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EL JUICIO DE LESIVIDAD

El juicio de lesividad es un procedimiento incoado (Iniciar un proceso, pleito, expediente u otra


actuación oficial semejante.), por la autoridad administrativa en contra de los gobernados, que debe
hacerse ante un Tribunal de lo Contencioso Administrativo, con el objeto de solicitar la declaración
de nulidad de resoluciones administrativas favorables a los particulares, por considerar que
lesionan a la Administración Pública o al Interés Público.
Así tenemos que en los juicios contencioso administrativos seguidos ante los Tribunales de lo
Contencioso Administrativo, por regla general los demandados son las autoridades estatales o
municipales, hablando de las entidades federativas, y este juicio de lesividad opera por excepción
en contra de los gobernados siendo requisito indispensable para su procedencia que la autoridad
administrativa haya dictado una resolución o emitido un acto, y el mismo le genere un beneficio al
particular pero un perjuicio al interés público, porque haya existido error al emitirlo o se haya
quebrantado la norma en el mismo sentido
Un ejemplo que puedo poner es la expedición de concesiones del servicio público en sus diversas
modalidades de taxi o servicio de pasajeros, en el Estado de Veracruz, donde radico se expidieron
sin que se cumplieran con los requisitos exigidos en la Ley de Tránsito y en el Reglamento, tampoco
se respetaron los procedimientos como lo era la realización de estudios socioeconómicos, etc.., la
administración actual pretende "revocar" esas concesiones, pero la única forma de declarar su
nulidad es a través de un juicio contencioso administrativo con la acción de lesividad.
Licenciada Griselda Herrera López.

