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Comprensión y Redacción de Textos I

Ciclo 2019-marzo

Fuentes para el Examen Final

Fuente 1
Paridad de género: Más allá de una cuota electoral
Correo 14/08/18

Durante su primer Mensaje a la Nación de 28 de julio, el presidente Martín Vizcarra propuso


una serie de reformas políticas, una de ellas tiene que ver con la modificación del artículo 90
de la Constitución, para que la lista de candidatos que presenten los partidos incluya de manera
alterna 50% de mujeres y 50% de hombres. De aprobarse, Perú sería el segundo país -luego de
Ecuador- en incluir la paridad de género en su Constitución. En países como Argentina, Bolivia,
Paraguay y Venezuela, esta figura rige al amparo de leyes aprobadas.

Impacto
La coordinadora de proyectos en Transparencia, Diana Chávez, indicó a Correo que la
institución ha realizado observaciones a la cuota electoral desde hace varios periodos
parlamentarios. “Siempre hemos estado a favor de la cuota de género. Creemos que la cuota de
género ya logró su tope, ya se agotó en cuanto a resultados”, indicó.

La abogada Chávez explica que el impacto de cuota de género es innegable. “La primera vez
que se aplicó la cuota para el Congreso, duplicó la presencia de mujeres en el Congreso, de 11%
a 22% en 2000”, destacó. Mientras que para el investigador Hugo Ñopo, el equilibrio
meritocrático en el que se encuentra Perú es injusto. “Tiene dentro de él varios siglos de
desigualdad de oportunidades. Hay que quebrarlo. ¿Cómo? Cuotas, pero junto a cambios
profundos en la escuela y los hogares”, remarcó.

Beneficios
Planteada la propuesta del Ejecutivo, se han dado una serie de críticas. Consultado por el tema,
Ñopo explica que los beneficios de una paridad de género son varios. Se puede mencionar que
la inserción de mujeres a la política trae atención a temas descuidados. “El acceso al agua
potable es un ejemplo típico y clásico. Cuando llegan mujeres a la política, se presta atención a
temas como este”, indicó.

Barreras
Chávez explica que actualmente la cuota de género (30%) se aplica mal. “A las mujeres las
colocan en el último tercio o en la última mitad de la lista de candidatos. Esto genera que no
sean electas, por eso la cuota se quiere subir al 50%”, indicó. Otro de los puntos que destaca la
abogada es el acoso político. “Hay mujeres que sufren acoso y discriminación en sus
organizaciones políticas y eso se visibiliza en sus candidaturas”, explicó.

[Adaptado de https://diariocorreo.pe/peru/paridad-de-genero-mas-alla-de-una-cuota-electoral-835919/]

Fuente 2
Hugo Ñopo en RPP: cuota de género
https://www.youtube.com/watch?v=_X92NMZAdks (10:04)

1
Fuente 3
Cuotas de género: ¿cómo son en el mundo? ¿Conviene tenerlas?
Por Rodolfo Westhoff (El Definido – Chile 2017)

La desigualdad de género es un tema sensible. Si ya las mujeres tienen que enfrentar una serie
de actitudes machistas en su vida cotidiana, también tienen que experimentar otras formas de
desigualdad, como por ejemplo, estar subrepresentadas en el Congreso: en Chile solo el 15,8%
del parlamento está compuesto por mujeres. ¿De qué depende esto? ¿Es acaso la política
machista? ¿Hay una falta de motivación de las mujeres para participar? ¿Sus condiciones
laborales las desincentivan?

De todos modos, la cifra nos ubica por debajo del promedio regional (25,2%) e incluso bajo el
promedio mundial (23%). Es en medio de este escenario, donde se suele hablar de vías para
lograr una mayor integración de las mujeres en estas áreas o en los altos cargos directivos de
las empresas. El problema es que los caminos para llegar a esta mayor inclusión no siempre son
populares. Un ejemplo emblemático son las cuotas de género: un mecanismo que plantea un
mínimo de participación femenina en determinados cargos (como parlamentarios o directivos)
y que genera ruido en varios sectores. ¿Por qué?

