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su poder para aplastar el temible desafío del Movimiento del Diseño Inteligente, y de cómo los rebeldes no solo
estamos sobreviviendo, sino cobrando mayores fuerzas en nuestras respuestas a sus ataques. Lo recomiendo
encarecidamente.»
Phillip E. Johnson, catedrático emérito de derecho, Universidad
de California, Berkeley; autor de Proceso a Darwin
«A la vez que lleva al lector más allá de los titulares, Thomas Woodward —el principal historiador del
Movimiento del Diseño Inteligente— analiza los acontecimientos cruciales de la última década.»
Michael J. Behe, departmento de biología, Universidad de Lehigh
«La controversia sobre el darwinismo y el Diseño Inteligente significa una revolución científica y social
principal. Todo aquel que quiera comprenderla debería leer este libro, a la vez oportuno y bien escrito.»
Jonathan Wells, author, The Politically Incorrect Guide to
Darwinism and Intelligent Design
«Mi amigo Tom Woodward es uno de los cronistas más eficaces y coherentes del Diseño Inteligente en
América en la actualidad. Esta excelente obra clarificará algo de la niebla de confusión extendida por los
darwinistas, y dará al lector una información sólida y útil con la que defender el Diseño Inteligente. Un recurso
de gran valor en uno de los debates de mayores consecuencias de nuestros tiempos.»
Chuck Colson, fundador y presidente, Prison Fellowship
«Lúcido, exhaustivo, y fresco como las primeras noticias de la mañana, Darwin contraataca examina el
lanzamiento del Movimiento del Diseño Inteligente y la respuesta que ha provocado. Woodward expone cómo
el DI plantea el desafío a la interpretación de una exhibición de inteligencia sin actividad inteligente, e invita a
una evaluación alternativa de los datos científicos. A la vez que proporciona un valioso recurso para el
observador experimentado, este libro será especialmente atrayente para los estudiantes y para los recién
llegados al debate que deseen una rápida puesta al día.»
Leo R. Zacharski, profesor de medicina, Dartmouth Medical School
«En su intento de devolver el fuego en el debate en contra del Designio Inteligente, los darwinistas están más
que nada disparando salvas. Tom Woodward hace una obra magistral en su disección de sus débiles argumentos
y en su exposición de cómo el establecimiento darwinista ha recurrido a una apariencia de prueba mediante
asertos autoconfiados, falacias genéticas y tácticas ad hóminem en lugar de confrontar de forma genuina los
argumentos y las pruebas que han presentado los teóricos del DI. Woodward predice con razón que al final estas
tácticas no prevalecerán.»
Stephen C. Meyer, director, Centro para la Ciencia y la Cultura – Instituto Discovery
«En Darwin contraataca, Tom Woodward relata la reciente historia de contienda enconada entre el DI y sus
antagonistas. Woodward es un participante directo que narra una absorbente historia que clarificará tanto la
naturaleza como el motivo del áspero debate actual acerca de esta cuestión.»
Kenneth Petzinger, profesor de física, College of William and Mary
«En Darwin contraataca, Woodward presenta un relato claro, fiel y fascinante del Diseño Inteligente, de su
historia, de los argumentos en su favor, de los contraargumentos de los darwinistas, y de las respuestas de los
teóricos del DI. Este es un libro importante para cualquiera que quiera una perspectiva clara del debate
DI/evolución.»
Russell W. Carlson, profesor de bioquímica y de biología molecular;
director técnico ejecutivo del Centro de Investigación de Hidratos
de Carbono Complejos, Universidad de Georgia
«Este es un libro importante. Nos pone al día sobre el último asalto en el continuo debate acerca de nuestros
orígenes, y nos ayuda a preparar el escenario para el próximo asalto. Mejor aún, deja claro a aquellos que
puedan no haber estado siguiendo los acontecimientos más recientes que el verdadero debate científico
comenzó bien, pero que se interrumpió pronto, y que en su mayor parte está sin resolver.»
David Keller, profesor de química, Universidad de Nuevo México
«El doctor Woodward ha hecho un favor tanto a los simpatizantes como a los detractores del movimiento del
DI. Aunque Tom es evidentemente un proponente del DI, mantiene la capacidad de dar un paso atrás y permitir
que los críticos anti-DI presenten sus argumentos. Esto va rápidamente seguido de las refutaciones de parte de
las figuras más destacadas del DI. También cubre todas las principales críticas: “El DI no es ciencia”, “el DI es
religioso”, “la complejidad irreducible ha quedado refutada”, e incluso la más fantasiosa: “el DI comportará el
final de la ciencia”. Nadie comprende mejor el movimiento del DI y a sus detractores que Tom Woodward.»
Ralph Seelke, profesor de biología y de ciencias de la tierra,
Universidad de Wisconsin-Superior
«Una brillante y exhaustiva secuela a Dudas sobre Darwin, donde, de la mano de uno de los más destacados
proponentes del Diseño Inteligente, se hace una crítica de los desafíos al DI desde 1996 hasta 2006, y donde se
documenta que la constante de dichas respuestas es que son sorprendentemente abundantes en retórica y faltas
de ciencia.
Walter Bradley, profesor distinguido de ingeniería
mecánica, Universidad de Baylor
«En Darwin contraataca, Tom Woodward ha rendido un inapreciable servicio a la comunidad del DI. El
progreso del movimiento del DI puede ser seguido con la mayor claridad gracias a los crecientes ataques
procedentes de la comunidad evolucionista. Los que están al margen de la contienda pueden sentirse tentados a
creer que el DI ha sido vencido y que está en retirada. La lúcida prosa y la detallada investigación de Woodward
demuestran precisamente lo contrario. ¡Lea este libro y entusiásmese!»
Raymond G. Bohlin, conferenciante sobre evolución,
presidente, Ministerios Probe
Contenido
Cubierta
Portada
Eologios
Prólogo
Prefacio
Apéndice
Notas
Índice
Thomas Woodward
Créditos
Prólogo
Muy semejante a un espía de una novela de John Le Carré que hubiera estado presente
en cada uno de los cruciales acontecimientos de la Guerra Fría, Tom Woodward ha
estado constantemente presente en el escenario de la guerra cultural sobre el diseño
inteligente. Es un observador con un conocimiento privilegiado. Con su libro Dudas
sobre Darwin se estableció como el historiador del Movimiento del Diseño Inteligente.
Ahora, con Darwin contraataca, adopta el papel de un corresponsal de guerra de gran
talento, desplazándose arriba y abajo por las líneas del frente, siguiendo las corrientes
de una retórica intensa, y a menudo feroz, que unos darwinistas llenos de pánico
lanzan contra los teóricos del designio.
Mi primer encuentro con Tom fue en 1990 cuando yo era un becario posdoctoral en
informática en la Universidad de Princeton. Como graduado de Princeton, Tom
comenzó a trabajar estrechamente con un grupo de miembros de la facultad de
Princeton en 1988, con el objetivo de desarrollar una serie anual de conferencias en la
universidad acerca de una diversidad de temas académicos. Junto con estos profesores,
organizó conferencias dictadas por Alvin Plantinga en Princeton en el otoño de 1990.
Conocí a Tom en una de estas conferencias, y en los siguientes años experimentamos
«encuentros en entornos universitarios» en muchos otros lugares, especialmente con el
papel clave que él desempeñaba de reunir a académicos darwinistas y a teóricos del
designio en francos intercambios y crítica mutua.
Fue oportuno que nos conociésemos en una conferencia de Alvin Plantinga, porque
Plantinga es no solo uno de los filósofos más bien considerados de nuestra era, sino
que también es uno de los que ha escrito de forma comprensiva acerca del proyecto
intelectual del Diseño Inteligente. En este contexto, se le puede considerar como un
símbolo de la creciente pesadilla retórica a la que hacen frente los neodarwinistas en el
exaltado mundo de la universidad. Esta pesadilla no es simplemente el resultado de la
presión política que los darwinistas están experimentando. Más bien, se trata de que la
historia darwinista de la evolución en la que ellos fundan sus esperanzas se está
desmoronando.
Los argumentos en pro del designio se fundamentan en patrones empíricamente
identificables en el universo, los cuales demuestran que la inteligencia constituye un
aspecto esencial de la estructura causal conocida del universo (véase la premisa de lo
posible en los capítulos que siguen). En consecuencia, las inferencias de designio no se
pueden descartar a la ligera con meras bravatas, o con desdeñosos ataques personales,
o ni siquiera con invocaciones teológicas de «un diseño deficiente». De hecho, como
Woodward observa en este volumen, la contrarretórica de los defensores de Darwin
está dando bandazos hacia unas formas de tal estridencia y vitriolo que provoca más
curiosidad hacia las causas psicológicas de los estados emocionales de dichos
darwinistas que acerca de los «malvados motivos» de los defensores del DI. Los
historiadores de la ciencia nos ayudan generalmente a comprender esta clase de
subtexto personal del argumento científico, pero como historiador de la retórica,
Woodward ha hecho todavía más: ha explorado esta faceta del debate con un especial
cuidado, catalogando con un detalle vívido e inolvidable el laberinto donde la lógica y
la evidencia empírica confrontan a la emoción y la narrativa personal.
El anterior libro de Woodward —Dudas sobre Darwin— recibió grandes aplausos de
numerosos académicos en absoluto asociados con el Movimiento del DI (véase los
«aliados inesperados» en el capítulo 11 de este libro). Del mismo modo, en Darwin
contraataca, sus narraciones y percepciones como retórico de la ciencia resultarán
igualmente indispensables para los defensores de la ortodoxia darwinista y para
aquellos que la desafían. Mi predicción es que esto será especialmente cierto en su
análisis del debate que gira alrededor de Michael Behe y del flagelo (capítulo 5), así
como de su cobertura del empate sobre el origen de la vida (capítulos 8 y 9) y de los
explosivos que los ateólogos lanzan sobre su propio tejado (capítulo 11).
Se ha dicho que los movimientos culturales e intelectuales pasan por tres etapas:
primero, se les ridiculiza; luego, se les presenta una oposición violenta; y al final se les
acepta como una segunda naturaleza, de modo que la gente no puede ni imaginarse de
qué trataba toda la polémica. En este libro, Woodward expone cómo el movimiento del
DI ha entrado ahora en la segunda etapa, y luego hace una evaluación de cómo
estamos haciendo. La segunda etapa es la crítica. Es en esta etapa que se decide el
futuro de un movimiento; si posee el fondo para hacer frente a las fulminantes críticas
con que se enfrenta, o si morderá el polvo.
Woodward es optimista, igual que yo, acerca del resultado último de la controversia
sobre el DI, y él concluye su cuidadoso análisis con unas predicciones bastante osadas.
Si tiene razón, podremos esperar un tercer volumen de su autoría, que complete la
trilogía sobre el movimiento del DI que comenzó con Dudas sobre Darwin y que ahora
continúa con Darwin contraataca. Si tiene razón, este tercer volumen podría titularse
de forma apropiada como El triunfo del designio. Pero, por cuanto «Darwin» figura en
los títulos de los volúmenes anteriores de la trilogía, puede que desee titularlo algo así
como La decrépita idea de Darwin, o Darwinismo: Los años de decrepitud.
WILLIAM A. DEMBSKI
Prefacio
Perspectiva general
El uno de agosto de 2005, unos reporteros en la Casa Blanca preguntaron al
Presidente Bush por su opinión acerca de la nueva teoría del Diseño Inteligente que
había estado saliendo con creciente frecuencia en las noticias. Específicamente, ¿debía
enseñarse en las escuelas? El Presidente manifestó que le parecía una buena idea que
se expusiera a los estudiantes a las nuevas ideas. Sus breves comentarios, hechos sin
más dentro del contexto de una conversación sobre muchos temas con reporteros,
fueron aislados por la prensa y se hizo de ellos una noticia de grandes titulares. Time,
que había estado preparando un artículo sobre el Diseño Inteligente, se precipitó a
completar su investigación e hizo de dicho artículo su tema de portada la semana
siguiente.[1] A renglón seguido intervinieron autoridades de todos lados. Muchos se
lamentaban de la ignorancia científica del Presidente, mientras que otros aplaudían su
espíritu de fomento de la libertad de expresión. Los comentarios de Bush abrieron el
camino a una nueva discusión pública y a un debate en los medios acerca de los pros y
contras de enseñar el Diseño Inteligente en las aulas de las escuelas públicas.
En medio del fragor de este debate se había perdido de vista un hecho crucial. El
Instituto Discovery, la agencia central para la coordinación y financiación para la
investigación del Diseño Inteligente (abreviado DI), había apremiado a las escuelas a
no demandar la inserción del DI en el plan de enseñanza de las escuelas públicas,
porque la teoría se encuentra en su adolescencia, y cualquier «exigencia de enseñanza
del DI» trasforma inevitablemente la cuestión del designio en la naturaleza en una
polémica política. Más bien, los académicos de Discovery apremiaban a las escuelas a
renovar su enseñanza de la teoría dominante, la evolución darwinista, de manera que
deje de excluirse sistemáticamente la evidencia contraria a la misma. En otras palabras,
enseñen más acerca del darwinismo que nunca en el pasado: enseñen la teoría como
se hace actualmente, pero indiquen también dónde se enfrenta con líneas de evidencia
contradictorias.
El día después que los reporteros extrajesen aquellos breves comentarios del
Presidente y desencadenasen el frenesí de los medios de comunicación, uno de los
principales oponentes del DI, Paul Gross, apareció en el programa de televisión
O’Reilly Factor. En sus declaraciones, dijo que «el Diseño Inteligente es un complejo
y creciente cuerpo de acción y de literatura, mayormente de relaciones públicas, con el
propósito de enseñar, o al menos sugerir, que hay un enorme conjunto de evidencias
científicas que demuestran que la biología evolutiva estándar está en error, que lo que
se conoce como darwinismo se ha derrumbado. Todo esto es falso».[2]
Al mencionar el «enorme conjunto de evidencias científicas» que algunos perciben
que han llevado al derrumbamiento del darwinismo, Gross hace aflorar una cuestión
clave que genera diversas cuestiones: ¿Está caduco el darwinismo? ¿Está lentamente
descendiendo en espiral hacia un espectáculo sin precedentes de derrumbamiento
científico global? ¿Se han agrietado verdaderamente y derrumbado más allá de toda
reparación sus cimientos científicos y filosóficos, como lo exponen vigorosamente los
científicos que trabajan dentro del Movimiento del Diseño Inteligente? ¿Está
emergiendo un nuevo paradigma del Diseño Inteligente que retiene las ideas
darwinistas solo al modesto nivel de la microevolución—la variación de estructuras ya
existentes?
¿O acaso es todo al revés? ¿Acaso el darwinismo, sometido a poderosas críticas de
los teóricos del Diseño Inteligente, está surgiendo con más fuerza que nunca? A raíz
del bombardeo y ametrallamiento retórico que ha estado padeciendo el DI de parte de
científicos y de los medios de comunicación durante la década pasada, ¿es acaso el DI,
en lugar del darwinismo, el que se está hundiendo bajo el peso de la crítica científica y
de la «evidencia abrumadora» de la evolución darwinista?
Este doble estallido de preguntas capta el espíritu de un duro choque científico que
ha llegado al público en años recientes. Este conflicto es diferente del de versiones
anteriores del debate sin fin acerca de los orígenes. En este debate, el libro de Génesis
no es el tema de discusión.
Sé perfectamente que la resolución del Juez John E. Jones en la vista de Kitzmiller
contra la Junta Escolar de Dover en diciembre de 2005 declaraba que DI «no es
ciencia», sino más bien un derivado religioso del creacionismo bíblico. Esta polémica
sentencia, aplaudida por los darwinistas como su «regalo de Navidad de 2005», ha
comenzado a caer como un boomerang sobre el campo darwinista debido a los
notorios errores del Juez Jones acerca de los supuestos de hecho y a su silencio acerca
de los días de testimonio científico que atacaron de forma implacable el testimonio
anterior de los testigos darwinistas. La respuesta publicada por el biólogo Michael
Behe, de la Universidad de Lehigh, señaló ella sola veinte graves errores—y ello solo
en la sección de ciencia del dictamen del Juez Jones.[3]
Por mi parte, yo contemplo la resolución del caso Dover como un fascinante pie de
página en un debate acerca de los orígenes que ha quedado radicalmente transformado.
Ahora existe un enfoque preciso sobre un conjunto específico de descubrimientos
científicos que está impulsando al nuevo movimiento. Diciéndolo de forma sencilla,
algunos investigadores están argumentando que al irse desvelando nuevos niveles de
complejidad en los sistemas de la vida, estos sistemas hipercomplejos, de gran riqueza
en información, están estirando la fe en el modelo darwinista hasta más allá del punto
de rotura. Un resumen típico del DI en dos párrafos podría ser como sigue:
Las pruebas científicas exponen ahora una sorprendente gran limitación en la
capacidad de las mutaciones aleatorias para desarrollar nuevos genes funcionales.
[4] También, al ir aprendiendo más acerca de la molécula filiforme del ADN, que
en las células humanas tiene como 20.000 genes —ficheros digitales incrustados
en lo que viene a ser el disco duro de ADN de la célula— tanto más vemos que
esta información soportada por el ADN es estructuralmente idéntica a la
información ordinaria codificada en las comunicaciones humanas (libros, DVDs
digitalizados) y otros artificios del hombre. Para identificar qué clase de causa
«escribió los ficheros del ADN», podemos aplicar el potente planteamiento del
razonamiento que los científicos emplean actualmente, y que se designa como «la
inferencia a la mejor explicación». Por cuanto el ADN (con el ARN y las
proteínas) presenta una estructura matemática que se llama «complejidad
especificada» (incluso un gen exhibe una probabilidad asombrosamente pequeña,
en tanto que sus letras están precisamente especificadas), esto nos hace posible
plantear una cuestión clave. En el mundo real, el mundo del ensayo científico y de
la experiencia, ¿observamos alguna vez procesos naturales que produzcan esta
clase de complejidad? De hecho, nunca se ha constatado un ejemplo en el que la
naturaleza elaborase esta clase de complejidad. Sin embargo, en la estructura de
causa y efecto contemplada en nuestro mundo coetáneo, las causas inteligentes
producen fácilmente esta clase de complejidad especificada. De modo que la
inferencia al designio para el ADN se basa en nuestra experiencia de las
estructuras observadas del mundo real, no en algo imaginario.[5]
Se encuentra una evidencia igualmente convincente de designio en el flagelo
bacteriano, que posee un motor giratorio que impulsa a ciertas bacterias a través
del líquido como un submarino con un motor fuera borda. El flagelo, como lo han
expuesto los biólogos Michael Behe y Scott Minnich, presenta una complejidad
irreducible pareja a la de una máquina, lo que es un indicador empírico de
designio debido a que excluye una evolución por pasos secuenciales mediante
selección. Quitemos una pieza del flagelo, y su sistema giratorio no funcionará.
Las historias darwinistas de la evolución del flagelo son (en el mejor de los casos)
unas «historias especulativas» fragmentarias. Sus cuarenta piezas, todas ellas
proteínas con una conformación específica, son evidencia suficiente de una
inteligencia subyacente a la vida, y el flagelo es solo la punta del iceberg. La
célula está abarrotada de estos complejos sistemas con multiplicidad de piezas
que siguen desafiando a la explicación darwinista de un origen por pasos
secuenciales.
Naturalmente, si un darwinista ilustrado (familiarizado con el debate del DI) lee este
párrafo, seguramente objetará ruidosamente contra este punto: «¿Qué hay de la crítica
de Kenneth Miller contra la complejidad irreducible? ¿Cómo puede nadie aceptar este
patético “argumento de la incredulidad” del DI? ¿Cómo explican los teóricos del
Diseño Inteligente sistemas deficientemente diseñados como la columna vertebral
humana —o, especialmente, el ojo humano? ¿Cómo iba un creador sabio a producir
unos productos tan deficientes como estos?»
Sé que si yo estuviera en el puesto de los darwinistas, mi mente estaría bullendo con
pensamientos como estos. Mi bateria de respuestas imaginadas desvela la naturaleza
científica sumamente conflictiva de la épica contienda entre el DI y el darwinismo.
Estamos a años luz del choque estereotipado por la La herencia del viento entre la
religión dogmática y la ciencia ilustrada, aquella película que grabó una versión
totalmente ficticia del juicio de Scopes en nuestra conciencia. Ahora ya no se trata más
de William Jennings Bryan contra Clarence Darrow —ya no se trata más de religión
contra ciencia. En la actualidad es Michael Behe, de la Universidad de Lehigh, el
bioquímico proponente del DI, contra Kenneth Miller, de la Universidad Brown,
biólogo de la escuela del darwinismo. Ahora se trata del teórico del DI Scott Minnich,
profesor de microbiología en la Universidad de Idaho y que publica sus
investigaciones acerca del flagelo, enfrascado en una intensa polémica con Robert
Pennock, profesor darwinista de filosofía que enseña en la Universidad Estatal de
Michigan y que ha publicado críticas contra el DI. Guste o no guste, ya no se trata más
de ciencia contra religión; ahora se trata de ciencia contra ciencia.
Esta dura y furiosa campaña de ataques lanzada por los críticos del Diseño
Inteligente, con los vigorosos contraataques de los defensores del DI, es el centro de
atención de este libro. Quiero narrar la historia de este intenso período y, a lo largo de
ello, separar y seguir la batalla sobre cada uno de los argumentos principales. Algunos
son científicos, otros son filosóficos, y otros se dan a un nivel popular, en cuestiones
de cultura y educación. La clave para la comprensión de la acción retórica es
entresacar los hilos principales, entender los argumentos centrales, examinar
cuidadosamente las pruebas cruciales, pero no perderse en los detalles. Este es mi
objetivo.
En este estudio quiero seguir los choques acerca del DI después de 1997, cuando el
movimiento crecía y se difundía por el mundo universitario y se desarrollaba hasta
llegar a ser una cuestión cultural e intelectual crucial para el público general. Debido a
que ya he tratado en Dudas sobre Darwin acerca de las respuestas recibidas por la
crítica de Johnson, la atención en este libro se centrará en Michael Behe y William
Dembski, los teóricos principales de la «detección del diseño», y en Jonathan Wells, el
crítico de «las pruebas de darwinismo en los libros de texto» (como la historia de la
polilla del abedul y la comparación de embriones). Los capítulos 5, 6 y 10 se dedicarán
a la obra de dichos autores, a los ataques que recibieron, y a sus réplicas a sus
detractores. Los capítulos 8 y 9 considerarán algunas de las críticas más enérgicas
realizadas desde el DI a la actual ortodoxia de los libros de texto —la proliferación de
escenarios de evolución química (sobre el origen de la vida).
La evidencia de los fósiles —tanto en favor como en contra del darwinismo—
incluye un frente de batalla principal en la guerra de la retórica. El choque acerca de
los fósiles se tratará en el capítulo 7. Debido a que los argumentos paralelos hacia el
designio a partir del ajuste fino del universo siguieron jugando un papel importante y
creciente en el respaldo del argumento del diseño en biología, también dedicaré el
capítulo 11 a considerar la lucha sobre estos argumentos y a pruebas en física y
astronomía, junto con el curioso uso que se hace de argumentos teológicos para
apuntalar el darwinismo. Finalmente, en un capítulo de conclusiones, trataré de
comprender este momento en el tiempo y proyectar algunos cambios probables y
sendas a seguir en los años venideros.
Para seguir la historia de cómo el darwinismo contraatacó contra el DI y abrió una
nueva fase del debate, será prudente dedicar tres breves capítulos preliminares a una
perspectiva histórica de conjunto antes de pasar a los choques argumentales. Me
concentraré en primer lugar en el conflicto fundamental entre las dos teorías, con la
siguiente pregunta: ¿A qué se debe que las modestas afirmaciones del DI (en
comparación con las del creacionismo) generen una hostilidad tan intensa? ¿Qué es lo
que está realmente en juego, y cuál es exactamente la amenaza que se percibe desde el
designio? Luego, a lo largo de dos capítulos de exploración histórica sobre la década
de 1990 y acerca del período posterior al 2000, relataré la crónica de este apasionante
choque entre los teóricos del designio y los defensores de la ciudadela del darwinismo.
Pasamos a continuación a estas historias y preguntas preliminares.
2
La verdadera cuestión
La sinfonía macroevolutiva de la naturaleza
El meollo de la cuestión
Según los críticos, ¿cuáles eran los fallos científicos cruciales del Diseño Inteligente?
La acusación contra el DI como «mala ciencia» dependía de cuánto espacio hubiera
disponible —si se trataba de una columna de un diario, de un artículo de fondo, o de
un libro. Con independencia de su extensión, casi siempre aparecía, expresa o
implicada, una acusación tersa y contundente. Los críticos decían que los teóricos del
diseño inteligente habían «rechazado la ciencia» o que «habían renunciado a la
ciencia», y ello de forma flagrante. Este tipo de discurso encerraba un universo
imaginario de historias de traición a la ciencia.
Como regla general, la construcción de estos escenarios de traición empleaba
diversos elementos. Primero, los teóricos del designio que afirmaban estar
investigando el origen de la complejidad eran acusados por sus adversarios de dar la
espalda al compromiso fundamental de la ciencia de un pensamiento claro y de una
investigación diligente. A Phillip Johnson, por ejemplo, se le acusaba constantemente
de que no comprendía «cómo opera la ciencia». Michael Behe, por su parte, fue
acusado una y otra vez de una «grandísima pereza» por su abandono de una búsqueda
de soluciones.[6] En segundo lugar, los teóricos del DI, según los críticos,
simplemente rehusaban seguir la evidencia empírica a donde les guiase. En concreto,
el nuevo movimiento estaba dando la espalda a una evidencia abrumadora que ha
demostrado a las claras que los seres de la tierra han cambiado con el paso del tiempo.
(La palabra abrumadora se blandía a menudo como un mazo verbal para realzar cuán
inexcusable era el error de los teóricos del DI). A menudo se añadía un tercer
argumento para agitar la especulación: Muchos biólogos evolutivos han manifestado
una fe religiosa y sin embargo han aceptado la evolución como el modo que Dios
escogió para crear. De modo que, ¿cuál es el problema con el DI? ¿Por qué esta gente
no puede deshacerse de sus obsesiones religiosas contra el descubrimiento científico
de la evolución? ¿Acaso no están actuando como extremistas religiosos, y en la
práctica deshaciéndose de su racionalidad, o al menos cegándose ante la evidencia,
para proteger un dogma sagrado? ¿Cómo pueden negar el cambio continuado de la
naturaleza que los está mirando a los ojos? El tema fundamental quedaba claro: se
habían deslizado actitudes anti-intelectuales que habían corrompido la capacidad
normal de razonar de estos académicos. ¡El DI constituía un rechazo de la ciencia, y
por ello se debía ahora rechazar su pseudociencia de estos académicos!
Estos pensamientos e imágenes subyacentes forman la materia de dramas
imaginativos, y también constituyen el desarrollo del subtexto oculto de mucha crítica
contra el DI. Pero estas fantasías y estas críticas, tejidas y vueltas a tejer con muchas
variaciones, han dejado de lado una gran parte de la historia del debate acerca del
designio en el mundo de lo viviente. Los dirigentes del DI, desde mediada la década de
1980 en adelante, dejaron claro que no rechazaban la teoría de Darwin en su totalidad.
Los argumentos de Denton contra el darwinismo estaban fundados en una cuidadosa
distinción entre la evolución a pequeña escala, o microevolución (totalmente
verosímil), y la macroevolución impulsada por selección natural (abrumadoramente
inverosímil, según argumentaba Denton). Cada investigador y autor del DI desde
Denton ha seguido la misma pauta argumental. Todos han reconocido la credibilidad
científica básica de los microcambios, o de las variaciones de menor entidad de las
estructuras ya existentes, lo que conducirá al origen de nuevas variedades o incluso de
especies hermanas. A este nivel también se pueden seguir las verdaderas operaciones
de la selección natural para eliminar a los genéticamente incompetentes. La selección
natural es algo real; se puede observar operando a este nivel.
