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Epigenetic Mechanisms of Longevity and Aging. Sen P, et al. Cell. 2017. Doi:
http://dx.doi.org/10.1016/j.cell.2016.07.050
Este trabajo ofrece una revisión detallada de las diferentes evidencias que existen de la
participación de los mecanismos epigenéticos en el envejecimiento en diferentes
modelos animales. Además incluye información sobre las diferentes bases de datos y
herramientas informáticas relacionadas con el estudio de la longevidad y
envejecimiento.
Que la ausencia de estrés es pasaporte para una vida larga y saludable es algo que los
expertos han repetido hasta la saciedad. La propia OMS señala este trastorno como una
de las principales amenazas a la salud en el siglo XXI. También conocemos
perfectamente el efecto que la alimentación, el deporte, el consumo de tóxicos o la
contaminación ambiental tienen sobre nuestro organismo. Lo verdaderamente
asombroso y revolucionario reside en una nueva certeza: los hábitos saludables pueden
alterar nuestro ADN, que hasta hace bien poco parecía algo sagrado. Si en la biología el
siglo XIX fue el de la evolución y la genética y el XX el del ADN, el actual pertenece a
una nueva disciplina científica, la epigenética.
Los hábitos saludables pueden alterar nuestro ADN, que hasta hace bien poco era
sagrado
Manel Esteller fue uno de los pioneros en investigar en este campo, con el caso
paradigmático de los gemelos monocigóticos, cuya carga epigenética deja de ser
idéntica con el paso de los años. “Cuando un gemelo empieza a fumar, a tomar drogas o
se muda a una zona muy contaminada, aunque solo sea un año, su perfil epigenético
puede desviarse de forma significativa”, detalla. La genetista Evadnie Rampersaud, de
la división de Epidemiología Genética de la Universidad de Miami, publicó en 2008 un
estudio en el que documentaba cómo en una comunidad amish de Pensilvania no existía
el sobrepeso, a pesar de que muchos de sus componentes eran portadores del gen que lo
condiciona. Demostraron que este quedaba desactivado por el constante ejercicio físico
de los individuos, que tienen prohibido por su religión usar vehículos y máquinas de
motor. “Cuando damos un paseo o salimos a caminar, no solo quemamos calorías,
también modificamos la actividad de los genes en el hipotálamo y desactivamos el
efecto de aquel que nos abre el apetito”, asevera Jörg Blech, biólogo, bioquímico y
autor del libro El destino no está escrito en los genes.
Si usted acepta que no es George Clooney, pues no tiene ni su tiempo ni su dinero pero
sí las mismas ganas de convertirse en centenario con vitalidad y poderío, ¿qué debe
hacer? ¿Buscarse unos buenos padres? La genética, sin duda, influye en la longevidad.
Pero vayamos a lo que sí puede controlar. “Realizar ejercicio, comer fruta y verdura en
abundancia, no fumar y consumir alcohol con moderación prolonga la vida humana una
media de 14 años”, ha publicado la doctora Kay-Tee How, especialista en
epidemiología, en la revista médica PLoS Medicine. A esta lista habría que añadir
decenas de condicionantes, todo aquello que hace bien a nuestro organismo, desde el
lugar donde habitamos (vivir rodeado de zonas verdes reduce en un 40 % la
probabilidad de desarrollar sobrepeso) al cariño con que nos colman en la infancia (un
célebre estudio del neurólogo Michael Meaney y el farmacólogo Moshe Szyf apunta a
la posibilidad de que las neuronas de las personas que han sido desatendidas en su
infancia presenten marcas biológicas que las acerquen a la depresión o al suicidio en la
vida adulta).
LA MEJOR HERENCIA NO ESTÁ EN LOS BANCOS
Si los cambios epigenéticos se heredan o no es algo que aún falta por estudiar con rigor.
Algunas investigaciones con plantas así lo sugieren. De ser así, entraríamos en una
nueva etapa donde el ejercicio que haga hoy determinará la expresión genética de sus
nietos. Y será usted no lo que come, sino lo que comió su abuela. En este sentido, los
hábitos de la madre durante los tres primeros meses de embarazo se dibujan
determinantes. Pero la revista ‘Nature’ advierte: “No criminalicemos a la madre por
conductas cuya influencia en su hijo aún no es segura, como ya se ha hecho con el
alcohol: un consumo muy moderado no afecta al feto ni al niño una vez nacido, pero las
madres se sienten culpables con un sorbo de vino”.
