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Capítulo 1

(Mateo 1, 2)

Sálvanos Ahora, Hijo de David


«Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David» (Mateo 1: 1).

Para entender por qué Mateo comenzó su evangelio de la manera que lo hizo, podríamos
considerar el nacimiento de Rick Hoyt. Cuando Rick nació en Winchester, Massachusetts, el
cordón umbilical se le enrolló, dejándole con daños en el cerebro e incapaz de controlar sus
extremidades. Meses más tarde los doctores le dijeron a la familia Hoyt que Rick estaría en
estado vegetal por el resto de su vida y que debería ser puesto en una institución.
Rick Reilly escribió en un perfil sobre los Hoyts para la revista Sports Illustrated:
pero los Hoyts no lo creyeron. Notaron cómo los ojos de Rick los seguían por
la habitación. Cuando Rick cumplió 11 años lo llevaron al departamento de
ingeniería de la Universidad de Tufts y preguntaron si había algo para ayudarlo a
comunicarse.
«No lo hay», dice Dick [el padre de Rick] que le dijeron. «No acontece nada en
su cerebro». «Cuéntenle un chiste», respondió Dick. Lo hicieron y Rick se rió.
Resultó que había mucho pasando en su cerebro.
Aparejado con una computadora que le permitía controlar el cursor tocando
un interruptor con el lado de su cabeza, Rick pudo comunicarse por fin. ¿Sus
primeras palabras? «¡Vamos Bruins!» [su equipo de hockey favorito]. Y luego
que un compañero de secundaria quedó paralizado en un accidente y que la
escuela organizara una carrera de caridad para él, Rick dijo: «Papá, quiero
hacerlo».
Sí, claro. ¿Cómo iba Dick, que se describía a sí mismo como un «tonel» que
nunca había corrido más de una milla, a empujar a su hijo por cinco millas? Aun
así, lo intentó…
Aquel día transformó la vida de Rick. «Papá», escribió, «cuando estábamos
corriendo, se sentía como que yo no estaba más discapacitado!»1

Dick se comprometió a dar a Rick ese sentimiento tan a menudo como pudiera. Cuatro
años más tarde corrieron el maratón de Boston juntos. Entonces alguien sugirió un triatlón.

¿Cómo un tipo que nunca aprendió a nadar y no había montado bicicleta


desde los seis años iba a arrastrar a su hijo de 110 libras a través de un triatlón?
Aun así, Dick trató.
Ahora han completado 212 triatlones, incluyendo cuatro agotadores Ironmans
(hombres de acero) de 15 horas. Debe ser irritante ser un macho de 25 años y que
te pase un viejo arrastrando a un joven adulto en un bote, ¿no crees?
«Oye, Dick, ¿por qué no ves cómo lo harías solo?»
«De ninguna manera», contesta. Dick lo hace simplemente por «la estupenda
sensación» que consigue al ver a Rick con una sonrisa de oreja a oreja mientras
corren, nadan y montan bicicleta juntos…
«No hay dudas al respecto», Rick escribe. «Mi papá es el padre del siglo». 2

Tenemos mucho en común con Rick Hoyt, porque tenemos también un Padre que hará
cualquier cosa para darnos gozo. Como Rick, todos nacimos en un estado arruinado,
estrangulados por el cordón umbilical de la humanidad, paralizados por el peso del pecado. Por
nuestra propia fuerza, la vida que vivimos no se parece en nada a la vida que estábamos
destinados a vivir. Por mucho que tratemos, nunca vamos a mejorarnos a nosotros mismos lo
suficiente. Debemos ser salvados desde fuera de nosotros mismos.
Por esta razón es que las personas siempre han contemplado al cielo nocturno buscando
un libertador. Nuestros antepasados espirituales, los israelitas, tenían un nombre para él:
El Hijo de David.