De modo que nadie estaba negando el cambio a lo largo del tiempo, la más imprecisa
y débil definición de evolución, como tampoco había ninguna disputa sobre la
adaptación de especies a sus medios ni incluso a cambio en frecuencias de genes, otra
definición popular de evolución. Contemplar el mundo de lo viviente es ver cambio a
lo largo del tiempo. A las especies se las observa adaptándose incesantemente al
medio. Por ejemplo, las bacterias y los insectos desarrollan resistencia a ciertos
productos químicos. Así que, en cierto sentido, hay una evidencia abrumadora de
evolución —si uno se concentra en el fenómeno trivial de la microevolución. Pero ya
antes de Darwin se había desvanecido la oposición a la microevolución.[7] De modo
que permanece la cuestión fundamental: ¿Cómo puede la evidencia descubierta en
favor de esta clase limitada de evolución (variación de la forma existente, por la
aplicación de fuerzas naturales) llevar de forma automática a extender la línea de
puntos de forma indefinida hasta la producción (innovación) de clases totalmente
nuevas de órganos y organismos? ¿Es legítima una extrapolación así? La mayoría de
los teóricos del DI argumentaban que no lo es.
Una de las principales estrategias que se emplearon contra el DI —con una eficacia
limitada— fue amasar pruebas acerca de dichos cambios menores y luego tratarlos
como demostración de la capacidad de la naturaleza para desarrollar todo el árbol de la
vida. Un excelente ejemplo de esta estrategia tuvo lugar en noviembre de 2004, cuando
más y más estadounidenses llegaban a conocer las tesis del DI. La cubierta de aquel
mes de la revista National Geographic planteaba una sorprendente pregunta: «¿Estaba
Darwin equivocado?» La primera página del artículo repetía la pregunta, pero un
titular en la página siguiente gritaba con letras gigantes: «No.» El subtítulo añadía:
«Las pruebas a favor de la evolución son concluyentes». El autor del artículo, el
periodista independiente David Quammen, usa una estrategia doble. Primero, ignora
completamente a los que discrepan de Darwin y sus argumentos. De hecho, pretende
que el DI no existe. (Esta estrategia se advierte también en la obra final de Stephen Jay
Gould, La estructura de la teoría de la evolución).[8] La segunda estrategia de
Quammen para vindicar a Darwin es típica. Describe una amplia variedad de pruebas,
casi todas las cuales pueden quedar dentro de la categoría de «microevolución». Y sin
embargo estas pruebas, descritas como «concluyentes» y «convincentes», solo son
concluyentes y convincentes para quien no haga distinción entre la microevolución (la
variación de estructuras ya existentes) y la producción de innovaciones auténticas:
nuevos órganos, nuevos planes de organización corporal y nuevas máquinas
moleculares en la célula. Esta última clase de evolución —la macroevolución— es el
verdadero campo de batalla, pero el artículo de Quammen guarda generalmente
silencio acerca de los profundos interrogantes que se multiplican en este ámbito de la
evolución. De forma muy destacada, el supremo gran salto, que nunca se menciona en
el artículo de Quammen, es el supremo misterio: el origen de la vida. ¿Cómo pudieron
las primeras células vivas, que precisan de cientos de genes, surgir a partir de
sustancias químicas inertes, en ausencia de una dirección inteligente?[9]
Así que el argumento central del DI y la esencia del peligro que percibían los críticos
era la insistencia en distinguir entre microevolución y macroevolución, y, en segundo
lugar, la insistencia también en la implacable exigencia de pruebas convincentes de
una macroevolución impulsada por medios naturales. Aunque el consenso oficial en
biología es que todos los cambios fundamentales fueron originados constantemente por
las leyes de la naturaleza, el DI argumentaba que simplemente no hay justificación
para extender los muy pequeños retoques observados de componentes orgánicos hasta
auténticas innovaciones de nuevas estructuras completas.
La naturaleza en operación
Entrando más a fondo en el pensamiento darwinista, vemos que el único actor en la
macroevolución, según la biología ortodoxa, es la naturaleza misma, a la que se
atribuye el asombroso poder de imitar a la inteligencia. De modo que los darwinistas
contemplaban todas las multiplicadas formas de vida actuales como los eslabones
restantes en una red mayormente extinta de cadenas naturales ininterrumpidas. Para
cambiar de metáfora, el director de esta sinfonía de la vida fue la interacción de la ley
científica y del azar; ninguna inteligencia real marcó nunca una diferencia detectable.
En este punto, hemos descendido hasta la roca basal del darwinismo. El compositor,
que juega el papel de la inteligencia creativa en este drama, es la selección natural. La
selección —nos dicen—, es el motor de la macroevolución; se ha demostrado que
tiene un poder creativo increíble, reformateando de forma incesante la vida de una a
otra forma y escribiendo megabytes de «código informático» del ADN —las decenas
de millares de ficheros genéticos en el disco duro de la célula. Desde un caldo químico
hasta las palpitantes bacterias, a los veloces peces, a los reptiles que se deslizan, a los
monos que bostezan y al hombre que teoriza —todo este drama de amplios horizontes
en la sinfonía de la vida fue desarrollado por un magistral compositor que actúa
también como director con la batuta en la mano. El nombre del compositor (para usar
la designación de Darwin para la selección) es «la supervivencia de los más aptos».
Esta teoría mecanística de la macroevolución por medio de la selección natural —«la
historia del génesis» del darwinismo— fue atacada de forma intensa e implacable
desde todos los ángulos por teóricos del designio; era el talón de Aquiles de la
evolución biológica. Algunos teóricos, Michael Behe como caso más destacado, ni
siquiera descartan el árbol de la vida de Darwin —la descendencia común de todos los
seres vivos.[10] Lo que Behe niega en La caja negra de Darwin es que los motores
moleculares de la vida y otros sistemas de complejidad prodigiosa fuesen ensamblados
por la selección natural o por cualquier otra causa no inteligente perteneciente a la
naturaleza. Lo que Behe afirma es que no hay ninguna buena razón científica, a este
nivel de biología, para negar la inferencia de que estas máquinas fueron de hecho
diseñadas por un agente inteligente. La ciencia debería poder absorber esta sacudida, a
pesar de cuales puedan ser sus implicaciones metafísicas.[11]
El peligro fundamental percibido que emana de los teóricos del DI en esta coyuntura
(aunque no siempre se ha expresado abiertamente) fue la proposición de volver a
introducir las causas inteligentes en la panoplia de explicaciones científicas. Esta idea
constituía una desviación profundamente radical respecto a la convención científica. El
DI estaba repudiando públicamente una doctrina que había dominado en la biología
durante un siglo y medio —desde la publicación por Darwin de El origen de las
especies en 1859. Esta doctrina, que pretende que solo las fuerzas materiales fueron
responsables del surgimiento de la asombrosa diversidad y complejidad de la vida, se
adoptó simplemente como un hecho desde finales del siglo diecinueve. La exclusión de
otras causas posibles, como la inteligencia o siquiera la idea filosófica de la teleología
(que las cosas existan con un fin) se consideró como una sana limpieza para el bien de
la pureza de la ciencia. «¡De buena nos hemos librado!» vino a ser la respuesta casi
universal (aunque dicha en murmullos) de los darwinistas.
Esta crucial regla de razonamiento darwinista —la exclusión imperativa de un
designio real o de la teleología como punto de partida de la investigación científica—
había recibido un nombre: naturalismo metodológico. Esta regla y su filosofía
subyacente se convirtieron en un campo de batalla cuando Phillip Johnson escribió
Proceso a Darwin.[12] Los herejes del DI habían analizado y rechazado esta regla,
preguntando qué base había para restringir las posibles causas que se pudieran
considerar para cualquier fenómeno físico determinado. Al rechazar la regla
naturalista, los teóricos del DI traspasaron la línea de lo aceptable dentro del
paradigma dominante. Y han estado pagando caro este gesto desde la década de 1990
en adelante —a causa de una creciente y estridente campaña anti-DI, que constituye el
tema principal de este libro.
En Dudas sobre Darwin conté la historia de un furioso debate improvisado que surgió
entre Stephen Jay Gould y Phillip Johnson delante de otros diez académicos que se
habían encontrado para una reunión de una semana en Boston para considerar «el
problema de la evolución y de la creación en las escuelas públicas».[1] En el contexto
de aquel combate al estilo Jedi con sables luminosos verbales crepitando, introduje el
papel de apoyo de un espectador —un evolucionista simpatizante que jugó un papel
principal como crítico amistoso y comprobador de datos para Phillip Johnson. Me
refiero al destacado paleontólogo David Raup, de la Universidad de Chicago, que
garantizó la precisión de los escritos científicos de Johnson ante la reunión de Boston.
En otoño de 2000, Raup me dijo que el trabajo de Johnson «es académicamente muy
bueno, y, naturalmente, esto se ha negado en amplios sectores. No se le puede acusar
de nada; realizó su tarea cuidadosamente y comprende el 99 por ciento de la biología
evolutiva».[2]
Los tres protagonistas clave en esta historia —Johnson, Gould y Raup— simbolizan
tres tipos clave de actores científicos en el drama en el que entramos: el Asediado
Hereje del DI, el Celoso Inquisidor y el Valiente Indagador. Necesariamente, este
capítulo destacará a los dos primeros tipos de actores, por cuanto son los protagonistas
más enérgicos y visibles a ambos lados de la línea de enfrentamiento. Al mismo
tiempo, no deseo pasar por alto ni minimizar el importante papel de los Valientes
Indagadores, a los que describo como evolucionistas de miras amplias que (1) son
plenamente conscientes de los problemas, de las anomalías e incluso de las grietas en
los fundamentos del actual paradigma darwinista, y (2) están interesados en introducir
ideas heréticas como las del Diseño Inteligente en la discusión para ver si se consigue
algún avance mediante las mismas.
Debo mantener reserva respecto a los detalles, pero se me ha autorizado a dar un
esbozo de un sorprendente almuerzo de trabajo que tuvo lugar recientemente en una de
las universidades más prestigiosas del mundo, donde un célebre físico que se había
vuelto profundamente escéptico acerca del darwinismo se encontró para almorzar con
un biólogo evolutivo pionero al que había llegado a conocer. Un objetivo principal del
físico era encontrar un terreno común y llegar a un entendimiento mutuo. En tonos
apacibles, estos dos científicos encontraron rápidamente un área científica donde
ambos estaban de acuerdo: una inteligencia que plasma un designio es una explicación
tan buena como otra para el origen de la primera célula, dado nuestro actual estado de
conocimientos. En otras palabras, se mostraron de acuerdo en que la evolución
química había resultado ser un campo cuyo principal logro había sido el de revelar la
enorme magnitud del misterio al que se hacía frente. Luego, el físico expuso su
evaluación de su lectura de la obra final de 1400 páginas de Gould, La estructura de la
teoría de la evolución. El biólogo escuchó con atención mientras el físico compartía
sus observaciones y detallaba por qué sus dudas solo aumentaron al leer a Gould. El
almuerzo acabó con una nota positiva, sin palabras duras ni indigestión. El hereje del
DI (el físico) no fue calificado como tal por su compañero de diálogo, el Valiente
Indagador (el biólogo). Debido al compromiso de ambos profesores de buscar
explicaciones científicamente verosímiles en un diálogo abierto y respetuoso, se
consiguió un avance en la comprensión mutua.
Abrigo la esperanza de que estos encuentros serenos y racionales llegarán a ser la
verdadera ola del futuro. Tristemente, las voces más destacadas que se han levantado
en medio de los biólogos de la corriente dominante no han sido las de los Valientes
Indagadores sino la de los Celosos Inquisidores. La primera fase de la caza de brujas
contra el DI comenzó cuando los dos primeros libros de Phillip Johnson, Proceso a
Darwin y La razón en la balanza, comenzaron a incidir en la conciencia de los campus
universitarios y del público americano durante el período de 1991-1995. Los escritos
de Johnson, así como sus frecuentes conferencias en los campus universitarios fueron
probablemente la mayor causa de inquietud para el establecimiento biológico durante
este período, pero había muchos antagonistas que estaban trabajando duro a mediados
de los 90 para desvirtuar sus argumentos.
Al mismo tiempo, los defensores de Darwin no podían ignorar tan a la ligera al
bioquímico Michael Behe y su libro La caja negra de Darwin, especialmente cuando
la importancia central de Behe y sus nuevas ideas comenzaron a penetrar en los
Estados Unidos y todo el mundo en 1996. En tanto que la obra de Johnson raras veces
atrajo la atención de los grandes medios de comunicación, la de Behe sí que lo hizo —
repetidas veces y a los más altos niveles. La atención prestada a Behe fue más intensa
que nunca casi una década después cuando se dedicaron siete párrafos a su obra y a su
punto de vista en el reportaje de portada de Time en agosto de 2005.
Retrospectivamente, la ascensión de Behe puede considerarse como el primer gran
avance del DI después de la inicial corriente de entusiasmo ante las críticas publicadas
por Michael Denton y Phillip Johnson. Este nuevo período comienza en las
postrimerías de la primavera de 1996 cuando la editorial de Behe, Free Press, se
preparó para lanzar su primera impresión de 10.000 copias de La caja negra de
Darwin.
El contexto general
Para enmarcar la acción en este período, me detendré para describir la perspectiva
general. La dinámica histórica que siguió al lanzamiento del libro de Behe a finales de
julio de 1996 se podría comparar con el avance coordinado de un ejército ascendiendo
por un terreno montañoso para tomar una fortaleza estratégica. Aquí la fortaleza
representa la supuesta verosimilitud de una macroevolución impulsada por medios
naturales y el consiguiente monopolio del darwinismo como el único punto de vista
aceptado en el mundo académico. Con la llegada de Behe a la escena (y
posteriormente con las publicaciones de Jonathan Wells, Stephen Meyer y William
Dembski), el DI había comenzado de repente a usar un nuevo y más potente conjunto
de armas que le ayudaba a moverse más rápidamente hacia la fortaleza. Con cada
avance, aproximándose más a su objetivo, los defensores dentro de la fortaleza fueron
movilizados una y otra vez. Esta tarea de movilización tuvo lugar principalmente bajo
la dirección de Eugenie Scott, directora del Centro Nacional para la Educación
Científica (National Center for Science Education en inglés, NCSE) en Berkeley,
California. El NCSE se dedicaba a la vigilancia de toda clase de movimientos
creacionistas hacia el terreno educativo, para poder enfrentarse a los mismos y
detenerlos.
Los defensores lanzaron andanada tras andanada de artillería, usando sus propios
obuses y cohetes con los potentes explosivos de la retórica científica. Abrigaban la
esperanza de que podrían detener el avance e incluso repeler totalmente el ataque. Así,
en este enfrentamiento metafórico, cada avance principal se dio cuando los argumentos
del DI en favor del designio se hicieron públicamente visibles mediante su difusión en
los medios de comunicación, o cuando salieron a la luz pruebas hostiles u otros
problemas para el darwinismo. Cada nuevo libro de DI contribuía a este avance, como
también los ocasionales simposios o conferencias en campus universitarios. Con el
lanzamiento de intensas andanadas sobre el DI, el avance quedaba algo dificultado, y
esto tenía lugar cuando se anunciaban descubrimientos respaldando el darwinismo o
cuando los contrarios lanzaban sus propios contraataques mediante artículos, libros y
presentaciones públicas. Durante el resto de este capítulo rastrearé las principales
etapas del avance del DI a través de un intenso fuego, centrándome en los
movimientos clave de cada lado.
Primero nos volvemos a Michael Behe, que realizó una serie de avances de
comunicación muy importantes que se iniciaron con un estallido el 4 de agosto de
1996, cuando el New York Times publicó una reseña sorprendentemente positiva de
James Shreeve del libro de Behe. Shreeve elogió a Behe como escritor, tomó nota de
su interesante reto a la ortodoxia darwinista, aunque al final se mostró partidario del
darwinismo con una respuesta del tipo «no renunciemos todavía a Darwin». Shreeve
expresaba su esperanza de que los científicos de la generación de nuestros nietos
podrían dilucidar las etapas naturales por las que evolucionaron las complejas
máquinas naturales. Esta línea argumental se convirtió en una de las réplicas más
comunes a Behe —insinuando (o declarando abiertamente) que su libro era resultado
de una actitud perezosa, y de un abandono prematuro del problema.[3]
Al cabo de menos de tres meses, el New York Times invitó a Behe a publicar un
resumen de su argumento en un artículo de opinión, «Darwin bajo el microscopio» (20
de octubre de 1996). Su columna se publicó en parte debido a que al director de las
columnas de opinión le había gustado el libro de Behe, y también porque el aparente
respaldo del Papa a la evolución había hecho grandes titulares en las primeras páginas
de los diarios de todo el mundo, incluyendo el Times pocos días antes, el 26 de
octubre. (Posteriormente resultó que se habían distorsionado sus comentarios.)[4] El
director creyó que Behe, como católico romano, podría aportar una nueva e interesante
perspectiva acerca de la evolución. En otras dos ocasiones en los siguientes años,[5]
Behe escribió artículos de opinión para el New York Times y fue presentado de forma
positiva en reportajes, aun a pesar de que el Times dejó claro desde un punto de vista
editorial que se rechazaba el Diseño Inteligente como un desafío legítimo al
darwinismo.[6] Ello no obstante, el Times tomó una decisión trascendental cada vez
que permitió a Behe delinear sus ideas acerca de la complejidad irreducible de la
célula, y explicar por qué esta prueba de designio era inequívoca.
Muy pronto se llegó a reconocer que la obra de Behe elevaba el nivel de amenaza
contra el darwinismo de forma considerable, porque estaba escribiendo desde su
propio campo (la biología molecular) y estaba formulando lo que parecía ser un
argumento verdaderamente científico para la detección del designio. Sus motivos eran
algo menos susceptibles de ataque que los de Johnson. En el caso de Behe no se había
dado una conversión religiosa en su madurez, sino solo científica. De hecho, trató de
sacar partido de esto, recordando sin cesar al público que había sido la evidencia
empírica, no sus creencias religiosas de toda su vida como católico, lo que le había
llamado la atención y le había impulsado como catedrático de biología de Lehigh a
dudar de la historia darwinista de la creación. Explicaba que eran las múltiples líneas
de datos anómalos, tal como las había expuesto Denton y posteriormente Johnson, las
que le llevaron a investigar la biología evolutiva y la evidencia en la nanotecnología de
la célula que daban indicación de designio.[7]
La caja negra de Darwin concentró rápidamente el control de la conversación acerca
de la credibilidad de la macroevolución, al centrar la atención en las realidades a nivel
molecular donde la selección natural parecía, al menos a primera vista, absolutamente
incapaz de una previsión y planificación como las que se necesitan para la elaboración
y el montaje de los muchos componentes de los diminutos sistemas intracelulares.
Cuando Behe introdujo el concepto de complejidad irreducible y otras frases e ideas
provocativas en el debate académico, movilizó a muchos de los destacados defensores
de Darwin de todo el mundo a una precipitada defensa de la fortaleza darwinista contra
el avance del pelotón encabezado por Behe. Extremadamente desasosegados por el
nivel de atención que los medios de comunicación habían concedido a Behe, estos
defensores abrieron diversos sitios web consagrados a la crítica de sus ideas. Algunos
atacaron la calidad de su investigación, y Behe respondió punto por punto a los
primeros ataques. Aparecieron docenas de reseñas críticas. No pasó mucho tiempo
hasta que salieron objeciones directas de las ideas de Behe, inicialmente en forma de
artículos y ensayos en revistas, donde se sostenía que los mediocres esfuerzos de Behe
se habían «hundido» (esta parecía ser la palabra preferida en los ataques contra Behe).
redefinen a su manera la «complejidad irreducible» para minimizarla al máximo. Yo, desde luego, no
clasificaría el sistema que ellos presentan como nada cercano a la complejidad irreducible (CI). Los
sistemas de CI ... contienen múltiples factores proteínicos activos. Su «sistema», en cambio, consiste en
una sola proteína y su ligando. Aunque en la naturaleza el receptor y el ligando forman parte de un
sistema mayor que tiene una función biológica, la pieza de este sistema mayor que ellos separan no hace
nada por sí misma. En otras palabras, los componentes aislados con los que ellos trabajan no presentan
una complejidad irreducible.
Stephen Meyer añade: «Si esto es lo mejor que puede hacer el establecimiento darwinista después de
diez años de intentos de refutar la teoría de Behe de diseño inteligente, realmente la teoría neodarwinista
se encuentra en estado lastimoso. La realidad es que el argumento de Behe sale muy fortalecido con cada
intento sucesivo de ponerlo a prueba mediante una refutación experimental».[26]
Se acepta la apuesta
Hablar acerca de un imaginado desarrollo gradual de la complejidad al nivel de un
órgano es una cosa; considerar este desarrollo en todas sus diminutas etapas en el
interior de la célula, a nivel molecular, es otra cosa muy distinta. En cierto sentido, es
fácil para la imaginación humana recorrer la senda imaginada de un punto sensible a la
luz, luego a un ojo primitivo «ahuecado», luego a un ojo simple fijo con una lente, y
finalmente todo el recorrido hasta un ojo vertebrado. La mente humana tiene una
capacidad bien reconocida de comparar imágenes y patrones semejantes y de realizar
una transformación (morphing) que cubra la discontinuidad de uno a otro extremo,
siguiendo una pretendida senda evolutiva. (Los programas informáticos de morphing
dan ahora una expresión visible a esta constante capacidad humana.) Mi propia teoría
es que esta capacidad de morphing de la mente humana subyace a mucho de la
confianza en estos escenarios de macroevolución tal como se contemplan en la
secuencia del ojo de Darwin y de Simpson. Pero, ¿qué del morphing a lo largo de una
serie de pasos de simple a complejo en la senda de una evolución de aparatos
moleculares en el interior de la célula? ¿Acaso se puede también visualizar de manera
verosímil la formación de estos nanoórganos «por numerosas y ligeras modificaciones
sucesivas»?[10]
Es precisamente aquí que Behe inauguró un nuevo campo de ensayos para la apuesta
de Darwin. Behe expresó su intención, al usar el criterio enunciado por Darwin, de
prestar atención al mundo liliputiense de los sistemas celulares compuestos de
proteínas con sus interacciones. En La caja negra de Darwin Behe expone con un
detalle tremendamente complicado los resultados de décadas de investigación
realizada por los biólogos moleculares. Estas diminutas piezas de maquinaria
molecular que funcionan conjuntamente de una manera maravillosamente integrada se
exploran en cada uno de los siete sistemas seleccionados. (Behe dice que la célula está
abarrotada de estos sistemas.) Un comentario que se oye con frecuencia, incluso en
reseñas hostiles, es que Behe ha realizado un trabajo impresionante al describir la
extremada complejidad de estos sistemas de partes múltiples (de múltiples proteínas).
Al comienzo de un prolongado ataque contra Behe en Unintelligent Design, Mark
Perakh dice: «Todos estos sistemas [la coagulación de la sangre, el cilio, etc.] parecen
verdaderos milagros, y es divertido leer la excelente descripción que hace Behe de
estas combinaciones extremadamente complejas de proteínas, cada una de ella
dedicada a una función específica. La complejidad de los sistemas bioquímicos ha
quedado expuesta por Behe de forma espectacular.»[11]
Aquí es donde Behe recoge el guante del desafío de Darwin (¿puede X formarse de
forma verosímil por numerosas y ligeras modificaciones sucesivas?) y lo aplica a las
mencionadas máquinas y sistemas celulares. Behe expone que la teoría de Darwin
tiene que someterse a su prueba última aquí en los aparatos moleculares. Los
resultados de la prueba ya los tenemos, y la selección natural ha fracasado
espectacularmente como explicación digna de crédito de los conjuntos proteínicos que
encontramos operando en las rutinas cotidianas de una célula. Debido a su
dependencia de un conjunto específico preceptivo de proteínas para poder mantener la
función, estos sistemas son irreduciblemente complejos. Quitemos una proteína del
sistema, y deja de funcionar. El concepto de que evolucionaron por pequeños pasos
moleculares parece abrumadoramente inverosímil, al menos en términos de la
selección natural, que no puede prever y seleccionar para un objetivo distante. Estas
entidades irreducibles, según todas las apariencias, fueron diseñadas, no aparecieron
por evolución.
Naturalmente, los darwinistas argumentarán que sí existen algunas formas
intermedias de estos sistemas, al menos en dos casos —el flagelo y la cascada de la
coagulación sanguínea. Abordaremos ambos casos en breve, pero recordemos la
pregunta de Darwin: «Suponiendo que todas las partes y órganos de tantos seres
independientes hayan sido creados separadamente para su propio lugar en la naturaleza
¿por qué han de estar con tanta frecuencia enlazados entre sí por series de
gradaciones?»[12] Desafortunadamente para Darwin, las «series de gradaciones» que
se han seguido en la naturaleza para algunos órganos simplemente no existen en la
célula. No existen series de gradaciones de formas más simples de máquinas
moleculares. Además, dice Behe, si se explora la literatura sobre evolución y biología
molecular en busca de escenarios detallados y susceptibles de prueba en cuanto a cómo
surgió cualquiera de estos sistemas, se encuentra lo que él describe como «un silencio
ensordecedor». Nadie en el mundo de la ciencia tiene ni idea de cómo estos sistemas
pudieron evolucionar, por secuencias moleculares graduales. Esta investigación última
de Behe actúa como colofón de su argumento.
Esta, naturalmente, es la esencia del argumento de Behe, aunque él lo desarrolla con
mucho mayor detalle en su libro. Incluye también discusiones paralelas acerca del
misterio del origen de la vida (que abordaremos en los capítulos 8 y 9) y sondea las
ideas de Stuart Kauffman sobre autoorganización. Es evidente que La caja negra de
Darwin debería ser lectura obligatoria tanto para los partidarios como para los
adversarios del DI, para posibilitarles una buena comprensión de la esencia de la teoría
y para comprender por qué el DI ha resultado convincente para muchos
norteamericanos educados no comprometidos filosóficamente con el naturalismo, y
que se han tomado el tiempo para leer el libro de Behe.
Los críticos darwinistas han lanzado sucesivos ataques contra los argumentos de
Behe. Algunos han adoptado la forma de reseñas hostiles de su libro —ha habido más
de cien reseñas del libro publicadas desde 1996; alrededor de la mitad eran algo
hostiles o peor. Otras críticas aparecieron como artículos en revistas o capítulos de
libros, como en los cuatro libros rompe-búnkers lanzados contra el DI en 2004. Estos
contraargumentos se reducen a media docena de tipos, tres de los cuales tendré tiempo
de perfilar a continuación, junto con las réplicas de Behe. Debería señalar que Behe ha
sido contundente en sus respuestas y crecientemente optimista al hacer frente a estas
duras críticas. Él preveía que sus argumentos atraerían un fuego muy encarnizado, y en
sus respuestas ha señalado repetidas veces que los investigadores darwinistas siguen
sin saber en absoluto —en términos de escenarios susceptibles de prueba— cómo
surgieron los sistemas de complejidad irreducible.[13]
¿Analogías defectuosas?
Un planteamiento principal para tratar de bloquear la conclusión del designio a partir
de la complejidad irreducible (CI) de máquinas en el interior de la célula es atacar la
analogía de Behe de la trampa para ratones como «mala» (o «defectuosa»), a la vez
que se presenta en su lugar una «buena» analogía darwinista que promete exponer
como la CI puede verdaderamente surgir de la naturaleza. No dedicaré mucho tiempo a
esta cuestión, porque las analogías son sencillamente esto, instrumentos ilustrativos.
La capacidad argumental de cada lado, en favor o en contra del argumento de la CI, no
reside en último término en la capacidad de los paralelismos físicos que se puedan
establecer. Sin embargo, la discusión es suficientemente importante para que
consideremos la acusación de la «analogía defectuosa».