PRINCIPIO DE LESIVIDAD
Desde una concepción de las garantías constitucionales como límite al poder punitivo del estado,
el principio de reserva desempeña un papel fundamental. El mencionado principio se encuentra
consagrado en la primera parte del artículo 19 de la constitución nacional, es pertinente aclarar que
en la mencionada norma encontramos dos límites al poder punitivo del estado, por un lado exige
una exteriorización de la conducta (principio de acto), pero en lo que al tema a desarrollar en estas
líneas interesa, se exige para poder aplicar el derecho penal un límite adicional del cual dicha
exteriorización constituye una condición necesaria y que es el carácter público o lesivo de las
decisiones de voluntad. Partiendo como establece Silvestroni de que lo consagrado en la norma es
la libertad de los individuos y cuyo único límite es la no afectación de la libertad de los demás, en
virtud de que los conceptos vagos e imprecisos de orden y moral pública no existen como bienes
jurídicos autónomos, sino en relación a un sujeto o conjunto de sujetos determinados, y en la medida
en que no se produzca una afectación a terceros no pueden ser utilizados por el estado para el
ejercicio del poder punitivo, porque supondría -como establece Binder- una actuación del Estado
superior a la protección del interés de la víctima o a la existencia de un delito “sin víctima”.
En virtud de la teoría de la lesión a los bienes jurídicos fundamentales, entendidos -según establece
Zaffaroni- como la relación de disponibilidad de una persona con un objeto, y en la medida que el
sujeto puede disponer de su derecho individual, el consentimiento de los individuos tiene un rol
preponderante a la hora de definir qué conductas se consideran lesivas; pues, si el consentimiento
es manifestado libremente no se produciría ninguna lesión a un bien jurídico protegido, sería una
irracionalidad pretender prohibir lo que no lesiona a nadie. En consecuencia, si existe
consentimiento de la “victima”, el Estado no se puede arrogar el derecho de proteger al hombre
mediante actitudes paternalistas, que lesionen el derecho de éste a la determinación de su propio
modelo de vida, afectando el principio de reserva, ya que la conducta no produce una lesión a un
bien jurídico.
A fin de ejemplificar un supuesto en el cual el Estado decide prohibir una conducta que no produce
lesión alguna en derechos de terceros, decidí compartir con todos ustedes el siguiente extracto de
la película “Mar adentro”:
Elegí específicamente este fragmento, porque en él se manifiesta el libre consentimiento del
protagonista (Raúl) por terminar con su vida, ya que padece una enfermedad neurológica que le
impide moverse (tretraplejia) y necesita ser asistido por alguien para lograr su cometido. Finalmente
logra que accedan a ayudarlo pero todo se realiza al margen de la legislación vigente, ya que la
misma prohíbe la eutanasia, sin tener en cuenta la libre decisión de aquel que opta por terminar con
su vida. Ello me lleva a preguntar, ¿acaso el Estado tiene algún derecho para exigirle a una persona
que siga viviendo cuando la misma considera que su vida ya no es una vida digna y prefiere terminar
con ella?, ¿por qué motivo el Estado se arroga el derecho de imponerle a los enfermos terminales
que sigan viviendo lo que ellos mismos consideran un calvario y al cual eligen ponerle fin?. Del
mismo modo, uno podría preguntarse, ¿existe una razón legítima para que el Estado le prohíba a
las personas que impidan procrear a futuro?, ¿es que acaso el Estado puede exigirnos que
tengamos hijos, siendo que la procreación es una de las decisiones de mayor relevancia que una
persona debe tomar?, ¿o acaso el argumento es la protección de la integridad física de la mujer
que decide someterse a una intervención quirúrgica con dicha finalidad?; pues de ser éste el
argumento deberían prohibirse las cirugías estéticas, los deportes de alto riesgo, las dietas de
comida no saludables, etc, etc., lo cual resulta a todas luces ilegítimo.
Desde un punto de vista opuesto al que considero correcto, se podría sostener que es lícita toda
actividad del Estado enderezada a evitar consecuencias para la ética colectiva y el bienestar
general, ya que se parte de la existencia de un interés general que trasciende el interés de las
partes, por tanto éstas no pueden disponer de determinados bienes jurídicos y su consentimiento
en estos casos carecería de relevancia al existir un interés superior del Estado en la protección de
dichos bienes jurídicos. Se utilizan generalmente la idea de protección de valores morales, de la
familia, de la sociedad, de la juventud, de la niñez, de la salud pública y hasta ha llegado a
sostenerse la subsistencia de la Nación y de la humanidad toda, para justificar la intervención del
poder punitivo del estado en ámbitos privados. Es decir, se parte de lo que Zaffaroni denomina
launiversalización de las conductas, en el sentido de que si no se considera punible determinada
conducta individual su hipotética universalización produciría una lesión acumulativa a bienes de
relevante jerarquía social. Ello podría sostenerse ilegítimamente tanto en el caso de la eutanasia
como en el de las intervenciones que impiden la procreación, pues si todos llevamos adelante
dichas conductas se pondría en riesgo la humanidad como tal, pues la misma podría desaparecer.
No obstante, ello de modo alguno es suficiente para que el Estado traspase el ámbito de reserva
que exige para legitimar la intromisión del poder punitivo del Estado –además de la existencia de
un “acto”-, que las conductas causen daños a terceros; pues, sin daño no hay argumento alguno
que justifique prohibir conducta alguna.
Considero pertinente, para concluir, hacer una consideración en referencia al rol que desempeña
el consentimiento en el citado artículo 552 del Código Penal Italiano. El mismo establece la
punibilidad de quien cumple, sobre una persona, con consentimiento de ésta, actos dirigidos a
convertirla en impotente para la procreación. En virtud de que el consentimiento se encuentra
expreso en la norma, podría plantearse la inconstitucionalidad de la misma, ya que afecta el
principio de reserva, al no producir en ningún caso una lesión a un bien jurídico protegido.
Debemos diferenciar esta situación de aquellas normas donde el consentimiento no se encuentra
expreso en las misma, en estos casos el valor otorgado al consentimiento es analizado por la
doctrina en el ámbito de la imputación objetiva, como un excluyente de la tipicidad de la conducta
al no producir lesión a terceros.
Carolina Cardoso DNI32311273 Recuperatorio Condicional

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