religioso y moral de sus
además , está indudablemente dotado de un esquisito gusto y
obras ha contribuido grandemente á su popularidad.» En Espa-
de un discernimiento infalible. Su sencillez y su pureza son el
ña , donde este poeta es todavía tan poco conocido ( i ) , ha ha-
pasmo de sus admiradores , mientras que su rectitud y su ele-
bido sin embargo un escritor que , aunque incidentalmente , le
vado espíritu religioso son superiores á todo elogio. Se ha ha-
ha elogiado en los más calurosos términos. Ese escritor es el
blado muchas veces de la llaneza de su lenguaje. En el proemio
distinguido periodista y orador bilbaíno D. Camilo de Villaba-
de In Memoriam , que consta de unas trescientas palabras, sólo
s o , quién después de llamar á Tennyson tierno, elegante y
hay unas treinta ó cuarenta, es decir, la décima parte — que
excelso poeta, añade : « Eñ Tennyson se reúnen un ingenio
no sean monosílabos, y próximamente la misma proporción
noble y lozano , una fantasía serena, un alma elevada, un co-
se observa en toda la obra : singular y sorprendente muestra de
razón nobilísimo y ardiente, un sentido intimo y maravilloso
la sencillez del lenguaje. Se ha dicho que el de Mr. Tennyson
del espíritu de la historia de su país , un sentimiento de familia
es el más hermoso que se conoce desde que se tradujo la Biblia,
delicadísimo y tierno , y una moralidad perfecta. El gran Poeta
y ciertamente este autor ha mostrado de qué manera el pensa-
Laureado es el cantor de los idilios más dulces, más sentidos,
miento más sublime puede ir unido á los vocablos más humil-
y encantadores que ha producido la lengua inglesa, y el poten-
des y familiares de nuestra lengua materna. Así se explica el
que este autor, que es el autor predilecto de las personas ilus-

(i) En cambio son muy conocidos Paul y Henri J e Kock , y vayase lo uno por lo otro. tradas y eruditas, sea igualmente comprendido por la gente
más ignorante y ruda. Pocos poetas han dejado oir sonidos tan reado. En España no se cotizan los versos á tan alto precio.
dulces, melodías tan delicadas y exquisitas. Su influencia se ha Aquí tenemos otras aficiones. En esta bendita tierra se podría
extendido tanto , que si exceptuamos á Roberto Browning, to- comprar un poema por lo que cuesta un palco de sol para ver
dos nuestros poetas contemporáneos se le han rendido y le han una corrida de toros , y día llegará, y tal vez no esté lejano, en
imitado consciente ó inconscientemente, del mismo modo que que los poetas, convencidos al fin de que para salir de apuros
el genio de Byron y Shelley dejó profunda huella en las obras 110 les queda otro recurso que hacerse toreros, se despidan de
de sus coetáneos. Finalmente, podemos decir de Mr. Tenny- las musas y cultiven el noble arte de Pepe-Hillo. Vivir para ver.
son , que no hay entre sus obras principales ninguna que el Terminemos enviando un cariñoso saludo al venerable an-
mundo perdería sin gran sentimiento. Ocupa dignamente, y ciano, que, retirado en su magnífica quinta de Farringford,
con universal beneplácito, el puesto de Poeta Laureado, puesto cerca de Freshwater ( 1 ) , en la hermosa isla de W i g h t , sigue
que él ha exaltado , y es que Mr. Tennyson representa el jui- consagrando sus vigilias á la noble empresa que le ha valido
cio más sano y más profundo, la cultura, el espíritu artístico y tantos inmarcesibles lauros. El poeta no debe contentarse con
la pureza de su siglo. » deleitar á la humanidad con la belleza de sus creaciones, debe

Alfredo Tennyson es ya anciano ; pero no por eso trabaja al mismo tiempo tratar de ennoblecer al hombre inculcándole

con menos ardor, y cada nueva producción de su fecunda fan- elevados y generosos sentimientos, dulcificando sus costum-

tasía parece más bella, si cabe, que las precedentes. Todavía bres y empujándole por la senda del progreso. Tal es la altísima

resuena en nuestros oídos su bellísimo canto sobre la heroica misión del poeta, y muy pocos la han comprendido como

defensa de L u c k n o w , que el autor ha dedicado á la memoria Mr. Tennyson. Quisiéramosle, sin embargo, más cosmopolita;

de la virtuosa y malograda Princesa Alicia, víctima de su amor porque un poeta, y sobre todo un poeta de su talla, es ante

á sus hijos. La dedicatoria es una poesía de levantado estro, todo el cantor de la humanidad, sin dejar por eso de ser el

que ha herido las fibras más delicadas del pueblo inglés. Pero cantor de su patria. La misión de los poetas es una misión de

eso es un privilegio inherente á todas las producciones del gran reconciliación y de amor. Gracias á ellos , tal vez no siempre

Poeta Laureado ; así es que los editores se disputan sus obras serán irrealizables utopias, esas generosas ideas de fraternidad

con el mayor empeño. Aún hace poco tiempo que el propieta- humana y de federación universal que han germinado en nues-

rio de un periódico norte-americano dió á Mr. Tennyson más tro siglo al calor de la libertad y á luz de la civilización.

de io.ooo reales por una poesía que constaba apenas de dos- ¡ Qué la luz esplendorosa que de las verdes colinas de Fresh-
cientos versos; pues bien, cuando eso se supo en E u r o p a , un
periódico inglés se apresuró á declarar que en adelante pagaría
(1) La aldea de Freshwater se halla situada en el extremo occidental de la isla de Wight,
á razón de una guinea, ó sean 105 rs. por cada verso cuantas en la singular península que forman el canal de la Mancha y el rio Y a r y el estuario del
mismo nombre y el estrecho del canal de Solent, que los ingleses llaman The Solml Sea ( el
composiciones poéticas tuviera á bien remitirle el Poeta Lau- mar Solent), y que se extiende entre la isla y la costa meridional de Inglaterra,
XXII ALFREDO TENNYSON

water, pobladas de olmos gigantescos, ilumina de un modo


maravilloso, no solo las sosegadas aguas del Ya/, las encrespadas
ondas del mar de Solent y la antigua Vectis, sino todas Jas islas
británicas, y cuyos fulgidos destellos llegan hasta los más re-
motos países de la tierra, no se extinga todavía durante mucho
tiempo ! ¡ Qué el noble anciano en cuya augusta frente se en-
trelazan los cabellos de plata , bello pero perecedero adorno de
la senectud, con las verdes hojas de inmarcesible corona, viva
todavía luengos años para contento de los que le aman y para
bien de las letras y delicia de la humanidad !

V I C E N T E DE A R A N A .
XXII ALFREDO TENNYSON

water, pobladas de olmos gigantescos, ilumina de un modo


maravilloso, no solo las sosegadas aguas del Ya/, las encrespadas
ondas del mar de Solent y la antigua Vectis, sino todas Jas islas
británicas, y cuyos fulgidos destellos llegan hasta los más re-
motos países de la tierra, no se extinga todavía durante mucho
tiempo ! ¡ Qué el noble anciano en cuya augusta frente se en-
trelazan los cabellos de plata , bello pero perecedero adorno de
la senectud, con las verdes hojas de inmarcesible corona, viva
todavía luengos años para contento de los que le aman y para
bien de las letras y delicia de la humanidad !

V I C E N T E DE A R A N A .
EIS esa elevada costa erizada de peñas-
c o s , que parece desafiar al m a r y burlar-
se de su f u r i a ? N o creáis q u e siempre
ha resistido victoriosamente al incesante
embate de las olas. H a y un p u n t o en
q u e los peñascos han sido rotos y arran-.
cados del l u g a r que o c u p a r o n , dejando una abertura cu-
bierta de e s p u m a y de amarillenta arena. M á s allá vénse
algunas casas de tejados r o j o s , agrupadas al lado de u n
p e q u e ñ o m u e l l e ; m á s lejos se divisan las ruinas de una
iglesia, y m á s arriba u n a larga calle sube á un m o l i n o de
elevada torre. D e t r á s del m o l i n o descúbrese u n a meseta
en la que se vén algunas tumbas danesas ( i ) , y un bos-
mana , diciendo : « — Esta es mi casa y esta es mi m u -
que de avellanos, frecuentado en otoño por gentes que
jercita.» « — Mía t a m b i é n » , decía F e l i p e , « cada uno
van á recoger el sabroso fruto , florece en una hondo-
su turno. » Si de ahí venían á r e ñ i r , Enoch , como más
nada que se halla en el centro de la meseta, hondonada
fuerte, quedaba dueño de la casita; entonces Felipe, lleno
semejante á un tarro de flores.
de impotente cólera y con sus azules ojos inundados de
* lágrimas, gritaba : « — E n o c h , te aborrezco <>; y á esto
* *

la mujercita l l o r a b a , y les pedía que no riñesen por su


Hace cien años que en esta playa acostumbraban á j u -
causa , pues sería mujercita de los dos.
gar tres n i ñ o s ; Anita L e e , la m a s ' l i n d a jovencita del
puerto; Felipe R a y , único hijo del m o l i n e r o , y Enoch *
*
*

A r d e n , hijo de un rudo marino que pereció en un n a u -


Pero cuando pasaron los albores de la rosada infancia,
f r a g i o , dejándole en la orfandad. Allí jugaban entre ta-
y Felipe y Enoch sintieron el calor del ascendente sol de
blas , cabos adujados , ennegrecidas redes de pescar, á n -
la vida, ambos fijaron el corazón en aquella joven. Enoch
coras de mohosa l e n g ü e t a , y botes destrozados que el
declaró su a m o r , pero Felipe amaba en silencio; y aun-
mar arrojaba á la orilla. Construían castillos de movediza
que la joven era más bondadosa con F e l i p e , amaba á
arena, y divertíanse viéndolos inundarse; ó siguiendo á
Enoch inconscientemente, y lo habría negado si se lo hu-
las olas y huyendo de ellas , dejaban sobre la playa la pe-
biesen preguntado. Resolvió Enoch acumular todos los
queña huella de sus piés , que el agua se encargaba de
ahorros posibles , para comprar un barco de pescar y h a -
borrar diariamente.
cer una casa para A n i t a ; y prosperó de tal suerte, que
bien pronto f u é difícil encontrar, por muchas leguas á lo
*
* *.
largo de aquella c o s t a , un pescador más afortunado, más
Debajo de los peñascos había un antro angosto, donde atrevido , y más avisado y diligente en los momentos de
los niños jugaban á casitas; Enoch era el amo un día y peligro. T a m b i é n sirvió un año á bordo de un buque
Felipe el siguiente : Anita era siempre la señora : Pero á mercante, haciéndose de ese modo un completo marine-
veces Enoch se posesionaba de la casa por toda una se- ro ; nadador temerario, tres veces se había arrojado al
mar para salvar la vida de un compañero ó la de un extra-
ño , consiguiendo siempre arrancar su presa á las enfure-
( i ) Reliquia de las irrupciones de los dinamarqueses en la Gran
Bretaña. cidas olas y á las impetuosas corrientes, de modo que
todos le miraban con cariño. M a y o , el risueño mes de
las flores , no había pasado veintiún veces sobre su cabe-
za , y él y a había comprado un barco de pescar, ya había
hecho una casa para Anita , una casita limpia y bonita,
semejante á un nido, á medio camino en la larga y empi-
nada calle que sube hacia el molino.

*
* *

Una brillante tarde de verano hicieron día de jolgorio


los muchachos y muchachas del pueblo , y provistos de
sacos y canastas de todas formas y t a m a ñ o s , fueron al
bosque á recoger el delicioso fruto de los avellanos. Felipe
se retardó como una h o r a , pues su padre se hallaba en-
fermo y le necesitaba; pero cuando hubo trepado á lo
alto de la c o l i n a , y justamente en el sitio en que el terre-
no empieza á deprimirse y á hacerse más frondoso á me-
dida que desciende á la h o n d o n a d a , divisó á la joven pa-
reja , E n o c h y Anita , sentados al lado uno de otro y asi- A l fin Enoch y Anita se casaron , y las campanas de la

dos de las m a n o s : los grandes ojos pardos de Enoch y su parroquia anunciaron la boda alegremente : alegremente

curtido rostro parecían enteramente inflamados por un pasaron los años , siete años felices, siete años de salud y

tranquilo y sagrado fuego. Felipe miró , y en sus ojos y bienestar, mutuo amor y trabajo honrado. Dios bendijo

semblantes leyó su sentencia; luégo , como sus rostros su unión dándoles hijos: nació primeramente una niña,

se juntasen, lanzó un gemido y se alejó arrastrándose á quien Enoch llamó Anita como á su madre. L o s prime-

hasta lo más profundo del bosque; allí, mientras los de- ros lloros de la niña despertaron en el rudo pescador el

más se divertían ruidosamente, tuvo ¿ 1 , oculto á las m i - noble deseo de ahorrar la m a y o r parte posible de sus ga-

radas , su hora de tristeza, de suprema a m a r g u r a ; luégo nancias , á fin de dar á su hija una educación mejor que

levantóse y se f u é , llevando en su corazón un deseo que la que él y su esposa recibieran; noble deseo que se re-

debía durar toda su vida. novó cuando , dos años después, vino un muchacho á
entonces rogaba á Dios de este modo : « — ¡ O h ! ¡ sál-
ser el rosado ídolo de la soledad de Anita, mientras Enoch
vense ellos de tanta a m a r g u r a , sea cual fuere la suerte
se hallaba batallando con la irritada mar ó en una de sus
que me está reservada ! » Hallábase orando de este modo,
frecuentes excursiones tierra adentro ; porque en verdad,
cuando el dueño del buque en que Enoch había navegado,
el moreno y curtido rostro de E n o c h , enrojecido por los
teniendo noticia de su infortunio , vino á verle , pues co-
vientos del invierno, su blanco caballo y su cesta de mim-
nocía á nuestro hombre y sabía apreciarlo. Díjole que su
bres que contenía los despojos arrancados al Océano , no
buque estaba destinado para la China, y que aún no tenía
solamente eran conocidos á la cruz del m e r c a d o , sino
contramaestre. Todavía pasarían muchas semanas antes
también en los frondosos caminos que se extienden detrás
de que se hiciese á la vela. ¿ Quería Enoch aceptar el
de la meseta hasta la solitaria mansión señorial, cuya co-
puesto vacante ? Enoch aceptó sin v a c i l a r , regocijándose
mida del viernes proveía Enoch.
al ver que su oración había sido escuchada.
*
* *
*
* *

Pero como todas las cosas humanas c a m b i a n , también


Y a su desgracia no aparecía á sus ojos más grave que la
en la existencia de Enoch se operó un cambio. Diez mi-
nubecilla que cubre durante algunos instantes el radiante
llas al norte del pequeño puerto hallábase otro mucho
rostro del s o l ; sin embargo, preocupábale la idea de de-
más vasto , donde Enoch iba frecuentemente , y a por tie-
jar á su esposa y á sus hijos. Tendido en su lecho, Enoch
rra , y a por mar. Una vez que se encontraba a l l í , como
reflexionó largamente, y decidió lo que había de hacer.
tuviese que subir á un palo en el p u e r t o , se le fueron los
Era preciso vender su barquito de pescar, y eso que le te-
piés y cayó , lastimándose gravemente. Mientras que es-
nía mucho cariño, porque ¡ cuántos terribles temporales
tuvo ausente de su h o g a r , restableciéndose de su caída,
había arrostrado en é l ! — le conocía como un jinete c o -
su mujer le dió otro h i j o , un niño débil y enfermizo :
noce á su caballo. P e r o , á pesar de t o d o , era preciso
a d e m á s , como su restablecimiento fué algo l e n t o , otra
venderlo, á fin de comprar, con el producto de su venta,
mano se atravesó en su pequeño comercio , arrebatándole
provisiones y abastos para poner á su mujer una tiendeci-
su pan y el de los s u y o s ; así es que, aunque era hombre
ta , bien provista de todo lo que necesitan los marinos,
grave y timorato y de ánimo sosegado , fué presa de la
para que pudiese atender á las necesidades de la casa du-
duda y la melancolía. Parecíale v e r , como en una horri- rante su ausencia. ¿ No comerciaría él por su cuenta en la
ble pesadilla , á sus hijos viviendo en la miseria y en la China ? ¿ N o era probable que hiciese aquel viaje más de
estrechéz, y á aquella, á quien a m a b a , mendigando:
una vez ? Acaso iría dos ó tres v e c e s ; tantas como fuese
opuso á la voluntad de su m a r i d o ; más no con vocingle-
necesario. A l fin volvería con una suma considerable, y
ra oposición , sino con muchas súplicas, muchas ardien-
se haría dueño de un barco mejor y de mejores aperos de
tes lágrimas y tristes besos. C o m o estaba segura de que
pescar; por cuyo medio obtendría mayores ganancias, su
tan solo desgracias vendrían de e l l o , le rogó que no se
vida sería más desahogada, podría educar á todos sus lin-
f u e s e , si es que la amaba y amaba á sus hijos, y le preo-
dos niños, y pasaría sus días en paz rodeado de los suyos.
cupaba su bienestar. Pero él no se inquietaba por las fati-
gas y peligros de un viaje tan largo , porque estaba dis-
puesto á sobrellevar con paciencia toda clase de trabajos,
Iodo lo arregló Enoeh en su siempre que redundasen en beneficio de su mujer y de
m e n t e ; todo , hasta el menor de- sus h i j o s ; así es que, aunque vivamente afligido al ver el
talle , y y a restablecido , apresuró-
dolor de Anita , se mantuvo firme en su resolución.
se á volver al lado de Anita.
*
Encontróla pálida, y ocu- * *

pada en dar de mamar al


Separóse , pues ,. Enoch para siempre de su barquito,
niño enfermizo que nacie-
su antiguo amigo del m a r ; compró á Anita toda clase de
ra durante su ausencia. Así
abastos para buques, y púsose á trabajar para arreglar el
que ella le v i ó , levantóse
saloncito que daba á la c a l l e , y hacer en él alacenas, ba-
como empujada por un re-
zares y armarios para colocar los artículos comprados. Y a
sorte , corrió hacia él lan-
no descansó hasta dejarlo todo terminado: el ruido del
zando un grito de gozo , y
martillo , del hacha , de la barrena y de la sierra no cesa-
puso la débil criatura en sus brazos. T o m ó l a Enoch,
ba durante todo el d í a , y á la pobre Anita le parecía que
palpó todos sus miembros, evaluó su peso, y la hizo mil
oía levantar su propio cadalso. Llegó la víspera del día de
paternales halagos; más no tuvo valor de descubrir sus
la partida de E n o c h , y su prodigiosa actividad pareció re-
proyectos á Anita hasta el día siguiente, que f u é cuando
doblarse ; así es que para la noche todo estaba terminado
se los comunicó.
( verdad es que el espacio era muy reducido) : su cuida-
dosa y hábil mano lo había pulido y ajustado todo , casi
E n t o n c e s , por la primera vez desde que el anillo nup- tan bien como la naturaleza envuelve á la flor en el lindo
cial que Enoch la diera hubo ceñido su dedo , Anita se capullo. Hasta entonces no le dejara descansar su febril
3MHM9MS

ENOCH ARDEN.

impaciencia por terminar la obra que dedicaba.d A n i t a ; ideas á cosas más g r a v e s , y empezó á s e r m o n e a r , en el
e n t o n c e s , viéndola t e r m i n a d a , detúvose fatigado, acostó- rudo lenguaje de los marinos, ¿obre la Providencia divina
se , y durmió profundamente hasta la mañana. y la confianza en el c i e l o , Anita oíale y n o le o í a , seme-
jante á la joven campesina que coloca su cántaro debajo
del cristalino m a n a n t i a l , y pensando en el que a c o s t u m -
E n o c h arrostró con intrepidez aquella triste m a ñ a n a de braba llenárselo en días más felices , oye y n o o y e el r u i -
despedida. Hubiérase reído de los temores de A n i t a , sino do del a g u a , y no se apercibe de que el cántaro se ha
porque la veía tan afligida ; sin embargo , E n o c h , c o m o llenado y el agua está rebosando.
hombre valiente , pero temeroso de D i o s , h u m i l l ó s e ante
*

A q u é l que no desdeñó hacerse hombre por salvarnos , y * *

le rogó que bendijese á su mujer y á sus hijos , aunque á A l fin e x c l a m ó : — « ¡ O h , E n o c h ! tú sabes m u c h o , y


él le aconteciera cualquier d e s g r a c i a , y dijo : « — A n i t a : s i n embargo , á pesar de todo tu s a b e r , el corazón m e
este viaje será , con la ayuda de D i o s , origen de prospe- dice que jamás contemplaré y a tu rostro. »
ridad para todos nosotros. Haz que en el hogar arda.para
*
* *
mí constantemente un brillante f u e g o , p o r q u e he de vol-
v e r cuando menos lo p i e n s e s , amor m í o ! » L u é g o me- — « E n ese caso , A n i t a , y o contemplaré el tuyo » , re-
ciendo suavemente la cuna en que dormía el n i ñ o , aña- puso Enoch. « Y a sabes que día debe pasar á la vista de
dió : « — Dios bendiga también á este lindo, débil peque- este puerto el buque en que v o y ; pues b i e n , busca u n
ñuelo , á quien quiero aun más á causa de su debilidad y anteojo m a r i n o , columbra mi rostro , y ríete de todos

poca salud : cuando v u e l v a , le sentaré sobre mis rodillas, tus temores. »

y le contaré cuentos de países extraños que le diviertan.


*
* *
— V a m o s , Anita , v a m o s ; cobra ánimo antes de que m e
vaya. » P e r o cuando llegó el terrible m o m e n t o de la separación,
E n o c h le dijo : —- « Anita , a m o r m í o , a n í m a t e , consué-
late, cuida bien á los niños, y mantenlo todo bien o r i e n -

E l l a , o y e n d o sus palabras llenas de esperanza, casi em- tado hasta mi regreso , pues y a no puedo detenerme aquí

pezaba también á albergar la esperanza en su sencillo co- ni un m o m e n t o . N o temas p o r m í , ó si es que temes,

r a z ó n ; pero cuando E n o c h volvió la corriente de sus pon toda tu esperanza en D i o s : esa ancla nunca puede
faltar. ¿ N o tiene É l su morada en el extremo Oriente,
allá donde el sol se muestra al rayar el día ? ¿ Acaso me
alejo de É l navegando hacia allá ? Y además , el mar es
s u y o ; s í , el mar es s u y o : É l lo hizo. »

*
* s

Enoch se levantó , estrechó en sus fuertes brazos á su


desfallecida esposa, y besó á sus h i j o s , asombrados de
aquella solemne despedida. C o m o el más joven , el niño
enfermizo , estaba durmiendo profundamente después de
una noche de febril desvelo, Anita quiso levantarlo, pero
Enoch dijo : — « N o le despiertes, déjale d o r m i r ; el po-
brecito es m u y joven aún para que pueda acordarse jamás
de mi despedida. » P o r eso, acercándose silenciosamente,
le besó en la cuna. P e r o Anita cortó de la frente del niño
un pequeño rizo y se lo dió (reliquia preciosa que Enoch
guardó s i e m p r e ) ; entonces él cogió apresuradamente su
l i o , agitó la mano en señal de despedida, y se marchó.

Cuando llegó el día en que el buque debía pasar á la


vista del p u e r t o , Anita buscó prestado un anteojo mari-
no , pero fué en v a n o ; porque , sea que no acertase á
arreglarlo á su v i s t a , sea que sus ojos se hallasen ofusca-
dos y trémulas sus m a n o s , no pudo verle, á pesar de que
é l , de pié en el p u e n t e , no cesaba de saludarla con la
mano. A s í , p u e s , pasó el momento oportuno', y se alejó
la nave.
A n i t a no apartó de ella los ojos hasta que desapareció
c o m p l e t a m e n t e en el h o r i z o n t e , y entonces v o l v i ó á su
casa l l o r a n d o a m a r g a m e n t e . E l t i e m p o no debilitó su do-
lor ; lamentaba la ausencia de su marido tan p r o f u n d a -
m e n t e c o m o si éste se hallara y a descansando en el frío
lecho del c e m e n t e r i o , y no l l e n o de vida y de esperanza
á bordo del Buenaventura. M á s , á pesar de su i n m e n s o
d o l o r , hizo todos los esfuerzos posibles por seguir las re-
c o m e n d a c i o n e s de E n o c h ; desgraciadamente no prosperó
en su comercio , pues no había aprendido á t r a f i c a r , ni
tenía la sutileza q u e p o d í a haber reemplazado á su falta
de e x p e r i e n c i a , siendo además incapaz de m e n t i r y de
pedir m á s de su precio por los artículos q u e v e n d í a . F r e -
cuentemente , v i e n d o el m a l aspecto de sus n e g o c i o s , se
decia : — « ¿ Q u é diria E n o c h de mí ? » P o r q u e m á s de
m
u n a vez , en días de estrechez a n g u s t i o s a , había v e n d i d o
'li
sus mercaderías p o r m e n o s de lo que diera p o r ellas al
c o m p r a r l a s . Entristecíase , pues , y decaía su á n i m o , y
esperando siempre noticias de E n o c h , que n u n c a l l e g a b a n ,
g a n a b a para los s u y o s u n escaso sustento , y llevaba una

v i d a de silenciosa m e l a n c o l í a .

*
* *

E l m á s j o v e n de los n i ñ o s , aquel q u e desde su n a c i -


m i e n t o f u e r a débil y e n f e r m i z o , pareció debilitarse aún
m á s , a u n q u e A n i t a le prodigaba los cuidados m a t e r n a l e s :
sin e m b a r g o , sea p o r q u e sus ocupaciones le alejaban de
él con demasiada frecuencia , sea p o r la falta de m e d i o s
para pagar el consejo de un buen médico, después de un
avergonzó á Felipe ; sin embargo , batallando su timidéz
lento padecer y antes de que su madre se apercibiera de
con su ternura, acercóse á ella y le dijo :
ello , semejante al pájaro enjaulado que al ver la puerta
*
abierta se escapa de repente, la inocente alma del tierno
niño voló al cielo.
— « He venido á hablaros de lo que deseaba E n o c h ,
* vuestro marido : y a sabéis que siempre he dicho que es-
* *
cogisteis el mejor hombre del puerto, un hombre fuerte
Pocos días después de su entierro , el sincero y fiel co-
y lleno de energía. T o d o lo que deseaba su corazón sabia
razón de F e l i p e , ansioso por la felicidad de Anita, empe-
él llevarlo á cabo con una admirable perseverancia. ¿ Por
zó á reprocharle por haber permanecido tanto tiempo ale-
qué os dejó sola y emprendió ese penoso viaje ? ¿ Por
jado de e l l a , pues no la había visto desde la partida de
ver el m u n d o , ó por placer ? N o ciertamente, sino á fin
Enoch. - « P a r é c e m e » se dijo F e l i p e , « q u e puedo y
de poder dar á sus hijos una educación mejor que la que
debo i r á v e r l a ; tal vez podré consolarla ó serle útil en
recibiera él ó recibierais vos ; tal era su deseo. Si vuelve,
algo. » Llegóse, pues, á la casa de la mujer de su antiguo
se apesadumbrará al ver que se han perdido las preciosas
c o m p a ñ e r o , atravesó la tiendecita, en la cual no vió á
horas de la mañana de la v i d a , cuando sus niños estaban
nadie, se detuvo cerca de una puerta interior, y la golpeó
más dispuestos á recibir una instrucción útil y saludable.
por tres veces. C o m o nadie viniese á abrirle, Felipe entró;
Y si no vuelve , turbaría la paz de su sepulcro el saber
pero Anita, que estaba sentada pensando en el pobre niño
que sus hijos crecen en la más completa ignorancia, si es
que había perdido, no quería ver ningún rostro humano;
que puede llegar á la tumba el conocimiento de lo que
así es que volvió el suyo hacia la pared y empezó á sollo-
pasa entre los vivos. — Ahora bien , A n i t a , ¿ no nos h e -
zar. Entonces F e l i p e , un tanto picado, le d i j o , si bien
mos conocido durante toda nuestra v i d a ? O s ruego, por
con cierta vacilación : - « A n i t a , he venido á pediros un
el amor que tenéis á él y á sus hijos, que no me rehuséis
favor.»
lo que os pido , porque si queréis , cuando Enoch vuelva
me ha de pagar... esto e s , si vos queréis que me pague,
*
* *
Anita , porque soy rico y no lo he menester. Dejadme
que ponga á los niños en la escuela : ese es el favor que
Ella respondió con un gemido : - « ¡ A pedir un favor
he venido á pediros. »
á un sér tan triste y desamparado como y o ! » El tono de
ligero enojo claramente perceptible en su respuesta, casi
Entonces Anita , sin separar la frente de la pared, con-
compróles los libros necesarios, y m i r ó por ellos con tan-
tra la cual la tenía a p o y a d a , respondió : — « T e n g o un
ta solicitud c o m o si hubieran sido hijos s u y o s . P e r o teme-
aire tal de estupidéz y desaliento, que no m e atrevo á
roso , por causa de Anita , de la ociosa charla de las co-
miraros. C u a n d o llegasteis, mi pesar me a b r u m a b a ; ahora
madres del p u e r t o , frecuentemente negaba á su corazón
creo que vuestra bondad me abruma aún más. Pero
su más querido deseo , y solo raras veces cruzaba el u m -
E n o c h vive, estoy segura de ello, y os pagará á su vuelta,
bral de la tiendecita; sin e m b a r g o , enviábala con los niños
pues el dinero puede p a g a r s e ; lo que no se puede pagar
regalos consistentes en hortalizas y f r u t a s , las más tem-
es una bondad c o m o la vuestra. »
pranas y más tardías rosas de su jardín, conejos de la lla-
* nura , y de v e z en c u a n d o , so pretexto de la excelencia
* *
del trigo (para de ese m o d o quitar á su acción toda apa-
Y Felipe preguntó : — « ¿ E s riencia de una obra de caridad) , enviábala harina de su
decir que me dáis vuestro p e r -
elevado m o l i n o , que silbaba en lo más alto del pueblo.
miso , Anita ? »
*
* *
*
* *
P e r o F e l i p e no trataba de sondear el corazón de Anita:
Entonces ella se v o l v i ó brus- cuando iba á v e r l a , apenas podía e l l a , cuyo corazón e s -
camente , l e v a n t ó s e , fijó en él taba rebosando , pronunciar de u n m o d o balbuciente una
sus ojos inundados de lágrimas frase de gratitud. T a n cortas eran sus visitas. E n cuanto
y contempló un momento su á los n i ñ o s , pronto profesaron al buen molinero un afec-
bondadoso rostro. L u é g o , al mis- to entrañable. C u a n d o le veían en la c a l l e , corrían desde
T5v-v:
m o tiempo que llamaba sobre la lejos á su encuentro, y correspondían cariñosamente á su
cabeza de Felipe la bendición del cordial a c o g i d a ; ellos eran los verdaderos dueños de su
c i e l o , tomó su m a n o , la estrechó con ardor, y retiróse á casa y de su m o l i n o ; fatigaban sus oídos con la relación
un aposento inmediato. E n cuanto á é l , se f u é con el de sus insignificantes contrariedades y sus infantiles p l a -
corazón más desahogado y tranquilo. ceres ; jugaban con é l , y le llamaban « padre Felipe. »

*
E n o c h perdía en sus c o r a z o n e s , á medida que F e l i p e g a -
* *
naba en e l l o s ; pues E n o c h les parecía i n c i e r t o , oscuro,
Felipe puso al muchacho y á la niña en la escuela, impalpable c o m o una v i s i ó n , c o m o un h o m b r e que se
columbra á los primeros albores del día en el extremo de y encorvando unas ramas y rompiendo otras para despo-

una calle de árboles , caminando con rumbo desconoci- jarlas de sus morenos racimos, pronto llenaron las cestas

do. Así pasaron diez años desde que Enoch dejara su ho- con el agradable fruto. Sus alegres gritos resonaban ince-

gar y su país nativo , sin que de él se tuviera la menor santemente en todo el bosque.

noticia.

*
* *

Sucedió una tarde que los hijos de Anita , deseando ir


con otros niños á recoger avellanas al bosque en compa-
ñía de su m a d r e , fueron al molino á rogar á « papá Feli-
pe » que les acompañase. Encontráronle completamente
blanco de h a r i n a , semejante á la laboriosa abeja envuelta
en el polen de la flor, y le dijeron : — « Venid con n o s -
o t r o s / padre Felipe. » Negóse él al principio , pero como
los niños le agarrasen y quisiesen llevarle por fuerza, rió-
se y cedió prestamente á su d e s e o ; porque ¿ no iba Anita
á ir con ellos ?

*
* *

Habían y a explorado la mitad de la espaciosa llanura,


y hallábanse justamente en el sitio en que el terreno em-
pieza á deprimirse y á hacerse más frondoso á medida
que desciende á la hondonada, cuando á Anita le faltaron
Sentado Felipe al lado de Anita , olvidó por un instan-
las f u e r z a s , y dijo que deseaba descansar. S e n t ó s e , pues,
te su presencia, y recordó los tristes momentos que pasa-
sobre el verde césped, y Felipe se sentó á su lado m u y
ra en el mismo sitio cuando con el corazón herido se
contento. L o s niños se alejaron lanzando gritos de júbilo,
arrastró hasta lo más profundo y sombrío del bosque. A l
descendieron tumultuosamente por entre los avellanos
fin d i j o , levantando su honrada f r e n t e : — « ¡ C ó m o se
hasta lo más profundo de la hondonada, se dispersaron,
divierten los niños en el bosque ! ; Oís sus gritos de pla- de tantos tristes años de penosa incertidumbre, gozar de
cer ? » Y como ella no desplegase los l a b i o s , Felipe aña- tanta felicidad como Dios concede á sus más favorecidos
dió : — «¿ Estáis muy cansada, A n i t a ? » Esta dejó caer la hijos. Pensad en ello ; y a sabéis que me hallo en buena
cabeza sobre las m a n o s , y continuó silenciosa. Entonces posición, sin parientes, sin cuidados, sin cargas, excepto
é l , ligeramente incomodado , le dijo : — « ¡ E l buque se mi cuidado de vos y los vuestros. A d e m á s , nos hemos
perdió ! ¡ el buque se perdió ! no penséis más en ello. ¿ O conocido durante toda la vida, y os he amado por mucho
es que queréis mataros, y hacer á vuestros hijos comple- más tiempo de lo que imagináis. »
tamente huérfanos? » — « ¡ N o sé explicarme el por qué »,
*
* *
dijo Anita, « ¡ pero las voces de los niños hacen que me
sienta tan sola y desamparada ! » Anita respondió en un tono de esquisita bondad : —
« Habéis sido para nosotros semejante al ángel bueno de
Dios. É l os bendiga por ello , F e l i p e , y os recompense
Felipe se acercó más á ella , y la habló de este modo : con una mujer más dichosa que y o . ¿ E s posible amar
— « Anita, hace tiempo que tengo una idea en mi mente, dos veces ? ¿ Puede alguno ser amado jamás como lo fué
y aunque ignoro cuando se fijó en ella por primera vez, Enoch ? ¿ Es eso lo que pedís ? » — « Me daré por satisfe-
me es y a imposible callarla por más tiempo. ¡ O h , Anita! c h o » , respondió él, « con ser amado un poco menos que
Y a no existe la menor probabilidad, y a no podemos abri- E n o c h . » — « ¡ O h ! exclamó ella como asustada ; « Feli-

gar la menor esperanza de que el que os dejó hace más pe, esperad un poco. Si E n o c h v u e l v e . . . pero no volverá;

de diez a ñ o s , viva todavía. Ahora bien... permitidme sin e m b a r g o , esperaré un a ñ o ; un año no es mucho

hablaros con toda franqueza. Y o m e aflijo viéndoos p o - tiempo. Es seguro que dentro de un año seré más juicio-

bre y necesitada, y no puedo ayudaros como deseo ha- sa. ¡ O h ! esperad un poco. » Felipe dijo tristemente : —

cerlo , á menos que... Dicen que las mujeres son tan pe- « Anita , como he esperado toda mi v i d a , bien puedo es-

netrantes... quizá habéis y a adivinado lo que deseo perar un poco más. » — « ¡ N o ! » gritó ella ; « quedo ya
comprometida; podéis contar con mi promesa. ¿Estáis,
deciros. En una palabra, deseo haceros mi mujer. Deseo
como y o , dispuesto á esperar un año ? — « Esperaré un
ardientemente que vuestros hijos tengan en mí un padre
año» , replicó Felipe.
cariñoso; creo que ellos me aman como á un padre , y
estoy seguro de que los quiero como si fuesen hijos míos.
Creo que si os casáis conmigo , aun p o d r e m o s , después
Así habló ; y como si fuese en un m o m e n t o , mientras pensaban que Felipe solo tonteaba con e l l a , otras creían
que se hallaba ocupada en sus quehaceres domésticos, y que ella le mantenía apartado á fin de asegurarle mejor,
cuando aun estaba pensando en lo que le dijera Felipe de y algunas se reían de ella y también de F e l i p e , como de
que la había- amado por más tiempo de lo que ella imagi- necios que no conocían ni sus propios sentimientos ni

naba , aquel otoño fué sucedido por el siguiente, y el sus propios deseos. U n a de ellas, en quien todas las m a -

molinero se presentó á su vista reclamando el cumpli- las ideas se hallaban reunidas (como los huevos de la ser-

miento de su promesa. — « ¿ Ha pasado ya un año ? » piente , adheridos unos á otros), reíase y hacia una insi-

preguntó ella. — « S i , si es que los avellanos se hallan nuación de peor especie. El hijo de Anita nada decía,

de nuevo cargados de maduro fruto. Salid y cercioraos pero era fácil leer su deseo en sus o j o s ; pero la hija la

por vos misma.» Pero ella... ella le rogó que esperase to- instaba constantemente á enlazarse con aquel hombre tan
querido de todos ellos , y de ese modo sacar á la familia
davía. — « Hay tantas cosas en que pensar » , dijo; « es
de la miseria en que se hallaba sumida. El colorado rostro
un cambio tal... Si me concedieseis un mes... Dadme un
de Felipe volvióse flaco y pálido , por efecto de la cruel
m e s , nada más. » Entonces F e l i p e , con una mirada en
zozobra que le atormentaba y consumía. Todas estas cosas
la que estaba pintada la pasión de toda su vida , dijo con
caían sobre el corazón de Anita como un amargo repro-
voz tan trémula como la mano de un hombre ébrio: —
che.
«Tomad el tiempo que queráis, A n i t a : tomad el tiempo que
queráis. » Poco le faltaba á Anita para llorar de compa- %
* *

sión , y sin embargo , le tuvo así largo t i e m p o , dilatando


el cumplimiento de su promesa por medio de pretextos Al fin, una noche en que Anita no podía conciliar el sue-

apenas dignos de crédito , y poniendo á dura prueba su ño , rogaba ansiosa y solemnemente que Dios la enviase

constancia y paciencia. D e ese modo se deslizaron otros una señal que la informara de si E n o c h era muerto , ó si

seis largos meses. aun vivía : incapaz de tolerar por más tiempo, en medio
de la oscuridad de la n o c h e , la terrible expectación de su
*
* * a l m a , saltó del lecho , encendió una luz , cogió con de-
sesperación el Santo Libro ( i ) , abriólo rápidamente á la
Para este tiempo , ya las ociosas comadres del pueblo,
ventura', y también á la ventura fijó el dedo sobre el tex-
que habían profetizado el casamiento de Anita con el rico
molinero , viendo que sus cálculos salían errados, empe-
(i) L a Biblia.
zaron á irritarse como si fuera una injuria personal. Unas
t o , y l e y ó : — « D e b a j o de una
que alguien susurraba en su oído frases i n c o m p r e n s i b l e s ;
palmera.» E s o no era nada para
así es que no le gustaba que la dejasen sola en c a s a , ni se
e l l a : en esas palabras no había
atrevía á salir sin compañía. M u c h a s veces cuando iba á
ninguna significación para el
entrar en casa , permanecía largo rato v a c i l a n t e , con la
caso presente. C e r r ó el. libro y
m a n o sobre el p e s t i l l o , sin atreverse á entrar. ¿ Q u é era
v o l v i ó á acostarse; pero lié aquí
lo que la afligía tan profundamente ? S u marido creía sa-
que apenas se hubo dormido,
berlo ; tales dudas y temores le parecían propios de su
parecióle v e r á E n o c h sentado
s i t u a c i ó n , pues se hallaba en estado interesante. N o se
en una a l t u r a , debajo de u n a
equivocaba ; pues con el nacimiento del niño pareció que
p a l m e r a , sobre la cual brillaba
la madre volvió á encontrar su corazón p e r d i d o ; desde
el sol e s p l e n d o r o s a m e n t e . — « H a
entonces a m ó á Felipe con ternura , y desapareció entera-
m u e r t o » , pensó e l l a ; « e s dichoso , está cantando H o -
mente aquel misterioso instinto que tanto la había ator-
sanna en las alturas: allá brilla el sol de la j u s t i c i a , y
mentado.
esas son las palmeras cuyas ramas arrojaba el pueblo di-
*
choso de Jerusalen , cantando « H o s a n n a en las alturas.» * *

E n esto despertó s ú b i t a m e n t e , y hallándose y a del todo


¿ Y qué se había hecho de E n o c h ? E l Buenaventura nave-
r e s u e l t a , mandó llamar á Felipe y le dijo vivamente:
g ó prósperamente, aunque al pasar por el golfo de Vizcaya
« Nada impide y a que nos u n a m o s . » — « Si así es »,
f u é rudamente sacudido por las gigantescas o l a s , que á
respondió é l , « por Dios os ruego que, y a que estáis dis-
m a n e r a de montañas surcaban el irritado mar : deslizóse
puesta á ser mi e s p o s a , lo seáis e n s e g u i d a , por nuestro
sin dificultad á través del verano del g l o b o , y despues de
m u t u o bien. »
algunos balances cerca del cabo de Buena E s p e r a n z a , y

*
frecuentes cambios de tiempo , y a adverso , y a favorable,
* *
pasó de nuevo á través del verano del g l o b o : empujóle
A l fin Felipe y Anita se casaron , y las campanas de la constantemente el hálito del c i e l o , y le condujo suave-
parroquia anunciaron la boda a l e g r e m e n t e ; q u i e n n o la- mente por entre las felices islas del Océano I n d i c o , hasta
tía alegremente era el corazón de A n i t a . ¡ Pobrecilla! C u a n - que pudo descansar en el puerto oriental para donde iba
do a n d a b a , parecíale que al lado de sus pasos resonaban destinado.
los de una persona i n v i s i b l e , y frecuentemente le parecía
A l l í , E n o c h comerció un poco por su c u e n t a , y com-
después, vientos contrarios les acosaron durante muchos
pró para sus niños un dragón dorado y otros monstruos
d í a s , y al fin fueron sobrecogidos por una tormenta tal,
extraños.
que les impelió largo tiempo á través de los mares en me-
dio de la oscuridad mas espantosa, hasta q u e , casi al mis-
mo tiempo que resonó á bordo el terrible grito de « ¡ es-
N o fué tan afortunado su viaje de retorno. Cierto es que
collos ! » , oyóse el horroroso estallido de ruina. T o d o s
al principio los pasajeros navegaron felizmente por un
perecieron menos E n o c h y otros dos. Durante la mitad
mar tranquilo , siendo apenas mecidos por las olas, m i e n -
de la noche se mantuvieron sobre flotantes jarcias y v e r -
$i : tras que el mascarón de proa contemplaba, con sus inmó-
viles o j o s , la aparente ebulli- gas rotas, que impelidas por el viento se amontonaron al

B ción
aguas
producida en las
por la rápida
romper el día sobre una p l a y a , en una isla hermosísima,
pero la más desierta de las que se hallan en aquel desierto

marcha del buque. mar.

m Siguiéronse luégo *
*
*

algunas calmas y
É variables vientos; N o había allí escasez de agradable sustento , pues abun-
daban mil jugosos frutos , grandes nueces , y nutritivas
raices; y si la compasión no les hubiera disuadido , no
era difícil procurarse la carne de los muchos animales que
vivían en ella, y que como jamás habían sido perseguidos,
se distinguían por su extremada mansedumbre. E n una
garganta de la parte montuosa de la isla construyeron un
albergue, medio c h o z a , medio caverna natural, y lo te-
charon con ramas de palmera. Así, aquellos tres hombres,
colocados en un abundantísimo E d é n , vivían desconten-
tos en medio de un eterno verano.