A veces es visto como una imposición cuyo objetivo no es elegir a la persona más idónea para
el cargo, sino que simplemente a una mujer por el hecho de ser mujer. Aunque, por otro lado,
es visto como una herramienta eficaz para romper los prejuicios de género y lograr de una vez
por todas una mayor participación femenina en las distintas esferas de liderazgo.

¿Cómo lo han hecho en otras partes?


Antes que todo, es importante destacar que existen tres tipos de cuotas: las que se aplican de
manera voluntaria (por ejemplo, si un partido político simplemente se propusiera alcanzar un
determinado número de mujeres en sus líneas), las que funcionan con candidatos (en el caso
donde se exige que un porcentaje de los candidatos al parlamento sean mujeres) y las de asientos
reservados (en donde sí o sí, “x” cantidad de mujeres deberán tener un cargo de liderazgo, por
ejemplo). También es bueno dejar en claro que cuando se habla de cuotas de género, se puede
estar haciendo referencia a empresas, gabinetes ministeriales, cargos públicos, el Congreso, etc.

El primer país del mundo en implementar algo de este tipo está mucho más cerca de lo que
crees. Se trata de Argentina, que a fines del 1991 dio luz verde a su ley de cuotas de género,
que básicamente consiste en que el 30% de los candidatos de las listas de partidos deberán ser
mujeres que, además, deberán tener opciones de ganar. Eso se hizo para evitar que los cupos
difíciles o casi imposibles de lograr (como ocurre con las candidaturas “testimoniales”). De esa
forma, se pasó de tener una representación femenina del 5% en el Senado y 3% en la Cámara
de Diputados, a un 30% en ambas después de la nueva legislación.

Otro caso es el de Noruega, que en el 2003 hizo obligatorio que las empresas que transan en la
bolsa tengan un 40% de mujeres en su directorio a partir del 2006. La idea era, en parte, reflejar
algo por lo que la misma sociedad había optado durante los últimos años: la participación
femenina. En la década de los 90, alrededor del 37% de los escaños del parlamento eran
ocupados por mujeres (y sin cuotas de género de por medio), pero eso no se veía de la misma
manera en los altos cargos directivos de las empresas. Por lo mismo, en su momento la medida
fue controversial, sobre todo porque “metía manos” en empresas privadas. De todos modos,
para asegurarse que las empresas adoptaran la medida, se fijaron fuertes sanciones para quienes

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no la cumplieran, como por ejemplo, negarles el derecho a registrarse como una compañía de
negocios.

Grandes resultados sin cuotas


Las cuotas no son la única vía y otros países también han logrado avances sin ellas, aunque con
mucha educación y otra mentalidad. Uno de los casos más emblemáticos es el de Islandia, que
según un informe del Foro Económico Mundial se ubica en el puesto número uno en su ranking
2016 de igualdad de género. Ahí, el 48% del parlamento está representado por mujeres, todo
esto sin siquiera recurrir al sistema de cuotas, ni ninguna política de intervención estatal para
lograrlo.

Eso sí, Islandia ha sido elegido varias veces como el mejor país del mundo para ser mujer. Así
que se podría decir que tampoco “necesitan cuotas”, ya que poseen una cultura en donde la
figura femenina se ve perfectamente capacitada y apoyada para ejercer roles de liderazgo.

Algo similar pasa con otro país nórdico: Dinamarca. Sin la necesidad de instaurar un
mecanismo de cuotas, los daneses lograron alcanzar un 37% de presencia femenina en el
parlamento. Aunque, en teoría, las mujeres siguen estando subrepresentadas ahí, sigue siendo
una cifra alta considerando que el resultado no proviene de una política pública, sino que al
igual que con Islandia, se debe a un fenómeno cultural.

¿Cómo andamos por casa?


Es cierto que en Chile nos falta bastante en esta materia. Además del 15,8% femenino en el
parlamento, según el Primer Informe de Mujeres en Alta Dirección, dado a conocer este año,
solo el 8% de los puestos de gerentes generales (o CEO) les pertenecen a mujeres, o sea, el 92%
corresponden a hombres. La investigación también arrojó que solo hay un 16,2% de mujeres en
cargos directivos, muy lejos del 40% que se exige por ley en Noruega.

