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Editor
Raúl Cuadros Contreras
Autores
Javier Zúñiga Buitrago, Elías Manaced Rey Vásquez, Juan Francisco Manrique, François Gagin,
Jaime Fisher, José Andrés Forero Mora, Edgar Delgado Rubio, Milton Dionisio, Eduardo Rincón
Higuera, Juan Felipe Urueña Calderón, Óscar Orlando Espinel Bernal, Gildardo Díaz Novoa,
Sigifredo Leal Guerrero, Laura Yamile Henao Morales, Raúl Cuadros.
Correctora de Estilo
Elvira Lucía Torres Barrera
Diseño y Diagramación
Sandra Milena Rodríguez Ríos
Impreso en
Panamericana Formas & Impresos
PRÓLOGO 7
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política, admiten tantas diferencias y variaciones, que se podría creer que existan
sólo por convención y no por naturaleza […] Por lo tanto uno debe darse por
contento al argumentar sobre estos temas y a partir de tales premisas con señalar
la verdad de modo aproximado y por medio de un bosquejo [tipos], y se debe
extraer a partir de estas premisas conclusiones válidas sólo en la mayoría de los
casos [pero no para todos ellos: hos epí tó poly]. Es necesario recibir cada punto de
la exposición del mismo modo: es, en efecto, un signo de cultura [pepaideuménou]
el exigir de cada género sólo aquella exactitud [tákribes] que la naturaleza del
asunto permite. Pues parece tan absurdo el pedir a un matemático un discurso
persuasivo como el exigir a un orador una demostración necesaria (1094b12-27,
citado por Guariglia, 1992, pp. 39-40)
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cuanto aparece muy claramente como un gran conocedor del arte de hacer
discursos, como cuando critica aquel que pronuncia Lisias —crítica que no se
centra solamente en el contenido, sino que apunta a mostrar la incompetencia
en el terreno de la composición y de la disposición—.
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Perelman llega incluso a decir que habría bautizado a su teoría como nueva dialéctica en lugar
de nueva retórica, para ser más preciso con la denominación, pero que no lo hizo porque, en el
momento en el que escribe, la palabra dialéctica estaba demasiado contaminada por la tradición
hegeliana y marxista.
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lo lógico y permitiría pasar de uno de estos planos al otro. Toda prueba sería
una reducción a la evidencia y lo que es obvio no necesitaría de prueba alguna.
(Perelman, Olbrechts-Tyteca, 2001, pp. 33-34).
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sus nociones confusas y nada unívocas—, y debe resolver los casos que se
presentan, aún los insolubles; debe decidir, debe zanjar todos los conflictos so
pena de denegación de justicia, conforme al sistema de derecho vigente.
Por otra parte, el discernimiento práctico es algo que tiene lugar también
en el ámbito teórico, en el establecimiento de los primeros principios de una
ciencia o una disciplina, puesto que se trata de escoger, y la escogencia se inscribe
en el terreno de lo práctico. Se justifica una escogencia, no se la demuestra.
La escogencia de los axiomas o de los primeros principios no obedece a la
evidencia —pues, ante esta la escogencia no procede—, ni tampoco a una
decisión arbitraria; en ambos casos es necesario recurrir a la justificación, y
justificar es dar razones, argumentar. Esta es, en últimas, la misma idea que
tiene Kuhn (1996, p. 152) cuando plantea que ante las revoluciones científicas
las comunidades científicas se dividen, y los hechos y las demostraciones no
son concluyentes. En realidad, en ese momento cuentan sólo como recursos
de la argumentación, y esto es así, muy a pesar de positivistas lógicos y del
mismo Popper, quienes lo acusaron de irracionalista.
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Pero no deliberamos sobre los fines, sino sobre los medios que conducen
a los fines. Pues, ni el médico delibera sobre si curará, ni el orador sobre si
persuadirá, ni el político sobre si legislará bien, ni ninguno de los demás sobre
el fin, sino que, puesto el fin, consideran cómo y por qué medios pueden
alcanzarlo; y si parece que el fin puede ser alcanzado por varios medios,
examinan cuál es el más fácil y mejor, y si no hay más que uno para lograrlo,
cómo se logrará a través de este, y este, a su vez, mediante cuál otro, hasta
llegar a la causa primera que es la última en el descubrimiento. (Aristóteles,
Ética Nicomaquea, 1112, b, 14).
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R—. Sí, con toda seguridad, pues se puede decir que el pensar sobre la
ética consiste en encontrar buenas razones para la acción emprendida.
La ética es la doctrina de las buenas razones. Sin teoría de la argumen-
tación no se puede comprender en absoluto ninguna ética, a no ser una
ética entendida como obediencia a unos mandamientos. Pero si la ética
consiste en seguir los mandamientos de Dios, entonces no se necesita
ninguna argumentación. (Boenders, 1990, p. 262).
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y con la de modo de ser o carácter, y es esto lo que hace que la acción moral (o
acción de acuerdo con la virtud) en Aristóteles sea algo bastante complejo,
pues tal acción se encuentra articulada a una historia personal y a un contexto
cultural concreto:
Estas son algunas de las condiciones de la acción que hacen que las
virtudes éticas se entrelacen con una virtud intelectual determinante como
es la phrónesis o prudencia. Recuérdese que para Aristóteles la ética no es un
asunto de conocimiento —como sí lo era para Platón y para Sócrates— sino
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algo relacionado con la experiencia y con el hábito, pero ya vimos que se trata
de un hábito muy particular, del hábito de actuar bien — que sólo ocurre bajo
ciertas condiciones—.
Tres son las causas que hacen persuasivos a los oradores; y su importancia
es tal que por ellas nos persuadimos, prescindiendo de las demostraciones.
Estas causas son la sensatez, la virtud y la benevolencia […] Por lo demás,
cómo es posible mostrarse sensato y virtuoso, hay que deducirlo de los análisis
de las virtudes, ya que, partiendo de tales (análisis) cabe presentar a otro o
incluso a uno mismo conforme a ellas (Aristóteles, Retórica, 1378a10,15).
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Retórica y pasiones
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Porque las pasiones son, ciertamente, las causantes de que los hombres se hagan
volubles y cambien en lo relativo a sus juicios, en cuanto que de ellas se siguen
pesar y placer (Aristóteles, Retórica, 1378a20).
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Referencias Bibliográficas
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Doctor en Filosofía Universidad de Ottawa, Magister en Filosofía Universidad del Valle,
Licenciado en Filosofía Universidad del Valle. Profesor Departamento de Filosofía Universidad
del Valle. Miembro del grupo de investigación Hermes, investiga sobre asuntos de ética y
política. Correo: jazunhig@hotmail.com.
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Lo que relacionamos con la ética, en el sentido característico de la ilustración, es la obligación
de respetar la dignidad encarnada por mi semejante, bien porque lo asumimos como autónomo
o como susceptible de sufrimiento. Kant resalta el primer rasgo este rasgo, el utilitarismo el
segundo. Que una ética sea deontológica y la otra consecuencialista no debe distraernos del hecho de
que una y otra tienen como denominador común hondas peticiones de igualdad y de justicia.
Éstas hacen que el otro, mi semejante, aparezca frente a mí como problema porque me plantea
exigencias de reconocimiento; de respeto a su dignidad. Vemos aquí, en un plano formal, una
continuidad histórica entre el cristianismo y las instituciones jurídicas y políticas modernas que
ya Hegel se ocupó de resaltar. En éstas, como en el primero, los sujetos aparecen como iguales
frente a una instancia superior. Dios, por supuesto, en el caso del cristianismo, las leyes del
Estado en el caso de las instituciones modernas: “El derecho de la particularidad del sujeto
a encontrarse satisfecho, o, lo que es lo mismo, el derecho de la libertad subjetiva, constituye el
punto central y de transacción en la diferenciación entre la antigüedad y la época moderna. Este
derecho ha sido enunciado en su infinitud en el cristianismo y convertido en efectivo principio
universal de una nueva forma del mundo. A su más precisa configuración pertenecen el amor,
lo romántico, el fin de la eterna bienaventuranza del individuo, etcétera, o así como también
la moralidad y la conciencia moral, y las demás formas que aparecerán posteriormente como
principios de la sociedad civil y como momentos de las constitución política, o bien que se
manifiestan en general en la historia, especialmente en la historia del arte, de las ciencias y de la
filosofía” (Hegel, 1975, pp. 155-156).
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Si es que pensamos que la naturaleza obra con arreglo a fines, esto es,
como dotando a cada órgano de un finalidad, interpretamos mal los fines de
ésta cuando le asignamos a la razón la tarea de determinar en qué consiste la
felicidad, así como los medios para alcanzarla. Podemos constatar, en efecto,
que la razón está imposibilitada para trazar un bosquejo claro de aquello que
es la felicidad y, en la hipótesis de que lo lograra tropezaría con que le es
imposible calcular –de manera segura– los medios para alcanzarla. Habría
hecho mejor, entonces, la naturaleza asignando al instinto la tarea de definir y
alcanzar la felicidad (Kant, 2005, pp. 71-72).
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Puede discutirse que Kant tenga razón cuando vincula exclusivamente la ética
con la idea del deber pero es indiscutible que coincidimos con él en un punto:
en el punto de partida nuestra actitud ética es incondicional. Tendemos a ver,
por ejemplo, que el mandato “no matarás” es estricto. Esto se revela en que
tratamos de justificar con argumentos de peso el tener que vernos impelidos
a relativizarlo. No se discute el principio que exige el respeto irrestricto a la
vida sino las razones que, en casos específicos se tienen para transgredirlo.
Tendemos a pensar que las circunstancias nos imponen tener que relativizar
el principio prohibitivo (matar para defendernos del enemigo invasor de
la patria; abortar el niño que es fruto de una violación, etc.) que en otras
circunstancias no relativizaríamos. El principio se mantiene. Es lo que Kant
no cesa de enfatizar.
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Sé que la última afirmación es polémica. Quiero decir que el ideal de felicidad en Aristóteles es
universal en el sentido en que sirve como ideal regulador para la búsqueda, por parte del sujeto,
de la excelencia ética.
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“… está claro que, si seguimos las vicisitudes de la fortuna, llamaremos al mismo hombre tan
pronto feliz como desgraciado, representando al hombre feliz como una especie de camaleón y
sin fundamentos sólidos. Pero en modo alguno sería correcto seguir las vicisitudes de la fortuna,
porque la bondad o maldad de un hombre no dependen de ellas, aunque, como dijimos, la
vida humana las necesita; pero las actividades de acuerdo con la virtud desempeñan el papel
principal en la felicidad, y las contrarias, el contrario [.] Este razonamiento viene confirmado
por lo que ahora discutíamos. En efecto, en ninguna obra humana hay tanta estabilidad como
en las actividades virtuosas, que parecen más firmes, incluso, que las ciencias; y las más valiosas
de ellas son más firmes, porque los hombres virtuosos viven sobre todo y más continuamente
de acuerdo con ellas. Y esta parece ser la razón por la cual no las olvidamos. Lo que buscamos,
entonces, pertenecerá al hombre feliz, y será feliz toda su vida; pues siempre o preferentemente
hará y contemplará lo que es conforme a la virtud, y soportará las vicisitudes de la vida lo
más noblemente y con moderación en toda circunstancia el que es verdaderamente bueno y
“cuadrilátero” sin tacha” (Aristóteles, 1995, p. 31).
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La estrategia de Aristóteles
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seguimos acompañándolo en este punto. Prueba de ello es que del hombre sin
modales gastronómicos decimos que “come como un cerdo” esto es, que no
hace honor a lo que lo define. Del vago solemos decir que no “vive” realmente,
sino que “vegeta”. Igualmente, del pobre que está en coma y “enchufado” a
aparatos solemos decir que está en “estado vegetativo” y que una vida como la
que lleva no vale la pena.
También quiero llamar la atención sobre otro hecho que nos revela en
cuánto la percepción de nuestro mundo ético es aristotélica. El desprecio
moral expresado con insultos también se inspira de la misma fuente de la
que bebe Aristóteles para derivar la norma ética. Los insultos, típicamente,
consisten en degradaciones –por lo menos virtuales–; en descalificaciones del
rango ontológico en el que intuitivamente nos inscribimos. Y así, en Colombia
para insultar a alguien solemos decir que es una “cosa con ojos” o una “basura”
o un “cerdo” o una “mierda” o un “perro” o una “perra” o una “rata”. Se
sobrentiende que el aludido no se ciñe al imperativo ético que se deriva de lo
que lo define en el concierto de los seres.
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Referencias Bibliográficas
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Doctorando en Ciencias Sociales de la Universidad Javeriana. Magíster en Docencia, Universidad
de La Salle. Especialista en Pedagogía para el Desarrollo del Aprendizaje Autónomo, UNAD.
Licenciado en Filosofía y Letras, Universidad Santo Tomás de Aquino. Docente investigador,
Unidad de Ética y Especialización en Ética, Departamento de Filosofía, UNIMINUTO.
Miembro del grupo de investigación Pensamiento, Filosofía y Sociedad. Director del seminario
investigativo electivo de la Especialización en Ética: “Ética y Educación”. Correo electrónico:
ereyuniminuto@gmail.com
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David Hume
Pasión y razón
Mosner (1954, p. 10; citado por Holguín, 1992) dice respecto al pen-
samiento de Hume «que la motivación principal que anima la totalidad
de su sistema filosófico es su deseo de refutar las doctrinas racionalistas
prevalecientes». Esto quiere decir, que el pensamiento moral humano se
opone a los planteamientos racionalistas e intelectualistas que fundan la moral
en la razón, a toda distinción buena o mala de algún hecho moral que se
fundamente en el razonamiento dogmático y metafísico de su tiempo, con
pretensiones de universalismo; en otras palabras, Hume apela a lo particular,
al individuo natural, preponderando de manera categórica la importancia de la
esfera de los sentimientos y las emociones en la vida moral. Al respecto, cuando
nuestro filósofo escocés habla de pasión, según el análisis llevado a cabo por
la profesora Calvo (1994): «esta cubre todo tipo de sentimientos, emociones
apetitos corporales, tendencias y afecciones de la mente humana y animal»
(p.14). Así, no haremos distinción entre pasiones, emociones y sentimientos.