*
* *

El más joven de los tres, que era todavía un adolescente,


ENOCH ARDEN.

se había herido de gravedad aquella noche de súbita ruina


y naufragio, y murió despues de tres años de continuo
p a d e c e r , semejante á un m o r i r continuo. N o le dejaron
hasta que lanzó el último suspiro. Despues de su muerte,
habiendo encontrado E n o c h y su c o m p a ñ e r o un gran
tronco de á r b o l , y creyendo que podría serles útil poseer
una c a n o a , dedicáronse ardientemente á ahuecarlo por
medio del fuego , á la manera de los indios. El compañe-
ro de Enoch trabajó con tanta perseverancia y abnegación,
f u é tan negligente de sí m i s m o , que m u r i ó herido de una
insolación. E n o c h quedó solo , y leyó en la muerte de
sus dos compañeros la expresa voluntad de Dios que le
ordenaba esperar.

* *

La m o n t a ñ a , cubierta de árboles hasta la c i m a ; los


risueños p r a d o s , las tortuosas cañadas que suben hasta lo
mas alto del m o n t e , semejantes á otros tantos caminos las o l a s , semejantes á gigan-
del c i e l o ; la descaecida corona de plumas del esbelto co- tescos rodillos de una l e g u a
cotero , el rápido vuelo de insectos y pájaros, la brillantez de l o n g i t u d , tronando sobre
de los largos convólvulos que se enroscan en los majes- los a r r e c i f e s ; el lastimero su-
tuosos á r b o l e s , y se prolongan hasta los confines de l a surro de los enormes árboles
isla; los vivos colores, el esplendor del m a g n í f i c o cinturón que extienden sus ramas y
de la tierra que se llama el E c u a d o r , todo eso vió E n o c h ; abren sus flores, en el c é n i t ;

pero lo que él deseaba v e r n o podía v e r l o , esto e s , el ó la marcha impetuosa de al-

familiar y afable rostro h u m a n o . N i escuchaba jamás la gún riachuelo que vá á juntar

suave voz de los h o m b r e s , sino tan sólo los millares de sus aguas con las del m a r .

chillidos de las aves marinas que vuelan de acá para a l l á ; S ó l o esos r u m o r e s herían sus
56

oídos cuando vagaba por la orilla del m a r , ó durante las


largas horas que pasaba sentado en la garganta que mira
al O c é a n o , esperando apercibir una embarcación que
recogiese al pobre náufrago. L o s días corrían rápidamente
uno tras otro, sin que Enoch divisara vela ninguna en el
inmenso piélago que tenía ante los ojos. T o d o s los días
veía la aparición de la aurora , lanzando sus dardos de
púrpura por entre las palmeras y los heléchos; veía el
luminar del día brillar sobre las aguas en el extremo
Oriente, veíalo brillar más tarde sobre su i s l a , y veíalo
brillar de nuevo sobre las aguas allá en el extremo Oc-
cidente ; contemplaba después el cielo tachonado de es-
trellas , y escuchaba el cóncavo bramido del O c é a n o , y
de nuevo venían á inundar la isla con su luz los purpu-
rinos rayos de la aurora : mas nunca aparecía el buque
que los ansiosos ojos de E n o c h buscaban en todas direc-
ciones.

*
* *

A v e c e s , mientras que absorto , inmóvil ( t a n inmóvil


que el dorado lagarto se posaba confiadamente sobre é l ) ,
contemplaba, ó estaba en actitud de contemplar, el líqui-
do elemento , parecíale que muchos fantasmas andaban á
su alrededor, ó que él mismo se hallaba l e j o s , m u y lejos,
allá en una isla más sombría, situada m u y al norte d é l a
línea equinoccial, vagando entre p e r s o n a s , cosas y luga-
res conocidos : su mujer, sus hijos, su inocente cháchara,
su casita, la empinada c a l l e , el m o l i n o , las frondosas
a v e n i d a s , la solitaria m a n s i ó n s e ñ o r i a l , el caballo que
m o n t a b a , la barca que vendió , las frias madrugadas de
N o v i e m b r e , las llanuras cubiertas de r o c í o , la benéfica
l l u v i a , el p e r f u m e de las hojas s e c a s , y el sordo lamento

de mares de color de p l o m o .

*
* *

A s i m i s m o un día parecióle que llegaba á sus oídos, dé-


bil pero a l e g r e m e n t e , el repique de las campanas de su
p a r r o q u i a ; e n t o n c e s , aunque sin saber explicarse la c a u -
sa , se levantó s o b r e s a l t a d o , y cuando la hermosa isla
que le era tan odiosa se presentó á sus ojos , si su pobre
corazón no hubiese hablado con A q u e l q u e , hallándose
en todas p a r t e s , no deja que nadie que habla con É l se
crea enteramente solo, seguramente la soledad habría ma-
tado al desgraciado E n o c h .

*
* *

A s í , sobre su cabeza , prematuramente nevada, pasaron


año tras año las estaciones del sol y de la lluvia. Sus espe-
ranzas de v o l v e r á ver á los suyos, y de pasearse de nuevo
por los campos y caminos que le eran familiares , no ha-
bían aún perecido , cuando llegó para él el m o m e n t o de
salir de su destierro en aquella soledad. O t r o b u q u e , al
cual, c o m o al Buenaventura , los vientos contrarios habían
separado de su r u m b o , apareció á la vista de E n o c h . Apenas
quedaba agua á bordo, así es que el piloto experimentó un
vivo placer cuando al rayar el día v i ó , por un claro de la
moreno, de barba y cabellos tan l a r g o s , y vestido de un
neblina que envolvía á la isla,
modo extraño , acercarse á ellos rezongando y murmu-
el agua deslizándose de los co-
rando como un idiota, y haciéndoles señas que no c o m -
liados. Comunicóselo al capi-
prendían. Sin embargo, él fué por delante de todos, y les
tán, quien envió
mostró el camino al lugar donde se hallaban los arroyue-
enseguida unos
los de agua dulce. Así que oyó hablar á los m a r i n o s , su
cuantos hombres
l e n g u a , que durante tanto tiempo había estado embara-
á tierra, y ellos,
zada, se desató, y consiguió que le comprendiesen.
así que desem-
Cuando los barriles estuvieron llenos, los marineros lle-
barcaron , se pu-
varon al solitario á b o r d o , donde de un modo entrecor-
sieron á buscar
tado les refirió la historia de su naufragio y de su larga
el manantial, lle-
soledad. A l principio apenas le daban crédito; pero á
nando la isla con sus clamo-
medida que adelantaba en su narración , aumentaba el
res.
asombro y el enternecimiento de cuantos le oían. Dié-
A l verles, el solitario des-
ronle vestidos y libre pasaje á su país, pero frecuentemen-
cendió de la garganta de la te trabajaba con los d e m á s , saliendo así de su penosa
montaña donde tenía su cho- abstracción. Ninguno de los marinos podía darle noticias
za. Apenas parecia un ser hu- de los que a m a b a , pues ninguno de ellos era de su con-
mano. Asombráronle los ma- dado ó provincia. E l viaje f u é pesado á causa de frecuen-
r i n e r o s al tes dilaciones, pues la nave era apenas á propósito para
ver á aquel n a v e g a r ; mas la fantasía de Enoch volaba siempre delante
hombre tan del perezoso viento. A l fin un d í a , antes de amanecer,
distinguió á la luz de la l u n a , casi velada por las nubes,
la querida costa de Inglaterra, y aspiró con ardor el aire
embalsamado que llegaba á él en alas de la suave brisa de
tierra, como el amante que aspira con delicia el perfuma-
do aliento de su amada. Aquella misma mañana, oficiales
y m a r i n e r o s , compadecidos del hombre a b a n d o n a d o , le-
vantaron entre ellos una contribución voluntaria , cuyo
E n t o n c e s , habiendo descendido lentamente la larga
producto le entregaron; luégo, acercándose á la costa,
c a l l e , con el corazón lleno de tristes presagios y los ojos
le desembarcaron en el mismo puerto donde antes se
fijos en el suelo , llegó á la casa donde Anita vivió y le
embarcó.
amó , y donde nacieron sus hijos durante aquellos dicho-
* sos siete años; pero no vien-
* *
do en ella luz , ni sintiendo
Enoch tenía allí muchos a m i g o s , pero sin detenerse á el menor ruido, y observan-
hablar con ninguno de e l l o s , dirigióse inmediatamente do además un anuncio de
hacia el puertecito donde había nacido , pues se hallaba venta que brillaba á través
impaciente de llegar á su hogar. de la l l u v i a , continuó des-
¡ Su h o g a r ! ¿ Q u é hogar ? ¿ T e n í a él hogar ? cendiendo á lo largo de la

*
calle, p e n s a n d o : — « ¡ M u e r -
* *
ta , ó muerta para m í ! »
La tarde era brillante, aunque fría, hasta que los gran-
des nubarrones que se veían sobre el m a r , empujados
por el viento , penetraron al través de las hendiduras de Bajó al estrecho muelle
las rocas donde ambos puertos se abren sobre el piélago, buscando una taberna que
y cubrieron el mundo con su manto gris. A fin de acor- le era de antiguo conocida;
tar la distancia que tenía que r e c o r r e r , Enoch dejó el ca- una taberna con una vieja
mino real y tomó por un estrecho sendero , á través de f a c h a d a de m a d e r a , tan
bosques , tierras de labranza y pastos. Sobre el á r b o l , y a apuntalada, ruinosa y car-
casi desnudo, cantaba el petirrojo desconsolado; las hojas comida , que Enoch creía habría y a desaparecido. Quien
secas caían juntamente con la lluvia. L a oscuridad se hizo había desaparecido era el tabernero, y su viuda Miriam
más y más profunda, más y más espesa la llovizna; al fin, L a ñ e , aunque sus ganancias disminuían de día en día,
una débil y pasajera claridad le permitió distinguir los ob- continuaba al frente del establecimiento. Este era en otro
jetos que le rodeaban, y vió que había llegado al término tiempo punto de reunión de marineros camorristas; aho-
de su viaje. r a , en su período de decadencia , se hallaba silencioso y
triste. N o faltaba, sin embargo , en la c a s a , una cama
para los caminantes ó vagabundos, y Miriam Lañe no
« ¡ Si pudiese contemplar su dulce semblante y saber que
tuvo reparo en alojar á Enoch., quien permaneció allí re-
es dichosa ! » Ese pensamiento , que no dejaba un mo-
tirado durante algunos días.
mento de atormentarle, le condujo una tarde al collado,
* donde se hallaba el m o l i n o , justamente á la hora en que
s *
el oscuro día de Noviembre era reemplazado por el cre-
Pero la buena de Miriam Lañe era en extremo locuaz, púsculo aun más oscuro. Allí se sentó , y púsose á con-
y frecuentemente interrumpía las meditaciones del pobre templar todo lo que á sus piés se descubría; allí rodaron
E n o c h , dándole á conocer los anales del puerto. E l des- sobre él un millar de memorias de indecible amargura.
graciado estaba demasiado m o r e n o , encorvado y abatido, Bien pronto, la ventana iluminada que brillaba en la parte
para que la vieja le reconociera; así es que , sin imaginar trasera de la casa de F e l i p e , le alucinó por completo ; del
quien era el que le escuchaba , refirióle entre otras cosas mismo modo la l u z d e l a valiza atrae el pájaro viajero,
la historia toda de su propia familia. La muerte de su hijo quien locamente vuela contra ella, terminando así su f a -
y la creciente pobreza de su m u j e r ; como Felipe puso á tigosa vida.
los niños en la escuela y los mantuvo en ella ; como qui-
so casarse con A n i t a ; su tardo consentimiento , y su ma- A X
*

trimonio , y el natalicio del hijo de Felipe. Sobre el ros-


Es á saber que la casa de F e l i p e , que era la última de
tro del desgraciado no pasó ni una s o m b r a , ni un movi-
la calle hacia el lado de tierra, tenía,hacia la calle su facha-
miento ; cualquiera que le hubiese contemplado hubiera
da ; pero á la parte trasera florecía un jardinillo rectangu-
creído que la historia le conmovía menos que á la que la
l a r , rodeado de una pared b a j a , y con una puertecita que
contaba. Sólo cuando ella terminó su narración , dicien-
daba al campo. E n el centro del jardinillo crecía un viejo
do : — « ¡ Pobre Enoch ! ¡ pobre hombre ! ¡ náufrago y
árbol siempre v e r d e , un t e j o ; á su alrededor había un
perdido ! » — solo entonces movió él patéticamente su ca-
paseo cubierto de menudo g u i j o , dividido en dos partes
beza gris , murmurando : — « ¡ Náufrago y perdido ! » Y
de nuevo , en un murmullo sordo y profundo, exclamó : iguales por otro paseo central. Enoch entró, y dejando el

— « ¡ Perdido ! » paseo del c e n t r o , subió cautelosamente sobre el m u r o , y


se colocó detrás del t e j o ; desde allí contemplaron sus ojos
* un espectáculo que mejor le hubiera sido haber evitado,
* *

si es que dolores como el suyo tienen mejor y peor.


Pero E n o c h ansiaba volver á ver el rostro de Anita. —
*
* *
Tazas, cubiertos de plata y otros objetos brillaban sobre vió sus propios hijos, altos y hermosos, y el calor, la paz,
el aparador, y en el hogar ardía un fuego alegre y vivifi- Ja felicidad que moraban a l l í ; cuando vió, en fin, á aquel
cante. A la derecha del hogar estaba Felipe, el desdeñado otro reinando en su l u g a r , señor de sus derechos y del
amante de otro tiempo , grueso , colorado, teniendo á su amor de sus h i j o s , entonces, aunque Miriam Lañe se lo
tierno niño sobre las había contado todo, como las cosas vistas siempre parecen
rodillas, y al lado de mas enormes que las cosas oídas, tembló de tal modo que
su segundo padre se tuvo que agarrarse á una rama para no c a e r , y temió lan-
hallaba de pié una zar un grito penetrante y terrible, el c u a l , semejante á la

muchacha alta y de trompeta de ruina , hubiera destrozado en un momento

pelo rubio, una Anita toda la felicidad del hogar.

Lee más j o v e n , pero


*
* *
más majestuosa, te-
niendo la mano le- Lenta y cautelosamente, como un l a d r ó n , temeroso
vantada, y de ella sus- de que las ásperas guijas rechinasen bajo sus p i é s , y apo-
pendida una cinta de yándose en la pared por miedo de desfallecer, y c a e r , y
seda con un anillo para instigar al niño , quien sin cesar ser hallado, se arrastró hasta la puerta, la abrió, y cerrán-
levantaba sus gruesos bracesitos para c o g e r l o , y nunca lo dola tras él tan suavemente como la puerta de la alcoba
conseguía, de lo cual se reían todos. A la izquierda del de un enfermo , salió al c:.mpo.
hogar vio á la madre con los ojos fijos en el n i ñ o , pero
*
* *
volviéndose á veces para hablar con el hijo de Enoch,
un alto y robusto mancebo que estaba de pié á su l a d o ; Y allí se hubiera arrodillado, sólo que sus rodillas esta-
y sin duda le decía alguna cosa agradable , pues el joven ban débiles, de manera que cayó hacia adelante, sobre
sonreía. su r o s t r o , y sus dedos penetraron en la húmeda tierra.

*
— « ¡ O h ! esto es demasiado terrible para que pueda sopor-
* *
tarlo » , exclamó. « E n hora menguada llegó á mi vista el

¡ A h ! cuando el muerto resucitado contempló á su mu- buque que me ha conducido aquí. ¡ O h , Dios omnipotente!

jer, que ya no era su m u j e r ; cuando vió al niño de Anita, ¡ Bendito Salvador mío ! ¡ T ú que me sostuviste en mi isla

pero no de E n o c h , sobre las rodillas del padre , cuando solitaria, sosténme un poco más tiempo en mi soledad !
A y ú d a m e , dame fuerzas para n o decirla que vivo aún, haya llamado á s í , lo ha de saber ella : y o espero á que
para no hacerla saber que he vuelto. A y ú d a m e para que Él me llame. » C o m o desdeñaba pedir l i m o s n a , se dedi-
no turbe su paz. — ¿ T a m p o c o debo hablar á mis hijos ? có á trabajar para vivir. Apenas había cosa que no supiera
N o me conocen ; pero , si les h a b l a s e , no podría conte- hacer : era tonelero y carpintero , y hacía redes para los
nerme , y me descubriría á ellos sin remedio. ¡ O h ! ¡ n o ! pescadores, ó ayudaba á cargar y descargar los barcos que
¡ nunca ! ¡ nunca ! ¡ y a no debo esperar el beso debido á hacían el limitado comercio de aquellos tiempos. Así g a -
un p a d r e , de la joven tan parecida á su m a d r e , ni del jo- naba un escaso sustento. Sin e m b a r g o , desde que sólo
ven mi hijo ! » trabajaba para é l , trabajó sin esperanza, su salud decaía
* por instantes; de modo q u e , justamente al año de su re-
* a
greso, experimentó un desfallecimiento general, enferme-
Entonces palabra, y pensamiento, y naturaleza le aban- dad que le debilitó gradualmente, hasta que se vió obligado
donaron , y quedó largo tiempo tendido en el suelo como á estarse siempre, en casa, primero en una silla, y al fin en
arrobado; pero cuando se levantó y se dirigió hacia su su lecho. Y Enoch soportó su debilidad alegremente. Por-
solitaria morada, descendió todo á lo largo de la estrecha que , en v e r d a d , el encallado náufrago no experimenta
c a l l e , repitiendo sin c e s a r , á la manera del estrambote más placer al divisar, á través de las grises faldas de una
de una canción: — « N o decirla n u n c a ; nunca hacerla soberbia ráfaga de viento, el bote que conduce la espe-
saber.»
ranza aproximarse á salvar la vida que ya se consideraba

* perdida, que el que E n o c h experimentó al ver la muerte


* *
amanecer sobre é l , y con ella el término de todo.
N o era completamente desgraciado. S u resolución y
%

su firme fé le sostuvieron; sus constantes oraciones, ele- * *

vándose al través de todo el amargo m u n d o , como fuentes Porque detrás de esa suprema aurora brillaba para él
de agua dulce en el m a r , le dieron fuerza para vivir. — una dulce esperanza. Enoch pensaba : — « Anita sabrá
« La mujer de ese molinero de quien me hablásteis » , dijo despues de mi muerte, que la amé hasta el fin. » L l a m ó
á Miriam , « ¿ no teme que su primer marido v i v a aún ? » á Miriam Lañe y le dijo : — « M u j e r , tengo que comuni-
— « ¡ A y ! ¡ ay ! ¡ pobrecita ! ¡ bastante miedo tiene! Si caros un secreto, pero antes que os lo d i g a , jurad sobre
pudieseis decirla que le habéis visto m u e r t o , ese sería su •el Santo Libro no revelarlo hasta que me veáis muerto. »
consuelo. » Enoch pensó : — « Despues que el Señor me — « ¡ Muerto ! » exclamó la buena m u j e r ; « ; qué estáis
diciendo, hombre ? O s aseguro que os habéis de poner refirió su v i a j e , su n a u f r a g i o , su vida solitaria, su regre-
bueno m u y pronto. » — « Jurad »., añadió Enoch con du- so, como contempló el rostro de A n i t a y fué testigo de su
reza ; «jurad sobre el Libro. » Y Miriam juró medio ame- felicidad, su resolución de nunca hacerla saber que aun
drentada. Entonces E n o c h , fijando los ojos sobre e l l a , le vivía , y como la cumplió. A medida que la buena mujer
d i j o : — «¿Conocisteis á Enoch A r d e n , vecino de este oía, fluía abundantemente de sus ojos la corriente de sus
puerto ? » — « ¿ Si le conocí ? » respondió ella. « Su rostro lágrimas , mientras que en su corazón ansiaba salir de su
me era por cierto bien familiar, y lo reconocía desde bien casa, y correr inmediatamente por todo el puerto, procla-
lejos. Todavía me parece verle bajando por esta calle: mando la vuelta de Enoch Arden , y refiriendo sus infor-
llevaba siempre la cabeza erguida, y no se cuidaba de tunios ; pero amedrentada y ligada por su p r o m e s a , se
nadie. » reprimió, diciendo solamente : — « ¡ O h ! ¡ V e d á vues-
tros hijos antes de m o r i r , Arden ! ¡ Permitidme que os
*
* *
los t r a i g a ! » Y se l e v a n t ó , ansiosa é impaciente de traer-
Enoch respondió lenta y tristemente: — « Su cabeza los , pues Enoch pareció por un momento suspendido de
está inclinada, y nadie se cuida de él. Creo que no me sus labios; pero luégo replicó :
quedan tres días más de v i d a ; y o *
* *
soy Enoch Arden. » A l oir lo cual,
la mujer dió un grito medio incré- — « M u j e r , no me atormentéis ahora que mi fin está
dulo, medio histérico.—« ¡ Vos Ar- cercano, dejadme mantener mi resolución hasta morir.
den ! ¡ v o s . . . ! ¡ o h , no ! Arden era Sentáos de nuevo, prestad atención , y comprendedlo todo
un pié más alto que vos. » Enoch bien mientras que aun puedo hablar. Os encargo que
repuso : — « Mi Dios me ha encor- cuando la veáis, le digáis que morí bendiciéndola, rogando
vado y me ha reducido á lo que por e l l a , a m á n d o l a , salvo por el obstáculo que se halla
s o y ; mis dolores y mi soledad me entre nosotros, amándola tan tiernamente como cuando
han abatido; sin e m b a r g o , sabed descansaba su cabeza al lado de la mía. Y decid á mi hija

que y o soy el que se casó con ' Anita, á quien vi tan parecida á su madre, que mi último

Pero su nombre se ha cambiado dos aliento lo empleé en bendecirla y rogar por ella. Y decid
vece
s Y o soy el que se casó con la que ahora es mu- á mi hijo que morí bendiciéndole. Y decid á Felipe que

jer de Felipe Ray. Sentáos y escuchadme. » Entonces le le bendije t a m b i é n ; siempre se sintió animado de los
E N O C H A R D E N .

mejores deseos hacia nosotros. Si mis h i j o s , que apenas *


* *

me conocieron v i v o , desean v e r m e m u e r t o , dejadles v e -


nir , pues s o y su p a d r e ; pero ella no debe v e n i r , pues el A s í dejó la tierra aquella a l m a f u e r t e , aquella alma
recuerdo de mi rostro de m u e r t o haría en adelante m e l a n - heroica.
cólica su e x i s t e n c i a . — D e e n t r e todos los m í o s , sólo u n o Y pocas veces se vió en el puertecito un entierro tan
me espera para abrazarme e n el otro m u n d o ; este pelo es magnífico c o m o el de Enoch Arden.
s u y o , ella lo cortó y me lo dió : lo he llevado siempre
c o n m i g o , y pensaba llevarlo c o n m i g o al s e p u l c r o , pero

ahora he cambiado de p r o p ó s i t o , porque le v o y á v e r


v o y á ver á mi hijo en la gloria. P o r eso, cuando y o mue-
ra , tomad ese rizo y dádselo ; tal v e z eso la anime y con-
suele : será además para ella una- señal de que y o soy
él. >» '

*
# *

Cesó de h a b l a r , y Miriam L a ñ e dió una respuesta tan


voluble, prometiéndolo t o d o , que de n u e v o fijó él los ojos
sobre ella repitiendo todo lo que d e s e a b a , y de n u e v o
Miriam lo prometió todo.

*
* *

L a tercera noche después de e s t o , mientras que E n o c h


dormitaba pálido é i n m ó v i l , y M i r i a m velaba y dormitaba
por intérvalos, dejóse sentir u n rugido tal del m a r , que
resonaron todas las casas del puerto. E n o c h d e s p e r t ó , se
i n c o r p o r ó , extendió los b r a z o s , gritando con f u e r t e voz :
— « ¡ U n buque ! , ¡ un b u q u e ! ¡ m e salvé ! » , y cayó de
espaldas. Esas f u e r o n sus últimas palabras.
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Vij m a v e r a , y el príncipe G a r e t h , el más jo-
ven , más fuerte y más gallardo de los -
hijos de L o t y Bellicent ( i ) , contemplaba extasiado una

(i) Reyes de Orkney.


soberbia caída de agua. L a impetuosa corriente desarraigó é l , caballero probado y de renombre ( i ) . Modred , por
un delgado p i n o , que cayó y f u é arrastrado cual levísi- falta de otro más digno , fué juez del combate. Entonces,
ma pluma. — ¡ C ó m o ha caído — dijo G a r e t h — c o m o un de tal manera hice á Gawain tambalearse en la silla, que
pérfido caballero ó un mal rey al bote de mi l a n z a , si me dijo : — « Por poco me derribas. » Así dijo , bien lo
lanza me fuera dado manejar ! ¡ Oh inconsciente catara- r e c u e r d o , aunque Modred se mordió sus delgados labios
ta, que en tu precipitación lo derribas y arrastras t o d o ; y permaneció silencioso. Y es que Modred está siempre de
las frias nieves te han h i n c h a d o , al paso que mis venas mal humor, siempre ceñudo ; más ¿ qué me importa á mí
hincha bullente s a n g r e , y sin e m b a r g o , tú haces, sin co- su mal humor ?
nocerla , su v o l u n t a d , la voluntad del Supremo Hacedor,
*
y y o que la conozco , y o que t e n g o ' f u e r z a y entendi- * *

miento , en la mansión de mi buena madre permanezco,


mal de mi g r a d o , detenido por la obediencia que debo á Dichas estas palabras, volvióse Gareth al hermoso pa-
mi madre , obediencia que y a titubea; trátanme como al lacio que él llamaba su j a u l a , y dando vueltas alrededor
pájaro enjaulado á quien se dá de c o m e r , y se m i m a , y de la silla de su m a d r e , preguntó : — M a d r e , aunque to-
se acaricia , y se divierte imitando sus silbidos, para ha- davía me tienes por un niño, dime, querida madre , ¿ me
cerle amar su prisión , y es que mi buena madre cree que quieres ? ¿ Quieres al niño ? — E l l a se rió y d i j o : — Sólo
todavía soy un niño ! ¡ Mi buena madre es mala madre á un ganso silvestre como tú se le ocurre pregunta seme-
para m í ! Una madre peor mejor sería, y con todo y o no jante. — Entonces, madre, si amas al n i ñ o , — dijo é l ; —
quisiera tener una madre peor. Dios la perdone, pero en si le amas á pesar de ser un ganso, y más bien doméstico
mí ponga fuerzas para cansar sus oídos con incesantes que silvestre, oye el cuento del niño. — S í , querido m í o ;
ruegos , hasta que me deje salir de la jaula , y v o l a r , y aunque no sea más que el cuento del ganso de los huevos
e l e v a r m e , en círculos semejantes á los del águila, hasta de oro.
el gran sol de la gloria, y de allí arrojarme sobre todos los *
* *
séres viles y despreciables, y del golpe matarlos, hacien-
d o , como buen caballero de A r t u r o , su v o l u n t a d , en- Y Gareth contestó con encendidos o j o s : — N o , no,
caminada á limpiar el mundo. ¿ Acaso no tengo vigor
bastante para manejar las armas ? Cuando Gawain v i n o
( i ) G a w a i n y Modred eran hermanos de Gareth , y caballeros de la
aquí con Modred en el verano , me rogó que justara con
Tabla Redonda.
mi buena madre , porque el huevo de que quiero hablar verdad é l , ó ella, ó cualquiera que fuese , ó medio mun-
era de un oro mucho más fino del que ganso alguno pue- do se hubiese aventurado, si la cosa de que hablé hubiera
de poner. Era un huevo que un á g u i l a , un águila real sido simplemente de oro ; pero es que no era sino de aquel
puso casi fuera del alcance de la v i s t a , en una palmera fuerte acero con el cual se forjó la espada Excalibur ( 1 ) .
semejante á la que dorada brilla en tu devocionario. Y Y en torno del inestimable huevo fulguraban los relámpa-
dando vueltas en torno de la palmera había siempre un gos, de lo cual se asustaban las avecillas; y salían del nido
fornido , pero pobre m a n c e b o , que contemplando el re- grandes clamores, y un ruido así como de choque de ar-
luciente h u e v o , pensaba: — « S i pudiese subir y ponerle mas , que al muchacho le volvía loco. Déjame partir.
la mano encima , más rico sería 3-0 entonces que tres re-
yes. » — Pero cada vez que extendía las manos para subir
* *

al á r b o l , alguien que le había amado desde la infancia,


las cogia y le detenia, diciéndole : — « N o subas; no sea Entonces Bellicent se la-
que te rompas la cabeza. T e lo mando por mi a m o r ; » — m e n t ó , y dijo : — ¿ N o te
y así el m u c h a c h o , querida m a d r e , ni s u b í a , ni se r o m - compadeces de mi soledad?
pía la cabeza , pero se destrozaba el corazón suspirando ¡ Mira á tu padre L o t ! Acu-
por ello; de modo que por fin murió de pena. rrucado junto al hogar , yace
como un leño punto menos

* * que consumido. Porque des-


de que traidor al R e y peleó
Entonces la madre replicó: — Quien le hubiese amado contra él en la guerra de los
de veras, querido hijo mío , se hubiera expuesto en su lu- B a r o n e s , y el noble Arturo
gar, y subiendo al árbol habría cogido para él el codiciado después de vencerle le devol-
huevo de oro. vió generosamente sus esta-
dos , ha ido decayendo poco
*
* * á p o c o , y ahora yace ahí convertido en un cadáver,
aunque todavía caliente. S í ; es un cadáver, que sin em-
Y Gareth contestó; un fulgor extraordinario se veía en
sus ojos: - ¿ O r o ? ¿ dije oro ? Entonces s í ; porque en
(1) Nombre de la espada del rey Arturo.
bargo no se puede sepultar todavía ; un cadáver, y nada oye una vez más el cuento del niño. Has de saber , m a -

más. N i v é , ni o y e , ni h a b l a , ni conoce á nadie. Y tus dre , que había una vez un rey como el nuestro. E l prín-

dos hermanos están en la corte de Arturo , aunque en cipe su heredero , siendo ya talludo y estando en edad de

verdad á ninguno de ellos tengo el gran amor que siento casarse , le pidió una n o v i a , y el rey entonces puso , no

por t í , ni es ninguno de ellos digno de tal amor. Qué- una sino dos , delante de él. Una de ellas era hermosa,

date , p u e s , t ú , G a r e t h ; seducen al pajarillo las rojas f u e r t e , y estaba armada de todas a r m a s ; pero era preciso

bayas de los setos, y á t í , inocente hijo m í o , te seducen ganarla por la f u e r z a , y eran muchos los hombres que la

las justas y las guerras; á tí q u e n u n c a te ha dolido un deseaban , mientras que ninguno deseaba la otra. Y la

d e d o , y que no tienes una idea del horrible tormento condición que el rey le imponía era esta : que á menos

que se experimenta cuando á u n o le rompen ó le desco- que ganase la primera por la fuerza, tenía que casarse con

yuntan un miembro, como sucede á menudo en esos cho- la otra, con la cual hombre alguno se hubiera casado gus-

ques que aturden, y en esas espantosas caídas de los toso , pues era una novia de cara roja y f e a ; una mujer

torneos: mi corazón se estremece pensando en ello. Pero despreciable , y que de tal modo tenía conciencia de su

quédate conmigo : sigue al ciervo por entre nuestros altos propia vileza, que siempre anhelaba ocultarse, no se atre-

abetos y centenarios robles , y de ese modo te harás cada vía á mirar á nadie frente á f r e n t e , y andaba siempre hu-

día más vigoroso. ¿ N o es la caza un ejercicio varonil y yendo de todos. E n v e r d a d , á algunos se ligaba; pero

agradable ? Y luégo , cuando quieras , y o encontraré para morían de ella como de una enfermedad incurable. Y á la

tí una bella y dulce n o v i a , para hermosear y hacer más una la llamaban F a m a , y á la otra — ¡ oh m a d r e ! ¿ cómo

placentero el ascendente camino de la v i d a , y ayudarme puedes tenerme así cosido á tu guardapiés ? — á la otra la

á bajar la triste cuesta que conduce al sepulcro ; hasta que llamaban V e r g ü e n z a ! H e crecido y he llegado á ser hom-

cayendo en la insensibilidad de L o t , no te conozca á tí, bre , y tengo que hacer lo que los hombres hacen. ¿ Se-

ni á e l l a , ni á mí misma, ni cosa alguna. ¡ Q u é d a t e , hijo guir al ciervo ? N o ; sino seguir al Cristo , al R e y ; hacer

mío ! ¡ mi mejor y más querido hijo ! Mas tienes todavía vida pura y ejemplar, decir la verdad , enderezar los en-

de niño , que de hombre. tuertos ; seguir al rey. D e otro modo ¿ para qué haber
nacido ?
*
* * * *

Gareth repuso: —Puesto que aún me tienes por un niño, Entonces la madre contestó : — Bien sabes, amado hijo
mío , que hay muchos que no tienen ó no quieren tener
á Arturo por legítimo r e y , aunque en verdad y o siempre que barrió el polvo de la arruinada R o m a , y lo arrojó

le he tenido por t a l , desde que en mi juventud le tenía fuera del umbral del reino ; el que sojuzgó á los idólatras

constantemente á mi lado , y le oía hablar como deben é hizo al pueblo libre ? ¿ Quién debe ser rey sino el que

hablar los r e y e s , y le veía conducirse en todas ocasiones nos hace libres ?

con tanta nobleza y majestad. Tanta fé tenía y o en él,


*
como él en sí m i s m o ; mi corazón me decía que, en efec- * *

to , había entre nosotros el más próximo parentesco ( i ) .


Con todo, ¿ quieres dejar la sosegada vida que aquí llevas, D e manera que cuando la reina, que durante mucho

y arriesgarlo todo , tus miembros y tu v i d a , por uno que tiempo había tratado de hacerle desistir de su intento, vió

aun no se sabe que sea legítimo rey ? Quédate hasta que que la voluntad de su hijo era tan firme, contestó astuta-

la nube que oscurece su nacimiento se levante un poco. mente : — ¡ Quieres caminar por entre fuego ! A quién

Quédate, querido hijo mío. anda entre fuego poco le debe importar el humo. Parte,
p u e s , si es p r e c i s o ; y antes de que ruegues al rey que te

*
*
*
arme caballero, solo una prueba te pido de la obediencia
y del amor que me debes por ser tu madre.

Y Gareth respondió prontamente : — N ó : ni una hora


*
me detendré si me das permiso para partir. Por entre * *

fuego caminaré, m a d r e , si es preciso, para obtener tu


v é n i a ; tu licencia para partir. ¿ Qué no es legítimo rey el Y Gareth gritó : — ¡ U n a prueba; una dura prueba ó
ciento, con tal que me dejes partir! ¡ V a m o s , madre!
¡ la prueba ! ¡ pronto ! ¡ pronto !
(I) Según la leyenda, Igerve, madre de B e l l i c e n t , lo era también
del rey-Arturo. Como su virtud era tan grande como su belleza, resis- *
tió á los halagos del rey U t h e r , que se había enamorado de'ella, y * *

permaneció fiel á su marido el principe G o r l o i s , famoso guerrero de


aquel t i e m p o , de quien tenía varias h i j a s , una de ellas Bellicent, aun- Pero la m a d r e , sin hacer caso de su impaciencia, habló
que ningún hijo. Pero vencido y muerto Gorlois por el rey Uther éste
lentamente de este modo, mirándole de hito en hito : —
sitió á la viuda en su castillo de T i n t a g i l , se apoderó de ella, y la obli-
gó á casarse con é l , de cuya unión nació el rey Arturo. P r í n c i p e , irás disfrazado á la mansión de Arturo, y te asa-
lariarás para servir las viandas y las bebidas con los m a r -
mitones y los picaros de c o c i n a , y con los que dan las Gareth estuvo algunos días más en el castillo. Su m a -
fuentes por encima del mostrador. Y á nadie revelarás tu dre, temerosa de que se m a r c h á r a , no apartaba de él los
nombre. Y servirás doce meses y un día. o j o s , y vigilaba todos sus m o v i m i e n t o s , dificultando de
ese modo la realización de su p r o y e c t o ; hasta que por fin,
*
* * una noche, que poco antes de rayar el alba le despertaron
los bramidos del viento, se levantó, y despertando á dos
Dijo así la reina, porque creía que cuando su hijo viese de sus servidores que desde su niñez habían cuidado de
que el único camino que podía conducirlo á la gloria pa- é l , sin que la vigilante madre los o y e s e , se fueron.
saba por la cocina del r e y , donde tendría que vivir en
*
humilde vasallaje, propio tan solo de villanos, no querría * *

pasar por ello; creía que su buen Gareth tenía demasiada


altivez, como príncipe que e r a , para confundirse con ga- Los tres estaban disfrazados de trabajadores del campo.
lopines de c o c i n a , de manera que quedaría con ella e n - Encamináronse hacia el Mediodía. L o s pájaros dejaban oir
cerrado en su castillo, y léjos del fragor de los combates. sus exquisitas melodías en las ramas de los árboles y en el
aire. L o s húmedos declives de los collados se habían cu-
*
* * bierto con sus alfombras de v e r d u r a , y las verdes alfom-
bras se habían cubierto de flores, porque era y a pasada la

Gareth permaneció un rato silencioso, y luego dijo : — Páscua de Resurrección.