De todos los hábitos determinantes en la longevidad del ser humano, el más estudiado
es la nutrición, que incide directamente en la aparición de enfermedades
cardiovasculares, osteoporosis, obesidad y en algún tipo de diabetes. La especialista
Elisa Blázquez, de la clínica Medicina Integrativa, desvela que en las zonas más
longevas del mundo las dietas suelen ser vegetarianas, aunque no considera
imprescindible este cambio de hábito para llevar una vida saludable. “La nutrigenética o
nutrición personalizada es el futuro. Gracias a un análisis genético, yo puedo saber si un
paciente presenta una predisposición mayor a tener resistencia a la insulina, en cuyo
caso, vigilaré su consumo de azúcares, o una predisposición a desarrollar enfermedades
cardiovasculares, entonces le recomendaré medidas dietéticas como aumentar el
consumo de grasas Omega-3, mientras que la detección de un gen como los UCP1,
conocidos como genes ahorradores, indica la necesidad de aumentar la actividad física
para favorecer el gasto calórico”, enuncia. El panel de genes que se suele analizar en
estos casos asciende a 16 y su conocimiento ayuda a regular sus efectos a través de
algunas pautas nutricionales. “Es imposible determinar el grado exacto de influencia
que tienen las dietas a la hora de frenar enfermedades a las que somos propensos por
genética, pero con ellas estás comprando más boletos para no desarrollarlas”, asegura la
nutricionista, que añade que uno de los genes más estudiados es el de la leptina, que
controla el nivel de saciedad. “Si existen alteraciones en él, como a veces ocurre con las
personas que comen de forma compulsiva, conviene aleccionar al paciente sobre cómo
comer despacio y masticar mucho”, precisa. La prueba genética se realiza con una
simple extracción de saliva. “Estos análisis son una herramienta muy útil para
determinar la presencia de mutaciones que conllevan una alta probabilidad de
desarrollar una enfermedad, como las que afectan a los genes BRCA1 y BRCA en el
cáncer de mama”, apunta Emilio Lecona, doctor en Bioquímica y Biología Molecular e
investigador en el CNIO. Cuando esto ocurre, Elisa Blázquez prescribe una dieta
antiinflamatoria (fruta, verduras, vegetales…) que no burla la dolencia, pero sí mejorará
la calidad de vida del paciente en caso de desarrollarla.
“La epigenética tiene una gran influencia en múltiples aspectos de nuestra biología,
como el proceso de envejecimiento y el origen y mecanismo del cáncer”, explica Emilio
Lecona. En cuanto al primero, Manel Esteller revela: “Morimos con semejantes genes a
los que nacimos, pero nuestro epigenoma ha cambiado, se ha distorsionado. La
epigenética es muy importante en el envejecimiento. ¿Un modificador que alargue la
vida? Parece que es el caso en algunos modelos de seres vivos, pero necesitamos
continuar con la experimentación”. Carlos Buesa, fundador y director general de la
farmacéutica española Oryzon, centrada en dianas epigenéticas, proclama: “Estamos
desarrollando una investigación de vanguardia en la enfermedad de Alzheimer, de una
especial relevancia en los estadios avanzados de envejecimiento”.
De los 300 tipos de cánceres que existen, bastantes tienen orígenes epigenéticos, por lo
que podrían ser tratados a la luz de esta nueva farmacología, mucho menos agresiva que
la quimioterapia. Y si un trauma infantil deja una huella en nuestro cerebro para
complicarnos, lustros después, la vida adulta, ¿por qué no usar fármacos epigenéticos
que inhiban la metilación, proceso de activación o desactivación de los genes? ¿Hay
esperanza para las infancias perdidas? Lo mejor de este campo, como anota Nessa
Carey, es que todo está aún por descubrir. Al fin y al cabo, hablamos de algo que
verdaderamente importa: robar unos años más a la vida. Y que sean buenos años.
Aquí viven las mujeres más longevas del mundo. No existen los obesos. Gran parte del
mérito se lo lleva la gastronomía japonesa (bendita soja), a la altura de la mediterránea.
Es una comunidad muy espiritual que enarbola la bandera del slow food: coma lento,
sin grasas ni calorías. La tasa de enfermedades cardiovasculares es seis veces inferior
que en Estados Unidos.
Maíz, frijoles, yuca y leche son los cuatro pilares de la dieta de los ancianos de esta
península bañada por el Pacífico, calificada como ‘zona azul’ (lugar longevo del
planeta) por National Geographic Society. No hay gimnasios, pero la gente trabaja en el
campo hasta el final de su vida. Según Luis Diego Murillo, médico de la región, el
aislamiento de Nicoya ha frenado la contaminación.
Se trata de una comunidad de adventistas cien por cien vegetariana, que según National
Geographic Society destaca en el mundo por su longevidad. El sábado hacen una
jornada de desconexión en la que solo importan “la familia y el espíritu”. Además,
adoran las nueces y disfrutan de largas caminatas por el campo. No fuman.