Cuando tuvo lugar el debate de Firing Line en diciembre de 1997 en la Universidad
de Seton Hall, que se difundió por emisoras del Sistema Público de Difusión por todos
los Estados Unidos, participaron en el mismo cuatro participantes en cada lado del
debate acerca del DI. Uno de los más interesantes emparejamientos fue una
conversación de diez minutos entre Behe y Kenneth Miller. El lector recordará el libro
de Miller, Finding Darwin’s God [En busca del Dios de Darwin], una de las más
destacadas obras anti-DI que se mencionan en el capítulo 3. Una de las declaraciones
de Miller fue que la analogía de la trampa para ratones fallaba, y que por ello el
argumento de Behe cojeaba. Eliminemos el gatillo, retorzamos un poco la palanca de
sujeción, y se puede situar cuidadosamente su extremo debajo del muelle, listo para
que se dispare. Miller incluso realizó una demostración de su trampa para ratones
modificada (para perplejidad del moderador Michael Kinsley, que pidió una
explicación de lo que estaba pasando). Miller dice que debido a que la ilustración de
Behe falla (la trampa puede funcionar con menos de cinco piezas), su teoría carece de
fundamento.[14]
Behe rechazó inmediatamente el argumento de Miller, observando que la
modificación exigía una manipulación inteligente de las piezas, de modo que el muelle
servía ahora para una nueva y segunda función como gatillo. Behe mencionó otra
afirmación que había llegado a sus oídos —que la trampa para ratones fallaba porque
se podía eliminar la base y unir los otros cuatro componentes a un suelo. Esta absurda
refutación fue despachada en pocas palabras, observando Behe que el suelo está ahora
funcionando como base. Se sigue precisando de cinco piezas.[15]
Estas críticas de la trampa para ratones han proliferado desde este debate. El más
activo en esta línea fue el biólogo John McDonald de la Universidad de Delaware.
McDonald es conocido por su página web donde aparecen diversas trampas para
ratones más simples: Una sola pieza (él mismo admite que no funciona bien), dos
piezas, tres piezas y cuatro piezas.[16] Después de revisar sus trampas para ratones en
años recientes (como respuesta a críticas de teóricos del DI), volvió a subir sus figuras
tipo cómic de modo que ahora pasan por trece etapas de evolución, desde una pieza
hecha de un lazo de alambre hasta llegar a la moderna trampa de cepo. Sin embargo,
siguen sin poder pasar por transiciones graduales de una a otra sin una manipulación y
reelaboración significativas. Además, McDonald sabe bien que los componentes
biológicos en las células vivas reales, de las que las piezas de la trampa para ratones
sirven como ilustraciones, son proteínas con unas conformaciones específicas que
dependen de unas instrucciones digitales codificadas minuciosamente en el ADN. No
hay referencia en el argumento de la trampa para ratones de McDonald al hecho de que
las proteínas son piezas con una conformación específica y de gran improbabilidad.
Las proteínas no son como trozos de alambre o terrones de fango. No pueden ser
modificadas ligeramente aquí y allá doblándolas, retorciéndolas y moldeándolas. En
resumen, para cualquiera que no esté filosóficamente comprometido con la respuesta
darwinista, el modelo evolutivo de las trampas que presenta McDonald parece un
ejercicio de irrelevancia.
Sin embargo, en la página web de Kenneth Miller en la que se critica la trampa para
ratones de Behe, él dice que el hecho de que se precise de intervención inteligente para
ir de una trampa para ratones a otra no viene al caso. El problema para Behe, dice
Miller, es que se pueden cazar ratones (aunque de forma ineficiente) con menos de
cinco piezas. Además, los precursores de la trampa para ratones se pueden usar con
otros fines. A veces Miller lleva una aguja de corbata hecha con una diminuta base, y
con un muelle y una barra. Dice Miller: «Demostrando como demuestro que se puede
usar parte de una trampa para ratones para un fin distinto, se demuestra por analogía
que es también posible usar parte de un sistema bioquímico para un fin distinto. Este es
el peligro fatal de la analogía de la trampa para ratones para el argumento de Behe, y
se ha convertido en una trampa de la que no se puede escapar».[17]
La respuesta de Behe es que no hay ningún fatal peligro del que tener que escapar.
Manifiesta que nunca ha negado que subsistemas de una máquina de complejidad
irreducible pudieran servir para otra función. El problema reside en aquello que pueda
impulsar la transición de un sistema a otro —un escenario verosímil, susceptible de
prueba, para pasar del sistema más simple al más complejo. Toda la idea de
precursores funcionales comporta la idea de dispositivos que operen para realizar la
misma función, o incluso diferentes funciones, siguiendo una serie de gradaciones que
tengan significado evolutivo al ser impulsadas por la selección natural. Esto es lo que,
dice Behe, jamás se ha demostrado en la literatura dedicada a criticar el DI o la trampa
para ratones durante todos los años transcurridos desde la publicación de La caja
negra de Darwin.
En Debating Design (El debate acerca del designio), el simposio sobre DI publicado
por Cambridge University Press en 2004, Behe y Miller vuelven a enfrentarse,
contribuyendo un capítulo cada uno. Dice Behe: «Pero esto es precisamente lo que [la
serie de McDonald] no demuestra —si por “precursor” Miller se refiere a “precursor
darwiniano”. Al contrario, la serie de trampas para ratones de McDonald demuestra
que incluso si uno descubre un sistema más simple para realizar alguna función, esto
no da base a nadie para creer que se podría producir un sistema más complejo para
realizar la misma función mediante un proceso darwinista que comenzase a partir del
sistema más simple. Más bien, la dificultad de hacer esto en el caso de una simple
trampa para ratones nos da una razón convincente para creer que no se puede hacer en
el caso de máquinas moleculares complejas».[18] Mientras tanto, otros académicos
como William Lane Craig cuestionan la pertinencia de esta clase de ataque en su
totalidad, diciendo que no tiene relevancia para evaluar la CI como indicador de
designio.[19] Algunos darwinistas han replicado con analogías propias (como arcos de
piedra) para luchar contra la analogía de Behe.[20]
Una explicación del punto muerto acerca de los fósiles: El DI toma la palabra
Al ir desgranando la situación acerca de los dos lados de la cuestión, volveré a
comenzar desde el lado del Diseño Inteligente. La mejor manera de captar la
perspectiva del DI acerca de los fósiles es volver a los fundamentos y volver a
enfatizar las dos grandes pautas ahora visibles en el registro del pasado sepultado en
rocas sedimentarias. Estas pautas universalmente reconocidas de los datos fósiles
fueron hechas célebres por Stephen Jay Gould y sus colegas con su desarrollo de una
teoría llamada «equilibrio puntuado». Dichas pautas son: (1) la aparición repentina de
nuevas formas, que aparecen en escena en un estallido sin antecesores identificables, lo
que va seguido de (2) una estasis, que es una persistencia de forma o de estabilidad
estructural (una especie de «resistencia a la evolución»).
Para quienes no estén familiarizados con la teoría de Gould, el equilibrio puntuado
sostiene que la mayoría de los seres vivientes no evolucionaron de una manera regular
y continua hacia nuevas formas, como si uno estuviese desplazándose por una rampa,
sino que evolucionaron más bien como a saltos de escalones. La estabilidad de la
forma (estasis) se representa con el plano de un escalón, y el surgimiento abrupto de
una nueva especie —la parte vertical del escalón— tiene lugar de forma muy rápida.
Debido a la rapidez de este cuasi-salto, y debido a que el cambio tiene lugar en un
grupo muy pequeño y reproductivamente aislado, la fosilización de una de las formas
de transición sería necesariamente un acontecimiento muy infrecuente. Esta era la
manera en que Gould explicaba la extrema rareza de los intermedios de transición. (Al
describir el surgimiento de una nueva especie como «rápido», Gould se refería a
rapidez geológica: quizá miles de años —un abrir y cerrar de ojos en comparación con
los millones de años de duración de la forma estable, sin cambios, durante los períodos
de estasis.)
Los teóricos del designio presentan ciertos argumentos clave a partir de la pauta de
una aparición repentina seguida de estasis: En primer lugar, esta clase de pauta parece
estar en desacuerdo flagrante con la imagen que tenemos del neodarwinismo estándar,
que preserva el escenario de pequeños pasos graduales que Darwin expresó tan bien,
llevando a un universo viviente de formas de vida que van pasando por un cambio
inexorable y continuo: «Puede decirse que la selección natural está escudriñando cada
día y a todas horas, por todo el mundo, las más insignificantes variaciones; rechazando
aquellas que son malas, conservando y acumulando aquellas que son buenas;
trabajando silenciosa e insensiblemente siempre y dondequiera que se presente la
oportunidad, en el perfeccionamiento de cada ser orgánico».[3] Esta imagen de un
cambio continuo parece estar en profundo desacuerdo con la pauta de escalones del
equilibrio puntuado. (De hecho, Darwin dejó claro que en su teoría la naturaleza nunca
podía realizar un salto repentino a una nueva forma, un acontecimiento a veces
designado como «saltación». En sus escritos, Gould discurre acerca de esta gran
obsesión de Darwin y parece haber estado empeñado durante toda su vida en
«reformar a Darwin» y extender la teoría original a fin de que pueda aceptar
efectivamente algún papel para modestos saltos repentinos a lo largo del camino.)
En segundo lugar, Darwin comprendía la objeción a su teoría desde la perspectiva de
la falta de transiciones tanto en el mundo de lo viviente como en el registro fósil, y se
aferraba enérgicamente a un concepto para explicar este fenómeno. Su clave para
explicar esta situación era sencillo: el «constante exterminio de intermedios» por parte
de las nuevas y más perfectas formas de vida. En las discusiones modernas esto recibe
a veces la designación de «sustitución competitiva». Sin embargo, según el
paleontólogo David Raup, la inmensa mayoría de las extinciones tienen lugar en
mortandades en masa desencadenadas por cataclismos de alcance global, y desde luego
no son causadas por una sustitución competitiva. Además, este modo de sustitución
implica un escenario típico en el cual, por ejemplo, un protomurciélago primitivo,
simbolizado como «A», pierde en la competencia y es sustituido por el
protomurciélago más evolucionado «B», que a su vez resulta reemplazado por el «C»,
y así hasta que alcanzamos el «Z» —el murciélago verdaderamente actual. Pero, una
vez más, esto no es lo que aparece en el registro fósil. Es cosa bien sabida que los
murciélagos más antiguos parecen ser en todos los sentidos murciélagos «Z» (de
apariencia totalmente moderna) y que entre los fósiles no podemos descubrir ninguna
progresión significativa ni hasta este punto ni a partir del mismo (solo encontramos
variación a partir de entonces). Una vez más, el escenario de la sustitución competitiva
no parece ajustarse bien con la universalidad de la aparición repentina y de la estasis.
[4]
Tercero, y de la mayor importancia: incluso en el escenario de la evolución según
Gould sería de esperar la existencia de intermedios (que se podrían encontrar
ocasionalmente) hasta cierto punto, al menos al cruzar los espacios morfológicos más
extensos. Por ejemplo: una bacteria no se aísla en un rincón de una gran población de
bacterias, y después, con el transcurso de unos cuantos miles de años de afortunadas
macromutaciones, evoluciona el plan corporal y la biblioteca genética para construir
un animal complejo —como un trilobites o una medusa. Un salto morfológico tan
drástico es evidentemente absurdo. De modo que deberíamos todavía esperar
transiciones intermedias aquí y allá en el registro fósil donde las discontinuidades son
abismales, y cuando es mayor la distancia que se cubre para cambiar la morfología (el
plan corporal) de una clase de animal a otro, tantas más formas intermedias serían de
esperar. Aquí es exactamente donde la explicación darwinista parece desmoronarse. En
el video documental Iconos de la evolución, que se corresponde con su libro del
mismo título, Jonathan Wells explica esto de una forma bastante sencilla con una
ilustración: «Si se piensa en el árbol ramificado de Darwin, con un antecesor común
aquí abajo [al pie del árbol] y las diferentes formas modernas de animales aquí arriba
[en los extremos de las ramas], tendríamos una forma para empezar, que iría
divergiendo gradualmente en formas ligeramente diferentes, y más y más diferentes,
hasta que se conseguirían todas las diferencias fundamentales que vemos en la
actualidad. El problema con la explosión cámbrica es que todas estas principales
diferencias aparecen juntas simultáneamente sin evidencia fósil de que descendiesen
de este antecesor común».[5]
Allí donde los evolucionistas ven la repentina aparición de animales con las mayores
diferencias estructurales concebibles, como la enorme diferencia entre los trilobites (de
los artrópodos) y las estrellas de mar (equinodermos), tendrían que suponer que estas
dos formas habían descendido de algún otro filo o filos ancestrales en rocas más
profundas. Pero hay bien poco que encontrar por lo que se refiere a antecesores. Los
candidatos, en rocas subyacentes, son meras formas de vida unicelulares o esponjas (en
China se han encontrado recientemente embriones de esponjas en rocas
inmediatamente por debajo del Cámbrico), o los animales de forma de pluma de la
fauna ediacarana (que por lo general son considerados como vías muertas, no como
antecesores). La ruta de escape evolucionista más extendida, que dice que los
antecesores eran seres de cuerpos blandos y que no se podían fosilizar, ha quedado
firmemente bloqueada por los nuevos hallazgos de embriones de esponja, muy
blandos, hermosamente fosilizados en los sedimentos del Precámbrico en China.
Naturalmente, la expectativa normal es que para cubrir estas gigantescas
discontinuidades estructurales deberíamos encontrar más transiciones intermedias en
las situaciones normales de discontinuidad. Pero no encontramos ninguna en absoluto.
Resumiendo: los mayores cambios en la estructura corporal involucrarían el mayor
número de formas intermedias, y por ello, cuanto más grande el espacio entre dos
planes corporales, tantas más transiciones deberíamos encontrar entre los fósiles. Pero
lo que vemos en el Cámbrico es precisamente lo contrario. Precisamente allí donde
necesitamos más transiciones para apuntalar la teoría de Darwin (entre los filos), no
encontramos ninguna. ¿Persisten estos vacíos a lo largo del tiempo? Los teóricos del
DI dicen: «Desde luego». Y esta es la razón por la que resaltan el misterio del
Cámbrico, que sigue empeorando con el paso del tiempo.
Esperanza durante los años noventa: Nuevos mundos y una proliferación de ideas
El misterio generó un modesto efecto de reacción en cadena entre los científicos en
general, y especialmente en el campo de la evolución química. En la revista Yale
Journal of Biology and Medicine, el profesor de medicina James Jekel escribió: «Este
volumen como un todo es demoledor para la aceptación relajada de las actuales teorías
de la abiogénesis». Klaus Dose, un investigador pionero prebiótico, se refirió de forma
favorable a El misterio en un artículo reseña de 1988, y recapituló así la situación:
«Más de 30 años de experimentación acerca del origen de la vida en los campos de la
evolución química y molecular han llevado a una mejor percepción de la inmensidad
del problema del origen de la vida sobre la tierra, en lugar de a su solución. Por el
presente, todas las discusiones acerca de teorías y experimentos principales en este
campo están o bien en un punto muerto o han llevado a una confesión de ignorancia».
[16]
Paralizado y bloqueado serían dos palabras que en 1988 describían la sensación
desasosegante respecto a la elucidación del camino seguido desde moléculas sin vida
hasta la célula viva. Sin embargo, parecieron avivarse las esperanzas a finales de la
década de 1980, precisamente cuando Dose estaba recapitulando esta sombría
situación. Se entrevieron nuevos mundos teóricos, especialmente el mundo del ARN.
Esta visión se basaba en la nueva idea de «el ARN primero», que resultó de la
investigación de dos científicos que compartieron el Premio Nobel de química en
1989: Sidney Altman de la Universidad de Yale y Thomas Cech de la Universidad de
Colorado. En la década de 1980 descubrieron que a veces el ARN puede imitar ciertas
proteínas, señalando a una posible salida de la cuestión de la gallina y del huevo
(¿quién fue primero, las proteínas o el ADN?) De forma efectiva, dijeron: «Ninguno de
los dos fue primero: ¡el primero fue el ARN!» La clave de esta idea es su
descubrimiento de que algunas moléculas de ARN pueden actuar como enzimas,
acelerando algunas reacciones químicas de forma parecida a como las enzimas actuales
(proteínas especializadas) lo hacen constantemente en nuestras células. Así, se puede
ver a las moléculas de ARN realizando una doble tarea: almacenan información (como
el ADN) y sin embargo, de manera sorprendente, a veces catalizan reacciones
químicas. ¡Se puede tener lo mejor de ambos mundos en una sola molécula! Así, el
ARN pasó de la noche a la mañana de ser una molécula relegada y en las sombras a la
situación de nueva estrella de los estudios del origen de la vida.
Pero entonces surgió un nuevo conjunto de preguntas: ¿De dónde procedían las
secuencias informacionales en la hipotética protovida del ARN? (Esta era una pregunta
clave planteada una y otra vez por figuras pioneras en la química abiótica.) ¿Cómo se
secuestraron los cruciales azúcares exclusivamente dextrógiros y se enlazaron a esta
molécula a partir de una mezcla caldosa que contendría azúcares tanto levógiros como
dextrógiros? ¿Hay alguna evidencia de que el ARN se pueda copiar a sí mismo? Las
respuestas a estas preguntas no han sido esperanzadoras. Robert Shapiro, un no teísta
que aplaudió El misterio en su comentario elogioso en la contracubierta, y que luego
escribió su propia y célebre reseña de la evolución química,[17] recapituló la grave
situación del escenario del ARN en 2000: «Sin embargo, existe una grave dificultad
con la idea del ARN, o de cualquier otro replicador, en el comienzo de la vida. Los
replicadores existentes pueden servir como plantillas para la síntesis de copias
adicionales de sí mismos, pero este mecanismo no puede usarse para la preparación de
la primera de todas estas moléculas, que tiene que surgir espontáneamente de en medio
de una mezcla desorganizada. La formación de una [cadena ARN o equivalente]
portadora de información mediante una síntesis química carente de dirección parece
muy improbable».[18] ¡Estamos de vuelta al problema de configurar las primeras
letras del Scrabble químico!
A pesar de estas críticas, los evolucionistas químicos trabajaron con el mundo del
ARN como la mejor idea para los primeros pasos antes de la aparición del ADN y de
las proteínas. Sin embargo, más allá del bombo publicitario dado al mundo del ARN
desde 1990 hasta el presente, se propusieron una diversidad de propuestas hasta causar
vértigo. Daré solo media docena de las mismas para que el lector pueda tener una idea
de la intensa actividad que se dio durante este período:
• Christian de Duve, premio Nobel en biología celular, irrumpió en este campo.
Lanzó su segunda carrera de investigación centrándose en la evolución química
después de jubilarse de la Universidad Rockefeller en 1988.[19] Su obra
culminó con Vital Dust [Polvo vital], una exploración del origen de la vida. Se
le conoce por haber interaccionado de forma agradable con diversos
investigadores del campo del DI a finales de 1990 y más allá, interviniendo
incluso en un congreso convocado por William Dembski. De Duve propuso un
precursor del mundo del ARN, conocido como «el mundo de los tioésteres».
[20]
• Comunicado: El mundo del sulfuro de hierro. Este modelo lo propuso el
abogado y químico Gunter Wächtershäuser (pronunciado «vokter-zoy-ser»),
que contempló el comienzo de la vida con la ayuda de pirita del hierro —
conocida como «el oro de los tontos». Según este punto de vista, el lugar ideal
para la acumulación crítica de los primitivos compuestos prebióticos sobre el
oro de los tontos fue en respiraderos de los fondos oceánicos, donde unas
reacciones concretas tendrían probabilidad de producir las piritas de hierro.[21]
• Graham Cairns-Smith propuso una idea chocante. Sugirió que la vida comenzó
como una entidad de base mineral, una especie de «vida en cristal de arcilla», y
que luego, después de un largo tiempo, tuvo lugar una transición brusca cuando
el mundo mineral dio paso a un suceso bioquímico. Esto se designa como la
«invasión genética».[22] Además de la idea radical de Cairns-Smith, los
minerales en general recibieron tal consideración como una estructura que
prometía ayudar como matronas en el origen de la vida que un texto de
evolución química tiene un capítulo subtitulado «Los minerales en su función
como andamiaje, adsorbentes, catalizadores y portadores de información». Una
idea popular fue que una arcilla especial llamada montmorillonita habría
servido como una plantilla sobre la que unas unidades químicas de información
primitivas podrían haberse enlazado en formaciones organizadas.
• ¿La evolución química en el espacio exterior? El interés en este novedoso
aspecto de los estudios de evolución prebiótica experimentó un impulso en la
década de 1990, especialmente centrado en Marte y en las lunas de Júpiter y de
Saturno. Esta concentración en el espacio exterior, alentada por subvenciones
procedentes del programa de exobiología de la NASA, prestó también atención
a la idea de la entrada en la Tierra de bloques de vida a bordo de meteoritos y
cometas. El interés acerca del concepto de la panspermia (esporas de vida
flotando hacia la tierra procedentes de otros lugares) e incluso acerca de la
panspermia dirigida (formas simples de vida enviadas a la tierra en una nave
espacial) pareció crecer y decrecer periódicamente. Estas ideas más bien de
ciencia-ficción de que la vida derivase o fuese enviada desde algún otro lugar
en el cosmos, aunque se consideraron generalmente como indignas de una seria
consideración antes de 1980, fueron popularizadas hasta cierto punto cuando
Francis Crick coqueteó con esta idea en Life Itself.[23] La publicación de estas
especulaciones indica que la evolución química sobre la tierra ha llegado a ser
considerada por algunos investigadores como algo sumamente inverosímil.
• ¡Mirad! Bacterias insólitas. Surgió una oleada de emoción ante el hallazgo de
unas insólitas clases de microorganismos, llamados «arquea», descubiertos por
Carl Woese y otros. Estos microorganismos, también conocidos como
«extremófilos», parecían tener en común una atracción hacia medios rigurosos,
como presiones extremadas, calores o fríos increíbles, y de acidez o alcalinidad
normalmente letales. Desconocidos antes de la década de 1970, fueron
rápidamente saludados como los probables supervivientes de entre las formas
de vida más primitivas, cuando la Tierra habría experimentado unas
condiciones mucho más duras. Sus secuencias de ADN eran sorprendentemente
diferentes de las que aparecían en las bacterias normales.
• ¿Cuánto tiempo para la evolución? Finalmente, la cantidad de tiempo que se
había considerado como necesaria para que la evolución química llegase a su
meta fue quedando más y más limitada, hasta que la ventana de oportunidad
quedó reducida a un lapso de tiempo extraordinariamente pequeño. (¡Algunos
propusieron que pudo haber sucedido en tan poco tiempo como en unas meras
decenas o centenas de años intercalados entre demoledores impactos de
asteroides sobre la primitiva superficie de la tierra, entonces en condiciones
infernales!) William Schopf, pionero en estos estudios, dijo que parece que
aparecen restos fosilizados de bacterias bastante sofisticadas en rocas datadas de
3,5 mil millones de años. Estudios adicionales en rocas más antiguas que 3,8
mil millones de años revelan trazas indicadoras de isótopos de carbono, lo que
indica una probable actividad biológica. Si se aceptan estas fechas como
correctas para seguir el argumento, y suponiendo que hace 4 mil millones de
años el planeta fuese un lugar demasiado abrasador, fundido y hostil para que la
vida pudiese sobrevivir, los teóricos del DI señalaban que la extensa «ventana
para la evolución química» había quedado reducida a una fracción muy exigua
del tiempo disponible que se había supuesto al principio.
Para resumir, el campo de la evolución química en la década de 1990 estaba
borboteando con nuevas ideas, extraños descubrimientos y —cosa muy significativa—
se estaba dando un encogimiento de la ventana de tiempo en el que se pudo producir
toda la intrincada complejidad y la información bioquímica de una célula solitaria a
partir de moléculas simples. No escaseaban las historias fantasiosas. Los precursores
químicos simplemente aparecían de repente, o se calentaban, o se adsorbían sobre
superficies arcillosas, o surgían en un estanque mediante radiaciones, o bien al lado de
respiraderos que borboteaban en los fondos oceánicos, o bien en los fríos confines del
espacio exterior. Este campo de pensamiento no parecía carecer de pintorescos lugares
para la evolución de la vida. Pero de lo que sí parecía carecer desesperadamente —y
esto se fue haciendo más evidente e innegable con el paso del tiempo— era de un
mecanismo verosímil para encadenar las vitales cadenas del ADN, ARN y proteínas, y
luego organizar las unas y las otras para poder formar la primera célula viva.
Además, esta cuestión en sí misma dependía aún de otra: ¿Hasta qué grado de
simplicidad se puede llegar y sin embargo tener todavía una célula funcional? Esta es
la pregunta clave que tuvo que esperar a las técnicas de secuenciado del genoma que se
desarrollaron a finales de la década de 1990, y este será el argumento del siguiente
capítulo.
9
Evaluación de la cuestión acerca del origen de la vida
¿Qué hemos aprendido?
«Gort, Klaatu barada nikto!» Los aficionados a las trivialidades atesoran estas
palabras, pronunciadas por la actriz Patricia Neal a un enorme robot de plata llamado
Gort en el clásico de ciencia ficción de 1951, Ultimátum a la Tierra [The Day the
Earth Stood Still].[1] El argumento de la película gira en torno a Klaatu (interpretado
por el actor británico Michael Rennie), un emisario galáctico que posa su platillo
volante bajo la sombra del Monumento de Washington para presentar un ultimátum a
las naciones de la Tierra: Aprended a vivir en paz o seréis destruidos por constituir un
peligro para otros planetas. Klaatu va acompañado de Gort, el robot cuyo temible láser,
que surge de una ranura en su cabeza, vaporiza un carro de combate cuando un soldado
nervioso dispara y hiere a Klaatu. Después de recibir cuidados en un hospital, Klaatu
escapa de las manos de las autoridades que le habían detenido y se transforma en el
«Sr. Carpenter», un huésped de una casa donde también habita una joven viuda, la Sra.
Benson (interpretada por Patricia Neal).
Ahorraré al lector los detalles de la trama y pasaré a la escena de la persecución,
donde Klaatu, presintiendo su inminente captura, implora a la Sra. Benson que
memorice estas extrañas palabras. Dice que si le sucede cualquier cosa, que ella vaya y
pronuncie estas palabras a Gort, que está inmovilizado fuera de la nave espacial.
Detengámonos ahora para hacer dos preguntas: (1) ¿Cómo sabemos que esta críptica
frase contiene verdadera información, en contraste con un mero parloteo sin sentido?
(2) ¿Podemos saber qué significa el mensaje? Para ver que la frase no es un parloteo
vacío (una mezcolanza de sonidos carentes de sentido), todo lo que tenemos que hacer
es mostrar que es probablemente un conjunto significativo de palabras en el contexto
de la acción de la película. Pero al decir que es «significativo» se suscita de forma
simple la pregunta más específica: ¿qué es precisamente lo que significan estas
palabras? Solo podemos suponerlo. Funciona como una orden para activar a Gort, de
modo que quizá sea una orden simple: «¡Sal a rescatar a Klaatu!» Pero en el cerebro
computerizado de Gort podría significar mucho más, como «Klatu dice que inicies la
acción de emergencia XV-6», donde XV-6 es un conjunto de instrucciones
preprogramadas para desarrollarse de manera lógica, incluyendo: (1) localizar a
Klaatu, (2) destruir amenazas y barreras por el camino, y (3) realizar todas las
decisiones de seguimiento para ayudar a Klaatu. (Si el lector ha visto la película, sabrá
por qué estoy diciendo todo esto.) Lo fundamental es la respuesta de Gort: desde
luego, esta orden lo activa, y esta es la evidencia más clara de que la frase es
ciertamente portadora de significado.
