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MÓDULO II

RÉGIMEN PATRIMONIAL DEL MATRIMONIO

1. DISPOSICIONES GENERALES
2. CONVENCIONES MATRIMONIALES
3. DONACIONES POR RAZÓN DE MATRIMONIO
4. DISPOSICIONES COMUNES A TODOS LOS REGÍMENES (RÉGIMEN
PRIMARIO)
5. RÉGIMEN DE COMUNIDAD
a. Disposiciones generales
b. Bienes de los cónyuges
c. Deudas de los cónyuges
d. Gestión de los bienes en la comunidad
e. Extinción de la comunidad
f. Indivisión postcomunitaria
g. Liquidación de la comunidad
h. Partición de la comunidad
6. RÉGIMEN DE SEPARACIÓN DE BIENES
1. DISPOSICIONES GENERALES

En relación al régimen patrimonial del matrimonio el Código Civil y


Comercial evidencia a primera vista un gran avance en materia de autonomía
de la voluntad de los cónyuges al incorporarse la opción de elegir entre dos
regímenes frente al único régimen imperativo que contemplaba el Código
Civil.
Sin embargo, veremos que por vía de las excepciones a los principios
generales, o mediante el establecimiento de un “régimen primario” de normas,
(disposiciones comunes a todos los regímenes, tal el nombre que le da el
CCCN) la diferencia entre regímenes termina diluyéndose, si se piensa en su
aplicación práctica durante su vigencia y en los efectos ante la disolución del
mismo.
En relación a las convenciones matrimoniales, se reglamentan las
donaciones entre futuros cónyuges, el inventario de bienes y deudas que
lleven al matrimonio, y la elección por uno de los regímenes matrimoniales
que se contemplan: el de comunidad o el de separación.
Entendemos que dicha posibilidad de opción era necesaria, más allá de
denominar incorrectamente «comunidad» al régimen supletorio, cuestión cuyo
análisis excede el presente, sin perjuicio de indicar brevemente los
fundamentos de esta afirmación.
Si los cónyuges no optaran por régimen alguno, regirá supletoriamente y
de manera imperativa, el régimen de comunidad. Transcurrido un año de
casados, podrán mutar anualmente de régimen, debiendo inscribir dicha
elección en el acta de matrimonio para que sea oponible a terceros.
Entendemos que, a efectos de garantizar la seguridad jurídica, debería
haberse impuesto un plazo mayor para poder modificar el régimen.1
Estos son en términos generales los alcances de la reforma.

1 MERLO, Leandro M. La reforma al derecho de familia en el anteproyecto de unificación de los


códigos Civil y Comercial, MJ-DOC-5879-AR | MJD5879, 18-jul-2012.
2. CONVENCIONES MATRIMONIALES

Art. 446.— Objeto. Antes de la celebración del matrimonio los futuros


cónyuges pueden hacer convenciones que tengan únicamente los objetos
siguientes:
a) la designación y avalúo de los bienes que cada uno lleva al
matrimonio;
b) la enunciación de las deudas;
c) las donaciones que se hagan entre ellos;
d) la opción que hagan por alguno de los regímenes patrimoniales
previstos en este Código.

Art. 447.— Nulidad de otros acuerdos. Toda convención entre los futuros
cónyuges sobre cualquier otro objeto relativo a su patrimonio es de ningún
valor.

Las normas citadas deben analizarse relacionando la prohibición de


contratar entre cónyuges cuando el régimen que se les aplique sea el de
comunidad:
En tal sentido, el CCCN establece al referirse a las inhabilidades
especiales que “No pueden contratar en interés (…) d. los cónyuges, bajo el
régimen de comunidad, entre sí..”(Art. 1002 CCCN)
Un aspecto que nos parecía criticable en el texto del proyecto de Código
Civil y Comercial originario era la inexistencia –u olvido- de establecer una
prohibición de contratación entre cónyuges, lo que favorecía conductas
fraudulentas entre los mismos en perjuicio de terceros, dado que ello posibilitaba
-tanto en el régimen de separación como en el de comunidad- la transferencia de
bienes del patrimonio de uno al del otro.
El texto final del CCCN soluciona esta deficiencia cuando establece, al
regular las «inhabilidades especiales», la prohibición de contratar a los cónyuges
entre sí, bajo el régimen de comunidad, como se señalara previamente. 2
De tal modo, las convenciones matrimoniales permitidas son:
a) la designación y avalúo de los bienes que cada uno lleva al matrimonio
El Código Civil establecía solamente “La designación de los bienes que
cada uno lleva al matrimonio” (Art. 1217 CC).
Era el denominado “inventario” de los bienes que llevaban al matrimonio,
el cual es mantenido por el CCCN, incorporando la expresión “avalúo”. De
realizarse dicho inventario, ello impedirá que luego de la celebración del
matrimonio se discuta el carácter de propio o aún la titularidad de los bienes
llevados al matrimonio.

b) la enunciación de las deudas


El CCCN incorpora esta posibilidad, que no se encontraba legislada en el
Código Civil, al mismo efecto que el resaltado en el comentario anterior.

c) las donaciones que se hagan entre ellos


El CCCN modifica la terminología del Código Civil que establecía en su Art.
1217, “Las donaciones que un futuro cónyuge hiciere al otro”
Se trata de las denominadas donaciones propter nuptias, que son aquéllas
cuya validez está supeditada a la celebración del matrimonio.

d) la opción que hagan por alguno de los regímenes patrimoniales previstos en


este Código.
Sin dudas es la gran incorporación como nueva convención matrimonial.
Como veremos, existen en el CCCN dos regímenes: el de comunidad y el de
separación. Si los futuros cónyuges no optaran por alguno de ellos, se aplicará
supletoria e imperativamente el régimen de comunidad.

2 MERLO, Leandro M., El proyecto de unificación de los Códigos Civil y Comercial en materia de
derecho de familia tras la media sanción del Senado, MJ-DOC-6536-AR | MJD6536, 9-dic-2013
En consecuencia, la redacción de la norma nos parece superflua, ya que
hubiera sido suficiente consignar solamente “la opción por el régimen de
separación”, ya que cuando se regula el régimen de comunidad se establece
que “A falta de opción hecha en la convención matrimonial, los cónyuges quedan
sometidos desde la celebración del matrimonio al régimen de comunidad de
ganancias reglamentado en este Capítulo.” (Art. 463 CCCN).
Como podemos apreciar, dado que “Toda convención entre los futuros
cónyuges sobre cualquier otro objeto relativo a su patrimonio es de ningún
valor.” (Art. 447 CCCN) sigue existiendo un régimen imperativo, solamente que
éste establece dos opciones: el régimen de comunidad, y el de separación.
Paradójicamente, las uniones convivenciales gozan de libertad total –en
principio- para regular sus relaciones patrimoniales, ya que el CCCN establece:
“Las relaciones económicas entre los integrantes de la unión se rigen por lo
estipulado en el pacto de convivencia. A falta de pacto, cada integrante de la
unión ejerce libremente las facultades de administración y disposición de los
bienes de su titularidad, con la restricción regulada en este Título para la
protección de la vivienda familiar y de los muebles indispensables que se
encuentren en ella.” (Art. 518)
Como ya adelantamos, entendemos que la existencia de un régimen primario
inderogable de normas, común a ambos regímenes matrimoniales y a al pacto
que realicen (o no) las personas que vivan en unión convivencial, hará que en la
práctica no exista una diferencia tajante entre todos los regímenes, y ello estará
determinado en los actos concretos de administración, disposición, en la
responsabilidad por deudas, la protección de la vivienda familiar, las
compensaciones económicas luego de disuelto el régimen, etc.

Art. 448.— Forma. Las convenciones matrimoniales deben ser hechas


por escritura pública antes de la celebración del matrimonio, y sólo
producen efectos a partir de esa celebración y en tanto el matrimonio no
sea anulado. Pueden ser modificadas antes del matrimonio, mediante un
acto otorgado también por escritura pública. Para que la opción del artículo
446 inciso d), produzca efectos respecto de terceros, debe anotarse
marginalmente en el acta de matrimonio.

Cómo en casi todas las legislaciones que admiten las convenciones


matrimoniales se establece la escritura pública como forma obligatoria, por
razones atribuidas a la publicidad del acto. En concordancia con ello cuando se
regula el contenido del acta matrimonial se establece que debe indicarse, en su
caso, la realización de convenciones y los datos de la escritura pública.
La opción por el régimen de separación no requiere escritura pública, su
elección puede hacerse en el momento de contraer matrimonio y así debe
constar en el acta respectiva (art. 420 inc. j).
La eficacia de las convenciones se encuentra condicionada a la celebración
del matrimonio.

Art. 449.— Modificación de régimen. Después de la celebración del


matrimonio, el régimen patrimonial puede modificarse por convención de
los cónyuges. Esta convención puede ser otorgada después de un año de
aplicación del régimen patrimonial, convencional o legal, mediante
escritura pública. Para que el cambio de régimen produzca efectos
respecto de terceros, debe anotarse marginalmente en el acta de
matrimonio.
Los acreedores anteriores al cambio de régimen que sufran perjuicios por
tal motivo pueden hacerlo declarar inoponible a ellos en el término de un
año a contar desde que lo conocieron.

La forma escrituraria ad solemnitatem establecida por la norma busca


evitar las inseguridades jurídicas que podrían acarrear las convenciones
realizadas en forma privada.
En relación a la publicidad de la convención, este aspecto tiene una doble
finalidad: proteger el interés de los cónyuges en cuanto atañe a la oponibilidad
de las convenciones en relación a terceros y a la inversa, resguardar los
intereses de éstos últimos.
Sería preferible unificar las bases de datos del Registro de Capacidad y
Estado Civil de las personas, con alcance nacional, inscribiéndose en el acta
matrimonial si existe o no opción por parte de los cónyuges por alguno de los
regímenes legales o si han celebrado convención alguna. También resultaría
viable la creación de un registro especial ad hoc, con alcance nacional, para fácil
consulta por parte de quienes quieran contratar con una persona casada.
En relación a la posibilidad de mutar de régimen durante el matrimonio,
creemos que el plazo de un año es exiguo, y que hubiera sido preferible
establecer la posibilidad de mutación a partir del quinto año de la celebración
del matrimonio, pudiendo reformularlo cada cinco años e indefinidamente, toda
vez que no se afecten intereses de terceros.3

Art. 450.— Personas menores de edad. Las personas menores de edad


autorizadas judicialmente para casarse no pueden hacer donaciones en la
convención matrimonial ni ejercer la opción prevista en el artículo 446
inciso d).

La aptitud nupcial se adquiere a los 18 años y los menores de dicha edad que
deseen casarse, deberán hacerlo con dispensa judicial o autorización de sus
progenitores si son mayores de dieciséis años (Art. 404 CCCN).
Pero aún si se casaran durante la menor edad, no podrán realizar dos de las
convenciones matrimoniales estipuladas: ni donarse bienes, ni elegir el régimen
patrimonial.
Quedarán así, sometidos al régimen de comunidad.

3 BERBERE DELGADO, Jorge C. - MERLO, Leandro M., Acerca de la flexibilización del régimen de
bienes del matrimonio. Necesaria incorporación de las convenciones matrimoniales y de las
prestaciones compensatorias, MJ-DOC-4837-AR | MJD4837, 23-ago-2010
No queda claro si el derecho de mutar de régimen podrán hacerlo al año de la
celebración del matrimonio o al año de adquirida la mayoría de edad, ya que la
norma no lo establece.
Entendemos que si el criterio de la norma es tuitivo (pese a la gran cantidad
de normas protectoras de la vivienda familiar y los bienes, independientemente
del régimen elegido) la opción podrán hacerla al año de adquirida la mayoría de
edad, esto es, a partir de los 19 años.
3. DONACIONES POR RAZÓN DE MATRIMONIO

Art. 451.— Normas aplicables. Las donaciones hechas en las


convenciones matrimoniales se rigen por las disposiciones relativas al
contrato de donación. Sólo tienen efecto si el matrimonio se celebra.

Art. 452.— Condición implícita. Las donaciones hechas por terceros a


uno de los novios, o a ambos, o por uno de los novios al otro, en
consideración al matrimonio futuro, llevan implícita la condición de que se
celebre matrimonio válido.