Aunque la persona sea e s c l a v a , el alma puede mantener-


*
* *
se libre ; y además el ser marmitón no me impedirá ver
los torneos. T u hijo soy, y puesto que eres mi madre,
tengo que obedecer. Por tanto, cedo sin escrúpulo á tu Cuando fijaron la planta en el hermoso llano que va

voluntad; saldré de aquí disfrazado, y he de asalariarme ensanchándose hasta llegar al pié. de la altura en que se
asienta C a m e l o t , vieron á lo léjos la niebla de la mañana
para servir con los marmitones y los picaros de cocina. Y
cerniéndose en torno de la montaña r e a l , que se alzaba
á nadie diré mi n o m b r e ; ni aún al rey mismo.
entre la selva y el campo. A veces se veía tan solo la parte
más alta de la ciudad; á veces las agujas de las torres iban
saliendo poco á poco de entre la niebla; borrábase á veces
)

GAKETH Y LYNETTE
GAKETH Y LVNETTK

todo lo d e m á s , y solo se veía la gran puerta de piedra


que daba á la campiña: á cada instante toda la hermosa
ciudad desaparecía.

Entonces los que iban con Gareth se espantaron, y uno


de ellos g r i t ó : - N o vayamos más adelante, señor. Esa
ciudad construida por reyes duendes, es una ciudad de
e n c a n t a d o r e s . - E l segundo le a p o y ó , diciendo Se-
ñor, allá en el N o r t e , en nuestra tierra, hemos oído de-
cir a los sabios que este rey no es el r e y , sino un niño
trocado por el verdadero hijo de ü t h e r ; un niño venido
de la tierra de los trasgos, y que por medio de hechice-
rías y con la magia de M e r l í n , ha logrado arrojar de
aquí a los p a g a n o s . - E n t o n c e s el primero volvió á gri-
tar. - Señor - dijo; - no hay tal ciudad en parte algu-
mando ondas seme-
na ; todo no es más que una visión.
jantes á las del m a r ,
y de pié sobre la c l a v e , y con
*
* * los piés desnudos , estaba la hermosa
dama del L a g o , en cuyo pecho flotaba
Gareth les contestó riéndose y jurando que tenía bas- el sagrado, simbólico p e z ; pegados á su cuerpo descen-
tante mágia en su propia sangre, en su p r i n c i p a d o , ju- dían los mojados vestidos, y sus grandes y hermosos
ventud y esperanzas para sumergir al viejo Merlín en el brazos , extendidos en cruz , sustentaban la cornisa. Go-
mar de A r a b i a , y les obligó mal su grado á continuar tas de agua caían de las m a n o s , de una de las cuales es-
caminando hacia la puerta. Y no había puerta como taba suspendida una espada, y de la otra un turiferario,
aquella bajo la bóveda del cielo. Las veteadas piedras que ambos deterioradas por las lluvias y los v i e n t o s ; y á a m -
formaban el arco estaban labradas primorosamente for- bos lados de la ninfa estaban maravillosamente repre-
sentadas las g u e r r a s de A r t u r o , y cosas nuevas mezcla-
das con las de los tiempos más r e m o t o s , como si el
T i e m p o nada fuese , de tal modo que la contemplación
de aquellas figuras producía el vértigo; y encima de to-
do, formando el remate de la suntuosa f á b r i c a , estaban
aquellas tres reinas amigas de A r t u r o , que debían asis-
tirle cuando lo necesitase.

*
* *

L o s que estaban con Gareth permanecieron durante


Entonces Gareth respondió de esta s u e r t e : — S o m o s
tanto tiempo con la vista clavada en las figuras, que al
labradores que dejando el arado en el surco venimos á ver
fin les pareció que los dragones y los demás mágicos e m -
la magnificencia de nuestro rey y el esplendor de su cor-
blemas empezaban á m o v e r s e , á alargarse, contraerse y
te ; pero mis compañeros han visto á vuestra ciudad mo-
enroscarse, así es q u e gritaron á Gareth : — S e ñ o r ; la
verse tan fantásticamente en la n e b l i n a , que no saben
puerta está viva.
qué pensar, y dudan si el rey es r e y , ó ha venido de la

*
tierra de los trasgos; y se preguntan si esta ciudad ha
* *
sido construida por arte mágica, y por reyes y reinas
duendes, ó si efectivamente hay una c i u d a d , ó si es que
Y así mismo G a r e t h estuvo tanto tiempo contemplando
todo no es más que una v i s i ó n ; y ahora esta música les
las figuras, que también á él le pareció que se movían.
ha espantado. Suplicóte les digas la verdad.
E n aquel momento, oyéronse los acordes de una música
extraña que parecía salir de la ciudad, y Gareth y sus
servidores, sorprendidos, dieron un salto hacia a t r á s ,
alejándose de la puerta. Salía á la sazón por ella un a n -
Pero el viejo profeta se mofó de G a r e t h , diciendo : —
ciano de luenga barba b l a n c a , que se acercó á ellos di-
ciendo : — ¿ Quiénes s o i s , hijos míos ? Hijo m í o ; y o he visto hermosos bajeles navegando en el
cielo con la quilla hacia arriba y los palos hacia abajo , y
he visto grandes y sólidas torres flotando invertidas en el
)

9 2
GARETH Y LYNKTTE GARKTH Y LYNETTE 93

espacio. Esta es la pura verdad; pero aunque no te agra-


* *
de , he de decirte la verdad tal como tú me la has dicho
á mí. Porque verdaderamente, como tú dices, reyes y Mas replicó el vidente : — ¿ N o conoces, pues, el enig-
reinas duendes han construido esta ciudad ; cada uno con mático lenguaje
un arpa en la mano vinieron de la sacra hendidura de un de los bardos ? ¿ Confusión é ilusión y
monte situado hacia el E s t e , y la construyeron á la m ú - relación ; delusión y ocasión y evasión ? Me burlo de tí
sica de sus arpas. Y como tú d i c e s , esta ciudad está en- del mismo modo que tú te burlas de mí y de cuantos te
cantada, hijo m í o ; nada hay en ella que sea lo que pare- vén , puesto que no eres lo que pareces. Pero y o sé quién
c e , salvo únicamente el r e y , aunque algunos sostienen eres. Y ahora vás á mofarte del r e y , que no puede sufrir
que el rey es una sombra y que en cambio la ciudad es ni la sombra de una mentira.
*
real. Con todo tén cuidado del r e y , porque si pasas esta * *

puerta te convertirás en esclavo de sus encantos, pues te


ligan con votos tales, que es una vergüenza que haya un D e este modo , sin burlarse terminó el burlón su dis-
solo hombre que no esté ligado por e l l o s , y que sin em- curso, y volviéndose hacíala derecha, se alejó lentamente
bargo ningún hombre puede debidamente cumplir ; pero por la llanura ( i ) . Gareth le siguió con la vista, diciendo
si no te atreves á jurarlos no pases por debajo de ese'arco á sus servidores: — Nuestra única é inofensiva mentira se
y quédate fuera con el ganado del campo. Porque si ha- nos aparece aquí como un pequeño f a n t a s m a , sentada en
béis oído m ú s i c a , es bastante probable que aun estén edi- el umbral de nuestra empresa. Pero solo debe culparse al
ficando, si se tiene en cuenta que la ciudad está cons-
a m o r ; no á mi madre ni á mí. — Bien , bien : ya nos en-
truida con m ú s i c a , y por tanto jamás construida; y
mendaremos.
construida para siempre.
*
* *

* *

Rióse alegremente Gareth al decir estas palabras, y


- V i e j o m a e s t r o - d i j o enojado Gareth ; - r e v e r e n c i a luego entró con sus criados en C a m e l o t , ciudad de som-
tu propia barba, tan blanca como la más pura verdad y
tan larga que con ella casi barres el suelo. ¿Porque* (i) A u n q u e el poeta no lo dice , el anciano de quien aquí se habla
mofas del extraño que contigo ha sido cortés ? es evidentemente el mago Merlín.
94 GARETH Y LYNETTE

bríos é imponentes palacios, rica en emblemáticos relieves


y en otros que representaban los grandes hechos de sus
antiguos reyes, quienes al escribir su historia en la piedra
creyeron tener asegurada la inmortalidad. El mago de la
corte de Arturo, el f a m o s o Merlín , que en todas las artes
era consumadísimo, había por orden de Arturo ornado la
ciudad levantando en ella suntuosos edificios, coronán-
dolos de caprichosos pináculos, y de soberbias torres cuyas
esbeltas agujas subían en espiral hasta el cielo. Por las ca-
lles de la hermosa ciudad discurrían continuamente ca-
balleros armados de punta en blanco, que iban al palacio
de Arturo ó salían de é l , sus armas crujían y aquel soni-
do era grato á los oídos de Gareth. De las ventanas de
sus alcobas y., de sus camarines miraban á hurtadillas her-
mosas y puras m u j e r e s , brillantes estrellas del a m o r , fa-
ros altísimos de la virtud y la valentía; y por todas partes
se veía un pueblo honrado y f e l i z , un pueblo dichoso de
verse regido por un virtuoso y benigno rey.
i
*
* *

l e , el r e y , que idolatra la v e r d a d , me condenará cuando


Entró Gareth en la m a n s i ó n de A r t u r o , y la voz del
me descubra á él y le diga quien soy. » Con t o d o , siguió
r e y , que oyó enseguida, le sirvió de guía y le condujo
adelante y entró en el salón , aunque temeroso de encon-
á la entrada de un vasto y hermoso salón de artesonado
trarse con Sir Gawain ó Sir M o d r e d ; pero afortunada-
techo; y por encima de las cabezas de los cortesanos vió
mente no vió al uno ni al otro. L o que sí vió , lo que vió
á lo lejos al rey sentado en s u espléndido trono. Cerró los
en los atentos ojos de todos aquellos fuertes y animosos
ojos Gareth deslumhrado, y su corazón palpitó ruidosa-
caballeros que rodeaban el t r o n o , fué el honor sin man-
mente. El joven pensó : « P 0 r la mentira que v o y á decir-
cha brillando como el lucero de la m a ñ a n a , y la fé en su
gran r e y , y el amor puro , y la luz de la victoria , y el
y así se hará si lo que dices resulta cierto. ¡ Mal haya el
esplendente fulgor de la gloria ganada y por ganar.
que de las injusticias de sus antepasados se forja un de-
recho !
* *

En aquel instante entró en el salón una viuda, gritando


al rey : — ¡ Una m e r c e d , señor ! T u padre Uther despojó
Y cuando ella se reti-
á mi difunto esposo de una tierra s u y a , porque si bien es
raba satisfecha, entró en
cierto que en un principio ofreciónos oro en cambio de
el salón otra v i u d a , cla-
ella, como nosotros, que la teníamos grandísimo cariño,
mando : — ¡ Una merced,
no quisimos vendérsela, nos la arrebató por la f u e r z a , y
señor ! T u enemiga soy ,
nos dejó sin tierra y sin dinero.
oh r e y , pues tú mataste
á mi querido esposo y se-
£
* * • ñor , que era uno de los
principales caballeros del

— c Q u é es lo que quieres? — dijo A r t u r o . — ¿ E l dine- rey Uther. T ú le mataste

ro ó la tierra? — Y la mujer contestó llorando: — ; Oh en la guerra de los Baro-

señor y rey mío ! N o puedo olvidar el cariño que mi po- nes, cuando L o t y otros

bre marido tenia á su heredad. se levantaron y pelearon


contra t í , diciendo que
eras de vil nacimiento.
Con ellos estaba y o , y

Y replicó Arturo : — Entra , pues , de nuevo en pose- bien á mi pesar me veo

sión de la hermosa heredad que tanto amas, porque á ella obligada á suplicarte. — ¡ Pero mira ! el hermano de mi
esposo ha tenido á mi hijo encerrado en su castillo, y l o
vá unido el recuerdo de tu finado esposo. Y deseo además
ha hecho morir de h a m b r e , apoderándose después de la
que te sea pagado el triple de la renta que se te debe por
herencia que tú , que mataste al padre, dejaste al hijo.
el tiempo que mi padre Uther disfrutó indebidamente de
Así es q u e , aunque el odio que te tengo apenas me deja
lo que no era suyo. E n esto no hay merced sino justicia,
h a b l a r , te ruego me dés un caballero que combata por mal genio de los antiguos reyes renazca en mí. Y tú que
mí, mate al ladrón i n f a m e , y v e n g u e á mi hijo. eres su pariente, vete también; vence á su enemigo, pero
no le mates , y tráele aquí para que sea juzgado : enton-

* * ces , si es culpable , por aquel R e y inmortal que vivió y


murió por los h o m b r e s , te juro que el malvado ha de
En aquel momento , adelantóse á largos pasos un buen morir.
*
caballero , gritando : — ¡ U n a merced , señor r e y ! Yo * *

soy pariente de esta dama. P e r m í t e m e , p u e s , que su en-


tuerto enderece y mate al ladrón. Entró en aquel momento en el estrado el mensajero del
aborrecido M a r k , rey de C o r n . Deslumhró a todos lo que
*
* * llevaba en la m a n o , que era un paño del oro más pálido,
y brillaba á gran distancia como brilla un campo de alha-
Avanzó entonces K a y el s e n e s c a l , y gritó : — ¡ U n a ceñas cuando de súbito se muestra el sol entre dos agua-
merced, señor ! Que no concedas ninguna á esa maldi- ceros. E l enviado colocó el precioso paño en el suelo de-

ciente que se ha mofado de tí en tu propio estrado; nin- lante del trono , y se arrodilló , diciendo que su señor, el

guna , como no sea la saludable merced de grillos y mor- rey feudatario , estaba en camino para C a m e l o t , porque

daza. habiendo oído que Arturo espontáneamente había armado


caballero á su gallardo primo Tristan ( i ) , esperaba que su
* señor feudad le concedería también tan gran honor, tanto
* *

más cuanto que é l , siendo rey, era de más elevada gerar-


q u í a q u e s u p r i m o ; así pues, le rogaba que aceptase aquel
Pero Arturo respondió sosegadamente: — Si nos sen-
tamos en el trono de los reyes nuestros m a y o r e s , es para paño de oro , en muestra de fidelidad y homenaje.
amparar á los agraviados de todo nuestro reino. Esta
*
mujer amaba á su esposo. ¡ L a paz sea contigo, oh mujer, * *

con tus amores y tus odios ! L o s reyes de los tiempos an-


tiguos te hubiesen condenado á las l l a m a s ; Aurelio E i n -
( i ) E l mismo á quien algún tiempo después mató su primo Mark
rys te hubiera muerto á azotes, y Uther te hubiese corta- alevosamente, según se refiere en el precioso idilio de Tennyson titu-
do lá lengua ; ¡ pero vete de a q u í ! — no sea que aquel lado El último torneo.
Entonces Arturo mandó rasgar el paño , hacerlo trizas
y arrojarlo al h o g a r , donde se consumía un gran tronco
de roble. — ¡ Bello caballero , á fé mía ! — dijo el rey. —
¡ Qué ! ¿ el escudo de Mark h a de figurar entre estos ? —
Porque es á saber que en las paredes del vasto salón había
tres grandes hileras de escudos de p i e d r a , los unos bri-
llantemente blasonados, los otros solamente esculpidos,
y algunos en blanco. Y debajo de cada escudo estaba el
nombre del caballero á quien pertenecía, y es que la cos-
tumbre en el estrado de A r t u r o era que cuando un buen
caballero había llevado á c a b o una acción heroica , sus ar-
mas se esculpían solamente ; y si las hazañas eran dos, las
armas se blasonaban; pero si de ninguna gran acción po-
día alabarse , el escudo permanecía blanco y liso , sin sig-
no alguno , salvo el nombre debajo. Por eso vió Gareth
el escudo de Gawain rica y brillantemente blasonado, y
el de Modred como la muerte blanco.

*
* *

A r t u r o , p u e s , mandó rasgar el paño y arrojarlo al fue-


go. — Mas probable es — d i j o , — que le despojemos de
su c o r o n a , que no que le a r m e m o s caballero porque las
gentes le llaman re}". Bien sabes que á los reyes que á
nuestra exaltación al trono desvastaban el país con sus
continuas y sangrientas d i s c o r d i a s , les obligamos á que
cesaran de hacerse la guerra , pero les dejamos sus esta-
dos y su título de r e y e s ; y corno entre ellos había algunos
que eran g e n e r o s o s , benignos , sinceros , valientes y de
buenas c o s t u m b r e s , á estos los alistamos en nuestra or-
den , y aquí en nuestro estrado se sientan. Pero Mark ha
deslustrado el gran nombre de r e y , del mismo modo que
mancharía la h u m i l d e condición de r ú s t i c o ; y puesto que
nos ha enviado un paño de oro , vuélvete y sal á su en-
c u e n t r o , y mantenle lejos de nuestra v i s t a ; no sea que le
e n v o l v a m o s en un paño de p l o m o , haciéndole callar para
siempre. Harto bien conocemos su cobardía, sus malicio-
sas tretas y sus i n f a m e s designios, su afición á los enredos
y las e m b o s c a d a s ; ¡ pero no tienes tú la culpa de los crí-
menes de tu señor ! que K a y el senescal atienda á tus ne-
cesidades y te envie satisfecho. ¡ Malhaya el que como
Mark hiere alevosamente en la oscuridad , y no c o m o los
leales frente á frente !

Y otros m u c h o s suplicantes v i n i e r o n , quejándose de


daños causados por bestias ú h o m b r e s , y s i e m p r e , con la
vénia de A r t u r o , un caballero partía á caballo á endere-
zar ó v e n g a r el entuerto.

P o r fin , G a r e t h , a p o y a n d o ambas manos pesadamente


en los h o m b r o s de sus s e r v i d o r e s , se acercó entre ellos al
r e y , y dijo : — ¡ U n a merced , s e ñ o r ! — A p e n a s le deja-

I"
- ÍSSÍÍ - *
ba hablar la vergüenza. — ¿ N o vés cuán consumido estoy Entonces Lanzarote , que estaba allí cerca , le dijo : —
por el hambre, y como para no caer de debilidad tengo Señor senescal; en sabuesos , en galgos y en toda clase
que apoyarme en estos fuertes mocetones ? Permíteme de perros de caza eres m u y entendido; tratándose de ca-
servir en tus cocinas, entre tus marmitones , durante un ballos tu opinión no es de despreciar; lo que tú no sabes
año y un d í a , y no preguntes mi nombre. Después pe- es conocer á los hombres. ¡ L a frente espaciosa y blanca,
learé. bien delineadas las rubias cejas, el cabello sedoso y abun-
dante , la nariz grande , recta y fina, y las manos largas,
blancas y delicadas! ¡ Algún misterio de mozalbillo! Pero,
* *
de todos m o d o s , que venga de redil ó de regio estrado,
— ¡ Hermoso mancebo — exclamó el r e y , — y digno el muchacho es de noble aspecto y de buen natural. T r á -
de merced más distinguida ! P e r o puesto que no pides tale , pues , con toda afabilidad; no sea que andando el
otra cosa m e j o r , es preciso q u e K a y , el jefe de las coci- tiempo venga á desmentir el juicio que de él has formado.
nas , te lleve con él y sea tu a m o .
*
* *

*
* *

— ¿ Q u é hablas tú de misterios? — dijo K a y . — ¿Pien-


Dichas estas palabras, el rey se levantó y f u e s e ; enton- sas acaso que este mozo ha de echar veneno en la comida
ces K a y , un hombre de rostro pálido cetrino, un hombre del rey ? N o hay cuidado de ello, pues sus palabras de-
amarillo y mustio , como la planta que siente sus raíces muestran que es un bobalicón. ¿ U n misterio? ¡ T a r a r i r a !
corroídas por el blanco l i q u e n , se adelantó y dijo : — Si el mozo fuera noble , hubiese pedido caballo y arma-
¡ Hacéos cargo de esto, señores ! Este camarada se ha es- dura. ¡ Blanco y hermoso, en verdad ! ¡ Señor Hermosa-
capado de alguna abadía, donde sin duda no le daban cara ! ¡ Señor Hermosas-manos ! ¿ Es así como habré de
toda la carne y toda la sopa que podía comer. Demasiada llamarle ? Mas ten tú cuidado de que tu propia hermosura,
fortuna era para é l , y debía haberse contentado con ella. Lanzarote , algún hermoso día no te pierda, y déjame mi
Pero en fin , si trabaja, le engargantaré como á un pavo, hombre.
y su pellejo brillará tan estirado y liso como el de un
* *
puerco.

Así Gareth , por amor á la g l o r i a , sufrió el holliniento


y u g o del vasallaje de cocina; junto á la puerta de la co-
a l o n d r a , ó se ponía á cantar alguna copla , y aunque al
cina comía su ración con una cáfila de mozalbetes, y
principio sé burlaban de é l , acababa siempre por inspi-
dormía por la noche con mugrientos marmitones. Y Lan-
rarles respeto. A veces Gareth contaba alguna prodigiosa
zarote siempre le hablaba con a g r a d o ; pero K a y el senes-
historia de caballeros que con las tajantes espadas se
cal , que no le quería, traíale á empellones y le molestaba
abrían paso á través de veinte pliegues de ensortijado
incesantemente, haciéndole trabajar más que á su compa-
d r a g ó n , y tenía á todos sus buenos camaradas tendidos ó
ñero del fogón , y poniéndole á dar vueltas al asador, á
sentados en torno suyo , con la boca abierta y las manos
sacar agua , ó á partir leña, cuando no le encomendaba
ociosas, embelesados, hasta que Sir K a y el senescal se
aún más groseros trabajos; y Gareth , por obediencia al
arrojaba sobre ellos bramando, y del mismo modo que un
r e y , se prestaba á todo, y hacía toda clase de trabajo con
súbito viento impele y aparta las hojas secas, los separaba
una noble tranquilidad que hermoseaba la más vil ocupa-
en un instante. Y cuando con los esclavos se entretenía
ción. Y cuando conversando en sus ratos de ocio los es-
en juegos de fuerza ó de destreza, invariablemente desco-
clavos , álguien alababa el cariño que el rey y Lanzarote
llaba entre todos, y lanzaba siempre la piedra ó la barra
se tenían, y refería como en la guerra el rey había salva-
dos varas más léjos que los más fuertes; y si había alguna
do dos veces la vida de Lanzarote, y Lanzarote una vez
justa, como Sir K a y haciéndole un signo con la cabeza le
la del r e y , porque si bien Lanzarote era el primero en los
diera á entender que podía marcharse, corría á presen-
torneos, llevábale gran ventaja Arturo en los campos de ciarla ; y cuando veía á los caballeros chocar como la ola
batalla, Gareth estaba contento. Y si algún otro contaba que viene y la que se retira , y hacerse astillas las lanzas,
como una vez al reir del alba, pasando el errante guarda- y tambalearse los mejores corceles, entonces el muchacho
bosque por lo más alto de C a e r - E r y r i , de donde tan ad- estaba casi fuera de sí de alegría y entusiasmo.
mirablemente se dominan los azules pantanos y el nebu-
loso mar, encontró un dormido i n f a n t e , que no era otro
que el rey A r t u r o , de quién el profeta ( i ) d i j o : — É l
pasa á la isla A v i l i ó n ; él pasa, y es curado, y no puede
m o r i r ; » — Gareth estaba contento. Pero si la conversa-
D e ese modo trabajó durante un mes entre los esclavos;
ción era obscena, entonces Gareth silbaba como una
pero los días que siguieron , la buena r e i n a , cada vez más
triste en el castillo desertado por sus h i j o s , empezó á
(i) Merlín.
arrepentirse de haberle hecho contraer tan penosa obliga-
Clón
' y P°r fin
> e n t r e la creciente y la menguante l u n a ,
envió armas para su hijo, y le relevó de su promesa.

*
* * Aquí los serenos ojos del rey le refrenaron, y le hicie-
ron sonrojarse, é inclinarse profundamente para besarle
Quien llevó á Gareth tan grata nueva f u é un escudero
la mano. — Hijo mío — le contestó Arturo ; — tu buena
d e L o t , con q u i é n , en un tiempo, cuando ambos eran
madre me ha hecho saber que estás a q u í , y me ha parti-
n i ñ o s , acostumbraba á jugar al torneo, trazando un i m -
cipado tu deseo de que y o ceda al tuyo. ¡ Hacerte mi ca-
perfecto óvalo en la arena y arrojándose uno sobre otro
ballero ! ¿ Sabes que mis caballeros están sujetos á votos
de cada extremo; y bien se puede asegurar que jamás
de extremado v a l o r , extremada cortesía , extremada fide-
muchacha alguna se puso m á s colorada de vergüenza que
lidad en amor, cuando aman , y extremada obediencia al
Gareth de alegría al escuchar el mensaje de su buena ma-
rey ?-
dre. Riéndose y dando brincos de placer, dijo: - Saliendo
* *
del humo, v o y de un salto de los piés de Satán á las ro-
dillas de Pedro. Mas nada digas á nadie sobre el particu-
Entonces Gareth , que se había arrodillado ante Arturo,
lar : estas noticias son para m í , y para ningún otro. Pero
se puso en pié de un salto, y exclamó : — ¡ Mi rey ! ¡ V a -
n o ; son también para el r e y . — V u é l v e t e á tu alojamiento
lor puedo prometerte! E n cuanto á extremada obedien-
de la ciudad. Después de lo c u a l , Gareth buscó ocasión
cia , infórmate de aquél á cuyo servicio me pusiste; in-
de hablar al rey á s o l a s , y c u a n d o la tuvo, se lo refirió fórmate del nada blando senescal, jefe de tus cocinas. Y
todo.
en cuanto al amor, sabe Dios que no amo t o d a v í a , pero
* * a m a r é , si Dios quiere.

*
- Y o he hecho tambalearse á tu fuerte Gawain en un * *

torneo, por pasatiempo; él m i s m o lo dijo. Bien v é s , por


tanto, que sé y puedo justar. H a z m e tu caballero en se- Y replicó el rey : — ¿ Hacerte mi caballero en secreto ?
creto, deja que mi nombre permanezca oculto, y concé- Asi se hará , si te empeñas en e l l o ; pero nuestro más no-
deme la primera empresa. S a l g o como la llama de las ble hermano, y nuestro hombre más l e a l , y uno conmigo
cenizas. en todo, es preciso que lo sepa.
110
GARETH Y LYNETTE

*
vaya. C u b r e los leones de tu e s c u d o , y en cuanto te sea

posible, cuida de que n o sea hecho prisionero ó muerto.


- Q u e Lanzarote lo s e p a , rey m í o • que Lanzarote lo

sepa. Q u e lo sepa el más noble y más leal de tus c a l a - *


* *
lleros.

A c a e c i ó , p u e s , que aquel m i s m o dia se presentó en el


*
* *
estrado u n a damisela de alto l i n a j e ; una hermosa dami-
sela cuya frente podia competir en blancura con la de la
Y dijo el rey Pero porqué quieres que las gentes
flor de m a y a , y cuyas mejillas recordaban el blanco y ro-
no sepan qué pensar de t í ? N o , n o ; más vale que por
sa de la flor del m a n z a n o . Sus ojos eran vivos y pene-
consideración al r e y , y á la empresa m i s m a que quieres
trantes , y su delgada y fina nariz tenía la punta ligera-
l l e v a r á c a b o ; más vale que como caballero m í o lo em-
mente levantada c o m o el pétalo de una flor. Penetró en
prendas , que dar pábulo á las hablillas de la multitud.
el estrado seguida de un paje , y gritó :

*
* *
* *

P e r o Gareth contestó a l e g r e m e n t e : - Cociéndolo he


— ¡ O h rey ! tú ^ue has vencido á los enemigos de fue-
ganado m i bollo ¿ n o es v e r d a d ? N o m b r e alguno no
ra , tén cuidado de los enemigos de dentro. Sendas, f u e n -
quiero hasta q u e mi propio esfuerzo me haga r e n o m b r a -
tes y v a d o s están ocupados por b a n d i d o s ; todo el que po-
do. Mis hechos hablarán. E l secreto es tan sólo por un
see una torre es señor de vidas y haciendas en media l e -
día. - S o n r i ó el r e y , enamorado de la lozana juventud y
gua á la redonda. ¿ P o r q u é estás sentado ahí ? Y o n o des-
del ardor de G a r e t h , y poniéndole cariñosamente la
cansaría , señor r e y , si y o fuera r e y , hasta que el más
m a n o en el h o m b r o , o t o r g ó l e , aunque medio de mala
apartado rincón del reino estuviera tan libre de violencia
g a n a , lo que pedía. Y luégo, llamando á solas á L a n z a -
y efusión de sangre , c o m o el mantel de tu altar está libre
r o t e , le dijo : — L e he acordado la primera empresa-
y limpio de m á c u l a de aquella bendita sangre que por
pero c o m o aun no ha hecho sus p r u e b a s , quiero qU¡
nosotros f u é vertida.
cuando en el estrado reclame el cumplimiento de m i pro-
m e s a , m o n t e s á caballo y le sigas á donde quiera que
GARETH Y LYNETTE GARETH Y LYNETTE II?

— A n í m a t e , hija m í a ; dijo Arturo. — Ni y o ni los


Entonces A r t u r o , acordándose de Sir Gareth y teme-
míos descansamos; y si mi caballería guarda los votos
roso de que la empresa fuese demasiado difícil para un
que j u r ó , en el más desierto erial de nuestro reino habrá
caballero n o v e l , dijo : — Bien sabes , doncella , que esta
tanta seguridad como en el centro de este salón. ¿ Cuál
orden vive para acabar con todos los malvados del reino.
es tu nombre ? ¿ Y qué es lo que deseas ? Pero d i m e ; esos cuatros hermanos ¿ quiénes son ? ¿ Qué
clase de hombres son ?
*
* *
*
* *

— ¿ Mi nombre ? — dijo ella. — Mi nombre es Lynette,


y necesito un caballero que combata por mi hermana — S o n cuatro grandes bobos , señor r e y , y pertenecen
L e o n o r , dama de encumbrada p r o g e n i e , poseedora de á la antigua caballería andante; son de esos que cabalgan
vastos estados, y h e r m o s a ; s í , más hermosa que y o . V i - por todas partes , y no hacen más que su voluntad; cor-
ve en el Castillo P e l i g r o s o ; un despeñado río da tres teses ó brutales á su antojo , como que no tienen ni ley
vueltas en torno de su m o r a d a , y los únicos tres pasos ni rey. T r e s de ellos , llenos de soberbia y presunción,
que hay en él están guardados por tres fuerte caballeros; se llaman á sí mismos el D í a , Lucero M a t u t i n o , Sol del
estos tres caballeros son hermanos , y un cuarto hermano! Mediodía y Lucero Vespertino, y son tan fuertes como
que es el más fuerte de los c u a t r o , la tiene presa en su b o b o s ; y ni un ápice más cuerdo es el cuarto, que
propio castillo : y de ese modo la estrecha para vencer su siempre cabalga cubierto de una armadura enteramente
voluntad y hacerla casarse con é l ; y no difiere el cumpli- n e g r a , y es un enorme hombre bestia de ilimitada feroci-
miento de su designio m á s que hasta que tú envíes para dad. Llámase á sí mismo la N o c h e , y más á menudo la
pelear con él al primero de tus caballeros, Sir Lanzarote, M u e r t e , y lleva un yelmo con un cráneo por c i m e r a , y
á quien espera v e n c e r , para luégo casarse con g l o r i a ; en su escudo pintado un esqueleto, para dar á entender
pero ella si alguna vez se casa quiere casarse no á la que el que mate á sus tres h e r m a n o s , ó logre escaparse
íuerza si no por a m o r , ó retirarse á un convento y vivir de e l l o s , será muerto por él y entrará en la noche sin

allí santamente. Para l i b r a r l a , p u e s , del que tan tenaz- fin. Y todos estos cuatros son , como he dicho , muy

mente la asedia, he venido por Sir Lanzarote. grandes bobos, pero hombres fortísimos, y por eso he
venido por Sir Lanzarote.

* *
* * caballo , bajó la pendiente calle, y pasando por la mágica
puerta blanca, se detuvo fuera de la ciudad, junto al
E n aquel instante, apareció descollando entre la amon-
campo de los t o r n e o s , murmurando: — ¡ U n marmi-
tonada multitud la hermosa cabeza de Sir Gareth. Sus
tón !
ojos despedían rayos. — ¡ Una merced, señor rey ! — Gri-
tó el impetuoso mancebo : — concédeme esta empresa.
* *
— Y l u é g o , como apercibiera junto á él á S i r K a y , que
estaba mugiendo como un toro herido, añadió: — S í ,
Es á saber que eran dos las puertas del estrado ; una de
señor r e y ; tú sabes que soy tu marmitón , y que gracias
ellas daba á una vasta galería abierta, ricamente embaldo-
á tus viandas y bebidas soy robusto y vigoroso y capaz
s a d a , en la que el rey solía pasearse á la salida del sol,
de pelear con un ciento de bandidos tales como los que contemplando el llano y las m o n t a ñ a s , y de la cual un
ha pintado esa noble dama. Acuérdate de tu promesa, magnífico camino escalonado descendía hasta perderse en-
señor. — Arturo entonces le lanzó una centelleante mira- tre árboles floridos y agujas de torres; y por aquella
d a ; pero casi instantáneamente reprimió su c e ñ o , pen- puerta principal salió el rey. L a otra puerta , por la cual
s a n d o : — R u d o y fogoso es, pero perdonable, y digno salió la irritada doncella , estaba situada en el lado opues-
de ser caballero. — V é , p u e s , — l e dijo : — y todos los to al del fogón , y era tan a l t a , que cualquier caballero,
circunstantes quedaron asombrados. por alto que fuese el crestón de su yelmo , podía pasar sin
agacharse y sin rozar con el dintel. Hacia aquella puerta

*
*
*
se dirigió á grandes pasos Sir Gareth , y en cuanto se ha-
lló fuera vió el regalo de Arturo á su novel caballero , un
Pero en la frente de la doncella, la v e r g ü e n z a , el caballo que valía media ciudad; y junto á él estaban los
orgullo y la cólera tiñeron de grana el purísimo blanco, dos servidores que del Norte le habían seguido, uno de
envidia de la flor de maya. los cuales tenía un escudo nuevo y un casco, mientras

— ¡ Qué vergüenza para t í , oh R e y ! — dijo alzando que el otro tenía el caballo y la lanza. Desató entonces

las manos. — H e pedido tu mejor caballero, y no me has Gareth su c a p a , que era del tejido mas grosero y le cu-

dado más que un m a r m i t ó n . — L u é g o , antes de que nadie bría desde la clavícula hasta los t a l o n e s , y del mismo

pudiese detenerla, volvió la espalda al r e y , y por el cor- modo que de un fuego que se cree sofocado sale de pron-

redor que daba acceso al trono salió del salón , montó á to una viva llamarada , del mismo modo salió de debajo
de ella brillando en su ar-
m a d u r a , como a q u e l l o s por las tempestades en un sitio expuesto al embate del

insectos de oscuro r o p a j e , viento , y provista de una afilada punta de bien templado

que al extender las fuseas acero , en torno de él f u é agolpándose la g e n t e , y de la

alas que les sirven de es- cocina llegaron en tropel los esclavos, quienes al ver al

tuche , muestran debajo de que había trabajado más que todos e l l o s , y á quien no

e l l a s , antes de alejarse vo- podían menos de a m a r , á caballo y armado tan espléndi-

lando, un brillantísimo ar- d a m e n t e , echaron sus gorros al a i r e , gritando: — D i o s

nés que parece cubierto de bendiga al rey y á toda su compañía. — A s í , pues , por

piedras preciosas. Así Ga- entre la apiñada multitud que no cesaba de vitorearle

r e t h , antes de partir , re- con el m a y o r entusiasmo , cabalgó Gareth descendiendo

lampagueó en su armadu- la empinada c a l l e , y salió de la ciudad por la mágica

ra. L u é g o , m i e n t r a s se puerta blanca.

ponía el y e l m o , y tomaba
*
* *
el e s c u d o , y montaba á
caballo, y empuñaba la lan-
Alegremente partió Sir Gareth en pos de los peligros y
z a , de madera fortalecida
de la gloria ; pero del mismo modo que cuando dos pe-
""••'rrn^i——;
rros riñen, si uno de ellos es separado de su competidor
antes de que el combate haya refrescado su f u r i a , sigue,
si le llama á su dueño , pero lo recuerda todo , y recor-
dándolo se detiene, y vuelva la cabeza y g r u ñ e ; así Sir
K a y , parado junto á la p u e r t a , gruñía furiosamente y
renegaba de G a r e t h , á quien estaba acostumbrado á mo-
lestar y vejar á todas horas.

*
* *

— ¡ Empeñado en una empresa con armas y caballo !


i El rey ha querido divertirse, mi marmitón ! — ¡ A vues-
Dichas estas palabras montó á caballo, y por entre la si-
tro trabajo, esclavos! N o sea que dejando languidecer el
lenciosa multitud , dirigióse fuera de la ciudad.
fuego , aticéis el que arde dentro de m í . — Y o creo que
aun hemos de ver al alba asomar por el Oeste , y al sol
* *
ponerse por Oriente. — ¡ Lejos de a h í , bergante ! ¡ A la
cocina ! — Probablemente algún golpe que recibió en la
cabeza siendo niño , y al que entonces no se prestó aten- Entretanto , la doncella, que se había detenido junto

ción, ha acabado por trastornarle el seso. — S í ; sin duda al campo de los t o r n e o s , permanecia aún a l l í , refunfu-

está loco. ¡ Cómo alzaba la voz el bellaco , pregonando, ñando. — ¿ Porqué el rey se ha burlado de mí ? Si no po-
día disponer de L a n z a r o t e , podia á lo menos haberme
sin avergonzarse, que era un marmitón ! ¡Tararira ! Bas-
dado alguno de los que aquí pelean por el amor de las
tante humilde y sumiso fué conmigo hasta que viendo
damas y por la gloria , en vez de darme — ¡ oh cielos !
que Lanzarote se fijaba en é l , empezó á envanecerse.
¡ B i e n , bien! seguiré á mi presuntuoso criado, y veré si ¡ qué vergüenza para é l ! — e n vez de darme un marmitón.

todavía me reconoce por su señor. Del humo ha salido,


*
y por la gracia de D i o s , que si algo vale mi lanza he de * *

hundirle en el lodo. Después, si el rey despierta de su lo-


cura , al humo ha de volver otra vez. Sir G a r e t h , que llegaba en aquel instante , se acercó á
ella brillando en su armadura. Y en verdad , bien se pue-

*
de asegurar que pocos mancebos más hermosos que él
* *
había en todo el reino. — ¡ Gentil doncella! — le d i j o . —
Esta empresa me pertenece. G u í a , que y o te sigo. — Ella

Pero Lanzarote le d i j o : - K a y , ¿ p o r q u é quieres ir entonces, como quien en el monte huele un agásico de

contra el rey ? Nunca hizo tal aquél á quien injurias, sino inmunda c a r n e , y cree oler carroña de sierpe ó comadre-

que humildemente sirvió al rey en tu persona. Detente y ja , llevó con petulante ademán á su delgada nariz el pul-

m e d i t a , pues ese mozo es alto y f o r n i d o , y sabe manejar gar y el Í n d i c e , chillando : — ¡ Vete de ahí ! Aparta, que

la espada y la lanza. - ¡ Tararira ! - dijo K a y ; — déja- hueles á pringue de cocina. — Y mira quien viene detrás.

me en paz. Es llevar tu finura demasiado lejos, emplearla — Por que en efecto , allí estaba K a y , que acababa de lle-
gar á escape. — ¿ N o me conoces ? — a h u l l ó el senescal.
en echar á perder buenos criados con bobas cortesías. —
— i N o conoces á tu amo ? — Soy K a y . — T e necesitamos
junto al fogón.

