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Universidad Adolfo Ibáñez

Magíster en Historia
Historia e imágenes
El poder de la imagen
Profesora: Mary Mac Millan
Estudiante: Andrea Uribe Barriga

Autor: desconocido
Año: 1889
Lugar: París, Francia
Soporte: Positivo sobre papel
Archivo: Etnografiska Museet Stockholm. Estocolmo, Suecia.
Contexto

En agosto de 1881, un grupo de 11 fueguinos kawésqar fueron capturados en Tierra del


Fuego por el empresario belga Carl Hagenbeck. Días después fueron llevados a París para
ser exhibidos en el Jardin d’Acclimatation ante el público francés en un espectáculo de
zoológicos humanos. Ese mismo año recorrieron Europa: fueron expuestos en el Jardín
Zoológico de Berlín, pasaron por Leipzig, Munich, Stuttgart, Nuremberg y terminaron su
recorrido en Zürich. Hay registros de que al menos siete de ellos fueron exhibidos en el
Petits-Cannes de París en donde fueron presentados erróneamente como antropófagos.
También hay testimonios de que estuvieran en Bruselas en 1890, en el museo de Nord.

De los once nativos capturados sólo nueve sobrevivieron al viaje. De aquellos


sobrevivientes, dos enfermaron a causa de las malas condiciones de vida. Cabe destacar
que desde aquel año se llevaron a cabo secuestros sistemáticos de indígenas nativos del
sur de Chile hacia Europa para ser exhibidos en zoológicos humanos, ferias y circos entre
los que se incluyen a kawésqar, mapuches, tehuelches y selkmam.

Carl Hagenbeck Jr. Fue uno de los principales responsables de las exposiciones de nativos
chilenos, quien a partir de 1874 inició un ciclo sistemático de exposiciones
antropozoológicas. La primera exhibición de Hagenbeck se realizó en Hamburgo en 1874
con un grupo de seis nativos lapones y de treinta ciervos. Las exposiciones se llevaron a
cabo con gran éxito, y fueron replicadas en las ciudades de Liepzig y Berlín. Este triunfo
comercial inspiró al entonces director del Jardín de aclimatación de París para trasladar
este tipo de exposiciones al zoológico. Es así como en agosto de 1887 se expusieron por
primera vez en el recinto catorce africanos nubios, junto con especies de animales
exóticos.
Pese a las malas condiciones de vida en que se desarrollaron estos espectáculos y la gran
mortandad de los nativos en este ambiente, las exposiciones se realizaron con gran éxito
comercial y con una audiencia de público constante. Entre 1887 a 1012 se realizaron en el
Jardin d’Acclimatation mas de treinta exposiciones etnológicas.

Diálogo de la imagen con las ideas de Butler

La concepción contemporánea de Sontag de lo atroz implica necesariamente una prueba


fotográfica que demuestra un discurso de verdad. En este sentido, la existencia de esta
fotografía es un soporte vital que deja en evidencia una situación de abuso, de
humillación y de vejación en contra de los derechos fundamentales. Esta fotografía es un
aporte para la comprensión de un suceso histórico de dolor extremo para las etnias del
sur de nuestro país. Esta fotografía es el reflejo de la jerarquía del hombre blanco por
sobre el nativo, en medio de un marco superlativo que establecía una actitud cultural de
supremacía racial.

Para Butler lo humano es una norma diferencial, un valor y una morfología que pueden
ser modificados. Son significaciones que pueden ser asignadas, retiradas, agrandadas,
personificadas, degradadas, negadas, elevadas y afirmadas. En ese sentido, siempre que
exista lo humano existirá lo inhumano. Las ideas de superioridad racial de la segunda
mitad del siglo XIX funcionaron como el marco para pensar lo humano. La superioridad
del hombre blanco normaba la vida ética.

Estas ideas raciales se intensificaron por la necesidad de crear una nueva conciencia
europea, en medio de las unificaciones nacionales, el nacionalismo, la diversificación de
lenguas vernáculas y el quiebre de la unidad religiosa.
Este nuevo modo de pensarse a sí mismos que determinaría la discusión de lo que se
consideraba digno de ser humano, porque la humanidad no es algo que se asigne en
forma definitoria, simplemente por nacer dentro de la especie humana. Para Butler forma
parte de una significación variable. “(…) cuando ahora proclamamos como humanos a
cierto grupo de seres que anteriormente no habían sido considerados humanos estamos
admitiendo que la afirmación de “humanidad” es una prerrogativa cambiante. Algunos
humanos dan por supuesta su humanidad, mientras que otros luchan por poder acceder
a ella”. (Butler: 2010,112).

Esta directriz de lo blanco fue parte de un macro pensamiento social, político y cultural
que para el historiador Josep Fontana (2000) se explica por la necesidad de los hombres
de definirse así mismos mirándose en el espejo de los otros, a modo de diferenciarse de
ellos. Bajo este criterio, podríamos especular que tal vez las exposiciones humanas fueron
pensadas como parte de un mecanismo sistemático de representación en que se pretendía
demostrar la grandeza de la civilización europea frente al retraso del salvaje. Estas
nociones se arrastraban tras ya varios siglos de dominación colonial, pero tomaron mayor
fuerza con las teorías evolutivas como el darwinismo social, teorías científicas de
superioridad racial que gozaron de gran popularidad entre los intelectuales de la época.

El marco de una imagen es el modo en que se nos presenta la información, sus ámbitos,
su contexto y su temporalidad. Para Butler, las normas de los marcos que permean una
fotografía no determinan conductualmente una respuesta ética, pero si se presentan como
un circuito de comunicación vigoroso de reacciones frente al sufrimiento. Si bien esta
fotografía está datada en 1889, nos permite penetrar en los cuestionamientos sobre las
distintivas significaciones de la vida humana hoy.