En Chile, justo el año pasado se modificó la “Ley de partidos” y entre otras cosas, se
establecieron cuotas de género obligatorias para que ninguno de los dos sexos pueda superar el
60% de presencia en las listas de candidaturas de los partidos. De todos modos, no implica que
una cierta cantidad de mujeres tendrá su cupo garantizado en el Congreso.

¿Qué hacer entonces?


La gran duda en cuanto a las cuotas de género es si esa obligatoriedad de un número de mujeres
para ciertos cargos estaría forzando las contrataciones, pues cuando pensamos en un candidato
idóneo no debería importar del todo si es hombre o mujer. Aunque aquí podría influir también
un sesgo cultural, de cómo son vistas las mujeres en su rol social y en el mundo político o
empresarial, pues en algunas organizaciones claramente son más bienvenidas que en otras.

Por otra parte, es cierto que hay menos mujeres postulando a esos tipos de cargo, entonces
debemos preguntarnos, ¿cuál es la razón detrás de eso? ¿Es que realmente no quieren o que hay
una carga cultural que las desincentiva? A esto se agrega otro factor: la brecha salarial. En
Chile, el sueldo de una mujer es en promedio un tercio más bajo que el de un hombre, siendo
de las más altas en América Latina. Algunos acusan discriminación de género, otros porque las
mujeres serían "más caras" para una empresa (por ausencias de pre y post natal, entre otras
cosas ligadas a la maternidad), etc.

Lo cierto es que sí necesitamos más mujeres en nuestras organizaciones. Aumentar su


participación significa mayor integralidad en las organizaciones y que puedan ser representadas

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como corresponde en las instancias legislativas, sociales o políticas es fundamental para una
democracia sana. Además, incluso está comprobado que las organizaciones que poseen mujeres
en sus altos cargos directivos son más rentables, si quieren meterle números. De hecho, la
presencia femenina en alrededor el 30% de estos cargos puede llegar a aumentar la rentabilidad
en hasta un 15%. Nada mal.

[Adaptado de https://www.eldefinido.cl/actualidad/pais/8209/Cuotas-de-genero-como-son-en-el-
mundo-Conviene-tenerlas/]

Fuente 4
Ni cuotas ni paridad
La Nación - Costa Rica 2017

Podrían aprobarse dos proyectos de ley reaccionarios y opuestos a la herencia de la Ilustración


europea. Ellos son el proyecto de ley 19.010: “Para una efectiva incorporación de la perspectiva
de género en los partidos políticos” (que llamaremos “Perspectiva”), y el proyecto 20.001:
“Adición del artículo 5 bis a la ley de promoción de la igualdad social de la mujer” (que
llamaremos “Promoción”). “Perspectiva” violenta el principio ilustrado de la igualdad
ciudadana en las elecciones e interfiere en el derecho de los partidos a designar sus candidatos,
y “Promoción” dispone que los ministerios y otros altos organismos del Estado se repartan
absurdamente por mitades entre hombres y mujeres.

Ambos proyectos habrían encantado a Luis XVI. En su tiempo, las sociedades se formaban por
estamentos: el pueblo, la burguesía, los terratenientes, el alto clero y la nobleza. No existían los
conceptos de “ciudadanía”, “voto”, “igualdad” ni “derechos”, pero la Ilustración superó ese
orden abusivo y postuló la idea de “ciudadanía” para que todas las personas sean iguales ante
la ley. Tomó tiempo el desarrollar aquellas ideas, como demuestra la historia del voto, que pasó
desde el de los hombres adinerados hasta el voto universal. Los dos proyectos son reaccionarios
pues crearían estamentos sexuales, pero los órganos sexuales no crean derechos distintos.

El Estado ilustrado y democrático (en adelante, “Estado”) se basa en la ciudadanía única y


universal, y no privilegia a personas ni a grupos, excepto a quienes presenten desventajas físicas
o mentales: menores de edad, mujeres embarazadas (o dedicadas a la crianza inicial), ancianos,
discapacitados y personas gravemente enfermas. En cambio, las mujeres sanas y adultas
merecen el mismo trato que los hombres sanos y adultos, aunque se respeten diferencias
fisiológicas, como el derecho al aborto, el uso de baños separados, la atención ginecológica o
la urológica, etc.