¿Ayuda el análisis léxico a identificar el significado? Aparte de «Gort», el mensaje
está típicamente escrito con tres palabras con un total de diecisiete letras, con una sola
de las mismas con un significado conocido. Las otras dos palabras son desconocidas;
parece que hemos llegado a un punto muerto. Todo lo que podemos decir es esto: el
significado proporcionado por las tres palabras, usando diecisiete letras, parece ser una
orden dispuesta para activar a Gort en favor de Klaatu. Pero en todo caso no tenemos
que saber el significado exacto de «Klaatu barada nikto» para detectar la presencia de
verdadera información —una secuencia de símbolos portadores de significado y que
exhibe las dos cualidades cruciales de complejidad y especificación. Esta cadena de
símbolos se caracteriza en primer lugar como compleja —exhibe una pauta con una
cantidad de componentes constitutivos que no se siguen repitiendo de una manera
uniforme, en contraste a los átomos de sodio y cloro en un cristal de sal. En segundo
lugar, está especificada —cada símbolo en la cadena está estipulado, o escogido, hasta
cierto punto. La cadena no puede tolerar sustituciones aleatorias de símbolos verbales
(mutaciones verbales), si se quiere mantener el significado. Por esta razón Klaatu hizo
que la Sra. Benson repitiese la frase durante la escena de la persecución hasta que la
tuvo memorizada de forma exacta con cada vocal y consonante en su lugar. De modo
que la significativa frase de Klaatu exhibe complejidad especificada. Desde luego,
contiene información.
¿Qué tiene que ver todo esto con el darwinismo y la lucha acerca del Diseño
Inteligente? Prácticamente, todo, porque la complejidad especificada es definida por
los teóricos del DI como el indicador universal fiable (criterio) de una causa inteligente
que ha dejado su impronta. Allí donde se encuentren segmentos de información
compleja con una gran especificación encontramos las huellas de la inteligencia.
Observemos el paralelo de la película con la biología: la frase de tres palabras de
Klaatu, con sus diecisiete letras, es estructuralmente idéntica al sistema de lenguaje del
ADN y de las proteínas. Una de las proteínas más cortas, el citocromo C, tiene cien
aminoácidos, esencialmente cien letras bioquímicas encadenadas juntas para formar
una larga palabra proteínica. Pero la secuencia aminoácida es resultado de la
traducción del gen del citocromo C —un código funcional con una secuencia ADN-
ARN de algo más de trescientas letras genéticas dispuestas en cien codones (palabras
de tres letras usadas por el ADN y el ARN). El paralelo del ADN-ARN con las
oraciones humanas (o robóticas) queda realzado por la presencia de palabras especiales
en los dos extremos de las secuencias del gen, el codón de inicio y el codón de paro.
Estas palabras genéticas especiales funcionan como la letra mayúscula y el punto que
marcan el comienzo y el fin de una oración.[2]
La inferencia desde la información a la inteligencia está además fundamentada sobre
un corolario vital, aunque a menudo pasado por alto, y que es la principal
reivindicación empírica del DI respecto a la información: Hemos aprendido que las
células pueden intercambiar información alrededor y recombinar los genes en el
interior del genoma. Pero la observación y experimentación científicas no han
desvelado que la naturaleza posea la capacidad de componer información genética
especificada en cantidades significativas.[3] Así como «Klaatu barada nikto» surgió
de la inteligencia y se comunicó a un sistema cuasi-inteligente programado desde la
inteligencia (el avanzado cerebro computerizado de Gort), así el DI argumenta que
podemos llegar a la conclusión de que los segmentos de información compleja
especificada en el ADN, ARN o proteínas que se encuentran en cada planta o animal
tienen que proceder de un verdadero diseño realizado por alguna inteligencia. Esta
conclusión tiene una solidez intelectual absoluta, a no ser que llegue un día futuro en el
que descubramos por investigación experimental que existen causas naturales que en
verdad puedan crear la complejidad especificada. Uno podría incluso decir que la
inferencia al designio a partir de la complejidad especificada es la cuestión esencial
que se está debatiendo encarnizadamente. Es el DI en pocas palabras, y sus
conclusiones difieren tan radicalmente como nadie pueda imaginar de las de la teoría
darwinista.
Física y Cosmología
No se puede leer acerca del Movimiento del Diseño Inteligente sin cruzarse pronto
con aliados inesperados en forma de físicos y cosmólogos que proporcionan pruebas y
argumentos para el designio procedentes de sus respectivas disciplinas. En Dudas
sobre Darwin me concentré casi exclusivamente en el espacio interior de la biología, y
solo mencioné de pasada la dimensión de la teoría del DI tocante al espacio exterior.
Tenía buenas razones para ello.[9] Al habernos adentrado ya de lleno en el siglo
veintiuno, ha quedado claro que las consideraciones acerca del DI se vinculan con
regularidad con el estudio de las mismas estructuras fundamentales de la realidad física
y de la historia del universo, que llevan a cabo principalmente los astrónomos y los
físicos. Los adversarios del DI ven la importancia de esta cuestión, y sus críticas
recientes han abordado la cosmología hasta cierto grado. La obra de Mark Perakh
Unintelligent Design [Diseño no inteligente] incluye un capítulo acerca de Hugh Ross,
otro sobre Fred Heeren, y otro sobre el físico israelí Gerald Schroeder. Considerados
juntos, dedica unas setenta y cinco páginas (una tercera parte que dedica a temas
científicos) a estos tres científicos que usan primordialmente evidencias cosmológicas
o físicas para indicar un diseñador inteligente. Este patrón se refleja en el libro de Niall
Shanks God, the Devil, and Darwin [Dios, el Diablo, y Darwin], así como en Why
Intelligent Design Fails [Por qué fracasa el Diseño Inteligente], recopilado por Matt
Young y Taner Edis. En ambos libros se dedica un capítulo a atacar el argumento en
pro del designio en cosmología.[10] ¡Es evidente que esto forma una parte
significativa de la controversia! Esta discusión gira como un elegante sistema de
estrellas binarias: los dos fulgurantes temas que giran el uno en torno al otro son el Big
Bang y el ajuste fino del universo.
¡Controversia, controversia!
El Big Bang tuvo un extraño papel respecto al DI, casi como un precursor. Veinte
años antes de la forja del DI en los fuegos críticos de Michael Denton, la idea de
evidencia en la naturaleza que apuntase más allá de ella misma estaba ya borbotando a
la superficie en la teoría que Gamow había designado como el Big Bang. Para cuando
se estaba formulando el DI a finales de la década de 1980, el Big Bang se estaba
citando como muy pertinente para la teoría del designio en dos maneras. Primero, los
teóricos del DI señalaban que el Big Bang era una teoría con implicaciones religiosas,
pero que estas implicaciones no habían impedido que la teoría recibiese un trato
imparcial. Lo que importaba era si estaba respaldada por pruebas legítimas, no de si
tenía implicaciones religiosas. De la misma manera, la teoría del DI puede tener
implicaciones religiosas, pero esto no debería descalificarla de manera automática.
Segundo, el Big Bang es una de las primeras teorías científicas modernas que ha
proporcionado importantes indicaciones científicas de un verdadero diseño del
universo. El escenario del Big Bang propone un acontecimiento de creación básico
que suscita de natural la cuestión de su propia causa. ¿Qué o quién desencadenó la
explosión? Como mínimo parece sugerir un diseñador como una posible explicación,
aunque no necesariamente demanda un diseñador personal.
La controversia nunca ha dejado de estar totalmente presente en la teoría del Big
Bang. La idea de una expansión continua del cosmos, y el punto de partida que está
implícito y al que señalaba, se encontraron al principio frente a la oposición del mismo
Einstein, aunque para la década de 1930 se había reconciliado con la idea. El Big Bang
pareció quedar confirmado por diversas mediciones de la radiación de microondas del
fondo cosmológico (CMB) a lo largo de los últimos quince años. Las mediciones
actuales indican que el universo no es eterno ni infinito; más bien, surgió a la
existencia hace unos 13,8 mil millones de años. En años recientes, varios
investigadores han declarado que la teoría está vindicada de forma aplastante por todas
las mediciones u observaciones concebibles. La inmensa mayoría de los escritos y de
las conferencias sobre este tema, de parte de astrónomos y otros, proclaman el éxito
del Big Bang con un tono supremamente confiado.[12]
Sin embargo, una pequeña pero ruidosa minoría de científicos cree que el Big Bang
no se puede sostener. Una reciente historia de la teoría escrita por Simon Singh
menciona el saludable papel de estos críticos, muchos de los cuales sostienen un
«modelo de Estado Cuasi-Estacionario». Singh añade: «Los cosmólogos que persisten
en respaldar este punto de vista minoritario se sienten extremadamente orgullosos de
su papel en desafiar la ortodoxia del Big Bang. Desde luego, Fred Hoyle, que murió en
2001, se fue a su tumba con la firme creencia de que el modelo del Estado Cuasi-
Estacionario era el correcto y que el modelo del Big Bang estaba equivocado».[13]
Mediante la publicación de una carta abierta en la revista New Scientist (de 22 de mayo
de 2004), treinta y cuatro científicos —muchos de ellos no teístas— firmaron una
declaración aseverando que la teoría está afectada negativamente por tres nuevos
factores teóricos: la materia oscura, la energía oscura y la hipótesis de Alan Guth de
«la inflación cósmica».[14] A pesar de estos puntos de disensión, probablemente más
de un 90 por ciento de los científicos partidarios del DI aceptan el escenario del Big
Bang. Sin embargo, lo que importa aquí no es la creencia que se pueda tener, sino las
implicaciones pro-DI que surgen de la teoría.
La tesis de González-Richards
Este punto muerto, digo yo, ha sido recientemente roto mediante un libro del que
hemos hablado antes: El planeta privilegiado. Esta obra de Guillermo González y Jay
Richards apareció a la vez como libro y en un video documental de una hora que
recapitulaba los principales puntos del libro. Tanto el libro como el video ofrecen una
importante información sobre esta cuestión.
El planeta privilegiado abrió un nuevo camino, poniendo en duda el Principio
Copernicano y el Principio de Mediocridad, con los que se implica que no hay nada de
especial respecto a nuestra Tierra o su lugar en el cosmos. Esta nueva línea de
investigación se concentró en el ajuste fino como una línea de prueba que no solo se
relacionaba con la capacidad del universo para sustentar la vida de base de carbono,
sino que, igualmente y aún más importante, como una pauta que sustentaba y
posibilitaba que tuviesen lugar las mediciones y los descubrimientos científicos sobre
este planeta donde existe la vida inteligente. En resumen, el universo y especialmente
nuestro planeta están finamente ajustados no solo para la vida, sino también para la
ciencia.
Será bueno ampliar este tema. La mayoría de las personas que han contemplado la
naturaleza a lo largo de los siglos han observado dos cualidades positivas, ambas
relacionadas con los aspectos placenteros de la naturaleza: (1) la simple hermosura y
grandeza visual de la naturaleza (por ejemplo, las plumas de un pavo real o las puestas
de sol en Florida con sus matices de anaranjados y azulados coloreando gloriosamente
la escena sobre el Golfo de México), o (2) la cómoda naturaleza multiforme de nuestro
globo como hábitat adecuado para nosotros los humanos, y para las especies animales
y vegetales que nos acompañan. Pero prácticamente nadie, antes que irrumpiera en
escena la tesis de González y Richards, observó (3) el maravilloso aspecto funcional de
la naturaleza al permitirnos unas condiciones ideales para atisbar, para descubrir, para
medir y para examinar la naturaleza misma. Brevemente, el diseño de la naturaleza
para la ciencia misma ha permanecido generalmente ignorado y sin tratar hasta muy
recientemente.
En un cierto punto del video El planeta privilegiado, esta nueva dimensión se vuelve
visualmente impactante. Una secuencia de efectos especiales en 3D lleva al espectador
a remontar el vuelo hacia el interior hostil de los brazos de nuestra galaxia, saturados
de estrellas, donde supernovas y nebulosas no solo constituirían un peligro, sino que
también limitarían enormemente la visibilidad. ¡No es un buen lugar para el sistema
solar, si uno quiere estudiar astronomía! Luego, en la siguiente secuencia la misma
plataforma en que se encuentra el espectador se precipita hacia la caverna
relativamente abierta y vasta de espacio poco poblado entre los brazos de nuestra
galaxia, donde se encuentra la Tierra y su sistema solar. Ahí nos encontramos
literalmente suspendidos en un emplazamiento ideal —a la vez un lugar seguro e ideal
para observar tanto el universo como nuestra propia galaxia. ¡Para la astronomía, es
una situación inmejorable!
Muchos otros factores llamaron la atención de los coautores de El planeta
privilegiado, pero es el momento de dejar los detalles para ir al tema general. Si el
ajuste fino fuese solo un acontecimiento al azar (bien en un universo, bien en este
universo de entre billones de otros universos defectuosos y aburridos), esto podría
explicar el ajuste fino que llevó al surgimiento de la vida inteligente. Pero la ley o el
azar no explicarían el ajuste fino suplementario, gratuito, innecesario para la
supervivencia, que tiene como objeto posibilitar el descubrimiento científico. Esta
nueva y más asombrosa dimensión del ajuste fino sugiere un intelecto, un maestro
diseñador que está interesado en más que en el mero florecimiento de la vida. Este
diseñador parece haber planeado y ordenado la naturaleza y la Tierra para hacer
posible la empresa científica.
Aquí, parece, es donde empiezan a padecer problemas las explicaciones de azar o de
determinismo por ley para el ajuste fino. No es que no haya objeciones que el filósofo
naturalista no pueda presentar. De hecho, González y Richards responden a catorce de
estas objeciones en su penúltimo capítulo. Se invita al lector a revisar estas objeciones
y las réplicas dadas por los autores para que pueda ver de qué forma tan exhaustiva se
han tratado. Para emplear una analogía de béisbol, El planeta privilegiado es la bola
curva del as científico —una astuta bajante deslizante que se lanza rebasando a los
adversarios del DI. ¡En junio de 2004, González y Richards se sintieron asombrados al
abrir Nature, la revista de ciencias más prestigiosa del mundo, y encontrar una reseña
respetuosa y algo positiva de su libro! Incluso Simon Conway Morris, de la
Universidad de Cambridge, el respetado investigador pionero de los fósiles de la
Pizarra Cámbrica Burgess de los que hemos tratado en el capítulo 7, dejó sentir su
influencia en favor de esta audaz tesis: «En un libro magníficamente extenso y audaz,
Guillermo González y Jay Richards subrayan los argumentos de que el viejo tópico
que no se está mejor que en casa es sorprendentemente cierto de la Tierra. Y no solo
esto, sino que si el método científico iba a surgir en ninguna parte, la Tierra es como lo
más apropiado que se puede tener. González y Richards han echado el guante. Que
comience el debate; es una cuestión que nos importa a todos».[28]
Mi ensayo relativo al darwinismo y a la moderna biología experimental ha dado origen a una viva
discusión, pero las respuestas siguen sin proporcionar pruebas de que la teoría evolucionista sea la piedra
angular de la biología experimental. La fisiología comparada y la genómica comparada han sido desde
luego campos productivos, pero la biología comparada comenzó antes de Darwin y no debe nada a su
teoría. Antes de la publicación de El origen de las especies, la biología comparada se concentraba en la
morfología porque la fisiología y la bioquímica se encontraban entonces en su infancia, y la genómica
estaba en el futuro; pero la extensión de un planteamiento comparativo a estas subdisciplinas dependió
del desarrollo de nuevas metodologías e instrumentos, no de una teoría evolucionista ni de una inmersión
en la biología histórica.
Una de las cartas menciona la evolución molecular dirigida como una técnica para descubrir
anticuerpos, enzimas y fármacos. Al igual que la biología comparada, esto ha sido ciertamente
productivo, pero no es una aplicación de la evolución darwinista —es el moderno equivalente molecular
de la crianza clásica. Mucho antes de Darwin, los criadores usaban la selección artificial para producir
líneas mejoradas de cosechas y razas de ganado. Darwin extrapoló esto en su intento de explicar el origen
de nuevas especies, pero no inventó el proceso mismo de selección artificial.
Es de destacar que ninguno de mis críticos ha detallado ningún ejemplo donde la Gran Teoría
Paradigmática de Darwin haya guiado a los investigadores a sus metas. De hecho, la mayoría de las
innovaciones no son conducidas por grandes paradigmas, sino por hipótesis mucho más modestas,
susceptibles de prueba. Reconociendo esto, ni las escuelas de medicina ni las firmas farmacéuticas
mantienen divisiones de ciencia evolutiva. Los fabulosos progresos en biología experimental a lo largo
del siglo pasado han dependido fundamentalmente de la introducción de nuevas metodologías e
instrumentación, no de una inmersión intensiva en biología histórica ni en la teoría de Darwin, que
intentó encontrar el hilo histórico de un exiguo registro.
La evolución no es una característica observable de los organismos vivos. Lo que estudian los
modernos biólogos experimentales son los mecanismos mediante los que los organismos vivos mantienen
su estabilidad, sin evolucionar. Los organismos oscilan alrededor de un estado medio; si se desvían
significativamente de dicho estado, mueren. Se ha investigado acerca de estos mecanismos de estabilidad,
no una investigación guiada por la teoría de Darwin, y ello ha producido los principales frutos de la
biología y medicina modernas. De modo que vuelvo a preguntar: ¿Por qué invocamos a Darwin?[9]
Esto concluye mis tres tesis. Mi creciente confianza en las tesis se arraiga no solo en
la evidencia que he delineado aquí, ni siquiera en los dos años de investigación acerca
de los ataques y contraataques a lo largo de las líneas del frente de este debate. Lo que
ha remachado mi confianza es un rico caleidoscopio de experiencias que viví durante
diversos acontecimientos que tuvieron lugar en los meses justo anteriores a la
publicación de este libro. Uno de estos acontecimientos fue el primer congreso
europeo acerca del DI el 22 y 23 de octubre de 2005, que se celebró en Praga, en la
República Checa, y el otro acontecimiento fue un «debate» televisado acerca del DI.
Cada uno de estos acontecimientos me convenció, por diferentes razones, de que el DI
está mucho más cercano a su objetivo retórico de lo que yo era consciente, y de que la
defensa racional del darwinismo se había debilitado mucho más allá de lo que yo
pensaba. Recobremos estos momentos.
Repreguntas
Ahora que he compartido experiencias que refuerzan la confianza en mis tesis, es el
momento de someterlas a una sesión final de repreguntas.
1. ¿No es el Diseño Inteligente una línea inverosímil de pensamiento e innecesaria
desde un punto de vista religioso a la luz del hecho claro de que muchos cristianos que
son científicos, filósofos e incluso teólogos han hablado de manera convincente en
favor de la evolución darwinista como algo que está bien respaldado por las pruebas,
y como «el humilde método divino» de creación? Los que hacen esta clase de pregunta
citan con frecuencia a John Haught, el teólogo católico en la Universidad de
Georgetown que ha escrito acerca de la manifestación de humildad y de amor de parte
de Dios al obrar a lo largo de vastas eras de tiempo para crear las formas de vida.
Haught sostiene que el Dios que conocemos en la Biblia tiene un carácter por el que no
se impondría sobre la naturaleza para obligar a la materia molecular a hacer algo que
normalmente no haría por sí misma. Otros citan a Francis Collins, el evangélico
genetista y director del Proyecto del Genoma Humano, que ha dado su respaldo a la
macroevolución como buena ciencia.
Aun otros han citado, como líder de los «Evangélicos contra el DI», al físico
(emérito) de Calvin College Howard Van Till, que sostiene que Dios ha dotado
ricamente a la creación con las leyes y sustancias para producir la diversidad de vida.
(Esto último llegó a conocerse como el «Principio Robusto de Economía Formativa»,
o PREF – RFEP en sus siglas inglesas). Desde principios de la década de 1990, Van
Till se ha manifestado como sumamente crítico de Phillip Johnson y del DI. Dice que
el DI empaña la gloria de Dios en la creación al decir que él priva a la creación de
ciertos dones, y que por ello debe intervenir repetidas veces, insertando información y
manipulando los sistemas materiales para crear nueva complejidad. Incluso se presenta
como parte de este grupo a John Polkinghorne, el célebre físico teórico convertido en
clérigo en la Universidad de Oxford, el cual se manifiesta plenamente satisfecho con el
universo finamente ajustado como evidencia de la mano creadora de Dios pero que
rechaza firmemente dar su respaldo al concepto del DI en el que Dios interviene desde
la creación del universo. Se sabe de diversas instituciones superiores de enseñanza
protestantes que tienen profesores de biología rotundamente opuestos al DI como
prometedor marco teórico. ¿Son estos ejemplos, y muchos otros que se podrían añadir,
una evidencia eficaz contra el DI?
Me parece que la primera observación que se debe hacer aquí (y es una observación
que hacen muchos teóricos del DI) es que todos estos argumentos son de naturaleza
esencialmente teológica, o, en algunos casos, simplemente reiteran las defensas
científicas estándar del darwinismo sin abordar con rigor los argumentos basados en la
complejidad genética o los sistemas de complejidad irreducible. Es evidente que desde
una perspectiva teológica no hay nada (aparte de una insistencia en una lectura literal
del tiempo en Génesis y otros pasajes bíblicos) que impida al Creador emplear causas
secundarias. De hecho, cuando David dice en el Salmo 139:14-15: «Asombrosa y
maravillosamente he sido formado» y que en su desarrollo «fui ... entretejido
maestramente» como un fino tapiz, es evidente que el cuerpo de David estaba siendo
producido por medio de la replicación normal del ADN y todos los demás procesos
bioquímicamente comprensibles de crecimiento biológico desde el zigoto hasta el
adulto.
Las ideas publicadas de Van Till (que recientemente ha anunciado su entrada en la
teología del proceso) y de Haught y Polkinghorne se expresan desde una presuposición
cristiana de que Dios es en último término responsable del universo, de la vida y de la
humanidad. Constituyen una fascinante lectura y funcionan como conceptos
hipotéticos de cómo y por qué en teoría Dios hubiera operado mediante causas
secundarias (como en el Salmo 139) para llevar a cabo sus propósitos creadores. Sin
embargo, la cuestión no es: «¿Se puede armonizar este marco darwinista con un marco
cristiano (general)?» Es evidente que puede hacerse y se ha hecho, como se hace
aparente de diversas publicaciones teológicas protestantes y muchas encíclicas papales
y otras declaraciones del Vaticano. La cuestión, desde una perspectiva cristiana, es más
bien: «Dado el propósito de parte de Dios de crear, ¿por qué debería yo percibir de la
evidencia disponible que Dios empleó realmente el azar y la necesidad (la descripción
científica de «la dotación creacional» o del PREF de la creación) para producir
sistemas de elevada complejidad y los 20.000 genes incorporados en los genomas de
los animales superiores?» En otras palabras, es en la evidencia científica, y no en el
ámbito de las posibilidades teológicas, donde los cristianos deberían poner a prueba la
validez de los argumentos científicos.
2. ¿No ha caído por tierra el argumento de Behe, especialmente desde la resolución
judicial de Dover?—¿Y no ha demostrado aquella resolución, de una vez por todas,
que el DI es «religión, no ciencia»? Esto refleja el espíritu de la triunfal retórica de
Kenneth Miller por la que pretende haber vencido al principal científico del DI con su
libro Finding Darwin’s God [En busca del Dios de Darwin], cuyos argumentos son
trasladados con ligeros cambios y adiciones a su testimonio en el juicio de Dover en
septiembre y octubre de 2005. Las cuestiones que se suscitan de la resolución de
Dover podrían llenar otro capítulo entero, pero remito al lector a la consideración
detallada de la resolución del juez John E. Jones en el nuevo libro Traipsing into
Evolution [Trajinando con la evolución] y a las diversas críticas e interacciones que
aparecen en el sitio web de Discovery.org. Una cosa que no ha escapado a la atención
de los observadores imparciales es que el juicio adoptó —en su integridad— cada uno
de los argumentos científicos propuestos por los testigos de la Unión Americana de
Libertades Civiles y del Centro Nacional para la Educación Científica (como Pennock,
Miller, Forrest, Gross y otros), a la vez que rechazó con actitud impaciente las
impugnaciones de estos argumentos científicos presentadas por Michael Behe o Scott
Minnich, y pasó por alto incluso el testimonio de un testigo no teísta como Steve
Fuller, que testificó que el DI es «ciencia, no religión».
En el Apéndice A de Traipsing into Evolution [Trajinando con la evolución]
(publicado en marzo de 2006 por el Instituto Discovery) aparece una detallada réplica
de Michael Behe al dictamen del tribunal. Apremio al lector a que se tome tiempo para
leer este escrito, «De si el Diseño Inteligente es ciencia», la réplica punto por punto de
Behe a las alegaciones por parte del Juez Jones en contra de la condición científica del
DI. La réplica de Behe aborda veinte diferentes puntos en solo una sección (la sección
científica), y emprende refutar la posición del tribunal en cada uno de estos veinte
puntos. Lo mismo que las otras críticas publicadas por el Instituto Discovery, expone
el efecto desorbitado de la resolución de Dover —un intento anunciado de prevenir
adicionales acciones legales en otros lugares de los Estados Unidos de América, pero,
en realidad, Behe va más allá de esto, y demuestra los errores en los supuestos de
hecho incorporados en la resolución del tribunal. Por ejemplo, el tribunal sentencia que
el DI «infringe las reglas fundamentales de la ciencia de siglos de antigüedad
invocando y permitiendo las causas sobrenaturales». Behe replica: «No hace tal cosa.
El dictamen del tribunal ignora, tanto aquí como en otros pasajes, la distinción entre
las consecuencias de una teoría y la teoría misma. Como testifiqué en su momento,
cuando se propuso la teoría del Big Bang por primera vez, esto dio a muchos
científicos la impresión de que apuntaba a una causa sobrenatural. Sin embargo se trata
evidentemente de una teoría científica, porque se basa enteramente en datos físicos y
en inferencias lógicas. Lo mismo sucede con el diseño inteligente».
Behe resume los pasos en falso del tribunal en su conclusión de su réplica de catorce
páginas al tribunal:
El razonamiento del tribunal en la sección E-4 está fundamentado en: una
perspectiva estrecha de la ciencia; la conflación del diseño inteligente con el
creacionismo; una incapacidad para distinguir entre las consecuencias de una
teoría y la teoría misma; una incapacidad para diferenciar entre evolución y
darwinismo; y un argumento de tipo diversivo contra el DI. El tribunal ha
aceptado las excusas más tendenciosas y trasnochadas del darwinismo con todo
favor y ha descartado con gesto impaciente argumentos para el designio con
fundamentación de hecho. ...
Todo esto es de lamentar, pero en último término no afecta a las realidades de la
biología, que no son vulnerables ante estos errores. Al día siguiente del dictamen
del juez, el 21 de diciembre de 2005, como antes, la célula sigue en operación
gracias a unas maquinarias pasmosamente complejas y funcionales que en
cualquier otro contexto se reconocerían en el acto como fruto de un plan
deliberado. El 21 de diciembre de 2005, como antes, no existen explicaciones
para la maquinaria molecular de la vida en ausencia de designio, solo
especulaciones imaginativas y cuentos fantasiosos.[10]
En otras palabras, la resolución del tribunal no puede transformar las anomalías
científicas del actual paradigma en puntos fuertes del darwinismo —las anomalías
siguen siendo anomalías.
La vindicación final de los argumentos científicos se consolidará (es mi predicción)
en las próximas décadas. Mientras, para poder percibir por qué la confianza del propio
Behe en su teoría se ha ido fortaleciendo durante sus primeros diez años, se debería
ponderar cuidadosamente su nuevo Epílogo, «Diez años después», en la edición del
décimo aniversario de La caja negra de Darwin (2006). Este capítulo debería ser de
lectura obligatoria para cada ciudadano instruido del planeta Tierra.
3. ¿No es acaso cierto que el DI trata en último término de cuestiones morales —de
Dios y de las cuestiones sociales en el enfrentamiento entre «estados conservadores y
estados liberales»— y no en absoluto acerca de cuestiones científicas? Suscito esta
cuestión porque se plantea una y otra vez, no solo en los medios de comunicación, sino
que me la hacen cuando hablo ante el público universitario. Esta fue una pregunta que
me hizo un profesor durante el tiempo de coloquio después de mi conferencia en la
primavera de 2005 en la Universidad de Syracuse, «¿Hay Evidencia de Designio?»