Los artículos aclaran la naturaleza de las donaciones propter nuptias: sólo


tienen efecto en caso de que el matrimonio se celebre.

Art. 453.— Oferta de donación. La oferta de donación hecha por terceros


a uno de los novios, o a ambos queda sin efecto si el matrimonio no se
contrae en el plazo de un año. Se presume aceptada desde que el
matrimonio se celebra, si antes no ha sido revocada.

El Código Civil que disponía “Todas las donaciones por causa de


matrimonio son irrevocables, y sólo podrán revocarse si fuesen condicionales y
la condición no se cumpliere, o si el matrimonio no llegare a celebrarse, o si
fuere anulado por sentencia pasada en cosa juzgada salvo lo dispuesto sobre el
matrimonio putativo.” (Art. 1240)
Se precisan entonces los alcances de la condición resolutoria y se
establece un plazo de caducidad para la oferta.
4. DISPOSICIONES COMUNES A TODOS LOS REGÍMENES (RÉGIMEN
PRIMARIO)

Art. 454.— Aplicación. Inderogabilidad. Las disposiciones de esta


Sección se aplican, cualquiera sea el régimen matrimonial, y excepto que
se disponga otra cosa en las normas referentes a un régimen específico.
Son inderogables por convención de los cónyuges, anterior o posterior al
matrimonio, excepto disposición expresa en contrario.

Bajo el término “Disposiciones comunes a todos los regímenes“ el CCCN


establece un “régimen primario” entendido como un conjunto de normas
imperativas que regularán los efectos patrimoniales-económicos del matrimonio
y que son aplicables con independencia del régimen patrimonial elegido o
impuesto por la ley de manera subsidiaria.

Éste consta de los siguientes caracteres: 4


 Imperatividad:, ya que su aplicación lo dispondrá la norma, impuesto
por ley.
 Inderogabilidad: ya que no podrá ser dejado de lado por los cónyuges.
 Orden público: la voluntad de los particulares no podrá modificarlos.
 Permanente: sus disposiciones no pueden ser modificadas.5

De tal modo, “sin perjuicio del régimen de bienes elegido, o con vigencia
forzosa o supletoria, los ordenamientos matrimoniales actualizados contienen
una normativa que rige en toda situación. Se trata de cuestiones que, por
razones de equidad y de amparo a la familia y a los terceros, la ley no debe dejar
libradas a los preceptos comunes ni al arbitrio de los esposos sino que impone

4 FINOCCHIO, Carolina L. - MILLÁN, Fernando, Régimen Patrimonial del Matrimonio: Necesidad de


legislar un 'Régimen Primario, MJ-DOC-4710-AR | MJD4710, 18-may-2010
5 MEDINA, Graciela, El régimen patrimonial del matrimonio en la reforma al Código Civil y
Comercial,: DFyP 2012 (noviembre), 01/11/2012, 3, AR/DOC/5230/2012
soluciones que, en conjunto, integran una plataforma jurídica mínima, que
gobierna a todos los matrimonios, cualquiera sea el particular régimen de bienes
aplicable".6
Como decíamos al propiciar un cambio legislativo tendiente a la flexibilización
del régimen patrimonial, siempre debe estar presente un régimen primario de
normas, capaces de compatibilizar la puesta en práctica de la autonomía en su
variante de elección patrimonial, en consonancia a la protección de aquellos
rasgos indeclinables con la estabilidad familiar, signados con el carácter de
orden público inmanente en toda estructura familiar funcionado en un punto de
convergencia.7
Aunque tal como se encuentra legislado, este régimen primario que es
aplicable con muy leves diferencias a matrimonios y convivencias, hará que en la
práctica se diluya la diferencia tajante en la esfera patrimonial entre unos y otros.

Art. 455.— Deber de contribución. Los cónyuges deben contribuir a su


propio sostenimiento, el del hogar y el de los hijos comunes, en proporción
a sus recursos. Esta obligación se extiende a las necesidades de los hijos
menores de edad, con capacidad restringida, o con discapacidad de uno de
los cónyuges que conviven con ellos.
El cónyuge que no da cumplimiento a esta obligación puede ser
demandado judicialmente por el otro para que lo haga, debiéndose
considerar que el trabajo en el hogar es computable como contribución a
las cargas.

El artículo en comentario, con criticable técnica legislativa, pareciera


contemplar tanto lo que fueran las cargas de la "sociedad conyugal" (Art. 1275

6 FANZOLATO, Eduardo I., Régimen de bienes. Derecho Comparado, en "Código Civil comentado.
Derecho de Familia Patrimonial", María Josefa MÉNDEZ COSTA (directora), p. 415, Rubinzal
Culzoni, Buenos Aires-Santa Fe, 2004.
7 BERBERE DELGADO, Jorge C. - MERLO, Leandro M. Acerca de la flexibilización …
del Código Civil) como la obligación alimentaria a favor de los hijos y entre
cónyuges, y la responsabilidad frente a terceros.
Se ha aclarado que el hogar al que hace alusión la norma es la sede de la
familia, que no necesariamente debe ser una vivienda propia, o un inmueble,
pudiendo tratarse de una habitación en un hotel, pensión, o vivienda ambulante.8
Coincidimos en que la fórmula legal tiene un alto valor pedagógico, pues
deja en claro la forma de proceder y procura asegurar la efectividad de las
obligaciones que ella establece.9
Sin embargo, la norma en comentario pareciera establecer una mera
pauta que hace referencia implícita a otras normas en las que sí se contemplan
expresamente las obligaciones que aquí se enumeran y sus consecuencias
legales.
De tal modo:
 El deber alimentario entre cónyuges se encuentra establecido en los Arts.
431 y 432 CCCN.
 El derecho alimentario a favor de los hijos se encuentra establecido en el
Art. 658 CCCN y concordantes.
 El deber alimentario entre parientes en el Art. 537 CCCN y ss.
 Las cargas de la comunidad se encuentran reguladas en el Art. 489
CCCN
 La responsabilidad solidaria por las obligaciones contraídas para
solventar las necesidades del hogar o sostenimiento y educación de los
hijos, en el Art. 461 CCCN.
 A su vez, existen medidas precautorias establecidas en el CCCN y en los
Códigos Procesales ante el incumplimiento de dichos deberes.

Por lo expuesto, entendemos que el artículo analizado es una mera


enunciación de deberes que están reglamentados en otras normas del CCCN.

8 MEDINA, Graciela El régimen patrimonial del matrimonio …


9 MOLINA DE JUAN, Mariel, Los límites a la libertad en el régimen de bienes, Infojus, DACF140865
3 de Diciembre de 2014
Art. 456.— Actos que requieren asentimiento. Ninguno de los cónyuges
puede, sin el asentimiento del otro, disponer de los derechos sobre la
vivienda familiar, ni de los muebles indispensables de ésta, ni
transportarlos fuera de ella. El que no ha dado su asentimiento puede
demandar la nulidad del acto o la restitución de los muebles dentro del
plazo de caducidad de seis meses de haberlo conocido, pero no más allá
de seis meses de la extinción del régimen matrimonial.
La vivienda familiar no puede ser ejecutada por deudas contraídas
después de la celebración del matrimonio, excepto que lo hayan sido por
ambos cónyuges conjuntamente o por uno de ellos con el asentimiento del
otro.

a) Necesidad de asentimiento
El artículo recoge y amplía los preceptos del Art. 1277 del Código Civil que
establecía la necesidad de asentimiento conyugal si se daban los siguientes tres
requisitos:
- Bien o derecho ganancial.
- Bien o derecho registrable.
- Acto de disposición o gravamen.
A su vez, existían variantes al primer punto (ganancialidad) ampliándose a
bien propio, sede del hogar conyugal en el cual habitaran hijos menores o
incapaces.
El CCCN amplía los derechos (y los límites a la disposición) ya que
menciona los derechos sobre la vivienda, extensivo a los muebles
indispensables del hogar.
Tampoco es necesario que vivan en ella hijos menores o incapaces.
De tal modo, si se mediante cualquier acto se impidiera, restringiera, o
pusiera en peligro el uso de la vivienda o los bienes esenciales que hubiera en
ella, el cónyuge afectado deberá otorgar su asentimiento para consentirlos.
b) Protección de la vivienda familiar
Además, teniendo en miras el interés familiar y la protección de la familia,
se incorpora una protección ipso iure de la vivienda familiar, sin necesidad de
inscripción alguna, que no puede ser ejecutada por deudas contraídas luego de
la celebración del matrimonio.
Téngase en cuenta que el CCCN deroga la ley de bien de familia (Conf.
Art. 3° Inc. A) ley 26.994) e incorpora un instituto similar de “protección de la
vivienda”.
Por su parte, el Art. 244 del CCCN establece “Puede afectarse al régimen
previsto en este Capítulo, un inmueble destinado a vivienda, por su totalidad o
hasta una parte de su valor. Esta protección no excluye la concedida por otras
disposiciones legales. (…)”
Como puede apreciarse, la protección de la “vivienda familiar” del Art.
456 CCCN coexiste con el sistema de “protección de la vivienda” del Art. 244
CCCN y ambos dan una protección similar a la que conociéramos como el “bien
de familia”.
No aclara la norma el supuesto de deudas que afecten directamente al
inmueble, como impuestos municipales, servicios, tasas, contribuciones o
expensas, como sí lo hace el Art. 249 CCCN, que permite que sean ejecutadas
sobre el inmueble.
El Art. 456 CCCN establece que la vivienda es inejecutable, sin distinción
de deudas, “excepto que lo hayan sido por ambos cónyuges conjuntamente o
por uno de ellos con el asentimiento del otro.” y sin remisión a las excepciones
contenidas en el Art. 249 CCCN. Dado que además la protección de la vivienda
familiar es distinta y coexiste con la protección de la vivienda de las otras normas
analizadas (“esta protección no excluye la concedida por otras disposiciones
legales” Art. 244 CCCN), entendemos que la vivienda familiar resultaría
inejecutable por cualquier tipo de deudas.
Lo expuesto, afectará derechos de los acreedores, máxime si éstos
tuvieran una garantía real sobre la vivienda (hipoteca o prenda por ejemplo),
pero dado que la norma no establece excepciones, entendemos que deberán
hacer valer sus derechos pretendiendo aplicar las excepciones contenidas en el
Art. 249 CCCN, o alegar que existe un asentimiento “tácito” del cónyuge no
deudor a tenor de lo que expresa la norma en comentario: “excepto que lo hayan
sido por ambos cónyuges conjuntamente o por uno de ellos con el asentimiento
del otro.”
Finalmente, como ya dijéramos la “vivienda familiar” no necesariamente
debe ser una vivienda propia, o un inmueble, pudiendo tratarse de una
habitación en un hotel, pensión, o vivienda ambulante.

Art. 457.— Requisitos del asentimiento. En todos los casos en que se


requiere el asentimiento del cónyuge para el otorgamiento de un acto
jurídico, aquél debe versar sobre el acto en sí y sus elementos
constitutivos.

Durante la vigencia del Código Civil se discutía que el término


“consentimiento” expresado por el Art. 1277 de dicho ordenamiento no era el
adecuado, ya que el cónyuge que prestaba conformidad, era una persona ajena
al acto, no era parte de él, y por lo tanto solamente brindaba su conformidad a
efectos de salvaguardar sus derechos. En tal sentido, se prefería el término
“asentimiento”.
Entendemos que tal como está redactada la norma, el asentimiento debe
otorgarse para cada acto en concreto, confirmando de algún modo la invalidez
de un asentimiento general anticipado para una generalidad de actos, lo que
implicaría desvirtuar el régimen patrimonial.
Además, debe versar sobre los elementos constitutivos del acto: objeto,
precio, plazo, modalidades, etc.

Art. 458.— Autorización judicial. Uno de los cónyuges puede ser autorizado
judicialmente a otorgar un acto que requiera el asentimiento del otro, si
éste está ausente, es persona incapaz, está transitoriamente impedido de
expresar su voluntad, o si su negativa no está justificada por el interés de
la familia. El acto otorgado con autorización judicial es oponible al cónyuge
sin cuyo asentimiento se lo otorgó, pero de él no deriva ninguna obligación
personal a su cargo.