El término pasión implicará todos estos fenómenos emocionales.
Ahora bien, ¿qué son y en qué consisten las pasiones? En primer lugar,
Hume las considera percepciones de la mente, que vienen a ser los contenidos
que tiene nuestra conciencia, y surgen de la experiencia que tenemos de la
realidad (como oír, sentir, pensar, etc.). Distingue dos clases de percepciones,
las impresiones y las ideas, que se diferencian en cuanto a la intensidad o
vivacidad de la experiencia. Las primeras son las que nacen de manera directa e
inmediata de nuestras experiencias de la vida diaria. Las segundas, el resultado
de lo que pensamos y razonamos de las primeras: son las representaciones de las
impresiones. Se podría afirmar que esta es la distinción del problema entre
sentir y pensar, es decir, la diferencia entre, por ejemplo, sentir celos y pensar en
los celos, que en muchas ocasiones puede no llevar a sentirlos.
En este orden de ideas, las impresiones son de dos clases, las impresiones
de sensación y las impresiones de reflexión. Las primeras, son las que no tienen
percepción anterior (Hume, en el Libro II de Tratado de la naturaleza humana las
denomina «impresiones originales»), se logran por medio de la incidencia de
los objetos en los órganos de los sentidos: son las sensaciones, que el sistema
nervioso experimenta (Hume, 2001, p. 141). Sobre ellas Hume recomienda
que sean los anatomistas y filósofos de la naturaleza quienes se encarguen de
su estudio.
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Una impresión nos excita a través de los sentidos y nos hace percibir calor o frío,
sed o hambre, placer o dolor de uno u otro género. De esta impresión, existe una
copia tomada por el espíritu y que permanece después que la impresión cesa,
y a esto llamamos una idea. La idea de placer o perla produce, cuando vuelve a
presentarse en el alma, las nuevas impresiones de deseo y aversión, esperanza
y temor que pueden ser llamadas propiamente impresiones de reflexión porque
derivan de ella. Estas son a su vez copiadas por la memoria e imaginación y se
convierten en ideas que quizá a su vez dan lugar a otras impresiones e ideas;
de modo que las impresiones de reflexión no son sólo antecedentes a sus ideas
correspondientes sino también posteriores a las de sensación y derivadas de
ella. (Hume, 2001, p. 14).
En este mismo orden de ideas, las pasiones para nuestro pensador tienen
además una doble clasificación. La primera, según el criterio de intensidad
y vivacidad, las cataloga como pasiones serenas y pasiones violentas; la segunda,
de acuerdo con el criterio del origen directo del placer o dolor, las clasifica
en pasiones directas y pasiones indirectas. Nuestro interés recae en la primera
clasificación.
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El buen gusto
El ámbito del gusto o experiencia estética tiene una clara similitud con la
esfera de la moral. La belleza es una cualidad que no la contienen los objetos
mismos, es una experiencia particular, individual: «la belleza no es una cualidad
de las cosas mismas; existe solo en la mente que la contempla, y cada mente
percibe una belleza diferente» (Hume, 1989, p. 42). Sin embargo, los objetos
tienen unas características o cualidades que ayudan a producir ese sentimiento
particular, que en muchas ocasiones se escapan o engañan al gusto; pero
aquellos a quienes no se les escapa nada por la sutileza de sus órganos de los
sentidos, son los que tienen «delicadeza de gusto» (p. 48).
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La belleza por su parte, «es un orden de construcción de partes que, o por una
constitución originaria de nuestra naturaleza o por hábito o capricho, es capaz
de producir un placer o satisfacción en el alma. Este es el carácter distintivo de
la belleza, y constituye su diferencia con la fealdad, cuya tendencia natural es
producir dolor» (p. 223).
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Martha Nussbaum
Las Emociones
La invitación de Martha Nussbaum es a considerar que la elección moral
tiene influencia de las emociones y de la imaginación. Esto implica que su
planteamiento respecto a las emociones sea una crítica al racionalismo, pues
se pretende reivindicar la emotividad humana en el campo de la moral. Este
propósito es compartido con David Hume, tal y como acabamos de ver.
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La persona verdaderamente buena no solo actúa bien, sino que siente las
emociones apropiadas acerca de lo que elige. Su virtud o bondad están
constituidas no solo por una motivación correcta y por correctos sentimientos
motivacionales, sino también por correctos sentimientos reactivos o de
respuesta. (Nussbaum, 1995, p. 134)
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1. Las emociones son «acerca de algo», esto quiere decir, que tienen
objeto. Sea cual sea la emoción, es tal en cuanto tiene un referente,
un algo que la propicia, que sin eso, la llamada emoción vendría a ser
tan solo una reacción orgánica involuntaria.
4. Las emociones para que sean tales deben tener valor, decir, la
importancia que posee esa emoción para quien la experimenta de
manera particular.
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Las artes cultivan las capacidades del juicio y sensibilidad que pueden y deben
expresarse en las opciones de los ciudadanos. Hasta cierto punto, esto se
puede aplicar a todas las artes. La música, la danza, la pintura, la escultura y la
arquitectura, todas participan en la formación de nuestra capacidad de entender
a la gente que nos rodea. (Nussbaum, 2005, p. 118).
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Conclusión
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Las pasiones —es decir, las emociones y sentimientos—, tanto para Hume
como para Nussbaum, impulsan a la acción, aunque en grados diferentes. En
Hume constituyen un impulso natural, que rige con contundencia la acción
humana, varían solo en la intensidad.
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Referencias Bibliográficas
____________ (2010). Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las
humanidades. Buenos Aires: Katz.
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Doctor en Filosofía de la Universidad Nacional. Filósofo de la misma universidad. Ha
investigado sobre filosofía del lenguaje y filosofía moderna. Actualmente trabaja como profesor
de medio tiempo en el Departamento de Filosofía de UNIMINUTO y como catedrático
en el Departamento de Lingüística de la Universidad Nacional de Colombia. Investiga en la
actualidad en los campos de la lógica, la ética y la filosofía del lenguaje, pertenece al grupo de
estudios en mística y filosofía de la religión Darsana de la Universidad Nacional de Colombia:
jfmanriquec@unal.edu.co.
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Utilitarismo de Bentham
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Nótese cómo la doctrina de Bentham se enmarca en la noción del contrato social. Somos un
conjunto de egoístas que requieren convivir. Lo necesitan porque maximizan su placer mejor
que solos, pero al precio de respetar la búsqueda del placer de los demás.
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capacidad que tiene ese placer de producir placeres de la misma clase que él.
Sexto, su pureza, es decir, debemos asegurarnos de que no se sigue el dolor
de ese placer. Séptimo, su alcance, es decir, el número de personas a las que
este placer va a afectar (pp. 35-36).
De ese modo, parece que el placer ideal sería intenso, durable, certero,
próximo en el tiempo, fecundo, puro y que afecte al mayor número posible de
personas. Claramente, un placer así es inimaginable, a menos que pensemos en
algunas visiones del paraíso celestial, pero por lo menos se presenta como idea
reguladora a la hora de tomar decisiones, porque de acuerdo con Bentham,
hacia allá es a donde nuestra naturaleza tiende. Quiero hacer énfasis en que el
alcance es la última de las variables que Bentham tuvo en cuenta. Esto parece
ser evidencia de que, en principio, todo cálculo de placer ha de redundar
en un placer disfrutado por nosotros mismos en solitario, y solo después, o
secundariamente, por los demás. Es decir, la mayor felicidad para el mayor
número claramente indica que estamos incluidos nosotros mismos en primera
instancia. Por eso, el utilitarismo es la ideología de los ególatras, y el cálculo de
los placeres es, en su sentido primario y fundamental, un cálculo egoísta.
Pliego de críticas
Luego de exponer de manera sintética el principio utilitarista y el cálculo
de los placeres, pasaré a exponer un pliego de críticas a tales fundamentos.
Argumento Totalitario
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Masoquismo
Quisiera saber cómo Bentham explicaría el masoquismo, pues parece que
desde su postura, pensar que alguien sienta placer por medio del dolor es un
absurdo absoluto. Una cosa es que un placer nazca de un dolor (o viceversa)
a la manera de la causalidad, pero otra cosa es que sea el mismo dolor el que
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resulte placentero para alguien, como parece ser el caso del masoquista, lo cual
redunda en la afirmación hecha anteriormente de que el placer y el dolor son
un misterio para nosotros.
Cálculo en el vacío
No solo el placer y el dolor son un misterio, sino que no en todas las
situaciones en que nos vemos abocados a decidir tenemos claro si surgen
placeres o dolores de allí. Quiero decir que en la mayoría de los casos nuestro
conocimiento del placer y el dolor resultante de una acción es posterior y
no previo como Bentham nos quiere hacer creer. Por ejemplo, una persona
pensando qué carrera debe estudiar en la universidad. Para hacer un cálculo
certero del placer tendría que haber estudiado previamente todas las carreras
para saber cual es la que le produce más placer, lo cual es absolutamente
absurdo. Lo mismo sucede con el matrimonio. Buena parte de nuestras
decisiones, y quizá las más importantes, tienen un fuerte componente de
riesgo que Bentham no tiene en cuenta. Ese riesgo es lo que hace difícil
decidir en ocasiones, y lo que muchas veces nos hace aventurarnos a una u
otra decisión con muy poca información sobre las opciones.
Fines y medios
Hay un riesgo constante en el utilitarismo que consiste en romper la
máxima kantiana de no tratar a los demás como medios sino como fines. En
el nombre de nuestro placer podemos atropellar a otras personas y aducir
incluso que dicho atropello redunda en placer para otros. Dicho de otra
manera, no veo cómo el utilitarismo pueda librarse de este riesgo, excepto
quizá incrementando el poder del Estado, pero es claro que nadie quiere
incrementar el poder del Estado en la vida de los individuos.
Sistema nervioso
Si efectivamente nos movemos por placer y dolor, y de allí nace
nuestra moral, quiere decir que nuestra vida y nuestros actos dependen de
nuestro sistema nervioso. Por esta razón, Peter Singer (1999), benthamista
y animalista, cree que debemos adjudicarles derechos a los animales, pues
también son sujetos de placer y dolor en virtud de sus sistema nervioso
(p. 217). Sin embargo, si nos cuentan de alguien cuyo sistema nervioso no
funciona, digamos un individuo en estado de coma, y al mismo tiempo nos
cuentan que fue abusado sexualmente por cinco enfermeros, nos indignamos.
Un utilitarista benthamista consecuente dirá que la persona no experimentó
dolor y, sin embargo, dicho acto incrementó el placer de cinco personas.
Pero diríamos que esto no puede ser justificado porque a las personas les
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Conclusión
Referencias Bibliográficas
Agamben, G. (2000). Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. (A. Gimeno,
trad.). Cuspinera. Valencia: Pre-textos.
Arendt, H. (1998). Los Orígenes del Totalitarismo. (G. Solana, trad.). Madrid: Taurus.
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EL YO Y EL DISCURSO INTERIOR EN
MARCO AURELIO
François Gagin19
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es nuestro, o que dejó de ser nuestro, por lo que la modernidad, asentada sobre
el sujeto cartesiano, instrumentalizó a la naturaleza y, por ende, al hombre, al
volverlos objeto de estudio, de conocimiento y de manipulación. Al contrario,
desde el aparecer del logos y del filosofar, el universo se revela al hombre en una
evidente presencia y una cohesión dinámica que imposibilita emitir, siquiera,
la hipótesis de un rehuir fuera de ese cuadro que determina la existencia de
todos los entes; es así como Heráclito afirma contundentemente que «este
universo idéntico para todos no ha sido creado por ningún dios ni por ningún
hombre; pero siempre fue, es y será un fuego eternamente vivo, encendiéndose
con mesura y apagándose con mesura» (Heráclito, 30). Si queremos seguir con
ese tono perentorio, con el fin de enmarcar la especificidad griega en una
puesta a distancia manifiesta respecto de lo que configura nuestra existencia
contemporánea, diríamos que el cosmos no tiene ningún objetivo sino que es. Esta
imponencia del ser de la physis y el reconocimiento que se propicia por medio
de diversas artes (technai) compone gracias a la existencia agónica y polifónica de
los entes un cuadro ordenado y hasta harmónico.
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Se entiende, aquí, por subjetividad la suma constituida por el uso del primer pronombre
personal (en primera persona del singular) y del yo; el primero sería subsumida a las fluctuaciones
de la (nuestra) vida y el segundo sería una sustancia, una realidad permanente que se mantiene
a través de las circunstancias.
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Esa alteridad de la segunda persona puede entenderse al singular o al plural: tú o nosotros.
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No queremos, sin embargo, en nombre de esta especificidad o de
esa originalidad tan nuestra renunciar a ser explícitos e ilustrar desde
una contrahistoria de la filosofía —a contracorriente de una cierta visón
tradicionalista de la filosofía— aquello que nos proveería de algunos elementos
para dibujar, en el marco de este escrito, una suerte de genealogía muy
incipiente del sujeto. Hace poco insistíamos sobre la mismidad que implicaba la
adjunción del adjetivo y del pronombre mismo en diversas expresiones relativas
al yo y sobre la necesidad, en verdad fructuosa, de constituir un espejo donde
se efectuaría una figuración de mi propia persona. Ahora bien si nos situamos
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Subjectum (sujeto) es el participio pasado pasivo neutro substantivado de sub-jicere, lo cual
corresponde al hypocheimenon griego.