Observé al profesor que ningún líder del DI fue influido por su perspectiva religiosa o
experiencia de conversión para abrazar el DI. Más bien, en caso tras caso, los hechos
muestran de forma abrumadora que fue cuando encontraron poderosas críticas
empíricas del darwinismo que comenzaron a cambiar de forma de pensar.
Esta es esencialmente la misma pregunta que hizo Michael Ruse durante nuestro
debate en 2006 ante un auditorio abarrotado en el Valencia Community College en
Orlando. Me sentí atónito que Ruse hiciera esta pregunta sobre «motivación religiosa»,
porque vino después de un preámbulo de veinticinco minutos en el que él no había
presentado prácticamente ninguna prueba científica que respaldase el paradigma
darwinista. (Había dedicado doce minutos a narrar la vida de Darwin y a mostrar
diapositivas donde se exponía la microevolución de pinzones y tortugas en las Islas
Galápagos. Presentó brevemente el Archaeopteryx como forma de transición entre
reptiles y aves, y luego pasó los restantes doce minutos hablando acerca de religión
bíblica y mencionando declaraciones absurdas de Pat Robertson acerca de la
resolución de Dover.) Cuando Ruse me preguntó: «¿Todo esto tiene relación con la
cuestión del matrimonio homosexual, no?», le di y di al público básicamente la misma
respuesta que había dado en Syracuse: la evidencia histórica documenta una y otra vez
que los teóricos del DI adoptan sus puntos de vista por los datos, no por un dogma.
Está claro que en este magno debate están en juego cuestiones religiosas, pero esto es
tan cierto del lado de Darwin como del lado del DI. Muchos académicos activos en la
comunidad del DI han señalado un factor clave: puede que el darwinismo no conlleve
el ateísmo, pero parece cierto que, hasta cierto punto, el ateísmo conlleva el
darwinismo. De modo que, para el ateo, el cuestionamiento del darwinismo sobre una
base científica conlleva un inmenso impacto en las creencias y presuposiciones
incorporadas en su propia visión del mundo. Esta es una dinámica realidad del debate
entre el DI y el darwinismo que con frecuencia se pasa por alto. Es evidente también
que los teóricos del DI tienen que trabajar más en explicar la interfaz entre la pregunta
de «¿Existe un verdadero designio en la naturaleza?» y la pregunta que lógicamente
sigue: «¿Quién o qué es el diseñador?» Yo tengo un gran interés en explorar la
dinámica lógica y la naturaleza interdisciplinaria de esta vital pregunta.
Evidentemente, los que están interesados en el DI tienen un profundo interés en
conocer la respuesta a esta pregunta: ¿Hay algunos métodos basados en principios
rigurosos para pasar de la desnuda inferencia del designio a sondear la naturaleza e
identidad del agente del designio que hagan honor a la evidencia empírica, a la lógica y
que respeten el discurso racional y plural? Creo que los hay, y queda mucho trabajo
por realizar en esta área.
4. ¿No es el DI una traición a todo lo que hemos ganado con la revolución
darwinista, que ha liberado a la ciencia de las cadenas de la ideología sectaria?
Darwin fue la figura clave en la historia universal que consolidó la transición a una
concepción plenamente naturalista de la ciencia. Ahora el DI está cuestionando este
supuesto fundamental de la ciencia y así se manifiesta como profundamente no
darwinista o antidarwinista desde una perspectiva filosófica. Pero hay otro sentido en
el que el DI está manteniendo el legado positivo de Darwin—el legado de la ciencia
como argumento en oposición a la ciencia como verdades aprendidas de memoria o
como dogma o por una exposición a evidencias seleccionadas. Esta última frase, con
sus tres elementos, constituye para mí y para los teóricos del DI el epítome del
autodestructivo programa educativo de la enseñanza darwinista en la actualidad. Estoy
convencido de que Darwin se sentiría horrorizado y profundamente desalentado por la
subversión de su legado intelectual. A fin de cuentas, él abrió una nueva fase de
argumentación valiente y de base empírica en la ciencia. A este respecto, para gran
sorpresa (o conmoción) de nuestra parte, el espíritu de Darwin de defender una idea
científica mediante la presentación de un largo argumento, que queda encarnado en la
retórica del Diseño Inteligente —está ahora volviéndose contra sus propios herederos,
los actuales darwinistas del siglo veintiuno. El decía, en el comienzo de su obra El
origen de las especies, «... [M]e doy cuenta perfectamente de que en este volumen
apenas se discute un solo punto sobre el cual no puedan aducirse hechos que a menudo
parezcan conducir a conclusiones diametralmente opuestas a aquellas a las cuales yo
he llegado. Un resultado imparcial sólo puede obtenerse declarando cabalmente y
sopesando los hechos y los argumentos en los dos lados de la cuestión; y esto es
imposible hacerlo aquí».[11]
Si el DI ha servido tan solo una función intelectual, educativa o científica en nuestro
tiempo, ha sido el de despertar a la elite científica —y a la industria de la educación
científica en general— al hecho del decaimiento y del inminente derrumbe de la
credibilidad pública de la macroevolución impulsada por medios naturales. ¿Se debe
esta creciente duda acaso a la ignorancia, o a dogmas religiosos, o a inquietudes
morales, o a tenebrosos motivos teocráticos? Estas acusaciones las repiten casi a diario
aquellos que anhelan desesperadamente detener el auge del Diseño Inteligente. Pero,
¿sustenta la evidencia histórica esta tergiversación de la motivación del DI?
Evidentemente, abrumadoramente, no es así. Hasta allí donde los líderes gestores de la
ciencia darwinista se dedican a difundir (o tolerar) estas tergiversaciones, están
sencillamente acelerando el hundimiento de su propio paradigma. Hay consecuencias
para un falseamiento tan flagrante de la verdad y de la realidad empírica. Lo que
propone el DI —tanto en el ámbito intelectual de las universidades públicas como en
las escuelas públicas— es que se permita el aireamiento de los problemas empíricos
del darwinismo. Con ello están llevando a cabo el programa al que alienta el mismo
Darwin en la cita que se acaba de extractar de su Origen de las especies. Además, con
la forja de un nuevo paradigma que pueda poner a prueba los fenómenos atribuibles a
la interacción de ley y azar y que pueda poner a prueba aquellos que solo se puedan
atribuir al designio, están realizando la misma clase de audaz proyecto que el mismo
Darwin inició.
Pero, cosa todavía más importante, Darwin contemplaba la ciencia como un
argumento dialéctico humano, y expuso en su libro un largo argumento en favor de su
teoría. Hizo frente a los problemas y a las objeciones presentadas a su teoría de una
forma franca, valiente y directa, con algunos destellos asombrosamente creativos de
genialidad retórica. Esto lo aprendí de mi mentor en retórica de la ciencia, John Angus
Campbell, que no solo es un retórico de la ciencia de nombradía mundial, sino también
un experto igualmente célebre sobre Darwin. Campbell, que es conocido por fomentar
el diálogo y la interacción constructiva entre los ámbitos del darwinismo y del DI, nos
ha enseñado que el mismo Darwin, en su profundo e inquebrantable compromiso con
la correcta retórica científica, se sentiría complacido en ver que el DI entablaba un
debate con su punto de vista. Él daría prioridad a un diálogo enérgico y honorable,
como lo han estado haciendo siempre algunos darwinistas líderes, Michael Ruse
incluido.
¿Cambiaría Darwin de manera de pensar a la luz de los últimos treinta años de crítica
empírica desde que Denton, Johnson y otros lanzaron el DI, y luego Behe, Wells,
Meyer y Dembski lo llevaron al siguiente nivel? Me parece que Darwin se lo
repensaría mucho en este punto de la historia, a la luz de la complejidad de las
nanomaravillas descubiertas dentro de las células vivas, junto con sus enormes
bibliotecas de ficheros digitalizados. Me parece que se sentiría fascinado por los
recientes descubrimientos del microbiólogo Ralph Seelke, con su descubrimiento de
«no más que dos» como límite de mutaciones en la naturaleza. Creo que asistiría a
cada seminario de OOF al que pudiera ir. Pero lo importante no es a qué conclusión
llegaría Darwin, sino lo que diría a los darwinistas actuales que tergiversan
maliciosamente el DI, que inventan extravagantes y espantosas pesadillas acerca de
científicos abriendo el camino a una teocracia, y que anuncian que el DI amenaza con
«arruinar» el futuro de la ciencia. Creo que Darwin tomaría aparte a sus defensores de
estos tiempos y les reprendería seriamente. Los amonestaría para que dejasen de
distorsionar, para que acabasen su política de cero concesiones, y para que dejasen de
censurar a los profesores que exponen problemas acerca de sus iconos apoyados en
literatura con revisión por pares.
En Dudas sobre Darwin, observé que el protagonista fundamental, en realidad el
decisivo, en el drama de Darwin contra el designio, es la naturaleza misma. Es terca, es
recalcitrante; no puede dejar de ser lo que es. Y ahora nos está hablando claramente
con asombrosos mensajes de maravillas inesperadas en la raíz misma de la vida
biológica. Si hay una lección que Darwin, el meticuloso empirista, nos dejaría en el
punto culminante de nuestro actual drama, es el de tener cuidado en no amortiguar ni
mitificar la naturaleza, ni cambiar su descripción a «algo diferente de lo que realmente
es». Si ignoramos esta lección, arrostraremos un peligro intolerable. En la advertencia
de Darwin acerca de la naturaleza encontramos la acción última del contraataque de
Darwin —donde su ataque se dirige a cualquier dogma que se pueda pronunciar o
pontificar sobre la realidad de la naturaleza antes que suba al estrado de los testigos. La
naturaleza está hablando ahora, su testimonio es insólito e inesperado, y es necesario
que le prestemos atención.
Apéndice
1 Introducción
[1] ... [A]unque he sostenido en algún otro lugar que algunos de los argumentos que
dan algunos de los proponentes del DI son correctos, me he manifestado de forma
crítica acerca de otros aspectos de los puntos de vista del DI. ... Al tener este interés,
daría la bienvenida a una evaluación y crítica global y competente del DI. La
estructura, el catálogo de temas abordados, y el sello editorial de la Oxford University
Press sugieren inicialmente que el libro de Niall Shanks God, the Devil, and Darwin,
puede ser exactamente este libro. ...
[4] El libro tiene sus aspectos positivos. Diversas partes del tratamiento de la teoría
evolucionista y de la termodinámica son secciones agradables y de amplio calado que
pueden resultar útiles para algunos. ...
[5] Sin embargo, y desafortunadamente, este libro presenta graves fallos en cuestiones
vitales. Shanks tiene un programa ideológico sustancial (cosa nada sorprendente, dado
que el «Prólogo» está escrito por Richard Dawkins, cuyo emocionalismo antirreligioso
se vuelve aún más estridente). En su ferviente anhelo de denigrar todo aquello que esté
asociado con el DI, Shanks hincha la retórica, tergiversa la historia, enturbia
importantes distinciones y retuerce gravemente los puntos de vista de diversos
proponentes del DI. Y a lo largo del camino va gritando repetidas veces que el cielo se
cae. (Por ejemplo, aunque diversos críticos argumentan que el DI es una amenaza para
la ciencia, para la educación, para los valores de la Ilustración, etc., si no fuese por
Shanks no es probable que muchos de nosotros pudiésemos llegar a saber que el
pretendido progenitor del DI —el creacionismo— es una amenaza incluso para la
OTAN (“Introducción”), o que el DI es en parte realmente una tapadera para impulsar
la oposición extremista al suicidio asistido [p. 230].) ...
[6] Globalmente, este libro servirá más como estorbo que como contribución a una
discusión/evaluación/crítica certeras del Diseño Inteligente. Consiguientemente, me
concentraré en lo que considero que son algunos de los principales problemas del libro.
Si el DI y el movimiento del DI tienen graves defectos (y aquí no voy a negar esto),
entonces deberían desde luego exponerse de forma rigurosa y enérgica. Pero una
exposición verdadera —o cualquier clase de discusión productiva— no será
normalmente la consecuencia inmediata de la clase de inexactitudes, declaraciones
sesgadas y calumnias que desafortunadamente saturan este libro.
Prefacio
[1] El artículo de portada, «Evolution Wars [Las guerras de la evolución]», se publicó en el número del 15 de agosto de 2005 de la
revista Time. Estuve conversando con un periodista de Time que participaba en la redacción de este reportaje, un joven graduado de
Princeton que se llamaba Timothy Chu. Estaba cubriendo para la revista Time el congreso del DI en Greenville, Carolina del Sur,
que yo estaba presidiendo el 5-6 de agosto de 2005.
[2] La cita de Paul Gross está tomada de los comentarios transcritos que se descargaron a principios de septiembre de 2005 del sitio
web de The O’Reilly Factor bajo Radio & TV/The O’Reilly Factor Archive, y se verificaron en el mismo sitio web el 22 de enero
de 2006. Véase http://www.billoreilly.com/show?action=viewTVShow&showID=390#3. Las itálicas se añaden para dar énfasis.
[3] Para material adicional acerca del juicio de Dover y las respuestas desde el DI a la polémica resolución del Juez Jones, se puede
consultar Discovery.org y examinar los vínculos a artículos y al comentario acerca de la resolución de Dover en la página web
«Darwin Strikes Back». Uno de los más importantes es el análisis de parte de Michael Behe de fecha de 3 de febrero de 2006,
«Whether Intelligent Design Is Science [De si el Diseño Inteligente es ciencia]», donde presenta veinte críticas fundamentales de la
sección E-4 (la sección científica) del dictamen de Dover.
[4] Aquí hago referencia a la investigación de Ralph Seelke, en la Universidad de Wisconsin (Superior), donde su trabajo con
bacterias ha revelado la existencia de un límite de «una mutación; dos como mucho» sobre lo que se puede conseguir para producir
nuevos genes funcionales. Véase capítulo 12 para una consideración adicional de su trabajo.
[5] Este párrafo, después de la oración inicial, usa la forma de argumento desarrollada por el filósofo de la ciencia Stephen Meyer, del
Instituto Discovery.
[6] El darwinismo se designa a menudo como «neodarwinismo» para establecer la distinción respecto a la idea original de la selección
natural operando sobre variaciones aleatorias —una idea que se centra más en la variación normal entre la descendencia que en el
surgimiento de una genuina novedad genética, que necesita que se dé el acontecimiento de una mutación genética. Darwin sabía
bien poco de genética mendeliana (¡poseía una copia de la obra de Mendel, pero sus páginas estaban sin cortar!). La síntesis
neodarwinista, que desarrolló el modelo de las mutaciones genéticas cribadas mediante la selección natural, se comenzó a
desarrollar alrededor de la década de 1920, y quedó completa para finales de 1940. En este libro uso el término «darwinismo» como
sinónimo de «neodarwinismo». Esta es una práctica normal.
[7] Mi anterior libro, una historia retórica del Diseño Inteligente, incluía predecesores del DI en la década de 1960 y 1970, pero
exploraba principalmente el nacimiento y la adolescencia del DI desde la década de 1980 hasta el año 2002. Véase el capítulo de
Angus Menuge en Debating Design: From Darwin to DNA [El debate del designio: de Darwin al ADN], recopilación de William
A. Dembski y Michael Ruse (Nueva York: Cambridge University Press, 2004) y otros dos excelentes tratamientos del tema a nivel
de libro: Denyse O’Leary, By Design or By Chance? [¿Por designio o por azar?] (Minneapolis: Augsburg Books, 2004), y Larry
Witham, By Design: Science and the Search for God (San Francisco: Encounter Books, 2003).
[8] Para un curso intensivo sobre este campo, se puede leer mi apéndice: «The Rhetoric of Science and Intelligent Design [La retórica
de la ciencia y el Diseño Inteligente]», en Thomas Woodward, Doubts about Darwin [Dudas sobre Darwin] (Grand Rapids: Baker,
2003), 227-248.
[9] Dawkins añade: «O malvado —pero preferiría no considerar tal posibilidad». Más recientemente, Dawkins ha reafirmado este
aserto, pero ha añadido otro término a su lista de explicaciones: lavado de cerebro.
[10] Para un revelador bosquejo histórico del aparente cambio que lo llevó a ser un escéptico de la macroevolución para finales de la
década de 1950, véase el artículo «C. S. Lewis on Evolution: The Correspondence with Bernard Acworth [C. S. Lewis sobre la
evolución: La correspondencia con Bernard Acworth]», de Gary Ferngren y Ronald Numbers, en línea en www.apologetics.org.
[11] Michael Denton, Evolution: A Theory in Crisis [La evolución: Una teoría en crisis] (Bethesda, MD: Adler and Adler, 1986).
Capítulo 1
[1] La reprimenda a los periodistas tuvo lugar en el número de septiembre de 2005 de Columbia Journalism Review, en el artículo de
portada «Undoing Darwin» [Arruinando a Darwin], de Chris Mooney y Matthew Nisbet. El editor Evan Cornog, vicedecano del
Departamento de Graduados de Periodismo de la Universidad de Columbia, escribió un artículo enérgicamente contrario al DI en su
columna del 21 de agosto de 2005 en Media Nation. El pretendido peligro para nuestra civilización y sus valores de la Ilustración
aparece de manera destacada en la literatura anti-DI, pero domina capítulos clave de los dos libros publicados por la editorial
Oxford University Press: Niall Shanks, God, the Devil, and Darwin: A Critique of Intelligent Design Theory [Dios, el Diablo, y
Darwin: Una crítica de la teoría del diseño inteligente] (Oxford, Inglaterra; Nueva York: Oxford University Press, 2004), y Barbara
Forrest y Paul Gross, Creationism’s Trojan Horse: The Wedge of Intelligent Design (Oxford, Inglaterra; Nueva York: Oxford
University Press, 2004).
[2] La palabra que uso aquí, dolorosamente, está cuidadosamente escogida. La percepción del peligro intrínseco que plantea el DI, y la
exposición pública de los errores del darwinismo, es una experiencia dolorosa para los darwinistas. Del mismo modo, a los
partidarios del DI les duele la consiguiente retórica anti-DI (a veces áspera, despectiva y distorsionada).
[3] La frase «titulares de las publicaciones periódicas» se refiere al reportaje de portada de Time del 15 de agosto, después que el
Presidente Bush comentase acerca del DI durante la reunión del 1 de agosto, y a los artículos de primera página del 14-16 de agosto
sobre el DI en el New York Times. «Programas de noticias de grandes cadenas» se refiere a muchos programas noticieros que
dedicaron tiempo a este tema, incluyendo doble cobertura (dos veces en un solo mes) en O’Reilly Factor, un programa especial de
ABC Nightline, y una tarde en Larry King Live.
[4] Véase Ker Than, «Why Scientists Dismiss “Intelligent Design” [Por qué los científicos descartan el “Diseño Inteligente”]»,
publicado en LiveScience.com, y colgado en MSNBC.com el 23 de septiembre de 2005.
[5] El doctor Fritz Schaeffer, el fundador pionero de todo un campo de la química, la química cuántica computacional (antes en la U.
C. Berkeley, y ahora en la Universidad de Georgia); el doctor Cees Dekker de la Universidad de Delft, pionero en la nanotecnología
biológica; el doctor Fred Sigworth, experto internacionalmente reconocido en fisiología, y que enseña en Yale; el doctor Andrew
Bocarsly, un químico investigador pionero en Princeton conocido por su trabajo en materiales inorgánicos que se pueden usar en la
conversión de luz solar en corriente eléctrica. Esta lista se podría extender mucho.
[6] Denton, Evolution, 358.
[7] Los libros de Phillip Johnson, todos ellos publicados por InterVarsity (Downers Grove, IL), son: Darwin on Trial (ed. rev., 1993,
publicada en castellano como Proceso a Darwin, Grand Rapids: Portavoz, 1995), Reason in the Balance [La razón en la balanza]
(1995), Defeating Darwinism by Opening Minds [Venciendo el darwinismo mediante la apertura de las mentes] (1997), Objections
Sustained [Objeciones en pie] (1998), The Wedge of Truth [La cuña de la verdad] (1999), y The Right Questions [Preguntas
relevantes] (2002). A fecha de principios de 2006 siguen disponibles, excepto Objections Sustained.
[8] Charles B. Thaxton, Walter L. Bradley, y Roger L. Olsen, The Mystery of Life’s Origin: Reassessing Current Theories [El misterio
del origen de la vida: Una reevaluación de las actuales teorías] (Nueva York: Philosophical Library, 1984).
[9] Richard Lewontin, «Billions and Billions of Demons», en New York Review of Books, 9 de enero de 1997, itálicas añadidas.
[10] Thomas Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions (Chicago: University of Chicago Press, 1962). Hay edición en castellano,
La estructura de las revoluciones científicas (Fondo de Cultura Económica, México, Madrid, Buenos Aires, 1971).
[11] El neodarwinismo se consolidó en la década de 1940 cuando se integraron las mutaciones genéticas como la materia prima de la
evolución, en lugar de la variación natural. Esencialmente, sostiene «la descendencia con modificación de todos los seres vivos por
la selección natural de las mutaciones aleatorias y otros mecanismos naturales».
[12] Carta de Bruce Alberts a los miembros de la ANC (NAS en sus siglas inglesas), abril de 2005.
[13] Véase en especial Michael Behe, «Irreducible Complexity: Obstacle to Darwinian Evolution [La complejidad irreducible: Barrera
a la evolución darwinista]», en Debating Design: From Darwin to DNA [El debate del designio: de Darwin al ADN], recopilado por
William A. Dembski y Michael Ruse (Nueva York: Cambridge University Press, 2004).
Capítulo 2
[1] «Top Questions and Answers on Intelligent Design [Principales preguntas y respuestas sobre el Diseño Inteligente]», 9 de
septiembre de 2005 (accedido el 6 de octubre de 2005), Discovery.org. Ésta es probablemente la definición más sencilla y oficial
que se pueda encontrar (por cuanto está publicada por el Instituto Discovery).
[2] Así se expresa en la solapa del libro de Niall Shanks God, the Devil, and Darwin [Dios, el Diablo, y Darwin]. La «nefasta
amenaza» que se menciona en este capítulo queda reflejada en la misma solapa: «Aunque se ha propuesto el DI como alternativa
científica a la biología evolutiva, Shanks sostiene que el DI es en realidad “el viejo vino creacionista en nuevas botellas con
etiquetas de diseño” y que además constituye una nefasta amenaza para los valores científicos y democráticos que son nuestro
legado cultural e intelectual desde la Ilustración».
[3] En el capítulo 4 presento una extensa discusión del tema del objetivo propuesto del Instituto Discovery de poner fin a la
hegemonía de la filosofía del naturalismo. Si es necesario, el lector puede pasar directamente a dicha discusión para extenderse
acerca de la simple mención que se hace aquí.
[4] Michael Ruse, «Answering the Creationists: Where They Go Wrong and What They’re Afraid Of [Respuesta a los creacionistas:
Dónde se equivocan y de qué tienen miedo]», en Free Inquiry (1998).
[5] Behe ha puesto en claro que a partir de la evidencia bioquímica no puede deducirse un «Ser Supremo». Ruse lo sabe. Es
desconcertante que se exponga a ser criticado por tergiversar unos hechos que conoce.
[6] Phillip Johnson ha dicho con frecuencia que ésta era una de las tácticas más frecuentes a que se recurría contra su propio
escepticismo, especialmente en sus interacciones con Eugenie Scott y otro personal del Centro Nacional para la Educación
Científica. La acusación contra Behe —una grandísima pereza— se prodigó con la misma abundancia, pero es de destacar en la
reacción de Richard Dawkins (este fue el comentario que hizo Dawkins en una sesión de preguntas y respuestas en Berkeley a la
que asistió Phillip Johnson en 1997).
[7] Véase Nancy Pearcey, «¡Habéis perdido, buena gente!» en Mere Creation [Creación... y nada más], ed. William A. Dembski
(Downers Grove, IL: InterVarsity, 1998).
[8] Stephen Jay Gould, The Structure of Evolutionary Theory (Cambridge, MA: Belknap Press, 2002). [Hay traducción al castellano:
La estructura de la teoría de la evolución (Tusquets Editores, Barcelona 2004).] Este libro de 1.400 páginas lo completó Gould
pocos meses antes de su fallecimiento en mayo de 2002. Ni una línea del libro menciona el movimiento del DI ni a ninguno de sus
teóricos, aunque Gould conocía bien el daño que el DI había ya hecho a la credibilidad pública de una macroevolución impulsada
por fuerzas naturales.
[9] El único lugar en el que parece que Quammen se adentra en la macroevolución es en su discusión de la obra de Gingerich sobre
fósiles intermedios conducentes a las primeras ballenas. Sobre la cuestión de la complejidad mínima, véase el capítulo 9, donde las
estimaciones recientes del conjunto genético mínimo para la célula más simple se encuentra entre 250 a 1000 genes o más.
[10] Véase Michael Behe, Darwin’s Black Box (Nueva York: Free Press, 1996), capítulo 1. Hay traducción al castellano, La caja
negra de Darwin (Santiago de Chile, Barcelona: Andrés Bello, 2000).
[11] Behe dice, tanto en su libro como en sus conferencias públicas, que la teoría del Big Bang tenía unas evidentes implicaciones
religiosas, pero que esto no impidió que se la tomase en serio, y que finalmente fuese aceptada por la comunidad científica.
[12] El concepto del naturalismo como el fundamento absolutamente crucial de la confianza darwinista queda expuesto en Phillip
Johnson, Darwin on Trial, ed. rev. (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1993), publicada en castellano bajo el título de Proceso a
Darwin (Grand Rapids: Portavoz, 1995). Pero no fue hasta su segundo libro, Reason in the Balance [La razón en la balanza] que
Johnson clarificó la diferencia entre el naturalismo metafísico (una visión del mundo) y el naturalismo metodológico (una directriz
aplicada a la investigación científica). Véase el apéndice de Johnson en Reason in the Balance.
[13] Esta evaluación se basa en una entrevista telefónica con uno de los veinte autores del libro, el nombre del cual he aceptado
mantener confidencial.
[14] Gerd B. Muller y Stuart A. Newman, eds., Origination of Organismal Form: Beyond the Gene in Developmental and
Evolutionary Biology (Originación de la forma organísmica: Más allá del gen en la biología del desarrollo y evolutiva) (Cambridge,
MA: MIT Press, 2003), 3.
[15] Ibid.
[16] Ibid., 4, 7, itálicas añadidas.
Capítulo 3
[1] Véase Woodward, Doubts about Darwin [Dudas sobre Darwin], capítulo 4, donde relato la historia de esta reunión de diciembre
de 1989 en el Centro Campion en el distrito occidental de Boston.
[2] Ibid., 83. Yo y todos los estudiosos de los orígenes tenemos una eterna deuda de gratitud hacia el doctor Raup por su valerosa
decisión de permitir la publicación de estos comentarios.
[3] Véase ibid., 27, donde me extiendo sobre algunos de los puntos de esta reseña y sobre su importancia retórica.
[4] Para una clarificación de esta tergiversación periodística de los comentarios del Papa, véase el texto de la traducción inglesa de la
comunicación a la Academia Pontificia, extractado del número del 30 de octubre de 1996 de la edición inglesa de L’Osservatore
Romano. Aparece en docenas de sitios web en Internet (p. ej., www.newadvent.org/library/docs_jp02tc.htm).
[5] Véase Michael Behe, «Teach Evolution—and Ask Hard Questions [Enseñad evolución... y haced preguntas acertadas]», New York
Times, 17 de agosto de 1999, y Michael Behe, «Design for Living [Designio para vivir]», New York Times, 7 de febrero de 2005.
[6] Para una cobertura positiva en el New York Times, véase Laurie Goodstein, «New Light for Creationism», New York Times, 21 de
diciembre de 1997, y el artículo sobre DI de James Glanz del 8 de abril de 2001. Los editoriales del Times sobre el DI fueron
siempre negativos, y a veces cáusticos. Véase, por ejemplo «Intelligent Design Derailed [El descarrilamiento del Diseño
Inteligente]», New York Times, 22 de diciembre de 2005.