David, la esperanza de Israel


David, por supuesto, era aquel joven pastor, rubio, de Belén, que se convirtió en rey. El
pueblo de Israel amaba a David porque era un guerrero. Dios amaba a David porque era un
hombre conforme al corazón de Dios. Incluso el nombre de David era impresionante. Se
pronuncia David (significa «amado» o incluso «querido»), sus tres consonantes sumadas daban
el número especial catorce, cuatro para la «D», seis para la «W» (V en hebreo), y cuatro de
nuevo para la «D». El número catorce era estupendo porque era dos veces siete, el número de
Dios.
Cuando era un joven en Belén, David fue ungido como rey secretamente por un sacerdote
llamado Samuel. Cuando esto ocurrió, el Espíritu de Jehová «vino» sobre él con poder (1 Samuel
16: 13, R95). Natán más tarde le diría a David estas palabras directas del Señor: «Tu casa y tu
reino permanecerán siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente» (2 Samuel
7: 16).
El trono de David eventualmente pasó a su hijo, Salomón. Cuando Salomón fue ungido
en el Monte de los Olivos se subió a la mula de su padre David y entró en Jerusalén. Las
personas salieron a las calles y exclamaron: «Que viva el rey Salomón». «Sálvanos ahora, rey
Salomón». O dicho de otra manera: «Hosanna al hijo de David». ¡Hoshana Lo-Ben David!
Pero la celebración no duraría para siempre. No mucho tiempo después de Salomón, el
trono de David al parecer llegó a su fin. Sus jóvenes príncipes desterrados a Babilonia, Israel de
repente no tenía rey, y el pueblo esperaba con inquietud por el regreso de un rey que una vez más
cabalgaría desde el Monte de las Olivas a los gritos de «¡Hoshana Lo-Ben David!»
Esperaron 500 años.
Entonces un día, en la parte norte de Israel, un ángel apareció de repente a una joven
mujer comprometida. Este fue el mismo ángel que mucho tiempo atrás había aparecido a un
príncipe llamado Daniel, trayendo un mensaje de esperanza: «Setenta semanas están
determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, poner fin al
pecado y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, sellar la visión y la profecía y ungir
al Santo de los santos» (Daniel 9: 24).
Gabriel ahora estaba delante de María. Le dijo que el tiempo había llegado. El Hijo de
David estaba a punto de llegar. ¿Consentiría ella en participar de su llegada?

Jesús, el Hijo de David


Esta es la razón por la que el Evangelio de Mateo empieza como lo hace: «Libro de la
genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham». (Mateo 1: 1). ¡Qué linaje tan
impresionante!
Mateo pudo haberse detenido allí mismo. Que Jesús era el «Hijo de David, el hijo de
Abraham», era todo lo que sus lectores judíos realmente necesitaban saber. Pero por alguna
razón, Mateo no se detiene allí. Aparentemente piensa que hay más de la genealogía de Jesús que
necesitamos conocer.
«Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá
engendró, de Tamar, a Fares y a Zara». (Versículos 2, 3, énfasis añadido).
Puede que tengamos un problema. Después de un impresionante comienzo de la
genealogía de Jesús, ¿por qué escribiría Mateo de repente «de Tamar»? Normalmente las
mujeres no figuraban en las genealogías. No se esperaba ni era necesario. Si figuraba una mujer,
debía ser algo especial, ¿verdad?
Tamar era una mujer cananea que había estado casada sucesivamente con los dos hijos de
Judá, Er y Onán (ver Génesis 38). Ambos hijos murieron en pecado dejando a Tamar sin hijo.
Así que su suegro, Judá, le prometió que le daría un tercer hijo en matrimonio a Tamar cuando él
tuviera suficiente edad. Eso nunca pasó.
¿Cómo respondió Tamar? Se disfrazó como prostituta en la puerta de la ciudad y se
acostó con nada menos que… el mismo Judá, quien no tenía idea de que fuera Tamar. Meses
después, cuando el embarazo de Tamar se hizo evidente, Judá tomó medidas para que su nuera
inmoral fuera ejecutada, hasta que Tamar le reveló a Judá que él era el padre de su bebé.
¿Qué es todo esto, una telenovela? No, son los antepasados de Jesús.
¿Continuamos?
«Fares a Esrom, y Esrom a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y
Naasón a Salmón. Salmón engendró, de Rahab, a Booz». (Versos 3–5, énfasis añadido).
¿Rahab? No puede ser esa Rahab, ¿verdad? Sí, lo es. Rahab era una prostituta cananea.
Protegió a los espías israelitas en Jericó y aparentemente se unió a los antepasados de Jesús. Con
temor y temblor, sigamos.
«Booz engendró, de Rut, a Obed» (verso 5, énfasis añadido).
Rut era una mujer virtuosa, pero por causas ajenas a las suyas, descendía de los odiados
moabitas. Los moabitas eran los descendientes de la relación incestuosa entre un Lot
emborrachado y su hija mayor después que escaparon de la destrucción de Sodoma.
¿Estamos comenzando a ver una tendencia aquí? Estos antepasados de Jesús, tanto
hombres como mujeres, no eran exactamente lo que usted llamaría buena estirpe. Incluso el
poderoso David es descrito como el «rey David engendró, de la que fue mujer de Urías, a
Salomón» (verso 6). Resulta ser que, aun David era un pecador en necesidad de un Salvador.
Mateo agrupa los antepasados de Jesús en tres grupos de catorce, el asombroso número
que habíamos comentado anteriormente. Pero en realidad, no fue así de preciso. Hubo más de
catorce generaciones en cada una de esas épocas. Mateo parecería tener otro propósito al escoger
catorce familias particulares en cada grupo:
El erudito Frederick Dale Bruner, escribe: «Uno obtiene la impresión de que Mateo
estudió cuidadosamente su A[ntiguo] T[estamento] hasta que pudo encontrar los enlaces más
dudosos posibles a fin de insertarlos en su registro».3
Otro erudito, Michael Wilkins, escribe:

la autenticidad, y lo inverosímil, de esta genealogía debe haber sorprendido a


los lectores de Mateo. Los antepasados de Jesús eran seres humanos con todas las
flaquezas, y sin embargo, todas las posibilidades, de la gente común. Dios obró
por medio de ellos para realizar su salvación. No existe un patrón de justicia en el
linaje de Jesús. Encontramos adúlteros, rameras, héroes, y gentiles. El malvado
Roboam fue el padre del malvado Abías, quien fue el padre del buen rey Asa. Asa
fue el padre del buen rey Josafat (verso 8), quien fue el padre del malvado rey
Joram. Dios estaba obrando a través de las generaciones, tanto buenas como
malas, para cumplir sus propósitos. Mateo muestra que Dios puede usar a
cualquiera, sin importar cuán marginado o despreciado, para cumplir sus
propósitos. Estos son los mismos tipos de personas que Jesús vino a salvar.4

¿Por qué se afanó Mateo por resaltar el conflictivo linaje de Jesús? Porque Mateo mismo
era conflictivo, un judío galileo que pagaba a Roma por el privilegio de cobrar impuestos a su
propia gente. ¡Qué traición!
Pero Mateo tenía una habilidad importante: podía escribir; podía llevar registros. Y
cuando Jesús de Nazaret le dio a Mateo una oportunidad, la aprovechó. Siguió a Jesús por tres
años, y más tarde escribió el Evangelio que sería siempre el primero, porque es el evangelio para
Israel, para todos aquellos que anhelan gritar: ¡Hoshana Lo-Ben David! ¡Hosanna al Hijo de
David!
Jesús vino «porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1: 21). Eso es lo que
un ángel le explicó a un estupefacto José. Lo que nadie se dio cuenta realmente en ese momento
fue qué quería decir «su pueblo». Seguramente se refería a los judíos solamente. ¿Verdad?