— Di lo que quieras, doncella, — contestó Sir Gareth


*
* *
dulcemente; — pero, por duras que sean tus palabras, no
he de dejarte hasta llevar á cabo esta honorable empresa,
Y Gareth replicó: — ¡ N o eres mi amo ya ! Demasiado
ó morir en ella.
bien te c o n o z c o , s i ; eres el menos amable , el más des-
comedido caballero de la casa del rey. — ¡ T o m a , pues ! * *

— dijo K a y , c h o c a r o n , y el senescal cayó en tierra con


un hombro descoyuntado; y Gareth gritó de nuevo : —
— ¿ L a llevarás á cabo ? ¡ Santo D i o s ! ¡ C ó m o el bri-
Guía y te sigo. — Y entonces la doncella huyó á galope. bón , á fuerza de escuchar, ha aprendido el lenguaje de
los más nobles caballeros ! P e r o , v i l l a n o , pronto tendrás
*
* * que habértelas con uno en quien tus bellos discursos no
harán mella. Y y o te aseguro que por lleno que estés de
Pero después de correr buen trecho á rienda suelta , y sopa , y á pesar de toda la cerveza de cocina que hayas
cuando y a el corazón de su buen caballo parecía á punto
sorbido , no te atreverás á mirarle frente á frente.
de estallar con la violencia de los latidos, la doncella se
vió obligada á detenerse, y alcanzada por Sir Gareth, le *
* *
dijo :

*
* * — Probaré f o r t u n a ; — dijo Gareth con una sonrisa que
la puso furiosa. D e nuevo huyó como un relámpago por
— ¿ Q u é haces en m i compañía, marmitón ? T e parece las larguísimas calles de árboles de un ilimitado bosque, y
que te tengo en m a y o r estima , ó que estoy más dispuesta . siguiéndola G a r e t h , f u é otra vez insultado.
á aceptarte por mi c a m p e ó n , porque cobardamente, por
medio de algún ardid , ó simplemente por mala ventura *
*
*

s u y a , has derribado y muerto á tu señor? ¡ T ú ! friega-


platos ! ¿ N o estarías m e j o r dando vueltas al asador ? A mí — D o n M a r m i t ó n ; he perdido el único camino que
me hueles á cocina c o m o antes.
existe á través de la selva , y en el cual los hombres de
Arturo están estacionados para seguridad de los caminan-
tes. Ahora bien; la selva está casi tan llena de ladrones
como de hojas, y aunque es verdad que si nos matan á
los dos me desembarazo de t i ; con todo , D o n Galopín,
i sabes manejar ese asador? Pelea si es que p u e d e s , pues
he perdido el único camino.

Así p u e s , hasta la caída de.la tarde cabalgaron juntos


el injuriado mancebo y la que tan duramente le injuria-
ba. N i ocurrió incidente alguno digno de mencionarse,
hasta que al llegar á lo más alto de una gran cuesta vie-
ron á sus p i é s , en forma de taza y poblada de millares de hasta medio muslo entre
p i n o s , una tenebrosa concavidad que descendía suave- juncos y cañas, vió seis hombrachones, arrastrando á un
mente hacia el O e s t e , y en cuyo fondo brillaba, á la séptimo, con una piedra colgada al c u e l l o , para ahogarle
amortiguada luz del sol p o n i e n t e , una gran l a g u n a , re- con ella. C o n tres buenos y bien dirigidos golpes aquietó
donda como el ojo de una lechuza gigantesca. D e la te- para siempre á tres de aquellos b a n d i d o s , y los otros tres
merosa hondonada salían gritos de angustia, que iban se escaparon por el p i n a r ; entonces Gareth desató la pie-
aproximándose con rapidéz. Por fin , vióse salir del espe- dra que pendía del cuello del que tan felizmente acababa
so bosque un h o m b r e , corriendo desaladamente y gritan- de libertar, y la arrojó á la l a g u n a : oleosamente burbujeo
do : - Han amarrado á mi señor para arrojarle á la laguna. el cenagal. Por fin , Gareth desató sus ligaduras, y de ese
- E n t o n c e s Gareth, volviéndose á la doncella, le dijo:—- modo pudo ponerse en pié y andar el libertado, que era
Obligado estoy á hacer justicia al agraviado, pero aun más un valiente barón, amigo de Arturo.
estrechamente obligado á n o apartarme de tí. - Y como
la doncella le contestára d e s d e ñ o s a m e n t e : - Guía que *
*
*

jo te s i g o , - G a r e t h gritó: - Yo guio, sigúeme.-


Y diciendo estas palabras, se entró en el espeso pinar, - B u e n a fortuna es que hayáis v e n i d o , porque sino

estos belitres se hubieran vengado de mí. Y en verdad M a s n o presumas, g a l o p í n , que estoy más dispuesta a

que no les faltan excelentes motivos para aborrecerme, aceptarte por mi campeón, porque has ensartado hábil-

pues siempre que me apodero de algún l a d r ó n , acostum- mente en tu asador una chusma de medrosos salvajes. U n

bro ahogarlo, como animal d a ñ i n o , con una piedra al trillador con su mayal los hubiese desparramado. N o , n o ;

cuello. Y son y a muchos los que debajo de estas cenago- no por eso dejas de oler á cocina como antes. Pero si este

sas aguas están pudriéndose; pero por la noche dejan la caballero quiere darnos albergue , acepto gustosa.

piedra, y saliendo á la superficie, danzan hasta que la luz


del alba ahuyenta las sombras. Ahora b i e n ; has salvado * *

una vida que seguramente tiene algún p r e c i o , por ser la


Asi habló la doncella. U n a legua más allá del bosque, y
del que limpia dfe bandidos esta selva. D e s e o , p u e s , re-
en medio de hermosas y feraces tierras, alzábase el casti-
compensarte dignamente. ¿ Q u é galardón deseas ?
llo del barón , coronado de gallardas torres ; a l l í , en un
* salón espléndido, encontraron los restos de un gran fes-
* *

tín que aquel mismo día se había celebrado : ricas vian-

— ¡ N i n g u n o ! — replicó vivamente Gareth. — Si te he das y costosas g o l o s i n a s , y vinos esquisitos. Para ador-

salvado ha sido únicamente por el placer de llevar á cabo nar la mesa pusieron en frente de la joven un hermoso

una buena acción, y por seguir fielmente los preceptos pavo real en toda su majestad, y el barón hizo que Gareth

del rey. Pero la noche se avecina. ¿ Quieres dar albergue se sentára junto á e l l a ; pero ella al punto se levanto, y
á esta doncella ? dijo : - Me parece , señor barón, que hay gran descorte-
sía en colocar a q u í , á mi lado, á este villano. - Oídme.
* - E s t a b a y o esta mañana en el estrado de Arturo, y ro-
* *

gaba al rey me diese su caballero Lanzarote para comba-


Y como el barón contestara : — Bien veo por tu res- tir á la hermandad del Día y de la N o c h e , pues solo
puesta que eres de la T a b l a de Arturo ( i ) . — R i ó s e L y n e - Lanzarote era capaz de vencerla , cuando he aquí que de
tte , y dijo. — Sí, de cierta manera y hasta cierto punto, pronto se adelanta este imprudente m a r m i t ó n , gritando :
puesto que es uno de los picaros de cocina de Arturo. — - « L a empresa es mía. Soy tu m a r m i t ó n ; y fuerte soy
como el que m á s , gracias á tus viandas y bebidas.» - Y

(i) O , lo que es lo mismo , de la Mesa de Arturo.


entonces A r t u r o , sin duda en un momento de locura,
replica: — ¡ V é , pues! — y así encomienda la empresa á
* *
este villano, más á propósito para matar puercos que para
recorrer el mundo enderezando entuertos hechos á débiles Y Gareth contestó : — Estás enteramente perdonado;
m u j e r e s , ó para sentarse al lado de una noble dama. pero mi resolución es inquebrantable, y seguiré adelante á
pesar
*
* * del Día y de la Noche y de la Muerte y del I n -

fierno.
Medio avergonzado y en parte perplejo el caballero al * *

escuchar estas palabras, miraba ya al uno y a á la otra con


extrañeza; pero luégo, dejó á la dama junto al pavón en A s í , cuando á la mañana siguiente, el caballero cuya
toda su majestad, y sentando á Gareth á otra m e s a , se vida había salvado los hubo acompañado hasta el límite
sentó junto á é l , comieron, y entonces le habló de esta •de su p o s e s i ó n , y despedidose deseándoles buena ventu-
suerte:
ra , volvióse Gareth hacia la doncella, y le dijo: — Guía,
y te sigo. — Replicó ella con arrogancia:
*
* *

* *

— A m i g o , y o no pregunto si eres mozo de cocina ó


no, ó si todo lo que he oído no es más que una humora- — Y a no quiero huir: una hora te concedo para que en
da de la doncella ; ó si ella está l o c a , ó está loco el rey, ella determines lo que has de hacer. El león y la coma-
ó lo están ambos ó n i n g u n o ; bástame saber que eres dreja, cercados por las aguas, se han visto más de una vez
fuerte y gallardo, que das buenos g o l p e s , y que me has juntos en tiempo de inundación. Y por otra p a r t e , paré-
salvado la v i d a ; por tanto como tendrás que pelear con ceme , á pesar de tu locura, que me inspiras alguna com-
muchos y m u y fuertes e n e m i g o s , considera si no debes pasión. ¿Quieres v o l v e r t e ? A u n es tiempo, y te aconsejo
volverte con la doncella, á pedir otra vez al rey al más que lo hagas, pues y a m u y cerca de aquí hay uno que, si
renombrado de sus caballeros, el invicto Lanzarote del sigues adelante, te derribará y te m a t a r á ; entonces y o
Lago. Perdóname, amigo; solo hablo por tu propio bien, volveré á la c o r t e , y en su propio estrado avergonzaré al
pues no puedo olvidar que te debo la vida. r e y , por haberme d a d o , en lugar de Lanzarote, un cam-
peón sacado de las cenizas de su hogar.
*
* *

Cortés y reposadamente contestó Sir G a r e t h . — Di todo


lo que quieras , — d i j o , — á mí sólo me toca obrar. S u -
fre, p u e s , mi compañía por una h o r a , y verás mi fortuna
alzarse tan radiante como la de aquella que de entre el
fuego y la ceniza salió para casarse con el hijo del rey.

*
* *

Pronto llegaron al borde del angosto y profundo cauce


del serpentino río que descendiendo de la montaña da tres
vueltas en torno del Castillo Peligroso, morada de la bella
Leonor. Las orillas eran escarpadas y estaban enteramente
cubiertas de m a l e z a , y sobre el río, que era caudaloso y
estrecho , había un puente de un solo arco, al otro lado
del cual se alzaba un pabellón de seda , con listas de oro
sobre fondo azul celeste, y coronamiento de púrpura. So-
bre él ondeaba una banderita carmesí.

X
* X

Delante del pabellón se paseaba desarmado el guerrero


sin l e y , quién en cuanto los hubo apercibido, g r i t ó : —
D o n c e l l a ; ¿ es ese el campeón que has traído de la corte
de Arturo, y en busca del cual te dejamos pasar? — N o ,
no, — dijo e l l a ; — Señor Lucero Matutino. E l rey, por
burlarse de tí y de tu gran l o c u r a , te envía aquí su m a r -
mitón. Y tén cuidado : no sea que se arroje sobre tí de
repente y te mate desarmado. N o es caballero sino vi-
llano.

*
# *

Entonces el guerrero llamó : — ¡ O h hijas del Alba y


siervas del Lucero Matutino ! V e n i d , y armadme pronto.
— Y en el mismo instante salieron del pabellón, con los
piés desnudos y la cabeza descubierta, tres hermosas mu-
chachas lindamente vestidas de rosa y oro ; sus blanquísi-
mos piés brillaban entre la yerba cubierta de r o c í o , y su
cabello t o d o , cubierto no sé si de gotas de rocío ó de jo-
yeles , resplandecía como resplandecen las lentejuelas de
oro en la piedra venturina. Acercándose al caballero, las
doncellas le pusieron una armadura a z u l , y le dieron un
escudo, azul t a m b i é n , en el cual se veía la estrella de la
mañana. Y Gareth contemplaba en silencio al guerrero,
quién antes de montar á caballo estuvo de pié un mo-
mento como gloriándose en su bello atavío; y á sus piés,
en las límpidas aguas del r í o , brillaban mezclados con el
azur del cielo el brillante p a b e l l ó n , y los piés desnudos,
y los vestidos de rosa y oro, y la armadura del guerrero,
y la fulgente estrella de su escudo.

*
* *

E n aquel momento , la doncella, que estaba obser'ván-


G A R E T H Y L Y N E T T E 133

dolé, le dijo : — ¿ Qué haces así con la vista clavada en


— ¡ M i e n t e s , perro ! Procedo de más encumbrada al-
é l ? V e o que estás temblando de m i e d o ; pero aun es
curnia que tú. — D i j o ; y al mismo tiempo los dos par-
tiempo; huye antes de que monte á caballo. Nadie dirá
tieron con la rapidez del r a y o , y chocaron en el centro
que la huida te deshonra, pues no eres caballero sino v i -
del p u e n t e , y ambas lanzas se encorvaron mas no se que-
llano. braron , y los dos caballeros fueron al mismo tiempo
*
* *
lanzados como por una catapulta, por encima de la grupa
de sus caballos; y cayeron en tierra como m u e r t o s ; pero
— Villano ó caballero, — contestó Gareth, — mucho
se levantaron con presteza y desenvainaron las espadas, y
más quisiera pelear una veintena de v e c e s , que oírte ul-
Gareth enviaba con la suya á su enemigo tan furiosos y
trajarme de ese modo. Mejor sería que para el que por ti
redoblados g o l p e s , que le rechazó hasta más allá del
combate tuvieses buenas palabras. Pero n o ; mejor e s , en
puente. A todo esto la doncella gritaba: — Bien dado,
verdad , que tus palabras sean injuriosas, pues ellas hacen
m a r m i t ó n , — h a s t a que por fin el escudo de Gareth fué
arder mi sangre de c ó l e r a , y me comunican u n a fuerza
h e n d i d o ; pero casi en el mismo instante, un tremendo
t a l , que estoy seguro de derribarle.
mandoble de Gareth tendió á sus piés al que lo habia

*
hendido.
* *

*
* *
Y el de la estrella, que estaba ya á caballo , gritó des-
de el puente : — ¡ U n marmitón , y enviado para hacer
Entonces el caído gritó : — N o me m a t e s ; me r i n d o . —
befa de m í ! Y o no peleo con un villano de esa especie,
Y Gareth dijo : — Si esta doncella me lo p i d e , dispuesto
sino que me contento con mofarme del que de mí quiere
estoy á hacerte merced de la vida. — Ella al oir estas pa-
mofarse. Porque ciertamente, vergüenza sería hacerle
labras , púsose encendida como la g r a n a , y exclamó : —
más daño que ponerle á pié, y tomar su caballo, y de ese
¡ Insolente marmitón ! ¿ Y o suplicarte ? ¿ Y o pedirte un
modo enviarle al rey. V a m o s , pues; deja á esa dama,
f a v o r ? — E n t o n c e s m o r i r á . — Y Gareth desató el yelmo
villano. H u y e ; pues no parece bien que un villano como
de su enemigo, como para matarle. Pero ella gritó : — ¡ N o
tú cabalgue junto á una dama tan principal.
seas tan osado, marmitón, que mates á uno más noble
que tú ! — D o n c e l l a ; si gustoso hubiese accedido á tu
ruego, tu mandato es para mí el cúmulo del placer. Ca-
ballero, á ella debes la v i d a , pues por orden suya te la Pero tú sigue mi consejo y márchate, pues aquí cerca

concedo. Levántate y sin demora alguna encamínate á la hay uno que guarda un vado, — el segundo hermano en

corte de A r t u r o , y díle que su mozo de cocina te ha en- su necia parábola del Día y de la N o c h e , — y si sigues

viado. T e n cuidado de implorar su perdón por haber que- adelante verás como él te paga todo tu salario y aun algo

brantado sus leyes. Y o mismo, cuando vuelva , he de i n - más. Huye, pues, y no te importe la vergüenza que pueda

terceder por tí. — T u escudo me pertenece. A d i ó s ! — Y haber en e l l o ; no eres caballero sino villano.

t ú , doncella, g u í a , que y o te sigo.


*
* *

*
* *

Rióse Sir Gareth , y dijo : — ¿ Hablas de parábolas ? Es-

L a joven huyó con la rapidez del viento. Y cuando cucha , p u e s , una parábola del villano. Cuando y o servía

Gareth la hubo alcanzado, le dijo: — M e pareció, villano, en las cocinas del r e y , sucedió que un día uno de los

que mientras peleabas en el p u e n t e , el olor de cocina que marmitones mis compañeros, no pudiendo soportar el

despides llegaba á mis narices mucho menos fuerte; pero calor del f o g ó n , se quitó el sobretodo y se lo dió á guar-

ahora el viento ha cambiado, y lo huelo veinte veces más. dar á un perro gruñón que t e n í a , diciéndole: — « Guár-

— Y como Gareth no dijera una palabra, ella cantó : dalo.» Y no hubo nadie que se atreviera á quitárselo.
Ahora bien ; tú eres el sobretodo que el rey me ha dado

*
*
*
á guardar, y y o soy el perro fiel que antes de huir se de-
jará hacer pedazos. Y además, caballero ó villano, y o

— ¡ Oh Lucero Matutino! — no ese fuerte bribón á creo que el villano que te sirve como un caballero , vale

quien tú por medio de algún hechizo ó de alguna treta, ó tanto como un caballero cualquiera para poner en libertad

simplemente por infelicidad suya, has derribado villana- á tu hermana.

mente ; — ¡ O h Lucero Matutino que sonríes en el azur


*

del cielo ! ¡ oh estrella! mi sueño matinal se ha realizado. * *

Sonríe dulcemente , hermosa estrella , pues también mi


amor me ha sonreído. ¡ A h , don Villano ! Verdad es q u e , no siendo más que
un villano , peleas como un caballero; pero por eso m i s -
mo te aborrezco mucho más.
Dominando el mugido de las a g u a s , se o y ó la atrona-
dora voz del defensor del vado. — ¿ Q u é haces aquí, her-

— Y o creo, hermosa doncella, q u e debieras respetarme mano ? ¿ Porqué has abandonado tu puesto ? — Y la don-
tanto más cuanto q u e , no siendo más que un villano, cella , esforzando la voz cuanto le fué posible, le dijo: —
hago morder el polvo á tus enemigos. Aquí tienes un marmitón de Arturo, que ha vencido á tu
hermano y que por eso lleva sus armas.

*
* *

— S i , s í , dijo ella; pero y a hallarás la horma de tu


zapato. — ¡ U f ! — g r i t ó el S o l , y bajando la visera del yelmo
se cubrió su redondo y abultado rostro, que se hubiera

*
*
*
tomado por la verdadera efigie de la bobería, é hizo en-
trar en el vado á su corcel. Hizo lo mismo Gareth , y se
E l mugido del agua entre los peñascos les anunció la encontraron en la mitad del r í o ; y como no había allí
proximidad del vado, al cual y a n o tardaron en llegar. espacio para manejar la lanza y hacer alarde de hábiles
Entonces vieron, al otro lado de la espumosa corriente, y justadores, solo se dieron cuatro golpes con la espada , si
á caballo en un alazán enorme, un caballero de gigantes- bien es justo añadir que fueron muy fuertes. El novel ca-
ca estatura y de formas verdaderamente hercúleas , ente- ballero temió ser vencido; pero afortunadamente para él,
ramente cubierto de m a l l a , tan bruñida que deslumhraba en el momento en que el Sol alzaba su ponderoso brazo
su resplandor. Era el Sol del Mediodia. Cual si aquella para herirle, resbaló su caballo y dió con él en el. río,
florecilla de oro que al marchitarse se adorna con un siendo arrastrado por la corriente.
globo formado de innumerables flechecillas, se hubiese
hecho diez mil veces mayor, brillaba como un sol el fuerte •
*
*
*

escudo; y tanto y tan fijamente l o m i r ó Sir Gareth, que


cuando por fin apartó de él los ojos , parecióle tener en
Entonces Gareth tendió la lanza á través del vado, y de
ellos movibles manchas negras que casi le cegaban por
ese modo le sacó á la orilla; pero é l , que no quería se-
completo.
guir peleando, pues al caer las rocas le habían magullado
los huesos, se r i n d i ó ; y Gareth le envió á la corte de
*
* *

¿ Qué sabes tú de amor, ni de canciones amorosas? C o n


todo, la verdad es q u e , como si fueses de noble linaje,

tienes m u y agradable presencia. S í ; tal vez

*
* *

¡ O h aljofaradas flores que os abrís al calor del S o l ! —


¡ O h aljofaradas flores que os cerráis cuando el día termi-
na ! ¡ Floreced dulcemente ! Dos veces me ha sonreído mi
amor.
Arturo, d i c i e n d o : — Y o mismo, cuando v u e l v a , interce- X
*
*

deré por t í ! — Y volviéndose á la doncella, añadió : —


G u í a , que y o te sigo. — E l l a , sin contestarle, guió len- ¿ Qué sabes tú de las flores como no sea adornar los
tamente. — ¿ No ha venido otra vez el buen viento, d o n - platos con ellas ? Nuestro buen r e y , que en tu persona
c e l l a ? — N o , n o ; ni por un instante. A d e m á s , en este me ha dado la flor de la cocinería, no tiene una loca afi-
caso no has sido vencedor. Hay en el vado una roca de ción á las flores ? ¿ Qué pones al rededor de la empanada?
pizarra, y su caballo tropezó en ella. L o he visto m u y ¿ C o n qué adornas la cabeza del jabalí ? ¿ C o n flores ? N o ;
bien.
el jabalí se adorna con romero y laurel.
*
* *

*
* *

¡ Oh Sol ! — cantó la j o v e n . — N o ese fornido idiota


á quién t ú , don Villano, has derribado por mera infelici- ¡ Oh pájaros que trináis saludando á la aurora ! ¡ Oh
dad suya. — ¡ O h S o l , que despiertas á todos y les vuel-
pájaros que trináis cuando el día se vá ! ¡ Cantad dulce-
ves al placer y al dolor ! ¡ O h l u n a , que á todos vuelves
mente ! Dos veces mi amor me ha sonreído.
á enviar el sueño y el olvido! ¡ Brillad dulcemente ! D o s
veces me ha sonreído mi amor.
mente como la suya propia. Y aunque logres hender su
¿ Qué sabes tú de p á j a r o s ; qué sabes tú de la alondra,
armadura, esa piel es tan dura que contra ella se embotará
de la m a l v i z , del mirlo y del pardillo ? E n qué piensas tú
tu espada.
cuando, al amanecer, dejan ellos oír su dulce canto, que *
* *

vá elevándose poco á p o c o con la creciente luz ? ¿ Qué


piensas tú cuando oyes aquella dulce m ú s i c a , aquel h i m -
Oyóse entonces la voz del tercer hermano, que decía:
no de adoración al sol ? Estos son muy buenos para el
— ¡ O h hermano Estrella ! ¿ Porque brillas aquí ? ¿ Porqué
lazo, — te dices, — y después para el a s a d o r , después de
has abandonado tu puesto ? ¿ Acaso has muerto al cam-
bien mechados, se hace gotear sobre ellos en abundancia
peón de la doncella ? — Y la doncella gritó:
la manteca. Me parece q u e ya has mechado el último, co-
mo no sea que vuelvas la espalda y huyas. Ahí está el *
* *
tercer tonto de su alegoría.

— Esta estrella no es t u y a , sino disparada del cielo


*
* *
de Arturo, para ruina de los tuyos y para tu propia ruina.
Porque y a tus dos hermanos mas jóvenes han sido dern-
E n efecto, a l l í , al otro lado de una puente de tres
bados por este muchacho, y la misma infausta suerte te
o j o s , estaba en p i é , y a l parecer enteramente desnudo,
aguarda , señor LuceroVespertino.. ¿ N o eres viejo ?
el caballero que á sí m i s m o se apellidaba el Lucero V e s -
pertino. Su cuerpo , admirablemente retratado en las so- *
* *
segadas aguas del r í o , tenía el color rojo de aquellas nubes
que algunas veces suelen verse hacia el Oeste á la puesta
— V i e j o soy , s í , doncella; viejo y d u r o ; viejo con la
del S o l .
fuerza y el aliento de veinte m u c h a c h o s . — Y dijo G a -

*
reth : — V i e j o , y con demasiado valor en la lengua. Viejo
* *
y fanfarrón. Pero el mismo brazo que derribó al Lucero
M a t u t i n o , derribará también al Vespertino.
A l v e r l e , Gareth dijo á la d o n c e l l a : — ¿ Porqué está
ese loco enteramente desnudo en pleno d í a ? — N o , — *
* *

dijo Lynette ; — no está desnudo, sino envuelto en una


piel endurecida, que se adapta á su cuerpo tan perfecta-
E n aquel instante se oyó el bronco y terrible sonido de
y mientras, la doncella no
un cuerno. Era el Lucero Vespertino que llamaba á su
cesaba de gritar : — ¡ Bravo
servidora. — V e n i d y a r m a d m e ; — d i j o , al ver que de
golpe , oh villano-caballero !
su rojizo pabellón, cubierto de manchas y y a m u y dete-
¡ Bien dado . buen caballero-
riorado por el viento y la l l u v i a , s a l i a , sin darse mucha
villano ! — ¡ O h villano , tan
prisa, una dama cuyos cabellos empezaban á encanecer,
noble como el mejor caballe-
y en cuyo rostro se veían algunas arrugas. Llegándose al
ro ! ¡ N o me avergüences! ¡ no
L u c e r o , la dama le puso una vieja a r m a d u r a , y luégo le
me avergüences! He profeti-
trajo un yelmo con una cimera de siemprevivas que e m -
zado que vencerías. — Hiere !
pezaban á secarse , y un escudo en el c u a l , en parte des-
Eres digno de la Tabla Redon-
lustrada y en parte brillante, se veía la estrella de la tarde.
da. — Su armadura es v i e j a ;
Pero en cuanto la estrella brilló sobre el a r z ó n , ambos
él confía en la piel endureci-
jinetes corrieron á encontrarse en el p u e n t e , en medio
d a . — H i e r e ! hiere! el viento
del cual chocaron; y Gareth derribó á su e n e m i g o , y
jamás cambiará otra vez. — Y
apeándose, sacó la espada, y se arrojó sobre él, que tam-
o y é n d o l a , Gareth daba cada
bién había desenvainado la suya. D e nuevo Gareth derri-
bó á su e n e m i g o , pero éste se levantó enseguida, no de
otro modo que la llama que baja y sube casi instantánea-
mente. Y tantas veces como Gareth le derribaba, otras
tantas se ponía él en pié al m o m e n t o , com o movido por
un resorte; tanto que Gareth estaba y a jadeante de fatiga,
y su gran corazón empezaba á s u f r i r , temiendo que todo
su trabajo fuese en vano. C o m o el que á consecuencia de
una vida desarreglada se vé lleno de achaques , y que y a
llegado á la mas triste e d a d , se esfuerza en combatirlos
pero en v a n o , pues ellos se alzan cada día más pujantes
y le gritan : — « T ú nos has hecho señores, y no puedes
vencernos; » así también Gareth parecía pelear en vano ;
144 G A R E T H Y l y n e t t e

vez más fuertes tajos, y hacía saltar en astillas la armadura


cuando las nubes cesan de llorar ! ¡ Brillad dulcemente !
de su contrario| pero golpeaba en vano la piel endurecida,
Tres veces me ha sonreído mi amor.
y tampoco lograba derribarle enteramente, del mismo
modo que el estrepitoso S u d o e s t e , que rueda de escollo *
* *
en escollo, no logra abatir por completo la boya que flota
en el mar , y que solo se sumerje para volver á aparecer al
— Señor — y en v e r d a d , de muy buena gana añadiría
instante. Por fin la espada de Gareth chocó con la del
— caballero , — s i á tí mismo no te hubiese oido llamar-
Lucero , y la rompió por muy cerca del puño. — Y a te
te villano, — avergonzada estoy de haberte hablado como
tengo ! — gritó entonces el j o v e n ; pero en el mismo ins-
lo he hecho ; de haberte injuriado tan duramente. Noble
tante el otro se acercó á él de un s a l t o , y de un modo
so} r , y creí que el rey se mofaba de mí y de los míos. Y
mucho más propio de un patán que de un caballero, le
estrechó en sus brazos de hierro con violencia tal, que ahora, amigo , te ruego me perdones, pues siempre me

Gareth se sintió medio s o f o c a d o ; pero haciendo un es- has contestado con la m a y o r cortesía , y eres tan intrépi-

fuerzo supremo le derribó, y cogiéndole por la c i n t u r a , do y al mismo tiempo tan amable y dulce como cualquie-

le arrojó de cabeza al río por encima del pretil de la fuen- ra de los mejores caballeros de Arturo. Por eso , siendo

te , sin que le importára un ardite que se ahogara, ó con- como eres villano , me has dejado confusa. N o sé y a que

siguiera salvarse á nado. Y luégo acercándose á la donce- pensar de tí.

lla , le dijo : — Guía y te sigo.


*
» *

*
* *
— D o n c e l l a , — dijo é l ; — no se te debe c u l p a r , como
no sea porque creíste que nuestro buen rey era capaz de
Pero ella contestó : — N o quiero ya guiar; deseo que
mofarse de t í , ó de darte, habiéndole pedido un cam-
cabalgues á mi lado. T ú eres el rey de los marmitones.
peón , uno que no pudiese llevar á cabo la empresa. T ú
dijiste lo que te plugo, y mis hechos han sido mi respues-
* *
ta. E n verdad , y o creo que no es caballero, n o , ni hom-
bre siquiera, ni digno de pelear por una dama , el que
¡ O h trébol que brillas en la llanura mojada por la l l u -
deja que su corazón se acalore por cualquier capricho de
via! ¡ O h arco iris que ostentando tus tres colores apareces
una gentil doncella. N o estés avergonzada ni pesarosa de
10
haberme denostado, pues tus duras palabras han combati- los derrumbaderos por cuyo fondo corre el espumoso
do por m í , y á ellas debo la victoria. Y ahora que tus G e l t . — PHOSPHORUS , l u e g o MERIDIES , HESPERUS , Nox,

palabras son a m a b l e s , creo que ningún caballero, ni el MORS , — debajo de cinco figuras de hombres armados
mismo Lanzarote, sería capaz de vencerme. que corrían trás el a l m a , la cual con las alas rotas, los
vestidos desgarrados y el pelo en desorden, huía hacia

*
*
*
la cueva del ermitaño, donde esperaba hallar protección y
abrigo. — Sigamos la dirección de los rostros, — dijo L y -

Y a cerca de la hora en que la solitaria garza olvida su nette, — y encontraremos la cueva. Pero ¡ m i r a ! ¿ quién

melancolía, pone en el suelo su otra p a t a , y esperezán- es el que viene siguiéndonos ?

dose piensa en la espléndida cena que la aguarda en el


distante charco , volvióse á Gareth la doncella , y , son- * *

riendo amablemente, le habló de una caverna próxima


donde le esperaban buen pan , y viandas cocidas, y exce- Era Sir Lanzarote , que primero había perdido mucho
lente vino del M e d i o d í a , que L e o n o r había enviado para tiempo en ayudar al desesperado y mal trecho K a y á vol-
su campeón. ver á C a m e l o t , y que luégo , por haberse extraviado la
doncella en el bosque como y a se ha dicho , no pudo dar
*
* * con ella y con su caballero , pero que al fin, después de
cruzar tres veces á nado el tortuoso rio, acababa de alcan-

Pronto entraron en una estrecha hondonada en la que zarlos , y se adelantaba hacia e l l o s , que no podían cono-

se veían grandes rocas lisas , y en ellas diversas figuras, y cerle porque llevaba bajada la visera, y cuidadosamente

guerreros á caballo toscamente esculpidos , y pintados de cubiertos los azules leones de su escudo. A l volverse Sir

varios colores ya medio borrados. — Señor don Villano, Gareth para mirarle, Lanzarote vió brillar la estrella de

mi buen caballero; h u b o aquí en otro tiempo un ermita- su escudo , y le gritó : — ¡ Detente , traidor, que v o y á

ño que con sus santas m a n o s representó sobre las rocas la vengar á mi amigo ! — Y G a r e t h , gritando y clavando los

guerra del T i e m p o contra el A l m a . Y los cuatro tontos acicates á su caballo , corrió hacia el que así le provocaba;

que tú sabes, de estos húmedos muros han sacado su ale- pero en cuanto se encontraron , en un instante, al con-

goría. ¿ N o conoces estos caractéres? Y Gareth miró y leyó tacto de aquella práctica lanza que era la maravilla del

— en letras semejantes á las que aun se ven esculpidas en mundo , fué desarzonado y cayó en tierra , de una manera
tal y tan f á c i l m e n t e , que él m i s m o , cuando se vió sobre
¡ cuánto hubiese sido mi vergüenza y mi pesadumbre, oh
la y e r b a , no pudo menor de reírse. Pero L y n e t t e , en cu-
noble Lanzarote!
yos oídos resonó aquella risa de un modo muy desapaci-
ble, le preguntó con aspereza : — ¿ Porqué te ríes ? Afren-
* *
tado y vencido y trocado de nuevo en marmitón, ¿te ries
acaso porqué ha resultado vana tu jactancia ? — N o , no-
Iba á contestar Sir L a n z a r o t e ; pero la doncella , con su
ble doncella; sino porque y o , el hijo del viejo rey L o t y
encantadora petulancia, le d i j o : — ¿Porqué no vinistéis
de la buena reina Bellicent, y caballero de Arturo , y
cuando se os l l a m ó , y porqué ahora sin llamaros venís ?
vencedor de los puentes y del vado, yazgo aquí derribado
Y o me gloriaba en mi v i l l a n o , que á mis continuos de-
por uno á quien no c o n o z c o , únicamente por mala v e n -
nuestos respondía tan cortesmente como el mejor caballe-
tura m í a ; únicamente , como tu dirías, por algún ardid,
ro ; pero si es caballero el prodigio se desvanece y y o
por algún hechizo, ó por mala ventura. Pero aun me
quedo chasqueada, y sin saber porque me habrán chas-
queda la e s p a d a . — Y diciendo estas palabras, el joven
queado , y temiendo que se haya querido hacer escarnio
se puso en pié , y desenvainó el acero. — Mas Lanzarote
de mí y de los míos. ¿ Dónde se encontrará la v e r d a d , si
le dijo : — ¡ Oh príncipe ! ¡ Oh Gareth! Has caído sola-
no la hay en casa de Arturo y en su presencia? Caballero,
mente por la mala ventura de uno que ha venido á a y u -
darte y no á hacerte daño. Lanzarote s o y , a m i g o ; L a n - v i l l a n o , príncipe y b o b o , te aborrezco y te aborreceré

zarote , que y a te creía muerto, y que al encontrarte sano siempre.

y salvo se siente tan feliz como el día en que Arturo le


armó caballero. * *

Y Lanzarote dijo : — ¡ Dios te dé v e n t u r a , Gareth !


*
* *
Eres caballero , caballero tan perfecto como el rey podría
desear, y como tal has realizado sus más altas esperanzas.
— ¡ Eres tú , Lanzarote ! — exclamó entonces Gareth.
¡ O h doncella ! ¿ Sois justa al decir que vuestro caballero
— ¿ E s tu fuerte brazo el que me ha derribado ? S í , lo
queda afrentado ? N o ; porque en ser derribado no hay
que no podía suceder, para desmentir á tus hermanos que
afrenta. Derribado he sido y o , no una sino muchas veces,
justamente te reputan invencible, el caso hubiera hecho
pues para derribar es preciso antes ser derribado, y á fuer-
que mi lanza, tan inferior á la t u y a , te hubiese derribado
za de ser vencido llega uno por fin á ser vencedor. Ni
puede decirse que ha sido enteramente v e n c i d o , puesto
que no hemos cruzado las espadas. — T u buen caballo y
tú estáis fatigados, y sin e m b a r g o , no por eso ha dejado
de hacerme sentir tu vigor esa cansada lanza t u y a . Has
cumplido como bueno , pues has dejado francos los pa-
sos del río , y has castigado á los enemigos del r e y , y has
dado dulce y cortés respuesta á los ultrajes, y te has reído
cuando la fortuna se te ha mostrado adversa. Bien has
cumplido como príncipe y como caballero. ¡ Salve ! ¡ Ca-
ballero , y príncipe, y miembro de nuestra T a b l a R e -
donda !

*
* *

Y cuando volviéndose á Lynette le refirió la historia de


G a r e t h , ella dijo : — ¡ Bien ! ¡ bien ! Peor que otros se
mofen de uno es mofarse uno de sí mismo. Pero en fin, Sir
L a n z a r o t e , veamos de dar con una cueva que h a y aquí
cerca, y en la cual hallaremos viandas y vino y forrage
es verdad que parezco una madre cariñosa ? S í ; pero una
para los caballos, y pedernal para encender f u e g o ; pero
madre que durante todo el día no ha cesado de regañar á
cuya entrada cubren , según me han dicho , las madresel-
su h i j o , y que después le bendice dormido. ¡ Buen D i o s !
vas. C o n todo , creo que no nos será difícil encontrarla.
¡ Qué dulce fragancia despide la madreselva en medio de
— Así f u é , en efecto , pues pronto lograron dar con ella; la apacible y silenciosa noche , como para hacernos creer
y en cuanto hubieron c o m i d o , Gareth se durmió p r o f u n - que este agitado mundo es un mundo de completa paz, y
damente. N o apartaba de él los ojos un momento la h e r - a m o r , y dulzura. ¡ Oh Lanzarote, Lanzarote ! — y al de-
mosa doncella. — L a r g o á apacible sea tu s u e ñ o ; — decía. cir estas palabras la joven palmoteo alegremente; — ¡qué
— Buena necesidad tienes de dormir. E l sueño restaure contenta estoy porque mi hermoso villano es noble y ca-
tus fuerzas , y haga que despiertes lleno de v i g o r . ¿ N o ballero ! Pero m i r a ! E l bárbaro que tiene encerrada á mi
hermana L e o n o r e n su p r o p i o c a s t i l l o , n o m e h u b i e s e d e -
quisiera deshonrar ni á la sombra de Lanzarote bajo su
j a d o partir á n o h a b e r l e y o j u r a d o q u e v o l v e r í a trayéndo-
escudo. ¿ Qué hacemos aquí y a ? Partamos.
t e á
P a r a P^ear con él; así e s q u e , s i te v é e s e n e g r o

traidor peleará c o n t i g o p r i m e r o , ¿ y q u i é n d u d a q u e q u e -
*
darás vencedor ? D e ese m o d o , m i c a b a l l e r o - v i l l a n o no -* *

alcanzará toda l a g l o r i a d e esta e m p r e s a .

