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Trabajó como corresponsal del New York Tribune desde 1852 hasta 1861 y
escribió varios artículos para la New American Cyclopedia. En 1852 se disolvió
la Liga Comunista y contactó con cientos de revolucionarios a fin de crear otra
organización de la misma ideología. Sus esfuerzos y los de sus colaboradores
culminaron en 1864 con la fundación en Londres de la I Internacional.
Pronunció el discurso inaugural, escribió sus estatutos y posteriormente dirigió
la labor de su Consejo General (órgano directivo), superando las críticas del
grupo seguidor de Mijaíl Bakunin, de carácter anarquista. Cuando se eliminó la
Comuna parisina, en la que habían participado miembros de la I Internacional,
la influencia de esta organización disminuyó y recomendó trasladar su sede a
Estados Unidos.
Marx y Jenny von Westphalen tuvieron siete hijos, pero debido a las malas
condiciones en las que vivieron en Londres, sólo tres de ellos sobrevivieron
hasta la edad adulta. Eleonora Marx formó parte del movimiento feminista;
Laura Marx, se casó con el dirigente socialista francés Paul Lafargue, y se
suicidó con él en 1911. También se dice que Marx engendró otro hijo, Freddy,
fuera del matrimonio con su ama de llaves, Helene Demuth.
Durante las dos últimas décadas de su vida luchó contra las dolencias físicas
que le impedían trabajar en sus obras políticas y literarias. Sufrió de trastorno
hepático; brotes de ántrax, forúnculos en el cuello, el pecho, la espalda y
nalgas (a menudo no podía sentarse); dolores de muelas; inflamaciones
oculares; abscesos pulmonares; hemorroides; pleuresía; dolores de cabeza
persistentes y tos, que le hacían imposible dormir sin drogas.
"Pero la gran preocupación que debe guiarnos al elegir una profesión debe
ser la de servir al bien de la humanidad y a nuestra propia perfección. Y no
se crea que estos dos intereses pueden ser hostiles e incompatibles entre
sí, pues la naturaleza humana hace que el hombre sólo pueda alcanzar su
propia perfección cuando labora por la perfección por el bien de sus
semejantes"
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
https://redhistoria.com/biografia-de-karl-marx/
https://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-
filosofia/Filosofiacontemporanea/Marx/ObrasMarx.htm
F. ENGELS
DISCURSO ANTE LA TUMBA DE MARX
Es inestimable la pérdida para el proletariado militante de Europa y América y para la ciencia histórica. El vacío creado
por la ausencia de este portentoso espíritu pronto se dejará sentir.
Darwin descubrió la ley de la evolución de la naturaleza, y Marx la ley del desarrollo de la historia de la humanidad: el
hecho, oculto hasta ahora por la ideología dominante, de que los hombres necesitamos en primer lugar comer, beber,
vestirnos y disponer de un refugio para poder después hacer política, cultivar las ciencias, el arte, la religión, etc.; que,
por tanto, la producción de los medios materiales más inmediatos, y consiguientemente el nivel de desarrollo
económico de una determinada sociedad en una época constituyen la base sobre la que se fundan las instituciones del
estado, los conceptos legales, artísticos e incluso religiosos, base con arreglo a la cual deben éstos explicarse en lugar de
al revés, como se ha venido haciendo hasta ahora.
Pero eso no es todo. Marx descubrió también la ley que gobierna el actual modelo de producción capitalista y la
sociedad burguesa que ha creado. El descubrimiento del concepto de plusvalía arrojó luz de pronto sobre estos
problemas que otros investigadores, tanto economistas burgueses como socialistas críticos, habían tratado en vano de
solucionar.
Dos descubrimientos como éstos serían suficientes para toda una vida. Feliz aquél a quien se deba tan sólo uno de ellos.
Pero Marx hizo descubrimientos en todos los campos de investigación que trató, que no fueron pocos, y ninguno de
forma superficial, incluyendo las matemáticas.
Tal fue como hombre de ciencia. Y sin embargo como hombre fue mucho más. Para Marx la ciencia era una fuerza
dinámica, revolucionaria e histórica. Por muy feliz que le hiciera cualquier nuevo descubrimiento teórico cuya
aplicación práctica era aún imposible de adivinar, no era nada comparado con la felicidad que le causaba un
descubrimiento que produjese cambios revolucionarios e inmediatos en la industria o en el desarrollo histórico social.
Por ejemplo seguía de cerca la marcha de los descubrimientos en el campo de la electricidad y en especial los de Marcel
Deprez.
Porque Marx era, ante todo, un revolucionario. Su verdadera misión en la vida fue contribuir, de un modo u otro, al
derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones creadas por ella, contribuir a la emancipación del
proletariado moderno, al que él fue el primero en hacer consciente de su propia situación de necesidad y de las
condiciones de su emancipación. Marx era un luchador. Y luchó con pasión y tenacidad, alcanzando un éxito sin igual.
Trabajó en el primer Rheinische Zeitung (1842), en el Vorwarts de París (1844), en el Deutsche Brusseler Zeitung
(1847), en el Neue Rheinische Zeitung (1848-49), en el New York Tribune (1852-61), además de escribir una avalancha
de panfletos militantes y de trabajar en organizaciones en París, Bruselas y Londres y, finalmente, coronándolo todo,
fundar la Asociación Internacional de Trabajadores lo cual, verdaderamente, fue un logro del que hubiera podido
sentirse orgulloso aunque no hubiera hecho nada más.
Y por todo ello Marx fue el hombre más odiado y calumniado de su tiempo. Los gobiernos, tanto los absolutistas como
los republicanos, lo expulsaron. Los burgueses, lo mismo los conservadores que los ultrademócratas, competían unos
con otros en lanzar difamaciones contra él. Pero Marx hizo caso omiso, respondiendo únicamente cuando una necesidad
imperiosa se lo exigía. Y ha muerto amado, reverenciado y llorado por millones de compañeros trabajadores
revolucionarios desde las minas de Siberia a California, en todas partes de Europa y América y, me atrevería a decir,
que aunque tuvo muchos adversarios, apenas tuvo un enemigo.
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