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“Todas las cosas fueron hechas por Él y sin Él se hizo la Nada”

Evangelio de Juan en la lengua cátara de Oc.

Universidad Católica Andrés Bello


Maestría en Filosofía - Filosofía Medieval

Comentarios sobre el Mal en San Agustín


Hildebrand Breuer Codecido

Ser y Nada

1. Hemos comenzado haciendo una referencia a la visión maniquea de los cátaros, para llamar de
inmediato la atención sobre una relación que nos perseguirá a lo largo de esta disertación: aquella
que se da entre el Ser – Bien, y la Nada – Mal. La referencia no es del todo forzada, habiendo sido
el mismo San Agustín un defensor durante al menos 9 años de la fe maniquea, la que abandona sin
embargo, por razones que expondremos más adelante.
No es nuestra intención ahondar en la pregunta “¿De dónde crea Dios la Nada?”, pero la versión
cátara del Juan canónico, invitaría, oponiéndonos si así lo hiciéramos, a San Agustín, a pensar en
una sola dirección: hay algo más con la capacidad de crear, y está haciendo uso efectivo de esa
capacidad.

2. La relación entre el Creador y lo creado es esencial para un San Agustín que necesita probar que
el Ser Supremo no es corruptible, y por lo tanto, nada de lo que Él pudiera crear puede ser malo, o
siquiera proclive a serlo. Lo que Dios hace es Bueno por excelencia, así fue cuando creó la luz,
cuando llamó Tierra al suelo firme y mar al conjunto de las aguas, y cuando puso las estrellas en el
firmamento del cielo para iluminar la Tierra1. No lo hace por vía de emanación, sino ex nihilo, o
como dirá San Anselmo, “lo que comienza a ser, pasa del no ser al ser”. No elaboró (Dios) el
mundo con una materia preexistente –según concebía Platón la acción del Demiurgo- porque la
materia preexistente no existía.

3. En el Génesis bíblico hay detalles que despiertan interrogantes que nos pueden ser útiles. Dios
crea la Luz, pero no las tinieblas, y sin embargo separará estas últimas de la luz creada. Se pudiera
responder a esto, que las tinieblas no son sino no-luz, pero habrá que recordar que éstas ya
estaban allí cuando el soplo de Dios se cernía sobre las aguas2 y nada sino éste era3. Todo ser es
bueno, en la medida que es ser4.

4. Hay una pregunta en cuanto a si el hombre sería bueno por naturaleza aunque no sea. Porque si
la luz es buena, y las aguas son buenas, es porque las ha creado Dios, y todo lo que Dios crea, es
bueno. Esto recaería de igual modo sobre el hombre, a menos que, las aguas y la luz no sean
creadas ex nihilo, y no sean por lo tanto corruptibles. Claro que veremos que, jugando la libertad
un rol crucial en todo esto, y no pudiendo la luz o las aguas ser libres, el asunto queda resuelto con
bastante rapidez.

1
Génesis 1:1-15
2
Ibidem
3
“Yo soy el que soy”, Éxodo, 3:14
4
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae . “Omne ens, inquantum est ens, est bonum”, y asimismo, dirá
que “nada es bueno sino el ser” (nihil est bonum nisi ens)
“Pero me objetas: ¿Por qué desfallecen las criaturas? Porque son mudables. ¿Por qué son
mudables? Porque no poseen el ser perfecto. ¿Por qué no poseen la suma perfección del ser? Por
ser inferiores al que las creó. ¿Quién las creó? El Ser absolutamente perfecto. ¿Quién es Él? Dios,
inmutable Trinidad, pues con su infinita sabiduría las hizo y con suma benignidad las conserva.
¿Para qué las hizo? Para que fuesen. (Es decir, ser es en sí mismo un fin, y ser es encarnar el bien,
todo al mismo tiempo). Todo ser, en cualquier grado que se halle, es bueno, porque el sumo Bien
es el sumo Ser. ¿De qué las hizo? De la nada5”. Nada es allí donde no existe el ser.

Carne y alma

5. Ahora bien, reclamar a los cátaros y demás dualistas cristianos por haber cometido un exceso
en el tratamiento de la carne y su relación con el alma, y a su vez, con la vocación del hombre a ser
bueno o a no serlo, no sería del todo justo. Revisemos las escrituras canónicas y verifiquemos si no
hay indicios para favorecer a esta corriente de pensamiento. Mientras Mateo6 nos dice que “el
espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”, ¿No está atribuyendo a la carne una vocación
distinta a la del alma, siendo el llamado de ésta más alto? Tanto es así, que en su carta a los
Romanos, Pablo nos dice que “así Él (Dios) condenó el pecado en la carne, para que la justicia de
la Ley se cumpliera en nosotros, que ya no vivimos conforme a la carne sino al espíritu7. Y
continúa, “Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la
carne por medio del Espíritu, entonces vivirán8. ¡Ay de mí! ¿Quién podrá librarme de este cuerpo
que me lleva a la muerte? ¡Gracias a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor! En una palabra, con mi
corazón sirvo a la Ley de Dios, pero con mi carne sirvo a la ley del pecado9.
Pero es quizás en la Carta a los Gálatas cuando Pablo desarrolla con más detalle, ya no solo la
división sino incluso el enfrentamiento entre carne y espíritu. Pablo dice a los Gálatas: “Yo los
exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos
de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan
entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren.”10 La frase “ustedes no
pueden hacer todo el bien que quieren”, penetra en lo más íntimo de una voluntad transgredida
por la naturaleza misma de la carne que termina dominando, apresando, casi en un sentido
socrático, al alma que busca seguir la vocatio del Bien hacia el Ser.