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No te digas a ti mismo otra cosa que lo que te anuncian las primeras impresiones.
Se te ha anunciado que un tal habla mal de ti. Esto se te ha anunciado. Pero no
se te ha anunciado que has sufrido daño. Veo que mi hijito está enfermo. Lo veo.
Pero que esté en peligro, no lo veo. Así pues, mantente siempre en las primeras
impresiones, y nada añadas a tu interior y nada te sucederá. O mejor, añade
como persona conocedora de cada una de las cosas que acontecen en el mundo.
(Marco Aurelio, VIII, 49).
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Tres son las cosas que integran tu composición: cuerpo, hálito vital, inteligencia.
De esas, dos te pertenecen, en la medida en que debes ocuparte de ellas. Y solo
la tercera es propiamente tuya. Caso de que tú apartes de ti mismo, esto es, de tu
pensamiento, cuanto otros hacen o dicen, o cuanto tú mismo hiciste o dijiste y
cuanto como futuro te turba y cuanto, sin posibilidad de elección, está vinculado al
cuerpo que te rodea o a tu hálito connatural, y todo cuanto el torbellino que fluye
desde el exterior voltea, de manera que tu fuerza intelectiva, liberada del destino,
pura, sin ataduras pueda vivir practicando por sí misma la justicia, aceptando los
acontecimientos y profesando la verdad; si tú, repito, separas de este guía interior
todo lo que depende de la pasión, lo futuro y lo pasado, y te haces a ti mismo,
como Empédocles “una esfera redonda, ufana de su estable redondez”, y te
ocupas en vivir exclusivamente lo que vives, a saber, el presente, podrás al menos
vivir el resto de tu vida hasta la muerte, sin turbación, benévolo y propicio con tu
divinidad interior. (Marco Aurelio, XII, 3).
Ten presente que el guía interior llega a ser inexpugnable, siempre que,
concentrado en sí mismo, se conforme absteniéndose de hacer lo que no quiere,
aunque se oponga sin razón. ¿Qué, pues, ocurrirá, cuando reflexiva y atentamente
formule algún juicio? Por esta razón, la inteligencia libre de pasiones es una
ciudadela. Porque el hombre no dispone de ningún reducto más fortificado en el
que pueda refugiarse y ser en adelante imposible de expugnar. En consecuencia,
el que no se ha dado cuenta de eso es un ignorante; pero quien se ha dado cuenta
y no se refugia en ella es un desdichado. (VIII, 48).
Pero ese diálogo crítico no llega nunca a ser una escisión radical e
inconmensurable con las mundanalidades humanas y los acontecimientos
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El estoico actúa entonces con reserva (pero actúa) sin que su indiferencia
se confunda con la del escéptico. Aunque su física y su lógica dejan de ser objeto
de referencia para nuestro actuar cotidiano, la necesidad de infundir un sentido
a nuestra existencia (la del sujeto) nos lleva a explorar las éticas griegas, a través
de su relectura por parte del cristianismo, de suerte que encontremos en ellas
— ¡y sabemos de la perennidad del estoicismo en la historia de la filosofía!—
unos moldes conceptuales, fuentes de respuestas a nuestras interrogaciones.
Referencias Bibliográficas
Vernant, J. P. (1979). Los orígenes del pensamiento griego. Buenos Aires: Eudeba.
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Tradiciones emergentes
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de una discusión sobre filosofía práctica, es decir, moral y política - tendré que
atacar, expresa o tácitamente a varias otras ideas y creencias mantenidas por
algunos, y quizá por todos los eventuales lectores. Pese a ello mi ánimo no es el
de una rijosidad que, aunque pudiera elogiarse por su espíritu deportivo, sería
de todas formas filosóficamente inútil, es decir, carente de relevancia práctica;
lo que quiero más bien es proponer un punto de vista cuyo único asidero en el
ámbito de las cosas perceptibles -y en la razón- es el de tener alguna pertinencia
para pensar y enfrentar los problemas que nos pone delante el mundo y el
proceso civilizatorio contemporáneo; habida cuenta de que el primer paso para
resolver un problema es plantearlo claramente. Y esto es lo único que intentaré
hacer. Ya sé que esto no sería mucho, pero es que tampoco podría hacer mucho
más. Creo que Kant me apoyaría en esto, al menos en el decir que quien hace lo
que puede hace lo que debe, pues nadie está obligado a hacer lo imposible, etc.
80
teniendo cierta relevancia filosófica tras casi 2500 años de haberse formulado
abiertamente por primera vez.
81
Bien individual
II I
III IV
Mal individual
82
medio ambiente físico y simbólico cultural; el autor llama perverso a ese agente
prototípico. En el cuadrante IV se grafican las acciones cuyos resultados
benefician a los demás, o al grupo en su conjunto, pero perjudican a quien
ejecuta la acción; ingenuo es el nombre que se asigna a este tipo estadístico
de agente. Por último, en el cuadrante III se grafican aquellas acciones cuyos
resultados perjudican tanto al agente como a quienes comparten su medio
ambiente físico y simbólico-cultural; este arquetipo es el que, siguiendo a
Cipolla, llamamos estúpido.
Hay algunas cosas que permite ver este esquema. Por ejemplo, si trazamos
una recta de 45 grados que parta del origen sobre el cuadrante I, estaremos
trazando el conjunto de puntos o acciones que generan la misma cantidad de
beneficio tanto sobre el agente como sobre el medio ambiente socio-cultural;
se sigue que las acciones que caigan por debajo de esa recta beneficiarían más
a la sociedad que al agente, y, a la inversa, las que se grafican por encima de la
recta beneficiarán más al agente que a la sociedad. El mismo ejercicio se sigue
para cada uno de los restantes cuadrantes.
83
Es evidente que cualquier ser humano puede realizar acciones que caigan
en cualquiera de los cuadrantes señalados. Dado que sólo las acciones que
tengan resultados fuera del eje vertical salen del ámbito de lo privado, se
sigue que sólo tales acciones serán necesariamente de naturaleza pública, en
el sentido de que sus resultados no afectan sólo al agente sino que alcanzan
a quienes no participen en la ejecución de tales acciones de manera directa.
Se sigue también, de manera destacada, que si todos los individuos y agentes
de una sociedad en forma sistemática y exclusiva realizaran acciones en el
cuadrante I entonces el Estado, la política y el derecho como técnicas correctivas
o preventivas, serían tan innecesarios como inútiles. El problema moral y
político emerge entonces sólo porque existen acciones que caen en el resto
de los cuadrantes señalados en el esquema de Cipolla, es decir, acciones que
involucran el interés de un público, en particular las acciones del perverso y
del estúpido, aunque también las del ingenuo, puesto que el Estado está para
vigilar el bien común, y si éste es efectivamente común, lo sería entonces para
todos los ciudadanos. Todo esto es posible y emerge del reconocimiento de
las humeanas circunstancias de la justicia -recicladas por Rawls también en
su Theory of Justice-, es decir, del hecho inevitable -y si se quiere fatal-, de que
los seres humanos tengan que vivir en sociedad, que tengan necesidades y
fines distintos, y que los recursos para satisfacer tales necesidades y fines
son limitados cuantitativa y cualitativamente. En un sentido un poco más
estricto puede sugerirse pensar las circunstancias de la justicia humeanas más
bien como las condiciones de posibilidad de la injusticia, puesto que el problema
empírico con que nos enfrentamos siempre es alguna manifestación de esta
última, manifestación que sólo es posible por las referidas circunstancias o
condiciones.
84
85
86
extremo opuesto hay quienes proponen que los valores son objetivos y que
tienen una existencia independiente del ser humano. Scheller, por ejemplo, en
algún sitio afirma que un atardecer sería bello con total independencia de que
alguien lo percibiera y lo valorara como tal25.
25
La posición detallada de Dewey sobre el tema puede consultarse en su Teoría de la valoración
(2012).
26
Esto podría dar la impresión de que el experimentalismo no es más que una ‘estrategia
expansionista’ de la filosofía de la ciencia a costa de otras ramas filosóficas. Nada más alejado de
ello. El experimentalismo parte de la acción, y la acción que más éxito ha conseguido es la acción
científicamente conducida; de esto se sigue que el método de la ciencia (la experimentación y la
autocorrección crítica por los resultados) debería ser el método a probarse en otros ámbitos de
la práctica humana, incluidas por supuesto la moral, la política y la mismísima filosofía.
27
Un organismo que permaneciera en el origen del sistema coordenado de Cipolla, es decir, un
organismo que no realizara acción alguna, sería un no organismo, es decir, un organismo muerto,
un organismo que ha vuelto al equilibrio termodinámico. Este tipo de ‘organismos’ carecen de
interés, al menos para la filosofía moral y política.
87
está forzado a elegir entre los estados de cosas dignas de su atención práctica y
valorativa; y 2) que los hechos no están separados de los actos de valoración, es decir,
que hechos y valores no están desvinculados entre sí (todo ‘hecho’ es un ‘hecho
valorado’ como tal, y que toda valoración es -por necesidad lógica y práctica-, un
recorte electivo, i. e., valorativo, sobre determinado sector del mundo, sector al
que, sólo entonces, identificamos como un hecho); y 3) que la formulación de la
falacia naturalista es, a su vez, falaz: nadie está obligado a derivar lógicamente
los valores de los hechos porque es imposible hacer tal cosa, y no sólo no se
puede, sino que tampoco es necesario para la conducción de la vida moral
y política; o, puesto de otra manera, si se pudieran derivar lógicamente los
valores de los hechos, entonces toda racionalidad como conjunción de libertad
y opcionalidad estarían de más. Pero es evidente que racionalidad, libertad y
opcionalidad no están de más en filosofía moral y política; por tanto, en efecto
no se puede ni se necesita derivar lógicamente un debe a partir de un es.
88
Tanto Dewey como Sen ven al Estado como instrumento del bienestar
humano, entendido como bienestar individual que cruza por, y que es imposible
sin el bienestar social, dada la radical inseparabilidad del individuo y el grupo
en el que éste se socializa. Esto es también muy claro en el esquema -que
no pretende ser de gran profundidad filosófico pero que sí es muy útil para
entender alguna parte de la filosofía práctica-, propuesto por Cipolla y que he
reproducido páginas arriba. Pero Sen es particularmente enfático en lo que él
mismo denomina el enfoque de las capacidades para caracterizar la libertad de los
ciudadanos y, al mismo tiempo, la legitimidad del sistema político. El bienestar
no es entendido -a diferencia de sus colegas economistas-, en relación al
ingreso o a su distribución, sino más bien con una orientación sustantiva
hacia la dotación de capacidades efectivas para llevar a cabo funcionamientos
valiosos, mismos que, aunque en determinadas condiciones puedan cruzar por
una más equitativa distribución del ingreso, no pueden reducirse a ésta.
89
Los actos humanos son impensables sin libertad puesto que ésta constituye
la posibilidad misma de decidir actuar o no hacerlo de una cierta manera. Al
ser la posibilidad misma de actuar, y dado que los valores son actos de valoración,
esa libertad deviene en condición de posibilidad de la existencia de cualquier
otro valor. Un valor como la verdad, por ejemplo, sólo es identificable y accesible
si tenemos la libertad psicológica (el poder) de definirla de cierta manera, y la
libertad para buscarla con acciones concretas, en este caso experimentales; y
si, además, estamos autorizados (legitimados) por una comunidad pertinente
tanto en la definición como en el método experimental o argumentativo
seguido. Pero si la Verdad nos fuera impuesta por una autoridad celestial o
terrenal, como en el caso de una teocracia o un sistema totalitario, entonces
careceríamos de opcionalidad y, por tanto, de libertad; y, con ello tal ‘Verdad’
carecería de valor precisamente por ser algo dado en forma externa, obligatoria
y gratuita, sin mediar ningún esfuerzo intencional al respecto. No sería algo
que un ser humano eligiera buscar desde y a través de su libertad, sino algo dado
y en total desconexión con su práctica.
Lo mismo cabe para cualquier otro estado real o potencial de cosas con-
siderado valioso. Si tal estado o proceso es lógicamente necesario -o impuesto
por la fuerza- pierde su estatus de valor (piénsese en una belleza, en una justicia o
en una eficiencia, impuestas por una autoridad terrenal o celestial). Esos ‘valores’
resultarían absurdos. La razón para no considerarlos como valores legítimos
consiste en que no se aprecia lo que no requiere de un esfuerzo intencional para
producirlo, mantenerlo o promoverlo. De aquí que la libertad constituya, a la
vez que un valor (algo que se aprecia y cuida cuando se tiene, y que se procura
conseguir cuando no se tiene o se tiene de manera insuficiente), es también
la condición de posibilidad de cualquier otro valor. Todo valor lo es sólo
bajo condiciones en que su apreciación efectiva emerja desde condiciones de
libertad en la elección, es decir, en la valoración. De otro modo lo mismo:
los valores no están en la naturaleza hasta que el hombre los pone en ella
con sus acciones intencionales. Los valores son estados de cosas -actuales o
potenciales- valorados por la razón, perseguidos en la acción, y perceptibles
en sus resultados empíricos.
90
91
Este es un rango abierto, desde luego y sobre todo por el lado de los
dioses, aunque hay conductas de seres humanos, en particular de los políticos,
que parecen cerrarlo por el lado de las bestias. De ahí la necesidad de construir
los mecanismos adecuados para vigilar y corregir la actuación de tales seres.