[7] Véase La clave del misterio de la vida (que se puede conseguir a través de www.illustramedia.com), un documental sobre el DI
donde Behe clarifica esto, como lo hace en muchos de sus escritos. En mis discusiones acerca de Behe en Dudas sobre Darwin,
especialmente en los capítulos 1, 7 y 8, expongo el papel esencial que desempeñó Denton (así como también Johnson) en el
desencadenamiento de su escepticismo acerca de la macroevolución naturalista.
[8] Kenneth R. Miller, Finding Darwin’s God [En busca del Dios de Darwin] (Nueva York: Cliff Street Books, 1999).
[9] Naturalmente, Behe dijo que la evidencia por sí misma guardaba silencio acerca de la identidad específica o de la naturaleza de la
inteligencia —aunque Behe dijo que creía personalmente que el diseñador era Dios.
[10] Véase Dembski y Ruse, eds., Debating Design [El debate del designio], 88, itálicas añadidas.
[11] Robert Pennock, Tower of Babel (Cambridge, MA: MIT Press, 1999), 37.
[12] Para un análisis de la crítica que Pennock hace de Phillip Johnson, véase «Pennock vs. Johnson» en la página de «Darwin Strikes
Back» en Discovery.org/CSC.
[13] Leonard Krishtalka, un paleontólogo de Kansas, calificó al DI de «creacionismo en un esmoquin barato». Esta frase alcanzó gran
popularidad y pronto comenzó a circular como un eslogan de campaña. Véase los párrafos finales en el reportaje sobre el debate
acerca de la junta escolar en Kansas, de Pete Slevin, «Teachers, Scientists Vow to Fight Challenge to Evolution [Maestros y
científicos se comprometen a luchar contra el desafío a la evolución]», Washington Post, 5 de mayo de 2005, A3.
[14] Todos los teóricos del DI se manifestaron enérgicamente sobre este extremo, pero el más vehemente de todos ha sido Michael
Behe en sus muchos comentarios publicados. Es difícil encontrar algún escrito de Behe en el que no confronte y desmonte la
etiqueta de creacionista.
[15] Niles Eldredge, The Triumph of Evolution and the Failure of Creationism [El triunfo de la evolución y el fracaso del
creacionismo] (Nueva York: W. H. Freeman, 2000), 11. Véase también Niles Eldredge, The Monkey Business: A Scientist Looks at
Creationism [La cuestión del mono: Un científico examina el creacionismo] (Nueva York: Washington Square Press, 1982).
[16] Alan Linton, «Scant Search for the Maker [Una escasa búsqueda del Hacedor]», Times Higher Education Supplement, 20 de abril
de 2001, 29.
[17] Uno fue un volumen que recopiló y al que contribuyó, Mere Creation [¡Creación... y nada más!], basado en artículos presentados
al congreso del mismo nombre que se celebró en noviembre de de 1996 en la Universidad Biola. En 1998 había publicado un libro
con revisión por pares, muy técnico, The Design Inference [La inferencia del Designio], a través de la editorial Cambridge
University Press. Un año después, en 1999, Dembski añadió Intelligent Design: The Bridge from Science to Theology, publicado en
castellano como El Diseño Inteligente: Un puente entre la ciencia y la teología.
[18] Para detalles acerca de esto mismo, véase Woodward, Doubts about Darwin [Dudas sobre Darwin], capítulo 9.
[19] William A. Dembski, No Free Lunch: Why Specified Complexity Cannot Be Purchased Without Intelligence [No hay nada gratis:
Por qué la complejidad especificada no se puede comprar sin inteligencia] (Lanham, MD: Rowman and Littlefield, 2002).
Capítulo 4
[1] En unos cuantos correos electrónicos enviados entre 1994-1996, Phillip Johnson describió su interacción con Carl Sagan. Durante
su intensa interacción con Johnson a lo largo de una comida, Sagan dijo que la racionalidad de un cristiano (que mantiene que Dios
podría actuar en el universo) es defectuosa, mientras que una racionalidad fundamentada sobre el naturalismo era una forma
superior y más sana de razón.
[2] La «vindicación» darwinista mediante la acumulación de «pruebas abrumadoras» se basaba en el empañamiento de la distinción
entre microevolución y macroevolución. Los teóricos del DI consideran ilegítima esta extrapolación de micro a macro. Además, no
aparecen pruebas de la capacidad de la mutación con selección natural para impulsar tales cambios, ni para crear nueva información
genética.
[3] Daniel Dennett, Darwin’s Dangerous Idea: Evolution and the Meanings of Life [La peligrosa idea de Darwin: Evolución y los
significados de la vida] (Nueva York: Simon & Schuster, 1995). Dennett dijo que la idea de Darwin es un «ácido universal» (el
encabezamiento de las últimas páginas de su libro). Dice: «La idea de Darwin es un disolvente universal con capacidad para
penetrar en lo más hondo de todo alrededor. ... Algunos de los detalles tradicionales perecen, y algunas de estas pérdidas son de
lamentar, pero, respecto al resto de ellos, ¡de buena nos hemos librado!» Está clarísimo por el contenido del libro que cualquier
concepto de una inteligencia trascendente que hubiera tenido un papel detectable en la creación de la vida y de la humanidad es una
de aquellas ideas de las que Dennett dice: «¡de buena nos hemos librado!»
[4] Theodosius Dobzhansky, «Nothing in Biology Makes Sense Except in the Light of Evolution», American Biology Teacher 35
(marzo de 1973):125-29.
[5] Forrest and Gross, Creationism’s Trojan Horse [El caballo de Troya del creacionismo]. Véase mi enumeración de estas
distorsiones y mi respuesta a las mismas en el artículo que puede accederse desde la página web de Darwin Strikes Back en
Discovery.org/CSC.
[6] Una muestra de las mismas, que se enumeran en www.NCSEweb.org con fecha del 10 de diciembre de 2005, son resoluciones de
la Sociedad de Biofísica, la Asociación Americana de Profesores Universitarios, y de la Sociedad Química Americana. También la
Sociedad Astronómica Americana aprobó una resolución afirmando la evolución y denunciando el DI, después de una resolución
conjunta similar de la Sociedad Americana de Agronomía, de la Sociedad de Ciencias de Cultivos y de la Sociedad Americana de
Edafología.
[7] Dan Peterson, «What’s the Big Deal About Intelligent Design? [¿A qué todo este escándalo acerca del Diseño Inteligente?]» The
American Spectator (diciembre 2005/enero 2006), al que se puede acceder en http://www.spectator.org/dsp_article.asp?
art_id=9185. Peterson había escrito anteriormente un magistral artículo sobre el DI en esta misma publicación en el número de julio
de 2005.
[8] En mi propio encuentro televisado con dos críticos del DI en el programa de mediodía de Kathy Fountain en My Turn en Tampa en
septiembre de 2005, Eddie Tabash describió a Dembski como «un fundamentalista». En el acto lo contradije como falso.
[9] He oído alrededor de diez de las conferencias de Behe en diferentes congresos, y después de 1998 casi siempre ha incluido este
tema de «el motivo religioso».
[10] Dembski y Ruse, eds., Debating Design [El debate del designio], 329.
[11] El presidente interino de Cornell, Hunter Rawlings III, usó el artículo de H. Allen Orr en el que se atacaba al DI, en el número de
30 de mayo de 2005 del New Yorker, como una de sus fuentes fundamentales cuando pronunció su discurso sobre «El estado de la
universidad» contra el DI el 21 de octubre de 2005. Todo el texto, que he leído y estudiado atentamente, se publicó al siguiente día
en la publicación Ithaca Journal. Mientras tanto, el presidente de la Universidad de Idaho, Timothy P. White, emitió su declaración
en noviembre de 2005, según la información en «ARN-Announce» nº 50 del 1 de diciembre de 2005, publicada por Access
Research Network, ARN.org. El microbiólogo teórico del DI Scott Minnich, enseña en la Universidad de Idaho; es posible que sus
puntos de vista motivasen este edicto.
[12] Shanks, God, the Devil, and Darwin [Dios, el Diablo, y Darwin]. Shanks emplea el término extremistas (y el término afín
extremo) once veces en su breve prefacio, y en el primer capítulo es su término favorito para designar a los creacionistas en general.
Especialmente resaltable es la cantidad de veces (como en la página xi, cosa sumamente importante) en que se refiere con este
término a los «creacionistas del DI». En las páginas 224-226 se usa el término sobrenatural o algún afín catorce veces. Lo mismo
sucede en las páginas 15-18, donde el término sobrenatural aparece doce veces.
[13] Ibid., xi. Las primeras itálicas son mías; las segundas itálicas están en el original.
[14] Véase la reseña de Del Ratzsch, «How Not to Critique Intelligent Design Theory [Cómo no criticar la teoría del Diseño
Inteligente]», en el número de 2005 de la revista en línea Ars Disputandi. A esta reseña, reimpresa en parte en el apéndice, se puede
acceder en www.arsdisputandi.org/publish/articles/000191/article.pdf. La reseña de Neil Manson del libro de Shanks se publicó el 9
de mayo de 2004 en la revista en línea Notre Dame Philosophy Reviews. Se accede a la misma en http://ndpr.nd.edu/review.cfm?
id=1437.
[15] Accedido en octubre de 2005, el artículo se encontró en APS News Online en la página web dedicada a la columna regular «The
Back Page», www.aps.org/apsnews.
[16] Estos extractos y comentarios se han extraído de un Truth Sheet 03-05 (revisado 7/05), titulado: «The “Wedge Document”—How
Darwinist Paranoia Fueled an Urban Legend [El “Documento de la Cuña”—Cómo la paranoia darwinista alimentó una leyenda
urbana].” El mismo, junto con el documento mucho más extenso «The “Wedge Document”: “So What”? [El “Documento de la
Cuña”: “¿Cuál es el problema?”]» se descargaron ambos del sitio web del Centro para la Ciencia y la Cultura (un departamento de
Discovery.org) el 13 de diciembre de 2005.
[17] Todas las citas proceden del documento Truth Sheet 05-01, titulado «Discovery Institute and “Theocracy” [El Instituto Discovery
y “Teocracia”]», descargado el 13 de diciembre de 2005.
[18] Véase no solo The Wedge of Truth [La cuña de la verdad] sino también Defeating Darwinism by Opening Minds [Venciendo el
darwinismo mediante la apertura de las mentes] y el primer capítulo, escrito por Johnson, en Signs of Intelligence: Understanding
Intelligent Design [Indicaciones de inteligencia: Hacia la comprensión del Diseño Inteligente], ed. William A. Dembski y James M.
Kushiner (Grand Rapids: Brazos Press, 2001).
[19] Kuhn, La Estructura de las Revoluciones Científicas.
[20] Las palabras itálicas son mi intento de resumir el sentido de este crucial capítulo en el libro de Denton Evolution.
[21] William A. Dembski, The Design Revolution: Answering the Toughest Questions about Intelligent Design [La revolución del
designio: Respuesta a las preguntas más incisivas sobre el Diseño Inteligente] (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2004), 21.
[22] Mark Perakh, Unintelligent Design [Diseño no inteligente] (Amherst, NY: Prometheus Books, 2004); Matt Young y Taner Edis,
eds., Why Intelligent Design Fails: A Scientific Critique of the New Creationism [¿Por qué fracasa el diseño inteligente? Una crítica
científica del nuevo creacionismo] (New Brunswick, NJ: Rutgers University Press, 2004).
[23] Traipsing into Evolution [Trajinando con la evolución] fue publicado por Discovery Institute Press y escrito por David K.
DeWolf, profesor de leyes en la Universidad Gonzaga, el doctor John G. West, profesor adjunto y decano del departamento de
ciencias políticas en la Seattle Pacific University, Casey Luskin, abogado y director del programa para relaciones públicas y asuntos
legales del Instituto Discovery, y el doctor Jonathan Witt, redactor y residente mayor en el Instituto Discovery.
[24] Véase Edward B. Daeschler, Neil H. Shubin, y Farish A. Jenkins Jr., «A Devonian Tetrapodlike Fish and the Evolution of the
Tetrapod Body Plan [Un pez tetrapoide y la evolución del plan corporal tetrápodo]», Nature (6 de abril de 2006); y Neil H. Shubin,
Edward B. Daeschler, y Farish A. Jenkins Jr., «The Pectoral Fin of Tiktaalik Roseae and the Origin of the Tetrapod Limb [La aleta
pectoral de Tiktaalik Roseae y el origen de las extremidades de los tetrápodos]», Nature (6 de abril de 2006).
[25] Esta cita procede de discovery.org/csc, en «Irreducible Complexity Stands Up to Biologist’s Research Efforts [La Complejidad
Irreducible resiste los esfuerzos de los biólogos investigadores]», por personal del Instituto Discovery, publicado en Internet el 6 de
abril de 2006. El artículo en Science fue escrito por Jamie Bridgham, Sean Carroll y Joe Thornton.
[26] Las citas de Behe y Meyer proceden del mismo artículo citado («Irreducible Complexity Stands Up»), que asimismo incluye
algunas citas del artículo de Michael Behe publicado el 6 de abril de 2006 en idthefuture.com, titulado «The Lamest Attempt Yet to
Answer the Challenge Irreducible Complexity Poses for Darwinian Evolution [El más penoso intento hasta la fecha de replicar al
reto que la complejidad irreducible plantea a la evolución darwinista]».
[27] John A. Campbell y Stephen C. Meyer, eds., Darwinism, Design, and Public Education [Darwinismo, Designio y Educación
Pública] (East Lansing, MI: Michigan State University Press, 2003).
[28] Ronald Numbers, The Creationists (Berkeley: University of California Press, 1993).
[29] La clave del misterio de la vida, 2005, Illustra Media (versión inglesa, 2002) y The Privileged Planet, Illustra Media 2004 (El
planeta privilegiado, no disponible todavía en castellano). Los DVDs se pueden adquirir en www.illustramedia.com.
[30] Guillermo Gonzalez y Jay Richards, The Privileged Planet: How Our Place in the Cosmos Is Designed for Discovery [El planeta
privilegiado: Cómo nuestro puesto en el cosmos está planeado para los descubrimientos] (Washington, DC: Regnery Publishing,
2004).
[31] Entrevistas personales por teléfono y personalmente con el artista gráfico Tim Doherty, octubre-diciembre de 2002 y enero de
2003.
Capítulo 5
[1] Véase, por ejemplo, el comentario apreciativo de David Ussery acerca de la investigación de Behe sobre el Z-ADN en Young y
Edis, eds., Why Intelligent Design Fails [Por qué fracasa el Diseño Inteligente], 48.
[2] Lee Strobel, The Case for a Creator [El caso del Creador] (Grand Rapids: Zondervan, 2004), 195.
[3] Este fue el comentario realizado en un banquete de Festschrift en honor de Phillip Johnson en la Universidad Biola en Los Angeles
en April de 2004.
[4] Shanks, God, the Devil, and Darwin, 160, itálicas añadidas. En la última línea acerca del papel de Behe en el DI, Shanks puede
haber tenido la intención de compararlo con el papel de Platón en la filosofía europea. A. N. Whitehead dijo que la tradición
filosófica europea «se compone de una serie de notas al pie a Platón». Esto se encuentra en Alfred North Whitehead, Process and
Reality: An Essay in Cosmology [Proceso y realidad: Un ensayo sobre cosmología] (Nueva York: Free Press, 1979), 39.
[5] Shanks, God, the Devil, and Darwin, 164.
[6] «Top Questions», accedido el 29 de diciembre de 2005, Discovery.org/CSC.
[7] La célebre cita de Darwin, «Si pudiera demostrarse ...», la han usado también Michael Denton en su obra Evolution: A Theory in
Crisis [Evolución: Una teoría en crisis], y Phillip Johnson en Darwin on Trial [Proceso a Darwin].
[8] Behe, Darwin’s Black Box [La caja negra de Darwin], 39, con la referencia de Behe a Charles Darwin, Origin of Species
(Washington Square, NY: Nueva York University Press, 1988), 154. La cita en la traducción española está extractada de Charles
Darwin, El origen de las especies (Barcelona: Editorial Zeus, 1970), 183.
[9] Darwin, El origen de las especies, Zeus, 186.
[10] Ibid., 183.
[11] Perakh, Unintelligent Design, 118-19.
[12] Darwin, El origen de las especies, Zeus, 186.
[13] Para extenderse en el tema de este capítulo, se invita al lector a visitar Discovery.org y a acceder al ensayo «Irreducible
Complexity on Trial, 1996-2006» a través de la página web de «Darwin Strikes Back». También se puede consultar en ARN.org,
donde aparecen siete artículos que desarrollan y aplican los argumentos de Behe, y once extensos ensayos, donde se responde a los
críticos a lo largo de los años.
[14] Para aquellos que oigan por primera vez acerca de la complejidad irreducible: La ratonera es un modelo de CI porque no hubiera
podido haber evolucionado paso a paso. No se pueden atrapar ratones a no ser que todas las piezas estén en su sitio y bien
coordinadas: la base, la barra en forma de U, el muelle, la palanca de retención, y el sensible gatillo. Si eliminamos una de las
piezas, es imposible atrapar ratones, lo que demuestra que la ratonera exhibe CI.
[15] Véase la respuesta de Behe a Keith Robison en «Behe Responds to Postings in Talk Origins Newsgroup [Behe responde a
contribuciones en el grupo Talk Origins Newsgroup]», accedido el 10 de enero de 2006, en http://arn.org/docs/behe/mb_toresp.htm.
[16] Véase http://udel.edu/~mcdonald/mousetrap.html.
[17] Véase www.millerandlevine.com/km/evol/DI/Mousetrap.html.
[18] Dembski y Ruse, eds., Debating Design, 366.
[19] El teórico del DI William Lane Craig asistió a una reunión nacional de filósofos y oyó aceptaciones rotundas de esta crítica de la
analogía de Behe como refutación. Se quedó atónito al ver que unos filósofos con una mente preclara quedasen tan confundidos. Es
una vulneración de la lógica decir que un defecto en una analogía docente indique el desmoronamiento de un argumento. Craig dijo
que cualquier científico podría tener una teoría robusta y sin embargo usar analogías defectuosas para capturar la realidad física.
Desacreditar una analogía en ningún modo desacredita la teoría. William Lane Craig, Trinity College, Trinity, Florida, abril de
2002.
[20] Los darwinistas pretenden que la CI puede evolucionar, ilustrándolo con una analogía de un arco de piedra. Si vemos un arco de
piedra, con bloques que descansan el uno sobre el otro, deducimos que se precisó de un equipamiento para sostener los bloques,
esperando que se ponga en su lugar la clave del arco. Algunos (incluyendo Michael Ruse, «Where the Creationists Go Wrong [En
qué se equivocan los creacionistas]», Free Inquiry, 1998) dicen que se podría tener un montículo de tierra sobre el que los bloques
vinieron a depositarse, alineados de un lado al otro. ¡Si el agua arrastraba el montículo de tierra, quedaría un arco complejo! La
pieza adicional (un montículo) facilitó la unión de los bloques, pero fue eliminada después que los bloques se pusieran en su sitio.
Un sistema celular con CI podría evolucionar de la misma manera, con piezas o etapas adicionales que se han perdido por el
camino. Ruse usó esta analogía en nuestro debate en enero de 2006.
Esta analogía presenta muchos fallos: (1) La disposición anterior a la final (antes de la extracción de la tierra) es más compleja que la
final. ¿Qué proceso darwinista llevó a esta mayor complejidad? (2) En la analogía de «el arco sobre el montículo», la
conglomeración no tiene ninguna función útil; su complejidad carece de una explicación darwinista creíble de haber sido fomentada
por una funcionalidad. (3) ¿Qué es lo que alineó y ajustó físicamente los bloques? (4) Aun más importante, la crudeza de la
analogía (también inherente en la ratonera) es que las piezas individuales (los bloques, el montículo de tierra) apenas si hacen
justicia a la forma precisa y a la increíble improbabilidad de siquiera el origen de una sola proteína por un proceso al azar. La clave
reside en la forma precisamente específica; tiene que operar de forma concertada con otras proteínas. Las piedras del arco son cosas
burdas en comparación con las proteínas. Digamos que quizá un arco pudiera formarse de esta manera de higos a brevas. Pero,
¿cuáles son las probabilidades de que cualquier proteína determinada, en el conjunto de cuarenta de ellas en el flagelo, se formen
mediante procesos aleatorios en una célula viva? Analogías como la del arco son ejercicios vanos.
[21] Casi todos los primeros ensayos de Behe en respuesta a sus críticos expresaban abiertamente que los bioquímicos que habían
revisado su libro admitieron casi universalmente que los caminos a la CI eran desconocidos, pero que tenían la esperanza de que se
descubrirían algún día. Véanse los once ensayos enumerados en la página web de Behe en ARN.org.
[22] Cuando Dawkins visitó una librería en Berkeley, California, durante el curso 1996-1997, para publicitar su libro Climbing Mount
Improbable [en castellano Escalando el monte improbable], Phillip Johnson se sentó en la primera fila en su conferencia. Durante el
período de preguntas, Johnson preguntó a Dawkins su opinión sobre Behe, y entonces Dawkins hizo la acusación de «gandul». Esto
se basa en correos electrónicos y conversaciones personales alrededor de aquel tiempo. Otros testigos presenciales le han oído decir
lo mismo.
[23] Se accedió a esta cita el 17 de mayo de 2006 en el enlace www.iscid.org/papers/Dembski_StillSpinning_030403.pdf, y se
encuentra en la página 1 del documento PDF.
[24] Perakh, Unintelligent Design, 117.
[25] Ibid., 118, itálicas añadidas.
[26] Citado por Dembski, «Eliminative Induction [Inducción eliminatoria]», en The Design Revolution, 220.
[27] Estoy en deuda con John Warwick Montgomery por esta expresión, que empleó este término en una discusión que fue recogida
en transcripción y que constituye el apéndice de su breve clásico, History and Christianity [Historia y Cristianismo] (Downers
Grove, IL: InterVarsity, 1967).
[28] Dembski, The Design Revolution, 221.
[29] Ibid.
[30] «A True Acid Test: Response to Ken Miller [Una verdadera prueba ácida: Respuesta a Ken Miller]», publicado en Internet el 31
de julio de 2000, Discovery.org. http://www.discovery.org/scripts/viewDB/index.php?command=view&id=441.
[31] Russ Doolittle, «Delicate Balance [Un delicado equilibrio]», Boston Review, febrero/marzo de 1997.
[32] Para una versión actualizada de este artículo, véase Scott Minnich, «Genetic Analysis of Coordinate Flagellar and Type III
Regulatory Circuits in Pathogenic Bacteria», capítulo 13 en Darwin’s Nemesis, ed. William Dembski (Downers Grove, IL:
InterVarsity, 2006).
[33] Estos procesos de pliegue, que llevan a una compleja conformación en 3D, comportan en algunos casos el auxilio de unas
máquinas especiales en forma de barril, donde unas chaperoninas, unas proteínas coadyuvantes especiales, ayudan al pliegue.
[34] Véase una descripción de las investigaciones más recientes de Doug Axe en el artículo con revisión por pares sobre la explosión
de información en el Cámbrico de Stephen Meyer, «The Origin of Biological Information and the Higher Taxonomic Categories»,
Proceedings of the Biological Society of Washington 117, no. 2 (4 de agosto de 2004): 213-39. A este artículo se puede acceder en
su traducción al castellano (El Origen de la Información Biológica y las Categorías Taxonómicas Superiores) en
http://www.ciencia-alternativa.org/articulos.htm y pulsando en el enlace con dicho título.
[35] Véase el capítulo de Michael Behe en Darwinism: Science or Philosophy? [Darwinismo: ¿Ciencia o Filosofía?], editores Jon
Buell y Virginia Hearn (Richardson, TX: Foundation for Thought and Ethics, 1993).
Capítulo 6
[1] En «Critics Rave over Icons of Evolution: A Response to Published Reviews», www.discovery.org, 12 de junio de 2002, Jonathan
Wells dice: «Un ejemplo flagrante de censura darwinista tuvo lugar en 2000 y 2001 en Burlington, Washington. El profesor de
biología de instituto Roger DeHart intentó suplementar su texto de biología con artículos críticos acerca de los embriones de
Haeckel y de las polillas moteadas del abedul con artículos científicos procedentes de publicaciones tan estándares como The
American Biology Teacher, Natural History, The Scientist, y Nature. La Unión Americana para las Libertades Civiles amenazó
veladamente con emprender acciones legales, y el Centro Nacional para la Educación Científica, un grupo de presión darwinista
con el que están afiliados críticos como Scott, Padian y Gishlick, insistieron en que DeHart debía enseñar solo darwinismo
ortodoxo. Rindiéndose ante la intimidación, el superintendente del distrito escolar de DeHart le prohibió distribuir dichos artículos
—¡o siquiera hablar de los mismos! Posteriormente, DeHart fue excluido de su posición de profesor de biología» (Este episodio
está totalmente documentado en el video Iconos de la evolución).
[2] Wells, «Critics Rave over Icons of Evolution», 1.
[3] Kevin Padian y Allan Gishlick, «The Talented Mr. Wells», The Quarterly Review of Biology (marzo de 2002).
[4] La carta de Larabell, citada en «Critics Rave over Icons of Evolution».
[5] Las citas tocantes a todos los diez iconos están sacadas de Forrest y Gross, Creationism’s Trojan Horse, 99-100.
[6] Véase Jonathan Wells, Icons of Evolution: Science or Myth? Why Much of What We Teach about Evolution Is Wrong [Los iconos
de la evolución: ¿Ciencia o mito?—Por qué mucho de lo que enseñamos acerca de la evolución no es cierto] (Washington, DC:
Regnery Publishing, 2000), 231-35, para su discusión acerca de posible fraude en los libros de texto de biología.
[7] Ibid., 251.
[8] Ibid., 51.
[9] Mi padre, William W. Woodward, estudió evolución en Princeton, donde obtuvo su Licenciatura en Letras en 1928. Su creencia en
la macroevolución se desvaneció cerca del final de su vida. Antes de su muerte en 1992 era un creciente seguidor de Phillip
Johnson; lo conoció personalmente en una cena y disfrutó oyéndolo en el programa de William F. Buckley, Firing Line, en 1991.
[10] Wells, Icons of Evolution, 91.
[11] Wells, «Critics Rave over Icons of Evolution». Su nota final da este conjunto de datos de referencia: Charles Darwin, El origen de
las especies, capítulo 14; El linaje del hombre, capítulo 1. La cita donde Darwin afirma que la embriología es «con mucho la más
poderosa» prueba es de una carta del 10 de septiembre de 1860 a Asa Gray, en Francis Darwin, ed., The Life and Letters of Charles
Darwin [La vida y las cartas de Charles Darwin], vol. 2 (Nueva York: D. Appleton, 1896), 131; esta carta la cita Ernst Mayr en The
Growth of Biological Thought [El desarrollo del pensamiento biológico] (Cambridge: Harvard University Press, 1982), 470, y
Stephen Jay Gould, Ontogeny and Phylogeny [Ontogenia y Filogenia] (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1977), 70.
[12] Los datos que se citan aquí, junto con la cita de Wells, proceden de Wells, Icons of Evolution, 82-83.
[13] Ibid., 91.
[14] Ibid. es la fuente de ambas citas. En la primera cita de Richardson, las palabras son del mismo Richardson; la segunda cita es el
resumen que Wells hace de los resultados.
[15] Ibid., 92.
[16] Wells escribe: «Aunque von Baer aceptaba la posibilidad de una transformación limitada de las especies a niveles inferiores de la
jerarquía biológica, no veía prueba alguna de las transformaciones a gran escala propuestas por Darwin. Por ejemplo, von Baer no
creía que las diversas clases de vertebrados descendiesen de un antecesor común». Ibid., 85.
[17] Tengo esta cinta en mi posesión. El debate, ante más de mil asistentes, tuvo lugar en Dillon Gymnasium, Universidad de
Princeton, Princeton, NJ, en abril de 1980.