En el caso de la fotografía en cuestión, si bien, dichos marcos permitieron en épocas


pasadas la vejación vidas que no fueron consideradas vidas, propiciando con naturalidad
prácticas genocidas, esclavistas e imperialistas, los marcos de nuestros días hacen posible
que eso nos parezca, por lo menos, abominable. Eso es porque hoy podemos conectarnos
con la fragilidad humana exhibida en estas fotos, situación que nos permite evocar
afectos, indignación e incluso una respuesta ética y preguntarnos sobre ¿qué pasó con
ellos o qué medida se tomaron para reparar -en parte- su dignidad?

Visualizar esta fotografía bajo el encuadre de nuestros marcos contemporáneos, genera


algo más que una emoción pasajera, que por cierto surge en primera instancia pero que
para algunas personas se transformará luego en una reacción crítica que repudia la
sistematización de estas prácticas y que nos hace reflexionar sobre la situación actual de
nuestros pueblos ancestrales.

Esto es posible, ya que tal como lo señala Butler, hoy existen marcos alternativos que
posibilitan una nueva forma de contenidos que (…) “tal vez comunicaría un sufrimiento
conducente a una alteración de nuestra valoración política” (Butler, 2010: 114). El hecho
de adquirir una posición crítica que pueda leer y evaluar este tipo de imágenes es para la
autora lo que nos hace realmente humanos, puesto que nos otorga la capacidad de
discernir, reflexionar y actuar. “La fotografía que cede su marco a la interpretación abre
con ello al escrutinio crítico las restricciones en cuanto a interpretar la realidad. Expone y
tematiza el mecanismo de restricción” (Butler, 2010: 114).

Para Butler, las normas que asignan la valoración de las vidas y nuestra propia capacidad
de reaccionar a ello de forma crítica y acusatoria son transmitidas de forma más efectiva
a través de lo visual, puesto que le otorgan a la realidad una cara que mostrar o una cara
que borrar, y esto depende intrínsecamente de la forma en qué se comuniquen dichas
normas, es decir, los marcos visuales y discursivos a través de los que recibiremos la
imagen.

Esta fotografía es una huella que nos permite intentar descifrar lo que allí ocurrió y que
prueba un quiebre en las ideas de lo que se consideraba humanidad y que si bien, no
permite la restitución de la dignidad vejada, permitirá evocarnos exaltación, dadas sus
condiciones de racismo y vejamen de los derechos humanos fundamentales. “la
fotografía no puede restituirle la integridad al cuerpo que registra” (Butler, 2010: 115) al
ser exhibida y conocida puede convertirse en un canal de comunicación entre las
emociones, la indignación, la necesidad de justicia y la respuesta ética (…) mostrada y
puesta en circulación se convierte en la condición pública que nos hace sentir indignación
y construir visiones políticas para incorporar y articular esa indignación” (Ídem).

El rescate y puesta en valor de esta y otras fotografías sobre el rapto de indígenas en el


Cono Sur es vital para generar un canal de comunicabilidad que deje en evidencia los
crímenes contra este grupo humano y las brutalidades, humillaciones, violaciones y
asesinatos a los que fueron sometidos bajo la discreta mirada del Estado chileno
republicano, hace tan solo 129 años.

Al volverse conocidas y al volverse icónicas se puede lograr un impacto social que para
el caso de esta y otras fotografías relacionadas, no ha sido menor. Podemos deducir que
gracias a la difusión de estas fotografías en un libro recopilatorio desarrollado por los
historiadores Christian Baez y Peter Mazon y un posterior documental denominado
Calafate entre 2006 y 2010 se comenzaron a llevar a cabo medidas reparatorias por parte
del Estado chileno. Hasta antes de la aparición de estas fotografías, el hecho seguía siendo
silenciado y conocido tan solo por historiadores y descendientes de fueguinos o
mapuches.

Se puede hablar de una especie de boom mediático en medios de prensa escritos,


televisión e internet en donde fueron expuestas estas fotografías y dadas a conocer a la
población civil, de la cual, la más icónica resulta ser la fotografía aquí seleccionada. Una
fotografía en donde vemos a nueve personas, de las cuales cuatro de ellas son niños
pequeños, situadas en medio de ropajes intervenidos para construir una imagen que
probablemente intentaba publicitar las exhibiciones exaltando el salvajismo exótico del
nativo. En la foto vemos a un Carl Hagenbeck amenazante con una vara que
probablemente era utilizada para disciplinar a los bárbaros que posaban indefensos sobre
un mural de naturaleza burda.

El dar a conocer estos registros permitió que tras las investigaciones de Baez y Mason, el
martes 12 de enero de 2010 cinco osamentas de kawésqares raptados viajasen a Chile
acompañadas por el profesor y antropólogo suizo Christoph Zollikofer de la Universidad
de Zurich, que mantuvo los esqueletos bajo su cuidado, fueran trasladados hasta la
Segunda Brigada Aérea de la Fach, en donde recibieron honores militares.
Posteriormente, las osamentas fueron recibidas por la descendiente kawésqar Rosa
Catalán, quien dirigió un cotejo fúnebre que permitió devolver estos restos a Tierra del
Fuego.

Bibliografía

Baez, Christian y Peter, Mason. Zoológicos humanos. Fotografías de chilenos y


mapuches en el jardín de aclimatación de París, siglo XIX. Santiago: Pehuén, 2006.

Butler, Judith. Marcos de Guerra. Las vidas lloradas. Buenos Aires: Paidos, 2010.
Fontana, Josep. Europa Frente al espejo. Barcelona: Crítica, 1994

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