Dewey (Public and its Problems) pensó que eso sólo sería posible a través de una
paideia democrática que permitiera salir al público de su eclipse, provocado éste
por el desenvolvimiento acrítico de las aplicaciones científicas y tecnológicas
y por la dinámica propia de la cultura de masas.
Referencias Bibliográficas
92
93
28
Doctorando de la Universidad de los Andes. Magister en Filosofía de la Universidad del
Rosario. Licenciado en Filosofía de la Corporación Universitaria Minuto de Dios. Profesional
en Filosofía de la misma universidad. Profesor del departamento de filosofía de la Corporación
Universitaria Minuto de Dios. Líneas de investigación: Lógica y Filosofía del lenguaje, filosofía
analítica, epistemología, filosofía de la acción, hermenéutica. Correo: andforero@gmail.com
29
Esta no es la única formulación del problema del libre albedrío, quizá uno de los problemas
más antiguos de la filosofía: en la antigüedad estaba directamente relacionado con la noción
de destino (estoicos) —si estamos incluidos en un plan general del destino, entonces nuestras
acciones futuras ya están determinadas, pero, si esto es así, ¿realmente somos libres?—; para los
medievales, y algunos modernos, el mencionado problema se relaciona con el de la omnisciencia
divina —si Dios es omnisciente y conoce a la perfección lo que haremos en el futuro, entonces
nuestras acciones futuras están determinadas. pero, si esto es así, ¿realmente somos libres?—.
Tampoco se trata aquí de la única versión contemporánea del problema, recientemente Robert
Chisholm ha presentado una descripción clara y completa, pero en ella involucra el problema de
la responsabilidad moral que tiene el sujeto sobre sus acciones. Se retoma aquí la formulación de
Searle, porque deja ver claramente el problema del internalismo y el externalismo de las razones,
que será abordado más adelante.
94
30
A decir verdad, son tres brechas las existentes: la primera se da entre las razones y la decisión;
la segunda, entre la decisión y su acción; y la tercera, entre el inicio y el fin de la acción.
31
En este punto Searle utiliza un argumento trascendental mostrar la necesidad de un yo
ejecutivo (no humeano) que cubra las brechas y permita dar cuenta de nuestro sentimiento de
libertad.
95
(1) Son normativas, esto es, hacen exigencias básicas a aquellos que
las tienen. (2) Son motivadoras, es decir, los agentes que las poseen estarán
inspirados a actuar de acuerdo con ellas. (3) Son motivadoras en virtud
de su normatividad, esto es, la gente se ve inspirada a hacer cosas por la
normatividad de las razones que tienen para hacerlas, por la conciencia de que
hay alguna consideración que les exige hacerlas. Llamaré a estas propiedades
normativamente motivadoras (Korsgaard, 2008, p. 209).
32
Una diferencia un tanto similar, si bien expuesta con un vocabulario totalmente distinto al
de Korsgaard, puede ser encontrada en la distinción que hace Frankfurt entre los deseos de
primer y segundo orden. De acuerdo con Frankfurt, son estos últimos los que constituyen a las
personas (Frankfurt, 2006).
96
ejemplo, «quiero visitar a mi abuelo» o «creo que mi abuelo está solo y quiero
visitarlo»; o (2) puede expresar un hecho, por ejemplo, «mi abuelo está solo y
necesita de mi compañía». En el primer caso, Carolina responde expresando
algunos estados mentales que funcionan como razón para su acción. Esto
evidencia el primer bando en el que suelen ser agrupadas algunas respuestas
que han sido dadas a la pregunta normativa: las razones que un agente tiene
para una acción son sus propios estados mentales, es decir, las razones
son internas al agente. Esta es la posición conocida como internalismo. El
internalista incluso dirá que la segunda respuesta de Carolina tiene como base
su creencia de que el abuelo curará o atenuará su soledad con su compañía,
por tanto, según él, es finalmente un estado mental el que funge como razón
para la acción.
Ciertamente, parece extraño que el mero estado mental sirva como razón,
en el sentido fuerte del término que fue expresado atrás, de Carolina. En este
caso, los estados de deseo y de creencia son intencionales, lo cual implica que
están referidos a algo. Para los externalistas es precisamente ese algo, la acción
a la que se dirige ese estado mental, la fuente de la normatividad. Los estados
mentales de un agente se forman como reacción a dicha fuente normativa.
A primera vista, parece ser más convincente la posición externalista que su
rival, pues un mero estado mental aparentemente no es suficiente para fungir
como razón para una acción. Después de todo, Oscar no aceptaría un «porque
quiero» como respuesta por parte de Carolina.
97
esto no quiere decir que los estados mentales formen parte de la razón, ni
que desempeñen función alguna en las propias deliberaciones del agente. Las
propiedades bien-hacientes (Good-making properties) proporcionan la razón y
decir que el agente desea ayudar o siente que debe ayudar equivale a decir que
está respondiendo adecuadamente a las propiedades bien-hacientes de ayudar
(Korsgaard, 2008, pp. 211-212)
Según lo dicho hasta aquí, parece que se ha llegado a un callejón sin salida.
Por un lado, si se piensa que la razón que Carolina tiene para su acción son
sus propios estados mentales se puede replicar que a la hora de la deliberación
ella no está pensando en sus propios estados mentales, sino en la soledad de
su abuelo, luego podría ser ésta realmente la fuente de la normatividad de su
acción. Por otro lado, si se piensa que la razón de Carolina para su acción es
la soledad, se puede replicar que en este caso su racionalidad práctica es igual
a la racionalidad práctica de la leona, es decir, no ejercita su razón más de lo
que esta última lo hace. ¿Quiere decir, entonces, que hay que abandonar el
problema de la normatividad? Esta salida, por la que algunos han optado,
98
33
Es aquí donde se encuentra el quiebre con la llamada falacia naturalista.
99
100
Referencias Bibliográficas
Chisholm, R. (1982). Human Freedom and Self. En G. Watson (Ed.) Free Will.
Oxford: University Press.
_________ (2009). Self Constitution: Agency, Identity and Integrity. Oxford: University
Press.
Raz, J. (1999). Engaging Reason. On the Theory of Value and Action. Oxford: University
Press.
101
Para los griegos, este precepto de “cuidarse de sí” figuraba como uno de los grandes
principios de las ciudades, una de las reglas de conducta de la vida social y personal,
uno de los fundamentos del arte de vivir.
34
Actualmente adelanta estudios de Maestría en Filosofía en la Universidad Pontificia
Bolivariana de Medellín. Especialista en Filosofía de la Universidad del Tolima. Licenciado
en Filosofía de la Universidad Santo Tomás. Docente de la Universidad de Ibagué. Líneas
de investigación: Filosofía y Teología. Ha escrito textos como: “Notas Universitarias” En:
Colombia. 2009. Elementos Para Un Diagnóstico Sobre La Situación De Conflicto Armado En
El Tolima. ISSN: 1794-1997 p.5 – 53. Correo: edgar.delgado@unibague.edu.co.
102
sujeto desde tres filones diversos, pero complementarios: ¿Qué es ser sujeto?
¿Qué domina al sujeto? ¿Existe la posibilidad de vivir en libertad? Cuestiones
que directamente apuntan a lo arqueológico, lo genealógico y lo ético: «Mi
trabajo se ocupa de tres modos de objetivación que transforman los humanos
en sujetos […] Por tanto no es el poder sino el sujeto, el tema general de mi
investigación» (pp. 51-52).
103
En consecuencia, tres serán los ejes desde los cuales desarrollaré esta
comunicación. El primero serán las fluctuaciones que el sujeto ha tenido
en nuestra historia como objeto del saber‑arqueología, como objeto del
poder‑genealogía y, como objeto de sí mismo, esto es, desde la posibilidad
de constitución de sí a partir de la aprhodisia y de la epimeleia. En un segundo
momento, examinaré las relaciones entre sujeto y verdad, desde la noción de
epimeleia heatou, (Foucault, 2000) Finalmente, se abordará la ontología de nosotros
mismos en relación con la ética, pues para Foucault existe la posibilidad de
vislumbrar un sujeto potencialmente libre, es decir, un sujeto ético, con la
responsabilidad de hacer de su vida algo bello. De manera que es factible
poder construir nuevas formas de subjetivación, para ello propone una ontología
de nosotros mismos, pues no existe un único sustrato o unidad trascendental
que sustente una forma de subjetividad. Por el contrario, el sujeto deviene
históricamente, es dinámico, por tanto, desde esa perspectiva, el sujeto no es
sino que está siendo en cada momento.
El sujeto
104
105
106
Me parece que la apuesta, el desafío que debe poner de relieve cualquier historia
del pensamiento, es precisamente captar el momento en que un fenómeno
cultural, de una amplitud determinada, puede constituir en efecto, en la historia
del pensamiento, un momento decisivo en el cual se compromete incluso
nuestro modo de ser sujetos modernos. (p. 26)
107
Con esta noción de epimeleia heautou tenemos todo un corpus que define una
manera de ser, una actitud, formas de reflexión, prácticas que hacen de ella
una especie de fenómeno extremadamente importante, no sólo en la historia de
las representaciones, no sólo en la historia de las ideas o las teorías, sino en la
historia misma de la subjetividad o, si lo prefieren, en la historia de las prácticas
de la subjetividad. (Foucault, 2000, p. 29).
108
Así pues, durante los mil años transcurridos entre los siglos V a. C. y
V d. C., este concepto tendrá un significado positivo, pues la relación que se
establecía consigo mismo, de hecho, implicaba al mismo tiempo una relación
con el otro, ese otro se explicita en la figura del maestro.
109
los héroes, los grandes hombres que aprendemos a conocer por medio de los
relatos, las epopeyas, etc. (Foucault, 2000, p. 131).
110
Foucault —en un curso inédito— hace una analítica del texto de Kant
intitulado ¿Qué es la Ilustración? Allí el autor introduce la cuestión del presente,
de la actualidad. El sentido de qué es lo que pasa ahora, hoy, y qué es ese ahora
en el que estamos inmersos. Por tanto, asume Foucault (1999, p. 335) que la
Aufklärung (Ilustración) determinó lo que somos, pensamos y hacemos, y, al
mismo tiempo es un asunto que ha ocupado a pensadores como Kant, Hegel,
Horckheimer, Nietzsche, Max Weber. Lo que implica que no hay filosofía que,
directa o indirectamente, no se haya confrontado con este acontecimiento, y,
sin embargo, es una cuestión que aún nos confronta y nos invita a la reflexión,
por ello, pregunta: «¿Que es la filosofía moderna?” […] la filosofía moderna
es la que intenta responder a la cuestión lanzada, hace dos siglos con tanta
imprudencia: was ist Aufklärung?» (p. 336). En este orden de ideas, la Aufklärung
es el modo de pensar filosófico que busca reflexionar sobre su propio presente
y que como una bisagra se despliega, entre la reflexión crítica y la reflexión
sobre la historia y, al mismo tiempo es condición de posibilidad para devenir
de otra manera. En este sentido, a propósito del opúsculo kantiano, afirma
lo siguiente:
111
[…] me parece que es la primera vez que un filósofo enlaza de esta manera,
estrechamente y desde el interior, la significación de su obra con relación al
conocimiento, una reflexión sobre la historia y un análisis particular del momento
singular en el que escribe y a causa del que escribe. La reflexión sobre el “hoy”
como diferencia en la historia y como motivo para una tarea filosófica particular
[…] (p. 341).
112
113
Por eso el mundo tal como lo conocemos no tiene esa forma, simple en suma,
en la que todos los acontecimiento se han borrado para que poco a poco
se acusen los rasgos esenciales, el sentido final, el valor primero y último; al
contrario es una miríada de sucesos enmarañados […] Creemos que nuestro
presente se apoya en intenciones profundas, necesidades estables; pedimos a
los historiadores que nos convenzan de ello. Pero el verdadero sentido histórico
reconoce que vivimos, sin jalones ni coordenadas originarias, en miríadas de
sucesos perdidos. (Foucault, 2008, pp. 50-51).
114
115
Por lo tanto, hacer ontología del presente es comprender que hay una serie
de elementos del pasado que se han acumulado en nuestro presente, y, por eso
mismo, es capital discernirlos, pensarlos y elegir qué queremos conservar y qué
es necesario desechar. Es aceptar que el presente ha sido el fruto de una larga
construcción y que, precisamente por ello, se requiere una actitud de apertura,
esto es, abrir los planos de la estructura de lo que somos para entender que
la actualidad es el resultado de múltiples decisiones ejecutadas por diversas
personas con intereses y motivaciones bien definidas. Es deconstruir la
historia, la identidad, la verdad y las reglas. Ciertamente, las reglas, las normas,
son la materialización, la aplicación concreta y práctica de las imposiciones de
la verdad, y de aquellos que la utilizan para ejercer su dominación. Las reglas
son fruto de la historia, no de un oráculo; son construcción, no revelación.
Hay que re-pensarlas, re-interpretarlas. No son algo dado ni necesario. Es una
falacia y un argumento de dominación la promesa de paz ante su aceptación
y sumisión. De lo que se trata es de dar luz, poner en evidencia sus intereses
ocultos que condicionan permanentemente nuestra libertad. Las reglas,
los poderes, no tienen como función primordial prohibir, impedir, decir:
“no debes”. Su función primaria, esencial y permanente es, en realidad, ser
productoras de una eficacia, de un producto.
116
Referencias Bibliográficas
_________ (1995). Tecnologías del yo. Y otros textos afines. (M. Allendesalazar, trad.).
Barcelona: Paidos Ibérica.
_________ (1999). Estética, ética y hermeneútica (vol. III). (A. Gabilondo, trad.).
Barcelona: Ediciones Paidos Ibérica.