Así pues, el Estado trata por igual a las mujeres y a los hombres; o, mejor, trata a las mujeres
como si fuesen hombres, y a los hombres como si fueran mujeres. Las injusticias reales se
reparan haciendo cumplir las leyes justas, no imponiendo “cuotas” y “paridad”. ¿Cree alguien
que debe haber más diputadas y ministras? Que haga campañas sociales en tal sentido,
pero que no endilgue esa tarea al Estado. El Estado quita obstáculos, no regala privilegios. Al
Estado no le importa que haya ni más ni menos diputadas o ministras: el sexismo no es su
asunto.

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Ningún grupo (mujeres, homosexuales, miopes, etc.) nació con el derecho a “su parte” del
Estado pues todos somos iguales: 1 persona = 1 voto. Para el Estado, los candidatos y los
funcionarios carecen de sexo: no son hombres ni mujeres; son fantasmas sexualmente neutros.
Los candidatos y los funcionarios públicos carecen de estatura, peso, cara, forma, color, tamaño
de las orejas, peinado, religión, equipo de futbol, estado civil, etc. Para ser candidato, solo hace
falta tener cédula; para ser funcionario, idoneidad: nada más. El Estado rechaza los caprichos
autodiferenciadores.

Obviamente, hay grupos preferidos en cuanto a seguridad, salud, educación, ingreso


económico, etc., y el Estado ha fallado en cumplir con ellos. Por tanto, ofrecerá mejores
seguridad, salud, educación, etc., a esos grupos, pero no porque son mujeres, negros, etc., sino
porque son ciudadanos. Por ejemplo, el Estado no invertirá más dinero en la comunidad
indígena X pues es indígena, sino porque todos los ciudadanos merecen igual inversión pública.

Alguien, en alguna parte, engendró esta loca idea: un grupo natural merece su cuota de poder
(diputaciones, ministerios, gerencias, etc.). Por ejemplo, si existe 30 % de blancos, “debe haber”
30 % de candidatos blancos, 30 % de ministros blancos, etc.: se “empodera” a los blancos pues
están “subrepresentados”. Así nació la fábula de las “cuotas”. Tratándose ya de las mujeres, el
50 % de la población, su “cuota” subió a la mitad y se llama “paridad” (50 %).

A esa pseudorrazón estadística se añade el argumento de que las mujeres están postergadas,
sufren abusos, etc. Llegamos así a la falacia antiilustrada de que las mujeres merecen el 50 %
del poder, pues sufren postergación y son la mitad estadística. Empero, para el Estado, ni el
sufrimiento ni el número crean derechos especiales. Lo mismo ocurre con los negros, los
indígenas, los homosexuales, etc.: aunque sufran mucho y sean X %, no merecen ninguna cuota
de poder, salvo la que logren mediante las elecciones. Los privilegios reaccionarios se llamaron
“discriminación positiva”, y luego recibieron el apodo vergonzante de “acción afirmativa”, pero
son el mismo vicio.

“Promoción” intenta que mujeres ocupen la mitad “vertical y horizontal” del número de las
candidaturas (presidencia, diputaciones, alcaldías, etc.) y ocupen la mitad de los altos puestos
oficiales (viceministerios, juntas directivas, presidencias y gerencias) pues forman la mitad
demográfica. Empero, nadie demostrará jamás por qué el ser el 50 % de la población obliga a
ser el 50 % de los gobernantes: es un mito. Además, se permitiría que una ministra de izquierda
representase a una mujer de derecha porque “todas son mujeres”. Las legítimas identidades
políticas se borrarían.

De paso sea dicho, hablando de la paridad, en el Instituto Nacional de la Mujer hay siete
personas directivas, pero seis son mujeres (85 %); allí trabajan 303 personas, y 273 son mujeres
(90 %). No hay relación entre equidad y poder: solo sexismo.