Salieron de la g r u t a , y en silencio el silencioso campo


* *
atravesaron. El arpa de Arturo ( i ) , hacia la cual corrían
algunas nubes, aunque ya pálida por ser en el verano,
Y Lanzarote dijo Tal vez ese de q u i e n h a b l a s c o -
atrajo las miradas de G a r e t h , que pensaba en su señor.
nozca mi escudo. Que Gareth lo t o m e , si q u i e r e , en
E n aquel momento vióse partir una exhalación.— ¡Mirad,
c a m b i o del s u y o , y t o m e t a m b i é n m i c o r c e l , q u e n o e s t á
— dijo Gareth; — e l enemigo c a e ! — Y como se oyera
fatigado, y al q u e n o h a y n e c e s i d a d de espolear, pues
el graznido de una lechuza, el joven añadió : — ¡ Escu-
ama el c o m b a t e tanto como su dueño. — C o m o quien
chad al vencedor celebrando su victoria ! — D e pronto, la
eres hablas, L a n z a r o t e ; — contestó ella. — C o r t é s en esto
doncella, que cabalgaba á su izquierda, se asió del escu-
c o m o en todo tienes q u e s e r , ó dejarías de ser L o r d Lan-
do que Lanzarote le había prestado, d i c i e n d o : — ¡Devuél-
zarote.
veselo ! ¡ devuélveselo ! É l es quien debe pelear. ¡ Malha-
* ya la lengua que durante todo el día de ayer te injurió , y
* *

que h o y ha hecho que Lanzarote te preste su escudo y su


caballo ! Maravillas has hecho , pero milagros no puedes
Cuando despertó G a r e t h y se le hizo saber la d e t e r m i -
hacer; bastante gloria has ganado derribando á los otros
nación tomada , el j o v e n e m b r a z ó fieramente el e s c u d o ,
tres hermanos. T e veo ya herido y mutilado; estoy segu-
y dijo : — ¡ S a l t a d , leones astilla-lanzas, para quienes
ra de que no puedes vencer al cuarto.
todas las lanzas s o n p a l o s p o d r i d o s ! T e n é i s la b o c a a b i e r -

ta c o m o para r u g i r . ¡ B r i n c a d y r u g i d al d e j a r á vuestro *
* *
s e ñ o r ! — P e r o n o os a p u r é i s , b r a v o s l e o n e s , p u e s he de

c u i d a r bien d e v o s o t r o s . ¡ O h noble Lanzarote ! T u s leo-

nes comunican virtud , vigor y ardimiento , á quien no


(i) O sea la lira, constelación del hemisferio boreal.
— i Y p o r q u é , doncella ? Dime lo que s e p a s , pues se- *
* *
guramente no lograrás amedrentarme. E l rostro mas feo,
la voz más estruendosa, la más bestial corpulencia de Entonces Lanzarote le explicó todas las trazas de que
m i e m b r o s , ni la mayor ferocidad , pueden hacerme aban- era preciso valerse para vencer cuando había que pelear
donar la empresa. con un enemigo mas fuerte que uno m i s m o ; la mejor
manera de manejar el caballo, la l a n z a , la espada y el
» * escudo, y de ese modo suplir la falta de fuerza con la
destreza y el ingenio.
— E n v e r d a d , príncipe, y o nunca he visto su rostro,
pues jamás sale de d í a ; pero no pocas veces le he visto *
*
*

pasar como un fantasma, enfriando la fría n o c h e , y ate-


rrorizando á cuantos tenían la desgracia de encontrarse — Buenas reglas me d á s , — contestó G a r e t h ; — p e r o
en su camino. T a m p o c o he oído su v o z , pues para todo
yo no se más que una s o l a , que consiste en arrojarme
se sirve de un mensajero, un paje que siempre que habla
sobre mi enemigo y vencer. Sin e m b a r g o , te he visto
de su señor dice que éste reúne la fuerza de diez hombres,
vencedor en los t o r n e o s , y conozco tu manera de pelear.
y que cuando se encoleriza destroza h o m b r e s , mujeres,
— El cielo te a y u d e ; — dijo suspirando Lynette.
mozos, doncellas, y hasta tiernos infantes. A l g u n o s llegan
á decir que el monstruo ha comido muchas veces carne *
* *

de niño. ¡ Oh príncipe ! Por Lanzarote fui primeramente,


y por tanto á Lanzarote pertenece la empresa. Devuélvele,
Una negra nube, .que fué creciendo rápidamente y que
p u e s , el escudo.
en breve llegó á velar todas las estrellas , los sumió en la
más completa oscuridad, y así continuaron cabalgando

# *
durante algún tiempo , entretenidos en amistosa plática,
hasta que de pronto la doncella detuvo su p a l a f r é n , y
— Si lo q u i e r e , — d i j o Gareth r i é n d o s e , — f u e r z a se- extendiendo el brazo m u r m u r ó suavemente : — « Allí.» —
rá que peleando conmigo lo gane, lo que le será bien fácil, L o s tres permanecieron algunos momentos inmóviles y
siendo como e s , con m u c h o , el mas diestro de los dos. silenciosos, contemplando , junto al Castillo Peligroso,
Sólo de ese modo estoy dispuesto á entregárselo. y plantado en campo raso , un enorme pabellón semejan-
te á la cumbre de un cónico monte; un enorme pabellón
negro con bandera negra también. Por fin adelantóse el
impaciente G a r e t h , y empuñando un largo cuerno negro
que junto al negro pabellón estaba suspendido, llevólo á
los lábios, y antes que Lanzarote ó Lynette pudiesen im-
pedirlo , lo tañó tan fuertemente , que no parecía sino
que á través de él había enviado todo su corazón y todo
su aliento. Respondieron los ecos de los m u r o s , y casi
en el mismo instante se vió brillar una l u z ; luégo apare-
cieron luces y más luces , y Gareth tañó de nuevo el
cuerno. Oyéronse pasos y confusas v o c e s , cruzaron el
campo algunas sombras, y por fin se asomó á una de
las ventanas del castillo la hermosa L e o n o r , rodeada de
sus doncellas, cada una de las cuales tenía una luz en la
mano. L a gallarda castellana saludaba á Gareth con sus
blancas m a n o s , inclinándose al mismo tiempo graciosa-
mente. Entonces el príncipe hizo sonar el cuerno por ter-
cera vez , "y después de un largo y profundo silencio, de
entre los negros pliegues del enorme p a b e l l ó n , salió l e n -
tamente el que en su interior moraba. Montado en un ca-
ballo negro como la n o c h e , cubierto de una armadura
también n e g r a , sobre la cual estaban pintados el blanco
esternón y las descarnadas costillas de la m u e r t e , y lle-
vando por crestón una calavera horriblemente contraída
p o r espantosa risa, se adelantó el monstruo como unos
diez p a s o s , á la débil luz del alba , que en aquel m o m e n -
to empezaba á mostrarse, y luégo se detuvo sin hablar
una palabra.
Pero G a r e t h , lleno de indignación , le dijo: — ¡ D i m e ,
mentecato ! Puesto q u e , como aseguran, tienes la fuerza
de diez hombres ¿porqué en vez de confiar en los miem-
bros que Dios te ha dado, tratas de inspirar terror ponien-
do sobre tu armadura de caballero la horrible imágen de
aquellos tristes despojos con los cuales la vida nada tiene
ya que hacer, y que la tierra, menos torpe que t ú , cubre,
por compasión sin d u d a , con un hermoso manto de flo-
res ? _ Pero el de la negra armadura no habló una pala-
bra, lo cual hizo que el terror de todos subiera de punto :
una doncella se d e s m a y ó ; la hermosa Leonor retorció las
manos y se puso á l l o r a r , creyéndose ya condenada á ser
esposa de la N o c h e y de la M u e r t e ; á Sir Gareth se le
erizaron los cabellos debajo del y e l m o ; y hasta el mismo
Sir Lanzarote sintió que su ardiente sangre se helaba en
las venas. E n una palabra, todos los presentes quedaron
horrorizados.

* *

De pronto el corcel de Lanzarote relinchó fieramente,


y se lanzó hácia el negro caballo de la Muerte, que en el
mismo instante partió también disparado contra él. En-
tonces , aquellos á quienes no cegó el terror, vieron que
la Muerte fué arrojada al suelo, y se levantaba trabajosa-
mente. D e nuevo se encontraron á pié los dos adversarios,
y Gareth hendió de un golpe la calavera; luégo, con un
golpe aun más t r e m e n d o , hendió también el yelmo por
completo, y quedó descubierto el rostro del guerrero; un
*
colorado rostro de muchacho en toda la hermosura de la * *

juventud , y fresco como una flor'recién abierta. — Caba-


llero, no me matéis; — gritó el mancebo. — M i s tres her- Y el que contó esta historia en tiempos remotos dice
manos me han obligado á hacer este p a p e l , para sembrar que Sir Gareth se casó con L e o n o r ; pero el que la contó
el espanto en torno de la c a s a , y aislar por completo á más tarde, dice, mejor informado, que con quién se casó
lady Leonor, apartándola de todo trato con las gentes. fué con Lynette.
Jamás imaginaron ellos que los pasos serían forzados. —
Entonces Sir G a r e t h , acercándose al muchacho que cier-
tamente no era muchas lunas más joven que é l , le dijo
bondadosamente: — Pero niño, ¿ qué locura te hizo retar
al mejor caballero de Arturo ? — S e ñ o r ; ellos me manda-
ron que lo hiciese. Aborrecen al rey y á Lanzarote, el
amigo del rey, y esperaban matarle en alguna parte del río.
Jamás imaginaron que los pasos se pudiesen franquear.

* *

D e este modo, con el vencimiento de la M u e r t e , la di-


cha brotó, como quien dice, de la tumba. Día alegre fué
aquel para todos: L a d y L e o n o r dió un gran banquete en
honor del campeón afortunado á quién debía la libertad;
con brindis y con canciones y con danzas celebraron todos
el triunfo de Sir G a r e t h , riéndose de la Muerte, que des-
pues de todos sus temores había resultado no ser más que
un hermoso muchacho. A s í , p u e s , hubo en la casa gran
regocijo, y Gareth recibió los plácemes de todos por la
empresa que tan gloriosamente había llevado á cabo.
UMIDOS en sueño profun-
disimo estaban los vien-
tos , y hasta las más altas
hojas de los árboles permanecían entera-
mente inmóviles; pero el cielo se iba
encapotando, y todo anunciaba una próxima y violenta
tempestad. E n la fragosa selva de Broceliande, y junto á
*
un roble tan viejo, tan hueco y tan enorme que parecía * *

una torre en ruinas, estaba, á los piés de Merlín el m a g o ,


la astuta Bibiana. Cuando el m ú s i c o hubo cesado de h a b l a r , Bibiana,

q u e estaba s e n t a d a á la m e s a j u n t o á M a r k , le dijo c o n su
*
acento m á s dulce : - ¿ Y podéis decirme, señor músico,
* *

si e n l a m a n s i ó n de A r t u r o y en su corte s i g u e n el b u e n

¿ C ó m o se encontraban allí ? Fuerza e s , para explicar- ejemplo de Lanzarote del L a g o ?

lo, tomar las cosas de un poco atrás. U n renombrado


*
ministril de C a e r l e ó n , un ministril e r r a n t e , sobrecogido * *

un día por furiosa tempestad, tuvo que buscar asilo en el


castillo de T i n t a g i l , donde el rey de C o r n , el malvado -Algunos, a u n q u e p o c o s , le s i g u e n - repuso cáni-

M a r k , obsequiaba á la sazón á sus hechuras con un gran d a m e n t e el j u g l a r ; - algunos mancebos que creen que u n

banquete, y como se le pidieran noticias de Arturo y de caballero d o n c e l , p a r a ser perfecto , n o debe a m a r a u n a

sus caballeros, cuyo desdén sufría Mark con mal compri- d o n c e l l a , s i n o adorar á u n a m u j e r c a s a d a , á u n a leal es-

mida rabia, se deshizo en alabanzas de todos ellos, y prin- posa , sin esperanza alguna de g a n a r l a , y s o l a m e n t e por

cipalmente de L a n z a r o t e , con no poco disgusto del anfi- el p l a c e r q u e t o d o c o r a z ó n h o n r a d o d e b e t e n e r e n r e n d i r

trión , que de m u y buen grado le hubiese arrancado la culto á la virtud. E n imitar á Lanzarote y á la reina cifran

lengua. Según el cándido m i n i s t r i l , de tal modo extre- su orgullo estos generosos mancebos, cuyo extremado

maba Lanzarote el cumplimiento del voto que de ser cas- a m o r á la p u r e z a y á la castidad les h a c e rebasar el l i m i t e

to hiciera cuando el rey le armó caballero , que en lugar de sus v o t o s , p u e s estos n o les i m p o n e n el celibato. ¡ D r o s

de querer á una doncella con quien andando el tiempo guíe sus juveniles corazones , d e c h a d o de pureza y de v a -
hubiera podido casarse, había fijado su corazón en la rei- lentía!
na , y á ella sola adoraba, y por ella quebraba lanzas en
*
los torneos , siendo el a m o r que los unía en todo seme- * *

jante al que se tienen en el alto cielo los ángeles del S e -


ñ o r , que ni se casan, ni están sujetos á las debilidades de A l oir estas palabras , el m a l v a d o M a r k estuvo á p u n t o
la carne. d e a r r o j a r s u c o p a á la c a b e z a d e l m i n i s t r i l ; p e r o , a u n q u e

á duras p e n a s , se r e p r i m i ó , l e v a n t ó s e para salir del estra-


do , y como Bibiana le siguiera, se volvió á ella y le dijo-
hieden como un estercolero ! — « ¿ Q u é A r t u r o es casto ?»
- N o es la corte de Arturo c o m o la pinta ese charlatán
— dices tú. — « ¿ Q u é A r t u r o es casto, inmaculado, per-
N o faltan allí culebras ocultas entre la y e r b a , y creo ¡ oh
fecto ? L a naturaleza le desmiente, por medio de la carne
Bibiana ! que si no tienes miedo de aquellos frailescos va-
que ella m i s m a ha creado. N o existe n i n g ú n sér puro,
rones , si no te impone la máscara de pureza que lleva
querubín m í o . ¿ N o dice lo mismo la Escritura ? » — S i
aquella hipócrita c o r t e , puedes fácilmente hostigarlas
y o fuese A r t u r o , n o te dejaría la cabeza sobre los h o m -
hasta hacerlas morder.
bros.— Pero; ¡ o h r e y sin t a c h a ! dame tu bendición,
pues parto ahora m i s m o . Y cuando h a y a huroneado en
* *
sus madrigueras , h e de traerte en la m a n o los corazones
de la orden toda de la T a b l a R e d o n d a . ¿ Q u i é n sabe ? T a l
Y respondió B i b i a n a , sonriendo desdeñosamente • -
vez , si contra él se juntan los hados , y mi maña , y su
¿ Miedo ? ¿ P o r q u é tendría miedo ? ¿ A c a s o por que cria-
locura, he de traerte también un bucle de o r o de la barba
da , n o en la corte de Arturo sino en la tuya, m e has c o -
del rey. A mí estas p ú a s grises de la tuya me gustan m á s .
municado el perfume de tus virtudes ? ¿ Y o temerles ? N o
Mas n o es e x t r a ñ o , pues tú fuiste m i primer a m o r , y tu
por cierto. A s í como el a m o r , si es p e r f e c t o , se despoja
amor debe estragar el g u s t o y torcer el entendimiento.
de todo temor, del mismo m o d o el odio, si es verdadero
desconoce el temor. M i padre murió peleando contra é í
r e y , y sobre su helado cadáver m u r i ó de dolor m i madre * *

en el campo de batalla; allí la i n f e l i z , presa de horrible


congoja, m e dio á l u z en medio de las ansias de la muer- C o n una estrepitosa carcajada contestó el malvado M a r k

te D e m o d o que de la muerte y entre los muertos nací á estas razones de su c o n c u b i n a . Y ella partió en seguida,

y desde mi nacimiento fui juguete de los vientos de k y entrando f u r t i v a m e n t e en C a m e l o t , se hospedó en el

desgracia, que por fin me trajeron á tu poder. ¡ Q u é tem- más modesto barrio de la c i u d a d ; luégo , un día de fiesta,
prano se me mostró la verdad , 1 0 único real y v e r d a d e - sabiendo que la r e i n a iba de c a z a , la esperó en el vestí-
ro, el cieno en que la humanidad se revuelca desde su in- bulo del palacio , y e n c u a n t o la v i ó aparecer se arrojó al
ancia ! ; Qué temprano se m e hizo v e r el f a n g o s o f o n d o s u e l o , y se arrodilló á s u s p i é s , sollozando.
del p o z o , donde la verdad está oculta ! ¡ Lindas lecciones
las tuyas ! ¡ Preciosas m á x i m a s , sacadas del f a n g o , y que
— ¿ P o r qué te arrodillas ahí ? ¿ Qué mal has hecho ?
humilde esperanza, se alzaron lentamente y se fijaron en
— dijo Ginebra. — Levántate. — Y en cuanto oyó el
la r e i n a , y e s t a , que con su traje verde y oro y sus plu-
mandato de la reina , la joven se levantó , y permaneció
mas verdes brillaba como el sol de Mayo sobre las hojas,
en p i é , con las manos juntas y los ojos bajos, pero mi-
replicó : — ¡ S i l e n c i o , niña! Entre la alabanza exagerada
rando de soslayo. Y sin moverse ni alzar los o j o s , dijo
y el exagerado vituperio , preferimos lo último. A quien
humildemente: — Ningún mal he hecho , señora; á na-
en manera alguna puedes alabar demasiado es á nuestro
die he ofendido. E n cambio y o , infeliz doncella, pobre
noble Arturo ; él lo sabrá todo, y decidirá lo que se ha de
huérfana sin a m p a r o , cuánto he tenido que sufrir! Mi
hacer. E n v e r d a d , no hay maldad alguna que en Mark
padre murió peleando por el rey tu esposo, y sobre su
nos parezca increíble. Sabérnosle capaz de todo ; pero en
ensangrentado cadáver murió de dolor mi madre en el
fin, ya hablaremos más despacio, pues ahora vamos de
campo de batalla, en el triste desierto del Leonesado, que
caza con Sir Lanzar ote. N o s ha dado un hermoso halcón
sin cesar azotan las olas bramadoras. D e ese modo — ¡ ay
que él mismo ha adiestrado , y vamos á probarlo. Espera
infeliz de m í ! — quedé sola y sin un amigo en el m u n d o .
aquí entre tanto.
Y ahora el rey de Corn , el detestado M a r k , á quien por
desgracia ha agradado mi poca hermosura — s i es que al- *
*
*

guna t e n g o , — me persigue , y por eso he huido á tu


corte; por eso vengo á implorar tu protección. ¡ Sálvame,
Dichas estas palabras, se fué ; y Bibiana murmuró : —
sálvame t ú , dechado de mujeres! ¡ Oh tú que tienes el
¡ Anda ! Aquí te espero. — L u é g o , mirando oblicuamen-
cetro del poder y de la belleza, no me niegues el bálsamo
te por el ancho arco que daba ingreso al vestíbulo y mur-
de la misericordia ! ¡ A m p á r a m e , que el villano me persi-
murando entrecortadamente como uno que es presa de
gue ; a m p á r a m e , ángel blanco y puro que el cielo ha en-
atormentadora pesadilla, vió á la reina y á Lanzarote
viado para alegrar la tierra, esposa inmaculada de inma-
montar á caballo.
culado r e y ! ¡ A m p á r a m e ! ¡ T ó m a m e á tu servicio ! ¡ D e -
fiende m i inocencia, dándome asilo entre tus doncellas ! *
* *

*
* * — ¿ E s ese el renombrado Lanzarote ? Hermoso es, sin
d u d a , pero demasiado flaco. M u y cortés en cambio. T a n
Aquí sus dulces ojos, trémulos de temor pero llenos de
cortés que se le puede perdonar su flacura. — S e acerca
corazón, me tendrá aversión y temor, mas por eso mismo
aun más á ella, toma su mano ¡ Cómo se miran ! Pa-
rece que quieren besarse con los ojos. ¿ Y quién duda que me colmará de distinciones y de honores.

si no estuviesen en la calle se besarían ? — ¡ Cuánto tiem-


po la mano de la hermosa reina permanece en la del n o - .
*
*
*

ble caballero ! — ¡ La retira por fin ! — ¡ Se ván ! Se v á n ;


parten á escape, con halcones sin par y con experimen-
tados cetreros, á cazar aves acuátiles en los pantanos. Entretanto la reina y Lanzarote cabalgaban juntos pol-

Más regia es la pieza que y o persigo. — Ha bastado espiar la l l a n u r a , departiendo sobre el arte de la cetrería ; ha-

una mirada suya para comprender cuán sensual es el lazo blando del modo de adiestrar los h a l c o n e s , del alimento

que los u n e , cuán sensual es la unión de sus corazones que les c o n v i e n e , de la manera de taparles los o j o s , de

que aquel grillo cano que con sus chirridos v i n o á ator- los grillos, de la pihuela y del señuelo. - N o haya cui-

mentarnos en nuestra casa llamaba unión espiritual, exen- dado de que pierda el tiempo persiguiendo á ninguna

ta de toda imperfección, libre de las debilidades de la m a r i c a , — d e c í a Lanzarote hablando de su halcón. — Es

carne. U n a mirada me ha bastado para comprenderlo todo. demasiado noble para eso. Y tan poco le dá por t u n e a r :

Aplicad la llama al lino y lo veréis arder enseguida. — j a m á s cometerá acción alguna baja ó f e a , indigna de un

¡ Embusteros! A otros podrán engañar, mas no á Bibiana. pájaro bien educado. - E n t o n c e s la r e i n a , que sin duda

— ¡Ah ! humilde ratita que de noche roes el f u e r t e male- estaba pensando en otra c o s a , preguntó : — ¿ C o n o c é i s á

cón para hacer tu a g u j e r o , y abres paso á las impetuosas á la joven forastera que ha venido implorando mi protec-

aguas que van á anegar remotas ciudades, sorprendiéndo- ción ? _ N o nos ocupemos de e l l a , — dijo el caballero ;

las en sus regocijos, en sus danzas, ó tal vez soñando dul- y quitándole el capirote, dejó libre al hermoso halcón,

cemente ! E n tí no s o ñ a r o n , humilde ratita, n i sueñan que se remontó velozmente, haciendo sonar sus cascabe-

en mí éstos , sino el uno en el otro. ¡ Corred , corred y les. Siguiéronle con la vista la dama y el caballero , m a -

soñad el sueño de felicidad que y o jamás he soñado ! ¡ Co- ravillándose de la fuerza, de la intrepidéz y de la régia

rred, corred y soñad hasta que y o os despierte ! Entonces majestad del pájaro , que bien pronto se lanzó sobre su

diré adiós para siempre á esta ruin y encogida c o r t e , y á p r e s a , asióla con las garras y la mató. Muchas veces ca-

este lerdo y ridículo r e y . — Segura estoy de q u e Lanza- balgaron de este modo la reina y Lanzarote por los flori-

rote será benévolo con la ratita; y en cuanto á la reina, dos campos que se extienden en torno de la ciudad real,

si sabe que conozco su secreto, me odiará c o n todo su recordando sin d u d a aquella hermosa primavera en que se
conocieron , cuando é l , como enviado de A r t u r o , fué *
*
*

á buscarla á la corte de su padre Leodográn, y la condujo,


á través de hermosos campos que, como para festejarla, L u é g o , cuando hubo logrado su objeto , como el ene-
ostentaban sus mejores galas, a la rica y populosa ciudad migo que después de emponzoñar las aguas bebedizas,
de C a m e l o t , donde debía desposarse con el rey. huye seguro de su venganza , la artera Bibiana desapare-
ció de la corte de Arturo.
*
* *

*
* *

Entretanto B i b i a n a , en quién y a apenas pensaba la rei-


n a , seguía morando en el alcázar, observándolo todo y Odiaba Bibiana á todos los caballeros, y parecíale oir
divulgando lo que podía dar pábulo á la maledicencia. los abundantes é intencionados comentos que hacían cada
Sentábase á bordar con las doncellas de la r e i n a , pero vez que alguien pronunciaba su nombre, pues un día que
más que al bordado atendía á espiarlas, escucharlas y cu- A r t u r o , irritado por un rumor que ella había esparcido y
chichear con ellas; á manera de reptil ponzoñoso se arras- que dejaba malparada la tan decantada pureza de sus ca-
traba sin ruido por la sosegada corte, contra c u y o sosiego balleros , estaba paseándose s o l o , se encontró con é l , y
conspiraba. D e ese m o d o , así como A r t u r o , que enton- como la saludase galantemente llamándole h e r m o s a , ella
ces estaba en el pináculo de su gloria, desde su eminente quiso sacar partido de la ocasión que le pareció propicia,
puesto dirigía el mundo con su saludable ejemplo, así B i - y cual si apenas osára alzar los reverentes o j o s , con tré-
b i a n a , desde su p u e s t o , que era el más bajo de todos, mula voz y bien simulada turbación , como á pesar suyo
sembraba en torno suyo la corrupción; B i b i a n a , á c u y ! le mostró su respeto , su adoración, su amor incontrasta-
llegada la corte gozaba del más dulce r e p o s o , esparció, ble , añadiendo alguna dulce é intencionada insinuación
acrecentándolo , todo lo malo que llegó á sus oidos, y de sobre alguien que le estimaba mil veces más que quien
oído en oído llevó las más malignas insinuaciones, de debia estimarle en el más alto grado ; pero el rey la miró
modo que mientras los paganos permanecían sujetos á de hito en hito , entre severo y asombrado , y se marchó
A r t u r o , y no había empresas caballerescas y sí solamente sin decir una palabra. Y hubo alguien que sin ser visto pre-
torneos y diversiones, ella f u é lentamente infiltrando la senció todo lo ocurrido, y no supo contener la lengua,
corrupción en la casa y en la corte de Arturo y aunque de modo que la cosa fué el hazme reir de todos aquella tar-
veían su obra de perdición , nadie la molestaba. de. Y desde e n t o n c e s , siempre que se hablaba de ella ha-
MERLIN V BIBIANA *77

suspiraba profundamente , ó fijaba en él los ojos en silen-


bía alguno que en son de mofa recordaba que había tra-
cio , con tal expresión de amor y reverencia, que el viejo,
tado de seducir al rey sin tacha. — Cuando Bibiana vió
aunque dudando, se sentía halagado, y á veces, lisonjean-
frustrada su esperanza de robar á la reina el corazón de su
do su deseo de verse amado en la v e j e z , casi creía en la
marido, dedicó sus esfuerzos á subyugar al hombre más
famoso de todos aquellos t i e m p o s , al sabio Merlín , que sinceridad de la joven. Vacilaba , pues , el viejo ; y Bibia-

era consumado en todas las artes, y á quien el rey debía na , firme en su propósito , no se apartaba de él y le ase-

sus puestos, sus naves y sus palacios; á M e r l í n , que co- diaba incesantemente. Así transcurrieron muchos meses.

nocía el curso de los astros y leía como en un libro en el


*
cielo estrellado; al viejo M e r l í n , que era el más inspirado * *

de los bardos y á quien el pueblo llamaba el encantador.


A l principio trató de atraerle con su viva y chispeante Por fin apoderóse del mago una profunda melancolía ;
conversación, con seductoras sonrisas, ó lanzando, como atormentábanle fatídicos sueños, cercábanle sombras pa-
al descuido y sin mala intención , los dardos ligeramente vorosas , veía siempre alzada para herirle la terrible segur
envenenados de la calumnia, apuntando aquí é hiriendo de la muerte. Parecíale ver en la niebla una batalla que
allá con singular destreza; y el p r o f e t a , que era con casi no terminaba n u n c a , y llegaban á sus oídos tristísimos
todos severo y aun á veces h u r a ñ o , dejábase llevar con lamentos. Era la guerra universal y eterna de la carne
ella de su natural bondadoso , y se complacía con su pe- mortal contra la vida. Veía la muerte en la vida, la men-
tulancia , por más que le pareciera censurable, y reíase tira en el a m o r , lo más vil y más bajo triunfando de lo
de sus travesuras como se hubiera reído de las de un ga- más sublime , y el más alto designio malogrado por un
tito juguetón. A s í , habiendo empezado por tolerar aque- gusano.
llas locuras, fué poco á poco familiarizándose con ellas;
pero en el fondo de su alma el mago despreciaba profun- *
* *

damente á B i b i a n a , y la j o v e n , que tenía demasiada pe-


netración para que no lo echara de ver , cambió de tácti-
Así pues , dejando la corte de Arturo , se fué á la ori-
ca y empezó á interrumpir sus travesuras con más serios
lla del m a r , y allí encontró una barquilla en la que en-
arrebatos, á ponerse súbitamente pálida ó encendida, y á
tró ; y B i b i a n a , que había ido siguiéndole, entró trás él,
poner en juego otros mil artificios dignos de tan refinada
pero Merlín no se apercibió de ello. La joven se puso á
coqueta. Muchas v e c e s , cuando se encontraba con él,
gobernar el timón , mientras que el anciano ponía toda
12
su atención en l a vela ; y la barquilla, impelida por un siempre buscando ocasión de operar el maleficio sobre el
súbito viento , corrió á través del piélago , y f u é á tocar gran encantador de la é p o c a , imaginando que la fama
en la costa de B r e t a ñ a , donde desembarcaron. Y Bibiana que con ello alcanzára, estaría en relación con el renom-
siguió á Merlín por la arenosa playa y por los campos, bre altísimo de aquel á quien pensaba aniquilar.
hasta la bravia selva de Broceliande ( i ) . Porque hacía y a
tiempo que el sabio encantador le había hablado de un
hechizo que si se operaba en alguien dando vueltas en
Tendida sobre el césped, la falaz Bibiana
besaba, al parecer con profundo amor
con veneración p r o f u n d a , los piés
del profeta. U n torzal de oro en
forma de culebra ceñía los hermo-
sos cabellos de la j o v e n ; y un ves-
tido de f o y a n t e seda que más bien
parecía hecho para mostrar sus
formas que para ocultarlas, un
vestido de valor inestimable y cuyo color recordaba el de
las lustrosas hojas de las sargas cuando en el ventoso y
torno de é l , moviendo los brazos y pronunciando ciertas sombrío Marzo las ilumina un rayo de s o l , dibujaba sus
palabras , quedaba para siempre sin movimiento , c o m o gruesos y bien torneados brazos, y las elegantes y tenta-
encerrado entre cuatro fuertes muros de donde la salida doras curvas de su flexible y airoso cuerpo. L a taimada
era imposible; y hombre alguno viviente podía verle ja- besaba, pues, los piés de Merlín, exclamando : — Hollád-
más , ni podía él ver á nadie como no fuese al que le he- m e , queridos piés cuyas huellas he seguido ; h o l l á d m e ,
chizó , á quien en cambio vería continuamente; y perma- y he de adoraros; pisoteádme, y os besaré en c a m b i o . —
necería ya siempre como m u e r t o , y perdido para la vida,, Pero el anciano permanecía m u d o , porque oscuros pre-
y para la actividad, y para la gloria. Y Bibiana estaba sentimientos , pavorosos presagios se agitaban en su ce-
rebro , no de otro modo que en un lóbrego antro del

(i.) En bretón , Broch altean.


Océano se agitan y corren las ciegas o l a s , palpando las
mohosas paredes de su alcázar marino. Por eso cuando que quería engullirla sin decir una palabra. Así decía Bi-
ella alzó la cabeza , y mirándole con tristes y suplicantes biana; pero en verdad más bien parecía una hermosa,
ojos , le d i j o : — ¿ Me a m á i s , Merlí-n ? — y otra vez : — aunque funesta estrella , medio velada por una nube gris.
¡ Oh Merlín, decidme si me a m á i s ! — y una vez más : — Por fin , el anciano sonrió tristemente , y dijo : — ¿ Qué
; Me a m á i s , oh gran maestro ? — el anciano permaneció singular merced vas á pedirme, Bibiana ? ¿ A qué extraor-
mudo. Pero Bibiana , la ágil y flexible B i b i a n a , asiéndole dinaria petición sirven de preámbulo esas lindas tretas y
de los talones, se acercó á él encorvándose como una boberías ? Debo sin embargo darte las g r a c i a s , pues has
sierpe , y subiendo sobre sus rodillas, se sentó en ellas. disipado mi melancolía.
L u é g o juntó sus piececitos detrás de los tobillos del an-
ciano y le echó un brazo al cuello; y mientras que su . * *

mano izquierda pendía como una hoja del hombro del


encantador , hizo con la derecha un peine de nácar para Y Bibiana contestó sonriendo con descaro : — ¿ Qué es
peinar la luenga barba que los años habían emblanqueci- eso , gran maestro ? ¿ Habéis recobrado la voz ? ¡ Cuánto
do. Entonces é l , sin m i r a r l a , dijo : — Habla ícenos de me alegro de ello ! — ¡ Por fin os dignáis darme las gra-
ello, cuanto más ama, el que es juicioso. — Y Bibiana res- cias ! ¿ N o me hice ayer acreedora á vuestro reconocimien-
pondió con presteza : — S é que el amor 110 tiene ojos, pues to ? Sin embargo , no desplegásteis los labios en todo el
he visto el niño ciego , el diosecillo del dorado c a r c a j , en d í a , como no fuese para beber. Recordaréis que no te-
el salón de tapices de A r t u r o , en el palacio de Camelot. niendo vaso me vi obligada á recoger en las palmas de
Pero está lucido si además de los ojos le falta la lengua, mis blancas y señoriles manecitas el agua que gota á gota
ó por lo menos, aunque la tenga , no sabe hablar. ¡ Qué manaba de la hendidura de un peñasco , y que formando
niño tan estúpido ! Con t o d o , sois sabio y quiero creer con mis manos un lindo vaso lo acerqué, puesta de hino-
lo que decís ; quiero creer que el silencio es la sabiduría. j o s , á vuestros labios. ¿ Y qué hicisteis vos ? Beber sin di-
Me callo, pues , y ni siquiera pido un beso. — Y añadien- rigirme una palabra, ni dar la menor muestra de agrade-
do : — M i r a d ; ya me cubro con el ropaje de la sabiduría, cimiento. N o estuvisteis más cortés que lo hubiera estado
— extendió sobre el cuello y el p e c h o , y hasta las rodi- un macho de cabrío , si y o , engañada por su luenga bar-
llas , el afelpado manto de la barba del viejo, exclamando ba , única cosa que él tiene de v e n e r a b l e , le hubiera
que ella era una dorada mosquita cogida en la tela de una mostrado tanta veneración como á v o s , y hubiese sido
vieja, enorme y cruel araña , que en aquel solitario bos- con él tan obsequiosa. Y cuando más tarde nos detuvimos
junto al pozo , ¿sabéis que Bibiana , aunque desfallecida erais la ola que iba á romperse sobre m í , y á arrebatarme
de cansancio , bañó antes que los suyos vuestros piés, mi poder sobre el m u n d o , juntamente con mi vida, y mi
dorados con el polen de las flores de las fértiles praderas n o m b r e , y mi gloria. Perdonádme, hija mía. Vuestras
que habíamos atravesado ? Con todo no me distéis las chanzas y vuestras travesuras han disipado mi tristeza.
gracias, ni me las habéis dado por acompañaros en esta Pedid , p u e s , la merced que ambicionáis, y que os debo
fragosa selva , ni por mimaros como os he mimado esta no una sino tres v e c e s : primera , p o r q u e , en la pertur-
mañana. Y ahora decís que lo que quiero es pediros una bación de mi ánimo , os juzgué m a l ; s e g u n d a , en lugar
merced... Pues bien; es cierto. Mas no se trata de una de las gracias que os debía, y que os he dado demasiado
merced tan singular como imagináis. — ¿ E n qué os había tarde ; y t e r c e r a , por esas deliciosas locuras con que me
y o ofendido para no hablarme ? Que sois un sabio es in- habéis entretenido. Por consiguiente pedid , y tomad en
negable, y en verdad que vuestro silencio muestra más sa- seguida, esa singular merced q u e , según d e c í s , no es tan
biduría que bondad. singular como y o creo.

* «•
* X

Entonces Merlín, poniendo su huesuda mano entre las Y Bibiana respondió sonriendo tristemente : — C i e r t o ;
carnosas manecitas de la joven, dijo : — ¿ N o habéis esta- no es tan singular como creéis. Más singular es que y o
do jamás eu la playa del mar viendo avanzar las olas , y haya tenido que pedírosla durante tanto tiempo. Más
observando como antes de romperse se reflejan en la mo- singular sois v o s , y doblemente singular es vuestro som-
vediza arena sus rizadas espumas ? Una ola semejante brío humor. Mis temores se han confirmado: siempre
aunque no tan bonita, una ola oscura he visto por tres sospeché que no me pertenecíais por completo. ¿ N o aca-
días consecutivos reflejada en el fatídico espejo de mi men- báis de confesar que me habéis juzgado mal ? Las gentes
te y pronta á caer sobre mí. Levantéme entonces y huí de os llaman p r o f e t a : sea enhorabuena; mas no sois de
la corte de A r t u r o , buscando alivio á m i melancolía. V o s aquellos que saben exponer justa y derechamente los vati-
me seguísteis sin que y o os l l a m a r a , y cuando miré hacia
cinios. ¿ Queréis que Bibiana sea vuestra expositora ? Ella
atrás y os vi siguiéndome, mi imaginación os envolvió en
os dirá que esos tres días de melancolía nada malo presa-
la espesa niebla que entonces se cernía sobre mi espíritu;
giaban, y que únicamente debéis días y noches semejantes
porque ¿ queréis que os diga la verdad ? Parecíame que vos
á vuestro receloso espíritu , que es también el que os ha
hecho parecer menos noble de lo que realmente sois cada
sado en semejante traición, quiero que la dura tierra se
vez que os he pedido esta merced que hoy os pido de
abra hasta el infierno del N a d i r , y me trague, cerrándose
nuevo. ¿ N o v e i s , amor m í o , que un humor como el
de nuevo sobre mi en castigo de mi perfidia. Concededme,
que últimamente oscurecía vuestro noble entendimiento
pues , la merced que os pido porque hasta entonces no
cuando os apercibisteis de que y o os s e g u í a , tiene que
puedo mostraros todo mi a m o r , ni ser enteramente vues-
aumentar mis dudas de que me pertenezcáis por comple-
tra ; colmad mi deseo tantas veces expresado, dándome
to , tiene que avivar mi deseo de ver si realmente sois
esa gran prueba de amor. Creo q u e , aunque sois muy
mío, y hacerme ansiar con redoblada vehemencia que, en
sabio , apenas me conocéis todavía.
muestra de confianza, me deis á conocer el hechizo ? ¡ O h
Merlín , enseñádmelo ! Enseñadme el encanto , y así que •
* *
me lo enseñéis empezarémos á gozar del dulce reposo de
los encantados. D a d m e con ese secreto algún poder sobre
Merlín entonces retirando la mano que tenía entre las
vuestro destino, pues y o , viendo que me creéis digna de
de la joven , dijo : — Demasiado curiosa sois , Bibiana, y
vuestra confianza, descansaré y os dejaré descansar, se-
por m u y sábio y prudente que yo s e a , nunca lo fui m e -
gura de que sois enteramente mío. Por tanto, mostráos tan
nos que cuando por primera vez os hablé del hechizo. Y
grande como sois r e a l m e n t e ; no os encerréis en una egois-
puesto que habláis de confianza , debo deciros que dema-
ta reserva. ¡Qué duramente me miráis ! ¡ Cuán claramente
veo que me reusáis lo que os pido ! Me i n d i g n a , me siada confianza puse en vos cuando os hablé de e s o , y

enloquece el pensar que tal vez me creéis capaz de experi- estimulé, sin pensarlo , ese vicio vuestro , el mismo que

mentar el hechizo sobre vos inopinadamente. Mas vale por medio de la primera mujer causó la perdición del

que el lazo que nos une se desate para siempre , si es que hombre. E n los niños está m u y bien una gran curiosidad

de tal maldad me creéis capaz; pero que me creáis ó no y les conviene m u c h í s i m o , pues tienen que aprenderlo

tan miserable, por el cielo que nos oye os juro que v o y todo y enseñárselo á todo el m u n d o ; pero en vos que no

á deciros la pura verdad , tan pura como la sangre de un sois niña, pues á pesar de vuestros pocos años leo no po-
recién nacido y tan blanca como la leche , y es que jamás ca experiencia en las líneas de vuestro r o s t r o ; en v o s , la
he pensado en traición tan horrible. ¡ Oh Merlín ! Si l l a m o . . . B i e n ; no la llamaré vicio. Pero puesto que os
alguna vez en el necio desvarío de mis potencias , ó aun- comparáis con una m o s q u i t a , bien quisiera y o tener una
que sea en la embrollada confusión de un sueño, he pen- tela de araña para sujetaros, porque entonces-aunque f o r -
cejárais, la lasitud al fin os haría ceder. N o : no quiero
daros poder sobre mi v i d a , y sobre mis potencias, y
¡ Oh maestro ! ¡ Decidme ! ¿ O s agrada mi tierna
<p
sobre mi nombre , y sobre mi gloria; pero ¿ porqué en
canción ?
cambio no me pedís otra merced ? ¡ P o r la cruz de Cristo,
que he tenido demasiada confianza en vos !