_________ (2000). La hermenéutica del sujeto. (H. Pons, trad.). Buenos Aires:
Fondo de cultura económica.
________ (2001a). Las palabras y las cosas. (E. C. Frost, trad.) México: Siglo XXI.
117
Milton Dionisio35
118
Aunque esta razón (logos) existe siempre los hombres se tornan incapaces de
comprenderla, tanto antes de oírla como una vez que la han oído. Pues aunque
todas las cosas acontecen según esta razón, se parecen los hombres a gente sin
experiencia, incluso cuando experimentan las palabras y acciones tales cuales
son las que explico, cuando distingo cada cosa según su naturaleza y digo cómo
es; pero al resto de los hombres les pasan desapercibidas cuantas cosas hacen
despiertos, del mismo modo que se olvidan de lo que hacen cuando duermen.37
En el fragmento DK 22 B 30 se dice:
Este cosmos que no fue creado por un dios ni por un hombre, sino que siempre
fue, es y será un fuego eterno, que se aviva por medidas y por medidas se
extingue.38
37
DK 22 B 1. Con respecto a este punto, véanse: Dietz (2004, p. 78), Mouraviev (2000, p.
78), Hammer (1991, p. 100), Kahn (1979). Schofield y Nussbaum (1982). Compárense los
fragmentos: DK 22 B 12, DK 22 B 49a.
38
DK 22 B 30.
39
Véase la Filosofía en la época trágica de los griegos (KGB (Kritische Gesamtausgabe), II, 36): «El
devenir único y eterno, la radical inconsistencia de todo lo real, como enseñaba Heráclito, es una
idea terrible y, perturbadora, emparentada inmediatamente en sus efectos con la sensación que
experimentaría un hombre durante un temblor de tierra: la desconfianza en la firmeza del suelo.
Es necesaria una fuerza prodigiosa para convertir esta sensación en su opuesta, en el entusiasmo
sublime y beatificador. Y, sin embargo, esto lo consiguió Heráclito por una observación hecha
sobre la procedencia efectiva de todo devenir y de todo perecer, que comprendió bajo la forma
de polaridad, o sea, como desdoblamiento de una fuerza en dos actividades cualitativamente
diferentes, opuestas y tendientes a su conciliación o reunión. Permanentemente una cualidad
se divorcia de sí misma y se constituye en cualidad opuesta; permanentemente estas dos
cualidades contrarias se esfuerzan por unirse otra vez. El vulgo cree, en efecto, conocer algo
sólido, acabado, permanente; pero, en realidad, lo que hay en cada momento es luz y tinieblas,
amargura y dulzura juntamente, como dos combatientes cada uno de los cuales obtuviese a su
vez la supremacía. La miel es, según Heráclito, dulce y amarga a la vez, y el mundo mismo es
un cráter que debe ser removido constantemente. De esta lucha de cualidades contrarias nace
todo devenir: las cualidades determinadas, que a nosotros nos parecen permanentes, expresan
sólo el instante de equilibrio de un combate: pero este equilibrio no pone fin a la lid, que dura
eternamente. Todo acaece con arreglo a esta lucha, y precisamente esta lucha es la manifestación
de la eterna justicia».
119
120
Para realizar una genealogía del lenguaje (es decir, una búsqueda de sus
orígenes y fundamentos), Nietzsche se refiere a la forma en que vivían los seres
humanos antes de la formación y desarrollo de las estructuras lingüísticas, esto
es, antes de la constitución de los conceptos. En Sobre verdad y mentira en sentido
extramoral y otros fragmentos póstumos de 1869-1874, Nietzsche sostiene que
42
Con referencia a este punto, considérese: Estermann (2005); Hübscher (1992); Lütkehaus
(1996); Onuki (1938); Dieterich (2003), (2003).
121
pero, dado que el hombre tanto por necesidad como por aburrimiento quiere
existir de manera social y gregaria, necesita un tratado de paz y aspira entonces a
que por lo menos la más grande bellum omnium contra omnes desaparezca de
su mundo. (KSA (Kritische Studienausgabe) 1, 877).
122
Él (el creador del lenguaje) se limita a denominar las relaciones en que se hallan
las cosas con respecto al hombre, y para expresarlas recurre a las más audaces
metáforas. ¡Un estímulo nervioso, traducido en una imagen! Primera metáfora.
¡La imagen, a su vez, transpuesta en un sonido! Segunda metáfora. Y en cada
caso un total salto de una esfera a otra totalmente distinta y nueva. (KSA 1, 879).
43
Acerca de esta cuestión, véanse: Fries y Most (1994, p. 17-46), Gerber (1871), Gerratana
(1988, p. 391-433), Gödde (2002, p. 154-194), von Helmholtz (1961) 1847, Hofmann (1994),
Jensen, (2006, p. 41-61).
123
vista perceptual, es claro que las hojas de los árboles son diferentes entre sí.
Ellas tienen colores, tamaños, texturas, formas, etc. distintas unas de otras.
Una hoja, en la temporada otoñal europea, no tiene una apariencia similar
a una hoja de un árbol en el Amazonas. Por esta razón, Nietzsche sostiene
que la elaboración de los conceptos constituiría, de igual modo, un procedi-
miento de metaforización de la realidad y en este sentido un resultado de
creación artística.
El mundo que a nosotros nos atañe es falso, es decir, no hay ningún hecho, sino
un proceso de ficción y un dar vueltas alrededor de una magra suma de puntos
de vista; el mundo está en flujo, como algo que deviene, como una falsedad
siempre en movimiento, la cual jamás se acerca a la verdad: pues – no hay
ninguna “verdad. (KSA 12, 2[108]).44
44
Compárese: «Impregna mis escritos que el valor del mundo reside en nuestra interpretación
(que quizás en alguna parte son posibles todavía otras interpretaciones que las meramente
humanas); que las interpretaciones tradicionales son apreciaciones perspectivistas,
gracias a las cuales podemos mantenernos con vida, es decir con voluntad de poder,
de crecimiento del poder; que toda elevación del hombre comporta la superación de
interpretaciones más limitadas; que todo refuerzo conseguido, toda extensión de poder,
abre nuevas perspectivas y significa creer en nuevos horizontes. El mundo que nos es
un poco tolerable es falso, es decir: no es ningún hecho, sino una invención poética y el
redondeo a partir de una pequeña suma de observaciones; está «en flujo», como algo en
devenir, como una falsedad siempre perpetuamente removida y que nunca se acerca a la
verdad, pues no hay “verdad” alguna». (KSA, 12, 2 [108])
124
Pues los judios permanecen siempre judios. Mientras que el comunista puede
mejorar y cambiar. Esto no tiene nada que ver con la raza nórdica. Realmente, el
judio que ha sido asimilado es el verdadero enemigo.45
El Führer protege el derecho del peor abuso, cuando él, con vista al peligro, crea
de inmediato derecho en virtud de su poderío como máximo tribunal.
125
Referencias Bibliográficas
126
Estermann A. (2005). Schopenhauers Kampf um sein Werk. Der Philosoph und seine
Verleger Frankfurt am Main: Insel.
127
Guthrie, W.K.C. (1986). A History of Greek Philosophy: Volume 4, Plato: The Man
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129
133
transformar la manera en que los humanos nos relacionamos con los animales,
pues carecen de fuerza política para validar y extender dichas iniciativas. Sin
embargo, como veremos, una alianza de los mejores elementos de estas dos
teorías puede conformar una base sólida para la creación y fundamentación de
movimientos sociales y políticos que impulsen la renovación de la relación de
los hombres con los animales en el contexto de un mundo vulnerable.
134
50
Esta liberación animal ha de entenderse como un proyecto basado en conceptos filosóficos y
biológicos, el cual tiene por objetivo considerar los intereses de los animales para liberarlos de
la opresión especista a la que, según Singer, se ven sometidos en nuestros contextos cotidianos.
Así pues, esa liberación supondría el cese del uso de los animales para experimentación y
espectáculos, entre otros. «Liberación animal versa sobre la tiranía de los seres humanos sobre
los seres no humanos» (Singer, 2002 p. 39). El proyecto al que me refiero es el Proyecto Gran
Simio, instituido como una ONG que promueve la consideración de los intereses de los grandes
simios y tiene como propósito fundamental el cese de la experimentación científica con ellos.
La Fundación Proyecto Gran Simio cuenta con regionales en todo el mundo, la más cercana a
nosotros es la de Argentina, y está conformada como una asociación de voluntarios que donan
su trabajo físico e intelectual al servicio de la causa anunciada. Los postulados iniciales de esta
fundación los expuso Singer en su Proyecto Gran Simio (1998).
135
Ahora bien, como los animales existen únicamente en tanto que medios y no
por su propia voluntad, en la medida en que no tienen consciencia de sí mismos,
mientras que el hombre constituye el fin y en su caso no cabe preguntar: ¿por qué
existe el hombre?, cosa que sí sucede con respecto a los animales, no tenemos
por lo tanto ningún deber para con ellos de modo inmediato; los deberes para
con los animales no representan sino deberes indirectos para con la humanidad
(Kant, 1998, p. 287).
136
137
Ahora bien, aunque estoy de acuerdo con Singer en que una base
fundamental para la igualdad en la consideración moral es reconocer que
los animales tienen intereses, me pregunto cuál puede ser el alcance real
de la consideración. En un escenario hipotético en el que una comunidad
reconozca efectivamente que un animal, un chimpancé por ejemplo, tiene
intereses, llegado el momento de tener que elegir entre los intereses de uno
y otro, es muy probable, dado que hay muchas razones que lo avalarían, que
prime el interés del humano. Singer diría que esto se debe al especismo, la
actitud discriminatoria de la que ya hemos hablado.
Hoy en día, el problema del maltrato animal va mucho más allá de una
mera actitud discriminatoria, como la hemos referenciado. De fondo, hay
problemas económicos, de sustentabilidad, de equilibrio, de alteridad. Es
muy probable que los dueños de industrias cárnicas y avícolas, en las que el
hacinamiento y el tratamiento maquínico que se les da a los animales vulneran
sus intereses y capacidades, ni siquiera actúen de tal manera pensando que son
superiores a los animales y que solo los intereses de su especie son valiosos.
51
Ello puede evidenciarse en movimientos radicales de liberación animal, que no necesariamente
tienen que ver directamente con Singer, como el Frente de Liberación Animal cuyo proceder
consiste en incursionar ilegalmente en centros de experimentación con animales para liberarlos,
poniendo en riesgo incluso la vida de quienes cuidan o trabajan en esos sitios, utilizándolos
como rehenes. Las actitudes de muchos de estos fanáticos van en perjuicio de los intereses
humanos y a favor de los animales. Asimismo, aunque sin tanto radicalismo, se torna muy
complejo decidir, incluso si solo consideráramos los intereses de los animales, a cuáles de ellos
les prestamos más atención, si a los osos polares que se están extinguiendo en el Polo Norte o
a las vacas que son martirizadas en el matadero.
138
Es probable que haya más razones de fondo: una forma de relación específica,
un vacío moral frente a la violencia, frente a la crueldad, frente al dolor. No
podemos decir que un humano es especista al torturar un animal porque, es
innegable, ese mismo humano también es capaz de torturar a un humano. Allí,
ese individuo no privilegia los intereses de una especie sobre otra: en suma,
no privilegia ningún interés. El problema es de fondo: insensibilidad frente
a la crueldad, relaciones de alteridad mediadas por la violencia y el maltrato,
independientemente de si la víctima es humana o no.
52
La referencia se puede encontrar en Bentham (1781) The principles of Moral and Legislation. New
York: Prometheus Books. Cap. 17.
139
Para Singer el que los animales carezcan de autoconsciencia [salvo los grandes
simios como él mismo reconoce] significa que no tienen interés per se en no ser
considerados como recursos o propiedad de los humanos. No se preocupan
por si los criamos o los sacrificamos para ser comida nuestra o los usamos
para experimentos o los explotamos como recursos de cualquier otra manera,
siempre que no sufran (Francione, 1999, p. 44).
Es extraño entonces afirmar que un ser tiene intereses, pero que no los
tiene sobre su propia vida. Si alguien tiene intereses, también tiene preferencias
y deseos, lo que supone que hay un interés en algo que está por venir: «la
capacidad de sensación es lo que la evolución ha producido para asegurar
la supervivencia de ciertos organismos complejos. Negar que un ser que ha
evolucionado hasta el punto de desarrollar la sensación no tenga interés alguno
en permanecer vivo es algo absurdo» (Francione, 1999, p. 46). En lo que sigue,
mostraré que la vida de los animales no se limita a la capacidad de sentir dolor
o placer. Aunque Singer abre las puertas de la consideración moral hacia otras
53
Lo principios bioéticos para la experimentación con animales reconocen tres estrategias
fundamentales conocidas como la regla de las tres erres: reemplazar, que consiste en sustituir
animales de laboratorio por equivalentes que no empleen animales de ningún tipo; reducir, que
consiste en disminuir el número de animales de cualquier tipo implicados en la investigación; y
refinar, que consiste en buscar minimizar totalmente el sufrimiento y la ansiedad provocados en
los animales usados en la investigación. Para profundizar en el tema puede consultarse Pardo,
A. (2005). Ética de la experimentación animal. Directrices legales y éticas contemporáneas. Cuadernos de
Bioética XVI, pp. 393-417.
140
formas de vida, debemos reconocer que esas vidas animales son complejas y
que tienen más habilidades y capacidades que también deben ser protegidas,
además de su capacidad de sentir dolor.
141
Para los propósitos de este texto, mi idea fundamental es que esa lista
de capacidades tiene un potencial muy importante por dos razones: primero,
porque la octava capacidad de la lista de diez que elabora Nussbaum se refiere
a la relación de los humanos con los animales; segundo, porque la idea de que
un ser desarrolle su propio potencial no se restringe al ámbito de lo humano.