La norma contempla dos supuestos, la procedencia de la autorización


judicial y los efectos del acto otorgado con la misma.
a) Procedencia de la autorización judicial
Se requiere autorización cuando quien debe prestar el asentimiento:

- No puede manifestar su voluntad de modo temporario o permanente.


- Se niega a prestarla y no está comprometido el interés familiar.

Entendemos que dicho pedido de autorización también puede ser solicitado


por vía subrogatoria por un tercero afectado por las consecuencias de la falta de
asentimiento del cónyuge de quien hubiera contratado con él.

b) Efectos del acto otorgado con autorización judicial


El juez suple la voluntad del cónyuge imposibilitado de prestarla o que se
niega injustificadamente, siéndole oponible el acto celebrado.

Art. 459.— Mandato entre cónyuges. Uno de los cónyuges puede dar
poder al otro para representarlo en el ejercicio de las facultades que el
régimen matrimonial le atribuye, pero no para darse a sí mismo el
asentimiento en los casos en que se aplica el artículo 456. La facultad de
revocar el poder no puede ser objeto de limitaciones.
Excepto convención en contrario, el apoderado no está obligado a rendir
cuentas de los frutos y rentas percibidos.

El CCCN vuelve a receptar el mandato como uno de los contratos


permitidos expresamente entre cónyuges, aclarando y precisando la
terminología que había empleado el Art. 1276 del Código Civil en cuanto a la
obligación de rendir cuentas.
Art. 460.— Ausencia o impedimento. Si uno de los cónyuges está ausente o
impedido transitoriamente de expresar su voluntad, el otro puede ser
judicialmente autorizado para representarlo, sea de modo general o para
ciertos actos en particular, en el ejercicio de las facultades resultantes del
régimen matrimonial, en la extensión fijada por el juez.
A falta de mandato expreso o de autorización judicial, a los actos
otorgados por uno en representación del otro se les aplican las normas del
mandato tácito o de la gestión de negocios, según sea el caso.

El artículo citado no tenía antecedente en el Código Civil y favorece el


desenvolvimiento patrimonial y las actividades económicas dentro del
matrimonio.

Art. 461.— Responsabilidad solidaria. Los cónyuges responden


solidariamente por las obligaciones contraídas por uno de ellos para
solventar las necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y la
educación de los hijos de conformidad con lo dispuesto en el artículo 455.
Fuera de esos casos, y excepto disposición en contrario del régimen
matrimonial, ninguno de los cónyuges responde por las obligaciones del
otro.

El CCCN deroga y reformula las disposiciones que contenían los arts. 5º y


6° de la ley 11.357, que establecían la responsabilidad separada por deudas,
según la cual cada cónyuge respondía con todo su patrimonio por las deudas
que contrajera. El otro cónyuge no respondía en ningún caso con sus bienes por
las deudas que contraía el otro. Salvo el supuesto de deudas contraídas para
atender a las necesidades del hogar, la educación de los hijos o la conservación
de bienes comunes, supuestos en los cuales el cónyuge no deudor respondía,
pero sólo con los frutos de sus bienes.
El texto del Art. 461 si bien mantiene el principio de responsabilidad
separada, amplía los supuestos de excepción, ya que responderán
solidariamente por las obligaciones contraídas por uno de ellos para solventar
las necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y la educación de los
hijos de conformidad con lo dispuesto en el artículo 455, que establece el “deber
de contribución”.
Se eliminó, en esta última redacción, el término «comunes» ampliando el
alcance de la norma a todos los hijos que convivan con ellos, sean comunes o
de uno solo de ellos.10
Del mismo modo que se interpretaban los supuestos de excepción del Art.
6 de la ley 11357, restará que la jurisprudencia fije los alcances de las
expresiones “necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y la educación
de los hijos” que son demasiado vagas, al menos la referida a las necesidades
del hogar.
Lo que no quedan dudas es que la carga de la prueba de que la deuda es
una de las contempladas en la norma a fin de hacer valer la solidaridad de
ambos cónyuges la tiene el acreedor.
Habrá que tener en cuenta, en consecuencia, la finalidad del gasto que
origina la deuda, si la necesidad del hogar es algo habitual, ordinario o común
para el estándar de vida de la familia, etc.

Art. 462.— Cosas muebles no registrables. Los actos de administración y


disposición a título oneroso de cosas muebles no registrables cuya
tenencia ejerce individualmente uno de los cónyuges, celebrados por éste
con terceros de buena fe, son válidos, excepto que se trate de los muebles
indispensables del hogar o de los objetos destinados al uso personal del
otro cónyuge o al ejercicio de su trabajo o profesión.
En tales casos, el otro cónyuge puede demandar la nulidad dentro del
plazo de caducidad de seis meses de haber conocido el acto y no más allá
de seis meses de la extinción del régimen matrimonial.

10 MERLO, Leandro M. El proyecto de unificación …


El Código Civil carecía de una norma similar, salvo la que establecía la
protección del adquirente de buena fe: “ La posesión de buena fe de una cosa
mueble, crea a favor del poseedor la presunción de tener la propiedad de ella, y
el poder de repeler cualquier acción de reivindicación, si la cosa no hubiese sido
robada o perdida.” (Art. 2412 del Código Civil)
El CCCN establece una norma similar a la enunciada que es concordante
con el artículo en comentario y que se refiere a la “Adquisición legal de derechos
reales sobre muebles por subadquirente” y que establece que “La posesión de
buena fe del subadquirente de cosas muebles no registrables que no sean
hurtadas o perdidas es suficiente para adquirir los derechos reales principales
excepto que el verdadero propietario pruebe que la adquisición fue gratuita.
Respecto de las cosas muebles registrables no existe buena fe sin inscripción a
favor de quien la invoca. Tampoco existe buena fe aunque haya inscripción a
favor de quien la invoca, si el respectivo régimen especial prevé la existen (Art.
1895 CCCN)
De tal modo se armonizan normas relativas a los derechos reales con las
del régimen patrimonial del matrimonio, limitándose el derecho del adquirente de
buena fe al darse la protección y la facultad al cónyuge no enajenante de pedir la
nulidad del acto si se hubiera dispuesto de los muebles indispensables del hogar
o de los objetos destinados al uso personal del otro cónyuge o al ejercicio de su
trabajo o profesión.
5. RÉGIMEN DE COMUNIDAD
a. Disposiciones generales

Art. 463.— Carácter supletorio. A falta de opción hecha en la convención


matrimonial, los cónyuges quedan sometidos desde la celebración del
matrimonio al régimen de comunidad de ganancias reglamentado en este
Capítulo. No puede estipularse que la comunidad comience antes o
después, excepto el caso de cambio de régimen matrimonial previsto en el
artículo 449.

El CCCN recepta como régimen supletorio, a falta de opción hecha en la


convención matrimonial, el denominado “régimen de comunidad de ganancias”
que se aplica imperativamente en tal supuesto.
Debemos manifestar nuestro descontento con la terminología utilizada, ya que
pese a que el CCCN no utiliza más –afortunadamente- el término “sociedad
conyugal” mantiene el concepto de “comunidad” que seguirá prestando a
confusión a quienes no se encuentren profundamente familiarizados con el
régimen patrimonial y su evolución histórica.
Creemos conveniente referirnos brevemente a ello a fin de comprender los
alcances del nuevo régimen.
Damos por superada la discusión acerca la naturaleza jurídica de la “sociedad
conyugal” por haber desaparecido de la nueva normativa.

a) El Código Civil. Régimen de Comunidad.


La primer discusión doctrinaria acerca el tipo de régimen argentino se dio en
el marco del Código Civil originario, que disponía en el Artículo 1224, hoy
derogado por ley 17.711, que “Si no hubiese escritura pública o privada de los
bienes que los esposos llevan al matrimonio, se juzgará que éste se contrae,
haciéndose comunes los bienes muebles y las cosas fungibles de ambos; y
disuelta la sociedad, se tendrán como bienes adquiridos durante el matrimonio.
Lo mismo se juzgará si no hubiere prueba por escrito de los muebles, y cosas
fungibles que durante el matrimonio adquieran marido o mujer, por herencia
legado o donación.”
Había una auténtica comunidad de gestión marital. El marido era el único
titular, administrador y responsable por deudas, atento la incapacidad civil de la
mujer casada.

b) Ley 11.357. Régimen compuesto.


La ley 11.357 , llamada ley de “derechos civiles” o de “capacidad” de la
mujer, mantuvo el régimen de comunidad del Código Civil, pero estableció los
llamados “bienes reservados” a la administración de la mujer: si ésta optaba por
ejercer una actividad “honesta” industrial o profesional y se oponía a la
administración del marido, surgía la separación de bienes, los bienes de su
órbita de administración, reservados.
Así, en lo atinente al régimen patrimonial, éste fue definido como un
régimen de comunidad y en ciertos casos, de separación, o régimen compuesto.
Además, mediante los Arts. 5 y 6 previamente analizados, se estableció la
responsabilidad separada por deudas.

b) Ley 17.711 y 23.515. Régimen de separación con participación en los


adquiridos.
Respecto la mujer, la ley 17.711 le otorgó la plena capacidad civil,
derogando expresamente su incapacidad relativa.
Además, modificó el artículo 1276 del Código Civil, que consagraba la
administración separada: cada cónyuge administraba y disponía libremente de
sus bienes (salvo algunas limitaciones) independientemente de su calificación.
La reforma de la ley 17.711 había dejado claro (para muy pocos) que no
existió nunca una comunidad de ganancias ni una sociedad conyugal. Se dijo
claramente que a partir de dicha ley “la sociedad conyugal ya no existe”11
A partir de la ley 17711 ya no hubo más comunidad. No hubo bienes
comunes, ni masa común. La comunidad implica la existencia de una masa de

11 VIDAL TAQUINI, Carlos, “Régimen de bienes en el matrimonio” Ed. Astrea, 2001, Pág. 278.
bienes comunes, y en nuestro régimen esto no ocurría: cada cónyuge era titular
de los bienes que adquiría y en consecuencia, los administraba y disponía
libremente.
Es claro que las limitaciones que habían sido impuestas (Arts 1277) no
modificaban este esquema de libertad individual. Sólo se imponían como
medidas preventivas que sólo se practicaban cuando se ejercía algún acto que
podría configurar un fraude o pusiera en peligro el derecho eventual a participar
sobre los bienes gananciales del disponente.

c) El régimen del Código Civil y Comercial de la Nación


El CCCN, como dijimos, mantiene un régimen de comunidad de
ganancias (supletorio e imperativo) muy similar al que contemplaba el Código
Civil.
Se efectúan precisiones terminológicas, se incorporan supuestos que
habían sido receptados por la jurisprudencia, se regula la indivisión post
comunitaria antes carente de normas, se precisa el alcance de cargas y
recompensas y en general se mejora –más allá de la deficiente terminología
utilizada- el régimen previo.
Entendemos que el nuevo régimen sigue siendo un régimen de
separación con participación en los adquiridos, que es supletorio de un régimen
de separación que podemos denominar “puro”.