Bien y Mal

6. Quizás para responder a estas cuestiones que sirvieron a herejías dualistas, San Agustín buscó y
encontró en el platonismo (cristianizado) una respuesta bastante más convincente a la que ofrecía
el maniqueísmo, ya que entiende que el mal en sí mismo no tiene ser y no es por tanto más que
una privación del bien. Si a Dios pudiera oponerse un ser de características similares, entonces no
sería Dios; siendo, Dios, entonces un no-ser o una ausencia de ser, no puede oponérsele, por lo
que no puede haber enfrentamiento alguno. Que el no-ser se oponga al Ser, es algo que comienza
a carecer de sentido. Por eso a Dios no se opone ninguna esencia. Aquí radica el abandono de la
creencia maniquea por parte del de Hipona. En sus Confesiones apuntará al carácter ontológico

5
San Agustín, De vera religione.
6
Mateo 26:48
7
Romanos 8:3-4
8
Romanos 8:13
9
Romanos 8:24-25
10
Gálatas 5:16, 17,24
del problema dualista, pues según él, bastaría con preguntarse más que por el origen del mal,
como lo hizo en un comienzo, por su naturaleza.

Libertad y pecado

7. El mal se introduce en el mundo a través del pecado, y éste puede solo aparecer por medio del
ejercicio del libre albedrío. Así las cosas, es el hombre el que introduce el mal en el mundo. Ahora
bien, si la libertad es el vector a través del cual se puede acceder al pecado, y Dios no puede pecar,
¿En qué consiste la libertad de Dios?, más aún, ¿Puede Dios ser bueno sin la opción de escoger el
mal?, ¿Podríamos decir simplemente que Dios es un rehén de su propia naturaleza incapaz de
pecar? En la Ciudad de Dios11, San Agustín dirá que el hombre es de una naturaleza intermedia
entre los ángeles y las bestias. Si esto es así, el comportamiento del ángel que cae expulsado del
cielo revela su capacidad para pecar, o dicho de otro modo, su capacidad de ejercer libertades que
lo llevan al pecado, ergo, al mal. Aparentemente compartimos con los ángeles esta cualidad; ¿No
lo hace Dios?.
La pregunta sobre la libertad en clave de elección de obrar entre bien y no-bien es fundamental, si
tenemos por un lado en cuenta, que Dios nos crea a su imagen, y semejantes a Él, y por el otro,
que según San Agustín la libre voluntad es un bien sin el que no se puede obrar bien12.
San Agustín tratará de resolver este asunto en su Ciudad de Dios, cuando apunte al hecho de que
la libertad estaría indefectiblemente orientada hacia el bien13. San Agustín dice concretamente
que, “el primer libre albedrío (el del hombre en su estado de inocencia con que fue creado)
consistió en poder no pecar, y el segundo (el de Dios y de los justos por participación) en no poder
pecar”14. ¿Qué deberíamos deducir de esto?: ¿Que los ángeles no participan en el ser, y por ello
les resulta posible pecar?, y lo que planteábamos antes, ¿Que la libertad de Dios, es efectivamente
una libertad limitada por una naturaleza que ofrece una única opción?
Esto tendría sentido, si tomamos en cuenta que la libertad, creada, es como tal y por defecto
corruptible, y de este modo conducente al pecado, si no se ve impulsada por la buena voluntad.
Por lo tanto Dios no podría ser libre en un sentido humano, es decir, no podría estar dotado por la
misma libertad creada y mutable que el hombre.

El drama humano y la muerte

8. San Agustín se refiere al hombre como un todo, no privilegia al alma sobre el cuerpo como lo
hiciese Platón, sino que para él son compuestos que logran una armonía que se ve quebrada por
el pecado original. El pecado original no solamente fractura la relación entre el cuerpo y el alma,
sino que lo hace también con la unión que existe entre el hombre y Dios. El humano, separado de
Dios, entra así en un estado en el que pareciera estar muriendo constantemente, pues su vocación
hacia la nada, su origen, se hace cada vez más intensa, y lo aleja de la vocación al Bien, al Ser.
La muerte aparece entonces como una continuación de esta dinámica de contrarios entre ser, no-
ser (nada), bien, no-bien (mal), y pudiéramos decir ahora, vida, aquella del hombre en unión con
Dios y en camino hacia Él, y la no-vida, el estado regido por la libertad mal empleada que lleva al
pecado y genera la muerte.

11
De Civitate Dei
12
De libero arbitrio
13
“Virtuti libertas congrua”, De Civitate Dei
14
Ibidem

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