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NO CODICIARÁS

Éxodo 20:17

“17 »No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su


buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca».” NVI

Jesús dijo que toda la ley se resume en dos grandes mandamientos: ama a Dios con todo
tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo. Al amar a Dios no tenemos dioses ajenos, guardamos
el día de reposo, no hacemos imagen o pronunciamos el nombre de Dios en vano; al amar a
nuestro prójimo honramos a nuestros padres, no adulteramos, ni damos falso testimonio, ni
robamos y, finalmente, no codiciamos. Guardamos los mandamientos no porque cumpliéndolos
seamos justificados delante de Dios, los guardamos porque amamos al Señor y porque amamos
a nuestro prójimo. No por legalismo sino por la fe que hemos depositado en Jesús y porque el
Espíritu Santo la ha inscrito en nuestro corazón, de acuerdo a la promesa dada por el profeta
Jeremías (31:33), Hebreos 8:10.
El décimo mandamiento toca en el centro de nuestro estilo de vida actual, en mucho,
sustentado en la codicia, en el deseo de tener más y de tener lo que otros tienen. Cuando Moisés
recibió la revelación de Dios no había mercadotecnia ni publicidad, no había centros comerciales
ni televisión, ni revistas, ni redes sociales. Los objetos de los otros eran básicos: la casa, la familia,
los esclavos, los animales de trabajo. Hoy, la codicia son los tenis de marca, el celular, la ropa, el
auto, el reloj, etc. Los objetos han cambiado; no así el corazón del ser humano. Entre las tribus
de Israel se codicia lo básico, hoy, lo básico y lo superfluo, lo que da estatus, lo que da una falsa
sensación de prosperidad o de valía personal, de significado social. Son cantos de sirena que
engañan y manipulan, con falsas promesas.
Seguir a Jesús es ser libres de la idolatría, del engaño de la falsa prosperidad, de la mentira
de la valía personal por lo que se tiene, del pesar por la prosperidad de otros, es decir, la envidia
y la codicia.
Los diez mandamientos mantienen a salvo a la comunidad de fe. Respetando los límites
que el Señor nos ha dado, preservamos una sana vida en comunidad, porque se edifica sobre la
fidelidad a Dios y el amor al prójimo: sin engaños, sin mentiras, sin testimonios falsos, sin codicia
y envidia. El decálogo no sólo fue dado para la moral personal, es también la base de una sana
vida compartida con los otros, con el prójimo, con los demás. Sería muy egoísta buscara solo
nuestra bendición, sin ser conscientes de que vamos todos juntos en un mismo barco y que es
necesario que lleguemos todos a la orilla o no llegará nadie.
Es necesario que todos escuchen y conozcan la ley de Dios, que sepan que el Señor nos
ama y no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedamos al arrepentimiento y
enderecemos nuestros pasos mediante la fe en Jesús. Porque sin fe es imposible agradar a Dios.
¿Por qué guardar el decálogo? Porque amamos al Señor, porque amamos a nuestro
prójimo, porque seguimos a Jesús, porque el Espíritu Santo ha puesto la voluntad de Dios en
nuestros corazones, porque es buena y porque nos hace bien, porque nuestra libertad necesita
de límites para preservarse.

IBB Gracia de Dios


Domingo 14 de julio del 2019

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