b. Bienes de los cónyuges

Art. 464.— Bienes propios. Son bienes propios de cada uno de los
cónyuges:
a) los bienes de los cuales los cónyuges tienen la propiedad, otro
derecho real o la posesión al tiempo de la iniciación de la comunidad;
b) los adquiridos durante la comunidad por herencia, legado o donación,
aunque sea conjuntamente por ambos, y excepto la recompensa debida a
la comunidad por los cargos soportados por ésta.
Los recibidos conjuntamente por herencia, legado o donación se reputan
propios por mitades, excepto que el testador o el donante hayan designado
partes determinadas.
No son propios los bienes recibidos por donaciones remuneratorias,
excepto que los servicios que dieron lugar a ellas hubieran sido prestados
antes de la iniciación de la comunidad. En caso de que el valor de lo
donado exceda de una equitativa remuneración de los servicios recibidos,
la comunidad debe recompensa al donatario por el exceso;
c) los adquiridos por permuta con otro bien propio, mediante la inversión
de dinero propio, o la reinversión del producto de la venta de bienes
propios, sin perjuicio de la recompensa debida a la comunidad si hay un
saldo soportado por ésta.
Sin embargo, si el saldo es superior al valor del aporte propio, el nuevo
bien es ganancial, sin perjuicio de la recompensa debida al cónyuge
propietario;
d) los créditos o indemnizaciones que subrogan en el patrimonio de uno
de los cónyuges a otro bien propio;
e) los productos de los bienes propios, con excepción de los de las
canteras y minas;
f) las crías de los ganados propios que reemplazan en el plantel a los
animales que faltan por cualquier causa. Sin embargo, si se ha mejorado la
calidad del ganado originario, las crías son gananciales y la comunidad
debe al cónyuge propietario recompensa por el valor del ganado propio
aportado;
g) los adquiridos durante la comunidad, aunque sea a título oneroso, si el
derecho de incorporarlos al patrimonio ya existía al tiempo de su
iniciación;
h) los adquiridos en virtud de un acto anterior a la comunidad viciado de
nulidad relativa, confirmado durante ella;
i) los originariamente propios que vuelven al patrimonio del cónyuge por
nulidad, resolución, rescisión o revocación de un acto jurídico;
j) los incorporados por accesión a las cosas propias, sin perjuicio de la
recompensa debida a la comunidad por el valor de las mejoras o
adquisiciones hechas con dinero de ella;
k) las partes indivisas adquiridas por cualquier título por el cónyuge que
ya era propietario de una parte indivisa de un bien al comenzar la
comunidad, o que la adquirió durante ésta en calidad de propia, así como
los valores nuevos y otros acrecimientos de los valores mobiliarios
propios, sin perjuicio de la recompensa debida a la comunidad en caso de
haberse invertido bienes de ésta para la adquisición;
l) la plena propiedad de bienes cuya nuda propiedad se adquirió antes del
comienzo de la comunidad, si el usufructo se extingue durante ella, así
como la de los bienes gravados con otros derechos reales que se
extinguen durante la comunidad, sin perjuicio del derecho a recompensa si
para extinguir el usufructo o los otros derechos reales se emplean bienes
gananciales;
m) las ropas y los objetos de uso personal de uno de los cónyuges, sin
perjuicio de la recompensa debida a la comunidad si son de gran valor y se
adquirieron con bienes de ésta; y los necesarios para el ejercicio de su
trabajo o profesión, sin perjuicio de la recompensa debida a la comunidad
si fueron adquiridos con bienes gananciales;
n) las indemnizaciones por consecuencias no patrimoniales y por daño
físico causado a la persona del cónyuge, excepto la del lucro cesante
correspondiente a ingresos que habrían sido gananciales;
ñ) el derecho a jubilación o pensión, y el derecho a alimentos, sin
perjuicio del carácter ganancial de las cuotas devengadas durante la
comunidad y, en general, todos los derechos inherentes a la persona;
o) la propiedad intelectual, artística o industrial, si la obra intelectual ha
sido publicada o interpretada por primera vez, la obra artística ha sido
concluida, o el invento, la marca o el diseño industrial han sido patentados
o registrados antes del comienzo de la comunidad.
El derecho moral sobre la obra intelectual es siempre personal del autor.
El Artículo hace una extensa enunciación de bienes propios, que son aquéllos
que no serán liquidados y partidos por mitades a la disolución del régimen,
agrupando los diversos supuestos en función de los distintos principios de
calificación que son tomados de modo casi idéntico a los del Código Civil.
- Según el origen. (Inc. a)
- Principio de adquisición a título gratuito (Inc. b)
- Principio de subrogación real. (Incs. c, a f.)
- Principio de causa o título anterior. (Incs g, a j)
- Principio de accesión, (Inc. j, k y l)
- En virtud de su naturaleza. (m a ñ),
- Supuesto especial.(Inc. o)

Referenciaremos los supuestos no contemplados en el Código Civil y que


incorpora el Código Civil y Comercial:

 Los créditos o indemnizaciones que subrogan en el patrimonio de


uno de los cónyuges a otro bien propio. (Inciso d)
Es un claro supuesto de subrogación real. Se debe analizar la calificación
del bien beneficiado por el crédito o la indemnización a fin de calificar a su vez el
dinero que ingresa al patrimonio en sustitución de aquél.

 Las crías de los ganados propios que reemplazan en el plantel a los


animales que faltan por cualquier causa. Sin embargo, si se ha mejorado la
calidad del ganado originario, las crías son gananciales y la comunidad
debe al cónyuge propietario recompensa por el valor del ganado propio
aportado. (Inc. f)
El inciso contempla la “teoría de conservación del plantel originario”, principio
recogido en diversos antecedentes jurisprudenciales y que interpretaba que pese
a que los frutos de los bienes propios eran gananciales, las nuevas crías del
ganado propio reemplazan como propio a las que perecieran del plantel
originario. Lo ganancial sería solamente la diferencia entre el plantel originario y
el actual.
Se aclara además, un supuesto de recompensa si se ha mejorado la calidad
del ganado originario.

 Las partes indivisas adquiridas por cualquier título por el cónyuge que
ya era propietario de una parte indivisa de un bien al comenzar la
comunidad, o que la adquirió durante ésta en calidad de propia, así como
los valores nuevos y otros acrecimientos de los valores mobiliarios
propios, sin perjuicio de la recompensa debida a la comunidad en caso de
haberse invertido bienes de ésta para la adquisición. (Inc. k)

El CCCN recoge lo que había establecido el plenario Sanz que establecía


que “Reviste carácter propio la totalidad del bien, cuando el cónyuge que tenía
porciones indivisas de ese carácter adquiere a título oneroso las restantes
porciones durante la existencia de la sociedad conyugal.”12
La norma recoge entonces el principio de unidad de calificación, sin
permitirse la calificación dual de los bienes al existir un solo titular dominial.

 Las indemnizaciones por consecuencias no patrimoniales y por daño


físico causado a la persona del cónyuge, excepto la del lucro cesante
correspondiente a ingresos que habrían sido gananciales. (Inc. n)
El mencionado también es un supuesto de subrogación real, ya que el
dinero que ingresa al patrimonio será calificado de la misma manera que el bien
o derecho que indemniza, dejándose a salvo la indemnización por lucro cesante,
ya que ésta viene a suplir lo que se dejó de obtener en concepto de frutos
civiles de la profesión, empleo o industria del damnificado, siendo éstos,
gananciales.

12 Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, en pleno • SANZ, Gregorio O. • 15/07/1992 • LA


LEY 1992-D , 260 • DJ 1992-2 , 501 • Colección de Análisis Jurisprudencial Derecho de Familia
- Director: Marcos M. CÓRDOBA - Editorial LA LEY - 2004 , 557 con nota de Roberto
KIELMANOWICH • Colección Plenarios - Derecho Civil Tomo I , 986 • AR/JUR/635/1992
 El derecho a jubilación o pensión, y el derecho a alimentos, sin perjuicio
del carácter ganancial de las cuotas devengadas durante la comunidad y,
en general, todos los derechos inherentes a la persona
El CCCN aclara que son propios el derecho a jubilación, pensión y
alimentos, aspectos que no estaban contemplados en el Código Civil.
Distingue, sin embargo, el derecho en sí de las cuotas devengadas
durante la comunidad, sumas que tienen carácter ganancial.
Resulta vaga la expresión “derechos inherentes a la persona”, aunque
entendemos que la norma se refiere a uno de los caracteres de los derechos
personalísimos, esto es, su inherencia a la persona humana.
En tal sentido, se dijo que la calidad de inherentes de los derechos
personalísimos, “se refiere a una particular posición del sujeto que hace
intransmisible el derecho. Ello deriva, para el caso, de la mentada unión
inseparable. Claro que muchos otros que no son personalísimos con el enfoque
dado, tienen, inherencia porque basta que haya identidad del derecho con el
sujeto activo. Así, algunos de familia, otros creditorios y aun reales. Basta que
por el enlace jurídico previsto normativamente esté prohibida la transmisión
mortis causa y por actos entre vivos. Tal el caso de la patria potestad, la tutela,
los alimentos, los laborales, el real de uso y habitación, etc. Por ello, el
calificativo de inherentes no es privativo para los de la personalidad. Los separa
de un grupo importante de derechos, pero no los distingue de otros ajenos a su
especie. Unido a los demás caracteres representa una manera más de
singularizarlos.”13
Como puede apreciarse, no puede determinarse a priori y en concreto
cuáles son los derechos inherentes a la persona, si bien no tenemos dudas que
la norma se refiere a derechos extrapatrimoniales.

13 CIFUENTES, Santos E. (h.) Los derechos personalísimos.Teoría general, Revista del


Notariado 730 , 1299 AR/DOC/6433/2011
 La propiedad intelectual, artística o industrial, si la obra intelectual ha
sido publicada o interpretada por primera vez, la obra artística ha sido
concluida, o el invento, la marca o el diseño industrial han sido patentados
o registrados antes del comienzo de la comunidad.
El derecho moral sobre la obra intelectual es siempre personal del autor.
(Inc. o)
El Art. 1272 del Código Civil calificaba como gananciales “Los derechos
intelectuales, patentes de invención o diseños industriales son bienes propios del
autor o inventor, pero el producido de ellos durante la vigencia de la sociedad
conyugal es ganancial”
El inciso en comentario modifica el criterio del Código Civil y estipula que
dicho derechos serán propios solamente si se hubiera publicado, interpretado,
concluido, patentado o registrado el derecho en cuestión antes del comienzo de
la comunidad.

Art. 465.— Bienes gananciales. Son bienes gananciales:


a) los creados, adquiridos por título oneroso o comenzados a poseer
durante la comunidad por uno u otro de los cónyuges, o por ambos en
conjunto, siempre que no estén incluidos en la enunciación del artículo
464;
b) los adquiridos durante la comunidad por hechos de azar, como lotería,
juego, apuestas, o hallazgo de tesoro;
c) los frutos naturales, industriales o civiles de los bienes propios y
gananciales, devengados durante la comunidad;
d) los frutos civiles de la profesión, trabajo, comercio o industria de uno u
otro cónyuge, devengados durante la comunidad;
e) lo devengado durante la comunidad como consecuencia del derecho
de usufructo de carácter propio;
f) los bienes adquiridos después de la extinción de la comunidad por
permuta con otro bien ganancial, mediante la inversión de dinero
ganancial, o la reinversión del producto de la venta de bienes gananciales,
sin perjuicio de la recompensa debida al cónyuge si hay un saldo
soportado por su patrimonio propio.
Sin embargo, si el saldo es superior al valor del aporte ganancial, el
nuevo bien es propio, sin perjuicio de la recompensa debida a la
comunidad;
g) los créditos o indemnizaciones que subrogan a otro bien ganancial;
h) los productos de los bienes gananciales, y los de las canteras y minas
propias, extraídos durante la comunidad;
i) las crías de los ganados gananciales que reemplazan en el plantel a los
animales que faltan por cualquier causa y las crías de los ganados propios
que excedan el plantel original;
j) los adquiridos después de la extinción de la comunidad, si el derecho
de incorporarlos al patrimonio había sido adquirido a título oneroso
durante ella;
k) los adquiridos por título oneroso durante la comunidad en virtud de un
acto viciado de nulidad relativa, confirmado después de la disolución de
aquélla;
l) los originariamente gananciales que vuelven al patrimonio ganancial del
cónyuge por nulidad, resolución, rescisión o revocación de un acto
jurídico;
m) los incorporados por accesión a las cosas gananciales, sin perjuicio
de la recompensa debida al cónyuge por el valor de las mejoras o
adquisiciones hechas con sus bienes propios;
n) las partes indivisas adquiridas por cualquier título por el cónyuge que
ya era propietario de una parte indivisa de carácter ganancial de un bien al
extinguirse la comunidad, sin perjuicio de la recompensa debida al
cónyuge en caso de haberse invertido bienes propios de éste para la
adquisición;
ñ) la plena propiedad de bienes cuya nuda propiedad se adquirió a título
oneroso durante la comunidad, si el usufructo se consolida después de su
extinción, así como la de los bienes gravados con derechos reales que se
extinguen después de aquélla, sin perjuicio del derecho a recompensa si
para extinguir el usufructo o los otros derechos reales se emplean bienes
propios.
No son gananciales las indemnizaciones percibidas por la muerte del otro
cónyuge, incluso las provenientes de un contrato de seguro, sin perjuicio,
en este caso, de la recompensa debida a la comunidad por las primas
pagadas con dinero de ésta.