* *
Mirábala Merlín fijamente , y poco le faltaba para creer
en la sinceridad de sus palabras. ¡ Era tan dulce su voz, y
Bibiana entonces, como la más sencilla y tierna donce-
su acento tan tierno ! ¡ Era su rostro tan hermoso ! ¡ B r i -
lla que jamás esperó á un amante junto á algún molinete
llaban tan dulcemente sus ojos detrás de las lágrimas,
de aldea, contestó con los ojos llenos de lágrimas: — ¡ O h
como brilla el sol en la llanura después del aguacero ! C o n
maestro ! ¡ N o os enojéis con vuestra sirvienta ! Acariciad-
todo , el profeta respondió medio indignado :
la para que vea que la habéis perdonado. La infeliz no tie-
¡ Cuán distinta era la canción que un día oí cantar jun-
ne valor para pediros otra merced. Me parece que no de-
to á este enorme roble, casi en el mismo sitio en que esta-
béis conocer una tierna canción que una vez oí cantar á
Sir Lanzarote. Escuchadla, maestro : ella responderá mos sentados! Habíamonos reunido aquí diez ó doce ami-

por mí. gos con el objeto de cazar un animal que en aquel tiempo
abundaba en estas bravias selvas: el ciervo de dorados cuer-
En el a m o r , si es firme y verdadero nos. Fué entonces cuando por primera vez se habló de fun-
fé y desconfianza á un tiempo haber no puede :
dar una T a b l a R e d o n d a , una Orden que por el amor á
quién no cree en algo , dudará de todo.
Dios, á los hombres, y á las nobles acciones que distingui-
Una rendija apenas perceptible, ría á sus miembros t o d o s , había de ser el ornamento y el
poco á poco al laúd dejará mudo. orgullo de la tierra. Y enardecidos con esta idea generosa,
Quién duda de algo, dudará de todo.
nos incitábamos mútuamente á la realización de nobles
La peca acaba por podrir el fruto, acciones. Había principalmente u n o , que por cierto era
y al laúd deja mudo una rendija. el más joven de todos, á quién no podíamos hacer callar :
Quién empieza á dudar, duda de todo.
tal era su entusiasmo que rayaba en delirio. Inspirado

; Me crees indigna de tu a m o r í Olvida. por la sed de los combates y de la gloria, púsose á cantar
; Me olvidarás r ; Dime que n o , querido ! una canción tan ardorosa, tan marcial; dejó oír tan béli-
No creas nada ó ten confianza en todo.
cos sonidos semejantes al choque de las espadas, al toque
de los clarines y al relinchar de los caballos ; y terminó
de una manera tan solemne y severa, que, locos de entu-
siasmo , ansiosos de p e l e a r , nos hubiéramos arrojado los
unos sobre los o t r o s , sino porque en aquel instante un
hermoso ciervo, espantado por el ruido, se levantó de en-
tre nuestros piés y corrió como un espectro de plata por la
oscura selva. Lanzámonos á escape tras él y le perseguimos
durante todo el día, sin que el furioso viento que nos azo-
taba el rostro disminuyese la rapidéz de nuestra carrera.
Mantenía nuestro ardor y nos estimulaba el eco de la her-
mosa canción , que durante todo el día no cesó de reso-
nar en nuestros oídos. Así durante todo el día seguimos
al ciervo guiados por las llamaradas que salían de sus cuer-
nos de oro , hasta que desapareció junto al pozo de las
h a d a s ; el famoso pozo que se ríe del hierro cuando los
niños echan en él alfileres y clavos , y gritan : — ¡ Rie,
pocilio ! — p e r o que si se le toca con una espada , se agi-
ta y zumba furiosamente. Allí perdimos de vista al ciervo,
y no nos fué y a posible dar con él. ¡ Pero qué hermosa,
qué sublime canción era aquella ! L a vuestra es sin duda
muy d u l c e , Bibiana , y con t o d o , cuando la cantabais,
parecíame como que conocíais y a el maldito hechizo, y
que estabais probándolo en m í ; sentí que sin morirme se
apoderaba de mí la horrible inmovilidad de la m u e r t e , y
que iba menguando poco á poco la esplendorosa gloria
de mi nombre.
MEP.LIN Y B I B I ANA 191

— Mi nombre y mi gloria han menguado hasta borrar-


s e ; — dijo Bibiana sonriendo t r i s t e m e n t e . — M i nombre
y mi gloria han menguado hasta borrarse, y todo pol-
vos ; todo porque creyéndoos triste y deseando consola-
ros , os h e seguido á este desierto bosque. ¡ Ved lo que
son los corazones de los hombres ! N u n c a se elevan ellos
á la gran altura á que , en alas de la abnegación , sube el
corazón de la mujer. Y tocante á la g l o r i a , aunque sé
que desdeñáis mi c a n c i ó n , he de cantaros dos estrofas
más. De este modo continúa la d a m a , dirigiéndose á su
amante :

Dejé mi n o m b r e por tomar el t u y o ,


y por eso , si logro a d q u i r i r gloria,
no será para m í , mas tuya toda.

j r
E n cambio , si afrentaras tu apellido,
tu vergüenza sería m i vergüenza.
Si es q u e fías en m í , f í a m e en todo.

*
* *

— ¿ N o es verdad , m a e s t r o , que la dama tiene muchí-


sima razón ? A d e m á s , esta canción es como el hermoso
collar de perlas de la r e i n a , que se rompió durante el
baile, desparramándose las perlas en el s u e l o ; algunas se
perdieron , otras fueron robadas, y otras conservadas
como preciosas reliquias. Y así como en aquel hermoso
collar jamás las dos perlas hermanas corrieran por el
hilo de seda á besarse sobre el blanco cuello de la reina,
así también las estancias de esta canción andan dispersas
en muchas m a n o s , y cada trovador las combina y canta
á su manera. Hay sin embargo en la canción una estrofa
que ninguno o l v i d a , y q u e , por la gran verdad que
Entonces Merlín , poniendo la mano entre las de la
encierra, e s , como quien dice , la perla de las perlas.
j o v e n , dijo de este m o d o : — B u s c a n d o y o un día una
planta mágica , vi sentado en el campo á un joven escu-
Corre en pos de la gloria ansioso el hombre, dero que habia hecho un escudo de madera y estaba pin-
mas la mujer tan solo en amar sueña ;
tando en él unas armas á su capricho; un águila azorada
para ella amar y ser amada es todo.

*
# *

E l a m o r , aunque sea de lo más basto que darse puede,


se apropia, para sus g o c e s , de alguna parte del real y
tangible presente; vive de la realidad, y sin curarse de
vanas palabras , disfruta cuanto p u e d e , sin importarle
nada lo demás. E n cambio la gloria, la fama postuma no
vale n a d a , porque ¿ qué ganaremos con que nos ensalcen
después de muertos ? N i son m u y apetecibles el renombre de oro en campo de azur, y en el franco cuartel el sol,
y la gloria durante la v i d a , pues los hombres verdadera- con este l e m a : Voy en pos de la gloria. E n cuanto hubo
mente grandes se ven perseguidos y denigrados por los t e r m i n a d o , me apoyé en su hombro , y sin decir una
pequeños, que creen, ó aparentan creer, que su grandeza palabra, tomé el p i n c e l , y borrando el mote y el águila,
es hija del infierno, como si la luz pudiera ser hija de las puse en su lugar un jardinero haciendo un i n g e r t o , con
tinieblas. Bien sabéis que la envidia os llama hijo del esta divisa : Prefiero el trabajo á la fama, y el combate á la
d i a b l o , y que siendo, como s o i s , el maestro de todas gloria. ¡ Si hubieséis visto cuán encendido se puso de
las ciencias y de todas las a r t e s , quieren haceros pasar vergüenza ! Pero después f u é un valiente caballero.— ¡Oh
por el maestro de todo vicio y de todo mal. Bibiana ! Y o creo que sinceramente creéis amarme m u -

i3
cho, y en cuanto á mí, estoy m u y seguro de amaros algo. Bien sé que á la fama acompaña el vilipendio, que con la

¡ Descansad , pues! E l amor debe descansar en sí mismo, alabanza vá mezclado el insulto; más es fuerza que y o

y en sí mismo debe encontrar p l a c e r ; no le conviene lleve á cabo mi obra. E n cuanto á la otra f a m a , á la fama

mostrar demasiada curiosidad, no le conviene mostrarse después de la m u e r t e , no hago caso de e l l a , pues n a -

demasiado anheloso de o b t e n e r , contrariando el gusto y da v a l e , á lo menos para q u i é n , como y ó , no tiene

la voluntad de la persona a m a d a , una irrazonable prueba hijos. ¿ Q u é me i m p o r t a , si y o no he de o í r l o , el caca-

de amor. L a g l o r i a , que no es más que un incentitt), reo , mas ó menos apacible , que los que aun no han

m a y o r aun que el a m o r , para servir al género humano, nacido dejarán oír sobre mi sepultura? Paréceme una

debe hallar en sí misma poco descanso y poco placer; cosa tan r e m o t a , tan v a g a , tan incierta como aquella

debe trabajar incesantemente como vasalla de aquel amor nebulosa que ocupa el segundo lugar en una fila de estre-

más g r a n d e , del amor á la humanidad e n t e r a , amol- llas semejante á una espada suspendida de un tahalí for-

ante el cual el amor de un sér.á otro sér parece un pigmeo mado por otras tres mas resplandecientes ( i ) . Cada vez

insignificante. A l trabajo sin t r e g u a , á la actividad ince- que contemplo aquella estrellita, no puedo menos de

sante debí primero la gloria; l u é g o , esta f u é creciendo pensar en algún gran hechizo practicado allí para reducir

rápidamente, y abriendo nuevos y más vastos horizontes á la nada la fama que tanto envanece á los hombres. Así

á mi actividad. Ese es el secreto de mi poder. ¿ Q u é otro p u e s , si temo daros poder sobre mí comunicándoos mi

secreto de más valor pudiera revelaros ? Porque he queri- secreto, enseñándoos á operar el maleficio; si temo que

do aumentar sus luces, ensanchar sus conocimientos, por mucho que creáis amarme ahora os burléis de mí

las gentes han tratado de denigrarme; por eso la vil e n v i - pérfidamente cuando tengáis el poder que hoy os falta

dia me ha llamado hijo del diablo y maestro de todo mal. — del mismo modo que los hijos de los r e y e s , amables

N o de otro modo un animal enfermo y débil trata de tal vez en su menor edad, se truecan en tiranos al empu-

defenderse hiriendo al que le vá á curar, y cuya superiori- ñar el cetro — no es que me espante la pérdida de la f a -

dad y buenas intenciones desconoce; pero tal vez errando ma , sino más bien la pérdida de la actividad. N o quiero,

el g o l p e , se hiere en su propio corazón al retirar con no, exponerme á dejar mi obra inacabada. N o por perver-

violencia la formidable garra. Dulce y sosegada era mi sidad de corazón, sino en algún desenfrenado rebato de

existencia cuando y o era enteramente desconocido, pero


cuando mi nombre fué exaltado la tempestad se desató
sobre la m o n t a ñ a , y y o no hice el menor caso de ella. (i) E l tahalí y la espada de Orion.
c ó l e r a , pudiérais operar el maleficio sobre aquel á quién
*
* *
decís que amáis tan tiernamente. T a l vez un d í a , llevada
de un afecto extremado y v i o l e n t o , se os antojaría apar-
Alegremente contestó el gran maestro , diciendo : —
tarme del resto de los mortales, y poseermg entera y
C o m o no soy de palo , á muchas bellas amé en la a m a n -
exclusivamente. T a l vez obedeciendo á un súbito impulso
te juventud , y no necesitaba entonces, para mantenerlas
de mujeriles celos, ensayarais el encanto en aquel á quién
á mi devoción , otro hechizo que el del amor y la juven-
según decís , amáis con toda el alma.
tud. A h o r a , ese corazón vuestro tan lleno de amor me
tranquiliza tanto como pudiera tranquilizarme un hechizo.
N o os encantaré pues. E n cuanto á los que inventaron ese
encanto y por primera vez se sirvieron de é l , sus muñe-
— ¿ N o he jurado a c a s o ? — d i j o Bibiana con bien si-
cas están ya separadas de las manos que se agitaron al
mulada indignación. — ¡ Bueno ! ¡ bueno ! Y a veo que n o
pronunciar las mágicas palabras, y desencajados del tobi-
se. me cree. Pero no importa. Guardad vuestro secreto ;
llo están los piés que siglos atrás pasearon en torno del
guardadlo , que y o lo encontraré. Y e n t o n c e s , cuidado
encantado. ¿ Queréis que en premio de vuestra canción
con Bibiana ! E n verdad, no sería extraño que una mujer
os refiera la leyenda del hechizo que de tal manera turba
á quien no se cree, tuviese algún rebato de cólera hijo de
vuestro reposo ?
vuestra desconfianza; y me parece muy exacto el primo-
roso epíteto que aplicáis á mi amor. S í ; un amor tan pro-
*

f u n d o como el mío , y tan mal correspondido, bien m e -


rece que se le llame violento. L o que me maravilla es
— Había en otro tiempo en lo más remoto del Oriente
que , tratándome como me tratáis, pueda yo amaros lo
un rey menos viejo que y o , aunque en realidad mucho
más mínimo. Y ya que habláis de celos mujeriles , ¿ por-
más v i e j o , pues mi sangre , como procedente de un m a -
qué no estaría celosa ? Si vos mismo no fuérais celoso , y
nantial s u p e r i o r , tiene vigor para más tiempo. Y sucedió
si además no quisieseis despertar mis c e l o s , ¿ para qué
que buscando un buen surgidero entró en el principal
hubierais inventado ese lindo hechizo ? Segura estoy de
puerto de sus estados el barco de un pirata de curtido ros-
que en todos los países de la tierra tenéis acá y allá enjau-
tro que había saqueado más de veinte islas desconocidas,
lada una moza entre los cuatro muros de una torre de la
y que últimamente, pasando al rayar el alba junto á otra
cual no es posible escapar.
isla que también pensaba saquear, vió á los habitantes de que el rey estuviera celoso , ni que tomara la determina-
dos ciudades peleando en el mar en mil navichuelos por ción que tomó ? Dispuso que enviados suyos recorrieran
la posesión de una m u j e r , y lanzando su negro y temido en todas direcciones los cien reinos sujetos á su domi-
bajel entre los combatientes, los dispersó rápidamente y
se apoderó de la dama, no sin perder en la refriega la mi-
tad de sus h o m b r e s , que fueron muertos á saetazos. L a
cautiva era una doncella tan delicada, tan blanca , tan
maravillosamente bella, que dejaba deslumhrados á cuan-
tos la veían ; y como el pirata se negara á entregársela al
rey , éste hizo que le empalaran en castigo de su pirate-
ría , y se casó con la doncella. Por desgracia ,.los ojos de
la hermosa isleña hicieron , aunque involuntariamente,
una guerra tal á los mancebos del reino , que innumera-
bles fueron los que enfermaron; veíanse cada día menos
concurridas las asambleas que entendían en los asuntos
del Estado , y notaba el rey que era cada vez menor el
número de sus consejeros, y que sus ejércitos menguaban
de una manera alarmante, porque como un poderoso
imán atraía ella los corazones de hierro de los viejos gue-
rreros •, por muy orinientos que estuviesen. Las bestias
mismas la adoraban; los camellos se arrodillaban ante ella
espontáneamente , y aquellos enormes animales que sobre
el lomo semejante á una montaña llevan castillos, y sol-
dados , y reyes rodeados de su s é q u i t o , doblaban las ne-
gras rodillas en señal de h o m e n a j e , y por verla sonreír, nio , y que convocando al pueblo á són de b o c i n a , hicie-
h a d a n sonar, con la estupenda nariz que les sirve de ma- ran conocer á todos el deseo del rey de encontrar un he-
nos y que se enrosca como una serpiente, los cascabeles chicero capaz de encantar á la reina de manera que en
de oro que adornan sus tobillos. ¿ Q u é extraño es pues adelante solo existiese para el rey su esposo. A l sabio que
operara tan singular prodigio, se le ofrecía una recompen- también reales motivos de celos. Por otra p a r t e , ¿ no ha-
sa m a y o r que la que rey alguno ha dado j a m á s : una le- bía dama ni doncella alguna á quien irritara la pérdida de
gua de montañas llenas de minas de o r o , una provincia un amante ? ¿ Eran todas tan mansas , quiero decir tan
con cien millas de costa, un palacio hermosísimo , y una nobles y generosas, como bella su afortunada rival ? ¿ N o
princesa más hermosa aún. E n cambio, el rey,'para evitar había dama ni doncella que se atreviera á arrojar á los ojos
que de todas partes lloviesen falsos ó poco hábiles hechi- de la reina algún licor que los cegara para siempre ? ¿ N o
ceros, y para que no se burlasen de él los charlatanes, or- había alguna que echara un mortífero polvo en su bebida,
denó que cuantos intentaran operar el hechizo y no lo ó que la hiciera palidecer y perder su hermosura con el
consiguieran, fuesen decapitados y sus cabezas colocadas perfume de una rosa envenenada ? ¡ Bien , bien ! Aque-
en escarpias sobre las puertas de la ciudad. Y hubo mu- llos tiempos no se parecían á los nuestros. — ¿ Pero en-
chos que sin dejarse intimidar por tan terrible sentencia, contraron por fin el hechicero que buscaban ? Ansiosa es-
tentaron fortuna y vieran frustrados sus esfuerzos, porque toy de saber si se parecía á tí. ¿ Se parecía á t í , maestro ?
sus pobres encantos se estrellaban contra el encanto supe-
rior de aquella naturaleza privilegiada. Y muchas cabezas
de hechiceros blanquearon al sol sobre los m u r o s ; y du-
rante muchas semanas una bandada de cuervos aficiona-
A l decir estas palabras , Bibiana estrechó más fuerte-
dos á la carroña estuvo suspendida como una nube sobre
mente al anciano con el flexible brazo con que rodeaba su
las torres de la puerta de la ciudad.
nervudo c u e l l o , y luégo , echando un poco hacia atrás la
cabeza, dejó que sus bellos ojos hablaran en su lugar,
* *
brillando sobre el mago como los de una recién casada
sobre su señor, su amado, el primero y el mejor y el más
Aquí llegaba el sabio M e r l í n , cuando Bibiana le inte-
querido de los hombres.
rrumpió , diciendo : — Esa historia me deleita grande-
mente , más me parece que al contarla se te ha ido un
* *

poco la lengua. Y s i n o , interrógate á tí mismo. Segura


estoy de que jamás fué involuntaria la guerra que la dama — No; no se parecía á mí — contestó Merlín riendo.
hacia con sus hermosos o j o s ; sin duda encontraba placer — Afortunadamente para el rey , que empezaba y a á des-
en ello , y daba á su buen esposo no solo soñados sino animarse , sus forrajeadores de hechizos encontraron al
fin, en lo más ignorado de un vastísimo y e r m o , un hom-
como el cristal; así es que á través del mismo v i o y oyó
brecillo de reluciente c a l v a , que allí vivía enteramente
hablar á los espíritus, y aprendió sus más fundamentales
solo , alimentándose de y e r b a s ; un hombrecillo que no
secretos, y todo el alcance de sus potencias y facultades.
tenía más que un solo l i b r o , pero que estudiaba en él con
Y muchas v e c e s , ganoso de hacer uso de la adquirida
el más vivo a r d o r , y que á fuerza de estudio y de medita-
ciencia, tendía sobre el ojo brillantísimo del sol una nube
ción , enflaquecía tan continua y visiblemente que no pa-
negra como la t i n t a , semejante á un párpado inmenso,
que al poco rato empezaban á surcar los relámpagos se-
guidos de truenos ensordecedores. Ó cuando al mediodía
se amontonaban las nubes por todas partes, y la montaña
y sus túmulos no eran más que una sombra , y el viento
rugía en el p i n a r , y una lluvia torrencial l i m p i a b a , azo-
tándola fuertemente, la superficie del lago cubierta de
v e r d í n , hacía que el sol brillara de súbito en todo su es-
plendor , volviendo á la tierra la paz y la alegría. T a l era
el hombre que se alimentaba de yerba. Y como se negara
á salir de su desierto, le llevaron por fuerza ante el r e y ,
y enseñó á éste la manera de encantar á la reina de modo
recía sino que todos los días y durante muchas horas ra- que en adelante ningún hombre pudiese v e r l a , ni ser vis-
llaban y limaban su cuerpo por todas partes. T a n flaco to por e l l a , como no fuese el rey. Y el rey la encantó, y
llegó á ponerse que sus ojos parecían monstruosamente ella quedó , no muerta pero i n m ó v i l ; v i v a , pero sin po-
g r a n d e s , y causaban espanto. Solo el pellejo le quedó, der hacer uso alguno de la vida. Mas cuando el monarca
que le servía de cuébano , canasta ó saco para llevar de ofreció al encantador la legua de territorio cubierto de mi-
un lado á otro sus costillas, su espinazo y demás m i s e - nas de oro , la provincia con cien millas de costa , el pa-
rables huesos. Y como tenía la imaginación siempre fija lacio y la princesa , el viejo se volvió al y e r m o , y conti-
en un solo objeto, como no comía carne ni probaba vino, nuó viviendo allí y alimentándose con yerba. Y enflaque-
y como jamás experimentaba deseo alguno sensual, llegó ciendo cada día más, se disipó al fin por completo, como
un tiempo en que el muro que á los espíritus separa de los se disipa una n u b e , y el libro vino á mi poder.
hombres que hacen sombra, fué para él tan transparente
— ¡ Leer el libro ! ¡ Leerlo tú , mi linda Bibiana ! E n
verdad, solo tiene veinte páginas, y cada página tiene una
márgen anchísima, y cada márgen encierra en el centro un
— ¡ A h ¡ — d i j o Bibiana sonriendo con descaro.— cuadradito de texto que parece un borroncillo, y el texto
¡ Tienes el l i b r o , y el hechizo está escrito en é l ! Pues no es mayor que los miembros de las pulgas, y en cada cua-
bien; sigue mi consejo , y enséñamelo enseguida. Porque drado de texto hay un horrible maleficio escrito en una
por m u y bien que lo o c u l t e s ; aunque lo encierres en un lengua extinguida hace y a m u c h o tiempo , tanto tiempo
a r c a , y esta en una m a y o r , y ambas en una tercera, y que desde entonces han surgido de la tierra nuevas monta-
así sucesivamente; aunque cada arca tenga treinta cerra- ñas, y se han formado á sus pies ciudades populosas. Y cada
duras y otros tantos candados ; y aunque lo entierros todo márgen está enteramente cubierta de garabatos , en apre-
bajo en montón de tierra tan grande como el que después tadísimos renglones cruzados por otros no menos apreta-
de una gran batalla sirve para llenar la hondonada donde dos. Y en esos garabatos se encierran la exposición del
se hacinan los cadáveres , y o haré cavar hasta donde sea texto, los comentarios y la mas compacta condenación de
necesario , y abriré las cajas , encontraré el hechizo , y he cada encanto , todo ello igualmente oscuro para la vista
de leerlo. ¿ Y quién me culpará entonces, si se me an- y para el entendimiento ; pero las largas noches de vigilia
toja probarlo ? que en mi dilatada existencia he consagrado á descifrarlo,
lo han hecho fácil y claro para mí. Y nadie, ni y o mismo,
*
* * puede leer el texto ; y nadie , escepto y o , puede leer el
comentario. Y en el comentario f u é donde encontré el
Rióse Merlín del modo que un sábio maestro se rie de hechizo. ¡ O h , la cosa es m u y sencilla! U n niño podría
los asertos de un presuntuoso que no es de su escuela, usar de él en perjuicio de cualquiera, sin que luégo fuese
ni de escuela a l g u n a , como no sea de aquella en que á posible remediar el mal causado. N o v o l v á i s , p u e s , á
todas horas, y con intolerable locuacidad y sin igual des- p e d í r m e l o ; porque aunque no lo ensayéis e ^ n i persona
caro , deja oír la ignorancia, desnuda y ciega, su desaten- y seáis fiel al juramento que habéis hecho , podíais tal vez
tado juicio sobre todas las c o s a s ; rióse Merlín de la pre- ensayarlo en algún caballero de la T a b l a Redonda, y todo
sunción de Bibiana y dijo : porque se os figura que murmuran de vos.
A l escuchar estas palabras, Bibiana se puso c e ñ u d a , y L a joven, sin desarrugar el entrecejo, contestó irritada :
mostrando también en su acento el enojo , que esta vez
— ¡ O h s í ! ¿ Q u é decís de Sir V a l e n c e , á quien su pa-
era real y no fingido, e x c l a m ó : — ¿ Q u é osan decir de
riente , al partir para un pais lejano , confió su esposa y
mí esos embusteros ? ¿ Q u é se atreve á decir de Bibiana
dos hermosos n i ñ o s , rogándole que cuidara de ellos du-
esa gavilla de glotones bien cebados ? S o n esos los que
rante su ausencia, y que á su regreso, al cabo de un año,
juraron cabalgar sin descanso por todas p a r t e s , vengando
se encontró no con dos niños sino con tres ? ¡ A l l í , jun-
injurias y enderezando entuertos ? S í ; pero prefieren pa-
to á la madre , estaba la criaturilla, que aun no tenía una
sar el tiempo comiendo y embriagándose; siempre se les
h o r a ! ¿ Q u é dijo el dichoso padre ? U n sietemesino h u -
encuentra sentados en la mesa, destrozando la carne con
biese sido un regalo mejor y más legítimo. Aquellas doce
el c u c h i l l o , ó con la cuerna llena de vino en la mano.
lunas oscurecian su paternidad.
¿ Son esos los que han hecho voto de castidad ? Bien
podría y o , si no fuese mujer, contaros una historia acer-
* *
ca de esto. Pero vos que sois hombre adivináis sin duda
esa vergonzosa historia que por vergüenza no se puede
— N o es eso a s í , — dijo Merlín; — y o conozco esa his-
contar. ¡ N o quisiera que ninguno de esa inmunda piara
toria. Sir Valence se casó con una dama extranjera, de
me tocase ! ¡ A h , cerdos !
quién al poco tiempo se vió obligado á separarse, no sé
porqué causa. Una criatura que tuvieron vivía con su ma-
*
* * dre, pero falleció la infeliz, y el pariente de Sir Valence,
á quién sus propios negocios habían llevado por aquella
— E n o r m e , pero v a g a , es la acusación que lanzáis; tierra, recibió de éste el encargo de llevarle el niño, que
— dijo M e r l í n , sin dar importancia á las palabras de la había quedado sin amparo. Él f u é , pues , quién lo llevó
furiosa joven. — Seguro estoy de que es hija de vuestro á casa de Sir V a l e n c e , y mal podía, por lo tanto, haberlo
mal h u m o r , y de que no tiene fundamento alguno. Si encontrado en la suya. Esa es la verdadera historia.
algo s a b é i s , ¿ porque no acusáis de una manera esplícita
y formal! *
* *

— ¡ O h s í ! — dijo Bibiana. — Demasiado verdadera.


¿ Y qué os parece del amable Sir S a g r a m o r e ? ¿ Q u é os
20S MKR U N V BIBIANA MERLIN Y BIBIANA 209

parece de ese fogoso amante ? N o ignoraba él sin duda lo y se durmió, sin notar que en el lecho había otra perso-
que dice la copla: Me parece que no es traición, coger el na. El uno al lado del otro d u r m i e r o n , p u e s , aquella
fruto cuando está en sa%ón. Lo mismo se puede decir de las noche, sin saberlo, el honrado caballero y la casta y pura
flores. S e deben coger cuando están en toda su frescura, doncella, hasta que la aurora fué á despertarlos atrave-
en toda su fragancia, en todo su esplendor, sin esperar á sando la rosa real que daba luz al palacio, y sonrosando
que empiecen á ponerse mustias... ¿ Q u é diremos de Sir sus juveniles rostros, que la vergüenza sonrosaba también
Sagramore, maestro ? ¿ L e llamaremos precipitado, ó im- al mismo tiempo. Entonces el caballero se levantó sin de-
paciente , por haber cogido su fragante rosa antes del cir una palabra, y se f u é ; pero el suceso se divulgó en la
tiempo ? corte, y la gente ahulló de tal modo, llegaron á sus oídos
tan brutales y groseras calumnias, que se vieron obliga-
dos á casarse, y afortunadamente son felices, porque son
virtuosos.

— Quién muestra verdadero y muy censurable apresu-


*
ramiento eres tú , Bibiana ; — dijo Merlín. ¡ Q u é pronto * *

has cogido la feísima pluma desprendida del ala de aque-


lla inmunda ave de rapiña que sólo se alimenta de la — ¡ Oh s í ! — dijo Bibiana. — Esa historia podrá no ser
c a l u m n i a , y que se complace en desgarrar la buena fama cierta , pero es por lo menos muy verosímil. ¿ Y qué me
de los hombres! Jamás Sir Sagramore faltó en lo más decís del buen Sir Percivale, y del feo pecado, de la h o -
mínimo á su n o v i a ; siempre la respetó cual cumple á un rrible profanación que cometió ese piadoso mancebo, ese
honrado caballero. Bien conozco esa historia. Retirábase inmaculado cordero de Cristo, ó mejor dicho, ese carnero
una noche á su c á m a r a , cuando una furiosa bocanada de negro del rebaño de Satanás ? ¡ Qué horror ! ¡ E n el sa-
viento extinguió la antorcha que llevaba en la m a n o , de- grado recinto del cementerio, entre las planchas de bron-
jándole de pronto sumergido en la más completa oscuri- ce de los sepulcros, y junto á los helados Hic JACETS de
dad. V i ó s e , pues, perdido en el intrincado laberinto de los m u e r t o s !
aposentos y corredores del palacio de A r t u r o , y obligado
*
á buscar á tientas la puerta de su cámara, que al fin creyó
reconocer palpando los adornos esculpidos en el marco.
Y como estaba muy fatigado, entró enseguida en el lecho, — Hombre sobrio y honesto es Percivale, — repuso el
14
210

imperturbable M e r l í n ; — p e - instante , borrado enseguida por el arrepentimiento ? N o

ro una vez — la única en su es un desliz así, sino la práctica del pecado, que corrompe

vida — sintiéndose molesta- el alma , la que nos sella con su infamante marca , para

do por el ardor del vino que que se sepa á que rebaño pertenecemos; pues si así no

con algún exceso habia be- f u e s e , sería peor que todos el santo rey cuyos salmos se

bido , fué buscando la fres- cantan en el templo. Pero , ¿ no se ha desbordado aún

cura, á pasear en el cemen- por completo la espuma de vuestra cólera ? ¿ Tenéis aún
terio , donde una de las pas- algo que decir ?
toras del rebaño de Satanás *
* *
trató de señalarle con la in-
famante marca de su señor. — ¡Oh sí!—dijo Bibiana, todavía irritada.—Aun
Empero no es creíble que tengo que decir. ¿ Qué os parece de Sir Lanza rote ? ¿ N o
pecara: como otros el peca- es un amigo traidor ? ; O querréis también sostener lo
do , lleva él en el rostro es- contrario ? ; S o n ó no públicas sus criminales relaciones
crita su inocencia. Y si pecó, con la reina ? ¿ Las publican á gritos en la calle los mu-
¿qué vale el extravío de un chachos , ó sólo se habla de ellas cuchicheando en los rin-
cones del alcázar ? ¿ Sabéis algo, Merlín ?

*
* *

— S í ; — contestó el mago tristemente. — Cuando ,


concertado el enlace de Arturo con la bella hija de Leo-
dográn , fué Lanzarote como embajador á buscarla á la
corte de su padre, ella le vió llegar de la ventana de su
aposento, y según dicen , le tomó por el rey su novio, y
se enamoró de él perdidamente. N o hablemos de eso.
¿ Más no tenéis una palabra de alabanza para A r t u r o , in-
comparable rey y hombre sin tacha ?
go de la calle, y para quiénes e s , y tiene que ser ininte-
*
* *
ligible la extremada delicadeza de tu corazón nobilísimo !

*
— ¡ Hombre! — dijo Bibiana soltando una burlona car- * *

cajada. — ¿ E s hombre acaso el que sabe que se le afrenta,


y lo tolera ? ¿ Es hombre acaso quien como él sabe lo que Pero B i b i a n a , creyendo á Merlín abrumado bajo el
es y lo que hace su bella esposa, y lo consiente? E l buen peso de los ejemplos que para probar la corrupción de la
rey cierra los o j o s , y quiere que los cierren también todos T a b l a Redonda había amontonado, recomenzó con redo-
sus caballeros, y que no vean la pecaminosa conducta de blado brío, é hizo que su l e n g u a , como llama furiosa que
Lanzarote y de la reina. ¡ Infeliz ! Más culpa que nadie nada respeta, se cebara en los más nobles y respetados
tiene él mismo de la infidelidad de la esposa y de la trai- nombres. Habló tanto la joven denigrando á éste y al
ción del amigo. Si no fuese por respeto á mi sexo , daría otro, imputando á cada uno todo el mal de que ella
y o al rey el lindo nombre que el vulgo aplica á hombres misma era c a p á z , y rebajando á todos de tal suerte, que
de esa estofa. Si no fuese quien e s , si no fuese el r e y , le al fin llegó á negar hasta la bravura de Lanzarote y la
llamaría necio, cobarde y mentecato. castidad de Galahad.

* *
X * * *

Entonces M e r l í n , cansado de oiría hablar así de aque- Sus palabras' produjeron un resultado contrario al que
llos á quiénes más a m a b a , p e n s ó : — ¡ O h mi señor y ella deseaba. E l mago frunció el ceño , haciendo con el
dueño ! ¡ Oh mi rey ! ¡ Corazón tierno y l e a l ! ¡ Prodigio espeso matorral de sus cejas un nevado tejaroz para sus
de abnegación y de bondad ! ¡ Cumplido caballero ! T ú hundidos o j o s , y murmuró : — ¡ Decirle el hechizo ! Lué-
juzgas del corazón ageno por el tuyo propio, y aun contra go , en cuanto lo supiese, desataría otra vez contra todos
el testimonio de tus o j o s , te empeñas en creer que todos su terrible lengua para obtener otro secreto, y de no re-
los hombres son leales y puras todas las mujeres. ¡ D e velárselo , redoblaría sus injurias. ¿ Q u é ha dicho la diso-
qué modo tu inmaculada inocencia es objeto de vituperio luta ? 1 Q u é el hombre no puede elevarse á tanta altura
en los lábios de viles intérpretes de torcido entendimiento como la mujer ? Y o creo que apenas puede hundirse tan-
y de groseros instintos; séres tan inmundos como el fan- to ; p u e s , á lo m á s , los hombres distan entre sí tanto
como el cielo de la tierra, mientras que la peor de las
mujeres dista de la mejor tanto como el infierno dista del
cielo. Bien conozco á los caballeros de la Tabla Redonda,
mis antiguos amigos ; todos valientes , y muchos genero- El mago hablaba en parte de una manera audible, y en
sos , y algunos castos. Seguramente ha sido desdeñada parte en voz muy baja que casi por completo se perdía
por alguno de e l l o s , y trata de encubrir su despecho con entre el mohoso pellejo y el áspero y luengo vellón con
infames mentiras. Habla tan a g r i a m e n t e , que no dudo que innumerables inviernos habían cubierto su cuello y su
trató de tentarles y no lo pudo conseguir. Falla á veces la barbilla. Pero B i b i a n a , que continuaba sentada en las ro-
trama mejor u r d i d a , y no siempre ha de servirles á las dillas del viejo , viendo su mal humor y oyéndole mur-
rameras el q u e , no contentas con pintarse el r o s t r o , pin- murar dos ó tres veces la palabra ramera, saltó de su
ten también y disfracen su lenguaje con colores al parecer asiento , y se puso en pié , tiesa é inmóvil como una ví-
sacados del corazón , pero que no les pertenecen. N o bora helada. ¡ Q u é espectáculo tan odioso ! ¡ D e qué ho-
quiero , n o , revelarle mi secreto : casi siempre las perso- rrible m a n e r a , entre aquellos carmíneos labios formados
nas más dadas á la murmuración son también las más para el a m o r , y exhuberantes de v i d a , apareció , rechi-
zalameras, y no dudo que pretende engañarme. L o s que nando los dientes, el desnudo esqueleto de la muerte ! L a
más inclinados se muestran á imputar á otros un crimen joven estaba pálida ; la c ó l e r a , haciéndola respirar con
determinado, son los que más dispuestos están á come- más violencia , dilataba las ventanas de su fina nariz ; y
terlo; lo único que hacen es achacar á los demás todas las su mano , medio cerrada y temblorosa, fué á buscar algo
deformidades de su propia conciencia. Por no ser meno- en el cinturón. ¡ A y de M e r l i n , si hubiese encontrado allí
res que los demás , tratan de rebajarlos á su exigua talla, una daga ! Seguramente le habría atravesado el corazón,
y con gusto arrasarían las montañas porque todo quedase pues en u n abrir y cerrar los ojos se cambia el falso amor
b a j o , y al m i s m o nivel. E n esto las rameras se parecen á en aborrecimiento. Más no encontró lo que buscaba. El
la multitud, que cuando vé alguna mancha en una perso- mago en tanto permanecía s e r e n o , mirándola sin pesta-
na de calidad, se alegra de que los más grandes sean tan ñear ; y e l l a , de pronto , empezó á llorar amargamente,
pequeños , se llena de orgullo y de insano placer, y juzga como un niño que ha sido azotado. L l o r a b a , lloraba sin
á toda la humanidad por sus piés de arcilla, sin querer cesar, y parecía inconsolable ; luégo , su engañosa voz se
levantar los ojos y ver su divina cabeza coronada de fuego dejó o í r , entrecortada por los sollozos:
espiritual, y tocando á otros mundos. Cansado estoy ya
de esta mujer.
— ¡ Hombre c r u e l ! ¿ Qué canción ni qué historia re-
lo que s o n , por el gran placer que tenía en colocaros
cuerdan crueldad comparable á la suya ? ¡ O h amor pro-
solo, enteramente solo , sobre el pedestal que mi amor os
digado en vano ! ¡ O h crueldad sin ejemplo ! ¡ Hombre
había erigido, para adoraros en él eternamente ! Me habéis
despiadado ! Nada hay que la pobre Bibiana no hubiese
contestado y a ; y en adelante, el camino de la vida , que
hecho por ganar su confianza; nada, por vergonzoso que
tan florido me parecía con v o s , sólo con v o s , por guía y
fuese en apariencia, porque ¿ qué puede haber realmente
m a e s t r o , será para mí la escabrosa senda que serpea so-
vergonzoso cuando el amor es verdadero , y no como el
bre los peñascos á la orilla del m a r , y que de pronto se
vuestro ? N o hay locura alguna que la desdichada Bibiana
encuentra interrumpida y rota por algún derrumbamiento
no hubiese hecho gozosa por ganar la confianza del que
ocasionado por las o l a s ; ya no me queda más que arras-
la ha llamado... del que le ha dado el nombre más inju-
trarme al fondo de alguna lóbrega c a v e r n a , y a l l í , si los
rioso que se puede dar á una mujer. ¿ Y todo por qué ?
lobos no me d e v o r a n , morir á fuerza de l l o r a r , víctima
El único crimen de la infeliz ha sido su deseo de probar-
de vuestra indecible dureza , de vuestro rigor sin ejemplo.
le , de saber que el que ama le pertenece enteramente.
*
* *
*
* *

Calló la j o v e n , y alejándose un poquito , inclinó la ca-


L a joven meditó un instante; luégo juntó las manos
beza sobre el pecho, como agobiada por el dolor. La cu-
lanzando un penetrante chillido, y exclamó : — ¡ Herido
lebra de oro que ceñía sus cabellos cayó al s u e l o , y sol-
el corazón en sus más caras afecciones ! ¡ Hervida como
tándose la trenza, se desenroscó por completo. Bibiana
el cabrito en la leche de su propia madre ! ¡ Asesinada con
rompió á llorar de n u e v o , mientras que la selva se oscu-
una palabra peor que una vida entera de martirio incesan-
recía más y m á s , pues y a la tempestad era inminente. E l
t e ! Creí q u e , siendo g r a n d e , sería también dulce y be-
viejo en tanto sentía que su cólera se apagaba poco á poco,
n i g n o . . . ¡ O h D i o s ! ; Por qué no he amado á un hombre
hasta que por fin la blandura de su corazón dió al traste
más pequeño ? De seguro hubiese encontrado en él un
con su cordura y su prudencia. Casi llegó á creer en la
corazón más grande. ¡ A y de m í , que halagando mi pro-
sinceridad de la j o v e n , y compadecido de ella , la llamó
funda pasión , me deleitaba viendo á los caballeros, á la
para que fuera á guarecerse en el roble hueco. — V e n i d ,
' c o r t e , al r e y , oscurecidos y eclipsados por vos ! ¡ A y de
— le dijo ; que va á estallar la tempestad. — Y como Bi-
m í , que me complacía en hacer á los hombres peores que
biana no contestara, contempló é l , penetrado de dolor,
el palpitante seno, y el lloroso rostro q u e , como poseída
de la más profunda aflicción y de vergüenza, cubría ella
en parte con sus hermosas manos. L u é g o , sirviéndose de
las más tiernas y conmovedoras frases, trató por tres v e -
ces de aquietar el encrespado mar de su corazón ; pero fué
en vano. Con todo, al fin ella se dejó vencer por el viejo,
y del mismo modo que el pajarillo nacido y criado en una
jaula vuelve voluntariamente á su prisión , fué otra vez á
su antigua percha, y se instaló en ella. ¡ Q u é bien repre-
sentó entonces la joven el papel de la doncella de tierno
y sencillo corazón, oprimida bajo el peso de inmerecidos
ultrajes ! Sentada como antes sobre las rodillas, pero casi
cayéndose de ellas , y con los ojos cerrados , no se sabe
si de dolor ó de vergüenza, apoyaba su cabeza de diosa
en el fornido pecho del anciano. Vió éste que una gruesa
lágrima salía lentamente de entre los hermosos párpados,
y entonces el benignísimo m a g o , más por bondad que
por amor, rodeó con su brazo protector el escultórico
cuerpo de la j o v e n ; pero ella desenlazándose al momento,
se levantó y se puso en pié delante de é l , en majestuosa
a c t i t u d , con el rostro encendido y los brazos cruzados
sobre el pecho, como una noble señora profundamente

ultrajada. Y después de un instante de silencio, exclamó:

*
* *

— A h o r a , no debe haber ya nunca entre nosotros esce-


nas de amor. Porque, si soy lo que groseramente me ha-
béis llamado, ¿ qué puedo concederos que á vuestro tosco
corazón le parezca digno de ser aceptado ? Nada puedo
ofreceros que merezca la pena de tomarlo. Me v o y , pues.
E n verdad, sólo una cosa — mejor quisiera haber muerto
tres veces que habérosla pedido una sola v e z — s ó l o una
cosa podría ahora hacer que me quedara: esa prueba de
confianza, tantas veces implorada en vano. V e o con pena,
por la vil palabra que habéis pionunciado, cuanta razón
tenía para dudar de v o s , y para pediros esa prueba de
amor. Si me la concedieseis, podría tal vez — ¿ q u i é n
sabe ? — podría tal vez volver á creeros. ¡ Mirad ! L o que
antes no era para mí más que un mero capricho, se ha
trocado en imperiosa é imprescindible necesidad de mi
corazón y de mi vida. ¡ A d i ó s ! N o seáis demasiado severo
al pensar en m í , pues temo que mi destino ó mi locura,
que han hecho que por un hombre tan viejo desprecie la
alegre j u v e n t u d , quieren que os ame todavía. Pero, antes
de dejaros, permitidme jurar una vez más que nada tramé
contra vuestro reposo al pediros que me enseñaseis el
encanto; y si es que miento, ¡ ojalá el justo cielo que me
escucha y que tanto va ennegreciéndose, envie un rayo
que respetando todas las otras cosas, carbonice mi mañoso
cerebro !