El argumento de la postergación también se aplicaría a los indígenas, los negros, los


discapacitados, los transexuales, etc., para que reciban “su parte” del poder. Así, en la Asamblea

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Legislativa habría 50 % de mujeres y 50 % de hombres, más (supongamos) 20 % de indígenas,
15 % de negros, 15 % de homosexuales, etc. La Asamblea estaría compuesta por 200 % de
diputados. El mismo 200 % se impondría en el gabinete ministerial y en las directivas de las
empresas públicas. Habría ministras XX y ministros XY. Veamos un ejemplo. Las indígenas
son mujeres y son indígenas, de modo que una indígena tendría derecho a votar dos veces; si
fuese también lesbiana y pobre, votaría cuatro veces pues exigiría su “derecho” a ser
representada en todas sus “categorías”.

Manchadas de esencialismo biologicista, las cuotas y la paridad separan a la gente por su sexo,
como en las mezquitas y las sinagogas. Aunque hubiese buenas intenciones tras esos
irracionales proyectos de ley, las buenas intenciones no se realizan imponiendo errores. Las
mujeres no son princesitas de cristal, saben defenderse y no necesitan leyes reaccionarias.

[Adaptado de https://www.nacion.com/opinion/foros/ni-cuotas-ni-
paridad/ZLEV24DFJFARJI2NM2CDSB6XUU/story/]

Fuente 5
Los diferentes tipos de cuotas y su funcionamiento
Por Jacqueline Peschard

La amplia socialización que han alcanzado estos mecanismos compensadores obliga a analizar
su funcionamiento como instrumento para reducir la asimetría de género en la representación
política. Existen distintas modalidades o tipos de cuotas que influyen en su capacidad de
transformar las condiciones de desigualdad en la participación de la mujer.

En relación con el establecimiento de un cierto porcentaje, vale la pena señalar que este no
significa inmediatamente que las candidaturas de mujeres tengan la posibilidad real de
traducirse en una proporción semejante de escaños. La experiencia evidencia que puede
cumplirse con la norma sin cumplir con su espíritu, ya que se coloca a las mujeres al final de
las listas de candidatos titulares, o bien en los espacios de las suplencias donde tienen reducidas,
cuando no nulas, posibilidades de ocupar el cargo. Esto explica por qué en los países en donde
existen las cuotas, los niveles reales de representación de las mujeres en sus respectivos órganos
legislativos alcanzan actualmente apenas un promedio general del 15.8 por ciento.

Una disposición adicional que sirve para reforzar la eficacia de las cuotas consiste en fijar una
distribución obligatoria de las candidaturas de mujeres y sanciones precisas en caso de
incumplimiento, tales como el rechazo de parte de la autoridad electoral para registrar las listas
de candidatos presentadas. De tal suerte, en Argentina la ley plantea que las candidatas estén
colocadas en proporciones suficientes para ser elegidas. En Bolivia está establecido que de cada
tres candidatos uno debe ser mujer y en Paraguay de cada cinco lugares, uno debe ser ocupado
por una mujer. En el caso de México, en donde la legislación obliga a los partidos a que las
candidaturas que postulen no excedan del 70 por ciento para un mismo género, cada uno de
ellos cumple con el ordenamiento de acuerdo con sus propios estatutos, es decir, de acuerdo
con la cultura política de sus cuadros y militantes. De tal suerte, mientras que para el PRI

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(Partido Revolucionario Institucional) y el PRD (Partido de la Revolución Democrática) - que
tienen cuotas diferentes (50 y 30 por ciento respectivamente) - de cada tres candidatos uno es
mujer, para el PAN (Partido Acción Nacional) no hay orden de prelación alguno.

El buen funcionamiento de las cuotas tiene que ver también con el tipo de sistema electoral
vigente. A pesar de que los sistemas electorales no son los únicos elementos determinantes de
la disparidad en la representación política de hombres y mujeres, sí pueden ayudar a hacer más
eficaces las cuotas. Por lo general, las cuotas tienden a funcionar mejor en sistemas de
representación proporcional que en los de mayoría en los cuales solamente hay un candidato
por circunscripción.