[18] Véase la sección titulada «Resurrecting Recapitulation [Resucitando la Recapitulación]», en Wells, Icons of Evolution, 88-90.
[19] Wells desarrolla su bosquejo en base al consejo de Dawkins: «Se puede decir con total certidumbre que si te encuentras con
alguien que afirma no creer en la evolución, esta persona es ignorante, estúpida, o bien está loca (o bien es malvada, pero preferiría
no considerar esta posibilidad)». Véase Richard Dawkins, «Put Your Money on Evolution [Invierta en la Evolución]», New York
Times, 9 de abril de 9, 1989, sección 7, 35.
[20] Wells, «Critics Rave over Icons of Evolution».
[21] Jerry Coyne, «Creationism by Stealth [El creacionismo furtivo]», Nature 410 (12 de abril de 2001): 745-46. Esta cita procede de
la p. 745.
[22] Los siguientes párrafos de la cita proceden todos de Wells, «Critics Rave over Icons of Evolution.”
[23] La fuente de información que proporciona Wells en «Critics Rave over Icons of Evolution» es Adam Sedgwick, «On the Law of
Development Commonly Known as Von Baer’s Law; and on the Significance of Ancestral Rudiments in Embryonic Development
[Sobre la ley de desarrollo conocida comúnmente como la Ley de Von Baer; y sobre el significado de rudimentos ancestrales en el
desarrollo embrionario]», Quarterly Journal of Microscopical Science 36 (1894): 35-52.
[24] La fuente de información que proporciona Wells en «Critics Rave over Icons of Evolution» es William W. Ballard, «Problems of
Gastrulation: Real and Verbal [Problemas de la gastrulación: Reales y verbales]», BioScience 26 (1976): 36-39, 38; Richard P.
Elinson, «Change in Developmental Patterns: Embryos of Amphibians with Large Eggs [Cambio en patrones de desarrollo:
Embriones de anfibios con huevos grandes]», en R. A. Raff y E. C. Raff, eds., Development as an Evolutionary Process [El
desarrollo como proceso evolutivo], vol. 8 (Nueva York: Alan R. Liss, 1987), 1-21, cita de la p. 3. Véase también Jonathan Wells,
«Haeckel’s Embryos and Evolution: Setting the Record Straight [Los embriones de Haeckel y la evolución: Poniendo las cosas en
claro]», The American Biology Teacher 61 (1999): 345-49.
[25] La fuente de información que proporciona Wells en «Critics Rave over Icons of Evolution» es Coyne, «Creationism by Stealth
[El creacionismo furtivo]» 745.
[26] Wells, «Critics Rave over Icons of Evolution.»
[27] La cita de la reseña de Scott está sacada de Wells, «Critics Rave over Icons of Evolution». La reseña original es «Fatally Flawed
Iconoclasm [Iconoclastia totalmente fracasada]», Science 292 (22 de junio de 2001): 2257-58.
[28] Eugenie C. Scott, «Fatally Flawed Iconoclasm». Science 292 (22 de junio de 2001): 2257-58.
[29] Wells, «Critics Rave over Icons of Evolution».
[30] Ibid.
Capítulo 7
[1] «Inexistentes» podría reformularse como «prácticamente inexistentes». A niveles taxonómicos más elevados (reinos, filos y
clases), el término «prácticamente» se debería omitir totalmente.
[2] Véase el capítulo de Simon Conway-Morris acerca del Cámbrico en Muller y Newman, eds., Origination of Organismal Form.
[3] Del capítulo 4, «Selección Natural», en Darwin, El origen de las especies, Ed. Zeus, 93.
[4] Véase el comentario de Darwin, ibid., 193: «Hemos visto que las especies en un período dado ... no están enlazadas por una
multitud de gradaciones intermedias ... en parte porque el mismo proceso de la selección natural casi implica la continua
suplantación y extinción de las gradaciones precedentes e intermedias». David Raup me dijo en el otoño de 2000 que la opinión de
Darwin acerca de la sustitución competitiva era sencillamente errónea.
[5] Del video Iconos de la evolución, disponible en www.coldwatermedia.com.
[6] Véase Wells, Icons of Evolution, 57, donde trata acerca de las polémicas ideas de Harry Whittington y Malcolm Gordon. Los dos
tenían dudas acerca del punto de vista monofilético (un solo tronco para el árbol de la vida).
[7] En el video Iconos de la evolución, el profesor de instituto de biología Roger DeHart explica que en su libro de texto de biología
hay una mención acerca del Cámbrico que tan solo menciona la explosión y luego prosigue afirmando alegremente que el árbol de
la vida (y los acontecimientos de la evolución impulsados por la selección natural) son realidades.
[8] Donald Prothero, «Los fósiles dicen Sí», Natural History (noviembre de 2005): 52-56. El título del artículo de Prothero está
posiblemente inspirado por el título original de un popular libro creacionista de Duane Gish, Evolution: The Fossils Say No!
[Evolución: ¡Los fósiles dicen No!].
[9] Stephen Jay Gould, La vida maravillosa—Burgess Shale y la naturaleza de la historia (Barcelona: Editorial Crítica, 1991/1999);
Simon Conway-Morris, The Crucible of Creation: The Burgess Shale and the Rise of Animals [El crisol de la Creación—La Pizarra
Burgess y el surgimiento de los animales] (Nueva York: Oxford University Press, 1998). También recomiendo el destacable ensayo
de la interacción (una conversación registrada por escrito) entre Conway-Morris y Gould después que Conway-Morris publicó
Crucible of Creation en 1998. Titulado «Showdown on the Burgess Shale [Confrontación acerca de la Pizarra Burgess]», está
disponible en www.stephenjaygould.org/library/naturalhistory_cambrian.html. Es de lectura obligatoria para todo aquel que ahonde
en la controversia acerca del Cámbrico.
[10] Stephen Jay Gould, «Treasures in a Taxonomic Wastebasket [Tesoros en una papelera taxonómica]», Natural History, diciembre
de 1985.
[11] Darwin, El origen de las especies, Ed. Zeus, 306.
[12] El profesor decano de Cambridge Harry Whittington realizó el trabajo inicial, y sus dos estudiantes doctorandos, Derek Briggs y
Simon Conway-Morris, siguieron y pudieron realizar algunos de los descubrimientos más espectaculares.
[13] Naturalmente, los planes corporales de las plantas terrestres aparecen posteriormente, y diversas diminutas formas de vida,
principalmente tipos de vida parásitos, no son evidentes en el Cámbrico en esta época.
[14] Miller, Finding Darwin’s God, 124-125.
Capítulo 8
[1] En caso de que algunos ohianos sientan curiosidad, la pequeña población rural era Canal Winchester.
[2] Véase ISSOL.org, donde se publican resúmenes de las reuniones trienales de la ISSOL.
[3] Oparin tenía el conjunto de cuatro gases que Stanley Miller usó, incluyendo otros dos más que no se mencionaban aquí: metano e
hidrógeno. Haldane sugirió el dióxido carbónico como fuente de carbono (en lugar de metano). Para una útil comparación de
ambos, véase www.daviddarling.info/encyclopedia/O/OparinHaldane.html; esta fue mi fuente de información.
[4] Esta formulación adolece de una vaguedad que los científicos ridiculizan como meros gestos. Pero a veces estas generalidades
vagas son sencillamente inevitables en las primeras etapas de estructuración de una nueva teoría.
[5] Un informe en el congreso de 1999 de la ISSOL decía que, casi con toda certidumbre, la tierra primitiva tuvo una atmósfera
compuesta de agua, dióxido de carbono y gas nitrógeno. Este hallazgo consiguiente a la investigación fue sumamente
decepcionante. Este informe es de Fazale Rana y Hugh Ross, «An Inside Report on ISSOL ’99: Life from the Heavens? Not This
Way ... [Un informe interior sobre ISSOL ’99: Vida procedente del cielo? No de esta manera ...]», Reasons.org, accedido el 29 de
diciembre de 2005.
[6] El clásico de A. E. Wilder-Smith, The Natural Sciences Know Nothing of Evolution [Las ciencias naturales no saben nada de
evolución], es una magnífica introducción al tema de la quiralidad de las proteínas.
[7] Uno de los aminoácidos, la glicina, no es estereoespecífico; no presenta variedades de mano derecha y de mano izquierda.
[8] Este problema lo menciona Paul Davies, The Fifth Miracle: The Search for the Origin and Meaning of Life (Nueva York: Simon
and Schuster, 1999), publicado en castellano como El quinto milagro: En busca de los orígenes de la vida (Barcelona: Crítica,
2000); pone en claro que no parece haber ninguna solución a la vista. Esto es típico; así sucede con cada otro libro que he
consultado, incluyendo el de Lahav (véase la siguiente nota).
[9] Noam Lahav comenta acerca del «protobionte»: «Pero pasemos primero al protobionte —la hipotética criatura que está al borde
del ámbito de la biología actual— y usémoslo como punto de partida en nuestro viaje de extrapolación regresiva hacia el mismo
comienzo de la biología» Noam Lahav, Biogenesis: Theories of Life’s Origin [Biogénesis—Teorías del Origen de la Vida] (Nueva
York: Oxford University Press, 1999), 143.
[10] Charles B. Thaxton, Walter L. Bradley y Roger L. Olsen, The Mystery of Life’s Origin: Reassessing Current Theories [El
misterio del origen de la vida: Examen de las teorías actuales] (Nueva York: Philosophical Library, 1984).
[11] Véase Woodward, Doubts about Darwin [Dudas sobre Darwin], 85-91, sobre Thaxton y el impacto de El misterio, incluyendo un
muestreo de las activas reacciones que recibió de parte de científicos, incluyendo la del biofísico de Yale Harold Morowitz, que
escribió una reseña en sentido positivo.
[12] Dean Kenyon y Gary Steinman, Biochemical Predestination (Nueva York: McGraw-Hill, 1969).
[13] El mecanismo primordial, la «fotodisociación», era prácticamente inevitable: las moléculas de agua (H2O) en las capas altas de
la atmósfera, expuestas a la radiación ultravioleta, hubieran desprendido el hidrógeno, separándose el oxígeno, que se hubiera
difundido por la atmósfera de la tierra.
[14] La discriminación entre las diferentes clases de trabajo entrópico (químico, térmico y de configuración), pasó a formar parte del
progreso del argumento en pro del designio en el campo de la evolución química, y vino a formar parte fundamental de la estructura
intelectual del Movimiento del DI.
[15] Las otras cinco ideas además de la abiogénesis naturalista son: (1) nuevas leyes naturales, (2) la panspermia, (3) la panspermia
dirigida, (4) un creador dentro del cosmos, (5) un creador externo al cosmos.
[16] James Jekel, reseña de The Mystery of Life’s Origin, Yale Journal of Biology and Medicine (diciembre de 1984); Klaus Dose,
«The Origin of Life: More Questions Than Answers [El origen de la vida: Más preguntas que respuestas]», Interdisciplinary
Science Reviews, vol. 13, no. 4, 348.
[17] Robert Shapiro, Origins: A Skeptic’s Guide to the Creation of Life on Earth (Nueva York: Bantam Paperback, 1986). Este es uno
de los mejores libros jamás escritos sobre la evolución química, y los magníficos apoyos publicados en la sobrecubierta que pudo
recoger hablan por sí mismos y son la base de mi descripción del libro como «célebre».
[18] Robert Shapiro, «A Replicator Was Not Involved in the Origin of Life [No hubo ningún replicador implicado en el origen de la
vida]», en IUBMB Life (Una revista de la Unión Internacional de Bioquímica y de Biología Molecular) 49 (2000): 173-175; citado
en el capítulo de Walter Bradley, «Information, Entropy, and the Origin of Life [Información, entropía y el origen de la vida]», en
Debating Design, ed. Dembski y Ruse (Cambridge University Press, 2004), 346.
[19] Véase la propia página autobiográfica de De Duve en la siguiente página en la Internet:
nobelprize.org/medicine/laureates/1974/duveautobio.html. He extraído mucho de mi material de esta página web, a la que accedí el
28 de diciembre de 2005. Su papel como participante en discusiones tipo DI se cuenta en el capítulo de Phillip Johnson, «The
Information Quandary [El Dilema de la Información]», en The Wedge of Truth, y en mi narración acerca del congreso sobre «La
Naturaleza de la Naturaleza» organizado por Dembski en la Universidad Baylor, que se ha considerado en el capítulo 9 de
Woodward, Doubts about Darwin [Dudas sobre Darwin].
[20] Los tioésteres son metabolitos ricos en energía, y para un buen resumen de esta fase teórica, véase Lahav, Biogenesis, 262-63.
[21] Véase Fazale Rana y Hugh Ross, Origins of Life: Biblical and Evolutionary Models Face Off [El origen de la vida: Los modelos
bíblico y evolucionista frente a frente] (Colorado Springs: NavPress, 2004), 52. Este punto de vista es tan importante para Lahav
que la obra de Wächtershäuser se cita en un total de alrededor de cincuenta diferentes páginas en un texto de trescientas páginas —
¡una de cada seis páginas considera esta teoría!
[22] A. G. Cairns-Smith es muy bien conocido por su libro Seven Clues to the Origin of Life: A Scientific Detective Story (Nueva
York: Cambridge University Press, 1985), publicado en castellano como Siete pistas sobre el origen de la vida (Madrid: Alianza
Editorial, 1985), pero anteriormente había publicado Genetic Takeover and the Mineral Origins of Life [Invasión genética y el
origen mineral de la vida] (Nueva York: Cambridge University Press, 1982). Wikipedia tiene un excelente y útil resumen de su
teoría de la arcilla en http://en.wikipedia.org/wiki/Graham_Cairns-Smith.
[23] Francis Crick, Life Itself: Its Origin and Nature [La vida misma: Su origen y naturaleza] (Nueva York: Simon and Schuster,
1981). En Mystery of Life’s Origin, Bradley, Olsen, y Thaxton examinaron la panspermia en su epílogo. Paul Davies, en su
importante libro El quinto milagro, dedica todo un capítulo (13 páginas en la edición española) a esta idea.
Capítulo 9
[1] Véase el resumen sumamente valioso acerca de este extremo en el capítulo 12 de Rana y Ross, Origins of Life.
[2] Estos hechos, aunque presentados por oradores en el Congreso de Greenville, se derivan aquí de Rana y Ross, Origins of Life. La
cifra para la E. coli aparece en la página 165 y la cifra para la célula independiente (1500-1900) aparece en la p. 162.
[3] Para esta vívida descripción de esta vida parásita, estoy en deuda con las descripciones facilitadas por diversos oradores en el
fórum sobre DI «Uncommon Dissent [Una discrepancia singular]» en Greenville, Carolina del Sur, en agosto de 2005.
[4] Véase Rana y Ross, Origins of Life, 163, y las fuentes a que ellos hacen referencia en las notas al pie que se citan para el capítulo
12 (especialmente las notas al pie 11 a 14).
[5] Edward Peltzer, en especial, dio algún crédito a los investigadores por unos discretos resultados en esta etapa.
[6] Kenyon y Steinman, Biochemical Predestination.
[7] Unlocking the Mystery of Life, Illustra Media, 2002. La versión en castellano, La clave del misterio de la vida, Illustra Media,
2005. El DVD puede adquirirse a través de www.illustramedia.com
[8] Ibid.
[9] Ibid.
[10] Véase «The Information Quandary [El dilema de la información]» en Johnson, The Wedge of Truth [La cuña de la verdad].
[11] Davies, El quinto milagro, p. 221 en la traducción al castellano.
[12] Para ampliar este análisis crítico del dilema en que se encuentra el naturalismo en su intento de encontrar una explicación, véanse
los primeros capítulos de C. S. Lewis, Los milagros (Madrid: Encuentro, 1992 —traducción de la edición inglesa publicada en
1947).
[13] Davies, El quinto milagro, 200-201.
[14] Ibid., 210.
[15] Ibid., 211-212, itálicas añadidas.
[16] Gould, Structure of Evolutionary Theory [Existe traducción al castellano, La estructura de la teoría de la evolución (Barcelona:
Tusquets Editores, 2004)]. Véase la nota al pie en la página 101 (del original inglés), en la que Gould desarrolla el silogismo
creacionista.
[17] Esta estrategia de evasión, con un comentario final de afirmación de progreso, parece ser el planteamiento adoptado en Forrest y
Gross, Creationism’s Trojan Horse, 99-103.
[18] Lahav, Biogenesis, 303. Su nota hace referencia a Arrhenius et al., «Entropy and Charge in Molecular Evolution—the Case of
Phosphate [Entropía y carga en la evolución molecular—el caso del fosfato]», Journal of Theoretical Biology 187 (1997): 503-33.
[19] Lahav, Biogenesis, 303-4, itálicas añadidas.
[20] Ibid.
[21] Walter Bradley, «Information, Entropy, and the Origin of Life [Información, entropía, y el origen de la vida]», en Debating
Design [El debate del designio], ed. Dembski y Ruse, 347-48.
[22] Ibid.
[23] En Doubts about Darwin [Dudas sobre Darwin], describí la crítica escéptica que hace Denton de la macroevolución como esta
misma situación imaginaria de un científico que busca la salida de un laberinto subterráneo. Véase Woodward, Doubts about
Darwin [Dudas sobre Darwin], 256, n. 18.
[24] Véase «Science vs. Religion, to Science vs. Science [De ciencia contra religión, a ciencia contra ciencia]», Montana News
Association, http://www.montanasnews.com/article.php?molde=view&id=2677, acceso realizado el 16 de marzo de 2006.
Capítulo 10
[1] Ultimátum a la Tierra (1951) fue dirigida por Robert Wise (conocido también por Sonrisas y lágrimas, Star Trek: La película, y
docenas de otras producciones). El breve resumen del guión que sigue está adaptado de www.imdb.com/title/tt0043456 —el sitio
web de IMDb (que afirma ser la base de datos de películas más grande del mundo), accedido el 30 de diciembre de 2005.
[2] Naturalmente, para aquellos que insistan en la precisión, estoy dejando de lado los codones de comienzo y fin al comienzo y al fin
de los otros cien codones, de modo que, técnicamente, hay al menos 102 codones en la cadena entera.
[3] Los trabajos de Ralph Seelke en la Universidad de Wisconsin se han concentrado en esta cuestión. Parece que la selección natural
se enfrenta con un límite de tres mutaciones para la formación de nuevas secuencias de ADN con sentido. Véase capítulo 12 para
detalles.
[4] Véase el famoso artículo-reseña de Stephen Meyer, «The Origin of Biological Information and the Higher Taxonomic Categories
[El origen de información biológica y las categorías taxonómicas más elevadas]». Este artículo se puede conseguir en línea en
Discovery.org. Meyer hace referencia a E. Koonin, «How Many Genes Can Make a Cell? [¿Cuántos genes pueden construir una
célula?]» Annual Review of Genomics and Human Genetics 1 (2000): 99-116.
[5] Naturalmente no estoy siquiera contando las regiones que no codifican, lo que en el pasado se ha designado como «ADN basura»,
en los eucariotas superiores. Recientes investigaciones parecen indicar que este «ADN basura» no es tan basura, después de todo, y
que puede tener diversos propósitos que no se habían contemplado antes.
[6] William A. Dembski, The Design Revolution: Answering the Toughest Questions about Intelligent Design [La revolución del
designio: Respuesta a las preguntas más incisivas sobre el Diseño Inteligente] (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2004).
[7] Podría escribir literalmente más de cien páginas sobre esta cuestión y aburrir al lector hasta las lágrimas, si tuviera que relatar todo
el bombardeo que Dembski ha sufrido. Véase la enumeración en «Ataques contra Dembski» en la página web de Discovery.org
para Darwin Strikes Back para resúmenes de otros ataques estratégicos contra Dembski y el filtro, con las respuestas desde el
campo del DI.
[8] Véase especialmente Woodward, Doubts about Darwin, 171-82.
[9] Dembski acudió a una conferencia del filósofo Alvin Plantinga, Whig-Clio Hall, Princeton University, en octubre de 1990. En
aquel tiempo Dembski estaba realizando investigaciones posdoctorales en Princeton.
[10] Véase Dembski, The Design Revolution, 82-83.
[11] Véase ibid., 84-86. Dembski comenta que diversos límites universales de probabilidad sugeridos (en publicaciones) se
encontraban entre 1 en 10 94 a 1 en 10120. La cifra de Dembski es la más cauta de todas las que aparecen en la literatura.
[12] Véase ibid., 76.
[13] Véase la discusión de este tema de la aplicación del filtro al flagelo en «The Flagellum Unspun [El flagelo desmadejado]», de
Kenneth Miller, en Debating Design, ed. Dembski y Ruse.
[14] Dembski, The Design Revolution, 88.
[15] Ibid., 95-96.
[16] En ibid., capítulo 10, p. 81, Dembski cita a Leslie Orgel como el primero en usar este término en su libro The Origins of Life:
Molecules and Natural Selection (Nueva York: Wiley, 1973) [Hay edición española, Los orígenes de la vida: Moléculas y selección
natural (Madrid: Alianza Editorial, 1973)]. También cita el uso que hace Paul Davies de esta expresión en su libro El quinto
milagro, al que he hecho referencia en el capítulo anterior.
[17] Esta estrategia del ataque personal es típica en las reseñas acerca de Dembski desde el campo contrario al DI. Véase Forrest y
Gross, Creationism’s Trojan Horse, 118: «La implicación, naturalmente, es que solamente él ha triunfado ante el reto inmemorial
planteado a la lógica, a las matemáticas, a la ciencia natural, a la metafísica y a la filosofía moral, el reto que ha eludido a todos
hasta ahora: establecer la veracidad de que la vida ha sido diseñada con un pleno propósito por parte de un agente
incomprensiblemente inteligente externo a la naturaleza». Después de una mera enumeración de los argumentos centrales de
Dembski, los autores afirman, con bien poca caridad y justificación: «Esta no es la voz de un modesto académico joven».
[18] Las citas son de ibid., 123, y Perakh, Unintelligent Design, 26-28.
[19] Perakh, Unintelligent Design, 104.
[20] Véase la discusión de Dembski en The Design Revolution, 93.
[21] Perakh, Unintelligent Design.
[22] Estoy en deuda con el difunto Donald Mackay por esta ilustración, aunque yo la esté empleando de forma diferente. Donald
Mackay, The Clockwork Image (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1974). En castellano se puede consultar el artículo del mismo
autor, «El hombre como mecanismo», en la recopilación Fe cristiana y ciencia mecanicista, ensayos editados por D. M. Mackay
(Buenos Aires: Certeza, 1968).
[23] Esta cita es de Dembski, The Design Revolution, 98.
[24] Véase Michael Polanyi, «Life Transcending Physics and Chemistry [La vida trasciende a la física y a la química]», Chemical and
Engineering News (21 de agosto de 1967).
[25] Dembski, The Design Revolution, 93. En el contexto, Dembski cita la fuente de Ruse (sin número de página) como: Can a
Darwinian Be a Christian? The Relationship between Science and Religion [¿Puede un darwinista ser cristiano? La relación entre la
ciencia y la religión] (Nueva York: Cambridge University Press, 2001).
[26] Citado de Dembski, The Design Revolution, 93, itálicas añadidas.
[27] Ibid., 99, itálicas añadidas.
[28] Neil deGrasse Tyson, «The Perimeter of Ignorance [El perímetro de la ignorancia]», Natural History (noviembre de 2005). Tyson
volverá a aparecer en el siguiente capítulo como un ateólogo animador de los darwinistas.
[29] Las diversas citas son todas de Dembski, The Design Revolution, 90.
[30] Shanks, God, the Devil, and Darwin, 127, 129 (véase 125-29). Véase también Young y Edis, eds., Why Intelligent Design Fails,
91-95.
[31] Cornelius Hunter, «Can Science Refute Design? A Book Review of Why Intelligent Design Fails [¿Puede la ciencia refutar el
designio? Reseña del libro Por qué fracasa el Diseño Inteligente]», Origins no. 58 (21 de junio de 2005): 37.
[32] Dembski, The Design Revolution. Propongo los siguientes capítulos como especialmente interactivos con el darwinismo: capítulo
19, «Information Ex Nihilo [Información surgida de La Nada]»; capítulos 25-26, «The Supernatural [Lo sobrenatural]» y
«Embodied and Unembodied Designers [Diseñadores corpóreos e incorpóreos]»; capítulo 30, «The Argument from Ignorance [El
argumento de la ignorancia]»; y capítulo 36, «The Only Game in Town [La única partida en el vecindario]».
[33] Ibid., 145.
[34] Holmes Rolston III, Genes, Genesis and God: Values and Their Origins in Natural and Human History [Genes, Génesis y Dios:
Los valores y sus orígenes en la historia natural y humana] (Nueva York: Cambridge University Press, 1999), citado en Dembski,
The Design Revolution, 146.
[35] Todas las citas e información en este párrafo y las que siguen en este capítulo están extraídas de Dembski, The Design
Revolution, 146-48.
Capítulo 11
[1] David Berlinski, «The Deniable Darwin [El rebatible Darwin]», Commentary 101, no. 6 (junio de 1996).
[2] Acerca de la diversidad de intereses y obras escritas de Berlinski, véase la lista de sus escritos en el sitio web de Discovery.org.
[3] Los otros cuatro fueron el paleontólogo David Raup, que me ayudó enormemente en mi investigación acerca de Phillip Johnson; el
historiador de la ciencia Ron Numbers, que revisó el manuscrito y me apremió a que lo publicase a través de una editorial
comercial; y dos de los cuatro miembros de mi comité de redacción de la tesis que tuvieron un papel crucial, y que dijeron que
habían disfrutado de mi trabajo, sin alinearse con el DI en ningún sentido ideológico.
[4] Un ejemplo clave de un teólogo alineándose con la evolución y contra el DI sería John Haught, un teólogo en la Universidad de
Georgetown. John Haught escribió un fascinante capítulo, «Darwin, el Designio y la Divina Providencia» en Debating Design, eds.
Dembski y Ruse. El libro más conocido entre los recientes de John Haught es God After Darwin: A Theology of Evolution (Boulder,
CO: Westview Press, 2000), sobre el que Michael Behe escribió una reseña con un tono relativamente positivo y apreciativo.
Véase: www.arn.org/docs/behe/mb_godafterdarwinreview.htm.
[5] La integridad de los argumentos del designio depende, hasta cierto punto, de la exactitud acerca de los datos. Al menos desde el
punto de vista de la precisión científica, numerosos corresponsales de los teóricos del designio han ayudado enormemente como
comprobadores de datos. Otros han ido mucho más allá de la comprobación de los datos y han interaccionado extensamente con
Dembski y otros teóricos, sometiendo a crítica sus argumentos con buena disposición, lo que ha llevado progresivamente a una
mayor claridad y solidez de dichos argumentos. Prácticamente todos estos críticos amistosos se mantienen, por razones evidentes,
bajo una estricta confidencialidad.
[6] Woodward, Doubts about Darwin [Dudas sobre Darwin], 73-74, 82-83, 260 n. 46. David Raup se menciona también en el capítulo
3 de este libro.
[7] Dos de los profesores de Berkeley que asistieron mantuvieron una cordial y activa correspondencia con Johnson después de este
encuentro. Llegaron a ser unos partícipes muy corteses en discusiones en las primeras etapas del DI, si no «ayudadores» como tales.
[8] Dentro de esta clase han destacado Niall Shanks, God, the Devil, and Darwin [Dios, el Diablo y Darwin], y Barbara Forrest y Paul
Gross, Creationism’s Trojan Horse [El caballo de Troya del creacionismo]. Muchas de las tergiversaciones de Shanks son
examinadas bajo el cortante bisturí de la crítica de Del Ratzsch, «How Not to Critique Intelligent Design Theory [Cómo no criticar
la teoría del Diseño Inteligente]», en la revista en la web Ars Disputandi, vol. 5 (2005). Véase el apéndice para un extracto clave de
esta reseña.
[9] Doy aquí tres razones para la poca mención de la física y cosmología en Dudas sobre Darwin: En primer lugar, me encontré con
ciertas rigurosas limitaciones de espacio, y tenía que cubrir las principales figuras del DI antes de pasar a figuras secundarias.