*
* *

Apenas había acabado de hablar cuando la tempestad


estalló de una manera espantosa, y un rayo del cielo fué
á herir allí cerca un roble g i g a n t e s c o , f o r m a n d o en su parecían y a gemidos de d o l o r , y se alejó dejando en r e -
tronco profundos surcos, y sembrando el suelo de astillas. poso la talada selva , y sucedió lo que no debía haber su-
E l mago alzó los ojos y vió el robusto tronco cuyos surcos cedido , pues Merlín , cansado de la charla de la joven y
brillaban en la oscuridad. Pero B i b i a n a , c r e y e n d o que el vencido por sus encantos , había c e d i d o , le había dicho
cielo había oído su juramento , y ofuscada por el espan- todo el hechizo , y se había dormido p r o f u n d a m e n t e .
toso relámpago , y ensordecida por el horrísono estrépito
*
del trueno, corrió hácia el encantador, gritando : — ¡ O h * *

M e r l í n , aunque n o me a m a s , s á l v a m e ! S á l v a m e , Merlin !
— Y la joven se agarró á él, y le abrazó f u e r t e m e n t e , lla- Entonces ella , dando vueltas en torno del viejo , y
m á n d o l e , casi muerta de miedo , su querido p r o t e c t o r ; m o v i e n d o las m a n o s , y p r o n u n c i a n d o las mágicas pala-
pero sin que el miedo , le hiciese olvidar sus tretas y sus bras, operó en un m o m e n t o el terrible m a l e f i c i o , y Mer-
marrullerías , antes bien r e d o b l á n d o l a s , y estrechando al lin quedó en el hueco del á r b o l , c o m o muerto y perdido
viejo fuertemente entre sus brazos. L a descolorida sangre
para la v i d a , y para la actividad , y para la gloria.
del encantador tomó á su contacto más alegres colores,
c o m o el ópalo calentado. Ella se culpaba por haber r e p e - *
* *

tido los cuentos y rumores que habían llegado á sus oídos;


temblaba de m i e d o , y lloraba , y renegaba de su petu-
— S u ciencia y su renombre me pertenecen y a ; — dijo
l a n c i a ; le llamaba su señor y d u e ñ o , su profeta, su bardo,
entonces Bibiana. L u é g o , gritando : — ¡ O h necio ! ¡ le
su argentada estrella de la t a r d e , su d i o s , su Merlin , el
he robado su gloria ! — y volviendo á gritar : — ¡ O h ne-
único apasionado amor de toda su v i d a , y mientras la
cio ! — la ramera corrió dando brincos por el bosque , y
tempestad seguía rugiendo sobre sus cabezas , y volaban
la espesura se cerró tras e l l a , y / necio! ¡ necio ! repitieron
en astillas las ramas de los árboles azotadas por el v i e n t o
u n o tras otro los ecos del bosque.
y por la lluvia que caía átorrentes; y los relámpagos se suce-
dían r á p i d a m e n t e , inundando de luz la oscura selva., é
iluminando el venerable rostro de Merlin y el rostro be-
llísimo de la j o v e n , y retumbaba el trueno con estrépito
e n s o r d e c e d o r ; hasta que por fin , extinguida la f ú r i a de la
t e m p e s t a d , dejó oír sus últimos r u g i d o s , que más bien
A reina había huido de la corte, y estaba sen-
tada allá en la santa casa de A l m e s b u r y , llo-
rando ! Solo había con ella una doncellita,
una novicia. Iluminaba imperfectamente la estancia una
débil l u z , medio oscurecida por la invasora niebla q u e ,
adherida á la tierra como el sudario al r o s t r o , iba ex-
tendiéndose por todas partes. Así es que la l u n a , aun
que l l e n a , era invisible, y no podía enviar á la tierra su Porque sucedió que una mañana, cuando la corte toda,
dulce resplandor. Imperaban la tristeza, la oscuridad y vestida de verde , pero con penachos de diversos colores

el silencio. como los que adornaban el mayo , había vuelto de cele-


brar , como de costumbre , la fiesta del M a y o , Modred,

*
*
*
que todavía no se había despojado de su traje v e r d e ; Mo-

L a esposa de Arturo se había visto obligada á huir de


la corte y á buscar refugio en Almesbury por causa de
aquel pérfido sir M o d r e d , que cual astuto animal que
agachado acecha su presa, pronto á brincar sobre ella á
la primera oportunidad, esperaba , con los ojos fijos en
el trono, alguna ocasión propicia para saltar á él y alzarse
con el reino. Para preparar la ejecución de su alevoso in-
tento el infame procuraba el desdoro del rey y la pérdida
de su popularidad contestando con desdeñosa y significa-
tiva sonrisa á las alabanzas que de él se hacían; se juntaba
con los señores del Caballo blanco , despreciable ralea
del pagano Hengist ( i ) y trataba de romper la Tabla
R e d o n d a , de astillarla en bandos que sirvieran á sus trai-
dores fines; y proseguía estos con más vivo empeño por
profundo rencor á Lanzarote. dred , todo ojos y oídos, subió á la tapia del jardín , dis-
puesto á espiar, si podia , alguna secreta i n f a m i a , y vió á
*
% * la reina sentada entre Enid , la mejor de sus d a m a s , y la
ligera Bibiana ( i ) , la más falsa y la peor de t o d a s ; pero

(i) E l poeta se refiere á los sajones que se establecieron en la Gran


Bretaña á mediados del siglo V , y cuyos primeros jefes fueron, Horas, (i) Véanse los poemas del m i s m o autor titulados Geraint y Enid
q u e murió en la batalla de Aylesford , y Hengist, primer rey de Kent. y Merlíny Bibiana, y mi artículo acerca de Alfredo T e n n y s o n que vió
(N del T.) la luz en una Revista de Madrid y fué reproducido por varias publi-
más no pudo v e r , pues casi en el mismo instante fué zarote, y s o n r i ó , y se f u é ; pero la pequeña violencia que
apercibido por sir Lanzarote que pasaba por allí cerca y se le había hecho no se borró y a jamás de su memoria,
que casualmente fijó los ojos en lo alto del muro , donde manteniendo siempre vivo su e n c o n o , y alborotado su
el curioso estaba agachado. Y del mismo modo que el corazón , del mismo modo que el impetuoso viento riza
hortelano coge de la berza una oruga verde y la arroja al todo el día algún amargo charquito en torno de una piedra
suelo para pisotearla, así de la alta pared medio oculta en la pelada costa.
entre el f o l l a j e , Lanzarote cogió á Modred del talón y le
*
arrojó como á un gusano al c a m i n o ; pero cuando conoció * *

al príncipe aunque cubierto de p o l v o , el caballero , reve-


renciando la sangre real en aquel mal h o m b r e , ( i ) le dió Pero cuando sir Lanzarote contó á la reina lo acaecido,
todas las excusas posibles, cortés y caballerosamente, sin ella al principio se rió como una l o c a , al pensar en la
ironía ni escarnio, pues en aquel tiempo ningún caballero caída de M o d r e d , y en la figura que éste haría estropeado
de los predilectos de Arturo se permitía jamás el escarnio; y polvoriento; l u é g o , de pronto , tembló , como la cam-
en cambio si un hombre era cojo ó j o r o b a d o , aquellos á pesina que g r i t a ; « ¡ Y o tiemblo! ¡ Alguién anda sobre
quienes Dios había hecho bien formados y gallardos, tole- mi 'sepultura! ( 1 ) » y después rió de n u e v o , pero más
raban en sus lábios el escarnio, como una parte de su débilmente, porque á la verdad ella medio preveía que
imperfección, y el rey y toda su Tabla le respondían con Modred , el artero animal, rastrearía su pecado hasta des-
dulzura , sin irritarse. El Príncipe al tratar de ponerse en cubrirlo , y que su nombre sería eternamente un nombre
pié, volvió á caer dos ó tres veces lastimándose fuertemente de oprobio. E n actelante, pocas veces osó ella afrontar en
las rodillas, más al fin pudo levantarse ayudado por Lan- sus salones, ni en parte alguna, el afilado y zorruno rostro
de Modred, su falsa, su hipócrita sonrisa, encubridora del
c o r a z ó n , y la persistente mirada de sus pardos ojos. Por

caciones periódicas de Madrid y provincias. E n dicho artículo se habla otra parte , las Potestades que cuidan del a l m a , para li-
de todas las principales producciones de T e n n y s o n , menos de la co- brarla de la muerte eterna y salvarla hasta en la última
media The Falcon y el volumen de poesías titulado Ballads and other
poems, publicados mucho después de escrito é impreso el articulo.
(N. del T.)
(i) S i r Modred era hijo de Bellicent, Reina de Orkuey y hermana (1) E l poeta alude á alguna supersticiosa creencia q u e no conoce-
del R e y Arturo. (N. del T.) mos. (.V. del T.)
extremidad, empezaron á atormentar y afligir á la infeliz lo l e j o s , cubría toda la tierra, en la que por todas partes
reina. Muchas veces, cuando el silencio de la triste noche se veían campos talados y ciudades ardiendo. Entonces la
solo era turbado por el sosegado aliento del rey que jun- infeliz lanzando un grito despertaba azorada.
to á ella d o r m í a , rostros horrendos y espantables apare-
cían á cada instante en la oscuridad de la a l c o b a , y des-
aparecían de súbito ó
se borraban poco á V i v í a , p u e s , la reina en continua y mortal congoja, y
sus tormentos, en lugar de desaparecer, iban en aumento,
tanto que al fin hasta el sereno rostro del candido rey y
su cariño , y su ilimitada confianza en ella, y aquella cor-
tesía fácil y sin afectación , aquellas mútuas atenciones

poco para aparecer que impone la vida doméstica, llegaron á ser para ella un

de nuevo cada vez suplicio; así es que , cansada de padecer, dijo un día á su

más horribles; ó un amante : — ¡ O h Lanzarote ! D é j a m e , retírate á tus esta-

vago temor espiri- dos, porque si te quedas volveremos á v e r n o s , y si volve-

— semejante al que experimenta el mos á vernos alguna desgraciada contingencia hará que el

que, sin poder conciliar el sueño en una casa frecuenta- fuego del escándalo , hasta ahora oculto , y hoy fácil de

da por duendes y en cuyas paredes persevera indeleble sofocar, se abra paso y arda y humée delante del pueblo

mancha de asesinato, oye algún ruido como de goznes y de nuestro señor el rey. » Y Lanzarote siempre prome-

que crujen y de puertas que se abren y de pasos que se tía marcharse, pero se quedaba, y continuamente se veían

acercan — la mantenía despierta durante largas horas; ó y se veían. Y ella dijo : — « O h Lanzarote ! Si es que me

si se dormía la atormentaba un pavoroso s u e ñ o , porque a m a s , vete de aquí! » Entonces concertaron verse una

le parecía hallarse de pié en una vasta llanura contem- vez más una n o c h e , cuando el rey no estuviese en la

plando la puesta del s o l , y que del sol venía rápidamente c o r t e , y separarse para siempre. Pálidos de emoción se

hacia ella un horrible no sé qué, proyectando negra som- vieron y se saludaron : ella con sus manos en las de él, y

bra que se acercaba volando hasta llegar á tocarla , y en- él con los ojos fijos en los de ella , l á n g u i d o s , abatidos,

tonces ella volviéndose, veía su propia sombra que par- se sentaron en el borde del l e c h o , mirándose fijamente y

tiendo de sus piés y ensanchándose y ennegreciéndose á tartamudeando. Era su última hora de a m o r ; un delirio
de desgarradores adioses. Y Modred llevó á sus hechuras que les oía gemir. También
al basamento de la torre para que pudieran servir de tes- ella gemía y se lamentaba
tigos, y gritando con fuerte voz : — « ¡ Traidor, ven fuera! interiormente, diciéndose:
¡ Caísteis por fin en el garlito ! » hizo levantarse á Lanza- — « ¡ Es demasiado tarde!
rote quien abalanzándose fuera de la alcoba como un león, ¡Es demasiado tarde!» has-
saltó sobre él y le arrojó de cabeza al suelo. Modred con ta q u e , cuando empezaba
el golpe quedó aturdido y sus hechuras le levantaron y se á soplar el frío vientecillo
le l l e v a r o n , y todo quedó en silencio : entonces la reina que precede al amanecer,
— « E l fin ha llegado, — dijo — ; y estoy ya deshonrada vió una mancha en el cie-
para siempre ,» Y Lanzarote contestó : — «Mía sea la des- lo , un cuervo volando á
honra y la vergüenza, puesto que mío fué el pecado: pero gran altura, y oyó su pene-
levántate y huye conmigo á mí fuerte castillo de allende trante graznido. Entonces
el m a r : allí te ocultaré hasta que mi vida a c a b e , allí te ella pensó : — « E l cuervo
defenderé con mi vida contra el mundo entero.» Ella con- columbra campos cubier-
testó : — « ¡ O h Lanzarote! ¿ Quieres tenerme así oculta? tos de cadáveres, porque
N o , amigo mío , n o ; nos hemos y a dicho adiós, y debe-
mos separarnos! ¡ Pluguiera á Dios que pudiera ocultarme
de mí misma ! Mío es el oprobio, porque mío fué el peca-
do , pues era esposa y tú soltero; pero levántate y h u y a -
mos , porque deseo acogerme á sagrado, y resignarme
con mi suerte.» Así pues Lanzarote trajo el caballo de la
reina , la puso en él y montó en el s u y o , y luégo cabal-
garon juntos hasta la encrucijada, y allí se besaron y se
separaron llorando; porque é l , obediente, por amor, al
más leve deseo de la r e i n a , se f u é para su tierra, y ella
huyó hacia Almesbury, corriendo toda la larga noche por
los oscuros desiertos y bosques, y oyendo á los génios
del bosque y del desierto gemir á su paso, ó pareciéndole
ahora los paganos del mar del Norte, movidos por los crí- vento, y tiene á Ginebra pensativa. Dícese que sir Modred
menes y las flaquezas de la corte, empezarán á matar á la ha usurpado el reino y se ha confederado con los paganos,
gente y á devastar el reino. » mientras que el rey está haciendo la guerra á Lanzarote.
¡ Qué triste noticia ! L a reina al oiría, pensó : — « Q u é
profundamente deben odiarme el pueblo y el rey !» y de-
jando caer la cabeza sobre las m a n o s , permaneció muda
Y cuando Ginebra llegó á Almesbury habló á las m o n - larguísimo rato. Pero, por fin, la doncellita, que no podía
jas de este modo : — « Mis enemigos me persiguen, pero sufrir el silencio , lo rompió exclamando : — « ¡ T a r d e !
¡ oh sosegada Hermandad ! recibidme y dadme asilo en ¡ M u y tarde debe ser! Q u é hora será ? » y como no obtu-
vuestra santa casa , y no me preguntéis mi nombre hasta v o contestación, á los pocos instantes empezó á cantar
que llegue el momento en que pueda decíroslo. » Y su bajito una tonada que de las monjas habia aprendido , y
belleza, su gracia, y la majestad de su aspecto, obraron que empezaba a s í : — « ¡ Es tarde, tarde , m u y tarde ! »
sobre ellas á manera de un hechizo , y se pasaron sin ha- L o cual oyendo la reina alzó la cabeza y dijo : — « ¡ O h
cerle la menor pregunta. n i ñ a ! si verdaderamente deseas cantar, canta y ensancha
mi oprimido corazón, para que pueda llorar. » Y la don-
cellita de m u y buena gana cantó como sigue :

Durante muchas semanas aquella majestuosa reina, * *

tan amiga en otro tiempo del fausto y de la ostentación,


permaneció oculta é ignorada en el convento , entre las « ¡ Es t a r d e , tarde, muy tarde ! ¡ Y la noche fría y os-
m o n j a s ; ni trataba con ellas, ni decía su nombre , ni pe- cura ! ¡ Es tarde, tarde, m u y tarde! pero podemos entrar
día Eucaristía ó confesión, de modo que, por decirlo así, todavía. — Es demasiado tarde, demasiado tarde ! N o po-
vivía envuelta en su dolor como en un velo impenetrable. déis entrar y a .
T a n solo platicaba con la doncellita, cuya irreflexiva char- « N o teníamos l u z : de ello nos arrepentimos; y cuan-
la la entretenía, haciéndola á menudo olvidarse de sí m i s - do el esposo lo sepa se apiadará de nosotras. — ¡ Es dema-
ma y de sus penas. Pero a h o r a , esta n o c h e , la reina y siado tarde, demasiado tarde ! N o podéis entrar y a .
la doncellita permanecen silenciosas. Un r u m o r , rápida- N o tenemos luz. ¡ Y es tan tarde ! ¡ T a n fría y oscura
mente divulgado en toda la c o m a r c a , ha llegado al con- la noche ! ¡ O h dejadnos entrar , para que encendamos
nuestras lámparas. — ¡ E s demasiado t a r d e , demasiado v os dén aliento para soportar vuestros pesares ; porque,

tarde ! N o podéis entrar ya. seguramente , si sufrís no es por culpa vuestra : bien se-

« ¿ N o se nos ha dicho que el esposo es tan d u l c e , tan gura estoy de ello y o que os sé tan bondadosa y afable, y

benigno? ¡ O h dejadnos entrar, aunque tarde, á besar sus que veo vuestro noble y majestuoso porte. Pero compa-

piés! — ¡ N o , no ! ¡ Es demasiado tarde ! N o podéis entrar rad vuestras penas con las del rey nuestro s e ñ o r , y com-

ya.» ( i ) parándolas os parecerán menores y más llevaderas; pues


el rey ha ido á hacer cruda guerra á sir Lanzarote en su
*
*
* propia i s l a , en torno del fuerte castillo donde guarda á la
reina, y Modred , á quien dejó el cuidado de todo duran-

Así cantó la n o v i c i a , mientras q u e , profundamente te su ausencia, el traidor Modred... ¡ A h , querida señora!

afectada , y con la cabeza oculta entre las m a n o s , lloraba El dolor del rey por sí mismo , y por su propia reina y

amarguísimamente la desgraciada r e i n a , recordando los reino , debe ser tres veces mayor que el de cualquiera de

pensamientos que la agitaban aquella triste noche en que nosotras. E n cuanto á mí doy gracias á los santos de no

huyó al c o n v e n t o , pensamientos que el estribillo de la ser persona principal. Porque si alguna vez me acaece al-

canción había evocado. Entonces la pequeña novicia le guna desgracia , lloro y me lamento á solas , y he c o n -

dijo con su habitual locuacidad : cluido. Nadie lo s a b e , y las lágrimas me han aliviado.
Pero aunque los dolores de los pequeños fuesen tan gran-
des como los de las personas de alta esfera, hay que con-
* *

siderar que estas últimas vén juntarse á su dolor otro do-

— « ¡ O h noble señora ! os suplico que no lloréis más. lor no menos acerbo , y es q u e , por mucho que deseen

Permitid que mis palabras, las palabras de un sér tan hu- guardar el secreto de sus p e n a s , no pueden llorar trás

milde como y o , y que solo sabe obedecer, pues nada más una nube : como aquí en Almesbury se habla del buen

le han enseñado; permitid que mis palabras os conforten rey y de la perversa r e i n a , y si y o fuese un rey tan
grande con una reina tan mala, bien podría querer echar
un velo sobre su iniquidad, pero siendo un rey tan gran-
de eso sería imposible. »
(i) L a parábola que San Mateo refiere en los primeros versículos
del capítulo X X V de su E v a n g e l i o , ha inspirado al poeta esta canción,
que en el original tiene un encanto indecible. (N. del T.)
Entonces la reina m u r m u r ó , c o m o hablando con su A lo cual la pequeña novicia contestó con encantadora
triste corazón : — « ¿ Me matará la niña con su inocente garrulidad : — ¡ V a y a si sé ! L l e n o estaba el país de p o r -
c h a r l a ? » P e r o luégo alzando la v o z , dijo : — « ¿ N o hago tentos y maravillas antes de la venida de la reina. Así
bien en llorar si el pérfido , el traidor Modred , ha de- lo decía mi p a d r e , que f u é caballero de la gran Tabla
puesto á su rey ? ¿ N o hago bien en asociarme al senti- desde su f u n d a c i ó n . Dirigíase del L e o n e s a d o á C a m e l o t ,
miento de todo el reino ? » corte de A r t u r o , cabalgando por la orilla del mar , cuan-
do hé aquí que una hora ó tal vez dos después de la pues-

* * ta del sol llegó á sus oídos una música e x t r a ñ a , y dete-


niéndose y v o l v i e n d o el rostro hacía aquel lado, v i ó brillar
— «Sí;—dijo la d o n c e l l a . — E s t a desgracia deben á lo largo de la solitaria costa del L e o n e s a d o , ostentando
principalmente sentirla las m u j e r e s , porque ella es m u - cada u n o de su extremidad esbelto faro cuya l u z rielaba en
j e r ; es m u j e r aquella cuya desleal c o n d u c t a , c u y o perju- l a s inquietas a g u a s , los cabos que u n o trás otro avanzan
jurio ha llevado la perturbación y la ruina á la T a b l a Re- audazmente en el anchuroso piélago o c c i d e n t a l ; y á la luz
donda que el buen rey Arturo f u n d ó hace años , con por- de los faros nadaban las blancas sirenas, y extraños y for-
tentos , y m a r a v i l l a s , y m i l a g r o s , allá en C a m e l o t , antes nidos séres con pecho y espaldas de h o m b r e se endereza-
de la venida de la reina. »
ban sobre las aguas , y enviaban sus graves acentos mari-
nos á través de toda la c o m a r c a , siendo contestados por
*
* * los duendecillos q u e moran en las concavidades y en las
grietas de la costa , c u y a voz era semejante al sonido le-
Entonces la reina se dijo de n u e v o : — ¿ M e matará la jano del c u e r n o . A s í contaba m i p a d r e , sí por c i e r t o , y
niña con su indiscreta charla ? » Sin embargo repuso de añadía además que á la mañana siguiente al atravesar u n
este m o d o : — « ¡ O h doncellita, encerrada entre los m u - bosque donde apenas penetraba la l u z , él m i s m o v i ó á
ros del convento ! ¿ Qué puedes tú saber de reyes y de tres espíritus, locos de alegría, precipitarse sobre una alta
Tablas R e d o n d a s , ó de portentos y m i l a g r o s , más que flor del borde del s e n d e r o , la cual se balanceó con el
los sencillos milagros de tu convento ? » peso, c o m o se balancea el cardo silvestre cuando tres par-
dillos riñen por la semilla ; y a d e m á s , todos los d í a s , al
a n o c h e c e r , v e í a flotar delante de su caballo una rueda de
duendes q u e giraba y desaparecía v o l a n d o , para formarse,

16
242 LA R E I N A G I N E B R A .

girar y desaparecer de nuevo en los aires, y era que la


tierra toda estaba llena de vida. Y cuando por fin llegó á
C a m e l o t , una rueda de ágiles bailarines daba vueltas en
torno de la lámpara del s a l ó n , y en el salón hubo un

banquete tal como jamás hombre alguno pudo soñar,


pues cualquier vianda que deseara , érale servida á cada
caballero por invisibles m a n o s ; y al mismo tiempo, según
decía también mi p a d r e , en las bodegas, extraños y m o -
fletudos séres de abultado abdomen sacaban los tapones y
permanecían á horcajadas sobre las cubas mientras que el
vino corría libremente : tan alegres estaban los genios y
los hombres antes de la venida de la pecaminosa reina.»
LA REINA GINEBRA. 245

Ginebra entonces con cierta a m a r g u r a , exclamó: —


«¿ T a n alegres estaban ? Malos profetas eran todos ellos,
genios y hombres. ¡ C ó m o ! ¿Ninguno de ellos, ni siquiera
tu sabio padre con sus portentos y maravillas, pudo pre-
ver los males que han caído sobre el reino ? »

*
* *

— « Sí; uno de ellos , un bardo ( 1 ) ; — repuso la l o -


cuaz novicia. — U n bardo de quien mi padre solía decir
que había cantado muchos sublimes cantos de guerra en
la presencia misma de las flotas e n e m i g a s , en la arenosa
playa del m a r , entre las embravecidas olas y los horribles
peñascos de la escarpada costa; y también no pocas mís-
ticas canciones sobre la vida y la m u e r t e , allá en las h u -
meantes cumbres de los m o n t e s , cuando en torno suyo
se inclinaban los genios de la montaña con sus cabellos
cubiertos de rocío flotando en el aire á manera de o n d u -
lante llama. Así decía mi padre; y añadia que una noche
el bardo cantó las gloriosas guerras de Arturo y celebró al
rey como á uno á quien faltaba poco ó nada para ser más
que hombre, y se burló de los que le llamaban hijo adul-
terino de la mujer de Gorlois, porque, en verdad, no ha-
bía hombre alguno que supiera de donde había venido.
Sabíase solamente que después de una tempestad, durante

(1) M e r l i n . N. del T.
g l o r i o s o , y que si le fuese dado encontrar una mujer
la cual las olas bra-
tan grande y virtuosa como é l , bien podían entonces
mando horrible-
entre los dos cambiar la faz del mundo. Pero al llegar
mente azotaron
aquí el bardo empezó á tartamudear y por fin se detuvo,
con furia inusitada las
y cesó de tañer el a r p a , y su rostro se cubrió de mortal
costas de Bude y de
palidez, y se tambaleó y hubiera caído sino porque los
que le rodeaban le sostuvieron. Y aunque jamás quiso
contar su visión ¿ qué duda puede haber de que sus pro-
féticos ojos vislumbraran el inicuo pecado de Lanzarote y
de la Reina ?»

E s t a , al oír las últimas palabras de la niña, pensó : —


«¿ Quién lo hubiera creído ? La abadesa, tan sencilla al
Bos, lució un día tan sereno como el
parecer, y las monjas, la han puesto para burlarse de mí;»
firmamento , y que aquel mismo día
y bajando la cabeza permaneció en silencio.
íué encontrado un niño desnudo en
la arenosa playa del negro *
* *
T i n t a g i l , a la orilla del mar
de C o r a ; que aquel niño era
Entonces la n o v i c i a , llorando y juntando las manos
A r t u r o , y que los que le ha-
exclamó que era una vergüenza ser tan habladora , y lo-
bían encontrado cuidaron de
cuazmente reprobó su propia locuacidad, y dijo que las
él hasta que por obra de Dios
buenas monjas á menudo refrenaban su incansable lengua,
fué hecho r e y , y q u e su muerte
y , « querida señora — añadió — refrenadme también vos,
sería un misterio para todos los
si sin tener en cuenta que estáis demasiado triste para es-
hombres, como lo había sido su nacimien-
cucharme , os he groseramente molestado con mi charla
to. Sabíase además que su reinado sería
y con las historias que mi buen padre me contaba; refre-
nadme y no permitáis que con mi falta de crianza afrente — ¿ Son en verdad las maneras un fruto tan hermoso?»

la memoria de mi padre, que fué uno de los caballeros — dijo la d o n c e l l a . — E n t o n c e s las de Lanzarote tienen

más comedidos y de más distinguidas maneras que h u b o que ser mil veces menos nobles , siendo é l , según todos

en su t i e m p o , aunque él mismo solía decir que las de los r u m o r e s , el más desleal amigo que hay en todo el

Lanzarote eran las más distinguidas , y murió en una jus" mundo.»

ta, en el próximo verano serán cinco a ñ o s , y me dejó en


*
la orfandad ; pero decidme os ruego — y reprendedme si * *

mi pregunta os parece indiscreta — ¿de los demás caballe-


ros que quedan y principalmente de los dos más celebra- Y la reina contestó tristemente : « ¡ Oh t ú , que vives
dos por su cortesía, quién , mientras vivíais entre ellos, encerrada en el estrecho ámbito de u n convento ! ¿ Q u é
tenía mas distinguidas m a n e r a s , Lanzarote ó nuestro se- sabes del m u n d o , de su luz y de sus s o m b r a s , de sus
ñor el rey ? » felicidades y miserias ? Si alguna vez Lanzarote, ese no-
bilísimo caballero , fué por un instante menos noble que

*
*
*
él m i s m o , ruega por él para que se libre del castigo del
fuego , y llora por la que le arrastró á la perdición.»
Entonces la Reina, pádida de e m o c i ó n , alzó la cabeza,
y contestó : — « Sir L a n z a r o t e , cual cumple á un noble * *

caballero , era cortés con todas las damas , y lo mismo


en las batallas campales como en los torneos se guardaba — « S i , — dijo la pequeña novicia; — ruego por los
m u y bien de aprovecharse de sus v e n t a j a s , y el rey en dos; pero tan pronto creería que las maneras de Lanzarote
los torneos y en las batallas tampoco se aprovechaba de son tan distinguidas como las del rey, como que las vues-
sus ventajas, y estos dos eran entre todos los cortesanos t r a s , querida señora, serían tales cuales son, si fueseis la
los de mejores y más distinguidas maneras; y es que las inicua reina.»
maneras no son una cosa v a n a , sino el fruto de un buen
natural y de un noble ánimo. » * *

#
* * Así la n i ñ a , como otros muchos habladores, ofendió á
aquella á quien quería lisonjear y abrió la herida en vez de
curarla; pues apenas había acabado de hablar cuando la
Y no obstante, al decir, esto,
r e i n a , cuyo pálido rostro se había vuelto rojo de ira, le
su memoria, llevada por la cos-
gritó : — « N o quiera Dios que jamás haya en el mundo
t u m b r e , se trasladó á aquellos
otra doncella como tú ! T ú , instrumento de la maligni-
dichosos días en que le vió por
dad de las monjas, puesta por ellas para atormentarme, y
primera v e z , cuando Lanzaro-
burlarte de m í , y exasperarme, despreciable y traidora
te , que pasaba por el mejor
espía ! »
caballero y el hombre más her-
moso del reino, f u é como em-
*
* *
bajador á buscarla para llevarla
á Arturo , su s e ñ o r , y
L a n o v i c i a , al ver desatarse contra ella tan furiosa é
la llevó cabalgando jun-
inopinada tormenta, se levantó, con el rostro tan blanco
tos á buen trecho de la
como su v e l o , y permaneció en pié delante de la reina,
comitiva , embebidos
tan temblorosa como la ola de espuma que en un día
en dulces y animadas
tempestuoso se detiene en la playa un instante , pronta á
pláticas que enteramen-
romperse y h u i r ; y cuando la reina hubo añadido « ¡ v e t e
te versaban sobre el
de a q u í ! » huyó asustada. Suspiró la otra al verse sola, y
f u é poco á poco cobrando ánimo y serenándose. — « L a
inocente, tímida criatura — p e n s ó — hablaba sin malicia
a l g u n a , pero el pecado me ha vuelto más medrosa y más
simple que la más simple y medrosa criatura , y mi con-
ciencia me ha hecho traición. Pero sostenme, cielo, pues
me arrepiento sinceramente. Porque ; qué es el verdadero
arrepentimiento , sino una firme resolución de ni pensar
siquiera otra vez en los pecados que hicieron el pasado tan
deleitoso ? Y he jurado no verle ya j a m á s , jamás volver
á verle.
a m o r , y sobre diversiones, justas y placeres. P e r o n o s o -
bía t e r m i n a d o , le miró y le pareció f r í o , grave, reservado
ñaban aún en pecado alguno. ¡ Q u é delicioso viaje ! C a -
é insensible, n o c o m o él, «No como mi Langarote;» cuan-
balgaban á la sombra de floridas arboledas — era en el
do la reina estaba discurriendo de ese m o d o , y v o l v i e n d o
mes de M a y o , — s o b r e una alfombra de jacintos q u e p a r e -
casi á hacerse otra v e z culpable en sus pensamientos, lle-
cía un trozo del c i e l o , y uno después de otro iban d e j a n -
g ó á la puerta del monasterio un jinete espléndidamente
do atrás los collados y los v a l l e s , y todos los d í a s , c u a n d o
a r m a d o . O y é r o n s e murmullos que de boca en boca iban
el sol llegaba al m e r i d i a n o , encontraban en alguna deli-
recorriendo el c o n v e n t o ; y l u é g o , de r e p e n t e , se o y ó
ciosa encañada las tiendas de seda del rey A r t u r o , plan-
gritar: « ¡ El rey! ¡ E l r e y ! » Ginebra, rígida, como
tadas por correos que les habían precedido, para que en
e m b o t a d a por la sorpresa y el t e m o r , continuaba sentada
ellas pudieran tomar algún refrigerio ó gustar las dulzuras
e s c u c h a n d o ; pero cuando en la larga galería que de la
de l a siesta; luégo continuaban su c a m i n o , y todos los
parte exterior conducía á su estancia o y ó resonar los pasos
d í a s , antes de la puesta del s o l , volvían á ver de n u e v o
del g u e r r e r o que se acercaba, cayó de la silla boca abajo,
el dragón de l a gran Pendragonía ( i ) que coronaba el pa-
y serpeó en el suelo con el rostro pegado al p a v i m e n t o :
bellón de Estado del r e y , brillar á la orilla de impetuoso
con sus brazos, blancos c o m o la leche, y con sus hermosos
arroyo ó junto á las dormidas aguas de algún salutífero
cabellos se cubrió el rostro para que no lo viera el r e y .
pozo.
A los pocos instantes sintió que el guerrero entraba en el
aposento y se detenía junto á e l l a ; e n t o n c e s , hubo un
*
* *
m o m e n t o de s i l e n c i o , y luégo se oyó una voz m o n ó t o n a
y h u e c a c o m o la de un espectro pronunciando una sen-
P e r o cuando la reina, sumergida en tan profundo arro-
tencia : voz q u e , aunque a l t e r a d a , era la del rey.
bamiento y discurriendo inconscientemente á través del
pasado llegó á aquel instante en que al a p r o x i m a r s e á las *
* *