A continuación desarrollaré esas dos razones.
142
143
En ese sentido, apuntándole a una postura más allá del especismo y del
trato humanitario de los animales, este enfoque de las capacidades apela a
consideraciones de justicia hacia los animales basada en un principio simple:
no es justo impedir el desarrollo de capacidades de un ser vivo que tiene todas
las herramientas naturales para hacerlas florecer. Exigir consideraciones de
justicia complementa la exigencia de consideración moral. Ello implica realizar
transformaciones políticas profundas y apuestas educativas integrales para
que la obligación que genera la ley esté acompañada de convicciones éticas
y la conciencia de que, como lo dije más arriba, permitir el desarrollo de las
capacidades de otro ser contribuye al florecimiento de mis propias capacidades
como humano.
55
La ecología profunda, de la que se mencionó algo en el primer apartado, habla de una capacidad
de autorrealización de los seres, una especie de conatus o esfuerzo por perseverar en su ser, que es
propio de todos los miembros de la biosfera. En este caso, el telos de todo organismo vivo es la
autorrealización. No obstante, Nussbaum prefiere limitar el alcance de la idea, proponiendo que
solo algunos animales tienen ese telos o capacidad de desarrollo de su propia vida.
144
Por ello, Nussbaum sostiene que la justicia no debe dirigirse solo hacia los
seres normales, sino hacia los que están en la frontera: «la cooperación en sí no
es considerada una cuestión reservada a un puñado de personas similarmente
‘normales’ que se reúnen para celebrar un contrato, sino un concepto con
56
Más Singer que Nussbaum, por supuesto, aunque esta última reconoce que el hecho de que
un animal siente dolor es el criterio inicial de consideración antes de pensar en sus capacidades.
De este modo, Nussbaum no considera moralmente a los animales que no sean susceptibles de
sentir dolor y placer, en eso sigue a Singer.
145
146
147
Una sociedad debe apelar a las emociones de las personas, pues ellas
están llenas de percepciones sobre lo que es relevante y urgente, sobre lo que
merece ser considerado. Adicionalmente, debe permitir que sus miembros
se asocien y promuevan ideas para responder y dar cuenta de aquello que
les preocupa, de aquello que les importa. Pero una sociedad también debe
estimular la creación de sistemas educativos que inculquen el respeto a la vida
y que promuevan la deliberación ética y racional acerca de nuestras formas de
relación con múltiples formas de vida humana y no humana.
148
149
Esta postura es una crítica a las dos anteriores por olvidar las relaciones
de imbricación que hay entre los problemas de exclusión social, pobreza y
subdesarrollo, y los problemas ambientales. Ser consciente de la realimentación
entre ambos tipos de problemas —pobreza y daño ecológico—, nos permitiría
Leopold (2000) utiliza un concepto de tierra entendida como comunidad y hace énfasis
60
en la necesidad de interiorizar las obligaciones morales hacia ella, en el marco de una ética
expansionista que vaya desde la consideración moral sobre sí mismo, hacia la consideración
moral del otro humano y desemboque en una consideración moral de la tierra.
150
tener, según la postura socioecoética, una visión integral del daño causado a
la biosfera, a los animales y a los humanos mismos. Se trata de un desafío
político por integrar los problemas humanos con los daños causados a
formas no humanas de vida. Dicha perspectiva establece una diferencia entre
ambientalismo y ecologismo, ya que el primero se preocupa sobre todo por la
naturaleza, sin tener en cuenta cómo esta puede ser afectada por la pobreza o
riqueza de las personas; mientras que el segundo se preocupa por la manera
como se integran las personas con la naturaleza, lo que supone un espectro
problemático más amplio.
151
y, por ello, digna de florecer pues «el potente ideal ético del florecimiento
individual, concebido como desarrollo de las capacidades centrales del
ser humano, se apoya en categorías generales que no están restringidas al
ámbito humano» (Riechmanna, 2005, p. 90). En esta medida, los seres vivos,
humanos y no humanos, que tienen una forma de vida individual pueden
ejercer sus capacidades en contextos determinados naturalmente, por lo que
«para todos ellos podemos concebir ese deseable estado de florecimiento de
autorrealización y vida buena» (Riechmann, 2005a, p. 90). Los animales, como
seres vivos y sintientes son una combinación de capacidades, necesidades y
vulnerabilidades, son seres con un bien propio, es decir, con una tendencia a
la realización de sus bienes, de sus fines, propios de su especie. Considerar la
protección de dicha capacidad de desarrollo es una de nuestras capacidades
como agentes morales.
152
153
154
placer y dolor, criterio que lleva a pensar que es inmoral producir dolor de
forma cruel e injustificada. Luego de ello, argumenté que dicho criterio es
insuficiente puesto que desconoce la complejidad de las formas de vida de
los animales que va más allá del dolor y el placer. Pues bien, teniendo en
cuenta lo anterior, considero que el principio de autocontención permite crear
políticas de protección del bienestar animal, puesto que la autocontención
implica una autolimitación inteligente del consumo y del uso de las criaturas
que componen la biosfera. Actuar basándose en dicho principio, supone tener
una actitud ética que busque reducir el daño y el dolor, y que, al mismo tiempo,
fomente el florecimiento del bienestar y las capacidades de los seres vivos, que
superan el hecho de sentir dolor o placer.
155
156
157
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la catarata.
158
Salt, H. (1999). Los derechos de los animales. Madrid: Los libros de la catarata.
159
160
Quisiera explorar a través de dos teorías que se oponen entre sí, sus visiones
de la razón práctica; una que privilegia el contexto, las decisiones en contexto,
la otra, que se desembaraza de este para dar cuenta —contrafácticamente— de
un campo discursivo ideal que serviría de ideal regulativo para lograr establecer
un procedimiento que pueda lograr la racionalidad de las discusiones jurídicas
y de las decisiones que se tomen en su seno.
De esta manera, el contraste entre las dos teorías se llevará a cabo para
explorar, especialmente, las posibilidades que estas teorías de la argumentación
jurídica puedan aportar a la hora de llevar a cabo un acercamiento analítico
a las sentencias judiciales. Por un lado, estará el análisis jurisprudencial que
podría llevarse a cabo desde una perspectiva discursiva procedimental como
la de Jürgen Habermas o Robert Alexy (que sería un análisis estático, de la
racionalidad de una decisión individualmente considerada, abstrayéndola del
contexto, para establecer si cumple los estándares del procedimiento discursivo);
y por el otro, el análisis retórico, que, por el contrario, se caracterizaría por
privilegiar el contexto en el que se inscribe la decisión, el auditorio al que
se busca persuadir y la aceptabilidad social que la decisión espera lograr al
incluirse dentro de la obra colectiva que es la jurisprudencia.
161
162
Así, la tesis sostenida por Ricoeur no puede ser reducida a una mera
oposición entre los dos primeros niveles, estos, de acuerdo con su punto de
vista, no son más que ejercicios preparatorios para la confrontación con la
situación más definitiva, aquella que él denomina lo trágico de la acción: «Es
en este estadio donde la conciencia moral, en su fuero interno, es requerida
para plantear decisiones singulares, tomadas en un clima de incertidumbre y
de graves conflictos» (1999, p. 34). El juicio moral en situaciones singulares
y concretas es el que entra en el ámbito de la sabiduría práctica, retorno a la
virtud aristotélica de la phrónesis (reinterpretada por Heidegger y Gadamer).
163
63
Nos dice, además, en consonancia con Hannah Arendt, que en el juicio reflexivo de la tercera
Crítica kantiana se acumulan los tres rangos distinguidos por estas tres disciplinas: probabilidad,
subsunción (o aplicación), innovación. Sobre el planteamiento de Ricoeur acerca de cómo se
complementan estas tres disciplinas, véase Ricœur (1986).
164
165
166
ser bastante ilustrativo, puesto que se caracteriza por ser un tema bastante
sensible y controvertido, que suele polarizar de manera casi irreconciliable a
los actores que participan del debate. Además, porque plantea un contraste
interesante con la ética discursiva de Habermas, en cuanto a su afirmación,
planteada en Facticidad y validez (2001), de que este es una tema de relevancia
moral que debe aspirar a un consenso universal, según se ilustrará más adelante.
Los actores que integran el auditorio son los que, de alguna manera,
constituyen las posiciones más representativas respecto al tema. Entre estos
se pueden incluir organizaciones que buscan proteger los derechos humanos,
como es el caso del colectivo Mesa de Trabajo por la Vida y la Salud de las
Mujeres o la organización Women’s Link World Wide que apoyan la decisión.
Entre los opositores, por el contrario, es posible citar a aquellos que sienten
que su moral y sus principios religiosos han sido violentados, este es el caso
de la iglesia católica, o de las múltiples organizaciones provida que militan en
contra del aborto, entre ellas, la organización Red Futuro Colombia. Además,
puede citarse, también como ejemplo, al Procurador General de la Nación65,
quien en múltiples foros se ha manifestado en contra de la decisión.
65
Un ejemplo que ilustra la posición que tiene el procurador general en contra del aborto, y el
trasunto ideológico en el que ésta se fundamenta: «Hace pocas horas la Corte Constitucional
colombiana despenalizó el aborto. El presidente de tal órgano judicial mostró su rechazo
frente a las críticas de numerosos sectores de la opinión pública, que señalaban la existencia
de presiones de los órganos multilaterales para que la decisión se tomara como se tomó. […]
La declaratoria de inexequibilidad no es sólo un problema jurídico; es una pieza más dentro de
un esquema muy bien diseñado para disolver culturalmente a nuestra nación y en especial a su
identidad cristiana. Después vendrá, por la misma vía judicial, el matrimonio homosexual, la
adopción de hijos por tales parejas, la eutanasia, la eugenesia, la manipulación de embriones, el
desmonte de la patria potestad, la despenalización de la pedofilia, en suma, la androgenización
de la cultura” (Ordoñez, 2007, p. 69).
167
La ética del discurso es una teoría que tiene una concepción Kantiana de
la razón práctica. Según lo expone Robert Alexy, la base de toda concepción
kantiana de la racionalidad práctica es el principio de universalidad (2004, p.
136). Es una teoría procedimental porque su concepción de la racionalidad
es la de una racionalidad procedimental universalista, esto es, una norma es
correcta solo si puede ser el resultado de un procedimiento de argumentación
racional. En este sentido, un discurso práctico es racional solo si puede
satisfacer las condiciones del argumentar práctico racional, condiciones que
168
Para Habermas una norma solo es justa si todos pueden querer que,
en situaciones comparables, sea seguida por todos. Por consiguiente, los
preceptos morales tienen la forma semántica de imperativos categóricos
incondicionados. El sentido imperativista de tales preceptos se entiende
como un deber ser que no depende ni de los fines o preferencias subjetivos,
ni de la meta que representa una forma de vida buena, es decir no depende
de criterios teleológicos (por oposición a la complementación propuesta por
Ricoeur). Lo que debe hacerse tiene aquí el sentido de que la correspondiente
práctica es justa, los deberes se fundamentan en discursos morales. En estos
casos resultan decisorios los argumentos que prueban que los intereses que
se traducen en las normas de que se trate, son en absoluto susceptibles de
universalización. En el discurso moral, la perspectiva etnocéntrica de un
determinado colectivo se amplía y se convierte en la perspectiva más amplia
de una comunidad de comunicación ilimitada, cuyos miembros son capaces de
ponerse en la situación que de sí y del mundo tienen todos, y de practicar en
común una asunción ideal del rol (2001, pp. 229-230).
169
170
Dado que el principio del discurso tiene por fin asegurar un consenso sin
coerciones, en este caso dicho principio solo puede hacerse valer indirectamente,
mediante procedimientos que regulen las negociaciones de modo que estas
resulten justas. «Las negociaciones no destruyen pues el principio de discurso
sino que lo presuponen» (Habermas, 2001, p. 235).
171
Que una norma sea válida prima facie, significa que ha sido parcialmente
fundada y que su aplicación imparcial conduce a la decisión válida de un caso.
Sin embargo, la validez de la norma no garantiza por sí sola la justicia del caso
particular. A este propósito Habermas distingue, siguiendo a Klaus Gunther
(1995), entre discurso fundamentador y discurso de aplicación de normas.
El primero sirve a la creación de normas jurídicas válidas, en el segundo, en
cambio, no se trata de la validez sino de la adecuada referencia a una norma,
o la adecuada relación con una situación concreta (Habemas, 2001, p. 288).
El proceso hermenéutico de aplicación de una norma puede entenderse
como un entrelazamiento de descripción de la situación y concretización de
la norma general.
172
173
Ahora bien, se puede observar, entonces, que son teorías que se mueven
en un contexto de justificación. Son teorías normativas en el sentido de que
prescriben normas para corrección racional del razonamiento jurídico. Estas
teorías se reconocen desde una concepción kantiana del discurso práctico y, en
cierto sentido, aun reconociendo las valoraciones que median en toda decisión
judicial, su fundamentación racional se basa en la búsqueda del principio de
universalización; por lo tanto, es necesario precisar que su pretensión es
la corrección discursiva de las decisiones judiciales. La teoría de Alexy, por
ejemplo, pretende explícitamente una legitimación -científica- de la creación
jurisprudencial del derecho, por medio del aporte de un modelo racional
de objetivación de las inevitables valoraciones que entran en juego en toda
decisión judicial. (2008, pp. 23-47)
Si bien es deseable que los jueces usen ese tipo de metodologías que
buscan más rigor en la justificación, ello no obsta para que se puedan explorar
otras alternativas de análisis en que se quiera poner el foco sobre la efectividad
más que sobre la racionalidad de las decisiones judiciales, sin negar el hecho
174
Conclusión
175
Referencias Bibliográficas
176
177
67
Doctorando en Educación de la Universidad de Buenos Aires. Magister en Educación
de la Universidad Pedagógica Nacional. Especialista en Pedagogía de la misma universidad.