El CCCN efectúa una enumeración de bienes gananciales similar a la que


contenía el Código Civil.
Se mejoran los alcances de la norma, al precisarse los términos empleados
en su redacción y agregarse pequeñas variaciones a la enumeración del Código
Civil.
También se recogen –a contrario sensu- los diversos principios de calificación
enunciados al tratar los bienes propios, por lo que remitimos a lo que fuera
explicado al enumerar los bienes propios.

Art. 466.— Prueba del carácter propio o ganancial. Se presume, excepto


prueba en contrario, que son gananciales todos los bienes existentes al
momento de la extinción de la comunidad. Respecto de terceros, no es
suficiente prueba del carácter propio la confesión de los cónyuges.
Para que sea oponible a terceros el carácter propio de los bienes
registrables adquiridos durante la comunidad por inversión o reinversión
de bienes propios, es necesario que en el acto de adquisición se haga
constar esa circunstancia, determinándose su origen, con la conformidad
del otro cónyuge. En caso de no podérsela obtener, o de negarla éste, el
adquirente puede requerir una declaración judicial del carácter propio del
bien, de la que se debe tomar nota marginal en el instrumento del cual
resulta el título de adquisición. El adquirente también puede pedir esa
declaración judicial en caso de haberse omitido la constancia en el acto de
adquisición.
El Artículo en comentario recoge tanto la denominada “presunción de
ganancialidad” (que contenía el Art. 1271 del Código Civil) como los requisitos
probatorios necesarios a fin de calificar como propio a determinado bien y la
oponibilidad de dicha calificación a terceros.(Art. 1246 y ccs. del Código Civil).
Deben distinguirse entonces dos supuestos: la relación entre cónyuges y
entre éstos y terceros.
Entre cónyuges, podrán alegar y probar el carácter de propio de
determinado bien al momento de la liquidación de los bienes gananciales.
Respecto terceros, para que les sea oponible el carácter de propio de un
bien es necesario:
 Que en el acto de adquisición se deje constancia del carácter de propio
de los fondos utilizados.
 Que se precise el origen de dichos fondos.
 Que preste la conformidad el cónyuge del adquirente en el mismo acto o
luego, a través de los diversos mecanismos que establece la norma.

C. Deudas de los cónyuges

Art. 467.— Responsabilidad. Cada uno de los cónyuges responde frente


a sus acreedores con todos sus bienes propios y los gananciales por él
adquiridos.
Por los gastos de conservación y reparación de los bienes gananciales
responde también el cónyuge que no contrajo la deuda, pero sólo con sus
bienes gananciales.

Se establece una variante y ampliación de responsabilidad respecto la


que contenían los Arts. 5 y 6 de la ley 11.357 derogada.
En el artículo en comentario, se establece la separación de
responsabilidad ente cónyuges: cada uno responde con todo su patrimonio por
las deudas que contrae.
Pero a continuación se establece una excepción, el cónyuge que no
contrajo la deuda, responde con sus bienes gananciales si la deuda fue
contraída para atender a gastos de conservación y reparación de los bienes
gananciales.
A ello debe sumarse la responsabilidad solidaria del cónyuge que no
contrajo la deuda por las obligaciones contraídas por uno de ellos para solventar
las necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y la educación de los
hijos (Art. 461 CCCN).
En el régimen de comunidad existe entonces un distinto modo de responder
frente a las deudas, dependiendo el carácter de éstas:

 Responsabilidad solidaria de ambos cónyuges: deudas para solventar las


necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y la educación de los hijos.

 Responsabilidad con todo el patrimonio del titular de la deuda y con los


gananciales del no titular de la deuda: deuda contraída para atender a gastos de
conservación y reparación de los bienes gananciales

 Responsabilidad sólo del titular de la deuda: en todos los demás


supuestos.

Como es fácil advertir, al contrario de lo que establecen las normas, pareciera


que la responsabilidad solidaria o conjunta es la regla y la responsabilidad
separada la verdadera excepción ya que son muy pocas las deudas que no se
subsumen en las excepciones del Código Civil y Comercial de la Nación.
Otro aspecto a tener en cuenta es que si bien la carga de la prueba respecto
el tipo de deuda corresponde al acreedor, esto dependerá del tipo de proceso
que tenga a su disposición para cobrar su deuda, ya que la discusión de la
causa de la obligación a efecto de ejecutar a ambos cónyuges no siempre es
viable en todos los procesos.
Art. 468.— Recompensa. El cónyuge cuya deuda personal fue solventada
con fondos gananciales, debe recompensa a la comunidad; y ésta debe
recompensa al cónyuge que solventó con fondos propios deudas de la
comunidad.

Remitimos al comentario al Art. 491.

d. Gestión de los bienes de la comunidad

Art. 469.— Bienes propios. Cada uno de los cónyuges tiene la libre
administración y disposición de sus bienes propios, excepto lo dispuesto
en el artículo 456.

Art. 470.— Bienes gananciales. La administración y disposición de los


bienes gananciales corresponde al cónyuge que los ha adquirido.
Sin embargo, es necesario el asentimiento del otro para enajenar o
gravar:
a) los bienes registrables;
b) las acciones nominativas no endosables y las no cartulares, con
excepción de las autorizadas para la oferta pública, sin perjuicio de la
aplicación del artículo 1824.
c) las participaciones en sociedades no exceptuadas en el inciso anterior;
d) los establecimientos comerciales, industriales o agropecuarios.
También requieren asentimiento las promesas de los actos comprendidos
en los incisos anteriores.
Al asentimiento y a su omisión se aplican las normas de los artículos 456
a 459.

Los artículos 469 y 470 del CCCN recogen las pautas de los Arts. 1276 y
1277 del Código Civil, con pequeñas variantes.
Se establece la libre administración y disposición de sus bienes propios,
con el límite impuesto por el régimen primario ya analizado respecto la
protección de la vivienda familiar.
También hay libre administración y disposición de bienes gananciales
con el límite impuesto por el régimen primario ya analizado respecto la
protección de la vivienda familiar y además con limitaciones específicas a ciertos
bienes y derechos, mejorando y precisando la terminología utilizada por el
Código Civil en su Art. 1277.
En ambos supuestos, se aplica la normativa del régimen primario si
mediara oposición al acto de enajenación o gravamen por parte del cónyuge no
titular, a cuyo comentario remitimos.
El Artículo en comentario establece específicamente las denominadas
“promesas de venta”, en clara referencia a los boletos de compraventa, aspecto
que no se encontraba regulado por el Código Civil.
Coincidimos en que a efectos de una mejor precisión debió también
hacerse constar la cesión de los derechos emanados del boleto de
compraventa.14

Art. 471.— Bienes adquiridos conjuntamente. La administración y


disposición de los bienes adquiridos conjuntamente por los cónyuges
corresponde en conjunto a ambos, cualquiera que sea la importancia de la
parte correspondiente a cada uno. En caso de disenso entre ellos, el que
toma la iniciativa del acto puede requerir que se lo autorice judicialmente
en los términos del artículo 458.
A las partes indivisas de dichos bienes se aplican los dos artículos
anteriores.
A las cosas se aplican las normas del condominio en todo lo no previsto
en este artículo. Si alguno de los cónyuges solicita la división de un
condominio, el juez de la causa puede negarla si afecta el interés familiar.

14 HERNÁNDEZ, Lidia B. El asentimiento conyugal en el régimen actual y en la reforma proyectada,


DFyP 2014 (junio), 28/05/2014, 13, AR/DOC/1434/2014
El Artículo diferencia la administración y disposición de las partes
indivisas de los bienes adquiridos conjuntamente por los cónyuges de la
administración y disposición de toda la cosa.
Respecto las partes indivisas, remite a la aplicación de las pautas
previamente analizadas.
En relación a toda la cosa, establece normas de administración del
condominio pero con algunas modificaciones y límites a la disposición del
mismo.
El CCCN se aparta de la administración conjunta y unánime que se
establecía en el Código Civil respecto el condominio15 estableciendo un sistema
de mayorías:
Así, en relación a la imposibilidad de uso y goce en común, “Si no es
posible el uso y goce en común por razones atinentes a la propia cosa o por la
oposición de alguno de los condóminos, éstos reunidos en asamblea deben
decidir sobre su administración.” (Art. 1993) y en relación a esta asamblea,
“Todos los condóminos deben ser informados de la finalidad de la convocatoria y
citados a la asamblea en forma fehaciente y con anticipación razonable. La
resolución de la mayoría absoluta de los condóminos computada según el valor
de las partes indivisas aunque corresponda a uno solo, obliga a todos. En caso
de empate, debe decidir la suerte” (Art. 1994).
Estas reglas, a su vez son modificadas en el caso que existiera un
condominio entre cónyuges incorporándose un “derecho de iniciativa” a favor del
cónyuge que quiere otorgar un acto de administración o disposición respecto la
cosa indivisa, pudiendo el juez autorizarlo en caso de negativa del otro cónyuge.
Además, ante el pedido judicial de división de condominio, el juez puede
negarlo si se encontrara afectado el interés familiar.

15 Art. 2.680 del Código Civil: “Ninguno de los condóminos puede sin el consentimiento de todos,
ejercer sobre la cosa común ni sobre la menor parte de ella, físicamente determinada, actos
materiales o jurídicos que importen el ejercicio actual e inmediato del derecho de propiedad. La
oposición de uno bastará para impedir lo que la mayoría quiera hacer a este respecto.”
Art. 472.— Ausencia de prueba. Se reputa que pertenecen a los dos
cónyuges por mitades indivisas los bienes respecto de los cuales ninguno
de ellos puede justificar la propiedad exclusiva.

El artículo hace referencia a los bienes de “origen dudoso” a los que se


refería el Art. 1276 del Código Civil. El único supuesto aplicable es al de los
bienes muebles no registrables, ya que respecto los bienes registrables el título
de adquisición determinará quién es el propietario de los mismos.

Art. 473.— Fraude. Son inoponibles al otro cónyuge los actos otorgados
por uno de ellos dentro de los límites de sus facultades pero con el
propósito de defraudarlo.

El CCCN contempla una acción de fraude específica entre cónyuges,


apartándose del Art. 1298 del Código Civil que la admitía pero remitía al fraude
genérico a los acreedores.

Art. 474.— Administración sin mandato expreso. Si uno de los cónyuges


administra los bienes del otro sin mandato expreso, se aplican las normas
del mandato o de la gestión de negocios, según sea el caso.

El Código Civil no contenía una norma con dichos alcances.


e. Extinción de la comunidad

Art. 475.— Causas. La comunidad se extingue por:


a) la muerte comprobada o presunta de uno de los cónyuges;
b) la anulación del matrimonio putativo;
c) el divorcio;
d) la separación judicial de bienes;
e) la modificación del régimen matrimonial convenido.

El CCCN unifica y simplifica las causales de disolución del régimen patrimonial


(que denomina “extinción de la comunidad”) y que en el Código Civil se
encontraban reguladas en diversas normas, e incluso en el supuesto de
ausencia con presunción de fallecimiento en la ley 14.394. Esta última además
era incompatible con la regulación del instituto que efectuaba el Código Civil.

Art. 476.— Muerte real y presunta. La comunidad se extingue por muerte


de uno de los cónyuges. En el supuesto de presunción de fallecimiento, los
efectos de la extinción se retrotraen al día presuntivo del fallecimiento.

La muerte de uno de los cónyuges extingue la comunidad de pleno derecho a


partir del día del fallecimiento y se aclara y precisa el momento de la extinción en
el caso de la muerte presunta.

Art. 477.— Separación judicial de bienes. La separación judicial de


bienes puede ser solicitada por uno de los cónyuges:
a) si la mala administración del otro le acarrea el peligro de perder su
eventual derecho sobre los bienes gananciales;
b) si se declara el concurso preventivo o la quiebra del otro cónyuge;
c) si los cónyuges están separados de hecho sin voluntad de unirse;
d) si por incapacidad o excusa de uno de los cónyuges, se designa
curador del otro a un tercero.
Art. 478.— Exclusión de la subrogación. La acción de separación de
bienes no puede ser promovida por los acreedores del cónyuge por vía de
subrogación.