puertas de la ciudad vió por primera vez al rey cabalgar á


su encuentro y suspirando por que tan delicioso viaje ha-
-¿Yaces a h í , tan h u m i l l a d a , t ú , la hija de u n o á
q u i e n y o reverenciaba, y que ha tenido la dicha de morir
sin v e r tu deshonra ? B u e n o es que no hayas tenido hijos.
(i) E l rey Arturo llevaba el titulo de Pendragón, como ¡efe q u e era L o s hijos que tú has dado á luz son la espada y el f u e g o ,
de la confederación de todos los reinos del país de Gales. N. del T.
las ruinas h u m e a n t e s , el quebrantamiento de las leyes, la
traición de mis deudos, y las ateas huestes de paganos
dejaron, y se relajó entre nosotros el imperio de las leyes
que á manera de innumerables enjambres cubren el mar
por ellos establecidas, y reinaban en el país la violencia y
del Norte ; los paganos, á quienes y o , cuando todavía
la rapiña tan sólo de tiempo en tiempo álguien volvía por
sir Lanzarote, mi brazo derecho, el más valiente de mis
los fueros de la justicia , y se llevaba á cabo alguna proe-
caballeros, estaba conmigo, arrojé de esta tierra de Cristo,
za más ó menos ruidosa, y se enderezaba algún entuerto.
venciéndolos en doce grandes batallas. ¿ Y sabes tú de
Más yo f u i de todos los reyes el primero que reunió la
dónde vengo ahora ? D e sus estados, de los estados de
andante caballería de éste y de todos los demás reinos,
Lanzarote; vengo ¡ oh desgracia ! de guerrear contra él: y
poniéndola debajo de m í , su cabeza, en aquella hermosa
él que no tuvo reparo en herirme de peor m a n e r a , no ha
orden de mi T a b l a R e d o n d a , gloriosa compañía formada
querido, sin embargo, por un resto de cortesía, levantar
con la flor de los hombres para servir de modelo al vasto
la mano contra el rey que le armó caballero. Pero muchos
mundo y ser el hermoso principio
caballeros han m u e r t o ; y muchos m á s , inclusos todos
de una nueva era. Híceles poner
sus parientes, se han unido á él y con él moran en sus
sus manos en la mía y prestar ju-
tierras. Y muchos m á s , cuando Modred alzó el estandar-
ramento de reverenciar al rey co-
te de la rebelión , olvidando su fé y su pleito homenaje,
mo si fuera su conciencia , y á su
siguieron á Modred , y los restantes quedan conmigo. Y
conciencia como á su r e y , comba-
de estos que me quedan dejaré una p a r t e , hombres lea-
tir á los paganos y sostener al Cris-
les que me aman todavía y por quienes v i v o , para prote-
to, cabalgar por to-
jerte en medio de las revueltas y convulsiones que se
das partes, desha-
acercan , á fin de que ni un cabello de esa abatida cabeza
ciendo humanas
sea dañado. N o temas: mientras y o viva habrá quien vele
injusticias, no ca-
por tu seguridad. Sin embargo , bien sé que si no m i e n -
lumniar ni dar oi-
ten las antiguas profecías, debo hallar pronto el fin de mi
carrera. N o me has hecho la vida tan dulce que y o , el
r e y , me cuide mucho de v i v i r ; pues has malogrado el
objeto de mi vida. Permíteme que te moleste por última
v e z , recordándote, por tu propio b i e n , el pecado que
has cometido. No ignoras tú que cuando los romanos nos
gracias, podría hablar de la virtud y de la pureza de co-
dos á la c a l u m n i a , honrar su palabra como si fuera la de
razón , sin que pareciera censurarte ? Y en tus habitacio-
su D i o s , guardar la más perfecta castidad, amar á una
nes de C a m e l o t , ó de Usk tu sombra se deslizaría aún de
sola mujer, á una doncella; quererla tiernamente, consa-
aposento en aposento, y á cada instante me apesadum-
grarse á ella y honrarla por medio de años de nobles ac-
braría acordándome de tí al ver un vestido colgado , ó
ciones hasta que de ese modo consiguieran ganarla; por-
una joya abandonada, ó un adorno cubierto de p o l v o , y
que, en verdad, no sé que haya en la tierra mejor maestro
no pocas veces me estremecería creyendo oír resonar tus
que el primer amor por una doncella, no sólo para repri-
pasos en la escalera. Porque no pienses, aunque tú no has
mir lo que de vil hay en el hombre, sino también para
querido amar á tu señor, que tu señor ha perdido entera-
enseñarle elevados pensamientos y amables palabras, y
mente el amor que te tenía. N o soy tan voluble ; no es-
cortesía, y el deseo de gloria, y el amor á la v e r d a d , y
toy formado de tan ligeros elementos. Sin embargo tengo
todo lo que hace noble á un hombre. Y todo esto prospe-
que dejarte ¡ oh mujer ! á tu vergüenza. Y o considero
ró antes de que me casara contigo, esperando hallar en tí
como el peor de los enemigos públicos al hombre que
una compañera capaz de comprender mi designio y de
bien sea por él ó por sus hijos, para salvar su nombre del
regocijarse conmigo al verlo realizado. Entonces vino tu
escándalo, permite que la mujer cuya falsedad conoce,
vergonzoso pecado con Lanzarote; luégo el pecado de
more con él y gobierne su casa; porque dejada ella en su
Tristan é Isolt; luégo otros, imitando á estos mis más po-
puesto por la pusilanimidad del esposo , y tenida en to-
derosos caballeros, y tomando feo ejemplo de hermosos
das partes por casta, va poco á poco insinuándose entre
n o m b r e s , pecaron también , hasta que por fin obtuve lo
la multitud, á la manera de una enfermedad nueva que
q u e me era más odioso , esto e s , lo contrario de lo que
los hombres no conocen y contra la que no se toma pre-
m i corazón había soñado, y todo por tu culpa ! de manera
caución alguna : con los relámpagos de sus ojos despierta
q u e esta vida que conservo y defiendo como un gran don
la fiebre de las pasiones, y mina la fidelidad de nuestros,
de Dios, no me importa mucho perderla; ántes bien pien-
a m i g o s , y corrompe la mitad de la juventud. ¡ Peor, mil
so cuán triste sería para A r t u r o , si viviese, sentarse una
veces p e o r , si ese hombre es el que reina! Más vale que
vez más en su desierto estrado y echar de menos la mul-
el hogar del rey esté desierto, y dolorido su corazón, que
titud de caballeros que lo llenaban en otro tiempo, y no
tú sentada de nuevo en tu puesto de luz , la mofa de mi
oír elevadas pláticas sobre la virtud, y sobre las nobles
pueblo y su ruina. »
a c c i o n e s , como en los felices días antes de tu pecado.
*
Porque ¿ quién de nosotros que sobreviviera á tantas des- * *
Calló Arturo , y la reina, arrastrándose , se acercó á él N o puedo tomar tu m a n o ; eso también es- carne, y en la
ün poco m á s , y abrazó sus piés. E n el mismo instante s<? carne has p e c a d o ; y mi propia carne, viendo la tuya con-
oyó un lejano c l a r i n , y el corcel que esperaba á la puerta taminada , grita « ¡ te aborrezco ! » Sin e m b a r g o , no por
relinchó alegremente contestando á aquella voz amiga, y eso es menos cierto ¡ Oh Ginebra ! — porque siempre he
el rey prosiguió de este modo : sido virgen , salvo por tí — que el amor por medio de la
carne ha penetrado en mi sér tan profundamente que te
*
* s amo todavia. S í , G i n e b r a ; y o te amo todavía : se engaña
quien otra cosa imagine. Acaso , y con tal que tú purifi-
— N o pienses, sin e m b a r g o , que vengo á atormentarte ques tu a l m a , y con tal que te apoyes en nuestro buen
con la enumeración de tus crímenes; 110 he venido á padre Cristo , después de esta vida, en aquel mundo don-
maldecirte, Ginebra, y o que casi me siento morir de de todos son p u r o s , nosotros podremos encontrarnos de-
compasión al ver ahí á mis p i é s , tu cabeza de oro , que lante del alto D i o s , y tú te arrojarás á m i s brazos, y me
fué mi orgullo en más felices días. El furor que al saber reclamarás como tuyo, y sabrás que soy tu esposo, y que
tu traición y tu huida se apoderó de m í , y me movió á no soy un alma más pequeña que Lanzarote, ni otro al-
fulminar aquella cruel sentencia condenándote á la hogue- guno. ¡ D é j a m e , te suplico , esa que es mi última espe-
ra , ha pasado ya. La angustia que , al comparar tu cora- ranza ! — Y ahora tengo que irme de aquí. E n el silencio
zón con el de uno demasiado leal para soñar siquiera que de la oscura noche oigo el sonido del clarín, y es que los
fueras capaz de infidelidad , hacía que las lágrimas escal- míos me llaman á mí, su r e y , para conducir mis huestes
daran mis mejillas, ha pasado también... en parte. Y lejos de a q u í , al Oeste , á la gran batalla donde debo pe-
todo ha pasado, el pecado hecho está , y y o ¡ mira ! te lear contra el hombre que llaman hijo de mi hermana —
p e r d o n o , como el eterno Dios perdona : haz tú ahora no es pariente mío el que se liga con los paganos del Ca-
por tu alma lo demás. ¿ Pero cómo despedirme para siem- ballo Blanco y con traidores — y matarle; y donde tam-
pre de todo lo que amé ? ¡ Oh cabellos de oro , con los bién y o debo encontrar la muerte, ó no sé qué misterioso
cuales y o solía jugar ignorante de mi desgracia! ¡ Oh fin. Y tú que quedas aquí sabrás lo que suceda ; pero y o
cuerpo de imperial molde y de belleza tal cual jamás se y a no volveré aquí, nunca reposaré á tu l a d o ; no te veré
vió en mujer alguna, hasta que contigo vino á ser la mal- y a más. A d i ó s . »
dición de un reino ! N o puedo tocar tus l a b i o s ; no son
míos, sino de Lanzarote. Más a ú n ; nunca fueron del rey.
Dijo. Y ella que se arrastraba á sus p i é s , sintió en el
cuello el aliento del r e y , y notó que sobre su abatida ca-
beza movía él las manos bendiciéndola.

*
* *

L u é g o , cuando el ruido de los pasos se hubo perdido


á lo l e j o s , la reina , pálida de e m o c i ó n , se levantó , y en
su angustia corrió á la ventana , diciéndose: — « ¡ Si por
ventura , pudiese , sin ser vista , ver su rostro ! » Y hé
aquí que él estaba y a á caballo á la puerta del convento !
Y cerca de él las contristadas m o n j a s , cada una con una
luz en la mano , estaban en p i é , y él les encargaba que
cuidaran de la reina , que la consolaran y protegieran
siempre. Pero hablaba sin alzar la visera del yelmo , de
su magnífico yelmo que por cimera tenía el dragón de oro
de Bretaña; así es que Ginebra no pudo ver su rostro,
que en aquel momento estaba hermoso como el de un
á n g e l , pero v i ó , humedecido por la niebla y herido por
las luces de las monjas, el dragón de la gran Pendragonía,
que brillaba como una áscua de oro. Y el rey partió , y
se alejó rápidamente, no sin volver la cabeza algunas v e -
ces ; y la niebla que velaba la faz de la luna , girando en
torno de é l , que parecía un fantasma gigantesco, fué
poco á poco envolviéndole en sus pliegues y haciéndole
más y más oscuro, hasta que llegó á confundirse con la
misma niebla, corriendo, como un espectro, á su ruina.
*
* *
Entonces la reina tendió los brazos y gritó : — « ¡ Oh
Arturo ! ».pero aquí la voz le faltó de p r o n t o , y luego —
como el torrente que saltando de un peñasco se quiebra
y se desvanece , en el aire, pero que reuniéndose en el
suelo se rehace y desciende á borbollones a través del va-
l l e — prosiguió con gran vehemencia :

— « ¡ Se ha ido ! ¡ se ha ido mi señor! ¡ Se ha ido por


mi c u l p a , á matar y ser muerto ! Y él me perdonó y y o
no podía hablar. ¿ Adiós , me dijo ? Y o debía haber res-
pondido á su adiós. Su clemencia me ahogaba. ¡ S e ha
ido el rey mi s e ñ o r , mi dueño , mi fiel esposo ! ¿ Pero
cómo me atrevo á llamarle m í o ? L a sombra de otro
hombre se adhiere á mí y me contamina: é l , el r e y , me
ha llamado contaminada. ; M e mataré? ¿ Y qué se reme-
dia con eso ? No puedo matar mi pecado, si el alma es
a l m a ; ni puedo matar mi d e s h o n r a , n o ; ni viviendo
puedo borrarla. Los días formarán semanas, las semanas
m e s e s , los meses se juntarán y harán a ñ o s , los años ro-
darán formando siglos, y mi nombre será siempre un
nombre de oprobio. — N o debo pensar en la ruina de mi
honra. Eso es cosa del m u n d o , y del mundo para nada
quiero ocuparme. | Y fuera de él qué queda ? ¿ Q u é espe-
ranza? Creo que había una esperanza, si es que no se
mofaba de mí cuando hablaba de ello. Su esperanza la
llamaba é l ; pero Arturo nunca se m o f a , pues la mofa es

mL
el h u m o de la cólera de corazones pequeños. Y bendito
sea el rey que ha perdonado mi maldad para con é l , v
m e ha dejado esperar que en mi corazón puedo borrar el A l llegar a q u í , la reina, sintien-
p e c a d o , y ser su compañera en la otra vida , en los cie- do que álguien tomaba su m a n o ,
los , delante del alto Dios. ¡ A h grande y benigno señor, c a l l ó , y bajando
que fuiste para tus caballeros como la conciencia de un los ojos vió á la
santo en lucha con los sentidos! Mi voluptuosidad y m i novicia que l l o -
engañosa p r e s u n c i ó n , que demasiado fácilmente recibía rando le pedía
todas las impresiones de a b a j o , no m e dejaron reconocer p e r d ó n , y le di-
tu superioridad , la suprema alteza de tu alma. Y o casi j o : — « S í , don-
desdeñaba la altura á la cual n o quería ó n o podía subir; cellita; te perdo-
pensaba que no podría respirar en aquel aire tan p u r o , no. ¿ N o he sido
que aquella viva luz me cegaría; necesitaba calor y color, también y o per-
los cuales encontré en Lanzarote. Pero ahora te veo tal donada ?» L u é g o
cual eres ¡ oh Arturo ! ; tú eres el más grande y también alzando los ojos
el más h u m a n o de los hombres : no Lanzarote ni otro al- vió á las santas
g u n o . — ¿ N o hay ninguno que diga al rey que le amo monjas en torno
aunque tan tarde ? ¿ N o hay.alguien que se lo diga ahora, s u y o , llorando,
ántes de que v a y a á la gran b a t a l l a ? — ¡ N i n g u n o ! ¡ N i n - y su oprimido
g u n o ! Y o misma tengo que decírselo en aquella vida más corazón se e n -
pura que hay después de la t u m b a ; pero ahora sería de- sanchó, y lloró con ellas, y dijo...
masiado atrevimiento. ¡ A y Dios mío ! ¿ Q u é no podía v o
haber hecho de tu hermoso m u n d o , con solo haber ama-
do á la más noble de tus criaturas ? E r a mi deber amar el
— « ¡ Y a me conocéis pues! Y a conocéis á la perversa
más noble , el más g r a n d e , al mejor : seguramente era
que malogró el vasto designio , la noble empresa del rey.
también lo que m e c o n v e n í a , y lo que hubiera hecho mi
¡ Oh , permitidme morar a q u í , amables doncellas! para
felicidad. Debemos siempre amar lo m e j o r : no á Lanzaro-
que los espesos muros del convento no dejen llegar á mis
te ni á otro alguno. »
oídos las voces que gritan / vergüenza!-fpero no debo
hacer escarnio de mi m i s m a : él me ama todavía. É l me había ocupado ,• fué elegida para reemplazarla. Allí vivió
ama todavía: se engaña quien otra cosa imagine. Así como abadesa tres años escasos, y luégo voló á aquella
p u e s , si es que no os causo h o r r o r , si no os avergonzáis región bendita donde lejos del rumor del mundo , se en-
de llamarme hermana , permitidme vivir con vosotras; cuentra la paz.
vestir de negro y blanco, y ser monja con vosotras; ayu-
nar cuando ayunéis, pero no tomar parte en vuestros fes-
tines ; entristecerme con vuestros dolores, y , sin. apesa-
dumbrarme con vuestras alegrías, no tomar tampoco parte
en ellas ; mezclarme en vuestros ritos; orar por vosotras,
para que vosotras oréis por m í ; yacer delante de vuestros
relicarios; ocuparme en las más humildes faenas de vues-
tra santa casa; pasear en vuestro oscuro claustro , y dis-
tribuir limosnas entre los pobres enfermos , más ricos y
más sanos que y o á los ojos de Aquél que murió por re-
dimirnos ; y curar sus repugnantes llagas y la mía propia;
y de ese modo con obras de caridad y con oraciones bo-
rrar el negro fin de aquel voluptuoso día que ocasionó la
ruina de mi señor el rey. >>

*
* *

Dijo : las monjas la admitieron en la comunidad, y Gi-


nebra , fluctuando entre el temor y la esperanza, y pre-
guntándose á menudo : — «¿ Será demasiado tarde ? »
moró con ellas, hasta q u e , andando el tiempo, murió la
abadesa; y entonces, e l l a , por sus buenas o b r a s , y por
sus ejemplares virtudes y por su aptitud para el gobierno,
así como también por el altísimo puesto que en el mundo
ON A l i a n , rico c o l o n o , v i v í a n , en la he-
redad de que era arrendatario , Guiller-
mo y Dora. Guillermo era su h i j o , y
Dora su sobrina. El anciano los amaba
entrañablemente, y con frecuencia,
mientras los contemplaba con embeleso, de-
i ra l" cía para sus adentros: — «Los casaré, y jamás
se separarán de mi lado.» Ahora bien, Dora, que en todas
cosas parecía adivinar los deseos de su t í o , sentía una
profunda inclinación hacia Guillermo; pero el j o v e n ,
como había vivido siempre con ella como con una herma-
Cuando mas miraba á su prima menos le agradaba , y
na , no pensaba en D o r a .
la trataba con aspereza, pero Dora soportaba su mal hu-
m o r con extremada dulzura. Antes que terminase el plazo
*
* * de un mes que su padre había señalado, Guillermo dejó
la casa paterna: desde entonces trabajó como jornalero
Un día llamó Alian á su hijo , y le habló de este modo :
en las vecinas heredades; y parte por a m o r , parte por
— « Hijo mío , y o me casé muy tarde, pero antes de mo-
despecho , enamoró á la hija de un bracero , llamada Ma-
rir quisiera ver á mi nieto sobre mis rodillas. Deseo, pues,
ría Morrison , y se casó con ella.
que te cases. T u prima Dora es l i n d a , y más económica
de lo que pudiera esperarse de sus cortos años. Es hija de
*

mi hermano : tuvimos él y y o una grave altercación, nos


separamos , y el infeliz murió en país extranjero. Por amor
Cuando las campanas estaban anunciando la boda,
á él he criado á su hija Dora en mi casa. T ó m a l a por es-
Alian llamó á su sobrina, y le dijo : — « Hija m i a , y o te
posa , que durante muchos años he deseado noche y día
quiero m u c h í s i m o ; pero si hablas con el que era mi hijo,
ese matrimonio. » Pero Guillermo respondió brevemente :
ó cambias una palabra con su m u j e r , ninguno de voso-
— « No puedo casarme con D o r a : no me casaré con
tros entrará jamás en esta casa. Mi voluntad es lev. » Y
Dora. » Entonces el viejo se e n o j ó , y d i j o , levantando
Dora prometió obedecerle, porque era muv humilde;
las manos en ademán amenazador : — « ; N o te casarás,
pero pensó : — « Esto no puede ser a s í ; el tiempo modi-
muchacho ? ¿ T e atreves á responder de ese modo ? E n
ficará la Voluntad de mi tío. »
mi tiempo las palabras de un padre eran l e y e s , y así será
también a h o r a , en cuanto á mí atañe. Piensa en ello;
%
reflexiona , G u i l l e r m o : toma un mes para m e d i t a r , y * *

dame una respuesta que me satisfaga , ó por el Dios que


me crió te juro que te marcharás de a q u í , y que jamás Pasaron los días y los m e s e s , y Guillermo tuvo un hi-

volverás á pisar el umbral de la puerta. » Pero Guillermo jo ; afligiéronle luégo desgracias sin cuento , y aunque to-r

respondió irritado; l u é g o , mordióse los labios, y se re- dos los días pasaba, con el corazon penetrado de dolor,
tiró. por delante de la casa de su p a d r e , su padre no le soco-
rría. Pero Dora reunió sus pequeños ahorros, y se los
envió de .modo que él no supiera de donde le venía aquel

18
DORA 2
75

beneficio; al fin, apoderóse de Guillermo una fiebre per- por la abundante cosecha, vea al niño y lo bendiga por

niciosa , y murió en la época de la recolección. amor al difunto.«

* *

Y Dora tomó el niño, y fué por entre el trigo á sentar-

Entonces Dora fué á ver á M a r í a , á se en un pequeño terraplén que no estaba sembrado, don-

quien encontró sentada contemplando de crecían muchas amapolas. V i n o el colono al campo,

á su hijo con los ojos pero no la apercibió ; y ninguno de sus jornaleros se atre-

llenos de lágrimas. vió á decirle que Dora esperaba con el niño. Dora se h u -
Cuando la pobre m a - biera levantado y corrido á su tío , pero la flaqueó el
dre vió á D o r a , injus- corazón y no se m o v i ó ; y en tanto los segadores c o n t i -
tos pensamientos se nuaron segando, y el sol se puso , y la tierra quedó e n -
agolparon en su men- vuelta en tinieblas.
te , y la miró con ojos
airados : pero Dora se *
*
*

acercó á e l l a , y dijo :
—• « Hasta ahora he Pero á la mañana siguiente levantóse Dora m u y t e m -
obedecido á mi tío , prano, y tomando otra vez al niño consigo, fué á sentarse
pero he hecho mal, con él al mismo sitio que el día anterior. T e j i ó una pe-
pues y o he sido la primera causa del infortunio de Gui-
queña guirnalda con todas las flores que crecían en aquel
llermo. Pero M a r í a , por amor al que y a no existe , por
paraje, y adornó con ella el sombrero del angelito, para
amor á v o s , que sois la mujer que él escogió, y por
hacerlo más lindo á los ojos de su tío.
•este pobre huérfano, he venido á veros, ansiosa de aliviar
vuestra desgracia. Sabéis que no ha habido en estos cinco *
* *
años una cosecha tan abundante: dejad que lleve c o n m i -
go al n i ñ o , y lo colocaré entre el trigo á la vista de mi
Cuando el labrador llegó al c a m p o , apercibió á D o r a y
tío , para que , cuando su corazón esté rebosando alegría
al n i ñ o , y dejando á sus jornaleros ocupados en la siega,
DORA D O R A

se fué á donde estaba su sobrina


y le dijo : — « ; Dónde estuviste
ayer ? ¿ D e quién es este niño ? ¿ Q u é
hacéis aquí ?» Dora bajó los o j o s , y respondió en voz ba-
ja : — « É s t e es el hijo de Guillermo.» — « ¿ Habéis, pues,
olvidado mi prohibición, Dora ?» dijo Alian. Dora repuso:
— « Haced de mí lo que q u e r á i s , pero tomad el niño y
bendecidle por amor al difunto. » Y Alian dijo : — « V e o taba y bregaba por quedarse con
que es una artería preparada entre la viuda y tú. ¿ Necesi- Dora. L a guirnalda de flores cayó á los piés de la joven.
to sin duda que tú me enseñes mi deber ? Sabías que mi La infeliz ocultó el rostro entre las manos : los lloros del
voluntad es ley , y no obstante has osado menospreciarla. niño llegaron á sus oídos cada vez más debilitados por la
Está bien: me llevaré el niño ¿ pero márchate de a q u í , y distancia. Dejó caer la cabeza sobre el pecho, recordando
que nunca te vuelva á ver. »
el día en que vino á vivir con su tío , y todas las cosas
que habían pasado desde entonces. Dejó caer la cabeza rogaré á tu tío que te vuelva á recibir en la s u y a ; pero

sobre el pecho, como abrumada de d o l o r , y l l o r ó ; y en si no quiere hacerlo , entonces tú y y o viviremos bajo el

tanto los segadores continuaron segando , y el sol se pu- mismo techo , y trabajaremos para el hijo de Guillermo,

so , y la tierra toda quedó envuelta en tinieblas. hasta que sea de edad para sostenernos. » Las dos m u j e -
res , pues , se besaron con cariño , y se encaminaron á la
h e r e d a d , adonde llegaron en breve. La puerta de la casa
estaba entreabierta, así es que pudieron ver al muchacho

Entonces D o r a fué á casa de pié sobre las rodillas de su abuelo, quien le estrechaba

de M a r í a , y se detuvo en el entre sus brazos, y le acariciaba dán-

¡ umbral de la puerta. María dole golpecitos en las mejillas y en

¡ vió que su hijo no estaba las manos : el niño tendía el cuerpo


3 con D o r a , y prorrumpió en hacia adelante , alargaba los brazos,
] alabanzas á D i o s , que la so- y pedía el sello de oro que colgaba
corría en su viudez. Y Dora de la cadena de Alian y brillaba al
! le d i j o : — « M i tío se ha resplandor del fuego. Entonces en-
quedado con el niño ; pero, traron las dos m u j e r e s ; pero cuando
M a r í a , dejadme vivir y tra- el niño vió á su m a d r e , gritó que
bajar con vos, pues dice que quería irse con ella: Alian lo puso
no quiere volver á verme.» en el suelo , y María dijo :
María contestó : — « N o ,
no permitiré jamás que tú
cargues con m i s p e n a s ; y *
* *
ahora que pienso en ello, no
quiero que tu "tío se quede
— « ¡ O h padre mío! — si es que me permitís llamaros
con el n i ñ o , pues le hará
a s í — n u n c a he venido pidiendo para m í , para Guillermo,
duro de corazón , 3- le ense-
ni para este n i ñ o ; pero ahora vengo á suplicaros que vol-
menospreciar á su madre. Iremos juntas á ver á
nara a váis á recibir á Dora en vuestra c a s a ; no ignoráis que ella
y o quiero recobrar mi hijo y traerlo á c a s a , y
Alian ; os quiere bien. ¡ O h señor ! Guillermo murió en paz con
DORA 281

todo el m u n d o ; habiéndoselo y o preguntado, dijo que de


ningún modo podia lamentarse de haberse casado conmi- * *

go, pues había sido siempre una mujer amante y sufrida;


pero añadió que había él hecho mal en vejar á su padre, Desde entonces los cuatro vivieron j u n t o s , y andando
frustrando sus deseos. — « ¡ D i o s le bendiga ! » d i j o ; «y el tiempo María tomó otro compañero ; pero Dora per-
ojalá no sepa nunca lo mucho que he sufrido. » Entonces maneció siempre soltera.
volvió la cabeza, y espiró ¡ desdichada de m í ! pero ahora,
señor, devolvedme mi hijo, porque sino le haréis duro de
corazón , y aprenderá á menospreciar la memoria de su
padre : recibid de nuevo á Dora en vuestra casa , y que
todo quede como antes. »

Así habló M a r í a , y Dora ocultó su rostro tras ella.


Hubo un instante de silencio, y de repente el anciano
prorrumpió en sollozos: — « ¡ He obrado m a l ! ¡ soy dig-
no de vituperio ! ¡ H e matado á mi hijo ; pero le amaba,
mi querido hijo ! ¡ Qué Dios me perdone ! ¡ soy m u y cul-
pable ! ¡ Abrazadme , hijas m í a s ! »

*
* *

Entonces ellas se colgaron del cuello de Alian, y le be-


saron repetidas veces. El anciano estaba quebrantado por
el remordimiento, y su amor pareció centuplicarse, y
durante tres horas sollozó, con el hijo de Guillermo en
brazos , pensando en Guillermo.
nuevo ; de todo el alegre año n u e v o , m a d r e , el más r i -
sueño , más placentero día , por que v o y á ser reina del *
*
*

M a y o , m a d r e , v o y á ser reina del Mayo.

T a l vez me tomó por una sombra porque estaba toda


*
* * > de blanco y pasé junto á él sin decir una palabra, con la
rapidéz de un relámpago. Me llaman insensible y cruel,
Hay muchos ojos n e g r o s , dicen las gentes, pero entre pero no me importa lo que dicen , porque v o y á ser reina
todos ellos no se encuentran otros tan brillantes como los
del M a y o , m a d r e , v o y á ser reina del Mayo.
míos : ahí están Carolina y M a r í a , Margarita y Catalina,
pero no hay en toda la comarca una joven tan hermosa
* *
como la pequeña Alicia , se oye decir á t o d o s ; así es que
v o y á ser reina del M a y o , m a d r e , v o y á ser reina del
Dicen que Robín se muere de amor, pero eso es impo-
Mayo.
sible ; dicen que se muere de pesadumbre ¿ pero á mí qué
* * me importa ? N u n c a me faltarán muchachos más intrépi-
dos que me galanteen, y v o y á ser reina del Mayo , m a -
Duermo tan profundamente durante toda la noche, ma- dre , v o y á ser reina del M a y o .
dre , que no despertaré sino me llamáis bien fuerte al des-
puntar el día tengo que hacer ramos de flores y p i m p o -
* *

llos , y tejer vistosas guirnaldas, porque v o y á ser reina


del M a y o , madre , voy á ser reina del Mayo.
L a pequeña Effie irá conmigo mañana - á la verde prade-
ra , y también vos estaréis allí m a d r e , para ver como me
*
* * hacen reina , porque los zagales vendrán desde muy lejos
á ver la fiesta, y v o y á ser reina del M a y o , m a d r e , v o y
Cuando caminando valle arriba me dirigía hacia casa á ser reina del M a y o .
< á quién pensáis que v i , sino á R o b í n , apoyado sobre
el puente debajo del avellano ? Sin duda se acordó de la *
*
*

fría mirada que le dirigí a y e r , pero voy á ser reina del


M a y o , m a d r e , v o y á s e r reina del M a y o .
L a madreselva del portal ha entretejido y a sus débiles
288 LA MAYA

ramas y formado una undosa glorieta, y á la orilla de


p o r q u e v o y á ser r e i n a del M a y o , m a d r e , v o y á ser reina
las a c e q u i a s d e l o s p r a d o s florece la d é b i l , olorosa cardá-
del M a y o .
mina; la s i l v e s t r e y e r b a - c e n t e l l a brilla c o m o el f u e g o e n

l o s p a n t a n o s y en las o s c u r a s c a v e r n a s , y v o y á ser reina

del M a y o , m a d r e , v o y á ser reina del M a y o .

* *

E l v i e n t o d e la noche va y viene sobre la y e r b a de la

p r a d e r a , y las dichosas estrellas parecen avivar su brillo

al pasar sobre el v a l l e ; n o caerá u n a g o t a de a g u a duran-

te t o d o e l l a r g o d í a , y v o y á s e r r e i n a d e l M a y o , m a d r e ,

v o y á ser reina del M a y o .

*
•s *

T o d o el v a l l e e s t a r á f r e s c o y v e r d e y t r a n q u i l o : la ve-

l l o r i t a y el r a n ú n c u l o a d o r n a n el c o l l a d o , y el riachuelo

que riega la florida cañada mostrará su argentado brillo y

correrá y saltará a l e g r e m e n t e , p o r q u e v o y á ser reina del

M a y o , m a d r e , v o y á ser reina del M a y o .


ü
*
* *

E s , p u e s , preciso q u e os despertéis y m e l l a m é i s t e m -

p r a n o ; l l a m a d m e t e m p r a n o , m a d r e q u e r i d a ; m a ñ a n a será

el m á s d i c h o s o d í a d e t o d o el a l e g r e a ñ o n u e v o : mañana

será el m á s r i s u e ñ o , más placentero día de t o d o el a ñ o ,


I estáis despierta llamadme, llamadme

temprano , madre querida, porque qui-

siera ver al sol alzarse sobre el alegre

Año Nuevo. Es el ú l t i m o Año Nuevo

que he de v e r : después podéis colocarme

e n la p r o f u n d a f o s a e n el c e m e n t e r i o , y

no pensar más en m í .
S

I

¡ : Irai
LA V Í S P E R A DE AÑO N U E V O 295
292 LA V Í S P E R A DE AÑO N U E V O

r a n o s o b r e las o l a s ; pero y o estaré sola , m a d r e , consu-

1
E s t a tarde v i p o n e r s e el s o l : se p u s o d e j a n d o t r a s sí al
m i é n d o m e e n el s e p u l c r o .

I
b u e n A ñ o V i e j o , el f e l i z t i e m p o p a s a d o , y toda m i paz

de espíritu; y el A ñ o N u e v o se a c e r c a , m a d r e , pero no

veré jamás el e n d r i n o cubierto de flores , ni los árboles

vestidos de verde.
P o r la m a ñ a n a t e m p r a n o b r i l l a r á el s o l s o b r e l a v e n t a -

* n a de la parroquia y sobre mi tumba, antes que el rojo


* *

gallo cante en la heredad del cerro , cuando estéis dur-

E n M a y o último hicimos una corona de flores , y tuvi- miendo en vuestro caliente lecho , y todo el m u n d o se

m o s u n día de j o l g o r i o : en la v e r d e p r a d e r a , debajo del halle r e p o s a n d o .

espino blanco, m e hicieron reina del M a y o : y bailamos

e n t o r n o del M a y o , y en el b o s q u e de avellanos, hasta

q u e la O s a M a y o r se d e j ó v e r p o r e n c i m a d e las altas chi-

meneas. C u a n d o las flores vuelvan , madre, no m e veréis ya

v a g a r por los c a m p o s á la m o r i b u n d a luz del c r e p ú s c u l o ,

* cuando los vientos estivales barren la seca, oscura cam-


* *

piña , y acarician c o n su f r e s c o aliento á la y e r b a de a v e -

n a , á la e s p a d a ñ a , y á las e n e a s del l a g o .
N o h a y u n a s o l a flor e n l o s c o l l a d o s , y e l h i e l o e m p a -

ñ a las v i d r i e r a s : sólo deseo vivir hasta que vuelvan las

c a m p a n i l l a s b l a n c a s ; deseo q u e la n i e v e se derrita y que

el sol brille en todo su esplendor. ¡ A n h e l o tanto v e r u n a

flor antes de m o r i r ! Me enterraréis, madre mía, á la s o m b r a del espino

b l a n c o , y vendréis algunas veces á ver mi humilde sepul-


*
tura. No os o l v i d a r é , madre; oiré c u a n d o paséis con
* *

v u e s t r o s p i é s s o b r e m i c a b e z a , h o l l a n d o e l h e r m o s o y lo-,

L a c o r n e j a , o c u p a d a e n hacer su n i d o , gaznará en la zano césped.

c i m a del o l m o g i g a n t e s c o ; el frailecillo d e l i n d o penacho

c a n t a r á e n el b a r b e c h o , y la g o l o n d r i n a v o l v e r á e n el v e -
He sido rebelde y caprichosa, pero me perdonaréis p i r a d o , q u e dirija m i rosal alrededor d e la v e n t a n a y que

a h o r a ; m e besaréis, madre m í a , y m e perdonaréis antes cuide d e la caja de reseda.


d e q u e m e m u e r a . ¡ O h , n o lloréis ! n o os dejéis agobiar
*
p o r el d o l o r ; m i p é r d i d a n o d e b i e r a a f l i g i r o s , m a d r e , pues ' * *

tenéis otra hija.

Buenas noches, querida madre; llamadme antes de


*
* * n a c e r el d í a . T o d a l a n o c h e y a z g o d e s p i e r t a y m e duermo

hacia la m a ñ a n a , p e r o q u i s i e r a v e r a l s o l a l z a r s e s o b r e el

Si p u e d o , m a d r e m í a , he de v o l v e r de m i l u g a r de re- a l e g r e A ñ o N u e v o ; a s í , si e s t á i s d e s p i e r t a , l l a m a d m e . , l l a -

poso : aunque n o m e veréis, y o contemplaré vuestro ros- m a d m e t e m p r a n o , madre querida.

tro ; y a u n q u e no m e sea dado hablar u n a sola palabra,

h e de escuchar lo q u e digáis: c o n f r e c u e n c i a estaré á vues-

tro lado c u a n d o m e creáis lejos d e v o s .

*
* *

¡ Buenas n o c h e s , madre mía , buenas noches ! Cuando

h a y a dicho b u e n a s noches para s i e m p r e , y m e veáis c o n -

ducida fuera del u m b r a l d e la puerta , no permitáis que

E f f i e v e n g a á v e r m e hasta q u e la y e r b a crezca s o b r e m i s e -

p u l t u r a . E s t o y s e g u r a d e q u e E f f i e será m e j o r hija q u e y o ;

más obediente y cariñosa.

*
* *

Encontrará mis aperos de jardinería s o b r e el p i s o d e l

g r a n e r o : dejad q u e ella los guarde ; s u y o s s o n , q u e y o no

p o d r é y a usarlos jamás. Pero decidle, cuando y o h a y a es-


ENSÉ m o r i r m u c h o a n t e s , y sin

embargo vivo aún ; y oigo el

b a l i d o d e l o s c o r d e r i l l o s q u e rp a s -

t a n
tkW. en estos campos. ¡ Recuerdo

c u a n t r i s t e m e n t e n a c i ó la m a ñ a n a

del año ! ¡ C r e í a e n t o n c e s m o r i r antes de q u e viniesen las

c a m p a n i l l a s b l a n c a s , y y a las violetas están aquí!


CONCLUSION >99

Me enseñó t o d a la m i s e r i c o r d i a , porque me mostró

t o d o el p e c a d o . A h o r a - , a u n q u e m i l á m p a r a se encendió

t a r d e , n o d u d o q u e el S e ñ o r m e abra las puertas del P a -


¡ Oh! d u l c e es l a n u e v a v i o l e t a , medio escondida e n -
r a í s o . P o r n a d a e n el m u n d o quisiera estar b u e n a , pues
tre las Verdes h o j a s ; y t o d a v í a m á s d u l c e m e p a r e c e la v o z
m i ú n i c o d e s e o es ir á A q u é l q u e m u r i ó p o r m í .
del corderillo, á mí q u e no m e puedo levantar: hermoso

es el país que nos r o d e a , y hermosas son las flores que

e n t r e a b r e n sus c o r o l a s , y mucho más dulce y más her-

m o s a q u e l a v i d a es l a m u e r t e , para mí que anhelo mar-


N o o í el a h u l l i d o d e l p e r r o n i el c a n t o d e l g r i l l o , ma-
charme.
d r e ; m i p r ó x i m o fin m e ' h a ; s i d o anunciado de un modo
*
* *
m á s g r a t o , c u a n d o la luz del alba e m p e z a b a á a h u y e n t a r

las s o m b r a s de la n o c h e . Sentaos junto al l e c h o , madre


A l principio me parecía tan penoso dejar el bendito
m í a , y Eífie al o t r o l a d o : d e j a d m e estrechar vuestras m a -
s o l , y ahora m e parece tan duro q u e d a r m e . N o obstante,
n o s e n t r e l a s m í a s , y os h e d e r e f e r i r el f e l i z p r e s a g i o .
hágase la voluntad del Señor. Pero creo que n o pasará

m u c h o tiempo antes de que encuentre la libertad p o r que

suspiro; y ese b u e n h o m b r e , el s a c e r d o t e , m e ha dicho

palabras de paz.
D u r a n t e la borrascosa m a d r u g a d a de M a r z o , oí q u e m e

llamaban los ángeles: era cuando la l u n a estaba ponién-


*
* *
dose , l a tierra se hallaba envuelta e n u n a triste o s c u r i d a d ;

o y ó s e e l s u s u r r o d e las h o j a s a g i t a d a s p o r el v i e n t o , y me
¡ O h , bendita sea su bondadosa voz y su cabellera de
pareció que los ángeles llamaban á m i alma.
plata ! ¡ Bendita sea su vida toda hasta q u e v e n g a á en-

c o n t r a r m e allá ! ¡ O h ! ¡ B e n d i c i o n e s sobre su bondadoso

c o r a z ó n y su p l a t e a d a c a b e z a ! M i l v e c e s l e b e n d i j e mien-

tras estaba a r r o d i l l a d o c e r c a de m i l e c h o .
f o r q u e hallándome enteramente despierta, m e puse á

p e n s a r e n v o s y e n la q u e r i d a Eífie , y m e pareció veros

s e n t a d a s j u n t o al h o g a r , y con vestidos de luto. M i silla

-S""
CONCLUSION CONCLUSION 301
300

estaba desocupada. Entonces rogué por vosotras con to-


#
das m i s f u e r z a s , m e sentí r e s i g n a d a , y halagó mis oídos * *

una música deliciosa, que parecía acercarse e n alas del

viento. Y di á R o b í n a l g u n a s p a l a b r a s b o n d a d o s a s ; dile q u e n o

* se a f l i j a , pues encontrará muchas jóvenes, más dignas


X *

q u e y o , dispuestas á hacerle dichoso. Si y o hubiera vivi-

P e n s é que era u n a alucinación, y escuché atentamente: d o . . . . n o s é . . . . podía haber sido su m u j e r ; pero todo eso

entonces oí u n a v o z que m e h a b l a b a , pero nada com- h a t e r m i n a d o j u n t a m e n t e c o n m i deseo de vivir.

prendí ; m i a l m a se e s t r e m e c i ó de g o z o , y oí de n u e v o la
*
m ú s i c a q u e s e a c e r c a b a e n alas del v i e n t o . * *

¡ O h , mirad ! E l sol e m p i e z a á s a l i r ; los cielos están

e n c e n d i d o s ; u n resplandor vivísimo ilumina esos hermo-

P e r o estabais d u r m i e n d o , y dije : — « N o es para ellas sos campos. ¡ Ah ! ya n o discurriré por ellos c o m o otras

esta m ú s i c a , sino para m í . » Y si s e d e j a o í r p o r t r e s v e - veces; otras m a n o s q u e las m í a s c o g e r á n las silvestres flo-

ces , p e n s é , la t o m a r é p o r u n p r e s a g i o . E n t o n c e s escuché res q u e e s m a l t a n el valle.

de nuevo aquella armonía celestial, que se aproximaba


*
lentamente , hasta llegar junto á las barras de la v e n t a n a : * *

l u é g o pareció r e m o n t a r s e d e r e c h a m e n t e al c i e l o , y morir

entre las estrellas. i Oh, cuán dulce y extraño m e parece el q u e , antes

q u e este día termine, la v o z que ahora está hablando pue-

de e n c o n t r a r s e m á s allá del sol — e n la m a n s i ó n eterna

d e las a l m a s justas y s i n c e r a s ! ¿ Y q u é es la v i d a para q u e

C r e o , p u e s , q u e m i m u e r t e está c e r c a n a . E s t o y segura n o s l a m e n t e m o s ? ¿ P o r q u é la m u e r t e n o s espanta tanto ?

de n o e q u i v o c a r m e . S é q u e la bendita m ú s i c a s i g u i ó el ca-
*
m i n o que m i alma debe recorrer. Por lo que á mí toca, * *

no sentiría morir hoy mismo. Pero , mi querida Effie,

consuela á nuestra pobre madre después de m i muerte. Vivir eternamente en aquella santa morada; esperar

»
allí un poco de tiempo hasta que vengáis Effie y vos ;
yacer en la luz de Dios como yazgo sobre vuestro pecho...
Allí el malvado cesa de hacernos sufrir ; allí reposan los
que están cansados.

( D e l i n g l é s , de T e n n y s o n ) . i n © i c e

Páps.

ALFREDO TENNYSON I

E n o c h Arden 23

Gareth y Lynette "¡b

Merlin y B i b i a n a . . 163

L a Reina Ginebra 226

Dora 269

L a Maya 283

L a víspera de año n u e v o 291

Conclusión 297

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