Los Gentiles
Había un grupo más de personas interesados en el nacimiento de Jesús, los Reyes Magos.
Fiel a su estilo, Mateo parece esforzarse por incluirlos. «Cuando Jesús nació, en Belén de Judea,
en días del rey Herodes, llegaron del oriente a Jerusalén unos sabios, preguntando: − ¿Dónde
está el rey de los judíos que ha nacido?, pues su estrella hemos visto en el oriente y venimos a
adorarlo» (Mateo 2: 1, 2).
Es una gran ironía que algunas de las primeras personas en buscar al Mesías judío fueran
gentiles. Mientras que la mayoría del propio pueblo de Jesús (y un paranoico rey Herodes)
pensaban saber qué clase de mesías esperar, estos viajeros del oriente tenían mentes y corazones
abiertos. Los Magos, o sabios, eran probablemente sacerdotes paganos o filósofos respetados de
Persia, que dedicaban sus vidas a la búsqueda de la verdad, doquiera les llevara.
No es la primera vez que encontramos magos en las Escrituras. Cerca de 500 años antes,
Daniel sirvió en las cortes de Babilonia con magos, hombres sabios. Mediante el testimonio de
Daniel, estos sabios fueron expuestos a toda una nueva fe. Pero la conexión entre las Escrituras
hebreas y los magos gentiles aparentemente iba mucho más allá. En el antiguo libro de Números,
en los capítulos 22 hasta el 24, encontramos un extraño incidente que involucra un profeta
pagano llamado Balaam, que es convocado por un preocupado rey Balak para maldecir a los
israelitas que se acercaban. Pero el Señor interviene en la travesía de Balaam, y en lugar de
maldecir a los israelitas, Balaam termina bendiciéndolos. De hecho, el Señor le da a Balaam una
de las profecías más convincentes del Mesías venidero: «Saldrá estrella de Jacob, se levantará
cetro de Israel» (Números 24: 17).
Estas palabras resonarían a través de los siglos. El historiador romano Suetonio escribió:
«Se ha esparcido por todo el oriente una antigua y arraigada creencia, de que está destinado que
en ese tiempo hombres que procedan de Judea gobiernen el mundo».5
A través de los años, mucha gente ha puesto en duda si en verdad los Reyes Magos
viajaron 900 millas para encontrar al rey de los judíos. Pero este tipo de exploraciones de los
Reyes Magos no era único en este período de tiempo. Visitas semejantes de Reyes Magos a la
realeza (aunque no a la realeza infantil) son descritas en la literatura greco-romana. En lugar de
quitar lo especial de su viaje a Belén, este hecho añade credibilidad al relato de los Reyes Magos
relatado en el Evangelio de Mateo.
William Barclay escribe: «No hay la más mínima necesidad de pensar de que la historia
de la venida de los Reyes Magos a la cuna de Cristo es solo una agradable leyenda. Es
precisamente la clase de cosa que podía haber sucedido en aquel mundo antiguo. Cuando
Jesucristo vino, el mundo estaba en un afán de expectativa… Jesús vino a un mundo en
expectativa; y, cuando vino, los confines de la tierra se reunieron en su cuna. Fue la primera
señal y símbolo de la conquista del mundo por parte de Cristo».6
¿Quiere decir que el evangelio de Mateo «para los judíos » incluye a los gentiles
también? Afirma que el Señor Jesús es Señor de todos.
Hoshana Lo-Ben David. «¡Sálvanos ahora, Hijo de David!»

1
. Rick Reilly, «Strongest Dad in the World», Sports Illustrated, June 20, 2005, http:
//www.si.com/vault/2005/06/20/8263519/strongest-dad-in-the-world.
2
. Ibid.
3
. Frederick Dale Bruner, Matthew: A Commentary; The Christbook, Matthew 1–12, rev. ed., vol. 1, (Grand
Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 2004), 9.
4
. Michael J. Wilkins, Zondervan Illustrated Bible Backgrounds Commentary: Matthew, ed. Clinton E. Arnold,
vol. 1, (Grand Rapids, MI: Zondervan®, 2002), 9.
5
. C. Suetonius Tranquillus, The Lives of the Twelve Caesars: The Life of Vespasian, trans. J. C. Rolfe, vol. 2,
(Cambridge, MA: Harvard University Press, 1914), sec. 4.5.
6
. William Barclay, The Gospel of Matthew,The New Daily Study Bible, rev. ed., vol. 1, (Louisville, KY:
Westminster John Knox Press, 2001), 32.

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