Profesional en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Docente e Investigador del
Departamento de Filosofía de la Corporación Universitaria Minuto de Dios y de la Facultad de
Educación de la Universidad Pedagógica Nacional. Miembro líder del Grupo de Investigación
Pensamiento, Filosofía y Sociedad de UNIMINUTO. Líneas de investigación: Reflexiones
Pedagógicas en torno a la Práctica del Docente, Pedagogía y Política, Filosofía y Educación.
Correo: bespinelo@yahoo.es.
68
Fernández (1984), presenta tres modelos desde los que puede agruparse los diferentes
proyectos de fundamentación de los derechos humanos. «Tanto en la historia de los derechos
humanos fundamentales como en la actualidad se han presentado varios tipos de justificaciones,
que aquí pueden ser sintetizados en tres esenciales: 1. Fundamentación iusnaturalista (consiste
en la consideración de los derechos humanos como derechos naturales). 2. Fundamentación
historicista (consideración de los derechos humanos como derechos históricos). 3. Funda-
mentación ética (consideración de los derechos humanos como derechos morales)» (p. 84).
178
179
180
los derechos del hombre como «derechos naturales» y por tanto, sustentados
en la ley natural anterior a todo contrato social u organización humana:
Las Declaraciones de los derechos del hombre del siglo XVIII se inspiran en
la renovación moderna de la concepción iusnaturalista clásica, estoico-tomista,
operada en la modernidad por autores como Grocio, Pufendorf, y Locke.
Los que redactan estos documentos conciben los derechos del hombre como
«derechos naturales», respaldados por la ley natural y por la naturaleza humana,
y por consiguiente idealmente anteriores al contrato social y a la sociedad civil.
(Papacchini, 2003, p. 173).
181
Además de ello, la «ley natural sirve también y sobre todo para sustentar
derechos, es decir los así denominados derechos naturales (derecho a la vida, a
la salud, a la libertad y a la propiedad), amparados por la ley natural, inherentes
a la naturaleza humana y por tanto independientes del poder arbitrario del
Estado» (Papacchini, 2003, p. 181). De esta ley natural se deducen los derechos
naturales como derechos originarios, cuya protección y garantía será, para
los autores modernos, el propósito del contrato social que dará origen a la
sociedad civil. Otro aspecto propio del derecho natural es que el imperio de
esta ley natural universal hace evidente una situación de igualdad originaria en
torno a los derechos entre todos los miembros del género humano. Igualdad
originaria que será el pilar para plantear no solo la igualdad entre los seres
humanos, sino nociones tan capitales para los iusnaturalista modernos y la
teoría política como la dignidad humana, la libertad y, más específicamente, las
libertades básicas. Más adelante se volverá sobre ello.
182
183
dinámico, acorde con los desarrollos del sistema político y los avatares de
la historia. La perspectiva rawlsiana busca distanciarse del absolutismo y
de los radicalismos que atentarían precisamente contra los mismos derechos
que pretenden asegurar y guardar.
184
69
«Para todos los iusnaturalistas el contrato es el principio de legitimación del Estado, pero
se puede distinguir a estos autores entre aquellos que consideran que el contrato puede
corroborarse históricamente y aquellos que sostienen que el pacto es solamente una verdad de
razón. Entre los primeros está Locke, entre los segundos se encuentra Kant. […] Kant concibe
el contrato originario como una idea de la razón y niega que sea necesario considerarlo como
un hecho histórico. Para nuestro autor el contrato es una idea que justifica el paso del estado de
naturaleza al estado civil» (Fernández Santillán, 1996, pp. 66- 67)
185
que la justicia se concibe como igualdad de trato ante la polis sin importar
el género, el carácter, creencias, condiciones y gustos. De igual manera, los
derechos humanos, así como el derecho a la justicia, se van constituyendo
a partir de este derecho fundacional de la igualdad. En consecuencia, los
derechos humanos adquieren la condición de derechos fundamentales
que estarían en la base de las legislaciones en tanto positivaciones jurídicas
del derecho. Y por tanto, desde la perspectiva iusnaturalista, los derechos
humanos trascenderían y fundamentarían los sistemas positivados.
186
70
«La universalidad de los derechos humanos constituye una idea fuerza que tiene repercusión
en la enseñabilidad de los mismos. Se podría señalar que la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de 1948, reconoció precisamente el carácter universal, es decir transcultural
y transhistórico del ser humano. Desde los primeros artículos de la Declaración Universal se
afirma que toda persona tiene todos los derechos y libertades … sin distinción alguna… El carácter
universal de los derechos se sustenta en el principio que todos los seres humanos nacen libres e
iguales en dignidad y derechos» (Magendzo, 2005, p. 28).
187
71
«La universalización analógica, que conduce al universal análogo, consiste en congregar
cognocitivamente varios elementos respetando sus diferencias principales» (Beuchot, 1999,
p. 62) y más adelante, recogiendo sus ideas, ilustra tres maneras como se puede presentar la
universalización, a saber: «Puede ser visto desde la univocidad, y pugnará por homogeneizar;
puede ser visto desde la equivocidad, y tenderá a disgregar irreductiblemente; o puede ser visto
desde la analogicidad, y vivirá de la tensión que se establece entre la intencionalidad de reunir
las diferencias en la unidad y la intencionalidad de dar cuenta cuidadosa de las diferencias
unificadas» (Beuchot, 1999, p. 70). Para ampliar estas ideas puede consultarse el capítulo 5, Los
derechos humanos y el fundamento de su universalidad, del texto de Beuchot (1999).
72
Para ampliar esta idea véase Magendzo, 2005, pp. 27-31.
188
Referencias Bibliográficas
189
190
Por esta época lee Totalidad e infinito: ensayo sobre la exterioridad de Emmanuel
Levinas, quien en los campos de concentración había descubierto que los
judíos eran la exterioridad del mundo nazi, el afuera del mundo alemán, del
mundo occidental, del ser, eran el no ser. Levinas se convierte en un gran crítico
de Heidegger y de la totalización del ser.
73
Doctor en Filosofía de la Cultura, la Ciencia y la Sociedad de la Universidad de Valladolid,
España. Magister en Filosofía Latinoamericana de la Universidad Santo Tomás. Licenciado en
Filosofía e Historia de la Universidad Pontificia Bolivariana. Director, Programa de Filosofía;
miembro del grupo de investigación Eulogos, Universidad de Ibagué. Líneas de investigación:
Historia y Filosofía de la Ciencia y la Tecnología, Problemas éticos contemporáneos. Correo:
gildardo.diaz@unibague.edu.co, gdiaznovoa@hotmail.com
191
192
193
La totalidad trata de la filosofía del despliegue del ser y del mundo, de las
culturas, después del encuentro con los otros.
Las mediaciones constituyen la filosofía del acercarse a las cosas, a los entes,
a los objetos, para transformarlos y usarlos como medios o valores cuando se
ponen al servicio del desarrollo de todas las dimensiones de la vida humana.
194
Las conclusiones de ese debate las publica Dussel en su magna obra Ética
de la liberación en la Edad de la Globalización y de la Exclusión (1998), donde descubre
los aportes de esas éticas, sus limitaciones y cómo ir más allá de ellas, de modo
que propone una ética compleja y sistémica de tres momentos fundamentales:
el material, el formal y el de factibilidad. Pero como toda eticidad, tarde o
temprano, comienza a mostrar sus negatividades, Dussel considera además
tres momentos críticos: el crítico-material que denuncia la negación originaria
de las víctimas por parte del sistema; el crítico-formal que propone la
organización de las víctimas o la constitución de la comunidad discursiva
antihegemónica que se interpela a sí misma; y el crítico-de-factibilidad que
presenta el proceso de transformación o de liberación de las víctimas, a través
de la de-construcción de la negación del sistema y la construcción de un nuevo
sistema, más justo y humano. De cada uno de esos seis momentos, elabora su
criterio y su principio universal, la preocupación de la ética.
195
Dussel analiza que las éticas formales de Kant, Rawls, Apel y Habermas
plantean como único principio ético universal la ley moral. Ley moral que para
Kant son los imperativos categóricos a priori, dictados por la razón práctica
solipsista o voluntad autónoma a priori de cada sujeto racional, voluntad como
lo único bueno en sí mismo y lo único que habría que tener en cuenta en las
acciones humanas. Ley moral que para Apel y Habermas son los consensos
morales racionales alcanzados por la razón discursiva de una comunidad de
comunicación, cuyos integrantes o afectados participan democráticamente,
simétricamente, en el diálogo racional como iguales y autónomos, sin ninguna
coacción.
Entonces, Dussel plantea que las acciones morales para que sean buenas,
deben considerar tres momentos articulados: El momento de la verdad
material, cuyo principio material universal es el desarrollo de la vida humana
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Pero estos tres momentos, como se dijo, no son suficientes porque todo
acto, toda ley, toda institución, todo sistema, según el principio de imposibilidad
de Franz Hinkelammert, es imposible que sean perfectos, porque son realizados
por seres humanos finitos. De ahí que tarde o temprano toda ley, todo sistema,
comienza a mostrar sus negatividades, sus errores, sus fallas. Por ello, hay que
considerar tres momentos críticos articulados que constituyen la ética crítica:
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En escritos posteriores mostraremos las críticas que Dussel hace a las éticas formales y a las
éticas de la factibilidad.
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Para Hutcheson, los juicios morales no son solo expresión del egoísmo,
porque “la mejor nación es la que proporciona la felicidad más grande al mayor
número” (1998, p. 108).
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Referencias Bibliográficas
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Magister en antropología social por el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad
Nacional de San Martín y el Instituto de Desarrollo Económico y Social, Argentina. Investigador
doctoral en el Instituto de Etnología de la Universidad de Frankfurt y becario de la Fundación
Rosa-Luxemburg, en Alemania. Ha sido becario de la Escuela Internacional de Estudios del
Holocausto de Yad Vashem en Israel y docente de la Universidad de Ibagué, Colombia.
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tema suficientemente liviano para salir del paso y continuar con lo que debía
ser una reunión ejecutiva. Pero la salida sólo lo fue a medias, porque si en la
vida ordinaria aplica lo que escribió Konstantinos Kavafis acerca de que nadie
puede huir de su ciudad porque siempre la lleva dentro, en la antropología
aplica aún más. Contar en Alemania sobre mi trabajo de campo supuso hablar
de la vida cotidiana en medio de la violencia política sin proponérmelo, pero el
«vamos a ver cómo soluciono lo de la financiación» no fue muy distinto, aunque
ahora se tratara de un aspecto menos doloroso de la realidad: la necesidad de
andar saltando matones, sorteando dificultades materiales, que solemos pensar
tan colombiana, tan sudaca, y que en Alemania he encontrado por doquier
tanto entre los miles de fracasados sociales que constituyen el producto marginal
de la prosperidad del primer mundo, como entre los mal pagos y ninguneados
científicos sociales.
¿Qué tiene que ver esa triple crisis con que haya sido invitado a participar
de ese coloquio y a publicar este trabajo en este libro? Sucede que si la mayoría
de los antropólogos tendemos a volvernos monotemáticos cuando estamos
sumergidos en una investigación, en los momentos en los que estamos en
crisis no sólo tendemos, sino que nos ponemos monotemáticos. Entonces, mientras
rumiaba esa crisis pasé meses hablándole sobre el tema a cuanto colega y
amigo encontraba, y entre unas y otras el doctor Raúl Cuadros, un filósofo de
formación de quien hay que decir que coquetea bastante con la antropología, y
sus colegas de la Unidad de Ética de UNIMINUTO me invitaron a participar
con la confianza de que el intercambio entre filósofos y antropólogo nos
podría ayudar a complejizar nuestras respectivas perspectivas. Ahora, pasado
el coloquio y mientras me dedico a los ajustes necesarios para que este trabajo
sea publicado, tengo que decir que los colegas filósofos tenían razón, porque
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Aproveché las 12 horas de viaje en tren para leer sobre Salcedo y su obra,
y para terminar de preparar la visita. Así noté que tenemos biografías parecidas
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Pasé los primeros minutos entre observar la interacción con aire de jet-set
y el comportamiento de visitantes que contemplaban las piezas con atención
comentando en voz baja y estudiándolas desde todos los ángulos. El resto del
tiempo estuve entregado a mi experiencia de la obra, entre varias preguntas
técnicas sobre cómo había sido producida y el nudo en la garganta provocado
por el recuerdo de que cuando alguien muere por la razón que sea, la mesa es
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uno de los lugares donde con frecuencia más se lo extraña. Las mesas rústicas
me recordaron la historia de matanzas y huidas con la que está marcada la
vida de mucha gente en Colombia, incluidos mis abuelos, e imágenes en las
que aparecen los muertos de las masacres acostados en mesas mientras son
llorados por los sobrevivientes. La hierba estaba ahí, como está sobre las
tumbas y las fosas comunes, recordando que la vida sigue y se sobrepone a casi
cualquier obstáculo. La sala olía a madera y tierra, la gente circulaba charlando
jovialmente y curioseando. Repentinamente salí de mi fluir, como llamamos los
antropólogos a esos estados en los que uno se funde en la experiencia78, miré
alrededor, encontré a los otros tan banales y a la violencia política en Colombia
tan aplastante que me sentí triste y agobiado, como si llevara sobre mi espalda
un fardo con los muertos que he visto en los medios, los conocidos míos
asesinados, las cosas que perdieron mis abuelos cuando huyeron del Tolima
para salvar la vida en 1955, y el miedo que nos encontró a todos en 2003
cuando los paramilitares sembraron el terror en el Sumapaz, donde ellos vivían
y pasé la infancia. No lo noté pero la confluencia entre Plegaria muda y mi
memoria me sacó de foco y de ahí en adelante me impidió construir la distancia
necesaria para interrogar la obra y hacer observación participante en la charla
del día siguiente. Caí preso de lo que los antropólogos conocemos como la
seducción etnográfica 79 y no pude evitar entregarme a la participación observante,
desviándome de mi plan inicial de analizar con sistematicidad cuasitécnica lo
que presenciaba. Precisamente en eso consiste la seducción etnográfica, en
que a veces un hecho del campo nos desvía de nuestros propósitos analíticos
iniciales.