La acción –personalísima- para solicitar la separación judicial de bienes


tiene por objeto disolver el régimen patrimonial, liquidar los bienes gananciales
habidos a la fecha de la extinción, y sustituir el régimen de comunidad de
ganancias por uno de separación de bienes. Es decir, de proceder la acción, se
cambia de régimen patrimonial.
El fundamento es resguardar el patrimonio ganancial que debe ser
liquidado e impedir a futuro que ciertos actos realizados por uno de los cónyuges
o determinadas circunstancias de hecho perjudiquen al cónyuge que solicita la
separación.
Nos parece criticable que se haya mantenido la causal de “concurso
preventivo o quiebra del otro cónyuge”, por inviable, ya que el cónyuge que
reclame la separación judicial de bienes no sólo no podrá obtener el cincuenta
por ciento de los bienes gananciales titularidad del fallido, que se encuentran
afectados a la masa concursal o de la quiebra, sino que además deberá, como
efecto de la disolución, integrar a dicha masa el cincuenta por ciento de sus
bienes gananciales.

Art. 479.— Medidas cautelares. En la acción de separación judicial de


bienes se pueden solicitar las medidas previstas en el artículo 483.

Dichas medidas son, además de las que prevean los Códigos Procesales,
la autorización para realizar actos que requieren el consentimiento del otro
cónyuge, o la designación de un tercero como administrador de la masa del otro.

Art. 480.— Momento de la extinción. La anulación del matrimonio, el


divorcio o la separación de bienes producen la extinción de la comunidad
con efecto retroactivo al día de la notificación de la demanda o de la
petición conjunta de los cónyuges.
Si la separación de hecho sin voluntad de unirse precedió a la anulación
del matrimonio o al divorcio, la sentencia tiene efectos retroactivos al día
de esa separación.
El juez puede modificar la extensión del efecto retroactivo fundándose en
la existencia de fraude o abuso del derecho.
En todos los casos, quedan a salvo los derechos de los terceros de
buena fe que no sean adquirentes a título gratuito.
En el caso de separación judicial de bienes, los cónyuges quedan
sometidos al régimen establecido en los artículos 505, 506, 507 y 508.

El CCCN establece claramente el momento de la extinción del régimen en


todos los supuestos.
El Código Civil sólo se refería a ello en el Art. 1306 que establecía “La
sentencia de separación personal o de divorcio vincular produce la disolución de
la sociedad conyugal con efecto al día de la notificación de la demanda o de la
presentación conjunta de los cónyuges, quedando a salvo los derechos de los
terceros de buena fe.”

f. Indivisión Postcomunitaria

Art. 481.— Reglas aplicables. Extinguido el régimen por muerte de uno


de los cónyuges, o producido el fallecimiento, mientras subsiste la
indivisión postcomunitaria se aplican las reglas de la indivisión hereditaria.
Si se extingue en vida de ambos cónyuges, la indivisión se rige por los
artículos siguientes de esta Sección.

La indivisión postcomunitaria es la situación legal en que se encuentran


los bienes gananciales desde el momento de la disolución o extinción y hasta la
partición de los mismos.
La misma no tenía regulación expresa en el Código Civil.
Preferimos técnicamente denominar a dicho período “comunidad post
régimen” o “indivisión de bienes gananciales” ya que como expresamos
anteriormente, entendemos que el régimen de comunidad del CCCN no es tal,
sino un régimen de separación con participación en los adquiridos.
Sabemos que dicha crítica pierde ya algo de peso dado que el Código
Civil se refería a la “sociedad conyugal”, el CCCN elimina dicho término y
específicamente se regula el régimen de “comunidad”. Sin embargo, cabe
resaltar el hecho que no existe una comunidad en cabeza de los cónyuges, sino
que lo que existe es una indivisión de bienes, que están ahora afectados a
normas específicas de administración y responsabilidad.
De todos modos, es afortunado que el CCCN ponga fin a la discusión
doctrinaria y jurisprudencial respecto las distinta teorías aplicables a la indivisión
postcomunitaria, en relación a la administración y disposición de los bienes, la
responsabilidad de los cónyuges frente a terceros, el uso de las cosas comunes
durante la indivisión y el destino de los frutos de los bienes afectados a la
misma.
Los artículos siguientes fijan claramente las pautas a aplicar en tales
supuestos.

Art. 482.— Reglas de administración. Si durante la indivisión


postcomunitaria los ex cónyuges no acuerdan las reglas de administración
y disposición de los bienes indivisos, subsisten las relativas al régimen de
comunidad, en cuanto no sean modificadas en esta Sección.
Cada uno de los copartícipes tiene la obligación de informar al otro, con
antelación razonable, su intención de otorgar actos que excedan de la
administración ordinaria de los bienes indivisos. El segundo puede
formular oposición cuando el acto proyectado vulnera sus derechos.

A falta de acuerdo entre los cónyuges o excónyuges (porque puede


extinguirse el régimen de comunidad y mutar a uno de separación o de
separación judicial de bienes sin estar disuelto el matrimonio) se establece la
continuidad de las normas de administración establecidas en el régimen de
comunidad, con algunas variantes. Se establece además un “deber de
información” de un copartícipe al otro toda vez que quiera realizar un acto de
disposición, tal lo que entendemos por “actos de administración extraordinaria”, a
contrario sensu de lo establecido en la norma.
No especifica la norma qué ocurre en caso de oposición, si esta impide el
otorgamiento del acto, o qué ocurre en caso de realizarse de todos modos el
acto de disposición.
Entendemos que ante tal evento es de aplicación la normativa referente a
la necesidad de asentimiento ante actos de disposición de bienes gananciales
contenidas en el régimen de comunidad y eventualmente las normas protectorias
de la vivienda familiar contenidas en el régimen primario.

Art. 483.— Medidas protectorias. En caso de que se vean afectados sus


intereses, los partícipes pueden solicitar, además de las medidas que
prevean los procedimientos locales, las siguientes:
a) la autorización para realizar por sí solo un acto para el que sería
necesario el consentimiento del otro, si la negativa es injustificada;
b) su designación o la de un tercero como administrador de la masa del
otro; su desempeño se rige por las facultades y obligaciones de la
administración de la herencia.

Dichas medidas son, además de las que prevean los Códigos Procesales, la
autorización para realizar actos que requieren el consentimiento del otro
cónyuge, o la designación de un tercero como administrador de la masa del otro.

Art. 484.— Uso de los bienes indivisos. Cada copartícipe puede usar y
disfrutar de los bienes indivisos conforme a su destino, en la medida
compatible con el derecho del otro.
Si no hay acuerdo, el ejercicio de este derecho es regulado por el juez.
El uso y goce excluyente sobre toda la cosa en medida mayor o calidad
distinta a la convenida, solo da derecho a indemnizar al copartícipe a partir
de la oposición fehaciente, y en beneficio del oponente.

El artículo tiene una redacción confusa.


Tradicionalmente se aceptaba que el cónyuge que hacía uso exclusivo de
los bienes gananciales durante la comunidad post régimen o indivisión post
comunitaria debía abonar al cónyuge privado de uso un canon locativo por tal
concepto.
La “indemnización” a la que se refiere la norma no parece referirse a un
canon o alquiler sino a reparar un daño.
Sin embargo creemos que pretender que un cónyuge acredite en un juicio
ordinario el daño sufrido para obtener una indemnización desvirtuaría el sentido
de la norma y las pautas que tradicionalmente la jurisprudencia ha recogido en el
sentido de establecer un canon locativo a favor de quien se ve privado de uso
por un 50% del valor total del alquiler que correspondiera abonar y a su vez, la
obligación del usuario exclusivo de abonar el 50% de los gastos que
correspondan al inmueble.

Art. 485.— Frutos y rentas. Los frutos y rentas de los bienes indivisos
acrecen a la indivisión. El copropietario que los percibe debe rendición de
cuentas, y el que tiene el uso o goce exclusivo de alguno de los bienes
indivisos debe una compensación a la masa desde que el otro la solicita.

El artículo pareciera repetir, ahora llamándola “compensación a la masa”


la obligación de quien hace uso exclusivo de un bien ganancial de abonar al
privado de uso un canon locativo.
La norma anterior se refería a una “indemnización” y la que comentamos
a una “compensación.”. No queda claro si además de la indemnización o canon
locativo debe una compensación por aprovecharse de los frutos, además de
rendir cuentas por ello.
Nuevamente el código tiene una redacción confusa.

Art. 486.— Pasivo. En las relaciones con terceros acreedores, durante la


indivisión postcomunitaria se aplican las normas de los artículos 461, 462 y
467 sin perjuicio del derecho de éstos de subrogarse en los derechos de su
deudor para solicitar la partición de la masa común.
Art. 487.— Efectos frente a los acreedores. La disolución del régimen no
puede perjudicar los derechos de los acreedores anteriores sobre la
integralidad del patrimonio de su deudor.

Respecto las deudas mantenidas con terceros, se aplican durante la


indivisión las mismas normas que regían durante la comunidad, apartándose el
código de lo establecido para la administración durante este período, en el cual
los ex cónyuges (o cónyuges, si ha mediado separación judicial de bienes pero
no divorcio o mutación del régimen) pueden pactar lo que consideren
conveniente.
De este modo, se garantizan los derechos de los acreedores, a quienes
les es inoponible tanto cualquier acuerdo entre los copartícipes como la
disolución misma del régimen.

g. Liquidación de la comunidad

Art. 488.— Recompensas. Extinguida la comunidad, se procede a su


liquidación. A tal fin, se establece la cuenta de las recompensas que la
comunidad debe a cada cónyuge y la que cada uno debe a la comunidad,
según las reglas de los artículos siguientes.

El Código Civil sólo contemplaba las recompensas en el Art. 1.316 bis. Que
establecía “Los créditos de los cónyuges contra la sociedad conyugal al tiempo
de la disolución de ésta, se determinarán reajustándolos equitativamente,
teniendo en cuenta la fecha en que se hizo la inversión y las circunstancias del
caso.”

Disuelto el régimen patrimonial del matrimonio por las causales legales que lo
habilitan, corresponde iniciar la liquidación tendiente a lograr la partición de los
bienes gananciales habidos durante el matrimonio, proceso comprensivo de una
serie de actos judiciales, extrajudiciales o mixtos, que plasman las tareas de
individualizar los bienes, calificarlos, tasarlos, inventariarlos y preservar su
existencia y conservación a efectos de determinar finalmente la masa ganancial
partible entre cónyuges.

En dicha tarea deben tenerse en cuenta los pasivos -deudas de los cónyuges
con terceros, medidas cautelares que deban ser canceladas, honorarios
profesionales y de peritos, etc.- a fin de lograr la masa líquida a dividir entre
cónyuges.

Deberán contemplarse además los posibles créditos que los cónyuges


tuvieran entre sí, nacidos en virtud del movimiento de bienes que existió durante
la vigencia del régimen. Nos referimos a las llamadas recompensas que se
debitarán o acreditarán en la hijuela de partición del cónyuge que deba
abonarlas o recibirlas.16

Resulta criticable la redacción del artículo en cuanto expresa “que la


comunidad debe a cada cónyuge y la que cada uno debe a la comunidad” ya
que como se dijo y como ocurre en la práctica, las recompensas son créditos
entre cónyuges, que son en definitiva quienes deben pagar o percibir el monto
de las mismas. No existe una comunidad distinta deudora o acreedora de
recompensas. Lo que el artículo enuncia se origina en confundir una operación
contable con una obligación jurídica. Contablemente, en la liquidación, podrá
imputar o computar a la comunidad un crédito a favor o en contra de uno de los
cónyuges, pero jurídicamente el obligado al pago siempre es un cónyuge a favor
del otro.

16 MERLO, Leandro Martín, Recompensas y créditos entre cónyuges en la liquidación del régimen
de bienes, DFyP 2012 (abril), 01/04/2012, 50.
Art. 489.— Cargas de la comunidad. Son a cargo de la comunidad:
a) las obligaciones contraídas durante la comunidad, no previstas en el
artículo siguiente;
b) el sostenimiento del hogar, de los hijos comunes y de los que cada uno
tenga, y los alimentos que cada uno está obligado a dar;
c) las donaciones de bienes gananciales hechas a los hijos comunes, y
aun la de bienes propios si están destinados a su establecimiento o
colocación;
d) los gastos de conservación y reparación de los bienes propios y
gananciales.

