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presente que se desnuda en nuestras miradas a través de las cicatrices en las grietas de
aspectos que condensan la obra de arte “moderno”; ahora, obra considerada sublime o
progreso, educación, es decir, para el bienestar humano; no obstante, como todos los
procesos humanos, este “fracasó”, pues hoy, ante las innumerables proposiciones
incertidumbre.
unísono, por ello, las construcciones sociales y culturas que se entretejen retornan en
como una obra de arte moderno, obra porque es producto de las construcciones humanas,
La ciudad como teatro, donde los transeúntes no paran de presentar su obra, son actores y
dramatizan el guion del neoliberalismo, para estrenar sus obras en el consumo irrisorio y en
productivo del cual se rige y de las concepciones de mundo que tienen los sujetos, por ello,
históricos en los barrotes y diseños de las casas, por ejemplo, en los municipios de
vez, patios en el centro, por otra parte, las plazas y las casas puestas geométricamente
De la misma manera se puede mencionar los monumentos, para tal caso en Colombia, las
plazas de Bolívar, el libertador, donde se olvida el proceso libertario de otros líderes como
Santander, todo ello, crea historia y cultura que las futuras generaciones observan para
apalabrar el mundo.
La escultura de Pereira llamada comúnmente como Prometeo es el monumento a los
caucana y antioqueña que parcializó las tierras y erigió la ciudad, pero ¿por qué una
escultura que se hace para enaltecer lo propio contiene la figura de Prometeo un personaje
cosmogonías, otra vez, la ciudad como arte, nos deslinda las identidades que se imponen,
La ciudad como relatos: La tradición oral perenne en la ciudad hablada y los autores que
escriben lo que ven y pintan con palabras la ciudad cruda y alegre, ciudad que quiere ser
(Giraldo) una evocación necesaria para leer la ciudad y los imaginarios del hombre ¿Cómo
nos acercaríamos a las historias urbanas de Pereira sin los cuentos de Silvio Girón? ¿Cómo
oleríamos la ciudad poética sin Luis Fernando Mejía? ¿Cómo nos deleitaríamos con los
bambucos y la poesía romántica sin Luis Carlos González? ¿Cómo cantaríamos al infierno
sin Héctor Escobar Gutiérrez? La literatura resignifica asimismo la historia del hombre y la
ciudad, con ella, delimitaremos la opacidad de nuestra existencia, una existencia en la cual
toda proyección está sujeta al fracaso ¿Qué importa decir que la modernidad ha fracasado si
todo en el hombre es fracaso? Por ello, esta dualidad invita a conjurar la práctica de
solventar nuestra existencia con evocación en el arte para resignificar sentidos que caerán y
fracasarán pero procuran transformarse en otros, una lucha incesante que la ciudad y el
hombre apremian.
Bibliografía.