Segundo, en el DI siempre ha habido un gran énfasis en la biología —en la debilidad empírica existente en la biología evolutiva y
en la teoría del origen de la vida. Mi historia refleja este énfasis. Una tercera razón es que los primeros libros que trataban acerca
del descubrimiento del ajuste fino del universo no se publicaron hasta la década de 1980, de modo que este aspecto del diseño
cosmológico estaba emprendiendo sus primeros y vacilantes pasos para el tiempo en que el DI ya había surgido en la década de
1980.
[10] En Young y Edis, eds., Why Intelligent Design Fails [¿Por qué fracasa el Diseño Inteligente?], el físico Victor Stenger aborda el
tema en su capítulo, «Is the Universe Fine-Tuned for Us? [¿Está el universo finamente ajustado para nosotros?]»
[11] Estos hechos básicos están tomados del libro de Robert Jastrow, God and the Astronomers [Dios y los astrónomos], 2a ed.
(Nueva York: W. W. Norton, 1992), capítulo 2, 17-25.
[12] Cualquiera de los escritos acerca del Big Bang por Hugh Ross, presidente de Razones para Creer, tiene este tono. Esto es cierto
tanto si se trata de un libro, de un artículo en la Internet o en boletines.
[13] De Simon Singh, Big Bang: The Origin of the Universe [Big Bang: El origen del Universo] (Nueva York: Fourth Estate, 2004),
483.
[14] Según Singh, esta expansión de la época de la inflación se completó en el primer lapso de 10 -35 segundos —esto es, la primera
cienmillonésima de una billonésima de una billonésima de segundo, en notación española (un billón = un millón de millones). Ibid.,
477-78 n. 8.
[15] Jastrow, God and the Astronomers, 2nd ed., 106.
[16] Véase Behe, Darwin’s Black Box, 244-45 de la edición en inglés (en castellano, La caja negra de Darwin). Behe también ha
expuesto esto en incontables ocasiones en conferencias y otras oportunidades.
[17] Jastrow, God and the Astronomers, 2nd ed., 107.
[18] Ibid., 9.
[19] Jastrow sugiere una apertura teórica al teísmo por su nota de respaldo en la contracubierta de The Mystery of Life’s Origin [El
misterio del origen de la vida], de Thaxton, Bradley y Olsen, que se ha tratado en el capítulo 8.
[20] John Barrow y Frank Tipler, The Anthropic Cosmological Principle [El Principio Antrópico de la Cosmología] (Nueva York:
Oxford University Press, 1986). William Lane Craig, «Barrow and Tipler on the Anthropic Principle vs. Divine Design [Barrow y
Tippler sobre el Principio Antrópico contra el Diseño Divino]», publicado en la oficina virtual de Craig en Leaderu.com:
www.leaderu.com/offices/billcraig/docs/barrow.html, accedido el 25 de enero de 2006.
[21] Gonzalez y Richards, The Privileged Planet [El planeta privilegiado].
[22] La fuente para esta cita es el astrofísico Marc Davis, en su entrevista en video en Evidence for God, un documental producido por
Fred Heeren, DayStar Publications, 1997.
[23] Basado en diversas entrevistas con Hugh Ross, el astrofísico que fundó Razones para Creer. Estas entrevistas se realizaron a
principios de junio y finales de julio de 2005.
[24] El UFA es explorado por el filósofo John Leslie en Universes (Nueva York: Routledge, 1989).
[25] Esto procede de la página de Wikipedia en inglés sobre el «Principio antrópico [Anthropic principle]» tal como estaba cuando se
accedió en enero de 2006. (Cuando se volvió a acceder a la página otra vez en junio de 2006, la redacción había cambiado en algo.)
La referencia de 1988 es al libro de Hawking A Brief History of Time (NY: Bantam Books), publicada en castellano como Historia
del tiempo (Barcelona: Editorial Crítica, 1989).
[26] Timothy Ferris, The Whole Shebang: A State-of-the-Universe(s) Report [Todo el tinglado: Informe sobre el estado del Universo]
(Nueva York: Simon and Schuster, 1997).
[27] La frase «hinchada ontología» es de William Dembski, en un correo electrónico de noviembre de 2000, donde resumía su
conversación con un cosmólogo de Yale que asistió al Congreso de Yale sobre el Designio. El profesor asistió a la conferencia
pronunciada por William Lane Craig sobre designio en el universo y defendió el Multiverso después en una discusión con los
teóricos del DI.
[28] Simon Conway-Morris, citado por Douglas A. Vakoch, en Nature 429, no. 6994 (24 de junio de 2004):808.
[29] Richard Dawkins, en Shanks, God, the Devil, and Darwin, viii-ix.
[30] Véase Woodward, Doubts about Darwin [Dudas sobre Darwin], 136-41, donde abordo el argumento que hace David Hull sobre
malignidad y despercidio.
[31] Cornelius Hunter, Darwin’s God: Evolution and the Problem of Evil [El Dios de Darwin: Evolución y el problema del mal]
(Grand Rapids: Brazos Press, 2001).
[32] Véase, por ejemplo el capítulo «On the Design of the Vertebrate Retina [Del diseño de la retina de los vertebrados]», de George
Ayoub, en Darwinism Under the Microscope [El darwinismo bajo el microscopio], ed. Thomas Woodward y James Gills (Lake
Mary, FL: Strang, 2002).
[33] Dembski, The Design Revolution, 58.
[34]Ibid.
[35] Neil deGrasse Tyson, «The Perimeter of Ignorance [El perímetro de la ignorancia]», Natural History (noviembre de 2005). Entre
los peligros celestes, además de agujeros negros hambrientos de materia y de galaxias en colisión, su pesadilla incluye «la galería
de tiro, llena de asteroides y cometas terroristas que chocan con planetas de vez en cuando».
[36] Ibid.
[37] Ibid.
Capítulo 12
[1] Véase Niall Shanks, God, the Devil, and Darwin [Dios, el Diablo y Darwin], y Barbara Forrest y Paul Gross, Creationism’s Trojan
Horse [El caballo de Troya del creacionismo]. Ambos títulos fueron publicados en 2004 por Oxford University Press.
[2] Véase la columna de Charles Krauthammer «Phony Theory, False Conflict [Falsa teoría, falso conflicto]» del Washington Post del
18 de noviembre de 2005. Véase también la columna de George Will «Grand Old Spenders [Grandes Derrochadores]» en el mismo
diario, el día anterior (17 de noviembre de 2005), así como su columna «Evolution Debate Will Not End [El debate sobre la
evolución nunca acabará]» en el número de 4 de julio de 2005 de Newsweek.
[3] Este ataque ad hominem (contra el hombre) está relacionado con la falacia genética, en la que se ataca una teoría por algún aspecto
negativo de cómo se aprendió o desarrolló una creencia. Ambas falacias están relacionadas a su vez con «el envenenamiento de las
fuentes»—como se ve en Wikipedia.org/wiki/Poisoning_the_well: «El envenamiento de las fuentes es una falacia lógica donde se
presenta una información adversa acerca de alguien ante una audiencia a modo preventivo, con la intención de desacreditar o
ridiculizar todo lo que alguien está a punto de decir. El envenenamiento de las fuentes es un caso especial del argumentum ad
hominem».
[4] En el capítulo 10 de Woodward, Doubts about Darwin [Dudas sobre Darwin], «la recalcitrante naturaleza» es el jugador crucial en
el drama de los orígenes.
[5] Franklin Harold, The Way of the Cell: Molecules, Organisms, and the Order of Life [El funcionamiento de la célula: Moléculas,
organismos y el orden de la vida] (Nueva York: Oxford University Press, 2001).
[6] Véase Meyer, «The Origin of Biological Information and the Higher Taxonomic Categories», 217, también publicado en
castellano como El origen de la información biológica y las categorías taxonómicas superiores [http://www.ciencia-
alternativa.org/articulos.htm]. Meyer hace referencia a Gerhart y Kirschner, «Cells, Embryos, and Evolution [Células, Embriones, y
Evolución]», Blackwell Science (Londres, 1997): 121, y a M. D. Adams, M.D., «The Genome Sequence of Drosophila
Melanogaster [La secuencia del genoma de la Drosophila Melanogaster]», Science 287 (2000): 2185-95.
[7] Para consultar su conferencia, véase Ralph Seelke, «What Can Evolution Really Do? How Microbes Can Help Us Find the
Answer [¿Qué es lo que la evolución puede hacer realmente? Cómo los microbios pueden ayudarnos a encontrar la respuesta]», en
el Uncommon Dissent Forum [Una discrepancia singular], agosto de 2005, Greenville, Carolina del Sur. Se pueden conseguir
copias a través de Lewis Young, Piedmonttravel.com. La investigación de Seelke en la Universidad de Wisconsin-Superior refuta la
acusación de que los académicos adscritos al DI no hacen investigación experimental. Véase también el artículo de Doug Axe,
«Estimating the Prevalence of Protein Sequences Adopting Functional Enzyme Folds [Estimación del Predominio de las Secuencias
de Proteínas que Adoptan Pliegues Enzimáticos Funcionales]», Journal of Molecular Biology 341, no. 5, 1295-1315.
[8] Muller y Newman, eds., Origination of Organismal Form [Originación de la forma organísmica], 7.
[9] Philip Skell, «Why Do We Invoke Darwin? [¿Por qué invocamos a Darwin?]», The Scientist, August 29, 2005, p. 10.
[10] La información en este párrafo y en el anterior está tomada de Michael Behe, “Whether Intelligent Design Is Science [De si el
Diseño Inteligente es Ciencia]», 3 de febrero de 2006, www.discovery.org. Esto se incorporó posteriormente como apéndice a
Traipsing into Evolution [Trajinando con la evolución].
[11] Darwin, El origen de las especies (Barcelona: Ed. Zeus, 1970), 18, itálicas añadidas.
Índice
Bacillus subtilis
bacterias
gramnegativas
independientes
bacteriología
Baer, Karl Ernst von
Ballard, William
ballena
«barrera termodinámica»
Barrow, John
Baylor, Universidad
Behe, Michael
árbol de la vida en
argumentos de
contribuciones de
críticas de
interacción con darwinistas
Beloussov, Lev
Bénard, celdas de
Berlinski, David
Berman, Marshall
Big Bang, teoría del
Biochemical Predestination [Predestinación bioquímica] (Kenyon/Steinman)
biofísica
Biogenesis: Theories of Life’s Origin [Biogénesis: Teorías del origen de la vida] (Lahav)
biología comparada
biología evolutiva
biología
celular
conflicto de paradigmas en
educación
evolutiva
molecular
«Biology’s Big Bang [El Big Bang de la Biología]» (Time)
Blind Watchmaker, The [El relojero ciego] (Dawkins)
Bocarsly, Andrew
Bonner, John Tyler
Borel, Emil
Boston Review
Bowser, Sandy
Bradley, Walter
braquiópodos
Brumfiel, Geoff
Bryan, William Jennings
Buchnera, genoma
Bugge, T. H.
Burgess, capas de Pizarra, Columbia Británica
Bush, George W.
caballos fósiles
Cairns-Smith, Graham
caja negra de Darwin, La (Behe)
cambio, orgánico
Cámbrico
explosión del
misterio del
Cambridge University
Campbell, John Angus
capas sedimentarias
Carter, Brandon
«causa mixta», objeción
Cech, Thomas
Celoso Inquisidor
célula eucariota
célula procariota
celular(es)
biología
cambio
estructura
máquinas
Centro Nacional para la Educación Científica [National Center for Science Education (NCSE)]
Chen, Jun-Yuan
Chengjiang, China, yacimientos fósiles
China, roca precámbrica
Chu, Timothy
CI. Véase complejidad irreducible
ciclo de autorreplicación
ciencia
ciencias políticas
cilio
citocromo C
citosina
clase
coagulación sanguínea, cascada de la
codones de inicio/paro
codones
colágeno, matriz de
Collins, Francis
coloración protectora
Comité Ad Hoc para los Orígenes
Commentary
complejidad especificada Véase también Información Compleja Especificada; detección del designio
complejidad irreducible. Véase también complejidad especificada
argumentos en contra de la
celular
código genético
flagelo, el y la
complejidad mínima
complejidad
irreducible
nodo
sistema
Concordia College, Mequon, Wisconsin
confusión
Congreso de «Uncommon Dissent» [Una discrepancia singular], Greenville, Carolina del Sur
Congreso de Praga. Véase «Darwin and Design [Darwin y el Designio]», Congreso de Praga
Congreso del Designio en Yale. Véase Yale, Congreso del Designio en.
cono de diversidad creciente
contingencia, nodo de
Conway-Morris, Simon
coopción
cooptación, Véase coopción
Copernicano, Principio
cordados
Cornell University
cosmología
Coyne, Jerry
Craig, William Lane
creación ex nihilo
creacionismo
creacionismo bíblico. Véase creacionismo
creacionismo científico. Véase creacionismo
creacionistas
etiqueta
silogismo
Creationism’s Trojan Horse [El caballo de Troya del creacionismo] (Forrest/Gross)
Creationists, The [Los creacionistas] (Numbers)
Crick, Francis
Critics Rave over Icons of Evolution [Los críticos desvarían acerca de Iconos de la evolución] (Wells)
Crucible of Creation, The [El crisol de la Creación] (Conway-Morris)
cuña
analogía
«documento de la»
Darrow, Clarence
Dartmouth University
«Darwin and Design [Darwin y el Designio]», Congreso de Praga
«Darwin bajo el microscopio» (Behe)
Darwin, Charles. Véase también darwinismo; neodarwinismo
Darwin’s God [El Dios de Darwin] (Hunter)
Darwinism, Design, and Public Education [Darwinismo, designio y educación pública] (Meyer/Campbell)
darwinismo
Davies, Paul
Dawkins, Richard
de Duve, Christian, 171, 182
Debating Design [El debate del Designio] (Ruse/Dembski)
decisión, nodos de, Véase nodos de decisión
DeHart, Roger
deísmo
Dekker, Cees
delfines
Dembski, William A.
argumentos
contribuciones of
críticas contra
Demon-Haunted World [Un mundo abarrotado de demonios] (Sagan)
«Deniable Darwin, The [El rebatible Darwin]» (Berlinski)
Dennett, Daniel
Denton, Michael
desarrollo de «mecha corta»
desarrollo de «mecha larga»
desarrollo por pequeños pasos
descarga eléctrica en la formación de la vida
descendencia común
descendencia con modificación
Design Inference, The [La inferencia del designio] (Dembski)
Design Revolution, The (Dembski)
designio
designio, detección del
paradigma
desoxirribosa, azúcares
detección del designio, Véase designio, detección del
detección
DeWolf, David K.
dextrógiros, aminoácidos. Véase aminoácidos dextrógiros
DI. Véase diseño inteligente
diálogo racional
diluvio, global
dinosaurios
«Dios de los vacíos»
dióxido de carbono
direccionalidad en evolución
Discovery, Instituto, Véase Instituto Discovery
diseño deficiente. Véase diseño incompetente, acusaciones de
diseño incompetente, acusaciones de
«Diseño Inteligente y sus críticos», Congreso de
diseño inteligente
diseño óptimo
diversidad
Dobzhansky, Theodosius
Donahue, John
Doolittle, Russell
Dose, Klaus
Doubts about Darwin [Dudas sobre Darwin] (Woodward)
Dover, resolución. Véase Kitzmiller contra la Junta Escolar de Dover
Drosophila melanogaster
Dudas sobre Darwin, Véase Doubts about Darwin
Dyson, Freeman
Eden, Murray
ediacarana, fauna
ediacaranos, animales
Edis, Taner
educación
Eigen, Manfred
Einstein, Albert
«El Diseño Inteligente: El nuevo creacionismo amenaza a toda la ciencia y a toda la sociedad [Intelligent Design: The New
Creationism Threatens All of Science and Society]» (Berman)
El sentido de la evolución (Simpson)
Eldredge, Niles
Elinson, Richard
embriología
embriones
energía, mecanismo de conversión de
enlace químico
entropía de configuración
entropía térmica
entropía
envenenamiento de las fuentes
enzimas
equilibrio puntuado, modelo del
equinodermos
era vendiana
especificación, filtro de. Véase filtro de especificación.
esponja
«¿Estaba Darwin equivocado?» (Quammen)
estabilidad de forma. Véase estasis
Estado Cuasi-Estacionario, Teoría del. Véase también Estado Estacionario, Teoría del
Estado Estacionario, Teoría del. Véase también Estado Cuasi-Estacionario, Teoría del
estasis
estrategia de cero concesiones
estrategia, el Movimiento del Diseño Inteligente
estrella de mar
estructura de causa-efecto
estructura de la teoría de la evolución, La (Gould)
estructura de las revoluciones científicas, La (Kuhn)
estructuras existentes. Véase microevolución
estructuras, origen de las
etapas de movimiento
evangélicos contra el DI
Evidence against the New Creationism, The [Evidencia contra el nuevo creacionismo]
evidencia
del DI
fósil
para la macroevolución
evo/devo. Véase biología evolutiva del desarrollo
evolución. Véase darwinismo; macroevolución; microevolución; neodarwinismo
Evolution: A Theory in Crisis [Evolución: Una teoría en crisis] (Denton)
ex nihilo, creación, Véase creación ex nihilo
exobiología
experimento de Miller-Urey, Véase Miller-Urey, experimento de
explosión cámbrica
exterminio de los intermedios
extremista, etiqueta de
extremófilos, bacterias
Galápagos, Islas
Gamow, George
gases
gastrulación
gen egoísta, El (Dawkins)
Genes, Genesis, and God [Genes, Génesis y Dios] (Rolston)
Génesis, el libro de
genética mendeliana
genética. Véase también genoma; Genoma Humano, proyecto del; mutación
genome. Véase también Proyecto del Genoma Humano
geología
Gilkey, Langdon
Gishlick, Alan
glicina
God and the Astronomers [Dios y los astrónomos] (Jastrow)
God, the Devil, and Darwin [Dios, el Diablo y Darwin] (Shanks)
Gonzalez, Guillermo
Gordon, Malcolm
Gould, Stephen Jay
gramnegativas, bacterias
Gran Teoría Paradigmática
Gross, Paul
guanina
«Guerras de la evolución, Las» (Chu)
Guth, Alan
Haeckel, Ernst
Hagerty, Barbara
Haldane, J. B. S.
Hall, Barry
Harold, Franklin
Haught, John
Hawking, Stephen
Heeren, Fred
hidrógeno
hipercomplejidad. Véase complejidad, sistema de
«historia del génesis» darwinista
homínidos, evolución de los
homologías estructurales
Hoyle, Fred
Hubble, Edwin
humanoides
Hunter, Cornelius
Jastrow, Robert
Jekel, James
Johnson, Phillip
crítica del darwinismo
debate con Gould
en el Congreso de Yale
escritos de
Jones, John E.
Juan Pablo II
Júpiter, lunas de
Kauffman, Stuart
Keller, David
Kenyon, Dean
Kinsley, Michael
Kitzmiller contra la Junta Escolar de Dover
Koonin, Eugene
Korthof, Gert
Krauss, Lawrence
Krauthammer, Charles
Krishtalka, Leonard
Krupa, Dalibor
Kuhn, Thomas
nanotecnología
NASA
NASA-Ames Research Center
National Geographic
Natural History, revista
natural
historia
selección
«sistema de túneles de causa »
naturaleza
leyes de la
proceso impulsado por la
naturalismo. Véase materialismo/naturalismo
Nature, revista
«Nature of Nature, The [La naturaleza de la naturaleza]», congreso en Balyor sobre
navaja de Ockham, la
nebulosa
necesidad como mecanismo, la
Nelson, Paul
neodarwinismo
darwinismo y
paradigma de
New Mexico
«New Orleans Secular Humanist Association»
New Scientist
New York Times
Newman, Stuart
nitrógeno
No Free Lunch [No hay nada gratis] (Dembski)
nodos de decisión
nuevas estructuras corporales, desarrollo de
Numbers, Ronald
nylonasa
O’Reilly Factor
Ockham, la navaja de
Oficina de Defensa Especial, EE. UU.
ojos, desarrollo de los
Olsen, Roger
«ontogenia recapitula la filogenia, la»
ontología, hinchada
Opabinia
Oparin
operón lac
órganos
«Órganos de perfección y complicación extremas»
«Origen de la Información Biológica y las Categorías Taxonómicas Superiores, El», (Meyer)
origen de las especies, El (Darwin)
orígenes, opciones acerca de los
Originación de la forma organísmica, Véase Origination of Organismal Form
Origination of Organismal Form (Originación de la forma organísmica) (Muller/Newman)
Origins of Life [El origen de la vida] (Rana/Ross)
Orr, H. Allen
ortogenética, descripción
ortoxodia darwinista
oscura
energía
materia
Oxford University Press
Oxford, Universidad de
óxidos
oxígeno
Padian, Kevin
paleoantropología
Paley, William
panspermia dirigida
panspermia
paradigma darwinista
paradigma mixto,
paradigma
crisis de
darwinista
del designio
mixto
París, seminario de
patrones en el universo
Patterson, Colin
Peltzer, Edward
Pennock, Robert
Penzias, Arno
Perakh, Mark
peste bubónica, bacteria de la
Peterson, Dan
pez
«pezópodo»
Piltdown, hombre de
pinzones de Darwin
pirita de hierro
plan corporal. Véase morfología
Plantinga, Alvin
Plantinga, conferencias de
plásmidos
plasticidad de forma
Platón
plegamiento, procesos de
pliegues faríngeos
Polanyi, Centro
Polanyi, Michael
polilla moteada, o del abedul
polipéptidos
Polkinghorne, John
«posición vital a defender a ultranza»
Precámbrico, período
prejuicio
presuposiciones
Prigogine
primates
Princeton, Seminario Teológico de
Princeton, Universidad de
principio antrópico de la cosmología, El (Barrow/Tipler)
principio organizador de la biología
Principio Robusto de Economía Formativa (PREF)
Privileged Planet, The [El planeta privilegiado] - libro - (Gonzalez/Richards)
Privileged Planet, The [El planeta privilegiado] - video - (Illustra Media)
probabilidad
filtro
límites
probabilística, recursos, Véase recursos probabilísticos
Proceedings of the Biological Society of Washington (Meyer)
Proceso a Darwin (Johnson)
proceso, teología del, Véase teología del proceso
procesos no dirigidos
prórrogas
proteína plegada
proteína
coágulo sanguíneo enzima
plegamiento de la
proteínas estructurales
Prothero, Donald
protobionte
protrombina
Provine, William
proyectivos, temas
Proyecto del Genoma Humano
pseudociencia, argumento de
Public Broadcasting System [Sistema Público de Radiotelevisión] (PBS)
punto muerto, origen de la vida
Quammen, David
quark
Quarterly Review of Biology, The
química
entropía
evolución. Véase abiogénesis
quinto milagro, El (Davies)
Sagan, Carl
saltación
Saturno, lunas de
«Scant Search for the Maker [Una escasa búsqueda del Hacedor]», (Linton)
Schaeffer, Fritz
Schopf, William
Schroeder, Gerald
Science (revista)
Scientist, The, (revista)
Scopes, juicio de
Scott, Eugenie
secuencias informacionales
Sedgwick, Adam
Seelke, Ralph
segmentación
Selfish Gene, The [El gen egoísta] (Dawkins)
ser necesario
«Ser Supremo», inferencia del
Seton Hall University
Shanks, Niall
Shapiro, Robert
Shreeve, James
Sigworth, Fred
«silencio ensordecedor»
simios
Simpson, George Gaylord
Singh, Simon
síntesis neodarwinista
sistema giratorio
sistema multiproteínico, Vease multiproteínico, sistema
Sistema Secretor del Tipo Tres
sistemas, argumentos acerca de los
Skell, Philip
Smalley, Richard
Smithsoniano, Instituto
Sociedad Americana de Agronomía
Sociedad Americana de Astronomía
Sociedad Americana de Ciencias de Cultivos
Sociedad Americana de Edafología
Sociedad Americana de Física
Sociedad de Biofísica
Sociedad Internacional para el Estudio del Origen de la Vida [International Society for the Study of the Origin of Life] (ISSOL)
Sociedad Química Americana
sociología
sopa prebiótica, hipótesis de la. Véase también abiogénesis
«Sternberg, El Caso»
Sternberg, Richard
Strobel, Lee
Structure of Evolutionary Theory, The [La estructura de la teoría de la evolución] (Gould)
Structure of Scientific Revolutions, The [La estructura de las revoluciones científicas] (Kuhn)
subsistemas, funciones de los
sucesión de los fósiles
sulfuro de hierro, el mundo del
supernova
supervivencia de los más aptos
sustitución competitiva
Tabash, Eddie
taxonomía
teísmo
teleología, exclusión de
temas proyectivos, Véase proyetivos, temas
teocracia
teología del proceso
termodinámica, barrera
tetrápodos
Than, Ker
Thaxton, Charles
Tiktaalik Roseae,
Time (revista)
Times Higher Education Supplement [Suplemento de Educación Superior de Times]
timina
tioésteres, el mundo de los
Tipler, Frank
tortugas, Galápagos
Tower of Babel, The [La Torre de Babel] (Pennock)
traición a la ciencia
Traipsing into Evolution [Trajinando con la evolución] (DeWolf/West/Luskin)
transformación limitada
Tribrachidium
trilobites
triple filtro explicativo
triple mutación, el límite de la
Triumph of Evolution, and the Failure of Creationism, The [El triunfo de la evolución, y el fracaso del creacionismo] (Eldredge)
Tyson, Neil deGrasse
Wächtershäuser, Gunter
Wade, Nicholas
Walcott, Charles
Warfield, B. B.
Washington Post
Way of the Cell, The [El funcionamiento de la célula] (Harold)
Wedge of Truth, The [La cuña de la verdad] (Johnson)
Weinshank, Donald
Wells, Jonathan
West, John G.
«Whether Intelligent Design Is Science [De si el Diseño Inteligente es ciencia]» (Behe)
White, Timothy
Whitehead, A. N.
Whittington, Harry
«Who Has Designs on Your Students’ Minds? [¿Quién abriga designios para las mentes de vuestros estudiantes?]» (Brumfiel)
Whole Shebang, The [Todo el tinglado] (Ferris)
Why Intelligent Design Fails [Por qué fracasa el Diseño Inteligente] (Young/Edis)
Wicken, Jeffrey
Wilkins, A. S.
Will, George
Wilson, E. O.
Wilson, Robert
Wired (revista)
Witt, Jonathan
Woese, Carl
Woodward, Thomas
Z-ADN
«Zona rizitos de oro»
Thomas Woodward (Ph.D., Universidad de Florida del Sur) es profesor en la Escuela
Superior Trinity de Florida, donde enseña historia de la ciencia, filosofía,
comunicación y teología sistemática. Es fundador y director de la Sociedad C. S.
Lewis y pronuncia conferencias en universidades sobre temas científicos, apologéticos
y religiosos. Autor del libro galardonado Dudas sobre Darwin, Woodward es un ávido
astrónomo y ha publicado artículos en Christianity Today y otras publicaciones
periódicas. Vive en Dunedin, Florida.
La misión de Editorial Portavoz consiste en proporcionar productos de calidad —con integridad y excelencia—, desde una perspectiva
bíblica y confiable, que animen a las personas a conocer y servir a Jesucristo.
Título del original: Darwin Strikes Back, © 2006 por Thomas Woodward y publicado por Baker Books, una división de Baker Publishing
Group, Grand Rapids, Michigan 49506–6287. Todos los derechos reservados.
Edición en castellano: Darwin contraataca, © 2007 por Thomas Woodward y publicado por Editorial Portavoz, filial de Kregel Publications,
Grand Rapids, Michigan 49501. Todos los derechos reservados.
Ninguna parte de esta publicación podrá reproducirse de cualquier forma sin permiso escrito previo de los editores, con la excepción de citas
breves en revistas o reseñas.
Traducción del inglés: Santiago Escuain
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas de la Versión Moderna, revisión de 1923.
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