Por “cargas de la comunidad” el CCCN hace referencia a lo que el Art.


1275 del Código Civil enumeraba como “cargas de la sociedad conyugal”.
Cuando en el Código Civil originario el marido era el único administrador y
responsable por las deudas, él era el responsable de dichas “cargas”.
Recuérdese luego la discusión que existió al sancionarse la ley 11357,
que estableció, como vimos oportunamente, la separación de responsabilidad
frente a terceros en sus Arts. 5 y 6. En dicha oportunidad se discutió –y mucho
tiempo después también- el alcance del artículo 1275. Si subsistía o si había
sido derogado.
La opinión mayoritaria distinguió entonces el pasivo provisorio o cuestión
de la obligación, o deudas contraídas con terceros regulado por los Arts. 5 y 6
mencionados, y aplicable durante la vigencia del régimen patrimonial, del pasivo
definitivo, o cuestión de la contribución, o deudas entre cónyuges, regulado por
el Art. 1275 y aplicable al momento de la liquidación de los bienes gananciales.
De tal modo, el concepto “carga de la sociedad conyugal” quedó
circunscripto, eso entendemos, a deudas que deberían ser abonadas con dinero
ganancial y que en caso de ser abonadas con dinero propio, generaban derecho
a recompensa para el cónyuge titular de dichos fondos propios.
El CCCN enumera ciertas deudas que pone a cargo “de la comunidad”,
volviendo a confundir los conceptos previamente aclarados en el marco de la
evolución histórica brevísimamente reseñada.
Nuevamente, creemos que al hablar de cargas “de la comunidad” el
CCCN se refiere a deudas que deberían ser abonadas con dinero ganancial y en
caso de no ser así, generarán derecho a recompensa.

Art. 490.— Obligaciones personales. Son obligaciones personales de los


cónyuges:
a) las contraídas antes del comienzo de la comunidad;
b) las que gravan las herencias, legados o donaciones recibidos por uno
de los cónyuges;
c) las contraídas para adquirir o mejorar bienes propios;
d) las resultantes de garantías personales o reales dadas por uno de los
cónyuges a un tercero, sin que de ellas derive beneficio para el patrimonio
ganancial;
e) las derivadas de la responsabilidad extracontractual y de sanciones
legales.

Las denominadas “deudas personales” de los cónyuges resultaban a contrario


sensu de la interpretación que se hacía del Art. 1275 del Código Civil.
El CCCN expresamente las enumera.
Como lo contempla el artículo siguiente, si dichas deudas fueran abonadas
con dinero ganancial, habrá un derecho a recompensa a favor del cónyuge que
abonó la deuda.

Art. 491.— Casos de recompensas. La comunidad debe recompensa al


cónyuge si se ha beneficiado en detrimento del patrimonio propio, y el
cónyuge a la comunidad si se ha beneficiado en detrimento del haber de la
comunidad.
Si durante la comunidad uno de los cónyuges ha enajenado bienes
propios a título oneroso sin reinvertir su precio se presume, excepto
prueba en contrario, que lo percibido ha beneficiado a la comunidad.
Si la participación de carácter propio de uno de los cónyuges en una
sociedad adquiere un mayor valor a causa de la capitalización de utilidades
durante la comunidad, el cónyuge socio debe recompensa a la comunidad.
Esta solución es aplicable a los fondos de comercio.

El Código Civil no contenía una norma similar.


En general, la jurisprudencia admitía los siguientes supuestos de
recompensas que son receptados por el CCCN de modo genérico en el artículo
en comentario:17
a) Fondos o bienes gananciales que benefician la masa propia de uno de los
cónyuges
Nos referimos a mejoras en un bien propio efectuadas con dinero ganancial;
utilizar fondos gananciales para cancelar garantías personales o medidas
cautelares que afectan a un bien propio de alguno de los cónyuges; utilizar
fondos gananciales para cumplir con un cargo impuesto en una donación; al
adquirirse un bien con uso simultáneo o sucesivo de fondos propios y
gananciales; abonar con fondos gananciales primas de seguros personales o
sobre bienes propios, adquisición de una alícuota de un condominio con fondos
gananciales y posterior compra con fondos propios de la totalidad del bien;
compra de un bien propio con fondos gananciales; empleo de fondos
gananciales para la redención de derechos reales que afectan bienes propios;
cancelar con fondos gananciales el cargo impuesto a bienes legados o donados;
adquisición de un bien por causa o título anterior al matrimonio y saldo de precio
abonado durante la vigencia del régimen con dinero ganancial; adquisición de
una alícuota de un condominio con fondos propios y posterior compra con
fondos gananciales de la totalidad del bien; etc.

17 MERLO, Leandro Martín Recompensas y créditos …


b) Fondos o bienes propios que benefician la masa ganancial de uno de los
cónyuges:
Utilización de fondos propios para realizar mejoras en bienes gananciales;
adquisición de un bien durante la vigencia del régimen y saldo de precio
abonado una vez disuelto con dinero propio o personal; utilización de fondos
propios para cancelar deudas contraídas durante la vigencia del régimen;
adquisición de una alícuota de un condominio con fondos gananciales y posterior
compra con fondos propios de la totalidad del bien; compra de un bien ganancial
con fondos propios; etc.
c) Cuando ocurre la venta de un bien propio sin reinversión del dinero o
determinación de su destino.
d) Cuando se lega o dona un bien ganancial.
e) Adquisición de un bien con uso simultáneo o sucesivo de fondos propios y
gananciales.
f) Supuestos de pago de las llamadas cargas de la comunidad con fondos
propios.
g) Supuestos de pago de deudas personales de uno de los cónyuges con
dinero ganancial.
Entendemos que además de la enumeración legal, existen otros supuestos
que no constituyen, en rigor, recompensas como ser cuando con fondos propios
de un cónyuge se beneficia el capital propio del otro cónyuge o con fondos o
bienes gananciales de un cónyuge que benefician la masa ganancial del otro
cónyuge. En tales supuestos podrían reclamarse mediante la aplicación de
distintos institutos como el enriquecimiento sin causa, la repetición del pago
hecho por error, el pago por tercero, la restitución del valor de mejoras hechas
en cosa ajena, la gestión de negocios irregular, los gastos de utilidad en
beneficio de tercero, supuestos de edificación, plantación y adjunción, que
habilitan a solicitar el reintegro de lo edificado, plantado o construido, según las
reglas del mutuo, el principio de equidad ante el pago por error, etc.18

18 MERLO, Leandro Martín, Recompensas y créditos …


Art. 492.— Prueba. La prueba del derecho a recompensa incumbe a
quien la invoca, y puede ser hecha por cualquier medio probatorio.

Lo estipulado en el Artículo contraría lo expresamente contemplado en el Art.


710 del CCCN que es el que debe regir en cuanto a los “Principios relativos a la
prueba” y que establece que en “los procesos de familia se rigen por los
principios de libertad, amplitud y flexibilidad de la prueba. La carga de la prueba
recae, finalmente, en quien está en mejores condiciones de probar.”
Es decir, el principio de carga dinámica de las pruebas que rige en los
procesos de familia debe ser aplicado también a la prueba de las recompensas.

Art. 493.— Monto. El monto de la recompensa es igual al menor de los


valores que representan la erogación y el provecho subsistente para el
cónyuge o para la comunidad, al día de su extinción, apreciados en valores
constantes. Si de la erogación no derivó ningún beneficio, se toma en
cuenta el valor de aquélla.

Art. 494.— Valuación de las recompensas. Los bienes que originan


recompensas se valúan según su estado al día de la disolución del régimen
y según su valor al tiempo de la liquidación.

Art. 495.— Liquidación. Efectuado el balance de las recompensas


adeudadas por cada uno de los cónyuges a la comunidad y por ésta a
aquél, el saldo en favor de la comunidad debe colacionarlo a la masa
común, y el saldo en favor del cónyuge le debe ser atribuido a éste sobre la
masa común.
En caso de insuficiencia de la masa ganancial, en la partición se atribuye
un crédito a un cónyuge contra el otro.

El CCCN, con confusa redacción, indica el modo de establecer el monto y


la valuación de las recompensas y el modo de proceder a la liquidación de los
bienes gananciales.
h. Partición de la comunidad

Art. 496.— Derecho de pedirla. Disuelta la comunidad, la partición puede


ser solicitada en todo tiempo, excepto disposición legal en contrario.

Art. 497.— Masa partible. La masa común se integra con la suma de los
activos gananciales líquidos de uno y otro cónyuge.
.
Art. 498.— División. La masa común se divide por partes iguales entre
los cónyuges, sin consideración al monto de los bienes propios ni a la
contribución de cada uno a la adquisición de los gananciales. Si se
produce por muerte de uno de los cónyuges, los herederos reciben su
parte sobre la mitad de gananciales que hubiese correspondido al
causante. Si todos los interesados son plenamente capaces, se aplica el
convenio libremente acordado.

El Código Civil establecía solamente que “Los gananciales de la sociedad


conyugal se dividirán por iguales partes entre los cónyuges, o sus herederos, sin
consideración alguna al capital propio de los cónyuges, y aunque alguno de ellos
no hubiese llevado a la sociedad bienes algunos.”(Art. 1315 del Código Civil).
No contenía otras normas relativas a la liquidación de bienes
gananciales.
El CCCN establece en los artículos en estudio la posibilidad de solicitar la
partición en cualquier momento, salvo supuestos de indivisión legal forzosa.
Al referirse a que “la masa común se integra con la suma de los activos
gananciales líquidos” el CCCN se refiere a que a la suma del valor de los bienes
gananciales a dividir deben restárseles las eventuales deudas que deban ser
soportadas solidariamente por los cónyuges o con los bienes gananciales y las
recompensas a favor de alguno de los cónyuges, obteniéndose así, un valor
líquido a ser repartido por mitades.
Se intenta aclarar, con defectuosa técnica al referirse genéricamente a
“los herederos” que ante la disolución del régimen por muerte de uno de los
cónyuges, la parte correspondiente al supérstite es recibida por aquéllos.
Ello resulta superfluo atento que el Art. 2433 que establece que “Si
heredan los descendientes, el cónyuge tiene en el acervo hereditario la misma
parte que un hijo. En todos los casos en que el viudo o viuda es llamado en
concurrencia con descendientes, el cónyuge supérstite no tiene parte alguna en
la división de bienes gananciales que corresponden al cónyuge prefallecido.”
A su vez, el Art. 2434 CCCN establece que “Si heredan los ascendientes,
al cónyuge le corresponde la mitad de la herencia.”
De tal modo, ante la disolución por muerte, al supérstite le corresponde
solamente la mitad de la herencia en virtud de la liquidación y partición de los
bienes gananciales, más no hereda, sino que la otra mitad es repartida entre los
herederos, dependiendo la cantidad de éstos y el orden de concurrencia.
Finalmente se deja a salvo la posibilidad que los cónyuges o ex cónyuges
pacten libremente el modo de distribuir los bienes gananciales.
No aclara la norma el supuesto de atribución desproporcionada de los
bienes a favor de uno de los cónyuges en perjuicio del otro y si ello es
susceptible de revisión judicial por mediar algún vicio de lesión.
Entendemos que sería viable la revisión judicial de dicho convenio, amén
que podrían solicitarse compensaciones económicas, que recuérdese integran el
régimen primario de normas, inderogable por parte de los cónyuges.