En países donde las listas de candidatos para ocupar escaños parlamentarios son abiertas como
en Perú, Ecuador, Panamá y Brasil, la promoción de las candidaturas femeninas se deja en
manos de los electores, es decir, son los votantes quienes determinan, según sus preferencias,
la colocación de los victoriosos, y eventualmente, de las mujeres como parlamentarias. A pesar
de esto, generalmente se reproduce la cultura política dominante, es decir, se favorece a las
candidaturas masculinas. En cambio, en el resto de los países de la región la lista de candidatos
es cerrada y bloqueada, dejando a la decisión de los cuadros partidarios y de la competencia
interna la posibilidad de favorecer a las candidatas mujeres, lo que tampoco ofrece garantía de
equidad, dado el predominio tradicional de los hombres en los cuadros partidarios. De tal suerte,
si no existe una disposición expresa para la colocación de las candidaturas femeninas, el
objetivo de las cuotas tiende a diluirse al dejarse en manos ya sea de las cúpulas partidistas que
generalmente están compuestas dominantemente por varones, ya de la población votante que
participa de los valores y consideraciones dominantes sobre los quehaceres políticos, lo cual
deja en desventaja a las mujeres.

La magnitud de los distritos electorales es otro elemento del sistema electoral que puede
favorecer el acomodo de las mujeres, ya que mientras más grande es el distrito o
circunscripción, mayores oportunidades existen de que estas encuentren un lugar en la
representación6 al haber un número más elevado de candidatos. Por último, cabe señalar que la
efectiva aplicación de las cuotas depende también de otros elementos, tales como la disposición
de los dirigentes partidarios para abrir los espacios de decisión y candidaturas al género
femenino. En este contexto, si la decisión sobre la ubicación de las candidatas en las listas está
sujeta a la correlación de los grupos dentro de los partidos, las cuotas sólo prosperarán cuando
las mujeres hayan logrado penetrar las estructuras de los partidos y colocarse en los niveles de
mando intermedio y superior. Es decir, cuando su presencia en las decisiones internas sea
regular y significativa.

Revisa el documento completo en el siguiente enlace:


http://www4.congreso.gob.pe/I_organos/mujeres_parlamentarias2009/imagenes/Documentos-paridad-
representacion/chapter_04a-CS-LatinAmerica.pdf

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Fuente 6
¿Por qué es necesaria la paridad de género?
Por ONU Mujeres (2017)

En las democracias representativas de hoy en día, cuando se hace referencia al ámbito político
se involucra a dos instituciones que están estrechamente relacionadas: el Parlamento y los
Partidos Políticos. Estas instituciones en su carácter de órganos de representación suponen lazos
o vínculos con la sociedad a partir de ciertas afinidades ideológicas, políticas, culturales, de
género, religiosas, de clase, etcétera.

Teniendo en cuenta esta proximidad, la paridad de género en el ámbito político busca equiparar
la participación de las mujeres en los parlamentos a través de los partidos políticos. Y se piensa
en los partidos políticos no sólo porque expresan un canal de comunicación de las demandas
sociales frente al Estado, sino también porque tradicionalmente estos han tenido (y en algunos
casos conservan exclusivamente) el monopolio de la representación política. Así, el análisis de
los procesos y procedimientos en la selección de candidaturas resulta una variable central
cuando se plantea cualquier modificación en la composición de las listas electorales.

La introducción de la paridad de género supone entonces una condición necesaria para el logro
de un mayor equilibrio entre los géneros al interior de los partidos políticos. De este modo, las
listas partidarias oficializadas –aquellas que muestran la oferta electoral de los partidos
políticos– son el mejor vehículo para garantizar este equilibrio, tanto al interior de las
organizaciones políticas como en las iguales oportunidades de acceso a la representación.

Con la paridad, las listas presentan una configuración de género equitativa de manera alternada
y secuencial (uno a uno) en toda su extensión. Ello permite: i) producir entornos igualitarios en
la estructuración de la oferta (tanto intrapartidaria como interpartidaria) de toda competencia
electoral, y ii) visibilizar y naturalizar la participación de mujeres en cargos de decisión con
potencial ganador, de modo frecuente y no como casos aislados.

Tres son los ejes que sustentan la incorporación del principio de paridad como fundamento
teórico: 1) el logro de la igualdad, como meta en una democracia; 2) mayor justicia, en cuanto
valora y promueve la ampliación de sectores históricamente marginados; y 3) una
representación política más diversa, porque promueve la pluralidad temática en la agenda
parlamentaria al incorporar cuestiones antes omitidas en el debate legislativo y mayormente
ausentes en la agenda pública.

