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Marco teórico

S. I. Hayakawa (1967) aborda la manera en la que el lenguaje, como herramienta para la


cooperación entre individuos, influye en el pensamiento y las acciones de los mismos.
Se basa en una corriente filosófica que se denominó Semántica General, planteada por
Korzybski (1933). El objetivo de Korzybski consistía en ofrecer una teoría semiótica
acerca de la interacción entre los símbolos y los individuos que utilizan dichos
símbolos.

Las ideas principales de Hayakawa (1967) son las siguientes:

1. El lenguaje es una herramienta para la cooperación entre los seres humanos,


necesaria para la supervivencia de la especie. De ahí la importancia de estudiar
sus efectos en nuestro pensamiento y nuestras acciones.
2. Es importante distinguir entre los símbolos y las cosas que aquellos símbolos
representan. Esto queda condensado en la frase «El mapa no es el territorio».
Aunque puede parecer obvia la diferencia, nuestros pensamientos y acciones
reflejan una tendencia humana a identificar los símbolos con aquello que
representan.
3. Se realiza una distinción entre informes, deducciones y juicios. Los informes
ofrecen información conocida por el hablante y que puede ser comprobable por
otros individuos. La deducción consiste en una «afirmación sobre lo
desconocido a base de lo conocido» (Hayakawa 1967: 40), es decir, inferencias a
partir de informes. Los juicios consisten en «expresiones de aprobación o
desaprobación» con respecto a los hechos, personas o cosas. Los juicios, a
diferencia de los informes y las deducciones, no informan sobre los hechos, y
portan el riesgo de estar cargados de prejuicios o estereotipos.
4. Hayakawa distingue dos tipos de significados lingüísticas: extensional e
intensional. El significado extensional de una palabra o expresión se expresa
señalando algo en el mundo; lo señalado es su denotación. El significado
intensional es aquella idea que se expresa en palabras cuando alguien señala el
significado de una palabra o expresión. Aquello que se trata de expresar es su
connotación. Una connotación puede ser informativa (esto es, puede ser un
significado impersonal con la que uno puede estar de acuerdo con otros dentro
de una comunidad lingüística, p. ej., las definiciones de las palabras «cerdo» o
«sirena») o puede ser afectiva (esto es, puede consistir en el conjunto de
sentimientos personales que la expresión evoca). Tanto las connotaciones
informativas como las afectivas pueden encerrar juicios.
5. Las palabras y expresiones varían su significado según el contexto. Es un error
usual en la vida diaria, cuando interpretamos a otras personas, suponer que cada
palabra o expresión tiene un solo significado (aquel que le asignamos apenas lo
escuchamos), ignorarando los contextos en que se usan dichas palabras.
6. El lenguaje tiene un uso informativo, pero también un uso directivo, aquel que
nos permite modificar las conductas de otros. Por ejemplo, el concepto de «mío»
o los títulos de propiedad rigen la manera cómo los usuarios del lenguaje
manipulan ciertos objetos. Tanto los usos informativo y directivo del lenguaje
pueden llevar una carga afectiva.
7. Percibimos las cosas de la realidad ya con un cierto nivel de abstracción, debido
a la configuración de nuestro sistema nervioso. No percibimos una vaca como
un sinfín de átomos en constante movimiento, sino como una entidad unitaria,
con un cierto nivel de abstracción de la realidad. Pero el proceso de abstracción
puede aumentar. Uno puede ver a una vaca y pensar en esa vaca solamente. O
podría ver en ella a la «vaca», omitiendo los detalles entre las vacas particulares.
O podría ver en esa vaca al «ganado», a una «propiedad agrícola» o un
«recurso». Gracias al lenguaje, podemos expresarnos en mayores niveles de
abstracción, alejándonos de los significados extensionales y utilizando solo
significados intensionales. La comunicación es más efectiva si, a pesar de
utilizar los niveles de abstracción altos, uno es capaz de referirse a los niveles
inferiores (p. ej., ofreciendo ejemplos, concretizando las ideas complejas,
señalando a qué se refiere uno con cierta palabra, etc.). Los niveles más altos de
abstracción implican el riesgo de que uno puede perderse en círculos viciosos
verbales. Uno puede, sin ser consciente de ello, dejar guiar su conducta por
abstracciones como las etiquetas, los estereotipos, los prejuicios y las dicotomías
sin punto medio. De esta manera, uno actúa como si en el mundo existiesen
dichas abstracciones. Utilizando la metáfora de arriba, uno puede terminar
acumulándose de «mapas» sin «territorio» al que correspondan. Este efecto en
nuestro pensamiento y nuestra conducta puede observarse en los discursos
políticos, en la publicidad, en el discurso racista, etc.

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