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ESPIRITUALIDAD:
HACER VS SER
P O R D O U G F I E L D S
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Con cuanta frecuencia he caído en la trampa de pensar que Dios quiere mi sacrificio de tiempo
y mi ofrenda de trabajo fuerte, más de lo que quiere mi conocimiento de alabanza y mi constan-
cia de intimidad con él. Muy a menudo me he equivocado al igualar mi salud espiritual con lo que
hago para Dios. ¿Tú también lo has hecho?
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Reconozco que la verdadera espiritualidad se puede ver mediante las actividades visibles como ir a
la iglesia, hablar francamente en un grupo pequeño, y tener meditaciones importantes. Pero la salud
espiritual y la conducta cristiana no siempre existen en una relación recíproca. Dios no está buscando
personas que actúen justamente en el exterior sin que lo hagan interiormente. Dios está mucho más
preocupado por lo que tú eres que por lo que estás haciendo.
—Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? —»Ama al Señor tu Dios con todo tu
cosas
corazón, con todo tu ser y con toda tu mente» —le respondió Jesús—. Éste es el primero y el más impor-
tante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.» (Mateo
22:36-39)
mejores La diferencia entre estos dos mandamientos es que uno es el más grande y el otro es el segundo más
grande. No comprender la diferencia puede tener efectos devastadores en tu vida espiritual porque
servir en el ministerio y amar a los demás puede convertirse en una excusa por no estar profundamen-
te enamorado de Dios.
No ver la diferencia entre amar a Dios y amar a otros (hacer ministerio) puede resultar en una vida enfoca-
da en el ministerio en lugar de ser una vida enfocada en Dios. ¿Esa distinción tiene sentido para ti? Tu servi-
cio en el ministerio con nuevas generaciones nunca debe hacerse a costa de tu espiritualidad personal.
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La segunda cosa más grande
Un mandamiento es más grande que el otro, sin embargo, no se pueden se-
parar. La fidelidad al primer mandamiento (amar a Dios) da por resultado la
obediencia al segundo (amar a los demás). Sin embargo, la fidelidad al segun-
do no nos guía necesariamente a la autenticidad del primero. Amar a Dios nos
guía a amar a los demás, pero «amar» a los demás no siempre nos guía a amar
a Dios. Sin amar a Dios, los líderes de jóvenes serían ineficientes.
¿Uno o el otro?
Otra implicación de la relación entre estos dos mandamientos es esta: el
Dios que te ha llamado a estar cerca a él es el mismo Dios que te ha llama-
do a servirlo. Tú puedes hacer ambas cosas. Puedes vivir con tensión, pero no
tienes que escoger entre una vida productiva, saludablemente espiritual y un
ministerio productivo y saludable. No es uno o el otro. Son ambos.
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Así que puedo pasarte algunas señales de advertencia que he llegado a reconocer y que indican
que estoy en peligro de desconectarme espiritualmente. Si paso por alto estas señales, pronto seré
¿Qué de las señales de advertencia por la calidad de nuestras vidas espirituales? Basadas en la eva-
luación de mi propia vida y en los comentarios con los líderes de jóvenes he identificado algunas
señales que indican una ausencia de pasión, un endurecimiento de corazón, una pérdida de creci-
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>> Pérdida de pasión: Dejaste de sentir entusiasmo acerca de Dios, su Palabra, o tu
ministerio. Ya nada parece motivarte. La vida dejó de sorprenderte.
>> Fatiga física: Durante el día estás exhausto y todas las noches te quedas dormido
tan pronto como la cabeza cae en la almohada. Estás tan cansado que no logras
permanecer despierto durante unos minutos para reflexionar en tu día mientras
permaneces acostado en silencio.
>> Falta de oración: Ha pasado un buen tiempo desde que experimentaste una ora-
ción de importancia. Te avergüenza pasar todo el día sin hablar con Dios. Y cuan-
do oras, te sientes extraño, incómodo o forzado.
>> La vida es demasiado fácil: Nuestro peregrinaje espiritual incluye tensión y tenta-
ción. La lucha es un componente necesario de la vida espiritual saludable, pero si
la vida es demasiado fácil, tal vez sea una evidencia de que estás obviando la con-
vicción o descansando en tus fortalezas y dones, en lugar de volverte a Dios para
que Él te supla con el poder que tú necesitas.
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>> La vida es muy difícil: Sin el ánimo, la dirección y la sabiduría de Dios, te ve-
rás solo manejando los problemas de la vida, algo para lo cual no fuiste dise-
ñado.
>> Conflicto en las relaciones: Tienes tensiones en tus relaciones. Los conflictos
menores no se resuelven y la amargura hace raíces. Estás enfocado en las per-
sonas en lugar de estarlo en Dios.
>> Pérdida del temor de Dios: Todo en tu vida tiene explicación y se entiende. Las
manos de Dios en tu vida casi se pueden envolver en una cajita, y todo tiene
un sentido perfecto para ti.
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¿Es esto conocido? ¿Has experimentado otras señales de advertencia? Una vez que identifiques tus señales de advertencia, tienes
una elección que hacer: negarlas o lidiar con ellas.
Negar es la respuesta más conveniente, con facilidad se justifica la señal de advertencia como «no es tan malo». Si a esto le agre-
gas la ecuación de compararte con otros («no soy tan malo como esa persona»), esto añade más combustible a la negación.
Responder a las señales espirituales de advertencia tal vez requiera sacrificio y con seguridad requerirá confesión. Contarle tu do-
lor a otro creyente te puede ayudar a dirigirte en la dirección correcta. Pero no te escaparás con facilidad de esta condición.
Durante mis primeros años de ministerio yo era un perdedor espiritual. Conocía la Biblia porque había asistido a una universidad
y a un seminario cristiano, pero trataba la Palabra de Dios como un libro de texto, no como una carta de amor divino. Me forzaba
para orar. Enseñé acerca de la dependencia en el poder de Dios en lugar de experimentarla. No tuve la intensión de vivir mi vida
separado de Dios. Esto era el resultado de realizar el ministerio y obviar lo que estaba pasando en mi corazón. Por suerte, no hice
nada que me descalificara del ministerio, pero no estaba calificado para ser un líder espiritual, sin mencionar al líder principal de
un creciente equipo. Yo era el niño modelo por hacer el ministerio a expensas de ser una persona de Dios.
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El punto decisivo llegó cuando reconocí que estaba perdiendo el
control del ministerio y que mi corazón era duro y frío para las cosas
de Dios. En lugar de pretender que todo está bien, temerosamente
le dije a una amigo que necesitaba arreglarme con Dios y que me
estaba sintiendo solo. Temía admitir mi fracaso espiritual, pero fue el
ímpetu para la reconciliación que necesitaba con desesperación.
Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana
la vida. (Proverbios 4:23)
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