El principio de paridad también posee un valor práctico, ya que resuelve algunos problemas
derivados de la aplicación de las leyes de cuotas sancionadas en América Latina, básicamente
en la incorporación arbitraria de dos requisitos legales que resultan clave para generar un
impacto positivo en la ampliación de la participación política de las mujeres: 1) el piso mínimo
porcentual de candidatas en las listas electorales (umbral que varió en toda Latinoamérica entre
un 20% y 40%), y 2) la presencia-ausencia de un mandato de posición para que las mujeres
ocupen lugares más beneficiosos en las boletas/papeletas partidarias.

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La diferencia de estas exigencias en los diferentes países junto con la persistencia de una cultura
patriarcal dominante, provocó contrastes en los impactos esperados en la región: por un lado,
el logro de sus objetivos con la consiguiente generación de altas expectativas y, por el otro, la
continuidad de fuertes resistencias que limitaron y/o frenaron sus efectos.

Revisa el documento completo en el siguiente enlace: http://www2.unwomen.org/-


/media/field%20office%20americas/documentos/publicaciones/2018/2/paridad%20collecin%20gua%2
0democracia%20paritaria%202017.pdf?la=es&vs=2509

Fuente 7
¿Funcionan las cuotas de poder para las mujeres?
Por Veronica Smink (BBC Mundo – Argentina 08/03/2012)

A finales de 1991 Argentina se convirtió en el primer país de América Latina en aprobar una
ley de cupo femenino que exigió que al menos el 30% del Congreso esté compuesto por
mujeres. En ese entonces, apenas el 5% de los cargos parlamentarios estaban en manos
femeninas. A veinte años de la aprobación de esa norma, el 38% de los escaños en el Poder
Legislativo son ocupados por diputadas y senadoras. Se trata del porcentaje más alto de
Sudamérica y una de las representaciones parlamentarias femeninas más amplias de todo el
mundo. Por contraste, en las vecinas Chile y Uruguay, donde no se establecen cuotas mínimas,
apenas el 13,7% y el 14% de los congresistas -respectivamente- son mujeres.

¿Es Argentina un ejemplo de que la discriminación positiva funciona?


Legisladores argentinos consultados por BBC Mundo consideraron que esa política
indudablemente ha sido un éxito. "Yo originalmente me oponía a la idea de establecer cuotas
pero me doy cuenta de que la ley fue fundamental para equiparar la representación
parlamentaria", señaló la senadora del Frente Amplio Progresista (FAP), Norma Morandini.

Su colega del oficialista Frente para la Victoria (FVP), Ruperto Godoy, estuvo de acuerdo. "Si
no hubiera existido esta ley las mujeres hubieran tenido muchas dificultades para acceder a
lugares de decisión, porque los partidos políticos son tradicionales y suelen favorecer a los
hombres", afirmó.

Un toque de mujer
Según un informe de la Fundación Directorio Legislativo, el principal efecto que ha tenido el
aumento de la participación femenina en el Congreso ha sido la inclusión de más debates
referidos a temas que afectan a la mujer. "Asuntos como el aborto, la fertilización asistida, la
adopción, la violencia de género y la trata de personas empezaron a ser abordados a nivel
legislativo gracias a las iniciativas de diputadas y senadoras", le dijo a BBC Mundo Lorena
Zapata, directora del Área de Actualidad Legislativa de la Fundación.

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Muchas de esas iniciativas terminaron siendo ley, como la de salud sexual y reproducción
responsable, parto humanizado y protección al niño, además de las normas que sancionan la
trata y la violencia contra mujeres.
Cecilia Merchán, quien en diciembre pasado concluyó su mandato como diputada nacional por
el partido Libres del Sur, recordó que las mujeres en el Congreso fueron las principales
impulsoras de la Ley del Matrimonio Igualitario, que convirtió a Argentina en el primer país de
América Latina en aceptar los casamientos entre personas del mismo sexo.

El senador Godoy coincidió en que muchos temas relacionados con derechos humanos y
asuntos de género tomaron estado parlamentario gracias a la inclusión de más mujeres en el
Congreso. Por su parte, Morandini observó que la mayor presencia femenina no sólo cambió
las cuestiones de fondo en el Parlamento, sino incluso muchas de las formas.