Art. 499.— Atribución preferencial. Uno de los cónyuges puede solicitar


la atribución preferencial de los bienes amparados por la propiedad
intelectual o artística, de los bienes de uso relacionados con su actividad
profesional, del establecimiento comercial, industrial o agropecuario por él
adquirido o formado que constituya una unidad económica, y de la
vivienda por él ocupada al tiempo de la extinción de la comunidad, aunque
excedan de su parte en ésta, con cargo de pagar en dinero la diferencia al
otro cónyuge o a sus herederos. Habida cuenta de las circunstancias, el
juez puede conceder plazos para el pago si ofrece garantías suficientes.
La norma, que establece un beneficio para el cónyuge titular de los bienes
que la misma enuncia, no tiene antecedente en el Código Civil.
Éste establecía –entre otras cuestiones- solamente la posibilidad de que
una vez dictada la sentencia de separación personal el cónyuge a quien se
atribuía la vivienda durante el juicio, o que continuaba ocupando el inmueble que
fue asiento del hogar conyugal, podía solicitar que dicho inmueble no fuera
liquidado ni partido como consecuencia de la disolución de la sociedad conyugal
si ello le causaba grave perjuicio, y no había dado causa a la separación
personal, o si ésta se declaraba por la causal del Art. 203 que establecía la
separación por enfermedad mental o adicciones del cónyuge enfermo y el
inmueble estuviese ocupado por el cónyuge. (Art. 211).
De modo que la norma del CCCN que analizamos incorpora un derecho
de atribución preferencial, similar al contenido en las normas del derecho
sucesorio que establecen similares pautas cuando la división de la herencia sea
antieconómica: “Aunque los bienes sean divisibles, no se los debe dividir si ello
hace antieconómico el aprovechamiento de las partes. Si no son licitados,
pueden ser adjudicados a uno o varios de los copartícipes que los acepten,
compensándose en dinero la diferencia entre el valor de los bienes y el monto de
las hijuelas” (Art. 2375 CCCN).
Así, tanto para la división de bienes gananciales como para la división de
herencias, el CCCN incorpora un instituto que es beneficioso a fin de evitar una
partición judicial mediante la subasta de bienes, con la pérdida económica para
las partes intervinientes en el proceso que ello implicaría.

Art. 500.— Forma de la partición. El inventario y división de los bienes se


hacen en la forma prescripta para la partición de las herencias.

Se remite, al igual que hacía el Art. 1313 del Código Civil, a las normas
del derecho sucesorio.

Dichas normas contemplan tanto la forma como el modo de partir los


bienes.
Así, la partición podrá ser:

 Privada: Si todos los copartícipes están presentes y son plenamente


capaces, la partición puede hacerse en la forma y por el acto que por
unanimidad juzguen convenientes. La partición puede ser total o parcial. (Art.
2369).
 Provisional: Si los copartícipes sólo han hecho una división del uso y goce
de los bienes, dejando indivisa la propiedad. La partición provisional no obsta al
derecho de pedir la partición definitiva. (Art. 2370)
 Judicial: si hay copartícipes incapaces, con capacidad restringida o
ausentes; si terceros, fundándose en un interés legítimo, se oponen a que la
partición se haga privadamente; si los copartícipes son plenamente capaces y no
acuerdan en hacer la partición privadamente. (Art. 2371)
 Mediante licitación: de alguno de los bienes de la herencia para que se le
adjudique dentro de su hijuela por un valor superior al del avalúo, si el otro
copartícipe no superan su oferta.(Art. 2372)
 Mediante uno o varios peritos partidores: designados por las partes o por
el juez. (Art. 2373)
 Aplicando el principio de partición en especie. Si es posible dividir y
adjudicar los bienes en especie, ninguno de los copartícipes puede exigir su
venta. En caso contrario, se debe proceder a la venta de los bienes y a la
distribución del producto que se obtiene. También puede venderse parte de los
bienes si es necesario para posibilitar la formación de los lotes. (Art. 2374)
 Procedimiento: Se detalla cómo se compondrá la masa a dividir, la
formación de los lotes y su asignación, y finalmente el procedimiento de
partición. (Arts. 2376 a 2381).

Art. 501.— Gastos. Los gastos a que dé lugar el inventario y división de


los bienes de la comunidad están a cargo de los cónyuges, o del supérstite
y los herederos del premuerto, a prorrata de su participación en los bienes.
Resulta una solución justa en la medida de la atribución que cada cónyuge se
hiciera de los bienes.

Art. 502.— Responsabilidad posterior a la partición por deudas


anteriores. Después de la partición, cada uno de los cónyuges responde
frente a sus acreedores por las deudas contraídas con anterioridad con
sus bienes propios y la porción que se le adjudicó de los gananciales.

Se trata de deudas contraídas o bien durante el matrimonio, vigente el


régimen de comunidad, o bien durante el período de indivisión postcomunitaria.
La norma aclara –de modo redundante- que el cónyuge que contrajo la
deuda responde por ella con todo su patrimonio.
Lo expresado no se aparta del principio general que rige durante la
vigencia del régimen y durante la indivisión.
Nada dice el artículo si se aplican los supuestos de excepción ya
analizados en los que, dependiendo el tipo de deuda, responde el cónyuge no
deudor sea con los bienes gananciales, sea solidariamente.
Pareciera que luego de la partición el cónyuge que no contrajo la deuda
no respondería por las deudas de quien sí la contrajo.
Ello vulneraría lo establecido en el Art. 486 respecto la responsabilidad
solidaria y acotada a bienes gananciales de quien no contrajo la deuda: “En las
relaciones con terceros acreedores, durante la indivisión postcomunitaria se
aplican las normas de los artículos 461, 462 y 467 sin perjuicio del derecho de
éstos de subrogarse en los derechos de su deudor para solicitar la partición de la
masa común.”.
Además de lo establecido en el Art. 487 “La disolución del régimen no
puede perjudicar los derechos de los acreedores anteriores sobre la integralidad
del patrimonio de su deudor.”
Si el artículo en análisis excluyera de responsabilidad a quien no contrajo
la deuda en tales supuestos, debiera mencionarlo expresamente.
Entendemos que no puede vulnerarse la garantía de los acreedores con
motivo de la partición.
Suponiendo que un acreedor no se hubiera opuesto a la partición privada
por desconocer el trámite del divorcio y liquidación de bienes, y se presentara a
cobrar su crédito con posterioridad a la partición, podría ver vulnerado sus
derechos si uno de los cónyuges atribuyera al otro, en el marco de un convenio
de partición, la mayoría de sus bienes gananciales.
Vemos viable una acción de nulidad de la partición por fraude por parte
del acreedor, de conformidad a lo que establece el Art. 2408, sobre nulidad de
partición, por expresa remisión de la norma en comentario: “La partición puede
ser invalidada por las mismas causas que pueden serlo los actos jurídicos. El
perjudicado puede solicitar la nulidad, o que se haga una partición
complementaria o rectificativa, o la atribución de un complemento de su porción.”
Creemos que también sería aplicable por analogía y remisión expresa a la
partición de herencias el Art. 2359 del CCCN referido a la garantía de los
acreedores y legatarios de la sucesión que establece que “Los acreedores del
causante, los acreedores por cargas de la masa y los legatarios pueden
oponerse a la entrega de los bienes a los herederos hasta el pago de sus
créditos o legados.”
En resumen, interpretamos que la norma en análisis sólo ratifica la
responsabilidad de un cónyuge con todo su patrimonio respecto las deudas
previas a la partición, pero no excluye la responsabilidad solidaria o acotada a
los gananciales del que no contrajo la deuda, en virtud de las normas señaladas.

Art. 504.— Bigamia. En caso de bigamia y buena fe del segundo cónyuge,


el primero tiene derecho a la mitad de los gananciales hasta la disolución
de su matrimonio, y el segundo a la mitad de la masa ganancial formada
por él y el bígamo hasta la notificación de la demanda de nulidad.

Tal la redacción del artículo, existe superposición de comunidades, ya


que si el primero tiene derecho a la mitad de los gananciales hasta la disolución
del matrimonio, y el segundo a la mitad de los gananciales que adquirió el
bígamo desde la celebración del segundo matrimonio y hasta la notificación de la
demanda de nulidad, podría ocurrir que tengan que dividir por mitades los
mismos bienes gananciales entre ambos cónyuges del bígamo.
Es que el Art. 480 del CCCN establece que la anulación del matrimonio
produce la extinción de la comunidad con efecto retroactivo al día de la
notificación de la demanda, con lo cual, ambos matrimonios quedarían disueltos
en el mismo instante.
Salvo que hubiera mediado separación de hecho sin voluntad de unirse
respecto el primer matrimonio y que precediera a la anulación en cuyo caso la
sentencia tiene efectos retroactivos al día de esa separación. (Art. 480).
El Código Civil establecía al respecto en su Art. 1.316 que “Si ha habido
bigamia, y en el segundo matrimonio aparente, la mujer ha sido de buena fe, la
esposa legítima tiene derecho a la mitad de los gananciales adquiridos hasta la
disolución del matrimonio. La segunda mujer podrá repetir contra la parte de
gananciales del bígamo y contra los bienes introducidos por él durante el
matrimonio legítimo, los gananciales que le hubiesen correspondido durante su
comunidad con él, si el matrimonio hubiese sido legítimo.”
Quizá se buscó mejorar dicha fórmula en el CCCN pero el artículo ha sido
redactado de modo confuso y con omisiones respecto su alcance. El juez deberá
darle el alcance preciso al momento de aplicarla.
6. REGIMEN DE SEPARACION DE BIENES

Art. 505.— Gestión de los bienes. En el régimen de separación de bienes,


cada uno de los cónyuges conserva la libre administración y disposición
de sus bienes personales, excepto lo dispuesto en el artículo 456.
Cada uno de ellos responde por las deudas por él contraídas, excepto lo
dispuesto en el artículo 461.
En escasos artículos el CCCN reglamenta un régimen de separación de
bienes atípico.
Si bien hay libre administración y disposición de los bienes personales (no
hay bienes propios ni gananciales) el régimen encuentra fuertes limitaciones que
desdibujan su tradicional característica:
Rige el límite a la administración y disposición por requerirse el
asentimiento del otro cónyuge para disponer de los derechos sobre la vivienda
familiar, ni de los muebles indispensables de ésta, ni transportarlos fuera de ella.
(Art. 456).
Rige la responsabilidad solidaria por las obligaciones contraídas por uno
de ellos para solventar las necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y
la educación de los hijos. (Art. 461)
En caso de divorcio, rige el derecho a solicitar la atribución del uso de la
vivienda familiar, independientemente de quien sea el titular. (Art. 443)
También, como efecto del divorcio, uno de los cónyuges puede solicitar
una compensación económica a fin de equilibrar el desbalance patrimonial que
pudiera existir respecto el otro cónyuge. (Art. 411).
El Art. 506 también establece un fuerte límite a la división de cosas
adquiridas en condominio.
Como se advierte, en la faz práctica y operativa, y salvo los supuestos
que escapan a los límites señalados, existen grandes similitudes con el régimen
de comunidad.

Art. 506.— Prueba de la propiedad. Tanto respecto del otro cónyuge


como de terceros, cada uno de los cónyuges puede demostrar la propiedad
exclusiva de un bien por todos los medios de prueba. Los bienes cuya
propiedad exclusiva no se pueda demostrar, se presume que pertenecen a
ambos cónyuges por mitades.
Demandada por uno de los cónyuges la división de un condominio entre
ellos, el juez puede negarla si afecta el interés familiar.

Se incorpora, al igual que lo establece el Art. 471 CCCN respecto los


bienes adquiridos conjuntamente en el régimen de comunidad, un límite a la
división de condominios, si ello afecta el interés familiar.
He aquí otra similitud con el régimen de comunidad.

Art. 507.— Cese del régimen. Cesa la separación de bienes por la


disolución del matrimonio y por la modificación del régimen convenido
entre los cónyuges.

La norma es clara respecto sus alcances. Cabe mencionar que la opción


para modificar el régimen puede realizarse al año de vigencia del régimen de
separación mediante escritura pública. (Art. 449 CCCN)

Art. 508.— Disolución del matrimonio. Disuelto el matrimonio, a falta de


acuerdo entre los cónyuges separados de bienes o sus herederos, la
partición de los bienes indivisos se hace en la forma prescripta para la
partición de las herencias.

La norma parece referirse a los bienes adquiridos conjuntamente o


aquéllos que señala el Art. 506 CCCN, es decir, los bienes cuya propiedad
exclusiva no se pueda demostrar y que se presume que pertenecen a ambos
cónyuges por mitades.
Serían los únicos bienes “indivisos” ya que el régimen de separación
justamente no prevé la formación de una masa común ni califica bienes como
gananciales para ser liquidados entre los cónyuges a su disolución.
Se remite nuevamente a la partición de herencias en tales supuestos.

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