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Pero el cambio de plan no derivó solo de ese análisis, sino del consenso
que provocó entre investigadores y activistas locales con los que lo discutí.
Todos lo respaldaron, relacionándolo con una realidad sobre la que no había
leído en la prensa, es decir de la cual no me había enterado desde el extranjero.
«Las cosas», según me explicaron, seguían como antes aunque evidentemente
había un acuerdo entre el gobierno y los medios para ocultar asesinatos y
amenazas e instaurar internacionalmente la verdad oficial de que Colombia
es un país posconflicto. «No deberías descartar que te amenacen y tener cuidado
porque uno no sabe… Tampoco hay que darles gusto y quedarse quieto, pero
mejor prevenir», me dijo una de ellas. Pocos meses después dos de las personas
con las que hablé en esa temporada de campo fueron amenazadas por su trabajo
en organizaciones de defensa de los derechos humanos, pero descartaron irse
del país y repitieron lo que les había escuchado antes en situaciones similares:
«Me voy cuando quiera, no cuando a ellos se les dé la gana». Otras dos firmaron
una carta pública repudiando la detención arbitraria de un dirigente campesino
que participó en sus investigaciones sobre la violencia política, y fue acusado
de colaborador de la guerrilla y arrestado junto con otros durante una razia del
Ejército sobre su comunidad en el Cauca.
Dado que no se han publicado estudios sobre los ataques sufridos por
antropólogos en el campo en Colombia resulta difícil establecer qué tan efectivas
son las medidas protectivas que solemos tomar, y como el conocimiento sobre
esos incidentes circula fundamentalmente por los conductos de la tradición
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Por otro lado, el clímax alcanzado en octubre de 2011 por las protestas
estudiantiles contra la reforma de la educación superior, y la campaña de
desprestigio contra el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo dirigida por
el procurador Ordóñez —vehemente defensor del condenado coronel Plazas
Vega—, limitaron mi observación de las tomas de partido por las memorias
encontradas sobre la masacre y el trabajo de los abogados que buscan la
condena de los presuntos perpetradores. De repente, en octubre de 2011
en Colombia todo pasó a segundo plano porque en primer plano quedaron
las movilizaciones estudiantiles y las acusaciones de corrupción lanzadas
por el procurador contra la organización que representa —entre otros— a
los familiares de las personas de cuya desaparición la justicia ha encontrado
responsable a Plazas Vega. Aunque tradicionalmente la masacre vuelve al
debate público en el preludio de los aniversarios, en 2011 las movilizaciones
estudiantiles fueron lo que en antropología se denomina un hecho total,81 es
decir, uno que ocupó de lleno la realidad, y me fue imposible contactar a
los abogados porque estaban absorbidos defendiéndose de acusaciones de
corrupción de las que el procurador era vanguardia, y que para noviembre de
2011 persistían a pesar de que su falsadad había sido demostrada por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.82
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El 23 de septiembre de 2012 el noticiero televisivo Noticias Uno reveló que el procurador
Ordóñez también denunció ante la fiscalía a la jueza María Estela Jara por abandono de menor,
debido a que tuvo que dejar provisionalmente a su hijo con su padre por las amenazas de muerte
que recibió en su contra y la del niño mientras estaba encargada del proceso contra Plazas Vega.
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Uno de ellos es el entonces mayor del Ejército Oscar William Vázquez Rodríguez, tercero
al mando de la sección de inteligencia B2 y subalterno del coronel Edilberto Sánchez Rubiano,
sobre quien según el coronel Plazas Vega recae la responsabilidad por la desaparición forzada
de la guerrillera del M-19 Irma Franco Pineda, quien sobrevivió a la retoma. Los otros dos son
los generales Celso Suarez Martínez y Hernando Camilo Zúñiga Chaparro. Según la base de
datos del portal Soawatch.org, alimentada con los listados oficiales de la escuela, Zúñiga realizó
los cursos de Inteligencia Militar (1968) y Estado Mayor Conjunto (1978). El trazado de un
panorama más acabado de la participación de egresados de Fort Leavenworth y la Escuela de las
Américas en las operaciones del Palacio de Justicia, que debería ser realizado cruzando las listas
de egresados de esos centros con las de los agentes que participaron de esa operación, podría
arrojar más luz sobre las relaciones entre el entrenamiento en dichas academias y las violaciones
de los derechos humanos que tuvieron lugar en la retoma del Palacio de Justicia. Dado que no
dispongo de la segunda lista, esa tarea escapa a mis posibilidades.
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Las cifras más actualizadas al respecto son las proporcionadas por Calvo Ospina (2007, p.
90), acerca de que entre 1947 y 1996 se graduaron de la Escuela de las Américas cerca de 10.000
oficiales y suboficiales colombianos. Según la estimación de Gill (2004), para la época de su
investigación sobre la relación entre el entrenamiento militar en la Escuela de las Américas y la
violencia política en América Latina había 97 graduados de la escuela involucrados con crímenes
contra los derechos humanos en Colombia.
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Pero por eso mismo tampoco abogo por la presentación empirista de toda
la evidencia o de la más interesante a secas. Por ejemplo, en una tradición marcada
por la crítica del estructural-funcionalismo y sus ficciones, la exposición de los
conflictos que surcan ese grupo de personas que reclaman justicia podría atraer
considerable atención entre los antropólogos que desconfiamos de los análisis
románticos que pintan a los grupos que luchan por justicia como homogéneos
y apacibles. Sin embargo, el carácter público de ese pequeño grupo hace inútil
cambiar los nombres de los protagonistas para proteger sus identidades, como
solemos hacerlo los antropólogos, y ese conocimiento publicado por mí sería
aprovechado por los interesados en ponerle fin a su lucha. En esa observación
hay un argumento suficientemente fuerte para no tocar esos temas, y la
eventualidad de que mis materiales de campo sean robados o espiados me
ha llevado a la determinación de ni siquiera tomar nota de ellos. A la larga, se
trata de escuchar al ya citado Ricardo Falla (Manz, 1995) y no rendirse a los
intereses intelectuales sin calcular el efecto de la investigación sobre las vidas
de la gente con la que uno ha llegado a comprometerse.
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Por ejemplo, los entonces estudiantes de derecho Yolanda Santodomingo y Eduardo Matson,
quienes se encontraban en el Palacio de Justicia en el momento de la toma trabajando en su tesis,
y fueron rescatados y tomados por guerrilleros por los miembros del Ejército que participaban
de las operaciones. Según declaraciones rendidas por Matson el 11 de abril de 1986 ante el
juzgado 77 de instrucción criminal, y por ambos a diversos medios de comunicación desde
entonces, ambos fueron puestos en el grupo de los sobrevivientes «especiales» concentrados
en el segundo piso de la Casa del Florero y sometidos a malos tratos en ese lugar, desde el cual
fueron conducidos a distintas instalaciones militares donde fueron sometidos a interrogatorios
bajo tortura. Tras varias horas, ambos fueron liberados porque Eduardo pudo acreditar que era
sobrino del entonces gobernador de Bolívar, Arturo Matson. Su testimonio ha sido reseñado en
varias obras, entre ellas el informe de la Comisión de la Verdad Sobre los Hechos del Palacio de
Justicia (2009, Sección V, párrafos 9-12).
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Conclusiones
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de estudio, los perpetradores de los actos de violencia de los que esas personas,
sus compañeros y amigos han sido víctimas. Mi decisión ha sido, como ya lo
sabe el lector a estas alturas, tomar partido por la primera opción.
Referencias Bibliográficas
Comisión de la Verdad sobre los hechos del Palacio de Justicia - CVPJ (2009).
Informe Final. Bogotá: CVPJ.
Krotz, E. (1997). Anthropologies of the South Their rise, their silencing, their
characteristics. Critique of Anthropology, 17(3), 237-251.
Gill, L. (2004). The school of the Americas: Military training and political violence in the
Americas. Durham y Londres: Duke University Press.
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(Jonas, 1979).
Distrital Francisco José de Caldas. Joven Investigadora, Colciencias. Miembro del grupo de
Investigación EULOGOS, Universidad de Ibagué.
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el planeta, sino también en toda la biosfera. De hecho, se puede decir que este
impacto es negativo, pues la contaminación y el deterioro ambiental producto
del acrecentamiento de las tecnologías es notorio.
Así pues, en este texto, se enfatiza en tres aspectos determinantes que nos
llevan a la reflexión ética respecto al uso del medio ambiente en la producción
tecnológica: en primer lugar, se habla de la dimensión tecnológica, de cómo
la capacidad inventiva del hombre que puede estar o no a favor del desarrollo
de la humanidad; en segundo lugar, se hace una pequeña pausa en la reflexión
sobre la relación que se ha dado entre hombre y medio ambiente durante las
últimas décadas; y, para finalizar, se hace referencia a las diferencias entre la
ética tradicional y las éticas orientadas al futuro.
La Dimensión Tecnológica
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La ciudadela creada por el hombre, claramente separada del resto de las cosas y
confiada a su custodia, constituía el completo y único dominio del que él debía
responder. La naturaleza no era objeto de la responsabilidad humana; ella cuidaba
de sí misma y cuidaba también, con la persuasión y el acoso pertinentes, del
hombre. Frente a la naturaleza no se hacía uso de la ética, sino de la inteligencia
y de la capacidad de invención. Pero es la “ciudad”, el artefacto social donde
los hombres se relacionan con los hombres, la inteligencia ha de ir ligada a la
moralidad, pues esta es el alma de la existencia humana. Toda ética que nos ha
sido transmitida habita, pues, este marco infrahumano y se ajusta a las medidas
de la acción condicionada por él. (Jonas, 1979, p. 28).
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Así las cosas, las reflexiones que se desprenden de este panorama, nos
invitan a pensar en la necesidad de establecer o restablecer la relación entre
hombre y medio ambiente que se ha deteriorado a través del tiempo; allí, es
indispensable la construcción de nuevas sensibilidades y responsabilidades, no
solo con cada uno de los seres vivientes del presente, sino también con las
generaciones del futuro. Gilberto Gamboa, , expone que «es imposible negar
que en otros tiempos era patente una relación simbiótica entre el hombre y
la naturaleza, evidente en diversas latitudes y culturas; pero en la actualidad es
también evidente un divorcio que ha traído como consecuencia el creciente
deterioro ambiental que hoy padece el mundo y quienes lo habitamos» (2008,
p. 197). La tarea de estos discursos es la de reparar una relación que es frágil
y buscar la forma de proponer otros tipos de sensibilidades. Lo importante es
crear espacios de formación y de educación formal e informal que permitan
que los individuos acepten como suya la responsabilidad del cuidado de la
naturaleza y creen conciencia que al cuidar el medioambiente están cuidando
la humanidad en sí misma, pues todo está unido, la humanidad no podría
existir en la forma como existe si no tuviera las condiciones objetivas que le
brinda la naturaleza.
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La ética que nosotros buscamos tiene que ver precisamente con lo que todavía
no es, y su principio de responsabilidad ha de ser independiente tanto de
cualquier idea de un derecho como de la idea de reciprocidad, de tal modo
que en su marco no puede nunca formularse la jocosa pregunta inventada al
respecto: « ¿ha hecho el futuro alguna vez algo por mí?, ¿acaso respeta él mis
derechos?» (1979, p. 51).
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Solo la previsible desfiguración del hombre nos ayuda a alcanzar aquel concepto
de hombre que ha de ser preservado de tales peligros. Solamente sabemos
que está en juego cuando sabemos que está en juego. Puesto que lo que aquí
está implicado es no solo la suerte del hombre, sino también el concepto que
de él poseemos, no solo su supervivencia física, sino también la integridad
de su esencia, la ética —que tiene que custodiar ambas cosas— habrá de ser,
transcendiendo la ética de la prudencia, una ética del respeto (1979, p. 16).
Una ética del cuidado, de la prudencia y del respeto debe asumir que
es posible la existencia de un futuro y que las condiciones de esa existencia
dependen del presente. En este punto, es necesario preocuparse por los
efectos negativos de las acciones tecnológicas sobre el medio ambiente. Para
mitigar esta preocupación, se propone una ciencia fáctica; una disciplina que
se encargue de las proyecciones hipotéticas de los avances tecnológicos en el
futuro, bien para promoverlos o bien para evitarlos.
Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia
de una vida humana autentica en la tierra o, expresado negativamente obra
de tal modo que los efecto de tu acción no sean destructivos para la futura
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En esta medida, respecto a esta solución, son muchas las posiciones que
se tejen; establecer una política pública y una ciencia fáctica donde se decidan
los límites de las acciones humanas, atendiendo a la ética orientada al futuro,
puede ser posible en términos de funcionalidad, pero antes de hacer estos
intentos organizativos y creativos, es necesario hacer una crítica concreta a las
causas del deterioro ambiental, que no son otras sino las que se derivan del
sistema productivo mundial.
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Referencias Bibliográficas
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