¿Menos legitimidad?
A pesar de que muchos coinciden en destacar que la ley de cupo femenino logró aumentar el
número de parlamentarias, aún hay quienes cuestionan la legitimidad de quienes obtuvieron su
escaño con ayuda de la discriminación positiva. "La mayoría de los hombres acepta las cuotas
pero algunos creen que se favorece a las mujeres", admitió Godoy.

Sin embargo, todos los consultados rechazaron la idea de que los cupos resten legitimidad a
quien obtiene el cargo. "Cuando se aprobó la ley me acuerdo que muchos decían que generaría
cuestionamientos pero hoy es un debate que quedo atrás", opinó la diputada Victoria Donda,
del FAP. "Cada vez es más difícil poner en duda la capacidad que tenemos las mujeres. De
hecho, tenemos una presidenta mujer y eso habla de que las mujeres tenemos las mismas
capacidades que los hombres", agregó. "¿Acaso todos los hombres que son elegidos resultan
capaces? Tanto las mujeres como los hombres deben demostrar su capacidad una vez que son
elegidos", señaló Merchán.

Pilar Tello, coordinadora de género y formación política del Instituto para la Democracia y la
Asistencia Electoral (IDEA Internacional), aseguró que las leyes de cupo no generan igualdad
sino equidad. "Sólo permiten que haya condiciones parecidas para llegar, la aptitud ya es una
cuestión individual que no tiene que ver con el género", resaltó.

En tanto, muchos creen que la presencia de una mujer en el cargo más alto del país muestra que
Argentina ya no necesita una ley que discrimine a favor de las mujeres. Varias personas
consultadas por BBC Mundo en las calles de Buenos Aires consideraron que ya no debería
haber cuotas en el Parlamento. No obstante, tanto los legisladores como los expertos con los
que habló BBC Mundo afirmaron que la ley sigue siendo necesaria. Incluso, muchos la
aplicarían en otros ambientes.

"La participación femenina en el Poder Ejecutivo y Judicial sigue siendo baja y lo mismo ocurre
a nivel regional, en las alcaldías y las legislaturas", resaltó Pello. Según la especialista, los casos
de mujeres que alcanzan puestos de poder en América Latina (incluyendo a la presidenta de

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Brasil, Dilma Rousseff y a la ex mandataria chilena, Michelle Bachelet) son "casos
excepcionales", y aún "falta bastante" para alcanzar la equidad en el resto de la sociedad.

[Adaptado de
https://www.bbc.com/mundo/noticias/2012/03/120306_argentina_ley_de_cupo_femenino_vs]

Fuentes adicionales
Te recomendamos los siguientes enlaces.

Ventajas y desventajas de las cuotas legales para representación de la mujer


http://aceproject.org/ace-es/topics/pc/pca/pca03/pca03a/pca03a1

La cuota de género: acción afirmativa o simple requisito de inscripción en las elecciones al


congreso
http://ius360.com/jornadas/la-cuota-de-genero-accion-afirmativa-o-simple-requisito-de-
inscripcion-en-las-elecciones-al-congreso/

Las cuotas de género: ¿imposición vs talento?


https://mba.americaeconomia.com/articulos/reportajes/las-cuotas-de-genero-imposicion-vs-
talento

Género y poder: La presencia de las mujeres en el Congreso


https://elcomercio.pe/politica/genero-presencia-mujeres-congreso-noticia-546164

Cuotas electorales en las elecciones municipales y regionales (Perú)


https://portal.jne.gob.pe/portal_documentos/files/informacioninstitucional/escuelaelectoral/M
artes%20Electorales%20-%20Exposiciones/ee2009/mar_08set09.pdf

Paridad de género: evolución, logros y realidades


https://portalanterior.ine.mx/archivos3/portal/historico/recursos/IFE-v2/DEPPP/DEPPP-
Varios/Foro_ImpactoyProspectivas/docs/doraaliciapan29oct.pdf

Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe


https://oig.cepal.org/es/leyes/leyes-de-cuotas

Base de datos de cuotas


https://www.idea.int/data-tools/data/gender-quotas

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